Resumen Completo Tierras Virgenes

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“Los hermanos de Mowgli”

Una tarde en las colinas de Seonee en India, un lobo se despierta dispuesto a ir a cazar. Una
figura aparece a la entrada de la guarida: es Tabaqui, un chacal. Todos en la selva tienen cierto
recelo de los chacales porque suelen perder la cordura con facilidad. A pesar de ello, Padre
Lobo lo invita a pasar.

Tabaqui trae la noticia de que Shere Khan, el tigre que vive cerca del río Waingunga, ha
decidido empezar a cazar cerca del lugar en el que vive la familia de lobos. A Padre y Madre
Loba esta noticia no les cae nada bien: según la Ley de la Selva, el tigre debe anunciar con
tiempo esos cambios. Además, seguramente, con su presencia, ahuyentará a todas las posibles
presas de los lobos. Shere Kahn tiene la mala costumbre de cazar reses porque son una presa
fácil, y él tiene una cojera de nacimiento. El problema es que, al cazar reses, los humanos se
enfurecen y terminan por quemar la hierba y rastrillar toda la zona hasta dar con el culpable.

Luego de la conversación con el chacal, los lobos escuchan a los lejos el rugir del tigre. El tigre
ha elegido atacar a los humanos. En la Ley de la Selva está prohibido matar a una persona. Hay
dos teorías con respecto a esto: algunos piensas que no se debe atacar a las personas porque
se vengarán, mientras otros creen que se trata de una ley que busca defender un juego limpio,
en el que atacar a una persona es cobarde al ser el humano el más indefenso de todos los
animales.

Los dos lobos adultos escuchan el ruido que hace Shere Kahn durante el ataque a un poblado.
Tabaqui, quien ya ha dejado la cueva, acompaña al tigre en su cacería. De los alrededores de la
cueva provienen ruidos que mantienen alerta a los dos lobos. Cuando exploran el origen,
encuentran a un “cachorro de hombre”, tan pequeño que aún no puede caminar por sí solo. El
niño no demuestra ningún temor ante los lobos. Padre Lobo lo toma entre sus dientes y lo
deposita con los cuatro cachorros.

Shere Kahn y Tabaqui se acercan hasta la cueva de los lobos, pero la apertura es tan pequeña
que el tigre se queda en la entrada. Desde allí demanda que le devuelvan al niño. Padre Lobo
insiste en que los lobos son un Pueblo Libre y que tienen la libertad de decidir qué hacer con el
cachorro de hombre. Madre Loba interviene; en sus ojos se refleja la ira que siente y se
presenta a sí misma como Raksha, que quiere decir “demonio”. Amenaza a Shere Kahn, a
quien llama por su apodo “Lungri”, que quiere decir cojo. Le dice que el cachorro de hombre
será parte de su manada y que tarde o temprano cazará a Shere Kahn. El tigre sabe que no
puede enfrentar a dos lobos, especialmente a Raksha, y se aleja.

Madre Loba le pone un nombre al nuevo cachorro: Mowgli la Rana. Lo elige porque el niño no
tiene pelo. Padre Lobo está preocupado por lo que pensará la manada. Entre el Pueblo Libre
de los lobos, los cachorros deben ser presentados ante la manada para ser reconocidos. Luego
de eso, los cachorros pueden moverse con libertad y ningún lobo puede hacerles daño hasta
que hayan cazado su primer gamo (ciervo).

Luego de un tiempo, la familia de lobos asiste a la reunión de la manada en la Roca del


Consejo. El líder de los lobos es Akela, el gran Lobo Solitario, fuerte y astuto. En la Roca hay
alrededor de cuarenta lobos. Padre Lobo empuja a Mowgli, el cachorro de hombre, al centro
del círculo que se forma en torno al líder. Antes de que ningún lobo diga nada, Shere Khan
aparece entre ellos para reclamar al niño. Akela interviene para recordar a la manada de que
son un pueblo libre y que solo deben escuchar a los suyos.

Según la Ley de la Jungla, un cachorro cuya pertenencia a la manada se ponga en duda puede
ser admitido si dos miembros que no sean sus padres hablan a su favor. El primero en tomar la
palabra a favor de Mowgli es Baloo, un oso pardo que vive entre los lobos para enseñarles las
leyes a los cachorros. El segundo animal que habla a favor del niño es Bagheera, la pantera
negra, a quien todos respetan. Ella ofrece pagar por la vida de Mowgli porque “matar a un
cachorro desnudo es una vergüenza” (p.73). Además, agrega que puede ser útil cuando sea
mayor. Ofrece a la manada un buey como recompensa. Los lobos aceptan.

Pasan diez años en los que Padre Lobo, Baloo y Bagheera le enseñan a Mowgli todo lo que
debe saber sobre la vida en la selva. Mowgli vive muy cómodamente y se siente feliz. Hay
algunos aspectos de la vida en la jungla que lo separan del resto de la manada. Por ejemplo, él
puede sacar las espinas que se clavan en las patas de los lobos. Además, descubre que cuando
mira por mucho tiempo a los lobos directamente a los ojos, estos bajan su mirada. En otros
sentidos, su vida no difiere demasiado de la de un animal de la selva: duerme durante el día,
acompaña a Bagheera en la caza a la noche y come carne cruda como los lobos y miel como
Baloo. Cuando salen a cazar a la noche, Bagheera le recuerda constantemente que hay
animales a los que Mowgli no debe cazar jamás: los bueyes. El motivo detrás de esta
prohibición es que Mowgli fue admitido a la manada por el precio de un buey; debe su vida a
ese sacrificio.

Madre Loba le recuerda a Mowgli que tarde o temprano va a tener que matar a Shere Khan. El
tigre siempre ronda la Manada. A medida que Akela envejece, Shere Khan aprovecha para
acercarse más a los lobos jóvenes. La gran mayoría de las veces, Mowgli se olvida de que es un
humano y de que la amenaza de Shere Khan es real, y pretende que siempre va a poder ser
hermano de todos los lobos.

Para intentar que Mowgli comprenda mejor su situación, Bagheera comparte con él su propia
historia. Ella nació entre los humanos, en un palacio, y lo criaron en una jaula. En un momento
dado, se cansó de vivir encerrada, rompió el candado y regresó a la jungla, donde todos los
animales la respetan porque aprendió las costumbres de las personas.

Bagheera sospecha que cuando Akela ya no pueda estar a la cabeza de la manada, los lobos
más jóvenes se van a tornar en contra de Mowgli. Para que esto no suceda, a Bagheera se le
ocurre una solución: Mowgli deberá bajar a la aldea y robar la Flor Roja, es decir, el fuego.
Todos los animales temen el fuego.

Akela, el jefe de los lobos, sale a cazar y falla. Esto quiere decir que la manada debe matar a
Akela y elegir un nuevo jefe. Esa misma tarde Mowgli roba fuego de la aldea porque sabe que
puede correr peligro ahora que Akela ya no es jefe. Tabaqui le informa que la manada lo
espera en la Roca del Consejo. Cuando llega allí, la roca en la que solía pararse Akela está vacía,
ya que este se encuentra echado en el suelo. El liderazgo de la manada está vacante. Shere
Khan está allí rodeado de los lobos a los que manipuló con las sobras de su caza. En el
momento en que Shere Khan toma la palabra, Mowgli interviene para recordarles a los lobos
que son el Pueblo Libre y que el tigre no tiene por qué participar.

Lo primero que hace Akela es denunciar que ha sido víctima de un complot para que no pueda
cazar al sambhur. No obstante, corresponde que uno de los lobos lo mate, y Akela invita a que
uno de ellos se anime. Ninguno quiere hacerlo. Shere Khan interrumpe nuevamente para exigir
que le entreguen a Mowgli. Algunos de los lobos están de acuerdo con entregarlo, pero Akela
les recuerda que el chico se ha criado con ellos y jamás quebró la Ley de la Jungla. Bagheera
también sale en defensa de Mowgli y les recuerda que pagó por él con un buey que los lobos
aceptaron. Akela insulta a los lobos que siguen al tigre, llamándolos cobardes, y les promete
que, si dejan en paz a Mowgli, Akela se entregará a su muerte sin luchar con la manada.

Los lobos se agrupan alrededor de Shere Khan. Mowgli toma la palabra para decirles a los
lobos que no volverá a llamarlos hermanos porque ellos se han encargado de recordarle toda
la noche de que es un humano. De ahora en más los va a llamar perros, y ha traído fuego
porque sabe que ellos le temen. Seguidamente deja caer carbones prendidos y echa musgo
para que haya llamas. Toma una rama y la enciende. Los lobos dan unos pasos hacia atrás,
atemorizados.
Antes de irse, Mowgli les hace una promesa: cuando viva entre las personas no los va a
traicionar, a pesar de que ellos han actuado con deslealtad. Se acerca a Shere Khan y le tira de
los pelos de su barbilla mientras lo amenaza con el fuego. Lo deja ir, pero antes le advierte que
en algún momento llevará un gorro hecho de su piel. Finalmente, declara que Akela debe
quedar libre.

En la Roca de Consejo quedan unos pocos lobos que apoyan a Mowgli, Bagheera y Akela.
Mowgli se echa a llorar. No comprende qué es lo que está sintiendo. Bagheera le explica que
está llorando como lo hacen los seres humanos, y que es tiempo de que deje la selva. Antes de
irse a vivir con los humanos, Mowgli desea ver a su madre. Se dirige a la cueva y allí se despide
de ella y de sus hermanos. Prometen que seguirán viéndose cuando ellos bajen a jugar en la
aldea. Mowgli promete que la próxima vez que vaya a visitarlos en la cueva llevará la piel de
Shere Khan, y les pide a sus padres que no dejen que los animales de la jungla se olviden de él.
En la madrugada, Mowgli emprende el camino hacia la aldea.

"La cacería de Kaa"

Esta historia sucede antes de que Mowgli vuelva a vivir con los seres humanos, durante sus
años de aprendizaje bajo la tutela de Baloo, el oso pardo, y Bagheera, la pantera. Como
maestro, Baloo es sumamente estricto con Mowgli. A Bagheera las lecciones de Baloo le
parecen excesivas. En este punto, el maestro es intransigente: Mowgli se encuentra en peligro
en la selva a menos que aprenda todo lo que pueda: “Preferible que vaya cubierto de pies a
cabeza por mis magulladuras, ya que yo lo quiero, a que sufra algún daño por culpa de la
ignorancia” (p.91).

La lección que los ocupa en este momento es las Palabras Maestras de la Jungla, que sirven
para reclamar protección de casi todos los seres que habitan la selva. Para demostrar la
capacidad de su alumno, Baloo llama a Mowgli para que recite ante Bagheera la lección.
Mowgli se acerca, desganado. De todas maneras, recita la lección a la perfección. Baloo se
siente satisfecho porque considera que Mowgli está a salvo al poder comunicarse con las
bestias que cazan, las serpientes y los pájaros. Bagheera dice por lo bajo que todavía debe
temer a los de su propia tribu.

Mowgli les cuenta a sus maestros que los monos lo visitaron, le dieron regalos, lo llamaron
“hermano de sangre” (p.94) y le dijeron que algún día él sería el jefe del pueblo de los monos.
A Baloo y Bagherra les preocupa que Mowgli se relacione con ellos. Entre los dos maestros
intentan explicarle a Mowgli que los monos son el Pueblo sin Ley y que no es posible confiar en
ellos: no se someten a ninguna ley, no tienen un idioma propio, no siguen a un jefe, fingen ser
un gran pueblo cuando en realidad son unas “proscritos” (p.94). Los animales de la selva evitan
compartir con ellos. La charla se ve interrumpida por una lluvia de ramas y nueces. Los monos
arrojan toda clase de cosas sobre ellos. Baloo y Bagheera insisten en que queda
terminantemente prohibido para Mowgli relacionarse con los monos.

Los monos ya tenían la intención de llevarse a Mowgli con ellos desde la ocasión en la que
vieron cómo este entrelazaba ramas y construía cabañitas hechas de este tejido. Uno de los
monos pensó que Mowgli podía enseñarles a construir algo que los protegiera del viento. Por
ese motivo, siguieron a Baloo, Bagheera y Mowgli y esperaron a que tomaran la siesta al
mediodía. Mowgli se despertó de la siesta cuando sintió que alguien lo sujetaba de manos y
pies. Luego, sintió cómo lo estaban llevando a través de los árboles. Bagheera y Baloo siguen a
los monos, pero no pueden trepar hasta la copa de los árboles y es imposible que alcancen a
Mowgli.

Mowgli tiene miedo de que sus maestros no puedan socorrerlo, pero también disfruta de la
adrenalina que siente y puede ver la selva desde una nueva perspectiva debido a la altura. En
un momento de viaje, Mowgli ve a Chil, el Milano. Cuando el milano ve que los monos llevan
algo, vuela más bajo para averiguar de qué se trata. Mowgli aprovecha sus lecciones y utiliza
las Palabras Maestras, la Llamada del Milano, para pedir ayuda: quiere que Chil señale su
rastro a Baloo y Bagheera.

Mientras, a Baloo se le ocurre ir en busca de Kaa, la Serpiente de la Roca. La encuentran tirada


al sol, admirando su nueva piel. Baloo invita a Kaa a cazar monos con él y Bagheera. Kaa se
queja de que cazar ya no es lo mismo que antes. Bagheera intenta motivar a Kaa recordándole
que los monos la insultan llamándola “gusano amarillo y sin patas” (p.102).La conversación se
ve interrumpida por la voz de Chil, el Milano, que le informa a Baloo que Mowgli utilizó las
Palabras Maestras para conseguir su ayuda y que por ese motivo viene con la noticia de que
los monos llevaron al muchacho a los Cubiles Fríos a la Ciudad Perdida.

La ciudad de los monos en Cubiles Fríos es una antigua ciudad abandonada. A pesar de estar
en ruinas, es posible vislumbrar el esplendor del pasado. Los monos pretenden que ese lugar
es suyo, pero no saben para qué se usan los espacios. A veces simulan ser hombres, pero no
saben comportarse como ellos. Kaa y Bagheera llegan a la ciudad en ruinas y deciden ingresar
por lugares distintos para evitar que los monos los ataquen de a cientos. Los monos se
encuentran en la terraza, agolpados alrededor de Mowgli. Cuando una nube cubre la luna,
Bagheera aprovecha para atacarlos. Algunos de los monos toman a Mowgli y lo llevan a una
glorieta en ruinas, mientras los demás atacan a la pantera. Mowgli está preocupado por la
pantera. Quiere que se tire a un depósito de agua para salvarse. También desea que Baloo
aparezca para colaborar con el ataque. Una vez que Baloo llega al lugar, Bagheera consigue
tirarse al depósito de agua, donde los monos no pueden alcanzarla. Baloo empieza a atacar a
los monos que custodian a Bagheera en el depósito.

Del otro lado de la muralla de la Ciudad Perdida, Kaa se dispone a atacar a los monos.
Aprovecha el terreno y se arroja desde la muralla. Golpea a los monos con su cabeza, dejando
que todo el peso de su cuerpo caiga sobre sus enemigos. Kaa va directo a atacar a los monos
que rodean a Baloo. Cuando los monos caen en la cuenta de que Kaa está allí empiezan a
desbandarse. A lo largo de varias generaciones, los monos han aprendido a temer a Kaa sobre
todos los otros seres de la jungla.

Baloo le agradece a Kaa por haber salvado su vida y la de Bagheera, quien se encuentra un
poco avergonzada por haber tenido que pedir ayuda durante la lucha con los monos. Mowgli
permanece atrapado en la trampa de la glorieta en ruinas. Kaa rompe la cúpula que tiene
atrapado a Mowgli y lo libera. El muchacho le agradece y le ofrece su caza cuando ella lo
necesite. Asimismo, les agradece a Baloo y a Bagheera por salvarlo.

Desde lo alto de los árboles y los muros, los monos observan la escena. Kaa les sugiere a sus
amigos que se retiren para esta parte de la caza. La pitón se posiciona en el centro de la
terraza y empieza a moverse de un modo que hipnotiza a los monos, e incluso a Bagheera y
Baloo. Se trata de la Danza del Hambre de Kaa. Los monos han perdido toda su libertad, solo
responden a las indicaciones de la serpiente. Mowgli ve que lo mismo sucede con sus dos
maestros y pone sus manos sobre el lomo de Bagheera y de Baloo para sacarlos del trance.

Mowgli se burla de los movimientos de Kaa y de su nariz lastimada. Bagheera reprende a


Mowgli y le recuerda que las lastimaduras de Kaa, Bagheera y Baloo se deben a él y su
imprudencia al jugar con los monos. Mowgli no discute porque se siente culpable. Bagheera le
recuerda que el arrepentimiento no exime el castigo, y le propina a Mowgli una serie de golpes
que lo dejan molido. Luego, lo lleva de regreso a la manada sobre su lomo.

"¡El tigre! ¡El tigre!"

Este cuento continúa con la historia narrada en el primer cuento. Luego de que Mowgli
abandona la Manada, intenta alejarse lo más posible porque sabe que tiene más de un
enemigo entre los lobos. A veinte millas del asentamiento más cercano a la Manada, Mowgli
encuentra un pueblito que tenía de un lado una llanura que conducía a unos barrancos y, del
otro, la jungla. En la llanura había reses y búfalos pastando y niños pastoreando. Mowgli se
acerca a la entrada del poblado que los pobladores tapan con una mata de espinas por las
noches, pero ahora permanece abierta. Piensa: “Así que también aquí los hombres temen al
Pueblo de la Jungla” (p.122).

Mowgli ingresa al poblado y se sienta cerca de la entrada. Al primer hombre que ve le hace
señas, pero este sale corriendo a los gritos en busca del sacerdote. Poco después, el sacerdote
y un centenar de personas se aproximan al lugar. La actitud de los pobladores le parece
descortés al chico, porque todos gritan y lo apuntan con el dedo. El sacerdote interrumpe el
griterío cuando ve las marcas de mordeduras que tiene Mowgli en sus brazos y piernas, y por
ello determina que se trata de un niño criado por lobos.

Una de las mujeres allí cree reconocer en Mowgli a su hijo, a quien un tigre se llevó a la jungla.
La mujer se llama Messua y su esposo es uno de los hombres más ricos del poblado. El
sacerdote resuelve que lo más conveniente es que esa mujer se lo lleve, y dice: “Lo que la
jungla se llevó, la jungla nos ha devuelto. Llévate al niño a tu casa, hermana” (p.123). Messua
no cree verdaderamente que el chico sea su hijo, pero lo cuida con amor, le da de comer y se
compadece de él. Mowgli no puede entender las palabras que ella pronuncia, ni se siente
cómodo durmiendo dentro de la casa. Se propone aprender el idioma de los humanos para
dejar de sentirse “tonto y torpe como lo sería un hombre estando con nosotros en la jungla”
(p.124).

Una noche, mientras duerme en la intemperie, uno de sus hermanos lobos, Hermano Gris, lo
despierta. Le trae la noticia de que Shere Khan ha prometido que volverá para vengarse de
Mowgli. Hermano Gris le pregunta a Mowgli si va a olvidarse de sus años como lobo, pero
Mowgli le asegura que no se va a olvidar de su familia y de los lobos que lo apoyan, aunque
tampoco puede olvidarse de los que lo traicionaron y de que ha sido expulsado de la manada.
Su hermano lobo le advierte que los humanos no son distintos, y que también son capaces de
expulsar a uno de sus miembros.

Durante tres meses Mowgli permanece en el poblado aprendiendo los usos y costumbres de
los humanos. Empieza a usar ropa, aprende lo que es el dinero y la labranza. Nada de esto le
resulta cómodo ni lógico. Además, los otros niños de la aldea se ríen de él cuando se comporta
de manera extraña. Mowgli, no obstante, no pierde el control ni ataca a los demás cuando se
burlan porque recuerda las Leyes de la Jungla y considera que sería injusto matar a cachorros
de hombre indefensos. En la aldea él está entre los más fuertes, mientras que en la selva era
uno de los más vulnerables. No tenía noción ni de su fuerza ni de las diferencias sociales que
gobernaban el mundo de las personas. Mowgli trata de la misma manera a los pobladores de
diferentes castas.

Una noche, algunos de los pobladores de la aldea se reúnen en torno a Buldeo, un cazador a
quien le gusta compartir historias fabulosas sobre la jungla. A Mowgli le cuesta contener la risa
cuando escucha las historias que cuenta, porque él conoce mucho mejor la jungla que
cualquiera de esos hombres. Cuando Buldeo decide contar la historia del tigre que se llevó al
hijo de Messua, y les dice a los hombres que el animal había sido poseído por el fantasma de
un antiguo prestamista, que cojeaba como Shere Khan, Mowgli no puede contenerse más.
Enfrenta a Buldeo en ese mismo momento revelando que todo lo que ha dicho el viejo cazador
es mentira. El jefe del lugar escucha la irreverencia con la que Mowgli trata a Buldeo y sugiere
que es hora de que Mowgli salga del poblado a pastorear el ganado.

A partir de ese día, Mowgli trabaja con otros niños de la aldea pastoreando el ganado, pero no
hay duda de que él es el líder. Encarga a los demás niños el cuidado de las reses y él decide
ocuparse de los búfalos.

Mowgli monta uno de los bueyes y conduce a los búfalos hasta los estanques, en los que
disfrutan revolcándose en el fango. Mowgli llega hasta el borde de los pastizales que se unen
con la selva. Allí se encuentra el río Waingunga. Una vez allí, en la frontera entre la selva y los
pastizales, Mowgli se reúne con Hermano Gris, que le dice que Shere Khan ha regresado,
dispuesto a matarlo. Mowgli le pide a Hermano Gris y al resto de sus hermanos lobos que lo
ayuden a vigilar la llegada del tigre.

Un día, Mowgli no ve a sus hermanos lobos en el lugar acordado, lo que quiere decir que el
tigre ha vuelto. Hermano Gris le explica que Shere Khan ha estado escondido durante un mes
para engañar a Mowgli. Shere Khan cuenta con la ayuda de Tabaqui. Esta noticia preocupa a
Mowgli, porque el chacal es más astuto que el tigre. Hermano Gris le dice que no tema, porque
Tabaqui le contó todo a él antes de que “le rompiera el lomo” (p.131), y que ahora Tabaqui es
carroña para los milanos. Mowgli pregunta si el tigre ha comido y bebido ese día porque, de
ser así, estará menos ágil en la caza. El cansancio del tigre luego de cazar, comer y beber es
una ventaja para Mowgli.

El plan que idea el muchacho consiste en dividir el rebaño entre vacas y becerros y bueyes y
búfalos. Luego, van a conducir ambos grupos a lugares opuestos del barranco, y de este modo
acorralarán a Shere Khan. En un principio, Mowgli pretende que Hermano Gris divida el
rebaño. El lobo contesta que le es imposible hacer eso solo, pero que ha traído a alguien que sí
es capaz de hacerlo. En ese momento se acerca a ellos Akela. Mowgli está feliz de verlo y de
saber que no se ha olvidado de él.

Los lobos empiezan a perseguir el rebaño, forzando la separación de vacas y becerros y bueyes
y búfalos. Los conducen al barranco, en un lugar en el que no le será posible a Shere Khan
trepar por los costados. Antes de que Shere Khan pueda reaccionar, los bueyes empiezan a
bajar por un costado del barranco y las vacas y sus becerros por el otro. Los dos grupos se
chocan con todas sus fuerzas y pisotean al tigre. Luego de que los rebaños se retiran, Mowgli
despelleja al tigre un largo rato. Los otros niños pastores habían regresado al poblado para
alertar sobre lo sucedido. Por eso, Buldeo se presenta en el lugar donde Mowgli está
despellejando al tigre, se da cuenta de que la piel es del tigre cojo por el que piden una
recompensa y quiere llevársela. Mowgli le ordena que se aparte y el hombre se dispone a darle
una paliza. Antes de que pueda hacerlo, Mowgli llama a Akela para que lo intimide y este se
abalanza sobre Buldeo. Mowgli le explica a Buldeo que él y el tigre tenían una guerra desde
hace mucho y que ahora él, Mowgli, ha salido victorioso. Buldeo pide disculpas y muestra
reverencia ante el muchacho, por lo que Mowgli le pide a Akela que lo deje ir.

Cuando Mowgli regresa al poblado lo reciben con gritos y una lluvia de piedras. Lo acusan de
brujería y de ser un cachorro de lobo. Akela, que acompaña al muchacho, le dice que esas
personas no se diferencian demasiado de la Manada de lobos que lo expulsó. Mowgli decide
irse con Akela. Messua, quien había acogido a Mowgli, lo sigue a pesar de las amenazas que
recibe por parte de los pobladores de lapidarla. Mowgli le ordena a Messua volver al pueblo y
le pide a Akela que aúlle y persiga al rebaño para hacerlo entrar en el pueblo. Las vacas,
becerros, bueyes y búfalos entran en el pueblo y dispersan la multitud. Mowgli se despide así:
“Adiós, hijos de los hombres. Den gracias a Messua, porque, si no fuera por ella, entraría con
los lobos y los cazaría” (p.139).

De regreso en la selva, Mowgli y Akela van directo a la cueva de Madre Loba y le cuentan lo
que ha sucedido. Bagheera está ahí también. Akela llama al consejo de los lobos. Desde que
dejó el liderazgo de la manada, nadie ocupó su lugar, pero los lobos acuden igual al llamado al
consejo. Allí, muchos lobos piden que Akela volviera a ser su líder, pero Bagheera interviene y
les dice que ahora debían vivir con la decisión que tomaron de deponerlo. También le piden a
Mowgli que vuelva a ser parte de la manada, pero él contesta que no desea volver, y que va a
cazar solo en la jungla. Desde ese momento caza junto a sus cuatro hermanos lobos. El cuento
termina con un breve comentario sobre lo que pasa con Mowgli cuando crece: “Pero, no
siempre estuvo solo, pues al cabo de unos años se hizo hombre y se casó. Pero esa es una
historia para gente mayor” (p.141).
Análisis

La colección de cuentos conocida como El libro de la selva en realidad incluye dos tomos: El
libro de la selva y El segundo libro de la selva. El primero contiene siete cuentos de los cuales
los tres primeros tienen a Mowgli, el cachorro de hombre, como protagonista. El segundo
tomo tiene ocho cuentos de los cuales cinco mencionan a Mowgli. Gracias a la popularidad de
la película de Disney basada en la obra, El libro de la selva se asocia casi exclusivamente a
Mowgli, a pesar de que siete de los cuentos no tienen nada que ver con su figura. La colección
fue concebida como una obra para chicos, cuyos personajes tienen coraje y viven una serie de
aventuras. De todas maneras, hay otra lectura posible, que se centra en el carácter alegórico
de la obra y según la cual la interacción entre los personajes refleja la dinámica de las
relaciones coloniales, que tanto interesaban a Kipling. En muchos sentidos, para la sensibilidad
moderna, algunos cuentos de la colección pueden resultar problemáticos, al reflejar el
pensamiento de un autor considerado, por muchos, promotor del imperialismo. No obstante,
si bien cabe hacer una lectura de la obra desde la perspectiva del colonialismo, muchas de las
críticas que se hacen hoy de Kipling omiten un análisis situado de sus obras e ignoran el
contexto en el que fueron escritos los cuentos de la colección.

La mayoría de los cuentos de la colección suceden en la selva de la región Seoni de India. Quizá
parte del atractivo de sus obras está en que permite al lector imaginarse lugares exóticos que
el ciudadano promedio no podía pretender conocer de otro modo. No obstante, la selva, más
que un lugar retratado de manera realista, es un espacio simbólico que representa la
civilización. La interacción entre los animales está regida por una serie de leyes que regulan sus
vidas. Gran parte de los conflictos que surgen entre ellos radica en la desobediencia o la
anarquía. Las contadas ocasiones en las que el escenario es un poblado en el que viven
personas, este espacio parece ser el menos civilizado. Las personas en la aldea están sujetas a
supersticiones y al liderazgo de un sacerdote que da muestras de ambición; personas como
Buldeo, que no son más que charlatanes son bien considerados en la comunidad. El aspecto de
Mowgli, en ese contexto, es suficiente para que los pobladores le teman y corran a consultar
con el sacerdote. Finalmente, expulsan a Mowgli porque temen que practique brujería. La
aldea, por lo tanto, está más cerca de la barbarie que de la civilización.

El primer cuento y el tercero tratan sobre el modo en que Mowgli ingresa a la manada de
lobos, y sobre la inevitable traición y expulsión que sufre a partir de la descomposición del
liderazgo del Pueblo Libre de los lobos y su regreso al mundo de los seres humanos. Los lobos
se rigen por una serie de leyes internas y también conocen y respetan la Ley de la Jungla. Por el
contrario, Shere Khan, el tigre que cumple la función de antagonista en estos dos cuentos, se
muestra desobediente e ignora las leyes desde un principio. De hecho, el motivo por el cual
Mowgli, el cachorro de hombre, termina siendo criado por lobos es la indisciplina de Shere
Khan, quien caza en el poblado.

Precisamente en torno a la ley que prohíbe la caza de personas, Kipling explora el tema del
origen de las leyes. Al parecer, hay más de una razón por la cual cazar a una persona está
prohibido. Una de ellas es práctica: si los animales matan a las personas, pronto estas se
vengarán o buscarán al responsable destruyendo en su paso parte de la selva y los pastizales.
Si los animales quieren seguir viviendo tranquilamente en la selva, deben dejar a los seres
humanos en paz. La segunda razón parece tener un fundamento ético más que práctico: no
sería justo que un animal con la fuerza y brutalidad de un tigre, una pantera, un lobo o un oso
atacara a un hombre indefenso.

Sea cual sea su origen, las leyes son necesarias para vivir en comunidad, y la mayoría de los
animales de la jungla parecen comprender esto y confiar en ella: “La Ley de la Jungla, que
jamás da una orden sin motivo” (p.66). Los lobos se aseguran de que sus cachorros aprendan
las leyes de su maestro Baloo, el oso pardo. Los animales a los que Mowgli acude para pedir
auxilio respetan la ley dada a través de las Palabras Maestras. Los lobos son el mejor ejemplo
de un pueblo civilizado, especialmente al principio, porque no solo conocen las leyes, sino que
están dispuestos a ponerse a sí mismos en peligro por defender los derechos de otros. La
familia de lobos que adopta a Mowgli se interpone entre Shere Khan y su presa con la
seguridad de que están actuando correctamente porque hay una ley que lo determina. La
familia de lobos sigue al pie de la letra las leyes de su comunidad y presenta a Mowgli ante los
otros lobos para que ellos decidan si el niño puede ser parte de la manada. Los lobos aceptan a
Mowgli como uno más porque Bagheera y Baloo, siguiendo la costumbre, hablan en su favor.

A lo largo de los relatos hay indicios de que esa primera bienvenida a Mowgli no podrá ser
permanente. Los indicios más claros están relacionados con Bagheera. En primer lugar,
Bagheera cuenta su propia historia, que refleja de manera inversa la de Mowgli. Bagheera
nació en cautiverio y se crio en una jaula, pero en cuanto comprendió su verdadera naturaleza
volvió a la jungla. La pantera está segura de que Mowgli, tarde o temprano, deberá volver a
vivir con las personas. Otro indicio de que la relación de Mowgli con los lobos llegará a su fin es
el poder que tiene el cachorro de hombre para conseguir que los lobos, e incluso las panteras,
bajen la mirada. Es decir que hay una jerarquía natural que los separa.

A través del conflicto entre los lobos y el cachorro de hombre, Kipling explora el tema de la
identidad en relación con la otredad. Mowgli no es estrictamente ni un hombre ni un lobo. Si
bien nació siendo un ser humano, y ese sería su destino, sus usos y costumbres son los de un
animal de la jungla. Por otra parte, Mowgli puede hacer cosas que los lobos no, como sacar las
espinas que se clavan en sus patas. Mowgli confía en que eso será un motivo más de
hermandad entre él y los lobos, pero Bagheera sospecha que en realidad es un detalle que los
separa. Más adelante, cuando Mowgli regresa al poblado para vivir con las personas, no puede
adaptarse a la vida allí porque considera a los humanos rudimentarios, supersticiosos e
ignorantes de la selva. Es decir, Mowgli va a permanecer en una situación liminar: no
pertenece enteramente a ninguno de los dos mundos con los que comparte un vínculo. Su
identidad va a ser dual y definida siempre en oposición a los otros miembros de su comunidad:
en la jungla es conocido como cachorro de hombre y, en el poblado, como niño lobo. Varias
veces eso va a ser el origen de un profundo sufrimiento, como cuando lo expulsan de la
manada y Mowgli se echa a llorar, sin comprender qué es lo que le sucede: “—¿Qué es? ¿Qué
es? —dijo—. No deseo abandonar la jungla y no sé qué es lo que me pasa. ¿Es que estoy
muriendo? —No, Hermanito. Eso no son más que lágrimas como las que derraman los
hombres —dijo Bagheera” (p.86-87). Esa experiencia también marca su pasaje de la niñez a la
madurez, y además inaugura el camino del héroe del que hemos hablado en la sección
'Temas', porque lo obliga a separarse del lugar que consideraba seguro y estable y lo arroja a
un mundo desconocido para él, que sin duda lo va a transformar: “Ahora sé que eres un
hombre, has dejado de ser un cachorro de hombre. Es verdad que a partir de ahora la jungla te
está vedada” (p.87).

A través de la relación entre Mowgli y su familia de lobos, Bagheera, Baloo e incluso Messua, la
mujer que lo acoge en el poblado, Kipling explora otros temas, como la amistad, la lealtad y la
familia. Los momentos más emotivos de estos tres primeros cuentos radican en las relaciones
positivas que establece Mowgli con algunos de los miembros de ambas comunidades: la de los
animales y la de los humanos. En la jungla, Mowgli encuentra una familia que lo acoge y le es
leal de principio a fin, aún cuando Mowgli deja la manada y pasa a vivir en el poblado. Madre
Loba lo defiende ante el tigre con coraje; Padre Lobo le enseña todo lo necesario para ser
parte de la manada; sus hermanos lo ayudan a cuidarse de la amenaza de Shere Khan. Otros
personajes como Akela, Bagheera y Baloo forman amistades auténticas y leales que se vuelven
la clave de la supervivencia de Mowgli en un mundo que, de lo contrario, le sería hostil.

Los dos últimos son amigos a la vez que maestros. Por la complejidad de la relación, al tratarse
de un niño y una pantera y un oso pardo, la relación de maestro-alumno no es tan sencilla y
jerárquica. Los maestros de Mowgli son firmes y autoritarios por momentos, pero también
admiran profundamente a Mowgli y, en algunos casos, dependen de él, como cuando Mowgli
evita que sean hipnotizados por la danza de la serpiente Kaa.
La ambigüedad con respecto a Messua acentúa los conflictos de identidad de Mowgli. Todo
parece indicar que Messua es efectivamente la madre de Mowgli: él se parece mucho al hijo
de Messua que un tigre cojo secuestró. No obstante, tanto Messua como Mowgli desconocen
esa relación. Messua se siente segura de que Mowgli no puede ser su hijo cuando toca sus pies
endurecidos por andar por la selva descalzo, porque recuerda que le había regalado un par de
zapatos antes de que el tigre se lo llevara, y dice: “estos pies nunca han llevado zapatos”
(p.124). Ha pasado suficiente tiempo como para que cualquier marca de su vida entre los
humanos se haya borrado. Por su parte, Mowgli no recuerda su vida antes de la selva. De
todas maneras, siente gratitud por el cariño y el cuidado que le da Messua, a tal punto que es
el único motivo por el cual se niega a atacar el poblado con los lobos luego de ser expulsado
por la superstición de los pobladores.

Asimismo, Mowgli también se procura una serie de enemigos a lo largo de los cuentos. El
principal antagonista es Shere Khan, que promete matar a Mowgli, a quien considera su presa.
Mowgli es valiente y orgulloso, por lo que está seguro de que será él quien mate a Shere Khan.
Si bien al final de esta “vieja guerra” (p.137) Mowgli sale victorioso, al matar y depellejar al
tigre cojo, Shere Khan se procura pequeñas victorias a lo largo del camino, como cuando
consigue poner a muchos de los lobos de la manada en contra de Mowgli. Uno de los dolores
más grandes que experimenta Mowgli es la expulsión de la mandada, y ello es producto de la
manipulación de Shere Khan. En el caso de Tabaqi, si bien no entra en conflicto directo con
Mowgli, es un aliado de Shere Khan y también se convierte en un obstáculo para Mowgli.
Finalmente, los monos, los Bandar-log, también se convierten en antagonistas de Mowgli y sus
amigos cuando secuestran al niño. Lo que tienen en común estos tres antagonistas es que no
suelen respetar la Ley de la Jungla; son seres marginales porque no se integran al orden de la
selva. Shere Khan desobedece las leyes en torno a la caza; Tabaqui, al igual que todos los
chacales, no es confiable, porque son propensos a perder la razón; los Bandar-log, conforman
un pueblo desordenado, sin ley y, lo que es peor, con pretensiones de ser mejores de lo que
son.

Para tratar “La cacería de Kaa”, el segundo cuento de la colección, nos vamos a centrar en la
figura de los Bandar-log, los monos. La aventura que vive Mowgli con los monos es producto
de imprudencia y cierta inmadurez. Para el final del cuento, Mowgli madura y comprende que
las advertencias de sus maestros no eran caprichosas. Asimismo, aprende una lección valiosa
en su proceso de aprendizaje: las consecuencias de sus actos no lo afectan solo a él, sino a
quienes lo rodean también.

En primer lugar, le espacio en el que se desarrolla este cuento es significativo porque fusiona el
mundo de los hombres con el de la selva. Los monos que secuestran a Mowgli lo llevan a una
ciudad abandonada, la Ciudad Perdida. A pesar de encontrarse en ruinas, es claro que fue una
ciudad importante. Las antiguas salas, terrazas, glorietas y murallas de la ciudad han sido
tomadas por la naturaleza, que perdurará más allá de cualquier civilización. Esto parece
coincidir con una visión popular en la época, herencia del romanticismo, en la que la
naturaleza aparece idealizada.

Por otra parte, los monos que ocupan esa ciudad se jactan de haberla construido y se sienten
orgullosos de su obra, aunque es claro que ellos no comprenden siquiera para qué sirven sus
salas. Los Bandar-log representan un pueblo anárquico y maleducado que no hace otra cosa
que apropiarse de culturas ajenas y presumir de los logros y las glorias pasadas de otros. En el
fondo, los monos solo quieren el reconocimiento de los otros animales de la selva, pero nadie
les presta atención, porque se comportan de manera incivilizada, no poseen su propio idioma
y rara vez pueden sostener la atención como para completar un proyecto.

Finalmente, el tema del colonialismo es importante en los tres cuentos. Los monos se apropian
de la cultura ajena sin respetar las leyes de la comunidad; Shere Khan también es un
“extranjero” que empieza a cazar en el territorio de los lobos de manera arbitraria, y Mowgli
es un “extranjero” que viene a integrarse a la mandada. La diferencia fundamental yace en el
modo en que estos seres extranjeros ingresan al territorio ajeno.

Con el nombre del tigre, Shere Khan, Kipling alude a un personaje histórico, un jefe afgano que
invadió una parte de la India en el siglo XVI. Shere Khan, el tigre, invade el territorio de la
manada de los lobos, intenta imponerse (como cuando habla fuera de turno en el Consejo de
los lobos) e intenta captar la lealtad de algunos lobos por medio de regalos. Mowgli también
ingresa en un mundo que no le pertenece, pero primero aprende los usos y costumbres del
lugar, prefiere el orden y la ley, y otros lo admiran y desean que los lidere: “Guíanos otra vez,
oh Cachorro de Hombre. Estamos ya hartos de vivir sin ley y queremos volver a ser el Pueblo
Libre” (p.141). La negativa de Bagheera ante ese pedido por parte de los lobos parece ser una
advertencia de lo que puede suceder si un pueblo elige dejar atrás la ley y el orden para luego
arrepentirse y desear de nuevo el liderazgo imperial. La guerra entre Shere Khan y Mowgli
puede ser una alegoría de la guerra por la ocupación colonial, en la que gana el más civilizado.

“La foca blanca”

El cuento empieza con la aclaración de que esta historia se la contó al narrador Limmershin, un
ave (reyezuelo invernal). La acción sucede, en su mayor parte, en la isla de San Pablo en
Novastoshnah, a la que acuden cientos de miles de focas todos los veranos.

Al principio, el relato se centra en Gancho de Mar, una foca grande, peluda y gris de quince
años. Su cuerpo está cubierto de cicatrices a causa de las peleas con otras focas. Si bien es un
gran luchador, también es civilizado: jamás caza una foca herida, porque eso va en contra de
las Reglas de la Playa.

Todos los años los machos llegan a la isla de San Pablo en busca de un lugar para que sus
esposas puedan parir y cuidar de sus cachorros. Para encontrar un lugar deben pelearse con
otras focas. Luego, las esposas y las focas más jóvenes llegan al lugar y se instalan. La esposas
ocupan el lugar que guardan los machos y las focas de tres o cuatro años (holluschickie), que
todavía no tienen esposas, se adentran en la isla para pasar sus días jugando en las dunas.

Una primavera, Matkah, la esposa de Gancho de Mar, llega a la isla y toma el lugar por el que
su esposo luchó ferozmente. Matkah no entiende por qué lo machos lo resuelven todo con
violencia. De hecho, ella preferiría estar en un lugar apartado, pero para Gancho de Mar eso
sería humillante, porque pensarían que tiene miedo de luchar.

Un día, en la isla de San Pablo, nace Kotick, el hijo de Gancho de Mar y Matkah. No es una foca
corriente, porque su pelo es blanco y no hay otra foca como él. Su madre le canta una canción
aún antes de que Kotick entienda del todo lo que quiere decir. La canción tiene como
propósito prevenir a las focas bebé de cometer alguna imprudencia, ya que les toma algún
tiempo aprender a nadar correctamente. Luego, deberán aprender a pescar, a evitar a la
Ballena Asesina, a percibir cuando se avecina una tormenta, entre otras cosas. Kotick es una
foca inteligente "que siempre estaba aprendiendo algo” (p.151). Tras seis meses de
aprendizaje, y de no poner una sola aleta en tierra mientras viaja por distintos mares, Kotick
siente nostalgia por las playas del norte y emprende su camino hacia ese lugar. Cada tanto se
encuentra con otras focas que le preguntan por el color de su pelaje.

Una vez en la isla, Kotick baila la Danza del Fuego y, junto a otras focas de su edad, se adentra
en la isla. Allí, Kotick ve a dos hombres: Kerick Booterin, jefe de los cazadores de focas de la
isla, y Patalamon, su hijo. Cuando ellos ven a Kotick, se sorprenden por el color de su pelo.
Booterin le recomienda a su hijo no acercarse a la foca, porque en toda su vida nunca vio una
igual, y teme que pueda tratarse de un fantasma.

Los hombres empiezan a arrear a un grupo de focas como si fueran un rebaño de ovejas para
llevarlas a un lugar llamado la Casa de Sal. Kotick los sigue y ve cómo los hombres se sientan a
esperar por treinta minutos para que las focas se enfríen tras casi una hora de arrastrarse por
tierra. Luego, aparecen diez hombres armados con garrotes de hierro y empiezan a descargar
golpes sobre las cabezas de las focas. Seguidamente, despellejan a las focas para hacer sacos
con las pieles.

Kotick, horrorizado por lo que presenció, regresa a la playa de Garganta de León Marino tan
rápido como puede. Allí se tira al mar sin poder moverse del miedo. Un león marino se acerca
a preguntarle qué le sucede, a lo que Kotick le cuenta lo que vio. El león marino le dice que eso
ha estado sucediendo hace más de treinta años. Lo único que pueden hacer las focas para
evitarlo es ir en busca de un lugar a donde los seres humanos no vayan. A Kotick le interesa
saber si conoce un lugar así. El león marino le recomienda ir a la Isleta de las Morsas para
hablar con Bruja de Mar, quien tal vez tenga más información.

Luego de una siesta, Kotick se dirige a la isleta, al nordeste de Novastoshnah, a la que solo
acuden las morsas. Allí encuentra a la Bruja de Mar dormida. Es una morsa fea, hinchada y de
colmillos largos. La despierta y, atropelladamente, le cuenta todo lo que vio y lo que busca. La
Bruja de Mar le dice que se vaya y que deje de molestar. Kotick la insulta, llamándola
“comealmejas” (p.157). Las aves que se encuentran allí empiezan a corear el mismo insulto. La
Bruja de Mar, para sacárselo de encima, le dice a Kotick que vaya a hacerle las mismas
preguntas a la Vaca Marina.

Kotick decide volver a la playa de las focas y allí descubre que a nadie le interesa su proyecto
de buscar una isla segura; los hombres siempre se han llevado algunas focas y es una cosa
normal. Incluso su padre le recomienda que deje de lado esa idea imposible y que, más bien,
se dedique a crecer para convertirse en una foca grande que ya no interese a los cazadores.

Al final del verano, Kotick deja la isla temprano para ir en busca de la Vaca Marina. Recorre
muchísimas millas en busca de ella o de una isla a la que los humanos no tengan acceso. En
medio de la búsqueda, vive una serie de aventuras en las que su vida corre peligro. Por
ejemplo, se cruza con un tiburón gigante.

Un día, un albatros le habla de la isla Kerguelen, un lugar pacífico y tranquilo. Cuando intenta ir
al lugar, casi pierde la vida debido a una tormenta. Además, se da cuenta de que no es el lugar
indicado, porque las focas ya han ido allí. Durante cinco temporadas explora todos los lugares
posibles.

Kotick se ha dado por vencido, pero, en su camino al norte para una nueva temporada de
verano, pasa por una isla donde encuentra a una foca vieja, agonizante. Ella le sugiere a Kotick
que intente una última vez encontrar un lugar seguro y le explica por qué: ella, que es la última
de la Tribu Perdida de las Masafuera, ha escuchado una leyenda sobre una foca blanca que
vendría a conducir al Pueblo de las Focas a un lugar seguro, en el que los hombres no podrían
cazarlas. Esa conversación reaviva los ánimos de Kotick.

De regreso junto a sus padres, Matkah le suplica que se case, pero Kotick le pide que espere
una temporada más. Nuevamente, Kotick emprende un viaje para explorar. Una noche, la
marea lo despierta y, cuando abre los ojos, ve unos animales que no se parecen a nada que
haya visto antes. Finalmente, descubre que son vacas marinas, las únicas más feas que la Bruja
de Mar. Intenta comunicarse con ellas, pero descubre que no pueden hablar. Decide seguirlas,
porque seguramente tienen un lugar seguro; sino estarían muertas, dado que son tan poco
inteligentes. En el camino, las vacas marinas paran muy seguido para hacer reverencias o
descansar; se mueven lento y no se separan de la costa.

Al llegar a un acantilado, las vacas marinas se sumergen considerablemente para cruzar un


túnel que las conduce a una playa de gran extensión. Es el lugar perfecto para Kotick, ya que
evidentemente ningún ser humano ha llegado hasta allí. Kotick revisa que todas las demás
condiciones sean las ideales para las focas: las olas, las rocas, la extensión, la pesca.
Convencido de que es el lugar adecuado, Kotick viaja durante seis días para volver a la isla de
San Pablo. Cuando les cuenta a las demás focas sobre el lugar que descubrió, todos, incluso su
padre, se burlan de él. Una de las focas le dice a Kotick que él no tiene ningún derecho a darles
órdenes de que se muden de lugar cuando todavía no ha luchado ni una sola vez con los otros
machos. Kotick insiste que no le interesa luchar, sino llevar a todas las focas a un lugar más
seguro. La foca insiste en pelear. Kotick acepta, pero con la condición de que, si gana, la foca
irá con él a conocer la isla.

En la pelea, Kotick demuestra que es un rival digno. Le gana a la foca que lo retó, pero también
lucha con otras mientras les reprocha su estupidez por preferir luchar en lugar de escuchar lo
que tiene para decir. Al ver el esfuerzo que hace su hijo y lo bien que pelea, Gancho de Mar se
une a la lucha y ambos vencen. Así es como Kotick consigue conducir a algunos miembros de
su pueblo al nuevo lugar.

Una semana más tarde, Kotick y miles de focas salen rumbo a la playa de las vacas marinas,
mientras otras permanecen en la playa y consideran a Kotick y sus seguidores unos idiotas. En
las siguientes temporadas se van sumando más y más focas a la nueva playa.

“Rikki-Tikki-Tavi”

Este cuento narra las hazañas de una mangosta llamada Rikki-Tikki-Tavi. Una crecida del río la
arrancó de su madriguera, y parecía muerta cuando un chico, Teddy, la encontró. El padre de
Teddy, un inglés, logró rescatarla y la mangosta se quedó a vivir con la familia.

Al principio, la madre de Teddy tiene miedo de que Rikki-Tikki les haga daño, pero el padre le
dice que, mientras la traten bien, la mangosta es un animal manso. La madre entra en
confianza y Rikki-Tikki termina durmiendo en la cama de Teddy, debajo de la barbilla del niño.

Como las mangostas son curiosas por naturaleza, durante la noche y gran parte del día, Rikki-
Tikki se pasea explorando la casa y el jardín. En una ocasión, escucha los lamentos de dos
pájaros sastre. Cuando les pregunta por qué están tan tristes, Darzee, el padre, le cuenta que
uno de sus hijos cayó desde el nido y Nag se lo comió. Rikki-Tikki pregunta quién es Nag y,
antes de escuchar una respuesta, una cobra negra se levanta imponente de entre el pasto y
dice que es ella. Rikki-Tikki le reprocha que se haya comido a un pajarito que cayó de su nido.
Nag le contesta que no debería tener nada de malo comer pajaritos, si las mangostas comen
huevos.

Al mismo tiempo que Nag distrae a la mangosta con esta discusión, Darzee alerta a Rikki-Tikki
sobre un peligro a sus espaldas. Es Nagaina, la esposa de Nag, que se lanza hacia Rikki-Tikki,
pero este logra esquivarla. Rikki-Tikki se enoja tanto que sus ojos se tornan rojos. Nag y
Nagaina desaparecen en el jardín.

Más tarde, Rikki-Tikki piensa en que la función de las mangostas es matar serpientes. Mientras
piensa en ello, ve que cerca de Teddy algo marrón se mueve en el piso y escucha una voz que
dice: “¡Cuidado! ¡Soy la muerte!” (p.176) . Rikki-Tikki identifica de dónde vienen la voz y ataca
y mata a Karait, una serpiente venenosa de color marrón. Decide no comerse la serpiente que
ha cazado para no sentirse pesada y lenta, por si tiene que enfrentar a Nag y Nagaina. Los
padres de Teddy salen, ven a la serpiente venenosa muerta y le agradecen a Rikki-Tikki por
salvar a su hijo. La mangosta no entiende por qué recibe tantas atenciones si ella solo actúa
como debe actuar una mangosta: es natural para ella matar serpientes y, además, se divierte.

A la noche, Rikki-Tikki todavía piensa en Naga y Nagaina; se ha quedado preocupado. Cuando


sale a pasear a la noche, se encuentra con Chuchundra, una rata almizclera muy cobarde. Ella
le ruega a Rikki-Tikki que no la mate, lo que le parece ridículo a la mangosta, porque ella solo
se dedica a matar serpientes. La rata revela que hay algo que Nag y Nagaina están tramando,
pero tiene mucho miedo como para decírselo. Entonces Rikki-Tikki aguza sus oídos y alcanza a
escuchar el sonido de las escamas de una serpiente contra el piso. Va al lugar del que proviene
el sonido y allí escucha una conversación entre Nag y Nagaina. Para sacarse de encima el
problema que supone la presencia de Rikki-Tikki, las cobras han decidido deshacerse de la
familia de humanos y así hacer que la mangosta abandone la casa y el jardín. Ahora que están
por ser padres, necesitan el espacio para las nuevas cobras que están a punto de nacer. El plan
de matar a las personas de la casa es idea de Nagaina, pero Nag acepta.

Nag se esconde en el baño para esperar a la mañana y atacar al hombre de la casa. Rikki-Tikki
permanece absolutamente inmóvil y en silencio durante una hora para asegurarse de que
Nagaina no esté cerca. Tras ese tiempo, Rikki-Tikki se acerca a la cobra con absoluto sigilo y
analiza el mejor modo de atacar a Nag para no correr ningún riesgo. Debe ir directo a la cabeza
de la cobra.

Rikki-Tikki se lanza a la cabeza, pero la cobra reacciona moviéndose de un lado a otro y


pegándose contra el piso. De pronto aparece el hombre de la casa con una escopeta y dispara
contra Nag. Rikki-Tikki no sabe si está viva o no; se encuentra mareada porque el tiro de
escopeta la desorientó. Nuevamente, la mangosta ha salvado a la familia.

A la mañana siguiente, Rikki-Tikki se siente adolorido, pero quiere acabar con Nagaina de una
vez por todas. Encuentra a Darzee en el jardín, pero se enoja con él porque el pájaro no para
de cantar una canción para celebrar la hazaña de Rikki-Tikki de dar muerte a Nag.

Rikki-Tikki descubre que Nagaina está cerca de la basura, en el establo, porque allí han tirado
lo que quedó de Nag. Rikki-Tikki necesita que uno de los pájaros pretenda estar herido para
distraer a Nagaina y así poder acercarse al lecho de hojas de los melones, donde se encuentran
los veinticinco huevos de cobra por nacer. A Darzee le parece mal entregar los huevos de cobra
porque los pájaros también nacen de huevos, pero a la mujer de Darzee le parece que vale la
pena destruirlos, ya que pronto saldrán de allí y serán una amenaza. Por eso, ella es la que
pretende estar herida para distraer a Nagaina.

Rikki-Tikki llega al lugar de los huevos y destruye todos menos uno, porque, cuando está por
acabar con él, escucha ruidos que provienen del interior de la casa. Entra al comedor y ve a los
tres miembros de la familia absolutamente inmóviles. Nagaina está en una de las sillas, lo
suficientemente cerca de Teddy como para alcanzar a atacarlo. El padre de Teddy le pide a su
hijo que se no se mueva. Rikki-Tikki intenta llamar la atención de la cobra, pero esta dice que
primero va a ocuparse de eliminar a la familia y luego de la mangosta. Rikki-Tikki menciona los
huevos y le dice que no queda ninguno salvo el que tiene ahí frente a él. Eso consigue la
atención de Nagaina, que mira hacia donde se encuentra Rikki-Tikki. En ese preciso momento,
el padre de Teddy toma al hijo y lo aleja de la cobra por encima de la mesa.

Nagaina se acerca a la mangosta e intenta atacarla, pero ella logra evadirla. En un momento de
descuido, Nagaina consigue tomar el huevo con su boca y llevárselo hacia el jardín. Rikki-Tikki
la persigue hasta la entrada de su guarida. Nagaina lleva ventaja, pero la esposa de Darzee sale
de su nido, bate las alas cerca de ella y la retrasa lo suficiente para que Rikki-Tikki la tome de la
cola. Nagaina arrastra a Rikki-Tikki dentro de su guarida. Darzee empieza a cantar una canción,
lamentándose por la muerte de la mangosta. No obstante, luego de unos instantes, Rikki-Tikki
sale de la guarida y anuncia que Nagaina está muerta.

El calderero, el pájaro encargado de comunicar a todos las noticias más importantes, anuncia
la muerte de las cobras. Rikki-Tikki duerme para recuperarse de un día tan agotador. Luego,
regresa a la casa, donde Teddy y sus padres se alegran, le dan de comer de todo y se sienten
sumamente agradecidos con la mangosta. Rikki-Tikki se dedica el resto de su vida a cuidar de la
familia vigilando el jardín.

Análisis

Estos dos cuentos no están relacionados con Mowgli, y tampoco suceden en la selva de Seoni.
El primero de los cuentos sucede en el mar; los personajes de la historia recorren incontables
millas desde el estrecho de Magallanes hasta el mar de Bering. El otro cuento sucede en la
casa y el jardín de una familia inglesa en la India.
Los dos cuentos comparten la temática, ya que ambos se centran en la heroicidad de sus
protagonistas, aunque trataremos cada uno por separado. Si bien ambos protagonistas llevan
adelante actos heroicos, Kotick es quien mejor encarna el arquetipo del héroe que hemos
descrito en la sección Temas.

“La foca blanca” es la historia de Kotick, una foca que nace con una característica física que la
distingue de todos los demás, y que luego probará destacarse del grupo en otros sentidos
también. Desde un inicio, el cuento explora el tema de la heroicidad al mostrar que las grandes
hazañas de los héroes perviven a través del relato. A diferencia de los tres primeros cuentos,
este empieza con un narrador en primera persona que será quien transmita la historia de la
foca blanca que, a su vez, le fue contada a él por un reyezuelo invernal. A partir de ese marco,
el narrador va a transmitir a los lectores la historia de Kotick en tercera persona. En efecto,
veremos que las acciones heroicas de Kotick, así como las de Rikki-Tikki-Tavi, van a ser material
de epopeya, y sus hazañas serán objeto de relatos.

En “La foca blanca”, Kipling no abandona del todo el tema de la ley y el orden. De hecho, en
lugar de hablar de la Ley de la Jungla, la primera parte del cuento hace referencia a las Reglas
de la Playa. Al igual que los animales de la selva, las focas son un pueblo regido por usos y
costumbres que se perpetúan de generación en generación. La novedad que introduce Kipling
en este cuento, en comparación de los tres primeros, es el cuestionamiento, precisamente, de
esos usos y costumbres cuando ya no conducen al bienestar de la comunidad.

Una de las características de los héroes es el balance que deben sostener entre la tradición y la
ruptura. En un sentido, Kotick es un transgresor, y su hazaña heroica, que consiste en salvar a
su pueblo de los cazadores de focas, implica romper con una tradición que lo precede por
muchas generaciones: pasar el verano en las playas de San Pablo en Novastoshnah.
Efectivamente, para conseguir romper con esa costumbre que está tan instalada en su pueblo,
Kotick vivirá un período de ostracismo y, más adelante, incluso de oposición al resto de los
miembros de su tribu. Incluso sus padres le insisten en que desista y le piden que siga la
tradición como le ha venido dada. Kotick necesariamente debe transgredir para mejorar las
condiciones de su pueblo.

La transgresión en función de una mejora nos lleva a otra característica del héroe: su proyecto
civilizador. Los héroes deben eliminar la amenaza de los monstruos y combatir la barbarie. El
proyecto que emprende Kotick es precisamente eliminar la amenaza de los hombres y su
práctica salvaje de matar a garrotes a cientos de focas.

Ahora bien, el héroe debe sostener un balance entre la ruptura que introduce en su pueblo y
el respeto y la prolongación de la tradición. Kotick solo desea romper con la costumbre de las
focas de asistir al mismo lugar todos los años y aceptar sin más la matanza de una porción de
su población. En un momento, frustrado con la actitud de las otras focas, Kotick cuestiona
también la lucha irreflexiva. Una de las focas cuestiona el liderazgo de Kotick de la siguiente
manera: “Todo está muy bien, Kotick. Pero no puedes venir aquí de no sabemos dónde y, sin
más, ordenarnos que nos vayamos. Recuerda que hemos luchado por conquistar nuestros
lugares” (p.165). Kotick contesta: “Lo único que quiero es mostrarles a todas un lugar en el que
estarán a salvo. ¿De qué sirve luchar?” (p.165). Esa respuesta no satisface a las demás focas,
por lo que Kotick tendrá que luchar para mostrar su valor entre ellos. Es decir, deberá seguir
los códigos de esa sociedad si es que desea que confíen en él. Asimismo, cuando Kotick
consigue su cometido y lleva a las focas a la playa segura que ha pasado años buscando, se
acopla perfectamente a lo que se esperaba de él, porque la transgresión ya no es necesaria.

Otra característica del héroe que encaja en la historia de Kotick es la del destino. Ya hemos
mencionado que el héroe de este cuento nace con una característica física que lo distingue de
las demás focas. Su pelaje blanco no es solo un detalle, sino que dentro del arquetipo de héroe
constituye una marca: es una señal de su destino. En sus viajes por los océanos, cuando Kotick
ya se ha dado por vencido porque no encuentra a nadie que lo pueda ayudar a encontrar una
playa segura, se encuentra con una foca agonizante que es la última de la Tribu Perdida de las
Masafuera. Luego de que Kotick le cuenta que va a abandonar su proyecto, la foca le dice lo
siguiente: “en los lejanos tiempos en que los hombres nos mataban a cientos de miles corría
por las playas una historia según la cual algún día una foca blanca vendría del norte y
conduciría el Pueblo de las Focas a un lugar tranquilo” (p.161). Ese momento de
reconocimiento de su propio destino es lo que lo impulsa a no abandonar su proyecto, y el
pelaje es clave para esa toma de conciencia.

Asimismo, su pelaje blanco como marca del destino lo acerca a la semidivinidad de los héroes.
Las personas, propensas a las supersticiones, llegan a pensar que Kotick es un fantasma y que
su pelaje es algo sobrenatural. Además, Kotick viene de un linaje digno: su padre, Gancho de
Mar, es una de las focas más temidas y nunca tuvo que dejar su roca para otro. La primera vez
que Kotick lucha, es capaz de vencer a todos los demás, porque los años de viajes para buscar
la isla segura lo han dejado “en plena forma” (p.166). Por último, Kotick reúne una serie de
virtudes, pero la más aparente es su esfuerzo y perseverancia. En una conversación con su
madre, Kotick le dice lo siguiente: “Recuerda, madre, que es siempre la séptima ola la que llega
más lejos playa adentro” (p.161). Pronuncia estas palabras como si fueran un refrán para
mostrarle a su madre que su proyecto no ha terminado, sino que todos los aparentes fracasos
hasta el momento solo lo acercan más a su meta. La metáfora de la séptima ola como el último
intento que ha de ser el que alcanza la meta muestra su perseverancia. En definitiva, Kotick
reúne todas las características de un héroe arquetípico.

En el cuento “Rikki-Tikki-Tavi” también tenemos muestras de heroísmo, aunque la mangosta


no es un héroe arquetípico al modo que lo es la foca blanca. Otra línea interesante para
analizar en esta historia en particular es el espacio y los personajes que intervienen, diferentes
de los cuentos anteriores.

No hay duda de que las acciones que lleva adelante Rikki-Tikki son heroicas. En más de una
ocasión salva a la familia que lo acogió de la amenaza de las serpientes, y sus proezas son tan
dignas de admiración que Darzee compone canciones para relatar los hechos. Si bien este
cuento es narrado en tercera persona y no hay un marco para la historia, como en “La foca
blanca”, el personaje de Darzee apunta al material legendario que hay en las acciones de Rikki-
Tikki. La primera canción que Darzee compone es para celebrar que Rikki-Tikki ha vencido a la
cobra Nag. La segunda canción es una elegía prematura que Darzee empieza a componer
cuando cree que Rikki-Tikki no tiene ninguna posibilidad de salir viva de la guarida de Nagaina.
Finalmente, el capítulo cierra con una canción en honor de Rikki-Tikki, compuesta por Darzee.

Vencer sobre Nag y Nagain requiere una serie de virtudes por parte de Rikki-Tikki que
coinciden con las de un héroe. Primero, la mangosta muestra destreza, fuerza y coraje en sus
enfrentamientos con las cobras. No obstante, Rikki-Tikki también muestra virtudes de otro tipo
de héroes: la prudencia y el ingenio, como cuando le pide a la esposa de Darzee que distraiga a
Nagaina, o utiliza el último huevo de cobra para distraerla y salvar a Teddy.

Ahora, hay otro aspecto de esta historia en el que vale la pena detenerse, y es que, a
diferencia de los cuentos anteriores, este se centra en el ámbito privado y familiar. Esto le
permite a Kipling explorar nuevos aspectos de los temas que ha venido desarrollando. En
primer lugar, los seres humanos que aparecen en el cuento son retratados en una luz
favorecedora. En los cuentos de Mowgli o en el de Kotick, la gran mayoría de los seres
humanos son supersticiosos, ingenuos, ambiciosos, ignorantes y crueles. Por contraste, la
familia que adopta a Rikki-Tikki es más bien buena, grata y educada. El narrador del cuento
aclara que se trata de una familia inglesa que se mudó allí hace poco. Esta familia no se parece
en nada a los pobladores de la aldea a la que vuelve Mowgli, ni tampoco a los rusos que cazan
a las focas en “La foca blanca”. La idealización del pueblo inglés y las representaciones más
bien negativas de otros pueblos es una de las críticas más recurrentes hacia Kipling, al igual
que la representación de algunos animales con características raciales o culturales, como en el
caso del pueblo de los monos.
En lo que respecta al ámbito del cuento, en este caso Kipling explora las relaciones
intrafamiliares en más de una ocasión. Vemos que en la familia de humanos la madre es quizá
más temerosa y prudente, mientras que el padre aparece confiado y conocedor del espacio
ajeno al que se ha mudado. El niño, por su parte, es sensible y cariñoso. Sin embargo, este no
es el único matrimonio representado en la historia. Nag, Nagaina y sus veinticuatro huevos
también son una familia, al igual que Darzee, su esposa y sus polluelos. En ambos matrimonios,
las mujeres parecen llevar la voz cantante y son quienes toman las decisiones y actúan de
manera certera. Nagaina es quien le convence a Nag de que matar a la familia de humanos es
la mejor alternativa, y que debe hacerlo por sus hijos. La esposa de Darzee le da una mano a
Rikki-Tikki cuando su marido está demasiado ocupado pensando en dilemas éticos, como si es
o no aceptable entregar los huevos de Nagaina, si sus propios hijos también nacen de huevos.
Al parecer, en estas dinámicas familiares son las mujeres las que llevan adelante las decisiones
más importantes de sus casas.

A pesar de que, en parte, Kipling retrata las relaciones conyugales, el cuento no deja de ser un
cuento para niños. No obstante, “Rikki-Tikki-Tavi” no cae en un relato simplista. Si bien la
mangosta es el héroe y las cobras son los antagonistas indisputables, el cuento complejiza
ambos roles cuando Nag le hace una pregunta válida a Rikki-Tikki cuando este le reprocha
haberse comido a uno de los polluelos de Darzee: “Hablemos del asunto —dijo—. Si tu comes
huevos, ¿por qué no puedo yo comer pájaros?” (p.175). Asimismo, la misma heroicidad de
Rikki-Tikki es cuestionada cuando la madre de Teddy le agradece efusivamente haber salvado a
su hijo, y la mangosta no entiende bien por qué reaccionan de ese modo: “Rikki-Tikki encontró
divertida tanta alharaca que, por supuesto, no acertaba a comprender. Para ella habría sido lo
mismo que la madre de Teddy hubiese acariciado a su hijo por encontrarlo jugando en el
polvo. Rikki se estaba divirtiendo de lo lindo” (p.177). En otra ocasión, también hay una
reflexión sobre lo que verdaderamente mueve a Rikki-Tikki a actuar: “sabía que el único fin
que una mangosta crecida tenía en su vida consistía en cazar serpientes para comérselas”
(p.174). En definitiva, héroe y antagonistas actúan movidos por su propia naturaleza.

“Toomai de los elefantes”

Kala Nag es un viejo elefante que sirve al gobierno indio desde hace cuarenta y siete años. Su
nombre significa "serpiente negra". Tiene muchísima experiencia y ha participado en muchas
campañas militares. Desde chico, gracias a su madre, aprendió que los elefantes que tienen
miedo son los más peligrosos para sí mismos y terminan lastimándose. Por eso, Kala Nag no le
tiene miedo a nada.

Los elefantes son tan importantes para el gobierno en la India que existe un departamento
dedicado a cazar, capturar y entrenar elefantes salvajes para que puedan estar al servicio de
los hombres. Cuando Kala Nag fue relevado del servicio militar, lo destinaron a participar de las
campañas para atrapar y luego entrenar elefantes salvajes. Su conductor es Toomai Grande,
quien se siente sumamente orgulloso de su elefante, y además se jacta de ser al único al que
Kala Nag teme. Toomai Pequeño, de solo diez años, discute lo que dice su padre, porque
considera que Kala Nag también le teme a él. Lo cierto es que, tarde o temprano, Toomai
Pequeño será el conductor de Kala Nag, y el elefante lo sabe y siente cariño por el chico.
Toomai Pequeño sueña con el día en que va a poder montar el cuello de Kala Nag y llevar el
ankus, una herramienta para entrenar elefantes.

A Toomai Grande no le gusta trabajar capturando elefantes salvajes y la vida de campamento.


Prefiere la vida del servicio militar, con todo ordenado y donde todos los elefantes están
entrenados. Toomai Pequeño, en cambio, prefiere la vida en la selva, y no le gustan los
caminos anchos preparados para andar. Prefiere adentrarse a los lugares a los que solo los
elefantes pueden subir.

Lo que más le gusta a Toomai Pequeño es ver desde la empalizada los elefantes entrenados y
los salvajes, que se enzarzan en combate para que así los hombres puedan atar las patas de los
elefantes salvajes. Una noche, Toomai Pequeño no se limita solo a ver lo que sucede, sino que
baja para alcanzarle a uno de los hombres el extremo de una soga que se había caído mientras
este intentaba atar las patas de un elefante joven. Cuando Kala Nag ve al pequeño en esta
situación, lo levanta con su trompa para depositarlo cerca de Toomai Grande, quien le da un
par de bofetones a su hijo. Le dice, además, que no debe meterse en esos asuntos.
Seguramente, los cazadores de elefante han corrido con el cuento del niño y la soga a Peterson
Sahib, jefe de las operaciones de la captura de elefantes para el gobierno indio. Toomai no
sabe demasiado acerca de las personas blancas, pero considera que Peterson Sahib es “el
mayor hombre blanco del mundo” (p.197). No le gusta la idea de que hayan ido a él con el
cuento. Toomai Grande le dice que se siente aliviado de que la campaña de caza esté por
terminar. Podrán volver a mejores caminos y a una vida más tranquila. Toomai Pequeño se
aleja de su padre y va a ver a Kala Nag para sacarle las espinas que tiene clavadas en las patas.
Mientras hace eso piensa en las consecuencias que puede tener que Peterson Sahib sepa su
nombre.

Los hombres que participan de la empresa de cazar elefantes se preparan para partir hacia las
llanuras, donde los elefantes capturados recibirán el entrenamiento debido. Deben dejar todo
listo para el regreso. En uno de esos días, Petersen Sahib se presenta en el campamento
montado en Pudmini, un elefante hembra muy inteligente. Lo primero que hace es pagarles a
los hombres por su trabajo. Mientras esperan en la fila para recibir su pago, algunos de ellos
hablan sobre el potencial de Toomai Pequeño, que se atrevió a entrar a la keddah, la
empalizada donde se encontraban los elefantes salvajes capturados. Peterson Sahib se
interesa por el chico, y uno de los cazadores lo señala. Peterson le pregunta su nombre, pero
Toomai permanece en silencio. Toomai Grande le hace una señal a Kala Nag, que levanta al
niño con su trompa para que quede cara a cara con Peterson. Al jefe le parece simpático el
truco y bromea con el chico, que responde de una manera que avergüenza a Toomai Grande.
Peterson Sahib le da unas monedas al niño y dice que puede que en algún momento llegue a
ser un gran cazador. Esa idea le desagrada a Toomai Grande.

Antes de irse, Peterson le recuerda a Toomai Pequeño que las keddahs no son un lugar
adecuado para los niños, y que solo le dará permiso para estar allí cuando el niño le diga a
Peterson que ha visto a los elefantes danzar. Los hombres se ríen, porque esa es solo otra
manera de decir “nunca”: nadie ha visto tal cosa.

Los hombres emprenden el camino hacia la llanura. Cada tanto el viaje se vuelve difícil, porque
los elefantes recién capturados se inquietan. Uno de los hombres conjetura que el mal
comportamiento de los nuevos elefantes que él arrea puede deberse a que olfatean a sus
compañeros en la jungla, o porque están poseídos. A Toomai Grande todo esto le parece una
tontería; cree que el hombre que no puede arrear a los elefantes salvajes un incompetente.
Pero el hombre piensa que Toomai Grande no comprende la selva porque viene de la llanura, y
le dice a Toomai Pequeño que no sea tan cabeza dura como su padre, que los elefantes van a
danzar esa noche y que deberían atar a Kala Nag con doble cadena.

Toomai Pequeño le da de cenar a Kala Nag y celebra lo contento que se siente de haber
interactuado con Peterson Sahib tocando un pequeño tambor. Luego se queda dormido a los
pies de Kala Nag. Pasa poco tiempo antes de que los elefantes se acuesten también para
dormir. Solo queda en pie Kala Nag, que se mece y tiene las orejas levantas. Toomai se
despierta y la ve en ese estado. A lo lejos se escucha el berrido de un elefante salvaje. De
repente, todos los elefantes se ponen en fila y empiezan a gruñir. Los conductores se
despiertan, disciplinan a los elefantes y los atan con mayor fuerza. Toomai Grande hace lo
mismo: ata las patas de Kala Nag de tal forma que no pueda moverse. En lugar de reaccionar,
Kala Nag sigue concentrada en un lugar a lo lejos, en la dirección de donde provino el sonido
que despertó a todos al principio.

Toomai Pequeño debía cuidar de Kala Nag, pero cuando oye las amarras partirse, el elefante ya
está en movimiento y el niño lo sigue, pidiéndole que lo lleve con él. Kala Nag lo toma con su
trompa y lo deposita en su cuello. Desde allí, Toomai Pequeño admira la selva y siente que “la
jungla despertaba a sus pies, que despertaba y cobraba vida” (p.206). Kala Nag se abre paso
por la selva, vadea un río, pasa por un camino que parece que otros elefantes han abierto.
Llega a la cima de una colina donde hay un espacio irregular con toda la superficie pisoteada.
Otros elefantes empiezan a llegar al lugar; hacen mucho ruido cuando llegan, pero luego
permanecen en silencio. Uno de los elefantes que llega es Pudmini, el elefante hembra de
Peterson.

Hay veintenas de elefantes alrededor de Kala Nag. Sueltan berridos y pisotean la tierra al
punto que el rocío cae de los árboles. Durante casi dos horas los elefantes hacen esto, y
Toomai Pequeño permanece en el cuello de Kala Nag.

En la madrugada, el claro al que llegaron en la noche se ha agrandado. Toomai le dice a Kala


Nag que siga a Pudmini al campamento. Están muy cansados. Cuando llegan al campamento,
ve a Peterson Sahib desayunando. Se acercan hasta él y Kala Nag se arrodilla, porque tiene las
patas cansadas de tanto bailar. Mientras lo hace, Toomai le dice a Peterson que presenció la
Danza de los elefantes y, al instante, se desmaya.

Los hombres del campamento y Peterson Sahib rodean a Toomai Pequeño cuando se
despierta. Toomai Pequeño les dice lo que vio la noche anterior, y les indica el lugar en el que
sucedió. Luego se queda dormido nuevamente. Peterson Sahib y Machua Appua, el jefe de los
conductores de la montaña, van a explorar el lugar que el niño indicó. No caben dudas de que
allí han estado al menos sesenta elefantes y han compactado el piso de la pista de baile.
Regresan al campamento.

Una vez allí, Peterson ordena que maten corderos y gallinas y aumenten las porciones para
festejar algo tan prodigioso como que un niño haya podido presenciar la Danza de los
elefantes. Machua Appua anuncia a todos lo sucedido con Toomai Pequeño y declara que el
niño será el mejor rastreador de elefantes salvajes, y que ningún elefante le hará daño, porque
lo reconocerá como el único que ha presenciado su danza. Luego, Machua Appua lanza un
grito de guerra que los elefantes responden levantando sus trompas para el saludo que le
estaba reservado únicamente al virrey de India, esta vez en honor a Toomai Pequeño.

“Los sirvientes de su majestad”

La acción sucede en un campamento donde están reunidos treinta mil hombres y los miles de
animales a su servicio. El lugar es Rawalpindi, ubicada en la actual capital de Pakistán. Allí está
por tener lugar una reunión oficial entre el virrey de la India y el emir de Afganistán, quien en
el cuento es descrito como “rey salvaje de un país muy salvaje” (p.217). El emir ha traído
ochocientos hombres, camellos y caballos que no estaban acostumbrados a un campamento
como el del virrey, que es tan avanzado que incluso tiene una locomotora. Por este motivo,
todas las noches los caballos o los camellos se descontrolan y corren por el campamento
causando destrozos.

El cuento está narrado por uno de los oficiales ingleses al servicio del rey que relata que, una
noche, un hombre se acerca a su tienda para advertirle que los camellos están causando
destrozos en el campamento y se aproximan. El narrador se viste y sale de su tienda con su
perro foxterrier, llamado Vixen. Apenas logra salir de la tienda, un camello se enreda en la tela
de esta. Desde afuera, la escena es ridícula, porque el camello atrapado en la tela de la tienda
parece “un fantasma enloquecido” (p.218).

Para pasar la noche, el narrador encuentra un lugar cerca de las líneas de artillería, donde se
guardan los cañones durante la noche. Dado que ha aprendido de los nativos un poco del
lenguaje de las bestias, escucha la conversación entre un mulo y un camello. El mulo le
pregunta al camello si él y los demás camellos son los culpables de tanto barullo.
Efectivamente han sido ellos, así que el mulo le propina uno coces en las costillas al camello.
Un caballo se acerca a ellos quejándose de que ya van tres noches que no lo dejan dormir. El
mulo se presenta y le dice que es el encargado de transportar la culata de un cañón. El caballo
le contesta que él es parte de la compañía de lanceros y que su jinete es Dick Cunliffe. El mulo
comenta lo inservibles que son los camellos, a lo que el camello, que había permanecido en
silencio hasta entonces, ofrece una explicación: una pesadilla los asustó y por eso salieron
despavoridos por todo el campamento: “Soy solamente un camello de carga del treinta y
nueve de la infantería nativa y no soy tan bravo como ustedes” (p.220). El mulo repara en lo
extraño que es que hasta los bueyes de la artillería se hayan despertado.

Otro mulo de artillería camina por el campamento buscando a Billy. El mulo viejo que se
encontraba con el caballo y el camello les dice que él es Billy, y que quien lo busca es un nuevo
recluta. Llama al mulo joven para que deje de gritar. El mulo joven está agitado y teme que los
camellos los maten. A Billy le enoja la debilidad del recluta y le dice que le debería dar
vergüenza expresar ese miedo frente a un caballo. Los dos bueyes se presentan ante los otros
animales. Parecen no percibir o no molestarse por los comentarios condescendientes del mulo
viejo.

Billy y el caballo empiezan a hablar sobre lo que implica estar atento a la brida. Obedecer al
jinete es la única manera de evitar una situación peligrosa. Los caballos están en medio del
campo de batalla y deben estar atentos a las indicaciones de su jinete cuando hay cuchillos a la
vista. En cambio, el mulo dice que a ellos les enseñan a retirarse cuando ven algo así, porque
deben llegar al punto más alto de la montaña trepando con el peso de los cañones, y luego
posicionarse de tal manera que su silueta no sea reconocible contra el cielo.

El camello interviene para decir que él también ha luchado un poco, aunque nunca escaló
como el mulo ni cargó contra el enemigo como el caballo. Los animales quieren saber en qué
consiste el servicio que brindan los camellos. Su función es sentarse formando un cuadrado
entre todos los camellos y esperar a que los hombres los cubran con forraje y fardos y luego
disparen por encima de ellos. Los camellos son parte de una especie de muralla que protege a
los hombres para que puedan disparar contra el enemigo. El camello asegura que nunca siente
miedo y permanece quieto mientras esto sucede. A Billy le sorprende que pueda mantener la
calma en esas circunstancias y, sin embargo, sea capaz de despertar a todo el campamento por
una pesadilla.

De pronto, uno de los bueyes se une a la conversación para decir que hay una sola manera de
luchar: apoyar veinte yuntas para empujar el cañón grande cuando el elefante Dos Colas
brama para dar la señal de guerra. Para ellos no es necesario escalar ni correr, solamente
moverse y luego pastar hasta que los vuelva a llamar el bramido de Dos Colas. A veces alguno
de los bueyes muere, pero ese es el destino. Al caballo le parece absurdo que los bueyes
tengan tiempo de pastar en medio de la batalla. Ante eso, Billy contesta que a ellos pastar les
parece más natural que sentarse a esperar o trepar una montaña o dejar que un jinete los
monte y cargar a gente armada.

El caballo entiende lo que quiere decir Billy: “No todo el mundo está hecho de la misma
manera” (p.227). No obstante, al parecer al caballo no le gustó demasiado que Billy lo hiciera
quedar como un tonto explicándole algo tan evidente, y por eso menciona al padre de Billy. El
mulo se enoja porque no le gusta que le recuerden que su padre es un burro. Billy entonces
utiliza el insulto “Brumby” (p.227), que significa caballo salvaje y sin ninguna educación, para
referirse al caballo de Duncliffe. La discusión se torna cada vez más acalorada hasta que Dos
Colas interviene. Está atado, pero ha escuchado toda la conversación. Ni Billy ni el caballo
tienen simpatía por Dos Colas. Asimismo, los bueyes piensan que los elefantes son cobardes,
porque se asustan de los disparos de cañón.

Dos Colas intenta explicarles a los animales lo que le pasa. El problema de los elefantes es que
son más inteligentes que otros animales, entonces son capaces de ver lo que está por venir,
pero no son tan inteligentes como los hombres, y no huyen a pesar del peligro. Sabe que para
él no es tan fácil escapar de un tiro por su tamaño y, además, si llegan a herirlo, los hombres
no saben curar sus heridas. No le gusta la sangre, al igual que al resto de los animales. Para
demostrar que los otros animales no son más valientes que él, empieza a bramar. Los mulos y
el caballo se inquietan con ese sonido. De repente, aparece Vixen y empieza a ladrar al
elefante, que está visiblemente nervioso y quiere que el foxterrier se aleje de él.

Los bueyes deciden irse a descansar, porque el día siguiente van a pasar revista a todos los
servidores del virrey. Antes de irse se jactan de ser los únicos que no se han asustado. Justo en
ese momento caen en cuenta de que, si hay un perro entre ellos, un hombre blanco debe estar
muy cerca. Vixen revela el lugar en el que se encuentra el narrador. Los bueyes temen a los
hombres blancos porque comen carne, mientras que los nativos no lo hacen.

Billy y el mulo joven se retiran también. El caballo, en cambio, disfruta de unas galletas que el
narrador le ofrece. El caballo se despide de Vixen porque debe prepararse para la revista del
día siguiente. El narrador pretende no entender el idioma de las bestias para que no abusen de
ello.

En la tarde del día siguiente se celebra la revista de los treinta mil hombres y sus bestias ante
el emir y el virrey. El narrador y Vixen también asisten al evento. El espectáculo de los hombres
y los animales es impactante y el peligro de un enfrentamiento parece inminente. Luego de la
revista, los regimientos vuelven a sus tiendas. El narrador escucha a un jefe que vino con el
emir de Afganistán decir que desearía que las cosas funcionaran así de bien en su reino: cada
persona o animal obedece a la persona que ocupa un rango superior y así sucesivamente hasta
llegar a la emperatriz. En Afganistán, dice el jefe, nadie obedece; todos hacen lo que desean. El
oficial que está conversando con el jefe afgano le explica que por ese mismo motivo el emir
tuvo que visitar al virrey: para recibir órdenes, ya que él carece de autoridad.

Análisis

Ambos cuentos tienen en común que los personajes humanos acceden a una parte del mundo
animal que, por lo general, les suele estar vedado a las personas. En “Toomai de los elefantes”
el protagonista tiene el privilegio de presenciar la Danza de los elefantes, que ningún otro ser
humano vio. De hecho, el baile de los elefantes es tan misterioso que algunos no creen que sea
más que un rumor o una superstición. En “Los sirvientes de su majestad”, el narrador
presencia la conversación entre los animales de servicio y es capaz de comprender lo que dicen
porque aprendió el lenguaje de las bestias de uno de los nativos.

Toomai tiene en común con los protagonistas de otros cuentos de la colección que posee una
característica que lo distingue y lo hace excepcional. Cuando el chico se atreve a entrar en la
keddah para alcanzarle el cabo de una soga a uno de los hombres, demuestra que es valiente y
que tiene una conexión especial con los elefantes. Kala Nag, el elefante del que Toomai será
conductor en unos años, se asegura de que nada le suceda cuando lo toma con su trompa y lo
deposita en un lugar seguro. La relación entre Kala Nag y Toomai es especial. El niño interpreta
que el elefante le tiene miedo, pero en realidad lo que siente es cariño y confianza. Kipling
retoma acá un símbolo de la relación de cuidado entre los hombres y los animales que ya
aparece en el ciclo de Mowgli: Toomai limpia las espinas que se han incrustado en las patas de
Kala Nag. Lo mismo hace Mowgli con sus hermanos lobos.

A pesar de que el arco de la historia ubica a Toomai como el protagonista porque es él quien
vive la aventura en el cuento, Kala Nag también tiene un papel protagónico. Esto es así, sobre
todo, si hacemos una lectura alegórica del cuento. “Toomai de los elefantes” muestra una
empresa colonizadora. Peterson Sahib coordina un proyecto que busca subyugar a los
elefantes nativos, y para ello se vale de otros que ya han sido integrados al servicio del
colonizador. Kala Nag sin duda tiene la fuerza suficiente para liberarse de las cadenas que lo
atan, como lo hace la noche de la Danza. Sin embargo, elige hacerlo para asistir al ritual, pero
regresa al campamento y acepta la vida de servicio. Hace cuarenta y siete años que pone el
cuerpo para la empresa colonizadora. Este elefante representa a la población local que está
dispuesta a colaborar con el colonizador.

Peterson Sahib, el único hombre blanco en el cuento, aparece ante la mirada de Toomai como
“el mayor hombre blanco del mundo” (p.197). Toomai también piensa que Peterson es “el que
sabía de elefantes más que cualquier otro hombre del mundo” (p.197). Si bien la historia está
narrada en tercera persona, en algunas ocasiones, como en esta, se enfoca lo narrado desde la
perspectiva de Toomai Pequeño. Acá vemos la figura del oficial del gobierno de India desde la
perspectiva del chico. Esto es claro en el uso reiterado de la hipérbole o exageración al insistir
en que el hombre es el mejor de mundo. La ironía situacional que observamos en el cuento es
que, si bien no es probable que la imagen que Toomai tiene de Peterson haya cambiado, hacia
el final del cuento no hay nadie allí que conozca mejor a los elefantes que el niño, que ha
tenido el privilegio de presenciar una costumbre “secreta” de los elefantes.

En efecto, como lectores vemos a lo largo del cuento una visión menos idealizada de Peterson.
El trabajo con los elefantes lo hacen en su totalidad los hombres nativos. Peterson
efectivamente conduce un elefante hembra llamado Pudmini, pero ella no incluye a Peterson
cuando asiste a la Danza. Además, su participación se reduce en el cuento a pagarles el sueldo
a quienes hacen el trabajo duro. Cuando deciden explorar el lugar que Toomai indica como
salón de baile de los elefantes, Peterson se lleva a un mejor experto que él: Machua Appa, jede
de los conductores de montaña.

Como en todos los cuentos de la colección, la jerarquía en este cuento es estanca y no se pone
en duda. Cuando Peterson y Machua Appa descubren que lo que el chico contó es cierto,
Peterson ordena que se haga un festín, pero él come solo y se mantiene al margen, y el
discurso en honor a Toomai lo pronuncia Machua Appa y no el oficial blanco. Esto conduce al
tema más importante del siguiente cuento.

En “Los sirvientes de su majestad” la jerarquía y el orden es el tema principal. El cuento es una


alegoría de las relaciones sociales dentro del aparato colonial. A pesar de que el cuento parece
expresar que todos los individuos que cumplen una función en la escalera social son valiosos,
el trasfondo de esa visión es que algunos pueblos están destinados a gobernar, otros a ser
gobernados y unos pocos son ingobernables. Este cuento es quizá uno de los que reflejan la
hegemonía cultural y el racismo que hacen a Kipling un escritor controvertido desde una
perspectiva contemporánea.

Los animales en el campamento están estrechamente asociados a distintos pueblos. El caballo


está bajo el mando de su jinete: un oficial inglés. La foxterrier es la mascota del narrador, otro
hombre blanco. Los mulos, bueyes y elefantes responden a las órdenes de los nativos, que, a
su vez, responden a los oficiales blancos. Del mismo modos subimos la escalera jerárquica
hasta llegar a la emperatriz. Los camellos y los caballos salvajes pertenecen al emir de
Afganistán: un “rey salvaje de un país muy salvaje” (p.217).

Hemos visto que en el cuento los animales están clasificados en tres grupos: los que gobiernan,
los que son gobernados y los ingobernables. Los ingobernables son los que han venido con el
emir. Todas las noches causan estragos en el campamento, porque se asustan con facilidad y
no tienen control sobre sus impulsos. La caracterización de estos animales los hace ver como
simplones y débiles. Lo que más los asusta son aquellos elementos que simbolizan la
organización y el progreso: “nunca en su vida habían visto un campamento o una locomotora:
hombres salvajes y caballos salvajes procedentes de algún remoto lugar del Asia Central”
(p.217).

Los bueyes son, por ejemplo, animales que pueden ser gobernados. No son particularmente
inteligentes, ni es necesario que así sea, porque lo único que deben hacer es seguir
instrucciones de otro animal: el elefante. Representan a los nativos con los que la empresa
colonizadora puede contar, porque no van a rebelarse ni cuestionar las órdenes que reciban
mientras tengan un mínimo bienestar. Su docilidad y la aceptación de su condición aparece
con claridad en la siguiente cita: “Comemos hasta que nos vuelven a poner el yugo y entonces
arrastramos el cañón grande hasta el sitio donde nos espera Dos Colas. A veces en la ciudad
hay cañones grandes que contestan a los otros y algunos de nosotros resultamos muertos y
entonces somos menos a repartir el pasto. Eso es el Destino…, nada más que el Destino”
(p.226). Otros animales, como el elefante o los mulos, tienen mayores responsabilidades y
destrezas que los bueyes, pero también responden a lo que se espera de ellos.

Entre los animales destinados a ser gobernados hay uno que se destaca por encima de los
demás: el caballo. Si bien también es un colonizado, ya que sabemos que fue capturado en
Australia y entrenado para servir a los oficiales ingleses, responde directamente a los que
gobiernan. El caballo es el más civilizado de los animales que se encuentran allí junto con
Vixen, la foxterrier. El caballo es noble y obediente, pero también tiene iniciativa y valor. Es el
mejor de los nativos, porque comprende que lo único que importa es confiar en su jinete y en
la brida, es decir, en las órdenes que el hombre le da.

La jerarquía es algo que los animales aceptan, pero también algo que evidentemente los
hombres imponen. El narrador, por ejemplo, aclara que no quiere que ni su propio perro,
Vixen, sepa que entiende a los animales: “En ningún momento dejé entrever que entendía el
lenguaje de los animales, pues se habría tomado toda clase de libertades” (p.231). Esto nos
muestra que busca deliberadamente imponer una sana distancia, donde la jerarquía no se
confunda.

El cuento termina reforzando el tema de la jerarquía, ya no a través de la alegoría, sino


directamente refiriéndose al mundo de los hombres. Luego de la revista de los treinta mil
hombres y sus bestias, uno de los jefes que acompaña al emir de Afganistán expresa su
asombro ante la obediencia de los animales y habla con uno de los oficiales del virrey. Este le
explica que tanto los animales como los hombres respetan la línea de comando. El jefe
contesta: “—¡Ojalá se hiciera así en el Afganistán! (...). Allí obedecemos solo a nuestra propia
voluntad” (p.236). El oficial nativo le responde que es por eso que el emir está allí para recibir
órdenes del virrey. En esta conversación vemos reflejado ese sentimiento que guía el proyecto
colonizador británico: hay pueblos destinados a gobernar y otros destinados a ser gobernados.

“De cómo llegó el miedo”

La Ley de la Jungla es la ley más antigua y el código se ha ido perfeccionando a través del
tiempo y la costumbre. Mowgli es un aprendiz de esta ley, pero todavía es chico y no retiene
todas las lecciones de su maestro Baloo. La Ley de la Jungla intenta tener en cuenta todas las
circunstancias que pueden llegar a afectar a los habitantes de la selva.

Cuando las lluvias de invierno faltan, uno de los primeros animales en darse cuenta de la
sequía es Ikki, el Puerco Espín. Despreocupado como siempre, Mowgli cree que Ikki está
siendo extremadamente exigente e ignora sus comentarios. Ikki le advierte que pronto Mowgli
también sentirá los efectos de la sequía. Baloo, por su parte, intenta mantener las esperanzas
y le sugiere a Mowgli que espere a ver si el mohwa, un árbol de la zona, florece para saber qué
tan grave es la situación.

En la primavera, el mowha no florece, la temperatura sube y la selva se seca casi por completo.
Los animales tienen poco que comer y están flacos. Los únicos animales que engordan son los
carroñeros, que pueden aprovechar la carne de los animales que mueren de hambre. En
Mowgli, quien no tiene pelaje que lo cubra, la desnutrición es más aparente. Más importante
aún que la falta de comida es la escasez de agua.

Un día, Bagheera y Mowgli bajan al río. Queda apenas un hilo de agua y en el barro hay
muchas huellas de todos los animales que se acercan a beber. Cuando Hathi, el elefante
salvaje, ve la gravedad de la situación, decide declarar la Tregua del Agua. En circunstancias
normales, los animales que beben deben estar atentos por si alguien los ataca, pero si se
declara la Tregua del Agua, nadie tiene permitido cazar a los animales en un abrevadero.
Los animales se ponen a conversar sobre lo que está sucediendo. Al parecer, los humnos
también están sufriendo la misma suerte que ellos. Baloo le pregunta a Hathi si alguna vez en
su larga vida vio una sequía como esa. Hathi solo contesta que pasará. Mientras los animales
conversan, Shere Khan aparece. Los animales no pueden evitar sentir miedo, y el tigre disfruta
del efecto que tiene sobre los otros. Comenta con ironía cómo la selva es ahora un “vivero de
cachorros desnudos” (p.252), refiriéndose a la presencia de Mowgli. Shere Khan se burla de la
condición de Mowgli: “Ese cachorro no es ni cachorro ni hombre, pues, si lo fuera, se habría
asustado” (p.252). Además, Shere Khan empieza a jactarse de haber matado a un hombre una
hora antes. Ante esa noticia los animales se inquietan y Bagheera le reprocha hacer algo así, y
más en una temporada tan difícil para todos.

Shere Khan escandaliza aún más a los animales diciendo que no mató al hombre por necesidad
siquiera, y pregunta si alguien está dispuesto a prohibirle hacer lo que él quiera: “El derecho y
la noche eran mías” (p.253), agrega. Hathi le pide que se retire, porque ha contaminado el
agua con la sangre del hombre al que ha matado. Todos saben que Hathi es el verdadero Amo
de la Jungla, por lo que Shere Khan no discute y se escabulle.

Al percibir la perturbación del resto de los animales, Hathi decide contarles la historia de por
qué el tigre tiene el derecho de matar a una persona. En este punto, Hathi empieza a relatar
algo que sucedió muchos años atrás, cuando todo era nuevo. Según el elefante, la historia que
va a contar les puede ayudar a los animales a comprender por qué temen al ser humano por
encima de todas las cosas.

Al principio de la jungla, los animales caminaban uno al lado del otro sin temor. Solo se
alimentaban de plantas. Fue Tha, el primer elefante, quien creó la selva. La levantó de la
profundidad de las aguas y luego hizo surcos con sus colmillos para formar los ríos. Hathi
asegura que esta historia se la contaron así y Bagheera piensa que el relato de Hathi es exacto.
Esa noción le causa gracia a Mowgli, aunque intenta ocultarlo para no ofender a la pantera.

En ese tiempo, la selva no conocía al ser humano. Entre los animales empezaron a surgir
conflictos porque muchos de ellos no querían trabajar y se disputaban la comida aún cuando
no había ninguna escasez. Tha, el primer elefante, seguía ocupado expandiendo la selva y
alargando los surcos para los ríos. Por ese motivo, decidió nombrar al Primer Tigre como Amo
y Juez de la Jungla. Su función debía ser resolver los pleitos entre los animales. El Primer Tigre
era un animal imponente y muy bello, pero no se veía como los tigres ahora, ya que todavía no
tenía rayas.

Una noche, dos gamos empezaron a pelear entre ellos. Se presentaron ante el tigre con su
disputa, pero uno de ellos aprovechó y le asestó una cornada al otro. El Primer Tigre saltó
sobre el gamo herido y le rompió el cuello. El motivo por el cual actuó de ese modo era que
había percibido el olor a sangre y no pudo contenerse. El gamo a quien el tigre atacó fue el
primer animal de la selva en morir.

Cuando el tigre tomó conciencia de lo que había hecho, abandonó al Pueblo de la Jungla, que
se quedó sin juez, por lo que las peleas se reavivaron. Tha escuchó el barullo de las disputas y
regresó. Allí vio al gamo muerto y preguntó quién lo mató, pero los animales no contestaron.
Tha les ordenó a las plantas y lianas señalar al culpable, para que cuando él lo viera lo
reconociera. A continuación, Tha eligió a un nuevo Amo de la Junga. El único que se postuló
fue el Mono Gris. Tha se rio y aprobó al Mono Gris como Amo, pero se fue de allí enojado.

El Mono Gris no era el líder adecuado: se burlaba de todo y decía palabras sin sentido. Tha
intervino y regañó a los animales por haber traído a la Muerte con el tigre y luego la Vergüenza
con el Mono. Tha consideraba que era hora de que los animales conocieran lo que era el
Miedo. Solo los búfalos dijeron que habían visto al Miedo sentado en una cueva, que no tenía
pelo y andaba en sus dos patas traseras. Por curiosidad, los animales empezaron a viajar para
conocer al Miedo en la cueva, pero cuando el hombre vio a los animales y soltó un grito, su voz
llenó a los animales de miedo.
Mientras, el Primer Tigre, que permanecía oculto, tomó la decisión de matar al Miedo, o a lo
que llaman "la Cosa" en la cueva. A lo largo del camino que conducía a la cueva, las lianas y los
árboles recordaron la orden de Tha: debían señalar a quien había matado al gamo. Las ramas
bajaron y tocaron al Primer Tigre, y cada vez que lo hacían, una raya aparecía en su pelaje. Así
fue cómo los tigres consiguieron sus rayas.

Una vez en la cueva del hombre, este extendió su mano y dijo: “este Rayado que viene de
noche” (p.258). El Primer Tigre huyó de la cueva y acudió a Tha. Le pidió al elefante que le
devolviera su título de Amo de la Jungla, pero Tha le dijo que eso no era posible, porque él
había matado al gamo y liberado a la Muerte en la jungla. Gracias a eso, el Miedo también se
había instalado allí. Ahora todos los animales temían al tigre como él temía al hombre. Para
comprobar esto, el tigre recorrió la selva y llamó a los demás animales, pero todos se
escondieron. El Primer Tigre se sintió humillado por el temor que inspiraba en otros y el miedo
que sentía ante el ser humano, y le rogó a Tha que sus hijos recordaran que en algún momento
el tigre había sido Amo de la Jungla. Tha le concedió ese pedido, por lo que una vez al año,
durante la noche, todo sería como antes de que el tigre matara al gamo, y el ser humano sería
quien temiera al tigre. Tha, no obstante, le recomienda ser misericordioso con las personas,
porque el tigre sabe lo que se siente tener miedo.

Si bien el arreglo dejó satisfecho al Primer Tigre en un principio, cuando vio su reflejo en el
agua con el pelaje lleno de rayas, recuerdó el sobrenombre que le dio el hombre de la cueva y
se llenó de furia contra él. El día que Tha le había concedido llegó y el tigre mató a un hombre.
Estaba convencido de que con eso había conseguido matar al Miedo mismo, pero Tha le dijo
que no solo no había eliminado el miedo de la selva, sino que ahora más personas irían a su
territorio.

Hathi concluye diciendo que solo hay una noche en el año en la que los tigres pueden ver
directamente a los ojos de las personas, porque son ellas las que le temen. Otras veces en el
año, los tigres matan a las personas atacándolas por la espalda. Mowgli dice que no le tiene
miedo a los tigres porque él no es un ser humano, sino que es parte del Pueblo Libre, la
manada de lobos. Le reclama a Baloo no haber compartido esa historia con él, a lo que Baloo le
contesta que la selva está repleta de historias por contar.

"El Milagro de Purun Bhagat"

El cuento trata sobre un hombre llamado Purun Dass. Había llegado a ser primer ministro de
uno de los estados semiindependientes de la India. Era un brahmín, es decir que pertenecía a
la casta alta y su padre había sido parte de una antigua corte hindú.

Purun Dass se da cuenta que los tiempos están cambiando y que el camino para prosperar es
congraciarse con los ingleses. Afortunadamente, Purun había sido educado en la Universidad
de Bombay, por lo que no le es difícil ganarse el aprecio de los ingleses. El rey de la corte a la
que pertenecía Purun desconfía de los ingleses, los ferrocarriles y telégrafos. Cuando muere,
su sucesor confía tanto en Purun que le permite implementar algunos progresos: escuelas para
niñas, rutas, dispensarios. Purun se asegura que el mérito caiga sobre el rey y no sobre él. El
Ministerio de Asuntos Exteriores británicos está muy satisfecho con el trabajo que se está
haciendo en ese reino semiindependiente. No muchos Estados Nativos comprendían tan bien
como ese que “lo que es bueno para un inglés forzosamente lo es en partida doble para un
asiático” (p.268). El virrey, los gobernadores generales y provinciales, los médicos y oficiales
ingleses consideran a Purun Dass, el Primer Ministro, su amigo.

Tras tanto trabajo arduo para modernizar el reino y mostrar, ante todos, las intenciones de su
rey, a Purun Dass le surge la oportunidad de visitar Inglaterra. Dejar la India para hacer ese
viaje disminuye su casta considerablemente, por lo que Purun debe pagar una suma
importante a los sacerdotes. Una vez en Inglaterra, conoce a personas ilustres. Todos quienes
conocen a Purun lo encuentran fascinante, e incluso algunas universidades le conceden títulos
honoríficos. La cúspide del aprecio que le tienen los ingleses a este primer ministro se hace
patente cuando lo nombran Caballero Comendador de la Orden del Imperio Indio.

Luego de un mes de su condecoración, Purun hace algo que a ningún inglés se le habría
ocurrido: renuncia a su cargo, devuelve la insignia de Caballero Comendador, abandona la vida
que lleva y se convierte en un sunnyasi, es decir, un hombre santo. En su reino, esto que para
los ingleses es inimaginable no llama la atención. Ser un hombre santo implica vestir un
atuendo sencillo y dejar la ciudad para vivir la vida de un mendigo errante, sin casa, cuya
alimentación depende de la buena voluntad de sus semejantes. Está contento porque su sueño
siempre fue vivir en paz y con tranquilidad. Le toma apenas tres días cambiar tanto su vida que
ya no es posible distinguir en él al que había sido primer ministro de todos los demás mendigos
errantes. Purun Dass cambia su nombre por Purun Bhagat y empieza a viajar con una única
posesión: una piel de antílope que extiende en cualquier lugar para descansar.

Un día, Purun Bhagat llega a un lugar al pie de los Himalayas. Su madre, una mujer de sangre
montañesa, había pasado su vida añorando las montañas y le había dicho que bastaba con
tener un poco de sangre montañesa para sentirse atraído por ellas. Por eso, cuando Purun ve
ese lugar al pie de los Himalyas siente que ha llegado a su destino, y que allí es donde debe
asentarse para adquirir sabiduría. Decide aproximarse aun más a los picos y camina por varios
días hasta llegar a una capilla dedicada a Kali, un dios al que a veces se rinde culto para
protegerse contra la viruela. La capilla está cerca de un bosque espeso con cedros, nogales,
cerezos, olivos y perales.

Purun limpia el lugar, sonríe a la estatua del dios, también sonriente, e instala un pequeño
hogar de barro detrás de la capilla. Extiende su piel de antílope sobre la pinocha y se abraza de
su bastón. Allí descansa.

El sacerdote de un pequeño caserío que se encuentra a unos 500 metros del lugar donde
Purun se ha instalado sube hasta el lugar para darle la bienvenida al forastero. Cuando el
sacerdote cruza miradas con Purun Bhagat, siente el poder de los ojos del que fue primer
ministro y supo controlar a millares de personas. El sacerdote hace una reverencia y, sin decir
una palabra, levanta el cuenco vacío. Regresa al pueblo y allí anuncia: “tenemos un hombre
santo entre nosotros” (p.275). Desde ese momento, a Purun Bhagat no le falta comida ni
cuidado.

Purun se asienta allí definitivamente. Nunca baja al pueblo, pero algunos de los pobladores
suben a visitarlo cada tanto para pedir que interceda por ellos ante los dioses. Los animales
salvajes también lo visitan y se acercan a Purun porque él permanece muy quieto,
mostrándose inofensivo. Así empieza a recibir visitas de ciervos, cervatillos, ciervos
almizcleros, un oso negro.

Pasan varias estaciones de este modo hasta que un verano Purun no alcanza a ver los techos
del caserío a quinientos metros de la capilla porque no para de llover. Durante un largo mes lo
único que se puede ver y escuchar es la lluvia continua.

Una noche, uno de los monos que visitan a Purun llega a la capilla, agitado, lo toma del brazo y
empieza a tirar con fuerza. Al principio Purun interpreta que el mono tiene hambre, pero este
insiste. De repente, el ciervo real, el barasingh, que también solía visitar a Purun, irrumpe en el
lugar e intenta empujar a Purun fuera de la capilla, hasta que se escucha un crujido y las
baldosas del piso se quiebran. En ese momento, Purun comprende que, por las lluvias, la
montaña se está desmoronando y los animales han venido a advertirle.

Los animales lo conducen hacia el poblado. En el camino, Purun se transforma: “ya no era un
hombre santo, sino que era sir Purun Dass, K.C.I.E., primer ministro” (p.282). Ahora su
propósito era salvar vidas. Cuando llega al pueblo, grita para que los pobladores se despierten
y salgan de allí antes de que la montaña se desmorone del todo. Las personas del pueblo
empiezan a movilizarse y corren al lugar más alto, del otro lado del valle, en la ladera opuesta.
El ciervo ayuda a Purun a subir la ladera; el hombre santo está exhausto y, en cuanto el ciervo
se detiene porque su instinto le dice que allí están a salvo, la montaña se viene abajo y no
queda nada del pueblo, del bosque ni de la capilla. Los pobladores se acercan a Purun Bhagat
para agradecerle, pero el hombre santo está muerto, sentado con las piernas cruzadas y la
espalda contra un árbol. Los animales espían a cierta distancia.

El sacerdote dice ante el pueblo que en ese lugar van a construir una capilla para Purun
Bhagat, y llamarán a la montaña en honor al hombre santo. Los pobladores no saben que
están rindiendo tributo a sir Purun Dass, el primer ministro, porque nunca conocieron su
verdadera identidad.

“La selva invasora”

Luego de despellejar a Shere Khan y llevar su piel ante el consejo de la manada de lobos,
Mowgli va a la cueva de su familia a descansar. Allí, Mowgli les cuenta a sus padres lobos sus
aventuras, y destaca la participación de Hermano Gris y Akela en la emboscada del tigre.
Además, Mowgli cuenta lo que le sucedió con los pobladores. Madre Loba, a quien apodan
"Raksha", que significa demonio, dice que ella habría cobrado venganza y solo habría
perdonado a Messua, la mujer que cuidó de Mowgli en la aldea. Padre Lobo le dice que se
calme y que deje en paz a los humanos ahora que su hijo ha vuelto a casa. Akela interviene
para decir que hay una posibilidad de que los humanos sean quienes no los dejen en paz a
ellos. Hay rumores de que en el pueblo del que fue expulsado Mowgli hay mucho ajetreo, y
que los pobladores están preparando sus fusiles.

Bagheera, quien también estaba allí escuchando las anécdotas de Mowgli, empieza a olfatear.
Lo mismo hace Hermano Gris. Mowgli puede olfatear mejor que cualquier otro ser humano,
pero no tiene la capacidad de sus amigos y les envidia esa habilidad. El olor indica que hay
personas en la selva. Mowgli se da cuenta de que no puede ser otro que Buldeo. Los demás
quieren ir a atacarlo directamente, pero Mowgli piensa de manera estratégica y sabe que de
nada sirve matar a un cazador sin conocer cuáles son sus planes y quiénes son las otras
personas involucradas. A Bagheera, quien conoce los usos de los humanos, le parece sensato
lo que dice Mowgli. Los lobos, especialmente Hermano Gris, no están de acuerdo. Mowgli se
planta ante ellos, los obliga a mirarlo fijamente y les pregunta quién manda. Todos admiten
que él es el líder. Por lo bajo, Bagheera le comenta a Baloo que ahora en la selva hay más ley
que solo la Ley de la Jungla.

Mowgli y sus amigos se acercan cuanto pueden a Buldeo manteniendo silencio para no
alertarlo. Mowgli traduce lo que dice Buldeo para que los otros animales entiendan. Buldeo se
encuentra con un grupo de hombres a quienes les cuenta la historia de Mowgli, pero nada de
lo que dice coincide con lo que verdaderamente sucedió. Les dice, por ejemplo, que Mowgli
era un niño brujo que se transformó en un lobo durante un enfrentamiento. Les dice a los
hombres que el pueblo le ha pedido que mate al niño, y que a Messua y su esposo, padres del
niño, los tienen presos y piensan quemarlos en la hoguera por brujería. De ser así, todas sus
riquezas podrían repartirse entre el resto de los pobladores. Como los ingleses no admiten ese
tipo de castigos, les dirían a ellos que Messua y su esposo se murieron a causa de una
mordedura de serpiente. Buldeo decide seguir a los hombres con la excusa de protegerlos en
caso de que aparezca el Mowgli, el hijo del diablo.

Mowgli traduce todo lo que ha dicho Buldeo a sus hermanos y amigos, pero no logra
comprender del todo el asunto sobre brujería, hijos del diablo y el castigo de la hoguera. Sin
perder un minuto, idea un plan para el que necesita que Buldeo se quede fuera de la aldea
hasta la caída del sol. Para ello, les pide a sus hermanos que canten y aúllen para atemorizar a
los hombres.

Mientras, Mowgli va al pueblo para ver a Messua y a su esposo. Los encuentra en la choza en
la que lo recibieron, atados y amordazados. Los libera y se siente aliviado, pero también se
horroriza del olor y el aspecto de las heridas ensangrentadas de Messua. Mowgli convence a
ambos de que huyan del poblado y vayan a otro lugar. Para ello deben cruzar la selva, y
Mowgli les garantiza que no les pasará nada allí, y que tendrán un escolta.

Afuera se está formando una multitud alrededor de Buldeo. Mowgli siente que alguien le lame
los pies y reconoce a Madre Loba. Ha ido hasta allí porque quiere conocer a la mujer que cuidó
de su hijo. Mira por la ventana de la choza y ve a Messua. Madre Loba ofrece darle protección
a la pareja, pero Mowgli le dice que lo puede hacer siempre y cuando se mantenga oculta para
no asustarlos.

Messua y Buldeo se van, pero Mowgli se queda en la aldea porque todavía tiene mucho por
hacer. Bagheera está con él, pero el olor y los sonidos la provocan y se muestra sedienta de
sangre, cosa que perturba a Mowgli. Bagheera se calma y sigue las instrucciones de Mowgli,
quien le pide que se quede dentro de la choza de Messua, a la que los pobladores se
aproximan. Cuando entran en la choza en busca de los dos prisioneros, se encuentran con
Bagheera, que bosteza con la intención de que todos vean sus fauces. Los pobladores salen,
aterrados. Los pobladores se encierran en sus chozas y es claro que ninguno se va a animar a
salir ese día de su casa.

Bagheera cree que con esto el trabajo está terminado, pero Mowgli le dice que todavía hay
varias cosas por hacer. La más importante es reunirse con Hathi, el elefante, y sus tres hijos,
para lo que le pide a Bagheera que la vaya a llamar. Bagheera sabe que Hathi es el Amo de la
Jungla y no va a acudir a Mowgli sin una buena excusa. Mowgli le insiste en que confíe en él, y
le indica a Bagheera las palabras que tiene que pronunciar para que Hathi acepte: Saqueo de
los Campos de Bhurtpore.

Bagheera vuelve con la noticia de que las Palabras Maestras surtieron efecto en Hathi, y que él
y sus hijos están en camino. Cuando llegan, Mowgli le cuenta la historia de un elefante que
cayó en una trampa ideada por las personas, aunque logra liberarse. Para vengarse por las
heridas ocasionadas por la trampa, el elefante destruye los campos de Bhurtpore. Mowgli
quiere saber quién es el elefante que hizo eso, a lo que Hathi responde que fue él con sus
hijos. Hathi no entiende por qué Mowgli conoce esa historia. Resulta que Mowgli había
escuchado esa historia en boca de Buldeo, lo que quiere decir que no todas las historias de
Buldeo son mentiras.

Todo este preámbulo está diseñado para que Hathi acepte hacer lo mismo en los campos del
pueblo de Buldeo. Uno de los hijos de Hathi le pregunta si no sería más fácil matar a los
pobladores. Mowgli responde que él no es un lobo al que le sirve jugar con los huesos de los
humanos. La furia de Mowgli asusta a Bagheera, quien presencia este intercambio. Hathi no
considera que este sea un asunto en el que deba intervenir, porque él no tiene ningún
problema personal o particular con estos pobladores. Mowgli justifica su pedido diciendo que
no desea lastimar a las personas, sino simplemente expulsarlas para que la selva pueda crecer
allí y reemplazar la aldea. Dice que lo único que puede llegar a eliminar el olor de la sangre de
Messua es el olor de las plantas de la selva creciendo en las puertas de las chozas. Hathi se
siente identificado con esta sensación y acepta participar.

Hathi y sus hijos se marchan para preparar el ataque. Se corre el rumor en la selva de que hay
un lugar donde comer y beber que es mejor que cualquier otro. Las criaturas de la selva
empiezan a marchar hacia la aldea y se reúnen a las afueras. Una vez allí, a la noche, los
elefantes rompen algunas estructuras que las personas utilizaban para cuidar sus cultivos. Para
ese momento, ya hay un ejército de cerdos, ciervos e incluso Comedores de Carne como los
lobos que entran a destruir los cultivos.

A la mañana siguiente, los pobladores ven sus campos destruidos y las reservas de granos,
también atacadas. No comprenden lo que está sucediendo. Intentan aferrarse a sus casas y a
su pueblo cuanto pueden, pero ante la falta de alimento y la invasión de los animales, tarde o
temprano todas las personas abandonan el lugar. Su idea es buscar refugio en la ciudad de
Kanhiwara, donde viven los ingleses.
Cuando las últimas familias abandonan el pueblo, miran hacia atrás y ven a los elefantes
destruyendo las últimas construcciones que quedan. Toma solamente un mes que la
vegetación cubra el poblado y, después de las lluvias, la selva toma también los campos.

Análisis

De los tres cuentos, dos incluyen al personaje de Mowgli. El otro cuento nada tiene que ver
con la historia del cachorro de hombre y tampoco con la selva. Los tres cuentos tienen en
común que exploran la relación entre los animales y los hombres.

El primer cuento de esta sección, “De cómo llegó el miedo”, tiene la estructura de un relato
enmarcado. En el marco del cuento vemos que los animales atraviesan un período de crisis
debido a la sequía. Todos los animales sufren por igual, y el Amo de la Jungla, Hathi, declara la
Tregua del Agua para proteger el derecho de todos los animales a beber sin la amenaza de ser
presa de uno de los cazadores. En ese contexto aparece Shere Khan jactándose de haber
matado a un hombre, algo que escandaliza a los otros animales. A diferencia de lo que siempre
se dice, en este caso Shere Khan no rompió una ley, sino que se aprovechó de un antiguo
pacto. Los únicos que parecen conocer el origen de este pacto son Shere Khan y Hathi, el
elefante.

En este punto inicia el relato enmarcado, que es un mito de origen. En primer lugar, Hathi
comparte con los animales el origen mismo de la selva. El elefante Tha levanta la selva de la
profundidad de las aguas y luego se dedica a hacer surcos con sus colmillos para formar ríos. La
vida en esa primera formación de la selva es edénica, es decir, se parece al jardín del Edén,
porque allí los animales son libres y no existe el mal. No hay cazadores y presas; todos se
alimentan de plantas. A diferencia de lo que sucede en el Edén, no obstante, en la selva los
animales empiezan a enfrentarse debido a su ociosidad, sin necesidad de ninguna tentación.

A continuación, el relato de Hathi introduce el origen de la muerte en la vida de la selva. La


muerte ingresa en ese lugar idílico gracias a que el Primer Tigre, a quien Tha había nombrado
Amo de la Jungla, se entrega a sus instintos cuando huele la sangre de un gamo y lo mata. De
allí, la degradación es progresiva. Durante la etapa en la que el Mono Gris es Amo de la Jungla,
la selva conoce lo que es la Vergüenza. Finalmente, lo último que se introduce en la selva es el
Miedo, que en realidad representa el ingreso del hombre en la vida de los animales de la selva.

En el marco de la historia podemos ver el modo en que Mowgli reacciona ante esta historia.
Sin duda, el cachorro de hombre tiene un conflicto de identidad por el modo en que ha sido
criado. Dado que en esta parte de la historia todavía no vuelve a vivir entre los humanos, y los
lobos todavía no lo han traicionado, Mowgli insiste en que él nada tiene que ver con el hombre
que aparece en el relato de Hathi. Sin embargo, hay un detalle del mito de origen que debería
resonar con Mowgli. El Primer Tigre siente miedo la primera vez que ve al hombre, pero ese
sentimiento viene acompañado de vergüenza y, consecuentemente, de resentimiento. El
Primer Tigre se siente avergonzado por sentir miedo, y eso lo lleva a odiar a los seres humanos.
Mowgli tiene la experiencia de que los animales no le puedan sostener la mirada, es decir, sin
duda le temen. Lo que le va a traer problemas a Mowgli es que los animales resienten esa
sumisión.

De todas maneras, la doble identidad de Mowgli es una ventaja, como ha sido a lo largo de
todos los cuentos hasta ahora. Shere Khan aprovecha la noche del pacto del Primer Tigre para
presentarse en el estanque y provocar miedo en Mowgli. No obstante, Mowgli no reacciona, y
exclama: “¡Ahora comprendo por qué Shere Khan quería que lo mirase! No ha servido de nada,
pues ha sido incapaz de sostener la mirada y… y yo ciertamente no caí a sus pies. Aunque,
claro, yo no soy ningún hombre, sino que pertenezco al Pueblo Libre” (p.262).

El último aspecto para tratar en torno a “De cómo llegó el miedo” es el origen de las rayas del
tigre. Acá Kipling también ofrece una explicación mítica para el pelaje del tigre y su aversión
por todo lo que no sea carne: “Los árboles y las lianas lo marcaron, Hermanito, y lo
transformaron en esa cosa rayada que vemos, por lo que nunca más quiso comer sus frutos”
(p.263).

El otro cuento de esta sección, “La selva invasora”, vuelve a tener a Mowgli como
protagonista. Hemos mencionado ya que la identidad tan particular de Mowgli, que lo ubica en
la frontera de los seres humanos y los animales, es una ventaja para él. Mowgli es una figura
dominante en los dos mundos. Su dominio radica en su conocimiento. En el mundo de las
personas, Mowgli parece superior porque su acceso a la selva le permite, por ejemplo,
descartar supersticiones que son el modo en que estos hombres explican algunos de los
misterios con los que se enfrentan. Mowgli no es un chico tímido, por lo que no va a callar
cuando observa que los hombres están actuando de manera irracional. En el caso de los
animales, Mowgli es capaz de usar una serie de herramientas, como el fuego y el cuchillo.
Además, no responde a su primer instinto, sino que idea estrategias. Por ejemplo, cuando los
lobos ven a Buldeo, lo primero que desean hacer es cazarlo y jugar con su cráneo. Mowgli, en
cambio, entiende que la solución no está en deshacerse de la amenaza inmediata. Es decir,
Mowgli puede proyectar lo que los animales no.

Sin embargo, esas mismas ventajas lo aíslan. En mucha mayor medida que en otros cuentos,
en “La selva invasora” vemos que Mowgli es temido tanto por los humanos como por las
bestias. Tras conocer el plan de Mowgli de destruir por completo la aldea, Bagheera siente
miedo ante la sed de venganza de su amigo.

Asimismo, este cuento es distinto a los anteriores del ciclo de Mowgli porque incluye un nivel
de violencia considerablemente mayor. Incluso parecería que este cuento desafía la etiqueta
de “cuentos para niños”, porque en el fondo es una historia de venganza despiadada. En
última instancia, Mowgli parece haberse decantado por la selva. Esa parece ser su elección
cuando considera que no hay mejor salida de esta situación que aniquila todo trazo del ser
humano y dejar que la selva vuelva a tomar ese espacio.

De todas maneras, debemos recordar que en el ciclo de Mowgli la selva parece representar la
civilización. En “De cómo llegó el miedo”, los animales se muestran solidarios y se sujetan a las
reglas de la Tregua del Agua porque todos están experimentando un momento de crisis.
Mientras, las personas parecen reunir todos los rasgos de la barbarie: son mentirosas, se
apropian de las historias de otros, recurren a la violencia, son supersticiosas y actúan muchas
veces por ambición. El ataque a Messua y su esposo no solo es violento e injusto y radica en la
superstición, sino que parece estar en parte motivado por la ambición cuando Buldeo
menciona que, si los matan, podrán repartirse las riquezas de la familia. En definitiva, y
paradójicamente, al destruir el poblado, lo que Mowgli quiere es que prevalezca la civilización.

Por último, el cuento “El milagro de Purun Bhagat” sucede en un espacio alejado de la selva. El
protagonista del cuento es un hombre, aunque los animales tienen una función importante
también, porque son ellos los que alertan a Purun sobre el inminente derrumbe de la
montaña.

El motor de de este cuento es el personaje principal más que la acción del relato. Purun es el
modelo más claro del buen nativo, según Kipling. Hijo de un brahmín, Purun se educa en la
Universidad de Bombay y consigue el cargo de primer ministro de un reino semiindependiente.
Gracias a la confianza que le tiene el rey, Purun consigue implementar una serie de reformas
que hacen de su reino un ejemplo para los demás: “Poco Estado Nativos adoptan el progreso
inglés, pues no acaban de creer que lo que bueno para un inglés forzosamente lo es en partida
doble para un asiático” (p.268). El aprecio de los ingleses por Purun Dass lo lleva a recibir los
más altos honores: títulos honoríficos de universidades prestigiosas, viaje a Inglaterra para
compartir la experiencia de su reino, recibe el nombramiento de Caballero Comendador de la
Orden del Imperio Indio. El énfasis en el progreso de Purun le sirve a Kipling para luego
contrastar esa vida de reconocimiento por la de un mendigo errante, que es lo que elige hacer
Purun de un día a otro.

Para la población local, la decisión de Purun no es extraña. Purun es uno más de los tantos
hombres que eligen la vida de un asceta para alcanzar la paz y la sabiduría. Uno de los detalles
más significativos del cuento es el cambio de nombre de Purun. Este cambio, que puede
parecer trivial en un principio, se vuelve sumamente significativo hacia el final, cuando Purun
debe conducir a los pobladores desde la aldea cercana a la capilla donde vive hasta un lugar
seguro. En la acción heroica que lleva a cabo el hombre, su identidad se revierte a aquella que
tenía en un principio: “Ya no era un hombre santo, sino que era sir Purun Dass, K.C.I.E., primer
ministro de un estado que nada tenía de pequeño, un hombre acostumbrado a mandar y
ahora se dirigía a salvar vidas” (p.282). La ironía situacional al final es que, si bien Purun Dass
es quien los salva, los pobladores no tenían idea de que estaban ante un hombre tan
importante según los estándares ingleses, y construyen una capilla en honor a Purun Bhagat.

El cuento insiste desde el principio en la humildad de Purun Dass, quien siempre hace pasar
toda reforma como iniciativa del rey al que sirve. Al final de su vida, esa discreción coincide
con el nombre falso de la capilla en su nombre.

“Los enterradores”

Una voz repite incesantemente: “¡Respeten a los viejos!” (p.323). Es una noche tranquila en la
orilla de un río en la India. Un barquero navega despacio. Una grulla alta, flaca y fea con
aspecto de “pastor protestante, con su calva y su aire de bien” (p.325) aterriza. También se
encuentra ahí un chacal flaco y sarnoso. El chacal se queja de las pulgas de los perros del
pueblo y de lo dura que está la vida.

De pronto, se une a ellos un viejo cocodrilo “asesino, devorador de hombres y fetiche local”
(p.327). El chacal lo saluda, zalamero, esperando recibir el beneficio de alguna sobra. Llama al
cocodrilo "Protector de los Pobres". El cocodrilo se lamenta de que la gente ya no le tenga
aprecio desde que terminaron la construcción de un puente para el ferrocarril. Hace tanto
tiempo que está allí que ha presenciado la reconstrucción del pueblo cinco veces. Cuando era
más joven, le encantaba que todo se inundara. Nadaba hasta el poblado, comía algo por los
arrozales, lo que fuera que encontraba. Al principio las personas le temían, pero luego lo veían
volver al río a medida que el agua bajaba e interpretaban que era él quien se llevaba las aguas
de la inundación. Por eso lo honraban como si fuera el dios del pueblo. Le arrojaban flores y,
una vez, incluso una cabra. Tuvo la suerte de que el Destino llevara al barquero que lo quería
matar directo a sus fauces.

El cocodrilo continúa describiendo todo lo que ha aprendido en tantos años. Vio la llegada de
los ingleses, la construcción del puente, la transformación del pueblo, las revueltas. El
cocodrilo se centra en los hombres blancos. Recuerda una época en la que muchos cuerpos de
los hombres blancos flotaban en el río, y así es como él se volvió gordo y largo. Una vez casi
muerde la mano de un niño que sacó las manos por fuera del barco. La madre del chico le
disparó, y hasta ahora esas son las únicas marcas de heridas que tiene el cocodrilo.

Sigue adelante con lo que pasó luego de que siguió nadando y ya no encontró más ingleses
flotando. Lo que vio en su lugar fue una cantidad impresionante de cuerpo de nativos flotando
en el río. Parecía que habían arrojado los cuerpos de pueblos enteros. En su conversación
desordenada, el cocodrilo vuelve a pensar en el niño al que no pudo devorar. Luego se retira a
descansar. La grulla y el chacal escuchan a unos hombres que se acercan al lugar. Se dan
cuenta de que son hombres blancos. Desde el puente los dos hombres hablan sobre cómo
apuntar para matar al cocodrilo. El chacal y la grulla piensan en si deberían o no alertarle. De
repente escuchan un estruendo y el chacal cree que es el ferrocarril que se ha caído del
puente. La grulla le dice que es el sonido de una escopeta. El cocodrilo no tuvo tiempo de
reaccionar y yace muerto en la playa, partido en tres pedazos. Uno de los hombres le cuenta al
otro que ese cocodrilo trató de morder su mano cuando era un niño, y su madre le disparó.
“El ankus del rey”

Kaa y Mowgli tienen una muy linda amistad. Más de doscientas veces Kaa ha cambiado de piel,
y Mowgli ahora va de visita para felicitarla por su última muda. Kaa le pregunta a Mowgli si
obtiene todo lo que desea de la selva, y Mowgli contesta que hay cosas que desearía, como,
por ejemplo, matar otra vez a un tigre, pero esta vez sin la ayuda de los bueyes. Cuando caza
una cabra, piensa que sería mejor que fuera un gamo. Supone que eso les pasa a todos. Pero
Kaa insiste en si no hay algo más que le falte. Mowgli contesta: “¿Qué más puedo desear?
¡Tengo la jungla y la Amista de la Jungla!” (p.355).

La conversación parece tomar una nueva dirección cuando Kaa le cuenta a Mowgli que cada
tanto vuelve a los Cubiles Fríos, la Ciudad Perdida, a cazar. Allí se encontró con una cobra que
le dijo algunas cosas que escapan a su entendimiento. Le habló de algo que tenía la capacidad
de enloquecer al ser humano. Si bien Mowgli dice que prefiere mantenerse casi siempre lo
más alejado posible del Pueblo Venenoso, le gustaría conocer a la cobra y eso que puede
enloquecer a los humanos, porque recuerda que alguna vez él fue uno de ellos. Kaa no está del
todo segura y piensa que hay que ser muy cautelosos, pero de todas maneras accede a ir con
Mowgli a los Cubiles Fríos.

Los Cubiles Fríos están vacíos; los monos no están. Kaa y Mowgli entran por un pasadizo que
conduce a una cripta. Las raíces de los árboles han perforado las paredes y los techos. Mowgli
pronuncia las Palabras Maestras para que el Pueblo Venenoso no lo ataque.

En la cripta Mowgli conoce a la Cobra Blanca. Mide dos metros y medio, su piel está
descolorida por permanecer tanto tiempo en la oscuridad y sus ojos brillan en rojo intenso.
Mowgli la llama Capucha Blanca y la saluda. Ella inmediatamente le pregunta qué noticias trae
de la gran ciudad amurallada que está encima de sus cabezas. Kaa le recuerda a la cobra que la
última vez ya le dijo que tal ciudad no existía más; ahora es una ciudad abandonada. La Cobra
Blanca no está convencida de que sea así, y se presenta como la Guardiana del Tesoro del Rey.
Agrega que cinco veces levantaron la piedra de la cripta para agregar más tesoros, pero la
última vez que lo hicieron fue hace mucho.

Mientras la Cobra Blanca habla, Kaa y Mowgli intercambian miradas y palabras porque les
cuesta mucho comprender lo que la cobra quiere decir. Kaa estima que la vejez la ha vuelto
loca. Orgullosa del tesoro que guarda, la cobra les muestra las riquezas: monedas de ojo y
plata, ídolos con piedras preciosas, espadas y cuchillos incrustados, entre otras cosas. Estos
objetos le son indiferentes a Mowgli. Los cuchillos le llaman la atención, pero luego piensa que
el que tiene y usó para despellejar a Shere Khan sirve bastante bien. Después de revisar el
tesoro, algo llama su atención: es un ankus, instrumento utilizado para domar y conducir
elefantes. Está hecho de acero y tiene un mango de marfil con piedras preciosas incrustadas y
dibujos hechos en jade. El mango termina con un rubí redondo y reluciente. Al ver su interés,
la cobra le pregunta si no vale la pena morir por ver algo así. Mowgli no entiende a qué se
refiere. Quiere saber si se lo puede llevar. La cobra le contesta maliciosamente que, para
llevarse algo, no hace falta su permiso, sino salir de la cripta. Kaa se da cuenta de que la
intención de la cobra es matar a Mowgli y se enoja, porque siente que ella ha sido engañada
para llevar a Mowgli allí y que ha puesto a su amigo en peligro.

Mowgli se mueve rápidamente y logra tomar a la serpiente por detrás de la capucha y la clava
contra el suelo. Kaa quiere que la mate, pero Mowgli dice que no quiere volver a matar a no
ser por comida. En ese momento, se dan cuenta de que los colmillos de la cobra están secos;
está tan vieja que ya no es venenosa. La Cobra Blanca se siente tan avergonzada que implora
que la maten. Mowgli empieza a llamarla Thuu, que significa tronco seco.

Precisamente cuando Mowgli y Kaa se disponen a salir, la Cobra Blanca le advierte a Mowgli
que el ankus que se lleva es la Muerte. Según ella, por el ankus todas las personas están
dispuestas a matar. Mowgli no entiende del todo por qué alguien mataría por eso, y decide
llevárselo a Bagheera.
Cuando Bagheera ve el ankus, no le cabe duda de que lo que dijo la cobra es cierto: los
humanos matarían por ese objeto. La pantera sabe que es así porque ella vivió en la corte del
rey Oodeypore y conoce al ser humano. Mowgli sigue sin entender del todo, pero Bagheera le
insiste en que piense en lo que Mowgli mismo sabe sobre el ser humano. El chico lo piensa
mejor y recuerda que, efectivamente, las personas matan por no tener nada mejor que hacer o
por divertirse, no solo para la caza. Bagheera le cuenta además para qué se usa el ankus. La
punta se clava en la cabeza de los elefantes jóvenes para “enseñarles la Ley del Hombre”
(p.366). La sangre de un elefante como Hathi o sus hijos le hace pensar a Mowgli en la de
Messua, la mujer que cuidó de él en el pueblo y que los pobladores lastimaron. Se arrepiente
de haberse llevado el ankus del tesoro y no quiere saber nada con él. Lo tira en medio de la
selva.

Mowgli se levanta a la noche pensando en ver el ankus nuevamente, pero, cuando lo busca,
Bagheera le dice que un hombre se lo ha llevado. Deciden seguir al hombre para ver si
efectivamente el ankus es la Muerte. Siguiendo las huellas del hombre, ven que otras se cruzan
en el camino. Bagheera sigue las primeras huellas y Mowgli las segundas, y se comunican lo
que ven a lo largo del camino. Encuentran a los dos hombres; están muertos. Luego, ven las
huellas de otras cuatro personas y las siguen. A estos hombres también los encuentran
muertos. Algunos de estos hombres murieron a causa de un fruto venenoso de la selva. Uno
de los cuatro intentó envenenar a los otros para quedarse con el ankus, pero a él también lo
traicionaron sus compañeros.

Mowgli ve el ankus al lado del fuego y decide que es necesario devolver ese objeto a la Cobra
Blanca. Cuando llega a los Cubiles Fríos, arroja el ankus en la cripta y le indica a la Cobra Blanca
conseguir a una cobra joven que la ayude a guardar el tesoro del rey, para que ningún ser
humano pueda salir de allí vivo. La Cobra Blanca no entiende cómo pudo sobrevivir Mowgli al
ankus de la muerte. Mowgli tampoco lo entiende del todo.

“Quiquern”

Kadlu, un hombre del pueblo de los inuit, bautiza a un nuevo cachorro con el nombre de su
hijo de catorce años: Kotuko. Es chico sabe que eso significa que pronto lo van a dejar cazar
con los hombres en lugar de dedicarse a las tareas que hacen las mujeres y los niños, como
masticar piel de foca para ablandarla.

En esta aldea, los perros son esenciales para la supervivencia, porque ellos son los que
permiten ir a los lugares en los que se cazan focas para alimentar a los pobladores. La vida en
la aldea es extremadamente sacrificada, porque durante nueve meses al año lo único que hay
allí es nieve y viento. Durante seis de esos nueve meses la oscuridad es total. Solo unas pocas
semanas algunas plantas perennes aparecen debajo del hielo, y la nieve se derrite lo suficiente
para ver unas rocas rodar. Antes de poder convertirse en uno más de los adultos de la aldea,
Kotuko tiene que entrenar a su perro, aprender a usar el látigo con precisión y deslizarse con
su trineo por el hielo. El trabajo de los hombres es muy sacrificado, pero Kotuko desea
participar cuanto antes.

La vida de los inuit depende de las provisiones. Si algo falla, las personas mueren
inevitablemente. Un invierno particularmente crudo, el campamento de Kotuko recibe a unas
mujeres que se quedaron solas porque los hombres de su comunidad han muerto: “ningún
inuit se atrevería a negarle un bocado a un forastero” (p.386). Las mujeres se reparten entre
las casas de la comunidad y la familia de Kotuko acoge a una muchacha de catorce años.

Las condiciones son muy duras y la tribu de Kadlu pierde a algunos de sus mejores cazadores.
Se vuelve muy difícil encontrar focas que cazar, y no hay suficientes provisiones. Tampoco hay
suficiente aceite de grasa animal para las lámparas. Los inuit le temen a la oscuridad porque
hace que las personas se confundan. Todavía peor es la locura de los perros. El frío, la
oscuridad y el hambre hacen que los perros empiecen a comportarse de manera extraña. Uno
de ellos, el jefe de los que tiran el trineo, se escapa con el arnés todavía puesto. Kotuko, el
perro que lleva el mismo nombre que su dueño, un día se escapa y desaparece.

El muchacho, Kotuko, también escucha voces en su cabeza y el hambre empieza a ser un peso
difícil de sobrellevar. Empieza a sentir que la voz de un tornaq, el espíritu femenino propietario
de las rocas y los peñascos, le habla. Kotuko le dice a su familia que esa voz le dijo dónde
encontrar focas. Decide confiar en el tornaq y se prepara para salir a cazar en compañía de la
muchacha que vive en su casa. Kotuko está seguro de que la voz le indicó que fuera al norte,
así que se dirige hacia allá. El viaje es muy sacrificado y la oscuridad lo cubre todo. Cada tanto,
las luces de la aurora boreal cruzan el cielo.

Kotuko cada vez se siente más confundido, pero la chica confía en que están siguiendo al
espíritu guardián del chico, por lo que sigue el camino que marca Kotuko con tranquilidad. De
pronto ven algo que se esconde en un barranco. No pueden confiar en sus ojos del todo,
porque están hambrientos y su mente puede no estar lúcida. La chica no tiene miedo de la
"Cosa" que aparece ante ellos; cree que se trata de Quiquern, el fantasma de un perro
gigantesco de ocho patas, sin pelo y sin dientes que aparece cuando algo está por suceder. Ni
siquiera los brujos saben si lo que va a suceder cuando aparece en Quiquern es bueno o malo.

Kotuko construye un iglú lo suficientemente grande como para que los dos y el trineo puedan
estar protegidos. Tienen provisiones para dos días más. La chica dice que en dos días viajarán a
Sedna si no consiguen cazar alguna foca. Le sugiere a Kotuko que cante una canción para pedir
la ayuda del tornaq que lo envió hasta aquí. Kotuko canta una canción. Con una astilla de
hueso de ballena, construyen una especie de brújula con la esperanza de que el espíritu los
dirija al lugar correcto. Al mismo tiempo, surge un sonido cuya intensidad crece. Se trata del
sonido que producen las placas de hielo cuando se rompen. Kotuko se siente traicionado por el
espíritu que lo llevó allí. Los inuit saben que después de un largo invierno el hielo se puede
quebrar de cualquier manera, y la forma de las placas cambia tan rápido como las nubes en el
cielo.

Nuevamente aparece la Cosa, el fantasma que habían visto antes, aullando terriblemente. La
chica sugiere seguirla. Empieza a moverse hacia el oeste, es decir, hacia tierra firme. Los chicos
siguen al Quiquern y a sus espaldas el hielo empieza a romperse a pedazos; grandes grietas
aparecen en todas las direcciones. El Quiquern los guía a una pequeña isla de base granítica
tan envuelta en hielo que ningún hombre podía distinguirla de los otros bloques de hielo. Pero
el perro fantasma de ocho patas los condujo allí.

Kotuko vuelve a armar un iglú. Se instalan los dos alrededor de la lámpara y, de pronto, la
muchacha empieza a reír. Detrás de ella aparecen dos cabezas que pertenecen a los dos
perros: el que había sido jefe de los que tiran el trineo y Kotuko. Probablemente se habían
encontrado y, entre juegos, se enlazaron con el arnés del jefe. Tienen buen aspecto, lo que
quiere decir que han estado cazando y están bien alimentados. Los dos chicos no pueden
evitar reírse al descubrir que el Quiquern, la Cosa que los condujo hasta allí, era en realidad la
figura de los dos perros enlazados. Se van a dormir para poder cazar luego.

Matan veinticinco focas que dejan allí para que las vayan a buscar, y otras tantas se las llevan a
casa. Están preocupados de que su gente haya perecido por el hambre mientras ellos
buscaban comida. Cuando llegan al pueblo solo hay oscuridad y silencio. Kotuko grita para
anunciar que tienen comida, y las voces de los pobladores contestan; todos están vivos.

Preparan una fiesta, Kotuko y la muchacha anuncian que van a construir su propio iglú para
vivir juntos y comparten con los pobladores la historia de lo que les sucedió. Kotuko labró las
escenas de su aventura en un pedazo de marfil. El marfil tallado pasó de mano en mano hasta
que terminó en manos del narrador, que lo tradujo.
Análisis

El primer cuento de esta sección, “Los enterradores”, no es demasiado conocido, a pesar de


que trata un evento de suma importancia en la historia colonial de Gran Bretaña: la Revuelta
de los Cipayos. Este evento tomó proporciones míticas en la historia y la cultura,
convirtiéndose en material fecundo para escritores, periodistas e historiadores. A nivel político
tuvo una repercusión importante, dado que, tras sofocar la revuelta, la corona empezó a
administrar la colonia de manera directa y se disolvió la Compañía británica de las Indias
Orientales.

Los cipayos eran soldados nativos que cumplían funciones dentro del ejército británico y, para
1857, había más de doscientos enlistados. Las causas del levantamiento son de diversa índole,
pero todas están relacionadas con las tensiones que inevitablemente surgen en el caso de
ocupación extranjera de un territorio. Los cipayos estaban inconformes con la introducción e
imposición de costumbres ajenas, una legislación que penalizaba algunas prácticas culturales
milenarias y un sistema judicial que beneficiaba a los ingleses en detrimento de los indios,
entre otros motivos.

En el cuento “Lo enterradores” es significativo que el cocodrilo insista en que se respete a los
viejos. Es posible interpretar ese pedido como una forma de resistencia a los cambios que
introducen los ingleses. El tono con el que el cocodrilo cuenta sus historias pasadas tiene
mucho de nostalgia. El proyecto civilizador de los ingleses desplaza al cocodrilo, a quien las
personas ya no reverencian como un dios. En un mundo con ferrocarriles y puentes, no hay ya
lugar para supersticiones, y el cocodrilo es visto con otros ojos: es un devorador de hombres,
algo sumamente reprochable.

Ahora bien, el proyecto civilizador no puede instalarse sin violencia. Eso no solo lo vemos en
las alusiones que hace el cocodrilo a la revuelta de los cipayos, en la que tanto los cuerpos de
los blancos como luego los de los nativos, cuando los ingleses responden a la revuelta, flotan
en el río y engordan a los cocodrilos. Además, el “progreso”, que en este caso está
representado en el puente del ferrocarril, implica un costo humano en la población local: “Se
llevó a quince de mis mejores peones indios mientras construíamos el puente” (p.348). A pesar
de que, en parte, el hombre quiere castigar al cocodrilo por la muerte de sus peones, las
relaciones entre la población local y los ingleses es compleja, y en el cuento vemos ejemplos
de violencia simbólica, como cuando uno de los hombres, al final del cuento, le advierte al otro
que las personas del pueblo se enojarían con ellos si matan al cocodrilo, porque lo consideran
sagrado, y el hombre blanco responde: “Me importa un bledo” (p.348).

Es importante que el hombre que mata al cocodrilo sea uno de los “Bebés del Motín” (p.349),
porque la muerte del cocodrilo de alguna manera simboliza el ponerle fin a una cuenta
pendiente surgida de esa revuelta. Además, que ese hombre también siga adelante con el
proyecto civilizador al construir el puente que implica un progreso apunta al hecho de que la
revuelta no desvió el proyecto de los ingleses.

“El ankus del rey” es un cuento con una enseñanza moral. En dos ocasiones anteriores, la
colección toca el tema de la ambición como uno de los vicios del ser humano. El sacerdote del
pueblo en el que vive Mowgli durante tres meses piensa en su propio beneficio cuando le dice
a Messua que Mowgli es Nathoo, el hijo que el tigre cojo secuestró: “El sacerdote era hombre
inteligente y sabía que Messua era la esposa del más rico de los habitantes del poblado”
(p.123). Luego le dice a Messua: “no te olvides de honrar al sacerdote que tan lejos ve en la
vida de los hombres” (p.123). Cuando deciden matar a Mowgli por ser hijo del diablo y quemar
a sus padres por ayudarlo en sus brujerías, Buldeo y los demás pobladores piensan en que
luego podrán repartirse los bueyes y las tierras del esposo de Messua.

En este cuento, el ankus es sinónimo de muerte porque por acceder a esa clase de riqueza las
personas están dispuestas a matar. Mowgli, como personaje liminar, por un lado se ve atraído
por ese objeto, pero su vida en la selva hace que su curiosidad no sea más que eso y no llegue
a desear poseer riquezas. Cuando Kaa le pregunta si todo lo que desea lo encuentra en la
selva, Mowgli siente que efectivamente tiene todo. Sin embargo, en el tesoro del rey algo
sobre el ankus le atrae. De hecho, luego de arrojarlo a la selva e irse a dormir, ni bien se
despierta siente el deseo de contemplar el ankus una vez más. Al final del cuento, cuando
devuelve el tesoro a la Cobra Blanca, ni ella ni el chico saben por qué se ha salvado. Como
tantas otras veces, su identidad dual entre el ser humano y los valores de la selva prueban ser
una ventaja para Mowgli.

Finalmente, el último cuento de esta sección, “Quiquern”, nuevamente nos aleja de la selva e
incluso de la India. El cuento sucede en el Ártico, en una comunidad inuit. Kipling describe con
detalle la extrema hostilidad y la belleza de la naturaleza en esa parte del mundo. El cuento
tiene extensos pasajes en los que el lector puede imaginar el paisaje que rodea a los
personajes.

Al tratarse de un pueblo no occidental, Kipling retrata la superstición a la que este pueblo


tiende. Sin embargo, los elementos sobrenaturales que aparecen asociados a las creencias
religiosas tienen al final una explicación racional y humorística. El fantasma o espíritu protector
que guía a Kotuko no es otra cosa que dos perros que se han sujetado por equivocación a un
arnés.

“Los perros jaros”

Después de que Mowgli y los animales destruyen el pueblo, empieza la parte más agradable de
la vida de Mowgli en la jungla. Los animales lo aprecian y temen. Vive un sinnúmero de
aventuras.

Las cosas están cambiando en la Manada. Padre y Madre Lobo mueren y Mowgli llora y se
ocupa de tapar la cueva y entonar una canción de lamento por su pérdida. Baloo, Bagheera y
Akela están más viejos y menos ágiles. Mowgli tiene que cazar para Akela, porque él ya no lo
pude hacer por sí mismo. La Manada eligió a un nuevo líder, Phao, pero Akela y Mowgli siguen
teniendo autoridad. Mowgli incluso se presenta en las reuniones del Consejo para asegurarse
de que todo esté en orden.

Una noche, Mowgli y sus hermanos lobos escuchan unos aullidos como no escucharon desde
la muerte de Shere Khan. Se trata del pheeal, un desagradable aullido que indica que hay una
gran cacería en algún lugar. Mowgli y sus hermanos van a la Roca del Consejo. Allí los lobos se
reúnen. Al Consejo se presenta un lobo cubierto de mordeduras y lastimaduras. Se presenta
como Won-tolla, que significa “el que vive fuera de la manada” (p.409).

El forastero les cuenta a los lobos de la manada que los dholes, los perros rojos, asesinaron a
toda su familia. Won-tolla, sirviéndose del Derecho de Sangre, cobró venganza y mató a tres
de los perros que asesinaron a su familia. Por eso, ahora toda la manada sigue su rastro. Akela
le ofrece comida y Phao parece dispuesto a ayudar a perseguir a los perros. Si bien los dholes
no son tan grandes ni astutos como los lobos, son fuertes y numerosos. Sus manadas están
compuestas por al menos un centenar de individuos.

Mowgli no tuvo mucho trato con los dholes, pero los desprecia porque huelen mal, son sucios
y tienen pelos entre los dedos de las patas. Akela siente lo mismo que Mowgli y declara que
esta será su última cacería. Mowgli también quiere participar, pero Akela y Won-tolla intentan
convencerlo de que no lo haga, porque no sabe en qué se está metiendo. Mowgli declara: “mi
cuchillo será un colmillo más de la Manada” (p.412).

Mowgli se ofrece para ir a contar cuántos miembros tiene la manada de perros. En el camino
se encuentra con Kaa, la serpiente amiga de Mowgli. Se sienta sobre una parte de su cuerpo
como si fuera una hamaca. A Kaa tampoco le parece la mejor idea que Mowgli participe en la
cacería de los perros. Además, no entiende por qué quiere ayudar a la manada que lo expulsó.
Mowgli le dice que eso ya es parte del pasado, y que si bien es cierto que es un ser humano,
“el estómago me dice esta noche que soy un lobo” (p.414).

Kaa sigue sin estar convencida, pero, al ver a su amigo tan decidido, intenta ayudar. Es muy
vieja, así que permanece durante una hora repasando todos sus largos años para encontrar en
su memoria algo que le pueda servir a Mowgli para cazar a los perros. Mowgli siente que Kaa
se mueve nuevamente; ha pensado en algo que puede funcionar. Kaa le pide a Mowgli que la
acompañe hasta la garganta del río Waingunga.

Al llegar, Mowgli siente un olor dulce y agrio. Kaa le explica que allí vive el Pequeño Pueblo de
las Rocas: las furiosas abejas negras silvestres de la India. Para Mowgli, ese territorio es un
“Lugar de la Muerte”. Kaa le dice que no hay nada de que preocuparse, porque las abejas
duermen a esa hora. A continuación, le cuenta una historia en la que un gamo que huía de su
predador terminó en el territorio del Pequeño Pueblo. El gamo saltó desde lo alto de las rocas
y las abejas no lo alcanzaron porque llegó al agua. En su lugar, atacaron a su predador. Lo que
sugiere Kaa es que haga lo mismo con los perros salvajes. La idea es que Mowgli lleve a los
dhole hasta allí para que unos mueran por las abejas y otros sean interceptados por los lobos
cuando orillen tras lanzarse al río.

Kaa y Mowgli regresan a la Manada y comparten su plan. Mowgli tiene que conseguir que los
dhole empiecen a seguir su rastro en lugar del de Won-Tolla. Esto es un reto, porque una vez
que tienen el rastro, es muy difícil que los dhole se desvíen. Mowgli unta su cuerpo con ajo
negro porque sabe que las abejas lo van a rechazar. Busca el lugar en el que se encuentran los
dhole y se sube a un árbol. Desde allí, llama la atención burlándose de los perros para
provocarlos. El líder de la manada se acerca al árbol y empieza a saltar para intentar morder a
Mowgli. En un movimiento rápido, este lo toma del cuello, le corta la cola y lo deja caer. Eso
será suficiente para que ahora sigan a Mowgli antes de volver al rastro de Won-Tolla.

Pasa la noche y Mowgli empieza a moverse por los árboles como si fuera un mono. Los perros
lo siguen sin perder su rastro. Cuando llega al último árbol, se unta de ajo negro nuevamente y
los perros se ríen de él porque piensan que lo hace para que ellos pierdan su rastro. Mowgli
salta del árbol y empieza a correr. Los perros no pueden correr tan rápido como los lobos, y
Mowgli logra mantener suficiente distancia. Los pasos de Mowgli despiertan al Pueblo
Pequeño y Mowgli escucha un zumbido más intenso que nunca. Al llevar a la garganta del río,
salta desde la roca y cae al agua donde Kaa lo espera para protegerlo con sus anillos. Las
abejas atacan a algunos de los perros, otros se tiran al agua y unos pocos retroceden.

Mowgli se queda en el agua para matar a los perros que caen con su cuchillo. Los que escapan
de las abejas y de Mowgli orillan en una playa donde los lobos los esperan. La cacería es feroz y
cinco lobos mueren. De todas maneras, la manada del lobos sale victoriosa y los dhole no
volverán jamás a cazar en la selva.

Tal y como había anunciado Akela, esta fue su última batalla. Cuando termina, asienta su
cabeza en Mowgli y muere. Antes, le insiste a Mowgli con que vuelva a vivir entre los seres
humanos y abandone la selva. Le dice que la selva no lo va a expulsar, sino que “Mowgli
obligará al mismo Mowgli” (p.434) a dejarla. La Manada canta la Canción Fúnebre en honor a
Akela y los lobos que murieron en la cacería. Todos los dhole han muerto.

“Correteos primaverales”

Mowgli tiene diecisiete años. Han pasado dos desde la muerte de Akela. Mowgli es el Amo de
la Junga, a quien todos temen por su inteligencia y su fuerza. Sus ojos siempre mantienen una
mirada bondadosa; nunca tienen el brillo que aparece en los ojos de Bagheera cuando caza.

Es la época del Habla Nueva, es decir, la primavera. Los animales se encuentran distraídos y
Mowgli se siente solo. Algo le pesa en el alma y se encuentra inquieto e inconforme. A primera
vista la jungla tiene solo dos estaciones: la lluviosa y la seca. Es posible, sin embargo, detectar
las diferencias entre la primavera, el otoño, el invierno y el verano. La primavera es la mejor de
las estaciones, porque todo parece nuevo, huele fresco y el Pueblo de la Selva se pone de buen
humor.

A diferencia de otros años, Mowgli no está contento con el cambio de estación. Sabe que los
animales van a estar ocupados con sus canciones y nadie acudirá a su llamado. Un día decide
llamar a sus hermanos para ir de cacería. Ninguno responde. Se llena de amargura pensando
en que cuando lo necesitan para vencer a los dhole o lidiar con Shere Khan él está siempre
dispuesto, pero ahora lo abandonan. Varias veces siente el impulso de hacer daño a alguno de
los animales solo porque sí, porque se encuentra disconforme. No se siente como Mowgli y
piensa que está perdiendo la cordura.

Un día, Mowgli deambula solo por la selva, cuestionándose, hasta que llega a los pantanos. Allí
se encuentran con Mysa, un búfalo, y su esposa. A Mowgli le molestan los comentarios de
Mysa; se acerca a él a escondidas por el pantano y lo pica con su cuchillo. Mysa le reprocha la
humillación frente a su esposa y le dice que no es mejor que las personas que viven en el
pueblo del otro lado del pantano.

Mowgli decide ir hacia el pueblo y se emociona cuando ve el fuego a lo lejos. Se acuerda de


que dormía al lado de la Flor Roja cuando era niño. Cuando se acerca a una de las chozas
escucha la voz de una mujer y la reconoce. Es Messua, que habla con un niño pequeño. Mowgli
se acerca a ella y se presenta, porque Messua al principio no lo reconoce. Ella le pregunta qué
nombre le dio para comprobar que sea él, y Mowgli responde: Nathoo.

Messua lo hace pasar a su casa y le cuenta que, luego de que ella y su esposo encontraron
protección entre los ingleses, intentaron volver al pueblo donde habían tratado de quemarlos,
pero ya no había nada allí. Su marido consiguió trabajo y tuvieron otro hijo, pero hace un año
él murió. El niño, que es hermano de Mowgli, está intrigado con él y con el cuchillo que cuelga
de su cuello. Messua le sirve leche y le da abrigo, y Mowgli se tira a dormir en el piso.

Una pata gris aparece por debajo de la puerta. Mowgli sabe inmediatamente que es Hermano
Gris. Messua se asusta y le pide a Mowgli que no traiga la selva allí. Mowgli le asegura que los
animales nunca le harán daño. Messua le pide a Mowgli que regrese a vivir con ella y le dice
que él siempre está bienvenido en su casa.

Afuera, Mowgli le reprocha a Hermano Gris por no haberse presentado cuando lo llamó.
Hermano Gris le recuerda a Mowgli que es la época del Habla Nueva, y que estaban todos
distraídos con las canciones. De pronto Mowgli deja de prestar atención porque se ve atraído
por una chica vestida de blanco que camina por el pueblo. Hermano Gris se esconde y Mowgli
también.

Mowgli le pide a Hermano Gris que convoque a una reunión en la Roca del Consejo porque
quiere anunciar que va a dejar la selva. Los únicos que se presentan son Baloo, Kaa y los cuatro
hermanos. Mowgli expresa su deseo de irse, pero se muestra dividido, y es claro que siente
culpa por abandonar la selva. Baloo, quien ya está ciego por la vejez, habla y le dice a Mowgli
que siempre va a ser el Amo de la Jungla y tendrá quien responda a su llamado siempre.
Bagheera se acerca al consejo y le dice al joven que la deuda con la selva ya está pagada.
Recién cazó un buey para pagar por el buey que ofreció para que dejaran entrar a Mowgli a la
Manada cuando era un niño. Le pide que se acuerde cuánto lo quiso Bagheera. Luego de esas
palabras, se aleja del Consejo. Mowgli llora y abraza a sus amigos. Este es el último cuento de
Mowgli.

Análisis

En “Los perros jaros” vemos que Mowgli ha adquirido más importancia y autoridad en la
jungla. Parece haber un desbalance entre la autoridad que tiene y las responsabilidades. Como
personaje liminar, Mowgli puede moverse en distintos códigos, y vemos en él mayor libertad
que en los otros animales. Por ejemplo, si bien la manada tiene un nuevo líder, Phao, Mowgli y
Akela se sientan en una roca por encima de él y, cada tanto, Mowgli se presenta en el Consejo
para asegurarse de que todo esté en orden. Aparentemente, todos los animales están de
acuerdo con esa autoridad porque no vemos a Phao, por ejemplo, resintiendo la
desautorización por parte de Mowgli. Es natural que este reine sobre todos porque es superior
a ellos.

Cuando los lobos deciden ayudar a Won-Tolla, todos le insisten a Mowgli para que no
participe, y no consideran que el chico esté obligado a hacerlo. A diferencia de los animales,
Mowgli puede elegir. Su liderazgo como Amo de la Jungla no es comparable con el de Hathi,
porque el chico es una autoridad ajena y no local. Eso le permite moverse con más libertad.

En este cuento, el enemigo está configurado como un bárbaro o un Otro. La selva en Kipling es
en realidad el espacio civilizado, porque allí rigen leyes claras que, en su mayoría, se respetan.
Lo dholes son extranjeros: el nombre que se utiliza para referirse a ellos es extranjero; son
sucios y olorosos, tienen pelos entre los dedos de las patas y caminan encorvados. Sus
costumbres son bárbaras también, y quizá el mejor ejemplo es que no duermen en cuevas sino
en la intemperie. Asimismo, no parecen actuar racionalmente, sino por mero reflejo, lo que los
hace seguir siempre una línea recta y no abandonar un rastro en ninguna circunstancia. Eso los
hace vulnerables como contrincantes, mientras que su fuerza y número compensa y los
convierte en rivales temibles.

El liderazgo de Mowgli es clave en la batalla entre perros y lobos. Gran parte de su capacidad
como estratega es la posibilidad con la que cuenta Mowgli de moverse en distintos códigos y
tomar de cada pueblo lo que le sirve para su meta. Mowgli dice lo siguiente sobre el plan que
están a punto de llevar a cabo: “—Mowgli la Rana he sido —decía para sí—. Mowgli el Lobo he
dicho que soy. Ahora debo ser Mowgli el Mono antes de convertirme en Mowgli el Gamo. Al
final seré Mowgli el Hombre. ¡Ja!” (p.422). En esta cita vemos la flexibilidad de Mowgli:
primero fue Ranita, cuando no era más que un cachorro de hombre indefenso que necesitó del
cobijo de la familia de lobos; luego, Mowgli eligió volver a la selva para vivir entre los que
considera sus hermanos, sintiéndose lobo. Pero para poder ganar en esta cacería va a utilizar la
estrategia de los Bandar-log para provocar a los perros desde un árbol y conseguir que sigan su
rastro en lugar del de Won-tolla. Después, será un gamo, porque los perros lo van a seguir
como si fuera su presa. Finalmente, será un hombre cuando luche con su cuchillo y mate a
varios perros en el agua. Su capacidad de comprender a distintos pueblos, e incluso aprender
de ellos e imitarlos para su beneficio, nos muestra cómo Mowgli usa su condición de sujeto
liminar a su favor.

En “Correteos primaverales” la estación del año en la que sucede la acción es especialmente


significativa. Los animales están ocupados con las distracciones de primavera y Mowgli, quien
ya tiene diecisiete años, se siente por primera vez extremadamente incómodo e inconforme
consigo mismo y con la soledad que siente durante esta época. Hasta entonces, Mowgli podía
continuar su camino de aprendizaje en la selva porque no tenía todavía responsabilidades
concretas como hombre. Pero a sus diecisiete años, el camino de aprendizaje ha terminado, ya
sabe todo lo que tenía que aprender y además ha ascendido al lugar más alto en la selva: Amo
de la Jungla. Que Mowgli abandone la selva y vuelva a vivir entre los hombres es necesario en
su desarrollo.

El cuento alude a que, en parte, esa responsabilidad es la de formar una familia. Por eso la
primavera, la temporada de apareamiento, es tan significativa. Cuando retoma contacto con el
mundo de las personas, lo hace a través de su madre, Messua. Mowgli ingresa en ese espacio
familiar y se siente a gusto. Es significativo que el esposo de Messua esté muerto, porque hay
un espacio vacante allí, un lugar de responsabilidad que otro hombre debería ocupar.
Asimismo, cuando está por regresar a la selva con Hermano Gris, Mowgli ve a una muchacha
vestida de blanco que sostiene su atención, y es después de eso que decide definitivamente
abandonar la selva.
Si bien la despedida de Mowgli y sus amigos es triste, la ruptura con el “Edén” no es violenta.
Precisamente porque Mowgli ha sido siempre obediente de la Ley, cuando deja la selva lo hace
de manera voluntaria. La mirada de Kipling es secular, y al ser la Ley algo que surge del común
acuerdo entre los animales y de la razón que los lleva a buscar el bien común, no hay un Dios
que castiga y que expulsa. Más bien, la selva misma lidia con aquellos que no siguen la Ley, y
no hay una amenaza divina que lleve a los animales a seguir las reglas. En este sentido, Kipling
parece plantear el ideal de civilización como un espacio en el que la ley y el orden se ajustan
tan bien a la razón y al progreso que la libertad implica someterse a las leyes.

En la despedida de sus amigos, Baloo le recuerda que siempre va a tener un espacio en la


selva. Con el retorno de Mowgli al mundo de los seres humanos, su figura se vuelve un puente
entre los dos, porque él representa lo mejor de ambos mundos. Así como Mowgli llevó su
ingenio y su razón para ayudar a los animales, cabe imaginarse que llevará el orden y el
respeto por las Ley al mundo de los humanos.

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