RESUMEN de Teoría General Del Acto Jurídico (Introducción Al Derecho Privado)
RESUMEN de Teoría General Del Acto Jurídico (Introducción Al Derecho Privado)
RESUMEN de Teoría General Del Acto Jurídico (Introducción Al Derecho Privado)
I. GENERALIDADES
1. CONCEPTOS GENERALES
En principio, lo único que podría relacionar al testamento o al pago de una obligación es que ambos
surgen como consecuencia de la voluntad del hombre. Sin embargo, partiendo de dicho elemento
común es posible encontrar otros: en primer lugar, tales actos surgen de una manifestación de vo-
luntad hecha con un propósito determinado; y en segundo lugar, dichos actos producen efectos ju-
rídicos, pues crean, modifican o extinguen una relación jurídica.
A estos actos voluntarios que realiza el hombre con un propósito definido y característico y que
producen efectos jurídicos, se da la denominación de “actos jurídicos”.
En el siglo XVIII, y a la luz de los principios históricos de la ilustración, se consagra al hombre libre
en todo ámbito de su actuar.
Por su parte, en el campo jurídico este concepto tan amplio de libertad personal se manifiesta en el
denominado principio de la autonomía de la voluntad, en virtud del cual se considera que el hombre
se relaciona y se obliga con otros porque tal ha sido su voluntad. De esta manera, este principio se
manifiesta en la facultad de las personas para celebrar los actos jurídicos a través de los cuales puedan
crear, modificar o extinguir derechos subjetivos.
El Código Civil chileno no acoge ni regula expresamente una figura general del acto jurídico. Desco-
noce incluso el término. Sin embargo, el Libro IV del Código Civil chileno, titulado “De las Obliga-
ciones en General y de los Contratos”, contiene numerosas normas que, por su carácter general, pue-
den aplicarse no sólo a los contratos, sino que también a los actos jurídicos que no participan de esa
calidad.
Para el estudio del curso ‘Introducción al Derecho privado’ resumo, en lo principal, a VIAL DEL RÍO (2003),
Teoría General del Acto Jurídico. Sin embargo, para complementar se añadirán otros autores, los que están
individualizados al final del presente resumen.
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Boris Loayza M.
Surge de lo expuesto una primera clasificación de los hechos: naturales y del hombre.
No todos los hechos interesan al derecho, pues algunos son jurídicamente irrelevantes e indiferentes,
por lo mismo, a aquél. Sólo importan al derecho los denominados “hechos jurídicos”, esto es, hechos
que tienen relevancia y que producen efectos jurídicos.
Se define el hecho jurídico como el acontecimiento de la naturaleza o del hombre que produce
efectos jurídicos. Tales efectos jurídicos consisten en la adquisición, modificación o extinción de
derechos subjetivos.
5. SUPUESTO JURÍDICO
Para que un hecho jurídico produzca consecuencias de derecho es menester que la ley le haya atri-
buido tal virtud. De esta manera, el supuesto jurídico –o de hecho– es el conjunto de requisitos a
que el ordenamiento jurídico condiciona un efecto jurídico, o sea, el nacimiento, la extinción o la
modificación de una relación jurídica.
El supuesto puede ser simple o complejo, según si para que se produzca el efecto previsto por la
norma basta un solo hecho o se requiere, por el contrario, más de uno.
Los hechos jurídicos naturales consisten en un acontecimiento de la naturaleza, como por ejemplo
el nacimiento, la muerte o la mayoría de edad. Los hechos jurídicos voluntarios consisten en un acto
del hombre, como por ejemplo la compraventa, el arrendamiento o el testamento.
Los efectos jurídicos pueden producirse como consecuencia de que ocurra algo –un acontecimiento
de la naturaleza o un acto humano– o como consecuencia de que no ocurra algo. En el primer caso
se habla de hechos jurídicos positivos; y de hechos jurídicos negativos en el segundo.
Se llaman hechos jurídicos constitutivos aquellos que tienen como consecuencia la adquisición de
un derecho subjetivo.
Hechos jurídicos extintivos son aquellos que ponen fin a una relación jurídica.
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Boris Loayza M.
Hechos jurídicos impeditivos son aquellos que obstan a la eficacia de los hechos jurídicos consti-
tutivos.
Esta clasificación importa en materia probatoria: quien alega la existencia del hecho jurídico consti-
tutivo, extintivo o impeditivo debe, por regla general, probar el hecho respectivo.
Hemos mencionado que los hechos jurídicos producen la adquisición, modificación o extinción de
un derecho subjetivo o de una relación jurídica, entendida ésta en un sentido amplio.
A) Adquisición
Se adquiere una relación jurídica cuando la ley la atribuye a un sujeto determinado como consecuen-
cia de un hecho jurídico.
En doctrina se prefiere hablar de adquisición de un derecho o relación jurídica más que de naci-
miento del mismo, por ser aquella expresión más amplia que ésta.
B) Modificación
Como consecuencia de ciertos hechos jurídicos es posible que una relación jurídica sufra cambios
que, sin hacerla perder su identidad, la hagan sustancialmente diferente de la relación adquirida, ya
sea porque cambia su contenido o los sujetos de la relación.
Las modificaciones de las relaciones jurídicas pueden producirse por disposición de la ley o por la
voluntad del hombre.
C) Extinción
Extinción de un derecho es sinónimo de muerte del mismo. Así, desaparece de la realidad jurídica,
acaba, muere.
La extinción de un derecho puede ocurrir por disposición de la ley o por la voluntad del hombre.
Hemos visto que tanto la adquisición como la modificación o extinción de derechos subjetivos en-
cuentran su causa –entendida como antecedente generador de efecto– en hechos jurídicos, considera-
dos como por la ley idóneos o eficaces para producir dichos efectos.
Desde el momento en que se cumplen todos los requisitos previstos por el supuesto legal, el hecho
jurídico produce los efectos que le son propios.
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Boris Loayza M.
Decíamos en el número anterior que el hecho jurídico produce todos sus efectos una vez que se reali-
cen los acontecimientos previstos por el supuesto.
Lo normal –y que constituye la regla general– es que dichos efectos operen sólo para el futuro. Sin
embargo, por excepción, los efectos del hecho jurídico pueden producirse retroactivamente.
Cada vez que se habla de actos del hombre debe entenderse que tienen la calidad de tales sólo aquellos
que el sujeto ha ejecutado voluntariamente, es decir, dotado de la aptitud para darse cuenta del
acto y apreciar sus consecuencias.
Los actos involuntarios se asimilan a los hechos jurídicos naturales o propiamente tales.
A) Atendiendo a que el acto puede o no conformarse con el derecho: actos lícitos y actos ilícitos
Los actos lícitos son aquellos que se conforman con el derecho. Los actos ilícitos, en cambio, son
aquellos que contravienen al derecho.
El ordenamiento jurídico reacciona en contra de los actos ilícitos de alguna de estas dos maneras:
impidiendo que el acto produzca los efectos queridos por el auto o por las partes y ordenando
reparar los daños causados.
B) Atendiendo a que los efectos del acto pueden o no surgir como consecuencia inmediata y directa
de la manifestación de voluntad: negocios jurídicos y actos jurídicos
Sin embargo, en nuestra legislación esa clasificación enunciada [en el título] es desconocida. La dis-
tinción que recoge nuestro derecho distingue entre actos voluntarios realizados con la intención de
producir efectos jurídicos y los actos voluntarios realizados sin dicha intención, denominando ac-
tos jurídicos sólo a los primeros.
La denominación de negocio jurídico para los actos realizados con la intención de producir efectos
jurídicos no ha tenido fortuna en la doctrina nacional, que continúa apegada al nombre tradicional de
actos jurídicos.
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Boris Loayza M.
1. Lícitos o ilícitos;
2. Negocios jurídicos o actos jurídicos; o si se quiere, conservando la denominación tradicional,
ejecutados con la intención de producir efectos jurídicos (actos jurídicos) o realizados sin la
intención de producir efectos jurídicos.
Se define el acto jurídico como la manifestación de voluntad hecha con el propósito de crear,
modificar o extinguir derechos, y que produce los efectos queridos por su autor o por las partes,
porque el derecho sanciona dicha manifestación de voluntad.
Todo acto jurídico requiere, en primer término, una manifestación de voluntad. Es decir, no basta
con la existencia de la voluntad interna o psicológica, que es, por esencia, variable, sino que es nece-
saria que la voluntad del autor o de las partes se exteriorice por medio de una declaración o de un
comportamiento que permita conocerla.
Lo distintivo del acto jurídico es que la parte o partes que intervienen en su celebración manifiesten
su voluntad con un fin o propósito determinado.
Dicho propósito, en concepto de la doctrina tradicional, debe ser jurídico, lo que significa que el
autor o las partes pretenden producir efectos de derecho, esto es, crear, modificar o extinguir derechos
subjetivos.
Sin embargo, para la doctrina moderna la manifestación de voluntad persigue solo un fin práctico,
denominado propósito empírico o práctico.
Nosotros penamos que el propósito perseguido, tal como lo ven el autor o las partes de un acto jurí-
dico, es eminentemente práctico. El derecho, por su parte, toma precisamente en cuenta ese propósito
o fin para regular los efectos jurídicos de la respectiva institución.
C) La manifestación de voluntad produce los efectos queridos por el autor o por las partes, porque
el derecho la sanciona
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Boris Loayza M.
Los actos jurídicos producen los efectos que les son propios, porque el autor o las partes así lo han
querido y porque el derecho lo permite o autoriza. En otras palabras, los efectos del acto jurídico
derivan en forma inmediata de la voluntad del autor o de las partes, y en forma mediata de la ley,
que permite la libertad jurídica.
En lo relativo a la estructura del acto jurídico es tradicional la distinción entre elementos de la esencia
(o esenciales), elementos de la naturaleza (o naturales) y elementos accidentales.
Elementos esenciales son “los necesarios y suficientes para la constitución de un acto jurídico”. Estos
se clasifican en comunes o generales y especiales o específicos.
Los primeros son aquellos que no pueden faltar en ningún acto jurídico, sea cual fuere su especies.
Los segundos son aquellos requeridos para cada acto jurídico en especial, constituyendo los ele-
mentos de la esencia propios y característicos del acto jurídico determinado.
La doctrina tradicional señala, en tal carácter [de esenciales], los siguientes: la voluntad el objeto y
la causa [esto en relación con el artículo 1445 CC]. El Código Civil chileno dice en el artículo 1444
que son cosas de la esencia de un contrato aquellas sin las cuales no produce efecto alguno o dege-
nera en otro distinto.
Son “las consecuencias del acto que tienen lugar por la disposición de la ley, en vista del silencio de
los interesados; por tanto, no es necesaria la voluntad de éstos para que tengan lugar, pero es indis-
pensable para modificarlos o extinguirlos”.
Se observa que, en verdad, no existen elementos naturales del acto jurídico. Lo que sí hay son efectos
naturales, es decir, aquellos que la ley subentiende y que no requieren, por lo mismo, de una
declaración de voluntad para existir; pero que las partes, si quieren, pueden eliminar, sin alterar
con ello la esencia del acto jurídico.
C) Elementos accidentales
Son aquellas que las partes pueden, en virtud de la autonomía privada, incorporar a éste sin alterar su
naturaleza.
Hemos mencionado que todo acto jurídico debe contener ciertos elementos esenciales para su exis-
tencia jurídica. Por otra parte, el acto que nace a la vida del derecho debe cumplir con ciertas condi-
ciones para tener una existencia sana y producir sus efectos en forma estable. De lo anterior fluye una
distinción tradicional en doctrina: requisitos de existencia y requisitos de validez del acto jurídico.
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Boris Loayza M.
A) Requisitos de existencia
Los requisitos de existencia son indispensables para que el acto nazca a la vida del derecho, para
que exista como tal y produzca efectos. Si faltan, el acto es jurídicamente inexistente, por lo que no
produce efecto alguno.
Tienen la calidad de requisitos de existencia los siguientes: la voluntad, el objeto, la causa y las
solemnidades [esta última es, en verdad, una forma de manifestar la voluntad en ciertos actos jurídi-
cos: los negocios solemnes].
B) Requisitos de validez
Los requisitos de validez del acto jurídico son necesarios para que éste tenga una vida sana y pro-
duzca sus efectos en forma estable.
Son los siguientes: la voluntad no viciada, el objeto lícito, la causa lícita y la capacidad.
A) Atendiendo al número de partes cuya voluntad es necesaria para que el acto jurídico se forme:
actos jurídicos unilaterales, actos jurídicos bilaterales y actos jurídicos plurilaterales
B) Atendiendo a que la producción de los efectos del acto jurídico puede o no encontrarse subordi-
nada a la muerte del autor o de una de las partes: actos jurídicos entre vivos y actos jurídicos por
causa de muerte
C) Atendiendo a la utilidad o beneficio que reporta el acto jurídico para quienes lo ejecutan: actos
jurídicos a título gratuito y actos jurídicos a título oneroso
D) Atendiendo a que el acto jurídico puede o no producir sus efectos de inmediato y sin limitaciones:
actos jurídicos puros y simples y actos jurídicos sujetos a modalidad
E) Atendiendo al contenido de los actos jurídicos: actos jurídicos de familia y actos jurídicos patri-
moniales
F) Atendiendo a que el ato jurídico puede o no subsistir por sí mismo: actos jurídicos principales,
actos jurídicos accesorios y actos jurídicos dependientes
G) Atendiendo a que la ley puede o no exigir formalidades para su celebración: actos jurídicos so-
lemnes y actos jurídicos consensuales
H) Atendiendo a que el acto puede o no encontrarse regulado por la ley: actos jurídicos nominados
y actos jurídicos innominados
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Boris Loayza M.
I. GENERALIDADES
Hemos visto que el acto jurídico se caracteriza por ser un hecho voluntario del hombre, lo que lo
diferencia de los hechos jurídicos propiamente tales.
El primer requisito de existencia es la voluntad. Y, para que esta produzca efectos jurídicos debe
reunir dos requisitos copulativos, a saber: debe manifestarse y debe ser seria.
Es expresa aquella que se manifiesta por medio de una declaración, contenida en palabras o gestos o
indicaciones.
Para nuestro Código Civil, por regla general, la manifestación de voluntad expresa y la tácita tie-
nen el mismo valor. De hecho, el Código de Comercio –que regula la formación del consentimiento–
señala que su artículo 103 que la aceptación tácita produce los mismos efectos y está sujeta a las
mismas reglas que la expresa.
21. EL SILENCIO
Puede ocurrir que una persona, enfrentada a un hecho determinado, adopte lo que se llama una con-
ducta omisiva, constituida por hechos negativos.
En este sentido, punto controvertido en la doctrina es la posibilidad de atribuir al silencio el signifi-
cado de una manifestación de voluntad.
La regla general es la negativa. Sin embargo, por excepción el silencio puede tener el valor de mani-
festación de voluntad. Ello ocurre cuando así lo señala la ley, las partes o lo dispone el juez (a
propósito del silencio circunstanciado, es decir, aquel que necesariamente debe ir acompañado de
antecedentes o circunstancias externas que permitan atribuir al silencio, inequívocamente, el
valor de una manifestación de voluntad).
Cabe tener presente que el silencio, en lo que le sea aplicable, está sujeto a las mismas reglas que
toda manifestación de voluntad. Así es posible, por ejemplo, que teniendo el silencio valor de ma-
nifestación de voluntad deba considerarse tal manifestación nula por algún vicio de la voluntad.
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Boris Loayza M.
Decíamos que la voluntad, para producir efectos jurídicos, debe ser seria, es decir, que exista el
propósito de producir un efecto práctico sancionado por el derecho.
En el CC chileno tiene su expresión en diversas normas, donde una de las más importantes es el
artículo 1545.
31. EL CONSENTIMIENTO
La voluntad en los actos jurídicos bilaterales toma el nombre de consentimiento. Así, el consenti-
miento es el acuerdo de voluntades de las partes, necesario para dar nacimiento al acto jurídico
bilateral.
Tiene su regulación en el Código de Comercio, entre los artículos 97 y 108, y es de aplicación general
al ordenamiento jurídico chileno.
33. LA OFERTA
Se da el nombre de oferta, policitación o propuesta al acto jurídico unilateral por el cual una per-
sona propone a otra celebrar una determinada convención.
Para que se forme el consentimiento la oferta debe ser completa. Se considera que es completa la
oferta cuando se formula en términos tales que basta con la simple aquiescencia de la persona a
quien la oferta se ha dirigido para que la convención propuesta se perfeccione. En teoría se ne-
cesita que contenga, al menos, los elementos esenciales del negocio jurídico propuesto.
La oferta puede ser expresa, tácita, realizada a persona determinada o a persona indeterminada.
Esta última, en virtud del artículo 105 C.Com no engendra obligación alguna para el que las hace, es
decir, se le considera una mera proposición a ofrecer.
1. Completa
2. Seria
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Boris Loayza M.
3. A persona determinada
Se define la aceptación como el acto jurídico unilateral por el cual el destinatario de la oferta
manifiesta su conformidad con ella.
La aceptación se clasifica en expresa (sea verbal o escrita) o tácita; pura y simple o condicionada.
Esta última es, por aplicación del artículo 102 C.Com una contraoferta.
1. Pura y simple: para que se forme el consentimiento el destinatario de la oferta debe aceptarla
tal como se le formuló, sin introducir a ésta modificaciones;
2. Aceptación en tiempo oportuno: esto ocurre cuando se manifiesta la aceptación dentro del
plazo que eventualmente se hubiera señalado o, a falta de plazo estipulado por las partes, en
el tiempo establecido por la ley. A falta de plazo convencional, la ley distingue entre si la
oferta es verbal o escrita. En el primer caso, el artículo 97 C.Com señala que debe realizarse
en el acto de conocer la oferta; en el segundo, dentro de 24 horas (siempre que las partes
vivan en el mismo lugar) o a la vuelta del correo (si viven en lugares distintos).Finalmente,
se denomina aceptación extemporánea la que se da una vez vencido el plazo. Esta no tendrá
efecto alguno, sin perjuicio de que el oferente tiene la obligación de comunicarle al destina-
tario que su aceptación fue extemporánea so pena de responsabilidad (art. 98 C.Com);
3. Aceptación mientras la oferta se encuentre vigente (tempestiva): esto quiere decir que la
aceptación se realice antes de que la oferta caduque. Son causas de caducidad de la oferta la
retractación, la muerte y la incapacidad legal del oferente. En principio, el oferente puede
arrepentirse, salvo que se hubiere comprometido a esperar la contestación o a no disponer
del objeto del contrato (casos en que no se puede retractar) (art. 99 C.Com). Ahora bien, la
retractación tempestiva genera responsabilidad: indemnizar los gatos de confianza. La re-
tractación intempestiva no genera efecto alguno, pues ya se perfeccionó el negocio jurídico.
Hay diversas teorías que explican esto: la teoría de la declaración de voluntad; la teoría de la
expedición; la teoría de la recepción; la teoría del conocimiento.
El Código de Comercio recoge la teoría de la aceptación (arts. 99 y 101 C.Com), es decir, el con-
sentimiento se forma en el momento en que el destinatario acepta la oferta, da la aceptación, aun-
que esta sea ignorada por el proponente.
Dispone el Código de Comercio sobre el particular que, residiendo los interesados en distintos luga-
res, se entenderá celebrado el contrato, para todos los efectos legales, en el de la residencia del que
hubiera aceptado la propuesta primitiva o la propuesta modificada.
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Boris Loayza M.
Hemos visto que la voluntad es el primer requisito de existencia de los actos jurídicos y que la
voluntad apta y eficaz para desplegar consecuencias jurídicas es aquella que no se encuentra viciada
[primer requisito de validez del acto jurídico].
El artículo 1451 del Código Civil establece que los vicios de que puede adolecer el consentimiento
son el error, la fuerza y el dolo.
Si bien el precepto citado habla de los vicios de que puede adolecer el consentimiento –término que,
como se ha dicho, designa a la voluntad en los actos jurídicos bilaterales– ello no significa que sola-
mente en los actos bilaterales pueda encontrarse viciada la voluntad de una de las partes, ya que cabe
también dicha posibilidad en los actos jurídicos unilaterales, como lo reconoce el CC para el testa-
mento.
SECCIÓN PRIMERA
EL ERROR
Se define el error como la falsa representación de la realidad determinada por la ignorancia o por
la equivocación.
Es la falsa representación que se tiene de una cosa, de un hecho o de una persona, como conse-
cuencia de la ignorancia o equivocación.
En la teoría se ha distinguido entre el error obstáculo u obstativo, en donde existe una discrepancia
entre lo querido y lo declarado y no habría acuerdo de voluntades; y el error vicio, en donde existe
una manifestación de voluntad, pero viciada.
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Boris Loayza M.
El CC chileno se ocupa del error entre los arts. 1452 a 1455, donde se reglamenta al error como un
vicio del consentimiento.
Señala el artículo 1452 CC que el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento. Lo
anterior es producto de la ficción de la ley que supone que las normas jurídicas son conocidas por
todos, sin que nadie pueda alegar su ignorancia después de que hayan entrado en vigencia (art. 8 CC).
Además, en ciertos casos se considera de mala fe a la persona que alega un error de derecho (art. 706
CC en materia de posesión). De esta manera, el error en materia de derecho constituye una presun-
ción de mala fe.
Señala el art. 2297 que incluso quien haya cometido un error de derecho podrá repetir lo pagado,
es decir, exigir la devolución de lo que dio o pagó. En este sentido, el error en la creencia de una
obligación que en realidad no existe impide que el pago produzca el efecto anotado [extinguir la
obligación] y sirve como fundamento para la denominada acción de repetición, que es la que la ley
franquea a quien paga lo que no debe para exigir la restitución de lo pagado.
En tres artículos: 1453, 1454 y 1455 el CC describe y reglamenta las hipótesis de error de hecho que
estima irrelevantes.
Antes de entrar a analizar los distintos tipos de errores que regula el CC, hay que señalar que la
normativa chilena no distingue entre el error obstáculo y el error vicio.
1. El error que recae sobre la especie de acto o contrato que se ejecuta o celebra; y,
2. El error que recae sobre la identidad de la cosa específica de que se trata.
El Código Civil considera al error obstáculo un vicio del consentimiento. Sin embargo, hemos visto
que en la doctrina esta especie de error impide u obsta que se forme el consentimiento.
1. Inexistencia: como no se forma el consentimiento, el acto jurídico sería inexistente por falta
de consentimiento.
2. Nulidad absoluta: para quienes estiman que la inexistencia como sanción no tiene aplicación
en la normativa chilena, la nulidad absoluta es la mayor sanción.
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Boris Loayza M.
3. Nulidad relativa: al ser un vicio de la voluntad la sanción sería esta, pues el art. 1682 la
dispone como regla subsidiaria a la nulidad absoluta que tiene causales establecidas. Además,
su presencia –se ha dicho– es en interés particular y no público como en la nulidad absoluta.
B) Error sustancial
Regulado en el artículo 1454 inciso primero, las hipótesis que reglamenta consisten en la sustancia
o la calidad esencial de la cosa.
Por sustancia se ha entendido que es la materia específica que constituye la cosa. En cambio, por
calidad esencial se ha discutido, existiendo dos criterios.
El primer criterio es subjetivo, y atiende a la intención de las partes por tal calidad [la opinión de
VIAL]; el segundo, objetivo, atiende a un criterio común y general, al tráfico jurídico [opinión de
ÍÑIGO comentando la sentencia de los camiones].
C) Error accidental
Es aquel que recae sobre una cualidad dispensable, pero que es el principal motivo de las partes al
contratar y, además, este motivo debe ser conocido por la contraparte (art. 1454 inc. 2).
De esta manera, para que el error en una cualidad no esencial de la cosa vicie el consentimiento, es
preciso que la consideración de que la cosa tiene tal cualidad hubiese constituido el motivo determi-
nante que tuvo una de las partes para contratar, y que ello haya sido conocido por la otra parte.
D) Error en la persona
El inciso primero del artículo 1455 lo define como aquel error acerca de la persona con quien se
tiene intención de contratar cuando esta consideración es la causa principal del contrato. En otras
palabras, se da en los casos de contrato intuito personae.
Este tipo de error vicia el consentimiento y se sanciona con la nulidad relativa. Además, una vez
declarada la nulidad del contrato por error en la persona que sufrió una de las partes, la otra tendrá
derecho a que se le indemnicen los perjuicios sufridos como consecuencia de la nulidad, siempre
que hubiere contratado de buena fe.
SECCIÓN SEGUNDA
LA FUERZA
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Se define la fuerza como los apremios físicos o morales que se ejercen sobre una persona desti-
nados a que se preste su consentimiento para la celebración de un acto jurídico.
Así como el error vicia el consentimiento porque se interpone en el conocimiento del autor, la fuerza
es un vicio del consentimiento porque se opone a la libertad.
La voluntad supone, por tanto, no solo una manifestación consciente del sujeto, sino que también
una manifestación libre sin coacciones.
La fuerza se clasifica en fuerza física o absoluta –caracterizada por una construcción directa y ma-
terial– y en fuerza moral o psíquica, en la cual el apremio se ejerce sobre la psiquis de la víctima
con el fin de intimidarla.
La fuerza física no es, por tanto, un vicio de la voluntad. Es, en cambio, un acto inexistente.
En el acto en que incide la fuerza moral existe una manifestación de voluntad del sujeto. Pero éste
no ha sido libre; la manifestación le fue impuesta por una amenaza actual de un mal futuro; no es
espontánea.
Esta voluntad está solamente viciada, porque no se ha determinado libremente, influyendo así en la
voluntad negocial. Por lo tanto, habría un vicio de la voluntad, y no divergencia entre voluntad y
manifestación.
De lo expuesto se infiere que el estudio de la fuerza como vicio de la voluntad se restringe, exclusi-
vamente, a la fuerza moral constituida por aquellos apremios que producen a la víctima miedo o
temor de sufrir un mal.
La doctrina exige la concurrencia de dos requisitos para que la fuerza vicie la voluntad: que sea im-
portante [grave] y que sea injusta [además debe ser determinante].
Fuerza importante es aquella que influye de manera significativa en el ánimo de la víctima. Para
determinar dicha influencia se toma en consideración un tipo medio de persona sensata, apreciando
la edad, sexo y otras condiciones (como cultura, por ejemplo).
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Boris Loayza M.
Que la fuerza injusta significa que el mal con que se amenaza debe ser ilegítimo, es decir, contrario
a derecho; o bien, no siendo en sí mismo ilícito, que se enlace a la consecución de una ventaja des-
proporcionada e injusta (beneficios injustos), es decir, ventajas a las cuales no tenía derecho.
Lo único decisivo es que la amenaza debe haberse realizado con la voluntad y la conciencia de deter-
minar al otro sujeto al negocio.
No existe en el temor reverencial, es decir, aquel estado de sujeción en el que nos encontramos por
razones de obediencia, gratitud, respeto, admiración o devoción frente a otros.
El CC chileno se refiere a la fuerza como vicio del consentimiento en los artículos 1456 y 1457.
El inciso primero del artículo 1456 establece los requisitos que debe reunir la fuerza para viciar el
consentimiento, tales son: que la fuerza sea importante o grave, injusta o ilícita y determinante.
A) Fuerza grave
De acuerdo al inciso primero del artículo 1456, sólo vicia el consentimiento la fuerza que es capaz de
producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad, sexo y
condición.
Por excepción la ley presume la gravedad de la fuerza cuando la amenaza infunde en la víctima un
justo temor de verse expuesta a ella, su consorte, o alguno de sus ascendientes o descendientes, a un
mal irreparable y grave.
C) Fuerza determinante
Esto significa que el consentimiento obtenido con la amenaza debe ser consecuencia inmediata y
directa de ésta, de modo que sin la fuerza la víctima no habría celebrado el acto para el cual se
forzó.
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Es irrelevante que la amenaza la ejerza una parte del contrato o un tercero ajeno al mismo. Tampoco
exige con tal efecto que la fuerza provenga de la persona que es beneficiada por ella. Así, es necesario
sólo que la ejerza cualquiera persona con el objeto de obtener el consentimiento.
Además, es menester señalar que en virtud de lo señalado en el artículo 1456 el temor reverencial
no vicia el consentimiento.
Para nuestra legislación, el acto en que incide la fuerza moral que reúne los requisitos de grave,
determinante e injusta existe, pero con un vicio que lo expone a ser invalidado, mediante la acción
de nulidad relativa (art. 1682 CC).
En la situación que la doctrina conoce con la denominación de estado de necesidad, el sujeto, que se
siente amenazado por un hecho de la naturaleza o por un acto del hombre, para evitar el daño
que teme en su persona o en sus bienes adopta un determinado comportamiento, que produce
un perjuicio a terceros o resulta perjudicial para los propios intereses del sujeto.
Sin embargo, en materia de vicios del consentimiento nuestro Código Civil no dispone de regulación.
El contrato que se celebró como consecuencia de un estado de necesidad no es, por esta causa,
rescindible.
SECCIÓN TERCERA
EL DOLO
Hemos visto que la voluntad para desplegar los efectos jurídicos que le son propios, requiere en el
manifestante un adecuado conocimiento de la realidad, el cual, sí llegara a faltar, sea por ignorancia
o equivocación, impide que la manifestación sea eficaz.
Tanto en el error como en el dolo existe por parte de la víctima una falsa representación de la realidad.
La diferencia es que en el error, dicha falsa representación de la realidad surge de manera espontánea;
mientras que, en el dolo, es provocada por las maquinaciones o maniobras fraudulentas fragua-
das por otra persona para engañar e inducir a error al sujeto.
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Así, la definición de dolo es la que sigue: maquinaciones fraudulentas destinadas a que una per-
sona preste su consentimiento para la celebración de un acto o contrato.
El dolo bueno consiste en el comportamiento lícito, realizado con astucia, malicia, halagos, jactancia,
propaganda. En otras palabras, son las exageraciones que son normales en el comercio.
El dolo malo, en cambio, supone un comportamiento ilícito constituido por el engaño que una
persona hace a otra para inducir a esta última a una manifestación de voluntad que sin el dolo
no habría efectuado, o habría efectuado en condiciones menos onerosas.
El dolo positivo es aquel en que el engaño se realiza a través de razonamientos o actos tendientes
a representar como verdaderas circunstancias falsas o suprimir o alterar las verdaderas.
El dolo negativo es aquel en que el engaño consiste en ocultar sagazmente hechos verdaderos [ver
comentario de sentencia de DE LA MAZA1]. El autor del dolo se escuda en una ‘omisión’ de actividad
como es el silencio o reticencia.
Dolo determinante, principal o inductivo, es aquel que induce en forma directa a una persona a
realizar una declaración o manifestación de voluntad.
1
DE LA MAZA (2010), Contrato de compraventa y error. Corte de Apelaciones de Arica, 2 de marzo de 2008,
Corte Suprema, 19 de enero de 2010, rol Nº 1.908-2008, Nº Legal Publishing 43283
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Boris Loayza M.
El dolo está definido en el artículo 44 CC como la intención positiva de inferir injuria a la persona
o propiedad de otro.
El Código Civil reglamenta el dolo como vicio del consentimiento en los artículos 1458 y 1459.
El inciso primero del artículo 1458 establece que el dolo no vicia el consentimiento sino cuando es
obra de una de las partes, y cuando además aparece claramente que sin él no habrían contratado.
De este artículo se desprenden sus dos requisitos copulativos: que sea determinante y que sea obra
de una de las partes. Sin embargo, este último requisito sólo es posible en los actos (o contratos)
bilaterales, y no en los unilaterales, en donde el dolo puede provenir de un tercero siempre y cuando
sea determinante.
Entonces, el dolo vicia la voluntad cuando es determinante y obra de una de las partes, siempre que
el acto jurídico sea bilateral, pues si es unilateral basta que sea determinante.
El dolo como vicio de la voluntad se sanciona con la nulidad relativa o rescisión (art. 1682 CC). No
reuniendo los requisitos necesarios, no vicia el consentimiento ni afecta a la validez del acto jurídico.
Sin embargo, da derecho a la víctima que sufrió el dolo a accionar de perjuicios contra quien fraguó
el dolo, por el total; o bien, puede demandar a quien se aprovechó del dolo fraguado por un tercero,
por el provecho que le reportó (art. 1458 inciso 2°).
Dispone el artículo 1459 que el dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la
ley (por ejemplo, el artículo 968 N° 5). En los demás casos debe probarse.
De conformidad con lo dispuesto por el artículo 1465 CC, el dolo no puede perdonarse o condo-
narse anticipadamente, es decir, antes de que se cometiere, so pena de objeto ilícito (art. 1465), el
cual se sanciona con nulidad absoluta (art. 1682).
SECCIÓN CUARTA
LA LESIÓN
La lesión es, en términos amplios, un perjuicio, un daño patrimonial que sufre una persona como
consecuencia de la celebración de un acto jurídico.
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Boris Loayza M.
Se define la lesión como el perjuicio que experimenta una persona cuando ejecuta ciertos actos jurí-
dicos, y que resulta de la desigualdad existente entre la ventaja obtenida y el sacrificio hecho
para obtenerla.
En los contratos onerosos conmutativos la lesión está constituida por la desigualdad entre las pres-
taciones recíprocas de las partes, de modo tal que una reciba más y la otra menos de lo que da.
El artículo 1451 del CC no menciona entre los vicios del consentimiento a la lesión. Nuestro Código
limita el campo de la lesión a determinados actos jurídicos, que no necesariamente son contratos
onerosos conmutativos y algunos de ellos no son ni siquiera contratos. Se aplica un criterio objetivo,
es decir, se sanciona a algunos actos en donde una parte sufre un daño patrimonial que la ley estima
excesivo; dictando para tales casos normas que tienden a restablecer el equilibrio.
El artículo 1888 CC establece que el contrato de compraventa puede rescindirse por lesión enorme;
precisando el artículo 1891 CC que no habrá lugar a la acción rescisoria por lesión enorme en la venta
de bienes muebles, ni en las que se hubieren hecho por el ministerio de la justicia.
El artículo 1889 CC dice que el vendedor sufre lesión enorme cuando el precio que recibe es inferior
a la mitad del justo precio de la cosa que vende y el comprador, a su vez, sufre lesión enorme
cuando el justo precio de la cosa que compra es inferior a la mitad del precio que paga por ella.
Así, por ejemplo, si A compra a B una casa en $100.000, en circunstancias de que el justo precio de
ésta al tiempo del contrato era $40.000, el comprador sufre lesión enorme y podrá demandar la resci-
sión de la compraventa, aun cuando hubiere contratado a sabiendas de la desproporción y consentido
en ella libre y espontáneamente.
Esto significa que basta al comprador acreditar que el justo precio de la cosa que compra es inferior
a la mitad del precio que paga por ella para que el juez declare la rescisión del contrato.
Los efectos que produce la lesión en el contrato de compraventa están señalados por el artículo 1890
CC: el comprador puede o consentir en ella [en la rescisión o nulidad relativa] o completar el justo
precio con deducción de una décima parte; y el vendedor puede a su arbitrio en consentir en la
rescisión o restituir el exceso del precio recibido sobre el justo precio aumentado en una décima
parte.
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Boris Loayza M.
El artículo 1900 CC hace aplicables al contrato de permuta todas las disposiciones relativas al contrato
de compraventa que no se opongan a la naturaleza de este contrato. Por tanto, la lesión enorme se
podría aplicar.
La cláusula penal es una evaluación anticipada de los perjuicios que deriven del retardo en el
cumplimiento de una obligación, o del incumplimiento de la misma (arts. 1535 y ss.).
Se llama cláusula penal enorme a aquella que es excesiva o desmesurada, perdiendo, en conse-
cuencia, su carácter indemnizatorio y convirtiéndose en un lucro para el acreedor.
1. Cuando en un contrato oneroso conmutativo, en que la obligación de una de las partes con-
siste en una cantidad [de dinero] determinada, como equivalente a la obligación de la otra
parte, y la pena consiste, asimismo, en el pago de una cantidad determinada;
2. Cláusula penal enorme en el mutuo; y,
3. Cláusula penal de obligaciones de valor inapreciable o indeterminado.
La cláusula penal enorme no se sanciona con la nulidad. Simplemente el deudor puede exigir que se
rebaje la pena, de modo tal de pagar, por concepto de la obligación principal y de pena, conjunta-
mente, no más del doble de la obligación principal [es enorme en todo lo que exceda el duplo de la
obligación principal].
Regulada en el artículo 1234 CC se señala que lesión grave es cuando la herencia disminuyere en su
valor total más de la mitad.
Por ejemplo, se creía que la herencia era de $100.000, pero con todo el pasivo queda en $20.000. En
este caso hay lesión enorme en la aceptación de la herencia.
Está expresada en el artículo 1348 CC: las particiones se anulan cuando se ha perjudicado en más
de la mitad.
Se da en los casos en que se establecen intereses por sobre el interés máximo convencional (que es
el máximo interés permitido por la ley, y que es igual al interés legal aumentado en un 50%).
Al sobrepasar el interés máximo convencional, la sanción –al menos en la ley 18.010– es que se rebaje
el interés al legal o corriente.
G) Lesión en la anticresis
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Boris Loayza M.
La anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para que se pague con
sus frutos (art. 2435 CC).
De acuerdo con lo dispuesto por el artículo 2443 las partes podrán estipular que los frutos se com-
pensen con los intereses, en su totalidad, o hasta concurrencia de valores. Los intereses que se esti-
pularen estarán sujetos, en caso de lesión enorme, a la misma reducción que en el caso del mutuo [en
donde al sobrepasar el interés máximo convencional y convertirse en interés usurero, se rebaja al
interés legal].
Sin embargo, puede ocurrir que la manifestación no refleje exactamente la voluntad real. Ello
ocurre en dos hipótesis:
1. En la primera, el sujeto ha sido víctima de error, fuerza o dolo. Por tanto, existe un vicio en
el consentimiento; y
2. En la segunda, la disconformidad entre la voluntad real y la declarada ha sido deliberada-
mente buscada. El sujeto quiere en su fuero interno una cosa, pero declara otra distinta.
Surge entonces el problema de establecer cuál es la voluntad que tiene mayor trascendencia jurídica,
si la voluntad real o la voluntad declarada.
En nuestro ordenamiento jurídico lo que parece primar es la voluntad real, lo que se desprende de
diversos artículos, por ejemplo, 1445, 1437, 1069 y 1560 CC.
Sin embargo, también se ha dicho que no corresponde al intérprete buscar la voluntad real de las
partes, pues esta voluntad debió haber sido “conocida” (art. 1560 CC), o sea, exteriorizada por algún
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Boris Loayza M.
medio. Por tanto, la voluntad que prima sería la declarada, pues la voluntad no exteriorizada es
irrelevante para el derecho.
VI. LA SIMULACIÓN
FERRARA distingue entre los que significa “simular” y “disimular”. Simular es hacer aparente lo
que no es; mostrar una cosa que realmente no existe. Disimular es ocultar al conocimiento de los
demás una situación existente.
Negocio simulado es el que tiene una apariencia contraria a la realidad; o porque no existe en
absoluto, o porque es distinto que como aparece.
La simulación se enmarca dentro del campo de la voluntad y, más específicamente, en el desacuerdo
entre la voluntad real y la declarada. Acá es posible imaginar tres situaciones:
1. En la reserva mental: en el que el sujeto simplemente guarda para sí una voluntad manifes-
tando otra;
2. En los actos iocandi causa: que se realizan bajo circunstancias de representación o utilidad
didáctica; y
3. En la simulación: se acuerda celebrar un acto jurídico en circunstancias que eso no es lo
efectivamente perseguido.
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PEÑAILILLO (1992), Cuestiones teórico-prácticas de la simulación
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Boris Loayza M.
La simulación lícita es aquella en que las partes no persiguen el perjuicio de terceros (no obstante,
su intención sí es engañarlos).
La simulación absoluta se produce cuando se celebra un acto jurídico que no tiene nada de real y
que es ficticio en su totalidad.
La simulación relativa se produce cuando se ha querido realizar un acto diferente del manifestado,
sea en su totalidad, sea sólo parcialmente.
Hay autores que señalan que la simulación sólo existe desde que se pretende hacer oponible a terceros
el acto simulado. Sin embargo, se ha estimado que en el mismo momento de la celebración del
contrato simulado existe la simulación.
La simulación y la reserva mental –que consiste en no aceptar en el fuero interno lo que se ma-
nifiesta como la voluntad real– se asemejan en que ambas suponen una declaración de lo que no se
quiere con el propósito de engañar.
Se diferencian en que en la reserva mental existe sólo en una de las partes, mientras que en la simu-
lación existe un acuerdo. Además, se diferencian en la intención, pues en la reserva mental es con el
propósito de engañar a la otra parte, mientras que en la simulación se busca engañar –o perjudicar– a
terceros. Finalmente, se diferencian en que la reserva mental no atenta contra la validez de los actos
jurídicos: es inocua; en cambio, en la simulación sí se atenta contra la validez de los actos jurídicos.
En esta especie de simulación se advierten con nitidez dos actos jurídicos: el simulado o fingido
(acto declarado) y el disimulado u oculto (verdadera intención de las partes). Por eso se ha dicho
que en la simulación relativa se simula algo, por una parte, y se disimula, por otra.
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PEÑAILILLO (1992), Cuestiones teórico-prácticas de la simulación
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Boris Loayza M.
Una vez descubierta el velo de la simulación relativa, y apareciendo el acto verdadero que se ocultaba
tras él, deja el acto ostensible o simulado de tener significación, adquiriendo relevancia jurídica el
oculto, que es el que las partes realmente celebran y que corresponde a su verdadera intención.
Es importante tener presente que no se sanciona a la simulación en sí misma, sino que lo que pueda
estar afecto a sanción es el acto disimulado.
La simulación relativa puede recaer en el objeto del acto o contrato, en cualquier calidad accidental
de la cosa, en algún pacto accesorio al contrato, al precio, etc.
Además, puede darse el caso de simulación relativa sobre las partes en un contrato [el típico ‘palo
blanco’].
Recordemos que la simulación es un engaño que urden las partes con el propósito de perjudicar a
terceros. Por lo mismo, en las relaciones recíprocas de las partes el acto simulado no existe, ri-
giéndose estas por su voluntad real.
Además, es frecuente que en la práctica que las partes, en forma paralela al documento en que hacen
constar el contrato aparente, extiendan otro documento que deja constancia escrita de su voluntad
real. A este último se le denomina “contraescritura”, porque contradice lo expuesto en otro docu-
mento.
La afirmación de que entre las partes prima la voluntad real se funda en el artículo 1707 CC.
24
Boris Loayza M.
La situación que hemos expuesto es totalmente diversa en lo relativo a los efectos de la simulación
respecto de terceros.
Para estos solamente existe el acto ostensible, es decir, el contrato simulado que da cuenta de la
voluntad declarada por las partes. La voluntad real de éstas, que mantuvieron encubierta, no afecta
por regla general a terceros.
[Para PEÑAILILLO5 la simulación ilícita genera responsabilidad contractual para las partes, pero
extracontractual para con terceros].
Los terceros a quienes perjudica el contrato simulado pueden solicitar al juez la declaración de que
éste no coincide con lo que las partes realmente querían, y que puede ser no celebrar contrato alguno
o bien celebrar uno distinto.
Si la simulación es absoluta, la resolución judicial que deja en evidencia que el contrato simulado es
ficticio en su totalidad impide que éste pueda producir efectos respecto de terceros. En cambio, si la
simulación fuera relativa, la resolución judicial que deja en evidencia el contrato realmente celebrado
por las partes, dándose en este caso la posibilidad de que el tercero que solicitó al juez la declaración
de la voluntad real de las partes tenga interés en que el contrato antes mencionado produzca a su
respecto todos los efectos que está naturalmente destinado a producir, o bien, que no produzca dichos
efectos.
La doctrina, en forma unánime, señala que las consecuencias de la simulación demandada por terceros
no afectan a otros terceros de buena fe y que, por ende, la voluntad real sólo puede oponerse a los
terceros que sabían o debían saber sin negligencia de su parte que sus derechos derivaban de un
título simulado.
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PEÑAILILLO (1992), Cuestiones teórico-prácticas de la simulación
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PEÑAILILLO (1992), Cuestiones teórico-prácticas de la simulación
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Boris Loayza M.
Solamente la puede demandar el tercero que tiene interés jurídico, es decir, es titular de un derecho
subjetivo o una posición jurídica amenazada por el contrato aparente.
1. Hay autores que consideran que dicha acción no se extingue por su no ejercicio, y así se
podría ejercer en cualquier tiempo; y
2. La prescripción de la acción de simulación se rige por las reglas generales de prescripción de
las acciones (art. 2515: 5 años), a menos que se estime que la acción emana de un delito civil,
caso en el cual el plazo de prescripción sería de 4 años (art. 2332 CC).
A.1. Si se trata de una simulación absoluta, en la práctica recibe aplicación por la vía de nulidad
En primer lugar, las partes no han querido celebrar contrato alguno, de modo que solamente hay
una apariencia, y esa apariencia carece de voluntad (recuérdese que para que la voluntad produzca
sus efectos jurídicos es necesario que sea manifestada y que sea seria).
En tercer lugar, al faltar el consentimiento [nombre que toma la voluntad en los actos jurídicos bila-
terales y que consiste en el concurso de la oferta y aceptación], con los arts. 1444, 1445 y 1682 CC
la conclusión es que el acto es inexistente o, al menos, nulo absolutamente.
Ante esta clase de simulación, la doctrina más divulgada ha propuesto el ejercicio de una acción de
simulación con la cual se solicita al Tribunal que declare que el contrato ostensible es solamente
una apariencia, que disimula a otro y que, por tanto, tenga a éste como el verdaderamente cele-
brado.
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PEÑAILILLO (1992), Cuestiones teórico-prácticas de la simulación
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Boris Loayza M.
Ahora bien, ¿qué ocurre con el acto desvelado? Debe ser analizado en su mérito, es decir: deben ser
analizados sus requisitos de fondo [los de existencia y validez] y, si los cumple, el acto será válido.
Si no los cumple podrá ser anulable absoluta o relativamente (e incluso vía acción pauliana (art. 2468
CC) siempre que se haga en perjuicios de terceros con fraude pauliano –conocimiento o ignorancia
culpable del mal estado de los negocios del deudor–).
Pero, ¿qué ocurre con el acto ostensible, el simulado? Como este acto es solo apariencia, él es inexis-
tente, o si la inexistencia no se acepta, sería nulo absolutamente. Todo ello por falta de voluntad
seria [se aplica el mismo razonamiento anterior].
Entonces, salvo situaciones particulares, estimamos como lo más seguro sólo llegar a accionar de
simulación, pero siempre concluir pidiendo que el acto ostensible se declare nulo.].
I. GENERALIDADES
Todo acto jurídico debe tener un objeto, pues éste es un requisito de existencia esencial sea cual
fuere la especie de acto jurídico de que se trate.
Se ha dicho que el objeto estaría constituido, precisamente, por los derechos y obligaciones que el
acto crea, modifica o extingue. Dicho de otro modo, el objeto es lo querido por el autor o por las
partes del acto jurídico.
Para otros, el objeto del acto jurídico sería la prestación, es decir, la cosa que debe darse o entregarse,
o el hecho que debe ejecutarse o no ejecutarse. Quienes así piensan consideran que son una misma
cosa el objeto del contrato y el objeto de la obligación.
Así, el objeto del negocio jurídico son las obligaciones que este genera. El objeto de la obligación
es la prestación. Y, el objeto de la prestación es aquello que se debe dar, hacer o no hacer.
El Código Civil chileno requiere para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de
voluntad, dicho acto o declaración recaiga sobre un objeto lícito (art. 1445 n° 3), y establece que toda
declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer
(art. 1460).
En doctrina se ha dicho que los requisitos del objeto consisten en la determinación, posibilidad y
licitud del objeto.
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Boris Loayza M.
Hemos mencionado que para nuestro Código Civil el objeto de todo acto o declaración de voluntad
es una cosa que debe darse o entregarse o un hecho que debe o no ejecutarse.
Consecuentemente con lo anterior, el Código, al establecer los requisitos del objeto, distingue si éste
consiste en una cosa que debe darse o entregarse o en un hecho que debe o no ejecutarse. Y, así, en
el primer caso la cosa debe ser real, comerciable y determinada. Si el objeto de la declaración de
voluntad es un hecho, éste debe ser determinado y física y moralmente posible.
A) Cosa real
Que la cosa objeto del acto jurídico sea real significa que debe existir al momento de la declaración
de voluntad o, a lo menos, esperarse que exista (art. 1461 CC).
Esto se relaciona con el artículo 1813 CC que señala que la venta de una cosa que no existe, pero se
espera que exista, se entenderá hecha bajo la condición [suspensiva] de existir, a menos que se
exprese lo contrario, o que por la naturaleza del contrato se establezca que se compró la suerte.
Por otra parte, si se vende una cosa que al tiempo de perfeccionarse el contrato se supone existente y,
en realidad, no existe, la venta no producirá efecto alguno (art. 1814 CC) [un supuesto de imposi-
bilidad originaria].
B) Cosa comerciable
Se dice que una cosa es comerciable cuando es susceptible de dominio o posesión por los particu-
lares. O bien, cuando se encuentra en el comercio humano y no excluida de él por su naturaleza,
por su destinación o por la ley.
C) Cosa determinada
La cosa que debe darse o entregarse debe estar determinada, a lo menos, en cuanto a su género (art.
1461 CC).
Una cosa puede encontrarse determinada como especie o cuerpo cierto o como género (art. 1508 y
ss. CC).
Cuando la cosa se encuentra determinada sólo en el género, debe conocerse la cantidad, es decir, el
número de cosas objeto de la declaración de voluntad. La cantidad puede estar expresamente deter-
minada por las partes o, a lo menos, si éstas nada dicen, el acto o contrato debe contener datos o
fijar reglas que sirvan para determinarla (art. 1461).
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Boris Loayza M.
A) Hecho determinado
El objeto de la declaración de voluntad debe encontrarse, lo que significa que tiene que especificarse
de manera tal que evite toda ambigüedad en cuento a qué es lo que debe hacerse o no hacerse.
El hecho objeto de la declaración de voluntad debe ser física y moralmente posible. Es físicamente
imposible el hecho cuando es contrario a las leyes de la naturaleza, y moralmente imposible el
prohibido por las leyes o contrario a las buenas costumbres o el orden público.
Doctrinariamente el acto que carece de objeto es inexistente, pues falta un requisito esencial para la
existencia jurídica. Así lo da a entender el artículo 1814 CC.
Sin embargo, para quienes no reconocen la inexistencia como ineficacia jurídica en nuestro derecho,
la sanción es la nulidad absoluta, pues se habría omitido un requisito exigido por la ley para el valor
del acto, en consideración a su naturaleza o especie (art. 1682 CC).
Para la validez del acto jurídico se requiere que el objeto sea lícito. Si el acto jurídico tiene objeto,
aunque éste sea ilícito, adquiere existencia jurídica. Sin embargo, el acto jurídico nace con un vicio,
la ilicitud del objeto, que lo hace susceptible de ser invalidado por la declaración de nulidad absoluta.
Según CLARO SOLAR, objeto ilícito es el reconocido por la ley, que lo protege y ampara. A contrario
sensu, objeto ilícito es aquel que no se conforma con la ley.
En opinión de VIAL hay que preguntarse, más bien, cuándo el objeto es ilícito. Sigue el autor seña-
lando que habría objeto ilícito cuando el objeto del acto consiste en la ejecución de un hecho ilícito
o cuando el acto o contrato mismo configura una causal de ilicitud.
Regulado en el artículo 1462 CC se señala que hay objeto ilícito en todo lo que contraviene el de-
recho público chileno. En otras palabras, es en todo acto o contrato que vulnere o infrinja el dere-
cho público chileno.
Señala el art. 1463 que el derecho de suceder por causa de muerte a una persona viva no puede ser
objeto de una donación o contrato [con ello se abarca a todo negocio jurídico entre vivos]. Sin em-
bargo, este principio tiene una excepción: el pacto de no mejorar (art. 1204).
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Boris Loayza M.
De esta manera, tenemos que el derecho de suceder por causa de muerte a una persona viva no
puede ser objeto de contrato alguno, sea gratuito u oneroso. Salvo, claro está, el art. 1204 que regula
el pacto de no disponer de la cuarta de mejoras.
De este artículo [1204] se dispone que no puede celebrarse válidamente convención alguna entre el
que debe una legítima y el legitimario relativa a la misma legítima. Y, en lo que respecta a la cuarta
de mejoras [aquella que se puede asignar a los descendientes, ascendientes y la cónyuge, que son, a
su vez, legitimarios], la única convención permitida es a no disponer de dicha cuarta [lo que debe
realizarse por escritura pública].
La sanción por la contravención de dicho pacto no es la nulidad de ese instrumento, sino que, simple-
mente, la ineficacia de la disposición de la cuarta de mejoras, pero solamente en lo que representa
el perjuicio para el asignatario que fue parte en dicho pacto, constituido por lo que dejó de percibir
si el causante hubiera cumplido su promesa.
Cabe tener presente, finalmente, que la ley prohíbe las convenciones que tengan por objeto el derecho
de suceder por causa de muerte a una persona [todavía] viva, siendo perfectamente válidas las con-
venciones relativas a derechos sucesorios ya existentes por haber muerto el causante (art. 1909 y ss.).
La voz enajenación admite dos sentidos: uno amplio y uno restringido. El primero consiste en la
transferencia del dominio o la constitución de cualquier otro derecho real sobre la cosa. El se-
gundo, en cambio, sólo es la transferencia de dominio.
La doctrina ha estimado que cuando la ley dice enajenar no necesariamente restringe el alcance de
este término a la tradición que permite la transferencia de dominio, y que el artículo 1464 CC es uno
de los casos en que dicha palabra debe tomarse en un sentido amplio.
En consecuencia, en los casos enumerados por el artículo 1464 CC adolece de objeto ilícito la tradi-
ción de las cosas que en ellos se señala, sin que tenga para tal efecto relevancia alguna que la tradición
se haya hecho con la intención de transferir el dominio o de cualquier otro derecho real.
La cuestión se complica en el caso especial de la compraventa: ¿Se pueden vender las cosas cuya
enajenación adolece de objeto ilícito según el artículo 1464 CC?
Veíamos que la ley considera la enajenación de ciertas cosas que menciona en el artículo 1464 CC
adolece de objeto ilícito, de lo cual cabe inferir que la convención que juzga reprochable es la tradi-
ción y no los contratos que pudieran tener por objeto tales cosas, como sería el arrendamiento, por
ejemplo.
La cosa se complica con la compraventa, pues el sólo contrato de compraventa no transfiere el domi-
nio de la cosa vendida, sino que constituye el título o antecedente que justifica la adquisición del
dominio por el modo de adquirir, que es la tradición.
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Boris Loayza M.
Sin embargo, la compraventa que tuviera por objeto alguna de las cosas que señala el artículo 1464
CC adolece de objeto ilícito al igual que la enajenación de las mismas, no en virtud de dicha disposi-
ción, sino porque constituye un contrato que la ley prohíbe, lo que resulta de concordar el artículo
1810 –que establece, a contrario sensu, que no pueden venderse aquellas cosas cuya enajenación
esté prohibida– con el art. 1464 –que menciona las cosas cuya enajenación está prohibida– y el
artículo 1466 –que dice que hay objeto ilícito en todo contrato prohibido por las leyes–.
Sin perjuicio de lo anterior, hay autores –como Eugenio Velasco– que disienten en parte de esta in-
terpretación, porque, a juicio de éstos, el artículo 1464 no tiene el alcance de norma prohibitiva en
relación con la enajenación de todas las cosas que enumera. Sólo los n° 1 y 2 serían prohibitivos,
mientras que los n° 3 y 4 serían imperativos, puesto que se pueden enajenar cumpliendo ciertos
requisitos, como si el juez los autoriza o el acreedor consiente. De esta manera, la enajenación en
dichos números es válida y no adolece de objeto ilícito.
Hemos dicho que las cosas que no están en el comercio son aquellas que no son susceptibles de
dominio o de posesión por los particulares, como por ejemplo, las cosas comunes a todos los hombres
o los bienes nacionales de uso público.
El artículo 1461 CC señala, dentro de los requisitos del objeto [si es un dar, debe ser determinado –o
determinable–, real y comerciable; si es un hecho, debe ser determinado –o determinable– y física y
moralmente posible] que este sea comerciable, lo que permite inferir que no puede constituir objeto
de un acto o contrato la cosa que no está en el comercio, pues falta un requisito o cualidad esencial
del objeto.
Sin embargo, de acuerdo al N° 1 del art. 1464 CC, la enajenación de las cosas incomerciables
adolece de objeto ilícito. Esto revelaría una falta de armonía en el código, pues la sanción producto
de la enajenación de una cosa incomerciable no sería la inexistencia, sino que la nulidad absoluta.
A nuestro juicio, si la cosa no existe o no se encuentra determinada o está fuera del comercio, falta
un requisito o cualidad esencial del objeto, lo que implica que el acto, sea cual fuere su naturaleza,
no puede tener por objeto de la cosa que se encuentre en alguna de estas circunstancias, ya que care-
cería de objeto, y como tal, no produce efecto alguno. La sanción es, entonces, la inexistencia.
El Código se refiere en el N° 2 del artículo 1464 a los derechos personalísimos, que son aquellos
que no pueden transferirse a otras personas, como por ejemplo, los derechos de uso y habitación
(art. 819 CC) y el derecho a pedir alimentos (art. 334 CC).
Hay quienes consideran que esta disposición es redundante, porque tales derechos personalísimos
están fuera del comercio, bastando el N° 1 del artículo 1464. Sin embargo, nos parece que esta im-
presión es errónea, porque los derechos personalísimos sí están dentro del comercio, toda vez que son
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Boris Loayza M.
susceptibles de dominio o posesión por los particulares. Lo que ocurre es que son inalienables, es
decir, no se pueden transferir a otra persona.
Se define embargo como la aprehensión compulsiva que el juez de la causa hace de determinado bien
del deudor, y desde el momento en que se verifica, tales bienes quedan sujetos a la autoridad del
referido juez.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia coinciden en que tiene calidad de embargada no solamente
la cosa con respecto de la cual se ha trabado el embargo en un juicio ejecutivo, sino que también
aquella que se encuentra afectada por una medida de prohibición de celebrar actos y contratos o
de gravar y enajenar.
Ahora bien, la cosa se entenderá embargada, entre las partes, desde el momento en que notificada
la resolución que ordena requerir de pago al deudor y embargable de bienes suficientes si no paga en
el momento del requerimiento, el ministro de fe a quien corresponde efectuar la diligencia del em-
bargo practica éste sobre bienes específico del deudor.
1. El embargo que recae sobre bienes muebles: existe con respecto de terceros sólo desde el
momento que ha tenido conocimiento del embargo; y
2. El embargo que recae sobre bienes inmuebles: existe con respecto de terceros sólo una vez
que se ha inscrito en el Registro de Interdicciones y Prohibiciones del CBR.
Cabe destacar que la enajenación de un inmueble embargado adolece de objeto ilícito aunque no se
haya inscrito el embargo. Lo que ocurre es que la sentencia que declara la nulidad absoluta de la
enajenación por la causal de objeto ilícito no produce los efectos respecto de terceros si a la fecha en
que se realiza ésta el embargo no se encontrara inscrito.
De lo dicho se infiere que la sentencia es oponible a terceros cuando el embargo se encuentra ins-
crito.
El embargo o prohibición debe existir en el momento de la enajenación para que ésta adolezca de
objeto ilícito.
Finalmente, hay que mencionar que el N° 3 del art. 1464 establece dos maneras en que la enajenación
es válida: la autorización judicial y el consentimiento del acreedor.
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Boris Loayza M.
Esto se relaciona con la renuncia a los derechos (art. 12 CC), es decir, la posibilidad de renunciar a
un derecho siempre que este derecho esté establecido en el propio beneficio del renunciante y que
la renuncia no esté prohibida por la ley.
Es importante tener presente que tanto la autorización como el consentimiento del acreedor deben
prestarse con anterioridad al acto de enajenación.
Especies cuya propiedad se litiga son aquellos cuerpos ciertos muebles o inmuebles, cuyo domi-
nio o propiedad se discute en juicio.
No hay que confundirlos con la enajenación de derechos litigiosos que es el evento incierto de la
litis, cuya enajenación es válida (art. 1911 y ss.).
Para que las enajenaciones del art. 1464 N° 4 adolezcan de objeto ilícito, además se requiere de que
el tribunal decrete una prohibición respecto de ellos (art. 296 CPC). Además, el art. 297 agrega que
para que esta prohibición sea oponible respecto de terceros debe inscribirse en el registro del CBR.
Finalmente, el art. 1464 N° 4 establece que la enajenación de la especie cuya propiedad se litiga no
adolece de objeto ilícito cuando ha sido autorizada por el juez que conoce el litigio.
Los casos de objeto ilícito contemplados por el art. 1465 y 1466 CC se agrupan bajo la denominación
común de actos contrarios a la ley, a la moral o a las buenas costumbres.
Dice el art. 1465 CC que la condonación del dolo futuro no vale. Sin embargo, esto no obsta a que
el dolo pueda ser condonado una vez que se haya ejecutado el engaño o la infracción de la obli-
gación dolosa, siempre que la persona que condona haya conocido el engaño o dolo del deudor de
que fue víctima.
C) Venta de libros cuya circulación se encuentra prohibida o de determinados objetos cuyo tráfico
atenta contra la moral o la ley
33
Boris Loayza M.
El art. 1466 CC terminan señalando una causal genérica de objeto ilícito, a saber: todo contrato
prohibido por las leyes, como por ejemplo, la compraventa entre cónyuges o la compraventa de
cosas cuya enajenación está prohibida.
I. GENERALIDADES
La doctrina clásica considera que todo acto o contrato requiere como elemento esencial para su exis-
tencia jurídica no sólo la manifestación de voluntad [siempre que sea completa y seria] y un objeto,
sino que también una causa y que requiere para la validez del mismo que dicha causa sea lícita. Tal
es el pensamiento de la doctrina llamada causalista.
A) Causa eficiente
Se llama causa eficiente al elemento generador del efecto, al elemento que da la vida a lo que antes
no existía.
B) Causa final
Como dice un autor, “la causa final es el fin inmediato o invariable de un acto”.
C) Causa ocasional
Está constituida por el fin lejano y variable de un acto y es de carácter estrictamente personal y
psicológico.
La pregunta que se forma la teoría clásica es ¿por qué se obliga una de las partes que celebra un
contrato? La respuesta a dicha pregunta es lo que constituye, precisamente, la causa de la obligación.
34
Boris Loayza M.
La causa del acto sería el móvil o motivo determinante que se impulsó al autor o a las partes de
su celebración.
Critica a la doctrina clásica porque piensan que las obligaciones que recíprocamente se sirven de
causa, en negocios jurídicos bilaterales, nacen al mismo tiempo por lo que mal puede ser una causa
de la otra. En los negocios reales, la entrega de la cosa no es la causa, sino que es un requisito esencial
para que el contrato se perfeccione. Y, finalmente, en los contratos gratuitos, la teoría clásica con-
funde la causa de la obligación con los motivos que han impulsado al disponente.
Se ha señalado que la causa se requiere para las obligaciones o para los actos o contratos, habiendo
normas para una u otra interpretación.
En opinión de VIAL para determinar la causa en el CC chileno hay que distinguir entre la causa del
acto o contrato y la causa de las obligaciones. Por la primera, se entiende el motivo que induce a la
celebración del acto o contrato; mientras que para la segunda se debe seguir un criterio objetivo.
La ley señala que no es necesario que el autor de un acto jurídico o las partes de una convención
expresen la causa, esto es, el motivo que los induce al acto o contrato. Y ello porque, a nuestro juicio,
la ley presume en todo acto o contrato tiene una causa, constituidos por los motivos que normal y
ordinariamente inducen a celebrar las diversas especies o tipos de actos jurídicos.
35
Boris Loayza M.
En nuestra opinión falta la causa en dos casos: en los actos jurídicos simulados y en los actos que
tienen como único motivo la creencia errada de que existe una obligación, que constituye, por lo
mismo, una causa falsa.
De esta manera, los requisitos de la causa sería que esta sea real y lícita. Es ilícita la contraria a la
ley, al orden público, a la moral y a las buenas costumbres.
El acto jurídico en que falta la causa es, doctrinariamente, inexistente, pues se ha omitido un requi-
sito esencial para su existencia jurídica. Y para los autores nacionales que no reconocen la inexisten-
cia como una causal de ineficacia, la sanción es la nulidad absoluta.
Cuestión distinta es que la causa ilícita tiene como sanción expresa la nulidad absoluta (art. 1682
CC).
I. GENERALIDADES
Las formalidades son ciertos requisitos que exige la ley para la forma o aspecto externo de ciertos
actos jurídicos.
1. Solemnidades: Son los requisitos externos que exige la ley para la celebración de ciertos
actos jurídicos, sin los cuales el acto no se perfecciona ni produce efecto alguno.
Estas solemnidades constituyen un requisito esencial para la existencia del acto jurídico (para
los actos solemnes);
Las solemnidades no se presumen, sin embargo, las partes les pueden otorgar el carácter de
solemne a un acto que, en principio, no lo es (art. 1802 CC).
En caso de la omisión de una solemnidad de existencia, la sanción es –doctrinariamente, al
menos– la inexistencia. En cambio, en caso de que se omita una solemnidad de validez
(aquellas en donde por faltar la solemnidad el acto adolece de un vicio anulable) la sanción
es la nulidad absoluta;
2. Formalidades habilitantes: Son los requisitos exigidos por la ley para completar la voluntad
de un incapaz, o par a protegerlo. En caso de su omisión su sanción es la nulidad relativa;
3. Formalidades por vía de prueba: Son aquellas en que la ley, para los fines de prueba de un
acto no solemne, requiere un documento cuya omisión no impide que el acto nazca ni que
produzca válidamente sus efectos, sino que pueda ser probado. Su sanción, en caso de omi-
sión, es que tales actos no podrán probarse mediante testigos; y
4. Formas o medidas de publicidad: Son aquellas solemnidades que tienen por objeto proteger
a terceros que pueden verse alcanzados por los efectos del acto jurídico. Su sanción es la
inoponibilidad.
36
Boris Loayza M.
I. GENERALIDADES
Se ha dicho que los efectos corresponden al fin práctico perseguido por las partes, pero traducido al
lenguaje jurídico por el legislador: la conversión del fin práctico en un fin jurídico.
Dichos efectos pueden clasificarse –tal como en los elementos que componen al acto jurídico– en
esenciales, naturales, y accidentales. También se pueden clasificar en efectos directos y efectos
indirectos. Los primeros son aquellos que surgen como consecuencia inmediata y directa de la
celebración de un acto jurídico. Los segundos, los que no surgen como consecuencia inmediata y
directa de la celebración de un acto jurídico, sino que resultan de ciertas relaciones o situaciones
jurídicas que son producto, a su vez, de un acto jurídico.
Los actos jurídicos producen efectos, por regla general entre las partes que los hicieron nacer. Esto
se conoce como el efecto relativo de las obligaciones.
Por lo mismo es que los efectos de los negocios jurídicos se pueden revocar siempre que: emane del
autor o las partes que dieron vida al acto y que se haga observando las mismas formas y requi-
sitos del acto que se pretende revocar.
Hemos señalado que, por regla general, los actos jurídicos producen efectos solamente entre las par-
tes que los han celebrado. Excepcionalmente, el acto jurídico puede producir efectos respecto de
terceros, es decir, personas que no intervinieron en el acto jurídico.
Respecto de los actos jurídicos unilaterales que están destinados a crear, modificar o extinguir
una relación jurídica, sus efectos pueden, por lo general, radicarse en terceros.
1. Estipulación en favor de otro (art. 1449 CC): el tercero es beneficiario y puede cobrar el
crédito, siempre que lo acepte.
2. Promesa de hecho ajeno (art. 1450 CC): el tercero puede quedar como deudor solo con su
ratificación.
37
Boris Loayza M.
I. GENERALIDADES
Como dice un autor, la falta de uno cualquiera de los elementos constitutivos del negocio o de los
requisitos legales del mismo o también de los requisitos objetivos o subjetivos podría determinar,
respectivamente, la inexistencia o invalidez del negocio. Pero, en realidad, el ordenamiento procede
con mucha cautela, en unos casos reconociendo implícitamente la inexistencia del negocio; en otros
sancionado la invalidez; en otros ordenando, como consecuencia, la mera ineficacia; en otros, final-
mente, limitándose a conminar con una pena a los autores del negocio irregular.
De lo expuesto podemos desprender que la reacción del ordenamiento jurídico contra el acto que no
cumple los requisitos que aquél establece puede consistir en una sanción que ora afecte a los sujetos
que celebraron el acto que no se conforma con la ley, ora afecte al acto en sí mismo.
Ahora bien, un acto jurídico puede ser ineficaz porque se omitió un requisito esencial para su exis-
tencia jurídica, lo que determina que el acto no produzca efecto alguno, pues se estima que ni si-
quiera llegó a constituirse como tal.
Esta ineficacia producto de la omisión de un requisito esencial para la existencia del acto se llama
inexistencia.
O bien, la ineficacia puede provenir de la omisión de un requisito determinado para la validez del
acto. En este caso, si bien el acto produce sus efectos, dichos efectos pueden cesar por la declara-
ción de nulidad o invalidez.
La ineficacia por la omisión de un requisito determinado por la ley para la validez de un acto jurídico
se llama nulidad.
La ineficacia puede, por último, incidir en un acto válidamente formado, pero que por circunstan-
cias o eventos coetáneos o posteriores a su celebración se va a ver privado de efectos. El acto
pierde así la eficacia propia que habría tenido si dichas circunstancias no se hubieren verificado.
Existen numerosas circunstancias que pueden privar de eficacia a un acto jurídico válidamente
formado (que en su celebración cumple sus requisitos de existencia y validez). Por ejemplo, el hecho
38
Boris Loayza M.
de fallar una condición suspensiva o cumplirse una resolutoria. Asimismo, pueden existir casos de
inoponibilidad (art. 2160 o 1490) o de impugnación (arts. 2468 o 1489).
Tradicional en la doctrina nacional ha sido la controversia sobre si el Código Civil chileno sanciona
o no con la inexistencia los actos o contratos en que se ha omitido un requisito de existencia, perfi-
lándose dos opiniones encontradas: la de LUIS CLARO SOLAR y ARTURO ALESSANDRI.
CLARO SOLAR sostiene que nuestro Código Civil recoge la teoría de la inexistencia jurídica, en
términos tales que si falta una de las cosas esenciales a su existencia, el acto jurídico no puede existir,
no puede producir efecto alguno: es la nada.
Señala este autor que la nada y la nulidad son dos conceptos diferentes. La nada es la no existencia;
y su sanción es la misma inexistencia que ha hecho imposible el perfeccionamiento del acto y la
producción de algún efecto. En cambio, la nulidad es la invalidez; es la sanción del vicio de que el
acto adolece.
La distinción está, por ejemplo, en el art. 1444 CC según el cual si falta alguna de las cosas esenciales
al perfeccionamiento del contrato como tal, éste no produce efecto alguno (en circunstancias que los
actos que adolecen de un vicio de nulidad producen todos sus efectos mientras la nulidad no se declare
judicialmente), o en otros artículos, como el 1701, 1809, 1801 o 1814 CC.
Sostiene el autor que la teoría de la inexistencia no se encuentra acogida en el Código Civil chileno,
que establece, como máxima sanción, la nulidad absoluta; con lo cual si a un acto le falta algún
requisito de aquellos doctrinariamente llamados requisitos de existencia, dicha omisión autoriza para
la declaración de nulidad absoluta del referido acto.
39
Boris Loayza M.
3. Corrobora lo anterior el artículo 1682 CC, que expresamente sanciona con nulidad absoluta
los actos de los absolutamente incapaces. Si el Código hubiera seguido la teoría de la inexis-
tencia, hubiera declarado tales actos inexistentes, pues la demencia del autor o de una de las
partir implica falta de voluntad.
El problema radica, a nuestro juicio, en que el legislador chileno no formuló en términos explícitos
la distinción entre requisitos de existencia y de validez de los actos jurídicos, lo que lleva a algunos a
confundir los conceptos, como ocurre con el caso de la incomerciabilidad del objeto [el cual puede
ser falta de objeto –es un requisito del objeto– u objeto ilícito –art. 1464 n° 1–].
Creemos, sin embargo, que implícitamente el legislador distingue entre requisitos de existencia y
requisitos de validez, refiriéndose el art. 1681 a requisitos de validez.
Además, está el caso de la nulidad de pleno derecho reconocida en la Ley 18.046. Esta especie de
nulidad, desconocida para nuestro CC, tiene los mismos efectos que la inexistencia, es decir, opera
ipso iure, sin necesidad de sentencia judicial que la declare.
40
Boris Loayza M.
En cambio, el acto que adolece de un vicio de nulidad puede sanearse o validarse. Si el vicio
es de nulidad absoluta, se puede sanear por el paso del tiempo (10 años); si es un vicio de
nulidad relativa se puede sanear por el paso del tiempo (4 años) o por la ratificación de las
partes.
La nulidad es la sanción para todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley
prescribe para el valor del mismo acto o contrato, según su especie y la calidad o estado de las
partes (art. 1681 inc. 1° CC).
El Código Civil chileno, al igual que el francés, reglamenta la nulidad como un modo de extinguir
obligaciones (art. 1567 N° 8).
La nulidad es una sanción de derecho estricto, lo que implica que no puede ser aplicada por ana-
logía.
El art. 1681 consigna la regla general en materia de nulidad: si se omite un requisito establecido por
la ley para el valor del acto según su especie, la nulidad será absoluta; por el contrario, si se omite
un requisito establecido por la ley para el valor del acto según la calidad o estado de las partes, la
nulidad será relativa.
Cuando dos o más personas han contratado con un tercero, la nulidad declarada a favor de una de
ellas no aprovechará a las otras (art. 1690 CC).
SECCIÓN PRIMERA
LA NULIDAD ABSOLUTA
41
Boris Loayza M.
De lo dispuesto por el artículo 1681 se desprende que la nulidad absoluta es la sanción a todo acto
o contrato a que falte alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo acto o
contrato, según su especie.
Las causales de nulidad absoluta están en el artículo 1682 CC y son las siguientes:
1. El objeto ilícito;
2. La causa ilícita;
3. La incapacidad absoluta;
4. La omisión de algún requisito o formalidad que las leyes prescriben para el valor del acto o
contrato en consideración a la naturaleza de los mismos;
Y, si no se estima la inexistencia como una ineficacia reconocida por el Código Civil chileno:
5. La falta de voluntad;
6. La falta de objeto;
7. La falta de causa;
8. El error esencial (no obstante, algunos lo estiman como nulidad relativa);
9. La falta de solemnidades requeridas para la existencia de los actos jurídicos.
Hemos mencionado que para que un acto sea nulo y para que se produzcan los efectos de la nulidad,
es menester que una sentencia judicial previa haya declarado la nulidad absoluta o relativa. An-
tes de tal declaración el acto no es nulo, sino que es anulable.
El art. 1683 CC establece las distintas maneras por las cuales se puede llegar a la declaración judicial
de nulidad absoluta de un acto o contrato.
Las personas facultadas para solicitar la declaración de nulidad absoluta son las que tengan interés
en que se declare la nulidad absoluta de un acto o contrato, y el ministerio público, en el solo interés
de la moral y de la ley; por su parte, el juez puede y debe declarar de oficio la nulidad absoluta,
aunque nadie se lo pida, cuando ésta apareciera de manifiesto en el acto o contrato.
175. DECLARACIÓN DE NULIDAD ABSOLUTA A PETICIÓN DE UNA PERSONA QUE TIENE INTERÉS
EN ELLO
Lo normal, y que constituye lo más frecuente, es que el juez declare la nulidad absoluta de un acto
o contrato a petición de la persona que tiene interés en dicha declaración.
El interés debe ser pecuniario, esto es, susceptible de ser apreciado en dinero, y además, debe existir
al momento de solicitarse la declaración, es decir, debe ser actual. Así, el interés consiste en obtener
la invalidez del acto que produce efectos que perjudican al peticionario.
42
Boris Loayza M.
[Para DOMÍNGUEZ A.7 el interés, además, es personal, cierto, debe ser alegado y probado, y patri-
monial].
La ley no limita la facultad de pedir la declaración de nulidad absoluta al autor o a las partes, pues
puede solicitarla cualquier tercero que tenga interés en la declaración de nulidad, salvo aquellos
que ejecutan el acto sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba (nemo auditur, art. 1683).
Finalmente, por regla general, los herederos de la parte que celebró el acto o contrato a sabiendas del
vicio que lo invalidaba no pueden pedir la declaración de nulidad absoluta, a menos que el acto en el
cual se advierte el vicio de nulidad conocido por el causante hubiera tenido precisamente por objeto
el derecho de suceder por causa de muerte a éste y se tratara de un testamento.
De conformidad con el art. 1683 CC el ministerio público puede pedir al juez la declaración de
nulidad absoluta de un acto o contrato, en solo interés de la ley o la moral. En otras palabras, se
protege el interés general de la sociedad.
Una de las excepciones que sólo puede ser solicitada a petición de parte la constituye, precisamente,
el art. 1683 CC, que faculta al juez para declarar de oficio la nulidad absoluta y, más aun, lo obliga
a ello cuando el vicio de nulidad aparece de un manifiesta en el acto o contrato.
Según lo dispone el art. 1683, la nulidad absoluta no puede sanearse por la ratificación de las partes;
ni por el lapso de tiempo que no pase de diez años. En otras palabras, la nulidad absoluta sólo puede
sanearse por el transcurso del tiempo, que se cuentan desde la fecha de celebración del acto o
contrato.
[DOMÍNGUEZ8 señala una discusión que VIAL omite: acerca de si el lapso de tiempo considerado por
la nulidad absoluta (10 años) o la nulidad relativa (4 años) es un plazo de saneamiento o de pres-
cripción. En el primer caso, transcurrido el tiempo señalado el vicio se sanea y, por tanto, no es
posible alegarlo como acción ni como excepción; en el segundo, lo que prescribe es la acción y, por
tanto, se podría excepcionar de nulidad. Asimismo, señala que la discusión no está cerrada, por lo
que no hay una respuesta unívoca.].
SECCIÓN SEGUNDA
LA NULIDAD RELATIVA
7
DOMÍNGUEZ (2012), Teoría general del acto jurídico
8
DOMÍNGUEZ (2012), Teoría general del acto jurídico
43
Boris Loayza M.
De conformidad con lo dispuesto por el artículo 1681, la nulidad relativa o rescisión es la sanción a
todo acto o contrato a que falte alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo
acto o contrato, según la calidad o estado de las partes.
Esta clase de nulidad constituye regla general en materia de nulidad, pues señala el art. 1682 que
cualquiera otra especie de nulidad [que no sea nulidad absoluta] produce nulidad relativa.
De acuerdo con lo dispuesto por el art. 1684 CC, la nulidad relativa pueden alegarla solamente
aquellos en cuyo beneficio la ha establecido la ley, o sus herederos o cesionarios.
La nulidad relativa, a diferencia de la nulidad absoluta, no puede ser declarada de oficio por el juez,
aunque aparezca de manifiesto en el acto o contrato, ni puede solicitarse su declaración por el
ministerio público o por cualquiera persona que tenga interés en ello.
181. SITUACIÓN EXCEPCIONAL DEL INCAPAZ QUE NO PUEDE DEMANDAR LA RESCISIÓN DEL ACTO
O CONTRATO
El artículo 1685 CC contempla una norma excepcional, que priva al incapaz relativo del derecho a
pedir la declaración de nulidad relativa de un acto o contrato en que fue parte.
Dice la disposición citada que si de parte del incapaz hubo dolo para inducir al acto o contrato,
ni él ni sus herederos o cesionarios podrán alegar la nulidad.
Así, la ley sanciona el dolo del incapaz privándolo del derecho a alegar la rescisión por su propia
incapacidad.
Dice el artículo 1691 que el plazo para pedir la rescisión es de 4 años, que se contará, en el caso de
fuerza, desde que esta cese, y en el caso de error o dolo, desde la celebración del acto o contrato.
Además, cuando la nulidad proviene de incapacidad legal, la nulidad se contará desde que cese la
incapacidad.
44
Boris Loayza M.
El saneamiento por el transcurso del tiempo supone que la persona que tenía derecho a demandar la
rescisión no lo hace en el lapso de 4 años. Transcurrido dicho plazo desaparece el vicio que hacía
rescindible el contrato.
Para determinar desde qué momento se cuenta el plazo de cuatro años, la ley distingue las siguientes
situaciones:
1. En el caso de violencia o fuerza, el cuadrienio se cuenta desde el día en que esta hubiere
cesado.
2. En el caso de error o dolo, el cuadrienio se cuenta desde la celebración del acto o contrato.
3. En el caso de incapacidad legal, el cuadrienio se empieza a contar desde el día en que haya
cesado dicha incapacidad.
184. SITUACIÓN QUE SE PRODUCE CUANDO LA PERSONA QUE PUEDE DEMANDAR LA RESCISIÓN
MUERE
Si los herederos son mayores de edad y el cuadrienio no ha comenzado a correr, éstos disponen del
plazo de cuatro años para pedir la rescisión del acto o contrato, que se cuenta desde la muerte de éste.
Si los herederos son mayores de edad y el cuadrienio ha empezado a correr, podrán pedir la rescisión
en el tiempo que falte para cumplir los cuatro años.
Al igual que en el caso anterior, se hace necesario distinguir si el cuadrienio había empezado o no a
correr, gozando los herederos menores de edad del cuadrienio completo o su residuo a contar del día
que lleguen a edad mayor.
Ahora, cabe señalar que la ley establece una suspensión del plazo para demandar la rescisión del
acto o contrato únicamente en beneficio de los herederos menores de edad, para quienes dicho plazo
empieza a correr una vez que lleguen a la mayoría de edad. Dicha suspensión no beneficia a los
herederos que fueran incapaces por otra causal que no sea la de menor de edad (demencia o prodiga-
lidad por ejemplo).
Este beneficio de suspensión opera con un límite de tiempo: no se puede pedir pasados 10 años (art.
1692 CC).
Opinamos que el plazo para demandar la rescisión en caso de fuerza o incapacidad, se cuenta desde
que la fuerza o incapacidad ha cesado, sin que importe para tal efecto que hayan transcurrido más de
diez años desde la celebración del contrato. En consecuencia, si la persona que tiene derecho a de-
mandar la rescisión muerte, transmite dicho derecho a sus herederos, sea cual fuere el plazo transcu-
rrido desde la celebración del acto o contrato. Y la excepción que se refiere el art. 1692 CC aplica
45
Boris Loayza M.
sólo a los herederos menores, a quienes se suspende el cómputo del cuadrienio o su residuo, hasta
que llegan a edad mayor.
El acto adolece de un vicio que autoriza para demandar su rescisión puede sanearse o validarse por la
confirmación o ratificación, que es el acto jurídico unilateral por el cual la persona que tenía
derecho de alegar la nulidad relativa renuncia a esa facultad, saneando de esta manera el vicio de
que adolece el acto o contrato rescindible.
La ratificación encuentra su fundamento en el artículo 12 CC, que permite renunciar a los derechos
conferidos por las leyes, siempre que miren al interés individual del renunciante y que no esté
prohibida su renuncia.
La primera se produce cuando la parte que tiene derecho a pedir la rescisión de un acto jurídico, o los
herederos o cesionarios de ésta, en términos explícitos y directos, declaran su voluntad de validar
dicho acto, haciendo desaparecer el vicio que lo afecta.
Ahora bien, para que se dé la ratificación tácita, debe ejecutarse voluntariamente la obligación, es
decir, libre y espontáneamente, y con conocimiento del vicio o el motivo de la anulabilidad. Ade-
más, para que exista ratificación tácita es necesario que se ejecute el contrato, al menos, una pequeña
parte.
46
Boris Loayza M.
La nulidad absoluta puede ser pedida por cualquiera persona que tenga interés en ello, con la sola
excepción de la que ejecutó el acto o celebró el contrato sabiendo o debiendo saber del vicio que lo
invalidaba (art. 1683). También la puede solicitar el ministerio público, en el solo interés de la moral
y la ley.
La nulidad relativa, en cambio, sólo puede ser pedida por la persona en cuyo beneficio la ha esta-
blecido la ley, o por los herederos o cesionarios de esta.
La nulidad absoluta puede ser declarada de oficio por el juez. En cambio, la nulidad relativa no
puede ser declarada de oficio por el juez.
La nulidad absoluta se sanea transcurridos diez años desde la fecha de celebración del acto o
contrato.
La nulidad relativa, en cambio, se sanea transcurridos cuatro años, que se cuentan, en caso de
error o dolo, desde la celebración del contrato; en caso de fuerza o incapacidad, desde que estas cesan.
La nulidad absoluta no puede sanearse por voluntad del autor o de las partes. La nulidad relativa,
en cambio, sí puede sanearse por medio de la confirmación o ratificación.
SECCIÓN TERCERA
El vicio de nulidad absoluta o relativa puede afectar al acto jurídico en su totalidad o en una parte,
razón por la cual se clasifica la nulidad en total y parcial.
Existe nulidad total cuando el vicio afecta a todas las partes y cláusulas del acto jurídico. En cambio,
existe nulidad parcial cuando el vicio afecta sólo a una parte o cláusula del acto jurídico; o cuando
afecta a una parte o un elemento o cláusula [el ejemplo por antonomasia es la cláusula penal (art.
1536) que también es citada por DOMÍNGUEZ9].
SECCIÓN CUARTA
EFECTOS DE LA NULIDAD
9
DOMÍNGUEZ (2012), Teoría general del acto jurídico
47
Boris Loayza M.
Hemos señalado que tanto la nulidad absoluta como la relativa no producen sus efectos ipso iure o de
pleno derecho, esto es, por la sola existencia del vicio de nulidad. Para que se produzcan los efectos
propios de la nulidad es menester la existencia de una sentencia judicial firme o ejecutoriada, que
declare la nulidad del acto o contrato.
Con anterioridad a la dictación de la sentencia, el acto o contrato que es anulable o rescindible por
el vicio que lleva consigo produce, no obstante, todos sus efectos, como si fuera válido. Pero dichos
efectos van a ser efímeros. La acción o excepción de nulidad tiene precisamente por objeto advertir
o llamar la atención del juez sobre la existencia de un vicio a fin de que éste declare la ineficacia del
acto, el cual, una vez declarada judicialmente la nulidad, deja de producir efectos, fingiendo la ley a
mayor abundamiento que tampoco produjo efectos en el pasado.
Los efectos de la nulidad judicialmente declarada se producen entre las partes del acto o contrato
nulo y respecto de terceros. De esta manera, los efectos, en principio, son relativos (art. 1690) pero,
bien pueden generar efectos respecto de terceros.
[En DOMÍNGUEZ10, los efectos de la nulidad son entre las partes (art. 1690) y una vez declarada
judicialmente por sentencia con fuerza de cosa juzgada (arts. 1687, 1688 y 1689 CC). Para que la
nulidad afecte a terceros estos deben haber sido llamados al juicio. Por último, el efecto general está
reglado en el art. 1687: invalidez retroactiva del negocio jurídico.].
195. EFECTOS QUE PRODUCE LA NULIDAD PARA LAS PARTES QUE CELEBRARON EL ACTO O CON-
TRATO NULO
El principio general que determina los efectos de la nulidad para las partes del acto o contrato nulo se
encuentra establecido en el inciso primero del artículo 1687 CC, esto es, da a las partes derecho para
ser restituidas al mismo estado en que se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo.
Hemos dicho que el acto que adolece de un vicio de nulidad produce todos los efectos que le son
propios, no obstante la existencia del vicio, y que declarada judicialmente la nulidad, el acto deja de
producir efectos, fingiendo la ley en virtud del efecto retroactivo con que opera la nulidad que el
acto nunca existió y que, por lo mismo, no produjo efecto alguno.
La nulidad establece dos mecanismos: la extinción de las obligaciones que engendró el acto y la
obligación, correlativa al derecho antes mencionado, de efectuar determinadas prestaciones, es
decir, un efecto restitutorio.
Así las cosas, si el acto engendra obligaciones y éstas no se habían cumplido, la nulidad opera su
extinción de acuerdo con el artículo 1567 N° 8 CC, y que en los demás casos opera el inciso
primero del artículo 1687, que obliga a una o a ambas partes a efectuar determinadas presta-
ciones. En otras palabras, el derecho que se concede a las partes de ser restituidas al estado en que se
hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo, de modo que si éste engendraba obligaciones
que no se encontraban cumplidas, tal derecho se satisface con la extinción de ellas, siempre que de
esta manera se pueda volver al estado anterior. En cambio, si la extinción de las obligaciones no
10
DOMÍNGUEZ (2012), Teoría general del acto jurídico
48
Boris Loayza M.
permite, sin más, que se produzca el efecto de tantas veces mencionado, deberá una de las partes o
ambas efectuar las prestaciones determinadas por la ley, que reciben la denominación de restituciones
mutuas.
Entre las restituciones, lo primero que se debe restituir es la cosa. Lo segundo, es que deben restituirse
los frutos naturales y civiles de la misma, aunque en la restitución de los frutos se atiende a la buena
o mala fe (art. 907 CC) distinguiendo entre poseedor de buena o mala fe.
La regla general que da derecho a las partes para ser restituidas al estado en que se hallarían si
no hubiese existido el acto o contrato nulo, presenta las siguientes excepciones.
El mismo artículo 1687 señala que la regla general debe entenderse sin perjuicio de lo prevenido
sobre el objeto o causa ilícita.
La referencia debe entenderse hecha al artículo 1468 CC, que dice que no podrá repetirse lo que se
haya dado o pagado por un objeto o causa ilícitas a sabiendas. En consecuencia, declarada la
nulidad absoluta de un acto o contrato por objeto o causa ilícita, quien lo celebró a sabiendas de
que adolecía de uno de los vicios mencionados no puede exigir la restitución de lo que dio o pagó
en virtud del contrato, pese a que él puede estar obligado a restituir lo que recibió, a su vez.
La regla general de que junto con la restitución de la cosa procede la restitución de los frutos, tiene
una excepción respecto de estos últimos en virtud de la cual el poseedor de buena fe no está obli-
gado a restituir los frutos naturales y civiles que hubiere percibido antes de la contestación de
la demanda.
Establecida en el artículo 1688 CC señala que el que contrató con la persona incapaz no podrá pedir
la restitución o reembolso de lo que gastó o pagó en virtud del contrato, sino en cuanto probare
haberse hecho más rica con ello la persona incapaz. Y, agrega el inciso segundo, que se hace más
rica la persona incapaz cuando la cosa recibida le es necesaria, o cuando sin serle necesarias las cosas
dadas o pagadas en virtud del contrato, estas subsisten y él quisiere mantenerlas.
La excepción a la regla general de las restituciones mutuas que beneficia al comprador en que no
queda obligado a restituir la cosa que recibió del vendedor, a menos que éste probare que el incapaz
se ha hecho más rico. Según la ley, el incapaz se hace más rico en dos casos: cuando las cosas
pagadas o las adquiridas por medio de ellas le hubiesen sido necesarias, o cuando no siéndole nece-
sarias subsistan en poder del incapaz y éste quisiera retenerlas.
49
Boris Loayza M.
Finalmente, hay que señalar que la excepción en comento sólo se aplica cuando la nulidad del acto o
contrato se declara, precisamente, por la causal de incapacidad absoluta o relativa de una de las
partes, y no por otro vicio.
No está obligada a restituir la cosa que recibió en virtud del acto o contrato nulo la parte que, habiendo
adquirido la posesión de la misma, ha ganado el dominio de ésta por el modo de adquirir prescripción
adquisitiva.
[DOMÍNGUEZ11 agrega la situación de los contratos de tracto sucesivo, en donde el efecto restitutorio
no puede operar por la naturaleza de las obligaciones de este tipo de negocio jurídico].
La nulidad judicialmente declarada da acción reivindicatoria (art. 889) contra terceros poseedores,
ya sea que estén de buena o mala fe. Así lo dispone el artículo 1689 CC.
El efecto de la nulidad contra terceros se justifica en el efecto retroactivo con que ésta opera en
virtud de la ficción de la ley de que nunca tuvo existencia el acto o contrato nulo.
En virtud de la tradición adquiere la posesión de la cosa, que le permite ganar el dominio por el modo
de adquirir denominado prescripción adquisitiva.
De acuerdo al artículo 974 CC, declara judicialmente la indignidad del heredero o legatario, éste es
obligado a la restitución de la herencia o legado con sus acciones y frutos.
Sin embargo, si el indigno ha enajenado los bienes que adquirió, los herederos a quienes beneficia la
declaración de indignidad tendrán acción, pero sólo contra los terceros de mala fe. No procede, en
esta hipótesis, la acción reivindicatoria contra terceros de buena fe. Tal es el alcance del artículo 976
CC, que dice que la acción de indignidad no pasa contra terceros de buena fe.
C) Caso del comprador que es condenado a restituir la cosa cuando se ha declarado la rescisión de
la compraventa por lesión enorme
Las enajenaciones o gravámenes que hubiera hecho el comprador sobre la cosa adquirida antes de
que se pronuncie en su contra la rescisión por lesión enorme, no quedan sin efecto como consecuencia
de esta. Por ello el artículo 1895 CC obliga al comprador que se halle en el caso de restituir la cosa,
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DOMÍNGUEZ (2012), Teoría general del acto jurídico
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a “purificarla” previamente de las hipotecas u otros derechos reales que hubiera constituido sobre
ella.
Se genera una obligación en el comprador: debe purgar los gravámenes constituidos sobre la cosa.
I. GENERALIDADES
La ley hace posible que se encargue a otra persona la gestión de la cual el interesado no puede hacerse
cargo personalmente. Y así es corriente que una persona dé a otra poder para que contrate a nombre
y en lugar suyo.
Los efectos del acto que concluye una persona a nombre de otra se radican directamente en esta
última, como su hubiera concurrido personalmente a la celebración de dicho acto.
De lo expuesto es posible desprender que las personas intervienen en un acto jurídico lo pueden hacer
de dos maneras: a nombre propio o a nombre ajeno.
Se define la representación como la institución jurídica en virtud de la cual los efectos de un acto
que celebra una persona que actúa a nombre o en lugar de otra, se radican en forma inmediata
y directa en esta última, como si ella personalmente lo hubiera celebrado.
Nuestro Código Civil se refiere a la representación en el artículo 1444 CC, que dice que lo que una
persona ejecuta a nombre de otra, estando facultado por ella o por la ley para representarla, produce
respecto del representado iguales efectos que si hubiese contratado él mismo.
El representante debe tener poder de representación, el cual es la autorización que tiene una per-
sona para concertar negocios por cuenta de otra, obligando exclusiva y directamente al represen-
tado.
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Boris Loayza M.
El término poder designa a la potestad que tiene una persona para ejecutar con éxito actos jurídicos
que atañen o dicen relación con los intereses de terceros.
Se da la denominación de apoderamiento al acto por el cual una persona otorga a otra el poder de
representarla.
A) Representación legal
La representación legal o necesaria, como también se le llama, supone que una persona se encuen-
tra en la imposibilidad jurídica de ejercer por sí sola la autonomía privada. De esta manera, el
representante es, necesariamente, el que determina la ley.
Asimismo, el representante debe ser plenamente capaz. Ya que presta su voluntad al representado
al que le falta o que por la ley no puede expresarla, debe tener capacidad legal de querer.
B) Representación voluntaria
La doctrina nacional considera que existe una estrecha vinculación entre el contrato de mandato y la
representación voluntaria, en términos tales que no se concibe la existencia de representación vo-
luntaria sin mandato.
En nuestra opinión, el mandato y la representación voluntaria son dos cosas muy distintas; no siendo
indispensable la existencia de un mandato para que nazca la representación voluntaria.
El mandato es un contrato, y como tal está definido en el artículo 2116 CC. A través de él una persona
confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la
primera.
La representación voluntaria surge, como hemos dicho, de un apoderamiento, que es un acto jurí-
dico unilateral por el cual una persona confiere a otra el poder de representación frente a ter-
ceros, de tal modo que el representado llega a ser en forma directa y exclusiva el titular de los dere-
chos y obligaciones que emanan del acto jurídico.
De esta manera, para que nazca un mandato se requiere un acuerdo de voluntades; mientras tanto,
para que nazca el poder, sólo se requiere la declaración unilateral de voluntad, pues el poder es un
acto jurídico unilateral.
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Boris Loayza M.
Consiste en que la ley entiende que la voluntad que fue necesaria para dar vida al acto o contrato no
la manifiesta el representante, sino que el propio representado, como si éste hubiera concurrido per-
sonalmente a la celebración de dicho acto o contrato.
Considera que el representante no es más que un simple mensajero del representado, un portador de
una declaración ajena de voluntad, lo que explica que el verdadero sujeto del acto o contrato sea el
representado y justifica que en éste se radiquen los efectos del mismo.
C) Teoría de la modalidad
La teoría de la modalidad, elaborada por la doctrina francesa, sostiene que quien manifiesta su volun-
tad en el acto jurídico es directamente el representante; no obstante lo cual, por ser la representación
una modalidad de los actos jurídicos, los efectos del acto celebrado por el representante no se radican
en él, como hubiera sido lo normal, sino que en la persona del representado. En este sentido, la repre-
sentación es una modalidad del acto jurídico, de modo que se incorpora al acto o contrato con el
propósito de sustraerse a tales efectos.
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Boris Loayza M.
Para la plena eficacia de un acto jurídico se requiere que tanto el autor como las partes sean capaces
[revisar los arts. 1446 y 1447].
En lo relativo a la capacidad del representado hay que distinguir, a su vez, entre la representación
legal y la representación voluntaria.
En la representación legal el representante debe ser una persona capaz. Mientras tanto, en la repre-
sentación voluntaria el representante que tiene la calidad de mandatario puede ser incapaz o bien
puede ser una persona capaz (art. 2128 CC).
1) El error del representante vicia el consentimiento siempre que dicho error sea también relevante
para el representado.
2) La fuerza o dolo determinante que se ejerciera sobre el representante y que vicia el consenti-
miento de éste, permite que el representado solicite la rescisión del contrato, pues se presume que
la fuerza o dolo hubiera, asimismo, viciado su voluntad.
3) En cuanto al error del representado o la fuerza o dolo que se hubiera ejercido sobre él hace
que el poder sea anulable y a través de éste, socava también el acto representativo.
Ahora, cuando la víctima de la fuerza o dolo es la persona que contrata con el representante, en
la hipótesis de fuerza es indiferente que ésta provenga del representante o del representado, pues si
es determinante, vicia el consentimiento del contratante que fue víctima de ella.
En cuanto al dolo, sea que provenga del representante, sea que provenga del representado, vicia el
consentimiento, si para la otra parte es determinante.
La mala fe del representado hace imposible que éste adquiera la posesión legal, aunque se haya
valido de un representante de buena fe.
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La mala fe del representante afecta, también, al representado, aunque este se encuentre de buena
fe.
217. EN RELACIÓN CON LA DISPOSICIÓN LEGAL QUE IMPIDE DEMANDAR LA NULIDAD ABSOLUTA
AL QUE SABÍA O DEBÍA SABER EL VICIO QUE INVALIDABA AL ACTO Y CON AQUELLA QUE IMPIDE
REPETIR LO PAGADO POR OBJETO O CAUSA ILÍCITA A SABIENDAS
Es indudable que el representado que sabía o debía saber el vicio que invalidaba el contrato, o que
tuvo la calidad de parte en un contrato a sabiendas del objeto o causa ilícita, no puede alegar la
nulidad absoluta o repetir lo pagado, respectivamente.
En general, la doctrina se inclina por restar relevancia a la mala fe del representante, en aplicación
del principio que dice que la persona que es parte en un acto jurídico debe sufrir los perjuicios que
emanen de su propia ciencia, y no de la de otros.
En Chile se ha dicho que se permite al representado alegar la nulidad absoluta, aun cuando el
representante sabía o debía saber el vicio que invalidaba al contrato, porque el dolo, que es lo
que la ley castiga negando la acción de nulidad, es un acto personalísimo.
Para que ocurra esto es necesario que se dé el denominado fraude pauliano, es decir, el conocimiento
que tiene el deudor del mal estado de sus negocios.
Si existe fraude pauliano en el deudor representado, los acreedores podrán deducir la acción pau-
liana para revocar la enajenación efectuada por el representante del deudor, aunque no exista en
dicho representante el conocimiento del mal estado de los negocios de su representado.
V. REQUISITOS DE LA REPRESENTACIÓN
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El representante, para dar vida al acto jurídico que celebra a nombre de otro, debe manifestar su
propia voluntad.
Lo anterior se advierte con mayor claridad en la representación legal. Sin embargo, también en la
representación voluntaria el representante es quien da vida al acto jurídico con su voluntad.
En el acto o contrato celebrado por el representante éste debe dar a conocer la denominada “contem-
platio domini”, lo que significa que tiene que manifestar, de alguna manera, que su declaración
se refiere a otra persona, a nombre de la cual está obrando.
Hemos visto que el poder de representación es la autorización que una persona da a otra para que
actúe a su nombre, y que dicho poder puede emanar de la ley o de la voluntad del interesado.
1. Agencia oficiosa: se entiende que si la gestión ha sido útil para el interesado, éste la ha auto-
rizado en el momento mismo en que se realizó.
2. Ratificación: cuando con posterioridad a la celebración del acto el interesado lo ratifica.
Cabe mencionar que en lo que se refiere a la extinción del poder de representación, la doctrina señala
como causales de extinción la revocación del poder, que es, al igual que éste, un acto jurídico uni-
lateral del poderdante; la muerte del representado y del representante; y la incapacidad legal del
representante.
El exceso o defecto de poder tiene lugar cuando la actividad en nombre de otro no sea conforme al
poder de representación.
El artículo 2160 dice que el mandante cumplirá las obligaciones que a su nombre ha contraído el
mandatario dentro de los límites del mandato. Lo que el Código llama “límites del mandato” equivale
al contenido del poder de representación.
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El artículo 2173 CC dispone que todas las veces que el mandato expira por una causa ignorada al
mandatario, lo que éste haya hecho en ejecución del mandato será válido y dará derecho a terceros
de buena fe contra el mandante. Y si el mandatario sabía de la causa, obligará al mandante ante
terceros de buena fe, sin perjuicio de la acción de perjuicios del mandante en contra del mandatario.
Esta disposición hace excepción, pues, al principio general contenido en el artículo 2160 CC. El acto
concluido por quien actuó a nombre de otra persona, como si el poder de representación continuara
vigente, será oponible a esta última siempre que la otra parte esté de buena fe.
El artículo 2154 dice que el mandatario que ha excedido los límites de su mandato es sólo responsable
al mandante, y no es responsable a terceros, sino, primero, cuando no les ha dado suficiente conoci-
miento de sus poderes, y, segundo, cuando se ha obligado personalmente.
Finalmente, el inciso segundo del artículo 2160 CC, después de señalar que los actos concluidos fuera
de los límites del poder son inoponibles al representado, establece que será, sin embargo, obligado el
mandante si hubiere ratificado expresa o tácitamente cualesquiera obligaciones contraídas a su nom-
bre.
La ratificación es, pues, una excepción al principio general de que los actos realizados en exceso
o en defecto de poder son inoponibles a la persona a nombre de la cual se celebran.
224. LA RATIFICACIÓN
Hemos visto que el acto jurídico que celebra una persona a nombre de otra, en exceso o defecto de
poder, no adolece de un vicio de nulidad por este hecho.
La ratificación es un acto jurídico unilateral, al igual que el poder. Además, es un acto jurídico
irrevocable. Y puede ser de forma expresa o tácita.
Para terminar el estudio de la ratificación, debemos mencionar que esta opera con efecto retroactivo.
Es decir, por una ficción de la ley se supone que el acto obliga a quien ratifica desde la fecha de
celebración del mismo, y no desde la fecha que se ratifica.
BIBLIOGRAFÍA
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