Brunner Suddarth Pae's Médicoquirurgico
Brunner Suddarth Pae's Médicoquirurgico
Brunner Suddarth Pae's Médicoquirurgico
Manual de
diagnósticos de
enfermería
medicoquirúrgica
a
13.
edición
Revisión científica
Adriana Romero Sandoval
Enfermera especialista en Pediatría, Docencia y Gestión del Cuidado
Maestría en Administración de Organizaciones de la Salud por la Universidad La Salle, México
Jorgelina Taveira
Médica pediatra por la Universidad de Buenos Aires, Argentina
Editora médica
Traducción
Félix García Roig. Médico ginecoobstetra por la UNAM, México
Luz Ma. Méndez Álvarez. Lic. en Químico Farmacéutico Biólogo y Psicología por la UAM, México
Armando A. Robles Hmilowicz. Magíster en Análisis del Discurso por la UBA, Argentina
Se han adoptado las medidas oportunas para confirmar la exactitud de la información presentada
y describir la práctica más aceptada. No obstante, los autores, los redactores y el editor no son res-
ponsables de los errores u omisiones del texto ni de las consecuencias que se deriven de la aplica-
ción de la información que incluye, y no dan ninguna garantía, explícita o implícita, sobre la
actualidad, integridad o exactitud del contenido de la publicación. Esta publicación contiene infor-
mación general relacionada con tratamientos y asistencia médica que no debería utilizarse en
pacientes individuales sin antes contar con el consejo de un profesional médico, ya que los trata-
mientos clínicos que se describen no pueden considerarse recomendaciones absolutas y universales.
El editor ha hecho todo lo posible para confirmar y respetar la procedencia del material que se repro-
duce en este libro y su copyright. En caso de error u omisión, se enmendará en cuanto sea posible.
Algunos fármacos y productos sanitarios que se presentan en esta publicación sólo tienen la aproba-
ción de la Food and Drug Administration (FDA) para uso limitado al ámbito experimental. Compete
al profesional sanitario averiguar la situación de cada fármaco o producto sanitario que pretenda utili-
zar en su práctica clínica, por lo que aconsejamos consultar con las autoridades sanitarias competentes.
iii
ix
La Editorial
A
Absceso cerebral 1
Absceso pulmonar 3
Anafilaxia 6
Anemia 8
Anemia aplásica 12
Anemia falciforme 14
Anemia ferropénica 20
Anemia megaloblástica 22
Aneurisma aórtico 24
Aneurisma intracraneal 28
Angina de pecho 33
Apendicitis 37
Arterioesclerosis y ateroesclerosis 40
Arteriopatía oclusiva periférica 41
Artritis reumatoide 44
Artrosis (enfermedad articular degenerativa) 49
Asma 51
Asma: estado asmático 57
Ataque isquémico transitorio 59
Atención perioperatoria de enfermería 61
Ateroesclerosis coronaria 85
B
Bronquiectasia 87
C
Cáncer 89
Cáncer de cavidad bucal y faringe 106
Cáncer de colon y recto (cáncer colorrectal) 107
Cáncer de cuello uterino 115
Cáncer de endometrio 119
Cáncer de esófago 121
Cáncer de estómago (cáncer gástrico) 123
Cáncer de hígado 129
Cáncer de laringe 132
xi
D
Dermatitis exfoliativa 225
Dermatitis por contacto 227
Dermatosis seborreica 228
Derrame pleural 229
Diabetes 231
Diabetes insípida 241
Diarrea 243
Distrofias musculares 246
Diverticulosis 248
E
Edema pulmonar agudo 253
Embolia pulmonar 255
Embolia arterial y trombosis arterial 261
Empiema 264
Encefalopatía y coma hepáticos 265
Endocarditis infecciosa 268
Endocarditis reumática 272
Endometriosis 273
F
Faringitis aguda 327
Faringitis crónica 329
Fenómeno de Raynaud y otros acrosíndromes 330
Feocromocitoma 331
Fracturas 334
G
Gastritis 349
Glaucoma 353
Glomerulonefritis aguda 356
Glomerulonefritis crónica 358
Gota 360
H
Hemofilia 363
Hepatitis vírica: tipos A, B, C, D, E y G 366
Hernia hiatal 372
Hiperplasia prostática benigna y prostatectomía 375
Hipertensión (y crisis hipertensiva) 378
Hipertensión arterial pulmonar 385
Hipertiroidismo (enfermedad de Graves) 388
Hipoglucemia (reacción insulínica) 394
Hipoparatiroidismo 397
Hipopituitarismo 398
Hipotiroidismo y mixedema 399
I
Ictus hemorrágico 403
Ictus isquémico 409
Impétigo 420
Infección pélvica (enfermedad inflamatoria pélvica) 422
Infecciones de transmisión sexual 424
Influenza 431
Insuficiencia aórtica (regurgitación) 432
Insuficiencia cardíaca 434
Insuficiencia hepática fulminante 440
Insuficiencia mitral (regurgitación) 441
Insuficiencia renal aguda 443
Insuficiencia renal crónica (enfermedad renal en etapa terminal) 448
L
Lesión craneoencefálica 453
Lesión de médula espinal 464
Leucemia 473
Leucemia linfocítica aguda 480
Leucemia linfocítica crónica 482
Leucemia mieloide aguda 484
Leucemia mieloide crónica 486
Linfedema y elefantiasis 487
Linfoma de Hogdkin 489
Linfomas no hodgkinianos 492
Lumbalgia 494
Lupus eritematoso sistémico 498
M
Mastoiditis y cirugía mastoidea 501
Meningitis 504
Miastenia grave 508
Mieloma múltiple 511
Miocardiopatías 514
Miocarditis 521
N
Necrólisis epidérmica tóxica y síndrome de Stevens-Johnson 523
Neumonía 528
Neumotórax y hemotórax 535
Neuralgia del trigémino 537
O
Obesidad (y cirugía bariátrica) 541
Obesidad mórbida 546
Obstrucción del intestino delgado 548
Obstrucción del intestino grueso 550
Osteomalacia 552
Osteomielitis 553
Osteoporosis 556
Otitis media aguda 560
Otitis media crónica 561
P
Paciente inconsciente 563
Pancreatitis aguda 569
Pancreatitis crónica 574
Parálisis de Bell 576
Paro cardíaco 578
Pénfigo 579
Pericarditis (taponamiento cardíaco) 583
Peritonitis 587
Pielonefritis aguda 590
Pielonefritis crónica 591
Pleuritis 592
Policitemia 593
Presión intracraneal elevada 595
Prolapso de válvula mitral 601
Prostatitis 603
Prurito 605
Psoriasis 607
Púrpura trombocitopénica inmunitaria 611
Q
Quemaduras 615
S
Sarcoma de Kaposi 631
Shock anafiláctico 632
Shock cardiogénico 634
Shock hipovolémico 637
Shock neurogénico 638
Shock séptico 639
Síndrome coronario agudo e infarto de miocardio 643
T
Tiroiditis aguda 683
Tiroiditis crónica (tiroiditis de Hashimoto) 684
Trastornos venosos: trombosis venosa, tromboflebitis,
flebotrombosis y trombosis venosa profunda 685
Traumatismos musculoesqueléticos (contusiones, distensiones,
esguinces y luxaciones) 690
Trombocitopenia 692
Tuberculosis pulmonar 694
Tumor cerebral 698
Tumor hipofisario 702
Tumores óseos 703
U
Úlcera péptica 707
Urolitiasis (nefrolitiasis) 713
V
Várices esofágicas (sangrado) 719
Absceso cerebral
El absceso cerebral es una acumulación de material infeccioso en el
tejido del cerebro. Los abscesos cerebrales son raros en personas
inmunocompetentes; se diagnostican con mayor frecuencia en per-
sonas inmunodeprimidas como consecuencia de una enfermedad
subyacente o el uso de medicamentos inmunosupresores.
Fisiopatología
El absceso cerebral puede tener lugar después de una cirugía intra-
craneal, lesión penetrante de la cabeza o perforación de lengua. Los
organismos que causan abscesos del cerebro pueden llegar a él por
diseminación hematógena desde pulmones, encías, lengua o corazón,
o por una herida o infección intraabdominal. Los factores predispo-
nentes más frecuentes en los adultos son la otitis media y la rinitis.
Profilaxis
Para evitar un absceso cerebral, deben tratarse tempranamente las
otitis medias, mastoiditis, rinosinusitis, infecciones dentales e infec-
ciones sistémicas.
Cuadro clínico
• Por lo general, los síntomas son resultado de las alteraciones en la
dinámica intracraneal (edema, desplazamiento cerebral), las infec-
ciones o la localización del absceso.
• El síntoma predominante es el dolor de cabeza, por lo general más
intenso en las mañanas.
• Puede haber fiebre.
• También puede observarse la presencia de vómitos y déficits de foco
neurológico (debilidad y disminución de la visión).
• A medida que el absceso se extiende, se observan síntomas de pre-
sión intracraneal elevada, como disminución en el nivel de conscien-
cia y convulsiones.
Exploración y diagnóstico
• Hemograma completo que incluya diferencial, recuento de plaque-
tas, eritrosedimentación y proteína C reactiva.
Para mayor información, véase capítulo 64 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Absceso pulmonar
Un absceso pulmonar es la necrosis del parénquima pulmonar causada
por una infección microbiana. Suele ser causado por la aspiración de
bacterias anaerobias y se define por radiografía de tórax como una
cavidad de al menos 2 cm de diámetro. Los pacientes susceptibles a
aspiración de cuerpos extraños con desarrollo de absceso pulmonar
comprenden aquéllos con afección del reflejo tusivo, pérdida del cie-
rre glótico o dificultades con la deglución. Otros pacientes en riesgo
incluyen aquéllos con trastornos del sistema nervioso central (p. ej.,
convulsiones, ictus), adicción a las drogas, alcoholismo, trastornos
esofágicos o compromiso de la función inmunitaria; los pacientes sin
dientes y que reciben alimentación por sonda nasogástrica; y aquéllos
con estados alterados de consciencia por anestesia.
Fisiopatología
La mayoría de los abscesos pulmonares representan una complicación
de una neumonía bacteriana o son causados por la aspiración de
un patógeno anaerobio oral hacia el pulmón. También pueden ser
secundarios a una obstrucción mecánica o funcional de los bronquios
por parte de un tumor, cuerpo extraño o estenosis bronquial, o por
neumonías necrotizantes, tuberculosis, embolia pulmonar o trauma-
tismo torácico.
La ubicación del absceso pulmonar se relaciona con la gravedad
y la posición del paciente. En los pacientes confinados a su cama, el
segmento posterior del lóbulo superior y el segmento superior del
lóbulo inferior son las áreas más frecuentes de aparición. Puede haber
presentaciones atípicas, según la posición del paciente al momento de
la aspiración.
Inicialmente, la cavidad pulmonar puede extenderse al bron-
quio. Con el tiempo, el absceso queda encapsulado por una pared
de tejido fibroso. El proceso necrótico puede extenderse hasta
alcanzar el lumen bronquial o el espacio pleural y entablar comu-
Anafilaxia
La anafilaxia, la reacción de hipersensibilidad más grave, es una res-
puesta clínica a una reacción inmunitaria inmediata (hipersensibilidad
de tipo I) entre un antígeno específico y un anticuerpo. La reacción
resulta de una rápida liberación de sustancias químicas mediadas por
la inmunoglobulina E (IgE), que puede inducir una reacción alérgica
intensa, potencialmente letal, que produce hipotensión, broncoes-
pasmo y colapso cardiovascular. La histamina, las prostaglandinas y los
leucotrienos inflamatorios son potentes mediadores vasoactivos que
participan en los cambios de la permeabilidad vascular, enrojecimiento,
urticaria, angioedema, hipotensión y broncoconstricción que caracteri-
zan a la anafilaxia. Las sustancias que la causan con mayor frecuencia
son alimentos, medicamentos, picaduras de insectos y látex. Los anti-
bióticos (p. ej., penicilina) y los agentes de radiocontraste provocan las
reacciones más graves. Las reacciones de anafilaxia no alérgicas (anafi-
lactoides) están estrechamente asociadas con la anafilaxia.
Cuadro clínico
Las reacciones anafilácticas producen un síndrome clínico que afecta
a múltiples sistemas del organismo. Las reacciones pueden catalogarse
como leves, moderadas o graves. La gravedad depende del grado de
respuesta alergénica y la dosis del alérgeno; las reacciones de hiper-
sensibilidad de tipo I pueden incluir reacciones locales y sistémicas.
Leves
Los síntomas incluyen hormigueo periférico, sensación de calor, pleni-
tud en la boca y garganta, congestión nasal, inflamación periorbitaria,
prurito, estornudos y ojos llorosos. Los síntomas comienzan en un
plazo de 2 h después de la exposición.
Anemia
La anemia es una alteración en la cual la concentración de hemoglo-
bina es inferior a lo normal; refleja la presencia reducida de eritrocitos
en la circulación. Como resultado, también se disminuye la cantidad
de oxígeno disponible para los tejidos del cuerpo. La anemia no es
un estado de enfermedad específico sino un signo de un trastorno
subyacente. Es por mucho la alteración hemática más frecuente. Un
enfoque fisiológico clasifica la anemia dependiendo de si la defi-
ciencia en los eritrocitos es causada por un defecto en su producción
(anemia hipoproliferativa), por su destrucción (anemia hemolítica) o
por su pérdida (hemorragias).
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Obtener la historia clínica, incluyendo medicamentos y consumo
de alcohol, medicamentos de venta libre y suplementos herbolarios;
realizar una exploración física.
• Preguntar al paciente sobre el grado y tipo de síntomas experimen-
tados y su impacto en el estilo de vida; antecedentes médicos; con-
sumo de alcohol; y práctica de atletismo (ejercicio extremo).
• Obtener antecedentes familiares de anemias hereditarias.
• Realizar una valoración nutricia: preguntar sobre hábitos dietéticos
que puedan producir deficiencias nutrimentales, como las de hie-
rro, vitamina B12 y ácido fólico.
• Obtener y controlar los resultados de las pruebas de laboratorio per-
tinentes; observar cambios.
• Evaluar el estado cardíaco (con atención a los síntomas de mayor
carga de trabajo o insuficiencia cardíaca): taquicardia, palpitaciones,
disnea, mareos, ortopnea, disnea de esfuerzo, cardiomegalia, hepa-
tomegalia y edema periférico.
• Evaluar al paciente con respecto a la función gastrointestinal: náu-
seas, vómitos, diarrea, melena o heces oscuras, sangre oculta, anore-
xia, glositis; a las mujeres se les debe preguntar acerca de su período
menstrual (p. ej., flujo menstrual excesivo, otros sangrados vagina-
les) y el uso de suplementos de hierro durante el embarazo.
• Exploración de déficits neurológicos (importantes con la anemia
perniciosa): presencia y grado de insensibilidad periférica y de pares-
tesias, ataxia, descoordinación y confusión.
Anemia aplásica
La anemia aplásica es una enfermedad rara causada por una disminución
o daño de las células madre de la médula ósea, daños en el microam-
biente de la médula y reemplazo de la médula con grasa. La etiología
exacta de la anemia aplásica es desconocida, pero se tiene la hipótesis
de que los linfocitos T del organismo median el ataque inadecuado
contra la médula, lo que da lugar a una aplasia de la médula ósea
(es decir, una hematopoyesis notablemente reducida). También se
presenta neutropenia y trombocitopenia (deficiencia de las plaquetas)
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Anemia falciforme
La anemia falciforme es una anemia hemolítica profunda resultante de
la herencia del gen falciforme de la hemoglobina (HbS), que da lugar
a una molécula de hemoglobina defectuosa.
Fisiopatología
La HbS adquiere una formación cristalina cuando resulta expuesta
a una tensión de oxígeno baja. La HbS pierde su forma de disco
redondo y bicóncavo, y se convierte en un eritrocito deshidratado,
largo, rígido y en forma de hoz, que se aloja en los vasos pequeños y
puede obstruir el flujo sanguíneo. Si se produce isquemia o infarto,
el paciente puede presentar dolor, hinchazón y fiebre. El proceso
falciforme toma tiempo; si el eritrocito es expuesto otra vez a canti-
dades adecuadas de oxígeno (p. ej., cuando viaja a través de la circu-
lación pulmonar) antes de que la membrana se vuelva demasiado
rígida, puede volver a una forma normal. Por esta razón, las “crisis
de drepanocitosis” son intermitentes. El gen de la HbS es heredado;
algunas personas tienen el rasgo drepanocítico (un portador, que
hereda un gen anómalo) y otros, enfermedad de células falciformes
(heredan dos genes anómalos). Se hereda el gen HbS en las personas
de ascendencia africana y, en menor medida, en las personas de
la zona del Mediterráneo, Medio Oriente o las tribus nativas de la
India. La anemia falciforme es la forma más grave de la enfermedad
de células falciformes.
Cuadro clínico
Los síntomas de la anemia falciforme varían y se basan sólo en la can-
tidad de HbS. Los síntomas y complicaciones son resultado de la
hemólisis o trombosis crónicas.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Informa que tiene control sobre el dolor y la fatiga.
• Ausencia de infección.
• Expresa mayor sentido de control.
• Aumenta su conocimiento sobre el proceso de la enfermedad.
• Ausencia de complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tratamiento médico
• Obtener la historia clínica del paciente, que puede revelar antece-
dentes de múltiples embarazos, sangrados gastrointestinales o la
presencia de pica.
• Buscar la causa, que puede ser un cáncer gastrointestinal curable o
fibromas uterinos. Descartar otros estados de enfermedad, como
infecciones o afecciones inflamatorias.
• Prueba de detección de sangre oculta en heces.
• Las personas mayores de 50 años deben hacerse de manera perió-
dica colonoscopia, endoscopia o radiografías del tubo gastrointes-
tinal para detectar úlceras, gastritis, pólipos o cáncer.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Aneurisma aórtico
Un aneurisma es una bolsa localizada o dilatación formada en un
punto débil de la pared de una arteria. Pueden clasificarse por su
forma. Las formas más habituales de los aneurismas son los saculares
y fusiformes. Un aneurisma sacular se proyecta desde un solo lado del
vaso. Si un segmento arterial entero llega a ser dilatado, se desarrolla
un aneurisma fusiforme. Los aneurismas muy pequeños debidos a una
infección localizada se llaman aneurismas micóticos. Históricamente, la
causa de un aneurisma aórtico abdominal, el tipo más frecuente de
aneurisma degenerativo, se ha atribuido a cambios ateroescleróticos
Evaluación postoperatoria
• Obtener constantes vitales y evaluación Doppler de los pulsos periféri-
cos mientras el paciente está en reposo en cama con la cabecera a 45º;
seguir dando vuelta a la manivela hasta que el paciente puede caminar.
• Monitorizar con frecuencia el estado pulmonar, cardiovascular,
renal y neurológico del paciente.
• Observar al paciente para detectar complicaciones: obstrucción arte-
rial, hemorragia (tos persistente, estornudos, vómitos o presión arte-
rial sistólica superior a 180 mm Hg), infección, isquemia intestinal,
insuficiencia renal e impotencia.
• Evaluar al paciente observando los cambios en la piel, sangrado,
presencia de pulsación, hinchazón, dolor y hematomas.
• Valorar al paciente sobre la ingestión adecuada de líquidos por infu-
sión i.v. continua hasta que reanude su ingestión por vía oral.
Para mayor información, véase capítulo 31 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cuadro clínico
• Los déficits neurológicos son similares a los que se observan en el
ictus isquémico.
• Los vómitos, los cambios repentinos tempranos en el nivel de
consciencia y las convulsiones focales son los síntomas más fre-
cuentes en la hemorragia intracerebral aguda (en comparación con
el ictus isquémico), debido a la implicación frecuente del tronco
del encéfalo.
• La rotura del aneurisma provoca dolor de cabeza repentino,
inusualmente intenso; con frecuencia, la pérdida de la consciencia
durante un período variable; dolor y rigidez de la parte posterior
del cuello y la columna vertebral; y alteraciones visuales (pérdida
visual, diplopía, ptosis). También pueden presentarse zumbidos de
oídos, mareos y hemiparesias.
• Si el aneurisma filtra sangre y forma un coágulo, el paciente puede
mostrar ligero déficit neurológico o tener sangrado intenso, dando
como resultado daño cerebral seguido rápidamente por el coma y
la muerte.
Exploración y diagnóstico
La exploración por tomografía computarizada o resonancia magné-
tica, angiografía cerebral y punción lumbar (en ausencia de aumento
de la presión intracraneal) son los procedimientos de diagnóstico
utilizados para confirmar un aneurisma. Puede considerarse hacer
pruebas de toxicología para drogas ilegales en los pacientes menores
de 40 años de edad.
Exploración
• Realizar una exploración neurológica completa: nivel de consciencia
del paciente, reacción pupilar (lentitud), función motora y sensitiva,
déficits del nervio craneal (movimientos extraoculares del ojo, pará-
lisis facial, ptosis), dificultades del habla, disturbio visual, dolor de
cabeza, rigidez de nuca y otros déficits neurológicos.
• Documentar e informar resultados de la exploración neurológica y
reevaluar e informar cualquier cambio en el estado del paciente; no-
tificar los cambios de manera inmediata.
• Detectar cambios sutiles, especialmente niveles alterados de cons-
ciencia (los primeros signos de deterioro incluyen ligera somnolencia
y leve dificultad en el habla).
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Perfusión de tejido ineficaz (cerebral) asociada con el sangrado o
vasoespasmo.
• Alteraciones en la percepción sensorial debido a las restricciones del
aneurisma.
• Ansiedad debida a la enfermedad o a restricciones impuestas médi-
camente (precauciones del aneurisma).
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Vasoespasmo.
• Convulsiones.
• Hidrocefalia.
• Resangrado.
• Hiponatremia.
Planificación y objetivos
Los objetivos del paciente incluyen mejorar la perfusión del tejido cere-
bral, aliviar la ansiedad y la ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MEJORAR LA PERFUSIÓN DEL TEJIDO CEREBRAL
• Vigilar estrechamente el deterioro neurológico y mantener un regis-
tro del flujo neurológico.
• Monitorizar presión arterial, pulso, nivel de consciencia, respuesta
pupilar y función motora por hora; vigilar el estado respiratorio y
reportar cambios de manera inmediata.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
TRATAMIENTO DE LA ANGINA
• Emprender acciones inmediatas si el paciente informa dolor o sínto-
mas prodrómicos sugestivos de isquemia cardíaca, incluyendo sensa-
ción de indigestión o náuseas, ahogo, sensación de pesadez, debilidad
o entumecimiento en las extremidades superiores, disnea o mareo.
• Dirigir al paciente a detener todas sus actividades y a sentarse o des-
cansar en cama en posición de semi-Fowler para reducir los requeri-
mientos de oxígeno del miocardio isquémico.
• Monitorizar las constantes vitales y observar en busca de los signos
de dificultad respiratoria.
• Obtener un electrocardiograma de 12 derivaciones y realizar moni-
torización cardíaca continua.
• Administrar nitroglicerina por vía sublingual y evaluar la respuesta
del paciente (repetir hasta tres dosis).
• Administrar oxigenoterapia si aumenta la frecuencia respiratoria del
paciente o si se disminuye la concentración de saturación de oxígeno.
• Si el dolor es significativo y sigue después de estas intervenciones,
evaluar al paciente para infarto de miocardio agudo y posiblemente
transferir a una unidad de enfermería más especializada.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Explorar las implicaciones que tiene el diagnóstico para el paciente.
• Proporcionar información fundamental acerca de la enfermedad y
los métodos de prevención de la progresión.
Apendicitis
El apéndice es un pequeño anexo al ciego, parecido a un dedo, justo
debajo de la válvula ileocecal. Dado que desemboca en el colon de
manera ineficaz y su luz es pequeña, es propenso a ser obstruido y es
vulnerable a la infección (apendicitis). La apendicitis es la causa más
frecuente de inflamación aguda en el cuadrante inferior derecho de la
cavidad abdominal y la causa más habitual de cirugía abdominal de
urgencia. Aunque puede presentarse a cualquier edad, ocurre general-
mente entre los 10 y 30 años de edad.
Fisiopatología
El apéndice se inflama y se pone edematoso al ser torcido u ocluido
por un fecalito (masa endurecida de las heces), tumor, hiperplasia
linfoide o cuerpo extraño. Una vez obstruido, el proceso inflamatorio
resultante aumenta la presión intraluminal, causando un dolor que
se localiza en el cuadrante inferior derecho en unas pocas horas. El
apéndice se vuelve isquémico, se produce colonización bacteriana y
con el tiempo puede producirse gangrena.
Cuadro clínico
• El dolor en el cuadrante inferior derecho viene acompañado por
lo general por fiebre ligera, náuseas y a veces vómito; la pérdida de
apetito es frecuente; se puede presentar estreñimiento.
• Se observa hiperensibilidad local al presionar el punto de McBur-
ney (situado a medio camino entre el ombligo y la espina dorsal
anterior del ilion) y cierta rigidez de la porción inferior del músculo
recto derecho.
Tratamiento médico
• Si se diagnostica apendicitis, se debe realizar cirugía (por laparosco-
pia es el método preferido) tan pronto como sea posible para dismi-
nuir el riesgo de perforación.
• El manejo conservador, no quirúrgico, de la apendicitis no compli-
cada (ausencia de perforación del apéndice, formación de empiema,
Arterioesclerosis y ateroesclerosis
La arterioesclerosis o “endurecimiento de las arterias” es la enfermedad
más frecuente de las arterias. Es un proceso difuso, por el que se engro-
san las fibras musculares y el revestimiento endotelial de las paredes de
las arterias pequeñas y arteriolas.
La ateroesclerosis afecta primordialmente a la íntima de las arterias
grandes y medianas, causando cambios que incluyen la acumulación de
lípidos (ateromas), calcio, componentes de la sangre, hidratos de car-
bono y tejido fibroso en la capa íntima de la arteria. Aunque hay dife-
rencia entre los procesos patológicos de la arterioesclerosis y la ateroes-
clerosis, rara vez se presenta una sin la otra, y los términos a menudo
se usan de manera indistinta. Los resultados directos más habituales de la
ateroesclerosis en las arterias incluyen el estrechamiento (estenosis)
de la luz y la obstrucción por trombosis, aneurisma, ulceración y rotura;
la isquemia y la necrosis se producen si se interrumpe gravemente y
de forma permanente el suministro de sangre, nutrimentos y oxígeno.
La ateroesclerosis se puede desarrollar en cualquier parte del orga-
nismo, pero es más frecuente en las zonas de bifurcación o ramales de
los vasos sanguíneos. Las lesiones ateroescleróticas son de dos tipos:
estrías grasas (compuestas de lípidos y células musculares lisas alarga-
das) y placas fibrosas (predominantemente encontradas en la aorta
abdominal y en las arterias coronaria, poplítea y carótida interna).
Factores de riesgo
Hay muchos factores de riesgo que se asocian con la ateroesclerosis;
cuanto mayor sea el número de factores de riesgo, mayor será la proba-
bilidad de desarrollar la enfermedad.
• El consumo de tabaco (factor de riesgo más fuerte).
• Alto consumo de grasas (presunto factor de riesgo, junto con con-
centraciones altas de colesterol y lípidos en sangre).
• Hipertensión.
• Diabetes.
Artritis reumatoide
La artritis reumatoide es un trastorno autoinmunitario que se origina
en la membrana sinovial de las articulaciones. La fagocitosis produce
enzimas dentro de la articulación. Las enzimas descomponen el colá-
geno, provocando edema, proliferación de la membrana sinovial y en
definitiva la formación del pannus que destruye el cartílago y erosiona
el hueso. La consecuencia es la pérdida de las superficies articulares
y el movimiento articular. Las fibras musculares sufren cambios dege-
nerativos. La elasticidad de tendones y ligamentos y la facultad con-
tráctil se pierden. La artritis reumatoide afecta al 1 % de la población
mundial; las mujeres presentan dos a cuatro veces más probabilidades
de padecerla que los varones.
Cuadro clínico
Las características clínicas dependen del estadio y la gravedad de la
enfermedad.
• El dolor distal y simétrico de las articulaciones, hinchazón, calor,
eritema y deterioro funcional son síntomas clásicos.
• La palpación de las articulaciones revela tejido esponjoso o pantanoso.
• Por lo general se puede aspirar el líquido de la articulación inflamada.
Patrón característico del involucramiento de las articulaciones
• La artritis reumatoide comienza con las pequeñas articulaciones de
las manos, las muñecas y los pies.
• Progresivamente se extiende a rodillas, hombros, caderas, codos,
tobillos, columna cervical y articulaciones temporomandibulares.
• Los síntomas suelen ser agudos en el inicio, bilaterales y simétricos.
• Las articulaciones pueden percibirse calientes, hinchadas y doloro-
sas; la rigidez articular tiene lugar habitualmente en las mañanas.
• Puede haber deformidad de las manos y los pies como resultado de
la mala alineación e inmovilización.
Características extraarticulares
• Fiebre, pérdida de peso, fatiga, anemia, cambios sensitivos y agran-
damiento de los nodos linfáticos.
• Fenómeno de Raynaud (vasoespasmo inducido por el frío y el estrés).
Tratamiento farmacológico
• Paracetamol; antiinflamatorios no esteroideos (AINE).
• Bloqueantes de la enzima ciclooxigenasa 2 (COX-2) (para los pacien-
tes con mayor riesgo de sangrado gastrointestinal).
• Opiáceos y corticosteroides intraarticulares.
• Analgésicos tópicos como la capsaicina y el metilsalicilato.
• Otros abordajes terapéuticos: glucosamina y condroitina; viscosuple-
mentación (inyección intraarticular de ácido hialurónico).
Asma
El asma es una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respirato-
rias que causa hipersensibilidad, edema de la mucosa y producción de
moco. Esta inflamación conduce finalmente a episodios recurrentes
de síntomas de asma: tos, opresión torácica, sibilancias y disnea. Los
pacientes con asma pueden alternar períodos sin síntomas y exacerba-
ciones agudas, que duran desde minutos hasta horas o días.
El asma, la enfermedad crónica más frecuente de la infancia, puede
presentarse a cualquier edad. Los factores de riesgo incluyen antece-
dentes familiares, alergia (factor más fuerte) y exposición crónica de las
vías respiratorias a irritantes o alérgenos (p. ej., polen de pasto, de árboles
y de hierbas, moho, polvo, cucarachas, caspa animal). Los desencade-
nantes habituales de los síntomas del asma y las exacerbaciones son los
irritantes de las vías respiratorias (p. ej., contaminantes del aire, frío,
calor, cambios climáticos, olores o perfumes fuertes, humos, exposi-
Cuadro clínico
• Los síntomas más habituales del asma son tos (con o sin producción
de moco), disnea y sibilancias (primero en la espiración, después
posiblemente durante la inspiración).
• Con frecuencia, los ataques de asma se presentan durante la noche
o temprano en la mañana.
• Resulta habitual que la exacerbación del asma sea precedida por
el aumento de los síntomas durante días, pero puede empezar de
manera brusca.
• Se observa disnea y opresión torácica.
Cuidados continuos
Las exacerbaciones graves pueden prevenirse cuando está presente el
personal de enfermería:
• Evaluar el estado respiratorio del paciente, así como su capacidad
para llevar a cabo su autocuidado en el hospital, la clínica, la escuela
o el trabajo.
• Hacer hincapié en el cumplimiento de la terapia prescrita, las medi-
das preventivas que se deben adoptar y la necesidad de acudir a sus
consultas de seguimiento.
• Hacer visitas domiciliarias para evaluar alérgenos, si está indicado
(con exacerbaciones recurrentes).
• Derivar al paciente a grupos de apoyo de la comunidad.
• Recordar al paciente y a su familia sobre la importancia de las estra-
tegias de promoción de salud y los exámenes recomendados.
Para mayor información, véase capítulo 24 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Para mayor información, véase capítulo 24 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
PROCESO DE ENFERMERÍA
El paciente preoperatorio
Exploración
EVALUACIÓN PREOPERATORIA
• Obtener los antecedentes médicos, incluyendo enfermedades cróni-
cas y consumo de tabaco, alcohol y drogas ilegales.
• Realizar una exploración física para determinar las constantes vitales
y una base de datos para futuras comparaciones.
• Establecer la presencia de alergias, reacciones alérgicas previas, cual-
quier sensibilidad a medicamentos y alimentos y reacciones adver-
sas anteriores a estos agentes; informar los antecedentes alérgicos,
particularmente el asma bronquial, al anestesiólogo.
• Determinar si hay alergia al látex preguntando si ha habido alergias
o reacciones adversas al kiwi, aguacate o palta, plátano o banana o al
inflar globos (todos sugieren alergia al látex).
CONSIDERACIONES GERONTOLÓGICAS
Mantener un ambiente seguro para el paciente mayor que presenta
limitaciones sensoriales, como problemas de vista y audición o sen-
sibilidad táctil reducida. Comenzar medidas de protección para los
pacientes ancianos con artritis, que puede afectar su movilidad y
confort. Usar almohadillas adecuadas en las zonas de dolor. Mover
al paciente con lentitud y proteger las prominencias óseas contra la
presión prolongada. Dar masajes suaves para facilitar la circulación.
Tomar precauciones adicionales al trasladar al paciente anciano, ya
que su menor sudoración da lugar a una piel seca, pruriginosa y frágil
de fácil erosión. Aplicar un cobertor de algodón ligero al trasladar
a un paciente mayor hacia y desde el quirófano, ya que su menor
cantidad de grasa subcutánea lo hace más susceptible a los cambios
de temperatura. Dar al paciente mayor la oportunidad de expresar
sus miedos; esto le permite tener cierta paz mental y el sentimiento
de ser comprendido.
ATENDER LAS NECESIDADES DE LA FAMILIA
• Guiar a la familia a la sala de espera de cirugía, donde el cirujano
podrá reunirse con ellos al concluir la operación.
• Explicar a la familia que no debe juzgar la gravedad de la operación
por la cantidad de tiempo que pase el paciente en el quirófano.
• Avisar a las personas que estén esperando al paciente después de la
cirugía que éste puede tener instalados ciertos equipos o aparatos
(p. ej., líneas i.v., sondas vesicales a permanencia, sondas nasogástri-
cas, botellas de aspiración, líneas de oxígeno, equipo de monitoriza-
ción y líneas de transfusión sanguínea).
• Cuando el paciente regrese a su habitación, dar explicaciones sobre
la necesidad de las evaluaciones posquirúrgicas frecuentes.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Informa sentir menos miedo y ansiedad.
• Muestra comprensión de la intervención quirúrgica.
• No presenta evidencias de complicaciones posquirúrgicas.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
Con base en los datos de la evaluación, los principales diagnósticos de
enfermería pueden ser:
• Riesgo de permeabilidad inadecuada de las vías aéreas en relación
con una función respiratoria deficiente, la presencia de dolor y el
reposo en cama.
• Menor gasto cardíaco vinculado con la presencia de shock, hemorra-
gias o hipovolemia.
• Dolor agudo relacionado con la incisión quirúrgica.
• Alteraciones de la integridad cutánea asociadas con la incisión qui-
rúrgica y los drenajes.
• Termorregulación ineficaz vinculada con el daño del entorno qui-
rúrgico y de la anestesia.
• Riesgo de desequilibrio nutrimental (insuficiente respecto de los
requerimientos corporales) relacionado con una menor ingestión y
una mayor necesidad de nutrimentos secundaria a la cirugía.
• Riesgo de estreñimiento asociado con los efectos de los medicamen-
tos, la cirugía, los cambios en la dieta y la inmovilidad.
• Riesgo de retención urinaria vinculada con los anestésicos.
• Riesgo de intolerancia a la actividad relacionada con la debilidad
generalizada secundaria a la cirugía.
• Riesgo de lesión asociada con el procedimiento quirúrgico, la postu-
ra o los anestésicos.
• Riesgo de caídas por el menor grado de consciencia o afectaciones
a la movilidad.
Consideraciones gerontológicas
Los pacientes ancianos se recuperan con mayor lentitud, tienen estan-
cias hospitalarias más prolongadas y son más susceptibles a desarrollar
complicaciones postoperatorias. El delirio, la neumonía, el deterioro
de la capacidad funcional, la exacerbación de enfermedades asociadas,
las úlceras por presión, la menor ingestión oral, las alteraciones gas-
trointestinales y las caídas amenazan la recuperación del adulto mayor.
Muchos de los problemas que enfrenta esta población en el postopera-
torio, como la neumonía, las alteraciones intestinales, la trombosis ve-
nosa profunda (TVP) y el deterioro funcional, a menudo pueden pre-
venirse con una deambulación temprana y progresiva. Deben evitar estar
demasiado tiempo sentados porque se promueve la estasis venosa en
las extremidades inferiores. Además de monitorizar y manejar la recu-
peración fisiológica del adulto mayor, el personal de enfermería debe
identificar y atender las necesidades psicosociales. El adulto mayor
puede requerir mucho aliento y apoyo para retomar sus actividades, y
los avances pueden ser lentos. Los déficits sensoriales pueden requerir
una repetición constante de las instrucciones, y es posible que su reser-
va fisiológica disminuida necesite períodos de descanso frecuentes. El
alta médica del adulto mayor puede requerir una amplia planificación
para coordinar a los cuidadores tanto profesionales como familiares.
PROMOVER EL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Cuidados continuos
A menudo se requieren servicios comunitarios después de una cirugía.
Los pacientes ancianos, los que viven solos, los que carecen de apoyo
familiar y aquéllos con enfermedades crónicas o discapacidades pre-
existentes suelen ser los más necesitados. La plafinicación del alta im-
plica coordinar desde el comienzo de los cuidados hospitalarios agudos
los servicios necesarios para la atención de las heridas, el manejo del
drenaje y los catéteres, la terapia de infusión y la terapia física u ocu-
pacional. Durante las consultas a domicilio, el personal de enfermería
evalúa la incisión quirúrgica del paciente, su estado respiratorio y car-
diovascular, la eficacia de la analgesia, el estado de los líquidos y nutri-
mental y los avances para regresar a su estado preoperatorio, y valora
la capacidad del paciente y su familia de atender los distintos aspectos
de los cuidados en casa. El paciente y su familia reciben capacitación
sobre los signos y síntomas que deben informar al cirujano. Además,
el personal de enfermería ofrece información sobre cómo obtener los
suministros necesarios y sugiere referencias o grupos de apoyo.
Ateroesclerosis coronaria
La ateroesclerosis coronaria es la causa más frecuente de enfermedad
cardiovascular en Estados Unidos y se caracteriza por una acumu-
lación anómala de lípidos o sustancias grasas y tejido fibroso en la
pared de los vasos sanguíneos. Estas sustancias bloquean o estrechan
el vaso, reduciendo el flujo sanguíneo al miocardio. La ateroesclero-
sis consiste en una respuesta inflamatoria repetitiva a la lesión de la
pared arterial y la posterior alteración de las propiedades estructura-
les y bioquímicas de las paredes arteriales.
Factores de riesgo
Modificables
• Elevación de las concentraciones de lipoproteínas de baja densidad
y colesterol total en sangre (hiperlipidemia).
• Tabaquismo.
• Presión sanguínea.
• Hiperglucemia (diabetes).
• Síndrome metabólico, que incluye resistencia a la insulina, obesidad
central, dislipidemia, hipertensión arterial, estado proinflamatorio
(aumento de la proteína C reactiva de alta sensibilidad), estado pro-
trombótico (valores altos de fibrinógeno).
• Obesidad.
• Inactividad física.
Bronquiectasia
La bronquiectasia es una dilatación crónica e irreversible de los bron-
quios y bronquíolos y se considera un proceso patológico aparte de
la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). El resultado
es la retención de secreciones, la obstrucción y el colapso alveolar al
paso del tiempo. La bronquiectasia puede ser causada por una gama
de alteraciones, incluyendo una obstrucción o lesión difusa de las vías
respiratorias, infecciones pulmonares, obstrucción de bronquios o com-
plicaciones por infecciones pulmonares de largo plazo, trastornos gené-
ticos (p. ej., fibrosis quística), defensas anómalas en el hospedero (p. ej.,
discinesia ciliar o inmunodeficiencia humoral) y causas idiopáticas. La
bronquiectasia es por lo general localizada y afecta a un segmento o un
lóbulo de un pulmón, con mayor frecuencia en los lóbulos inferiores.
Las personas pueden estar predispuestas a tener bronquiectasias como
consecuencia de infecciones respiratorias recurrentes en la infancia tem-
prana, sarampión, influenza, tuberculosis o trastornos por inmunodefi-
ciencia. La edad promedio de muerte es de aproximadamente 55 años.
Cuadro clínico
• Tos crónica y producción de esputo purulento abundante.
• Hemoptisis y acropaquia, así como episodios recurrentes de infec-
ción pulmonar.
Exploración y diagnóstico
• Una clave para el diagnóstico definitivo es la presencia de una prolon-
gada tos productiva, con esputo negativo en forma consistente para
bacilos tuberculosos.
• El diagnóstico se establece por la dilatación bronquial observada en
la tomografía computarizada (TC).
Tratamiento médico
• Los objetivos del tratamiento son promover el drenaje bronquial
para eliminar las secreciones excesivas de la porción afectada de los
pulmones y para prevenir o controlar la infección.
• El plan de tratamiento incluye la fisioterapia torácica con percusión,
drenaje postural, expectorantes o broncoscopia para eliminar las
secreciones bronquiales.
• La terapia antimicrobiana tiene como base los estudios de sensibili-
dad del esputo.
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Para mayor información, véase capítulo 24 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cáncer
El cáncer no es un trastorno producido por una sola causa; es un
grupo diverso de enfermedades con diferentes etiologías, manifestacio-
nes, tratamientos y pronósticos. El cáncer puede afectar cualquier sis-
tema del organismo, con abordajes terapéuticos que tienen efectos en
todos los sistemas. La enfermería práctica del cáncer, conocida como
enfermería en oncología, comprende todos los grupos etarios e incluye
una gran variedad de entornos, como instituciones de cuidados inten-
sivos y ambulatorios, de rehabilitación, el hogar e instalaciones de
internamiento a largo plazo.
El personal de enfermería debe identificar su propia percepción
sobre el cáncer para lograr metas realistas en la atención de los pacien-
tes afectados, pues por lo general todavía se asocia al cáncer con dolor y
muerte. Además, el personal de enfermería que atiende a personas con
cáncer debe estar preparado para apoyar a los pacientes y a sus familias
en una amplia gama de retos físicos, emocionales, sociales, culturales,
financieros y espirituales.
Epidemiología
El cáncer ocupa el segundo lugar, después de la enfermedad car-
diovascular, como causa de muerte en Estados Unidos, con más de
1,5 millones de casos de cáncer diagnosticados en 2011. Las principa-
les causas de muerte por cáncer en aquel país, en orden de frecuencia
y de localización, son: pulmonar, prostático y colorrectal en varones; y
pulmonar, mamario y colorrectal en mujeres. Por lo general, el cáncer
tiene lugar en personas mayores de 65 años, con mayor incidencia
en los hombres que en las mujeres, y en los países industrializados
respecto de los no industrializados.
Las tasas globales de mortalidad por cáncer han disminuido; sin
embargo, en los varones afroamericanos siguen siendo sustancialmente
más altas que en los caucásicos y dos veces más que en los hispanos.
Las disparidades en términos de respuesta al tratamiento, morbilidad
y mortalidad están asociadas con el paciente, el médico y factores del
sistema, como actitudes, conocimientos, creencias culturales, aspectos
socioeconómicos, niveles de capacitación, cobertura de seguro, opcio-
nes de estilo de vida (p. ej., tabaquismo), errores conceptuales, habili-
dades de comunicación y otros factores epidemiológicos que existen en
la comunidad y el sistema de salud.
89
Exploración y diagnóstico
Los estudios para detectar el cáncer temprano por lo general se enfo-
can en los tipos que registran mayor incidencia o que han mejorado las C
tasas de supervivencia cuando se diagnostican a tiempo. Ejemplos de
estos tipos de cáncer incluyen el mamario, colorrectal, cervical, endo-
metrial, testicular, cutáneo y bucofaríngeo. Los pacientes con sospecha
de cáncer son objeto de pruebas exhaustivas para:
• Determinar la presencia y extensión de los tumores.
• Identificar la posible propagación (metástasis) de la enfermedad o
invasión de otros tejidos del organismo.
• Valorar la función de los órganos y los sistemas del cuerpo implica-
dos y no implicados.
• Obtener biopsias de tejido y células para su análisis, incluyendo la
valoración del estadio y el grado tumoral.
Las pruebas de diagnóstico pueden incluir identificación de mar-
cadores tumorales, pruebas genéticas, estudios imagenológicos (mamo-
grafía, resonancia magnética (RM), tomografía computarizada (TC),
fluoroscopio, ecografía, endoscopia, imágenes de medicina nuclear,
tomografía por emisión de positrones (PET, de positron emission tomo-
graphy), fusión PET, radioinmunoconjugados) y biopsia.
Gradación
Significa determinar el grado patológico de las células tumorales. Los
sistemas de gradación tienen el propósito de definir el tipo de tejido
en el que se originó el tumor y el grado en el que las células tumorales
conservan las características funcionales e histológicas de origen. Las
muestras de células que se utilizarán para establecer el grado de un
tumor pueden obtenerse de desechos de tejido, líquidos corporales,
secreciones, lavados, biopsia o extirpación quirúrgica. Esta informa-
ción ayuda a los médicos a predecir el comportamiento y el pronós-
tico de varios tumores. El grado del tumor se asigna según un valor
numérico que va de I (bien diferenciado) hasta IV (poco diferenciado
o indiferenciado).
Tratamiento médico
Entre los diversos objetivos terapéuticos se puede incluir la extirpación
completa de la neoplasia y las metástasis (curación), la prolongación
del tiempo de supervivencia y la contención del crecimiento de las
células malignas (control), o el alivio de los síntomas asociados con
la enfermedad (paliación). Los abordajes terapéuticos inician después
de que se han realizado el diagnóstico, la estadificación y la gradación
del cáncer. Entre las opciones terapéuticas se incluyen las siguientes:
• La cirugía (p. ej., extirpación local o extendida, cirugía endoscópica
asistida por video incluyendo el uso de robótica, electrocirugía, crio-
cirugía, quimiocirugía o cirugía láser) puede ser el método terapéu-
tico principal y también profiláctico, paliativo o reconstructivo. El
objetivo de la cirugía es la extirpación del tumor completo o de la
mayor parte posible.
Atención de enfermería
Mantener la integridad del tejido
Algunas de las alteraciones más frecuentes de la integridad del tejido
incluyen estomatitis, reacciones cutáneas y tisulares a la radioterapia,
toxicidades cutáneas asociadas con la terapia dirigida, alopecia y lesio-
nes cutáneas metastásicas secundarias.
Tratamiento de la mucositis y la estomatitis
• Evaluar la cavidad bucal diariamente e instruir al paciente que
informe de cambios de sensibilidad, eritema leve, edema, ulceracio-
nes dolorosas y sangrado.
• Valorar los factores de riesgo y enfermedades asociadas con la esto-
matitis, que incluyen mala higiene bucal, debilidad general, tras-
tornos dentales existentes, radiación previa de la región de cabeza
y cuello, deterioro de la función de las glándulas salivales, uso de
otros medicamentos que secan las membranas mucosas, mielo-
supresión, edad avanzada, tabaquismo, quimioterapia estomato-
tóxica anterior, disminución de la función renal y alteración del
estado de nutrición.
• Indicar al paciente que utilice enjuagues bucales de solución salina
normal y un cepillo de dientes suave o un cotonete dental, retirar la
prótesis dental excepto durante las comidas (vigilar que ésta ajuste
bien), aplicar lubricante hidrosoluble de labios y llevar una dieta
líquida o blanda. Aconsejar al paciente que evite irritantes, enjua-
gues bucales comerciales y alimentos condimentados o difíciles de
masticar y muy calientes o fríos, así como las bebidas alcohólicas y
el tabaco.
• Ayudar al paciente a minimizar el malestar utilizando un anestésico
tópico o analgésicos sistémicos prescritos, y realizar un cuidado
bucal adecuado.
Radioterapia
• Explicar y anticipar las preguntas sobre el procedimiento, equipo,
duración y la posibilidad de inmovilizar al paciente durante la
radioterapia, así como la posible ausencia de sensibilidad, incluso al
dolor, durante el tratamiento.
• Apoyar al paciente y a su familia para hablar de sus temores sobre los
efectos de la radiación en otras personas, el tumor y en los órganos
y tejidos sanos.
• Evaluar la piel y la mucosa bucofaríngea, el estado nutricio y el bien-
estar general del paciente.
• Explicar al paciente que los síntomas sistémicos (p. ej., debilidad,
fatiga) son resultado del tratamiento y que en la mayoría de los casos
no reflejan deterioro ni progresión de la enfermedad.
• Si se utiliza un implante radiactivo, informar al paciente sobre las
restricciones impuestas a los visitantes y al personal de salud, sobre
otras medidas para el manejo de la radiación, así como lo que el
paciente debe hacer antes, durante y después del procedimiento.
• Mantener al paciente guardando reposo en cama con un dispositivo
intracavitario. Utilizar la maniobra de rodamiento para cambiar de
posición al paciente sin desplazar dicho dispositivo. Proporcionar
una dieta baja en residuos y administrar antidiarreicos para evitar
las deposiciones durante la terapia para que los radioisótopos no
sean eliminados. Mantener una sonda urinaria a permanencia para
asegurar el vaciamiento de la vejiga.
• Auxiliar al paciente débil o cansado con las actividades de higiene
personal y de la vida diaria, incluyendo la higiene bucal suave para
eliminar residuos, prevenir la irritación y promover la curación en
caso de lesiones.
• Seguir las instrucciones proporcionadas por el personal de seguri-
dad radiológica del departamento de radiología, las cuales especifi-
can el tiempo máximo que un médico puede pasar con seguridad
en la habitación del paciente, el equipo de protección que ha de
utilizarse, y las acciones a tomar si el implante se disloca, así como
sobre precauciones especiales. Explicar al paciente el fundamento
de estas medidas.
Quimioterapia
• Evaluar los resultados físicos y de laboratorio de los índices metabó-
licos; los sistemas hemático, hepático, renal, cardiovascular, neural
y pulmonar son críticos para la evaluación de la respuesta del orga-
nismo a la quimioterapia.
• Valorar con frecuencia el estado nutricio y el equilibrio de líquidos
y electrolitos del paciente. Utilizar formas creativas para alentar la
ingestión adecuada de líquidos y alimentos.
• Debido al aumento del riesgo de anemia, infección y trastornos
hemorrágicos, la evaluación y atención del personal de enfermería se
centra en identificar y modificar los factores que aumentan aún más
el riesgo y en la vigilancia de variaciones en la biometría hemática.
• Utilizar técnica aséptica y de manera delicada para prevenir infeccio-
nes y traumatismos.
• Informar al paciente y a su familia sobre la medicación prescrita
para su administración antes de presentarse en el servicio de infu-
sión, para reconocer e informar signos y síntomas una vez que la
infusión ha comenzado y los que pueden presentarse en el hogar
y que ameritan la administración de medicamentos o el traslado al
servicio de urgencias.
• Seleccionar de manera cuidadosa las venas periféricas y realizar la
venopunción administrando lentamente los medicamentos. Vigilar
si se presentan signos o datos de extravasación durante la admi-
nistración del medicamento (p. ej., que la sangre no regrese por el
catéter i.v.; resistencia al flujo de la solución i.v.; o ardor o dolor,
hinchazón o enrojecimiento en el sitio de punción).
Hipertermia
• Explicar al paciente y a su familia sobre el procedimiento, sus objeti-
vos y efectos.
• Valorar al paciente para reducir la incidencia y gravedad de los
C
efectos secundarios, que incluyen quemaduras, fatiga, hipotensión,
neuropatías periféricas, tromboflebitis, náuseas, vómitos, diarrea y
desequilibrios electrolíticos.
• Proporcionar cuidado local de la piel en el sitio de implante de las
sondas hipertérmicas.
Terapias biológicas dirigidas
• Las terapias biológicas dirigidas incluyen modificadores de la res-
puesta biológica, anticuerpos monoclonales, factores de crecimiento
y terapias genéticas.
• Evaluar la necesidad de capacitación, apoyo y orientación para
el paciente y la familia (a menudo las mismas necesidades que los
pacientes con otros enfoques terapéuticos, pero los pacientes pueden
percibir a los modificadores de la respuesta biológica como una última
oportunidad cuando no han respondido a los tratamientos estándar).
• Monitorizar los efectos terapéuticos y adversos (p. ej., fiebre, mialgia,
náuseas y vómitos, observados con el interferón, o reacciones de
hipersensibilidad leves a graves causadas por infusiones de anticuer-
pos monoclonales) y los efectos secundarios letales (p. ej., síndrome
de fuga capilar, edema pulmonar e hipotensión).
• Capacitar al paciente sobre el autocuidado, incluyendo medicamen-
tos orales autoadministrados, y los síntomas de toxicidad grave de la
dosis como exantema papulopustuloso, prurito, cambios ungueales
purulentos, fisuras ungueales y descamación cutánea.
• Promover la comodidad y mejorar la calidad de vida del paciente con
la esperanza de maximizar el cumplimiento del tratamiento, evitando
retrasos o interrupciones. Capacitar a los pacientes y a sus familiares,
según la necesidad, acerca de cómo administrar los modificadores de
la respuesta biológica a través de inyecciones subcutáneas.
• Proporcionar instrucciones acerca de los efectos secundarios e iden-
tificar estrategias para el manejo por parte del paciente y la familia
de muchos de los efectos secundarios frecuentes de la terapia de
modificadores de la respuesta biológica (p. ej., fatiga, anorexia, sín-
tomas de gripe).
• Generar las condiciones para que el personal de enfermería de aten-
ción a domicilio vigile las respuestas del paciente al tratamiento y
proporcione capacitación y atención continuas.
• Capacitar a pacientes y familiares sobre la monitorización del cáncer
y el uso de vacunas profilácticas y terapéuticas.
Para mayor información, véase capítulo 16 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cuadro clínico
• Cambios en los hábitos intestinales (síntoma de presentación más
frecuente); presencia de sangre en las heces (segundo síntoma de
mayor frecuencia).
• Anemia, anorexia, pérdida de peso y fatiga sin explicación.
• Lesiones del lado derecho posiblemente acompañadas por dolor
abdominal sordo y melena (heces negras alquitranadas).
• Lesiones del lado izquierdo asociadas con obstrucción (dolor abdo-
minal y calambres, estrechamiento de heces, estreñimiento y disten-
sión) y presencia de sangre roja brillante en las heces.
• Lesiones rectales asociadas con tenesmo (esfuerzo doloroso e inefi-
caz en la excreción de las heces), dolor rectal, sensación de evacua-
ción incompleta al terminar de defecar, estreñimiento y diarrea alter-
nados, heces sanguinolentas.
• Signos de complicaciones: obstrucción intestinal parcial o completa,
extensión del tumor y ulceración en los vasos sanguíneos circundan-
tes (perforación, formación de abscesos, peritonitis, sepsis o shock).
• En muchos casos, el paciente no presenta síntomas hasta que el cán-
cer colorrectal alcanza una etapa avanzada.
Exploración y diagnóstico
• Se realiza examen abdominal y rectal; prueba de sangre oculta en
heces; enema de bario de doble contraste; proctosigmoidoscopia;
y colonoscopia, biopsia o frotis de citología.
• El antígeno carcinoembrionario es un marcador tumoral para
evaluar la progresión o recurrencia del cáncer gastrointestinal;
los valores del antígeno carcinoembrionario deben volver a la
PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
PREPARAR AL PACIENTE PARA CIRUGÍA
• Preparar físicamente al paciente para cirugía (dieta alta en calorías,
proteínas e hidratos de carbono y baja en residuos, dieta líquida
total o de líquidos claros 24-48 h antes de la cirugía o nutrición
parenteral, según prescripción médica).
• Administrar antibióticos, laxantes, enemas o irrigaciones colónicas
según prescripción médica.
• Realizar el balance de los ingresos y egresos, incluyendo vómitos,
salidas por la sonda nasogástrica y soluciones i.v.; evaluar los
electrolitos.
• Observar en busca de signos de hipovolemia (p. ej., taquicardia,
hipotensión, volumen disminuido del pulso); vigilar el estado de
hidratación (p. ej., turgencia de la piel, membranas mucosas).
• Vigilar la aparición de signos de obstrucción o perforación (distensión
abdominal, pérdida de ruidos intestinales, dolor o rigidez).
• Reforzar y complementar en la etapa postoperatoria los conocimien-
tos del paciente sobre el diagnóstico, el pronóstico, la intervención
ATENCIÓN POSTOPERATORIA
• El cuidado de los pacientes sometidos a resección del colon o intesti-
no grueso es similar al cuidado de enfermería para cualquier pacien-
te de cirugía abdominal, incluyendo el manejo del dolor durante el
postoperatorio inmediato.
• Monitorizar posibles complicaciones.
• Evaluar y documentar la reanudación del peristaltismo y las caracte-
rísticas iniciales de las heces.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Consume una dieta saludable y es capaz de mantener el equilibrio C
de líquidos.
• Experimenta menos ansiedad.
• Adquiere información sobre el diagnóstico, el procedimiento qui-
rúrgico, la preparación preoperatoria y los cuidados personales des-
pués del alta hospitalaria.
• Mantiene limpios la incisión, el estoma y la herida perineal.
• Expresa sentimientos y preocupaciones en relación con su propia
persona.
• Se recupera sin complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 38 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
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PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
CONTROLAR LA ANSIEDAD
• Determinar la forma en que esta experiencia afecta a la paciente y
permitirle expresar sus sentimientos e identificar fortalezas.
• Explicar todos los procedimientos y preparaciones preoperatorios y
postoperatorios, así como del período de recuperación.
Cáncer de endometrio
El cáncer de endometrio (fondo o cuerpo) es el cuarto cáncer más
frecuente en las mujeres, con más de 42 100 nuevos casos de cáncer
uterino diagnosticados cada año. La enfermedad tiene lugar con el
doble de frecuencia en las mujeres caucásicas que en las afroamerica-
nas; sin embargo, las últimas tienen un pronóstico menos favorable.
La exposición acumulativa a los estrógenos (sin el uso de progesterona)
es considerada el principal factor de riesgo. Otros factores de riesgo
Cáncer de esófago
El carcinoma de esófago es por lo general de tipo epidermoide de
células escamosas; la incidencia del adenocarcinoma de esófago
C
está aumentando en Estados Unidos. Las células tumorales pueden
comprometer la mucosa y las capas musculares del esófago y son
capaces de propagarse a los vasos linfáticos; en fases posteriores,
pueden obstruir el esófago, perforar el mediastino o erosionar los
grandes vasos.
Factores de riesgo
• Sexo (masculino).
• Raza (afroamericanos).
• Edad (mayor riesgo en la quinta década de la vida).
• Ubicación geográfica (mucho mayor incidencia en China y el norte
de Irán).
• Irritación crónica del esófago.
• Consumo de alcohol y tabaco.
• Enfermedad de reflujo gastroesofágico (ERGE).
• Otros posibles factores: la ingestión crónica de líquidos o alimentos
calientes, deficiencias nutricias, mala higiene bucal y exposición a
nitrosaminas en el entorno o los alimentos.
Cuadro clínico
• Presentación habitual: lesión ulcerada avanzada del esófago.
• Presencia de disfagia, primero con alimentos sólidos y luego líquidos.
• Sensación de una masa en la garganta y dolor al deglutir.
• Dolor o plenitud subesternal; regurgitación de alimentos no digeridos
con halitosis e hipos más adelante.
• Hemorragia; pérdida progresiva de peso y debilidad producidas por
una nutrición inadecuada.
Exploración y diagnóstico
La esofagogastroduodenoscopia (EGD) con biopsia y cepillados
confirma el diagnóstico con frecuencia. Otros estudios incluyen tomo-
grafía computarizada de tórax y abdomen, tomografía por emisión de
positrones, ecografía endoscópica y laparoscopia exploratoria.
Tratamiento médico
El tratamiento del cáncer de esófago se dirige hacia la curación si se
encuentra el cáncer en etapa temprana; en las últimas etapas, el obje-
tivo terapéutico es paliativo. Cada paciente es abordado de manera
personalizada para su bienestar.
• Cirugía (p. ej., esofagectomía), radiación, quimioterapia o una
combinación de estas modalidades, dependiendo de la extensión
de la enfermedad.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Ansiedad relacionada con la enfermedad y el tratamiento.
• Nutrición desequilibrada, menor a los requerimientos del organis-
mo, asociada con saciedad precoz o anorexia.
• Dolor vinculado con la masa tumoral.
• Duelo relacionado con el diagnóstico de cáncer.
• Conocimientos insuficientes sobre las actividades de autocuidado.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos para el paciente pueden incluir reducción de
la ansiedad, una nutrición óptima, alivio del dolor, afrontamiento del
diagnóstico y cambios previstos en el estilo de vida.
Intervenciones de enfermería
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Proporcionar un ambiente relajado y no intimidante (ayudar al pa-
ciente a expresar sus temores, preocupaciones y sentimientos de ira).
• Alentar a la familia o personas importantes en sus esfuerzos por apo-
yar al paciente, dando confianza y medidas de afrontamiento positivo.
• Asesorar sobre los procedimientos y tratamientos.
ALIVIAR EL DOLOR
• Administrar los analgésicos prescritos (infusión continua de una
bomba de analgesia con opiáceos o controlada por el paciente).
• Evaluar la frecuencia, intensidad y duración del dolor para deter-
C
minar la eficacia del analgésico.
• Trabajar con el paciente para ayudar a manejar el dolor sugiriendo
métodos no farmacológicos para aliviarlo, como la visualización,
las distracciones, los cambios de posición, los ejercicios de relaja-
ción (utilizando grabaciones), los masajes de espalda y los períodos
de descanso y relajación.
PRESTAR APOYO PSICOSOCIAL
• Ayudar a los pacientes a expresar sus temores, preocupaciones y sen-
timientos de duelo sobre el diagnóstico.
• Dar respuesta a las preguntas del paciente con honestidad.
• Alentar al paciente a participar en las decisiones terapéuticas y en las
actividades de autocuidado, de ser posible.
• Apoyar al paciente durante su período de negación y dar el tiempo
necesario para la aceptación del diagnóstico.
• Ofrecer apoyo emocional e involucrar a los miembros de la familia y
a otras personas siempre que sea posible; asegurar que las respuestas
emocionales sean adecuadas y las que cabría esperar.
• Ser conscientes de los cambios de humor y los mecanismos de defen-
sa (negación, racionalización, desplazamiento, regresión) que podrá
tener el paciente.
• Prestar servicios profesionales según la necesidad (p. ej., servicios re-
ligiosos, especialistas en enfermería clínica psiquiátrica, psicólogos,
trabajadores sociales, tanatólogos y psiquiatras).
• Brindar asistencia para la toma de decisiones sobre los cuidados en
etapa terminal y hacer las gestiones correspondientes.
PROMOCIÓN DEL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Véase “Atención de enfermería” en el artículo Cáncer para mayor in-
formación.
Cáncer de hígado
Los tumores hepáticos pueden ser malignos o benignos. Los benignos
eran infrecuentes hasta que los anticonceptivos orales se volvieron
C
de uso generalizado. Ahora los tumores hepáticos benignos como los
adenomas hepáticos se observan con mayor frecuencia en las mujeres
en edad reproductiva y que toman anticonceptivos orales. Existen
algunos tipos de cáncer que se originan en el hígado. Los principales
tumores de hígado por lo general se asocian con hepatopatía crónica,
hepatitis B y C y cirrosis. El carcinoma hepatocelular (CHC), el tipo
más frecuente de tumor primario del hígado, por lo general no puede
ser resecado debido a un crecimiento rápido y sus metástasis a otros
sitios. Otros tipos incluyen el carcinoma colangiocelular y el combi-
nado de carcinoma hepatocelular y colangiocelular. Si se detecta de
manera temprana, la resección aún puede ser posible; sin embargo, la
detección temprana es poco probable.
Entre los factores que se han mencionado como causa del car-
cinoma hepatocelular se encuentran la cirrosis, la infección crónica
con hepatitis B y C y la exposición a ciertas toxinas químicas. El con-
sumo de tabaco, especialmente cuando se combina con el consumo
de alcohol, también ha sido identificado como un factor de riesgo.
Existen otras sustancias que se han implicado son las aflatoxinas y
otros mohos tóxicos semejantes que pueden contaminar alimentos
como nueces y cereales, y que pueden actuar como cofactores carci-
nógenos con la hepatitis B. Las metástasis provenientes de otros sitios
primarios, especialmente del sistema digestivo, mama y pulmón, se
encuentran en el hígado 2,5 veces más frecuentemente que los tumo-
res debidos a cánceres primarios de hígado.
Cuadro clínico
• Entre los primeros síntomas se incluyen dolor (dolor sordo en hipo-
condrio derecho, epigastrio o espalda), pérdida de peso, pérdida de
fuerza, anorexia y anemia.
• Hepatomegalia y superficie irregular que se detectan mediante
palpación.
• Hay ictericia sólo si se ocluyen los conductos biliares más grandes.
• Ascitis si los nodos obstruyen las venas portales o si el tejido tumoral
se siembra en la cavidad peritoneal.
Exploración y diagnóstico
El diagnóstico se hace sobre la base de los signos y síntomas clínicos,
antecedentes, exploración física y resultados de estudios de laboratorio
y rayos X, estudios de tomografía por emisión de positrones (PET, de
positron emission tomography), pruebas hepáticas, tomografía compu-
tarizada, ecografía, resonancia magnética, arteriografía, laparoscopia
Cáncer de laringe
El cáncer de laringe representa aproximadamente la mitad de todos
los cánceres de cabeza y cuello. Casi todos los tumores malignos
de la laringe provienen del epitelio superficial y se clasifican como
carcinomas de células escamosas. Los factores de riesgo incluyen sexo
masculino, edad de 65 años o mayor, consumo de tabaco (aunque
no lo fume) y alcohol, esfuerzo vocal, laringitis crónica, exposición
ocupacional a carcinógenos, deficiencias nutricias (riboflavina) y
predisposición familiar.
Cuadro clínico
• Ronquera de más de 2 semanas de duración, de aparición temprana
en el cáncer del área glótica; voz áspera, ronca, grave.
• Tos persistente; dolor y ardor en la garganta al beber líquidos calien-
tes o jugos o zumos cítricos.
• Sensación terrosa en el cuello.
• Síntomas tardíos: disfagia, disnea, obstrucción o secreción nasal uni-
lateral, ronquera persistente o ulceración y aliento fétido.
• Nodos cervicales agrandados, pérdida involuntaria de peso, debili-
dad general y dolor que se irradia al oído con posible metástasis.
Exploración y diagnóstico
• Realizar la historia clínica completa con el propósito de identificar
los factores de riesgo, los antecedentes familiares y los problemas
médicos subyacentes.
C
• Exploración física de cabeza y cuello.
• Laringoscopia indirecta.
• Endoscopia convencional y virtual, esofagografía con bario, image-
nología óptica, tomografía computarizada, resonancia magnética
(evaluar el estadio del tumor, adenopatías regionales y compromiso
de tejidos blandos) y una tomografía por emisión de positrones (para
detectar recurrencias del tumor después del tratamiento).
• Exploración laringoscópica directa bajo anestesia local o general.
• Biopsia por aspiración con aguja fina del tejido bajo sospecha.
Tratamiento médico
• Los objetivos terapéuticos del cáncer laríngeo incluyen curación,
conservación de una deglución eficaz y segura, preservación de la
voz y evitar la traqueostomía permanente.
• Las opciones de tratamiento incluyen cirugía, radioterapia y qui-
miorradiación adyuvante o combinaciones de estas alternativas.
• Antes de empezar el tratamiento, se lleva a cabo un examen dental
completo para descartar la presencia de enfermedades bucales. Los
problemas dentales deben resolverse antes de la cirugía y después
de realizada la radioterapia.
• La radioterapia proporciona resultados excelentes en los tumores
de la glotis en etapa temprana y en lesiones sin afectación nodular,
cuando sólo haya una cuerda afectada y móvil; puede utilizarse antes
de la operación para reducir el tamaño del tumor, combinado con
la cirugía y la quimioterapia adyuvante en caso de cáncer de laringe
avanzado (etapas III y IV), o como medida paliativa.
Tratamiento quirúrgico
• Los procedimientos quirúrgicos para los tumores en etapa temprana
pueden incluir la resección endoscópica láser transbucal, hemilarin-
gectomía vertical abierta clásica para tumores de glotis o laringecto-
mía supraglótica horizontal clásica.
• Otras opciones quirúrgicas incluyen las siguientes:
• Extirpación de cuerdas vocales: para tratar la displasia, hiperque-
ratosis y leucoplasia; a menudo curativa para estas lesiones.
• Cordectomía: para lesiones limitadas al tercio medio de la
cuerda vocal.
• Cirugía láser: se utiliza para el tratamiento de los casos de cáncer
glótico temprano.
• Laringectomía parcial: se recomienda en las etapas tempranas del
cáncer glótico con sólo una cuerda vocal implicada; tasa elevada
de curación.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
PROPORCIONAR CAPACITACIÓN PREOPERATORIA AL PACIENTE
• Aclarar los conceptos erróneos y dar al paciente y a sus familiares
materiales educativos (escritos y audiovisuales) acerca de la cirugía
para su revisión y refuerzo.
• Explicar al paciente que la voz natural se perderá cuando se prevea
realizar una laringectomía total.
• Indicar al paciente todo lo que se puede lograr a través del entrena-
miento en un programa de rehabilitación.
• Demostrar el uso de equipos y tratamientos que serán parte de la
atención postoperatoria.
• Enseñar ejercicios para toser y hacer respiración profunda y practi-
car con el paciente.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Evaluar la preparación psicológica del paciente y darle a éste y a su
familia la oportunidad de expresar sus sentimientos y compartir
Fisiopatología
El cáncer de mama es una entidad patológica que comienza con una
alteración genética en una sola célula y puede tomar varios años para
ser palpable. El tipo histológico más frecuente de cáncer de mama
es el carcinoma ductal por infiltración (80 % de los casos), en el
cual los tumores provienen del sistema ductal e invaden los tejidos
circundantes. El carcinoma lobular infiltrante es responsable de un
10-15 % de los casos. Estos tumores surgen del epitelio lobular y
tienen lugar habitualmente como un área de engrosamiento limitado
por la enfermedad en la mama. Los carcinomas ductales y lobulares
de infiltración por lo general se extienden a hueso, pulmón, hígado,
glándulas suprarrenales, pleura, piel o cerebro. Varios cánceres
invasores menos frecuentes, como el carcinoma medular (5 % de los
casos), el carcinoma mucinoso (3 %) y el carcinoma ductal tubular
(2 %), tienen pronósticos muy favorables. El carcinoma inflamatorio
y la enfermedad de Paget son formas menos habituales de cáncer de
mama. El carcinoma ductal in situ es una forma no invasora de cáncer
(también llamado carcinoma intraductal), pero, si no se trata, aumen-
tan las probabilidades de progresión a cáncer invasivo. No hay una
causa específica del cáncer de mama; más bien, una combinación de
eventos genéticos, hormonales y ambientales pueden contribuir a su
desarrollo. Si no se ven afectados los nodos linfáticos, el pronóstico
es mejor. La clave para mejorar las tasas de curación es el diagnóstico
precoz, antes de la metástasis.
Factores de riesgo
• El sexo (femenino) y la mayor edad son los factores principales.
• Cáncer de mama previo: aumenta de manera significativa el riesgo
de desarrollar cáncer en el mismo seno o en el otro.
• Antecedentes familiares: duplica el riesgo el tener un pariente con
cáncer de mama (madre, hermana, hija); tener dos familiares de pri-
mer grado aumenta el riesgo cinco veces.
Tratamiento médico
Existen varias opciones terapéuticas disponibles. La paciente y el
médico pueden decidir entre cirugía, radioterapia, quimioterapia,
terapia hormonal o una combinación de las anteriores.
Tratamiento quirúrgico
• La mastectomía radical modificada consiste en la extracción del
tejido mamario completo, incluyendo el complejo areola-pezón y
parte de los nodos linfáticos axilares vía la disección de los nodos
linfáticos axilares.
• La mastectomía total implica la extirpación de la mama y el complejo
areola-pezón, pero no la disección de los nodos linfáticos axilares.
• La cirugía conservadora de la mama incluye la tumorectomía, la esci-
sión amplia, la mastectomía parcial o segmentaria o la cuadrantecto-
mía, seguida por la extirpación de los nodos linfáticos para el cáncer
de mama invasor.
• La biopsia del nodo o ganglio centinela se considera como un están-
dar de atención para el tratamiento del cáncer de mama de etapa
temprana.
• Puede realizarse reconstrucción de la mama.
Radioterapia
Radioterapia de haz externo: por lo general la radiación de la mama
es completa, pero la radiación parcial (radiación sólo en el sitio de
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO PREOPERATORIO DEL PERSONAL DE ENFERMERÍA
• Conocimiento deficiente acerca de los tratamientos previstos.
• Ansiedad asociada con el diagnóstico de cáncer.
• Miedo relacionado con tratamientos específicos y cambios en la ima-
gen corporal.
• Riesgo de un afrontamiento ineficaz (individual o familiar) del diag-
nóstico de cáncer de mama y de las opciones de tratamiento.
• Conflicto para tomar decisiones con respecto a las opciones de
tratamiento.
Cáncer de ovario
El cáncer de ovario es la causa principal de muerte por cáncer gineco-
lógico en Estados Unidos. A pesar de una exploración física cuidadosa,
a menudo los tumores ováricos son difíciles de detectar porque suelen
localizarse en la parte profunda de la pelvis. No se han determinado
factores causales definitivos, pero el embarazo y los anticonceptivos
orales parecen conferir un efecto protector. La incidencia aumenta
después de los 40 años de edad, con la frecuencia más alta en los países
industrializados; afecta a mujeres de todas las razas y orígenes étnicos.
Los antecedentes de enfermedad en familiares de primer grado, mayor
edad, menarquia temprana, menopausia tardía y obesidad pueden
aumentar el riesgo; sin embargo, la mayoría de las pacientes no mues-
tran factores de riesgo conocidos. En el 5-10 % de los casos el cáncer de
ovario es familiar, y entre éstos, la mayoría están asociados con mutacio-
nes en el gen BRCA1 (mayor frecuencia) y BRCA2 (menor frecuencia).
Fisiopatología
La mayoría de los cánceres ováricos (90 %) son de origen epitelial;
otros son tumores de células germinales y tumores estromales (10 %).
Los tumores ováricos se clasifican como benignos si no existe proli-
feración o limítrofes cuando existe proliferación pero sin invasión, y
malignos cuando hay invasión.
Cuadro clínico
• Aumento del perímetro abdominal, presión pélvica, hinchazón,
lumbalgia, estreñimiento, dolor abdominal, urgencia urinaria, indi-
gestión, flatulencias, aumento del tamaño de cintura y dolor de pier-
nas y pélvico.
• Síntomas gastrointestinales difusos sin causa conocida.
• Ovario palpable en una mujer posmenopáusica.
Exploración y diagnóstico
• No existen estudios de detección temprana; se están evaluando algu-
nos marcadores tumorales. Los exámenes pélvicos bianuales son
recomendables para las mujeres en situación de riesgo.
C
• Debe investigarse todo ovario agrandado; la exploración pélvica no
detecta el cáncer de ovario temprano, y las técnicas de imagen pélvi-
cas no siempre son definitivas.
• Algunos estudios útiles para las mujeres de alto riesgo incluyen la
ecografía transvaginal y pélvica, la resonancia magnética (RM) abdo-
minal, las radiografías de tórax y las pruebas del antígeno CA 125.
Tratamiento médico
• La extirpación quirúrgica es el tratamiento de elección.
• La fase preoperatoria puede incluir un enema de bario o colonos-
copia, serie esofagogastroduodenal, RM, ecografía, radiografía de
tórax, urografía i.v. y tomografía computarizada.
• La estadificación del tumor sigue el sistema tumor, nodos y metásta-
sis para orientar el tratamiento.
• El tratamiento probablemente implique una histerectomía abdo-
minal total con extirpación de las trompas uterinas y los ovarios
y, quizá, el epiplón (salpingooforectomía bilateral y omentectomía
bilateral); citorreducción quirúrgica del tumor; muestreo de nodos
linfáticos paraaórticos y pélvicos; biopsias diafragmáticas; biopsias
peritoneales al azar; y lavados citológicos.
• La quimioterapia utiliza una combinación de agentes del taxano y el
platino. Los tratamientos más frecuentes son paclitaxel y carboplatino.
• Algunos de los nuevos tratamientos empleados en caso de recurren-
cia son la preparación liposómica, la administración intraperitoneal
de medicamentos, las vacunas contra el cáncer, los anticuerpos
monoclonales dirigidos contra antígenos de cáncer, la terapia génica
y los tratamientos antiangiogénicos.
Atención de enfermería
• Aplicar cuidados de enfermería, incluyendo los tratamientos rela-
cionados con cirugía, radiación, quimioterapia y paliación. Véase
“Atención de enfermería” en el artículo Cáncer y el artículo Atención
perioperatoria de enfermería en la sección A.
• Controlar las complicaciones de la terapia y la cirugía abdominal;
informar las complicaciones al médico.
• Determinar las necesidades emocionales de la paciente, incluyendo
el deseo de maternidad. Brindar apoyo emocional, ofreciendo con-
suelo y mostrando atención y cuidado. Permitir que la paciente
exprese sus sentimientos sobre la enfermedad y el riesgo de muerte.
Para mayor información, véase capítulo 47 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Factores de riesgo
Se desconoce la causa del melanoma maligno, pero hay fuertes sos-
pechas sobre el papel de los rayos ultravioleta. Los factores de riesgo
incluyen los siguientes:
• Piel clara o pecosa, ojos azules, cabello rubio.
• Origen celta o escandinavo.
• Tendencia a quemarse y no a broncearse; antecedentes importantes
de quemaduras solares intensas.
• Exposición ambiental a la luz solar intensa (adultos mayores que se
retiran al suroeste de los Estados Unidos y a países cerca del Ecuador).
• Antecedentes familiares o personales de melanoma, ausencia de
un gen en el cromosoma 9P, así como la presencia de nevos congé-
nitos gigantes.
• Síndrome del nevo displásico.
Cuadro clínico
Melanoma de extensión superficial
• La forma más frecuente; por lo general afecta a personas de mediana
edad; tiene lugar más frecuentemente en el tronco y en las extremi-
dades inferiores.
• Lesiones circulares con bordes irregulares.
• Los bordes de la lesión son planos o elevados y palpables.
• Puede aparecer en una combinación de colores, con matices
de bronceado, marrón y negro mezclado con gris, azul y negro o
blanco; a veces un color rosado opaco en una pequeña área dentro
de la lesión.
Melanoma lentigo maligno
• Lesión pigmentada de evolución lenta.
• Tiene lugar en áreas expuestas de la piel: mano, cabeza y cuello de
personas mayores.
• Aparece por primera vez como una lesión plana, bronceada, que con
el tiempo sufre cambios de tamaño y color.
Tratamiento quirúrgico
• La supresión quirúrgica es el tratamiento de elección para las lesio-
nes superficiales pequeñas.
• Las lesiones más profundas requieren supresión local amplia e
injerto de piel.
• Puede realizarse una disección de nodos linfáticos regionales para
descartar metástasis, aunque los nuevos abordajes contemplan la
biopsia del nodo o ganglio centinela para evitar los problemas de
la resección nodular extensa.
• Se pueden llevar a cabo la citorreducción quirúrgica del tumor u
otros procedimientos paliativos.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Planificación y objetivos
Los principales objetivos para el paciente pueden incluir alivio del
dolor y el malestar, reducción de la ansiedad y la depresión, mayor
conocimiento de los signos tempranos del melanoma y ausencia de
complicaciones.
Intervenciones de enfermería
ALIVIAR EL DOLOR Y EL MALESTAR
Promover la comodidad y anticipar la necesidad de administrar los
analgésicos apropiados.
REDUCIR LA ANSIEDAD Y LA DEPRESIÓN
• Proporcionar apoyo y alentar al paciente a expresar sus sentimientos
(p. ej., ansiedad, depresión).
• Mostrar comprensión de sus sentimientos.
• Responder preguntas y aclarar la información durante el protocolo
diagnóstico y la estadificación del tumor.
Cáncer de próstata
El cáncer de próstata es el más frecuente en los varones (a excepción
del cáncer de piel no melanómico) y es la segunda causa de muerte
C
más común por cáncer en los hombres estadounidenses. Los varo-
nes afroamericanos tienen el doble de probabilidades que los de
cualquier otro grupo racial o étnico de morir de cáncer de próstata.
Los factores de riesgo incluyen el aumento de la edad (mayor de
50 años), antecedentes familiares de cáncer prostático o mutaciones
BRCA1 y BRCA2 y, posiblemente, una dieta excesiva en carnes rojas
y productos lácteos altos en grasa. Las hormonas endógenas, como
los andrógenos y los estrógenos, también pueden asociarse con el
desarrollo del cáncer de próstata. La tasa de curación con la detección
temprana es alta.
Fisiopatología
El cáncer de próstata se desarrolla cuando las tasas de división celular
exceden las del crecimiento celular, dando lugar a un crecimiento des-
controlado en la próstata. Los cánceres prostáticos son en su mayoría
(95 %) adenocarcinomas y multifocales (es decir, se originan en dife-
rentes tejidos dentro de la próstata). Estos cánceres pueden producir
invasión local o metástasis a los nodos linfáticos y huesos.
Cuadro clínico
• Por lo general el cáncer de próstata es asintomático en fase tem-
prana; de curso variable.
• Se siente un nódulo dentro del cuerpo de la glándula o un endure-
cimiento extenso en el lóbulo posterior.
• La disfunción sexual es frecuente antes del diagnóstico.
Etapa avanzada
• La lesión es dura como piedra y fija.
• Si es lo suficientemente grande como para incrustarse en el cuello
de la vejiga, se observarán síntomas obstructivos (disuria y polaquiu-
ria, retención urinaria, disminución del tamaño y fuerza del chorro
de orina).
• Presencia de sangre en la orina o el semen y eyaculación dolorosa.
• Los síntomas de la metástasis incluyen lumbalgia, dolor en la cadera,
malestar perineal y rectal, anemia, pérdida de peso, debilidad, náu-
seas, oliguria y fracturas patológicas espontáneas; la hematuria
puede resultar de la invasión uretral o de la vejiga.
Exploración y diagnóstico
• El tacto rectal (realizado preferiblemente por el mismo médico) y
la concentración del antígeno prostático específico se utilizan para la
exploración diagnóstica.
Radioterapia
• La teleterapia (radioterapia de haz externo [RTHE]) es una opción
de tratamiento para los pacientes con cáncer de próstata de bajo
riesgo. Se está evaluando un sistema de radiocirugía robótica con-
trolada por sistemas informáticos en ensayos clínicos para el cáncer
de próstata.
Terapia hormonal
• La terapia de privación de andrógenos se lleva a cabo ya sea
mediante castración quirúrgica (orquiectomía bilateral, extirpación
de los testículos) o mediante castración médica con la administra-
ción de fármacos como los agonistas de la hormona liberadora de
la lutropina u hormona luteinizante (LHRH) (lueprolida y gosere-
lina). Se pueden añadir los antagonistas de los receptores antian-
drógenos, como la flutamida, la bicalutamida y la nilutamida.
• El hipogonadismo es responsable de los efectos adversos de la tera-
pia de privación de andrógenos, que incluyen eritema vasomotor,
pérdida de la libido, disminución de la densidad ósea (osteoporosis
y fracturas resultantes), anemia, fatiga, aumento de masa grasa, alte-
raciones de lípidos, disminución de la masa muscular, ginecomastia
(aumento de tejido mamario), mastodinia (sensibilidad de la mama
y el pezón), aumento del riesgo de diabetes, síndrome metabólico y
enfermedad cardiovascular.
Otras terapias
• Quimioterapia (regímenes basados en docetaxel).
• Criocirugía para aquéllos que físicamente no pueden tolerar la ciru-
gía o para las recurrencias.
• Resección transuretral de la próstata repetida con el propósito de
mantener la uretra permeable; drenaje del catéter suprapúbico o
transuretral cuando sea improcedente la resección transuretral de
la próstata.
• Medicamentos opiáceos o no opiáceos para controlar el dolor por la
metástasis a hueso.
• Transfusiones de sangre para mantener la concentración de hemoglo-
bina adecuada.
PROCESO DE ENFERMERÍA
El paciente objeto de una prostatectomía
Exploración
• Obtener una anamnesis completa, con énfasis en la función uri-
naria y el efecto del problema subyacente en el estilo de vida del
paciente.
• Considerar informes de urgencia urinaria, polaquiuria, nicturia, di-
suria, retención urinaria, hematuria o disminución de la capacidad
para iniciar la micción.
• Tener en cuenta los antecedentes familiares de cáncer, enfermedad
cardíaca o nefropatía, incluyendo hipertensión.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA PREOPERATORIO
• Ansiedad relacionada con la incapacidad de orinar.
• Dolor agudo relacionado con la distensión de la vejiga.
• Conocimiento deficiente de los factores relacionados con el proble-
ma y el protocolo de tratamiento.
DIAGNÓSTICO POSTOPERATORIO DE ENFERMERÍA
• Dolor agudo relacionado con la incisión quirúrgica, la colocación de
la sonda y los espasmos vesicales.
• Conocimiento deficiente sobre los cuidados postoperatorios.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Hemorragia y shock.
• Infección.
• Tromboembolia venosa (TEV).
• Obstrucción de la sonda.
• Desequilibrio del volumen de líquidos.
• Disfunción sexual.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos preoperatorios para el paciente pueden in-
cluir reducir la ansiedad y aprender sobre su problema prostático y la
experiencia perioperatoria. Los principales objetivos postoperatorios
Cáncer de pulmón
(carcinoma broncogénico)
Las neoplasias de pulmón surgen de una sola célula epitelial transfor-
mada en las vías aéreas traqueobronquiales. La causa más frecuente
del cáncer de pulmón son los carcinógenos inhalados. Un carcinógeno
(p. ej., humo de cigarro, gas radón, otros agentes ocupacionales y
ambientales) daña la célula provocando su crecimiento anómalo y el
desarrollo de un tumor maligno. La mayoría de los cánceres de pulmón
se clasifican en dos categorías principales: cáncer de pulmón microcí-
tico (CPM; 10-20 % de los tumores) y cáncer de pulmón no microcítico
(CPNM; aproximadamente 85-90 % de los tumores). Los tipos celula-
res del CPNM incluyen el carcinoma de células escamosas (25-30 %),
Cuadro clínico
• El cáncer de pulmón a menudo se desarrolla de forma insidiosa y es
asintomático hasta etapas tardías de su evolución.
• Los signos y síntomas dependen de la localización, tamaño, grado de
obstrucción y existencia de metástasis en el área o sitios distantes.
• El síntoma más frecuente es la tos o el cambio a una tos crónica.
Exploración y diagnóstico
• Evaluar los antecedentes de tabaquismo (pasado y actual) y la presen-
cia de factores de riesgo relevantes.
• Realizar radiografía de tórax, tomografía computarizada, gammagra-
fía ósea, exploración abdominal, resonancia magnética o tomografía
por emisión de positrones (PET, de positron emission tomography) y
ecografía hepática.
• Llevar a cabo exámenes de esputo, fibrobroncoscopia, aspiración
transtorácica con aguja fina, endoscopia con ecografía esofágica,
mediastinoscopia o mediastinotomía y biopsia mediante ecografía
endobronquial.
• Realizar pruebas de función pulmonar, gasometría arterial, exáme-
nes de ventilación-perfusión y pruebas de esfuerzo.
• La estadificación del tumor hace referencia al tamaño del tumor, su
ubicación, si están implicados los nodos linfáticos y si el cáncer se
ha diseminado (véase “Estadificación y gradación del tumor” en el
artículo Cáncer si requiere información adicional).
Tratamiento médico
Véase “Tratamiento médico” en el artículo Cáncer si requiere mayor
información.
• El objetivo terapéutico consiste en proporcionar una cura en la
medida de lo posible. El tratamiento depende principalmente del
tipo de célula, el estadio de la enfermedad y el estado fisiológico
del paciente.
• El tratamiento puede implicar cirugía (preferible), radioterapia o
quimioterapia, o una combinación de éstas. Algunos tratamientos
nuevos y más específicos para modular el sistema inmunitario (p. ej.,
terapia génica, terapia con antígenos tumorales definidos o inhibido-
res del receptor del factor de crecimiento) aún son objeto de estudio y
parecen ser prometedores.
Tratamiento quirúrgico
• La cirugía es el método preferido para el tratamiento del CPNM loca-
lizado sin metástasis ante una función cardiorrespiratoria adecuada.
La tasa de curación depende del tipo y la etapa del cáncer.
Cuadro clínico
• Muchos tumores son asintomáticos y se descubren como una masa
abdominal palpable a la exploración de rutina.
• La tríada clásica, que tiene lugar en sólo el 10 % de los pacientes, es
C
una masa en el flanco, hematuria y dolor.
• El signo que por lo general llama primero la atención es la hematuria
indolora, intermitente y microscópica o continua y macroscópica.
• Dolor sordo que se produce en la parte posterior debido a la com-
presión del uréter, la extensión del tumor o una hemorragia en el
tejido renal.
• Dolores tipo cólico que producen un coágulo o masa de células
tumorales que pasa por el uréter.
• Los síntomas de metástasis pueden ser la primera manifestación del
tumor renal, incluyendo anemia, debilidad creciente y pérdida de
peso inexplicable.
Exploración y diagnóstico
• Urografía.
• Examen cistoscópico.
• Angiografías renales.
• Ecografía.
• Tomografía computarizada.
Tratamiento médico
El objetivo terapéutico consiste en detectar el tumor de manera tem-
prana y erradicar estos tumores de crecimiento lento antes de que se
produzca la metástasis.
• La nefrectomía radical constituye el tratamiento preferido, y debe
incluir la extirpación del riñón y el tumor, la glándula suprarre-
nal, la grasa circundante y la fascia de Gerota, así como los nodos
linfáticos.
• La nefrectomía laparoscópica es una alternativa para realizar la extir-
pación del riñón cuando el tumor es pequeño.
• Puede utilizarse la radioterapia, la terapia hormonal o la quimiotera-
pia con cirugía.
• La inmunoterapia puede ser útil; el trasplante alogénico de células
madre puede estar indicado si no hay respuesta a la inmunoterapia.
• La cirugía conservadora de nefronas (nefrectomía parcial) puede ser
útil para los pacientes con pequeños tumores locales o lesiones rena-
les sólidas.
• La nefroureterectomía laparoscópica puede llevarse a cabo en
pacientes que presenten carcinoma de células transicionales del con-
ducto superior.
Cáncer de testículo
El cáncer de testículo es la neoplasia maligna más frecuente en los
varones entre 15 y 35 años de edad, y el segundo lugar entre los de 35
y 39 años de edad. Es altamente tratable y por lo general curable; las
tasas de supervivencia a 5 años para todos los cánceres testiculares son
del 95 % y 99 %, respectivamente, si no se han diseminado. Los facto-
res de riesgo incluyen antecedentes personales o familiares de cáncer
testicular y testículos no descendidos (criptorquidia). Otros factores de
riesgo incluyen raza y etnicidad, así como infección por VIH y riesgos
laborales (p. ej., exposición a productos químicos).
Fisiopatología
El cáncer testicular se clasifica como germinal o no germinal (estromal).
Los tumores germinales constituyen aproximadamente el 90 % de
todos los cánceres de testículo y también pueden ser clasificados
como seminomas (crecimiento lento, permanecen localizados, habi-
tualmente entre los 30 y 40 años de edad) y tumores no seminomatosos
(de crecimiento rápido, más frecuentes). Los no seminomatosos se dis-
tinguen según el tipo de células, incluyendo coriocarcinomas (raros),
carcinomas embrionarios, teratomas y tumores de saco vitelino. Las
diferencias entre los seminomas y los tumores no seminomatosos
afectan el tratamiento y el pronóstico. Los tumores no germinales
(tumores de células de Leydig y de Sertoli) representan menos del
10 % de los casos y pueden desarrollarse en los tejidos de sostén y
productores de hormonas, así como en el estroma de los testículos.
Algunos tumores testiculares tienden a hacer metástasis temprana,
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en erradicar la enfermedad y
lograr una cura. La terapia se basa en el tipo de célula, la etapa de la
enfermedad y las tablas de clasificación de riesgo (el riesgo se deter-
mina como favorable, intermedio y malo). Se utilizan los lineamientos
de consenso de la National Comprehensive Cancer Network (NCCN)
Practice para el diagnóstico, tratamiento y seguimiento.
• Se realiza orquiectomía del testículo afectado y la disección del nodo
linfático retroperitoneal (NLRP); algunas alternativas a la disección
abierta del NLRP, que es más cruenta, incluyen la disección con
preservación del nervio y su versión laparoscópica.
• Se sugiere la utilización de un banco de esperma antes de la cirugía,
la quimioterapia o la radioterapia.
• Pueden obtenerse buenos resultados al combinar diferentes tipos de
tratamientos, incluyendo cirugía, radioterapia y quimioterapia.
Atención de enfermería
Véase “Atención de enfermería” en el artículo Cáncer si requiere mayor
información. C
• Evaluar el estado físico y psicológico del paciente y vigilar la respuesta
y los efectos posibles de la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia.
• Manejar adecuadamente las cuestiones asociadas con la imagen cor-
poral y la sexualidad.
• Alentar al paciente a mantener una actitud positiva durante la terapia.
• Fomentar la realización de estudios de seguimiento para evaluar
posibles recurrencias o efectos secundarios posteriores al trata-
miento y la autoexploración continua de los testículos (un paciente
con antecedentes de tumor testicular tiene una mayor probabilidad
de desarrollar tumores posteriores).
• Fomentar comportamientos saludables, como dejar de fumar, dieta
sana, minimización del consumo de alcohol y práctica de actividades
de detección precoz del cáncer.
Para mayor información, véase capítulo 49 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cáncer de tiroides
El cáncer de tiroides es menos frecuente que otras formas de neopla-
sia maligna, con el 80 % de los nuevos casos en pacientes menores
de 65 años de edad. Constituye el 90 % de las neoplasias endocrinas.
El tipo más habitual, el adenocarcinoma papilar, representa el 70 %
de las neoplasias del sistema endocrino; comienza en la infancia o la
vida adulta temprana, permanece localizado y finalmente se extiende
por metástasis. Cuando se presenta el adenocarcinoma papilar en
un paciente mayor, es más agresivo. Entre los factores de riesgo se
cuentan el sexo femenino y la irradiación externa de cabeza, cuello
o tórax en la infancia o la niñez. Otros tipos de cáncer de tiroides
incluyen el adenocarcinoma folicular, medular o anaplásico y el
linfoma tiroideo.
Cuadro clínico
• Las lesiones que son únicas, duras y fijas a la palpación o que están
asociadas con linfadenopatías cervicales sugieren malignidad.
• La recidiva de los nódulos o masas en el cuello y los signos de ron-
quera, disfagia o disnea son evidentes.
Cáncer de vagina
El cáncer de vagina es raro y por lo general toma varios años en
desarrollarse. El cáncer primario de vagina suele ser escamoso en su
origen. Puede haber sarcomas y melanomas malignos. Los factores
de riesgo incluyen cáncer cervical anterior, exposición en el útero a
dietilestilbestrol (DES), cáncer vaginal o vulvar anterior, radioterapia
previa, antecedentes de infección por virus del papiloma humano
(VPH), o uso de pesarios. Cualquier paciente con cáncer cervical
anterior debe examinarse regularmente para detectar la presencia
de lesiones vaginales. El uso incorrecto de pesarios vaginales ha sido
asociado con el cáncer de vagina debido a la irritación crónica que
puede producir.
Cuadro clínico
• La enfermedad por lo general es asintomática, pero en algunas oca-
siones se puede presentar un leve sangrado después de terminada la
relación sexual.
• Pueden haber sangrado espontáneo, flujo vaginal, dolor y síntomas
urinarios o rectales.
Exploración y diagnóstico
• Colposcopia para las mujeres expuestas a DES en el útero.
• Citología vaginal.
Atención de enfermería
• Fomentar el seguimiento estrecho por parte de proveer los servicios
de salud.
• Brindar apoyo emocional.
• Informar a las mujeres que han tenido cirugía reconstructiva vaginal
que el coito regular puede ser útil en la profilaxis de una posible
estenosis vaginal.
• Informar a la paciente que los lubricantes hidrosolubles son útiles
en la reducción de la dispareunia.
Para mayor información, véase capítulo 47 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cáncer de vejiga
El cáncer de la vejiga urinaria es más frecuente en las personas mayores
de 55 años; afecta a los varones más que a las mujeres (4:1) y es más
habitual en caucásicos que en afroamericanos. El consumo de tabaco
continúa siendo el factor de riesgo principal para todos los cánceres
de las vías urinarias. Las personas que fuman presentan el doble de
probabilidad de desarrollar cáncer vesical que los no fumadores.
Fisiopatología
Los tumores de la vejiga por lo general se presentan en la base del
órgano y comprometen a los orificios uretrales y el cuello vesical.
Los tumores que provienen de la próstata, el colon y el recto en los
varones y del tracto ginecológico inferior en las mujeres pueden
metastatizar a la vejiga. Los carcinomas de células transicionales y
los carcinomas in situ liberan células cancerosas reconocibles, lo cual
ayuda en el diagnóstico.
Cuadro clínico
• La hematuria visible e indolora es el síntoma más habitual.
• La infección de las vías urinarias es frecuente y produce polaquiuria
y tenesmo.
Cáncer de vulva
El cáncer primario de vulva se observa sobre todo en mujeres posme-
nopáusicas, pero está aumentando su incidencia en las mujeres
más jóvenes. La edad media para el cáncer limitado a la vulva es de
50 años; la edad promedio para el cáncer invasivo de vulva es de 70 años.
Algunos posibles factores de riesgo incluyen: tabaquismo, infección por
virus del papiloma humano (VPH), infección por VIH e inmunosupre-
sión; la irritación vulvar crónica puede aumentar el riesgo.
Fisiopatología
El carcinoma de células escamosas es responsable de la mayoría de
los principales tumores de vulva; menos frecuentes son el melanoma
maligno, el sarcoma vulvar y el cáncer de las glándulas de Bartholin.
Las lesiones intraepiteliales de vulva son preinvasoras y también se
llaman carcinoma vulvar in situ. La morbilidad con recurrencia de la
enfermedad es alta, y los patrones de recurrencia varían.
Cuadro clínico
• Los síntomas más frecuentes son el dolor y el prurito de larga dura-
ción; el prurito se produce en la mitad de las pacientes.
Exploración y diagnóstico
• Los exámenes pélvicos regulares, el Papanicoláu y la autoexploración
vulvar son útiles para la detección temprana.
• Se realiza biopsia.
Tratamiento médico
• En caso de lesiones preinvasoras (carcinoma vulvar in situ), se puede
realizar extirpación local o ablación láser, además del empleo de cre-
mas quimioterapéuticas (fluorouracilo) o criocirugía.
• Para el cáncer invasivo, puede emplearse una resección amplia o vul-
vectomía, radiación de haz externo, terapia con láser o quimioterapia.
• En caso de estar implicada un área extensa o de encontrarse avan-
zada la enfermedad, puede realizarse una vulvectomía radical con
disección inguinal bilateral; la profilaxis con antibióticos y heparina
puede continuarse postoperatoriamente; se pueden colocar medias
de compresión secuencial.
Atención de enfermería
Evaluación
• Indagar sobre los antecedentes médicos; si es el caso, discretamente
preguntar la razón del retraso en la búsqueda de atención médica.
• Determinar los hábitos de salud y el estilo de vida; evaluar la dispo-
sición para el aprendizaje.
• Valorar los factores psicosociales; ofrecer preparación preoperatoria
y apoyo psicológico.
Intervenciones preoperatorias de enfermería
Aliviar la ansiedad
• Permitir a la paciente hablar y hacer preguntas.
• Advertir a la paciente que la posibilidad de tener relaciones sexuales
es buena y que el embarazo aún resultará posible después de una
resección amplia.
• Reforzar la información sobre la cirugía y abordar las preguntas y
preocupaciones de la paciente.
Preparación de la piel para la cirugía
La preparación de la piel puede incluir la limpieza de la parte inferior
del abdomen, las zonas inguinales, los muslos superiores y la vulva
Cataratas
Las cataratas son una opacidad o turbidez del cristalino (lente) del
ojo. Más de la mitad de los estadounidenses tienen cataratas a la
edad de 80 años; las cataratas son la principal causa de ceguera en
el mundo.
Fisiopatología
Las cataratas pueden desarrollarse en uno o ambos ojos y a cualquier
edad. El consumo de tabaco, el uso prolongado de corticosteroides,
especialmente a dosis elevadas, la luz del sol y las radiaciones ionizan-
tes, la diabetes, la obesidad y las lesiones en los ojos pueden aumentar
el riesgo de presentar cataratas. Los tres tipos más frecuentes de
cataratas seniles (asociadas con la edad) se definen por su ubicación
Atención de enfermería
C
Proporcionar cuidados preoperatorios
• Brindar la atención preoperatoria habitual para los procedimientos
quirúrgicos ambulatorios, así como pruebas preoperatorias específi-
cas indicadas por la historia clínica del paciente.
• Obtener una anamnesis detallada de los medicamentos, incluyendo
el uso de α-agonistas (particularmente tamsulosina, utilizada para el
tratamiento de la hiperplasia prostática).
• Administrar gotas de dilatación antes de la cirugía.
• Capacitar al paciente sobre el uso postoperatorio de medicamen-
tos para los ojos (antibióticos, corticosteroides y antiinflamatorios
en gotas) que tendrán que ser autoadministrados para prevenir las
infecciones y la inflamación.
Proporcionar atención postoperatoria
• Ofrecer al paciente instrucciones verbales y por escrito sobre la pro-
tección de los ojos, la administración de gotas oftálmicas, el recono-
cimiento de complicaciones, las actividades que se deben evitar y
cuándo buscar atención de urgencia.
• Capacitar al paciente sobre cuándo esperar algunas molestias míni-
mas y la disponibilidad de analgésicos leves (p. ej., paracetamol),
según la necesidad.
• Revisar los medicamentos prescritos, incluyendo antibióticos, anti-
inflamatorios y corticosteroides, colirios o ungüentos.
Promoción del cuidado en casa y en la comunidad
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Capacitar al paciente sobre los cuidados postoperatorios, inclu-
yendo el uso de un parche protector en el ojo durante las primeras
24 h después de la cirugía, seguido por lentes durante el día y un
protector de ojos en la noche. Las gafas de sol son necesarias en todo
momento al estar en exteriores debido a la mayor sensibilidad de los
ojos a la luz.
• Cabe esperar una pequeña secreción en la mañana, cierto enroje-
cimiento y una sensación de picazón en el ojo operado en los pri-
meros días; se puede sugerir limpiar suavemente con una toallita
húmeda para quitar la secreción.
• Indicar al paciente que debe notificar al cirujano si se producen
luces flotantes o destellantes, una disminución de la agudeza visual,
dolor o mayor enrojecimiento.
Cefalea
La cefalea (cefalalgia) representa una de las formas más frecuentes de
dolor en los seres humanos. En realidad, es un síntoma más que una
entidad patológica, y puede ser indicador de enfermedad orgánica
(neurológica), respuesta al estrés, vasodilatación (migraña), tensión
del músculo esquelético (cefalea tensional) o una combinación de
estos factores. Una cefalea primaria es aquélla en la que no se puede
identificar una causa orgánica. Entre sus tipos se incluyen la migraña
y las cefaleas tensional y en racimos. Una cefalea secundaria es un
síntoma vinculado con causas orgánicas, como un tumor o un aneu-
risma cerebrales, hemorragia subaracnoidea, ictus, hipertensión grave,
meningitis y lesión cefálica.
Fisiopatología
Una migraña es un complejo sintomático caracterizado por crisis
periódicas y recurrentes de cefalea intensa. Los signos y síntomas de la
migraña provienen de un cerebro hiperexcitable susceptible a un fenó-
meno conocido como depresión de diseminación cortical (DDC). Se puede
describir la DDC como una onda de despolarización en la corteza
cerebral, el cerebelo y el hipocampo, cambios vasculares, inflamación y
una continuación de la estimulación de las señales dolorosas. No se ha
demostrado claramente la causa de la migraña, pero se trata principal-
Exploración y diagnóstico
• Evaluación exhaustiva de la salud, la cefalea y sus antecedentes; ante-
cedentes medicamentosos (incluyendo los preparados que se obtie-
nen sin receta y suplementos); historia familiar.
C
• Valoración de cualquier factor psicológico o riesgo de exposición
ocupacional que pudiese precipitar la cefalea.
• Exploración física de la cabeza y el cuello.
• Examen neurológico.
• Angiografía, tomografía computarizada o resonancia magnética
cerebrales, si se encuentran anomalías en el examen neurológico.
• Electromiografía (EMG) y pruebas de laboratorio (hemograma com-
pleto, electrolitos, glucosa, creatinina, velocidad de eritrosedimenta-
ción, concentraciones de glucosa y hormonas tiroideas).
Tratamiento médico
La terapéutica se divide en preventiva y abortiva (sintomática). Se utiliza
el abordaje preventivo para quienes presentan crisis frecuentes a inter-
valos regulares predecibles y los que presentan trastornos médicos que
impiden los tratamientos abortivos. Se usa el abordaje abortivo para
crisis frecuentes, con el fin de aliviar y limitar la cefalea al inicio o
mientras está en proceso.
Profilaxis
Comienza ayudando al paciente a identificar los desencadenantes que
inician la cefalea y discutiendo las estrategias para evitar la exposición
(p. ej., alcohol, nitritos, vasodilatadores e histamina). La eliminación
de estos desencadenantes ayuda a prevenir la cefalea. Para algunos
pacientes, el tratamiento médico profiláctico de la migraña implica
el uso diario de uno o más medicamentos que se cree impiden los
sucesos fisiológicos que llevan a una crisis.
Tratamiento farmacológico
• Uso diario de los medicamentos que se cree impiden la cefalea.
• Los medicamentos usados para prevenir la migraña incluyen antiepi-
lépticos (divalproato sódico, valproato, topiramato), β-bloqueantes
(metoprolol, propranolol, timolol) y triptanos (frovatriptán).
• Otros medicamentos que se prescriben para la prevención de la
migraña incluyen antidepresivos (amitripilina, venlafaxina), β-blo-
queantes adicionales (atenolol, nadolol) y triptanos (naratriptán,
zolmitriptán).
Tratamiento de una crisis aguda
La terapéutica varía mucho; se indica monitorización estrecha.
• Triptanos (considerados el tratamiento ideal de la migraña mode-
rada a intensa); sumatriptán, naratriptán, rizatriptán, zolmitriptán y
• Puede ser útil usar técnicas de disminución del estrés, como la bio-
rretroalimentación, los programas de ejercicio y la meditación.
• Recordar al paciente la importancia de seguir el régimen terapéu- C
tico prescrito, cumplir con las consultas de seguimiento y participar
en actividades de promoción de la salud y las detecciones sanitarias
recomendadas.
Cuidados continuos
La National Headache Foundation proporciona una lista de las clíni-
cas en Estados Unidos y los nombres de los médicos miembros de la
American Association for the Study of Headaches.
Para mayor información, véase capítulo 60 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cetoacidosis diabética
La cetoacidosis diabética (CAD) es una alteración metabólica que se
observa en los pacientes con diabetes de tipo 1. La deficiencia de
insulina en la diabetes causa elevaciones de la glucemia que dan como
resultado la formación de cuerpos cetónicos altamente ácidos que,
finalmente, producen acidosis.
Fisiopatología
Sin insulina, la cantidad de glucosa que ingresa a las células decrece.
Las tres principales características clínicas de la CAD son: 1) hiperglu-
cemia, por la disminución del uso de la glucosa en las células y una
mayor producción de este compuesto en el hígado; 2) deshidratación
y pérdida de electrolitos, resultado de una diuresis osmótica caracte-
rizada por poliuria, con pérdida de hasta 6,5 l de agua y hasta 400 a
500 mEq de cada uno de los electrolitos (sodio, potasio y cloro) en
24 h; 3) acidosis por fragmentación excesiva de grasa hasta ácidos gra-
sos y la producción de cuerpos cetónicos, que también son ácidos. Las
causas principales de la CAD son tres: dosis de insulina disminuida,
insuficiente o pasada por alto, enfermedades o infecciones, y como
manifestación inicial de una diabetes no diagnosticada o tratada.
Cuadro clínico
• Poliuria, polidipsia (aumento de la sed) y fatiga notoria.
• Visión borrosa, debilidad y cefalea.
• Hipotensión ortostática en los pacientes con pérdida de volumen.
• Hipotensión franca, pulso débil y rápido.
• Síntomas gastrointestinales como anorexia, náuseas y vómitos, así
como dolor abdominal (posiblemente intenso).
• Aliento a acetona (olor a frutas).
Revertir la acidosis
La acidosis de la CAD se revierte con insulina, que inhibe la frag-
mentación de grasa. Inyectar insulina (sólo la simple) a una velo-
cidad lenta continua (p. ej., 5 U/h). Cuantificar la glucemia cada
hora. Administrar soluciones i.v. con concentraciones mayores de
glucosa, como la mixta (p. ej., D5NS, D5 + NaCl al 0,45 %), cuando
las cifras de glucemia alcancen 250-300 mg/dl (13,8-16,6 mmol/l),
para evitar un descenso muy rápido en la glucemia. La solución de
insulina debe inyectarse de manera continua hasta que se pueda
reiniciar su administración subcutánea. Sin embargo, se continuará
con insulina i.v. hasta que la concentración de bicarbonato sérico
mejore y el paciente pueda comer.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Monitorizar el electrocardiograma (ECG) en busca de disritmias que
indiquen cifras anómalas de potasio.
• Valorar cada hora las constantes vitales (en especial la presión ar-
terial y el pulso), la gasometría arterial, los ruidos respiratorios y el
estado mental, y anotarlos en una hoja de registro.
• Incluir revisiones del estado neurológico como parte de la valora-
ción horaria, ya que el edema cerebral puede ser grave y a veces letal.
• Verificar la glucemia cada hora.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Riesgo de déficit de volumen relacionado con la poliuria y la des-
hidratación.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos para el paciente consisten en mantener el
equilibrio de líquidos y electrolitos, el control óptimo de la concen-
tración de glucosa en sangre, un mayor conocimiento sobre las habi-
lidades de supervivencia y el autocuidado en la diabetes, disminuir la
ansiedad y evitar las complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MANTENER EL EQUILIBRIO DE LÍQUIDOS Y ELECTROLITOS
• Cuantificar el balance de ingresos y egresos.
• Administrar las soluciones i.v. y los electrolitos prescritos; alentar la
ingestión oral cuando se permita.
• Vigilar los valores de laboratorio de los electrolitos séricos (en espe-
cial de sodio y potasio).
• Monitorizar las constantes vitales cada hora en relación con la deshi-
dratación (taquicardia, hipotensión ortostática) y hacer una valora-
ción de los ruidos respiratorios, el nivel de consciencia, la presencia
de edema y el estado cardíaco (realización de ECG para determinar
el ritmo).
AUMENTAR EL CONOCIMIENTO SOBRE EL TRATAMIENTO DE LA DIABETES
• Asegurarse cuidadosamente de que el paciente comprenda y cumpla
el plan de tratamiento de la diabetes.
• Explorar con el paciente y la familia los factores que pueden deter-
minar la aparición de la CAD.
• Si el autocuidado del paciente difiere de los identificados en el plan
preestablecido, discutir su relación con la aparición de la CAD y las
manifestaciones tempranas de este padecimiento.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Logra el equilibrio de líquidos y electrolitos.
• Muestra conocimiento acerca de la CAD.
• Disminuye la ansiedad.
• No presenta complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 41 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cirrosis hepática
La cirrosis es una enfermedad crónica caracterizada por el reemplazo
del tejido normal del hígado por una fibrosis difusa que altera la
estructura y función hepáticas. La cirrosis, o cicatrización del hígado,
se divide en tres tipos:
• Cirrosis alcohólica, habitualmente debida al alcoholismo crónico
(es el tipo más frecuente de cirrosis).
Cuadro clínico
• Cirrosis compensada: por lo general se encuentra de manera
secundaria a la exploración física de rutina; síntomas difusos como
fiebre leve intermitente, telangiectasias, eritema palmar, epistaxis
inexplicable, edema de tobillo, indigestión difusa matutina, dis-
pepsia flatulenta, dolor abdominal, esplenomegalia e hígado firme
y agrandado.
• Cirrosis descompensada: síntomas de disminución de proteínas, fac-
tores de coagulación y otras sustancias y manifestaciones de hiper-
tensión portal.
• Agrandamiento temprano del hígado (hígado graso); más adelante
en el curso de la enfermedad, hígado de tamaño disminuido por
tejido cicatricial, ascitis, ictericia, debilidad, atrofia muscular, pér-
dida de peso, continúa la fiebre leve, acropaquia con uñas blancas,
púrpura, hematomas espontáneos, epistaxis, hipotensión, vello cor-
poral escaso y atrofia gonadal.
• Obstrucción portal y ascitis: signo tardío donde se congestionan
los órganos, los cual ocasiona indigestión, función intestinal alte-
rada y ascitis.
• Infección y peritonitis: los signos clínicos pueden estar ausentes,
la peritonitis o el absceso bacteriano espontáneo requieren de una
paracentesis para su diagnóstico y pueden provocar insuficiencia
hepatorrenal.
• Varices gastrointestinales: prominentes, distensión abdominal de los
vasos sanguíneos; vasos distendidos a lo largo del tubo digestivo;
varices o hemorroides; hemorragia gástrica.
• Edema generalizado que a menudo afecta las extremidades inferio-
res y superiores y el área presacra.
• Deficiencias vitamínicas (A y K) y anemia.
Tratamiento médico
El tratamiento médico se basa en la presentación de los síntomas,
puesto que la única prueba definitiva para confirmar la cirrosis hepá-
tica es la biopsia.
• El tratamiento incluye antiácidos, vitaminas y suplementos nutri-
cios, una dieta adecuada, diuréticos ahorradores de potasio (para
ascitis) y evitar el alcohol.
• La colchicina, los inhibidores del sistema de angiotensina, las
estatinas, los diuréticos (incluida la espironolactona), los inmuno-
supresores y las glitazonas poseen actividad antifibrótica para el
tratamiento.
• Los pacientes en la etapa terminal de la hepatopatía cirrótica pue-
den utilizar la hierba de cardo mariano (Silybum marianum) para tra-
tar la ictericia y otros síntomas.
• La cirrosis biliar primaria ha sido tratada con ácido ursodeoxicólico
para mejorar la función hepática.
Atención de enfermería
Promover el descanso
• Colocar la cama en una posición que logre la máxima eficacia respi-
ratoria; proporcionar oxígeno si es necesario.
• Iniciar acciones tempranas para evitar las alteraciones del aparato
respiratorio y el sistema circulatorio y vascular.
• Alentar al paciente a incrementar la actividad gradualmente y a hacer
un plan de descanso que alterne con actividades y ejercicios leves.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Coagulación intravascular
diseminada
C
La coagulación intravascular diseminada (CID) es un proceso que
puede poner en riesgo la vida (no es una enfermedad en sí) con un
mecanismo patológico subyacente grave. La CID puede ser desenca-
denada por septicemia, traumatismos, cáncer, shock, desprendimiento
prematuro de placenta normoinserta, toxinas, reacciones alérgicas y
otros trastornos. La gravedad de la CID es variable, pero potencial-
mente pone en riesgo la vida. Las tasas de mortalidad pueden rebasar
el 80 % en la CID grave con trombosis isquémica, hemorragia franca
y síndrome de disfunción orgánica múltiple (SDOM).
Fisiopatología
En la CID, los mecanismos normales de la hemostasia se alteran, de
manera que se forman pequeños coágulos dentro de la microcircula-
ción corporal. Estos coágulos consumen plaquetas y factores de coagu-
lación y, en un momento dado, causan que la coagulación fracase y se
presenten hemorragias. Este trastorno hemorrágico se caracteriza por
recuentos bajos de plaquetas y fibrinógeno; prolongación del tiempo
de protrombina (TP), del tiempo parcial de tromboplastina (TPT) y de
trombina; así como el aumento de los productos de degradación de la
fibrina (dímero D). El principal factor de pronóstico es la capacidad
de tratar el trastorno subyacente que precipitó la CID.
Cuadro clínico
Las manifestaciones clínicas de la CID se reflejan principalmente
en la afección de la función o insuficiencia de un órgano, por lo
general resultado de la formación excesiva de coágulos (con isquemia
resultante de todo o parte del órgano) o, con menor frecuencia,
hemorragia.
• El paciente puede sangrar de las membranas mucosas, los sitios de
punción venosa y las vías digestiva y urinaria.
• La hemorragia puede variar desde una interna mínima oculta hasta
una profusa por todos los orificios corporales.
• Por lo general, los pacientes presentan SDOM y pueden sufrir
insuficiencia renal e infartos pulmonares y multifocales del sistema
nervioso central, como resultado de episodios de microtrombosis,
macrotrombosis o hemorragia.
• Inicialmente, la única manifestación es un decremento progresivo
en el recuento de plaquetas; después, el paciente muestra signos
y síntomas progresivos de trombosis en los órganos afectados. En
Atención de enfermería
Mantener el estado hemodinámico
• Monitorizar frecuentemente los valores de laboratorio en cuanto a
sus tendencias con respecto al tiempo, incluyendo la velocidad de
cambio y los resultados reales.
• Evitar procedimientos y actividades que puedan aumentar la pre-
sión intracraneal, como la tos y el pujo.
Colelitiasis (y colecistitis)
En la colelitiasis, por lo general se forman concreciones minerales
(cálculos biliares) en la vesícula biliar a partir de los constituyentes
sólidos de la bilis, concreciones que varían mucho en tamaño, forma
y composición. Hay dos tipos principales de cálculos biliares: los de
pigmento, que contienen un exceso de pigmentos no conjugados en
la bilis, y los de colesterol (la forma más frecuente), que son resultado
de la sobresaturación de la bilis con colesterol debido a una mayor
síntesis de este compuesto y una disminución de la síntesis de ácidos
biliares que disuelven el colesterol. Los factores de riesgo para desa-
rrollar cálculos de pigmento incluyen cirrosis, hemólisis e infecciones
del colédoco. Estos cálculos no pueden disolverse y requieren ser eli-
minados quirúrgicamente. Los factores de riesgo para desarrollar los
cálculos de colesterol son el sexo (las mujeres son dos a tres veces más
propensas a desarrollar esta forma), el uso de anticonceptivos orales,
estrógenos y clofibrato, la edad (por lo general mayor de 40 años), la
multiparidad y la obesidad. También hay un aumento en el riesgo
relacionado con la diabetes, enfermedades del tubo digestivo, fístulas
del tubo en “T” y la resección o derivación ileal.
La colecistitis aguda, una complicación de la colelitiasis, es una
infección aguda de la vesícula biliar. La mayoría de los pacientes con
colecistitis tienen cálculos biliares (colecistitis colelitiásica o calculosa).
Un cálculo biliar obstruye la salida de la bilis de la vesícula biliar, por
lo que ésta inicia una reacción química que da lugar a edema, com-
promiso de la fuente vascular y gangrena. En ausencia de cálculos
biliares, la colecistitis (alitiásica) puede presentarse tras una cirugía,
traumatismo intenso o quemaduras, o por la torsión u obstrucción
del colédoco, la realización de múltiples transfusiones sanguíneas o
por infecciones bacterianas primarias de la vesícula biliar. La infección
Cuadro clínico
• Puede ser silenciosa, sin producir dolor y sólo síntomas gastrointesti-
nales leves.
• Puede ser aguda o crónica con malestar epigástrico (plenitud, disten-
sión abdominal y dolor difuso en el cuadrante superior derecho) y
tener lugar tras una comida rica en alimentos fritos o grasosos.
• Si se obstruye el colédoco, la vesícula biliar se vuelve distendida, infla-
mada y con el tiempo infectada, y puede dar lugar a fiebre y una masa
abdominal palpable; cólico biliar con dolor abdominal insoporta-
ble en el cuadrante superior derecho que se irradia a la espalda o
al hombro derecho con náuseas y vómitos varias horas después de
una comida pesada; inquietud; y dolor constante o tipo cólico.
• La ictericia puede acompañarse de prurito marcado, con obstruc-
ción del colédoco en algunos pacientes.
• Se observa orina muy oscura y heces de color arcilla o grisáceo.
• Puede haber deficiencia de vitaminas A, D, E y K (vitaminas lipo-
solubles).
Exploración y diagnóstico
Los cálculos pueden detectarse incidentalmente durante una cirugía o
exploración de otros problemas no relacionados.
• Radiografía abdominal.
• Gammagrafía de la vesícula biliar con radionúclidos.
• Colecistografía, colangiografía; además, arteriografía selectiva del
tronco celíaco.
• Laparoscopia.
• Ecografía convencional y endoscópica.
• Tomografía computarizada helicoidal y resonancia magnética; colan-
giopancreatografía retrógrada endoscópica con fluoroscopia; colangio-
grafía transhepática percutánea.
• Fosfatasa alcalina sérica; gamma-glutamil (GGT), gamma-glutamil
transpeptidasa (GGTP) y lactato dehidrogenasa (LDH).
• Concentraciones de colesterol.
Tratamiento médico
Los objetivos principales de la terapia consisten en reducir la inciden-
cia de episodios agudos de dolor de la vesícula biliar y así como de
la colecistitis mediante el tratamiento nutricio y de apoyo y, de ser
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Completar los estudios de preadmisión 1 semana o antes de la hos-
pitalización.
• Obtener la historia clínica: indagar los antecedentes de tabaquismo
o problemas respiratorios previos.
• Valorar el estado respiratorio: observar si hay respiraciones poco pro-
fundas, tos persistente o ruidos respiratorios adventicios o ineficaces.
• Evaluar el estado nutricio (antecedentes dietéticos, exploración
general y análisis de laboratorio).
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Dolor agudo y molestias asociadas con la incisión quirúrgica.
• Alteración del intercambio gaseoso relacionada con una incisión
quirúrgica abdominal alta.
• Alteración de la integridad de la piel vinculada con el drenaje biliar
alterado después de la incisión quirúrgica.
• Desequilibrio nutricio, menor que los requerimientos del orga-
nismo, en relación con una secreción biliar insuficiente.
• Conocimiento deficiente sobre las actividades de autocuidado aso-
ciadas con el cuidado incisional, las modificaciones dietéticas (si son
ALIVIAR EL DOLOR
• Administrar los analgésicos prescritos.
• Ayudar al paciente a girar, toser, respirar profundamente y caminar
de acuerdo con las indicaciones médicas.
• Capacitar al paciente para utilizar una almohada o una férula para
proteger la incisión.
Colitis ulcerativa
La colitis ulcerativa (CU) es una enfermedad inflamatoria y ulcerativa
recurrente de las capas mucosa y submucosa del colon y el recto.
La prevalencia de la CU es mayor en personas de ascendencia cau-
cásica y judía. Se trata de un padecimiento grave, acompañado por
complicaciones sistémicas y una elevada tasa de mortalidad; aproxi-
madamente el 5 % de los pacientes con CU desarrollan cáncer de
colon. La enfermedad se clasifica como leve, grave o fulminante, según
la gravedad de los síntomas. La CU se puede clasificar como parte
de las alteraciones que se conocen colectivamente como enfermedades
inflamatorias intestinales (EII).
Fisiopatología
La CU afecta a la mucosa superficial del colon y se caracteriza por la
presencia de múltiples ulceraciones, inflamación difusa y descamación
del epitelio colónico, con períodos alternantes de exacerbación y remi-
sión. Hay sangrados por la ulceración y la mucosa presenta edema e
inflamación, con lesiones y abscesos continuos. El proceso patológico
suele comenzar en el recto y se disemina de manera proximal hasta
afectar al resto del colon. Con el tiempo, el intestino se estrecha, se
acorta y se engrosa por la hipertrofia muscular y los depósitos de grasa.
Como el proceso inflamatorio no es transmural (es decir, sólo afecta
el revestimiento interno), en la CU no son frecuentes las fístulas, las
obstrucciones y las fisuras.
Cuadro clínico
• Síntomas predominantes: diarrea, paso de moco y pus, dolor abdo-
minal del cuadrante inferior izquierdo, tenesmo intermitente y san-
grado rectal.
• Sangrado leve a grave, con palidez, anemia y fatiga.
Tratamiento médico
El tratamiento médico, tanto para la enfermedad de Crohn como
para la CU, busca reducir la inflamación, suprimir las respuestas
inmunitarias inadecuadas, ofrecer reposo al intestino enfermo para que
pueda cicatrizar, mejorar la calidad de vida y prevenir o minimizar las
complicaciones. La mayoría de los pacientes presentan lapsos prolon-
gados de bienestar intercalados con períodos breves de enfermedad. El
tratamiento depende de la ubicación, la gravedad y las complicaciones
de la enfermedad.
Tratamiento nutricio
• El tratamiento inicial consiste en el manejo dietético y de líquidos
con la ingestión oral de estos últimos; dietas bajas en residuos y altas
en proteínas y en contenido energético; terapia con suplementos
vitamínicos; y terapia de reemplazo de hierro.
• Se puede corregir el equilibrio de líquidos y electrolítico con terapia i.v.
• Algunas medidas terapéuticas complementarias incluyen dejar de
fumar y evitar alimentos que exacerben los síntomas, como la leche
y los alimentos fríos.
• Se puede administrar nutrición parenteral (NP) según las necesida-
des del paciente.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Enteritis regional
• El síntoma más prominente es el dolor intermitente asociado
con diarrea que no cede ante la defecación.
• El dolor suele localizarse en el cuadrante inferior derecho.
• Dolor abdominal a la palpación.
• El dolor regional periumbilical sugiere la presencia de compromi-
so del íleo terminal.
Exploración
• Determinar el inicio, la duración y las características del dolor ab-
dominal; la presencia de diarrea o urgencia fecal, pujar al momento
de defecar (tenesmo), náuseas, anorexia o pérdida de peso; y los an-
tecedentes familiares.
• Explorar patrones dietéticos, incluyendo el consumo diario o sema-
nal de alcohol, cafeína y nicotina.
• Determinar los patrones de defecación, por ejemplo, características,
frecuencia y presencia de sangre, pus, grasa o moco.
• Preguntar sobre alergias o intolerancias alimentarias, sobre todo a
la leche (lactosa).
• Interrogar sobre alteraciones en los patrones de sueño en caso de
diarrea o dolores nocturnos.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• La diarrea se relaciona con el proceso inflamatorio.
• El dolor agudo se vincula con una mayor peristalsis e inflamación
gastrointestinal.
• Deficiencia de líquidos que se encuentra asociada con anorexia, náu-
seas y diarrea.
• Desequilibrio nutricio (deficiencia de los requerimientos corporales)
relacionado con restricciones dietéticas, náuseas y mala absorción.
Convulsiones
Las convulsiones son episodios de anomalía en la actividad motora,
sensitiva, autonómica o psíquica (o una combinación de éstas) que
son resultado de una descarga súbita y excesiva por parte de las
neuronas cerebrales. Puede estar implicado todo o parte del cerebro.
La International League Against Epilepsy (ILAE) diferencia tres tipos
principales de convulsiones: generalizadas, focales y de localización
indeterminada. Las convulsiones generalizadas se presentan en las redes
de distribución bilateral y rápidamente las comprometen. Se piensa
que las convulsiones focales se originan en un solo hemisferio cerebral.
Las convulsiones de localización indeterminada, que incluyen los espasmos
epilépticos, se conocen así por la falta de datos, pero no se consideran
una clasificación.
Fisiopatología
Las causas específicas de las convulsiones pueden variar y se clasifican
como de origen genético, por una alteración estructural o metabólica,
o de causa desconocida. Las causas de las convulsiones incluyen las
siguientes:
• Enfermedad cerebrovascular.
• Hipoxemia de cualquier causa, incluyendo insuficiencia vascular.
• Fiebre (infancia).
• Lesión craneoencefálica.
• Hipertensión. C
• Infecciones del sistema nervioso central.
• Alteraciones metabólicas y tóxicas (p. ej., insuficiencia renal, hipo-
natremia, hipocalcemia, hipoglucemia, exposición a pesticidas).
• Tumor cerebral.
• Abstinencia a drogas y alcohol.
• Alergias.
Cuadro clínico
• Las convulsiones generalizadas a menudo implican a ambos hemis-
ferios cerebrales, causando reacciones en ambos lados del cuerpo.
• Contracción tónico-clónica generalizada: puede haber rigidez
intensa de todo el cuerpo, seguida por la relajación y contracción
intermitente del diafragma; los músculos torácicos pueden pro-
ducir un espasmo del llanto característico; el paciente a menudo
se muerde la lengua; presenta incontinencia urinaria y fecal; tras
1-2 min, los movimientos convulsivos comienzan a ceder; el indivi-
duo se relaja y cae en un coma profundo, con respiración ruidosa.
En este punto, las respiraciones se vuelven predominantemente
abdominales. En el estado postictal (después de la convulsión), el
paciente se muestra confundido y es difícil de estimular, pudiendo
quedarse dormido por horas; el sujeto puede presentar cefalea,
dolor muscular, fatiga y depresión.
• Las convulsiones focales no tienen clasificación natural. El cuadro
clínico incluye la afectación de la consciencia o la atención (u otras
alteraciones cognitivas), el sentido de localización y la progresión de
los episodios ictales.
Exploración y diagnóstico
• Antecedentes para determinar el tipo de convulsión, su frecuencia
y gravedad, así como los factores que la precipitan, incluyendo los
siguientes:
• Circunstancias antes de las crisis convulsiva (estímulos visuales,
auditivos u olfativos; estímulos táctiles; alteraciones emocionales
o psicológicas; sueño; hiperventilación).
• Aparición de un aura (sensación premonitoria o de advertencia,
que puede ser visual, auditiva u olfativa).
• Los movimientos iniciales del paciente durante la crisis: dónde
comienza el movimiento o la rigidez, postura de mirada conju-
gada y la posición de la cabeza al inicio de la convulsión (puede
dar pistas sobre el origen de la convulsión en el cerebro).
Atención de enfermería
Cuidados de enfermería durante una crisis convulsiva
Una de las responsabilidades primordiales del personal de enfermería
es observar y registrar la secuencia de los signos. La naturaleza de la crisis
suele indicar el tipo de tratamiento requerido. Es necesario prevenir las
lesiones y apoyar al paciente, no sólo desde el punto de vista físico, sino
también psicológico (p. ej., ansiedad, vergüenza, fatiga y depresión).
• Dar privacidad y proteger al paciente contra mirones curiosos.
• De ser posible, colocar al paciente en el suelo.
• Proteger la cabeza con almohadillas contra golpes en superficies duras.
• Aflojar la vestimenta que cause constricción.
• Mover todo mueble que pueda lastimar al paciente durante la crisis.
• Si el paciente se encuentra en la cama del hospital, retirar las almo-
hadas y subir los barandales.
• En caso de aura antes de la crisis, introducir una vía aérea oral para
reducir las probabilidades de que el paciente se muerda la lengua o
las mejillas.
• No intentar abrir las mandíbulas si están atoradas por un espasmo
ni introducir nada en la boca. Lo anterior puede generar rotura de
dientes y lastimar los labios y la lengua.
Atención de enfermería
Observar al paciente de manera cercana y ofrecer cuidados intensivos
y de soporte de enfermería durante y después de la etapa aguda de
la enfermedad. La atención que se brinda al paciente con hipertiroi-
dismo es la base de la atención de enfermería de los indviduos con
crisis hipertiroidea.
Para mayor información, véase capítulo 42 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Dermatitis exfoliativa
La dermatitis exfoliativa, también llamada eritrodermia, es un trastorno
grave caracterizado por una descamación eritematosa que puede afec-
tar más del 90 % de la piel. Este trastorno comienza en forma aguda
como una erupción en parches o eritematosa generalizada. La derma-
titis exfoliativa tiene una variedad de causas. Se considera un proceso
secundario a una enfermedad cutánea subyacente sistémica o reactiva.
Puede aparecer como parte del grupo de afecciones del linfoma y pre-
ceder a la aparición de éste. Los trastornos cutáneos señalados como
causas preexistentes incluyen psoriasis o dermatitis atópica y dermatitis
por contacto. También se presenta como una reacción grave ante medi-
camentos como la penicilina y la fenilbutazona. Su origen es idiopático
(desconocido) en casi el 30 % de los casos; la dermatitis exfoliativa
idiopática también se denomina síndrome del hombre rojo.
Cuadro clínico
• Erupción eritematosa en parches o generalizada, acompañada por esca-
lofríos, fiebre, malestar general, postración, toxicidad intensa, descama-
ción pruriginosa de la piel y, ocasionalmente, síndromes intestinales.
• Pérdida profunda del estrato córneo (la capa más externa en la piel)
que causa extravasación capilar, hipoproteinemia y balance nitroge-
nado negativo.
• Dilatación amplia de vasos cutáneos que da lugar a una gran pérdida
de calor.
• Cambio de color de la piel, de rosado a rojo oscuro; después de una
semana, se inicia la exfoliación (descamación) en forma de hojuelas
delgadas que se separan de la piel suave subyacente y lisa, con forma-
ción de nuevas escamas conforme las antiguas se desprenden.
• Posible pérdida del cabello.
• Las recaídas son frecuentes.
• Efectos sistémicos: insuficiencia cardíaca de gasto alto, trastornos
gastrointestinales, aumento del volumen mamario, hiperuricemia,
trastornos de la temperatura corporal.
Exploración y diagnóstico
• La presencia de escamas, dermatitis eritematosa, en particular
cuando se relaciona con una enfermedad cutánea conocida o con
225
Atención de enfermería
• Realizar una evaluación continua de enfermería para detectar infecciones.
• Administrar los antibióticos prescritos con base en los resultados de
los cultivos y las pruebas de sensibilidad.
• Valorar la hipotermia por el aumento del flujo sanguíneo cutáneo
acoplado con una mayor pérdida real de calor a través de la piel por
radiación, conducción y evaporación.
• Monitorizar estrechamente e informar cualquier cambio en las cons-
tantes vitales.
• Usar tratamientos tópicos para el alivio de los síntomas.
• Recomendar baños calmantes, compresas y lubricación con emo-
lientes para tratar la dermatitis extensa.
• Administrar antihistamínicos al paciente antes de acostarse, según
prescripción médica, para aliviar el prurito y promover el sueño.
• Administrar corticosteroides orales o tópicos según prescripción
cuando la enfermedad no se logre controlar con medidas terapéuti-
cas más conservadoras.
• Recomendar al paciente evitar todos los irritantes, en especial los
medicamentos.
Para mayor información, véase capítulo 56 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tratamiento médico
• El propósito del tratamiento es aliviar y curar la piel afectada y pro-
tegerla de daños adicionales.
• Determinar el patrón de distribución de la reacción, para diferenciar
entre sus tipos alérgico e irritante.
• Identificar y retirar el irritante causal; por lo general, no se usa jabón
en el sitio hasta alcanzar la curación.
• Usar una crema de barrera que contenga ceramida o dimeticona
para los parches pequeños de eritema; aplicar compresas húmedas
frías sobre las zonas pequeñas de dermatitis vesicular; a veces se
puede usar un ungüento con corticosteroides.
• Prescribir baños medicados a temperatura ambiente para las zonas
más grandes de dermatitis.
• Ante circunstancias graves diseminadas, prescribir un período breve
de esteroides sistémicos.
Atención de enfermería
• Valorar detalladamente los antecedentes y hacer que el paciente
reflexione acerca de qué pudo causar el problema.
• Enseñar al paciente a cumplir con las siguientes instrucciones
durante al menos 4 meses, hasta que la piel tenga una apariencia
por completo curada:
• Evitar el contacto con irritantes conocidos o lavar la piel de
manera exhaustiva e inmediatamente después de la exposición.
Dermatosis seborreica
La seborrea es la producción excesiva de sebo (secreción de las glán-
dulas sebáceas). La dermatitis seborreica tiene una predisposición
genética; las hormonas, el estado nutricio, las infecciones y el estrés
emocional influyen en su evolución. Las remisiones y exacerbaciones
de este trastorno suelen ser la norma; sin embargo, la enfermedad
es crónica.
Fisiopatología
La dermatitis seborreica es una enfermedad inflamatoria crónica de la
piel con predilección por las áreas con abundantes glándulas sebáceas
o que yacen entre los pliegues cutáneos, donde el recuento de bacterias
es elevado. Las áreas más afectadas son la cara, el cuero cabelludo, las
mejillas, los oídos, las axilas y los pliegues cutáneos.
Cuadro clínico
Hay dos formas de dermatitis seborreica: grasa y seca. Ambas formas
comienzan en la niñez con la presencia de escamas finas en el cuero
cabelludo u otras áreas, y continúan por el resto de la vida.
Forma grasa
• Áreas húmedas o grasosas de piel amarillenta, con o sin escamas.
• Ligero eritema (enrojecimiento), sobre todo en la frente, el pliegue
nasolabial, el área de la barba y el cuero cabelludo, y entre superficies
cutáneas en la región de las axilas, la ingle y las mamas.
• Pequeñas pústulas o papulopústulas en el tronco, parecidas al acné.
Forma seca
• Descamación del cuero cabelludo (caspa) con presencia de escamas
finas y profusas.
• Puede ser asintomática en las formas leves de la enfermedad.
Derrame pleural
El derrame pleural, una acumulación de líquido en el espacio pleural,
suele ser secundario a otras enfermedades (p. ej., insuficiencia cardíaca,
tuberculosis, neumonía, infecciones pulmonares, síndrome nefrótico,
enfermedades del tejido conectivo, embolia pulmonar y tumores
neoplásicos). El derrame puede consistir en un líquido relativamente
transparente (trasudado o exudado), o puede ser sanguinolento o
D Cuadro clínico
Algunos síntomas son provocados por la enfermedad subyacente. La
neumonía causa fiebre, escalofríos y dolor torácico pleurítico. Los derra-
mes malignos pueden producir disnea y tos. El volumen del derrame,
la velocidad de su formación y la enfermedad pulmonar subyacente
determinan la gravedad de los síntomas.
• Derrame pequeño a moderado: disnea posiblemente ausente.
• Derrame grande: falta de aliento a dificultad respiratoria aguda.
• Ruidos respiratorios disminuidos o ausentes, frémitos reducidos y
ruido sordo y plano al percutir sobre las áreas con líquido, así como
desviación traqueal que se aleja del lado afectado.
Exploración y diagnóstico
• Exploración física.
• Radiografía de tórax (decúbito lateral).
• Tomografía computarizada (TC) de tórax.
• Toracocentesis.
• Análisis del líquido pleural (cultivo, tinción de Gram, pruebas de
acidorresistencia de bacilos, recuento leucocitario y eritrocitario,
química, citología y pH).
• Biopsia pleural.
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en descubrir la causa subyacente,
prevenir la reacumulación de líquido y aliviar las molestias, la disnea
y el compromiso respiratorio. Se dirige un tratamiento específico a la
causa subyacente.
• Realizar una toracocentesis para extraer el líquido, recolectar mues-
tras para los análisis y aliviar la disnea y el compromiso respiratorio.
• Posiblemente se requiera introducir una sonda pleural conectada a un
drenaje impermeable y aplicar succión para drenar y reexpandir los
pulmones.
• Infundir fármacos al espacio pleural previa pleurodesis química.
Ello facilita la formación de adherencias, lo que en esencia oblitera
el espacio pleural y previene la futura acumulación de líquidos.
• Otras modalidades de tratamiento incluyen la pleurectomía quirúr-
gica (inserción de un pequeño catéter conectado a un drenaje) o la
implantación de una derivación (shunt) pleuroperitoneal.
Atención de enfermería
• Proveer una analgesia adecuada antes de realizar el procedimiento
(se trata de una intervención muy dolorosa).
Diabetes
La diabetes mellitus, conocida por lo general como diabetes, corres-
ponde a un grupo de trastornos metabólicos caracterizados por la
elevación de las concentraciones de glucosa en la sangre (hipergluce-
mia), causados por defectos en la secreción o la acción, o ambas, de la
insulina. Las principales formas de la enfermedad son las diabetes de
tipo 1 y 2, la gestacional y la relacionada con otros trastornos o síndro-
mes. Se clasifica a la prediabetes como una alteración de la tolerancia
a la glucosa (ATG) o una glucemia basal alterada (GBA), y se refiere
a un trastorno en el que la glucemia se encuentra entre las cifras
normales y las consideradas de diagnóstico de diabetes. Existen tres
complicaciones mayores agudas de la diabetes relacionadas con los
equilibrios de la glucemia a corto plazo: hipoglucemia, cetoacidosis
diabética (CAD) y síndrome de hiperglucemia hiperosmolar (SHH).
La hiperglucemia a largo plazo puede contribuir a la aparición de
complicaciones microvasculares crónicas (oculares y renales) y neuro-
páticas. La diabetes también se relaciona con una mayor frecuencia de
enfermedades macrovasculares, que incluyen arteriopatía coronaria
(infarto de miocardio), ictus (apoplejía) y enfermedad vascular peri-
férica. La diabetes prevalece en los adultos mayores; las poblaciones
minoritarias, afectadas de manera desproporcionada en comparación
Ejercicio
• El ejercicio aminora la glucemia y mejora la utilización de la insu-
lina, la circulación y el tono muscular.
• El ejercicio ayuda a los pacientes a bajar de peso, tratar el estrés y
mantener una sensación de bienestar, además de modificar la con-
centración sanguínea de lípidos, específicamente por el aumento de
las lipoproteínas de alta densidad y la disminución de las del coleste-
rol total y las de los triglicéridos.
• Incrementar el ejercicio de manera lenta y gradual para iniciar el
programa; el objetivo es hacer ejercicio en forma regular.
• Los pacientes mayores de 30 años con dos o más factores de riesgo
de cardiopatía deben someterse a una prueba de esfuerzo por ejerci-
cio antes de iniciar un programa de acondicionamiento físico.
• Quizá se requiera modificar la dosis de insulina y agregar colaciones
adicionales durante el ejercicio.
Atención de enfermería
La atención de enfermería de los pacientes con diabetes puede involu-
crar una amplia variedad de trastornos fisiológicos, dependiendo del
estado de salud del paciente, de que su diagnóstico sea reciente o de
que busque atención por problemas de salud no relacionados. Debido
a que todos los pacientes con diabetes deben dominar los conceptos y
destrezas necesarios para el tratamiento a largo plazo y evitar las com-
plicaciones de la diabetes, se requiere un fundamento de instrucción
sólido para el autocuidado competente, y es un propósito constante de
la atención de enfermería.
Diabetes insípida
La diabetes insípida (DI) es el trastorno más frecuente del lóbulo posterior
de la hipófisis y se caracteriza por una deficiencia de la hormona anti-
diurética (ADH, de antidiuretic hormone), también llamada vasopresina.
Fisiopatología
La carencia de ADH causa la sed excesiva (polidipsia) y la producción
de grandes volúmenes de orina (poliuria) características de la enferme-
dad. Puede ser secundaria a traumatismo, tumor cerebral, ablación
quirúrgica o irradiación de la hipófisis. También puede presentarse
ante infecciones del sistema nervioso central (meningitis, encefalitis,
tuberculosis), circunstancias que aumentan la presión intracraneal e
Tratamiento farmacológico
• La desmopresina (DDAVP) es una vasopresina sintética administrada
por vía intranasal, una o dos veces al día para controlar los síntomas.
Atención de enfermería
• Capacitar al paciente y a los miembros de su familia en cuanto a
los cuidados de seguimiento, la prevención de complicaciones y las
medidas de urgencia.
• Proveer instrucciones verbales y por escrito que incluyan la dosis, y
las acciones y efectos adversos de los medicamentos; ejemplificar la
correcta administración del medicamento y verificar que lo haga de
manera adecuada; instruir al paciente y a la familia para reconocer
los signos y síntomas de la hiponatremia.
• Recomendar al paciente usar un brazalete de identificación médica
y llevar consigo información de sus medicamentos para tratar el tras-
torno en todo momento.
Para mayor información, véase capítulo 42 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Diarrea
La diarrea es un trastorno que se define por una frecuencia de evacuacio-
nes intestinales mayor (más de tres al día), un aumento en la cantidad
de las heces (más de 200 g diarios) y una alteración de su consistencia
(heces líquidas). Suele vincularse con urgencia, malestar perianal,
incontinencia o una combinación de estas manifestaciones. La diarrea
puede ser resultado de cualquier trastorno que cause incremento de las
secreciones intestinales, disminución de la absorción por la mucosa o
alteración de la movilidad (aumento).
Fisiopatología
Los tipos de diarrea son secretora, osmótica, por absorción deficiente,
infecciosa y exudativa. El trastorno puede ser agudo (autolimitado),
y a menudo vinculado con infección, o crónico (que persiste por un
período prolongado y puede retornar esporádicamente). Puede ser cau-
sada por ciertos medicamentos, fórmulas de alimentación por sonda,
trastornos metabólicos y endocrinos, así como infecciones víricas (p. ej.,
norovirus), parasitarias (especies de Giardia) y bacterianas (p. ej., especies
de Shigella, Clostridium difficile). Otras causas son los trastornos nutricios
y de absorción deficiente, el déficit del esfínter anal, el síndrome de
Atención de enfermería
• Anamnesis completa para identificar el carácter y el patrón de la
diarrea, y lo siguiente: cualquier signo o síntoma relacionado, trata-
miento medicamentoso actual, los patrones de alimentación e inges-
tión diarias, los antecedentes médicos y quirúrgicos relacionados,
y la exposición reciente a una enfermedad aguda o un viaje a otra
región geográfica.
• Realizar una exploración física completa prestando especial aten-
ción a la auscultación (ruidos intestinales característicos), palpación
en busca de hipersensibilidad e inspección de las heces (obtención
de una muestra para hacer pruebas).
• Revisar las membranas mucosas y la piel; valorar el área perianal en
cuanto a excoriaciones cutáneas.
• Alentar el reposo en cama y el uso de soluciones y alimentos de poco
volumen hasta que ceda el proceso agudo.
Para mayor información, véase capítulo 38 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Distrofias musculares
Las distrofias musculares son un grupo de trastornos musculares cró-
nicos incurables, caracterizados por el debilitamiento y consunción
progresivos de los músculos esqueléticos o voluntarios. La mayoría son
heredadas. Los rasgos patológicos incluyen la pérdida y degeneración
de las fibras musculares, la variación en el tamaño de las fibras muscu-
lares, fagocitosis y regeneración, y reemplazo del tejido muscular con
tejido conectivo. Las diferencias que distinguen estas enfermedades se
centran en el patrón de herencia genética, los músculos afectados, la
edad de inicio y la tasa de avance de la enfermedad.
Cuadro clínico
• Consunción o emaciación y debilidad muscular.
• Problemas en el tubo digestivo: dilatación gástrica, prolapso rectal y
bolo fecal o fecaloma.
Atención de enfermería
Los objetivos consisten en mantener la función a niveles óptimos y
mejorar la calidad de vida.
• Atender los requerimientos físicos y emocionales del paciente, así
como sus necesidades de desarrollo.
• Hacer que el paciente y su familia participen de forma activa en la
toma de decisiones, incluyendo las relativas al final de la vida.
• Durante las hospitalizaciones para tratar las complicaciones, evaluar el
conocimiento y la experiencia del paciente y del familiar responsable
para brindar los cuidados en casa. Ayudar al paciente y a su familia a
mantener en casa las estrategias de atención empleadas en el hospital.
• Ofrecer información al paciente y a su familia sobre el trastorno, su
curso esperado y las estrategias de atención y manejo que optimizarán
su crecimiento y desarrollo, así como su estado físico y psicológico.
• Comunicar las recomendaciones a todos los miembros del equipo
de atención para que trabajen con objetivos comunes.
• Alentar al paciente a utilizar dispositivos de autoayuda para alcanzar
mayor independencia; apoyar a los adolescentes con la transición a
la edad adulta. Alentar la búsqueda de educación y empleo según las
posibilidades del paciente.
Diverticulosis
Un divertículo es una herniación sacciforme del revestimiento del intes-
tino que se extiende a través de un defecto en la capa muscular. Se dice
que hay diverticulosis o enfermedad diverticular cuando se encuentran
múltiples sacos de este tipo sin inflamación o síntomas. La diverticulitis
es un trastorno inflamatorio causado por la retención de alimentos y
bacterias en el divertículo.
Fisiopatología
Pueden encontrarse divertículos en cualquier parte del intestino
delgado o el colon, pero se presentan con mayor frecuencia en el
sigmoides. La diverticulosis ocurre cuando se presentan múltiples
divertículos sin inflamación o síntomas; tiene su máxima frecuencia
en las personas mayores de 80 años. Se considera que la baja inges-
tión de fibra en la dieta es un factor de predisposición importante.
También se presenta cuando los alimentos y las bacterias retenidos
en el divertículo producen infección e inflamación, que pueden
debilitar la pared del colon. La inflamación de la pared debilitada del
colon puede causar su perforación, lo que da lugar a la irritabilidad
y espasticidad del órgano. Además, pueden ocurrir abscesos y, en un
momento dado, perforación, lo que causa peritonitis. La diverticulitis
puede presentarse en crisis agudas o persistir como infección latente
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar los antecedentes clínicos, incluyendo el inicio y la duración
del dolor, los hábitos dietéticos (ingestión de fibra) y los patrones de
evacuación previos, así como el actual (pujo al defecar, estreñimiento
o diarrea, tenesmo [espasmo del esfínter anal con dolor y urgencia per-
sistente por defecar], aumento de volumen y distensión abdominales).
• Auscultar para registrar la presencia y características de los ruidos
intestinales; palpar buscando hipersensibilidad, dolor o una masa
firme en el cuadrante inferior izquierdo.
• Inspeccionar las heces para detectar pus, moco o sangre.
• Vigilar variaciones anómalas en presión arterial, temperatura y pulso.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Estreñimiento relacionado con estenosis del colon, secundaria al
engrosamiento y estrechamiento de los segmentos musculares.
• Dolor agudo relacionado con inflamación e infección. D
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Peritonitis.
• Formación de abscesos.
• Hemorragia.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos terapéuticos incluyen el alcance y el manteni-
miento de patrones de evacuación normales, así como la ausencia de
complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MANTENER PATRONES DE EVACUACIÓN NORMALES
• Aumentar la ingestión de líquidos a 2 l diarios, dentro de los límites
de la reserva cardíaca y renal del paciente.
• Promover el uso de alimentos blandos, pero con contenido elevado
de fibra.
• Motivar al paciente a que siga programas de ejercicio individualiza-
dos para mejorar el tono muscular abdominal.
• Revisar la rutina del paciente para establecer una hora para comidas
y defecación.
• Alentar la ingestión diaria de agentes que aumentan el volumen del
bolo intestinal (p. ej., Psyllium plantago); promover el uso de ablan-
dadores de heces, laxantes osmóticos (p. ej., polietilenglicol 3350), o
enemas de retención oleosos, según la necesidad.
• Ayudar a los pacientes a tratar de identificar los desencadenantes
de fuentes alimentarias (p. ej., frutos secos y palomitas o rocetas de
maíz) que pudiesen iniciar un ataque de diverticulitis, con el propó-
sito de evitarlos.
ALIVIAR DEL DOLOR
• Administrar analgésicos (por lo general opiáceos) para el dolor y
medicamentos antiespasmódicos.
• Registrar y vigilar la intensidad, duración y localización del dolor y
su alivio.
MONITORIZACIÓN Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
• Identificar a los pacientes en riesgo con el fin de tratar sus síntomas,
según la necesidad.
• Valorar los datos de perforación: aumento de dolor e hipersensibi-
lidad abdominales, acompañados por rigidez de la pared, alteración
del recuento leucocitario, aumento del VES y la temperatura, taqui-
cardia e hipotensión.
D Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Alcanza un patrón normal de evacuación intestinal.
• Informa disminución del dolor.
• Se recupera sin complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 38 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
253
Atención de enfermería
• Ayudar con la administración de oxígeno; estar preparados para
intubación y ventilación mecánica en caso necesario.
• Colocar al paciente en posición vertical (en la cama de ser necesario)
con las piernas colgando de un lado de la cama.
• Dar apoyo psicológico y tranquilizar al paciente. Usar el tacto para
crear una sensación de realidad concreta. Como el paciente se E
encuentra en un estado inestable, permanecer junto a él.
• Proporcionar información concisa, simple y frecuente sobre lo que
se esté realizando para tratar la alteración y los resultados esperados.
• Monitorizar los efectos de los medicamentos. Observar al paciente
para ver si hay una diuresis considerable por la prescripción de
diuréticos, depresión respiratoria excesiva, hipotensión o vómitos.
Mantener disponible un antagonista de la morfina (p. ej., clorhi-
drato de naloxona) en caso de administrar este fármaco. Introducir
y mantener una sonda a permanencia de estar indicado u ofrecer
un cómodo.
• El paciente que recibe infusiones i.v. continuas de medicamentos
vasoactivos requiere monitorización electrocardiográfica y una eva-
luación frecuente de las constantes vitales.
Para mayor información, véanse capítulos 23 y 30 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Embolia pulmonar
La embolia pulmonar (EP) es una obstrucción de la arteria pulmonar
o de una o más de sus ramas por un trombo (o trombos) originado
en algún sitio del sistema venoso o en el lado derecho del corazón.
La trombosis venosa profunda (TVP), una alteración relacionada,
se refiere a la formación de un trombo en las venas profundas,
generalmente en la pantorrilla o el muslo, pero en ocasiones en
el brazo, sobre todo en los pacientes con catéteres centrales intro-
ducidos en la periferia. La TVP se trata a detalle en el artículo de
Trastornos venosos de la sección T. Tromboembolia venosa (TEV) es
un término que incluye tanto a la TVP como a la EP. La EP es un
trastorno frecuente que a menudo se asocia con traumatismos,
cirugías (ortopédicas, abdominales mayores, pélvicas, ginecológi-
cas), embarazo, insuficiencia cardíaca, edad mayor de 50 años y
estados de hipercoagulación e inmovilidad prolongada; también
puede presentarse en personas aparentemente sanas. Las conse-
Atención de enfermería
Minimizar el riesgo de embolia pulmonar
El personal de enfermería debe sospechar fuertemente de EP en todos
los pacientes, pero sobre todo en aquéllos con alteraciones que predis-
pongan un lento retorno venoso.
Prevenir la formación de trombos E
• Alentar la deambulación temprana y la realización de ejercicios acti-
vos y pasivos de extremidades inferiores.
• Indicar al paciente que mueva las piernas haciendo ejercicios de
“bombeo”.
• Recomendar al paciente evitar mantenerse sentado por lapsos pro-
longados, la inmovilidad y usar ropa apretada.
• No permitir que cuelgue sus piernas y pies en posición declive.
• Indicar al paciente que coloque los pies sobre el suelo o sobre una
silla y que evite cruzar las piernas.
• No dejar catéteres i.v. en las venas durante lapsos prolongados.
Vigilar la terapia anticoagulante y trombolítica (fibrinolítica)
• Recomendar el reposo en cama, vigilar constantes vitales cada 2 h y
limitar los procedimientos invasivos.
• Medir el INR o el TTP activado cada 3-4 h después de iniciada la
infusión de los trombolíticos (fibrinolíticos), para confirmar la acti-
vación de los sistemas fibrinolíticos.
• Realizar sólo los estudios de gasometría arterial indispensables en las
extremidades superiores, con compresión manual del sitio de pun-
ción durante al menos 30 min.
Embolia arterial
y trombosis arterial
La oclusión vascular aguda puede deberse a un émbolo o trombosis
aguda. Por lo general, los émbolos arteriales se originan a partir de
los trombos que se desarrollan en las cámaras del corazón como
consecuencia de una fibrilación auricular, un infarto de miocardio,
una endocarditis infecciosa o una insuficiencia cardíaca crónica.
Las oclusiones arteriales agudas pueden resultar de una lesión
iatrogénica, que puede presentarse durante la inserción de catéteres
invasivos, como los utilizados para la arteriografía, la angioplastia
coronaria transluminal percutánea, o la colocación de una endopró-
tesis (stent) o un globo de contrapulsación aórtica. Otras causas
incluyen el abuso de medicamentos i.v., traumatismos por fractura,
lesiones por aplastamiento y heridas penetrantes que interrumpen
la íntima arterial.
La trombosis arterial es un coágulo en un vaso lesionado, que
se desarrolla lentamente y que puede ocluir una arteria. Los trom-
bos también pueden desprenderse y ser transportados desde el lado
izquierdo del corazón al sistema arterial, donde causan obstrucción.
Atención de enfermería
• Mantener al paciente en reposo en cama, con la extremidad afec-
tada al nivel o ligeramente pendiente (15º) antes de una interven-
ción o cirugía.
• Mantener la parte afectada a temperatura ambiente y protegida
contra traumatismos.
• Evaluar después de la operación, para detectar evidencia de hemo-
rragia sistémica, incluyendo cambios del estado mental y local
(incisión quirúrgica).
• Fomentar el movimiento de la pierna del paciente para estimular
la circulación y prevenir la estasis.
• Continuar con los fármacos anticoagulantes con el objetivo de pre-
venir la trombosis de la arteria afectada y disminuir el desarrollo
de trombos posteriores.
• Si se opta por la terapia trombolítica, asegurarse de administrar
la dosis con base en el peso y establecer una vigilancia continua,
incluyendo las constantes vitales; observar si aparece una hemo-
rragia. Reducir a un mínimo las punciones al insertar las líneas i.v.
y en la obtención de muestras de sangre; evitar inyecciones i.m.;
evitar cualquier traumatismo posible del tejido. Aplicar presión
por lo menos dos veces más de lo habitual después de realizar
cualquier punción.
• Evaluar pulsos, señales de Doppler, índice tobillo-brazo y la fun-
ción motora y sensitiva del paciente cada hora durante las prime-
ras 24 h, debido a que los cambios significativos pueden indicar
reoclusión.
• Evaluar al paciente con el propósito de detectar complicaciones,
como las anomalías metabólicas, la insuficiencia renal y el sín-
drome compartimental.
Para mayor información, véase capítulo 31 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Exploración y diagnóstico
• La auscultación del tórax muestra disminución o ausencia de los
ruidos respiratorios sobre la zona afectada, matidez a la percusión
del tórax o disminución del frémito.
• Ordenar una tomografía computarizada (TC) de tórax y una toraco-
centesis (bajo guía ecográfica).
Tratamiento médico
Los objetivos de tratamiento consisten en drenar la cavidad pleural y
lograr la expansión completa del pulmón. Se drena el líquido y se pres-
criben antibióticos apropiados (por lo general i.v.) durante 4-6 sema-
nas en grandes dosis, con base en el mismo microorganismo causal. El
drenaje del líquido pleural depende de la etapa de la enfermedad y se
logra por alguno de los siguientes métodos:
• Aspiración con aguja (toracocentesis) si el volumen es pequeño y el
líquido no es muy denso.
• Toracotomía con sonda más fibrinolíticos inyectados por esa vía
cuando esté indicado.
• Drenaje abierto del tórax por toracotomía para retirar la pleura
engrosada, la pus y los detritos, así como el tejido pulmonar afectado
subyacente.
• Decorticación (exéresis quirúrgica) del exudado si la inflamación ha
sido prolongada.
• Puede ser necesario mantener el drenaje con sonda durante sema-
nas o meses.
• Vigilancia del drenaje y las radiografías de tórax seriada.
Atención de enfermería
• Proveer cuidados específicos del método de drenaje del líquido pleural.
• Ayudar al paciente a enfrentar el trastorno; instruirlo respecto de
ejercicios respiratorios de expansión pulmonar para restablecer la
función respiratoria normal.
• Capacitar al paciente y sus familiares en cuanto al cuidado del sis-
tema de drenaje y el sitio de colocación de la sonda; cuantificar y E
observar el drenaje.
• Instruir al paciente y su familia en cuanto a signos y síntomas de
infección y cómo y cuándo hacer contacto con su médico.
Para mayor información, véase el capítulo 23 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cuadro clínico
• Los síntomas más tempranos de la encefalopatía hepática incluyen
cambios mentales menores y trastornos motores. Puede haber con-
fusión leve y alteraciones del estado de ánimo; el paciente se vuelve
desaliñado, experimenta patrones de sueño alterados y tiende a dor-
mir durante el día y presentar inquietud e insomnio por la noche.
Atención de enfermería
• Mantener un ambiente seguro para prevenir hemorragias, lesiones
e infecciones.
• Administrar los tratamientos prescritos y vigilar al paciente en
cuanto a las numerosas complicaciones potenciales.
• Valorar el estado neurológico y mental.
• Registrar el balance de ingresos y egresos de líquidos y el peso corpo- E
ral diariamente, y las constantes vitales cada 4 h.
• Explorar sitios potenciales de infección (peritoneo, pulmones);
informar datos anómalos de manera inmediata.
• Determinar diariamente la concentración sérica de amoníaco.
• Alentar la respiración profunda y los cambios de posición para pre-
venir la aparición de atelectasias, neumonía y otras complicaciones
respiratorias.
• Mantener comunicación con los familiares del paciente para infor-
mar sobre su estado y brindarles soporte, explicándoles los procedi-
mientos y tratamientos que son parte de su atención.
• Pedir a los familiares observar al paciente en cuanto a signos sutiles
de encefalopatía recurrente. Explicarles que la rehabilitación des-
pués de la recuperación posiblemente sea prolongada.
• Recomendar una ingestión energética y de proteínas: de 35-40 kcal/kg
de peso corporal por día y 1,0-1,5 g/kg de peso corporal diarios, en
ese orden.
• Capacitar al paciente sobre las formas de administración de la lactu-
losa y la vigilancia de los efectos secundarios.
• Derivar al paciente a consultas con el personal de enfermería de
atención domiciliaria para valorar el ambiente del hogar e identifi-
car riesgos de caídas y otras lesiones.
• Reforzar la instrucción previa y recordarle al paciente y a su familia
la importancia de las restricciones alimentarias, la vigilancia estrecha
y el seguimiento.
• Evaluar el estado físico y mental del paciente y su cumplimiento del
esquema terapéutico prescrito.
• Derivar a psicólogos, personal de enfermería de enlace psiquiátrico,
trabajadoras sociales, asesores espirituales o terapeutas, para ayudar
a los miembros de la familia con el afrontamiento. Proveer respaldo
e instrucción si el alcohol tuvo participación en la hepatopatía y
referir a Alcohólicos Anónimos o Al-Anon.
Para mayor información, véase capítulo 39 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Fisiopatología
Una deformidad o lesión del endocardio lleva a la acumulación de
fibrina y plaquetas en el sitio (formación de un coágulo). Los patóge-
nos, por lo general estafilococos, estreptococos, enterococos o neumo-
cocos, invaden el coágulo y la lesión endocárdica. Otros microorganis-
mos causales incluyen hongos (p. ej., especies de Candida, Aspergillus)
y rickettsias. Puede haber embolización de vegetaciones hacia otros
tejidos corporales. Conforme el coágulo del endocardio continúa
expandiéndose, los microorganismos infectantes son cubiertos por un
nuevo coágulo y aislados respecto de las defensas normales del cuerpo.
La infección puede causar erosión a través del endocardio hacia estruc-
turas subyacentes y producir desgarros u otras deformidades de las
valvas valvulares, dehiscencias de válvulas protésicas, deformidad de
las cuerdas tendinosas o abscesos intramurales.
En la endocarditis infecciosa aparecen signos y síntomas por los
efectos tóxicos de la infección, destrucción de las válvulas cardíacas y
Tratamiento médico
Los objetivos del tratamiento médico consisten en erradicar el
microorganismo invasor mediante dosis adecuadas de un antimicro-
biano apropiado (de administración continua i.v. durante 2-6 sema-
nas cada 4 h, o de manera continua o en solución i.v., o una vez al
día por inyección intramuscular en casa). Las medidas terapéuticas
incluyen lo siguiente: E
• Vigilar las concentraciones séricas del antibiótico y los resultados de
los hemocultivos para precisar la eficacia del tratamiento.
• Vigilar la temperatura del paciente a intervalos regulares para eva-
luar la eficacia del tratamiento.
Tratamiento quirúrgico
Puede ser necesaria la intervención quirúrgica en aquellos casos en
los que la infección no responde a los medicamentos o en los que el
paciente presenta endocarditis de una válvula cardíaca protésica, una
vegetación mayor de 1 cm, o complicaciones como una perforación
septal. Las intervenciones quirúrgicas incluyen la desbridación o
exéresis de la válvula aórtica o mitral, la desbridación de vegetaciones,
la desbridación y cierre de un absceso, y el cierre de una fístula en
pacientes que:
• Padecen insuficiencia cardíaca congestiva a pesar del tratamiento
médico adecuado.
• Presentan más de una crisis de falla sistémica embólica grave.
• Muestran la obstrucción de una válvula.
• Desarrollan un absceso perianular (válvula cardíaca) o un absceso
miocárdico o aórtico.
• Sufren infección no controlada persistente y recurrente o una endo-
carditis micótica.
Atención de enfermería
• Vigilar la temperatura del paciente; puede haber fiebre durante
semanas. Alentar la ingestión de líquidos para mantener la orina
ligeramente amarilla, utilizar el ventilador o baños con agua tibia, o
compresas ligeras.
• Administrar los antibióticos, antimicóticos o antivirales y antiinfla-
matorios no esteroideos prescritos.
• Valorar la frecuencia cardíaca en busca de un nuevo soplo o uno que
se encuentre empeorando.
• Monitorizar los síntomas y signos de embolización sistémica, o en
aquellos pacientes con endocarditis de cavidades derechas, los sig-
nos y síntomas de infarto e infiltrados pulmonares.
• Valorar en cuanto a signos u síntomas de daño de órganos, ictus,
meningitis, insuficiencia cardíaca, infarto miocárdico, glomerulone-
fritis y esplenomegalia.
Endocarditis reumática
La fiebre reumática aguda, que se presenta más a menudo en los
niños escolares, puede aparecer después de una crisis de faringitis por
estreptococos β hemolíticos del grupo A. Los pacientes con fiebre
reumática pueden presentar cardiopatía que se manifiesta con nuevo
soplo cardíaco, cardiomegalia, pericarditis e insuficiencia cardíaca.
El Streptococcus se disemina por contacto directo con secreciones
respiratorias u orales. Aunque las bacterias son los agentes causales, la
desnutrición, el hacinamiento, la mala higiene y un estado socioeconó-
mico bajo pueden predisponer a los individuos a la fiebre reumática.
La incidencia de fiebre reumática en Estados Unidos y otros países
desarrollados ha disminuido en general, pero es difícil determinar su
cifra exacta por que la infección puede pasar inadvertida o las personas
tal vez no busquen tratamiento. Los criterios de diagnóstico clínico no
están estandarizados y no se hacen necropsias de manera sistemática.
La prevención de la fiebre reumática aguda depende del trata-
miento de la faringitis estreptocócica (véase Faringitis aguda en la sec-
ción F) con antibióticos. La profilaxis con antibióticos para la fiebre
reumática recurrente con carditis puede requerir 10 años o más de
cobertura (p. ej., penicilina G i.m. cada 4 semanas; penicilina V dos
veces al día; sulfadiazina a diario o eritromicina dos veces al día, todas
por vía oral). Se puede encontrar información adicional respecto de la
E
Endometriosis
La endometriosis es una enfermedad crónica caracterizada por la pre-
sencia de lesiones benignas, con células similares a las que revisten el
útero y proliferan de manera aberrante dentro de la cavidad pélvica,
fuera del órgano. Hay una elevada incidencia en las pacientes que pro-
crean a edad más avanzada y tienen menos hijos. Suele encontrarse
en nulíparas entre 25 y 35 años de edad y adolescentes, en particular
aquéllas que sufren dismenorrea y no responden a los fármacos anti-
inflamatorios no esteroideos (AINE) o anticonceptivos orales. Parece
haber una predisposición familiar a la endometriosis, que es una
causa importante de dolor pélvico crónico e infertilidad.
Fisiopatología
El tejido endometrial de ubicación anómala responde a la estimula-
ción hormonal por el ovario y depende de ella. Durante la menstrua-
ción, este tejido endometrial se descama, por lo general en zonas que
no tienen salida, lo que conlleva dolor y adherencias. El tejido endo-
metrial también puede dispersarse a través de los conductos linfáticos
o venosos. La endometriosis extensa causa pocos síntomas, en tanto
una lesión aislada puede producir síntomas intensos.
Cuadro clínico
• Los síntomas varían pero incluyen dismenorrea, dispareunia y
malestar o dolor pélvico (algunas pacientes no sufren dolor).
• Puede ocurrir disquesia (dolor con las evacuaciones intestinales) con
irradiación hacia el dorso o las piernas.
• Se pueden presentar depresión, incapacidad laboral por dolor y difi-
cultades en las relaciones personales.
• Puede haber infertilidad.
Exploración y diagnóstico
Es necesaria una anamnesis que incluya el patrón menstrual, para
indagar síntomas específicos. A la exploración ginecológica a veces se
palpan nódulos fijos hipersensibles y hay limitación de la movilidad
uterina, que indica la presencia de adherencias. El estudio laparos-
Tratamiento médico
Depende de los síntomas, el deseo de procrear y la extensión del pade-
cimiento. En las pacientes asintomáticas tal vez todo lo que se requiera
E es una exploración sistemática. Otros tratamientos para síntomas de
diversos grados pueden ser con AINE, anticonceptivos orales, agonis-
tas de la gonadoliberina u hormona liberadora de gonadotropinas
(GnRH) o intervención quirúrgica. El embarazo a menudo conlleva
el alivio de los síntomas, porque no hay ovulación o menstruación.
Tratamiento farmacológico
• Se pueden iniciar medidas paliativas para el dolor (p. ej., medica-
mentos, como los analgésicos y los inhibidores de prostaglandinas).
• Utilizar anticonceptivos orales.
• El danazol, un andrógeno sintético, produce atrofia del endometrio
y la amenorrea subsecuente (también puede causar efectos secun-
darios problemáticos como fatiga, depresión, pérdida o aumento
de peso, piel oleosa, disminución del volumen mamario, acné leve,
bochornos o sofocos y atrofia vaginal).
• Los agonistas de GnRH disminuyen la producción de estrógenos y
causan amenorrea subsecuente. Los efectos secundarios tienen rela-
ción con las concentraciones bajas de estrógenos (p. ej., bochornos y
sequedad vaginal).
Tratamiento quirúrgico
• Laparoscopia para fulguración de los implantes endometriales y libe-
ración de adherencias.
• Intervención quirúrgica con láser para evaporar o coagular los
implantes endometriales y, por lo tanto, destruir el tejido.
• Otros procedimientos quirúrgicos incluyen endocoagulación y elec-
trocoagulación, laparotomía, histerectomía abdominal; ooforecto-
mía, salpingooforectomía bilateral y apendicetomía; la histerectomía
representa una opción para algunas mujeres.
Atención de enfermería
• Indagar los antecedentes médicos y hacer exploración física, concen-
trándose en la identificación del cuándo y durante cuánto tiempo
han sido problemáticos los síntomas específicos, el efecto de los
medicamentos prescritos y los planes de reproducción de la mujer.
• Explicar los diversos procedimientos de diagnóstico con el fin de
aliviar la ansiedad.
• Proveer respaldo emocional a la mujer y a su compañero cuando
deseen procrear.
Enfermedad de Addison
(insuficiencia adrenocortical)
La enfermedad de Addison o insuficiencia adrenocortical se produce
cuando la función de la corteza suprarrenal resulta insuficiente para
satisfacer la necesidad de hormonas corticales del paciente. La atrofia
autoinmunitaria o idiopática de las glándulas suprarrenales es respon-
sable de la mayoría de los casos. Otras causas incluyen la extirpación
quirúrgica o infección (tuberculosis o histoplasmosis) de las glándulas
suprarrenales. La secreción inadecuada de la corticotropina (ACTH)
desde la glándula hipófisis primaria también produce insuficiencia
adrenocortical. La utilización terapéutica de los corticosteroides es la
causa más frecuente de insuficiencia adrenocortical. Los síntomas tam-
bién pueden ser resultado de la suspensión repentina de una terapia
hormonal suprarrenal exógena, que interfiere con los mecanismos de
retroalimentación normales.
Cuadro clínico
La enfermedad de Addison se caracteriza por debilidad muscular, sín-
tomas gastrointestinales, anorexia, fatiga, emaciación, pigmentación
oscura de las membranas mucosas y de la piel, hipotensión, hipoglu-
cemia, sodio sérico bajo y potasio sérico elevado. Por lo general, el
inicio tiene síntomas inespecíficos. En el 20-40 % de los pacientes se
observan cambios mentales (depresión, labilidad emocional, apatía y
confusión). En casos graves, la alteración del metabolismo del sodio
y el potasio puede estar marcada por la pérdida de sodio y agua, y la
deshidratación intensa y crónica.
Crisis addisoniana
Con la progresión de la enfermedad y de la hipotensión aguda, se
desarrolla la crisis addisoniana, la cual se caracteriza por lo siguiente:
Enfermedad de Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer (EA) es la quinta causa de muerte en los
adultos mayores. La EA es uno de los tipos más habituales de demen-
cia; es una enfermedad neurológica degenerativa, irreversible y progre-
siva que comienza insidiosamente y que se caracteriza por la pérdida
gradual de la función cognitiva y alteraciones en el comportamiento y
los afectos. Es importante tener en cuenta que la EA no es una parte
E
normal del envejecimiento.
Aunque el aumento de la edad representa el factor de mayor
riesgo en la EA, muchos factores ambientales, dietéticos e inflama-
torios también pueden determinar si una persona sufre de esta enfer-
medad cognitiva. La EA es un trastorno cerebral complejo causado
por una combinación de varios factores que incluyen la genética,
cambios en los neurotransmisores, alteraciones vasculares, hormonas
del estrés, cambios circadianos, traumatismos y la presencia de tras-
tornos convulsivos.
La EA se puede clasificar en dos tipos: la familiar o de inicio tem-
prano (que es rara y representa menos del 10 % de los casos) y la espo-
rádica o tardía.
Fisiopatología
Se han encontrado cambios bioquímicos y neuropatológicos especí-
ficos en los pacientes con enfermedad de Alzheimer, que incluyen
ovillos neurofibrilares y placas seniles o neuríticas. El daño neuronal
se produce principalmente en la corteza cerebral y da lugar a una
disminución del tamaño del cerebro. Se presentan cambios similares
en el tejido normal del cerebro de los adultos mayores, pero en menor
medida. La EA afecta principalmente a las células que utilizan el neu-
rotransmisor acetilcolina. A nivel bioquímico, disminuye la enzima
activa en la producción de acetilcolina, la cual está implicada específi-
camente en el procesamiento de la memoria.
Cuadro clínico
Los síntomas son muy variables; algunos incluyen los siguientes:
• En estadios tempranos, pueden presentarse olvidos y la pérdida sutil
de la memoria, así como pequeñas dificultades con el trabajo o acti-
vidades sociales, pero los pacientes conservan una función cognitiva
adecuada para compensar la pérdida y seguirán funcionando de
manera independiente. El olvido se manifiesta en muchas acciones
cotidianas con la progresión de la enfermedad (p. ej., el paciente se
pierde en un ambiente familiar o repite las mismas historias).
PROCESO DE ENFERMERÍA
que permiten que las bacterias invadan la mucosa gástrica, dando lugar
a una respuesta inmunitaria hiperactiva. Se forman fístulas, fisuras y
abscesos a medida que la inflamación se extiende al peritoneo. En los
casos avanzados, la mucosa intestinal tiene un aspecto de empedrado.
A medida que la enfermedad avanza, la pared del intestino se engrosa
y se vuelve fibrótica, además de que se estrecha el lumen intestinal.
En ocasiones algunas asas de intestino enfermo se adhieren a las asas E
que las rodean.
Cuadro clínico
• El inicio de los síntomas es por lo general insidioso, con prominente
dolor abdominal del cuadrante inferior derecho y diarrea que no se
alivia a la defecación.
• Se observan espasmos y dolor a la palpación abdominal.
• Se producen dolores tipo cólico después de las comidas; el paciente
tiende a limitar su ingestión de alimentos, causando pérdida de
peso, desnutrición y anemia secundaria.
• Puede haber diarrea crónica, que generalmente lleva al paciente
a sentirse incómodo; además, se ve delgado y demacrado por una
ingestión inadecuada de alimentos y la pérdida constante de líqui-
dos. El intestino inflamado se puede perforar y formar abscesos
intraabdominales y anales.
• Hay fiebre y leucocitosis.
• Los abscesos, las fístulas y las fisuras son frecuentes.
• Los síntomas que se extienden más allá del tubo gastrointestinal
incluyen trastornos articulares (p. ej., artritis), lesiones de la piel
(p. ej., eritema nudoso), trastornos oculares (p. ej., conjuntivitis) y
úlceras bucales.
Exploración y diagnóstico
• Los estudios del tubo gastrointestinal superior con bario son la herra-
mienta diagnóstica más concluyente; muestran el clásico “signo de
la cuerda” del íleon terminal (estrechamiento de un segmento del
intestino), así como fisuras, fístulas y el aspecto de empedrado.
• Se pueden realizar endoscopias, colonoscopias o biopsias intestina-
les para confirmar el diagnóstico.
• La videocápsula endoscópica permite realizar una evaluación
extensa del intestino delgado.
• Son de utilidad la exploración proctosigmoidoscópica y la tomogra-
fía computarizada.
• Se debe llevar a cabo un examen de las heces en busca de esteatorrea
y sangre oculta.
• Se obtiene hemograma completo (disminución de hemoglobina
y hematocrito), velocidad de eritrosedimentación (elevada) y con-
centraciones de albúmina y proteínas (por lo general disminuidas
debido a la desnutrición).
Enfermedad de Huntington
La enfermedad de Huntington (EH) es una afección crónica heredi-
taria y progresiva del sistema nervioso que da lugar a crecientes
movimientos involuntarios coreiformes (de sacudida) y demencia.
La disfunción neuronal y, en un momento dado, la muerte celular
son producto de una mutación genética en ciertas zonas cerebrales.
La EH afecta a hombres y a mujeres de todas las razas. Se transmite
como rasgo autosómico dominante; por lo tanto, todo hijo de un
padre con EH presenta un riesgo del 50 % de sufrir la enfermedad.
El inicio de los síntomas físicos suele presentarse entre los 35 y
45 años de edad.
Cuadro clínico
• Las manifestaciones clínicas más notorias son los movimientos invo-
luntarios anómalos (corea), la declinación cognitiva y, a menudo, los
trastornos emocionales.
• Se presentan retorcimientos, giros y movimientos incontrolables
constantes en todo el cuerpo conforme avanza la enfermedad.
• Los movimientos faciales producen tics y muecas; el habla se torna
farfulla, dubitativa, a menudo explosiva y, en un momento dado,
ininteligible.
• Son difíciles la masticación y deglución, y hay riesgo de aspiración
y asfixia.
• La marcha se torna desorganizada y, en un momento dado, es impo-
sible la deambulación y el paciente se confina a una silla de ruedas.
• Pérdida del control del intestino y la vejiga.
• Alteración cognitiva progresiva, con demencia en cierto momento.
• Los cambios de personalidad pueden dar lugar a conductas nerviosas,
de irritabilidad o impaciencia. En las etapas tempranas de la enfer-
Enfermedad de Ménière
La enfermedad de Ménière es una alteración en el equilibrio de los líqui-
dos del oído interno (exceso de endolinfa) causada por la mala absor-
ción del saco endolinfático o un bloqueo del conducto. Se desarrolla
hidropesía endolinfática, una dilatación del espacio endolinfático. Se
produce ya sea un aumento en la presión del sistema o la rotura de las
membranas del oído interno. Aunque se ha informado en niños, este
trastorno es más frecuente en los adultos, con una edad promedio de
aparición alrededor de los 40 años. No hay cura. Existen dos formas
posibles de la enfermedad: coclear y vestibular.
Enfermedad coclear
La enfermedad coclear se reconoce como una hipoacusia sensorineural
fluctuante y progresiva asociada con acúfenos y presión auricular en
ausencia de síntomas o hallazgos vestibulares.
Enfermedad vestibular
La enfermedad vestibular se caracteriza por la aparición de vértigo
episódico que se relaciona con presión auricular, pero sin sínto-
mas cocleares.
Cuadro clínico
Los síntomas de la enfermedad de Ménière incluyen hipoacusia sen-
sorineural fluctuante y progresiva; acúfenos o sonidos de rugido; una
sensación de presión o plenitud en el oído; y vértigo episódico y dis-
PROCESO DE ENFERMERÍA
E El paciente con vértigo
Prevención de lesiones
• Evaluar la presencia de vértigo.
• Reforzar la terapia vestibular y de equilibrio según prescripción médica.
• Administrar y capacitar al paciente sobre los medicamentos antiverti-
ginosos y la sedación vestibular; informar sobre los efectos colaterales.
• Indicar al paciente sentarse cuando sienta mareos.
• Recomendar al paciente que mantenga los ojos abiertos y que mire
fijamente y al frente cuando se recueste y experimente vértigo;
colocar almohadas de cada lado de la cabeza con el objetivo de
restringir el movimiento.
• Ayudar al paciente a identificar la aparición de un aura, que puede
sugerir un ataque inminente.
Afrontar la discapacidad
• Alentar al paciente a identificar las fortalezas y roles individuales
que pueden desarrollar.
• Ofrecer información sobre el vértigo y sobre qué esperar.
• Incluir a la familia y a otras personas importantes en el proceso de
rehabilitación.
• Alentar al paciente a tomar sus propias decisiones y a participar más
en su cuidado.
Mantener el volumen de líquidos
• Evaluar el balance de ingresos y egresos y los valores de laboratorio.
• Buscar señales de deshidratación.
• Alentar la ingestión oral de líquidos según tolerancia; evitar la
cafeína (estimulante vestibular).
• Capacitar al paciente sobre el uso de los medicamentos antieméticos
y antidiarreicos.
Reducir la ansiedad
• Evaluar el nivel de ansiedad; ayudar a identificar habilidades de
afrontamiento exitosas.
• Ofrecer información sobre el vértigo y su tratamiento.
Enfermedad de Parkinson
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurológico degenerativo,
lentamente progresivo, que afecta los centros cerebrales responsables
del control y la regulación del movimiento. La forma degenerativa o
idiopática de este mal es la más frecuente; también existe la forma
secundaria con causa sospechada o conocida. En buena medida se
desconoce la causa de la enfermedad, pero algunas investigaciones
sugieren varios factores causales (p. ej., genética, ateroesclerosis, infec-
ciones víricas, traumatismos craneoencefálicos). Este trastorno suele
aparecer en la quinta década de la vida y es la cuarta enfermedad
neurodegenerativa más frecuente.
Fisiopatología
La enfermedad de Parkinson se asocia con una reducción en las con-
centraciones de dopamina, resultado de la destrucción de las neuronas
pigmentadas de la sustancia negra, localizada en los ganglios basales
del cerebro. La pérdida de los depósitos de dopamina en esta área
da lugar a una mayor proporción de neurotransmisores excitatorios
respecto de los inhibitorios, llevando a un desequilibrio que afecta el
movimiento voluntario. La degeneración celular causa el deterioro de
las vías extrapiramidales que controlan las funciones semiautónomas y
los movimientos coordinados; las motoneuronas de la corteza motora
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
Observar cómo la enfermedad afecta las actividades cotidianas y las capa-
cidades funcionales del paciente; también registrar el grado de dis-
capacidad y los cambios funcionales que se presentan a lo largo del día,
como las respuestas a los medicamentos. Evaluar la calidad del habla,
la pérdida de expresión facial y la presencia de deficiencias en la deglu-
ción (salivación, mal control de la cabeza, tos), temblores, bradicinesia,
debilidad, postura inclinada hacia adelante, rigidez, lentitud mental y
confusión. Las siguientes preguntas pueden facilitar la observación:
• ¿Siente rigidez en las piernas o los brazos?
• ¿Ha experimentado sacudidas irregulares en los brazos o piernas?
• ¿Se ha sentido “congelado” o atorado en un punto sin lograr
moverse?
• ¿Tiene salivación excesiva?
• ¿Usted (o alguien más) se ha observado haciendo muecas o caras o
movimientos masticatorios?
• ¿Qué actividades específicas se le dificulta realizar?
Diagnóstico
• Deterioro de la movilidad física relacionado con la rigidez muscular
y la debilidad motora.
• Deficiencias en el autocuidado (comer, beber, vestir, higiene, evacua-
ción) vinculadas con el temblor y las alteraciones motoras.
• Estreñimiento asociado con los medicamentos y con la reducción
de la actividad.
• Desequilibrio nutricio (menor a los requerimientos del organismo)
asociado con temblor, lentitud para comer y dificultades para mas-
ticar y deglutir.
• Comunicación verbal deficiente por el menor volumen de habla, la
lentitud al hablar y la incapacidad para mover los músculos faciales.
• Adaptación ineficaz relacionada con la depresión y la disfunción
debidas al avance de la enfermedad.
Otros diagnósticos de enfermería incluyen alteraciones en los patrones de
sueño, falta de conocimiento, riesgo de lesión y de intolerancia a las
actividades, procesos de pensamiento alterados y relaciones familia-
res deterioradas.
Planificación y objetivos
Los objetivos del paciente pueden incluir mejorar la movilidad fun-
cional, mantener la independencia en las actividades cotidianas, tener
una defecación adecuada, lograr y mantener un estado nutricio acep-
table, alcanzar una comunicación eficaz y desarrollar mecanismos de
afrontamiento positivos.
E
Intervenciones de enfermería
MEJORAR LA MOVILIDAD
• Ayudar al paciente a planificar un programa progresivo de ejerci-
cios diarios para incrementar la fuerza muscular, mejorar la coor-
dinación y la destreza, disminuir la rigidez muscular y prevenir
las contracturas.
• Alentar la realización de ejercicios para mejorar la movilidad articu-
lar (p. ej., bicicleta fija, caminar).
• Indicar ejercicios de estiramiento y de amplitud de movimiento para
aumentar la flexibilidad articular.
• Fomentar la práctica de ejercicios posturales para contrarrestar la
tendencia de la cabeza y el cuello a caerse hacia el frente. Instuir al
paciente para que camine erecto, con la vista al horizonte, con una
marcha de base amplia, columpiando los brazos, con movimientos
de talón-punta y escuchando música. También indicar la realización de
ejercicios de respiración mientras camina, tomando largos períodos
de descanso para prevenir la fatiga y la frustración.
• Señalar al paciente que los baños calientes y los masajes ayudan a
relajar los músculos.
MEJORAR LAS ACTIVIDADES DE CUIDADO PROPIO
• Alentar, capacitar y dar apoyo al paciente durante la realización de
sus actividades cotidianas.
• Modificar el entorno para compensar las discapacidades funciona-
les; pueden ser útiles los dispositivos de adaptación.
• Recomendar una consulta con un terapeuta ocupacional según
resulte pertinente.
MEJORAR LA DEFECACIÓN
• Establecer un horario regular de defecación.
• Aumentar la ingestión de líquidos; comer alimentos con contenido
moderado de fibras.
• Elevar el asiento del inodoro para facilitar su uso.
MEJORAR LA DEGLUCIÓN Y LA NUTRICIÓN
• Facilitar la deglución y prevenir la aspiración indicando al paciente
sentarse derecho durante las comidas.
• Proporcionar una dieta semisólida, que incluya líquidos espesos fáci-
les de deglutir.
Enfermedad pulmonar
obstructiva crónica
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es un trastorno
prevenible y tratable con algunos efectos extrapulmonares significativos.
La EPOC se caracteriza por una limitación del flujo de aire que no es
completamente reversible, por lo general progresiva y asociada con una
respuesta inflamatoria anómala a partículas o gases nocivos. La limita-
ción del flujo de aire produce el estrechamiento de las vías respiratorias,
hipersecreción de moco y cambios en la vasculatura pulmonar. Otras
enfermedades, como la fibrosis quística, las bronquiectasias y el asma,
que fueron previamente clasificadas como tipos de EPOC, ahora se cla-
sifican como trastornos pulmonares crónicos, aunque los síntomas pue-
den solaparse con los de la EPOC. El tabaquismo, la contaminación del
Atención de enfermería
Evaluación
• Obtener información acerca de los síntomas actuales y de las mani-
festaciones anteriores de la enfermedad, especialmente la exposición
al humo del tabaco y los antecedentes de tabaquismo. Revisar los
resultados de las pruebas diagnósticas disponibles.
• Evaluar la comprensión del paciente sobre la anatomía normal y la
fisiología del pulmón, la fisiopatología de la EPOC y los cambios
esperados.
• Determinar las lagunas de información sobre los componentes de
la rehabilitación pulmonar (p. ej., medicamentos y oxigenoterapia
en casa, nutrición, terapia respiratoria, alivio de síntomas). Enfati-
zar la importancia de dejar de fumar.
• Valorar la necesidad del paciente de hablar sobre asuntos asocia-
dos con la calidad de vida, como la sexualidad y la EPOC, y cómo
sobrellevar la enfermedad crónica. Enfatizar la importancia de la
comunicación con el equipo médico.
• Abordar la necesidad del paciente de planificar su futuro (instruc-
ciones anticipadas, testamentos, toma de decisiones informada
sobre alternativas de la atención médica).
Cuidados continuos
• Derivar al paciente a atención domiciliaria en caso de conside-
rarse necesario.
• Orientar al paciente sobre los recursos de la comunidad (p. ej.,
los programas de rehabilitación pulmonar y para dejar de fumar)
y recordarle a él y a su familia sobre la importancia de participar en
general en las actividades de promoción de la salud y los exámenes E
de detección precoz.
• Abordar cuestiones de calidad de vida y tanatología para los pacien-
tes con EPOC en etapa terminal (p. ej., manejo de los síntomas,
satisfacción con la atención, calidad de vida, información/comuni-
cación, aprovechamiento de los profesionales de la salud, uso de
centros de atención, hospitalización y preferencias personales sobre
el lugar en el que desea morir).
Para mayor información, véase capítulo 24 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Epididimitis
La epididimitis constituye una infección del epidídimo que suele
diseminarse desde la uretra, la vejiga o la próstata infectadas. La
incidencia es menor de 1 en 1000 varones por año; la prevalencia
alcanza su máximo nivel a los 19 a 35 años de edad. Los factores
de riesgo incluyen una intervención quirúrgica o instrumentación
reciente de las vías urinarias, actividades sexuales de alto riesgo, el
antecedente personal de infecciones de transmisión sexual (ITS),
un historial de infecciones de próstata o de vías urinarias (IVU), la
ausencia de circuncisión, o el antecedente de aumento de volumen
de la próstata y la presencia de una sonda urinaria a permanencia de
manera crónica.
Fisiopatología
En hombres prepúberes, los de edad avanzada y los homosexuales, el
microorganismo causal predominante es la Escherichia coli, aunque en
los adultos mayores el trastorno puede también ser resultado de una
obstrucción urinaria. En hombres con actividad sexual de 35 años y
menores, los microorganismos patógenos suelen relacionarse con los
que causan las ITS (p. ej., Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae).
La infección avanza en dirección ascendente, a través de la uretra y
del conducto eyaculador, y después, por el conducto deferente hacia
el epidídimo.
Epilepsia
La epilepsia constituye un complejo sintomático de varios trastornos
que se caracterizan por alteraciones paroxísticas y transitorias no pro-
vocadas de la función cerebral. Puede tener relación con la pérdida
de consciencia, movimientos excesivos o ausencia de tono muscular o
movimientos y alteraciones de la conducta, el talante, las sensaciones
y la percepción. La epilepsia puede ser primaria (idiopática) o secun-
daria (cuando se conoce la causa y se trata de un síntoma de otro
trastorno subyacente, como un tumor cerebral).
Fisiopatología
El problema básico de la epilepsia es un trastorno eléctrico (dis-
ritmia) en las neuronas de una sección del cerebro, que las hace
emitir descargas eléctricas no controladas, anómalas y recurrentes. La
convulsión epiléptica característica es manifestación de esa descarga
neuronal excesiva. En la mayor parte de los casos se desconoce la causa
(idiopática). La susceptibilidad a algunos tipos de epilepsia puede ser
heredada. La epilepsia a menudo es consecutiva a muchos trastornos
médicos, traumatismos o la intoxicación por fármacos y alcohol.
También se relaciona con tumores, abscesos y malformaciones congé-
nitas cerebrales. Se calcula que la epilepsia afecta al 3 % de las personas
durante su vida; la mayoría de los síntomas de la epilepsia se presentan
en la infancia. La epilepsia no es sinónimo de retraso o enfermedad
mental; no se vincula con el cociente intelectual.
Cuadro clínico
Las convulsiones van desde crisis simples de ausencia hasta movimien-
tos agitados prolongados con pérdida del estado de vigilia. Las con-
vulsiones se clasifican como focales, generalizadas y no clasificadas, de
acuerdo con la zona del cerebro afectada. El patrón inicial de las con-
vulsiones a menudo indica la región del cerebro donde se originaron.
Se puede presentar un aura, sensación premonitoria o precautoria,
antes de una convulsión (p. ej., observación de un destello luminoso,
la auscultación de un ruido).
función renal y hepática. Por lo tanto, los adultos mayores pueden ser
vigilados estrechamente en cuantos a los efectos adversos y tóxicos de los
medicamentos anticonvulsivos o en cuanto a osteoporosis. El costo de
los medicamentos anticonvulsivos puede llevar a un mal cumplimiento
del esquema prescrito en los pacientes ancianos con ingresos fijos.
Exploración y diagnóstico
• Se indagan los antecedentes del desarrollo (incluidos el embarazo y
E
el parto) para identificar cualquier lesión o traumatismo cefálico pre-
vio, y se hacen exploraciones físicas y neurológicas para determinar
el tipo, la frecuencia y la intensidad de las convulsiones. Se incluyen
estudios bioquímicos, hematológicos y serológicos.
• Realizar resonancia magnética (RM) para detectar las lesiones estruc-
turales, como anomalías focales y cerebrovasculares y los cambios
degenerativos del cerebro.
• La electroencefalografía (EEG) ayuda a clasificar el tipo de convul-
sión del paciente.
• Se puede usar la tomografía computarizada por emisión de fotón único
(SPECT, por sus siglas en inglés) para identificar la zona epileptógena.
Tratamiento médico
El tratamiento de la epilepsia se individualiza para cubrir las necesi-
dades del paciente, y no sólo para la terapéutica y prevención de las
convulsiones. Los tratamientos difieren de un paciente a otro porque
algunas formas de epilepsia surgen por daño cerebral y otras por
una alteración química en el cerebro.
Tratamiento farmacológico
Se usan medicamentos para lograr el control de las convulsiones; el
objetivo es hacerlo con mínimos efectos secundarios. El tratamiento
habitual empieza con un solo fármaco.
Tratamiento quirúrgico
• Está indicada la intervención quirúrgica cuando la epilepsia es
producto de tumores, abscesos, quistes o anomalías vasculares de
origen intracraneal.
• La exéresis quirúrgica del foco epileptógeno se realiza ante convul-
siones que se originan en una zona circunscrita del cerebro que se
puede extirpar sin producir defectos neurológicos significativos.
• Para las convulsiones refractarias a los medicamentos en adolescen-
tes y adultos con convulsiones focales, se puede implantar un gene-
rador de pulsos con un electrodo acoplado al nervio vago, con el fin
de enviar señales eléctricas al cerebro y controlar o disminuir la
actividad convulsiva.
Exploración
• Indagar los antecedentes completos de convulsiones. Preguntar
E sobre factores o eventos que precipiten las convulsiones; documen-
tar la ingestión de alcohol.
• Ver si el paciente presenta un aura antes de la convulsión epiléptica
que pudiese indicar el origen (p. ej., el observar un destello luminoso
puede indicar que la convulsión se originó en el lóbulo occipital).
• Observar y valorar el estado neurológico después de la convulsión.
Evaluar las constantes vitales y neurológicas de manera continua. El
paciente puede morir por afección cardíaca o depresión respiratoria.
• Valorar los efectos de la epilepsia sobre el estilo de vida.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Riesgo de lesiones en relación con la actividad convulsiva.
• Temor relacionado con la posibilidad de presentar convulsiones.
• Afrontamiento ineficaz por el estrés que impone la epilepsia.
• Conocimientos insuficientes sobre el control de la epilepsia
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
Son complicaciones potenciales el estado epiléptico (véase el recuadro
Estado epiléptico) y la toxicidad en relación con los medicamentos.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos incluyen la prevención de lesiones, el control
de las convulsiones, el logro de un ajuste psicosocial satisfactorio, la ad-
quisición de conocimientos y la comprensión en cuanto al trastorno,
así como la ausencia de complicaciones.
Estado epiléptico
El estado epiléptico (actividad convulsiva aguda y prolongada)
corresponde a una serie de convulsiones generalizadas que se pre-
sentan sin recuperación completa de la consciencia entre ellas. El
trastorno representa una urgencia médica que se caracteriza por
convulsiones clínicas o eléctricas continuas que duran al menos
30 min. Las crisis repetidas de anoxia y edema cerebral pueden lle-
var a un daño cerebral irreversible y letal. Los factores frecuentes
que precipitan el estado epiléptico incluyen el retiro del medicamen-
to anticonvulsivo, la fiebre y una infección concomitante.
Intervenciones de enfermería
PREVENIR LAS LESIONES RELACIONADAS CON LA ACTIVIDAD CONVULSIVA
• Dar privacidad y proteger al paciente de los observadores curiosos.
• Colocar al paciente en el piso, de ser posible.
• Proteger su cabeza con un cojinete para prevenir los golpes contra
una superficie dura.
• Aflojar toda ropa constreñida. E
• Alejar todo mueble que pueda lesionar al paciente durante la crisis.
• Si el paciente se encuentra en cama, retirar las almohadas y elevar
los barandales laterales.
• No intentar abrir las mandíbulas que se encuentran cerradas por
un espasmo o tratar de introducir algo; no pretender sujetar al
paciente durante la convulsión.
• Colocar al paciente en decúbito lateral con la cabeza flexionada
hacia adelante para ayudar al drenaje de las secreciones faríngeas.
• Contar con equipo de aspiración disponible, si es necesario, para
retirar las secreciones.
DISMINUIR EL TEMOR POR LAS CONVULSIONES
• Disminuir el temor de que se pueda presentar una convulsión de
manera inesperada alentando al paciente a cumplir con el trata-
miento prescrito.
• Insistir en que debe tomarse el medicamento antiepiléptico pres-
crito en forma continua y que no produce hábito; se requiere vigi-
lancia periódica para valorar lo adecuado del tratamiento.
• Revisar el estilo de vida y el ambiente para determinar los factores
que precipitan las convulsiones, como trastornos emocionales, facto-
res de estrés ambientales, inicio de la menstruación y fiebre. Alentar
al paciente a evitar estos estímulos.
• Motivar al paciente para seguir una rutina regular y moderada del
estilo de vida, la dieta (evitar estimulantes excesivos), el ejercicio y
el reposo (patrones de sueño regulares).
• Recomendar al paciente evitar la estimulación fotónica (p. ej., luces
brillantes titilantes, televisión); puede ser de utilidad usar lentes
oscuros o cubrir un ojo.
• Alentar al paciente para acudir a clases sobre el manejo del estrés.
MEJORAR LOS MECANISMOS DE AFRONTAMIENTO
• Entender que la epilepsia impone un sentimiento de estigmatiza-
ción, aislamiento, depresión e incertidumbre.
• Proveer asesoramiento al paciente y los familiares para ayudarlos a
comprender el trastorno y las limitaciones que impone.
• Alentar al paciente a participar en actividades sociales y recreativas.
• Capacitar al paciente y sus familiares en cuanto al manejo y trata-
miento de los síntomas.
• Enviar al paciente para asesoramiento si está indicado.
Tratamiento médico
Se puede usar un espéculo nasal, una pluma luminosa o una lámpara
cefálica para identificar el sitio de hemorragia dentro de la cavidad
nasal. El tratamiento inicial incluye comprimir la porción externa
blanda de la nariz contra el tabique medio de forma directa durante
5-10 min mientras el paciente se sienta erecto con la cabeza inclinada
hacia adelante para prevenir la deglución y aspiración de sangre.
Puede requerirse la aplicación de medicamentos anestésicos y descon-
gestionantes nasales (fenilefrina, una de dos descargas), que actúan
como vasoconstrictores. Los sitios visibles de hemorragia pueden cau-
terizarse con nitrato de plata o electrocauterio (corriente eléctrica de
alta frecuencia). Asimismo, se puede usar un parche complementario
de Surgicell o Gelfoam.
Alternativamente, se puede usar un tapón de algodón para tratar
de detener la hemorragia. Puede utilizarse la aspiración para eliminar
el exceso de sangre y los coágulos del campo de inspección. Si no se
puede identificar el sitio de origen de la hemorragia, se empaca la
nariz con una gasa impregnada de vaselina o un antibiótico; puede
usarse un agente anestésico tópico nebulizado o un descongestivo
antes de introducir el taponamiento de gasa, o también se puede
emplear un catéter con globo inflado. Otra opción es usar una gasa
nasal comprimida. Una vez que ésta se sature de sangre o se hume-
dezca con una pequeña cantidad de solución salina, se expandirá y
producirá un taponamiento que detiene la hemorragia. El tapona-
miento puede mantenerse en su lugar 3-4 días, de ser necesario, para
el control de la hemorragia. Pueden prescribirse antibióticos por el
riesgo de rinosinusitis iatrógena y el síndrome de shock tóxico.
Atención de enfermería
• Vigilar las constantes vitales, las vías respiratorias y las respiraciones
y ayudar a controlar la hemorragia.
Cuadro clínico
Las características clínicas de la ELA dependen de la localización de las
neuronas motoras afectadas, porque las neuronas específicas activan
fibras musculares específicas. Los síntomas principales son fatiga,
debilidad muscular progresiva, calambres, fasciculaciones (espasmos)
e incoordinación.
Pérdida de las neuronas motoras de los cuernos anteriores E
de la médula espinal
• Debilidad progresiva y atrofia de los brazos, el tronco y los músculos
de las piernas.
• Se produce espasticidad; los reflejos tendinosos profundos de estira-
miento son enérgicos e hiperactivos.
• Por lo general, la función de los esfínteres del recto y la vejiga perma-
nece intacta.
Debilidad en los músculos inervados por los nervios craneales
(25 % de los pacientes en estadio temprano)
• Dificultades para hablar, tragar y, finalmente, para respirar.
• Debilidad de la parte superior del esófago y del paladar blando, lo
que que los líquidos sean regurgitados por la nariz.
• Alteración de la capacidad para reír, toser o sonarse la nariz
Deterioro muscular bulbar
• Dificultad progresiva en el habla, la deglución y la aspiración.
• Voz nasal y discurso ininteligible.
• Vulnerabilidad emocional.
• Finalmente, función respiratoria comprometida.
Exploración y diagnóstico
El diagnóstico se basa en los signos y síntomas porque no hay estudios
clínicos o de laboratorio específicos para la ELA. Los estudios electro-
miográficos y de biopsia muscular, la resonancia magnética y la valora-
ción neuropsicológica pueden ayudar en el diagnóstico y la evaluación.
Tratamiento médico
No hay tratamiento específico para la ELA. El tratamiento de los
síntomas incluye lo siguiente:
• Riluzol, un antagonista del glutamato, como neuroprotector.
• Baclofeno, dantroleno sódico o diazepam para la espasticidad.
• El modafinilo puede ser utilizado para la fatiga.
• Ventilación mecánica (utilizando ventiladores de presión negativa)
para hipoventilación alveolar; la ventilación de presión positiva no
invasiva es opcional.
Para mayor información, véase capítulo 65 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Esclerosis múltiple
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, degenerativa
y progresiva del sistema nervioso central (SNC), caracterizada por la
aparición de pequeños parches (placas) amielínicos en el cerebro y
la médula espinal. La desmielinización (destrucción de la mielina)
altera la transmisión de los impulsos nerviosos.
Fisiopatología
Se desconocen las causas de la EM, pero probablemente estén impli-
cadas ciertas fallas en la respuesta inmunitaria. En la EM, se han
detectado linfocitos T sensibilizados en el SNC que facilitan la infil-
tración de otros agentes que dañan el sistema inmunitario. El ataque
del sistema inmunitario produce inflamación que destruye la mielina y
los oligodendrocitos que la producen en el SNC. Asimismo, aparecen
placas de tejido esclerótico sobre los axones desmielinizados, contribu-
yendo a interrumpir la transmisión de los impulsos.
La EM puede presentarse a cualquier edad pero suele manifestarse
en adultos jóvenes de entre 20 y 40 años; afecta más frecuentemente
a las mujeres que a los hombres. La prevalencia geográfica es mayor
en el norte de Europa, Nueva Zelanda, el sur de Australia, el norte de
Estados Unidos y el sur de Canadá.
Evolución de la enfermedad
La EM toma uno de varios cursos:
• Curso benigno: los síntomas son tan leves que el paciente no busca
atención médica ni tratamiento.
• Curso recurrente-remitente (RR) (80-85 % de los casos): el paciente
muestra una recuperación total entre las recurrencias; el 50 % de
estos casos avanzan al curso progresivo secundario, en el que la enfer-
E
medad progresa con o sin recurrencias.
• Curso progresivo primario (10 % de los casos): aumentan los sín-
tomas discapacitantes de manera constante, rara vez con mesetas y
mejorías temporales; este curso tiene el potencial de producir tetra-
paresia, disfunción cognitiva, pérdida de la visión y síndromes del
tronco del encéfalo.
• Curso progresivo recurrente (el menos frecuente, cerca del 5 %): se
caracteriza por presentar recurrencias con un avance discapacitante
continuo entre exacerbaciones.
Cuadro clínico
• Los signos y síntomas tienen una presentación variada y múltiple,
y reflejan la ubicación de la lesión (placa) o de una combinación
de lesiones.
• Síntomas primarios: fatiga, depresión, debilidad, entumecimiento,
dificultades en la coordinación, pérdida del equilibrio y dolor.
• Alteraciones visuales: visión borrosa, diplopía (visión doble), ceguera
por parches (escotoma) y ceguera total.
• Debilidad espástica de las extremidades y pérdida de los reflejos
abdominales; ataxia y temblor.
• Problemas cognitivos y psicosociales; depresión, labilidad emocional
y euforia.
• Puede haber problemas vesicales, intestinales y sexuales.
Manifestaciones secundarias asociadas con las
complicaciones
• Infecciones de las vías urinarias, estreñimiento.
• Úlceras por presión, deformidades por contracturación, edema del
pie en posición declive.
• Neumonía.
• Depresión reactiva y osteoporosis.
• Problemas emocionales, sociales, con la pareja, económicos y de
índole laboral.
Exacerbaciones y remisiones
Las recurrencias se pueden asociar con períodos de estrés emocional
y físico.
E
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar problemas reales o potenciales asociados con la enfermedad:
problemas neurológicos, complicaciones secundarias y el impacto de
la enfermedad sobre el paciente y su familia.
• Valorar las funciones del paciente, particularmente la deambula-
ción, tanto cuando esté bien descansado como cuando se encuentre
fatigado; buscar signos de debilidad, espasticidad, deterioro visual,
incontinencia y trastornos de la deglución y el habla.
• Evaluar cómo la EM ha afectado el estilo de vida del paciente, cómo
afronta la enfermedad y si muestra disposición a mejorar.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• El deterioro de la movilidad física se asocia con debilidad, paresias
musculares y espasticidad.
• Riesgo de lesión asociada con el deterioro sensitivo y de la visión.
• Alteraciones en la eliminación vesical e intestinal por disfunción del
sistema nervioso.
• Deterioro de la comunicación verbal y riesgo de aspiración asocia-
dos con compromiso de los nervios craneales.
• Confusión crónica relacionada con la disfunción cerebral.
• Afrontamiento individual ineficaz vinculado con la incertidumbre
sobre el avance de la enfermedad.
• Incapacidad para mantener el hogar asociada con las limitaciones
físicas, psicológicas y sociales impuestas por la EM.
• Posible disfunción sexual vinculada con las lesiones o las reacciones
psicológicas.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos terapéuticos incluyen promover la movili-
dad física, evitar las lesiones, lograr la continencia vesical e intestinal,
fomentar los mecanismos de habla y deglución, mejorar la función
cognitiva, desarrollar capacidades de afrontamiento, mejorar las capa-
cidades para mantener el hogar y adaptarse a la disfunción sexual.
Estenosis aórtica
La estenosis de la válvula aórtica es el estrechamiento del orificio entre
el ventrículo izquierdo y la aorta. En los adultos, la estenosis es
habitualmente resultado de calcificaciones degenerativas o puede ser
consecuencia de la endocarditis reumática, malformaciones congéni-
tas o calcificación cúspide de causa desconocida. El estrechamiento
Factores de riesgo
La diabetes, la hipercolesterolemia, la hipertensión y las concentracio-
nes bajas de colesterol de lipoproteínas de alta densidad pueden ser
factores de riesgo para los cambios degenerativos de la válvula. Puede E
haber malformación congénita de las cúspides o valvas, o un número
anómalo de ellas (p. ej., una o dos en lugar de tres). La endocarditis
reumática también puede causar cambios estructurales.
Fisiopatología
El estrechamiento progresivo del orificio de la válvula provoca una obs-
trucción para el vaciado del ventrículo izquierdo. La pared ventricular
se engrosa (hipertrofia) como respuesta, y cuando estos mecanismos
compensatorios del corazón comienzan a fallar, se desarrollan sínto-
mas y signos clínicos.
Cuadro clínico
• Disnea de esfuerzo.
• Edema pulmonar, ortopnea y disnea paroxística nocturna.
• Mareos y síncope (desmayo).
• Angina de pecho.
• Posible presión arterial baja, aunque por lo general es normal.
• Presión de pulso baja (30 mm Hg o menos).
Exploración y diagnóstico
• Exploración física: soplo sistólico fuerte y áspero escuchado sobre el
área aórtica; vibración sobre la base del corazón; posible soplo de S4.
• Electrocardiograma de 12 derivaciones y ecocardiograma.
• Resonancia magnética cardíaca y exploración mediante tomografía
computarizada.
• Cateterización izquierda del corazón.
Profilaxis
Controlar los factores de riesgo modificables para minimizar cualquier
respuesta inflamatoria proliferativa (p. ej., tratar diabetes, hiperten-
sión y colesterol elevado, y enfatizar la necesidad de evitar el tabaco).
Estenosis mitral
La estenosis mitral es una obstrucción del flujo sanguíneo que viene
de la aurícula izquierda hacia el ventrículo izquierdo. Es causada con
mayor frecuencia por la endocarditis reumática, que engrosa progre-
sivamente las valvas de la válvula mitral y las cuerdas tendinosas. A
menudo las valvas se fusionan entre sí. Con el tiempo, el orificio de la
válvula mitral se estrecha y va obstruyendo progresivamente el flujo de
sangre hacia el ventrículo.
Fisiopatología
El orificio normal de la válvula mitral suele tener aproximadamente
tres dedos de ancho. En caso de estenosis grave, el orificio puede tener
el ancho de un lápiz. La aurícula izquierda tiene problemas para movi-
lizar la sangre hacia el ventrículo por la mayor resistencia que ofrece el
E Tratamiento quirúrgico
• La opción quirúrgica consiste en la valvuloplastia, generalmente una
comisurotomía para abrir o romper las comisuras fusionadas de la
válvula mitral.
• Se puede realizar una valvuloplastia transluminal percutánea o un
reemplazo de válvula mitral.
Para mayor información, véase capítulo 29 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Estreñimiento
El estreñimiento se refiere a una escasez anómala o irregularidad de
la defecación, al endurecimiento anormal de las heces que hace su
paso difícil y a veces doloroso, la disminución en el volumen de las
heces, la retención prolongada de heces en el recto o la sensación
persistente de plenitud abdominal. Puede ser causado por ciertos
medicamentos, trastornos rectales o anales, obstrucción, alteraciones
metabólicas, neurológicas y neuromusculares, trastornos endocrinos,
intoxicación por plomo, trastornos del tejido conectivo y una varie-
dad de problemas médicos. Otras causas pueden incluir debilidad,
inmovilidad, agotamiento, fatiga, ingestión insuficiente de fibra y
líquidos e incapacidad para aumentar la presión intraabdominal para
pasar las heces. El estreñimiento se desarrolla cuando las personas
no se toman el tiempo o ignoran la necesidad de defecar, o como
resultado de hábitos dietéticos (consumo bajo de fibra e ingestión
inadecuada de líquidos), falta de ejercicio regular y una vida llena de
estrés. El estreñimiento percibido es un problema subjetivo que se
produce cuando el patrón de eliminación intestinal de un individuo
no es coherente con lo que percibe como normal; sin embargo, el
estreñimiento puede indicar una enfermedad subyacente o un tras-
torno de la motilidad del tubo digestivo. El uso crónico de laxantes
contribuye a este problema.
Fisiopatología
La fisiopatología del estreñimiento no se comprende del todo, pero se
cree que incluye la alteración de una de las tres principales funciones
del colon: transporte mucoso (las secreciones mucosas facilitan el
Exploración y diagnóstico
El diagnóstico se basa en la anamnesis, la exploración física, posible-
mente un enema de bario o sigmoidoscopia, estudios de sangre oculta
en heces, manometría anorrectal (estudios de presión), defecografía y
estudios de tránsito colónico. Se utilizan los criterios diagnósticos de
Roma para categorizar los síntomas del estreñimiento con base en las
características específicas asociadas con la defecación. Algunas prue-
bas, como la resonancia magnética del piso pélvico, pueden identificar
defectos ocultos en esta región.
Consideraciones gerontológicas
Las consultas a los médicos de atención primaria para el tratamiento
del estreñimiento son habituales en las personas de 65 años y mayo-
res; un motivo de consulta frecuente es la necesidad de pujar en el
momento de expulsar las heces. El proceso de envejecimiento genera
cambios en el colon, pero el alcance y las implicaciones fisiológicas
de la defecación no quedan claros. Los factores que contribuyen al
estreñimiento en los adultos mayores son la preferencia por alimentos
suaves, procesados y bajos en fibra debido a las dificultades de mastica-
ción o dentales, la ingestión disminuida de alimentos, la reducción en
la movilidad, el uso excesivo de laxantes y la debilidad de los músculos
abdominales. Las enfermedades crónicas, y la resultante polifarmacia,
depresión, debilidad y reposo prolongado en cama, también pueden
ser factores que contribuyan al estreñimiento. El estreñimiento cró-
nico deteriora la calidad de vida en grados comparables a los de los
cambios en la calidad de vida de otras enfermedades crónicas como la
diabetes, la artritis reumatoide y la artrosis.
Faringitis aguda
327
Atención de enfermería
• Alentar el reposo en cama durante la etapa febril de la enferme-
dad, así como períodos de descanso frecuentes una vez que el
paciente se sienta mejor.
• Explicar al paciente los signos y síntomas que le exigirán contac-
tar al médico con prontitud; entre ellos se encuentran la disnea,
el babeo y la incapacidad para deglutir o para abrir la boca de
manera completa.
• Capacitar al paciente sobre los cuidados que debe tener con las
secreciones (p. ej., desechar los pañuelos de manera adecuada)
para prevenir la diseminación de la infección, así como reempla-
zar su cepillo dental.
• Examinar la piel del paciente una o dos veces al día en busca de
exantema, ya que la faringitis aguda puede preceder otras enfer-
medades transmisibles (p. ej., rubéola).
• Indicar la realización de gárgaras o irrigaciones con solución
salina caliente (40,6-43,3 °C) con el propósito de reducir el dolor.
Asimismo, enseñar al paciente el propósito y la técnica para reali-
zar gárgaras calientes (tanto como pueda tolerarlas) para asegurar
su máxima eficacia.
• Aplicar un collarín frío para aliviar los síntomas.
• Indicar higiene bucal para prevenir fisuras en los labios e infla-
mación en la boca.
• Permitir que se retomen las actividades gradualmente.
• Señalar al paciente la importancia de completar todo su trata-
miento antibiótico.
• Informar al paciente y su familia sobre los síntomas que deberán
vigilar y los signos que pueden sugerir el desarrollo de complica-
ciones, incluyendo nefritis y fiebre reumática.
Para mayor información, véase capítulo 22 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Faringitis crónica
La faringitis crónica es la inflamación persistente de la faringe, frecuente
en adultos que trabajan o viven en entornos llenos de polvo, hacen
un uso excesivo de la voz, sufren de tos crónica o consumen alcohol
y tabaco de manera habitual. Se reconocen tres tipos: hipertrófica,
con engrosamiento y congestión general de las membranas mucosas
faríngeas; atrófica, la etapa tardía del tipo 1; y crónica granular, carac-
terizada por la presencia de numerosos folículos linfáticos inflamados F
en la pared faríngea.
Cuadro clínico
• Sensación constante de irritación o plenitud de la garganta.
• Acumulación de moco en la garganta expectorado con la tos.
• Goteo posnasal intermitente.
• Dificultades para deglutir.
Tratamiento médico
• El tratamiento se basa en aliviar los síntomas, evitar la exposición
a los irritantes y corregir cualquier alteración cardíaca, pulmonar
o de vías aéreas superiores que pueda causar tos crónica.
• Los aerosoles nasales o medicamentos con sulfato de efedrina o
fenilefrina sirven para aliviar la congestión nasal.
• Los descongestionantes antihistamínicos, como la seudoefedrina
o la bromfeniramina/seudoefedrina, pueden ser útiles en aque-
llos casos con antecedentes de rinitis alérgica.
• Se puede recomendar el ácido acetilsalicílico (para pacientes
mayores de 20 años) o el paracetamol para controlar la inflama-
ción y aliviar las molestias.
• La amigdalectomía puede representar una opción eficaz si se
consideran la morbilidad y las complicaciones relacionadas con
la cirugía.
Atención de enfermería
• Recomendar evitar el alcohol, el tabaco, el humo de segunda
mano, la exposición al frío y los contaminantes ambientales y
ocupacionales. El uso de mascarillas puede reducir la exposición
a los contaminantes.
• Alentar al paciente a tomar mucho líquido y hacer gárgaras con
agua caliente con sal para reducir las molestias de la garganta.
Los caramelos para la tos pueden ayudar a evitar la sequedad de
la garganta.
Para mayor información, véase capítulo 22 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle
JL, Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España:
Wolters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Feocromocitoma
El feocromocitoma es un tumor (generalmente benigno) que se origina
de las células cromafines de la médula suprarrenal. En el 90 % de los
pacientes, el tumor aparece en la médula; en el resto, se presenta
en el tejido cromafín extrasuprarrenal ubicado en o cerca de la aorta,
los ovarios, el bazo u otros órganos. El tumor puede surgir a cualquier
edad, pero el pico de incidencia ocurre entre los 40 y 50 años; afecta a
hombres y mujeres por igual y muestra tendencia familiar. El 10 % de
los tumores son bilaterales, y otro 10 % son malignos. Aunque no es
habitual, es causa de hipertensión que se suele curar mediante cirugía,
pero sin diagnóstico y tratamiento generalmente es letal.
Cuadro clínico
• La tríada de síntomas incluye cefalea, diaforesis y palpitaciones en el
paciente con hipertensión.
Exploración y diagnóstico
• Se evalúan los signos asociados con las “cinco H” (hipertensión,
cefalea [headache], hiperhidrosis [sudoración excesiva], hipermetabo-
lismo e hiperglucemia).
• Las concentraciones urinarias y plasmáticas de catecolaminas y meta-
nefrina (MN, un metabolito de las catecolaminas) y del ácido vani-
lilmandélico (AVM) o las catecolaminas libres son los parámetros
más directos y concluyentes para evaluar el exceso de actividad de la
médula suprarrenal.
• La concentración de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina)
plasmáticas totales se mide con el paciente en posición supina y en
reposo durante 30 min.
• Se puede realizar una prueba de supresión de clonidina si los resul-
tados de las pruebas urinarias y plasmáticas de catecolaminas no
son concluyentes.
• Se realizan estudios imagenológicos (p. ej., tomografía computari-
zada [TC] y resonancia magnética [RM], ecografía, gammagrafía con
metayodobencilguanidina [MIBG]) para localizar el feocromocitoma
y determinar si hay más de un tumor.
• Evaluar la función de las otras glándulas endocrinas.
Tratamiento médico
• Se recomienda reposo en cama con la cabecera elevada.
• El paciente debe ser trasladado a la unidad de cuidados intensivos
para monitorizar de cerca los cambios electrocardiográficos (ECG)
y administrar con cuidado bloqueantes α-adrenérgicos (p. ej., fen-
tolamina, en ocasiones en tándem con un bloqueante β-adrenér-
gico [propranolol]). Se puede añadir un relajante de músculo liso
(p. ej., nitroprusiato sódico) con el objetivo de bajar la presión
arterial con celeridad. F
• En el preoperatorio, el paciente puede comenzar el tratamiento con
una dosis baja de un bloqueante α-adrenérgico (fenoxibenzamina)
10-14 días (o más) antes de la cirugía.
• El tratamiento consiste en la extirpación del tumor, generalmente
mediante adrenalectomía; la hipertensión suele remitir con el tra-
tamiento. La preparación del paciente incluye controlar la presión
arterial y los volúmenes sanguíneos, lo cual habitualmente se logra
a los 4-7 días.
• El paciente debe ser hidratado antes, durante y después de la cirugía.
• El reemplazo postoperatorio de corticosteroides será necesario como
tratamiento de largo plazo tras la adrenalectomía bilateral.
• Se debe prestar mucha atención a monitorizar y tratar la hipotensión
e hipoglucemia.
• Varios días después de la cirugía, se miden las concentraciones urina-
rias y plasmáticas de las catecolaminas y sus metabolitos, para deter-
minar si la cirugía fue exitosa.
Atención de enfermería
• Monitorizar los cambios en el ECG, la presión arterial, el equilibrio
hidroelectrolítico y la glucemia.
• Vigilar la aparición de crisis hipertensivas, que pueden ser resultado
de la manipulación del tumor durante su extirpación quirúrgica;
ello causa la liberación de la adrenalina y noradrenalina almacena-
das, con incrementos marcados en la presión arterial y cambios en
la frecuencia cardíaca.
• Alentar al paciente a que programe sus consultas de seguimiento
para de esta forma asegurar la detección temprana de la recurrencia
del feocromocitoma.
• Informar al paciente sobre los posibles efectos adversos de los medi-
camentos, que incluyen ortostatismo, congestión nasal, mayor fatiga
y eyaculación retrógrada en los varones.
• Explicar al paciente el propósito del tratamiento con corticosteroi-
des, los horarios de administración y los riesgos de saltarse las dosis
o detener su ingestión de manera abrupta.
Fracturas
Una fractura es una pérdida de continuidad completa o incompleta de
la estructura ósea, que se define de acuerdo con su tipo y extensión.
Fisiopatología
Las fracturas ocurren cuando el hueso se somete a una fuerza mayor
de la que puede absorber; pueden ser causadas por un golpe directo,
una fuerza de aplastamiento, un movimiento de giro súbito o incluso
por contracturas musculares extremas. Cuando se rompe el hueso
también se alteran las estructuras adyacentes, lo que da como resul-
tado un edema de tejidos blandos, hemorragia al interior de los
músculos y articulaciones, luxaciones de articulaciones, roturas de
tendones, lesiones nerviosas y daño de vasos sanguíneos. Se pueden
lesionar los órganos del cuerpo por la fuerza que causó la fractura o
por sus fragmentos.
Tipos de fracturas
• Fractura completa: pérdida de continuidad transversal total del
hueso, que a menudo se desplaza de su posición normal.
• Fractura incompleta, también llamada fractura en tallo verde: pérdida
de continuidad que ocurre sólo a través de una parte de la dimen-
sión transversa del hueso.
• Fractura conminuta: pérdida de continuidad con varios fragmen-
tos óseos.
• Fractura cerrada o simple: aquélla que no produce pérdida de con-
tinuidad cutánea.
Exploración y diagnóstico
El diagnóstico de una fractura depende de los síntomas, los signos físi-
cos y los hallazgos radiográficos. Por lo general, el paciente informa de
una lesión en la zona. Se puede usar una resonancia magnética (RM)
y artroscopia para identificar la fractura y confirmar el diagnóstico.
Tratamiento médico
De urgencia
• Inmovilizar la porción corporal afectada después de la lesión y antes
de trasladar al paciente.
• Entablillar la zona lesionada, incluyendo las articulaciones proximal
y distal a la fractura, para prevenir el movimiento de sus fragmentos.
• Por lo general, inmovilizar los huesos largos de los miembros inferio-
res vendando ambas, ya que la no afectada puede servir como férula
para la afectada.
• Vendar el brazo sobre el tórax o colocar el antebrazo lesionado en
un cabestrillo cuando ocurra una lesión de un miembro superior.
Complicaciones tardías
• La ausencia de consolidación (fracaso de la unión de los extremos de
un hueso fracturado) se trata con fijación interna, injerto óseo (osteo-
génesis, osteoconducción, osteoinducción) y estimulación eléctrica
ósea, o su combinación.
• El tratamiento del SDRC implica elevar la extremidad; aliviar el
dolor; hacer ejercicios dentro del rango de movimiento; y ayudar a
los pacientes con dolor crónico, atrofia por desuso y osteoporosis.
Deben evitarse las lecturas de presión arterial o las venopunciones
en la extremidad afectada.
Fracturas de la muñeca
• Las fracturas de la muñeca (distales de radio [fracturas de Colles])
suelen presentarse por una caída sobre una mano abierta en dor-
siflexión; ocurren con frecuencia en las mujeres de edad avanzada
con osteoporosis y tejidos blandos débiles, los cuales no disipan la
energía de una caída.
• El tratamiento suele constar de la reducción cerrada e inmoviliza-
ción; insistir en el cuidado del yeso o ante fracturas más graves que
requieren RAFI con la inserción de alambre; capacitar al paciente F
sobre los cuidados de la incisión.
• Indicar al paciente que mantenga elevados la muñeca y el antebrazo
durante 48 h después de la reducción.
• Iniciar movimientos activos de los dedos y el hombro dentro del
rango de movimiento, aminorar el edema y prevenir la rigidez con la
mano sostenida a nivel del corazón.
• Recomendar el uso de la mano en las actividades funcionales.
• Hacer ejercicios activos del hombro y el codo, incluyendo los com-
pletos dentro del rango de movimiento de ambas articulaciones.
• Valorar la función sensorial del nervio mediano, pinchando la porción
distal del dedo índice, y la función motora, midiendo la capacidad del
paciente de tocar el pulgar con el dedo meñique. Si se observa dismi-
nución de la circulación y la función nerviosa, tratarla rápidamente.
Manos y dedos
• El tipo más frecuente de fractura de huesos metacarpianos en los adul-
tos es la “fractura del boxeador”, que ocurre cuando se golpea una
superficie dura con el puño cerrado, con fragmentación del cuello del
quinto dedo; las caídas y lesiones ocupacionales (p. ej., lesiones por
maquinaria, aplastamientos) son las causas más habituales de lesiones
de las falanges en los adultos.
• El objetivo terapéutico consiste en recuperar al máximo la función de
la mano y disminuir al mínimo las deformidades estéticas.
• Ante una fractura no desplazada, se coloca una férula en el dedo durante
3-4 semanas para aliviar el dolor y proteger la punta del dedo de
traumatismos adicionales; la férula puede consistir en un “encintado
conjunto” del dedo fracturado con uno adyacente no fracturado.
• Las fracturas desplazadas y abiertas pueden requerir RAFI.
• Valorar el estado neurovascular de la mano lesionada. Indicar al
paciente que mantenga la mano elevada para controlar el edema.
Alentar el uso funcional de las porciones no afectadas de la mano.
Pelvis
• Las fracturas pélvicas pueden ser causadas por caídas, colisiones de
vehículos motorizados o lesiones por aplastamiento; se observan
con mayor frecuencia en adultos jóvenes y maduros.
Acetábulo
• Fractura intraarticular cuyo mecanismo típico de lesión es por una
fuerza externa que empuja la diáfisis femoral hacia la articulación de
la cadera y fractura el acetábulo.
• El tratamiento depende del patrón de la fractura.
• Las fracturas estables se pueden tratar mediante tracción y soporte de
peso con protección; las fracturas desplazadas e inestables se tratan
por RAFI, desbridación articular o artroplastia.
Cadera
F
• Ocurren dos tipos principales de fracturas de cadera: intracapsular
(fracturas del cuello del fémur) y extracapsular (fracturas de las regio-
nes trocantéreas y subtrocantéreas).
• En las fracturas del cuello femoral, la pierna se acorta y presenta
aducción y rotación externa. El paciente refiere dolor en la cadera y
la ingle o en la cara medial de la rodilla.
• Las fracturas se tratan con tracción en extensión de Bock, un tipo de
tracción cutánea temporal. El tratamiento quirúrgico es por RAFI,
o reducción cerrada de la fractura, recolocación del cuello femoral
con una prótesis (hemiartroplastia) o reducción cerrada con estabili-
zación percutánea, para una fractura intracapsular.
• La fractura del cuello femoral desplazada es una urgencia y debe
repararse en las siguientes 24 h.
• Los objetivos del tratamiento incluyen alivio del dolor, preven-
ción de problemas médicos secundarios y movilización precoz del
paciente, de manera que se pueda restablecer su funcionalidad
independiente.
• Las posibles complicaciones tempranas incluyen las neurovasculares,
de tromboembolia venosa, complicaciones pulmonares (p. ej., atelec-
tasia, neumonía), pérdida de continuidad de la piel y del control de
la vejiga (incontinencia o retención). Entre las complicaciones tar-
días se cuentan las infecciones, la ausencia de consolidación y NAV.
Consideraciones gerontológicas
Los adultos mayores (en particular las mujeres) con densidad ósea dismi-
nuida por osteoporosis y que tienden a caerse con frecuencia muestran
una elevada incidencia de fracturas de cadera. El estrés y la inmovilidad
asociados con el traumatismo predisponen al anciano a la atelectasia,
neumonía, septicemia, tromboembolia venosa, úlceras por presión y a
reducir la capacidad para enfrentar otros problemas de salud. Muchos
adultos mayores hospitalizados con fracturas de cadera presentan delirio
como resultado del estrés del traumatismo, un ambiente circundante no
familiar, la privación del sueño y el uso de medicamentos. El delirio que
aparece en algunos ancianos puede ser causado por una isquemia leve
Tibia y peroné
• Las fracturas de tibia y peroné (las más frecuentes por debajo de la
rodilla) tienden a ser producto de un golpe directo, caídas con los
pies en posición flexionada o de un movimiento violento de giro.
Los signos y síntomas incluyen dolor, deformidad, un hematoma
evidente y edema considerable.
Gastritis
La gastritis es la inflamación de la mucosa del estómago y un pro-
blema gastrointestinal frecuente. Afecta de igual manera a mujeres
y hombres, y se observa más en los adultos mayores. La gastritis
puede ser aguda o crónica, y se clasifica además como erosiva o no ero-
siva con base en los signos histopatológicos de la pared gástrica. La
gastritis aguda dura varias horas o unos cuantos días, y a menudo es
causada por abusos en la ingestión (consumo de alimentos irritan-
tes muy condimentados o infectados); también puede presentarse
ante enfermedades graves (p. ej., lesiones traumáticas mayores,
quemaduras, infección grave, insuficiencia hepática, renal o respira-
toria, e intervenciones quirúrgicas mayores). Otras causas incluyen
el uso excesivo de ácido acetilsalicílico y otros antiinflamatorios no
esteroideos (AINE), una ingestión excesiva de alcohol, el reflujo
de bilis y la radioterapia. La forma más grave de gastritis aguda es
la causada por la ingestión de ácidos o álcalis fuertes, que pueden
causar gangrena o perforación de la mucosa. La gastritis también
puede ser el primer signo de una infección sistémica aguda.
La gastritis crónica es una inflamación prolongada del estómago
que puede ser causada por úlceras benignas o malignas del órgano, o
por bacterias como Helicobacter pylori. La gastritis crónica causada por la
infección de H. pylori influye en la aparición de úlceras pépticas, cáncer
gástrico y linfoma del tejido linfático asociado a la mucosa (MALT, de
mucosa-associated lymphoid tissue); además, puede relacionarse con enfer-
medades autoinmunitarias como la anemia perniciosa.
La gastritis no erosiva (aguda y crónica) es causada con mayor fre-
cuencia por una infección de H. pylori. La gastritis erosiva es ocasio-
nada casi siempre por el uso prolongado de AINE; también participan
el abuso del alcohol y la exposición reciente a la radiación.
Fisiopatología
En la gastritis, la membrana mucosa gástrica se torna edematosa e
hiperémica (congestionada por líquidos y sangre), y presenta erosión
superficial. Secreta una cantidad escasa de jugo gástrico, que contiene
muy poco ácido y demasiado moco. Puede ocurrir una ulceración
superficial como resultado de la enfermedad erosiva y quizás cause
una hemorragia.
349
Glaucoma
Se usa el término glaucoma para referirse a un grupo de trastornos
oculares caracterizados por el daño del nervio óptico. La mayoría de
los pacientes son asintomáticos hasta que ocurre un daño extenso
e irreversible. El glaucoma afecta a las personas de cualquier edad,
pero su prevalencia aumenta conforme avanza la edad (mayores de
40 años). Otros pacientes en riesgo son los diabéticos, los afroameri-
canos, aquéllos con antecedentes familiares de glaucoma, las personas
con traumatismo o intervenciones quirúrgicas oculares previas o
quienes se han sometido a un tratamiento largo con corticosteroides.
G
No hay cura para el glaucoma, pero la enfermedad se puede contro-
lar. Esta enfermedad es la segunda causa de ceguera en adultos en
Estados Unidos.
Fisiopatología
El humor acuoso fluye entre el iris y el cristalino, y nutre a este
último y a la córnea. La presión intraocular (PIO) se determina por la
velocidad de producción del humor acuoso, la resistencia encontrada
para su flujo por las vías de paso y la presión venosa de las venas
epiescleróticas, que drenan hacia la vena ciliar anterior. Cuando
se inhibe el flujo del humor acuoso al exterior, aumenta la presión
dentro del ojo. El incremento de la PIO daña al nervio óptico y a su
capa de fibras nerviosas, pero el grado de daño es muy variable y se
relaciona con la elevación de la PIO causada por la obstrucción al paso
del humor acuoso.
Clasificación de los glaucomas
Hay varios tipos de glaucoma. Las formas clínicas actuales del
glaucoma se identifican como de ángulo abierto, de ángulo cerrado
(también llamado bloqueo pupilar), congénito y el relacionado con
otros trastornos. El glaucoma puede ser primario o secundario, depen-
diendo de si hay o no factores contribuyentes asociados. Las dos
formas clínicas frecuentes del glaucoma en los adultos son el primario
de ángulo abierto (GPAA) y el de ángulo cerrado, que se diferencian
por el mecanismo que causa la alteración del flujo de salida del
humor acuoso.
Cuadro clínico
• La mayoría de los pacientes no sabe que tienen la enfermedad hasta
que experimentan cambios visuales y pérdida de la visión.
• Los síntomas pueden incluir visión borrosa o “halos” de luces alre-
dedor, dificultad para enfocar y el ajuste de los ojos ante una luz
baja, pérdida de la visión periférica, dolor o malestar alrededor de
los ojos y cefalea.
Cuadro clínico
Los síntomas son variables. Algunos pacientes con enfermedad grave
no presentan síntomas durante muchos años.
• Se registra hipertensión o elevación del nitrógeno ureico en sangre
(BUN, de blood urea nitrogen), así como de la concentración de crea-
tinina sérica.
• El paciente puede presentar los siguientes síntomas generales: pér-
dida de peso y de fuerza muscular, aumento de la irritabilidad y nictu-
ria (mayor necesidad de orinar por la noche); también son frecuentes
la cefalea, el mareo y los trastornos digestivos.
Exploración y diagnóstico
En los análisis de laboratorio se pueden encontrar las siguientes
anomalías:
• Análisis de orina: densidad fija de 1,010, proteinuria y cilindros uri-
narios variables.
• Estudios sanguíneos relacionados con el avance de la insuficiencia
renal: hipercalemia, acidosis metabólica, anemia, hipoalbumine-
mia, disminución del calcio y aumento del fósforo séricos, e hiper-
magnesemia.
• Alteración de la conducción nerviosa; cambios del estado mental.
• Aumento del volumen cardíaco y edema pulmonar en la radiografía
G
de tórax.
• Electrocardiograma (ECG) normal o que señala hipertrofia ventricu-
lar izquierda.
• En la tomografía computarizada y la resonancia magnética se observa
un decremento del tamaño de la corteza renal.
Tratamiento médico
El tratamiento del paciente ambulatorio depende de los síntomas.
• Si hay hipertensión, disminuir la presión arterial con la restricción de
sodio y agua, fármacos antihipertensivos o ambos.
• Vigilar el peso diariamente y prescribir medicamentos diuréticos
para tratar la sobrecarga de líquidos.
• Aportar proteínas de alto valor biológico para respaldar un buen
estado de nutrición (productos lácteos, huevos, carne).
• Tratar con rapidez las infecciones de vías urinarias.
• Iniciar la diálisis en etapas tempranas de la enfermedad para mante-
ner óptimas las condiciones físicas del paciente, prevenir desequili-
brios hidroelectrolíticos, y disminuir al mínimo el riesgo de compli-
caciones asociadas con la insuficiencia renal.
Atención de enfermería
• Observar las alteraciones hidroelectrolíticas frecuentes en las enfer-
medades renales; informar los cambios en el estado cardíaco, neuro-
lógico y de los líquidos y electrolitos.
• Brindar apoyo emocional durante la enfermedad y el tratamiento,
dando la oportunidad al paciente y a su familia de expresar sus preo-
cupaciones. Responder las preguntas y discutir las opciones.
• Capacitar al paciente y a su familia sobre el plan de tratamiento
prescrito y el riesgo de su incumplimiento. Explicar la necesidad de
realizar evaluaciones de seguimiento de la presión arterial, de análisis
de orina para buscar proteínas y cilindros, y de sangre para valorar el
BUN y la creatinina.
• Si se requiere diálisis a largo plazo, instruir al paciente y a su familia
sobre el procedimiento y sobre cómo tratar el sitio de acceso, las
Gota
La gota corresponde a un grupo heterogéneo de artritis inflamatorias
en el que se depositan cristales del llamado urato monosódico dentro de
las articulaciones y los tejidos del organismo. La gota es consecuencia
de la hiperuricemia.
Fisiopatología
En la gota hay un aumento del ácido úrico sérico (en especial mayor
de 6,8 mg/dl), que es un producto secundario del metabolismo de
las purinas (compuestos químicos básicos que se encuentran en con-
centraciones altas en los productos cárnicos). Las cifras de urato se
afectan por la alimentación, los medicamentos, su sobreproducción en
el cuerpo y su excreción inadecuada por los riñones. Pueden ocurrir
crisis de gota cuando los macrófagos del espacio articular fagocitan
los cristales de urato. Por una serie de mecanismos inmunitarios, se
secreta interleucina-1β (IL-1β), aumenta la inflamación y se exacerba
por la presencia de los ácidos grasos libres. Tanto el consumo de
alcohol como el exceso de comida, en especial de carnes rojas, pue-
den llevar al incremento de la concentración de ácidos grasos libres,
que desencadenan las crisis de gota aguda. Es más frecuente en los
hombres. El riesgo de sufrir gota aumenta con la edad, el índice de
masa corporal, el consumo de bebidas ricas en alcohol y fructosa, la
hipertensión y el uso de diuréticos.
La hiperuricemia primaria puede deberse a dietas muy estrictas o
inanición, ingestión excesiva de alimentos ricos en purinas (mariscos,
carnes y vísceras) o a la herencia. En la hiperuricemia secundaria,
Hemofilia
La hemofilia es una enfermedad relativamente rara. Los dos tras-
tornos hemorrágicos heredados, las hemofilias A y B, son clínica-
mente indistinguibles, pero pueden identificarse mediante pruebas
de laboratorio. La hemofilia A se debe a una alteración genética que
da lugar a una deficiencia o defecto del factor VIII. La hemofilia B
(también llamada enfermedad de Christmas) proviene de un desperfecto
genético que causa deficiencia o defecto del factor IX. La hemofilia A
es más frecuente, se presenta casi cuatro veces más a menudo que
la B. Ambos tipos son rasgos heredados ligados al cromosoma X,
de manera que la mayoría de las personas afectadas son del sexo
masculino. Las mujeres pueden ser portadoras, pero casi siempre
asintomáticas. Afecta a todos los grupos étnicos. La enfermedad suele
detectarse en la infancia, por lo general en los niños en edad de cami-
nar. Es probable que no se diagnostique una hemofilia leve hasta que
ocurra un traumatismo o una intervención quirúrgica.
Cuadro clínico
La frecuencia y gravedad de la hemorragia dependen del grado de
deficiencia del factor y la intensidad del traumatismo.
• Se observan hemorragias en diversas partes del cuerpo (equimosis
grandes crecientes y hemorragias al interior de los músculos, las
articulaciones y los tejidos blandos), incluso después de traumatis-
mos mínimos.
• Casi todas las hemorragias se presentan en las articulaciones (más
a menudo en rodillas, codos, tobillos, hombros, muñecas y cade-
ras); puede ocurrir dolor articular antes de que se vuelvan eviden-
tes el edema y la limitación del movimiento.
• Puede haber dolor crónico, anquilosis (fijación) o artropatía por las
hemorragias recurrentes; muchos pacientes se encuentran disca-
pacitados por el daño articular antes de la edad adulta.
• Se puede ver hematuria espontánea y hemorragia gastrointestinal. Los
hematomas dentro del músculo pueden causar compresión de los
nervios periféricos, con disminución de la sensibilidad, debilidad y
atrofia de la región.
363
Exploración y diagnóstico
Las pruebas de laboratorio incluyen determinación de los factores de
H coagulación y hemograma completo.
Tratamiento médico
• Se dispone de concentrados recombinantes de los factores VIII y
IX, lo que disminuye la necesidad de contar con concentrados de
los factores. Se administran en aquellos casos en los que se presenta
hemorragia activa o como medida preventiva antes de procedimien-
tos traumáticos (p. ej., punción lumbar, extracción dental, interven-
ción quirúrgica).
• Puede requerirse plasmaféresis o tratamiento inmunosupresor con-
comitante en los pacientes que desarrollan anticuerpos (inhibido-
res) contra los concentrados de factores.
• El ácido ε-aminocaproico inhibe la fibrinólisis y puede enlentecer la
disolución de los coágulos sanguíneos; el acetato de desmopresina
(DDAVP) induce un incremento transitorio del factor XIII.
• La desmopresina es útil para los pacientes con formas leves de
hemofilia A; sin embargo, no es eficaz ante la deficiencia grave del
factor VIII.
Atención de enfermería
• Apoyar a la familia y al paciente en el afrontamiento del trastorno,
porque es crónico, conlleva restricciones en su vida y, al ser un tras-
torno heredado, puede trasmitirse a generaciones futuras.
• Desde la infancia, ayudar a los pacientes a enfrentar la enfermedad e
identificar los aspectos positivos de sus vidas.
• Alentar a los pacientes a ser autosuficientes y a conservar su indepen-
dencia previniendo los traumatismos innecesarios.
• Los pacientes con deficiencias leves de factores que no fueron diag-
nosticadas hasta la edad adulta requieren una capacitación amplia
sobre las restricciones de actividades y las medidas de autocuidado
para disminuir la posibilidad de hemorragias y complicaciones; insis-
tir en la seguridad en casa y en el lugar de trabajo.
Consideraciones gerontológicas
El adulto mayor con hemofilia posiblemente fue tratado antes con
transfusión de componentes sanguíneos, al menos en las etapas
tempranas de su vida. Por lo tanto, las infecciones por hepatitis B y
C son frecuentes en este grupo, en particular la hepatitis C; también
es frecuente la infección por VIH. Los pacientes con infección por
VIH o hepatitis C tienen mayor riesgo de hepatopatía, que puede
ser letal. La hemorragia intracraneal es la tercera causa más frecuente
de muerte después de la infección por VIH y la hepatitis, y puede no ser
producto de un traumatismo. La principal causa de morbilidad en
estos pacientes es la enfermedad articular; es frecuente la artropatía
H en cuatro o más articulaciones. El tratamiento del dolor puede
constituir un reto, ya que el uso de AINE está contraindicado por el
mayor riesgo de hemorragia que conlleva. La posibilidad de adquirir
inhibidores, en especial de la hemofilia, aumenta conforme lo hace
la edad; por lo tanto, estos pacientes no sólo tienen un mayor riesgo
de hemorragia, sino también de trombosis. Aunque los pacientes con
hemofilia no suelen presentar enfermedad cardiovascular concomi-
tante con tanta frecuencia, es difícil de tratar cuando se presenta,
porque los métodos terapéuticos médicos y quirúrgicos aumentan el
riesgo de hemorragia; la coordinación de la atención con un hema-
tólogo puede mejorar los resultados.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Hepatitis vírica:
tipos A, B, C, D, E y G
Virus de la hepatitis A
La infección por el virus de la hepatitis A (VHA) es causada por un
virus ARN de la familia de los enterovirus. Esta forma de hepatitis es
transmitida principalmente por vía fecal-oral mediante la ingestión de
alimentos o líquidos infectados. El virus se puede encontrar en las heces
de los pacientes infectados antes del inicio de los síntomas y durante los
primeros días de la enfermedad. Se calcula que el período de incuba-
ción es de 2-6 semanas, con una media de alrededor de 4 semanas. La
enfermedad puede durar 4-8 semanas. El virus se encuentra presente
sólo brevemente en el suero; para el momento en el que aparece la
ictericia, el paciente probablemente ya no sea infectante. Una persona
inmune a la hepatitis A puede contraer las otras formas de hepatitis. Es
usual la recuperación de la hepatitis A; rara vez avanza hasta la necrosis
Tratamiento médico
• El interferón α ha dado resultados promisorios.
• Son útiles la lamivudina y el adefovir.
• Recomendar el reposo en cama y la restricción de actividades hasta
que desaparezcan la hepatomegalia y la elevación de la bilirrubina
sérica y de las enzimas hepáticas.
• Mantener una nutrición adecuada; restringir las proteínas cuando
la capacidad del hígado para metabolizar sus productos secundarios
esté alterada.
• Administrar antiácidos y antieméticos para la dispepsia y el malestar
general; evitar todo medicamento cuando el paciente esté vomitando.
• Indicar la hospitalización del paciente y administrar soluciones si
H persisten los vómitos.
Atención de enfermería
• La convalecencia es prolongada y la recuperación puede llevar más
de 3-4 meses; alentar la actividad gradual después de que la ictericia
desaparezca completamente.
• Identificar aspectos y preocupaciones psicosociales, en particular los
efectos de la separación de la familia y los amigos, si el paciente se
encuentra hospitalizado; si no lo está, éste no podrá trabajar y debe
evitar el contacto sexual.
• Incluir a la familia en la planificación para ayudar a disminuir sus
temores y ansiedades en cuanto a la diseminación de la enfermedad.
• Capacitar al paciente y a la familia sobre los cuidados caseros y la
convalecencia.
• Enseñar al paciente y a la familia que el reposo y la nutrición adecua-
dos son indispensables.
• Informar a la familia y a los amigos íntimos de los riesgos de con-
traer la hepatitis B.
• Asegurar que los amigos íntimos y familiares reciban la vacuna de la
hepatitis B o la inmunoglobulina de hepatitis B, según la prescripción.
• Advertir al paciente que debe evitar beber alcohol y comer mariscos
crudos.
• Instruir a la familia sobre la necesidad de las consultas de segui-
miento por el personal de enfermería de atención domiciliaria para
valorar la evolución y la comprensión, reforzar la instrucción y res-
ponder preguntas.
• Alentar al paciente a implementar estrategias para prevenir el inter-
cambio de líquidos corporales, como la abstinencia sexual o el uso
de condones.
• Recalcar la importancia de cumplir con las consultas de seguimiento
y participar en otras actividades de promoción de la salud y las prue-
bas de detección precoz recomendadas.
Virus de la hepatitis C
Las transfusiones de sangre y el contacto sexual alguna solían ser la
causa de casi todos los casos de hepatitis C en Estados Unidos, pero
hoy en día la enfermedad se contrae principalmente por vía parente-
ral (al compartir agujas contaminadas o por punciones con aguja o
lesiones de los profesionales de la salud). El período de incubación es
variable y va de 15 a 160 días. La evolución clínica de la hepatitis C
es similar a la de la B; los síntomas suelen ser leves. Con frecuencia
ocurre un estado de portador crónico. Hay mayor riesgo de padecer
cáncer hepático y cirrosis después de contraer la hepatitis C. Se usan
los inhibidores de proteasa, telaprevir y boceprevir, para el tratamiento
de la infección por el virus de la hepatitis C de genotipo I, en combi-
nación con peginterferón α2-b y ribavirina. No puede usarse ninguno H
de los inhibidores de proteasa como monoterapia para tratar la enfer-
medad. En la American Association for the Study of Liver Diseases se
recomienda este esquema triple con un inhibidor de proteasa, pegin-
terferón y ribavirina, como tratamiento estándar para la hepatitis C.
Virus de la hepatitis D
La hepatitis D (agente δ) se presenta en algunos casos de hepatitis B.
Debido a que el virus requiere el antígeno de superficie de la hepati-
tis B para su replicación, sólo aquellos pacientes con hepatitis B están
en riesgo de hepatitis D, que es frecuente en usuarios de fármacos i.v.,
pacientes en hemodiálisis y quienes reciben múltiples transfusiones
sanguíneas. El contacto sexual es una forma importante de transmi-
sión de las hepatitis B y D, con un período de incubación que varía
entre 30 y 150 días. Los síntomas son similares a los de la hepatitis B,
excepto que los pacientes tienen más probabilidades de sufrir hepatitis
fulminante y avance a la hepatitis crónica activa y cirrosis. El trata-
miento es similar al de otras formas de hepatitis. En la actualidad, el
interferón α es el único producto autorizado para el tratamiento de la
infección por virus de la hepatitis D. La tasa de recurrencia es alta y la
eficacia del interferón tiene relación con la dosis y duración del trata-
miento. Se recomienda usar dosis altas durante por lo menos 1 año.
Virus de la hepatitis E
El virus de la hepatitis E (VHE) se transmite por vía fecal-oral, princi-
palmente a través de agua contaminada y en presencia de condiciones
sanitarias deficientes. El período de incubación es variable y se calcula
que va de 15 a 65 días. En general, la hepatitis E se parece a la hepati-
tis A, con una evolución autolimitada e inicio abrupto. Casi siempre
está presente la ictericia. No hay formas crónicas. El mejor método
de prevención es evitar el contacto con el virus mediante la higiene
(lavado de manos). Es incierta la eficacia de la inmunoglobulina para
la protección contra el virus de la hepatitis E.
Tratamiento médico
• Proporcionar raciones pequeñas frecuentes que pasen fácilmente
por el esófago.
• Recomendar al paciente no reclinarse durante 1 h después de comer
(evita el reflujo o el movimiento de la hernia).
• Elevar la cabeza de la cama 10-20 cm para prevenir el deslizamiento
ascendente de la hernia.
• Está indicada la intervención quirúrgica en casi el 15 % de los
pacientes; las hernias paraesofágicas pueden requerir una operación
de urgencia.
• El tratamiento quirúrgico de las hernias paraesofágicas es similar
al del reflujo gastroesofágico, así como el médico: antiácidos, blo-
queantes de histamina, inhibidores de la bomba de protones o pro- H
cinéticos (metroclopramida).
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Anamnesis completa, que debe incluir la evaluación del dolor y la
nutrición.
• Determinar la presencia de emaciación en el paciente.
• Auscultar el tórax para determinar la presencia de complicaciones
pulmonares.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Desequilibrio nutricio: no se cumplen los requerimientos corpora-
les por la dificultad para deglutir.
• Riesgo de aspiración por dificultad para la deglución o alimentación
por sonda.
• Dolor agudo relacionado con problemas deglutorios, ingestión de
un agente abrasivo, un tumor o el reflujo.
• Conocimiento insuficiente en cuanto a la enfermedad esofágica,
los estudios de diagnóstico necesarios, el tratamiento y el proceso
de rehabilitación.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos terapéuticos incluyen un aporte de nutrimen-
tos suficiente, la prevención de la afección respiratoria a causa de as-
piración, el alivio del dolor y un mayor grado de conocimientos sobre
el trastorno.
Intervenciones de enfermería
PROMOVER UNA INGESTIÓN NUTRICIA ADECUADA
• Recomendar al paciente ingerir porciones pequeñas con mayor fre-
cuencia, no irritantes; a veces tomar líquidos con el alimento ayuda
a que pasen por el esófago.
• Preparar los alimentos de forma atractiva para ayudar a estimular el
apetito; evitar los irritantes (tabaco, alcohol).
• Obtener un peso basal y registrarlo a diario; valorar la ingestión de
nutrimentos.
DISMINUIR EL RIESGO DE ASPIRACIÓN
• Mantener al paciente en posición erecta o al menos en una de semi-
H Fowler, en caso de presentar dificultad deglutoria o del manejo de
las secreciones.
• Instruir al paciente sobre el uso de la aspiración oral para disminuir
el riesgo de paso del material a las vías respiratorias.
ALIVIAR EL DOLOR
• Indicar al paciente la ingestión frecuente de cantidades pequeñas de
alimentos (6-8 tomas al día).
• Recomendar al paciente evitar cualquier actividad que aumente
el dolor y que se mantenga erecto durante 1-4 h después de cada
comida para prevenir el reflujo.
• Elevar la cabecera de la cama 10-20 cm; indicar no comer antes de
irse a la cama.
• Recomendar al paciente no usar antiácidos de venta libre, por la
posible acidez de rebote.
• Enseñar el uso de antiácidos, inhibidores de la bomba de protones
o antagonistas de histamina prescritos.
PROMOCIÓN DEL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Ayudar al paciente a planear los ajustes físicos y psicológicos
necesarios para mejorar su estado, así como los cuidados de segui-
miento si el trastorno es crónico.
• Capacitar al paciente y a su familia a usar equipo especial (dispositi-
vos de alimentación intestinal o parenteral, aspiración).
• Ayudar a la planificación de las comidas, usar los medicamentos
como se prescriben y reiniciar las actividades.
• Instruir sobre los requerimientos nutricios y las formas de lograr una
nutrición adecuada (en particular en el adulto mayor y los pacientes
debilitados). Para mayor información, véase “Proceso de enfermería.
El paciente hospitalizado en el postoperatorio” en Atención periopera-
toria de enfermería en la sección A.
Cuidados continuos
• Hacer los arreglos para contar con atención de enfermería domicilia-
ria de soporte, así como evaluación, cuando esté indicada.
• Indicar al paciente preparar alimentos blandos (p. ej., con una licua-
dora), si está indicado.
• Ayudar al paciente a ajustar el horario de medicamentos para las
actividades diarias, cuando sea posible.
• Gestionar la participación de un nutriólogo, un trabajador social, o
la atención hospitalaria, cuando esté indicado.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Alcanza una ingestión adecuada de nutrimentos.
• No aspira o presenta neumonía.
H
• Se encuentra sin dolor o puede controlarlo dentro de un grado
tolerable.
• Aumenta su grado de conocimiento del trastorno esofágico, su tra-
tamiento y pronóstico.
Para mayor información, véase capítulo 35 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tratamiento médico
El plan de tratamiento depende de la causa, la gravedad de los sínto-
mas y la obstrucción, así como de las condiciones del paciente. Entre
las medidas de tratamiento se cuentan las siguientes:
• Cateterismo inmediato si el paciente no puede orinar (con consulta
urológica si no se puede introducir un catéter ordinario); a veces es
necesaria la cistostomía suprapúbica.
• Conducta expectante con el propósito de monitorizar el avance de
la enfermedad.
Tratamiento farmacológico
• Bloqueantes α-adrenérgicos (p. ej., alfuzosina, terazosina, doxazo-
sina, tamsulosina) que relajan el músculo liso del cuello vesical y H
la próstata.
• Manipulación hormonal con inhibidores de la 5-α-reductasa y
antiandrogénicos (finasterida y dutasterida), que previenen la
conversión de testosterona a dihidrotestosterona y disminuyen
el tamaño de la próstata.
• El empleo de productos fitoterapéuticos y otros suplementos die-
téticos (p. ej., Serenoa repens y Pygeum africanum), a pesar de ser fre-
cuente, no es recomendable. Estos productos no deben usarse junto
con la finasterida, la dutasterida o los medicamentos que conten-
gan estrógenos.
Tratamiento quirúrgico
• Tratamiento mínimamente invasivo: termoterapia transuretral
con microondas (consiste en la aplicación de calor al tejido pros-
tático); ablación transuretral con aguja (por medio de agujas finas
en la próstata); stents prostáticos (pero sólo para pacientes que pre-
senten retención urinaria y en aquéllos que tienen riesgos quirúr-
gicos elevados).
• Extirpación quirúrgica: resección transuretral de la próstata (refe-
rencia para el tratamiento quirúrgico); incisión transuretral de
la próstata; electrovaporización transuretral; terapia con láser; y
prostatectomía.
Atención de enfermería
Véase información adicional en “Proceso de enfermería: El paciente
sometido a prostatectomía” en el artículo de Cáncer de próstata, en la
sección C.
Para mayore información, véase capítulo 49 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Consideraciones gerontológicas
Los cambios estructurales y funcionales en el corazón, en los vasos
sanguíneos y en los riñones contribuyen a los aumentos de la presión
arterial que ocurren con el envejecimiento. Estos cambios abarcan la
acumulación de placa ateroesclerótica, la fragmentación de elastina
arterial, el aumento de los depósitos de colágeno, la alteración de la
vasodilatación y la disfunción renal. El resultado de estos cambios es
Tratamiento médico
El objetivo de cualquier programa de tratamiento médico consiste en
prevenir las complicaciones y la muerte, alcanzando y manteniendo,
siempre que sea posible, una presión arterial de 140/90 mm Hg o
menor (130/80 mm Hg en las personas con diabetes y nefropatía
crónica). Los abordajes no farmacológicos incluyen modificaciones
del estilo de vida, como disminución de peso, menor ingestión de
alcohol y sodio y la realización de ejercicio físico regular. Se mostró
que una dieta DASH (de Dietary Approaches to Stop Hypertension), rica
en frutas, vegetales y productos lácteos bajos en grasas, aminora la
presión elevada.
Tratamiento farmacológico H
Los medicamentos usados para tratar la hipertensión disminuyen la
resistencia periférica, el volumen sanguíneo y la fortaleza y frecuencia
de la contracción miocárdica.
• Los fármacos ideales incluyen los diuréticos, los β-bloqueantes o
ambos, con dosis bajas al inicio que van aumentando gradualmente
hasta que se controla la hipertensión. También es posible usar medi-
camentos adicionales.
• Si la presión arterial es menor de 140/90 mm Hg durante al menos
1 año, considerar disminuir las dosis.
• Promover el cumplimiento del tratamiento evitando horarios com-
plejos de administración de los fármacos; se pueden combinar medi-
camentos únicos o múltiples en una sola píldora.
Consideraciones gerontológicas
El tratamiento de la hipertensión, en particular el aumento de la cifra
sistólica, disminuye el riesgo de muerte, ictus e insuficiencia cardíaca en
personas mayores de 50 años. Al igual que los pacientes más jóvenes,
los de edad avanzada deben iniciar el tratamiento con modificaciones
de su estilo de vida. Si se requieren medicamentos para alcanzar el
objetivo de una presión arterial menor de 140/90 mm Hg, la dosis
de inicio debe ser la más baja disponible y después aumentarse en
forma gradual, con adición de un segundo medicamento de diferente
clase (cuando sea difícil lograr el control). Se recomienda incluir un
diurético como primera o segunda opción terapéutica. Como los
adultos mayores a menudo presentan otros trastornos asociados, es
de vital importancia considerar las posibles interacciones de fármacos.
Además, los adultos mayores son más suceptibles a los efectos secunda-
rios (hipercalemia e hipotensión ortostática), que aumentan el riesgo
de caídas y fracturas.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Determinar la presión arterial a intervalos frecuentes para definir el
tratamiento; registrar la cifra basal. Anotar los cambios de presión
que requieren una modificación de los medicamentos.
• Usar un manguito de tamaño apropiado y la técnica estándar para
determinar la presión arterial.
• Valorar signos y síntomas que indican daño de un órgano diana
(p. ej., angina; disnea; alteraciones del habla, la visión o el equili-
H brio; hemorragias nasales; cefaleas; mareos o nicturia).
• Preguntar a la pareja del paciente acerca de cualquier manifestación
de apnea obstructiva del sueño.
• Registrar la frecuencia del pulso apical y periférica, su ritmo y carácter.
• Evaluar el grado en que la hipertensión ha afectado al paciente,
desde el punto de vista personal, social o económico.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Conocimiento insuficiente en cuanto a la relación del esquema de
tratamiento con el control del proceso patológico.
• Incumplimiento del esquema terapéutico relacionado con sus efec-
tos secundarios.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Hipertrofia ventricular izquierda.
• Infarto de miocardio.
• Insuficiencia cardíaca.
• AIT.
• Ictus.
• Insuficiencia renal.
• Hemorragia retiniana.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos para el paciente incluyen comprender el pro-
ceso patológico y su tratamiento, la participación en un programa de
autocuidado y la ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
AUMENTO DEL CONOCIMIENTO
• Recalcar que es control de la hipertensión (con cambios del estilo de
vida y medicamentos), no curación.
Consideraciones gerontológicas
El cumplimiento del programa terapéutico puede ser más problemáti-
co en los adultos mayores. El esquema medicamentoso puede ser difí-
cil de recordar y su costo tal vez constituya un problema. La monote-
rapia (tratamiento con un solo medicamento), cuando sea apropiada,
puede simplificar el esquema terapéutico y hacerlo menos costoso.
Asegurarse de que el adulto mayor comprenda el esquema terapéutico
y pueda ver y leer las instrucciones; abrir el recipiente y resurtir la
prescripción. Incluir a los miembros de la familia o cuidadores en el
programa de capacitación, de manera que 1) comprendan las necesi-
dades del paciente, 2) puedan alentar el apego al plan terapéutico y
H 3) conozcan cuándo y a quién llamar si surgen problemas o se requiere
información.
Cuidados continuos
• Insistir en la importancia de los cuidados regulares de seguimiento.
• Actualizar los antecedentes del paciente y hacer una exploración
física en cada consulta clínica.
• Valorar los problemas relacionados con los medicamentos (hipoten-
sión ortostática).
• Proveer instrucción continua y estímulos a los pacientes que les per-
mitan formular un plan aceptable para vivir con su hipertensión y
apegarse al plan terapéutico.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Informa suficiente conocimiento sobre el tratamiento de la enfer-
medad como para mantener una perfusión tisular adecuada.
• Se apega al programa de autocuidado.
• No presenta complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 32 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
H
Hipertensión arterial pulmonar
Hipertensión pulmonar es un término general empleado para describir
un estado hemodinámico definido como una presión arterial pulmo-
nar media en reposo de 25 mm Hg o mayor. La hipertensión arterial
pulmonar (HAP), un tipo de hipertensión pulmonar, se caracteriza
por elevación de la presión arterial pulmonar, resistencia vascular pul-
monar e insuficiencia cardíaca ventricular derecha secundaria. La
HAP se puede sospechar en los pacientes con disnea de esfuerzo; sin
embargo, resulta difícil medir las presiones pulmonares de manera
no invasiva. Antes los pacientes se clasificaban con HAP primaria o
secundaria; no obstante, hoy en día la Organización Mundial de la
Salud (OMS) los clasifica en cinco grupos con base en su mecanismo
de acción. Algunas situaciones, como las enfermedades vasculares
del colágeno, las cardiopatías congénitas, el uso de medicamentos
anorexígenos (algunos supresores del apetito), el empleo crónico de
estimulantes, la hipertensión portal y la infección por VIH aumentan
el riesgo de HAP en los pacientes susceptibles.
Fisiopatología
Las lesiones vasculares se presentan con disfunciones endoteliales y
del músculo liso vascular, lo que conduce al avance de la enfermedad
(hipertrofia del músculo liso vascular, proliferación de la íntima y la
adventicia [engrosamiento de las paredes] y formación de lesiones
vasculares avanzadas). Cuando el lecho vascular pulmonar se encuen-
tra destruido u obstruido, resulta afectada su capacidad para manejar
el volumen sanguíneo recibido. El aumento en el flujo sanguíneo
incrementa la presión arterial pulmonar y la resistencia y presión
vascular pulmonar (hipertensión). Lo anterior eleva la carga de tra-
bajo del ventrículo derecho, llevando a hipertrofia (agrandamiento
y dilatación) ventricular derecha y, con el tiempo, a insuficiencia
cardíaca derecha.
Cuadro clínico
• La disnea, el síntoma principal, aparece primero con el esfuerzo y
luego con el reposo.
• Es frecuente la presencia de dolor subesternal.
• Puede haber debilidad, fatiga, síncope y hemoptisis ocasional.
• Se observan los signos de la insuficiencia cardíaca derecha (edema
periférico, ascitis, venas cervicales distendidas, congestión hepática,
crepitantes y soplo cardíaco).
• También puede haber anorexia y dolor abdominal en el cuadrante
superior derecho.
• Disminuye la PaO2 (hipoxemia).
• Se registran cambios electrocardiográficos (hipertrofia ventricular
H derecha) con desviación del eje derecho; ondas P elevadas y en pico,
en las derivaciones inferiores; ondas R anteriores altas; y depresión
del segmento ST o inversión anterior de la onda T.
Exploración y diagnóstico
La evaluación diagnóstica completa incluye antecedentes, exploración
física, radiografía de tórax, estudios de función pulmonar, electrocar-
diograma (ECG) y ecocardiograma (para calcular la presión sistólica
de la arteria pulmonar así como evaluar el tamaño, grosor y función
auricular y ventricular), pruebas de ventilación-perfusión, estudios del
sueño, pruebas de autoanticuerpos (para identificar enfermedades vas-
culares por colágeno), pruebas para VIH y de función hepática y catete-
rismo cardíaco. La cateterización del hemicardio derecho es necesaria
para confirmar el diagnóstico de HAP y evaluar de manera precisa las
anomalías hemodinámicas: la HAP se confirma con una presión arterial
pulmonar media mayor de 25 mm Hg.
Tratamiento médico
El objetivo del tratamiento consiste en manejar la enfermedad subya-
cente relacionada con la HAP de causa conocida. La mayoría de los
pacientes con HAP no presentan hipoxemia en reposo, pero requieren
oxígeno complementario con el ejercicio. Las terapias se diseñan de
acuerdo con la situación individual del paciente, su clase funcional
según la New York Heart Association y sus necesidades específicas,
e incluyen diuréticos, oxígeno, anticoagulación, digoxina y entrena-
miento para realizar ejercicios. La oxigenoterapia revierte la vasocons-
tricción y reduce la HAP en un lapso relativamente breve.
Tratamiento farmacológico
• Considerar la anticoagulación para los pacientes con riesgo de sufrir
trombosis intrapulmonar.
• La digoxina puede mejorar la fracción de eyección ventricular dere-
cha en algunos pacientes y puede ayudar a controlar la frecuencia
H
Hipertiroidismo (enfermedad de Graves)
El hipertiroidismo, un trastorno endocrino frecuente, es una forma de
tirotoxicosis por síntesis y secreción excesiva de hormonas endóge-
nas por parte de la glándula tiroidea, o un exceso de las exógenas.
La causa más frecuente es la enfermedad de Graves, un trastorno
autoinmunitario que resulta de una secreción excesiva de hormonas
debida a la estimulación anómala de la glándula tiroidea por parte
de las inmunoglobulinas circulantes. El trastorno afecta ocho veces
más a las mujeres que a los hombres, y alcanza su máximo entre la
segunda y cuarta décadas de la vida. Puede aparecer después de un
shock emocional, el estrés o una infección, pero no se conoce exac-
tamente el significado de estas relaciones. Otras causas frecuentes
incluyen tiroiditis e ingestión excesiva de hormonas tiroideas (p. ej.,
para el tratamiento del hipotiroidismo).
Cuadro clínico
El hipertiroidismo conlleva un grupo característico de signos y sínto-
mas (tirotoxicosis).
• Nerviosismo (hiperexcitabilidad emocional), irritabilidad, aprehen-
sión; inestabilidad para permanecer tranquilo; palpitaciones; pulso
rápido en reposo y con el ejercicio.
• Mala tolerancia al calor; respiración excesiva; piel con rubor de un
color salmón característico y, en ocasiones, tibia, blanda y húmeda.
• Piel seca y prurito difuso.
• Temblor fino de las manos.
• Exoftalmia (ojos protruyentes) en algunos pacientes.
• Aumento del apetito y de la ingestión de alimentos, pérdida pro-
gresiva de peso, fatiga muscular anómala, debilidad, amenorrea y
cambios de la función intestinal (estreñimiento y diarrea).
• Osteoporosis y fracturas.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Desequilibrio nutricio: menor cobertura de los requerimientos cor-
porales relacionada con hipermetabolismo, un apetito excesivo y el
aumento de la actividad gastrointestinal.
• Enfrentamiento ineficaz asociado con irritabilidad, hiperexcitabili-
dad, aprehensión e inestabilidad emocional.
• Autoestima baja situacional, relacionada con los cambios de aspecto,
el apetito excesivo y la disminución del peso.
• Riesgo de desequilibrio de la temperatura corporal.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Tirotoxicosis o crisis hipertiroidea.
• Hipotiroidismo.
Planificación y objetivos
Los objetivos para el paciente pueden ser un mejor estado nutricio,
una mayor capacidad de afrontamiento, una mejor autoestima, el
Intervenciones de enfermería
MEJORAR EL ESTADO NUTRICIO
• Proveer varias comidas pequeñas, bien equilibradas (hasta seis al
día), para satisfacer el apetito aumentado del paciente.
• Reponer los alimentos y líquidos perdidos por la diarrea y la dia-
foresis; controlar la diarrea que viene como consecuencia de un
mayor peristaltismo.
• Disminuir la diarrea evitando alimentos muy condimentados y
H estimulantes, como café, té, refrescos de cola y alcohol; alentar el
consumo de alimentos hipercalóricos ricos en proteínas.
• Proveer un ambiente tranquilo durante la comida para ayudar a
la digestión.
• Registrar el peso y la ingestión de alimentos a diario.
AUMENTAR LOS RECURSOS DE AFRONTAMIENTO
• Recordarle al paciente que las reacciones emocionales que experi-
menta son producto del trastorno y que con un tratamiento eficaz
se controlarán los síntomas.
• Informar a la familia y a los amigos que los síntomas desaparecerán
con el tratamiento.
• Mantener un abordaje tranquilo, sin prisas y disminuir al mínimo
las experiencias estresantes.
• Mantener un ambiente tranquilo y ordenado.
• Proveer información sobre la tiroidectomía y el tratamiento farma-
cológico preparatorio para aliviar la ansiedad.
• Ayudar al paciente a tomar los medicamentos como se prescriben y
alentar el cumplimiento del esquema terapéutico.
• Repetir la información a menudo y proveer instrucciones por
escrito, según indicación, debido a la disminución en la capacidad
de atención.
MEJORAR EL AUTOESTIMA
• Transmitirle al paciente que comprende sus preocupaciones acerca
de los problemas con el aspecto, el apetito y el peso, y ayudarlo a
desarrollar estrategias de afrontamiento.
• Proveer protección ocular si el paciente experimenta cambios en los
ojos secundarios al hipertiroidismo; capacitarlo para la aplicación
correcta de gotas o ungüentos, con el fin de aliviar los ojos y proteger
la córnea expuesta. Recomendar el cese del tabaquismo.
• Hacer los arreglos para que el paciente coma solo, si lo desea, por si
se siente incómodo por las grandes raciones que consume derivadas
de su elevada tasa metabólica. Evitar comentarios acerca de la inges-
tión de alimentos.
parte de los riñones. Instruir a los adultos mayores para evitar pasar
por alto las comidas debido a una disminución del apetito o limitacio-
nes económicas. La menor agudeza visual puede llevar a errores en la
administración de insulina.
Cuadro clínico
Se pueden agrupar los síntomas de la hipoglucemia en dos categorías:
adrenérgicos y del sistema nervioso central (SNC); suelen presentarse
de manera súbita e inesperada, y variar de una persona a otra.
Hipoglucemia leve
Se estimula el sistema nervioso simpático y se producen síntomas adre-
nérgicos que incluyen sudoración, temblor, taquicardia, palpitaciones,
nerviosismo y hambre. H
Hipoglucemia moderada
La hipoglucemia moderada altera la función del SNC, incluyendo
imposibilidad de concentrarse, cefalea, mareos, confusión, lapsos de
memoria, entumecimiento de labios y lengua, farfulleo, alteración
de la coordinación, cambios emocionales, conducta irracional o
combativa, y visión doble, o cualquier combinación posible de estas
manifestaciones.
Hipoglucemia grave
En la hipoglucemia grave, la función el SNC se altera aún más. El
paciente necesita asistencia de otra persona para su tratamiento. Los
síntomas pueden incluir desorientación, convulsiones o dificultad
para despertar o pérdida del estado de vigilia.
Exploración y diagnóstico
Medición de las concentraciones de glucosa sérica; la disminución de
la respuesta hormonal (adrenérgica) a la hipoglucemia puede contri-
buir a la ausencia de síntomas, a pesar de la presencia de una cifra baja
de glucosa en sangre.
Tratamiento médico
Tratamiento de la hipoglucemia
en el paciente consciente
Debe administrarse tratamiento inmediato en caso de hipoglucemia.
La recomendación habitual consiste en administrar inicialmente 15 g
de una fuente concentrada de hidratos de carbono de acción rápida
por vía oral (p. ej., 2-3 comprimidos comerciales de glucosa; un tubo
de gel de glucosa, 120-180 ml de jugo de fruta), seguida por un bocadi-
llo que incluya un almidón y proteínas (p. ej., queso y galletas saladas,
leche y galletas saladas, la mitad de un emparedado). El paciente debe
evitar añadir azúcar de mesa al jugo, incluso cuando “no esté edulco-
rado”, porque puede causar un incremento agudo de la glucosa con
Hipoparatiroidismo
Las causas más frecuentes de hipoparatiroidismo son la secreción ina-
propiada de la hormona paratiroidea tras la interrupción de la irriga-
ción sanguínea o la exéresis quirúrgica del tejido glandular paratiroideo
durante una tiroidectomía, paratiroidectomía o la disección radical
del cuello. La atrofia de las glándulas paratiroideas de causa descono-
cida es menos frecuente; los síntomas se deben a la deficiencia de la
paratohormona (PTH), que causa la elevación del fosfato sanguíneo
(hiperfosfatemia) y una disminución de la concentración de calcio en
sangre (hipocalcemia).
Cuadro clínico
• El principal síntoma es la tetania.
H
• La tetania latente se caracteriza por entumecimiento, hormigueo y
calambres en las extremidades, y rigidez de manos y pies.
• La tetania manifiesta se hace notoria por broncoespasmos, espasmos
laríngeos, contracturas carpometacarpianas, disfagia, fotofobia, dis-
ritmias cardíacas y convulsiones.
• Otros síntomas incluyen ansiedad, irritabilidad, depresión y delirio.
Pueden presentarse también cambios electrocardiográficos (ECG) e
hipotensión.
Exploración y diagnóstico
• El signo de Trousseau (inducción de contractura carpometacarpiana
por oclusión de la irrigación sanguínea del brazo durante 3 min con
un manguito de esfigmomanómetro) o el signo de Chvostek (donde
la percusión aguda sobre el nervio facial frente a la glándula parótida y
por delante del oído produce contracción de la boca, la nariz y el ojo)
sugieren tetania latente cuando son positivos.
• El diagnóstico es difícil debido a la vaguedad de los síntomas, como
malestar y dolor; los estudios de laboratorio muestran aumento
del fosfato sérico junto con una cifra de calcio sérico de 5-6 mg/dl
(1,2-1,5 mmol/l) o menor; las radiografías exhiben un aumento de
la densidad y calcificación de los ganglios basales paramedulares o
subcutáneos del cerebro.
Tratamiento médico
• Aumentar el calcio sérico hasta 9-10 mg/dl (2,2-2,5 mmol/l).
• En caso de hipocalcemia y tetania después de la tiroidectomía, admi-
nistrar de inmediato gluconato de calcio i.v. Pueden administrarse
sedantes (pentobarbital). Se inyecta hormona paratiroidea parente-
ral, pero vigilando cualquier reacción alérgica y los cambios en las
concentraciones séricas de calcio.
• Proveer un ambiente libre de ruido, cambios bruscos, luces brillan-
tes o movimientos súbitos, con el fin de disminuir la irritabilidad
neuromuscular.
Hipopituitarismo
Las anomalías de la función hipofisaria son causadas por la hipersecre-
ción o hiposecreción de cualquiera de las hormonas que produce o
secreta la glándula hipófisis. Las anomalías de las porciones anterior
y posterior de la hipófisis pueden presentarse de manera indepen-
diente. El hipopituitarismo, una hipofunción de la glándula, puede
ser secundaria a enfermedad de la glándula o del hipotálamo; el
resultado es esencialmente el mismo. También puede ocurrir hipo-
pituitarismo por destrucción del lóbulo anterior de la hipófisis y la
H
Hipotiroidismo y mixedema
El hipotiroidismo se presenta ante la presencia de concentraciones
subóptimas de las hormonas tiroideas; se clasifica en primario, que se
refiere a la disfunción de la glándula tiroidea (más del 95 % de los
casos); central, por insuficiencia de la hipófisis, el hipotálamo o ambos;
secundario (o hipofisario), que se debe por completo a un trastorno
de la hipófisis; e hipotalámico (o terciario), por un trastorno del hipo-
tálamo que causa secreción inadecuada de la tirotropina u hormona
estimulante de tiroides (TSH), debida a una menor estimulación por
la tiroliberina u hormona liberadora de hormonas tiroideas (TRH). El
hipotiroidismo ocurre con frecuencia máxima en las mujeres de edad
avanzada. Sus causas incluyen la tiroiditis autoinmunitaria (tiroiditis
de Hashimoto, el tipo más frecuente en adultos); el tratamiento del
hipertiroidismo (yodo radiactivo, intervención quirúrgica o fármacos
antitiroideos); radioterapia de cabeza por cáncer de cabeza y cuello;
enfermedades infiltrativas tiroideas (amiloidosis y esclerodermia); y
deficiencia y exceso de yodo. Cuando hay deficiencia de hormonas
tiroideas al nacer, el trastorno se conoce como cretinismo. El término
mixedema se refiere a la acumulación de mucopolisacáridos en el tejido
subcutáneo y otros de tipo intersticial, y se usa sólo para describir
síntomas extremos de hipotiroidismo grave.
Cuadro clínico
• Fatiga extrema.
• Pérdida de cabello, uñas quebradizas, piel seca, entumecimiento y
hormigueo de los dedos.
• Voz fuerte y ronca.
• Trastornos menstruales (p. ej., menorragia o amenorrea); pérdida de
la libido.
• Hipotiroidismo grave: temperatura y frecuencia del pulso subnorma-
les; aumento de peso sin el incremento correspondiente de la inges-
tión de alimentos; caquexia; aumento de la concentración sérica de
Consideraciones gerontológicas
La mayor prevalencia del hipotiroidismo en los adultos mayores se
relaciona con las alteraciones de la función inmunitaria que ocurren
conforme avanza la edad. La depresión, apatía o disminución de la
movilidad o actividad pueden constituir los principales síntomas
iniciales. En todos los pacientes con hipotiroidismo, los efectos de
los analgésicos, sedantes y anestésicos se prolongan; se requiere pre-
caución especial para administrar sus agentes a los adultos mayores,
debido a los cambios concomitantes en la función del hígado y el
riñón. Deberá iniciarse la reposición con hormonas tiroideas con
dosis bajas y aumentarse de manera gradual para prevenir efectos
cardiovasculares y neurológicos graves, como la angina de pecho. Se
recomienda hacer pruebas de TSH sérica regulares en las personas
mayores de 60 años. El mixedema y el coma mixedematoso, en gene-
ral, se presentan en pacientes mayores de 50 años.
Tratamiento médico
El principal objetivo es restablecer una tasa metabólica normal repo-
niendo las hormonas tiroideas. El tratamiento adicional del hipoti-
Atención de enfermería
Promoción del cuidado en casa y en la comunidad
Capacitación de los pacientes para su autocuidado
Proveer instrucciones orales y por escrito acerca de lo siguiente:
• Acciones deseadas y efectos secundarios de los medicamentos.
• Administración correcta de medicamentos.
• La importancia de continuar tomando los medicamentos como se
prescribe, incluso después de que mejoren los síntomas.
• El tiempo para buscar a un proveedor de atención de la salud.
Ictus hemorrágico
Los ictus o accidentes cerebrovasculares hemorrágicos represen-
tan el 15-20 % de los trastornos cerebrovasculares y son causados
principalmente por hemorragias intracraneales o subaracnoideas,
con sangrado hacia el tejido cerebral, los ventrículos o el espacio
subaracnoideo. Las hemorragias intracerebrales primarias por rotura
espontánea de un vaso pequeño constituyen aproximadamente el
80 % de los ictus hemorrágicos, y son causados sobre todo por una
hipertensión no controlada. Las hemorragias subaracnoideas son
resultado de la rotura de un aneurisma (debilitamiento de una pared
arterial) intracraneal en cerca de la mitad de los casos. Las arterias
cerebrales más frecuentemente afectadas por un aneurisma son la
arteria carótida interna (ACI), la arteria cerebral anterior (ACA),
la arteria comunicante anterior (ACoA), la arteria comunicante
posterior (ACoP), la arteria cerebral posterior (ACP) y la arteria
cerebral media (ACM). Las hemorragias intracerebrales secundarias
se asocian con malformaciones arteriovenosas (MAV), aneurismas
intracraneales, neoplasias intracraneales o ciertos medicamentos
(p. ej., anticoagulantes, anfetaminas).
Fisiopatología
La fisiopatología del ictus hemorrágico depende de la causa y el tipo
de trastorno cerebrovascular. Los síntomas se producen cuando una
hemorragia, aneurisma o MAV primaria presiona los nervios cranea-
les circundantes o el tejido cerebral o, de manera más grave, cuando
se rompe un aneurisma o una MAV, provocando una hemorragia
subaracnoidea (hemorragia al espacio subaracnoideo del encéfalo).
El metabolismo cerebral normal se ve alterado por alguno de los
siguientes factores: exposición del cerebro a sangre extravascular,
por un aumento en la presión intracraneal (PIC) debido a un
mayor volumen sanguíneo extravascular que comprime y lesiona el
tejido cerebral, o por una isquemia secundaria producto de un flujo
sanguíneo reducido y los vasoespasmos que suelen acompañar las
hemorragias subaracnoideas.
403
Factores de riesgo
No modificables
• Edad avanzada (mayor de 55 años).
• Angiopatía amiloide cerebral.
• Sexo (masculino).
Modificables o tratables
• Hipertensión.
• Consumo excesivo de alcohol.
• MAV (en pacientes jóvenes), aneurismas intracraneales, neoplasias
intracraneales.
• Ciertos medicamentos (p. ej., anticoagulantes, anfetaminas, drogas
ilegales).
• Ateroesclerosis.
I Cuadro clínico
• Cefalea intensa repentina (si el paciente está consciente).
• Vómitos.
• Cambios repentinos y tempranos en el nivel de consciencia.
• Posibles crisis convulsivas focales (frecuentemente por compromiso
del tronco del encéfalo).
• Déficits neurológicos que afectan las funciones motora, sensitiva, de
nervios craneales, cognitiva, entre otras, semejantes a los del ictus
isquémico.
• Cefalea de carácter intenso y repentino, pérdida de consciencia
durante un período variable; dolor y rigidez de cuello y columna
vertebral, característico de la rotura de un aneurisma intracraneal
o de una MAV.
• Posibles alteraciones visuales (pérdida de visión, diplopía, ptosis) en
caso de compromiso del nervio oculomotor.
• También puede haber acúfenos, mareos o hemiparesia.
• Se pueden ver otros déficits neurológicos similares a los del ictus
isquémico.
• Hemorragia grave, que puede llevar al coma y la muerte.
Exploración y diagnóstico
• Antecedentes y exploración física y neurológica completa.
• Tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética (RM).
• Angiografía cerebral (confirma el diagnóstico de aneurima intracra-
neal o MAV).
• Punción lumbar (únicamente si la TC es negativa y no hay evidencia
de PIC).
• Pruebas toxicológicas llevadas a cabo en los pacientes menores de
40 años de edad.
Profilaxis
Ayudar a los pacientes a modificar los factores de riesgo para ictus;
alentar al paciente a controlar la hipertensión, mantener un peso salu-
dable, consumir una dieta sana (que incluya un consumo moderado
de alcohol) y ejercicio diario.
Complicaciones
Las complicaciones inmediatas de un ictus hemorrágico incluyen
hipoxia cerebral, menor flujo sanguíneo cerebral y extensión del área
de lesión. Algunas complicaciones subsecuentes incluyen resangrado
o expansión del hematoma; vasoespasmo cerebral, que da lugar a
isquemia cerebral; hidrocefalia aguda (previene la resorción de líquido
cefalorraquídeo [LCF]) y convulsiones.
Tratamiento médico
Los objetivos del tratamiento médico de los ictus hemorrágicos con-
sisten en permitir que el cerebro se recupere de la agresión inicial
I
(sangrado), y prevenir o minimizar el riesgo de resangrado o tratar
otras complicaciones. El tratamiento incluye reposo en cama con
sedación para evitar la agitación y el estrés, el manejo de los vasoespasmos
y el tratamiento médico o quirúrgico para prevenir los resangrados. Si
el sangrado es provocado por la terapia anticoagulante con warfarina,
entonces el índice internacional normalizado (INR, de international
normalized ratio) se puede corregir con plasma fresco congelado y vita-
mina K. Revertir el efecto anticoagulatorio del nuevo anticoagulante
puede ser más complicado. Se instauran medidas profilácticas para
prevenir las tromboembolias venosas, incluyendo los dispositivos de
compresión secuencial (o las medias antiembólicas).
Tratamiento farmacológico
• Las convulsiones se tratan con antiepilépticos como la fenitoína.
• También se debe tratar la hiperglucemia.
• Se administran analgésicos con el fin de aliviar el dolor de cabeza
y cuello.
• Se prescriben antihipertensivos para controlar la hipertensión.
Tratamiento quirúrgico
• Las indicaciones para cirugía incluyen un examen neurológico que
muestra deterioro, una elevación de la PIC o signos de compresión
del tronco del encéfalo.
• La cirugía puede prevenir el sangrado de un aneurisma no roto o
mayores sangrados en uno que sí se haya roto, aislando el aneurisma
con una ligadura o grapa a través de su cuello. El aneurisma se
puede reforzar envolviéndolo con alguna sustancia que le dé sostén
e induzca la cicactrización.
I PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Niveles alterados de consciencia y respuesta y de capacidad de habla
y orientación.
• Lentitud de reacciones pupilares a la luz y la posición ocular.
• Déficits motores y sensitivos.
• Déficits de los nervios craneales (movimientos extraoculares, pará-
lisis facial, ptosis).
• Problemas del habla y alteraciones visuales.
• Cefalea y rigidez nucal u otros déficits neurológicos.
• Evaluación continua de cualquier alteración en la realización de las
actividades diarias del paciente.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Perfusión tisular (cerebral) poco eficaz asociada con sangrado o
vasoespasmos.
• Ansiedad relacionada con la enfermedad o restricciones médicas
(prevención de aneurismas).
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Vasoespasmos.
• Convulsiones.
• Hidrocefalia.
• Resangrado.
• Hiponatremia.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales para el paciente (y su familia) pueden incluir
mejorar la perfusión tisular cerebral, reducir la ansiedad y la ausencia
de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
OPTIMIZAR LA PERFUSIÓN TISULAR CEREBRAL
• Evaluar cambios en el deterioro neurológico; llevar control de las
evaluaciones mediante un registro en la historia clínica neurológica.
• Medir la presión arterial, el pulso, los niveles de consciencia (como
indicador de perfusión cerebral), las respuestas pupilares y la fun-
ción motora cada hora.
• Monitorizar el estado respiratorio, puesto que la reducción de
las concentraciones de oxígeno en las áreas del cerebro con afec-
ciones de la autorregulación incrementan las probabilidades de I
infarto cerebral.
• Adoptar medidas precautorias contra la formación de aneurismas,
incluido proveer un ambiente libre de estímulos intensos; prever los
aumentos en la PIC y minimizar el riesgo de futuros sangrados al
aliviar el dolor y minimizar la ansiedad.
• Elevar la cabecera de la cama 15-30° para promover el drenaje
venoso y reducir la PIC.
• Evitar los esfuerzos o las maniobras de Valsalva; está contraindicada
toda actividad que implique realizar un esfuerzo.
• La iluminación tenue puede ser de ayuda, puesto que resulta
frecuente la fotofobia (intolerancia visual a la luz); se reducen al
mínimo los estímulos externos, incluyendo evitar la televisión, la
radio y la lectura.
• Evitar las bebidas cafeinadas.
• Se administran ablandadores de heces y laxantes leves para prevenir
el estreñimiento; no se permite la realización de enemas.
• Llevar a cabo todos los cuidados personales, incluyendo la alimen-
tación y el baño, para evitar cualquier esfuerzo que pueda aumentar
la presión sanguínea.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Reducir al mínimo los estímulos sensoriales; reorientar al paciente
de manera frecuente para ayudarlo a mantener la orientación.
• Mantener al paciente bien informado sobre el plan de atención;
tratar de dar garantías para que el paciente reduzca sus miedos
y ansiedad.
• Incluir a la familia en las discusiones sobre la atención y dar apoyo
a los familiares.
Cuidados continuos
• Evaluar y abordar las necesidades y las deficiencias más evidentes
después del ictus hemorrágico.
• Recordar al paciente y a su familia sobre la importancia de seguir
las recomendaciones para prevenir futuros ictus hemorrágicos y de
asistir a las consultas de seguimiento con sus médicos para vigilar los
factores de riesgo.
• Evaluar los signos y síntomas de las complicaciones específicas.
• Identificar la manera más segura de prevenir las caídas.
• Capacitar al paciente y a su familia sobre sus medicamentos, inclu-
yendo su nombre, dosificación y efectos colaterales; identificar las
barreras al acceso a los medicamentos y obtener referencias para
sortear dichas barreras.
• Derivar a una agencia de atención de enfermería a domicilio según
la necesidad.
I
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Muestra un estado neurológico estable así como patrones normales
de respiración.
• Informa menores niveles de ansiedad.
• Se encuentra libre de complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 62 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL, Chee-
ver KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters Kluwer
| Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Ictus isquémico
Los ictus isquémicos (también conocidos como accidentes cerebrovascu-
lares [ACV] o “ataques cerebrales”) son la pérdida repentina de la
función cerebral como resultado de una disrupción del suministro de
sangre a una parte del cerebro. El ictus es el trastorno cerebrovascular
más frecuente en Estados Unidos.
Fisiopatología
Los ictus son lesiones de la motoneurona superior que dan lugar a
la pérdida del control voluntario sobre los movimientos motores;
pueden ser hemorrágicos (15 %) o isquémicos (no hemorrágicos)
(85 %). Los ictus isquémicos se clasifican según su causa: trombó-
ticos arteriales grandes (20 %), trombóticos arteriales penetrantes
pequeños (25 %); embólicos cardiogénicos (20 %), criptogénicos
(30 %) y otros ictus (5 %). Los ictus criptogénicos no tienen causa
conocida, y las otras formas tienen causas como uso de drogas
ilegales, coagulopatías, migrañas y disección espontánea de las
Factores de riesgo
No modificables
• Edad avanzada (mayor de 55 años).
• Sexo (masculino).
I • Etnia (afroamericana).
Modificables o tratables
• Hipertensión.
• Fibrilación auricular.
• Hiperlipidemia.
• Obesidad.
• Tabaquismo.
• Diabetes.
• Estenosis carotídea asintomática y cardiopatía valvular (p. ej., endocar-
ditis, válvulas cardíacas protésicas).
• Drepanocitosis.
• Enfermedad periodontal.
• Enfermedades inflamatorias crónicas (p. ej., lupus eritematoso sisté-
mico y artritis reumatoide).
Cuadro clínico
Los signos y síntomas incluyen entumecimiento o debilidad en la cara,
los brazos o las piernas (sobre todo unilateral); confusión o cambios
en el estado mental; problemas para hablar o comprender el habla;
alteraciones visuales; pérdida del equilibrio o la coordinación; mareos;
dificultades en la marcha; o cefalea intensa repentina.
Pérdida motora
• Alteraciones del control motor voluntario de un lado del cuerpo,
que posiblemente refleje daño de las motoneuronas superiores en el
lado contrario del cerebro.
• Hemiplejía, hemiparesia.
• Parálisis flácida y pérdida o disminución de los reflejos tendinosos
profundos (rasgo clínico inicial), seguidas por la reaparición (48 h
después) de los reflejos profundos y una elevada tonicidad muscular
(espasticidad).
Pérdida de comunicación
• Disartria (dificultades en el habla).
• Disfasia (habla alterada) o afasia (pérdida del habla).
• Apraxia (incapacidad para llevar a cabo acciones aprendidas con
anterioridad).
Alteraciones perceptuales y pérdida sensitiva
• Disfunciones visoperceptuales (hemianopsia homónima [pérdida de
la mitad del campo visual]).
• Alteraciones en las relaciones visoespaciales (percepción de la rela-
ción de dos o más objetos en el espacio) observadas a menudo en los
pacientes con daño del hemisferio derecho.
• Pérdidas sensitivas: leve alteración del tacto o más grave con la pér-
dida de la propiocepción; dificultad para interrumpir estímulos
visuales, táctiles o auditivos; agnosias (pérdida de la capacidad para
reconocer objetos previamente familiares percibidos por alguno de I
estos sentidos).
Deterioro cognitivo y efectos psicológicos
• Daño del lóbulo frontal: pueden verse afectadas la capacidad de
aprendizaje, la memoria u otras funciones intelectuales corticales
superiores. Esta disfunción puede verse reflejada como una ventana
de atención limitada, dificultades en la comprensión y la memoria y
pérdida de motivación.
• Depresión, otros problemas psicológicos: labilidad emocional, hosti-
lidad, frustración, resentimiento y pérdida de cooperación.
Exploración y diagnóstico
• Antecedentes médicos; exploración física y neurológica completa;
evaluación de la permeabilidad de las vías aéreas, incluyendo los
reflejos nauseoso y tusígeno.
• Tomografía computarizada (TC) sin contraste.
• Electrocardiograma (ECG) de 12 derivaciones y ecografía carotídea.
• Angiografía por TC o resonancia magnética (RM) y angiografía.
• Estudios transcraneales de flujo por Doppler.
• Ecocardiograma transtorácico o transesofágico.
• TC con xenón.
• Tomografía por emisión de fotón único (SPECT, de single photon
emission computed tomography).
Profilaxis
• Ayudar a los pacientes a modificar los factores de riesgo para ictus;
alentar al paciente a dejar de fumar, mantener un peso saludable,
consumir una dieta sana (que incluya un consumo moderado de alco-
hol) y realizar ejercicio diariamente.
• Preparar y proporcionar sostén al paciente durante la endarterecto-
mía carotídea.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
DURANTE LA FASE AGUDA (1-3 DÍAS)
Pesar al paciente (se usa para determinar las dosis de los medicamen-
tos) y registrar en la historia clínica neurológica los siguientes paráme-
tros de evaluación de enfermería: I
• Cambios en los niveles de consciencia y respuesta, capacidad de
habla y orientación.
• Presencia o ausencia de movimientos voluntarios o involuntarios
de las extremidades: tono muscular, postura corporal y posición de
la cabeza.
• Abrir los ojos, comparar el tamaño de las pupilas y las reacciones
pupilares a la luz, así como la posición ocular.
• Color de la cara y las extremidades; temperatura y humectación de
la piel.
• Calidad y frecuencia del pulso y la respiración; es necesario regis-
trar los valores de gasometría arterial, temperatura corporal y pre-
sión arterial.
• Volumen de líquidos ingeridos o administrados y volumen de diu-
resis de 24 h.
• Signos de sangrado.
• Mantener la presión arterial dentro de los límites normales.
FASE POSTAGUDA
Evaluar las siguientes funciones:
• Estado mental (memoria, ventana de atención, percepción, orienta-
ción, afecto, habla y lenguaje).
• Sensación y percepción (la consciencia del dolor y la temperatura del
paciente suele verse reducida).
• Control motor (movimiento de extremidades superiores e infe-
riores), capacidad de deglución, estado nutricio y de hidratación,
integridad de la piel, tolerancia a la actividad y función intestinal
y vesical.
• Dar atención continua al deterioro de la función durante las activi-
dades cotidianas del paciente.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Deterioro de la movilidad física relacionado con hemiparesia, pér-
dida del equilibrio y la coordinación, espasticidad y lesión cerebral.
• Dolor agudo vinculado con hemiplejía y falta de uso.
• Autocuidado deficiente (baño, higiene, vestimenta, aseo y alimenta-
ción) relacionado con las secuelas del ictus.
• Percepción sensorial alterada (cinestésica, táctil o visual) en relación
con afecciones de la recepción, transmisión o integración sensorial.
• Deglución alterada.
• Diuresis alterada por atonía vesical, inestabilidad del detrusor, con-
fusión o dificultades en la comunicación.
• Procesos del pensamiento alterados y dificultades en la comunica-
ción verbal vinculados con daño cerebral.
I • Riesgo de alteraciones en la integridad de la piel asociadas con
hemiparesia o hemiplejía y una menor movilidad.
• Procesos familiares interrumpidos en relación con una enfermedad
catastrófica y la carga de brindar atención.
• Disfunción sexual relacionada con déficits neurológicos y miedo
al fracaso.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Menor flujo sanguíneo cerebral por un aumento en la PIC.
• Suministro inadecuado de oxígeno al cerebro.
• Neumonía.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales para el paciente (y su familia) pueden incluir
mostrar avances en la movilidad, evitar el dolor de hombro, lograr
el autocuidado, mejorar la privación sensitiva y perceptual, prevenir la
aspiración, la continencia vesical e intestinal, mejorar los procesos de
pensamiento, lograr establecer una forma de comunicación, mantener
la integridad de la piel, restaurar el funcionamiento familiar y la fun-
ción sexual y la ausencia de complicaciones. Los objetivos varían según
la forma de ser del paciente antes del ictus.
Intervenciones de enfermería
MEJORAR LA MOVILIDAD Y PREVENIR LAS DEFORMACIONES ARTICULARES
• Colocar al paciente de forma tal que se prevengan las contracturas;
aplicar medidas para aliviar la presión, ayudar a mantener el cuerpo
bien alineado y prevenir las neuropatías por compresión.
• Colocar una férula durante la noche para prevenir la flexión de la
extremidad afectada.
• Prevenir la aducción del hombro afectado con una almohada colo-
cada bajo la axila.
habla) está tan cerca del área motora izquierda que cualquier altera-
ción en esta última suele afectarla.
• Establecer metas de común acuerdo en las que el paciente tome el
papel activo.
• Propiciar una atmósfera que facilite la comunicación, mantenién-
dose sensibles a las reacciones y necesidades del paciente, y respon-
diendo a ellas de manera adecuada; tratar al paciente como adulto.
• Ofrecer apoyo emocional y comprensión para reducir la ansiedad;
evitar terminar las oraciones de los pacientes.
• Ser regular en cuanto a horarios, rutinas y repeticiones. Los horarios
y listas de verificación por escrito y las grabaciones de audio pueden
ayudar a mantener la memoria y la concentración; se puede usar
un pizarrón para las comunicaciones. El software de comunicaciones
que opera en tabletas electrónicas puede ser útil.
I • Mantener la atención del paciente durante la comunicación, hablar
de manera lenta y dar una instrucción a la vez; se debe dar tiempo
para procesar la información. El uso de gestos puede ayudar a la
comprensión.
• Hablar con los pacientes afásicos al realizar las tareas de cuidado
para que tengan contacto social.
MANTENER LA INTEGRIDAD CUTÁNEA
• Evaluar frecuentemente la piel en busca de soluciones de continui-
dad, con énfasis en las zonas óseas y las partes declives.
• Utilizar aparatos que reduzcan la presión; continuar con los giros y
reposicionamientos regulares (al menos cada 2 h); evitar los cortes
y la fricción con los reposicionamientos.
• Mantener la piel limpia y seca, dar masajes suaves a la piel sana y
seca, y mantener una nutrición adecuada.
MEJORAR EL AFRONTAMIENTO DE LA FAMILIA
• Dar asesoramiento y apoyo a la familia.
• Involucrar a los demás en los cuidados del paciente; capacitar sobre
técnicas de manejo de estrés y mantenimiento de la propia salud
durante el período de adaptación familiar.
• Ofrecer información a la familia sobre los resultados esperados del
ictus y recomendar a los familiares evitar hacer las cosas que sí pueda
hacer el paciente.
• Desarrollar metas asequibles para el paciente durante su estancia en
casa, involucrando a todo el equipo de salud, al paciente y a su familia.
• Alentar a que todos se aproximen al paciente con una actitud opti-
mista y de apoyo, enfocándose en las capacidades que se mantienen;
explicar a la familia que la labilidad emocional suele mejorar con
el tiempo.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Logra mejorar su movilidad.
• Informa ausencia de dolor en el hombro.
• Lleva a cabo su autocuidado; realiza su propia higiene; usa equipo
adaptado.
• Aplica técnicas para compensar las molestias o déficits sensoriales,
como voltear la cabeza para ver personas u objetos.
• Logra una deglución segura.
I Impétigo
El impétigo es una infección superficial de la piel causada por estafiloco-
cos, estreptococos o múltiples bacterias. Las zonas afectadas con mayor
frecuencia son las expuestas del cuerpo, la cara, las manos, el cuello y
las extremidades. El impétigo es contagioso y puede diseminarse a otras
partes de la piel; también se puede diseminar a otros miembros de la
familia que tocan al paciente o utilizan toallas o peines contaminados
con el exudado de la lesión. Se presenta en personas de todas las razas
y edades. Es particularmente frecuente en los niños que viven en condi-
ciones de higiene deficiente. Los problemas de salud crónicos, la higiene
deficiente y la desnutrición pueden predisponer a los adultos al impé-
tigo, el cual es más prevalente en climas cálidos y húmedos (p. ej., más
frecuente en el sureste de Estados Unidos que en sitios más al norte).
Fisiopatología
Las alteraciones de la integridad de la piel permiten a las bacterias
colonizar bajo su superficie. Los síntomas resultantes son manifesta-
ciones de la infección bacteriana. Las bacterias se pueden diseminar
a la dermis por autoinoculación (autorrascado y diseminación de
bacterias desde la lesión original a una diferente). Los factores de
riesgo incluyen inmunosupresión (por medicamentos o enfermedad
sistémica), traumatismos, picaduras de insectos o cualquier circunstan-
cia que altere la integridad de la piel.
Cuadro clínico
• Las lesiones inician como máculas rojas pequeñas que se tornan en
vesículas bien definidas de pared delgada, las cuales se rompen y se
cubren por una costra melicérica (similar a la miel).
Tratamiento médico
Tratamiento farmacológico
• El tratamiento tópico antibacteriano (p. ej., mupirocina, retapa-
mulina) constituye la terapéutica habitual del impétigo limitado
a una zona pequeña. El preparado tópico se aplica a las lesiones
varias veces al día durante una semana. Las lesiones se humedecen
o lavan con una solución de jabón antibacteriano para eliminar el
sitio central de proliferación bacteriana y dar al antibiótico tópico I
la oportunidad de alcanzar el sitio infectado.
• Se pueden prescribir antibióticos sistémicos como amoxicilina-
clavulanato, cloxacilina o dicloxacilina con el propósito de tratar
las infecciones diseminadas o en casos con manifestaciones sisté-
micas (p. ej., fiebre). Estos antibióticos son eficaces para disminuir
la extensión del contagio, así como para tratar las infecciones pro-
fundas y prevenir la glomerulonefritis aguda (infección renal), que
puede presentarse como consecuencia de las enfermedades cutá-
neas por estreptococos.
• En los pacientes con presencia de Staphylococcus aureus resistente a
la meticilina (SARM), los antibióticos pueden incluir clindamicina,
trimetoprim-sulfametoxazol o vancomicina.
Atención de enfermería
• Usar guantes cuando se atienda a los pacientes con impétigo.
• Usar soluciones antisépticas (clorhexidina) por lo menos una vez al
día para limpiar la piel, con el fin de disminuir el contenido bacte-
riano y prevenir la diseminación.
• Capacitar al paciente y a su familia para practicar una higiene de
manos meticulosa cuando entren en contacto con una lesión, hasta
que éstas desaparezcan por completo, para prevenir la diseminación
de la lesión de una zona de la piel a otra y de una persona a otra.
Cada miembro de la familia deberá contar con una toalla y un paño
húmedo individuales.
Para mayor información, véase capítulo 56 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tratamiento médico
Se instaura antibioticoterapia de amplio espectro; las infecciones leves
a moderadas se tratan de manera ambulatoria. Si la paciente presenta
enfermedad aguda, puede requerir hospitalización. Las indicaciones
para una hospitalización incluyen emergencias quirúrgicas, emba-
razo, falta de respuesta a la terapia antimicrobiana oral, incapacidad
de seguir o tolerar el régimen oral ambulatorio, enfermedad grave
(náuseas, vómitos o fiebre elevada) y absceso tuboovárico. Una vez
hospitalizada, la paciente se somete a un régimen de reposo, solucio-
nes i.v. y antibioticoterapia i.v.; se monitorizan las constantes vitales. Es
necesario tratar a las parejas sexuales para prevenir las reinfecciones.
Atención de enfermería
Las medidas de enfermería incluyen el soporte nutricio y la admi-
nistración de la antibioticoterapia según la prescripción. Se evalúan
las constantes vitales, al igual que las características del trastorno y la I
cantidad de secreciones vaginales.
El personal de enfermería administra analgésicos según la pres-
cripción para reducir el dolor. Se fomenta un reposo adecuado y una
dieta saludable. Otra intervención de enfermería consiste en prevenir
la transmisión de la infección a otros mediante una higiene estricta
de las manos y la aplicación de barreras protectoras y de las políticas
hospitalarias para desechar los residuos biológicos.
Promoción de los cuidados en casa y en la comunidad
Capacitación del paciente para su autocuidado
Antes de ser dadas de alta, las pacientes reciben capacitación sobre
su autocuidado:
• Informar y alentar a la paciente a formar parte de los procedimientos
para prevenir la infección a otros y protegerse de una reinfección. El
uso de preservativos es fundamental para prevenir las infecciones y
sus secuelas.
• Explicar cómo ocurren las infecciones pélvicas, cómo pueden con-
trolarse y evitarse, y sus signos y síntomas: dolor abdominal, náuseas
y vómitos, fiebre, malestar, secreciones vaginales purulentas y malo-
lientes y leucocitosis.
• Evaluar todo dolor pélvico y secreción anómala, sobre todo después
de un encuentro sexual, alumbramiento o cirugía pélvica.
• Informar a la paciente que los DIU pueden aumentar el riesgo de
infección y que por ello es necesario prescribir antibióticos después
de su inserción.
• Indicar a la paciente cómo realizar una higiene perineal adecuada,
siempre en dirección de adelante hacia atrás.
I Para mayor información, véase capítulo 47 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Atención de enfermería
En todo centro de salud, se debe instaurar un protocolo para vigilar
que se informe al departamento de salud pública estatal o local todos
los pacientes diagnosticados con una ITS reportable, para garantizar
un seguimiento por parte de la comunidad. El departamento de
salud pública es responsable de identificar a las parejas sexuales,
notificarlas y practicarles pruebas de detección temprana. Las lesio-
nes de la sífilis primaria y secundaria pueden ser muy contagiosas. Se
deben usar guantes cuando sea probable el contacto directo con las
lesiones, y se debe cuidar la higiene de las manos una vez retirados
los guantes.
Clamidia y gonorrea
Chlamydia trachomatis y Neisseria gonorrhoeae son las infecciones infor-
madas con mayor frecuencia en Estados Unidos. Los pacientes infecta-
dos con N. gonorrhoeae a menudo también se infectan con C. trachoma- I
tis. La clamidia causa alrededor de 2,5 millones de infecciones al año
en Estados Unidos; se encuentra con mayor frecuencia en personas
jóvenes y sexualmente activas con más de una pareja, y se transmite
mediante el coito. La población de mayor riesgo de infección por
C. trachomatis son las mujeres entre 15 y 19 años de edad; pueden pre-
sentar complicaciones graves, como infecciones pélvicas y mayor riesgo
de embarazo ectópico e infertilidad. La gonorrea también es una causa
importante de enfermedad inflamatoria pélvica (EIP), infertilidad
tubárica, embarazo ectópico y dolor pélvico crónico.
Cuadro clínico
• El paciente puede estar asintomático.
• Entre los síntomas más frecuentes de la clamidia en las mujeres está
la cervicitis mucopurulenta con exudados en el canal endocervical;
las pacientes pueden presentar dispareunia, disuria, sangrado o sín-
tomas de infección de vías urinarias o vaginitis.
• Cuando se presenta en varones, los síntomas pueden incluir una
secreción peneana y una sensación urente al orinar; el paciente
puede informar hinchazón y dolor testicular con la infección por
N. gonorrhoeae.
Complicaciones
• En las mujeres puede haber EIP, embarazo ectópico, endometritis
e infertilidad; la inflamación cervical por la clamidia puede hacer a
una mujer más vulnerable a la transmisión del VIH por parte de un
compañero infectado. Otras complicaciones incluyen la conjuntivi-
tis y la perihepatitis. Si una mujer embarazada se infecta con clami-
dia, su hija o hijo puede nacer muerto, ser prematuro o morir en el
período neonatal.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Falta de conocimiento sobre la enfermedad y riesgo de diseminación
de la infección.
• Ansiedad asociada con expectativas de estigmatización o con el pro-
nóstico y las complicaciones.
• Falta de cumplimiento del régimen terapéutico.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
Con base en los datos de la exploración, evaluar si existe alguna de las
siguientes posibles complicaciones:
• Embarazo ectópico.
• Infertilidad.
• Transmisión de infecciones al feto que causen anomalías congénitas
u otros eventos adversos.
• Neurosífilis.
• Meningitis gonocócica.
• Artritis gonocócica.
• Aortitis sifilítica.
• Complicaciones asociadas con el VIH.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales son una mayor comprensión por parte del pa-
ciente sobre la evolución y el tratamiento de la infección, la reducción
de la ansiedad, aumentar el cumplimiento terapéutico y de las metas
preventivas y la ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
AUMENTAR EL CONOCIMIENTO Y PREVENIR LA DISEMINACIÓN DE LA ENFERMEDAD
• Proporcionar capacitación sobre las ITS, los agentes causales, los
modos de transmisión y la prevención de su diseminación a otros
individuos.
• Enfatizar la importancia de concluir la terapia según las indicaciones
y la necesidad de informar cualquier efecto colateral o avance de los
síntomas. Reiterar que mantener la exposición sexual con la misma
I persona puede llevar a casos de reinfección, a menos de que la pareja
haya sido tratada.
• Alentar al paciente a discutir los motivos de su resistencia al uso de
los preservativos.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Alentar al paciente a expresar los motivos de su ansiedad y los mie-
dos asociados con su diagnóstico, tratamiento y pronóstico.
• Proporcionar un plan educacional individualizado que incluya dar
confianza; ayudar al paciente a planear la conversación que deberá
tener con su pareja.
• De estar indicado, considerar la derivación a un trabajador social
para ayudar al paciente que enfrentará conversaciones difíciles.
AUMENTAR EL CUMPLIMIENTO TERAPÉUTICO
• Las discusiones abiertas sobre las ITS en contextos grupales (p. ej.,
centros obstétricos ambulatorios) o individuales facilitan la capacita-
ción del paciente.
• La explicación de los hechos en cuanto a causas, consecuencias, tra-
tamientos, profilaxis y responsabilidades puede reducir la incomodi-
dad y evitar las fuentes de desinformación.
• La derivación a las agencias pertinentes puede ayudar a complemen-
tar los esfuerzos individuales por educar al paciente y a garantizar
que las preguntas o dudas posteriores sean abordadas por expertos.
VIGILANCIA Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
Infertilidad y riesgo aumentado de embarazo ectópico
Las ITS pueden llevar a una EIP y, en consecuencia, a un mayor riesgo
de embarazo ectópico e infertilidad.
Infecciones congénitas
Todas las ITS se pueden transmitir a los fetos in utero o al momento
del parto. Las complicaciones de las infecciones congénitas pueden
ir desde una infección localizada (p. ej., faringitis gonocócica) hasta
Influenza
La influenza o gripe es una enfermedad vírica aguda que causa una
epidemia mundial cada 2-3 años, y conlleva un grado altamente varia-
ble de intensidad. La denominación infección de vías respiratorias altas
(IVRA) se utiliza cuando el virus causal es la influenza, que se dise-
mina fácilmente de un hospedador a otro por exposición a las gotitas
de la tos, los estornudos o las secreciones nasales. El virus se elimina
(contagia) durante casi 2 días antes de la aparición de los síntomas y en
la primera parte de la fase sintomática. Una infección previa por virus
de la influenza no garantiza la protección ante una exposición futura.
La mortalidad probablemente se atribuya a una neumonía acompa-
ñante (neumonía vírica o bacteriana agregada) y a las exacerbaciones
Cuadro clínico
• Desarrollo asintomático en la mayoría de los pacientes.
• La primera manifestación es el aumento de la fuerza del latido del
corazón, es decir, pulsaciones visibles o palpables sobre las arterias
temporales (encefálicas) y cervicales (carotídeas).
• Disnea producida por esfuerzo y fatiga.
• Signos y síntomas de insuficiencia ventricular izquierda progresiva
(p. ej., ortopnea y disnea paroxística nocturna).
Exploración y diagnóstico
• Soplo diastólico agudo, auscultado mejor en el tercer o cuarto espa-
cio intercostal.
• Presión de pulso aumentada.
• Pulso en martillo de agua o pulso de Corrigan (se siente una expan-
sión del pulso y luego un colapso).
• Confirmar el diagnóstico por ecocardiografía Doppler (preferible- I
mente Doppler 2D y transesofágica), gammagrafía, electrocardiogra-
fía, resonancia magnética y cateterismo cardíaco.
Profilaxis
La profilaxis y el tratamiento de las infecciones bacterianas resultan
clave (véase Endocarditis reumática en la sección E).
Tratamiento médico
• Aconsejar al paciente que evite el esfuerzo físico, los deportes com-
petitivos y los ejercicios isométricos.
• Tratar las arritmias y la insuficiencia cardíaca.
Tratamiento farmacológico
Por lo general, los medicamentos que se prescriben primero para los
pacientes con síntomas de regurgitación aórtica son los vasodilatado-
res, como los antagonistas del calcio (p. ej., felodipino, nifedipino),
los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (p. ej.,
captopril, enalapril, lisinopril y ramipril) o la hidralazina.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento de elección es el reemplazo de la válvula aórtica o
valvuloplastia, preferiblemente realizada antes de que se genere insufi-
ciencia ventricular izquierda. La cirugía se recomienda para cualquier
paciente con hipertrofia ventricular izquierda, independientemente de
la presencia o ausencia de síntomas.
Atención de enfermería
Para mayor información, véase Atención perioperatoria de enfermería en
la sección A.
• Capacitar al paciente sobre el cuidado de la herida, la dieta, la acti-
vidad, los medicamentos y los cuidados personales.
• Instruir al paciente sobre la importancia de la profilaxis antibiótica
para prevenir la endocarditis.
• Reforzar toda la nueva información y las instrucciones de autocuida-
do durante las siguientes 4-8 semanas después del procedimiento.
Para mayor información, véase capítulo 29 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
I
Insuficiencia cardíaca
La insuficiencia cardíaca (IC), a veces denominada IC congestiva, es
producto de trastornos cardíacos estructurales o funcionales que
alteran la capacidad de llenado o de expulsión de sangre por parte de
los ventrículos. La IC constituye un síndrome clínico caracterizado
por signos y síntomas de sobrecarga de líquidos o perfusión tisular
inadecuada. El mecanismo subyacente de la IC implica la alteración
de las propiedades contráctiles del corazón (disfunción sistólica) o de
su llenado (disfunción diastólica), que da lugar a un gasto cardíaco
menor del normal. Un gasto cardíaco bajo puede llevar a mecanismos
compensatorios que causan aumento de la carga de trabajo del órgano
y una resistencia eventual a su llenado.
La IC es un trastorno progresivo de por vida que se trata mediante
cambios en el estilo de vida y medicamentos diseñados para prevenir
crisis de IC descompensada aguda, las cuales se caracterizan por un
aumento de los síntomas, disminución del gasto cardíaco (GC) y baja
perfusión tisular. La IC es producto de una variedad de trastornos
cardiovasculares que incluyen hipertensión crónica, coronariopatía y
afección valvular, circunstancias que pueden causar insuficiencia sistó-
lica, insuficiencia diastólica o ambas. Varios trastornos sistémicos (p. ej.,
insuficiencia renal progresiva e hipertensión no controlada) pueden
contribuir a la aparición y gravedad de la insuficiencia cardíaca.
Cuadro clínico
Los signos y síntomas de la IC pueden relacionarse con el ventrículo
afectado. La IC izquierda (insuficiencia ventricular izquierda) causa
manifestaciones diferentes a las de la IC derecha (insuficiencia ventricu-
IC izquierda
• La mayoría de las veces precede a la insuficiencia cardíaca derecha.
• Congestión pulmonar: disnea, tos, estertores pulmonares y cifras
bajas de saturación de oxígeno; posiblemente se detecte a la auscul-
tación un ruido cardíaco adicional, el S3 o “galope ventricular”.
• Disnea de esfuerzo (DE), ortopnea o disnea paroxística noc-
turna (DPN).
• Tos, inicialmente seca y no productiva; puede tornarse húmeda
con el transcurso del tiempo.
• Grandes cantidades de esputo espumoso, que a veces es de color
rosa (teñido de sangre).
• Estertores en ambas bases pulmonares, que avanzan hasta abarcar
todos los campos pulmonares.
I
• Perfusión tisular inadecuada.
• Oliguria y nicturia.
• Con el avance de la IC: alteraciones digestivas; mareos, vértigo,
confusión, inquietud y ansiedad; la piel se observa pálida o ceni-
cienta, y fría o pegajosa.
• Taquicardia, pulso filiforme, fatiga.
IC derecha
• Congestión de las vísceras y los tejidos periféricos.
• Edema de extremidades inferiores (de zonas declives), hepatomegalia
(incremento del volumen del hígado), ascitis (acumulación de líquido
en la cavidad peritoneal), anorexia y náuseas, así como debilidad y
aumento de peso debido a la retención de líquidos.
Exploración y diagnóstico
• Signos y síntomas de edema pulmonar y periférico.
• Valoración de la función ventricular.
• Ecocardiografía, radiografía de tórax, electrocardiografía (ECG).
• Estudios de laboratorio: electrolitos séricos, nitrógeno ureico en san-
gre (BUN, de blood urea nitrogen), creatinina, hormona estimulante
tiroidea (TSH), hemograma completo, péptido natriurético cerebral
y análisis de orina sistemático.
• Prueba cardíaca de esfuerzo, cateterización cardíaca.
Tratamiento médico
Los objetivos principales del tratamiento de la IC son: aliviar los
síntomas del paciente, mejorar su estado funcional y calidad de vida,
y prolongar la supervivencia. Las opciones terapéuticas varían de
acuerdo con la gravedad de la enfermedad y pueden incluir medica-
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Intolerancia a actividades y fatiga relacionada con la disminución
del GC.
• Exceso del volumen de líquidos asociado con el síndrome de IC.
• Ansiedad relacionada con la disnea por oxigenación inadecuada.
• Incapacidad asociada con la enfermedad crónica y las hospitalizaciones.
• Manejo ineficaz del régimen terapéutico en relación con la falta de
conocimiento.
Tratamiento quirúrgico
Las intervenciones quirúrgicas incluyen la valvuloplastia mitral o el
reemplazo de la válvula mitral.
Para mayor información, véase capítulo 29 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Consideraciones gerontológicas
Las causas de la ERET en el adulto mayor son la diabetes, la hiperten-
sión, la glomerulonefritis crónica, la nefritis intersticial y la obstrucción
de vías urinarias. Los síntomas de otros trastornos (insuficiencia
cardíaca, demencia) pueden ocultar los síntomas de la enfermedad
renal y retrasar o evitar el diagnóstico y el tratamiento. El paciente a
menudo consulta por signos y síntomas de síndrome nefrótico, como el
edema y la proteinuria. Los adultos mayores pueden desarrollar signos
inespecíficos de alteración de la función renal y de desequilibrios de
los líquidos y de los electrolitos. Se han utilizado la hemodiálisis y la
diálisis peritoneal de manera eficaz en los adultos mayores. Las enfer-
medades asociadas han llevado a que el trasplante sea un tratamiento
menos frecuente en el paciente anciano. El tratamiento conservador,
que incluye la terapia nutricia, el control de líquidos y el uso de medica-
Diálisis
Los pacientes con síntomas en aumento de insuficiencia renal se derivan
al centro de diálisis y trasplante en etapas tempranas de la enfermedad
renal progresiva. La diálisis suele comenzarse cuando el paciente no
es capaz de mantener un estilo de vida razonable con el tratamiento
conservador.
I
Atención de enfermería
• Evaluar el estado de los líquidos e identificar posibles fuentes de
desequilibrio.
• Implementar un programa dietético para garantizar una ingestión
adecuada de nutrimentos dentro de los límites que imponga el régi-
men terapéutico.
• Promover los sentimientos positivos alentando un mayor autocui-
dado e independencia.
• Ofrecer explicaciones e información al paciente y a su familia sobre
la ERET, las opciones de tratamiento y las posibles complicaciones.
• Dar apoyo emocional.
Cuidados continuos
• Enfatizar la importancia del seguimiento y el tratamiento.
• Prescribir al paciente cuidados de enfermería en casa para continuar
con su monitorización y soporte.
• Reforzar las restricciones dietéticas necesarias, incluyendo la restric-
ción de líquidos, sodio, potasio y proteínas.
• Recordar al paciente la necesidad de realizar actividades que pro-
muevan su salud y de revisarse periódicamente.
Para mayor información, véase capítulo 44 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Lesión craneoencefálica
Las lesiones de la cabeza incluyen traumatismos del cuero cabelludo,
cráneo y encéfalo. Una lesión craneoencefálica puede llevar a trastor-
nos que van desde la conmoción leve hasta el coma y la muerte; la
forma más grave se conoce como lesión encefálica traumática (LET). Las
causas más frecuentes de la LET son las caídas (35,2 %), las colisiones
de vehículos motorizados (17,3 %), los golpes por objetos (16,5 %) y
los asaltos (10 %). Los grupos de máximo riesgo son las personas de
15-19 años de edad, con mayor incidencia en los varones de cualquier
grupo etario. Los adultos de 65 años o mayores tienen las tasas más
altas de hospitalización relacionada con una LET y muerte. Hay dos
formas de daño al encéfalo por una lesión traumática. La lesión prima-
ria es el daño inicial al encéfalo producto de un episodio traumático,
e incluye contusiones, laceraciones y rotura de vasos sanguíneos por el
impacto, aceleración y desaceleración, y la penetración de un objeto
extraño. La lesión secundaria evoluciona en horas y días posteriores a
la lesión inicial, y es resultado del aporte inadecuado de nutrimentos
y oxígeno a las células. Este tipo de lesiones incluye hemorragia intra-
craneal, edema cerebral, elevación de la presión intracraneal, daño
hipóxico encefálico e infección.
Cuadro clínico
Los síntomas, aparte de los focalizados, dependen de la gravedad de la
lesión encefálica y su localización anatómica.
• Un dolor persistente y localizado suele sugerir una fractura.
• Las fracturas de la bóveda craneal son capaces de producir edema en
la región.
• Las fracturas de la base del cráneo a menudo dan lugar a hemorragia
nasal, faríngea u ótica, y se puede observar la presencia de sangre
bajo la conjuntiva.
• Se pueden observar equimosis sobre la apófisis mastoides (signo
de Battle).
• El drenaje de líquido cefalorraquídeo (LCR) a través de los oídos (oto-
rrea) y la nariz (rinorrea) sugiere una fractura de la base del cráneo.
453
• El drenaje de LCR puede causar una infección grave (p. ej., meningi-
tis) a través de un desgarro de la duramadre.
• La presencia de LCR sanguinolento sugiere una laceración o contu-
sión del encéfalo.
• La lesión encefálica puede mostrar varios signos que incluyen alte-
ración del nivel de conciencia, anomalías pupilares, alteración o
ausencia de los reflejos nauseoso y corneal, déficit neurológico, cam-
bios en las constantes vitales (p. ej., el patrón de respiración, hiper-
tensión, bradicardia), hipertermia o hipotermia, y alteración sensorial
de la visión o auditiva.
• Los signos de síndrome posconmoción pueden incluir cefalea,
mareo, ansiedad, irritabilidad y letargo.
• En un hematoma subdural agudo o subagudo, los cambios en el
nivel de conciencia, los signos pupilares, la hemiparesia, el coma, la
hipertensión, la bradicardia y la disminución de la frecuencia respi-
ratoria son manifestaciones de una masa en expansión.
• Un hematoma subdural crónico puede producir cefalea intensa,
signos de foco neurológico alternantes, cambios de personalidad,
deterioro mental y convulsiones focales.
L Exploración y diagnóstico
• Exploración física y valoración del estado neurológico.
• Estudios imagenológicos: radiografías, tomografía computarizada
(TC), resonancia magnética (RM).
• Angiografía cerebral.
Lesiones del cuero cabelludo y del cráneo
• Los traumatismos del cuero cabelludo pueden dar lugar a una abra-
sión (herida por fricción), una contusión, una laceración o un hema-
toma. El cuero cabelludo sangra profusamente al ser lesionado, y
sus heridas constituyen una puerta de entrada para las infecciones
intracraneales.
• Una fractura de cráneo es una pérdida de continuidad en el cráneo
causada por un traumatismo fuerte. Pueden ocurrir fracturas con
o sin daño del encéfalo y se clasifican como simples, conminutas,
deprimidas o basales, y pueden ser abiertas (con fractura de la dura-
madre) o cerradas (sin fractura de la duramadre).
Tratamiento médico
• Las fracturas de cráneo no deprimidas, por lo general, no requieren
un tratamiento quirúrgico, pero sí exigen una observación estrecha
del paciente.
• Las fracturas de cráneo deprimidas pueden requerir intervención
quirúrgica con elevación de la bóveda y desbridamiento, por lo gene-
ral 24 h posteriores a la lesión.
Tratamiento médico
Se debe suponer que una persona con una lesión cefálica presenta
L
una lesión de la columna cervical hasta que se demuestre lo con-
trario. La evaluación y el diagnóstico de la extensión de la lesión se
logran por medio de la exploración física y neurológica inicial. La
TC, la RM y la tomografía por emisión de positrones (PET, de posi-
tron emission tomography) son recursos de diagnóstico. Desde el lugar
donde se produjo la lesión, se transporta al paciente sobre una cami-
lla, con la cabeza y el cuello alineados con el eje del cuerpo. Colocar
un collar cervical y mantenerlo hasta que se hayan obtenido radiogra-
fías de la columna cervical y se haya demostrado la ausencia de lesión
en la médula espinal cervical. Todo tratamiento tiene la finalidad de
conservar la homeostasia y evitar el daño cerebral secundario.
• El tratamiento incluye control de la PIC, cuidados de sostén (p. ej.,
soporte ventilatorio, prevención de convulsiones, reposición de lí-
quidos y electrolitos, soporte nutricio y alivio del dolor y la ansie-
dad), o craneotomía.
• El aumento de la PIC se trata proporcionando una oxigenación
adecuada, administrando manitol, soporte ventilatorio, hiperven-
tilación, elevando la cabecera de la cama, manteniendo el equili-
brio hidroelectrolítico, soporte nutricio, alivio de dolor y ansiedad,
o neurocirugía.
Para mayor información, véase “Tratamiento médico” y “Proceso de
enfermería” en Presión intracraneal elevada en la sección P.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Alteraciones en la permeabilidad de las vías respiratorias y en el
intercambio de gases relacionadas con la lesión encefálica.
• Riesgo de una perfusión tisular encefálica ineficaz asociada con el
incremento de la PIC, la disminución de la presión de perfusión
cerebral (PPC) y posibles convulsiones.
• Déficit del volumen de líquidos relacionado con una disminución
L
del nivel de conciencia y disfunción hormonal.
• Desequilibrio nutricio (no se cubren los requerimientos corporales)
relacionado con el aumento de las demandas metabólicas, la restric-
ción de líquidos y la ingestión inadecuada.
• Riesgo de lesión (autodirigida o dirigida a otros) relacionado con
convulsiones, desorientación, inquietud o daño encefálico.
• Posible desequilibrio de la temperatura corporal asociado con el
daño de los mecanismos de regulación de la temperatura ubicados
en el encéfalo.
• Riesgo de pérdida de continuidad de la piel debido al reposo en cama,
hemiparesia, hemiplejía, inmovilidad o inquietud.
• Afrontamiento ineficaz relacionado con una lesión cerebral.
• Trastorno del ciclo del sueño asociado con lesión encefálica y revi-
siones neurológicas frecuentes.
• Interrupción de los procesos familiares relacionada con la falta de
respuesta del paciente, lo impredecible de su estado, un período
de recuperación prolongado y la incapacidad física residual, así
como su déficit emocional.
• Conocimientos insuficientes sobre las lesiones cerebrales, la recupe-
ración y el proceso de rehabilitación.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Disminución de la perfusión cerebral.
• Edema y hernia encefálicos.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Alcanza o mantiene las vías aéreas permeables y la ventilación y la
oxigenación cerebral de manera eficaz.
• Alcanza un equilibrio hidroelectrolítico satisfactorio.
• Logra un estado nutricio adecuado.
• Evita lesiones.
• Mantiene una temperatura corporal normal.
• Muestra integridad en la piel.
• Presenta mejoría de la función cognitiva y la memoria.
• Muestra un ciclo normal de sueño-despertar.
• Muestra ausencia de complicaciones.
• No presenta convulsiones traumáticas.
• La familia muestra procesos de afrontamiento adaptativos.
• Participa con la familia en el proceso de rehabilitación, según
indicación.
Para mayor información, véase capítulo 63 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Cuadro clínico
Las consecuencias de la LME dependen del tipo y nivel de la lesión.
Nivel neurológico
El nivel neurológico se refiere al nivel más bajo en el que las funciones
sensitiva y motora son normales. Los signos y síntomas incluyen:
• Parálisis sensitiva y motora total debajo del nivel neurológico.
• Pérdida del control vesical e intestinal (generalmente con retención
urinaria y distensión vesical).
• Pérdida de la sudoración y del tono vasomotor.
• Reducción marcada de la presión arterial (PA) por pérdida de la
resistencia vascular periférica. L
• Dolor agudo en la espalda o el cuello (si el paciente está consciente
y lo puede informar); posible miedo de haberse fracturado el cuello
o la espalda.
Problemas respiratorios
• Relacionados con el compromiso de la función respiratoria.
• Insuficiencia respiratoria aguda: principal causa de muerte en las
lesiones de la columna cervical.
Exploración y diagnóstico
La exploración neurológica detallada, las radiografías (laterales de
columna cervical), la tomografía computarizada (TC) y la resonan-
cia magnética (RM) son herramientas diagnósticas y de evaluación
de uso frecuente. También se utiliza el electrocardiograma (ECG),
puesto que la bradicardia y la asistolia son hallazgos habituales en
las lesiones medulares agudas.
Complicaciones
El shock espinal, una complicación grave de las LME, es una depresión
súbita de la actividad refleja de la médula espinal (arreflexia) debajo
del nivel de la lesión. Los músculos inervados por el segmento medu-
lar situado debajo del nivel de la lesión se tornan completamente
paralizados y flácidos, y los reflejos están ausentes. La PA y la frecuen-
cia cardíaca caen por la afección de órganos vitales. Las partes del
cuerpo que están por debajo de la lesión medular quedan paralizadas
y sin sensibilidad.
Tratamiento de emergencia
• Resulta fundamental el manejo inmediato del paciente en el lugar
del accidente. Una manipulación inadecuada puede causar mayores
daños y pérdida de función neurológica.
• Se debe considerar que toda víctima de un accidente de tránsito,
lesión por clavados o deporte de contacto, caída, o con traumatismo
directo en la cabeza o el cuello tiene una LME hasta que se demues-
tre lo contrario.
• Los cuidados iniciales incluyen evaluación rápida, inmovilización,
liberación, estabilización o control de las lesiones que amenacen la
vida, y transporte a un centro médico adecuado.
• Mantener al paciente en posición extendida (no sentado); no se debe
voltear o girar ninguna parte del cuerpo.
• El estándar de atención es la derivación y traslado a un centro espe-
cializado en lesiones medulares o traumatismos para ser tratado en
las primeras 24 h.
Tratamiento médico
Fase aguda
L Los objetivos terapéuticos consisten en prevenir mayores lesiones
medulares y buscar síntomas de déficits neurológicos progresivos. El
paciente debe ser reanimado según necesidad, y se deben mantener
la oxigenación y la estabilidad cardiovascular. Se pueden administrar
dosis altas de corticosteroides (metilprednisolona) para contrarres-
tar el edema de la médula espinal, aunque ya no es el procedimiento
de elección porque algunos estudios sugieren que sólo ofrece bene-
ficios limitados.
Se administra oxígeno para mantener una PaO2 elevada. Se deben
tomar precauciones extremas para evitar flexionar o extender el cue-
llo en caso de necesitar intubación endotraqueal. Se puede considerar
la electroestimulación diafragmática (estimulación eléctrica del ner-
vio frénico) en aquellos pacientes con lesiones cervicales altas; otra
opción es la electroestimulación diafragmática intramuscular mediante
implante quirúrgico.
Las LME exigen inmovilización, reducción de luxaciones y estabili-
zación de la columna vertebral. Se reducen las fracturas cervicales y se
alinea la médula cervical mediante tracción del esqueleto (con pinzas
esqueléticas, soportes ortopédicos o la técnica de halo-vest). Las pesas
cuelgan libremente para que no interfieran con la tracción.
La cirugía temprana reduce la necesidad de tracción. Los obje-
tivos del tratamiento quirúrgico consisten en preservar la función
neurológica, eliminando la presión de la médula espinal y ofre-
ciendo estabilidad.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Observar los patrones de respiración; evaluar la intensidad de la tos;
auscultar los pulmones.
• Monitorizar de cerca al paciente en busca de cambios en la función
motora o sensitiva y de síntomas de daño neurológico progresivo.
• Probar la capacidad motriz solicitando al paciente que abra los dedos,
apriete la mano del examinador y que mueva los dedos de los pies o
el pie completo.
• Evaluar la sensibilidad del paciente pellizcando la piel o tocándola
ligeramente con un depresor lingual, comenzando por los hombros
L y bajando por ambos lados; los ojos del invididuo deben estar cerra-
dos. Preguntar al paciente dónde tiene la sensación.
• Evaluar la presencia de shock espinal.
• Palpar el abdomen bajo en busca de signos de retención urinaria y
sobredistensión vesical.
• Buscar la presencia de dilatación gástrica e íleo paralítico por un
intestino atónico.
• Vigilar la temperatura; puede haber hipertermia por una alteración
autonómica.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Patrones de respiración y permeabilidad de las vías aéreas alterados,
debido a la debilidad (parálisis) de los músculos abdominales e inter-
costales y a la incapacidad para expectorar las secreciones.
• El deterioro de la movilidad física se relaciona con el deterioro
motor y sensitivo.
• Alteraciones en la percepción sensorial vinculadas con la inmovili-
dad y la pérdida sensitiva.
• Riesgo de alteraciones en la integridad de la piel asociadas con la
inmovilidad y la pérdida sensitiva.
• Alteraciones en la micción por la incapacidad del paciente de orinar
de manera espontánea.
• Estreñimiento vinculado con la presencia de un intestino atónico
como resultado de alteraciones autonómicas.
• Dolor agudo y molestias relacionadas con el tratamiento y la inmo-
vilidad prolongada.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Muestra mejoría en el intercambio de gases y la expectoración de
secreciones.
• Se mueve dentro de los límites de su alteración y realiza ejercicios
dentro de sus capacidades funcionales.
• Afronta sus alteraciones sensitivas y perceptuales.
• Muestra integridad cutánea óptima.
• Recupera la función vesical.
• Recupera la función intestinal.
• Informa ausencia de dolor y molestias.
• Se encuentra libre de complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 63 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL, Chee-
ver KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters Kluwer
| Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
L
Leucemia
La leucemia es una proliferación neoplásica de un tipo celular en espe-
cial (granulocitos, monocitos, linfocitos [leucocitos que participan en
las funciones inmunitarias] o, de manera menos frecuente, eritrocitos
o megacariocitos). Las leucemias suelen clasificarse según la estirpe
celular implicada, ya sean en linfoides (en referencia a las células madre
que producen linfocitos) o mieloides (aludiendo a las células madre que
dan origen a células sanguíneas no linfoides). Las leucemias también
se clasifican como agudas (inicio repentino) o crónicas (en un lapso de
meses o años). Se desconoce la causa. Hay cierta evidencia de que hay
influencia genética y patogenia vírica.
Fisiopatología
La hematopoyesis se caracteriza por originar un recambio continuo
y rápido de células sanguíneas nuevas. En condiciones normales,
la producción de células sanguíneas específicas de sus precursoras
suele estar cuidadosamente controlada según las necesidades del
organismo. Si los mecanismos que controlan la producción de estas
células se ven alterados, las células pueden proliferar de manera exce-
siva, como se ve con el desarrollo de las leucemias. El rasgo común
a todas las leucemias es la proliferación descontrolada de leucocitos
Cuadro clínico
Los signos y síntomas cardinales pueden cambiar según el tipo de
leucemia en particular, y pueden incluir debilidad, palidez, fatiga,
tendencia al sangrado, petequias y equimosis, dolor, cefalea, vómitos,
fiebre, infección, linfadenopatías o esplenomegalia, y dolor óseo.
Exploración y diagnóstico
Las pruebas de sangre y médula ósea confirman la proliferación de
leucocitos en esta última.
L PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Identificar el rango y la duración de los signos, así como los sínto-
mas informados por el paciente en la historia clínica y la explora-
ción física.
• Evaluar los resultados de las pruebas de sangre y reportar las altera-
ciones de los leucocitos, el recuento absoluto de neutrófilos (RAN),
los valores de plaquetas, creatinina y electrolitos, las pruebas de fun-
ción hepática y los resultados de los cultivos.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Riesgo de infección y sangrado.
• Riesgo de soluciones de continuidad en la piel asociadas con los
efectos tóxicos de la quimioterapia, las alteraciones nutricias y el
deterioro de la movilidad.
• Intercambio gaseoso alterado.
• Afección de la integridad de los tejidos relacionada con el daño a las
membranas mucosas por cambios en el revestimiento epitelial del tubo
digestivo, como resultado de la quimioterapia y los antimicrobianos.
• Desequilibrio nutricio: no se alcanzan los requerimientos corporales
por la presencia del estado hipermetabólico, la anorexia, la mucosi-
tis, el dolor y las náuseas.
ATENCIÓN DE LA MUCOSITIS
• Valorar diariamente la mucosa bucal de manera meticulosa con la
misma escala de evaluación; identificar y describir las lesiones; obser-
var el color y la humectación (después de retirar las dentaduras).
Cuadro clínico
• Los recuentos leucocitarios pueden ser altos o bajos, pero siempre
presentan células inmaduras (linfoblastos).
• Puede haber fiebre (alta o baja), fatiga, petequias y palidez.
• Las manifestaciones de la infiltración de células leucémicas hacia
otros órganos son más frecuentes con la LLA que con las otras for-
mas de leucemia, e incluyen dolor por hepatomegalia o esplenome-
galia y dolor óseo.
• El sistema nervioso central es un sitio frecuente de aparición de
células leucémicas; por lo tanto, los pacientes pueden tener cefaleas
y vómitos por el compromiso meníngeo.
• Otros sitios extranodulares incluyen los testículos y las mamas.
Exploración y diagnóstico
• Hemograma completo, recuento plaquetario, pruebas metabólicas
(ácido úrico), electrolitos, fósforo y lactato deshidrogenasa en suero.
• Inmunofenotipificación para determinar el linaje (linfocitos B o T).
• Punción y aspiración de médula ósea y punción lumbar.
• Electrocardiograma y ecocardiograma de base (si se anticipa el uso
de antraciclinas).
• Ecografía testicular (para ver si los testículos están agrandados). L
Tratamiento médico
Como la LLA frecuentemente invade el sistema nervioso central, la
quimioterapia intratecal preventiva (p. ej., metotrexato) también es un
elemento clave del plan de tratamiento. La quimioterapia de inducción
inicial incluye corticosteroides (dexametasona) y alcaloides de la vinca
como parte integral. En general, se incluye la antraciclina, en ocasiones
con asparaginasa. Una vez que el paciente se encuentra en remisión,
se realizan pruebas especiales para evaluar la presencia de enfermedad
residual mínima como un indicador útil del pronóstico, lo que permite
tomar decisiones para consolidar la terapia. Ya que la enfermedad ha
remitido, comienza la quimioterapia de consolidación. En los adultos
con LLA, el trasplante alogénico puede ser útil para intensificar la tera-
pia. Cuando el trasplante no sea una opción (o se reserve para las recaí-
das), comienza una prolongada fase de mantenimiento, con la adminis-
tración de dosis bajas de medicamentos hasta por 3 años. El tratamiento
médico también incluye el manejo de los efectos adversos vinculados con
la terapia, incluyendo una mayor susceptibilidad a las infecciones por la
inmunosupresión y la toxicidad hepática.
Atención de enfermería
Véase “Proceso de enfermería” en el artículo Leucemia si requiere
información adicional.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Fisiopatología
La leucemia linfocítica crónica deriva de un clon maligno de los
linfocitos B. Un posible mecanismo para explicar esta oncogenia
L es que estas células pueden escapar de la apoptosis (muerte celular
programada), dando lugar a la acumulación excesiva de células en
la médula y la circulación. La mayoría de las células leucémicas
de la LLC están plenamente maduras, por lo que tiende a ser un
trastorno leve en comparación con la forma aguda. Los marcadores
pronósticos, como la β2-microglobulina, la inmunofenotipificación y
otros análisis citogenéticos especiales (p. ej., hibridación fluorescente
in situ [FISH, de fluorescence in situ hybridization]), resultan útiles para
guiar el pronóstico y la terapia. Puede haber complicaciones autoin-
munitarias en cualquier etapa, ya sea una anemia hemolítica de
origen autoinmunitario o una púrpura trombocitopénica idiopática.
Los pacientes con LLC también son más susceptibles a desarrollar
otros cánceres, habitualmente en hueso, pulmón o piel. Algunos
pacientes puede experimentar una transformación gradual en la que
la enfermedad se vuelve refractaria a la quimioterapia; otros pueden
mostrar una transformación repentina a un linfoma muy agresivo
(linfoma de Richter).
Cuadro clínico
• Muchos casos son asintomáticos.
• Siempre hay linfocitosis.
• Los recuentos eritrocitarios y plaquetarios pueden ser normales o
bajos en las etapas tardías.
Tratamiento médico
Existe un cambio de paradigma importante en la terapia de la LLC.
Durante años, parecía que no había ventajas en términos de super-
vivencia con el tratamiento de la LLC en sus etapas tempranas. Sin
embargo, con el advenimiento de medios más sensibles para evaluar
la respuesta terapéutica, se ha demostrado que lograr la remisión
completa (y erradicar incluso la enfermedad residual mínima) da lugar
a una mayor supervivencia. Como resultado, el tratamiento ahora
comienza más temprano en el curso de la enfermedad; se realizan ensa-
yos clínicos de manera continua para evaluar las ventajas en términos
de supervivencia de este abordaje.
Tratamiento farmacológico
L
• Los agentes quimioterapéuticos fudarabina y ciclofosfamida se admi-
nistran en combinación con el anticuerpo monoclonal rituximab.
• Otro alquilante, la bendamustina, también es eficaz, sobre todo
cuando se combina con rituximab.
• El anticuerpo monoclonal alemtuzumab suele usarse en combina-
ción con otros agentes quimioterapéuticos: 1) en casos refractarios
a la fudarabina, 2) cuando el paciente presenta marcadores pronós-
ticos muy malos, o 3) cuando es necesario erradicar la enfermedad
residual después del tratamiento inicial.
• El uso profiláctico de antivirales y antibióticos (p. ej., trimetoprim/
sulfametoxazol) se recomienda en los pacientes que reciben alem-
tuzumab, puesto que son más susceptibles a las infecciones.
• La inmunoglobulina i.v. puede prevenir las infecciones bacterianas
recurrentes en algunos pacientes.
Atención de enfermería
Véase “Proceso de enfermería” en el artículo Leucemia si requiere
información adicional.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cuadro clínico
• La LMA se desarrolla sin dar aviso y los síntomas suelen presentarse
en el transcurso de semanas.
• La mayoría de los signos y síntomas evolucionan a partir de la
producción insuficiente de células sanguíneas normales: fiebre
e infección (neutropenia); debilidad, disnea de esfuerzo, palidez
y fatiga (anemia); petequias, equimosis y tendencia al sangrado
(trombocitopenia).
• La proliferacion de las células leucémicas en los órganos lleva a
varios otros síntomas: dolor por la hepatomegalia o esplenomegalia,
hiperplasia de las encías y dolor óseo por la expansión de la médula.
• Las células leucémicas también infiltran las encías o los espacios
sinoviales de las articulaciones.
Exploración y diagnóstico
• Hemograma completo (que muestra recuento plaquetario y eritroci-
tario reducido).
• Recuento leucocitario bajo, normal o alto; el porcentaje de células
normales suele verse muy disminuido.
• Muestra de médula ósea (exceso de células blásticas inmaduras).
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Linfedema y elefantiasis
El linfedema se clasifica como primario (malformaciones congénitas)
o secundario (obstrucción adquirida). El tipo más frecuente es el linfe-
dema congénito (precoz), causado por la hipoplasia del sistema linfá-
tico de las extremidades inferiores. Suele verse en mujeres, y aparece
por primera vez entre los 15 y 25 años de edad.
Fisiopatología
Los tejidos de las extremidades se hinchan por la mayor cantidad de
linfa, resultado de una obstrucción de los vasos linfáticos. Es particu-
Tratamiento médico
• Objetivo terapéutico: reducir y controlar el edema y prevenir las
infecciones.
L • Realizar ejercicios activos y pasivos para ayudar al paso de la linfa
al torrente sanguíneo; complementar con drenaje linfático manual
(técnica de masaje).
• Dispositivos de compresión externa; medias elásticas a medida
cuando el paciente tenga tratamiento ambulatorio.
• Reposo en cama esricto con elevación de la pierna, para ayudar a
movilizar la linfa.
• Drenaje linfático manual en combinación con varias capas de ven-
das de compresión, ejercicios, cuidado de la piel, mangas con gra-
dientes de presión así como bombas neumáticas (según la gravedad
y etapa del linfedema).
Tratamiento farmacológico
• Terapia con diuréticos, inicialmente con furosemida para prevenir la
sobrecarga de líquidos, junto con otras terapias diuréticas paliativas
para el linfedema.
• Antibioticoterapia en caso de linfangitis o celulitis.
Tratamiento quirúrgico
• Extirpación del tejido subcutáneo y las fascias afectadas, con injertos
de piel para cubrir el defecto.
• Reubicación quirúrgica de los vasos linfáticos superficiales hacia el
sistema linfático profundo mediante un pliegue dérmico, para crear
una vía para el drenaje linfático.
Atención de enfermería
• Si el paciente se somete a cirugía, proporcionar los cuidados pos-
quirúrgicos estándares con injertos y pliegues cutáneos, elevar la
Linfoma de Hodgkin
El linfoma de Hodgkin (enfermedad de Hodgkin) es un cáncer raro de
causa desconocida que se disemina en el sistema linfático. La apari- L
ción de la enfermedad tiene un patrón familiar; es más frecuente en
los hombres y tiende a alcanzar su máximo a principios de la tercera
década de la vida y después de la quinta. Se observa más a menudo
en los pacientes bajo tratamiento crónico de inmunosupresión (p. ej.,
para trasplante renal), en veteranos militares que estuvieron expuestos
al herbicida Agente Naranja, y en aquéllos con deficiencia de IgA o
ciertos tipos de IgG. La tasa de supervivencia a 5 años es del 88 %; la
supervivencia es mayor del 92 % para los pacientes menores de 45 años
de edad.
Fisiopatología
A diferencia de otros linfomas, el de Hodgkin es de origen unicéntrico,
porque empieza en un nodo o ganglio aislado. La enfermedad se
disemina por extensión contigua en el sistema linfático. Las células de
Reed-Sternberg, células tumorales gigantes y morfológicamente únicas
que se cree son de origen linfoide inmaduro, constituyen el punto de
referencia histopatológico y criterio diagnóstico esencial para el linfoma
de Hodgkin. Se desconoce la causa de este linfoma, pero se sospecha
un origen vírico. Aunque se han encontrado fragmentos del virus de
Epstein-Barr en algunas células de Reed-Sternberg, sigue sin precisarse
el papel de este virus en el desarrollo del linfoma de Hodgkin. Se acos-
tumbra clasificar a este linfoma en cinco subgrupos con base en análisis
histopatológicos, los cuales reflejan la historia natural del cáncer y sugie-
ren el pronóstico. La mayoría de los pacientes con linfoma de Hodgkin
presentan los tipos actualmente designados como esclerosis nodular o de
celularidad mixta. El tipo de esclerosis nodular tiende a presentarse más
Cuadro clínico
• Crecimiento indoloro de los nodos linfáticos en un lado del cuello.
Los nodos individuales son duros; su localización frecuente es la
cervical, supraclavicular y mediastínica.
• Se pueden observar nodos linfáticos mediastínicos en las radiogra-
fías y son lo suficientemente grandes para comprimir la tráquea y
causar disnea. Es frecuente el prurito y puede ser molesto; la causa se
desconoce. Suele haber infección por virus del herpes zóster (zonal).
• Por lo general, después de beber alcohol, algunos pacientes experi-
mentan dolor breve pero intenso en el sitio del tumor.
• Las manifestaciones pueden ser producto de la compresión de otros
órganos por el tumor y causar tos y derrame pleural (por infiltrados
neumónicos), ictericia (por afección hepática u obstrucción de los con-
ductos biliares), dolor abdominal (por esplenomegalia o adenopatía
peritoneal) o dolor óseo (por afección genética).
L • Los síntomas constitucionales, para fines de pronóstico conocidos
como síntomas B, se presentan en el 40 % de los pacientes y son más
frecuentes en enfermedad avanzada; incluyen fiebre (sin escalofríos),
sudores abundantes (particularmente por la noche) y disminución de
peso no intencional de más del 10 % basal.
• Anemia leve; puede haber aumento o disminución de leucocitos; el
recuento de plaquetas suele ser normal, a menos de que el tumor
haya invadido la medula ósea con supresión de la hematopoyesis.
• Alteración de la inmunidad celular (que se hace notar por la ausen-
cia o menor respuesta ante pruebas de sensibilidad cutánea, así
como la infección por especies de Candida o la parotiditis).
• A veces se usa la velocidad de eritrosedimentación (VES) y la deter-
minación de la concentración sérica de cobre para precisar la activi-
dad de la enfermedad.
Exploración y diagnóstico
• Puesto que muchas manifestaciones son similares a las que se pre-
sentan con las infecciones, se hacen estudios diagnósticos para des-
cartar ese origen de la enfermedad.
• Una biopsia escisional de los nodos linfáticos con hallazgo de células
de Reed-Stenberg confirma el diagnóstico.
• Valoración de cualquier síntoma; realizar exploración física para pre-
cisar las cadenas de nodos linfáticos así como el tamaño del bazo y
el hígado.
• Se utilizan radiografía de tórax y tomografía computarizada de
tórax, abdomen y pelvis; se puede identificar la enfermedad residual
mediante tomografía por emisión de positrones (PET).
Tratamiento médico
El objetivo del tratamiento del linfoma de Hodgkin es la curación y
está determinado por la etapa de la enfermedad más que por el tipo
histopatológico. El tratamiento del linfoma de Hodgkin en etapa
limitada suele incluir un ciclo breve (2-4 meses) de quimioterapia,
seguido por radioterapia de la zona específica involucrada. Se conoce
como ABVD a la quimioterapia combinada que incluye doxorrubicina,
bleomicina, vinblastina y dacarbacina, y se considera el tratamiento
estándar de la enfermedad más avanzada (etapas III y IV) y de todas
aquellas variantes con síntomas B. Otras combinaciones de quimiote-
rapia pueden permitir mayores tasas de respuesta, pero conllevan más
toxicidad. La quimioterapia suele tener éxito para obtener la remisión
incluso cuando se presentan recidivas. Se usa el trasplante de médula
ósea en caso de enfermedad avanzada o refractaria. Puede no haber
desarrollo de complicaciones por el tratamiento durante años, por lo L
que la vigilancia a largo plazo es crucial. En muchos de los estudios
basados en la población de los supervivientes del linfoma de Hodgkin,
el riesgo calculado de presentar un segundo cáncer fue de entre el 18 y
el 26 %; los tumores hemáticos son los más frecuentes, pero también
pueden ocurrir tumores sólidos. La toxicidad cardiovascular es la
segunda causa de muerte después del cáncer.
Atención de enfermería
Véase “Atención de enfermería” en el artículo Cáncer si requiere
información adicional en cuanto a las intervenciones del personal de
enfermería en los pacientes sometidos a quimioterapia y radioterapia.
• Abordar el desarrollo potencial de un segundo cáncer con el paciente
cuando se toman las decisiones terapéuticas; también se puede infor-
mar que el linfoma de Hodgkin suele ser curable, previa autorización.
• Alentar a los pacientes para disminuir otros factores que aumentan
el riesgo de un segundo cáncer, como el uso del tabaco y el alcohol,
y la exposición a carcinógenos ambientales y luz solar en exceso.
• Evaluar los efectos tardíos del tratamiento (p. ej., disfunción inmuni-
taria, infecciones por el virus del herpes [zóster y varicela]; septicemia
por neumococos).
• Capacitar sobre la importancia de las estrategias de autocuidado y el
tratamiento de la enfermedad.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wolters
Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Linfomas no hodgkinianos
Los linfomas no hodgkinianos (LNH) son un grupo heterogéneo de cán-
ceres que se originan a partir de un crecimiento neoplásico del tejido
linfático. El LNH es el séptimo cáncer más frecuente diagnosticado
en Estados Unidos; la incidencia casi se ha duplicado en los últimos
35 años, con una edad promedio de diagnóstico de 65 años. La inci-
dencia del LNH ha crecido en los grupos siguientes: personas con
inmunodeficiencias o trastornos autoinmunitarios; aquéllos tratados
previamente contra el cáncer; receptores de trasplantes de órganos;
pacientes con infecciones víricas (incluyendo el virus de Epstein-Barr y
el VIH). El pronóstico varía según el subtipo; por ejemplo, el tipo más
frecuente de linfoma, el difuso de linfocitos B grandes, tiene tasas de
supervivencia a 5 años de 26-30 %, y el linfoma folicular, menos común,
tiene tasas del 70 %. Otros factores asociados con un peor pronóstico
incluyen el consumo excesivo de alcohol, la obesidad y el tabaquismo.
Fisiopatología
La mayoría de los LNH implican a linfocitos B malignos; sólo en el
5 % participan linfocitos T. En contraste con el linfoma de Hodgkin,
L los tejidos linfáticos que participan en el LNH están en buena parte
infiltrados por células malignas. La diseminación de estas células
linfáticas malignas ocurre de manera impredecible, por lo que la
enfermedad verdaderamente localizada es poco frecuente. Se pueden
infiltrar los nodos linfáticos en varias ubicaciones, así como los tejidos
fuera del sistema linfático (tejidos extranodales).
Cuadro clínico
• Los síntomas tempranos pueden ser muy leves o incluso estar ausen-
tes; tienden a aparecer en las etapas posteriores.
• Las linfadenopatías son el síntoma más frecuente y pueden aparecer
y desaparecer.
• Los síntomas B (fiebre, sudoración nocturna excesiva y pérdida de
peso no intencionada) se observan en la tercera parte de los pacientes.
• Las masas linfomatosas pueden comprometer la función de los
órganos (p. ej., una masa mediastínica puede provocar dificultades
respiratorias).
• El compromiso del sistema nervioso central por el linfoma es cada
vez más frecuente.
Exploración y diagnóstico
• La enfermedad se clasifica sobre la base de los análisis de histopato-
logía, inmunofenotipificación y citogenética de las células malignas.
La clasificación tiene implicaciones pronósticas.
• Todo paciente se clasifica en una de las cuatro etapas diagnósticas
del LNH. La estadificación se lleva a cabo con tomografía computa-
L Lumbalgia
La lumbalgia suele ser producida por alguno de los múltiples problemas
que se presentan en el sistema musculoesquelético, como los esfuerzos
intensos en la región lumbosacra, inestabilidad en los ligamentos sacro-
lumbares, debilidad muscular, problemas en los discos intervertebrales
y diferencias en la longitud de las piernas. Algunas enfermedades aso-
ciadas frecuentes son la depresión, la obesidad y el estrés. A menudo, la
lumbalgia debida a trastornos musculoesqueléticos se agrava con la acti-
vidad, algo que no ocurre con el dolor generado por otras alteraciones.
Consideraciones gerontológicas
Los pacientes de edad avanzada pueden padecer lumbalgia asociada
con osteoporosis, fracturas vertebrales, artrosis de la columna verte-
bral, estenosis vertebral y espondilolistesis, entre otras.
Fisiopatología
La columna vertebral puede representarse como una barra elástica
formada por unidades rígidas (vértebras) y flexibles (discos interverte-
brales), las cuales se mantienen unidas por medio de un complejo de
articulaciones facetarias, múltiples ligamentos y la musculatura para-
vertebral. La falta de actividad debilita estas estructuras musculares de
soporte. Al envejecer, los discos intervertebrales se vuelven más densos
y de forma irregular, situación que disminuye la amortiguación entre
las vértebras y las estructuras nerviosas asociadas. La protrusión de los
discos o las alteraciones en las articulaciones facetarias pueden produ-
cir presión sobre las raíces nerviosas que salen del conducto raquídeo,
lo cual da lugar a un dolor que irradia a lo largo del nervio.
Cuadro clínico
• Lumbalgia aguda o crónica (más de 3 meses de duración sin mejo-
ría) y fatiga.
• La presencia de un dolor que irradia hacia abajo por la pierna (radicu-
lopatía, ciática) sugiere compromiso de la raíz nerviosa.
• Puede verse afectada la marcha, la movilidad de la columna, los
reflejos, la longitud de las piernas y su fuerza motriz, así como la
percepción sensorial.
• Espasmos musculares paravertebrales (aumento pronunciado del
tono de los músculos posturales posteriores), con pérdida de la curva-
tura normal de la columna lumbar y posible deformidad espinal.
• Entre las señales de alarma que indican la necesidad de realizar una
serie de estudios adicionales para el diagnóstico se cuentan la sospe-
cha de infección vertebral, la debilidad neurológica grave, la incon-
tinencia urinaria o fecal y la recaída de la lumbalgia en un paciente
con cáncer.
Exploración y diagnóstico L
• Antecedentes médicos y exploración física del paciente (valoración
lumbar, evaluación de la marcha y neurológica).
• Radiografía de columna vertebral.
• Estudios hematológicos y exploración ósea.
• Tomografía computarizada (TC).
• Resonancia magnética (RM).
• Electromiografía (EMG) y estudios de conducción nerviosa.
• Mielografía.
• Ecografía.
Tratamiento médico
Por lo general, la lumbalgia es autolimitada y se resuelve en un lapso de
4 semanas con analgésicos, reposo y evitando hacer esfuerzos. El trata-
miento se centra en aliviar el dolor y las molestias, modificar los hábitos
de actividad y capacitar al paciente. El reposo en cama ha dejado de ser
recomendable, antes bien, deben reanudarse las actividades normales
de la vida diaria tan pronto como sea posible. Entre las formas efica-
ces de intervención no farmacológica se cuentan la aplicación de calor
superficial y la manipulación espinal. La terapia cognitivo-conductual
(p. ej., la biorretroalimentación), los regímenes de ejercicio y terapia
física, la acupuntura, el masaje y la práctica de yoga son todas formas
de intervención no farmacológica para el tratamiento del dolor lumbar
crónico. La mayor parte de los pacientes necesita modificar sus patro-
nes de actividad para evitar que el dolor se agrave. Deben evitar los
Intervenciones
• En presencia de dolor intenso conviene alentar al paciente a evitar
permanecer en cama por períodos prolongados de reposo.
• Aconsejar al paciente descansar sobre un colchón semifirme o firme.
• Ayudarle al paciente a aumentar la flexión lumbar recomendándole
que eleve la cabeza y el tórax 30° usando una cuña de hule espuma
o almohadas y flexionando ligeramente las rodillas apoyadas sobre
una almohada; también conviene evitar el decúbito prono. Otra
alternativa consiste en que el paciente asuma una posición lateral
con las rodillas y las caderas flexionadas (posición fetal) con una
almohada entre las rodillas y las piernas, y una almohada para apo-
yar la cabeza.
• Capacitar al paciente para levantarse de la cama rodando hacia un
lado y colocando las piernas hacia abajo empujando el torso hacia
arriba, manteniendo la espalda recta.
• Cuando el paciente se sienta mejor, ayudarlo a reanudar gradual-
mente sus actividades e iniciar un programa de ejercicios; comenzar
con ejercicios aeróbicos de bajo impacto. Empezar con ejercicios
de acondicionamiento en coordinación con el fisioterapeuta; cada
período de ejercicio diario de 30 min debe comenzar y terminar L
con relajación.
• Alentar al paciente a cumplir con el programa de ejercicios prescrito;
alternar actividades puede facilitar la adhesión al régimen.
• Animar al paciente a mejorar su postura y a usar una buena mecá-
nica corporal para evitar esfuerzos excesivos, torceduras y malesta-
res (p. ej., evitar actividades como paseos a caballo y levantamiento
de pesas).
• Capacitar al paciente sobre la forma correcta de pararse, sentarse,
recostarse y levantarse:
• Cambio de peso frecuente al estar de pie y descansar un pie sobre
un taburete bajo; usar tacones bajos.
• Sentarse con las rodillas y las caderas flexionadas, las rodillas al
nivel de las caderas o más alto. Mantener los pies sobre el piso.
Evitar sentarse en taburetes o sillas que no proporcionen un firme
soporte a la espalda.
• Dormir de lado con las rodillas y las caderas flexionadas o en decú-
bito supino con las rodillas flexionadas y apoyadas; evitar dormir
en posición prona.
• Levantar objetos usando los músculos de los muslos, no de la
espalda. Colocar los pies separados a la altura de la cadera para
obtener una amplia base de apoyo, doblar las rodillas, apretar
los músculos abdominales y levantar el objeto cerca del cuerpo
con un movimiento suave. Evitar los movimientos bruscos y que
impliquen torcer la espalda.
501
Planificación y objetivos
Los objetivos principales del paciente sometido a una mastoidecto-
mía incluyen disminuir la ansiedad; eliminar el dolor y las molestias;
prevenir las infecciones; estabilizar o mejorar la audición y la comu-
nicación; ausencia de vértigo y de las lesiones asociadas; ausencia o
afrontamiento de las alteraciones sensitivas o perceptuales; y aumentar
el conocimiento sobre la enfermedad, el procedimiento quirúrgico y
los cuidados postoperatorios.
M
Intervenciones de enfermería
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Reforzar la información que ha proporcionado el cirujano otólogo:
anestesia, ubicación de la incisión (postauricular) y resultados qui-
rúrgicos esperados (en términos de audición, equilibrio, gusto y
movimiento facial).
• Alentar al paciente a expresar su ansiedad y preocupaciones.
ALIVIAR EL DOLOR
• Administrar los analgésicos prescritos durante las primeras 24 h pos-
quirúrgicas y sólo cuando sean necesarios.
• Si también se realiza timpanoplastia, informar al paciente que puede
sentir taponamiento u otras sensaciones en el conducto auditivo
externo y presentar dolores agudos en puntadas en el oído 2-3 sema-
nas después de la operación.
• Informar al paciente que el dolor pulsátil acompañado por fiebre
puede ser señal de infección y que se debe avisar al médico.
PREVENIR INFECCIONES
• Explicar el régimen antibiótico profiláctico prescrito al paciente; el
taponamiento del oído puede contener antibióticos.
Meningitis
La meningitis es la inflamación de las meninges (revestimiento alrededor
del cerebro y la médula espinal) causada por bacterias, virus u hongos.
Se clasifica como aséptica o séptica. La forma aséptica puede ser vírica
o secundaria a la alteración del sistema inmunitario, como ocurre con el
linfoma, la leucemia o el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
La forma séptica es causada por bacterias como Streptococcus pneumoniae
y Neisseria meningitidis. Los brotes infecciosos de N. meningitidis ocurren
con mayor probabilidad en comunidades densamente pobladas, como
los centros universitarios y militares; los picos de incidencia ocurren en
el invierno y a principios de la primavera. El uso de tabaco, las infeccio-
nes víricas de vías respiratorias superiores, la otitis media, la mastoiditis
y las alteraciones del sistema inmunitario se asocian con una mayor
susceptibilidad a las meningitis bacterianas.
Fisiopatología
Las infecciones meníngeas suelen originarse mediante una de dos
maneras: ya sea por vía hematógena desde otros sitios de infección (celu-
litis) o por extensión directa (tras una lesión traumática de los huesos
de la cara). Los microorganismos entran al torrente sanguíneo, cruzan
la barrera hematoencefálica y desencadenan una reacción inflamatoria
en las meninges. Independientemente del agente causal, se observa la
inflamación de la región subaracnoidea y la piamadre. Asimismo, se
registra un aumento de la presión intracraneal (PIC). La meningitis
bacteriana o meningocócica también se presenta como infección opor-
tunista en los pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida
(sida) y como complicación de la enfermedad de Lyme. La meningitis
bacteriana es la forma más importante. Los patógenos bacterianos
hallados con mayor frecuencia son N. meningitidis (meningitis meningo-
cócica) y S. pneumoniae, al representar el 80 % de las meningitis en los
adultos. Históricamente, Haemophilus influenzae fue una causa frecuente
de meningitis pediátrica, pero gracias a la vacuna, las infecciones por
este microorganismo hoy en día son raras en los países desarrollados.
Cuadro clínico
• Frecuentemente, la cefalea y la fiebre son los síntomas iniciales; la
fiebre tiende a permanecer elevada durante todo el curso de la enfer-
medad; la cefalea suele ser o constante o pulsátil y muy intensa como M
resultado de la irritación de las meninges.
• La irritación meníngea da lugar a varios signos bien reconocidos
comunes a todos los tipos de meningitis:
• La rigidez nucal (cuello tieso) es un signo temprano.
• Signo de Kernig positivo: recostado con el muslo flexionado sobre
el abdomen, el paciente es incapaz de extender completamente
la pierna.
• Signo de Brudzinski positivo (indicador más sensible de irri-
tación meníngea que el signo de Kernig): la flexión del cuello
del paciente produce la flexión de las rodillas y caderas; la flexión
pasiva de uno de los miembros inferiores produce un movimiento
similar en el otro.
• La fotofobia (sensibilidad extrema a la luz) suele ser un hallazgo
frecuente.
• Erupciones (N. meningitidis): va de una erupción petequial a lesio-
nes purpúricas a áreas grandes de equimosis.
• Desorientación y deterioro de la memoria; también son frecuen-
tes las manifestaciones conductuales. Conforme avanza la enfer-
medad, puede haber letargo, falta de respuesta y coma.
• Puede haber crisis convulsivas como resultado de las áreas de irri-
tabilidad en el cerebro; la PIC se eleva secundario a una inflama-
ción difusa del cerebro o a hidrocefalia; los signos iniciales del
Exploración y diagnóstico
• Se debe realizar una tomografía computarizada (TC) o una resonan-
cia magnética (RM) para detectar los cambios en los contenidos del
cerebro (que puedan llevar a una herniación) antes de realizar una
punción lumbar.
• Las pruebas diagnósticas clave incluyen cultivos bacterianos y tin-
ción de Gram del líquido cefalorraquídeo (LCR) y la sangre.
Profilaxis
El Advisory Committee on Immunization Practices of the Centers for
Disease Control and Prevention (CDC) (2008) recomienda aplicar la
vacuna meningocócica conjugada inicial a los adolescentes que vayan
a entrar al bachillerato, con un refuerzo a los alumnos de primer año
M universitario que vayan a vivir en dormitorios. Se debe considerar la
vacuna como un complemento de la quimioprofilaxis antibiótica en
toda persona que desarrolle una infección meningocócica. Se debe
promover la vacunación contra H. influenzae y S. pneumoniae en los
niños y adultos susceptibles.
Las personas en contacto cercano con los pacientes de meningitis
meningocócica deben ser tratados con quimioprofilaxis antimicrobiana
con rifampicina, clorhidrato de ciprofloxacino y ceftriaxona sódica. La
terapia debe comenzar dentro de las 24 h siguientes a la exposición
porque los retrasos en su inicio limitan la eficacia de la profilaxis.
Tratamiento médico
La administración temprana de antibióticos (idealmente en menos
de 30 min desde la llegada al hospital) que atraviesen la barrera
hematoencefálica puede detener la multiplicación de las bacterias.
La deshidratación y el shock se tratan con expansores de volumen. Las
convulsiones, que pueden presentarse en etapas tempranas de la
enfermedad, se controlan con fenitoína. Se trata el aumento de la PIC
según la necesidad.
Tratamiento farmacológico
La elección de los antibióticos depende de las pruebas de sensibilidad;
sin embargo, se puede dar tratamiento empírico inicial antes de obte-
ner los resultados de los cultivos:
Atención de enfermería
El pronóstico depende en buena medida del tratamiento de sostén
ofrecido. Las intervenciones de enfermería asociadas incluyen:
• Instituir medidas preventivas para el control de infecciones hasta
24 h después del inicio de la antibioticoterapia (las secreciones ora-
les y nasales se consideran infecciosas).
• Evaluar el estado neurológico y las constantes vitales de manera
permanente. Determinar los niveles de oxigenación mediante los
valores de la gasometría arterial y la oximetría de pulso.
• Introducir un tubo endotraqueal con manguito o puerto de
sujeción (o traqueostomía) y aplicar ventilación mecánica según
la indicación.
• Evaluar la presión arterial (generalmente con acceso arterial) en M
busca de shock incipiente, que precede a la insuficiencia cardíaca
o respiratoria.
• Puede estar indicado un reemplazo rápido de soluciones i.v., pero
se requiere tener cuidado de no sobrehidratar al paciente por el
riesgo de edema cerebral.
• Controlar la fiebre alta para reducir las demandas de oxígeno del
corazón y el cerebro.
• Proteger al paciente contra lesiones secundarias a las crisis convulsi-
vas o a los niveles alterados de consciencia.
• Administrar analgésicos para controlar el dolor.
• Promover el descanso mediante el acceso a una habitación silenciosa
y oscura.
• Tomar el peso todos los días; monitorizar diuresis, densidad especí-
fica y osmolalidad de la orina, sobre todo si se sospecha la presencia
de síndrome de secreción inadecuada de ADH (SIADH).
• Prevenir las complicaciones asociadas con la inmovilidad, como las
úlceras por presión y la neumonía.
• Informar a la familia sobre las condiciones del paciente y permitir
que lo vean a intervalos adecuados.
Para mayor información, véase capítulo 64 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Miastenia grave
La miastenia grave (MG) es un trastorno autoinmunitario que afecta
las uniones mioneurales. Los anticuerpos dirigidos a los receptores de
acetilcolina alteran la transmisión de impulsos a través de las uniones
mioneurales. Por lo tanto, hay menos receptores disponibles para su
estimulación, dando lugar a una debilidad de los músculos volun-
tarios que aumenta con la actividad. Las mujeres resultan afectadas
con mayor frecuencia que los varones y tienden a desarrollar la enfer-
medad a una edad más temprana (20-40 años frente a los 60-70 años
de los varones).
Cuadro clínico
La MG es un trastorno exclusivamente motor que no afecta la sensibi-
lidad ni la coordinación.
• Los músculos oculares se ven comprometidos desde las manifesta-
ciones iniciales (p. ej., diplopía y ptosis).
• Debilidad de los músculos de la cara (expresión facial afable) y la
garganta (síntomas bulbares) y debilidad generalizada.
• Compromiso laríngeo: disfonía (afección de la voz); mayor riesgo de
ahogamiento y aspiración.
M • Debilidad generalizada que afecta todas las extremidades y los
músculos intercostales, dando lugar a una menor capacidad vital y a
insuficiencia respiratoria.
Exploración y diagnóstico
• Se utiliza la inyección de edrofonio para confirmar el diagnóstico
(disponer de atropina en caso de efectos colaterales). Las mejorías en
la fuerza muscular representan una prueba positiva y generalmente
establecen el diagnóstico.
• La resonancia magnética puede mostrar agrandamiento del timo.
• Las pruebas incluyen: 1) análisis sérico de anticuerpos contra recep-
tores de la acetilcolina y 2) electromiografía (EMG) para medir los
potenciales eléctricos de las células musculares.
Complicaciones
La crisis miasténica es una exacerbación del proceso de enfermedad
caracterizado por una debilidad muscular generalizada grave, así como
debilidad respiratoria y bulbar, que pueden dar lugar a una insufi-
ciencia respiratoria. Las crisis pueden ser resultado de exacerbaciones
de la enfermedad o de un episodio precipitante específico. El factor
precipitante más frecuente son las infecciones respiratorias; otros
incluyen los cambios en los medicamentos, las cirugías, el embarazo y
los fármacos que exacerban la miastenia. Las crisis colinérgicas causa-
das por sobremedicación con inhibidores de la colinesterasa son raras;
Mieloma múltiple
El mieloma múltiple es una enfermedad maligna de la forma más
madura de los linfocitos B y la segunda causa más frecuente de cáncer
hemático en Estados Unidos. La tasa promedio de supervivencia
a 5 años de los pacientes recién diagnosticados es del 39 %. En la
M
actualidad, el pronóstico se basa en dos marcadores muy sencillos:
la albúmina sérica (que se asume como un reactante de fase aguda
negativo) y la b2-microglobulina sérica (que se considera como una
medida indirecta de la carga tumoral, definida como un aproximado
de la cantidad de células cancerosas en el organismo).
Fisiopatología
Las células plasmáticas secretan inmunoglobulinas, proteínas necesa-
rias para la producción de anticuerpos cuya finalidad es combatir las
infecciones. Las células plasmáticas malignas generan una cantidad
elevada de ciertas inmunoglobulinas específicas, denominadas proteí-
nas M, que son detectables en sangre y orina, y que no son funcionales.
Los tipos funcionales de inmunoglobulina aún son producidas por las
células plasmáticas no malignas, pero en menores cantidades. Las célu-
las plasmáticas malignas también sintetizan ciertas sustancias que
estimulan la creación de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis)
para fortalecer el crecimiento de estos grupos de células plasmáticas.
En ocasiones, las células plasmáticas infiltran otros tejidos, en cuyo
caso se conocen como plasmocitomas.
Cuadro clínico
• El síntoma de presentación clásico del mieloma múltiple es el dolor
óseo, generalmente en la espalda o las costillas; el dolor aumenta
Exploración y diagnóstico
• Los picos en las concentraciones séricas de proteínas monoclonales
(vía electroforesis de proteínas séricas), orina (vía electroforesis de
las proteínas urinarias) o cadenas ligeras (vía análisis de las cadenas
ligeras libres de suero) se consideran un criterio mayor para el diag-
nóstico del mieloma múltiple.
• Se requiere evidencia de daño a los órganos para establecer el diag-
nóstico, con cuatro manifestaciones conocidas con el acrónimo
CRAB: Calcio elevado, insuficiencia Renal, Anemia y lesiones óseas
(Bone lesions).
• El diagnóstico de mieloma se confirma con biopsia de médula ósea.
Consideraciones gerontológicas
La incidencia del mieloma múltiple aumenta con la edad; rara vez
se presenta antes de los 40 años. Evaluar minuciosamente cualquier
dolor de espalda, que suele ser uno de los primeros síntomas en apa-
Tratamiento médico
El mieloma múltiple no tiene cura. Incluso se considera que el TCMH
sólo extiende la remisión más que ofrecer una cura. No obstante, en
muchos pacientes es posible controlar la enfermedad y mantener una
funcionalidad aceptable durante varios años o incluso más. Para quie-
nes no sean candidatos al TCMH, la quimioterapia es la opción prin-
cipal de tratamiento. Los avances quimioterapéuticos han dado lugar
a una mejoría significativa en las tasas de respuesta. La radioterapia
es muy útil para el fortalecimiento del hueso en lesiones específicas,
sobre todo aquéllas que tienen un mayor riesgo de fractura o compre-
sión de médula espinal; la radiación alivia el dolor óseo y reduce el
tamaño de los tumores de células plasmáticas que se presentan fuera
del sistema esquelético. A menudo se realiza una vertebroplastia para
manejar las fracturas por compresión vertebral junto con una cifoplas-
tia. Se recurre a la plasmaféresis cuando los pacientes presentan signos
y síntomas de hiperviscosidad.
M
Tratamiento farmacológico
• Para quienes no sean candidatos al trasplante, la quimioterapia es la
opción principal de tratamiento.
• A menudo se combinan corticosteroides, particularmente la dexa-
metasona, con otros fármacos (p. ej., melfalán, talidomida, lenalido-
mida y bortezomib).
• Se requiere una terapia concomitante con anticoagulantes (p. ej.,
ácido acetilsalicílico a dosis bajas o warfarina) o heparinas de bajo
peso molecular (p. ej., enoxaparina) para prevenir las trombosis
venosas profundas por el uso de talidomida o bortezomib.
• Algunos bisfosfonatos, como el pamidronato y el ácido zoledrónico,
han mostrado fortalecer el hueso en casos de mieloma múltiple, al
disminuir la supervivencia de los osteoclastos.
• Los analgésicos opiáceos, la talidomida y el bortezomib pueden ser
útiles en caso de enfermedad refractaria y dolor intenso.
Atención de enfermería
• Administrar los medicamentos según las recomendaciones para ali-
viar el dolor (p. ej., antiinflamatorios no esteroideos [AINE] solos o
en combinación con opiáceos).
• Evaluar minuciosamente la función renal y buscar signos de gastritis
con el uso de AINE.
Miocardiopatías
La miocardiopatía constituye una enfermedad del músculo cardíaco que
se asocia con la disfunción del corazón. Se clasifica de acuerdo con las
anomalías estructurales y funcionales que presenta el músculo car-
díaco: miocardiopatía dilatada (MCD; de aparición más frecuente),
restrictiva (MCR; anteriormente conocida como miocardiopatía cons-
trictiva), hipertrófica (MCH; alteración autosómica dominante de
presentación poco frecuente), arritmogénica del ventrículo derecho
(MAVD) y las miocardiopatías no clasificadas. Miocardiopatía isqué-
mica es un término frecuentemente utilizado para describir un agran-
damiento del corazón producido por una coronariopatía, la cual suele
acompañarse de insuficiencia cardíaca. El sistema de clasificaciones
contemporáneas 2006 de la American Heart Association para las
miocardiopatías las divide en dos grupos principales con base en el
compromiso del órgano predominante: las miocardiopatías primarias
(genéticas, no genéticas y adquiridas), que afectan principalmente el
músculo cardíaco, y las secundarias, que muestran un compromiso
miocárdico secundario a la influencia de una vasta lista de proce-
sos patológicos.
Fisiopatología
La fisiopatología de todas las miocardiopatías es una serie de episo-
dios que culminan en el deterioro del gasto cardíaco. La disminución
del volumen sistólico estimula el sistema nervioso simpático y la
respuesta del sistema renina-angiotensina-aldosterona, dando lugar
a un aumento de la resistencia vascular sistémica, un incremento en el
sodio y la retención de líquidos, lo que implica una mayor carga de
trabajo para el corazón. Estas alteraciones pueden conducir a la insu-
ficiencia cardíaca.
Miocardiopatía dilatada
La miocardiopatía dilatada es la forma más frecuente de miocardiopa-
tía, con una incidencia de 5-8 casos por cada 100 000 habitantes por
año. La miocardiopatía dilatada implica una dilatación importante de
los ventrículos sin hipertrofia simultánea y disfunción sistólica. Los
ventrículos muestran volúmenes sistólicos y diastólicos elevados pero
una fracción de eyección disminuida.
La miocardiopatía dilatada es causada por varias situaciones y enfer-
medades, incluyendo el embarazo, el consumo excesivo de alcohol, las
infecciones víricas, los medicamentos quimioterápicos y la enfermedad
de Chagas. Cuando no es posible identificar el factor causal, el diag-
nóstico será una miocardiopatía dilatada idiopática, que representa el
subconjunto más grande de pacientes con miocardiopatía dilatada. M
Aproximadamente el 20-30 % de los casos diagnosticados de miocar-
diopatía dilatada idiopática pueden vincularse a la genética familiar, y
se recurre a la ecocardiografía y electrocardiografía (ECG) para realizar
estudios profilácticos a todos los parientes biológicos de primer grado.
El diagnóstico y tratamiento temprano puede prevenir o retrasar los
síntomas significativos y la muerte súbita.
Miocardiopatía restrictiva
La miocardiopatía restrictiva se caracteriza por una disfunción dias-
tólica causada por la rigidez de las paredes ventriculares que afecta el
llenado diastólico y el estiramiento ventricular. La función sistólica
por lo general es normal. La miocardiopatía restrictiva puede estar
asociada con amiloidosis y otras enfermedades infiltrativas. Sin
embargo, la causa se desconoce en la mayoría de los casos. Los signos
y síntomas son similares a los de la pericarditis constrictiva e incluyen
disnea, tos no productiva y dolor torácico. La ecocardiografía, así
como la medición de la presión arterial pulmonar sistólica, la presión
de enclavamiento de la arteria pulmonar y la presión venosa central,
son útiles para distinguir las dos enfermedades.
Miocardiopatía hipertrófica
La miocardiopatía hipertrófica es una rara alteración autosómica
dominante que a menudo se detecta después de la pubertad, con
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Indagar los antecedentes de los signos y síntomas presentes así
M como de los posibles factores etiológicos, tales como el consumo
excesivo de alcohol, enfermedad o embarazo recientes, y anteceden-
tes de la enfermedad en familiares directos.
• Revisar los diferentes sistemas, incluidos los informes de dolor
torácico con factores precipitantes, la presencia de ortopnea con el
número de almohadas que se necesitan para dormir, disnea noc-
turna paroxística, síncope o disnea de esfuerzo, el peso habitual
junto con cualquier cambio en este parámetro y las limitaciones en
las actividades de la vida diaria. Evaluar la dieta habitual para deter-
minar la ingestión de sodio, optimizar la nutrición y suplementar
con vitaminas. Determinar la categoría de la New York Heart Associa-
tion Classification para la insuficiencia cardíaca.
• Realizar una valoración psicosocial que se centre en la función
que tiene el paciente en la familia y la comunidad, el sistema de
soporte del paciente, la identificación de los factores de estrés y el
estado emocional.
• Llevar a cabo una exploración física centrada en los signos y sín-
tomas de insuficiencia cardíaca. Es necesario evaluar constantes
vitales, presión de pulso, pulso paradójico, peso y cualquiera de
sus posibles variaciones; la palpación de un desplazamiento a la
izquierda del punto de máximo impulso; la auscultación de un
soplo sistólico y ruidos cardíacos S3 y S4; la auscultación pulmonar
en busca de crepitantes; la medición de la distensión de la vena
yugular y edema.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Disminución del gasto cardíaco relacionado con trastornos estruc-
turales causados por miocardiopatía o arritmia por el proceso de la
enfermedad y el riesgo de los tratamientos médicos.
• Riesgo de perfusión cardiopulmonar, cerebral, periférica y del tejido
renal ineficaz por la disminución del flujo sanguíneo periférico.
• Alteraciones en el intercambio gaseoso por congestión pulmonar
secundaria a insuficiencia miocárdica.
• Intolerancia a la actividad asociada con la disminución del gasto
cardíaco o hipervolemia, o ambas.
• Ansiedad vinculada con el cambio en la salud y el desempeño de sus
responsabilidades.
• Sentimiento de impotencia por el proceso de la enfermedad.
• Incumplimiento del esquema de medicación y las terapias dietéticas.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Insuficiencia cardíaca.
• Arritmias ventriculares y auriculares.
• Defectos de la conducción cardíaca.
• Embolia pulmonar o cerebral.
• Disfunción valvular.
Planificación y objetivos M
Los objetivos del paciente incluyen la mejoría o mantenimiento del
gasto cardíaco, la tolerancia al aumento de actividad, la reducción de
la ansiedad, el cumplimiento del programa de autocuidado, una mayor
seguridad para la toma de decisiones y la ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MEJORAR EL GASTO CARDÍACO Y EL FLUJO SANGUÍNEO PERIFÉRICO
• Ayudar al paciente a adoptar una posición de reposo (por lo general
sentado con las piernas hacia abajo) durante un episodio sintomático.
• Administrar oxígeno si está indicado.
• Proporcionar los medicamentos prescritos de manera oportuna.
• Ayudar al paciente con el esquema de planificación de medicamentos.
• Garantizar una dieta baja en sodio y la ingestión de líquidos adecuada.
• Vigilar el peso diario, observando cualquier cambio significativo.
• Mantener al paciente abrigado y cambiarlo de posición con frecuen-
cia para estimular la circulación y reducir la aparición de llagas.
AUMENTAR LA TOLERANCIA A LA ACTIVIDAD Y
MEJORAR EL INTERCAMBIO DE GASES
• Planear las actividades del paciente en ciclos, alternando descanso
y actividad.
• Ver que el paciente reconozca los síntomas que indican la necesidad
de reposo y las acciones por tomar cuando aparezcan los síntomas.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Puede indicarse apoyo espiritual, psicológico y emocional para los
pacientes, familiares y otros.
• Proporcionar al paciente información adecuada sobre la miocardio-
patía y la autogestión de sus actividades.
• Crear una atmósfera en la que el paciente se sienta libre para
expresar sus preocupaciones y en la que tenga la seguridad de que
son legítimas.
• Dar tiempo al paciente para discutir sus preocupaciones si está en fase
terminal o en espera de trasplante; ofrecer una esperanza realista.
• Ayudar al paciente, a su familia y a otras personas importantes de su
entorno a aceptar la pérdida.
REDUCIR LOS SENTIMIENTOS DE IMPOTENCIA
• Ayudar al paciente a identificar las cosas que ha perdido (p. ej., alimen-
tos preferidos, capacidad para participar en un estilo de vida activo).
• Ayudar al paciente a identificar sus respuestas emocionales a la pér-
dida (p. ej., ira y sentimientos de tristeza).
• Ayudar al paciente a identificar la cantidad de control que man-
tiene (p. ej., seleccionar opciones de alimentos, administración de
medicamentos).
Cuidados continuos
• Reforzar la capacitación anterior y realizar una evaluación perma-
nente de los síntomas y avances del paciente.
• Ayudar al paciente y a su familia a adaptarse a los cambios de estilo de
vida; indicar al paciente que lea las etiquetas de nutrición, registre su
peso y sus síntomas diariamente, y organice sus actividades diarias.
• Evaluar la respuesta del paciente a la dieta, así como su ingestión de
líquidos y régimen de medicación.
• Hacer hincapié en los signos y síntomas que deben ser informados al
médico; capacitar a la familia del paciente acerca de la reanimación
cardiopulmonar (RCP) y el uso de un desfibrilador externo automa-
tizado (DEA).
• Evaluar las necesidades psicosociales del paciente y de su familia de
manera continua.
Miocarditis
La miocarditis es un proceso inflamatorio que afecta al miocardio. El
daño de las fibras musculares del corazón resulta una amenaza grave
para la vida. La miocarditis suele ser consecuencia de un proceso infec- M
cioso (p. ej., virus, bacterias, rickettsias, hongos, parásitos, metazoarios,
protozoarios y espiroquetas); sin embargo, puede tener un vínculo
inmunitario y desarrollarse en pacientes que reciben inmunosupresores
o en aquéllos con endocarditis, enfermedad de Crohn o lupus erite-
matoso sistémico. Esta enfermedad puede causar dilatación cardíaca,
trombos en la pared cardíaca (trombos murales), infiltración de células
sanguíneas circulantes alrededor de los vasos coronarios y entre las fibras
musculares, así como degeneración de las fibras musculares mismas.
Cuadro clínico
• Los síntomas pueden ser moderados, leves o estar ausentes.
• La sintomatología depende del tipo de infección, el grado de daño
miocárdico y la capacidad de recuperación del miocardio.
• Puede haber fatiga y disnea, palpitaciones y molestias ocasionales en
el tórax y el abdomen superior.
• La mayoría de los síntomas son similares a los de la gripe.
• El paciente puede desarrollar una insuficiencia cardíaca congestiva
grave o padecer muerte cardíaca súbita.
Exploración y diagnóstico
A la exploración clínica puede haber agrandamiento del corazón, rui-
dos cardíacos débiles (sobre todo S1), ritmo galopante o soplo sistólico.
El cateterismo cardíaco muestra arterias coronarias normales. Una
resonancia magnética (RM) con contraste del corazón puede llevar al
Atención de enfermería
• Evaluar la resolución de la taquicardia, la fiebre y cualquier otra
manifestación clínica.
• Enfocar la evaluación cardiovascular a los signos y síntomas de la
insuficiencia cardíaca y las disritmias; los pacientes con disritmias
requieren monitorización cardíaca continua, con personal y equipos
disponibles en caso de episodios que atenten contra la vida.
Alerta de calidad y seguridad en enfermería
523
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos incluyen controlar el equilibrio electrolítico
y de líquidos, así como prevenir la sepsis y las complicaciones oftálmi-
cas. La piedra angular del tratamiento es el cuidado de sostén.
N • Todos los medicamentos implicados en el inicio de la NET o el SSJ
deben discontinuarse de manera inmediata.
• De ser posible, el paciente deberá tratarse en el centro de atención a
quemados de la región.
• El desbridamiento quirúrgico o la hidroterapia se utilizan de inicio
para retirar la piel comprometida.
• Se utilizan muestras tisulares de nasofaringe, ojos, oídos, sangre,
orina, piel y ampollas íntegras con el objeto de identificar a los posi-
bles patógenos.
• Se prescriben soluciones cristaloides i.v. para mantener el equilibrio
de los líquidos y de los electrolitos, utilizando parámetros similares a
los de los pacientes quemados.
• Se implementan las guías de manejo de termorregulación, cuidado
de heridas y dolor para los pacientes con quemaduras.
• Se administran corticosteroides sistémicos (p. ej., metilprednisolona)
en las etapas tempranas del proceso patológico, aunque este trata-
miento resulta un tanto controvertido.
• La administración de inmunoglobulina i.v. (IGIV) puede ofrecer
una rápida mejoría y cicatrización de la piel; los inmunosupresores
como la ciclosporina y la ciclofosfamida también pueden ser trata-
mientos eficaces.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Inspeccionar la apariencia y extensión del compromiso cutáneo.
Monitorizar el drenaje de las ampollas en términos de cantidad,
color y olor.
• Examinar todos los días la cavidad bucal en busca de ampollas y
lesiones erosivas. Evaluar la capacidad para deglutir e ingerir líqui-
dos del paciente, así como su habla.
• Explorar diariamente los ojos en busca de signos de prurito, ardor
o sequedad.
• Monitorizar las constantes vitales, con especial atención a la fiebre,
el estado respiratorio y las secreciones. N
• Evaluar casos con fiebre alta, taquicardia y debilidad y fatiga extrema.
Informar sobre el proceso de necrosis epidérmica, mayores necesida-
des metabólicas y posible esfacelación de la mucosa gastrointestinal
y respiratoria.
• Monitorizar el volumen, la densidad específica y el color de la orina.
• Inspeccionar los sitios de inserción de los accesos i.v. en busca de
signos de infección local.
• Registrar diariamente el peso.
• Preguntar al paciente sobre sus niveles de fatiga y dolor.
• Evaluar el nivel de ansiedad y los mecanismos de afrontamiento;
identificar nuevas habilidades de afrontamiento eficaces.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Alteraciones de la integridad tisular (oral, ocular y cutánea) en rela-
ción con la descamación epidérmica.
• Pérdida de volumen y de electrolitos relacionada con la pérdida de
líquidos por la piel denudada.
• Riesgo de desequilibrios en la temperatura corporal (hipotermia)
vinculado con pérdida de calor secundaria a pérdida de la piel.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales pueden incluir sanación de los tejidos bucales
y cutáneos, equilibrio de líquidos, prevención de la pérdida de calor,
alivio del dolor, reducción de la ansiedad y ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MANTENER LA INTEGRIDAD CUTÁNEA Y DE LAS MEMBRANAS MUCOSAS
• Evitar la fricción que implica para la piel el movimiento del paciente
sobre la cama; examinar la piel después de cada cambio de posición
con el fin de asegurarse de que no hayan aparecido nuevas áreas de
piel denudada.
• Aplicar fármacos tópicos de prescripción médica para eliminar las
bacterias de las heridas.
• Aplicar compresas calientes con cuidado en las áreas denudadas, de
estar indicado.
• Usar antibacterianos tópicos en conjunto con hidroterapia; monito-
N rizar el tratamiento y alentar al paciente a ejercitar las extremidades
durante la hidroterapia.
• Realizar la higiene bucal con cuidado. Usar enjuagues bucales con
clorhexidina, anestésicos y fármacos protectores de manera fre-
cuente para eliminar detritos bucales, aliviar las áreas de ulceración
y controlar el olor. Inspeccionar la cavidad bucal con frecuencia para
notar cualquier cambio. Aplicar vaselina a los labios.
PROMOVER EL EQUILIBRIO HIDROELECTROLÍTICO
• Observar constantes vitales, diuresis y estado mental; buscar signos
de hipovolemia.
• Evaluar las pruebas de laboratorio e informar resultados anómalos.
• Pesar al paciente todos los días.
• Proveer alimentación enteral o, de ser necesario, parenteral.
• Registrar la ingestión y excreción de alimentos, así como el recuento
diario de calorías.
PREVENIR LA HIPOTERMIA
• Mantener la comodidad y la temperatura corporal del paciente con
cobertores de algodón, lámparas de calor montadas en el techo o
escudos térmicos.
• Trabajar de manera rápida y eficiente para minimizar los escalofríos
y la pérdida de calor cuando haya heridas grandes expuestas.
Neumonía
La neumonía es la inflamación del parénquima pulmonar causada por
varios microorganismos, incluyendo bacterias, micobacterias, hongos
y virus. Las neumonías se pueden clasificar en cuatro tipos: neumonía
adquirida en la comunidad (NAC), neumonía asociada con la atención
sanitaria (NAAS), neumonía nosocomial (NN) y neumonía asociada
con ventilación mecánica (NAVM). Las subcategorías de la NAAS son
las neumonías de huésped inmunocomprometido y por aspiración.
Existen empalmes en la forma de clasificar las neumonías particula-
res, ya que pueden presentarse en distintos entornos. Los individuos
susceptibles a la neumonía a menudo presentan trastornos crónicos
subyacentes, enfermedades agudas graves, un sistema inmunitario
Fisiopatología
Puede presentarse una reacción inflamatoria en los alvéolos que
produce un exudado que interfiere con la difusión del oxígeno y
del dióxido de carbono, con lo cual resultan afectadas tanto la ven-
tilación como la perfusión. También puede haber broncoespasmo
si el paciente padece una enfermedad reactiva en las vías aéreas. El
término neumonía lobar se utiliza si está comprometida una parte
sustancial de uno o más de los lóbulos pulmonares. La bronconeu-
monía, la forma más frecuente, se distribuye en parches, se origina
en los bronquios y se extiende al parénquima pulmonar circundante.
La neumonía tiene múltiples factores de riesgo con base en el tipo
de patógeno, incluyendo los neumococos resistentes a la penicilina
y a diferentes productos farmacológicos, las bacterias gramnegativas
entéricas y Pseudomonas aeruginosa.
Cuadro clínico
Los signos y síntomas varían según el tipo, el microorganismo causal
y la presencia de una enfermedad subyacente. Los signos y síntomas de
la neumonía vírica a menudo son difíciles de distinguir de los de una
neumonía bacteriana.
N
• Escalofríos repentinos y fiebre que aumenta con rapidez (38,5-
40,5 °C).
• Dolor pleurítico intensificado por la respiración profunda y la tos.
• En los pacientes gravemente enfermos, taquipnea notoria (25-45 rpm),
falta de aliento y el uso de músculos accesorios.
• Bradicardia relativa para la cantidad de fiebre, lo que sugiere infec-
ción vírica, por micoplasma o por Legionella.
• Otros signos: congestión nasal, dolor de garganta, cefalea, fiebre baja,
dolor pleurítico, mialgias, exantema y faringitis; después de algunos
días, expectoración de esputo mucoide o mucopurulento.
• Neumonía grave: mejillas, labios y lechos ungueales eritematosos, con
cianosis central.
• Ortopnea (el paciente prefiere levantarse o sentarse en la cama incli-
nado hacia adelante).
• Falta de apetito, diaforesis y cansancio al menor esfuerzo.
• Esputo purulento, herrumbrado, sanguinolento, viscoso o verde, de
acuerdo con el patógeno.
• Signos y síntomas de neumonía según la enfermedad subyacente del
paciente (p. ej., distintos signos que se presentan en pacientes con
trastornos como el cáncer y aquéllos bajo tratamiento con inmunosu-
presores, que disminuyen la resistencia a la infección).
Exploración y diagnóstico
• Principalmente los antecedentes y la exploración física.
• Radiografía de tórax, hemocultivo y examen del esputo.
• Aspiración nasotraqueal u orotraqueal o broncoscopia en los pacien-
tes que no pueden expectorar o producir muestras de esputo.
Tratamiento médico
Tratamiento farmacológico
• Prescribir antibióticos con base en los resultados del cultivo y las guías
de sensibilidad y de antibióticos (considerar los patrones de resisten-
cia, la prevalencia de los patógenos, los factores de riesgo, el entorno
ambulatorio u hospitalario, así como el costo y la disponibilidad de
los antibióticos).
• Proporcionar un tratamiento de sostén que incluya hidratación,
antipiréticos, antitusivos y antihistamínicos, así como descongestio-
nantes nasales.
• Recomendar el reposo en cama hasta que la infección muestre seña-
les de estar cediendo.
• Oxigenoterapia para tratar la hipoxemia.
• Administrar soporte respiratorio, el cual consiste en concentraciones
elevadas de oxígeno inspiratorio, intubación endotraqueal y ventila-
ción mecánica.
• Tratar el shock, la insuficiencia respiratoria o el derrame pleural, en
N caso necesario.
• Aplicar la vacuna neumocócica en todos aquellos grupos suscepti-
bles a la NAC.
Consideraciones gerontológicas
La neumonía en los adultos mayores puede presentarse como diagnós-
tico primario o como complicación de una enfermedad crónica. Las
infecciones pulmonares en los ancianos suelen ser difíciles de tratar y
dan lugar a una tasa de mortalidad mayor que la de los individuos más
jóvenes. Un estado de deterioro general, debilidad, síntomas abdomi-
nales, anorexia, confusión, taquicardia y taquipnea pueden señalar el
inicio de la neumonía. El diagnóstico de la neumonía puede pasarse
por alto porque los síntomas clásicos de tos, dolor torácico, produc-
ción de esputo y fiebre pueden estar ausentes u ocultos en los adultos
mayores. Además, la presencia de ciertos signos puede producir
confusión. Por ejemplo, los ruidos respiratorios anómalos pueden ser
causados por las microatelectasias que se presentan ante una menor
movilidad, volúmenes pulmonares reducidos u otros cambios en la
función respiratoria. Puede ser necesario pedir radiografías de tórax
para diferenciar una insuficiencia cardíaca crónica de una neumonía
como la causa de los signos y síntomas clínicos.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Planificación y objetivos
Los principales objetivos para el paciente pueden incluir una mejor
permeabilidad de las vías aéreas, mayor actividad, mantenimiento de
un volumen y nutrición adecuados, y comprender el protocolo tera-
péutico y las medidas de prevención, así como lograr la ausencia de
complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MEJORAR LA PERMEABILIDAD DE LAS VÍAS AÉREAS
• Alentar una buena hidratación: ingestión de líquidos (2-3 l/día)
para diluir las secreciones.
• Proporcionar aire humidificado con una mascarilla de alta humi-
dificación.
• Alentar al paciente a toser de manera eficaz, indicando la posición
correcta para inducir la tos.
• Aplicar fisioterapia torácica; monitorizar la tos y el esputo del
paciente una vez concluida.
• Fomentar la respiración profunda con el uso de un espirómetro.
• De ser necesario, proveer aspiración nasotraqueal.
• Brindar un método adecuado de oxigenoterapia.
• Monitorizar la eficacia de la oxigenoterapia mediante oximetría de
pulso o gasometría arterial.
PROMOVER EL DESCANSO Y LA CONSERVACIÓN DE LA ENERGÍA
N • Alentar al paciente debilitado a descansar y explicar la importancia
de evitar hacer esfuerzos excesivos y, así, una posible exacerbación de
los síntomas.
• El paciente debe colocarse en una posición cómoda para facilitar
el descanso y la respiración (p. ej., semi-Fowler), y debe cambiar de
posición de manera frecuente para mejorar el aclaramiento de secre-
ciones y la ventilación y perfusión pulmonar.
• Indicar a los pacientes ambulatorios no realizar demasiados esfuer-
zos y realizar únicamente actividades moderadas durante la fase ini-
cial del tratamiento.
PROMOVER LA INGESTIÓN DE LÍQUIDOS Y MANTENER EL ESTADO NUTRICIO
• Alentar la ingestión de líquidos (al menos 2 l/día con electrolitos
y calorías).
• Administrar los líquidos y nutrimentos por vía i.v., de ser necesario.
• Indicar la ingestión de comidas pequeñas y frecuentes.
FOMENTAR EL CONOCIMIENTO DEL PACIENTE
• Capacitar al paciente sobre las causas de la neumonía, el manejo de
los síntomas, los signos y síntomas que deben informarse al médico
o personal de enfermería, así como la necesidad de mantener
un seguimiento.
Neumotórax y hemotórax
Todo órgano o estructura intratorácico es potencialmente susceptible
de sufrir una penetración traumática, incluyendo la pared torácica,
los pulmones y la pleura, el sistema traqueobronquial, el esófago, el
diafragma, los vasos torácicos mayores, el corazón y otras estructuras
mediastínicas. Entre las lesiones más frecuentes se cuentan el neumotó-
rax y el taponamiento cardíaco.
El neumotórax ocurre cuando la pleura parietal o visceral se rompe
dejando expuesto el espacio pleural a una presión atmosférica positiva.
En condiciones normales, la presión en el espacio pleural es negativa o
subatmosférica; esta presión negativa es necesaria para mantener la
insuflación de los pulmones. Cuando alguna de las pleuras se rompe,
entra aire en el espacio pleural y el pulmón o una de sus partes se
colapsa. El hemotórax es una acumulación de sangre en la cavidad torá-
cica causada por la rotura de un vaso intercostal o la laceración de los
pulmones debido a una lesión traumática. A menudo se observa tanto
sangre como aire en la cavidad torácica (hemoneumotórax).
Tipos de neumotórax
Neumotórax simple
El neumotórax simple, o espontáneo, se presenta cuando entra aire al
espacio pleural a través de una rotura de la pleura, ya sea parietal o
visceral. Esto ocurre con mayor frecuencia cuando el aire entra al
espacio pleural por la rotura de una bulla o una fístula broncopleural.
N
El neumotórax espontáneo puede aparecer en una persona aparente-
mente sana y en ausencia de traumatismos por la rotura de una bulla
llena de aire sobre la superficie del pulmón, permitiendo que entre
aire de las vías aéreas a la cavidad pleural. Se puede asociar con una
enfermedad pulmonar intersticial difusa y enfisema grave.
Neumotórax traumático
El neumotórax traumático se presenta al escapar aire de una laceración
en el pulmón o por una herida en la pared torácica. Puede ser resul-
tado de un traumatismo cerrado (p. ej., fractura costal) o penetrante
torácico o abdominal (p. ej., heridas por arma blanca o de fuego), o
desgarros diafragmáticos. El neumotórax traumático puede ocurrir
durante procedimientos torácicos invasivos (toracocentesis, biopsia
pulmonar transbronquial, inserción de línea subclavia) en los que
se punciona la pleura de manera inadvertida o con un barotrauma
producido por la ventilación mecánica. El neumotórax traumático
que resulta de una lesión torácica importante a menudo viene acompa-
ñado de hemotórax. El neumotórax abierto es una forma de neumotórax
traumático que ocurre cuando la lesión de la pared torácica es lo
suficientemente grande como para que el aire entre y salga libremente
por la cavidad torácica con cada intento por respirar.
Neumotórax a tensión
El neumotórax a tensión se presenta con el paso de aire al espacio pleu-
ral, quedando atrapado con cada respiración. Con ello se va acumu-
lando la tensión en el espacio pleural afectado, provocando el colapso
del pulmón. El corazón, los grandes vasos y la tráquea se desplazan
al lado no afectado del tórax (lo que se conoce como desplazamiento
mediastínico), lo cual pone en peligro la vida. Tanto la función respira-
toria como la circulatoria se ven comprometidas, lo que puede causar
una actividad eléctrica sin pulso.
Cuadro clínico
Los signos y síntomas asociados con el neumotórax dependen de su
tamaño y su causa:
• El dolor de inicio agudo puede ser pleurítico.
• Un neumotórax pequeño/no complicado provoca molestias toráci-
cas y taquipnea.
• Los neumotórax grandes son indicio de dificultad respiratoria aguda
con colapso pulmonar total.
N • Puede haber ansiedad, disnea, falta de aire, uso de músculos acceso-
rios y cianosis central por la hipoxemia grave.
• En el neumotórax simple, la tráquea se encuentra en la línea media,
se reduce la expansión torácica, los ruidos respiratorios pueden estar
disminuidos o ausentes, y la percusión del tórax puede revelar ruidos
normales o hiperresonancia, según el tamaño del neumotórax.
• En un neumotórax a tensión, la tráquea se desplaza al lado contrario
del lado afectado, la expansión torácica se puede reducir o quedar
fija en un estado de hiperexpansión, los ruidos respiratorios pueden
estar disminuidos o ausentes, y la percusión del lado afectado es
hiperresonante. El panorama clínico es uno de falta de aire, agita-
ción, hipoxemia creciente, cianosis central, hipotensión, taquicardia
y diaforesis profusa.
Tratamiento médico
El objetivo terapéutico consiste en evacuar el aire o la sangre del
espacio pleural.
• Introducir una pequeña sonda pleural cerca del segundo espacio
intercostal si se presenta neumotórax.
Fisiopatología
Aunque no se conoce la causa con certeza, se sugiere una compresión
y presión vasculares. En comparación con la población general, el
trastorno se presenta más frecuentemente en mujeres y en personas
con EM.
Cuadro clínico
• Los paroxismos se desencadenan ante cualquier estímulo de las
terminales de los ramos nerviosos afectados (p. ej., lavarse la cara,
N afeitarse, lavarse los dientes, comer y beber). Los pacientes en oca-
siones evitan estas actividades (esta conducta es una clave para el
diagnóstico).
• Las corrientes de aire frío y la presión directa del tronco del nervio
pueden causar dolor.
• Los puntos desencadenantes consisten en superficies o áreas en
donde el más ligero contacto da inicio inmediato a un paroxismo
doloroso.
Exploración y diagnóstico
El diagnóstico se basa en las conductas características: evitar estimular
las áreas con puntos desencadenantes (p. ej., evitar tocar o lavarse la
cara, afeitarse, masticar, o cualquier otra conducta que pueda desen-
cadenar un ataque).
Tratamiento médico
Tratamiento farmacológico
Los anticonvulsivos, como la carbamazepina, reducen la transmisión
de impulsos a ciertas terminaciones nerviosas y alivian el dolor en
Tratamiento quirúrgico
Se suele utilizar un abordaje intracraneal para lograr la descompre-
sión microvascular del nervio trigémino. La radiofrecuencia percu-
tánea produce lesiones térmicas del nervio trigémino. Aunque el
paciente refiere un alivio inmediato del dolor, puede haber disestesia
del rostro o pérdida del reflejo córneo. En algunos centros se recurre
al uso de la resonancia magnética (RM) estereotáctica para identificar
el nervio trigémino, seguido por la realización de radiocirugía con
bisturí gamma (gamma knife). La microcompresión con balón per-
cutáneo altera las fibras grandes mielinizadas de los tres ramos del
nervio trigémino.
Atención de enfermería
• Ayudar al paciente con el reconocimiento de los factores que desen-
N
cadenan el paroxismo de dolor facial insoportable (p. ej., alimen-
tos o agua fríos o calientes, movimientos irregulares). Capacitar al
paciente sobre las formas disponibles para reducir estas molestias
usando almohadillas de algodón y agua a temperatura ambiente
para lavarse la cara.
• Indicar al paciente que se enjuague la boca después de comer en
caso de que lavarse los dientes produzca dolor, y que lleve a cabo su
higiene personal en los períodos sin dolor.
• Recomendar al paciente que ingiera alimentos y bebidas a tempe-
ratura ambiente, a que mastique del lado no afectado y a que com
alimentos blandos.
• Reconocer que la ansiedad, la depresión y el insomnio a menudo
acompañan a los trastornos de dolor crónico, y aplicar las interven-
ciones y derivaciones pertinentes.
• Dar cuidados postoperatorios mediante pruebas neurológicas para
evaluar y buscar déficits motores y sensitivos.
• Indicar al paciente no frotarse los ojos si la cirugía da lugar a défi-
cits sensitivos del lado afectado del rostro, ya que no sentirá dolor
Fisiopatología
Las cirugías bariátricas funcionan porque 1) restringen la capacidad
de alimentación del paciente (procedimiento restrictivo) y 2) interfie-
ren con la absorción de los nutrimentos ingeridos (procedimientos
de mala absorción), o ambos.
Exploración y diagnóstico
• Constantes vitales, incluyendo evaluaciones seriadas de peso e IMC.
• Documentar antecedentes de dieta y ejercicio.
• Evaluar fuentes de estrés en la vida que puedan influir en los hábi-
tos dietéticos.
Tratamiento médico
La cirugía bariátrica implica un cambio drástico en el funciona-
miento del aparato digestivo. Los distintos procedimientos bariá-
tricos conllevan diferentes modificaciones en el estilo de vida; los
pacientes deben estar bien informados sobre los cambios específicos
en el estilo de vida y los hábitos de alimentación y de defecación
que pueden resultar de un método particular. La derivación gástrica
en “Y” de Roux, las bandas gástricas, la gastroplastia vertical con
banda, la gastrectomía con manga gástrica y la derivación biliopan-
creática con switch duodenal son los procedimientos bariátricos de
elección en la actualidad. La derivación gástrica en “Y” de Roux
es un procedimiento que combina elementos restrictivos y de
541
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar en busca de contraindicaciones de cirugía abdominal mayor.
• Alentar y dar apoyo al paciente en sus planes para realizar cambios
en el estilo de vida para reducir su peso.
• Coordinar los recursos complementarios (p. ej., dietista o profesio-
nales de salud mental) para ayudar al paciente a cumplir sus objeti-
vos de modificación del estilo de vida.
• Confirmar que el paciente ha sido evaluado en busca de trastornos
mentales y conductuales que puedan interferir con los resultados
de la cirugía.
• Los cuidados de enfermería postoperatorios generales son similares
a los de un paciente en recuperación por una resección gástrica, pero
con mayor atención a los riesgos de complicaciones asociadas con la
O obesidad mórbida.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Conocimiento deficiente sobre las limitaciones dietéticas durante el
preoperatorio y postoperatorio inmediato.
• Ansiedad asociada con cirugía inminente.
• Dolor agudo vinculado con el procedimiento quirúrgico.
• Riesgo de déficit de volumen relacionado con náuseas, irritación gás-
trica y dolor.
• Riesgo de infección relacionado con filtración anastomótica.
• Desequilibrio nutricio, deficiencia de los requerimientos corporales
relacionado con restricciones dietéticas.
• Imagen corporal alterada vinculada con cambios en el organismo
por la cirugía bariátrica.
• Riesgo de estreñimiento y diarrea asociado con la irritación gástrica
y los cambios quirúrgicos en las estructuras anatómicas por la ciru-
gía bariátrica.
Planificación y objetivos
PLANIFICACIÓN Y OBJETIVOS PREOPERATORIOS
• Aumentar el conocimiento sobre las rutinas y las restricciones
preoperatorias y postoperatorias.
• Reducir la ansiedad por la cirugía bariátrica.
PLANIFICACIÓN Y OBJETIVOS POSTOPERATORIOS
• Aliviar el dolor.
• Mantener el equilibrio homeostático de los líquidos.
• Evitar las infecciones.
• Cumplir el régimen dietético prescrito con una ingestión cada vez
mayor de alimentos y bebidas (según el plan).
• Aumentar el conocimiento que tiene el paciente sobre la necesidad
de tomar suplementos vitamínicos así como de un seguimiento de
por vida.
• Mantener hábitos de defecación normales.
Intervenciones de enfermería
O
VIGILAR LAS RESTRICCIONES DIETÉTICAS
• Recomendar al paciente que se encuentre en espera de una cirugía
bariátrica no ingerir nada, salvo líquidos transparentes, durante el
tiempo especificado en el preoperatorio (sueler ser de aproxima-
damente 48 h).
• Capacitar al paciente y a su familia sobre las limitaciones dietéticas
postoperatorias.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Capacitar al paciente y a su familia sobre qué esperar durante y des-
pués de la cirugía.
• Alentar al paciente a unirse a un grupo de apoyo vinculado con la
cirugía bariátrica.
ALIVIAR EL DOLOR
• Administrar analgésicos según la prescripción; capacitar al
paciente sobre el uso de analgésicos autorregulados y monitorizar
su eficacia.
Obesidad mórbida
La obesidad no sólo es un estado, más bien se trata de una enferme-
dad metabólica caracterizada por la acumulación de grasa al grado de
que se ve afectada la salud. Los pacientes identificados con sobrepeso
tienen un índice de masa corporal (IMC) de 25-29,9 kg/m2, y los
considerados obesos tienen un IMC mayor de 30 kg/m2. Obesidad
mórbida es un término aplicado a las personas con un IMC mayor de
40 kg/m2. El IMC se obtiene dividiendo la masa en kilogramos del
paciente entre su estatura en metros al cuadrado.
Las tasas de mortalidad relacionadas con la obesidad son 30 % mayo-
res por cada 5 kg/m2 de masa corporal que sobrepase los 25 kg/m2 de
IMC; además, el promedio de vida de una persona con un IMC supe-
rior a los 30 kg/m2 es 3 años menor que el de aquélla con un IMC
Para mayor información, véase capítulo 38 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
O
Obstrucción del intestino grueso
La obstrucción (mecánica o funcional) del intestino grueso se pro-
duce cuando un bloqueo impide el flujo del contenido intestinal
a través del colon. La obstrucción del intestino grueso genera una
acumulación de contenido intestinal, líquido y gas, próxima a la
obstrucción. La obstrucción en el colon puede conducir a una perfo-
ración y distensión grave a menos que el gas y el líquido puedan fluir
a través de la válvula ileal. La deshidratación aparece de manera más
lenta que en la obstrucción del intestino delgado. Si se encuentra
interrumpida la irrigación sanguínea, se presenta necrosis y estran-
gulación intestinales, alteraciones que pueden ser letales. Los adeno-
carcinomas representan la mayor parte de los casos de obstrucciones
de intestino grueso.
Cuadro clínico
Los síntomas se desarrollan y progresan de manera relativamente lenta.
• El estreñimiento puede ser el único síntoma durante meses (obstruc-
ción en el colon sigmoideo o el recto).
Osteomalacia
La osteomalacia es una enfermedad del metabolismo óseo caracterizada
por una mineralización inadecuada del hueso. El defecto primario es
una deficiencia en la vitamina D activada (calcitriol), la cual promueve
la absorción de calcio desde el tubo digestivo y facilita la minerali-
zación ósea. La osteomalacia puede ser resultado de una absorción
deficiente del calcio (por mala absorción) o de una pérdida excesiva
de dicho elemento (por enfermedad celíaca, obstrucción del colédoco,
pancreatitis crónica o resección intestinal), así como de una pérdida de
vitamina D (por enfermedad hepática o renal). Algunos factores de riesgo
adicionales incluyen insuficiencia renal grave, hiperparatiroidismo,
uso prolongado de anticonvulsivos, desnutrición e insuficiencia de
vitamina D (p. ej., por ingestión dietética inadecuada o exposición al
sol insuficiente).
Cuadro clínico
• Dolor e hipersensibilidad en los huesos.
• Debilidad muscular por deficiencia de calcio.
• “Marcha de pato” o cojeo.
• Fracturas patológicas.
• Deformidades óseas (cifosis espinal, piernas arqueadas); a menudo,
compresión de las vértebras y acortamiento del tronco.
• Debilidad e inestabilidad; riesgo de caídas y fracturas.
Exploración y diagnóstico
O • Se toman radiografías y las biopsias óseas muestran mayor cantidad
de osteoide (matriz ósea desmineralizada).
• Los estudios de laboratorio muestran concentraciones séricas reduci-
das de calcio y fósforo, valores moderadamente elevados de fosfatasa
alcalina y menor excreción de calcio y creatinina en la orina.
Consideraciones gerontológicas
Fomentar la ingestión adecuada de calcio y vitamina D y una dieta
nutritiva en los adultos mayores de escasos recursos. Alentar al paciente
a pasar tiempo en el sol. Reducir la incidencia de fracturas mediante la
prevención, identificación y manejo de este mal. Cuando la osteomala-
cia se combina con osteoporosis, aumenta la indicencia de las fracturas.
Tratamiento médico
Se adoptan medidas físicas, psicológicas y farmacéuticas para reducir
las molestias y el dolor del paciente.
• Cuando sea posible, se corrige la causa subyacente (p. ej., modifica-
ción de la dieta, suplementos de vitamina D y calcio, luz solar).
• Si la osteomalacia es causada por una mala absorción, suelen prescri-
birse dosis más altas de vitamina D junto con suplementos de calcio.
Osteomielitis
La osteomielitis es una infección del hueso. Puede ocurrir por exten-
sión de una infección de tejidos blandos, osteomielitis de foco
contiguo (p. ej., cirugía ósea, herida por arma de fuego), o infec-
ciones de diseminación hematógena desde otros focos infecciosos.
Staphylococcus aureus causa más del 50 % de las infecciones óseas.
Entre los otros patógenos que producen la enfermedad con frecuen-
cia hay microorganismos grampositivos, como estreptococos y entero-
cocos, y gramnegativos, como especies de Pseudomonas. Los pacientes
en riesgo incluyen los adultos mayores mal nutridos; las personas
con obsesidad; los individuos con inmunodeficiencias o con enfer-
medades crónicas (p. ej., diabetes); y aquéllos en tratamiento de largo
plazo con corticosteroides o inmunosupresores. El cuadro puede pre-
O
venirse con un tratamiento oportuno y el manejo de las infecciones
localizadas y de tejidos blandos.
Cuadro clínico
• Cuando la infección es hematógena, el inicio es repentino y aparece
con un cuadro clínico de sepsis (p. ej., escalofríos, fiebre elevada,
pulso acelerado y malestar general).
• Las extremidades se tornan dolorosas, hinchadas, calientes e hiper-
sensibles.
• El paciente puede describir un dolor pulsátil constante que se inten-
sifica con el movimiento (debido a la presión causada por la acumu-
lación de pus).
• Cuando la osteomielitis es provocada por una infección adyacente
o contaminación directa, no se observan síntomas de sepsis; el área
se encuentra hinchada, caliente, dolorosa y sensible a la palpación.
• La osteomielitis crónica se presenta con una úlcera que no cicatriza
y que yace sobre el hueso infectado conectada por un seno; la úlcera
drena pus de manera intermitente y espontánea.
Exploración y diagnóstico
• En la osteomielitis aguda, las primeras radiografías sólo muestran
hinchazón de los tejidos blandos.
• En la variante crónica, muestran cavidades grandes e irregulares y el
periostio levantado, así como secuestros o formaciones óseas densas.
• Se realiza gammagrafía ósea con radioisótopos y resonancia magné-
tica (RM).
• Se solicitan estudios y cultivos de sangre.
Tratamiento médico
La meta inicial consiste en controlar y detener el proceso infeccioso.
• Se instauran medidas de soporte generales (p. ej., hidratación, dieta
alta en vitaminas y proteínas, corrección de la anemia); se inmoviliza
el área infectada.
• Se toman cultivos de sangre y de la herida para identificar el microor-
ganismo causal y elegir el antibiótico adecuado.
• Se administra antibioticoterapia i.v. las 24 h y luego se continúa
durante 3-6 semanas.
• Los antibióticos se comienzan a administrar por vía oral (en ayunas)
cuando la infección parezca estar controlada; el régimen farmacoló-
gico se mantiene hasta por 3 meses.
• Se realiza la desbridación quirúrgica del hueso con irrigación; se
mantiene la antibioticoterapia concomitante.
PROCESO DE ENFERMERÍA
O El paciente con osteomielitis
Exploración
• Evaluar la presencia de factores de riesgo (p. ej., edad avanzada,
diabetes, tratamiento con corticosteroides de largo plazo) y lesiones
previas, infecciones y cirugía ortopédica.
• Observar si el paciente resguarda el área infectada al moverse y si
presenta debilidad por la infección sistémica.
• Revisar si hay hinchazón y calor en el área afectada, drenaje puru-
lento y temperatura elevada.
• Registrar si los pacientes con osteomielitis crónica presentan epi-
sodios de febrícula, sobre todo si tienen lugar durante la tarde o la
noche.
Diagnóstico
• Dolor agudo vinculado con inflamación e hinchazón.
• Deterioro de la movilidad asociado con dolor, aparatos inmoviliza-
dores y limitaciones en la resistencia al peso.
O Para mayor información, véase capítulo 68 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Osteoporosis
La osteoporosis se caracteriza por la reducción de la masa ósea, el
deterioro de la matriz ósea y una disminución de la fuerza estructural
del hueso. La tasa de resorción ósea es mayor que la de formación.
Los huesos se tornan cada vez más porosos, quebradizos y frágiles, y se
fracturan con facilidad. Las múltiples fracturas por compresión en las
vértebras dan lugar a una deformidad esquelética (cifosis), la cual se
asocia con una pérdida de estatura. Los pacientes en riesgo incluyen
las mujeres posmenopáusicas y las mujeres caucásicas de constitución
pequeña y no obesas.
Los factores de riesgo incluyen una mala nutrición, la deficiencia
de vitamina D y calcio y algunas decisiones del estilo de vida (p. ej.,
consumo de tabaco, cafeína y alcohol); la genética; y la falta de acti-
vidad física. La pérdida ósea relacionada con la edad comienza poco
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Para identificar el riesgo y reconocer los problemas asociados con
la osteoporosis, interrogar al paciente respecto de sus antecedentes
familiares, fracturas previas, consumo dietético de calcio, patrones
de ejercicio, inicio de la menopausia, uso de corticosteroides y con-
sumo de alcohol, tabaco y cafeína.
• A la exploración física, buscar fracturas, cifosis de la columna torá-
cica o estatura reducida; explorar todo síntoma que experimente el
paciente (p. ej., dolor de espalda, estreñimiento).
Diagnóstico
• Falta de conocimiento sobre el proceso osteoporótico y el régimen
terapéutico.
O • Dolor agudo vinculado con fracturas y espasmos musculares.
• Alteraciones de la defecación asociadas con la falta de movilidad o
el desarrollo de íleo.
• Riesgo de lesión: fractura asociada con el hueso osteoporótico.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales incluyen adquirir conocimientos sobre la os-
teoporosis y el régimen terapéutico, aliviar el dolor, mejorar la defeca-
ción y evitar fracturas adicionales.
Intervenciones de enfermería
PROMOVER EL CONOCIMIENTO DE LA OSTEOPOROSIS Y DEL RÉGIMEN TERAPÉUTICO
• Centrar la capacitación del paciente alrededor de los factores que
influyen en el desarrollo de la osteoporosis, las intervenciones con
la capacidad de desacelerar o detener el proceso y las medidas que se
pueden adoptar para mejorar los síntomas.
• Enfatizar la necesidad de contar con suficiente calcio, vitamina D y
ejercicios con pesas para detener el avance de la osteoporosis.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Adquiere conocimientos sobre la osteoporosis y su tratamiento.
• Logra aliviar su dolor.
• Muestra defecación normal.
• No presenta nuevas fracturas.
Para mayor información, véase capítulo 68 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Paciente inconsciente
La inconsciencia es un nivel alterado de consciencia (NAC) en el
que el paciente no muestra respuesta a, o no está consciente de, los
estímulos ambientales, generalmente durante un período breve. El
coma es un estado clínico, una pérdida de la capacidad de respuesta
y excitación, en el que el paciente no es consciente de sí mismo o del
ambiente circundante durante períodos prolongados (de días a meses
o incluso años). El mutismo acinético es un estado de falta de res-
puesta al ambiente en el que el paciente no tiene movimientos volun-
tarios. El estado vegetativo persistente es aquél en el que un paciente
sin capacidad de respuesta retoma sus ciclos de vigilia-sueño después
de un período de coma, pero carece de funciones mentales cogniti-
vas o afectivas. En el estado mínimamente consciente, el paciente
muestra signos inconstantes pero reproducibles de consciencia. El sín-
drome de cautiverio es resultado de una lesión que afecta el puente,
que da lugar a parálisis y a la incapacidad para hablar; sin embargo, los
movimientos oculares verticales y la elevación palpebral permanecen
intactos, y se usan para mostrar capacidad de respuesta. Las causas
de la inconsciencia pueden ser neurológicas (lesión cefálica, ictus),
toxicológicas (sobredosis farmacológica, intoxicación por alcohol) o
metabólicas (insuficiencia hepática o renal, cetoacidosis diabética).
Exploración y diagnóstico
• Examen neurológico (tomografía computarizada [TC], resonancia
magnética [RM], tomografía por emisión de positrones [PET, de posi-
tron emission tomography], electroencefalograma [EEG], tomografía por
emisión de fotón único [SPECT, de single photon emission computed
tomography]) para identificar las causas de la pérdida de la consciencia.
• Pruebas de laboratorio: análisis de glucemia, electrolitos, amoníaco
sérico y pruebas de función hepática; nitrógeno ureico en sangre
(BUN, de blood urea nitrogen); osmolalidad sérica; tiempo de trom-
boplastina parcial y tiempo de protrombina.
• Otros estudios para evaluar las cetonas séricas, las concentraciones
de fármacos y de alcohol, y una gasometría arterial.
Tratamiento médico
La prioridad es lograr una vía aérea permeable y segura (intubación o
traqueostomía). Luego se evalúa el estado circulatorio (pulso carotídeo,
563
PROCESO DE ENFERMERÍA
El paciente inconsciente
Exploración
• Evaluar el nivel de respuesta (consciencia) con la escala de coma
de Glasgow. También estudiar la capacidad de respuesta verbal del
paciente. Evaluar el tamaño de la pupila, la simetría y su reacción a
la luz; observar el movimiento de los ojos.
• Explorar la presencia de respuestas espontáneas, con intencionali-
dad o sin ésta: postura de decorticación (brazos flexionados y rota-
dos hacia adentro, y piernas en extensión) o postura de descerebra-
ción (extremidades extendidas y reflejos exagerados).
• Descartar la parálisis o el ictus como causas de la flacidez.
• Evaluar el estado respiratorio, los signos oculares y las funciones cor-
porales (circulación, respiración, eliminación y equilibrio hidroelec-
trolítico) de manera sistemática.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Aclaramiento ineficaz de las vías aéreas vinculado con la incapaci-
P dad de aclarar las secreciones respiratorias.
• Riesgo de déficit de volumen de líquidos relacionado con la incapa-
cidad de ingerir líquidos.
• Riesgo de desequilibrio nutricio asociado con la incapacidad de inge-
rir alimentos.
• Alteración de las membranas de la mucosa oral relacionada con la
respiración por la boca, la ausencia de reflejos faríngeos y la incapa-
cidad de ingerir líquidos.
• Riesgo de alteraciones en la integridad de la piel, por inmovilidad
o agitación.
• Alteraciones de la integridad tisular de la córnea vinculadas con reflejo
corneal ausente o disminuido.
• Termorregulación ineficaz asociada con daño al centro hipotalámico.
• Alteraciones de la diuresis (incontinencia o retención) relacionadas
con daño al control y la sensibilidad neurológica.
• Incontinencia fecal relacionada con daño al control y la sensibili-
dad neurológica; también se vincula con cambios en los métodos de
administración de nutrimentos.
Consideraciones gerontológicas
La mortalidad por la pancreatitis aguda aumenta con la edad. Los
patrones de complicaciones también cambian con la edad: los pacien-
tes más jóvenes tienden a desarrollar complicaciones locales, mientras
que la incidencia de la falla multiorgánica aumenta con la edad.
Resulta fundamental monitorizar de cerca el funcionamiento de los
órganos principales (p. ej., pulmones, riñones), y se requiere un trata-
miento intensivo para reducir la mortalidad en el anciano.
Pancreatitis crónica
La pancreatitis crónica es un trastorno inflamatorio caracterizado por
la destrucción progresiva del páncreas. Las células son reemplazadas
por tejido fibroso con ataques reiterados de pancreatitis. El resultado
es la obstrucción del colédoco y el conducto pancréatico, así como del
Parálisis de Bell
La parálisis de Bell (parálisis facial) se debe a la inflamación unilateral
del séptimo par craneal, que da como resultado la debilidad o parálisis
de los músculos faciales del lado afectado. La causa se desconoce, pero
es probable alguna de las siguientes: isquemia vascular, infección vírica
(p. ej., herpes simple, herpes zóster), enfermedades autoinmunitarias
o una combinación de ellas. La mayoría de los pacientes se recuperan
por completo y pocas veces recurre.
Fisiopatología
La parálisis de Bell es un tipo de parálisis en la cual se comprime un
nervio inflamado y edematoso, dando lugar a la necrosis isquémica
del nervio facial. Pueden verse afectados tanto los componentes moto-
res como los sensitivos del nervio facial.
Exploración y diagnóstico
• Inicio repentino de parálisis unilateral de los músculos faciales,
incluyendo la frente y la parte inferior.
• Los síntomas unilaterales se evalúan mejor mediante la valoración
cuidadosa de los nervios craneales.
• Disminución del lagrimeo e incapacidad para cerrar el párpado
correctamente.
• Posibles alteraciones en el gusto.
• Sensaciones dolorosas en la cara, detrás de la oreja y en el ojo.
• Puede haber dificultades de habla, babeo y problemas al comer por
la debilidad o parálisis de los músculos faciales relacionados.
• Ausencia de síntomas de otras enfermedades del sistema nervioso
central, oído o del ángulo pontocerebeloso.
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en mantener el tono muscular
facial y evitar o minimizar la denervación. Puede iniciarse una tera-
pia con corticosteroides (prednisona) para reducir la inflamación
y el edema, lo que disminuye la compresión vascular y permite la
restauración de la circulación sanguínea hacia el nervio. La adminis-
tración temprana de corticosteroides parece disminuir la gravedad del
trastorno, aliviar el dolor y minimizar la denervación. El dolor facial
se controla con analgésicos o calor aplicado a la parte comprometida
del rostro. Algunas modalidades adicionales pueden incluir la estimu- P
lación eléctrica aplicada a la cara para evitar la atrofia muscular, o la
exploración quirúrgica del nervio facial. La cirugía puede realizarse si
se sospecha un tumor, para la descompresión quirúrgica del nervio
facial y la rehabilitación quirúrgica de la cara paralizada.
Atención de enfermería
Conviene reiterar y tranquilizar a los pacientes de que no han sufrido
un derrame cerebral y que se recuperarán de manera espontánea en un
lapso de 3-5 semanas en la mayoría de los casos. Capacitar a los pacien-
tes con parálisis de Bell para su autocuidado en casa es parte prioritaria
de los cuidados de enfermería.
Capacitar a los pacientes para su autocuidado oftálmico
Como el ojo suele no cerrar por completo, el reflejo de parpadeo dis-
minuye, por lo que el ojo es vulnerable a las lesiones producidas por
P Paro cardíaco
Durante un paro cardíaco, el corazón es incapaz de bombear y hacer
circular la sangre a los órganos y tejidos del organismo. Puede ser cau-
sado por una arritmia como la fibrilación ventricular, una bradicardia
progresiva o por asistolia. El paro cardíaco también puede ocurrir
habiendo actividad eléctrica pero con una contracción cardíaca o volu-
men circulante insuficientes, lo que se conoce como actividad eléctrica
sin pulso (AESP). La AESP puede ser causada por hipovolemia (p. ej.,
hemorragia), hipoxia, hipotermia, hipercalemia, embolia pulmonar
masiva, infarto de miocardio o sobredosis de medicamentos. La rápida
identificación e intervención de estos problemas puede restablecer la
circulación en algunos pacientes.
Cuadro clínico
En el paro cardíaco se pierden inmediatamente la consciencia, el
pulso y la presión arterial. Puede haber jadeo respiratorio ineficaz.
Las pupilas se empiezan a dilatar en menos de 1 min, y puede haber
convulsiones. Se observa palidez y cianosis en la piel y las mucosas. El
Pénfigo
El pénfigo es un grupo de enfermedades cutáneas graves caracterizadas
por la aparición de ampollas sobre la piel y las membranas mucosas
(boca, vagina) aparentemente normales. Las evidencias apuntan a que
el pénfigo es una enfermedad autoinmunitaria en la que participa la
inmunoglobulina G (IgG). Hoy en día, existen tres subconjuntos de
trastornos cutáneos mediados por la IgG, incluyendo el pénfigo vulgar,
el pénfigo foliáceo y el pénfigo paraneoplásico. El pénfigo vulgar representa
el 70 % de estas enfermedades ampollosas. El diagnóstico de este tipo
de trastornos se lleva a cabo mediante el examen histológico de una
PROCESO DE ENFERMERÍA
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en determinar la causa, adminis-
trar un tratamiento para la causa específica (cuando se conoce) y detec-
tar signos y síntomas de taponamiento cardíaco. Se indica reposo en
cama cuando se ve afectado el gasto cardíaco hasta que desaparezcan
la fiebre, el dolor torácico y el roce de fricción.
Tratamiento farmacológico: pericarditis
• Se pueden prescribir analgésicos y AINE, como el ácido acetilsali-
cílico y el ibuprofeno, para aliviar el dolor y acelerar la resorción
de líquido en la pericarditis reumática. También se puede usar la
colchicina como alternativa.
• Puede estar indicado el uso de corticosteroides si la pericarditis es
grave o si el paciente no responde a los AINE.
Tratamiento quirúrgico: taponamiento cardíaco
• Se realiza toracotomía para las lesiones cardíacas penetrantes.
• La pericardiocentesis se utiliza para extraer el líquido pericárdico.
• Se puede realizar una ventana pericárdica, una pequeña abertura en
el pericardio, para permitir un drenaje continuo hacia la cavidad
torácica.
• La extirpación quirúrgica del duro y encapsulante pericardio (peri-
cardiectomía) se lleva a cabo de estar indicada.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar el dolor mediante la observación y exploración del paciente
en varias posiciones para determinar los factores precipitantes o
intensificadores (p. ej., ¿el dolor se ve afectado por los movimientos
respiratorios?).
• Evaluar el roce de fricción pericárdica: en este caso es continuo, lo
que lo distingue del roce de fricción pleural. Solicitar al paciente
aguantar la respiración para ayudar a hacer la diferenciación: audi-
ble a la auscultación; en sincronía con los latidos cardíacos; se
escucha mejor en el borde esternal izquierdo en el cuarto espacio
Peritonitis
La peritonitis, o inflamación del recubrimiento seroso de la cavidad
abdominal (peritoneo), suele ser resultado de una infección bacte-
riana; los microorganismos provienen de enfermedades del tubo
digestivo o, en las mujeres, de los órganos reproductivos internos.
También puede ser secundaria a una infección micótica o micobacte- P
riana. Asimismo, puede provenir de fuentes externas, como lesiones,
traumatismos o la inflamación de un órgano extraperitoneal como
el riñón. Otras causas frecuentes de peritonitis incluyen apendicitis,
úlcera perforada, diverticulitis y perforación intestinal; la peritoni-
tis se puede asociar con los procedimientos quirúrgicos abdominales
y la diálisis peritoneal.
Fisiopatología
La peritonitis es causada por una filtración de los contenidos de los
órganos abdominales hacia la cavidad abdominal, generalmente como
resultado de una inflamación, infección, isquemia, traumatismo
o perforación de un tumor. Las bacterias implicadas con mayor
frecuencia son Escherichia coli, Klebsiella, Proteus, Pseudomonas y
Streptococcus. Conforme inicia la proliferación bacteriana, los tejidos
se tornan edematosos y al poco tiempo se observa la exudación de
líquidos. Los líquidos de la cavidad peritoneal se vuelven turbios por
las cantidades crecientes de proteínas, leucocitos, detritos celulares
y sangre. La respuesta inmediata del tubo intestinal es la hipermoti-
Atención de enfermería
• Monitorizar la presión arterial del paciente con el acceso arterial en
caso de shock.
• Vigilar frecuentemente la presión venosa central o la arterial pulmo-
nar, así como la diuresis.
• Evaluar de manera continua el dolor, la función gastrointestinal y el
equilibrio de líquidos y electrolitos.
• Valorar la naturaleza del dolor, su localización en el abdomen y sus
cambios de ubicación.
• Administrar analgésicos y cuidar la comodidad del paciente (p. ej.,
recostado sobre un costado con las rodillas flexionadas para dismi-
nuir la tensión sobre los órganos abdominales).
• Registrar los ingresos y egresos, así como la presión venosa central y
la arterial pulmonar.
• Administrar y monitorizar las soluciones i.v. de cerca; puede ser
necesaria una sonda nasogástrica.
• Vigilar cualquier descenso en la temperatura o el pulso, un ablan-
damiento del abdomen, el regreso de los ruidos peristálticos y
el paso de flatulencias y de heces, que indican que la peritonitis P
está remitiendo.
• Aumentar la ingestión oral de bebidas y alimentos de forma gra-
dual, y reducir la ingestión parenteral de líquidos cuando remita
la peritonitis.
• Observar y registrar las características del drenaje de las heridas pos-
quirúrgicas, de estar presente; tener cuidado para no sacar los tubos
de drenaje.
• En el postoperatorio, preparar al paciente y a su familia para el alta
médica; capacitar al paciente sobre el cuidado de la incisión y los
drenajes si aún los tiene colocados.
• Indicar cuidados de enfermería a domicilio de ser necesario.
Para mayor información, véase capítulo 38 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Pielonefritis aguda
La pielonefritis es una infección de las vías urinarias (IVU) superiores
causada por la presencia de bacterias en los túbulos y pelvis renales y
en el tejido intersticial de uno o ambos riñones. Las causas pueden ser
tanto una diseminación ascendente de bacterias desde la vejiga como
una diseminación desde fuentes sistémicas que alcanzan al riñón por
vía hematógena. La incompetencia de la válvula uterovesical o una obs-
trucción en las vías urinarias aumentan la susceptibilidad de los riño-
nes a las infecciones. Los tumores vesicales, las estenosis, la hiperplasia
prostática benigna y los cálculos urinarios son algunas de las posibles
causas de obstrucción que pueden generar infecciones. La pielonefritis
puede ser aguda o crónica.
Cuadro clínico
• Puede haber escalofríos, fiebre, leucocitosis, bacteriuria y piuria.
• Otros hallazgos frecuentes son lumbalgia, dolor en el flanco, náuseas
y vómitos, cefalea, malestar y disuria.
• El paciente puede tener dolor o dolorimiento en la zona del ángulo
costovertebral.
• Son frecuentes los síntomas de compromiso de las vías urinarias
inferiores, como polaquiuria y urgencia miccional.
Exploración y diagnóstico
• Ecografía o tomografía computarizada (TC).
• Puede estar indicada una pielografía i.v. en caso de pielonefritis, si se
sospechan anomalías renales funcionales y estructurales.
• Urocultivos y pruebas de sensibilidad.
P • Imágenes por radionúclidos mediante leucocitos marcados con galio-
67 o indio-111, si los otros estudios no fueron concluyentes.
Tratamiento médico
Las pielonefritis agudas no complicadas se tratan con mayor frecuen-
cia de manera ambulatoria; se recomienda un curso de antibióticos de
2 semanas. Entre los fármacos más prescritos para esta enfermerdad
están varios de los mismos que se indican para el tratamiento de
las IVU. Las mujeres embarazadas se pueden hospitalizar durante
2-3 días para recibir antibioticoterapia parenteral. Los antibióticos
orales se prescriben una vez que la paciente se encuentra afebril y
muestra mejoría clínica. Después del régimen antibiótico inicial, la
paciente debe recibir antibioticoterapia hasta por 6 semanas en caso
de recurrencia. Se obtiene un urocultivo de seguimiento 2 semanas
después de completar la antibioticoterapia para confirmar el fin de
la infección. La hidratación con líquidos orales o parenterales es
fundamental en todos los pacientes con IVU que tengan una función
renal adecuada.
Atención de enfermería
• Si el paciente se encuentra hospitalizado, alentar la ingestión de
líquidos (3-4 l/día) a menos que esté contraindicado.
• Vigilar y registrar los ingresos y egresos.
• Medir la temperatura corporal cada 4 h y administrar antipiréticos y
antibióticos según la prescripción.
• Capacitar al paciente sobre las medidas de prevención y el reconoci-
miento temprano de los síntomas.
• Enfatizar la importancia de tomar los antimicrobianos exactamente
de la manera prescrita, además de la necesidad de acudir a todas las
consultas de seguimiento.
Para mayor información, véase capítulo 45 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Pielonefritis crónica
La recurrencia de episodios de pielonefritis aguda puede llevar a la
pielonefritis crónica. Las complicaciones de la pielonefritis crónica
incluyen la enfermedad renal en etapa terminal (por la pérdida progre-
siva de nefronas secundaria a la inflamación y cicatrización crónica),
la hipertensión y la formación de cálculos renales (por la infección
crónica con microorganismos ureolíticos).
Cuadro clínico
• Generalmente el paciente no presenta síntomas de infección a
menos de que ocurra una exacerbación aguda.
• Puede haber fatiga, cefalea y pérdida del apetito.
P
• También hay poliuria, polidipsia y pérdida de peso.
• Las infecciones persistentes y recurrentes pueden producir una cica-
trización progresiva que da lugar a una insuficiencia renal.
Exploración y diagnóstico
• Evaluar si hay antecedentes de pielonefritis.
• Urografía i.v.
• Medir las concentraciones de nitrógeno ureico en sangre (BUN,
de blood urea nitrogen) y creatinina, así como el aclaramiento de
creatinina.
Tratamiento médico
El uso profiláctico de antimicrobianos para erradicar las bacterias
urinarias puede ayudar a limitar la recurrencia de las infecciones y la
fibrosis renal. El deterioro de la función renal altera la excreción de los
antimicrobianos y exige una vigilancia cuidadosa de la función renal,
sobre todo si los medicamentos pueden causar nefrotoxicidad.
Atención de enfermería
• Si el paciente se encuentra hospitalizado, alentar la ingestión de
líquidos (3-4 l/día) a menos de que esté contraindicado.
• Vigilar y registrar los ingresos y egresos.
• Medir la temperatura corporal cada 4 h y administrar antipiréticos
y antibióticos según la prescripción.
• Capacitar al paciente y a su familia sobre las medidas de prevención
y el reconocimiento temprano de los síntomas.
• Enfatizar la importancia de tomar los antimicrobianos exactamente
de la manera prescrita, además de la necesidad de acudir a todas las
consultas de seguimiento.
Para mayor información, véase capítulo 45 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Pleuritis
La pleuritis se refiere a la inflamación de la pleura tanto visceral como
parietal. Este trastorno puede desarrollarse de manera concomitante
con una neumonía o una infección de vías respiratorias superiores,
tuberculosis o colagenopatía; después de un traumatismo torácico o un
infarto o embolia pulmonar; como resultado de un cáncer primario o
metastásico; y después de una toracotomía. Cuando se inflaman, las
membranas pleurales se rozan entre sí, dando lugar a un dolor intenso,
agudo y punzante que se agrava a la inspiración.
P Cuadro clínico
• El dolor suele presentarse en un lado y empeorar ante la respiración
profunda, la tos o los estornudos.
• El dolor es mínimo o está ausente al aguantar la respiración, y se
localiza o irradia al hombro o al abdomen.
• Conforme se forma el líquido pleural, el dolor disminuye.
Exploración y diagnóstico
• Auscultación en busca de un roce de fricción pleural.
• Radiografía de tórax.
• Análisis del esputo.
• Toracocentesis para examen del líquido pleural.
• Biopsia pleural (menos habitual).
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en descubrir la causa subyacente
de la pleuritis y aliviar el dolor.
Policitemia
La policitemia es un aumento en el volumen de eritrocitos. El hema-
tocrito se eleva a más de 55 % en los varones y más de 50 % en las
mujeres. La policitemia se clasifica como primaria o secundaria.
Policitemia secundaria
La policitemia secundaria es causada por la producción excesiva de
eritropoyetina. Ello puede ser una respuesta a una cantidad reducida P
de oxígeno (lo que actúa como un estímulo hipóxico), como en los
casos de tabaquismo intenso, enfermedad pulmonar obstructiva
crónica (EPOC), cardiopatía cianótica o circunstancias no patológicas
como vivir a grandes altitudes. También puede ser resultado de ciertas
hemoglobinopatías (p. ej., la hemoglobina Chesapeake), en las que
la hemoglobina muestra una afinidad anormalmente alta por el oxí-
geno, o puede ser consecuencia de una neoplasia, como el carcinoma
de células renales. La policitemia secundaria también puede ser cau-
sada por trastornos neoplásicos (p. ej., carcinoma de células renales)
que estimulan la producción de eritropoyetina.
Policitemia vera (primaria)
La policitemia vera, o primaria, es un trastorno proliferativo de las célu-
las madre mieloides. La médula ósea se observa hipercelular y los
recuentos de eritrocitos, leucocitos y plaquetas en la sangre periférica
Tratamiento médico
El tratamiento de la policitemia secundaria implica resolver el pro-
blema primario. Si la causa no se puede corregir, puede ser necesaria
una flebotomía para reducir la hipervolemia y la hiperviscosidad.
El objetivo terapéutico es reducir la masa eritrocitaria elevada.
• Realizar una flebotomía de manera repetida para mantener la he-
moglobina en rangos normales; evitar los suplementos de hierro.
P • Aplicar quimioterapia para suprimir la función de la médula ósea
(puede aumentar el riesgo de leucemia).
• Emplear anagrelida para inhibir la agregación plaquetaria y controlar
la trombocitosis asociada con la policitemia vera.
• El interferón α-2b es el tratamiento más eficaz para reducir el pru-
rito asociado con la policitemia vera.
• Dar antihistamínicos para controlar el prurito (no son muy eficaces).
• Usar alopurinol para prevenir los ataques de gota cuando se eleven
las concentraciones de ácido úrico.
Atención de enfermería
• Evaluar los factores de riesgo para presentar complicaciones trombó-
ticas y capacitar al paciente sobre las formas de reconocer los signos
y síntomas de trombosis.
• Desalentar los estilos de vida sedentarios, el cruzamiento de piernas y
el uso de ropa apretada (sobre todo las medias); esto ayuda a prevenir
una posible trombosis venosa profunda.
Tratamiento médico
El aumento de la PIC es una urgencia real y debe tratarse con rapi-
dez. La terapéutica inmediata implica vigilancia cruenta de la PIC,
disminución del edema cerebral, decremento del volumen del LCR o
reducción del volumen sanguíneo cerebral, con mantenimiento de la
perfusión encefálica. Estas metas se logran administrando diuréticos
osmóticos, restringiendo los líquidos, drenando el LCR, controlando
la fiebre, manteniendo la presión arterial sistémica y la oxigenación,
así como disminuyendo las demandas metabólicas celulares.
Tratamiento farmacológico
• Administrar diuréticos osmóticos (p. ej., manitol) y, posiblemente,
corticosteroides (si el aumento de la PIC se debe a un efecto de masa
de un tumor).
• Restringir los líquidos para aminorar el edema cerebral.
• Drenar el LCR con cuidado; un drenaje excesivo puede causar
colapso de los ventrículos y herniación encefálica.
• Controlar la fiebre (con el uso de antipiréticos, una compresa de
hipotermia y clorpromazina para aliviar los escalofríos).
• Si el paciente no responde al tratamiento convencional, reducir las
demandas metabólicas celulares debidas al uso de dosis altas de bar-
bitúricos o paralizantes farmacológicos, como el pancuronio.
• El paciente requiere atención en una unidad de cuidados intensivos.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración P
• Obtener los antecedentes del paciente, con datos subjetivos que
incluyan los sucesos que llevaron a la enfermedad actual y los ante-
cedentes médicos pertinentes; puede requerir la participación de
familiares o amigos.
• Hacer una exploración neurológica hasta donde lo permita el estado
del paciente. Valorar el estado mental, el nivel de consciencia, la
función de los nervios craneales, la función cerebelosa (equilibrio y
coordinación), los reflejos y las funciones motora y sensitiva.
• Hacer una valoración continua que incluya revisiones de las pupilas,
valoración de los nervios craneales seleccionados, determinaciones
frecuentes de las constantes vitales y la PIC, y el uso de la escala de
coma de Glasgow.
• Valorar el grado de respuesta del paciente inconsciente, patrón de
respiración, movimientos oculares, reflejo corneal, simetría facial,
presencia de deglución o babeo espontáneos, movimientos del cue-
llo, respuesta de las extremidades a los estímulos nocivos, reflejos y
posturas anómalas.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Depuración ineficaz de las vías respiratorias relacionada con la dis-
minución de los reflejos de protección (tusígeno, nauseoso).
• Patrones de respiración ineficaces asociados con la disfunción
neurológica (compresión del tronco del encéfalo, desplazamiento
de estructuras).
• Perfusión ineficaz de los tejidos encefálicos relacionada con los efec-
tos del aumento de la PIC.
• Deficiencia de volumen de líquidos asociada a su restricción.
• Riesgo de infección relacionada con el equipo de vigilancia de la
PIC (fibra óptica o por catéter intraventricular).
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Herniación del tronco del encéfalo.
• Diabetes insípida.
• SIADH.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos del paciente pueden incluir el mantenimien-
to de una vía aérea permeable, normalización de la respiración, per-
fusión adecuada del tejido encefálico a través de la disminución de la
PIC, restablecimiento del equilibrio de líquidos y ausencia de infec-
ción y complicaciones.
Intervenciones de enfermería
MANTENER UNA VÍA AÉREA PERMEABLE
• Mantener la permeabilidad de la vía aérea; oxigenar al paciente
P antes y después de su aspiración.
• Tratar de evitar la tos y el pujo.
• Auscultar cada 8 h los campos pulmonares en cuanto a ruidos
adventicios o congestión.
• Elevar la cabecera de la cama para ayudar a eliminar las secreciones
y mejorar el drenaje venoso del encéfalo.
LOGRAR UN PATRÓN DE RESPIRACIÓN ADECUADO
• Realizar monitorizaciones constantes en busca de irregularidades
respiratorias.
• Colaborar con el terapeuta respiratorio para vigilar la presión
del dióxido de carbono arterial (PaCO2), que suele mantenerse
por debajo de 30 mm Hg cuando se recurre a la hiperventilación
como tratamiento.
• Mantener un registro de la observación neurológica continua con
valoraciones repetidas.
PREVENIR INFECCIONES
• Apegarse estrictamente a los protocolos escritos para el manejo de
los sistemas de vigilancia de la PIC.
• Utilizar técnica aséptica en todo momento cuando se manipule el
sistema de drenaje ventricular y se cambie la bolsa.
• Vigilar cuidadosamente cualquier conexión suelta que produzca
filtraciones y contaminación del sistema ventricular, así como del
LCR; verificar las lecturas imprecisas de la PIC.
• Revisar las características del LCR drenado para buscar signos de
infección (nebulosidad o presencia de sangre). Informar ante cual-
quier cambio.
• Vigilar en busca de signos y síntomas de meningitis: fiebre, escalo-
fríos, rigidez de nuca (cuello) y cefalea creciente o persistente.
VIGILANCIA Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
Detección de índices tempranos del aumento de la PIC
Monitorizar para buscar e informar inmediatamente cualquier signo
o síntoma temprano de la PIC aumentada: desorientación, inquie-
tud, aumento del esfuerzo respiratorio, movimientos sin propósito o
confusión mental; cambios pupilares o alteración de los movimientos
extraoculares; debilidad en una extremidad o un lado del cuerpo;
cefalea constante de intensidad creciente y que es agravada por el
movimiento o el pujo.
Detección de índices posteriores del aumento de la PIC
• Valorar cualquiera de los siguientes signos y síntomas, y comu-
nicarlos de inmediato: nivel de consciencia que continúa dete-
riorándose hasta que el paciente entra en coma; disminución o fre-
cuencia errática del pulso y la respiración, aumento de la presión
P arterial y la temperatura, ensanchamiento de la presión de pulso,
pulso de fluctuación rápida; patrones de respiración alterados
(respiración de Cheyne-Stokes y atáxica); vómitos en proyectil;
hemiplejía; postura de decorticación o descerebración; pérdida de
los reflejos del tronco del encéfalo.
• Aumento de la PIC: vigilar de cerca la PIC, alguna elevación conti-
nua o incremento significativo respecto de la basal; determinar las
constantes vitales en el momento del aumento de la PIC. Valorar
las manifestaciones de la PIC creciente y comunicarlo de inmediato.
• Herniación encefálica inminente: monitorizar cualquier aumento
de la presión arterial, decremento en el pulso y cambio de la res-
puesta pupilar.
Vigilancia de las complicaciones secundarias
• La diabetes insípida requiere reposición de líquidos y electrolitos y el
uso de vasopresina; vigilar los electrolitos séricos para su reposición.
• El SIADH requiere restricción de líquidos y vigilancia de los electro-
litos séricos.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Mantiene la vía aérea permeable.
• Alcanza un patrón de respiración óptimo.
• Demuestra perfusión óptima del tejido encefálico.
• Alcanza el equilibrio de líquidos deseado.
• No presenta signos o síntomas de infección.
• Se mantiene sin complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 61 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Prostatitis
La prostatitis es la inflamación de la glándula prostática, que a menudo
se asocia con síntomas en las vías urinarias inferiores, así como moles-
tias y disfunción sexual. Es el diagnóstico urológico más frecuente en
los varones menores de 50 años, aunque también es habitual después
de esta edad.
Fisiopatología
La prostatitis puede ser causada por agentes infecciosos (bacterias,
hongos, micoplasma) u otras alteraciones (p. ej., estenosis uretral,
hiperplasia prostática benigna). Los microorganismos colonizan las
vías urinarias y ascienden a la próstata, causando la infección; el pató-
geno suele repetirse en las infecciones recurrentes; Escherichia coli es el
organismo aislado con mayor frecuencia. Hay cuatro tipos de prosta-
titis: bacteriana aguda (tipo I), bacteriana crónica (tipo II), prostatitis
crónica/síndrome de dolor pélvico crónico (SDPC; tipo III, la más
frecuente) e inflamatoria asintomática (tipo IV).
Cuadro clínico
• Inicio repentino de fiebre, disuria, dolor prostático perineal y sínto-
mas graves de vías urinarias inferiores (disuria, polaquiuria, urgen-
cia, problemas para iniciar la micción y nicturia).
• Aldrededor del 5 % de los casos de prostatitis de tipo I (prostatitis
aguda) avanzan a la de tipo II (prostatitis bacteriana crónica); estos
casos suelen ser asintomáticos entre los distintos episodios.
• A menudo, los pacientes con prostatitis de tipo III no muestran
bacterias en la orina en presencia de dolor genitourinario.
• Los pacientes con prostatitis de tipo IV suelen ser diagnosticados
incidentalmente durante la aplicación de pruebas para infertili- P
dad, antígeno prostático específico (APE) o la evaluación para
otros trastornos.
Exploración y diagnóstico
• Los análisis de orina incluyen microscopía, urocultivo y pruebas
de sensibilidad.
• Hemograma completo (si el paciente está muy enfermo).
• Pruebas de electrolitos, incluyendo nitrógeno ureico en sangre
(BUN, de blood urea nitrogen; en caso de síntomas de obstrucción o
retención urinaria).
• Estudios imagenológicos adicionales (en caso de alteraciones impor-
tantes de la micción).
Tratamiento médico
El objetivo del tratamiento consiste en erradicar los microorganismos
causales. La terapia específica se basa en el tipo de prostatitis y los
resultados de los cultivos y las pruebas de sensibilidad de la orina.
Prurito
El prurito (comezón) es uno de los motivos de consulta dermatológica
más frecuentes. Aunque suele deberse a una enfermedad primaria
de la piel, el prurito también puede ser reflejo de una enfermedad
sistémica, como la diabetes, los trastornos renales, hepáticos, tiroideos
o hemáticos, o el cáncer. Puede ser causado por ciertos medicamentos
orales (ácido acetilsalicílico, antibióticos, hormonas, opiáceos), el con-
tacto con irritantes (jabones, químicos) o el sarpullido (miliaria). El
prurito también puede ser un efecto colateral de la radioterapia, una
reacción a la quimioterapia o un síntoma de infección.
Consideraciones gerontológicas
El prurito puede aparecer en los adultos mayores como consecuencia
de la resequedad de la piel; sin embargo, también son más susceptibles
a tener una enfermedad sistémica que desencadene el prurito. Están
en mayor riesgo de presentar una malignidad oculta, y es más probable
que estén tomando múltiples medicamentos en comparación con la
población más joven. Todos estos factores aumentan la incidencia del
prurito en los adultos mayores.
Fisiopatología
El rascado de la zona pruriginosa provoca que las células y terminales
nerviosas inflamadas liberen histamina, lo que produce más prurito y,
de tal forma, un círculo vicioso de prurito-rascado. El rascado puede
alterar la integridad de la piel, causando excoriaciones, eritema, zonas
protuberantes (habones), infecciones o cambios en la pigmentación.
Cuadro clínico
• La comezón y el rascado suelen ser más intensos en la noche (ciclo P
comezón-rascado-comezón).
• Excoriaciones, eritema, zonas protuberantes (habones), como resul-
tado del rascado.
• Generalmente más intenso durante la noche.
• Infecciones o cambios en la pigmentación.
• Comezón debilitante en los casos graves.
Exploración y diagnóstico
• Exploración física minuciosa de la piel y obtener antecedentes para
identificar la causa subyacente del prurito (p. ej., fiebre del heno,
alergias, cambios recientes en medicamentos, cambios en cosméti-
cos o jabones).
• Identificar los signos de infección y las claves ambientales (aire caliente
o seco, ropa de cama irritante).
Tratamiento médico
Se debe identificar y tratar la causa del prurito. Se le recomienda al
paciente evitar lavarse con jabón y agua caliente.
Tratamiento farmacológico
• Los anestésicos tópicos (lidocaína, prilocaína) o las cremas de capsai-
cina pueden ser útiles para dar alivio localizado.
• Prescribir corticosteroides tópicos para reducir el prurito secundario
a enfermedades inflamatorias.
• Usar antihistamínicos orales (difenhidramina o hidroxizina); otros
antihistamínicos no sedantes no resultan de ayuda.
• Prescribir antidepresivos tricíclicos (doxepina) cuando el prurito sea
de origen neuropsicógeno.
• Los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de sero-
totina (ISRS) (p. ej., fluoxetina, sertralina) pueden ser eficaces, pero
los resultados de los estudios aún no son concluyentes.
Atención de enfermería
• Reforzar los motivos de la prescripción del régimen terapéutico.
• Recordar al paciente que al limpiarse debe usar agua tibia (no caliente)
y sacudirse los excesos de agua, cuidando de secar bien las áreas
intertriginosas (pliegues corporales) con una toalla.
P • Indicar al paciente que evite secarse vigorosamente con la toalla, ya
que puede sobreestimular la piel, provocando mayor prurito.
• Lubricar la piel con un emoliente que capture la humedad (es más
eficaz inmediatamente después del baño).
• Recomendar al paciente que evite las situaciones que causen vasodi-
latación (ambiente cálido, ingestión de alcohol, alimentos o bebi-
das calientes).
• Mantener la habitación fresca y humidificada.
• Sugerir al paciente usar ropa fresca de algodón y evitar las actividades
que produzcan sudoración.
• Indicar al paciente que evite rascarse y que se corte las uñas para
prevenir daños a la piel e infecciones.
• Cuando se desconozca la causa subyacente del prurito y se requieran
más pruebas, explicar cada una y el resultado esperado.
Para mayor información, véase capítulo 56 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Psoriasis
La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica no infecciosa de la
piel que se caracteriza por la aparición de placas plateadas, con mayor
frecuencia sobre codos, rodillas, cuero cabelludo, región lumbar y
glúteos. A menudo hay simetría bilateral. La psoriasis se puede asociar
con una artritis asimétrica negativa para factor reumatoide que aparece
en múltiples articulaciones. Se puede desarrollar un estado psoriásico
exfoliativo, en el que la enfermedad avanza hasta comprometer toda la
superficie corporal (estado psoriásico eritrodérmico). El inicio puede
ser a cualquier edad, con una media de 28 años; es más prevalente en
mujeres, caucásicos y entre personas con obesidad. La psoriasis mues-
tra un partrón de remisión y recurrencia durante toda la vida.
Fisiopatología
Las evidencias actuales sostienen que la psoriasis tiene una base
inmunitaria. La epidermis es infiltrada por linfocitos T activados y
citocinas, dando lugar a una congestión vascular y a la proliferación de
queratinocitos que traen como resultado una hiperplasia epidérmica
(sobrecrecimiento de la epidermis). Estas células epidérmicas tienden
a retener su núcleo de manera inadecuada, afectando su capacidad
para liberar lípidos que faciliten la adhesión celular. Esto da lugar a
un crecimiento rápido de células inmaduras que no se adhieren bien
entre sí, dando como resultado la presentación clásica de placas de
apariencia plateada y escamosa.
Cuadro clínico
Los síntomas van desde una molestia cosmética hasta una afección
físicamente discapacitante y desfigurante. P
• Las lesiones aparecen como parches rojos y elevados de piel cubier-
tos por escamas plateadas.
• Si se retiran las escamas, se expone la base roja de la lesión, con
múltiples puntos de sangrado.
• Los parches pueden estar secos y producir prurito.
• La alteración puede hacer que las uñas se vean picadas, decoloradas
y que se desmoronen en los bordes libres, y llevar a la separación de
la placa ungueal.
Complicaciones
Se presenta una artritis asimétrica negativa para factor reumatoide en
múltiples articulaciones en hasta el 30 % de los pacientes con psoriasis.
También se pueden ver otras complicaciones, como algunas espon-
diloartropatías, incluyendo la artritis psoriásica. Además, como conse-
cuencia de la psoriasis puede haber dermatitis exfoliativa, también
conocida como eritrodermia. Asimismo, se deben reconocer las com-
Fotoquimioterapia
La fotoquimioterapia (también conocida como fototerapia) con rayos
ultravioleta B (UVB) de banda estrecha puede ser útil en los pacientes
que no respondan bien a los tratamientos tópicos. Suele ser más eficaz
cuando se administra como rayos ultravioleta A en conjunto con un
fotosensibilizante oral (PUVA), como los psoralenos.
Terapia sistémica
• Desde hace tiempo, los preparados citotóxicos sistémicos, como el
metotrexato, han demostrado su utilidad para el tratamiento de
la psoriasis extendida que no muestra respuesta ante otras formas
de terapia.
• La ciclosporina, un péptido cíclico utilizado para prevenir el rechazo
de los órganos trasplantados, ha mostrado cierto éxito en el trata-
miento de la psoriasis grave resistente.
• La línea más reciente para el tratamiento de la psoriasis incluye un
grupo llamado agentes biológicos porque derivan de inmunomodula-
dores, proteínas resultado de la bioingeniería (como los anticuerpos
o las citocinas recombinantes), y por su acción directa sobre los lin-
focitos T. Algunos ejemplos son el infliximab, el ustekinumab, el
etanercept y el adalimumab. Cada uno tiene un mecanismo ligera-
mente diferente y todos tienen efectos colaterales significativos, por
lo que su monitorización resulta indispensable.
Atención de enfermería
Exploración
La evaluación se centra en determinar cómo está afrontando el
paciente su padecimiento cutáneo, así como en la apariencia de la piel
“normal” y de las lesiones cutáneas.
P
• Explorar las áreas particularmente afectadas: codos, rodillas, cuero
cabelludo, hendidura glútea y todas las uñas (en busca de aparien-
cia picada).
• Evaluar el impacto de la enfermedad sobre el paciente y sus estrate-
gias de afrontamiento para llevar a cabo sus actividades normales,
así como su interacción con familiares y amigos.
• Asegurar al paciente que su enfermedad no es contagiosa, que
no es reflejo de una mala higiene personal y que no representa
cáncer de piel.
• Crear un entorno en el que el paciente se sienta cómodo para
discutir asuntos importantes sobre su calidad de vida en relación
con la respuesta psicosocial y física que tendrá ante su padeci-
miento crónico.
Intervenciones de enfermería
Promover la comprensión
• Explicar con sensibilidad que no hay cura para su enfermedad y que
requerirá tratamiento de por vida; generalmente se puede controlar
el proceso patológico.
• Revisar la fisiopatología de la psoriasis y los factores que la provocan:
cualquier irritación o lesión cutánea (cortada, abrasión, quemadura
por sol), enfermedades actuales, estrés emocional, ambiente desfavo-
rable (frío) y fármacos (alertar al paciente sobre los medicamentos
de venta libre).
• Revisar y explicar el régimen terapéutico para garantizar su cumpli-
miento; ofrecer materiales didácticos además de las conversaciones
cara a cara.
Tratamiento farmacológico
Los medicamentos inmunosupresores, como los corticosteroides,
constituyen la terapéutica ideal. La densidad mineral ósea de los
pacientes que reciben corticosteroides en forma crónica requiere
vigilancia. Los suplementos de calcio y vitamina D o el tratamiento
con bisfosfonatos pueden ser de beneficio para estos pacientes, ya que
previenen una enfermedad ósea significativa.
Atención de enfermería
• Valorar el estilo de vida del paciente para determinar el riesgo de
hemorragia debido a sus actividades.
• Hacer una anamnesis sobre el uso de medicamentos, incluidos los
de venta libre, de herbolaria y los suplementos nutricios; y sobre
la presencia de enfermedades víricas recientes o manifestaciones de
cefalea o trastornos visuales (hemorragia intracraneal). Es necesario
estar alerta respecto de los medicamentos que contienen sulfas y
aquéllos que alteran la función plaquetaria (p. ej., ácido acetilsali-
cílico u otros antiinflamatorios no esteroides [AINE]). La explora-
ción física debe incluir una búsqueda exhaustiva de los signos de
hemorragia, una valoración neurológica y la determinación de las
constantes vitales.
• Capacitar al paciente para reconocer las exacerbaciones de la enfer- P
medad (aparición de petequias, equimosis); sobre cómo entrar en
contacto con el profesional de la salud; y los nombres de los medica-
mentos que inducen la PTI.
• Instruir al paciente en cuanto a la prevalencia de fatiga en aquéllos
con PTI; indagar hasta qué grado se experimenta fatiga y ofrecer
estrategias para aliviarla.
• Proveer información respecto de los medicamentos (esquema de dis-
minución gradual, si es importante), la frecuencia del recuento de
plaquetas y los medicamentos que se deben evitar.
• Para disminuir al mínimo la hemorragia, indicar al paciente que
evite todos los fármacos que interfieren con la función plaquetaria,
incluidos los tratamientos de herbolaria y los productos de venta
libre. Evitar administrar medicamentos por inyección o la vía rectal;
no se debe medir la temperatura por vía rectal.
Quemaduras
Las quemaduras son causadas por la transferencia de calor desde una
fuente externa hacia el cuerpo o la exposición a una sustancia química
o radiación.
Fisiopatología
La profundidad de las quemaduras depende de las características físi-
cas o químicas del agente que las produce y la duración del contacto
con él. La herida de la quemadura no es homogénea; por el contrario,
la necrosis tisular se produce en el centro de la lesión, con las regiones
de viabilidad del tejido hacia la periferia. La piel y la mucosa de las vías
respiratorias superiores son los sitios más frecuentes de destrucción
tisular. Las quemaduras hieren la piel, lo que conduce a una mayor
pérdida de líquidos, infecciones, hipotermia, fibrosis, inmunidad com-
prometida y cambios en la función, apariencia e imagen corporal. Los
niños pequeños y los adultos mayores se mantienen como los grupos de
mayor morbilidad y mortalidad en comparación con los individuos en
otros grupos de edad con lesiones similares. La presencia de lesiones
por inhalación, además de las quemaduras cutáneas, agrava el pro-
nóstico. Las quemaduras se clasifican por su gravedad (p. ej., mayor,
menor), tipo (p. ej., térmicas, químicas, por radiación), profundidad
de la destrucción tisular (grado) y amplitud (magnitud del área de
superficie corporal quemada).
Profundidad y amplitud de la quemadura
Profundidad
La profundidad de una quemadura depende del tipo de lesión, el
agente que la causa, la temperatura de éste, la duración del contacto
con el agente y el espesor de la piel. Las quemaduras se clasifican según
la profundidad de la destrucción tisular en:
• Quemaduras superficiales de espesor parcial (similares a las de pri-
mer grado), como las quemaduras solares: se destruye la epidermis y,
posiblemente, una porción de la dermis.
• Quemaduras profundas de espesor parcial (similares a las de segun-
do grado), como una escaldadura: se lesionan la epidermis y las áreas
superiores a profundas de la dermis.
615
Consideraciones gerontológicas
Los adultos mayores están en mayor riesgo de sufrir quemaduras
debido a la disminución de su coordinación, capacidad cognitiva,
fuerza, sensibilidad y visión. El fuego es la etiología más frecuente
de las quemaduras en el adulto mayor; aumenta la mortalidad entre
las edades de 60 y 80 años, en comparación con la de los adultos
más jóvenes. Los factores predisponentes y los antecedentes de salud
en el adulto mayor influyen en la complejidad de la atención de
estos pacientes. La función pulmonar en el anciano es limitada y,
por lo tanto, el intercambio respiratorio, la elasticidad pulmonar y la
ventilación pueden verse afectados. Esto puede agravarse por el taba-
Q quismo. La disminución de la función cardíaca y la enfermedad coro-
naria aumentan el riesgo de complicaciones en los pacientes de edad
avanzada con lesiones por quemaduras; las alteraciones en la función
renal y hepática pueden afectar el metabolismo de los medicamen-
tos. La desnutrición y la presencia de diabetes u otros trastornos
endocrinos presentan desafíos a la nutrición y requieren vigilancia
estrecha. Al momento del ingreso o en el curso de la atención, los
pacientes se pueden presentar con grados variables de orientación, lo
que hace que la valoración del dolor y la ansiedad se vuelvan un reto
para el equipo de quemaduras. La piel de los adultos mayores es más
delgada y menos elástica, lo cual afecta la profundidad de la lesión y
su capacidad para sanar.
Cuadro clínico
El cuadro clínico varía según la profundidad, el grado, la ubicación y
el mecanismo de lesión de la quemadura.
• Quemaduras de primer grado (superficiales): hormigueo, hipereste-
sia, dolor que se calma con la aplicación de frío, áreas eritematosas
que se muestran de color blanco al presionarlas, edema mínimo o
nulo, posibles ampollas, descamación, picazón.
• Quemaduras de segundo grado (espesor parcial): dolor; hipereste-
sia; muestran sensibilidad a las corrientes de aire; ampollas, man-
chas con base eritematosa; alteración de la epidermis; superficie
con exudación; edema.
• Quemaduras de tercer grado (espesor total): entumecimiento (sin
sensibilidad); shock; mioglobinuria; posible hemólisis; es posible
que sean visibles los puntos de contacto (p. ej., heridas de entrada
o salida en las quemaduras por electricidad); piel de color blanco
pálido, rojo marrón, coriácea o carbonizada; pueden verse vasos coa-
gulados; edema.
• Quemaduras de cuarto grado (todo el espesor, incluye grasa, fas-
cia, músculo o hueso): shock, mioglobinuria, posible hemólisis,
piel carbonizada.
Otros síntomas asociados con una quemadura mayor incluyen:
• Inestabilidad hemodinámica por la pérdida de la integridad capilar.
• Desplazamiento subsecuente de proteínas y sodio desde el espa-
cio intravascular hacia el espacio intersticial, lo que produce shock Q
hipovolémico.
• Perfusión insuficiente de órganos.
• Sepsis, síndrome de dificultad respiratoria aguda, íleo e insuficien-
cia renal.
• Anomalías de la coagulación.
Las quemaduras por inhalación se pueden reconocer por los
siguientes síntomas y signos:
• Presencia de quemaduras en cara y cuello, pelo nasal chamuscado
y hollín alrededor de las narinas externas.
• Ronquera, cambio de voz aguda, estridor.
Profilaxis
El personal de enfermería en el entorno comunitario y en el domicilio
del paciente puede impartir capacitación sobre cómo llevar a cabo la
profilaxis contra quemaduras, sobre todo entre los adultos mayores
y los niños.
Para los adultos mayores
• El alcohol deteriora en gran medida el juicio y la capacidad; fumar
en la cama mientras se está intoxicado es una causa frecuente de
incendios.
• Las discapacidades cognitivas y sensoriales pueden disminuir el
tiempo de reacción en el reconocimiento de un incendio y pueden
retrasar la evacuación; las limitaciones en la movilidad también pue-
den demorar el escape de un incendio.
Para los niños
• Mantener los fósforos y encendedores o mecheros fuera del alcance
de los niños.
• Enfatizar la importancia de nunca dejar a los niños desatendidos
cerca del fuego.
• Recomendar el desarrollo y la práctica de un simulacro de incendio
para salir de casa con todos los miembros de la familia.
• Advertir que las planchas y rizadores calientes deben mantenerse
fuera del alcance de los niños.
• Recomendar precaución en las situaciones donde los niños tienen
Q acceso a agua muy caliente, como bañeras y grifería; la temperatura
de un calentador de agua debe ser menor de 49 °C.
• Advertir que las ollas o teteras nunca deben dejarse desatendidas en
la estufa.
Tratamiento médico
Los objetivos principales del tratamiento de las quemaduras son la
profilaxis, la exploración rápida de la gravedad de la quemadura,
la instauración de medidas de salvamento para la persona grave-
mente quemada, la prevención de la discapacidad y la desfigura-
ción, y la rehabilitación.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Atención a las principales prioridades de todo paciente traumati-
zado (vías respiratorias, respiración y circulación); la lesión por la
quemadura es una consideración secundaria, aunque se debe conti-
nuar el tratamiento aséptico de las quemaduras y las líneas invasivas.
• Valorar las circunstancias en torno a la lesión: hora, mecanismo de
la quemadura, si ésta ocurrió en un espacio cerrado, la posibilidad
de inhalación de productos químicos nocivos y todo lo relacionado
con el traumatismo.
• Monitorizar las constantes vitales con frecuencia, incluyendo la
temperatura; y evaluar los pulsos apical, carotídeo y femoral, espe-
cialmente en las áreas donde haya quemaduras circunferenciales
de una extremidad.
• Evaluar los ruidos respiratorios y la frecuencia, ritmo, profundidad
y simetría de la respiración; vigilar si se presenta hipoxia.
• Observar si hay signos de lesiones por inhalación: ampollas de los
labios o la mucosa bucal; fosas nasales chamuscadas; quemaduras de
cara, cuello o pecho; aumento de la ronquera; u hollín en el esputo
o las secreciones respiratorias.
• Evaluar la frecuencia cardíaca si está indicado (p. ej., inicialmente y
si hay antecedentes de problemas cardíacos o respiratorios, lesiones
por electricidad).
• Valorar los pulsos periféricos en las extremidades quemadas cada
hora; utilizar ecografía Doppler según necesidad.
• Evaluar la suficiencia de la ingestión de líquidos (soluciones i.v.)
según la extensión de la superficie corporal quemada y la diuresis
(sonda vesical) y medir cada hora. Registrar la cantidad de orina
obtenida cuando se introduce la sonda (es indicador de la función
renal antes de la quemadura y el estado de los líquidos).
Q
• Medir y valorar la temperatura corporal, el peso corporal, los antece-
dentes de peso previos a la quemadura, alergias, vacuna antitetánica,
problemas de tipo médico-quirúrgico, enfermedades actuales y uso
de medicamentos.
• Hacer que los pacientes con quemaduras faciales sean evaluados en
relación con posibles lesiones de córnea y de las vías respiratorias.
• Continuar la evaluación del grado de la quemadura; valorar la pro-
fundidad de la herida e identificar las áreas de las lesiones parciales
o totales.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Insuficiente intercambio de gases relacionado con intoxicación por
monóxido de carbono, inhalación de humo y obstrucción de vías
respiratorias superiores.
• Aclaramiento ineficaz de las vías aéreas por el edema y los efectos de
la inhalación de humo.
• Alteración de la función hemodinámica debido a edema y desplaza-
miento de líquido.
• Volumen de líquido deficiente relacionado con un aumento de la
permeabilidad capilar y con pérdidas por evaporación por la herida
de la quemadura.
• Hipotermia relacionada con la pérdida de la microcirculación de la
piel y las heridas abiertas.
• Mayor riesgo de infección debido a la interrupción de la integridad
de la piel.
• Dolor agudo relacionado con lesión de nervios y tejidos.
• Ansiedad relacionada con el miedo y el impacto emocional de las
quemaduras.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
Otras posibles complicaciones son: insuficiencia respiratoria aguda,
shock distributivo, insuficiencia renal aguda, síndrome compartimen-
tal, íleo paralítico y úlcera de Curling.
Q Intervenciones de enfermería
PROMOVER EL INTERCAMBIO DE GASES Y LA PERMEABILIDAD DE LAS VÍAS RESPIRATORIAS
• Proporcionar oxígeno humidificado y monitorizar la gasometría
arterial, la oximetría de pulso y las concentraciones de carboxihe-
moglobina.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
RESTAURAR EL EQUILIBRIO NORMAL DE LOS LÍQUIDOS
• Monitorizar la ingestión oral e intravenosa de líquidos; utilizar bom-
bas de infusión intravenosa.
• Medir los ingresos y egresos, así como el peso diario.
• Informar al médico sobre los cambios observados (p. ej., en presión
arterial, pulso).
PROMOVER EL INTERCAMBIO GASEOSO Y LA PERMEABILIDAD DE LAS VÍAS RESPIRATORIAS
• Monitorizar la frecuencia y el esfuerzo respiratorios.
• Elevar la cabecera de la cama para mejorar la ventilación y disminuir
los efectos del edema.
• Si el paciente está intubado debido a una lesión por inhalación,
implementar estrategias para prevenir la neumonía asociada con el
uso del ventilador.
PREVENIR LAS INFECCIONES
• Proporcionar un ambiente limpio y seguro; proteger al paciente de
las fuentes de contaminación cruzada (p. ej., visitantes, otros pacien-
tes, personal, equipo).
• Evaluar de manera estrecha la herida para detectar los signos tem-
pranos de infección.
• Monitorizar los resultados de los cultivos y los recuentos leucocitarios.
• Practicar una técnica limpia para los procedimientos de curación de
Q heridas y una técnica aséptica para todos los procedimientos invasi-
vos. Mantener una higiene meticulosa antes y después del contacto
con el paciente.
• Advertir al paciente de evitar tocar sus heridas o vendajes; lavar las
zonas no quemadas y cambiar la ropa de cama de manera regular.
• Evaluar la temperatura con regularidad. La hipertermia es frecuente en
los casos con quemaduras graves; sin embargo, el aumento en la tem-
peratura central puede deberse también a bacteriemia o septicemia.
MANTENER UNA NUTRICIÓN ADECUADA
• Iniciar con líquidos por vía oral en forma lenta cuando se vuelvan a
escuchar borborigmos: registrar tolerancia; si no se presentan vómitos
y distensión, los líquidos pueden incrementarse en forma gradual y el
paciente puede empezar a recibir una dieta normal o por sonda.
• Colaborar con el personal de nutrición para planificar una dieta rica
en calorías y proteínas aceptable para el paciente. Alentar a la familia a
PROCESO DE ENFERMERÍA
Q
Fase de rehabilitación
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Intolerancia a la actividad relacionada con dolor al hacer ejercicio,
movilidad articular limitada, atrofia muscular y resistencia limitada.
• Deterioro de la imagen corporal relacionada con alteraciones del
aspecto y el autoconcepto.
• Problemas de movilidad física debido a la presencia de contracturas
o cicatrices hipertróficas.
• Desconocimiento de las necesidades de recuperación y de asistencia
en el hogar.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
Q • Contracturas.
• Adaptación psicológica insuficiente a las quemaduras.
Planificación y objetivos
Entre las metas por cumplir están el aumento de la movilidad y la par-
ticipación en las actividades de la vida diaria; mayor comprensión de la
lesión, el tratamiento y la atención de seguimiento prevista; el afronta-
miento de las alteraciones en la imagen corporal, el autoconcepto y el
estilo de vida; y la ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
PROMOVER LA TOLERANCIA A LA ACTIVIDAD
• Programar la atención para permitir períodos de sueño ininterrum-
pidos. Administrar hipnóticos, según la prescripción, para promo-
ver el sueño.
Sarcoma de Kaposi
El sarcoma de Kaposi (SK) es el cáncer más frecuentemente rela-
cionado con la infección por VIH; afecta la capa endotelial de los
vasos sanguíneos y linfáticos. En las personas con sida, el SK de
tintes epidémicos se observa con mayor frecuencia en los varones,
homosexuales y bisexuales. El SK relacionado con el sida muestra una
evolución variable y agresiva que va desde lesiones cutáneas localiza-
das hasta la enfermedad diseminada, que afecta múltiples órganos,
aparatos y sistemas.
Cuadro clínico
• Pueden ocurrir lesiones cutáneas en cualquier parte del cuerpo, por
lo general de color rosado pardusco hasta púrpura intenso. Caracte-
rísticamente se presentan como lesiones de la piel en las extremida-
des inferiores.
• Las lesiones pueden ser planas o elevadas, y rodeadas por equimosis
y edema; se desarrollan con rapidez y causan una gran desfiguración.
• La localización y el tamaño de las lesiones pueden llevar a estasis
venosa, linfedema y dolor. Los nodos linfáticos, el tubo digestivo
y los pulmones son sitios frecuentes de afección visceral.
• La alteración de los órganos internos puede, en un momento dado,
llevar a la insuficiencia de órganos, hemorragia, infección y muerte.
Exploración y diagnóstico
• El diagnóstico se confirma mediante biopsia de las lesiones sospechosas.
• El pronóstico depende de la extensión del tumor, la presencia de otros
síntomas de infección por VIH y el recuento de linfocitos CD4+.
• Los datos histopatológicos indican que la muerte ocurre por avance
del tumor, pero más a menudo por otras complicaciones de la infec-
ción por VIH.
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en disminuir el tamaño de las lesio-
nes cutáneas y, así, aliviar los síntomas, aminorar las molestias vincula-
das con el edema y las ulceraciones, y controlar los síntomas relacio-
nados con la afección de la mucosa o visceral. Ningún tratamiento ha
mostrado mejorar las tasas de supervivencia. La radioterapia es eficaz
como medida paliativa para aliviar el dolor localizado secundario a la
631
masa tumoral (en especial en las piernas) y para las lesiones de SK que
se encuentran en sitios como la mucosa bucal, la conjuntiva, la cara y
las plantas de los pies.
Tratamiento farmacológico
• Los pacientes con SK cutáneo tratado con interferón α (IFN-α) han
experimentado regresión tumoral y mejoramiento de la función del
sistema inmunitario.
• El IFN-α se administra por las vías intravenosa, intramuscular y sub-
cutánea. Los pacientes pueden autoadministrarse interferón en casa
o recibirlo en un servicio de atención externa.
• Se pueden usar fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE)
y opiáceos.
Atención de enfermería
• Prestar mucha atención al cuidado de la piel, que incluya cambios
de posición regulares, limpieza y aplicación de ungüentos y apósitos
medicados.
• Administrar analgésicos a intervalos regulares de manera constante.
• Instruir al paciente en cuanto a la relajación y las imágenes guiadas,
que pueden ser útiles para aminorar el dolor y la ansiedad.
• Capacitar al paciente para autoadministrarse su IFN-α en casa o
hacer los arreglos necesarios para que la reciba en un servicio de
atención externa.
• Respaldar al paciente en el afrontamiento de la desfiguración por
el trastorno; recalcar que las lesiones son temporales, cuando sea
aplicable (después de discontinuar la inmunoterapia).
• Proveer atención de sostén y tratamiento, según prescripción, para
disminuir al mínimo el dolor y el edema, tratar las complicaciones y
promover la cicatrización.
Para mayor información, véase capítulo 56 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
S
Shock anafiláctico
El shock anafiláctico es causado por una reacción alérgica grave cuando
un paciente que ya ha producido anticuerpos contra una sustancia
extraña (antígeno) se vuelve a exponer a éste y desarrolla una reac-
ción antígeno-anticuerpo sistémica, específicamente, una respuesta
mediada por la inmunoglobulina E (IgE).
Factores de riesgo
• Antecedentes de reacciones alérgicas.
• Antecedentes de reacciones a fármacos.
Fisiopatología
La reacción antígeno-anticuerpo provoca que los mastocitos liberen
sustancias vasoactivas potentes, como la histamina y la bradicinina,
y activa las citocinas inflamatorias, causando una vasodilatación
generalizada y permeabilidad capilar. La mayor parte de los desen-
cadenantes habituales son los alimentos (sobre todo el maní), los
medicamentos y los insectos.
La anafilaxia tiene tres características distintivas:
• Inicio agudo de los síntomas.
• Dos o más de las siguientes alteraciones: compromiso respiratorio,
descenso de la presión arterial, problemas gastrointestinales e irrita-
ción cutánea o mucosa.
• Compromiso cardiovascular.
Cuadro clínico
Los signos y síntomas se presentan en 5-30 min desde la exposición
al antígeno; sin embargo, en ocasiones se pueden ver las reacciones
horas después:
• Cefalea.
• Mareos.
• Náuseas, vómitos, dolor y molestias abdominales agudas.
• Prurito.
• Sensación de muerte inminente.
• Eritema difuso y rubor generalizado.
• Dificultades respiratorias (edema laríngeo), broncoespasmos.
• Disritmias cardíacas.
• Hipotensión.
La anafilaxia grave incluye las siguientes manifestaciones: S
• Inicio rápido de la hipotensión.
• Compromiso neurológico.
• Dificultades respiratorias.
• Paro cardíaco.
Tratamiento médico
• Identificar y eliminar el agente causal (p. ej., antibióticos).
• Asegurarse de que se disponga de accesos i.v. de manera oportuna.
• Administrar medicamentos para restaurar el tono vascular.
• Manejar los líquidos, en vista de los cambios masivos en el equilibrio
de éstos.
S
Shock cardiogénico
El shock cardiogénico se produce cuando la capacidad del corazón
de contraerse y bombear la sangre se ve alterada y el suministro de
oxígeno resulta insuficiente para el corazón y los tejidos. Las causas
del shock cardiogénico se conocen como coronarias o no coronarias.
El primero es más frecuente que el segundo, y se ve más a menudo
en los pacientes con infarto agudo de miocardio (IAM). Las causas
del shock cardiogénico no coronario se vinculan con las alteraciones
que generan estrés en el miocardio (p. ej., hipoxemia grave, acidosis,
hipoglucemia, hipocalcemia y neumotórax a tensión) y que dan lugar a
Atención de enfermería
Profilaxis
• Identificar a los pacientes en riesgo de sufrir shock cardiogénico de
manera temprana.
• Promover una oxigenación adecuada del músculo cardíaco y reducir
la carga de trabajo del corazón (p. ej., conservar energía, aliviar el
dolor, administrar oxígeno).
Monitorización hemodinámica
• Monitorizar el estado hemodinámico y cardíaco: mantener los accesos
arteriales, las sondas de AP y el equipo electrocardiográfico (ECG).
• Anticipar las necesidades de medicamentos, soluciones i.v. y diver-
sos equipos.
• Documentar e informar con prontitud cualquier cambio en el estado
hemodinámico, cardíaco o pulmonar.
Administración de medicamentos y soluciones
Administrar soluciones y medicamentos i.v. (p. ej., inotrópicos-crono-
trópicos y vasodilatadores) de manera segura y precisa.
Shock hipovolémico
El shock hipovolémico, el tipo más frecuente de shock, se caracteriza
por un descenso marcado en el volumen intravascular, el cual puede
ser provocado por pérdidas externas de líquido, como cuando ocurren
pérdidas de sangre por traumatismos, o por cambios internos, como
en la deshidratación intensa, el edema grave o la ascitis. Las disminu-
ciones del volumen sanguíneo dan lugar a un menor retorno venoso
y a la subsiguiente reducción del llenado ventricular, un volumen sis-
tólico y gasto cardíaco menores, y un descenso de la perfusión tisular.
Consideraciones gerontológicas
En los pacientes ancianos, la deshidratación puede ser la causa del
shock hipovolémico.
Cuadro clínico
• Menor presión venosa, mayor resistencia periférica, taquicardia.
• Piel fría y húmeda, palidez, sed y diaforesis.
• Sensorio alterado, oliguria, acidosis metabólica y taquipnea.
• Criterio más confiable: presión arterial (PA).
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en restaurar el volumen intravascu-
lar, redistribuir el volumen de líquidos y corregir las causas subyacen-
tes tan pronto como sea posible. Si el paciente presenta hemorragia, se
detiene el sangrado aplicando presión o mediante cirugía. La diarrea
y el vómito se tratan con medicamentos.
Reemplazo de líquidos y sangre
• Se colocan al menos dos accesos i.v. de calibre grande para admi-
nistrar soluciones, medicamentos y sangre. Si no se puede obtener
un catéter i.v. de manera rápida, se puede usar un catéter intraóseo
para acceder al esternón, las piernas, los brazos o la pelvis, para faci-
litar un reemplazo rápido de líquidos.
• Se administra solución Ringer lactato, coloides (p. ej., albúmina,
Hetastarch®) o solución de cloruro de sodio al 0,9 % (solución S
salina normal) para restaurar el volumen intravascular.
• Si la hipovolemia se debe sobre todo a la pérdida de sangre, el Ame-
rican College of Surgeons recomienda administrar 3 ml de solución
cristaloide por cada mililitro de pérdida estimada de sangre.
• Los productos sanguíneos sólo se usan si no hay otras opciones dis-
ponibles o si la pérdida de sangre es profusa y acelerada.
Redistribución de los líquidos
Colocar al paciente en una posición adecuada ayuda a la redistribución
de los líquidos. Se recomienda usar una posición de Trendelenburg
modificada en caso de shock hipovolémico. La elevación de las piernas
promueve el retorno de sangre venosa.
Tratamiento farmacológico
Si la administración de soluciones no logra revertir el shock hipo-
volémico, se aplican medicamentos vasoactivos que prevengan la
insuficiencia cardíaca. También se proporcionan medicamentos que
reviertan las causas de la deshidratación (p. ej., insulina para la dia-
betes o acetato de desmopresina [DDAVP] para la diabetes insípida).
Atención de enfermería
• Monitorizar de cerca al paciente en riesgo de presentar deshidrata-
ción (menores de 1 año y mayores de 65 años).
• Apoyar con el reemplazo de los líquidos antes de que disminuya el
volumen.
• Garantizar la administración segura de los soluciones y medicamen-
tos prescritos y documentar los efectos.
• Reducir el miedo y la ansiedad por el uso de una máscara de oxígeno,
dando explicaciones al paciente y calmándolo de manera frecuente.
• Monitorizar e informar rápidamente cualquier signo de complica-
ción o efecto del tratamiento.
• Vigilar al paciente de cerca en busca de efectos adversos.
• Monitorizar en busca de sobrecarga cardiovascular y signos de
dificultad respiratoria y edema pulmonar: presión hemodinámica,
constantes vitales incluyendo temperatura, gasometría arterial, con-
centraciones séricas de lactato, hemoglobina y hematocrito, presión
vesical e ingresos y egresos de líquidos.
• Evaluar cambios en el estado respiratorio: el síndrome coronario
agudo (SCA) también es una posible complicación de una restaura-
ción excesiva de líquidos y puede aparecer con síntomas respiratorios.
Consideraciones gerontológicas
El riesgo de aparición de estas complicaciones aumenta en los adultos
mayores y en los pacientes con cardiopatías preexistentes.
Para mayor información, véase capítulo 15 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
S
Shock neurogénico
El shock neurogénico es un estado que resulta de la pérdida de tono
simpático, provocando hipovolemia relativa.
Factores de riesgo
• Lesión de médula espinal.
• Anestesia espinal.
• Daño al sistema nervioso.
• La acción depresora de ciertos medicamentos.
• Hipoglucemia.
Fisiopatología
La estimulación simpática causa la constricción del músculo liso vascular,
mientras que la estimulación parasimpática provoca que el músculo liso
vascular se relaje o dilate. La vasodilatación se presenta como resultado
de un desequilibrio entre la estimulación simpática y la parasimpática. La
estimulación parasimpática predominante que ocurre durante el shock
neurogénico produce una disminución drástica de la resistencia vascular
sistémica del paciente y bradicardia. Una presión arterial (PA) inade-
cuada, a pesar de un volumen sanguíneo correcto, da lugar a una perfu-
sión tisular y celular insuficiente, común a todos los estados de shock.
Cuadro clínico
Los síntomas son consistentes con los signos de la estimulación para-
simpática:
• Piel seca y caliente.
• Bradicardia.
Tratamiento médico
• Restaurar el tono simpático (p. ej., estabilizar la lesión espinal o
reposicionar al paciente con anestesia espinal).
• El tratamiento específico depende de las causas del shock.
Atención de enfermería
• Elevar la cabecera de la cama al menos 30° en caso de anestesia espi-
nal o epidural.
• Inmovilizar al paciente si se piensa que la lesión de la médula espinal
puede causar mayor daño.
• Buscar dolor de extremidades inferiores, eritema, hipersensibilidad
o calor, que puedan sugerir el desarrollo de tromboembolia venosa.
• Realizar ejercicios pasivos que abarquen toda la amplitud de movi-
miento para promover la circulación.
• Usar dispositivos de compresión neumática combinados con fárma-
cos antitrombóticos (p. ej., heparina de bajo peso molecular).
• Buscar signos de hemorragia interna.
Para mayor información, véase capítulo 15 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL, S
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Shock séptico
El shock séptico, la forma más frecuente de shock circulatorio, es cau-
sado por una infección diseminada o sepsis, y es la principal causa de
muerte en los pacientes en cuidados intensivos por razones no coro-
narias. Los patógenos más habituales son las bacterias gramnegativas.
Otros agentes infecciosos, como las bacterias grampositivas (cada vez
más), los virus y los hongos, también pueden causar shock séptico.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo del shock séptico incluyen el uso creciente de
procedimientos invasivos y equipos médicos permanentes; un mayor
número de microorganismos resistentes a los antibióticos; y que la
población cada vez envejece más. Otros pacientes en riesgo son los
desnutridos o insumosuprimidos, aquéllos con enfermedades cróni-
cas (p. ej., diabetes, hepatitis), y los que se someten a cirugías u otros
procedimientos invasivos, sobre todo en caso de cirugía de emergencia
o múltiples operaciones.
Consideraciones gerontológicas
Los ancianos son particularmente propensos a la sepsis debido a sus
menores reservas fisiológicas y a un sistema inmunitario envejecido.
Fisiopatología
Tradicionalmente, las bacterias gramnegativas han sido las de mayor
participación en el shock séptico. Sin embargo, las bacterias gramposi-
tivas, los virus y los hongos también pueden causarlo. La invasión por
parte de los microorganismos produce una respuesta inmunitaria, la
cual activa citocinas y mediadores bioquímicos asociados con una res-
puesta inflamatoria y provoca numerosos efectos que llevan al shock.
La mayor permeabilidad capilar tiene como resultado la pérdida de
líquidos de los capilares. La inestabilidad capilar y la vasodilatación
dan lugar a una perfusión inadecuada de oxígeno e interfieren con
el transporte de nutrimentos a las células y los tejidos. Las citocinas
proinflamatorias y antiinflamatorias liberadas durante la respuesta
inflamatoria activan el sistema de coagulación, que comienza a for-
mar los coágulos sin importar si hay o no sangrado. Esto da origen a
oclusiones microvasculares que empeoran el deterioro de la perfusión
celular y causan un consumo inadecuado de los factores de coagula-
ción. La sepsis es un proceso progresivo, sin signos ni síntomas clínicos
claramente identificables ni una evolución predecible.
Cuadro clínico
S En las etapas tempranas del shock séptico se observa:
• Una presión arterial (PA) que puede permanecer en los límites nor-
males (o mostrar hipotensión que responde a soluciones).
• Frecuencias cardíaca y respiratoria elevadas.
• Gasto cardíaco aumentado con vasodilatación.
• Hipertermia (febril) con piel caliente y ruborizada, pulso rebotante.
• Diuresis normal o disminuida.
• Estado gastrointestinal comprometido (p. ej., náuseas, vómitos, dia-
rrea o motilidad gástrica reducida).
• Cambios sutiles en el estado mental (p. ej., confusión o agitación).
• Elevación del recuento leucocitario, la proteína C reactiva (PCR) y
las concentraciones de procalcitonina.
Consideraciones gerontológicas
El shock séptico se puede manifestar con signos clínicos atípicos o
que causan confusión. Se debe sospechar shock séptico en todo adulto
mayor que desarrolle un estado confusional agudo de causa descono-
cida, taquipnea o hipotensión.
Tratamiento médico
• La evaluación e identificación temprana de la fuente ayuda a guiar
las intervenciones.
• Se toman muestras de sangre, esputo, orina, drenaje de heridas
y puntas de los catéteres a permanencia con el fin de identificar
y eliminar las posibles causas de infección antes de comenzar la
antibioticoterapia.
• Se eliminan las posibles vías de infección (se reubican los accesos
i.v. de ser necesario). Se drenan los abscesos y se desbridan las áreas
necrotizadas.
• Se instaura el reemplazo de líquidos, incluyendo una prueba de
sobrecarga de líquidos con cristaloides o coloides.
• Monitorizar PA, presión venosa central (PVC), diuresis y concentra-
ciones séricas de lactato para evaluar la eficacia de la restauración
de líquidos.
Tratamiento farmacológico
• Se comienza con antibióticos de amplio espectro, idealmente dentro
de la primera hora de tratamiento. S
• Puede ser necesario utilizar fármacos vasopresores o inotrópicos para
mejorar la perfusión tisular y dar soporte al miocardio.
• Los paquetes eritrocitarios ayudan al suministro de oxígeno y su
transporte a los tejidos.
• Los bloqueantes neuromusculares y los sedantes reducen las deman-
das metabólicas y dan comodidad al paciente.
• Se debe iniciar la profilaxis contra la trombosis venosa profunda
con dosis bajas de heparina no fraccionada o heparina de bajo peso
molecular, en combinación con la prevención mecánica (p. ej., dis-
positivos de compresión secuencial).
• Añadir la profilaxis contra úlceras por presión (p. ej., bloqueantes H2
e inhibidores de la bomba de protones).
Tratamiento nutricio
• Se proporcionan suplementos nutricios de manera intensiva (con
alto contenido de proteínas) dentro de las primeras 24-48 h desde el
ingreso a cuidados intensivos.
• Se prefiere la alimentación enteral.
Atención de enfermería
Identificar a los pacientes en riesgo de sepsis y shock séptico.
Tratamiento farmacológico
• Nitratos (nitroglicerina) para aumentar el suministro de oxígeno
mediante la vasodilatación.
• Anticoagulantes (ácido acetilsalicílico, heparina no fraccionada o de
bajo peso molecular) para prevenir la formación de coágulos.
• Analgésicos (sulfato de morfina) para reducir el dolor y la ansiedad,
y para disminuir la carga de trabajo del corazón.
• Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) para
disminuir la presión arterial y reducir la demanda de oxígeno del
miocardio; si Ios IECA no son apropiados, utilizar un antagonista
del receptor de angiotensina (ARA).
• Usar β-bloqueantes para las arritmias si se requieren en un princi-
pio, o administrarlos dentro de las 24 h siguientes a la admisión si
no se necesitan desde el inicio.
• Los medicamentos trombolíticos (alteplasa y reteplasa) deben admi-
nistrarse tan pronto como sea posible al inicio de los síntomas, por
lo general dentro de los 30 min posteriores a la llegada del paciente;
se pueden iniciar cuando no exista un acceso oportuno al trata-
miento de la intervención coronaria percutánea.
Intervención coronaria percutánea urgente
• Derivar al paciente con infarto de miocardio con elevación del
segmento ST al laboratorio de cateterismo cardíaco para una inter-
vención coronaria percutánea urgente, por lo general dentro de los
60 min posteriores a su llegada al centro.
• La intervención coronaria percutánea trata la lesión ateroesclerótica
subyacente mediante angioplastia con balón, colocación de endopró-
tesis (stents), aterectomía o braquiterapia, para abrir el vaso ocluido.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
Obtener los datos iniciales sobre el estado actual del paciente para S
la comparación con el estado a lo largo del tratamiento. Incluir los
antecedentes de dolor o malestar torácico, dificultad para respirar
(disnea), palpitaciones, fatiga inusual, desmayos (síncope) u otros
posibles indicadores de isquemia miocárdica. Realizar una explora-
ción física enfocada, que es crucial para detectar complicaciones y
cualquier cambio en el estado. El examen debe incluir lo siguiente:
• Valorar el nivel de consciencia.
• Evaluar el dolor de tórax (hallazgo clínico más importante).
• Determinar la frecuencia y el ritmo cardíacos; las arritmias pueden
indicar que no hay suficiente oxígeno en el miocardio.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Riesgo de perfusión disminuida del tejido cardíaco asociado con
una reducción del flujo sanguíneo coronario.
• Desequilibrio hídrico.
• Riesgo de ineficacia en la perfusión del tejido periférico relacionada
con la disminución del gasto cardíaco que se relaciona con la disfun-
ción ventricular izquierda.
• Ansiedad asociada con los episodios cardíacos y la muerte.
• Conocimiento deficiente sobre el autocuidado posterior al sín-
drome coronario agudo.
Intervenciones de enfermería
ALIVIAR EL DOLOR Y OTROS SIGNOS Y SÍNTOMAS DE ISQUEMIA
• Administrar oxígeno junto con terapia medicamentosa para ayudar
a aliviar los síntomas (inhalar oxígeno reduce el dolor asociado con
concentraciones bajas de oxígeno en la circulación).
• Monitorizar las constantes vitales con frecuencia, mientras persista
el dolor.
• Ayudar al paciente a descansar con la cabecera de la cama elevada o
en silla cardíaca para disminuir las molestias en el pecho y la disnea.
MEJORAR LA FUNCIÓN RESPIRATORIA
• Evaluar la función respiratoria para detectar los signos tempranos de
complicaciones.
• Monitorizar el volumen para evitar la sobrecarga de líquidos.
• Alentar al paciente a que respire profundamente y cambie de posi-
ción con frecuencia para mantener una ventilación eficaz de los
pulmones.
PROMOCIÓN DE LA PERFUSIÓN ADECUADA DEL TEJIDO
• Mantener al paciente en cama o en silla de descanso para reducir el
consumo de oxígeno del miocardio.
• Comprobar la temperatura de la piel y los pulsos periféricos con
frecuencia para determinar la perfusión adecuada del tejido.
REDUCCIÓN DE LA ANSIEDAD
• Desarrollar una relación de confianza y cuidado con el paciente; pro-
porcionarle a él y a su familia información de una manera honesta
y solidaria.
• Asegurar un ambiente tranquilo, evitar interrupciones que pertur-
ben el sueño y proporcionar apoyo espiritual con base en las creen-
cias del paciente. Las terapias alternativas, como la terapia con ani-
males, han demostrado relajar a los pacientes y reducir la ansiedad.
• Ofrecer oportunidades frecuentes y privadas para que comparta sus
preocupaciones y temores.
• Proporcionar un ambiente de aceptación para ayudar al paciente a
saber que sus sentimientos son normales y realistas. S
VIGILANCIA Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
Monitorizar de cerca los signos y síntomas cardinales que señalan el
inicio de complicaciones, incluyendo cambios en la frecuencia y el rit-
mo cardíacos, ruidos cardíacos, presión arterial, dolor de tórax, estado
respiratorio, diuresis, color y temperatura de la piel, estado mental,
cambios en el electrocardiograma y valores de laboratorio.
PROMOCIÓN DEL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Identificar las prioridades del paciente, proporcionar una capacita-
ción adecuada sobre una vida saludable para el corazón y facilitar la
participación del paciente en un programa de rehabilitación cardíaca.
Síndrome de Cushing
El síndrome de Cushing es resultado de una actividad excesiva de la
corteza suprarrenal. A menudo es causado por el uso de corticosteroi-
des y suele ser consecuencia de la producción excesiva de corticoste-
roides secundaria a la hiperplasia de la corteza suprarrenal. Puede ser
provocado por varios mecanismos, incluyendo un tumor hipofisario
o, menos frecuentemente, una malignidad ectópica que produce corti-
Exploración y diagnóstico S
Los tres exámenes necesarios para diagnosticar el síndrome de
Cushing son cortisol sérico, cortisol urinario y pruebas de supresión
de dosis bajas de dexametasona. Se requiere que el resultado de al
menos dos de estas tres pruebas sea inequívocamente anómalo para
diagnosticar el síndrome de Cushing.
• Prueba de supresión de dexametasona durante la noche para me-
dir las concentraciones plasmáticas de cortisol (los medicamentos,
la obesidad, la depresión y el estrés pueden aumentar el número de
falsos positivos).
Tratamiento médico
El tratamiento suele dirigirse a la hipófisis, porque la mayoría de los
casos se deben a tumores hipofisarios más que de la corteza suprarrenal.
• La extirpación quirúrgica del tumor por hipofisectomía transesfe-
noidal suele ser el tratamiento de elección (80 % de éxito).
• La radiación de la glándula hipófisis es exitosa, pero lleva varios
meses controlar los síntomas.
• La suprarrenalectomía se realiza en los pacientes con hipertrofia
suprarrenal primaria.
• Después de la cirugía, la terapia de reemplazo temporal con hidro-
cortisona puede ser necesaria durante varios meses, hasta que las
glándulas suprarrenales comiencen a responder de manera normal.
• Si se realizó una suprarrenalectomía bilateral, es necesario el reem-
plazo de por vida de las hormonas de la corteza suprarrenal.
• Pueden utilizarse los inhibidores de las enzimas suprarrenales (p. ej.,
metirapona, aminoglutetimida, mitotano, ketoconazol) para los
tumores ectópicos que secretan corticotropina o los tumores que
no pueden eliminarse totalmente; monitorizar de cerca cualquier
función suprarrenal inadecuada y los efectos secundarios.
• Si el síndrome de Cushing es resultado del uso de corticosteroides
exógenos, reducir su uso al mínimo o administrar la terapia cada
tercer día para tratar la enfermedad subyacente.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Riesgo de lesión asociado con la debilidad.
• Riesgo de infección relacionado con la alteración en el metabolismo
de las proteínas y la respuesta inflamatoria.
• Autocuidado deficiente vinculado con debilidad, fatiga, emaciación
muscular y alteración de los patrones de sueño.
• Integridad de la piel deteriorada en relación con el edema, las altera-
ciones de la cicatrización y una piel delgada y frágil.
• Deterioro de la imagen corporal asociado con la apariencia alte-
rada, el funcionamiento sexual afectado y la disminución del nivel
de actividad.
• Afrontamiento ineficaz asociado con cambios de humor, irritabili-
dad y depresión.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Crisis addisoniana.
• Efectos adversos de la actividad de la corteza suprarrenal.
Planificación y objetivos
Los principales objetivos terapéuticos incluyen disminuir el riesgo de
lesiones e infecciones, incrementar la capacidad para llevar a cabo
actividades de autocuidado y mejorar la integridad de la piel, la ima-
gen corporal y la función mental, además de lograr la ausencia de
complicaciones.
Intervenciones de enfermería
DISMINUIR EL RIESGO DE LESIONES
• Crear un entorno de protección para evitar caídas, fracturas y otras
lesiones en huesos y tejidos blandos.
• Ayudar al paciente débil a caminar y evitar que caiga o choque con-
S
tra muebles.
• Recomendar alimentos ricos en proteínas, calcio y vitamina D para
minimizar el desgaste muscular y la osteoporosis; consultar al die-
tista para recibir asistencia.
REDUCIR EL RIESGO DE INFECCIÓN
• Evitar la exposición innecesaria a personas con infecciones.
• Evaluar con frecuencia los posibles signos sutiles de infección
(ya que los corticosteroides ocultan los signos de inflamación e
infección).
Síndrome de dificultad
respiratoria aguda
El síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) se puede pensar
como una gama de enfermedades que abarca desde la forma más leve
de lesión pulmonar aguda (LPA) hasta la más grave, el SDRA letal y
fulminante. Este último se caracteriza por edema pulmonar repentino
y progresivo, aumento bilateral de la infiltración, hipoxemia que no
responde a la suplementación con oxígeno y ausencia de una presión
auricular izquierda elevada. El SDRA se produce cuando los activa-
dores de la inflamación inician la liberación de mediadores celulares
y químicos, causando daño a la membrana alveolar capilar, además
de otros daños estructurales a los pulmones. Otros factores asociados
con su desarrollo incluyen lesión directa a los pulmones (p. ej., inha-
lación de humo) o agresión indirecta a los pulmones (p. ej., shock).
El SDRA se ha asociado con una tasa de mortalidad que va del 25
al 58 %; el síndrome no pulmonar de disfunción orgánica múltiple,
a menudo con sepsis, es la causa principal de muerte en el SDRA.
Cuadro clínico
• Disnea grave de inicio repentino, menos de 72 h después de un
episodio inicial.
• Crepitaciones y posibles retracciones intercostales.
• Hipoxemia arterial que no responde a la suplementación de oxígeno.
• Lesión de pulmón, que luego progresa a alveolitis fibrosante con
hipoxemia persistente e intensa.
• Mayor espacio muerto alveolar y disminución de la distensibilidad
pulmonar.
Exploración y diagnóstico
• Revisar las concentraciones plasmáticas de péptido natriurético cere-
bral para ayudar a diferenciar el síndrome de dificultad respiratoria
aguda frente al edema pulmonar cardiogénico.
S • Ecocardiografía.
Tratamiento médico
• Identificar y tratar la condición subyacente; ofrecer apoyo y atención
intensiva (intubación endotraqueal y ventilación mecánica; soporte
circulatorio, volumen adecuado de líquidos y soporte nutricio).
• Uso de oxígeno suplementario a medida que el paciente comienza la
primera espiral de hipoxemia.
• Monitorizar la gasometría arterial, oximetría de pulso y pruebas de
función pulmonar.
• A medida que avanza la enfermedad, usar presión positiva al final de
la espiración.
Para mayor información, véase capítulo 23 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Síndrome de Guillain-Barré
(polirradiculoneuritis)
El síndrome de Guillain-Barré (SGB) es una desmielinización inflama-
toria autoinmunitaria (mediada por células y humoral) de los nervios
periféricos. En la mayoría de los casos, un suceso previo (más a
menudo una infección vírica que ocurre 1-3 semanas antes del inicio
de los síntomas) suele precipitar el cuadro clínico. Es más frecuente
en los varones entre los 16 y 25 años de edad y los mayores de 55.
Los resultados de los estudios sobre las tasas de recuperación difieren,
pero la mayor parte indica que el 60-75 % de los pacientes se recupe-
S ran por completo.
Fisiopatología
El SGB es resultado de la desmielinización aguda segmentaria rápida
de los nervios periféricos y algunos nervios craneales, que produce
debilidad ascendente con discinesia (incapacidad para ejecutar movi-
mientos voluntarios), hiporreflexia y parestesias (entumecimiento).
Junto con la crisis autoinmunitaria, hay un ingreso de macrófagos
y otros agentes de mediación autoinmunitaria, los cuales atacan la
mielina y causan inflamación, destrucción e interrupción de la con-
ducción nerviosa, y pérdida de axones. Las células de Schwann (que
producen la mielina en el sistema nervioso periférico) se conservan en
Tratamiento farmacológico
• La inmunoglobulina intravenosa (IGIV) es el preparado ideal y se
puede usar para codificar directamente la concentración de anti-
cuerpos contra la mielina en los nervios periféricos; la plasmaféresis
(recambio de plasma) también es un recurso terapéutico eficaz.
• La taquicardia e hipertensión (por disfunción autonómica) se tratan
con medicamentos de acción breve, como los bloqueantes adrenérgi-
cos α. La hipotensión se trata aumentando la cantidad administrada
de soluciones intravenosas.
• Se prescriben anticoagulantes y botas de compresión secuencial para
prevenir las trombosis y la embolia pulmonar.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Intervenciones de enfermería
MANTENER LA FUNCIÓN RESPIRATORIA
• Alentar el uso de la espirometría incentivada y proveer fisioterapia
de los músculos torácicos.
• Vigilar los cambios de la capacidad vital y la fuerza negativa inspi-
ratoria; si la capacidad vital decrece, se necesitará ventilación mecá-
nica (al ingreso, discutir con el paciente y la familia la necesidad de
ventilación mecánica, para considerar el tiempo para su preparación
psicológica y la toma de decisiones).
• Aspiración para mantener las vías aéreas permeables.
• Valorar la presión arterial y la frecuencia cardíaca con frecuencia,
para identificar alguna disfunción autonómica.
AUMENTAR LA MOVILIDAD FÍSICA
• Realizar ejercicios pasivos dentro de la amplitud de movimiento,
al menos dos veces al día; sostener las extremidades paralizadas en
posiciones funcionales. Cambiar la posición del paciente al menos
cada 2 h.
• Administrar el esquema de anticoagulantes prescrito para evitar
TEV (TVP y EP); ayudar con la fisioterapia y los cambios de posi-
ción; utilizar medias antiembólicas o botas de comprensión secuen-
cial, y proveer hidratación adecuada.
• Proteger con cojines las prominencias óseas, como codos y talones,
para disminuir el riesgo de úlceras por presión.
PROVEER UNA NUTRICIÓN ADECUADA
• Colaborar con el médico y el nutriólogo para cubrir las necesidades
nutricias y de hidratación del paciente. Proveer una nutrición ade-
cuada para evitar la consunción muscular.
• Valorar los resultados de las pruebas de laboratorio que puedan
indicar desnutrición o deshidratación (ambas aumentan el riesgo de
úlceras por presión).
• Si el paciente presenta íleo paralítico, administrar soluciones i.v. y
alimentación parenteral, según la prescripción, y vigilar que regresen
los ruidos intestinales.
• Usar sondas de alimentación por gastrostomía si el paciente no S
puede deglutir.
• Valorar la presencia del reflejo nauseoso y los ruidos intestinales,
antes de reiniciar la alimentación oral.
MEJORAR LA COMUNICACIÓN
• Establecer comunicación por medio de la lectura de labios y el uso
de tarjetas con imágenes o guiños.
• Colaborar con el logopeda, según la indicación.
DISMINUIR EL TEMOR Y LA ANSIEDAD
• Derivar a un grupo de apoyo al paciente y su familia.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Mantiene respiraciones eficaces y la permeabilidad de las vías aéreas.
• Muestra movilidad creciente.
• Recibe nutrición e hidratación adecuadas.
• Muestra recuperación del habla.
• Muestra disminución del temor y la ansiedad.
• Se mantiene sin complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 64 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (infección por VIH)
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) se define como la forma
más grave de una serie de enfermedades asociadas con la infección
por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). El VIH pertenece
a un grupo de virus conocidos como retrovirus, cuyo material genético
está conformado por ácido ribonucleico (ARN) en lugar de ácido
desoxirribonucleico (ADN). La infección por el VIH tiene lugar
cuando entra en la célula hospedera CD4 (T) y hace que este linfocito
replique el ARN vírico y las proteínas del virus que, a su vez, invaden
otras células CD4.
El estadio de la enfermedad por VIH se define con base en la histo-
ria clínica, el examen físico, las pruebas de laboratorio que comprueben
una disfunción inmunitaria, los signos y síntomas, así como la presen-
cia de infecciones y tumores. La definición de un caso estándar de los
Centers for Disease Control and Prevention (CDC) clasifica la infec-
ción por VIH y el sida en adultos y adolescentes de acuerdo con las
alteraciones clínicas asociadas con la infección por VIH y el recuento S
de linfocitos T CD4+. Se han establecido tres estadios de la infección:
• Estadio 1 o infección primaria: infección aguda/reciente por VIH;
síndrome de VIH agudo: caída dramática en los recuentos de linfoci-
tos T CD4+ > 500.
• Estadio 2: VIH sintomático: 200-499 linfocitos T CD4+/mm3.
• Estadio 3: sida: menos de 200 linfocitos T CD4+/mm3.
Transmisión del VIH
El VIH se transmite a través de los líquidos corporales por comporta-
mientos de alto riesgo, tales como relaciones sexuales con una pareja
infectada por VIH o empleo de drogas intravenosas o inyectadas.
Anomalías neurológicas
Los trastornos neurocognitivos asociados con el VIH incluyen el
deterioro cognitivo, el cual habitualmente se acompaña de disfunción
motora y cambios de conducta.
• La neuropatía periférica asociada con el VIH es frecuente en todo
el curso de la infección por VIH y puede presentarse en una varie-
dad de patrones, con polineuropatía sensitiva distal o polineuropa-
tía simétrica distal (se presenta con mayor frecuencia). La polineu-
ropatía sensitiva distal puede causar gran dolor y disminución de
la función.
• La encefalopatía del VIH (anteriormente conocida como complejo
de demencia del sida) es un síndrome clínico que se caracteriza por
una disminución progresiva de las funciones cognitivas, conductua-
les y motoras. Los síntomas incluyen déficits de memoria, dolor de
cabeza, dificultades de concentración, confusión progresiva, retraso
psicomotor, apatía, ataxia y, en estadios posteriores, deterioro cogni-
tivo global, demora a las respuestas verbales, mirada vacía, parapare-
sia espástica, hiperreflexia, psicosis, alucinaciones, temblor, inconti-
nencia, convulsiones, mutismo y muerte.
• Cryptococcus neoformans es un agente infeccioso micótico (que pro-
duce fiebre, dolor de cabeza, malestar, rigidez de nuca, náuseas,
vómitos, cambios del estado mental y convulsiones).
• Leucoencefalopatía multifocal progresiva, un trastorno desmieli-
nizante del sistema nervioso central (confusión mental, ceguera, S
afasia, debilidad muscular, parálisis y muerte).
• Otras infecciones que implican el sistema nervioso incluyen Toxo-
plasma gondii, citomegalovirus e infecciones por Mycobacterium
tuberculosis.
• Neuropatías centrales y periféricas: incluyen mielopatía vascular,
paraparesia espástica, ataxia e incontinencia.
Depresión
• Las causas de la depresión son multifactoriales y pueden incluir ante-
cedentes de enfermedad mental preexistente, alteraciones neuropsi-
quiátricas, factores psicosociales o respuesta a los síntomas físicos.
con corticosteroides debe comenzar tan pronto como sea posible (en
un plazo de 72 h).
• Los regímenes terapéuticos alternativos (de leves a moderados) con-
sisten en: 1) dapsona y trimetoprima; 2) primaquina más clindami-
cina; y 3) suspensión de atovacuona.
• Los regímenes terapéuticos alternativos (moderados a intensos)
incluyen: 1) primaquina más clindamicina; o 2) pentamidina i.v.
• Los efectos adversos que se pueden presentar son hipotensión, meta-
bolismo de glucosa hacia el desarrollo de diabetes por daño en el
páncreas, daño renal, disfunción hepática y neutropenia.
Complejo Mycobacterium avium
• Los adolescentes y adultos infectados por VIH deben recibir
quimioprofilaxis contra la enfermedad diseminada del complejo
Mycobacterium avium si tienen una cuenta de CD4+ de menos de
50 células/µl.
• La azitromicina y la claritromicina son los medicamentos profilácti-
cos preferidos.
• La rifabutina es un medicamento profiláctico alternativo, aunque la
interacción con otras sustancias puede dificultar su uso.
Meningitis criptocócica
• El tratamiento primario actual para la meningitis criptocócica es la
anfotericina B i.v., con o sin flucitosina oral o fluconazol.
• Los posibles efectos adversos graves de la anfotericina B incluyen
anafilaxia, insuficiencia renal y hepática, desequilibrio electrolítico,
anemia, fiebre y escalofríos intensos.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
Identificar los posibles factores de riesgo, incluidas las prácticas sexua-
les y los antecedentes en el uso de sustancias por vía inyectable/i.v.
Evaluar el estado físico y psicológico. Explorar a fondo los factores
que afectan el funcionamiento del sistema inmunitario.
ESTADO NUTRICIO
• Investigar los antecedentes dietéticos.
• Identificar los factores que puedan interferir con la ingestión, como
anorexia, náuseas, vómitos, dolor bucal o dificultad para deglutir.
• Evaluar la capacidad que tiene el paciente para obtener y preparar
los alimentos.
• Medir el estado nutricio por peso, las medidas antropométricas
(medición de pliegues cutáneos del tríceps) y las concentraciones de
nitrógeno ureico en sangre (BUN, de blood urea nitrogen) y proteínas,
albúmina y transferrina en suero.
INTEGRIDAD DE LA PIEL
• Inspeccionar la piel y las membranas mucosas diariamente para
observar si hay lesiones, ulceración o infección.
• Vigilar la cavidad bucal para detectar placas de enrojecimiento, ulce-
raciones y aftas blanquecinas (candidiasis).
• Evaluar el área perianal para revisar si hay excoriaciones o infección.
• Obtener cultivos de la herida con el fin de identificar los organismos
infecciosos.
ESTADO RESPIRATORIO
• Controlar la presencia de tos, producción de esputo, falta de
aliento, ortopnea, taquipnea y dolor torácico; examinar los ruidos
respiratorios.
• Evaluar otros parámetros de la función pulmonar (radiografías de
S tórax, gasometría arterial, oximetría de pulso, pruebas de función
pulmonar).
ESTADO NEUROLÓGICO
• Valorar el estado mental tan pronto como sea posible para propor-
cionar una línea de base. Considerar el nivel de consciencia de la
persona y su orientación sobre el lugar y el tiempo, y si se presentan
fallos en la memoria.
• Buscar déficits sensitivos, como cambios visuales, dolor de cabeza
y entumecimiento y hormigueo en las extremidades.
• Observar si existen deficiencias motoras, como alteraciones de la
marcha, paresia o parálisis.
• Vigilar si se presenta actividad convulsiva.
EQUILIBRIO HIDROELECTROLÍTICO
• Examinar la turgencia y sequedad de la piel y de las membranas
mucosas.
• Evaluar si hay deshidratación observando si aumenta la sed, dismi-
nuye la diuresis, hay presión arterial baja, pulso rápido débil o den-
sidad específica de la orina.
• Controlar el desequilibrio de electrolitos (los estudios de laborato-
rio muestran concentraciones séricas bajas de sodio, potasio, calcio,
magnesio y cloro).
• Evaluar signos y síntomas de déficit de electrolitos: alteración del
estado mental, fasciculaciones y calambres musculares, pulso irregu-
lar, náuseas y vómitos, y respiraciones poco profundas.
NIVEL DE CONOCIMIENTO
• Valorar el conocimiento del paciente sobre la enfermedad y sus
modos de transmisión.
• Determinar el nivel de conocimiento de familiares y amigos.
• Evaluar la reacción del paciente al diagnóstico de infección por el
VIH o el sida.
• Explorar las maneras en las que el paciente ha afrontado las enfer-
medades y los factores estresantes de la vida en el pasado.
• Identificar los recursos de apoyo del paciente.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Integridad de la piel deteriorada asociada con manifestaciones cutá-
neas de la infección por VIH, excoriación y diarrea.
• Diarrea que se relaciona con patógenos entéricos o infección por VIH.
• Riesgo de infección asociado con inmunodeficiencia.
• Intolerancia a la actividad que se relaciona con debilidad, fatiga,
desnutrición, desequilibrio hidroelectrolítico e hipoxia asociada con
infecciones pulmonares.
• Alteración de los procesos mentales relacionada con la poca capaci-
dad de atención, memoria deteriorada, confusión y desorientación
asociada con encefalopatía por VIH. S
• Desobstrucción de las vías respiratorias ineficaz que se relaciona con
la infección, aumento en las secreciones bronquiales y disminución
en la capacidad de toser asociada con debilidad y fatiga.
• Dolor agudo y crónico relacionado con la alteración de la integri-
dad de la piel perianal secundaria a neuropatía periférica, diarrea
y sarcoma de Kaposi.
• Desequilibrio nutricio, menor de los requerimientos del orga-
nismo, asociado con una ingestión oral disminuida.
• Aislamiento social que se relaciona con el estigma de la enferme-
dad, evasión de los sistemas de apoyo, los procedimientos de aisla-
miento y el miedo a infectar a otros.
TANATOLOGÍA
• Ayudar al paciente a explorar e identificar los recursos de apoyo
y mecanismos de afrontamiento.
• Alentar al paciente a mantener contacto con familiares, amigos y
compañeros de trabajo, y a continuar las actividades habituales,
siempre que sea posible.
• Alentar al paciente para el uso local o nacional de los grupos de
apoyo de sida y líneas telefónicas de urgencia, y para identificar las
pérdidas y lidiar con ellas cuando sea posible.
MEJORAR EL CONOCIMIENTO DEL VIH
• Capacitar al paciente y a su familia acerca de la infección por VIH,
medios de profilaxis de la transmisión del VIH y medidas de cuida-
dos personales adecuados.
• Capacitar al paciente sobre la finalidad de los medicamentos, su
administración correcta, efectos secundarios y estrategias para mane-
jar o prevenir efectos secundarios.
• Asegurarse de que el paciente evite a personas con infecciones acti-
vas, como infecciones respiratorias superiores.
VIGILANCIA Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
• Infecciones oportunistas: vigilar la presencia de fiebre, malestar
general, dificultad para respirar, náuseas o vómitos, diarrea, difi-
cultad para deglutir y cualquier evento de hinchazón o secreción.
Estos síntomas deben ser informados al profesional de la salud de
manera inmediata.
• Fallo e insuficiencia respiratoria: monitorizar gasometría arterial,
saturación de oxígeno, frecuencia y patrón respiratorios, y ruidos
de la respiración; proporcionar aspiración y oxigenoterapia; asistir al
paciente con ventilación mecánica para lidiar con el estrés asociado.
• Caquexia, emaciación y alteraciones hidroelectrolíticas: monitorizar
la ganancia o pérdida de peso, turgencia y sequedad de la piel, con-
centraciones de ferritina, hemoglobina y hematocrito, y electrolitos.
Ayudar a elegir los alimentos adecuados para reponer los electroli-
S tos. Iniciar medidas para controlar la diarrea. Administrar líquidos
intravenosos y electrolitos según la prescripción.
• Efectos secundarios de los medicamentos: proporcionar informa-
ción sobre el propósito, la administración, los efectos secundarios
(aquéllos informados al médico) y las estrategias para controlar o
prevenir los efectos secundarios de los medicamentos. Monitorizar
las cifras de las pruebas de laboratorio.
PROMOCIÓN DEL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Analizar a fondo la enfermedad y todos los temores y conceptos erró-
neos; instruir al paciente, familiares y amigos sobre la transmisión
del sida.
Atención de enfermería
• Monitorizar la ingestión y excreción de líquidos, el peso diario, la
química sanguínea y urinaria y el estado neurológico.
• Proporcionar medidas de soporte y explicar los procedimientos y
tratamientos que ayuden al paciente a manejar el trastorno.
Para mayor información, véase capítulo 42 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Síndrome hiperglucémico
hiperosmolar
El síndrome hiperglucémico hiperosmolar (SHH) es un trastorno metabó-
lico resultante de la deficiencia relativa de insulina iniciada por una
enfermedad o un factor de estrés fisiológico (p. ej., infección, inter-
vención quirúrgica, ictus o infarto de miocardio [IM]), que aumenta la
demanda de la hormona. Este trastorno ocurre con frecuencia máxima
en personas de edad avanzada (50-70 años de edad) sin antecedente
conocido de diabetes o que presentan el tipo 2 de esta enfermedad.
La aparición aguda del trastorno puede relacionarse con algún suceso
precipitante, como una enfermedad súbita (p. ej., neumonía, ictus),
medicamentos (p. ej., tiazidas) que exacerban la hiperglucemia o recur-
sos terapéuticos, como las diálisis.
Fisiopatología
El SHH es un trastorno grave en el que predominan la hiperglucemia
e hiperosmolaridad con alteraciones del estado de vigilia (consciencia).
La cetosis es mínima o está ausente. El defecto bioquímico básico es
la carencia de insulina eficaz (resistencia a la hormona). La hipergluce-
mia persistente produce diuresis osmótica con el resultado de pérdida
de agua y electrolitos. Aunque no hay suficiente insulina para prevenir
la hiperglucemia, una cantidad pequeña de la hormona es suficiente S
para prevenir la fragmentación de las grasas.
Cuadro clínico
• Antecedente de poliuria durante días a semanas, con ingestión ade-
cuada de líquidos.
• Hipotensión, taquicardia.
• Deshidratación intensa (membranas y mucosas secas, turgencia
cutánea deficiente).
• Signos neurológicos variables (alteraciones del estado de vigilia, con-
vulsiones, hemiparesia).
Exploración y diagnóstico
• Pruebas de laboratorio, como valores de glucemia, electrolitos, nitró-
geno ureico en sangre (BUN, de blood urea nitrogen), hemograma
completo, osmolaridad sérica y gasometría arterial.
• Cuadro clínico de deshidratación intensa.
Tratamiento médico
El tratamiento global del SHH es similar al de la cetoacidosis diabética
(CAD): líquidos, electrolitos e insulina. Puesto que los pacientes con
SHH, por lo general, son de edad avanzada, es importante la vigilan-
cia estrecha del estado del volumen y los electrolitos para prevenir la
sobrecarga de líquidos, insuficiencia cardíaca y disritmias cardíacas. Se
inicia el tratamiento con solución de cloruro de sodio al 0,9 % (solu-
ción salina normal [NaCl]), o de cloruro de sodio al 0,45 % (solución
salina a media concentración de la normal), dependiendo de la concen-
tración sérica de sodio del paciente y la gravedad del consumo de volu-
men. La reposición de líquidos se guía por la vigilancia de la presión
venosa central o hemodinámica. Se agrega potasio a las soluciones i.v.
cuando la diuresis es adecuada; se monitoriza por electrocardiografía
continua y estudios frecuentes de potasio. La insulina suele adminis-
trarse a una velocidad continua baja para tratar la hiperglucemia; se
agrega solución glucosada a la reposición hormonal cuando la gluce-
mia disminuye hasta 250-300 mg/dl. Otras modalidades terapéuticas
se determinan por la enfermedad subyacente y los resultados de estu-
dios clínicos y de laboratorio continuos. Se mantiene el tratamiento
hasta que se corrigen las anomalías metabólicas; pueden requerirse
3-5 días para resolver los síntomas neurológicos.
Atención de enfermería
Véase “Atención de enfermería” en el artículo Diabetes de la sec-
ción D y “Procesos de enfermería. El paciente con CAD” del artículo
Cetoacidosis diabética en la sección C, para información adicional.
• Valorar las constantes vitales, el estado de líquidos y los valores de
S laboratorio. Se vigilan estrechamente el estado de líquidos y la diu-
resis, por el riesgo elevado de insuficiencia renal secundaria a la des-
hidratación grave.
• Determinar la glucemia cada hora.
• Puesto que el SHH tiende a ocurrir en pacientes de edad avan-
zada, deben considerarse los cambios fisiológicos que ocurren con
el envejecimiento.
• Es importante la evaluación cuidadosa de la función cardiovascular,
pulmonar y renal durante las fases aguda y de recuperación del SHH.
Para mayor información, véase capítulo 41 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Para mayor información, véase capítulo 44 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Síndrome nefrótico
El síndrome nefrótico es una enfermedad glomerular primaria que se
caracteriza por proteinuria, hipoalbuminemia, edema difuso, coleste-
rol sérico elevado e hiperlipidemia. Aparece ante cualquier alteración
que cause una lesión grave en la membrana capilar glomerular, cau-
sando un aumento en la permeabilidad glomerular con pérdida de
proteínas en la orina. Se presenta con muchas nefropatías intrínsecas
y enfermedades sistémicas que producen daño glomerular. No es un
trastorno específicamente glomerular, sino más bien una constelación
de hallazgos clínicos que son resultado del daño glomerular.
Cuadro clínico
• La principal manifestación es el edema. Suele ser leve y con fóvea y a
menudo se presenta alrededor de los ojos (periorbitario), en las áreas
declives (sacro, tobillos y manos) y en el abdomen (ascitis).
• Puede haber malestar, cefalea e irritabilidad.
• Las complicaciones incluyen infección (por una respuesta inmu-
nitaria deficiente), tromboembolias (sobre todo de la vena renal),
embolias pulmonares, lesión renal aguda (por la hipovolemia) y ate-
roesclerosis acelerada (por la hiperlipidemia).
Exploración y diagnóstico
• Se realiza electroforesis e inmunoelectroforesis de proteínas para
determinar el tipo de proteinuria que exceda los 3,5 g/día.
• La orina puede mostrar leucocitos elevados y cilindros epiteliales
y granulares.
• Se toma biopsia renal con aguja para hacer un examen histológico
que confirme el diagnóstico.
Tratamiento médico
El tratamiento se centra en la enfermedad subyacente que cause la pro-
teinuria, desacelerar el avance de la enfermedad renal crónica (ERC) y
aliviar los síntomas. El tratamiento habitual incluye diuréticos para el
edema, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA)
para reducir la proteinuria e hipolipemiantes para la hiperlipidemia. S
Atención de enfermería
• En las etapas tempranas, la atención de enfermería es similar a la de
la glomerulonefritis aguda.
• Conforme empeora el estado del paciente, la terapia es semejante a
la de la enfermedad renal en etapa terminal.
• Señalar la importancia de seguir todos los regímenes medicamento-
sos y dietéticos para que el estado del paciente pueda permanecer
estable tanto tiempo como sea posible.
Tiroiditis aguda
La tiroiditis (inflamación de la glándula tiroidea) puede ser aguda,
subaguda o crónica. Todas se caracterizan por la presencia de infla-
mación, fibrosis o infiltrados linfocíticos de la tiroides. La tiroiditis
aguda es un trastorno raro causado por una infección de la glándula
tiroidea. Los agentes causales pueden ser bacterias (la más frecuente
es Staphylococcus aureus), hongos, micobacterias o parásitos. Los casos
subagudos pueden tratarse de una tiroiditis granulomatosa (tiroiditis
de De Quervain) o de una tiroiditis indolora (tiroiditis oculta o
linfocítica subaguda). La tiroiditis aguda puede presentarse durante
el puerperio y se cree que consiste en una reacción de tipo autoin-
munitario.
Cuadro clínico
Tiroiditis aguda
• Dolor e hinchazón cervical anterior; fiebre; disfagia; disfonía.
• Faringitis o dolor faríngeo.
• Calor, eritema y dolor a la palpación de la glándula tiroidea.
Tiroiditis subaguda
• Puede haber signos y síntomas como mialgias, faringitis, fiebre leve
y fatiga, que avanzan a hinchazón dolorosa en la región anterior del
cuello que dura 1-2 meses y luego desaparece de forma espontánea
sin efectos residuales.
• Crecimiento simétrico de la glándula tiroidea, que tiene el potencial
de producir dolor.
• Dolor a la palpación unilateral o bilateral.
• La piel suprayacente suele verse enrojecida y caliente.
• Posible deglución difícil y molesta.
• Son frecuentes la irritabilidad, el nerviosismo, el insomnio y la pér-
dida de peso (manifestaciones de hipertiroidismo).
• Puede haber escalofríos y fiebre.
• Tiroiditis indolora: posibles síntomas de hipertiroidismo o hipo-
tiroidismo.
683
Tratamiento médico
Tiroiditis aguda
• Antimicrobianos y reemplazo de líquidos.
• Incisión quirúrgica y drenaje de absceso en caso de estar presente.
Tiroiditis subaguda
• Control de inflamación; antiinflamatorios no esteroideos (AINE)
para aliviar el dolor de cuello.
• Usar β-bloqueantes para controlar los síntomas de hipertiroidismo.
• Corticosteroides orales para aliviar el dolor y reducir la hinchazón;
generalmente no influyen en la causa subyacente.
• Seguimiento.
• Tiroiditis indolora: tratamiento dirigido a los síntomas; se reco-
mienda seguimiento anual para determinar la necesidad del paciente
de tratamiento para hipotiroidismo subsecuente.
Para mayor información, véase capítulo 42 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tratamiento médico
Los objetivos terapéuticos consisten en reducir el tamaño de la glán-
dula tiroidea y prevenir el hipotiroidismo.
• Se prescribe tratamiento con hormona tiroidea para reducir la acti-
vidad tiroidea y la producción de tiroglobulina.
• Se administra hormona tiroidea al presentarse los síntomas de hipo-
tiroidismo.
• Se realiza cirugía en aquellos casos en los que persistan los síntomas
por presión.
Para mayor información, véase capítulo 42 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Factores de riesgo
• Antecedentes de venas varicosas, hipercoagulación, neoplasias,
enfermedad cardiovascular o cirugía mayor o lesión reciente.
• Traumatismo directo a las venas por fracturas o dislocaciones, enfer-
medades venosas o irritación química de las venas por medicamen-
tos o soluciones i.v.
• Obesidad; embarazo; edad avanzada.
• Uso de anticonceptivos orales, proteína C reactiva elevada, inte-
rrupción abrupta del empleo de anticoagulantes y diversas discra-
sias sanguíneas.
Cuadro clínico
Los signos y síntomas no son específicos:
• En el caso de las venas profundas afectadas, el edema y la inflamación
de las extremidades son resultado de la obstrucción de la extremidad
alterada; la inflamación bilateral puede ser difícil de detectar (por la
falta de diferencia en el tamaño).
• La extremidad afectada puede sentirse más caliente; las venas super-
ficiales pueden volverse más prominentes (segmentos venosos pare-
cidos a cordones).
• Dolor a la palpación que ocurre más tardíamente, detectado al pal-
par de manera suave la extremidad afectada.
• En algunos casos, los signos de embolia pulmonar son la primera
indicación de trombosis venosa profunda (TVP).
• Los trombos de las venas superficiales producen dolor o dolori-
miento, eritema y calor en la zona implicada.
• En las trombosis venosas iliofemorales masivas (flegmasia cerúlea
dolens), toda la extremidad se torna muy inflamada, tensa, dolorosa
y fría al tacto.
Exploración y diagnóstico
• Evaluar con cuidado para detectar los signos tempranos de los tras-
tornos venosos de las extremidades inferiores.
• Antecedentes y evaluación de los factores de riesgo.
• Medir la circunferencia de la extremidad afectada a varios niveles
(p. ej., ingle a tobillo) con cinta métrica y comparar una extremidad
T con la otra a la misma altura para comparar diferencias en el tamaño.
• Ecografía Doppler, ecografía dúplex, pletismografía, flebografía por
contraste (venografía).
Profilaxis
La profilaxis depende de la identificación de los factores de riesgo para
los trombos y de la capacitación del paciente sobre las intervenciones
adecuadas. Las medidas de prevención incluyen la aplicación de medias
de compresión graduada, el uso de dispositivos de compresión neumá-
tica intermitente y motivar la movilización temprana y la realización de
ejercicios de pierna. Los pacientes quirúrgicos deben recibir heparina
Brindar confort
• Elevar la extremidad afectada y aplicar compresas calientes y húme-
das para reducir las molestias.
• Fomentar la deambulación una vez comenzada la terapia de anticoa-
gulación (resulta mejor que sentarse o estar parado durante lapsos
prolongados).
• Recomendar los ejercicios en cama, como la dorsiflexión del pie
contra la piecera de la cama.
• Ofrecer analgesia adicional con analgésicos suaves de prescripción.
• Comenzar la terapia compresiva para ayudar a mejorar la circulación
y aumentar el confort: medias de compresión graduadas, mecanis-
mos y vendas de compresión externa (p. ej., vendas elásticas cortas,
botas Unna®, CircAid®) y dispositivos de compresión neumática
intermitente.
• Con la terapia compresiva, evaluar la comodidad del paciente y exami-
nar la piel debajo de los dispositivos en busca de signos de irritación
o dolor, además de garantizar que las presiones que se prescriban no
sean excesivas.
Consideraciones gerontológicas
Los pacientes mayores pueden tener dificultades para colocarse las
medias elásticas de manera adecuada. Se debe capacitar a los cuida-
dores de estos pacientes para que las medias no presionen de forma
incorrecta las distintas partes de los pies o las piernas.
Postura corporal y fomento del ejercicio
• Elevar periódicamente los pies y las partes bajas de las piernas a nivel
del corazón durante el reposo en cama.
T
• Llevar a cabo ejercicios activos y pasivos de pierna, particularmente
aquéllos en los que se movilicen las pantorrillas, a fin de incremen-
tar el flujo venoso preoperatorio y postoperatorio.
• Alentar la deambulación temprana para prevenir la estasis venosa.
• Fomentar la realización de ejercicios de respiración profunda por-
que producen mayor presión negativa en el tórax, lo cual ayuda a
vaciar las grandes venas.
• Una vez que pueda deambular, indicar al paciente que evite sentarse
períodos mayores de 1 h; motivarlo a caminar al menos durante
10 min cada 1-2 h.
• Capacitar al paciente para realizar ejercicios activos y pasivos tan
frecuentemente como sea necesario cuando no esté en posibilidades
de caminar (como en los viajes largos en automóvil, autobús, tren
o avión).
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Capacitar al paciente sobre cómo aplicar las medias de compresión
graduadas y explicar la importancia de elevar las piernas y ejercitarse
adecuadamente.
• Instruir al paciente sobre el propósito y la importancia de los medi-
camentos prescritos (dosis correctas en momentos específicos) y la
necesidad de realizar pruebas de sangre programadas para regular
su medicación.
Para mayor información, véase capítulo 31 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Traumatismos musculoesqueléticos
(contusiones, distensiones, esguinces y luxaciones)
La lesión de alguna parte del sistema musculoesquelético da lugar a
un mal funcionamiento de los músculos, las articulaciones y los ten-
dones adyacentes. El tipo y gravedad de la lesión afecta la movilidad
del área dañada.
Fisiopatología
Contusiones, distensiones y esguinces
Una contusión es una lesión del tejido blando producida por una fuerza
contundente (p. ej., golpe, patada o caída) que causa la rotura y el san-
T grado de los vasos sanguíneos pequeños hacia dichos tejidos blandos
(equimosis o “moretones”). Aparece un hematoma cuando el sangrado
es lo suficientemente grande para causar una acumulación apreciable de
sangre, dejando una apariencia amoratada característica. La mayoría
de las contusiones se resuelven en 1-2 semanas.
Una distensión es una lesión del tendón muscular por exceso de uso,
sobreestiramiento o estrés excesivo. Un esguince es una lesión de los
ligamentos que rodean la articulación, causada por la torcedura o
hiperextensión (forzada) de ésta. La rotura de un ligamento hace que
T
Trombocitopenia
La trombocitopenia (recuento plaquetario bajo) es la causa más fre-
cuente de sangrado anómalo.
Fisiopatología
La trombocitopenia puede ser resultado de una producción disminuida
de plaquetas en la médula ósea, de una mayor destrucción plaquetaria
o de un aumento en el consumo de plaquetas (p. ej., por su partici-
Atención de enfermería
Considerar la causa de la trombocitopenia, su duración probable
y las condiciones generales del paciente al elegir las intervenciones
de enfermería. Éstas se centran en prevenir lesiones (p. ej., uso de
cepillos de dientes blandos y rasuradoras eléctricas, minimizar los pro-
decimientos con agujas e instruir sobre la prevención de caídas en los
adultos mayores o los pacientes débiles), detener o reducir el sangrado
(p. ej., presión, frío) y administrar medicamentos y plaquetas, según
la prescripción, además de capacitar al paciente. Véase “Atención de
enfermería” en el artículo Púrpura trombocitopénica inmunitaria de la
sección P si requiere información adicional.
Para mayor información, véase capítulo 33 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tuberculosis pulmonar
La tuberculosis (TB), enfermedad infecciosa que afecta principalmente
al parénquima pulmonar, es causada con mayor frecuencia por
Mycobacterium tuberculosis. Se disemina por vía aérea mediante las goti-
tas de la respiración; la infección puede aparecer prácticamente en
cualquier parte del organismo, incluyendo meninges, riñones, huesos
y nodos linfáticos. La infección inicial suele ocurrir 2-10 semanas
después de la exposición. El paciente puede desarrollar la enfermedad
activa por una respuesta inadecuada o comprometida del sistema
inmunitario. El proceso activo puede prolongarse y se caracteriza
por remisiones duraderas cuando se detiene la enfermerdad, que
vienen seguidas por períodos de actividad. La enfermedad activa
también puede presentarse ante las reinfecciones y la activación de
bacterias latentes. La reactivación de la TB representa el 90 % de
los casos en adultos en la población no infectada por el virus de la
inmunideficiencia humana (VIH). La TB es un problema de salud
mundial estrechamente asociado con la pobreza, la desnutrición, la
T sobrepoblación, las malas condiciones habitacionales y un sistema
de salud inadecuado. Las tasas de mortalidad y morbilidad siguen
en aumento.
La TB se transmite mediante una persona con enfermedad pulmo-
nar activa que expulsa los microorganismos causales en las secreciones
respiratorias. Las personas susceptibles inhalan las gotitas y se infectan,
lo cual ocurre con mayor frecuencia en los pulmones. Las bacterias se
transportan a los alvéolos y se multiplican. La reacción inflamatoria da
lugar a un exudado en los alvéolos y a bronconeumonía, granulomas y
tejido fibroso. El comienzo suele ser insidioso.
Factores de riesgo
• Contacto cercano con alguien que presente TB activa.
• Estado inmunocomprometido (p. ej., adultos mayores, cáncer, terapia
con corticosteroides y VIH).
• Drogas intravenosas y alcoholismo.
• Atención sanitaria inadecuada (p. ej., individuos sin techo o desfavo-
recidos económicamente, minorías, niños y adultos jóvenes).
• Alteraciones médicas preexistentes, incluyendo diabetes, insuficien-
cia renal crónica, silicosis y desnutrición.
• Migración desde países con incidencia elevada de TB (p. ej., Haití,
sudeste asiático).
• Institucionalización (p. ej., centros de atención de largo plazo,
reclusorios).
• Condiciones de vida (en centros habitacionales sobrepoblados, en
malas condiciones).
• Ocupación (p. ej., personal de salud, sobre todo aquéllos que reali-
zan actividades de alto riesgo).
Cuadro clínico
• Inicio insidioso de fiebre leve, tos, sudoración nocturna, fatiga y pér-
dida de peso.
• Tos no productiva, que puede avanzar a esputo mucopurulento con
hemoptisis.
• Posible presencia de síntomas durante semanas o meses.
• Enfermedad extrapulmonar, observada con mayor frecuencia en los
pacientes infectados con VIH.
Exploración y diagnóstico
• Pruebas cutáneas de TB (prueba de Mantoux); prueba Quanti-
FERON-TB Gold® (QFT-G), prueba QuantiFERON-TB Gold en tubo
(QFT-GIT), prueba T-SPOT TB® (T-Spot) y prueba Xpert MTB/RIF®.
• Radiografía de tórax.
• Frotis del esputo en busca de bacilos acidorresistentes seguido de
cultivo si el frotis es positivo.
• Pruebas adicionales, incluyendo antecedentes completos y explora-
ción física y susceptibilidad a fármacos, en caso de que las pruebas
anteriores sean positivas. T
Consideraciones gerontológicas
Los pacientes ancianos pueden tener manifestaciones atípicas, como
conductas inusuales o estado mental alterado, fiebre, anorexia y pér-
dida de peso. Los adultos mayores suelen presentar síntomas menos
pronunciados que los pacientes más jóvenes. La TB se observa cada
vez más en las poblaciones de asilos. En muchos adultos mayores, las
pruebas cutáneas de TB no producen reacción y posiblemente deban
repetirse en 1-2 semanas.
Tratamiento médico
La TB pulmonar se trata principalmente con fármacos antituberculo-
sos durante 6-12 meses. Se requiere un tratamiento prolongado para
garantizar la erradicación del microorganismo causal y prevenir las
recurrencias.
Tratamiento farmacológico
Las guías de tratamiento recomendadas para casos de reciente diag-
nóstico de TB pulmonar presentan dos fases: la de tratamiento inicial
(medicación diaria durante 8 semanas) y la fase de mantenimiento
(otros 4-7 meses).
• El tratamiento de la fase inicial incluye un régimen diario de múl-
tiples medicamentos de primera línea más vitamina B6. La fase de
mantenimiento incluye la administración de isoniazida y rifampicina
o isoniazida y rifapentina.
• Los medicamentos de primera línea incluyen isoniazida, rifampi-
cina, pirazinamida y etambutol, con administración diaria durante
8 semanas y mantenimiento de 4-7 meses. También se dispone
de combinaciones como isoniazida/rifampicina o isoniazida/
pirazinamida/rifampicina y de medicamentos que se administran
dos veces por semana (p. ej., rifapentina) para ayudar a mejorar el
cumplimiento terapéutico del paciente; sin embargo, son alternati-
vas costosas.
• Los medicamentos de segunda línea incluyen la capreomicina, la
etionamida, el paraaminosalicilato sódico y la cicloserina.
• La isoniazida también se utiliza como medida profiláctica en perso-
nas con riesgo de contraer TB.
Atención de enfermería
Promover la permeabilidad de las vías aéreas
• Alentar una mayor ingestión de líquidos.
• Capacitar al paciente sobre las mejores posturas para facilitar el dre-
naje de las vías aéreas.
Promover el cumplimiento del régimen terapéutico
T • Explicar que la TB es una enfermedad comunicable y que la toma
adecuada de medicamentos es la manera más eficaz de prevenir la
transmisión.
• Capacitar al paciente sobre los medicamentos, horarios, interaccio-
nes y efectos colaterales; monitorizar los efectos colaterales de los
medicamentos antituberculosos; incluir la abstinencia de alchohol y
de ciertos alimentos que interactúan con la isoniazida (p. ej., atún,
quesos añejados, vino tinto, extractos de levadura).
Tumor cerebral
Un tumor cerebral es una lesión intracraneal localizada que ocupa espa-
cio dentro del cráneo. Los tumores cerebrales primarios se originan de
las células y estructuras cerebrales. Los tumores cerebrales secundarios
o metastásicos se desarrollan a partir de estructuras externas al cerebro
(pulmón, mama, tubo digestivo inferior, páncreas, riñón y piel [mela-
nomas]) y tienen lugar en el 10-20 % de los pacientes con cáncer. La
mayor incidencia de tumores cerebrales en adultos se produce entre la
quinta y séptima décadas. Los tumores cerebrales rara vez metastatizan
fuera del sistema nervioso central, pero causan la muerte por alterar
las funciones vitales (respiración) o por la presión intracraneal elevada.
Los tumores cerebrales pueden clasificarse en varios grupos: los que
emergen de las cubiertas del cerebro (p. ej., meningioma dural), aqué-
llos que se desarrollan dentro o fuera de los nervios craneales (p. ej.,
neurinoma del acústico), los originados dentro del tejido cerebral
(p. ej., glioma) y las lesiones metastásicas procedentes de otros lugares
del cuerpo. Los tumores de las glándulas pineal e hipófisis y de los
vasos sanguíneos cerebrales también son tipos de tumores cerebrales.
Las lesiones pueden ser benignas o malignas. Un tumor benigno
puede ocurrir en una zona vital y tener efectos tan graves como un
tumor maligno.
Tipos de tumores cerebrales primarios
• Los gliomas, las neoplasias más frecuentes del cerebro, no pueden
ser eliminados por completo sin causar daño porque se difunden
por infiltración en el tejido nervioso circundante.
• Los meningiomas son tumores encapsulados benignos comunes
provenientes de células aracnoideas de las meninges. Son de cre-
cimiento lento y se producen más a menudo en las mujeres de
mediana edad.
• El neuromina del acústico es un tumor del octavo par craneal (audi-
ción y equilibrio). Puede crecer de forma lenta y alcanzar un tamaño
considerable antes de ser correctamente diagnosticado.
• Los adenomas hipofisarios pueden causar síntomas como conse-
cuencia de la presión que ejercen sobre las estructuras adyacentes
T o de ciertos cambios hormonales como la hiperfunción o hipofun-
ción de la hipófisis.
• Los angiomas son masas compuestas en buena medida por vasos
sanguíneos anómalos y que se encuentran en el cerebro o en su super-
ficie; pueden cursar asintomáticos o traer como resultado los sín-
tomas de un tumor cerebral. Las paredes de los vasos sanguíneos
en los angiomas son delgadas, aumentando el riesgo de un ictus
hemorrágico.
Cuadro clínico
Presión intracraneal elevada
• El dolor de cabeza, aunque no siempre presente, es más frecuente
en la madrugada y se agrava al toser, al realizar esfuerzos o con los
movimientos repentinos. Los dolores de cabeza por lo general se
describen como profundos, en expansión o sordos, pero incoerci-
bles. Los tumores frontales producen un dolor de cabeza frontal
bilateral; los de la glándula hipófisis, dolor bitemporal; en los tumo-
res cerebelosos, el dolor de cabeza puede estar situado en la región
suboccipital en la parte posterior de la cabeza.
• El vómito, que rara vez aparece en relación con la ingestión de
alimentos, puede deberse a la irritación de los centros vagales en
la médula.
• El papiledema (edema del nervio óptico) se asocia con alteraciones
visuales como la diplopía.
• Puede haber crisis convulsivas focales o generalizadas; los tumores
de los lóbulos frontal, parietal y temporal presentan el riesgo más
alto de producir convulsiones.
• Son frecuentes los cambios en la personalidad y una gran variedad
de déficits localizados, incluyendo motores y sensitivos y la disfun-
ción de los nervios craneales.
Síntomas localizados
La progresión de los signos y de los síntomas es importante porque
indica la expansión y crecimiento del tumor. Muchos tumores pueden
localizarse al correlacionar los signos y síntomas en áreas específicas
del cerebro, como sigue:
• Tumor de la corteza motora: hemiparesia y convulsiones focales en
el lado opuesto del cuerpo o convulsiones generalizadas.
• Tumor del lóbulo occipital: manifestaciones visuales como la
hemianopsia homónima contralateral (pérdida visual en la mitad
del campo visual en el lado opuesto del tumor) y las alucinacio-
nes visuales.
• Tumor cerebeloso: mareos; marcha atáxica o escalonamiento, con
tendencia a caer hacia el lado de la lesión; incoordinación muscular T
marcada; y nistagmo.
• Tumor del lóbulo frontal: cambios en el estado emocional y el
comportamiento, actitud apática. A menudo el paciente se vuelve
extremadamente desordenado, descuidado y puede emplear len-
guaje obsceno.
• Tumor del lóbulo parietal: posible disminución de la sensibilidad
en el lado opuesto del cuerpo y crisis generalizadas o sensoriales.
Atención de enfermería
• Evaluar las características del dolor de cabeza.
• Valorar la eficacia que tengan las intervenciones para el tratamiento
del dolor.
• Capacitar al paciente y a su familia sobre la probable presentación
de crisis convulsivas y sobre la necesidad de adherirse de manera
adecuada a los anticonvulsivos profilácticos en aquellos casos en los
que se prescriban.
• Considerar proporcionar medicamentos para aliviar las náuseas y
evitar los vómitos.
• Evaluar el reflejo nauseoso y la capacidad para deglutir antes de una
intervención quirúrgica.
• Capacitar al paciente para que pueda dirigir los alimentos y líqui-
dos hacia el lado no afectado. Ayudar al paciente a adoptar una
posición vertical para comer, ofrecen una dieta semiblanda y tener
a la mano un equipo de aspiración si se disminuye la respuesta de
la deglución.
• Administrar corticosteroides para control de la cefalea y de los
síntomas neurológicos. Evaluar los efectos adversos de los corti-
costeroides, como debilidad muscular, hiperglucemia y anomalías
electrolíticas.
• Realizar controles neurológicos, monitorizar constantes vitales y
mantener un diagrama de flujo neurológico. Espaciar las interven-
ciones de enfermería para prevenir un aumento rápido de la presión
intracraneal elevada.
• Reorientar al paciente cuando sea necesario en cuanto a persona,
tiempo y lugar. Utilizar dispositivos de orientación (pertenencias
personales, fotografías, listas, reloj).
• Supervisar y ayudar con el autocuidado. Vigilar e intervenir para
evitar una lesión.
• Monitorizar a pacientes con crisis epilépticas.
• Comprobar periódicamente el funcionamiento motor; explorar la
presencia de alteraciones sensitivas.
• Evaluar el habla y capacitar a los pacientes con déficit a utilizar for-
mas alternativas de comunicación.
• Explorar el movimiento de los ojos y el tamaño de la pupila, así
como su reacción.
T
• Capacitar al paciente sobre formas de conservar la energía y promo-
ver el descanso.
Para mayor información, véase capítulo 65 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Tumor hipofisario
Alrededor del 95 % de los tumores hipofisarios son benignos; pue-
den ser primarios o secundarios y funcionales o no funcionales. Los
tumores funcionales secretan hormonas hipofisarias, al contrario de
los no funcionales. La ubicación y los efectos de estos tumores sobre
la producción hormonal por los órganos diana pueden amenazar la
vida. Los tumores hipofisarios pueden ser de tres tipos principales,
representando un sobrecrecimiento de las células eosinófilas, basófi-
las (hiperadrenalismo) y cromófobas (sin afinidad por las tinciones
eosinófilas o basófilas).
Cuadro clínico
Tumores eosinófilos de desarrollo temprano en la vida
• Gigantismo: el paciente puede medir más de 2,15 m y es grande en
todas sus proporciones.
• El paciente se muestra débil y letárgico y apenas se puede mantener
de pie.
Tumores eosinófilos de desarrollo en la edad adulta
• Acromegalia (crecimiento esquelético excesivo de pies, manos, arco
superciliar, eminencias molares, nariz y mentón).
• Agrandamiento de todos los tejidos y órganos del cuerpo.
• Cefaleas y alteraciones visuales intensas porque los tumores ejercen
presión sobre los nervios ópticos.
• Pérdida de la discriminación del color, diplopía (visión doble) o
ceguera en parte del campo de visión.
• Descalcificación del esqueleto, debilidad muscular y alteraciones
endocrinas, similares a las del hipertiroidismo.
Tumores basófilos
Síndrome de Cushing: masculinización y amenorrea en las mujeres,
obesidad troncal, hipertensión, osteoporosis y policitemia.
Tumores cromófobos (90 % de los tumores hipofisarios)
• Obesidad y somnolencia.
• Cabello delgado y escaso; piel seca y suave; cutis pastoso; huesos
T pequeños.
• Cefaleas, pérdida de la libido y defectos visuales que avanzan a
ceguera.
• Poliuria, polifagia, desaceleración de la tasa metabólica basal y tem-
peratura corporal por debajo de la normal.
Exploración y diagnóstico
• Antecedentes y exploración física (evaluación del campo visual).
• Tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM).
• Mediciones hormonales de los órganos diana (p. ej., tiroides, glán-
dulas suprarrenales).
Tumores óseos
Las neoplasias del sistema musculoesquelético son de varios tipos:
osteogénicas, condrogénicas, fibrogénicas, del músculo (rabdomio-
génicas) y tumores de las células medulares (retículo), nerviosas,
vasculares y adiposas. Pueden ser tumores primarios o metastásicos
de cánceres originados en otros lugares del organismo (p. ej., mama,
pulmón, próstata, riñón). Los tumores óseos metastásicos son más
frecuentes que los tumores óseos primarios.
Tipos
Tumores óseos benignos
Los tumores óseos benignos son de crecimiento lento, bien circuns-
critos y encapsulados. Producen pocos síntomas y no son letales.
Las neoplasias primarias benignas del sistema musculoesquelético
pueden ser: osteocondroma, encondroma, quiste óseo (p. ej., quiste
óseo aneurismático), osteoma osteoide, rabdomioma y fibroma. Los
tumores óseos benignos y de tejidos blandos son más frecuentes que T
los tumores óseos primarios malignos.
El osteocondroma, el tumor benigno óseo más habitual, puede con-
vertirse en maligno. El osteoma osteoide es un tumor doloroso que se
presenta en niños y adultos jóvenes. El encondroma es un tumor fre-
cuente del cartílago hialino de la mano, el fémur, la tibia o el húmero.
Los osteoclastomas (tumores de células gigantes) son benignos por largos
períodos pero pueden invadir el tejido local y causar destrucción; estos
tumores pueden sufrir transformación maligna y metástasis. Los quistes
óseos son lesiones que se expanden dentro del hueso (p. ej., aneurisma
y lesión unicameral).
Cuadro clínico
Los tumores óseos se asocian con una amplia gama de problemas:
• Asintomático o con dolor (leve, ocasional a constante, intenso).
• Diferentes grados de discapacidad; a veces con crecimiento evidente
del hueso.
• Pérdida de peso, malestar y posible presencia de fiebre.
T • Metástasis espinal que produce a su vez compresión de la médula y défi-
cits neurológicos (p. ej., dolor progresivo, debilidad, anomalías de la
marcha, parestesias, paraplejía, retención urinaria, pérdida del control
intestinal o vesical).
Exploración y diagnóstico
• Evaluar los antecedentes y realizar una exploración física; se puede
diagnosticar incidentalmente a propósito de una fractura patológica.
• Realizar exploración por tomografía computarizada (TC), gammagrafía
ósea, mielografía, resonancia magnética (RM), arteriografía y estudios
de radiografía de tórax.
Úlcera péptica
Una úlcera péptica es una excavación formada en la pared mucosa
del estómago, el píloro, el duodeno o el esófago, y es más probable
que se presente en el duodeno que en el estómago. Con frecuencia
se conoce como úlcera gástrica, duodenal o esofágica, según su ubica-
ción. Las tasas de úlcera péptica entre los adultos de mediana edad
han disminuido en las últimas tres décadas, mientras que las de los
adultos mayores han aumentado. Los adultos mayores son quienes
màs consultan por este motivo, ya sea en el ámbito hospitalario o de
manera ambulatoria.
Las úlceras pépticas tienden a ser solitarias, pero en ocasiones
puede haber más de una. Las gástricas suelen presentarse en la cur-
vatura inferior del estómago, cerca del píloro. Las esofágicas son
resultado de un reflujo de ácido clorhídrico (HCl) desde el estómago
hacia el esófago (enfermedad por reflujo gastroesofágico [ERGE]). Las
úlceras pépticas se han asociado con infecciones bacterianas, como
las causadas por Helicobacter pylori. Los factores predisponentes inclu-
yen los antecedentes familiares de úlcera péptica, tener sangre tipo O,
el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), el consumo de
alcohol y el tabaquismo excesivo; también se asocian las enfermeda-
des pulmonares y renales crónicas. Los pacientes con el síndrome de
Zollinger-Ellison (SZE) presentan hiperacidez gástrica extrema (hiperse-
creción de jugos gástricos), úlcera duodenal y gastrinomas (tumores de
las células de los islotes); es posible que cause úlceras pépticas graves,
hiperacidez gástrica extrema y tumores secretores de gastrina benig-
nos o malignos en el páncreas. Úlcera por estrés es el término que se
aplica a las úlceras mucosas agudas del área duodenal o gástrica que
se presentan tras un evento que produce estrés psicológico, como
quemaduras, shock, sepsis grave y politraumatismos; estas úlceras son
clínicamente diferentes a las formas pépticas. Las formas específicas
que son resultado de condiciones estresantes incluyen la úlcera de
Curling y la de Cushing.
Fisiopatología
Las úlceras pépticas se presentan principalmente en la mucosa gas-
troduodenal porque sus tejidos no soportan las acciones digestivas
707
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar el dolor, sus patrones, su relación con la comida o el sueño
y los métodos usados para tratarlo; realizar una anamnesis completa,
incluyendo los antecedentes de alimentación de las últimas 72 h.
• Si el paciente ha vomitado, determinar la frecuencia de la emesis y si
ésta es de color rojo brillante o café. Lo anterior ayuda a identificar
el origen del sangrado. Consultar si hubo melena.
• Preguntar al paciente sobre sus hábitos alimenticios y su consumo de
alcohol, tabaco y medicamentos (AINE).
• Obtener los antecedentes familiares de enfermedad ulcerativa.
• Evaluar las constantes vitales con el fin de buscar una posible ane-
mia (taquicardia, hipotensión).
• Buscar sangre en la materia fecal mediante una prueba de sangre
oculta en las heces.
• Evaluar si hay dolor a la palpación del abdomen.
Diagnóstico
DIAGNÓSTICO DE ENFERMERÍA
• Dolor agudo vinculado con los efectos de la secreción de jugos gás-
tricos sobre el tejido dañado.
• Ansiedad asociada con el afrontamiento de una enfermedad aguda.
• Desequilibrio nutricio (deficiencia de los requerimientos nutricios)
relacionado con cambios en la dieta.
PROBLEMAS COLABORATIVOS/POSIBLES COMPLICACIONES
• Hemorragia: tubo digestivo superior.
• Perforación.
U • Penetración.
• Obstrucción de la salida gástrica.
Planificación y objetivos
Los objetivos principales para el paciente pueden incluir aliviar el
dolor, reducir la ansiedad, mantener los requerimientos nutricios, co-
nocer el manejo y la prevención de la recurrencia de las úlceras y la
ausencia de complicaciones.
Intervenciones de enfermería
ALIVIAR EL DOLOR Y MEJORAR LA NUTRICIÓN
• Administrar los medicamentos prescritos.
• Indicar al paciente evitar el ácido acetilsalicílico y otros AINE, así
como el consumo de alcohol.
• Alentar al paciente a comer a intervalos regulares en un entorno
relajado; medir el peso de forma regular y alentar las modificaciones
a la dieta.
• Fomentar el uso de técnicas de relajación.
REDUCIR LA ANSIEDAD
• Evaluar el nivel de ansiedad del paciente.
• Explicar las pruebas diagnósticas y administrar los medicamentos
según el horario.
• Interactuar de una manera relajante, ayudar a identificar las fuentes
de estrés y explicar las técnicas de afrontamiento y métodos de rela-
jación eficaces.
• Alentar a la familia del paciente a participar en los cuidados y dar
apoyo emocional.
MANTENER UN ESTADO NUTRICIO ÓPTIMO
• Buscar signos de pérdida de peso y desnutrición.
• Reforzar la importancia de cumplir con el régimen de medicamentos
y con las restricciones dietéticas tras la recuperación de un episo-
dio agudo.
VIGILANCIA Y ATENCIÓN DE LAS POSIBLES COMPLICACIONES
Hemorragia
• La hemorragia es la complicación más frecuente de las úlceras pépti-
cas; puede haber hematemesis o melena.
• Averiguar si hubo mareos o náuseas antes o durante el sangrado;
realizar pruebas de sange oculta o macroscópica en las heces; moni-
torizar las constantes vitales de manera frecuente (taquicardia, hipoten-
sión y taquipnea).
• Introducir una sonda vesical a permanencia y vigilar los ingresos y
egresos; realizar venoclisis para infundir soluciones y sangre.
• Monitorizar los valores de laboratorio (hemoglobina y hematocrito).
• Introducir y mantener una sonda nasogástrica y evaluar el drenaje;
hacer lavados según indicación.
• Vigilar la saturación de oxígeno y administrar oxigenoterapia.
U
• Tratar el shock hipovolémico según esté indicado (véase “Proceso
de enfermería” en el artículo Shock hipovolémico de la sección S para
mayor información).
• Anticipar la necesidad de realizar una endoscopia para evaluar el
sangrado y llevar a cabo intervenciones endoscópicas dirigidas.
• Puede ser necesaria una arteriografía con embolización en caso de
haber úlceras gástricas persistentes y coincidentes.
Perforación y penetración
• Detectar e informar los síntomas de una posible penetración (dolor
dorsal y epigástrico que no mejora con medicamentos que antes sí
funcionaban).
• Detectar e informar síntomas de perforación (dolor abdominal repen-
tino, dolor referido a los hombros, vómitos y colapso [desmayo],
abdomen extremadamente sensible y rígido, hipotensión y taquicar-
dia y otros signos de shock).
Obstrucción de la salida gástrica
• La obstrucción de la salida gástrica aparece cuando el área distal
del esfínter pilórico presenta cicatrices y se estenosa por espasmos o
edema o por el tejido cicatrizal que se forma por los ciclos de cicatri-
zación y resurgimiento de la úlcera.
• Los síntomas incluyen náuseas y vómitos, estreñimiento, plenitud
epigástrica, anorexia y, más tarde, pérdida de peso.
• Introducir la sonda nasogástrica; los residuos superiores a 400 ml
sugieren obstrucción.
• El tratamiento puede incluir la descompresión del estómago vía una
sonda nasogástrica, la dilatación con balón del píloro vía endoscó-
pica y la cirugía (vagotomía y antrectomía o gastroyeyunostomía y
vagotomía).
• Véase el artículo Atención perioperatoria de enfermería si requiere mayor
información.
PROMOCIÓN DEL CUIDADO EN CASA Y EN LA COMUNIDAD
Capacitación del paciente para su autocuidado
• Ayudar al paciente a comprender la enfermedad y los factores que
contribuyen o la empeoran.
• Capacitar al paciente sobre los medicamentos prescritos, incluyendo
nombre, dosis, frecuencia y posibles efectos colaterales. Asimismo,
identificar los fármacos, como el ácido acetilsalicílico y otros AINE,
que deberá evitar.
• Indicar al paciente que evite alimentos que exacerben los síntomas.
• Explicar que el tabaquismo puede interferir con la cicatrización de
la úlcera; derivar al paciente a programas que pueden ayudarle a
dejar de fumar.
Cuidados continuos
U • Indicar al paciente que las consultas de seguimiento serán necesarias
alrededor de 1 año.
• Informar al paciente que la úlcera puede recurrir y que debe buscar
atención médica si reaparecen los síntomas.
• Notificar al paciente y a su familia que la cirugía no asegura la cura-
ción. Informar sobre posibles secuelas postoperatorias, como la into-
lerancia a ciertos alimentos.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Permanece sin dolor entre las comidas y durante la noche.
• Informa sentir menos ansiedad.
• Mantiene su peso.
• Muestra conocimientos sobre sus actividades de autocuidado.
• No muestra complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 37 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Urolitiasis (nefrolitiasis)
La urolitiasis y la nefrolitiasis se refieren a los cálculos (piedras) en las vías
urinarias y el riñón, respectivamente. El problema ocurre de manera
predominante en la tercera a quinta décadas de la vida y afecta más a
varones que a mujeres; cerca de la mitad de los pacientes con un cálculo
renal presentarán otro episodio dentro de los 5 años siguientes.
Fisiopatología
Los cálculos se forman en las vías urinarias cuando aumenta la con-
centración de sustancias como el oxalato de calcio, el fosfato de calcio
y el ácido úrico. Los cálculos varían de tamaño, desde depósitos gra-
nulares diminutos hasta los del tamaño de una naranja. Los factores
que favorecen la formación de los cálculos incluyen las infecciones,
la estasis urinaria, la hipercalcemia y los períodos de inmovilidad,
los cuales hacen más lento el drenaje renal y alteran el metabolismo
del calcio. Los cálculos de ácido úrico (5-10 % de todos los cálculos)
pueden verse en pacientes con gota o trastornos mieloproliferativos;
los factores predisponentes de los cálculos de estruvita incluyen la
vejiga neurógena, los cuerpos extraños y las infecciones urinarias (IU)
recurrentes. Algunos factores adicionales de riesgo comprenden la
enfermedad poliquística, los riñones en herradura, las estenosis cró-
nicas, las espongiosis medulares renales, la enfermedad inflamatoria
intestinal y ciertos medicamentos. Los cólicos ureterales se encuentran
mediados por la prostaglandina E, una sustancia que aumenta la con-
tractilidad ureteral y el flujo sanguíneo renal y que lleva a una mayor U
presión intraureteral y dolor.
Cuadro clínico
Las manifestaciones dependen de la presencia de obstrucción, infec-
ción y edema. Los síntomas incluyen dolor, desde leve hasta insopor-
table, y las molestias.
PROCESO DE ENFERMERÍA
Exploración
• Evaluar en busca de dolor y molestias, incluyendo intensidad, ubica-
ción e irradiación del dolor.
• Explorar la presencia de síntomas asociados, entre ellos náuseas,
vómitos, diarrea y distensión abdominal.
• Buscar signos de IU (escalofríos, fiebre, polaquiuria y dificultades
U
para comenzar a orinar) y obstrucción (diuresis frecuente en escasa
cantidad, oliguria o anuria).
• Detectar sangre en la orina; usar un colador en busca de cálculos
o arenilla.
• Buscar en los antedecentes los factores que predispongan al paciente
a presentar cálculos en vías urinarias o que pudieron haber precipi-
tado el actual episodio de cólicos renales o ureterales.
Cuidados continuos
• Monitorizar de cerca al paciente para garantizar que el tratamiento
haya sido eficaz y que no haya desarrollado complicaciones.
• Evaluar la comprensión de la LEOC del paciente y de las posibles
complicaciones; evaluar su comprensión sobre los factores que
aumentan el riesgo de recurrencia de los cálculos renales y de las
estrategias para reducir los riesgos.
• Evaluar la capacidad del paciente de monitorizar el pH urinario e
interpretar los resultados durante las visitas de seguimiento.
• Garantizar que el paciente comprenda los signos y síntomas de la for-
mación de los cálculos, las obstrucciones y las infecciones, así como
la importancia de informar dichos signos de manera veloz.
• En caso de prescribir medicamentos para prevenir la formación de
cálculos, explicar sus acciones, importancia y efectos colaterales
al paciente.
Evaluación
RESULTADOS ESPERADOS EN EL PACIENTE
• Informa alivio del dolor.
• Muestra mayor conocimiento de conductas saludables para preve-
nir recurrencias.
• No muestra complicaciones.
Para mayor información, véase capítulo 45 en Smeltzer SC, Bare BG, Hinkle JL,
Cheever KH. Brunner y Suddarth. Enfermería medicoquirúrgica. 12.a ed. España: Wol-
ters Kluwer | Lippincott Williams & Wilkins; 2013.
Cuadro clínico
• Suelen presentarse ematemesis, melena o deterioro general en el
estado mental o físico; a menudo se informa el antecedente de con-
sumo de alcohol.
• Pueden estar presentes los síntomas y signos de shock (piel pegajosa,
hipotensión, taquicardia).
Exploración y diagnóstico
• Endoscopia, ecografía, tomografía computarizada, angiografía y el
uso de una videocápsula endoscópica.
• Valoración neurológica y de la hipertensión portal (dilatación de las
venas abdominales y hemorroidales).
• Pruebas de función hepática (aminotransferasas séricas, bilirrubina,
fosfatasa alcalina y proteínas séricas).
• Esplenoportografía, hepatoportografía y angiografía celíaca.
Tratamiento médico
• Transferir al paciente a la unidad de cuidados intensivos para su
atención médica intensiva, que incluya evaluación del grado de hemo-
rragia y la vigilancia continua de las constantes vitales, en caso de
hematemesis y melena.
• Registrar los signos de posible hipovolemia; vigilar el volumen san-
guíneo con un catéter venoso central o de arteria pulmonar.
719
Tratamiento quirúrgico
De ser necesario, la intervención quirúrgica puede incluir lo siguiente:
• Ligadura directa de las várices.
• Derivación portosistémica: venosa, esplenorrenal, mesocava y
portocava.
• Revascularización y corte transversal.
Posibles tratamientos adicionales:
• Colocación vía endoscópica de adhesivos tisulares y pegamento
de fibrina.
• Endoprótesis de expansión cubiertas (colocadas vía endoscópica).
Atención de enfermería
Proveer cuidados postoperatorios similares a los de cualquier interven-
ción quirúrgica de tórax o abdomen. Véase Atención perioperatoria de
enfermería en la sección A si requiere información adicional.
A Valores de laboratorio
Química sanguínea
Prueba Unidades convencionales Unidades SI
(continúa en la p. 724)
723
†
Varía según el laboratorio/método.
‡
Varía según edad y masa muscular.
Hematología
Prueba Unidades convencionales Unidades SI
B NANDA International.
Diagnósticos de enfermería
2012–2014
A Déficit de volumen de líquidos
Aflicción crónica Desatención unilateral
Afrontamiento defensivo Descuido personal
Afrontamiento familiar Desempeño ineficaz del rol
comprometido Desequilibrio nutricio: ingestión
Afrontamiento familiar incapacitante inferior a las necesidades
Afrontamiento ineficaz Desequilibrio nutricio: ingestión
Afrontamiento ineficaz de la superior a las necesidades
comunidad Desesperanza
Aislamiento social Deterioro de la deambulación
Ansiedad Deterioro de la comunicación verbal
Ansiedad ante la muerte Deterioro de la deglución
Automutilación Deterioro de la dentición
Deterioro de la habilidad para el
B traslado
Baja autoestima crónica Deterioro de la integridad cutánea
Baja autoestima situacional
Deterioro de la integridad tisular
Deterioro de la interacción social
C
Deterioro de la memoria
Cansancio del rol de cuidador
Deterioro de la micción
Conducta desorganizada del
lactante Deterioro de la movilidad en la cama
Conflicto de decisiones Deterioro de la movilidad en silla
Conflicto del rol parental de ruedas
Confusión aguda Deterioro de la movilidad física
Confusión crónica Deterioro de la mucosa bucal
Conocimientos deficientes Deterioro de la religiosidad
Contaminación Deterioro de la resiliencia personal
Control de impulsos ineficaz Deterioro de la ventilación
espontánea
D Deterioro del intercambio de gases
Déficit de actividades recreativas Deterioro del mantenimiento del
Déficit de autocuidado: alimentación hogar
Déficit de autocuidado: baño Deterioro generalizado del adulto
Déficit de autocuidado: uso del Deterioro parental
inodoro Diarrea
Déficit de autocuidado: vestido Disfunción sexual
726
731
L causas, 464
Laboratorio, estudios de, clasificación, 464
en cefaleas, 187 complicaciones, 465, 467
en hemofilia, 363, 364 shock espinal y neurogénico, 467
en hipertensión, 380 trombosis venosa profunda, 467
en hipoparatiroidismo, 397 diagnóstico de enfermería, 468
en insuficiencia cardíaca, 435 evaluación, resultados del
en leucemia mieloide aguda, 484 paciente, 473
en linfoma de Hodgkin, 491 exploración y diagnóstico, 465
en osteomalacia, 552 factores de riesgo, 464
en osteoporosis, 557 incompleta, 465
en síndrome hiperosmolar hiper- intervenciones de enfermería, 469
glucémico, 678 adaptación a alteraciones senso-
Lactulosa, en encefalopatía hepá- riales, 470
tica, 266 cuidados en casa y en la comu-
Lamivudina, en hepatitis B, 370 nidad, 472
Laparoscopia, para endometriosis, función intestinal, 471
274 hiperreflexia autonómica, 471
Laringe, cáncer de, 132-139 hipotensión ortostática, 471
consideraciones gerontológicas, integridad cutánea, 470
138 medidas de confort, 471
cuidados en casa y en la comuni- mejorar la movilidad, 469
dad, 138 respiración y permeabilidad de
exploración y diagnóstico, 133 la vía aérea, 469
intervenciones de enfermería, 135 nivel neurológico, 465
planificación y objetivos, 135 planificación y objetivos, 469
Laringectomía, 133-139 problemas colaborativos, 469
Lesión axónica difusa, 456 problemas respiratorios, 466, 469
Lesión craneoencefálica, 453-464 tratamiento de emergencia, 466
atención de enfermería, 455 tratamiento médico, 466
cuadro clínico, 453 cirugía, 466
exploración y diagnóstico, 454 corticosteroides a dosis altas,
hematoma epidural, 456 466
hematoma subdural, 456 oxigenación, 466
hemorragia intracraneal, 456 Lesiones
hemorragia y hematoma intracere- en colitis ulcerativa, 212, 213
brales, 457 gastrointestinales urémicas, 444
lesión axónica difusa, 456 Lesiones cutáneas, en colitis ulcera-
lesión craneoencefálica traumá- tiva, 213
tica, 458 (véase también Lesiones, prevención de
Traumatismos craneoencefáli- en enfermedad de Ménière, 290
cos) en esclerosis múltiple, 318
lesiones del cuero cabelludo y el en osteoporosis, 559
cráneo, 454 tras cirugía mastoidea, 503
proceso de enfermería, 458 Leucemia, 473-487
tras conmoción, 454, 455 clasificación, 473
tratamiento médico, 454, 456, cuadro clínico, 474
457 exploración y diagnóstico, 474
y PIC elevada, 457, 463 fisiopatología, 473
Lesión de médula espinal, 464- 473 intervenciones de enfermería, 475