Opera Infantil El Bosque de Sama
Opera Infantil El Bosque de Sama
Opera Infantil El Bosque de Sama
E l BOSQUE
snmn
(Música de Angel Arteaga y libro de Juan-Pedro Aguilar)
se ha estrenado en el
en única sesión
50-
E l BOSQUE
DE
snrnn
original de Juan-Pedro Aguilar
PERSONAJES
NIÑO = ANTONIO-FABIO
LEON
MONA
ZORRA
RANA
GALLO
LEOPARDO
OSO
VARIOS LEOPARDOS
- 51 -
ACTO ÚNICO
SILENCIO EMBARAZOSO.
-52-
LEON. Te tengo prohibido que uses ese artefacto infernal. Durante
milenios la atmósfera de Sama ha sido respirable y así debe-
rá seguir hasta el fin de los tiempos...
LEOPARDO (GRUÑE). Está bien, está bien...
LEON. Empecemos.
Canto cuarto del libro de Esopo.
MONA. Pero Majestad, Zorra aun no ha llegado. Siempre se retrasa,
nunca llega a su hora y no es que me importe demasiado
pero...
RECITADO PRIMERO
-53-
RANA. Causa son de nuestros males.
GALLO. Peor son para sus hermanos: "Homo
hominis lupus", ¿verdad, Oso?
OSO. Desde que el mundo es mundo
el hombre para el hombre
es un lobo iracundo,
que nadie se asombre.
LEOPARDO. Pues en vista de que éste
es un bicho de cuidado
lo mejor, cuando se acerque,
será sin duda cazarlo,
para después me rendarlo.
LEON. ¡Silencio, por favor!
¡Y escóndanse, un, dos!
FIN RECITADO
-54-
LEOPARDO. Mejor nos lo comemos crudo.
MONA. Salvaje.
RANA. Desnaturalizado.
LEOPARDO. Desnaturalizados vosotros que os habéis vuelto vegetarianos,
a mí me sigue gustando la chicha magra.
LEON. Esconderos que vuelve.
-55 -
GALLO. Este chico nos insulta.
MONA. Cálmate, pequeño.
GALLO. Y mide tus palabras, no somos animales salvajes; muy al
contrario, somos animales cultivados.
LEON. Incluso famosos.
NIÑO. ¿Famosos?
GALLO. Sí, efectivamente, muy famosos.
NIÑO (POR LEOPARDO). ¿Este también?
LEOPARDO. No señales, rico, está feo señalar.
NIÑO. Más feo está asustar a los niños.
MONA Y ZORRA. Tiene razón.
NIÑO. ¿Eres una mónita?
ZORRA. Tanto como mónita... déjalo en mona. Ya tiene sus años, es
de la quinta de Samaniego.
MONA. Yo seré de la quinta de Samaniego, pero tú eres del quinien-
tos antes de Cristo.
RANA. Por favor...
GALLO. Dejad conversación tan banal y vamos a presentarnos co-
rrectamente. Nosotros, querido, somos...
NIÑO. A mi me parece que os he visto antes.
MONA. ¿Dónde?
NIÑO. ¡En fotografías!
TODOS. Frío, frío...
NIÑO. ¿En un libro?
TODOS. Templado, templado...
NIÑO. ¡En un libro de fábulas!
TODOS. ¡Te quemaste!
-56-
Esopo, Fedro,
La Fontaine, Iriarte y Samaniego.
ZORRA. Yo soy la zorra de las uvas
siempre verdes y nunca maduras.
MONA. Yo soy la Mona caprichosa,
graciosa, saltarina, revoltosa,
diva de las selvas misteriosas.
LEOPARDO. Yo soy el leopardo criminal,
asocial, amoral,
siempre bestia.
LEON. Y yo simplemente
Antonio Clemente
Sixto Sisebuto
y por más atributos
su Serenísima Majestad
Imperial
LEON EL ÚNICO.
TODOS. ¡Majestadddd!
(ESTRIBILLO: NOSOTROS SOMOS...)
-58-
NIÑO. ¿Por qué me llamas Fabio? Yo soy Antonio.
LEON. Porque los niños de las fábulas siempre se llaman así. Nadie
que se llame Antonio encontró nunca un tesoro. Tendrás
que llamarte Fabio, olvidarte de tu pueblo, de tu casa y de
tus padres... El dinero necesita hombres libres, hombres que
no piensen en nada, en nada más que en el oro.
RECITADO SEGUNDO
FIN RECITADO
-59 -
NIÑO. ¡Ah, es un azadón mágico!
¿Puedo empezar a cavar ya?
LEON. Por supuesto, pero antes debemos comer...
MONA. Para tomar fuerzas.
ZORRA. ¿Por qué no unimos nuestras comidas y celebramos un ban-
quete?
GALLO. Hecho, yo tengo preparado aquí un maravilloso plato de
trigo seco.
MONA. Y yo estas cortezas fermentadas riquísimas.
OSO. Yo pongo castañas bordes.
RANA. Yo aporto mi plato de algas finas.
LEON. Aquí va una hoja de lechuga.
TODOS. ¡Majestad, qué largueza!
LEON. No tiene importancia.
LEOPARDO. Y yo propongo...
TODOS. ¿Qué?
LEOPARDO. Que comencemos por un buen plato caliente: "Consomé de
niño tierno".
TODOS. Ni lo pienses.
MONA. Pobrecito Fabio, se ha puesto blanco, ¡como vuelvas a asus-
tar al niño...!
OSO. Tengamos la fiesta en paz.
RANA. La mesa está apetitotísima... ¡a la mesa amigos míos!
LEON. Buen apetito.
-60-
MONA. ¿No es así la comida de tu casa?
NIÑO. La comida de mi casa es muy buena (ROMPE A LLORAR)
LEON. Pero eso para un hombre que abandona su casa en busca de
un tesoro no tiene importancia. No comas, la ambición de-
be bastarte.
NIÑO. Sí, señor.
OSO. ¿Y qué es lo que te hace madre de comer?
NIÑO. Arroz con pollo.
GALLO. ¡No!
NIÑO. Sí y siempre me como un muslito.
GALLO. No lo soporto, qué manía tiene la gente con nuestros musli-
tos.
LEOPARDO (RIE). Este niño es tan fiera como yo.
ZORRA. No es cierto porque este niño vive entre los humanos y, ya
sabemos todos, que los humanos están por civilizar, en
cambio tú ni siquiera has pasado el período de domestica-
ción.
LEOPARDO. Estáis chalados.
MONA. Yo tengo algo para Fabio, mira qué hermosa manzana, ¿la
quieres?
NIÑO. Sí, muchas gracias.
MONA. Al pobre Fabio le ha pasado lo que a la cigüeña de la fábula.
NIÑO. ¿Qué le pasó?
ZORRA. Es una vieja historia que le ocurrió a mi abuela.
NIÑO. ¿Le pasó de verdad?
ZORRA. Pues claro, te la vamos a contar...
CANTO DE LA FABULA
-61 -
la convidó con tales expresiones,
que anunciaban sin duda provisiones
de lo más excelente y exquisito,
acepta alegre, va con apetito ;
pero encontró en la mesa solamente
calducho claro sobre chata fuente,
en vano la comida picoteaba,
pues era para el guiso que miraba
inútil tenedor su largo pico.
La Zorra con la lengua y el hocico
limpió tan bien su fuente, que pudiera
servir de fregatiz si a Holanda fuera.
Más de allí a poco tiempo, convidada
de la Cigüeña, halla preparada
una redoma de calducho llena;
allí fue su aflicción, allí su pena;
el hocico goloso al punto asoma
al cuello de la hidrópica redoma,
más en vano, pues era tan estrecho
cual si por la Cigüeña fuese hecho.
Envidiosa de ver que a conveniencia
chupaba la del pico a su presencia,
vuelve, tienta, discurre,
huele, se desatina, en fin, se aburre.
Y se retira triste y apenada
con la cola entre las patas colocada
FIN FABULA
-62-
LEON. Por última vez te lo digo
LEOPARDO. Ven tú a por él.
LEON. A por él voy.
-63-
NIÑO. ¿Y qué le pasó a tu abuela?
ZORRA. No, fue a mi bisabuela, verás.
CANTO DE LA FABULA
FIN DE LA FABULA
-65 -
que se ocupe de Fabio, encontrar el tesoro puede retenerle
aquí una larga temporada.
RANA. Cierto, me ocuparé yo de él.
GALLO. Claro, y lo llevarás a dormir a una charca para que coja unas
anginas con tanta humedad. Lo mejor será que se venga al
gallinero.
ZORRA. ¿Qué hace un niño entre tanta gallina loca? Porque tú serás
encantador pero tus hermanas me parecen perturbadas, mi-
ra que pasarse el día entero diciendo: "Co co co co..." Me
lo llevaré a mi madriguera, es buena y caliente.
MONA. Y terminará lleno de pelusas y oliendo a vulpe.
ZORRA. ¿Qué insinúas?
MONA. El niño vendrá conmigo, haremos una cabana preciosa, en la
copa del viejo pino, con cañas y barro, al igual que su ante-
pasado, nuestro primo hermano, el Homo Erectus.
LEON. Mona tiene razón y es mi voluntad que ella se convierta en
institutriz de Fabio.
NIÑO (ENTRA FATIGADISIMO). ¿Esto es un bosque misterioso? Esto es un bosque
de risa, aquí no hay nada de nada. Venga a cavar y cavar...
No hay ni una peseta.
MONA. ¿Te has cansado mucho?
NIÑO. ¡Estoy reventado!
MONA. Iré a prepararte algo de comer.
LEON. Alto mona, Fabio no necesita comer. La ambición...
MONA. Basta de ambiciones y tonterías, soy su institutriz y cuidaré
de él. Toma, hijo, cómete este plátano mientras tanto.
NIÑO. ¿Institutriz es una señora que cuida de un niño?
MONA. Sí.
GALLO. Y como Mona tiene costumbres parecidas a los humanos te
cuidará ella, porque si te fueses con Rana, ¡ja!, terminarías
en una charca croando.
RANA. Y si te fueras con Gallo terniinarías cacareando a las cinco
de la madrugada, ¡qué horror!
ZORRA. Podría pasarte lo que a la Gata Zapaquilda que nunca pudo
abandonar sus costumbres de la infancia.
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NIÑO. ¿Qué le pasó?
FABULA TERCERA
FABULA TERCERA
Zapaquilda la bella
era gata doncella,
muy recatada, no menos hermosa;
queríala su dueño por esposa,
si Venus consistiese,
y en mujer a la Gata convirtiese.
De agradable manera
vino en ello la diosa placentera,
y ved a Zapaquilda en un instante
hecha moza gallarda, rozagante.
Celébrase la boda;
estaba ya la sala nupcial toda
de un lucido concurso coronada;
la novia relamida, almidonada,
junto al novio, galán enamorado,
todo brillantemente preparado,
cuando quiso la diosa
que cerca de la esposa
pasase un ratoncillo de repente.
Al punto que le ve, violentamente,
a pesar del concurso y de su amante,
salta, corre tras él y échale el guante.
. FINDE LA FABULA
-67-
LEON. Deja ya de cavar; comienza a buscar en el fondo de las cue-
vas, en los acantilados de aguas verdes, allí escondían sus te-
soros los piratas.
MONA. Yo te acompañaré.
NIÑO. Hasta luego.
TODOS. Adiós.
LEON. Amigos, id cada uno a vuestros asuntos. Nos reuniremos al
atardecer. Dejadme solo, tengo que pensar.
TODOS SALEN.
RECITADO TERCERO
Tesoros, tesoros
que el tiempo convierte
en humo o en polvo.
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para cazar por sorpresa
y Fabio será mi presa!
FIN RECITADO
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NIÑO. ¿Qué les pasó?
GALLO. Es una historia que me hace doblar de risa.
MONA. Sádico.
GALLO. Fabio, escúchala.
FABULA CUARTA
LA MODA
En cierta jerigonza,
con extranjero tono,
les hizo un gran detalle
de lo más remarcable a los curiosos.
"Empecemos, decían,
aunque sea por poco".
Hiciéronse zapatos
con cascaras de nueces, por lo pronto ;
toda la raza mona
andaba con sus choclos,
y el no traerlos era
faltar a la decencia y al decoro.
71 -
Un leopardo hambriento
trepa para los monos:
Ellos huir intentan
a salvarse en los árboles del soto.
Las chinelas lo estorban,
y de muy fácil modo
aquí y allí mataba,
haciendo a su placer dos mil destrozos,
en Tetuán, desde entonces
manda el senado docto
que cualquier uso o moda,
de países cercanos o remotos,
antes que llegue el caso
de adoptarse en el propio,
haya de examinarse,
en junta de políticos a fondo.
FIN DE LA FABULA
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MONA. Pero, hijo, ¿cómo vas a ir tú solo a la gran ciudad? Está
llena de peligros para un pequeño.
RANA. Es cierto, no podemos consentir que Fabio se marche solo.
NIÑO. Pues sólo llegué y solo me marcharé.
OSO. La ciudad grande es terrible para un niño.
NIÑO. Me importa poco.
LEON. Silencio. Nadie puede detener a un buscador de oro, no po-
dremos convencerle, arde en la fiebre dorada; si Fabio quie-
re marchar que marche.
NIÑO. Adiós.
MONA. Fabio, niñito, ten cuidado. Puede ocurrirte lo que le suce-
dió al Ratón del Campo que fue invitado por el Ratón de la
Corte.
NIÑO. No me interesan tus cuentos, me he aburrido de vuestras
historias y tú eres una tonta y una fea.
MONA. ¡Oh!
NIÑO. Adiós. (SALE).
TODOS. Pobre Fabio.
MONA. ¿Es cierto que soy tan fea?
ZORRA. No le hagas caso, eres monísima.
GALLO. Y yo te encuentro preciosa.
TODOS. Y yo.
GALLO. Ese niño es odioso.
LEON. No es odioso, es un pobre pequeño que todavía tiene que
sufrir mucho antes de encontrar su tesoro.
Y, ahora, basta de lamentaciones inútiles, cada uno vuelva a
su ocupación, ¡un, dos!
Mona, ¿me harías el inmenso placer de venir a cenar con-
migo?
MONA. Estoy tan afectada...
LEON. Conozco un bello lugar, recoleto, cerca del lago...
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LEOPARDO (DE IMPROVISO). El niño va solo, ha despreciado la ayuda de los anima-
les, pero nunca jamás logrará salir del bosque porque yo se
lo impediré.
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TODOS LOS ANIMALES ENTRAN. ¿Qué sucede, ahora?
ZORRA. Terrible, amigos, esta vez no hay quien salve a Fabio, los
perritos de la pradera me han dicho que están reunidos
todos los leopardos en la cueva de la muerte y ¿sabéis por
qué?
TODOS. ¿Por qué?
ZORRA. Porque tienen prisionero a Fabio y se lo piensan merendar.
TODOS. ¡No!
ZORRA. Sí, quieren devorarlo.
MONA Y RANA. ¡No, por favor!
LEON. Eso ha sido obra de Leopardo, pero no vencerán.
Organicemos un ejército.
GALLO. Imposible, somos cuatro gatos contra un sinfín de leopardos
hambrientos.
LEON. No cunda el desánimo en mis filas, ¡a formar, un, dos!
GALLO. Yo seré el general.
ZORRA. La generala seré yo.
OSO. Con un general ya hay bastante.
ZORRA. Entonces que se retire Gallo pues un ave de corral no sirve
para una lucha a dentelladas.
RANA. Mejor será que la generala sea yo; mi abuelo fue General en
Jefe de las ranas que causaron la plaga de Egipto.
MONA. No se discuta más, el generalato para mí y para Zorra la
capitanía. Los demás no tienen que hacer nada en esta
guerra.
TODOS. Ni tú, ni tú, ni tú,...
LEON. ¡Basta! ¡Basta, he dicho!
No hay derecho a que discutáis de ese modo. Este ejército
se forma para salvar a Fabio, no para medrar en puestos
militares, y necio es quien, en una guerra, a su compañero
desprecia.
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RECITADO CUARTO
ZORRA (ENTRA CORRIENDO). Han huido todos, ¡hemos vencido!, han abando-
nado el bosque para siempre, ¡aquí vienen con Fabio!
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¡Hemos ganado! ¡Huían como conejos!
LEON. Bravo mis valientes, ¿cómo está el pequeño?
MONA. Muy asustado, Majestad.
GALLO. Esos no vuelven a molestarnos.
ZORRA. Me alegro, así el bosque de Sama quedará tranquilo por
muchos siglos.
LEON. La tormenta se retira, se ha hecho de noche y ya sale la luna.
Alumbrad un poco esta parte del bosque y vamos a celebrar
nuestra victoria.
Fabio Gilito, siéntate a mi lado.
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MONA. ¡Ja, a este picaro le vuelven loco nuestras historias!
TODOS. Escucha chaval.
CANTO DE LA FABULA
"EL RATON DE LA CORTE Y EL DEL CAMPO"
Un Ratón cortesano
convidó con un modo muy urbano
a un Ratón campesino.
Dióle gordo tocino,
queso fresco de Holanda,
y una despensa llena de vianda
era su alojamiento,
pues no pudiera haber un aposento
tan magníficamente preparado,
aunque fuese en Rato polis buscado
con el mayor esmero,
para alojar a Roepán Primero.
Sus sentidos allí se recreaban,
entre mil ratonescas golosinas,
salchichones, pemiles y cecinas.
Saltaban de placer, ¡oh, que' embeleso!,
de pemil en pemil, de queso en queso.
En esta situación tan lisonjera
llega la despensera.
Oyen el ruido, corren, se agazapan,
pierden el tino, más al fin se escapan
atropelladamente
por cierto pasadizo abierto a diente.
" ¡Esto tenemos!, dijo el campesino;
reniego yo del queso, del tocino
y de quien busca gustos
entre los sobresaltos y los sustos".
Volvióse a su campaña en el instante,
y estimó mucho más de allí adelante,
sin zozobra, temor ni pesadumbre,
su casita de tierra y sus legumbres.
FIN DE LA FABULA
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TODOS APLAUDEN. SIN DARSE CUENTA HAN LLEGADO A LA CASA DE
ANTONIO, EL NIÑO.
* * *
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