Helio Misericordia y Globalización

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 85

UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR

FACULTAD DE TEOLOGIA

“LA PRÁCTICA DE LA
MISERICORDIA, EN LOS TIEMPOS
DE LA GLOBALIZACIÓN”

IDELFONSO HELIODORO GIJÓN ESTRADA

Guatemala, enero de 2009

1
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE TEOLOGÍA

“LA PRÁCTICA DE LA
MISERICORDIA, EN LOS TIEMPOS
DE LA GLOBALIZACIÓN”

TESIS

Presentada al Consejo de la Facultad de Teología

Por:

IDELFONSO HELIODORO GIJÓN ESTRADA

Previo a conferírsele el grado académico y título profesional de:

LICENCIADO EN TEOLOGÍA

Guatemala, enero de 2009

2
Autoridades de la Universidad Rafael Landívar
Licda. Guillermina Herrera Peña Rectora
P. Rolando Enrique Alvarado López, S.J. Vicerrector Académico
P. Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S.J. Vicerrector de Integración Universitaria
Lic. Ariel Rivera Irías Vicerrector Administrativo
Licda. Fabiola de la Luz Padilla Beltranena Secretario General

Consejo de la Facultad de Teología


Decano M.A. Marco T. Martínez, S.J.
Vicedecano M.A. Rodolfo Alberto Marín Angulo
Secretario Lic. Guillermo Enrique Téllez
Director del ICCRE Hno. José Antonio Revuelta, F.S.C.
Directora Plan de Extensión Teológica M.A. María de la Luz Ortiz Martínez
Director del Diplomado en Teología Lic. Francisco Romero González
Director del Profesorado en Filosofía M.A. Agustín Maté Mansilla

Asesor de tesis
M. A. Francisco Reyes Archila

Terna examinadora
M. A. Herbert Mauricio Álvarez
M. A. Francisco Reyes Archila
Lic. Carlos Enrique Díaz

3
4
AGRADECIMIENTOS

Agradezco en primer lugar, a Dios, por haberme permitido concluir todo este proceso
de preparación, investigación, estudio y reflexión para la Licencia en Teología.

Un agradecimiento especial a las comunidades eclesiales de base de mi parroquia,


que aportaron su visión acerca de la situación que hoy vivimos.

Agradezco también, a los integrantes del consejo pastoral parroquial de Comitancillo,


que me han apoyado en este trabajo: don Marcelino, Eduardo, Pablo, Cruz y Óscar.

Igualmente, a las autoridades de la Universidad, así como al personal de la Facultad


de Teología: M. A. Marco T. Martínez, S. J. y M. A. María de la Luz Ortiz Martínez.

A mi asesor de la tesis, M. A. Francisco Reyes Archila, que supo orientarme dentro


de la búsqueda y reflexión, en torno a la temática que se ha trabajado.

Agradezco al Lic. Carlos Enrique Díaz, por las diversas reflexiones compartidas, en
torno a los desafíos de la teología latinoamericana.

Y a los alumnos y alumnas del Diplomado en Teología, en San Marcos, con quienes
he desarrollado algunos temas de esta investigación.

5
DEDICATORIA

Quiero dedicar este trabajo de investigación y reflexión teológica:

A los agentes pastorales de la parroquia de Comitancillo, con quienes he estado caminando


en estos últimos años, en especial, a las personas que participan en las comunidades ecle-
siales de base.

A los laicos y laicas, religiosas, que prestan diversos servicios, en los programas y proyectos
de la pastoral social diocesana en San Marcos.

A mis hermanos del presbiterio de San Marcos, con quienes buscamos impulsar una evange-
lización liberadora, una formación y desarrollo integral y, una pastoral de conjunto en toda la
Diócesis.

A Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de la Diócesis de San Marcos, con quien
comparto una gran amistad, además de las preocupaciones y búsquedas pastorales, que
favorezcan la vida digna para los más pobres.

A los compañeros y compañeras de AMERINDIA Guatemala y América Latina, con quienes


he aprendido a mantenerme fiel, a la tradición teológica-pastoral de nuestra Iglesia latinoa-
mericana.

A los amigos y amigas del Departamento de Teología, de la Universidad Católica del Perú,
con quienes aprendí, a pensar y a compartir mi propia fe, en el mundo intelectual, desde una
perspectiva latinoamericana.

A la Vicaría de Pastoral Universitaria de Chile. A Catalina Gobantes, una gran amiga an-
tropóloga, egresada del Campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile.

A mis hermanos y amigos Misioneros del Espíritu Santo, con quienes descubrí el significado
de la vivencia sacerdotal, de la compasión y la fidelidad, a favor de los crucificados de la his-
toria.

A las Hermanas Misioneras del Espíritu Santo. A la Hermana Leticia Rosales Ramírez, una
gran amiga comprometida con la causa de los pueblos indígenas.

A las Hermanas Religiosas de la Cruz de Quetzaltenango, quienes con su oración, su cariño


y amistad, rezan siempre por mí y por la Parroquia de Comitancillo.

A las Hermanas Religiosas de Jesús María, al Colegio Mérida, en especial, a quienes han
compartido algunas experiencias misioneras en Comitancillo.

A los compañeros y compañeras de la Asociación de Derechos Humanos “Indignación”, del


Estado de Yucatán, que se mantienen siempre creativos en el compromiso liberador.

A mis grandes amistades de Comalcalco, Tabasco, con quienes aprendí a descubrir al Dios
de la Vida, encarnado en las personas que viven en los ambientes rurales.

A toda mi familia, con quienes disfruto gratos momentos de descanso y celebridad. A mi


hermana Carmita, quien sabe de mis búsquedas y andanzas vocacionales.
6
Hemos descubierto que la reacción fundamental an-
te este mundo de víctimas es el ejercicio consecuen-
te de la misericordia, tal como aparece en la parábola
del buen samaritano con la que Jesús describe al
hombre cabal. Éste es el que ve a un herido en el ca-
mino, se mueve a misericordia, lo atiende y cura sus
heridas…

Lo que hay que recalcar es que no se trata aquí de


„obras de misericordia‟, sino de la estructura funda-
mental de la reacción ante las víctimas de este mun-
do. Esta estructura consiste en que el sufrimiento
ajeno se interioriza en uno, y ese sufrimiento interio-
rizado mueve a una re-acción (acción, por tanto) y sin
más motivos para ello que el mero hecho del herido
en el camino. Y así, aunque Jesús presenta al samari-
tano como ejemplo de quien cumple el mandamiento
del amor al prójimo, en la parábola no aparece para
nada que el samaritano actuara por cumplir un man-
damiento, sino sólo movido a misericordia. Y hay que
recalcar también que la misericordia no es sólo una
actitud fundamental que está (o no está) en el inicio
de todo proceso humano, sino que es un principio
que configura todo el proceso posterior…

En nuestro mundo sabemos muy bien que no sólo hay


individuos heridos, sino pueblos enteros crucifica-
dos. Reaccionar con misericordia significa, entonces,
desvivirse por „bajarlos de la cruz‟, significa trabajar
por la justicia, pues ése es el nombre del amor hacia
las mayorías injustamente oprimidas, y poner al servi-
cio de la justicia todas las capacidades humanas, in-
telectuales, religiosas, científicas, técnológicas…

Jon Sobrino, “El Principio-Misericordia.


Bajar de la cruz a los pueblos crucificados”
Sal Terrae, Santander, 1992, pp. 25-26
7
RESUMEN

En esta investigación he abordado el tema de LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA, EN


LOS TIEMPOS DE LA GLOBALIZACIÓN, centrándome en aquellos elementos teológicos,
que permiten profundizar, sobre la resignificación de la práctica de la misericordia, tal como
se plantea en algunos textos de la Escritura y del Magisterio de la Iglesia.

Desde la parábola del buen samaritano, se han plateado los desafíos éticos y espirituales del
seguimiento de Jesús. Se trata de un estilo de vida que exige proseguir su práctica compasi-
va hacia las víctimas y excluidos. Esta experiencia se realiza desde una comunidad que, en
medio de las dificultades, se abre paso para practicar la misericordia. Se trata de un compor-
tamiento que va más allá de los condicionamientos sociales, culturales y religiosos.

De ahí la importancia de vivir como Jesús, el hombre libre y liberador, el hombre fraterno y
compasivo que defendió a los pobres, acogió a los pecadores, perdonó a sus enemigos y
rompió el espiral de la violencia, practicando la no violencia activa. Este es el desafío que
tienen los discípulos y discípulas de Jesús, la Iglesia entera, empeñada en proseguir la cau-
sa del Reino, que también exige, construir una nueva humanidad, otro mundo posible,

En esta investigación se ha tomado como referencia a las comunidades indígenas de Comi-


tancillo. Con ellas se ha trabajado un cuestionario de preguntas, para conocer cómo viven su
compromiso cristiano, desde el contexto neoliberal que les está afectando; además, cómo
integran nuevos contenidos teológicos, que les ayude a reformular los principios de dicho
compromiso. Y todo esto, para hacer nuevas síntesis y así, actualizar la práctica de la mise-
ricordia.

Entre los aspectos importantes a resaltar, en este trabajo, está el hecho que las personas
que participan, en las comunidades eclesiales de base, se han encontrado con Jesús, el
buen samaritano. Esta experiencia, aunque es incipiente, les ha dado una nueva visión de sí
mismos, de los demás y también, de la tarea evangelizadora de los cristianos. Ante un sis-

4
tema económico que atenta contra la vida, se propone audazmente, una práctica de la mise-
ricordia que contribuya a „la recuperación de los sujetos‟ y a „la reconstrucción del tejido so-
cial‟ en las comunidades.

De ahí la importancia de ir abriendo nuevos espacios comunitarios e ir fortaleciendo los ya


existentes. El papel de los agentes pastorales, hombres y mujeres, es esencial para un ver-
dadero proceso liberador. Por eso será importante que los agentes pastorales sean acompa-
ñados a través de procesos formativos, pero sobre todo, creando lazos de fraternidad y soli-
daridad. Hoy la Iglesia tiene el desafío de „pensar globalmente‟ y „actuar localmente‟, desde
la práctica del amor y la misericordia, tal como Jesús lo propone en su Palabra.

5
ÍNDICE

RESUMEN ………………………………………………………………………………………….… 4

I. INTRODUCCIÓN ……………….. ……………………………………………………………… 8

II. MARCO HISTÓRICO ….………………………………………………………………………. 15

1. El fenómeno de la globalización …..…………………………………………..………. 15


2. La globalización en Guatemala ………………………………………………………... 16
3. La globalización en el municipio de Comitancillo …....……………………………. 18
3.1. Datos generales del municipio ………………………………………………….. 18
4. La praxis cristiana ante la globalización …………………………………………….. 20

III. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA ……..………………………….………………….… 23

1. Nuestro horizonte teológico-pastoral ..………………….…….…………….……….. 23


2. El punto de partida de la investigación ………………………………………………. 24
2.1. La crisis de los sujetos y comunidades…..…………………..……………….. 24
3. Nuestras preguntas teológico-pastorales……………………………………………. 27

4. Definición de los temas de estudio……………………………………………………. 28

4.1. Globalización ……………………………………………………………………….. 28


4.2. Misericordia.………………………………………………………………………… 29
4.3. Praxis cristiana …………………………………………………………………….. 30

5. Alcances y límites del trabajo ……………………………………………………..…… 31

6. Aportes de la investigación …………………………………………………………….. 32

IV. OBJETIVOS…………………………………………………………………………….………. 33

1. Objetivo general ………..…………………………………………….………….……….. 33


2. Objetivos específicos ……………………………………………………………………. 33

V. METODOLOGÍA ……………………………………………………………………………….. 34

1. Las comunidades indígenas de Comitancilllo …………………..……….…………. 35

1.1. Características de las comunidades……………………………………………. 35

2. El plan pastoral de la parroquia de Comitancillo …………..…………….………… 35

3. La opción por una experiencia comunitaria de la fe …………..…….….…………. 36

6
4. Aplicación del método ver-juzgar-actuar ………………….………...………………. 37

VI. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS ………………………………………………………. 39

1. Interpretación y análisis de los resultados……………………………………………. 39

VII. MARCO TEÓRICO……………………………………………………………………………. 43

Capítulo I: Jesús y la práctica de la misericordia……………………………………….. 43

Capítulo II: Las comunidades cristianas y la práctica de la misericordia ……...….. 48

Capítulo III: Rasgos de un ser humano que practica la misericordia……………….. 54

Capítulo IV: El gran desafío evangelizador: practicar la misericordia………………. 61

VIII. CONCLUSIONES …………………..………………………………………………………… 68

IX. RECOMENDACIONES……………………………………………………….……………….. 70

X. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ………………………………………………………… 71

XI. ANEXO ………………………………………………………………………………………….. 76

7
I. INTRODUCCION

La tradición sinóptica recuerda que las exigencias éticas que los creyentes deben vivir, para
agradar a Dios, están contenidas en los diez mandamientos.1 Efectivamente, cuando le pre-
guntaron a Jesús, sobre el mandamiento principal, él expresó con claridad que todos los
mandamientos se resumen en dos: el amor a Dios y el amor al prójimo -como a uno mismo-.
Sin duda todo esto se concentra en el amor, como máxima expresión de la ley de Dios.2

San Pablo, por su parte, dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazo-
nes por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5) y explica, que el primer fruto del
Espíritu es el amor (cf. Gl 5, 18, Rm 5, 5). Por eso describe las exigencias del amor cristiano,
que debe estar presente en la comunidad (1 Co 13, 1-13).3 Esto significa que las personas
que son guiadas, por el Espíritu, tienen como único fundamento y motivación de su práctica,
el amor y no el cumplimiento legalista de la ley. Así, para Pablo los cristianos han sido justifi-
cados por la fe y no por las obras de la ley: “...si son guiados por el Espíritu, no están bajo la
Ley” (Gl 5,18; cf. Rm 7, 6; Gl 2, 15-21).4

De estas afirmaciones se concluye que el seguimiento de Jesús es esencialmente: una pues-


ta en práctica del mandamiento del amor, una relación de amor con Jesús y la comunidad.
Es decir, es una experiencia espiritual que exige poner en práctica el amor misericordioso del
Padre que Jesús mismo ha manifestado, a través de su vida y su proyecto. Por eso, ser
discípulos de Jesús, es proseguir su práctica misericordiosa a favor de la comunidad. En el

1
Cf. Mc 12, 28-34; Mt 22, 34-40; Lc 10, 25-28. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento los mandamientos
son releídos, recuperando el sentido original, que da pie a una nueva forma de interpretarlos: “Han oído que se
dijo… pues yo les digo…” (Mt 5; cf. Mc 10, 1-11).
2
En el contexto de la última cena Jesús se refirió al nuevo mandamiento del amor que, en definitiva, resume toda
la ley de Dios. Ésta consiste en poner en práctica el amor, así como Jesús lo hizo. En eso se conoce a los verda-
deros discípulos (cf. Jn 13, 34; 14, 21; 15, 9.12).
3
Se trata del amor misericordioso del Padre (2 Co 1, 3; Gl 4, 6).
4
El fundamento de la ética cristiana está en el Espíritu y no en la ley. Pero, ¿cuál es el sentido de ley? Pablo
explica que la ley es tan sólo una guía y una orientación (cf. Gl 3, 19-29).

8
lenguaje bíblico la misericordia debe traducirse, en términos de una vivencia radical del amor
(cf. Lc 6, 27-36; St 2, 8-13; 1 Jn).

Con todo esto se puede afirmar, que la práctica de la misericordia se radicaliza, incluso,
cuando se concretan actitudes éticas, humanas y espirituales como: el amor a los enemigos,
pedir y dar el perdón, devolver bien por mal, hacer el bien sin esperar nada, ser pacientes y
tolerantes con los demás, no elaborar juicios condenatorios hacia los demás, etc. Los cristia-
nos se encuentran así, ante el desafío de hacer una nueva síntesis que fundamente, desde
el lenguaje de la misericordia, una ética cristiana para estos tiempos de la globalización.5

En esta investigación quiero desarrollar el tema de LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA,


EN LOS TIEMPOS DE LA GLOBALIZACIÓN. Se trata de un tema que he venido trabajando
desde hace varios años. Quizás comenzó a partir de una experiencia personal, cuando parti-
cipaba en la pastoral juvenil de mi parroquia, en Yucatán, México. En esa oportunidad tuve la
experiencia de vivir un encuentro muy peculiar con Jesús, que me permitió palpar el amor y
la gracia de Dios en mi propia realidad humana.

Esta experiencia me ayudó a valorar el significado de mi vida cristiana y, sobre todo, me im-
pulsó a compartirla con otros jóvenes de la parroquia y de mi pueblo. Así fue como poco a
poco comencé a profundizar y a sistematizar, la riqueza de esa experiencia espiritual, para
compartirla con la gente más necesitada, hasta que llegó el momento en que emprendí un
camino de discernimiento, en vistas a una opción por el ministerio sacerdotal.

El ingreso a la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo me abrió todo un panora-
ma en esta perspectiva.6 La experiencia de la formación y del servicio sacerdotal, en la Con-
gregación, me permitieron delinear el significado de la práctica de la misericordia en la Igle-
sia. Luego, con el estudio de la teología y, desde el aporte de varios autores latinoamerica-
nos, logré profundizar y sistematizar lo que significa esa práctica entre los más pobres.7

5
Dussel, E. (1998). Ética de la Liberación. En la edad de la globalización y de la exclusión. Madrid. Trotta.
6
El carisma de este Instituto de Vida Consagrada es “promover la santidad, en todo el pueblo de Dios, según el
espíritu de Cristo Sacerdote y Víctima”. Se trata de actualizar las actitudes sacerdotales de Jesús según la visión
que nos ofrece la Carta a los Hebreos: “Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser un sumo
sacerdote misericordioso y fiel en lo que toca a Dios, y expiar los pecados del pueblo” (2, 17).
7
Al concluir los estudios de la teología elaboré una tesina, o síntesis teológica, titulada: HACIA UNA PRÁCTICA
HISTÓRICA DE LA MISERICORDIA. (1993). Instituto Teológico de la Compañía de Jesús. México.

9
Esta investigación ha surgido pues, del contexto social y eclesial que se vive en nuestra rea-
lidad latinoamericana. La experiencia pastoral en el campo y la ciudad por México, Perú,
Chile, Guatemala y, otros países, me han permitido conocer los grandes desafíos que la rea-
lidad latinoamericana nos plantea, a quienes hemos estado caminando con las llamadas
comunidades de adolescentes y jóvenes -universitarios- y las comunidades eclesiales de
base. Por eso, desde el trabajo pastoral, en una parroquia o, desde la formación académica,
en un centro pastoral o universidad, hemos estado abordando los diversos problemas que
afectan a los más pobres del Continente.

Desde ahí ha surgido entonces la actual investigación, precisamente porque en estos tiem-
pos estamos en la llamada era de la globalización, en la cual, los poderosos de este mundo,
pretenden implantar, a la fuerza, una economía de mercado libre en todos nuestros países
latinoamericanos. De hecho, ya lo vienen haciendo, con la implementación de los famosos
tratados de libre comercio tanto en el Norte, como en el Centro y Sudamérica.

Pero como se advertirá, en la presente investigación, esta concepción mecanicista de la


economía, desafía a la Iglesia y a los discípulos de Jesús, quien invita a vivir una práctica de
la misericordia a favor de quienes se ven más afectados por estas políticas neoliberales.
Esta es la aportación teológica que presento. El reto es grande pero quiero asumirlo desde
mis opciones cristianas y eclesiales, es decir, desde los valores que se ofrecen en el Evan-
gelio y en la Doctrina Social de la Iglesia.

Esta es justamente la pretensión de la investigación: ofrecer un marco de comprensión y


análisis crítico, de la realidad que viven nuestros países, en este tiempo de la globalización
para que, desde un horizonte teológico-pastoral, los cristianos vivan su compromiso social.
Desde luego que esta experiencia supondrá una praxis, es decir, una toma de conciencia de
la dignidad humana, así como la decisión de vivir la fe en comunidad y, por lo tanto, com-
prometerse a trabajar por un desarrollo justo y sustentable.

Me he propuesto realizar entonces, esta investigación, porque me preocupa ver cómo en


nuestras comunidades eclesiales, se ha debilitado, considerablemente, el compromiso social
de los cristianos. De hecho, los impactos del neoliberalismo que se ha venido imponiendo,
incluso a través de golpes militares y dictaduras, ha dejado grandes secuelas de destrucción
de los sujetos y del tejido social, en nuestros pueblos latinoamericanos. A esta situación se le
ha descrito como una crisis de la subjetividad.

10
Por otro lado, existen ciertas corrientes religiosas, aún en el interior de la misma Iglesia cató-
lica, que sólo promueven una vivencia alienante de la fe. Quiero referirme, en concreto, a las
iglesias evangélicas y a ciertas corrientes del movimiento de la renovación carismática que,
en su afán por ganar adeptos para sí, se preocupan de impulsar una religiosidad sentimenta-
lista, vacía, sin contenidos liberadores y, sin una referencia explícita al compromiso social de
los cristianos. Ciertamente estos fenómenos son bastante complejos, dentro del amplio aba-
nico de opciones religiosas que se dan en Guatemala.8

Otra razón por la cual he trabajado esta investigación, es porque percibo que hay cristianos
que viven su compromiso social sin una referencia explícita al Evangelio. Esto quiere decir
que dentro del servicio que realizan, como pastoral social, actúan como si fueran una ONG,
una empresa o, una simple organización de la sociedad civil. Olvidan pues, el espíritu y los
valores cristianos, que deben estar presentes en todo servicio solidario hacia los más necesi-
tados.

Al hablar en esta investigación de LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA, EN LOS


TIEMPOS DE LA GLOBALIZACIÓN, es importante tener presente algunos de los estudios
más significativos que han abordado este tema.9

Con la carta encíclica Rico en misericordia (1980) Juan Pablo II ofreció, a la Iglesia universal,
una reflexión bíblica y pastoral sobre la misericordia, poniendo un énfasis en la realidad que
vive el hombre moderno, temeroso de acoger el amor misericordioso del Padre. La descrip-
ción de la sociedad moderna con sus grandes contradicciones ocupó un lugar importante en
el corazón de Juan Pablo II. Así, el Papa polaco desde el comienzo de su pontificado invitó al
hombre moderno -concreto e histórico-, a abrir las puertas de su corazón, para que acogiera

8
“La religión no es un asunto privado, para consumo personal. Es la fuente motivadora de toda acción personal
con el fin de ser cada día más humanos y construir una sociedad cada vez más solidaria. Sufrimos una enorme
crisis cultural. Somos un pueblo religioso: iglesias, templos y casas de oración se llenan de personas todos los
domingos, el espectro radial está lleno de emisoras de carácter religioso, pero en realidad muchos han desterrado
a Dios de la vida pública, pues no hacen referencia a sus exigencias éticas de humanización en la vida de cada
día” (Obispos de Guatemala, En la verdad, la paz. Agosto 11 de 2006).
9
Es digno de mencionar también, otros aportes que nos han permitido ampliar nuestra visión sobre el tema de
nuestra investigación: Touraine, A. (1996) ¿Podremos vivir juntos? La discusión pendiente: el destino del
hombre en la aldea global; Mo Sung, J. (1998). Deseo, mercado y religión; Mendoza, C. (1999). Los mayas
frente a la globalización; Hinkelammert, F. (2001). El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización;
y el mensaje de los Obispos de Guatemala (2002), a propósito de la canonización del H. Pedro Betancourth. Ve y
haz tú lo mismo; se trata de una reflexión-mensaje sobre la parábola del buen samaritano.

11
el amor misericordioso de Dios. Y también, invitó a todo el pueblo de Dios, a anunciar con
valentía esta buena noticia de salvación.10

Marcelino Legido11, por su parte, ofrece una síntesis del plan de salvación. En la esencia de
este plan está la misericordia entrañable de Dios que se manifiesta preferencialmente a los
pobres. Eso es lo que el autor explica al referirse al pueblo de Israel, a Jesús y a la Iglesia. El
desafío para la Iglesia actual es estar en sintonía con esta tradición bíblica-teológica, para
que ella sea verdaderamente sacramento universal de salvación, a favor de las personas
más pobres y necesitadas.

Siguiendo la reflexión, en América Latina se cuenta también con diversos aportes. Jon So-
brino12 viene a aportar una reflexión teológica sistemática, sobre la práctica de la misericordia
en nuestro Continente. La misericordia dice Sobrino, está en el mismo método teológico y
ayuda a esclarecer, la mente y el corazón, para que las opciones de servicio al necesitado,
estén en sintonía con la práctica de Jesús y de la Iglesia que la define como “una iglesia sa-
maritana”. De ahí su propuesta antropológica, eclesiológica y pastoral, abordadas desde la
clave y el lenguaje de la misericordia.

Igualmente, Carlos Bravo13 explica cómo Jesús de Nazaret vino a encarnar en su tiempo la
misericordia del Padre. Se trata dice Bravo, de un amor preferencial hacia los más pobres y
excluidos de la sociedad. Esa misericordia Jesús la mostró a través de su práctica, conflictiva
por cierto, pero llena de un gran profetismo, de tal manera que con la resurrección la comu-
nidad de los creyentes puede confesar que Jesús el Cristo es sacramento de la misericordia
de Dios. Bravo ofrece pues, una reflexión que ayuda a comprender la relación entre el Jesús
histórico y el Cristo de la fe, entendida desde la misericordia.

10
El Papa polaco expresaba: "…el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor es llamado 'misericordia' en el
lenguaje bíblico"; y que Jesús, "no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que
además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia". En cuan-
to a los destinatarios del amor de Dios, decía Juan Pablo II, que resulta "…altamente significativo que estos hom-
bres sean en primer lugar los pobres, carentes de medios de subsistencia, los privados de libertad, los ciegos que
no ven la belleza de la creación, los que viven en aflicción de corazón o sufren a causa de la injusticia social, y
finalmente los pecadores" (Dives in Misericordia. Nos. 1, 2, 3).
11
Legido, M. (1986). Misericordia entrañable. Historia de la salvación anunciada a los pobres. Salamanca.
Sígueme.
12
Sobrino, J. (1998). Liberación, misericordia y justicia. Lima. Páginas No. 93. Págs. 55-60; (1992). El princi-
pio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados. Santander. Sal Terrae.
13
Bravo, C. (1991). Cristo, sacramento de la Misericordia del Padre. México. Christus. Nos. 645-646. Págs.
29-34.

12
Dentro de estas mismas coordenadas Enrique Cristiano y José Matos14 plantean que la mi-
sericordia debe vivirse como una Espiritualidad, especialmente en un Continente en donde la
condición humana de los más pobres se ve cada vez más amenazada. Así, la vida cristiana
debe traducirse en un estilo de vida, es decir, que un cristiano en América Latina debe vivir,
según el espíritu de Jesús compasivo y solidario, en una total cercanía hacia quienes más
sufren.

Los estudios que he presentado, sobre el tema de la misericordia, han sido importantes por-
que en ellos se profundiza, en torno al sentido bíblico-teológico del amor. Como dicen los
autores, se trata de un amor compasivo, un amor que tiene su referencia fundamental, hacia
Dios y hacia el prójimo. Aunque ellos han abordado ciertamente, los aspectos éticos, que se
desprenden de la vivencia de la compasión, mi aporte busca actualizar el significado bíblico
de la práctica de la misericordia, según la propuesta de Jesús y de las primeras comunida-
des cristianas. Al mismo tiempo, ofrecer algunos elementos que fundamenten la vivencia de
una ética cristiana, dentro del contexto de la globalización. Esa es la pretensión de la investi-
gación.

En este trabajo, al hablar de LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA, EN LOS TIEMPOS DE


LA GLOBALIZACIÓN, ofrezco un marco de referencia que facilite, una mejor comprensión,
sobre el significado teológico de dicha práctica.

Propongo, por lo tanto, como punto de partida, una reflexión bíblica sobre la parábola del
buen samaritano (cf. Lc 10, 29-37). A partir de esta enseñanza centro la mirada en Jesús
compasivo, el buen samaritano; aquel que pasó su vida por esta tierra, haciendo el bien (cf.
Hch 10, 38). Pero sobre todo, a partir de la parábola del buen samaritano se comprende y se
fundamenta la práctica de Jesús, esa práctica que realizó a favor de tantas personas heridas
y necesitadas. Se trata de una práctica una práctica con espíritu y, por lo mismo, una prácti-
ca liberadora y creadora de nueva humanidad.

Siguiendo a San Lucas, no se puede perder de vista que existen otras referencias fundamen-
tales acerca del sentido que el evangelista quiere dar a la práctica de la misericordia, por
ejemplo, cuando se refiere al comportamiento misericordioso que debe asumir el discípulo
(cf. Lc 6, 27-36). Pero otras, tienen que ver ciertamente con la actitud misericordiosa de

14
Cristiano, C. – Matos, J. (1993). Misericordia como Espiritualidad. Una perspectiva Latino-Americana.
Belo Horizonte. Actualización. No. 241. Págs. 23-68.

13
Jesús hacia los pecadores, es decir, él vino a buscar y a rescatar a quienes en su tiempo, se
les consideraba perdidos y excluidos (cf. Lc 15; 19, 1-10; 23, 40-43).

Continuando, en las primeras comunidades cristianas se encuentra una referencia clara de lo


que Jesús enseñó en la parábola del buen samaritano. Es decir, los primeros cristianos se
constituyeron como comunidades portadoras de la práctica de Jesús. Y así, asumieron una
organización comunitaria: desde la experiencia familiar de las casas, se fue convocando a
los creyentes para seguir la práctica de Jesús. Sin discriminaciones se vivía la comunión
fraterna, la solidaridad y las celebraciones; los creyentes gozaban de la simpatía del pueblo;
no había necesitados entre ellos, pues todo lo tenían en común.

Por otro lado, en la parábola del buen samaritano Jesús presenta al hombre cabal. Se trata
de un hombre libre, compasivo y solidario. Me refiero a una persona que ha sido capaz de
liberarse, por el dinamismo de la gracia, de toda atadura, prejuicio y esclavitud personal, para
disponerse así, a ser prójimo -hacerse prójimo- del necesitado del camino. Desde esta pers-
pectiva el ser humano es y, está llamado a ser hijo, hermano y creador de una nueva huma-
nidad. Más allá de las limitaciones humanas, desde el dinamismo de la misericordia, los cris-
tianos están llamados a vivir como hombres y mujeres nuevos.

Por todo lo anterior, creo que el mayor desafío de la evangelización, en la era de la globali-
zación, es humanizar este mundo. La Iglesia se encuentra así, ante la exigencia de vivir un
nuevo encuentro con el Cristo sufriente, presente en los rostros de la pobreza y la exclusión.
Se trata de hacer un nuevo proceso liberador, en donde se vayan abriendo nuevos espacios
comunitarios. De esta manera se estarán asumiendo, desde la misericordia, todas las di-
mensiones de la vida, para que las comunidades eclesiales, ya organizadas, trabajen por un
desarrollo sustentable, que les permita pasar de condiciones de vida menos humanas a más
humanas.

14
II. MARCO HISTÓRICO

En este apartado abordo, en primer lugar, cómo se está presentando el fenómeno de la glo-
balización a nivel mundial. Seguidamente, cómo se ha venido desarrollando en Guatemala.
Y, finalmente, cómo está impactando en la realidad del municipio de Comitancillo, San Mar-
cos. Esta ubicación o contexto histórico, enmarcará el tema de la investigación, sobre todo,
para ayudar a los cristianos a situarse, en esta compleja realidad, en la cual todos están lla-
mados a actuar desde los criterios del Evangelio.

1. El fenómeno de la globalización

Con la caída de los socialismos reales, hacia fines de los años 80, se dio por finalizada la
llamada guerra fría.15 Al terminar el enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión So-
viética, se modificó sustancialmente el esquema geopolítico. Y así, el país norteamericano se
situó como única súper potencia, es decir, el capitalismo imperialista estadounidense emer-
gió como único modelo económico y político para ser implantado sobre la tierra.

El fin de la guerra fría aceleró pues, el proceso de expansionismo globalizante del capitalis-
mo. Si bien la globalización como fenómeno cultural constituye un proceso irreversible, lo
grave es que los grandes consorcios norteamericanos, con sus ideólogos y gobernantes,
pretenden imponerse sobre los países, dándoles resoluciones acerca del destino político y
económico de amplias regiones del mundo. Los tratados de libres comercio son la expresión
de todo esto.16

Ciertamente con la puesta en marcha de la globalización capitalista se impone una ideolog-


ía:17 desde una racionalidad instrumental y economicista se reduce a los seres humanos, a
simples mercancías; los sujetos y las comunidades son convertidos así, en meros “medios”

15
Cf. Comblin, J. (1992). El mundo a fines del Siglo XX. México. Christus. No. 655. p. 55-65.
16
Sólo por citar dos grandes TLC: en Norteamérica está el de Canadá, Estados Unidos y México (TLCAN), a nivel
Continental está el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
17
Cf. Hinkelammert, F. (2001). El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización. Santiago. Ed. Lom.

15
para generar riqueza. Es que lo más importante para los consorcios empresariales es obte-
ner capital y no tanto el bienestar de cada uno de los miembros de la sociedad.

En este mismo sentido con el modelo de globalización neoliberal, la acumulación de riqueza


transforma radicalmente al individuo, en un ser de “valores” egocéntricos, con ceguera hacia
los otros. Nos encontramos entonces, ante un modelo inhumano y perverso, en donde el
apetito de lucro no tiene límites, en donde se obvia que el logro del bienestar colectivo, tam-
bién representa el del individuo. Se resalta así, que lo más importante es la riqueza y el con-
sumismo.

De ahí la falsa creencia de que la pobreza se resolverá generando más riqueza, para poder
distribuirla a los pobres. Esta pretensión despoja el sentido ético de la economía, dándole
sólo un carácter individualista; por eso, el crecimiento desmesurado de bienes se da sólo
para unos pocos, a partir del vergonzoso empobrecimiento de muchos. Las consecuencias
saltan a la vista: no se puede vivir en un mundo donde las desigualdades son tantas y se
traducen en miseria, enfermedad y muerte de millones de seres humanos.

2. La globalización en Guatemala

El proceso de globalización capitalista en Guatemala ha sido un proceso bastante complejo.


Desde tiempos de la Colonia, la riqueza ha estado concentrada en un número reducido de
familias.18 De ahí se explica que a lo largo de su historia, Guatemala haya sido un país go-
bernado y explotado por una oligarquía terrateniente y por una agroindustria criolla intransi-
gente, a la que no le ha interesado crear las condiciones para el desarrollo integral del país.

Además, la situación sociopolítica tras más de tres décadas de conflicto armado, con sus
constantes golpes militares y enfrentamientos con la guerrilla armada, ha dejado un país
polarizado, con una cultura del terror y psicosis bélica, condiciones que no permiten su mis-
mo desarrollo. Es evidente, en este sentido, que los Acuerdos de Paz no han logrado su co-
metido, porque desde la gestación y la firma, dichos acuerdos han estado condicionados
para que en el país se facilite la aplicación de las políticas neoliberales.19

18
Las familias que mantienen el control de la economía en Guatemala (un 5.6% de personas, son dueñas del
50% de los ingresos totales de la nación), acentúan también su influencia, en la esfera ideológica, a través del
control de los medios de comunicación social.
19
Sobre este aspecto, es muy iluminador el trabajo de Hernández Pico, J. (2005). Terminar la guerra, traicionar
la paz. Guatemala. C. Sociales.

16
Así, con una historia de explotación, discriminación y muerte común, Guatemala enfrenta en
la actualidad una fragmentación de su tejido social. Tal circunstancia sitúa al país como una
nación polarizada, dividida y enfrentada; esta división la vemos reflejada en sus cuatro pue-
blos: xincas, garífunas, mayas y ladinos. Y como es evidente, el sector más afectado durante
el período del conflicto armado, ha sido precisamente el pueblo indígena de origen maya.

La división trastoca asimismo la realidad socioeconómica. Según el informe de desarrollo


humano del año 2002, la pobreza se extiende al 56.7% de la población, equivalente a 6 mi-
llones de personas. En el área rural la pobreza alcanza el 80%. El 1.5% posee el 62% de la
tierra cultivable. El 20% más rico del país, recibe el 63% del ingreso, mientras que el 20 %
más pobre únicamente el 2.5%. Como se nos dice en estos datos, existe un gran abismo
entre los que tienen mucho y los que no tienen poco o nada.20

En este contexto ¿cómo es posible pensar que un TLC con los Estados Unidos traerá gran-
des beneficios y desarrollo para el país y la región? Las expectativas se hacen aún más in-
ciertas si vemos que Guatemala dista mucho de ser un paraíso para las inversiones. Pero la
versión de los que apoyan el TLC, un grupo reducido de empresarios que manejan la eco-
nomía nacional, es que la globalización arrastra al país y a la región y no se puede estar en
contra de ella, pues de estarlo se nos estaría condenando al subdesarrollo.

Ciertamente con los TLC los gobiernos, al adherirse al imperialismo, someten a sus pueblos,
llevándolos incluso a un servilismo ideológico. Por eso, para los sectores económicos del
país sólo el capitalismo, con la iniciativa privada, a través del libre mercado, puede generar
riqueza y bienestar. El problema es que dichos sectores sólo se han concentrado en acumu-
lar bienes, sin importarles la miseria en la que están sumidos la mayor parte de guatemalte-
cos.21

En realidad los terratenientes, industriales y empresarios difícilmente aceptarán que la rique-


za tiene un componente ético-humano. Para ellos sólo cuentan las mercancías; no aceptan
que para consumir hay que poseer un capital y éste, cada vez más, se escapa de las manos

20
Cf. Episcopado Guatemalteco. Carta Pastoral. La Gloria de Dios es la Vida del Hombre. Nos. 8, 9 y 10. Abril
20 de 2007.
21
Históricamente el sector agro exportador, que constituye el gremio sobre el que se apoya el potencial económi-
co de Guatemala, ha sido el más violento y reaccionario. “En la medida en que los recursos y la riqueza del país
se encuentran concentrados en unas pocas manos, en la medida en que un sector minoritario de la población
mantiene bajo explotación a la gran mayoría; en la medida que la injusta situación socio-económica genere ham-
bre, enfermedad, ignorancia para la mayoría, nos encontramos frente a un caso de violencia estructural…” (Fun-
dación Myrna Mack, Manual de administración de justicia. Pág. 175).

17
de las grandes mayorías de consumidores. Así, con altos niveles de pobreza y escasa mano
de obra calificada, la gente nunca podrá acceder a un capital para adquirir los frutos de la
canasta básica.

3. La globalización en el Municipio de Comitancillo

3.1. Datos generales del municipio

En su origen Comitancillo fue habitado por un pueblo maya originario del reino de los mames
cuya capital era Zaculeu. Al llegar los españoles, en 1633, llamaron al lugar “Comitán chiqui-
to” porque se parecía a Comitán, Chiapas, de donde ellos vinieron. Comitancillo en mam
(Txolja) quiere decir: “entre dos ríos o entre ríos”. El nombre se dio porque los antiguos vie-
ron que la cabecera estaba enclavada en un cerro, rodeado por los ríos El Jícaro y Chíxal.22

El pueblo se fundó el 3 de mayo de 1648 con la aparición de la imagen de la Cruz y la cons-


trucción del primer templo católico. El municipio tiene 56,000 habitantes de los cuales 48,681
pertenecen al área rural (el 89%) y 6,139 al área urbana (un 11%). Se cuenta con 60 comu-
nidades organizadas donde encontramos aldeas, caseríos, cantones y parajes. El territorio
tiene 113 kilómetros cuadrados y una altura de 2,200 a 2,300 metros sobre el nivel del mar.

La educación bilingüe ha abierto espacios importantes para fortalecer el idioma mam. El 99%
de la población es maya-mam, se estima que un 52% se expresa en castellano; la niñez
aprende el mam en su casa y el castellano en la escuela. Esto gracias a los maestros bilin-
gües y al aporte de los principales centros de formación.23 Actualmente, los jóvenes mues-
tran un gran interés por las carreras técnicas y universitarias, cosa que se ha concretizado a
través de los estudios que se realizan, en centros de educación fuera del Municipio.

Entre los problemas graves, está el hecho de que Comitancillo es uno de los lugares con
mayor pobreza,24 a pesar de que no fue tan afectado por el conflicto armado interno del pa-
sado, como otros municipios de Guatemala.25 No obstante, tiene comunidades muy pobres,
donde no se cuenta con los servicios básicos. Igualmente, la gente está afectada por enfer-

22
Cf. AMMID. (1996). Monografía del Municipio de Comitancillo. San Marcos. Págs.11-22.
23
El Colegio Juan Diego y los Institutos Fraternidad, de Piedra de Fuego y de Tuichilupe.
24
Según datos de PDL y FONAPAZ, en 2002, el 94.46 % de la gente vive en extrema pobreza.
25
Cf. Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala. 1999.

18
medades de tipo gastrointestinal, de vías respiratorias y no se diga, los problemas de desnu-
trición, mortalidad infantil26 y el terrible flagelo del alcoholismo.

La actividad económica del municipio se sustenta, básicamente, en las tareas de tipo agríco-
la, artesanal, pecuaria y comercial. Los días de plaza son el domingo y el miércoles. El sector
de los comerciantes es muy fuerte. La agricultura es la tarea que predomina, por ser una de
las actividades que ayuda a la economía familiar. De hecho, la mayor fuerza laboral, de la
producción agrícola, está centrada en los propios miembros de la familia; sólo en algunas
familias y comunidades se emplean jornaleros para estas actividades.

En cuanto al fenómeno de la migración, anualmente se desplazan millares de familias que


son trasladadas, a distintas zonas costeras del país y Chiapas, en condiciones inhumanas,
por contratistas que son el enlace entre trabajadores y finqueros.27 Otros viajan a la Ciudad
Capital y a los Estados Unidos.28 Las causas de la migración son: el minifundismo, la poca
producción agrícola de las tierras, el aumento de los miembros de la familia, el desconoci-
miento de técnicas agrícolas y artesanales y, la falta de mercados para los productos.

Como parte del proceso que las comunidades vivieron, cuando se hizo una consulta comuni-
taria, a propósito de una licencia minera de reconocimiento que llegó a Comitancillo, en el
mes de febrero de 2005, una comisión multisectorial, conformada por la corporación munici-
pal y diversas organizaciones e instituciones, incluyendo a la Iglesia Católica, evidenció la
forma como el gobierno pretendía imponer “un desarrollo” para este pueblo.29 Así se ex-
presó:

“Demandamos al Estado de Guatemala para que cumpla con su deber constitucional de promo-
ver y ejecutar proyectos que favorezcan el desarrollo integral de las personas, de las comunida-
des y pueblos indígenas; no relegando la responsabilidad a empresas nacionales y trasnaciona-
les, con grandes intereses económicos, ni mucho menos a las empresas mineras. A la vez, exi-
gimos que dicho desarrollo sea con carácter sostenible y autogestionario, que promueva la pro-
tección del medio ambiente y no comprometa la vida de las nuevas generaciones y la identidad
30
cultural de los pueblos” .

26
Según el proyecto Txolja, en 1991, se registró un promedio de natalidad de 157 criaturas por mes. Por su parte
el Centro de Salud, en 1996, registró un promedio de 150 también por mes.
27
Los salarios oscilan entre Q.20.00 a Q.35.00 por día de trabajo.
28
Los “coyotes” cobran alrededor de Q. 35,000.00 por llevar personas a los Estados Unidos.
29
Cf. Acta Número 22-2005 de la Municipalidad de Comitancillo
30
Comisión Multisectorial. Comunicado del Pueblo de Comitancillo, 25-03-05.

19
A partir de esta postura se hizo una lista de los proyectos a trabajar en el Municipio. Y así, se
dio a conocer, a las autoridades correspondientes, la lista de las necesidades y demandas
concretas de los habitantes de Comitancillo:

a). La construcción de un complejo educativo con carreras técnicas; b). La construcción de un


hospital con diferentes especialidades, con personal técnico y debidamente equipado; c). Un
proyecto de atención y promoción de la mujer, la niñez, la juventud y tercera edad; d). La cons-
trucción de un centro cultural y proyectos de promoción turística; e). Proyectos productivos en las
áreas agrícola, pecuario, forestal y artesanal con asesoría técnica infraestructura, asistencia cre-
diticia y nexos comerciales; f). La construcción de un centro de capacitación y producción arte-
31
sanal y agroecológica; g). La construcción de una carretera asfaltada de primera clase.

Con todo lo anterior, se puede afirmar que Comitancillo no está al margen de la globalización
neoliberal. La situación de extrema pobreza y exclusión, así como los anhelos y las búsque-
das concretas, de un verdadero desarrollo, para las comunidades, son signos evidentes que
manifiestan esa realidad tan compleja, pero llena de grandes expectativas. Por un lado, la
férrea aplicación de las políticas neoliberales y, por otro, la reacción y resistencia de las co-
munidades que se van abriendo paso en medio de dichas políticas económicas.

4. La praxis cristiana ante la globalización

Ante esta realidad escandalosa, inhumana y reprobable, a la que nos hemos referido, los
cristianos no podemos permanecer indiferentes. Ante la pretensión del neoliberalismo
económico,32 de querer imponer un crecimiento desmesurado de bienes para unos pocos,
pero a partir del vergonzoso empobrecimiento de muchos, especialmente de la gente del
campo, han surgido por diversas partes del mundo, movimientos de protesta y de reivindica-
ción, con el fin de hacer ver las consecuencias e implicaciones funestas de dicha globaliza-
ción.

Así, desde una racionalidad argumentativa, o mejor dicho, desde la perspectiva del carácter
ético y espiritual de la razón humana, se está generando todo un proceso de reflexión crítica,
acerca de los impactos inhumanos que la globalización neoliberal está causando en nuestros
pueblos. Por distintos países de América Latina, incluyendo Centroamérica, vemos grandes

31
Comisión Multisectorial. Op. Cit.
32
Juan Pablo II definió el “liberalismo” como un “capitalismo salvaje”, como una "idolatría del mercado", "capita-
lismo primitivo" o "libre mercado" (Centesimus Annus, Nos. 8, 10, 34 y 40).

20
movilizaciones y vemos cómo se están expresando quienes más sufren de los impactos de la
globalización capitalista estadounidense.33

Las distintas voces que surgen requieren recuperar el componente ético de la economía y a
concebirla, desde un horizonte humano y espiritual que favorezca la convivencia social y
solidaria. Sólo de esta manera la libertad y la dignidad humanas podrán encontrar su verda-
dero sentido y realización. La existencia de los seres humanos, hombres y mujeres, no pue-
de estar sustentada por el mercantilismo y el afán de unos pocos de querer poseer, egocén-
tricamente, de los bienes de la tierra.

De hecho, desde la experiencia de la lucha y resistencia que han emprendido las comunida-
des de Comitancillo y otros municipios de San Marcos y, de los departamentos del Quiché,
Huehuetenango y Totonicapán, frente a los proyectos de la minería a cielo abierto; frente a la
construcción irracional de hidroeléctricas; y frente a los problemas agrarios, de salud y edu-
cación; se pueden constatar aspectos y valores relacionados con una praxis cristiana, enca-
minada a la construcción de un desarrollo alternativo a favor de los más pobres.34

Consecuentemente, con este planteamiento estamos ante nuevos desafíos globales, ante el
reto de una lucha frontal, en contra del modelo económico que promueve el imperialismo
norteamericano. La ofensiva es grande porque el proceso de lucha es también ideológico.
De ahí la importancia de sustituir el término globalización, por el de humanización, que nos
sitúa en una postura de desacuerdo, respecto de las propuestas del capitalismo salvaje que
solamente acrecienta la brecha entre ricos y pobres.

Esta lucha exige trabajar, estructuralmente, por un modelo económico más justo y equitativo,
que favorezca un desarrollo humano y sustentable para todos nuestros pueblos. Se trataría
de un nuevo modelo, en donde se sitúen las diferencias de orden cultural, político y religioso,
más allá de los desacuerdos, pues ante todo debe estar el valor del diálogo y los consensos
constructivos, para llegar así, a los convenios que nos permitan estar unificados en un pro-
yecto alternativo al que se nos ofrece con la globalización neoliberal.

33
Cf. Bengoa, J. (2000 a.). La emergencia indígena en América Latina. Santiago. FCE.
34
Pastoral Social de la Diócesis de San Marcos. Informe del proceso del movimiento social en San Marcos.
Julio 1 de 2008. Este informe recoge el aporte del Consejo de los Pueblos, integrado por varios departamentos.

21
En este proceso, la praxis cristiana contribuye para que esta causa esté alimentada por los
valores humano-espirituales, que se desprenden de la misma práctica de Jesús.35 Por tanto,
cuando se habla de la dimensión ética de la economía, cuando me refiero a la vida digna,
justa y fraterna; cuando hablo de la justicia y la solidaridad; cuando se plantea la importancia
de un desarrollo sustentable, para nuestros pueblos, estoy haciendo una referencia explícita
a los valores del Reino de Dios.36

35
Como se dijo en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo
Domingo (1992), estamos ante un proceso de liberación que tiene como origen el clamor de los pobres y la expe-
riencia del encuentro con Cristo sufriente, en los rostros de los pobres, marginados y excluidos. Cf. CELAM.
(1979). Op. Cit. Nos. 31-39, 87-89; CELAM (1992). Op. Cit. Nos. 178-179).
36
Cf. Hernández Pico, J. (2006). Otra historia es posible ¿Dónde está Dios en la Globalización? Guatemala.
C. Sociales.

22
III. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

En este apartado quiero exponer cuál es la problemática que me interesa abordar. Lo haré
desde el horizonte teológico-pastoral que se ha definido en este trabajo.37 Enseguida, preciso
el punto de partida de la investigación; luego, las preguntas fundamentales, a las cuales se
tratará de dar respuesta y, finalmente, la explicación de los temas de estudio, así como los
aportes, los alcances y los límites de la investigación. Estos son los puntos que trato.

1. Nuestro horizonte teológico-pastoral

A partir de la enseñanza bíblica, sobre la parábola del buen samaritano, queremos fijar nues-
tra mirada en Jesús compasivo, aquel que pasó por esta tierra, haciendo el bien (cf. Hch 10,
38). Esta parábola nos permite comprender y fundamentar la práctica de Jesús, una práctica
que realizó a favor de tantas personas heridas y necesitadas. Así, su práctica compasiva es
también una práctica con espíritu, una práctica liberadora y, creadora de nueva humanidad.

Desde la experiencia compasiva de Jesús, los cristianos se constituyeron en comunidades


continuadoras de su práctica, en una sociedad marcada por un sistema e imperio excluyente.
De este modo, asumieron una organización comunitaria y desde la experiencia en las casas,
se fue convocando a los creyentes para seguir la práctica de Jesús. Por eso los creyentes
gozaban de la simpatía del pueblo, no había necesitados, ya que todo lo tenían en común.

Quienes continúan la práctica de Jesús, desde una comunidad creyente, están llamados a
vivir una experiencia de liberación. Esta consiste en practicar la misericordia, como lo hizo
Jesús en su tiempo y como también lo hicieron las primeras comunidades cristianas. Nos
referimos a una experiencia de la gracia, en donde la persona es capaz de liberarse de toda
atadura, prejuicio y esclavitud personal, para hacerse prójimo del necesitado del camino.

37
Parafraseando a Jon Sobrino podemos afirmar que: “sin la misericordia no puede haber una verdadera com-
prensión de Dios ni de Jesucristo ni de la verdad del ser humano, ni puede haber realización de la voluntad de
Dios ni de la esencia humana; tampoco una comprensión y una praxis de la misión de la Iglesia ni de la evangeli-
zación ni de acción pastoral” (El Principio misericordia… Pág. 67).

23
Por todo lo anterior, el mayor desafío de la evangelización, en la era de la globalización, es
humanizar nuestro mundo. Esta humanización implica una vivencia de la misericordia, en
todas las dimensiones de la vida. Se trata de abrir nuevos espacios de comunión y participa-
ción, desde los cuales, las comunidades eclesiales, ya organizadas, trabajen por un desarro-
llo sustentable, que les permita pasar de condiciones de vida menos humanas a más huma-
nas.

2. El punto de partida de la investigación

2.1. La crisis de los sujetos y comunidades

El conflicto armado que se vivió en Guatemala, durante 36 años (1960-1996), ha dejado una
profunda herida en muchísimas personas, familias y comunidades, especialmente, en aque-
llas que viven en las zonas rurales.38 De hecho los análisis y estudios sobre la realidad gua-
temalteca muestran que quienes más han sufrido los impactos de la guerra y la violencia
interna, han sido las comunidades rurales, es decir, los indígenas.39

Desde luego que esta situación no se ha dado sólo en Guatemala, sino también en varios
países latinoamericanos. En estos contextos, las políticas neoliberales han fomentado las
libertades económicas y el individualismo, claro, a favor de los sectores empresariales, que
siempre son los más beneficiados por los mercados internacionales. No se valora aquí la
economía comunitaria, esa que se practica en las comunidades indígenas y campesinas.

En este sentido, han surgido nuevas formas de violencia, una violencia más institucional, que
se presenta a través de un deterioro de la vida humana, mediante acciones y gestiones co-
rruptas, por parte de quienes tienen el poder. Se trata de una violencia estructural,40 que tie-
ne sus raíces en la misma situación de desigualdad económica; igualmente, en el racismo y
en la discriminación, en el hecho mismo de que prevalecen la injusticia y la corrupción y, por
lo mismo, no se respetan los derechos fundamentales de las personas.

38
Cf. Rodenas Paredes, N. Guatemala nunca más: recuperación de la memoria histórica en torno al conflic-
to armado interno (Diario de Yucatán. México. Agosto 10 de 2008). Ponencia presentada en la Ciudad de Méxi-
co, en el encuentro sobre Derechos Humanos, organizado por el gobierno del Distrito Federal.
39
Bastaría estudiar lo que al respecto se dice en los cuatro volúmenes del informe de REMHI, Guatemala Nunca
Más.
40
Cf. CELAM (1968). Op. Cit. Nos.1, 15, 16; CELAM (1979). Op. Cit. Nos. 70, 186, 281, 328, 330, 517; CELAM
(1992). Op. Cit. No. 9.

24
Pero esta violencia, presente en la globalización neoliberal, es también intrínseca y hasta
necesaria para el funcionamiento de la misma estructura social, política y económica del neo-
liberalismo. Esto es lo que esconden sus defensores, los grandes empresarios y gente de
poder. Como vemos en nuestros días, ante la crisis financiera y la caída de los mercados, el
sistema exige que haya sacrificios humanos, todo con tal que el sistema no caiga y así, pue-
da sustentarse y perpetuarse. Desde luego que no estamos de acuerdo con esta visión, ya
que la consideramos incompatible con la práctica de Jesús. 41

Justamente por eso se dice que el tejido social está roto. Ante el clima de violencia y des-
composición social los sujetos, es decir, los individuos -hombres y mujeres-, viven una sen-
sación de malestar psicológico y espiritual. Se trata de una realidad de mucho miedo y des-
confianza, en donde se ven afectadas las relaciones humanas y se mira, a la otra persona,
como a un extraño, como a un agresor, como a alguien que ataca, calumnia, roba, mata, etc.

Ciertamente los impactos de la globalización se reflejan en la pérdida del protagonismo de


los sujetos, en la destrucción del tejido social, en la desintegración de las familias y comuni-
dades, en la pérdida del sentido de la vida, en las diversas formas de violencia cotidiana e
institucionalizada, en la incapacidad para razonar por parte de las sujetos, en las actitudes
conformistas de las personas y, en la pérdida de la esperanza de vida.

Ante esta realidad asumo lo que algunos autores han definido como la crisis de la subjetivi-
dad.42 Como se ha dicho, el neoliberalismo que se ha venido imponiendo por todas partes,
ha dejado grandes secuelas de destrucción de los sujetos, de las familias, comunidades y
del tejido social en general. Preocupa ver pues, cómo en nuestras comunidades, se ha debi-
litado considerablemente, el compromiso solidario de los líderes y de las organizaciones.

Quizás esta problemática pareciera dejarnos con una sensación muy pesimista; pareciera
ser que no existen alternativas viables, para superar todo ese lastre del deterioro humano

41
Cf. Assman, H. (1991). Sobre ídolos y sacrificios. San José. DEI; (1994). Crítica a la lógica de la exclusión.
Ensayos sobre economía y política. Paulinas. Sao Paulo.
42
El asunto sobre la “crisis de la subjetividad” -de los sujetos y comunidades- se ha dado desde distintos países
donde han estado presentes gobiernos o dictaduras militares, que han buscado imponer el neoliberalismo. Cf.
Capponi, R. (1999) Chile: un duelo pendiente. Perdón, reconciliación y acuerdo social. Santiago. Ed. Andrés
Bello; Mejía M., J. J. (1999). Recuperar la conciencia de sujeto. La interioridad, dimensión olvidada. Bogotá.
CINEP; Taméz, E. (1998). Cuando los horizontes se cierran. Relectura del libro de Eclesiastés o Qohélet.
San José. DEI.; Touraine, A. (1996). Op. Cit.; Vigil, J. M. (1996). Aunque es de noche. La “hora espiritual” de
América Latina en los 90. Bogotá. EVD; Zermeño, S. (1996). La sociedad derrotada. El desorden mexicano
del fin de siglo. México. Siglo XXI.

25
que viven los pobres. Pues no es así, desde la emergencia indígena y desde el proceso de
los movimientos sociales, se pueden percibir signos de resistencia, de esperanza, de lucha y
de creatividad; la misma batalla cotidiana por la sobrevivencia y los esfuerzos por crear co-
munidades en donde se fomenta el respeto de la dignidad humana; todas estas experien-
cias, son signos evidente de un proceso de humanización.

En parte eso se manifestó en el III Foro Social de las Américas, realizado en Guatemala, del
6 al 12 de octubre de 2008.43 Un Foro Social es un espacio abierto, en donde libremente se
intercambian experiencias, se debaten ideas y reflexiones democráticas y, desde luego, se
articulan acciones eficaces, por parte de las entidades y los movimientos de la sociedad civil,
que se opongan al neoliberalismo y, al dominio del mundo por el capital o por cualquier for-
ma de imperialismo. Se trata de un evento de gran confluencia empeñado en la construcción
de una sociedad planetaria, orientada hacia una relación fecunda entre los seres humanos y
de éstos con la tierra.

Los foros contribuyen para hacer avanzar el movimiento social hacia una articulación de lu-
chas, experiencias y visiones críticas, entre las diversas regiones de las Américas, entre los
sujetos colectivos que se resisten al orden neoliberal. Son espacios en donde se profundiza
una ética cristiana, basada en la bondad y en la mansedumbre, entendida como una práctica
de la no violencia activa. Creemos que esta actitud, concretizada en la construcción de la
paz y de otro mundo posible, siempre resulta molesta, para quienes detentan el poder políti-
co y económico en nuestros pueblos.

Por todo lo anterior, desde esta investigación, haremos una propuesta que contribuya a la
solución de la problemática antropológica, presente también en Comitancillo. Realmente po-
demos constatar, desde le experiencia de las organizaciones y los movimientos sociales, que
ya se están abriendo los espacios alternativos, viables, para ir resolviendo la problemática de
ruptura y deterioro de los sujetos y del tejido social. En Comitancillo existen diversas expe-
riencias de organización comunitaria. Estas experiencias se están enriqueciendo gracias a la
participación de varios de sus líderes, en encuentros como el llamado Consejo de los Pue-
blos y en el reciente III Foro Social.

43
Estos foros se enmarcan en el contexto del Foro Social Mundial, cuya carta de principios fue aprobada en Porto
Alegre, en enero de 2001. Reúne a quienes reivindican que ¡Otro mundo es posible! Y, en correspondencia, con
esta pretensión planetaria, también se afirma que ¡Otra América es posible! (Zapata, A. III Foro Social de las
Américas. Siglo XXI. Octubre de 2008).

26
Por eso se habla en esta investigación, de la gran necesidad de recuperar a los sujetos y al
mismo tiempo, ir reconstruyendo el tejido social, a través de “lo comunitario” o “comunitaris-
mo”. Desde esta perspectiva y, en concreto, desde el aporte que nos ofrecen las comunida-
des eclesiales de base, queremos favorecer espacios de comunión y participación, que ayu-
den a las personas, a sentirse acogidas y valoradas, para comprometerse en la construcción
de una nueva sociedad, donde reinen los valores humanos y espirituales del Reino de Dios.

3. Nuestras preguntas teológico-pastorales

Ante el impetuoso movimiento de la globalización neoliberal, que nos está impactando en


América Latina y, siguiendo la metodología de nuestra investigación, ahora queremos plan-
tear algunas preguntas que van a guiar todo nuestro trabajo. Son interrogantes referidas con
la temática de la investigación:

¿Está Dios en la globalización? ¿Será que él quiere que unos progresen y que otros queden
excluidos? La aplicación de la economía de mercado libre, ¿es la solución a los problemas
que viven las comunidades indígenas y campesinas? ¿Qué debe cambiar y/o transformarse
dentro de la globalización? ¿Cuáles deberían ser en concreto, los principios ético-espirituales
que deben inspirar la práctica cristiana hoy? ¿Cuáles deben ser sus rasgos propios?

Para responder a estas preguntas tenemos que situarnos en el horizonte ético y espiritual.
Esto nos permitirá comprender el significado de la práctica de la misericordia que nos ayu-
dará a situarnos, dentro de la compleja realidad de la globalización. Esta es la mejor manera
de situarse, dentro de un sistema que acentúa el capital y el individualismo, como criterios
esenciales de vida. Se trata de una práctica creadora de un estilo de vida distinto al de los
neoliberales.

Como discípulos de Jesús no podemos ser indiferentes a la realidad explicada anteriormen-


te. Precisamente porque desde nuestra misión evangelizadora tenemos que traducir, la
práctica de la misericordia, en términos de una convocatoria para vivir la fe en comunidad.
Justamente, quienes se van encontrando, como sujetos y como miembros de una comuni-
dad, pueden ir abordando las cuestiones que hemos planteado. La comunidad se convierte
así, en un espacio de encuentro y de reflexión para abordar cada una de las preguntas.

27
Nos encontramos aquí, ante el desafío de centrar nuestras opciones a favor de las víctimas
del neoliberalismo. Estamos ante un proceso humano-espiritual en el cual está muy presente
la experiencia de los pueblos indígenas organizados desde sus comunidades. De esta mane-
ra, desde la propuesta de una práctica de la misericordia y desde los nuevos contenidos de
la fe, queremos hacer un proceso de recuperación de los sujetos y reconstrucción del tejido
social.

En este sentido, creemos que la propuesta de las comunidades juveniles y las comunidades
eclesiales de base, sigue siendo válida, para trabajar los aspectos antropológicos de la fe
cristiana. Si queremos verdaderamente, que los sujetos -hombres y mujeres organizados en
comunidades-, sean personas de un gran vigor humano-espiritual, para afrontar la compleja
realidad de sus comunidades, tenemos que ofrecerles un espacio de vida comunitaria.

4. Definición de los temas de estudio

Partiendo del título de la tesis LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA, EN LOS TIEMPOS


DE LA GLOBALIZACIÓN, es importante ahora ir definiendo cada uno de las temáticas que
abordamos en nuestro trabajo. Así, se tendrá un mejor conocimiento y valoración, teórica-
práctica, del aporte que queremos hacer, en la presente investigación. ¿Cómo definimos
cada uno de los temas?

4.1. Globalización

El neoliberalismo, reivindica el liberalismo, sobre todo el liberalismo económico, o sea, la


“libre empresa” sin entorpecimientos por parte del estado o de los sindicatos. El liberalismo
económico se fue gestando durante casi un milenio, y su eclosión dividió la historia en dos:
por un lado, la edad antigua, polarizada por el ámbito político y, por otra, el milagro económi-
co, protagonizado por la burguesía y el liberalismo. Desde el siglo XIX, este liberalismo ha
sido moderado por la intervención del Estado y por la creación de determinadas redes socia-
les protectoras como son los sindicatos; de ahí, el neoliberalismo reacciona contra estos fre-
nos reivindicando la creatividad que mostró el liberalismo inicial, es decir, su fase primera: el
capitalismo salvaje.44

44
Comas, C. El Neoliberalismo y la historia. Lecciones positivas y negativas. Págs. 31-32; Cf. Autores va-
rios. (1993). El neoliberalismo en cuestión. Santander. Sal Terrae.

28
Cuando se habla de globalización, en la presente investigación, se quiere abordar especial-
mente el tema de la expansión del capitalismo neoliberal, es decir, el asunto relacionado con
la economía de mercado libre que se ha venido implantando, sin barreras y sin controles por
todas partes. Se trata de un modelo o sistema, que busca organizar las relaciones sociales,
culturales, laborales, políticas, económicas, etc., según los postulados y la visión del capita-
lismo salvaje. Es una nueva fase del imperialismo capitalista, caracterizada por la universali-
zación productiva, mercantil y financiera, la revolución tecnológica y la expansión de las co-
municaciones. La Globalización consiste, por tanto, en la creciente integración en un único
mercado capitalista mundial, lógicamente a favor de los que tienen el poder económico.45

Realmente la globalización es un concepto que pretende describir la realidad inmediata co-


mo una sociedad planetaria, más allá de fronteras, barreras arancelarias, diferencias étnicas,
credos religiosos, ideologías políticas y condiciones socio-económicas o culturales, o sea, un
intento de hacer un mundo que no esté fraccionado, sino generalizado, en el que la mayor
parte de las cosas, los productos y las mercancías sean iguales o signifiquen lo mismo.46

Ideológicamente exige que el ser humano sacrifique todo y la persona sirva y de culto al
dios-mercado. El éxito dependerá de lo que los mercados internacionales dicten y de la ca-
pacidad en las transacciones económicas. Esta ideología destruye lo bueno y positivo que
pueda traer la globalización y exalta esa tendencia, deseo y apetito consumista del ser
humano, atrapándolo en una visión mecanicista de la economía y reduciéndolo a una simple
mercancía.

4.2. Misericordia

La misericordia es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Se mani-


fiesta en amabilidad, bondad, asistencia al necesitado, especialmente de perdón y reconci-
liación. Es más que un sentido de simpatía, es una práctica. En el lenguaje bíblico “el modo y
el ámbito en que se manifiesta el amor es llamado 'misericordia”.47 La misericordia es una
noción dinámica, teórica-práctica, que mueve el corazón de los creyentes para amar. Consis-
te en poner en práctica el mandamiento del amor; es aquella actitud humana y espiritual, que

45
Puede consultarse este concepto en: es.wikipedia.org/wiki/Globalización. También: Autores varios. (1993).
Neoliberales y pobres. El debate continental por la justicia. Bogotá. CINEP.
46
Cf. Mo Sung, J. (1998). Deseo, mercado y religión. Santander. Sal Terrae; De Sebastián, L. (1990). La gran
contradicción del neo-liberalismo. México. Christus. No. 639. Págs. 51-59
47
Juan Pablo II, Dives… No. 1. Cf. Mt 5, 7; 9, 13; Lc 1, 50. 78; 10, 27-37 y Rm 11, 32; 12, 1.

29
inclina el ánimo y la voluntad, la mente y el corazón, para hacer el bien, a favor de quienes
sufren todo tipo de sufrimientos.

Por otro lado, Jon Sobrino nos dice que: “Quizás la palabra misericordia pueda parecer in-
adecuada… puede sonar en exceso sentimental, individualista, ineficaz o fácilmente coopta-
ble por el mundo opresor…. con la palabra misericordia queremos expresar un gran amor, un
amor real e incondicional, un amor primero y último que transciende todo lo demás, que corre
cualquier riesgo personal e institucional para atender al herido en el camino. Responder con
misericordia es una opción de por vida; no es sólo una opción preferencial, sino una opción
primordial que configura la vida entera, la mente y el corazón, la práctica y la oración”.48

4.3. Praxis cristiana

La praxis cristiana es la vida según el Espíritu (Rm 8, 5) y tiene su fundamento en la práctica


de Jesús.49 Quien se identifica con Jesús está llamado a seguirle; este seguimiento implica
“ser y actuar” como él; se trata de encarnar, en la historia, su estilo de vida. Por eso todo
discípulo está llamado, a poner en práctica, los mandamientos o mejor dicho, el nuevo man-
damiento que resume la ley de Dios (Jn 13, 34). Esto no es posible sin la fuerza del Espíri-
tu.50

La praxis cristiana entraña pues, una práctica de los valores humanos y espirituales propues-
tos por el mismo Jesús. Estos valores podemos descubrirlos y asumirlos desde la experien-
cia del seguimiento. Entre los valores que se profundizan y proponen están, sin duda, el de
la misericordia y la solidaridad. Estos valores impulsan a la persona a mostrarse compasiva,
a actuar favor de los hermanos, los más pobres, pecadores, oprimidos y marginados.51

48
Sobrino, J. Liberación, misericordia y justicia… Pág. 55.
49
Cf. Echegaray, H. (1980). La práctica de Jesús. Lima. CEP; Mesters, C. (1992). La práctica evangelizadora
de Jesús. México. Christus. Nos. 655-656. Págs. 36-42.
50
Aquí nos referimos a la ética que debe animar toda praxis cristiana. San Pablo decía: “No yo soy yo quien vive,
sino Cristo quien vive en mi” …“tengan los mismo sentimientos de Cristo” (Flp 2,1ss)… “Sean imitadores de mí,
así como yo soy de Cristo” (1 Cor 11,1).
51
Citamos algunos autores que nos enriquecen con sus reflexiones publicadas en Sal Terrae: Camacho, I. Una
sociedad insolidaria. ¿Quiénes son las víctimas de la crisis económica? Enero, 1990. Págs. 17-28; Torres
Queiruga, A. La aportación del cristianismo a la construcción de un mundo nuevo. Junio, 1991. Págs. 485-
501; Aguirre, R. Pasión por Dios, pasión por el mundo. La vida cristiana en la frontera. Julio-Agosto, 1991.
Págs. 519-530; Martínez, J. L. El sujeto espiritual en la cultura de la globalización. Enero, 2004. Págs. 5-31.

30
5. Alcances y límites del trabajo

Nuestro trabajo tiene como perspectiva el estudio, reflexión y propuestas, quizás más de tipo
práctico, acerca del significado ético-normativo de lo que ha sido el estilo evangelizador de
Jesús. Es decir, nos hemos limitado a conocer qué significa o, qué ha significado, para nues-
tra Iglesia, la práctica compasiva realizada por Jesús.

Desde ahí, hemos querido también, descubrir lo que implicaría seguir su práctica, dentro del
contexto neoliberal en el cual se encuentran hoy insertas, nuestras comunidades eclesiales.
Me refiero en concreto, a las comunidades indígenas mames, de nuestra parroquia, ubicada
en el municipio de Comitancillo, en la Diócesis de San Marcos. Hemos escogido este contex-
to social y eclesial, precisamente, por los impactos del neoliberalismo en dicha región.

En esta investigación no hemos pretendido ofrecer, de hecho, una propuesta teológica-


pastoral más amplia y universal. Nos hemos limitado, en este sentido, a ofrecer una exposi-
ción más acorde a la realidad de nuestra Iglesia latinoamericana y, en concreto, a la realidad
de nuestra Iglesia guatemalteca. Los procesos pastorales y el itinerario personal, vivido an-
teriormente, me han marcado en la elaboración de esta investigación.

En este sentido, nuestro trabajo quiere limitarse o centrarse, en una meditación teológica de
la parábola del buen samaritano. No pretendemos entonces, hacer una exégesis exhaustiva
del texto; tampoco se trata de abarcar, de una manera profunda, el abanico de textos bíbli-
cos y el sentido en los que se pudiera desarrollar el tema de la misericordia que, de por sí,
tiene un significado muy hondo, por la referencia que tiene este vocablo con la esencia mis-
ma del misterio y la trascendencia de Dios.

Es bueno mencionar aquí, que al querer ubicar el apartado sobre la presentación de los re-
sultados tuve que hacer una elección. Lo que pasa es que por el tipo de investigación, más
experimental y, por ser coherente con el planteamiento hecho desde el comienzo, quise me-
jor situar la interpretación y el análisis de los resultados, antes del marco teórico que, por
cierto, se colocó antes de las conclusiones y recomendaciones. No podía ser entonces, que
la presentación de los resultados quedara después del marco teórico, precisamente porque
éste cumplió una función, como de iluminación a todo el trabajo de investigación.

31
6. Aportes de la investigación

Considero entonces, que esta investigación ofrece un marco teológico-pastoral, que muy
bien puede iluminar e impulsar, el proceso pastoral de las comunidades parroquiales de
nuestra Diócesis de San Marcos. Pienso, especialmente, en todos los agentes pastorales,
laicos y laicas, que tienen a su cargo el servicio de la animación y coordinación, de las co-
munidades eclesiales. Igualmente, nuestro aporte es para todas las personas responsables
de los distintos proyectos de la pastoral social diocesana.

Me preocupa que aún no se la logrado profundizar, entre los agentes pastorales de nuestras
parroquias, el verdadero sentido bíblico, teológico y pastoral de la misericordia y, por lo tanto,
de la práctica de Jesús. El término misericordia se asocia, por lo general, con un sentimiento
de lástima y tristeza. Por eso, en este trabajo queremos también, contribuir a un mejor cono-
cimiento del sentido de la misericordia, superando las falsas e insuficiencias comprensiones
que se tienen de este concepto, muy rico por cierto en contenidos y expresiones.

Del mismo modo, la investigación nos propone una metodología que nos puede ayudar, en
los procesos de formación de la conciencia crítica de nuestra gente. Esto, en vistas a ir des-
cubriendo y planificando cómo podríamos hacer frente al modelo de la economía de mercado
libre, que sigue desarticulando y debilitando, de hecho, todos los procesos comunitarios en
nuestras parroquias. En esta metodología ofrecemos también, contenidos que pueden ilumi-
nar nuestro trabajo y nuestra práctica pastoral entre los más pobres.

Finalmente, queremos subrayar y reflexionar, en torno al tema de la misericordia, a partir del


Magisterio de la Iglesia y de algunos teólogos latinoamericanos. Esto con el fin de conocer,
más profundamente, es estilo de vida de Jesús y de las primeras comunidades cristianas.
Creo que desde el contexto que hoy vive el Continente Americano, urge poner en práctica
las actitudes de Jesús, que supo acercarse al necesitado y supo también, amar a los enemi-
gos, perdonar a los pecadores, comer con los publicanos, etc.

32
IV. OBJETIVOS

Dentro de los objetivos que me he trazado, en la presente investigación, ante todo lo que se
pretende es lo siguiente:

1. Objetivo general

+ Ofrecer elementos teológicos que permitan profundizar, sobre la resignificación de una


práctica de la misericordia, tal como se plantea en las fuentes del cristianismo, la Escritura y
el Magisterio de la Iglesia, dentro del contexto actual del neoliberalismo que impera en el
caminar de nuestros pueblos.

2. Objetivos específicos

+ Descubrir cuál fue el significado que Jesús quiso dar, a la parábola del buen samaritano,
no sólo como enseñanza sino también, como pauta y norma de vida, para todas las perso-
nas y discípulos que quieren proseguir su causa.

+ Reconocer cómo las primeras comunidades cristianas, en los comienzos de la Iglesia fue-
ron asumiendo, creativamente, el estilo de vida de Jesús y la práctica de la misericordia, que
él mismo presentó a sus seguidores.

+ Reafirmar cuáles son los rasgos, humanos, éticos y espirituales, que deben acompañar, a
las personas y a los discípulos, que practican la misericordia según el modelo de Jesús y de
las primeras comunidades cristianas.

+ Asumir el desafío que tenemos como Iglesia, en el sentido de saber vivir una práctica de la
misericordia, como propuesta evangelizadora y como buena nueva, para quienes hoy se
sienten marginados y excluidos.

33
V. METODOLOGIA

Por el tipo de investigación que se ha realizado presento, ahora, a los sujetos de la misma,
es decir, algunas características de las comunidades que he escogido, para el muestreo de
nuestro trabajo. Se trata de cinco comunidades sedes de una zona pastoral, y también, las
más numerosas y comprometidas de Comitancillo, desde el punto de vista pastoral. Ofrezco,
por lo tanto, algunos datos de la realidad social y eclesial, con el fin de explicar brevemente
cuáles son las características de estas comunidades indígenas.

Es importante aclarar que las personas que participaron en la reflexión del cuestionario son
personas católicas, la mayoría adultos, casados, miembros de las llamadas directivas que
dirigen, coordinan y animan a las comunidades; también se involucraron en este trabajo ca-
tequistas, ministros de la Eucaristía, de enfermos, integrantes de los ministerios de alabanza,
hombres y mujeres, todos indígenas, personas muy sencillas que trabajan en el hogar, en el
campo y en el comercio; todos ellos y ellas con baja escolaridad.

Igualmente, queremos ofrecer un marco de referencia del proceso pastoral que se ha venido
forjando en la parroquia de Comitancillo. Esto con el fin de ubicar a las comunidades elegi-
das para el muestreo. Justamente con estas comunidades se ha ido reorientando, como ex-
periencia piloto, todo el trabajo pastoral de nuestra parroquia. Sin duda, la experiencia de las
comunidades eclesiales de base y la aplicación del método VER-JUZGAR-ACTUAR, en las
reuniones, nos han replanteado un proceso liberador en nuestra comunidad parroquial.

Con las comunidades elegidas se trabajó un cuestionario de preguntas que se agruparon en


bloques. El primero, se relaciona con la realidad socio-económica que vive la gente. El se-
gundo, sobre la situación de malestar que viven las personas por la aplicación de las políti-
cas neoliberales. El tercero, con el tema de la identidad cristiana: cómo las comunidades
perciben a Jesús. En el cuarto, se plantea cómo la gente vive su vínculo con la Iglesia. Y el
último, plantea la cuestión sobre el compromiso social de los cristianos.

34
1. Las comunidades indígenas de Comitancilllo

1.1. Características de las comunidades

Las cinco comunidades que he elegido son: La Población, San Juan Chicajalaj, Santa Tere-
sa, Taltimiche y Tuilelén. Civilmente estas comunidades cuenten con sus autoridades loca-
les, consejos comunitarios de desarrollo, escuelas, servicios de agua, canchas deportivas,
caminos de terracería, energía eléctrica, telefonía celular, servicios de transporte, etc. Entre
las comunidades más grandes y numerosas están: La Población, Tuilelén y San Juan Chica-
jalaj. La más crítica de todas es la de Chicajalaj; la menos comprometida La Población

Desde el punto de vista eclesial, las comunidades cuentan con sus directivas, encargadas de
animar y coordinar el trabajo pastoral, así como a las personas que se desempeñan en los
diversos ministerios laicales. Estas comunidades se caracterizan por su fuerte participación
en las distintas actividades que se organizan a lo largo del año, sean cursos de formación,
preparación para los sacramentos, fiestas patronales, visita a los caídos, etc.

Respecto a las comunidades eclesiales de base, La Población tiene 5, San Juan Chicajalaj
8, Santa Teresa 6, Taltimiche 5 y Tuilelén 8. En cuanto al número de personas que participa-
ron, en la aplicación de la encuesta de nuestra investigación, en La Población fueron 40 per-
sonas, en San Juan Chicajalaj 70, en Santa Teresa 60, en Taltimiche 60 y en Tuilelén 80. En
total me refiero a 310 personas, que participan activamente en el proceso de las comunida-
des eclesiales de base en nuestra parroquia. No podemos olvidar en este sentido, que en
ellas están presentes algunos jóvenes.

2. El plan pastoral de la parroquia de Comitancillo

Nuestra parroquia ha venido trabajando en la elaboración de su plan pastoral, de acuerdo al


proceso de la Diócesis. Desde 1989, con la dirección de Mons. Álvaro Ramazzini, las parro-
quias y regiones pastorales han entrado en un proceso de planeación y estructuración dioce-
sana. En todo este proceso se ha logrado definir: un marco de realidad, un marco doctrinal y
unas opciones pastorales, que se concretizan a través de comisiones diocesanas.

Con el tiempo, se ha avanzado en un proceso de planeación que ha producido tres planes


pastorales: el primero fue de 1994-1999, el otro de 2001-2006 y el más reciente de 2009-

35
2014. En Comitancillo este proceso ha avanzado lentamente.52 Con 56 comunidades, orga-
nizadas en trece zonas pastorales la dinámica pastoral gira en torno a diversos servicios:
catequesis infantil, comunidades juveniles, comunidades eclesiales de base, preparación
para los sacramentos, fiestas patronales, reuniones de directivas, etc.

En el año 2003 comenzó una nueva etapa de reorganización parroquial en la cual se puso
como moción: “promover la dimensión liberadora del Evangelio”. Esta moción se tradujo en
cuatro tareas: la formación, la promoción de comunidades juveniles y comunidades eclesia-
les de base, la formación del consejo pastoral y la conformación de la comisión de pastoral
social. Este paso facilitó entonces, la promoción de la dimensión comunitaria de la fe.

3. La opción por una experiencia comunitaria de la fe

Cuando nos referimos a la dimensión comunitaria de la fe, hemos querido asumir lo que sig-
nifica seguir a Jesús. Este seguimiento, como se nos expresa en los evangelios, se realiza
en una comunidad de hermanos y hermanas. Cuando Jesús llama a sus seguidores y segui-
doras los convoca para vivir la fe en comunidad, para compartir con ellos y ellas, un proyecto
de nueva humanidad: “se fueron con él, vieron dónde vivía y se quedaron” (Jn 1, 39).

Por otro lado, si asumimos que la Iglesia es el Pueblo de Dios que peregrina en esta historia,
entonces el proceso evangelizador tiene que fomentar, necesariamente, un proceso comuni-
tario en donde se profundice: la filiación, la fraternidad y la solidaridad. Y eso es efectivamen-
te, lo que buscamos a través de las comunidades eclesiales de base.53 Indudablemente que
todo esto se viene a reforzar, con el aporte del nuevo plan pastoral diocesano.

En el plan de la Diócesis se definieron los principales problemas que nos afectan: migración,
extrema pobreza, maltrato del medio ambiente, pérdida de valores, proliferación de sectas y
falta de agentes pastorales. Y ante esta realidad se asumió como propuesta como objetivo
general:

52
En el año 1999 se dio a conocer el Reglamento Interno para las Directivas y el Plan Pastoral Parroquial
(1999-2005). Esto fue en mayo y octubre respectivamente.
53
Cf. Castillo, J. M. (1990). Teología para comunidades. Sevilla. Paulinas; Cervera, R. (1990). Ceb's: los po-
bres son evangelizados y evangelizan. México, Christus. No. 639. Págs. 32-38; Hurtado, J. M. (1990). Las
comunidades eclesiales de base: portadoras y creadoras de cultura. México. Christus. No. 639. Págs. 27-31;
CELAM (2007). V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Nos. 178-179: las comunidades eclesia-
les de base se definen como “lugares y espacios eclesiales para la comunión”.

36
“Consolidar en comunión y participación una Iglesia diocesana, evangelizadora y liberadora, para
que promoviendo procesos de formación integral con las personas, favorezca la construcción del
Reino de Dios en las comunidades”.

Entre los criterios y líneas de acción que aplicaremos al proceso de la parroquia están: “el
impulso de la fuerza liberadora del Evangelio y de las comunidades eclesiales de base”, “la
concientización sobre la dignidad y los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente”,
“el rescate y promoción de los valores culturales”, “la formación de la conciencia crítica”, “el
fortalecimiento de la unidad y la fraternidad” y, “el compromiso social de las comunidades”.54

4. La aplicación del método ver-juzgar-actuar

En relación al método Ver-Juzgar-Actuar55 es importante decir que hemos querido asumirlo


en la presente investigación. Nuestro Marco Histórico constituye, de hecho, el Ver, ya que
nos sitúa dentro del contexto socio-económico, cultural y religioso, en el cual hemos realiza-
do nuestra investigación. El Juzgar viene a ser el Marco Teórico, pues nos ofrece los gran-
des principios teológicos y doctrinales, de las Sagradas Escrituras y del Magisterio de la Igle-
sia, que iluminan la realidad descrita en el Marco Histórico. Ahora bien, el Actuar viene a ser
el aterrizaje, es decir, cada una de las recomendaciones, propuestas y líneas de acción, que
se plantean al final de nuestra investigación.56

Por otro lado, el método Ver-Juzgar-Actuar también se ha aplicado en las reuniones y en-
cuentros, no sólo de las comunidades eclesiales de base, sino también en el proceso de las
comunidades juveniles de nuestra parroquia.57 Con la apertura de nuevos espacios comuni-

54
Diócesis de San Marcos. (2007). Marco de Referencia. Hacia el Nuevo Plan Diocesano.
55
Cf. John L., Allen J., La perdurable herencia de la Teología de la Liberación. Disponible en:
http://www.proconcil.org/document/VCELAM/Allen.htm. Este método “tiene viejas raíces: su pionero fue, a princi-
pios del siglo XX, el belga Fray Joseph Cardijn como parte de su avance hacia los jóvenes trabajadores. Es co-
nocido a veces como el método “Jocista”, por el acrónimo francés del grupo fundado por Cardijn “Juventud Obre-
ra Cristiana”. Este método influenció a varios sectores de la Acción Católica y produjo una nueva manera de con-
siderar y experimentar la acción reveladora de Dios en la historia. Antes de buscar saber lo que Dios dijo, en el
pasado, se busca ver la situación del pueblo en la actualidad, sus problemas. Se ha usado en documentos de la
Doctrina Social de la Iglesia, sobre todo Mater et magistra (1961) y Gaudium et spes (1965), como un modelo de
discernimiento cristiano de la realidad.
56
En el Documento de Aparecida se define muy bien en qué consiste este método: “Este método nos permite
articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen
de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección
del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo” (No. 19).
57
En Comitancillo hablamos de comunidades juveniles, no de grupos juveniles. Esta opción la hicimos por los
aportes del trabajo en conjunto de quienes fuimos asesores de la Pastoral Juvenil (Cf. Pastoral Juvenil. Región
del Altiplano (2004). Propuestas para una Pastoral Juvenil Indígena. San Marcos; ISPAJ (2000). El camino
comunitario. Santiago, Chile).

37
tarios, de comunión y participación, se ha buscado dar un mayor protagonismo, tanto a los
jóvenes como a los adultos. Esta experiencia resulta muy novedosa para nuestras comuni-
dades. Vemos un compromiso más claro de parte de los agentes pastorales.

Esta opción metodológica nos llevó, finalmente, a trabajar el cuestionario de las preguntas de
nuestra investigación. Como se dijo anteriormente, las cuestiones planteadas giran en torno
a cinco bloques; cada bloque aborda una temática, lo que implica el Ver, Juzgar y Actuar.
Para la aplicación del cuestionario, primero se hizo una reunión con el consejo pastoral para
explicarles el proceso que se iba a desarrollar. Luego, con los directivos de las comunidades,
igual, para que entendieran cómo trabajar el cuestionario. Posteriormente, con los coordina-
dores de las comunidades eclesiales de base y con éstas mismas, en sus respectivas reu-
niones o encuentros. El proceso concluyó con un resumen y sistematización, por parte de los
integrantes del consejo pastoral y del investigador. La síntesis de todo este proceso se ofre-
ce en el Anexo de este trabajo.

38
VI. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS

1. Interpretación y análisis de los resultados

A partir de la recapitulación de la reflexión comunitaria, es decir, a partir de la síntesis que


hemos presentado en torno al cuestionario que se trabajó con las comunidades eclesiales de
base,58 se puede constatar lo siguiente:

Los TLC, como expresión del neoliberalismo, que se aplica en nuestros pueblos, sólo favore-
cen a los empresarios estadounidenses y guatemaltecos; no benefician a los pobres porque
no pueden producir mucho y porque sus productos no pueden salir de país. La pobreza exis-
te: por la discriminación y explotación de los ricos a los pobres; por la falta de estudio y traba-
jo; por la desorganización de la gente; por el elevado costo de la canasta básica; y, porque
los gobiernos sólo ayudan a los más ricos. La pobreza puede superarse, en la medida en
que la gente se organice y se capacite, para trabajar en proyectos productivos, en donde se
comercialicen los productos que se cultivan. De igual modo, en la medida en que haya fuen-
tes de trabajo y mejores salarios.

La situación de descontento, preocupación, tristeza, insatisfacción, explotación y malestar


que vive la gente, tiene que ver con la realidad socio-económica que se ha descrito antes. Se
trata de una violencia con distintas manifestaciones en lo cotidiano, sobre todo, a la hora de
querer adquirir los alimentos o comprar los medicamentos. De ahí se explica por qué muchas
personas tienen a sus familiares en los Estados Unidos. Estamos pues, ante nuevas formas
de violencia que, aunque no se trata del conflicto armado de los 80‟s, se relaciona con una
violencia estructural, fruto del mismo sistema y de las políticas neoliberales.

Precisamente por eso las comunidades ven que es muy necesario implementar, conjunta-
mente, mediante una buena organización y asesoría agrícola, las estrategias que favorezcan

58
Cf. ANEXO. Ahí presentamos la síntesis de las comunidades eclesiales de base.

39
un desarrollo sustentable y, por tanto, la seguridad y la convivencia pacífica. En este sentido
ayudan mucho las experiencias de solidaridad y compartimiento para solucionar los proble-
mas, especialmente cuando dichas experiencias se viven desde el horizonte de la fe y de la
Palabra de Dios, que siempre ilumina el caminar de las comunidades.

Dentro de la situación mencionada existen distintas maneras de vivir el seguimiento de


Jesús. Esto tiene que ver con la concepción que se tenga de la persona de Jesús. Las fami-
lias y comunidades que conocen a Jesús dicen que él es Salvador, Creador, Amor, Hijo del
Dios Altísimo, Maestro, Santo, Compasivo y Buen Pastor. Él nos cuida, nos libera de la es-
clavitud del pecado; vino por los pecadores y no por los justos. Igualmente, nos invita a ser
como él, porque así lo dice en su Palabra y porque él dio un buen ejemplo a toda la humani-
dad. Es decir, él dio su vida para salvar a su pueblo, por la sangre que derramó en la cruz y
nos ha liberado por su pasión y resurrección, esto se celebra en la Eucaristía. Por otro lado,
hay personas que no conocen a Jesús y personas que sólo saben de él por su nombre; co-
mo no lo siguen, no tienen la responsabilidad de buscarlo a través de las reuniones, menos
existe, un compromiso total, para conocerse uno mismo y conocer a la sociedad. El compro-
miso cristiano está siendo una lucha constante y activa.

Se ve que la gente que participa en la Iglesia está contenta. En ella se anuncia la Buena
Nueva de Jesús; ahí se aprenden muchas cosas para la vida espiritual y los hermanos se
preparan para la vida eterna; ahí se da la enseñanza para el camino de la verdad; ahí se
enseña, educa, forma y apoya en problemas y pecados. En ella los hermanos conocen la
vida de Dios y tienen fe y esperanza; ahí se ha encontrado el camino de la vida, la paz, el
perdón, la reconciliación, el amor y la solidaridad. No obstante unos van a la Iglesia porque
tienen necesidad y fe en Dios; otros no participan porque están ocupados en cosas materia-
les, no dejan sus trabajos, tiene algún problema o están en el alcoholismo. Aunque hay bue-
na participación de los líderes en las comunidades, falta motivación para acercarse a Dios y
tener capacitación, celebraciones y visitas a los hermanos decaídos. Asimismo, la Iglesia
debe ser más solidaria. Lo que debe mejorar, en la Iglesia y en la comunidad, es la organiza-
ción y que se apoye en todo trabajo, por ejemplo: técnico agrícola, comercio, industria, arte-
sanía y tener un control en estas actividades para ver su avance en cada comunidad, para
que así la Iglesia sea escuela y casa para la comunidad y se viva feliz en lo espiritual y mate-
rial.

40
En relación a la misión y trabajo de la Iglesia, se debe orientar, a los padres y madres, a
asumir la responsabilidad de educar a sus hijos, a que participen en las celebraciones de la
Palabra de Dios y en las actividades que se organicen en la comunidad. Ella debe ayudar a
los más necesitados, compartir las necesidades; debe ayudar a los hermanos que tienen
problemas de alcoholismo y anunciarles el Evangelio para que cambien su vida. Ella debe
enseñar, educar, velar y animar a los decaídos, fortalecer la fe de los débiles, defender los
derechos de cada persona de la comunidad.

Ahora bien, para que la Iglesia sea más comprometida: debe orientar y capacitar, a los her-
manos, para que todos sean comprometidos en unidad; debe concienciar a la comunidad a
solidarizarse voluntariamente como hijos de Dios, formando una familia, comprometiéndose
con los hermanos y con Dios. Así pues, la misión de la Iglesia es enseñar al pueblo a amar,
trabajar y vivir feliz, en lo material y espiritual, así como Jesús enseñó a sus discípulos. Si las
comunidades están participando en proyectos de desarrollo y en política, se debe buscar
más trabajadores honestos que conozcan las necesidades de la comunidad, los problemas
espirituales y materiales; deben ser personas que no tienen intereses personales, ya que eso
sucede en los dirigentes de las asociaciones del municipio, que no ven el trabajo hacia las
comunidades. Al participar en la política, las comunidades tienen el deber de velar por pro-
yectos de desarrollo familiar y comunitario en una vida justa.

Con la aplicación de las preguntas del cuestionario trabajado, con las comunidades eclesia-
les de base, se confirma el hecho de que existe, en la gente, un cierto nivel de conciencia
crítica, en torno a la problemática socio-económica que afecta esta región del altiplano mar-
quense. Por eso, desde su propia experiencia familiar-comunitaria, las personas descubren
los impactos y los efectos negativos de las políticas neoliberales que se están aplicando en
el país.

De la misma manera, se constata un malestar y un descontento, o mejor dicho, una crisis en


los sujetos, familias y comunidades, ante la falta de recursos para poder comprar los alimen-
tos básicos. Además, se percibe una gran frustración al no poder, la gente, acceder a una
educación y capacitación que les facilite un trabajo y un desarrollo, en donde los productos
de esta región puedan colocarse en los mercados nacionales e internacionales.

En este contexto, las personas que participan en las comunidades eclesiales de base, desde
su experiencia de fe y su participación en la Iglesia, ven que los problemas y crisis socio-

41
económicas se pueden superar en la medida que se organicen, se capaciten y trabajen en
proyectos productivos. El conocimiento de la persona de Jesús invita, a la gente, a vivir y
celebrar su fe en comunidad y también, moviliza a las familias y a las comunidades, a com-
partir y expresar gestos y acciones solidarias hacia quienes más lo necesitan. En resumen, la
experiencia comunitaria de la fe contribuye, significativamente, en los procesos de organiza-
ción comunitaria que ayudan a trabajar por un desarrollo alternativo.

42
VII. MARCO TEÓRICO

CAPÍTULO I:
JESÚS Y LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA

Partiendo del acontecimiento pascual, como talante fundamental de nuestra fe, es importante
afirmar que la realidad histórica que vivimos, debe ser asumida desde el horizonte de la es-
peranza cristiana. En este sentido la salvación y la liberación cristianas, acontecen desde la
realidad histórica que viven los seres humanos; no ocurre abstractamente, al margen del
contexto que viven los pueblos de la tierra. La salvación es histórica.

Esta afirmación es de gran trascendencia para entender la encarnación del Hijo de Dios en
su realidad concreta. De hecho “Jesús de Nazaret nació y vivió pobre en medio de su pueblo
Israel"59. Describiendo muy brevemente la situación del pueblo de Israel, en tiempos de
Jesús, ese pueblo en el cual él vivió y trabajó, podemos decir que se trata de un pueblo su-
friente y esperanzado:

"... es un pueblo despojado de su tierra, explotado por un sistema injusto; tributario, empobreci-
do, sin espacio vital y sin garantías para su vida... es un pueblo dominado; en ocasiones repri-
mido sangrientamente; a cuyas justas aspiraciones nadie responde; sin poder de participación y
decisión sobre su propio destino; resistente y agitado por expectativas mesiánicas de liberación,
pero sumido en la pasividad y fatalismo nacidos de las frustraciones de la historia y de la domi-
nación presente... es un pueblo expectante pero desorientado en sus expectativas; excluido por
sus jefes religiosos como impuro y como 'pueblo maldito' sin derechos ante Dios; es marginado
60
de la promesa y del Reino".

Pues bien, en ese pueblo donde Jesús vive, donde él está inserto, comienza a generar una
alternativa distinta de vida; ofrece a los pobres construir un mundo diferente: una realidad

59
CELAM (1979). Op. Cit. No.190.
60
Bravo, C. (1990). Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador. Mysterium Liberationis. Tomo I. Madrid. Trotta. Pág.
556.

43
nueva donde se valore la vida de cada persona, donde se vivan relaciones fraternas y donde
se ponga en práctica la justicia, la misericordia, el perdón y la paz. A este mundo nuevo, po-
sible por cierto, a este proyecto, Jesús le llama sencillamente Reino de Dios.61

Este reinado o gobierno, como también algunos le llaman, acontece como gracia para el
pueblo, asimismo sobreviene como tarea. Es decir, la presencia de Jesús, su estilo de vida,
su práctica, sus gestos y sus palabras, son ya el anticipo del mundo y la humanidad nuevos.
Pero a la vez, el anuncio del Reino de Dios connota un compromiso a favor de los pobres,
los pecadores y los marginados de la sociedad.62 Quien acoge el Reino como gracia debe
comprometerse a contribuir en el proceso de humanización.63

Este compromiso tiene que ver, ciertamente, con la propuesta de Jesús, quien invita a sus
discípulos a seguir su práctica.64 Quienes lo siguen deben asumir su estilo de vida; seguirlo
implica pues, continuar su práctica. Ésta entraña tres rasgos fundamentales: se trata de una
práctica con espíritu, una práctica liberadora y, a la vez, una práctica humanizadora capaz de
gestar otro mundo, una nueva creación. Se trata entonces de hacer creíble y hacer posible,
el proyecto de Dios en la historia que viven nuestros pueblos.

La realización de este proyecto acontece en la medida que los discípulos asumen la práctica
de Jesús. Eso significa el seguimiento y ese debe ser el itinerario del discipulado: vivir como
vivió Jesús y hacer lo que hizo Jesús. Desde los comienzos del cristianismo fue muy clara
esta consigna. De ahí la importancia que llegó a tener, para las primeras comunidades cris-
tianas, el mensaje de las parábolas y, concretamente, la del buen samaritano (cf. Lc 10, 25-
37).65

En esta parábola se nos invita a descubrir que lo fundamental en la vida es mostrar amor a
los hermanos y, de un modo especial, realizar gestos que liberen y den vida a tantas perso-
nas heridas. Nos referimos, no sólo a un herido particular, sino a tantos hombres y mujeres

61
El anuncio del Reino fue el centro de la predicación de Jesús. Cf. Mc 1, 14-15; Mt 4, 12-17.
62
El Año de Gracia se traduce también como un programa de vida y liberación, cf. Lc 4, 14-19.
63
En las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-13; Lc 6, 20-23) y en el Padrenuestro (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4) encontramos
una síntesis de la propuesta cristiana para trabajar por un mundo nuevo.
64
Cf. Echegaray, H. Op. Cit.
65
Cf. Jeremías, J. (1984). Las parábolas de Jesús. Estella. Verbo Divino. Págs. 15, 227.

44
tirados por los diversos caminos de la historia. Ser seguidores de Jesús implica, por lo tanto,
mostrar compasión hacia las personas necesitadas. Esto es esencial en la ley de Dios.66

Siguiendo el relato de la parábola, ante la inquietud y pregunta del doctor de la ley ¿Y quién
es mi prójimo? (Lc 10, 29), Jesús no cae en la trampa ni en la polémica de discutir o definir,
un concepto de prójimo. Más bien describe la acción mediante la cual se hace 'del otro', del
herido del camino, un verdadero prójimo. Y esa acción es, realmente, la puesta en práctica
del amor entrañable de Dios. Por eso, solamente aquél que "tuvo compasión" (Lc 10, 37), el
samaritano, es señalado como un auténtico prójimo.

De esta manera, "el prójimo es siempre sólo el que sale a nuestro encuentro en el momento
particular y concreto y nadie más".67 El prójimo no es simplemente 'el otro', o el „el próximo‟,
sino aquella persona -individual o colectiva-, a quien 'yo', de una manera consciente, hago
que sea alguien importante, 'un otro' relevante y significativo que requiere algo de mí. En la
parábola „el prójimo‟ es la persona despojada, herida y casi medio muerta (cf. Lc 10, 30-32).
Es la persona que, a pesar de su dolor, no fue atendida por el sacerdote y el levita.

Ante esta situación, el samaritano reconoce al hombre medio muerto, como un ser humano
herido y necesitado de su ayuda. Por eso reacciona ante esa cruel realidad inhumana por la
que atraviesa el herido del camino. Y esta reacción le lleva a buscar una ayuda eficaz, es
decir, le lleva a una práctica eficaz del amor que, en definitiva, es darle vida a un ser humano
muy concreto (cf. Lc 10, 33-35). El samaritano no se queda pues, en un sentimentalismo
paralizante, se hace prójimo del herido del camino y por eso lo ayuda.

Por otro lado, el sacerdote y el levita representan a ese sector del judaísmo, en donde la
religiosidad se concibe como una práctica de la pureza ritual.68 Y por eso, el doctor de la ley,
que había planteado la cuestión, acerca de la vida eterna, "piensa a partir de sí cuando pre-
gunta: ¿dónde está el límite de mi deber? (v. 29). -Al respecto- Jesús le dice más bien: pien-

66
La ley de Dios se condensa en el amor compasivo que debe expresarse: hacia Dios, hacia la persona necesi-
tada y hacia uno mismo (cf. Ex 34, 6; Dt 6, 5; Mq 6,8; Lc 10, 26-27).
67
Cf. Schmid, J. (1968). El Evangelio según San Lucas. Barcelona. Herder. Pág. 280.
68
Después del exilio, bajo la dominación de los Tolomeos, se impuso en Israel, la corriente asmonea-farisea
inspirada también en el sacerdocio sadoquita, que promovía una mentalidad y espiritualidad puritana, legalista y
rigorista, es decir, una práctica cúltica y deshumanizante de la ley, que insistía en una casuística detallada de los
mandamientos, llegando a los extremos de despreciar a los pecadores, a la gente del campo y a quienes no
cumplían la ley.

45
sa a partir del que padece necesidad, colócate en su situación, reflexiona ¿quién espera
ayuda de mí? (v. 36)".69 Jesús introduce así, un nuevo concepto de proximidad.

Dicho de otra manera, para el judaísmo tradicional -para el sacerdote y el levita- el prójimo
era el hermano de pueblo, de origen israelita pero sobre todo, el de la misma nobleza -
sacerdotal-;70 los demás no eran prójimos, menos quienes padecían de alguna enfermedad,
por aquellas normas de la pureza e impureza. Es decir, según el esquema socio-religioso de
la pureza ritual, ese próximo debía reunir ciertas condiciones especiales para poder acercar-
se a uno; no debía estar impuro legalmente, para que no hiciera impuro a nadie.

En contraste, el samaritano que se ha acercado al herido -es el prototipo de la persona odia-


da, rechazada, que resulta incómoda porque su sola presencia ponía en riesgo la pureza
legal-, sirve a Jesús como modelo de lo que significa ser prójimo (hacerse prójimo). Como él
actuó contra la ley podría ser motivo de acusación del piadoso doctor de la ley, pero real-
mente su acción supera, con mucho a la ley misma, ya que ha actuado con amor, con com-
pasión, con generosidad, con desinterés y sobre todo, con misericordia.

Con todo esto, creemos que el samaritano representa al ser humano cabal, es decir, repre-
senta al hombre capaz de vivir un amor sin límites. El buen samaritano, representa al ser
humano liberado, al hombre libre que es capaz de conducirse, no por una serie de reglamen-
tos, normas y preceptos moralizantes, sino por el amor y por el principio-misericordia que, en
definitiva, fue el principio que guió a Jesús en el ejercicio de su misión.71

En síntesis, Jesús nos exige ser hombres y mujeres solidarios, nos invita a ser misericordio-
sos (cf. Mt 5, 7).72 Esto será posible en la media en que hagamos de los pobres, los necesi-

69
Jeremías, J. Op. Cit. Pág. 248.
70
Cf. Ex 20, 16-17; 21, 14. 18. 35; Lv 19, 13-18. En la época del helenismo se va profundizando un conflicto
económico-social que data de los días de Nehemías y Esdras. Crece la tensión entre la aristocracia (sacerdotal y
secular) y vastas capas de la población, incluyendo el campesinado. La inclusión del país en el mundo helenístico
involucró a Judea en una sociedad cosmopolita de movimiento libre y negocio acelerado. Con el desarrollo de la
diáspora judía, se va haciendo importante un pequeño, pero importante grupo en Jerusalén, con contactos e
intereses financieros internacionales. Es, entre otros, la familia de los grandes magnates, los Tobíadas. Se esta-
blece así, un pacto entre ellos y la nobleza sacerdotal. (cf. De Wit, H. “Brillarán los entendidos…” El libro de
Daniel: Persecución y Resistencia. RIBLA. No. 35-36. RECU. Quito, Ecuador).
71
Cf. Sobrino, J. (1992). El principio-misericordia… Op. Cit.
72
Jesús nunca se identificó con la corriente asmonea-farisea, ni con el sacerdocio sadoquita. Y es que esta co-
rriente no representa a toda la rica tradición del judaísmo, por ejemplo, al profetismo, al apocaliticismo y a la tradi-
ción sapiencial. Ni siquiera representa a la misma tradición sacerdotal (eso explica por qué Jesús se identificó con
la línea sacerdotal de Melquisedec, que no estaba asociada con el templo). Jesús pues, se movió dentro de estas
corrientes alternativas, especialmente la profética, centrada en la justicia, la misericordia y la rectitud, en las cua-
les el ser humano está por encima de la ley (cf. Mc 10, 1-ss).

46
tados y los heridos, un prójimo y, por tanto, un hermano. Por eso cuando el doctor de la ley
constató que el samaritano se había portado como prójimo, Jesús le respondió: "anda, y haz
tú lo mismo" (Lc10, 37). Esto nos toca a nosotros también en nuestra vida cristiana.

La parábola del buen samaritano nos permite pues, conocer la práctica compasiva y solidaria
de Jesús hacia los heridos. Él es el buen samaritano que encarna la misericordia del Padre.73
Pero ¿qué implica para nosotros continuar la práctica compasiva de Jesús? Implica hacerse
uno mismo prójimo del pobre, del necesitado; es decir, implica hacer del herido y el abando-
nado algo así como la medida concreta y radical de nuestro amor al Señor.

En estos mismos términos lo constataron, los obispos latinoamericanos, reunidos en Santo


Domingo en el año 1992:

"La parábola del buen samaritano nos concierne directamente frente a todos nuestros hermanos,
especialmente a los pecadores por los cuales Jesús derramó su sangre. Recordamos en particu-
lar a todos los que sufren: los enfermos, los ancianos que viven en soledad, los niños abandona-
dos. Miramos también a los que son víctimas de la injusticia: los marginados, los más pobres, los
habitantes de los suburbios de las grandes ciudades, los indígenas y afroamericanos, los cam-
pesinos, los sin tierra, los desempleados, los sin techo, las mujeres desconocidas en sus dere-
chos. Nos interpelan también otras formas de opresión: la violencia, la pornografía, el tráfico y el
74
uso de drogas, el terrorismo, el secuestro de personas, y otros muchos problemas acuciantes".

Juan Pablo II cuando explicaba, desde su propia experiencia, lo que significa ser un buen
samaritano, comentaba lo siguiente:

"Buen samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre. Esta parada
no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad. Es como el abrirse de una determinada dis-
posición interior del corazón. Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el
hombre que 'se conmueve' ante la desgracia del prójimo. Por consiguiente, es en definitiva, buen
samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de
lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera medios materiales. Se
puede afirmar que se da a sí mismo, su propio yo, abriendo este yo al otro. Buen samaritano es
75
el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo".

73
Cf. Juan Pablo II. Op. Cit. No. 14.
74
CELAM (1992). Op. Cit. No. 17.
75
Juan Pablo II, Salvifici Doloris. No. 28.

47
CAPÍTULO II:
LAS COMUNIDADES CRISTIANAS Y
LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA

Siguiendo nuestra reflexión y referencia a la parábola del buen samaritano, de donde se


comprende el significado de la práctica de Jesús, una práctica con espíritu, una práctica libe-
radora, una práctica humanizadora, ahora entraremos al tema eclesial, desde luego, en rela-
ción con todo lo que hemos comentado. Partiendo así de la práctica y el estilo de vida de los
cristianos, después de la resurrección, veremos lo que significó, para ellos, el anuncio del
Reino y, por tanto, la puesta en práctica de los valores del Evangelio.

Es importante descubrir aquí cómo la práctica compasiva de Jesús, en los términos que
hemos hablado anteriormente, fue generando todo un proceso liberador en las primeras co-
munidades cristianas.76 De alguna manera, se puede afirmar que la experiencia del buen
samaritano se convirtió en un paradigma para los primeros cristianos, a tal grado que hasta
fue necesario “institucionalizarla”. Para las ekklesias, de hecho, fue la opción más propia a
seguir, dentro de aquella sociedad marcada por diversas problemáticas: políticas, religiosas,
económicas, sociales y culturales.77 Así, la propuesta del buen samaritano fue abriendo el
círculo de proximidad, cerrado hasta entonces, por la corriente religiosa asmonea-farisea
que, con el influjo del sacerdocio sadiquita, buscaban “espiritualizar” el compromiso del Re-
ino anunciado por Jesús.

Con este planteamiento abordaremos lo que significó, para los primeros cristianos, la vida en
comunidad. Es decir, explicaremos lo que representó, para la Iglesia de los orígenes, el se-
guimiento de Jesús y la puesta en práctica de su misión, de su estilo de vida. Queremos refe-
rirnos, en concreto, a la experiencia de las primeras comunidades que se identificaron como

76
"Sin dejar un modelo perfectamente delineado de organización comunitaria, Jesús lega a sus discípulos los
principios básicos de una práctica alternativa, crítica con respecto al sistema, que es la práctica del Reino y base
de una vida común en ecclesia" (Echegaray, H. Op. Cit. Pág. 197).
77
Cf. El interesante el artículo de: Miguez, N. Lenguaje bíblico, lenguaje político. RIBLA No. 4. Disponible en:
http://www.claiweb.org/ribla/ribla4/lenguaje%20biblico.htm.

48
Iglesia samaritana. Se trata de una experiencia eclesial donde se prosigue la práctica de
Jesús.

Ante todo, cuando se profundiza en la experiencia de las primeras comunidades cristianas,


tal y como se nos muestra, en la tradición bíblica Lucas-Hechos, nos encontramos con co-
munidades que ponen en práctica el programa mesiánico de Jesús.78 Se trata de comunida-
des encarnadas en una realidad histórica; comunidades misioneras, animadas por el Espíritu
de Jesús; comunidades que practican la fraternidad y la solidaridad de una manera abierta,
más allá de sus fronteras; comunidades proféticas, comprometidas en procesos de liberación
y de humanización a favor de la gente más pobre.

Como característica general, el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos narra un proceso
de reconstrucción del movimiento y la práctica de Jesús, después de su resurrección y antes
de la institucionalización jerárquica de las iglesias. Este movimiento tiene según Hechos, tres
rasgos fundamentales: es un movimiento animado por el Espíritu Santo, es un movimiento
misionero, cuya estructura básica y organización, son las pequeñas comunidades.79

De este modo los Hechos nos ofrece una perspectiva específica, una metodología, un espíri-
tu, un modelo o paradigma, para institucionalizar la Iglesia de su tiempo. Para nosotros esta
referencia adquiere un talante de normatividad porque nos permite descubrir, la vivencia de
los primeros cristianos, después de la resurrección de Jesús y antes de la Iglesia. Es un per-
íodo y un tiempo fundante, clave para recuperar el significado de la práctica de Jesús, a par-
tir de la experiencia de las primeras comunidades cristianas.

Teniendo en cuenta ese contexto y esos tres rasgos, a los que nos hemos referido, aborda-
remos ahora algunos textos de los Hechos que nos muestran, a manera de sumario, todo lo
que implicó la práctica de Jesús en los comienzos del cristianismo. Se trata de ciertos textos
que pueden interpretarse también, como pequeños informes narrativos, acerca de la rica
experiencia eclesial, de la vida en comunidad, de los primeros seguidores y seguidoras de
Jesús el Nazareno, como le llamaron en aquella época.

78
Juan Pablo II afirmaba que "el programa mesiánico de Cristo, se convierte en el programa de su pueblo, el de
la Iglesia" (Dives… No. 8).
79
Lucas escribe Hechos en los años 80-90, cuando se institucionalizaban los diferentes modelos de Iglesia. Cf.
Richard, P. (1998). El Movimiento de Jesús antes de la Iglesia. Una interpretación Liberadora de los
Hechos de los Apóstoles. San José. DEI.

49
En el primer texto (cf. Hch 1, 12-14), Lucas nos presenta cómo estaba la comunidad de Jeru-
salén, antes de Pentecostés. Explica que el núcleo original de la Iglesia se ha constituido a
partir de los once, de las mujeres y de los parientes de Jesús, donde María la madre de
Jesús, ocupa un lugar destacado. Desde los comienzos, tanto ella como “algunas mujeres”,
aparecen muy vinculadas a la misión de Jesús y de los apóstoles. Así, Lucas nos muestra
que en la comunidad eclesial, ante los grandes desafíos y responsabilidades de llevar ade-
lante la misión y la práctica de Jesús, no existe ni debiera existir, ninguna discriminación en-
tre los hombres y las mujeres

Es importante mencionar aquí, la riqueza de la diversidad ministerial que se dio en las prime-
ras comunidades. Cuando se elige a los primeros diáconos (cf. Hch 6, 1-7), ante el conflicto
que existía entre los cristianos de origen judío y los de origen helenista, la solución se enca-
mina a elegir a hermanos helenistas, para el servicio de la caridad y de la predicación, inclu-
so en la región de Samaría. Por otro lado, en la comunidad de Antioquia, “donde por primera
vez se llamó „cristianos‟ a los discípulos” (Hch 11, 26), “había profetas y maestros” (Hch 13,
1) con tareas específicas en la comunidad. Así, los ministerios están en función, más de una
práctica de la misericordia, que de una práctica cultual.

En el segundo texto (cf. Hch 2, 42-47), se habla del estilo de vida de los cristianos y cristia-
nas de la comunidad de Jerusalén. Lucas describe las actitudes y las prácticas que expresan
y mantienen la vida nueva: la escucha de las enseñanzas de los apóstoles, la oración conti-
nua y “la fracción del pan”, es decir, la eucaristía. Al mismo tiempo, se relata la práctica soli-
daria de los ricos hacia los pobres, es decir, la comunión fraterna y la unidad, dentro de la
comunidad, se expresa compartiendo los bienes: “los creyentes estaban todos unidos y po-
seían todo en común”. Al menos esto representaba el ideal de vida.

El tercer texto (cf. Hch 4, 32-35) amplía la visión utópica del Reino. Lucas nos dice que la
comunidad “tenía una solo alma y un solo corazón”, que “nadie consideraba sus bienes co-
mo propios” y, que “no había entre ellos ningún necesitado”. En realidad la comunidad de
Jerusalén se encontró con el problema de la pobreza, entre sus miembros; lo más asombro-
so fue cómo, de un modo heroico, lograron responder a esa situación, promoviendo las exi-
gencias radicales del Evangelio. Y así, se muestra cómo el mensaje y la práctica de Jesús,
se hace realidad, más allá de las limitaciones humanas de la comunidad y, mucho más allá
de las leyes vigentes de la economía.

50
A partir de estos textos de Hechos, queremos resaltar algunos aspectos importantes, para
descubrir cómo vivían la práctica de Jesús, las primeras comunidades cristianas. Aunque nos
hemos referido, directamente, a textos que nos hablan de la comunidad de Jerusalén, esta-
mos sin duda, ante la propuesta de una visión amplia, para toda la Iglesia. “Cuando habla-
mos de la Iglesia, de cómo tiene que ser, de su relación con la sociedad o de su dimensión
comunitaria, los cristianos recurrimos siempre al Nuevo Testamento”.80

No hay que olvidar entonces que estamos ante un proceso amplio, como se expresa en el
Nuevo Testamento, un proceso de reconstrucción de la práctica y del movimiento de Jesús.
En este proceso, como se dijo antes, es vital la acción del Espíritu, igualmente la experiencia
misionera de los discípulos y discípulas, así como la experiencia de las pequeñas comunida-
des en las casas. En este marco eclesial hemos ubicamos los textos de los Hechos.

Entre los aspectos más importantes a resaltar están:

En primer lugar, el de la capacidad que los cristianos y cristianas tienen, para vivir el segui-
miento de Jesús en un respeto y valoración a las personas de ambos sexos y culturas, sin
discriminaciones de ningún tipo. La comunidad antes de Pentecostés, antes de la constitu-
ción de los doce apóstoles, es bastante grande; incluye a muchos galileos (Hch 1, 11) que se
habían unido a los once, a las mujeres y a los parientes del Señor. Esta comunidad vive
pues, una profunda experiencia de comunión y participación.

En segundo lugar, a partir de Pentecostés la Iglesia surge como una comunidad que sigue la
enseñanza de los apóstoles. Esta enseñanza (didajé) se refiere a la práctica y Evangelio de
Jesús: “a todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio” (Hch 1, 1). La referencia a los
primeros testigos directos de la resurrección, permite que la comunidad cristiana esté funda-
da sobre una enseñanza sólida que garantiza la memoria histórica de Jesús y, de esta ma-
nera, se asegura la continuidad de la práctica inaugurada por el Señor.

En tercer lugar, los cristianos y cristianas vivían una profunda experiencia de comunión (koi-
nonía) y participación: “tenían una sola alma y un solo corazón” (Hch 4,32). Esta experiencia
se expresaba, concretamente, en la comunión de los bienes, en el compartir, en donde todo
se ponía en común; a pesar de que había creyentes que tenían “posesiones, bienes, campos

80
Aguirre, R. (1994).La mesa compartida. Estudios del Nuevo Testamento desde las ciencias sociales.
Santander, Sal Terrae. Pág. 201.

51
y casas” (Hch 4,34), nadie consideraba como propio lo que se tenía. Y así, se repartía a cada
uno según su necesidad y, por ende, no había ninguna clase de necesitados entre ellos. La
comunidad de bienes es animada así, por el testimonio y apoyo de los apóstoles.

En cuarto lugar, la eucaristía, en las primeras comunidades, se celebraba en la casa: “partían


el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón” (Hch 2, 42).
Por cierto, esta celebración se realizaba en el contexto de una comida.81 Esta comida con
Jesús resucitado fortalecía la comunión y alimentaba la llegada del Reino. La casa se con-
vertía así, en el lugar del encuentro de la pequeña comunidad; era el espacio de la comuni-
dad cristiana, el lugar donde nacía la Iglesia doméstica.

En quinto lugar, la comunidad acompaña a los apóstoles para dar testimonio de la resurrec-
ción de Jesús (Hch 2, 46b; 5, 12b-14). Si Cristo ha resucitado, ahora el Espíritu está presente
animando la práctica de los apóstoles, así como estaba en Jesús. Cuando se habla pues de
los prodigios y señales, que realizaban los apóstoles, estamos hablando de una práctica libe-
radora, en vistas a ir construyendo el Reino de Dios. La práctica de Jesús sigue muy viva,
con signos y prodigios, en la práctica de los apóstoles y de las comunidades.

En síntesis, es importante decir que la didajé, la koinonía y la eucaristía, junto con la oración,
la generosidad y la solidaridad vienen a ser como las actividades fundantes de la Iglesia,
después de Pentecostés. Al comienzo en la comunidad se vendían los bienes y el dinero se
repartía según la necesidad de cada uno. Luego, se dice de forma más concreta, que se
venden campos o casas; aquí no se trata sólo de gente rica que se desprende de sus bie-
nes, sino de discípulos que dejan todo aquello que los ata a un lugar (tierra o casa).

Ahora bien, lo que más llama la atención, es que no había entre ellos ningún necesitado. Por
otro lado, el precio de las ventas lo ponían a los pies de los apóstoles. Estas dos expresiones
muestran una comunidad con una organización interna más desarrollada. Ya no se trata
apenas de la satisfacción de necesidades, sino de la eliminación de la pobreza en la comu-
nidad. Esto exige a los apóstoles cumplir el papel de administradores de la koinonía y desde
luego, el reconocimiento de su autoridad.82

81
Cf. Lc 22, 14-20; 24, 28-31; 1Cor 10, 16-17 y 11, 17-32.
82
Se discute, entre los estudiosos, acerca de la “dimensión” histórica de los textos que hemos abordado, sobre
todo, el que se refiere a la práctica de la caridad y la solidaridad entre los primeros cristianos. ¿Hasta dónde fue
una realidad lo que se nos dice? ¿Qué tienen de utópico los textos? ¿Hasta dónde se extendió el espíritu de la
práctica de la misericordia y la solidaridad? Es bueno afirmar, en este sentido, que a pesar de los conflictos que

52
Sobre todo lo expresado, han sido muy iluminadoras las palabras de Juan Pablo II, cuando
hablaba del sentido de la misión de la Iglesia:

"… es menester que la Iglesia de nuestro tiempo adquiera conciencia más honda y concreta de
la necesidad de dar testimonio de la misericordia de Dios en toda su misión, siguiendo las hue-
llas de la tradición de la Antigua y Nueva Alianza, en primer lugar del mismo Cristo y de sus
83
Apóstoles."

se vivieron en las comunidades: por ejemplo, la división de los 4 grupos entre los corintios, las discusiones entre
Pablo y Pedro, el problema de la atención a las viudas, la entrada a la comunidad de los no judíos, el asunto de la
circuncisión, etc. Pues bien, a pesar de todo esto y más, los textos nos hacen ver ciertamente que algo de eso se
estaba dando, desde luego que no a la perfección, pero sin duda se nos enseña que el desafío de la práctica de
misericordia tiene mayor validez, a pesar de los conflictos y limitaciones de la misma Iglesia.
83
Dives in Misericordia . Introducción del Capítulo VII.

53
CAPÍTULO III:
RASGOS DE UN SER HUMANO
QUE PRACTICA LA MISERICORDIA

Hemos planteado, desde el horizonte de la parábola del buen samaritano y del aporte de las
primeras comunidades cristianas, que el hombre y la mujer cabales, son aquellas personas
capaces de practicar un amor sin límites. Este amor se expresa a través de la práctica com-
pasiva y solidaria hacia los más necesitados. Sólo quien abre las entrañas de su corazón,
haciendo del herido del camino, un prójimo, muestra lo que significa ser un hombre y mujer
libres.

Pero la compasión, la solidaridad, la libertad, en una palabra, el amor sin límites, debe ex-
presarse también como comunión, igualdad, participación, fraternidad, generosidad, búsque-
da del bien común, organización e incidencia. Lo que se quiere decir con todo esto es que el
ser humano, mediante la práctica de la misericordia, está llamado a contribuir en la construc-
ción de una nueva humanidad -nueva familia, comunidad y sociedad- acorde al proyecto de
Dios.

Con todo esto, es muy importante entonces profundizar, en torno a los elementos antropoló-
gicos que nos permitan conocer, la verdad de lo que somos y la verdad de lo que estamos
llamados a ser, en este mundo globalizado. Lo que queremos entonces, es clarificar cuáles
serían aquellos rasgos que deben caracterizar al hombre y la mujer, capaces de realizar una
práctica de la misericordia, dentro de este contexto neoliberal en el cual estamos insertos.

Partimos de la convicción y visión creyentes de que, tanto el hombre como la mujer, han sido
creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26.27). Esto significa que ambos tienen la
misma dignidad y merecen el mismo trato: deben ser respetados por igual: como personas y
como hijos de Dios. Más aún, a partir del acontecimiento histórico-salvador de Cristo, quien
es presentado también como “primogénito de toda criatura y de toda la creación” (cf. Col 1,
15-20). Así, Cristo Jesús, siendo Creador y Salvador, es el protagonista del acto creador de

54
Dios y, del mismo modo, es modelo de vida digna y plena para todos los creyentes. “En él
decidió Dios que residiera la plenitud” (Col 1, 19).

San Pablo, subrayando la novedad y primacía de la nueva creación, respecto a la antigua e,


inspirándose en la literatura judía de su tiempo, aplicará a Jesucristo la doctrina del “nuevo
Adán” (cf. 1 Cor 15, 21-24. 45-49; Rm 5, 12-21). Y así, Jesucristo, en contraposición al pri-
mer hombre, es presentado como el principio de la nueva humanidad, liberada del pecado y
de la muerte. La antítesis entre el “primer Adán” y el “segundo”, entre -el hombre viejo-
(Adán) y -el hombre nuevo- (Cristo), permite señalar, a San Pablo, los dos polos de la histo-
ria universal: por un lado, el polo negativo (Adán) y, por otro, el polo positivo (Cristo). En
Adán residen la carga del pecado, la corrupción y la muerte. Y en Cristo, radican la gracia, el
amor, la libertad y la vida.

De esta manera podemos afirmar que el hombre, y sólo el hombre, es el responsable de la


condición pecadora de la humanidad. Nos encontramos pues, ante una condición frágil del
hombre y la mujer, ante una realidad de violencia, muerte y destrucción que, contradictoria-
mente, aquejan a la humanidad. Pareciera ser que la cruel inhumanidad tiende a establecer-
se, con más fuerza, ante el proyecto liberador que Dios quiere para toda la humanidad. Nos
encontramos ante una realidad no querida por Dios, ante el problema y el misterio del mal
que corroe a los seres humanos, principalmente a la hora de querer realizar el sueño de Dios
en esta historia que vivimos.

Sobre esta cuestión se puede resumir lo que sigue: "El ser humano está moral e interiormen-
te deteriorado, es decir, se encuentra ante el mal en un estado que no es de sola exposición
o vulnerabilidad, sino de debilidad e inferioridad. Ese deterioro no es obra de Dios, sino del
hombre mismo: de la estructuración del pecado a todos los niveles de la vida humana. Ese
deterioro comienza ya con el origen de la historia humana. Ese deterioro contradice la volun-
tad de Dios sobre el hombre".84

Lo que se quiere decir con todo esto es que el ser humano, internamente deteriorado, nace
en un mundo que él mismo ha ido deteriorando desde sus inicios (cf. Gn 3, 1-24; Rm 3, 23;
5,12-21). Así, el ser humano, nace, crece y se desarrolla, como miembro de una sociedad en
donde se han oscurecido los valores humano-espirituales del Reino de Dios; en una socie-

84
González Faus, J. I. (1987). Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre. Santander, Sal Terrae. Pág.
380.

55
dad, en donde el rechazo de la gracia de Dios, se objetiva a través de ciertas decisiones y
acciones encaminadas a destruir el plan y la creación de Dios.

Y como muy bien se dijo en el concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes (GS), esta situa-
ción se pone de manifiesto cuando llega el momento de realizar una opción personal, sobre
todo, porque el ser humano experimenta que su libertad está herida (GS, 17), su inteligencia
oscurecida y debilitada (GS, 15), su voluntad frágil (GS, 78), su conciencia confusa y su dig-
nidad en peligro de oscurecerse (GS, 16). Esta situación es causada no por Dios, sino por el
Hombre.

Pero no todas las cosas están perdidas, desde nuestra visión creyente asumimos que el pro-
yecto liberador de Dios está en marcha. Cristo Jesús, el Hombre libre y liberador, va llevando
a plenitud todas las cosas, tanto al hombre como a la mujer y, desde luego, a toda la crea-
ción. Y precisamente, en los movimientos que trabajan por la recuperación de los sujetos, la
reconstrucción del tejido social y la reconstrucción y cuidado de la casa común, es donde el
Espíritu nos va mostrando signos evidentes de la presencia del Reino.85

Esto lo podemos ver, con claridad, desde la experiencia que vivimos en la Diócesis de San
Marcos y en nuestra parroquia de Comitancillo. La opción por una evangelización liberadora
y misionera, que impulse la defensa de la dignidad y el respeto de los derechos humanos,
así como la promoción de los valores del Reino, -la justicia, la verdad, la paz, la solidaridad,
el compromiso político-, todo esto, expresa que vamos avanzando. Aunque pareciera ser lo
contrario, la verdad nos llena de mucha esperanza ver cómo las comunidades se organizan y
trabajan, en conjunto, para salir de la pobreza y de tantos otros problemas que padecen.
Desde luego que las acciones son sencillas, se dan desde lo cotidiano pero también, con
repercusiones globales.

Pero este proyecto liberador, un proyecto de nueva humanidad o sencillamente la humaniza-


ción, no puede entenderse sin una referencia explícita al mensaje y a la vida, a la práctica de
Jesús y de las primeras comunidades cristianas. Así nos lo confirma la tradición de la Iglesia,
a través del testimonio de tantos santos, santas y mártires. Nos referimos a la vida espiritual,

85
Cf. Boff, L. (1987). Gracia y liberación del hombre. Madrid. Cristiandad.

56
es decir, a la experiencia de la gracia y del amor misericordioso de Dios que transforma y
capacita, a los seres humanos, para hacerlos constructores de una nueva creación.86

Esta experiencia no se queda en el ámbito individual, sino que transforma radicalmente a los
seres humanos y los capacita para vivir, la vida espiritual desde una referencia comunitaria.
El testimonio de las primeras comunidades cristianas, es una muestra clara de la experiencia
humana de la gracia y la misericordia, sobre todo, porque la vida de Dios se manifiesta a
través de la vida fraterna -la comunión-, la solidaridad, las celebraciones litúrgicas y el com-
promiso social, en la construcción del bien común.

Cuando hablamos del proyecto de nueva humanidad, por la acción misericordiosa de Dios,
nos referimos a lo que San Pablo describe como “vida según el Espíritu” (cf. Gl 4, 6-7; Rm 8,
2-17; Ef 2, 4-5). Se trata de una experiencia en la cual, el ser humano, liberado de toda mal-
dad y esclavitud (cf. Gl 5, 1; Col 3, 9-10), es capaz de comprometerse en la liberación de sus
semejantes y, en la liberación de la creación (cf. 1 Cor 9, 19. 22-23; Rm 8,19-23).

Ahora bien, ¿qué implica, para la persona que quiere vivir el principio misericordia, como
nueva práctica, participar a la transformación de la sociedad? A esta pregunta se puede res-
ponder desde la misma propuesta que San Lucas hace, cuando se refiere a las actitudes
éticas y espirituales, que deben estar presentes, a la hora de ejercitar la misericordia. En el
Evangelio, después que Jesús baja de la montaña y se sitúa en el llano (cf. 6, 12. 17), nos va
a proclamar las bienaventuranzas y las maldiciones (cf. 6, 20-26). Enseguida se habla del
comportamiento que debe caracterizar, a todo hombre y mujer que quieren recrear una
humanidad nueva (cf. 6, 27-36). Para eso, el discípulo debe asumir el modo de proceder de
Dios, hay que parecerse a Dios en su comportamiento: el amor y la compasión deben ser
universales; hay que superar todas las barreras, tratar bien a los demás, incluso los que nos
persiguen, calumnian o roban; hay que amar a los enemigos, a quienes están en contra del
proyecto de Dios; y otra cosa, hay que desarmar la violencia con la no violencia. Sin duda,
con estos planteamientos se ponen los fundamentos de la nueva sociedad.87

86
Como dice González Faus: "... en el inicio, el Amor de Dios, perdonador y justificador. En el camino, el amor
liberador de Dios, que coexiste y lucha con nosotros con ese otro amor llamado propio... el amor, pues de Dios,
que libera al hombre de sí mismo y para los demás. En la meta...el amor transformador de Dios, que hace al
hombre definitivamente hermano, con esa fraternidad... que es la imagen humana de la Trinidad Divina" (Op. Cit.
Pág. 426).
87
En esta misma línea, San Pablo dice que el fruto del Espíritu es “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bon-
dad, fidelidad, modestia, dominio de sí…” (Gl 5, 22-23).

57
La nueva condición humana es gracia: es igualdad ante Dios, ante los demás y la creación
entera. Ciertamente cuando hablamos de la experiencia de la gracia contemplamos tres as-
pectos que se interrelacionan el uno con el otro:

"Cuando decimos 'gracia' para hablar de la vida de Dios, expresamos algo sobre el don, sobre
Dios y sobre el hombre al mismo tiempo. Sobre el don: que es belleza, encanto, misericordia,
benevolencia y amor. Sobre Dios: abundancia, generosidad, gratuidad y libertad que es el clima
del amor. Sobre el hombre: ciertamente que no lo merece, que es gratuito, pero es también don
que cambia al hombre llenándolo de encanto y de gracia, lo hace agraciado y no desgraciado.
En ese clima de gracia y de gratuidad se establece una verdadera relación interpersonal. Y co-
mo en toda relación interpersonal, lo más gratuito es lo más necesario, como el sol, el amor o la
88
amistad".

Efectivamente, la gracia es la presencia del amor de Dios en cada ser humano; este amor es
gratuito, es un amor que dignifica y capacita para vivir un proceso de vida nueva, un verda-
dero proceso de humanización.

"Consiste en el descubrimiento constante y en la actuación perseverante del amor en


cuanto fuerza unificante y a la vez elevante: -a pesar de todas las dificultades de natu-
raleza psicológica o social- se trata, en efecto, de un amor misericordioso que por su
esencia es amor creador".89

Por todo lo anterior, el cristiano está llamado a la gracia (cf. Gl 1,6; Ef 1, 3-10). Así, “vivir en
gracia” es vivir la vida de Dios en el mundo y, dejar que ese dinamismo, de gratuidad y de
vida nueva, crezca en el mundo haciendo sentir cada vez más el poder liberador y vivificador
de la gracia. De ahí que, todo hombre y mujer, que viven de la gracia de Dios, haciendo lo
que Jesús hizo, es decir, poniendo en práctica la misericordia, descubren también su verda-
dera dignidad como hijos e hijas de Dios.

Esto lo explica, de manera sistemática, la Gaudium et Spes,90 cuando determina los rasgos
del ser humano, en cuanto a su dignidad, o mejor dicho, en cuanto a su ser y quehacer como
hijo, hermano y “señor” de la creación. Ante todo el hombre y la mujer están inmersos en el
mundo y en la historia, poseen una estructura fundamental, están llamados a vivir en comu-

88
Díaz Mateos, M. (1991). La Vida Nueva: Fe, Esperanza y Caridad. Lima. CEP. Pág. 78.
89
Juan Pablo II. Op. Cit. No. 14.
90
Cf. Gaudium et Spes. Nos. 12, 17, 18, 34, 45 y 61.

58
nión con el Creador, la orientación esencial de su existencia encuentra su razón en Cristo y,
están llamados a vivir y realizarse en libertad, como seres comunitarios y sociales.

Con estos rasgos fundamentales del ser humano, varón y mujer, podemos ahora tener más
claro lo que significa ser criaturas, a imagen y semejanza de Dios; podemos comprender por
qué en la actualidad se habla mucho de la dignidad humana, de derechos humanos. Y es
que en contextos, como hemos descrito, de constantes cambios y crisis, en todos los ámbi-
tos de la sociedad, estos rasgos adquieren una gran relevancia, sobre todo, por la sensibili-
dad que existe en la defensa de la vida humana.91

En este sentido la Iglesia siempre ha resguardado la vida de los más pobres y necesitados.
Así lo expresaron nuestros obispos latinoamericanos:

"Profesamos pues, que todo hombre y toda mujer (Gl 5, 13-14) por más insignificantes que pa-
rezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos y los demás deben respetar y
hacer respetar sin condiciones; que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier cir-
cunstancia, su dignificación; que toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien
común, consistente en la realización cada vez más fraterna de la común dignidad, lo cual exige
no instrumentalizar a unos en favor de otros y estar dispuestos a sacrificar aún bienes particula-
92
res".

La experiencia de la gracia de Dios, a través del compromiso en la defensa de la vida huma-


na es fundamental; libera a los seres humanos del individualismo y de la cerrazón y dureza
del corazón: rompe los círculos viciosos de la insolidaridad y del antireino. Se trata de una
experiencia que vivifica y le da sentido a la existencia humana. Es una experiencia de liber-
tad, pues quien entra en este proceso descubre lo que significa, ser hombre y mujer cabales.

De este modo, mediante la práctica compasiva del amor, el hombre y la mujer libres, viviendo
su fe en comunidad, pueden también asumir el gran anhelo de liberación que viven nuestros
pueblos:

"Tiene que revalorarse entre nosotros la imagen cristiana de los hombres; tiene que volver a re-
sonar esa palabra en que viene recogiéndose ya de tiempo atrás un excelso ideal de nuestros

91
Cf. Chipoco, C. (1992). En defensa de la vida. Ensayos sobre Derechos Humanos y Derecho Internacional
Humanitario. Lima. CEP.
92
CELAM (1979). Op Cit. No. 317.

59
pueblos: LIBERTAD. La libertad que es a un tiempo don y tarea. Libertad que no se alcanza de
veras sin la liberación integral (Jn 8, 36) y que es, en sentido válido, meta del hombre según
nuestra fe, puesto que 'para la libertad, Cristo nos ha liberado' (Gl 5, 1) a fin de que tengamos
vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,11) como 'hijos de Dios y coherederos con el mismo
93
Cristo' (Rm 8, 17)".

En síntesis, el proceso de humanización por la misericordia implica, personal y colectivamen-


te, un largo camino de vida; implica todo un proceso de liberación integral. Este proceso nos
exige poner toda nuestra persona -nuestra libertad y nuestro amor- y nuestras capacidades,
humanas y espirituales, al servicio de la humanidad. Y de modo especial, al servicio de los
más pobres y oprimidos.

"La libertad implica siempre aquella capacidad que en un principio tenemos todos para disponer
de nosotros mismos (GS 17) a fin de ir construyendo una comunión y una participación que
han de plasmarse en realidades definitivas, sobre tres planos inseparables: la relación del
94
hombre con el mundo, como señor; con las personas como hermanos y con Dios como hijo".

Vemos pues que para llevar a cabo un proyecto de humanización, desde un contexto como
el nuestro, hay que partir de la persona y, en concreto, hay que tomar muy en serio al ser
humano, como hombre y como mujer, creados a imagen y semejanza de Dios; hay que bus-
car, pues, el respeto de la dignidad humana.95 La humanización por la misericordia es, en-
tonces, como un proceso exigente, liberador, que capacita al ser humano para que por la
acción de Dios, asuma libre y responsablemente su tarea en el mundo.

En este proceso es Dios, con su gracia, quien sostiene el caminar de los seres humanos; es
Él quien nos invita a acoger su amor compasivo: esa gracia que nos libera de nuestras es-
clavitudes, que nos sana y también, nos capacita para ser protagonistas de nuestra propia
historia. Se trata, pues, de esa gracia que nos hace libres para vivir en la libertad de los hijos
e hijas de Dios, y en fin, para vivir la filiación, la fraternidad y la solidaridad entre los más
pobres.

93
Op. Cit. No. 321.
94
Op. Cit. No. 322.
95
"Es el respeto a la vida y, en primer lugar, a la dignidad de la persona humana la norma fundamental inspirado-
ra de un sano progreso económico, industrial y científico" (Juan Pablo II. (1990). El hombre y la Naturaleza.
Jornada Mundial de la Paz. No. 7.

60
CAPÍTULO IV:
EL GRAN DESAFÍO EVANGELIZADOR:
PRACTICAR LA MISERICORDIA

Una vez abordados los aspectos cristológicos, eclesiológicos y antropológicos, en los capítu-
los anteriores, entramos ahora al aspecto pastoral. Aunque ya se han enunciado algunas
tareas relacionadas con la misión de la Iglesia, dentro del contexto de la globalización, nos
toca explicar cómo debería encarnarse la práctica de la misericordia dentro de un proceso
evangelizador. Desde luego, tomando en cuenta la situación que viven nuestros pueblos.

Abordaremos pues, los desafíos pastorales de la evangelización, tomando como punto de


partida, esa realidad inhumana y de empobrecimiento sistemático que viven los más pobres
y necesitados. La tradición de la Iglesia latinoamericana nos ha hecho ver, desde tiempos
atrás, que la situación que viven los pobres no es casual, algo establecido por Dios, sino
fruto de la manera como se ha organizado la sociedad, en torno a la economía neoliberal.

Nos encontramos así, ante la exigencia de que la evangelización favorezca un verdadero


proceso humanizador entre quienes más sufren los impactos de esa pobreza causada por el
neoliberalismo. De hecho, la evangelización implica impulsar un proceso de vida digna, justa
y fraterna, entre nuestras comunidades pobres. Se trata pues, de asumir los anhelos de libe-
ración que viven los indigentes para que, desde el Evangelio, sean acompañados hacia la
construcción de un mundo nuevo, otro mundo posible. 96

En este sentido, la práctica de la misericordia es un modo de evangelizar, es un modo de


hacer presente el Evangelio de Jesús. En consecuencia, quien se muestra compasivo hacia
los heridos, los pobres y las personas más necesitadas; quien vive esa práctica, favorece los
procesos de humanización y liberación que, en definitiva, contribuyen para que nuestros

96
Estamos ante una realidad que nos exige "reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestio-
na e interpela" (Documento de Puebla. Nos. 31-39); más aún, desde los tiempos de la globalización, con “los
nuevos rostros de la pobreza” (Documento de Santo Domingo. Nos. 178-179).

61
pueblos logren un auténtico desarrollo. Este desarrollo implica: “pasar de condiciones de vida
menos humanas a condiciones de vida más humanas”.

"Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las
carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras
opresoras, que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los
trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Menos humanas: el remontarse de la mise-
ria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los
conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la considera-
ción de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza (Mt 5, 3), la coope-
ración en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento por parte
del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más huma-
nas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres,
y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del
97
Dios vivo, Padre de todos los hombres".

La evangelización, a la que nos referimos, debe estar entonces, en continuidad con la prácti-
ca compasiva de Jesús y de las primeras comunidades cristianas. Debe ser una evangeliza-
ción que asume el potencial evangelizador de los pobres y excluidos.98 Por lo mismo, debe
ser una evangelización liberadora, capaz de generar procesos de concientización y organi-
zación comunitaria, dentro del tejido social, de por sí ya deteriorado por las dinámicas de
violencia estructural que se viven en la sociedad; debe ser también, una evangelización que
se esfuerza en abrir espacios de vida, donde se acoge a los sujetos y se les capacita para
ser protagonistas en la construcción de un mundo nuevo.

Juan Pablo II decía: "la iglesia, en consideración de Cristo y en razón del misterio, que cons-
tituye la vida de la Iglesia misma, no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al ver-
dadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza".
Señalaba que es “el hombre real, concreto e histórico -en el ámbito de la propia familia, en el
ámbito de la sociedad y de los contextos tan diversos, en el ámbito de la propia nación, o
pueblo (y posiblemente sólo aún del clan o tribu), en el ámbito de toda la humanidad- quien

97
Pablo VI. Populorum Progressio. Nos. 20-21.
98
La Lumen Gentium nos recuerda que la Iglesia "abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad
humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador, pobre y paciente, se
esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo" (No. 8).

62
debe ser el camino primero y fundamental que la Iglesia debe recorrer, en el ejercicio de su
misión”.99

Aquí es importante recordar que la Iglesia existe para evangelizar: “Evangelizar constituye,
en efecto, la dicha y la vocación propias de la Iglesia, su identidad más profunda”.100 Que la
misión de la Iglesia sea evangelizar, esto significa que ella debe asumir, con claridad y va-
lentía, la tarea que Jesús le ha confiado: hacer presente el Reino de Dios, continuar su
práctica misericordiosa y por tanto, humanizar nuestro mundo. Pero, ¿qué significa evangeli-
zar?

Para responder a este interrogante, volvamos a la experiencia evangelizadora de las prime-


ras comunidades cristianas.101 Entre los rasgos más significativos, que vivieron los primeros
cristianos, podemos ver que los términos “evangelizar” y “evangelio” están ligados a una ex-
periencia del Espíritu, a una experiencia comunitaria que se expresa a través de las celebra-
ciones y del compromiso solidario y, a una experiencia de organización eclesial dentro de la
sociedad.

Así, evangelizar viene de evangelio y significa: buena nueva. El énfasis está en lo que tiene
de "buena" esa "nueva", es decir, su carácter salvífico para los seres humanos. Es "novedad"
gozosa y esperanzadora porque libera: salva y da vida. No debe confundirse, por tanto, con
catequesis o instrucción religiosa que, dentro de un proceso, es una etapa complementaria
posterior. No se trata de impartir conocimientos sino de comunicar vida que salva y capacita
para el compromiso solidario con los demás.

Por otro lado, evangelizar significa siempre dar la buena noticia de Jesucristo, la buena noti-
cia que es Cristo. Efectivamente, evangelio se refiere esencialmente al acontecimiento-
Jesucristo, poniendo en el centro la persona misma de Jesús. Esto requiere del cristiano y de
la comunidad creyente el clima para que se produzca el encuentro con Cristo: "lo que oímos
y vieron nuestros ojos se lo anunciamos para que estén en solidaridad con nosotros" (1Jn 1,
3).102

99
Juan Pablo II. Redemptor Hominis. Nos. 13-14 y Redemtoris Missio. No. 59.
100
Pablo VI. Evangelii Nuntiandi. No. 14.
101
Cf. Díaz Mateos - Mesters, C. (1992). Todo lo hago nuevo. Aportes bíblicos a la evangelización. Lima.
CEP. Págs. 215-218.
102
Se trata de "llenarlo todo de la buena noticia de Cristo" (Rm 15, 19): "eran las cuatro de la tarde" (Jn 1, 39),
dirá San Juan; "para mí la vida es Cristo" (Fil 1, 21) dice San Pablo. En el Sínodo de las Américas (1998), se
habló de la importancia del encuentro con Jesucristo: “camino para la conversión, la comunión y la solidaridad”.
Ese encuentro se realiza especialmente en la Escritura, la Liturgia y con los pobres (Documento Ecclesia in
América. No 12).

63
Además, el evangelio es "la fuerza de Dios para salvar" (Rom.1, 16); es la presencia de Cris-
to resucitado, a quien se le acoge por la fe, como compromiso de vida y no como mero asen-
timiento intelectual a un sistema doctrinal, a un credo o a un culto. El evangelio nos hace ser
discípulos de Cristo, seguidores suyos y continuadores de su práctica; es fuerza de vida que
derrumba barreras y prejuicios para forjar la familia de hijos de Dios. Es mucho más una for-
ma de vivir que una forma de pensar y, por lo mismo, habrá más preocupación por la orto-
praxis que por la ortodoxia.103

Otro rasgo, el evangelio es siempre salvación universal y vida nueva para todos. Hay una
exigencia de apertura que prohíbe todo enclaustramiento en un ghetto estrecho y excluyente.
Hay un dinamismo de apertura hacia todos sobre todo hacia los excluidos y hacia los que
menos cuentan en la sociedad. Es la mejor forma de proclamar la universalidad de la verdad
que Dios quiere, que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Jesús dijo: “va-
yan y hagan discípulos entre todos los pueblos” (Mt. 28, 18). Aunque dicha universalidad
exige también un amor preferencial por los pobres y excluidos.104

Igualmente, el evangelio se manifiesta transformando los sistemas de dominación: "Esos que


han revolucionado el mundo" Hch (17, 6). Evangelizar significa asumir que algo de revolucio-
nario tiene esta forma de vivir que se anuncia, porque choca con los intereses del mundo
político, social y económico. El anuncio del evangelio desinstala una sociedad montada so-
bre las desigualdades, la injusticia y la explotación. No se trata de una forma de vivir que
legitima el sistema, sino que se opone a él al ponerse de parte de los excluidos.

En este sentido, se necesita mucha parresía105 -libertad y audacia- para vivir y proclamar el
evangelio, para ser fieles a la misión. La comunidad evangelizadora no puede atarse ni a
intereses propios -la seguridad propia, el poder o el prestigio-, ni a los ajenos -del mundo-.
Debe más bien inquietar al mundo. Y se le pide el difícil equilibrio de estar siempre en cami-
no, acercándose a los pobres para salvarlos y, al mismo tiempo, estar libre para no atarse a

103
Cf. Miq 6, 6-8; Lc 10, 29-37; Fil 1, 27; St 1, 26.
104
Así lo expresó Juan Pablo II: "Fiel al espíritu de las bienaventuranzas, la Iglesia está llamada a compartir con
los pobres y los oprimidos de todo tipo, por esto, exhorto a todos los discípulos de Cristo y a las comunidades
cristianas, desde las familias a las diócesis, desde las parroquias a los Institutos religiosos, a hacer una sincera
revisión de la propia vida en el sentido de la solidaridad con los pobres" (Redemptoris Missio. No. 60).
105
La fuente de la parresía es (audacia) el Espíritu (cf. Lc 4, 18; 1Tes 5, 19). En cierto modo, por eso se insistió,
en Aparecida, Brasil, sobre la importancia de vivir como “discípulos y misioneros de Jesucristo”, para que desde
una experiencia del Espíritu, los cristianos emprendamos la tarea de poder contribuir a una vida digna para nues-
tros pueblos.

64
un sistema o cultura determinada. Es el gran desafío del evangelio en su caminar histórico
hacia los seres humanos.

Con todo esto, hay que afirmar que la evangelización connota siempre, una experiencia de
conflicto para los discípulos de Jesús. Esto es algo inevitable.106 El evangelio no se impone,
más bien confronta y encuentra resistencias, en lo íntimo del corazón y en las estructuras de
la sociedad que se resiste a cambiar. El anuncio del evangelio es, por tanto, una invitación al
cambio. Y los que han cambiado -porque han creído-, son también testigos y mártires, sus
vidas son como una palabra con connotación judicial, porque han abierto un proceso al mun-
do (cf. Jn 9, 39) que mata, discrimina y divide.107

En síntesis, creemos que la evangelización será, siempre, aquella acción que toda la Iglesia
realiza cuando anuncia la Buena Nueva del Reino de Dios, a los seres humanos concretos e
históricos. Esta tarea, realizada a través de gestos y palabras liberadoras, genera en la vida
de las personas y en la sociedad, todo un proceso de conversión, de transformación y por lo
tanto, de humanización.108 La práctica de la misericordia a favor de los más pobres contribu-
ye, eficazmente, en esta tarea que es de toda la Iglesia.

Ante todo, lo que buscamos como Iglesia, en la novedad de la acción evangelizadora es


"realizar lo que él hizo y enseñó: asumir el dolor de la humanidad y actuar para que se con-
vierta en camino de redención".109 En este sentido, en nuestra práctica eclesial, desde la
vivencia de las comunidades eclesiales de base en América Latina, se habla del desafío de ir
construyendo un nuevo modelo de Iglesia -una Iglesia samaritana-, que sea casa y escuela
para la comunión y la práctica de la misericordia.

"La parábola del buen samaritano define en términos sumamente concretos cuál debe ser la
misión de la Iglesia en América Latina. La misión de la Iglesia significa siempre un servicio a los
hombres, especialmente a hombres como el de la parábola: caídos y medio muertos (cf. Lc 10,
30). Esta fue también la misión de Jesús, el Hijo de Dios: liberar a los oprimidos (Lc 4, 17-21; 7,
23; Mt 9, 35; Mc 7, 37; Hch 9, 13). Y la Iglesia encuentra el sentido de su existencia en ser la

106
Dicen: "que hay otro Rey, Jesús (Hch 17, 7), "están alborotando nuestra ciudad... predican enseñando cos-
tumbres que nosotros no podemos aceptar" (Hch 16, 20).
107
Esto se ha dado en Mons. Romero, Mons. Gerardi, así como en tantos catequistas, sacerdotes y religiosas,
que se entregaron como Jesús, al servicio de los más pobres y excluidos,
108
Cf. CELAM (1979). Op. Cit. Nos. 350, 353, 356-360, 483.
109
CELAM (1992). Op. Cit. Mensaje. No. 8.

65
prolongación de este servicio de Jesús a todos los hombres, particularmente a los humillados y
110
ofendidos de nuestra historia".

Si nuestra preocupación es, entonces, la humanización por la misericordia, es decir, humani-


zar nuestro mundo y de un modo especial, el mundo de las víctimas del neoliberalismo, en
este caso, es importante tener presente tres grandes:111 la evangelización deberá favorecer a
que los cristianos vivan una profunda experiencia del Dios misericordioso y compasivo; para
realizarse, deberá estar animada por la espiritualidad que podemos llamar: de la gratuidad y
de la compasión y; deberá expresarse de diversos maneras, mostrando así, la riqueza de la
buena nueva del Reino.

Hoy es urgente que nuestros pueblos realicen una nueva lectura de su pasado y de su reali-
dad presente.112 Ante la compleja realidad que se vive en el continente los pobres anhelan
recuperar su memoria histórica, como punto de partida para buscar mejores condiciones de
vida. Así, la experiencia del Dios compasivo y la recuperación de la memoria histórica, nos
permitirán articular, discernir y definir las mediaciones históricas de la revelación de Dios. De
hecho, la experiencia de Dios acontece ahí donde se experimentan las miserias humanas y a
la vez, ahí donde se están manifestando sus anhelos más profundos de libertad, de fraterni-
dad, de paz y de una vida más humana.

Hoy es urgente también, que la Iglesia acompañe a los pueblos pobres a través de la escu-
cha y el diálogo, la ternura y la acogida y, el lenguaje simple y renovado. Esta actitud debe
que ser constante, se trata de una espiritualidad y una actitud fundamental, practicada por
Jesús y sus discípulos practicaron.113 Ante el riesgo que se corre, de crear una imagen del
pobre, como aquel que no tiene conciencia o que tiene un “mirar” anquilosado, hoy es muy
importarte despertar la conciencia de los pobres y, ayudarles a superar lo que les impide
percibir la novedad de la presencia liberadora de Dios, en los hechos de la vida.

110
Boff, L. (1986). Teología desde el lugar del pobre. Santander. Sal Terrae. Pág. 46.
111
Aquí resulta muy iluminador el aporte de Carlos Mesters: Los discípulos de Isaías (Isaías 40-66), en “Todo lo
hago nuevo. Aportes bíblicos a la evangelización”. Págs. 15-32.
112
"La presente situación es el resultado de sistemas y decisiones que vienen de muy atrás; que están caracteri-
zados por su extrema complejidad y que requieren, por tanto, un cuidadoso análisis para tratar de detectar las
causas, comprender los complicados mecanismos y, con creatividad, proponer nuevas estrategias capaces no
sólo de garantizar el pan en todas las mesas, sino también, y sobre todo, de establecer sólidamente las condicio-
nes necesarias para el desarrollo de todos y cada uno de los ciudadanos" (Juan Pablo II, Discurso a los Empre-
sarios. Durango, México. Mayo 9 de 1990).
113
Cf. Lc 24, 13-35; Matos, J. - Cristiano, H., Op. Cit. Págs. 23-68.

66
Y, finalmente, es urgente que la Iglesia hable de la realidad a nuestros pueblos, ayudando a
que la naturaleza, la política, la economía y la cultura, dejen de ser extrañas y hostiles. La
Iglesia debe acompañar pues a los pobres en su lucha por la tierra, por lograr espacios de-
mocráticos; en su lucha por lograr una economía solidaria, por lograr una verdadera identi-
dad cultural, por tener un trabajo más humano y más digno; en su lucha por la defensa de la
vida, por la transformación de las estructuras y, en su lucha por lograr una sólida integración
latinoamericana.114

114
Cf. CELAM (1979). Op. Cit. Nos. 385-393; CELAM (1992). Op. Cit. Nos. 171-177, 190-193, 194-203, 230-251,
182-185, 164-168, 204-207 y 209 (El apartado sobre Promoción Humana).

67
VIII. CONCLUSIONES

En esta investigación hemos planteado, que los sujetos y las comunidades, se encuentran
atravesando por una “crisis de la subjetividad”. Esta se manifiesta de diversas maneras: a
través de un malestar psicológico y espiritual, propio de la frustración de la gente del campo;
a través del desencanto, por no lograr resolver los problemas económicos; a través de la
desconfianza hacia los demás, porque se ve „al otro‟ como un adversario al cual hay que
derrotar; por las heridas del conflicto armado, que la gente todavía no ha sanado; en fin, es-
tas crisis se manifiestan, sobre todo, a través de de la ruptura del tejido social.

Entre las causas que originan esta situación, está sin duda, la violencia estructural de un
sistema socio-económico neoliberal que, aunque está pasando por una etapa de incertidum-
bre, no deja de golpear negativamente, a las personas y comunidades más pobres de Gua-
temala. Pero ante esta realidad, de por sí muy compleja, es muy significativa la reacción,
sobre todo, de las comunidades indígenas que, en medio de la globalización capitalista,
están resistiendo y, a la vez, abriéndose paso, para ir gestando algo nuevo, distinto, alterna-
tivo a lo que el mismo sistema neoliberal pretende imponer en la sociedad.

De esta manera, nos encontramos desde nuestra experiencia de Comitancillo, con personas
capaces de abrir espacios nuevos, de comunión y participación. Vemos pues, cómo a través
de las comunidades eclesiales de base los indígenas se están congregando, no sólo para
encontrarse y valorarse, como sujetos, sino también, para ir recuperando, sus valores y cos-
tumbres, que están siendo amenazadas por el impacto de las políticas neoliberales. La co-
munitariedad es uno de los valores fundamentales del pueblo maya-mam, que aún no ha
sido del todo destruido, por el egoísmo y el individualismo, presentes en la ideología que
propaga el capitalismo salvaje.

Teniendo en cuenta esta realidad y, considerando el horizonte de la revelación cristiana, en


las Escrituras y en el Magisterio de la Iglesia, hemos querido fundamentar, desde el tema de
la misericordia, cómo los sujetos pueden ir redescubriendo su identidad. Y es que las comu-

68
nidades de Comitancillo aún confían en la Iglesia, es decir, han hecho la opción de caminar
con ella, en la construcción de una vida nueva. En este sentido esperan siempre, el apoyo de
sus pastores y sus dirigentes religiosos. Creen pues, en las propuestas liberadoras.

A pesar pues, de los fuertes impactos del individualismo liberal, los indígenas mayas-mames,
siguen siendo un pueblo profundamente comunitario. En el seno de la comunidad se valora a
la persona humana, al niño, al adolescente, al joven, al adulto y no se diga, a los abuelos. La
común dignidad se expresa también, en un profundo respeto por la tierra y los animales,
considerados como regalo de Dios. Por eso para los pueblos indígenas es muy importante la
experiencia de armonía con Dios, con los demás y con toda la creación. Y justamente, desde
esta armonía se construye la dignidad humana y se establecen lazos de fraternidad.

Precisamente por eso, desde la enseñanza de Jesús, en la parábola del buen samaritano,
hemos querido iluminar la riqueza de la experiencia comunitaria de este pueblo, con el fin de
mostrarles una nueva perspectiva de la vida cristiana. Así, con el aporte teológico de esta
investigación y, desde la vivencia comunitaria de la fe, se está logrando comprender, a ma-
yor profundidad: quiénes somos como personas humanas, quién es Jesús y qué significa
seguirle, qué implica poner en práctica la misericordia y, cómo construir la nueva humanidad.
Esto quiere decir que nuestra propuesta teológica-pastoral ha sido bien acogida.

Con esta investigación se ha mostrado también, que el recorrido es bastante largo. Esto
quiere decir que, la experiencia de las comunidades eclesiales de base y, el desafío de la
práctica de la misericordia, en estos tiempos, están resultando muy exigentes. A pesar de
eso, nos anima ver que los laicos y laicas están anuentes para formarse y prepararse y así, a
afrontar los retos que se tienen por delante. Nos motiva también, que ahora en Comitancillo
ya se han iniciado nuevas comunidades eclesiales de base en Chiquila, Tuizacajá, Piedra de
Fuego y, dentro de poco, en Chíxal.

69
IX. RECOMENDACIONES

+ Que los agentes pastorales de nuestras comunidades se sitúen críticamente, dentro del
amplio contexto de la globalización económica neoliberal, que se está impulsando en nues-
tros pueblos y, de modo especial, en Guatemala. Para eso será necesario organizar talleres
de análisis de la realidad con la asesoría de algunos especialistas.

+ Que los agentes pastorales de nuestras comunidades asuman los nuevos contenidos te-
ológicos de esta investigación, profundizando sobre el significado de la práctica de la miseri-
cordia. Esto se logrará a través de los temarios que se preparen para las comunidades ecle-
siales de base y también, de los cursos de formación de que ofrecen en la parroquia.

+ Que los agentes pastorales de nuestras comunidades logren una nueva síntesis de los
contenidos teológicos de la práctica de la misericordia, para impulsar una evangelización y
un compromiso transformador en la sociedad. Para eso, se reorganizarán los cursos de la
Escuela de formación bíblica que funciona en la parroquia.

+ Que los agentes pastorales se comprometan a implementar, en sus propias comunidades,


un nuevo estilo de organización eclesial y social, que les permita contribuir solidariamente en
la construcción de un nuevo desarrollo. Esto se realizará con el apoyo de la comisión de pas-
toral social parroquial y el apoyo de la pastoral social diocesana.

+ Ante todo queremos impulsar estas recomendaciones, ampliando aún más nuestra mirada,
acogiendo y, a la vez, promoviendo a todas las personas que compartan esta perspectiva
teológica. Por eso, a través de nuestro trato fraterno, cotidiano y, a través de nuestras tareas
sociales de la pastoral, queremos impulsarlos para que vivan como hijos e hijas de Dios.

70
X. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Aguirre, R. (1994). La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias so-
ciales. Santander. Sal Terrae.

2. Alarcón Rodas, J. Los efectos de la globalización en Guatemala. Disponible en


Internet.

3. Autores varios. (2001). Iglesia y cambio de época. Guatemala. Voces del Tiempo.
No. 40.

4. Autores varios. (1993). Neoliberales y pobres. El debate continental por la justi-


cia. Bogotá. CINEP.

5. Autores varios. (2006). Sujeto y comunidad. Guatemala. Voces del Tiempo. No. 52.

6. Benedicto XVI. (2006). Dios es caridad. Guatemala. Misioneros Claretianos.

7. Bengoa, J. (2000 a.). La emergencia indígena en América Latina. Santiago. FCE.

8. Bravo, C. (1990). Discernir la evangelización. México. Christus. No. 639. Págs. 7-


11.
--- (1991). Cristo, sacramento de la Misericordia del Padre. México. Christus. Nos.
645-646. Págs. 29-34.
--- (1992). El papel de las Iglesias en el proyecto neoliberal. México. Christus. Vol.
653. Págs. 15-18.

9. Castillo, J. M. (1990). Teología para comunidades. Sevilla. Paulinas.

10. CELAM. (1968). La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz


del Concilio. Medellín. II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
--- (1979). La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Pue-
bla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

71
--- (1992). Nueva Evangelización, Promoción Humana, Cultura Cristiana, "Jesu-
cristo ayer, hoy y siempre". Santo Domingo. IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano.
--- (2004). Tratados de Libre Comercio: hacia una integración justa y para todos.
Sao Paolo. Declaración del Departamento de Justicia y Solidaridad.
--- (2007). Discípulos y Misioneros de Jesucristo. Para que nuestros pueblos en
Él tengan vida y vida abundancia. Aparecida. V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano. Documento Conclusivo.

11. Cervera, R. (1990). CEB's: los pobres son evangelizados y evangelizan. México,
Christus. No. 639. Págs. 32-38.

12. Comblin, J. (1992). El mundo a fines del Siglo XX. México. Christus. Nos. 655. Págs.
55-65.

13. Chipoco, C. (1992). En defensa de la vida. Ensayos sobre Derechos Humanos y


Derecho Internacional Humanitario. Lima. CEP.

14. De Sebastián, L. (1990). La gran contradicción del neo-liberalismo. México. Chris-


tus. No. 639. Págs. 51-59.

15. Díaz Mateos, M. (1993). "Tu hermano pobre" (Dt 15, 7). Lima. Páginas. No. 121. Págs.
63-75.

16. Dussel, E. (1998). Ética de la Liberación. En la edad de la globalización y de la ex-


clusión. Madrid. Trotta.

17. Echegaray, H. (1980). La práctica de Jesús. Lima. CEP.

18. Cristiano, E., Matos, J. (1993). Misericordia como Espiritualidad. Una perspectiva
Latino-Americana. Belo Horizonte. Actualización. No. 241. Págs. 23-68.

19. Ellacuría, I. (1989). Utopía y profetismo desde América Latina. Un ensayo concreto
de soteriología histórica. El Salvador. RLT. No. 17. Págs. 141-183.

72
20. Fundamam. (2003). Diagnóstico de la Región Mam. San Juan Ostuncalco. Edisa.

21. Galilea, S. (1980). Religiosidad Popular y Pastoral. Madrid. Cristiandad.

22. Garibay, J. (1991). Inserción de Jesús en su realidad. México. Christus. Nos. 645-
646. Págs. 24-28.

23. González Faus, J. I. (1984). La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología. Santan-


der. Sal Terrae.
--- (1987). Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre. Santander. Sal Te-
rrae.

24. Gorostiaga, X. (1992). América Latina frente a los desafíos globales. México. Chris-
tus. Nos. 655-656. Págs. 11-23.
--- (2000). El legado de la experiencia centroamericana 1970-2000. Praxis, media-
ciones y opciones cristianas. El Salvador. RLT No. 335.

25. Gutiérrez, G. (1970). Líneas pastorales de la Iglesia en América Latina. Lima. CEP.
--- (1983). Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo. Lima.
CEP.
--- (1987). Evangelización y opción por los pobres. Buenos Aires., Paulinas.
--- (1990). Teología de la liberación. Perspectivas. Mirar lejos. Lima. CEP.

26. Hernández Pico, J. (2005). Terminar la guerra, traicionar la paz. Guatemala. C. So-
ciales.
--- (2006). Otra historia es posible ¿Dónde está Dios en la Globalización? Guate-
mala. C. Sociales.

27. Hinkelammert, F. (2001). El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización.


Santiago. Lom.
--- (1995). Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión. San José. DEI.

28. Hurtado, J. M. (1990). Las comunidades eclesiales de base: portadoras y creado-


ras de cultura. México. Christus. No. 639. Págs. 27-31.

73
29. Juan Pablo II. (1980). Rico en Misericordia. Carta Encíclica.
--- (1990). La misión del Redentor. Carta Encíclica.
--- (1991). Cien años después. Carta Encíclica.
--- (1999). Iglesia en América. Exhortación Apostólica.
--- (2001). El nuevo milenio que se abre. Carta Apostólica.

30. Legido, M. (1986). Misericordia entrañable. Historia de la salvación anunciada a


los pobres. Salamanca. Sígueme.
--- (1986). Fraternidad en el mundo. Un estudio de eclesiología paulina. Salaman-
ca. Sígueme.

31. Lohfink, G. (1998 c.) La Iglesia que Jesús quería. Dimensión


comunitaria de la fe cristiana. Bilbao. Desclée.

32. Martín-Varó, I. (1998). Psicología de la Liberación. Madrid. Trotta.

33. Mejía M., J. J. (1999 b.). Recuperar la conciencia de sujeto. La interioridad, dimen-
sión olvidada. Bogotá. CINEP.

34. Mendoza, C. (1999). Los mayas frente a la globalización. Cobán. Centro Ak‟ Kutan.

35. Mesters, C. (1992). La práctica evangelizadora de Jesús. México. Christus. Nos.


655-656. Págs. 36-42.

36. Mo Sung, J. (1998). Deseo, mercado y religión. Santander. Sal Terrae.

37. Muñoz, R. (1992). Evangelización popular liberadora. México. Christus. Nos. 655-
656. Págs. 50-54.

38. Obispos de Guatemala. (1983). El Humanismo y la cuestión del hombre en peli-


gro. Guatemala.
--- (1988). El Clamor de la Tierra. Guatemala
--- (1992). Quinientos años anunciando el Evangelio. Guatemala.
--- (2002). Ve y haz tú lo mismo. Guatemala.
--- (2007). La Gloria de Dios es la vida del hombre. Guatemala.

74
39. Pablo VI. (1975). Para anunciar el Evangelio. Exhortación Apostólica.

40. Pérez Aguirre, L. (1990). La opción entrañable. Montevideo. Paulinas.

41. Quiróz, Á. (1991). Vaticano II: Iglesia que opta por los pobres en la fuerza del
Espíritu. México. Christus. Nos. 650-651.

42. Richard, P. (1998). El Movimiento de Jesús antes de la Iglesia. Una interpretación


Liberadora de los Hechos de los Apóstoles. San José. DEI.
--- (2005) La Iglesia que opta por los pobres y contra el sistema de globalización
neoliberal. Disponible en Internet, RLT.

43. Sobrino, J. (1988). Liberación, misericordia y justicia. Lima. Páginas No. 93. Págs.
55-60.
--- (1991). Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret.
Madrid. Trotta.
--- (1992). El principio-misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados.
Santander. Sal Terrae.
--- (1999). La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. Madrid. Trotta.

44. Solano, L. (2005). Guatemala: petróleo y minería en las entrañas del poder. Gua-
temala. Inforpress.

45. Taméz, E. (1998). Cuando los horizontes se cierran. Relectura del libro de Ecle-
siastés o Qohélet. San José. DEI.

46. Touraine, A. (1996) ¿Podremos vivir juntos? La discusión pendiente: el destino


del hombre en la aldea global. Buenos Aires. FCE.

47. Vigil, J. M. (1996). Aunque es de noche. La “hora espiritual” de América Latina en


los 90. Bogotá. EVD.

75
ANEXO

Ofrezco, a continuación, el resultado y la síntesis del trabajo de reflexión de las comunidades


eclesiales de base, en torno al cuestionario que se les ha aplicado en la investigación.115

1. ¿Cómo ves el TLC con los Estado Unidos? ¿Es positivo o negativo ese Tratado? ¿Ayuda
a los más pobres? ¿En qué sí, en qué no ayuda? ¿Por qué existe la pobreza en el país?
¿Cómo se puede mejorar la vida de los más pobres?

- En el TLC no vemos nada de provecho (Población).

- La ventaja del TLC es para los Estados Unidos porque producen mucho. Para nosotros los
guatemaltecos no nos beneficia porque no producimos mucho. La pobreza en Guatemala
existe por falta de trabajo, no hay empleo y el salario es muy bajo; la canasta básica está
muy cara. Debería haber fuentes de trabajo y mejores salarios (Chicajalaj).

- El TLC es sólo para los ricos, pues las empresas nacionales manejan el producto extranje-
ro. La pobreza en el país existe porque la gente vive desorganizada; no hay empleo; falta
estudio; los gobiernos sólo ayudan a los ricos. La vida de los pobres se puede mejorar sólo
organizándose (Santa Teresa).

- El TLC sólo hace progresar a los empresarios, al CACIF. En nada ayuda a los pobres por-
que hemos sido explotados por el precio de las cosas que consumimos; nosotros no tene-
mos acceso para que nuestros productos salgan a otros países. En ningún momento ha traí-
do beneficios a los pueblos pobres; la gente ha sido explotada en vez de mejorar la vida; la
canasta básica se ha ido para arriba, falta empleo; las cosas exportadas de otros países son
muy caras y eso no nos beneficia. La pobreza existe porque nadie pone la mano en la con-
ciencia para combatirla, por ejemplo el gobierno; por otro lado, la desigualdad y los ladinos
no quieren que superemos la pobreza. Para mejorar la vida de los pobres hay que proponer
algún proyecto de desarrollo, organizarse bien, y que las organizaciones internacionales nos
ayuden con proyectos, centros de capacitación y después aplicarlo en la vida para el desa-
rrollo (Taltimiche).

115
Resumen de las ceb‟s de la Población, Chicajalaj, Santa Teresa, Taltimiche y Tuilelén.

76
- El TLC trae beneficios para los grandes comerciantes. Lo positivo es que algunos productos
han sido transportados; lo malo, es que los productos de los campesinos no se transportan
internacionalmente. Es bueno para los grandes empresarios pero para el pueblo pobre no
tiene nada bueno, no ayuda a los pobres. La pobreza existe por la discriminación y la explo-
tación de los ricos sobre los pobres; porque los precios siguen igual, hasta peor, han sido
elevados. Para mejorar la vida de los pobres hay que ser conscientes y estar unidos para
elegir un buen gobierno que tome en cuenta al pueblo necesitado. La vida de los pobres
puede mejorar si hay una buena organización, si los productos o cultivos se comercializan
internacionalmente (Tuilelén).

2. ¿Cómo se sienten las personas en estos tiempos que vivimos? ¿Están contentos, tristes,
satisfechos? ¿Qué les hace falta? ¿Qué pone feliz a la gente? ¿Se podrán superar los pro-
blemas que vive la gente? ¿Cómo se logrará eso?

- Las personas se sienten muy tristes por la violencia en el país (Población).

- Es preocupante la situación, no hay seguridad, hay muchas violaciones, delincuencia, asal-


tos, matanzas; no hay justicia para quienes son culpables. Hay que exigir al gobierno para
que haya seguridad; hay que unir esfuerzos tanto el gobierno como también las familias
(Chicajalaj).

- Los vecinos y las familias están tristes, no están satisfechos por el alto costo de todas las
cosas. En algunos hogares falta comida y medicamentos, así como varios integrantes viven
en el extranjero, por la situación difícil en el país. Los problemas son delicados, pero se pue-
den superar organizando a toda la gente (Santa Teresa).

- Preocupados y tristes por tanta violencia en el país, por las cosas malas que una persona
hace a otra, por ejemplo, la matanza, la envidia, los robos, la mala comprensión. Pero felices,
pues cada día hay más fieles católicos que pueden contribuir para que la violencia no siga
penetrando más en nuestra tierra. Hay gente contenta y agradecida con Dios, por todo lo que
les ha dado; gente satisfecha por la vida que Dios les ha regalado y por la Palabra que no
falta cada día. Lo que pone feliz a la gente es la solidaridad, el compartimiento, ayudar a los
demás a solucionar los problemas. Éstos se pueden superar concientizando a la gente y
haciendo visitas religiosas, conjuntamente con la junta directiva, catequistas y ministros de
enfermos y de la eucaristía (Taltimiche).

77
- Todo el pueblo cristiano siente preocupación porque pocos tienen mucho y muchos tienen
poco. Las familias se sienten tristes y explotadas porque el precio de los fertilizantes y de la
canasta en el mercado aumenta cada día, igual de los granos básicos, lo que es del consu-
mo diario; no hay fuentes de trabajo, buena salud, educación y alimentación; no hay cosa
que haga feliz; no estamos contentos. A esto se debe la violencia. Sólo queda la confianza
en los demás para luchar unidos, para solucionar este problema que sufre la gente, para
lograr mejores condiciones de vida. Para ser feliz hace falta: una organización en cada co-
munidad, asesoría agrícola, la paz con la guerrilla, saber quién es Dios, vivir juntos con la
familia. Los problemas no creemos que se puedan superar, sin embargo, hay que trabajar
por el precio justo de los productos y que los campesinos tengan trabajo y un salario justo
(Tuilelén).

3. ¿Cómo vives tu compromiso cristiano en la sociedad actual? ¿En tu familia y con tus veci-
nos: se conoce, se ama y se sigue a Jesús? ¿Qué dicen de Jesús? ¿Qué significa que Jesús
haya venido a liberarnos y a darnos vida abundante?

- Jesús es el amor; hay que ser como él, eso dice en su Palabra (Población).

- En algunas familias se comparte, en otras no, porque no hay comprensión y no existe un


compromiso total para conocerse uno mismo y conocer a la sociedad. La gente alaba a
Jesús porque es el Salvador y Creador; las personas creen en Jesús por su Palabra, otros tal
vez no lo conocen, quizás no tienen la responsabilidad de buscar a Jesús a través de las
reuniones (Chicajalaj).

- El compromiso en la familia y en la comunidad está siendo una lucha, falta algunas cosas
para hacer todo bien. La mayoría ama y cree en Jesús. La gente dice que Jesús ha venido a
liberarnos, a darnos vida abundante porque él dio su vida para salvar a su pueblo (Santa
Teresa).

- El compromiso cristiano se vive excelente, porque hemos tratado la forma de que toda la
gente se acerque a Dios, para anunciarles el Evangelio. En esta comunidad hay más cristia-
nos que no cristianos, entonces toda la gente conoce a Jesús cuando se anuncia el Santo
Evangelio. La gente dice que Jesús es un buen Pastor que nos cuida y nos libera de todo
mal; él nos dio un buen ejemplo para toda la humanidad. Jesús vino por los pecadores, no
vino por los justos (Taltimiche).

78
- El compromiso cristiano es regular, ni frío ni incrédulo, pero hace falta mucho por hacer
como nos manda Jesús; aunque se vive siempre con la idea de ser activos a veces hay defi-
ciencia. La gente dice que Jesús es Hijo de Dios, del Altísimo; él es Salvador, Maestro, Santo
y compasivo. Un 40% o 60% sigue y ama a Jesús, perseveran; y un 10% son los que lo co-
nocen sólo de nombre pero no lo siguen. Jesús por su eterno amor vino a liberarnos de la
esclavitud del pecado y nos dio su vida por la sangre que derramó en la cruz. Y también,
Jesús nos ha liberado por su muerte y resurrección, esto lo celebramos en la Eucaristía (Tui-
lelén).

4. ¿Cómo ves la participación de la gente en la Iglesia? ¿Están contentas? ¿Las comunida-


des están organizadas? ¿Qué debe mejorar en la Iglesia? ¿Qué significa que nuestra Iglesia
sea casa y escuela para la comunión?

- No todos participan en la Iglesia, porque hay gente que está ocupada en cosas materiales.
La Iglesia debe ser más solidaria (Población).

- Si miramos a nuestro alrededor hay variaciones, unos van a la Iglesia porque tienen nece-
sidad y fe en Dios, la mayoría participa. La gente no tiene descontentos con la Iglesia, por el
momento esperamos que siga igual. Tal vez la comunidad no está organizada al 100% por-
que necesitamos que haya más organización con los niños, a veces no respetan la salida y
entrada del templo, se necesita mejorar el ambiente, ser responsables, no ensuciar (Chicaja-
laj).

- Nuestras familias y vecinos participan en la Iglesia; están contentos; en algunos trabajos


están organizados, en otros no. Lo que debe mejorar en la Iglesia y en la comunidad es que
se apoye en todo trabajo, por ejemplo: técnico agrícola, comercio, industria, artesanía y tener
un control en estas actividades para ver su avance en cada comunidad, para que así la Igle-
sia sea escuela y casa para la comunidad y se viva feliz en lo espiritual y material (Santa
Teresa).

- El 80% de los hermanos están participando en la Iglesia, algunos no dejan su trabajo; otros
por algún problema o por el alcoholismo. Los hermanos sí están contentos con la Iglesia
porque ahí se anuncia la Buena Nueva de Jesús y se preparan para la vida eterna. Aunque
falta motivación para acercarse a Dios, celebrar misas, talleres de preparación, visitas a los
hermanos decaídos, reuniones de capacitación y ayudarles a solucionar los problemas. En la
Iglesia se aprenden muchas cosas para nuestra vida espiritual (Taltimiche).

79
- Algunos participan y otros no lo hacen por ciertas circunstancias, por cuestiones de trabajo.
Los que participan en la Iglesia están contentos porque conocen la vida en Dios y tienen la fe
y la esperanza que existe otra vida que es eterna. Las comunidades sí están organizadas.
Hay buena participación de los hermanos líderes en las comunidades. En la Iglesia se da la
enseñanza para el camino de la verdad. Las familias participan regularmente en la comuni-
dad, un 70% participa. Quienes lo hacen están contentos porque hemos encontrado el cami-
no, la verdad y la vida, la paz, el perdón, la reconciliación, el amor y la solidaridad. No todas
las comunidades están organizadas. En la Iglesia debe mejorar la formación de varios líde-
res, catequistas, ministros de diferentes ministerios en cada comunidad. La Iglesia nos ense-
ña, nos educa, nos forma y es un apoyo de la comunidad en problemas, pecados y otros
(Tuilelén).

5. ¿Cuál debe ser el trabajo de la Iglesia y las comunidades, en la sociedad? ¿Las comuni-
dades deben meterse en la política y en los proyectos de desarrollo? ¿Cómo hacer para que
la Iglesia sea más comprometida y solidaria?

- Debemos organizarnos mejor (Población).

- La misión de la Iglesia y las comunidades es orientar a padres y madres a asumir su res-


ponsabilidad para que puedan educar a sus hijos, para poder participar en la celebración de
la Palabra de Dios y orientar en la participación para colaborar en las actividades que se rea-
lizan en la comunidad (Chicajalaj).

- El trabajo pastoral y la misión de la Iglesia, en la comunidad y en nuestra sociedad, es en-


señar al pueblo a saber amar, trabajar y vivir feliz en el trabajo material y espiritual como
Jesús enseñó a sus discípulos. Si las comunidades están participando en proyectos de desa-
rrollo y política, lo que se debe hacer, para que nuestra Iglesia sea más comprometida, es
buscar más trabajadores honestos que conozcan las necesidades de la comunidad, los pro-
blemas espirituales y materiales; deben ser personas que no tienen intereses personales,
pues así son los dirigentes de las asociaciones de nuestro municipio que no ven el trabajo
hacia las comunidades (Santa Teresa).

- La misión de la Iglesia debe ser ayudar a los hermanos que tienen problemas del vicio del
alcohol y anunciarles el Evangelio para que cambien su vida. Las comunidades sí deben
meterse a participar en la política y en los proyectos de desarrollo de la comunidad, porque

80
sólo así pueden desarrollarse, siempre y cuando sean buenos proyectos. La Iglesia debe
ayudar a los más necesitados, compartir las necesidades (Taltimiche).

- La misión de la Iglesia es enseñar, educar, velar y animar a los decaídos, fortalecer la fe de


los débiles, defender los derechos de cada persona de la comunidad. Las comunidades de-
ben participar en la política para la superación de la comunidad. Para que nuestra Iglesia sea
más comprometida se debe orientar, capacitar a los hermanos para que todos seamos com-
prometidos en unidad. Las comunidades sí deben meterse en política porque debemos tener
un deber de velar por el desarrollo familiar y comunitario en una vida justa. Para que nuestra
Iglesia sea más solidaria y comprometida debe concienciar a la comunidad a solidarizar vo-
luntariamente como hijos de Dios, formando una familia y comprometer con los hermanos y
con Dios (Tuilelén).

81

También podría gustarte