Espiritualidad y Participación Liturgica
Espiritualidad y Participación Liturgica
Espiritualidad y Participación Liturgica
Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada
Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y
colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta razón, los pastores de
almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas
a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella
consciente, activa y fructuosamente (SC 11).
1
En lo que se refiere a la participación activa:
En este número puede identificarse dos ejes centrales, el tema de la participación plena
consciente y activa y, el fundamento de dicha participación sobre la afirmación en virtud
del bautismo.
Lo primero que ha de comentarse es que este párrafo expresa que es deseo de la Iglesia
promover esta participación, en razón de la naturaleza misma de la liturgia, que se ordena
a la glorificación de Dios y la santificación del hombre. Las características de esta
participación son: plena, lo que podría entenderse tanto interior como exterior;
consciente, es decir, fruto de una educación adecuada; activa, entendida como armonía.1
También Pío XII, en Mediator Dei, hablaba que, para recibir los frutos de la redención
era necesaria la propia colaboración por medio de una participación actual y personal, no
con espíritu pasivo y negligente, discurriendo y divagando sino de modo intenso, con
piedad y atención. En la misma encíclica, el Papa, señalaba como medios para promover
la participación de los fieles: proveerles de misales con traducción a la lengua vulgar,
entonar cánticos y responder las preces, meditando los misterios de Jesucristo y no
reduciendo el fruto de la Misa a la sola comunión sacramental.2
Podría decirse que el objetivo principal de la reforma promovida por el concilio fue
precisamente favorecer la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas, vale
la pena señalar la abundancia de números que hacen referencia explícita a este tema 3, y
también hacer referencia al motu proprio Rubricarum instructum de Papa Juan XXIII en
el que anuncia la decisión de que el concilio propusiera los grandes principios para tal
reforma.4
1
Cf. FLORISTÁN, C., «Objetivos de la pastoral litúrgica» en MORCILLO GONZÁLEZ, C. (dr.), Concilio Vaticano II.
T I, 214-216
2
Cf. Pío XII, Carta encíclica Mediator Dei, 97, 99, 127-129, 140.
3
Estos números son: 8,10, 11, 12,14, 17, 19,21, 26,27,30, 33, 48,41,50,53, 55,56, 79,85, 90, 106, 113, 114 y 124.
4
Cf. OÑATIBIA, I., «La reforma litúrgica desde san Pio X hasta el Vaticano II» en MORCILLO GONZÁLEZ, C. (dr.),
Concilio Vaticano II. T I, 98.
2
Precisamente, tanto la comisión preparatoria del Concilio, como la comisión conciliar,
llevaron a cabo la definición de estos altiora principia, que el secretario de la comisión
previa Bugnini, clasifica en orientativos y operativos, los primeros: la liturgia, ejercicio
del sacerdocio de Cristo; la liturgia, cumbre y fuente de la vida cristiana: participación
plena, consciente y activa; manifestación de la Iglesia; sana Tradición y legítimo
progreso; los operativos: La lengua, la Palabra de Dios, la catequesis, el canto y la
reforma. Respecto al principio que nos ocupa, participación plena, consciente y activa,
pone la razón de esta, en la naturaleza misma de la liturgia y el carácter bautismal de los
fieles, por lo que este objetivo se ve reflejado a lo largo de toda la Constitución. 5
Por otra parte, incluso más sintético, está la clasificación que Ratzinger hace de tales
principios o categorías fundamentales de la reforma: inteligibilidad, participación y
sencillez6.
Los ritos han de resplandecer por su sencillez, evitar repeticiones innecesarias, esto no se
reduce a lo programático, sino a dotarlas del sentido de lo sagrado, sobre todo en
referencia al gesto sencillo que tuvo su origen en el cenáculo, en el drama de la
crucifixión y resurrección del Hijo, la sencillez, puede ir acompañada del arte y la
belleza, pero no reducirse a ella, pues lo festivo y alegre de la liturgia radica en la
realización del misterio de Dios mismo.
5
Cf. BUGNINI, A., La reforma de la liturgia 1948-1975, Madrid 1999, 35-43.
6
Cf. RATZINGER, J. Teología de la liturgia. La fundamentación sacramental de la existencia cristiana (Obras
completas XI), Madrid 2012, 518-523.
3
Y sobre la participación, es necesario regresar al número 11, donde se pide una
disposición personal para participar, no solo cumplir formas externas, sino que sea una
participación consciente, activa y fructuosa; una participación tanto interior como
exterior, donde no basta cumplir rúbricas, prescripciones ceremoniales externas, sino que
mucho más importante es la exigencia de la nígricas, es decir la exigencia interior de lo
impreso en negro, el mismo texto litúrgico, la realización del misterios por medios de
ritos y preces.
Participar no puede reducirse, tampoco, a la mera exterioridad que aboga por que todos
tienen que hacer algo… y siempre se tiene que estar haciendo algo, olvidando los debidos
tiempos del silencio sagrado.
Esta afirmación, en virtud del bautismo, aunque no es del todo desarrollada por la
Constitución, pero sí en la continuación del mismo Concilio, especialmente, Lumen
Gentium, es una idea dominante que sólo aparece someramente, sobre todo, por estar
rodeada de cierta controversia de la idea del sacerdocio universal de los bautizados, que
la comisión preparatoria hubiese tenido que someter a consideración a la comisión
teológica. Esta condición es la que da, a los fieles, el derecho y, al mismo tiempo,
7
Cf. BUGNINI, A., 31.
8
Cf. Pio XII, 103, 105, 106, 108, 113, 115.
4
obligación de participar de la ofrenda eucarística, no solamente por manos del sacerdote,
sino igualmente por su unión con él. 9
Entre otros fundamentos teológicos de la participación, además del bautismo, pueden
mencionarse el misterio pascual de Cristo, al que el creyente, por el bautismo ha sido
injertado; la naturaleza misma de la Liturgia, que, siendo el ejercicio del sacerdocio de
Cristo, este también se hace presente en la asamblea (cfr. SC 7); la liturgia como acción
de la Iglesia, a la que el creyente está incorporado al Cuerpo Místico de Cristo; el
carácter sacramental, el ministerio ordenado.10
9
Cf. JOSSUA, J.-P., «La constitución Sacrosanctum concilium en el conjunto de la obra conciliar» en CONGAR –
JOSSUA- et alter, La liturgia después del Vaticano II, Madrid 1969 135
10
Cf. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, P., «Actuosa participatio. Participación plena, consciente y activa» en ASOCIACIÓN
ESPAÑOLA DE PROFESORES DE LITURGIA, A los 50 años de la Constitución Sacrosanctum Concilium, Barcelona
2014, 205-210.
5
Sigue siendo totalmente válida la recomendación de la Constitución conciliar
Sacrosanctum Concilium, que exhorta a los fieles a no asistir a la liturgia eucarística
«como espectadores mudos o extraños», sino a participar «consciente, piadosa y
activamente en la acción sagrada».
El Concilio prosigue la reflexión: los fieles, «instruidos por la Palabra de Dios, reparen
sus fuerzas en el banquete del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse
a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino
también juntamente con él, y se perfeccionen día a día, por Cristo Mediador, en la unidad
con Dios y entre sí».