Antecedentes Históricos Del Blues

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Las trece coloniaa Británicas

Las trece colonias británicas fueron las posesiones coloniales de la corona


británica en la costa este de América del Norte, fundadas entre los siglos XVI y
XVII y que declararon su independencia en 1776 para fundar los Estados
Unidos de América.

La revolución de las trece Colonias fue un proceso revolucionario ocasionó


cambios y conflictos internos, entre las colonias británicas de América del Norte
y el Reino Unido. De este proceso creció una nueva nación -los Estados Unidos
de América – que se estableció jurídicamente en textos de gran trascendencia,
como la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) y la Constitución (17
de septiembre de 1787). Desde la década de 1760 la opinión pública de las
trece colonias tomó conciencia de su identidad y unidad de intereses con un
criterio opuesto mayor contra el gobierno británico que en ese momento no
quiso atender el llamado a la moderación hasta que la dinámica de desafíos
mutuos generó un conflicto armado. El ejemplo estadounidense fue lo el punto
focal para que en 1789 el protagonismo revolucionario influenciara a Francia, y
las colonias españolas en América, dentro de lo que se ha denominado el «ciclo
atlántico» de las revoluciones burguesas. Lo que en primera instancia fue algo
más que un problema entre los colonos americanos y los soldados británicos el
que dieron vida a uno de los eventos más importantes de la historia de los
Estados Unidos y el proceso de descolonización del continente americano.

El nacimiento del blues

En la Norteamérica posterior a la Guerra Civil y la abolición de la esclavitud. El


blues, lo que hoy día entendemos como tal, se presenta en la historia de los
Estados Unidos como la primera figura de música con marca “negra” libre, en
tanto producto de la sociocultura de la gente de raza negra puesta en libertad
por la abolición.

Es un hecho bastante conocido que los orígenes de gran parte de la música


popular del siglo XX se remontan a las plantaciones de algodón, tabaco y azúcar
de los estados sureños de la Unión Americana. Durante tres siglos (XVII, XVIII y
XIX), los pobladores negros de África fueron llevados como esclavos para
trabajar en ellos. Se calcula que en ese tiempo, entre 35 y 40 millones de
personas fueron arrastradas a los barcos; se estima también que sólo 15
millones sobrevivieron la travesía: la mayoría moría por la desnutrición,
enfermedades diversas e incluso por asfixia en las entrañas de las naves.

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Las raíces de lo que más tarde se conocería como la música de blues son, por
un lado, las “canciones de trabajo”, rítmicas guturalizaciones que los esclavos
hacían mientras tiraban de la mula o pizcaban el algodón durante las
interminables jornadas a que eran sometidos; por otro, canciones espirituales
(gospels) que habían traído con ellos desde su tierra nativa. Eran plegarias a los
dioses, cantadas en lengua bantú, yoruba y fon, principalmente. Aunque las
lenguas fueron varias, de acuerdo con las diversas procedencias de la población
negra, el término griots designó genéricamente a esos cantadores.
Posteriormente surgió el verbo holler, gritar, aullar. Esos cantos a capela
derivaron, con la posterior incorporación de diversos instrumentos, a la
expresiones del blues, el jazz, el soul, y un poco después, del rock’ and roll. La
incorporación de instrumentos y armonías europeas que se fundieron con los
ritmos africanos fue posible por la gradual integración de la población negra a la
vida en la Unión Americana, a pesar de -o quizá por ello mismo- la profunda
discriminación de que fue objeto.

La estructura básica de los primeros cantos era la de voz principal, y respuesta


del coro. Esa forma permanece incluso en el fraseo característico de la guitarra,
incorporada mucho después. A esos primeros cantos rítmicos se sumaba con
frecuencia el acompañamiento de rudimentarios instrumentos de percusión,
fabricados con troncos y pieles, huesos, etcétera. Una simple cuerda atada a un
poste podía producir los sonidos bajos que proporcionaban la base para el
canto.

Un instrumento decisivo en los orígenes musicales del blues fue el halam,


especie de banjo primitivo fabricado con una calabaza seca a la que se añadía
un brazo o mástil de madera y cuatro o cinco cuerdas de hilo de pescar.
Gradualmente se fue sofisticando su fabricación: aro de metal, resonador de
piel, mástil con trastes y llaves de afinación, etcétera. Pero su uso en la música
de blues fue perdiéndose. Una razón no menor fue que empezó a ser muy
utilizado por los blancos en sus espectáculos Minstrel, en los que con frecuencia
había parodias y ridiculizaciones de las costumbres y modo de vida de la
población negra. Es por entonces que se incorporan la guitarra, de procedencia
europea, y las armónicas, de origen chino.

La enorme capacidad de improvisación y la falta de recursos hicieron que se

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incorporaran también la tabla de lavar ropa y otros objetos domésticos como
instrumentos de percusión. La incorporación de la guitarra contribuyó
enormemente al desarrollo melódico y armónico del blues. Charley Patton,
Robert Johnson, Son House y una auténtica miríada de bluesmen de leyenda
surgieron por doquier: Alabama, Georgia, Louisiana, Texas… el delta del
Mississippi. Un personaje central de esta saga es W.C. Handy, quien mucho
antes de los distintos “padres”, “reyes” y “padrinos del blues” que luego poblaron
la escena, fue llamado precisamente así: “padre del blues”, por 1903. Tenía
formación musical, tocaba la guitarra, pero sobre todo quizá fue el primero en
percibir la potencialidad comercial del blues, y sus posibilidades expresivas más
allá de las plantaciones. A pesar de que su lugar en la historia del blues no es
como ejecutante o compositor, sino como difusor de este género, es de destacar
la técnica del knife song usada por él: un cuchillo rasgaba las cuerdas de la
guitarra, en vez del plectro o plumilla. También un cuello de botella (bottleneck).
Esta técnica definitoria del sonido blues se conoce ahora como slide. Otros
componentes de ese sonido son el uso constante de vibratos, notas sostenidas
y bendings.

Además de los lamentos por las duras condiciones de trabajo, las miserables
condiciones en las barracas de los campos y de las plegarias a los dioses, otra
fuente inagotable del blues fue y ha sido la directa referencia erótica, sexual. A
la tristeza, la plegaria, se suma el gozo de vivir: “blues is a felling”.

De cualquier modo, la raíz de tristeza del blues es su color definitorio. La


población negra pasó de la esclavitud a las duras condiciones de la recesión y la
gran depresión económica de los 30´s en la Unión Americana. El desempleo
afectó a todos los ciudadanos, al margen de su origen étnico. Es la época de los
“hobos”, vagabundos por necesidad, quienes, en ocasiones armados de
guitarras, banjos y armónicas se trepaban a los trenes (cuyos rieles también
habían sido construidos antes por esclavos negros) y salían de sus lugares de
origen en busca de pan y trabajo. Muchos de ellos subieron también por el río
Mississippi, hasta las ciudades del norte, Chicago y Detroit, en primer lugar. Así
se difundió el blues por gran parte del territorio estadounidense.

El blues en la actualidad

El punto donde se convierte en el sistema nervioso de la música del


enajenamiento y la liberación, no puede ser el más alejado en el tiempo, no es

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un asunto que tenga que ver con la primera vez que se interpretó el blues o algo
parecido. Su origen se puede determinar con claridad por el momento en que
devino un producto de interés mundial, ya no como el jazz, de modo elitista,
minoritario, sino como el rock y el pop, de forma masiva, como un
acontecimiento planetario. Tal momento fue la Segunda Guerra mundial y sus
largas posguerras, entre 1940 y 1970, básicamente. De los primeros blancos
folcloristas que intentaron interpretar tal cual la música de la gente negra de los
EUA, hasta la grabación de “Yer Blues” por parte de los Beatles. En tanto que el
blues, los doce compases base, fue lo más interpretado e intercambiado entre
quienes integraron los ejércitos de los Aliados en la gran guerra y con ello
afectaron de forma directa las socioculturas de los espacios geográficos donde
se desplazó y ocurrió la guerra. Porque ese blues de la Segunda Guerra
mundial ya era tan amplio y diverso que incluía canciones de Frank Sinatra y
Bing Crosby, lo mismo que el swing de Glenn Miller y Benny Goodman y una
buena parte de toda la música norteamericana ya de ese momento, todo
afectado y controlado en forma directa por jóvenes norteamericanos de raza
negra que interpretaban el blues entre sus compañeros y compañeras de
guerra, dentro y fuera, muy fuera, de los Estados Unidos. Tal fue el origen real
del blues. Lo que todos aprendemos con los discos y las guitarras, armónicas y
demás instrumentos musicales, la vuelta constante y machacona de los doce
compases del blues y su backbeat.

¿Cuál puede ser hoy el aspecto del blues? En la actualidad, el blues es un


monstruo con muchas cabezas y más identidades. Hay un blues “arqueológico”.
Intenta imaginar, recuperar, restaurar y reconstruir lo que fue o pudo ser el blues
antes de la era de las grabaciones, lo que fue el blues entre los años de 1850 y
1900. Lo mismo que, por ello mismo, hay un blues “histórico”, ahora justo el de
las primeras grabaciones en el tiempo y el espacio, el blues centrado en el
marco de las grabaciones de música de/para la gente, producido entre 1901 y
1935. Después, como un universo propio, se encuentra el conjunto de
grabaciones de blues reunido por el etnólogo y antropólogo musical Alan Lomax,
el “paradigma”. Luego puede venir el blues eléctrico “de Chicago” y su difusión
en los Estados Unidos y sus efectos de forma y contenido sobre la música
afroamericana, donde es posible hablar hasta de un blues “cubano”, de efectos,
me atrevo a decir, sublimes en el bolero urbano y lo que serán el mambo y sus
derivas posteriores hacia la salsa. Para ingresar entonces, por fin, en el retumbe
trascendental del blues en Inglaterra, justo por efecto de la posguerra de
mediados del siglo pasado. Una transmisión y retraducción completa, íntegra,
auténtica, de la esencia del blues. Así se puede continuar con la clasificación

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posible de las infinitas figuras, estilos, épocas, nombres y olvidos del blues: un
fenómeno en este momento vivo, en praxis, todavía sin terminar, que nos ocupa
e invade. El blues con el que debemos dialogar ampliamente, si queremos
ofrecer legítima resistencia al opio del pueblo. Súmense, ya en medio de esto,
como dos constelaciones completas en sí mismas, a los guitarristas Jimi Hendrix
y Stevie Ray Vaughan, con la obligación meta-teológica de tener que nombrar a
Eric Clapton como el Dios que no hay en el blues. Otras etiquetas y estratos de
blues son todo el “metal”, lo “punk” y lo “pesado”, sin que la lista de
clasificaciones posibles tenga fin siquiera pensable. Todo está abierto hoy,
todavía, para el blues. Cruza las modas. Perdura y lo hace con sentido crítico.
Como revuelta sociocultural dentro del orden establecido por las corporaciones y
sus eternas “payola” y “obsolescencia planificada”.

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