Libro IV Eneida - Vicente Cristóbal - Castellano
Libro IV Eneida - Vicente Cristóbal - Castellano
Libro IV Eneida - Vicente Cristóbal - Castellano
VIRGILIO
PASIÓN Y MUERTE DE DJDO
(LIBRO IV DE LA ENEIDA)
VIRGILIO
(PVB LIVS V E RC I LI VS MARO)
Pasión y muerte
de Dido
(libro IV de la Eneida)
Edición bilingüe
Hiperión
A la memoria de mi madre,
Carmen López Brea
l. DIDO, INDECISA ANTE EL AMOR QUE SIENTE
POR ENEAS, DIALOGA CON SU HERMANA.
,
mi alma dudosa. Las huellas conozco de un fuego ya antiguo.
Mas, ¡ojalá se me abra una sin1a en la tierra y el padre
poderosísimo me haga bajar con un rayo a las sombras, 25
pálidas sombras aquellas del Érebo y noche profunda,
antes, pudor, que te viole o que quiera romper tus derechos!
ÉL, el primero que a mí se juntó, se llevó mis amores;
él siga siendo su dueño y los guarde con él en la tumba."
Tal lo que dijo, y brotándole el llanto, corrió por su seno. 30
Ana responde: "¡Oh tú, más querida a tu hermana que el día!
¿Célibe siempre serás, solitaria y viviendo apenada,
sin conocer el amor de los hijos y el gozo de Venus?
¿Piensas que tal cosa importa a ceniza y a manes sepultos?
Aunque en tu duelo anterior no cambiara ningún pretendiente 35
tu decisión, ni aquí en Libia ni antes, en Tiro; aunque a Yarbas
y a otros caudillos dejara s, criados en África, tierra
rica de triunfos, ¿tan1bién lucharás contra amor que te place?
¿No consideras de quién es el campo en que te has asentado?
Urbes getulas, de un lado, nación invencible en la guerra, 40
Númidas desenfrenados te cercan e inhóspita Sirte;
de otro, una tierra desierta y sin agua, y el pueblo salvaje
de los Barceos. ¿A qué recordar el peligro de Tiro
y la amenaza fraterna?
Creo que ha sido designio divino y queriéndolo Juno 45
como los barcos iliacos llegaron aquí con el viento.
¡Qué gran ciudad, oh hermana, y qué reinos con tal matrimonio
vieras surgir! Si se junta a la nuestra la armada troyana,
¡cuán grandes gestas alzaran al cielo la púnica gloria!
Tú sólo pide a los dioses su gracia y, tras un sacrificio, 50
19
cede a la hospitalidad y acumula motivos de espera,
mientras se calma en el mar el invierno y la lluvia de Oríon,
mientras reparan sus barcos y el tiempo es aún borrascoso."
21
fija y clavada en su lomo la flecha que habrá de matarla.
Bien a través de los muros a Eneas conduce consigo,
y los tesoros sidonios le muestra y la urbe en proyecto, 75
y comenzándole a hablar, se detiene a mitad del discurso;
bien, al caer de la tarde, procura los mismos banquetes
y pide oír otra vez, insensata, el suceso de Troya,
mientras se pasma de nuevo ante el labio de quien se lo cuenta.
Luego, después que se marchan y, oscura, la luna amortigua 80
su resplandor y en su giro convidan al sueño los astros,
sola se aflige en su casa vacía y se acuesta en divanes
donde él estuvo. Y es él, aunque ausente, a quien oye y contempla,
o, de la imagen del padre cautiva, retiene a su Ascanio
entre los brazos, queriendo engañar su pasión indecible. 85
Ya no se elevan las torres en ciernes, ni en armas se entrena
la juventud, ni se ocupan del puerto ni de los baluartes
para la guerra. Las obras se aplazan, se dejan suspensas:
muros de gran amenaza, y andamio subido hasta el cielo.
23
si a esta mujer que era una, dos dioses la habéis engañado. 95
No se me oculta tan1poco que temes a nuestras murallas
y desconfías de los edificios de la alta Cartago.
Pero, ¿no habría algún límite? ¿Adónde con tanta discordia?
¿No es preferible que hagamos la paz para siempre y pactemos
un himeneo? Ya tienes aquello que ansiosa buscabas: 100
Dido se abrasa de amor, la locura ha calado en sus huesos.
Sea este pueblo común de las dos y en iguales designios
lo gobernemos; pern1ítasele someterse a un esposo
frigio y que sean los tirios la dote que llegue a tu diestra."
Venus (pues bien se percata que hablaba pensando otra cosa, 105
para llevar a las costas de Libia el imperio de Italia)
dijo en respuesta: "¿Quién hay tan demente que pueda negarse:
a este plan tuyo y contigo quisiera enfrentarse en batalla?
Solo nos falta que apruebe Fortuna los hechos que dices.
Pero del hado no estoy yo segura: si Júpiter quiere 110
que haya una sola ciudad para tirios y para troyanos,
y de si aprueba la mezcla de pueblos, su unión y alianza.
Tú eres su esposa, tú puedes rogando indagar en su mente.
Hazlo, y te secundaré." Y soberana responde así Juno:
"Esa será mi tarea. Y ahora diré brevemente 115
-pon atención- cómo puede cumplirse lo más inmediato.
Ir a cazar juntamente a los bosques proyectan Eneas
y la misérrima Dido tan pronto levante mañana
sus resplandores el sol e iluminen sus rayos el mundo.
Les verteré desde el cielo una negra tormenta y granizo, 120
mientras se afanan sus grupos y cercan los sotos con redes,
y todo el cielo lo haré retumbar con el ruido del trueno.
25
Se fugará su cortejo y vendrá noche oscura a cubrirlos.
Dido, y el jefe troyano, los dos, a la misma caverna
arribarán, y yo 1nis1na estaré, y si estás decidida, 125
los uniré en n1atrimonio perpetuo y haré que sea suya.
Este será su himeneo." Aceptando del todo sus planes
la de Citera le dio su licencia y sonríe al engaño.
4. LA CACERÍA.
27
brama el cretense y el dríope, y brama el tatuado agatirso,
él por las cun1bres del Cinto pasea y comprime su pelo
suelto con fronda flexible, y lo adorna y rodea con oro,
suenan al hombro sus flechas: Eneas no menos gallardo
iba que el dios, tanta gracia en su rostro sin par resplandece. 150
Cuando llegaron a la alta montaña y lugar sin caminos,
ven có1no cabras monteses, bajando de picos rocosos,
corren al pie de las cumbres; desde otro lugar atraviesan
a la carrera unos ciervos el llano y elevan huyendo
grandes columnas de polvo, y atrás van dejando los montes. 1 55
Mas por mitad de unos valles Ascanio, el muchacho, se ufana
sobre el caballo veloz, y adelanta ya a unos o a otros;
quiere, entre tímidas bestias, que algún jabalí le aparezca
lleno de rabia o que un rubio león le descienda del monte.
29
Ese fue el día primero de muerte y motivo primero
de las desgracias; pues nada le n1ueve apariencia o rumores, 170
ni es ya el proyecto de Dido un amor que se lleve a escondidas:
dice que es un matri1nonio, tal título encubre su culpa.
31
con quien la muy bella Dido a casarse dignado se había;
que ahora animaban su invierno los dos con placeres, cuan largo
era, olvidados del reino y cediendo a pasión vergonzante.
Tales torpezas la diosa difunde por boca del vulgo. 195
Rápido tuerce el can1ino y a Yarbas, el rey, se dirige,
y con palabras enciende su espíritu y colma su enfado.
Este, engendrado de Amón, que raptó a garamántide ninfa,
cien grandes templos alzó por sus amplios dominios a Júpiter,
hizo también cien altares, y allí consagró un vigilante 200
fuego, perenne guardián de los dioses, y el suelo empapado
siempre con sangre de reses y ornado el umbral con guirnaldas.
Dicen que, fuera de sí y encendido de amargos rumores,
ante el altar y en presencia de santas deidades, a Júpiter
mucho rogó suplicante elevando sus manos al cielo: 205
"Júpiter Omnipotente, al que ahora la gente maurusia
en su festín y en divanes bordados te ofrece su vino,
¿ves estas cosas? ¿O acaso al blandir tú los rayos, oh padre,
nos asustamos en vano, e incierto ese fuego en las nubes
aterroriza a las almas, mezclando unos truenos baldíos? 210
Una mujer, que errabunda por nuestros dominios, pequeña
urbe fundó, previo precio, y le dimos la playa que arase,
y nuestra ley del país, se ha negado a casarse conmigo,
y a un tal Eneas admite a que sea señor en su reino.
Y ahora ese París, con todo un cortejo de mediovarones, 215
que a su barbilla y fragante cabello la mitra meonia
lleva ajustada, disfruta del robo; y nosotros ofrendas
damos en cambio a tus templos nutriendo creencia vacía."
33
7. JÚPITER MANDA A MERCURIO CON ÓRDENES
TAJANTES PARA ENEAS: DEBE SALIR DE CARTAGO.
35
o sobre tierra igualmente al impulso de rápida brisa.
Coge él entonces su vara; con ella del Orco las almas
pálidas saca, o envía a otras n1uchas al Tártaro triste,
da y quita el sueño con ella y despierta los párpados muertos.
De ella sirviéndose, rige los vientos y cruza las turbias 245
nubes. Y ya en su volar ve la cumbre y los altos costados
de Atlas el duro, que con su cabeza sostiene los cielos,
de Atlas: su cima cubierta de pinos, de negros nublados
siempre ceñid a, la azotan los vientos, la azota la lluvia,
nieve caída le cubre los hombros, y ríos le fluyen 250
de la barbilla al anciano, y con hielo se eriza su barba.
Este fue el sitio primero en que el dios de Cilene su alado
vuelo detuvo; de aquí se lanzó con su cuerpo a las olas,
tal como un ave que vuela rondando las playas, rondando
rocas que abundan en peces y pasa rozando las aguas; 255
no de otro n1odo volaba entre el cielo y la tierra, con rumbo
al litoral arenoso de Libia, y cortaba los aires
el que naciera en Cilene dejando a su abuelo materno.
No bien el dios con sus plantas aladas tocó aquellas chozas,
ve con sus ojos a Eneas que funda un alcázar y casas 260
nuevas construye; llevaba una espada de jaspe amarillo,
llena de estrellas, y un manto de púrpura tiria brillaba
desde sus hombros, que Dido opulenta le había tejido
como regalo, y sembrado en la tela unas hebras doradas.
Rápidamente lo aborda diciéndole: "¿Pones ahora 265
bases a la alta Cartago y hermosa ciudad le construyes
a tu consorte? ¡Ay de ti, que tu reino y tus cosas olvidas!
El propio rey de los dioses me envía hasta ti del Olimpo
37
fúlgido, él es quien los cielos y tierra dirige a su antojo,
él quien me manda traer su mandato por rápidas brisas:
¿qué es lo que tramas?, ¿qué esperas ocioso en las líbicas tierras? 270
Si no te mueve la gloria de cosas de canta importancia,
[y si además no te esfuerzas tú mismo por ser alabado,]
piensa en Ascanio que crece, en tu Julo, heredero que espera
y a quien se debe el imperio de Italia y la tierra de Roma."
Tales palabras habló de su boca aquel dios de Cilene, 275
que se evadió de la vista mortal a mitad del discurso
y se alejó de los ojos disuelto en la brisa delgada.
39
nada sabía ni quiebra esperaba de amores tan grandes-,
intentaría abordarla, buscar la ocasión más propicia
para decírselo, el tono adecuado a ese tema. Al instante
rodos contentos acatan el mando y las órdenes cumplen. 295
41
¿Troya sería tu meta en la flota a través de las olas?
¿Huyes de mí? Por mis lágri1nas, por tu derecha te pido
-puesto que ya nada más, infeliz, me he dejado yo misma-, 315
por nuestra unión y por el casamiento que ya inauguramos,
si es que de ti he merecido algo bueno, o te ha sido agradable
algo de 1ní, compadece mi casa que se hunde, y desecha
ese plan tuyo, si queda un lugar todavía a los ruegos.
Por ti los libios me tienen rencor, y los jefes numidios, 320
y hasta los tirios se muestran hostiles; por ti de igual modo
ya mi pudor se extinguió y n1i fama anterior, que bastaba
para subirme a los astros. ¿A quién moribunda n1e dejas,
huésped?... Pues solo este nombre me queda del que era mi esposo.
¿Qué espero? ¿Acaso a mi hermano a que venga y destruya mis muros, 325
él, Pign1alión? ¿O a que Yarbas, getulo, me lleve cautiva?
Si por lo n1enos me hubiera quedado de ti algún retoño,
antes de irte, si algún niño Eneas corriera jugando
por mi mansión, cuyo rostro de ti me trajera el recuerdo,
no me vería, en verdad, tan del todo burlada y tan sola." 330
Eso le dijo. Pero él mantenía al mandato de Júpiter
fijos los ojos, tapando a la fuerza la angustia en el pecho.
Habla por fin poca cosa: "Yo nunca podré negar, reina,
múltiples méritos tuyos, que puedes decir con palabras
uno tras otro, ni va a serme ingrato acordarme de Elisa, 335
mientras yo sepa quién soy y el aliento gobierne mis miembros.
Poco diré en mi favor. Ocultar con engaño mi marcha
nunca pensé -no lo inventes-, ni nunca la antorcha de boda
te prometí, ni aquí vine dispuesto a firmar tales pactos.
Porque, si a mí me dejaran los hados llevar a mi antojo 340
43
esta mi vida, y conforn1e a mi gusto ordenar mis cuidados,
yo habitaría, primero de todo, en mi Troya, en los restos
dulces de todo lo mío, y habría un palacio de Príamo,
y con mi mano le alzara al vencido una Pérgamo nueva.
Mas es el caso que Apolo Grineo y oráculos licios 345
mandan ahora que a Italia la grande, a Italia, me llegue;
este es mi amor y 1ni patria. Si a ti, de Fenicia, te place
la ciudadela en Cartago y el ver tu ciudad en la Libia,
¿qué razón hay, así pues, de que envidies que en tierras de Ausonia
nos asentemos los teucros? También nos está permitido. 350
Y cuantas veces la noche con húmedas sombras la tierra
cubre, y al punto que surgen las ígneas estrellas, en sueños
trémula in1agen de Anquises, mi padre, me avisa y me asusta;
veo a mi Ascanio, a mi hijo, y la injuria a su cara persona,
a quien del reino de Hesperia le privo y del campo anunciado. 355
Nuncio divino, además, enviado por Júpiter mismo
-juro por nuestras cabezas- me trajo en las rápidas brisas
órdenes hace un momento: yo mismo vi aldios con luz clara,
cuando en los muros entró, y escuché su palabra en mi oído.
Déjame ya de encender y encenderte con esas tus quejas. 360
No voy a Italia por gusto."
Al que así hablaba lo mira un buen rato con gesto enemigo,
hace girar sus pupilas por él, recorriendo su cuerpo
en silencioso mirar, y encendida proclama estas voces:
“No es una diosa tu madre ni Dárdano autor de tu casta, 365
oh mal traidor, que en sus duros peñascos el Cáucaso ha sido
quien te engendró, y las tigresas de Hircania te han dado su leche
Pues, ¿para qué disimulo? ¿A qué daño mayor me reservo?
45
¿Es que ha gemido conmigo? ¿Tal vez se ha girado a mi rarn1e?
¿Es que, rendido, ha llorado, o de mí se apiadó, que lo amaba? 370
¿Qué quejas antes diré? Ya no ven con sus ojos benignos
Juno, la diosa mayor, ni el saturnio dios padre estas cosas.
o hay por doquier fe segura. Arrojado a mi playa y mendigo,
lo recibí y le di parte en el reino, oh locura la n1ía.
Le rescaté sus navíos, sus hombres salvé de la muerte 375
(¡ay, que me encienden las Furias!), y ahora el Apolo adivino,
el licio oráculo ahora y, de Júpiter mismo enviado,
el mensajero divino le trae orden cruel por la brisa.
¡Este es sin duda el quehacer de los dioses! ¡En esto se ocupan
los sosegados! Ya no te retengo ni te contradigo: 380
¡Llévente a Italia los vientos y busca tu reino en las olas!
Tengo la firme esperanza, si existe piedad en los dioses,
que beberás tu castigo entre escollos, y el nombre de Dido
mil veces lo invocarás. Y, aunque lejos, con negras antorchas
te seguiré y, cuando fría la muerte se lleve mi alma, 385
siendo un fantasma, estaré por doquier. Un castigo, oh malvado,
me pagarás. Y en los Manes profundos sabré la noticia ".
Mientras hablaba, quebró su discurso y, dolida, del aire
huye, se oculta y se quiere esconder a su vista, y lo deja
muy vacilante por miedo y dispuesto a decir muchas cosas. 390
Tómanla en brazos sus siervas, el cuerpo ya exhausto lo llevan
a su m árm or eo apose nt o y la dejan echada en su lecho.
47
'
51
Corre ¿hacia adónde? Que dé finalmente a su mísera amante
este regalo: aguardar mar en calma y un viento propicio. 430
No ya le pido la unión de otro tiempo, que él ha traicionado,
ni que prescinda del Lacio precioso y se olvide del reino.
Un tiempo corto le pido, un descanso, una tregua a 1ni furia,
hasta que de esta mi suerte yo aprenda a sufrir, ya vencida.
Ruego esta sola licencia final (compadece a tu hermana), 435
la que le devolveré, si la otorga, sumada a mi muerte."
Súplicas tales decía, y su hermana, la muy desdichada,
lágrimas tales le lleva y le vuelve a llevar. No se inmuta
él ante lágrimas, ni oye palabras que intenten cambiarlo.
Vétalo el hado y su oído benévolo un dios se lo obstruye. 440
Y como a encina robusta de tronco ya viejo quisieran
con sus soplidos de un lado y de otro los Bóreas Alpinos
desarraigar a porfía, y se escucha un silbido, y sus altas
frondas al suelo ya caen al moverse las ramas, mas ella
sigue arraigada a las rocas y cuanto a las brisas celestes 445
se alza su copa, otro tanto hacia el Tártaro van sus raíces:
no de otro modo constantes azotan al héroe los ruegos
de un lado y otro; en su gran corazón honda siente la angustia;
mas no se cambia su mente y las lágrimas ruedan en vano.
53
.
55
que de su madre, de antorchas armada y de negras serpientes,
huye y se sientan las Furias pidiendo venganza a la puerta.
Tan pronto, pues, e1npezó su locura, al dolor sucumbiendo,
y cuando ya decidió darse muerte, ella sola planea 475
tie1npo y manera, y hablando a su hermana afligida,
le oculta su decisión en el rostro y, tranquila, demuestra esperanza:
"He descubierto, oh hermana, el camino por fin (¡felicítame!)
que me lo traiga otra vez o que de él y su amor me desate.
Junto al confín del Océano, allí donde el sol atardece, 480
es el lugar de Etiopía remoto en que el muy alto Atlas
hace girar en sus hombros el cielo y sus ígneas estrellas.
Me han informado que aquí hay una maga, del pueblo masilo:
de las Hespérides es vigilante del templo, encargada
de alimentar al dragón y guardar el sagrado manzano, 485
y hace aspersiones con líquida miel y amapola somnífera.
Ella promete poder liberar con ensalmos las mentes
que ella desea, o tenaces cuidados meterles a otras,
curso parar de los ríos, volver hacia atrás las estrellas;
y hasta a los Manes convoca de noche; verás cómo muge 490
bajo sus plantas la tierra y los olmos descienden del monte.
Juro por ti y por los dioses, hermana querida, y por esa
dulce cabeza, la tuya, que acudo obligada a la magia.
Álzame, dentro de casa, en un patio, en secreto una pira,
y pon encima las armas de aquél despiadado, que deja 495
en nuestro tálamo fijas, y todas sus prendas, y el lecho
de nuestra unión donde yo perecí. Pues del hombre nefando
quiero abolir todo indicio; además, me lo manda la maga.”
Tras decir esto, calló y asomó palidez a su rostro.
57
Ana, no obstante, no cree que su hermana con tales rituales 500
nuevos oculte su 1nuerte, ni piensa en tamaña locura,
no ve 1nayor gravedad que hubo antaño, muriendo Siqueo.
Cumple, así pues, con la orden.
Pero la reina, erigida una pira gigante en un patio
del interior de la casa con leña de pinos y encina, 505
orna el lugar con guirnaldas, lo cubre con fúnebre fronda;
pone allí encima las prendas de Eneas, la espada dejada,
y sobre el lecho una imagen, sabiendo cuál era el futuro.
Alrededor hay altares y, suelto su pelo, la maga
llama con boca tronante a cien dioses, al Érebo, al Caos, 510
a Hécate triple, a Diana, la virgen que tiene tres rostros.
Ya había asperjado unas aguas que dice que son del Averno,
y se requieren, segadas con luna y con hoces de bronce,
hierbas vellosas que leche destilen de negro veneno.
Busca también de un porrillo al nacer la frontal excrecencia, 515
filtro de amor que a la madre se hurta.
Ella, en sus manos piadosas la harina ritual y descalza
solo de un pie, alrededor de las aras, la túnica suelta,
presta a morir, a los dioses invoca y a estrellas que saben
ya su destino; después, hace súplica al dios, si lo hubiera, 520
justo y con buena memoria, patrón de burlados amante.
59
13. INSOMNIO Y SOLILOQUIO DE DIDO.
61
que a duras penas saqué de Sidón?, ¿mandaré que naveguen?
¡Muere, más bien, cual n1ereces, y aleja el dolor con la espada!
Tú comenzaste, rendida a mi llanto, oh hermana, a cargarme,
loca de mí, con mis 1nales de hoy y a entregarme al contrario.
No fue posible que yo, sin el tálamo, hiciera mi vida 550
con inocencia animal, sin que tales zozobras me alcancen.
No he sido fiel al difunto Siqueo, según mi promesa."
63
si deteniéndome en este lugar te sorprende la Aurora.
¡Vamos! ¡Arriba! No esperes. Que ser tornadizo y cambiante
es la mujer.” y así hablando mezclóse a la noche sombría. 570
Ya sí que Eneas por tal repentino fantasma aterrado,
alza del sueño su cuerpo y hostiga a sus acompañantes,
dándoles prisa: "¡Muchachos!, ¡en pie!, ¡y sentaos en los bancos!,
¡rápido, alzad esas velas! Que un dios enviado del cielo
una vez más me espolea a salir velozmente, a que corte 575
las retorcidas maromas. ¡Oh santa deidad!, te seguimos,
seas quien seas, tu orden de nuevo acatamos alegres.
¡Ven con nosotros, y senos benévolo y muestra en el cielo
astros propicios!" Habló, y desenvaina la espada fulmínea,
y sujetando en el puño ese hierro, los vínculos corta. 580
Un mismo ardor prende en todos a un tiempo, se apremian y corren;
queda desierta la costa, las naves ocultan el ponto,
tuercen la espuma, afanosos, y barren las aguas azules.
65
y el litoral advirtió con el puerto, vado de remos,
tres, cuatro veces hiriendo su 1nano los pechos hermosos
y el rubicundo cabello arrancándose, dijo: "¡Por Júpiter, 590
¿este extranjero se irá tras burlarse de mí y de mi reino?,
¿no se armarán de la urbe mis hombres e irán hostigándolos,
o sacarán otros de ellos navíos de mis arsenales?
¡Id!, ¡llevad rápidos fuego!, ¡luchad!, ¡esforzaos con los remos!
¿Qué digo yo?, ¿dónde estoy?, ¿qué locura trastorna mi mente? 595
¡Dido, infeliz!, ¿es que ahora te gustan los actos impíos?
Cuando le dabas el cetro, debiste hacer eso. ¡Ah, la diestra,
la lealtad! ¡Dicen de él que consigo llevó sus penates,
y que a sus hombros cargó con su padre, abrumado de años!
¿Es que no pude hacer trozos su cuerpo y sembrarlo en las olas? 600
¿Es que no pude matar con el hierro a sus hombres, o incluso
al propio Ascanio y servirlo, manjar en la mesa del padre?
... Mas la fortuna en la lucha habría sido dudosa. ¡Que fuera!
¿Miedo de quién, si estoy presta a morir? Yo debí llevar fuego
contra sus tiendas, sus puentes de naves, y al hijo y al padre, 605
con su linaje, extinguirlos, y yo echarme encima de ellos.
Sol, que en tus llamas contemplas las múltiples obras del mundo,
y Juno, tú, medianera de tales zozobras y cómplice,
y Hécate, por quien aúllan de noche las encrucijadas,
y vengadoras Erinias, y dioses de Elisa: que muere, 610
esto acoged y, pues lo he merecido, mirad mi desgracia,
dad oído a mis ruegos. Si está en su destino que toque
puerto esa infame persona y que llegue por mar a una tierra,
si ese es el hado de Jove y no puede esa meta cambiarse,
que por lo menos lo acosen las armas de un pueblo animoso, 615
67
que desterrado y que roto el abrazo con Julo, su hijo,
pida llorando socorro y contemple de sus allegados
muere no digna, y si logra la ley de una paz que no es justa,
nunca disfrute del reino, jamás de la luz deseada,
sino que n1uera muy pronto quedando en la arena insepulto. 620
Este es mi ruego, y la voz que al morir con la sangre derramo.
Tirios, odiad a su estirpe, y a toda su raza futura,
y a n1is cenizas mandad esta fúnebre ofrenda. No exista
nunca el afecto ni pacto ninguno entre nuestras naciones.
Náceme tú, vengador de mis huesos, ya seas quien seas, 625
tú que a colonos dardanios persigas con fuego y con hierro,
náceme ahora o después, cuando quiera que broten las fuerzas.
Sea enemiga su playa a la nuestra, sus mares, sus armas
siempre enemigos: lo ruego. Y que luchen incluso los nietos."
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y que se traiga las reses y víctimas, como le dije.
Venga así, pues, y tú misma con ínfulas pías corónate.
El sacrificio que al Jove infernal empecé ritualmente,
quiero cumplirlo del todo, poner un final a mis cuitas
y conceder a la llama la pira del hombre dardanio." 640
Eso le dijo. Ella el paso apremiaba con prisa de vieja.
Dido, turbada y vehemente por esos terribles proyectos,
con sanguinaria e inquieta mirada, con manchas dispersas
por sus temblantes mejillas y pálida ya ante la muerte,
entra irrumpiendo en la parte interior de la casa, se sube 645
llena de furia a la pira elevada, y la espada del dárdano
la desenvaina, regalo que nunca buscó tal empleo.
Y cuando aquí vio las ropas troyanas y el tálamo antiguo,
dándose un breve momento a sus lágrimas y a sus recuerdos,
sobre aquel lecho cayó y pronunció estas palabras postreras: 650
"Dulces despojos, en tanto que el hado y el dios lo querían,
esta alma mía tomad y libradme de mis aflicciones.
Dejo la vida y concluyo el camino que quiso mi suerte,
y bajará mi alargado fantasma a las profundidades.
Una ciudad muy señera erigí, contemplé mis murallas, 655
d i a mi marido venganza y castigo a mi hermano malvado,
¡Ah, qué feliz, qué feliz yo habría sido tan sólo si nunca
1b arcos dardanios hubieran llegado hasta nuestras arenas!"
Dijo, y besando aquel lecho añadió: "Moriré sin venganza,
mas moriré. Pues así me complace viajar a lo oscuro. 660
Desde alta mar con sus ojos el dárdano cruel esta pira
tráguesela, y de mi muerte se lleve consigo el presagio.”
Tal fue su voz, y en mitad de su hablar arrojarse la vieron
71
sobre la espada sus acompañantes, de espuma sangrienta
tinto el metal y sus manos manchadas. A lo alto del techo 665
sube el cla1nor. Y la Fama recorre ciudad conmovida.
Con el lamento y gemidos, y agudo chillar de mujeres
ruge el palacio, y el aire resuena con grandes plañidos,
cual si, ante ataque enemigo, Cartago o la Tiro de antaño
se derrumbaran del todo, y las llamas furiosas rodaran] 670
por altos techos de casas de hombres y templos de dioses.
Eso la hermana lo oyó, y, sin aliento y temblando de pánico
a la carrera, arañando su rostro y golpeándose el pecho,
se precipita por medio y llamaba a la ya moribunda:
"¿Este era, hermana, aquel plan que decías?, ¿así me engañabas? 675
Esa mi pira, el altar y los fuegos, ¿se hacían por esto?
Sola, ¿cuál es mi lamento primero?, ¿a tu lado a tu hermana
la despreciaste al morir? ¡Ojalá que me hubieras llamado
para este mismo final!, ¡un dolor, un momento, una espada!
¿Esto mis manos lo alzaron?, ¿clamé con mi voz a los patrios 680
númenes para que, ¡cruel!, tú así estando, de ti me alejara?
Tú te mataste, oh hermana, y a mí, con la urbe y el pueblo
y con los padres sidonios. Dejadme que lave con agua
esas heridas y, aliento postrero si alguno aún le queda,
lo cogeré con mi boca." Así hablando, trepó hasta lo alto, 685
con su abrazo a la hermana muriente acunaba en su seno
dando sollozos, la sangre negruzca limpiaba en las ropas.
Ella, intentando los ojos pesados alzar nuevamente,
se desplomó, y la herida silbó desde lo hondo del pecho.
Tres veces se incorporó y apoyada en el codo se erguía, 690
otras tres veces cayó sobre el lecho y con ojos errantes
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luz en el cielo buscaba y gimió cuando la hubo encontrado.
Juno, la 1nuy poderosa, del largo dolor apiadada
y de tan lenta agonía, envió del Olimpo a su Iris
para librar a ese alma en su lucha y soltarla del cuerpo. 695
Pues al morir la infeliz con destino que no merecía,
sino con antelación, y encendida por súbita rabia,
no todavía le había cortado Prosérpina un pelo
rubio de su cabellera ni al Orco infernal consagrado.
Iris, por tanto, bañada en rocío y con alas doradas, 700
mil diferentes colores al sol tras de sí derramando,
baja volando y se para sobre esa cabeza. "Esta ofrenda
doy a Plutón, cual se manda, y desato tus lazos del cuerpo."
Díjolo así, y con la diestra le corta el cabello, y al punto
todo el calor se disipa y su vida se fue hacia los vientos. 705