Relaciones Corona de Aragon

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Relaciones con la Corona de Aragón

Pintura alusiva a la entrada de Jaime I en Murcia el 2 de febrero de 1266, obra de Federico Mauricio
Ramos

Durante el reinado de Enrique III se restaura el poder real, desplazando a la nobleza más poderosa. En
sus últimos años delega parte del poder efectivo en su hermano Fernando de Antequera, quien sería
regente, junto con su esposa Catalina de Lancaster, durante la minoría de edad de su hijo, el príncipe
Juan. Tras el Compromiso de Caspe en 1412, el regente Fernando abandonó Castilla, pasando a ser rey
de Aragón.

A la muerte de su madre, Juan II alcanzó la mayoría de edad, con 14 años, y contrajo matrimonio con su
prima María de Aragón. El joven rey confió el gobierno a Álvaro de Luna, la persona más influyente en su
corte y aliado con la pequeña nobleza, las ciudades, el bajo clero y los judíos. Esto trajo las antipatías de
la alta nobleza castellana y de los Infantes de Aragón, lo que provocó entre 1429 y 1430 la guerra entre
Castilla y Aragón. Álvaro de Luna ganó la guerra y expulsó a los infantes.

Segundo conflicto sucesorio

Enrique IV intentó restablecer sin éxito la paz con la nobleza, rota por su padre. Cuando su segunda
esposa, Juana de Portugal, dio a luz a la princesa Juana, esta fue atribuida a una supuesta relación
adúltera de la reina con Beltrán de la Cueva, uno de los privados del monarca.

El rey, asediado por las revueltas y las exigencias de los nobles, tuvo que firmar un tratado por el que
nombraba heredero a su hermano Alfonso, dejando a Juana fuera de la sucesión. Tras la muerte de este
en un accidente, Enrique IV firma con su hermanastra Isabel el Tratado de los Toros de Guisando, en el
cual la nombra heredera a cambio de que se casase con el príncipe electo por Enrique.

Los Reyes Católicos: unión con la Corona de Aragón

Vista de la sala del Trono del Alcázar de Segovia, con el lema de los Reyes Católicos Tanto monta en el
frontal del dosel
La rendición de Granada, obra de Francisco Pradilla

En octubre de 1469 se casan en secreto, en el palacio de los Vivero, de Valladolid, Isabel y Fernando,
príncipe heredero de Aragón. Este enlace tuvo como consecuencia la unión dinástica de la Corona de
Castilla y la Corona de Aragón en 1479 al acceder Fernando a la Corona aragonesa, aunque no se hace
efectiva hasta el reinado de su nieto, Carlos I. Isabel y Fernando estaban relacionados familiarmente y se
habían casado sin la aprobación papal por lo que fueron excomulgados. Posteriormente, el papa
Alejandro VI les concederá el título de Reyes Católicos.

Debido al matrimonio de Isabel y Fernando, el rey y hermanastro de Isabel Enrique IV considera roto el
Tratado de los Toros de Guisando por el cual Isabel accedería al trono de Castilla a su muerte siempre
que contase con su aprobación para contraer matrimonio. Enrique IV, además, quería aliar la Corona
castellana con Portugal o Francia en vez de con Aragón. Por estas razones declara heredera al trono a su
hija Juana la Beltraneja frente a Isabel. Al morir Enrique IV en 1474 comienza una guerra civil, que durará
hasta el año 1479, por la sucesión al trono entre los partidarios de Isabel y los de Juana, en la que
vencen los partidarios de Isabel.

Así pues, tras la victoria de Isabel en la guerra civil castellana y la ascensión al trono de Fernando, las dos
Coronas estarán unidas bajo los mismos monarcas, pero Castilla y Aragón estarán separadas
administrativamente, cada Corona conservará su identidad y leyes, las cortes castellanas permanecerán
separadas de las aragonesas, y la única institución común será la Inquisición. A pesar de sus títulos de
Reyes de Castilla, de León, de Aragón y de Sicilia, Fernando e Isabel reinaban más cada cual en los
asuntos de sus respectivas Coronas, aunque también tomaban decisiones comunes. La posición central
de la Corona de Castilla, su mayor extensión (3 veces el territorio aragonés) y población (4,3 millones
frente a los cerca de 1 millón de la Corona de Aragón) harán que tome el papel dominante en la unión.

La aristocracia castellana era poderosa gracias a la Reconquista (como pudo comprobar Enrique IV). Los
monarcas necesitan imponerse a los nobles y el clero. En el año 1476 se funda el Consejo de la
Hermandad, que será conocido como la Santa Hermandad. Además se toman medidas contra la nobleza,
se destruyen castillos feudales, se prohíben las guerras privadas y se reduce el poder de los adelantados.
La monarquía incorpora a las órdenes militares bajo el Consejo de las Órdenes en el 1495, se refuerza el
poder real en la justicia a expensas de los feudales y la Audiencia pasa a ser cuerpo supremo en materia
judicial. El poder real también busca controlar más a las ciudades: así en las Cortes de Toledo en 1480 se
crean los corregidores para supervisar los concejos de las ciudades. En el aspecto religioso se reforman
las órdenes religiosas y se busca la uniformidad. Se presiona para la conversión de los judíos y en algunos
casos son perseguidos por la Inquisición. Finalmente en 1492, para aquellos no conversos, se decide su
expulsión, estimándose que unas 50 000 a 70 000 personas debieron abandonar la Corona de Castilla.
Desde 1502 también se busca la conversión de la población musulmana.
Entre 1478 y 1496 se conquistan las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife. El 2 de enero de 1492 los
reyes entran en la Alhambra de Granada, con lo que se da fin a la Reconquista. Aparecerá la importante
figura de Gonzalo Fernández de Córdoba (apodado el Gran Capitán). En 1492 Cristóbal Colón descubre
las Indias occidentales y en 1497 se toma Melilla. Tras la toma del reino nazarí de Granada para la
Corona de Castilla, la política exterior girará hacia el Mediterráneo. Castilla ayudará con sus ejércitos a
Aragón en sus problemas con Francia, lo que culminará con la recuperación de Nápoles en 1504 para la
Corona de Aragón. Más tarde, en ese mismo año, fallece la reina Isabel.

Siglos xvi-xvii: del Imperio a la crisis

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