1427-Texto Del Artículo-3995-1-10-20220902
1427-Texto Del Artículo-3995-1-10-20220902
1427-Texto Del Artículo-3995-1-10-20220902
latinoamericanos
ARTÍCULOS
SOBRE LA ANTICIPACIÓN EN LA
LITERATURA
ON ANTICIPATION IN LITERATURE
Luciana Martinez
IECH,
CONICET-UNR Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Rosario.
Investigadora Adjunta del CONICET y
docente de Estética en las carreras de grado en Bellas Artes y Letras, UNR. Es autora de trabajos que
versan sobre
las relaciones entre literatura y ciencia, entre los que se destaca La doble rendija. Autofiguraciones
científicas de
la literatura en el Río de la Plata (Prometeo,
2019). Contacto: [email protected]
ORCID: 0000-0003-2625-0289
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
ABSTRACT
KEYWORDS
Despite the fact that the concept of "anticipation literature" has been often and
insistently revisited
in recent times by critics specialized in science fiction (and related literary
manifestations), the entity Anticipation Literature or nature of such anticipation is seldom specified
with clarity. It is a problematic qualifier that
jeopardizes the historical proclamation of the autonomy of art and that, if one goes
through the history Autonomy of aesthetics, is associated with a wound inscribed in the
beginnings of the field itself; a wound that
returns in several forms throughout its development. The objective of this work is,
consequently, to Aesthetics carry out an ordering of this problem from the reading of
different historical and current critical
Science fiction discourses, as well as (and fundamentally) central proposals from the field of
aesthetics.
Utopia
I.
La proliferación de escrituras que hoy se acercan al registro de la distopía
ha convocado una reflexión crítica que retoma con cada vez mayor
asiduidad la categoría de “literatura de anticipación”, sin no
obstante precisar del todo qué entidad tiene el epíteto que acompaña a la
ficción. Qué estatuto tiene esa “anticipación” que sucede en el seno de la
literatura, es algo que queda siempre en el terreno de lo inexplícito. Es de
esperarse, puesto que el término genera una incomodidad en
relación con la autonomía del arte y, en un espectro más amplio,
reaviva un fantasma que recorre la historia de la estética. Revisar por eso
sus formulaciones puede darnos algunos indicios para arriesgar una
explicación sobre este problema que se desarrolla junto con la estética
desde sus orígenes; y que el ejercicio crítico proyecta, acaso
inadvertidamente.
El texto inaugural sobre la distopía en Argentina que publica
Fernando Reati en la primera década del nuevo milenio es elocuente con
respecto a ciertos puntos: no sin antes deslizar en el mismo párrafo que
“Einstein señaló en alguna oportunidad que la imaginación ofrece uno de
los mejores caminos de acceso al conocimiento”, Reati sostiene que
“[los] textos de ficción anticipatoria imaginan futuros posibles desde la
certeza intuitiva que presta la obra literaria” (2006: 13) y que son
asimismo “muchos los casos sorprendentes de obras de anticipación que
parecen ‘adivinar’ el futuro” (20). La asignación bastante
sintomática a la imaginación de una función gnoseológica o incluso
epistemológica (que se podría disculpar como eventual exceso retórico),
encuentra su remate en una sugerente reivindicación adivinatoria o
profética de la literatura, de corrección política dudosa (desde el punto de
vista de ciertas premisas de la crítica, claro está), apenas salvada por las
comillas. Nobleza obliga, sin embargo, hay que conceder que resulta al
menos curioso que el escritor checo Karel Čapek tenga la patria potestad
del primer robot de la historia, Cyrano de Bergerac la del viaje a la Luna
y H.G. Wells la del tanque de guerra. A este escritor británico
amante de las posibilidades de lo imaginario, le debemos asimismo
la primera torción espacio-temporal; La máquina del tiempo esbozará en
la ficción un conjunto de ideas e imágenes de universo con el que luego
nos familiarizará más formalmente la teoría de la relatividad. Así
podríamos seguir enumerando. En estos hechos indiscutibles pero
indecidibles se fundamentan los silencios y las disculpas implícitas
1 El término “ficción especulativa” es por cierto también de larga data. Damon Knight en In Search of
Wonder (1956) es quien primero arriesga una definición, que luego será retomada por Judith Merril
para pensar las nuevas narrativas emergentes en la década del 60 (la New Wave Science Fiction) que
se alejaban temática y formalmente de los cánones de la ciencia ficción clásica campbelliana. Como
dice Pablo Capanna en la primera historia de la ciencia ficción escrita en español (El sentido de la
ciencia ficción, 1967), el término es seductor pero vago, por lo que no termina resultando productivo
en el análisis. La detección de este problema no significó, sin embargo, obstáculo alguno para que el
concepto volviera a recorrer las páginas de las revistas argentinas de ciencia ficción El Péndulo y
Minotauro (segunda época) durante la década del 80 (Martínez, 2010), en las que Capanna participaba
con asiduidad. A pesar de las idas y vueltas, esto que comentaba tempranamente el autor sigue a mi
entender vigente. Sin que medie un esfuerzo de precisión crítica profunda, hablar de literatura de
“especulación” seguramente nos conduzca a un lugar tan incierto como hacerlo en términos de
“anticipación”.
2 Quien se despega con inteligencia del problema de la anticipación es Mariana Catalin. Con la
destreza argumental que la caracteriza, en un trabajo de reciente publicación habla de configuraciones
literarias (a propósito de Coelho, Pinedo y Ríos) que no reclaman una comprobación anticipatoria,
sino donde el problema es más bien la indefinición antes que la realización: “el énfasis recala en lo
que siempre se estuvo por escribir antes que en lo que, de hecho, se escribió (…) sin dejar de jugar
con el final en función de la lógica del horizonte, podemos escapar a la comprobación de la
anticipación o de la premonición” (2022: 122-123). Más allá de que a Catalin la convocan
evidentemente otros intereses críticos, la voluntad de rodeo del problema es a mi entender sintomática
respecto de la importancia aplastante que suele tener el mismo.
3 Antes de que la ciencia ficción se volviera un objeto respetable en las universidades estadounidenses,
los y las escritoras de género eran las “cenicientas” de la literatura: “we, the descamisados of the
fiction field”, dice Sheckley en un ciclo de conferencias organizado por Peter Nicholls en 1975 en el
Instituto de Artes Contemporáneas de Londres. La intervención de Sheckley es luego traducida por
Carlos Gardini para la revista El Péndulo número 2 (julio de 1981). Le agradezco a Andrés Pacheco
haberme brindado un dato de importancia en lo referente a la traducción del original.
II.
En su prólogo a la antología crítica Escalera al cielo. Utopía y ciencia
ficción (1994), Daniel Link comunica una idea, simple pero contundente,
con la que no he podido más que coincidir siempre. Es curioso cómo
sobre estas manifestaciones literarias, más que sobre cualquier otra
expresión, suele recaer casi sin excepción un imperativo de
definición en apariencia insorteable que, sin embargo, pocas veces
reviste real interés a la hora de generar una lectura productiva de los
textos. Por el contrario, recorrer en este caso ciertas caracterizaciones que
se han realizado de la ciencia ficción y la utopía tal vez ayude a iluminar
el problema general sobre cómo se ha leído el estatuto de la anticipación
en la literatura.
Sobre las diferencias (irresolubles generalmente en la práctica) entre
ciencia ficción y utopía solo haré algunos comentarios a fines operativos.
Lo que podría entenderse como un motivo cognitivo, que suele ser de
muy amplia extracción epistemológica, representa un aspecto medular
sin el cual el universo extrapolativo del relato de ciencia ficción, como
sabemos, no sería tal. Se trata de un rasgo distintivo que ha sido
señalado sin excepción, aunque bajo diferentes matices, como
“garantía científica” (Link, 1994), “novum cognitivo” (Suvin,
1984), “efecto cognitivo” (Freedman, 2000), etc., conceptos sobre
los que volveré en breve. Considerar la acentuación del motivo
cognitivo, por ejemplo, haría de un texto leído históricamente en clave
utópica como Nueva Atlantis (1626) de Francis Bacon (precursor de la
5 En “La postulación de la realidad” (1931), si recordamos, ya Borges pone a Wells como ejemplo del
tercer tipo de postulación clásica de la realidad. Se trata de la invención imaginativa circunstancial,
que permite visualizar por ejemplo las desafortunadas implicancias que acarrearía la cotidianeidad
para un hombre cuya ontología se fundase en su imperceptibilidad visual. Borges hace expresa
referencia, claro está, a la conocida novela del escritor británico, El hombre invisible.
6 El “mito platónico” –diferente del mito clásico entendido en oposición al logos– es propuesto por
Platón (Gorg. 523a y Rep. [mythos, 621b8]) como “verdadero en un sentido decisivo […] para
comunicar su verdad más alta, que por serlo debe ser mostrada, no demostrada.” (Poratti, 2000: 14).
7 Como comentan Frank y Fritzie Manuel (1981), y Jameson retoma (2009), la idea de utopía adquirió
una connotación claramente peyorativa en el contexto del pensamiento comunista. En su afán por
limitar los alcances del pensamiento utópico que fue contemporáneo al socialismo científico (Mijaíl
Bakunin, Eugen Dühring, Max Stirner, Bruno Bauer, entre varios otros), y que según éste reflejaba un
total desconocimiento sobre las condiciones sociales objetivas y un obstáculo para el desarrollo
histórico, Marx y Engels se vieron en la necesidad de diferenciarse de los antiguos socialistas y
comunistas del siglo XVII. Principalmente de Robert Owen, Henri de Saint-Simon y Charles Fourier,
como consta en “Del socialismo utópico al socialismo científico” (1876-1880). Sin embargo, si se
revisan las obras completas de ambos, estas embestidas se combinan en numerosas ocasiones con
elogios: “El socialismo teórico alemán nunca olvidará que camina sobre los hombros de Saint-Simon,
Fourier y Owen, los tres hombres que, a pesar de sus fantasías y utopismos, han de ser incluidos entre
las mentes más representativas de todos los tiempos, ya que anticiparon con genio innumerables
cuestiones cuya precisión demostramos ahora científicamente.” (citado por Manuel, 1981: 230).
8 “The fulfillment of the wishes takes something away from the substance of the wishes”, dice Adorno
a propósito de la utopía, en el contexto de conversación sobre Geist der Utopie de Ernst Bloch (Bloch,
1988: 23). Este comentario es motivo destacado de la citada reflexión de Beatriz Sarlo (1990) sobre la
imaginación distópica en el cine de Tarkovski.
9 La fluida reversibilidad que suele darse entre lo utópico y lo distópico se explica, además, por el
hecho de que, como dice Fredric Jameson (2009), la solución utópica consiste en la formulación,
persistente y obsesiva, de una ecuación sencilla para todos los males de la humanidad. Después de
todo, el remedio utópico avanza siempre por la vía negativa. Algo debe ser reprimido o abolido para
alcanzar un estado de bienestar ideal: el dinero, la propiedad, las diferencias sociales. La fórmula
utópica es privativa antes que propositiva y, por lo tanto, altamente inestable.
10 La traducción del fragmento pertenece a Horacio Guido, realizada para el texto de Daniel Link
(1994: 114). A propósito de este aspecto que señala Williams, resulta pertinente consultar además el
libro clásico de Karl Mannheim (2004 [1941]). Cada momento histórico, apunta el autor, diagrama sus
utopías; las cuales se vuelven mutuo blanco de ataque, a pesar de que es posible delimitar en sus
fundamentos ciertos puntos de contacto. La utopía de la burguesía ascendente fue la
libertad individual; la del conservadurismo la de la vuelta a un (enteléquico) orden natural práctico
anterior a cualquier idea de la
bien una especie de “garantía científica” (Link) que juega sólo en los
dominios del reino ficcional.
Absolutamente válidas y prolijamente argumentadas en cada caso,
dichas definiciones no terminan de precisar la naturaleza de
las operaciones que se dan en el terreno de la literatura; al tiempo
que colaboran en el enmascaramiento de un problema histórico que
expresa de forma inmejorable Fredric Jameson en este fragmento:
El asunto empieza, por cierto, como desliza Jameson, con Platón; aunque
la anterior cita peca en cierta medida de los mismos dilemas de los que
hablaba antes: ¿“coincide” simplemente en ocasiones la ficción con el
“verdadero conocimiento”?, ¿o acaso se hace necesario “devolverle
dignidad” al conocimiento de la ficción como dice más arriba?, ¿hay una
producción epistémico-gnoseológica de la ficción que permite hablar de
anticipación más allá del neto “efecto cognitivo”? Intento ordenar estos
problemas en el próximo apartado.
III.
aquí; pero me interesa señalar al menos que a partir de dichos parágrafos la relación entre belleza y
bien moral se torna compleja y, en más de una ocasión, ambigua. Este último aspecto es señalado
asimismo en el pormenorizado estudio de Salvador Mas (2003), el cual releva los trabajos
sistemáticos más importantes que se han escrito sobre este y otros tantos problemas del universo
filosófico kantiano en general. Sobre los temas de la tercera crítica aquí desarrollados remito además a
Gadamer (1991 y 1999) y a los textos ya clásicos de Guyer (1979) y Allison (2001).
13 Me refiero por supuesto a Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827-1854) de
Thomas De Quincey.
14 Dicho esto, no está de más aclarar que la relación entre arte y moral sigue siendo un problema
vigente. Más que nunca aún en momentos históricos como los actuales, de profunda corrección
política.
15 Cfr. A propósito de la complejísima y rica relación del romanticismo con las ciencias, imposible de
desarrollar con propiedad aquí, sugiero ver los textos de Alexander Gode von Aesch (1947), David
Knight (1986), Andrew Cunningham y Nicholas Jardine (1990), Alan Richardson (2004) y Miguel de
Asúa (2004). El corpus ensayístico de filosofía romántica de la naturaleza, sobre el que trabaja Gode
von Aesch, fue recientemente traducido y editado (Piccoli y Colussi, 2021).
16 Vale hacer la salvedad de que, en virtud del foco argumentativo, el desarrollo de este trabajo no
atiende ni repone las diferencias históricas entre poesía y artes; universos referenciales que por
cuestiones operativas funcionan en este trabajo sinonímicamente.
17 Neldo Candelero suele sintetizar esta idea con suma claridad en sus clases de Estética II de la
carrera de Bellas Artes de la UNR, bajo la expresión “la Modernidad modernizó a Platón”.
18 Este aspecto es asimismo señalado por José Antonio Míguez (1975) en el estudio preliminar al texto
de Alexander Baumgarten.
admitiera: ¿cómo sería posible distinguir al poeta dotado, que revela por
entusiasmo, del escriba que opera por puro desarrollo de destrezas?
El resto es historia de antaño conocida. En su reparto de lo sensible,
la Modernidad racionalista se agenció lógicamente de la expulsión de la
poesía, no sin antes velar con recelo la complejidad de sus
razones; utilizada asimismo la operación de la proto filosofía política
19Al respecto es elocuente la frase de Donna Haraway (cuyo emblemático “Manifiesto cyborg” cita, si
recordamos, Paul Preciado en el “Manifiesto contrasexual”) que da título a una entrevista publicada en
El País: “Me hice feminista gracias a la ciencia ficción” (2020).
durante su desarrollo. Así y todo, lo que llama aún más la atención es que
este problema está lejos de encontrarse resuelto incluso para quienes
hallamos en los orígenes de la delimitación disciplinar. La estética,
dice Alexander Baumgarten (1975 [1735]) por ejemplo, no concierne
simplemente al estudio de la belleza en el arte, sino que es una scientia
cognitionis sensitivae, es decir, una gnoseología inferior que, a diferencia
de la gnoseología superior que se ocupa del saber intelectual, tendrá
por objeto el conocimiento de la sensación y lo sensible. Esta idea de
alguna manera justifica que Kant (profundo conocedor de la obra de
Baumgarten) denomine “estética trascendental” a la ciencia de los
principios de la sensibilidad a priori en la Crítica de la Razón Pura. Pero
dejemos a Kant por el momento, con quien que me reservo una cita hacia
el final de este trabajo.
El punto que me interesa ahora señalar es que, para ciertas
tradiciones marxistas no ortodoxas, esta función del arte que debilita las
ínfulas de autonomía no está ligada, en términos del propio Bloch, de
forma reaccionaria hacia el pasado; sino que tiene una agencia que se
orienta hacia el futuro. Ese juego del arte, que Freud (1999 [1907]) asocia
con la infancia y con el oficio del poeta, se vincula con un sueño diurno
que, insatisfecho resultado de la realidad o de su interpretación, intenta
proyectarse como orden material; y, como vimos, en gran medida
trasciende a ese anhelo. Es la potencialidad de ese sueño diurno
proyectado en las múltiples manifestaciones de la ficción la
gran desatendida, según Bloch, por nuestra filosofía occidental, que
desde Platón asocia de una u otra forma todo conocimiento a la
anamnesis.
En términos generales, para ese gran movimiento intelectual que
orbitó alrededor del Instituto de Investigación Social de la Escuela de
Frankfurt, el arte, en tanto lenguaje codificado de expresión de procesos
sociales, fue considerado como objeto privilegiado del análisis
crítico. Privilegiado, además, en la medida en que el hecho artístico
no era epifenoménico (un fenómeno secundario), sino parte
insoslayable del andamiaje cultural sobre el que se apoya el universo
humano. En ese contexto, y en el marco de la dialéctica negativa, el arte
se entendió al mismo tiempo como un fenómeno individual y social
en el que se manifestaban tendencias objetivas no previstas por sus
artífices en un doble sentido (después de todo, Marx y Engels ya habían
señalado la riqueza de las contradicciones ideológicas que expresaba
la obra de
Balzac): una instancia de expresión de latencias diseminadas a lo largo de
una doble flecha del tiempo. Por un lado, el arte es muestra de tendencias
20En “Suplementos oxonienses” (1937), Adorno da probablemente el mejor ejemplo sobre este telos
histórico del arte. El saxofón, un instrumento ambiguo de metal que suena como madera, expone que
el jazz tiene un carácter “socialmente inconformista” e “intersexual” que se yergue contra la
“genitalidad patriarcal”: en el jazz es “imposible calificar de viril-heroica una trompeta con sordina;
imposible denominar al sonido antropoide del saxofón como voz de una noble virgen […] Ya
el estético reaccionario Waltershausen hablaba de una polémica del carácter bisexual del saxofón”
(Adorno, 2008: 115-116). Esa disconformidad con respecto a los binarismos estancos que propone
nuestra cultura patriarcal, que ya en su momento expresaba según Adorno el jazz, hoy
podemos percibirla más claramente como materialidad.
ideas soterradas. Ideas que han compartido su destino con todas aquellas
mencionadas expresiones del pensamiento platónico que fueron
interpretadas como remanentes epigonales del universo presocrático.
Si tomamos el caso de las explicaciones sobre esa
facultad problemática que es la imaginación, nos encontramos, por
ejemplo, con varias sorpresas. La imaginación, heredera de la phantasía
aristotélica y ligada a la aísthesis en tanto “aparición” o “presentación”
mediadora entre sensibilidad y entendimiento, fue visualizada
tempranamente como una actividad proliferante y errática a la que era
necesario custodiar (Culianu, 1999; Marcos y Díaz, 2009). Su voluntad
creativa fue sin duda el motivo de su definitiva expulsión del
dominio de la intelección: no existe mediación entre res cogitans
(pensamiento) y res extensa (materia), decretará con posterioridad
Descartes (Weil, 2006; Agamben, 2001). La idea aristotélica de
que nada puede pensarse sin la imaginación mediadora pierde así,
finalmente, terreno como argumento epistemológico; siendo sólo
reclamada como herramienta de exploración gnoseológica por la
tradición del romanticismo. Al volver apenas sobre la correspondencia
del filósofo francés, vemos allí, no obstante, que la imaginación es
una facultad que “acude en ayuda del entendimiento”; especialmente en
el estudio de las matemáticas, el cual “ejercita de forma principal
la imaginación al someter a su consideración formas y movimientos, nos
acostumbra a tener nociones claras del cuerpo” (Descartes, 1999: 36).
Insospechado de irracionalista, Kant no sólo sigue otorgándole a la
imaginación una función de mediadora entre la sensibilidad y
el entendimiento en su Kritik der Urteilskraft, sino que avanza un paso
más allá. Kant, reitero, cuyos tres grandes tratados contribuyeron de
forma decisiva a dividir el campo de la filosofía de acuerdo con la
atmósfera de época, quien en uno de sus textos más célebres (“¿Qué es la
Ilustración?”) da forma al modelo racionalista, adulto y autónomo de la
Modernidad, dice lo siguiente. Como no podría ser de otra forma, las
facultades que conforman tanto el juicio lógico como el juicio estético
son las mismas: imaginación y entendimiento. De ahí que el juicio
estético ilumine algo sobre los procesos del juicio lógico (su estudio es
fundamental para el filósofo trascendental, dice Kant); y de ahí también
que el juicio estético tenga ínfulas de universalidad, cual si fuera objetivo
y se basase en conceptos. Dado que intervienen en ambos las mismas
facultades, la diferencia radica en que, mientras en el juicio lógico la
imaginación se ve supeditada al entendimiento y a sus conceptos; en
el juicio estético es la libre imaginación la que rige, mientras el
entendimiento acompaña dando unidad a las formas. Después de todo,
Ahora bien, yo sostengo que este principio no es otra cosa que la facultad
de la presentación de ideas estéticas; y bajo idea estética entiendo aquella
representación de la imaginación que da ocasión a mucho pensar, sin que
pueda serle adecuado, empero, ningún pensamiento determinado, es decir,
ningún concepto, a la cual, en consecuencia, ningún lenguaje
puede plenamente alcanzar ni hacer comprensible.21 Fácilmente se ve que
es ella la pareja (pendant) de una idea de la razón, que inversamente es
un concepto al que no puede serle adecuada ninguna intuición
(representación de la imaginación).
La imaginación (como facultad de conocimiento productiva) es por
cierto muy poderosa en la creación, por decirlo así, de otra naturaleza a
partir del material que la naturaleza real le da. […]
A semejantes representaciones de la imaginación se las puede
llamar ideas; por una parte, porque al menos tienden hacia algo que yace
fuera del límite de la experiencia y buscan, así, aproximarse a una
presentación de los conceptos de razón (de las ideas: intelectuales),
lo cual les da la apariencia de una realidad objetiva; por otra
parte, y sin duda principalmente, porque en cuanto intuiciones
internas, ningún concepto puede serles enteramente adecuado. Osa el
poeta hacer sensibles ideas racionales de seres invisibles, el reino de los
bienaventurados, el de los infiernos, la eternidad, la creación y cosas
semejantes; o volver también sensibles, por encima de los límites de la
experiencia, aquello que sin duda tiene ejemplos en ella, la muerte, la
envidia y todos los vicios, por ejemplo, y asimismo el amor, la gloria
y parecidas cosas, por medio de una imaginación que emula el
ejemplo de la razón en el logro de un máximo, y con una integridad
para la que no se halla ejemplo alguno en la naturaleza; y es
propiamente en el arte poético donde la facultad de ideas estéticas puede
demostrarse en toda su medida. […]
Ahora bien: cuando se pone bajo un concepto una representación de
la imaginación que pertenece a la presentación de ése concepto, pero que
da por sí sola ocasión de pensar tanto como nunca podría ser
comprehendido en un concepto determinado, ampliando estéticamente,
21Este principio del que habla Kant, tal como describe en los párrafos que preceden a éste, es el
espíritu que mueve el ánimo, aviva el alma y hace vibrar las energías, manteniéndolas en un juego por
el que se autosustentan y fortalecen: “Geist, in ästhetischer Bedeutung, heißt das belebende Prinzip im
Gemüte. Dasjenige aber, wodurch dieses Prinzip die Seele belebt, der Stoff, den es dazu anwendet, ist
das, was die Gemütskräfte zweckmäßig in Schwung versetzt, in ein solches Spiel, welches sich von
selbst erhält und selbst die Kräfte dazu stärkt.” (Kant, 1922: 267).
arte el que, por ende, aporta ideas de las que podrá valerse el juicio
lógico. Mucho más supeditados a los tiempos de la estructura
metodológica, los procedimientos lógicos desarrollarán luego de forma
conceptual algo de esa ideación que plantó en primera instancia la
imaginación. Esto se ratifica si se tiene en cuenta, además, que para
Kant genio creador es únicamente el artista, y de ningún modo el
científico o el filósofo (por original que puedan parecer); porque las
reglas de su pensamiento procedimental pueden en ambos casos
ser deducidas, aprendidas y reproducidas mediante conceptos.
Quien crea primero (como la naturaleza) otra naturaleza, otro
universo de ideas, es el libre juego de la imaginación. No Heidegger, no
Nietzsche; ni Schopenhauer, ni Bergson: Kant mismo le asigna ese lugar
productivo como facultad cognoscitiva. Esa importancia soterrada de la
imaginación es lo único que explica que, como cuenta el físico Alberto
Rojo, Borges aparezca como cita de autoridad en múltiples trabajos
científicos. Y que Einstein, para quién el concepto de belleza era
indisociable de la teoría (coincidiendo con la célebre sentencia de Paul
Dirac: “Las leyes de la física deben tener belleza matemática”),
haya desarrollado ideas que eran consideradas ficciones
matemáticas por renombrados científicos del momento: Henri Poincaré,
Hendrik Lorentz, Max Planck (Rojo, 2019).24 En 1905 (año glorioso para
la ciencia en que formula la teoría de la relatividad especial), el desarrollo
de una de estas “ficciones matemáticas” en torno a la estructura granular
de la luz es publicado por Einstein en Annalen der Physik; ordenando
definitivamente el planteo inicial de Max Planck sobre los “cuantos” de
energía y abriendo camino a la formulación de la mecánica cuántica (con
la cual él mismo luego tanto discutiría).25
la imaginación debe leerse en el horizonte del universo conceptual integral que conforman las tres
críticas.
Refugiándose en el paraguas amigable del universo conceptual en torno a la “experiencia”, la relación
entre cognición e imaginación en Kant también es deslizada por Ritvo (2016), en un trabajo cuyo
mérito indiscutible es la presentación del concepto de imaginación a partir de un cuidadísimo
recorrido de anclaje filológico por sus pormenorizados matices y fluctuaciones.
24 Cfr. Alberto Rojo (1999) hace un recuento de los trabajos científicos que citan a Borges como
antecedente de ciertas ideas y que utilizan además sus textos en la ejemplificación de
distintas formulaciones. Según ha expresado Rojo en intervenciones más recientes (2020), esta
tendencia ha ido incrementándose en los años posteriores.
25 Se trata del trabajo de Einstein “Un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación
de la luz”. El mismo Max Planck, cuando recibe el Premio Nobel en 1918 dice que el concepto de
“cuantos” de energía fue un intento desesperado por salvar su teoría, que no encajaba en el modelo de
la física clásica: “El fracaso de este intento me enfrentó a un dilema: o los cuantos eran magnitudes
ficticias y, por lo tanto, la deducción de la ley de la radiación era ilusoria y un simple juego con las
fórmulas, o en el fondo de este método hay un concepto físico […] La experiencia decidió por la
segunda alternativa […]
Bibliografía
El primer avance en este campo fue hecho por Albert Einstein.” (citado por Rojo,2019: 39 [destacado
en el original]).
WIND, EDGAR. “Arte y anarquía”. Arte y anarquía (trad. Teresa Arijón). Buenos Aires: El
cuenco de plata, 2016.