JOB 2212 22 Sermones Jesus Me Conquisto
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“Jesús me conquisto”
La cura de un leproso - 5
Índice Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Siempre que voy a predicar me pongo a pensar en el evangelista más “efectivo” de todo los tiempos, y no me refiero
a Jesús, que es el mejor y mayor evangelista; me refiero a Jonás, el profeta desobediente y dormilón. ¿Jonás, el
profeta más efectivo? Pues la Biblia dice que sí. Algunas razones que defienden este título:
• Campaña: ¡Nínive, arrepiéntete!
• Lugar: Nínive
• Auditorio: Niguno
• Duración de la campaña: 3 días
• Tema: Juicio y destrucción
• Evangelista/orador: Jonás
• Sermón: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida”
• Presupuesto: Ninguno
No he visto a alguien tener tanto éxito como evangelista, pero la historia de Jonás nos trae lecciones que no deben
pasarse por alto:
1. La misión es una iniciativa divina, no humana.
2. El predicador es el instrumento, el que gana a las personas es el Espíritu Santo.
3. El evangelismo es un milagro, y ese milagro lo hace Dios, no el evangelista.
Es por ello, que al momento de predicar debemos ponernos en las manos de Dios. Solo en las manos de Dios encon-
traremos la seguridad y el poder para hablar con autoridad.
Algunas recomendaciones:
• No termines de predicar sin hacer llamados al bautismo.
• Haz llamados claros y directos a entregarle la vida a Jesús, a través del bautismo.
• No tengas miedo de hacer llamados por temor a que nadie salga.
• Prepárate con oración y estudio.
1. MOMENTOS DE ALABANZAS. El llamado no empieza al final del sermón, sino cuando empiezan las alabanzas
congregacionales. Elije cánticos de llamado, música con letras de llamado a entregarle a Jesús el corazón, la
vida.
2. MENSAJES PROPICIOS. Predica temas de interés cotidiano. Puedes predicar de los milagros de Jesús, pero
aplica al hoy. Que la señora que tiene deudas en el banco sienta que Jesús también puede ayudarle. Que el
taxista que escucha el mensaje sepa que Dios lo ayudará con el cáncer que lo está destruyendo.
3. ILUSTRACIONES REALES. Usa casos de la vida real. Y si es posible presenta al final a la persona del testimonio.
Las personas necesitan saber que Jesús sigue obrando milagros en la vida de las personas. No inventes histo-
rias, pregunta en la iglesia a los hermanos cómo fue que conocieron a Jesús. Hay testimonios poderosos.
4. LLAMADO DIRECTO Y CLARO. Sin rodeos. No dudes. No tengas miedo. Llama directo y claro: “Pero ese mismo
Jesús que curó a un leproso, quiere curarte. Solo que debes entregarte a Él, a través del bautismo. El bautis-
mo en agua. ¡Hoy es el día! ¡Hoy puedes entregarte a Jesús! ¡Ven! Estoy llamándote, a ti que estás sentado
dudando. No postergues más tu decisión y ven…”. El llamado es como la cosecha de una fruta, tiene que ser
en el momento exacto, no antes ni después. Eso te lo hará entender la voz del Espíritu Santo mientras estás
predicando.
5. MÚSICA DE LLAMADO. La música llega a lugares donde las palabras no pueden entrar. Debes coordinar con el
encargado del audio, y decirle cuándo tiene que poner la música de fondo.
6. CANTANTE DE LLAMADO. Se recomienda a una dama. Su canto debe ser sublime y de llamado. De acuerdo al
tema. Que cante en contralto, no soprano.
7. VUELVE A LLAMAR. Después del canto de llamado, vuelve a llamar con seguridad, siempre hay personas que
están dudando, y es ahí donde pueden decidir.
La cura de un leproso
Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino
un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio. Y al instante
su lepra desapareció. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino
ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para
testimonio a ellos. Mateo 8: 1-4.
Había algo maravilloso en Jesús. Las personas iban a donde Él estaba. Había algo extraor-
dinario en el mensaje y en las palabras del Maestro de Galilea. Hoy, nosotros los evan-
gelistas, tenemos mucho que aprender de la manera cómo el Señor Jesús predicaba el
evangelio. Él no gastaba dinero haciendo invitaciones, nunca mandó a preparar afiches,
no colocó anuncios en el periódico, ni en la radio, ni en la televisión; sin embargo, multitu-
des lo buscaban. No tenía un momento de tranquilidad. Las personas querían escucharlo,
porque sus palabras traían esperanza, perdón, vida y seguridad. Ya pasaron dos mil años
desde que Jesús anduvo por las calles de Jerusalén pero, aún hoy las multitudes continúan
siguiendo a Jesús.
Hoy, tú lo estás siguiendo a través del mensaje. Tal vez, nunca leíste la Biblia, pero en este
momento te estás encontrando con las palabras de Jesús. Hoy abriremos la Biblia, porque
la mejor manera de que Jesús te hable, es a través de las Sagradas Escrituras. El predicador
es simplemente un instrumento.
Puedo verte en este momento a través de la imaginación, puedo ver tu rostro, pero no
puedo ver tu corazón. ¿Será que estás viviendo un momento difícil en tu relación familiar,
y tal vez pensando hasta en el divorcio? ¿Será que en este momento estás desempleado y
ahogado en deudas? ¿Estás preocupado por la vida de tu hijo? ¿Te sientes solitario, recha-
zado, incomprendido o abandonado? ¿Estás enfermo o tienes un ser querido en el hospital
y no sabes qué hacer? Pues hiciste lo mejor que podrías haber hecho: Venir a este lugar
para escuchar y ver lo que la Palabra de Dios te quiere decir.
El texto bíblico dice: “Y he aquí vino un leproso y se postró ante Él, diciendo: Señor, si quieres,
puedes limpiarme”. En la época en que Cristo vivió, los leprosos no podían andar libres en
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Jesús me conquisto
la calle. Eran aislados en “el valle de los leprosos”. Tenían prohibido salir y andar libremente
por la calle a causa del peligro de contagio para las personas que no estaban contamina-
das. Pero el texto bíblico dice que el leproso se aproximó al Señor Jesús. ¿Qué podemos de-
cir? Este hombre estaba desesperado, su carne estaba completamente podrida, cayéndose
a pedazos. Estaba aislado, rechazado, olvidado por los amigos y por los seres más queridos.
No tenía futuro, ni esperanza. Su única salida era Jesús, porque oyó hablar que tenía el
poder de curar. Entonces, aquel leproso venció muchas dificultades para llegar a Jesús. Sin
duda, las personas lo rechazaron, lo patearon, le pidieron que se apartase, le prohibieron
acercarse, en fin, crearon una montaña de dificultades. Pero el texto bíblico dice que el
leproso se acercó al Señor Jesús.
Yo no sé qué dificultades has vencido para venir a este lugar y comenzar a escuchar y leer
la Biblia. La verdad es que, a lo largo de la historia, los seres humanos que quisieron tener
un encuentro personal con Cristo, tuvieron que vencer dificultades y, tal vez, la más grande
de todas sea el prejuicio.
El texto bíblico sigue diciendo que el leproso se acercó a Jesús y lo adoró. La primera cosa
que el leproso hizo no fue pedirle a Jesús que lo curara; lo primero que hizo fue adorar al
Señor Jesús. Millones y millones de personas buscan al Señor Jesús por carencia. Lo buscan
porque lo necesitan, porque están desesperados, porque no saben qué hacer, porque no
saben a dónde ir, pero ¿cuántos buscan a Jesús para adorarlo y reconocerlo como el Dios
Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra? Jesús podrá hacer maravillas en tu vida, a me-
dida que lo reconozcas y lo aceptes como tu Dios y como tu Salvador, y a medida que estés
listo para adorarlo.
Después de esto, viene el pedido del leproso: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. No dice:
“Señor purifícame, cúrame”. Dice: “Si quieres”.
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Unión Peruana del Sur
En la oración que Jesús enseñó a sus discípulos en el Sermón del Monte, enseñó a los seres
humanos que cuando oramos debemos decir siempre: “Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra”1. El sermón del Monte fue pronunciado en los capítulos 4 a 7
de San Mateo. Ahora, en el capítulo 8 se narra el encuentro del leproso con Jesús. ¿Será que
el leproso había escuchado ya el Sermón del Monte y había aprendido a pedir, colocando
todo en las manos y voluntad del Señor Jesús? Pues el leproso hizo eso. No dijo: “Señor, haz
esto conmigo, ¡cúrame o límpiame! Él dice: “Señor, si quieres”. En otras palabras: “Hágase
tu voluntad”.
¿Qué planes tienes? ¿Qué sueños tienes? ¿Qué necesidades tienes? te pregunto: ¿Ya colo-
caste todo eso en las manos de Dios y ya le dijiste: “Señor, Hágase tu voluntad”? Si quieres,
dame ese empleo. Si quieres, ayúdame a pasar ese examen. Si quieres, ayúdame a encon-
trar una novia. Si quieres, sana a mi hijo.
La Biblia nos enseña que lo mejor que puede pasar con el ser humano, es aquello que
Dios quiere para el propio ser humano. Lo maravilloso de este texto bíblico es que: “Jesús
extendió la mano y le tocó”. Jesús siempre está dispuesto a extender la mano, y cuando lo
hace, no es para maldecir, ni para herir, ni para matar; cuando él extiende su mano es para
sanar, curar y transformar.
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Jesús me conquisto
está en la persona de Su Santo Espíritu. Mas, Jesús quiere extender Su mano en tu direc-
ción. Él conoce las luchas que enfrentas, tus problemas, tus dificultades y tus necesidades.
Y si en tu corazón abres tus sentimientos y pensamientos a Jesús, y le dices: “Jesús, necesito
de Ti, si es Tu voluntad, ayúdame a resolver este problema”. Entonces, Jesús extenderá Su
mano, con toda seguridad, y te tocará. Y al terminar este mensaje estarás completamente
transformado.
Jesús exclamó: “Quiero, sé limpio”. Ah, querido, la voluntad de Dios no es que vivamos su-
cios en el pecado. La voluntad de Dios no es que vivamos arruinando nuestra familia con
alcohol, con cigarrillos o con otras cosas. La voluntad de Dios no es que vaguemos por la
vida sin esperanza y sin sentido, no es que pasemos las noches llorando acostados en la
cama, sin saber por qué, sintiendo un vacío en el corazón. La voluntad de Dios no es que
vivamos esclavizados por algún vicio del cual no podamos librarnos. Por eso, Jesús dice:
“Quiero, sé limpio”.
¿Será que en este momento estás clamando por ser limpio, purificado, curado por el Señor
Jesús? El texto bíblico dice: “Y al instante su lepra desapareció”.
La lepra en aquellos tiempos era símbolo de pecado. El pecado arruina la vida de las per-
sonas. Delante de Dios, todos somos pecadores. San Pablo dice: “Por cuanto todos pecaron,
y están destituidos de la gloria de Dios”2 La palabra de Dios confirma: “No hay justo ni aun
uno”3. Pablo agrega: “Porque la paga del pecado es muerte”4. Todos nosotros, desde que
nacemos, vinimos a este mundo con pecado. El pecado es la naturaleza pecaminosa. No
estoy hablando de culpa original, porque no tenemos culpa de haber nacido, sino del pe-
cado original, de naturaleza pecaminosa original. Todos nacemos con propensiones, con
tendencias, con inclinaciones al pecado. Cuando crecemos, luchamos para no seguir los
instintos de nuestro corazón salvaje, pero no lo conseguimos. Podemos disfrazar, podemos
aparentar que todo está bien, la sociedad puede creer que somos buenos ciudadanos, la
familia puede creer que somos buenos padres, buenos esposos, buenas esposas, buenos
hijos, pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que somos pobres esclavos de nuestra
naturaleza pecaminosa. Esa naturaleza pecaminosa está simbolizada por la lepra. El pobre
leproso de los tiempos de Cristo no podía arrancar la lepra de su cuerpo porque estaba
mezclada en sus propias células, en su propia carne. Intentar arrancar la lepra sería inten-
tar arrancar su propia carne. Era necesario un milagro. Y Jesús es el Jesús de los milagros.
Jesús apareció en la vida de aquel pobre leproso. El creyó que Jesús podía hacer algo en
su vida. Venciendo las dificultades, se aproximó a Él, y Dios hizo maravillas en la vida del
leproso.
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Unión Peruana del Sur
No importa quién seas. No importa cuáles son las luchas o los dramas que estás viviendo.
Puedes ir a Jesús, y decir: “Señor, si, quieres, puedes purificarme”. Y puedes tenerla seguri-
dad de que el brazo poderoso de Jesús se extenderá y curará completamente tu vida. Esa
cura se extenderá a tu familia. Tendrás un hogar feliz, mejores hijos, serás un mejor esposo,
una mejor esposa, las cosas pasadas quedarán atrás, todo será hecho de nuevo.
El texto bíblico termina diciendo que Jesús miró al leproso curado y le dijo: “Mira, no lo
digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para
testimonio a ellos”.
En aquel tiempo, cuando un leproso era curado tenía que ir al sacerdote llevando una
ofrenda, y entonces, el sacerdote públicamente, lo declaraba limpio. Hoy no existe más esa
costumbre. ¿Qué hace hoy un pecador cuando es curado por el Señor Jesús? Va a la iglesia
y lleva la ofrenda que es su propio corazón. Participa del bautismo que es un testimonio
público de que aceptó a Jesús y fue curado.
Por lo tanto, si Jesús está operando milagros en tu vida, si desde que comenzaste a estu-
diar la Biblia ya viste las maravillas que Dios hizo contigo, el siguiente paso es ir a la iglesia
y pasar por la experiencia del bautismo. San Marcos 16: 16 dice: “El que creyere y fuere bau-
tizado, será salvo...”. Si crees en Jesús, ya hiciste la mitad del camino, pero aún no llegaste;
tienes que bautizarte. Y en este momento, el Espíritu de Dios está tocando tu corazón una
y otra vez. Si abres la puerta de tu corazón y aceptas el bautismo, entonces serás como el
leproso que fue curado y se presentó delante del sacerdote llevando una ofrenda.
La ofrenda que Jesús quiere de ti es tu corazón, tu cuerpo; que entres en las aguas del
bautismo para que toda tu historia pasada sea lavada y que renazcas a una vida completa-
mente nueva. No hay tiempo que perder, hoy es el día de tu decisión.
Referencias: 1. San Mateo 6:10. 2. Romanos 3:23. 3. Romanos 3:10. 4. Romanos 6:23.
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Jesús me conquisto
El milagro que estudiamos en el primer capítulo fue la cura de un leproso. En este capítulo,
quien se acerca a Jesús no es un leproso, sino un centurión. Es un militar que tiene bajo su
comando 100 soldados. Quiere decir que éste era un militar con “rango”. Profesionalmente
progresó. Era un líder. Un hombre respetado. Era un hombre que tenía dinero y posesiones.
Un hombre importante. En el primer capítulo, quien se acercó a Jesús fue un leproso, un
pordiosero, un limosnero, un hombre sin posesiones, rechazado, abandonado y solitario.
Ahora, se aproxima a Jesús un hombre completamente diferente. Lo que Jesús está que-
riendo decir es que la salvación no es solamente para los drogadictos, para los delincuen-
tes, para las prostitutas, para los leprosos y para los miserables de esta vida; la salvación
también es para los buenos ciudadanos, para los hombres ilustres, bien educados, para los
buenos padres de familia. Este centurión se aproximó a Jesús con un pedido: “Señor, mi
criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado”.
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Hay algo que debemos destacar en la vida de este centurión: era un militar. Generalmente,
los militares tienen fama de ser hombres duros. Pero aquí hay un centurión que cree en
Jesús. Una lección que aprendemos de esto es que la profesión que una persona tiene, no
es impedimento para seguir a Jesús. Tú puedes ser un capitán de barco, un piloto de avión,
un soldado, puedes ser un ingeniero, un arquitecto, un abogado, puedes ser un político. La
profesión que ejerces, aunque algunas tengan la fama de ser duras y que no combinan con
una vida cristiana, aun así, lo que Jesús te está diciendo es que ninguna profesión puede
ser argumento para que dejes de seguirlo. Este centurión estaba preocupado por su criado.
Él estaba en su casa, acostado en una cama, enfermo y sufriendo horriblemente.
¿Eres tal vez un padre o una madre cuyo hijo está en casa, enfermo espiritualmente? ¿Eres
una esposa cuyo marido no quiere saber nada de la Palabra de Dios? Puedes clamar como
lo hizo el centurión. Él clamó por su siervo. Clama tú por tú esposa, por tu esposo, por tu
hijo.
Este siervo estaba paralítico. La parálisis es una enfermedad terrible, en el sentido de que
mentalmente, el ser humano puede hacer cualquier cosa, puede escalar las montañas más
altas, puede hacer el gol más lindo, puede caminar y saltar. Pero, cuando sale de su mundo
de imaginación, descubre que su cuerpo no puede; está muerto. Su mente puede subir
montañas, pero su cuerpo no. Su mente puede saltar y correr, pero su cuerpo no. Su cuerpo
está muerto.
Esto me recuerda a San Pablo, cuando dice en el capítulo 7 a los Romanos, hablando de su
situación espiritual: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo
que aborrezco, eso hago“. Y después, en el versículo 24, exclama: “¡Miserable de mí!¿quién
me librará de este cuerpo de muerte?”. ¿Quién me librará de este cuerpo muerto? El cuerpo
muerto es la naturaleza pecaminosa. Tú tienes esa naturaleza, yo también, todos los seres
humanos la tenemos y, por lo tanto, somos paralíticos espirituales. A nuestra mente le
gustaría servir a Dios, a nuestro corazón le gustaría alabar el nombre de Dios, andar en sus
caminos, dar el paso del bautismo, unirnos a la Iglesia, servir al Señor, pero nuestro cuerpo
nos arrastra a la vida de pecado, al vicio, a la bebida, al cigarrillo, a la promiscuidad. El
paralítico es un hombre que tiene una lucha terrible entre su mente y su cuerpo; y como re-
sultado de eso, sufre horriblemente. ¿Tu marido está sufriendo horriblemente? ¿Tu esposa,
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Jesús me conquisto
tu hijo o tú están sufriendo horriblemente porque quieren seguir a Jesús, pero no lo logran
a causa del cuerpo de muerte que están cargando, un cuerpo que no quiere servir a Jesús?
Gracias a Dios, el centurión fue a buscar ayuda en la única persona capaz de proporcionarla
de verdad. Porque hoy existen muchas filosofías que engañan. Existen muchos pensa-
mientos que dicen: “Tú puedes ser homosexual, está bien. Puedes ser una prostituta. No te
preocupes y sé feliz”. Mientras que no mates a alguien, mientras no le hagas mal a nadie,
¡está bien! ¡No te preocupes con ese asunto del pecado! En fin, las personas de nuestros
días están buscando ayuda en los lugares equivocados. Pero tú viniste a buscar ayuda al
lugar correcto. El centurión fue a Jesús, era el único que podía ayudarlo de verdad. Y Jesús
dijo al centurión: “Yo iré y le sanaré”. Resolveré el problema de tu siervo.
Un día, querido, allá en el reino de los cielos, cuando el ser humano estaba condenado por
su pecado a perdición y muerte eterna, Jesús se presentó delante de su Padre y le dijo: “Yo
iré y lo sanaré. Iré a la Tierra para salvar al ser humano. Iré para transformarlo, está sufrien-
do horriblemente, es un pobre paralítico, con su mente quiere servir, pero su cuerpo no lo
logra, pero Yo iré y le sanaré”.
Desde aquel día, Jesús continúa viniendo, entrando en las casas, entrando en los corazones
para curar a las personas. ¡Es una pena que no pueda derrumbar la puerta de un corazón
para entrar a la fuerza! Tú debes abrir tu corazón. Y si lo abres, Él entrará y te sanará. La
especialidad de Jesús es sanar; Él quiere sanarte ahora. Si no decidiste dar el paso del bau-
tismo todavía, es porque tal vez tienes miedo de no poder cumplir, pero Él puede sanarte.
Un día, un hombre dijo llorando: “Pastor, me gustaría bautizarme, pero todavía fumo.
¿Cómo voy a bautizarme fumando? ¡Voy a dar un mal testimonio para la iglesia!” Tal vez,
éste sea tu caso. Quieres bautizarte, quieres unirte a la iglesia, pero aún tienes problemas
que resolver, tienes cosas que vencer y arreglar. Pero, todo lo que tienes que hacer es abrir
tu corazón, porque este Jesús que dijo un día: ‘Yo iré y lo sanaré”. Quiere entrar en tu cora-
zón y sanarte.
Los versículos 8 y 9 dicen: “Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre
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bajo autoridad y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo
hace”. ¿Comprendes la fe de ese centurión? Él dice: “Si yo que tengo autoridad sobre cien
soldados, y cuando ordeno, hacen lo que les pido, tú que tienes autoridad no solamente
sobre cien soldados, sino sobre el mar, el cielo, la tierra y todo lo que existe, tú puedes
hacer maravillas. Por lo tanto, gracias porque quieres ir a mi casa, pero sé que tienes otras
personas para ayudar y curar, no necesitas perder tiempo yendo a mi casa, simplemente
ordena, porque tu voz, tu palabra basta”.
Y la Biblia dice: “Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que
ni aun en Israel he hallado tanta fe”. La fe del centurión estaba depositada en la palabra del
Señor Jesús, porque él pensó: “Si la palabra de Dios tuvo poder para crear, ¿no tendrá poder
para sanar?”. Cuando no había nada, Dios dijo: “Sea la luz y fue la luz”1. hoy existe algo, por
lo menos un cuerpo paralítico. Si Dios pudo hacer de la nada todo lo que existe, ¿no puede
hacer de un cuerpo paralítico uno saludable? Por eso, el centurión dijo: “No necesitas ir a
mi casa, ¡basta que lo digas!” Querido, hoy necesitamos aprender la lección del centurión.
El otro día encontré a una persona que dijo: “Pastor, no me siento salvo”. Yo quiero decirte
una cosa importante: No necesitas sentir que estás salvo. Los sentimientos humanos son
traidores. Cuando las cosas van mal, nos hacen sentir que estamos bien, y cuando están
bien, nos hacen sentir lo contrario. Si quieres ser dirigido por tus sentimientos, puedes ter-
minar muerto. El libro de Proverbios dice que: “Hay camino que al hombre le parece derecho;
pero su fin es camino de muerte”2. No creas en tus sentimientos, cree en la palabra creadora
y redentora de Jesús. Si Él te dice en este momento: “Yo puedo curarte como curé al siervo
del centurión”, entonces, cree en la palabra redentora.
Dios tuvo poder para crear. A lo largo de la Biblia vemos el poder de Dios manifestado de
muchas maneras: abrió el Mar Rojo, cerró la boca de los leones, curó leprosos, abrió los ojos
a los ciegos, hizo andar a los paralíticos, ¿qué puede haber en tu vida que Dios no pueda sa-
nar? Pero, por otro lado, pregunto: ¿Cómo puede Jesús hacer alguna cosa en tu vida si tú no
quieres, si no lo aceptas? Por lo tanto, éste es el momento de entregarle el corazón a Jesús.
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Jesús me conquisto
El texto continúa diciendo: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se
sentarán con Abraham e Isaac Jacob en el reino de los cielos; más los hijos del reino serán
echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”. Al contemplar la fe
del centurión, Jesús dijo: Muchos hombres que hoy están perdidos, que no saben nada de
Jesús y que viven sufriendo, cuando vean ese testimonio, vendrán corriendo para sentarse
a la mesa del reino.
La mesa del reino de los cielos está lista, esperándote. ¡Acepta la invitación divina! No
seas como aquellos que aun habiendo estado en la iglesia, habiendo oído la palabra de
Dios, finalmente, se perderán por no haber creído. No es suficiente el hecho de que estés
estudiando la Biblia. No es suficiente el hecho de ir siempre a la iglesia. Debes creer, acep-
tar. Debes abrir tu corazón. Debes dar el paso del bautismo. Únete a la iglesia de Dios. Y
entonces, tú también te sentarás a la mesa servida por el Rey, allí en el reino de los cielos.
Referencias:
1. Génesis 1:3.
2. Proverbios 14:12.
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Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con
fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
Mateo 8: 14, 15
En el pasaje bíblico, vemos a Jesús entrando en la casa de Pedro. Como tú puedes ver, a
Jesús le gustaba visitar la casa de las personas. Pero este pensamiento va más lejos, San
Pablo dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Nuestro corazón es un tem-
plo, nuestro cuerpo es la casa de Dios. Jesús quiere vivir en nosotros a través de su Santo
Espíritu. Jesús siempre quiere entrar en las casas. A veces, no puede entrar porque la casa
está llena de basura por todos lados: debajo de la alfombra, en los cajones, polvo en los
muebles; las paredes todas manchadas, sucias; las cañerías rotas, agua cayendo, techo
agujereado, vidrios quebrados, ¡la casa es un desastre!
Jesús podría transformar toda esa situación, en un segundo; sólo que no puede entrar sin
el consentimiento de la persona. Jesús nunca entra por el techo, ni por la ventana; Jesús
entra por la puerta, no la derrumba. Espera que la puerta sea abierta, y la única persona
que puede abrirla es el dueño del corazón. La puerta se abre del lado de adentro. En Apoca-
lipsis, Jesús dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”2. En el griego original dice: “He aquí
yo estoy a la puerta llamando”. El verbo llamar está en gerundio. Jesús no deja de llamar,
está siempre haciéndolo. El Señor llama a la puerta de tu corazón diciendo: “Hijo, quiero
entrar en tu casa. Y si tú lo permites, voy a poner todo en orden y en armonía, voy a darte
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Jesús me conquisto
paz. Paz entre tú y tu esposa. Entre tú y tus hijos. Salud, bendiciones materiales, todo. Yo
quiero entrar en tu casa, pero no puedo entrar a la fuerza”.
Las llamas del secularismo están quemando la vida de nuestros hijos. Pero, si abres la
puerta de tu casa y dejas entrar a Jesús, las cosas pueden ser diferentes. El texto bíblico
dice en el versículo 15: “Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía”.
¿De qué vale que Jesús te salve si continúas en la vida de pecado? ¿De qué sirve que Jesús
entre en tu casa y te cure si continúas viviendo una vida de pecado que te lleva de nuevo a
la enfermedad? ¿De qué sirve que Jesús entre en tu vida si continúas atado a los vicios de
antes? ¿De qué sirve que Jesús entre en tu casa, si vas a continuar peleando con tu marido
o tu mujer, haciendo escándalo delante de todo el vecindario? No, cuando Jesús sana, lo
hace para toda la vida. Cuando te salva, lo hace para que vivas una vida de santidad.
El texto bíblico dice que cuando Jesús curó a la suegra de Pedro, “ella se levantó, y les servía”.
Hoy fuiste curado por Jesús. Entonces, inmediatamente, tienes que levantarte y comenzar
a servir a Jesús. Tal vez, te estés preguntando: ¿Cómo puedo servir a Jesús?
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Primero, tienes que bautizarte. Tienes que pasar por las aguas del bautismo y dar testi-
monio público de que entregaste tu corazón a Jesús. En segundo lugar, tienes que buscar
inmediatamente a otras personas que no conozcan a Jesús, y comenzar a ayudarlas. Si mi-
ras a tu alrededor, en el vecindario, ¡encontrarás tantos buenos vecinos que no conocen la
Biblia! En el salón de clases, ¡tantos jóvenes que no conocen a Jesús! En tu lugar de trabajo,
¡tantas personas que nunca oyeron hablar de Cristo!
Se cuenta la historia de un perro sarnoso, pulguiento, flaco, con una pata quebrada que un
día fue encontrado por un médico. Tuvo compasión del perro y lo llevó a su casa, le curó
la pata, le sacó las pulgas, lo alimentó, y en pocos meses, el perro estaba lindo, gordo y
lleno de vida. Un día, el médico dejó la puerta abierta y el perro desapareció. El hombre
pensó: ¡Qué perro ingrato! Hice de todo por él, ahora dejo la puerta abierta y se va. Al día
siguiente, alguien estaba arañando la puerta. El médico la abrió y vio a su perro de vuelta,
pero no estaba solo, había traído otros cinco perros pulguientos, sarnosos, flacos y con las
patas quebradas.
Yo creo que esta historia fue inventada por alguien, seguramente no debe ser verdad. Pero
nos enseña una lección maravillosa: Todos nosotros, un día cuando no conocíamos a Jesús,
vivíamos en la lepra del pecado. Vivíamos en la parálisis de nuestra incapacidad. Estába-
mos quemándonos con la fiebre de este mundo, licenciosos y promiscuos. Jesús entró en
nuestra casa y nos curó. Entonces, lo único que resta es levantarnos y servir al Señor Jesús,
tomar la decisión del bautismo y después, seguir buscando a otras personas que no cono-
cen a Jesús, para traerlas al Maestro.
¿No te gustaría decirle a Jesús: “Señor, yo quiero servirte, quiero bautizarme, quiero ganar
a otras personas para ti, quiero enseñar la Biblia a otros”?
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Jesús me conquisto
Él, simplemente con la palabra. ¡Qué poder extraordinario tiene la Palabra de Dios! La pri-
mera vez que encontramos mencionada la palabra de Dios fue en la creación, en Génesis,
capítulo 1. Por el poder de su palabra apareció la luz, por el poder de su palabra fueron
creados los animales, las plantas y todo el mundo. Su palabra, al principio tuvo poder crea-
dor. Después vino el enemigo de Dios y arruinó la obra de la creación, destruyó la vida de la
criatura. El ser humano pasó a ser una caricatura. Cuando Jesús vino a esta tierra, encontró
la obra de la creación destruida: leprosos, paralíticos, endemoniados.
Hoy, hay millones de seres humanos dominados por el espíritu del enemigo. Jesús vino a
esta tierra para liberar a los esclavizados por el poder del mal. Y el texto dice que “con la
palabra echó fuera a los demonios”.
Simplemente con la palabra. La palabra creadora del jardín del Edén ahora tiene un poder
restaurador y salvador.
En el inicio Dios creó. Ahora ese mismo Dios en la persona de Jesús, salva, transforma, libe-
ra y cura. En el versículo 17 continúa diciendo: “para que se cumpliese lo dicho por el profeta
Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
¿Qué quiere decir el texto cuando afirma que Jesús liberó a los oprimidos del diablo, única-
mente con el poder de Su palabra? ¿De qué manera esto confirma lo que dijo Isaías cuando
el profeta afirma que Jesús “tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
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Para comprender esto tendríamos que leer el evangelio según San Juan, capítulo 1, versí-
culo 1: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
Aquí está la palabra. En el principio era la palabra y la palabra era con Dios y la palabra
era Dios. En el versículo 14, San Juan dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de grada y de verdad”.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”, o sea, la palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros. Ahora viene Isaías y dice: “Él mismo tomó nuestras enfermedades, y
llevó nuestras dolencias”. Éste fue un acto de amor sin precedentes. No fue fácil para Jesús,
el Dios Creador de los Cielos y la Tierra, el Príncipe Eterno adorado por millones y millones
de ángeles convertirse en carne, transformarse en ser humano. Cuando Pablo escribe a
los Tesalonicenses, dice que Cristo se humilló a sí mismo y no le importó el hecho de ser
semejante a Dios, sino que se humilló tomando la forma de hombre y muriendo tan ho-
rrendamente en la cruz. ¡Qué amor maravilloso!
“El Verbo se hizo carne “. “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
El vino a esta tierra para mostrarnos el camino de la libertad. Cuando estuvo personalmen-
te en la tierra, liberó a los que estaban prisioneros del diablo. Y hoy, a través del poder de
Su Espíritu, quiere continuar liberando a los esclavos del enemigo. Para eso, para liberar,
para salvar, para pagar el precio de nuestro rescate, el Verbo tuvo que hacerse carne. Jesús
mismo tuvo que tomar nuestras enfermedades y llevar nuestras dolencias. Pero, ¿por qué?
¿No podría habernos salvado como Dios, sin necesidad de hacerse hombre? No, no podía.
Para salvarnos era necesario que Jesús tomase nuestras enfermedades y llevase nuestras
dolencias.
“La paga del pecado es la muerte”1, dice Pablo. Todos nosotros habíamos pecado, por lo
tanto, todos merecíamos morir. Pero ahora viene Jesús, y viene para salvar. El diablo dice:
“Tú no puedes llevarlos porque me pertenecen. Se entregaron a mí voluntariamente. Son
míos. Tú no tienes derecho sobre ellos. A no ser que estés dispuesto a pagar el precio del
rescate”.
¿Cuál es el precio del rescate? “La paga del pecado es la muerte”. Ellos pecaron, tiene que
haber muerte. Tiene que haber derramamiento de sangre. ¿El hombre no quiere morir?
19
Jesús me conquisto
Muy bien, Cristo ama al hombre y no quiere que éste muera. Entonces, Él se dispone a pa-
gar el precio del pecado del hombre. Cristo se dispone a morir. Sólo que Dios nunca muere.
Por eso fue necesario que el Verbo se hiciese carne. Por eso fue necesario que Jesús mismo
tomase nuestras enfermedades v llevase nuestras dolencias.
Aquella tarde en la cruz del Calvario cuando Jesús murió, no era un loco suicida que estaba
muriendo. Era un Dios de amor que sabía que la única manera de rescatar al ser humano
de la miserable situación en la que se encontraba era morir por él. Y Cristo fue clavado en
la cruz del Calvario. Murió de la forma designada para los peores seres humanos, para los
parias de la sociedad, para los asaltantes y delincuentes. Cristo, cuyo único delito fue amar
al ser humano, aceptó la muerte del peor de los delincuentes. Y de esta manera, se cumplió
la palabra del profeta Isaías.
Hoy, el precio ya está pagado. Hoy, las cadenas ya fueron rotas. Hoy, estás libre para salir al
encuentro del Señor Jesús, al encuentro de la felicidad, de la vida plena, sin traumas, sin vi-
cios, sin perturbaciones, sin culpas, sin pasado. Estás listo para vivir la vida en su plenitud.
Pero, de nada vale que Cristo haya pagado el precio por ti, si tú no aceptas voluntariamente
la invitación de Jesús.
En la Biblia encontramos muchos milagros del Señor Jesús, donde la participación humana
es indispensable. Cuando transformó el agua en vino, el texto bíblico dice que antes, Jesús
dio una orden a los hombres: “Llenad estas tinajas de agua”2. Mi pregunta es: ¿Si Él tenía
poder para transformar el agua en vino, no lo tenía para llenar las tinajas de agua? Claro
que sí. Pero no lo hizo, porque Él sólo operará el milagro en la vida de aquel que llena las
tinajas de agua.
Tal vez te estés preguntando: ¿Pero qué quiere decir llenar las tinajas de agua? Esta es la
participación humana. Es decir: Sí. Es decir: Señor, acepto. Es decir: Señor, yo quiero. Es
decidir. Si no haces eso, si no abres tu corazón, Jesús no puede hacerlo por ti.
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Unión Peruana del Sur
En otra ocasión, Jesús encontró un muerto, un cadáver. Y antes de resucitarlo, le dijo a los
hombres: “Quitad la piedra”3. Si Jesús tenía poder para resucitar a Lázaro, ¿no tenía poder
para retirar la piedra? Claro que sí, pero no lo hizo. Porque el milagro divino solamente
acontece cuando los hombres hacen su parte. Y la parte de los hombres es abrir el corazón
y aceptar que Dios haga la obra que tiene que hacer.
En otra ocasión, Jesús encontró a un ciego. Colocó barro en sus ojos y le dijo: “Ve a lavarte
en el estanque de Siloé”4. Si Jesús tenía poder para abrir los ojos del ciego, ¿no tenía poder
para lavarle los ojos? Claro que sí, pero Jesús no va a hacer lo que el hombre debe hacer. La
participación del hombre, es abrir el corazón. Es decir: acepto.
Tú ya estás estudiando la Biblia. Tus ojos se han abierto a las grandes verdades bíblicas.
Hay cosas de las cuales no puedes huir. Sientes una voz en tu corazón que te dice: “Éste es
el camino, transita en él”. Por otro lado, escuchas otra voz diciendo: “¡Huye! ¡Corre!” Esa voz,
con seguridad, no es de Dios.
Jesús ya hizo su parte. Su palabra ya sanó corazones. Su muerte ya pagó el precio. El Verbo
ya se hizo carne. Ya llevó sobre sí nuestras enfermedades y dolencias. No necesitas conti-
nuar viviendo desesperado, vacío, triste, con tu familia hecha pedazos. No necesitas con-
tinuar viviendo esclavizado, dominado por el poder del enemigo. El precio ya fue pagado.
Toma tu decisión ahora. Ven al tanque de Siloé y lávate. Deja que las aguas del bautismo te
den vida nueva. Hoy es el día. No lo dejes para mañana.
Referencias:
1. Romanos 6:23.
2. San Juan 2:7.
3. San Juan 11:39.
4. San Juan 9:7.
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5
Jesús me conquisto
Este escriba decidió seguirlo después de ver los grandes milagros que hizo Jesús. Él había
curado a un leproso, había sanado al criado del centurión, había curado a la suegra de
Pedro. Ya vimos que Jesús había libertado por el poder de su palabra a muchos endemo-
niados. En fin, todo eso tocó profundamente el corazón del escriba. A pesar de que los
escribas eran hombres intelectuales, y no se dejaban llevar por la emoción, los milagros de
Cristo fueron tan impresionantes que tocaron los sentimientos del escriba. No lo pensó dos
veces y dijo: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas”. Sin embargo, Jesús que conoce
todo, que ve el fin desde el principio, que conoce hasta los pensamientos más íntimos del
ser humano, sabía que la decisión de ese escriba no era verdadera. No era una decisión
consciente. Estaba movido o impresionado por los actos milagrosos que Jesús había opera-
do. Su decisión era de “arena”; en poco tiempo desaparecería. Por eso, para probarlo, Jesús
le dijo: “¿Tú quieres seguirme? ¡Muy bien! Pero quiero que sepas que hasta, las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos, más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”.
El resultado fue que ese escriba dio media vuelta y se fue.
¿Qué tiene que ver eso con nosotros hoy? Tal vez, tú ya tomaste la decisión de seguir a
Jesús. Ya has abierto el corazón y aceptado a Jesús como tu Salvador, ya has expresado
tu deseo de pasar por la experiencia del bautismo. Pero debes tener la seguridad de que
tu decisión no es simplemente, el fruto de la emoción del momento. Aquel hombre que
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Unión Peruana del Sur
decidió seguir a Jesús dio media vuelta y se fue, cuando vio las dificultades que el Maestro
le presentó. Nunca más tenemos registro de ese escriba en la Biblia.
La pregunta que debes hacerte es: ¿Cuáles son los motivos que te están llevando a Jesús?
Hay muchas iglesias que predican sobre milagros, hacen milagros, hablan de milagros y
están llenas. Es que los seres humanos hoy, corren atrás de milagros y de cosas impresio-
nantes. La pregunta es: ¿Cuál es la motivación por la cual estás queriendo seguir a Jesús?
¿Estás esperando solamente milagros, cosas impresionantes, curas milagrosas? ¿O, como
el leproso que vimos en el primer capítulo, estás viniendo para adorar a Jesús, indepen-
dientemente si realiza milagros o no? ¿Estás yendo a Jesús para entregarle tu corazón?
Ésta es una pregunta que debes responder antes de pasar por la experiencia del bautismo.
“Maestro, te seguiré adondequiera que vayas”. Pero cuando Jesús dijo: “Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”,
el hombre desapareció.
La vida cristiana está llena de dificultades. Cuando tú decides seguir a Jesús, muchas veces
los seres más queridos te van a dar la espalda. A veces, tendrás que perder el empleo por
causa del sábado. ¿Por qué hay muchas iglesias que guardan el domingo? No solamente
porque ignoran la verdad bíblica. Muchas veces, hasta la descubren, solamente que no es
fácil guardar el sábado. Prueba ahora que estás conociendo la Palabra de Dios; pide permi-
so a tu jefe para tener el sábado libre. Vas a ver que las dificultades comienzan a aparecer.
Conozco muchas personas que pierden el empleo por causa del sábado. Conozco muchos
esposos que perturban la vida de la esposa cuando ésta decide seguir a Jesús. Conozco mu-
chos hijos que tienen vergüenza de los padres cuando éstos deciden seguir a Jesús. Y co-
nozco también hijos que son perseguidos por sus padres porque decidieron seguir a Jesús.
Amigos que antes llenaban tu casa los domingos para comer un asado y beber cerveza,
hoy que entregaste tu corazón a Jesús, no estarán más; te dejarán, te abandonarán. Pen-
sarán que estás loco, que te están engañando. Te ridiculizarán porque andas con la Biblia.
Pero no tengas miedo. Esos amigos, tal vez, nunca lo fueron, fueron amigos de la carne y
de la cerveza, pero no tuyos. En compensación, tú que estás entregando tu corazón a Jesús,
tú que vas a pasar por la experiencia del bautismo, estás ganando una familia mundial.
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Jesús me conquisto
La vida del cristiano es una vida de entrega, de sacrificio y de renuncia, pero en compensa-
ción, la paz que Cristo coloca en el corazón, no tiene precio. Y las personas que ya pasaron
por esa experiencia pueden contarte lo que significa vivir la vida con Jesús.
Otro incidente que menciona el texto, comienza con el versículo 21, diciendo así: “Otro
de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le
dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos”. Este es otro caso. Aquí hay un
discípulo que quiere seguir a Jesús, pero dice: “Primero voy a sepultar a mi padre y después
te seguiré”.
El pensamiento bíblico no es el hecho de que sepultar al padre esté bien o mal, ¡claro que
está bien! Tenemos el deber cristiano de preocuparnos por nuestros padres. Pero el pen-
samiento en cuestión aquí es la disculpa de ese discípulo para aplazar la decisión. Y a lo
largo de la historia, han habido hombres que escucharon el llamado del Espíritu Santo. La
voz de Dios estaba llamándolos e invitándolos a seguir a Jesús definitivamente. Tal vez, en
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Unión Peruana del Sur
El ser humano vive inventando disculpas para no entregar el corazón a Jesús. Pero la invi-
tación de Jesús es: ¡Hoy, hijo! No tienes por qué entregar tu vida de aquí a cinco años, tiene
que ser hoy, ahora. El Espíritu de Dios está trabajando en tu corazón en este momento, y es
ahora cuando tienes que decidir.
Jesús le replicó a aquel hombre: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Jesús no
estaba hablando en contra del padre muerto de ese discípulo. Lo que estaba diciendo era:
Deja las cosas de esta tierra. Por favor, deja de pensar solamente en tu trabajo. Deja de
pensar solamente en tus estudios, en las cosas terrenales. Las cosas de este mundo son
pasajeras y finalmente, desaparecen. ¡Piensa en Mí; piensa en la Vida Eterna; no pienses en
los 40 años que vas a vivir en esta tierra! ¡Este es el momento de tu decisión!
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6
Jesús me conquisto
El texto de hoy comienza diciendo que los discípulos siguieron al Señor. Discípulo es aquel
que sigue al Señor. ¿Estás seguro que ya eres un discípulo? Cuando Jesús estaba en esta
tierra, había mucha gente que escuchaba sus mensajes y veía sus milagros. Muchas veces,
hasta eran beneficiados con los actos de Cristo. En aquel milagro de la multiplicación de
los panes y peces, por ejemplo, fueron alimentadas, por lo menos 15 mil personas. Pero, la
pregunta es: ¿Cuántos de ellos lo siguieron?
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Unión Peruana del Sur
Jesús nunca prometió que tú no pasarías por el valle de sombra de muerte, sino que cuan-
do eso aconteciese, Él estaría contigo.
En el Salmo 46, David dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones”. La promesa de Dios no es que nunca tendrás tribulaciones. La promesa es:
“Seré vuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Tal vez te preguntes: “¿Cuál es entonces
el mérito de amar a Jesús y seguirlo?” Yo pensaba que si entrego mi vida a Jesús, nunca
más tendría dificultades.” Estás equivocado. Recuerda el capítulo anterior, cuando el escri-
ba decidió seguir a Jesús porque pensaba que si le entregase su vida nunca tendría dificul-
tades, Jesús le dijo: Un momento, “las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas
el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabera”1.
Lo que Jesús estaba diciendo era: “Si tú me sigues, no quiere decir que tu vida no tendrá
dificultades. Pero, si me sigues, no estarás solo”. Él nunca prometió que no llorarías, sino
que cuando las lágrimas corriesen por tus mejillas, Él las secaría. Y si Jesús personalmente
puede secar mis lágrimas, entonces, ¡bienvenido sea el dolor!
Vivimos en un mundo de tristeza y dolor. Lo que el enemigo más desea es destruir la vida
de los hijos de Dios, perturbar la paz de la familia del Señor; por eso trae cáncer, enferme-
dades, traición, accidentes de tránsito, pérdida de empleo, bancarrota. El enemigo soltó
una carcajada porque sabía que aquel discípulo era un interesado, que cuando llegasen las
sombras, se iría. Por eso, debes tener la seguridad de que lo que te está trayendo a Jesús
no es solamente el interés por las bendiciones y por los milagros, sino el amor por el Señor
Jesús.
Él se hizo hombre de carne y hueso como tú y yo. También tenía temor y expectativas. Mu-
chas veces, hasta podía tener dudas en su corazón, pues era un ser humano. Sin embargo,
era un ser humano que vivía en paz con Dios. Cuando llegaba la noche, antes de dormir,
se arrodillaba y conversaba con su Padre, recibía la paz del Padre, y después se acostaba
y dormía. Afuera podía estar soplando el viento, podía haber oscuridad, el agua podía es-
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Jesús me conquisto
tar entrando en el barco, pero Él dormía porque había conversado con su Padre. Cuando
aprendas a conversar con tu Padre antes de dormir, no tendrás más miedo de nada. Por
favor, no pienses que, simplemente orando, los problemas van a desaparecer; es necesa-
rio que te levantes, que, como Jesús, seas despertado, es necesario que salgas al frente y
reprendas los vientos y el mar; es necesario todo esto, pero no vale de nada si no hablaste
con tu Padre, si no oraste, si no abriste la Palabra de Dios, si no te alimentaste. Jesús dor-
mía porque estaba en paz con Dios. Y cuando estás en paz con Dios, no tienes miedo a la
muerte, ni a la vida, ni al pasado, ni al futuro; no tienes miedo de pasar por debajo de una
escalera, no tienes miedo del viernes 13, ni de un gato negro, ni de la hechicería, de nada,
porque Jesús está contigo.
Los discípulos estaban en lo correcto. El único que podía salvar era Jesús. Si entre los discí-
pulos quienes dijeron: “¡Señor, sálvanos!”, estaban Pedro y Juan, ¿Cómo puede alguien hoy,
arrodillarse delante de la imagen de Pedro o de Juan? Si cuando estaban vivos, ¡no tenían
poder para salvarse a sí mismos! ¿Cómo podrían ayudar a otros hoy, estando muertos?
Ellos necesitaron de Jesús. Nosotros también necesitamos de Él. Jesús es el único que pue-
de resolver nuestros problemas. El único que puede curar nuestras heridas, el único que
puede perdonar nuestros pecados. Y Jesús se levantó y dijo: “¿Por qué teméis, hombres de
poca fe?” Jesús estaba diciendo que la vida del cristiano es una vida de fe. Tiene que serlo.
Fe es creer en aquello que no se ve. Creer sin tocar, simplemente porque Jesús lo dijo. Y la
Biblia está llena de promesas. Hay más de 3.000 promesas en la Biblia. Cada una de ellas
sería capaz de revolucionar el mundo, si el ser humano se apoderara de esas promesas con
fe. ¿Qué es fe? Fe es confiar. Necesitas confiar en Dios. Existe mucha gente que no tiene fe
en el Señor, mas confía en los hombres.
Cuando yo era pequeño, un amigo me decía: “¿Tú ya tomaste una cervecita con Dios? -No.
-Entonces, ¿por qué crees en Él? ¿Ya jugaste fútbol con Dios? -No.-Entonces, ¿por qué crees
en Él? ¿Ya apretaste la mano de Dios? —No. —Entonces, ¿por qué crees en Él?”
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Unión Peruana del Sur
Este jovencito era incapaz de creer en Dios, porque no lo veía, porque no podía tocarlo. Y
hoy existe gente que no cree en Dios porque no puede verlo ni tocarlo, mas fe es confiar.
Confiar en las cosas que no se ven, que no pueden tocarse. Y si piensas un poco, tú tienes
fe en personas que no conoces, pero, a pesar de eso, crees en ellas. Por ejemplo: subes a un
avión y viajas. Nunca viste al piloto, nunca viste a las aeromozas, no sabes si el avión va a
caer en el Triángulo de las Bermudas, y sin conocer a esas personas, crees, te sientas dentro
del avión y duermes, sabiendo que cuando te despiertes estarás llegando al destino que
querías. Confiaste en esos hombres, pero no quieres confiar en Dios.
Y cuanto más confíes en Él, más fe tendrás. Entonces, cuando lleguen las pruebas en tu
vida, no tendrás miedo porque sabes que Dios no falla. El barco puede dar la impresión de
que se hundirá, pero tú sabes que no porque Jesús está contigo. Aprenderás a dormir en
medio de la tempestad, de la turbulencia, porque conversaste con tu Padre, y Él colocó paz
en tu corazón.
Quiero invitarte a una vida de fe. La vida del cristianismo es una vida de confianza en Dios.
Ya confiaste en los hombres y te fallaron. Dale una oportunidad a Jesús. Te invito una vez
más a decidir, entregando tu confianza a Dios, y diciendo: “Señor, me voy a bautizar y
aunque vengan turbulencias, no voy a tener miedo; voy a dormir en paz porque tú estás
conmigo. Y si tú estás conmigo, nada puede derrotarme”.
Referencias: 1. San Mateo 8:20. 2. San Juan 1:14. 3. San Mateo 8:17. 4. Jeremías 17:5.
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Jesús me conquisto
Jesús se dirigió a la tierra de los gadarenos. Él siempre se está dirigiendo a los lugares más
difíciles, remotos o distantes, a los lugares más poblados o desérticos. Donde existe un hijo
necesitándolo, el Señor siempre está allí, listo para prestar auxilio.
A veces, nos asalta el pensamiento de que Dios se olvidó de nosotros, que no nos ama, que
nos dio la espalda. Y puede ser que en esta vida, hasta los mejores amigos nos abandonen,
y los seres más queridos nos dejen, pero la promesa de Jesús es: “Yo nunca te dejaré, iré
contigo hasta el lugar más distante de la tierra”. Fue por eso que Jesús, en aquella ocasión,
de acuerdo con el texto bíblico, atravesó el mar, fue a la otra orilla, a la tierra de los gadare-
nos, porque sabía que había allí dos hijos desesperados, viviendo una vida triste.
Lo interesante es que hay dos tipos de personas controladas por el enemigo de Dios, dos
tipos de endemoniados. Nosotros, a veces, pensamos que un endemoniado es aquel que
grita, cae al suelo y hace escándalo. Pero hay mucha gente que está poseída por el ene-
migo y no hace escándalo, no cae, no grita ni llora. Aquellos que caen y tienen manifes-
taciones exteriores, además de ser dominados por el enemigo, son débiles física, mental
y emocionalmente. Pero aquellos que son fuertes, pueden también ser poseídos por el
enemigo, y nunca manifestarlo exteriormente.
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Unión Peruana del Sur
Aquellos que son fuertes, pueden también ser poseídos por el enemigo, y nunca manifes-
tarlo exteriormente.
El texto bíblico es bien claro cuando el Señor Jesús afirma: “El que no es conmigo, contra mí
es”1. Sólo existe una manera de salir del terreno del enemigo: Es decidir seguir a Jesús. El
Maestro dice: “El que no está conmigo, ya está contra mí”. Quiere decir, en la vida espiritual,
no existen tres grupos: aquellos que están con Cristo, los que están con el enemigo, y aque-
llos que están en el terreno neutro, pensando en lo que van a hacer. No, en la vida espiri-
tual. Solamente existen dos terrenos: o estás con Cristo, o estás en el terreno del enemigo.
“Lo voy a pensar. Voy a ver si me decido o no”. Este tipo de actitud, ya es una decisión contra
Cristo. Es una verdad dolorosa, terrible, pero es una verdad bíblica como muchas otras que
son difíciles de aceptar. Está escrito en la Palabra de Dios y no tenemos otro remedio, sino
predicar aquello que la Palabra de Dios afirma.
El texto bíblico dice que esos endemoniados vivían en sepulcros. ¿Quiénes están en los
sepulcros? ¿Quiénes habitan allí? Los cadáveres. Lo que el texto bíblico quiere decir es que
aquellos que no toman la decisión de seguir a Jesús y no se comprometen con Cristo, de
manera casi natural, al estar en las manos del enemigo, están muertos. Pueden respirar,
pueden andar, trabajar, estudiar, correr, comprar, vender, pero están muertos, no tienen
vida. Porque la vida para Jesús, no es simplemente respirar. La vida para Jesús es otra cosa.
Él mismo dijo, cuando estuvo en esta tierra: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”2. Jesús
es la vida. Y solamente aquellos que viven en comunión con Jesús están realmente vivos.
Todos aquellos que no quieren comprometerse con Jesús, de manera natural, ya están
muertos. Pueden estar respirando y caminando, pero están muertos, porque la vida de
ellos, no es vida. Una vida sin Cristo es un infierno, es una confusión, es un pozo sin fondo,
un túnel sin salida.
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Jesús me conquisto
Un día encontré a una persona que decía: “Prefiero morir, porque esta vida no es vida”.
Efectivamente, la vida sin Cristo no es vida. Por eso, tienes que levantar las manos al cielo y
agradecer a Dios que su Palabra llegó a tu vida. Porque hoy tus ojos se abren a las verdades
que no conocías y comienzas a vivir la verdadera vida.
El otro día encontré a una persona que no tenía brazos, ni piernas, pero había encontrado
a Jesús y lo había aceptado como su Salvador. Y vivía feliz. Sin brazos y sin piernas, pero
cantaba, pintaba con la boca, transmitía optimismo, pensamientos positivos, palabras de
ánimo y valor a otras personas. Mucha gente se admira y dice: ¿Por qué este hombre que
no tiene brazos ni piernas, es tan optimista? Simplemente, porque él vive de verdad. Por-
que está en comunión con la Persona Vida que es Cristo.
Por otro lado, conozco personas que tienen dinero, brazos, piernas, salud, familia, todo y
dicen: “Esta vida no es vida”. ¿Por qué? Porque no están con Cristo. Y cuando no estás con
Cristo, todo lo que tengas, no tiene sentido. Cuando estás con Cristo, las cosas por insigni-
ficantes que sean, cobran sentido. Por eso es que esos endemoniados vivían en los sepul-
cros; porque estaban muertos, aunque estuvieran vivos. Y ahora, el texto bíblico dice que
vinieron al encuentro de Jesús. Aunque Jesús se dirigió a la tierra de los gadarenos, estos
hombres no esperaban que Jesús los buscase; ellos lo buscaron. Pero no lo buscaron para
pedir ayuda, pues estaban furiosos. Hay mucha gente que entra en la Iglesia para criticar y
agredir, pero en el fondo es gente que necesita a Jesús.
Mientras el Pastor estaba dirigiendo una campaña evangelística, conoció a un joven uni-
versitario que asistía a todas las reuniones. Era ateo, no creía en Dios, no creía en nada; es-
taba presente en las reuniones, no con el deseo de aprender o entregar su corazón a Cristo
o por sentir la necesidad de Jesús. Iba a las reuniones para ridiculizar, agredir y discutir.
Quería contradecir al pastor con sus argumentos, delante de las personas que asistían a las
conferencias. Pero el Espíritu de Dios trabajó en el corazón de ese joven y sus ojos comen-
zaron a abrirse a las verdades bíblicas. Un día tuvo que arrodillarse y confesar el nombre de
Jesús delante de los hombres y fue bautizado.
Los endemoniados también nos hacen recordar a este joven, porque ellos no buscaron a
Jesús para que los ayudara, lo buscaron para insultarlo y agredirlo. El versículo 29 dice: “Y
clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios?” Como aquel joven ateo: ‘Yo
no quiero nada con Dios. Y no quiero nada con Jesús”.
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Unión Peruana del Sur
El otro día, una señora me contaba que su marido incrédulo fue a las conferencias bíblicas,
no porque quería oír la Palabra de Dios o porque quisiese conocer a Jesús, sino porque
quería saber quiénes eran esos creyentes que le habían “lavado el cerebro” a la esposa; sólo
que el Espíritu de Dios trabajó en el corazón de ese hombre, y hoy también está bautizado.
Ilustración:
Existen personas que al principio fueron agresivas. Cuando yo era niño, había una familia
vecina que nos agredía, nos tiraba piedras, nos insultaba. Salíamos de casa y teníamos
que ir por otro camino para huir de ellos, porque la agresión era mucha. Un día, salí de mi
ciudad natal y los años pasaron. Algunos años después volví para realizar una campaña
evangelística en una ciudad vecina de la ciudad donde nací.
Allí está el ejemplo de personas que al principio agredían al Señor Jesús, no querían saber
nada de Él, pero con el tiempo, el Espíritu de Dios trabajó en el corazón de esas personas y
venció. Estos endemoniados también salieron gritando contra el Señor Jesús.
Yo no sé si tú estás asistiendo a la iglesia con otro tipo de interés que no sea conocer y
aprender de Jesús. No sé si tomaste la Biblia por curiosidad o para analizarla con espíritu
de contradicción. La verdad es que lo estás leyendo. Entraste en el perímetro divino y el
Espíritu de Dios ahora va a trabajar en tu corazón.
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Jesús me conquisto
Estos endemoniados estaban con miedo, ahora no eran ellos quienes hablaban, era el es-
píritu del demonio. Porque, atrás de todos esos gritos e insultos que las personas muchas
veces profieren contra Cristo, no son ellas que están hablando sino el espíritu que está
dentro. Y esos espíritus inmundos le dijeron a Cristo: “¿Has venido acá para atormentarnos
antes de tiempo?” ¿Por qué “atormentarnos antes de tiempo”? Porque, cuando Cristo vuel-
va por segunda vez, ellos serán atormentados, y el diablo lo sabe.
Es por eso, que ahora el diablo se dirige a Jesús y dice: “¿Por qué me estás atormentando
antes de tiempo? No llegó el tiempo del fin todavía”. El diablo ya conoce su fin. Está conde-
nado. Es por eso que tienes que ser optimista, no hay un vicio que no puedas vencer, no hay
hábito que no puedas dejar, no hay decisión que no puedas tomar a favor de Cristo. Porque
el diablo está derrotado, pudo haberte dominado, pudo haber destruido a tu familia, pero
ahora él está derrotado. Tienes que convencerte de eso.
“¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” La presencia de Cristo atormen-
ta a las personas. Atormenta porque cuando Cristo llega a tu vida, no puedes continuar
viviendo erróneamente como hasta ese momento. Atormenta porque cuando no quieres
comprometerte con Cristo, su presencia “es como una persecución diaria; de mañana, de
noche, en el trabajo.
El texto bíblico dice en los versículos 30-32: “Estaba paciendo lejos de ellos un bato de mu-
chos cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato
de cerdos. Él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el
hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas”. Cuando
los espíritus inmundos entraron en la manada de cerdos, éstos no pudieron controlarse a sí
mismos, y se precipitaron al despeñadero y murieron ahogados en las aguas”.
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Unión Peruana del Sur
Cuando una persona está dominada por el espíritu inmundo, en realidad reacciona como
un pobre animal, ¡como un cerdo! No tiene control de su voluntad. No tiene control de sus
pasiones. ¿Y qué es lo que hace el diablo? Conduce a las personas y animales despeñadero
abajo. Hay hogares donde el esposo está cayendo porque Cristo no está en su vida. Hay ho-
gares donde los hijos están cayendo despeñadero abajo porque nunca entregaron el cora-
zón a Jesús. Hay países, hay naciones que están cayendo porque sus líderes nunca abrieron
su corazón a Jesús. Es por eso que debes tomar la decisión de entregar el corazón a Jesús.
Hoy es el día de la invitación. Así como Jesús entró en la vida de estos hombres para trans-
formarlos y liberarlos, para devolverles la dignidad, para sacarlos de los sepulcros, y darles
la vida de verdad. Jesús también vino a tu casa hoy. Está tocando la puerta de tu corazón
diciendo: “Hijo, quiero entrar en tu vida”.
Quiero colocar las cosas en orden. Quiero limpiar lo que debe ser limpio. Quiero purificar
lo que tiene que ser purificado. Quiero corregir lo que tiene que ser corregido. Si estás
esclavizado, yo te libero. Si estás desanimado, yo te animo. Si estás desesperado, yo te doy
esperanza. Pero, ¿qué puedo hacer si tú no me entregas tu corazón? ¿Qué puedo hacer por
ti si no me entregas tu vida?” Por eso, ahora, una vez más, voy a pedirte que entregues tu
corazón a Jesús.
Ésta es la hora, éste es el momento para decidirte por el bautismo. No más indecisión, no
más “lo voy a pensar”, “todavía no estoy preparado”. Tienes que correr a los brazos de Jesús.
Ya no hay más tiempo que perder.
Referencias:
1. San Lucas 11:23.
2. San Juan 14:6.
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8
Jesús me conquisto
Esas personas en ningún momento pensaron en las dos vidas que habían sido liberadas.
Aquellos pobres hombres eran hijos de esa ciudad, habían crecido, estudiado en las escue-
las de la ciudad, tal vez eran hijos de los mejores amigos. Un día fueron poseídos por el
enemigo y ahora vivían en los sepulcros, gritando, haciendo escándalo, vistiendo trapos
de inmundicia, vidas destruidas, sin sueños, sin futuro, acabados completamente. De re-
pente, Jesús llega a la ciudad. Transforma la vida de esos hombres, les devuelve sus sueños,
les devuelve el futuro, las ganas de vivir, los cura, los limpia, los libera. ¿No era motivo para
que el pueblo se sintiese feliz? ¿No era motivo para que el pueblo se alegrase? ¿Dios no
había hecho maravillas en la vida de esas personas? Pero, para las personas de la ciudad,
la vida de esos dos jóvenes no importaba Lo que les importaba era: “Perdimos una mana-
da de cerdos”. Quiere decir que para esas personas valía más la manada de cerdos que la
preciosa vida de dos jóvenes. Queridos, aquí hay una lección extraordinaria para nosotros
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-¿Cuánto vales tú? ¿Cuánto vale un ser humano? A veces, en esta vida, las personas pueden
despreciarte. A veces, haciendo colas para conseguir un empleo de sueldo mínimo, puedes
llegar a la conclusión de que no vales mucho. El otro día, una persona llorando, me de-
cía: “Pastor, cuando todos me preguntan, digo que tengo la secundaria completa, pero es
mentira, ni siquiera terminé la primaria. Me da vergüenza mentir, pero tengo que hacerlo
porque tengo más vergüenza de parecer un ignorante”.
Querido, en esta vida, muchas veces estarás tentado a mentir. Mentir que tienes dinero,
mentir que tienes esto, que tienes aquello, inventar cosas, ¿por qué? Porque vives para
agradar a las personas y tienes miedo que te rechacen, te desprecien o te marginen. Pero
quiero decirte una cosa: Tu valor no depende del dinero que tienes. No depende de los tí-
tulos que tienes. Tu valor no depende de, la opinión de las otras personas. Tu valor depende
de la cruz del calvario. Cuando la sangre de Jesús fue derramada en la cruz, fue el precio
con el cual estaba comprándote. Su sangre fue el precio que pagó por tu rescate. Si tú no
valieras nada, Jesús nunca hubiera muerto por ti.
Por lo tanto, levanta la cabeza. No te dejes acomplejar por lo que las personas dicen. No
importa el color de tu piel, la forma de tu rostro, el tipo de cabello, tu tamaño. No importa
lo que las personas piensan de ti, impórtalo que Jesús piensa de ti. Y sabes, fingiendo, apa-
rentando y creando una falsa imagen frente a las personas, nunca serás feliz. Pero cuando
te arrodilles, contemples la cruz del calvario y veas al Señor Jesús muriendo en la cruz, vas
a entender cuánto vales.
Para los seres humanos, el valor de una persona se mide de otra manera. Los cerdos valen
más que los seres humanos. Para los padres, a veces, el dinero vale más que los propios
hijos. Conozco gente que guarda dinero, mientras los hijos luchan para poder estudiar en la
universidad. Y uno de ellos argumentó un día: “Yo tengo que pensar en mi vejez, tengo que
comprar una casa”. Para él, las cosas valían más que las personas. Y si tú eres un esposo, te
pregunto: ¿Qué vale más dentro de tu casa, las cosas o las personas? ¿Qué prefieres: pasar
un momento de alegría con tu esposa e hijos paseando, o comprar un auto nuevo, último
modelo? ¿Qué es más importante: el sentimiento de aquellos que viven a tu alrededor o
las cosas materiales que puedas comprar?
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Jesús me conquisto
Jesús vino a este mundo para enseñarnos a valorar al ser humano. En nombre de Jesús,
quiero que te sientas importante. ¡Bienvenido a la familia de Dios! Los brazos de la Iglesia
están abiertos para recibirte. Puedes perder amigos y seres queridos en esta tierra. Puedes
perder hasta cosas materiales, pero esta familia es tu nueva familia. Esta iglesia es tu nue-
va iglesia. Los brazos de cada miembro de iglesia están abiertos para recibirte. No tengas
miedo de tomar la decisión de bautizarte. No tengas miedo de unirte a la familia de Dios.
En el versículo 34, el texto dice: “Y toda la duda salió al encuentro de Jesús”. Si el versículo
terminase aquí, podrías pensar: “¡Qué maravilla, toda la ciudad salió para encontrarse con
Jesús! ¡Todo el pueblo se convirtió!” ¡Mentira! Salieron para encontrarse con Jesús, sí, es
verdad, pero... “y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos”. ¿Por qué?
Porque cuando Jesús llega a tu vida, tienes que renunciar a cosas. Por ejemplo, si Jesús lle-
gó a tu vida, tienes que renunciar al alcohol, al cigarrillo, a las drogas, a la promiscuidad, a
los vicios, a los malos hábitos. Pero hay gente que aun destruyéndose con el cigarrillo, con
el alcohol y los vicios, aun cuando su matrimonio se está cayendo a pedazos, cuando sus
hijos están totalmente destruidos, sin tener paz y felicidad en el corazón, están contentos
con la vida sin sabor que están viviendo. Prefieren decirle a Jesús: “Señor, sigue tu camino.
Ve a otra ciudad. Ve a tocar la puerta de otro corazón, yo no quiero. Tu presencia me mo-
lesta. Prefiero seguir con mis cigarrillos, con mi alcohol, con mis drogas, con mis mujeres.
No te quiero en mi vida. No quiero comprometerme”. Pero, voy a decirte una cosa: Cuando
Jesús te pide que renuncies a algo, nunca va a pedirte que renuncies a aquello que vale la
pena, a algo que te hace feliz, o algo que te construye; solamente pedirá que renuncies a
las cosas que están arruinando tu vida, perjudicando a tu esposa, a tus hijos y a ti mismo.
Jesús te ama.
Él quiere lo mejor para ti. Él no desea tu mal. Cuando te dice: “Deja esa amante”, no es por-
que desea tu mal, sino porque quiere que tengas un hogar feliz. Cuando Jesús dice: “Deja
la droga”, no es porque quiere tu mal, sino porque quiere cuidar tu cuerpo.
Por lo tanto, mi pregunta es: ¿Te levantarás y vendrás al encuentro de Jesús? Y si vienes a su
encuentro, ¿será para aceptarlo o será para pedirle que se retire hacia otras tierras? ¿Para
pedirle que no te incomode más, pues su voz te incomoda? ¿Cuál será el camino que vas a
elegir? La Biblia dice: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os
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he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para
que vivas tú y tu descendenda”1.
Ven a Jesús ahora. Este es el último mensaje, te suplico en el nombre de Jesús, ¡levántate
y ven! No tengas miedo. Dios te dará fuerzas para vencer lo que no puedes vencer. Dios
te dará el poder que necesitas para dejar las cosas que no puedes dejar, pero no aplaces
tu decisión. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. ¡Hoy es el día de las buenas
nuevas! ¡Hoy es el día de salvación!
Referencia:
1. Deuteronomio 30:19.
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