Cómo Puedo Cambiar - Lectura Digital
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Cómo Puedo Cambiar - Lectura Digital
Puedo
Cambiar?
Por C.J. Mahaney y Robin Boisvert
PREFACIO
Cuando yo estaba en la escuela intermedia, era
requisito que todos corriéramos una carrera marcada
con el reloj. Normalmente yo hubiera ejecutado una
carrera marginal, si acaso. Pero esta vez decidí poner
todo mi esfuerzo en la prueba.
No me mal entiendas – aunque no soy un atleta
sobresaliente, por lo regular mantenía mi paso, y
estaba dispuesto a esforzarme en otros deportes. Pero
la carrera larga era diferente. Era difícil. No compleja-
sólo difícil. Quería decir dolor, y a mí no me interesaba
el dolor. De hecho, durante una unidad de carrera
larga en mi clase de gimnasia, mis amigos y yo, a
escondidas de nuestro instructor, regularmente
trotábamos un curso más corto que nos llevaba por el
edificio de la secundaria, por el corredor donde
estaban las clases de mecanografía, y luego salíamos
de nuevo al campo. Así ahorrábamos casi cuarta milla
del curso, hasta que el maestro de mecanografía cayó
en la cuenta por el ensordecedor ruido de cascos que
disturbaba su clase.
Pero esta vez yo decidí hacer lo mejor que pudiera. De
modo que, con toda mi fortaleza interior, me empujé
hasta no más y entregué una carrera extraordinaria. De
hecho fue tan extraordinaria, que el entrenador se
enteró y trató de enlistarme para el equipo. Yo le
respondí de la misma manera que había respondido a
mamá cuando me sugirió que tomara clases de ballet
junto con mis hermanas: -No gracias-.
-Pero Robin,- me dijo ella, -los chicos también bailan
ballet.-
No este chico.
Yo me sentía como que iba a morir después de esa
carrera, y por razones obvias. No había hecho nada
para entrenarme para la carrera-no podía molestarme
con eso-así que no estaba en forma para perseverar.
Veinticinco años después, he adquirido un nuevo
respeto para la carrera larga. Es una de las mejores
analogías para comprender la vida cristiana, como
vemos tan claramente en la Escritura:
“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados
de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que
nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera
que tenemos por delante” (Heb 12:1).
Esta gran multitud de testigos incluye a esos heroicos
hombres y mujeres de la historia bíblica-como
Abraham, José, y Moisés-que corrieron fielmente su
carrera (Heb 10).
Aunque en la Escritura hay otras útiles ilustraciones de
la vida cristiana, el tema de la carrera larga nos da
mucho para pensar. Una carrera como esa exige
perseverancia. Exige disciplina y entrenamiento. Exige
fijar la vista en la meta. Y aunque no sea
particularmente complicada, los corredores de éxito
han estado entre nuestros atletas más inteligentes.
Pueden armarse de sus recursos y enfocarlos en la
tarea a mano, paso a paso.
Hemos escrito este libro para los corredores-mujeres y
hombres cristianos sinceramente interesados en correr
la carrera que les está marcada. A los que han tratado
y han fracaso y están a punto de darla por algo sin
esperanza, ofrecemos ánimo. Habiendo nosotros
tropezado lo suficiente en el camino, hemos
consistentemente encontrado que Aquel que nos llama
a correr es fiel. Su Palabra y su Espíritu nos están
disponibles. No sólo eso, sino que tiene un interés
compasivo en nuestro éxito. “No acabará de romper la
caña quebrada”, dijo el profeta Isaías, “ni apagará la
mecha que apenas arde” (Is 42:3). Cuando estés tan
doblado que estás seguro de partirte en dos, cuando tu
fuego esté casi apagado, Él está ahí para revivirlo.
A los que puedan sentirse como que han logrado un
cómodo grado de éxito en la vida cristiana, ofrecemos
una exhortación. El profeta advirtió a sus oyentes, “¡Ay
de los que viven tranquilos en Sión!” (Am 6:1). Una
actitud así es extremadamente peligrosa, porque
cuando creemos que tenemos afianzada la santidad, es
cuando estamos más inclinados a relajar y confiar en
nosotros mismos en vez de confiar en Dios. En ese
punto por lo regular es necesaria una crisis para
volvernos a la realidad.
Finalmente, este libro es para los que simplemente
desean crecer como cristianos, que están satisfechos
en Cristo pero no satisfechos consigo mismos. Quizás
estés frustrado con tu progreso. Quizás no estés seguro
de dónde comenzar. Quizás hayas corrido muchas
millas y simplemente necesitas un segundo aliento.
Creemos que este libro ayudará.
En un día cuando con demasiada facilidad se ofrecen
soluciones rápidas a problemas que existen desde
mucho tiempo, deseamos recomendar los caminos
antiguos, habiéndolos encontrado probados y
verdaderos. No hay atajos hacia la madurez cristiana.
No hay un camino sin cruz para seguir a Cristo, no hay
secreto instante para la vida cristiana. Pero como la
carrera larga, si el camino de la cruz no es fácil,
tampoco es complicado. Dios nos presenta un camino
que es angosto pero recto. Él muestra sus caminos a
los que están sinceramente interesados en seguirlo a
Él, y Él se mostrará fuerte a favor de aquellos cuyo
corazón es enteramente suyo.
Nuestro propósito en introducir la doctrina de la
santificación (eso es lo mejor que podíamos esperar
hacer en un libro de este tamaño) es que podamos ser
transformados según la imagen de Jesucristo (Ro 8:29).
Y desde el comienzo damos énfasis al hecho de que el
Espíritu de Dios es el que nos transforma (2 Co 3:18).
Aunque se requiere de nuestro vigoroso esfuerzo, todo
crecimiento es por su gracia. Con esa maravillosa
verdad como nuestro bloque para comenzar, sigamos
hacia la meta, cada uno confiado de que “el que
comenzó tan buena obra en ustedes la irá
perfeccionando hasta el día de Cristo” (Fil 1:6).
-Robin Boisvert
“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto
reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados a su semejanza con más y más
gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2
Corintios 3:18)
Capítulo 1:
ATRAPADO EN LA
TRAMPA DE LA BRECHA
“Todos los que están luchando con la ira, por favor
pasen al frente. Nos gustaría orar por ustedes.”
Era domingo por la mañana. Yo acababa de enseñar
sobre la ira, y quería dar al Espíritu Santo la
oportunidad de obrar en el corazón de los presentes.
Pero yo no podía haber anticipado la reacción.
Casi veinte humildes santos pasaron al frente del
auditorio-un grupo grande para una iglesia del tamaño
de la nuestra. Pero no fue el número lo que captó mi
atención. Fueron las personas. ¡Diecinueve de los
veinte eran madres de niños pequeños! (La ira es un
peligro de la ocupación, según la mayoría de las
madres que he conocido.)
Como su pastor, yo sabía que todas estas mujeres eran
cristianas serias y dedicadas al Señor. Lo que hizo que
pasaran al frente era su intensa frustración al
encontrarse atrapadas en la brecha-una brecha entre
el modelo bíblico para el control de sí mismas y su
propio fracaso en vivir según ese modelo.
Ya sea que el problema es la ira, el temor, la
preocupación o algo tan común como la pereza, todos
hemos experimentado esa brecha entre lo que somos y
lo que debemos ser. La Biblia dice que somos nuevas
creaciones, victoriosos, vencedores. Y no somos sólo
vencedores-somos más que vencedores (Ro 8:37). A
veces hasta nos sentimos así. Pero la mayoría de las
veces se nos hace difícil ver más allá de nuestras
limitaciones y perpetuos fracasos. Y siempre parece ser
durante estos tiempos de la vida que Mateo 5:48 surge
en nuestro plan de lectura bíblica: “Por tanto, sean
perfectos, así como su Padre celestial es perfecto”.
Para más estudio: Hasta Pablo el apóstol cayó en la
trampa de la brecha (Ro 7:21-25). ¿Puedes identificarte
con su frustración?
En silencio suspiramos y pensamos, Nunca sucederá.
Yo llamo a este estado de mente la “trampa de la
brecha”. Así es como funciona: Como cristianos todos
tenemos cierto conocimiento sobre lo que Dios espera
de nosotros. Pero logramos menos de lo que sabemos
que debemos estar logrando. Luego entonces existe
una brecha entre lo que sabemos que se nos exige y
nuestro comportamiento en sí. Si la distancia entre lo
que sabemos y lo que estamos viviendo se hace
demasiado grande, correctamente se nos puede llamar
hipócritas.
“La vida cristiana se trata de hacernos en carácter
intrínseco lo que ya somos en Cristo...El propósito de
estos pasajes (v.g. Romanos 6, Colosenses 3:5-14,
Efesios 4:22-32) es mostrarnos la gran brecha que
existe entre lo que somos contados o considerados ser
en Cristo (justificación) y lo que en realidad somos en
la vida diaria (santificación) para poder instarnos a
cerrar la brecha...el propósito de Pablo es instarnos a
hacernos en la vida diaria lo que ya se nos considera
ser en Cristo.”[1]
— Jay Adams
Esta brecha es un hecho de la vida cristiana. Para la
mayoría de nosotros, no es necesario que nadie nos
diga cuáles son nuestras inconsistencias-estamos
perfectamente concientes de ellas. Esa conciencia
debe servir para mantenernos humildes y
dependientes de Dios para triunfar. Pero la trampa con
frecuencia nos la tiende nuestra ignorancia de la
doctrina de la santificación. En vez de reconocer que la
brecha existe para instarnos hacia adelante en
fervorosa confianza en Cristo, permitimos que nos
condene y que detenga nuestro progreso hacia
adelante. Somos atrapados a creer que simplemente
somos perdedores, fracasos, que no servimos para
nada...y que quizás ni tan siquiera somos cristianos.
Algunos hasta pasan a la inactividad o a la
desobediencia. Los que son atrapados en esta trampa
(y, hasta cierto punto, todos lo somos)
innecesariamente padecen de desánimo.
Como pastor, una de mis mayores responsabilidades es
ayudar a los individuos a salir de la trampa de la
brecha. Con frecuencia me encuentro diciendo a la
gente, “No será instante, y le exigirá serio esfuerzo,
pero salir de la trampa de la brecha no es complicado.
Y créame, valdrá la pena.”
Quizás tú te has encontrado en la trampa de la brecha.
Quizás estés ahí ahora mismo. Si así es, tenemos
confianza de que este libro puede ayudarte a cerrar la
brecha entre lo que debes ser en Cristo y lo que eres en
la práctica.
¿Puedes imaginarte una vida en la que rompes los
hábitos pecaminosos y haces verdadero progreso en la
santidad? Esa vida es posible. Y este libro está escrito
para ayudarte y animarte cuando hagas tuya esa vida.
Entre “Ahora” y “Todavía no”
1 1 ¿Hay cosas en tu vida en las que sabes que no estás
viviendo como Dios espera que vivas? (Describe
brevemente una de esas cosas en el espacio abajo.)
Sin duda, una de las cosas más frustrantes de la vida
cristiana es la aparente contradicción entre lo que Dios
espera que seamos y lo que nosotros, por experiencia,
sabemos que somos. Observa a los corintios, por
ejemplo. En un punto Pablo les asegura, “ya han sido
lavados, ya han sido santificados, ya han sido
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el
Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6:11). Parece un caso
cerrado, ¿no? Hasta que leemos la segunda carta de
Pablo a esta iglesia, en la que parece decir casi lo
opuesto: “Purifiquémonos de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de
Dios la obra de nuestra santificación” (2Co 7:1).
Espero que los corintios estuvieran un tanto confusos.
¿Estaban santificados...o contaminados? En realidad,
estaban santificados y contaminados, y así estamos
nosotros. Para poder explicar eso, permíteme llevarte
brevemente por una tangente.
Medita en 1 Juan 3:2-3. ¿Qué impacto debe tener en el
“ahora” lo que pensamos del “todavía no”?
El reino de Dios es tanto “ahora” como “todavía no”.
Está presente en ciertos respectos y es futuro en otros.
Nuestro Señor vino proclamando y demostrando que el
reino (o dominio) de Dios había cruzado la historia
humana: “Pero si expulso a los demonios con el poder
de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino
de Dios” (Lu 11:20). Sin embargo, el reino de Dios
todavía no ha llegado en su plenitud. Eso no sucederá
hasta que Jesús regrese en poder, cuando toda rodilla
se doblará y toda lengua confesará que Él es Señor.
Hasta entonces, sin negar la presente realidad del
reino de Dios, oramos fervorosos, “Venga tu reino” (Mt
6:10).
En este respecto, el reino de Dios paralela bastante
nuestra vida individual. Dios, por medio de la
maravillosa obra de justificación, nos ha declarado
justos. Nuestra posición legal ante Él ha cambiado. Ese
asunto ha sido arreglado una vez y por todas en la
corte del cielo. Pero, en este lado del cielo, nuestra
transformación interna es un proyecto en progreso. El
proceso de santificación me mantiene ocupado
personalmente como cristiano, y también me da
suficiente trabajo como pastor.
De modo que ¿tenemos victoria en Jesús o no? ¿Somos
vencedores, o somos vencidos? Oscar Cullman sugiere
una analogía de la Segunda Guerra Mundial que creo
que nos puede ayudar a comprender esta aparente
contradicción.[2]
La historia nos cuenta de dos días importantes hacia el
final de la II Guerra Mundial: D-Day (Día D) y VE-Day
(Día VE). El D-Day tuvo lugar el 6 de junio de 1944
cuando las fuerzas Aliadas desembarcaron en las
playas de Normandía, Francia. Este fue el punto
decisivo en la guerra; una vez se llevó a cabo con éxito
esta desembarco, la suerte de Hitler se selló. La guerra
esencialmente había terminado. Pero la victoria total
en Europa (VE-Day) no ocurrió sino hasta el 7 de mayo
de 1945 cuando las fuerzas alemanas se rindieron en
Berlín. Este intervalo de once meses se recuerda como
uno de los períodos más sangrientos de la guerra. Se
pelearon batallas campales por toda Francia, Bélgica, y
Alemania. Aunque el enemigo había sido herido
mortalmente, no sucumbió inmediatamente.
“Elección divina es la garantía de que Dios se encargará
de completar por gracia santificadora lo que su gracia
electora ha comenzado. Este es el significado del nuevo
pacto: Dios no sólo ordena obediencia, Él la da.”[3]
- John Piper
La cruz fue nuestro D-Day. Ahí el Señor Jesucristo
murió para romper las cadenas del pecado de su
pueblo. Por su muerte y resurrección somos
justificados. Pero la victoria final espera el regreso de
Cristo. No hay duda de cuál será el resultado de las
cosas. Pero todavía nos encontraremos envueltos en
escaramuzas y batallas hasta que el Señor aparezca en
gloria para derrotar para siempre las fuerzas de las
tinieblas.
Para más estudio: Lee 1 Pedro 5:8-9. Aunque el triunfo
final de Dios es inevitable, debemos luchar con un
saludable respeto para nuestro adversario.
Esta distinción, si se mantiene en mente, nos puede
evitar mucho desánimo. La batalla todavía sigue atroz,
pero la guerra ya se ganó. Una conciencia de la obra
acabada de Cristo a nuestro favor es esencial para
levantar el ánimo mientras buscamos la santificación.
Debemos estudiar y meditar en la gran doctrina de la
santificación hasta que penetre profundamente en
nuestra conciencia.
¿Alguien quiere Listerine?
Aunque estamos totalmente justificados en Cristo (D-
Day), de ninguna manera estamos totalmente
santificados (VE-Day). Algunos no han comprendido
esto.
El maestro de la Biblia Ern Baxter cuenta de un
incidente que ocurrió durante el Avivamiento de la
lluvia al final de los 1940. Había surgido una herética
enseñanza llamada “Los manifiestos hijos de Dios”.
Esencialmente era una doctrina que prometía total
santificación en esta vida. En su forma más extrema,
incluía la creencia de que una élite espiritual recibiría
cuerpos glorificados antes del regreso de Cristo.
Al final de una reunión en la que Baxter predicaba,
varios hijos (e hijas) manifiestos aparecieron atrás del
auditorio vestidos con túnicas blancas. Cuando terminó
de predicar se deslizaron por el pasillo hasta el frente
de la iglesia y comenzaron a tratar de hacer discípulos
para su doctrina de absoluta perfección. Según él
relata la historia, “La señora que era su líder tenía seria
necesidad de usar Listerine. Esa no es la clase de
perfección a la que yo añoro.”[4]
Más común que el escenario de Ern Baxter son las
situaciones que resultan de un concepto superficial,
sencillo de lo que es la santificación.
2 Si tú buscaras total perfección en esta vida, ¿cuál de
los siguientes te sería más difícil hacer?
❏Nunca conducir ni siquiera una milla sobre el límite
de velocidad
❏Hablar con afecto y bondad a todo vendedor que
llame por teléfono
❏Evitar todas las calorías innecesarias
❏Nunca usar el botón del despertador para dormir un
poquito más
❏Siempre pagar los impuestos sobre ingresos con
alegría
Cuando yo era recién convertido, conocí a un joven
llamado Greg, un admitido ladrón y drogadicto que al
parecer se había convertido cuando estaba en la
prisión. Se comportaba con audaz certeza y caminaba
con un ligero contoneo. Más de una vez me dijo cómo
había sido “salvado, santificado, y lleno con el Espíritu
Santo.”
Según él lo describía, todo parecía tan sencillo. Un día,
cuando era recién convertido, se montó en un tren, y
cuando se bajó horas después había tenido lo que él
llamaba una “experiencia santificadora”. Me aseguró
que una experiencia así era un preludio necesario para
recibir el bautismo en el Espíritu Santo, y que una vez
eso sucediera, uno estaba listo.
Debo admitir que había ciertas cosas de Greg que
decían que quizás no estaba muy santificado. Tenía
una tendencia a pasar juicio y una actitud farisaica.
Podía ser imperioso y rencoroso. Recuerdo su
indignada expresión cuando un amigo sin darse cuenta
puso algo sobre su Biblia: “¡Oye, disculpa, pero esa es
la Palabra de Dios!” Con todo, él sí que podía citar la
Biblia, y parecía entender su asunto de la santificación.
Para más estudio: Lee Mateo 26:41. ¿Cuándo es
seguro dar por sentado que hemos “logrado” la
santificación?
Qué impresión más desagradable me causó cuando
Greg volvió a vender y a usar drogas fuertes.
Los problemas de Greg incluían un incompleto, y por lo
tanto incorrecto, entendimiento de la enseñanza de la
Biblia sobre la santificación. Él había hecho lo que
muchos hacen al enfocarse sólo en las citas bíblicas
favoritas que parecen validar su experiencia personal.
“La santidad no es el camino a Cristo. Cristo es el
camino a la santidad.”[5]
— Adrian Rogers
La santificación es tanto definitiva (que ocurre en el
momento de la conversión) como progresiva. No
sucedió todo en una sola experiencia en el pasado, ni
tampoco se debe considerar como algo que sólo
sucede por grados. Fuimos cambiados y estamos
cambiando. Sin amenguar el entusiasmo de nuestro
exitoso desembarque en Normandía, seamos sobrios y
realistas cuando asesoramos la oposición que se
encuentra entre nosotros y Berlín. No tenemos la
opción de subirnos al tren de la santificación, como
Greg decía haberlo hecho. Va a ser una batalla a cada
paso del camino.
Vale la Pena el Trabajo
Para muchos, “santificación” es otra de esas largas
palabras teológicas que se oyen con frecuencia pero
que raramente se entienden. Suena erudita e
impráctica. Sin embargo es intensamente práctica. La
doctrina de la santificación contesta las preguntas que
ha hecho casi todo cristiano en la historia de la iglesia:
¿Cómo cambio?
¿Cómo crezco?
¿Cómo me hago como Cristo?
¿Cómo salgo de la trampa de la brecha?
Cualquier cosa que pueda contestar esas preguntas
vale la pena cierto esfuerzo. El Apéndice A (página )
muestra cómo diversas ramas de la Iglesia han
manejado este asunto en el pasado, pero veamos lo
que podemos aprender sobre esta esencial doctrina
según se aplica a nosotros hoy.
“¿Nos puede salvar la santidad? ¿Puede la santidad
apartar el pecado, satisfacer por las transgresiones,
pagar a Dios nuestra deuda? No, ni una pizca. Dios no
permita que yo diga eso nunca. La santidad no puede
hacer ninguna de estas cosas. Los santos más brillantes
son todos ‘siervos inútiles’. Nuestras obras más puras
no son más que trapos inmundos, cuando los
probamos bajo la luz de la santa ley de Dios. El manto
blanco, que Jesús ofrece y la fe pone, debe ser nuestra
única justicia, el nombre de Cristo nuestra única
confianza, el libro de vida del Cordero nuestro único
derecho al cielo. Con toda nuestra santidad no somos
mejores que los pecadores. Nuestras mejores cosas
están manchadas y contaminadas con imperfección.
Todas son más o menos incompletas, sus motivos son
equivocados o su rendimiento es defectuoso. ‘Porque
por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe;
esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de
Dios, no por obras, para que nadie se jacte’ (Ef
2:8,9)”[6]
— J.C. Ryle
El significado bíblico de la palabra santificar es
“apartar; consagrar”. Puede aplicarse a una persona,
lugar, ocasión, u objeto. Cuando algo es santificado, es
que se ha separado del uso común y se ha dedicado a
un uso especial. Por ejemplo, en los tiempos de Moisés
el Día de la Expiación era apartado (santificado) a un
Dios santo. Ese día se convirtió en un día santo. Una
cosa santificada no se hace santa simplemente por ser
apartada; deriva su santidad de aquello a lo que ha
sido dedicada. Porque sólo Dios es santo, solamente Él
puede impartir santidad.
Teológicamente la palabra “santificación” ha sido
usada para describir el proceso por el que pasa el
creyente a medida que el Espíritu de Dios obra en él
para hacerlo como Cristo. El proceso comienza en el
momento en que nacemos de nuevo y sigue mientras
vivamos. Está marcado por el conflicto diario a medida
que nos apropiamos de la gracia y la fortaleza de Dios
para vencer el pecado que está en nosotros.
Ten en mente que la culpa del pecado ya ha sido
quitada por medio de la justificación, como lo explica
Anthony Hoekema: la santificación quita la
contaminación del pecado:
Al decir culpa queremos decir el estado de merecer
condenación o de merecer castigo porque la ley de
Dios ha sido violada. En la justificación, que es un acto
declarativo de Dios, la culpa de nuestro pecado es
removida a base de la obra expiatoria de Jesucristo. Sin
embargo, al decir contaminación queremos decir la
corrupción de nuestra naturaleza que es el resultado
del pecado y que, a su vez, produce más pecado. Como
resultado de la caída de nuestros primeros padres,
todos nacemos en un estado de corrupción; los
pecados que cometemos no sólo son producto de esa
corrupción sino que también añaden a ella. En la
santificación la contaminación del pecado está en el
proceso de ser removida (aunque no será totalmente
removida hasta la vida que está por venir)[7]
La Biblia también describe la santificación como
crecimiento en santidad. Por santidad me refiero a una
devoción a Dios y el carácter que resulta de esa
devoción. La santidad incluye amor y deseo de Dios[8]
También incluye el temor de Dios, que John Murray ha
llamado “el alma de la santidad”.[9] Habiendo sido
liberado del temor del tormento eterno, el cristiano
teme a Dios al enfocarse no en su ira sino en su
“majestad, santidad y transcendente gloria...”[10] 10 El
temor del Señor tiene en el corazón un efecto
purificante y es una precondición para la intimidad con
Dios.
Para más estudio: ¿Te das cuenta cuán importante y
beneficioso es temer al Señor? (Ve Salmo 19:9 y 25:14,
Proverbios 1:7 y 9:10, y 1 Pedro 1:17.)
DONDE TODO
COMIENZA
Por C.J. Mahaney.
La Educación de un Fariseo
La frase “nacido de nuevo” no se originó con el
presidente Jimmy Carter. Se originó con Jesucristo.
Descubramos dónde la introdujo y cómo quiso que se
entendiera mientras escuchamos a escondidas una
conversación capaz de doblar el cerebro en el tercer
capítulo de Juan.
Nicodemo era fariseo y miembro del concilio judío, el
Sanedrín. Era muy respetado en Jerusalén como
teólogo y maestro de la ley. En vista de su posición y
prestigio, es sorprendente que Nicodemo hiciera una
visita privada a Jesús. Después de todo, Jesús carecía
de la preparación formal que Nicodemo y sus
compañeros tanto valoraban. Además, este
conservador rabí acababa de alborotar el templo al
insinuar que tenía autoridad única de parte de Dios (Jn
2:13-22). Pero Nicodemo se sintió intrigado por la
enseñanza de Jesús, y no podía negar ni rechazar los
milagros que sucedían. Así que, con cierto grado de
humildad, el prominente religioso privilegiado dijo al
carpintero sin preparación académica de Galilea:
Rabí, sabemos que eres un maestro que ha venido de
parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales
que tú haces si Dios no estuviera con él (Jn 3:2).
Una cosa se podría decir a favor de los fariseos - es que
sabían la importancia de la etiqueta. Al dirigirse a Jesús
como “Rabí”, Nicodemo expresó respeto por su
posición como maestro y demostró disposición para
aprender. Pero su próxima frase fue una de las que
pronto se arrepentiría: “Rabí, sabemos...”.
No era la manera recomendada para comenzar una
conversación con el Hijo de Dios.
Jesús pudo haber confrontado a Nicodemo por su
arrogante actitud y pudo haber terminado ahí mismo
la conversación. En vez de eso, decidió ayudar a
Nicodemo a ver cuán limitado en realidad era su
conocimiento. ¿Su método? Un rápido juego de
Jeopardy (Peligro) bíblico. Categoría: Regeneración,
por $200.
“Raramente tomamos esta enseñanza [de que el
hombre no puede entrar al reino de Dios] lo
suficientemente en serio, quizás porque nos quita de
debajo de los pies los últimos vestigios de nuestra
natural suficiencia en nosotros mismos. Subraya la
enseñanza bíblica de que nuestra salvación es toda por
gracia. ¡Lo único que es necesario es lo que nosotros
no podemos hacer!”[2]
— Sinclair Ferguson
“De veras te aseguro”, le contestó Jesús, “que quien no
nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (vs. 3).
La declaración del Señor dejó perplejo a Nicodemo. Él
preguntó “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya
viejo?” Nicodemo no podía comprender lo que Jesús
quería decir, ni tampoco estaba acostumbrado a que
se dirigieran a él de esta manera. Típicamente le
tocaba a él dar las respuestas, no buscarlas a tientas.
Pueda que haya estado en el templo cuando Jesús, a
los doce años de edad, maravilló a los sacerdotes con
sus preguntas. Pero Jesús ya no era un adolescente.
Para más estudio: Lee Mateo 19:23-26. ¿Cuál es la
posibilidad, aparte de la intervención de Dios, de que la
persona entre al reino de Dios?
“Yo te aseguro”, continuó Jesús, “que quien no nazca
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios...no te sorprendas de que te haya dicho: ‘Tienen
que nacer de nuevo’” (vs. 5,7).
Pero Nicodemo se sorprendió. De hecho, se
escandalizó.
“¿Cómo es posible que esto suceda?” preguntó.
En este momento Nicodemo necesitaba dos aspirinas.
Para añadir a su dificultad tenía un sentido de
humillación, especialmente cuando Jesús dijo, “Te digo
con seguridad y verdad que hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto
personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro
testimonio. Si les he hablado de las cosas terrenales, y
no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de
las celestiales?” (vs. 11-12).
“El nuevo nacimiento no es sólo un misterio que
ningún hombre comprende, es un milagro que ningún
hombre puede emprender.”[3]
— Richard Baxter
Es fácil mirar con desprecio al humillado erudito, pero
sometámonos al mismo examen: ¿Comprendemos lo
que Jesús decía sobre nacer de nuevo? ¿Nos
sorprendemos ante las declaraciones de Jesús? A
menos que hayamos llegado al lugar donde, como
Nicodemo, preguntamos, “¿Cómo es posible que esto
suceda?”, no es probable que hayamos comprendido
totalmente el misterio y el milagro de la regeneración.
Nada Que Contribuir
2 Al enfocarte en las partes individuales de la
extraordinaria declaración de Jesús, ¿recibes una
nueva percepción?
Tienen que nacer de nuevo
Lo que Jesús intencionalmente omitió fue toda
sugerencia de que Nicodemo tenía personalmente
toda la responsabilidad de nacer de nuevo. De hecho,
dijo todo lo opuesto: “Lo que nace del cuerpo es
cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3:6).
Para más estudio: ¿Cómo es que la paternidad de
Abraham de Isaac e Ismael muestra el contraste entre
nuestros esfuerzos y los de Dios? (Ve Génesis 21:1-13 y
Romanos 9:6-9)
No es difícil ver por qué a Nicodemo le parecieran tan
confusos los comentarios de Jesús. Habiendo
entendido e interpretado incorrectamente la ley, los
fariseos buscaban establecer su propia justicia ante
Dios. Nicodemo habrá supuesto que nacer de nuevo
(cualquiera que sea el significado) tenía que ver con
algún esfuerzo o contribución de su parte. La mayoría
de nosotros supondríamos lo mismo. Y es exactamente
esa suposición lo que Jesús ponía en duda.
“Tienen que nacer de nuevo” no es un mandamiento
para creer en Cristo; es una declaración que clarifica lo
que Él debe hacer en nosotros.
“La regeneración es un cambio que Dios hace en
nosotros”, escribe C. Samuel Storms, “no un acto
autónomo que nosotros desempeñamos por nuestra
propia cuenta”.[4]
Pausa por un momento para considerar las asombrosas
implicaciones de las palabras de Cristo:
■Aunque absolutamente esencial para la vida cristiana,
la regeneración no se puede lograr con el esfuerzo
humano.
■Dios es el único autor del nuevo nacimiento; no es un
esfuerzo cooperativo.
■La regeneración es una experiencia que debemos
tener pero que sólo Dios puede dar.
No es por falta de inteligencia que Nicodemo encontró
las palabras del Señor tan confusas; es porque exigían
un cambio de paradigma en su modo de pensar. Le
revelaron cuán indefenso era y cuánto dependía de la
misericordia del Señor.
Antes de seguir, permíteme clarificar un punto. No
estoy disminuyendo la importancia del
arrepentimiento y la fe. Estas deben caracterizar
nuestra respuesta a la regeneración, y son esenciales
para la conversión y para nuestra continua
santificación. Pero desde mi perspectiva son el
resultado del nuevo nacimiento, no la causa. El teólogo
A.A. Hodge nos advierte que mantengamos la
perspectiva de la Escritura: “Haga lo que haga el
hombre después de la regeneración, la primera
resurrección de los muertos debe originarse en Dios”.[5]
“Una noche entre semana, cuando estaba sentado en
la casa de Dios, no pensaba mucho en el sermón del
predicador porque no lo creía. De repente me llegó el
pensamiento, ‘¿Cómo es que llegaste a ser cristiano?’
Yo busqué al Señor. ‘Pero ¿cómo llegaste a buscar al
Señor?’ En un momento la verdad me pasó por la
mente como un relámpago – yo no debí haberlo
buscado a Él a menos que haya habido una previa
influencia en mi mente para hacer que lo buscara. Yo
oré, creía yo, pero luego me pregunté, ¿Cómo es que
llegué a orar? Fui inducido a orar al leer la Escritura.
¿Cómo es que llegué a leer la Escritura? La leí yo, pero
¿qué me llevó a hacerlo? Luego, en un momento, vi
que Dios estaba detrás de todo, y que era Él el autor de
mi fe, y así toda la doctrina de la gracia se abrió ante
mí, y de esa doctrina no me he apartado hasta este día,
y deseo hacer de esta mi constante confesión,
‘atribuyo mi cambio totalmente a Dios’”.[6]
—Charles H. Spurgeon
Considera esto con cuidado. Aprecia la radical
transformación que se exige, y cuán incapaz e
impotente eres para producirla. La regeneración es la
distintiva obra de Dios solamente. Como dice J.I.
Packer, “No es un cambio que el hombre hace algo
para efectuar, tal como los infantes no hacen nada
para inducir, ni contribuir, a su propia procreación y
nacimiento”.[7]No nacemos “por voluntad humana,
sino que...de Dios” escribió Juan (Jn 1:13).
Una nueva, justa naturaleza ha sido impartida, de la
que Dios es el único autor. Además, tenemos la
seguridad de que “el que comenzó tan buena obra en
ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo
Jesús” (Fil 1:6). ¡Eso debería producir verdadero
regocijo!
Medita en Tito 3:4-7. Reconocer el origen de nuestra
salvación (v. 5) fortalece nuestra esperanza de la vida
eterna (v. 7).
Ya no necesitamos preguntarnos si nuestra voluntad y
autodisciplina son suficientes. No lo son. Ser
conformados a la imagen de Cristo no depende de
nuestra habilidad. Más bien, podemos confiar respecto
a nuestro crecimiento en santidad gracias a la obra
definitiva de Dios. Él ha puesto dentro de nosotros una
nueva disposición, una pasión por la justicia. “Esto”,
dice J. Rodman Williams, “es el milagro más grande
que cualquier persona puede experimentar”.[8]
Que Haya Vida
¿Qué es lo que en realidad ocurre cuando uno nace de
nuevo?
J.I. Packer dice que la palabra regeneración “denota un
nuevo comienzo de vida. . . habla de una renovación
creativa efectuada por el poder de Dios”.[9] Cuando
Dios te regeneró a ti, te llamó a ser algo que no existía
anteriormente. La Biblia lo describe de esta manera:
“Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en
las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para
que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en
el rostro de Cristo” (2Co 4:6). El paralelo aquí entre
nuestra regeneración y la creación es intencional.
Nuestra regeneración no fue un acto menos creativo
de Dios. El mismo Dios que dijo: “Que haya luz” un día
nos habló a nosotros y dijo, “Que haya vida”. ¡Y hubo
vida!
Medita en 1 Pedro 1:23. ¿Cómo añade esta analogía a
tu entendimiento del nuevo nacimiento?
El nuevo nacimiento también se puede ver como una
resurrección. Aunque estábamos muertos en pecado y
éramos incapaces de alterar esta condición, ahora
hemos sido hechos vivos a Dios por la regeneradora
obra del Espíritu Santo. El teólogo R.C. Sproul explica
esto en mayor detalle:
3 He aquí la situación: Tú eres un especialista en la
juventud que asesora a jóvenes con un raro desorden
mental – están absolutamente convencidos de que se
dieron a luz a sí mismos. ¿Qué clase de ansiedades
esperarías que esto produjera en ellos?
(¿Esperarías ver similares ansiedades en los cristianos
que no entienden el papel que desempeña Dios en la
regeneración?)
El Espíritu vuelve a crear el corazón humano,
reviviéndolo de la muerte espiritual a la vida espiritual.
Las personas regeneradas son nuevas creaciones.
Mientras que anteriormente no tenían disposición,
inclinación, ni deseo de las cosas de Dios, ahora están
dispuestas e inclinadas hacia Dios. En la regeneración,
Dios siembra un deseo de sí mismo en el corazón
humano que de otra manera no estaría ahí.[10]
“Un hombre muerto no puede ayudar en su propia
resurrección”, observa W.G.T. Shedd.[11] Si no hubiera
sido por la obra de gracia del Espíritu Santo, quien nos
dio una nueva vida completa con una nueva naturaleza
y un nuevo deseo de agradar, servir, obedecer, y
glorificar a Dios, todavía estaríamos espiritualmente
muertos y seríamos hostiles hacia Dios.
La regeneración se distingue de las otras facetas de
nuestra salvación. Por ejemplo, aunque la justificación
altera nuestra posición legal ante Dios (o sea, somos
declarados justos en vez de culpables), la regeneración
transforma nuestra naturaleza fundamental. Este
cambio interno es tan radical y extenso que ahora se
nos describe como nuevas creaciones. La imagen de
Dios que se corrompió en la caída del hombre se
vuelve a crear a través del nuevo nacimiento y es
progresivamente renovada a través de la santificación.
Pero a diferencia de la santificación, la regeneración no
es un proceso. No toma lugar gradualmente ni por
grados. Es una obra soberana e instantánea de Dios en
nuestra vida.
“La regeneración es un cambio que se conoce y se
siente: se conoce por las obras de santidad y se siente
por una experiencia de gracia”.[12]
— Charles H. Spurgeon
Por favor no me mal entiendas. No todos son
regenerados con todas las dramáticas experiencias que
tuvo Pablo. Aquí estaba un hombre que fue
sobrenaturalmente cegado por tres días y a quién se le
habló audiblemente desde el cielo. Pero Pablo no fue
la única persona que nació de nuevo en el libro de los
Hechos. Cuando Lidia oyó el evangelio en una reunión
de oración para mujeres, “el Señor le abrió el corazón
para que respondiera al mensaje de Pablo” (Hch
16:14). Eso fue lo único. Los ojos de Pablo fueron
temporalmente cegados, y el corazón de Lidia fue
tranquilamente abierto. Diferentes experiencias, pero
el resultado fue exactamente el mismo.
Para más estudio: ¿Quién es “el que santifica”?
(Hebreos 2:11). ¿Para qué etapas de nuestra
santificación es responsable Él? (Hebreos 12:2)
Con frecuencia somos tentados a medir la autenticidad
de una conversión por las experiencias que la
acompañan. A todos les gusta oír a un líder de pandilla
o vendedor de drogas cuya vida es dramáticamente
cambiada. Pero supongamos que tú eres una Lidia.
Simplemente ibas conduciendo el automóvil un día,
escuchando una cinta que alguien te había prestado, y
sin nadie como testigo Dios suavemente te abrió el
corazón. No oíste ninguna voz, el auto no se salió de la
carretera. Nada dramático. Pero al llegar al trabajo
sabías, aunque no lo pudieras explicar, que algo
significante había sucedido. Eras diferente. Habías
nacido de nuevo.
Yo he tenido el privilegio de visitar el lugar en
Inglaterra donde John Wesley nació de nuevo.
Considera este sencillo relato de ese momento: “Sentí
el corazón extrañamente tibio dentro de mí”. No lo que
uno describiría como una experiencia explosiva, pero la
validez y el impacto de la regeneración de Wesley no
se puede negar.
4 En el espacio abajo, o al pie de esta página, traza una
sencilla línea de tiempo de tu vida, comenzando con tu
nacimiento y extendiéndola hasta el presente. Luego
indica cuándo experimentaste cada uno de los
siguientes: regeneración, justificación, santificación,
arrepentimiento, y fe. ¿Cuál sucedió en un punto
específico en el tiempo? ¿Cuáles continúan por el
presente?
Ya sea discreto o dramático, cada nuevo nacimiento
tiene esto en común: su autoría ha sido exclusiva y
totalmente de Dios. La trama y los personajes son
únicos, pero la historia es siempre la misma. Somos
nuevas creaciones. Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha
llegado.
Una Resolución Inútil
No es sólo en su evangelio que encontramos a Juan
incluyendo notables declaraciones sobre la
regeneración. Terminemos examinando estas
asombrosas palabras:
Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado,
porque la semilla de Dios permanece en él; no puede
practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. (1Jn 3.9)
¿Alguna vez has leído este versículo y te has sentido
confuso? No es posible que pueda querer decir lo que
dice...¿no? Pocas personas pueden existir siquiera una
hora o dos sin pecar de un modo u otro. Quizás el
verdadero significado del versículo se perdió en la
traducción. Por otro lado, nos preocupamos, ¿y qué si
está correcto? Esa no parece ser mi experiencia...¿eso
quiere decir que no he “nacido de Dios”?
Juan no está sugiriendo que los verdaderos cristianos
son incapaces de pecar. Eso es evidente en el primer
capítulo de la misma epístola, donde escribió, “Si
afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y no tenemos la verdad” (1Jn 1:8).
No-el pecado todavía está muy presente, y aunque su
dominio en nuestra vida ha sido destruido, podemos
rendirnos ante su influencia en cualquier momento.
Pero al escribir que el que nace de Dios “no puede
practicar el pecado”, Juan demuestra que la
regeneración nos ha hecho incapaces de seguir
pecando.
El significado de Juan en este pasaje, según Anthony
Hoekema, es que el cristiano “no sigue practicando y
gozándose en el pecado, con total abandono...no es
capaz de seguir pecando con gozo, de seguir viviendo
en pecado”.[13] John R.W. Stott lo resume más
sencillamente: “El creyente puede caer en pecado,
pero no caminará en él”.[14]
¿Ves la diferencia?
“La regeneración ocurre principalmente en el centro
del ser del hombre, o sea, en su corazón o espíritu. En
este nivel más profundo de la existencia humana hay
un cambio decisivo”.[15]
— J. Rodman Williams
Supongamos que yo fuera lo suficientemente necio
como para probar la aserción de Juan al tomar esta
resolución personal: “En los próximos seis meses
trataré de desarrollar un estilo de vida pecaminoso”.
Esto obviamente no es algo que yo desearía ni
recomendaría. Sin embargo, no creo que podría llevar
a cabo tal resolución. ¿Por qué? Porque he nacido de
Dios. Ahora tengo un nuevo corazón, una nueva vida, y
una nueva inclinación a buscar la santidad y agradar a
Dios. Aunque todavía cometo pecados, por su poder de
regeneración soy incapaz de dedicarme al pecado o de
seguir en él. Jamás volveré a poder gozar del pecado
como un estilo de vida. Sólo un hecho divino pudo
haber logrado un cambio semejante.
Medita en Efesios 4:22-24. ¿Qué caracteriza al “nuevo
ser” en que nos hemos convertido a través de la
regeneración?
Ya no estamos desvalidos o indefensos en nuestra
diaria confrontación con el pecado. No estamos
destinados a andar en continua desobediencia y
derrota. Dios interna, sobrenatural, y
fundamentalmente nos ha transformado. Ahora
poseemos el deseo y habilidad de agradarlo a Él por el
resto de nuestra vida. Motivados y fortalecidos por la
gracia, podemos anticipar una vida entera de cambio
progresivo y definitivo.
Aquí es donde comienza la santificación-en la
seguridad y confianza de que hemos nacido de nuevo,
no por nuestro propio esfuerzo sino por el poder y
propósito de Dios.
Discusión En Grupo
1. ¿Cuáles son algunas de las palabras que uno que
no es cristiano podría usar para describir a un
cristiano “nacido de nuevo” típico?
2. ¿Cuál es una posible razón por la que las
conversiones de celebridades son frecuentemente
superficiales?
3. Thomas Adams ha escrito, “Quitemos el misterio
del nuevo nacimiento y le hemos quitado su
majestad”.[16]¿Qué hace misteriosa la
regeneración?
4. ¿Es una lucha para ti creer que Dios fue el único
responsable por tu renacimiento?
5. Si Lidia y Pablo representan los extremos de la
experiencia de nacer de nuevo, ¿dónde estarías tú
en el espectro?
6. Habla de la línea de tiempo que trazaste en la
página . ¿Alguna pregunta sobre la secuencia de la
salvación?
7. Lee Hebreos 12:2. ¿Cómo afecta tu opinión de la
santificación esta “garantía incondicional”?
8. ¿Este capítulo te ha hecho pensar de manera
diferente sobre el nuevo nacimiento?
Lectura Recomendada
The Christian Life por Sinclair Ferguson (Carlisle, PA:
The Banner of Truth Trust, 1989)
God’s Words por J.I. Packer (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 1981)
Referencias
1. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide
(Orlando, FL: Ligonier Ministries, Inc., 1988),
capítulo I, p. 14.
2. ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle, PA:
The Banner of Truth Trust, 1989), p. 55.
3. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide,
capítulo III, p. 20.
4. ↑ C. Samuel Storms, Chosen for Life (Grand Rapids,
MI: Baker Book House, 1987), p. 108.
5. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide,
capítulo III, p. 19.
6. ↑ Charles Spurgeon, Autobiography, 1 (Edinburgh:
Banner of Truth Trust, 1962), pp. 164-65.
7. ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 1981), p. 151.
8. ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume
II: Salvation, The Holy Spirit, and Christian Living
(Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House,
1990), p. 37.
9. ↑ J.I. Packer, God’s Words, pp. 148-149.
10. ↑ R.C. Sproul, Essential Truths of the Christian
Faith (Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), pp. 171-
172.
11. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, capítulo III, p. 19.
12. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, capítulo II, p. 17.
13. ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace
(Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989),
p. 100.
14. ↑ John R.W. Stott, The Epistles of John (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1964), p. 136.
15. ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology,
Volume II, p. 50.
16. ↑ Quoted in R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, Chapter II, p. 16.
Capítulo 3
El Significado de Unión
Medita en Efesios 4:7-8. Qué mejor cautiverio que ser
rehenes de Cristo Jesús.
Todos los cristianos-no sólo la élite espiritual-están
unidos a Jesucristo. Si uno no está unido a Cristo, no es
cristiano.[4]
3 Medita en los siguientes hechos bíblicos. ¿Cuál de
estos versículos te alienta más?
❏“Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera
que vayas” (Gn 28:15).
❏“Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”
(Mt 28:20).
❏“Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios...podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:38-
39).
❏“Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Heb 13:5).
Nuestra unión con Cristo es una relación viviente que
nos da la gracia para vencer el pecado y vivir vidas
victoriosas. Jesús es el autor y consumador de nuestra
fe, el capitán de nuestra salvación. Él es el pionero que
ha ido delante de nosotros y hasta ha conquistado la
muerte. Sinclair Ferguson lo describe como el alpinista
principal de un equipo que escala el santo monte de
Sión. Estamos amarrados a Él. Y es tan seguro que
como Él ha triunfado, así triunfaremos nosotros.[5]
Esta relación también se puede ver en las metáforas
que nuestro mismo Señor usa cuando dice, “Yo soy la
vid y ustedes son las ramas” (Jn 15:5). Se nos dice que
permanezcamos en Él, pues aparte de Él no podemos
hacer nada. La Versión Reina Valera Revisada también
hace resaltar esto: “Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la [semejanza] de su
resurrección. . .” (Ro 6:5, RVR). Nuestra unión con
Cristo es dinámica, no estática. Él nos ha injertado a
una relación que crece.
Medita en Filipenses 2:1. Aunque nuestra unión con
Cristo es un hecho, la conciencia de ese hecho debe
generar suficiente sensibilidad.
Ya sea que nos sintamos unidos con Cristo o no es de
secundaria importancia; el hecho es que lo estamos.
Este es nuestro estado como creyentes. ¿Acaso un
matrimonio deja de existir sólo porque los esposos
sienten cierta distancia entre ellos? Claro que no.
Permanecen legalmente unidos aun cuando su afecto
se enfríe por un tiempo. Los sentimientos - o la falta de
ellos - de ninguna manera ponen en peligro el hecho
de nuestra unión con Jesús.
El matrimonio con frecuencia ofrece una bella analogía
de nuestra unión con Cristo. En el matrimonio, dos
personas se juntan para formar una nueva entidad,
una unión. Retienen sus identidades individuales al
mismo tiempo que emergen de una manera que es
única y misteriosa. La mujer toma el nombre de su
esposo, mostrando su sumisión a él. El esposo asume
la responsabilidad por el apoyo y protección de su
esposa. Tienen todos sus bienes y responsabilidades en
común, y llevan anillos como simbólica evidencia de su
especial relación.
Así es cuando nos casamos con Jesucristo. Aunque
retenemos nuestra propia personalidad, nuestra
naturaleza cambia dramáticamente cuando
compartimos de la divina naturaleza. Ya no somos la
misma persona que éramos antes. Pertenecemos a
Cristo, habiendo tomado su nombre. Nos hemos
identificado con Él, deseando ser conocidos como
suyos, sin importar el costo. Traemos a la relación
todos nuestros bienes y responsabilidades y así lo hace
también Él. (¡Qué mal negocio, al parecer, para el
Señor - Él recibe nuestro pecado y nosotros recibimos
su justicia!) Y por último, el bautismo es el “anillo de
boda” que dice al mundo que observa que
pertenecemos a Cristo.
Para más estudio: Lee Juan 14:19. “Porque yo vivo,
también ustedes vivirán”. ¡Qué promesa!
Nuestra unión con Cristo es una unión duradera y
eterna. Jesús alentó a sus discípulos con la promesa,
“Así ustedes estarán donde yo esté” (Jn 14:3). El
significado claro es que un día gozaremos de la
presencia física del Señor, así como ahora gozamos de
su presencia espiritual.
Que el cristiano está unido a Jesucristo es un hecho
claro. Pero exactamente cómo estamos unidos a Él es
un asunto de profundo misterio. Sabemos que esto lo
hace el Espíritu Santo. Cito a Lewis Smedes:
El Espíritu es el lazo viviente entre Él y nosotros. Él
toma lo que es de Cristo y lo “baja” hasta nosotros. El
Espíritu siempre es representado en términos
personales. Él no es como un tubo por el que la
materia llamada vida nos es derramada a nosotros que
estamos al otro lado. Él siempre es un ser viviente,
dinámico creador de vida; Él nos devuelve a nuestro
sentido espiritual, nos abre los ojos a la realidad de
Cristo, alimenta nuestra fe, nos disciplina, y sobre todo,
nos injerta al Cristo viviente.[6]
No hemos sido eliminados de esta unión, sino que
Cristo ha sido añadido. No hemos sido eliminados, sino
que hemos sido cambiados por el Espíritu que ha
tomado residencia dentro de nosotros. Además, no se
nos ha entregado una guía ni se nos ha dicho que
busquemos nuestro camino al cielo. Al contrario, se
nos ha dado un Guía que nos acompañará hasta ahí
personalmente.
¿Vamos a Persistir en el Pecado?
Como notamos anteriormente, Pablo contesta esta
pregunta con una resonante negativa. No podemos
persistir en el pecado, arguye él, porque “hemos
muerto al pecado”. Desafortunadamente, esta frase ha
sido sujeta a mala interpretación, a veces con
catastróficos resultados.
Un popular maestro de la Biblia interpreta la
declaración de Pablo como que el pecado ya no tiene
ninguna influencia en el cristiano. Hace la pregunta: Si
uno recostara a un muerto en la pared, luego desfilara
ante él a un grupo de mujeres escasamente vestidas,
¿qué efecto tendría esto en él? Ningún efecto. ¿Por
qué? Porque está muerto. El pecado ya no lo puede
tentar.
Aunque ciertamente es muy atractiva, esta
interpretación contradice la experiencia humana y
rinde incompresible la multitud de advertencias
bíblicas de evitar el pecado. Pablo nos insta a no rendir
nuestro cuerpo al pecado (Ro 6:12-14), una
admonición “totalmente innecesaria si hemos muerto
al pecado de tal manera que ahora no respondemos a
él.”[7]8 Los que creen que de cierto modo están más
allá de ser tentados ignoran la advertencia del apóstol
a los corintios: “Por lo tanto, si alguien piensa que está
firme, tenga cuidado de no caer” (1Co 10:12).
Medita en Hebreos 4:14-16. Siendo que Cristo mismo
fue tentado “en todo de la misma manera que
nosotros”, ¿no sería insensato fingir que nosotros no lo
somos?
Algunos han tratado de entender la frase de Pablo
“hemos muerto al pecado” como un imperativo, un
mandato, algo que el cristiano debe hacer. El próximo
paso es insistir que todo cristiano tenga una
experiencia de “muerte al pecado” o de “muerte a sí
mismo”: “Necesita morir a sí mismo. Y si no ha
sucedido, es necesario que lo considere que así es
hasta que lo sea.”
“Si ustedes se consideran haber muerto en su muerte,
y haber resucitado a una nueva manera de vivir en su
resurrección, el pecado ya no los dominará. Ahora
viven bajo un régimen de gracia, y la gracia no estimula
el pecado, como lo hace la ley; la gracia libera del
pecado y les permite triunfar sobre él.”[8]
— F.F. Bruce
Si vemos “morir al pecado” como algo que debemos
hacer, nos dirigimos hacia serio desánimo...o algo peor.
Yo creo que esta es la razón por la que muchos
parecen caer tan de repente. (¿Recuerdas a mi amigo
Greg?) Luchan para mantener una apariencia externa
de victoria al mismo tiempo que por dentro su vida es
una masa de frustración. Luego cuando por fin se les
acaba la gasolina, no tienen esperanza para volver a
tratar. Habiendo aportado su mejor esfuerzo, no ven
cómo pueden posiblemente lograrlo.
Creo que Sinclair Ferguson tiene la interpretación más
correcta de esta muerte al pecado. Él escribe, “Pablo
no nos está diciendo que hagamos algo; él está
analizando algo que ya ha tenido lugar”.[9]A pesar de
nuestra continua vulnerabilidad ante la tentación del
pecado, se pueden decir dos cosas con certeza de los
que han sido unidos con Cristo:
Medita en Romanos 6:18. Apréndete de memoria este
versículo y tu “potencia de fuego” aumentará
inmediatamente.
Nosotros morimos a la paga (o culpa) del pecado. La
Escritura dice claramente que “la paga del pecado es
muerte” (Ro 6:23). La muerte es la paga del pecado.
Pero la muerte de nuestro Señor eliminó la paga del
pegado. Y porque estamos “en él”, nosotros también
hemos muerto a la paga del pecado. Otra manera de
decir esto es, “Por lo tanto, ya no hay ninguna
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”
(Ro 8:1).
Hemos muerto al reino del pecado. Como resultado de
nuestra unión con Cristo en su muerte, ya no estamos
obligados a pecar. ¡Esto es emocionante! No es que ya
no podamos pecar sino que podemos no pecar. Pablo
dice, “Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes,
porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Ro
6:14).
4 Indica cuáles de las siguientes declaraciones son
verdaderas y cuáles son falsas.
(Las respuestas están cabeza abajo en la parte inferior
de esta página)
•Todo cristiano necesita tener una experiencia de
“muerte a sí mismo”V F
•Un cristiano verdaderamente maduro ya no es
tentado por el pecado V F
•El cristiano santificado no lucha con tentaciones
mayores V F
•Porque estoy muerto “en Cristo” la paga del pecado
no me puede hacer daño V F
Respuestas: F, F, F, V
La esclavitud es un tema prominente en Romanos 6,
donde se presentan dos tipos muy diferentes de
esclavitud. Antes de ser cristianos éramos esclavos del
pecado. No teníamos otra opción aparte de pecar.
Ahora que estamos en Cristo somos esclavos de Dios.
La relación de amo/esclavo que teníamos con el
pecado ha sido rota. Ahora Dios es nuestro amo. Por lo
tanto es correcto decir, “No tengo que servir al pecado
hoy. He sido puesto en libertad”. Pero la única persona
que puede verdaderamente decir esto es la persona
que es esclava de Dios.
Aunque hemos muerto con Cristo, la Escritura nos
exhorta a dar “muerte a los malos hábitos del cuerpo”
para que podamos vivir (Ro 8:13). Esperamos que el
Apéndice B, que comienza en la página , ilumine este
tema que tiene la posibilidad de confundir.
Lo Necesario Para Cambiar
Ya hemos dicho lo suficiente sobre el fundamento para
la victoria. ¿Cómo funciona en la práctica?
Yo he tenido muchas oportunidades para confiar en
estas verdades en mi propia vida y ministerio pastoral.
En más de una ocasión, hombres que luchaban con
fantasías sexuales me han pedido ayuda para renovar
su mente. La lujuria es un asunto completamente
antitético a toda la noción de la santidad. Los que
luchan con ella se desesperan por ser liberados. Pero
es muy raro que la ayuda duradera llegue
inmediatamente.
Recuerdo a un hombre en sus treinta que demostró la
actitud correcta hacia este problema. Su conciencia
había sido despertada y vio su pecado bajo la luz de la
santidad de Dios. Porque quería ser libre para glorificar
a Dios, estaba muy motivado y dispuesto a hacer el
trabajo necesario para crecer en santidad. Estos fueron
los pensamientos que compartí con él de Romanos 6:
Para más estudio: Lee Efesios 4:22-24. ¿Qué pasos
prácticos puedes dar para implementar este
mandamiento?
Saber la verdad. “Sabemos que nuestra vieja
naturaleza fue crucificada con él para que nuestro
cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya
no siguiéramos siendo esclavos del pecado” (Ro 6:6).
Debemos primero saber para poder creer. El
conocimiento espiritual precede a la fe. Yo le sugerí a
este hombre que comenzara memorizándose el
capítulo seis de Romanos. Pablo después declara que
“la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz”
(Ro 8:6). ¿Qué mejor manera de tener una mente
espiritual que llenar la mente con la Escritura?
Es mucho más fácil seguir el ejemplo de Jesús de luchar
contra la tentación con la Palabra de Dios cuando esa
Palabra ha sido guardada en el corazón. “En mi corazón
atesoro tus dichos para no pecar contra ti” (Sal
119:11). Necesitamos tener la verdad en nuestro
corazón y en la punta de la lengua. A medida que nos
memorizamos la Escritura y meditamos en ella,
seremos transformados de enclenques espirituales que
se dan por vencidos ante la más mínima tentación, a
guerreros espirituales que dicen, “Morimos al pecado;
¿cómo podemos vivir más en él?”
“No hay nada, quizás, en todo el alcance y esfera de
doctrina que, si se conoce a fondo y se comprende, dé
mayor seguridad, mayor consuelo y mayor esperanza
que esta doctrina de nuestra unión con Cristo”[10]
—D. Martyn Lloyd-Jones
Darlo por cierto. “En cuanto a su muerte, murió al
pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida,
vive para Dios. De la misma manera, también ustedes
considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús” (Ro 6:10-11).
5 La lucha contra el pecado comienza en tu
mente. Traza una línea conectando cada uno
de los pensamientos destructivos abajo con el
versículo que mejor lo refuta.
LA BATALLA CONTRA EL
PECADO
Por C.J. Mahaney.
Capítulo 5
Capítulo 6
No- Cristiano
Cristiano