Cómo Puedo Cambiar - Lectura Digital

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¿Cómo

Puedo
Cambiar?
Por C.J. Mahaney y Robin Boisvert

COMO PUEDO USAR ESTE LIBRO


¿Cómo puedo cambiar?, como todos los libros en la
serie En busca de la santidad, está diseñado para uso
en grupo o individual. La serie es el lógico resultado de
cuatro profundamente enraizadas convicciones:
■La Biblia es nuestra medida infalible para la fe,
doctrina, y práctica. Los que resisten su autoridad
serán apartados del camino por sus propios
sentimientos y tendencias culturales.
■El conocimiento sin aplicación carece de vida. Para
poder ser transformados, debemos aplicar y practicar
la verdad de la Palabra de Dios a la vida diaria.
■La aplicación de estos principios es imposible aparte
del Espíritu Santo. Aunque debemos participar en el
cambio, Él es la fuente de nuestro poder.
■La iglesia es el contexto deseado por Dios para el
cambio. Nunca fue la intención de Dios que viviéramos
aislados o independientes de otros cristianos. A través
de dedicada participación en la iglesia local,
encontramos instrucción, ánimo, corrección, y
oportunidades para seguir adelante hacia la madurez
en Cristo.
A medida que estudias estas páginas, confiamos en
que cada una de estas convicciones fundamentales
serán reforzadas en tu corazón.
Con la posible excepción de las preguntas para
“Discusión en grupo”, el formato de este libro se presta
igualmente para individuos como para grupos
pequeños. Se ha incluido una variedad de diferentes
elementos para hacer cada capítulo lo más interesante
y útil posible. Para aquellos de ustedes que no se
pueden satisfacer con un tema particular, hemos
incluido al final de cada capítulo uno o más libros
adicionales que les ayudarán a crecer en el Señor.
Aunque se te anima a experimentar en tu uso de este
libro, la discusión en grupo será mejor servida cuando
los miembros estudien el material por adelantado. Y
recuerda que no estudias este libro solo. El Espíritu
Santo es tu tutor. Con su ayuda, este libro tiene el
potencial de cambiar tu vida.

PREFACIO
Cuando yo estaba en la escuela intermedia, era
requisito que todos corriéramos una carrera marcada
con el reloj. Normalmente yo hubiera ejecutado una
carrera marginal, si acaso. Pero esta vez decidí poner
todo mi esfuerzo en la prueba.
No me mal entiendas – aunque no soy un atleta
sobresaliente, por lo regular mantenía mi paso, y
estaba dispuesto a esforzarme en otros deportes. Pero
la carrera larga era diferente. Era difícil. No compleja-
sólo difícil. Quería decir dolor, y a mí no me interesaba
el dolor. De hecho, durante una unidad de carrera
larga en mi clase de gimnasia, mis amigos y yo, a
escondidas de nuestro instructor, regularmente
trotábamos un curso más corto que nos llevaba por el
edificio de la secundaria, por el corredor donde
estaban las clases de mecanografía, y luego salíamos
de nuevo al campo. Así ahorrábamos casi cuarta milla
del curso, hasta que el maestro de mecanografía cayó
en la cuenta por el ensordecedor ruido de cascos que
disturbaba su clase.
Pero esta vez yo decidí hacer lo mejor que pudiera. De
modo que, con toda mi fortaleza interior, me empujé
hasta no más y entregué una carrera extraordinaria. De
hecho fue tan extraordinaria, que el entrenador se
enteró y trató de enlistarme para el equipo. Yo le
respondí de la misma manera que había respondido a
mamá cuando me sugirió que tomara clases de ballet
junto con mis hermanas: -No gracias-.
-Pero Robin,- me dijo ella, -los chicos también bailan
ballet.-
No este chico.
Yo me sentía como que iba a morir después de esa
carrera, y por razones obvias. No había hecho nada
para entrenarme para la carrera-no podía molestarme
con eso-así que no estaba en forma para perseverar.
Veinticinco años después, he adquirido un nuevo
respeto para la carrera larga. Es una de las mejores
analogías para comprender la vida cristiana, como
vemos tan claramente en la Escritura:
“Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados
de una multitud tan grande de testigos, despojémonos
del lastre que nos estorba, en especial del pecado que
nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera
que tenemos por delante” (Heb 12:1).
Esta gran multitud de testigos incluye a esos heroicos
hombres y mujeres de la historia bíblica-como
Abraham, José, y Moisés-que corrieron fielmente su
carrera (Heb 10).
Aunque en la Escritura hay otras útiles ilustraciones de
la vida cristiana, el tema de la carrera larga nos da
mucho para pensar. Una carrera como esa exige
perseverancia. Exige disciplina y entrenamiento. Exige
fijar la vista en la meta. Y aunque no sea
particularmente complicada, los corredores de éxito
han estado entre nuestros atletas más inteligentes.
Pueden armarse de sus recursos y enfocarlos en la
tarea a mano, paso a paso.
Hemos escrito este libro para los corredores-mujeres y
hombres cristianos sinceramente interesados en correr
la carrera que les está marcada. A los que han tratado
y han fracaso y están a punto de darla por algo sin
esperanza, ofrecemos ánimo. Habiendo nosotros
tropezado lo suficiente en el camino, hemos
consistentemente encontrado que Aquel que nos llama
a correr es fiel. Su Palabra y su Espíritu nos están
disponibles. No sólo eso, sino que tiene un interés
compasivo en nuestro éxito. “No acabará de romper la
caña quebrada”, dijo el profeta Isaías, “ni apagará la
mecha que apenas arde” (Is 42:3). Cuando estés tan
doblado que estás seguro de partirte en dos, cuando tu
fuego esté casi apagado, Él está ahí para revivirlo.
A los que puedan sentirse como que han logrado un
cómodo grado de éxito en la vida cristiana, ofrecemos
una exhortación. El profeta advirtió a sus oyentes, “¡Ay
de los que viven tranquilos en Sión!” (Am 6:1). Una
actitud así es extremadamente peligrosa, porque
cuando creemos que tenemos afianzada la santidad, es
cuando estamos más inclinados a relajar y confiar en
nosotros mismos en vez de confiar en Dios. En ese
punto por lo regular es necesaria una crisis para
volvernos a la realidad.
Finalmente, este libro es para los que simplemente
desean crecer como cristianos, que están satisfechos
en Cristo pero no satisfechos consigo mismos. Quizás
estés frustrado con tu progreso. Quizás no estés seguro
de dónde comenzar. Quizás hayas corrido muchas
millas y simplemente necesitas un segundo aliento.
Creemos que este libro ayudará.
En un día cuando con demasiada facilidad se ofrecen
soluciones rápidas a problemas que existen desde
mucho tiempo, deseamos recomendar los caminos
antiguos, habiéndolos encontrado probados y
verdaderos. No hay atajos hacia la madurez cristiana.
No hay un camino sin cruz para seguir a Cristo, no hay
secreto instante para la vida cristiana. Pero como la
carrera larga, si el camino de la cruz no es fácil,
tampoco es complicado. Dios nos presenta un camino
que es angosto pero recto. Él muestra sus caminos a
los que están sinceramente interesados en seguirlo a
Él, y Él se mostrará fuerte a favor de aquellos cuyo
corazón es enteramente suyo.
Nuestro propósito en introducir la doctrina de la
santificación (eso es lo mejor que podíamos esperar
hacer en un libro de este tamaño) es que podamos ser
transformados según la imagen de Jesucristo (Ro 8:29).
Y desde el comienzo damos énfasis al hecho de que el
Espíritu de Dios es el que nos transforma (2 Co 3:18).
Aunque se requiere de nuestro vigoroso esfuerzo, todo
crecimiento es por su gracia. Con esa maravillosa
verdad como nuestro bloque para comenzar, sigamos
hacia la meta, cada uno confiado de que “el que
comenzó tan buena obra en ustedes la irá
perfeccionando hasta el día de Cristo” (Fil 1:6).
-Robin Boisvert
“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto
reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados a su semejanza con más y más
gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2
Corintios 3:18)

Capítulo 1:

ATRAPADO EN LA
TRAMPA DE LA BRECHA
“Todos los que están luchando con la ira, por favor
pasen al frente. Nos gustaría orar por ustedes.”
Era domingo por la mañana. Yo acababa de enseñar
sobre la ira, y quería dar al Espíritu Santo la
oportunidad de obrar en el corazón de los presentes.
Pero yo no podía haber anticipado la reacción.
Casi veinte humildes santos pasaron al frente del
auditorio-un grupo grande para una iglesia del tamaño
de la nuestra. Pero no fue el número lo que captó mi
atención. Fueron las personas. ¡Diecinueve de los
veinte eran madres de niños pequeños! (La ira es un
peligro de la ocupación, según la mayoría de las
madres que he conocido.)
Como su pastor, yo sabía que todas estas mujeres eran
cristianas serias y dedicadas al Señor. Lo que hizo que
pasaran al frente era su intensa frustración al
encontrarse atrapadas en la brecha-una brecha entre
el modelo bíblico para el control de sí mismas y su
propio fracaso en vivir según ese modelo.
Ya sea que el problema es la ira, el temor, la
preocupación o algo tan común como la pereza, todos
hemos experimentado esa brecha entre lo que somos y
lo que debemos ser. La Biblia dice que somos nuevas
creaciones, victoriosos, vencedores. Y no somos sólo
vencedores-somos más que vencedores (Ro 8:37). A
veces hasta nos sentimos así. Pero la mayoría de las
veces se nos hace difícil ver más allá de nuestras
limitaciones y perpetuos fracasos. Y siempre parece ser
durante estos tiempos de la vida que Mateo 5:48 surge
en nuestro plan de lectura bíblica: “Por tanto, sean
perfectos, así como su Padre celestial es perfecto”.
Para más estudio: Hasta Pablo el apóstol cayó en la
trampa de la brecha (Ro 7:21-25). ¿Puedes identificarte
con su frustración?
En silencio suspiramos y pensamos, Nunca sucederá.
Yo llamo a este estado de mente la “trampa de la
brecha”. Así es como funciona: Como cristianos todos
tenemos cierto conocimiento sobre lo que Dios espera
de nosotros. Pero logramos menos de lo que sabemos
que debemos estar logrando. Luego entonces existe
una brecha entre lo que sabemos que se nos exige y
nuestro comportamiento en sí. Si la distancia entre lo
que sabemos y lo que estamos viviendo se hace
demasiado grande, correctamente se nos puede llamar
hipócritas.
“La vida cristiana se trata de hacernos en carácter
intrínseco lo que ya somos en Cristo...El propósito de
estos pasajes (v.g. Romanos 6, Colosenses 3:5-14,
Efesios 4:22-32) es mostrarnos la gran brecha que
existe entre lo que somos contados o considerados ser
en Cristo (justificación) y lo que en realidad somos en
la vida diaria (santificación) para poder instarnos a
cerrar la brecha...el propósito de Pablo es instarnos a
hacernos en la vida diaria lo que ya se nos considera
ser en Cristo.”[1]
— Jay Adams
Esta brecha es un hecho de la vida cristiana. Para la
mayoría de nosotros, no es necesario que nadie nos
diga cuáles son nuestras inconsistencias-estamos
perfectamente concientes de ellas. Esa conciencia
debe servir para mantenernos humildes y
dependientes de Dios para triunfar. Pero la trampa con
frecuencia nos la tiende nuestra ignorancia de la
doctrina de la santificación. En vez de reconocer que la
brecha existe para instarnos hacia adelante en
fervorosa confianza en Cristo, permitimos que nos
condene y que detenga nuestro progreso hacia
adelante. Somos atrapados a creer que simplemente
somos perdedores, fracasos, que no servimos para
nada...y que quizás ni tan siquiera somos cristianos.
Algunos hasta pasan a la inactividad o a la
desobediencia. Los que son atrapados en esta trampa
(y, hasta cierto punto, todos lo somos)
innecesariamente padecen de desánimo.
Como pastor, una de mis mayores responsabilidades es
ayudar a los individuos a salir de la trampa de la
brecha. Con frecuencia me encuentro diciendo a la
gente, “No será instante, y le exigirá serio esfuerzo,
pero salir de la trampa de la brecha no es complicado.
Y créame, valdrá la pena.”
Quizás tú te has encontrado en la trampa de la brecha.
Quizás estés ahí ahora mismo. Si así es, tenemos
confianza de que este libro puede ayudarte a cerrar la
brecha entre lo que debes ser en Cristo y lo que eres en
la práctica.
¿Puedes imaginarte una vida en la que rompes los
hábitos pecaminosos y haces verdadero progreso en la
santidad? Esa vida es posible. Y este libro está escrito
para ayudarte y animarte cuando hagas tuya esa vida.
Entre “Ahora” y “Todavía no”
1 1 ¿Hay cosas en tu vida en las que sabes que no estás
viviendo como Dios espera que vivas? (Describe
brevemente una de esas cosas en el espacio abajo.)
Sin duda, una de las cosas más frustrantes de la vida
cristiana es la aparente contradicción entre lo que Dios
espera que seamos y lo que nosotros, por experiencia,
sabemos que somos. Observa a los corintios, por
ejemplo. En un punto Pablo les asegura, “ya han sido
lavados, ya han sido santificados, ya han sido
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el
Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6:11). Parece un caso
cerrado, ¿no? Hasta que leemos la segunda carta de
Pablo a esta iglesia, en la que parece decir casi lo
opuesto: “Purifiquémonos de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de
Dios la obra de nuestra santificación” (2Co 7:1).
Espero que los corintios estuvieran un tanto confusos.
¿Estaban santificados...o contaminados? En realidad,
estaban santificados y contaminados, y así estamos
nosotros. Para poder explicar eso, permíteme llevarte
brevemente por una tangente.
Medita en 1 Juan 3:2-3. ¿Qué impacto debe tener en el
“ahora” lo que pensamos del “todavía no”?
El reino de Dios es tanto “ahora” como “todavía no”.
Está presente en ciertos respectos y es futuro en otros.
Nuestro Señor vino proclamando y demostrando que el
reino (o dominio) de Dios había cruzado la historia
humana: “Pero si expulso a los demonios con el poder
de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino
de Dios” (Lu 11:20). Sin embargo, el reino de Dios
todavía no ha llegado en su plenitud. Eso no sucederá
hasta que Jesús regrese en poder, cuando toda rodilla
se doblará y toda lengua confesará que Él es Señor.
Hasta entonces, sin negar la presente realidad del
reino de Dios, oramos fervorosos, “Venga tu reino” (Mt
6:10).
En este respecto, el reino de Dios paralela bastante
nuestra vida individual. Dios, por medio de la
maravillosa obra de justificación, nos ha declarado
justos. Nuestra posición legal ante Él ha cambiado. Ese
asunto ha sido arreglado una vez y por todas en la
corte del cielo. Pero, en este lado del cielo, nuestra
transformación interna es un proyecto en progreso. El
proceso de santificación me mantiene ocupado
personalmente como cristiano, y también me da
suficiente trabajo como pastor.
De modo que ¿tenemos victoria en Jesús o no? ¿Somos
vencedores, o somos vencidos? Oscar Cullman sugiere
una analogía de la Segunda Guerra Mundial que creo
que nos puede ayudar a comprender esta aparente
contradicción.[2]
La historia nos cuenta de dos días importantes hacia el
final de la II Guerra Mundial: D-Day (Día D) y VE-Day
(Día VE). El D-Day tuvo lugar el 6 de junio de 1944
cuando las fuerzas Aliadas desembarcaron en las
playas de Normandía, Francia. Este fue el punto
decisivo en la guerra; una vez se llevó a cabo con éxito
esta desembarco, la suerte de Hitler se selló. La guerra
esencialmente había terminado. Pero la victoria total
en Europa (VE-Day) no ocurrió sino hasta el 7 de mayo
de 1945 cuando las fuerzas alemanas se rindieron en
Berlín. Este intervalo de once meses se recuerda como
uno de los períodos más sangrientos de la guerra. Se
pelearon batallas campales por toda Francia, Bélgica, y
Alemania. Aunque el enemigo había sido herido
mortalmente, no sucumbió inmediatamente.
“Elección divina es la garantía de que Dios se encargará
de completar por gracia santificadora lo que su gracia
electora ha comenzado. Este es el significado del nuevo
pacto: Dios no sólo ordena obediencia, Él la da.”[3]
- John Piper
La cruz fue nuestro D-Day. Ahí el Señor Jesucristo
murió para romper las cadenas del pecado de su
pueblo. Por su muerte y resurrección somos
justificados. Pero la victoria final espera el regreso de
Cristo. No hay duda de cuál será el resultado de las
cosas. Pero todavía nos encontraremos envueltos en
escaramuzas y batallas hasta que el Señor aparezca en
gloria para derrotar para siempre las fuerzas de las
tinieblas.
Para más estudio: Lee 1 Pedro 5:8-9. Aunque el triunfo
final de Dios es inevitable, debemos luchar con un
saludable respeto para nuestro adversario.
Esta distinción, si se mantiene en mente, nos puede
evitar mucho desánimo. La batalla todavía sigue atroz,
pero la guerra ya se ganó. Una conciencia de la obra
acabada de Cristo a nuestro favor es esencial para
levantar el ánimo mientras buscamos la santificación.
Debemos estudiar y meditar en la gran doctrina de la
santificación hasta que penetre profundamente en
nuestra conciencia.
¿Alguien quiere Listerine?
Aunque estamos totalmente justificados en Cristo (D-
Day), de ninguna manera estamos totalmente
santificados (VE-Day). Algunos no han comprendido
esto.
El maestro de la Biblia Ern Baxter cuenta de un
incidente que ocurrió durante el Avivamiento de la
lluvia al final de los 1940. Había surgido una herética
enseñanza llamada “Los manifiestos hijos de Dios”.
Esencialmente era una doctrina que prometía total
santificación en esta vida. En su forma más extrema,
incluía la creencia de que una élite espiritual recibiría
cuerpos glorificados antes del regreso de Cristo.
Al final de una reunión en la que Baxter predicaba,
varios hijos (e hijas) manifiestos aparecieron atrás del
auditorio vestidos con túnicas blancas. Cuando terminó
de predicar se deslizaron por el pasillo hasta el frente
de la iglesia y comenzaron a tratar de hacer discípulos
para su doctrina de absoluta perfección. Según él
relata la historia, “La señora que era su líder tenía seria
necesidad de usar Listerine. Esa no es la clase de
perfección a la que yo añoro.”[4]
Más común que el escenario de Ern Baxter son las
situaciones que resultan de un concepto superficial,
sencillo de lo que es la santificación.
2 Si tú buscaras total perfección en esta vida, ¿cuál de
los siguientes te sería más difícil hacer?
❏Nunca conducir ni siquiera una milla sobre el límite
de velocidad
❏Hablar con afecto y bondad a todo vendedor que
llame por teléfono
❏Evitar todas las calorías innecesarias
❏Nunca usar el botón del despertador para dormir un
poquito más
❏Siempre pagar los impuestos sobre ingresos con
alegría
Cuando yo era recién convertido, conocí a un joven
llamado Greg, un admitido ladrón y drogadicto que al
parecer se había convertido cuando estaba en la
prisión. Se comportaba con audaz certeza y caminaba
con un ligero contoneo. Más de una vez me dijo cómo
había sido “salvado, santificado, y lleno con el Espíritu
Santo.”
Según él lo describía, todo parecía tan sencillo. Un día,
cuando era recién convertido, se montó en un tren, y
cuando se bajó horas después había tenido lo que él
llamaba una “experiencia santificadora”. Me aseguró
que una experiencia así era un preludio necesario para
recibir el bautismo en el Espíritu Santo, y que una vez
eso sucediera, uno estaba listo.
Debo admitir que había ciertas cosas de Greg que
decían que quizás no estaba muy santificado. Tenía
una tendencia a pasar juicio y una actitud farisaica.
Podía ser imperioso y rencoroso. Recuerdo su
indignada expresión cuando un amigo sin darse cuenta
puso algo sobre su Biblia: “¡Oye, disculpa, pero esa es
la Palabra de Dios!” Con todo, él sí que podía citar la
Biblia, y parecía entender su asunto de la santificación.
Para más estudio: Lee Mateo 26:41. ¿Cuándo es
seguro dar por sentado que hemos “logrado” la
santificación?
Qué impresión más desagradable me causó cuando
Greg volvió a vender y a usar drogas fuertes.
Los problemas de Greg incluían un incompleto, y por lo
tanto incorrecto, entendimiento de la enseñanza de la
Biblia sobre la santificación. Él había hecho lo que
muchos hacen al enfocarse sólo en las citas bíblicas
favoritas que parecen validar su experiencia personal.
“La santidad no es el camino a Cristo. Cristo es el
camino a la santidad.”[5]
— Adrian Rogers
La santificación es tanto definitiva (que ocurre en el
momento de la conversión) como progresiva. No
sucedió todo en una sola experiencia en el pasado, ni
tampoco se debe considerar como algo que sólo
sucede por grados. Fuimos cambiados y estamos
cambiando. Sin amenguar el entusiasmo de nuestro
exitoso desembarque en Normandía, seamos sobrios y
realistas cuando asesoramos la oposición que se
encuentra entre nosotros y Berlín. No tenemos la
opción de subirnos al tren de la santificación, como
Greg decía haberlo hecho. Va a ser una batalla a cada
paso del camino.
Vale la Pena el Trabajo
Para muchos, “santificación” es otra de esas largas
palabras teológicas que se oyen con frecuencia pero
que raramente se entienden. Suena erudita e
impráctica. Sin embargo es intensamente práctica. La
doctrina de la santificación contesta las preguntas que
ha hecho casi todo cristiano en la historia de la iglesia:
¿Cómo cambio?
¿Cómo crezco?
¿Cómo me hago como Cristo?
¿Cómo salgo de la trampa de la brecha?
Cualquier cosa que pueda contestar esas preguntas
vale la pena cierto esfuerzo. El Apéndice A (página )
muestra cómo diversas ramas de la Iglesia han
manejado este asunto en el pasado, pero veamos lo
que podemos aprender sobre esta esencial doctrina
según se aplica a nosotros hoy.
“¿Nos puede salvar la santidad? ¿Puede la santidad
apartar el pecado, satisfacer por las transgresiones,
pagar a Dios nuestra deuda? No, ni una pizca. Dios no
permita que yo diga eso nunca. La santidad no puede
hacer ninguna de estas cosas. Los santos más brillantes
son todos ‘siervos inútiles’. Nuestras obras más puras
no son más que trapos inmundos, cuando los
probamos bajo la luz de la santa ley de Dios. El manto
blanco, que Jesús ofrece y la fe pone, debe ser nuestra
única justicia, el nombre de Cristo nuestra única
confianza, el libro de vida del Cordero nuestro único
derecho al cielo. Con toda nuestra santidad no somos
mejores que los pecadores. Nuestras mejores cosas
están manchadas y contaminadas con imperfección.
Todas son más o menos incompletas, sus motivos son
equivocados o su rendimiento es defectuoso. ‘Porque
por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe;
esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de
Dios, no por obras, para que nadie se jacte’ (Ef
2:8,9)”[6]
— J.C. Ryle
El significado bíblico de la palabra santificar es
“apartar; consagrar”. Puede aplicarse a una persona,
lugar, ocasión, u objeto. Cuando algo es santificado, es
que se ha separado del uso común y se ha dedicado a
un uso especial. Por ejemplo, en los tiempos de Moisés
el Día de la Expiación era apartado (santificado) a un
Dios santo. Ese día se convirtió en un día santo. Una
cosa santificada no se hace santa simplemente por ser
apartada; deriva su santidad de aquello a lo que ha
sido dedicada. Porque sólo Dios es santo, solamente Él
puede impartir santidad.
Teológicamente la palabra “santificación” ha sido
usada para describir el proceso por el que pasa el
creyente a medida que el Espíritu de Dios obra en él
para hacerlo como Cristo. El proceso comienza en el
momento en que nacemos de nuevo y sigue mientras
vivamos. Está marcado por el conflicto diario a medida
que nos apropiamos de la gracia y la fortaleza de Dios
para vencer el pecado que está en nosotros.
Ten en mente que la culpa del pecado ya ha sido
quitada por medio de la justificación, como lo explica
Anthony Hoekema: la santificación quita la
contaminación del pecado:
Al decir culpa queremos decir el estado de merecer
condenación o de merecer castigo porque la ley de
Dios ha sido violada. En la justificación, que es un acto
declarativo de Dios, la culpa de nuestro pecado es
removida a base de la obra expiatoria de Jesucristo. Sin
embargo, al decir contaminación queremos decir la
corrupción de nuestra naturaleza que es el resultado
del pecado y que, a su vez, produce más pecado. Como
resultado de la caída de nuestros primeros padres,
todos nacemos en un estado de corrupción; los
pecados que cometemos no sólo son producto de esa
corrupción sino que también añaden a ella. En la
santificación la contaminación del pecado está en el
proceso de ser removida (aunque no será totalmente
removida hasta la vida que está por venir)[7]
La Biblia también describe la santificación como
crecimiento en santidad. Por santidad me refiero a una
devoción a Dios y el carácter que resulta de esa
devoción. La santidad incluye amor y deseo de Dios[8]
También incluye el temor de Dios, que John Murray ha
llamado “el alma de la santidad”.[9] Habiendo sido
liberado del temor del tormento eterno, el cristiano
teme a Dios al enfocarse no en su ira sino en su
“majestad, santidad y transcendente gloria...”[10] 10 El
temor del Señor tiene en el corazón un efecto
purificante y es una precondición para la intimidad con
Dios.
Para más estudio: ¿Te das cuenta cuán importante y
beneficioso es temer al Señor? (Ve Salmo 19:9 y 25:14,
Proverbios 1:7 y 9:10, y 1 Pedro 1:17.)

La santidad tiene que ver con más que moralidad y


celo. Surge de una unión con Cristo y una pasión por
darle honra. Una persona santa quiere ser como su
Señor para darle placer a Él. Quiere sentir lo que Dios
siente, pensar como Él piensa, y hacer su voluntad. En
pocas palabras, desea tomar para sí el carácter de Dios
para que Dios pueda ser glorificado. Ninguna empresa
es más de digna de nuestro esfuerzo durante toda la
vida: “Pues aunque el ejercicio físico trae algún
provecho, la piedad (santidad) es útil para todo, ya que
incluye una promesa no sólo para la vida presente sino
también para la venidera. (1Ti 4:8).
Tanto Dios como el hombre tienen lugares clave en la
obra por gracia de la santificación. Él, por su admirable
gracia, inicia nuestra salvación e imparte el deseo y el
poder para vencer el pecado. Al responder a y confiar
en su gracia, nosotros a nuestra vez obedecemos el
mandamiento bíblico que dice “lleven a cabo su
salvación con temor y temblor, pues Dios es quien
produce en ustedes tanto el querer como el hacer para
que se cumpla su buena voluntad” (Fil 2:12-13).
“La santificación, dice el catecismo Westminster
Shorter (Q.35), es ‘la obra de la gracia libre de Dios, por
la cual somos renovados en el hombre entero a la
imagen de Dios, y somos capacitados más y más para
morir al pecado, y vivir en justicia.’ El concepto no es
que el pecado es totalmente erradicado (eso es decir
mucho) o simplemente contrarrestado (eso es decir
muy poco), sino que es un cambio de carácter
divinamente forjado que nos libra de hábitos
pecaminosos y forma en nosotros afectos,
disposiciones, y virtudes como los de Cristo.”[11]
— J.I. Packer
El Nuevo Testamento fija un curso para vivir en
santidad que es un campo medio (en realidad un
campo más alto) entre el legalismo por un lado y el
libertinaje por otro. Esas tradiciones de la iglesia que
han puesto demasiado énfasis en la obra de Dios
dentro de nosotros sin esperar que esa obra resulte en
un creciente deseo de santidad, se apartan del camino
hacia el libertinaje. “Como les he dicho a menudo, y
ahora lo repito hasta con lágrimas, muchos se
comportan como enemigos de la cruz de Cristo. Su
destino es la destrucción, adoran al dios de sus propios
deseos y se enorgullecen de lo que es su vergüenza.
Sólo piensan en lo terrenal” (Fil 3:18-19). Por otro lado,
hay aquellos que han enfatizado tanto la parte del
hombre, que elevan la técnica sobre la verdad de Dios
y acaban en legalismo. (Por supuesto que hay variados
grados de estas derivaciones.)
Medita en 1 Timoteo 6:11-16. Pablo hubiera sido un
sargento de entrenamiento muy motivador.
Cómo Obtener la Perfección
Una pregunta común que oigo a los cristianos hacer es,
“¿Hasta dónde puedo esperar que llegue este proceso
de santificación? ¿Algún día estaré completamente
libre del pecado?” Es una pregunta que se hace
especialmente relevante cuando leemos una
declaración como la de Pablo a la iglesia de los
filipenses: “Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos
debemos tener este modo de pensar. Y si en algo
piensan en forma diferente, Dios les hará ver esto
también” (Fil 3:15). Jesús lo dijo aún más
enfáticamente en un versículo citado anteriormente:
“Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial
es perfecto” (Mt 5:48).
3 Toma esta corta prueba de Verdadero/Falso para ver
si has comprendido bien este material hasta aquí:
(Las respuestas se encuentran cabeza abajo en la parte
inferior de la página 9)
•La palabra “santificar” quiere decir “destrozar;
profanar”.V F
•La santificación comienza en el momento en que uno
nace de nuevo y sigue mientras vive.V F
•La culpa de nuestro pecado ha sido removida por la
justificación.V F
•La santidad se refiere exclusivamente a la moralidad y
celo de la persona.V F
•Dios tiene toda la responsabilidad de nuestra
santificación.V F
Respuestas: F, V, V, F, F
¿En realidad espera Dios que logremos la perfección?
El anhelo por la perfección ha inspirado a muchos a
seguir a Dios. A través de la historia humana poetas y
filósofos han expresado el deseo de volver a lograr una
inocencia y pureza perdidas. Los cantantes
contemporáneos Crosby, Stills, y Nash celebraron la
experiencia de Woodstock con una canción que decía,
“Somos polvo de estrella, somos dorados, estamos
atrapados en la ganga del diablo. Y tenemos que volver
al Edén.”
El problema es que no somos perfectos y lo sabemos.
En el mundo de fantasía de las películas, Mary Poppins
muy bien puede alegremente referirse a sí misma
como “prácticamente perfecta en todo”, pero no es así
en la vida real. Y ciertamente no vamos a lograr la
perfección a través de Woodstock.
Cuando el amanecer de...la santidad de Dios irrumpe
en nuestro espíritu, somos liberados de todo
pensamiento superficial e inadecuado sobre nuestra
propia santificación. También somos preservados de
cualquier enseñanza barata que nos animara a pensar
que hay atajos por los que podemos obtener la
santidad con más facilidad. La santidad no es una
experiencia; es la reintegración de nuestro carácter, la
reedificación de una ruina. Es labor diestra, un
proyecto de largo alcance, que exige todo lo que Dios
nos ha dado para vida y santidad.”[12]
— Sinclair Ferguson
R.A. Miller señala que la Escritura claramente nos dice
que seamos perfectos, mientras que al mismo tiempo
da evidencia de que la perfección no se puede lograr
en esta vida.[13] 12 Esto nos presenta un dilema. No
estamos libres para poner manos arriba y admitir
derrota. Pero tampoco podemos adoptar una actitud
respecto a la perfección que diga “puedo hacerlo”, que
tiene más en común con el pensamiento positivo que
con la Biblia. La única manera de resolver este dilema
es darnos cuenta de que el Nuevo Testamento ve la
perfección de dos maneras.[14]
La visión de Pablo para los filipenses era la madurez, no
la infalibilidad. Nota cómo la Nueva Versión
Internacional traduce su comentario a la iglesia
filipense: “¡Escuchen los perfectos! Todos debemos
tener este modo de pensar” (Fil 3:15). Los “perfectos”
en este sentido se pueden describir como “los que han
logrado razonable progreso en el crecimiento y la
estabilidad espiritual.”
Medita en 1 Pedro 1:14-16. ¿Te parece poco realista
este mandamiento? ¿Te pediría Dios a ti que hicieras lo
imposible?
Es algo natural que todo niño quiera ser grande, llegar
a adulto. Esto no es menos cierto del creyente. Antes
que adoptar una actitud casual o descuidada respecto
al crecimiento, debemos dejar que el llamado a la
perfección nos impulse hacia adelante en una seria
búsqueda de ser como Jesús. El propio ejemplo de
Pablo debe ser el modelo para todos nosotros:
No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea
perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando
alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a
mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya
logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que
queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está
delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el
premio que Dios ofrece mediante su llamamiento
celestial en Cristo Jesús. (Fil 3:12-14)
4 Una pegatina para el parachoques del automóvil que
una vez fue muy popular decía, “Los cristianos no son
perfectos, sólo son perdonados.” ¿Qué clase de actitud
podría reflejar esto? (Especialmente si el automóvil va
a más del límite de velocidad.)

“Primero debemos ser hechos buenos antes de poder


hacer el bien.”[15]
— Hugh Latimer
Vemos un segundo uso de la palabra perfección en la
primera epístola de Pablo a los corintios. “Pero cuando
llegue lo perfecto,” dice él, “lo imperfecto
desaparecerá” (1Co 13:10). En este sentido, la
perfección es una palabra correctamente restricta a
Dios – una perfección que no veremos hasta que Cristo
vuelva. El teólogo Louis Berkhof prefiere hablar de las
perfecciones de Dios antes que de sus atributos.[16]
Sólo Dios no tiene faltas. No importa cuánto
maduremos en esta vida, jamás lograremos la
perfección hasta ese día cuando Dios nos perfeccione
en la gloria.
Siete Razones Para Cerrar la Brecha
Generalmente hablando, el mundo tiene una
impresión negativa de la santidad. Muchos la igualan
con una existencia aburrida, que carga con una cruz
vacía de gozo. Parece más una justificación de sí mismo
que dice “soy más santo que tú” que la gozosa
experiencia que en realidad es. Al terminar,
rechacemos esa idea examinando algunos de los
muchos beneficios y bendiciones que ganamos al
seguir a Cristo. Aquí hay siete frutos de la santificación:
Dios es glorificado. Cuando nosotros somos santos,
damos peso a lo que decimos de que Dios es tan real y
maravilloso como decimos que es. Pablo nos dice que
las buenas obras de los cristianos adornan la doctrina
de Cristo (Tit 2:10). Hasta los que niegan a Dios son
obligados a admitir su realidad cuando su pueblo anda
en sus caminos.
Continuo compañerismo en esta vida con la Trinidad.
“Le contestó Jesús: -El que me ama, obedecerá mi
palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra
vivienda en él” (Jn 14:23). Es un tremendo gozo y
consuelo tener la presencia del Padre y del Hijo por
medio del Espíritu Santo. Y Jesús indica que esta
presencia es una presencia amorosa, no indiferente ni
impersonal. Por supuesto que junto con su presencia
viene su poder, que nos permite vencer los obstáculos
de la vida.
“No hay gozo permanente sin santidad...¡Cuán
importante es, entonces, la verdad que santifica! ¡Cuán
crucial es la Palabra que rompe el poder de los tesoros
falsos! ¡Y cuán vigilantes debemos ser de alumbrar
nuestros caminos y cargar nuestro corazón con la
Palabra de Dios!”[17]
- John Piper
Compañerismo con otros cristianos. Si caminamos en
oscuridad, no podemos gozar de auténticas relaciones
con otros creyentes. “Pero si vivimos en la luz, así
como él está en la luz, tenemos comunión unos con
otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de
todo pecado” (1Jn 1:7).
El Señor promete darnos compañeros, compañeros de
viaje en el camino a la santificación. Por mi parte, he
encontrado que la verdad de Dios combinada con el
ejemplo del pueblo de Dios son absolutamente
necesarios para mi crecimiento espiritual. Y cuando he
andado en sus caminos nunca me ha hecho falta
ninguno de los dos. Nos necesitamos unos a otros en el
contexto de la iglesia para poder triunfar. La santidad y
la comunidad cristiana van mano a mano.
Seguridad de salvación. Aunque nuestra salvación no
se basa en nuestro afán de ir tras la santidad, la
seguridad de salvación seguramente está conectada
con ello. En su segunda epístola, Pedro exhorta a sus
lectores a hacer todo esfuerzo por amontonar virtudes
espirituales, añadiendo virtud a la fe y entendimiento a
la virtud hasta tener en medida abundante dominio
propio, constancia, devoción a Dios, afecto fraternal y
amor (2P 1:5-9). Él advierte que cuando éstos faltan, la
persona puede olvidar...
“...que ha sido limpiado de sus pasados pecados. Por lo
tanto, hermanos, esfuércense más todavía por
asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los
eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les
abrirán de par en par las puertas del reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (2P 1:9-11)
Evangelismo. De joven bajo la convicción del pecado,
yo traté lo mejor que pude de encontrar faltas a los
cristianos para poder rechazar su mensaje y
despacharlos como hipócritas. Pero aunque no eran
perfectos, yo no pude encontrar inconsistencias
mayores. La familia grande que me extendió el
evangelio hizo más impacto en mí con su modo de vivir
que con sus palabras. El esposo amaba a su esposa, la
esposa respetaba a su esposo, los hijos obedecían a sus
padres, y todos tenían gozo. Yo nunca había visto nada
así.
Medita en 1 Pedro 2:12. Aunque los que no son
cristianos se pueden burlar de tu estilo de vida ahora,
¿qué efecto tendrá al final en ellos?
Se ha dicho que aunque el mundo no lea su Biblia,
ciertamente lee a sus cristianos. Dios usa a gente santa
para alcanzar a otros. No perfecta, sino santa.
Entendimiento, sabiduría, y conocimiento. Estos
tesoros esperan a los que buscan a Dios de todo
corazón (Pr 2:1-11). Se esconden del perverso, el
rebelde, y el necio.
Ver a Dios. La Escritura nos dice, “Busquen la paz con
todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”
(Heb 12:14). Aunque el total significado de este pasaje
está envuelto en un velo de misterio, la Escritura sí
tiene mucho que decir sobre la “visión beatífica”, o ver
a Dios. Ocurrirá después del regreso de nuestro Señor
cuando todo enemigo haya sido vencido y hayamos
sido totalmente santificados. En ese tiempo nuestra
visión de Dios será continua e intensa, sin distracción ni
la conciencia de sí mismos que causa el pecado.
Entonces conoceremos así como somos conocidos. No
que nuestro conocimiento de Dios será completo,
porque Él siempre nos revelará más y más de su
infinito y maravilloso ser.
“Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a
Dios.”
- Jesús (Mateo 5:8)
“Dichosos los de corazón limpio,” dijo Jesús, “porque
ellos verán a Dios” (Mt 5:8). Esta continua iluminación
de su grandeza y bondad ciertamente es la maravilla
más sobresaliente que resulta de una vida de santidad.
Como puedes ver, hay suficientes buenas razones para
cerrar la brecha entre lo que Dios espera de nosotros y
nuestra propia experiencia. Fuimos hechos para
compartir de su santidad-no sólo en el cielo, sino aquí
en la tierra. Paso a paso, podemos aprender a vencer el
pecado y a vivir de una manera que refleje más y más
la gloria y el carácter de Dios.
En este primer capítulo hemos tratado de estimular tu
apetito por la santidad. Comenzando con el Capítulo
Dos, vamos a empezar a formar el marco bíblico
necesario para una vida santa y feliz.
Discusión en Grupo
1. ¿Qué síntomas indican que uno está atrapado en la
“trampa de la brecha”?
2. Una cierta brecha entre las normas de Dios y
nuestro desempeño es inevitable; pero demasiada,
y calificamos como hipócritas. ¿Dónde fijamos el
límite?
3. ¿Cómo es que nuestra santificación es tanto
historia pasada como esperanza futura?
4. El temor del Señor, dice el autor, es una
“precondición para la intimidad con Dios” (página
). ¿Qué quiere decir?
5. ¿Hasta qué punto debe un cristiano maduro estar
libre de pecado?
6. Ahora que has terminado este capítulo, ¿cómo
explicarías Mateo 5:48 a un nuevo cristiano?
Lectura Recomendada
How to Help People Change 'por Jay E. Adams (Grand
Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1986)
Saved by Grace por Anthony A. Hoekema (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989)
Referencias
1. ↑ Jay E. Adams, The Biblical View of Self-Esteem,
Self-Love, Self-Image (Eugene, OR: Harvest House
Publishers, 1986), p. 78.
2. ↑ Oscar Cullman, Christ and Time (Philadelphia,
PA: The Westminster Press, 1964), p. 3.
3. ↑ John Piper, The Pleasures Of God (Portland, OR:
Multnomah Press, 1991), p. 147.
4. ↑ Ern Baxter, taped message, “Sanctification,” n.d.
5. ↑ Citado en Gathered Gold, John Blanchard, ed.
(Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical
Press, 1984), p.146.
6. ↑ J.C. Ryle, Holiness (Welwyn, Hertfordshire,
England: Evangelical Press, 1879, reprinted 1989),
p. 39.
7. ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989), pp.
192-93.
8. ↑ Jerry Bridges, The Practice of Godliness
(Colorado Springs, CO: NavPress, 1983), pp. 15-20.
9. ↑ Ibid., p. 24.
10. ↑ Ibid., p. 26.
11. ↑ J.I. Packer, Concise Theology (Wheaton, IL:
Tyndale House, 1993), p. 169.
12. ↑ Sinclair Ferguson, A Heart for God (Colorado
Springs, CO: NavPress, 1985), p. 129.
13. ↑ R.A. Muller, The International Standard Bible
Encyclopedia, Volume Four (Grand Rapids, MI:
Eerdmans Publishing Co., 1988), p. 324.
14. ↑ William Hendriksen, New Testament
Commentary: Philippians (Grand Rapids, MI:
Eerdmans Publishing Co., 1962), p. 176.
15. ↑ Citado en Gathered Gold, p.148.
16. ↑ Louis Berkhof, Systematic Theology (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1941), p. 52.
17. ↑ Reference missing from original
Capítulo 2

DONDE TODO
COMIENZA
Por C.J. Mahaney.

No hace muchos años comenzó a circular el rumor de


que una popular estrella de rock había “nacido de
nuevo.” La reacción de la comunidad cristiana fue,
como era de esperar, de mucho entusiasmo. Pero
cuando se enteró de su supuesta conversión, la estrella
de rock pronto puso fin al rumor: “Se informó que yo
nací de nuevo. Eso no es verdad. Lo que dije fue que
me había metido a la porno de nuevo.”
Unas pocas letras pueden hacer toda una diferencia.
A veces me hago escéptico cuando oigo vagos informes
de que se han convertido figuras públicas. Aunque el
individuo admita haber tomado la decisión de seguir a
Cristo, su vida quizás no refleje el cambio
correspondiente. Quizás no haya evidencia de un
arrepentimiento, ni ninguna participación en una
iglesia local. A medida que los ciudadanos ordinarios
observan dichas aparentes contradicciones, concluyen
incorrectamente que esto es lo que quiere decir nacer
de nuevo.
Medita en 1 Pedro 2:2-3. ¿Cuál es la “leche” que se
describe aquí? ¿Por qué es esencial para el crecimiento
espiritual la leche pura?
Charles Colson es una notable excepción al patrón. Un
anterior abogado y asistente presidencial en la
administración del presidente Nixon, Colson fue
condenado y encarcelado por su parte en el escándalo
de Watergate. Pareció sospechoso cuando, durante
ese tiempo, dijo haber entregado su vida a Cristo. Pero
esa no era una trama para reducir su sentencia. La
conversión de Colson fue genuina, según dejaba ver su
nuevo estilo de vida. Su libro, Nacido de Nuevo, ofrece
un elocuente y poderoso relato de su auténtico
encuentro con el evangelio.
Aunque la frase “nacido de nuevo” se usa comúnmente
en la cultura de hoy, sus implicaciones teológicas han
sido oscurecidas. Por ejemplo, cuando el boxeador
George Foreman, que se había retirado, volvió al
boxeo, los locutores deportivos dijeron que su carrera
había “nacido de nuevo”. A los políticos que
experimentan un retraso y luego vuelven a recuperar la
popularidad a veces se les llama nacidos de nuevo. Y
muchas personas piensan de los cristianos nacidos de
nuevo como un hiperactivo grupo marginal dentro de
la iglesia, sin darse cuenta de que el nuevo nacimiento
¡es un prerrequisito bíblico para siquiera ser parte de la
iglesia!
“Hacerse cristiano no es comenzar de nuevo en la vida;
es recibir una nueva vida para comenzar.”[1]
- Thomas Adams
Hasta el cristiano maduro puede faltar en comprender
esta crítica frase. Pero si alguna vez esperamos
cambiar como Dios lo quiere, debemos comenzar con
experimentar y entender lo que es la regeneración-el
nuevo nacimiento. Aquí es donde comienza el proceso
entero de la santificación.
1 ¿Cuál de las siguientes frases mejor describe, en tu
opinión, lo que significa nacer de nuevo?
(La respuesta está cabeza abajo en la parte inferior de
la página)
❏Tomar una decisión de comenzar a vivir una vida
mejor
❏Renovar un compromiso con Cristo ya perdido desde
hace mucho tiempo
❏Pedir a Dios que te perdone tus pecados y que viva
en tu corazón
❏Decir a todos tus antiguos amigos que se van a ir al
infierno
❏Ninguno de los anteriores
Respuesta: Ninguno de los anteriores. Para una
definición bíblica, sigue leyendo.

La Educación de un Fariseo
La frase “nacido de nuevo” no se originó con el
presidente Jimmy Carter. Se originó con Jesucristo.
Descubramos dónde la introdujo y cómo quiso que se
entendiera mientras escuchamos a escondidas una
conversación capaz de doblar el cerebro en el tercer
capítulo de Juan.
Nicodemo era fariseo y miembro del concilio judío, el
Sanedrín. Era muy respetado en Jerusalén como
teólogo y maestro de la ley. En vista de su posición y
prestigio, es sorprendente que Nicodemo hiciera una
visita privada a Jesús. Después de todo, Jesús carecía
de la preparación formal que Nicodemo y sus
compañeros tanto valoraban. Además, este
conservador rabí acababa de alborotar el templo al
insinuar que tenía autoridad única de parte de Dios (Jn
2:13-22). Pero Nicodemo se sintió intrigado por la
enseñanza de Jesús, y no podía negar ni rechazar los
milagros que sucedían. Así que, con cierto grado de
humildad, el prominente religioso privilegiado dijo al
carpintero sin preparación académica de Galilea:
Rabí, sabemos que eres un maestro que ha venido de
parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales
que tú haces si Dios no estuviera con él (Jn 3:2).
Una cosa se podría decir a favor de los fariseos - es que
sabían la importancia de la etiqueta. Al dirigirse a Jesús
como “Rabí”, Nicodemo expresó respeto por su
posición como maestro y demostró disposición para
aprender. Pero su próxima frase fue una de las que
pronto se arrepentiría: “Rabí, sabemos...”.
No era la manera recomendada para comenzar una
conversación con el Hijo de Dios.
Jesús pudo haber confrontado a Nicodemo por su
arrogante actitud y pudo haber terminado ahí mismo
la conversación. En vez de eso, decidió ayudar a
Nicodemo a ver cuán limitado en realidad era su
conocimiento. ¿Su método? Un rápido juego de
Jeopardy (Peligro) bíblico. Categoría: Regeneración,
por $200.
“Raramente tomamos esta enseñanza [de que el
hombre no puede entrar al reino de Dios] lo
suficientemente en serio, quizás porque nos quita de
debajo de los pies los últimos vestigios de nuestra
natural suficiencia en nosotros mismos. Subraya la
enseñanza bíblica de que nuestra salvación es toda por
gracia. ¡Lo único que es necesario es lo que nosotros
no podemos hacer!”[2]
— Sinclair Ferguson
“De veras te aseguro”, le contestó Jesús, “que quien no
nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (vs. 3).
La declaración del Señor dejó perplejo a Nicodemo. Él
preguntó “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya
viejo?” Nicodemo no podía comprender lo que Jesús
quería decir, ni tampoco estaba acostumbrado a que
se dirigieran a él de esta manera. Típicamente le
tocaba a él dar las respuestas, no buscarlas a tientas.
Pueda que haya estado en el templo cuando Jesús, a
los doce años de edad, maravilló a los sacerdotes con
sus preguntas. Pero Jesús ya no era un adolescente.
Para más estudio: Lee Mateo 19:23-26. ¿Cuál es la
posibilidad, aparte de la intervención de Dios, de que la
persona entre al reino de Dios?
“Yo te aseguro”, continuó Jesús, “que quien no nazca
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios...no te sorprendas de que te haya dicho: ‘Tienen
que nacer de nuevo’” (vs. 5,7).
Pero Nicodemo se sorprendió. De hecho, se
escandalizó.
“¿Cómo es posible que esto suceda?” preguntó.
En este momento Nicodemo necesitaba dos aspirinas.
Para añadir a su dificultad tenía un sentido de
humillación, especialmente cuando Jesús dijo, “Te digo
con seguridad y verdad que hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto
personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro
testimonio. Si les he hablado de las cosas terrenales, y
no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de
las celestiales?” (vs. 11-12).
“El nuevo nacimiento no es sólo un misterio que
ningún hombre comprende, es un milagro que ningún
hombre puede emprender.”[3]
— Richard Baxter
Es fácil mirar con desprecio al humillado erudito, pero
sometámonos al mismo examen: ¿Comprendemos lo
que Jesús decía sobre nacer de nuevo? ¿Nos
sorprendemos ante las declaraciones de Jesús? A
menos que hayamos llegado al lugar donde, como
Nicodemo, preguntamos, “¿Cómo es posible que esto
suceda?”, no es probable que hayamos comprendido
totalmente el misterio y el milagro de la regeneración.
Nada Que Contribuir
2 Al enfocarte en las partes individuales de la
extraordinaria declaración de Jesús, ¿recibes una
nueva percepción?
Tienen que nacer de nuevo
Lo que Jesús intencionalmente omitió fue toda
sugerencia de que Nicodemo tenía personalmente
toda la responsabilidad de nacer de nuevo. De hecho,
dijo todo lo opuesto: “Lo que nace del cuerpo es
cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3:6).
Para más estudio: ¿Cómo es que la paternidad de
Abraham de Isaac e Ismael muestra el contraste entre
nuestros esfuerzos y los de Dios? (Ve Génesis 21:1-13 y
Romanos 9:6-9)
No es difícil ver por qué a Nicodemo le parecieran tan
confusos los comentarios de Jesús. Habiendo
entendido e interpretado incorrectamente la ley, los
fariseos buscaban establecer su propia justicia ante
Dios. Nicodemo habrá supuesto que nacer de nuevo
(cualquiera que sea el significado) tenía que ver con
algún esfuerzo o contribución de su parte. La mayoría
de nosotros supondríamos lo mismo. Y es exactamente
esa suposición lo que Jesús ponía en duda.
“Tienen que nacer de nuevo” no es un mandamiento
para creer en Cristo; es una declaración que clarifica lo
que Él debe hacer en nosotros.
“La regeneración es un cambio que Dios hace en
nosotros”, escribe C. Samuel Storms, “no un acto
autónomo que nosotros desempeñamos por nuestra
propia cuenta”.[4]
Pausa por un momento para considerar las asombrosas
implicaciones de las palabras de Cristo:
■Aunque absolutamente esencial para la vida cristiana,
la regeneración no se puede lograr con el esfuerzo
humano.
■Dios es el único autor del nuevo nacimiento; no es un
esfuerzo cooperativo.
■La regeneración es una experiencia que debemos
tener pero que sólo Dios puede dar.
No es por falta de inteligencia que Nicodemo encontró
las palabras del Señor tan confusas; es porque exigían
un cambio de paradigma en su modo de pensar. Le
revelaron cuán indefenso era y cuánto dependía de la
misericordia del Señor.
Antes de seguir, permíteme clarificar un punto. No
estoy disminuyendo la importancia del
arrepentimiento y la fe. Estas deben caracterizar
nuestra respuesta a la regeneración, y son esenciales
para la conversión y para nuestra continua
santificación. Pero desde mi perspectiva son el
resultado del nuevo nacimiento, no la causa. El teólogo
A.A. Hodge nos advierte que mantengamos la
perspectiva de la Escritura: “Haga lo que haga el
hombre después de la regeneración, la primera
resurrección de los muertos debe originarse en Dios”.[5]
“Una noche entre semana, cuando estaba sentado en
la casa de Dios, no pensaba mucho en el sermón del
predicador porque no lo creía. De repente me llegó el
pensamiento, ‘¿Cómo es que llegaste a ser cristiano?’
Yo busqué al Señor. ‘Pero ¿cómo llegaste a buscar al
Señor?’ En un momento la verdad me pasó por la
mente como un relámpago – yo no debí haberlo
buscado a Él a menos que haya habido una previa
influencia en mi mente para hacer que lo buscara. Yo
oré, creía yo, pero luego me pregunté, ¿Cómo es que
llegué a orar? Fui inducido a orar al leer la Escritura.
¿Cómo es que llegué a leer la Escritura? La leí yo, pero
¿qué me llevó a hacerlo? Luego, en un momento, vi
que Dios estaba detrás de todo, y que era Él el autor de
mi fe, y así toda la doctrina de la gracia se abrió ante
mí, y de esa doctrina no me he apartado hasta este día,
y deseo hacer de esta mi constante confesión,
‘atribuyo mi cambio totalmente a Dios’”.[6]
—Charles H. Spurgeon
Considera esto con cuidado. Aprecia la radical
transformación que se exige, y cuán incapaz e
impotente eres para producirla. La regeneración es la
distintiva obra de Dios solamente. Como dice J.I.
Packer, “No es un cambio que el hombre hace algo
para efectuar, tal como los infantes no hacen nada
para inducir, ni contribuir, a su propia procreación y
nacimiento”.[7]No nacemos “por voluntad humana,
sino que...de Dios” escribió Juan (Jn 1:13).
Una nueva, justa naturaleza ha sido impartida, de la
que Dios es el único autor. Además, tenemos la
seguridad de que “el que comenzó tan buena obra en
ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo
Jesús” (Fil 1:6). ¡Eso debería producir verdadero
regocijo!
Medita en Tito 3:4-7. Reconocer el origen de nuestra
salvación (v. 5) fortalece nuestra esperanza de la vida
eterna (v. 7).
Ya no necesitamos preguntarnos si nuestra voluntad y
autodisciplina son suficientes. No lo son. Ser
conformados a la imagen de Cristo no depende de
nuestra habilidad. Más bien, podemos confiar respecto
a nuestro crecimiento en santidad gracias a la obra
definitiva de Dios. Él ha puesto dentro de nosotros una
nueva disposición, una pasión por la justicia. “Esto”,
dice J. Rodman Williams, “es el milagro más grande
que cualquier persona puede experimentar”.[8]
Que Haya Vida
¿Qué es lo que en realidad ocurre cuando uno nace de
nuevo?
J.I. Packer dice que la palabra regeneración “denota un
nuevo comienzo de vida. . . habla de una renovación
creativa efectuada por el poder de Dios”.[9] Cuando
Dios te regeneró a ti, te llamó a ser algo que no existía
anteriormente. La Biblia lo describe de esta manera:
“Porque Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en
las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para
que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en
el rostro de Cristo” (2Co 4:6). El paralelo aquí entre
nuestra regeneración y la creación es intencional.
Nuestra regeneración no fue un acto menos creativo
de Dios. El mismo Dios que dijo: “Que haya luz” un día
nos habló a nosotros y dijo, “Que haya vida”. ¡Y hubo
vida!
Medita en 1 Pedro 1:23. ¿Cómo añade esta analogía a
tu entendimiento del nuevo nacimiento?
El nuevo nacimiento también se puede ver como una
resurrección. Aunque estábamos muertos en pecado y
éramos incapaces de alterar esta condición, ahora
hemos sido hechos vivos a Dios por la regeneradora
obra del Espíritu Santo. El teólogo R.C. Sproul explica
esto en mayor detalle:
3 He aquí la situación: Tú eres un especialista en la
juventud que asesora a jóvenes con un raro desorden
mental – están absolutamente convencidos de que se
dieron a luz a sí mismos. ¿Qué clase de ansiedades
esperarías que esto produjera en ellos?
(¿Esperarías ver similares ansiedades en los cristianos
que no entienden el papel que desempeña Dios en la
regeneración?)
El Espíritu vuelve a crear el corazón humano,
reviviéndolo de la muerte espiritual a la vida espiritual.
Las personas regeneradas son nuevas creaciones.
Mientras que anteriormente no tenían disposición,
inclinación, ni deseo de las cosas de Dios, ahora están
dispuestas e inclinadas hacia Dios. En la regeneración,
Dios siembra un deseo de sí mismo en el corazón
humano que de otra manera no estaría ahí.[10]
“Un hombre muerto no puede ayudar en su propia
resurrección”, observa W.G.T. Shedd.[11] Si no hubiera
sido por la obra de gracia del Espíritu Santo, quien nos
dio una nueva vida completa con una nueva naturaleza
y un nuevo deseo de agradar, servir, obedecer, y
glorificar a Dios, todavía estaríamos espiritualmente
muertos y seríamos hostiles hacia Dios.
La regeneración se distingue de las otras facetas de
nuestra salvación. Por ejemplo, aunque la justificación
altera nuestra posición legal ante Dios (o sea, somos
declarados justos en vez de culpables), la regeneración
transforma nuestra naturaleza fundamental. Este
cambio interno es tan radical y extenso que ahora se
nos describe como nuevas creaciones. La imagen de
Dios que se corrompió en la caída del hombre se
vuelve a crear a través del nuevo nacimiento y es
progresivamente renovada a través de la santificación.
Pero a diferencia de la santificación, la regeneración no
es un proceso. No toma lugar gradualmente ni por
grados. Es una obra soberana e instantánea de Dios en
nuestra vida.
“La regeneración es un cambio que se conoce y se
siente: se conoce por las obras de santidad y se siente
por una experiencia de gracia”.[12]
— Charles H. Spurgeon
Por favor no me mal entiendas. No todos son
regenerados con todas las dramáticas experiencias que
tuvo Pablo. Aquí estaba un hombre que fue
sobrenaturalmente cegado por tres días y a quién se le
habló audiblemente desde el cielo. Pero Pablo no fue
la única persona que nació de nuevo en el libro de los
Hechos. Cuando Lidia oyó el evangelio en una reunión
de oración para mujeres, “el Señor le abrió el corazón
para que respondiera al mensaje de Pablo” (Hch
16:14). Eso fue lo único. Los ojos de Pablo fueron
temporalmente cegados, y el corazón de Lidia fue
tranquilamente abierto. Diferentes experiencias, pero
el resultado fue exactamente el mismo.
Para más estudio: ¿Quién es “el que santifica”?
(Hebreos 2:11). ¿Para qué etapas de nuestra
santificación es responsable Él? (Hebreos 12:2)
Con frecuencia somos tentados a medir la autenticidad
de una conversión por las experiencias que la
acompañan. A todos les gusta oír a un líder de pandilla
o vendedor de drogas cuya vida es dramáticamente
cambiada. Pero supongamos que tú eres una Lidia.
Simplemente ibas conduciendo el automóvil un día,
escuchando una cinta que alguien te había prestado, y
sin nadie como testigo Dios suavemente te abrió el
corazón. No oíste ninguna voz, el auto no se salió de la
carretera. Nada dramático. Pero al llegar al trabajo
sabías, aunque no lo pudieras explicar, que algo
significante había sucedido. Eras diferente. Habías
nacido de nuevo.
Yo he tenido el privilegio de visitar el lugar en
Inglaterra donde John Wesley nació de nuevo.
Considera este sencillo relato de ese momento: “Sentí
el corazón extrañamente tibio dentro de mí”. No lo que
uno describiría como una experiencia explosiva, pero la
validez y el impacto de la regeneración de Wesley no
se puede negar.
4 En el espacio abajo, o al pie de esta página, traza una
sencilla línea de tiempo de tu vida, comenzando con tu
nacimiento y extendiéndola hasta el presente. Luego
indica cuándo experimentaste cada uno de los
siguientes: regeneración, justificación, santificación,
arrepentimiento, y fe. ¿Cuál sucedió en un punto
específico en el tiempo? ¿Cuáles continúan por el
presente?
Ya sea discreto o dramático, cada nuevo nacimiento
tiene esto en común: su autoría ha sido exclusiva y
totalmente de Dios. La trama y los personajes son
únicos, pero la historia es siempre la misma. Somos
nuevas creaciones. Lo viejo ha pasado, lo nuevo ha
llegado.
Una Resolución Inútil
No es sólo en su evangelio que encontramos a Juan
incluyendo notables declaraciones sobre la
regeneración. Terminemos examinando estas
asombrosas palabras:
Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado,
porque la semilla de Dios permanece en él; no puede
practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. (1Jn 3.9)
¿Alguna vez has leído este versículo y te has sentido
confuso? No es posible que pueda querer decir lo que
dice...¿no? Pocas personas pueden existir siquiera una
hora o dos sin pecar de un modo u otro. Quizás el
verdadero significado del versículo se perdió en la
traducción. Por otro lado, nos preocupamos, ¿y qué si
está correcto? Esa no parece ser mi experiencia...¿eso
quiere decir que no he “nacido de Dios”?
Juan no está sugiriendo que los verdaderos cristianos
son incapaces de pecar. Eso es evidente en el primer
capítulo de la misma epístola, donde escribió, “Si
afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y no tenemos la verdad” (1Jn 1:8).
No-el pecado todavía está muy presente, y aunque su
dominio en nuestra vida ha sido destruido, podemos
rendirnos ante su influencia en cualquier momento.
Pero al escribir que el que nace de Dios “no puede
practicar el pecado”, Juan demuestra que la
regeneración nos ha hecho incapaces de seguir
pecando.
El significado de Juan en este pasaje, según Anthony
Hoekema, es que el cristiano “no sigue practicando y
gozándose en el pecado, con total abandono...no es
capaz de seguir pecando con gozo, de seguir viviendo
en pecado”.[13] John R.W. Stott lo resume más
sencillamente: “El creyente puede caer en pecado,
pero no caminará en él”.[14]
¿Ves la diferencia?
“La regeneración ocurre principalmente en el centro
del ser del hombre, o sea, en su corazón o espíritu. En
este nivel más profundo de la existencia humana hay
un cambio decisivo”.[15]
— J. Rodman Williams
Supongamos que yo fuera lo suficientemente necio
como para probar la aserción de Juan al tomar esta
resolución personal: “En los próximos seis meses
trataré de desarrollar un estilo de vida pecaminoso”.
Esto obviamente no es algo que yo desearía ni
recomendaría. Sin embargo, no creo que podría llevar
a cabo tal resolución. ¿Por qué? Porque he nacido de
Dios. Ahora tengo un nuevo corazón, una nueva vida, y
una nueva inclinación a buscar la santidad y agradar a
Dios. Aunque todavía cometo pecados, por su poder de
regeneración soy incapaz de dedicarme al pecado o de
seguir en él. Jamás volveré a poder gozar del pecado
como un estilo de vida. Sólo un hecho divino pudo
haber logrado un cambio semejante.
Medita en Efesios 4:22-24. ¿Qué caracteriza al “nuevo
ser” en que nos hemos convertido a través de la
regeneración?
Ya no estamos desvalidos o indefensos en nuestra
diaria confrontación con el pecado. No estamos
destinados a andar en continua desobediencia y
derrota. Dios interna, sobrenatural, y
fundamentalmente nos ha transformado. Ahora
poseemos el deseo y habilidad de agradarlo a Él por el
resto de nuestra vida. Motivados y fortalecidos por la
gracia, podemos anticipar una vida entera de cambio
progresivo y definitivo.
Aquí es donde comienza la santificación-en la
seguridad y confianza de que hemos nacido de nuevo,
no por nuestro propio esfuerzo sino por el poder y
propósito de Dios.
Discusión En Grupo
1. ¿Cuáles son algunas de las palabras que uno que
no es cristiano podría usar para describir a un
cristiano “nacido de nuevo” típico?
2. ¿Cuál es una posible razón por la que las
conversiones de celebridades son frecuentemente
superficiales?
3. Thomas Adams ha escrito, “Quitemos el misterio
del nuevo nacimiento y le hemos quitado su
majestad”.[16]¿Qué hace misteriosa la
regeneración?
4. ¿Es una lucha para ti creer que Dios fue el único
responsable por tu renacimiento?
5. Si Lidia y Pablo representan los extremos de la
experiencia de nacer de nuevo, ¿dónde estarías tú
en el espectro?
6. Habla de la línea de tiempo que trazaste en la
página . ¿Alguna pregunta sobre la secuencia de la
salvación?
7. Lee Hebreos 12:2. ¿Cómo afecta tu opinión de la
santificación esta “garantía incondicional”?
8. ¿Este capítulo te ha hecho pensar de manera
diferente sobre el nuevo nacimiento?
Lectura Recomendada
The Christian Life por Sinclair Ferguson (Carlisle, PA:
The Banner of Truth Trust, 1989)
God’s Words por J.I. Packer (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 1981)
Referencias
1. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide
(Orlando, FL: Ligonier Ministries, Inc., 1988),
capítulo I, p. 14.
2. ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle, PA:
The Banner of Truth Trust, 1989), p. 55.
3. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide,
capítulo III, p. 20.
4. ↑ C. Samuel Storms, Chosen for Life (Grand Rapids,
MI: Baker Book House, 1987), p. 108.
5. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader Guide,
capítulo III, p. 19.
6. ↑ Charles Spurgeon, Autobiography, 1 (Edinburgh:
Banner of Truth Trust, 1962), pp. 164-65.
7. ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 1981), p. 151.
8. ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume
II: Salvation, The Holy Spirit, and Christian Living
(Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House,
1990), p. 37.
9. ↑ J.I. Packer, God’s Words, pp. 148-149.
10. ↑ R.C. Sproul, Essential Truths of the Christian
Faith (Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), pp. 171-
172.
11. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, capítulo III, p. 19.
12. ↑ Citado en R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, capítulo II, p. 17.
13. ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace
(Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989),
p. 100.
14. ↑ John R.W. Stott, The Epistles of John (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1964), p. 136.
15. ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology,
Volume II, p. 50.
16. ↑ Quoted in R.C. Sproul, Born Again: Leader
Guide, Chapter II, p. 16.
Capítulo 3

UNIDOS CON CRISTO


Por Robin Boisvert

Cuando me convertí en 1972, al comienzo del


movimiento carismático y del movimiento del pueblo
de Jesús, no me impresionaban los argumentos lógicos
sobre Dios o la vida cristiana. La mía era una
generación irreverente, una generación que “se
iluminaba y permanecía iluminada”. Me inclinaba más
a burlarme de cualquier conversación seria sobre el
tema de la religión que escuchar.
Lo que yo necesitaba era una experiencia con Dios. Y
eso es exactamente lo que recibí.
Conocí a una familia cristiana cuya vida llena de gozo
hizo una tremenda impresión en mí. Hablaban de Jesús
como si estuviera presente allí mismo, y se
comportaban como si su vida hiciera una verdadera
diferencia para ellos. Al principio pensé que eso era
original. Pero luego sentí curiosidad. Me atrajo la
calidad de su vida. Y cuando me explicaron que no
siempre había sido así para ellos sino que Jesús había
cambiado su vida, comencé a desear que lo mismo
sucediera conmigo
Medita en 2 Timoteo 3:16-17. Si de verdad quieres
cambiar, he aquí el boleto.
Al decir “vida cambiada” me refiero a la diferencia que
Jesucristo hace en la manera, los hábitos, y la
cosmovisión de la persona, hasta en el mismo centro
de su naturaleza. Esta familia era prueba sólida de que
Dios sí hace una diferencia. Y cuando yo nací de nuevo
y mi vida comenzó a cambiar, también concluí que
Jesús vive.
Pero también aprendí que el cambio tiene que ver con
algo más que una sola experiencia. Es necesario que
entendamos cómo es que sucede ese cambio, por qué
sucede, y quién hace que suceda. La Escritura trata
directamente con esos asuntos. Aquí es donde vamos
si queremos crecer.
Una Carta a Roma
1 Después que naciste de nuevo, ¿cuál fue lo primero
en tu vida que sabías que necesitabas cambiar?
¿Cómo vencemos el pecado y vivimos victoriosamente
en Cristo? Los cristianos en todo lugar buscan
respuestas a esta pregunta...muchos de ellos en los
lugares equivocados. Como se podría esperar, Dios ha
dado la respuesta en su Palabra. El sexto capítulo de la
epístola de Pablo a la iglesia en Roma ha sido
reconocido desde hace mucho tiempo por su esencial
contribución a la doctrina de la santificación. En este
capítulo encontramos a Pablo arguyendo a favor de un
correcto entendimiento de lo que significa vivir como
cristiano. Pero sería un error tratar de descubrir el
significado que Pablo da en Romanos 6 sin tomar en
cuenta su contexto, así que un breve repaso de esta
epístola está en orden.
Romanos, más que ninguna de las otras epístolas de
Pablo, sistemáticamente expone la doctrina de la
salvación. Luego de algunas expresiones de
introducción, él suelta una dura condena de toda la
raza humana, mostrando que todos somos culpables
como pecadores ante Dios. Luego explica cómo es que
Dios justifica a esos pecadores por medio de la fe en
Jesucristo. Esto es lo esencial en los primeros cuatro
capítulos.
En el capítulo 5 Pablo comienza a hablar de la paz y
seguridad que nos vienen como resultado directo de la
obra expiatoria de Cristo en la cruz. Ahora tenemos paz
con Dios y podemos regocijarnos en la esperanza de la
gloria de Dios. Hasta podemos regocijarnos en las
tribulaciones que nos vienen porque desarrollan
nuestro carácter y producen esperanza. El amor de
Dios nos ha sido derramado a través del Espíritu Santo.
Y siendo que estas grandes cosas fueron hechas por
nosotros cuando éramos sus enemigos, podemos estar
más que seguros de la continua gracia de Dios ahora
que somos sus amigos.
En la última parte del capítulo 5, Pablo bosqueja una
comparación y un contraste entre Jesús y Adán,
mostrando que el sacrificio de Cristo más que
compensa por la miseria causada por el pecado de
Adán. Termina el capítulo con estos dos versículos:
En lo que atañe la ley, ésta intervino para que
aumentara la transgresión. Pero allí donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia, a fin de que, así como
reinó el pecado en la muerte, reine también la gracia
que nos trae justificación y vida eterna por medio de
Jesucristo nuestro Señor (Ro 5:20-21).
Para más estudio: Los oponentes de Pablo
convencieron a la iglesia de los gálatas de que su
mensaje trivializaba la ley. Mira con qué fuerza Pablo
responde en Gálatas 1:6-9 y 3:1-14.
A Pablo le gustaría seguir describiendo las bendiciones
de la justificación, pero hace una pausa, dándose
cuenta de que la última frase fácilmente podría
malinterpretarse. Por tanto comienza el capítulo 6 con
un asalto frontal contra los que tratarían de torcer su
significado:[1] “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir
en el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna
manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado,
¿cómo podemos seguir viviendo en él?” (Ro 6:2).
“¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado,
para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera!
Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo
podemos seguir viviendo en él?”
— Pablo el Apóstol (Romanos 6:1-2)
Cuando se predica correctamente, el evangelio de la
gracia siempre estará expuesto a la acusación de que
promueve la infracción de la ley. Dondequiera que iba
Pablo era acosado por oponentes que lo acusaban de
enseñar que, siendo que estaban perdonados, no
importaba cómo vivieran. Así era como distorsionaban
su razonamiento: “Si Dios perdona libremente por
gracia (lo que sí hace) y si es verdad que la gracia de
Dios se magnifica en el perdón del pecado (lo que así
es), entonces ¿por qué no pecar más todavía para que
fluya más gracia y Dios reciba más gloria?”
“Alto ahí”, dice Pablo. “Ustedes están pasando por alto
algo fundamental. Por medio de este evangelio
morimos al pecado. Y si ese es el caso, ¿cómo podemos
seguir viviendo en él?”
Pablo pasa el resto del capítulo 6 contrarrestando esta
acusación de faltar en el cumplimiento a la ley, o
antinomianismo. Al hacerlo así, no solamente
responde a sus críticos sino que nos da algo de la
enseñanza más rica que se encuentra en el Nuevo
Testamento. Pues aquí descubrimos lo que significa
estar unidos con Cristo, un lugar que radicalmente
altera nuestra relación con el pecado.
¿Estuviste Ahí?
Para más estudio: Colosenses 3:3 dice “su vida está
escondida con Cristo en Dios”. Eso da tremenda
seguridad-una verdad que David capta bellamente en
el Salmo 91.
Todos podemos ver a individuos en el pasado que han
influenciado nuestra vida: nuestros padres, un amigo
especial, o quizás una buena maestra de primaria. Pero
Jesucristo es diferente a cualquier otro. Es
seguramente cierto que muchos que nunca han nacido
de nuevo han sido influenciados por el ejemplo y la
enseñanza de nuestro Señor, pero el Nuevo
Testamento siempre ha sostenido que la verdadera fe
en Jesucristo lleva a una relación mucho más
penetrante e infinitamente más significante que la
simple influencia moral. Pablo habla de que “estamos
en Cristo” y que Cristo “está en nosotros”. Y las
implicaciones de esta misteriosa unión son, sin ninguna
exageración, asombrosas.
John R.W. Stott ha escrito,
El gran tema de Romanos 6, y en particular los
versículos 1-11, es que la muerte y resurrección de
Jesucristo no son sólo hechos históricos y doctrinas
significantes, sino experiencias personales del creyente
cristiano. Son sucesos en los que nosotros mismos
hemos llegado a compartir. Todos los cristianos han
sido unidos a Cristo en su muerte y resurrección.
Además, si esto es cierto, es inconcebible que sigamos
viviendo en pecado.[2]
2 Si pudieras compartir en los logros de uno de estos
individuos famosos, ¿quién sería?
❏Martin Luther King, Jr.: Líder en la lucha por los
derechos civiles
❏Winston Churchill: Político británico
❏Thomas Edison: Prolífico inventor
❏Beverly Sills: Cantante de ópera
❏Michael Jordan: Leyenda del baloncesto
❏Madame Curie: Primera persona en ganar dos
premios Nobel
❏Jesucristo: Creador, Salvador, y Señor
¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos
bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad
fuimos bautizados para participar en su muerte? Por
tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él
en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por
el poder del Padre, también nosotros llevemos una
vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en
su muerte, sin duda también estaremos unidos con él
en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja
naturaleza fue crucificada en él para que nuestro
cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que
no siguiéramos siendo esclavos del pecado. (Ro 6:3-6)
Que nuestro Señor en realidad conquistó la muerte es
una verdad abrumadora. Pero, tan admirable como es
esto, es quizás más notable el hecho de que se nos
considera estar unidos con Él en su muerte, sepultura,
y resurrección. Pablo reitera esta verdad en otra
epístola:
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que
Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo
vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su
vida por mí. (Gá 2:20)
Nota las frases “con Cristo” y “en mí” en los pasajes
anteriores. Indican nuestra unión con Jesucristo. Pablo
usa el acto del bautismo para recordarnos estas
verdades. Pero lo que está ansioso por demostrar no
es el bautismo, sino la fe que lleva al bautismo. Es
sobre esta fe que se basa nuestra presente unión con
Cristo.
Para más estudio: Nótense los lugares en Juan 17
donde Jesús se refiere a estar “en” sus discípulos y
viceversa (vs. 21, 23, y 26).
De modo que, ¿cuáles son las implicaciones de esta
relación? De alguna manera estamos conectados con
Jesucristo mismo. Y este es uno de esos casos en los
que a quién uno conoce es mucho más importante que
lo que uno sabe - una lección que yo aprendí en un
café de Connecticut.
En 1974 Joyce, mi hermana menor, y yo visitábamos a
nuestra anciana abuela en Bridgeport, Connecticut. Un
día Joyce sugirió que cruzáramos la calle para ir al café
y comprar unos sándwiches. Pero el vecindario de
abuela se había deteriorado, y al nomás entrar vi que
habíamos cometido un error. El lugar estaba repleto de
adolescentes de dura y amenazadora apariencia. Todo
se volvió silencio y todos los ojos se fijaron en nosotros
- y nadie sonreía.
Varios pensamientos se cruzaron por mi mente.
¿Creerán que estamos invadiendo su territorio? ¿Serán
lo suficientemente mayores como para saber que se
pueden meter en un gran problema por asesinar?
Todavía me pongo nervioso al pensar en ello. Joyce,
por el contrario, estaba tan fresca como una lechuga.
Aunque atractiva y muy femenina, había pasado un par
de años como directora en un campamento de
adiestramiento del Cuerpo de trabajo en Montana
donde obtuvo valiosa experiencia en cómo lidiar con
delincuentes. Y en años futuros llegaría a prestar
servicio como enfermera de salud pública en Alaska, a
atravesar bastante del camino en la cordillera
Appalachia, y a trabajar como enfermera de
conmoción y trauma. (Estos son sólo los puntos
sobresalientes.) Creo que se podría decir que carecía
de todo miedo.
Pero yo no. Mientras estábamos ahí de pie, rodeados
de inminente peligro, Joyce notó mi temor. Me dijo en
un tono que yo juzgué demasiado fuerte, “¿Qué te
pasa? ¿Tienes miedo?” Yo no sentí ganas de contestar,
por lo menos en ese momento. De alguna manera nos
arreglamos para conseguir los sándwiches y salimos
unos pocos minutos después sin ningún incidente. Ya
seguros afuera, yo le dije a ella, “Joyce, esta es una
parte peligrosa de la ciudad. Me alegro que estés
conmigo. Necesito la protección." No es lo que uno
sabe, sino a quién uno conoce lo que vale.
“¿Cómo puede una persona que vivió hace casi dos mil
años radicalmente cambiar una vida humana aquí y
ahora?....
¿Acaso el Jesús del pasado se convierte, de hecho, en
el Jesús del presente? El apóstol Pablo dice que así es.
Y esta es la diferencia entre su influencia y la de
cualquier otra persona de influencia. Él nos toca aquí y
ahora, no simplemente con las ondas de las corrientes
históricas que una vez puso en movimiento, sino al
entrar en unión con nosotros personalmente.”[3]
— Lewis Smedes

El Significado de Unión
Medita en Efesios 4:7-8. Qué mejor cautiverio que ser
rehenes de Cristo Jesús.
Todos los cristianos-no sólo la élite espiritual-están
unidos a Jesucristo. Si uno no está unido a Cristo, no es
cristiano.[4]
3 Medita en los siguientes hechos bíblicos. ¿Cuál de
estos versículos te alienta más?
❏“Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera
que vayas” (Gn 28:15).
❏“Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”
(Mt 28:20).
❏“Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios...podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:38-
39).
❏“Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (Heb 13:5).
Nuestra unión con Cristo es una relación viviente que
nos da la gracia para vencer el pecado y vivir vidas
victoriosas. Jesús es el autor y consumador de nuestra
fe, el capitán de nuestra salvación. Él es el pionero que
ha ido delante de nosotros y hasta ha conquistado la
muerte. Sinclair Ferguson lo describe como el alpinista
principal de un equipo que escala el santo monte de
Sión. Estamos amarrados a Él. Y es tan seguro que
como Él ha triunfado, así triunfaremos nosotros.[5]
Esta relación también se puede ver en las metáforas
que nuestro mismo Señor usa cuando dice, “Yo soy la
vid y ustedes son las ramas” (Jn 15:5). Se nos dice que
permanezcamos en Él, pues aparte de Él no podemos
hacer nada. La Versión Reina Valera Revisada también
hace resaltar esto: “Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la [semejanza] de su
resurrección. . .” (Ro 6:5, RVR). Nuestra unión con
Cristo es dinámica, no estática. Él nos ha injertado a
una relación que crece.
Medita en Filipenses 2:1. Aunque nuestra unión con
Cristo es un hecho, la conciencia de ese hecho debe
generar suficiente sensibilidad.
Ya sea que nos sintamos unidos con Cristo o no es de
secundaria importancia; el hecho es que lo estamos.
Este es nuestro estado como creyentes. ¿Acaso un
matrimonio deja de existir sólo porque los esposos
sienten cierta distancia entre ellos? Claro que no.
Permanecen legalmente unidos aun cuando su afecto
se enfríe por un tiempo. Los sentimientos - o la falta de
ellos - de ninguna manera ponen en peligro el hecho
de nuestra unión con Jesús.
El matrimonio con frecuencia ofrece una bella analogía
de nuestra unión con Cristo. En el matrimonio, dos
personas se juntan para formar una nueva entidad,
una unión. Retienen sus identidades individuales al
mismo tiempo que emergen de una manera que es
única y misteriosa. La mujer toma el nombre de su
esposo, mostrando su sumisión a él. El esposo asume
la responsabilidad por el apoyo y protección de su
esposa. Tienen todos sus bienes y responsabilidades en
común, y llevan anillos como simbólica evidencia de su
especial relación.
Así es cuando nos casamos con Jesucristo. Aunque
retenemos nuestra propia personalidad, nuestra
naturaleza cambia dramáticamente cuando
compartimos de la divina naturaleza. Ya no somos la
misma persona que éramos antes. Pertenecemos a
Cristo, habiendo tomado su nombre. Nos hemos
identificado con Él, deseando ser conocidos como
suyos, sin importar el costo. Traemos a la relación
todos nuestros bienes y responsabilidades y así lo hace
también Él. (¡Qué mal negocio, al parecer, para el
Señor - Él recibe nuestro pecado y nosotros recibimos
su justicia!) Y por último, el bautismo es el “anillo de
boda” que dice al mundo que observa que
pertenecemos a Cristo.
Para más estudio: Lee Juan 14:19. “Porque yo vivo,
también ustedes vivirán”. ¡Qué promesa!
Nuestra unión con Cristo es una unión duradera y
eterna. Jesús alentó a sus discípulos con la promesa,
“Así ustedes estarán donde yo esté” (Jn 14:3). El
significado claro es que un día gozaremos de la
presencia física del Señor, así como ahora gozamos de
su presencia espiritual.
Que el cristiano está unido a Jesucristo es un hecho
claro. Pero exactamente cómo estamos unidos a Él es
un asunto de profundo misterio. Sabemos que esto lo
hace el Espíritu Santo. Cito a Lewis Smedes:
El Espíritu es el lazo viviente entre Él y nosotros. Él
toma lo que es de Cristo y lo “baja” hasta nosotros. El
Espíritu siempre es representado en términos
personales. Él no es como un tubo por el que la
materia llamada vida nos es derramada a nosotros que
estamos al otro lado. Él siempre es un ser viviente,
dinámico creador de vida; Él nos devuelve a nuestro
sentido espiritual, nos abre los ojos a la realidad de
Cristo, alimenta nuestra fe, nos disciplina, y sobre todo,
nos injerta al Cristo viviente.[6]
No hemos sido eliminados de esta unión, sino que
Cristo ha sido añadido. No hemos sido eliminados, sino
que hemos sido cambiados por el Espíritu que ha
tomado residencia dentro de nosotros. Además, no se
nos ha entregado una guía ni se nos ha dicho que
busquemos nuestro camino al cielo. Al contrario, se
nos ha dado un Guía que nos acompañará hasta ahí
personalmente.
¿Vamos a Persistir en el Pecado?
Como notamos anteriormente, Pablo contesta esta
pregunta con una resonante negativa. No podemos
persistir en el pecado, arguye él, porque “hemos
muerto al pecado”. Desafortunadamente, esta frase ha
sido sujeta a mala interpretación, a veces con
catastróficos resultados.
Un popular maestro de la Biblia interpreta la
declaración de Pablo como que el pecado ya no tiene
ninguna influencia en el cristiano. Hace la pregunta: Si
uno recostara a un muerto en la pared, luego desfilara
ante él a un grupo de mujeres escasamente vestidas,
¿qué efecto tendría esto en él? Ningún efecto. ¿Por
qué? Porque está muerto. El pecado ya no lo puede
tentar.
Aunque ciertamente es muy atractiva, esta
interpretación contradice la experiencia humana y
rinde incompresible la multitud de advertencias
bíblicas de evitar el pecado. Pablo nos insta a no rendir
nuestro cuerpo al pecado (Ro 6:12-14), una
admonición “totalmente innecesaria si hemos muerto
al pecado de tal manera que ahora no respondemos a
él.”[7]8 Los que creen que de cierto modo están más
allá de ser tentados ignoran la advertencia del apóstol
a los corintios: “Por lo tanto, si alguien piensa que está
firme, tenga cuidado de no caer” (1Co 10:12).
Medita en Hebreos 4:14-16. Siendo que Cristo mismo
fue tentado “en todo de la misma manera que
nosotros”, ¿no sería insensato fingir que nosotros no lo
somos?
Algunos han tratado de entender la frase de Pablo
“hemos muerto al pecado” como un imperativo, un
mandato, algo que el cristiano debe hacer. El próximo
paso es insistir que todo cristiano tenga una
experiencia de “muerte al pecado” o de “muerte a sí
mismo”: “Necesita morir a sí mismo. Y si no ha
sucedido, es necesario que lo considere que así es
hasta que lo sea.”
“Si ustedes se consideran haber muerto en su muerte,
y haber resucitado a una nueva manera de vivir en su
resurrección, el pecado ya no los dominará. Ahora
viven bajo un régimen de gracia, y la gracia no estimula
el pecado, como lo hace la ley; la gracia libera del
pecado y les permite triunfar sobre él.”[8]
— F.F. Bruce
Si vemos “morir al pecado” como algo que debemos
hacer, nos dirigimos hacia serio desánimo...o algo peor.
Yo creo que esta es la razón por la que muchos
parecen caer tan de repente. (¿Recuerdas a mi amigo
Greg?) Luchan para mantener una apariencia externa
de victoria al mismo tiempo que por dentro su vida es
una masa de frustración. Luego cuando por fin se les
acaba la gasolina, no tienen esperanza para volver a
tratar. Habiendo aportado su mejor esfuerzo, no ven
cómo pueden posiblemente lograrlo.
Creo que Sinclair Ferguson tiene la interpretación más
correcta de esta muerte al pecado. Él escribe, “Pablo
no nos está diciendo que hagamos algo; él está
analizando algo que ya ha tenido lugar”.[9]A pesar de
nuestra continua vulnerabilidad ante la tentación del
pecado, se pueden decir dos cosas con certeza de los
que han sido unidos con Cristo:
Medita en Romanos 6:18. Apréndete de memoria este
versículo y tu “potencia de fuego” aumentará
inmediatamente.
Nosotros morimos a la paga (o culpa) del pecado. La
Escritura dice claramente que “la paga del pecado es
muerte” (Ro 6:23). La muerte es la paga del pecado.
Pero la muerte de nuestro Señor eliminó la paga del
pegado. Y porque estamos “en él”, nosotros también
hemos muerto a la paga del pecado. Otra manera de
decir esto es, “Por lo tanto, ya no hay ninguna
condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”
(Ro 8:1).
Hemos muerto al reino del pecado. Como resultado de
nuestra unión con Cristo en su muerte, ya no estamos
obligados a pecar. ¡Esto es emocionante! No es que ya
no podamos pecar sino que podemos no pecar. Pablo
dice, “Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes,
porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Ro
6:14).
4 Indica cuáles de las siguientes declaraciones son
verdaderas y cuáles son falsas.
(Las respuestas están cabeza abajo en la parte inferior
de esta página)
•Todo cristiano necesita tener una experiencia de
“muerte a sí mismo”V F
•Un cristiano verdaderamente maduro ya no es
tentado por el pecado V F
•El cristiano santificado no lucha con tentaciones
mayores V F
•Porque estoy muerto “en Cristo” la paga del pecado
no me puede hacer daño V F
Respuestas: F, F, F, V
La esclavitud es un tema prominente en Romanos 6,
donde se presentan dos tipos muy diferentes de
esclavitud. Antes de ser cristianos éramos esclavos del
pecado. No teníamos otra opción aparte de pecar.
Ahora que estamos en Cristo somos esclavos de Dios.
La relación de amo/esclavo que teníamos con el
pecado ha sido rota. Ahora Dios es nuestro amo. Por lo
tanto es correcto decir, “No tengo que servir al pecado
hoy. He sido puesto en libertad”. Pero la única persona
que puede verdaderamente decir esto es la persona
que es esclava de Dios.
Aunque hemos muerto con Cristo, la Escritura nos
exhorta a dar “muerte a los malos hábitos del cuerpo”
para que podamos vivir (Ro 8:13). Esperamos que el
Apéndice B, que comienza en la página , ilumine este
tema que tiene la posibilidad de confundir.
Lo Necesario Para Cambiar
Ya hemos dicho lo suficiente sobre el fundamento para
la victoria. ¿Cómo funciona en la práctica?
Yo he tenido muchas oportunidades para confiar en
estas verdades en mi propia vida y ministerio pastoral.
En más de una ocasión, hombres que luchaban con
fantasías sexuales me han pedido ayuda para renovar
su mente. La lujuria es un asunto completamente
antitético a toda la noción de la santidad. Los que
luchan con ella se desesperan por ser liberados. Pero
es muy raro que la ayuda duradera llegue
inmediatamente.
Recuerdo a un hombre en sus treinta que demostró la
actitud correcta hacia este problema. Su conciencia
había sido despertada y vio su pecado bajo la luz de la
santidad de Dios. Porque quería ser libre para glorificar
a Dios, estaba muy motivado y dispuesto a hacer el
trabajo necesario para crecer en santidad. Estos fueron
los pensamientos que compartí con él de Romanos 6:
Para más estudio: Lee Efesios 4:22-24. ¿Qué pasos
prácticos puedes dar para implementar este
mandamiento?
Saber la verdad. “Sabemos que nuestra vieja
naturaleza fue crucificada con él para que nuestro
cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya
no siguiéramos siendo esclavos del pecado” (Ro 6:6).
Debemos primero saber para poder creer. El
conocimiento espiritual precede a la fe. Yo le sugerí a
este hombre que comenzara memorizándose el
capítulo seis de Romanos. Pablo después declara que
“la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz”
(Ro 8:6). ¿Qué mejor manera de tener una mente
espiritual que llenar la mente con la Escritura?
Es mucho más fácil seguir el ejemplo de Jesús de luchar
contra la tentación con la Palabra de Dios cuando esa
Palabra ha sido guardada en el corazón. “En mi corazón
atesoro tus dichos para no pecar contra ti” (Sal
119:11). Necesitamos tener la verdad en nuestro
corazón y en la punta de la lengua. A medida que nos
memorizamos la Escritura y meditamos en ella,
seremos transformados de enclenques espirituales que
se dan por vencidos ante la más mínima tentación, a
guerreros espirituales que dicen, “Morimos al pecado;
¿cómo podemos vivir más en él?”
“No hay nada, quizás, en todo el alcance y esfera de
doctrina que, si se conoce a fondo y se comprende, dé
mayor seguridad, mayor consuelo y mayor esperanza
que esta doctrina de nuestra unión con Cristo”[10]
—D. Martyn Lloyd-Jones
Darlo por cierto. “En cuanto a su muerte, murió al
pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida,
vive para Dios. De la misma manera, también ustedes
considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús” (Ro 6:10-11).
5 La lucha contra el pecado comienza en tu
mente. Traza una línea conectando cada uno
de los pensamientos destructivos abajo con el
versículo que mejor lo refuta.

“Esta noche estoy solo...¿qué si alguien se Fil


mete a la casa?” 4:13

“Soy tan feo y gordo - de nada sirve seguir con 1Co


la dieta.” 10:13

“Simplemente no me atrevo a hablar de 2Ti 1:7


Jesucristo a mi jefe.”

“Nunca podré mantener mi virginidad.” Mt


19:26

“¿Cómo puedo perdonarlo por lo que hizo?” Sal


139:14

“Este no es un juego de ‘hagamos de caso’”, escribe el


teólogo F.F. Bruce. “Los creyentes deben considerarse
ser lo que Dios de hecho los hizo”.[11] Porque estamos
muertos al pecado, la paga y culpa del pecado ya no
son un problema. Tenemos que agradecérselo a Jesús.
Pero más allá de esto, ya no estamos obligados a
pecar, ¡sino que estamos vivos para Dios en Cristo
Jesús! Esta frase nos lleva otra vez a nuestra unión con
Cristo y todas las bendiciones asociadas con ese feliz
principio.[12] “Considérense muertos al pecado” usa un
término de contabilidad que también se puede traducir
como “estímense” o “calcúlense”. Si yo fuera confiable
y le dijera que he depositado dinero en su cuenta
bancaria, usted lo consideraría como hecho. En
esencia, Pablo está diciendo, “No te comportes como
perdedor, porque no eres perdedor. Compórtate como
el hijo de Dios que eres”.
Ofrézcanse a Dios. “No ofrezcan los miembros de su
cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al
contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes
han vuelto de la muerte a la vida, presentando los
miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia”
(Ro 6:13).
Tenemos que escoger - muchas veces - todos los días.
Podemos ofrecer las partes de nuestro cuerpo a Dios
para usarlas en justicia, o podemos ofrecerlas para uso
pecaminoso. Nuestra mente, lengua, ojos, y otras
partes del cuerpo son en sí moralmente neutras. Pero
la manera en que decidimos usarlas determina si
honramos o entristecemos a Dios.

Para más estudio: Nota los términos íntimos que Pablo


usa en 1 Corintios 6:15-17 para describir nuestra unión
con Cristo. ¿Te motiva esto a honrar a Dios con tu
cuerpo?
Los hábitos pecaminosos no se desarrollan de la noche
a la mañana, y raramente cambian de la noche a la
mañana. Sólo pueden ser vencidos a través de la
persistente aplicación de la verdad de Dios. Pero como
nota Jay Adams, esto requiere perseverancia:
Demasiados son los cristianos que se dan por vencidos.
Quieren el cambio demasiado pronto. Lo que en
realidad quieren es el cambio sin la lucha diaria. A
veces se dan por vencidos cuando están a la puerta del
éxito. Paran antes de recibir. Por lo regular se toma por
lo menos tres semanas de constante esfuerzo diario
para que uno se sienta cómodo desempeñando una
nueva práctica. Y se toma como tres semanas más para
hacer de la práctica parte de uno mismo. Sin embargo,
muchos cristianos no continúan ni por tres días. Si no
reciben éxito instantáneo, se desaniman. Quieren lo
que quieren ahora mismo, y si no lo reciben ahora
mismo, se dan por vencidos.[13]
Una señora que conozco había sido atormentada con
temerosos y depresivos pensamientos que eran
resultado de pecados cometidos contra ella en años
pasados. Sus pensamientos negativos la tenían en una
cárcel espiritual. Si meditaba en esas anteriores
experiencias o se encontraba con una dificultad
presente, una aguja de fonógrafo en su mente bajaba y
comenzaba a tocar un viejo disco de larga duración.
Patrones de pensamiento repetidos a través de los
años habían hecho profundos surcos mentales que
tocaban las mismas canciones deprimentes una y otra
vez.
“Sólo hay estas dos maneras de vivir: la vida de pecado
motivada por los sentimientos que se orienta hacia el
yo, y la vida de santidad motivada por el mandamiento
que se orienta hacia Dios. Vivir según los sentimientos
en vez de los mandamientos de Dios es un estorbo
fundamental para la santidad...Es una astuta ‘artimaña’
de Satanás para tentar a los hombres a pensar que no
pueden hacer lo que Dios exige porque no sienten
ganas de hacerlo, o que deben hacer lo que sienten
ganas de hacer y que no pueden evitarlo”.[14]
— Jay Adams
Pero luego aprendió que no tenía que cantar con el
disco. Cristo Jesús murió en la cruz para hacer pedazos
esos discos. A medida que aumentó esa conciencia,
ella comenzó a reconocer las canciones melancólicas
cuando comenzaban a tocar y pronto las reemplazó
con nuevos cantos de la Palabra de Dios.
Cuando la gente oye la verdad librante de que las
experiencias pasadas no tienen ya que dictar su
comportamiento presente, surge en su corazón la
esperanza. Ya no es nuestro pasado, sino el pasado de
Cristo el factor decisivo en nuestra vida, porque
estamos unidos a Él en su muerte y en su nueva vida.
Yo he tenido que aprender que cuando los recuerdos
de pecados pasados se me amontonan en la mente,
inmediatamente debo hacer referencia a mi unión con
Jesucristo. Ahora, en vez de estar paralizado por la
condenación, típicamente puedo volver esos recuerdos
en una oportunidad para dar gracias a Dios por
perdonar mi pecado...aún ese.
Lancaster, Pennsylvania es hogar de un excelente
ministerio para madres solteras. The House of His
Creation [La Casa de su creación] fue establecida y
dirigida por Jim y Anne Pierson durante muchos años.
En una ocasión Anne me dijo de una recurrente
dificultad con que se enfrentaban sus jóvenes. Muchas
de estas chicas habían quedado embarazadas como
resultado de pecado sexual, pero habían llegado a
creer en Jesús y a recibir su perdón. Pero como a los
cinco meses de embarazo, cuando comenzaban a
sentir a su bebé moverse dentro de ellas, recordaban
vívidamente sus antiguos pecados. Cada nueva
patadita o salto interno del bebé multiplicaba su culpa
y su desánimo.
Pero los hermanos Pierson ganaron al acusador en su
propio juego. Anne enseñó a las jóvenes a dejar que el
movimiento del bebé sirviera como recordatorio de
que Dios en verdad las había perdonado, y que Él haría
que todas las cosas resultaran para su bien. ¡Qué
manera tan sabia y creativa de tratar con la
condenación!
Cree en la Palabra y en el poder de Dios más de lo que
crees en tus propios sentimientos y experiencias. Tu
Roca es Cristo, y no es la Roca la que sube y baja, sino
tu mar.[15]
— Samuel Rutherford
Por medio de nuestra unión con Cristo hemos muerto
a la paga y al poder del pecado. Su cuerpo crucificado
ha expiado por nuestra culpa, así como su cuerpo
resucitado es nuestra promesa de victoria. Nuestra
unión con Cristo es la base para nuestra liberación de
la esclavitud del pecado. Es tan inalterable como
inmerecida; tan suficiente como cierta. Si tan siquiera
buscamos saber la verdad, considerarla que así es, y
luego ofrecernos en consistente obediencia a Dios,
pasaremos de fe a fe, de fortaleza a fortaleza, y de
gloria a gloria.
Discusión En Grupo
1. ¿Alguna vez te has identificado tan íntimamente
con la experiencia de otra persona que te parece
como que lo habías experimentado tú?
2. En tus propias palabras, trata de describir este
misterio de estar unido con Cristo.
3. ¿Cómo podemos considerarnos “muertos al
pecado” cuando todavía somos tan susceptibles a
la tentación?
4. . En vista de este capítulo, ¿cómo explicarías tú 1
Juan 2:1?
5. . “No es que no podemos pecar”, escribe el autor,
“sino que podemos no pecar” (página ). ¿Qué
quiere decir?
6. ¿Cómo cambiará este capítulo la manera en que tú
resistes al pecado?
Lectura Recomendada
Men Made New por John R.W. Stott (Grand Rapids, MI:
Baker Book House, 1966, 1984)
Romans Chapter Six: The New Man por D. Martyn
Lloyd-Jones (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing
House, 1972)
Referencias
1. ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six: The
New Man (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing
House, 1972), pp. 4-6.
2. ↑ John R.W. Stott, Men Made New (Grand Rapids,
MI: Baker Book House, 1966, 1984), p. 30.
3. ↑ Lewis Smedes, Union with Christ (Grand Rapids,
MI: Eerdmans Publishing Co., 1970; edición
revisada, 1983), p. xi.
4. ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six,p.
39.
5. ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality: Five
Views of Sanctification, Donald L. Alexander, ed.
(Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), p.
49.
6. ↑ Lewis Smedes,Union with Christ, p. 32.
7. ↑ John R.W. Stott, Men Made New, p. 40.
8. ↑ F.F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans: An
Introduction and Commentary (Grand Rapids, MI:
Eerdmans Publishing Co., 1985), pp. 129-130.
9. ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality, p. 55.
10. ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six,
p. 30.
11. ↑ F.F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans,
p. 132.
12. ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans Chapter Six,
pp. 106-148 para una discusión completa de estos
versículos.
13. ↑ Jay E. Adams, The Christian Counselor’s
Manual (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing
House, 1973), p. 185.
14. ↑ Idem., p. 118
15. ↑ Citado en Sinclair Ferguson, The Christian
Life, pp. 25-26.
Capítulo 4

LA BATALLA CONTRA EL
PECADO
Por C.J. Mahaney.

En su libro titulado A Nation of Victims: The Decay of


American Character [Una nación de víctimas: El
desmoronamiento del carácter americano], el autor
Charles Sykes hace la siguiente observación: “A través
del siglo pasado, el triunfo del pensamiento
terapéutico ha sido tan completo que con frecuencia
se pasa por alto; lo que comenzó con el Dr. Freud es
ahora lo básico de los programas de charla por la
televisión durante el día, rutina en la política, casi
reflexivo en asuntos de justicia criminal y ética”.[1]
Ya que haya oído o no haya oído la frase, sin duda se
ha encontrado con el pensamiento terapéutico. Se ve
en la sala tribunal cuando el abogado del asesino en
serie pide lenidad a base de que su cliente fue
rutinariamente abusado por su padre alcohólico. Dice
que la mayoría de nosotros nos criamos en familias
“disfuncionales”, ofreciendo así una explicación y
excusa por nuestro comportamiento. En vez de
enfatizar la responsabilidad personal, subraya la
manera en que hemos sido psicológicamente afectados
por nuestro ambiente. Como nota el científico social
Dr. James Deese, el pensamiento terapéutico “está tan
arraigado en las actitudes americanas modernas que
apenas se puede desafiar.”[2]
Medita en Colosenses 2:8. ¿Cómo podemos
protegernos para no ser tomados cautivos?
Sorprendentemente, la única institución que está
mejor equipada para desafiar la tendencia terapéutica
en realidad ha contribuido a su popularidad. Hablo de
la Iglesia. En vez de exponer los errores de la
psicoterapia, la Iglesia americana en la mayoría de los
casos ha dado una aceptación sin crítico...aunque hay
algunas francas excepciones. En su libro Biblical
Medical Ethics, el Dr. Franklin Payne comenta, “La
psicoterapia, como psicología y psiquiatría, necesita el
más crítico y detallado examen por los cristianos
evangélicos...Muchos cristianos son más influenciados
por los conceptos de los psicoterapistas seculares que
por la Palabra de Dios.”[3]
Los cristianos evangélicos y carismáticos tienen
fronteras sin protección por las que las ideas
psicológicas se deslizan fácilmente.[4]
—William Kilpatrick
He conocido a muchos de los cristianos que el Dr.
Payne está describiendo. No hace mucho se me pidió
que predicara en un retiro de hombres en otra iglesia.
Al final de una sesión se me acercó un hombre que se
me presentó y luego comenzó a hablarme de su
situación difícil. Se había criado en una familia
disfuncional. Era co-dependiente. Padecía de muy baja
autoestima. En el espacio de los primeros dos minutos
usó casi todas las palabras psicológicas de moda que
existen.
Fue un encuentro incómodo. Yo no estaba ansioso por
discrepar con él. Nunca lo había conocido antes, y
quería que él experimentara mi cuidado e interés. Pero
a medida que seguía y seguía parecía obvio que él daba
por hecho de que yo estaba de acuerdo con él. Y no era
así. ¿Por qué? Aunque él hablaba un impecable
psicoparloteo, su diagnosis omitía toda referencia a la
palabra con “P”. . . .
¿Qué cosas en la vida de Jesús podrían hacer que un
asesor le recomiende que se una al movimiento de
recuperación?
Pecado.
Dichas omisiones lamentablemente son la norma hoy
en la literatura cristiana popular y en los programas de
charla por la radio. Vamos tras una comprensión más
profunda de nosotros mismos (como la define el
movimiento de recuperación) en vez de una convicción
más profunda del pecado (como la define la Escritura).
Nos interesamos más en nuestras propias necesidades
y sentimientos que en el carácter y los mandamientos
de Dios. No es de sorprender que no estamos
madurando como Él quiere.
Nuestro Problema Más Serio
Escribiendo hace un siglo, J.C. Ryle ofreció una aguda
pero sencilla explicación por las deficiencias que
observó en la Iglesia: “Las confusas o indistintas
opiniones sobre el pecado son el origen de la mayoría
de los errores, herejías, y falsas doctrinas de los días
presentes...yo creo que una de las principales
necesidades de la Iglesia en el siglo diecinueve ha sido,
y es, una enseñanza más clara, más plena sobre el
pecado.”[5]Si esto era cierto durante su generación,
cuánto más cierto es hoy.
Pero hemos ido un paso más allá. La enseñanza
contemporánea sobre la autoestima ha reemplazado a
la doctrina del pecado. Considera esta declaración de
un autor bien conocido:
No creo que se haya hecho nada en el nombre de
Cristo ni bajo la bandera del cristianismo que haya
probado ser más destructivo para la personalidad
humana, y por tanto contraproductivo al esfuerzo
evangelístico, que la no cristiana, inculta estrategia de
tratar de hacer que la gente se dé cuenta de su
condición perdida y pecaminosa.[6]
Decir que nuestra primera necesidad en la vida es
aprender sobre el pecado podría sonar extraño, pero
en el sentido deseado es profundamente cierto. Si tú
no has aprendido sobre el pecado, no puedes
entenderte a ti mismo, ni a los demás, ni el mundo en
que vives, ni la fe cristiana. Y no le podrás encontrar
sentido a la Biblia. Porque la Biblia es una exposición
de la respuesta de Dios al problema del pecado
humano, y a menos que tengas ese problema
claramente ante ti, seguirás perdiendo el punto de lo
que dice...por lo tanto, está claro que necesitamos fijar
nuestra mente en lo que nuestros antepasado
hubieran llamado ‘claras opiniones sobre el pecado’.[7]
— J.I. Packer
Este pastor dice que llamar al pecado “rebelión contra
Dios” es “superficial y un insulto al ser humano”.[8] Su
convicción acerca del inherente valor del hombre lo
lleva a la singular conclusión de que una nueva
“reforma” está en orden. Mientras que el énfasis de
Martín Lutero en la salvación por gracia a través de la
fe transformó a la Iglesia en el siglo dieciséis, dice él,
las iglesias de hoy deben reconocer el derecho sagrado
de autoestima que tienen todas las personas.
Yo no pongo en duda la sinceridad del hombre, pero
sus declaraciones son falsas. De hecho, son falsa
doctrina. El énfasis moderno en la autoestima se ha
convertido en una alternativa inaceptable para las
doctrinas bíblicas de justificación y santificación.
Justificación. Jesús no murió en la cruz para mejorar
nuestra autoestima. Él murió para expiar por nuestro
pecado. Y aún así la cruz nos enseña una crucial lección
sobre nuestro valor: Cada uno de nosotros merecemos
la ira de Dios. Como manifestación de la inmerecida
misericordia de Dios, la cruz revela la profundidad y la
seriedad de nuestro pecado. Anthony Hoekema señala
esto:
En el mundo de hoy hay poco énfasis en la doctrina
bíblica del pecado. Pero la persona con un frívolo
sentido del pecado y de la ira de Dios contra nuestro
pecado ni sentirá la necesidad de ni comprenderá la
doctrina bíblica de la justificación. Cuando el pecado se
ignora, se minimiza, o se redefine ya no vivimos
conscientes de nuestra desesperante necesidad de
Jesucristo ni apreciamos lo que Él hizo en la cruz por
nosotros.[9]
Para más estudio: La NIV Complete Concordance
ofrece una lista de 466 veces en las que aparece la
palabra “pecado” (o un derivativo) en la Escritura. Para
un entendimiento bíblico de este vital
tema...simplemente comienza a leer.
A menos que comprendamos la naturaleza del pecado
y cuán ofensivo es a Dios, jamás entenderemos por
qué la cruz fue necesaria. Jamás nos maravillaremos
ante la gracia.
Con frecuencia he oído decir, ‘Si yo hubiera sido la
única persona en la tierra, Jesús con todo hubiera
muerto por mí’. Aunque nuestro Señor hubiera dado
su vida por solamente una persona, ciertamente no
hubiera sido porque esa persona fuera tan valiosa, sino
porque Dios es clemente. Por lo tanto, algo así apenas
debe considerarse como una fuente de orgullo o de
valor propio. Que yo arguya que Jesús hubiera muerto
por mí aunque yo fuera la única persona en la tierra
simplemente indica que solamente mis pecados, sin el
resto de ustedes para contribuir su parte, eran
suficientes para exigir el severo castigo que Jesucristo
asumió en mi lugar. Ante esa realidad, debemos llorar
por el desinteresado sacrificio de nuestro Señor en vez
de encontrar en ella una oportunidad más para
sentirnos bien con nosotros mismos.[10]
—Dan Matzat
Santificación.Un claro entendimiento de la doctrina del
pecado también es imperativo para la santificación. La
Escritura revela que nuestro estorbo más serio para el
crecimiento es el pecado contra Dios. El movimiento de
recuperación, por otro lado, insiste en que las
necesidades sin atender, el dolor, las emociones
dañadas, o la baja autoestima son la raíz de nuestras
dificultades. Las dos conclusiones están
irreconciliablemente opuestas.
No estoy negando la realidad ni la severidad del dolor
que experimentamos cuando los demás pecan contra
nosotros. Es crítico que no se me entiendas mal aquí.
La Biblia hace numerosas referencias a los que están
afligidos y oprimidos. Pero por favor comprende: El
dolor no es nuestro problema principal. Jesús dijo,
“Porque de adentro, del corazón humano, salen los
malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos,
los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el
engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la
arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de
adentro y contaminan a la persona” (Mr 7:21-23; ve
también Stg 1:14-15).
Para más estudio: Muchas de las referencias que hace
la Biblia a la compasión de Dios se pueden encontrar
en los Salmos (9:12,18; 34:18; 147:3) y en Isaías (49:13;
61:1).
Demasiados de nosotros “sentimos la realidad de
nuestras heridas más que el hecho de nuestro
pecado”.[11] Pero si nosotros genuinamente queremos
conformarnos a la imagen de Jesucristo, esto tendrá
que cambiar. Nuestra libertad y madurez dependen de
ello. El modelo terapéutico da un mal diagnóstico de
nuestro problema principal, y por tanto prueba ser
incapaz de ofrecer una solución eficaz. Pero una vez
que reconocemos el pecado como la fuente de nuestro
problema, de repente tenemos una solución bíblica y
esperanza bíblica para cambiar. Esta se llama la
doctrina de la santificación.
Poda Tu Propio Césped
La santificación es un proceso de arrepentimiento que
dura toda la vida (no de recuperación) y obediencia (no
sanidad interna) que resulta en santidad (no
integridad) para la gloria de Dios (no la satisfacción
personal). Esta doctrina es sucintamente expresada en
Colosenses 3:1-17. Si todavía no lo has hecho, por
favor toma un minuto para leer ese pasaje antes de
continuar.
Medita en Colosenses 1:15-20. Juzgando por esta
descripción, ¿crees que Jesús es suficiente para
regenerarte y redimirte?
Es importante ver la transición que Pablo hace en este
tercer capítulo. Los primeros dos capítulos de
Colosenses enfatizan la supremacía y suficiencia de
Cristo. Él enfatiza esto otra vez al comienzo del
capítulo 3. Pablo conscientemente evitó enseñar a los
colosenses sobre la santificación antes de que primero
entendieran la obra de Cristo por ellos y dentro de
ellos. Hasta que captaran lo que significa ser
reconciliados con y regenerados por Dios, él sabía que
no serían debidamente motivados por la gracia.
Ni nosotros tampoco. Esto es porque el segundo y el
tercer capítulos de este libro subrayan la regeneración
y nuestra unión con Cristo. También hemos escrito un
libro sobre la doctrina de la justificación llamado This
Great Salvation [Esta gran salvación]. Como Pablo,
queremos motivar por gracia. Una vez se ha
establecido ese fundamento, entonces podemos ir tras
la santidad sin desviarnos hacia el legalismo o el
libertinaje.
Pablo define el proceso de la santificación con dos
sorprendentes frases: Debemos “abandonar” el
pecado y “revestirnos” de rectitud (Col 3:8,12). Es sólo
por lo que Cristo ha logrado en la cruz y el milagro de
regeneración que podemos obedecer estos
mandamientos. Y sin embargo esos dos imperativos
sobrenaturales ahora nos dejan sin excusa. Si la gracia
no resulta en santidad, entonces no hemos entendido
correctamente lo que es la gracia. Dios totalmente
espera que cambiemos, crezcamos, y maduremos.
Como exhorta F.F. Bruce, “Ahora sean (en práctica de
verdad) lo que saben que son (por un acto divino)”.[12]
Aunque el poder para tener un carácter santo viene de
Cristo, la responsabilidad de desarrollar y exhibir ese
carácter es nuestra. Este principio parece ser uno de
los más difíciles de entender y aplicar. Un día sentimos
nuestra responsabilidad personal y tratamos de vivir
una vida santa en la fortaleza de nuestra propia fuerza
de voluntad. El próximo día, dándonos cuenta de la
futilidad de confiar en nosotros mismos, lo entregamos
todo a Cristo y renunciamos a nuestra responsabilidad
que está fijada en la Escritura. Necesitamos aprender
que la Biblia enseña total responsabilidad y total
dependencia en todos los aspectos de la vida
cristiana.[13]
— Jerry Bridges
Por favor fíjate que Pablo dice que debemos
“abandonar” y “revestirnos”. Tenemos el privilegio y la
responsabilidad de participar en el cambio. Aunque la
santificación no es una obra menos sobrenatural del
Espíritu Santo que la regeneración, hay una diferencia
fundamental: en la santificación tenemos un papel
crítico. “Dios obra en nosotros y con nosotros”, dijo el
gran pastor puritano John Owen, “no en contra de
nosotros ni sin nosotros”.
Para más estudio: ¿Cómo contestarías a alguien que
concluyera que “todo esfuerzo es malo” después de
leer Zacarías 4:6?
Frases como “Deja de tratar y comienza a confiar” o
“Desiste y deja que Dios” se prestan para imprimir en
placas populares pero expresan una mala teología. Los
que dicen que “Todo esfuerzo es malo” se equivocan
tristemente. En realidad, la Biblia nos instruye a que
busquemos “la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor” (Heb 12:14). Esta es esfuerzo motivado por
gracia, por supuesto, no obstante es esfuerzo. Dios no
nos ha dicho que oremos o que simplemente
confiemos en Él para recibir santidad; Él dice,
“ejercítate en la piedad” (1Ti 4:7). Hemos de obedecer
en el poder del Espíritu Santo.
Pablo clarifica esta combinación de la obra de Dios con
nuestra responsabilidad cuando escribe, “lleven a cabo
su salvación (no trabajen para) con temor y temblor,
pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer
como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”
(Fil 2:12-13). Aunque nuestro esfuerzo aparte de la
obra de Dios sería inútil, la santificación no se puede
delegar a Dios. Cada uno de nosotros debe podar su
propio césped.
¿Qué forma toma nuestra responsabilidad? ¿Cómo
cumplimos con el mandamiento bíblico de
deshacernos del pecado? La Escritura ofrece una
estrategia de dos partes.
Estrategia #1: Atacar el Pecado
Me encanta la postura ofensiva contra el pecado del
Nuevo Testamento. En ninguna parte es eso más
evidente que en el mandamiento terso del apóstol
Pablo a los colosenses: “Por tanto, hagan morir todo lo
que es propio de la naturaleza terrenal” (Col 3:5). En la
batalla por la santidad personal, la agresividad es tanto
un mandamiento como una necesidad. Debemos ser
implacables. Debemos ir al ataque.
Necesitamos cultivar en nuestro propio corazón el
mismo odio al pecado que tiene Dios. El odio al pecado
como pecado, no sólo como algo inquietante o
destructivo para nosotros, sino como algo
desagradable a Dios, yace en la raíz de toda
santidad.[14]
— Jerry Bridges
Pablo usa aquí una violenta metáfora no simplemente
para captar nuestra atención sino para subrayar un
aspecto crítico de la santificación. Hemos de matar
cualquiera y toda manifestación de pecado en nuestro
corazón. Debemos tomar la iniciativa para matar el
pecado a diario.
Jesús llegó hasta decir, “si tu ojo derecho te hace
pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola
parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al
infierno” (Mt 5:29). Él también recomendó amputarse
una mano por la misma razón. ¿Jesús ordenaba una
mutilación de verdad aquí? Yo creo que no, porque la
mano o el ojo no es la causa principal. Jesús a
propósito usó imágenes vivas para decir: Debemos
reconocer la seriedad del pecado y tratar
decisivamente con él. Resistir el pecado cuando somos
tentados no es suficiente. Debemos dar pasos drásticos
para atacar y matar el pecado en nuestra vida. John
Owen nos exhorta a ir tras “una victoria sobre él, e ir
tras una conquista completa... el pecado no morirá de
otra manera, sino sólo al ser gradual y constantemente
debilitado; si lo excusas, él sana sus heridas y recobra
fuerza”.[15]
La disciplina espiritual de dar muerte al pecado, de otra
manera conocida como mortificación, es una área muy
descuidada de la verdad. La mayoría de nosotros
tenemos tanta familiaridad con este tema como con las
letrinas. “Nuestros padres hablaban de mortificar el
pecado”, nota Sinclair Ferguson.[16] And J.I. Packer
laments, “It is a theme on which no contemporary
writing of significance seems to be available.”[17] Eso no
es sorprendente, pero es revelador. ¿Puedes
imaginarte un libro titulado ¡Muerte al pecado! como
un éxito de librería?
Podemos tomar consuelo para nuestra alma si
sabemos algo de la lucha y el conflicto interno. Es el
invariable compañero de la genuina santidad
cristiana...¿Encontramos en lo más profundo de
nuestro corazón una lucha espiritual? ¿Sentimos algo
de la carne que codicia contra el espíritu y el espíritu
contra la carne...? ¿Nos damos cuenta de dos
principios dentro de nosotros que contienden para
dominar? ¿Sentimos algo de la guerra en nuestro
hombre interior? Bueno, ¡demos gracias a Dios por
ello! Es una buena señal. Muy probablemente es
evidencia de la gran obra de la
santificación...Evidentemente no somos amigos de
Satanás...El mero hecho de que él nos asalta debe
llenar nuestra mente de esperanza.[18]
— J.C. Ryle
Medita en 2 Corintios 10:3-5. En términos de guerra
espiritual, ¿Pablo era un “halcón” o una “paloma”?
La mortificación no es popular porque tiende a ser
difícil. Pregunta a la persona que está tratando de
someterse alegremente a un jefe que repetidamente le
ha negado un ascenso bien merecido. Pregunta a la
pareja de recién convertidos, que están sin casarse y
que ahora deben controlar los deseos sexuales que han
gratificado por años. Pero escucha: esto no es un fin de
semana de golf. Esta es una guerra. La santidad y el
discipulado son guerra.
Atacar el pecado no es algo complejo. Y aunque yo
quiero decir esto con sensibilidad, también quiero
decirlo con firmeza: Tu habilidad para atacar el pecado
no depende de tu pasado. No tenemos ninguna excusa
aceptable para el pecado. Nunca se considera como
una debilidad comprensible.
Vivir como cristiano quiere decir vivir en las trincheras.
Sinclair Ferguson lo dice tan bien como lo podría decir
cualquiera:
¿Qué es, entonces, esto de matar el pecado? Es la
constante batalla contra el pecado que debemos llevar
a diario - negarse a permitir que el ojo desvaríe, que la
mente contemple, que los afectos vayan tras cualquier
cosa que nos apartará de Cristo. Es el deliberado
rechazo de todo pecaminoso pensamiento, sugerencia,
deseo, aspiración, hecho, circunstancia o provocación
en el momento en que nos damos cuenta de su
existencia. Es el consistente esfuerzo por hacer todo lo
que está en nuestro poder para debilitar el apretón
que tiene el pecado en general, y sus manifestaciones
en nuestra propia vida en particular. No se logra con
sólo decir “no” a lo que es malo, sino con una
determinada aceptación de todas las buenas y
espiritualmente nutritivas disciplinas del evangelio.[19]
Medita en Gálatas 5:16-17. ¿Por qué todo cristiano
genuino experimenta inquietud interna?
¿Describe esto tu actitud? ¿Hacia cuál fin están
dirigidas principalmente tus energías, recreación o
justicia? ¿Indulgencia a sí mismo o control de sí
mismo? ¿Estás preparado para hacer lo que sea
necesario para ganar la guerra? Si así es, ¿cuál es tu
estrategia para atacar el pecado en tu vida ahora
mismo?
Estrategia #2: Evitar el Pecado
Atacar el pecado no es todo lo que incluye el proceso
de santificación. Debemos también evitar el pecado.
Como seguidores de Jesucristo, somos llamados a una
vida que se distingue de la cultura que nos rodea:
“Como tenemos estas promesas, queridos hermanos,
purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y
el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra
de nuestra santificación” (2Co 7:1). ¿Cuáles son estas
promesas que nos motivan a purificarnos y a buscar la
santidad? La propia oferta de Dios de estar
singularmente presente entre su pueblo a medida que
nos separamos del mundo: “Viviré con ellos y caminaré
entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”
(2Co 6:16).
Para más estudio: Lee Santiago 1:27. ¿Puedes escribir
dos o tres maneras específicas en las que el cristiano
podría ser “corrompido por el mundo”?
En un sentido, sería más fácil si Dios nos dijera que nos
separáramos físicamente de la cultura. Pero Dios
específicamente prohíbe eso (1Co 5:9-10), y por el
contrario nos nombra embajadores (2Co 5:18-20).
Ningún embajador trabaja con efectividad si está
aislado. Hemos de relacionarnos con nuestra cultura
sin reflejar nuestra cultura, siempre navegando entre
lo secular y lo justo.
Nuestra carne constantemente nos ruega que seamos
indulgentes, pero Pablo nos dice “no se preocupen por
satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa” (Ro
13:14). Eso quiere decir distanciarnos de todo lo que
nos pueda tentar para pecar. Pablo dijo lo mismo a los
corintios en términos más claros: “Huyan de la
inmoralidad sexual” (1Co 6:18)...no dijo luchen con
ella.
Aunque José vivió mucho antes que fuera escrito el
Nuevo Testamento, él es un ejemplo de la manera en
que debemos evitar el pecado (Gn 39:6-20). Por algún
tiempo la esposa de su amo había tratado de seducirlo.
Por fin, frustrada por la integridad de él, ella lo asió del
manto y le dijo, “¡Acuéstate conmigo!”.
2 Cuando la tentación llega, tenemos dos reacciones
básicas: luchar o huir. Marca lo que tú crees que sería
la correcta reacción ante cada una de las tentaciones
de la lista siguiente:
Repentino temor de que alguien se meterá a robar en
tu casa
❏Luchar ❏Huir
Curiosidad por el número de la revista Playboy sobre la
política del Medio Oriente
❏Luchar ❏Huir
Deseo de “entrar en hibernación” cuando los amigos te
decepcionan
❏Luchar ❏Huir
Fuerte sentido de ira cuando tu hijo derrama tu café
❏Luchar ❏Huir
Deseo de pasar por el bar (cantina) “sólo para ver a los
viejos amigos”
❏Luchar ❏Huir
Ahora, José pudo haber visto esto como una cita
divina. Pudo haber pensado: “Esta podría ser la
oportunidad ideal para compartir con ella lo que Dios
ha hecho en mi vida”. Pero él no coqueteó con la
tentación. Ni siquiera lucho con ella. Simplemente
huyó, dejando a la esposa de Potifar con el manto en la
mano.
Me puedo imaginar uno de los criados caminando
afuera de la casa cuando de repente, ¡gush! Una
borrosa imagen humana sale por la puerta como un
relámpago a una velocidad increíble.
-¿Qué fue eso?
José. El hombre de Dios. Corriendo para salvarse la
vida.
-¡Señor!- dice sin aliento después de correr media
milla. -¡Ayúdame!-
-Te estoy ayudando. Sólo sigue corriendo. Aléjate de
esa mujer lo más que puedas-.
Es algo inteligente huir de la tentación. Es algo idiota
quedarse ahí parado y tratar de vencerla con una
mirada intensa. Sin embargo, algunos hubieran
respondido a la situación de José de esta manera:
-Dios, siento que la tentación comienza a desarrollarse.
Clamo a ti, Señor. Por favor líbrame de esta situación.-
-Yo voy a librarte,- dice Dios. -¡Corre!-
-Señor, confío en que tú me librarás. Líbrame ahora
mismo de sentir esta lujuria.-
-Esto no sucederá hasta que yo no vuelva, y no voy a
volver en los próximos cinco minutos. Así que ¡a correr,
Don Cabeza de Papa!-
-Señor, te doy gracias. Tú me has hecho nacer de
nuevo, y yo sé que tu poder obra en mí. Mayor es el
que está en mí que el que está en el mundo.-
-Sí, así es, y el Mayor te está diciendo, ‘¡Muévete!’
¡Mueve el cuerpo y muévelo ya!-
Esforzarse por conocer las maneras, tretas, métodos,
ventajas, y ocasiones del éxito del pecado es el
comienzo a esta guerra.[20]
— John Owen

Si tomas en serio la santificación, no estarás tratando


de ver cuánto te puedes acercar a la orilla de la acera.
Estarás preparado para conducir al otro lado de la
calle, si es necesario, para evitar el pecado. Y en las
áreas en las que sabes que eres vulnerable, estarás
obedeciendo el mandamiento de Jesús: “Estén alerta y
oren para que no caigan en tentación” (Mt 26:41).
Medita en 1 Timoteo 6:11. ¿Cuánto tiempo te toma,
como promedio, para huir de la tentación una vez la
has reconocido?
Necesitamos cultivar la habilidad de discernir dónde es
que nos inclinamos más a pecar. De esa manera
podremos desarrollar una estrategia para evitar la
tentación. Las áreas de vulnerabilidad serán diferentes,
pero cuidarse no es una opción para ninguno de
nosotros.
¿En qué área(s) necesitas desarrollar una estrategia
para evitar? Quizás puedas comenzar con cualquier
cosa que hayas estado pensando al leer esta sección.
Una Nueva Mudada de Ropa
Como vimos anteriormente en Colosenses, quitarnos el
pecado es sólo la mitad de la ecuación. Pablo nos
exhorta, “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos
y amados, revístanse de afecto entrañable y de
bondad, humildad, amabilidad y paciencia” (Col 3:12).
No sólo debemos quitarnos el pecado, sino que
debemos revestirnos de justicia (Ef 4:22-24).
“Estos dos factores”, escribe Jay Adams, “siempre
deben estar presentes para poder efectuar genuino
cambio. El quitarse no será permanente sin el
revestirse. Revestirse es algo hipócrita y temporal, a
menos que vaya acompañado de quitarse...La
santificación continúa mientras el creyente a diario se
aparta del pecado / a la justicia”.[21]
Para más estudio: Lee Apocalipsis 3:4-6. ¿Puedes
identificar cuatro promesas en este pasaje?
Por ejemplo, si Dios ha expuesto el materialismo o la
avaricia en tu corazón, arrepiéntete y luego comienza
sistemáticamente a reemplazarlo con la generosidad.
Comienza con pagar fielmente el diezmo a tu iglesia
local; añade a eso las ofrendas, y busca oportunidades
de dar en secreto también. Quizás tiendes a criticar a
los demás. Si así es, confiesa el pecado de orgullo y
conscientemente enfócate en animar y honrar a los
demás. Si el egoísmo es un tema recurrente, ponte en
situaciones que te exijan servir.
Lo que debe ser inmediatamente obvio es que el
carácter no se puede desarrollar ni refinar en el
aislamiento. Para cultivar una vida de justicia y
fructífera necesitamos el contexto de una iglesia local.
Por ejemplo, puedo ser un modelo de paciencia...con
tal que esté solo. Puedo pasar días estudiando el tema
de la compasión sin nunca encontrarme con alguien
que necesite cuidado. A menos que tenga interacción
con los demás soy simplemente incapaz de juzgar
dónde es que necesito crecer.
El hecho es que hay muy pocos rasgos como los de
Cristo que podemos desarrollar aparte de las
relaciones en la iglesia. ¡Necesitamos gente para
practicar! Si deseamos cambiar, nos
comprometeremos con una iglesia donde los
individuos toman en serio las exhortaciones bíblicas de
animar y corregir.
3 Después de leer Colosenses 3:12-17, elige el rasgo de
carácter cristiano que se menciona ahí (humildad,
amabilidad, etc.) que más te gustaría desarrollar.
Durante la próxima semana o dos, aparta tanto como
cinco momentos devocionales para meditar sobre las
Escrituras que subrayan esa área. También, pide a Dios
maneras específicas de aplicar lo que aprendas.
Día uno:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción-------
--------------------Aplicación
Día dos: Two:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción-------
--------------------Aplicación
Día tres:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción-------
--------------------Aplicación
Día cuatro:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción-------
--------------------Aplicación
Día cinco:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción-------
--------------------Aplicación

Como quizás ya habrás percibido hasta ahora, luchar


contra el pecado no sucede sin esfuerzo. Incluye la
genuina confesión, el arrepentimiento, la obediencia a
la Escritura, la responsabilidad ante los demás, y la
consistente práctica de las disciplinas espirituales.
También necesitarás valor y perseverancia. “No hay
caminos rápidos ni fáciles hacia la madurez espiritual”,
dice R.C. Sproul. “El alma que busca un nivel más
profundo de madurez debe estar preparada para una
larga, ardua tarea”.[22]
Es parte de la sana experiencia cristiana gozar de un
continuo grado de liberación de los pecados...Pocas
cosas dan al cristiano tanto alivio y ánimo como el
recuerdo de pecados que una vez lo dominaban, pero
que ha conquistado por el poder el Espíritu de Dios.[23]
— J.I. Packer
Pero ¿sabes cómo se siente crecer? ¿Sentir el placer y
la presencia de Dios? ¿Oír su voz? ¿Saber que estás
contribuyendo al avance de su reino? Nada se compara
con esa experiencia. Y esta es la admirable recompensa
de Dios para todos los que están dispuestos a quitarse
el pecado y revestirse de justicia.
Permíteme impartir nueva esperanza en ti. No importa
lo que hayas experimentado en el pasado, - por la
gracia de Dios - puedes cambiar. Por medio de una
determinada estrategia para atacar y evitar el pecado y
al revestirte de justicia, puedes ser una persona
dramáticamente distinta para estos días el próximo
año.
Dicusión Grupo
1. Imagínate que estás en el jurado enjuiciando al
asesino en serie que se menciona en la página . Está
claro que el hombre fue golpeado con frecuencia por
su padre que era alcohólico durante la niñez. ¿Cuánto
influenciaría eso tu veredicto?
2. “Nos hemos interesado más por nuestras propias
necesidades y sentimientos que por el carácter y los
mandamientos de Dios”, dice el autor. (Página ) ¿Cuál
es un ejemplo?
3. ¿Qué significa para ti autoestima?
4. ¿El mensaje de la cruz te hace sentir más o menos
seguro respecto a tu identidad?
5. ¿Por qué es que el movimiento de recuperación es
incapaz de subsanar nuestras necesidades más
profundas?
6. Identifica el problema que está en la raíz de cada
una de las siguientes situaciones:
-Desde que fue violada en la universidad, a Ana le han
disgustado y ha desconfiado mucho de los hombres
-Guillermo quiere un divorcio porque su esposa le
demuestra muy poco afecto
-Cuando está bajo intensa presión, María alienta
pensamientos de suicidio
-Roberto, que creció visitando a su padre solamente
los fines de semana, es un adicto al trabajo
7. . ¿Cuál es la mayor distinción entre la santificación y
la regeneración?
8. ¿Por qué es que las relaciones en la iglesia son tan
esenciales para el crecimiento del carácter?
9. . ¿En qué área de tu vida necesitas más una “nueva
mudada de ropa”?
Recommended Reading
The Pursuit of Holiness por Jerry Bridges (Colorado
Springs, CO: NavPress, 1978)
The Practice of Godliness por Jerry Bridges (Colorado
Springs, CO: NavPress, 1983)
Holiness por J.C. Ryle (Welwyn, Hertfordshire, England:
Evangelical Press, 1979)
The Enemy Within por Kris Lundgaard (Phillipsburg, NJ:
P&R Publishing, 1998)
Referencias
1. ↑ Charles J. Sykes, A Nation of Victims: The Decay
of the American Character (New York, NY: St.
Martin’s Press, 1992), p. 33.
2. ↑ Idem.
3. ↑ Franklin E. Payne, Jr., M.D., Biblical/Medical
Ethics: The Christian and the Practice of Medicine
(Milford, MI: Mott Media, Inc., 1985), p. 155.
4. ↑ William K. Kilpatrick, Psychological Seduction:
The Failure of Modern Psychology (Nashville, TN:
Thomas Nelson, Inc., 1983), p. 24.
5. ↑ J.C. Ryle, Holiness (Welwyn, Hertfordshire,
England: Evangelical Press, 1979), p. 1.
6. ↑ Robert Schuller, citado por Michael Scott Horton
en Made in America: The Shaping of Modern
American Evangelicalism (Grand Rapids, MI: Baker
Book House, 1991), p. 78.
7. ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 1981), p. 71.
8. ↑ Citado en Anthony A. Hoekema, Created in
God’s Image (Grand Rapids, MI: Eerdmans
Publishing Co., 1986), p. 106.
9. ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace (Grand
Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989), p. 153.
10. ↑ Dan Matzat, et al., Power Religion: The
Selling Out of the Evangelical Church?, Michael
Scott Horton, ed. (Chicago, IL: Moody Press, 1992),
p. 256.
11. ↑ Larry Crabb, Men and Women (Grand
Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1991), p.
114.
12. ↑ F.F. Bruce, The New International
Commentary on the New Testament: Colossians,
Philemon, and Ephesians (Grand Rapids, MI:
Eerdmans Publishing Co., 1984), p. 140.
13. ↑ Jerry Bridges, The Practice of Godliness
(Colorado Springs, CO: NavPress, 1983), pp. 75-76.
14. ↑ Jerry Bridges, The Pursuit of Holiness
(Colorado Springs, CO: NavPress, 1978), p. 32.
15. ↑ Citado en Packer, God’s Words, pp.184-185.
16. ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle,
PA: The Banner of Truth Trust, 1989), p. 158.
17. ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 182.
18. ↑ J.C. Ryle, Holiness, p. 55.
19. ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life, p. 162.
20. ↑ John Owen, Temptation and Sin (Evansville,
IN: Sovereign Grace Book Club, edición reimpresa,
1958), p. 31.
21. ↑ Jay E. Adams, The Christian Counselor’s
Manual (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing
House, 1973), pp. 177, 179.
22. ↑ R.C. Sproul, The Soul’s Quest for God
(Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), p. 7.
23. ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 185.

Capítulo 5

LAS HERRAMIENTAS DEL


OFICIO (I)
Por Robin Boisvert.

Allá por los días cuando un paquete de cigarrillos


todavía costaba 35 céntimos yo fumaba mucho.
Algunos podrían decir que era amigo de la nicotina, un
tipo regular al estilo Chesterfield. Yo era un adicto al
tabaco y lo sabía.
Dejar de fumar no era el problema - lo había hecho una
docena de veces. Pero cuando el deseo de fumar se
hacía muy fuerte, yo comenzaba otra vez. Así que
decidí dejar de comprar cigarrillos. Eso tampoco dio
resultado. Sólo me convirtió en una molestia para mis
amigos, ya que siempre estaba pidiéndoles cigarrillos.
En mi punto más bajo, me encontré sacando del
cenicero colillas medio fumadas.
Por este tiempo me di cuenta de que el Espíritu Santo
me estaba redarguyendo de mis pecados y
acercándome a Jesús. Aunque mi fumar era solamente
una de las evidencias de mi estado interno, parecía
simbólico de mi vida entera. Estaba atrapado. Cada vez
que había intentado dejar de fumar había fracasado.
No podía ver cómo jamás podría vencer este hábito. Ni
tan siquiera estaba seguro de que quería hacerlo.
Sabía que Jesús iba principalmente tras mi corazón, no
mi hábito. Con todo, no me podía imaginar seguirlo y
fumar al mismo tiempo. Así que una noche pregunté a
Larry, un creyente a quien acababa de conocer, si un
tipo podía ser cristiano y seguir fumando. Esa era mi
versión de la pregunta de los fariseos para atrapar a
Jesús sobre el pago de los impuestos al César.
Pensaron que podían atraparlo de cualquier manera
que contestara.
Medita en Romanos 8:29. ¿Cuál es el aspecto del
carácter de Jesús que te gustaría de verdad ver en tu
propia vida?
Mi estrategia era algo como esto. Si Larry contestaba,
“No - nadie puede ser cristiano y fumar,” yo
solemnemente pronunciaría su respuesta como
legalista y contraria al principio de que Dios mira el
corazón. Por otro lado, si decía, “Sí, no hay problema”,
entonces yo podía despedir el cristianismo como un
conjunto sin significado de creencias que no tenían
ningún poder. Pero la pregunta no era totalmente
cínica. Parte de mí desesperadamente quería creer - y
ser libre.
Bueno, Larry me dio una respuesta con la que yo no
había contado. “Supongamos”, dijo, “que tú quisieras
animar a alguien a confiar en el Señor. ¿Crees que
tendrías más efecto como testigo con un cigarrillo en la
mano o sin uno?”
Hmmmm...buena respuesta. De repente el asunto no
era el fumar, sino si yo quería que mi vida glorificara a
Dios o no. En realidad era un asunto de motivo.
No soy de la opinión de que a la persona con verdadera
fe en Jesucristo se le negaría la entrada al cielo por
tener un paquete de cigarrillos en su bolsillo. Pero eso
no tiene nada que ver con el asunto, pues el propósito
de Dios en la santificación es que seamos conformados
a la imagen de Jesucristo. Y yo no puedo imaginarme a
Jesús acercarse a la mujer samaritana (Jn 4:7-18) y
decir, “¿Tienes fuego? Gracias. Ahora, hablemos de tu
pecado. ¿Cuántos esposos has tenido?”
Gracia no es simplemente poca severidad cuando
hemos pecado. Gracia es el don de Dios que permite
no pecar. Gracia es poder, no sólo perdón.[1]
— John Piper
Por cierto, yo ya no soy un tipo regular al estilo
Chesterfield. Dios tenía medios disponibles para
ayudarme a dejar el vicio - los mismos medios que
examinaremos en estos dos próximos capítulos. Pero,
de primera importancia era mi motivo. Dios siempre
ayudará a aquel cuyo motivo es correcto, que en
realidad quiere glorificarlo y hacer su voluntad. Pero no
nos dejará usarlo simplemente para mejorar la calidad
de nuestra vida o cambiar nuestras circunstancias. El
no busca nada menos que nuestro corazón. En la
santidad, el motivo siempre precede a los medios.
Antes de ahondar más en la próxima sección,
repasemos rápidamente lo que hemos aprendido hasta
aquí sobre el plan de Dios para la santificación. Somos
nuevas creaciones que gozamos de una viva unión con
Jesucristo. Pero todavía estamos en una batalla.
Experimentamos tanto guerra como paz interior;
luchamos con el pecado y reposamos en Cristo.
1 ¿Puedes encontrar un versículo bíblico que
demuestra que somos impotentes para ganarnos la
salvación de Dios? (Si no sabes dónde buscar, trata
Efesios capítulo 2.)
Un claro entendimiento de esta tensión entre el “ahora
y el todavía no” te guardará de ciertas serias mal
interpretaciones. Por ejemplo, sólo porque te
encuentras con severas tentaciones y batallas
espirituales no quiere decir necesariamente que has
cometido algo malo. Una persona santa no es la que
nunca tiene ningún conflicto espiritual, ni que ya ha
alcanzado la perfección. Más bien, una persona santa
es la que se está haciendo más como Cristo a través del
proceso de obedecer a Dios en medio de las luchas
cotidianas de la vida.
Para más estudio: Lee Romanos 3:9-12. ¿Consideras
ésta una justa descripción de ti mismo? Si no, ¿qué
evidencia bíblica encuentras a lo contrario?
Aprendamos del Maestro
Como la mayoría de los hombres, yo tengo gran afición
por las herramientas. Todavía puedo recordar mi
emoción cuando mis amigos me dieron una caja de
herramientas nuevecita, completamente equipada en
la fiesta de mi despedida de soltero. No me aguantaba
porque terminara la fiesta para poder jugar con mis
nuevas herramientas. De hecho, estaba tan ansioso
que me herí el dedo tratando de abrir la caja.
Cualquier cristiano genuino admitirá que tiene seria
necesidad de reparación espiritual. ¡Qué seguridad
tenemos en saber que el Espíritu Santo tiene las
herramientas correctas para hacer esas reparaciones -
para santificarnos! Todavía más importante, él
personalmente tiene la responsabilidad de enseñarnos
cómo usar esas herramientas para que maduremos y
cambiemos. Y Él nos puede enseñar cómo usarlas sin
que nos hagamos daño a nosotros mismos.
Como la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu
Santo es quien cambia nuestra vida. El Espíritu de Dios
participa en nuestra salvación de principio a fin. Ser
regenerados (nacidos de nuevo) es nacer del Espíritu.
Tanto el arrepentimiento como la fe - los dos lados de
la conversión - son dones que da el Espíritu. Él está
activo en nuestra justificación y en nuestra adopción. Él
nos llena, intercede por nosotros, nos sella en Cristo
para el día de la redención, y al final nos glorificará.
Dios no deja ni tan siquiera el asunto de la conversión
finalmente en manos del hombre...Ni tampoco Dios
deja al riesgo incierto nuestro crecimiento y
perseverancia y santidad. Más bien, Él dice, ‘Infundiré
mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos
y obedezcan mis leyes’ (Ezequiel 36:27). Es el Señor
mismo quien obra en nosotros para querer y hacer su
buena voluntad (Filipenses 2:12-13; Hebreos 13:21).[2]
- John Piper
Pero ahora nos ocupamos con el Espíritu Santo en su
papel como santificador. Somos los que han sido
“elegidos...según la previsión de Dios el Padre,
mediante la obra santificadora del Espíritu, para
obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre”
(1P 1:2). A través del resto de este capítulo y el
próximo, examinaremos algunas de las herramientas
con las que Él tan eficazmente obra en nosotros.
La Palabra de Dios
La Biblia es la singular revelación de Dios al hombre.
Nos dice verdades que jamás podríamos encontrar en
ninguna otra fuente, como la manera en que comenzó
el mundo, lo que sucede después que morimos, y así
por el estilo. También nos dice algunas cosas que jamás
hubiéramos querido saber: somos nacidos en pecado,
estamos en necesidad de redención, y somos incapaces
de agradar a Dios por nosotros mismos. ¡Alguien ha
dicho que la Biblia debe ser la Palabra de Dios porque
el hombre jamás escribiría algo tan desaprobante de sí
mismo!
Medita en Jeremías 23:29. ¿Alguna vez has sentido el
poder de la Palabra de Dios como se describe en este
pasaje?
La Biblia no nos adula, ni tampoco enseña - como lo
hacen virtualmente todas las religiones - que el
hombre puede perfeccionarse a sí mismo. De hecho, la
Escritura es pesimista hasta el extremo respecto a la
innata habilidad del hombre. Es por eso que es una
herramienta tan valiosa y esencial en la santificación
del hombre. Jesús mismo confirmó esto cuando oró al
Padre, “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la
verdad” (Jn 17:17).
El libro clásico de John Bunyan, El Progreso del
Peregrino empieza cuando el héroe, Cristiano,
encuentra “el libro”...y ese fue el comienzo de sus
problemas. Pero también fue el comienzo del final de
sus problemas. El Espíritu Santo y la Biblia conspiran
juntos para convencernos de nuestra gran necesidad
de Dios. Pero tal como descubrió Cristiano, ellos nos
convencen para poder convertirnos, y nos convierten
para poder transformarnos:
Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y de
lo cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo
aprendiste. Desde tu niñez conoces las Sagradas
Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria
para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para
reprender, para corregir y para instruir en la justicia. (2
Ti 3:14-16)
Medita en Salmo 32:8-9. Si ignoramos la Escritura,
Dios quizás tenga que sacar la brida y el freno.
Como Pablo hace claro en esta carta a Timoteo, la
Escritura tiene un singular poder para producir cambio
en el cristiano. Nos enseña las leyes y los caminos de
Dios, luego nos reprende cuando no cumplimos con esa
instrucción. Pero también nos corrige. No sólo nos dice
que estamos equivocados; sino que nos vuelve a
levantar y nos pone en el camino recto. Finalmente,
nos instruye en justicia, enseñándonos cómo vivir.
¿Alguna vez has notado que se usan muchas vívidas
metáforas para describir la Palabra de Dios?
Es nuestro alimento y bebida espiritual. “No sólo de
pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca
del SEÑOR” (Dt 8:3). La escritura es leche para los
pequeños y comida sólida para los maduros (Heb 5:12-
14).
Es un espejo. “El que escucha la palabra pero no la
pone en práctica es como el que se mira el rostro en un
espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en
seguida de cómo es” (Stg 1:23-24). La Biblia nos
muestra a nosotros mismos tal como Dios nos ve. Es
una verificación de la realidad, que revela quién y qué
en realidad somos.
Es una luz. “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es
una luz en mi sendero” (Sal 119:105). La Escritura nos
muestra la manera en que debemos vivir y lo que
debemos evitar.
Es semilla. “Un sembrador salió a sembrar...La semilla
es la palabra de Dios” (Lc 8:5,11). Cuando se siembra
en el buen terreno de un corazón receptivo, da mucho
fruto.
Es una espada. “Ciertamente, la palabra de Dios es viva
y poderosa, y más cortante que cualquier espada de
dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del
espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb
4:12).
Lo que todas estas figuras tienen en común (y hay más)
es la absoluta necesidad y utilidad de la Escritura. Nada
sobre la Biblia es superfluo, y no necesita suplemento.
Es suficiente para todas las cosas que tienen que ver
con la salvación y la santidad, “a fin de que el siervo de
Dios esté enteramente capacitado para toda buena
obra” (2 Ti 3:17).
Para más estudio: ¿Es suficiente solamente oír la
Palabra para producir cambio? (Ve Mateo 7:24-27;
Juan 14:21-24; Santiago 1:22))
En generaciones pasadas, la inspiración e infalibilidad
de la Santa Escritura ha sido atacada repetidamente.
Hoy la suficiencia de la Biblia es puesta en duda por los
que sugieren, abierta y sutilmente, que es incapaz de
tratar con algunos de los interrogantes más profundos
y necesidades más fundamentales de la humanidad.
Pero la Biblia de ninguna manera depende de ninguna
fuente externa de conocimiento. Es más que suficiente.
Este maravilloso libro es la herramienta principal del
Espíritu Santo para cambiarnos.
¿Cómo ocurre ese cambio? Cuando oímos y aplicamos
la Palabra de Dios, que también se conoce como
obediencia. Eso sólo sucederá consistentemente a
medida que nos comprometemos con las siguientes
disciplinas:
Algunos amigos míos practican una disciplina de ‘no
Biblia, no desayuno’. Algunos la leen por la noche.
Otros pasan momentos con Dios durante el día. Pero
yo no conozco a ninguno que tenga un andar
profundamente espiritual que no pase tiempo todos
los días con Dios en su Palabra. Es indispensable. Exige
de un compromiso específico.[3]
— Jerry White
Apartar un tiempo regular para leer la Biblia...y cumplir
con la cita. Lo primero por la mañana es para muchos
el mejor momento. Por supuesto que eso quizás
signifique acostarte más temprano para dormir lo
suficiente. Si no estás leyendo tu Biblia regularmente, y
no pareces poder ponerlo en tu horario, es porque algo
menos importante se ha hecho muy importante.
Averigua lo que es y haz cambios. Sé despiadado.
2 Según una encuesta de Barna, 73% de los
norteamericanos dicen que es importante leer la Biblia.
Un asombroso 93% de hogares en los Estados Unidos
tienen por lo menos una Biblia. Pero fíjate con cuánta
frecuencia en realidad se abren esas Biblias...luego
marca el cuadrado que refleja más correctamente tu
propio hábito de lectura.
En una semana promedio, los norteamericanos leen la
Biblia...
❏Todos los días 12%
❏Varios días 15%
❏Un día 16%
❏Nunca 57%
Una distracción mayor son las noticias y la información.
En esta edad de comunicación instante y global,
muchos cristianos pasan más tiempo con los
periódicos, revistas de noticias, y noticieros que con el
Señor. Ahora hay más cosas que nunca para
sobresaltarnos, airarnos, asustarnos, y robarnos
tiempo precioso. Pero no hay manera posible para
poder controlar o responder a todo lo que está
sucediendo. Por supuesto que no estoy sugiriendo
ignorancia o inacción, pero si el periódico o las noticias
de la noche invaden tu estudio de la Biblia, entonces es
tiempo que hagas ajustes mayores.
Comprométete a un plan de estudio específico. Leer a
través de la NIV Study Bible me ha dado buen resultado
a mí. De esta manera me veo obligado a leer esas
porciones de la Escritura que podría considerar menos
importantes o menos interesantes. Se toma una
lectura completa de la Biblia para desarrollar una
imagen completa de Dios. Como dijo una vez el difunto
A.W. Tozer, “Podemos tener una opinión correcta de la
verdad solamente al atrevernos a creer todo lo que
Dios ha dicho de sí mismo”.
Para más estudio: Timoteo se benefició inmensamente
al tener a Pablo como su mentor. Para ver el impacto
de esta relación lee 2 Timoteo 1:13-14 y 3:10-15.
Hay un buen número de buenos recursos que pueden
mejorar tu tiempo diario con la Palabra. Hemos puesto
unos cuantos en la sección “Lectura recomendada” al
final de este capítulo. Variar tu método de vez en
cuando hará más placentera y beneficiosa esta
disciplina.
La palabra escondida comunica el pensamiento de
guardar algo para los tiempos de futura necesidad.
Hacemos esto al meditar continuamente en la Palabra
de Dios, al pensar constantemente en ella, y aplicar sus
verdades a las situaciones diarias de la vida. Yo
personalmente he encontrado que un programa
sistemático para memorizar la Escritura es
absolutamente necesario para la continua meditación
en la Palabra de Dios. No puedo pensar durante el día
lo que no tengo en mi corazón.[4]
— Jerry Bridges
Busca a alguien que te ayude. Tu estudio de la Biblia
acelerará grandemente al relacionarte con un mentor
cristiano. Aprenderás mucho simplemente al
preguntar, “¿Cómo es que tú estudias la Escritura?”
También te beneficiará (aunque no sin cierta
vergüenza) cuando él o ella te pregunte, “Así que...¿de
verdad lo estás haciendo?” Ser responsable ante otra
persona es de gran beneficio. Sólo mira que la persona
que te pide cuentas no tenga similares defectos - ni el
don de misericordia.
Guarda la Palabra de Dios en tu corazón
memorizándote la Escritura. Pablo indica la
transformación interna que ocurre a medida que
comenzamos a dejar que la Biblia dé forma a nuestros
pensamientos y actitudes: “No se amolden al mundo
actual, sino sean transformados mediante la
renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es
la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Ro
12:2). La memorización quizás no te sea fácil, pero a
medida que tejes la Palabra en la tela de tu vida,
estarás bien preparado cuando venga la tentación o la
adversidad.
Una Conciencia Limpia
“Esto afirmo. No puedo hacer lo contrario...mi
conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. No puedo y
no retraeré en nada, pues ir contra mi conciencia no es
ni correcto ni seguro. Que Dios me ayude. Amén”
La famosa defensa de Lutero ante la Dieta de Worms
[en inglés ‘lombrices’] (ese era el nombre del concilio
oficial que lo enjuició, ¡en serio!) indica el importante
lugar que ocupa la conciencia en la vida del cristiano.
También tiene un lugar importante en nuestra
santificación.
Todos nosotros sin duda nos hemos encontrado con
esta misteriosa facultad llamada conciencia. Cuando,
en el sexto grado, yo tiré un aro de goma a un grupo de
estudiantes por la puerta del aula, no esperaba golpear
a nadie en el ojo. Pero así fue. Y cuando mi compañera
de clase gritó de dolor, ni ella ni ninguno de los demás
sabía lo que había sucedido. Pero mi conciencia sí lo
sabía e insistió en que yo tomara responsabilidad por
lo que había hecho. Yo luché contra ello, tratando de
salir con cualquier posible excusa, pero fue en vano. Mi
conciencia se negó a soltarme del anzuelo. La única
manera de silenciarla fue admitir mi culpa y aceptar las
consecuencias.
Este incidente ilustra el rasgo más extraordinario de la
conciencia - los juicios que declara son completamente
objetivos e imparciales. En otras palabras, uno nunca
puede ganar un argumento con su conciencia. Siempre
está trabajando, hasta en los sueños. Puede funcionar
como testigo, al decir lo que ve u oye. Puede funcionar
como abogado, acusándonos por delitos o, en raras
ocasiones, defendiéndonos. También puede funcionar
como juez, entregando veredictos categóricos que no
pueden ser apelados.
Medita en Romanos 1:20-21. ¿Por qué no hay excusa
para rechazar la ley moral de Dios?
-Mentiste-, proclama la conciencia.
-¡No mentí! Sólo decía la verdad a modo de no causar
ningún conflicto innecesario.-
-Mentiste.-
La conciencia no discute el asunto. Sólo lo declara. Esta
es la razón por la que la conciencia lleva a algunos a la
distracción y por la que harán todo lo posible por
apagarla, o amortiguarla con el alcohol o las drogas.
¡Grande en realidad es el poder de la conciencia!
Poderosa es la influencia que puede ejercer en el
corazón de los hombres! Puede infundir terror en la
mente de monarcas en su trono. Puede hacer temblar
y sacudir a las multitudes ante unos cuantos valientes
amigos de la verdad como una manada de ovejas. Tan
ciega y equivocada como la conciencia con frecuencia
es, incapaz de convertir a un hombre o de llevarlo a
Cristo, con todo es una parte muy bendita de la
constitución del hombre, y la mejor amiga en la
congregación que tiene el predicador del evangelio.[5]
— J.C. Ryle
La palabra en sí quiere decir “saber junto con”. El
teólogo Ole Hallesby explica el significado de esta
definición:
Es, entonces, no simplemente un saber, un
conocimiento junto con algo o alguien. Tampoco
necesitamos tener duda respecto a junto con qué es lo
que el hombre en su conciencia sabe. Entre todas las
razas...es una característica del hombre que él en su
conciencia sabe junto con una voluntad que está sobre
y por encima de la suya propia...Esta voluntad, que es
la voluntad de Dios, es lo que los hombres llaman la ley
o la ley moral, o sea, la ley según la cual la vida del
hombre debe vivirse.<ref>Ole Christian Hallesby,
Conscience, p. 12.</ref>
Aunque imparcial, la conciencia no es infalible. Puede
estar mal informada. Puede ser demasiado sensible. O,
si ha sido represada rutinariamente, quizás yo sea
absolutamente sensible. La persona que ignora su
conciencia se dirige al desastre. Pronto perderá la
habilidad de distinguir entre la iniquidad y la justicia,
entre el bien y el mal. Esto explica mucho sobre
nuestra sociedad...y sobre mi primer encuentro con las
drogas
Cuando yo tenía dieciocho años un amigo me dio un
porro (un cigarrillo de mariguana). Era 1968 y las
drogas acababan de comenzar a filtrarse en los
suburbios de Washington, D.C. donde yo vivía. Yo sabía
que era ilegal. Yo sabía que era malo. Mi conciencia me
gritaba...pero yo lo hice de todos modos. Un par de
días después me fumé otro porro, y otra vez sonó la
sirena de mi conciencia. Sólo que esta vez no era tan
fuerte. Después de media docena de veces, casi ni la
podía oír. Como resultado, poco a poco perdí mi
compás moral. En esas raras ocasiones cuando apenas
podía distinguir la voz de mi conciencia, la consideraba
como una molestia y una aguafiestas.
Si el hombre cauteriza su conciencia pronto la verá
como una maldición. Pero Dios no dio la conciencia
para bendecirnos. No siempre trae noticias
placenteras. Puede excusar como también acusar,
felicitar como también condenar. Y como dijo Pablo al
joven Timoteo, la conciencia es una salvaguarda
esencial de la vida cristiana:
Timoteo, hijo mío, te doy este encargo porque tengo
en cuenta las profecías que antes se hicieron acerca de
ti. Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla
y mantengas la fe y una buena conciencia. Por no
hacerle caso a su conciencia, algunos han naufragado
en la fe. (1Ti 1:18-19)
Puede que la conciencia sea una arma sencilla, pero es
altamente eficaz en la batalla contra el pecado. “No
hacerle caso a la conciencia” es lo mismo que cometer
suicidio espiritual.
3 Lee Efesios 4:25-32, luego toma un minuto para
escuchar a tu conciencia. ¿Te das cuenta de alguna
ofensa sin confesar contra Dios u hombre?
Una conciencia limpia es uno de los beneficios más
preciosos del nuevo nacimiento. “Así que, hermanos,
mediante la sangre de Jesús,” dice el escritor de
Hebreos, “Acerquémonos, pues, a Dios con corazón
sincero y con la plena seguridad que da la fe,
interiormente purificados de una conciencia culpable”
(Heb 10:19,22; Heb 9:14). ¡Qué gracia la de Cristo de
purgarnos con su sangre de las asquerosas manchas de
nuestros pecados pasados! Ahora que tenemos una
conciencia limpia, debemos esforzarnos para
mantenerla así.
La conciencia funciona como una luz de advertencia en
el tablero de mandos de nuestra vida, y necesitamos
poner atención cuando se enciende
intermitentemente. El proceso es el mismo que
cualquier mecánico de automóviles seguiría:
determinar de dónde proviene la dificultad y luego
corregirla. Por lo regular la solución tiene que ver con
confesar el pecado y pedir perdón.
Después de cometer adulterio con Betsabé y de
asesinar a Urías, el rey David siguió como si nada
hubiera ocurrido durante meses ignorando la luz roja
de su conciencia. Él nos escribe sobre su experiencia en
el Salmo 32:
Medita en Hechos 24:16. ¿Pablo daba por sentado la
conciencia?
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus
transgresiones, a quien se le borran sus pecados.
Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su
maldad y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras
guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por
mi gemir todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como
al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba
sobre mí. Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi
maldad. Me dije: ‘Voy a confesar mis transgresiones al
SEÑOR’, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Por
eso los fieles te invocan en momentos de angustia;
caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ello no
los alcanzarán. (Sal 32:1-6)
Para más estudio: Escribe Salmo 139:23-24 en una
tarjeta pequeña y ponla en un lugar donde te sirva de
recordatorio diario.
Mientras David guardó silencio su conciencia no calló.
El pecado sin confesar lo llevó a la angustia espiritual y
física. Pero el perdón y la liberación le llegaron tan
pronto como reconoció su comportamiento y se
arrepintió. El testimonio de David muestra que una
conciencia limpia podría curar muchos de los
problemas que tenemos, incluso muchos que son
llamados “enfermedades mentales” o “depresión”.
Se llegó el momento de que nosotros los cristianos
hagamos frente a nuestra responsabilidad con la
santidad. Con demasiada frecuencia decimos que
somos ‘derrotados’ por este o aquel pecado. No, no
somos derrotados; simplemente somos desobedientes.
Podría ser algo bueno si dejáramos de usar las palabras
‘victoria’ y ‘derrota’ para describir nuestro progreso en
la santidad. Más bien debemos usar las palabras
‘obediencia’ y ‘desobediencia’.[6]
— Jerry Bridges
Cuando el cristiano tiene una conciencia saludable, le
advertirá antes de iniciar un acto malo. Durante el acto
la conciencia podría guardar silencio. Pero después de
verdad se dejará oír. Las palabras, los pensamientos,
las actitudes, y los motivos también pasan bajo su
implacable escrutinio. Recuerda - esto es una
bendición.
Una conciencia activa fomenta el examen de sí mismo
que marca al cristiano en crecimiento. Es una
tremenda aliada de la verdad. Como se mencionó
arriba, el peligro principal es que faltamos en obedecer
a la conciencia y ésta se cauteriza. El cristiano sin una
conciencia limpia puede ser chantajeado por el
enemigo. Al haber perdido un equipo de navegación
tan crucial, ya no puede discernir el curso correcto, y
corre el riesgo de naufragar. Esto no es algo
insignificante.
Para más estudio: Para entender las opiniones de
Pablo sobre la conciencia débil y la conciencia fuerte,
lee 1 Corintios 8:4-13 y 10:23-33.
Pero una conciencia hipersensible puede ser un
problema tan grande como la que se ha cauterizado.
Esto no es raro entre los cristianos serios,
especialmente cuando son recién convertidos. Los que
tienen lo que a veces se llama una conciencia
demasiado escrupulosa o débil, viven en un continuo
estado de injustificada culpa. “Aquí lo más
insignificante puede producir una conciencia malvada,
de hecho, una ansiedad muy insoportable. Puede ser, o
un acto insignificante, o un pequeño pensamiento o
una palabra descuidada”. Un pedazo de basura en el
suelo que no se recoge se convierte en un pecado
mayor porque “comete pecado todo el que sabe hacer
el bien y no lo hace” (Stg 4:17). O un comentario de
improviso que no es absolutamente correcto se
convierte en una mentira premeditada.
Durante esos ataques de duda, cuando el creyente en
un grado excepcionalmente marcado pierde contacto
con la gracia que puede sentir, su vida entera en Dios
cae fuera de balance, como quien dice. Todos los
valores espirituales se distorsionan, y tiende a
perderlos totalmente de vista. Ya no parece poder
beneficiarse de sus anteriores experiencias cristianas ni
de su anterior perspicacia sobre asuntos espirituales.
Los asuntos esenciales y los no esenciales se convierten
en una confusa masa en lo que a él respecta. Dios le
enseñará en momentos así cuán impotente es en sí
mismo tanto en la moralidad como en la religión. [7]
— Ole Christian Hallesby
Como ilustran estos ejemplos, los que tienen una
conciencia demasiado escrupulosa yerran al exaltar la
letra del versículo bíblico por encima del espíritu del
versículo. Recuerda, Dios está más interesado en el
motivo del corazón que en los detalles externos.
También es posible que falten en distinguir entre la
tentación y el pecado. Es cierto que con frecuencia la
una lleva al otro, pero no son lo mismo. La tentación es
inevitable, pero no es necesario que dé a luz el pecado.
Como dijo Lutero, “No puedes evitar que los pájaros
vuelen sobre tu cabeza, pero puedes evitar que hagan
un nido en tu pelo”.
Mi consejo a los que tienen una conciencia
hipersensible es que busquen el consejo de un
cristiano maduro - un pastor o el líder de un grupo
pequeño que pueda ayudarles a separar lo esencial de
lo no esencial. También la activa participación en el
ministerio de grupos pequeños de tu iglesia es
indispensable para mantener una conciencia saludable.
4 ¿Cuál de los siguientes considerarías ser pecados
dignos de arrepentimiento? (Marca todos los que
apliquen.)
❏Dejar un poco de chicle masticado debajo del
asiento frente al tuyo en la iglesia.
❏Fantasear brevemente de que tu suegra se ha
mudado a Nepal.
❏Doblar a la izquierda con la luz en rojo en el único
semáforo en el pueblo a las 2:47 a.m.
❏Dejar que pase una semana sin bañar a tu niño
pequeño.
❏Tirar una lata vacía de refresco que pudo haber sido
reciclada.
La Oración
La oración es nuestra cuerda salvavidas de
comunicación con Dios. A través de la oración tenemos
una avenida para acercarnos a nuestro Padre celestial
y expresar nuestra gratitud y comunicarle nuestras
necesidades. Es una oportunidad de múltiples facetas
para tener comunión con el Creador del universo. La
oración consistente, persistente nos cambia tan
profundamente como cualquier otro medio usado por
el Espíritu Santo.
La Biblia nos anima, “Oren en el Espíritu en todo
momento, con peticiones y ruegos. Manténganse
alerta y perseveren en oración por todos los santos” (Ef
6:18). Hay por lo menos tres clases de oración que
contribuyen grandemente a nuestra santificación.
Examinémoslas individualmente.
La oración como un clamor de liberación del pecado.
Es difícil imaginarse una situación más desesperante
que en la que Jonás se encontraba. Habiendo
desobedecido el mandato de Dios de ir a Nínive, acabó
en el estómago de un gran pez. La oración era su única
esperanza:
Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el vientre
del pez. Dijo: ‘En mi angustia clamé al SEÑOR, y él me
respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio,
y tú escuchaste mi clamor’. (Jon 2:1-2)
No sólo te sientes ahí solo o apartado colgando la
cabeza, y sacudiéndola y mordiéndote los puños
preocupado y buscando una salida, sin nada más en tu
mente que lo malo que te sientes, cuánto sufres, qué
pobre tipo eres. ¡Levántate, perezoso tunante! ¡De
rodillas! ¡Levanta las manos y los ojos al cielo![8]
— Martin Luther
No importa cuán desesperante sea el predicamento,
nuestro primer paso para ser liberados del pecado es
siempre hacia el Señor. Este paso se logra a través de la
oración. Cuando yo sé que he pecado, la salida no es
complicada - sólo difícil. El Espíritu Santo me dirige a
clamar pidiendo misericordia, a confesar mi pecado, y
a pedir perdón.
La promesa de Dios está clara: “Si confesamos nuestros
pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y
nos limpiará de toda maldad” (1Jn 1:9). La palabra
griega que se traduce aquí como “confesamos”
significa “decir la misma cosa” - estar de acuerdo con
Dios de que en verdad hemos pecado. Él ya sabe cuál
es nuestro pecado. Él solamente está esperando que
nosotros nos hagamos responsables del pecado. Una
vez lo hagamos, Él promete perdonarnos y
purificarnos. Yo encuentro interesante que la base
para el perdón de Dios no es su misericordia, sino más
bien su fidelidad y justicia. Podemos someter con
confianza nuestras peticiones a Dios por lo que Jesús
hizo por nosotros en la cruz.
Medita en Salmo 86:1-7. Aunque merecemos su ira,
Dios nos ama grandemente cuando clamamos pidiendo
liberación del pecado.
La oración por libertad de pecado es una manifestación
de verdadero humildad. Y humildad es necesaria para
experimentar gracia.
La oración es una petición de dirección.
Yo recuerdo los tiempos justo antes de pedir a mi
esposa que se casara conmigo. ¡Vaya, si en serio quería
recibir dirección de parte de Dios! Sólo la cantidad de
las oraciones pidiéndole dirección debió haber
comunicado claramente al Señor que yo de verdad
quería saber cuál era su voluntad.
Recibir dirección tiene que ver con más que solamente
la oración, por supuesto. Por ejemplo, exige de estudio
bíblico y fiel aplicación de la sabiduría que ya
poseemos. Anticipa que tengamos una sincera
determinación para hacer la voluntad de Dios suceda lo
que suceda, y una disposición a oír la multitud de
consejeros que misericordiosamente Él pone a nuestro
alrededor. Pero la oración es primordial en la dirección
simplemente porque nos mantiene en constante
contacto con Aquel que nos dirige por sendas de
justicia por amor a su nombre (Sal 23:3).
Nadie puede reducir a una fórmula la verdadera
dirección. Consiste en oír y obedecer, una relación
constante reforzada por la comunicación regular, y en
reposar en las seguras promesas de Dios. Mi propia
opinión es que el cristiano que se propone a hacer la
voluntad de Dios encontrará muy difícil no ver esa
voluntad si es que es una persona de oración.
5 Describe brevemente un incidente cuando recibiste
liberación o dirección de Dios como resultado de la
oración.
La oración como sumisión a la voluntad de Dios.
En el huerto de Getsemaní, Jesús hizo la oración más
conmovedora de todas: “Padre, si quieres, no me
hagas beber este trago amargo: pero no se cumpla mi
voluntad, sino la tuya” (Lc 22:42). Iba acompañada de
un fuerte clamor a Dios y una presión tan intensa que
Cristo sudó gotas de sangre. Fue expresada cuando
estaba sin la compañía de ningún ser humano, porque
sus amigos más cercanos se habían dormido. Nuestro
Señor estaba solo. Aquí, en su hora de mayor prueba,
Jesús nos dio un modelo de verdadera sumisión, una
humildad que lo cualificó para heredar la tierra.
Para más estudio: Lee Hebreos 12:7-13. ¿Qué promesa
encontramos aquí que nos motiva a someternos a
Dios?
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los
aviones aliados hicieron llover sobre Alemania grandes
bombas incendiarias. Ciudades como Dresde y
Hamburgo quedaron completamente destruidas. Uno
de los sobrevivientes de Dresde fue John Noble, un
ciudadano norteamericano que junto con su familia fue
puesto bajo arresto en su casa cuando estalló la
guerra. Tenía 22 años de edad.
Después que se rindieron los poderes del Axis en 1945,
John esperaba volver a los Estados Unidos. Pero los
comunistas soviéticos controlaban ahora esa parte de
Alemania, y ellos tenían otros planes para él. Fue
encarcelado bajo un pretexto y durante los próximos
diez años fue sujeto al más inhumano trato que uno se
pueda imaginar. Sólo una pequeñísima fracción de los
prisioneros sobrevivieron. Los que habían padecido
bajo los alemanes y los comunistas dijeron que aunque
los nazis eran mucho más crueles y vengativos en su
trato de los prisioneros, los comunistas eran más
mortíferos, ya que sistemáticamente hacían morir de
hambre a los que estaban en sus garras.
Aunque Noble se había criado en un hogar cristiano, su
fe no se extendía mucho más allá de la asistencia
superficial a la iglesia. Se daban gracias a Dios antes de
comer, pero las oraciones, si se hacían, no salían del
corazón. Su padre, un anterior ministro, se había
vuelto más y más materialista a través de los años.
Llevó a la familia a Alemania a mediados de los 1930
para dirigir una fábrica de cámaras. Así es como
quedaron atrapados en Alemania cuando las tropas de
Hitler comenzaron a marchar.
Medita en Filipenses 1:20-21. Una vez más, Pablo sirve
como un perfecto modelo y ejemplo. ¿Cuál era una de
sus preocupaciones mientras se enfrentaba con la
probabilidad de ser ejecutado?
En la cárcel a todos los prisioneros repetidamente se
les negaba comida por largos lapsos de tiempo. Luego
llegó un devastador período de doce días sin nada
excepto un poquito de agua con sabor a café al día.
Muchos de los hombres murieron. Desde su solitaria
celda, John podía oír cuando sacaban los cadáveres
arrastrándolos, la cabeza golpeando las gradas. La
desesperanza y el desaliento eran como una nube a su
alrededor. Pero durante ese tiempo de lenta y
dolorosa muerte por hambre, Dios en su gracia se
reveló a John Noble.
Por supuesto que había orado durante el comienzo de
su cautiverio. De hecho, había orado con frecuencia,
pidiendo a Dios comida, seguridad, y liberación. Pero
cuando le fue dada fe para confiar en Cristo, el
enfoque de sus oraciones cambió de preservación de sí
mismo a una humilde entrega a la voluntad de Dios.
Ahora, ya fuera que viviera o muriera, estaba sometido
a Dios. Ya no se pertenecía a sí mismo. Como
resultado, ya no tenía miedo. Una paz que
sobrepasaba toda comprensión humana se apoderó de
su alma.
La oración hará que el hombre deje de pecar, o el
pecado tentará al hombre a dejar de orar.[9]
— John Bunyan
El padre de John, uno de sus compañeros de cárcel en
Dresde, también volvió a dedicar su vida a Cristo y
recibió la misma gracia para orar diciendo, “pero no se
cumpla mi voluntad, sino la tuya”. Aunque habían de
pasar varios años más en la cárcel, después escribieron
de no tener nada de qué lamentarse. Nunca se
sintieron más ricos espiritualmente ni más cerca de
Cristo que cuando, naturalmente hablando, las cosas
parecían más inexorables. Y su confianza en Jesús, que
era tan preciosa para ellos, les dio el poder para
reclamar la miserable vida de muchos otros. Durante
toda su terrible experiencia, la humilde oración de
sumisión a la voluntad de Dios mantuvo su corazón
tierno y cerca de Él.
Como puedes ver, la oración - junto con la Palabra de
Dios y una conciencia regenerada - son poderosas
herramientas en la mano del Espíritu. Tienen un
admirable potencial para conformarnos a la imagen de
Cristo. Ahora que tienes cierta idea de cómo funcionan
éstas, hurguemos en el resto de la caja de
herramientas.
Discusión Grupo
1. Martín Lutero una vez dijo, “El hombre es
justificado por la fe solamente, pero no por una fe
que está sola”. ¿Cómo se podría aplicar eso a las
preguntas del autor sobre fumar antes de su
conversión? (Páginas 53-54)
2. ¿Qué pecados considerarías estar entre los más
dominantes o adictivos? ¿Por qué?
3. ¿Puedes recordar maneras específicas en las que el
Espíritu Santo obró para santificarte después de tu
conversión?
4. ¿Cómo afecta tu expectación de cambiar el
conocimiento de que Dios mismo está obrando en
ti?
5. Piensa en una cueva subterránea, excavada a
través de siglos por el constante gotear del agua.
En la medida en que la Palabra de Dios “gotea” en
tu vida ahora, ¿cuánto tiempo se tomará para
producir un cambio visible?
6. . ¿Qué sería necesario para asegurar que estás
leyendo - y aplicando - la Palabra de Dios
regularmente?
7. ¿Cómo calificarías tu conciencia? (A) Demasiado
insensible, (B) Demasiado sensible, (C)
Exactamente correcta.
8. . “Cuando yo sé que he pecado”, dice el autor, “la
salida no es complicada - s¬ólo difícil” (Página ).
¿Por qué es difícil orar pidiendo a Dios liberación?
9. “La oración cambia las cosas” anuncia un rótulo
muy conocido. ¿De qué maneras has visto que eso
es cierto en tu vida?
Lectura Recomendada
Tabletalk, una guía mensual para el estudio bíblico
publicada por Ligonier Ministries, 400 Technology Park,
Suite 150, Lake Mary, Florida, 32746, 1-800-435-4343)
Daily Walk, una guía mensual para el estudio bíblico
publicada por Walk Thru the Bible Ministries, P.O. Box
478, Mt. Morris, IL 61054-9887.
Daily Readings from J.C. Ryle, copilado por Robert
Sheehan (Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical
Press, 1982)
How to Pray Effectively por Wayne Mack (Phillipsburg,
NJ: Presbyterian & Reformed Publishing Co., 1977)
Honesty, Morality & Conscience by Jerry White
(Colorado Springs, CO: NavPress, 1977)

Capítulo 6

LAS HERRAMIENTAS DEL


OFICIO (II)
Por Robin Boisvert.

En el anterior capítulo exploramos tres de las


herramientas principales - la Escritura, la conciencia, y
la oración - que usa el Espíritu Santo para llevar a cabo
nuestra santificación. Pero nos quedan por lo menos
seis importantes medios. Para poder responder a la
obra santificadora del Espíritu, debemos
familiarizarnos con estas otras herramientas esenciales
del oficio.
Negarte a Ti Mismo y una Vida de Discipulado
Hace algunos años la compañía Fritos introdujo un
‘chip’ extremadamente picante. Traté de disimular mi
placer de que, siendo que los niños no los soportaban,
yo no tendría que compartirlos.
En la tienda mis hijos me preguntaban: “Oye, papi,
¿por qué compramos esa clase? ¡A nosotros no nos
gusta!” Yo sé, pensaba yo. Esa es precisamente la
razón.
Después de pocos meses, Fritos descontinuó ese
sabor...sin duda bajo órdenes desde arriba.
Medita en Juan 15:13. ¿Cuál es la medida del
verdadero amor?
El famoso líder cristiano chino Watchman Nee escribió
una vez, “Recordemos que la única razón de todo
malentendimiento, toda inquietud, todo descontento,
es que secretamente nos amamos a nosotros
mismos”.[1] 1 Sólo puedo añadir que con algunos de
nosotros, no es secreto. Podemos tratar de esconder
nuestro egoísmo, pero inevitablemente las burbujas
surgen a la superficie. Mucho mejor es obedecer el
llamado de Jesús y tratar directamente con este amor
de nosotros mismos.
Dirigiéndose a todos, declaró: "Si alguien quiere ser mi
discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada
día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la
salvará." (Lc 9:23-24)
Cada día en la escuela de discipulado de Cristo se
ofrecen nuevas oportunidades para negarse a sí
mismo. ¿Por qué es tan importante está muy olvidada
clave para la vida cristiana? Porque vence el egoísmo,
haciendo posible que amemos a Dios y a los demás.
"Hay dentro de cada uno de nosotros un enemigo que
toleramos para nuestro peligro. Jesús lo llamó ‘vida’ y
‘el yo’, o como diríamos nosotros, la vida del yo.
Permitir que este enemigo viva es, al final, perderlo
todo. Repudiarlo y renunciar a todo por Cristo es no
perder nada al final, sino preservarlo todo para la vida
eterna."[2]
— A.W. Tozer
Una arena en la que el egoísmo se expone muy
rápidamente es el matrimonio. Con frecuencia he
dicho a mi esposa (en chiste sólo a medias), “Cariño, no
es que no te quiera. Mi problema es que me amo a mí
mismo más”. Afortunadamente, Dios nos da una cruz
hecha a la medida para desechar esas actitudes.
No te dejes engañar por la verborrea de los psicólogos
que enseñan que debemos primero aprender a
amarnos a nosotros mismos. Ya de por sí nos amamos
a nosotros mismos demasiado. De hecho, nos damos el
beneficio de la duda en casi toda posible circunstancia.
Culpamos a otros por los conflictos mientras nos
adulamos a nosotros mismos por tener nobles
intenciones. Si sólo extendiéramos a los demás la
misma gracia que nos otorgamos a nosotros
mismos...qué mundo tan maravilloso sería éste.
Para más estudio: ¿Cuál es la suposición fundamental
de la exhortación de Pablo en Efesios 5:28-33?
Cuando Jesús dijo que uno de los requisitos para la vida
eterna era amar al prójimo como a nosotros mismos
no estaba sugiriendo que el amor de sí mismo era de
ninguna manera deficiente. Más bien, estaba diciendo
que amemos al prójimo como ya nos amamos a
nosotros mismos - y eso es amar mucho. Pero no
vendrá naturalmente. Puede ser una de las cosas
menos naturales que hagas. Amar a los demás se logra
sólo cuando practicamos negarnos a nosotros mismos
en el camino del discipulado.
1 Piensa en una persona que conoces bien que tiene
una necesidad específica. ¿Cómo podrías sacrificarte
para servirla durante la próxima semana?
La negación de ti mismo y el amor se cruzan en el
punto de servir. Jesús nos dio el supremo ejemplo
cuando fue a la cruz en nuestro lugar. Ese fue el
supremo acto de servicio sin egoísmo. Pero durante
toda su vida Él puso las necesidades y el bienestar de
los demás antes que los suyos. Ya sea lavando los pies
de sus discípulos o dando de comer a las multitudes,
nuestro Señor dirigió con su ejemplo. En Filipenses 2
Pablo podría señalar la actitud de servicio, de negación
de sí mismo que demostró Jesús como una que todos
los cristianos deben emular.
Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses
sino también por los intereses de los demás. La actitud
de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien,
siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a
Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se
rebajó voluntariamente tomando la naturaleza de
siervo... (Fil 2:4-7)
"El negarse a sí mismo espera a los hijos de Dios a
medida que pasan a sus devociones privadas. Está a la
puerta de testificar y de cualquier otro servicio a
nuestro santo Señor. Es un elemento muy doloroso en
cada lucha por la santidad. Negarse a sí mismo es la
clave para la solución de numerosos interrogantes que
dejan perplejo al creyente de hoy. Un entendimiento
correcto de esta básica exigencia bíblica silenciaría una
hueste de errores sobre el evangelismo, la santificación
y la vida práctica."[3]
— Walter Chantry
Otro libro en esta serie, Disciplines for Life (Disciplinas
para la vida), explica en detalle las diversas maneras
bíblicas en las que podemos practicar una vida de
discipulado. Los ejercicios espirituales como el ayuno,
la oración consistente, y la confesión exigen esfuerzo.
Pero valen la pena; prometen recompensas ahora y en
la vida venidera.
Pruebas en el Camino
Fue uno de los amigos de Job quien correctamente
supuso, “con todo, el hombre nace para sufrir, tan
cierto como que las chispas vuelan” (Job 5:7). Esa ha
sido nuestra suerte desde la caída. Muchas de esas
dificultades, por supuesto, resultan de nuestro propio
pecado e insensatez. En más de una ocasión yo he
trazado un dolor de cabeza a la tensión causada por mi
propia necia persistencia en preocuparme. Cuando
Clara y yo experimentamos fricción en nuestro
matrimonio, es más probable que mi egoísmo sea el
culpable. No debemos sorprendernos cuando
padecemos las consecuencias de nuestro
comportamiento pecaminoso. Sin embargo, el Señor
en su gracia puede usar aún esas consecuencias para
que crezcamos en santidad si nos arrepentimos y
tratamos de aprender de ellas.
¿Pero qué de esas pruebas - esos escenarios como los
de José - por los que no somos responsables? No es
probable que nuestros familiares nos vendan como
esclavos, pero hay momentos cuando los demás pecan
contra nosotros, o cuando padecemos aflicciones sólo
porque vivimos en un mundo caído.
José vio el cuadro completo. Reconoció su eterno
destino y el destino de los que le rodeaban. Como
consecuencia, pudo apreciar la manera en que Dios
soberanamente dirigía las circunstancias de su vida.
Como dijo a sus hermanos, “Es verdad que ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios transformó el mal en
bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la
vida de mucha gente” (Gn 50:20).
Cuando las cosas parecen ir en contra nuestra,
debemos darnos cuenta de que nuestro Padre tiene un
propósito en mente y está primordialmente interesado
en cómo respondemos. De hecho, no es demasiado
decir que Dios trama las dificultades para animarnos a
seguir adelante en dependiente confianza en Él:
Para más estudio: ¿Por qué pidió Dios a Abraham que
sacrificara a Isaac (Génesis 22:1-18)? ¿Qué emociones
crees que experimentó Abraham al obedecer a Dios?
Recuerda que durante cuarenta años el SEÑOR tu Dios
te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y
te puso a prueba para conocer lo que había en tu
corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos. Te
humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó
con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habían
conocido, con lo que te enseñó que no sólo de pan vive
el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del
SEÑOR. (Dt 8:2-3)
¿Quién humilló y probó a los israelitas, llevándolos a un
lugar de hambre? ¿Fue Satanás? No - fue Dios. ¿Por
qué? Para que supieran cuánto necesitaban de una
continua, vital relación con Él. Pausa un momento para
dejar que esto penetre en tu mente: Dios está
preparado a sacrificar tu felicidad temporal para lograr
su eterno y clemente propósito en ti. Como cristiano
genuino, para ti “Es necesario pasar por muchas
dificultades para entrar en el reino de Dios” (Hch
14:22). No confundas con la crueldad o el descuido la
amorosa disciplina de tu Padre.
"Perdemos mucho consuelo en los momentos de
prueba porque tendemos a verlos como evidencia de
que Dios nos ha dejado solos en vez de evidencia de su
paternal disciplina y cuidado. Sin embargo, Hebreos
12:7 dice, “Lo que soportan es para su disciplina, pues
Dios los está tratando como a hijos”. El escritor de
Hebreos no cualificó la dificultad. No sugirió que
algunas dificultades son disciplina de Dios, mientras
que otras quizás no lo sean. Simplemente dijo que
soportaran la dificultad - toda - como disciplina de
Dios. Puedes estar seguro de que cualquier dificultad
que llegue a tu vida de cualquier fuente inmediata,
Dios está en soberano control de ella y la está usando
como un instrumento de disciplina en tu vida."[4]
— Jerry Bridges
José aprendió lo que todos debemos aprender: “que
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo
aman, los que han sido llamados de acuerdo con su
propósito” (Ro 8:28). No algunas cosas, ni tan siquiera
casi todas las cosas. Todas las cosas. Hasta en los casos
de violación o de abuso sexual de un niño o defectos
de nacimiento o enfermedades incurables, el soberano
Dios siempre tiene un plan de redención que llevará a
su mayor gloria.
Para comprender lo que Pablo dice aquí, debemos
enfocarnos en los asuntos de Dios, no en los nuestros.
Su propósito es que seamos conformados a la imagen
de su Hijo. Por tanto, las dificultades o injusticias -
aunque no nos parezcan favorables - cualifican como
“bien” porque sirven para hacernos más como Cristo.
Medita en 1 Pedro 1:6-7. He aquí una nueva manera
de ver el sufrimiento que te ayudará a soportar hasta
las pruebas más difíciles.
Esto no es fácil de aceptar ni de comprender. Yo no te
culparía por preguntar, “Pero, ¿cómo puede Pablo
decir que todas las cosas resultan para mi bien? Veo
que muchas cosas resultan para mi bien, pero muchas
otras parecen ir en contra mía”. Permíteme tratar de
contestar eso con una ilustración.
Antes de la venida de los relojes digitales, el
mecanismo interno de un reloj consistía de varias
ruedas dentadas, unas se movían en una dirección y
otras en la dirección opuesta. A primera vista parecería
improbable que algo útil pudiera resultar de dicho
arreglo. Pero cuando se le daba cuerda al resorte
principal, aunque las ruedas se movieran en dirección
opuesta, todas trabajaban juntas para mover las agujas
del reloj hacia adelante.
Así es con el orden providencial de Dios del universo...y
de nuestra vida.[5] Necesitamos darnos cuenta de que
Dios está tan interesado en nuestro crecimiento
espiritual (santificación) que está dispuesto a sacrificar
nuestra felicidad temporal para asegurarnos las
bendiciones eternas.
2 “De prueba a triunfo” es un tema bíblico consistente.
Usando la cita bíblica junto a cada una de las “pruebas”
de la lista siguiente, escribe la victoria final que cada
uno de estos individuos experimentó.
•Hombre ciego de nacimiento (Juan 9:3)
•Cristianos perseguidos en Jerusalén (Hechos 8:1,4)
•El vientre estéril de Elisabet (Lucas 1:5-7, 13-17)
•La crucifixión de Jesús (Filipenses 2:8-11)
•El llamado a Abraham para sacrificar a Isaac (Génesis
22:15-18)
Es fácil ser cristiano cuando las cosas van bien. Pero en
el calor de las circunstancias difíciles, algunos dudan
poder mantener su lealtad a Cristo. Con frecuencia, de
cristiano joven, yo leía el relato de cuando Pedro negó
a Cristo y me preguntaba si yo algún día haría lo
mismo. Quizás tú has tenido pensamientos parecidos.
Pero el hecho es que Jesús oró por Pedro y a través de
la gracia lo restauró a un lugar de gran utilidad.
La razón por la que perseveramos como cristianos es
porque Dios mismo nos preserva:
Medita en 1 Pedro 1:3-5. Dios mismo promete
protegernos con su poder hasta el final.
La razón por la que perseveramos como cristianos es
porque Dios mismo nos preserva: Mis ovejas oyen mi
voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida
eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá
arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha
dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre
nadie las puede arrebatar. El padre y yo somos uno. (Jn
10:27-30)
Es difícil imaginarse una declaración de protección que
sea más enfática y alentadora.
"Las peticiones de Cristo mandan tal ayuda a la fe que
se mantiene firme hasta en su hora más oscura.
Siempre que nuestra vida cae víctima de las trampas
del diablo como lo fue Pedro, no podemos confiar en
nuestra propia fortaleza, ni tan siquiera en nuestra
propia fe, sino sólo en la fidelidad de Cristo en orar por
sus hermanos débiles. Ese conocimiento trae consuelo.
También trae seguridad de que nada jamás nos
separará del amor de Dios en Cristo."[6]
— Sinclair Ferguson
“La doctrina [de la perseverancia] declara que los
regenerados son salvos a través de la perseverancia en
fe y una vida cristiana hasta el final, y que es Dios quien
los mantiene perseverando”, escribe J.I. Packer.[7] La
Palabra de Dios nos dice que Jesucristo salva “por
completo” a todos los que por medio de Él se acercan a
Dios (Heb 7:25).
Por tanto, todo cristiano puede tener la seguridad de
que perseverará, no por la propia fortaleza ni la
habilidad de ningún individuo, sino porque Dios es fiel
para guardarnos.
El Lugar de la Ley
Los cristianos con frecuencia se confunden acerca del
lugar que tiene la ley de Dios en la santificación. Yo he
oído a algunos proclamar altamente, sin ninguna
cualificación, que la ley ha sido abolida - y que de
buena nos libramos. Y he oído exactamente lo opuesto
de otros cuyo plan para reformar a la sociedad incluye
volver a instituir en su totalidad la ley del Antiguo
Testamento, administrada al igual que la ley islámica es
puesta en vigencia en algunos países islámicos
fundamentalistas hoy. Según lo veo yo, ningún
extremo hace justicia a la enseñanza del Antiguo
Testamento sobre el tema.
Pero antes de pasar más adelante, clarifiquemos lo que
queremos decir con “la ley”. Estoy endeudado con el
teólogo Bruce Milne por la siguiente descripción:
Por “ley” aquí se quiere decir las prescripciones
morales fundamentales del Antiguo Testamento
resumidas en el decálogo [los Diez mandamientos]. Las
leyes ceremoniales del Antiguo Testamento han sido
reemplazadas en el sentido de que Cristo las ha
cumplido; la legislación social del Antiguo Testamento
cesó de ser normativa en el sentido de que la iglesia ha
reemplazado la teocracia de Israel. Los principios
subyacentes de las leyes ceremoniales y sociales tienen
continua relevancia y aplicación.[8]
La definición de Milne representa la destilación de
mucho del bastante razonado estudio teológico. Hace
importantes distinciones entre el uso de la ley ahora y
la manera en que se aplicaba durante la época del
Antiguo Testamento. También toma en cuenta la
absoluta importancia de la persona y obra de nuestro
Señor, cuya venida, aunque de acuerdo a la ley, resultó
en un reconocimiento totalmente nuevo de lo que
significa la ley. La Escritura muestra la transición que
hemos hecho de esclavos de la ley a hijos: “Pero
cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido
de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los
que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos
adoptados como hijos” (Gá 4:4-5).
"La ley nos lleva al evangelio. El evangelio nos salva de
la maldición de la ley pero a su vez nos dirige de nuevo
a la ley en busca de su espíritu, su bondad y su belleza.
La ley de Dios todavía es una lámpara a nuestros pies.
Sin ella tropezamos y caemos y vamos a tientas en la
oscuridad."[9]
— R.C. Sproul
Milne ha refutado a los presuntos reformadores que
buscan institucionalizar las leyes mosaicas, pero
todavía es necesario dirigirnos a los que consideran
que la ley ha sido anulada y cancelada. ¿Es la ley una
ayuda continua o un estorbo pasado de moda?
La inequívoca respuesta a esta pregunta es...las dos
cosas. Si vemos la ley como un medio de aparecer
justos ante Dios (justificación), entonces nos estorbará
para lograr verdadera justificación como los fariseos.
Ellos no vieron que guardar la ley nunca fue con el fin
de justificarnos, ni siquiera bajo el Antiguo Pacto. Por
otro lado, si entendemos el propósito de Dios para la
ley, entonces permanece un medio útil en nuestra
búsqueda de la santificación.
La ley siempre ha representado el carácter de Dios,
reflejando su interés en la santidad. Y los Diez
mandamientos todavía sirven como el eficaz resumen
de las expectaciones morales y éticas que Dios tiene de
la raza humana.
Hagámonos otra pregunta fundamental: ¿Por qué Dios
dio estas “prescripciones morales” en primer lugar? Si
la ley nunca ha tenido el propósito de santificarnos,
¿cuál es su propósito?
Medita en 1 Timoteo 1:8. ¿Cuál es el gran “si” de este
versículo?
Detener el mal. Según la Escritura, la ley se ha
instituido para refrenar la propagación del mal (1Ti 1:9-
11). Debido a que la falta de ley amenaza la santidad
individual y de la sociedad, cierta restricción en ello es
esencial. En este sentido la ley de Dios corresponde a la
ley criminal secular.
Para mostrarnos nuestro pecado. “Entonces, ¿cuál era
el propósito de la ley? Fue añadida por causa de las
transgresiones hasta que viniera la descendencia a la
cual se hizo la promesa” (Gá 3:19). Como dice la
edición New English Bible, la ley fue añadida “para
hacer del mal comportamiento una ofensa legal”, o
sea, para hacer que los hombres estuvieran claramente
concientes de la distinción entre el bien y el mal. O
como dice William Hendriksen, “para producir dentro
de su corazón y su mente un naciente sentido de
culpabilidad.”[10] J.B. Phillips lo expresa bien en su
traducción de la Biblia: “Es el filo recto de la ley lo que
nos muestra cuán torcidos somos” (Ro 3:20). Una vez
que haya expuesto nuestra verdadera naturaleza, la ley
puede lograr su próximo crucial propósito.
Para más estudio: Lee Deuteronomio 4:1. ¿Por qué
redunda para nuestro propio bien obedecer la ley?
Traernos a Cristo. “Antes de venir esta fe”, escribió
Pablo, “la ley nos tenía presos, encerrados hasta que la
fe se revelara” (Gá 3:23). Tratar de cumplir las
exigencias de la ley es una tarea inútil. Y eso, de hecho,
es la verdadera revelación que la ley tiene la intención
de dar. Existe para mostrarnos nuestra condición
pecaminosa, débil y desesperante. “Así que la ley vino
a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo,
para que fuéramos justificados por la fe” (Gá 3:24).
Una vez hayamos magullado nuestra legalista persona
contra las inflexibles exigencias de la ley, estaremos
listos para “volvernos a Dios y a su Hijo Jesucristo
buscando perdón y poder”.[11]
Servir como una guía para una vida santa.. Como las
guardas a lo largo de una carretera, la ley está
diseñada para evitar que nos desviemos del camino.
También clarifica el camino que debemos seguir.
Torah, la palabra hebrea para “ley”, tiene varios
significados, incluso “la clase de instrucción que un
buen padre da a su hijo”.[12] Dios como nuestro Padre
quiere evitarnos dificultades innecesarias. Si queremos
vivir sabiamente, guardaremos su ley.
Una vez venimos a Cristo, nuestra relación con la ley
cambia radicalmente. Nuestro motivo para obedecer
sus decretos ya no es el temor sino la gratitud. Cuando
nos damos cuenta de que el Dios que nos creó, nos
redime, y nos sostiene con inmerecida gracia es digno
de nuestra gozosa obediencia, diremos junto con el
salmista, “¡Cuánto amo yo tu ley!” (Sal 119:97).
3 Amar la ley de Dios es una (Marca todas
cosa; amar las leyes del Tío las que
Sam es otra. ¿Cuál de las apliquen.)
siguientes leyes amabas tú
antes de ser cristiano? ¿Y
ahora?

No- Cristiano
Cristiano

❏ No debes exceder el límite de ❏


velocidad

❏ Debes dar cuenta de todas tus ❏


entradas que están sujetas a
impuesto

❏ No debes vender alcohol a los ❏


menores de edad

❏ Debes usar el cinturón de ❏


seguridad

Los que consideran la ley fuera de moda e irrelevante


posan varias preguntas que valen la pena responder:
“Pero ¿acaso no terminó la ley?”
Sólo como un medio para la justicia. “De hecho, Cristo
es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la
justicia” (Ro 10:4).
“¿No dijo Pablo que no estamos ‘bajo la ley’ (Ro
6:14)?”
Es verdad que ahora estamos bajo la gracia, no la ley,
como la fuerza dominante en nuestra vida. Pero lo que
Pablo quiso decir es que “ya no estamos bajo
condenación por nuestro fracaso en guardar la ley”.[13]
“¿No anuló Jesús la ley?”
Absolutamente no. “No piensen que he venido a anular
la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a
darles cumplimiento” (Mt 5:17). “Lo que Jesús
destruyó”, escribe J.I. Packer, “eran inadecuadas
exposiciones de la ley, no la ley en sí (Mt 5:21-48; 15:1-
9; etc.). Al dar exposiciones más ciertas, Él en realidad
volvió a publicar la ley”.[15] 14 Jesús clarificó el espíritu
de la ley, diciendo en efecto, “No adulterio, ni siquiera
en pensamiento. No asesinato, ni siquiera odio”.
¿Es la ley obligatoria para el cristiano?... ‘No’ en el
mismo sentido en que nuestra aceptación ante Dios no
depende de ella. Cristo en su muerte cumplió
totalmente con las exigencias de la ley, de modo que
nosotros somos liberados de ella. Ya no tiene ningún
derecho en nosotros. Ya no es nuestro Amo. ‘Sí’ en el
sentido de que nuestra nueva vida todavía es una
esclavitud. Todavía ‘servimos’. Todavía somos esclavos,
aunque hemos sido dados de alta de la ley. Pero el
motivo y los medios de nuestro servicio han sido
alterados. ¿Por qué servimos? No porque la ley sea
nuestra ama y tengamos que hacerlo, sino porque
Cristo es nuestro esposo y queremos hacerlo. No
porque la obediencia a la ley lleva a la salvación, sino
porque la salvación lleva a la obediencia de la ley. La
ley dice, Haz esto y vivirás. El evangelio dice, Tú vives,
de modo que haz esto. El motivo ha cambiado.[14]
— John R.W. Stott

Es gran privilegio del cristiano estar libre de la ley. Sin


embargo, no debemos interpretar esto como un
comentario despectivo de la ley. La culpa no está en la
ley sino en nosotros; es débil porque nuestra carne es
débil. Pero afortunadamente, lo que nosotros no
pudimos hacer, Dios lo hizo por nosotros.
En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la
naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios
envió a su propio Hijo en condición semejante a
nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera
en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado
en la naturaleza humana, a fin de que las justas
demandas de la ley se cumplieran en nosotros, pues no
vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el
Espíritu. (Ro 8:3-4)
Medita en Romanos 10:4. Por medio de nuestra unión
con Cristo hemos cumplido totalmente con los justos
requisitos de la ley.
Podemos resumir nuestra discusión como sigue: La ley
todavía está en efecto y tiene un propósito valioso,
pero a través de Cristo nuestro estado bajo la ley ha
cambiado para siempre. El papel de Dios en nuestra
vida ahora es principalmente el de Padre, no Juez.
Cuando pecamos lo entristecemos y somos
disciplinados, pero no somos repudiados. Su trato con
nosotros ahora es el amor castigador de un padre, no
la desaprobación legal de un juez.
La Iglesia
La vida cristiana es ineludiblemente corporativa. La
idea de un hombre santo o de una mujer santa aparte
de una iglesia santa es ajena al Nuevo Testamento. Sin
embargo una gran mayoría de norteamericanos hoy
creen que pueden servir a Dios con igual eficacia
aparte de la comunidad de creyentes. En las palabras
de un participante en una encuesta de Gallup, “Yo soy
mi propia iglesia”.
Una de las desafortunadas consecuencias del “robusto
individualismo” norteamericano es una vena que evita
a muchos formar las relaciones duraderas que
caracterizan a la iglesia. La resistencia a
comprometerse en nombre de la libertad resulta en un
mal desarrollado crecimiento espiritual.
Luego está el temor que paraliza a la gente el
momento en que considera participar en la iglesia:
“¿Y qué si se dan cuenta de cómo en realidad soy?”
“Todos menos yo tienen su vida en orden”.
“Yo no soy como todos los demás”.
Yo he oído tantos comentarios como éstos que puedo
decir con confianza que todos los miembros de las
iglesias tienen (o han tenido) pensamientos parecidos.
La respuesta a esos temores es que la iglesia se
compone de personas imperfectas que, con la ayuda
de Dios, están aprendiendo a seguirlo. Nadie ya “ha
llegado”. ¿Eres imperfecto? ¡Excelente! Cabrás muy
bien.
"La Biblia no sabe nada de solitaria religión. Caballero,
¿usted desea servir a Dios e ir al cielo? Recuerde, usted
no puede servir a Dios solo. Por lo tanto debe buscar
compañeros o hacerlos."
— John Wesley
El egoísmo es otro problema que mantiene a la gente
asilada de la hermandad de la iglesia. Algunos son
demasiado ensimismados como para molestarse con
interesarse por ninguna otra persona. Pero el simple
hecho es que nos necesitamos los unos a los otros.
“Uno no puede decir ser cristiano”, escribe Charles
Colson, “y al mismo tiempo decir que vive fuera de la
iglesia. Hacerlo así es en el mejor de los casos
hipocresía - en el peor de los casos, blasfemia”.[16] La
santificación sólo se puede desarrollar en el contexto
de la comunidad cristiana.
No hay substituto para el aliento y la admonición que
vienen de los fieles hermanos en la iglesia. El Nuevo
Testamento contiene treinta pasajes con “unos a los
otros” mostrando la importancia de las vidas
compartidas. Además, todos nos beneficiamos de las
personas que demuestran fe en acción, enseñándonos
así cómo ser buenos esposos, esposas, padres, amigos,
o trabajadores. Como se mencionó en el capítulo
anterior, es muy importante formar parte de un grupo
pequeño donde uno puede conocer y ser conocido.
Para más estudio: Lee 1 Tesalonicenses 5:4-11. ¿Cómo
es que el último versículo en este pasaje refuerza el
llamado de Pablo a vivir como “hijos de la luz”?
Además de todo esto, es a la Iglesia que Cristo ha dado
los dones de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores
y maestros. ¿Por qué? Para preparar a los santos para
que los santos puedan cumplir con la obra del
ministerio al que son llamados (Ef 4:11-13). Dios da
dirección espiritual para los cristianos dentro de la
iglesia local. Es en la iglesia que recibimos cuidado
pastoral y somos preparados para servir. Podemos dar
gracias a Dios por los ministerios de apoyo a la iglesia y
el bien que hacen, pero no son indispensables. La
Iglesia sí lo es.
4 ¿Cuáles son dos (¡por lo menos!) de los beneficios
“indispensables” que tú has recibido por participar en
una iglesia local?
Los sacramentos
Si creciste asistiendo a los cultos de la iglesia,
probablemente conoces muy bien los sacramentos.
Aunque las tradiciones cristianas no están de acuerdo
con el número o la práctica de los sacramentos, hay
dos - bautismo y comunión - que siempre se han
considerado como distintivamente cristianos y
centrales a la vida de la Iglesia. Estos dos son
igualmente esenciales en la vida de cada creyente.
Un sacramento en realidad es una promesa de Dios
puesta en acción ante nuestros ojos.[17] Se nos dice que
nuestros pecados han sido lavados por la sangre del
Cordero. Pero luego se nos invita a dar evidencia de
nuestra fe en esa promesa al seguir a Cristo por medio
de las aguas del bautismo. De igual manera, se nos
promete vida eterna y hermandad con Jesús, y luego se
nos permite tener comunión con Él cuando recibimos
la propia cena del Señor.
No hay ninguna magia en estos actos. El bautismo no lo
hace a uno cristiano. Más bien, sólo los cristianos
cualifican para ser bautizados. Ni tampoco se imparte
gracia salvadora a través de la comunión. Sin embargo
Cristo está presente por su Espíritu cuando recordamos
su cuerpo inmolado y su sangre derramada.
Estas ordenanzas tienen gran valor para nuestra
santificación. Son vívidos recordatorios experimentales
de las grandes verdades de la fe cristiana - nuestra
redención a través de la obra consumada de Jesucristo
y de nuestra inmanente comunión con Él hasta que
vuelva por nosotros. O, como lo dice Sinclair Ferguson,
traen “nueva realización de nuestra unión y comunión
con Cristo. Nos señalan hacia atrás a su fundamento y
hacia adelante a su consumación en gloria”.[18] Los
sacramentos mantienen estas verdades al frente y en
el centro, ayudándonos a mantenernos firmes, lo que
es esencial para el crecimiento espiritual.
Alabanza y Adoración
Hace poco asistí a una conferencia sobre
asesoramiento bíblico. Aunque la oración de apertura
estaba lejos de ser superficial, ninguno de nosotros nos
sentimos particularmente movidos. Sin embargo, la
sesión del día siguiente comenzó con alabanza. Esta
vez cuando el dirigente oró antes de comenzar su
mensaje, la alabanza verbal, las manos levantadas y un
“Amén” aquí y allá acompañaron cada una de sus
frases. ¿Cuál fue la diferencia? La alabanza nos había
dirigido el corazón hacia arriba y nos había ablandado
hacia el Espíritu de Dios.
Para más estudio: ¿Qué vio el siervo de Eliseo cuando
Dios levantó su vista por encima de sus circunstancias?
(2R 6:15-17)
Entre nuestros grandes privilegios como cristianos,
ninguno es más grande que el privilegio de alabar. Su
poder para restaurar la perspectiva apenas se puede
sobreestimar. Cuán fácil es en este mundo caído
ponerse “fuera de tono”, perder la conexión con la
grandeza y misericordia de Dios. La confianza en sí
mismo por un lado y el desánimo por otro puede evitar
que veamos a nuestro Señor exaltado. Pero cuando
comenzamos a alabar...cuando su Espíritu nos levanta
los ojos para contemplar de nuevo la majestad y
maravilla de Dios...se nos vuelve a poner en contacto
con las realidades eternas. También al magnificar a
Dios invariablemente nos humillamos, y eso nos pone
en una posición perfecta para recibir gracia. Todos
haríamos bien en hacer eco al escritor del himno que
dijo, “Ven Tú Fuente de toda bendición, entona mi
corazón para cantarte mi adoración”.
5 Toma uno o dos minutos para leer Salmo 77 y luego
contesta las siguientes preguntas:
•¿Cómo es que el corazón del salmista está fuera de
tono (v. 2,4,7-9)?
•¿Cómo trata él con sus dudas (v.10-12)?
•¿Cómo es que la adoración cambia su opinión de Dios
(v. 13-20)?
El Salmo 95 nos da un maravilloso patrón para alabar y
un entendimiento del papel de la alabanza en la
santificación:
Vengan, cantemos con júbilo al SEÑOR; aclamemos a la
roca de nuestra salvación. Lleguemos ante él con
acción de gracias, aclamémoslo con cánticos. Vengan,
postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el
SEÑOR nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios y
nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un
rebaño bajo su cuidado! Si ustedes oyen hoy su voz, no
endurezcan el corazón...(Sal 95:1-2,6-8)
Después de invitarnos a cantar, a aclamar, a agradecer,
y a exaltar, el salmista nos insta a inclinarnos en
adoración. También nos advierte que no
endurezcamos el corazón cuando oigamos la voz de
Dios. La conexión no es simplemente coincidental: Dios
con frecuencia habla a nuestro corazón mientras
adoramos. Él nos habla de su majestad, su soberanía
sobre nuestra vida, su cuidado providencial de
nosotros, y muchas otras cosas maravillosas. También
puede revelar áreas específicas en las que necesitamos
cambiar o aventurarnos a nuevas esferas. Si no
escuchamos, o si endurecemos el corazón como lo hizo
Israel tan frecuentemente durante su andar por el
desierto, arriesgamos el disgusto y la disciplina de Dios.
El combustible para la adoración es una verdadera
visión de la grandeza de Dios; el fuego que hace que el
combustible arda candente es el avivamiento del
Espíritu Santo; la caldera hecha viva y tibia por la llama
de la verdad es nuestro espíritu renovado; y el calor
que resulta de nuestros afectos es la poderosa
adoración, que penetra en nuestras confesiones,
añoranzas, aclamaciones, lágrimas, cantos, gritos,
cabezas inclinadas, manos levantadas y vidas
obedientes.[19]
— John Piper
Como pastor, me doy perfecta cuenta de las luchas con
las que se enfrenta la gente a través de la semana, y de
mis propias limitaciones para ayudarles. Pero cuando
nos reunimos como iglesia para adorar los domingos
por la mañana, puedo ver cómo consistentemente Dios
usa estos momentos para pastorear a su pueblo. Los
desanimados, los solitarios, y los temerosos todos
encuentran las fuertes y tiernas manos de Dios ahí para
sostenerlos a medida que lo adoran.
No creo que haya una estrategia pastoral más eficaz
para ayudar a las personas que dirigirlas al lugar donde
Dios mismo pueda ministrarles. En el lugar de la
adoración, la vida cambia.
Discusión Grupo
1. ¿Cuál es una cosa especialmente sacrificante que
tú has hecho por otra persona?
2. . “Ya, de por sí, nos amamos a nosotros mismos
demasiado”, dice el autor. (Página ) ¿Tú estás de
acuerdo o no?
3. Describe una prueba que experimentaste que llegó
a redundar para bien.
4. ¿Qué beneficios específicos pueden resultar de las
pruebas con que te enfrentas ahora mismo?
5. ¿Este capítulo cambió la manera en que piensas de
la ley? Explica.
6. ¿Qué es lo que la ley nunca tuvo la intención de
hacer? (Página 75)
7. En respuesta a tu invitación para asistir a la iglesia,
tu vecino dice (con una pizca de arrogancia), “Yo
soy mi propia iglesia”. ¿Cómo le responderías?
8. Lee en voz alta la cita de John Piper que se
encuentra en esta página. ¿Por qué las vidas
obedientes son un resultado natural de la
adoración?
Lectura Recomendada
Disciplines for Life por C.J. Mahaney and John Loftness
(Gaithersburg, MD: Sovereign Grace Ministries, 1992)
Trusting God por Jerry Bridges (Colorado Springs, CO:
NavPress, 1988)
The Body por Charles Colson and Ellen Santilli Vaughn
(Dallas, TX: Word, Inc., 1992)
Desiring God por John Piper (Portland, OR: Multnomah
Press, 1986)
In the Shadow of the Cross: Studies in Self-Denial por
Walter J. Chantry (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1981)
Referencias
1. ↑ Watchman Nee, The Release of the Spirit
(Coverdale, IN: The Sure Foundation, 1965), p. 16.
2. ↑ A.W. Tozer, The Pursuit of God (Camp Hill, PA:
Christian Publications, Inc., 1982), pp. 22-23."
3. ↑ Walter Chantry, The Shadow of the Cross
(Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1981), p. 7.
4. ↑ Jerry Bridges, Transforming Grace (Colorado
Springs, CO: NavPress, 1991), p. 182.
5. ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans 8:17-39: The
Final Perseverance of the Saints (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishing House, 1975), pp. 169-170.
6. ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle, PA:
The Banner of Truth Trust, 1989), p. 174.
7. ↑ J.I. Packer, Concise Theology (Wheaton, IL:
Tyndale House, 1993), p.242.
8. ↑ Bruce Milne, Know the Truth (Leicester, England:
InterVarsity Press, 1982), p. 153, nota.
9. ↑ R.C. Sproul, “The Law of God” en Tabletalk, April
1989.
10. ↑ William Hendriksen, New Testament
Commentary: Galatians (Grand Rapids, MI: Baker
Book House, 1968), p. 140.
11. ↑ J.I. Packer, The Ten Commandments
(Wheaton, IL: Tyndale House, 1977), p. 12.
12. ↑ Idem., p. 16.
13. ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace
(Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989),
p. 225.
14. ↑ John R.W. Stott, Men Made New (Grand
Rapids, MI: Baker Book House, 1966, 1984), pp. 65-
66.
15. ↑ J.I. Packer, The Ten Commandments, pp. 17,
18.
16. ↑ Charles Colson y Ellen Santilli Vaughn, The
Body (Dallas, TX: Word, Inc., 1992), p. 70.
17. ↑ David Powlison, Dynamics of Biblical
Change, programa de clase (Laverock, PA: Christian
Counseling and Educational Foundation, 1993), p.
5.
18. ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality: Five
Views of Sanctification, Donald L. Alexander, ed.
(Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), p.
74.
19. ↑ John Piper, Desiring God (Portland, OR:
Multnomah Press, 1986), p. 66.
Capítulo 7

VIVIR PARA ESE DÍA


FINAL
Por C.J. Mahaney.

¿Cuándo fue la última vez que oíste un sermón sobre el


infierno? El cielo es un tema mucho más popular, pero
aún eso se ignora en estos días. La tendencia en la
predicación contemporánea es enfocarse no en
nuestro eterno futuro, sino en nuestras presentes
“necesidades percibidas”. Y aunque pueda que esos
mensajes atraigan a las multitudes, no logran
desarrollar madurez ni dar formación a la Iglesia.
Escucha esta excelente observación por Darius Salter
de su libro What Really Matters in Ministry:
Ha sucedido algo sorprendente entre los cristianos
occidentales. Muchos de nosotros habitualmente
pensamos y nos comportamos como si no hubiera
eternidad - o como si lo que hacemos en esta vida
presente no tuviera nada que ver con la
eternidad...Vivir ajenos a la eternidad nos hace
expertos en lo insignificante y novatos en lo
significante. Podemos nombrar esa melodía, nombrar a
los jugadores de fútbol, nombrar el estreno de la
película de tal actor, nombrar el principal producto de
exportación de tal país, y detallar las diferencias entre
modelos de computadoras o tipos de automóviles.
Ninguna de estas cosas es mala, por supuesto, pero es
ciertamente revelador cuando consideramos que la
mayoría de los cristianos, cuanto menos el público en
general, ni siquiera tiene una idea correcta de lo que la
Biblia dice que nos sucederá después de morir. Nuestra
asignatura principal es lo momentáneo y la secundaria
es lo trascendental.[1]
— Randy Alcorn
La falta de raíces en lo eterno puede ser el mayor
defecto de la predicación evangélica que atrae a
grandes números de personas...El principal propósito
de predicar no debe ser acumular beneficios en esta
vida para los feligreses sino preparar a los individuos
para que comparezcan ante la presencia de Cristo. No
hay propósito ni motivación más grande que saber que
todos nosotros nos dirigimos a la eternidad, y muy en
breve.[2]
Si alguien fue enraizado y motivado por lo eterno, éste
fue Pablo. Sin descuidar las necesidades prácticas de
aquellos a quienes servía, él constantemente llamaba
la atención de ellos a la vida que estaba por venir. Y
nos dice por qué en su segunda Epístola a los Corintios:
“Porque es necesario que todos comparezcamos ante
el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le
corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho
mientras vivió en el cuerpo” (2Co 5:10).
Este versículo revela uno de los incentivos más
apremiantes de la Escritura - y el que se pasa por alto
con más frecuencia - para la santificación. Habla de un
día cuando seremos juzgados por la manera en que
hemos vivido como respuesta a la gracia de Dios. A
base de esa evaluación, Cristo dará a cada creyente “lo
que se merece”. Uno no necesita meditar mucho
tiempo sobre las implicaciones de ese versículo para
desarrollar un apetito para llevar una vida santa.
Tenemos una vida corta en la que podemos determinar
nuestras recompensas eternas...o nuestra pérdida
eterna. Es esta urgencia que Pablo buscaba impartir a
las iglesias a las que servía.
Vivir Según un Calendario de Dos Días
De modo que, como prisionero para el Señor, te
recomiendo encarecidamente que lleves una vida
digna del llamado que has recibido. (Ef 4:1)
Para más estudio: Lee Efesios 2:6-7. ¿Cuál dice Pablo
que es el propósito del llamado de Dios en nuestra
vida?
Todo cristiano genuino ha recibido un llamado de Dios.
Este llamado fue concebido en la eternidad pasada.
Antes de crear el mundo, Dios ya nos había escogido
para ser suyos (Ef 1:4). En el momento de nuestra
regeneración experimentamos el efecto de esa
decisión. Esto no es un resultado del esfuerzo humano,
ni tampoco es una recompensa por las buenas obras -
es totalmente una obra de gracia. Sin embargo, en
respuesta al llamado de Dios tenemos la
responsabilidad de vivir de cierto modo.
Este es un asunto que con frecuencia se entiende mal,
así que por favor síguelo con cuidado: Nunca fuimos ni
nunca seremos dignos de su llamado. Pablo no nos
está exhortando a que de alguna manera
cualifiquemos para nuestro llamado. Eso sería
imposible y sería una negación de la gracia. Él lo
describe a los efesios como un llamado “que Dios nos
dio” - no algo que ellos habían logrado. “Las riquezas
de la gracia que Dios nos dio en abundancia” (Ef 1:7-8)
incondicional y libremente por medio de la elección, la
adopción, la redención, y la regeneración.
Medita en 2 Tesalonicenses 1:11. Nos da gran
seguridad saber que las expectaciones de Dios de una
vida digna se cumplen porque Él nos da el poder para
vivir según lo exige ese llamado.
Todo cristiano necesita cultivar una confianza de y
seguridad en este llamado. No obstante es nuestro
privilegio y responsabilidad construir sobre ese
fundamento por medio del proceso de santificación.
Como Pablo dijo de sí mismo, “Pero por la gracia de
Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no
fue infructuosa” (1Co 15:10). Habiendo recibido un
llamado del que no éramos dignos, ahora somos
responsables de vivir como dignos de ese llamado.
Pablo vivía intensamente consciente de que todos
nosotros un día apareceríamos ante Cristo para dar
cuenta de la manera en que hemos respondido a su
llamado. Pero para algunos esto quizás parezca una
contradicción. Si Cristo nos ha perdonado y nos acepta,
¿de qué se trata esto de un juicio?
1 Lee la segunda mitad del versículo mencionado
arriba (1 Corintios 15:10). ¿Cómo describe Pablo el
efecto que tuvo la gracia en él?
❏Lo hizo sentirse mejor sobre sí mismo
❏Le ayudó a relajarse en vez de sentirse presionado
❏Lo aseguró de la aceptación de Dios
❏Le evitó esforzarse
❏Lo motivó a trabajar duro para el reino
Como cristianos, no seremos juzgados por nuestros
pecados en el día del juicio. Jesucristo ya ha sido
juzgado en nuestro lugar. Por su expiatorio sacrificio a
favor nuestro ya hemos sido salvados de la ira de Dios.
“Y ahora que hemos sido justificados por su sangre [de
Cristo],¡con cuánta más razón, por medio de él,
seremos salvados del castigo de Dios!” (Ro 5:9; ve
también Ro 8:1).
Pero ¿seremos juzgados por las obras que hemos
hecho - o que hemos dejado sin hacer - desde la
conversión? Definitivamente. Todos nosotros daremos
cuenta a Dios y nuestra vida será evaluada. Pablo
presenta esto en términos muy vívidos:
Medita en Job 34:11-12. ¿Cómo es que las
recompensas - tanto buenas como malas - revelan la
justicia de Dios?
Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea
con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno
y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del
juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a
conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de
cada uno...pero si su obra es consumida por las llamas,
él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa
por el fuego. (1Co 3:12-13,15)
Para más estudio: ¿Qué apremiante motivación
tuvieron en común Moisés y Jesús? (Lee Hebreos
11:26, 12:2)
Es crítico que captemos esta distinción. Aunque
nuestra reconciliación con Dios ha sido asegurada,
nuestras recompensas (o pérdida de las mismas) serán
determinadas por el punto hasta el que hemos
buscado la santidad en respuesta a su llamado. No es
que Dios esté obligado a recompensarnos - esto,
también, es un acto de pura gracia, como Jerry Bridges
tan bien lo describe:
Esta es una asombrosa historia de la gracia de Dios.
Dios nos salva por su gracia y por su gracia nos
transforma más y más en la semejanza de su Hijo. En
todas nuestras pruebas y aflicciones, Él nos alienta y
nos fortalece con su gracia. También nos llama por
gracia a desempeñar nuestra propia y única función
dentro del Cuerpo de Cristo. Luego, de nuevo por
gracia, da a cada uno de nosotros los dones
espirituales necesarios para cumplir con su llamado. A
medida que lo servimos, Él hace ese servicio aceptable
a sí mismo por gracia, y luego nos recompensa cien
veces por gracia.[3] Pero yo creo que es seguro decir
que la mayoría de los cristianos tiene la actitud que
dice que si tan sólo logro pasar por la taquilla ya me las
he arreglado para la eternidad. Suponen que todos
terminarán en los “asientos generales”. Pero eso
simplemente no es bíblico. La Escritura enseña
claramente que las recompensas variarán. Pasar por
alto esta verdad es descuidar uno de los principales
incentivos para la santificación.
Habrá grandes recompensas, menores recompensas, y
- para algunos - ninguna recompensa. Por lo tanto
habrá mucha diversidad, aunque todos compartiremos
de la bendición del mundo venidero. Tal es la gracia y
justicia del buen Señor.[4]
J. Rodman William
Martín Lutero dijo que sólo había dos días en su
calendario: “hoy” y “aquel Día”.[5] Cada día nos acerca
más a ese Día. Será un día de regocijo sin paralelo
cuando veamos a nuestro Señor cara a cara. Pero
también será un día de intenso escrutinio y examen. Y
como explica Randy Alcorn, “Somos nosotros, por
virtud de las decisiones que tomamos cada hora y cada
día, quienes determinaremos lo que suceda en ese
día”.[6]
Dios preguntará: “En vista de lo que has recibido, en
vista de la gracia que yo te extendí a pesar de tu falta
de mérito, ¿dónde invertiste tu vida? ¿Cuáles fueron
tus prioridades y valores? ¿Me serviste o me usaste?
¿Llevaste una vida digna de tu llamado?” De nuevo,
nuestras respuestas a esas preguntas no determinarán
nuestra reconciliación con Dios, pero tendrán todo que
ver con si recibiremos o no las recompensas que Dios
con tanta ansiedad desea darnos.
Medita en Efesios 5:16. ¿A qué crítico “hábito de
estudio” nos anima este versículo?
En su excelente libro Money, Possessions and Eternity,
Randy Alcorn escribe sobre este tema que tan
raramente se considera hoy día. Yo encuentro su
perspectiva útil en extremo y muy motivadora:
El cielo será un lugar maravilloso. Pero lo que rara vez
consideramos es que en el punto de entrada al cielo la
Escritura claramente nos dice que hay un juicio de los
creyentes que determinará por toda la eternidad
nuestro lugar o estado en el cielo...la Escritura
simplemente no enseña lo que la mayoría de nosotros
parece dar por sentado-que el cielo nos transformará a
todos en seres iguales con posesiones iguales y
responsabilidades iguales y capacidades iguales. No
dice que nuestra vida anterior carecerá de eterna
importancia. Dice exactamente lo opuesto...
Se nos ha dado justa advertencia de que a cada uno de
nosotros nos espera, al final del curso, un examen final.
Será administrado por el director más justo y más
estricto del universo. Cuán en serio tomamos esta clara
enseñanza de la Escritura se demuestra con cuán en
serio nos estamos preparando para ese día.
Cuando tomamos nuestras clases en la universidad nos
preguntamos a nosotros mismos y a otros sobre el
profesor: “¿Cómo son sus exámenes? ¿Toma
asistencia? ¿Es estricto para calificar? ¿Qué espera en
las composiciones?” Si voy a salir bien en la clase, debo
saber lo que el instructor espera de mí. Debemos
estudiar el programa de clase, la Palabra de Dios, para
saber las respuestas a estas preguntas. Y cuando las
sabemos, debemos tener cuidado de trazar nuestra
vida de acuerdo a ellas - en vista del largo mañana.[7]
2 ¿Cómo podría el examen final de Dios ser diferente a
los procesos de prueba comunes en las universidades
hoy?
❏No se nos calificará en una curva
❏No podremos hacer trampa
❏No podremos apelar la nota
❏No podremos estudiarlo todo a última hora
❏Todo lo anterior
El regreso de nuestro Señor era un día que Pablo
anticipaba añorante. Nosotros deberíamos hacer lo
mismo. Seguros en el hecho de que estamos
justificados ante Él, debemos dedicarnos a las buenas
obras que Él ha preparado de antemano, cumpliendo
su eterno propósito en el contexto de la iglesia local.
Entonces podremos compartir la confianza de Pablo de
que “me espera la corona de justicia que el Señor, el
juez justo, me otorgará en aquel día” (2Ti 4:8). Pero las
coronas cuestan mucho. Pablo había vivido digno de su
llamado. Ahora veamos a alguien que no lo hizo.
Resuelvo, nunca hacer nada que temería hacer si esa
fuera la última hora de mi vida.[8]
— Jonathan Edwards
El Tonto Más Sabio
Examinar la vida privada de figuras prominentes puede
hacernos reflexionar mucho. Después de estudiar cien
de los líderes mejor conocidos de la Escritura, el autor
Robert Clinton encontró que menos de 25% de ellos
terminó el curso de la vida con su reputación y su
liderazgo intactos. Quizás el más trágico de esos
fracasos fue Salomón.
Salomón comenzó con tanto potencial y promesa.
Pronto después de nacer, el profeta Natán anunció que
Dios tenía un nombre específico y especial para él:
Jedidías, que quería decir “amado por Dios” (2S 12:25).
Cada vez que alguien usaba su apodo especial era un
nuevo recordatorio del afecto de Dios. (Nos podemos
imaginar que a los hermanos de Salomón a veces se les
hacía difícil crecer a su lado.)
Como el sucesor de David, Salomón heredó el trono de
un próspero reino. Al principio demostró genuina
humildad. Una noche después de ofrecer mil
holocaustos, Dios se le apareció en un sueño y le dijo,
“Pídeme lo que quieras”. Salomón, consiente de sus
limitaciones como también de sus responsabilidades,
respondió, “No soy más que un muchacho, y apenas sé
cómo comportarme...te ruego que le des a tu siervo
discernimiento para gobernar a tu pueblo y para
distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién
podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?” (1R 3:7-9).
Dios se agradó tanto con la petición que prometió
hacer a Salomón el hombre más sabio (aparte de Jesús)
de la historia y prosperarlo y honrarlo sobre todos los
demás reyes. Con la unción de Dios, Salomón pudo
dirigir a Israel hacia una prosperidad sin antecedente ni
paralelo.
Para más estudio: Lee Hebreos 6:7-8. ¿Qué será de la
persona que absorbe la gracia de Dios sin dar ningún
fruto?
Pero en el análisis final, Salomón desperdició su
llamado. No estamos preparados para la evaluación
final que la Escritura hace de su vida:
Entonces el SEÑOR, Dios de Israel, se enojó con
Salomón porque su corazón se había apartado de él...el
SEÑOR le dijo: Ya que procedes de este modo, y no has
cumplido con mi pacto ni con los decretos que te he
ordenado, puedes estar seguro de que te quitaré el
reino y se lo daré a uno de tus siervos. (1R 11:9,11)
¿Qué sucedió? ¿Cómo podía un hombre con el singular
llamado de Salomón acarrearse para sí una disciplina
tan fuerte? La Biblia no nos deja especulando: “Sus
mujeres le pervirtieron el corazón...y no siempre fue
fiel al SEÑOR su Dios como lo había sido su padre
David” (1R 11:4). Aunque amado, llamado, y
singularmente dotado por Dios, Salomón desarrolló un
patrón de desobediencia que lo llevó a su gradual
deterioro espiritual. Faltó en obedecer su propio sabio
consejo: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida” (Pr 4:23).
3 Salomón dejó que sus muchas esposas apartaran su
corazón del buen camino (1 Reyes 11:3). ¿Hay algo que
evite que tu corazón esté totalmente dedicado al Señor
tu Dios?
En la misericordia de Dios, Salomón se arrepintió antes
de morir. Pero el perdón de Dios no pudo aliviar la
agonía de remordimiento cuando meditaba en lo que
su vida pudo y debió haber sido.
Sus reflexiones se encuentran en el libro de Eclesiastés,
las dolorosas memorias de un viejo que se dio cuenta
que había pasado mucha de su vida en vano. Antes que
vivir digno de su llamado, Salomón fue tras toda forma
de placer personal (Ec 2:10) y encontró que no ofrecía
lo que anunciaba. Hay mucho que podemos aprender
de sus palabras finales:
El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo.
Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos,
porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará
toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto.
(Ec 12:13-14)
Medita en Hebreos 6:11-12. Un adelanto en la carrera
de la fe no es garantía de éxito; lo que vale es cómo la
termines.
Mientras Salomón se preparaba para morir, yo creo
que estaba dolorosamente conciente de que no oiría
las palabras “Hiciste bien” del capítulo 19 de Lucas.
Sólo los que han hecho bien las oirán. Pero su vida ha
sido preservada como una advertencia para que
podamos evitar una experiencia similar. No hay razón
para que nosotros terminemos nuestra vida con
remordimiento. Al dedicar nuestra vida al proceso de
la santificación, podemos probar ser más sabios que
Salomón.
Cómo Hacer las Preguntas Correctas
Un día estaremos ante Dios - no en grupo, sino solos.
Entonces Él evaluará todo lo que ha sucedido en
nuestra vida desde la conversión. La Escritura nos da
una imagen de ese momento: “Él sacará a la luz lo que
está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las
intenciones de cada corazón. Entonces cada uno
recibirá de Dios la alabanza que le corresponda” (1Co
4:5).
En los términos más gráficos, en el día del juicio Dios
preguntará, ‘¿Qué hiciste?’ Él no preguntará, ‘¿Qué te
sucedió?’[9]
— David Powlison
Dios anhela presentar recompensas eternas a cada uno
de nosotros. Para hacer esto posible, Él nos ha llamado
y nos ha regenerado, ha preparado buenas obras para
que nosotros andemos en ellas, y nos ha puesto en la
iglesia local donde podemos aplicar y obedecer la
enseñanza bíblica. Sin embargo, debemos estar
concientes de que Él es un Dios justo...y que califica
objetivamente. Cuando venga ese día, no habrá una
segunda oportunidad.
Medita en 1 Corintios 3:8. ¿Puedes encontrar la frase
en este versículo que indica cómo seremos
recompensados?
La historia nos habla de un individuo que recibió una
segunda oportunidad, más o menos. Randy Alcorn
relata la historia:
Alfred Nobel era un químico suizo que hizo su fortuna
al inventar la dinamita y otros poderosos explosivos,
que fueron comprados por los gobiernos para producir
armas. Cuando murió el hermano de Nobel, un
periódico accidentalmente imprimió el obituario de
Nobel por equivocación. Fue descrito como un hombre
que se hizo rico al hacer posible que la gente se matara
unos a otros en cantidades sin precedente.
Desconcertado por este juicio, Nobel resolvió usar su
fortuna para recompensar los logros que beneficiaran
a la humanidad, incluso lo que ahora conocemos como
el Premio Nobel de la Paz.
Nobel tuvo una rara oportunidad - ver el juicio de su
vida al final, cuando todavía estaba vivo y tenía la
oportunidad de cambiar ese juicio.
Pongámonos en el lugar de Nobel. Leamos nuestro
propio obituario, no como lo escribirían hombres no
informados o con prejuicios, sino como lo escribiría un
ángel desde el punto de vista del cielo. Mirémoslo
detenidamente. Luego usemos el resto de nuestra vida
para editar ese obituario hasta que llegue a ser lo que
en realidad queremos que sea.[10]
4 ¿Cuáles son tres cualidades o logros que te gustaría
que resaltaran en tu propio obituario?
Editar nuestro obituario comienza con estar dispuestos
a hacer ciertas preguntas penetrantes. De hecho, todos
los días de nuestra vida deben estar marcados por un
escrutiñador juicio bíblico:
“¿Está aumentando mi conocimiento de y pasión por
Dios?”
“¿Pueden los demás confirmar que estoy creciendo en
carácter?”
“¿Estoy comprometido con y estoy sirviendo en la
iglesia local?”
“¿Esta actividad es digna del llamado que he recibido?”
“¿Qué es lo que estoy haciendo que hace una
diferencia eterna?”
Ninguna decisión ni actividad debe estar libre de esta
clase de cuestionamiento. “La realidad de nuestro
futuro eterno debe dominar y determinar el carácter
de nuestra vida presente, hasta nuestras palabras y
nuestro comportamiento”, escribe Alcorn.[11] 11 Si Dios
va a evaluar todos los aspectos de nuestra vida, así
debemos hacerlo nosotros. Esto transformará la
manera en que vemos el trabajo, la diversión, la
participación en la iglesia, y las relaciones. Y asegurará
que mucho menos arda en llamas en aquel día final.
Debe ser el negocio de todos los días prepararnos para
nuestro último día.[12]
El escritor de Hebreos nos exhorta diciéndonos
“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de
estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos
de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos,
sino animémonos unos a otros, y con mayor razón
ahora que vemos que aquel día se acerca” (Heb 10:24-
25). Confío en que este capítulo te haya permitido ver
el Día que inevitablemente se acerca. Y oramos que
este libro te haya animado y provocado en el proceso
de la santificación.
Medita en Apocalipsis 22:12,14. Como Martín Lutero,
hagamos de éste el día más importante de nuestro
calendario...y comencemos a vivir como si así lo fuera.
No es un camino fácil el que has escogido. La
santificación será difícil, desafiante, y dolorosa -
aunque nada como el dolor de la desaprobación de
Dios. Pero cuando venga el Día y oigas a Dios decir,
“Hiciste bien”, todo sacrificio palidecerá ante tu eterna
recompensa. Comparado con eso, no hay nada más
que en realidad sea importante.
Nada.
Discusión en Grupo
1. Darius Salter escribe, “El predicador que mejor
prepara a sus oyentes para hacer frente a las
presiones de la sociedad norteamericana quizás no
sea el predicador que mejor prepara a su gente
para el cielo”.[13] Divide al grupo en dos partes: los
de “mente terrenal” y los de “mente celestial”.
Permite que cada grupo piense en tres títulos
relevantes para un sermón que refleje su
perspectiva, y luego comparen notas.
2. ¿Cómo podemos demostrar que somos dignos de
su llamado? (Advertencia: Esta es una pregunta
engañosa.)
3. ¿Debemos temer aparecer ante el Trono del juicio
de Cristo?
4. Antes de leer este capítulo, ¿creías que en el cielo
todos terminaríamos en los “asientos generales”?
Explica.
5. ¿Cuál es la diferencia entre ir tras las recompensas
y tratar de ganarnos la salvación?
6. ¿Es algo subespiritual ser motivado por las
recompensas?
7. ¿Cuáles fueron los puntos salientes de tu
obituario? (Página 90)
8. ¿Cómo vas a responder a este capítulo?
Lectura Recomendada
Money, Possessions and Eternity by Randy Alcorn
(Wheaton, IL: Tyndale House, 1989)
Referencias
1. ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity
(Wheaton, IL: Tyndale House, 1989), pp. 138, 139.
2. ↑ Darius Salter, What Really Matters in Ministry
(Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1990), pp.
123, 124.
3. ↑ Jerry Bridges, Transforming Grace (Colorado
Springs, CO: NavPress,1991), pp. 169-170.
4. ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume
3: The Church, the Kingdom, and Last Things
(Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House,
1992), p. 457.
5. ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity,
p. 151.
6. ↑ Idem.
7. ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity,
pp. 144, 149, 150-51.
8. ↑ Jonathan Edwards—Representative Selections,
with Introduction, Bibliography, and Notes,
Clarence H. Faust y Thomas H. Johnson, ed. (New
York, NY: Hill and Wang, revised edition, 1962), p.
38.
9. ↑ David Powlison, “Crucial Issues in Contemporary
Biblical Counseling” in Journal of Pastoral Practice,
Vol. IX, No. 3, 1988, p. 61.
10. ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and
Eternity, p. 151.
11. ↑ Idem., p. 139.
12. ↑ Idem., p. 137.
13. ↑ Darius Salter, What Really Matters in
Ministry, p. 121.

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