0% encontró este documento útil (0 votos)
43 vistas18 páginas

Capitulo 2

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 18

CAPÍTULO 2

TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGÍA


LINGüíSTICA

La antropología lingüística contemporánea se ha ido desarrollando a partir


de al menos tres tradiciones que, aunque un tanto entremezcladas, son sufi-
cientemente diferentes para contar con sus propios desarrollos: la lingüísti-
ca boasiana, la etnosemántica y la etnografía del habla (a partir de ahora
abreviada en EH). No sólo son las tradiciones de las que se nutren los
antropólogos lingüísticos, sino que las tres comparten postura sobre la rela-
tividad lingüística, así como un interés fundamental por el significado (lin-
güística boasiana y etnosemántica) o el discurso (EH). Muchos consideran
anticuadas a la lingüística boasiana y la etnosemántica, un punto de vista
con el que estoy en desacuerdo por razones que se discutirán más tarde.
Hoy día, la EH es la que tiende la red más amplia en antropología lingüísti-
ca, pero es una red necesitada de algunos remiendos porque hay muchas
cosas de interés lingüístico y antropológico que se escapan por sus agujeros
conceptuales. Sin rebajar ni desacreditar en lo más mínimo los muchos
hallazgos importantes acumulados ya en cualquiera de estos subcampos,
personalmente abogo porque la antropología lingüística incorpore explíci-
tamente los principios de la lingüística cognitiva, un nuevo subcampo que
parece ofrecer un enfoque moderno a la lingüística boasiana (Lee 1993) y
un marco teórico que puede integrar los hallazgos de la etnosemántica y
aportar una perspectiva esencial a la EH. Si la teoría de la lingüística cogni-
tiva puede combinarse con la teoría de la EH, el resultado sería una nueva
síntesis muy útil que enlazaría teoría lingüística, teoría cultural y teoría
sociolingüística. Esta revisión prestará especial atención al papel de la ima-
ginería en las tres tradiciones. Veremos que fue en la lingüística boasiana
donde la imaginei¡:ía alcanzó mayor importancia, y casi ninguna en etnose-
\ -,

31
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

mántica y EH, aunque en este último caso puede desempeñar un papel


mayor en la práctica que en la teoría.

Lingüística boasiana

El enfoque boasiano, que floreció desde la primera década del siglo xx


hasta fines de los años cuarenta, se interesaba principalmente por la descrip-
ción de las gramáticas de las lenguas en sus propios términos, en lugar de
formularlas en términos de las categorías desarrolladas previamente para el
estudio de las lenguas indoeuropeas. Franz Boas (1966: 32) observó, por
ejemplo, que la clasificación de sustantivos por sexo, como en los pro-
nombres del español y el inglés, es sólo una de «muchísimas clasificacio-
nes posibles de este tipo», y que otras lenguas pueden clasificar mediante
principios como animado/inanimado, humano/no humano, miembro de la
tribu/no miembro y otros muchos principios que aún no se comprendían por
entonces y que siguen sin comprenderse bien del todo. A Boas le interesaba
también descubrir las bases psicológicas de las lenguas y las culturas (Boas
1966; Stocking 1974: 476-478). Por tanto, no es sorprendente que se diera
cuenta de que el lenguaje tiene mucho que ver con la imaginería mental:
«... se reconocerá que en cada lengua sólo se expresa una parte del concepto
total que tenemos en mente, y que cada lengua tiene una tendencia peculiar
a seleccionar este o aquel aspecto de la imagen mental transmitida por la
expresión del pensamiento» (1966: 39).
Boas (1966: 59) escribió en 1911 que el lenguaje era una de las manifes-
taciones más importantes de la vida mental, de modo que «la investigación
puramente lingüística es sólo una parte de una investigación exhaustiva de
la psicología de los pueblos del mundo». En su opinión, los estudios dellen-
guaje pertenecían a la etnología porque ésta era «la ciencia que trata de los
fenómenos mentales de la vida de los pueblos del mundo». En suma, Boas
observó que las lenguas establecen clasificaciones subyacentes de la expe-
riencia, que lenguas diferentes clasifican la experiencia de forma diferente
y que esas clasificaciones no tienen por qué hacerse conscientes (Lucy
1992a: 12-13) 1. Sin embargo, las clasificaciones que emergen en la gramá-
tica sí que reflejan una expresión selectiva de imaginería mental. Mientras
que en 1911 Boas ponía de relieve la forma en la que las lenguas reflejan el
pensamiento o la psicología de sus hablantes, en años posteriores considera-
ría la posibilidad de que las categorías lingüísticas pudieran llegar a domi-
nar los pensamientos de sus hablantes (Lucy 1992a: 15).

I Esta historia se ha contado muchas veces, la última por Lucy (l992a), quien discutió exhaustiva-
mente la relatividad lingüística de Boas, Sapir y Whorf.

32
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGíA LlNGÜfSTICA

La relatividad lingüística boasiana fue desarrollada por Edward Sapir,


alumno de Boas, y por su contemporáneo, el excepcional lingüista autodi-
dacta Benjamin Whorf. Una de las principales contribuciones de Sapir a la
relatividad lingüística boasiana fue la idea de que las clasificaciones lingüís-
ticas de la experiencia están «organizadas en sistemas completos pero insu-
ficientes» (Sapir 1964; Lucy 1992a: 18). Sapir (1949 [1921]: 19) señaló
además que cualquier clasificación lingüística de la experiencia tenía que
ser «aceptada tácitamente por la comunidad como una identidad». Si escri-
biera hoy, podría haber descrito las clasificaciones lingüísticas como
«socialmente construidas». Pero Sapir es mejor conocido quizá por su pro-
puesta de la forma fuerte de la hipótesis de la relatividad lingüística: que las
clasificaciones lingüísticas fijan los límites del pensamiento o «canalizan»
los pensamientos, como se puede ilustrar con una famosa e impresionante
cita de un número de Science de 1931:

Categorías como número, género, caso, tiempo, modo, voz, «aspecto» y una
miríada de otras más, muchas de las cuales no se reconocen sistemáticamente en
nuestras lenguas indoeuropeas, se derivan en último término de la experiencia,
desde luego, pero, una vez abstraídas de ella, se elaboran sistemáticamente en el
lenguaje y no se descubren en la experiencia tanto como se imponen sobre ella,
por la tiranía que ejerce la forma lingüística sobre nuestra orientación en el
mundo (1964).

Mientras que fueron Sapir y Boas quienes definieron el problema de len-


gua y cultura para los lingüistas americanos, fue Whorf quien lo convirtió
en el eje de sus investigaciones. Igual que Sapir, Whorf parecía asignar a la
gramática un papel importante en la limitación de nuestra percepción del
mundo. Argumentó que los «modelos automáticos e involuntario s del len-
guaje no son los mismos para todos los hombres, sino que son específicos
de cada lengua y constituyen la parte formalizada de la lengua, o su 'gramá-
tica'» (1956b: 250). Continuaba:

De este hecho se deriva 10 que yo he llamado el «principio de relatividad lingüísti-


ca», que significa, en términos informales, que las personas que utilizan gramáti-
cas acusadamente diferentes se ven dirigidas por sus respectivas gramáticas hacia
tipos diferentes de observación y hacia evaluaciones diferentes de actos de obser-
vación externamente similares; por lo tanto, no son equivalentes como observado-
res, sino que tienen que llegar a puntos de vista diferentes sobre el mundo.

Determinar exactamente lo que creía Whorf en relación con la influencia


canalizadora de las categorías gramaticales sobre la cultura y la visión del
mundo se ha convertido en una pequeña industria dentro de la antropología

33
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

y la lingüística, como ha sucedido también con la crítica de sus caracteriza-


ciones específicas de la lengua y la visión del mundo de los hopis, de modo
que remitiré al lector a otras fuentes (Hoijer 1954a; Whorf 1956b; Malotki
1983; Lakoff 1987; Schults 1990; Ridington 1991; Hill YMannheim 1992;
Lucy 1992a; Lee 1993). Para nuestros fines, es importante señalar que
Whorf estaba movido por un interés por la psicología de la gestalt que le
llevó a estudiar temas como las interpretaciones alternativas de las escenas
visuales, las configuraciones de gramática y significado, las relaciones de
figura y fondo en palabras amerindias complejas y las categorías ocultas,
anticipando así buena parte de la teoría moderna de la lingüística cognitiva
(Lee 1993).
Para mencionar un solo. ejemplo, Whorf aplicó explícitamente algunos
principios de la psicología gestáltica a la gramática en su análisis de las rela-
ciones de figura y fondo en palabras complejas de la lengua shawnee, reali-
zado en 1940. Propuso que, para la gramática shawnee, «la figura precede al
campo externo, lo más figurativo precede a lo menos figurativo», enumeran-
do como figuras prototípicas bases lingüísticas como pap- 'configuración
de espacio amplio', teepwe- 'verdad' y kis- 'caliente' y como fondos proto-
típicos -peewe 'plumas, pelo', -aapo 'líquido' y tepki 'terreno cenagoso,
pantanoso' (l965a: 192-193). Desde esta perspectiva, analizó el término ni-
peekw-aalak-h-a, que significa 'limpio o seco el rifle pasándole la baqueta'
y que tiene como figura peekw 'lugar limpio o seco' y como fondo aalak
'agujero' (l956a: 193-194). Esta interpretación anticipaba claramente tra-
bajos recientes sobre figuras y fondos gramaticales en inglés y lenguas
indias americanas (Talmy 1983; Casad y Langacker 1985; Lakoff 1987;
Brugman 1988; Palmer 1990; Langacker 1990a; Occhi, Palmer y Ogawa
1992). Whorf propuso también que las palabras encajan unas con otras en
redes relacionales (semánticas), lo que llamó relación (rapport). «No son
las palabras murmuradas, sino la RELACIÓN entre ellas lo que les permite
actuar juntas para conseguir un resultado semántico» (l956b: 84); y postuló
la existencia de conceptos abstractos -criptotipos- que influyen sobre la
morfología de las palabras pero no se realizan abiertamente como palabras
o morfemas (Whorf 1956b: 87). Entre los ejemplos de criptotipos encontra-
mos «dispersión sin un límite», «oscilación sin agitación de las partes»,
«impacto no durativo» y «movimiento dirigido». Hoy día, lingüistas y
antropólogos cognitivos aplicarían a estos criptotipos los términos de esque-
ma o esquema imaginistico y comprobarían que, una vez más, Whorf fue el
primero. J. R. Martin (1988) aplicó recientemente el concepto del criptotipo
de Whorf a un análisis del tagalo.
El programa boasiano de la búsqueda de las configuraciones culturales y
psicológicas del significado en la lengua tuvo pocos seguicores activos
\

34
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGíA LINGOfSTICA

durante los treinta años que van de 1950 a 1980, una época en la que los
enfoques formales y matemáticos atrajeron la atención de todos. Algunos
lingüistas y antropólogos americanistas siguieron trabajando en el marco
relativista, sin embargo, y los estudiosos de otros campos conservaron el
interés por lo que llegó a conocerse como «la hipótesis de Sapir-Whorf».
Desde fines de los años treinta hasta fines de los cuarenta, Dorothy Lee
intentó descubrir la visión del mundo de los wintun del norte de California a
través del estudio detallado de su gramática y su mitología. Escribió que «la
gramática contiene en forma cristalizada la experiencia acumulada y acu-
mulativa, la Weltanschauung de un pueblo» (Lee 1938: 89, citado en Lucy
1992a: 71). Quizá su observación más interesante fue que, en su forma no
marcada, los sustantivos wintun se refieren a sustancias genéricas y necesi-
tan ser modificados por un sufijo derivativo que les proporciona particulari-
dad y referencia específica. En comparación, los sustantivos ingleses o
españoles son normalmente específicos, como muestra el hecho de que sean
siempre singulares o plurales y definidos o indefinidos (Lee 1940, 1944,
1.959). La siguiente cita muestra un ejemplo:

Tomemos por ejemplo la palabra ciervo. En los ejemplos utilizaré solamente el


caso objetivo, nop para el genérico y nopum para el específico. Un cazador salió
pero no vio ciervos, nop; otro mató un ciervo, nopum. Una mujer le llevó ciervo,
nop, a su madre; un cazador llevó a casa ciervo, nopum. Cortaron en pedazos el
ciervo de la mujer y lo transportaron, como una masa informe, en una cesta a la
espalda; pero el hombre transportó sus dos ciervos colgados enteros al hombro.
Unos hermanos estaban a punto de comer carne de ciervo; exclamaron: «Ancia-
no, ven a comer ciervo (nop)». El anciano respondió: «Podéis carneros ese cier-
vo apestoso (nopum) vosotros solos». Los hermanos lo veían solamente como
carne de ciervo; para el anciano era la carne de un ciervo particular, cazado cerca
del asentamiento urbano y alimentado con desperdicios humanos (1959: 123).

Los estudios de Lee la llevaron a presentar la visión del mundo de los


wintun como caracterizada por el hecho de que la realidad o verdad última
«existe independientemente del hombre», pero «fuera de la experiencia
humana, esta realidad es ilimitada, indiferenciada, aternporal». En este apa-
rente mar genérico, sin embargo, «vienen ya dados los materiales y las re-
laciones, la esencia y las cualidades». El hablante de wintun puede con-
formarse a esa realidad genérica o «actualizar» un diseño otorgándole
temporalidad o formas, pero «ni la crea ni la cambia» (Lee 1959: 121). Así,
los lexemas del wintun pueden referirse genéricamente a «masas sin partes»
(materia), relaciones o cualidades de las cosas, pero deben modificarse para
expresar particularidades temporales y formales. John A. Lucy (l99a: 72)
señaló que el trabajo de Lee es puram ente intralingüístico y que se basa en

35
OB]ETNOS y CONCEPTOS

«supuestos fuertes y no demostrados sobre la relación del lenguaje con el


pensamiento», pero no comprueba ni establece la validez de esas relaciones.
En 1953, Harry Hoijer y Robert Redfield organizaron un congreso en la
Universidad de Chicago para analizar las interrelaciones de lenguaje y cul-
tura. Hoijer (1954a: ix) informó del «escaso acuerdo entre los miembros del
congreso sobre lo que realmente dijo Whorf», pero señalando que se habían
logrado ciertos progresos en la definición de los problemas. Hoijer, que
estudió lingüística con Sapir, utilizó explícitamente conceptos whorfianos
en sus estudios sobre el navajo (1953, 1954b, 1964a, 1964b). Argumentó
que, si la lengua canaliza rígidamente el pensamiento, el motivo podía
encontrarse en el hecho de que el lenguaje «impregna todos los demás siste-
mas dentro de la cultura». Aunque, a diferencia de Lee, Hoijer intentó esta-
blecer conexiones entre lengua y cultura, Lucy criticó la debilidad de las
conexiones propuestas. Por ejemplo, Hoijer argumentó que el énfasis que
ponen los verbos navajos en la expresión del movimiento podía explicarse
por paralelos con la cultura navaja, específicamente el modo de vida nóma-
da y los viajes de los héroes culturales de la mitología. Este énfasis en la
expresión del movimiento se observa,-por ejemplo, en la variedad de bases
verbales activas (una «base» es, en este contexto, «cualquier segmento ver-
bal al que se pueden añadir prefijos paradigmático s para formar una cons-
trucción verbal libre»). Señaló que «las numerosas bases verbales que utili-
zan el tema 'un objeto redondo en movimiento' se dividen en no menos de
siete categorías aspectuales, cada una con un conjunto distintivo de bases
léxicas» (1964a: 144). Las categorías aspectuales, dotadas cada una de su
propio paradigma, son imperfectivo, perfectivo, progresivo, futuro, iterati-
vo, habitual y optativo.
Lucy criticó las conclusiones de Hoijer en varios aspectos. Puso en duda
su caracterización de los verbos navajos como excepcionalmente preocupa-
dos por el movimiento, señalando que otros verbos también clasifican sus
argumentos nominales; consideró las pruebas aportadas por la mitología
como una simple evidencia lingüística más; y calificó la conexión entre ver-
bos de movimiento y estilo de vida nómada como muy débil e incapaz de
establecer que el movimiento sea «un foco común o habitual de los patrones
de pensamiento de los navajos como individuos en su vida diaria, o que
sirva de base a una amplia variedad de instituciones culturales específicas
de los navajos» (1992a: 79).
En 1979, Madeleine Mathiot editó una colección de hallazgos recientes
de la «semántica empírica» de entonces, titulado Ethnolinguists: Boas,
Sapir, and Whorf Revisited. En su resumeu, alababa a los etnosemantistas
por sumar «la investigación sistemática del significado léxico a la semántica
empírica» (1979: 316). Distinguiendo entre significado léxico y gramatical,
\

36
·TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOWGÍA LINGüíSTICA

concluía que los dos tipos «se prestan igualmente bien a una investigación
de las relaciones entre el lenguaje, la visión del mundo y el resto de la cultu-
ra» (1979: 317), pero no tomaba postura sobre la posición relativista fuerte.
Sí que distinguía entre «significado referencial» (con el que creo que se
refería al significado léxico y gramatical) y visión del mundo, teorizan-
do que la visión del mundo es más amplia que el significado referencial,
porque el «significado referencial es 'la información específica sobre el
mundo que se comunica directamente a través de la conducta lingüística'.
La visión del mundo es 'la forma general de pensamiento sobre el mundo
que subyace a toda conducta cultural, incluyendo la conducta lingüística'»
(1979: 318). Veía una influencia mutua entre el medio (lenguaje) y la visión
del mundo, en la que el lenguaje ejercería ciertas influencias claras pero no
especificadas sobre la visión del mundo.
Mathiot proponía que el dominio semántico del lenguaje es aquel aspec-
to de la visión del mundo que está ligado a la conducta lingüística y que es
discernible solamente a través de ésta, mientras que el dominio cognitivo
del lenguaje es aquel aspecto de la visión del mundo que puede expresarse
también por otros medios. Esta visión de la semántica parece separarla de la
cognición y de buena parte de la visión del mundo y convertida en un domi-
nio autónomo; eliminaría de la semántica aquellos elementos de significado
lingüístico que rigen las formas lingüísticas si y sólo si rigen también otras
formas. A la inversa, que las estructuras semánticas rijan el lenguaje no es
razón suficiente para excluidas del dominio de la cognición. Este libro pro-
porciona amplias pruebas de que los elementos del significado que conside-
ramos semánticos son al mismo tiempo elementos de la visión del mundo, o
tienen estructuras conceptuales paralelas a las propias de la visión del
mundo, o están profundamente ligados a elementos de la visión del mundo
que rigen conductas no lingüísticas. Mientras que el lenguaje puede mostrar
algunos rasgos especiales, lenguaje y visión del mundo son parte de la
misma red cognitiva. La discusión, e!l un capítulo posterior, de los clasifica-
dores nominales del dyirbal, el bantú y el apache, que se organizan sobre la
base de dimensiones culturalmente significativas, proporcionará una ilustra-
ción de este punto, al igual que la discusión de los prefijos de objeto del
navajo, que están regidos por una jerarquía definida de control. Un artículo
del volumen editado por Mathiot argumentaba que las sociedades de caza-
dores-recolectores que viven en entornas abiertos y sin árboles expresan en
sus clases nominales la distinción «a la vista/no a la vista» y la idea «distal»
de verticalidad, mientras que aquellas que viven en entornos boscosos cerra-
dos expresan ideas de dureza y flexibilidad, probablemente porque estas
distinciones son a la vez culturales y semánticas (Denny 1979). Lucy
(1992a: 73) criticó a Mathiot por su «linguocentrismo» y por tratar la

37
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

estructura gramatical como «lingüística» y el contenido léxico como «esen-


cialmente no lingüístico».
Lucy ha escrito dos libros que reexaminan la hipótesis de la relatividad
lingüística. Uno es una historia intelectual que concluye abogando por un
mayor rigor experimental (1992a). El otro aplica el enfoque experimental al
número gramatical en inglés y maya yucateca (Lucy 1992b). Como la com-
probación experimental de Ia hipótesis de Sapir- Whorf está plagada de difi-
cultades, será interesante examinar detenidamente el enfoque de Lucy.
Lucy intentó reformular la hipótesis de Whorf limitando el problema a la
influencia del lenguaje sobre el pensamiento, especialmente la influencia de
los significados lingüísticos formalmente estructurados de las «categorías
morfosintácticas» sobre el pensamiento habitual de los no especialistas. La
cuestión crucial para Lucy es «si hay o no, si puede haber o no, pruebas
empíricas firmes que enlacen patrones lingüístico s distintivos con conduc-
tas o creencias habituales distintivas, en el nivel de los actores sociales indi-
viduales agregables» (1992a: 7). Si los pensamientos habituales del agrega-
do dan como resultado la visión del mundo o no es un problema que,
explícitamente, prefiere dejar de lado. En opinión de Lucy, la investigación
sobre la relatividad lingüística debe seguir cuatro principios metodológicos:
(1) debe comparar dos, o más lenguas (p.ej., inglés y maya yucateca), (2)
debería proporcionar condiciones comunes de estímulo (<<realidad no lin-
güística externa»; p.ej., dibujos, tríadas), (3) debe incorporar un análisis for- .
mal (esto es, un análisis morfosintáctico) de un dominio semántico (<<confi-
guración de significado», como el número gramatical) y (4) diferentes
patrones habituales del uso lingüístico deberían implicar diferencias en el
pensamiento.
La «realidad no lingüística externa» usada en un conjunto de experimen-
tos es una serie de dibujos test que representan personas, animales, contene-
dores, herramientas y sustancias (véase el capítulo 6). Se mostraron a un
grupo de hombres mayas con edades entre los dieciocho y los cuarenta y
cinco años o más, y a un grupo de estudiantes universitarios masculinos de
Estados Unidos, de edades comprendidas entre los diecinueve y los veinti-
siete años; Lucy (1992b: 99) indicó que diez de los hombres mayas habían
tenido «al menos un año de educación formal y tenían cierta capacidad de
lectura». Para minimizar la importancia de las diferencias de educación
(que podrían militar contra su deseo de comparar no especialistas), Lucy
diseñó las tareas cognitivas para que fueran «relativamente simples». En
una de las pruebas, mostraba a los sujetos un conjunto de dibujos de línea y
les pedía «describir lo que veían en cada ilustración» (1992b: 100). Luego
asignaba puntuaciones a las respuestas según mencionaran ciertos objetos y
si indicaban el número de objetos. En otras tareas, mostraba a los sujetos

38
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOWGfA UNGÜfSTICA

dibujos de línea y después de diversos periodos de tiempo les pedía que


escogieran los originales de entre unos grupos que contenían el original y
otros dibujos parecidos. Esto se hacía para acceder de forma no verbal a la
saliencia del número en la memoria de reconocimiento a breve plazo y a
largo plazo (1992b: 122, 130). También se pidió a los sujetos que hicieran
juicios de semejanza entre tríadas de objetos con el fin de determinar «la
saliencia cognitiva relativa de la forma frente al material» (1992b: 136).
Al interpretar sus resultados, Lucy no postuló la intervención de imagi-
nería, esquemas o modelos cognitivos, pero sí habló de «disposiciones cog-
nitivas», «actuación cognitiva», «implicaciones cognitivas», conceptualiza-
ciones diferenciales de «una realidad común» y un concepto bastante
amplio de atención al número (1992b: 156). Quizá cuando más se acercó a
la imaginería fue al proponer la investigación de «toda una configuración de
significado» (1992b: 2). Sin embargo, el problema principal, tal como lo
definió, es relacionar la conducta lingüística con la conducta no lingüística
y con el «contorno contextual», en circunstancias controladas.
De modo que ¿qué son las disposiciones cognitivas por medio de las cua-
les podría descubrirse que el lenguaje ejerce su influencia sobre el pensa-
miento? Éstas se encuentran en la hipótesis de Lucy, donde se formulan
como la tendencia de los hablantes a prestar atención habitual al número:

Primero, los anglohablantes deberían prestar habitualmente más atención al


número de objetos de referencia que los hablantes de yucateca. En particular,
deberían fijarse habitualmente en una gama más amplia de tipos de referente
para los cuales tienen que indicar obligatoriamente el número. En segundo lugar,
los anglohablantes deberían atender relativamente más a la forma de los objetos,
y los hablantes yucatecas deberían prestar relativamente más atención a la com-
posición material de los objetos (1992b: 156).

Lucy concluía que «los resultados de la evaluación cognitiva estaban


consistentemente en línea con estas expectativas». Finalmente, respondía a
la pregunta general acerca de la influencia del lenguaje sobre el pensamien-
to, concluyendo que «la frecuencia de pluralización en cada lengua influye
tanto en la interpretación verbal de imágenes como en la no verbal» y que
«las estructuras léxicas subyacentes asociadas con la marca de número de
las dos lenguas ejercen cierta influencia sobre la interpretación no verbal de
los objetos» (1992b: 157).
Aunque la derivación de estas conclusiones a partir de las pruebas de
estímulo no carece de problemas, el objetivo de este apartado no es realizar
una crítica completa de las teorías boasianas, sino más bien caracterizar el
marco conceptual de la antropología lingüística. Por tanto, dejaré para
el capítulo 6, que se centra en la conexión de las len!~uascon la visión del
'.

39
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

mundo, la crítica) el resumen detallado de estas comparaciones y resulta-


dos sobre la expresión del número en maya yucateca e inglés.
Durante las tres décadas que van de los cincuenta a finales de los setenta,
los lingüistas estructurales americanos prácticamente excluyeron el signifi-
cado de su ámbito de interés, mientras muchos antropólogos lingüísticos
que escribían bajo la etiqueta de etnosemántiea o etnociencia se dedicaban
al estudio de dominios de significado organizados cultural mente, usando los
métodos del análisis componencial y la clasificación taxonómica sobre la
base de conjuntos de rasgos. El enfoque boasiano tal como lo practicaban
Lee, Hoijer, Mathiot, Lucy y otros pocos se convirtió solamente en una
parte minoritaria y no representativa de esa empresa. Quizá la publicación
de los dos volúmenes de Lucy anuncia el renacimiento del interés por el
planteamiento boasiano.

Etnosemántica

La etnosemántica fue la forma favorita de análisis lingüístico en antropología


durante los años sesenta y siguió siendo un modelo popular de interpretación
en los setenta. Muchos de sus artículos más fructíferos, representativos y sig-
nificativos están reunidos en Stephen A. Tyler (1969a) y Ronald W. Casson
(1981). En 1969, Tyler escribió sobre el fermento en la antropología que dio
origen a la etnosemántica: «Las revistas están llenas de artículos sobre análi-
sis formal, análisis eomponeneial, taxonomía folk, etnociencia, etnosemánti-
ea y sociolingüistica, por mencionar sólo algunos. Casi todos estos temas han
aparecido en el breve espacio de aproximadamente diez años, y con frecuen-
cia creciente en los últimos tres o cuatro años» (1969b: 1).
La etnosemántica, o etnociencia, es el estudio de los modos en que dife-
rentes culturas organizan y categorizan los dominios del conocimiento, tales
como plantas, animales y formas de parentesco. Tyler (1969b: 3) veía la
etnosemántica como parte de la antropología cognitiva, dedicada a «descu-
brir cómo organizan y usan sus culturas los diferentes pueblos» y a buscar
«los principios organizativos que subyacen a la conducta». Consideraba la
antropología cognitiva como una reacción contra las teorías que buscaban
las categorías de descripción en la lengua materna de los investigadores
antropológicos más que en las lenguas de los indígenas. En su fascinación
por las categorías indígenas del pensamiento, la etnosemántica tenía un
cierto regusto boasiano, pero sus métodos de investigación eran muy distin-
tos, al menos en comparación con los usados por los primeros boasianos.
Aunque la etnosemántica estaba movida por un fuerte interés por la cog-
nición, la mayoría de ~\uspracticantes no desarrolló, ni siquiera utilizó, una

40
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGíA LINGüíSTICA

teoría de la imaginería. Más bien, se centraron primariamente en la descrip-


ción de los sistemas de clasificación taxonómica folk y en el análisis de los
rasgos atomísticos de significado, produciendo a menudo análisis compo-
nenciales de los léxicos o las taxonomías folk que se proyectaban sobre
dominios semánticos importantes.
Un análisis componencial es una recopilación de términos sobre una
matriz de rasgos semánticos. A todos los términos que comparten el mismo
rasgo o combinación de rasgos se les asigna la misma posición en la matriz.
El resultado es un paradigma (Tyler 1969b). En uno de los tipos de enfoque,
el investigador parte del supuesto de que las culturas clasifican de modo dis-
tinto entidades con características objetivas semejantes (como estatus seme-
jantes de parentesco biológico), asignándoles diferentes posiciones en una
matriz de rasgos universales (como la basada en las dimensiones de sexo,
generación, linealidad, colateralidad y edad relativa). Alternativamente, el
investigador parte del supuesto de que culturas diversas clasifican esas enti-
dades (como el parentesco) de modos diferentes asignando términos a las
posiciones dentro de matrices compuestas por conjuntos de rasgos cultural-
mente distintivos, que constituyen sus significados denotativos. Anthony F.
C. Wallace (1969 [1965]), por ejemplo, mostró que un análisis psicológica-
mente válido de un conjunto de términos japoneses de parentesco exigía la
distinción entre nikushin 'parientes carnales' y kinshin 'parientes no carna-
les', una distinción que, en su definición específicamente japonesa, está
ausente del inglés y probablemente de la mayoría de las demás lenguas.
Una taxonomía es -una"disposición de términos en una jerarquía que va
desde lo más global hasta lo menos global, como cuando clasificamos
perros, lobos y zorros como tipos, o especies, de cánidos, y a los cocker spa-
niels y los collies como tipos de perros. Idealmente, cada clase posee todos
los rasgos de su clase superordinada y contrasta en uno o más rasgos con
otras clases del mismo nivel. Los antropólogos solían volver de su trabajo de
campo con taxonomías folk de plantas y animales, pero también se fijaban
en enfermedades, clases de espíritus, términos anatómicos e incluso clases
de trampas (Frake 1961; Berlin, Breedlove y Raven 1966; Frake 1969;
Spradley 1970; Berlin, Breedlove y Raven 1973; Berlin, Breedlove y Raven
1974; Saunders y Davis 1974; Turner 1974; Brown 1984; Berlin 1992).
Algunos etnosemantistas dedicaron mucho esfuerzo a determinar la dis-
tribución interlingüística de los términos básicos de colores (blanco, amari-
llo, rojo, verde, azul, negro y otros pocos) (Conklin 1964; Berlín y Kay
1969; Berlin 1970; Kay y McDaniel 1978; Kay, Berlin y Merrifield 1991;
MacLaury 1991; Lucy 1992a). Algunos intentaron establecer secuencias
evolutivas por las que entran en las lenguas los términos básicos de color o
los términos para plantas y animales (Berlin y Kay 1969; Berlin 1970;

41
OBJETNOS y CONCEPTOS

Brown 1977; Brown 1979; Brown y Witkowski 1981; Brown y Witkowski


1983; Brown 1984a, 1984b; Kay, Berlin y Merrifield 1991). Los términos
básicos de color se discuten con más detalle en el capítulo 5, dedicado a los
conceptos de lingüística cognitiva.
La etnosemántica se ha centrado típicamente de forma casi exclusiva en
la semántica léxica. Para reunir datos sobre los dominios léxicos, los etnose-
mantistas suelen utilizar un método de elicitación que Tyler (1969b) llamó
«elicitación controlada». Implica tener que aprender a hacer las preguntas
adecuadas en la lengua indígena. Un tipo característico de pregunta es
«¿Qué es esto?». Si la respuesta fuera «Un' cortador de brócoli», podríamos
preguntar entonces acerca de otro objeto: «¿También eso es un cortador de
brócoli?» y «¿Un cortador de brócoli es un tipo de trasto?». La pregunta
«¿Qué otras clases de X existen?» podría hacerse recursivamente sobre las
respuestas mismas a fin de obtener una taxonomía. Preguntas cuidadosa-
mente construidas que se han ido desarrollando en consulta constante con
los informantes indígenas pueden encajar casi por completo en los marcos
de referencia nativos. De este modo, el etnógrafo evita prejuzgar los resulta-
dos haciendo preguntas y estableciendo categorías pertenecientes sólo a su
propio marco de referencia.
Mientras que el análisis basado en rasgos impone una limitación impor-
tante a la etnosemántica, al realizar una abstracción excesiva sobre la rica
imaginería de la categorización humana, el método de elicitación controlada
puede ser su punto más fuerte. Sin embargo, la elicitación controlada aca-
rrea sus propios riesgos. Aplicada en forma demasiado estricta puede
excluir dimensiones importantes del pensamiento indígena si, por ejemplo,
el investigador está empeñado en identificar la relación semántica de inclu-
sión sin tener en cuenta semejanza, contigüidad, partibilidad (parte/todo),
funcionalidad u otras consideraciones sugeridas por los hablantes indígenas
mismos, tales como el parentesco de una clase de planta con otra. Por ejem-
plo, en las lenguas thompson y lillooet de la Columbia Británica, todas las
bayas mantienen relaciones de parentesco entre sí (Turner 1989).
A pesar del interés predominante por los paradigmas y las taxonomías
basados en rasgos, hubo desarrollos dentro de la etnosemántica que prefigu-
raban el surgimiento de la lingüística cognitiva o que fueron en paralelo con
ella. Mathiot estudió la cognición y la visión del mundo, pero utilizó una
metodología que pasó del descubrimiento de oposiciones semánticas a la
postulación de rasgos distintivos (1985: 136). Robert A. Randall (1976)
introdujo las nociones de «modelo de asociación de memoria» y de «ima-
gen vegetativa» para explicar por qué los samal de Filipinas no almacena-
ban información sobre plantas en forma de taxonomías. Algunos investiga-
dores utilizaron la teoría de prototipos (Bright y Bright 1969; Berlin 1992) o

42
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGÍA LINGüíSTICA

definieron las categorías indígenas en términos de la utilidad percibida de


sus referentes, en vez de basarse solamente en los atributos de la forma físi-
ca (Hunn 1985; Tumer 1989; Tumer 1992). Antes que ellos, Floyd G.
Lounsbury (1964) había argumentado que los términos de parentesco para
parientes lejanos en los sistemas del tipo crow-omaha podían verse como
extensiones semánticas sistemáticas de los términos para parientes próxi-
mos prototípicos. Este acercamiento a la terminología del parentesco, deno-
minado «hipótesis extensionista», se discute con más detalle en el apartado
sobre «categorías generativas» del capítulo 5. John A. Lucy y Richard A.
Shweder (1981 [1979]) defendieron la relatividad lingüística de Whorf en lo
referente a la terminología del color, argumentando que la memoria cromá-
tica está más determinada por los términos y los significados culturalmente
definidos que por la percepción de los colores focales con base innata. En el
capítulo sobre conceptos describiré un argumento lingüístico cognitivo muy
similar propuesto recientemente por Anna Wierzbicka (1990).
Michael Agar (1973) teorizó que las palabras de la cultura de la droga,
tales como hustle 'conseguir dinero ilegalmente', cop 'comprar heroína' y
get-off 'inyectarse heroína' se definían en términos de acontecimientos.
Cada acontecimiento era un prerrequisito para el siguiente, y cada uno tenía
también otros prerrequisitos. Una lectura cuidadosa de su obra sugiere que
su idea era que los acontecimientos enlazados que conformaban su teoría
eran cognizados o imaginados por los hablantes; no eran acontecimientos
documentados por observadores independientes. Desgraciadamente, desde
nuestra perspectiva, más que preguntar cómo se relaciona la cognición de
los acontecimientos con los significados de las palabras, dos de sus pregun-
tas lo alejaban del lenguaje per se acercándolo a la cultura y la actuación:
«¿cómo se relaciona esta estructura con las actuaciones reales?» y «¿cómo
selecciona un yonqui entre prerrequisitos posibles?» (1973: 24). En una
obra reciente muy popular, Agar (1994) volvió a retomar estos datos sobre
la cultura de la droga y trabajó en sentido contrario, hacia el lenguaje.
Charles O. Frake, cuyo trabajo sobre la etnosemántica de la terminología
de enfermedades en los subanun ejerció una influencia excepcional, defen-
día en 1977 la consideración de la cultura como «un conjunto de principios
para crear dramas, para escribir guiones y, desde luego, para reclutar actores
y audiencias [cursiva añadida]» (1981: 375-376). Consideraba esta nueva
dirección no como una entrega a los enfoques simbólicos e interpretativos,
sino como una expansión de las perspectivas cognitivas de la etnociencia.
Keith Basso (1976) descubrió que las metáforas apaches sólo pueden enten-
derse comprendiendo la clasificación apache de los seres animados; y Gary
Witherspoon (1980) bosquejó la jerarquía de control en la visión del mundo
de los navajos para explicar el uso de las construcciones activas .( pasivas.
-,
43
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

Pero a pesar de estos experimentos paralelos con el análisis perceptual y


el de prototipos, la nueva defensa de Whorf y el descubrimiento de los guio-
nes culturales, la etnosemántica nunca se volvió hacia la imaginería o los
esquemas imaginísticos. De hecho, los métodos de análisis oscurecían a
menudo las bases imaginísticas de los dominios semánticos. Hasta hace
muy poco, la etnosemántica y la antropología cognitiva no consiguieron
aprovechar las implicaciones de los guiones culturales para interpretar el
lenguaje y unificar el estudio del lenguaje y la cultura.
No todos los antropólogos lingüísticos estaban satisfechos con el estado
de la teoría en este periodo. Paul Friedrich (1975: 235), por ejemplo, lamen-
taba la insuficiencia de «la actual opción entre sintaxis lógico-transfor-
macional, sociolingüística de orientación estadística y taxonomías del
antropólogo». Abogaba por el reconocimiento de la no arbitrariedad de los
símbolos léxicos, para poder aplicar la lingüística al uso creativo del lengua-
je, especialmente a la creatividad poética y a las «relaciones de la estructura
fonética y léxica con el mundo real y con los sistemas más profundos de sig-
nificado en los códigos semántico y cultural» (1975: 235-236). La influen-
cia de la etnosemántica sobre la antropología se desvaneció en los años
ochenta según fueron ganando popularidad los enfoques simbólico e inter-
pretativo. La antropología lingüística se apartó de la semántica léxica hacia
la EH, desplazándose hacia la sociolingüística centrada en el discurso .'

La etnografía del habla

Desarrollada durante los años sesenta y setenta, la EH asume que los


hablantes aplican recursos lingüísticos a fines sociales en situaciones cultu-
ralmente definidas. La EH proporciona una necesaria dimensión de contex-
tualización social y una perspectiva dinámica que falta en gran medida en
los estudios relativamente estáticos de los vocabularios indígenas que carac-
terizan a los enfoques etnosemánticos. Pero la EH es poco mejor que la
etnosemántica en la conceptualización del papel de la imaginería cultural-
mente definida del lenguaje. Fines sociales, estilos de habla, actos de habla
y situaciones se toman a veces como el contenido de constructos (emic)
folk, pero al parecer más frecuentemente aún como categorías (etic J, analíti-
cas fundamentales de la teoría. Esta ambigüedad emicl etic sale a relucir en
los escritos de Dell Hymes y sus seguidores.
El enfoque de la EH fue articulado inicialmente por Hymes en una serie
de influyentes artículos de los sesenta y los setenta (1962, 1970, 1971,
1972, 1974a, 1974b). En ellos, Hymes hacía explícita la conexión entre len-
gua y cultura, pero, a diferencia d\~Boas, parecía no incluir como inte-
\
-,

44
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGÍA. UNGÜfSTICA

rés fundamental suyo los «fenómenos mentales» (es decir, la cognición).


Hymes (1971: 340) trataba el habla como un sistema de conducta cultural,
pero él mismo no se dedicó al estudio del lenguaje y la cultura como psico-
logía o cognición. En cambio, puso de relieve la importancia de estudiar los
actos de habla, el discurso y la actuación (como enacción de formas poéti-
cas), todo ello situado en contextos sociales. Es precisamente este programa
el que ha llegado a dominar la antropología lingüística.
Hymes argumentaba que la competencia lingüística de los hablantes no
sólo incluye la capacidad de producir una sintaxis apropiada, como había
propuesto elgenerativista Noam Chomsky, sino también la capacidad de
usar el lenguaje pragmáticamente en contextos sociales y culturales. Puso
de relieve «la prioridad de la perspectiva funcional» y el papel del habla en
«la mediación entre personas y sus situaciones», frente a la visión en la que
el lenguaje sólo mediaría entre sonido vocal y significado (1971: 65). Los
especialistas que usaban el enfoque de Hymes recogieron y documentaron
muchos fenómenos del habla que solían quedar fuera del ámbito de interés
de la lingüística dominante, como el hablarles a las piedras en la cultura
ojibwa, el «tiempo indio», la charla callejera negra, el lenguaje ritual, el
lamento fúnebre y otros muchos géneros (Hymes 1974a, 1974b; Sherzer y
Urban 1986; Sherzer 1987; Abrahams 1989; Philips 1989). Hymes mismo
(1981) examinó la actuación y las formas poéticas de las narraciones chi-
nook.
Hymes nunca negó la importancia de la cognición, o «conocimiento», en
el lenguaje. De hecho, incluyó obras boasianas y etnosemánticas en su anto-
logía, ampliamente leída, y concedió al mismo Boas el crédito de definir
«casi todo el ámbito de la antropología lingüística americana hasta el pre-
sente» (1964a). Comentó favorablemente. las descripciones estructurales y
los análisis contrastivos de etnocientistas como Harold Conklin y Charles
Frake y planteó la cuestión del «grado en que las categorías cognitivas de un
pueblo hallan expresión patente en formas lingüísticas» (1964b: 97; véase
también 1974: 11-12). Pero dejó el estudio cognitivo del lenguaje a los etno-
cientistas 2, quienes nunca articularon sus teorías para incluirlas en la EH.
En su mayor parte, siguieron con el análisis contrastivo y componencial de
los sistemas de nomenclatura (parentesco, colores, botánica, enfermedades)
y no produjeron teorías cognitivas de la gramática, el discurso o el hablar,
aunque al menos Frake (1969a), como ya se ha indicado, sí que habló de la
cultura como «un conjunto de principios para crear dramas, escribir guiones
y, desde luego, reclutar actores y audiencias». Mientras que los etnocientis-
tas se centraban sobre todo en los análisis componenciales y taxonómicos

2 Comunicación personal (1992).


\ -,

45
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

de las nomenclaturas y Hymes nos hacía conscientes de que el habla es


acción social, la antropología siguió dejando a un lado el estudio cognitivo
de la mayoría de aspectos del lenguaje.
Más que presentar una teoría explicativa, Hymes abogaba por una «teo-
ría descriptiva» dirigida a producir una taxonomía de lenguas. La teoría des-
criptiva es esencialmente una lista de control lingüística; el etnógrafo debe-
ría documentar escenarios, participantes, fines, secuencias de actos, claves,
instrumentalidades, normas y géneros. En el marco teórico de Hymes
(1971: 64), el escenario (setting), que se refiere a «tiempo y lugar, o escena
definida culturalmente», parece equivalente a lo que otros denominan situa-
ción. Instrumentalidades es una categoría compleja que incluye canales
(oral, escrito, etc.) y formas de habla (lengua, dialecto, código, variedad,
registro). Claves se refiere, de forma un poco vaga, al tono, la manera o el
espíritu.
Como estas categorías no reflejaban un interés demasiado grande por las
representaciones, ideas, imágenes, esquemas, marcos o gestalts, no está
claro dónde encajaría exactamente la lingüística cognitiva en el enfoque de
Hymes. De modo que, si aceptamos la validez de la conexión boasiana entre
el lenguaje y los fenómenos mentales, debe admitirse que la EH tal como la
define Hymes era un enfoque incompleto que podría beneficiarse de la teo-
ría cognitiva. En el capítulo 7 mostraré cómo la lingüística cognitiva contri-
buye al estudio de los actos de habla, los fines, las secuencias de actos y los
géneros, dando a cada uno una definición relativa al concepto de escenario
del discurso.
No deseo dar a entender que los estudiantes de EH y el campo más
amplio de la etnografía de la comunicación no hayan mostrado interés algu-
no por la cognición, porque tal interés está implícito en la idea de competen-
cia comunicativa. Muriel Saville-Troike (1989: 21) presentó una definición
de competencia comunicativa que abarca

el conocimiento y la expectativa de quién puede o no puede hablar en ciertos


escenarios, cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio, a quién se puede
hablar, cómo se puede hablar a personas de diferentes estatus y roles, qué con-
ductas no verbales apropiadas existen en diversos contextos, cuáles son las ruti-
nas de cambio de turno en la conversación, cómo pedir y dar información, cómo
solicitar algo, cómo ofrecer o rechazar ayuda o cooperación, cómo dar órdenes,
cómo imponer la disciplina, y similares ~sto es, todo lo que se refiere al uso
del lenguaje y otras dimensiones comunicativas en escenarios sociales particu-
lares.

Esta definición sugiere una fuerte orientación cognitiva. Saville-Troike


(1989: 24) también esbozó los componentes del «conocimiento compartido

46
TRES TRADICIONES DE LA ANTROPOLOGÍA LINGOfSTICA

que deben poseer los hablantes a fin de comunicarse apropiadamente». Es


como sigue:

1. Conocimiento lingüístico:
(a) Elementos verbales.
(b) Elementos no verbales.
(e) Patrones de elementos en acontecimientos de habla determina-
dos.
(d) Gama de posibles variantes (en todos los elementos y su organi-
zación).
(e) Significado de las variantes en situaciones determinadas.
2. Destrezas de interacción:
(a) Percepción de rasgos salientes de las acciones comunicativas.
(b) Selección e interpretación de formas apropiadas para situaciones,
papeles y relaciones específicos (reglas para el uso del habla).
(e) Organización y procesos discursivos.
(d) Normas de interacción e interpretación.
(e) Estrategias para alcanzar objetivos.
3. Conocimiento cultural:
(a) Estructura social.
(b) Valores y actitudes.
(e) Mapas/esquemas cognitivos.
(d) Procesos de enculturación (transmisión de conocimientos y des-
trezas).

Pese a que Saville- Troike reconoció explícitamente que la descripción


necesitaba de la competencia comunicativa como conocimiento o como
expectativas, también ella definió sus unidades de análisis, no en términos
de teoría cognitiva, ni siquiera de teoría folk, sino más bien en términos de
las categorías de Hymes, más pragmáticas y conductales. En sus estudios
de casos y sus ejemplos, la competencia comunicativa se combina con las
descripciones conductales. Sin embargo, sí que discutió el problema de
cómo acceder a las interpretaciones indígenas a partir de datos etnográficos
(1989: 133).
Igual que la lingüística cultural, la EH está interesada por las intencio-
nes, el contexto sociocultural y las concepciones culturales del discurso
mismo. Por ejemplo, Alessandro Duranti (1988: 253) señaló que las contri-
buciones teóricas de la EH «se aglutinan en torno al estudio del discurso en
situación, es decir, se considera que la actuación lingüística es el lugar
donde se emplaza la relación entre el lenguaje y el orden sociocultural».
Charles Goodwin y Duranti (1992: 25) afirmaron que el enfoque de la EH

47
OBJETIVOS Y CONCEPTOS

para el estudio de los acontecimientos de habla se fundamenta en categorías


definidas culturalmente. Igual que la lingüística cultural, la EH rechaza las
categorías universales fijas (Duranti 1988: 268).
Aunque Duranti tenía razón en que la teoría contemporánea rechaza las
categorías universales fijas, quizá exageraba su defensa de Hymes, quien
estaba claramente interesado por el desarrollo de categorías descriptivas
universales y de las generalizaciones basadas en aquéllas. Por ejemplo,
Hymes (1972: 51-52) escribió sobre la necesidad de «una teoría general de
la interacción de lenguaje y vida social» y de la necesidad de una «etic... de
términos y tipos, como input para la descripción», y afirmó que «igual que
una teoría de la gramática tiene que poseer sus términos universales, tam-
bién debe tenerlos una teoría del uso del lenguaje». Por otro lado, Hymes
(1972: 49) también propuso que serían «estos rasgos y dimensiones, más
que constelaciones particulares de ellos», los que resultarían universales.
Mientras que los estudios realizados dentro del marco teórico de Hymes
tienen un valor innegable como etnografía lingüística, la EH no es aún una
teoría del lenguaje estrictamente articulada. Como mejor se puede describir
es como un enfoque exhaustivo y ecléctico, que, de forma un tanto vaga,
toma prestados los métodos de la lingüística y la etnografía estructurales y
su teoría de la lingüística, la antropología cultural, la filosofía y la sociolo-
gía 3. Creo que la EH ganaría en coherencia incorporando explícitamente los
principios de la lingüística cognitiva. Por tanto intentaré forjar algunas
conexiones conceptuales entre ambas. Entre estas conexiones ocuparán un
lugar fundamental los conceptos de escenario del discurso y modelo de
situación (definidos en el capítulo 7).
En resumen, las tradiciones de la lingüística boasiana, la etnosemántica
y la EH comparten un interés por el punto de vista del indígena. El proble-
ma es potenciar el programa de Whorf, evitar el objetivismo de la etnose-
mántica y añadir precisión a la EH. Una síntesis lingüística cultural es posi-
ble. Se basa en la integración de estos tres enfoques con la lingüística
cognitiva contemporánea. Pero primero intentemos comprender mejor qué
puede ofrecerle la lingüística cognitiva a la lingüística cultural.

3 Véase, por ejemplo, Goodwin y Duranti (1992),


\ \
\'.

48

También podría gustarte