AMAPOLAS

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JUAN BAUTISTA ALBERDI

EL GIGANTE AMAPOLAS Y SUS


FORMIDABLES ENEMIGOS O SEA
FASTOS DRAMÁTICOS DE UNA
GUERRA MEMORABLE

2003 - Reservados todos los derechos

Permitido el uso sin fines comerciales


JUAN BAUTISTA ALBERDI

EL GIGANTE AMAPOLAS Y SUS


FORMIDABLES ENEMIGOS O SEA
FASTOS DRAMÁTICOS DE UNA
GUERRA MEMORABLE

Peti-pieza cómica en un acto

Dedicada respetuosamente a SS.EE. los SS. presidentes y generales

Rivera, Bulnes y Ballivián

para que conozcan el escollo y se abstengan de caer en él.

EPIGRAFES POR PREFACIO

-Que me ahorquen si digo que no esté lleno de verdad en el fondo.

-Cansado de hacer concesiones estériles a los hombres públicos, hoy quiero hacerlas a la
verdad, que también es princesa del mundo y gusta de homenajes.

-Para reanimar la fe, para alentar a los que desmayan, para abrir esperanzas de victoria y
libertad.
-A ver si enseñando a conocer la verdad de las cosas sucedidas, se aprende a despreciar el
poder quimérico de la opresión.

EL GIGANTE AMAPOLAS

El teatro representa un espacio abierto. A la izquierda un gigante de tres varas, con un puñal
de hoja de lata, de dimensión enorme, bañado en sangre. Un soldado hace la centinela. Se
oye caja que toca alarma.

CENTINELA: ¡Qué largas son las noches! ¡Y qué frías! Digo que es endiablada profesión
la del soldado: así pasa uno los más bellos años de su vida, y la recompensa con que por fin
de sus días le premia la Patria, es muchas veces, un suplicio ignominioso... Si no me
engaño, creo que oigo sonar caja... [Fija el oído.] ¡Si será el enemigo! Ayer ha corrido que
los nuestros habían sido derrotados: ¡pero se miente tanto! [Pone atención nuevamente.] O
será toque de diana: aunque no... No puede ser. Es temprano todavía: se ve a la luz de la
luna, en el reloj de la casa capitular, que son las cuatro recién. [Se fija otra vez.] ¡Es toque
de alarma! [Se pasea.] ¡Vaya!... ¡Fiesta tenemos! Hoy se revuelve el cotarro: sin la menor
duda, los nuestros han sido derrotados. ¡Ya se ve!... Lo raro es que todavía estemos con las
costillas sanas; somos cuatro gatos, estamos maniatados, tenemos a la cabeza un héroe de
paja, ¿qué extraño sería que nos amarrasen a todos?... Con todo, yo todavía espero que
hemos de vencer: ¡son tan locos nuestros enemigos! ¿Acaso necesitan de que nadie los
derrote? Ellos no más son los autores de sus disparadas. Puede uno ser un gigante de paja, y
con solo estarse quieto, vencerlos a cada instante, como v. g. [Haciendo una guiñada al
gigante, se aproxima a la caja.] Aquí tenemos al tambor de órdenes; él nos dirá lo que hay...
[Sale el tambor, atados los pies y la mano izquierda tocando con la derecha, y andando a
saltos.] ¿Quién vive?

TAMBOR: ¡La patria!

CENTINELA: ¿Qué gente?

TAMBOR: ¡Tambor de órdenes!

CENTINELA: Adelante el tambor de órdenes.

[Una mujer aparece detrás del tambor, despavorida, gritando.]

MARIA: ¡Francisquillo! ¡Francisquillo!


TAMBOR:Che, ¿Que haces vos acá?

MARIA: ¿No sabes el chisme?

TAMBOR: cómo no lo voy a saber, si soy yo, quien lo dice

MARIA: [Sollozando.] Francisquillo... Los nenes... tu

mujer... TAMBOR: ¿Qué te pasa, se te safo un tornillo?

MARIA: No, Francisquillo... [Le agarra los palillos de la caja.]

TAMBOR: Pero dejame tocar tranqui, y habla.

MARIA: Vos, shh…!

TAMBOR: veamos

MARIA: Francisquillo, yo no quiero que vallas con San Pedro….

TAMBOR: ¡Tas loca! ¿Quien te dijo que yo planeo morir?

MARIA: Boludo, te vas a morir si seguís siendo tambor

TAMBOR: [Se echa a reír, y sigue tocando.] ¿Estás loca, mujer...?

MARIA: No, yo no quiero que tú mueras...

TAMBOR: Yo tampoco quiero morir.

MARIA: Pues morirás, porque la pelea va a ser horrorosa... Yo he visto el número de los
enemigos... Son muchos más que el pasto de los campos... Los van a devorar a ustedes;
[sollozando] y tú vas a morir miserablemente, y yo de cuarenta años recién, voy a quedar
viuda... y tus hijitos, ¡pobrecillos!... van a quedar huérfanos... ¡Idolos de mi alma! En el
momento en que estaban tan adelantados en la caja!... ¿Quién les enseñará a tocar en
adelente?

TAMBOR: ¿Dices que has visto el número de los enemigos?

MARIA: Sí, con estos ojos.

TAMBOR: ¿Dónde y cómo?

MARIA: En la quinta de mi tía, ayer a la tarde, los he visto formados, soy capaz de decirte
hasta quién los manda, y cómo se compone el ejército.
TAMBOR: YaEs obvio, que tú, mujer de un soldado, debes debe de saber todo eso.
Vamos a ver:Entonces…: dime quiénes son los jefes y cómo se compone el ejército.

MARIA: Mira, los jefes son tres: el capitán Mosquito , el teniente Guitarra , y el mayor
Mentirola .

TAMBOR: Mierda ¿Esos son los jefes? ¿Estás segura?

MARIA: Por esta cruz... ¡y vieses qué terrible aspecto el delTe lo juro por Marcelino! ¡y si
vos vieras lo feo que ta, ese capitán Mosquito!... ¡y la cara de Mentirola!...

TAMBOR: ¡:¡Y dónde dejas al teniente Guitarra!...(de

lolo)!

MARIA: ¡Chuchas! ¡El teniente Guitarra!... ¡Dios mío!

TAMBOR: haber, a hora tírame el dato de las

divisiones?

MARIA: Las divisiones, son tres; cada jefe manda una división.

TAMBOR: Y el general, ¿quién es?

MARIA: No hay general.

TAMBOR: Mujer... ¿Cómo puede ser eso?

MARIA: No hay general, porque ninguno quiere ser subalterno, y han convenido
ensecundario, así que todos decidieron ser iguales.

TAMBOR: ¿De modo que todo el ejército se compone de la divisióntonces, algunos


son Mosquito , de la divisiónotros son Guitarra , y de la divisiónlos demás son
Mentirola ?

MARIA: ¿Y te parece poco, Francisquillo?

TAMBOR: ¿Y qué señales los

distinguencomo sabes cual es cual?

MARIA: Mira, cuando veas una división vestida de amarillo, di que has visto a la división
Mosquito ; la división Guitarra , viene de verde, y la división Mentirola , de turquí.

TAMBOR: ¿Y tienen cañones?

MARIA: Tres, por falta de uno.

TAMBOR: ¿En qué división viene la artillería?


MARIA: En todas. Cada división trae su artillería correspondiente.
TAMBOR: ¿Qué bandera traen?

MARIA: También traen tres.

TAMBOR: Cada división una bandera, ¿no es esto?

MARIA: Eso es: y traen tres escarapelas, y tres divisas, y tres causas se puede decir. De
modo que en lugar de ser un solo ejército como son ustedes,cierta forma se puede
decirdiría que son tres ejércitos enterospotentes y verdaderos... tan independientes unos de
otros, que muchas veces se han dado hasta de balazos entre sícon un solo objetivo.

TAMBOR: ¡Bravo!bueno, algo es algo…

[Suenan tiros y cornetas en la dirección del campo enemigo.]

MARIA: ¿Lo ves? ¡Ya están encimaalla estan! [Sollozando.] Trae esos palos. [Le
arrebata los palillos.] Yo no quiero que tú mueraspares las patas; tira esa caja al
diablocarajo, y mándate mudar a tu casa a cuidar a tus hijos... [Se retira.]

TAMBOR: ¡Mujer del diablo!Me vas a cagar el

plan! ¡Trae esos palillos!

MARIA: No quiero;Que no MIERDA…!; tira la

caja y vente a venite ya, para la casa .

TAMBOR: ¡Mira que el ya lo tenemos al enemigo está encima!

MARIA: No y nos toma de sorpresa! MARIA: No quierocortala ; yo

no me he depienso quedar sin marido.!.

TAMBOR: ¡Mujer descabelladaEstas chiflada! ¿Sabes

lo que haces? MARIA: Sí, sé lo que hago.

TAMBOR: Tú pierdes al país llevándote esos palos!

MARIA: ¡Que se pierda, total el dolor lo cago!

TAMBOR: Los destinos de la patria dependen de esos palos.

MARIA: No me importa; tira la caja, y ventevenite a tula casa...

[Vase.]

TAMBOR: ¡LucidosTodos estamos ahorasobrios! Si digo que todas las mujeres son
destornilladasestán locas ...

[Nuevos tiros. Entra el oficial de guardia; los pies atados, andando a saltos, y los brazos
atados por los codos.]

OFICIAL: ¡Centinela! ¡Cabo de guardia! ¡Sargento! ¡A las armas!

CENTINELA: ¡Los de guardia! ¡A las armas!


OFICIAL: ¡Tambor, toque usted alarma!

Hace que suene(alarma)! TAMBOR:

Capitán, estoy sin palillos.

TAMBOR: Capitán, estoy sin palillos.

OFICIAL: ¡Voto a Dios!Hay, que boludo…! ¿Y los palillos?

TAMBOR: Capitán, una bala de cañón me los acabavino (sonidito de

quitarcoete o avión, y “pop” corcho) y desaparecieron de lasmis manos.

OFICIAL: ¡HombreRallos! Si no han tirado cañonazos hasta ahora.

TAMBOR: Eso le parece a usted: es que traen cañones de aire; por más señas la bala era de
a veinticuatro.

OFICIAL: ¡Cáspita! De a veinticuatro, ¿eh?

TAMBOR: ¡Digo!

[Los soldados aparecen saltando; los pies atados, y los brazos atados por los codos; se
forma la guardia.]

OFICIAL: Soldados, voy a proclamaros.les dire…

SOLDADO: Que nos desaten primero los pies y brazos.

OFICIAL: ustedes callados. Para oír proclamas no se necesita

de brazos ni pies.

SOLDADO: Es que los necesitamos para pelear.

OFICIAL: Tampoco se necesita pelear...

SOLDADOS: ¡Cómo!...

OFICIAL: Los enemigos no tienen necesidad de que ustedes los derroten; ellos mismos se
toman ese trabajo; y ustedes nada tienen que hacer, para vencer, sino dejarse estar sin
acción; con quetomaran el pique, huyendo del miedo; para vencer, piensen, que son
plantitas…; y así, todo el mundo quieto, y atención: "Hijos de la libertad, hombres que
jamás habéis conocido cadenas ni ataduras..."

SOLDADO: Capitán, creo que usted se equivoca, porque todos estamos... no diré atados...
pero...
OFICIAL: “que cagones”… pero: -¡Fuera el insolente! ¡Atrevido! ¡Calumniador! ¡Fuera de
la línea! ¡Por traidor infame a la patria! ¡Por enemigo de las libertades públicas! [Vase el
soldado saltando. Gran pausa de silencio.] "¡Hijos de la libertad! Hombres que no habéis
conocido cadenas..." [Hace una pausa y mira a la cara a los soldados.] ... ¿Qué tal,
soldados? ¿Me equivoco o hablo la verdad?
SOLDADO: La verdad, capitán. Siga, siga...

OFICIAL: Los enemigos de vuestrasnuestra libertades están al frente; dentro de una hora
habrán cruzado sus armas serviles con vuestras y sus bayonetas altaneras: envidiosos de
vuestranuestra libertad y gloria, vienen a cargaros de cadenas. Enseñadles a conocer lo que
valen los libres; pereced en el campo, antes que fiardar vuestros brazos gloriosos a la
opresión de sus bárbaras cadenas. El Gigante os guiará anos regala la victoria... Imitad sus
fatigas; haced lo que él hace y saldréis vencedores. Permaneced inmóvilessean como élel
perro fatiga (de los Argetos); en si imiten al gigante, háganse los boludos, y triunfaréis sin
duda por el generoso comedimiento de nuestros adversarios, que nunca dan que hacer a sus
enemigos. ¡no demuestre acción alguna.¡Soldados!
¡Viva el glorioso Gigante!

SOLDADOS: ¡Viva!

OFICIAL: ¡Viva la libertad!

SOLDADOS: ¡Viva!

[Se oyen los toques de marcha del enemigo, que aparece.]

OFICIAL: Ahí los tenéistienen, soldados. Os recomiendo de nuevo la inmovilidad más


completa, aprended del Gigante, que asusta a todo el mundo por el hecho solo de no hacer
nada; nuestras armas son nuestras ataduras. Si queréis ser vencedores no deis un paso; los
enemigos dicen que estáisestamos muertos. ¡Pues bien! EstaosEstense como cadáveres y
vuestrosu aspecto los hará temblar: correrán como niños...

[Aparecen las divisiones enemigas en tres grupos: los tres jefes se reúnen aparte.]

MOSQUITO: Señores: la batalla va a comenzar, y es necesario elegir un jefe para que la


presida.

GUITARRA y MENTIROLA: todo yolla

MOSQUITO: ¡Pues bien! ¡Vamostonces, a

elegir!

GUITARRA y MENTIROLA: Bien; vamos a elegir.

[Cada uno da un paso aparte, a un mismo tiempo.]

MOSQUITO: La elección me lo llevo yo, sin duda, como más antiguo, y más guerrero.

digo que convengo yo, o si no mira de lo que se pierden

GUITARRA: ¿Quién puede ser electo sino yo?sean inteligentes changos, yo soy el

bueno

MENTIROLA:les digo la posta, Si no me eligen cagaron.


MOSQUITO: Vaya pues, procedan ustedes a elegir. Empiece usted, teniente Guitarra.
GUITARRA: No, no, empiece ustedempesa vos.

MOSQUITO: Vaya, que dé principio el mayor Mentirola.

MENTIROLA: Señor voto al general guitarra

MOSQUITO: [Interrumpiéndolo.] Ya sabe usted, permita que lo interrumpa, ya sabe usted,


mayor Mentirola, como hombre versado en el arte militar, que el general en jefe debe tener
un aspecto imponente Tirándose de los bigotes y afeando el rostro.] , una estatura
pequeñita, para que se parezca a Napoleón... un nombre retumbante, y temible, verbigracia,
como el de algún insecto punzante... En fin, ¿qué tengo que decir a usted?... siga usted...
siga usted...

MENTIROLA: Pues señor, nombro por mi parte para general en jefe, al tenienteyo nombro a
Guitarra.

MOSQUITO: [Aparte.] Vamos, esto es animosidadminori... ¡Mire usted! ... ¡El teniente
Guitarra primero que a mí!... Ya comprendo... comprendo la pullapreferencia... pero yo me
vengaré... Sí, sí... yo me vengaré... Veremos qué hacen sin mi apoyo...

GUITARRA: Y yo por la mía al mayor Mentirola.

MOSQUITO: [Aparte.] ¡Qué han de hacer los compadres, sino darse mutuamente la palma!
[En alta voz.] Pues señor, yo por la mía no nombro a nadie... [En tono irritadísimo.] no
quiero batallas, ni victorias, ni nada, y me mando a mudar a mi casa. [Se pone al frente de
la columna.] ¡División! ¡Vueltas caras, paso redoblado, marchen!... [Empieza a marchar.]

GUITARRA y MENTIROLA: Pero, capitán que chucha hace?

MOSQUITO: Nada, no quiero nada. Me voy; no quiero intrigas ni parcialidades. [Vase con
su división a son de trompeta[se ofende.]

GUITARRA: Vaya, pues ¿qué remedio hay sobre el particular?... Quiere


decirGUITARRA: que ahora quedamos los dos de generales en jefe; porque usted me ha
elegido a mí y yo a usted.

MENTIROLA: Pero eso no puede ser: porque se cruzarán nuestrassus órdenes y


nos serviremos para nada

GUITARRA: ¿Qué hacemos entonces?

MENTIROLA: Bien, hagamos esto:la batalla pase deva ser al toque no, y rapido?

GUITARRA: Así me parecesi.

MENTIROLA: ¡D1! Manda vos la primera, y yo la segunda; y pinto victoria.

GUITARRA: ¡Corriente! ¡Muy bien! ¡Me gusta! Pues señor, manos a la obra.
MENTIROLA: [Sacan las espadas.] Teniente Guitarra: en uso de mis facultades de
generalmei inteligencia en jefe, le nombro a usted ayudante de órdenes, durante la hora de
mi mando... y desde luego participe usted mis órdenes a la división Guitarra, para que se
coloque a vanguardia.

GUITARRA: ¿A retaguardia, dijo Vuestra

Excelencia?? MENTIROLA: Alertas!!!

MENTIROLA: Alertas!!!

GUITARRA: ¿Pero qué necesidad hay de que marchen una tras otra? ¿Por qué no las
dos, todas de frenteuna?

MENTIROLA: O me haces caso, o te corro!

GUITARRA: ¿A mí?

MENTIROLA:Y si, a vos pelotudo.

GUITARRA: ¡A mí! ¡Al jefe de la división Guitarra!

MENTIROLA: ¡Si a vos, aunque seas jefe de cualquier división!

GUITARRA: [Aparte.] Sí, comprendo bien que sus intenciones son lases como yo pienso,
vos me queres separar de mi capi y del separarme del ejército, y bastante me lo prueba el
hecho dese re nota queriendo mandar que mi división se coloque adelante para que se la
devore el cañón: ¡y de este modo el teniente Guitarra venga a quedarse sin gente, sin
papel en el mundo político!... Pero se engaña, porque yo no estoy para ser el juguete de
ningún intrigantecorrupto, y yo soy muy capaz de mandarme mudar... [Con indignación
repentina.] ¡como me voy desde ahora, qué caramba! Venga lo que venga: no quiero
batallas, ni glorias, ni nada... ¡me voy!...

[Se pone al frente de su división: ordena la retirada y al son de la marcha que bate el
enemigo como por burla y escarnio, se retira.]

MENTIROLA: [Dirigiéndose a sus soldados.] ¡Esto es mejor para nosotros! Si bencemos


al Gigante, veremos nuestra groriagloria. Esto, va a ser lo mejor que nos allá pasado en
tiempo. Vamos a pelear con la cabeza en alto. Pero antes los nombro: Soldados: Desde
aquí arriba, ; el último se cago de miedo al verlos: y mañana el sol, ni a palo sale para no
morir de envidia al vernos. Los siglos pasarán unos tras otros, como hormigas, y los
soldados de la posteridad dirán: ¡Ah!
¡Quién hubiese pertenecido a la división Mentirola, en la jornada memorable contra el
Gigante Amapolas! ¡Ea! Formarse en hileras de fondo, para que si el Gigante nos hace un
corte seis con su sable, no caiga más cabeza que la del que va adelante.

[Se forman, pero nadie quiere quedar el primero de adelante.]


MENTIROLA: ¿Qué es eso, señores, qué desorden es ése?carajos,

paso? Si yo deje todo bien antes de irme…

SOLDADO: Señor, es que nadie quiere que le corten la cabeza.

MENTIROLA: Ya se veobvio, acaso yo si?;es mas que tienen razón; yo hallo razón a todo
claro como el agua que nonadie quiere morir, y por eso soy enemigo de exponer a los
soldados a riesgo de que los maten. Pero eso se remedia fácilmente. Que el soldado que
esté a la cabeza, tome una caña bien larga, y colocándose a una distancia conveniente, y
tocando suavemente al Gigante con el extremo de ella, examine qué demostraciones hace
de vida. A ver si de este modo podemos descubrir su plan de defensa. [El soldado toma una
caña.] Para esto yo me colocaré a retaguardia, bien lejoslejito, como general que soy, y con
mi anteojo de larga vista observaré los movimientos del enemigo. [Buscando un punto
donde colocarse.] ¡Ah! ¡Si hubiera aquí por accidente alguna carreta!

[Se coloca a lo lejos y tiende el anteojo. El soldado comienza el examen. Toca ligeramente
al Gigante.]

MENTIROLA: ¿Qué tal? ¿Qué movimientos hace?vas a

hacer?

SOLDADO: Ninguno, señor, inmóvil como si fuese de

palo.

MENTIROLA: ¡Malo, malísimo!

SOLDADO: ¿Cómo, malo, general? ¡Excelente! Eso prueba que está dormido y que
debemos atacar.

MENTIROLA: Todo lo contrario... eso prueba que debemos huir... ¡No es nada el
síntoma!... ¿Con que inmóvil, eh?

SOLDADO: Como un cadáver, general.

MENTIROLA: [Dándose un golpe en la cabeza.] ¡Estrella fatal!... ¡Estamos perdidos!... A


ver, hombre de Dios, a ver, tóquele usted un poco más recio.

SOLDADO: [Le toca.] Como un tronco... Yo sería capaz de apostar a que este Gigante que
tanto miedo nos mete es de palo.

[Los soldados del Gigante se mueren de risa. Uno de ellos dice.]

SOLDADO del GIGANTE: ¡Ya veo que nuestro comandante conocía bien a los mochuelos
con quienes las habemoschicuelos !

MENTIROLA: División Mentirola, vueltas caras, y en retirada precipitada, ¡marchen!


[Retíranse con precipitación a cierta distancia.] Soldados: yo debo ser leal a vuestro noble
coraje, yo debo hablaroshablarles con la verdad: la situación es grave, y yo no puedo
decidirme a ejecutar una operación decisiva, sin oír antes el voto del ejército, en un
consejo de jefes y oficiales.
TROPA: Sí, sí, que se forme un consejo.

MENTIROLA: ¡Que se forme!... ¿Pero con quéque oficiales y jefes le formaremos?...


¡jefecitos?... }¡Aquí no hay más jefe ni oficial que yo...! ¡A no ser que yo solo me declare
en consejo!

TROPA: ¡Y por qué no! Forme Vuestra Excelencia un consejo de Vuestra Excelencia
mismotu gusto y decida a mayoría de votos.

MENTIROLA: No habrá otro remedio. Pues señor. Con tono solemne.] está formadoya
esta listo el consejo y puede empezar la discusión.que empiece el desmadre. Queda
pensativo, y después de un rato, dice.] Pero estoy tan acostumbradopara mi ya es costumbre
mandar a discutir en consejola mierda a medio mundo y a ustedes pero se que con mis
compañeros Mosquito y Guitarra, que yo por mí solo por mi cuenta no puedo discurrirvoy a
solucionar nada... No se me ocurre una sola ideami mente esta en blanco y no sé qué
consejo darme a mí mismo... Pero se me viene al pensamiento un medio estamos de
acuerdo todos en que queremos salir del aprieto... Voy a figurarme que están aquíme
encuentro con mis compañeros Guitarra y Mosquito. Que el uno está parado ahí, el otro allá
y yo aquí. Voy a representar a cada uno de ellos en el consejo: a hablar por cada uno de
ellos como si estuviesen presentes; y así podremos tener opiniones diferentes y
luminosasahí cada uno con su propio pensar, porque seremos tres vocalesvoces en vez de
uno. Principiaré a hablar por mí: Señores, soy de opiniónme encuentro mas seguro que
debemos retroceder precipitadamente por la razón de que el enemigo no hace nada y nos
espera inmóvilal esperarnos ellos inmóviles es porque ya planean algo y ya tienen su
maniobra para hacernos poder: razón clara y palpable por sí misma, que no necesita
dilucidarsedemostrarse, porque, señores, la cosa es bien terminante: ¿qué quiere decir esta
inmovilidad del enemigo? Quiere decir que está fuerte como un diablo y que nosotros
estamos perdidos.
¡Y yo pregunto ahora si elEl que está perdidoya perdió no tiene otra cosa quemucho por
hacer, que tomar las de Villa Diego , antes que lo amarren y lo cuelguen! Tal es mi opinión,
señores del consejo. Puede, ahora, emitir la suya el tenientedar su opinión a Guitarra, que
sigue a mi derecha. Paso a hablaryo hablare por el teniente Guitarra. [Toma su lugar y habla
así.] Señores, ilustrando este punto, de una importancia decisiva para la vida de la patria,
diré que cuando el señor General en Jefe, dice que debemos retroceder
precipitadamentegrite RETIRADA!!! , es porque el señor General debe haber pensado bien
lo que dice -cada uno– el viejo sabe bien dónde le aprieta el zapato-; el maestro sabe lo que
hace, y donde hable elmucho por sabio, calle el borrico y en resumidas cuentas, cada uno es
dueño de hacer de su capa un sayo.. Al General se le ha dado el ejército y es suyo: dejemos
que haga lo que quiera: dejémonos de discusiones anárquicasse le de la regalada gana,
dejemos de boludeces y hagamos lo que él manda; ésta es la opinión del ejército, y a fe
queel por fin dice ; es la opinión acertada: porque, alhasta que por fin, el general es asume
su cargo de general y no es el tambor el que ha de responder de la suerte del ejércitosiempre
pone la car por los demás. Tal es mi parecer. Puede ahora dar el suyo el capitán Mosquito,
que sigue a mi derecha. Hablemos ahora por el capitán Mosquito. [Toma el lugar y el tono
de éste.] Señores: no callaré mi opinión en una cuestión en que pienso callarme si se trata
de la vida del país. Creo que las opiniones de los que me han precedido en la palabra, son
mortales a la causa de la libertad:, yo creo, pues, que lejosenvés de retroceder con
celeridad, debemos atropellarir de una, como el relámpagotrueno, por la sencilla razón de
que el enemigo nos espera sin acción ni movimiento, en lo cual se descubre su debilidad.
[Ahora en su nombre y por sí, desde su lugar.] Señor capitánel simple hecho de que los
tontos no nos esperan y no saben la artillería que traemos, demostrando que son débiles. mi
capi Mosquito, ¿quiere usted que le diga la razónexplique por qué usted se produceestán las
cosas así? ¿Lo sabe usted? Usted habla así¿y a caso vos lo sabes? Te alteras porque nos ha
visto opinar de un modopensamos diferente al teniente Guitarra y a míyo, y usted noni a
palo nos quiere ni a uno ni a otro. Por lo demás, usted . Usted es un miedoso como uno de
tantoslos otros , y la vez pasada fue el primero a mandarse mudar, dejando colgados a sus
compañeros de armas. [Por Mosquito.] Se equivoca usted. [Por él.] No me equivoco yo. Es
usted quien se engaña en creer que nos hemos de hacer matartira mala onda , como
locosloco, por salvar a gentes que quien sabe Dios si lo sabrían
agradecer. [Por Mosquito.] dios qué pecados tienen .
Ese es un terror estúpido. [Por él.] Estúpido esY el muy canallapelotudo de Mosquito. [Por
Mosquito.] Canalla es el muy cobarde deEs todo un gallina ese Mentirola. [Por él.]
¡Vayavaya usted a un cuernoadelante! [Por Mosquito.] ¡Vaya usted a dos! [Por él, alzando
el tono.] ¡Vaya usted a tres! [Por Mosquito.] ¡Vaya usted a cuatro! [Por él.] ¡Vaya usted a
cien! [Mudando de tono.] Y, sobre todo, ¿a qué cansarme en dar gritos? La votación está
ganada, somos dos contra uno, y debemos votar a la opinión que aconseja la retirada. ¿No
es así, teniente Guitarra? [Por éste.] Sí señor. Pues señores: está concluido el consejo. [A
los soldados.] Camaradas: el consejo ha pronunciado su fallo: él es respetable y sabio, y
soy de opinión que le sigamos sin examen, y con la prontitud que demanda el caso. Su
opinión es que debemos retirarnos. Así pues: ¡AL HOMBRO, ARMAS,
CONTRAMARCHA A LA DERECHA, PASO REDOBLADO, MARCHEN!

[Retíranse precipitadamente a son de caja y corneta. La fila del Gigante se deshace en


carcajadas de risa.]

OFICIAL: Soldados: ¡Viva la Patria!

TODOS: ¡Viva!

OFICIAL: Hemos triunfado espléndidamente. ¡Viva la libertad!

TODOS: ¡Viva!

TAMBOR: ¡Qué, no tener mis palillos, voto a Dios! Para tocar diana hasta morirme...

OFICIAL: Los cobardes enemigos han sucumbido ignominiosamente al poder de nuestras


bayonetas, y al valor y talentos del Gigante. Sin nuestro coraje nada habríamos conseguido
en esta jornada inmortal. Sin la perseverancia y sublime talento del Gigante hubiéramos
sido aniquilados para siempre. Os habéis mostrado dignos de nuestros heroicos padres.
Merecéis las libertades que acabáis de rescatar con vuestros brazos, en el campo de batalla.
¡Y la Patria debe altares, y la posteridad aplausos eternos al grande hombre, que nos ha
conducido a la adquisición de tan inmarcesibles y gloriosos laureles! El enemigo ha sido
osado y tenaz en la pelea; pero vosotros habéis excedido en pertinacia a las rocas del mar; y
a vuestra indisputable superioridad es debida la victoria, y más que todo al delicado tino,
sublime tacto, a la profunda ciencia y prodigioso valor del Gigante Amapolas, sin los cuales
atributos hubiéramos sido víctimas de la audacia y habilidad del enemigo. Soldados: ¡viva
el Gigante Amapolas!

TODOS: ¡Viva!

OFICIAL: ¡Mueran los detractores de su genio inmortal!

TODOS: ¡Mueran!

[Oyese a lo lejos músicas y vivas al Gigante Amapolas, que nos ha libertado de la


esclavitud.]
OFICIAL: Van seis veces, con ésta, que el enemigo ha tenido la temeridad de acometeros,
y otras tantas ha palpado, a costa de su sangre y de su vergüenza, su completa incapacidad
de competir con vuestro sublime denuedo. Con el mismo valor con que le habéis
desbaratado en este día, le habéis enseñado siempre a respetar a los bravos que pelean por
sus santas libertades y sus sagrados derechos. No esperéis que vuelva jamás: lleva en su
espalda la afrenta que siete veces han estampado vuestras bayonetas; y el monumento
levantado por vuestro valor, será eterno como la gloria del Gigante, fuerte como su
voluntad y grande como su alma. ¡Dejad las armas, que habéis empleado en este día con
tanto coraje, y entregaos alegres y ufanos, al goce de vuestras libertades, que habéis salvado
para siempre de las insidias de un pérfido enemigo!

[Dejan las armas, se dispersan. Entra corriendo María, la mujer del tambor.]

MARIA: ¡Francisquillo de mi alma! ¡Toma, toma tus palillos; tienes razón de ser tambor!

TAMBOR: Trae, trae aquí mis palillos, ¡calavera!

MARIA: ¡No hay gloria en el mundo como la del tambor!

TAMBOR: [Envanecido.] ¡Ven, ven acá, pichoncita; dame un abrazo!

MARIA: Sí, lucero mío, no digo un abrazo...

TAMBOR: No, basta por ahora.

[Toca diana. Movimiento general. Luego calla.]

MARIA: Pero, ¿cómo han conseguido ustedes un triunfo tan completo? ¡Ustedes tan
poquillos, y ellos tan muchos, tan muchos!

TAMBOR: ¡Hola! ¿Con que crees en el triunfo, por lo visto?

MARIA: Pues no lo he de creer, cuando los acabo de ver que corren tragándose los aires,
como si ustedes se los quisieran devorar.

TAMBOR: Pues señor: todo eso se debe a nuestro valor.

MARIA: Todo, ¿eh?

TAMBOR: Todo.

MARIA: ¿Y tú también has peleado mucho?

TAMBOR: ¡Bah! ¿Y qué menos?

MARIA: ¿Y los demás?


TAMBOR: Como unos leones.

MARIA: ¿Y el Gigante Amapolas?

TAMBOR: Más que todos. ¿Quién sino él es el que lo ha hecho todo? ¡Oh! ¡El Gigante!

MARIA: ¿Y por qué no hay muertos en el campo?

TAMBOR: Porque el mismo miedo los ha hecho revivir y salir disparando.

MARIA: Dices bien. Esos serían los que iban corriendo por detrás, con las cabezas debajo
del brazo, ¿no?

TAMBOR: Esos. Dime, chica: tú que vienes de esa dirección, ¿sabes de qué procede esa
gritería, cuyo ruido se oye hasta aquí?

MARIA: Es la ciudad, que está loca de alegría, con la noticia del triunfo del Gigante
Amapolas. ¿Te parece poco, Francisquillo, lo que lleva hecho el Gigante hasta aquí?
¡Derrotar siete ejércitos, él solo! ¡Pelear doce años seguidos y salir siempre vencedor!
¡Tener diez enemigos y triunfar de todos! ¡Dar veinte batallas, tan reñidas como la de hoy,
y salir victorioso en todas ellas! Todo esto ¿qué quiere decir Francisquillo? Quiere decir
que el Gigante Amapolas es un prodigio de talento y valor; y que donde quiera que
aparecen sus enemigos, los destroza y disipa a fuerza de habilidad y coraje, como ha
sucedido esta vez; ¿no es así, Francisquillo? ¿No quiere decir esto?

TAMBOR: Digo. Las cosas están a la vista, no son materia de cuestión.

MARIA: Qué extraño es, pues, que el pueblo le tribute todas esas demostraciones de
asombro. Mira, cuando yo venía, los Diputados del cuerpo legislativo, corrían a reunirse
para decretar coronas y monumentos en honor del Gigante Amapolas. Las mujeres se
ocupaban de tejer guirnaldas de flores; los poetas hacían versos; los músicos canciones en
elogio del triunfo debido al genio del Gigante Amapolas. Los agentes diplomáticos de los
países extranjeros eran los primeros que venían, con la boca abierta de admiración por el
talento sublime con que el Gigante había sabido vencer a sus enemigos; y se disponía a
recibirlo con la rodilla en tierra, o de hinojos, como dicen los añejos románticos. Por todas
partes no se oye más que: "El Gigante Amapolas es un semi-Dios. El Gigante Amapolas es
el genio de la política y de la guerra. El Gigante Amapolas es el valor, el atrevimiento
mismo". Hay extranjero que daría sus ojos por conocer al Gigante Amapolas, tanto es el
respeto y la admiración que le tienen. Ya se ve: los extranjeros como hombres ilustrados e
imparciales, son los mejores apreciadores de la capacidad de nuestros grandes hombres. Por
eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de la casaca del Gigante
Rosas.

TAMBOR: Amapolas, di.

MARIA: No, hijo, lo hice por variar; tanto Amapolas, Amapolas...


TAMBOR: Bien, si es por variar, di más bien del Gigante Floripondios; pero del Gigante
Rosas, no hay que hablar una palabra... sigue ahora.

MARIA: Bien, seguiré... ¿por dónde iba?

TAMBOR: Por eso hay francés...

MARIA: Ah, ya sé... Por eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de
la casaca del Gigante Rosas.

TAMBOR: Vuelta Rosas...

MARIA: ¡Ah! Tulipanes...

TAMBOR: Amapolas, mujer...

MARIA: Es verdad, Amapolas.

TAMBOR: Vaya, vuelve.

MARIA: Por eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de la casaca del
Gigante Amapolas; y los ingleses darían la Irlanda a trueque de que el Gigante perteneciese
al Parlamento de Inglaterra. ¿No ves, no ves el gentío que cubre estas cercanías? Todo el
mundo acude a tomar una idea del campo donde ha sido la batalla y a conocer la figura del
Gigante Amapolas.

TAMBOR: Y tú debes saber que esta jornada ha sido la menos célebre. Por fin, esta vez los
enemigos han tenido el coraje de cruzar sus armas con las nuestras: esta vez se puede decir
que hemos peleado. ¿Pero, en las otras batallas? En las otras batallas los hemos vencido
estando nosotros aquí, y ellos a cinco leguas de distancia: los hemos derrotado sin verlos a
la cara siquiera.

MARIA: ¿Cómo así, Francisquito?

TAMBOR: Lo que tú oyes: sin verlos a la cara y sin vernos ellos a nosotros; a distancia de
seis leguas unos de otros. ¡Hemos peleado por dos días, los hemos puesto al fin en la más
vergonzosa fuga!

MARIA: ¡Qué prodigio, gran Dios! ¿Y tú también has peleado en esas batallas, lo mismo
que en ésta?

TAMBOR: ¡Lo mismo, pues!

MARIA: De modo ¿que tú también eres de los invencibles, y vas a ser coronado con flores,
y premiado con terrenos y ganados, y festejado?

TAMBOR: Digo, si he trabajado como uno de tantos...


MARIA: Cómo te quiero Francisquillo. Ahora sería capaz de dar mi vida por ti. ¡Me gusta
tanto un grande hombre tambor!

[Disparada de gente a lo lejos.]

TAMBOR: Vete, vete María...

MARIA: ¿Para qué, Francisquillo, por qué?

TAMBOR: ¡Vete, te digo!

MARIA: ¿Qué hay, por Dios, qué hay?

TAMBOR: El enemigo se ha rehecho y está sobre nosotros; voy a tocar a generosa: ¡huye!

MARIA: ¿Pero, no me decías ahora mismo que había sido acuchillado y deshecho para
siempre?

TAMBOR: Sí, pero también los gatos tienen siete vidas, si no es más que eso; y los
enemigos son peores que los gatos, peores que las hormigas... Se les derrota, se les
acuchilla, y siempre están vivos... Vienen, se les asusta, corren; vuelven a venir y vuelven a
correr: así va la guerra, y así ha de ir siempre. Ni ellos son capaces de concluirnos, ni
nosotros a ellos... hasta que... pero, quién diablos sabe... hasta que nosotros dejemos de ser
asnos y ellos gallinas...

MARIA: ¿Luego, no hay riesgo de que mueras esta vez, ni nunca?

TAMBOR: Por descontado: ¡huye!

MARIA: ¿Y para qué me echas, si no hay riesgo?

TAMBOR: Bien, quédate.

MARIA: ¿Las mujeres no pueden concurrir a las batallas?

TAMBOR: ¿A estas batallas, a las batallas del Gigante? Sí; pueden asistir, no digo las
mujeres, los niños también y los enfermos, los cojos y mancos... Para lo que se hace en
ellas... Todo el trabajo consiste en estar quietos... Aquí todo lo hace el enemigo... Mira,
ahora le ves venir en triunfo; pues dentro de un rato, lo verás en retirada... El mismo se
proclama vencedor y derrotado...

[Cajas, cornetas: el enemigo avanza, compuesto de las tres divisiones conocidas.]

MARIA: ¡Ahí están; ahí están! [Llorosa y asustada.] Huyamos, Francisquillo: tú te


engañas, tú vas a morir; ¿qué haremos los dos solos? ¿Qué podremos hacer? [Le toma del
brazo.] ¡Ven acá, huyamos; ven conmigo!
[Continúan asomando las bayonetas enemigas; pero no pasan adelante. Suena toque de
ataque.]

TAMBOR: ¡No, no, ven acá cobarde! Entre los dos vamos a dar la batalla y la vamos a
ganar.

MARIA: ¡Tú estás loco!

TAMBOR: No, no estoy: quédate. Vamos a componer el ejército entre los dos. El Gigante
es el general en jefe. Yo soy la vanguardia; tú eres el cuerpo de reserva. Yo me coloco
detrás del Gigante, y toco a la carga, a la carga, sin cesar. Tú tomas un fusil y te pones a dar
vueltas y revueltas en derredor del tronco de ese árbol, para hacer creer al enemigo que
nuestro ejército va desfilando, hombre por hombre.

MARIA: O mujer por mujer.

TAMBOR: Sí, sí. En nuestro ejército no se distingue sexo.

MARIA: Pues bien, a la obra.

[Colócanse según el orden indicado. El enemigo avanza y se forma en línea de batalla. Los
tres jefes enemigos se reúnen aparte. Sacan sus anteojos, y echan su visual al campo
adversario.]

SOLDADO: ¡Los hemos sorprendido completamente! El Gigante está solo. Yo soy de


sobra para concluir con el enemigo. Destruído el Gigante Amapolas, no hay enemigo que se
tenga.

MOSQUITO: Calle el mentecato, que no sabe lo que dice. Usted habla así porque no ve
nada: a la simple vista ¿qué ha de ver?

SOLDADO: ¡Pues no he de ver, señor, si estamos a un paso! No hay más que un tambor y
un soldado, que parece mujer, que da vueltas al derredor de un árbol.

MOSQUITO: ¿Querrá usted ver mejor que nosotros que tenemos anteojos?

SOLDADO: Bien, capitán, será lo que usted dice: pero yo veo lo que yo digo.

MOSQUITO: ¡No ve usted eso!

SOLDADO: Lo veo, capitán.

MOSQUITO: No ve nada, el insolente; y si no calla la boca y deja de propagar especies


alarmantes, lo he de...

GUITARRA: ¿Qué ve usted, capitán Mosquito?


MOSQUITO: [Echando el anteojo.] Yo veo sesenta piezas de artillería, a la derecha.

GUITARRA: ¿Qué calibres?

MOSQUITO: Veinte de a ocho, y cuarenta de a treinta y seis. ¿Y usted qué ve?

GUITARRA: Yo veo treinta escuadrones de caballería. Y usted mayor Mentirola, ¿qué


distingue?

MENTIROLA: Yo distingo como ocho mil infantes situados hacia la izquierda del campo
enemigo.

MOSQUITO: Y esa caja que suena, ¿a qué fuerza pertenece?

MENTIROLA: A una fuerte guerrilla, que está desfilando hace dos horas por delante de un
árbol inmediato al Gigante.

MOSQUITO: Malo. Ya veo que el Gigante es un coloso en fuerzas y que es un disparate


aventurar un encuentro con medios tan desiguales.

GUITARRA: Yo creo lo mismo. Yo creo que vamos a ser despedazados al primer


encuentro.

MENTIROLA: Para pelear así vale más no pelear. ¿Qué necesidad hay de aventurar la
suerte de la empresa que se ha confiado a nuestra prudencia? ¿Hay que diferir el combate
para mejor oportunidad? ¿Quién nos corre? ¿Quién nos obliga a pelear? ¿No tenemos
franca la retirada, gracias a Dios, y somos muy dueños de retirarnos cuantas veces nos dé la
gana?

MOSQUITO: Ya se ve que sí.

MENTIROLA: ¡Pues entonces!

GUITARRA: Entonces, lo que debemos hacer, es ponernos en retirada, pero ha de ser sobre
la marcha, antes que el enemigo destaque fuerzas que nos corten la vuelta, y tengamos que
perecer en un combate obligatorio.

MENTIROLA: ¡A ello!...

MOSQUITO: ¡A ello!...

[Mientras ha tenido lugar este diálogo, la tropa ha acordado y decidido un motín, por el que
ha sido puesto a la cabeza del ejército un sargento.]

MOSQUITO: ¡División!
MENTIROLA: ¡División!

GUITARRA: ¿Qué hay, señores, qué hay?

MOSQUITO: ¡Contramarcha a la derecha!

SARGENTO: No hay contramarcha a ninguna parte. Nosotros queremos batirnos y no


contramarchar. Para pelear, les reconocemos por jefes; para disparar, no: no queremos
obedecer a ningún mandato medroso. Bastantes veces, hemos huido inútilmente. Por
nuestras disparadas locas y cobardes, se han arruinado fortunas cuantiosas, se han perdido
años preciosos, oportunidades que tal vez no vuelvan, vidas que tenían porvenir,
poblaciones enteras de hombres. Estamos espantándonos de fantasmas: no hay tales sesenta
piezas, ni ocho mil infantes, ni treinta escuadrones. Esas fuerzas sólo existen en la
imaginación miedosa de ustedes: lo que hay al frente es un héroe de papel, mujeres en vez
de soldados, perros rabiosos en vez de leones, y hombres atados de pies y manos. No somos
vencedores, porque no queremos serlo. Ataquemos con coraje el campo enemigo, y será
nuestro en menos tiempo que lo que tarda en bajar el rayo. Así, señores jefes: si ustedes
quieren guiarnos al combate, estamos prontos; si quieren retirada, ustedes han caducado, ya
no son nuestros jefes; pueden retirarse solos. Aquí no hay más jefe que yo, simple sargento,
hecho general por la voluntad del ejército, que me ha honrado con la comisión de intimar a
ustedes la decisión que acaban de oír. Pueden ustedes decir lo que determinan. Todavía
tienen el tiempo de un minuto para volver por su reputación.

MOSQUITO: En presencia de un motín de soldados, nada tenemos que hacer nosotros,


jefes. Hemos cumplido nuestra misión y nos retiramos.

[Envainan sus espadas y se retiran silenciosos.]

SARGENTO: Muy en hora buena. Pásenlo ustedes lo mejor que puedan, entre los patriotas
a quienes han sacrificado, o entre los extranjeros a quienes han dado que reír. ¡Soldados!
Nuestro camino es sencillo y corto: a seis pasos de nosotros está la tumba honrosa del
valiente o la vida sin igual del vencedor. Calar bayonetas, abrir bien los ojos, seguir mi
penacho blanco y en menos de pocos segundos habrá desaparecido del suelo de la patria ese
miserable fantasmón que ha triunfado hasta aquí por la incapacidad de nuestros jefes.
¡Soldados, paso de vencedores!

[Cargan rapidísimamente. El sargento abraza por la mitad del cuerpo al Gigante; lo levanta,
lo pone de cabeza, y dispersa por el aire sus pedazos. El tambor arroja la caja y se pone de
rodillas; la mujer tira el fusil, llorando a gritos.]

SARGENTO: Aquí tienen ustedes lo que era el gran Gigante, ese coloso que nos ha traído
en idas y venidas por espacio de tres años. [Al Tambor.] ¿Y el ejército de ustedes?

TAMBOR: Aquí está, señor.

SARGENTO: ¿Dónde?
TAMBOR: Aquí señor; somos nosotros, mi mujer y yo.

SARGENTO: ¿Usted sería el general?

TAMBOR: No, señor: yo era la vanguardia.

SARGENTO: ¿Y su mujer?

TAMBOR: La reserva.

SARGENTO: Buen pajarraco se reservaba usted.

TODOS: ¡Viva el Libertador de la República, el glorioso sargento Peñálvez!

SARGENTO: No, señores yo no soy grande ni glorioso, porque ninguna gloria hay en ser
vencedor de gigantes de paja. Yo he tenido el buen sentido del pueblo, y el valor
insignificante de ejecutar una operación que se dejaba comprender de todo el mundo. Si los
generales y hombres de estado que nos han dirigido hasta aquí, hubiesen comprendido lo
que comprendía la generalidad más común, hace mucho tiempo que habríamos llegado al
término de nuestras fatigas. ¡Compañeros! La patria ha sido libertada, sin que hayan
intervenido libertadores. Saludad las revoluciones anónimas: ¡ellas son los verdaderos
triunfos de la libertad!

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