Dictadura SA

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 74

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO


MAESTRÍA EN GOBIERNO Y ASUNTOS PÚBLICOS

ANTONIO LOPEZ DE SANTA ANNA, CÉSAR VITALICIO

PROFESOR: ENRIQUE GONZÁLEZ PEDRERO

ALUMNA: MAGALLÓN MARTÍNEZ SARA

JULIO DE 2002
ANTONIO LOPEZ DE SANTA ANNA, CÉSAR VITALICIO.

Hablar del general Antonio López de Santa Anna, resulta un tanto complejo ante la
variedad de facetas -patriota, demócrata, republicano, federalista, centralista, conservador y
dictador-, que éste singular personaje adoptó a lo largo de sus ochenta y dos años de
existencia, los cuales explican en buena medida la historia del México independiente.
Siendo una de las figuras más polémicas y emblemáticas en la escena política nacional del
siglo XIX.

Su carrera en el ejército la empezó apoyando a los realistas contra el movimiento


independentista insurgente, cuando apenas contaba con 16 años de edad. El destino y la
fortuna siempre lo colocaron en el espacio y el tiempo adecuado, y en términos generales,
nunca le abandonaron. Invariablemente supo sacar el mayor provecho de las situaciones
más difíciles; ubicándose siempre en donde más convenía a sus intereses, logrando de esta
manera, un vertiginoso ascenso.

Poseedor de un gran talento natural en el oficio político, aún más que en el militar, supo
sopesar las circunstancias y condiciones de la lucha política imperante. Perfilándose como
un gran estratega, decidirá cambiar de bando por primera vez: de realista se vuelve
insurgente y apoya la consumación de la independencia en 1821 al adherirse al Plan de
Iguala y a Agustín de Iturbide en un remedo de Imperio.

La forma en que debería constituirse la nación fue uno de los motivos principales que
generaron las pugnas y conflictos subsiguientes, entre los que se inclinaban por el peso de
tres siglos de tradiciones coloniales basadas en la legitimidad del trono y la simpatía hacia
las modernas tendencias democráticas occidentales, específicamente americanas. La
adopción de un renovado modelo político y social: republicanismo o monarquismo.

La disyuntiva giraba en torno de los que proponían un centralismo absolutista, la nulidad de


elecciones democráticas, la existencia de un ejército fuerte, mantener las tradiciones
españolas, defender los fueros y privilegios del clero, respaldar gobiernos fuertes y añorar
la monarquía (de preferencia con un monarca extranjero), así como la protección a la
industria y la prohibición de las importaciones; y entre los que abogaban por la soberanía
popular, la autoridad de los estados dentro de una unión federal, la división de poderes, un
congreso fuerte, la propiedad privada, el anticlericalismo, y la libre empresa. Unos
conservadores, los otros liberales.

Para Edmundo O' Gorman, el proceso forjador del ser nacional es la actualización de una
posibilidad histórica que implicó una lucha interna entre estas dos tendencias. Por lo que
"ya no resultará sorprendente ni vergonzoso el triste rosario de asonadas, cuartelazos,
rebeliones, planes políticos y cartas constitutivas que exhiben los anales de los primeros
cincuenta años de nuestra biografía nacional. Sólo revelan, en el fondo, el inevitable y
sordo conflicto, no de ambiciones e incapacidades -según han querido interpretarlo
algunos- ni de malévolas influencias externas -como han pensado otros- sino, nada menos,
el de dos posibles maneras de ser trabadas, en el mutuo intento de afirmarse la una en la
exclusión de la otra".1

Sin embargo, creo que tampoco sería correcto dejar de lado el cúmulo de ambiciones e
incapacidades que en gran parte propiciaron la prepotencia y omnipotencia de uno de los
personajes más paradigmáticos y funestos de nuestra historia: Don Antonio López de Santa
Anna.

El gobierno opresor de Iturbide y las constantes luchas internas por el poder terminaron por
desgastar la débil estructura gubernamental heredada de la Colonia, impidiendo que se
concretara el establecimiento de un Estado nacional. El país acabó sumergido en un caos
político, económico y social. Este contexto de intensa beligerancia, constituyó el terreno
propicio para el rápido avance del General.

Siendo una de sus grandes ambiciones, el ser reconocido como el Napoleón mexicano,
utilizó al Ejército como un trampolín para alcanzar el poder y la fama que éste prodigaba.
Siempre atento a los vaivenes políticos que le eran afines. Rencoroso e inconforme con

1
O Gorman, Edmundo., La supervivencia política novo-hispana.,
Iturbide -quien lo marginó- percatándose de que con éste, sus aspiraciones y sueños de
grandeza no se cumplirían; fue de los primeros en rebelarse contra el Imperio y en unirse a
Vicente Guerrero para instaurar la República: de imperialista y centralista, se vuelve
republicano y federalista.

No obstante, las querellas continuaron y los grupos afectados por las medidas que
instaurara Vicente Guerrero al llegar a la Presidencia, motivaron nuevos movimientos en
contra. Santa Anna, siempre a la expectativa y desde su conocida hacienda en Manga de
Clavo Veracruz, medía la intensidad de los acontecimientos políticos; buscando siempre el
momento oportuno para entrar en acción y presentarse como el gran caudillo salvador de la
patria y de los intereses mezquinos que entorpecían su progreso y desarrollo.

Santa Anna adquirió un gran prestigio en 1829, cuando combatió en Tampico al español
Barradas, quien intentaba recuperar México para su país. Sin embargo, faltó de principios
políticos, le daba igual lucir la medalla que le otorgaron por esa victoria, y la Orden de
Carlos III que le confirió Isabel II de España por su apego a la monarquía. En 1833, ocupó
por primera vez la Presidencia de la República bajo la bandera federalista, después sería
centralista.

Cuando en 1845 se decretó la anexión de Texas a Estados Unidos, Santa Anna se


encontraba desterrado en La Habana Cuba, desde donde preparo su regreso -esta vez con
los republicanos-, tras una misteriosa negociación previa con los Estados Unidos para
garantizar la paz. Con ese propósito, el ejército de Taylor debía avanzar para derrocar al
entonces presidente, Paredes y allanarle el camino como el único capaz de contrarrestar la
pertinaz ofensiva norteamericana.

Una vez al mando, ordenó la retirada en varios puntos del país sin siquiera intentar
combatir, facilitando el avance de los norteamericanos, con los que volvió a negociar: un
millón de pesos si la paz era firmada y a cambio, más de la mitad del territorio. Sin
embargo, al reflexionar sobre las excesivas demandas territoriales, decide pelear.
Demasiado tarde, los estadounidenses atacaron y vencieron en Padierna, Churubusco,
Molino del Rey y Chapultepec. Derrotado una vez más en 1848, Santa Anna se vio
obligado una vez más a renunciar a la Presidencia y a embarcarse voluntariamente a las
Antillas, Jamaica y finalmente a Turbaco Colombia durante casi cinco años, hasta que sus
servicios como salvador de la patria fueron nuevamente requeridos en 1853, al
considerarse que ante la inestabilidad política, era el único con la capacidad y los atributos
necesarios para imponer el orden.

El país era sólo una confederación de estados y territorios disímiles entre sí, sin una
identidad nacional; un espacio donde los principales grupos políticos regionales únicamente
buscaban el poder que la Presidencia por sí sola otorgaba, sin importar nada más. Los
recursos abundaban, y por tanto, el botín para el que ganará, no era nada despreciable. Cuál
independencia y soberanía nacional, como fundamentos del Estado moderno existía,
obviamente que ninguna. "Todos los intentos por tener un Estado nacional consolidado
fracasaron, sucumbieron frente a intereses viejos (de tiempos coloniales) y frente a otros
que querían la 'puesta al día' de la doctrina Monroe".

Bajo esta perspectiva, es posible entender la dinámica que rodeo la intervención de los
Estados Unidos en 1847, la pérdida de más de la mitad del territorio y la posterior venta de
la Mesilla. Estos hechos destacaron la ausencia de unidad nacional, para contrarrestar este
ataque. Poco importaba la invasión ante las ambiciones desatadas en el centro del país. Por
otro lado, los rencores y envidias albergadas por nuestro excelentísimo General hacia sus
correligionarios, sin mencionar los sombríos tratos que tuvo con el representante
estadounidense y que lo hicieron regresar en 1846 de uno de sus exilios a pesar del bloqueo
que mantenían los invasores, así como la instrumentación de una torpe defensa, que
terminó por propiciar el triunfo yanqui. Estos hechos confirman la percepción generalizada
de lo que fue Santa Anna: un traidor en toda la extensión de la palabra.

Tras la cruenta derrota militar, surgió por vez primera la necesidad de un sentimiento
nacionalista unitario. Sin embargo, para poder resolver el problema en torno a la mejor
forma de gobierno para México; faltarían todavía, más de veinte años de lucha entre
liberales y conservadores.
Durante toda la primera mitad del siglo XIX -las disputas internas-, fueron el distintivo
principal. Era un ambiente contaminado por las constantes pugnas de ideas e intereses. En
medio de la anarquía económica, política y social imperante; el ejército adquirió un papel
preponderante en un sistema basado en premios, ascensos y privilegios, en el que nuestro
famoso protagonista, fue el principal impulsor y exponente.

La vorágine de acontecimientos marcada por las constantes reyertas por quedarse con lo
que quedo del país tras la lucha de independencia; representadas primero, por un criollismo
descontento, relegado por los españoles peninsulares y después, por los militares, fue lo que
caracterizo esta etapa: el desorden y la desorganización constituyeron la pauta distintiva.
Privaba la impaciencia y el temor por la seguridad personal ante el peligro a las revueltas y
por el persistente acecho de los denominados aventureros norteamericanos en la frontera
norte.

A pesar de su oscuro historial, Santa Anna fue llamado de nueva cuenta, con el fin de
imponer la paz y el orden. Por un lado, los empresarios, parte del clero y por supuesto el
ejército, y por el otro, agiotistas, intrigantes, los que estaban en quiebra, y hasta los
ladrones. Los primeros para proteger sus intereses económicos y privilegios, los segundos
porque ya habían gozado anteriormente de los favores del general. Obviamente, no acudían
a él por simpatía sino por conveniencia.

"En algunos casos actuó el descontento por la situación del país; en otros, el oportunismo
personal. Uno y otro permitieron crear un clima favorable para el retorno de quien dos
veces había estado obligado a abandonar al país."2

De las cinco personas que ocuparon la Presidencia de la República durante el tiempo


de su exilio, prácticamente ninguno logró tener el consenso deseado; debido en parte a
ciertos excesos de la prensa en la crítica.

2
Díaz, Fernando., Caudillos y caciques, p 235
En 1848, se sucedieron dos gobiernos de corte liberal moderado encabezados por los
militares José Joaquín de Herrera y Mariano Arista, los cuales trataron de llevar a
cabo un proyecto de modernización y reorganización del ejército, encontrándose con
una fuerte oposición manifestada con el pronunciamiento en Jalisco del coronel José
María Blancarte el 26 de julio de 1852 y el Plan de Guadalajara, que reformado se
convertiría en el Plan del Hospicio, el 20 de octubre de ese mismo año. Dos meses
después, dicho plan exhibió su verdadero objetivo: la vuelta de Santa Anna al poder y
el establecimiento de una dictadura provisional con poderes discrecionales
permanentes hasta que el orden político fuera establecido.

Lo anterior no significaba que los rebeldes estuvieran al servicio de los conservadores,


puesto que ofrecían la continuación del sistema federal. No hicieron ningún
pronunciamiento en contra, más bien lo apoyaron al pedir que se convocara a un
nuevo congreso que promulgara una nueva Constitución, pero a la postre creo una
situación favorable a los intereses conservadores. Al mismo tiempo, consideraron que
Santa Anna era indispensable y se le llamó para acaudillar el movimiento.

Por lo anterior, Mariano Arista se vio obligado a renunciar a la Presidencia de la República,


a principios de enero de 1853. La situación política y económica atravesaba por momentos
difíciles. Las finanzas estaban agotadas; cada estado marítimo reducía y modificaba a su
propio gusto los aranceles de importación, cuyos ingresos se quedaban en el camino, y no
llegaban a las arcas del Estado. Al redactar su renuncia, Arista enumeraría acertadamente
las graves condiciones en que se encontraba el país:

"aduanas marítimas invadidas de contrabando, desaparición de las alcabalas en muchos


lugares, destrucción del estanco del tabaco, casi aniquilamiento de las rentas públicas,
aumento de las deudas externa e interna, bandolerismo, agricultura deficitaria,
analfabetismo, servidumbre en el campo, militares que requerían el poco dinero del erario,
clero acaparador y reaccionario, lucha contra los indios bárbaros y filibusteros..."3

3
Vázquez Mantecón, Carmen., Santa Anna y la encrucijada del Estado, p 16.
La Presidencia de la República, fue ocupada por el ministro de la Suprema Corte de
Justicia, Juan Bautista Ceballos a quien los partidarios santanistas presionaron, disolviendo
el Congreso y por ende, forzando su renuncia, a fin de allanarle el camino a Santa Anna a
través del general Lombardini, que asumió el cargo mediante un convenio firmado por la
guarnición militar de la plaza que había secundado la sublevación.

Mientras en Turbaco, el general Escobar realizaba una "ardua" labor de convencimiento


para motivar el regreso del viejo caudillo, al tiempo que lo ilustraba sobre los últimos
sucesos ocurridos. Una vez más, dispuesto a trabajar por el bien de su patria, decide volver
y aún no ha desembarcado, cuando las legislaturas de los estados lo declaran Presidente
electo con 18 votos, demostrándose desde entonces la eficacia de nuestro sistema electoral.

Aunque con intereses y objetivos distintos: los comerciantes, los militares, el clero, los
usureros; incluyendo liberales y conservadores que enfrentaban dos posturas políticas
diametralmente opuestas: república versus monarquía, también se unieron para demandar el
triunfal retorno del general Santa Anna. Unos con la esperanza de que recordaría su fugaz
pasado federalista y liberal, y afianzaría la República, y los otros, apostando también a su
pasado centralista y conservador, a fin de que propiciara el arribo de un monarca extranjero.
Ambos le presentaron sus planes y programas de gobierno.

El regreso de Santa Anna "no representaba el ideal ni mucho menos, 'más a pesar de los
graves errores políticos que cometió en las diversas ocasiones que, en calidad de presidente
ha gobernado la República, -apuntaba el ministro español, Antoine y Zayas- la incapacidad
de sus sucesores, y el cúmulo de males que sufre el país, le rehabilitan en la opinión
pública'. Así fue siempre o casi siempre. Medio siglo de supremacía santanista indica no
tanto las excelencias del caudillo cuanto la insignificancia de los demás..."4

Santa Anna se inclinó por el proyecto conservador que le expondría para modernizar y
ordenar el país bajo los símbolos de la paz y el orden, uno de sus principales ideólogos,
Lucas Alamán quien siempre se opuso a las ideas revolucionarias, amparándose en la

4
Fuentes Mares, José., Santa Anna, el hombre., p 244-245.
tradición para volver programa político todas las creencias del México colonial. El
sentimiento religioso, debía preservarse como único lazo de unión.

Bajo esa perspectiva, el partido conservador era ante todo el partido del orden, porque
según lo indicaba su nombre, pugnaba por "conservar como tradición sagrada la religión, la
propiedad, la autoridad, la libertad racional". Por tanto, la base del gobierno giraba en torno
a tres principios fundamentales: el religioso, el de unidad y el de autoridad (una verdad
religiosa, una social y una política respectivamente).

Santa Anna gobernó con facultades discrecionales a través de una simples Bases para la
Administración de la República, de carácter meramente administrativo. Únicamente, estaba
sujeto a la vigilancia del jefe del partido conservador, Lucas Alamán cuyo proyecto quedo
inconcluso al morir tan sólo dos meses después. Toda vez que éste resolvió imponerle un
programa y encadenar sus ambiciones. Lo anterior, se reflejo en una carta fechada el 23 de
marzo de 1853 que le envió al propio Santa Anna:

"…Puede oír todo lo que le diga, como la expresión abreviada de toda la gente propietaria,
el clero y todos los que quieren el bien de su patria… nuestros enviados a diferencia de
todos esos otros, no van a pedirle a usted nada, ni alegar nada, van únicamente a manifestar
a usted cuáles son los principios que profesamos los conservadores y que sigue por un
impulso general toda la gente de bien…

“Es lo primero conservar la religión católica, porque creemos en ella y porque aun cuando
no la tuviéramos por divina, la consideramos como el único lazo común que liga a todos los
mexicanos, cuando todos los demás han sido rotos y como lo único capaz de sostener a la
raza hispanoamericana y que puede librarla de los grandes peligros a los que esta expuesta.
Entendemos también que es menester sostener el culto … y los bienes eclesiásticos, y
arreglar todo lo relativo a la administración eclesiástica con el Papa; pero no es cierto,
como han dicho algunos periódicos para desacreditarnos, que queremos Inquisición, ni
persecuciones, aunque sí nos parece que se debe impedir por la autoridad pública la
circulación de obras impías e inmorales…
“Deseamos que el gobierno tenga la fuerza necesaria para cumplir con sus deberes, aunque
sujetos a principios y responsabilidades que eviten los abusos, y que esta responsabilidad
pueda hacerse efectiva y no ilusoria…

“Estamos decididos contra la federación, contra el sistema representativo por el orden de


elecciones que se ha seguido hasta ahora, contra los ayuntamientos electivos y contra todo
lo que llama elección popular, mientras no descanse sobre estas bases…

“Creemos necesaria una nueva división territorial…que haga olvidar la actual forma de
Estados y facilite la buena administración, siendo este el medio más eficaz para que la
federación no retoñe…

“Pensamos que debe haber una fuerza armada en número competente para las necesidades
del país, siendo una de las más esenciales la persecución de los indios bárbaros y la
seguridad de los caminos; pero esta fuerza debe ser proporcionada a los medios que haya
para sostenerla, organizando otra mucho más numerosa de reserva, como la de las antiguas
milicias provinciales, que poco o nada costaban en tiempo de paz y se tenían prontas para
caso de guerra…

“Estamos persuadidos que nada de esto lo puede hacer un Congreso, y quisiéramos que
usted lo hiciese ayudado por consejos poco numerosos que preparen los trabajos…

“Estos son los puntos… de nuestra fe política que hemos debido exponer franca y
lealmente, como que estamos muy lejos de pretender hacer misterio de nuestras opiniones,
y para realizar estas ideas se puede contar con la opinión general, que está decidida a favor
de ellas, y que dirigimos por medio de los principales periódicos de la capital y los estados,
que todos son nuestros. Contamos con la fuerza moral que de la uniformidad del clero, de
los propietarios y de toda la gente sensata… Creemos que la energía de carácter de usted
contando con estos apoyos, triunfará a todas las dificultades, que no dejarán de figurarle a
usted muy grandes los que quieren hacerse de su influjo para conservar el actual desorden;
pero que desaparecerán luego que usted se decida a combatirla y para ello ofrecemos a
usted todos los recursos que tenemos a nuestra disposición… las mismas ideas las
encontrará apoyadas por la multitud, la representación de ayuntamientos y vecinos de los
pueblos.

"Tememos a la verdad, por otro lado, que cualesquiera que sean sus convicciones, rodeado
siempre por hombres que no tienen otra cosa qué hacer que adularle, ceda a esa continuada
acción, pues nosotros, ni hemos de luchar con ese género de armas. Tememos, igualmente,
que vayan a tener su cumplimiento algunos negocios de que acaso esté usted impresionado
por no haberlos examinado bastante, los que han sido ya demasiado onerosos a la
República, y que queda pendiente la parte más desesperada, capaz por sí sola de acabar con
el crédito de usted. Tememos, no menos, que, llegado aquí, vaya usted a encerrarse en
Tacubaya, dificultándose mucho verle, haciendo muy gravoso para todos el ir allá, y que
por fin haga usted sus retiradas a Manga de Clavo, dejando el gobierno en manos que
pongan autoridad en ridículo, y acaben por precipitar a usted, como antes sucedió. Tiene
usted, pues, a la vista lo que deseamos, con lo que contamos y lo que tememos. Creemos
que estará por las mismas ideas; más, si así no fuere, tememos que será gran mal para la
Nación y aun para usted. En ese caso, le suplico eche al fuego esta carta, no volviéndose a
acordar de ella... En manos de usted señor general, está el hacer feliz a su patria
colmándose de gloria y de bendiciones...5

Los conservadores adoptaron de la Ilustración la defensa de los derechos de propiedad y la


exaltación de los privilegios económicos. Pugnaron por un gobierno fuerte, aunque no
despótico o tiránico para alejar la anarquía que privaba en esos momentos, por lo que el
rigor era necesario. En ese sentido, Santa Anna personificaba esa autoridad. El lema a
seguir y que se popularizaría mas tarde con Porfirio Díaz fue el de menos política y más
administración. Santa Anna en su perfil de césar vitalicio, adquirió un renovado cariz con

5
Si se analiza con detenimiento esta carta, podermos encontrar ciertas contradicciones e imprecisiones, como
por ejemplo cuando hace alusión a la crítica de algunos periódicos y después dice que todos son de ellos, o
bien, cuando hace referencia a la amplia aceptación que tienen entre la gente sensata porque comunicaron sus
ideas a través de los periódicos, se olvida de la gente que no sabía leer ni escribir y que en ese tiempo era un
número considerable. Véase a C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, pp
525-528
la dictadura que implantó durante el periodo 1853-1855, su último arribo al poder
presidencial.

Paradójicamente, por el control que mantenía sobre el ejército -siendo éste uno de sus
principales méritos y uno de los factores que propiciaron su regreso-, Santa Anna fue el
representante directo de las luchas de grupo y de la propia inestabilidad política.

La dictadura estuvo amparada por los convenios de Arroyo Zarco que estipulaban que
quien resultara presidente electo tendría las facultades necesarias para establecer el orden
social mientras se promulgaba una nueva Constitución. Tendría que convocar al Congreso,
no pudiendo demorar por más de un año. Considerando que la nación debía constituirse
bajo la forma republicana, representativa y popular. Pero en los hechos, otro fue el
programa que se adoptó.

En noviembre de 1853, los militares levantaron un Acta en Guadalajara, solicitando una


prorroga para Santa Anna sin término fijo; lo erigieron como el gran elector, otorgándole el
poder de designar a su sucesor: previendo la muerte del caudillo, decidieron que en caso de
fallecimiento, u otro impedimento "que pudiera inhabilitar física o moralmente al Ilustre
actual Jefe de la Nación, cuidará éste de escoger persona que crea digna de reemplazarlo, y
señalarla en pliego cerrado.

He ahí, el antecedente más nítido de la importancia que habría de adquirir la institución


presidencial en el proceso sucesorio, especialmente de 1928 a 1994. Este decreto aplazaba
la convocatoria de un Congreso constituyente, mantenía las facultades discrecionales del
presidente y le otorgaba a Santa Anna el título de su Alteza Serenísima, habiéndose dado el
lujo de rechazar el trono imperial que previamente le habían ofrecido, optando por una
solución intermedia. Este tratamiento lo aceptaba como en algún momento dirá "no para mi
persona, sino sólo para la dignidad del que sea en todo tiempo Presidente de la República".

Santa Anna, aceptó la propuesta conservadora que apoyaba la dictadura y rechazaba todas
las instancias democráticas y de elección popular. La dictadura desbordada en
autoritarismo, ya sin el control impuesto por Alamán, hizo imposible la consecución de los
proyectos de modernización de la administración pública.

Inició un periodo en el que dominaron el agio, la opresión y el despilfarro, y se desplegó un


fuerte control policial. Aprovechó la censura y el control a los impresos, persiguiendo con
denuedo a los opositores. Asimismo, se le quito a los Estados su carácter independiente y
soberano, resolvió la desaparición de las legislaturas locales y los convirtió en
Departamentos y a los gobernadores en simples administradores, centralizando todo el
poder político y económico de las regiones, haciendo que sus rentas quedaran a disposición
del gobierno central. Se suprimieron los ayuntamientos en poblaciones que no fueran
capitales, prefecturas cantones y distritos.

Se decretó el aumento del ejército a noventa mil hombres y fue disuelta la guardia nacional
lo que provocó una revuelta en Veracruz que rápidamente fue sofocada; los salteadores y
conspiradores fueron condenados a muerte, aun cuando no fueran cogidos infraganti, por lo
que se aplicó fácilmente a los que mostraban oposición a la dictadura; y quedaron abolidos
los sobresueldos, las gratificaciones y los empleados supernumerarios.

Se evadió de la tutela del proyecto conservador, aunque sin traicionarlo en cuanto al fondo:
buscó la centralización del poder y ante la aversión a la influencia angloamericana, el
fortalecimiento del ejército, llego incluso a enviar emisarios a las capitales europeas con el
doble propósito de propagar advertencias sobre el peligro yanqui, y enganchar soldados y
oficiales, para el ejército.6

Su gabinete quedo conformado por Lucas Alamán, -como líder indiscutible- en el


Ministerio de Relaciones Exteriores e Interiores, quien reformó las Bases al crear la
Secretaría de Gobernación, en la que fue nombrado Manuel Díez de Bonilla, con la cual
liberaba a la de Relaciones Exteriores de los aspectos concernientes a la política interna. No

6
Aunque considero que dicha aversión era más bien oportunista, pues al tener que salir nuevamente del país,
tras la revolución de Ayutla que lo derroco, tiempo después, intento convencer a las autoridades
norteamericanas para que apoyaran su retorno, pero ni los franceses con los cuales también intento
congraciarse, ni los conservadores -y mucho menos, Juárez- creyeron que podría ser una vez más la solución a
todos los males del país.
obstante, era Alamán, quien además de dar los lineamientos más importantes en política
internacional, controlaba abiertamente las decisiones internas.7

Fundó el Ministerio de Fomento, colonización, industria y comercio, con Velásquez de


León a la cabeza, que se añade a los cuatro ya existentes en esa época; en la que
predominaba el proteccionismo contra el libre cambio. Asimismo, instauró un Consejo de
Estado, al que Santa Anna hizo algunos cambios en su composición, haciéndolo totalmente
dependiente de su voluntad. Sus funciones consistían en preparar u redactar los proyectos
de ley que el gobierno demandaba y expedir un dictamen sobre aquellos negocios en que
fuera consultado, fungiendo como un organismo de carácter meramente consultivo. En
principio estuvo integrado por José Ignacio Esteva, Ramón de Muñoz y Muñoz, José Julián
Tornel, entre otros, y por obispos como consejeros honorarios; lo encabezaba el arzobispo
de Michoacán, Clemente de Jesús Murguía con quien Santa Anna tuvo desavenencias, por
lo que dejo la presidencia del Consejo y, vuelto a su diócesis, hubo de sufrir espionaje y
obstáculos. 8

La modernización y el orden que se deseaba para el país, se realizaría a través de la


introducción de mejoras materiales: la apertura de vías de comunicación por empresas
particulares y el impulso a proyectos de colonización de trabajadores extranjeros a fin de
renovar la difícil situación por la que atravesaba la agricultura, con el único requisito de que
fueran católicos.

Propuso una rígida ley de imprenta, cualquier opinión desfavorable al gobierno se pagaba
con la cárcel, con multas o con la muerte. Imponía depósitos fuertes a los editores de
periódicos y penas graves y severas por faltas leves, por lo que varios diarios
desaparecieron, entre ellos, el Monitor Republicano. Reorganizó el cuerpo diplomático,
dispuso la revisión de los aranceles aduanales y ordenó la inmediata separación del ejército,

7
Principalmente en el sur, el nombramiento de Alamán no fue aceptado, por considerar que éste había
participado en la muerte del caudillo Vicente Guerrero.
8
Se inventaron títulos sonoros y se repartieron condecoraciones a los incondicionales, en
cambio hubo represalias y persecuciones sin motivo como la sufrió también don Mariano
Arista. Véase a Yáñez Agustín., Santa Anna, espectro de una sociedad., p 190.
de los militares que se constituyeron en prisioneros voluntarios de los norteamericanos en
1847. Se creo una junta revisora de su conducta y se glorificó a los héroes.9

Tras la muerte de Alamán, Ignacio Aguilar y Morocho fue nombrado para ocupar la cartera
de Gobernación y Díez de Bonilla, la de Relaciones Exteriores. Teodosio Lares asumió el
de Justicia y Negocios Eclesiásticos, fue uno de los pioneros del derecho administrativo;
estableció el Contencioso, destacó el papel del derecho en la constitución del Estado,
avanzaron los códigos, la legislación, la instrucción y el sometimiento de los jueces.

En Hacienda, se colocó a Antonio Haro y Tamariz que poco después renunciaría al no


ceder a la presión de los agiotistas, tomando su lugar Ignacio Sierra y Rosso, el cual impuso
un sistema exagerado y absurdo de contribuciones como la de canales de desagüe, el cobro
por perros, puertas, balcones y ventanas, entre otras, con el fin de sostener el ostentoso
aparato dictatorial, los excesivos gastos y lujos extravagantes del dictador. Para tal efecto,
serviría también, el capital recibido por la venta de la Mesilla a los Estados Unidos.

José María Tornel y después Lombardini, se posicionaron en el de Guerra, al fallecer éstos,


el cargo fue ocupado por Santiago Blanco. Asimismo, se nombró un Procurador General de
la Nación. La violencia y la falta de ponderación marca el principio de una etapa
genuinamente santanista: un régimen dictatorial sin frenos y la ruptura con los hombres del
partido dominante.

Por lo que hace al trabajo legislativo, éste fue prolífero y abigarrado en temas; había de
todo desde leyes apropiadas a las necesidades del momento hasta decretos cosméticos e
incomprensibles:

"Los alcances legislativos del presidente y su ministerio lo abrazaron todo; ya aparecía un


decreto marcando el corte, figura, color y distintivos de los uniformes de los empleados, sin
exceptuar ni a los míseros escribientes y aún meritorios; ya se disponía una nueva
nomenclatura a la división territorial, que quedó formada de departamentos, distritos,

Ibid., p 535.
9
partidos y municipalidades, cuyas autoridades se llamarían prefectos y subprefectos, y
tesoreros municipales los recaudadores de propiso y arbitrios; ya otro decreto concedía a
los padres maestros dominicos, agustinos y mercedarios el uso del cordón con borlas
blancas sobre la capilla; ... así como el restablecimiento de la Nacional y Distinguida Orden
de Nuestra Señora de Guadalupe".10 Esto último, en clara alusión al imperio iturbidista.

El descontento social y político generado ante los vicios del autoritarismo y el despotismo
fueron evidentes. Los males de la corrupción, que estaban en todas partes como un lastre
ignominioso, hicieron que se sucedieran una serie de acontecimientos que marcarían el
principio del fin del último gobierno santanista. Las inconformidades por el rumbo que
estaba tomando el país, encontrarían su cauce en la llamada Revolución de Ayutla.

En 1854 se proclama el Plan de Ayutla, que pidió desconocer el régimen dictatorial de


Santa Anna, establecer un gobierno provisional, convocar a un Congreso Constituyente y
que éste se encargara de elaborar una Constitución; restablecer como forma de gobierno el
sistema republicano representativo y popular. En su redacción intervinieron Comonfort,
Álvarez, Tomás Moreno, Trinidad Gómez y Eligio Romero. Adhiriéndose, los liberales que
habían sido desterrados en Nueva Orleáns por sus posturas contrarias al régimen santanista,
entre los que destacaban: Melchor Ocampo, Benito Juárez, José María Mata y Ponciano
Arriaga.

Este movimiento, derivado de un conflicto de intereses de tipo regional -que por supuesto
también involucraba ideas-, entre dos caudillos: Santa Anna y Juan Álvarez, el cual se
extendió al desarrollo político y económico de sus respectivas provincias; Veracruz y lo
que hoy conocemos como el estado de Guerrero, respectivamente. Esta Revolución,
inauguraría una nueva etapa en la historia política del país, que en esta ocasión sería
lidereada por Benito Juárez García.

La campaña militar de Santa Anna en el sur para contrarrestar el movimiento no rindió los
frutos esperados, no obstante su entrada triunfal a la capital simulando una quimérica

10
Op.cit., Fuentes Mares p 250
victoria. Este estruendoso fracaso obligó al gobierno a realizar un acto democrático
tendiente a demostrar la popularidad que respaldaba al régimen.

Por circular del Ministerio de Gobernación, fechado el 20 de octubre de 1854, se organizó


un plebiscito. Las preguntas eran, primero, si Santa Anna debería continuar en su cargo con
las facultades de que estaba investido, y segundo, en caso negativo, a quién debería
entregar de inmediato el mando. El primero de diciembre se llevó a cabo la encuesta y el 2
de febrero de 1855 se expidió un decreto que intentaba legitimar esta farsa, en el cual se
declaró, que "es voluntad de la nación que el actual presidente de la República continúe en
el mando de ella con las mismas facultades que hoy ejerce". Pero la revolución se impuso y
Santa Anna abandonó la Presidencia el 8 de agosto y el 16 salió de la república para
afortunadamente ya nunca más influir en su destino.11

Santa Anna fue un conjurado permanente, abrazó todas las posiciones ideológicas.
Chantajista, traidor, amoral y falto de carácter. Los que lo rodearon, mientras más lo
adularon y rindieron pleitesía, más privilegios obtenían; dilapidó el dinero del erario,
repartiendo las riquezas del país y los puestos públicos entre sus amigos. Su mayor pasión
antes que las mujeres, eran los gallos. Su vida política abarcó más de cincuenta años (desde
1822), pero la duración de sus gobiernos dependió de la fidelidad de los militares, y ésta de
una paga regular y de la consecución de múltiples prerrogativas. Los ministros y sus
amigos formaron un selecto grupo en el que la ostentación, el lujo y la etiqueta, eran motivo
de atención principal.

Alamán describió a Santa Anna como un: "conjunto de buenas y malas calidades, talento
natural muy claro, sin cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor, sin designio fijo ni
objeto determinado; energía y disposición para gobernar obscurecidas por graves defectos;
acertados en los planes generales de una revolución o una campaña, e infelicísimo en la
dirección de una batalla, de las que no ha ganado una sola; habiendo formado aventajados
discípulos y tenido numerosos compañeros para llenar de calamidades su patria, y pocos o
ningunos cuando ha sido menester presentarse ante el cañón francés en Veracruz, o a los

11
Op., cit., O'Gorman Edmundo., p 47
rifles americanos en el recinto de México, Santa Anna es sin duda uno de los más notables
caracteres que presentan las revoluciones americanas...

Los múltiples errores políticos de Antonio López de Santa Anna lo condenaron al


ostracismo, al haber sido éstos muy superiores a sus aciertos, marginándolo de la historia
oficial como el héroe de la independencia, como el que contrarresto el ataque español de
Barradas, como el que enfrento valientemente a los americanos en Tampico por la defensa
de Texas, a los franceses en 1838 en la famosa guerra de los pasteles, perdiendo la pierna
izquierda y un dedo, y nuevamente a los americanos que invadieron el país en 1847.

Una y otra vez desafío a la muerte, logrando sobrevivir no tanto por su estrategia -sin
restarle méritos-, pues es indudable que fue un gran organizador; sino más bien por su
destreza para escaparse de situaciones difíciles. Habilidoso como político, prometía lo que
no podía cumplir y una vez a salvo, hacía lo que quería, siempre buscó su propio provecho
personal, así como la lisonja y el halago constante de quienes lo rodeaban.

Este hombre que se hizo imprescindible para los principales grupos políticos de la época,
como el único capaz de controlar la anarquía e imponer el orden; requiere por las
circunstancias que envolvieron su larga y prolífera vida de un análisis profundo y objetivo,
ya que -sin temor a exagerar- sólo a partir de su presencia y actuación, puede entenderse e
interpretarse el proceso histórico por el que atravesó el país durante la primera mitad del
siglo XIX, y lo que habría de ser la construcción del moderno Estado mexicano, así como
de una identidad nacional que en principio no existía, a pesar de haberse alcanzado la
independencia de la metrópoli española. En este contexto, destaca el papel preponderante
que ha jugado la institución presidencial a lo largo de la historia, convirtiéndose en el
símbolo distintivo que caracteriza nuestro sistema político.

Su particular peculiaridad, le dio un carácter ambivalente a su ejercicio en el gobierno. A


pesar de las once ocasiones que ocupo la Presidencia de la República, apenas llegó a
completar los seis años en la misma. Por errores políticos que lo obligaron a salir del país
en tres ocasiones o por puro aburrimiento, su desempeño fue irregular: el mismo se
autoexiliaba a su hacienda de Manga de Clavo o al Encero, aludiendo enfermedad e
indisposición. Como sea, en el poder o fuera de él, ejerció una enorme influencia; era un
gran intrigante, conspirador y manipulador. Nada se hacía si previamente, no le era
consultado.

Resulta sorprendente, el influjo y el alcance que dicho personaje tuvo en la política y la


vigencia que sin lugar a dudas sigue teniendo, en la personalidad y acciones de ciertos
políticos, no sólo nacionales, sino también latinoamericanos. Los hechos actuales se
empeñan en recordárnoslo, lamentablemente adolecemos de un enorme vacío histórico;
pues si conociéramos un poco de historia, quizá trataríamos de no repetir los errores del
pasado, sino más bien de enmendarlos. Lamentablemente, esto no es así; la sombra de
Santa Anna ha traspasado generaciones enteras, convirtiéndose -como señalaría uno de sus
biógrafos- en el espectro de una sociedad.

BIBILIOGRAFIA.

1. Alamán, Lucas., Historia de Méjico.,


2. Aguilar M., Alonso, Carrión Jorge, et-al., El pensamiento político de México. Entre lo
viejo y lo nuevo. Tomo II., Edit. Nuestro tiempo, México 1987, 285 pp.
3. Díaz Díaz, Fernando., Caudillos y caciques. Antonio López de Santa Anna y Juan
Álvarez., Edit. Colegio de México, 1972, 354 pp.
4. Muñoz, Rafael., Santa Anna, el dictador resplandeciente., Edit., Fondo de Cultura
Económica, México.
5. C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, 576 pp.
6. O' Gorman, Edmundo., La Supervivencia política novo-hispana. Reflexiones sobre el
monarquismo mexicano., Fundación Cultural de CONDUMEX, S. A. Centro de
Estudios de Historia de México, 1969.
7. Vázquez Mantecón, Carmén., Santa Anna y la Encrucijada del Estado. La dictadura
1853-1855., Edit. Fondo de Cultura Económica, México 1986., 338 pp.
8. Vázquez Zoraida Josefina, Díaz Lilia, et-al., Historia general de México., Tomo 3,
México 1981, 337 pp.
9. Yañez, Agustín., Santa Anna espectro de una sociedad., ediciones océano S.A, México
1982, 264 pp.

ANTONIO LOPEZ DE SANTA ANNA, CESÁR VITALICIO

JULIO DE 2002
ANTONIO LOPEZ DE SANTA ANNA, CESÁR VITALICIO

Hablar del general Antonio López de Santa Anna, resulta un tanto complejo ante la
variedad de facetas -patriota, demócrata, republicano, federalista, centralista,
conservador y dictador-, que éste singular personaje adoptó a lo largo de sus ochenta
y dos años de existencia, los cuales explican en buena medida la historia del México
independiente. Siendo una de las figuras más polémicas y emblemáticas en la escena
política nacional del siglo XIX.

Su carrera en el ejército empieza cuando apenas contaba con 16 años de edad,


apoyando a los realistas contra los insurgentes. Sin embargo, el destino y la
fortuna siempre lo colocaron en el espacio y el tiempo adecuado, que en términos
generales, nunca le abandonaron. Invariablemente supo sacar el mayor provecho
de las situaciones más difíciles, ubicándose en donde más convenía a sus
intereses, logrando de esta manera un vertiginoso ascenso en lo político y en lo
militar.

Habiendo sopesado las circunstancias y condiciones de la lucha política imperante


en ese momento, decidirá por primera vez cambiar de bando: de realista, se
vuelve insurgente, apuntalando a Agustín de Iturbide en un remedo de Imperio, y
perfilándose desde entonces como un gran estratega al adherirse al Plan de
Iguala de Iturbide, apoyando la consumación de la independencia en 1821, y en
consecuencia al Imperio. Los conflictos que se sucedieron, girarían en torno a la
adopción de un renovado modelo político y social: centralismo versus federalismo.
La disyuntiva giraba en torno de los que proponían un centralismo absolutista, la
nulidad de elecciones democráticas, la existencia de un ejército fuerte, mantener
las tradiciones españolas, defender los fueros y privilegios del clero, respaldar
gobiernos fuertes y añorar la monarquía (de preferencia con un monarca
extranjero), así como la protección a la industria y la prohibición de las
importaciones; y entre los que abogaban por la soberanía popular, la autoridad de
los Estados dentro de una unión federal, la división de poderes, un congreso
fuerte, la propiedad privada, el anticlericalismo, y la libre empresa. Unos
conservadores, los otros liberales.

El gobierno opresor de Iturbide y las constantes luchas internas por el poder,


terminaron por desgastar la débil estructura gubernamental, heredada de la
Colonia, e impidieron que se concretara el establecimiento de un Estado nacional.
El país acabó sumergido en un caos político, económico y social. Este contexto de
intensa beligerancia, constituyó el terreno propicio para el rápido avance de uno
de los personajes más sui generis, de los últimos tiempos: el general don Antonio
López de Santa Anna.

Siendo una de sus grandes ambiciones, el ser reconocido como el Napoleón


mexicano, y considerando al Ejército como un trampolín para alcanzar el poder y
la fama que éste prodigaba. Estuvo siempre atento a los vaivenes políticos que le
eran afines. Rencoroso e inconforme con Iturbide -quien lo marginó-; y darse
cuenta que sus aspiraciones y sueños de grandeza, no se cumplirían, fue de los
primeros en rebelarse contra el Imperio y en unirse a Vicente Guerrero para
instaurar la República, se vuelve federalista.

No obstante, las querellas continuaron y los grupos afectados por las medidas que
instaurara Vicente Guerrero al llegar a la Presidencia, motivaron nuevos
movimientos en contra. Santa Anna, siempre a la expectativa, y desde su
conocida hacienda en Manga de Clavo Veracruz, sopesaba los acontecimientos
políticos, buscando destacarse como el gran caudillo salvador de la patria y de los
intereses mezquinos, que entorpecían su progreso y desarrollo.

Santa Anna adquiere un gran prestigio en 1829, cuando combate en Tampico al


español Barradas, quien intentaba recuperar México para su país. Faltó de
principios políticos, le daba lo mismo lucir la medalla que le otorgaron por esa
victoria y al mismo tiempo, la Orden de Carlos III que le confirió Isabel II de
España, por su apego a la monarquía. Cuatro años después -en 1833-, ocuparía
por primera vez la Presidencia de la República.

Cuando en 1845 se decretó la anexión de Texas a Estados Unidos, Santa Anna se


encontraba desterrado en La Habana Cuba, desde donde preparo, su regreso al
poder -esta vez con los republicanos-, llevando a cabo una misteriosa negociación
con Estados Unidos para garantizar la paz. Con ese propósito, el ejército de Taylor
debía avanzar para derrocar al entonces presidente, Paredes. Siendo en ese
momento, el único capaz de contrarrestar la ofensiva norteamericana, sus
servicios fueron nuevamente requeridos.

Una vez al mando ordenó la retirada en varios puntos del país, sin siquiera intentar
combatir; facilitando el avance de los norteamericanos, con los que volvió a
negociar: un millón de pesos si la paz era firmada, y a cambio, más de la mitad del
territorio. Sin embargo, al reflexionar sobre las excesivas demandas territoriales,
decide combatir. Demasiado tarde, los estadounidenses atacaron y vencieron en
Padierna, Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec. En 1848, Santa Anna se vio
obligado una vez más a renunciar a la Presidencia y a embarcarse
voluntariamente a las Antillas, Jamaica y finalmente a Turbaco Colombia durante
casi cinco años, hasta que sus servicios como salvador de la patria fueron
nuevamente requeridos, al considerarse que ante la inestabilidad política, era el
único con la capacidad y los atributos necesarios para imponer el orden.

El país era sólo una confederación de estados disímiles entre sí, sin una identidad
nacional, en un espacio donde los principales grupos políticos regionales
únicamente buscaban el poder que la Presidencia por sí sola otorgaba, sin
importar nada más. Los recursos abundaban, y por tanto, el botín para el que
ganará, no era nada despreciable. Cuál independencia y soberanía nacional,
como fundamentos del Estado moderno existía, obviamente que ninguna. "Todos
los intentos por tener un Estado nacional consolidado fracasaron; sucumbieron
frente a intereses viejos (de tiempos coloniales) y frente a otros que querían la
'puesta al día' de la doctrina Monroe"

Bajo esta perspectiva, es posible entender la dinámica que rodeo la intervención


de los Estados Unidos en 1847, la pérdida de más de la mitad del territorio y la
posterior venta de la Mesilla. Estos hechos destacaron la ausencia de unidad
nacional, para contrarrestar este ataque. Poco importaba la invasión ante las
ambiciones desatadas en el centro del país. Por otro lado, los rencores y envidias
albergadas por nuestro excelentísimo General hacia sus correligionarios, sin
mencionar los sombríos tratos que tuvo con el representante estadounidense y
que lo hicieron regresar en 1846, de uno de sus exilios, a pesar del bloqueo que
mantenían los invasores, terminaron por entorpecer la defensa y propiciar el
triunfo yanqui. Sin lugar a dudas, Santa Anna fue un traidor en toda la extensión
de la palabra.

Tras la cruenta derrota militar, surgió por primera vez, la necesidad de un


sentimiento nacionalista unitario. Sin embargo, para poder resolver el problema en
torno a la mejor forma de gobierno para México, faltarían todavía más de veinte
años de lucha entre liberales y conservadores. Porfirio Díaz tuvo a su favor el
cambio de rumbo iniciado con Juárez, y otra coyuntura internacional; los esfuerzos
se dirigieron en esta etapa a consolidar a México como nación.

Durante toda la primera mitad del siglo XIX -las disputas internas-, fueron el
distintivo principal. Era un ambiente contaminado por las constantes pugnas entre
la clase dirigente y la ausencia de programas. En medio de la anarquía
económica, política y social imperante, el ejército adquirió un papel preponderante
en un sistema basado en premios, ascensos y privilegios; en el que nuestro
famoso protagonista, fue el principal impulsor.

La vorágine de acontecimientos marcada por las constantes reyertas por quedarse


con el botín de lo que quedo del país tras la lucha de independencia,
protagonizadas primero por un criollismo descontento, relegado por los españoles
peninsulares y después por los militares, fue lo que caracterizo esta etapa: el
desorden y el caos constituyeron la pauta distintiva. Privaba la impaciencia y el
temor por la seguridad personal ante el peligro a las revueltas y el constante
acecho de los denominados aventureros norteamericanos en la frontera norte.

A pesar de su oscuro historial, Santa Anna fue llamado de nueva cuenta, con el fin
de imponer la paz y el orden. Por un lado, los empresarios, parte del clero y por
supuesto el ejército, y por el otro, agiotistas, intrigantes, los que estaban en
quiebra, hasta los ladrones. Los primeros para proteger sus intereses económicos
y privilegios, los segundos porque ya habían gozado anteriormente de los favores
del general. Obviamente no acudían a él por simpatía sino por conveniencia.
"En algunos casos actuó el descontento por la situación del país; en otros, el
oportunismo personal. Uno y otro permitieron crear un clima favorable para el
retorno de quien dos veces había estado obligado a abandonar al país." 12

De los cinco que ocuparon la Presidencia de la República, durante el tiempo de exilio,


casi ninguno logró tener consenso, en parte debido a ciertos excesos de la prensa en la
crítica. En 1848, se sucedieron dos gobiernos de corte liberal moderado encabezados
por los militares José Joaquín de Herrera y Mariano Arista, los cuales trataron de
llevar a cabo un proyecto de modernización y reorganización del ejército,
encontrándose con una fuerte oposición manifestada con el pronunciamiento en
Jalisco del coronel José María Blancarte el 26 de julio de 1852 y el Plan de
Guadalajara, que reformado se convertiría en el Plan del Hospicio, el 20 de octubre de
ese mismo año. Dos meses después, dicho plan exhibió su verdadero objetivo: la vuelta
de Santa Anna al poder y el establecimiento de una dictadura con poderes
discrecionales permanentes hasta que el orden político fuera establecido.

Así, a principios de enero de 1853, Mariano Arista se vio obligado a renunciar a la


Presidencia de la República. La situación política y económica atravesaba por
momentos difíciles. Las finanzas estaban agotadas; cada estado marítimo reducía
y modificaba a su propio gusto los aranceles de importación, cuyos ingresos se
quedaban en el camino, y ya no llegaban a las arcas del Estado. Al redactar su
renuncia, Arista enumeraría acertadamente las graves condiciones en que se
encontraba el país: "aduanas marítimas invadidas de contrabando, desaparición
de las alcabalas en muchos lugares, destrucción del estanco del tabaco, casi
aniquilamiento de las rentas públicas, aumento de las deudas externa e interna,
bandolerismo, agricultura deficitaria, analfabetismo, servidumbre en el campo,
militares que requerían el poco dinero del erario, clero acaparador y reaccionario,
lucha contra los indios bárbaros y filibusteros..." 13

Al dejar Arista la Presidencia de la República, ésta fue ocupada por el ministro de


la Suprema Corte de Justicia, Juan Bautista Ceballos a quien los partidarios
santanistas presionaron, disolviendo el Congreso y por ende, forzando su
renuncia. El general Lombardini, "uno de los hombres públicos de menor
capacidad y de menos juicio que había en el país, y que aconsejado por otros que
sabían más que él, hizo sendos disparates en el tiempo que estuvo en el mando",
asumió el cargo mediante un convenio firmado por la guarnición militar de la plaza
que había secundado la sublevación; mientras llegaba Santa Anna de Turbaco, en
donde el general Escobar realizaba una "ardua" labor de convencimiento para
motivar su regreso, al tiempo que lo ilustraba sobre los últimos sucesos ocurridos.
Y, una vez más, dispuesto a trabajar por el bien de su patria, decide volver y no ha
desembarcado todavía, cuando las legislaturas de los estados lo declaran
Presidente electo con 18 votos, demostrándose desde entonces la eficacia con
que trabajaba nuestro sistema electoral.

12
Díaz, Fernando., Caudillos y caciques, p 235
13
Vázquez Mantecón, Carmen., Santa Anna y la encrucijada del Estado, p 16.
Aunque con objetivos e intereses distintos -en 1853-, los comerciantes, los
militares, el clero, los usureros; incluyendo, liberales y conservadores,
demandaron su triunfal retorno. Unos para que afianzara la República, otros para
allegarse de un monarca extranjero. En primera instancia, la revolución de Jalisco
y los planes que lo trajeron, establecieron una dictadura con poderes
discrecionales permanentes hasta que el orden político fuera establecido;
dejándose para más tarde la definición de la forma de gobierno.

Los principales actores políticos -liberales y conservadores- que aunque


enfrentaban dos posturas políticas diametralmente opuestas: república versus
monarquía. También, se unieron para pedir el regreso de Santa Anna. Unos con la
esperanza de que recordaría su fugaz pasado federalista y liberal, y afianzaría la
República, y los otros, apostando también a su pasado centralista y conservador,
con el fin de que propiciara el arribo de un monarca extranjero. Unos y otros le
presentaron sus planes y programas de gobierno.

El regreso de Santa Anna "no representaba el ideal ni mucho menos, 'más a pesar
de los graves errores políticos que cometió en las diversas ocasiones que, en
calidad de presidente, ha gobernado la República, -apuntaba el ministro español,
Antoine y Zayas- la incapacidad de sus sucesores, y el cúmulo de males que sufre
el país, le rehabilitan en la opinión pública'. Así fue siempre o casi siempre. Medio
siglo de supremacía santanista indica no tanto las excelencias del caudillo cuanto
la insignificancia de los demás..."14

Finalmente, Santa Anna se inclinaría por el proyecto conservador que le expondría


uno de sus principales ideólogos, Lucas Aláman, para modernizar al país y
ordenarlo, bajo los símbolos de la paz y el orden. Alamán, se opuso a las ideas
revolucionarias y se amparó en la tradición para volver programa político todas las
creencias del México colonial. El sentimiento religioso, debía preservarse como
único lazo de unión.

La base del gobierno conservador giraba en torno a tres principios fundamentales:


el religioso, el de unidad y el de autoridad (una verdad religiosa, una social y una
política). Los conservadores querían modernizar al país y ordenarlo, a través de la
introducción de mejoras materiales: la apertura de vías de comunicación por
empresas particulares y proyectos de colonización de trabajadores extranjeros
católicos para renovar la difícil situación por la que atravesaba la agricultura. Sin
embargo, tras la muerte de Alamán, los excesos en que cayo la dictadura hicieron
imposible la consecución de los proyectos de modernización de la administración
pública.

Con facultades discrecionales, Santa Anna gobernó a través de una simples


Bases para la Administración de la República, de carácter meramente
administrativo. Únicamente, estaría sujeto a la vigilancia del jefe del partido
conservador, Lucas Alamán cuyo proyecto quedaría inconcluso al morir sólo dos

14
Fuentes Mares, José., Santa Anna, el hombre., p 244-245.
meses después, liberándolo del único control que lo sujetaba a hacer lo que le
daba la gana. Aprovechó para evadirse de la tutela conservadora aunque sin
traicionar su proyecto en cuanto al fondo, buscaba la centralización del poder y
ante la aversión a la influencia angloamericana; el fortalecimiento del ejército; llego
incluso a enviar emisarios a las capitales europeas con el doble propósito de
propagar advertencias sobre el peligro yankee, y enganchar soldados y oficiales,
para el ejército mexicano.15 Resolvió, la desaparición de las legislaturas locales y
convirtió a los estados en departamentos, haciendo que sus rentas quedarán a
disposición del gobierno central.

Toda vez que dicho partido conservador con Alamán al frente, resolvió imponerle
un programa y encadenar sus ambiciones. Lo anterior, se reflejo en una carta que
éste le envió a través de Haro y Tamariz a Santa Anna, fechada el 23 de marzo de
1853:

"…Puede oir todo lo que le diga, como la expresión abreviada de toda la gente
propietaria, el clero y todos los que quieren el bien de su patria… nuestros
enviados a diferencia de todos esos otros, no van a pedirle a usted nada, ni alegar
nada, van únicamente a manifestar a usted cuáles son los principios que
profesamos los conservadores y que sigue por un impulso general toda la gente
de bien…

“Es lo primero conservar la religión católica, porque creemos en ella y porque aun
cuando no la tuviéramos por divina, la consideramos como el único lazo común
que liga a todos los mexicanos, cuando todos los demás han sido rotos y como lo
único capaz de sostener a la raza hispanoamericana y que puede librarla de los
grandes peligros a los que esta expuesta. Entendemos también que es menester
sostener el culto … y los bienes eclesiásticos, y arreglar todo lo relativo a la
administración eclesiástica con el Papa; pero no es cierto, como han dicho
algunos periódicos para desacreditarnos, que queremos Inquisición, ni
persecusiones, aunque sí nos parece que se debe impedir por la autoridad pública
la circulación de obras ímpias e inmorales…

“Deseamos que el gobierno tenga la fuerza necesaria para cumplir con sus
deberes, aunque sujetos a principios y responsabilidades que eviten los abusos, y
que esta responsabilidad pueda hacerse efectiva y no ilusoria…

“Estamos decididos contra la federación, contra el sistema representativo por el


orden de elecciones que se ha seguido hasta ahora, contra los ayuntamientos
electivos y contra todo lo que llama elección popular, mientras no descanse sobre
estas bases…

15
Aunque considero que dicha aversión era más bien oportunista, pues al tener que salir nuevamente del país,
tras la revolución de Ayutla que lo derroco, tiempo después, intento convencer a las autoridades
norteamericanas para que apoyaran su retorno, pero ni los franceses con los cuales también intento
congraciarse, ni los conservadores -y mucho menos, Juárez- creyeron que podría ser una vez más la solución a
todos los males del país.
“Creemos necesaria una nueva división territorial…que haga olvidar la actual
forma de Estados y facilite la buena administración, siendo este el medio más
eficaz para que la federación no retoñe…

“Pensamos que debe haber una fuerza armada en número competente para las
necesidades del país, siendo una de las más esenciales la persecusión de los
indios bárbaros y la seguridad de los caminos; pero esta fuerza debe ser
proporcionada a los medios que haya para sostenerla, organizando otra mucho
más numerosa de reserva, como la de las antiguas milicias provinciales, que poco
o nada costaban en tiempo de paz y se tenían prontas para caso de guerra…

“Estamos persuadidos que nada de esto lo puede hacer un Congreso, y


quisiéramos que usted lo hiciese ayudado por consejos poco numerosos que
preparen los trabajos…

“Estos son los puntos… de nuestra fe política que hemos debido exponer franca y
lealmente, como que estamos muy lejos de pretender hacer misterio de nuestras
opiniones, y para realizar estas ideas se puede contar con la opinión general, que
está decidida a favor de ellas, y que dirigimos por medio de los principales
periódicos de la capital y los estados, que todos son nuestros. Contamos con la
fuerza moral que de la uniformidad del clero, de los propietarios y de toda la gente
sensata… Creemos que la energía de carácter de usted contando con estos
apoyos, triunfará a todas las dificultades, que no dejarán de figurarle a usted muy
grandes los que quieren hacerse de su influjo para conservar el actual desorden;
pero que desaparecerán luego que usted se decida a combatirla y para ello
ofrecemos a usted todos los recursos que tenemos a nuestra disposición… las
mismas ideas las encontrará apoyadas por la multitud, la representación de
ayuntamientos y vecinos de los pueblos.

Tememos a la verdad, por otro lado, que cualesquiera que sean sus convicciones,
rodeado siempre por hombres que no tienen otra cosa qué hacer que adularle,
ceda a esa continuada acción, pues nosotros, ni hemos de luchar con ese género
de armas. Tememos, igualmente, que vayan a tener su cumplimiento algunos
negocios de que acaso esté usted impresionado por no haberlos examinado
bastante, los que han sido ya demasiado onerosos a la República, y que queda
pendiente la parte más desesperada, capaz por sí sola de acabar con el crédito de
usted. Tememos, no menos, que, llegado aquí, vaya usted a encerrarse en
Tacubaya, dificultándose mucho verle, haciendo muy gravoso para todos el ir allá,
y que por fin haga usted sus retiradas a Manga de Clavo, dejando el gobierno en
manos que pongan autoridad en ridículo, y acaben por precipitar a usted, como
antes sucedió. Tiene usted, pues, a la vista lo que deseamos, con lo que
contamos y lo que tememos. Creemos que estará por las mismas ideas; más, si
así no fuere, tememos que será gran mal para la Nación y aun para usted. En ese
caso, le suplico eche al fuego esta carta, no volviéndose a acordar de ella... En
manos de usted señor general, está el hacer feliz a su patria colmandose de gloria
y de bendiciones"...16

Los conservadores adoptaron de la Ilustración la defensa de los derechos de


propiedad y la exaltación de los privilegios económicos. Pugnaban por un gobierno
fuerte, aunque no despótico o tiránico; para alejar la anarquía que en esos
momentos privaba, el rigor era necesario. En ese sentido, Santa Anna encarnaba
la personificación de esa autoridad. El lema a seguir y que se popularizaría mas
tarde con Porfirio Díaz fue el de menos política, y más administración. Santa Anna,
en su perfil de césar vitalicio, adquirió un renovado cariz con la dictadura que
implantó durante el periodo 1853-1855, su último arribo al poder presidencial.

Paradójicamente, Santa Anna era el representante directo -por el control que


mantenía sobre el ejército-, de las luchas de grupo y de la propia inestabilidad
política, siendo éste uno de sus principales méritos y uno de los factores que
propiciaron su regreso. La dictadura estuvo amparada por los convenios de Arroyo
Zarco que estipulaban que quien resultara presidente electo tendría las facultades
necesarias para establecer el orden social mientras se promulgaba una nueva
Constitución. Tendría que convocar al Congreso, no pudiendo demorarla por más
de un año. Considerando que la nación debía constituirse bajo la forma
republicana, representativa y popular. Pero en los hechos, otro fue el programa
que se adoptó.

Sin embargo -en noviembre de 1853-, los militares levantaron un Acta en


Guadalajara, solicitando una prorroga para Santa Anna sin término fijo, lo
erigieron como el gran elector, otorgándole el poder de designar a su sucesor.
Previendo la muerte del caudillo, decidieron que en caso de fallecimiento, u otro
impedimento "que pudiera inhabilitar física o moralmente al Ilustre actual Jefe de la
Nación, cuidará éste de escoger persona que crea digna de reemplazarlo, y
señalarla en pliego cerrado. He ahí, el antecedente más nítido de la importancia
que habría de adquirir la institución presidencial en el proceso sucesorio de 1928 a
1994, por lo menos. Este decreto aplazaba la convocatoria de un Congreso
constituyente, mantenía las facultades discrecionales del presidente y le otorgaba
el título de su Alteza Serenísima, al haberse negado al trono imperial que
previamente le habían ofrecido, optando por una solución intermedia. Este
tratamiento lo aceptaba como en algún momento dirá "no para mi persona, sino
sólo para la dignidad del que sea en todo tiempo Presidente de la República".

Santa Anna, aceptó la propuesta conservadora que apoyaba la dictadura y


rechazaba todas las instancias democráticas y de elección popular. Aprovechó la
censura y el control a los impresos y persiguió con denuedo a los opositores. La
16
Si se analiza con detenimiento esta carta, podermos encontrar ciertas contradicciones e imprecisiones, como
por ejemplo cuando hace alusión a la crítica de algunos periódicos y después dice que todos son de ellos, o
bien, cuando hace referencia a la amplia aceptación que tienen entre la gente sensata porque comunicaron sus
ideas a través de los periódicos, se olvida de la gente que no sabía leer ni escribir y que en ese tiempo era un
número considerable. Véase a C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, pp
525-528
dictadura desbordada en autoritarismo hizo imposible la consecución de los
proyectos de modernización de la administración pública. Inició un periodo en el
que dominaron el agio, la opresión y el despilfarro, y se desplegó un fuerte control
policial. Asimismo, se le quito a los Estados su carácter independiente y soberano,
al convertirlos en Departamentos, y a los gobernadores en simples
administradores, centralizando todo el poder político y económico de las regiones.
Se suprimieron los ayuntamientos en poblaciones que no fueran capitales,
prefecturas cantones y distritos, se decretó el aumento del ejército a noventa mil
hombres, fue disuelta la guardia nacional lo que provocó una revuelta en Veracruz
que rápidamente fue sofocada, los salteadores fueron condenados a muerte,
quedaron abolidos los soberesueldos, las gratificaciones y los empleados
supernumerarios.

Su gabinete quedo conformado por Lucas Alamán -como líder indiscutible-en el


Ministerio de Relaciones Exteriores e Interiores; reformo las Bases al crear la
Secretaría de Gobernación, en la que fue nombrado Manuel Díez de Bonilla, con
la cual liberaba a la de Relaciones Exteriores de los aspectos concernientes a la
política interna. Aunque era precisamente Alamán, quien además de dar los
lineamientos más importantes en política internacional, controlaba abiertamente
las decisiones internas. Funda también, el de Fomento, colonización, industria y
comercio, con Velásquez de León a la cabeza, que se añade a los cuatro ya
ministerios existentes en esa época, en la que predominaba el proteccionismo
contra el libre cambio.

Propuso una rígida ley de imprenta, reorganizo el cuerpo diplomático, dispuso la


revisión de los aranceles aduanales y ordeno la inmediata separación del ejército
de los militares que se constituyeron en prisioneros voluntarios de los
norteamericanos en 1847. Se creo una junta revisora de su conducta, y se glorificó
a los héroes.17

Tras su muerte, Ignacio Aguilar y Morocho fue nombrado para ocupar la cartera de
Gobernación y Díez de Bonilla, la de Relaciones Exteriores. Asimismo se instauró
un Consejo de Estado, que también llevaba su firma. Santa Anna hizo algunos
cambios en la composición de dicho Consejo, y lo hizo totalmente dependiente de
su voluntad. Sus funciones consistían en preparar u redactar los proyectos de ley
que el gobierno demandaba y expedir un dictamen sobre aquellos negocios en
que fuera consultado, fungiendo como un organismo de carácter meramente
consultivo. En principio estuvo integrado por José Ignacio Esteva, Ramón de
Muñoz y Muñoz, José Julián Tornel, entre otros, y por obispos como consejeros
honorarios, encabezándolo el arzobispo de Michoacán, Clemente de Jesús
Murguía, con quien Santa Anna tuvo desaveniencias, por lo que dejo la
presidencia del Consejo y, vuelto a su diósesis, hubo de sufrir espionaje y
obstáculos. 18

Ibid., p 535.
17

18
Véase a Yáñez Agustín., Santa Anna, espectro de una sociedad., p 190.
Teodosio Lares encabezó el de Justicia y Negocios Eclesiásticos, pionero del
derecho administrativo, estableció el Contencioso; destacó el papel del derecho en
la constitución del Estado, avanzaron los códigos, la legislación, la instrucción y el
sometimiento de los jueces. En Hacienda, se colocó a Antonio Haro y Tamariz que
poco después renunciaría al no ceder a la presión de los agiotistas, tomando su
lugar Ignacio Sierra y Rosso, el cual impuso un sistema exagerado de
contribuciones para sostener el ostentoso aparato dictatorial, los excesivos gastos
y lujos extravagantes del dictador. Para tal efecto, serviría el capital recibido por la
venta de la Mesilla a los Estados Unidos.

José María Tornel y después Lombardini, se posicionaron en el de Guerra, al


fallecer éstos, el cargo fue ocupado por Santiago Blanco. Asimismo se nombró un
Procurador General de la Nación.

Un rastro de violencia y falta de ponderación marca el principio de una etapa


genuinamente santanista: el régimen dictatorial sin frenos, la ruptura con los
hombres del partido dominante.

Por lo que hace al trabajo legislativo durante la dictadura santanista, éste fue
prolífero y abigarrado en temas, había de todo desde leyes apropiadas a las
necesidades del momento hasta decretos cosméticos e incomprensibles. "Los
alcances legislativos del presidente y su ministerio lo abrazaron todo; ya aparecía
un decreto marcando el corte, figura, color y distintivos de los uniformes de los
empleados, sin exceptuar ni a los míseros escribientes y aún meritorios; ya se
disponía una nueva nomenclatura a la división territorial, que quedó formada de
departamentos, distritos, partidos y municipalidades, cuyas autoridades se
llamarían prefectos y subprefectos, y tesoreros municipales los recaudadores de
propiso y arbitrios; ya otro decreto concedía a los padres maestros dominicos,
agustinos y mercedarios el uso del cordón con borlas blancas sobre la capilla; ...
así como el restablecimiento de la Nacional y Distinguida Orden de Nuestra
Señora de Guadalupe".19 Esto último nos hace recordar sin duda, al imperio
iturbidista.

No obstante, el descontento generado ante los vicios del autoritarismo y el


despotismo eran evidentes. Los males de la corrupción, que estaba en todas
partes como un lastre ignominioso, hicieron que se sucedieran una serie de
acontecimientos que marcarían el principio del fin del último gobierno santanista.
El descontento social encontraría en la revolución de Ayutla un cauce a través del
cual manifestar sus inconformidades por el rumbo que estaba tomando el país.

En 1854 se proclama el Plan de Ayutla, en cuya redacción intervinieron


Comonfort, Álvarez, Tomás Moreno, Trinidad Gómez y Eligio Romero.
Adhiriéndose, los liberales que habían sido desterrados, a Nueva Orleáns por sus
posturas contrarias al régimen santanista, entre los que destacaban: Melchor
Ocampo, Benito Juárez, José María Mata, Ponciano Arriaga. Derivado de un

19
Op.cit., Fuentes Mares p 250
conflicto de intereses de tipo regional -que por supuesto también involucraba
ideas-, entre dos caudillos: Santa Anna y Juan Álvarez, que se extendió al
desarrollo político y económico de sus respectivas provincias. Veracruz y lo que
hoy conocemos como el estado de Guerrero, respectivamente. Revolución que sin
lugar a dudas inauguraría una nueva etapa en la historia política del país, y que en
esta ocasión fue lidereada por Benito Juárez García.

Santa Anna, fue un conjurado permanente, abrazó todas las posiciones


ideológicas; chantajista, traidor, amoral y falto de carácter. Los que lo rodearon,
mientras más lo adularon y rindieron pleitesía, obtuvieron grandes privilegios. Su
mayor pasión antes que las mujeres, eran los gallos; dilapidó el dinero del erario,
repartiendo las riquezas del país y los puestos públicos entre sus amigos. Su vida
política abarcó más de cincuenta años (desde 1822), aunque la duración de sus
gobiernos dependía de la fidelidad de los militares, y ésta de una paga regular y
de la consecución de múltiples privilegios.

Alamán describía a Santa Anna como un: "conjunto de buenas y malas calidades,
talento natural muy claro, sin cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor, sin
designio fijo ni objeto determinado; energía y disposición para gobernar
obscurecidas por graves defectos; acertados en los planes generales de una
revolución o una campaña, e infelicísimo en la dirección de una batalla, de las que
no ha ganado una sola; habiendo formado aventajados discípulos y tenido
numerosos compañeros para llenar de calamidades su patria, y pocos o ningunos
cuando ha sido menester presentarse ante el cañón francés en Veracruz, o a los
rifles americanos en el recinto de México, Santa Anna es sin duda uno de los más
notables caracteres que presentan las revoluciones americanas...

Los múltiples errores políticos de Antonio López de Santa Anna lo condenaron al


ostracismo, al haber sido éstos muy superiores a sus aciertos, marginándolo de la
historia oficial como el héroe de la independencia, como el que contrarresto el
ataque español de Barradas, como el que enfrento valientemente a los
americanos en Tampico por la defensa de Texas, a los franceses en 1838 en la
famosa guerra de los pasteles, perdiendo la pierna izquierda y un dedo, y
nuevamente a los americanos que invadieron el país en 1847.

Una y otra vez desafío a la muerte, logrando sobrevivir no tanto por su estrategia -
sin restarle méritos-, pues es indudable que fue un gran organizador; sino más
bien por su destreza para escaparse de situaciones difíciles. Habilidoso como
político, prometía lo que no podía cumplir y una vez a salvo, hacía lo que quería,
siempre buscó su propio provecho personal, así como la lisonja y el halago
constante de quienes lo rodeaban.

Este hombre, que se hizo imprescindible para los principales grupos políticos de la
época, como el único capaz de controlar la anarquía e imponer el orden requiere
por las circunstancias que envolvieron su larga y prolífera vida de un análisis
profundo y objetivo, ya que -sin temor a exagerar- sólo a partir de su presencia y
actuación, puede entenderse e interpretarse el proceso histórico por el que
atravesó el país durante la primera mitad del siglo XIX, y lo que habría de ser la
construcción del moderno Estado mexicano, así como de una identidad nacional
que en principio no existía, a pesar de haberse alcanzado la independencia de la
metrópoli española. En este ámbito, destaca el papel preponderante que ha
jugado la institución presidencial a lo largo de la historia, convirtiéndose en el
símbolo que caracteriza nuestro sistema político.

Su particular peculiaridad, le dio un carácter ambivalente a su ejercicio en el


gobierno. A pesar de las once ocasiones que ocupo la Presidencia de la
República, apenas llegó a completar los seis años en la misma. Por errores
políticos que lo obligaron a salir del país en tres ocasiones o por puro
aburrimiento, su desempeño fue irregular: el mismo se autoexiliaba a su hacienda
de Manga de Clavo o al Encero, aludiendo enfermedad e indisposición. Como sea,
en el poder o fuera de él, ejerció una enorme influencia; era un gran intrigante,
conspirador y manipulador. Nada se hacía si previamente, no le era consultado.
Resulta sorprendente, el influjo y el alcance que dicho personaje tuvo en la política
y la vigencia que sin lugar a dudas sigue teniendo, en la personalidad y acciones
de ciertos políticos, no sólo nacionales, sino también latinoamericanos. Los
hechos actuales se empeñan en recordárnoslo, lamentablemente adolecemos de
un enorme vacío histórico; pues si conociéramos un poco de historia, quizá
trataríamos de no repetir los errores del pasado, sino más bien de enmendarlos.
Lamentablemente, esto no es así, la sombra de Santa Anna ha traspasado
generaciones enteras, convirtiéndose -como señalaría uno de sus biógrafos- en el
espectro de una sociedad.

BIBILIOGRAFIA:

10. Alamán, Lucas., Historia de Méjico.,


11. Aguilar M., Alonso, Carrión Jorge, et-al., El pensamiento político de México.
Entre lo viejo y lo nuevo. Tomo II., Edit. Nuestro tiempo, México 1987, 285 pp.
12. Díaz Díaz, Fernando., Caudillos y caciques. Antonio López de Santa Anna y
Juan Álvarez., Edit. Colegio de México, 1972, 354 pp.
13. Muñoz, Rafael., Santa Anna, el dictador resplandeciente., Edit., Fondo de
Cultura Económica, México.
14. C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, 576 pp.
15. Vázquez Mantecón, Carmen., Santa Anna y la Encrucijada del Estado. La
dictadura 1853-1855., Edit. Fondo de Cultura Económica, México 1986., 338
pp.
16. Vázquez Zoraida Josefina, Díaz Lilia, et-al., Historia general de México., Tomo
3, México 1981, 337 pp.
17. Yañez, Agustín., Santa Anna espectro de una sociedad., ediciones océano
S.A, México 1982, 264 pp
El periódico El Universal, principal órgano de difusión del gobierno acuso a Eligio
Romero, secretario de gobierno del estado de Guerrero, de contrariar las disposiciones del
gobierno, en relación a la circulación de moneda extranjera en aquella región, citando una
circular de Romero en donde manifestaba que

...ninguna providencia que emana del poder central, aun cuando la produzca un poder con
títulos indisputables, debe acatarse y cumplirse religiosamente en los Estados, mientras sus
autoridades no le den el correspondiente pase y la manden cumplir... 20 Criticando además
los festejos que se hicieron por la muerte de Alamán.

De esa forma, Álvarez tuvo que soportar la ingerencia del poder central en sus dominios.
En octubre, ocurrió otro incidente importante, cuando fuerzas de la jurisdicción de
Cuernavaca encabezadas por Ángel Pérez Palacios balacearon las residencias de dos
criminales en el partido de Taxco, quienes según informes obtenidos por José Mariano
Salas, comandante general del Departamento de México, se ocupaban de “elaborar pólvora
y balas” y actuaban por orden de Álvarez e intentaban el “desconocimiento del cura, el
culto religioso y reposición de terrenos para los indígenas, cuando sólo era un conflicto de
tierras y de rivalidad. Tomás Moreno culpó a Pérez Palacios de lo ocurrido e informó al
ministerio de Guerra que fuerzas de aquél pretendían invadir Guerrero y que de ocurrir ello
serían repelidas por la fuerza.
También se habló respecto a sus actividades contra los “díscolos” que actuaron a favor del
Plan de Jalisco que pugnó por el regreso de Santa Anna al poder en julio de 1853.
al solicitarle que le comunicara a Santa Anna que podía seguir contando con su “débil
cooperación siempre que la exijan los peligros que amenazan a la Nación” el 24 de febrero
de 1854 las fuerzas del gobierno tomaron Chilpancingo, abandonada por las tropas de
Tomás Moreno Asimismo. Álvarez hizo que fueran arrestados algunos agentes santanistas
Santa Anna realizó dos expediciones más, sin enfrentamiento alguno a Iguala y Zamora.

LA DICTADURA DE ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA (1853-1855).

El respeto de los pueblos á la autoridad, sino está


basada en la justicia, la virtud, la moderación y el
20
Periódico El Universal, 24 de mayo de 1853, p 3
buen ejemplo, no puede ser ni sincero, ni duradero, ni
conservarse más que a fuerza de despotismo militar.
Benito Gómez Farías21
El retorno

A pesar de su oscuro historial, Santa Anna fue llamado de nueva cuenta, con el fin de
imponer la paz y el orden. Por un lado, los empresarios, parte del clero y por supuesto el
ejército, y por el otro, agiotistas, intrigantes, los que estaban en quiebra, y hasta los
ladrones. Los primeros para proteger sus intereses económicos y privilegios, los segundos
porque ya habían gozado anteriormente de los favores del general. Obviamente, no acudían
a él por simpatía sino por conveniencia.
"En algunos casos actuó el descontento por la situación del país; en otros, el oportunismo
personal. Uno y otro permitieron crear un clima favorable para el retorno de quien dos
veces había estado obligado a abandonar al país."22
De las cinco personas que ocuparon la Presidencia de la República durante el tiempo de su
exilio, prácticamente ninguno logró tener el consenso deseado; debido en parte a ciertos
excesos de la prensa en la crítica.
En 1848, se sucedieron dos gobiernos de corte liberal moderado encabezados por los
militares José Joaquín de Herrera y Mariano Arista, los cuales trataron de llevar a cabo un
proyecto de modernización y reorganización del ejército, encontrándose con una fuerte
oposición manifestada con el pronunciamiento en Jalisco del coronel José María Blancarte
el 26 de julio de 1852 y el Plan de Guadalajara, que reformado se convertiría en el Plan del
Hospicio, el 20 de octubre de ese mismo año. Dos meses después, dicho plan exhibió su
verdadero objetivo: la vuelta de Santa Anna al poder y el establecimiento de una dictadura
provisional con poderes discrecionales permanentes hasta que el orden político fuera
establecido.
Lo anterior no significaba que los rebeldes estuvieran al servicio de los conservadores,
puesto que ofrecían la continuación del sistema federal. No hicieron ningún
pronunciamiento en contra, más bien lo apoyaron al pedir que se convocara a un nuevo
congreso que promulgara una nueva Constitución, pero a la postre creo una situación
21
Benito Gómez Farías a Valentín Gómez Farías, Londres, diciembre 30 de 1853; U. De Texas, GF, 3622,
F57, citado por Díaz Fernando, Caudillos y caciques., p 251
22
Díaz, Fernando., Caudillos y caciques, p 235
favorable a los intereses conservadores. Al mismo tiempo, consideraron que Santa Anna era
indispensable y se le llamó para acaudillar el movimiento.
Por lo anterior, Mariano Arista se vio obligado a renunciar a la Presidencia de la República,
a principios de enero de 1853. La situación política y económica atravesaba por momentos
difíciles. Las finanzas estaban agotadas; cada estado marítimo reducía y modificaba a su
propio gusto los aranceles de importación, cuyos ingresos se quedaban en el camino, y no
llegaban a las arcas del Estado. Al redactar su renuncia, Arista enumeraría acertadamente
las graves condiciones en que se encontraba el país:
"aduanas marítimas invadidas de contrabando, desaparición de las alcabalas en muchos
lugares, destrucción del estanco del tabaco, casi aniquilamiento de las rentas públicas,
aumento de las deudas externa e interna, bandolerismo, agricultura deficitaria,
analfabetismo, servidumbre en el campo, militares que requerían el poco dinero del erario,
clero acaparador y reaccionario, lucha contra los indios bárbaros y filibusteros..."23
La Presidencia de la República, fue ocupada por el ministro de la Suprema Corte de
Justicia, Juan Bautista Ceballos a quien los partidarios santanistas presionaron, disolviendo
el Congreso y por ende, forzando su renuncia, a fin de allanarle el camino a Santa Anna a
través del general Lombardini, que asumió el cargo mediante un convenio firmado por la
guarnición militar de la plaza que había secundado la sublevación.
Mientras en Turbaco, el general Escobar realizaba una "ardua" labor de convencimiento
para motivar el regreso del viejo caudillo, al tiempo que lo ilustraba sobre los últimos
sucesos ocurridos. Una vez más, dispuesto a trabajar por el bien de su patria, decide volver
y aún no ha desembarcado, cuando las legislaturas de los estados lo declaran Presidente
electo con 18 votos, demostrándose desde entonces la eficacia de nuestro sistema electoral.
Aunque con intereses y objetivos distintos: los comerciantes, los militares, el clero, los
usureros; incluyendo liberales y conservadores que enfrentaban dos posturas políticas
diametralmente opuestas: república versus monarquía, también se unieron para demandar el
triunfal retorno del general Santa Anna. Unos con la esperanza de que recordaría su fugaz
pasado federalista y liberal, y afianzaría la República, y los otros, apostando también a su
pasado centralista y conservador, a fin de que propiciara el arribo de un monarca extranjero.
Ambos le presentaron sus planes y programas de gobierno.

23
Vázquez Mantecón, Carmen., Santa Anna y la encrucijada del Estado, p 16.
El regreso de Santa Anna "no representaba el ideal ni mucho menos, 'más a pesar de los
graves errores políticos que cometió en las diversas ocasiones que, en calidad de presidente
ha gobernado la República, -apuntaba el ministro español, Antoine y Zayas- la incapacidad
de sus sucesores, y el cúmulo de males que sufre el país, le rehabilitan en la opinión
pública'. Así fue siempre o casi siempre. Medio siglo de supremacía santanista indica no
tanto las excelencias del caudillo cuanto la insignificancia de los demás..."24
Santa Anna se inclinó por el proyecto conservador que le expondría para modernizar y
ordenar el país bajo los símbolos de la paz y el orden, uno de sus principales ideólogos,
Lucas Alamán quien siempre se opuso a las ideas revolucionarias, amparándose en la
tradición para volver programa político todas las creencias del México colonial. El
sentimiento religioso, debía preservarse como único lazo de unión.
Bajo esa perspectiva, el partido conservador era ante todo el partido del orden, porque
según lo indicaba su nombre, pugnaba por "conservar como tradición sagrada la religión, la
propiedad, la autoridad, la libertad racional". Por tanto, la base del gobierno giraba en torno
a tres principios fundamentales: el religioso, el de unidad y el de autoridad (una verdad
religiosa, una social y una política respectivamente).
Este apartado intenta analizar algunos de los aspectos más importantes del undécimo y
último arribo del general Antonio López de Santa Anna a la Presidencia, periodo en el cual
ejerció el poder en su máxima expresión, cometiendo toda clase de atropellos y excesos.
Seguramente, Santa Anna debió haber pensado que éste periodo no sería aún el último, si
consideramos la idea que tenía de sí mismo y que la propia sociedad de su tiempo había
contribuido a forjar, rodeándolo de una aureola de cuasi divinidad. Parafraseando a Hegel,
destacado filósofo alemán de aquélla época, él era el Espíritu del pueblo mexicano montado
a caballo. Lamentablemente, la historia se encargó de probar que nuestro jinete estuvo lejos
de ser todo lo bueno que hubiéramos deseado.
No obstante, creo que por la dinámica que había caracterizado la primera mitad del siglo
XIX: inestabilidad política, asonadas militares, pronunciamientos, entre otros; Santa Anna,
debió haber contemplado que no todo era para siempre y que su reinado tendría que
terminar, aunque tal vez el fin lo viera todavía demasiado lejos, debido a la innegable
influencia que había ostentado durante más de un cuarto de siglo entre los principales

24
Fuentes Mares, José., Santa Anna, el hombre., p 244-245.
grupos en pugna (conservadores y liberales, federalistas y centralistas), quienes lo
alternaban como líder indiscutible de sus respectivos movimientos. En medio de éste
singular rejuego político, éste sólo se había dejado llevar convenientemente por las
turbulencias imperantes, sublimando su ego y enorme vanidad, por lo que se pensaba
imprescindible en la medida que así se lo había dejado sentir la abigarrada sociedad de la
época
La actuación de Santa Anna se justificó en su atrayente y carismática personalidad aunada a
la sobrada y servil actitud de sus correligionarios que no cesaban de adularle. En cierta
forma ello contribuyó a su triunfal regreso, a pesar de los estretepitosos fracasos que
marcaron su vida política: Texas y la intervención norteamericana en 1847, la cual implicó
la pérdida de más de la mitad del territorio, sin mencionar los extravíos cometidos a lo
largo de sus a veces esporádicos pasos por la Presidencia de la República, que ocupó en
once ocasiones. Sin embargo, en recuerdo a la derrota de los españoles en Tampico y a la
valentía con que combatió a los franceses en Veracruz y que lo llevó a perder una pierna, el
país volvería a creer una vez más en quien se había erigido incansablemente como su
salvador.
Los políticos y los ideólogos de la época, carecían de los mecanismos adecuados para
movilizar a todos los sectores de la sociedad; requirieron siempre de una especie de puente,
de un interlocutor, de un gran mediador. Ese fue precisamente el papel que le tocó a Santa
Anna y que siempre le gusto jugar, por esa razón es que vuelve una vez más al poder.
En ese sentido, quizá la personalidad de Santa Anna fue una de las razones por las que
algunos consideraron necesario su regreso. Santa Anna era capaz de crear cierto entusiasmo
entre la población, que a pesar de todo sentía la necesidad de creer en algo, aunque este
algo fuera equivocado y tuviera nombre propio. Contra todo lo que pudiera pensarse,
levantaba el espíritu del pueblo mexicano, deseoso de encontrar su propia identidad, de
reencontrarse consigo mismo, de alcanzar un equilibrio político, una tregua que lo
condujera a la paz necesaria para poder cimentar lo que habrían de ser las bases del Estado
que consecuentemente lo llevaran a su desarrollo, lo cual tardaría todavía algunas décadas
más. Aunque para Santa Anna eso no importaba, toda vez que no era un hombre de ideas,
sino tan sólo un tipo pragmático en toda la extensión de la palabra.
Tal vez, contra todo lo que pudiera pensarse, levantaba el espíritu del pueblo mexicano,
deseoso de encontrar su propia identidad, de reencontrarse consigo mismo, de alcanzar un
equilibrio político, una tregua que lo condujera a la paz necesaria para poder cimentar lo
que habrían de ser las bases del Estado mexicano que consecuentemente lo llevaran a su
desarrollo, lo cual tardaría todavía algunas décadas más.
El retorno de Santa Anna fue promovido principalmente por militares, a través del
pronunciamiento iniciado por el coronel José Ma. Blancarte y el Plan de Guadalajara,
posteriormente, el Plan del Hospicio que se extendió con éxito por todo el país para
preservar el estatus del ejército. Tiempo después, cuando el clamor se generalizó, las
diferentes fuerzas políticas y sociales fueron sumándose al movimiento: sectores de
liberales, conservadores, el clero y los agiotistas.
En el Congreso instalado en 1852, los conservadores contaban con mayoría en el senado, en
tanto que entre los diputados la tenían los liberales, quienes se unificaron para conceder las
facultades extraordinarias solicitadas por el presidente que en julio, provocó el
levantamiento de Blancarte en Guadalajara, y en La Piedad, Bahamonde contra Melchor
Ocampo, a los que se adhirió Eligio Ortiz en Guanajuato, pidiendo la destitución de Arista
y llamando a Santa Anna al poder como supremo dictador, según manifestaba el plan de
Ortiz: para que sean respetados los bienes del clero secular y regular de la República.
La conjura del clero se hizo patente: el 20 de octubre, ocurrió otro levantamiento en
Guadalajara, apoyado por los militares Lázaro J. Gallardo y el gobernador José Ma. Yáñez,
que emitieron el Plan del Hospicio, en el que se desconoció a las autoridades exigiendo la
convocatoria para un Congreso Constituyente, y lo mismo que Michoacán, apoyaron el
regreso de Santa Anna, hechos que provocaron la caída de Arista el 5 de enero de 1853, a
quien sucedió por ministerio de ley, el presidente de la Suprema Corte Juan B. Ceballos,
moderado y adicto a Santa Anna que obtuvo le fueran otorgadas facultades extraordinarias,
con base en las cuales presentó una iniciativa para convocar a una Convención Nacional
con un año de duración, pero ante la negativa del Congreso, disolvió las cámaras por la
fuerza. En reuniones particulares, eligieron interino al gobernador de Puebla, Juan Múgica
Osorio que al no aceptar permite el acceso al poder de Lombardini, quien abrazó el Plan del
Hospicio, firmó los convenios de Arroyo Zarco y obligó a renunciar a Cevallos e1 7 de
febrero a fin de quedar como encargado del ejecutivo vacante.
El país caído en la anarquía se precipito a la dictadura, al considerar que sólo un hombre
enérgico podía restaurar la paz y la tranquilidad subvertidas. Santa Anna fue llamado
nuevamente de su destierro para gobernar durante un año sin Constitución, en tanto se
reunía el Congreso Extraordinario a fin de dictar una nueva norma conciliadora de
intereses.
Los conservadores tenían un proyecto de país un tanto reaccionario, planteaban establecer
una monarquía con un príncipe español, proyecto que afortunadamente fracaso. Con el
propósito de acabar con el desorden, en que supuestamente la experiencia federal había
sumido al país, volvieron a la carga y retomaron el centralismo como si las intentonas que
le precedieron hubieran fructificado en algo positivo, y como no había otro, para encabezar
el nuevo gobierno trajeron de su obligado destierro nada menos que a Santa Anna, quien en
principio sería controlado directamente por el principal ideólogo del partido conservador,
Don Lucas Alamán, hombre reconocido por su pensamiento político antiliberal, y por su
indirecta participación en la muerte del general Vicente Guerrero; pero también por
constituir una personalidad sobresaliente con una gran capacidad intelectual que lo llevó a
instrumentar varios proyectos importantes para el desarrollo del país como lo fue el famoso
Banco de Avío. Su precipitada muerte a tan sólo dos meses de encabezar el gabinete de
Santa Anna en la Secretaría de Relaciones Interiores y Exteriores fue lamentable, pues su
presencia constituía un freno a las arbitrariedades santanistas, las cuales tras su deceso, se
desarrollaron vertiginosamente. Una dictadura militar no conservadora y mucho menos
federal se hizo presente.
También los liberales y federalistas confiaron en Santa Anna y en la posibilidad de que éste
retomara su proyecto político, por lo que promovieron su retorno. Así, el pueblo entero
volvió a depositar su confianza en un hombre que aunque había fallado, también había
tenido importantes triunfos, y además era el único. Por otro lado, se llegó a pensar que
había aprendido de los errores pasados, y que por ende, tendría una mejor actuación. Por
desgracia, no ocurrió así.

“Llamado por la revolución de 1852, oyeronse de sus labios palabras de reconciliación cuando
arribo a las playas de su país natal, en abril del año siguiente. Creyeron en ellas los más porque
pensaron que la soledad del destierro, la experiencia de los años y el espectáculo de la patria
afligida, habrían ilustrado y purificado al hombre”. 25
A pesar de su oscuro historial, Santa Anna fue llamado de nueva cuenta, con el fin de
imponer la paz y el orden. Por un lado, los empresarios, parte del clero y por supuesto el
ejército, y por el otro, agiotistas, intrigantes, los que estaban en quiebra, y hasta los
ladrones. Los primeros para proteger sus intereses económicos y privilegios, los segundos
porque ya habían gozado anteriormente de los favores del general. Obviamente, no acudían
a él por simpatía sino por conveniencia.
"En algunos casos actuó el descontento por la situación del país; en otros, el oportunismo
personal. Uno y otro permitieron crear un clima favorable para el retorno de quien dos
veces había estado obligado a abandonar al país."26
De las cinco personas que ocuparon la Presidencia de la República durante el tiempo de su
exilio, prácticamente ninguno logró tener el consenso deseado; debido en parte a ciertos
excesos de la prensa en la crítica.
Santa Anna gobernó con facultades discrecionales a través de una simples Bases para la
Administración de la República, de carácter meramente administrativo. Únicamente, estaba
sujeto a la vigilancia del jefe del partido conservador, Lucas Alamán cuyo proyecto quedo
inconcluso al morir tan sólo dos meses después. Toda vez que éste resolvió imponerle un
programa y encadenar sus ambiciones. Lo anterior, se reflejo en una carta fechada el 23 de
marzo de 1853 que le envió al propio Santa Anna:
"…Puede oír todo lo que le diga, como la expresión abreviada de toda la gente propietaria,
el clero y todos los que quieren el bien de su patria… nuestros enviados a diferencia de
todos esos otros, no van a pedirle a usted nada, ni alegar nada, van únicamente a manifestar
a usted cuáles son los principios que profesamos los conservadores y que sigue por un
impulso general toda la gente de bien…
“Es lo primero conservar la religión católica, porque creemos en ella y porque aun cuando
no la tuviéramos por divina, la consideramos como el único lazo común que liga a todos los
mexicanos, cuando todos los demás han sido rotos y como lo único capaz de sostener a la
raza hispanoamericana y que puede librarla de los grandes peligros a los que esta expuesta.

25
De la Portilla Anselmo, Historia de la revolución de México contra la dictadura del general Santa Anna
1853-1855, pág 6.
26
Díaz, Fernando., Caudillos y caciques, p 235
Entendemos también que es menester sostener el culto … y los bienes eclesiásticos, y
arreglar todo lo relativo a la administración eclesiástica con el Papa; pero no es cierto,
como han dicho algunos periódicos para desacreditarnos, que queremos Inquisición, ni
persecuciones, aunque sí nos parece que se debe impedir por la autoridad pública la
circulación de obras impías e inmorales…
“Deseamos que el gobierno tenga la fuerza necesaria para cumplir con sus deberes, aunque
sujetos a principios y responsabilidades que eviten los abusos, y que esta responsabilidad
pueda hacerse efectiva y no ilusoria…
“Estamos decididos contra la federación, contra el sistema representativo por el orden de
elecciones que se ha seguido hasta ahora, contra los ayuntamientos electivos y contra todo
lo que llama elección popular, mientras no descanse sobre estas bases…
“Creemos necesaria una nueva división territorial…que haga olvidar la actual forma de
Estados y facilite la buena administración, siendo este el medio más eficaz para que la
federación no retoñe…
“Pensamos que debe haber una fuerza armada en número competente para las necesidades
del país, siendo una de las más esenciales la persecución de los indios bárbaros y la
seguridad de los caminos; pero esta fuerza debe ser proporcionada a los medios que haya
para sostenerla, organizando otra mucho más numerosa de reserva, como la de las antiguas
milicias provinciales, que poco o nada costaban en tiempo de paz y se tenían prontas para
caso de guerra…
“Estamos persuadidos que nada de esto lo puede hacer un Congreso, y quisiéramos que
usted lo hiciese ayudado por consejos poco numerosos que preparen los trabajos…
“Estos son los puntos… de nuestra fe política que hemos debido exponer franca y
lealmente, como que estamos muy lejos de pretender hacer misterio de nuestras opiniones,
y para realizar estas ideas se puede contar con la opinión general, que está decidida a favor
de ellas, y que dirigimos por medio de los principales periódicos de la capital y los estados,
que todos son nuestros. Contamos con la fuerza moral que de la uniformidad del clero, de
los propietarios y de toda la gente sensata… Creemos que la energía de carácter de usted
contando con estos apoyos, triunfará a todas las dificultades, que no dejarán de figurarle a
usted muy grandes los que quieren hacerse de su influjo para conservar el actual desorden;
pero que desaparecerán luego que usted se decida a combatirla y para ello ofrecemos a
usted todos los recursos que tenemos a nuestra disposición… las mismas ideas las
encontrará apoyadas por la multitud, la representación de ayuntamientos y vecinos de los
pueblos.
"Tememos a la verdad, por otro lado, que cualesquiera que sean sus convicciones, rodeado
siempre por hombres que no tienen otra cosa qué hacer que adularle, ceda a esa continuada
acción, pues nosotros, ni hemos de luchar con ese género de armas. Tememos, igualmente,
que vayan a tener su cumplimiento algunos negocios de que acaso esté usted impresionado
por no haberlos examinado bastante, los que han sido ya demasiado onerosos a la
República, y que queda pendiente la parte más desesperada, capaz por sí sola de acabar con
el crédito de usted. Tememos, no menos, que, llegado aquí, vaya usted a encerrarse en
Tacubaya, dificultándose mucho verle, haciendo muy gravoso para todos el ir allá, y que
por fin haga usted sus retiradas a Manga de Clavo, dejando el gobierno en manos que
pongan autoridad en ridículo, y acaben por precipitar a usted, como antes sucedió. Tiene
usted, pues, a la vista lo que deseamos, con lo que contamos y lo que tememos. Creemos
que estará por las mismas ideas; más, si así no fuere, tememos que será gran mal para la
Nación y aun para usted. En ese caso, le suplico eche al fuego esta carta, no volviéndose a
acordar de ella... En manos de usted señor general, está el hacer feliz a su patria
colmándose de gloria y de bendiciones...27
Los conservadores adoptaron de la Ilustración la defensa de los derechos de propiedad y la
exaltación de los privilegios económicos. Pugnaron por un gobierno fuerte, aunque no
despótico o tiránico para alejar la anarquía que privaba en esos momentos, por lo que el
rigor era necesario. En ese sentido, Santa Anna personificaba esa autoridad. El lema a
seguir y que se popularizaría mas tarde con Porfirio Díaz fue el de menos política y más
administración. Santa Anna en su perfil de césar vitalicio, adquirió un renovado cariz con
la dictadura que implantó durante el periodo 1853-1855, su último arribo al poder
presidencial.
***

27
Si se analiza con detenimiento esta carta, podermos encontrar ciertas contradicciones e imprecisiones, como
por ejemplo cuando hace alusión a la crítica de algunos periódicos y después dice que todos son de ellos, o
bien, cuando hace referencia a la amplia aceptación que tienen entre la gente sensata porque comunicaron sus
ideas a través de los periódicos, se olvida de la gente que no sabía leer ni escribir y que en ese tiempo era un
número considerable. Véase a C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, pp
525-528
El 1 de abril, Santa Anna a quien conservadores y moderados esperaban con los brazos
abiertos, llegó a Veracruz convertido en conservador. Alamán su testaferro, organizó la
dictadura a través de la redacción de las llamadas Bases para la Administración de la
República. Ante el caos político, económico y social predominante, los conservadores
enarbolaron la bandera de religión, unidad y autoridad. Una vez en el poder, el proyecto de
convocar a un Congreso Constituyente se diluyó, para ser sustituido por un gobierno
unipersonal dirigido por bases puramente administrativas.
Éstas constaron de tres secciones denominadas: 1) Gobierno Supremo, 2) Consejo de
Estado y 3) Gobierno interior. Para el ejercicio del primero, se nombraron cinco secretarios
de Estado necesarios para el despacho de los negocios públicos, a los que se otorgaron
funciones, quedando sujetos al dictado del Poder Ejecutivo. Para el segundo, se nombraron
veintiún personas distribuidas en cinco secciones,correspondientes a cada una de las
secretarías de Estado y otros diez más para los reemplazos en ausencias o enfermedades de
dicho cuerpo; siendo el presidente, vicepresidente y secretario, designados por el Ejecutivo.
El último, contenía la esencia de la dictadura, ya que se facultaba al Ejecutivo para la
reorganización de la administración pública, dejando en receso a las legislaturas o
autoridades que desempeñaron funciones legislativas en estados y territorios, y expedía un
reglamento al cual deberían sujetarse los gobernadores hasta la publicación de la
Constitución.
En abril de 1853 se creó un Consejo de Estado con santanistas e importantes personalidades
del clero católico como consejeros honorarios, quedando al frente el obispo de Michoacán,
Clemente de Jesús Munguía, quien al desaprobar su política, se enemistó con Santa Anna,
por lo que regreso a su diócesis desde donde posteriormente, apoyó con recursos la
Revolución de Ayutla. Los decretos del 11 y 14 de mayo de 1853, centralizaron el poder
público y las rentas. La figura de los Estados quedó abolida y su denominación reducida a
Departamentos, además se prohibió que se formaran ayuntamientos en las poblaciones que
contaran con menos de diez mil habitantes.
En contraste con estas prioridades de los conservadores fundamentadas en la preeminencia
de la religión católica, la unidad que conllevaba la abolición completa del sistema federal y
de la elección popular bajo una sola autoridad que facilitará la buena administración y el
orden, Miguel Lerdo de Tejada en una carta escrita a petición del propio Santa Anna,
contestaba la famosa carta de Alamán en la que le expuso los principios que profesaba el
partido conservador y él mismo, así como las condiciones bajo las cuales consentirían
gobernar con él.
Lerdo planteaba visionariamente que la solución de la crisis radicaba en atender las
exigencias de la opinión pública, y quienes aconsejaban “los medios de fuerza para
reprimirla y conservar la situación actual..., sin emprender ninguna reforma útil por temor a
las resistencias que se oponen a ella” , en realidad perseguían “aplazar la resolución de la
crisis” y de seguirse así “no tardará en reaparecer con síntomas tal vez mucho más
alarmantes y peligrosos”. Resaltaba que tres o cuatro quintas partes del territorio estaban
sin cultivo, y cinco o más de sus ocho millones de habitantes sumidos en la pobreza y la
ignorancia, resultado del atraso en que se hallaban las artes y la industria. Las actividades
económicas, prácticamente no existían. La agricultura se limitaba a unos cuantos productos
indispensables para la alimentación; México exportaba casi exclusivamente oro y plata; el
trabajo estaba estancado; los impuestos sin cálculo; el país sin seguridad; los ingresos del
erario desperdiciados y el crédito interno y externo abatido.
Aconsejaba pues, una reforma económica: supresión de trabas al comercio; mejoramiento
de los caminos de tierra y “concesiones liberales para la construcción de ferrocarriles”;
promoción de la instrucción; un ejército “moralizado y bien instruido” que cuidara la
integridad del territorio y la paz pública; saneamiento de la administración pública; que
respecto del clero se hicieran las reformas convenientes, para lo cual era indispensable
mantener la forma federal y la reunión de un congreso constituyente; principios que en
conjunto, eran contrarios al de los conservadores.28
En México, el orden era aparente, toda la atención se centraba en lo que habría de decidir el
Mesías, Santa Anna.1 Las comisiones para pedir su regreso se multiplicaron. Del 23 de
marzo al 18 de abril de 1853, todos los partidos le expusieron sus programas; concibiéndolo
como el único hombre que por sus antecedentes, energía de carácter y gran prestigio podía

Díaz Lilia., México después de la guerra en Vázquez, Zoraida Josefina, et-al Historia General de México,
28

Tomo 3, el Colegio de México, México 1981, pp 91-92 Vázquez, Zoraida Josefina, et-al
1
El periódico tapatío El Conservador Federal, criticó el 5 de julio de 1849, los esfuerzos del
partido santannista por pintar a Santa Anna como el Mesías y el redentor: La redención se trocaría
en opresión, además el pretendido soldado del pueblo no pasaba de ser “el héroe de las derrotas”.
Op., cit., González Navarro, Anatomía del poder en.... p 242-243.
restablecer la paz y constituirse en el centro de la unidad nacional. Aunque ello también
significara el retorno de militares, oportunistas y agiotistas.
En sustancia, muy pocas eran las diferencias entre los partidos, todos querían orden y
moralidad; separación de las relaciones exteriores de las interiores; fomento a las mejoras
materiales y combatir a los bárbaros.
Los primeros que buscaron congraciarse con él fueron los conservadores que enviaron una
comisión con representantes de otras corrientes políticas: Biviano Beltrán, liberal
moderado; Miguel Lerdo de Tejada 2, federalista puro; el general Antonio Corona,
representante del ejército, y Juan N. Govantes, por la guardia nacional del Distrito.
Manuel Escobar, agente de los conservadores y portador de las cartas e instrucciones de
Alamán, refirió en una nota oficial los pormenores de la entrevista que tuvo con Santa
Anna.
En principio dramatizó un poco: no deseaba abandonar la tranquila vida pastoral de que
disfrutaba para enfrentarse a la ingratitud de quienes se habían olvidado de que con su
dinero (que no le fue reembolsado) había alimentado a los soldados, que su caballo había
sido mal herido en La Angostura y sus vestidos traspasados por las balas en las batallas del
valle de México. Y qué había recibido a cambio? una acusación “infame e insidiosa”.
México, país “acostumbrado” a asesinar física y moralmente a los caudillos de la
independencia, no podía menos de verse en la infeliz situación en que se encontraba.
Sólo él podía caracterizar de ingrato a un pueblo que lo había declarado benemérito,
elevándolo a la presidencia varias veces y que además le perdonaba sus innumerables
faltas.3
Santa Anna resolvió volver, olvidando todos los agravios cometidos en su contra, dispuesto
a nuevos sacrificios por su patria, para gobernar con todas “las personas influyentes y
verdaderamente amantes de su país”.

2
A muchos sorprendió la colaboración de Lerdo de Tejada con Santa Anna, quien según El Heraldo
aceptó después de mucha resistencia por consejo de gran número de liberales que esperaban que
estando cerca podría impedirle sus arbitrariedades. Lerdo explicó que Santa Anna no concebía otro
medio de gobernar que las bayonetas; al regresar no traía el pensamiento de abrazar ciegamente el
programa de ningún partido, “venía si, con la firme resolución de ejercer el poder absoluto”.
González Navarro, Anatomía del poder..., p 412
3
Ibid., p 360-361.
La prensa liberal no recibió con agrado esta entrevista. Escobar se había excedido en
asegurarle que lo llamaba el pueblo, cuando lo hacía un gobierno no legitimado aún. La
conservadora, exaltó a Napoleón II como vencedor de los comunistas y pidió se siguiera su
ejemplo.4
Santa Anna ofreció no vengar agravios ni hacer prevalecer a ningún partido, pues su deseo
era levantar el estandarte de la unión. La realidad se contrapuso al discurso. Santa Anna
supo siempre que en el partido conservador estaban la fuerza y los elementos que le eran
necesarios para gobernar a su antojo, como de hecho lo fue.
Las elecciones de 17 de marzo de 1853, arrojaron 18 votos a favor de Santa Anna para la
presidencia y sólo 5 en contra, de los 23 estados representados. Chiapas, Coahuila,
Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, México, Michoacán, Oaxaca, Querétaro, San Luis
Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Tabasco, Yucatán, Veracruz, Distrito Federal y Tlaxcala
votaron por Santa Anna; Zacatecas, Colima y Aguascalientes por Uraga; Chihuahua por el
general Trías; Nuevo León por Ceballos, y Puebla, fue neutral, aunque ofreció reconocer al
que reuniera la mayoría. 5
El 1º de abril de 1853, Santa Anna desembarcó en Veracruz, siendo recibido con bombo y
platillo y felicitado por múltiples comisiones del gobierno y de varios Estados. Párrocos y
obispos participaron en los festejos e hicieron rogaciones públicas por el acierto del nuevo
gobierno. Sin importar la ruina en que se encontraba el erario; no faltaron ni el Te Deum, ni
los cañonazos, los repiques, las serenatas; ni tampoco los banquetes, los bailes, los arcos del
triunfo, los fuegos artificiales, los paseos militares; ni otros muchos y variados festejos en
todas las poblaciones de su tránsito a la capital a los que tan bien se avenía. Según varios
observadores extranjeros, la entrada había sido brillante y ruidosa, pero no entusiasta; Santa
Anna se veía triste y preocupado en comparación con su anterior regreso en 1846.6
No todos se dejaron llevar por ese fugaz frenesí; Joaquín Ruiz, el representante de Puebla
denunció valientemente:

4
Un periódico poblano después de compararlo con Julio César y Napoleón, le aconsejó que acabara
con el partido puro, reprimiera la libertad de imprenta, y protegiera a la juventud. Ibid., p 369-370
5
México a través de los siglos, T. VIII., p. 369
6
Op., cit., González Navarro, p. 395
Esta pompa y exagerado entusiasmo oculta la verdad. La nación no cree en Vd., quien siempre la
sacrificó a su ambición y capricho. He sido enviado para expresar a su excelencia la verdad. Su
excelencia no tiene ningún principio político, usted es la herramienta del clero relajado y del
prostituido ejército...” Como era de esperarse, fue callado y arrojado de la tribuna... 7

El regreso de Santa Anna fue visto no como un simple acontecimiento, sino de apertura de
una época. Al igual que Europa, México esta regresando al buen camino atraído por la
“fuerza magnética” de Santa Anna, “ilustre hijo” de la religión, como lo probaban los
sucesos del 34 y 47. No se dudó en adornarlo de todas las cualidades habidas y por haber:
valor denodado, civismo a toda prueba, conocimiento de las personas y habitudes, energía
del alma para dominar la situación, fuerza de voluntad, laboriosidad infatigable, constancia
en las empresas, amor decidido a las ciencias como a las artes, instrucción y talento,
brillantes concepciones, maneras nobles, seductoras y cultas, arte de expresarse con
elegancia, gracia y fuerza; y en una palabra todas las bellas dotes que corona la cabeza del
genio. Sólo podía comparársele con Napoleón III.8
Santa Anna fue recibido además, por varias notabilidades y advenedizos que iban en pos de
contratos y empleos, siendo objeto de múltiples adulaciones: el vapor destinado a navegar
los lagos del valle de México recibió su nombre; la Sociedad de Mejoras Materiales lo
nombró su protector; el consejo de ministros dispuso solemnizar su cumpleaños; Texcoco
se llamó de Santa Anna; el 10 de marzo, Tantoyuca proclamó el estado de Santa Anna, que
se formaría con los pueblos de la Huasteca; el ayuntamiento de Veracruz lo felicitó como el
primero de los hijos de México; Tampico levantó un arco en su honor. 9
Asimismo, se restableció el empleo efectivo de Capitán General del ejército con un sueldo
de 12 mil pesos anuales, dándole ese rango único a Santa Anna por su participación en las
guerras de 1829, 1836, 1838 y 1847. Santa Anna agradeció a Suárez Navarro, pero lo
declinó porque se consideraba sobradamente remunerado con la confianza de sus
compatriotas. Dadas las críticas circunstancias de la nación, sólo aspiraba a corresponder
dignamente a ella, a que sus conciudadanos reconocieran que había cumplido sus

7
Prieto Guillermo, Memorias..., p. 401-402. Citado por Callcott, p. 283-284
8
Op., cit., González Navarro, p. 416-417
9
Ibid., p 358, 418
esperanzas “y llenado sus deseos”. El Universal y El Siglo XIX celebraron esta decisión,
éste último lo calificó como un buen principio de su administración.10
Su éxito fue sobre todo consecuencia de la inferioridad e incompetencia de los demás: “A
pesar de los graves errores políticos que cometió en las diversas ocasiones que en calidad
de Presidente ha gobernado la República; la incapacidad de sus sucesores y el cúmulo de
males que sufre el país, le rehabilitan en la opinión pública. Así fue siempre, o casi siempre.
Medio siglo de supremacía santanistas indica no tanto las excelencias del caudillo, cuanto
la insignificancia de los demás. Tal es, a nuestro entender, la terrible lección de la primera
mitad del Siglo XIX mexicano” 11
No obstante, había todavía algunos que dudaban que Santa Anna pudiera ser la gran
panacea que coadyuvara en la unión, fragmentada por la constante anarquía que producían
las constantes revueltas y revoluciones siendo uno de los más activos promotores de éstas.
Muchos no apostaban por él dado su oportunismo, pero en esos momentos era el único que
por su energía y disposición para gobernar había demostrado ser el elemento útil para
consolidar el orden, al valerse de las clases sin estar identificado totalmente con ellas, y de
esta manera, lograr sus fines y alcanzar su predominio. Algunos ingenuos pensaron que la
soledad del destierro, la experiencia de los años y el espectáculo de la patria afligida lo
habrían ilustrado y purificado; error garrafal que a la postre costaría mucha sangre. Se le
dio una última oportunidad que también habría de desperdiciar, destinándolo para siempre
al ostracismo y al olvido.
Ni el propio Alamán consideraba a Santa Anna representativo de los conservadores, pero se
le tenía como un “hombre fuerte y prestigioso en el ejército” capaz de garantizar el orden.
De ahí, la carta de 23 de marzo de 1853, donde Alamán le ofreció su apoyo, previo acuerdo
en la aceptación de determinadas condiciones, donde le exponía lo que los conservadores a
nombre de la nación esperaban de él y lo que temían:
10
Según Suárez Navarro, el propio Alamán escribió la renuncia de Santa Anna a este empleo, éste le
confeso que lo había hecho para complacerlo, pero que el gobierno no debería admitirla. Insistió en
que se trataba de un distintivo no vulgarizado “para elevarlo sobre los generales de su clase, a
quienes ha superado en merecimientos”; el honor nacional debería a forzarlo a “resignarse”, a
admitir esa condecoración. Ibid., p. 368
11
Despacho No. 3795, de Antoine y Zayas al Srio. de Estado; México lº. de septiembre de 1852, en
Archivo de L. E., Loc. cit., caja 67, legajo 3. Citado por Fuentes Mares: Santa Anna, historia de un
comediante. México, p. 260.
“Muy señor mío y de toda mi consideración: Por la carta que he escrito á usted por la mano del
señor coronel don Manuel Escobar, le he manifestado las razones que me hicieron interrumpir la
correspondencia que habíamos seguido durante su permanencia de usted en Jamaica, y le he dado
alguna idea de lo que le importa saber acerca de lo que ha pasado y está pasando aquí, dejando que
el mismo señor Escobar informe á, usted más por menor de todo lo que por sí propio ha visto y
palpado. Ahora, la presente sirve de credencial para que el amigo don Antonio Haro, que será el
portador de ella, exponga á usted más particularmente cuáles son las disposiciones en que se
encuentra con respecto á usted y al país, esto que se llama el partido conservador, habiendo pensado
que estos informes no podría usted recibirlos de persona que le fuese á usted más grata, y en que
mayor confianza pudiera tener ni para nosotros más segura, pues el señor Haro está unido con
nosotros en opiniones y deseos. Acaso le acompañará otro amigo que el mismo señor Haro
presentará á usted. No estando los conservadores organizados como una masonería, no debe usted
entender que el señor Haro lleva la voz del cuerpo que le envía; mas estando relacionados todos los
que siguen la misma opinión de manera que nos entendemos y obramos de acuerdo de un extremo á
otro de la República, puede usted oir todo lo que le diga como la expresión abreviada de toda la
gente propietaria, el clero y todos los que quieren el bien de su patria. Usted encontrará á su llegada
á ese puerto y en diversos puntos de su tránsito á esta capital, multitud de personas que han salido ó
van á salir en estos días á recibir á usted, entre los cuales se encontrarán enviados de todos los que
por algún camino están especulando á expensas del Erario nacional; los de todos los que quieren
comprometer á usted en especulaciones, de las cuales á ellos les quedará el provecho y á usted la
deshonra, y otros muchos que van á alegar méritos para obtener premios. Estos le dirán á usted que
ellos han hecho la revolución para llamar á usted, siendo así que han sido pocos, y entre ellos el
señor Haro, los que han hecho esfuerzos y se han puesto en riesgo con aquel fin; muchos los que
han hecho traición y vendido á los que de buena fe trabajaban, y los más han sido un obstáculo para
que la revolución se efectuase, por el temor que inspiraba de que cayese en las manos más á
propósito para desacreditarla, como por desgracia ha sucedido. Quien impulsó la revolución, en
verdad, fué el gobernador de Michoacán don Melchor Ocampo, con los principios impíos que
derramó en materias de fe, con las reformas que intentó en los aranceles parroquiales y con las
medidas alarmantes que anunció contra los dueños de terrenos, con lo que sublevó al clero y
propietarios de aquel Estado; y una vez comenzado el movimiento por Bahamonde, estalló por un
accidente casual lo de Guadalajara, preparado de antemano por el mismo señor Haro; pero aunque
Suárez Navarro fué á aprovechar oportunamente la ocasión, no habría progresado aquello si no se
hubieran declarado por el plan el clero y los propietarios movidos por el señor don N. P., que tomó
parte muy activa, franqueando dinero por sus relaciones: desde entonces las cosas se han ido
encadenando, como sucede en todas las revoluciones cuando hay mucho disgusto, hasta terminar en
el llamamiento y elección de usted para la presidencia, nacida de la esperanza de que usted venga á
poner término á este malestar general que siente toda la nación. Esta, y no otra, es la revolución por
la que vuelve usted á ver el suelo de su patria. Nuestros enviados, á diferencia de todos esos otros,
no van á pedirle á usted nada, ni á alegar nada; van únicamente á manifestar á usted cuáles son los
principios que profesan los conservadores y que sigue por impulso general toda la gente de bien. Es
el primero conservar la religión católica, porque creemos en ella, y porque, aun cuando no la
tuviéramos por divina, la consideramos como el único lazo común que liga á todos los mexicanos,
cuándo todos los demás han sido rotos, y como lo único capaz de sostener á la raza
hispanoamericana, y que puede librarla de los grandes peligros á que está expuesta. Entendemos
también que es menester sostener el culto con esplendor y los bienes eclesiásticos, y arreglar todo lo
relativo á la administración eclesiástica con el Papa; pero no es cierto, como han dicho algunos
periódicos para desacreditarnos, que queremos Inquisición, ni persecuciones, aunque sí nos parece
que se debe impedir por la autoridad pública la circulación de obras impías é inmorales. Deseamos
que el gobierno tenga la fuerza necesaria para cumplir con sus deberes, aunque sujeto á principios y
responsabilidades que eviten los abusos, y que esta responsabilidad pueda hacerse efectiva y no
quede ilusoria. Estamos decididos contra la federación: contra el sistema representativo por el orden
de elecciones que se ha seguido hasta ahora; contra los ayuntamientos electivos y contra todo lo que
se llama elección popular, mientras no descanse sobre otras bases. Creemos necesaria una nueva
división territorial, que confunda enteramente y haga olvidar la actual forma del Estado y facilite la
buena administración, siendo éste el medio eficaz para que la federación no retoñe. Pensamos que
debe haber una fuerza armada en número competente para las necesidades del país, siendo una de
las más esenciales la persecución de los indios bárbaros y la seguridad de los caminos; pero esta
fuerza debe ser proporcionada á los medios que haya para sostenerla, organizando otra mucho más
numerosa de reserva como las antiguas milicias provinciales, que poco ó nada costaban en tiempo
de paz y se tenían prontas para caso de guerra. Estamos persuadidos de que nada de esto puede
hacer un congreso, y quisiéramos que usted lo hiciese, ayudado por consejos poco numerosos, que
preparasen sus trabajos. Estos son los puntos esenciales de nuestra fe política que hemos debido
exponer franca y lealmente como que estamos muy lejos de pretender hacer misterio de nuestras
opiniones; y para realizar estas ideas se puede contar con la opinión general, que está decidida en
favor de ellas, y que dirigimos por medio de los principales periódicos de la capital y de los
Estados, que todos son nuestros. Contamos con la fuerza moral que da la uniformidad del clero, de
los propietarios y de toda la gente sensata, que está en el mismo sentido. Estas armas que se han
empleado con buen éxito, no las pudo resistir Arista, aunque gastó mucho dinero en pagar
periódicos que lo sostuviesen, y en ganar las elecciones, para formarse un partido de gente que
dependiese solamente de él, que fué precisamente lo que acabó de perderle. Creemos que la energía
de carácter de usted, contando con estos apoyos, triunfará de todas las dificultades, que no dejarán
de figurarle á usted muy grandes los que quieren hacerse de su influjo para conservar el actual
desorden, pero que desaparecerán luego que usted se decida á combatirlas, y para ello ofrecemos á
usted todos los recursos que tenemos á nuestra disposición. Todos los puntos relacionados que
puedan redactarse en forma de ley orgánica provisional se tendrán arreglados, para que, si usted
adoptase estos principios, la encuentre hecha á su llegada á ésta. Las mismas ideas las encontrará
usted apoyadas por multitud de representaciones de ayuntamientos y vecinos de los pueblos que no
dudamos reciba, y creemos que la misma opinión le manifestarán las comisiones de varios cuerpos
que le felicitarán á su llegada á esta capital. Tememos á la verdad, por otro lado, que cualesquiera
que sean sus convicciones, rodeado siempre por hombres que no tienen otra cosa que hacer que
adularle, ceda á esa continuada acción, pues nosotros ni hemos de ir á hacernos presentes, ni hemos
de luchar con ese género de armas. Tememos igualmente que vayan á tener su cumplimiento
algunos negocios de que acaso está usted impresionado por no haberlos examinado bastante, los que
han sido demasiado onerosos para la República, y de quedar pendiente la parte más desesperada,
capaz por sí sola de acabar con el crédito de usted. Tememos no menos que, llegado aquí, vaya
usted á encerrarse en Tacubaya, dificultándose mucho verle, haciendo muy gravoso para todos ir
allá, y que por fin haga usted sus retiradas á Manga de Clavo, dejando el gobierno en manos que
pongan la autoridad en ridículo, y acaben por precipitar á usted como antes sucedió. Tiene usted,
pues, á la vista lo que deseamos, con lo que contamos y lo que tememos. Creemos que estará por las
mismas ideas; mas si así no fuese, tememos que será un gran mal para la nación y aun para usted.
En ese caso le suplico que eche al fuego esta carta, no volviéndose á acordar de ella. En manos de
usted, señor general, está el hacer feliz a su patria, colmándose usted de gloria y de bendiciones. El
señor Haro dará á usted más menudas explicaciones sobre todos estos puntos: yo me he extendido
ya demasiado para quien, acabando de llegar, se hallará rodeado de cumplimientos. Estamos
deseando la pronta venida de usted para que haga cesar tantos desaciertos, que están
comprometiéndolo todo. No me resta más que desear que haya hecho su viaje con toda felicidad, y
que con la misma llegue á esta capital y satisfaga las esperanzas que han concebido todos los
buenos. Me protesto de usted muy atento S. S. q. b. s. m.-Lucas Alamán.” 12

12
Op., cit., México a través de los siglos, p. 371-373
Esta carta consigna a grandes rasgos el ideario del partido conservador: la conservación de
la religión católica como lazo de unión; un no rotundo a la federación y a todo lo que ella
implicaba; congreso (en su lugar propone consejos poco numerosos), elecciones,
representación , etc.; una fuerza armada competente y acorde a las necesidades del país.
Al parecer, Alamán y Santa Anna afiliados a la masonería escocesa, mantuvieron una
correspondencia frecuente desde los 30, aunque no regular. En una carta de principios de
1837, Alamán le decía que la Constitución centralista de 1836 era superior a la federalista
de 1824, porque aseguraba la estabilidad del orden público al asentar la autoridad sobre la
base de la propiedad individual. Alamán confiaba que del desarrollo de la industria, y de
Santa Anna mismo, dependía el sosiego del país.
El 20 de abril, al tomar posesión del cargo, Santa Anna hizo alusión al llamamiento
espontáneo de sus conciudadanos, al sacrificio que hacía de su salud y de su inclinación a
los goces de la vida privada, así como el doloroso efecto que le causaba contemplar el
lamentable estado en que recibía el país, y lo difícil de la tarea que se le encomendaba al
encargársele su reorganización: “dánseme para esto, es verdad, las facultades necesarias
hasta la publicación de la nueva Constitución política que ha de formarse; pero la amplitud
misma de las facultades es una dificultad más para quien quiere usar de ellas
templadamente y con acierto.” 13 Lo cual no le resultó tan difícil.

Cuando en abril de 1853 me encargue del gobierno de la República, el horizonte político y


financiero presentaba un aspecto desagradable. En la frontera del norte nuestros vecinos
amenazaban con otra invasión si la cuestión de límites no se arreglaba a su contento, los salvajes y
los ladrones en cuadrilla llevaban a cabo libremente sus depredaciones; el ejército destruido, y la
benemérita clase militar abatida; los partidos empeñados en lucha tenaz y el caos por única
perspectiva. 14

Alamán ultimó con Santa Anna el gabinete y un programa que éste resumía en gobierno de
uno solo y palos a diestra y siniestra.
El gabinete quedó integrado con Alamán (conservador) en Relaciones; Teodosio Lares
(liberal moderado) en Justicia; Haro y Tamariz (liberal y santanista) en Hacienda, y José
María Tornel y Mendivil (santanista) en Guerra. El nombramiento de Haro y Lares fue
objeto de muchos regateos. Fue preciso convencerlo de que Lares no era liberal y
13
Ibid., p 374
14
Santa Anna, Memorias inéditas, p 48.
federalista, aunque había sido partidario de Francisco García Salinas, y que cuando todos
callaban se opuso a un decreto sobre libertad de imprenta.
Por otro lado, se crearon los Ministerios de Gobernación con Manuel Diez de Bonilla
(conservador) y de Fomento, Colonización e Industria con Joaquín Velásquez de León
(apolítico, hombre de ciencia). El partido conservador se abrió parcialmente tolerando a
personas de otras ideas.
No tardaron en suscitarse algunos altercados al interior del gabinete. En 1853, Lares
defendió frente a Tornel, la censura previa. Alamán (apoyado por Haro y Lares) quiso
disolver las legislaturas contra la opinión de Tornel; al final se aceptó sólo declararlas en
receso. 15
A fines de mayo, Valentín Gómez Farías hizo un repaso de la marcha del gobierno: la
dictadura del “mono de Luis Napoleón” poco duraría, entre otras razones por la lucha que
internamente se desarrollaba en el ministerio. Alamán, Lares y Bonilla, partidarios del
gobierno absoluto, serían vencidos. 16
La tenacidad con que Alamán se había dedicado a su trabajo, según dicen sus biógrafos, le
acarreó una grave enfermedad (pulmonía), murió el 2 de junio. La reseña política, lo
destacó por el sometimiento del motín de Veracruz, la creación de Gobernación, la
centralización de las rentas y la reorganización del ejército. Alamán acababa de escribir y
publicar su Historia de México, expresándose contra la independencia y en favor de la
dominación colonial. El Siglo XIX lo calificó de “literato distinguido” pero parcial
historiador. Había cometido también un error económico al establecer el sistema
prohibitivo. En su partido dejaba un hueco difícil de llenar, dada su superioridad intelectual.
El Universal advirtió que su doctrina vivía, no había razón para alarmarse; encabezaba el
poder un hombre predestinado a labrar la ventura de México a quien acompañaban las más
“grandes capacidades del país”. Le Trait d’Union destacó la firmeza y sinceridad de sus
convicciones políticas y sobre todo la escrupulosidad con que practicaba la religión
católica. Se dijo que su muerte había sido festejada en Acapulco, donde se le conocía como
el causante directo del fusilamiento del general Guerrero. Para Alphonse Dano, lo más
hábil que Alamán hizo en su vida “fue morir a tiempo, para no asumir la responsabilidad de
15
Op., cit., González Navarro, 370-371
16
Ibid., p 417
una parte de las faltas cometidas por el jefe de Estado, faltas que de cualquier modo, no
habría podido impedir”. 17
Su lugar en el ministerio fue ocupado por Diez de Bonilla y en Gobernación, quedó Ignacio
Aguilar y Marocho.
Diez de Bonilla informó en su reseña política de 1º de julio de 1853, que se habían provisto
legaciones en Guatemala y Nueva Granada, para sacar a las naciones hispanoamericanas de
su aislamiento. La apertura a Hispanoamérica se relacionó con el viejo plan monárquico de
Alamán aceptado a regañadientes por Santa Anna, quien autoelogió su desinterés por haber
apoyado ese proyecto y no su propia candidatura al trono que todo mundo le pedía. En lo
interno, el gobierno puso sus esperanzas en que la nueva división territorial contribuyera a
que no volviera a turbarse el orden.18 Para someter mejor al pueblo, Tornel hizo recoger las
armas y el parque que existían en poder de los particulares, prohibió la entrada al ministerio
de guerra, con excepción de determinadas clases o personas e impulsó la formación de
batallones y regimientos. 19
Antonio Haro y Tamariz, hombre probo, desinteresado y enérgico, fue uno de los mejores
amigos de Santa Anna, pero éste poseía un enorme ego que lo hacía creer que nadie le era
necesario, como para lamentar esa especie de pérdidas.
Haro renunció en agosto sin expresar el por qué, sólo decía al ministro de Gobernación:
“suplico á V. E. indique al señor presidente que no es la causa la escasez de recursos, que
no encontré á mi ingreso." Observó en el ministerio una conducta honrosa: cubrió todos los
gastos, no hizo ni un solo negocio de agio, desechó toda propuesta ruinosa, procuró corregir
abusos e introducir economías, y dejó un millón de pesos en la Tesorería sin haberla
gravado con ningún compromiso. El vencedor de Haro fue el poderoso Manuel Escandón,
amigo de Tornel y Santa Anna. Lo sustituyó Ignacio Sierra y Rosso.20

17
Historia contra Santa Anna. Versión francesa informes diplomáticos, 55-56, Ibid., González
Navarro, p. 417-18, 423.
18
Ibdi., p 419
19
Rivera Cambas, p. 455
20
Op. Cit., México a través de los siglos., p 380
Para salvar el déficit económico del gobierno, Antonio Haro y Tamariz apeló al clero,
siendo el principal capitalista, y por tanto, el más interesado en que se conservara la paz y
consolidara el gobierno; a fin de que emitiera bonos pagaderos al portador hasta por 17
millones de pesos sobre sus bienes a cambio de la administración de los impuestos sobre
fincas rurales y urbanas. Ganarían un interés del 3% anual pagadero semestralmente, se
amortizarían en 17 años y su falsificación se castigaría con la pena capital. El déficit no se
podía cubrir con empréstitos porque no había garantías que ofrecer, por lo que buscó la
colaboración de todas las clases para superar el rezago.21
El gabinete inicial continuó desintegrándose con la muerte de Tornel, ministro de guerra, el
11 de septiembre de 1853, víctima de un ataque de apoplejía. En contraste con Alamán,
Santa Anna ordenó un duelo general. 22 En su lugar quedó el Gral. Lino Alcorta, decisión
que produjo el distanciamiento de Suárez y Navarro, amigo y apoderado de Santa Anna,
quien ya se sentía con esa cartera en la bolsa; pretextando que el presidente no estaba
cumpliendo con el plan de Jalisco. Por consiguiente, Santa Anna ordenó que fuera enviado
preso a Acapulco, donde debería embarcársele en el primer buque a América del Sur,
prohibiéndole toda comunicación “especialmente por escrito”, acusándolo de exagerar en
sus extravagancias en materia económica. Anticipándose, Suárez y Navarro comunicó al
cónsul mexicano en Nueva York que desde el 12 de diciembre se encontraba en esa ciudad.
Ante el hecho consumado, el gobierno dispuso que no se le permitiera dirigirse a ningún
puerto de México.23
El 30 de diciembre de 1853, Lino Alcorta renunció al ministerio de Guerra, siendo
sustituido por Santiago Blanco, manteniendo el predominio de los conservadores.
La visión conservadora es que la muerte de Alamán y Tornel, así como la separación de
Haro y Tamariz fueron la causa de los múltiples desmanes de Santa Anna y que los
crímenes cometidos por aquella administración fueron obra exclusiva del dictador,
deslindándose de toda responsabilidad. Éste, sin embargo, no hizo más que seguir el
programa conservador inserto en la famosa carta de Alamán: guerra sin misericordia, no
sólo a todo lo que fuese liberal, sino también a cuanto tuviera la apariencia de serlo. 24
De su primer gabinete sólo quedó el secretario de Justicia, Teodosio Lares. El ministerio de
Fomento, encomendado a Joaquín Velázquez de León, fue de creación posterior. De esta
21
Op., cit., González Navarro, p. 407-408.
manera, Santa Anna pudo formar un gabinete a la medida de sus deseos con la vuelta de la
antigua camarilla santanista de aduladores que había tenido su etapa de esplendor de 1841 a
1844, cumpliéndose la profecía de Benito Gómez Farías, que le comunicara a su padre
Valentín, el 30 de julio de 1853: con la muerte de Alamán, los monarquistas empezarían a
perder influencia y Santa Anna acabaría por verse rodeado sólo de santanistas y agiotistas;
caería al faltarle recursos cuando ya no pudiera complacer al ejército. Sólo la hez de los
puros sería capaz de aliarse con el dictador. 25
********

El retorno

El retorno de Santa Anna fue promovido principalmente por militares, a través del
pronunciamiento iniciado por el coronel José Ma. Blancarte y el Plan de Guadalajara,
posteriormente Plan del Hospicio, el cual se extendió con éxito por todo el país, con el sólo
propósito de preservar el estatus del ejército. Tiempo después, cuando el clamor se
generalizó las diferentes fuerzas políticas y sociales fueron sumándose al movimiento:
sectores de liberales, conservadores, el clero, y los agiotistas.

Los conservadores tenían un proyecto de país, un tanto reaccionario, planteaban establecer


una monarquía con un príncipe español, proyecto que afortunadamente fracaso. Con el
propósito de acabar con el desorden, en que supuestamente la experiencia federal había
sumido al país, volvieron a la carga y retomaron el centralismo como si las intentonas que
le precedieron hubieran fructificado en algo positivo, y como no había otro, para encabezar
el nuevo gobierno trajeron de su obligado destierro nada menos que a Santa Anna, quien en
principio sería controlado directamente por el principal ideólogo del partido conservador
Don Lucas Alamán, hombre reconocido por su pensamiento político antiliberal, y por su
indirecta participación en la muerte del general Vicente Guerrero; pero también por
constituir una personalidad sobresaliente, con una gran capacidad intelectual que lo llevó a
instrumentar varios proyectos importantes para el desarrollo del país como lo fue el famoso
Banco de Avío. Su precipitada muerte a tan sólo dos meses de encabezar el gabinete de
Santa Anna en la Secretaría de Relaciones Interiores y Exteriores fue lamentable, pues su
presencia constituía un freno a las arbitrariedades santanistas, las cuales tras su deceso, se
desarrollaron vertiginosamente. Una dictadura militar, no conservadora y mucho menos
federal se hizo presente.

También los liberales y federalistas confiaron en Santa Anna y en la posibilidad de que éste
retomara su proyecto político, por lo que promovieron su retorno. Así, el pueblo entero
volvía a depositar su confianza en un hombre que aunque había fallado, también había
tenido importantes triunfos, y además era el único. Por otro lado, se pensaba que había
aprendido de los errores pasados, y que por ende, tendría una mejor actuación. Por
desgracia, no ocurrió así.

“Llamado por la revolución de 1852, oyeronse de sus labios palabras de reconciliación


cuando arribo a las playas de su país natal, en abril del año siguiente. Creyeron en ellas los
más porque pensaron que la soledad del destierro, la experiencia de los años y el
espectáculo de la patria afligida, habrían ilustrado y purificado al hombre”.29

Ante el caos político, económico y social predominante, los conservadores enarbolaron la


bandera de religión, unidad y autoridad. Por lo que una vez en el poder, el proyecto de
convocar a un Congreso Constituyente se diluyó, para ser sustituido por un gobierno
unipersonal dirigido por bases puramente administrativas. En abril de 1853 se creó un
Consejo de Estado con santanistas e importantes personalidades del clero católico como
consejeros honorarios, quedando al frente el obispo de Michoacán, Clemente de Jesús
Munguía, quien al desaprobar su política, se enemistaría con Santa Anna, por lo que
regreso a su diócesis; desde donde posteriormente, apoyaría con recursos la Revolución de
Ayutla. Los decretos del 11 y 14 de mayo de 1853, centralizaron el poder público y las
rentas. La figura de los Estados queda abolida y su denominación reducida a
Departamentos, además se prohibió que se formaran ayuntamientos en las poblaciones que
contaran con menos de diez mil habitantes.

En contraste con estas prioridades de los conservadores fundamentadas en la preeminencia


de la religión católica, la unidad que conllevaba la abolición completa del sistema federal y
de la elección popular bajo una sola autoridad que facilitará la buena administración y el
orden, Miguel Lerdo de Tejada en una carta escrita a petición del propio Santa Anna,
contestaba la famosa carta de Alamán en la que le expuso los principios que profesaba el
partido conservador y él mismo, así como las condiciones bajo las cuales consentirían
gobernar con él.
29
De la Portilla Anselmo., Historia de la revolución de México contra la dictadura del general Santa Anna
1853-1855, pág 6.
Lerdo planteaba visionariamente que la solución de la crisis radicaba en atender las
exigencias de la opinión pública, y quienes aconsejaban “los medios de fuerza para
reprimirla y conservar la situación actual..., sin emprender ninguna reforma útil por temor a
las resistencias que se oponen a ella” , en realidad perseguían “aplazar la resolución de la
crisis” y de seguirse así “no tardará en reaparecer con síntomas tal vez mucho más

22
La amistad de Santa Anna con Tornel fue muy grande, pese a que en algún momento militaron es
opuestas logias masónicas. Tornel tuvo renombre como orador, ayudado por su alta estatura,
arrogante presencia y sonora voz. Tenía fama de protector de la juventud estudiosa. Por su edad,
tenía 55 años, sólo 4 menos que Santa Anna, era natural que en él hubiera recaído el nombramiento
de secretario de guerra y que Suárez Navarro, sólo alcanzará el de oficial mayor, pese a que durante
el último destierro de Santa Anna había sido su agente más activo y a pesar de su destacado papel
en la revolución de Jalisco. Mora calificó a Tornel de desvergonzado, “lacayo” de Santa Anna.
Ibid., p. 404
23
El Orden de 6 de octubre publicó sobre este asunto una carta circular que Santa Anna dirigió a
sus amigos desde Tacubaya, el 29 de septiembre:
“Cuando me hallaba fuera de la República, mediante el ostracismo que voluntariamente me impuse,
don Juan Suárez Navarro combatía las administraciones de José Joaquín de Herrera y Mariano
Arista, apoyado en el sentimiento nacional, pronunciado contra la política que ellas seguían. Al
mismo tiempo hacía la defensa de mi persona contra las acusaciones gratuitas de mis enemigos,
particularmente en lo relativo a las operaciones de la última campaña nacional. La conducta de
Suárez le grangeó la enemistad del gobierno, y en consecuencia perdió el empleo de comandante de
batallón que entonces disfrutaba en el ejército. Yo me consideré obligado hacia él, no sólo porque lo
veía consagrado á la defensa de los intereses nacionales, sino también por lo que importaban sus
servicios á mi persona, pues á mayor abundamiento le concedí mi poder para que me representase
en las defensas que tenía que hacer ante el Gran Jurado, por la acusación de Gamboa. Desde
entonces vivió á mis expensas, pasándole una decente dotación. Generalizado el descontento contra
la administración de don Mariano Arista y contra el sistema político que entonces regía, la
revolución se desbordaba por todas partes, y sólo se necesitaba un impulso cualquiera para realizar
el cambio de personas y cosas. Lo tuvo en Guadalajara, como usted lo sabe, mediante la decisión de
algunos buenos ciudadanos que afrontaron el peligro, y luego se encaminó para allá Suárez
Navarro, y ayudó con sus servicios á los que empuñaron las armas en defensa de los derechos
conculcados de la nación. Los acontecimientos fueron desarrollándose hasta producir los convenios
de 6 de Febrero, ajustados en México, que aceptó la nación espontáneamente, y en su virtud se
celebró la elección, que recayó en mi persona. Yo volví al país, porque advertí un llamamiento
nacional, y no la expresión de una facción ó partido, y por el mismo motivo acepté la primera
magistratura. Instalado el gobierno, nombré á Suárez Navarro oficial mayor del ministerio de la
Guerra, para utilizar en esa secretaría sus conocimientos, y para darle una muestra de la
consideración que me merecían sus servicios. No contento yo con esto, le restablecí en la milicia y
le concedí el empleo de coronel. Pocos días há, le di el grado de general de brigada. Pues bien: este
hombre tan colmado de favores y distinciones, teniendo abierto un vasto campo para elevarse en lo
futuro más y más, bajo los impulsos de una noble y patriótica aspiración, cegado por la ambición
más desmesurada, ha insultado á su benefactor porque no le llamó á ocupar la vacante que resultó
por el fallecimiento del señor Tornel. Si en efecto él disfrutaba de mi estimación y confianza y
estaba honrado quizás más de lo que lo merecía, también es cierto que ni sus servicios, ni su
alarmantes y peligrosos”. Resaltaba que tres o cuatro quintas partes del territorio estaban
sin cultivo, y cinco o más de sus ocho millones de habitantes sumidos en la pobreza y la
ignorancia, resultado del atraso en que se hallaban las artes y la industria. Las actividades
económicas prácticamente no existían. La agricultura se limitaba a unos cuantos productos
indispensables para la alimentación; México exportaba casi exclusivamente oro y plata; el
trabajo estaba estancado: los impuestos sin cálculo, el país sin seguridad, los ingresos del
erario desperdiciados y el crédito interno y externo abatido.

Aconsejaba pues, una reforma económica: supresión de trabas al comercio, mejoramiento


de los caminos de tierra y “concesiones liberales para la construcción de ferrocarriles”.
Promoción de la instrucción, un ejército “moralizado y bien instruido” que cuidara la
integridad del territorio y la paz pública. Saneamiento de la administración pública, que
respecto del clero se hicieran las reformas convenientes, para lo cual era indispensable
mantener la forma federal y la reunión de un congreso constituyente, principios que en
conjunto, eran contrarios a los conservadores.30

Díaz Lilia., México después de la guerra en Vázquez, Zoraida Josefina, et-al Historia General de México,
30

Tomo 3, el Colegio de México, México 1981, pp 91-92 Vázquez, Zoraida Josefina, et-al
experiencia, ni en fin, su categoría, ni práctica de negocios, ni antigüedad en la milicia, lo hacían á
propósito para el despacho del ministerio de la Guerra. Las cualidades que yo niego al individuo
expresado, las reune en mi concepto el señor general don Lino Alcorta, y desde luego le nombré y
tomó ayer posesión del ministerio. Este acontecimiento ha despechado á Suárez Navarro, y antier
me puso una carta diciéndome que él y sus amigos habían concluído sus compromisos conmigo,
como quien amenaza con lanzarse á la revolución. Este altanero, cegado por su orgullo insensato,
dice que la última revolución á él se le debe, como si la nación fuera una reunión de ovejas que se
mueven al capricho de un hombre sin antecedentes políticos ni militares, y como sí no estuviera al
alcance de todo el mundo que el cambio lo prepararon la falsa política, el descrédito y la
inmoralidad de la administración del general Arista. Conducta tan inesperada por parte de una
persona tan honrada y beneficiada por mí, me ha obligado á destituirla de la oficialía mayor de
Guerra, á reserva de algunas otras prevenciones que se tomen según la gravedad de las
circunstancias, y he creído conveniente comunicárselo á usted, para que esté á la mira de lo que tal
vez escriba este sujeto á alguno de los agentes que quizás tenga en ese Estado, con el fin de
perturbar el orden que felizmente reina en la República; aunque me persuado que por muchos
esfuerzos que haga este individuo, sus maniobras se estrellarán en el buen juicio de los militares y
de los hombres sensatos.- (Firmado), Antonio López de Santa Anna.” Op., cit., México a través de
los siglos, p. 381
24
Ibid., p. 383
25
Op., cit., González Navarro, p. 422
La dictadura

Su primer gabinete estuvo compuesto por Lucas Alamán en Relaciones Interiores y


Exteriores, Teodosio Lares en Justicia y Negocios Eclesiásticos, José María Tornel en el de
Guerra y Antonio Haro y Tamariz en el de Hacienda; los dos primeros conservadores y los
dos últimos santanistas. Éste se desintegraría tras la muerte de Alamán en junio de 1853,
quedando Manuel Díez de Bonilla en su lugar, de José María Tornel en septiembre del
mismo año, suplantado por Santiago Blanco y por la renuncia de Haro y Tamariz quien se
opuso a las solicitudes de los agiotistas; su lugar fue ocupado por Ignacio Sierra y Rosso,
quien ideó una serie de contribuciones exageradas para poder sostener los gastos excesivos
del gobierno: se gravaron las pulquerías, hoteles, cafés, fondas, puestos fijos y ambulantes,
coches, carruajes, perros (exceptuando a los de ciegos), caballos, ventanas, canales, etc.
Sin embargo, renuncia el 31 de enero de 1854, aludiendo enfermedad.

Santa Anna fue dictador por dos breves periodos (1842-1844 y 1853-1855), durante los
cuales, su actuación no tuvo límite alguno; al cometer toda clase de excentricidades. Los
abusos de autoridad, fueron notorios por su habilidad para marginar a enemigos políticos,
forzándolos a salir del país, exiliándolos, persiguiéndolos o arruinando sus reputaciones.
Los cambios que se dieron durante estos años en México fueron mínimos debido a que las
posiciones políticas variaban constantemente. Para algunos historiadores, la dictadura de
Santa Anna fue más bien de carácter policíaco, debido a las encarnizadas persecuciones y
destierros de decenas de mexicanos, entre los que destacó Mariano Arista y en su mayoría,
hombres de importancia del partido liberal; algunas confinadas a diferentes puntos del país,
y otras enviadas a prisión; se aniquiló la libertad de expresión, reduciéndose al mínimo las
áreas políticas para la participación de los grandes sectores sociales del país. Marcado por
un fuerte delirio de persecución y de grandeza, sus enemigos lo eran de la patria, puesto que
él se consideraba la patria misma.

El 7 de febrero de 1854, se publica una circular en la que se prohíbe que los ayuntamientos
se reúnan en sesiones extraordinarias o secretas, sin previo permiso de la primera autoridad
política del lugar, el cual podrá ser otorgado con conocimiento del asunto que haya de
tratarse. Concluye tajantemente: se juzgara como sediciosos a los ayuntamientos que
contravinieren la disposición.31 El gobierno se convirtió en una dictadura; el presidente
suprimió los derechos y las libertades individuales, e impuso su voluntad personal.

Lo anterior, muestra a un Santa Anna demasiado sensible a la crítica, por lo que reaccionó
tomando medidas para cerrar los espacios que esa crítica abría; tratando de acallarla. Lo
que la gente pensara de él, le resultaba muy importante y estas percepciones extremas
influenciaron algunas de sus acciones. “El 25 de abril de 1853 se público la Ley de
imprenta, que amordazó a los escritores, y significó la desaparición de El Monitor
Republicano, El Espectador, de Morelia, Regulador y Política, ambos de Puebla, El Tiempo
de Veracruz, entre otros.”32

Los periódicos de la época evitaban hablar de aspectos políticos, si éstos no eran antes
publicados por el Universal, órgano informativo del partido conservador, constituido en
defensor y vocero del gobierno, y cuando lo hacían, sólo eran rumores o se publicaban los
hechos sin comentario. “Ninguna relación con los hombres del poder, desde que a
consecuencia de la última ley de imprenta nos propusimos para no violarla, no ingerirnos
en ninguna discusión política” 33

Destaca también el acta que se levantó en Guadalajara el 17 de noviembre de 1853 en la


que se apuntaba que un año era muy poco tiempo para que Santa Anna pudiera arreglar la
administración pública, por lo que se solicitaba una prórroga sin término fijo para
mantenerse en la presidencia y con el poder suficiente para designar a su sucesor en caso de
fallecimiento o de cualquier impedimento para continuar en el ejercicio del poder,
indicando el nombre del elegido en pliego cerrado. Suceso que aplazó una vez más la
convocatoria de un congreso constituyente; dotó a Santa Anna de amplias facultades
discrecionales y le concedió el ostentoso título de Alteza Serenísima. El apoyo que recibió
fue incondicional y unánime, incluso por el que meses después se levantaría en su contra,
Don Juan Álvarez.

31
Periódico Siglo XIX, 14 de febrero de 1854, pág 2.
32
Díaz Fernando, Caudillos y caciques., pág. 245
33
Periódico El Ómnibus 16 de octubre de 1854, pág 4.
“El departamento de Guerrero de cuyo mando me encuentro separado temporalmente, se ha
adherido ya al voto unánime de los pueblos:

...yo no puedo resistir el deseo de manifestar a V.E., como tengo el honor de hacerlo, que de acuerdo en todo con el Plan de Guadalajara y
la acta levantada en la ciudad de Bravos, se digne considerarme como uno de tantos ciudadanos que en V. E. Depositan toda su
confianza para la salvación y progreso de la República, cuyos destinos se hallan encomendados a sus diestras manos. Estos son los
sentimientos que con la sinceridad propia de su carácter, manifiesta a V. E. Un antiguo y anciano compañero suyo: acéptelos V. E., y
admita igualmente mis votos por la felicidad y acierto de su administración a la que el eterno ser quiera serle propicio en bien de un
pueblo lo bastante infortunado.

Felicito á V. E. De la manera más cordial, por la confianza que ha merecido de sus compatriotas;
por el distinguido título de capitán general con que ha sido proclamado unánimemente; y al
disfrutar el honor de manifestarlo a V. E. Me honro en reproducirle las protestas de mi más alta
respetuosa consideración y justo aprecio.

Dios y Libertad. Providencia, diciembre 24 de 1853 J. Álvarez.- Exmo. Sr. Capitán general,
benemérito de la patria y presidente de la República, Don Antonio López de Santa Anna. 34

Podría considerarse esta declaración como hipócrita y traidora al presidente?, conociendo


sólo un poco la personalidad voluble de Santa Anna y que esto él mismo lo hizo en
repetidas ocasiones sin el menor escrúpulo. La incongruencia entre el contenido de este
comunicado, el cual refleja una total subordinación al supremo gobierno, con el posterior
levantamiento armado que lidereo y que puso fin a la dictadura; se justifica en este caso,
ampliamente.

Por otro lado, en lo externo, surgió una nueva controversia con Estados Unidos, por el
territorio de La Mesilla, pretextando el cambio del curso del Río Bravo, por lo que ante la
imposibilidad de enfrentar una nueva guerra, Santa Anna opta por vender en 10 millones de
pesos un área de 109,574 km2, de los cuales México recibió únicamente 7 millones,
recursos que se agotarían rápidamente en el sostenimiento de la corte de oropel santanista.
El 20 de julio de 1854 se aprueban los Tratados respectivos. El país tuvo que soportar
además, los asaltos de aventureros norteamericanos que asolaban la frontera, tal fue el caso
de Walker, quien intentó independizar Baja California, asumiéndose como su presidente, lo

34
Revista., La Verdad., 7 de diciembre de 1853, año 1854.
que reflejó una vez más las ambiciones y los afanes expansionistas de los norteamericanos,
constreñidas por sus propios problemas internos.

La actividad legislativa

La producción legislativa del dictador fue muy fructífera y abigarrada, aunque no en


términos cualitativos. Encontramos todo tipo de leyes, decretos y circulares, muchas de
ellas superficiales, que definían el estilo y la peculiar personalidad de Santa Anna, entre las
que figuran: el reglamento sobre el uso del uniforme en actos oficiales, la realización de
conferencias militares establecidas por decreto, en las que los generales podrán no sólo
lucir sus conocimientos en las diversas ciencias, sino irlos aumentando gradual y
recíprocamente; el tratamiento protocolario que en lo privado debía darse a los ministros y
demás funcionarios, el color de la librea que debía distinguir a sus criados, así como las
formas que debían observar las autoridades en las funciones públicas y el lugar que sus
familias habían de ocupar en los templos en las grandes fiestas religiosas, entre otras.
Detallados decretos sobre la forma de los birretes para los doctores de la Nacional y
Pontificia Universidad, y sobre el corte y color de los uniformes de empleados públicos.

Asimismo, se obligó a todo mexicano y extranjero a viajar con pasaporte dentro del país, se
derogó la ley liberal de Gómez Farías referente a los votos monásticos, autorizándose el
funcionamiento de los conventos, así como el decreto que restableció la Compañía de Jesús
en todo el país, el 19 de septiembre de 1853. Restableció la Orden de Guadalupe el 11 de
noviembre de 1853, creada por Iturbide y se nombró jefe supremo y Gran Maestro de la
Orden.35 Habiendo otros asuntos más importantes que atender, el gobierno se ocupo de
expedir decretos a diestra y siniestra señalando el traje de los caballeros de la orden, cuya
extravagancia y ridiculez sólo provocaba hilaridad.

Por otro lado, destaca la ley del 1° de agosto de 1853 sobre conspiradores, según la cual los
reos de este delito debían ser sumariamente juzgados en consejo de guerra y fusilados en
seguida, así como la relativa a ladrones; el 16 de septiembre cesan los fueros de diputados y
35
Juan Bautista Cevallos y Marcelino Castañeda se negaron a aceptar el grado de caballeros, lo que les valió
la destitución de sus respectivos cargos de presidente y vicepresidente de la Suprema Corte.
senadores las leyes del 25 de noviembre de 1853 y la del 7 de julio de 1854 que sometieron
a revisión y aprobación del supremo gobierno las concesiones o enajenaciones de terrenos
baldíos hechas por los gobiernos particulares de los estados o departamentos y territorios de
la República que eran de exclusiva propiedad de la Nación. En 1854, la ley sobre arreglo
de la administración de justicia (3 de enero); circular para que en las capitales haya juntas
de censura que examinen las piezas dramáticas, para evitar que se representen las que sean
contrarias a la moral y buenas costumbres, o las que tiendan a pervertir a la opinión pública
con alusiones políticas (4 de enero); el Acta de navegación para el comercio en la
República Mexicana (30 de enero); el código de comercio (16 de mayo). Se otorgan
concesiones para establecer líneas de vapores a Europa y a Cuba. El 29 de junio, se expide
la ley para el arreglo en lo judicial, gubernativo y administrativo de los negocios de minería
corresponde a las diputaciones superiores y al tribunal general de minería.

En el ámbito hacendario:

Se aumentaron los impuestos y se establecieron nuevos monopolios y pequeñas


contribuciones casi improductivas como la de puertas y ventanas 36, que hacían imposible la
miserable existencia del pobre mientras que se rebajaron o nulificaron las que reportaban
algunos ricos, como la de salinas, permitiéndoles subir el precio de la sal con notable
perjuicio de los mineros, quienes tenían que pagar forzosamente el impuesto para que el
poseedor del monopolio, es decir, de la contribución perciba neto el producto.

Por otro lado, “para tapar las goteras de un colegio, para empedrar la calle de alguna
aldehuela, para reponer el muro de una cárcel o para pagar la conducción de cajas de fluido
vacuno en aquellos días en que hubo epidemias de viruelas, fueron precisos muchos
trámites, informaciones, expedientes, y la licencia de su Alteza Serenísima; sin su
conocimiento, o por simple acuerdo, se pagaron indebidamente centenares de miles y aun
millones de pesos”. 37 Se expidió un decreto que estableció la contribución del 2% sobre las
imposiciones de dinero y la disposición de que no debía cobrarse el derecho de alcabala en

36
El 16 de marzo de 1854 , se publica en relación a las contribuciones a puertas y ventanas, algunas
excepciones del pago a este impuesto a favor de los pobres, de la industria y de la agricultura ., Ibid.
37
Periódico El Monitor Republicano, 10 de diciembre de 1855, pág 1
el punto de salida de los efectos que se destinan al consumo de otro lugar, favorable al
comercio.

Por lo anterior, se aumentaron también las oficinas y el número de empleados, cada


impuesto tuvo su propia recaudación, inversión y contabilidad. La prodigalidad de empleos
diplomáticos y especialmente militares, contribuyeron al declive del régimen, por razón del
aumento de gastos. Los errores económicos de los conservadores, las dilapidaciones del
gobierno y el escandaloso peculado de algunos administradores del tesoro público fueron la
primera causa de la ruina de la administración del dictador. Los agiotistas o vampiros del
erario, también obtuvieron cuantiosos beneficios con las concesiones que solicitaron del
monopolio de la industria del tabaco, y de la industria del azúcar, el producto de las
aduanas, y la construcción de una vía férrea México-Veracruz; coadyuvando con la
administración santanista para preservar el orden con el propósito de conseguir mayores
ventajas económicas.

En términos generales, todos los que ejercieron el poder dispusieron de parte de los fondos
públicos. Consecuentemente, el descontento popular se generalizó por los numerosos
impuestos y contribuciones, así como por la excesiva suntuosidad y derroche con que el
general manejaba el erario público.

El ejército

Por otro lado, el aspecto militar como fundamento y sostén del gobierno santanista, fue
también muy importante:

El 20 de mayo de 1853, se decretó el aumentó del ejercito a 90 mil hombres, lo que implicó
el recrudecimiento de las levas en todo el país, sin contar con los medios suficientes para
sostener unas huestes de esas proporciones. Este crecimiento exacerbado, condujo
posteriormente a que se restringiera la formación de las llamadas milicias cívicas. Además,
con el pretexto de vigilar a las personas que propalaban noticias sediciosas sobre la posible
anexión del país a los Estados Unidos, se formó una policía secreta, fomentándose el
espionaje; además de las pretensiones del presidente para traer soldados extranjeros para su
protección personal. Los excesivos gastos invertidos en el ejército fueron justificados ante
la amenaza de una posible nueva invasión norteamericana.

Por otro lado, el entonces ministro de guerra José María Tornel ordenó formar una junta de
calificación para separar del ejército a las personas indignas de pertenecer a él, tal fue el
caso de los que desempeñaron un mal papel en la guerra de 1847 con Estados Unidos; pero
sí esto fue así, por qué Santa Anna siguió ocupando un lugar destacado en el ejército y
continúo en la presidencia de la República?. Los ascensos militares se hicieron presentes,
en particular “a todos los jefes y oficiales que habían contribuido a la caída de D. Mariano
Arista y a la elevación de Santa Anna al poder”.

“La corrupción, la disputa por los puestos militares, privilegios, las ambiciones de la
oficialidad y su adhesión a diferentes jefes, reñidos muchos unos con otros que también
atraía cortes de aduladores y oportunistas, todo ello más el hecho de que el control de parte
del ejército lo tenía Santa Anna con estrechas miras personales; no permiten definir con
claridad el carácter de la dictadura establecida en 1853 y caída al primer soplo producido
por el Plan de Ayutla, en donde las tendencias disgregadoras se revelaron, con la
participación de algunos elementos militares antaño santanistas.

De acuerdo con Maquiavelo en El Príncipe, la duración de los gobiernos depende en gran


medida de la fidelidad de los militares. Un príncipe sólo puede mantenerse si dispone de
armas propias y él mismo está al frente del ejército y de la política militar, sin embargo, las
armas mercenarias y auxiliares muestran la dependencia y debilidad de dicho Estado, y a la
larga la necesaria conquista por quien de hecho tiene la fuerza. A lo que habría que agregar:
jamás el poder cuando es muy grande está seguro: usquam sats fida potentia ub nimia est
(Tácito)

Santa Anna contaba sin duda con esta fidelidad, pero a costa de qué?. Ésta era obtenida
mediante la paga regular y la concesión de privilegios y canonjías, lo cual quiere decir que
su ejército más que propio era mercenario acorde más a sus propios intereses que a los de
su general. Por lo que a pesar de contar con un ejército numeroso, que se dedicó a
incrementar durante la dictadura, su escaso genio militar en declive no pudo derrotar a los
sublevados que participaron en la Revolución del sur lidereada por Don Juan Álvarez e
importantes personalidades como Juárez y Melchor Ocampo quienes desde su obligado
exilio en Nueva Orleáns lograron derrocar al dictador e inaugurar una nueva etapa en la
historia de México, la cual se caracterizaría por la necesidad de construir un Estado
verdaderamente nacional sobre las ruinas en que lo había dejado casi medio siglo de
enfrentamientos y luchas intestinas, que todavía habían de prolongarse alrededor de diez
años más.

Santa Anna vs Juan Álvarez

Santa Anna no ignoró el peligro que podía representar el sur con Juan Álvarez al frente, al
advertirle que el sur se pondría en armas si mantenía a Alamán en el gabinete, toda vez que
éste era considerado, uno de los principales culpables de la muerte de Guerrero, símbolo
político de aquella región.

El 1° de junio de 1853, Santa Anna expidió un arancel por medio del cual suspendía a
Acapulco su carácter de puerto de depósito, en perjuicio del comercio, condición de la cual
gozaba desde hace diez años, por iniciativa de Nicolás Bravo, siendo presidente interino, lo
que le permitía poder almacenar toda clase de mercancías por un año sin pagar derechos,
hasta que éstas fueran vendidas. Aunque Álvarez reclamó en 1843, la posible derogación
del reglamento, no lo hizo en 1853 tras la suspensión. Sin embargo, al triunfar la
revolución, una de sus primeras órdenes fue declarar vigente dicho decreto. Igualmente, por
disposición del 4 de marzo de 1854 quedó cerrado el comercio extranjero y el de cabotaje al
puerto de Acapulco, el cual había estado vigente desde el 22 de febrero de 1832.

A mediados de 1853, promovido por agentes santanistas, estalló en la Costa Chica de


Guerrero un pronunciamiento contra el gobierno del departamento, que fue sofocado por
las fuerzas de Tomás Moreno (a quien Juan Álvarez le entregaría el gobierno, una vez
extinguido el motín) y Diego Álvarez. A finales de agosto de 1853, Álvarez renuncia en
una carta dirigida al ministro de Guerra Tornel -cuya muerte dejo sin respuesta-, a
continuar al frente del departamento, alegando humillación. Sin embargo, aún no se
vislumbra un rompimiento. El 14 de septiembre del mismo año Santa Anna le hizo saber
que no aceptaba su renuncia. No obstante, entregó al general Tomás Moreno el mando,
aunque continúo siendo el jefe máximo.

Por lo anterior, la tensión se mantuvo, aún cuando Álvarez aceptó la nominación como
Comendador de la Orden de Guadalupe que le otorgará Santa Anna. A fines de octubre de
1853, Santa Anna empezó a remover a los empleados civiles y militares sustituyéndolos por
adictos al gobierno, entre los que destacaron, el coronel Florencio Villarreal de la
comandancia principal de Costa Chica, a quien además ordenó presentarse en la capital, lo
que no hizo, acudiendo directamente con Álvarez. A mediados de enero de 1854, también
Ignacio Comonfort fue removido de la administración de la aduana de Acapulco. Tres días
más tarde, en comunicación a Santa Anna, Álvarez le manifestó que consideraba “el
nombramiento de nuevos gefes políticos y militares” para Guerrero y el envío de fuerzas:
“una declarada agresión” contra él. So pretexto de que por Acapulco desembarcaría una
invasión armada de aventureros preparada por el Conde Rousset Boulbon, quien había
intentado invadir Baja California y Sonora, por lo que envío dos batallones con el propósito
de proteger el departamento. La prensa oficial llegó a señalar que Don Juan estaba aliado
con el conde. (Siglo XIX, 17 de marzo de 1854, p 3)

De este modo, se desarrolla un conflicto de intereses de tipo regional -que también


involucraba ideas-, entre dos caudillos: Santa Anna y Juan Álvarez, que se extendió al
desarrollo político y económico de sus respectivas provincias. Veracruz y Guerrero,
respectivamente. Revolución que sin lugar a dudas inauguraría una nueva etapa en la
historia política del país, y que en esta ocasión sería lidereada por Benito Juárez García.

El Plan y la Revolución de Ayutla

En 1854 un antiguo insurgente, Juan Álvarez se levantó contra Santa Anna, Florencio
Villarreal de acuerdo con Álvarez y Comonfort quien ya había sido destituido previamente
de la aduana de Acapulco proclamó el Plan de Ayutla el 1° de marzo, el cual exigía en
términos generales que Santa Anna dejara el poder y que se convocara a un nuevo
Congreso que elaborara una constitución. Dicho plan sería reformado por Comonfort,
presentándose después en Acapulco. En su redacción intervinieron además de Comonfort;
Álvarez, Tomás Moreno, Trinidad Gómez y Eligio Romero. Adhiriéndose a éste, los
liberales que habían sido desterrados a Nueva Orleáns por sus posturas contrarias al
régimen santanista, entre los que destacaban: Melchor Ocampo, Benito Juárez, José María
Mata y Ponciano Arriaga, entre otros.

El Plan destacaba que la permanencia de Santa Anna en el poder significaba una amenaza a
las libertades públicas, los mexicanos debían temer la sujeción a un poder absoluto ejercido
por un hombre que oprimía a los pueblos con contribuciones onerosas sin tener en cuenta la
pobreza general; que derrochaba los fondos públicos en gastos innecesarios y en ayudar al
enriquecimiento de unos pocos. Por lo que se proclamaba que Santa Anna y los demás
funcionarios que hayan desmerecido la confianza de los pueblos, cesaran en el ejercicio del
poder público; que al aceptarse el plan, se convocaría un representante por cada Estado y
Territorio para elegir un presidente interino, y posteriormente un congreso extraordinario,
se ocuparía de constituir a la nación bajo la forma de República representativa popular; el
establecimiento de aranceles y que todo lo que se opusiera o que colaborara con los poderes
que se desconocían, sería tratado como enemigo de la independencia nacional. Finalmente,
se invitaba a los generales Nicolás Bravo, (quien lanzo un manifiesto en contra,
anteponiendo la paz y tranquilidad de los pueblos, poco después moriría) Juan Álvarez y
Tomás Moreno para que puestos al frente de las fuerzas libertadores sostengan y lleven a
efecto las reformas administrativas que se consignan.38

Paradójicamente, los cuatro personajes iniciadores de la revolución de Ayutla, carecían de


identidad ideológica. Tomás Moreno era un oportunista, Florencio Villarreal, un
conservador y oportunista también; Ignacio Comonfort, un rico propietario, de ideas
liberales moderadas y Juan Álvarez, de ideas agraristas matizadas por un profundo

38
Op., cit,, De la Portilla Anselmo., pp XV-XIX
regionalismo. Los identificaba el temor común a una posible sujeción a un poder central,
autoritario y fuerte, como lo era el régimen personalista del santanismo.39

Juan Álvarez quedó al frente de lo que él mismo denominó “Ejército Restaurador de la


Libertad” en el llamado cerro del Peregrino con aproximadamente, 2000 hombres. Los
rebeldes emplearon como táctica la de ir abandonando el campo al enemigo, por lo que el
ejército santanista se encontró muy pronto en un paisaje difícil y casi desconocido,
hostigados por las guerrillas ubicadas en puntos diferentes de la costa.

En abril de 1854, Santa Anna se presentó personalmente a combatir a los sublevados (500
soldados improvisados atrincherados en el castillo de San Diego), al frente de cinco mil
hombres; pero fue rechazado y suponiendo que las tropas con que contaba Álvarez eran
superiores a las que en realidad tenía; optó por una penosa retirada en medio de un clima
caluroso en extremo y con el constante asalto de las guerrillas: hambre, sed, calores
infernales, epidemias, hostilidades enemigas, fueron los contratiempos que marcaron su
regreso a la ciudad de México en donde pregonó un “indiscutible triunfo sobre los
facciosos”. Enfrentando sin éxito a Álvarez en la batalla del Peregrino y contrariado por la
derrota, destrozó todas las rancherías próximas a Acapulco, y las poblaciones y haciendas
que encontró a su paso.

La Revolución de Ayutla, como se llamó a este movimiento, se extendió gradualmente,


primero en todos los pueblos del sur, y después en el sur de Michoacán. A mediados de
1854 los estados de Tamaulipas, Guanajuato, San Luis Potosí y México se sumaron a la
revolución y a principios de 1855 nuevos caudillos se fueron uniendo a la causa; para el
mes de mayo había cundido en Nuevo León con Santiago Vidaurri y la villa de Guerrero en
Tamaulipas.40 No obstante, que en casi todo el país se levantaron actas de adhesión al
supremo gobierno y se instrumentaron severas disposiciones para atacarla, no fueron

39
Op., cit., Díaz Fernando, Caudillos y caciques, pág 260
40
Como le diría Lorenzo de Zavala en 1834 al tener noticia de que Santa Anna acababa de derogar las leyes
de reforma promulgadas por Gómez Farías y por él mismo, le escribía desde París: “¿Qué ha hecho a Ud.
Victorioso desde 1821, hasta abril de 1834? Los principios liberales; la causa que Ud. Ha defendido. Si les
vuelve Ud. Las espaldas, dira Ud, lo que Napoleón: “Las ideas liberales, no la Santa Alianza, me han
vencido” en Cué Canovas, Agustín Historia social y económica de México, p 255
suficientes para detener la revolución. Las autoridades y la prensa oficial disimularon en
todo momento, la importancia del movimiento.

La revolución se propagó después de la expedición de Santa Anna y, para contenerla, el


gobierno apeló al terror. Dispuso que las propiedades de los enemigos entre las que
destacaba la hacienda La Providencia de Juan Álvarez fueran ocupadas y destruidas.
Ordenó al comandante general de Guerrero que “todo pueblo que se manifestará rebelde
contra el supremo gobierno debía ser incendiado, y todo cabecilla o individuo que se
cogiera con las armas en la mano debía ser fusilado”..41

Sin embargo, los sublevados de Guerrero pudieron consagrarse, en los meses de junio y
agosto, a sus trabajos agrícolas, sin que fuesen molestados; después de las cosechas, que en
ese año fueron rápidas, gracias a la excelencia del temporal volvieron a las armas y la
revolución se fue desenvolviendo lenta e inconteniblemente; al tiempo que aumentaba la
dureza del gobierno; se exageró la ley de conspiradores, multiplicándose los destierros y los
fusilamientos; y un decreto prohibió llamar sublevados a quienes el gobierno señalaba
como bandidos; las órdenes de devastación y represalias fueron inflexibles...42

Comonfort consiguió apoyo en los Estados Unidos, a nombre de Álvarez, ofreciendo como
garantía de pago, los derechos que se causaran en la aduana marítima de Acapulco, la
concesión de privilegios para la explotación de minas de carbón de piedra o de plata,
azogue y demás metales, criaderos de oro, o concesiones para abrir caminos u otras vías de
comunicación.

El declive

El 20 de octubre de 1854, con el propósito de legitimar su poder, se sujeta a un plebiscito


en el que por única ocasión hasta los periódicos podían emitir su opinión, en torno a si el
presidente de la república habría de continuar en el mando supremo y, en caso contrario, a
quién entregaría el poder. La votación se efectúo el 1° de diciembre, pero previamente el
41
Op., cit Díaz Lilia., pág 96
42
Yánez Agustín., Santa Anna reflejo de una sociedad., pp 199-200
gobierno dio instrucciones especiales a los gobernadores. Obviamente, Santa Anna obtuvo
una aplastante mayoría, por lo que el 1° de febrero de 1855 se expide un decreto declarando
ser voluntad de la nación que continuará al frente del gobierno, agradeciendo al día
siguiente en un manifiesto a la nación: “la confianza con que se le había honrado”. Quienes
se atrevieron a negar su confirmación al dictador, principalmente los que apoyaron a Juan
Álvarez, fueron procesados como conspiradores (Circular del ministerio de Guerra, 26 de
diciembre de 1854).

Sin embargo, de acuerdo a sus Memorias, uno de los motivos por los que Santa Anna se
desencantó, y que condujeron su salida intempestiva del Ejecutivo y del país; fue el
resultado de la consulta que formuló el 25 de junio de 1855 ante el Consejo de Estado,
acerca de dos cuestiones: 1) ¿Ha llegado el tiempo oportuno de expedir un Estatuto o ley
constitutiva de la República? 2) ¿Cuál es la autoridad, corporación o asamblea que deba
expedir dicho Estatuto?. El Consejo, unánimemente contestó que era oportuno expedir una
Constitución y que “parece fuera de controversia, que México no puede ser sino una
republica”. Resultados que evidenciaron el poco respaldo político que tenía en esos
momentos de crisis.

El gobierno intentó cubrir su salida, señalando que se había ido a Veracruz con el propósito
de restablecer el orden. En Perote, Santa Anna lanzó un manifiesto justificando una vez
más su actuación en el poder que espontáneamente le fue ofrecido, que no se empeñó en
conservar y tampoco buscó, por lo que desistía de él, a fin de “evitar el aniquilamiento de
los pueblos y alejar los horrores de la guerra civil...” 43

Mientras tanto, en la capital del país, el pueblo se amotinó pidiendo venganza, arrastrando
las efigies del caído; saqueando y destruyendo, lo cual no deja de sorprendernos: cómo del
amor al odio hay un solo paso y a veces ninguno. Sin duda, estos sucesos reflejan una vez
más la falta de memoria histórica de la que adolecemos todos los mexicanos, esta dictadura
pudo no haber pasado, si el pueblo no hubiera pecado de ingenuidad, sabiendo lo que
representaba Santa Anna para el país, sin embargo volvió a caer ante su extraordinario

43
Ibid., pág 201-203
poder de sugestión, venturosamente fue la última, pero se tuvo que pagar un alto costo; el
saqueo y agotamiento de las arcas públicas y diez años más de inestabilidad política.

El dictador se fuga finalmente de México, el 9 de agosto de 1855, declarado desertor y dado


de baja en el ejército el 27 de noviembre del mismo año. Paradójicamente, tras el
estruendoso fracaso de su gestión, los conservadores responsables de haberlo regresado al
país, en un intento por mantenerse vigentes en la escena política, pretendieron negar su
participación en la administración de Santa Anna, alegando haber contribuido a su caída.

Afortunadamente para el país, Santa Anna no vuelve a reaparecer en la escena política, a


pesar de sus postreros intentos –años después-, y muere no como un héroe en un campo de
batalla defendiendo la patria, de la que tanto se llenaba la boca con una falsa pero muy
convincente retórica, sino en su lecho; anciano y enfermo cargando sobre sí, un pasado
ominoso que a pesar de su falta de escrúpulos y su excesiva vanidad le ha de haber estado
pesando como lastre en sus últimos momentos.

Fuentes:
18. Alamán, Lucas., Historia de Méjico.,
19. Aguilar M., Alonso, Carrión Jorge, et-al., El pensamiento político de México. Entre lo
viejo y lo nuevo. Tomo II., Edit. Nuestro tiempo, México 1987, 285 pp.
20. De la Portilla Anselmo., Historia de la revolución de México contra la dictadura del
general Santa Anna 1853-1855., México
21. Díaz Díaz, Fernando., Caudillos y caciques. Antonio López de Santa Anna y Juan
Álvarez., Edit. Colegio de México, 1972, 354 pp.
22. Muñoz, Rafael., Santa Anna, el dictador resplandeciente., Edit., Fondo de Cultura
Económica, México.
23. C. Valdés José., Alamán: Estadista e historiador., UNAM, México 1987, 576 pp.
24. Vázquez Mantecón, Carmen., Santa Anna y la Encrucijada del Estado. La dictadura
1853-1855., Edit. Fondo de Cultura Económica, México 1986., 338 pp.
25. Vázquez Zoraida Josefina, Díaz Lilia, et-al., Historia general de México., Tomo 3,
México 1981, 337 pp.
26. Yañez, Agustín., Santa Anna espectro de una sociedad., ediciones océano S.A, México
1982, 264 pp
27. Periódicos: Siglo XIX, El Universal, Monitor Republicano, El Ómnibus y Revista La
Verdad (1854)

También podría gustarte