Lectura 4 Secundaria

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COMPRENSIÓN LECTORA

LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS


JULIO RAMON RIBEYRO
A las seis de la mañana, los obreros de limpieza se preparan para dejar
limpias las calles. Se ven hombres bostezando, esperando el carro para
dirigirse a sus centros de labores, a sirvientas sacando los cubos de
basura. A esa hora aparecen los gallinazos sin plumas en las diferentes
calles, son hombres, mujeres y niños que hurgan entre la basura
observando algo que sea de importancia.
Efraín y Enrique, a pesar de sus cortos años de vida, se dedicaban a
estas labores. Mandados cada mañana por su abuelo, con la finalidad de
conseguir alimentos para el cerdo Pascual. A su regreso don Santos les
esperaba con el café preparado. Don Santos era un anciano malo,
renegón y con una pierna de palo. Se sentía contento
cuando Efraín y Enrique le traían los cubos llenos de desperdicios, ahí decía: ¡Pascual hoy tendrá banquete!, pero
cuando no ocurría de esta manera, bramaba de ira y cólera diciendo: ¡Pascual morirá de hambre! Y obligaba a
sus nietos a ir hasta el muladar que estaba al borde del mar.

Una tarde, Efraín, al ingresar al muladar, sintió un intenso dolor en la planta del pie, un vidrio le había hecho una
herida, pero a pesar de ello siguió trabajando; cuando regreso se le había hinchado el pie y no podía andar por lo
que el viejo le dijo: “No es nada, lávate la herida y envuélvela con un trapo”.
Al día siguiente salieron a trabajar, pero al poco rato regresaron con los cubos vacíos. Enrique le dijo a su abuelo
que Efraín estaba muy enfermo y que no podía caminar. Don Santos le gritó a Enrique: “¡Ahora tú trabajarás por
tu hermano!”

Le ordeno que fuera solo, atraer desperdicios del muladar.


Serían las 12 del día cuando Enrique regresó con los cubos casi llenos, pero llegó seguido de un escuálido perro
que tenía sarna. Don Santos al verlos increpó al niño:

- ¿Cómo es posible que traigas una boca más si apenas hay para nosotros?
- Abuelito no te preocupes, yo le conseguiré alimentos – dijo Enrique abrazando al perro.
Enrique se dirigió a la cama de Efraín y le dijo: mira hermanito, te he traído un regalo, se llama Pedro y es para ti.
Al día siguiente Enrique amaneció agripado, el pecho le roncaba y tenía fiebre; el viejo le quiso obligar a levantarse,
pero al darse cuenta que estaba mal, les gritó: “¡Viejo y cojo me voy a ir a recoger alimentos para Pascual, pero
ninguno de ustedes va a comer!”
No había pasado ni media hora cuando el anciano regresó todo fatigado con un poco de comida, ya que el carro
de la baja policía le había ganado.

Al otro día intentó salir, pero tenía un dolor en la ingle que le impedía caminar. Los tres estaban en el cuarto y el
cerdo chillaba de hambre; don Santos desesperado golpeó a sus nietos sin misericordia. Enrique, a pesar de estar
enfermo, agarró dos cubos y salió en busca de desperdicios. Al regresar con los cubos llenos y al entrar al corralón
tuvo un mal presentimiento, corrió hacia el cuarto y Efraín le dijo: “Pedro le ha mordido al abuelo, él le pegó y
después dejó de aullar”.
Enrique le pregunto al viejo “¿Dónde está Pedro?”. Don Santos no le contestó.
Entonces observó el chiquero y vio como Pascual devoraba el cuerpo de Pedro y en
medio del lodo sólo quedaba el rabo y las piernas.

Enrique le recriminó a su abuelo por qué había sido tan malvado. El anciano le tiró un
manotón y Enrique rodó por el suelo. El nieto cogió la vara y la estrelló contra el pómulo
del anciano, luego arrepentido tiró la vara. Don santos tocándose el pómulo retrocedió
y su pierna de palo se hundió en el lodo cayendo de espalda al chiquero y el cerdo
hambriento comenzó a devorarlo.

Enrique corrió al cuarto donde estaba Efraín, diciéndole:


- Hermanito, salgamos pronto de aquí.
- No puedo caminar, me siento mal.
- Vamos yo te ayudo.
Abrazados, lentamente, se fueron alejando sin volver la mirada al corralón. Se dirigieron al centro de la ciudad en
busca de un mundo mejor.

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