Hobbes (Apuntes para La Clase de Ética)
Hobbes (Apuntes para La Clase de Ética)
Hobbes (Apuntes para La Clase de Ética)
Me parece acertada la tesis de Patrick Riley de que, "el núcleo de la teoría del
contrato social lo constituye la idea de que el gobierno legítimo es el producto
artificial de un acuerdo voluntario entre agentes libres y de que la autoridad
política "natural" no existe".
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Las teorías del contrato social iban a sentar las bases de la idea de poder político
legítimo, tomado aquí en el sentido de correcto o justo. No cualquier poder
político es legítimo, en este sentido, sino sólo aquel que es producto de un
acuerdo voluntario entre agentes morales libres.
Este voluntarismo da solidez a la idea de que entre los rasgos legitimadores de la
sociedad y el Estado ocupa un lugar muy destacado la autorización de los
individuos, que son, al fin y al cabo, sus, aunque sean supuestos y no históricos o
reales, creadores. Dicha autorización se va a traducir en la idea de
consentimiento, piedra de toque de todas las teorías contractualistas clásicas. Así,
el poder político que se ha consentido, por un lado se reviste de autoridad, por
otro lado crea un vínculo especial con los ciudadanos, de donde derivan las
razones a favor de la obligación de obedecer a sus mandatos. El pacto o contrato
legitimador posibilita que la simple dominación, como acto de fuerza del
poderoso, se convierta en acuerdo garantizador de la convivencia política y del
respeto por los derechos naturales.
Contrato social es una expresión que se utiliza en la filosofía, la ciencia política y
la sociología en alusión a un acuerdo real o hipotético realizado en el interior de
un grupo por sus miembros, como por ejemplo el que se adquiere en un Estado en
relación a los derechos y deberes del estado y de sus ciudadanos. Se parte de la
idea de que todos los miembros del grupo están de acuerdo por voluntad propia
con el contrato social, en virtud de lo cual admiten la existencia de unas leyes a
las que se someten. El pacto social es una hipótesis explicativa de la autoridad
política y del orden social.
El contrato social, como teoría política, explica, entre otras cosas, el origen y
propósito del Estado y de los derechos humanos. La esencia de la teoría (cuya
formulación más conocida es la propuesta por Jean-Jacques Rousseau) es la
siguiente: para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social
implícito, que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad
completa de la que dispondrían en estado de naturaleza. Siendo así, los derechos y
deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato social. El Estado
es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del mismo modo, quienes lo
firman pueden cambiar los términos del contrato si así lo desean; los derechos y
deberes no son inmutables o naturales. Por otro lado, un mayor número de
derechos implica mayores deberes; y menos derechos, menos deberes.
El concepto de contrato social de Thomas Hobbes
El primer filósofo moderno que articuló una teoría contractualista detallada fue
Thomas Hobbes (1588-1679). Hobbes escribió su obra cumbre, Leviatán (1651),
en un período de guerra civil en Inglaterra donde se discutió quién debía ocupar la
soberanía, el Rey o el Parlamento. En ella define la necesidad de crear un contrato
social para establecer la paz entre los hombres.
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Hobbes se plantea la cuestión del poder en términos muy generales, se pregunta
por qué debe existir y cómo ha de ser. Para responder a estos interrogantes la
figura del contrato social es clave, aunque Hobbes no use el término “contrato”
(que usará por primera vez Rousseau) para referirse a ese pacto originario. Si para
Aristóteles y, en general, para el pensamiento clásico desde la Antigüedad, el
orden político es una continuación del orden natural, para Hobbes el orden
político es, por el contrario, el resultado de un contrato, y por lo tanto, de una
convención, de una decisión tomada libremente por quienes lo adoptan, y es eso
lo único que puede fundamentar las bases del poder civil.
En efecto, para Hobbes, desde el punto de vista de su naturaleza, todos los seres
humanos son iguales, pero lo más básico y más fundamental de la naturaleza
humana, aquello a lo que esta queda reducida, en último término, si se eliminan
todas las convenciones, es decir, si se reduce al hombre a su mero estado de
naturaleza es el instinto de conservación. La naturaleza humana es un instinto de
conservación que cada uno tiene derecho a conservar; pero la consecuencia de ese
derecho es un enfrentamiento entre los hombres, es decir, la guerra.
Hubo una época (que Hobbes llama Estado de la naturaleza) en que estas
agrupaciones de individuos no disponían de un poder superior y estas tendencias
dominaban las relaciones entre las personas manteniéndolos en una "guerra de
todos contra todos":
"cada hombre es enemigo de cada hombre; los hombres viven sin otra seguridad
que sus propias fuerzas y su propio ingenio debe proveerlos de lo necesario. En
tal condición no hay lugar para la industria, pues sus productos son inciertos; y,
por tanto, no se cultiva la tierra, ni se navega, ni se usan las mercancías que
puedan importarse por mar, ni hay cómodos edificios, ni instrumentos para mover
aquellas cosas que requieran gran fuerza o conocimiento de la faz de la tierra ni
medida del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor que nada, hay
un constante temor y peligro de muerte violenta, y la vida del hombre es solitaria,
pobre, grosera, brutal y mezquina".*
En el Homo homini lupus de Hobbes no hay ningún rastro de maniqueísmo. Se
trata del miedo de la sociedad entera a sí misma porque se sabe capaz de realizar
atrocidades que en ningún modo desea. Por ello decide, en un acto de egoísmo
colectivo, sustraerse determinados derechos y entregarlos a una instancia superior
creada por ella, el Leviathan, para asegurarse su supervivencia
Por tanto, ya que no hay norma que regule la convivencia entre los hombres, es
necesario crear un orden artificial. Para ello, nadie puede quedarse sin ninguna
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partícula de libertad, entendida ésta como la posibilidad de hacer lo que se quiera
para conservarse, pues se volvería al orden natural.
Ahora bien, los pactos, sin la espada que imponga que se respeten, no sirven para
lograr el objetivo deseado. Por consiguiente, según Hobbes, es preciso que todos
los hombres encarguen a un único hombre (o a una asamblea) su representación.
El pacto social no lo establecen los súbditos con su soberano, sino los súbditos
entre sí. El soberano permanece fuera del pacto, es el único depositario de las
renuncias a los derechos que poseían antes los súbditos y, por lo tanto, el único
que conserva todos los derechos originarios. Si también el soberano entrase en el
pacto, no podrían eliminarse las guerras civiles, ya que muy pronto aparecerían
diferentes enfrentamientos en la gestión del poder. El poder del soberano (o de la
asamblea) es indivisible y absoluto. Puesto que el soberano no entra en el juego
de los pactos, una vez que ha recibido en sus manos todos los derechos de los
ciudadanos, los detenta de manera irrevocable.
Con respecto al miedo dice en De cive:
En suma, debemos concluir que el origen de todas las sociedades grandes y
estables ha consistido no en una mutua buena voluntad de unos hombres para con
otros, sino en el miedo mutuo de todos entre sí.
Hobbes pretende crear unas condiciones que evite ese enfrentamiento y que
alguien mande por la fuerza. En el estado de naturaleza no hay normas que
indiquen el bien y el mal que sí existen en el orden artificial, y para establecer
esas normas debe existir una autoridad que dirima sobre lo que está bien y lo que
está mal.