9 - Renacimiento Musical
9 - Renacimiento Musical
9 - Renacimiento Musical
Renacimiento medio
El tránsito entre los siglos XV y XVI supone una época de cambios
importantes en la canción polifónica. En primer lugar, desaparecen las formas
fijas, que ya se consideraban bastante anticuadas (hay que recordar que
provenían de la monodia trovera y estaban en uso desde mediados del siglo
XIII). En segundo lugar, se percibe una doble influencia en las técnicas de
composición: de un lado, la del motete —la forma polifónica más importante—,
con una textura densa que evitaba las cadencias simultáneas y planteaba una
gran libertad entre las voces; de otro lado, la influencia de la canción popular,
con sus melodías sencillas, sus estribillos y sus ritmos vivos. En tercer lugar, se
acentúan las innovaciones que venían experimentándose desde comienzos del
siglo: homofonía, homorritmia, armonía nueva, igualdad estructural entre las
voces… Todo esto conduce a una pluralidad de modelos de canción, tanto
entre unos compositores y otros como en la obra individual de cada uno.
Por otra parte, este momento central del renacimiento musical presenta
una altísima concentración de compositores importantes en una misma
generación. El personaje central es Josquin des Prez, uno de los grandes
genios de la historia de la música occidental; entre sus contemporáneos están
Heinrich Isaac, Alexander Agricola, Jakob Obrecht y Pierre de la Rue.
Al mismo tiempo, comienzan a aparecer formas autóctonas de origen
popular en diversos lugares: en Italia es la época de la frottola, canción de tipo
tradicional con estribillo; en España comienza el desarrollo del villancico y del
romance polifónicos, que tendrán una presencia importantísima en la música
española de los dos siglos siguientes; la figura central de este momento es el
músico-poeta Juan del Enzina.
Renacimiento tardío
Este momento de cambios cristaliza en el florecimiento de diversos tipos
de canción que dominarán los dos últimos tercios del siglo XVI. Esta
diversificación es en principio de tipo nacional, pero los continuos viajes de los
músicos, junto con la imprenta musical y la circulación de manuscritos hará que
la mayor parte de estas canciones se hagan conocidas en todos los lugares de
Europa. Entre estos tipos de canción destaca el madrigal italiano, que será la
forma más característica de la polifonía profana de finales del Renacimiento.
Los madrigales se componían sobre poemas no estróficos con versos de siete
y once sílabas; el compositor ponía música a cada verso individualmente, sin
apenas repeticiones; la textura habitual era a cinco o seis voces, con uso de la
imitación y de otros recursos de la polifonía culta. Entre los compositores de
madrigales destacan Adrian Willaert y Luca Marenzio, y finalmente Claudio
Monteverdi, a quien se considera uno de los iniciadores del estilo barroco.
En los decenios finales del Renacimiento se producen cambios
importantes que afectan a la composición de canciones. Por un lado, la
«internacionalización» de la música lleva a que algunos compositores
destaquen en la creación de prácticamente todos los tipos de canción: así
ocurre con Orlando di Lasso, músico flamenco que trabajó en Italia y Alemania.
Por otra parte, la influencia de la contrarreforma católica llevó a algunos
músicos, italianos y españoles principalmente, a renunciar a la composición de
canciones profanas o a «disfrazar» de religiosas formas de canción profana,
como ocurre con los Madrigali spirituali de Giovanni Palestrina.
Finalmente, la canción profana y especialmente el madrigal fueron
terrenos de experimentación para técnicas nuevas como el cromatismo o las
disonancias extremas, que desembocarían finalmente en un nuevo estilo hacia
1600, el estilo que actualmente denominamos barroco.
Hasta el final del siglo XVI la música que se componía era casi
exclusivamente vocal. Existían dos grandes tipos: música vocal de carácter
religioso y música vocal de carácter profano:
Conjuntos instrumentales
Los instrumentos renacentistas se clasificaban en «altos» y «bajos»: los
primeros son los instrumentos aptos para tocar al aire libre, por tener una
mayor sonoridad; se incluyen en este grupo, en general, los instrumentos de
metal (trompetas, trompas, sacabuches) y los de lengüeta (chirimías,
cromornos), junto a la percusión. Entre los instrumentos «bajos» se incluyen
aquellos más apropiados para interpretar en recintos cerrados, como son los de
cuerda en general (violines, violas, laúdes) y las flautas. Prácticamente todos
los instrumentos se construían en varios tamaños para poder interpretar música
polifónica de tesituras diversas con conjuntos instrumentales homogéneos.
La escuela franco-flamenca
El ducado de Borgoña poseía, hacia el siglo XV, la casi totalidad de las
tierras que circundan las bocas del río Rhin. Fue una época de extraordinario
auge del comercio, circunstancia que convirtió a los señores de estos territorios
en poderosos gobernantes. Este poder político y económico propició una
floreciente actividad musical, con la creación de magníficas capillas
musicales, sobre todo en los tiempos de Felipe el Bueno y Carlos el
Temerario. Musicalmente se siguieron las directrices del Ars nova, hasta llegar
a un laborioso contrapunto de multitud de voces y a la utilización de la forma
imitativa canónica.
El primer músico de la escuela franco-flamenca fue Gilles
Binchois (hacia 1400-1460), en cuyo estilo influyó el inglés John
Dunstable (hacia 1390-1453). Pero las tres grandes figuras de esta escuela
fueron Dufay, Ockeghem y des Prés.
La escuela italiana
Italia fue la cuna renacentista. Los mecenas impulsaron el nacimiento de
grandes movimientos musicales, entre los que sobresalieron las escuelas
romana y veneciana.
Escuela alemana
Martín Lutero (1483-1546), el fraile agustino que llevó a cabo
la Reforma protestante en Alemania, desde un principio fue consciente del gran
papel didáctico de la música en la religión. Por ello, mantuvo algunos
elementos de la música católica para el culto reformista. Pero buscó melodías
de carácter popular de fácil interpretación, a las que puso letra de textos
didáctico-morales en lengua alemana que sustituyeron al gregoriano.
Al principio, estas canciones fueron ejecutadas por el pueblo a una sola
voz y se acompañaron con el órgano. Luego se armonizaron a cuatro voces y
fueron interpretadas por un coro, con lo que se llegó al célebre coral. El coral
es un canto a cuatro voces, con melodía sencilla y ritmo marcado, y con
frases muy regulares y sobrias.
Además de Lutero, compusieron corales Johannes Eccard (1553-1611)
y Leo Hassler (1564-1612). En esta época también se trabajó el lied, canción
original para una sola voz, escrita en un estilo íntimo, con acompañamiento
generalmente pianístico y con una plena compenetración de la música y el
texto sobre temas populares.
Escuela inglesa
La ruptura de Enrique VIII con la Iglesia de Roma en la primera mitad del
siglo XVI y la posterior creación de la Iglesia anglicana provocaron un
empobrecimiento de la música religiosa en Inglaterra.
La nueva Iglesia eligió como canto para sus servicios
litúrgicos el anthem, especie de himno o antífona en lengua inglesa, a cuatro
voces y de estilo muy parecido al motete. Entre sus compositores
destacaron Thomas Tallis (hacia 1505-1585) y, sobretodo, su
discípulo William Byrd (1543-1623), conocido como «el Palestrina inglés»,
cuyas obras tienen como principal característica su riqueza armónica.
El madrigal inglés, semejante al italiano, gozó de gran popularidad
durante más de cincuenta años y caló profundamente en la clase noble, que
participaba directamente en su interpretación. Los compositores más famosos
de este género fueron el ya citado William Byrd, Orlando Gibbons (1583-
1625) y Thomas Morley (1557-1602). La música instrumental inglesa creó
escuela para virginal, especie de piano pequeño, y para laúd, instrumentos
para los que escribió el compositor John Dowland (1563-1626).