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Hiram Abiff

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HIRAM ABIFF, LA TRADICIÓN LUCIFERINA

Hiram Abiff, según la leyenda masónica


de la Maestría Masónica, desciende del
dios de la Luz en su expresión de Iblis,
Samael…, permaneciendo ligado con el
dios de la Luz o cornudo de la Iniciación
Primordial del paleolítico superior.

Cuando en la iniciación o exaltación a la


Maestría del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado el aspirante se tumba en la
tumba simbólica de Hiram Abiff, se
impregna de su espíritu luciferino y
reproduce la transformación en el dios
de la Luz o cornudo de la Iniciación
Primordial, acto que después le ayuda a
completar la iniciación.

En el Antiguo y Primitivo Rito de


Memphis-Misraïm, Rito masónico mucho
más minoritario que el Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, al héroe Hiram Abiff
le sustituye otra expresión del dios de la
Luz: Osiris.

Tanto en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado como en el Antiguo y Primitivo Rito de


Memphis-Misraïm, existe una gran riqueza histórica y unos grados de iniciación
utilizables, por ello presentes en más de un caso como el de Hiram Abiff y su leyenda
en el Rito Operativo de los Iluminados de Baviera de la Orden Illuminati y en el Rito
Operativo de Memphis-Misraïm de la Societas OTO, los dos Ritos iniciáticos del
Sistema de iniciación denominado Rojismo.

En este espacio, en varias ocasiones, se ha hecho mención de la leyenda de Hiram


Abiff. Así, pues, nos resta darla a conocer. Conozcamos la historia y desarrollo de la
más bella e iniciática leyenda masónica-iluminista-rojista jamás contada, en este
apartado.

HIRAM ABIFF EN LA BIBLIA

De entre los varios personajes que con este nombre son llamados en la Biblia, el que
los masones consideran maestro de maestros es Hiram Abiff, natural de Tiro, artesano
fundidor y héroe de la leyenda masónica asociada al grado Maestro. La historia de
Hiram Abiff que aparece en el Antiguo Testamento de la Biblia o en la Torah hebrea es
la siguiente.

Cuando los hebreos volvieron a la tierra prometida, el rey David comenzó a construir el
Templo de Jerusalem, el Templum Domini (El Templo del Señor). Tras la muerte del rey
David, su hijo el rey Salomón, bajo la influencia del profeta Natán, prosiguió la
construcción del templo. El lugar elegido para la construcción fue el famoso Monte
Moria (relacionado con el término mara, es decir, visión, revelación).

En la obra, Salomón contó con la ayuda de un amigo de su padre David, Hiram, rey de
Tiro en el siglo XI ANE, quien aportó una cantidad de material considerable para el
edificio (oro, cipreses, cedros), acercándolos por mar al punto más próximo a
Jerusalem. El rey Hiram de Tiro también le prestó algunos masones a Salomón para
que éste culminase la gran obra que suponía la construcción del templo. Y Salomón
como recompensa concedió al rey de Tiro la posibilidad de sacar de sus estados cada
año 20.000 medidas de trigo, 20.000 de aceite…, entregándole unas veinte ciudades de
Galilea y enviándole obreros para sus necesidades.

Hiram de Tiro, repleto de afecto, por último, le envió a Salomón un artista en quien
moraba el espíritu de la sabiduría. Hijo de una mujer de la tribu Neftalí y de un
trabajador del latón llamado Ur (fuego, luz), de nombre Hiram (vida eterna) y Abiff
(padre mío, el fundidor), Hiram Abiff era un Maestro “lleno de sabiduría, de
entendimiento y de conocimiento para hacer toda suerte de obras de bronce; y vino al
rey Salomón, y fue quien hizo para él toda su obra”. (I Reyes, 7, 14).

Los obreros masones de Hiram Abiff quedaron divididos en aprendices, compañeros y


maestros, y cada grado poseyó unos signos, unos toques y unas palabras secretas.

El Antiguo Testamento de la Biblia, sobre la evolución de la obra, nos dice:

“Hiram Abiff fundió dos columnas de bronce. Tenía cada una dieciocho codos de alto, y
un hilo de doce codos era el que podía rodear cada una de las columnas. No eran
macizas, sino huecas; el grueso de sus paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles
de bronce para encima de las columnas; de cinco codos de altura uno y de cinco codos
de altura el otro... Erigió primero la columna de la derecha y le dio el nombre de Jakin,
y luego la columna de la izquierda y le dio el nombre Boaz. Como remate de las
columnas había una especie de lirio. Así fue acabada la obra de las columnas”. (I Re 7,
15-22).

Según el Antiguo Testamento, tras esto, Hiram Abiff preparó más decoración del
templo, fundiendo las obras en una conocida explanada cercana al Jordán.

Una cuestión distinta a la Biblia es la leyenda masónica del grado Maestro que tiene
relación con Hiram Abiff.

LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF

La leyenda de Hiram Abiff que aparece en la Maestría Masónica explica que estando
cerca la terminación del templo, Salomón encargó a Hiram Abiff que realizase el diseño
de todas las obras de decoración del templo. Éste instaló el taller de fundición en una
explanada no lejos del Jordán y otorgó a los masones tres categorías: Aprendiz.,
Compañero y Maestro, enseñándoles signos, toques y palabras de paso. Habían 70.000
aprendices, 8.000 compañeros y 3.600 masones.

Cuando el templo estaba a punto de ser terminado, la reina de los sabeos Balkis,
princesa cuya belleza era célebre en todo Oriente, viajó a Jerusalem para conocer a
Salomón, pero el encuentro no resultó del todo afortunado. Balkis, tras conocer por el
cuervo Hud-Hud un asunto relacionado con la cepa de vid que se encontraba junto al
altar, recriminó a Salomón: “para asegurar tu propia gloria has violado la tumba de tus
padres; y esta cepa...”. Y éste respondió con serenidad “que en su lugar elevaré un
altar de porfirio y de maderas de olivo, que haré decorar con cuatro serafines de oro”.
“Esta viña -dijo Balkis- ha sido plantada por Noé, tu antepasado. Al levantarla de cuajo
has cometido un acto de rara impiedad. Por ello, el último príncipe de tu raza será
clavado en este madero como un criminal. Pero el suplicio salvará tu nombre del olvido
y hará llover sobre tu casa una gloria inmortal”. Balkis añadió que quería conocer a
Hiram Abiff y, finalmente, lo consiguió. Tras conocerlo, argumentó que deseaba
conocer a los masones y Salomón se negó. Pero el genial Maestro por excelencia,
Hiram Abiff, subió en ese instante a un bloque de granito y con la mano derecha
realizó un signo parecido a la T, relacionado con Tiro, Tubalcaín...; y los masones se
reunieron y guardaron un silencio y una quietud asombrosos.

Algunos días después de los hechos narrados, Bedoni, ayudante y fiel discípulo de
Hiram Abiff, sorprendió a tres compañeros: Fanor el sirio (albañil), Anru el fenicio
(carpintero) y Matusael el judío (minero), planeando sabotear la obra. Y la obra resultó
momentáneamente saboteada, provocando que un Bedoni desesperado por no haber
advertido a tiempo a Hiram se lanzase a la ardiente lava. Hiram Abiff, desolado por el
fracaso, se retiró llorando y entonces soñó el sueño más importante de su vida.
Tubalcaín lo transportó al Monte Zión y al centro de la tierra y le transmitió la tradición
luciferina más pura y excelsa:

“De la fundición que brilla enrojecida en las tinieblas de la noche se alza una sombra
luminosa. El fantasma avanza hacia Hiram, que lo comtempla con estupor. Su busto
gigantesco está presidido por una dalmática sin mangas; aros de hierro adornan sus
brazos desnudos; su cabeza bronceada encarnada por una barba cuadrada, trenzada y
rizada en varias filas, va cubierta por una mitra de plata dorada; sostiene en la mano
un martillo de herrero. Sus ojos, grandes y brillantes, se posan con dulzura en Hiram y,
con una voz que parece arrancada de las entrañas del bronce, le dice:

-Reanima tu alma, levántate hijo mío. Ven sígueme. He visto los males que abruman a
mi raza y me he compadecido de ella...
-Espíritu, ¿quién eres? (pregunta Hiram)
-La sombra de todos tus padres, el antepasado de aquellos que trabajan y que sufren.
¡Ven! Cuando mi mano se deslice sobre tu frente, respirarás en la llama. No temas
nada. Nunca te has mostrado débil...
-¿Dónde estoy? ¿Cuál es tu nombre? ¿Adónde me llevas? (dice Hiram)
-Al centro de la tierra, en el alma del mundo habitado. Allí se alza el palacio
subterráneo de Enoc, nuestro padre, al que Egipto llama Hermes y que Arabia honra
con el nombre de Edris...
-¡Potencias inmortales! (exclama Hiram) Entonces es verdad. ¿Tú eres...?
-Tu antepasado, hombre, artista..., tu amo y tu patrono. Yo fui Tubalcaín.

Llevándole como en un sueño a las profundidades de la tierra, Tubalcaín instruye a


Hiram Abiff en lo esencial de la tradición de los cainitas, los herreros, dueños del fuego.

En el seno de la tierra, Tubalcaín muestra a Hiram la larga serie de sus padres: Iblis,
Caín, Enoc, Irad, Mejuyael, Matusael, Lamec, Tubalcaín...

Y entonces le transmite a Hiram la tradición luciferina: Al comienzo de los tiempos,


hubo dos dioses que se repartieron el Universo, Adonai, el amo de la materia y el
elemento tierra, e Iblis (Samael, Lucifer, Prometeo, Baphomet), el amo del espíritu y el
fuego. El primero creó al hombre del barro y lo animó. Iblis y los Elohim (dioses
secundarios) que no quieren que éste sea un esclavo de Adonai, despiertan su espíritu,
le dan inteligencia y capacidad de comprensión. Mientras Lilith (hermana de Iblis,
Samael, Lucifer, Baphomet...) se convertía en la amante de Adán (el primer hombre)
enseñándole el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva y la fecundaba y, junto con el
germen de Caín, deslizaba en su seno una chispa divina (según las tradiciones
talmúdicas Caín nació de los amores de Eva e Iblis, y Abel de la unión de Eva y Adán).

Más tarde, Adán no sentirá más que desprecio y odio por Caín, que no es su verdadero
hijo. Caín dedica su inteligencia inventiva que le viene de los Elohim, a mejorar las
condiciones de vida de su familia, expulsada del Edén y errante por la tierra.

Un día, cansado de ver la ingratitud y la injusticia, se rebelará y matará a su hermano


Abel.

Caín aparece ante Hiram Abiff y también le explica su injusta situación, añadiendo que
en el curso de los siglos y los milenios, sus hijos, hijos de los Elohim e Iblis, trabajarán
sin cesar para mejorar la suerte de los hombres, y que Adonai, celoso tras intentar
aniquilar a la raza humana tras el diluvio, verá fracasar su plan gracias a Noé, que será
“avisado por los hijos del fuego”.
Al devolver a Hiram a los límites del mundo tangible, Tubalcaín le revela que es el
último descendiente de Caín, “último príncipe de la sangre” del Ángel de Luz e Iblis, y
que Balkis pertenece también al linaje de Caín, que es la esposa que le está destinada
para la eternidad”.

Tras regresar al templo conducido por Tubalcaín, Hiram Abiff está aturdido por el
sueño y las visiones, acaba la obra y se une a Balkis.

Casi terminadas las obras del Templo de Jerusalem, tres compañeros que veían difícil
ser admitidos en la Maestría Masónica, decidieron conseguirla por la fuerza. Apostados
cada uno en una puerta del templo, invitaron a Hiram a desvelar sus secretos. Como
éste no quiso revelarlos, cada uno le asestó un golpe (uno con una regla sobre el
gaznate, otro con una escuadra de hierro sobre el pecho izquierdo y un tercero con un
mazo en la frente) y lo hirieron de muerte. Los asesinos escondieron el cuerpo sin vida
de noche en un bosque, plantando sobre su tumba una rama de acacia (símbolo de la
inmortalidad y la Maestría). Hiram fue descubierto y vengado. Su cuerpo reposó en el
Monte Zión, a unos pocos metros de la Puerta de Zión.

LEYENDA Y TRADICIÓN LUCIFERINA

Hemos apreciado varias cuestiones de interés: Hiram Abiff en la Biblia, la leyenda de la


Maestría Masónica, el luciferismo de Hiram Abiff y sus antepasados, la tradición
luciferina, etc. Repasemos algunos puntos de sumo interés.

El árbol genealógico de Hiram Abiff, según la tradición luciferina es:

1. El Dios Supremo y Desconocido


2. Iblis (Samael, Prometeo, Lucifer, Baphomet…) y Eva
3. Caín y Lebuda
4. Enoc y Naema
5. Irad y Naema
6. Mejuyael y Naema
7. Matusael y Naema
8. Lamec y Tsilla (Sela)
9. Tubulcaín y Naema
10. Ur y una viuda
11. Hiram Abiff y Balkis

Y la genealogía de Hiram Abiff de la tradición luciferina que acabamos de describir, sin


lugar a duda, por tanto, se puede considerar totalmente “luciferina” o ligada al dios de
la Luz por varios motivos:
-Hiram, el fundidor de Tiro, era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí (I Reyes, 7-13) o
de Dan. Esas dos tribus hebreas fueron las que volvieron al becerro de oro y
renunciaron al elaborado por Moisés. Un hecho significativo.

-Hiram tuvo por padre a un tirio, también fundidor, llamado Ur. En hebreo, esa palabra
significa “Luz”. Recordemos la importancia de la Luz con mayúsculas en toda la ruta
luciferina.

-La leyenda de Hiram nos cuenta que éste fue instruido, durante un descenso al centro
de la tierra, por Tubalcaín, su antepasado fundidor. Y Tubalcaín, por cierto la palabra
de paso en la Maestría Masónica, es citado en el Génesis 4-22 de la siguiente forma:
“Sela parió a Tubalcaín, forjador de instrumentos cortantes de bronce y de hierro. La
hermana de Tubalcaín era Naema”. El rabí Simeón (a quien se atribuye el Zohar, el
principal libro de la Cábala) nos aclara: “Naema era la madre de todos los demonios
(sic), porque procedía del lado de Caín”. Naema es hermana y esposa de Tubalcaín, lo
mismo que Isis es hermana y esposa de Osiris.

-Tubalcaín es un antepasado cercano de Hiram Abiff y la séptima generación nacida de


Iblis (Samael, Prometeo, Lucifer, Baphomet…), el dios de la Luz y Ángel de Luz en la
tradición judía, como se puede ver en el árbol genealógico de la tradición luciferina
descrito más arriba. Con lo cual, podemos asegurar que Hiram Abiff tenía por
antepasado directo a Tubalcaín e Iblis, el dios de la Luz.

-Todo lo expuesto no sólo muestra que Hiram Abiff pertenece a una genealogía
“luciferina”, sino una clara ligazón de éste y sus antepasados con el dios de la Luz,
llamado como hemos dicho Iblis (Samael, Lucifer, Baphomet, Prometeo…).

Los misterios relatados pertenecen a la Iniciación Primordial que fue a parar a las
masonerías operativas de Egipto, de Israel… Recogidos por el escocismo y memphis-
misraïm, por los Ritos de la Orden Illuminati y la Societas OTO, por el Sistema
denominado Rojismo, esos misterios son fundamentales en la iniciación.

El deber de los iniciados es “descubrir” la auténtica tumba de Hiram Abiff para poseer
su Luz y sus misterios. Así descubren de quien descienden y quienes son, alcanzando la
transformación y la iniciación completa. La mayoría de buscadores de la tumba de
Hiram Abiff dirigen sus pasos hacia el interior del templo, mientras otros, encabezados
por el Rojismo y los Illuminati de todos los tiempos, los dirigen hacia el Monte Zión y
las entrañas de la tierra.

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