Tema 8 - La Última Inmersión
Tema 8 - La Última Inmersión
Tema 8 - La Última Inmersión
LA ÚLTIMA
INMERSIÓN
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa,
pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad
de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:35, 36).
INTRODUCCIÓN
2 Reyes 5:1-14 nos cuenta la increíble historia de la curación de
Naamán, comandante del ejército sirio. Este milagro se produjo de
forma espectacular.
Una niña israelita, que había sido llevada cautiva y trabajaba en la
casa del comandante, le dice a la esposa de Naamán: “Si rogara
mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”.
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La historia cuenta que la mujer, convencida por las palabras de la
niña israelita, se lo cuenta a su esposo, y su corazón se llena de
esperanza. Busca al rey sirio y le cuenta lo que ha dicho la niña.
Entonces el rey sirio escribe rápidamente una carta diplomática al rey
de Israel que debería ser llevada personalmente por el propio Naamán,
diciendo: Cuando recibas esta carta, sabrás por ella que yo te envío
a mi siervo Naamán para que lo sanes de su lepra” (2 Reyes 5:6).
Cuando el rey Joram leyó la carta entró en desesperación y dijo:
“¿Soy yo Dios para curar a alguien?”.
Vio la carta con recelo y la interpretó como una declaración de guerra.
“¡El rey de Siria está buscando un pretexto para romper conmigo!”.
Cuando Eliseo se enteró de la desesperación del rey,
inmediatamente le envió un mensaje diciendo: “Que venga a mí y
sabrá que hay un profeta en Israel” (v. 8).
Cuando Naamán llegó con sus carros y caballos a la puerta de la
casa de Eliseo, el profeta ni siquiera salió para recibirlo, sólo envió
a su criado a decirle lo siguiente: Camina otros 50 kilómetros y
báñate siete veces en el río Jordán.
Esta orden de Eliseo hirió el orgullo de Naamán y la Biblia dice que
se enfadó y dijo: “Yo que pensaba: ‘De seguro saldrá enseguida,
y puesto en pie invocará el nombre de Jehová, su Dios, alzará su
mano, tocará la parte enferma y sanará la lepra.’ Abana y Farfar, ríos
de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me
lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también?’. Y muy enojado se fue
de allí. Pero sus criados se le acercaron y le dijeron: —Padre mío, si
el profeta te mandara hacer algo difícil, ¿no lo harías? ¿Cuánto más
si sólo te ha dicho: ‘Lávate y serás limpio’?” (2 Reyes 5:11-13).
Finalmente, Naamán fue persuadido por sus siervos para que hiciera
lo que se le había ordenado, y partió hacia el Jordán.
¿Te imaginas lo que debió ser ver cómo se producía este milagro?
El único ruido que podía oírse era el chapoteo del agua cuando
Naamán se sumergía. Se sumergió una vez, se miró la piel y nada;
dos veces, y nada, tres, cuatro, cinco, seis y nada…
Finalmente, llegó a la séptima inmersión, la última. La expectativa
llegó a su ápice cuando bajó al agua para la séptima inmersión. Al
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salir del agua, era evidente para todos los que lo observaban que
estaba limpio de la lepra.
A su comandante le había ocurrido un milagro. Naamán se frotó
suavemente la piel, como si no pudiera creerlo, y luego comenzó a
llenarse de alegría y con un corazón agradecido, saltando y gritando en
el agua.
La gran pregunta que seguramente siempre nos hacemos cada vez
que leemos esta historia es la siguiente: ¿Por qué la bendición llegó
sólo después de la última inmersión? ¿Por qué Dios no limpió la piel
de Naamán con cada inmersión que hacía?
Había detalles que debían ajustarse en la vida de Naamán antes de
que ocurriera el milagro.
La experiencia de Naamán puede ser la clave para responder a
muchos porqués en nuestras vidas.
¿Por qué la bendición llegó sólo después de la última inmersión?
2 REYES 5:12
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El orgullo impide la acción de Dios en nuestras vidas.
La humildad es una cualidad que agrada a Dios. Porque añade
otros valores, por ejemplo, la sumisión.
De hecho, la vida cristiana se basa en la sumisión – de las esposas
a los esposos, de los esposos a los hombres, de los miembros de
la iglesia entre sí, y de todos nosotros a Cristo y a la autoridad con
la que él inviste a su Iglesia.
Santiago 4:6: “Por esto dice: ‘Dios resiste a los soberbios y da gracia
a los humildes’.
Un joven recién salido del seminario fue invitado a predicar en un
culto especial en una gran iglesia. Cuando fue llamado al púlpito, se
aferró con fuerza a su Biblia con un bosquejo de sermón bien
preparado, con todas las referencias bíblicas y notas
complementarias, y subió las escaleras con la cabeza erguida y lleno
de confianza.
Su predicación, por desgracia, fue un fracaso, tropezó en los
versículos, se enredó en la historia y se equivocó en los relatos
bíblicos.
Al bajar del púlpito por el otro lado, abatido y humillado, un señor,
músico antiguo de la iglesia, que estaba sentado al piano, lo llamó
y le susurró al oído: Joven, si hubieras subido como estás bajando,
estarías bajando como subiste.
La última inmersión fue una inmersión de humildad.
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El ejercicio de la fe produce perseverancia. ¡Por eso la fe y la
perseverancia van juntas!
Naamán ya había caminado 160 km desde Damasco hasta Samaria,
tuvo que caminar 50 km más hasta el Jordán y sumergirse siete veces.
¿Cómo quería Naamán que se produjera el milagro?
2 REYES 5:11
HEBREOS 10:35, 36
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Hay una historia interesante que ocurrió en una pequeña iglesia
adventista entre las grandes montañas de Nevada, en Estados
Unidos.
Los hermanos habían construido una nueva iglesia en un terreno
donado por un miembro de la iglesia. Diez días antes de la
inauguración, los inspectores del municipio informaron al pastor
de que el área del estacionamiento era demasiado pequeña para
el tamaño del edificio, y hasta que no se ampliara no se les
permitiría utilizar el templo.
El problema era que no tenían más espacio, a menos que removieran
literalmente la montaña.
Sin desanimarse, el pastor anunció que el próximo sábado celebra-
ría una reunión de oración con todos los miembros que tuvieran fe
capaz de remover montañas y pedirían al Señor que removiera la
montaña para que pudieran ampliar el patio y pavimentarlo para el
día de la inauguración.
Sólo se reunieron dos docenas de personas del total de 100
miembros. Oraron durante 3 horas. Al finalizar la reunión el pastor
dijo amén y concluyó: Abriremos las puertas el próximo sábado,
de acuerdo a lo planeado.
A la mañana siguiente, mientras el pastor trabajaba en su oficina,
alguien llamó a la puerta y se encontró con un maestro de obras
con su casco y mientras empezaban a hablar le dijo: Discúlpeme
pastor: soy de la constructora Acme, situada en la ciudad vecina.
Estamos construyendo un gran centro comercial nuevo allí, y
necesitamos escombros. ¿Estaría dispuesto a vendernos el trozo
de montaña que hay detrás de su iglesia? Extraeremos los
escombros nosotros mismos, pagaremos por ello y luego
repavimentaremos todas las áreas expuestas sin costo alguno para
la congregación. Sólo hay una condición: lo necesitamos con la
mayor urgencia posible. No podemos proseguir hasta que tengamos
los escombros.
¡La iglesia fue dedicada al fin de semana siguiente!
Algunas personas creen que la fe es anterior al milagro. Otros
creen que los milagros son anteriores a la fe.
Algunos piensan que deben ver para creer, mientras que otros
piensan que deben creer para ver.
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¿Qué crees?
La Biblia nos dice que la perseverancia y la fe son anteriores al
milagro.
La última inmersión fue la garantía de que lo mejor está siempre
por llegar.
CONCLUSIÓN
Humildad, perseverancia y fe son tres virtudes que mueven la gracia
de Dios sobre nuestra vida.
¿Por qué Dios no fue limpiando la piel de Naamán poco a poco, a
cada inmersión?
Porque más allá de esa inmersión estaba la gracia de Dios.
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