La Tentación de Jesús

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La Tentación de Jesús – ¿Somos Tentados Nosotros?

La presente reflexión «La Tentación de Jesús» nos lleva a preguntarnos ¿Somos Tentados Nosotros? y nos
enseña que también nosotros somos capaces de poder vencer la tentación en nuestras vidas.

¿Somos Tentados Nosotros?


La tentación de Jesús en el desierto
Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y
estaba con las fieras; y los ángeles le servían. Marcos 1:12-13

Sometiéndose voluntariamente al bautismo, Jesús afirmó su total disposición a realizar la tarea que le fue
asignada, a saber, sufrir y morir en lugar de su pueblo. Es, por tanto, lógico que de inmediato comience la
aflicción, la que aquí toma la forma de una tentación.

Cuando Adán fue tentado, fracasó. Así que Cristo, “el segundo Adán” (1 Co. 15:45), “Así también está
escrito:  Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”, ahora debe ser
tentado. Para quienes creen en el Señor. La victoria de Jesús sobre el tentador anula las consecuencias que
vinieron por el primer pecado de Adán.

De que aun el inmaculado Jesús pudiera ser tentado, es un misterio imposible de explicar en forma
perfectamente clara. Lo único que podemos decir es que Cristo fue tentado en su naturaleza humana, ya que
Dios no puede ser tentado.

Stg. 1:13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni él tienta a nadie.

Jesús no sólo era Dios sino hombre también.

De que Cristo realmente fue tentado se enseña no solamente aquí en Marcos y los pasajes paralelos, sino que
también en Hebreos 4:15, donde se nos dice:

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Es decir, sin caer en el pecado. Sin embargo, Hebreos 4.15 no puede significar que Jesús experimentó el
mismo proceso psicológico de ser tentado que experimenta el ser humano en general.

Usando los otros evangelios para ampliar el tema.


Para un comentario más completo de cada una de las tentaciones de Jesús, véase CNT sobre Mateo 4:1-11
(véase también Lc 4:1-13)

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Después de estar sin comer
durante cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. El tentador vino y le dijo: “Puesto que eres el Hijo de
Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan”. Pero él respondió y le dijo: “Está escrito: ‘No es sólo de pan
que el hombre vivirá sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’
” Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: “Puesto que eres
el Hijo de Dios, arrójate abajo; porque está escrito: ‘El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti’, y ‘En sus manos
te llevarán, para que tu pie no tropiece contra una piedra’ Jesús le dijo: “También está escrito: ‘No pondrás a
prueba al Señor tu Dios’”.

Otra vez el diablo lo llevó a una montaña muy alta, le mostró todos los reinos del mundo en su esplendor, y le
dijo: “Todo esto te daré si te postras delante de mí y me adoras”. Entonces Jesús le dijo: “Vete, Satanás, porque
está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás’ ” Entonces el diablo lo dejó, y he aquí, vinieron
ángeles y le servían”. (cf. Mr. 1:12-13; Lc. 4:1–13)

Ofrecerse a sí mismo implica sufrimiento. Sufre vicariamente. Una de las formas asumidas por este sufrimiento
es la tentación (4:1–11):

“Padeció siendo tentado” (Heb. 2:18). “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para
socorrer a los que son tentados”.

Jesús aparece no solamente como el sacerdote que “padece siendo tentado”, sino también en forma muy
definida como el rey que ofrece combate a su oponente principal y lo vence.

Tampoco se pasa por alto el oficio profético, porque por toda su reacción y específicamente al citar tres veces
las Escrituras, Jesús también ejerce funciones en este respecto. En efecto, en este mismo capítulo el énfasis
gradualmente se desplaza hacia Cristo, no sólo como el sanador, sino también como maestro y predicador.

El relato que Marcos entrega de la tentación es tan breve, que no conviene interpretar la presentación de Mateo
(mucho más completa y cronológica) a la luz de algunas primeras impresiones que se obtengan de las limitadas
palabras de Marcos.

Ni Marcos ni Lucas proveen una historia que paso a paso entregue un relato consecutivo. Por otra parte, Mateo
presenta una secuencia histórica, como se entiende claramente por 4:2 (“después”), 4:5 (“luego”), 10
(“entonces”) en RV60) y 4:11 (“entonces el diablo lo dejó…”). Lo mismo se puede deducir por la relación
interna o de pensamiento que existe entre la primera y la segunda tentación.

V. 12 E inmediatamente el Espíritu le envió al desierto.

Jesús es el Rey y, a la vez, el siervo sufriente, por lo cual se mueve en forma repentina de la plena luz a las
tinieblas, de la sonrisa complaciente del Padre al engaño despectivo de Satanás.

V. 13 Y estuvo cuarenta días en el desierto…

Tenemos la experiencia de Moisés en el monte Horeb (Ex. 34:2, 28; Dt. 9:9,18) y la de Elías en el mismo monte
(1 R 19:8). No solo ayunaron, sino que también Jesús. Se nos dice que Jesús era tentado por Satanás en el
desierto. El verbo que aquí se traduce “tentado” puede tener un sentido favorable: poner a alguien a prueba, a fin
de fortalecerlo espiritualmente.

Fue en ese sentido que Jehová “tentó” a Abraham (Gn. 22:1-19); Heb. 11:17; véase también Jn 6:6. Pero cuando
se dice por “Satanás”, queda claro que en este caso el sentido es que el príncipe del mal hizo todo lo posible por
seducir a Jesús a pecar. Marcos dice; “tentado por Satanás”; Lucas, “por el diablo”; Mateo, “por el diablo…el
tentador”. La palabra griega diabolos significa: diablo, calumniador, acusador (Job 1:9; Zac. 3:1-2; cf Ap. 12:9-
10) y por la influencia de la LXX también quiere decir: adversario (1 P. 5:8), lo que estrictamente hablando es el
significado de Satanás.
El objetivo de estudiar la tentación de Jesús, es para que sepamos, que, así
como él pudo resistir la tentación, así nosotros también podemos.

Si Jesús fue tentado ¿no lo somos nosotros también?


Si, por nuestra naturaleza pecaminosa, debido al pecado original. En el caso del hombre, incluyendo creyentes,
y todo tipo de personas, primero aparece la tentadora voz o el susurro interno de Satanás que le insta a pecar.
Pero también experimenta su propio deseo interno (“la concupiscencia” apetito desordenado de
placeres deshonestos.) que le empuja a ceder a la tentación de aceptar la insinuación del diablo. Así que, en
el caso del hombre, “sus propios malos deseos lo arrastran y seducen” al pecado.

Santiago. 1:14-15, “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a
luz la muerte”.

Jesús no pudo ser tentado porque no había concupiscencia en Él.


En el caso de Cristo, al asunto que no tuvo su origen en el alma del Señor, sino que fue la voz del Maligno. Pero
el Señor carecía de la corrupción o estímulo interno que incita al pecador a cooperar con aquel que lo tienta.
Con todo, la tentación fue real. El Señor sintió la necesidad, tuvo consciencia de que Satanás le incitaba a
satisfacer esa necesidad, supo que debía resistir al tentador y luchó dentro del conflicto.

¿Podemos resistir nosotros la tentación?


Si, lo dice Pablo en Corintios:

1 Co 10:13  No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;  pero fiel es Dios,  que no os dejará
ser tentados más de lo que podéis resistir,  sino que dará también juntamente con la tentación la salida,  para que
podáis soportar.

Hebreos 2:18  Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado,  es poderoso para socorrer a los que son
tentados.

Y rematamos diciendo lo que dice la carta a los Hebreos 4:15-16.


Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Dios nos bendiga y nos socorra en nuestras debilidades.

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