El Pensamiento Náhuatl Cifrado Por Los Calendarios - Laurette Séjourné

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CNI
CHICAGO
HAROLD HASHINCION edi bire

Se

COLECCION AMERICA NUESTRA


a america indígena

AMÉRICA NUESTRA es una nueva colección


(ie Siglo XXl proyecta como una
expresión coherente del examen de la realidad
que nuestros paises viven desde siglos: tierra
colonizada que no logra liberarse.
Queremos difundir, con sistema, textos que exhiban
tanto la grandeza de las culturas destruidas
por la Conquista como los testimonios de la
lucha por la liberación que llega hasta nuestros
días y que tiene expresión en la obra y las ideas
de los hombres que las orientan. Nada
mejor para definir esa intención que las
palabras que escribió José Martí: ”.. la
historia de América, de los incas acá,
ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe
la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia
es preferible a la Grecia que no es nuestra,
nos es más necesaria... Injértese en nuestras
repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser
de nuestras repúblicas...”
siglo veintiuno editores, sa
CERRÓ Ri DEL AGUA 248, MEXICO 20, D.F.

siglo veintiuno de españa editores, sa


C/PLÁZA 5, MADRID 33, ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa


siglo veintiuno de colombia, ltda
- 17-73 PRIMER PISO. BOGOTA, D.£. COLOMBIA
EL PENSAMIENTO NÁHUATL
CIFRADO
POR LOS CALENDARIOS

por
LAURETTE SÉJOURNÉ

dibujos de
FRANCOISE BAGOT
fotografías de
JULIO PLIEGO

SIGLO VEINTIUNO 3%] kiesrea


traducción de
JOSEFINA OLIVA DE COLL

maqueta de martí soler


portada de anhelo hernández

primera edición, 1981


O siglo XXI editores, s.a.
isen 968-23-1057-1

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico
printed and made in mexico
INDICE

INTRODUCCIÓN 11
Los 20 jeroglíficos de los días, 13; El calendario de 260 días, 37; La
adherencia de los 260 días al tiempo real, 43; La matematización del
espacio, 52; El cinco, 66; Los 5 días excedentes del año, 68; El trenzado
de las posiciones solares, 71

LOS CALENDARIOS 75
El calendario artificial, 77; El Códice Borbónico, 119; El Códice Bor-
gia, 139; La división del año en diez y ocho “meses” de veinte días, 151:
El Magliabechi, 171; El Atlas de Durán, 189; Telleriano-Remensis y
Vaticano 3738, 201

1. COCODRILO 211

Conclusiones, 230

2. VIENTO 233

Conclusiones, 298

3. CASA 299

Conclusiones, 360

BIBLIOGRAFÍA 389

FUENTES DE LAS ILUSTRACIONES 39)L

ÍNDICE DE ONOMÁSTICOS, TOPÓNIMOS Y NAHUATLISMOS 397

COMENTARIO, por PIERRE RAYMOND Y XAVIER RENOU 403


PARA ARNALDO
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Hace diez años, al terminar un libro en el cual intentábamos transmitir la idea
de que la destrucción de las Américas constituye una pérdida irreparable, ha-
bíamos adquirido la certeza de que una visión única del papel social del
hombre en el Universo anima las obras de este continente.
A fin de persuadirnos del acierto de una conclusión basada exclusivamente
sobre una similitud de elementos cuya presencia en diversos conjuntos icono-
gráficos parece traducir la misma significación, comprendimos que el análisis
de cada uno de esos elementos, aislados de su contexto al principio, sería el único
camino susceptible de conducir a una firme restructuración de la totalidad.
Iniciamos, pues, lo que entonces imaginamos como un diccionario de signos
extraídos de los vestigios, pensando que las ilustraciones de los códices refor-
zarían el juego de confrontaciones indispensables para someter los resultados
a una contraprueba.
La primera clasificación de las imágenes fundamentales no resultó satisfac-
toria debido a su capacidad de apertura sobre una diversidad de significados
que llevaba a esas imágenes a escapar, más y más enérgicamente, a las defi-
niciones individuales, para formar e imponer entre ellas unos grupos signifi-
cativos no ya de términos, sino de nociones tales como amor, deseo, alma,
recinto, etcétera.
Para evitar el terreno de las generalizaciones era necesario, pues, descubrir
un eje de referencia, y fue durante esta búsqueda cuando quedó de mani-
fiesto que el único instrumento susceptible de detectar un error importante
era el calendario. En efecto, dado que sus divisiones del tiempo se expresan
mediante los mismos signos que los conglomerados simbólicos que pertenecen
a otras áreas de significación, una mala lectura de estos últimos debería lógi-
camente deteriorar el engranaje de un conjunto móvil y paralizar, por lo
tanto, el ajuste de la relación entre los dos mecanismos.
La indagación se vio obligada a dirigirse entonces hacia las obras mayas, las
únicas que abarcan el detalle de los cálculos que derivan de las fechas, las cua-
les se presentan en otras partes aisladas del desarrollo numérico, tal y como
11
ocurre con las nuestras. El guía elegido en este campo fue el incomparable The
Maya hieroglyphic writing, de Eric Thompson, la más minuciosa y atenta
lectura de los vestigios de aquella región. La luz proyectada sobre el sentido
de la iconografía por el conocimiento de los jeroglíficos de hechos naturales
—períodos, puntos cardinales, lluvias, sequías, estaciones, encuentro de los
ciclos de distintos planetas, etc.— situó a una infinidad de imágenes bajo la
ley de los números y, en consecuencia, delimitó con exactitud el contorno de
su significación.
No obstante, más tarde, este método tropezó con el mismo obstáculo que el
precedente: al establecer un juego de correspondencias más rico y más rigu-
roso, liberaba de toda limitación a los signos, los cuales, como si estuvieran
movidos por una fuerza centrífuga, se fusionaban más y más entre sí orgáni-
camente, convirtiendo en artificial toda neta definición de los términos aislados.
Insensiblemente, este proceso de intensificación condujo a úna fórmula que
acabó por imponerse por su propia lógica interna: cernir y definir el sentido
de los 20 vocablos alrededor de los cuales nociones y signos se iban juntando
en número siempre creciente; los 20 nombres de los días cuyo movimiento
dentro del calendario presenta una continuidad ininterrumpida. En efecto,
como los días de nuestra semana, los 20 nombres se repiten a lo largo de los
años en sucesión inmutable, con la particularidad de formar una totalidad de
260 días, independiente de la del año, pero dando la cifra que, con uno de los
veinte nombres de los días, compone la fecha anual que individualiza a toda lo
que nace, crece y muere: animales, astros, plantas, fragmentos del tiempo y del
espacio, hombres y dioses. Verdaderos denominadores universales, estos 20
nombres tomados ya sea de la naturaleza, ya sea del mundo conceptual, están
representados por figuraciones más o menos estilizadas, o por ideogramas con-
seguidos mediante la reunión de varios signos. En ambos casos tienen el valor
de jeroglíficos.

12
LOS 20 JEROGLÍFICOS DE LOS DÍAS

Estos nombres de los 20 días se suceden sin interrupción, pero sin relación
con ningún fenómeno natural, como lo hacen nuestros días con los meses. Así,
de la misma manera que al final del año un día cualquiera de nuestra semana
pasa al año siguiente (365 contiene 52 x 7 + 1), en el calendario nahuatl
son 3 días de la unidad 20 los que pasan de un año al otro: la división de
365 entre 20 da un resto de 5.
Este paralelismo se termina, no obstante, en un punto esencial; mientras
que la suma de nuestros días no interviene en los cálculos que corresponden
a las posiciones solares, los 20 días se acumulan en un total de 260 formando
un calendario autónomo, un calendario sin correspondencia con el mundo
físico pero regido por normas tan rigurosas como las de los cuerpos celestes,
hasta el punto que su movimiento circular llega a integrarse a los componentes
cósmicos hasta moverse sobre la misma órbita.
A partir de la obtención de dicha relación, la hipótesis según la cual el
análisis de los 20 jeroglíficos de los días sería capaz de restituir el conjunto
del pensamiento anulado devino no sólo operante sino también preñada de
un extraordinario poder revelador. Al poner en relieve una multiplicidad
de niveles de confrontación, permitió establecer la existencia de un mecanis-
mo de interacción entre los individuos y la comunidad al principio y entre
la comunidad y el mundo, seguidamente. Esta interacción universal, que sólo la
actividad del hombre puede realizar, está inscrita explícitamente en la corre-
lación de los distintos calendarios con una exacttitud tal que la personificación
de los conceptos que la mentalidad europea calificó de dioses está indicada
por simples cifras.
Este resultado, al que llegamos solamente al final de la presente obra, du-
rante el análisis de los dos últimos jeroglíficos de los 20 días,* abre una amplia
ruta a la investigación, ruta científica si las hay, gracias a la solidez que las

* En este volumen sólo se tratan los tres primeros.


bases numéricas confieren a las combinaciones de los símbolos con los fenóme-
nos naturales. Antes de intentar hacer la síntesis de este método prometedor,
veamos los documentos sobre los que se basa.
La elección de los calendarios como guía invirtió, para nosotros, el valor
de los documentos: los códices pasaron del lugar secundario que ocupaban a
un primer plano, y eso en detrimento de los restos arqueológicos que, desde
las más humildes ollas hastas las suntuosas mansiones, habían retenido nuestra
atención a lo largo de más de veinte años. Pues a medida que los libros pin-
tados iban revelando la inagotable riqueza de su contenido, el lugar que ocu-
paba la confrontación con los restos materiales fue disminuyendo hasta quedar
completamente descartada. Las dudas que precedieron a esta decisión deben
ser visibles, pero decidimos no modificar nada con el fin de ofrecer el primer
trazo de un esfuerzo que, a pesar de las dudas y las torpezas, nos ha llevado
a las conclusiones finales.
Esta opción tuvo por efecto reducir la búsqueda a un campo exiguo en
extremo, pues no solamente los millares de objetos marcados por los signos
eran sustituidos por un puñado de libros, sino que los textos —sobre papel, en
piel de ciervo o sobre piedra— se limitan a México y a la América Central.
Así, nuestro intento de integrar el significado de los jeroglíficos pertenecientes
al conjunto continental se ha reducido, de hecho, a algunos raros documentos
provenientes de sólo tres o cuatro regiones culturales. Eso no es sino una demo-
ra, puesto que el núcleo candente que ha aparecido al relacionar los jeroglíficos
con el calendario va a permitir, sin demasiado esfuerzo, una aglutinación
definitiva del sentido de las obras que claman más y más articuladamente
su verdad.
Los 20 jeroglíficos aparecen principalmente bajo tres formas: insertos en
la elocuencia numérica maya; aislados de todo contexto temporal, y en la
secuencia que forma, en 20 series de 13 días, la unidad de 260.
Después de Eduard Seler, Eric Thompson realizó un estudio comparativo
de los vocablos, de los jeroglíficos y de los patronos de los 20 días mayas
con sus equivalentes nahuas. Los dos sabios llegaron a la conclusión de la
perfecta identidad de esos elementos en las dos áreas. Por otra parte, Seler
identificó en tres códices los jeroglíficos de los días considerados en sí mismos,
fuera del movimiento temporal. La confrontación de estos códices entre sí
14
muestra una similitud absoluta entre sus patronas y patronos respectivos. En
el capítulo del Códice Borgia intitulado “Los 20 signos de los días y sus
deidades” ofrece Seler una demostración de los valores de los nombres, de
los jeroglíficos y de los conglomerados simbólicos que, con ligeras variantes,
acompañan las tres versiones.
Con un despliegue de la vívida erudición de la que permanece como de-
positario único, el maestro alemán arma el catálogo de los jeroglíficos de los
días y de los signos componentes de los cuadros alegóricos que coinciden en
una misma fecha, estableciendo de esta manera dos primeros niveles de con-
frontación entre los principales componentes del calendario.
Para comprender el alcance de esta confrontación observemos ante todo
el orden y el sentido de los jeroglíficos en sus posiciones estáticas, es decir, en el
interior de una totalidad de 20 cerrada sobre sí misma, fuera del tiempo y
del espacio.*

* Como el objetivo de toda esta obra es el análisis del significado de esos 20 caracteres,
no damos aquí ninguna referencia Para ello habrá que recurrir a los desarrollos corres-
pondientes.
15
1 cocodrilo (cipactli)
El jeroglífico del primer día está formado por una cabeza de reptil carente
de mandíbula inferior, con tres cuchillos de pedernal —blanco-rojo— a ma-
nera de dientes, un raudal rojo por encima del ojo. La piel está constituida
por el signo de la piedra preciosa.
Este día tiene como patrón a “Nuestro Señor de los Alimentos” (Tonaca-
'ecuhtli) [fig. 1].

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FIG.
2 viento (ehecatl)
El jeroglífico del segundo día está formado por una cara humana, con barba,
provista de un pico y de un ojo muerto o fuera de la órbita; este ojo, blanco
y rojo, simboliza a un cuerpo celeste.
Este día está gobernado por Quetzalcoatl, dios del viento, creador de sí
mismo, de la criatura humana y al mismo tiempo del dios de la dualidad. Es el
soberano de un país fabuloso al que abandona para emprender un peregrinaje
que lo conduce al lugar donde consume su propio cuerpo sobre una hoguera.
Arriba de su imagen está una serpiente partida en dos por una flecha venida
de lo alto [fig. 2].

PIO
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FIG. 2
17
3 casa (calli)
El jeroglífico del tercer día está formado por la representación del corte de
un templo que en el Borgia se termina con un cuchillo de pedernal inserto en
una burbuja de espuma.
Este día está gobernado por un jaguar erizado de cuchillos de pedernal y
por un hombre rojo que come un “excremento divino” (teocuitlatl), término
con el cual se designa el oro, y emite una materia espumosa que penetra en
el jeroglífico de la luna [fig. 3].

FICS
4 lagarto (cuetzpallin)
El jeroglífico del cuarto día está formado por un animal con pies humanos
y el cuerpo de saurio dividido en dos colores, rojo y azul.
Este día está gobernado por el ancestral Viejo Coyote (Huehueteotl), divi-
nidad de la danza y del deseo sexual. Un hombre rojo que cae y un pájaro del
que sale un líquido lo acompañan [fig. 4].

FIG. 4
19
5 serpiente (coatl)
El jeroglífico del quinto día está formado, en el Borgia, por un reptil con
el cuerpo hecho un nudo o erecto de toda su talla; en otras partes por una
cabeza.
Este día está regido por la diosa del agua que corre. Un pájaro domina la
escena [fig. 5].

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FIG. 5
6 muerte (miquiztli)
El jeroglífico del sexto día es una calavera con la cabellera torcida, coro-
nada de estrellas, con las mandíbulas abiertas y la lengua roja saliente; una
mano roja, abierta, cuelga de su oreja.
Este día está regido por la diosa o dios “del caracol marino” (Tecciztecatl),
vieja divinidad de la luna y de la procreación, de la que sale una enorme nube
negra estrellada. Un pájaro y un reptil enrollado a un brasero completan la
escena [fig. 6].

FIG. 6
21
7 venado (mazatl)
signos
El jeroglífico del séptimo día es la cabeza de un ciervo, uno de los
del fuego solar.
Este día está regido por el dios de la lluvia, Tlaloc, coronado por una cons-
trucción en llamas de la que brota una corriente de agua [fig. ral

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FIG. 7

22
8 conejo (tochtli)
El jeroglífico del octavo día está formado por la cabeza de este animal, con
las orejas y los dientes extremadamente largos.
Este día está regido por la personificación femenina de un agave. En la
parte superior se encuentra una olla, traspasada por una flecha, de .la que des-
borda una bebida espumosa y florida [fig. 8].

FIG. 8
23
9 agua (atl)
El jeroglífico del noveno día está constituido por el corte de un recipiente
lleno de plumas o de una bebida fermentada, que evoca la estilización de una
cabeza de quetzal representada en corte.
Este día está regido por el dios del fuego (rojo y negro, con un pájaro
azul que le cae sobre la frente), acompañado de un alacrán y de una cons-
trucción en llamas que contiene a un hombre caído cabeza abajo. De la
construcción surge un río espumoso entreverado de llamas [fig. 9].

FIG. 9
10 perro (itzcuintli)
El jeroglífico del décimo día es un perro blanco y negro de cuyo cuerpo se
transparenta el corazón.
Este día está regido por la representación de un esqueleto tenso por un
impulso vital, unido a un personaje rojo (o a un mono) por medio de una
corriente de espuma o de una materia amarilla [fig. 10].

FIG. 10
29
11 mono (ozomatl:)
El jeroglífico del undécimo día está formado por un mono (vientre hinchado,
cabellera hacia delante y un disco que perfora su sien).
Este día está regido por el “Señor de las Flores” (Xochipilli), patrono de
los artistas. Tiene el cuerpo rojo del desollado y lleva la estilización de una
mariposa blanca sobre la boca. Encima hay un recipiente de agua que con-
tiene a un pescador [fig. 11].

A:

FIG. 11
12 torsión (malinalli)
El jeroglífico del duodécimo día está formado por una mandíbula abierta
(unión de dos perfiles) adornada con plumas y un ojo estelar. El Borgia lo
representa a menudo mediante una boca carnosa de la que salen unas co-
rrientes rojas que junto con una materia amarilla la rodean formando una
especie de abanico.
Este día está regido por el dios del vino, inventor de las raíces sin las cuales,
según se dice, el jugo del agave no logra emborrachar por grande que sea
la cantidad que se ingiera de él. El conjunto se completa con un perro rojo
con una banda estrellada sobre los ojos, de pie sobre una superficie llena de
cuerpos celestes [fig. 12].

FIG. 12
13 caña (acatl)
El jeroglífico del día decimotercero está formado por una o varias flechas.
Este día está regido por un personaje negro con los ojos vendados, que lleva
los atributos propios de Tezcatlipoca, entre otros el “espejo humeante” en la
sien. Un hombre rojo que evacua una substancia, a veces blanca espumosa y
otras veces amarilla, del tipo “excremento divino”, completa la escena [fig. 13].

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CTC)
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FIG. 13
14 jaguar (ocelotl)
El jeroglífico del decimocuarto día está formado por la cabeza o todo el cuer-
po de la fiera, con los largos dientes del conejo. Se singulariza por las manchas
redondas de su piel. En el Borgia su cuerpo está erizado de cuchillos de pedernal
y salen llamas de su nariz.
Este día está regido por “Nuestra Señora comedora de inmundicias” (Tla-
zolteotl), la diosa Madre, en su papel de patrona de la confesión. Un pájaro
representado de frente (mediante la unión de dos perfiles) aparece dentro del
templo que la corona [fig. 14].

FIG. 14
15 águila (quauhtli)
El jeroglífico del decimoquinto día está formado por un águila erizada de
cuchillos de pedernal.
Este día está regido por el “Tezcatlipoca rojo” bajo los rasgos del dios de
los desollados. En una de las imágenes, la piel de que está revestido lleva los
signos de la materia fermentada, espumosa. En todos los casos va acompañado
de una gran serpiente emplumada que expulsa un conejo de sus fauces [fig. 15].

FIG. 15
16 zopilote (cozcaquauhtli)
El jeroglífico del día decimosexto está formado por la cabeza del pájaro
calvo que simboliza la vejez.
Este día está regido por “Mariposa de obsidiana” (Itzpapalotl), diosa re-
presentada con cabeza de calavera, cuerpo de águila erizada de cuchillos, con
patas de jaguar y una capa hecha con alas inflamadas, de mariposa. El árbol
con los cortes ensangrentados constituye el jeroglífico del Tamoanchan, el
paraíso terrenal, región de la caída y al mismo tiempo del nacimiento [fig. 16].

FIG. 16
17 movimiento (ollin)
El jeroglífico del decimoséptimo día está formado por dos bandas entre-
lazadas, roja la una y azul la otra.
Este día está regido por Xolotl, el perro, doble de Quetzalcoatl durante
su bajada al reino de los muertos. Sus miembros torcidos reproducen el jero-
glífico movimiento; la mano blanca impresa sobre la boca, las cruces blancas
del tocado y la mandíbula desdoblada, son signos todos ellos de final y de
apertura a la vez [fig. 17].

FIG. 17
18 pedernal (tecpatl)
El jeroglífico del decimoctavo día es un cuchillo de pedernal blanco y rojo,
siempre provisto de una boca descarnada y de un ojo muerto que simboliza un
cuerpo luminoso.
Este día está regido por un pavo con el pecho abierto sobre círculos con-
céntricos de los que sale una materia preciosa, plumas o gemas. Lleva en la
sien el “espejo humeante” del dios Tezcatlipoca de quien este animal consti-
tuye uno de sus múltiples aspectos. Un “penitente” completa la escena: un
hombre amarillo que está arrancándose los ojos dentro de un recinto bicolor
[fig. 18].

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FIG. 18 MISAS
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19 lluvia (quiahuitl)
El jeroglífico del día decimonono está formado por la cabeza de Tlaloc,
dios de la lluvia: un ojo blanco-rojo rodeado de jade, ausencia del labio in-
ferior, el superior terminado en volutas de jade, y largos dientes hechos con
cuchillos de piedra curvos.
Este día está regido por el dios solar: el cuerpo rojo, la imagen del astro
en el pecho. Tiene también arriba un “penitente” que, esta vez, lleva una
marmita y un caracol representado en corte, símbolos respectivamente de la
tierra y del nacimiento [fig. 19].

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FIG. 19

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20 flor (xochitl)
El jeroglífico del vigésimo día es una flor o un arbusto florido desraizado.
Este día está regido unas veces por Quetzal Florido (Xochiquetzal), diosa
del amor, y otras por el “Señor de las Flores” (Xochipilli), patrón de los
artistas. Los dos llevan el casco formado por una cabeza de quetzal pero se
distinguen por llevar, la primera, dos haces de plumas y, el segundo, uno solo.
Su emblema principal, la mariposa, en Quetzal Florido está estilizada geomé-
tricamente y usada como nariguera; en Xochipilli es blanca, con las alas abier-
tas e impresa sobre la boca. En el Borgia, dos mariposas blancas sorben en
los haces de plumas de Xochiquetzal. En todos los casos la escena está presi-
dida por la diosa Madre, progenitora de los dioses y de los hombres, arrodi-
llada ante el metate cuya mano de piedra, partida por la mitad, sangra [fig. 20].

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1]
Esta serie de 20 días, producto evidente de la imaginación, no puede regis-
trar más que el tiempo del pensamiento que funda el calendario. En efecto, la
historia nahuatl comienza por la creación del pensamiento que establece la vi-
vificante interacción entre los diferentes elementos del universo. De ahí resulta
que la serie ofrece 4 propiedades que concurren en la organización del mismo
proceso:

1] Nexo entre el nombre y la imagen, es decir, entre el vocablo y el jero-


glífico del día.
2] Referencia del vocablo-jeroglífico a su propio contexto, o sea, las figu-
raciones que lo acompañan y que prolongan su significado.
3] Relación de ese conjunto con los 19 otros de los cuales forma parte
inextricable.
4] Valor de cada uno de los 20 jeroglíficos en relación al número en sí
y a la vez a su función en el orden de progresión de la serie.

Así que, lo que a primera vista parecen designaciones de animales e imá-


genes de objetos naturales, en realidad constituye un conjunto de elementos
que, al pertenecer a categorías complementarias unas de otras, producen in-
terdependencias de valor conceptual. Avanzamos sólo que la finalidad de
esas amalgamas de funciones es ilustrar, a través del destino individual, las
etapas en la producción del lazo que une progresivamente el hombre al uni-
verso; trazar el recorrido humano hasta llegar a la transformación de la expe-
riencia vivida en obra, considerando a esta obra como el único agente de
humanización de la naturaleza. Es decir que la interacción de los diferentes
sentidos de los 20 jeroglíficos conduce a la formación de una referencia sim-
bólica al mundo, a la cual la lógica de las combinaciones y el orden de las
agrupaciones confieren la armoniosa coherencia de lo viviente.

36
EL CALENDARIO DE 260 Días

Sea cual fuere la belleza del poema filosófico contenido en el despliegue perfec-
to y cerrado de los 20 jeroglíficos, parece que su referencia al mundo no fue
juzgada satisfactoria porque no se integra con este mundo en su movimiento.
Para perder el carácter exclusivamente teórico, aparentemente sentido como
una limitación, esa referencia debe adherirse a la naturaleza y, lo mismo que
cada componente de ésta, no debe ser más que una de las innumerables partes
de un conjunto dinámico, exacto, y en perpetuo devenir, a la vez que un
aparato registrador y motor del todo.
Mas, ¿cómo podría un objeto mental moverse al ritmo de un fenómeno
sensible sin haber sido puesto previamente en relación concreta con ése? El
calendario anual, por ejemplo, tiene como eje el Sol y los cálculos que regis-
tran nuestra existencia provienen de las posiciones que el movimiento terrestre
alrededor del astro determinan, es decir, de unas relaciones numéricas entre
dos cuerpos de la misma naturaleza, y no de dos realidades disímbolas como
son el pensamiento y la materia, reunidas solamente en el hombre.
Para poder alcanzar el estatuto de verdadero calendario, el conjunto de
los veinte días debe de encontrar por lo tanto su propio eje, susceptible de pro-
pagar el ímpetu que contiene, ya que la suma inerte de unidades cerradas
nunca podría dar cuenta del movimiento universal. Este eje está constituido
por uno solo de los múltiplos de 20, la cifra 260. Esta cifra se va a convertir
en el denominador común de unos cálculos astronómicos que, a la vez que
integran el ritmo solar, lo articulan con el movimiento de los otros astros. Para
que pueda desempeñar este papel de transformador del tiempo ideal en tiempo
sensible —ajuste indispensable a todo fundamento de un calendario— debe
sufrir, a su vez, una transformación debida a la acción de otro número.
El número que a partir de la totalidad abstracta de 20, que él rompe, en-
gendra el ciclo natural de la gestación humana, es el trece. Ahora bien, la
cifra que en el ciclo de 260 afecta al jeroglífico de cada día pertenece preci-
37
samente a una serie que va de 1 a 13, de manera que el jeroglífico 14 de
la serie de 20 recibe de nuevo el número 1. La combinación de las dos series
de 13 y de 20 permite a cada jeroglífico recibir un número distinto a lo lar-
go de un período de 52 años. En este nuevo orden, el 1 no sigue ya al 20
como en la sucesión de conjuntos inmóviles, sino que sigue al 13, con lo cual
el jeroglífico 14 se convierte en el primero de la segunda serie, o sea, 1 Ja-
guar. Para el jeroglífico 20, esta serie llega al número 7 y los 6 números que
faltan para llegar a 13 parten de una nueva serie de 20. De esa manera elALa
cae sobre el jeroglífico 17 Ciervo. Partiendo del jeroglífico 7 se llega, me-
diante la cifra 13, al 19, lo que convierte al 20 en el primero de la cuarta
serie con la fecha 1 Flor. Por lo tanto el 13 siguiente caerá sobre el jeroglífico
12, y el 13 abrirá la serie quinta con 1 Caña. Y así sucesivamente hasta el
final de 13 veces 20 días.
La diferencia con nuestra semana estriba en que un corte numérico, cual-
quiera sea el punto en que se inicie, no formará jamás una unidad autónoma
ya que la únicas unidades dentro del calendario son los meses. En cambio, el
corte del 20 al 13 lleva consigo tal riqueza de consecuencias que su simple
descripción va a constituir la finalidad no sólo de la introducción, sino tam-
bién del estudio que sigue a continuación.
La principal de esas consecuencias es la de permitir la articulación de ese
cálculo artificial con el año, lo mismo que con cualquier otra cantidad de
tiempo, hasta tal punto que el calendario de 260 días, elevado a la categoría
de denominador común, determina las divisiones y los encuentros de toda
clase de ciclos naturales, y con ello se impone como el elemento mediante el
cual el universo aglutina en un todo indivisible la diversidad innumerable de
sus componentes. Al inaugurar las combinaciones numéricas, el 13 se convierte
en el lazo de unión orgánica entre el pensamiento y el mundo, asegurando la
concordancia entre el destino del hombre y la marcha del Universo, así como
la fragmentación del infinito en nombres y sentidos, cifras y medidas.
Este carácter relaciona el 13 con las raíces sin las cuales el jugo de una
planta no podría fermentar y no adquiriría jamás la propiedad embriagante
de desbordar de sus propios límites que distingue al pulque en los textos y los
libros pintados. Sostenido por una red sutil de combinaciones iconográficas, el
paralelismo entre un agente de fermentación física y el 13 encierra una gama
38
de significaciones: el concepto del cambio de cantidad a calidad figura entre
ellas. Al nivel mental propio de la secuencia de los 20 días la fermentación
es provocada por la disociación numérica, por la apertura a la altura del 13
de un razonamiento que, de otro modo, permanecería sin referencia fuera de
sí mismo.
La analogía entre el 13 y la raíz de la efervescencia situaría la compleja
armonía teórica al nivel de la planta: el pensamiento es al hombre lo que la
planta es a la tierra; sólo la intervención de una levadura transforma la regu-
laridad natural de la savia nutricia en exaltación creadora de nuevas formas.
Si así fuera, resultaría que, lejos de ser la cima del universo, la razón sería
sólo su base, el terreno necesario para el florecimiento de la verdadera esencia
humana, es decir, la loca chispa del deseo de infinito, del don, del amor y
del arte que, escapando a la limitación de las estructuras mentales, inflama
el devenir. Veremos que esta centella, motriz en cuanto escapa a cualquier
fin, posee, como el resto del universo, nombre y número. En cuanto fermento
de trascendencia, está encarnada por la diosa y el dios de las flores, de la
inspiración y del amor: la diosa encarna el 13; el dios, el 1. En cuanto
concreción de la molécula que rebasa todo límite, está personificada por el
dios del deseo y de la obra realizada: su número es el 5, que distingue a
Quetzalcoatl, prototipo del fenómeno humano.
Las certidumbres, obtenidas al término de un largo recorrido, sobre las que
se fundan estas aseveraciones no pueden ser demostradas más que siguiendo
un pequeño tramo del pedregoso camino que nos ha conducido al umbral
del conocimiento del valor conceptual de los números. Á este efecto, nada
tan directamente explícito como la confrontación de las dos secuencias de
20 días, la secuencia estática y la secuencia abierta al tiempo, puesto que, pese
al cambio de lugar en el orden de progresión, los números guardan el mismo
simbolismo, y es manifiesto que son ellos principalmente los que confieren
el sentido a la molécula de tiempo y de espacio que nombran y cifran. Para
convencer de ello, reproducimos las dos secuencias frente a frente, tomando
prestado a Seler la confrontación de las dos listas [véase p. 40).
El valor que esta confrontación confiere a los números tiene como consecuen-
cia afirmar y profundizar el sentido de los signos. En efecto, la coincidencia
de dos jeroglíficos sobre un mismo número en el orden de progresión establece
3
Los signos de los días y sus deidades: Los signos iniciales de las secciones del Tonalamatl y sus deidades:

Tonacatecuhtli, Tonacacihuatl (Xochiquetzal),


. cipactli Tonacatecuhtli, . cipactli
caimán Señor de la vida. caimán Señores de la vida.
. ehecatl Quetzalcoatl, . ocelotl Quetzalcoatl, dios del viento.
viento dios del viento. jaguar
. calli Tepeyollotli, el co- . mazatl Tepeyollotli, el corazón del monte, dios de las cuevas,
casa “razón del monte, ciervo y Tlazolteotl, diosa de la tierra.
dios de las cuevas,
y Tlazolteotl, diosa
de la tierra.
. cuetzpalin Huehuecoyotl, . xochitl Huchuecoyotl, dios de la danza, e Ixnextli.
lagartija el dios de la danza. flor
. coatl Chalchiuhtlicue, . acatl Chalchiuhtlicue, diosa del agua viva.
serpiente diosa del agua viva. caña
. miquiztl: Tecciztecatl, . miquiztli Tecciztecatl, dios de la Luna.
muerte dios de la Luna. muerte
. mazatl Tlaloc, dios de la . quiahuitl Tlaloc, dios de la lluvia.
ciervo lluvia. lluvia
. tochtli Mayahuel, diosa . malinalli Mayahuel, diosa del maguey.
conejo del maguey. cosa torcida
Matl Xiuhtecuhtli, dios . coatl Xiuhtecuhtli, dios del fuego, y Tlahuizcalpantecuhtli,
agua del fuego. serpiente deidad del lucero del alba.
. itzcuintli Mictlantecuhtli, . tecpatl Mictlantecuhtli, dios de la muerte, y Tonatiuh, dios
perro dios de la muerte. cuchillo de del Sol.
pedernal
. ozomatli Xochipilli, dios . ozomatli Pantecatl, dios del pulque.
mono de las flores, mono
. malinall: Pantecatl, dios del . cuetzpalin Itztlacoliuhqui, dios del castigo.
cosa torcida pulque. lagartija
. acatl Tezcatlipoca-ix- . ollin Tlazolteotl, diosa de la tierra.
caña quimilli, dios movimiento
del castigo.
. ocelotl Tlazolteotl, diosa . tzcuintli Xipe-Totec, nuestro Señor el Desollado, dios de la tierra.
jaguar de la tierra. perro
. cuauhtli Xipe-Totec, nuestro . calli Itzpapalotl, la mariposa de obsidiana.
águila Señor el Desollado. casa
. cozcacuauhtli Itzpapalotl. la . cozcacuauhtli Xolotl, el dios en figura de perro.
buitre mariposa de buitre
obsidiana.
. ollin Xolotl, el dios en Ll Chalchiuhtotolin, el pavo.
movimiento figura de perro. agua
. tecpatl Chalchiuhtotolin, . €hecatl Chantico, diosa del fuego.
cuchillo de el pavo. viento
pedernal
. quiahuitl Tonatiuh, dios 19. cuauhtl; Xochiquetzal, diosa de las flores.
lluvia del Sol. águila
. xochitl Xochiquetzal, diosa 20. tochtli Xiuhtecuhtli, dios del fuego, y Xipe-Totec, nuestro
flor de las flores. conejo Señor el Desollado, dios de la tierra,
una relación de equivalencia conceptual entre los dos jeroglíficos y a la vez con
sus descripciones iconográficas. Por ejemplo: viento (pensamiento, espíritu) y
jaguar (sol nocturno, luz interior) se unen bajo el patrocinio de Quetzalcoatl,
inventor del género humano. El 3 conecta con ellos casa (morada, espacio hu-
mano) y venado (rayo solar) bajo el patrocinio de “Corazón de las Montañas”.
y de “Nuestra Señora Comedora de Inmundicias”. El 4 reúne a lagarto (poder
creador) y flor (la improbable floración de la especificidad humana) bajo la
égida de Viejo Coyote y de la diosa del amor. El 5 une a serpiente (la tem-
poralidad individual) con caña (la temporalidad colectiva) y a ambos con
“Nuestra Señora de la Falda de Jade”, diosa del agua que corre. El 6 reúne
a muerte (el tiempo reflexionado por la conciencia) y muerte, bajo el patro-
cinio del dios o de la diosa de la procreación, viejas divinidades del caracol
marino. El 7 une venado (rayo solar) y lluvia (gota divina, luminosa e incen-
diaria) bajo la tutela de Tlaloc. El 8 relaciona a conejo (multiplicación de
las realizaciones humanas) con torsión (alto y bajo, lo que declina y lo que
renace) bajo la égida de la diosa de la bebida fermentada. El 9 une agua
(corriente encendida e hirviente de la existencia colectiva) y serpiente (ímpe-
tu individual) bajo el patrocinio del dios del fuego y del Señor de la Aurora,
Quetzalcoatl como planeta Venus. El 10 reúne perro (rayo que penetra las
entrañas de la tierra) y pedernal (núcleo indestructible e ígneo engendrado
por la vieja madre de los dioses) patrocinados por la muerte viviente. El
11 une mono (versatilidad fulgurante de la inspiración) a mono, pareja de
semejantes protegida por Xochipilli y Pantecatl, dios de las flores y de las
artes, el primero, e inventor de la levadura, el segundo. El 12 relaciona torsión
y lagarto bajo el patrocinio del dios de las raíces de la fermentación y de
Itztlacoliuhqui, estrella de la mañana antes de su orto. El 13 agrupa caña y
movimiento (impulso que forja la obra) bajo el doble patrocinio de “Espejo
Humeante” y de “Nuestra Señora Comedora de Inmundicias”. El 14 une jaguar
(sol nocturno) con perro (llama que hiende la materia) patrocinados por
“Nuestra Señora Comedora de Inmundicias” y Xipe-Topec (despojo de toda
clausura, contacto con el Universo). El 15 identifica águila (materialización
de la esencia del hombre que cae sobre la tierra) con casa (la morada del
hombre). El 16 une zopilote (productor de simiente espiritual) y zopilote, bajo
el patrocinio de la pareja Itzpapalotl (soberana del paraíso terrenal donde el
41
hombre cae) y Xolotl (el ser que llega a lo más profundo de las tinieblas
interiores). El 17 asimila movimiento a agua y los somete al patrocinio de
perro y de guajolote. El 18 identifica pedernal y viento y sus patronos son
Guajolote Precioso y Chantico (diosa de los vapores que se elevan de la fusión
del agua y el fuego). El 19 reúne lluvia y águila bajo el patrocinio del dios
solar y de la diosa del amor. El 20 une flor y conejo bajo la égida de Quetzal
Florido y de “Nuestro Señor el Desollado”.

42
LA ADHERENCIA DE LOs 260 Días Al TIEMPO REAL

El movimiento introducido por el 13 y la preponderancia del valor del número


que resalta en el orden de progresión de las diversas series demuestran el rigor
matemático grabado a los conceptos. Sin embargo, sólo será por su arraigo en
la realidad concreta del mundo que estos conceptos se harán completamente
visibles e irrecusables, parecidos en todo a los objetos que los representan en el
código de significaciones que es el calendario de 260 días. Y a esta totalidad
es asignada, justamente, la tarea de realizar la segunda etapa de esa operación
integradora.
Es notable que, a pesar de su inserción determinante en los cálculos astro-
nómicos, el ciclo de 260 días permanezca para los sabios modernos como el
“calendario mágico” descrito por Sahagún:

La tercera cuenta que estos naturales usaban era el arte para adivinar la fortuna
o ventura que tendrían los que nacían, hombres y mujeres. Era de esta manera:
Tenían veinte caracteres, el primero llaman cipactli; el segundo, ehecatl; el ter-
cero, calli; el cuarto, cuetzpallin; etc., hasta veinte como está pintado en la figura
que está al fin de este apéndice. Decían que cada uno de estos caracteres reina-
ba trece días, los cuales juntos son doscientos sesenta días; [...] Esta cuenta es muy
perjudicial y muy supersticiosa, y llena de idolatría, como parece en este libro
cuarto. Algunos la alabaron mucho, diciendo que era muy ingeniosa, y que nin-
guna mácula tenía; esto dijeron por no entender a qué fin se enderezaba esta
cuenta, el cual es muy malo e idolátrico. De poco entendieron la muchedumbre
de supersticiones, fiestas y sacrificios idolátricos que en ella se contienen, y lla-
maron a esta cuenta el calendario de los indios, no entendiendo que ella no
alcanza a todo el año, porque no tiene más de doscientos sesenta días de círculo,
y luego torna a su principio, y así no puede ser calendario, y nunca lo fue, porque
el calendario, como está dicho y está pintado en el principio del segundo libro,
contiene todos los días del año, y sus fiestas, y esto ignoran los que dicen que
esta arte adivinatoria es calendario; y cierto fue gran inadvertencia, y culpable
ignorancia, loar por palabra y por escrito una cosa tan mala y tan llena de ido-
latría. (1, pp. 400-401.)

Y en otra parte:
43
Otra cuenta tenían estos naturales que
ni sigue la cuenta del año, ni de los me-
ses, ni de las quintanas que impropia-

E
mente se pueden decir semanas. Esta
cuenta tiene veinte caracteres como está

NODO ona
pintado en la tabla que se adjunta...
(1, p. 408) [fig. 21]. [...], a cada uno de

EICIEEE
estos caracteres atribuían trece días, en
los cuales reinaba uno de dichos carac-
pofale]s
e teres, de manera que cada uno reinaba
trece días y el círculo que éstos con
sus días hacían son doscientos sesenta, el

ESTE ES [Si
cual círculo tiene 105 días menos que el
SNE NA año. Esta cuenta se sacaba para adivinar

e |a 8
5] E els
las condiciones y sucesos de la vida que
tendrían los que naciesen; es cuenta de-

ElENS Ae
licada y muy mentirosa y sin ningún fun-
damento de astrología natural, porque es
arte de la astrología judiciaria que entre

SEEES nosotros se usa: tiene fundamento en la

E
005
astrología natural que es en los signos y

SE UK planetas del cielo y en los cursos y as-


pectos de ellos; pero esta arte adivinatoria

DES síguese O fúndase en unos caracteres y


números en que ningún fundamento na-
tural haya, sino solamente artificios fa-
bricados por el mismo demonio; ni es

ESSEE
El
'
a ys N posible que ningún hombre fabricase ni
inventase este arte, porque no tiene fun-
damento en ninguna éscritura ni en nin-

an
guna razón natural; más parece cosa de

MEE embuste y embaimiento, que no cosa ra-

10
zonable ni artificiosa. Digo que fue em-
buste y embaimiento para encandilar y
desatinar a gente de poca capacidad y en-

>|[|DA
2, Es] je[s|>|1]7
tendimiento. No obstante esto era tenida
ete
1042 OS ed en mucho esta arte adivinatoria o más
propiamente hablando embuste diabóli-
co. También los que la sabían y usaban

ESSE
EEA
eran muy honrados y temidos, porque de-
ES
FIG. 21
cían las cosas por venir, y del vulgo eran tenidos por verdade-
ros aunque ninguna verdad decían, sino acaso por yerro. Esta
arte ni sigue años ni meses, ni semanas, ni lustros ni olimpiadas
como algunos soñando dijeron, y afirmaron falsamente. (1,
p. 409).

Nada quiebra la certeza de Sahagún pese a que acepta


explícitamente que los 20 jeroglíficos entran en la compo-
sición del ciclo de 52 años, ciclo más presente y más familiar
que el del año en la designación de los puntos cardinales
y de los años que ocupan sucesivamente los distintos cua-
drantes [fig. 22]:

La segunda cuenta que estos naturales usaban se llama


FIG. 22 cuenta de los años, porque contaban cierto número de años
por la forma que se sigue: Tenían cuatro caracteres puestos
en cuatro partes, en respecto de un círculo redondo: el uno
Oriente... E de estos caracteres llamaban Ce acatl, que quiere decir uno
IRA caña. Este carácter era como una caña verde pintada, y en
respecto del círculo estaba hacia el oriente. Al segundo carác-
ter llamaban Ce tecpatl, que quiere decir uno pedernal hecho
, a manera de hierro de lanza, teñida la mitad de él con sangre;
éste estaba puesto hacia la parte del septentrión en respecto del
círculo. El tercer carácter era una casa pintada que ellos lla-
man Ce calli, está puesta hacia la parte del occidente en
respecto del círculo. El cuarto carácter es la semejanza de un
conejo que ellos llaman Ce tochtli, está puesto hacia la parte
del mediodía en respecto del círculo. Contaban por estos
e
o caracteres cincuenta y dos años, dando a cada uno de los carac-
$)
El

ocprentio =
yr
on teres trece años, y contaban de esta manera: Ce acatl, Ome
tecpatl, Ei calli, Nahui tochtli, y así dando vuelta por dichos
caracteres, hasta que en cada uno se cumpliesen trece años, los
cuales todos juntos en cuatro veces trece, hacen cincuenta
y dos años (1, pp. 399-400).

45
Durán, al contrario, inserta los 20 jeroglíficos en la formación de los meses
como del año y del ciclo de 52 años. Demuestra así una comprensión sorpren-
dente de un sistema matemático que, a pesar de ser abstracto, está no obstante
ligado de manera inextricable al cómputo del tiempo [fig. 23]:

FIG. 23
46
Con mucha facilidad entenderá y sabrá el que fuere curioso de saber lo que en
esta figura circular se contiene y lo que los caracteres y figuras significan, pues
en ella no se contiene otra cosa mas de darnos a entender el modo de contar los
años que antiguamente los naturales tenían, para lo cual es de saber que dentro
de este círculo hallaremos cincuenta y dos casas y cada casa de ellas denota un
año, de manera que en este círculo están señalados cincuenta y dos años; estos
cincuenta y dos años llamaban los naturales una edomada al cabo de los cuales
hacían una solemne fiesta a la cual llamaban nexiuhilpiliztli, que quiere decir
cumplimiento o atamiento de un círculo perfecto de años; que era venirse a
juntar en este círculo redondo el fin de estos cincuenta y dos años con el principio
de ellos, con este número perfecto de cincuenta y dos, y hacían la solemnidad y
fiesta que he dicho [...] (p. 252),

y agrega más lejos:

El año antiguamente tenía diez y ocho meses y así lo solemnizaba esta indiana
gente, porque no teniendo el mes de veinte días, como no tenía, mas a causa
de que ellos no se regían por la luna sino por los días, venía (contando los días del
año de veinte en veinte) a tener diez y ocho meses. Todos estos veinte días
del mes tenían sus nombres y figuras para nombrar los días, a la mesma manera
que nosotros nombramos los días de la semana por el orden de lunes, martes,
miércoles, etc., por el mesmo orden nombraban todos los veinte días de su mes:
por el orden que está señalado en la pintura con los nombres de las mesmas fi-
guras, conviene a saber: cipatly, que era la primera figura que quiere decir cabeza
de sierpe y en llamalle cabeza entiendo que era entender ser principio de mes O
primero día de él. [...] (p. 256). [...] A todos es notorio tener el año trescientos
y sesenta y cinco días, los cuales días y números repartidos por veintes son diez y
ocho veintes, y éstos eran los meses del año, pero los cinco días que sobraban te-
níalos esta nación por días aciagos sin cuenta ni provecho; así los dejaban en
blanco sin ponelles figura ni cuenta y así los llamaban nemon-temi, que quiere decir
días demasiados y sin provecho [...] (p. 257).

La claridad con la que Durán integra los 20 jeroglíficos a los cálculos de


tiempo es tanto más admirable debido al hecho de que, a pesar de los descu-
brimientos matemáticos mediante los cuales los sabios modernos han estable-
cido, por fin, una gran parte del valor numérico determinante de esa brillante
construcción abstracta, sigue ésta obstinadamente relegada al campo del mis-
terio.
Eduard Seler empieza su magistral estudio del Códice Borgia definiendo el
calendario de 260 días como el alfa y omega de la ciencia sacerdotal (1, p. 11)
47
y por otro lado lo define como la parte augural de los códices (1, p. 118). Y
eso, a pesar de utilizar este número como base de los más extensos cálculos
astronómicos, como por ejemplo, en cuanto al encuentro de los movimientos
de la Tierra y de Venus:

Yo opino que una combinación del año solar, que tenía 365 días, o sea, 5 X 73
días, de acuerdo con el cómputo de aquellos viejos astrónomos que fueron los
autores del calendario, y el período del planeta Venus (que estimaban con apro-
ximada exactitud en 584, o sea 8 X 73 días) les proporcionaba un período de
13 X 73 días; este lapso multiplicado por 20 da de nuevo un número redondo
de años, a saber: el conocido ciclo de 52 años.Este período mayor se componía
—análogamente al año solar y al período del planeta Venus— de 20 x 13 x 73
días. Y así nació el tonalamatl como una unidad (1, pp. 18-19).

La admiración que despierta su vasto saber y su clarividencia se convierte


en sorpresa al verle fallar por tan poco lo esencial, pues si bien comprende
como nadie el valor de los 20 jeroglíficos, parece. ignorar hasta el fin la
existencia simultánea del sistema matemático a que pertenece la unidad de
20, así como la filosofía cuyos conceptos esta cifra formaliza. Júzguese, si no,
por el párrafo siguiente:

Es un problema aún sin resolver por qué razón se les ocurrió a los mexicanos
—o a quienesquiera que hayan inventado estos signos—, recurrir, precisamente,
a aquellas imágenes, a aquellos! animales y objetos, para denominar los veinte
días consecutivos. Lo que, en cambio, se comprende, sin más, es que estos
veinte signos —-puesto que en parte expresaban determinadas concepciones, en
parte aludían a ellas— parecían como hechos a propósito para convertirse en
instrumento del adivino. Por lo tanto, el término técnico que designaba en náhuatl
al adivino era tonalpouhqui, “el que cuenta los signos de los días”, es decir, el
que los pesa, que los juzga según su valor. Pero el mismo hecho de que esos signos
de los días, tomados de objetos naturales, evocaran casi forzosamente determinadas
ideas, tuvo otra consecuencia: en el pensamiento de los sabios, o bien según un
sistema ideado por la fantasía creadora del dirigente de una escuela sacerdotal,
los veinte días se asociaban con ciertas deidades cuya naturaleza parecía adecuada
a la del objeto o animal en cuestión, o coincidía con ella. Ahora bien, puesto
que los veinte signos poseían, asimismo, cierto valor y Carácter numéricos, de
número ordinal —exactamente como las letras de los alfabetos del viejo mundo—,
también la serie de estos veinte númenes cobró carácter sagrado y se traspuso a
otras circunstancias y otros esquemas cronológicos, ante todo a las veinte sec-

48
ciones de trece días en que se dividía el Tonalamatl, el cual abarcaba en total un
período de 13 X 20, o sea de 260 días (r, p. 63).

Sólo el etnocentrismo aparentemente indestructible de comienzos de siglo


pudo impedir a Seler formular y seguir la hipótesis según la cual los 20 ca-
racteres, vistos ya no obstante como expresión de conceptos, podían constituir
las partes de un discurso organizado, de una visión totalizadora del mundo
y del hombre. Sin duda es también el mismo etnocentrismo lo que le impide
comprender la grandeza del sistema matemático inventado totalmente para
unir de manera indisoluble el pensamiento y la naturaleza. Nada tan demos-
trativo de ello como el párrafo con el cual introduce el gran sabio uno
de sus más lúcidos análisis de ciertos cómputos astronómicos que, mezclados
con un ordenamiento abstracto del espacio, sirven de puente entre el pensa-
miento y la materia y, al hacer esto, confieren al movimiento del espíritu
la misma certidumbre que regula el movimiento celeste:

A los sabios antiguos les habrá parecido muy extraño que de los veinte signos
de los días sólo cuatro cayeran en los días iniciales de años. Pero podemos imagi-
narnos que consideraban como un verdadero misterio el hecho de dividirse el pe-
ríodo de 52 años —según lo muestra la tabla arriba reproducida— en cuatro
cuartos, cada uno de los cuales empezaba por el número uno y por uno de los cua-
tro signos acatl, tecpatl, calli y tochtli, en el orden correcto. Así, el período de
52 años se ordenaba automáticamente de acuerdo con los cuatro puntos cardi-
nales, del mismo modo como el Tonalamatl dispuesto en columnas de cinco miem-
bros se dividía automáticamente en cuatro secciones, correspondientes asimismo
a las cuatro regiones del mundo (1, p. 258).

Precisamente debido a esta concordancia entre jeroglíficos y regiones na-


turales, la totalidad de 260 se identifica no sólo con el tiempo y el espacio
sino que además lo determina. Si hay algún misterio en ello, será el que
envolverá siempre el advenimiento de un genio creador, pues, ¿cómo, partien-
do de las leyes universales y de un alto grado de dominio de la abstracción,
se puede lograr construir un sistema que sigue y sobrepasa el movimiento de
la naturaleza en su propio elemento?
Muchos años después de Seler, el eminente especialista Eric Thompson cae
en la misma contradicción ante el ciclo de 260 días. Según él, este ciclo, base
49
de todos los cálculos astronómicos, no tiene ninguna relación directa, ningún
dominio, sobre el tiempo. Lo mismo que Seler, desconoce Thompson el lazo
que lógicamente debe de existir entre la secuencia de los días y las posiciones
solares:

El ciclo de 260 días es el centro del calendario maya. Es un almanaque adivi-


natorio y sagrado que no tiene relación conocida con ningún fenómeno celeste.
Consta de 20 nombres de días combinados con los números 1-13. Cuando han
completado las 260 combinaciones de nombres y números, el ciclo comienza de
nuevo. Se repite por toda la eternidad independientemente de la posición del sol,
la luna y las estrellas.
Los 20 días fueron —y lo son aún— considerados como dioses y los números
que los acompañan tienen un rango similar. Los jeroglíficos para esos nombres
de días parecen ser retratos estilizados de esos dioses o pinturas sumamente con-
“vencionales de los atributos o insignias de dichas deidades. Algunas veces, los nú-
meros 1-13 son personalizados como las cabezas de los dioses que representan.
Es casi seguro que una secuencia de 13 de los nombres de los días que van de
caban a muluc representa en el mismo orden la serie idéntica de dioses que rigen
los números 1-13.
Las combinaciones individuales de nombres y números de día ejercieron una
influencia enorme en la vida diaria de los mayas, del príncipe de la iglesia al hu-
milde campesino. La fortuna de cada nombre y número de día decidía cuándo
había que sembrar los cultivos, cuándo había que iniciar las guerras, si los indi-
viduos se acoplarían adecuadamente y si el matrimonio debía llevarse a cabo,
y, de hecho, el aspecto de los días prácticamente dominaba todas las actividades,
fueran de grupo o de individuos. Un sistema rígido de predestinación rodeaba al
individuo debido a que las influencias del día de su nacimiento moldeaban toda
su vida; hay incluso alguna evidencia de que estos mismos controles desviaron
el curso de la historia.
El ciclo de 260 días no se utilizaba por sí mismo para contar el tiempo, y hasta
donde se sabe, estos ciclos no estaban agrupados en grandes unidades, como por
ejemplo en unidades de 20, 400 y 8000. Por otra parte, todos los otros ciclos mayas,
fueran del año vago (365 días), de años aproximados (tunes), revoluciones si-
nódicas de los planetas, o lunaciones, estaban coordinados con el almanaque sa-
grado mediante el uso del mínimo común múltiplo del período de 260 días y
el ciclo astronómico (pp. 101-102) .

Asombra esta falla en el conocimiento, sin embargo vasto e imaginativo, de


Thompson: ¿cómo poder aceptar que un movimiento alrededor del cual se
agrupan y entrelazan numéricamente los movimientos de diversos cuerpos ce-
50
lestes avance: “through eternity regardless of the portions of sun, moon and
stars”?
El párrafo en el que el gran erudito tiene el valor de manifestar el en-
tusiasmo que le provoca la grandiosa belleza de esa mecánica mental aumenta
nuestra perplejidad:

En el templo maya este ciclo era el santuario para cuya gloria los transeptos
subordinados de los cómputos solar y lunar, la nave de la cuenta de los tunes y
la cripta de los señores de las noches, estaban integrados en una gran estructura.
De sus 20 sitiales de coro, con sus cambiantes ocupantes, radiaba la esencia de la
vida maya a través del templo y más allá de sus puertas, a todos los rincones de
la tierra maya (p. 103).

dl
LA MATEMATIZACIÓN DEL ESPACIO

Nuestra certidumbre al comienzo fue que, al confrontar el conjunto icono-


gráfico que habíamos obtenido a lo largo de decenas de años de estudios
arqueológicos con los mismos símbolos empleados para los cálculos astronómi-
cos, una totalidad de significación habría de surgir automáticamente. Mas, una
vez que los grupos iconográficos fueron relacionados con las series de 13 días y
con sus patronos, el conjunto resultó inerte, tan ajeno al movimiento calendá-
rico como la rueda de los 20 jeroglíficos cerrada sobre sí misma. "Tuvimos enton-
ces la idea de recurrir a la posición de los meses, puesto que, al constituir éstos
las únicas divisiones naturales del año, su relación con los jeroglíficos de los
días se presentaba como la única posibilidad de dotar a estos últimos con el
movimiento natural propio a la unidad de la cual nombran y cifran cada par-
cela. Pero ¿cómo empezar?, ¿por qué extremos unir las estaciones, entre otras
cosas, a un cálculo abstracto que tradicionalmente les es indiferente?
El impulso para emprender lo que los grandes maestros abandonaron —a
saber, la conexión del calendario mágico con los meses— nació de la obser-
vación de los 260 días dentro del período de 52 años: parecía imposible ad-
mitir que un cálculo cuyos símbolos y números no sólo coinciden a lo largo
del ciclo, sino que al final determinan la operación que permite volver a
empezar, pudiera permanecer fuera de la medida del tiempo. Y con mayor
razón visto que los 13 años de cada cuadrante se abren y se cierran sobre fe-
chas fijadas previamente y sacadas, como todas las fechas establecidas, de
las revoluciones de los 260 días. Aparece así que la concordancia entre los
dos cómputos no puede tener lugar más que si los dos movimientos dan
vueltas sobre un eje común; sólo si las dos órbitas están relacionadas entre
sí por una identidad fundamental, en una palabra, no puede ocurrir más
que si los 260 días acceden al estatus de verdadero calendario.
La decisión de reunir el cómputo de los días con el de los meses nos señaló
como primera tarea establecer entre estas dos unidades de tiempo una inter-
acción cuya exactitud debía de transformarlas en nuevos instrumentos de

07
lectura. El andamiaje se apoya en la adherencia de los 260 días al año;
veamos pues, ante todo, cuál es su organización.
Como Durán, Sahagún dice:

En la cuenta que se llama calendario verdadero, cuenta trecientos y sesenta


y cinco días y cada cuatro años contaban trecientos sesenta y seis, en fiesta que
para esto hacían de cuatro en cuatro años [...] repartían [el año] en diez y ocho
meses y a cada mes les daban 20 días, y cada uno de estos meses era dedicado a
uno o dos dioses y hacían en él sus fiestas... Los cinco días que son más de
los trecientos sesenta de todo el año teníanlos por aciagos y así no hacían cuenta
de ellos para ninguna cosa (1, pp. 403 y 108).

Volveremos a ocuparnos de este excedente de cinco días que, de hecho, de-


riva de una de las más importantes singularidades del sistema; excedente que
escapa invariablemente a toda limitación, introduce y desplaza el cálculo
siguiente.
El aglutinante fundamental de los dos calendarios, el que muestra la iden-
tidad de sentido entre los 20 jeroglíficos y las 18 divisiones del año, está
formado por las representaciones colectivas que conmemoran, cada veintena,
uno o varios sucesos. Estas representaciones constituyen un testimonio elocuente
como ningún otro, debido a la profusión de símbolos que contienen, a la cohe-
rencia de su desarrollo dramático y a los múltiples medios de expresión que
ponen en juego. Se trata de rituales que poseen, como cualquier pieza teatral,
una acción de contornos rigurosos, decorados adecuados a esta acción y
de protagonistas que, cantando diálogos y comentarios al ritmo de la música
y mediante danzas y mímica, interpretan la escenificación.
Por otra parte, estos dramas se ven enriquecidos por todos los recursos es-
téticos imaginables, desde la pintura corporal, las máscaras, los trajes, los
grandes trucos y efectos escénicos de lo más complicado hasta la inserción
de la naturaleza: las montañas, los astros, los volcanes, los ríos, las albas, los
zenits y las noches oscuras desempeñan un papel igual que los actores. Gracias
a que Sahagún y Durán se esmeraron en describir sus detalles, esos rituales
son una fuente inagotable de conocimientos que la confusión relativa al meca-
nismo del calendario ha dejado prácticamente vírgenes.
Es así como, poco a poco, partiendo de la identidad de las personificacio-
53
nes, de los decorados y de las acciones propias a los patronos de las series
de 13 días, conocidos gracias a las ilustraciones de los calendarios, y también de
los elementos de las piezas mensuales, fue tomando forma el método según el
cual los signos, integrados a un todo móvil del que forman parte los meses, ad-
quieren un sentido y un lugar orgánicos, parecido a los que corresponden a
la proposición en el interior de un discurso.
Al principio, careciendo de una prueba numérica directa, este método em-
pezó a exponernos al peligro de una visión demasiado amplia, hasta el punto
que nos perdimos por los caminos de la arqueología, frecuentados durante
demasiado largo tiempo como para que pudiéramos abandonarlos a la lige-
ra, y también por los de las ceremonias mayas, casi borrados por mutilaciones
particularmente devastadoras. Este método sólo demostró su eficacia cuando
nos hubo obligado a delimitar el campo de la investigación, pues el orden de
los signos dentro de los cálculos combinatorios, que no toleran la menor des-
viación, develó progresivamente su función: dar a los números un valor con-
ceptual exacto.
Pasaremos aquí por alto una confrontación que ha sido desarrollada de-
tenidamente, penosamente incluso, a lo largo de esta obra. Lo que falta, en
cambio, y que debemos abordar aquí, es una síntesis del mecanismo que per-
mite a unos elementos pertenecientes en principio a campos distintos operar
entre sí unos intercambios hasta fusionarse y construir juntos una órbita, única
y vasta, cuyo movimiento engloba, por su grandeza, al universo entero, lo
objetiviza y lo sobrepasa. Este mecanismo sólo aparece después como por
relámpagos, fragmentado según la manera como lo hemos aprehendido a me-
dida que íbamos avanzando en su estudio. Así que lo que hay que intentar
captar ahora es una visión de su conjunto. Tarea cuya dificultad consiste
en escoger entre innumerables datos aquellos indispensables para establecer así
no sea más que un esbozo de demostración.
Hemos visto que la ruptura del 20 por el 13 produce un grupo de 260 que, al
dar nombre y número a cada día del año solar, responde a la necesidad
inmediata de alcanzar una dimensión natural que le es superior y en función
de la cual parece haber sido creado el grupo. Es decir, que una vez iniciada
por el número 13 la unidad original de 20 pierde forma y límites en el seno
de los cálculos que la sobrepasan: en la cantidad abstracta de 260 en un

04
principio; en la suma concreta de 365; enseguida. No obstante, esta pérdida
de identidad sólo es provisional; al cabo de 52 años, la totalidad de 260 se
convierte en un fenómeno natural al coincidir físicamente con la totalidad
de 365: se abre y se cierra el mismo día del mismo mes que esta última, lo
mismo que un domingo 31 de diciembre que precediera a un lunes 1? de enero.
Este encuentro, obtenido mediante el enlace de cantidades diferentes, se-
ñala la constitución de un ciclo tan preponderante que en los mitos, la
iconografía y los cálculos remplaza totalmente al ciclo del año: después de
18 980 días de adherencia a la tierra,los 260 días realizan una primera unidad
real con la materia, una unidad de espacio y de tiempo numerada y nombrada,
una unidad transformada en un pedazo de historia por la actividad social que
ella implica. En otras palabras, el ciclo de 52 años opera una interacción
entre el pensamiento y la realidad cuya eficacia se puede juzgar a cada paso
debido al poder que tiene de engendrar nuevas formas. Formas que invariable-
mente confirman uno de los aspectos de esa visión del mundo, a saber, la
capacidad que el hombre tiene de introducir en la naturaleza unas nociones
forjadas al fuego de su imaginación, como las de universo y de infinito, entre
otras. La construcción de este ciclo comporta innumerables piezas, compo-
nentes que nacen poco a poco del fructífero intercambio que al hombre le
corresponde como misión establecer con la naturaleza, piezas que se sostienen
siempre unas a otras. Para convencernos de ello empecemos por observar las
piezas centrales, los ejes de las ruedas mediante las cuales el tiempo se conecta
con el espacio.
Hemos visto que el ciclo de 52 años está estructurado alrededor de los
cuatro caracteres de los días que designan los puntos cardinales. Esos caracte-
res no están tomados al azar, sino que derivan de cuatro series obtenidas de
la división de 260. Antes de ser aplicados al tiempo, los 20 jeroglíficos pro-
porcionan a cada cuadrante 5 nombres de los cuales se utiliza uno solo para
designar los años propios al este, al norte, al oeste y al sur, respectivamente.
Al término de 18 980 días esta abstracción se materializa y los nombres atri-
buidos de esta manera se integran a la secuencia de las estaciones. Así pues, al
organizar los cuatro puntos cardinales mediante fracciones de la cifra 260
con la cual aprehende el Universo, el hombre ocupa el espacio con el cual
acabará por identificarse.
55
FIG. 25

(9) tzcuint/i y" a (7) tochft!,


l3)rcé/o*! (12) ¿cat! (MW, matinal! i (10) ozomot!i

perro agua conejo


jaguar caña cosa torsida mono

(010xochit! Y (10) quidhuit! (9) técpat! (8) o/lin (7 )cozcocual


(13) ehécaf! i (12) cipact!i
.

lluvia pederna! movimiento buitre


flor
e

viento caiman

.
.
e

(10)máza?/ (9) miquizf!í (8) cóa?! (7) cuetzpalí


(1)*+ochH!I
o
(13) /1zcu int! i (12) 0f/ e

ciervo muerte serpiente lagartija


perreo ogua conejo

PS

(7) malinal!
.

cozcacuauh?!i (10) cuauh?t!i (9)0cé/ot! (8)óca?!


(13) +écpar!/
e
(12)0/1ín a

pedernal movimiento buitre aguila jaguar caña cosa torcid:

(13 )miquiz?!i (12) cóa?! (11) cuetzpalin (10) ca! ¿PUDO )enéco?! (8) cipact!i | (7) xochitl
E e /

muerte serpiente
y
lagartija
..
casa viento caiman TrOñ

(13) cipact!i (12) xo0chi?t! (11) quidhuit! (10) técpat! (9) olliíin (8) cozcacuauht?!i Y 7) cuau.
s r
caiman flor luvia pedernal movimiento buitre águile

(Do?! (12) toch?!i (11) mázo?! (10) miquiz?!i (9000?! (8) cuvetzpalin (7) cal

agua conejo ciervo muerte serpiente lagartija casc

(13) o/!ín (12) cozcacuauht, (1) cuauh?!i (10) océ/o?!/ e, (9) dc a?! (8 ) malina!!i (7) ozomt
; / E P a
movimiento buitre aguila jaguar Y cana cosa torcida mont

(13) cóo?/ (12) cuetzpalin (00) ca//i (10) ehéc a?! (9) cipact!i (8) xóchi?t! (7) quidhi
serpiente lagartija casa viento caiman flor lyvia

¿Bo (13) 4ca?! (12) mo!lina!!i (11) ozoma? /!i (10) ¿tzcuint!i (9) a?/ (8) tocht!i (7) móz

caña cosa torcida mono perro agua conejo cierW

FIG. 24
Aro (5) mquiztti (4) cdor/ (3) cuetzpalin (2) 0011 ul) enécor! v.
ler vo muerte serpiente lagartija casa Y viento

cUudUh Ii (5) océ!o?/ (4) ó¿c0?/ (3) malino!!i (2) ozoma?!i eS |) tzcuintli IV.
guila jaguar caña cosa torcida mono perro

call i (5) ehéca?/! (4) cipoct!i es. (3) xóchit/ (2) quidhuit! (1) +écpo?/ TIL
¿asa viento caimán y) flor lluvia pedernal

IZOMOÉ! (5) /tzcuinti (4) 0?/ (3) tocht!i ¿Paz mozo! (1) miquizH!i IL
10NO perro agua conejo ciervo muerte

WIÓNUI?! (5) récpot! (4) o/!in 3) cozcacuauhtIi (2) cuauhtti (l)océlot! L


luvia pedernal movimiento buitre aguila jaguar

elo?! (5) dca?! (4) ma/lina//í (3) ozomat!/; (2) ¿tzcuint!í (NIT y

guar caña cosa torcida mono perro agua

éca!! Sael5) cipact!i (3) quidhuit! (2) técpot! (1) 0/!ín IV.
ento Y caiman lluvia pedernal movimiento

UN?! i (5) at/ (4) toch?!í (3) mazo?! Y Mmiquiz?!i (1) coat! DL

rro agua conejo ciervo muerte serpiente

pat! (5) o/!lin (4) cozcacuauht!/i (3) cuauh?! (2) oceétlo?! (1) aca?! IL

nal Í movimiento buitre aguila jaguar caña

E
VIZI
S
(5) coa?! $ cuertzpalin (3) cal! (2) enéca?! (1) cipact!i

rte serpiente ij
lagartija casa viento caiman

PRINCIP
FIG. 2/

(110) +écpa?! (10) 0// in (9) cozcacuauhtlil (8) cuauht!í 7)ocelot!


n (13) xóchit!/ (12) quióhuit!
S flor lluvia pedernal movimiento buitre aguila jaguar

¡Mbrniquizrri MONciOsaí/ (9)cuetzpalin |(8) ca!//!/ (7) ehécat


(13) >+och?!' (12) maza?!

muerte serpiente aro rar uo casa viento


conejo ciervo ¡

(i3)cozcacuauhA (12) cuauht!i (1) oceé/o?! (10) aca?! (yr” (8) ozomat!i 7) ¡tzcuint
aguila jaguar cana coso torcida "mono perro
buitre

(113) cuetzpalin (12) cal!í Un) eréco?t! (10) 0 /pact!i (9)xochit! d A 7)1+écpa

lagartija casa viento caiman Toór lluvia pederna

(13)ma/tina lí (12) ozomat/i (110) /?zcu Inti er. (10) 07 / (9) tocht!i (8) maza?! 7) miquiztl

cosa torcida mono perro agua conejo ciervo muerte

(13)maza?t!/ (12) miquizt!i (ico 77 10)cuvetzpalin : 9) c0/!/i (8)ehéeca!t! (7)cipas

ciervo muerte serpiente lagartija casa viento caima

(13) cuauvh?!; (12) océ/o?t!, | (Ml)dca?! (10) Malina!!i (9) ozoma?f!i (8)¡tzcuint!i (Dot!

aguila jaguar y cana jp cosa torcida mono perro agua

¿Bo (3doa!/; (2erécat! WDeopact!i (10) xochit/ (9)quidhuit! (8) +eé cpat! (7) o

casa viento caimán | LOT lluvia pedernal movimi

(13) ozoma?f!i (12) ¿tzcuintIi | (10) toch?Ii (9) mázo?! a miqurz ii s 0

mono perro conejo ciervo muerte serpi

(13) quiáhuit! (12) +écpat! (MW ori (10) cozcacuauht!i (9)cuauh?t!i (8) océ /ot/ (7) ¿C0
lluvia h pedernal movimiento buitre águila jaguar cañ
aca?! (S)malina!!i (4) ozomo?!i 3) irzovint!i EIA] (a ) tochti

cana coso torcida mono perro agua conejo

cipact!i (5) xochit! (4) quidhuit! (3) técpo?! $ (2) o/lin (1) cozcacuauhtli

¿aiman flor lluvia pedernal movimiento buitre

Jar! (5) +och?tIi (4) mózo?! (3) miquiztli (2) coat! (1 )cuvetzpolin
TT.
agua conejo ciervo muerte serpiente lagartija

ollin (5) cozcacuauht!i (4) cuouht!i (3) océ/o?! (2) 4c0?! 29) matinalli IL
ovimiento buitre aguila jaguar caña cosa torcida

oda?! (5) cuetzpalin (4) ca!!i (3) enhéca!! (2)cipaot!i y 1)xóchit!

erpiente lagartija casa viento caimdn flor

xóchit! (5) quiáhuit! (4) técpa?! (3) o/lin 2)002c0cu0uht/i (1) cuauhtI

Lor lHuvia pedernal movimiento buitre águila

toch?!i (5) mazo?! (4) miquiz?!i (3) coóo!t!/ (2) cuetzpa!in (ANACO an

jonejo ciervo muerte serpiente lagartija casa

202 COCUQUNA!¡ (5) cuauht!i > (3) 4cat!/ (2)malina!ti ( 1) ozomoat!í


XT.
buitre dguila joguar coña cosa torcida mono

(4)enéca?! (3) cipoct!i (2)xóchi?! 0 ) quióhuit!


vuetzpalin (5) ca/!í 6
casa viento caimán tlor lluvia
gartija

(4) ¡tzcuint!' CINCA (2)+o0ch?! (1 ) mázat!


olina!!'/ ss, (5) ozoMmaf!/
agua conejo ciervo
torcida mono perro
Ahí también fue Seler el primero en discernir el proceso de esta matema-
tización del espacio que consiste en extender los 20 jeroglíficos sobre cuatro
páginas dobles, en 20 grupos de 13, de manera que se superpongan 5 bandas
de 52 casillas cada una [figs. 24-27]. Colocados uno al lado del otro, los 13
primeros signos forman la banda inferior de la primera página, que se termina
con la casilla 13 caña. La página siguiente empieza por jaguar (ocelotl). El
resultado es un orden no sólo numérico sino también geométrico: la horizon-
talidad se establece sobre la secuencia de 20; la verticalidad, sobre la de 13.
Una vez completas las 52 casillas en la página 4* se regresa, con un movimiento
de lanzadera, a la derecha de la primera página en la que la segunda banda
horizontal empieza por 1 caña (acatl), fecha que da nombre a la 5? serie
de 13 días. Al final de un nuevo recorrido de 4 páginas, que establece otras
52 nuevas casillas, se regresa de igual manera a la primera en la que la pri-
mera banda empieza por 1 serpiente (coatl) que da nombre a la 9? serie. La
operación continúa hasta que las 4 páginas forman un total de 260 casillas
distribuidas en 5 bandas horizontales, dentro de las cuales los signos se van
desarrollando del 1 al 20, y en cuatro unidades de 65 días divididas a su vez
en 13 columnas de 5 signos. Del hecho que el despliegue horizontal es con-
tinuo en las 4 páginas se deriva que la primera columna a la derecha del
primer cuadrante contiene las fechas 1 cocodrilo (cipactli), 1 caña (acatl),
1 serpiente (coatl), 1 movimiento (ollin), 1 agua (atl), es decir, las series
1-5-9-13-17. El segundo cuadrante contiene las fechas: 1 jaguar (ocelotl),
1 muerte (miquiztli), 1 piedra (tecpatl), 1 perro (itzcuintli), 1 viento (ehe-
catl), es decir, las series: 2-6-10-14-18. El tercer cuadrante, las fechas: 1 cier-
vo (mazatl), 1 lluvia (quiahuitl), 1 mono (ozomatli), 1 casa (calli), 1 águila
(cuauhtli), o sea las series: 3-7-11-15-19. El cuarto cuadrante contiene: 1 flor
(xochitl), 1 torsión (malinalli), 1 lagarto (cuetzpallin), 1 zopilote (cozca-
cuauhtli), 1 conejo (tochtli), es decir, las series: 4-8-12-16-20.
Esta división mecánica proporciona los 5 jeroglíficos que nombran a cada
uno de los cuadrantes del universo. Los de la primera página corresponden
al este; los de la segunda, al norte; los de la tercera, al oeste; los de la
cuarta, al sur. Y ocurre que, como ya hemos señalado y lo repetiremos, en
la secuencia regular de los años que forman el ciclo de 18980 días, esos 5
nombres se colocan en el mismo orden espacial que en el despliegue horizontal
60
de las 52 casillas sobre las páginas del Códice Borgia. Este paso de lo arti-
ficial a lo concreto ocurre gracias a los días sobrantes sin los cuales los cua-
drantes no se comunicarían entre sí y el devenir quedaría bloqueado.
Así, al mismo tiempo que establecen el movimiento perpetuo, las combi-
naciones aritméticas y geométricas de que son objeto los 20 jeroglíficos mar-
can también unos hitos, tanto en el transcurrir eterno del tiempo como en
la extensión ilimitada del espacio. Es decir, que la actividad intelectual es
considerada como domeñadora de la naturaleza al transmitirle no sólo el con-
cepto de la dinámica de relación sino también el de alto. Un alto que los
mayas dotaron de un nombre (lubay) y de un jeroglífico, y cuya superación
es la condición indispensable de la continuidad infinita que los cálculos astro-
nómicos demuestran.
La función de los 20 jeroglíficos originarios se manifiesta así como un pro-
ceso de humanización del mundo físico: tal y como una célula fundamental
unida a otro elemento, la unidad de 260 se convierte en matriz de períodos
materiales, pues una vez que los 20 días han sido incorporados al 13 producen
una fase de aproximadamente 9 meses que, incorporados a los 365 —celemento
natural esta vez—, crean el ciclo de 52 años, duración de la existencia social
del individuo. Puesto que este ciclo híbrido constituye el eje del desarrollo
conjunto del pensamiento y de los números que lo sostienen, nos esforzaremos
en seguir los juegos combinatorios mediante los cuales se obtiene esta totalidad.
Las denominaciones que designan a los cuadrantes lo mismo que a los años
son de una tal similitud que permitieron identificar ciertas imágenes como
representaciones del ciclo de 52 años con su división en grupos dispuestos en
los cuatro puntos cardinales [fig. 28]. Esta identificación se basa principal-
mente en la circunstancia de que cada grupo de estas imágenes va acompa-
ñado de dos fechas que Seler pensó debían de pertenecer a un año y a un
día respectivamente. Las dos llevan el número 1 [lámina en color]. En la parte
inferior de la página 27 del Borgia, a la derecha, se encuentra: 1 caña (acatl)
y 1 cocodrilo (cipactli) que indican el inicio del cuadrante este; arriba, siempre
a la derecha de la página, 1 pedernal (tecpatl) y 1 muerte (miquiztli), inicio
del cuadrante norte; arriba de la página, a la izquierda, 1 mono (ozomatli) y
1 casa (calli), cuadrante oeste; abajo, a la izquierda, 1 conejo (tochtli) y 1
61
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949 ÓN

FIG. 28
zopilote (cozcacuauhtli), que corresponde al cuadrante sur. La suma de 52
años resulta del hecho de que el número 1 que acompaña al jeroglífico del
año sólo pasa al punto cardinal siguiente al término de 13 años, según la
sucesión descrita por los cronistas, la única susceptible de producir este ciclo. O
sea: al año 1 caña (acatl) del este, le sucede el año 2 pedernal (tecpatl) del
norte, y luego el año 3 casa (calli) del oeste; 4 conejo (tochtli) del sur;
5 caña (acatl) del este; 6 pedernal, del norte; 7 casa, del oeste; 8 conejo, del
sur; 9 caña, del este; 10 pedernal, del norte; 11 casa, del oeste; 12 conejo,
del sur; 13 caña, del este; 1 pedernal, del norte; etcétera.
La segunda fecha señala efectivamente un día, pero no un día abstracto
como aparece en la reflexión de Seler, según la cual ese día, igual que el
jeroglífico del año, sería el resultado de la división de 260 en cuatro partes
de 65 casillas. Se trata de un día verdadero, de una de las unidades que nom-
bran y cifran las 24 horas que son ocupadas por ellas. Si proviniera de la
matematización del espacio, no podría nombrar más que un año, lo que es
insostenible tanto por la irregularidad que introduciría en el rigor del meca-
nismo de los 52 años, como por la certidumbre en relación con los jeroglíficos
encargados de esta tarea, sin hablar de la imposibilidad de admitir una yux-
taposición estática de elementos heterogéneos en el seno del vertiginoso movi-
miento de combinaciones que constituye el armazón de esa filosofía.
Para corroborar estas deducciones debimos asegurarnos, ante todo, de que
las 4 fechas de los días en cuestión se integran orgánicamente a los días
de cada uno de los períodos que acompañan. Con el fin de obtener la homo-
geneidad de los elementos empezamos por reducir a días los 13 años; dividimos
luego la cantidad obtenida, 4 745, entre 260, es decir, el conjunto de los días
al que pertenecen los jeroglíficos. Esta última operación da 18 como resul-
tado, que equivale al número de posiciones anuales con un resto de 65 días; y
resulta que la cantidad 4 745 dividida entre 13 da 365, número de los días
del año.
Esos resultados prueban que el ciclo de 52 años tiene como finalidad, entre
otras acrobacias numéricas, la de establecer la asociación de unidades abstrac-
tas al ritmo del desplazamiento de la luz: dentro de este lapso la serie de 13
adquiere el mismo valor que las 24 horas del día, y la de 260 el de una de
las 18 divisiones del año. Es decir que el orden de los dos cálculos se fusiona
63
en el interior de un cuadrante de 13 años: con el número 365 la serie de 13
se transforma en una unidad natural, de igual manera que el 260 de las 1
posiciones solares. De esta manera los 18 980 días que señalan la duración social
del individuo presentan idénticos componentes que el año solar, con lo cual
parecen ser una réplica magnificada de la suma de los movimientos que cons-
tituyen la órbita de un cuerpo celeste.
La periodicidad que de esta manera adoptan los elementos del calendario
artificial hace que una fecha aparezca de nuevo automáticamente en un año
al final de 260 días (20 series de 13) y también en un cuadrante al final de
una vuelta de 365 series de 13 = 18 X 260. Por ejemplo, la fecha 1 coco-
drilo (cipactli) vuelve a aparecer después de este ciclo de 360 Xx 13 como si
no se hubiera movido, mientras que a los 13 años del este, a los que esta fecha
da nombre, le quedan todavía 65 días de vida, es decir, 5 unidades de 13
(260 x 18 = 4680). Este excedente es, justamente, el que opera el paso
del este al norte: 1 cocodrilo (cipactli) que es la primera serie de la secuen-
cia de 260 dividida entre 13, llega después de 5 series a la 6*?, o sea,
1 muerte (miquiztli), fecha que señala el norte en el Borgia. La continuidad
del movimiento de las otras fechas es fácilmente calculable: después de 4 680
días el norte se funde con el oeste sólo gracias a los 65 días que, escapando al
cierre de las vueltas de rueda del calendario “mágico”, se adhieren a los 13
años y los ponen en movimiento. De ahí que la sexta serie, 1 muerte (miquiz-
tli), pase al oeste, con la decimoprimera serie, 1 mono (ozomatli), y con la
misma suma de 5 se llega a 1 zopilote (cozcacuauhtli) que figura en el cua-
drante del sur. Después de su paso por el centro, las 5 siguientes y últimas
series vuelven a 1 cocodrilo (cipactli) del este.
65 es el número que resulta de la división en 4 de las 260 combinaciones
horizontales y verticales de los 20 jeroglíficos, y de este remolino de entrelaces
se llega a la evidencia de que la única unidad motriz susceptible de hacer
que los cálculos y los espacios se comuniquen entre sí, es la que se obtiene
por la ocupación imaginaria del infinito. A esta operación va unida otra:
puesto que el año no está calculado como una totalidad de 365, sino como
360+5, el sobrante de 65 puede ser distribuido entre cada uno de los 13
años, con lo cual se introduciría una dimensión geométrica.
64
Además del poder de movimiento del 5, este mecanismo demuestra que
dentro de los 13 años el acuerdo entre unos calendarios de extensión y natura-
leza distintas se realiza sin pérdida de autonomía; 260 y 365 entrelazan sus
respectivas divisiones sin mengua de su libertad de desplazamiento. Realizable
únicamente en el seno de un número subordinado a una cantidad superior
—el sentido de la suma de 4745 días no reside más que en su calidad de
cuadrante de un ciclo de 52 años—, esa cima que una partícula irreductible
rompe indefinidamente representa una “estación” de 13 años, una de las cuatro
edades del hombre, que los mitos y la iconografía comparan con un sol. De
ahí se desprende que la vida es concebida como una secuencia de cuatro
soles sucesivamente derribados, que iluminan y transfiguran la comunidad y
el Universo.
Estos soles, distribuidos entre los cuatro puntos cardinales, están personi-
ficados por los Tlaloques, divinidades de la lluvia que inundan e inflaman
la tierra con gotas luminosas, destiladas por las sustancias de que son depo-
sitarios; nubes y nieblas producidas por la evaporación de las obras humanas
que ellos tienen como misión hacer circular de un cuadrante al siguiente. Los
4 géneros de lluvia que los Tlaloques tienen que recoger y distribuir por
la región que ocupan deben de corresponder a las diferencias que singularizan
a las acciones de cada una de las 4 edades del individuo.
Ya sea, pues, en el seno de un cálculo que opera la fusión de realidades
imaginarias y naturales o al final de vastos despliegues analógicos, el 13 apa-
rece siempre como agente de una fecunda fisura productora de renovación, ya
que le está tan inextricablemente unido que llevan a menudo el mismo nom-
bre, como ocurre con los cuadrantes del espacio matematizado. De hecho el
predominio del 13 es tal que una clasificación exhaustiva de sus propiedades
abarcaría la totalidad de la antigua visión del mundo y desembocaría, sin
duda, en unas perspectivas tan amplias que exigirían un nuevo ciclo de tra-
bajo, de la misma manera que el ciclo temporal de 52 años se abre siempre
sobre un nuevo comienzo.

65
EL CINCO

El efecto más dramático de la actividad del 13, la consecuencia más directa


de la disyunción que opera, es el advenimiento del 5, del número que, por
ser la cifra de la especificidad humana, da nombre a la improbable inspira-
ción, mide los futuros deseos, calcula el peso de las obras por nacer. Perso-
nificado por el dios de la ruptura, del exceso y de la demasía, el 3 asegura
el paso de los diversos instantes del Universo de uno a otro y abre así cual-
quier final.
Un mecanismo cuya complejidad pretende la obtención de un sobrante
que rompe toda armonía numérica, por grande que ésta sea, parece querer
consolidar un concepto: puesto que emerge y trasciende cualquier suma de
razonamientos estancos, este sobrante con función de movimiento no puede
pertenecer a otro dominio que al de las emociones. Y ocurre que, el cetro
del Señor 5 Flor, Macuilxochitl, la personificación más autorizada del 5, es
un corazón desnudo colocado en el extremo de una flecha. Macuilxochitl
representa la obra terminada, el cumplimiento del acto que, después de la
inspiración fulgurante que anuncia 1 flor, llega a 5 flor, exteriorización de
la experiencia vivida. Como un frute portador de simiente, la obra nace del
placer de crear, de la alegría de encarnar, por fin, el objeto imaginado; objeto
que surge palpitante de lo más hondo del individuo, como un corazón de las
entrañas. Ahora bien, la serie 1 zopilote, que contiene la fecha 5 flor, está
patrocinada por el doble de Quetzalcoatl, única criatura capaz de haber lo-
grado atravesar las profundidades y de haberse apoderado de la centella que
salva de las tinieblas al Universo. De ahí la asociación que hace el Borgia
de Xolotl con la fecha calendárica del quinto sol, astro subterráneo surgido del
estallido de un hombre abrasado. Personaje eminentemente nocturno, conoce-
dor de los más ocultos secretos, Xolotl, doble interior, es materia en fusión:
sus ojos escurren de las órbitas; su boca, enorme y abierta, está sellada con el
signo de la llama y sus 4 miembros están torcidos como los del jeroglífico mo-
vimiento. De ahí se deriva que, para sobrevivir a las grandes operaciones

66
mentales, el pensamiento debe disolverse hasta convertirse en un residuo que,
rompiendo su propia medida del mundo, introduce lo excesivo como la propia
esencia de lo humano. Ciertamente no es por casualidad que Xolotl significa
lo anormal, lo monstruoso. Recordemos solamente que el 5, cifra de lo sagra-
do, nombra la bebida fermentada exclusivamente en su actividad embria-
gante.
Es imposible observar el simbolismo del 5 en todos sus contextos, ya que
su valor se matiza con cada una de las combinaciones mediante las cuales
la cultura antigua domeña con actos la materia. De tal modo que el diabólico
arte adivinatorio, tan vehementemente denunciado por Sahagún, se mani-
fiesta, de hecho, como un torbellino de cálculos combinatorios que integran
al infinito las probabilidades de relación que la razón es susceptible de es-
tablecer.
Así que sólo nos detendremos en los dos casos en los que la acción del 5
ha podido ser seguida con alguna exactitud: como resto dinámico del tiempo
anual en el espacio y como agente transformador de las 18 posiciones solares
en una torsión de significados.

67
LOS 5 DÍAS EXCEDENTES DEL AÑO

Antes de descubrir la ley numérica del excedente, consideramos el corte del


año en 360 + 5, como una singularidad suplementaria del pensamiento ame-
ricano, ya que los cronistas insisten además sobre las “supersticiones” que
rodean a este período llamado “sobrante” y las desgracias que lo caracterizan.
Una vez vislumbrada esta ley, juzgamos que la segregación de estos 5 días
respondía a una lógica y que debían de cumplir una tarea de las más delica-
das: situado el 5 fuera del espacio —éste se termina en los 360 que cierran
los 18 conjuntos de 20 días— da nombre y número a un tiempo desprovisto
de horizontalidad, como si estuviera proyectado en el aire.
Los informes que poseemos a este respecto confirman que ese tiempo resi-
dual es de mal augurio porque, a diferencia de los otros días, no cubre el
espacio con un nombre y un número que le sean propios:

A los cinco días restantes del año, que son los cuatro últimos de enero y el
primero de febrero, llamaban nemontemi, que quiere decir días valdíos, y teníanles
por aciagos y de mala fortuna. Hay conjetura, que cuando agujeraban las orejas
a los niños y niñas, que era de cuatro en cuatro años, echaban seis días de nemon-
temi, y es lo mismo que el bisiesto, que nosotros hacemos de cuatro en cuatro
años (1, p. 124).
[. ..] seguíanse luego los cinco días que llamaban nemontemi, a los cuales tenían
por aciagos, y ninguna cosa osaban hacer en ellos, ni barrer la casa, ni aun actos
judiciarios. A los que en ellos nacían, si era varón, poníanle por nombre nemon,
o nentlacatl, o nenquizqui, que quiere decir, “ni vale nada, ni será para nada, ni
habrá provecho de él”, y si era mujer, llamábanla nencihuatl, que quiere decir
“mujer para nada”. Guardábanse, en estos días fatales, de dormir entre día, ni
de reñir los unos con los otros, ni de tropezar, ni de caer, porque decían que si
alguna cosa de éstas les acontecía, que siempre les había de acontecer adelante, y
si alguno enfermaba en estos días, decían que no había de sanar. Nadie tenía
esperanza que había de vivir, o escapar, ni hacían cuenta de aliviar a los enfermos,
ni les aplicaban medicina, y si alguno sanaba, decían que Dios había tenido mise-
ricordia de él, y que él sólo había entendido en sanarle o curarle (1, p. 238).

68
Y Durán los llama: “días demasiados [...] sin necesidad, sin provecho”
(padUd)s
Estas definiciones coinciden con el sentido de la raíz de la palabra NEMON-
TEMI (Rémi Siméon; nen, vano, inútil, superfluo) e igualmente se identifican
con las características del 5 en los cálculos.
La lectura del calendario demuestra, sin embargo, que la secuencia de los
días es continua y que nada puede interrumpir su sucesión regular, lo cual
obliga a admitir que los 5 días no son funestos más que porque abandonan
el suelo, porque se alejan de la materialidad. Si no, ¿de dónde vendría su
vacuidad, su carácter superfluo? Y por qué razón los nombres, y los números
que acarrean forzosamente, serían abandonados hasta el punto de que: “Estos
cinco días á ningún dios están dedicados [...] los que nacían en los mismos
días ningún signo se les aplicaba” (Sah, 1, p. 233).
Ocurre también que estos 5 días “demasiados” confirman la naturaleza
conceptual del ciclo de 52 años: puesto que el 5 es en el espacio el agente
de unión de los días de un cuadrante al otro, su papel no tiene ningún sentido
a no ser dentro de una estructura temporal abstracta que ordena cada unidad
de 365 sobre los diversos puntos cardinales; si no es en el interior de una
operación que crea “estaciones” de 13 años, o sea un tiempo que se refiere a
la existencia humana.
La comprobación de estas hipótesis nos fue proporcionada por la Relación
de las cosas de Yucatán que escribiera en el siglo xvi el obispo Diego de
Landa. Curiosamente es en la más deformante de las crónicas, entre los
miserables harapos de un inmenso saber desgarrado, donde se encuentra la úni-
ca descripción de las ceremonias que se verificaban al final del año, precisamente
durante los días “demasiados”.
Estas ceremonias consistían en el traslado de la estatua del año que aca-
baba, de un punto al otro del horizonte, después de un alto en un promontorio
del centro de la ciudad, en el palacio habitado por una divinidad. El simbo-
lismo de las procesiones que acompañaban el cambio de lugar y las del acto
central, la detención en la casa de la “divinidad” —+el único acto que se
desarrollaba en un espacio interior—, indican claramente el paso del año a
un nuevo punto cardinal.
Al cabo de 13 de esas operaciones de “tránsito”, un cuadrante, dotado de
69
los 5 nombres entre los cuales se divide, se engarza con el que le sigue sobre
el espacio curvo del ciclo de 52 años. Es decir que, ese desplazamiento se
obtiene lo mismo por el movimiento de la cantidad 65 que por 13 movimientos
de 5 unidades; el segmento del círculo se transporta así a las 65 casillas —esta vez
de 73 días cada una— mediante lo cual se vuelve a encontrar la disposición
plana del cálculo abstracto de 260: los 5 días sobrantes, al no poder sino
elevarse por encima de la horizontalidad terrestre, forman con el 13 la misma
disposición geométrica —curva ahora— del espacio-tiempo natural combina-
do con un espacio abstracto que, decreciendo, se eleva hasta un círculo de una
configuración tal vez en escalera, lo que explicaría el sentido de la famosa gre-
ca escalonada, el jeroglífico más extendido, con mucho, entre los dos polos
de las Américas.

70
EL TRENZADO DE LAS POSICIONES SOLARES

La importancia cada vez más manifiesta de la combinación de los números


nos llamó la atención sobre otra observación que nos había pasado inadver-
tida: en cierta época del año algunos de los dramas de los meses no hacen más
que repetir y prolongar la acción de dramas precedentes. Al comparar lo que
distintos cronistas dicen logramos determinar la veintena a partir de la cual
empieza la operación inaugural de una reduplicación de sentidos, pues lejos
de ser una simple réplica, la acción se traspone sobre un nivel de realidad
distinto.
Se trata de una división de 365 unidades anuales en dos grupos, uno de 13
veintenas, el otro de 5. Estas últimas se hacen eco de sucesos celebrados 100
días antes. Sahagún y Durán asignan a este período una duración de 80 días
porque cuentan la preparación de ciertas fiestas a partir del final de la vein-
tena que inaugura el grupo de 100.
Tras una fuerte resistencia nos vimos obligados a convencernos de lo justa
que era la fórmula de los cronistas, según la cual es la decimocuarta veintena
la que se entrelaza con la décima, llamada “La caída del fruto”. Nuestra
resistencia provenía del hecho de que si el trenzado se iniciaba en la decimo-
tercera, el año solar acabaría en la veintena decimotercera y en la serie vi-
gésima del calendario mágico, mientras que con la fórmula seguida el último
mes se enlaza con la decimocuarta posición y con la primera y segunda series
de 13 días, es decir, sobre un doble nuevo principio, lo que se puede com-
probar en las páginas siguientes:

71
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CORRELACIÓN DE LAS VEINTENAS CON LAS SERIES DE 13 Días

la. veintena 1 cocodrilo — 2 serpiente — 13 caña — 5 pedernal — 7flor (1-2)


2a. veintena 8 cocodrilo — 13 muerte — 1 ciervo —
— 5 mono — 1 fior (2-3-4)
2 cocodrilo — 5 lagarto — 13 torsión — 1 caña =>
3a. veintena
— 5 movimiento — 8 flor (4-5)
9 cocodrilo — 13 serpiente — 1 muerte pas
4a. veintena
— 5 perro — 13 pedernal — 1 lluvia — 2 flor (5-6-7)
5a. veintena 3 cocodrilo — 5 casa — 13 mono — 1 torsión
— 5 zopilote = 9 flor(7-8)
6a. veintena 10 cocodrilo — — 13 lagarto — 1 serpiente — 3 flor (8-9-10)
— 5 agua ==
7a. veintena 4 cocodrilo — 5 viento — 13 perro — 1 mono —
— 5 águila — — 10 flor (10-11)
8a. veintena 11 cocodrilo = — 13 casa — 1 lagarto —
— 5 conejo — 13 zopilote — 1 movimiento — 4 flor (11-12-13)
9a. veintena 5 cocodrilo - — 13 agua — 1 perro —
— 5 jaguar — — 11 flor (13-14)
10a. veintena 12 cocodrilo — — 13 viento — 1 casa -
— 5 venado — 13 águila -- 1 zopilote — 5 flor (14-15-16)
11a. veintena 6 cocodrilo - — 13 conejo — 1 agua -
5 caña = 12 flor (16-17)
12a. veintena 13 cocodrilo = — 1 viento eS
— 5 muerte — 13 jaguar — 1 águila —
— 5 lluvia eS 6 flor (17-18-19)
13a. veintena 7 cocodrilo — — 13 venado — 1 conejo -
5 torsión — — 13 flor (19-20)

la. veintena: 1 cocodrilo — 7 flor (1-2)


14a. veintena:
10a. veintena: 12 cocodrilo — 5 flor (14-15-16)

2a. veintena: 8 cocodrilo — 1 flor (2-3-4)


15a. veintena:
lla. veintena: 6 cocodrilo — 12 flor (16-17)

3a. veintena: 2 cocodrilo — 8 flor (4-5)


16a. veintena:
12a. veintena: 13 cocodrilo — 6 flor (18-19)

4a. veintena: 9 cocodrilo — 2 flor (5-6-7)


l7a. veintena:
13a. veintena: 7 cocodrilo — 13 flor (19-20)

5a. veintena: 3 cocodrilo — 9 flor (7-8)


18a. veintena:
14a. veintena: — cocodrilo — 7 flor (1-2)
La consecuencia más espectacular de este mecanismo es la de integrar de
manera inmutable cada una de las series de 13 días a una de las 18 posiciones
anuales, de asignar, pues, automáticamente a cualquier segmento del espacio-
tiempo natural un lugar de encuentro, numéricamente localizable, con una
de las unidades generadoras de sentido. Una vez reconocida, esta asociación
se presenta con una lógica muy simple: puesto que son las series las que
proporcionan la división del año —la segunda parte nace al acabarse los
260 días— es normal que sigan el orden anual que ellas mismas establecen.
Para lograrlo deben partir inevitablemente del primer día de la primera
veintena y detenerse en el último día de la 13? que cierra el ciclo de 260, para
volver a empezar en la 14*, es decir, deben distribuirse en el espacio con la
misma regularidad que las estaciones.
Así, la correspondencia entre la totalidad abstracta de 260 y la totalidad
real de 365 sobre la cual basábamos la posibilidad de nuestra restructuración,
encuentra por fin el apoyo orgánico en cuya búsqueda caímos en tantos titu-
beos. La certeza de que el encuentro del espacio-tiempo natural y de su sen-
tido se obtiene al poner los 260 días al ritmo regular del año, obliga al primer
día del calendario artificial a ajustarse al comienzo de la primera veintena, y
a la segunda a ir desde 8 cocodrilo (cipactli) hasta 1 flor (xochitl), o sea,
hasta el inicio de la cuarta serie. Siguiendo con esta cadencia el último
día de la veintena decimotercera coincide con 13 flor, último día de la vigé-
sima serie. Según este arreglo, la rueda de las series regresa lógicamente a su
principio y la veintena decimocuarta, que precede un poco al solsticio de
invierno, va acompañada por 1 cocodrilo y por 1 viento, igual que la veintena
que inicia el año después del solsticio. Con una diferencia: la repetición de
los dramas de las veintenas anteriores, que entonces empieza, añade a la
veintena decimocuarta las series del mes cuya significación prolonga. Es de-
cir que, al lanzarse a una posición rebasada, la veintena decimocuarta se
enriquece con dos grupos de series suplementarias, como lo demuestra la dis-
tribución de los días.
Notemos que, al mismo tiempo que trastorna la secuencia estática de los
20 jeroglíficos, el orden de los 20 días establece 13 series que empiezan todas
por cocodrilo (cipactli) y acaban en flor (xochitl), primero y último de los
jeroglíficos de la secuencia estática. Esta comprobación es otra prueba de la
13
exactitud de la articulación propuesta entre las series y el tiempo solar, la cual
al ligar los 100 últimos días con los 100 anteriores produce un cúmulo de
sentidos, de divinidades y de posiciones, parecido al que la iconografía y los
mitos expresan precisamente por el simbolismo del 5, cifra del sol de la era
de Quetzalcoatl, de la levadura que al hacer fermentar la materia transforma
al hombre en astro y sacraliza a la naturaleza. La densidad que nace del
encadenamiento de dos posiciones anuales y de varias series de días sobre un
mismo punto del espacio es tal que sólo se puede abordar por etapas, separando
en partes sucesivas los hilos de esa madeja enorme.

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Antes de emprender el análisis de los tres primeros jeroglíficos de los días
con el que esperamos demostrar el movimiento del mecanismo descrito, re-
producimos cinco de los siete calendarios existentes, los cuales forman la base
de este intento de reconstrucción.
Sólo tres de los calendarios artificiales de 260 días agregan las diez y ocho
divisiones anuales: el Vaticano 3738 y su copia, el Telleriano-Remensis; el
Borbónico y el códice de Aubin.
El Borgia no contiene más que la continuidad de las veinte series de trece
días mientras que el Atlas de Durán y el códice Magliabechi contienen úni-
camente los meses.

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EL CALENDARIO ARTIFICIAL

Ofrecemos en primer lugar tres de los cinco manuscritos con las veinte series
cuyas combinaciones forman el ciclo de doscientos sesenta días. Cada serie
va acompañada de una escena que prolonga y especificael sentido de los trece
nombres y de los trece números que la componen.
Estos manuscritos son:

1] El Telleriano-Remensis, cuyo original se encuentra en la Biblioteca Na-


cional de París. La reproducción de este libro aparece en la edición de
la Secretaría de Hacienda, México, 1964, anotada por el arqueólogo
José Corona Núñez.
2] El Borbónico, cuyo original se encuentra tambiénen París, en el antiguo
Palais Bourbon, hoy Cámara de Diputados. Edición de Siglo XXI, Mé-
xico, 1979.
3] El Borgia, en la Biblioteca del Vaticano, Roma. Edición del Fondo de
Cultura Económica, México, 1963.

Comenzaremos con el Telleriano-Remensis, ya que las explicaciones de las


que se benefició en el siglo xvi esclarecen su contenido mejor que cualquier
otro documento. Se trata de una copia del llamado Vaticano 3738, abundan-
temente comentado por el dominico Pedro de los Ríos.
Dos razones nos hacen preferir la copia al original: la calidad del dibujo,
que vuelve las láminas más legibles, y los distintos comentarios, debidos a
varias personas, que atestiguan una profundización en la búsqueda del sentido
así como un admirable trabajo de equipo. Comentarios que, en el campo
árido en el que el estudioso está circunscrito, constituyen una inestimable
fuente de conocimientos [figs. 29-68]. La similitud entre los dos libros es tal
que tomamos del Vaticano 3738 las láminas faltantes en el Telleriano-Re
mensis.

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EL CÓDICE BORBÓNICO

Realizado con toda probabilidad antes de la invasión extranjera del siglo xvi,
este manuscrito es excepcionalmente importante por contener ciertas fechas
claves, así como la representación completa del ciclo de cincuenta y dos años, o
sea: la sucesión de las cuatro veces trece años, la continuidad de los doscientos
sesenta días, los diez y ocho meses, la ceremonia del Fuego Nuevo, etc.
Reproducimos aquí diez y ocho de las veinte series de trece días, ya que las
dos primeras se perdieron [figs. 69-86].

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EL CÓDICE BORGIA

Este manuscrito se distingue, aparte de su valor artístico, por su amplia riqueza


temática. Por medio de ilustraciones descriptivas y de fechas, logra dotar del
peso de la realidad a un sinnúmero de episodios que se encuentran dispersos, a
veces apenas mencionados, en los mitos y en las leyendas.
A este respecto son particularmente importantes las encarnaciones de los
días cinco como “dioses del deseo y de la voluptuosidad”, nombres y cuali-
dades propios del fenómeno humano, así como la secuencia referente a las dis-
tintas fases del planeta Venus, un hermoso poema de diez y siete páginas que
Seler, su descifrador, tituló “El viaje de Quetzalcoatl al infierno”.
Reproducimos a continuación las veinte series de trece días [figs. 87-106].

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LA DIVISIÓN DEL AÑO EN DIEZ Y OCHO “MESES” DE VEINTE DÍAS

Se dispone sólo de cinco manuscritos referentes a las ceremonias que los cro-
nistas describen por cada una de las 18 divisiones del año: el Borbónico, el
Magliabechi, el Atlas de Durán, el Vaticano 3738 y su copia el Telleriano-
Remensis.
Cada ilustración de estos cinco calendarios representa un acto entre los
múltiples que forman los dramas mensuales. Como los actos de los cinco libros
se refieren a un momento distinto de esos dramas, la confrontación de los
textos con el sentido que cada cuadro evoca es una mina inagotable de cono-
cimientos.
Comenzaremos por el Borbónico, el más completo de todos. Después de las
veinte series de los trece días, las diez y ocho divisiones anuales están
prece-
didas por los cuatro grupos de trece años en cuyo interior el calendario artifi-
cial de doscientos sesenta días y el calendario natural de trescientos sesenta
días se unen en una totalidad inextricable. Notemos que el cómputo principia
por el cuadrante 1 conejo, a la izquierda y abajo de la primera página
[figs. 107-125].
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EL MAGLIABECHI

Este manuscrito fue elaborado en la segunda mitad del siglo xvI. Se conserva
en la Biblioteca Nacional de Florencia [figs. 126-143].

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EL ATLAS DE DURÁN

Estas representaciones del sentido de los diez y ocho “meses” forman parte
de lo que el padre fray Diego Durán llamó Atlas: un gran número de gra-
bados que ilustran su Historia de los indios de .la Nueva España redactada
a mediados del siglo xv1I. Lamentablemente se omitieron las imágenes de las
veinte series de trece días [figs. 144-162].

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FIG. 161
TELLERIANO-REMENSIS Y VATICANO 3738

Al igual que las series de trece días, las veintenas están más ampliamente ex-
plicadas en el Telleriano-Remensis. Del Vaticano tomamos sólo las ilustracio-
nes de los primeros seis “meses” que faltan en el Telleriano [figs. 163-180].

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El primero de los 20 caracteres de los días es el llamado co-
codrilo, cipactli, en nahuatl. Este vocablo que no figura
en los diccionarios parece, a primera vista, no corres-
ponder a ningún objeto real.
Los cronistas interpretan su jeroglífico a veces como
una serpiente, a veces como un pez (tiburón, pez espa-
da), a veces como un reptil acuático, el caimán. Este
último significado es el más aceptado pese a que los in-
formantes de Sahagún especifican que el caimán es un
lagarto:

Hay en esta tierra unos grandísimos lagartos que ellos


llaman acuetzpallin y denominan los españoles caimanes;
son largos y gruesos, tienen pies y manos, colas largas, y
dividida la punta en tres o cuatro partes; tienen la boca
muy ancha y lo mismo el tragadero; los grandes de ellos trá-
ganse un hombre entero (n, p. 373).

Las versiones modernas usan caimán (Eduard Seler,


Ángel María Garibay), en cambio Rémi Siméon adopta
el término tiburón [fig. 181].
Si no fuera por la frecuente ausencia de la mandíbula
inferior, todas estas interpretaciones serían plausibles, so-
bre todo la de serpiente que le da Durán:

Cipatly, que era la primera figura, que quiere decir ca-


beza de sierpe, y en llamalle cabeza entiendo que era en-
tender ser principio de mes o primero día de él [...]
FIG. 181 (p. 256).

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FIG. 183

En la Historia de los mexicanos por sus pinturas se


afirma, en cambio:

Cipactli era un gran pez como un caimán [...] y con


este gran pez hicieron la tierra (en Seler, 1, p. 63).

La iconografía abunda en este sentido al representar la


Tierra como una enorme boca hecha con las dos quijadas
del cipactli juntas e invertidas [figs. 182 y 183].

213
Entre los mayas el jeroglífico del primer día está muy estilizado [fig. 184),
pero ciertas representaciones muestran también un animal con una sola man-
díbula [fig. 185).
Aunque el sentido de Imix, que es su nombre, permanezca vago, Thompson
después de muchas asociaciones concluyó que:

Es completamente evidente que este día simboliza a la Tierra y, por extensión,


la abundancia (p. 70).

No obstante, hay varios trazos que confieren una naturaleza especial a esa
Tierra. Por ejemplo, una de las constantes de cocodrilo (cipactli) es su aso-
ciación con el jeroglífico del pedernal: un triángulo blanco-rojo con líneas
redondeadas a veces, o curvas, que representa al pedernal que, invariablemen-
te, adorna su boca a manera de dientes, se levanta por encima de su nariz
y traspasa su cuerpo [fig. 186].
El sílex blanco-rojo, carácter de uno de los 20 días, es el signo del relám-
pago y por lo tanto relaciona cocodrilo (cipactli) con el fuego celestial [véase
pedernal], relación que los códices corroboran al combinar cocodrilo (cipactli)
—+n tanto jeroglífico o encarnado por personajes que llevan su cabeza como
casco— ya sea a imágenes solares (el disco [fig. 187]), el águila y el jaguar
[fig. 1882], la mariposa [fig. 188b]), ya sea a los “ojos muertos” que repre-

Fic. 185
FIG. 186

FIG. 187
sentan a las estrellas [fig. 189a,b.c], o bien a personificaciones del planeta
[fig. 190]. Esta naturaleza se expresa igualmente en que:

Llamaban a este dios Tonacatecuhtli... y dicen que era aquel signo que apa-
rece de noche en el cielo, llamado vulgarmente Camino de Santiago o Vía Láctea
(Vat. xv).

La iconografía y los textos indican la pertenencia de cocodrilo (cipactli) a


la materia ígnea [fig. 191]: madera ardiendo [a], sol en llamas y abrasamiento
de su propio cuerpo [b] o el propio dios del fuego [c]. Y ocurre que, en los
textos, el Viejo Dios del Fuego que patrocina a veces al signo cocodnlo [fig.
191d] aparece como sinónimo de Tonacatecuhtli, el Señor de los Alimentos
Terrestres, patrón del día primero:

Es Señor y Señora de la dualidad


Es Señor y Señora de nuestro sustento
Es madre y padre de los dioses, el dios viejo
Es al mismo tiempo el dios del fuego, ya que mora en su ombligo
Es el espejo del día y de la noche
Es astro que hace lucir las cosas y faldellín luminoso de estrellas

216
Es el señor de las aguas. el brillo solar de jade y la de falda de jade
Es nuestra madre. nuestro padre
Es, en una palabra, Ometeotl que vive en el lugar de la dualidad (León-Portilla,
ps 1I27
FIG. 191
Resulta, pues, que cocodrilo (cipactli) designa a una tierra alimentada por
fuegos que proceden de arriba y de abajo a la vez, dualidad de espacio y
de naturaleza, que Thompson observa también en el “monstruo” que, entre
los mayas, es la materialización del día primero:

A veces su cuerpo lleva símbolos celestes pero ello no constituye una objeción
seria a identificarlo como dios acuático de la superficie de la tierra, ya que los
habitantes del mundo subterráneo iban y venían del cielo y visiblemente se sentían
tan en su casa en un medio como en el otro (p. 72).

Los textos acentúan el sentido de esta dualidad al atribuir, como lo vimos


en el poema, a “Nuestro Señor de los Alimentos Terrestres” (Tonacatecuhtli)
el título suplementario de “Dios de la Dualidad” (Ometeotl: teotl, dios;
ome, dos), entidad que los cronistas asocian respectivamente con el cielo y con
la tierra:
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También conocían, sabían y decían, que había doce cielos, donde
a aquél le llamaban Ometecutl i, que quiere
alto estaba el gran Señor y su mujer;
su compañer a le llamaban Omecihua tl, que quiere de-
decir Dos Veces Señor, a
los cuales dos así se llamaban, para dar a entender que
cir Dos Veces Señora,
ambos señoreaban sobre los doce cielos y sobre la tierra (Sah. n, p. 280).

Los intérpretes del códice 3738 del Vaticano descubren que el doble patro-
cinio de cocodrilo (cipactli) se reduce a uno solo, Ometeotl (Dios de la
Dualidad),siendo idéntico a Tonacatecuhtli [fig. 192] y además que el principio
de dualidad que encarna “Nuestro Señor de los Alimentos Terrestres” es su

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FIG. 192
218
propia obra, pues como primer ser que existió en el mundo separó con su soplo
cl agua del cielo y la de la tierra:

[...] que primero todo estaba amontonado y confuso, y que él puso las cosas
como ahora son [...] según la opinión de muchos viejos, engendró con su palabra
a Cipatonal y a una señora que se decía Xunoco, que son los dos anteriores
al diluvio, los cuales engendraron como adelante diremos (pp. xv y 1).

De ahí su propiedad de elemento originario, pues el Omecayaca, “lugar de


la dualidad”, en que él habita indica “el lugar donde está el creador de todo.
o la primera causa” (Vat. 3738, 1).
El complemento de la leyenda a la que pertenecen los párrafos anteriores
pone en evidencia que esta primera causa no es sino el hombre, ya que Tona-
catecuhtli es designado en ella como el “nombre del primer hombre”.
El nexo hombre-principio de dualidad está explícito en varios textos: por
una parte Ometeotl es el dispensador de “el ser de toda cosa”, lo mismo que
de “la influencia y el calor generadores de los niños en el vientre de sus madres”
y además es “el inventor de los hombres”:

En el lugar del mando, en el lugar del mando gobernamos:


es el mandato de mi Señor principal.
Espejo que hace aparecer las cosas.
Ya van, ya están preparados.
Embriágate, embriágate,
Obra el dios de la dualidad
Elsinventor de los hombres, el espejo que hace aparecer las cosas (Sah., trad. de
León-Portilla, p. 164).

El mismo concepto se refleja en la oración de la comadrona en el momento


del alumbramiento:

Señor, amo nuestro:


la de la falda de jade,
el de brillo solar de jade.
Llegó el hombre
y lo envió acá nuestra madre, nuestro padre,
El Señor Dual, la Señora Dual,
219
El del sitio de las nueve divisiones,
Portilla, p. 169).
El del lugar de la dualidad (Sah., trad. León-
dualidad cercada
Cocodrilo (cipactli) parece ser, pues, el jeroglífico de una
lo específico del ser humano. Ade-
y creadora a la vez que se identifica con
sobre la tierra, su patrono “Nuestro
más de aparecer como el primer hombre
ona con Serpiente Emplumada, dios
Señor de los Alimentos Terrestres” se relaci
género humano. Es signifi-
del viento, inventor de sí mismo a la vez que del
la obra del soplo ou de la
cativo a este respecto que el orden universal sea
identificación con “To-
palabra, propiedades de Ehecatl-Quetzalcoatl, cuya
no del primer día [fig.
nacatecuhtli es tal que lo remplaza a veces como patro
191 a,b,c].
mada es a la vez
A semejanza del “Señor de la Dualidad”, Serpiente Emplu
de la cual cocodrilo (cipactli) es el signo.
creado y creador de la sustancia
Como ejemplo del primer caso tenemos la fórmula de la comadrona:

bien venido, y bien llegado; habéis sido formado en el lugar


[...] seáis muy
los dos supremos dioses, que es sobre los nueve cielos; os
más alto, donde habitan
agujerado como una
ha hecho S. M. de vaciadizo, como una cuenta de oro: haos
y labrada, vuestro padre y madre, el gran señor y señora
piedra preciosa muy rica
p- 611).
y juntamente con ellos nuestro hijo Quetzalcoatl [...] (Sah., 1,

así como su actitud hacia la divinidad dual:

Y se refiere, se dice
que Quetzalcoatl invocaba hacia su dios a algo
[que está] en el interior del cielo,
a la del faldellín de estrellas, al que hace lucir las cosas;
Señora de nuestra carne, Señor de nuestra carne;
la
la
el
que está vestida de negro, el que está vestido de rojo;
que ofrece suelo [o sostiene en pie] a la tierra,
que la cubre de algodón.
AN
Y hacia allá dirigía sus voces,
así se sabía,
hacia el lugar de la Dualidad,
el de los nueve travesaños con que consiste el cielo [...] (León-Portilla, p. 98).

Como ejemplo de su papel de creador, el mismo discurso de la partera de-


clara:

220
FIG. 193

Cuando fuiste criado y enviado y tu padre y tu madre Quetzalcoatl te formó


como una piedra preciosa, como una cuenta de oro [...] (Sah., 1, p. 474),

o bien cuando se dice que él “creó el cielo, el sol y al Señor de la tierra”


cier 1D 00),
Mediante brillantes análisis de los textos nahuas Miguel León-Portilla nos
guía por el camino de la elucidación de los orígenes: si la humanidad des-
ciende de Ometeotl, éste a su vez no es más que el resultado de la búsqueda de
Quetzalcoatl. Es decir, que el fenómeno humano aparece junto con la toma
de conciencia de lo que le distingue del resto de la Naturaleza, al tiempo
que de la capacidad de resolver dinámicamente esa dualidad [véase vento].
Por esta razón Quetzalcoatl es el arquetipo del hombre, el Gran Artesano
(tolteca) de las obras mediante las cuales el individuo forma, implantándose

221
en ella, la colectividad nutricia de su espíritu. Dada la importancia de este
punto, vamos a seguir el desarrollo del lingiñista:

Línea 2: que Quetzalcoatl rogaba, invocaba, hacía su dios a algo [que está]
en el interior del cielo, “Hacía su dios a algo...”, mo-teo-tiaya, palabra que literal-
mente significa deificaba algo para sí, o sea, “buscaba para sí a ese dios” que vivía
en el interior del cielo (p. 99).

En su inestimable “Vocabulario filosófico nahuatl”, con el que termina su


obra, Miguel León-Portilla precisa:

MOTEOTIA: hacía dios para sí. Compuesto de mo- (reflexivo) “para sí”, teo(tl),
“dios” y la desinencia verbal de acción -tia, que da al compuesto la connotación
de “divinizar, hacer dios”. Se encuentra este término aplicado al saber. nahuatl
simbolizado por la figura de Quetzalcoatl, de quien se dice que buscaba el sostén
del mundo y el apoyo de sí mismo, hasta que al fin “descubrió su dios”: “hizo
dios para sí” a Ometeotl.

Esta idea se vuelve a encontrar en la definición de Quetzalcoatl:

QUETZALCOATL: Serfiente de plumas de quetzal... En los textos filosóficos


Aparece con frecuencia como símbolo del saber nahuatl. Así se dice de él que es
quien en una profunda meditación descubrió la existencia de Ometeotl, “más
allá de los cielos” y “como sostén del mundo”,

Otra palabra se refiere a las consecuencias de esa capacidad de reflexión:

TEYOCOYANI: inventor de gente, de hombres. Compuesto de te- (a los otros, la


gente) y yocoyani: participio de yocoyo: inventar, forjar con el pensamiento, Se
aplica a Ometeotl en cuanto origen de los seres humanos. Se atribuye también a
Quetzalcoatl, quien como ya se dijo simboliza el saber creador del dios dual.

Este concepto explica la multiplicidad de nombres y de sentidos atribuidos al


patrono del primer día, a su personificación. El códice Telleriano lo deno-
mina:

Tloque, Nahuaque, Tlalticpaque, Teotlale, Matlaua, Tepeua: dios, señor, cria-


dor, gobernador de todo: todos estos nombres atribuían a este dios Tonacatecu
htli.
que era el dios que dicen que hizo el mundo y a éste solo pintan con corona
como
222
señor sobre todos. A este dios nunca le hacían sacrificios porque dicen que no lo
quiere. Todos los demás a quien sacrificaban fueron hombres... o a los tiempos,
o demonios (Telleriano, 1).

No obstante, únicamente la posición de cocodrilo (cipactli) en el calen-


dario artificial y en el solar será susceptible de aclarar definitivamente las
complejidades relativas a los orígenes.
Cocodrilo (cipactli) forma infaliblemente el primer día de la primera de
las 18 veintenas que constituyen el año en el comienzo del ciclo de 52 años.
Este inicio ocurre a principios de febrero, en el momento en que el astro, poco
después del solsticio de invierno que marca su permanencia más larga en la
profundidad de la Tierra, empieza a ganar a las tinieblas el espacio y el
tiempo perdidos. Este suceso tiene lugar en la primera parte del cuadrante
sur-este, de lo que se deriva que cocodrilo (cipactli) pertenece al este por par-
tida doble, ya que el primero de los 5 nombres que designan a esta región es
precisamente cocodrilo [véase tabla, p. 71]. Es decir que este signo desempeña
el papel de cabeza que le atribuye Durán.
Ahora bien, los protagonistas de los dramas correspondientes al primer mes,
que incluye este primer día, son exclusivamente niños de pecho que podrían
representar un renuevo del potencial de acrecentamiento de la luz en este pe-
ríodo del año: a estas criaturas, resplandecientes de plumas, de bordados y de
jovas, se las subía sucesivamente hasta la cima de varios montes de los alrede-
dores de la ciudad antes de “precipitarlos” en el remolino turbulento que había
en el centro de la laguna que rodeaba Tenochtitlan (Sah. 1, p. 131). Durán
no menciona ningún sacrificio humano y no hace referencia más que a
ofrendas de objetos preciosos. Limita la acción de los dramas a unas carreras
a través de los campos en las cuales pequeños y grandes rozan las plantas
nuevas con las manos y a veces las arrancan para llevarlas a los templos, “a
la mesma manera que el día de ramos entramos en la iglesia con palmas en las
manos” (Durán, p. 270). Además, los cuatro nombres de esta primera veln-
tena evocan todos un retoño general:

Este primer día de año nuevo tenía cuatro nombres... Xochtzitzquilo. que
quiere decir tomar el año en la mano y. lo segundo, propiamente tomado en el

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rigor del vocablo, quiere decir tener un ramo en la mano y, porque lo entendamo
es de saber que Xihuitl significa dos cosas: año o ramo LE Op
El segundo nombre que tenía era Quahuitlehua, que quiere decir empezar a
caminar los árboles o empezar los árboles a levantarse, y era propiamente decir
que ya los árboles que habían estado caídos y tristes el invierno con los hielos
entonces empezaban a levantarse y a retoñecer y a dar flores y hojas [.. e]
El tercer nombre que el año nuevo tenía era Atlmotzacuaya, que quiere decir
atajar el agua [...]
El cuarto nombre de este día, que era Xilomaniztli, que quiere decir que ya
había mazorca fresca y en leche [...] (Durán, pp. 269-270).

Los informantes de Sahagún dedican estas fiestas a los Tlaloques (divinida-


des de los montes y de las lluvias) e indican que el llanto de los niñitos
auguraba abundancia (1, p. 96). El vínculo con Tlaloc está comprendido en
las representaciones del primer mes [fig. 195a,b,c].
Como la primera veintena reunía dos series de 13 días —1 cocodrilo (cipactli)
y parte de la segunda 1 jaguar (ocelotl) [véase p. 229]— esa porción del
cuadrante sur-este se enriquece con el sentido de los dos caracteres (cocodrilo
y jaguar), así como de sus patronos: la divinidad dual con innumerables nom-

224
CORRELACIÓN DE LAS VEINTENAS CON LAS SERIES DE 13 Días

. veintena 1 cocodrilo 5 serpiente 13 caña a pedernal 7 flor (1-2)


. veintena 8 cocodrilo 13 muerte 1 venado
5 mono 1 flor (3-4)
. veintena 2 cocodrilo 5 lagarto 13 torsión 1 caña
5 movimiento 8 flor (4-5)
. veintena 9 cocodrilo 13 serpiente 1 muerte
5 perro 13 pedernal 1 lluvia 2 flor((5-6-7)
. veintena 3 cocodrilo 5 casa 13 mono pu torsión
5 zopilote 9 flor (7-8)
. veintena 10 cocodrilo 13 lagarto serpiente
5 agua 13 movimiento pá pedernal 3 flor (9-10)
. veintena 4 cocodrilo 5 viento 13 perro mono
5 águila 10 flor (11)
veintena 11 cocodrilo 13 casa lagarto
5 conejo 13 zopilote o movimiento 4 flor (12-13)
. veintena 5 cocodrilo 13 agua perro
5 jaguar 11 flor (14)
. veintena 12 cocodrilo 13 viento casa
5 venado 13 águila zopilote 5 flor (15-16)

226
bres, por una parte, y, por otra, Quetzalcoatl, cuya fecha de aniversar
io, 9 vien-
to (ehecatl), está contenido en la segunda serie. Mediante las figuras y las
fechas los dos caracteres y sus contextos evidencian que la creación del hombre
no es posterior sino simultánea con la del principio de dualidad, va que “Nues-
tro Señor de los Alimentos Terrestres” y el dios del Soplo Ordenador, coexisten
dentro de una misma unidad de tiempo y espacio reales.
Se podría colegir de ahí que los niñitos de los dramas del primer mes del
año son con respecto a la comunidad lo que los retoños y las hojas tiernas
son con respecto a los árboles y a los campos: la promesa de futuras cosechas,
los embriones de alimentos espirituales. Sin duda con esta acepción el Borgia
ilustra la serie 1 cocodrilo (cipactli) mediante un Tonacatecuhtli (Señor de
los Alimentos Terrestres) bajo el aspecto de dios del fuego en posición de aper-
tura, lo que simboliza el nacimiento, la creación: de frente, con las piernas
separadas (fig. 196]. Unas gemas, signo del recién nacido, afloran y salen del
cuerpo abierto de piernas del Señor de la Dualidad.
FIG. 196

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FIG. 197
Para no multiplicar las citas nos limitaremos a señalar la relación directa
de cocodrilo (cipactli) con la invención del calendario de 52 años, que se
identifica por una parte con Cipactonal, uno de los inventores de los rasgos
culturales nahuas (Sah. 1, p. 585), y por otra con el jeroglífico de Tamoan-
chan, el país de origen de este sabio. Tamoanchan, país de la caída y del
nacimiento, paraíso terrenal, patria de los hombres y cuna de los astros que
fueron precipitados sobre la tierra, es representado por un árbol roto y san-
grante con el jeroglífico de cocodrilo (cipactli) como base [fig. 197].
Por otra parie, hay el hecho numérico de que la concordancia del día co-
codrilo (cipactli) con el principio del año sólo ocurre después de la fusión
del calendario artificial y el calendario que determina'las divisiones tempo-
rales, pues esta fusión de dos duraciones dispares —260 y 365— que gravitan
en el mismo espacio -—el que es iluminado por el Sol en un lapso preciso—
sólo ocurre después de transcurridos 52 años.
Los dos calendarios, puestos a andar en el mismo instante solar, alcanzan
sus finales respectivos y su reiniciación al cabo de 18 980 días. Y este encuentro
certifica, en sí, el nacimiento del calendario de 52 años, ciclo cuya creación
es explícitamente atribuida a cocodrilo (cipactli), viento (ehecatl) y a sus
regentes lo mismo en los textos que en la iconografía.
A la luz de las múltiples y complejas operaciones que ese ciclo supone, el
principio dual que se adhiere a la fórmula de su inicio se desplaza del plano
metafísico al de los números; la dualidad entrevista por Quetzalcoatl al final
de su reflexión, parece de repente designar, ya no un concepto brumoso sus-
ceptible de ser interpretado por cada uno de manera distinta, sino la cons-
tante de una acción mental creadora de un objeto material inédito: un
universo en el cual “el pensamiento establece un juego de incalculables refle-
jos entre los polos de la dualidad que singulariza al hombre.

22y
FIG. 198

CONCLUSIONES

Cocodrilo (cipactli), raíz del árbol del conocimiento, de un árbol en rup-


tura con el determinismo natural, es la imagen de la materia humana, materia
impulsada por el deseo de trasmitir a la Naturaleza la conciencia que la
especifica. ¿Se podría pedir mayor exactitud a la representación de una duali-
dad forjada por el pensamiento como origen de los seres humanos? ¿Del “sos-
tén del mundo” y del “apoyo de sí mismo” que Quetzalcoatl descubre al final
de su ardiente búsqueda?
230
De ello se deriva que el primer jeroglífico representa, en efecto,
la Tierra,
pero la Tierra de los hombres, es decir, un mundo físico entremezclado con
el invisible pero irrefutable mundo de la idea; cocodrilo (cipactli), jefe del
calendario de 52 años, aparece como la cabeza de un cuerpo imaginario
cuyos 20 miembros se apoderan y envuelven al Universo hasta que sus res-
piraciones se confunden.
Así se explica la dualidad del dios primigenio: un cuerpo pensante, una
aprehensión universal materializada en una obra que se mueve con la cadencia
de la Tierra y de los astros, de las noches y de los días, de un mecanismo de
relojería creador de sentido. Pues dotándolas de significado, Ometecuhtli (Se-
ñor Dual), espejo del mundo, hace brillar las cosas, incluyendo, y sobre todo,
la vida humana. Y con mayor razón dado que el proceso vital que conduce a
esta finalidad está personificado en 1 muerte, divinidad que saca su nombre
del “Espejo Humeante” de oscuras volutas que emerge de su sien [véase
muerte].
¿Y no será justamente esa hambre insaciable de aprehensión y de trans-
formación de lo real, propia del pensamiento, lo que representa el jeroglífico co-
codrilo (cipactli), reptil cuyo hocico mutilado está desesperadamente abierto
sobre una presa que no podría ser de materia pesada y sólida? Y los “alimen-
tos terrestres” que cocodrilo (cipactli) evoca, ¿no podrían referirse a unos
elementos espirituales que, por su naturaleza impalpable y traslúcida, serían
los únicos susceptibles de alimentar un cuerpo cuya boca no cumple su función
ordinaria?
El cocodrilo que atrapa de una dentellada un pie del Señor de la Aurora,
representante de Venus, de esa luz nocturna y solitaria que se mueve entre
el este y el oeste, parece ser una prueba de ello [fig. 198], lo mismo que la
encarnación de Vieñte-Quetzalcoatl cuyo impulso es sostenido por el jero-
glífico cocodrilo (cipactli) traspasado y florido [fig. 193c).
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El segundo de los veinte caracteres se llama viento (ehecatl); su jeroglífico
es un rostro rojo, barbado, con largas protuberancias en la boca interpretadas
como pico por algunos cronistas, y con un “ojo muerto”, símbolo de la estrella,
representado a menudo fuera de la órbita [fig. 199].

FIG. 199

239
FIG. 200
En el calendario maya este carácter se reduce a una figura geométrica pero
su nombre es igualmente viento (ik) [fig. 200]. Refiriéndose a una variante
de esta palabra, Thompson indica que “Ikh, en los altiplanos no sólo significa
viento sina también aliento y, por extensión, la vida misma” (p. 73).
Hemos visto en los mitos de la creación que “Dos veces Señor” al soplar
sobre el caos organizó el Universo y, al hacerlo, reveló a Quetzalcoatl la di-
FIG. 202

námica del principio de la dualidad. Ahora bien, puesto que Quetzalcoatl es


hijo e inventor de Ometeotl, a la vez que p patrono del día viento, , empezaremos
por intentar comprender el significado del número dos.
Lo primero que aparece es que, en el interior de la serie cerrada de los
20, el contexto g
del segundo jerog
jeroglífico asocia Serpiente Emplumada con la luz
y el movimiento, y por otra parte con la ruptura, la explosión, la amputación
del cuerpo
po y de los miembros que
| representan la noción de dualidad: un rep-
til aéreo que escupe unas volutas de estrellas [fig. 201a], volteado o andando,
pero siempre traspasado por una flecha, signo por gxcelencia del dardo lumi-
noso [fig. 201b,c], un esqueleto emisor de vida [fig. 202], una criatura cuyo

235
FIG. 203

rostro surge de un sílex abierto, acompañado de un conejo flechado [fig. 203a];


en otra un cuchillo devora el pie de un individuo situado arriba de un
cuerpo extendido con los brazos abiertos [fig. 203b)].
Siendo Quetzalcoatl el patrono titular de viento (reconocibles ambos por el
pico, la barba y también por el gorro en forma de cono truncado [fig. 204]),
su sustitución por las entidades del mundo subterráneo —el Señor del País
de los Muertos [fig. 202] y las dos representaciones del llamado Señor de la
Noche [fig. 203]— confirma que este personaje mítico pertenece a la tota-
lidad espacial del universo creado por Ometeotl mediante la división del caos
originario.
236
FIG. 204

El principio de dualidad se adhiere así a Serpirnte Emplumada que, además


de ser el patrono de viento en el orden cerrado de 20, rige a la segunda serie,
a los 13 días llamados l jaguar (ce ocelotl)
[véase jaguar].
Proyectada en el tiempo, la segunda serie ierra la primera veintena del año
(mes de febrero) y abre la segunda [véise cuadro, p. 226] y justamente
esta segunda serie contiene las fechas 4 mc ¿miento (ollin) y Y viento (echecatl)
aniversarios respectivos del quinto sol, q; e nace del cuerpo estallado del doble
del Rey de Tula y de Serpiente Emp umada, el futuro creador del planeta
Venus, pues:

Quetzalcoatl nació en el cielo de y 1a virgen de nombre Chimalma [. . .] Nació


en 9 Viento, allí donde se ve la m'20 [...] (Tell. 1) [fig. 204].

237
Los manuscritos lo repre [ntan generalmente acompañado de esa fecha
[fig. 205], y se asegura qu este personaje fue engendrado “no por ayunta-
miento de mujer sino sólo or su soplo de Ometeotl” (Vat. xLI).
Padre e hijo simultáne mente, Serpiente Emplumada es la materialización
del propio soplo creador como está dicho explícitamente:

Este Quetzalcoatl fue | que dicen que hizo el mundo y así le llaman Señor del
Viento, porque dicen c e este Tonacatecuhtli, cuando a él le pareció, sopló y en-
gendró a este primer ombre. A éste le hacían las iglesias redondas, sin esquina
ninguna. Éste dicen e fue el que hizo el primer hombre (Tell. 11).
Con el fin de convencernos de que el aire era considerado efectivamente
como el origen de lo humano, sigamos su personificación en el desarrollo
del año.
Patrono del segundo día y de la segunda serie, Quetzalcoatl es igualmente
regente de la segunda veintena [véase cuadro, p. 226]. Los 20 primeros días
terminan en 7 flor (xochitl), 13 + 7 = 20; 9 viento, fecha de su naci-
miento, ocupa la segunda casilla del segundo mes. Cabalgando, pues, sobre la
primera y la segunda veintenas, extiende Quetzalcoatl su dominio sobre tres
series con lo cual comparte su patrocinio con otras dos entidades: Tonacate-
cuhtli-Ometecuhtli al principio, Tepevollotli (Corazón de las Montañas) luego.
Sabemos. que los protagonistas de los dramas del primer mes —los niñitos
con vestiduras resplandecientes que eran subidos a las montañas— traducen
probablemente a gérmenes de criaturas pensantes cuya venida anuncian los
patronos de las series correspondientes. Sahagún incluye a Quetzalcoatl entre
los tres personajes venerados durante esta primera división del año (1, p. 96) e
indica que la efigie del dios llamado Chicomehecatl (9 viento) intervenía
en algunas escenas de ese mes (1, p. 252).
Antes de pasar al segundo mes notemos que, aparte las fechas citadas, la
segunda serie contiene también el día 7 flor (xochitl), cuya fiesta era cele-
brada por los artistas a fin de obtener del “Señor de las Flores” (Xochipilli)
belleza y perfección en sus obras futuras (Sah. 1, p. 125). Esta fecha nos da
un nombre suplementario de Tonacatecuhtli, luego la relación de éste con
los artistas pone en relieve el carácter de los “alimentos terrestres” de los cuales
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este dios principal es dueño y señor:

Llamábanlo también Siete Flores porque decían que él disponía de los princi-
pados del mundo (Vat. xv).

La aplicación al tiempo de unos días derivados de un conjunto abstracto es


más fácil dentro del segundo mes en el que la presencia de Quetzalcoatl no
está embrollada con las supersticiones entre creador y criatura, como en el
primero. Esta segunda división, que se inicia con 8 cocodrilo (cipactli) y termina
en 1 flor [véase cocodrilo] incluye 3 series (6 días de la segunda, los 13 de la
tercera y 1 de la cuarta), todas ellas patrocinadas por Ehecatl-Quetzalcoatl.
239
FIG. 206

FIG. 207
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FIG. 208

La dualidad expresada por la división de un reptil aéreo, en el contenido


del 2? jeroglífico de la serie cerrada de los 20 días, queda manifiesta en la
segunda serie temporal, con el desdoblamiento de viento en un hombrecillo
rojo y desnudo que parece estar aterrizando [figs. 206 y 207] o que se está
agujereando la lengua [fig. 208].
Es decir que, en el interior de los segundos 13 días del año, los dos nombres
de la pareja primera cambian: Ometecuhtli es remplazado por Ehecatl-Quet-
zalcoatl y este último por un simple mortal. A este respecto, el comentarista
del Telleriano indica:

Este solo tenía cuerpo humano como los hombres, y los demás dioses no tenían
cuerpo.
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FIG. 210

Por otra parte el Vaticano dice, refiriéndose al hecho de agujerearse la


lengua:

Quetzalcoatl fue el primer inventor de los sacrificios de la sangre humana, entre


todas las otras cosas que ofrecían a los dioses. Y así se traspasaban la lengua
para que saliera sangre de ella (Vat. xvi).

Antes de observar el comportamiento de esta segunda encarnación se impone


una hipótesis: el ciclo de 52 años que el pensamiento corta en la materia del
Universo implica una aceptación de la muerte y la comprensión de que lo
específico humano reside en la conciencia de una continuidad temporal que tras-
ciende la caducidad del individuo. Esta noción, demostrada ampliamente por
el simbolismo de los caracteres siguientes, lleva a los artistas a pintar a Ehecatl-
Quetzalcoatl espalda contra espalda con un esqueleto [figs. 209-212].

243
El hecho de que ese par esté a veces rodeado por los nombres de las series
que confieren el significado a cada día del ciclo de 52 años, corrobora el
concepto de una realidad mental que engloba y sobrepasa el momento exis-
tencial de cada individuo [fig. 211].
Volviendo al hombrecillo que sale de la casilla 9 viento, en plena mitad
de la segunda serie, notemos que durante la tercera adquiere los atributos
que lo constituyen miembro de la colectividad, entre otros, el título de Topil-
tzin que elimina el de viento. Pues los 13 días centrales del 2? mes están
regidos por la fecha 1 venado (mazatl) y ocurre que en el primer cuadro

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FIG. 212
de la escena explicativa aparece “Corazón de las Montañas” (Tepeyollotli)
—representado por un jaguar o por un hombre que reviste la piel de este
animal— y en el segundo, tan pronto la diosa madre [véase venado] como
Quetzalcoatl que lleva al hombrecillo de la serie anterior agarrado por los
cabellos [figs. 69 y 213].
La distribución no es casual, puesto que los cronistas sitúan el nacimiento
de este nuevo Quetzalcoatl en una fecha comprendida justamente en el se-
gundo cuadro:

Topiltzin-Quetzalcoatl nació el día 7 cañas y el día de estas 7 cañas se hacía


una gran fiesta en Cholula y venían de toda la tierra y pueblos a esta fiesta
(Tell. v).
246
Estas tres confirmaciones, a saber: ve-
nida al mundo, valor del recién nacido
y ascendencia social, están confirmadas
en la iconografía: el nacimiento, por el
corte de caracol que es su principal em-
blema [fig. 215] y por la identificación
de Serpiente Emplumada con la diosa

Y madre que lo remplaza en varios códi-


ces: el valor y el rango social por los
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jeroglíficos de la “cosa preciosa” [fig.
214]: a] corazones; b] gemas; c] colla-
res; d] flores; e] líquido espumoso y
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Por otra parte, Corazón de las Montañas (Tepeyollotli), protagonista del
una estre-
mer cuadro, está íntimamente relacionado con los cuerpos celestes:
el monte
lla está situada frente a él o se eleva de su nariz; las estrellas llenan
hueco sobre el cual se apoya el dios [fig. 216].
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Los comentaristas insisten sobre la coexistencia de estos elementos contrario
y afirman que Corazón de las Montañas es:
un
[...j lo mesmo que el retumbo de la voz cuando retumba en un valle de
cerro a otro (Tell. 1v);
[...] el eco o reverberación de la voz que resuena en la montaña (Vat. xix).

Si se pisnsa que el jaguar es la imagen del sol nocturno, del interior de


la tierra; que el ciervo, patrón de la serie, indica cierta etapa de la luz, que las
almas de las mujeres muertas en parto, que coinciden con este día, son astros
(Sah: 1, p. 125), se comprende el porqué del empleo de la palabra reverberación
como sinónimo de eco, y también que la materia incandescente de que está
formado Corazón de las Montañas (Tepeyollotli) haya sido nombrada así: “a
(43

..y.

FIG. 216
248
reverencia de cómo quedó la tierra después del diluvio” (Tell. 1w), es decir.
después de que el cielo cayera sobre ella.
La autoridad social que la fiesta de Cholula resalta es más difícil de deter-
minar por medio de las imágenes, pues se manifiesta solamente a través de
un desdoblamiento suplementario cuyo vuelo poético requiere de la observa-
ción de cada uno de los componentes de la 3% serie.
Hemos visto que es en el transcurso de esta serie —1 venado (mazatl)-—-
cuando Quetzalcoatl toma el título de Topiltzin, término “.. .que quiere decir
nuestro muy querido hijo” (Vat. 1x) [fig. 217].
Quetzalcoatl-Topiltzin demuestra enseguida, mediante la acción, su adheren-
cia al grupo que le confiere su atributo de retoño; establece una relación tan
estrecha con el cielo:

[...] que de pronto vino en tanta abundancia que aquella tierra estéril produjo
muchos frutos [...] Y viendo que les había venido tanto beneficio, comenzaron
a imitarlo [a Quetzalcoatl] y, a su ejemplo, hacer penitencia y a sacrificar a los
dioses no sólo los bienes temporales sino también los corporales y la propia san-
Fic. 218 gre [...] Y a fin de que esto se hiciese mejor, inventó Quetzalcoatl templos o cúes
que eran los lugares comunes de oración de esta gente, y así fundó los cuatro
aquí figurados (Vat. rx).

En este momento entra en escena Nuestro Señor el Desollado, el misterioso


Xipe-Totec, protagonista del 2? mes. Está

entre los que principiaron a seguir a Quetzalcoatl en su austeridad y penitencias


[...] Tenían esto en grandísima veneración. Es más, dicen que él fue el primero
que les abrió el camino del cielo [...] (Vat. x) [fig. 218].

Sin embargo, no siendo Totec más que un imitador de los hechos y gestos
de Serpiente Emplumada —lo mismo que el resto de los miembros de la
comunidad— es lícito deducir de ello que Quetzalcoatl, bajo la forma de
desollado, muestra el camino de las alturas que sólo pueden ser alcanzadas
por el pensamiento. Xipe-Totec sería, pues, una variante de Serpiente Em-
plumada durante el instante en que toca esta nueva dimensión del ser. Iden-
tificación que está explícita en muchos textos, por ejemplo: el Vaticano erige
rey de los toltecas al desollado, título que corresponde, por derecho, a Que-
249
FIG. 219

tzalcoatl, y es significativo que, en calidad de tal, Totec preside la muerte y la


apertura de un hombre, propiedades ambas atribuidas al fenómeno humano
por la iconografía:

Estando Totec en su penitencia, predicándola con voz y gritos sobre aquel


monte [...] suponían que soñaba cada noche que veía esta figura de muerto,
espantosa, con las tripas de fuera, que causaba grandísima abominación en su
pueblo (Vat. x1) [fig. 219].

En la explicación de otra imagen ulterior se hace hincapié en el lazo de


unión existente entre Quetzalcoatl y Totec:

Este Xipetotec era aquel del que antes habíamos dicho qué hacía penitencia
con aquel otro Quetzalcoatl en el cerro de la Espina. Llamábanlo el guerreador
entristecido (Vat. xLI).

250
Y esta misma idea se repite en la definición de otra figura de Totec:

Iztapaltotec propiamente significa una piedra grande o el asiento de la tierra


O piedra sanguinolenta del adolorido [...] (Vat. Lm).

Un elemento suplementario de la relación existente entre Ehecatl-Topiltzin


y Xipe es el soplo-palabra que caracteriza también a este último: pronuncia
sus discursos desde lo alto de un monte que habla y además:

La imagen y figura de este ídolo era de piedra del altor de un hombre con
la boca abierta como hombre que estaba hablando (Durán, p. 148).

Durán identifica igualmente a Totec con Topiltzin en el sufrimiento y los


sitúa en el mismo contexto social, implícito no sólo en la evocación de la
muchedumbre que festeja en Cholula el nacimiento de “nuestro muy querido
hijo”, sino también en los rituales que conciernen a Xipe-Totec. En efecto,
dramatizado en una escena en la que los actores están atados unos a otros “para
significar que todo era un poder y una unión” (Durán, p. 149), este sentido
colectivo interviene en la designación de la veintena en la que se habla:

de la gran fiesta que llamaban Tlacaxipehualiztli, que quiere decir desollamien-


to de hombres, en la cual solemnizaban un ídolo llamado Totec y Xipe y Tlatlauh-
quitezcatl, debajo de los cuales tres nombres le adoraban como a trinidad y por
otra manera tota, topiltzin y yoyometl, que quiere decir padre, hijo y el corazón
de ambos, a quien se hacía la fiesta presente (Durán, p. 147).

Y especifica enseguida:

celebraban en ella a un ídolo que, con ser uno, lo adoraban debajo de tres nombres
y, con tener tres nombres, lo adoraban por uno casi a la mesma manera que
nosotros creemos en la Santísima Trinidad, que es tres personas distintas y un
solo dios verdadero [...] las ceremonias y solemnidad se enderezaban a honor
de estos tres nombres y de cada uno en particular. El primer nombre, que es Totec,
aunque al principio no le hallaba denominación y me hizo titubear, en fin, pre-
guntando y tornando a preguntar, vine a sacar que quiere decir señor espantoso
y terrible, que pone temor; el segundo, que es Xipe, quiere decir hombre desolla-
do y maltratado; el tercero nombre, que es Tlatlauhquitezcatl, quiere decir espejo
de resplandor encendido (Durán, p. 147).
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G TS FIG. 220

No nos vamos a detener sobre el sentido de espejo que pertenece a otro jero-
elífico de los días [véase muerte], sólo indicaremos que la noción de tristeza
y de malos tratos pertenece al principio del año y que la fecha 10 perro, que
acompaña a las imágenes más representativas de Xipe, corresponde precisa-
mente al final de la 1? serie [véase p. 229] o sea al principio de este período
[fig. 220]. Espectaculares y famosos como ningún otro, los dramas que lo
caracterizan se dividen en tres actos:

1] Una procesión de dioses que supuestamente llevan debajo de sus vesti-


duras ordinarias la piel de un desollado.
2] La lucha llamada gladiatoria: un hombre atado a una piedra redonda,
que se defiende contra dos o cuatro agresores.
3] Carreras, batallas, petición de limosna y de bendición, cuyos protago-
nistas son muchachos revestidos con las pieles de los desollados.
252
Una multitud de intérpretes interviene en cada uno de estos actos, incluso en
el de los gladiadores. En la descripción del primero, Durán menciona la unión
que estos tres actos representan:

Acabados de desollar los dioses [...] los cueros vestíanlos a otros tantos indios
allí luego y poníanle los mismos nombres de los dioses que los otros habían
representado, vistiéndoles encima de aquellos cueros las mismas ropas y insignias de
aquellos dioses, poniendo a cada uno su nombre del dios que representaba tenién-
dose ellos por tales, y así se presentaba uno hacia oriente, otro hacia poniente
y Otro a la parte del mediodía y otro a la parte del sur y cada uno se iba hacia
aquella parte, hacia la gente, y traían asidos algunos indios consigo, como presos,
demostrando su poder, y así llamaban a esta ceremonia netcotoquiliztli, que quiere
decir reputarse por dios. Hecha esta ceremonia, para significar que todo era un
poder y una unión, juntábanse todos estos dioses en uno y atábanles el pie derecho
del uno con el pie izquierdo del otro, liándoles las piernas hasta la rodilla, y
así atados unos con otros andaban todo aquel día, sustentándose los unos con los
otros, en lo cual daban (como dije) a entender la igualdad y su conformidad
y daban a entender su poder y unidad. Así atados, los llevaban juntos a un sacri-
ficadero que llamaban cuauhxicalco, que era un patio muy encalado y liso de
espacio de siete brazas en cuadro (Durán, p. 149).

En este recinto, ocupado lo mismo por altos funcionarios que por gente del
pueblo, tenía lugar el acto segundo. La piedra redonda con un agujero en el
centro, a la que era atado con una cuerda el “cautivo”, evoca la cuenta que
en el seno de la virgen Chimalma engendró a Serpiente Emplumada. Y lo
certifica el hecho de que los 5 guerreros forman un quincunce viviente: cuenta
preciosa y quincunce son los atributos de Quetzalcoatl. Además hay la pre-
sencia de las cruces y de los caracteres del calendario de 52 años, que indican
siempre totalidad: “en la una dellas [de las piedras] estaba pintada la imagen
del sol y en la otra la cuenta de los años, meses y días” (Durán, p. 151).
La piedra preciosa es el símbolo del corazón del hombre, de su esencia in-
destructible [véase serpiente y pedernal], siendo así, esta enorme masa escul-
pida y pintada, ¿no podría representar la simiente, no de un individuo, sino
de un ser social? ¿La germinación de criaturas susceptibles de desarrollar sus
obras al calor del terruño colectivo? Varios elementos apoyan esta hipótesis:
por una parte, el hecho de que Xipe, constante doble circunstancial, aparece
varias veces bajo formas cuyo sentido coincide con el nacimiento específico
200
FIG. 221

que acompaña [véase conejo y perro]; por otra, el hecho de que la rueda de
los 260 días acabe en “Piedra triste”, es decir, un hombre con la piel roja
del desollado, que emerge de una piedra hendida y estallada [fig. 221a y b], y
eso tanto más cuanto que el desollado que surge de la “piedra sangrante” del
“afligido” lleva a menudo el nombre de 9 viento, fecha del nacimiento de Ser-
piente Emplumada [fig. 222].
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Dado que Tlacaxipehualiztli se sitúa a comienzos del año y el estallido
la piedra ocurre pocas series antes, la fiesta podría indicar la llegada al mundo
la
de esencias en busca de un cuerpo que les permita adquirir el esplendor de
plenitud humana; esplendor que, precisamente, es propio de esa tercera edad
con
cuyo nacimiento preside Xipe en su calidad de Tlatlauhqui, “Espejo
brillo inflamado” [véase perro]. De ser así, el segundo mes representaría el
drama, no del desollamiento, sino de la toma de responsabilidad por parte
de unos seres carentes de envoltura material, de una piel de la que el contexto
indica su naturaleza social.
En esto reside tal vez la razón por la cual los cronistas tratan inútilmente
de captar el instante del desollamiento que rige un período iniciado con un
cortejo y una asamblea de dioses, los cuales llevan ya una piel invisible de
«desollado debajo de sus vestiduras. Lo mismo que la sacralización que las
pieles confieren a los niños que las llevan, en el tercer acto, durante unos
dramas que parecen representar el paso de la idea a la manifestación; de un
producto mental al ser que asume activamente el devenir. De lo que se deriva
que la imagen de Xipe no es la de un desollado, como lo es la del patrono
de los artistas y la del Señor 5 Flor [véase flor], sino la imagen de una esencia
revestida con una piel.
Dos testimonios apoyan esta hipótesis: el canto que rima las escenas propias
del 22 mes y la circunstancia, en otro contexto, de estar estos dramas regidos
por Serpiente Emplumada. Esta última referencia parece señalar un aspecto
fundamental del dios del Viento. Veamos, ante todo, el contenido del canto
a Xipe:

La noche se embriaga aquí.


¿Por qué te hacías desdeñoso?
¡Inmólate ya, ropaje de oro revístete!
Mi dios lleva a cuestas esmeraldas de agua:
por medio del acueducto es su descenso.
Sabino de plumas de quetzal,
verde serpiente de turquesas
me ha hecho mercedes.

—Que yo me deleite, que yo no perezca:


Yo soy la Mata tierna del Maíz:

256
¡una esmeralda es mi corazón: veré el oro del agua!
Mi vida se refrescará:
el hombre primerizo se robustece:
¡nació el que manda en la guerra!

Mi Dios Mazorca, con la cara en alto


sin motivo se azora.
Yo soy la Mata tierna del Maíz:
desde tus montañas te vengo a ver, yo tu dios.
Mi vida se refrescará:
el hombre primerizo se robustece:
¡nació el que manda en la guerra! (Sahagún-Garibay, p. 303)

Se colige que la inmolación no consiste en deshacerse de la envoltura cor-


pórea, sino en adquirirla, y que el canto no puede ser dedicado más que a
un sujeto desprovisto de ella. Sin duda es exclusivamente para materializar
este “ropaje de oro” por lo que Xipe desempeña un papel tan breve y tan
vago, además de ser el patrono de los orfebres:

Los oficiales que labran oro son de dos maneras: unos de ellos se llaman marti-
lladores o amajadores, porque éstos labran oro de martillo, majándolo con piedras
o con martillos, para hacerlo delgado como papel; otros se llaman tlatlalianime,
que quiere decir que asientan el oro o alguna cosa en él, o en la plata, éstos son
verdaderos oficiales o por otro nombre se llaman tolteca... Tenían por dios estos
oficiales, en tiempo de su idolatría, a un dios que se llamaba Totec; hacían fiestas
cada año en el Cu, que se decía Yopico, en el mes que se llamaba Tlacaxipeua-
liztli (Sah. n, p. 159) [fig. 223].

Lo mismo que los artistas que trabajaban la pluma, los orfebres estaban
tan íntimamente ligados al simbolismo de los comerciantes errantes, los poch-
teca, cuyo dios era Quetzalcoatl y que tenían como capital Cholula, que sus
ceremonias eran comunes. Sahagún dice que su primera fiesta del año era
Tlacaxipehualiztli (nm, p. 109) y Durán atribuye a Serpiente Emplumada
unas solemnidades que corresponden de lleno a las descripciones con las cuales
Sahagún caracteriza a los pochteca: ocurren durante el segundo mes en, el
templo correspondiente a Xipe (n, p. 136).
Sahagún dedica gran parte de su obra a los orígenes, posición social y
fiestas de esos comerciantes que proveían al altiplano mexicano de materias
257
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de las regiones meridionales: oro, jade, ámbar, cacao, plumas de quetzal o


bien de loro, pieles de animales fieros, etc., y los identifica como diplomáticos,
espías y guerreros, debido a ciertos rasgos de su comportamiento. Á pesar de
que todos los cronistas reconocen el lazo que une a esos itinerantes con Ehecatl-
Quetzalcoatl, la relación no es muy visible debido a que pasa a través de
Topiltzin-Xipe, la pareja que abre el ciclo de las peregrinaciones civilizadoras:
de Quetzalcoatl, en tanto soberano de los toltecas, y de Cholula, ciudad decla-
rada sede de Quetzalcoatl y a la vez de los comerciantes.
Xipe apenas aparece en este contexto, pese a su papel de iniciador y a su
preponderancia a lo largo del 2? mes, en el que los errantes festejaban en
Cholula el advenimiento de Topiltzin, “nuestro hijo muy querido” (Vat. xx).
Únicamente el códice Vaticano lo incluye. en la historia de Ehecatl-Topiltzin
y lo identifica con Quetzalcoatl, hasta el punto de convertirlo en su doble du-
rante su más célebre gesta: el abandono de su reino y su viaje hacia las
lejanías ardientes donde se transforma en cuerpo celeste. Ese abandono no
sólo ocurrió después de haber tomado conciencia de su cuerpo [véase serpiente
y muerte], sino que

258
FIG. 224

Los dos maestros de la penitencia, Quetzalcoatl y Totec, que se llamaban por


otro nombre Xipe, tomaron a la gente que quedó [en Tula], a los niños y a la
gente inocente, y se fueron con ellos por el mundo poblando y tomando consigo
otros pueblos que encontraban, y dicen que, andando así caminando con los pue-
blos, llegaron a cierta montaña, que, no pudiéndola pasar, idearon agujerarla por
debajo y así pasaron (Vat. xu1).

Así que el historiador nahuatl representa a Topiltzin flanqueado por Xipe


en su camino, al evocar ciertos sucesos ocurridos durante la peregrinación
[fig. 224].
FIG. 225
No obstante, en la página siguiente Serpiente Emplumada alcanza solitario
el fin de su búsqueda:

Dicen que, caminando, llegó Quetzalcoatl al mar Rojo, que es el que aquí está
pintado, por ellos llamado Tlapalla, y que entrando en él no le han visto más
ni siquiera los que llegaron a conocerlo [...] creían de cierto que él fue subido
al cielo y es aquella estrella que se ve al tramontar el sol, y la primera del día,
o sea el planeta Venus (Vat. xm) [fig. 225].

Durán relaciona concretamente Serpiente Emplumada con los comerciantes


andariegos y con Cholula y aunque no menciona a Xipe-Totec identifica la
más importante de sus fiestas con Tlacaxipehualiztli, situándola en este mismo
período, y ciertas peculiaridades que recuerda son características de los dra-
mas del 22 mes. Por otra parte afirma que el patrono de los itinerantes es
Ehecatl-Quetzalcoatl, pues:
259
Era este ídolo de palo y tenía la figura que en la pintura vimos, conviene a
saber todo el cuerpo de hombre y la cara de pájaro con un pico colorado [...]
(p. 119) [fig. 226].

Durán asocia a Ehecatl con los preceptos que los toltecas sembraron a todos
los vientos, de esa manera:

[...] este su dios era el más aventajado y rico mercader de su tiempo y por
“ventura el que dio entre ellos forma y reglas de tratar [...] (p. 125).

Topiltzin aparece siempre como el inventor de las artes y de las c'>ncias, lo cual
nos obliga a suponer que las normas que caracterizan a los toltecas, sus súb-
ditos, se derivan del comercio social, el único considerado por los nahuas
como susceptible de aumentar y de perpetuar el tesoro colectivo. Durán sub-
raya también la relación existente entre los comerciantes y los Grandes Arte-
sanos (los toltecas) ya en el título del capítulo:

Del ídolo llamado Quetzalcoatl, dios de los cholultecas, dellos muy reverenciado
y temido, fue padre de los toltecas [...] (p. 118).

De.do que se desprende que estas dos colectividades se agrupan alrededor


del mismo personaje, cuya trayectoria se inscribe en la sucesión de los nombres
siguientes: Ehecatl (viento), Topiltzin (nuestro muy querido hijo), Quetzal-
coatl (Serpiente Emplumada), Xolotl (doble), y también en las denominaciones
sacadas de las posiciones del planeta Venus.
Este mismo trazo de unión marca los trece días patrocinados por Tlaloc
—dios de la lluvia cuyo ayudante/ titular es Ehecatl— o sea, la serie que se
halla bajo la égida de 4 viento, fecha contenida en esta serie [fig. 227].

A este Nauiehecatl tenían por dios de los cuatro vientos y que esto significa
su nombre. A éste hacían los mercaderes gran fiesta, pero, cuando entraba en los
cinco días, no bailaban ni les bastaba el ánimo para salir de casa porque tenían
por tan peligrosa la enfermedad que en aquel día les tocaba, que ninguno esca-
paba de ella, y así, aunque fuesen de camino, en aquel día se detenían. Era
señor de estos trece días (Vat. xxvun).

La sustitución de lluvia por el jeroglífico de viento, jeroglífico del soplo y


260
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FIG. 227
de la palabra, que los mitos sitúan al principio de la creación del hombre,
pone en evidencia la naturaleza humana de las nubes que Ehecatl está
encargado de mover de uno a otro horizonte a fin de que el cielo esparza
sobre la tierra los cuerpos luminosos [véase lluvia].
Sahagún ratifica a 4 viento como regente de 1 lluvia y a la vez como
Señor de los pochteca, con la diferencia, no obstante, que esta fecha declarada
nefasta parece favorable: es el día en que, mostrando sus posesiones, los viejos
mercaderes alardean de sus hazañas y se vanaglorian de su superioridad ante
los bisoños en el oficio (1, pp. 127, 360).
Únicamente poniendo en relación esta fecha con los dramas mensuales co-
rrespondientes se puede aclarar el sentido de una situación que permanece
enigmática debido a la ignorancia en que estamos de la verdadera naturaleza
FIG. 228
de esos comerciantes regidos por viento. Ahora bien, en la posición en que
la fecha 4 viento se presenta cada 52 años, al principio de cada vuelta del calen-
dario humano, 4 viento coincide a la vez con la 5? y la 17? veintenas (mayo y
diciembre), o sea con el primer paso del Sol por el cenit de la ciudad de
México y con el solsticio de invierno, respectivamente. Diversas escenas de los
dramas de la 5* veintena (mes de mayo) pertenecen al complejo simbolismo
de los pochteca. Para no perdernos en los meandros de los atributos, no
intentaremos ahora su estudio [véase muerte, águila y flor].
Los dramas de Tititl, en cambio (mes de diciembre), manifiestan directa-
mente su relación con las criaturas errantes, mediante la inmolación de su
dios en este período de disminución de la luz:

Tititl, que quiere decir estirar y así lo demuestra la pintura, pues ponían o
imaginaban en el cielo dos niños estirándose el uno al otro al mesmo modo que
nosotros pintamos el signo de Géminis [...] (Durán, p. 301) [fig. 228].

Si no fuera por la mención expresa de Sahagún respecto a la muerte de


Yacatecuhtli en el interior del templo 52% (1, p. 252), la dramatización de
Tititl no proporcionaría ningún informe directo de los pochteca, puesto que
ninguno de sus actos refleja su simbolismo.
No obstante, esa relación no sólo existe sino que es tan rica en datos que
amerita una divagación, ya que su análisis devela que los astros, simples dobles
de los mercaderes, son la materialización de lo errante, característica de los

262
miembros de la comunidad humana; son los objetos visibles de un movimiento
interior, oculto a los ojos físicos, cuya finalidad es la de fundir dos naturalezas
distintas en el seno de la movilidad de un mecanismo único. La idea de unión
está dada, además de por los gemelos, por la identificación del hombre y la
mujer que llega hasta borrar toda diferencia de sexos. Durán se limita a anotar:

[. ..] el signo de Géminis figurado en ciertas estrellas del cielo y así, en la fiesta
y solenidad de este día, había bailes de mujeres y hombres asidos unos con otros
..] (p. 302).
Los informantes de Sahagún fusionan la pareja mediante la escena en la
que un hombre con vestidos y maneras femeninas sigue desempeñando el papel
de una mujer después de la inmolación de ésta; y además aclaran:

La diosa Ilamatecuhtli llevaba también una máscara de dos caras, una atrás
y otra delante, las bocas muy grandes y los ojos salidos, y en la cabeza una corona
de papel almenada (1, p. 227).

Esta unión de los contrarios está indicada incluso por el nombre de la re-
gente de esta veintena, Ilamatecuhtli, que designa a hombre y mujer a la vez
(ilamatl, vieja, mujer de edad avanzada, y tecuhtli, señor, caballero). En un
contexto idéntico al de los dramas de Tititl —el acto central representa
una danza llamada “recula”, hacia atrás— el Borgia muestra a Ilamatecuhtli
con las dos máscaras, acompañada de Ehecatl (viento) y de los gemelos con
la piel roja del desollado [fig. 229].
Sin preocuparse por las apariencias, el Telleriano y el Vaticano intensifican
la síntesis al hacer regente de Tititl ya sea a un dios que lleva el instrumento
para tejer —emblema femenino por excelencia—, ya sea feminizando al pro-
pio dios:

Tititl [...] celebraban las mujeres la fiesta de la diosa Mixcoatl, que quiere
decir la serpiente de las nubes, porque dicen que ésta ha sido la inventora del
tejer y labrar, y por eso la pintan con ese signo en la mano, que es como el
peine con que tejen las mujeres (Vat. Lxx1).

Masculino o femenino, el hecho es que con Mixcoatl nos hallamos frente a


las nubes que Ehecatl está encargado de mover hasta que se precipiten para
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fertilizar la tierra de los hombres. En realidad, Mixcoatl aparece como el guía
del conjunto de astros que descienden del cielo [véase casa, serpiente, pedernal,
lluvia y flor] y es significativo que Durán en el capítulo que consagra al
héroe Topiltzin lo denomine “padre de los hijos de las nubes” (p. 22). De
unas nubes que, al cristalizarse en esencias humanas, no pueden ser formadas
más que por la evaporación de obras —lo que se deduce del análisis del líquido
celeste cuyo dispensador es Tlaloc [véase pedernal], hecho que explica que
Ehecatl (viento) personifique al mercader errante (fig. 230] y, a la vez,
que los miembros de esta corporación lleven atributos estelares.
La iconografía no sólo dota a los pochteca del antifaz negro del Señor de
la Aurora (fig. 230] [véase serpiente] sino que el movimiento combinatorio
del calendario coloca la imagen de Venus como regente de la fecha que, junto
con la de 4 viento, cuida la salida de los itinerantes. Para convencernos de
ello, observemos los números en el desarrollo de los 260 días y comparemos
sus significados con el de los textos correspondientes.
En la sección relativa a los augurios, los informantes de Sahagún proporcio-
nan un marco lógico a los rituales correspondientes a 4 viento, a saber: el
retiro; la jactancia y la embriaguez de los viejos pochteca, y en los dos capí-
tulos siguientes se hallan los discursos de los viejos a los jóvenes que salen
de viaje durante el festín que éstos les ofrecen, discursos y festín que debutan,
precisamente, con una invocación a 4 viento:

Ejecutada esta ceremonia, entrábanse otra vez dentro de la casa, delante del
fuego, y hablábanle de esta manera: “Vive muchos años, noble señor Tlalxicteu-
ticae Nauhiotecatle (estos nombres son nombres del fuego que están en vocativos)
(Sah. 11, 114).

La iconografía asocia las dos fechas a los itinerantes en un conjunto for-


mado por dos personajes llamados 4 viento y 1 serpiente, día favorable para
la salida, y una procesión de 5 pochteca. Este conjunto descubre además la
unión de 4 viento con 1 serpiente al representar el reptil pegado a su cuerpo
así como a la superficie de su asiento [figs. 231 y 232].
En otra parte, acompañado por una dama llamada 10 viento el señor
4 viento es llevado por un mono, animal que simboliza la luz del alba [véase
mono y fig. 233].
265
a

Tal vez sea como 4 viento que Ehecatl es invocado como Yohualli (noche),
el dios invisible e impalpable, dispensador de riquezas y abundancia (Sah. 1,
451).
En cuanto a 1 viento (ce ehecatl), la 18? de las 20 series, concreta la unión
con los cuerpos celestes al individualizar a Ehecatl-Quetzalcoatl mediante el
nombre de aniversario 1 caña (ce acatl), fecha de la transfiguración mítica
del rey de Tula en planeta [fig. 234].

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FIG. 233
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En otro lugar la fecha 1 viento acompaña a Quetzalcoatl que se distingue


por su barba y por los atributos de Venus [fig. 235].
Así, la trayectoria de viento (ehecatl) demuestra que las figuras del calen-
dario abstracto buscan la objetividad del periplo del pensamiento en el trans-
curso de la vida: nacido del soplo o de la palabra del Señor Dual, que él ha
engendrado mentalmente, viento se manifiesta primero dentro del cuerpo social
y más tarde, con el número 1, como itinerante portador de las insignias de los
cuerpos celestes.
Tal es el periplo que reproducen los viajes de los pochteca, sobre todo
mediante los jeroglíficos cifrados sacados de las revoluciones venusinas, hecho
que identifica de manera tan inextricable el vaivén de los mercaderes con el
del planeta que resulta imposible seguir a los unos sin conocer los emblemas del
otro. Así pues, daremos desde ahora las principales características de Venus,
empezando por el antifaz, pintura facial cuya exacta significación señalan los
textos [fig. 236].

268
FIG. 236
269
Los otros emblemas de Venus, geométri-
nel
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y de los meses [véase casa] en el calendario


maya [fig. 237].

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FIG. 237
270
FIG. 238
271
La cruz y el quincunce, sepa-
rados uno de otro, guardan el mis-
mo significado pero el último pre-
domina en la iconografía: atributo
de Serpiente Emplumada que asi-
mila de esta manera al planeta, el
quincunce forma la punta del ce-
tro llevado por las personificacio-
nes de los cuerpos astrales [figs.
238, 258 y 261], además marca
el rostro del Señor de la Aurora
[fig. 239].

F.G. 239
FIG. 240

Casi con la misma frecuencia que el


quincunce, pero más característico, si-
gue la “Gran Estrella” (nombre dado
generalmente a Venus), es decir, el ojo
estelar rodeado de dardos y de un mo-
tivo lobulado (fig. 240].
273
Las aclaraciones que proporciona el planeta, simplemente al ponerse al paso
con una vuelta única de 20 series, indican la mina de significados que propor-
cionaría el conocimiento del ajuste regular de los 260 días con las diferentes
fases de Venus, el descubrimiento del lugar de coincidencia de cada uno
de los instantes nombrados y cifrados del año solar con cada uno de los ins-
tantes del año venusino. La posibilidad de este ajuste descansa sobre un solo
dato: la fecha aniversario 1 caña (ce acatl) que acompaña a Quetzalcoatl
en algunas de sus aventuras. La búsqueda de la posición de esta fecha lleva
necesariamente al terreno árido de los cálculos, pero ya que lo que se busca
vale esta digresión, empezaremos por la descripción, tomada de Eric Thompson,
del papel que el ciclo del planeta desempeña en la formación de los cálculos
tronómicos :

La revolución sinódica de Venus es de alrededor de 583.92 días. Como oscila


entre 581 y 587 días, el intervalo de 584 días constituye una buena aproximación
a la realidad. Este número era de primordial importancia para los mayas debido
a la facilidad con la cual coincidía con el año de 365 días y con el almanaque
sagrado de 260 días. El denominador común de 584 (8 X 73) y de 365 (5 X 73)
es 73. Así, después de 2 920 días (5 x 584 ú 8 x 365) exactamente 5 revoluciones
de Venus y 8 años de 365 días habrán terminado completamente y los dos
períodos compartirán de nuevo el mismo lub. Será necesario un período más largo,
pero extremadamente útil, para armonizar la revolución sinódica de Venus con el
almanaque sagrado, ya que el más alto denominador común es 4. Será necesario
que transcurra un total de 37960 días antes de que los dos ciclos terminen en
el mismo día... En otras palabras: habrán transcurrido 65 revoluciones sinódicas
de Venus, 104 años de 365 días y 146 vueltas del calendario sagrado después de
dos cr (o sea, dos ciclos de 52 años). Entonces los tres períodos alcanzarán juntos
el lubay, “lugar del gran descanso” (p. 221).

Esta fusión hace impensable la existencia de un ciclo tan determinante cuyos


días serían anónimos, por lo tanto intentemos individualizarlos con un nombre
y un número uniéndolos, igual que a los del año solar, al calendario artificial; y
como las fechas de que disponemos conciernen todas a Serpiente Emplumada,
la búsqueda tiene que ser orientada siguiendo a este ilustre personaje.
l caña (ce acatl), fecha clave del ciclo de Venus, aparece como el día
del nacimiento de Quetzalcoatl a la vez que fecha de su desaparición; también

274
en 1 caña (ce acatl) era festejado en Cholula “porque dicen que él fue su pri-
mer papa” (Vat. xxm), y también en las escuelas:

Esta fiesta hacían en la casa llamada Calmecac, que era donde moraban los
sátrapas de los ídolos y donde se criaban los muchachos. En esta casa, que era
como un monasterio, estaba la imagen de Quetzalcoatl. Este día la aderezaban
con ricos ornamentos y ofrecían delante de ella perfumes y comida: decían que
éste era el signo de Quetzalcoatl (Sah. 1, p. 126).

Estas fiestas, lo mismo celebradas en Cholula que en las escuelas, debían


lógicamente caer en uno de los 13 días de la quinta serie, que está patrocinada
por la fecha 1 caña (ce acatl). De todos modos existe un testimonio según
el cual 1 caña (ce acatl) correspondía a un año muy preciso: las fuentes
europeas registran que el año de la entrada de los españoles en Tenochtitlan,
1519, era el año 1 caña (ce acatl) para los nahuas.
La correlación entre el día nefasto 8 viento del año 1 caña (ce acatl) y
nuestro 8 de noviembre de 1519 (Caso, p. 52) constituye una ventaja con-
siderable para poder relacionar la posición de Venus con los días, pero por
otra parte plantea inmediatamente otro problema: ¿en qué año se iniciaba
el ciclo de 52 años? Pese a que se sabe que la coincidencia de las tres órbitas
ocurría después del solsticio de invierno, lo mismo los cronistas que los sabios
dudan entre conejo, que indica el sur, y caña que señala el este.
Una vez demostrada la regularidad inamovible de las combinaciones nu-
méricas que enlazan los tres agentes de los períodos, la solución del problema
aparece gracias al conocimiento de un dato suplementario: la última cele-
bración del Fuego Nuevo anterior a la invasión europea tuvo lugar en 1507
(Sah. 1, 407) [fig. 241], informe ampliamente corroborado por un manuscrito
tan fundamental para la cronología como “La Tira de la Peregrinación”. En
efecto, la celebración de los dos últimos “fuegos nuevos” que consigna esa
historia datan de los años 1247 y 1299. Es decir que el tiempo que separa estos
sucesos del de 1507 es de 260 y de 208 años respectivamente; exactamente de
5 y 4 ciclos [fig. 242].
Puesto que el año 1519 se llamaba 1 cana (ce acatl), el año precedente,
1518, no puede ser otro que 13 conejo (tochtli), según está registrado en los
códices [fig. 243]. Luego, si este año lleva el número 13, forzosamente el
213
FIG. 242

FIG. 244
jeroglífico de un punto cardinal, el que sea, debe llevar el número 1, ya que
la rueda de los cuatro puntos acumula sobre el jeroglífico que la inicia las
cifras: 1, 5, 9, 13. (Ejemplo: 1 conejo, 2 caña, 3 pedernal, 4 casa, 5 conejo,
6 caña, 7 pedernal, 8 casa, 9 conejo, 10 caña, 11 pedernal, 12 casa, 13 co-
nejo, 1 caña, etc.)
De lo que se deriva que el año 1 conejo cae 13 años antes que 1519, o sea
en 1506 y que el fin del ciclo tuvo lugar en 1505, año 13 casa [fig. 244].
Es claro que la fecha 2 caña debe responder a una cuestión de sentido
que puede ser numérico —entre otros el 2 que escande el calendario— o sim-
bólico, o las dos cosas a la vez; ome-acatl (2 caña) era uno de los nombres
calendáricosde “Espejo Humeante” (Tezcatlipoca), materialización de la
duración de la vida humana [véase muerte], y ocurre que:

en el año ome acatl, 2 caña —un año después del año ce tochtli, 1 conejo, en
que volvió a levantarse el Cielo derrumbado a consecuencia del Diluvio, y en que
resucitó la Tierra muerta— Tezcatlipoca dejó el nombre y se le mudó en Mix-
coatl, que quiere decir culebra de nieve y quiso en este año hacer fiesta a los
dioses y para eso sacó lumbre de los palos que acostumbraban sacar, y fue el
principio de sacar fuego de los pedernales, que son unos palos que tienen co-
razón, y sacado el fuego, fue la fiesta hacer muchos y grandes fuegos (Seler u,
PEN

Este texto revela que era al principio de los 52 años cuando se celebraba
la ceremonia del Fuego Nuevo y no al final de ellos, pues además de que la
fecha 13 casa nunca es mencionada, el comentarista del Telleriano especifi-
ca que:

Año de 1 conejo y de 1506... En este año se solían atar los años según su
cuenta, y porque siempre les era año trabajoso, la mudó Montezuma a 2 caña
(Tell. xaav).

De lo que se deriva que el Fuego Nuevo que bautizaba el ciclo era cele-
brado después de su comienzo espacio-temporal por razones sin duda análogas
a las que obligaban a los sabios, conocedores de los cálculos combinatorios de
los tres calendarios, a desplazar el bautismo de un recién nacido y, por lo
tanto, también el día de su cumpleaños. Y sucede que, después de muchos
277
co —ese
titubeos en esa búsqueda cronológica, comprobamos que el Borbóni
calendario guía— ofrece el mismo orden al empezar por 1 conejo la tabla de
los años del ciclo [figs. 245 y 246].
la com-
Sea lo que sea, el ciclo no podía iniciarse en un año 2 sin destruir
un
plicada maquinaria que, una vez puesta en marcha, no se para sino
del gran descanso ”.
instante después de transcurridos 37 960 días, en el “lugar
Y esta destrucción no modificaría en nada los cálculos, puesto que el “siglo”
s.
no puede iniciarse más que en el primer año de uno de los puntos cardinale
De lo que se deriva que el Fuego Nuevo que las fuentes registran en 2 caña
(ome acatl) confirma a 1 conejo en su papel de iniciador del período en el mo-
, si
mento de la puesta en marcha simultánea de los tres calendarios; no obstante
bien el principio del año y del cálculo de los 260 nos es conocido, ignoramos en
cambio la fase venusina que cumplía la función de ponerlos en marcha.
Para intentar localizar la fase de apertura, empecemos por recordar las
cuentas fundamentales de las concordancias astronómicas que Seler y Thomp-
son sitúan en el origen de la cifra 260: los nombres y los números de
los días no ocupan el mismo espacio-tiempo que en el comienzo del ciclo,
sino transcurridos 52 años solares y 73 vueltas del calendario artificial. Ahora
bien, si multiplicamos por 2 el 73, que es también el denominador común
de 584 y de 365, nos da las 146 vueltas de 260 que equivalen a 65 revolu-
ciones venusinas y a 104 años solares, período al término del cual los tres
cómputos fusionan sus finales y reemprenden en común su larga búsqueda
de armonización con el tiempo concreto. Es decir, que la cifra 37960 días
,que resulta del hecho que el denominador común de 584 y de 260 sea 4,
demuestra que sólo el pensamiento es capaz de organizar la materia: 260 opera
una primera unión con el Sol al cabo de 52 años y después, redoblando el
ciclo, realiza la segunda unión que incluye a Venus y fusiona así en un todo
las distintas extensiones de las tres órbitas.
Esta recordación de la regularidad del mecanismo estimula a seguir bus-
cando la fase inaugural del planeta, para lo cual la única guía es la relación
de Quetzalcoatl con 1 caña (ce acatl) y también el hecho de que por perte-
necer a una serie otoñal, 1 viento (ce ehecatl) corresponde al occidente, hecho
que confirman los comentaristas del Telleriano:

278
FIG. 246
Ma
7) y
Sr!

FIG. 247
Casa de oro. la del sacrificio original de Quetzalcoatl (Telleriano-Remensis XXIX)
(fig. 234).

Sacrificio que no puede evocar más que su desaparición:

dicen que al tiempo de su entrada [al mar Rojo] dijo que se esforzaran en
esperar su retorno, el cual sería a su debido tiempo, y así lo esperan aún. Cuando
los españoles vinieron a este país creyeron que era él. y ahora, después del año
1550. que fue cuando se sublevaron los zapotecas, dieron por causa de tal levan-
tamiento el que ya había venido aquel su dios que había de redimirlos (Vat.
xm) [fig. 225].

Siendo Venus el único astro visible en el enrojecimiento de la aurora y del


crepúsculo nocturno, su desaparición en el “mar rojo” no puede indicar más
que una de sus dos conjunciónes con el Sol, ya sean los 12 días de la con-
junción inferior que ponen fin a su presencia como astro de la tarde, o bien
los 77 días de la conjunción superior durante los cuales permanece invisible
por su gran proximidad al Sol. Es decir, que 1 caña (ce acatl) señala un
período de invisibilidad después del cual el planeta puede surgir al este, antes
que el Sol, o bien aparecer en su seguimiento, al oeste.
El simbolismo que se deriva de la reunión de 1 viento (ce ehecatl) con
los meses de septiembre-octubre obliga a optar por la última fase, y hallamos
que el Borgia coincide con esta opción. Las 18 páginas del manuscrito que
Seler descifró como “El viaje de Venus a los infiernos” empiezan en los 77
días de invisibiidad entre los rayos solares de aquel planeta, para continuar
con los 252 días de su descenso occidental; luego sigue con los 12 de invisibi-
lidad inferior; para-terminar con su resurgencia al este, inicio de la elevación
que habrá de durar 243 días.
Este viaje, basado esencialmente sobre Viento-Quetzalcoatl, refleja el sig-
nificado de las series y de los rituales del mes que inauguran un ciclo. La
primera página [lámina en color] que relata esta aventura comienza con una
gran circunferencia negra de la que salen unas volutas grises, iluminada sólo
por algunos objetos en color, el más grande de los cuales es un recipiente azul
adornado con ojos y una gran boca descarnada [fig. 248]. Por encima de la
nube de espuma desbordante se halla un esqueleto negro, con extremidades

282
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FIG. 248
283
de garras de águila [fig. 249a]. Al comprobar que otro esqueleto, provisto de
iguales garras, forma la base de la composición [fig. 249b], que la orla que
limita el cuadro las tiene en sus ángulos [fig. 249c], y que el recipiente repre-
senta un cráneo visto de írente (mediante la reunión de dos perfiles), erizado
de piernas y brazos esqueléticos terminados a su vez en garras [fig. 248], nos
es forzoso pensar que esta imagen vibrante de movimiento y de brillo estelar,
representa la morada de una muerte luminosa y vivificante.
Esas mismas propiedades están expresadas por el cráneo que ocupa el centro
de la franja superior del cuadro —estrellado y dando a luz un corazón en
llamas [fig. 250]—, así como por los elementos que componen el marco del
recinto: vapores oscuros llenos de estrellas, dos cuerpos entrelazados y una
corriente roja ondulada [fig. 249c].
La mayor parte de las volutas que destacan de la tenebrosa fermentación
que desborda del cráneo azul terminan con la cabeza de Viento-Quetzalcoatl,
cuya boca exhala ya sea un abigarrado doble de sí mismo, ya sea unos
objetos relacionados con el simbolismo de este personaje: la pelota negra de
caucho y el arbusto. Otros Ehecatl-Quetzalcoatl, en forma de serpientes mul-
ticolores también llenas de estrellas y procreadoras de dobles, rodean la esfera
negra del centro del cuadro. Dos Viento-Serpiente Emplumada cuyo enlace
constituye el jeroglífico movimiento —un círculo flanqueado por las cuatro
diagonales resultantes de su torsión— cuelgan por la desgarradura de la parte
inferior del recinto.
La preponderancia de Viento-Quetzalcoatl convierte esta escena en la ma-
nifestación de un suceso mental al que la duplicación de cada una de las figuras
impone por sí misma la idea de una inagotable germinación, de un episodio
de la vida del pensamiento, la comprensión de cuyo sentido era funda-
mental.
La geometrización de los diversos campos evoca una situación del universo
del tipo de la que preside el nacimiento del primer hombre, cuando en el
año 1 conejo (ce tochtli) el cielo caído se levantó y resucitó la tierra
muerta: redondez del centro negro rodeado por un espacio en el que flotan
las figuras de viento; limitación de este espacio mediante un marco que se
parece al cielo (nubes estrelladas, águila solar) y a la tierra (omnipresencia
de la muerte) y al pensamiento (cuerpos entrelazados y fluidez ondulatoria).

284
El movimiento circular y la multiplicación de las figuras abigarradas de
Viento, unido a la ondulación y a la tensión de todo lo que la esfera negra
encierra o proyecta fuera de ella, sugiere una movilidad tanto más aérea
cuanto contrastante con las rectas que lo enmarcan.
Además de Viento-Quetzalcoatl la escena representa varias imágenes de
una muerte activa y fructífera: torsión del esqueleto de la base, estallido es-
pumoso del cráneo abierto, vitalidad del esqueleto negro que da a luz dos mu-
jeres divinas (Cihuateteotl), las cuales, cual arañas, descienden del extremo
de un hilo [véase casa, muerte, torsión y flor y fig. 249a].
Serpiente Emplumada se caracteriza por ser el inventor de sí mismo, por lo
que esos desdoblamientos reiterativos no pueden ser sino la traducción icono-
gráfica de este acto primordial. Al mismo tiempo que inventor de sí mismo,
Quetzalcoatl lo cs también de Ometecuhtli, “Dos veces Señor”, quien encarna
el principio generador del hombre. El Códice debería permitir resolver todas
estas adivinanzas, puesto que reúne multitud de datos esparcidos.
Después de haber confirmado, con la presencia de viento, la naturaleza
mental del proceso que conduce a la visión de la dualidad, la imagen traduce
una organización del espacio, es decir, repite lo que ya nos han enseñado
los mitos y la iconografía [véase cocodrilo]. Lo que falta comprender es el
significado de la dualidad ya apercibida, y la esfera negra parece contener
la respuesta apetecida: las volutas que cristalizan en cabezas de viento pro-
vienen del reino de la muerte, luego la dualidad que la reflexión de Que-
tzalcoatl descubre se referiría a la transformación de la muerte en polo
positivo de vida. Veamos si el carácter del fenómeno astronómico que lo re-
presenta da más consistencia a este concepto básico.
La fecha del nacimiento de Venus-Quetzalcoatl está contenida en la segunda
FIG. 250 serie y por lo tanto acompaña a esa unión, de ahí que el día 9 viento sola-
mente puede referirse al advenimiento de un fenómeno material, puesto que
la realidad física debe lógicamente preceder al encuentro creador. Al final
de la conjunción de los 77 días, durante los cuales Venus permanece oculto
por los rayos solares, se inaugura una nueva movilidad: después de su fulgu-
rante subida hacia la luz matutina, el planeta cambia de sentido y durante
más de 8 meses va cayendo más y más hacia la oscuridad. Es, pues, una
orientación contraria a la subida natural matutina lo que trasmite a los dos
285
cuerpos celestes su coexistencia; orientación de la que depende la continuidad
de su presencia en el mundo.
Al nivel del pensamiento, que es el del Borgia, eso significa que dos mag-
nitudes diferentes que pertenecen al mismo orden pueden fundirse la una
en la otra y germinar sin perder por ello lo específico de cada uno, y también
que debido al impacto de su unión nace el deseo de permanencia, deseo que
se hace acción con el descenso vespertino, al final del cual ocurre la improbable
resurrección. Parece, pues, que en la base de la noción de dualidad hay un
imperioso deseo de continuidad: el hombre puede invertir el sentido de su
muerte si, venciendo las leyes naturales, asegura un crecimiento en profun-
didad tan regular como el empuje físico hacia lo alto.
Los astros demuestran que el movimiento contrario nace de la fusión de
dos cuerpos de igual naturaleza. Ya que la única sustancia en el Universo
con la cual pueda fundirse el hombre es la de sus semejantes, lo que hay que
establecer y alimentar es una reunión de individuos para que cada uno de
ellos descubra su propia orientación; una colectividad en el interior de la cual
las propiedades humanas podrán desarrollarse naturalmente como los astros
en el cielo y las flores en la tierra [véase lluvia y flor].
En vista de que el “siglo” de 104 años, mediante la creación de una órbita
artificial que se mueve de acuerdo con las órbitas naturales, no apunta más
que a la demostración de la viabilidad concreta de ese proyecto, finalizaremos
el análisis de viento con algunas observaciones relativas a la fidelidad con
que las ilustraciones calcan el ritmo del tiempo y el espacio, que son el fun-
damento del sentido de ese modelo de la acción humana.
El siglo se inicia con esa conjunción, lo que indica que ésta sólo puede ocu-
rrir a comienzos de año, en el sur e inmediatamente después del solsticio
de invierno, cuando la duración de las tinieblas es mayor que la de la luz del
Sol, hasta el punto de permanecer este astro más tiempo dentro de la tierra
que en el cielo. Es el momento del Sol nocturno y terrestre, simbolizado por
el jaguar, y los otros jeroglíficos que designan el astro adquieren su plena
significación en este período, en el que el águila está representada en caída y
el jaguar patrocina la serie que contiene las fechas de nacimiento del Sol
y de Venus.

286
FIG. 251
El Borgia evoca este encuentro de luces mediante una esfera negra, y como
esta esfera es el origen de Viento-Quetzalcoatl, el encuentro no puede significar
más que la iluminación interior, la enceguecedora explosión que produce la
comprensión de un fenómeno que Serpiente Emplumada nombra Ometecuhtli.
Notemos, sin embargo, que el manuscrito parece indicar que la visión de Quet-
zalcoatl no se refiere al principio de una dualidad como origen creador, sino
a la manera de vencer a esta dualidad original: los incontables desdoblamientos
de Viento se resumen (en la 4* página que señala el día preciso en el que
el planeta emprende su descenso vespertino) en un Quetzalcoatl unificado y
con cara humana que se precipita por la desgarradura practicada en el cuadro
del recinto [fig. 251].
Observemos que es también en esta región meridional en la que el año
comienza, donde se sitúa el nacimiento mítico de Huitzilopochtli, el dios solar
que desde el seno materno dirige las operaciones contra los enemigos mortales.
En esta posición espacial el Sol lleva el nombre de Colibrí Zurdo (Huitzilo-
pochtli) y se da el caso de que el colibrí es el único pájaro cuya técnica de
vuelo le permite unos movimientos y unas fases parecidos a los que caracterizan
a la luz del solsticio de invierno: evitando las alturas, el colibrí puede volar
hacia atrás, inmovilizarse en el aire y ponerse al revés [fig. 252].
287
Xy
12

Forward flight

o
se 7

e ): Backward flight Hooded Visorbearer


(Augastes lumachellus)
Brazil .

FIG. 252

El pájaro-mosca posee también la propiedad de invernar, cuya objetividad


sostiene la metáfora de la continuidad existencial que está en el centro del
pensamiento nahuatl. Nos vamos a detener un momento sobre esta singularidad,
que descubre el mecanismo de sustitución analógica: es la base concreta
sobre la que se levanta la idea de que el devenir humano, nutrido por las
obras de las generaciones pasadas, persiste más allá de la muerte.
Al hablar del casco de Huitzilopochtli (Colibrí Zurdo) Durán dice:

[...] una excelencia y maravilla, para honra y alabanza del que lo crió, y es que
los seis meses del año muere y los seis vive y es de la manera que dije: cuando
siente que viene el invierno vase a un árbol coposo que nunca pierde la hoja y con
instinto natural busca en él una hendedura y pósase en una ramita junto a
aquella hendidura y mete en ella el pico todo lo que puede y estase allí seis meses
del año, todo lo que dura el invierno, sustentándose con sólo la virtud de aquel

288
Velvet-purple Coronet
(Boissonneaua jardini)
Colombia, Ecuador

árbol, como muerto, y en viniendo la primavera, que cobra el árbol nueva virtud
y a echar nuevas hojas, el pajarito, ayudado con la virtud del árbol, torna a
resucitar y sale de allí a criar, y a esta causa dicen los indios que muere y resu-
cita. Y porque he visto este pájaro con mis propios ojos en el invierno metido el
pico en la hendidura de un ciprés y asido a una ramita de él, como muerto, que
no se movía, y dejando señalado el lugar volví la primavera, cuando los árboles
retoñecen y tornan a brotar, no le hallé, lo oso poner aquí y creo lo que los
indios de él me dijeron y alabo al todopoderoso y omnipotente Dios que es pode-
roso para hacer otros mayores misterios (u, pp. 80-81).

Y por otra parte, un sabio moderno anota:

Hace todavía poco tiempo que los ornitólogos se burlaban de la vieja creencia
en la hibernación de los pájaros. Durante las últimas décadas este entumeci-
miento ha sido demostrado respecto a un gran número de familias de pájaros
[...] (Alexander F. Skutch, The life of the hummingbird, p. 41).
289
subraya el carácter hiemal de la conjunción superior del
La iconografía
precisamente al colibrí con los dos astros, pues
Sol y de Venus al identificar
no sólo la cabeza de las Serpientes Emplumadas del Borgia recuerdan el pico
del ave, sino que las ondulaciones estrelladas de las páginas siguientes se ler-
Venus en
minan resueltamente en cuerpos de colibríes que llevan el signo de
el
las alas [fig. 253a y b]; el propio jeroglífico de Venus está adornado con
pico de esta ave [fig. 253c]; Quetzalcoatl se presenta con un casco de colibrí,
en el momento de la conjunción inferior [fig. 253d], y Huitzilopochtli preside
el mes otoñal durante el cual un nuevo siglo es bautizado por el fuego FIG. 253
[fig. 254].
A pesar de la elocuencia del lenguaje iconográfico, nuestro método nos
obliga a confirmar su significación mediante una referencia suplementaria
al calendario, ya que solamente la prueba de los números es susceptible de
demostrar que, efectivamente, la colisión de los dos astros primero y la caída
luminosa enseguida concretizan la puesta en marcha de la órbita de un
destino humano. Dado que esta prueba sólo se puede obtener mediante el
conocimiento de la posición que ocupa Venus en 1 caña (ce acatl), intenta-
remos localizar este suceso temporal por medio de la tabla cronológica que
hemos establecido, de la correspondencia entre los tres calendarios durante
los 13 primeros años del ciclo.
Si Venus empieza su revolución con los 77 días de invisibilidad, el regreso
de su carrera y hoaparición en el cielo occidental sobrevienen 6 series menos
un día (13 X 6 = 78) después de 1 cocodrilo (ce cipactli), inicio o “cabeza”
de todos los períodos. El fin de la conjunción y comienzo de la caída que
todos los documentos identifican con el nacimiento del primer hombre, tiene
lugar en 12 movimiento (ollin) de la 6? serie, y la visibilidad al Oeste en 13
pedernal (tecpatl) de la 6? serie 1 muerte (ce miquiztli).
El viaje nocturno que entonces emprende el planeta es de 252 días, o sea,
19 series y 5 días (13 x 19 = 247 + 5 = 252). Empezada el último día
QS
de la 6? serie, la caída termina en la segunda vuelta del calendario, en 4 agua ANS
(atl), también de la 6* serie 1 muerte. Aparecido en marzo en las alturas cre-
pusculares, Venus desaparece en diciembre (Tititl) siempre en el seno de “ AS
1 muerte (ce miquiztli).
Dado que la conjunción inferior de Venus tiene una duración de 12 días,
290
LOS PRIMEROS 13 AÑOS DEL CICLO DE 52 AÑos

LA SECUENCIA DE LAS SERIES DE 13 DÍAS


Los 18 MESES

1) Atlacahualco
(2-20 febrero) 9-10 17 13-14 1-2 9-10 13-14 1-2 9-10 17
2 — Tlacaxipehualiztli
(21 febrero-15 marzo) 11 18-19 6-7 15 11 18-19 6-7 15-16 18-19
3) Tozoztontli
(16-31 marzo) 12-13 16-17 4-5 12-13 20 17 4-5 12-13
4) Uey tozoztli
(1-23 abril) 6-7 14 9-10 18-19 6-7 14 1-2 9-10 18-19 6-7 14
5) Toxcatl
(24 abril-14 mayo) 15-16 11 20 15-16 11 15-16
6) Etzalqualiztli
(15 mayo-1 junio) 9-10 17 12-13 1-2 9-10 17 4-5 12-13 9-10
7) Tecuilhuitontli
(2-21 junio) 11 18-19 6-7 14 18-19 6-7 14 18-19 6-7
8) Uey tecuilhuitl
(22 junio-11 julio) 12-13 15-16 12-13 15-16
9) Tlaxochimaco
(12-31 julio) 14 9-10 17 6-7 14 9-10 17 6-7 1-2 9-10
10) Xocohuetzi
(1-19 agosto) 15-16 11 18-19 15-16 11 18-19 15-16 11
11) Ochpaniztli
(20 agosto-9 septiembre) 17 12-13 17 12-13 9-10 17 12-13
12) Teotleco
(10-30 septiembre) 18-19 6-7 14 18-19 1-2 18-19 6-7 14

13 — Tepeilhuitl
(1-20 octubre) 15-16 34 20 15-16

14) Quecholli
(21 octubre-8 noviembre) 9-10 9-10 13.1. 1-2 9-10

15) Panquetzaliztli
(9-28 noviembre) 11 18-19 6-7 15-16 11-12 18-19 15-16 11 18-19

16) Atemoztli
(29 nov.-18 dic.) 12-13 17 13 12-13

17) Tititl
(19 diciembre-7 enero) 6-7 18-19 6-7 14-15 9-10 6-7 14 1-2

18) Izcalli »

(8-28 enero) 8 20 8 16 11-12 8 15-16 3-4-5

Cada año integra 28 series, Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año
O sea, 28 x 13 = 364 días. 1 conejo 2 caña 3 piedra 5 conejo 6 caña 7 piedra 9 conejo 11 piedra 12 casa 13 conejo
Al cabo de 13 años la uni-
dad que falta forma una
serie que, carentes de infor-
mación, añadimos al final.
FIG. 254

FIG. 255


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292
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UN AIN 2)

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13
y
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FIG. 256 S

293
su reco- ma Tsa ;
ocupa 9 días de la 6* serie y 3 de la 72, con el resultado de acabar
estrella A 2 z
rrido subterráneo en 3 cocodrilo (cipactli) y de resurgir al este como
: : áme E :
de la mañana en 4 viento.
y EL
Hemos visto que la 7* serie [véase lluvia] está bajo el patrocinio de 4 vien-
(a e Ed Pa
to y que la idea de retiro y de interioridad que es inherente a esta fecha señala
AOS 56 LES
la reunión que los jóvenes pochteca ofrecían a los mayores en la noche de su ESTAR AS
E
primera salida. La posición del planeta con la que aquellos comerciantes
$5 2
errantes se asociaban revela que el viaje que emprendían está representado por
la ascensión del astro hasta su encuentro luminoso con el Sol. SA E o
El año 1 conejo se termina en la 8? serie (1 torsión, malinalli) cuando en AS, o
la 9% que inicia el año 2 caña Venus se encuentra en su fase matinal desde Yo Uff
hace 23 días (10 que quedan de la 7* y 13 de la 8*). Ya que la duración DODOD
de esta fase es de 243, la colisión creadora del movimiento nuevo se realizará zas ES
después de 220 nuevas ascensiones; 220 comprenden 17 series menos 1 día: el Ó

encuentro de los astros ocurrirá, pues, en la 3? rueda del calendario en 12


lagarto (cuetzpallin) de la 5* serie 1 caña, fecha en la que se cierra la primera SY ¡6
revolución venusina de 584 días. Queda manifiesto que el primer día de 7H 2 El
invisibilidad dentro de la luz solar es el 13 serpiente (coatl) y el segundo, AO y ( ,
_.1 muerte. 7 EN ey
Esta segunda conjunción superior se acaba 77 días más tarde, en 11 coco- DOS
drilo (cipactli) de la 11* serie y 15% veintena Panquetzaliztli, nuestro mes
de noviembre, y el descenso empieza en 12 viento. El Códice Borbónico ma- A
nifiesta que en esta veintena del año 2 caña tenía lugar el bautismo del siglo
[fig. 254] por lo que el primer día de esta caída adquiere especial importancia.
Sin duda es ésta la razón por la cual el Códice Nuttall representa la personifi-
cación de 4 viento no sólo como una imagen de Venus (fig. 255], sino tam-
bién como una verdadera lluvia de cuerpos celestes [figs. 256 y 257].
La identificación de Viento con este período de fin de ciclo venusino es
igualmente patente en otras fechas. Por ejemplo, 10 viento, penúltimo día de
la ascensión matutina que se termina en 12 lagarto de la 5* serie 1 caña
(ce acatl), parece ya instalado en la ardiente unión luminosa [fig. 258] y, por
razones que no pueden referirse más que a posiciones de años posteriores,
8 viento indica también el comienzo de la caída [figs. 259 y 260].
Contenido en la serie 1 águila (ce cuauhtli), el día 8 viento representa, por

294
FIG. 258

A
NCEZA
—_— A

lo contrario, una entrada en la tierra [fig. 261] y resulta que en el año


l caña (ce acatl), cuyo jeroglífico lo acompaña a veces, la serie 19? precede
en un poco a la conjunción inferior que pone fin al descenso occidental [véase
caña].
Al comprobar que las correspondencias que se efectúan en los dos primeros
años del ciclo ofrecen las fechas fundamentales de ese pensamiento, se persuade
uno de que, a semejanza del establecimiento de los cuadrantes sobre la base
de una totalidad artificial, el modelo del comportamiento humano se obtiene
por las fases del planeta en la primera vuelta que dan los años a los puntos
cardinales. Estaríamos, pues, de nuevo en presencia del proceso de geometriza-
ción, pero esta vez en sentido contrario, pues si el primer proceso ordena men-
talmente el espacio antes de hacerlo concordar con el tiempo, el segundo pliega
el pensamiento al ritmo natural de las posiciones físicas antes de que éstas
puedan siquiera adoptar el sentido que nombres y números les trasmiten.
Para ayudar a la lectura de los caracteres de los días, será indispensable
contar tres años de las sucesivas adherencias de Venus al tiempo y al espacio,
pues los entrelaces simultáneos de las unidades del calendario abstracto, de
los meses y de los vaivenes del planeta entre cielo y tierra no serán iguales
antes de que transcurran 104 años.
Consolémonos ante el trabajo en perspectiva, persuadiéndonos de que es
295
poca cosa en comparación con las 37 960 combinaciones efectuadas entre dos
astros y una multitud de conceptos antes de obtener las decenas de millares
de signos cifrados de un vocabulario que expresa, lo más lógicamente posible,
la razón de ser del hombre: pensar y reflexionar el mundo como una totalidad
en creación y cambio permanentes.

FIG. 259

FIG. 260

¿e O)
CAER OY
D

vy SI

296
DA :
Én
FIG. 261
Y
/ aun

qn
SY
CONCLUSIONES

Según todos los datos lo indican, el jeroglífico 1 viento significa, efectiva-


mente, el pensamiento. El análisis revela que este pensamiento no se refiere
a la capacidad mental en general, sino al pensamiento como agente creador
de una noción movilizadora como un acto de fe: la certidumbre de que el
hombre no es susceptible de engendrar las propiedades aglutinantes singulares
de la verdadera humanidad si no conoce la naturaleza profunda de estas pro-
piedades; si no posee una comprensión total respecto a sí mismo, a sus seme-
jantes y a las leyes físicas; comprensión que le permitirá, sólo ella, erigir las
normas de la coexistencia universal que él fundamenta sobre lo imaginario,
pero que son tan rigurosas como las que regulan los nacimientos, al final
de sus inexorables acabamientos, de los astros y de las plantas.

298
AN
6
'E

y
it
ps
FIG. 262

ANNAMNAAAMALNA
AV
IA

aa!
El

En nahuatl, el nombre del tercer día es


calli (casa); en maya, akbal inoche,.
En el primer caso el jeroglífico es la
representación del corte de una casa, a
veces con el techo visto de frente [fig.
262]. En el segundo caso es el símbolo
de la oscuridad [fig. 263].
Pa)
MN
En la serie cerrada de 1 a 20, casa (calli) ocupa el tercer lugar; inserto
FIG. 263

en la rueda de 260, el 152.


Entre los jeroglíficos mayas el número 3 posee el valor de fuego (Thompson,
pp. 144-277) y también el de agente de intensificación: 143 “...el término [tres]
está relacionado con muchas palabras para darles énfasis, más o menos como
en nuestra expresión: “un millón de gracias”, 'mil veces mejor” ” (p. 129). De
ahí la conclusión de que el 3 “.. .equivale aproximadamente a nuestro empleo
del “muy” [...]” (p. 268). En cuanto a su personificación (la personificación
de los números es desconocida fuera del área maya), Thompson la califica de
divinidad de las tempestades debido a los rayos inherentes a su naturaleza
ígnea (p. 277) y al jeroglífico viento (ik) que caracteriza su rostro [fig. 264).

FIG. 264
1 :
BZ

FIG. 265

La asociación de casa con viento se extiende hasta los nahuas. En una de las
series del Borgia el tercer día está patrocinado por el propio viento [fig. 265).
Ahora bien, si Viento-Serpiente Emplumada rige las series segunda y tercera,
y si en esta última Tlazolteotl (“Comedora de Inmundicias”) es intercambiable
con aquél, el parentesco entre los dos personajes es demasiado íntimo como
para no buscar su origen en el contenido de esa fecha.

301
FIG. 266

Los cómputos inherentes a Viento-Quetzalcoatl demuestran que el calen-


dario de 260 días se inicia con el advenimiento del pensamiento; instrumento
de aprehensión de lo real que el hombre posee en exclusividad en el mundo. De
ahí que el parto de la entidad femenina, a imitación del progenitor titular al
que ella remplaza, debe referirse a la llegada al mundo de un objeto concreto,
tal un cuerpo físico, pero impalpable e invisible; de un ser cuyo crecimiento
y desarrollo no habrán de depender de alimentos naturales sino de alimentos
302
FIG. 267

improbables propios de un medio que alcanza el equilibrio entre


el espíritu
y la materia. Este equilibrio es expresado precisamente mediante una materia
preñada de estrellas, “Corazón de las Montañas” (Tepeyollotli), otro
de los
compañeros de la diosa de la maternidad, en el 3er. lugar. En efecto,
en la serie
cerrada de l a 20, casa (calli) está regida por un jaguar (nariz que lanza
llamas, dorso erizado de pedernales, patas levantadas) que tiene encima una
escena menos realista todavía: un recipiente lleno de agua, presentado en
corte, y un personaje rojo que come un “excremento divino” (símbolo de la
luz) mientras evacua una corriente amarilla que penetra en el jeroglífico de
la luna [fig. 266]. Otros manuscritos muestran al “comedor de inmundicias”
ya sea proyectando un fluido espumoso a la luna, ya sea un jaguar estrellado
y el mismo personaje rojo pero con la secreción descendente [fig. 267].

303
Después de innumerables deducciones y asociaciones iconográficas
de los
textos, Seler reconoció en estas imágenes la representación de la “Comedo
ra
de Inmundicias” (Tlazolteotl), debido por una parte a su relación
con el
“comedor de inmundicias” y por otra con “Corazón de las Montañas” (Te-
peyollotli), ya que el jaguar que lo remplaza es el dios de las grutas resonant
es
y de las obscuridades subterráneas.
Aceptada por Thompson, la identificación del jaguar que gobierna casa
(calli) y noche (akbal) con el “Corazón de las Montañas” (Tepeyollotli) se
basa en una variante maya del nombre del 3er. día, Uotan o Watan,
perso-
naje

[. ..] muy venerado y considerado en varias provincias como cl corazón de la


gente. Era el Señor del tambor de palo hueco (p. 73).

La interioridad sugerida tanto por el corazón como por un objeto hueco y


sonoro está confirmada por una leyenda, según la cual después de haber re-
partido la tierra entre los suyos, Uotan o Watan reunió

[...] un gran tesoro de jeroglíficos y de jades en una casa oscura que creó con
su aliento. Esta casa era identificada con una gruta cercana a Huehuetan, en la
costa del Pacífico de Chiapas (p. 30).

En el contexto de la 3% serie, la figura de esa cavidad está representada


por una colina repleta de estrellas [véase viento] o por una piel de fiera en cuya
cabeza irradia un astro y del cuerpo desborda un ser humano [fig. 268] o bien
por el jeroglífico de la “gran estrella” que corona a Quetzalcoatl [fig. 269].
Como Seler lo entendió perfectamente, el número 3 aglutina varias entidades
en una significación única: el surgimiento de un fenómeno provocado por la
caída de una simiente que en todos los casos está indicada por el “excremento
divino” (cuitlatl), nombre y símbolo de la luz.
El fenómeno que surge se manifiesta por medio de un hombrecillo con el
cuerpo rojo de desollado, al que Serpiente Emplumada o “Comedora de In-
mundicias” agarran por el cabello. Si se piensa que 1 venado (ce mazatl)
corresponde a la veintena “Desollamiento de Hombres” (Tlacaxipehualiztli),
hay que persuadirse de que las fiestas de este período dramatizan efectiva-

305
mente, como ya lo hemos sugerido en viento, la acción de tomar una “piel”,
una envoltura material, por seres hasta entonces en el estado de puras esencias.
Y eso tanto más que, engendrado por el soplo, ese recién nacido constituye
una gota de luz, puesto que el venado, que determina el sentido de esos 13 días,
es una imagen solar.
Además, la idea del ahondamiento, que transforma la tierra en receptáculo
del cielo, es indisociable de la idea de efervescencia que materializa la bebida
fermentada, efervescencia que acompaña, en general, a las divinidades feme-
ninas y cuya personificación posee su fecha calendárica en la tercera casilla. En
efecto, el segundo día de 1 venado (ce mazatl) es 2 conejo (ome tochtli),
nombre genérico de los dioses del vino (octli en nahuatl, pulque en español),
400 personajes que los cronistas interpretan como otras tantas manifestaciones
de estados de ebriedad. Esos dioses muestran los componentes fundamentales de
“Comedora de Inmundicias” (Tlazolteotl) y de sus metamorfosis, pues, a
imitación de la diosa, la naturaleza de los 400 conejos cambia al avanzar el
calendario abstracto, siguiendo el proceso de su enlace con el tiempo y el es-
pacio del ciclo. Pues, aunque la fuerza del vino se manifiesta en el otoño,
dentro del cuadrante regido por las mujeres, el nombre de aniversario del
dios principal aparece en primavera, y hay indicios de que el licor no es igual
a principios del año que al final. Sahagún nota que el pulque que intervenía
en las ceremonias de los dos primeros meses, el día 2 conejo (ome tochtli) era:

[...] la primera aguamiel que sacaban, la llevaban a la casa de este dios como
primicias... (1, p. 126).

El jugo natural del agave no tiene poder embriagante, de/lo que se colige
que en esta posición orienta! se trata de ura savia que no desarrolla las
virtudes que su naturaleza encierra más que muy lentamente y con cuidados
especiales.
Durán representa al Señor 2 Conejo (Ometochtli) -—que él considera di-
vinidad del juego— bajo el aspecto de Xipe-Totec, el dios que rige la quincena
que coincide con esta 3* serie (fig. 270]. Sahagún confirma la asociación con
los juegos al relatar que un llamado “Señor 2 Conejo” (Ometochtzin) “[...]
era como maestro de todos los cantores” (1, p. 266), y que, entre los be-
bedores :

306
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FIG. 272

mas sola-
Otros luego comienzan a cantar y no quieren parlar ni oír burlas,
mente reciben consolación en cantar (1, p. 346).

También es significativo que el mes “Desollamiento de Hombres” (Tlaca-


xipehualiztli), cuyos 13 días de la 3* serie ocupan el centro, se encadenen
con 1 flor (ce xochitl) en el contexto formado por cantores y músicos.
Observemos ahora el jeroglífico casa (calli) en su asociación con el sim-
bolismo del 15, su número de orden dentro de la rueda de 260.
La patrona de la 15* serie es “Mariposa de Obsidiana” (Itzpapalotl: 2tztl,
obsidiana; papalotl, mariposa), la diosa madre, en cuanto soberana del Paraíso
terrenal (Tamoanchan), región de la caída y del nacimiento [figs. 2712151
La serie 15% denota, lo mismo que la 3*, una neta relación con la luz, con
la diferencia de que ahora se trata de una luz más ardiente, pues la mariposa
y el águila, de las que la diosa toma prestadas las alas y las garras respectiva-
mente, constituyen los signos del sol más radiante. Esto está reproducido por
el simbolismo de los nombres —la 15% serie se termina en el día 13 águila,
cifra de la plenitud desbordante— y también por el astro natural: en el
primer año del ciclo, 1 casa (ce calli) coincide con pocos días de diferencia
con el paso del Sol por el cenit de la ciudad de México.
Visto que la progresión lineal temporal conlleva una intensificación, el sen-
tido de venado (mazatl) y del “excremento divino” (cuitlatl) que determinan

308
FIG. 273

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FIG. 275

las primeras series del año, es el de una luz tenue y frágil que muy bien
podrían encarnar los protagonistas de los dramas de este período: unas criatu-
ras angelicales (bebés con alas blancas de papel), limpias todavía de indi-
vidualización. Esta progresión señala también la noción de efervescencia que
es inherente a las dos fases: potencial en la 3* serie; realizada en la 15%, y
eso de manera explícita: sustancia espumosa que desborda de los recipientes
o que bajo forma de bolas de plumas cubre el tocado de la diosa; o bien
indirecta: ruptura, inversión y aligeramiento de la materia. En efecto, el árbol
de Tamoanchan se parte y sangra; el corazón de Mariposa de Obsidiana está
fuera de su lugar orgánico [fig. 272]; una criatura y una codorniz son decapi-
tadas [figs. 272 y 275], un asiento del cual sólo es visible el espaldar separado

310
del resto, desciende al revés con un
hombrecillo, y, por fin, el esqueleto,
esa estructura vacía cuyo movimiento
no puede provenir de órganos que o
están ausentes o desplazados. El sentido
de esa construcción es evocado a menudo
por el cascabel, instrumento hueco y so-
noro que acompaña lo mismo a las
“mujeres divinas” [fig. 276] que al ca-
dáver preparado para la incineración
[fig. 277] y que es indisociable del atuen-
do de los Señores del vino [fig. 278].

FIG. 276

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FIG. 278
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El contexto de esta 15* serie revela que en la estaci
ón de las cosechas la
materia de las primicias extiende su simiente cuyo
germen recibió durante su
boda primaveral con el cielo. Durante los dramas
que ilustran la división
anual que concuerda con 1 casa (ce calli), la 10% veintena (mes de agosto),
cuyo nombre es precisamente “Fruto que cae” (Xocohuetzi), se representa
la caída de cuerpos celestes. El “fruto que cae” está
simbolizado por un
hombre alado y blanco (símbolo del alma) o por
un pájaro (símbolo del
cielo) que está colocado sobre un árbol traído desde el
bosque, al que se ha
despojado de ramas y hojas, adornado con una:

estatua como de hombre hecho de masa de semillas de bledos


[...] era todo
blanco sin ninguna pintura ni tintura; [...] en los brazos ponían los
papeles como
alas, donde estaban pintadas imágenes de gavilanes [...] (Sah.
1, pp. 189-190),

o'bien con un:

pájaro de masa de simiente de bledos que hemos llamado tzoally, la cual


masa
A perpetuamente sirvió a éstos para efigie de ídolos y carne y huesos de los
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dioses
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suyos [...] para después comerse aquella masa en nombre de carne de dios
y así
componían este ídolo de aquella masa que era desta manera: tomaban
FIG. 279 aquella
masa, un gran pedazo della, y metíanla en una red; luego de la
mesma masa
fabricaban una cabeza de pájaro con su pico dorado y poníanle muy galanas
plu-
mas verdes por alas y cola [...] (Durán In, pp. 166-167) [fig. 279].

Sahagún indica el valor sagrado de esta masa al señalar el comportamiento


de los que recibían las migajas, así como la consideración que se otorgaba
al joven que lograba llegar primero a lo alto del palo:

[. ..] tomaba la estatua del ídolo, que estaba arriba hecha de masa de bledos (23e]
tomaba también los tamales que tenía a los lados, y desmenuzábalos sobre la gente
que estaba abajo [...] y caían los pedazos para tomarlos, y algunos reñían y se
apuñaban por el tomar de algunos pedazos; había gran vocerío sobre el tomar
todo lo que caía de arriba (Sah. 1, p. 194).

La naturaleza luminosa de esas migajas descendentes está confirmada por la


relación entre “Mariposa de Obsidiana” (Itzpapalotl), considerada por el
comentarista del Telleriano como un dios, y los astros del Tamoanchan:

313
Este ltzpapalotl era señor destos x1m días. Dicen que siempre traía entre manos
unas navajas. Este Itzpapalotl es uno de los que cayeron del cielo con los demás
que de allá cayeron que son los que se siguen: Quetzalcoatl y Huitzilopochtli y
Tezcatlipoca y Tonacatecuhtli y Yaolotecotl y Tlahuizcalpantecuhtli (Tell. XXI).
Este Itzpapalotl quiere decir navaja de mariposas, era uno de los dioses de los
cuales decían que habían descendido del cielo, y por eso lo representaban circun-
dado de navajas y alas de mariposas. Figurábanlo con los pies del águila, porque
decían que a veces se les aparecía a algunos, y que no veían otra cosa que sus
pies de águila (Vat. xLnmr).

El paralelismo entre los dramas del mes “Fruto que cae” (Xocohuetzi) y
el contexto de 1 casa (ce calli) sigue en el corte del árbol que aparece como el
jeroglífico del Paraíso terrenal, de donde siguen cayendo los astros:

[...] venían luego hacheros y derribaban el palo en el suelo y arremetían tanta


gente sobre él que en menos de una hora no quedaba cosa de él; de tal suerte
que el que poco o mucho no llevaba de aquel palo, por pequeña que la rajita
fuese, se tenía por muy desdichado y así pugnando todos por llevar algo así de
la masa del ídolo como de las cuatro piñas, que alcanzando algo de ello se tenían
por muy dichosos y lo reverenciaban tanto como nosotros reverenciamos las reli-
quias de un Agnus dei o del palo de Lignum crucis [...] (Durán, p. 170). FIG. 280

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314
El Borgia amplía la significación de esa tala al atribuir al Señor de la
Aurora (Tlahuizcalpantecuhtli) el papel de leñador [fig. 280].
La asociación de Venus con el árbol del paraíso es tan poco accidental que
además de aparecer entre los transgresores del Tamoanchan está también in-
serto en el calendario maya, en el que la personificación del planeta patrocina
el 10% mes cuyo jeroglífico está formado con los signos de Venus y de la
lluvia [fig. 281].
Los textos confirman esta asociación con Venus al atribuir también a unos
dioses la transformación del Tamoanchan, el lugar donde las flores se levan-
tan, del cual es soberana la vieja diosa, en país de la caída:

Este lugar que se dice Tamoanchan y Xochitlicacan es el lugar donde fueron


criados estos dioses que ellos tenían, que así es tanto como decir que es el paraíso
terrenal; y así dicen que estando estos dioses en aquel lugar se desmandaban en
cortar rosas y ramas de los árboles, y que por eso se enojó mucho el Tonacatecuhtli
y la mujer Tonacacihuatl, y que los echó de allá de aquel lugar, y así vinieron
unos a la tierra, y otros al infierno... (Tell. xxmn).

Estos dioses culpables son identificados con los astros:

Quecholli. Aquí aparece Mixcoatl o Camaxtli o culebra de las nubes. Es la


fiesta de la bajada de Mictlantecuhtli y del Tzontemoc y los demás [...] Pro-
piamente se ha de decir la caída de los demonios que dicen que eran estrellas y
así hay ahora estrellas en el cielo que se dicen del nombre que ellos tenían que
son éstas que se siguen: Yacatecuhtli, Tlahuizcalpantecuhtli, Ceyacatl, Quetzal-
coatl, Yacopancalqui, Mixcoatl, Contemococtli. Como dioses llamábanse deste
nombre antes que cayesen del cielo, y éstos ahora se llaman tzitzimitli, como quien
dice cosa monstruosa o temerosa (Tell. vim).

La naturaleza celeste recae con mayor razón sobre Mariposa de Obsidiana


(Itzpapalotl), como autor primordial de la transgresión y como representante
en jefe de “los monstruos llamados tzitzimitl”. En efecto, por una parte se
dice:

Ésta fingen que estando en aquel huerto que comía de aquellas rosas y que
esto duró poco que luego se quebró el árbol,

y por otra:
315
Este día de una casa teníanlo por malo porque decían que en tal
día venían
de los aires de arriba los demonios en figuras de mujeres que
nosotros decimos
brujas (Tell. xLm).

Con un aspecto esquelético poco atrayente, estas brujas se manifies


tan
como cuerpos celestes por la flecha, emblema del dardo luminoso, que
com-
pone su nombre:

Ésa es una figura que se llama cicimitl, que significa flecha (Magl. 75r)
[fig. 282).

La iconografía subraya la identidad de las Tzitzimime con las “mujeres di-


vinas”, cuyo jefe es Mariposa de Obsidiana (Itzpapalotl), representando la
caída de una de esas “brujas” con las alas de mariposa llenas de cuchillos
de pedernal [fig. 283].
Itzpapalotl, ignorada por Sahagún y por Durán, es la protagonista de dos
textos donde se la relaciona con uno de los astros caídos, Mixcoatl, Serpiente
de Nubes, otro de los aspectos de Venus. En los Anales de Cuauhtitlan, por
ejemplo, Mariposa de Obsidizna aparece como diosa ancestral, transmisora
de la antigua sabiduría a las 400 Serpientes de Nubes-

[...] “un águila amarilla, un tigre amarillo, una culebra amarilla, un conejo
amarillo y un venado amarillo. Tirad con el arco por Huitztlan (entre las espinas,
el sur), en Huitznahuatlalpan (el suelo limpio de espinas), en Amilpan (la se-
mentera de riego) y en Xochitlalpan (la tierra florida) donde flecharéis un águila
roja, un tigre rojo, una culevra roja, un conejo rojo y un venado rojo; y cuando
hayáis vuelto de tirar con el arco, ponedlos en manos de Xiuhteuctli (el señor del
año-dios del fuego), Huehueteotl (el dios antiguo), a quien guardarán los tres,
Mixcoatl, Tozpan e Ilhuitl”. Éstos son los nombres de las tres piedras del hogar.
De esta manera instruyó Itzpapalotl (mariposa de navajas) a los chichimecas
(PA)

Itzpapalotl mata a las 400 Serpientes de Nubes que son resucitadas por Mix-
coatl y se vengan de la diosa flechándola. Con las cenizas del cuerpo de su
madre se pintan ojeras negras, características del planeta Venus.
Además, después de una confusa historia en la que Mariposa de Obsidiana
aparece como un ciervo de dos cabezas, que se transforma en mujer, la Le-
07
yenda de los 4 Soles acaba por reducirla a un sílex, que Mixcoatl adopta
como divinidad (pp. 123-124).

[...] los dioses señores del año fueron a traer a la mujer Itzpapalotl: iba guiando
Mimich. No bien la trajeron, la quemaron, y estalló varias veces. Primero brotó
el pedernal azul celeste; la segunda vez brotó el pedernal blanco. Tomaron el
blanco y lo envolvieron en una manta. La tercera vez brotó el pedernal amarillo;
tampoco lo tomaron, solamente lo vieron. La cuarta vez brotó el pedernal
rojo; tampoco lo tomaron. Mixcohuatl adoró por dios al pedernal blanco, al cual
envolvieron; lo cargó a cuestas y se fue a combatir en el lugar nombrado Comallan:
va cargando su dios de pedernal, Itzpapalotl (p. 124).

Itzpapalotl, reina de las alturas, se distingue en la tierra por esas lascas; los
cuchillos que pesan sobre sus alas de mariposa aparecen como sus propios hijos.
Sahagún hace de esta maternidad la principal característica de Cihuacoatl
(Mujer Serpiente) a quien califica como la primera de las diosas (1, 25), pero
la iconografía revela que aquélla no es más que un sinónimo de Itzpapalotl:

Dicen también que traía una cuna a cuestas como quien trae a su hijo en ella,
y poníase en el tianquiz entre las otras mujeres y desapareciendo dejaba allí la
cuna. Cuando las otras mujeres advertían que estaba allí aquella cuna olvidada,
miraban lo que estaba en ella, y hallaban un pedernal como hierro de lanzón con
que ellos mataban a los que sacrificaban; en esto entendían que fue Cihuacoatl
la que lo dejó allí (Sah. 1, p. 25).

Durán cuenta el mismo suceso de manera más anecdótica:

La india tomaba su cuna y entraba en el mercado y llegábase a la más principal


mercadera que allí había y entregábale la cuna rogándole le guardase aquella cuna
con aquel niño hasta que volviese. La joyera se encargaba del niño y la otra se
iba y no volvía más por la cuna; esta otra, como veía que se tardaba y que era
ya hora de irse y que no volvía por su niño y que no habiendo mamado todo el
día no lloraba ni chistaba, desenvolvía la cuna y hallaba en ella el cuchillo del
sacrificio, hijo de Cihuacoatl (p. 176).

Los himnos que los informantes de Sahagún transmitieron manifiestan tam-


bién que la madre de los dioses y de los hombres pertenece tanto al cielo
como a la tierra.
349
Canto de Cihuacoatl

Es 13 Águila nuestra madre, la reina de los de Chalma:


¡su cactus es su gloria!
¡Que el príncipe Mixcoatl me llene!
Nuestra madre, la guerrera,
el ciervo de Culhuacan,
¡de plumas es su atavío! (tv, p. 301).

Canto a la Madre de los Dioses

Amarillas flores abrieron la corola:


Es nuestra Madre, la del rostro con máscara.
¡Tu punto de partida es Tamoanchan!

Amarillas flores son tus flores,


Es nuestra Madre, la del rostro con máscara.
¡Tu punto de partida es Tamoanchan!

Blancas flores abrieron la corola:


Es nuestra Madre, la del rostro con máscara.
¡Tu punto de partida es Tamoanchan!

Blancas flores son tus flores,


Es nuestra Madre, la del rostro con máscara.
¡Tu punto de partida es Tamoanchan!

La Diosa está sobre el redondo cacto:


Es nuestra Madre, Mariposa de Obsidiana.

Oh, veámosla:
En las Nueve Llanuras,
se nutrió con corazones de ciervos.
¡Es nuestra Madre, la Reina de la Tierra!
¡Oh, con greda nueva; con pluma nueva está embadurnada!

Por los cuatro rumbos se rompieron dardos,


En Cierva estás convertida.
Sobre tierra de pedregal vienen a verte
Xiuhnelli y Mihmich (tv, p. 296).

320
Otros informantes indican que la diosa madre habita también en el mundo
subterráneo:

En aquel lugar del infierno creían que estaban estos cuatro dioses o demonios
principales; aunque uno de ellos era superior, el que llamaban Zitzimitl, que era
el Mictlantecuhtli, el gran señor del infierno (Vat. m1).

El mismo manuscrito ilustra los tres niveles: los 13 cielos, la tierra y los
recintos interiores. Esos n'veles

[. ..] tienen el nombre colectivo de Tlalan o Tlalampa: en el interior de la tierra.


El nombre religioso es Chiconahuapan: los nueve vados o pasajes, los cuales tienen
que pasar los muertos para llegar al Chiconamictlan, el noveno recinto de los
muertos (Corona Núñez, en Vat., pp. 1 y 2).

Los informantes de Sahagún precisan que Chiconahuapan, “el lugar del q


es el nombre del río que conduce a Mictlantecuhtli (Señor de la Muerte)
(1, p. 315) y que en el Chiconamictlan (lugar llamado 9 muerte) “se acaba-
ban y fenecían los muertos” (1, p. 316). Este fin podría equivaler a la noción
de ruptura, de estallido y de efervescencia relacionada con la vieja generadora.
Perteneciente a tres dominios a la vez, la regente de la serie 15* no puede
habitar de manera estable en ninguno de ellos y por lo tanto tiene que repre-
sentar la movilidad que va de los unos a los otros. Ahora bien, esta movilidad
está inscrita en la naturaleza de cada uno de los tres dominios: los cielos están
destinados a la caída [véase pedernal y lluvia]; la tierra a la ascensión
[véase serpiente, agua y caña], el bajo mundo al paso de una forma a otra
[véase muerte].
Eso indicaría que el jeroglífico casa, patrocinado por Mariposa de Obsidia-
na (Itzpapalotl), se refiere al movimiento que ata a los tres espacios, y en
efecto, todos los contextos apuntan en este sentido; por una parte las vein-
tenas: la 10% cuyo protagonista es un astro que cae, y la 14* cuyos dramas
están definidos como “la caída de los demonios que ellos dicen que son estre-
llas”. Por otra parte, el carácter sagrado de la derogación, que es el motor
de este movimiento. Y vemos que los excesos que provocan la caída, la encar-
nación y la violenta precipitación en el infierno de los dioses lleva el número 5,
321
que además de ser sinónimo de lo divino [véase torsión] es el número de Ser-
piente Emplumada, prototipo de lo humano:

Dicen que todos los días de 5 de este calendario son aplicados a esta caída
porque tal día pecó (Tell. vu).

Puesto que la principal culpable de esta transgresión colectiva es Quetzal


Florido (Xochiquetzal), diosa del amor, doble de los distintos aspectos de la
diosa madre a todo lo largo del calendario, se desprende de ello que el jero-
glífico casa (calli) recorre la órbita social de 52 años desde la 3* serie, en la
que tiene lugar la primera caída, hasta la penúltima que contiene 9 casa,
número de la maduración.
Además, el fin y el principio de un ciclo registran la caída-nacimiento pro-
pia del Tamoanchan; por lo tanto, el paraíso terrenal no puede indicar «sino
el punto en el que el movimiento natural de ascensión se invierte para em-
prender la marcha que atrae de repente a la luz hacia el seno de las tinieblas.
Es decir que, si no fuera por la atracción que las divinidades femeninas
ejercen en el cenit —lugar donde las almas de las jóvenes muertas en parto
forman el cortejo del sol declinante—, los astros seguirían la inercia de una
subida que los llevaría a perderse en la infinita' libertad del caos. El pecado
cometido por Mariposa de Obsidiana (Itzpapolotl)-Quetzal Florido (Xochi-
quetzal) consiste pues en someter la luz a la ley de la gravedad, dándole el
peso del tiempo y del espacio, puesto que es en los abismos donde nacen los
rasgos luminosos creadores de la caída que causa el vaivén entre el cielo y la
tierra [véase serpiente, perro y caña).
Este vaivén, acomodado en el ciclo de 52 años, que representa la multi-
plicidad de tránsitos necesarios para alcanzar las sucesivas madureces, está
materializado por el vaivén de los astros, principalmente del Sol y del planeta
Venus. Así pues, casa, centro del hombre y eje del mundo, sería el espacio
de un movimiento espiritual susceptible de soldar aritméticamente en ella
unas áreas de naturaleza disímbola: un espacio que es interior antes de devenir
social.
Incluso en el nivel de comprensión superficial, que es el nuestro, las prue-
bas numéricas del enlace entre el cielo, la tierra y las profundidades aparecen

322
FIG. 284

uy
o)
O
en tan gran número que la elección de las más elocuentes constituye lo más
arduo de la tarea. La única esperanza que queda de no ahogarse en el infinito
de las correspondencias es la de afianzarse en el valor de los números.
En el caso que nos ocupa, por ejemplo, ellos obligan a comprobar de inme-
diato que 5 casa es la casilla del Señor 5 Flor (Macuilxochitl), cristalización
de la autopersonificación y del deseo de permanencia que singularizan al
fenómeno humano [véase movimiento y flor].
Además hallamos que un personaje llamado 5 casa (Macuilcalli) es preci-
samente el dios de los lapidarios, artesanos
que transforman la materia bruta
en joyas: una cuenta de piedra es el símbolo: del corazón, y se ha dicho
que la función de las escuelas que Quetzalcoatl rige es' la de perforar esas
"cuentas [véase serpiente y caña] (Sah. 1, pp. 161-162). De ahí que la fecha
5 casa acompañe a objetos o animales huecos habitados por un hombre
.[fig. 284].
Por otra parte, 5 casa está ligada íntimamente al comportamiento de los
pochteca —los itineranes que imitan las andanzas de los planetas—, a Mari-
posa de Obsidiana (Itzpapalotl), cuyas esquirlas penetran en la tierra y la
inflaman [véase perro y pedernal] y a Serpiente de Nubes (Mixcoatl), con-
centración de experiencias vitales de generaciones sucesivas.
Para poder orientarnos entre las brumas de las correspondencias exactas,
nos limitaremos a seguir el rastro señalado por las fechas, cuyo significado
está explícito, es decir, aquellas que se refieren a las relaciones directas de los
pochteca con Venus. Por ejemplo, 5 casa es tan importante para los ambulan-
tes como para Venus: es el segundo día de la partida de los primeros [véase
viento] y el día én que el planeta, en el primer año del ciclo que señala los
ritmos futuros, surge en la noche oriental después de 252 días de descenso
y 12 de ocultación inferior; ya que en invierno el planeta precede en varias
horas al astro que cotidianamente disipa las tinieblas, su ascensión nocturna
y solitaria parece ser la imagen de la razón de ser de esos periplos cuya ca-
dencia sigue el movimiento de las órbitas celestes: la búsqueda de una luz
invisible que acabará por consumir la materia que la contiene. Imagen que los
informantes hacen evidente:

Dicen que esta lumbre o estrella fue criada antes que el sol. Este Tlahuizcal-

324
pantecuhtli o estrella Venus es el Quetzalcoatl [...] Propiamente es la primera
claridad que apareció en el mundo [...] Propiamente es la lumbre sobre las cosas
o haz de la tierra (Tell. xv).

El paralelismo entre Venus, los itinerantes y casa con la luz de la concien-


cia está avalado por el hecho de que las fechas favorables para el retorno al
país natal conciernen, lo mismo que la fecha de partida, al jeroglífico casa,
flanqueado esta vez por los números 1 y 7:

Cuando los. mercaderes venían de mercadear de otras provincias a su casa, no


entraban de día en el pueblo ni en ella, sino ya de noche, y aun esperaban el
signo próspero, como es el de ce calli, o chicome calli. Tenían por próspero signo
a este ce calli o “una casa” porque decían que las cosas que traían entraban en
casa, de tal manera que allí habían de perseverar por ser cosas de Dios (Sah.
n, p. 128).

] casa es la casilla de Mariposa de Obsidiana (Itzpapalotl) y del Paraíso


de las Flores cuyo corte precipita a los dioses sobre la tierra bajo forma de
astros; Itzpapalotl y Mixcoac representan las emanaciones luminosas —estre-
llas— del saber de generaciones de miembros desaparecidos físicamente de la
colectividad. Luego, es probable que las “cosas” que los itinerantes quieren
preservar sean los conocimientos adquiridos a lo largo de los tortuosos ca-
minos de la existencia, la casa nocturna en la que penetran, la secreta habi-
tación del espíritu, el lugar móvil donde las leyes mecánicas se pliegan a las
leyes de lo imaginario que el hombre introduce en la naturaleza. Es signifi-
cativo, a ese respecto, que Sahagún inicie su magna obra explicando el
origen de los habitantes de este continente, de esta manera:

Esta gente venía en demanda del paraíso terrenal, y traían por apellido Ta-
moanchan, que quiere decir buscamos nuestra casa, y poblaban cerca de los más
altos montes que hallaban (Sah. 1, p. 14).

Al instituir Tamoanchan como finalidad de una búsqueda, este texto asigna


a las fechas 1 y 7 casa el significado de llegada al paraíso y por consiguiente
parece definirlo como el lugar en el que cada uno alcanza su punto de origen,
su hogar íntimo.
Los días 7 y 1 casa contenidos en la 3* y en la 15* series, respectivamente,
329
el je-
vuelven cada dos años en estaciones distintas. Sin embargo, dado que
los
roglífico casa se refiere a una de las fases del planeta y a la salida de
peregrinos a la vez, es forzoso verificar también el sentido de las fechas favo-
rables al regreso; verificación que inevitablemente debe pasar por el simbo-
lismo del tiempo anual.
La veintena consagrada a los pochteca es la 15*, llamada Panquetzaliztli,
“Despliegue de banderas” según Rémi Siméon; “Erección de banderas”, se-
gún Ángel Ma. Garibay. Este período que va del 9 al 28 de noviembre se
caracteriza por unos dramas que parecen representar la entrada solemne en
l, comunidad de los viejos, en el interior del 4% sol de la vida en el cual se
accede a las más altas funciones sociales [véase serpiente, venado, zopilote y
flor]. Es natural, pues, que se una el retorno de los ambulantes con esta
estación otoñal, y los cálculos indican que la primera vez que esta unión
se realiza en el ciclo es en el 5% año: en el transcurso del año 5 conejo, el
día 7 casa cae en Quecholli (principios de noviembre, mes dedicado a Ser-
piente de Nubes y a la caída de los cuerpos celestes; 1 casa en Panquetza-
liztli). Además, en esta última fase del 5? año Venus acaba su 3* revolución
[véase cuadros siguientes].

326
LOS PRIMEROS 13 AÑOS DEL CICLO DE 52 AÑOS

LA SECUENCIA DE LAS SERIES DE 13 DÍAS


Los 18 MESES

1) Atlacahualco
(2-20 febrero) 1-2 9-10 17 5 13-14 1-2 9-10 17 5 13-14 1-2 9-10 17

2) Tlacaxipehualiztli
(21 febrero-15 marzo) 3-4 11 18-19 6-7 15 3 11 18-19 6-7 15-16 3 11 18-19

3) Tozoztontli
(16-31 marzo) 5 12-13 20 8 * 16-17 4-5 12-13 20 8 17 4-5 12-13 20

4) Uey tozoztli
(1-23 abril) 6-7 14 1-2 9-10 18-19 6-7 14 1-2 9-10 18-19 6-7 14 1-2

5) Toxcatl
(24 abril-14 mayo) 8 15-16 3-4 11 20 8 15-16 3 11 20 8 15-16 34

6) Etzalqualiztli
(15 mayo-1 junio) 9-10 17 5 12-13 1-2 9-10 17 4-5 12-13 1-2 9-10 17 5

7) Tecuilhuitontli
(2-21 junio) 11 18-19 6-7 14 3-4 11 18-19 6-7 14 34 11 18-19 6-7

8) Uey tecuilhuitl
(22 junio-11 julio) 12-13 20 8 15-16 5 12.13 20 8 15-16 5 12-13 20 8

9) Tlaxochimaco
(12-31 julio) 14 1-2 9-10 17 6-7 14 1-2 9-10 17 6-7 14 1-2 9-10

10) Xocohuetzi
(1-19 agosto) 15-16 34 11 18-19 8 15-16 3 11 18-19 8 15-16 3-4 11

11) Ochpaniztli
(20 agosto-9 septiembre) 17 5 12-13 20 9 17 4-5 12-13 20 9-10 17 5 12-13

12) Teotleco
(10-30 septiembre) 18-19 6-7 14 1-2 10 18-19 6-7 14-15 1-2 11 18-19 6-7 14

13) Tepeilhuitl
(1-20 octubre) 20 8 15-16 3-4 11-12 20 8 16 3 12 20 8 15-16

14) Quacholli
(21 octubre-8 noviembre) 1-2 9-10 17 5 13-14 1-2 9-10 17 4-5 13-14 1-2 9-10 17

15) Panquetzaliztli
(9-28 noviembre) 3-4 11 18-19 6-7 15-16 34 11-12 18-19 6-7 15-16 34 11 18-19

16) Atemoztli
5 12-13 20 8 17 5 13 20 8 17 5 12-13 20
(29 nov.-18 dic.)

17) Tititl
6-7 14 1-2 9-10 18-19 6-7 14-15 1-2 9-10 18-19 6-7 14 1-2
(19 diciembre-7 enero)

18) Izcalli 3-4-5


15-16 34 11-12 20 8 16 3-4 11-12 20 8 15-16
(8-28 enero) 8

Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año
Cada año integra 28 series, Año Año
3 pedernal 4 casa 5 conejo 6 caña 7 pedernal 8 casa 9 conejo 10 caña 11 pedernal 12 casa 13 conejo
o sea, 28 x 13 = 364 días. 1 conejo 2 caña
Al cabo de 13 años, esta
unidad que falta forma una
serie que, carentes de infor-
mación, añadimos al final.
Los secuNDOS 13 AÑOS DEL CICLO DE 52 AÑOS

LA SECUENCIA DE LAS SERIES DE 13 DÍAs


Los 18 MESES

1) Atlacahualco
10-11 18-19 6-7 14 2-3 10-11 18-19 6-7 14-15 2-3
(2-20 febrero) 14-15

2) Tlacaxipehualiztli 12
7-8 16-17 12-13 15-16
(21 febrero-15 marzo)

3) Tozoztontli 13-14 9-10


9-10 18-19 14 9-10 17
(16-31 marzo)

ES = Uey tozoztli 15 11 18-19


(1-23 abril) 11 20 15-16 11 18-19

5) Toxcatl 12-13 20 8-9


1-2 9-10 17 12-13 8-9 16-17 45
(24 abril-14 mayo) 12-13

6) Etzalqualiztli 14 1-2 10
14 11 18-19 6-7 14 10-11 18-19
(15 mayo-1 junio)

7 Tecuilhuitontli
15-16 11-12
15-16 12-13 15-16 12 20 78
(2-21 junio)

8) Uey tecuilhuitl 13
17 6-7 14 9-10 17 13-14 1-2 17
(22 junio-11 julio,

9) Tlaxochimaco 14-15
15-16 3-4 11 18-19 6-7 15-16 10-11 18-19 6-7
(12-31 julio) 18-19

10) = Xocohuetzi
9-10 17 12-13 20 17 45 12 20 16-17
(1-19 agosto)

11 — Ochpaniztli
6-7 14 1-2 9-10 18-19 13-14 1-2 9-10 18-19
(20 agosto-9 septiembre) 11 18-19

12) Teotleco
(10-30 septiembre) 12 15-16 11 7-8 15 11

13 = Tepeilhuitl
(1-20 octubre) 13-14 9-10 17 4-5 12-13 16-17 12-13

14) Quecholli
(21 octubre-8 noviembre) 15-16 2-3 11 18-19 14 10-11 6-7 14

15 = Panquetzaliztli
(9-28 noviembre) 17 12-13 20 15-16 15-16

16) Atemoztli
(29 nov.-18 dic.) 9-10 18-19 5-6 14 9-10 17 6-7 13-14 5-6

17) Tititl
(19 diciembre-7 enero) 11 7-8 15-16 3-4 11 18-19 15 11

18) Izcalli
(8-28 enero) 12-13 17 5 12-13 9 16-17 5 12-13 20-1 8-9-10

Cada año integra 28 series, Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año
o sea, 28 Xx 13 = 364 días. 1 caña 4 conejo 5 caña 6 piedra 8 conejo 9 caña 10 piedra 11 casa 12 conejo 13 caña
Al cabo de 13 años la uni-
dad que falta forma una
serie que, carentes de infor-
mación, añadimos al final.
LOS TERCEROS 13 AÑOS DEL CICLO DE 52 AÑOS

LA SECUENCIA DE LAS SERIES DE 13 DÍAS


Los 18 MESES

1) Atlacahualco
(2-20 febrero) 19 15-16 3-4 11-12 19-20 7-8 3-4 19-20 7-8

2) Tlacaxipehualiztli
(21 febrero-15 marzo) 20 5 13 16-17 12-13 1-2

3) Tozoztontli
(16-31 marzo) 18-19 6-7 14-15 2-3 10-11 18-19 6-7 14 10-11

4) Uey tozoztli
(1-23 abril) 15-16 11-12 8 16 15-16 12

5) Toxcatl
(24 abril-14 mayo) 17 4-5 9-10 17-18 5-6 13-14 9-10 17 13-14

6) Etzalqualiztli
(15 mayo-1 junio) 18-19 11 19 15 11 18-19 7-8 15

7) Tecuilhuitontli
(2-21 junio) 16-17 12-13 20-1 8-9 16-17 12-13 16-17

8 — Uey tecuilhuitl
(22 junio-11 julio) 1-2 9-10 18 14 2 10 6-7 14 10-11 18

9) Tlaxochimaco
(12-31 julio) 11-12 19-20 7-8 15-16 3-4 11-12 19-20 15-16 12 19-20

10) —= Xocohuetzi
(1-19 agosto) 1-2 17 5 13 9-10 45 13-14

11 — Ochpaniztli
(20 agosto-9 septiembre) 6-7 14-15 3-4 10-11 18-19 6-7 14-15 2-3 18-19 6-7 15

12) Teotleco
(10-30 septiembre) 16 12 20 8 12-13 16-17 4-5

13) Tepeilhuitl 18
(1-20 octubre) 9-10 17-18 13-14 1-2 9-10 5-6 14 9-10

14 — Quecholli
E 11 15-16 11 19-20 7-8
(21 octubre-8 noviembre) 11 15-16

15 —= Panquetzaliztli
9-10 17 4-5 12-13 8-9 12-13
(9-28 noviembre) 12-13

16) = Atemoztli
(29 nov.-18 dic.) 14 11 18-19 6 14 18-19 6-7 14 10-11

17) — Tititl 15-16 4-5 12


(19 diciembre-7 enero) 15-16 12-13 7-8 15-16 4-5

18) Izcalli 1-2 9-10 17-18 13-14-15


(8-28 enero) 17-18 14 1-2 9-10 17-18

Año Año Año Año


Año Año Año Año Año
Cada año integra 28 series, 9 piedra 10 casa 11 conejo 13 piedra
osea, 28 x 13 = 364 días. 1 piedra 3 conejo 4 caña 5 piedra 6 casa
Al cabo de 13 años la uni-
dad que falta forma una
serie que, carentes de infor-
mación, añadimos al final.
Los CUARTOS 13 AÑOS DEL CICLO DE 52 AÑOS

LA SECUENCIA DE LAS SERIES DE 13 Días

Los 18 MESES

1) Atlacahualco 45 12
20 16-17 4-5 12-13 20 16-17
(2-20 febrero) 16-17 12-13

2) Tlacaxipehualiztli 13-14
14 9-10 18 14 1-2 9-10 18
(21 febrero-15 marzo) 18

3) Tozoztontli 15
19-20 7-8 15-16 19-20 7-8
(16-31 marzo) 19-20 1-8 15-16

4) Uey tozoztli 16-17


(1-23 abril) 17 12-13 17 4-5 12-13

5) Toxcatl 18
18-19 14 10-11 18-19 14 10-11
(24 abril-14 mayo) 10-11

ej)= Etzalqualiztli
(15 mayo-1 junio) 4.5 12 15-16 4-5 12 20 7-8 15-16 4-5 19-20

—J== Tecuilhuitontli
(2-21 junio) 13-14 9-10 13-14 1-2 17 13-14

8 Uey tecuilhuitl
(22 junio-11 julio) 15 11 18-19 7-8 10-11 18-19 7-8 15

9 = Tlaxochimaco
(12-31 julio) 16-17 12-13 20 16-17 12 20 16-17 4-5

10 = Xocohuetzi
(1-19 agosto) 10-11 18 6-7 14 10-11 18 13-14 1-2

11) Ochpaniztli
(20 agosto-9- septiembre) 12 19.20 15-16 19-20 7-8 12-13 7-8

12 — Teotleco
(10-30 septiembre) 13-14 9-10 17 4-5 13-14 14

13 Tepeilhuitl
(1-20 octubre) 15 11 18-19 6-7 10-11 18-19 15 10-11

14) Quecholli
(21 octubre-8 noviembre) 16-17 12-13 16-17 20 16-17 45 12

15 = Panquetzaliztli
(9-28 novienibre) 18 9-10 18-19 13-14 1-2 9-10 18-19 13-14

16 Atemoztli
(29 nov.-18 dic.) 19-20 11 11 20 7-8 15

17) Tititl
(19 diciembre-7 enero) 9-10 12-13 16-17 4-5 12-13 1-2 16-17

18) Izcalli
(8-28 enero) 11 6-7 14-15 3 18-19 6-7 14-15 10-11 18-19-20

Cada año integra 28 series, Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año Año
o sea, 28 X 13 = 364 días. 2 conejo 3 caña 4 piedra 5 casa 6 conejo 7 caña 8 piedra 9 casa 10 conejo 12 piedra 13 casa
Al cabo de 13 años la uni-
dad que falta forma una
serie que, carentes de infor-
mación, añadimos al final.
CORRESPONDENCIA DEL TIEMPO ANUAL CON EL TIEMPO VENUSINO

La revolución de Venus comienza el primer día del primer año del ciclo de
52 años, con la conjunción superior del planeta con el Sol. Esta revolución, que.
consta de 584 días, engloba 45 series menos un día (45 x 13 = 585).
En el cuadro de los años, las fases de Venus están indicadas por uno o varios
círculos superpuestos al número de orden de las series.

1 círculo (o): término de una revolución de 584 días y, a la vez, co-


mienzo de los 77 días de ocultación superior, o sea, 6
series — 1 día.
2 círculos (00): aparición al oeste; inicio de un descenso de 252 días
de duración, o sea, 19 series + 5 días.
3 círculos (000): aparición al este, ascenso durante 243 días, o sea, 18
series + 9 días, período que se termina con la conjun-
ción superior (marcada con un solo círculo) al final de
la cual la revolución venusina comienza de nuevo.

Sabemos que el siglo de 104 años en el transcurso del cual las órbitas de Ve-
nus, de la Tierra y del hombre se reúnen (en el que los 584, los 365 y los
260 días terminan y recomienzan juntos sus ciclos respectivos) debuta para
FIG. 285

alS LD DO O

lle E
AD,

sy GU) NES
DOSoa
SU
el Sol. Por otra
el planeta en el primero de los 77 días de conjunción con
año 1 conejo (ce
parte sabemos que la salida de los itinerantes al final del
lo tanto, los 5
tochtli) coincide con la primera salida de Venus por el este. Por
de 7 y 1 casa del
años y 73 días de viaje que separan 5 casa del primer año
única ascensión
quinto, están reducidos en la naturaleza a la duración de una FIG. 286
noche pro-
de 243 días que, cual el periplo de los caminantes, comienza en la
improbable
funda y no para hasta que no se realiza su plena integración con la
luz solar.
con
Los manuscritos evocan la fusión, durante el 5* año, en Panquetzaliztli,
de los jeroglífi cos de
la fecha 4 muerte, el 4? día de la serie 1 casa: reunión
un
Venus (quincunces, ojo radiante) y del Sol (mono, disco solar) [fig. 285];
conjunto de casas y de montañas donde aparece el Sol (persona je con casco
des-
de cabeza de águila) y Venus (colibrí-insecto, signo del alma masculina
tinada a la escolta matutina) con alas que contienen el jeroglífi co del planeta
[fig. 286].

AIDA decanos

aña Wa Wa Maa

ARA ES ZN
AP LPI? Al 4214 IA

» IE ES ES Mm
FIG. 287

A
SIIOXIVIZANCANA
ala
AS
NANNY, A
,

Por otro lado, la fecha 7 casa, propicia para el retorno de los peregrinos, Y]
acompaña lo que parece ser el nacimiento de Colibrí Zurdo (Huitzilopochtli). FIG. 288
el dios solar [fig. 287a]; una diosa que lleva una flor en una mano y un vaso
de una sustancia fermentada y florida en la otra, tocada y precedida por el
entrelazamiento de reptiles mediante el cual los informantes de Sahagún repre-
sentan el nacimiento de Colibrí Zurdo (fig. 287b]. Unos hombres-águila que
llevan el disco solar ilustran esta fecha en otro manuscrito [fig. 287c y d].
La relación entre el nacimiento de Colibrí Zurdo (Huitzilopochtli) y la
conjunción de Venus con el Sol está realzada también por el hecho de que
los dramas de Panquetzaliztli, en la veintena 15% propia de los pochteca, re-
presentan el descenso del dios a la tierra [fig. 288].
Siguiendo las deducciones relativas a los movimientos de la luz a base de
fechas, nos encontramos con 9 casa, día contenido en la serie 19% 1 águila,
la cual cabalga entre las veintenas 12? y 13%, durante los meses otoñales de
septiembre-octubre asignados a la primera llegada de Colibrí Zurdo (Huitzi-
lopochtli). Los manuscritos anexan también a 9 casa unos contextos que
corresponden a la caída de un astro [fig. 289]: un águila que se desprende
de un cielo estrellado y que tiene superpuesto, a veces, la personificación de
Venus tocada con una casa [a] y, otras veces, una pareja formada por Quetzal
Florido (Xochiquetzal), la diosa del amor, y un hombre jaguar, figura del
sol terrestre [b] o también un águila posándose sobre las olas de una materia
espumante frente a una encarnación del planeta [c].

39%
SIA

AJA

335
El sentido de caída de la luz parece relacionado con el jeroglífico

ME casa, puesto que


en
13 casa (fecha del 2% día de la aparición de Venus

PRA
el cielo occidental) señala, en el año 2 caña (ome acatl), el
momento del bautismo del ciclo mediante el Fuego Nuevo.
De ahí, sin duda, que los códices recuerden esta fecha por medio
de un jaguar florido precipitándose hacia una tierra en llamas [fig.
29la y b] o bien mediante una tierra clevada y traspasada por un
dardo y un cetro de Venus [c].
337
el
La correspondencia con la luz está demostrada de manera definitiva por
n en el
hecho de que los 13 años dentro de los cuales Venus y el Sol coincide
de
espacio, llevan todos el nombre del 3er. día. Pues si la unión de las órbitas
los dos astros y el calendario abstracto no se efectúa más que al término del
encuentro físico entre ellos tiene lugar cada 8 años; 8 veces 365
siglo, un
equivalen a 5 veces 584, o sea, 2920 días. Ahora bien, cada uno de esos
13 encuentros ocurre al final de un año casa, en el orden siguiente:
8-3-11-6-1-9-4-12-7-2-10-5-13.
Al tomar invariablemente a la luz como sujeto, la iconografía parece tra-
ducir estos 13 encuentros por la progresión de los vaivenes que se establecen
entre cielo, tierra y profundidades en el transcurso de los 104 años determi-
nados por el movimiento de Venus. En cada uno de estos vaivenes, el centro
móvil que representa casa se aclara y se adapta a un nivel de vida superior,
hasta alcanzar la completa iluminación que lleva consigo el conocimiento
unificador, creador de armonías universales más y más vastas.
Los contenidos de los años casa revelan que el sentido que el calendario
artificial trasmite a estos sucesos astronómicos al dotarlos con nombres y nú-
meros, elucida y materializa el sentido de un producto imaginario, que es casa.
Puesto que, al individualizar cada una de las 13 conjunciones que los dos
cuerpos siderales verifican entre sí, este jeroglífico demuestra ser el lugar de
encuentro de diversas luces, la órbita invisible de lo mental que aparece así
más radiante, por más esclarecedora.
De lo que se deriva que el estudio de la secuencia de los números que
acompañan a los años casa durante el “siglo” debe de informar sobre el cre-
cimiento, madurez y caída de esos luminosos frutos interiores. Nosotros nos
limitaremos aquí a un simple vistazo sobre el simbolismo más aparente de los
jeroglíficos, teniendo en cuenta que cada uno de ellos contiene dos números:
el manifiesto, del año, y el implícito, del orden progresivo de las conjunciones.
Por ejemplo: la primera se realiza dentro del 8? año, luego la segunda
llegará 8 años más tarde, en 3 casa, etc. [pp. 338-341], mecanismo que da
base a una serie de correspondencias entre el número que señala la progresión
de los años durante los ciclos consecutivos de 52 años y el número progresivo de
los encuentros orbitales.
338
FIG. 292

Números de los años: 8-3-11-6-1-9-4-12-7-2-10-5-13


Números de los encuentros: 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11-12-13

Así, la 1* conjunción —año 8 casa— está personificada por la luz terrestre:


Un señor 4 jaguar (sol nocturno) enarbola un perro en llamas (doble sub-
terráneo de Quetzalcoatl) como si fuera un incensario [fig. 292a].
Una estrella en un triángulo asentado a ras del suelo de un templo, un ja-
guar que carga una casa con estrellas, y el doble de Quetzalcoatl en el más
allá, que sale de un recipiente [fig. 292b)].
Un personaje solar (ala y casco de águila, garra de jaguar), con el emblema
venusino en el pecho, está flanqueado por los días 3 y 4 perro [fig. 292c].

NY,

PEE NY A
0 sos SS
e, c]
ZIZTA RR
FIG. 292

Un quetzal emprende el vuelo y otro está posado sobre la cabeza de un


personaje sentado sobre la estera, signo de soberanía [fig. 292d].
Parecería, pues, que, aunque la luz esté concebida como viniendo del cielo,
hay una interacción del arriba y el abajo que el rollo Selden marca con
huellas de pies que suben y bajan [fig. 304d].
FIG. 293
SSI TES ¿SS

Durante la segunda conjunción —año 3 casa— la muerte se encadena con


el pensamiento:
Un cráneo está en medio de una pareja cuyos componentes se llaman 9 vien-
to, fecha del aniversario de Quetzalcoatl como “hijo muy amado” de la co-
munidad [fig. 293a]. :
Un cadáver listo para la incineración, con el rostro marcado con los círcu-
los de Venus, que lleva un medio disco solar, y una pareja representada
sobre una superficie que contiene al Sol enterrado (mono) [fig. 293b].
Un astro decapitado dentro de una antorcha sostenida por un Señor lla-
mado 4 águila, revestido con una piel de jaguar, y una pareja sentada sobre
una tierra ígnea habitada por la muerte (fig. 293c].

dl
Durante la 3? conjunción —año 11 casa— la luz parece que entra en acción.
Las fechas 4 viento indican el principio del vagabundeo, el momento en que
la materia, levantada, se convierte en teatro de diálogos y de combates:
Un impulso hacia lo alto —columna curvada— se termina con la caída de
un animal en llamas de cuya espalda sale el signo de fuego, o sea, la mariposa
[fig. 294a].
Un caballero tigre, con los atributos solares a sus pies —el venado y el mono—
enarbola su lanza [fig. 294b].

342
IG. 294

Durante la 4* conjunción —año 6 casa— la Tierra encuentra al Cielo:


Los pies de un hombre-jaguar cuya cabeza está metida entre las estrellas
inicia un camino que acaba en un hombre desnudo, sentado sobre el suelo
de un monte, con la cabeza también escondida en las estrellas. Dos jeroglíficos
del sol de abajo —el mono y la fecha 4 movimiento, aniversario del 5% sol—
limitan la parte inferior de la colina, mientras que de su parte superior emer-
G. 295 ge un disco solar. En ambos casos un jaguar —luz nocturna— desciende de
la banda celeste (fig. 295a).

343
Eu Llo ONDd10)

Un guerrero solar —casco de jaguar— con su interior hueco y multicolor,


desciende de un templo con estrellas [fig. 295b].
HA. .

o Ó LU W
s0

MO

FIG. 296 NOR

El dios de la dualidad —cabeza formada por dos jeroglíficos cocodrilo


unidos verticalmente— sentado sobre una estera al lado de una tierra en
fermentación, flanqueada por un rectángulo ígneo —las grecas representan
el fuego— recorrido por una corriente ondulada que desciende de su cima
curvada y florida [fig. 295c].
La 5* conjunción —año 1 casa— opera la unión de los contrarios: un
habitante de las alturas atado a una criatura “preciosa” en caída hacia la
tierra que se levanta, en la que se halla una diosa unida a un reptil emplu-
mado que se lanza hacia el cielo. Dos flores pegadas a una piedra preciosa,
símbolo del corazón [fig. 296].

STTELLLLLLZSSS
NS im EU SSA >
Durante la 6* conjunción ——año 9 casa— el efecto de la fusión comienza:
Águila y perro entremezclados (signos respectivos de la luz cenital y la
nocturna), un venado solar a ras del suelo; la tierra estrellada o enriquecida
de tradición cultural (la estera del señor se hunde y la bóveda está sellada
por un rostro humano), dos vasos derraman una sustancia espumosa y un
personaje con casco de cocodrilo (cipactli) tiene el nombre de 4 viento, fecha
propicia para la salida de las peregrinaciones [fig. 297a, b y c].
Un personaje cadente, con el tocado adornado con un entrelazado de
bandas de estrellas llameantes [fig. 297b] derrama un líquido precioso (las

7
corrientes se terminan con el símbolo de la joya) sobre un hombre águila
solar llamado 8 viento. Es el fin del ciclo social del individuo (8 X 6 = 48
años) y la materia humana está bañada en luz [véase lluvia].
Una tierra ígnea (recorrida por almenas invertidas) sostiene a unas figuras
de la efervescencia: corrientes “preciosas” evacuadas por los dos personajes;
espuma que sale de la boca de uno de ellos; jeroglífico del agua (símbolo
del Agua Quemada, o sea vapores); un esqueleto que se yergue del suelo
que contiene dos cráneos [véase 297c].

FIG. 297
FIG. 298

La 7* conjunción —año 4 casa— cabalga sobre los dos ciclos, 4 años sobre
el saliente y 4 sobre el que empieza:
La luz, en este momento, alcanza los dominios invisibles, ígneos, llamados
2 perro (jeroglífico de Quetzalcoatl en el más allá). Estos dominios están
recorridos en todos sentidos por impulsos. Las flechas vuelan horizontalmente;
una serpiente emplumada, piedras relámpago, estrellas, flores, una cabeza
divina y dos quetzales cadentes, un hombrecillo y una cabeza de águila con
el gran símbolo de “piedra preciosa” suben surgiendo de la cabeza de un
personaje águila, mientras unas corrientes de un líquido rojo se elevan y se
hunden en el suelo cual raíces [fig. 298a y b].

b]

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En otra parte es la luz solar (mono) la que recorre el interior del mon-
tículo en el que está posado Quetzalcoatl 9 viento [fig. 299a]. En dos casos
[fig. 299b y c] toda la materia —incluso la humana— florece, se eleva,
espumea y hierve.
El códice Nuttall ofrece un resumen

de la operación: el cielo - rectángulo


superior— se une a la tierra —-rectán-

A gulo inferior—- transformada en lugar


>
de creación constante de energía uni-
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3
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y Da de agua y otro formado por una lige-
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rísima colina curva que contiene una
semilla de luz (cabeza de águila), un
57 pez volador y dos criaturas floridas y
emplumadas (Quetzalcoatl y la dios:
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A de cocodrilo, sim-
S que lleva un casco
bolo del alba de los tiempos). En la
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¡ELE parte alta de la casa hay una abertura
e Ñ destinada a recibir lo que cae de lo
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3 E Y alto. Una cuerda llena de borlas de
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plumas que une las dos casas, debe
L)
de representar el tiempo y el espacio
recorridos, los 56 años y las 7 con-
junciones Sol-Venus que registra el año
4 casa antes de que el manantial de
la luz enraice aquí abajo, en el co-

A
razón del hombre [fig. 300].

3
D EN
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2/Ja
(a
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FIG. 300
La 8* conjunción —año 12 casa— confirma el enraiza
-
miento de los productores de energía universal [fig. 301a]
en el interior de una materia espumosa, iluminada por
dardos rojos y contenida en un recipiente amarillo —color
del fuego— representado en corte: ahora los receptores de
las corrientes celestiales son dos personas.
Otra pareja está también marcada por los signos de la
efervescencia y del Sol —vaso lleno de una substancia fer-
mentada, en el centro; un casco de águila y el disco solar;
una guirnalda de flores que sale del día 1 cocodrilo une a
los dos personajes [fig. 301b]; un individuo solitario, con
doble casco de águila, lleva un bordón con el jeroglífico
de Venus [fig. 301c).
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3. 302 La 9* conjunción —año 7 casa— ilustra el nacimiento de la luz de abajo:
Un ciervo en marcha sobre la superficie terrestre en la que se halla un
personaje entrelazado con una serpiente con cabeza de pájaro [fig. 302a].
Una tierra levantada y abierta de la que surgen dos caminos a lo largo
de los cuales andan y se instalan hombres y mujeres con emblemas celestiales:
el quincunce de Venus; el disco solar del hombre-esqueleto; mariposas, águilas,
monos, etc. Al extremo opuesto de la figura, dos peregrinos, uno de los cuales
lleva una simiente humana (cabeza de mujer), se dirigen hacia un lugar
caracterizado como ígneo por las almenas, del que sale una esfera efervescente
sobre la que descansa el bulto de cenizas de un cuerpo incinerado [fig. 302b].

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FIG. 302

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El mismo bulto sobre una tierra arqueada, recubierta de horlas de pluma,


que contiene tres piedras relámpago. Dos Quetzalcoatl: uno, que parece
aterrizar, lleva un quetzal y una antorcha; el otro está andando y lleva un
casco de jaguar y una lanza; ambos enmarcan la escena de germinación del
conocimiento [fig. 302c].
Igual germinación está simbolizada en otra parte [fig. 302d] por un cuerpo
celeste que secreta un caracol (símbolo del nacimiento) y la cola de una ser-
piente de fuego cuya cabeza de hocico curvo y etéreo forma el casco del
personaje. Á veces indican también la luz, de manera menos directa, otros
personajes.
Quetzal Florido (Xochiquetzal) entre un caballero-jaguar (en la parte
superior una cabeza-semilla de ese animal, símbolo de la luz interior, noc-
turna) y un personaje que lleva un cráneo a manera de casco y un disco solar
[fig. 302e].
Un hombre-águila andando, precedido por un Señor Quetzalcoatl llamado
3 viento [fig. 302f)].
354
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355
FIG. 303

La 10* conjunción —año 2 casa— representa a la tierra humanizada dando


sus frutos:
Una diosa con el símbolo de la tierra entre sus piernas cruzadas (las líneas
oblicuas de dos colores) está rodeada de los jeroglíficos de las distintas luces
naturales; 5 águila en la base del templo, el ciervo en el primer escalón del
mismo y el jaguar cuya cabeza lleva la diosa como casco [fig. 303a].
Una montaña encinta de un sol interior, habitada por un ser estelar llamado
| muerte, fecha calendárica de la imagen simbólica del hombre (fig. 303h].

356
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(5 ós
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FIG. 304

La 11? conjunción —año 10 casa— parece representar el florecimiento del


suelo humano:
Dos adolescentes —-con el cuerpo rayado característico de los astros-— emer-
gen de un terreno que contiene templos, fiores, plumas y la fecha 10 casa
[fig. 304a].
397
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ETA A a 9 a

05

Un quetzal se escapa de la cabeza de una divinidad femenina [fig. 304b].


Terreno hablante que sostiene a un hombre con cabeza de esqueleto [fig.
304c].
Es significativo que el rollo Selden conecta esta 11% conjunción con un
cuerpo luminoso que cae: un rostro de ojos estelares hecho un nudo con dos
serpientes emplumadas que forman una cavidad semicircular, recorrida a su
vez por dos bandas (una de pedernal, otra de fuego) en cuyo cruce está el
quetzal celeste. Una fecha 10 casa aparece arriba de este conjunto y otra
abajo. De esta última representación brota una corriente acuática en cuyo
centro se encuentran dos cabezas que flanquean lo que parece ser un cascabel
[fie. 304d].
358
A
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2
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FIG. 305

Durante la 12? conjunción y penúl-


tima —año 5 casa— (no hemos halla-
do ningún símbolo de la 13%) la ma-
teria se ha convertido en generadora
natural del hombre nuevo:
Adelgazada al extremo y curva, se
adhiere al guajolote ——símbolo del
“agua quemada”— a la vez que a una
diosa ígnea con la mariposa solar en la
frente, llamada 6 flor. En cuanto a los SS

personajes llamados 4 viento que figu-


ran en ambos extremos, no son más que ZA

fermentación florida [fig. 305a]. A

La tierra ígnea (almenas invertidas) Lu


sostiene a un dios solar [fig. 305b] y
equilibrio, al Cua
YD
Quetzalcoatl sostiene en
mismo nivel de realidad, los dos polos
entre los cuales la luz de la imaginación
efectúa sus vaivenes: el hombre águi-
la de las alturas y el hombre jaguar
de los abismos terrenales [fig. 305c]. c] AA
A OO
12)
CONCLUSIONES

Los contextos en los que se inscribe el jeroglífico Casa- Oscuridad obligan a con-
cluir que éste, tercero de los veinte caracteres de los días, indica la constitución
de un espacio interior dinámico donde la actividad mental se elabora. Su aso-

FIG. 306

FIG. 307
360
ciación con Viento-Quetzalcoatl precisa que esta actividad se manifieste
por
el lenguaje, instrumento por excelencia de la comunicación del pensamiento.
Las figuras que lo acompañan significan siempre la aprehensión de dominios
invisibles y espacialmente opuestos que no pueden coincidir más que en esta
morada de lo imaginado. El personaje proyectado hacia el cielo mientras engu-
lle un “excremento divino”, lo mismo que el jaguar recubierto de estrellas,
ilustran concretamente ese encuentro [figs. 267 y 268].
Observemos a este respecto que el jeroglífico de la luna es un semicírculo
calificado como cosa “ósea” a causa del valor simbólico de los elementos que
lo componen: color blanco salpicado de esferas amarillas con punteado rojo,
protuberancias en tres de sus lados [fig. 306]. Se trata pues de la estilización
de una parte del cuerpo y su forma sugiere una caja torácica representada en
corte [fig. 307]. De ser así, las líneas onduladas que surgen de su cavidad
materializarían los sonidos que, pasando por la laringe y las cuerdas vocales, se
elevan como discursos.
El conejo, signo de la abundancia, que ocupa la mayor parte de los jeroglí-
ficos. de la luna, significaría la inagotable proliferación de la palabra, propie-
dad ésta esencial y exclusiva del fenómeno humano. Es decir, que la mujer
y la luna regirían un órgano natural, pero destinado a la reproducción de
una sustancia invisible, modelada por el espíritu.
Para convencernos de los vínculos que unen Casa-Oscuridad con unos con-
juntos en los que la materia y el pensamiento se fusienan, observemos su
relación, por un lado, con la diosa madre bajo todos sus aspectos, principal-
mente en cuanto soberana del Paraíso Terrenal que prolonga el sentido de la
serie 1 casa, Paraíso cuyo atributo es un árbol con entalle y con raíces aéreas
[figs. 272-275]; por otro lado, con el héroe cultural Viento-Quetzalcoatl y con
Corazón de las Montañas, materia hueca (jaguar o montaña) repleta de
resonancias y de astros [fig. 213].
Ese lugar de lo humano representado por el tercer día no está, no obstante,
ni localizado en el tórax ni en el corazón, sino en la cabeza, como lo demuestra,
entre otros, el esquema de las correspondencias entre las partes del cuerpo
y los veinte días del calendario artificial donde el signo Casa está relacionado
con la cabeza [fig. 308).
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FIG. 308
362
FIG. 309

Es notable que el simbolismo de la cabeza, esta semilla que germina el pen-


samiento, esté especialmente ligadoa la mujer en cuanto simiente originaria.
En efecto, la Teocihuatl, “Mujer Divina”, que se supone da a luz la “piedra
de fuego”, el sílex que ella deja a la lapidaria, no siempre está representada
bajo forma de esqueleto sino también,y sobre todo, descuartizada [fig. 309].
Ahora bien, la disyunción de los miembros inherente a las diosas en descenso
en el cielo occidental está resumida frecuentemente por la decapitación, según
363
FIG. 310

364
lo refiere el mito del nacimiento de Colibrí Zurdo (Huitzilopochtli), el sol
hiemal que decapita a su hermana (o a su madre, según las versiones) con
el arma de fuego con la cual viene al mundo.
Sahagún informa que la víctima de Colibrí Zurdo se llama Coyolxauhqui
y que sólo su cabeza cayó al suelo. De ahí viene que la escultura colosal del
Museo de Antropología e Historia [fig. 310] (cabeza concebida como: tal
puesto que un gran bajorrelieve adorna su parte inferior, el lugar por donde
habría sido cortada por la llama divina) sea llamada Coyolxauhqui, debido a
los cascabeles que luce en las mejillas (coyolli, cascabel; xauhqui, ornamento
de los antiguos [Alonso de Molina]). Hemos visto que el cascabel, objeto
hueco y sonoro como “Corazón de las Montañas”, es usado por la vieja diosa
patrona del cuadrante ocupado por Colibrí Zurdo [fig. 276], por los dioses
del vino [fig. 278] y que acompaña las ofrendas mortuorias [fig. 277].

FIG. 311
De ello se deriva que, a semejanza de la planta que lleva la semilla, la
mujer sea considerada como el ser que echa al mundo esas esferas pensantes,
esas gotas de luz petrificada del mismo material que el hijo que la vieja
diosa abandona en ese corazón de la comunidad que es el mercado; ya que
el sílex es uno de los principales símbolos del fuego celeste [véase pe-
dernal].
Es sin duda debido a esta escisión original operada por el pensamiento en
la naturaleza que la mujer es proclamada como la primera víctima que hubo
en el mundo. Pues si bien las cabezas de hombres, de astros y de dioses abun-
dan en los jeroglíficos, la cabeza femenina prevalece incluso en la represen-
tación de fechas. Es el caso de la diosa con la cabeza colgante [fig. 311a], de
la que lleva cargando un itinerante identificado como cuerpe astral por el
antifaz negro [fig. 311b] o del peregrino con insignias solares [fig. 311c].

366
FIG. 312

Ocurre que hemos tenido el privilegio de conocer una de esas cabezas-semilla in


situ, fuera de los libros y de las salas de los museos, abandonada en plena
naturaleza, donde siguen germinando sus signos a la luz del sol y de las
estrellas. p
Se trata de una roca volcánica casi redonda, de 14 metros de circunferencia
y 5 metros de alto, con su forma intacta, tal como se desprendió del Iztaccihuatl
(“Mujer Blanca”, de iztac, blanco y cihuatl, mujer), volcán actualmente
apagado.
Idéntica a numerosas rocas esparcidas por la zona, la Piedra, así llamada
por Quirino Palafox y don Miguel Soriano, los amigos que tuvieron la gen-
367
FIG. 313 FIG. 314

FIG. 315
tileza de presentárnosla, no se distingue de las otras más que por una exigua
escalera labrada en su lado suroeste [fig. 312].
Cuando nuestro primer encuentro, al final de una tarde lluviosa, no pudi-
mos distinguir de todo su contenido más que un gran conejo y dos motivos
FIG. 316 / FIG. 317
que supusimos pertenecían a los caracteres de los días. Sólo mucho más
tarde pudimos comprender lo esencial de su mensaje, ya que la dificultad
de su lectura estriba en la particularidad de la talla de sus bajorrelieves, una
talla cuya inclinación en bisel y profundidad sabiamente distribuidas semejan
las sombras de un dibujo, con la diferencia de que estas sombras, al moverse
según las variantes de la luz, hacen que los motivos a los que rodean aparezcan
y desaparezcan a capricho de su movimiento.
Así, por ejemplo, las imágenes netamente visibles en los crepúsculos, lo mis-
mo a la aurora que al atardecer, se borran inmediatamente después por com-
pleto; entre otros, el mono del lado inferior sureste, invisible durante las horas
diurnas hasta el punto que, de no haber sido captado por la fotografía en la
hora oportuna, su existencia parecería ilusoria [figs. 313 y 314].
369
FIG. 318

FIG. 319

370
La observación a lo largo del año de la relación que existe entre los motivos
y la luz permitió deducir que esa piedra natural constituye un monumento
dedicado al solsticio de invierno, al astro que después de meses de declinación
recobra al fin su poder. Pues no solamente la cara principal de la Piedra está
orientada al sur, hacia el Popocatepetl (Montaña Humeante) en la base del
cual el sol se detiene y cambia su curso [fig. 315] sino que también es en este
momento cuando la Piedra se ilumina y transmite su secreto.
Fue justamente durante este período cuando una mañana vimos cómo el
contenido de esa cara sobresalía con un tal esplendor que los jeroglíficos de
los días, el conejo indicador del año y el personaje de pie en el centro, se
proyectaban como para entablar, de repente, el diálogo tan ardientemente
esperado. Nuestra emoción fue tan intensa que el gran amigo Julio Pliego dudó
antes de captar el discurso con la cámara [fig. 316]. Y así poco a poco,
fragmento a fragmento, la Piedra, por fin, permitió su lectura.
La figura predominante, puesto que visible bajo cualquier luz, es el conejo
cuya boca emite trece círculos [fig. 317]. El último año llamado 13 conejo,
antes de la destrucción del mundo nahuatl, corresponde a 1518 y el desembarco
de los españoles data de principios de 1519. Como los bajorrelieves son del
más puro estilo azteca, el monumento debe de corresponder a esa fecha.
Una banda que empieza en la parte inferior del lado oeste y termina al
lado sur del monolito registra los trece primeros días del calendario artificial,
por lo tanto, el comienzo del ciclo de 52 años [figs. 318-322]. El ciclo principia
en efecto en el cuadrante meridional presidido por conejo con la primera serie,
pero de ninguna manera puede corresponder a los 13 años posteriores, ya que
esa primera serie no coincidirá con el mismo punto del espacio sino 52 años
más tarde. Este desacuerdo cronológico significa que la principal finalidad
de la Piedra es la de representar la casilla que realiza el paso al cuadran-
te caña.
Un comentario del Códice Telleriano-Remensis señala el sentido de esos
dos cuadrantes a través de la explicación que ofrece de las propiedades de
cada uno. Dice que la Tierra fue creada en 1 conejo: “Propiamente la
tierra, asiento de ella, llena de trabajos y/ dolores” (lám. XXxXHI), y que
“en uno caña fue creado el cielo” (lám. xxxm). Dado que el año 1 caña
371
312
sucede a 13 conejo, la importancia de la primera casilla del ciclo puede
residir en el hecho de que durante esta “estación humana” es cuando sc
supone cristalizan las facultades susceptibles de alcanzar la segunda, es decir, la
FIG. 323 7 FIG. 324 casilla de Viento-Quetzalcoatl. O sea que los 13 primeros años dedicados a la
tierra significarían el tiempo que el individuo, atado en un principio a los
lazos familiares naturales y a las necesidades elementales de subsistencia, des-
pierta a las realidades espirituales.
Varios rasgos del personaje central del lado sur de la Piedra corresponden
a Tlahuizcalpantecuhtli, “el Señor de la Aurora”, Quetzalcoatl como planeta
Venus [figs. 323 y 324]: de pie sobre un pedestal bicónico sopla en una cer-
batana, o caña de viento, cuyos proyectiles preciosos (están representados por
el signo de la gema) van dirigidos al sur, el lugar del solsticio, en el cual el
Sol restaura sus energías para reparar la disminución de su luz [fig. 325]. Los
adornos del personaje no son lo suficientemente claros como para que revelen
su sentido, pero su identificación con el Señor de la Aurora está apoyada
313
FIG. 325

en el mito solar: cuando el astro emerge de las cenizas de un hombre cremado,


se detiene en medio del cielo amenazando abrasar a la creación entera. Y
entonces;

. ..se consultaron los dioses y se enojó Tlahuizcalpantecuhtli, que dijo: ¿Por


qué no le flecho? ¡Ojalá no se detuviera! Le disparó y no le acertó. ¡Ah! ¡Ah!
Le dispara y flecha el sol a Tlahuizcalpantecúhtli con sus saetas de cañón de
plumas rojas y enseguida le tapó la cara con los nueve cielos (Leyenda de los
soles, p. 122).

Sabemos que la palabra solsticio se deriva del latín solstitium, cuyas raíces
son: sol y stare, pararse. Y visto que el pensamiento nahuatl se vale de los
fenómenos naturales para referirse a los fenómenos invisibles —en este caso
los estadios progresivos de la toma de conciencia individual propia de cada
cuadrante— esta detención de la energía solar que alcanza su más bajo grado
de resistencia ante las tinieblas, por un lado, y la reacción ante esta debilidad de
Venus, luminaria que en lo más profundo de la noche invernal guía al Sol
374
hacia las alturas hasta desaparecer entre sus rayos, devienen claros y descifra-
bles: el ímpetu trasmitido por el soplo “precioso” evoca el impulso juzgado
necesario para que el adolescente llegado al término de su primera “esta-
ción” evite el amplio camino de la inercia conformista y se interne en aquél,
angosto y abrupto, de su propia realización interior. Para mayor certidumbre,
el Señor de la Aurora es definido: “propiamente es la lumbre sobre las cosas
o haz de la tierra” (lám. xiv). Luz que no puede ser otra que la de la
inteligencia y de la introspección, tanto más cuanto que el mismo texto
añade:

Dicen que esta lumbre o estrella fue creada antes que el sol. Este Tlahuizcal-
pantecuhtli quiere decir señor de la mañana cuando amanece y lo mismo es señor
de aquella claridad cuando quiere anochecer (lám. xv).

Otro aspecto interesante de la Piedra es que registra la reunión de los 13


años con las revoluciones venusinas. Hemos visto que la primera fusión entre
el calendario artificial y el calendario venusino (al cabo de 8 años de 365
días y 5 de 584) tiene lugar en el seno del año 8 casa, con la consecuencia
que el año 13 conejo que clausura esta primera “estación humana” cae sobre
el 5? año [cuadro p. 327].
Guarismo de perfección, el cinco es el atributo de Quetzalcoatl así como
de los dioses del deseo y de la voluptuosidad, y las tres series sobre las que se
termina el año 13 conejo señalan todas ellas, a semejanza de “Serpiente Em-
plumada”, la encarnación de la luz: la 3*, 1 venado, concierne al sol sobre
la superficie terrestre [véase venado]; la 4*, 1 flor, la realización de la persona,
a saber, la floración del conocimiento [véase flor]; 1 caña, la interiorización
de la centella del pensamiento en individuos arrastrados por los raudales del
tiempo [véase caña].
Este fenómeno subraya también la relación con Venus: cuando 13 conejo
finaliza, el planeta se halla en su fase descendente desde 5 series y 8 días, o
sea, desde 73 días. En efecto, dado que al final del 8? año Venus recomienza
su ciclo partiendo de su fase inaugural, es decir, al principio de su ocultación
superior cuya duración es de 77 días, los 73 días que sobrepasan las tres
revoluciones marcan el descenso cotidiano hacia las tinieblas. Como al alba,
Venus es entonces el piloto del Sol, esta vez en su morada occidental.
315
FIG. 326 FIG. 328

FIG. 327
El lado este de la Piedra está desfigurado por antiguas fracturas probable-
mente intencionales. No logramos localizar el nombre 1 caña, año que sigue
a 13 conejo, a no ser una esfera que podría indicar el número uno, colocada
encima de una forma demasiado imprecisa para poder ser identificada [fig.
326]. Sólo la representación de un Xipe-Totec, si bien estropeada, se destaca
netamente [fig. 327], rodeada de motivos indescifrables. La cabeza de Xipe
está esculpida en altorrelieve [fig. 328] con la mano que descansa sobre su
pecho [fig. 329]. Según nuestros conocimientos, ningún manuscrito nahuatl
representa la mano aislada, a manera de jeroglífico, como lo hacen los mayas.
En cambio la mano abunda en los frescos y en las vasijas teotihuacanas
unida invariablemente al simbolismo de Tlahuizcalpantecuhtli, el Señor de la
Aurora [fig. 333].
Recordemos que los dramas concernientes a “Nuestro Señor el Desollado”
se inician al final de la segunda veintena del año, en el momento en que el
equinoccio de primavera ocurre enfrente de la efigie. Después de haber
deducido esta relación en base a varios indicios concretos, quisimos someterla
a la observación directa. Con este fin al alba del 21 de marzo de 1981 está-
bamos al pie de la Piedra y pudimos comprobar en efecto que los primeros
rayos del sol naciente cayeron en pleno rostro del Xipe bajo el cual nos
habíamos colocado.
Esta comprobación descubrió otro fenómeno: a medida que la luz cobraba
fuerza, el relieve, que habíamos visto con nitidez durante las horas de pe-
numbra anteriores, fue borrándose y, poco después, el personaje había sido
completamente absorbido y vuelto invisible por la luminosidad dorada que lo
había ido envolviendo. Al grado que ese costado este de la Piedra apareció
de pronto liso, como si nunca hubiera estado impregnado de significación
alguna.
El sorprendente desvanecimiento evoca el “ropaje de oro” que se le suplica
al dios revestir en el canto que le es dedicado, y es de notar que este acto
implica precisamente su inmolación:

La noche se embriaga aquí,


¿Por qué te hacías desdeñoso?
¡ Inmólate ya, ropaje de oro revístete! (Sahagún-Garibay, rv, p. 303).

378
FIG. 333
No intentaremos el penoso esfuerzo de situar esta interacción entre la luz
y la imagen de un personaje particularmente enmarañado en las correspon-
dencias simbólicas. Baste recordar aquí que el efecto óptico observado no pudo
obtenerse más que por medio de una técnica escultórica que permitía manejar
la luz con la misma libertad que el rápido movimiento de un lápiz. Con la
diferencia que ningún dibujo, ni siquiera multiplicando los croquis al infinito,
podría captar con esa maestría el proceso de desaparición de una figura tan
vigorosamente tallada.
Así esta mole compacta hundida en el suelo confirma ser uná imagen del
pensamiento que, debido a su estado natural, trasmite más directamente el
mensaje que encierra que las intrincadas relaciones de los manuscritos. En
efecto, desprovista de todo contexto cultural —los sondeos estratigráficos efec-
tuados en su entorno no restituyeron más que algunos tepalcates característicos
de la cerámica azteca tardia— sigue trasmitiendo señales cifradas, al ritmo de
los días y de las noches, en un diálogo ininterrumpido con el cielo, los ár-
boles, las montañas y las vastas brumas que circulan solemnemente por la
región. Confesamos que después de tantas operaciones realizadas sobre el ma-
terial abstracto de los códices, se respira a gusto ante esta simple máquina que
lleva el ritmo y da sentido a cada instante de los siglos que van transcu-
rriendo.
Sin embargo, un texto de Durán viene a perturbar la armoniosa plenitud
de esa Piedra perdida en el más majestuoso de los paisajes: una leyenda
que nos sumerge de nuevo en el aire rarificado de la expresión onírica que
impregna el rigor de los números mediante el cual el nahua expresó su visión
del hombre.
La leyenda en cuestión se refiere al último de los múltiples presagios que
precedieron a la irrupción de los europeos, el presagio después del cual Moc-
tezuma habría aceptado la inexorable pérdida de su cultura. A continuación
de los anuncios trasmitidos ya sea por un cometa singularmente resplandeciente,
ya sea por el inmotivado incendio del templo mayor o por una grulla cuyo
espejo frontal reflejó sucesos cuyo sentido se negaron los sabios a revelar, Moc-
tezuma desafió al destino haciendo labrar una escultura cuyas proporciones
sobrepasaran las de todos los monumentos de Tenochtitlan.
380
Durán relata que los lapidarios se dispersaron entonces por la región me-
ridional de los lagos y que después de minuciosas búsquedas detectaron la
roca más grande

en un lugar que llaman Aculco, que es hacia Tepolula, junto al río que baja de
Amecameca (p. 507).

En un mapa del siglo xvm [fig. 334] esos lugares figuran cerca de Chalco,
al oeste de Amecameca y no al este, que es donde se halla la Piedra. A pesar
de esa distancia de algunos kilómetros, nuestra identificación nos sigue pare-
ciendo válida ya que la familiaridad con las crónicas permite suponer que este
desplazamiento puede haber sido voluntario, con la finalidad de embrollar
las huellas a toda posible búsqueda.
Por otra parte hay la coincidencia de la fecha del monumento con el
último sobresalto en la esperanza de Moctezuma, quien habría exclamado
ante el fracaso de su intento de llevar el monolito a Tenochtitlan:

Verdaderamente, hermanos míos, que ahora creo que nuestros trabajos y aflic-
ciones han de ser muchos y que nuestra vida es poca, y así yo determino dejarme
morir (Durán, 1, p. 513).

Y enseguida la declaración según la cual:

conforme a lo que él quería, mandó llamar a todos los señores de su consejo y


trató con ellos de poner una piedra, la más ancha y espaciosa que en toda la
provincia se pudiese hallar, para la fiesta del desollamiento; para lo cual, habido
el consejo y determinación, mandó llamar a todos los canteros de la ciudad de
México y díjoles su voluntad, y que luego, por todas las partes y lugares de la
provincia donde se pudiese hallar, se pusiese gran diligencia y se buscase la mayor
y más ancha piedra que hubiese, de la cual se labrase rica y curiosamente la piedra
llamada Temalacatl, que en nuestro romance quiere decir “piedra redonda”,
para el sacrificio del desollamiento de hombres, porque la que estaba allí no le
contentaba (p. 507).

Ahora bien, hemos visto que la Piedra representa precisamente a Nuestro


Señor el Desollado, el protagonista del drama de ese mes, y que su imagen
enfrenta el espacio que el Sol ocupa en este momento del año. Está además
la naturaleza eminentemente pensante y voluntaria del monolito que le confie-
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383
re el mito, naturaleza que no podría expresarse más simbólicamente que me-
diante los cálculos de tiempo y su concordancia con la filosofía de las “esta
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ciones humanas” que la Piedra de Amecameca registra. La de la leyenda se


demostró tal que:

Los mensajeros admirados y espantados, volvieron con gran prisa a México y


dieron noticia de aquella admirable y espantable cosa a Moctezuma, el cual desde
que lo oyó, cobrando grandísimo temor y admiración, él mismo en persona con
todos los grandes y señores de su corte salió de México y fue a ver la piedra,
delante de la cual dicen que hizo grandes sacrificios y ofrendas y grandes ora-
ciones (p. 513).

Sucedió, en efecto que, pese a los esfuerzos de verdaderas muchedumbres, la


Piedra se negó al principio a desplazarse:

Llegados los que habían de arrastrar la piedra, que eran indios sin número, los
sacerdotes se vistieron sus ropas sacerdotales y tomaron aquel papel que habían
llevado y cubrieron toda la piedra con él; incensándola muchas veces a la redonda,
haciendo grandes ceremonias y derramando sobre ella copal derretido y de aquel
ulle, juntamente matando de aquellas codornices y derramando la sangre de ellas
sobre la piedra. Los cantores empezaron a cantar cantares placenteros y rego-
cijados, y los truanes y representantes sus entremeses y farsas, y a hacer muchas
truhanerías que movían a risa y contento; y mientras eso se hacía los xochimilcas
ataron una gruesa soga y larga a la piedra, y otra los de Cuitlauac y otra los de
Mizquic y otra los de Culhuacan y otra los de Iztapalapa y otra los de Mexica-
tzinco y otra los de Huitzilopochco, y la gente de cada pueblo animando, empezaron
a tirar de ella con mucho vocerío y alarido, que lo ponían en el cielo; donde des-
pués de haber porfiado mucho rato para quererla arrancar de su lugar, no ha-
ciendo movimiento ninguno, todas las sogas se cortaron y rompieron como si
fueran de muy tierno algodón (p. 508).

Cuando se puso en marcha y se alejó de Amecameca hasta llegar a las puer-


tas de México, ya habíamos renunciado a nuestra identificación, pero una
nueva iniciativa de la Piedra hizo renacer la esperanza de poder confrontar
una leyenda con la realidad que ella fabula. En efecto, después de haber
escuchado a los mensajeros, Moctezuma

envió a rogar al rey de Azcapotzalco le hiciese merced de ayudarle con su gente


a traer aquella piedra, los cuales llegados y haciendo sus sogas y artificios,
em-
pezaron todos a querer arrastrar la piedra, y al no menearse ni hacer mención

384
de ello, tornaron a oír una voz que salía de la piedra, que decía: “Pobres desven-
turados: ¿para qué trabajáis en vano?, ¿no os he dicho que no he de llegar a
México?; andad, id y decidle a Moctezuma que ya no es tiempo: que acordó
tarde, que más temprano había de acordar el traerme: que ya no soy mienester
allá, porque ya está determinada otra cosa, la cual es divina voluntad y deter-
minación; que no quisiera hacer contra ella; que ¿para qué me lleva?, para que
mañana estó caída y menospreciada por ahí, y avisadle que ya se le acaba su
mando y oficio, que presto lo verá. y experimentará lo que ha de venir sobre él
a causa de que se ha querido hacer más que el mismo Dios que tiene determinadas
estas cosas. Y así déjame, porque si paso adelante será por vuestro mal”.
De todo lo dicho fue avisado Moctezuma, el cual no dando crédito aunque
algo temeroso, se mostró muy airado y enojado contra los mensajeros y amena-
zándolos los hizo volver y que trajesen la piedra y se cumpliese su mandato. La
gente volvió a estirar de sus cuerdas y la piedra se movió con tanta facilidad que
parecía que veinte indios la trajeran según la velocidad con que venía, y llegaron
aquel día a un lugar que se dice Techico, que es junto a Ixtapalapa, y otro día
de mañana tornaron a su ejercicio, moviéndose la piedra sin ninguna pesadum-
bre de los que la traían con tanto contento de cantos y bailes, con sonido de bocinas
y caracoles y con tantos dichos de representaciones de truanes; y con tantos in-
ciensos y sacrificios como los sacerdotes le venían haciendo, llegó a un lugar que
se llama Atocititlan, en el cual lugar es donde ahora está la cruz primera, luego
que salimos de México. Cuando llegó allí fue avisado Moctezuma, quien man-
dó que todos los de la ciudad la saliesen a recibir con muchas rosas y sahumerios
y la adornasen con ellas y la festejasen todo lo que pudiesen; lo cual fue hecho
con toda diligencia y con todo el aplauso y solemnidad que a alguna cosa divina
se pudiera hacer.
Tornándole a decir los canteros y principales lo que la piedra había dicho y el
mal pronóstico que les había anunciado y cómo les había dicho que no había de
llegar a México, Moctezuma, como hombre porfiado en salir con su interés, mandó
que de nuevo la festejasen y le ofreciesen grandes sacrificios y ofrendas, y
que con aquello le aplacasen la ira que tenía, si de algo estaba enojada; donde
después de haberla festejado y hecho sobre ella grandes sacrificios mandó la lle-
vasen a la ciudad, y estirando de ella se movió con mucha velocidad y llegó hasta
la acequia de San Antón, como ahora se llama, y llegada allí Moctezuma mandó
poner muchas vigas y hacer un recio puente, por donde pasase al otro lado; el
cual hecho porfiaron en meterla por el puente y llegada que fue a la mitad, con
grandísimo estruendo y estallido quebró todas las vigas de él y cayó en la acequia
que entonces, dicen, era muy honda, y llevó tras sí mucho número de indios que
estaban asidos de las sogas y a todos los ahogó y mató y a otros lastimó muy mal
lastimados y lisiados.
Visto esto por los señores quedaron todos muy espantados de que lo que la
piedra había dicho, que no había de llegar a México, había salido verdadero.
385
Dieron de ello aviso a Moctezuma, el cual vino luego con todos sus grandes al
lugar donde la piedra había caído, y visto el destrozo y daño que había hecho,
con muerte de tantos indios, mandó que luego le buscasen todos los buzos que
hubiese en la provincia de Xochimilco y Cuitlahuac y Mixquic, los cuales luego
fueron buscados y traídos ante él, y mandoles que sin ninguna dilación entrasen
en el agua y buscasen en qué lugar había hecho asiento, porque quería ver si
estaba en lugar de donde se pudiese sacar; todo por interés de salir con su in-
tento y voluntad. Los buzos entraron al agua y buscando por todas partes la piedra,
y deteniéndose en buscarla desde mediodía hasta la noche cerrada, desconfiando
de poderla hallar, vinieron a Moctezuma y dijéronle cómo ellos en toda la ace-
quia no la habían hallado, ni en el fondo del agua; que mandase buscarla por
otra vía porque ellos no hallaban rastro en el agua ni en el fondo de ella; que
no había quedado allí, sino que se había ido y que por ventura se había vuelto
a su lugar, pues ella misma había dicho que venía contra su voluntad. Moctezuma,
pareciéndole ser cosa posible, mandó ir al lugar donde la piedra solía estar y de
donde la habían arrancado, y halláronla los mensajeros «en el mismo lugar que
solía estar, toda cubierta de papel y llena de aquellos sacrificios que sobre ella
habían hecho, y llena de sogas, de la misma manera que cuando había caído
(pp. 511-513).

Puesto que esa Piedra estaba destinada a la conmemoración de los dramas


del mes Tlacaxipehualiztli —fines de febrero, comienzos de marzo—, su bús-
queda, su labrado y sus viajes de ida y vuelta deberían preceder por lo menos
en un año a 1 caña (1519), es decir que el relato que la concierne debería
situarse en 1518, 13 conejo. Ya que Cortés desembarcó en Yucatán en fe-
brero de 1519, parecería que, como Durán afirma, la Piedra formaba parte
de los presagios.
Sin embargo, si se piensa que en 1518 hacía ya veintiséis años que los
europeos habían efectuado su “descubrimiento” seguido casi de inmediato
por el total exterminio de los habitantes de varias islas caribeñas y de la
invasión homicida de una parte de América Central, se persuade uno de que
un pueblo como el mexicano, cuyos viajes a países lejanos estaban unidos
inextricablemente a una tradición secular, no podía ignorar un hecho de tal
trascendencia. Recordemos a ese respecto que sus relaciones con las ciudades
del golfo de México eran tan fluidas y permanentes que el célebre mercado
que tenía lugar en Xicalanco, Campeche, contaba regularmente con la pre-
sencia de los habitantes de la meseta.
Inserta en ese contexto cronológico, la Piedra revela que los augurios, la
386
APARA
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(12

EGO

persecución a los sueños y a los brujos, que distinguen a ese momento, deben
referirse a encuentros entre los gobernantes y a consultas públicas relativas a
las medidas que habría que tomar para detener la invasión de las hordas
cuyos hechos y actividades eran conocidos desde hacía mucho tiempo.
Admitiendo, pues, que la Piedra fuese esculpida antes del desembarco en
Yucatán, ¿cuál sería la razón de su existencia? ¿Por qué la erección de un
monumento, en vísperas de un cataclismo cuyos estragos parecen haber sido
correctamente previstos, sería narrada en forma de leyenda? Las respuestas a
estas preguntas son tanto más necesarias cuanto que nos permitirían comprender
el proceso mediante el cual los sucesos históricos están traducidos a leyendas, a
historias que, a semejanza de los sueños, despliegan una continuidad rigurosa
a través de episodios que escapan a la lógica. Esta traducción de lo real a
estructuras oníricas es la norma de los relatos trasmitidos por los cronistas,
hasta el punto de que, incluso un hecho tal como la ocupación de un país
por unos hombres esencialmente devastadores está envuelto en fabulaciones de
difícil esclarecimiento. Es significativo que el “presagio” relativo a la Piedra
venga después de auténticas cacerías de los sueños de la comunidad. Es todo
cuanto se relata de una tormenta que habría de aniquilar a todo un conti-

387
nente. Se cuenta, en efecto, que ciertos funcionarios recorrieron entonces los
barrios llevando a cabo verdaderas recolectas de sueños; que los ciudadanos
que se negaban a revelar sus sueños eran severamente castigados; que las
puertas de las cárceles se abrían y se cerraban ante esa multitud de soñadores;
que algunos de ellos lograron escapar a pesar de los cerrojos, como si fueran
bruma, y que los sabios analizaban, juzgaban e interpretaban minuciosamente
esa nebulosa social.
De lo que se colige que, si bien el monarca era el centro de toda decisión,
fueron los miembros de la comunidad los consultados mediante un plebiscito
cuya Opinión era requerida no a la razón y a la elocuencia sino a lo que
aparece como un verdadero inconsciente colectivo.
La Piedra ofrece probablemente una explicación a este extraño proceder.
Conteniendo la suma del saber sobre el cual descansaba la cultura, sugiere la
hipótesis de que la salida tan desesperadamente buscada por Moctezuma no
concernía al medio de parar el avance de un grupo cuyo comportamiento era
incomprensible para una mentalidad forjada, a lo largo de innumerables gene-
raciones, para servir a la actividad creadora, sino a preservar de la destrucción
así no fuera más que una semilla de la antigua sabiduría.
De ser así, el “sueño” de la Piedra demostraría ser una parábola cuyos
episodios significarían otras tantas pruebas, a las que era sometido todo un
pueblo, referentes a la necesidad que sentía de salvaguardar un embrión de
aquella sabiduría, y además la propiedad de embrión de la Piedra. Pues sólo
cuando hubo ésta demostrado su invencible resistencia, su movilidad volun-
taria y reflexiva, su voluntad de sobrevivir a la hecatombe, se convirtió en
legataria del espíritu de una inmensa comunidad que se sabía físicamente
perdida.
Sea lo que fuere de esta hipótesis, el hecho es que hoy en día existe una
obra que, gracias a su aislamiento, sigue echando los brotes de su significa-
ción al ritmo de la luz en una incesante interacción con los fenómenos uni-
versales.
Si hubiera sido destruida o si, encerrada en un museo, hubiera perdido su
orientación originaria, su mensaje se hubiera borrado como la semilla que
muere antes de su germinación.

388
BIBLIOGRAFÍA

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tigaciones Históricas, 1967.
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1964.
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cional, 1951.

GARIBAY, ÁNGEL MARÍA, “Vocabulario”, en Sahagún, 1956.


LEÓN-PORTILLA, MIGUEL, La filosofía náhuatl, México, Instituto Indigenista Inter-
americano, 1956.

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ciones de Cultura Hispánica, 1944.

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México, Editorial Nueva España, 1946.
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1977

SKUTCH, ALEXANDER F., The life of the hummingbird, Nueva York, Crown Pu-
blishers, 1973.

THOMPSON, J. ERIC S., Maya hieroglyphic writing, Washington. Carnegie Institu-


tion of Washington, 1959,

389
FUENTES DE LAS ILUSTRACIONES

. Representación del día cocodrilo (cipactli): Códice Borgia.


. Viento (ehecatl): Códice Borgia.
. Casa (calli): Códice Borgia.
. Lagarto (cuetzpallin): Códice Borgia.
. Serpiente (coatl): Códice Borgia.
. Muerte (miquiztli): Códice Borgia.
. Venado (mazatl): Códice Borgia.
. Conejo (tochtli): Códice Borgia.
00
JD. Agua (atl): Códice Borgia.
oQuN

. Perro (itzcuintli): Códice Borgia.


. Mono (ozomatli): Códice Borgia.
. Torsión (malinalli) : Códice Borgia.
. Caña (acatl): Códice Borgia.
. Jaguar (ocelotl): Códice Borgia.
. Águila (quauhtli): Códice Borgia.
.
Zopilote (cozcaquauhtli): Códice Borgia.
.
Movimiento (ollin): Códice Borgia.
.
Pedernal (tecpatl): Códice Borgia.
.
Lluvia (quiahuitl): Códice Borgia.
.
Flor (xochitl): Códice Borgia.
.
Cuadro de las combinaciones de los 20 signos en 20 series de 13 días:
Códice florentino, 1.
22 El ciclo de 52 años distribuido en los cuatro cuadrantes: Códice flo-
rentino, 1.
29 Ídem: Durán, tratado 3.
24-27. Distribución horizontal de los nombres de los años y de los cuadrantes:
Códice Borgia.
28. Las cinco partes del universo: Códice Borgia.
29-180. Los calendarios (Telleriano-Remensis, Borbónico, Borgia, Vaticano 3738.
Magliabechi, Atlas de Durán).
1817 Jeroglífico nahuatl del primer día, cocodrilo (cipactli).
182. El símbolo Tierra: dos maxilares de cocodrilo juntos e invertidos (Borgia,
Borbónico, Selden, Bodley, Laud).
183. El símbolo Tierra (Selden, Borbónico, Fejérvary, Laud).
184. El jeroglífico maya del primer día: ¿mix (Thompson).
185. La personificación del jeroglífico imix (Thompson).
186. El triángulo de pedernal acompaña al jeroglífico cocodrilo (Borgia).
187. El jeroglífico cocodrilo con el disco solar (Bodley).
188. a] El jeroglífico cocodrilo sostenido por una garra de águila (Borgia) y

391
b] llevado como casco por un personaje cuya frente está adornada por
una cabeza de mariposa (Borgia).
189. El signo de la luz (estrellas, Venus) acompaña al jeroglífico cocodrilo
(Selden, Bodley).
190. El emblema de Venus acompaña al jeroglífico cocodrilo llevado como
casco (Nuttall).
191, El jeroglífico cocodrilo asociado con la materia ígnea (a] Borgia, b] Bodley'
y con la vieja deidad del fuego (c] Borgia, d] Fejérvary).
192 El dios Tonacatecuhtli, “Nuestro Señor de los Alimentos Terrestres”,
regente de 1 cocodrilo y como Señor de la Dualidad (Vaticano 3773).
193. a] Señor de las Flores-Quetzalcoatl (Vaticano 3773); b] Viento-Que-
tzalcoatl (Vaticano 3773) y c] otro Viento-Quetzalcoatl (Borgia) como
patrono del primer jeroglífico de los días.
194. Representación del primer mes, según Durán.
195. El dios de la lluvia como regente del primer mes (Vaticano 3773, Ma-
gliabechi, Borbónico).
196. “Ponacatecuhtli, “Nuestro Señor de los Alimentos Terrestres”, patrono de
l cocodrilo (Borgia).
197. El jeroglífico cocodrilo forma la base del árbol partido, emblema del pa-
raíso terrenal, Tamoanchan (Nuttall, Borgia, Fejérvary).
198. Cocodrilo atrapando una extremidad del Señor de la Aurora, Quetzalcoatl,
en su advocación de planeta Venus (Borgia).
199: El jeroglífico nahuatl de viento (Borbónico, Borgia, Laud, Bodley, Fe-
jérvary, Selden, Nuttall, Mendocino).
200. El jeroglífico maya de viento (Thompson).
201. El jeroglífico viento con su personificación (a] Borgia; b y c] Vaticano
3738).
202. Viento personificado por el Señor del País de la Muerte (Borgia).
203. Viento personificado por el Señor del Cuchillo Estallado (Vaticano
3738).
204. Viento como fecha de aniversario de Quetzalcoatl, 9 viento.
205. Quetzalcoatl con su fecha de aniversario 9 viento (Nuttall, Laud).
206-207. Quetzalcoatl como regente de la serie 1 jaguar (ocelotl), (Borgia. Va-
ticano 3773).
208. Ídem, con el primer hombre (Telleriano-Remensis).
209. Viento-Quetzalcoatl formando, con un esqueleto, un personaje visto de
frente (Vaticano 3773).
210. Viento-Quetzalcoatl entrelazado con dos personificaciones de la muerte
(Laud).
Zl Ídem (Vaticano 3773).
212. Ídem (Borgia).

392
Quetzalcoatl y “Corazón de las Montañas” (TVepeyollodi), regentes de
la serie 1 ciervo (ce mazatl) (Borbónico).
. Diversas representaciones: a] corazones, b] joyas, c] collares de piedras
preciosas, d] flores, e] pulque, f] oro, “excremento divino” (teocuitlatl).
3. Corte de caracol, símbolo del nacimiento.
). Grutas llenas de estrellas y de jeroglíficos de luz celeste.
. Viento como Topiltzin, “Nuestro Señor Muy Querido” (Vaticano 3773).
. “Nuestro Señor el Desollado” (Xipe-Totec) de pie sobre una montaña
parlante (Vaticano 3773).
. Los toltecas (grandes artesanos) arrastrando a un hombre con el abdo-
men abierto, bajo el jeroglífico de su ciudad “Pollan” (Lugar de Cañas)
(Vaticano 3773).
. “Nuestro Señor el Desollado” (Xipe-Totec) sobre la piedra de los gla-
diadores. Su nombre de aniversario es 10 perro (Nuttall).
. “Nuestro Señor el Desollado” (Xipe-Totec) como “piedra afligida”
(Borgia, Borbónico).
. “Nuestro Señor el Desollado” (Xipe-Totec) con el nombre de aniversario
de Quetzalcoatl, 9 viento (Nuttall).
. “Nuestro Señor el Desollado” (Xipe-Totec) como patrono de los orfe-
bres (Fejérvary, Borgia).
. La peregrinación de Xipe-Quetzalcoatl (Vaticano 3773).
. Topiltzin-Quetzalcoatl en el Tlapallan (Lugar de lo Rojo) (Vaticano
3/13).
). Representación de Viento-Quetzalcoatl (Durán).
. El señor 4 viento (Tellerizno-Remensis), regente de la serie 1 lluvia.
. Representación de la veintena Tititl (Durán).
. La vieja diosa de doble rostro (Borgia).
. Viento-Quetzalcoatl representado como comerciante errante (pochteca)
(a] Borgia; b] Bodley; c] Laud; d] Fejérvary).
. Los comerciantes errantes (pochteca) señalados con las fechas 1 ser-
piente y 4 viento (Bodley).
. Ídem (Bodley).
. Ídem (Bodley).
. Quetzalcoatl con el nombre de aniversario 1 caña (ce acatl) (Telleriano-
Remensis).
. Quetzalcoatl como 1 viento (ce ehecatl) (Nuttall, Fejérvary).
. El antifaz llevado por las personificaciones del planeta Venus (Borgia,
Bodley, Nuttall).
231 El jeroglífico del planeta Venus en el calendario maya; a] como nombre
del octavo día; b] como nombre del décimo mes (Thompson).
238. El quincunce, atributo de Quetzalcoatl-Venus (Borgia, Nuttall, Borbó-
nico, Fejérvary).
393
23h Diversas estilizaciones del jeroglífico del planeta Venus (Borbónico,
Bodley, Borgia, Fejérvary, Laud, Nuttall, Selden).
240. Ídem (Borbónico, Bodley, Nuttall, Borgia).
2d La ceremonia del Fuego Nuevo en el año 2 caña (ome acatl), nues-
tro 1507 (Telleriano-Remensis).
24d El Fuego Nuevo del año 1247 (Tira de la peregrinación, xv) y del año
¡29 MMDId RE
243. El año 13 conejo, 1518 (Telleriano-Remensis).
244. Años 13 casa y 1 conejo, 1505 y 1506 (Telleriano-Remensis).
245. Primera parte del ciclo de 52 años; empieza por el año 1 conejo (Bor-
bónico).
246. Segunda parte del ciclo de 52 años, con los 13 años pedernal y los 13
casa (Borbónico).
247: La ceremonia del Fuego Nuevo en el año 2 caña (ome acatl), (Borbó-
nico).
248. Recipiente formado por un cráneo visto de frente (unión de dos per-
files), con patas y garras de aguila (Borgia).
249. a] Esqueleto despatarrado; b] esqueleto con cuerpo doble; c] marco con
estrellas y garras de águila (Borgia).
250. Cráneo del que sale un corazón inflamado (Borgia).
251. Quetzalcoatl representando a Venus en el momento de su aparición
como Estrella de la Tarde (Borgia).
252. El vuelo del colibrí (Skutch, pp. 28-29).
2933 Colibrí con representaciones de Quetzalcoatl y del jeroglífico del pla-
neta Venus (Borgia).
234, Colibrí Zurdo festejado durante la 15* veintena del año 2 caña (Bor-
bónico).
20d: Quetzalcoatl bajo el nombre de aniversario 12 viento (Nuttall).
256. Íden. (Nuttall).
200 Ídem (Nuttall).
258. Quetzalcoatl con el nombre calendárico 10 viento (Nuttall).
259. Quetzalcoatl con el nombre calendárico 8 viento (Nuttall).
260. Ídem (Nuttall).
261. Ídem (Nuttall).
262. Jeroglíficos del tercer día, casa, provenientes de diferentes manuscritos
(Magliabechi, Borgia, Fejérvary, Nuttall, Borbónico, Bodley, Selden,
Durán).
263. El jeroglífico del tercer día en el calendario maya: akbal, noche
(Thompson).
264. Personificación maya del número 3 (Thompson).
265. Viento-Quetzalcoatl como patrono del día casa (Borgia).
266. El día casa en la serie cerrada de 20 (Borgia).

394
267. Los patronos de casa en la serie cerrada de los 20 días (Vaticano ED
268. “Corazón de las Montañas”, el jaguar generador de luz (Borbónico).
269. Quetzalcoatl (la cabeza coronada por una estrella) asiendo a un recién
venido al mundo (Aubin).
270. El dios de los juegos (2 conejo: ome tochtli) (Durán).
2d El contexto iconográfico de la serie 1 casa (Borbónico).
212, Ídem (Borgia).
213, Ídem (Vaticano 3773).
274. Ídem (Vaticano 3773).
213 Ídem (Aubin).
276. Ilamatecuhtli, la vieja diosa madre, con un collar de cascabeles (Ma-
eliabechi).
21d Los cascabeles acompañan el cadáver listo para la incineración (Ma-
gliabechi).
278. Los cascabeles adornan el collar de los dioses del vino (Magliabechi).
279 Imagen del décimo mes, “Fruto que cae” (Xocotlhuetzi) (Durán).
280. Quetzalcoatl como “Señor de la Aurora” cortando el árbol del Paraíso
terrestre (Borgia).
281. Representaciones del planeta Venus y jeroglíficos mayas del décimo mes:
yax (Thompson).
282. Tzitzimitl, “flecha”, una de las imágenes de las “Mujeres divinas” resi-
dentes en el oeste (Magliabechi).
283. “Mujer divina” con alas de mariposa de obsidiana, en caída. Bajorre-
lieve azteca (Seler 11, p. 213).
284. El contexto iconográfico del día 5 casa (a, b] Nuttall: c] Selden:;
d] Bodley).
285. Contexto iconográfico del día 4 muerte (Bodley).
286. Ídem (Nuttall).
287. Contexto iconográfico del día 7 casa (a] Nuttall; b] Florentino: c y d]
Selden).
288. “Colibrí Zurdo” (Huitzilopochtli), protagonista del mes 15 (Borbónico).
289. Contexto iconográfico del día 9 casa (a, b] Nuttall; c] Selden).
290. Idem (Selden).
291: Contexto iconográfico del día 13 casa (a, b] Selden; c] Nuttall).
Primera conjunción Venus-Sol.
2d pa Contexto iconográfico del año 8 casa (a, c] Nuttall; b, d] Bodley).
2 Año 3 casa, segunda conjunción (a, b] Selden; c] Bodley).
294. Año 11 casa, tercera conjunción (Bodley).
ea oy Año 6 casa, cuarta conjunción (Bodley).
296. Año 1 casa, quinta conjunción (Selden).
2gl Año 9 casa, sexta conjunción (a] Bodley; b] Nuttall; c] Selden).
298. Año 4 casa, séptima conjunción (Bodley).
395
2g Ídem (a] Nuttall; b] Selden; c] Bodley).
300. Ídem (Nuttall).
301. Año 12 casa, octava conjunción (a] Selden; b, c] Nuttall).
302. Año 7 casa, novena conjunción (a, b] Bodley; c, d, e, f] Nuttall).
303. Año 2 casa, décima conjunción (a] Bodley; b] Nuttall).
304. Año 10 casa, undécima conjunción (a, b, c] Nuttall; d] Rollo de Selden).
305. Año 5 casa, duodécima conjunción (a] Bodley; b] Selden; c] Nuttall).
306. Jeroglífico de la Luna (Borgia).
307. Caja torácica vista desde arriba en corte (H. Voss y R. Herrlinger, Ána-
tomía humana).
308. Correspondencia de los 20 caracteres con el cuerpo humano.
309. Coyolxauhqui (Museo de Antropología, México).
310. Coyolxauhqui encontrada en 1978 en el subsuelo de los alrededores de la
catedral de México.
311. Cabeza femenina cortada (a, b] Nuttall; c] Bodley).
312-332. Fotos de Julio Pliego.
309. Manos rodeadas del símbolo de Venus (Séjourné, Cerámica de Teoti-
huacan, México, Fondo de Cultura Económica).
334. Mapa del siglo xvi reproducido en las Relaciones de Chimalpahin (Mé-
xico, Fondo de Cultura Económica).
330: Transporte de la Piedra (Atlas de Durán, tratado 1”).

LÁMINAS EN COLOR

. Códice Borgia, 56.


. Códice Telleriano-Remensis, xIv.
. Códice Nuttall, 75.
. Códice Borgia, 29.
. Códice Nuttall, 19,

396
ÍNDICE DE ONOMÁSTICOS, TOPÓNIMOS Y NAHUATLISMOS

acatl: véase caña 61, 63, 72, 226, 237, 246, 266, 274-
acuetzpallin: 211; véase también cuetz- 275, 277-278, 282, 290, 294-295, 321-
pallin 322, 324, 327-II0MISIS OLAS TO)
Aculco: 381 378
agave, personificación femenina: 23 casa (calli): 18, 40-41, 43, 45, 49, 57-
agua (atl): 24, 40-42, 56-60, 72, 226, 61, 63,12, 220, "203,210. 421186204
231.291, 3215 346 292, 299-388
águila (quauhtli): 30, 40-42, 56-60, 72, Caso, Alfonso: 275
226, 237, 262, 294, 308, 334, 341, Ceyacatl: 315
356 cicimitl: 317; véase también tzitzimitl
akbal (maya: noche): 299, 305 Cihuacoatl: 319-320
Amecameca: 381, 384. Cihuateteotl: 285
Amilpan: 317 cipactli: véase cocodrilo
Atemoztli: 292, 327-330 Cipactonal: 219, 229
atl: véase agua coatl: véase serpiente
Atlacahualco: 292, 327-330 cocodrilo (cipactli): 16, 40, 43, 47, 56-
Atlmotzacuaya: 224 61,,.64,.0:12-13, 2112315239209
Atocititlan: 385 290, 294, 295, 345-346, 350-351
Aubin, Códice de: 75 Colibrí Zurdo: véase Huitzilopochtli
Azcapotzalco: 384 Comallan: 319
“Comedora de Inmundicias”: véase
Borbónico, Códice: 75, 77, 119-137. Tlazolteotl
151-169, 278, 294 conejo (tochtli): 23, 40-42, 45, 49, 56-
Borgia, Códice: 14-36, 47, 61, 64, 66, 61, 63, 72,,151,1226,4237,523486270'
19,17.0139-149. "22102639. 12822209> 275, 277-278, 284, 292-294, 306, 326-
287, 290, 301, 315 330.332 311037303 10 MIÍS
Contemococtli: 315
caban (maya): 50 “Corazón de las Montañas”: véase Te-
“Caída del fruto”: véase Xocohuetzi peyollotli
calmecac: 275 Corona Núñez, José: 77, 321
calli: véase casa Cortés, Hernán: 386
Camaxtli: 315; véase también Mix- Coyolxauhqui: 365
coatl cozcaquauhtli: véase zopilote
Camino de Santiago: véase Vía láctea cu2 al
Campeche: 386 cuetzpallin: véase lagarto
caña (acatl): 28, 38, 40-41, 45, 49, 56- Cuitlahuac: 384, 386

997
cuitlatl: 305 66, 72-13, 2263 239, 230, 202,205,
Culhuacan: 320, 384 285-286, 308, 324, 326, 359, 375
Fuego Nuevo: 275, 277-278, 337
Chalco: 381
Chalchiuhtlicue: 40 Garibay, Ángel María: 211, 257, 326,
Chalchiuhtotolin: 40; véase también 378
“Guajolote Precioso” “Gran Estrella”: 273
Chalma: 320 Guajolote Precioso: 4, 42; véase tam-
Chantico: 40, 42 bién Chalchiuhtotolin
Chiapas: 305
Chicomehecatl: 239 Huehuecoyotl: 40
Chiconahuapan: 321 Huehuetan: 305
Chiconamictlan: 321 Huehueteotl: 19, 41, 317
chichimecas: 317 Huitzilopochco: 384
Chimalma: 237, 253 Huitzilopochtli (Colibrí Zurdo): 287-.
Cholula: 249, 257-259, 275 290, 314, 334, 365; véase también
dios solar
“dios del caracol marino”: véase Tec- Huitznahuatlalpan: 317
ciztecatl Huitztlan: 317
Dios del Soplo Ordenador: 227
dios del vino: 27, 311, 365; véase ik o ikh (maya: viento): 234, 300
también Pantecatl Namatecuhtli: 263
dios solar: 34, 41; véase también Hui- Tllhuitl: 317
tzilopochtli imix (maya): 214
diosa del amor: 41 itzcuintli: véase perro
Diosa Madre: véase Tlazolteotl Itzpapalotl: 31, 40-41, 237, 308, 310,
Durán, Atlas de: 75, 151, 189-199 313-315, 317, 319-322, 324-325
Durán, Diego: 46-47, 53, 69, 71, 211, Itztlacoliuhqui: 40-41
223-224, 253, 257, 260, 263, 265, Ixnextli: 40
288-289, 313, 317, 380-381, 386 Izcalli: 292, 327-330
Iztaccihuatl: 367
ehecatl: véase viento Iztapalapa: 384-385
Ehecatl-Quetzalcoatl: 220, 231, 239,
241-242, 258-260, 262-263, 265-266, jaguar (ocelotl): 29, 38, 40-41. 56-60,
282, 284-285, 287, 301-302, 360-361, 12022482 2078231
373
“Espejo Humeante”: véase Tezcatli- lagarto (cuetzpallin): 19, 40-41, 43,
poca 56-60, 72, 226, 237, 294 3
Etzalqualiztli: 292, 327-330 Landa, Diego de: 69
“excremento divino”: véase Teocuitlatl León-Portilla, Miguel: 219-222
Leyenda de los soles: 374
flor (xochitl): 35, 38, 40-42, 56-60, lubay (maya): 61, 274
398
lluvia (quiahuitl): 34, 40-42, 56-60, Nahuaque: 222: véase también 'Tona-
72, 226, 237, 260, 262, 265, 286, 294, catecuhtli
321, 346 Nauiehecatl: 260
Macuilcalli: 324 nemon: 68
Macuilxochitl: 66, 256, 324 nemontemi: 47, 68
Magliabechi, Códice: 75, 151, 171- nencihuatl: 68
188, 317 nenquizqui: 68
malinalli: véase torsión nentlacatl: 68
“Mariposa de Obsidiana”: véase 1tz- nexiuhilpiliztli: 47
papalotl “Nuestra Señora Comedora de Inmun-
Matlaua: 222: véase también Tona- dicias”: véase Tlazolteotl
catecuhtli “Nuestra Señora de la Falda de Jade”:
Mayahuel: 40 41
mayas: 49, 61, 214, 234, 274, 299-300. “Nuestro Señor de los Alimentos Te-
305 rrestres”: véase Tonacatecuhtli
mazatl: véase venado “Nuestro Señor el Desollado”: véase
Mexicatzinco: 384 Xipe-Totec
México, ciudad de: 262, 308, 381, Nuttall, Códice: 294, 350
384-385; véase también Tenochtitlan
México, golfo de: 386 ocelotl: véase jaguar
Mictlantecuhtli: 40, 315, 321 octli: 306
Mihmich: 319-320 Ochpaniztli: 292, 327-330
miquiztli: véase muerte ollin: véase movimiento
Mixcoac: 325 Omecayaca: 219
Mixcoatl (Serpiente de Nubes): 263, Omecihuatl: 218
LO 2 II 7919-3200 324, Ometecuhtli: 218, 231, 239, 285, 287
326 Ometeotl (“Dios de la Dualidad”):
Mizquic: 384, 386, 216-222, 227, 234-236, 238, 268
Moctezuma: 277, 380-381, 384-386 Ometochtli: 306
Molina, Alonso de: 365 ozomatli: véase mono
mono (ozomatli): 26, 40-41, 56-60, 66.
72, 226, 237, 265, 341, 349 Palafox, Quirino: 367
moteotia: 222 Panquetzaliztli: 292, 294, 326-330, 332,
movimiento (ollin): 32, 40-42, 56-60, 334
66, 72, 226, 237, 284, 290, 324, 343 Pantecatl: 40-41
muerte (miquiztli): 21, 40-41, 56-60, Paraíso terrenal: véase Tamoanchan
CAIRO LOLI LI DO ZO. pedernal (tecpatl): 33, 40-41, 45, 49,
2110 2890 202 LI LIZ, 56-61; 63.72 21472202019 2997
356 265, 277, 290, 321, 324, 327-330, 266
“mujeres divinas”: 311; véase también perro (itzcuintli): 25, 40-41, 56-60, 72,
Teocihuatl 226, 231 232) 2947 290. 9226325
muluc (maya): 50 339, 347

399
Pliego, Julio: 371 Señor del País de los Muertos: 236
pochteca: 257, 265, 334 Señor 2 Conejo: véase Ometochtli
Popocatepetl: 371 señores del vino: véase dios del vino
serpiente (coatl): 20, 40-41, 56-60, 72,
Quahuitlehua: 224 226.023 121200 LODd ds oa
quauhtli: véase águila EEE RAS,
Quecholli: 292, 326-330 Serpiente de Nubes: véase Mixcoatl
Quetzal Florido: véase Xochiquetzal Serpiente Emplumada: véase Quetzal-
Quetzalcoatl: 17, 32, 39-41, 66, 74, coatl
139, 220-222, 227, 229-231, 234-239, Siméon, Rémi: 69, 211, 326
Skutch, Alexander F.: 289
241-242, 246, 249-251, 254, 256-
Soriano, Miguel: 367
260, 268, 272, 274-275, 278, 282,
285, 290, 305, 314-315, 322, 324-325,
339, 341, 347, 349-350, 354, 359, Tamoanchan: 31, 229, 308, 310, 313-
373, 375; véase también Ehecatl- SL FIL IZ 210920901
Quetzalcoatl, Topiltzin, Venus-Quet- Tecciztecatl: 21, 40
tecpatl: véase pedernal
zalcoatl
Tecuilhuitontli: 292, 327-330
quiahuitl: véase lluvia
Techico: 385
Telleriano-Remensis, Códice: 75, 77-
Ríos, Pedro de los: 77
117, 151, 201-209, 222-223, 238,
241, 248-249, 263, 277-278, 282,
Sahagún, Bernardino de: 43-45, 53, e E AA
67-69, 71, 211, 219-221, 223-224, Temalacatl: 381
239, 248, 257, 262-263, 266, 275, Tenochtitlan: 223, 275, 380-381
306, 313, 317, 319, 321, 324-325, Teocihuatl: 363; véase también “mu-
334, 378. jeres divinas”
San Antón, acequia de: 385 teocuitlalt: 18, 28
Selden, rollo: 340, 358 Teotlale: 222; véase también Tonaca-
Seler, Eduard: 14-15, 39, 47-50, 61- tecuhtli
6213972110213. 2217277=278, 282, Teotleco: 292, 327-330
305 Tepeilhuitl: 292, 327-330
Señor 5 Flor: véase Macuilxochitl Tepeua: 222; véase también Tonaca-
Señor de la Aurora: véase Tlahuizcal- tecuhtli
pantecuhtli Tepeyollotli (“Corazón de las Monta-
“Señor de la Dualidad”: véase Ome- nas”): 40-41, 239, 246, 248, 303,
teotl 305, 361, 365
Señor de la Noche: 236 Tepolula: 381
“Señor de las Flores”: véase Xochi- teyocoyani: 222
pilli Tezcatlipoca: 28, 30, 33, 41, 231, 277,
Señor de los Alimentos Terrestres: 314
véase Tonacatecuhtli Tezcatlipoca-ixquimilli: 40
400
Thompson, J. Eric S.: 12, 14, 49-51, tzitzimitl: 315, 321
214, 217, 234, 274, 278, 300, 305 Tzontemoc: 315
“Tira de la Peregrinación”: 275
Tititl: 262-263, 290, 292, 327-330 Uey tecuilhuitl: 292, 327-330
Tlacaxipehualiztli: 256-257, 259, 293, Uey tozoztli: 292, 327-330
305, 308, 327-330, 386 ulle: 384
Tlahuizcalpantecuhtli (Señor de la Au- uotan o watan (maya): 305
rora, Venus): 40-41, 231, 265, 272,
314-315, 324-325, 373-375, 378 Vaticano 3738, Códice: 75, 77-117,
Tlalan o Tlalampa: 321 151, 201-209, 218-219, 238-239, 242,
Tlaloc (tlaloques): 22, 34, 40-41, 65, 248-249, 258-260, 263, 282, 321
224, 260, 265 venado (mazatl): 22, 38, 40-41, 56-60,
Tlalxicteuticae Nauhiotecatle: 265 72, 226, 244, 246, 249, 305-306, 308,
Tlapalla: 259 LOIS
Tlaticpaque: 222; véase también To- Venus-Quetzalcoatl: 336
nacatecuhtli Vía láctea: 216; véase también Tona-
tlatlalianime: 257 catecuhtli
Tlatlauhqui: 256 Viejo Coyote: véase Huehueteotl
Tlaxochimaco: 292, 327-330 Viejo Dios del Fuego: 216; véase tam-
bién Ometeotl
Tlazolteotl: 29, 35, 40-41, 301, 305-
306 viento (ehecatl): 17, 40-43, 56-60, 72-
73, 221, 226-227, 229, 233-298, 300-
Tloque: 222; véase también Tonaca-
301, 305-306, 324, 342, 346, 354, 359
tecuhtli
Viento-Quetzalcoatl: véase Ehecatl-
tochtli: véase conejo
Quetzalcoatl
tolteca: 221, 257, 260
Tonacacihuatl: 40, 315; véase también
watan: véase uotan
Xochiquetzal
Tonacatecuhtli: 16, 40, 216-220, 222- Xicalanco: 386
223, 227, 238-239, 241, 314-315 Xihuitl: 224
Tonalamatl: 49, 237 Xilomaniztli: 224
tonalpouhqui: 48 Xipe-Totec: 40-42, 249-253, 256-259,
Tonatiuh: 40 306, 378, 381
Topiltzin: 244, 246, 249, 258-260, 265; Xiuhnelli: 320
véase también Quetzalcoatl Xiuhtecuhtli: 40, 317
torsión (malinalli): 27, 40-41, 56-60, Xocohuetzi: 70, 292, 313-314, 327-
12, 220, 231, 209,294), 322 330
Toxcatl: 292, 327-330 Xochimilco: 386
Tozoztontli: 292, 327-330 Xochipilli: 26, 35, 40-41, 239
Tozpan: 317 Xochiquetzal: 35, 40, 42, 322, 334,
Tila: 239, 259, 266 354
tunes (maya): 50 xochitl: véase flor

401
Xochitlalpan: 317 Yaolotecotl: 314
Xochitlicacan: 315; véase también Ta- Yohualli: 266
moanchan Yopico: 257
Xochizitzquilo: 223 Yucatán: 386-387
Xolotl: 32, 40, 42, 66-67, 237, 260
Xumoco: 219 zapotecas: 282
zopilote (cozcaquauhtli): 31, 40-41,
Yacatecuhtli: 262, 315 56-60, 63-64, 66, 72, 226, 326
Yacopancalqui: 315

402
PIERRE RAYMOND Y XAVIER RENOU, egresados de la École Normale Supérieure de
París y profesores de filosofía, escribieron a propósito de esta obra el comentario
que sigue. Pierre Raymond es autor de Matérialisme dialectique et logique, De la
combinatoire aux probabilités y L'histoire et les sciences, mientras que Xavier
Renouha publicado L'imfini aux limites du calcul y dinige la colección “Algorith-
me” de la editorial Maspero.

COMENTARIO

El método de reconstrucción de la autora no puede suscitar más que la adhesión:


rehúsa limitarse solamente a la colección de documentos arqueológicos o única-
mente a la especulación numérica a partir de esos materiales; asocia constantemente
el desarrollo sistemático de los datos numéricos y el control arqueológico, mejor
aún, cuestiona cada momento del trabajo por los resultados o hipótesis que emanan
del otro, lo cual le asegura una gestión auténticamente experimental y le permite
salvar los obstáculos o bloqueos con los que tropezaban sus predecesores.
La reconstrucción del pensamiento nahuatl que logra parece, en consecuencia,
altamente convincente: se basa en la descripción estática de los veinte jeroglíficos
asignando cada uno de ellos a un número, y en el entrelace de las series de 13 y de
20 en el ciclo abstracto de 260 días. Al formular entonces la pregunta fundamental
de la conexión entre el ciclo abstracto y el tiempo real, no se contenta con la
respuesta mediante el ciclo de 52 años o 18 980 días, mínimo común múltiplo de
260 y de 365; progresivamente llega a establecer un enlace anual entre el calen-
dario mágico y los 365 días. El reparto espacial de los 20 jeroglíficos (3 por cada
punto cardinal) —gracias a la inscripción lineal en lanzadera de los 260 signos
mediante 4 grupos de 5 X 13— permite ante todo un reparto analógico de los
52 años en 4 cuadrantes de 13 años señalados por el punto cardinal de su primer
año. De esta manera puede la autora subrayar mejor que sus antecesores las estre-
chas relaciones entre las ideas de espacio y tiempo. Siguen luego los tres aportes
irreductibles propios de este trabajo: Ante todo, y por vez primera, da cuenta
del segundo término de cada una de las parejas cardinales del códice Borgia: la
superior había sido ya explicada mediante el recuento de 4 veces 13 años; aquí se
muestra que el inferior corresponde a la cuenta real de los días en los cuadrantes
de 13 años. Ahora bien, este primer resultado es ya, de hecho, doble, pues el
enlace de los 260 días con los 52 años se precisa mediante otro entre los 260 días
403
y los 13 años; pero eso no sería exacto más que con años de 360 días y finalmente
sólo ocurre con el suplemento de 5 días “en exceso” en cada año, o bien con 65
días (5 X 13) en cada cuadrante. A partir de aquí, es el segundo aporte: puede
ir aclarando los valores simbólicos de las prácticas rituales que van unidas al nú-
mero 5 o a los cinco días “demasiados”. Puede, en fin, aclarar la relación más
fina, es decir anual, entre el calendario mágico y el tiempo real; demuestra que,
con un inicio aritméticamente bien escogido, más allá de los 260 primeros días
del año, el calendario nahuatl hace posible una correlación fija entre cada
una de las 19 veintenas o meses del año y los trozos correspondientes de las series
de las “trecenas”. De esta manera se alcanza el objetivo de la búsqueda: mani-
festar que el apriori o lo imaginario de 260 viene a dirigir, en el detalle, la
aprehensión del espacio y del tiempo así como la organización de las prácticas
rituales,
Una tal reconstrucción hace bien legítimas, según parece, las críticas que se
hacen a los predecesores: tiene ciertamente razón al defender de los prejuicios
etnocéntricos la admirable complejidad sistemática del pensamiento nahuatl e
igualmente su riqueza simbólica, puesto que gracias a la numeración de los veinte
jeroglíficos cada resultado numérico se puede trasponer a enunciados portadores
de sentido. El texto convence mucho al lector de que los nahuas habían llegado
a una concepción del mundo que asociaba la preocupación de cierre y de circu-
laridad con la movilidad, con el número-jeroglífico 5 en el centro de este com-
promiso.

TH

¿Qué se puede decir ahora sobre el valor científico y filosófico de esa refinada
concepción del mundo?
En el terreno científico, la respuesta se puede dividir en dos: las incertidum-
bres del primer tiempo vienen a moderar los juicios, por otra parte más claros,
del segundo. Carecemos de información sobre los conocimientos astronómicos
que poseían los nahuas: ¿de dónde proviene el corte del año en 18 “meses” de
20 días? ¿Se había establecido una correlación entre los meses solares y los meses
lunares; entre esos meses y las 12 divisiones del Zodiaco? La respuesta a estas
preguntas permitiría evaluar el grado de arbitrariedad del 13: ¿es esta cifra base
el resultado de la división de 260 (o sea aproximadamente la duración de una
gestación humana) por 20 (¿y de dónde sale la base 20?) o bien existen otras
raíces? De manera más general, los elementos numéricos principales de la cons-
trucción (13, 20, 18, 5) ¿tienen que ser tomados como datos de observación
astronómica, cargados luego con valores simbólicos, o bien hay que considerarlos

404
como bases simbólicas externas a la observación que vendrían más tarde a en-
cuadrar aproximadamente con los datos no astronómicos sino modestamente em-
píricos: gestación, estaciones del año, año solar, duración aproximativa de la
vida humana?
El material aritmético, aislado de sus raíces o de sus manipulaciones simbó-
licas, parece bien elemental. Puesto que las tres magnitudes básicas son el ciclo
de 260 días, los 360 días de los 13 “meses” y los 365 días verdaderos del año
solar, el problema de poner en relación estos tres números se convierte simple-
mente en la búsqueda del mínimo común múltiplo. Ahora bien, el mínimo común
múltiplo de 260 y 360 es 4680, o sea, 18 veces 260 y 13 veces 360; el de 260
y 365 es 18980, o sea, 52 años, una cuarta parte de los cuales, o sea 13 veces
365 es 4745, o sea 65 (o 13 X 5) imás que 4680. Con ello aparecen múltiples
juegos simbólicos y, en particular, el valor acordado al 5 por el hecho de la
repetición de maravillosos reencuentros numéricos. Maravillas que en realidad
no son tales, puesto que, ante todo siendo 260 y 360, ambos, múltiplos de 20 y
siendo sus divisores 13 y 18 primos entre sí, es necesario (y no maravilloso) que
aparezcan como divisores del mínimo común múltiplo (por lo tanto no se puede
considerar analógicamente en un cuadrante una serie de 13 días como una “jor-
nada” y una serie de 260 como un “mes”). Igualmente no hay nada de admi-
rable en el hecho de que al pasar del resultado 360 X 13 al resultado 365 X 13
se halle una diferencia de 5 X 13 = 65.
¿Sería legítimo “reprochar” retrospectivamente a los calculadores nahuas el
haber operado con un material elemental? Es aquí donde la incertidumbre sobre
sus conocimientos extraaritméticos interfiere. En efecto, si se toma como ele-
mento de comparación la teoría de los números de los pitagóricos de los siglos v!
y v a. Cc. se comprueba enseguida que era mucho más elaborada ya que, por
ejemplo, consideraba los divisores de los números y no solamente sus múltiplos, y
que estaba abierta a los números enteros, racionales o irracionales. Además era
solidaria de los conocimientos geométricos, astronómicos y musicales que le ser-
vían de apoyo y de constante incitación a la innovación teórica. El pequeño
núcleo nahuatl, en comparación, parece restringido y poco evolutivo. En con-
secuencia se podría intentar una comparación con las matemáticas egipcias O
babilónicas, pero allí también se hallan. por lo menos bajo formas frustradas, unas
técnicas de cálculo no limitadas a la búsqueda de un múnimo común múltiplo
y unos conocimientos astronómicos efectivos.
La prudencia en la evaluación filosófica proviene menos de incertidumbres
en el conocimiento histórico que de la conciencia de que no se puede disociar, en
filosofía, evaluación y partidarismo.
de
Se puede estimar que circunscribir el menguado conocimiento aritmético

405
los nahuas es una mala orientación en un análisis y que la originalidad de este
pensamiento deriva del constante redoblar los cálculos o entrelaces numéricos
en significación gracias a la numeración de los jeroglíficos. La ordenación nu-
mérica del espacio y del tiempo es siempre al mismo tiempo una interpretación
del mundo. Y con mayor precisión, una “maravilla” numérica puede ser pro-
fundizada mediante su “traducción” a un lenguaje no numérico, o recíproca-
mente, el sentido de un jeroglífico o de una serie de jeroglíficos puede afinarse
por las propiedades aritméticas que se han descubierto en su(s) número(s) co-
rrelativo(s). Hay aquí algo del antiguo bosquejo de la característica universal
leibniziana y, de manera más general, de diversos proyectos formalistas que la
sucedieron: encerrar el pensamiento (incluso cuando entra en juego el infi-
nito) en un sistema que permita pasar mediante cálculo del menor número de
principios al mayor número de consecuencias. Pero, a propósito de tal anticipa-
ción, se pueden formular las tres advertencias siguientes:
1. Todos los proyectos formalistas, leibnizianos u otros, se esfuerzan en asen-
tar sus cálculos sobre elementos univocos. El simbolismo nahuatl, por el contra-
rio, comprende siempre significados múltiples, tal vez indefinidos, mediante un
mismo elemento significante. Se trata, pues, de dos sistemas de pensamiento
marcadamente distintos, el uno (leibniziano) “sintáctico”, se puede decir, en
el que el sentido está producido por el solo movimiento del cálculo; el otro
“semántico” o más bien interpretativo en el que, una vez terminado el cálculo, el
sentido se profundiza en la inmovilidad de la meditación.
2. Se puede hablar de planteamiento leibniziano referente a una rama mate-
mática específica, esbozada en los siglos xwr y xvHm. Las combinaciones nahuas
no son más que encuentros o correlaciones “misteriosas” que evocan no la com-
binación sino la magia de los números propia a las matemáticas prehelénicas,
helénicas, medievales o renacentistas.
3. No se está obligado a suscribir el proyecto de cierre calculatorio. Cuales-
quiera que sean las diferencias entre el pensamiento nahua y los formalismos
modernos, tienen en común el proyecto de detener el pensamiento o, más exacta-
mente, de reducir las innovaciones a elementos previsibles. Ahora bien, a esta
voluntad de fin, efectivo o virtual, se puede oponer la tesis de que el pensamiento
comporta unos “sucesos” cuya caracterización queda ciertamente sin precisar
pero que, por lo menos, llevan a otros sucesos, los sucesos sin más, los de la
Historia. En definitiva es ella la que queda rechazada por el proyecto de cierre.
Es sorprendente observar, desde este punto de vista, el asombroso parentesco entre
el ciclo nahua de 52 años y el tema griego del Año Grande; en ambos casos se
halla la misma preocupación por asegurarse contra el tiempo y la historia; en
ambos casos se halla la dificultad de saber cómo, una vez terminado, el ciclo

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recomienza. Hay que notar, en fin, que el Año Grande desapareció relativa-
mente pronto del pensamiento griego, porque asociado a las observaciones astro-
nómicas (se le definió como el mínimo común múltiplo de los períodos de los
siete planetas y del Sol) no pudo resistir el afinamiento de esas observaciones.

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papel editorial blanco de fábrica de papel san juan, s. a.


impreso en editorial melo, s. a.
av. año de juárez 226 local d-méxico 13, d. f.
tres mil ejemplares y sobrantes
27 de noviembre de 1981
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