Libro IV Eneida - Vicente Cristóbal - Castellano

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poesía Hiperión, 790

VIRGILIO
PASIÓN Y MUERTE DE DJDO
(LIBRO IV DE LA ENEIDA)

VIRGILIO
(PVB LIVS V E RC I LI VS MARO)

Pasión y muerte
de Dido
(libro IV de la Eneida)

Traducción en hexámetros castellanos


de Vicente Cristóbal López

Edición bilingüe

Hiperión
A la memoria de mi madre,
Carmen López Brea
l. DIDO, INDECISA ANTE EL AMOR QUE SIENTE
POR ENEAS, DIALOGA CON SU HERMANA.

Pero la reina, ya herida hace tiempo por grave cuidado,


nutre la llaga en sus venas y en un ciego ardor se consume.
Piensa a menudo en la mucha virtud del varón y en la mucha
gloria de aquella su gente; su rostro y palabras se fijan
dentro del pecho y le impide el cuidado la plácida calma. 5
Iluminaba la tierra con fuego de Febo la Aurora
nueva y había expulsado del cielo las húmedas sombras,
cuando, ya fuera de sí, tal decía a su hermana concorde:
"Ana, ¡qué sueños me tienen pasmada y me asustan, oh hermana!
¿Qué nuevo huésped es éste que entró en nuestra casa? En su rostro 10
¡cuánto dominio de sí!, ¡qué valor en su pecho y hazañas!
Creo, en verdad, y no es vana sospecha, que es raza de dioses.
Pone a la vista el temor a las almas innobles. Pero a este,
¡ay, qué destinos lo ac osan!, ¡qué guerras sufridas contaba!
Si no me hubiera propuesto en mi alma, tenaz e inmutable, 15
no acceder nunca a juntarme con nadie con lazos de esposa,
-pues que mi amor inicial me dejó, con la muerte, frustrada-,
si no estuviera cansada del tálamo y de las antorchas,
sólo a esta culpa tal vez sucumbir no me fuera imposible.
Ana - diré la verdad-, tras la muerte del pobre Siqueo, 20
cónyuge mío, y de ver los penates sangrientos por crimen
de nuestro hermano, sólo este ha movido mi afecto y doblado

,
mi alma dudosa. Las huellas conozco de un fuego ya antiguo.
Mas, ¡ojalá se me abra una sin1a en la tierra y el padre
poderosísimo me haga bajar con un rayo a las sombras, 25
pálidas sombras aquellas del Érebo y noche profunda,
antes, pudor, que te viole o que quiera romper tus derechos!
ÉL, el primero que a mí se juntó, se llevó mis amores;
él siga siendo su dueño y los guarde con él en la tumba."
Tal lo que dijo, y brotándole el llanto, corrió por su seno. 30
Ana responde: "¡Oh tú, más querida a tu hermana que el día!
¿Célibe siempre serás, solitaria y viviendo apenada,
sin conocer el amor de los hijos y el gozo de Venus?
¿Piensas que tal cosa importa a ceniza y a manes sepultos?
Aunque en tu duelo anterior no cambiara ningún pretendiente 35
tu decisión, ni aquí en Libia ni antes, en Tiro; aunque a Yarbas
y a otros caudillos dejara s, criados en África, tierra
rica de triunfos, ¿tan1bién lucharás contra amor que te place?
¿No consideras de quién es el campo en que te has asentado?
Urbes getulas, de un lado, nación invencible en la guerra, 40
Númidas desenfrenados te cercan e inhóspita Sirte;
de otro, una tierra desierta y sin agua, y el pueblo salvaje
de los Barceos. ¿A qué recordar el peligro de Tiro
y la amenaza fraterna?
Creo que ha sido designio divino y queriéndolo Juno 45
como los barcos iliacos llegaron aquí con el viento.
¡Qué gran ciudad, oh hermana, y qué reinos con tal matrimonio
vieras surgir! Si se junta a la nuestra la armada troyana,
¡cuán grandes gestas alzaran al cielo la púnica gloria!
Tú sólo pide a los dioses su gracia y, tras un sacrificio, 50

19
cede a la hospitalidad y acumula motivos de espera,
mientras se calma en el mar el invierno y la lluvia de Oríon,
mientras reparan sus barcos y el tiempo es aún borrascoso."

DIDO CEDE AL AMOR.


SU COMPORTAMIENTO COMO ENAMORADA.

Dicho lo cual, inflamó de un amor desmedido su alma,


dio la esperanza a una mente indecisa, y soltó su vergüenza. 55
Van a los templos, primero, y la paz solicitan delante
de los altares; y ovejas selectas, según la costumbre,
matan a Ceres, la legisladora, y a Febo y al padre
Baco, y a Juno, ante todos, que cuida de los matrimonios.
Y la hermosísima Dido, teniendo en su diestra una copa, 60
entre los cuernos de vaca de blanco pelaje la vierte,
o ante la faz de los dioses avanza a las aras repletas
y sus ofrendas renueva en el día, y ansiosa consulta
vísceras aún palpitantes, abriendo a la víctima el pecho.
¡Ay, mente necia de los adivinos!, ¿de qué a una extraviada 65
votos y templos le sirven? Devora su entraña entretanto
plácida llama y alienta, callada, en su pecho la herida.
Mísera, Oído se abrasa y recorre alocada la urbe
toda, cual cierva alcanzada de lejos por una saeta,
que, en su descuido, en los bosques de Creta un pastor que cazaba 70
le disparó, y, sin saberlo, le deja aquel hierro volátil;
ella va huyendo por selvas y cerros del Dicte, mas sigue

21
fija y clavada en su lomo la flecha que habrá de matarla.
Bien a través de los muros a Eneas conduce consigo,
y los tesoros sidonios le muestra y la urbe en proyecto, 75
y comenzándole a hablar, se detiene a mitad del discurso;
bien, al caer de la tarde, procura los mismos banquetes
y pide oír otra vez, insensata, el suceso de Troya,
mientras se pasma de nuevo ante el labio de quien se lo cuenta.
Luego, después que se marchan y, oscura, la luna amortigua 80
su resplandor y en su giro convidan al sueño los astros,
sola se aflige en su casa vacía y se acuesta en divanes
donde él estuvo. Y es él, aunque ausente, a quien oye y contempla,
o, de la imagen del padre cautiva, retiene a su Ascanio
entre los brazos, queriendo engañar su pasión indecible. 85
Ya no se elevan las torres en ciernes, ni en armas se entrena
la juventud, ni se ocupan del puerto ni de los baluartes
para la guerra. Las obras se aplazan, se dejan suspensas:
muros de gran amenaza, y andamio subido hasta el cielo.

3. DIÁLOGO DE JUNO Y VENUS,


QUE PLANEAN LA UNIÓN DE DIDO Y EN EAS.

Mas la querida consorte de Júpiter, cuando comprende 90


la enfermedad de la reina y que, loca, no atiende a su fama,
háblale así la Saturnia con tales palabras a Venus:
"Triunfo señero en verdad conseguís e importantes despojos
tú y tu retoño (deidad poderosa e indigna de olvido),

23
si a esta mujer que era una, dos dioses la habéis engañado. 95
No se me oculta tan1poco que temes a nuestras murallas
y desconfías de los edificios de la alta Cartago.
Pero, ¿no habría algún límite? ¿Adónde con tanta discordia?
¿No es preferible que hagamos la paz para siempre y pactemos
un himeneo? Ya tienes aquello que ansiosa buscabas: 100
Dido se abrasa de amor, la locura ha calado en sus huesos.
Sea este pueblo común de las dos y en iguales designios
lo gobernemos; pern1ítasele someterse a un esposo
frigio y que sean los tirios la dote que llegue a tu diestra."
Venus (pues bien se percata que hablaba pensando otra cosa, 105
para llevar a las costas de Libia el imperio de Italia)
dijo en respuesta: "¿Quién hay tan demente que pueda negarse:
a este plan tuyo y contigo quisiera enfrentarse en batalla?
Solo nos falta que apruebe Fortuna los hechos que dices.
Pero del hado no estoy yo segura: si Júpiter quiere 110
que haya una sola ciudad para tirios y para troyanos,
y de si aprueba la mezcla de pueblos, su unión y alianza.
Tú eres su esposa, tú puedes rogando indagar en su mente.
Hazlo, y te secundaré." Y soberana responde así Juno:
"Esa será mi tarea. Y ahora diré brevemente 115
-pon atención- cómo puede cumplirse lo más inmediato.
Ir a cazar juntamente a los bosques proyectan Eneas
y la misérrima Dido tan pronto levante mañana
sus resplandores el sol e iluminen sus rayos el mundo.
Les verteré desde el cielo una negra tormenta y granizo, 120
mientras se afanan sus grupos y cercan los sotos con redes,
y todo el cielo lo haré retumbar con el ruido del trueno.

25
Se fugará su cortejo y vendrá noche oscura a cubrirlos.
Dido, y el jefe troyano, los dos, a la misma caverna
arribarán, y yo 1nis1na estaré, y si estás decidida, 125
los uniré en n1atrimonio perpetuo y haré que sea suya.
Este será su himeneo." Aceptando del todo sus planes
la de Citera le dio su licencia y sonríe al engaño.

4. LA CACERÍA.

Abandonaba entretanto la Aurora naciente el Océano.


Flor de los jóvenes sale al pri1ner resplandor por la puerta, 130
salen las redes de malla, las trampas y picas de hierro,
corren jinetes masilios y perros de olfato potente.
Junto al umbral a la reina, que allá en su aposento tardaba,
púnicos nobles la esperan, y ornado con púrpura y oro
un corajudo corcel está erguido, tascando los frenos. 135
Sale y avanza por fin, rodeada de gran co1npañía,
viste una clámide a estilo sicionio de orlada cenefa;
lleva un dorado carcaj y con oro se anuda el cabello,
fíbula de oro sujeta su túnica tornasolada.
Sale también el cortejo de frigios, y Julo gozoso 140
llega con ellos. Y Eneas, más bello que todos los otros,
viene a sumarse a aquel grupo, y añade sus propias mesnadas.
Tal como Apolo, al volver de la Licia invernal y del Janto
y sus corrientes, retorna a su Delos, la isla materna
y restablece sus danzas, y junto a las aras, mezclados, 145

27
brama el cretense y el dríope, y brama el tatuado agatirso,
él por las cun1bres del Cinto pasea y comprime su pelo
suelto con fronda flexible, y lo adorna y rodea con oro,
suenan al hombro sus flechas: Eneas no menos gallardo
iba que el dios, tanta gracia en su rostro sin par resplandece. 150
Cuando llegaron a la alta montaña y lugar sin caminos,
ven có1no cabras monteses, bajando de picos rocosos,
corren al pie de las cumbres; desde otro lugar atraviesan
a la carrera unos ciervos el llano y elevan huyendo
grandes columnas de polvo, y atrás van dejando los montes. 1 55
Mas por mitad de unos valles Ascanio, el muchacho, se ufana
sobre el caballo veloz, y adelanta ya a unos o a otros;
quiere, entre tímidas bestias, que algún jabalí le aparezca
lleno de rabia o que un rubio león le descienda del monte.

5. TORMENTA Y UNIÓN AMOROSA.

Mientras, el cielo comienza a mostrarse revuelto con grandes 160


truenos, y sigue una tromba de lluvia mezclada al granizo,
y por doquier los de Tiro y a un tiempo los mozos de Troya,
y el que era nieto dardanio de Venus, con miedo en los campos
buscan refugios dispersos; y corren torrentes del monte.
Dido y el jefe troyano a la misma caverna acudieron. 165
Antes que nadie, la Tierra con Juno, la diosa madrina,
dan la señal: hubo fuego de rayos y es cómplice el cielo
del desposorio y las ninfas allá en lo más alto ulularon.

29
Ese fue el día primero de muerte y motivo primero
de las desgracias; pues nada le n1ueve apariencia o rumores, 170
ni es ya el proyecto de Dido un amor que se lleve a escondidas:
dice que es un matri1nonio, tal título encubre su culpa.

6. LA FAMA DIFUNDE LA NOTICIA.


QUEJAS DEL REY YARBAS A JÚPITER.

Corre la Fama al momento en las grandes ciudades de Libia,


Fama, no hay mal en el n1undo que sea más rápido que ella:
se vigoriza al moverse y adquiere sus fuerzas andando, 175
chica al principio por miedo, se sube enseguida a los aires
y mientras va por el suelo, la testa entre nubes esconde.
Es, según cuentan, la Tierra su madre, quien, llena de rabia
contra los dioses, la trajo a la luz para Encélado y Ceo
como su hermana postrera, veloz con los pies y las alas, 180
monstruo horroroso, gigante, que tantos cual plumas la cubren,
son por debajo sus ojos que velan (y asombra decirlo),
tantas sus lenguas y bocas y oídos atentos los suyos.
Vuela de noche entre el cielo y la tierra a través de la sombra
dando chillidos, y al plácido sueño no cede sus ojos; 185
cuando es de día, se sienta guardiana en la cima de un techo,
o en torreones altivos, y asusta a las grandes ciudades,
propagadora de infundios y mal, como lo es de certezas.
Ella, gozosa, con muchas palabras llenaba a las gentes
por aquel tiempo, y cantaba a la par lo r e a l y lo falso: 190
que un tal Eneas había venido, de sangre troyana,

31
con quien la muy bella Dido a casarse dignado se había;
que ahora animaban su invierno los dos con placeres, cuan largo
era, olvidados del reino y cediendo a pasión vergonzante.
Tales torpezas la diosa difunde por boca del vulgo. 195
Rápido tuerce el can1ino y a Yarbas, el rey, se dirige,
y con palabras enciende su espíritu y colma su enfado.
Este, engendrado de Amón, que raptó a garamántide ninfa,
cien grandes templos alzó por sus amplios dominios a Júpiter,
hizo también cien altares, y allí consagró un vigilante 200
fuego, perenne guardián de los dioses, y el suelo empapado
siempre con sangre de reses y ornado el umbral con guirnaldas.
Dicen que, fuera de sí y encendido de amargos rumores,
ante el altar y en presencia de santas deidades, a Júpiter
mucho rogó suplicante elevando sus manos al cielo: 205
"Júpiter Omnipotente, al que ahora la gente maurusia
en su festín y en divanes bordados te ofrece su vino,
¿ves estas cosas? ¿O acaso al blandir tú los rayos, oh padre,
nos asustamos en vano, e incierto ese fuego en las nubes
aterroriza a las almas, mezclando unos truenos baldíos? 210
Una mujer, que errabunda por nuestros dominios, pequeña
urbe fundó, previo precio, y le dimos la playa que arase,
y nuestra ley del país, se ha negado a casarse conmigo,
y a un tal Eneas admite a que sea señor en su reino.
Y ahora ese París, con todo un cortejo de mediovarones, 215
que a su barbilla y fragante cabello la mitra meonia
lleva ajustada, disfruta del robo; y nosotros ofrendas
damos en cambio a tus templos nutriendo creencia vacía."

33
7. JÚPITER MANDA A MERCURIO CON ÓRDENES
TAJANTES PARA ENEAS: DEBE SALIR DE CARTAGO.

Al que rogaba con tales palabras y el ara abrazaba


Júpiter Omnipotente lo oyó y se volvió hacia los muros 220
regios y a aquellos amantes, de fama mejor olvidados.
Habla a Mercurio así entonces y tales mandatos le ordena:
"Vete, hijo mío, ea pues, llama al Zéfiro y baja volando,
y a ese caudillo dardanio, que ahora en Cartago la tiria
pasa su tiempo y no piensa en las urbes que el hado le ofrece, 225
háblale y lleva mi voz a través de las rápidas brisas.
No nos predijo que él fuera a ser tal su bellísima madre,
ni de las armas de griegos para esto lo salva dos veces,
mas que sería el que a Italia rigiera, preñada de imperios
y rugidora en la guerra, el que raza de Teucro el antiguo 230
propagaría, y el orbe completo a la ley sometiera.
Si no le impulsa la gloria de cosas de tanta importancia,
y si además no hace él mismo el esfuerzo por ser alabado,
¿no quiere para su Ascanio -él, su padre- el alcázar de Roma?,
¿qué es lo que trama, o qué espera al quedarse entre gente enemiga?, 235
¿no piensa en hijos futuros ausonios ni en campos lavinios?
¡Échese al mar! Eso es todo, en resumen, tal sea mi orden."
Eso había dicho. Y el dios se aprestaba a seguir de su excelso
padre el mandato; y primero se calza a sus pies las sandalias
áureas, que sobre los mares alzado con alas lo llevan, 240

35
o sobre tierra igualmente al impulso de rápida brisa.
Coge él entonces su vara; con ella del Orco las almas
pálidas saca, o envía a otras n1uchas al Tártaro triste,
da y quita el sueño con ella y despierta los párpados muertos.
De ella sirviéndose, rige los vientos y cruza las turbias 245
nubes. Y ya en su volar ve la cumbre y los altos costados
de Atlas el duro, que con su cabeza sostiene los cielos,
de Atlas: su cima cubierta de pinos, de negros nublados
siempre ceñid a, la azotan los vientos, la azota la lluvia,
nieve caída le cubre los hombros, y ríos le fluyen 250
de la barbilla al anciano, y con hielo se eriza su barba.
Este fue el sitio primero en que el dios de Cilene su alado
vuelo detuvo; de aquí se lanzó con su cuerpo a las olas,
tal como un ave que vuela rondando las playas, rondando
rocas que abundan en peces y pasa rozando las aguas; 255
no de otro n1odo volaba entre el cielo y la tierra, con rumbo
al litoral arenoso de Libia, y cortaba los aires
el que naciera en Cilene dejando a su abuelo materno.
No bien el dios con sus plantas aladas tocó aquellas chozas,
ve con sus ojos a Eneas que funda un alcázar y casas 260
nuevas construye; llevaba una espada de jaspe amarillo,
llena de estrellas, y un manto de púrpura tiria brillaba
desde sus hombros, que Dido opulenta le había tejido
como regalo, y sembrado en la tela unas hebras doradas.
Rápidamente lo aborda diciéndole: "¿Pones ahora 265
bases a la alta Cartago y hermosa ciudad le construyes
a tu consorte? ¡Ay de ti, que tu reino y tus cosas olvidas!
El propio rey de los dioses me envía hasta ti del Olimpo

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fúlgido, él es quien los cielos y tierra dirige a su antojo,
él quien me manda traer su mandato por rápidas brisas:
¿qué es lo que tramas?, ¿qué esperas ocioso en las líbicas tierras? 270
Si no te mueve la gloria de cosas de canta importancia,
[y si además no te esfuerzas tú mismo por ser alabado,]
piensa en Ascanio que crece, en tu Julo, heredero que espera
y a quien se debe el imperio de Italia y la tierra de Roma."
Tales palabras habló de su boca aquel dios de Cilene, 275
que se evadió de la vista mortal a mitad del discurso
y se alejó de los ojos disuelto en la brisa delgada.

8. PASMO Y REACCIÓN DE ENEAS.

Ante tal aparición, calló Eneas y queda pasmado,


se le erizaron de horror los cabellos, la voz se le atranca, 280
arde en deseos de huir y dejar esas plácidas tierras,
estupefacto por tal advertencia y divino mandato.
¡Ay!, ¿cómo hacer?, ¿con qué plática osar abordar a la reina,
loca de amor?, ¿por qué parte primero empezar el discurso?
Y hace girar su cabeza de acá para allá velozmente, 285
y a decisiones diversas la arrastra, y da vueltas a todo.
Esta es la opción que mejor pareció al que dudaba indeciso:
llama a Mnesteo, a Sergesto y al fuerte Seresto, y les dice
que silenciosos preparen la flora, reúnan a todos
junto a la playa, dispongan las armas y finjan o callen 290
sobre tal cambio de planes; que él mismo entretanto -pues Dido

39
nada sabía ni quiebra esperaba de amores tan grandes-,
intentaría abordarla, buscar la ocasión más propicia
para decírselo, el tono adecuado a ese tema. Al instante
rodos contentos acatan el mando y las órdenes cumplen. 295

9. DIDO, ENTERADA DE LA SITUACIÓN,


DIALOGA CON EN EAS. QUEJAS Y REPROCHES
AIRADOS DE LA REINA. JUSTIFICACIÓN DE ENEAS.

Pero la reina elengaño (pues ¿quién burlaría a una amante?)


lo presintió y comprendió la primera los planes, temiendo
todo, a pesar de la calma. A la ya enfurecida la impía
Fama le dijo que armaban la flota queriendo marcharse.
Llena de rabia y ya loca, inflamada, recorre la urbe, 300
como bacante, cual ménade fuera de sí tras el rito
que la perturba: la orgía bienal y los gritos de Baco,
y el Cicerón que de noche convoca con muchos clamores.
Habla por fin dirigiéndose a Eneas con estas palabras:
"¿Es que esperabas poder, oh traidor, ocultar tan gran crimen 305
y abandonar mis dominios marchándote tan en silencio?
¿No te retiene el amor, nuestro amor, ni la diestra ya dada,
ni esta tu Dido, que va a sucumbir con un cruel desenlace?
Más todavía: ¿preparas la flota con astros de invierno
y te apresuras a entrar en el mar con los vientos del norte? 310
¡Cruel!, ¿cómo así? Si los campos ajenos y sedes ignotas
no persiguieras, y Troya estuviera aún en pie, como antes,

41
¿Troya sería tu meta en la flota a través de las olas?
¿Huyes de mí? Por mis lágri1nas, por tu derecha te pido
-puesto que ya nada más, infeliz, me he dejado yo misma-, 315
por nuestra unión y por el casamiento que ya inauguramos,
si es que de ti he merecido algo bueno, o te ha sido agradable
algo de 1ní, compadece mi casa que se hunde, y desecha
ese plan tuyo, si queda un lugar todavía a los ruegos.
Por ti los libios me tienen rencor, y los jefes numidios, 320
y hasta los tirios se muestran hostiles; por ti de igual modo
ya mi pudor se extinguió y n1i fama anterior, que bastaba
para subirme a los astros. ¿A quién moribunda n1e dejas,
huésped?... Pues solo este nombre me queda del que era mi esposo.
¿Qué espero? ¿Acaso a mi hermano a que venga y destruya mis muros, 325
él, Pign1alión? ¿O a que Yarbas, getulo, me lleve cautiva?
Si por lo n1enos me hubiera quedado de ti algún retoño,
antes de irte, si algún niño Eneas corriera jugando
por mi mansión, cuyo rostro de ti me trajera el recuerdo,
no me vería, en verdad, tan del todo burlada y tan sola." 330
Eso le dijo. Pero él mantenía al mandato de Júpiter
fijos los ojos, tapando a la fuerza la angustia en el pecho.
Habla por fin poca cosa: "Yo nunca podré negar, reina,
múltiples méritos tuyos, que puedes decir con palabras
uno tras otro, ni va a serme ingrato acordarme de Elisa, 335
mientras yo sepa quién soy y el aliento gobierne mis miembros.
Poco diré en mi favor. Ocultar con engaño mi marcha
nunca pensé -no lo inventes-, ni nunca la antorcha de boda
te prometí, ni aquí vine dispuesto a firmar tales pactos.
Porque, si a mí me dejaran los hados llevar a mi antojo 340

43
esta mi vida, y conforn1e a mi gusto ordenar mis cuidados,
yo habitaría, primero de todo, en mi Troya, en los restos
dulces de todo lo mío, y habría un palacio de Príamo,
y con mi mano le alzara al vencido una Pérgamo nueva.
Mas es el caso que Apolo Grineo y oráculos licios 345
mandan ahora que a Italia la grande, a Italia, me llegue;
este es mi amor y 1ni patria. Si a ti, de Fenicia, te place
la ciudadela en Cartago y el ver tu ciudad en la Libia,
¿qué razón hay, así pues, de que envidies que en tierras de Ausonia
nos asentemos los teucros? También nos está permitido. 350
Y cuantas veces la noche con húmedas sombras la tierra
cubre, y al punto que surgen las ígneas estrellas, en sueños
trémula in1agen de Anquises, mi padre, me avisa y me asusta;
veo a mi Ascanio, a mi hijo, y la injuria a su cara persona,
a quien del reino de Hesperia le privo y del campo anunciado. 355
Nuncio divino, además, enviado por Júpiter mismo
-juro por nuestras cabezas- me trajo en las rápidas brisas
órdenes hace un momento: yo mismo vi aldios con luz clara,
cuando en los muros entró, y escuché su palabra en mi oído.
Déjame ya de encender y encenderte con esas tus quejas. 360
No voy a Italia por gusto."
Al que así hablaba lo mira un buen rato con gesto enemigo,
hace girar sus pupilas por él, recorriendo su cuerpo
en silencioso mirar, y encendida proclama estas voces:
“No es una diosa tu madre ni Dárdano autor de tu casta, 365
oh mal traidor, que en sus duros peñascos el Cáucaso ha sido
quien te engendró, y las tigresas de Hircania te han dado su leche
Pues, ¿para qué disimulo? ¿A qué daño mayor me reservo?

45
¿Es que ha gemido conmigo? ¿Tal vez se ha girado a mi rarn1e?
¿Es que, rendido, ha llorado, o de mí se apiadó, que lo amaba? 370
¿Qué quejas antes diré? Ya no ven con sus ojos benignos
Juno, la diosa mayor, ni el saturnio dios padre estas cosas.
o hay por doquier fe segura. Arrojado a mi playa y mendigo,
lo recibí y le di parte en el reino, oh locura la n1ía.
Le rescaté sus navíos, sus hombres salvé de la muerte 375
(¡ay, que me encienden las Furias!), y ahora el Apolo adivino,
el licio oráculo ahora y, de Júpiter mismo enviado,
el mensajero divino le trae orden cruel por la brisa.
¡Este es sin duda el quehacer de los dioses! ¡En esto se ocupan
los sosegados! Ya no te retengo ni te contradigo: 380
¡Llévente a Italia los vientos y busca tu reino en las olas!
Tengo la firme esperanza, si existe piedad en los dioses,
que beberás tu castigo entre escollos, y el nombre de Dido
mil veces lo invocarás. Y, aunque lejos, con negras antorchas
te seguiré y, cuando fría la muerte se lleve mi alma, 385
siendo un fantasma, estaré por doquier. Un castigo, oh malvado,
me pagarás. Y en los Manes profundos sabré la noticia ".
Mientras hablaba, quebró su discurso y, dolida, del aire
huye, se oculta y se quiere esconder a su vista, y lo deja
muy vacilante por miedo y dispuesto a decir muchas cosas. 390
Tómanla en brazos sus siervas, el cuerpo ya exhausto lo llevan
a su m árm or eo apose nt o y la dejan echada en su lecho.

47
'

10. ENEAS DISPONE SU FLOTA PARA LA PARTIDA.

Y el pío Eneas, queriendo no obstante aliviarle la angustia


con su consuelo y decirle palabras que quiten las penas,
mucho gimiendo y turbado en el alma por un amor grande, 395
cumple, con todo, el mandato divino y revisa la flota.
Ya sí que entonces los teucros se afanan y en toda la playa
sacan sus altos navíos. En agua ya nada la quilla,
ponen los remos aún con las hojas y troncos del bosque
sin trabajar, por afán de marcharse. 400
Viéraslos ir y venir presurosos de toda la urbe:
cuales hormigas, que de un gran montón hacen presa del trigo,
y en su granero lo meten, pensando en el próximo invierno;
va fila negra avanzando en el llano y botín entre hierbas
llevan por senda delgada; una parte los granos enormes 495
portan al hombro con fuerza, otra parte la fila controla
y la tardanza castiga, de acción bulle todo el sendero.
11. NUEVO INTENTO DE DID O PARA RETENER
A ENEAS. MENSAJE DE ANA. PERO EN EAS
SE MANTIENE FIRME EN SU DECISIÓN.

¿Qué sentimiento era el tuyo al mirar tales cosas, oh Dido,


o qué gemidos, al ver desde lo alto de tu fortaleza
cómo la costa era un amplio hervidero, y cómo el mar todo
ante tus ojos mezclábase al ruido de grandes clamores?
Ímprobo Amor, ¿a qué cosas no obligas a pechos humanos?
Es empujada otra vez a los llantos, a ver si con ruegos
algo consigue otra vez, a ceder al amor con la súplica,
para, aunque en vano, intentarlo ya todo, dispuesta a la muerte:
"Ana, ya ves cómo hay prisa por toda la playa; y en torno
han de doquier acudido, la vela ya pide las brisas,
y los alegres marinos guirnaldas han puesto en las popas.
Si es que he podido esperar un dolor tan enorme, oh hermana,
bien lo podré soportar. Mas, no obstante, hazme solo, Ana mía,
este favor a esta mísera; pues el traidor a ti sola
cas o te hacía, confiándote incluso sus íntimos juicios;
tú solamente sabías el modo y el tiempo de hablarle.
Ve, hermana mía, y con ruegos aborda al soberbio enemigo:
yo no juré aniquilar allá en Áulide, junto a los dánaos,
todo el linaje troyano, ni flota envié contra Pérgamo,
ni mancillé las cenizas y manes de Anquises, su padre.
¿Cómo se niega a aceptar mi palabra en sus duros oídos?

51
Corre ¿hacia adónde? Que dé finalmente a su mísera amante
este regalo: aguardar mar en calma y un viento propicio. 430
No ya le pido la unión de otro tiempo, que él ha traicionado,
ni que prescinda del Lacio precioso y se olvide del reino.
Un tiempo corto le pido, un descanso, una tregua a 1ni furia,
hasta que de esta mi suerte yo aprenda a sufrir, ya vencida.
Ruego esta sola licencia final (compadece a tu hermana), 435
la que le devolveré, si la otorga, sumada a mi muerte."
Súplicas tales decía, y su hermana, la muy desdichada,
lágrimas tales le lleva y le vuelve a llevar. No se inmuta
él ante lágrimas, ni oye palabras que intenten cambiarlo.
Vétalo el hado y su oído benévolo un dios se lo obstruye. 440
Y como a encina robusta de tronco ya viejo quisieran
con sus soplidos de un lado y de otro los Bóreas Alpinos
desarraigar a porfía, y se escucha un silbido, y sus altas
frondas al suelo ya caen al moverse las ramas, mas ella
sigue arraigada a las rocas y cuanto a las brisas celestes 445
se alza su copa, otro tanto hacia el Tártaro van sus raíces:
no de otro modo constantes azotan al héroe los ruegos
de un lado y otro; en su gran corazón honda siente la angustia;
mas no se cambia su mente y las lágrimas ruedan en vano.

53
.

Ya sí que Dido infeliz, ater


12. DIDO, DESESPERADA, DECIDE SUICIDARSE
Y DISIMULA EL PLAN ANTE SU HERMANA

Ya sí que Dido infeliz, aterrada por este destino, 450 busca la


muerte; le hastía mirar la oquedad de los cielos.
Y para más afirmarse en su plan y dejar esta vida,
vio que, en el ara en que ardía el incienso al poner sus ofrendas,
(¡da horror decirlo!) las aguas sagradas se vuelven oscuras,
y en sangre sucia se tornan los vinos que allí se vertían; 455
esta visión no la dijo a ninguno, ni incluso a su hermana.
En su palacio además un templete de mármol había
de su marido anterior, venerado con honra admirable,
todo adornado de níveos vellones y fronda festiva;
desde aquí mismo creyó oír la voz y palabras llamándola 460
de su marido, al llegar a la tierra la noche sombría,
y que con fúnebre son, solitario en las torres, un búho
daba frecuentes lamentos, su voz alargándose en llanto.
Muchas visiones también de adivinos de antaño la asustan
con sus avisos terribles. En sueños la sigue furiosa 465
el propio Eneas sañudo, y se ve siempre sola y dejada,
siempre en un largo camino avanzando, sin nadie a su lado,
y que a los súbditos tirios en tierra desértica busca.
Como el demente Penteo contempla la tropa de Euménides,
y un doble sol y dos Tebas iguales que ve ante sus ojos, 470
o cual Orestes, el de Agamenón, perseguido en la escena,

55
que de su madre, de antorchas armada y de negras serpientes,
huye y se sientan las Furias pidiendo venganza a la puerta.
Tan pronto, pues, e1npezó su locura, al dolor sucumbiendo,
y cuando ya decidió darse muerte, ella sola planea 475
tie1npo y manera, y hablando a su hermana afligida,
le oculta su decisión en el rostro y, tranquila, demuestra esperanza:
"He descubierto, oh hermana, el camino por fin (¡felicítame!)
que me lo traiga otra vez o que de él y su amor me desate.
Junto al confín del Océano, allí donde el sol atardece, 480
es el lugar de Etiopía remoto en que el muy alto Atlas
hace girar en sus hombros el cielo y sus ígneas estrellas.
Me han informado que aquí hay una maga, del pueblo masilo:
de las Hespérides es vigilante del templo, encargada
de alimentar al dragón y guardar el sagrado manzano, 485
y hace aspersiones con líquida miel y amapola somnífera.
Ella promete poder liberar con ensalmos las mentes
que ella desea, o tenaces cuidados meterles a otras,
curso parar de los ríos, volver hacia atrás las estrellas;
y hasta a los Manes convoca de noche; verás cómo muge 490
bajo sus plantas la tierra y los olmos descienden del monte.
Juro por ti y por los dioses, hermana querida, y por esa
dulce cabeza, la tuya, que acudo obligada a la magia.
Álzame, dentro de casa, en un patio, en secreto una pira,
y pon encima las armas de aquél despiadado, que deja 495
en nuestro tálamo fijas, y todas sus prendas, y el lecho
de nuestra unión donde yo perecí. Pues del hombre nefando
quiero abolir todo indicio; además, me lo manda la maga.”
Tras decir esto, calló y asomó palidez a su rostro.

57
Ana, no obstante, no cree que su hermana con tales rituales 500
nuevos oculte su 1nuerte, ni piensa en tamaña locura,
no ve 1nayor gravedad que hubo antaño, muriendo Siqueo.
Cumple, así pues, con la orden.
Pero la reina, erigida una pira gigante en un patio
del interior de la casa con leña de pinos y encina, 505
orna el lugar con guirnaldas, lo cubre con fúnebre fronda;
pone allí encima las prendas de Eneas, la espada dejada,
y sobre el lecho una imagen, sabiendo cuál era el futuro.
Alrededor hay altares y, suelto su pelo, la maga
llama con boca tronante a cien dioses, al Érebo, al Caos, 510
a Hécate triple, a Diana, la virgen que tiene tres rostros.
Ya había asperjado unas aguas que dice que son del Averno,
y se requieren, segadas con luna y con hoces de bronce,
hierbas vellosas que leche destilen de negro veneno.
Busca también de un porrillo al nacer la frontal excrecencia, 515
filtro de amor que a la madre se hurta.
Ella, en sus manos piadosas la harina ritual y descalza
solo de un pie, alrededor de las aras, la túnica suelta,
presta a morir, a los dioses invoca y a estrellas que saben
ya su destino; después, hace súplica al dios, si lo hubiera, 520
justo y con buena memoria, patrón de burlados amante.

59
13. INSOMNIO Y SOLILOQUIO DE DIDO.

Era de noche y los cuerpos, cansados, gozaban del sueño


plácido en roda la tierra, y los bosques y el mar levantisco
eran en calma, a la vez que los astros torcían su rumbo,
hora en que callan los campos, las fieras, las aves pintadas, 525
las de las amplias marismas y aquellas que viven en tierras
ásperas de matorrales, durmiendo en la noche silente. 527
Pero no así la fenicia, infeliz en su alma, que al sueño 529
no se abandona ni deja que venga la noche a sus ojos 530
o entre en su pecho: redoblan sus cuitas, resurge de nuevo
fiero el amor y ella flota en un gran oleaje de furia.
De esta manera reincide ·y consigo da así muchas vueltas:
"¿Qué hago yo ahora?, ¿de nuevo abordar pretendientes antiguos,
tras esta burla, y con ruegos pedir matrimonio a los Númidas, 535
a los que ya rechacé como esposos en mil ocasiones?,
¿voy a seguir, así pues, a las naves ilíacas, sumisa
hasta el final a sus órdenes?, ¿es que valoran la ayuda
que les presté y tienen grato recuerdo de aquel beneficio?
Mas, aunque quiera, ¿quién va a permitirlo y en barcos soberbios 540
acogerá a la que odian?, ¿aún no conoces, ay, necia,
no has descubierto el perjurio del pueblo de Laomedonte?
¿Qué, pues, entonces?, ¿iré sola yo junto a nautas alegres?,
¿o acompañada de tirios y todo el tropel de los míos
me arrastraré y otra vez llevaré por el piélago a aquellos 545

61
que a duras penas saqué de Sidón?, ¿mandaré que naveguen?
¡Muere, más bien, cual n1ereces, y aleja el dolor con la espada!
Tú comenzaste, rendida a mi llanto, oh hermana, a cargarme,
loca de mí, con mis 1nales de hoy y a entregarme al contrario.
No fue posible que yo, sin el tálamo, hiciera mi vida 550
con inocencia animal, sin que tales zozobras me alcancen.
No he sido fiel al difunto Siqueo, según mi promesa."

14. NUEVA EMBAJADA DE MERCURIO.


ENEAS ABANDONA CARTAGO.

Tales tan grandes lamentos hacía brotar de su pecho.


Sobre la popa elevada ya Eneas, seguro del viaje,
hechos los preparativos rituales, gozaba del sueño. 555
Una figura del dios, que en el mismo semblante volvía,
se presentó en sus ensueños y así parecióle de nuevo
que le avisaba, y en todo, en la voz y el color, cual Mercurio,
y en el cabello amarillo y los miembros hermosos y jóvenes:
"Hijo de diosa, ¿es que puedes dormir en la actual coyuntura,
sin percibir en seguida qué grandes peligros te cercan, 560
loco de ti, y sin oír que ya el Zéfiro sopla propicio?
Ella un engaño y un crimen terrible revuelve en su pecho,
presta a morir, y promueve cambiante oleaje de furias.
¿No huyes deprisa de aquí, mientras puedes aún darte prisa?
Dentro de poco verás este mar removido por barcos, 565
1uz de unas teas hostiles, y hervir de la playa con llamas,

63
si deteniéndome en este lugar te sorprende la Aurora.
¡Vamos! ¡Arriba! No esperes. Que ser tornadizo y cambiante
es la mujer.” y así hablando mezclóse a la noche sombría. 570
Ya sí que Eneas por tal repentino fantasma aterrado,
alza del sueño su cuerpo y hostiga a sus acompañantes,
dándoles prisa: "¡Muchachos!, ¡en pie!, ¡y sentaos en los bancos!,
¡rápido, alzad esas velas! Que un dios enviado del cielo
una vez más me espolea a salir velozmente, a que corte 575
las retorcidas maromas. ¡Oh santa deidad!, te seguimos,
seas quien seas, tu orden de nuevo acatamos alegres.
¡Ven con nosotros, y senos benévolo y muestra en el cielo
astros propicios!" Habló, y desenvaina la espada fulmínea,
y sujetando en el puño ese hierro, los vínculos corta. 580
Un mismo ardor prende en todos a un tiempo, se apremian y corren;
queda desierta la costa, las naves ocultan el ponto,
tuercen la espuma, afanosos, y barren las aguas azules.

15. MALDICIONES DE DIDO Y PETICIÓN


A LOS SUYOS DE VENGANZA Y ODIO ETERNO
CONTRA EL PUEBLO DE ENEAS.

Y ya empezaba la Aurora a sembrar nueva luz en la tierra


abandonando la cama amarilla del viejo Titono. 585
Del mirador cuando ve los albores primeros la reina
y que flota avanzaba, al unísono todas sus velas,

65
y el litoral advirtió con el puerto, vado de remos,
tres, cuatro veces hiriendo su 1nano los pechos hermosos
y el rubicundo cabello arrancándose, dijo: "¡Por Júpiter, 590
¿este extranjero se irá tras burlarse de mí y de mi reino?,
¿no se armarán de la urbe mis hombres e irán hostigándolos,
o sacarán otros de ellos navíos de mis arsenales?
¡Id!, ¡llevad rápidos fuego!, ¡luchad!, ¡esforzaos con los remos!
¿Qué digo yo?, ¿dónde estoy?, ¿qué locura trastorna mi mente? 595
¡Dido, infeliz!, ¿es que ahora te gustan los actos impíos?
Cuando le dabas el cetro, debiste hacer eso. ¡Ah, la diestra,
la lealtad! ¡Dicen de él que consigo llevó sus penates,
y que a sus hombros cargó con su padre, abrumado de años!
¿Es que no pude hacer trozos su cuerpo y sembrarlo en las olas? 600
¿Es que no pude matar con el hierro a sus hombres, o incluso
al propio Ascanio y servirlo, manjar en la mesa del padre?
... Mas la fortuna en la lucha habría sido dudosa. ¡Que fuera!
¿Miedo de quién, si estoy presta a morir? Yo debí llevar fuego
contra sus tiendas, sus puentes de naves, y al hijo y al padre, 605
con su linaje, extinguirlos, y yo echarme encima de ellos.
Sol, que en tus llamas contemplas las múltiples obras del mundo,
y Juno, tú, medianera de tales zozobras y cómplice,
y Hécate, por quien aúllan de noche las encrucijadas,
y vengadoras Erinias, y dioses de Elisa: que muere, 610
esto acoged y, pues lo he merecido, mirad mi desgracia,
dad oído a mis ruegos. Si está en su destino que toque
puerto esa infame persona y que llegue por mar a una tierra,
si ese es el hado de Jove y no puede esa meta cambiarse,
que por lo menos lo acosen las armas de un pueblo animoso, 615

67
que desterrado y que roto el abrazo con Julo, su hijo,
pida llorando socorro y contemple de sus allegados
muere no digna, y si logra la ley de una paz que no es justa,
nunca disfrute del reino, jamás de la luz deseada,
sino que n1uera muy pronto quedando en la arena insepulto. 620
Este es mi ruego, y la voz que al morir con la sangre derramo.
Tirios, odiad a su estirpe, y a toda su raza futura,
y a n1is cenizas mandad esta fúnebre ofrenda. No exista
nunca el afecto ni pacto ninguno entre nuestras naciones.
Náceme tú, vengador de mis huesos, ya seas quien seas, 625
tú que a colonos dardanios persigas con fuego y con hierro,
náceme ahora o después, cuando quiera que broten las fuerzas.
Sea enemiga su playa a la nuestra, sus mares, sus armas
siempre enemigos: lo ruego. Y que luchen incluso los nietos."

16. MUERTE DE DIDO. SUS PALABRAS FINALES.


SOCORRO TARDÍO DE SU HERMANA.
INTERVENCIÓN DE IRIS, ENVIADA POR JUNO.

Dijo estas cosas, y hacía girar a doquiera su mente, 630


mientras procura dejar cuanto antes la luz que ya odiaba.
Breves palabras a Barce que fue de Siqueo nodriza,
dícele, pues que la suya en su patria quedó incinerada:
“Llama a mi hermana hasta aquí, tráeme a Ana, querida nodriza;
dile que corra a lavarse su cuerpo con agua de río, 635

69
y que se traiga las reses y víctimas, como le dije.
Venga así, pues, y tú misma con ínfulas pías corónate.
El sacrificio que al Jove infernal empecé ritualmente,
quiero cumplirlo del todo, poner un final a mis cuitas
y conceder a la llama la pira del hombre dardanio." 640
Eso le dijo. Ella el paso apremiaba con prisa de vieja.
Dido, turbada y vehemente por esos terribles proyectos,
con sanguinaria e inquieta mirada, con manchas dispersas
por sus temblantes mejillas y pálida ya ante la muerte,
entra irrumpiendo en la parte interior de la casa, se sube 645
llena de furia a la pira elevada, y la espada del dárdano
la desenvaina, regalo que nunca buscó tal empleo.
Y cuando aquí vio las ropas troyanas y el tálamo antiguo,
dándose un breve momento a sus lágrimas y a sus recuerdos,
sobre aquel lecho cayó y pronunció estas palabras postreras: 650
"Dulces despojos, en tanto que el hado y el dios lo querían,
esta alma mía tomad y libradme de mis aflicciones.
Dejo la vida y concluyo el camino que quiso mi suerte,
y bajará mi alargado fantasma a las profundidades.
Una ciudad muy señera erigí, contemplé mis murallas, 655
d i a mi marido venganza y castigo a mi hermano malvado,
¡Ah, qué feliz, qué feliz yo habría sido tan sólo si nunca
1b arcos dardanios hubieran llegado hasta nuestras arenas!"
Dijo, y besando aquel lecho añadió: "Moriré sin venganza,
mas moriré. Pues así me complace viajar a lo oscuro. 660
Desde alta mar con sus ojos el dárdano cruel esta pira
tráguesela, y de mi muerte se lleve consigo el presagio.”
Tal fue su voz, y en mitad de su hablar arrojarse la vieron

71
sobre la espada sus acompañantes, de espuma sangrienta
tinto el metal y sus manos manchadas. A lo alto del techo 665
sube el cla1nor. Y la Fama recorre ciudad conmovida.
Con el lamento y gemidos, y agudo chillar de mujeres
ruge el palacio, y el aire resuena con grandes plañidos,
cual si, ante ataque enemigo, Cartago o la Tiro de antaño
se derrumbaran del todo, y las llamas furiosas rodaran] 670
por altos techos de casas de hombres y templos de dioses.
Eso la hermana lo oyó, y, sin aliento y temblando de pánico
a la carrera, arañando su rostro y golpeándose el pecho,
se precipita por medio y llamaba a la ya moribunda:
"¿Este era, hermana, aquel plan que decías?, ¿así me engañabas? 675
Esa mi pira, el altar y los fuegos, ¿se hacían por esto?
Sola, ¿cuál es mi lamento primero?, ¿a tu lado a tu hermana
la despreciaste al morir? ¡Ojalá que me hubieras llamado
para este mismo final!, ¡un dolor, un momento, una espada!
¿Esto mis manos lo alzaron?, ¿clamé con mi voz a los patrios 680
númenes para que, ¡cruel!, tú así estando, de ti me alejara?
Tú te mataste, oh hermana, y a mí, con la urbe y el pueblo
y con los padres sidonios. Dejadme que lave con agua
esas heridas y, aliento postrero si alguno aún le queda,
lo cogeré con mi boca." Así hablando, trepó hasta lo alto, 685
con su abrazo a la hermana muriente acunaba en su seno
dando sollozos, la sangre negruzca limpiaba en las ropas.
Ella, intentando los ojos pesados alzar nuevamente,
se desplomó, y la herida silbó desde lo hondo del pecho.
Tres veces se incorporó y apoyada en el codo se erguía, 690
otras tres veces cayó sobre el lecho y con ojos errantes

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luz en el cielo buscaba y gimió cuando la hubo encontrado.
Juno, la 1nuy poderosa, del largo dolor apiadada
y de tan lenta agonía, envió del Olimpo a su Iris
para librar a ese alma en su lucha y soltarla del cuerpo. 695
Pues al morir la infeliz con destino que no merecía,
sino con antelación, y encendida por súbita rabia,
no todavía le había cortado Prosérpina un pelo
rubio de su cabellera ni al Orco infernal consagrado.
Iris, por tanto, bañada en rocío y con alas doradas, 700
mil diferentes colores al sol tras de sí derramando,
baja volando y se para sobre esa cabeza. "Esta ofrenda
doy a Plutón, cual se manda, y desato tus lazos del cuerpo."
Díjolo así, y con la diestra le corta el cabello, y al punto
todo el calor se disipa y su vida se fue hacia los vientos. 705

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