Koval-La Condición Humana en La Era Tecnocientífica

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La condición humana en la era tecnocientífica

Deseos, necesidades y representaciones sociales

Un estudio exploratorio

Por Santiago Koval

La desvalorización del
mundo del hombre crece en
proporción directa a la
valorización del mundo de
las cosas.

Karl Marx, Manuscritos


económico-filosóficos de
1844.

El determinismo tecnológico (la noción de que el factor técnico determina, de


forma causal y unidireccional, los cambios sociales y culturales) parte del error
de suponer que los inventos surgen aislados de su medio, es decir, que los
objetos técnicos no son sociales. La compleja relación que se establece entre
técnica y sociedad ha sido estudiada de manera profunda por Patrice Flichy,
sociólogo y comunicólogo francés que ha sostenido que el determinismo
tecnológico no tiene precisamente en cuenta el hecho de que en la arquitectura
técnica de cualquier ingenio están ya implicadas las representaciones de la
sociedad que lo produce. Desde esta perspectiva, la técnica nace embebida en
lo social: los usos y prácticas sociales (en suma, las necesidades, deseos y
anhelos humanos) están, desde un comienzo, insinuados en las matrices
tecnológicas (Flichy 2006).
Esto supone aceptar, entre otras cosas, que los inventos técnicos no
determinan los cambios sociales, sino que, al revés, las transformaciones

Doctorando en Sociedad de la Información y el Conocimiento de la Universitat Oberta de Catalunya.


Magister en Investigación de Mercado y Data Mining por la Alma Mater Studiorum - Università di
Bologna. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Andrés. Investigador y
docente de la Universidad de Buenos Aires. Autor de La condición poshumana: camino a la integración
hombre-máquina en el cine y en la ciencia (Editorial Cinema, 2008) y Manual para la elaboración de
trabajos académicos. Investigar y redactar en el ámbito universitario (Grupo Editorial Temas, 2011).

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sociales prefiguran las características y los usos de la tecnología. Entre técnica
y sociedad no existe un determinismo causal; antes bien, se establece entre
ambas una relación dialéctica de mutuo condicionamiento o de interproducción.
Los objetos técnicos, en tanto, dicen cosas acerca de nosotros mismos. Esto
es: si en los inventos técnicos hay implicadas representaciones sociales, una
observación atenta a las características de nuestros dispositivos podría
permitirnos ensayar un diagnóstico acerca del modo en que nos constituimos
como seres humanos, acerca de la forma en que nos percibimos a nosotros
mismos y respecto de la manera en que interactuamos socialmente con los
otros. La técnica es una expresión de la condición humana.
Al respecto, la era tecnocientífica en que hemos ingresado
aceleradamente desde la década de 1970 se presenta, probablemente, como
un espacio de observación privilegiado. Las metáforas que describen nuestro
actual estado tecnológico no hacen otra cosa que celebrar, desde una mirada
positivista, las bondades del progreso tecnocientífico. Así, se han instalado
definiciones genéricas usadas para describir un nuevo paradigma en el que la
tecnología forma parte esencial de nuestra sociedad, y esto con beneficios
pretendidamente utópicos, entre otras: "Aldea global", "Sociedad de la
Información", "Sociedad del Conocimiento", "Sociedad Red", "Era
Posindustrial".
Paralelamente al surgimiento de estas metáforas de lo humano basadas
en una definición de la técnica (esto es, a las definiciones técnicas de lo
humano), han surgido paradigmas alternativos basados en lo social que ubican
al ser humano en una posición un tanto menos positivista y que suponen que
las relaciones sociales contemporáneas distan de ser utópicas; por el contrario,
proponen la idea de que la condición humana estaría atravesando, en un
contexto transitado por las llamadas Tecnologías de la Información y el
Conocimiento, un estado de vacuidad existencial marcado por el ritmo
acelerado de un mercado de consumo capitalista. Entre otras, se han sugerido
nociones como las de "Sociedad del espectáculo" (Debord 2003 [1967]), "Era
del vacío" (Lipovetsky 2002 [1983]), "Homo consumens" (Fromm 1984),
"Sociedades insatisfechas" (Heller 1988) y "Modernidad líquida" (Bauman

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1999), que describen, en conjunto, un nuevo estadio de humanidad definido por
un vacío de deseos y satisfacciones que se centra, particularmente, en el
individualismo, en la difusión de las prácticas del ocio, en la profusión de los
simulacros y las representaciones icónicas, en la falta de ideales utópicos, en
las relaciones humanas superfluas y mediadas, y en el consumo frívolo y
conspicuo de bienes y servicios.
A propósito, cabe recordar que los productos de la técnica son, en una
de sus dimensiones constitutivas, objetos de consumo y, como tales, objetos
de deseo fabricados por un sistema de producción industrial. Objetos
producidos, en tal sentido, por un modelo orientado a generar una perpetuación
en las insatisfacciones humanas; un esquema de consumo que apunta a que
los deseos se vean constantemente postergados; que genera, en tanto, su
propia permanencia a partir de una extensión indefinida del deseo (Heller 1988;
Williams 1992).
Tenemos hoy a nuestro alcance un conjunto de objetos de consumo que
cargamos a todo momento como partes accesorias de la identidad:
computadoras, teléfonos móviles, pantallas, dispositivos de memoria,
aplicaciones lúdicas, terminales telemáticas, grabadoras, filmadoras y cámaras
fotográficas; todos, a un tiempo, accesibles a través de una red informática que
cubre, con su manto reticular, gran parte de las sociedades industriales
contemporáneas. Se trata de la consolidación de una pantalla ubicua (Levis
1999) que ha quedado instalada, de este modo, a partir de la difusión masiva
de dispositivos puestos en circulación comercial a fin de funcionar como
soportes omnipresentes de la interacción humana; una interacción celebrada,
indefectiblemente, como el triunfo democrático de un sistema mediático de
alcance global.
¿Qué dice, pues, nuestra técnica contemporánea acerca de nosotros
mismos? ¿Qué dice de nuestros deseos, necesidades y representaciones? En
su estudio de la tecnología contemporánea, Flichy (2006) ha reconocido que
nuestros inventos técnicos contemporáneos (principalmente, el ordenador
personal, los teléfonos móviles e Internet) expresan una tendencia social al
individualismo conectado: células atomizadas que acceden de forma individual

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a una red de relaciones; terminales informáticas dispuestas con ordenación
reticular a través de nodos distribuidos de conexión.
Soledades humanas, podríamos decir, puestas en común (comunicadas)
a través de relaciones mediadas por una máquina universal que son, en tanto
tales, efímeras, transitorias, volátiles, recortadas e intermitentes. Soledades en
masa: seres humanos configurados a partir de un proceso de personalización
(Lipovetsky 2002 [1983]) que tiende a hacer prevalecer a un yo aislado cuya
única razón de existencia es la realización de sus deseos personales. Seres en
proceso de realización individual que desean estar inminentemente solos pero
que necesitan, para su consumación, del vínculo con el Otro. Sociedad del
aislamiento intolerable anticipada, premonitoriamente, por Gilles Lipovestky en
1983:

"«Déjame sola», deseo y dolor de estar solo. Así


llegamos al final del desierto; previamente atomizado y
separado, cada uno se hace agente activo del desierto,
lo extiende y lo surca, incapaz de «vivir» el Otro. No
contento con producir el aislamiento, el sistema
engendra su deseo, deseo imposible que, una vez
conseguido, resulta intolerable: cada uno exige estar
solo, cada vez más solo y simultáneamente no se
soporta a sí mismo, cara a cara. Aquí el desierto ya no
tiene principio ni fin" (Lipovestky 2002 [1983], 48).

De esta forma, sobre la base de una soledad que exige, no obstante, un anhelo
voluntario de intersubjetividad, se han hecho habituales los espacios de
interacción simultánea a través de dispositivos omnipresentes: entornos
conectivos que demandan la presencia de un Otro interpelado, a un tiempo,
presente-ausente en la otra punta del canal técnico. Herramientas de
mensajería instantánea devenidos objetos de consumo globalmente accesibles
que dan lugar, por su propia naturaleza técnica, a relaciones casuales,
irreflexivas, efímeras y ligeras. Dispositivos que capturan, a vuelo de pájaro, la

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expresividad irrefrenable de un sentimiento individual que brota en cada acto
humano, un expresionismo ubicuo defendido hoy como socialmente deseable.
En tanto, mediadas por el dispositivo técnico omnipresente, nuestras
relaciones humanas contemporáneas se expresarían, técnicamente, a través
de lo que podemos llamar, siguiendo a Baudrillard (1978), el simulacro de la
presencia. Simulacro en fin, porque en ellas el Otro no se hace presente:
solamente está siendo restituido por el aparato; con todo, simulacro de una
presencia que aspira a ser, lo más que puede, indicialmente reivindicada.
Dispositivos de comunicación simultánea1 que generan la ilusión de una
instantaneidad que solo existe en la relación interpersonal presencial; que
aspiran, de alguna forma, a disimular la ausencia de un Otro necesariamente
incompleto; que buscan recuperar, pues, la carne negada del Otro.2
Sociedades organizadas, técnicamente, alrededor de simulacros de
presencias. Sociedades que pretenden recuperar, a través del artificio, los
lazos humanos que hemos perdido. Sociedades contemporáneas que,
inadvertidamente, han errado el camino: no conformes con buscarlo a la
manera natural (esto es, en el vínculo humano cargado de cuerpo), hemos
optado por recomponer al Otro a través de canales artificiales que no hacen
más que alejarlo y devolverlo encogido, que acaban por recortar,
inevitablemente, su verdadera condición humana.

1
En particular, a través de algunas de las aplicaciones comercialmente difundidas, entre otras: Whatsapp,
Skype, Blackberry Messenger, Facebook Messenger.
2
En este sentido, es dable pensar que en los mensajes instantáneos que circulan a través de nuestros
dispositivos contemporáneos lo que importa no es tanto el mensaje en sí mismo, sino, más bien, la
restauración de una instantaneidad que se ha perdido: la recuperación de una pureza que solo existe en la
comunicación cara a cara.

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Bibliografía

• Bauman, Zygmunt. 1999. Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de


Cultura Económica.
• Baudrillard, Jean. 1978. Cultura y simulacro. Barcelona: Editorial Kairós.
• Debord, Guy. 2003 [1967]. La sociedad del espectáculo. Valencia: Pre-
Textos.
• Flichy, Patrice. 2006. "El individualismo conectado. Entre la técnica
digital y la sociedad", Telos n° 68.
• Fromm, Erich. 1984. Sobre la desobediencia y otros ensayos. Buenos
Aires: Paidós.
• Heller, Ágnes. "Sentirse satisfecho en una sociedad insatisfecha. Dos
notas". En Heller, Ágnes y Ferenc, Fehér. 1988. Políticas de la
postmodernidad. Ensayos de crítica cultural. Barcelona: Península, pp.
162-197.
• Lipovetsky, Gilles. 2002 [1983]. La era del vacío. Buenos Aires:
Anagrama.
• Levis, Diego. 1999. La pantalla ubicua: comunicación en la sociedad
digital. Buenos Aires: Ciccus/La Crujía.
• Marx, Karl. 2004. Manuscritos económico-filosóficos de 1844.
Introducción y traducción de Miguel Vedda. Buenos Aires: Ediciones
Colihue.
• Williams, Raymond. 2004 [1960]. "El sistema mágico". Revista Telos no.
61.

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© Santiago Koval 2013

Doctorando en Sociedad de la Información y el Conocimiento


(Universitat Oberta de Catalunya)

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