DEUTERONOMIO
DEUTERONOMIO
DEUTERONOMIO
I. HISTORIA Y REDACCIÓN.
Es sabido que el Dt es sólo una parte de la producción que floreció dentro de una auténtica
escuela teológica que, partiendo precisamente de este volumen-prólogo, trazó todo el
itinerario de la historia de Israel en la tierra de Canaán, elaborando materiales arcaicos y
componiendo el ciclo Jos-Jue1 / 2Sam-1 / 2Re. La cuna de esta escuela debe buscarse casi
seguramente en el reino septentrional de Israel, en el ámbito de los levitas de los santuarios
fieles al yahvismo, a pesar de la política a menudo sincretista de los soberanos de Samaría.
Ligados a los círculos proféticos de los siglos Ix y vm a.C., estos levitas se vieron
obligados, al derrumbarse el reino de Samaria en el 721 a.C., a trasladarse al reino del sur,
donde se situaron en alternativa a la teología jerosolimitana. Allí se habían ido
progresivamente "laicizando" y habían sostenido las reformas religiosas, como la de Josías
(622 a.C.). Es interesante señalar que esta última reforma se había basado en el encuentro
(¿ficticio?) de un libro de la ley en el templo (2Re 22); en este libro muchos autores
reconocen la redacción primera del actual Dt y, por tanto, su primera "canonización".
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abundantemente en el Dt, sirve al predicador para actualizar la ley citada, para hacer
continuamente presente la acción salvífica de Dios y la respuesta del hombre. Arrastrado
por su entusiasmo y su pasión, el autor, aun sobre la base de una lengua pobre como el
hebreo, consigue crear un estilo rico y original, realizando una obra llena de vida y de fuerza
persuasiva. Por esta razón es de gran interés lograr identificar el léxico específico de este
"predicador".
"Con todo el corazón y con toda el alma" (4,29; 6,5; 10,12; 11,13; 13,4).
"La tierra en que vais a entrar para tomar posesión de ella" (unas treinta veces).
Así pues, un léxico original y personal, que señala inmediatamente la presencia de esta
tradición incluso dentro de pasajes historiográficos en los que se ofrece una interpretación
de los sucesos históricos de Israel, sobre todo a la luz de la teoría de la retribución (Jue
2,11ss; 2Re 17,7ss; 23,25).
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3. TRES ETAPAS REDACCIONALES. Ya al principio aludíamos a la complejidad de la
genealogía histórica de la redacción que dio origen a este volumen de la tórah. Siguiendo
una de las más sólidas reconstrucciones, intentemos aislar ahora, dentro del texto actual,
algunas huellas de esta evolución que se llevó a cabo en diversas épocas y regiones.
La segunda etapa, según muchos autores, está representada por una primera edición del Dt.
Habría tenido lugar en Jerusalén inmediatamente después del derrumbamiento de Samaria,
bajo el reinado de Ezequías (finales del siglo vin a.C.), promotor de una vigorosa reforma
religiosa. En aquella época, como consta por una información que nos da Prov 25, los
escribas de la corte procedieron a una redacción de documentos proverbiales. Por
consiguiente, era un período de fervor intelectual y religioso, en busca de fundamentaciones
teóricas y espirituales para la reforma de Ezequías. Es probable que el Dt recibiera en este
clima su primera codificación "meridional", siempre sobre la base de los materiales
indicados en la primera fase. Si se acepta como real la noticia que nos da 2Re 22, sería éste
el libro "encontrado" por Josías, después del período oscuro de los reyes Manasés y Amón
(687-640 a.C.), que sirvió de base a la nueva reforma. Por aquellos años la "escuela" que
toma el nombre de este libro ejerce una influencia decisiva en la teología y en la vida de la
nación (pensemos en los "discursos deuteronomistas" presentes en Jeremías).
La época del destierro y del inmediato posdestierro fue como una especie de cantera
espiritual y literaria, en la que se "canonizó" y se reorganizó el fondo tan rico de las
tradiciones bíblicas. Y ésta es también la tercera etapa que vivió el Dt. Se completa el
material del "código", se añade un nuevo discurso-prólogo en 1,14,43 y se incorpora la
secuencia poéticonarrativa de los capítulos 31-34, basada en antiguos materiales de las
tradiciones J, E, P [/Pentateuco IIV]. Esta segunda edición es la definitiva, tal como hoy la
leemos.
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ofrecidos por el Señor a sus fieles (lógicamente, es fundamental el t éxodo, hasta el don de
la tierra). Este preámbulo introduce al verdadero corpus, es decir, el código de los deberes
del súbdito para obtener la protección continua del Señor (cc. 1226). Vienen finalmente las
bendiciones y las maldiciones en caso de fidelidad o de infidelidad; sirven para sellar el
pacto y para acabar prácticamente la obra (cc. 2730), ya que los capítulos 3134 son un
apéndice posterior, de otra calidad distinta.
A este poema se le puede dar en sus detalles una mejor distribución sobre la base de análisis
estructurales más detenidos. Así, por ejemplo, el "código deuteronómico" puede articularse
en cuatro grandes párrafos:
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jerosolimitano, aboliendo los santuarios locales y las degeneraciones religiosas. Sólo en el
templo el hebreo encuentra y ama a un Dios, no ya lejano ni apartado, sino el más cercano
en absoluto: "El Señor se fijó en vosotros y os eligió, no por ser el pueblo más numeroso
entre todos los pueblos, ya que sois el más pequeño de todos, sino porque el Señor os amó"
(7,78; cf 4,7).
En particular, de esta visión religiosa tan "espiritual", interior y abierta, surge una nueva
teología de la tierra, vista como "don" (Gabe) y como "compromiso" (Aufgabe). Es
inolvidable el capítulo 8, que contiene una meditación teológica sobre el desierto (vv. 16) y
un himno espléndido sobre la tierra prometida (vv. 710). El camino por el /desierto es visto
como una pedagogía divina: lo mismo que un padre no se limita a engendrar al hijo, sino
que también lo educa en el crecimiento de su personalidad, así también Dios en el itinerario
de la estepa hace crecer a Israel alternando las humillaciones y el consuelo (vv. 23). De esta
manera se abre camino una concepción del dolor como paideía, como educación
purificadora y elevadora del hombre (cf Job 32-37). El resultado se expresa de este modo
con los tres grandes verbos de la madurez de la fe: "acordarse" (v. 2), "reconocer" (v. 5),
"guardar" (v. 6). La / tierra, a su vez, es celebrada como meta última, y se la canta en los
versículos 7ss a través de un septenario de menciones de la palabra eres, "tierra". El
escenario es sereno e idílico. Por un lado, un terreno y una sociedad exuberantes: las aguas
brotan casi espontáneamente en la superficie del suelo desde las profundidades del abismo,
la vegetación es lujuriosa, abunda la miel, los recursos mineros (hierro y cobre) se extienden
en inmensos yacimientos. En el otro lado del cuadro, Israel está sentado en esta mesa bien
preparada, saciándose con gozo y felicidad y alabando a Dios, su bienhechor.
Sin embargo, la tierra puede convertirse en un riesgo negativo, como lo era el desierto: la
tentación de la civilización del bienestar, del enriquecimiento y de la urbanización puede
transformar a Israel en una sociedad "capitalista", egoísta. La consecuencia inmediata puede
ser la negación misma de Dios, que queda arrinconado y "olvidado". El mandamiento
entonces ordena "acordarse", "no olvidar", verdadero estribillo del capítulo 8 (vv.
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2.11.14.18.19); en otras palabras, es el retorno a la fe, al mandamiento principal,
remachando la idea de que el hombre no puede vivir de sólo pan.
Precisamente por esta teología pura y por esta intensa espiritualidad, también el NT se
complace en el Dt. Pensemos en el diálogo entre Jesús y el tentador, que sigue un
entramado de textos bíblicos sustancialmente anclados en el Dt (Mt 4; Lc 4). Es célebre en
este sentido la cita de Dt 8,3, con una nueva intepretación: "No sólo de pan vive el hombre,
sino de todo lo que sale de la boca del Señor". Para el Dt esta frase afirma la necesidad no
solamente del alimento que se puede encontrar en el horizonte terreno, sino también del don
continuo de la providencia divina. La versión griega, citada por Jesús, contrapone, por el
contrario, el alimento material al elemento interior y decisivo de la palabra de Dios. El tema
del mandamiento principal está en la base de una de las conversaciones "jerosolimitanas" de
Jesús, y la respuesta de Cristo se basa precisamente en el Dt (el amor a Dios y el amor al
prójimo: Dt 6,45 y Lev 19,18), para formular una escala cualitativa y no cuantitativa de los
compromisos de la alianza (Mc 12,28-34). También la controversia sobre la resurrección de
los muertos (Mc 12,18-27) se basa en un texto del Dt (25,5-10) para afirmar una visión pura
y viva de Dios.
2. ARDOR DEL AMOR. Toda esta reflexión podría quedar resumida en el tema`, que se
convirtió en la más importante de las oraciones diarias del judaísmo, sacada de Dt 6,4ss:
"Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Ama al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas...". Nos encontramos aquí con la raíz de
la teología deuteronómica: el amor de Dios, amor intenso, exclusivo, apasionado, activo,
obediente a la palabra divina. No hay nada que deba separarnos de este amor: ni el bienestar
ni el ídolo. Es un amor dialogal, ya que es respuesta a un Dios que nos ama primero (7,68).
Es un amor activo y existencial: en los versículos 79 del mismo capítulo 6 se utilizan verbos
"polares", como "estar en casa/estar de viaje", "estar acostado/estar levantado", para indicar
toda la existencia consagrada a la fidelidad a Dios; del mismo modo, la mano, signo de la
acción, va acompañada de la frente, signo del pensamiento y de las decisiones, y de los
postes y la puerta de la casa, signo de la vida social. Como es sabido, los judíos han puesto
en práctica literalmente y con espíritu ritual (pero poco "deuteronómicamente") esta
invitación existencial: rezan poniéndose cajitas de cuero, que contienen rollos de pergamino
con inscripciones del Dt, en la frente y en los brazos (las "filacterias") y en la parte derecha
de la puerta de entrada de la casa (la mezuzah). Pero el amor de Dios tiene que manifestarse
en la adhesión real y vital a los mandamientos (10,12; 11,1.31.32; 13,4; 19,9; 30,6.16.20).
Este amor radical y total es el que da sabor a la observancia, despojándola de todo
legalismo: "Porque el amor de Dios consiste en guardar sus mandamientos" (1Jn 5,3).
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vecino que ha perdido un objeto (22,1ss). Hay generosidad con el que se ve obligado a dejar
una prenda (24,6.1213) y exhortación a la humanidad de los jueces (25,3). Hay una apertura
inesperada respecto al destino generoso de los bienes en las cosechas (23,2526) y un afán de
evitarle problemas al prójimo (la curiosa norma sobre la baranda en la azotea en 22,8) y
hasta con los animales (22,67; 25,4). Así pues, un amor ardiente, concreto, humano y
teológico; la conciencia siempre viva de que es fácil amar cuando uno se siente amado por
Dios: "Pues esta ley que yo te prescribo hoy no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu
alcance. No está en los cielos para que digas: ¿Quién subirá por nosotros a los cielos a
buscarla para que nos la dé a conocer y la pongamos en práctica? Ni tampoco se encuentra
más allá de los mares, para que tengas que decir: ¿Quién pasará por nosotros al otro lado de
los mares a buscarla para que nos la dé a conocer y la pongamos en práctica? Pues la
palabra está muy cerca de ti; está en tu boca, en tu corazón, para que la pongas en práctica"
(30,11-14; cf Rom 10,6-10).
BIBLIOGRAFIA
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