17-36 Percia El Azar Como Figura de Emancipacion
17-36 Percia El Azar Como Figura de Emancipacion
17-36 Percia El Azar Como Figura de Emancipacion
Marcelo Percia*
Universidad de Buenos Aires
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consecuencias queridas e indeseadas. La civilización -si no se piensa como generoso abrazo
que abriga, protege, ama- desluce como amontonamiento de miedosos que se odian y
necesitan.
La de Borges es una narrativa afligida por las sociedades humanas.
Si la figura de la ironía no se reduce a una burla encubierta que simula afirmar algo que,
al mismo tiempo desmiente, se podría pensar que transporta un dolor: en la ironía se destruye
una imagen querida para luego reconstruirla dejando a la vista las marcas de su anhelada
perfección llena de rajaduras.
Borges presenta el Azar como ironía desencantada de la ilustración moderna en los
tiempos de un mundo en guerraii.
la Suerte ordena a la Esperanza: ¡Sé mi esclava!iii
La lotería en Babilonia ofrece una versión de la historia humana como juego imperfecto.
No sabemos, no podemos saber, qué nos depara el destino: la vida -en el cuento de
Borges- se vive arrojada (sin otra ley que la del Azar) a la dicha, al disgusto, a la nada.
Sin esperanzas en el paraíso después de la muerte, en el buen rey que represente a dios en
la tierra, en el gobierno de la ley y razón para todos por igual, en la sociedad sin propietarios,
patrones ni estados, los babilonios del relato se entregan a una cosmología utópica del Azar iv.
vida anónima
El relato comienza así: “Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como
todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles”.
Todo ocurre en la ciudad de los jardines colgantes ubicada en la orilla izquierda del río
Eufrates, mencionada -veintitrés siglos antes de nuestra era- por su aglomeración, riquezas,
murallas gigantescas. Un hombre narra vicisitudes de su vida, sus muchas existencias, las
circunstancias de sus noches: han sido en su cuerpo las caricias de todas las manos y los
interminables ultrajes.
Babilonia relata todas las ciudades, todas las lenguas, todas las experiencias. Babilonia
cuenta la sociedad como anonimato: anonimato que recuerda que lo que persevera en vivir
no pertenece a nadie.
sentidos embotados
En El placer del texto, Barthes (1977) hace otra lectura del mito bíblico de la Torre de
Babel, sugiere que “la confusión de lenguas deja de ser un castigo”: saberse habitada por
muchas y diferentes lenguas compone la felicidad de la literatura.
Esta sugerencia motiva diferentes versiones de la historia sagrada. La primera relata que
los hombres proyectan construir una torre para alcanzar el cielo, Dios reacciona ante la
irreverencia condenándolos a vivir dispersos, incomunicados, divididos en distintas lenguas.
La segunda (barthesiana) dice que aquella empresa no fracasó: la desmesurada utopía
colectiva tuvo éxito, la humanidad alcanzó la diversidad de lenguas. La tercera es igual a la
segunda pero con una réplica: los hombres toman el cielo por asalto porque intuyen que en la
multiplicidad de lenguas anida la secreta potencia divina; entonces el Creador desacredita la
conquista humana: divulga que esa abundancia innecesaria debilita el interés común, difunde
el miedo a lo extranjero, propaga el ideal de una lengua única como nostalgia de fuerza y
unidad. La cuarta dice que Dios deja que las criaturas que hablan hagan y deshagan sus
historias. El Creador conoce la condición paradojal de lo humano, piensa: “Desean
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emanciparse de una lengua única que reduce y limita sus vidas, pero no soportarán el
infinito movimiento de lo disperso”.
En su relato, Borges imagina el Azar como astucia humana para habitar la multiplicidad:
ese punto impensado en el que todas las lenguas hablan en una lengua, en el que todas las
vidas viven en una vida, en el que la eternidad acontece en un instante.
nada personal
Borges presenta la idea de que en un hombre puede vivir muchas y diferentes vidas. Pero,
¿cómo desasirse de la reducida y compacta identidad personal? Vivimos en la tensión de
estar apresados en una unidad o diseminados en la posibilidad. La proposición muchas y
diferentes vidas no se traduce como ser muchos ni ser el otro, ocupar su lugar o ejercitar la
empatía con el semejante, se trata de no impedir que lo desconocido nos traspase. No
significa cambiar de vida, sino saberse afectado por las extrañezas de una mismidad porosa.
Visión que Borges (1956) reitera cuando cita este fragmento de Empédocles: “Ha sido un
niño, una muchacha, una planta, un pájaro y un mudo pez que surge de l mar”. Interesa
devenir lo otro, pero no como reencarnación en otros cuerpos, sino como abandono en la
ajenidad. Se trata de dejarse poseer por el sentido (por su desconcierto, su suavidad, su
secreto) sin entregarse a una significación como pertenencia.
Idea que insinúa cuando sugiere (1941) que “Todos los hombres, en el vertiginoso
instante del coito, son el mismo hombre”. Momento fuera del tiempo, éxtasis pero no como
misticismo de la mismidad, sino como fuga de sí. Serena intensidad más allá de los cuerpos,
de la memoria, de los días. Ni el mismo hombre, ni la misma mujer, ni la mismidad
andrógina. Lo mismo es una mueca rígida de la representación (sólo el amor, a veces, abraza
esa soledad desrepresentada).
Pensamiento que vuelve con una pequeña variante (1944): “Acaso Schopenhauer tiene
razón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres…”. Evocación de lo plural
como terapéutica del yo personal.
En Le regret d’Heraclite (1960) escribe: “Yo, que tantos hombre he sido, no he sido
nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”. Sugiere lo singular evocando lo
ausente entre infinitas ausencias. Singularidad que no se explica por lo que nunca seré o
tendré, como vacancia o frustración. Lo singular no se explica, se vive como tendencia y
misterio.
En La flor de Coleridge (1952) menciona a Angelus Silesius, a quien designa como
panteísta del siglo XVII, quien afirma que “todos los bienaventurados son uno y que todo
cristiano debe ser Cristo”. Borges transforma la proposición que dice “todos los
bienaventurados son uno…” en “todos los autores son un autor”.
Entre Silesius, Leibniz, Spinoza, Schopenhauer, por momentos Borges vacila. Su
indecisión narra el difícil tránsito desde la idea de unidad a la de multiplicidad.
Todos los hombres no son un mismo hombre, ni todos los autores un mismo autor, ni
todos los libros un único libro v. Tampoco es la historia de un único soñante que sueña a un
hombre que a su vez sueña a otro que sueña a otro que sueña a otro. Se trata de algo
diferente: potencias impersonales que, a veces, acontecen como hombres, como autores,
como libros, como sueñosvi.
No es lo mismo decir que todos los hombres son uno que afirmar que en cada hombre
habitan todos los hombres o que en cada autor escriben todos los autores. El primer caso
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desemboca en el uno; en el segundo, el uno es zona de pasaje de la multiplicidad.
Multiplicidad no como partición de la unidad, sino como flujos de vida que nunca se
completan. En el primer caso, el argumento lleva a la idea de un Dios único de cuya
inspiración o división proviene toda dispersión viviente; en el segundo, late la idea de que
cada vida puede alojar todas las potencias posibles.
Borges resuelve sus ambigüedades cuando piensa en la literatura. La figura que ocupa el
lugar de sujeto en la escritura no es el autor ni la inspiración personal, sino la literatura. La
literatura es potencia que busca decirse a través de escribas (copistas, intérpretes, médiums)
que, a veces, le permiten brillar extraordinaria y bella o chisporrotear ridícula y o lvidable.
Sugiere una teoría impersonal de la escritura, escribe: “para las mentes clásicas, la literatura
es lo esencial, no los individuos”.
Una singularidad no personal se extiende a las fragancias, al movimiento de las nubes, a
los modos de revolver el café.
consortes del Azar
“Miren: por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo: es el
segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches de luna llena, me confiere poder sobre los
hombres cuya marca es Ghimel, pero me subordina a los de Aleph, que en las noches sin
luna deben obediencia a los Ghimel”.
Borges ostenta su rechazo al marxismo: desdeña la idea de lucha de clases tanto como los
argumentos que objetan la injusticia y desigualdad de la civilización fundados en el imperio
de la razón. Presenta, en Babilonia, las relaciones de poder entre los hombres como un juego
de subordinaciones recíprocas de grupos que se rigen por la combinación de tres letras y la
presencia o no de la luna llenavii.
Explica: “Debo esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicas ignoran o
que obra en ellas de un modo imperfecto y secreto: la lotería”.
La caprichosa variación de sí puede vivirse como crueldad y como liberación: como
crueldad porque la no permanencia y continuo desarraigo no permitirían que nadie supiera
quién es y liberación porque no sería necesario dedicar la vida a una única y reducida historia
Si el alma se pensara como lo invariante de un cuerpo, la vida de un sólo hombre estaría
atravesada por diferentes estados del alma dictados por la suerte.
Persuade el Azar: ¡Elígeme, lealtad o traición, riqueza o pobreza, vida o muerte: para
todos por igual!
perduran pasajeras
Identidades que mudan en cada jugada. La imagen propia (la conciencia de una persona
de ser ella misma y diferente a las demás) como gracia o desgracia de lo accidental. Cada ser
vivo una presencia condenada a la alteración programada.
En La lotería en Babilonia, la experiencia de sí (esa ficción de la mismidad confiada a la
memoria) se revela como flujo laberíntico de ajenidades y extrañezas. Acontece la
humanidad como defecto calculado del azar.
Afirma el Azar: ¡Ninguna imperfección más justa que la de la Suerte!
las cosas perduran, las potencias perseveran
En Borges y yo (1960), se lee “Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar
en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre”.
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En La lotería en Babilonia la perseverancia es confiada al Azar antes que a la identidad:
perseverar en su ser no significa mantenerse uno constante tal como es, proseguir con su
identidad, sino perseverar en existir. Entre conservar una identidad (permanecer idénticos a sí
mismos) o perseverar en sus existencias sin identidades fijas, los babilonios eligen lo último.
La potencia desea perseverar en su contento. No es la persona la que persevera en su ser,
sino la potencia. La figura que habita el lugar de sujeto en la ética de Spinoza es la potencia.
No somos, habitamos potencias. La potencia no es exterior ni interior al cuerpo. No nos
habita, la habitamos en el modo del deseo, el amor, la alegría.
El mar persevera en su ser, pero no lo hace como ejercicio de una voluntad de las aguas
oceánicas, sino como plenitud que obra porque sí.
no se posee la vida, se vive sin tenerla
“Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad: hasta el día
de hoy, he pensado tan poco en ella como en la conducta de los dioses indescifrables o de mi
corazón”.
La expresión “conducta de los dioses indescifrables” evoca una idea de los griegos según
la cual los dioses desatan sus pasiones en el corazón de los hombres. La lotería golpea en lo
destinado a permanecerviii. Babilonia, un territorio en el que sus habitantes conocen la
incertidumbre no sólo como angustia dudosa por lo que vendrá, sino como experiencia de
desposesión de sí, como exceso de otredad. Lo otro en lo mismo es una de las proposiciones
que el psicoanálisis hereda de la descomposición de la cultura moderna. ¿Por qué la demasía
de la otredad parece más terrible que la demasía de la mismidad? Sólo falta una cosa en la
soledad: la copula; sólo falta una cosa en la cópula: la soledad.
“cambiando, reposa; descansa, transformándose” ix
En La lotería en Babilonia asistimos a la metamorfosis incesante de la civilización del
Azar.
Perseverancia no se confunde con conservación. La fijeza de una identidad no es
perseverancia, sino continuidad y firmeza de una privación. Las criaturas vivas mueren, las
potencias que habitan no. La inmensidad que se trata de capturar con un nombre, perseverará
más allá de que el poder que la nombra haya cesado. Perseverancia: existencia desentendida
del temor a la muerte.
Si repetición no se reduce a la reproducción de lo mismo o al reiterado intento de alcanzar
lo que no se tiene o al retorno de lo que se rehúsa al olvido, si se piensa repetición como
apertura ante lo que estalla (cada vez) como diferencia inesperada; entonces: repetir dice lo
que dice perseverar. La potencia persevera mientras cambia, mientras cambia persevera x.
el Azar dice al Deseo: amamos la inminencia
Una nave está por zarpar, el relator tiene prisa, su padre refería que, en los comienzos,
“los barberos despachaban por monedas de cobre rectángulos de hueso o pergaminos
adornados de símbolos. En pleno día se verificaba un sorteo: los agraciados recibían, sin
otra corroboración del azar, monedas acuñadas de plata. El procedimiento era elemental,
como ven ustedes. Naturalmente, esas loterías fracasaron. Su virtud moral era nula. No se
dirigían a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza”.
Al principio vivían confiados a la suerte de dos lugares fijos: la fortuna como decisión
elemental de algo que se afirma o se niega. Un mecanismo sencillo regido según dos
consecuencias básicas: ganar o perder monedas. La decepción de lo simple. El entusia smo
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derrotado por las alternativas previsibles. El azar como consumación de una opción
restringida no hace zozobrar. El acaso pierde su fuerza hipotética, su visión no intencionada
de lo inesperado. La anticipación reductora de los posibles disuelve el estado de ventura: la
indecisión de las cosas que han de venir. El deseo languidece sin contrariedad.
El acaso late en la inminencia, el ocaso en la suerte echada, en la meta prevista.
desear desenfocado
“Ante la indiferencia pública, los mercaderes que fundaron esas loterías venales,
comenzaron a perder dinero. Alguien ensayó una reforma: la interpolación de unas pocas
suertes adversas en el censo de números favorables. Mediante esa reforma, los compradores
de rectángulos numerados corrían el doble albur de ganar una suma y de pagar una multa a
veces cuantiosa. Ese leve peligro (por cada treinta números favorables había un número
aciago) despertó, como es natural, el interés del público.”
Una lotería no puede perder dinero. Hay que renovar el interés. La adversidad es un
artificio que doblega la indiferencia de la gente. A la desdicha de comprar un número sin
ganar nada, se agrega la pena de tener que pagar. El deseo, sofocado, sin más riesgo que la
no correspondencia, ¿se enciende con el revés, la tensión, el infortunio? El leve peligro
¿arranca la costra de tedio que envuelve al alma? La probabilidad de una desgracia anima a
la pasión. La desventura es una fuente existencial. Pero ¿cuánta borrasca soporta un cuerpo?
¿Qué peso el de la levedad? ¿Qué brisa de inminencia la del deseo?
Lo que nos libera de la correspondencia no es su fracaso (la no correspondencia) sino lo
contingente.
Azar, desafío al coraje
“Los babilonios se entregaron al juego. El que no adquiría suertes era considerado un
pusilánime, un apocado. Con el tiempo ese desdén justificado se duplicó. Era despreciado el
que no jugaba, pero también eran despreciados los perdedores que abonaban la multa. La
Compañía (así empezó a llamársela entonces) tuvo que velar por los ganadores, que no
podían cobrar los premios si faltaba en las cajas el importe casi total de las multas. Entabló
una demanda a los perdedores: el juez los condenó a pagar la multa original y las costas o a
unos días de cárcel. Todos optaron por la cárcel, para defraudar a la Compañía. De esa
bravata de unos pocos nace el todopoder de la Compañía: su valor eclesiástico, metafísico ”.
Se abandonan, otra vez, a las suertes. Muchos juegan porque tienen ganas, otros bajo
presión, sospechados de un espíritu encogido, cobarde, poco emprendedor. El desaire
colectivo se impone sobre el deseo. El sometimiento, a veces, es preferible al rechazo, la
humillación, la vergüenza. Esa presión intangible impone conductas no esperadas. Sabemos
de ciertos escándalos humanos: los desvíos de las conveniencias sociales, las travesuras que
amenazan el estado de las cosas, la arrogancia de los que desconocen lo pactado. Entonces,
emerge una Autoridad que asegure el cumplimiento de los compromisos, circunstancia que
hace necesario un poder total, sagrado, sutil.
Muchos siglos de cultura rodearon al deseo de imprudencia y de miedo. El psicoanálisis
aloja a ese cobarde.
encanto, sin dios
Asistimos a la naturalización irónica de la Compañía. El comienzo de un nombre
mayúsculo que vela por los ganadores. A través de la evolución de ese fetiche de acatamiento
colectivo, Borges esboza el destino probable de un todopoder: el control que cuanto más
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extendido más evanescente, el absoluto que cuanto más abarca más se descompleta, la
devoción que, cuanto más reverencia exige, más se ridiculiza. Conjetura desenlaces para ese
fundamento que proclama la necesidad de perfección. El fracaso como una de las cualidades
de ese orden imperioso. La imposibilidad de Dios no sólo como reticencia o defecto de la
razón, sino como entonación de la tragedia humana.
Foucault observó que, desde un comienzo, el deseo es convicto del poder. El poder viene
a gobernar sus potencias descontroladas. Dice el Azar al Deseo: ¡Sé mi sirviente, mi poder no
tiene preferencias morales! El Azar persuade a la Metafísica: Aliados, somos el trazo
concebible de lo ilimitado.
dicha efímera
“Poco después, los informes de los sorteos omitieron las enumeraciones de multas y se
limitaron a publicar los días de prisión que designaba cada número adverso. Ese laconismo,
casi inadvertido en su tiempo, fue de importancia capital. Fue la primera aparición en la
lotería de elementos no pecuniarios”.
La costumbre se compone de olvidos, distracciones, descuidos. Una pequeña inclinación a
la brevedad modifica la historia. Irrumpe una circunstancia inesperada: se establece un
sistema de cambio no regido sólo por piezas de plata. La previsibilidad calculada en monedas
queda contaminada por un castigo que no se mide en dinero: ausentar una vida, encadenar un
cuerpo, encerrar un movimiento, recluir una mirada.
El juego se desliza hacia un sistema de correspondencias que escapa de la exclusiva
regulación de la moneda. Cuestiona, sin buscarlo, la función de ese significante como
equivalente universal. El dinero deja de ser la única referencia de intercambio, se inicia -diría
Marx- la disolución de un mundo hasta el momento sometido a ese nivelador radical que
ahorra el vértigo de las diferencias: desvío que esparce combinaciones caprichosas.
Si el sistema económico se rige por la escasez y el sistema de la lengua por la
significación, el Azar no rehúsa la abundancia de lo que prolifera sin sentido.
no hace la felicidad, pero la representa
“Nadie ignora que el pueblo de Babilonia es muy devoto de la lógica, y aun de la
simetría. Era incoherente que los números faustos se computaran en redondas monedas y los
infaustos en días y noches de cárcel. Algunos moralistas razonaron que la posesión de
monedas no siempre determina la felicidad y que otras formas de la dicha son quizá más
directas”.
El dinero subordina la multiplicidad de la existencia, impone una gramática para las
diferencias, tutela la ficción de un beneficio justo para el conjunto: se ofrece como medida de
dicha y desdicha. El Dinero profetiza: Sólo Yo podré tutelar las vidas humanas. Si el dinero
es una forma indirecta de felicidad susceptible de intercambio, entonces ¿qué curso posible
para una alegría igual para todos, sin ese ordenador mayor, sin ese rodeo purificador, sin esa
brújula universal?
La moneda es un símbolo de contención y restricción metafísica. Si la cosa escapa de
esas fauces estrechas, la vida estalla como infinito posible de un mundo imprevisible.
Amantes de las correspondencias exactas, las simetrías de los espejos, las proporciones
justas, en Babilonia se inventa (más allá del dinero) la cosmología existencial del Azar.
No se podría vivir sin un patrón, medida, calle principal: algo que indique el norte, pero
Borges intuye que ningún orden sobrevive si no conquista para sí el encanto de un laberinto.
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“el amor que mueve al Sol y las demás estrellas”
Dante, antes de la posición moderna, presentía que el amor participaba de la fuente todo
movimiento. El último verso de la Divina Comedia dice: “L ’Amor che move il Sole e l’altre
stele”.
el Azar promete: ¡Te haré creer que no todo es accidental!
El relato de Borges anticipa un problema que desvela a psicoanalistas: sin un significante
regulador ¿qué vale la felicidad o el infortunio para cada cual? Lacan sabe leer en Marx que
la espesa potencia del deseo vive confinada en los engaños y virtudes del dinero. Entiende
que esa condición fetiche afecta a todos los objetos que cautivan a los vivientes que hablan.
La lotería en Babilonia permite pensar el exceso de sentido que se libera cuando se
rompen los muros de la equivalencia monetaria. La heterogeneidad desprendida de ese objeto
unificador. Los babilonios advierten que las pasiones de las suertes se mueven por algo que
(mucho después) los psicoanalistas llamarán objeto de la pequeña a: la inminencia de lo otro
que ninguna jugada cancela.
delicias del jardín
“Otra inquietud cundía en los barrios bajos. Los miembros del colegio sacerdotal
multiplicaban las puestas y gozaban de todas las vicisitudes del terror y de la esperanza; los
pobres (con envidia razonable e inevitable) se sabían excluidos de ese vaivén, notoriamente
delicioso. El justo anhelo de que todos, pobres y ricos, participasen por igual en la lotería,
inspiró una indignada agitación, cuya memoria no han desdibujado los años. Algunos
obstinados no comprendieron (o simularon no comprender) que se trataba de un orden
nuevo, de una etapa histórica necesaria (...) Hubo disturbios, hubo efusiones lamentables de
sangre: pero la gente babilónica impuso finalmente su voluntad, contra la oposición de los
ricos. El pueblo consiguió con plenitud sus fines generosos. En primer término logró que la
Compañía aceptara la suma del poder público. (Esa unificación era necesaria, dada la
vastedad y complejidad de las nuevas operaciones). En segundo término, logró que la lotería
fuera secreta, gratuita y general. Quedó abolida la venta mercenaria de suertes. Ya iniciado
en los misterios de Bel, todo hombre libre automáticamente participaba en los sorteos
sagrados, que se efectuaban en los laberintos del dios cada sesenta noches y que
determinaban su destino hasta el otro ejercicio”.
La lotería no sería posible sin La Compañíaxi.
El poder del Azar se extiende, respira en el espacio, se propaga en las conciencias, sortea
las fronteras sociales. La intensa vida no disimulada de los tocados por la lotería provoca
envidia en los excluidos, justificado enojo por la desigualdad, inevitable agitación de los
condenados a una fatalidad sin azar. Comienza la revuelta de los que se saben fuera del
juego: el grito de los exceptuados de ese delicioso vaivén, los desaparecidos de las sacudidas
de la suerte, los privados de ese punto en que cada cuerpo se sabe razón de peso de una
oscilación incierta. Llega, entonces, la abolición de la suerte mercenaria. La igualdad de
todos ante la ley del Azar como plenitud posible de la frágil existencia humana. Como
conquista civilizadora sobre las guerras de clases. El nuevo orden del Azar como una historia
sin identidades seguras, sin posiciones definitivas. La existencia como repentina desposesión
que iguala a todas las criaturas vivientes xii.
te deseo
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El deseo está enredado con la posesión, en ese sentido: el deseo es gozado por el
capitalismo.
La potencia del deseo (el deseo desea desear) queda embrollada con el tener o el poseer.
El deseo desea poseer al otro, desea poseer lo que el otro tiene, desea poseer lo que el otro no
tiene pero desea poseer. Cuando desea poseer lo que tiene el otro, desea poseer el contento
que imagina en el otro: desea poseer su alegría, su placer, su satisfacción. Desea poseer la
potencia que imagina en el otro. No anhela una propiedad sino una potencia. Pero las
potencias no se pueden poseer, se habitan o no. ¿Cómo se habitan potencias si no se está
disponible? Los babilonios comprenden que sólo la igualdad de las suertes vuelve a todos los
hablantes igualmente disponibles para las potencias de la vida.
Moby Dick, lo incapturable
La triste carga de querer adueñarse de una potencia: el capitán Ahab, en la novela de
Melville, delira por dominar a la caprichosa ballena blanca. En esa locura de poder reside su
impotencia. Si pudiera protegerse del ansia de conquista que lo goza, si pudiera abandonarse
sereno en su impoder, el cuerpo mutilado en el que vive se alegraría de sentir la irreductible
potencia que habita en la maravillosa bestia de sal.
quiero más, otra cosa, ya no quiero nada
“Las consecuencias eran incalculables. Una jugada feliz podía motivar su elevación al
concilio de magos o la prisión de un enemigo (notorio o íntimo) o el encontrar, en la
pacífica tiniebla del cuarto, la mujer que empieza a inquietarnos o que no esperábamos
rever; una jugada adversa: la mutilación, la variada infamia, la muerte. A veces, un sólo
hecho -el tabernario asesinato de C, la apoteosis misteriosa de B- era la solución genial de
treinta o cuarenta sorteos. Combinar las jugadas era difícil; pero hay que recordar que los
individuos de la Compañía eran (y son) todopoderosos y astutos. En muchos casos el
conocimiento de que ciertas felicidades eran simple fábrica del azar, hubiera aminorado su
virtud; para eludir ese inconveniente, los agentes de la Compañía usaban de las sugestiones
y de la magia. Sus pasos, sus manejos, eran secretos. Para indagar las íntimas esperanzas y
los íntimos terrores de cada cual, disponían de astrólogos y de espías. Había ciertos leones
de piedra, había una letrina sagrada llamada Qaphqa, había una grieta en un polvoriento
acueducto que, según opinión general, daban a la Compañía; las personas malignas o
benévolas depositaban delaciones en esos sitios. Un archivo alfabético recogía esas noticias
de variable veracidad”.
¿Cómo calcular consecuencias de una jugada feliz o una suerte adversa sin la ilusión de
equivalencia que ofrece la moneda? ¿Cómo medir las íntimas esperanzas o los terrores
secretos de cada cual, sin el soporte unificador del dinero o la uniformidad que ofrece un
mercado? La felicidad desbarata, con sus caprichos, cualquier orden. La dicha es para unos
reconocimiento o confirmación de superioridad, para otros una competencia mínima con el
vecino, para el resto un amor en los comienzos, para los de más allá el guiño secreto de dios.
O la infelicidad es el desprecio de un semejante, la enfermedad, la ausencia, la muerte.
Lo único no se alcanza como propiedad ni como originalidad, sino como relación de
intimidad con lo que nos toca. Lo singular trama intimidad con lo impropio, lo ajeno, lo
insignificante, lo mínimo, lo que queda fuera del orden general y común. La intimidad narra
amoríos del deseo más allá de la ineludible intimidación de las instituciones y discursos que
siempre entran en juego.
encanto, sin cautiverio
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Estar no es lo mismo que estar disponible: receptor de potencias. Las potencias nos tocan
o no. Nos tocan como asignadas o destinadas por la sociedad, la moral, el deseo del Otro o
nos tocan como contacto o intimidad nunca del todo libre de lo anterior. Tocado nombra lo
que Deleuze llamaría -citando a Spinoza- afectado. Necesitamos distinguir entre estar
afectado por potencias que potencian la vida y estar cautivos de imperativos que se apropian
de la vida que vivimos.
A propósito, el psicoanálisis trata de decir algo del imperativo del goce. El Psicoanálisis
dice: el Goce es la invención de un lado narcisista del Deseo, su claudicación neurótica.
el Goce dice a la libertad: ¡Sin mí no tendría gracia!
Borges no olvida que la vida acontece como caída: gravitación de potencias que atraen,
conjugación de lo innumerable. Sabe que un mundo no podría existir sin refinados poderes o
sin astucias maestras. Advierte que la dicha como simple fábrica del azar o emprendimiento
solitario de la voluntad es inconveniente para la felicidad.
La felicidad no quiere mirarse sólo en el espejo del azar o en el de la voluntad. Con el
puro azar ocurre lo mismo que con la pura voluntad: el deseo se aburre. El abuso de lo
imponderable debilita al deseo que necesita creer, también, en la influencia de un espíritu
propio. Sin cierta omnipotencia de la identidad no se agrandarían nunca los pequeños e
inútiles actos humanos. Una reserva mágica de la que se nutre el amor, pero también el odio.
La obra del Azar se completa con actos de sugestión y de magia, con predicciones de los
astros y trabajo de espías. Se practica la delación de intimidades, pero no co mo cacería de
existencias acusadas de delitos, sino como chisme necesario de una vida asediada por las
muchas formas que adquiere la falta de sentido.
el Goce dice al Deseo: ¡Gozo en tus astucias!
La omisión del dinero como meta exclusiva del juego, pone a la vista las fantasías de
placer entre los babilonios. La variedad de lo que gusta o disgusta en esa aglomeración. Se
advierte un nudo que discuten psicoanalistas: que los afectos, emociones, sentimientos, que
componen formas de dicha y desdicha, no son sin la afectación de eso que Lacan llama goce.
La promesa de felicidad como consecuencia pura del azar ofende al deseo, igual que lo
ofusca la idea de satisfacción como voluntad de descarga o disminución de tensiones. La
Compañía comprende que el deseo clama por un enredo de sentido.
Cada vez que una criatura que habla declara que le gusta algo, el universo estalla en
carcajadas: ríe de ese protagonismo de las preferencias. No hay dicha humana sin fantasía
dichosa. Melanie Klein acierta cuando piensa que la fantasía, es por momentos, más fuerte
que la ausencia y la muerte. Fantasía que también hace posible el lenguaje y la locura.
las caras de lo dado
¿La Compañía como memoria social acumulada? ¿Catálogo imposible de un archivo de
sueños y pesadillas? ¿Burocracia de la felicidad y el horror? ¿Manual estadístico
personalizado de dichas, desvíos, malestares?
La magnitud de la idea hizo necesarias piezas doctrinarias, multitud de reglas, una teoría
de los juegos. Veamos una de las conjeturas: “Si la lotería es una intensificación del azar,
una periódica infusión del caos en el cosmos ¿no convendría que el azar interviniera en
todas las etapas del sorteo y no en una sola? ¿No es irrisorio que el azar dicte la muerte de
alguien y que las circunstancias de esa muerte -la reserva, la publicidad, el plazo de una
hora o de un siglo- no estén sujetas al azar? Esos escrúpulos tan justos provocaron al fin
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una considerable reforma, cuyas complejidades (agravadas por un ejercicio de siglos) no
entienden sino algunos especialistas pero intentaré resumir, siquiera de modo simbólico.
¿Aumentar el azar? Decisión de alterar todos los ritmos de las cosas. ¿Despedida obligada
tras cada intervalo regular en una vida? Llamado de lo incidental. ¿Clamor de ocurrencias?
Más desarreglo líquido en el mundo. ¿Agregado de fluido accidental en su mecánica tediosa?
Caos, no como desorden o confusión, sino como renovado impulso hacia lo otro, deseo no
acontecido. ¿Crimen de lo establecido? Lapsus del universo.
Azar estremecido en todas partes. Avance de su contravención intencionada no sólo como
beneficio o percance de una jugada, sino como presencia insidiosa en detalles, en
movimientos mínimos, en suspiros inadvertidos. La suerte abarcando cada acto. Potencia
plena y minuciosa de sus trabajos invisibles.
dice El Azar: ¡Estoy en todas partes, incluso en los detalles!
La suerte abarcando cada acto anuncia que se inicia una lotería del instante. Una lotería
que se adelanta a la apuesta, que anticipa al deseo, que se apresura a los hechos, que llega
antes que las causas. Uno de los misterios más hermosos de la vida seguirá siendo el del
instante. Los psicoanalistas saben que el goce hace todo lo posible por entronarse allí. El
Goce dice al Deseo: Gozo de lo que es, de lo que será, nada existe que no pueda gozar.
a veces dice el Deseo: ¡Basta!
Imaginemos un primer sorteo, que dicta la muerte de un hombre. Para su cumplimiento
se procede a un otro sorteo, que propone (digamos) nueve ejecutores posibles. De esos
ejecutores, cuatro pueden iniciar un tercer sorteo que dirá el nombre del verdugo, dos
pueden reemplazar la orden adversa por una orden feliz (el encuentro de un tesoro,
digamos), otro exacerbará la muerte (es decir la hará infame o la enriquecerá de torturas),
otros pueden negarse a cumplirla... Tal es el esquema simbólico. En la realidad el número
de sorteos es infinito. Ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras”.
Se comienza con una primera jugada, azarosa, cuyas consecuencias se descomponen tras
el movimiento inicial: numerosos fallos se disputan una acción. Una sentencia de muerte,
para obrar de acuerdo a la inspiración total de la suerte, realiza nuevos llamados que
desencadenan, a su vez, diferentes posibilidades: cada acción vive dislocada en un
precipitado de otras muchas soluciones alternativas.
La vida como interludio que desplaza infinitamente el momento en que se cumple la
sentencia inicial. La idea de infinito sirve a Borges para inyectar flujos posibles en las
vacilantes líneas de la determinación y la causalidad: estallido de estados, maneras, modos,
formas; desacato de la acción única, frenesí de elecciones probables, audacia que desborda la
opción.
En esa sociedad pacificada por el Azar, los otros advienen como conexiones disyuntivas,
pluralidad contaminante de muchas conductas, concurrencia de lo incompatible, variaciones
llamadoras de diferencias. Los otros como desvíos, torceduras, exageraciones, negativas;
cómplices de un esquema regulador de reacciones, avatares, circunstancias, que gobiernan el
desquicio humano. Diversidad que nada ni nadie completa o domina. El sorteo como fuga del
cálculo previsto, habilidad que posterga lo definitivo, final que no se suspende sino que se
extiende ilimitado, deriva, rumbo de viento, sentido de agua. Abatimiento del acto solitario.
Soledad visitada por innumerables acciones ajenas.
el Azar delira, indivisible
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La Compañía decide añadir inteligencia al Azar: su intervención en detalles mínimos, su
dedicada atención a lo que parece insignificante. La vida entera como mónada de la suerte:
en una mínima jugada acontece todo el universo. En Leibniz, Dios elige entre el infinito de
posibilidades la mejor o la más conveniente: el mejor orden posible (entre las posibilidades
infinitas) es el orden composible. En la cosmología del Azar lo posible acontece en
simultaneidad: desde la opción más conveniente hasta la más dislocada. En La lotería de
Babilonia, La Compañía parece proclamar: El del Azar, el mejor de los mundos posibles xiii .
en lo mínimo late lo infinito
“Los ignorantes suponen que infinitos sorteos requieren un tiempo infinito; en realidad
basta que el tiempo sea infinitamente subdivisible, como lo enseña la famosa parábola del
Certamen con la Tortuga”.
Este párrafo cautiva a Deleuze (1969), en la décima serie Del juego ideal escribe: “La
pregunta fundamental que nos propone este texto es: ¿Cuál es este tiempo que no precisa ser
infinito, sino solamente infinitamente subdivisible’?”.
Borges (1934), que alguna vez imagina enhebrar una biografía del infinito, se refiere en
diferentes ocasiones a la paradoja de la perpetua carrera de Aquiles y la tortuga, inventada
por Zenón de Elea, discípulo de Parménides. Tras menciona reiteradas visitas al argumento y
sus muchas refutaciones, recuerda la historia así: “Aquiles corre diez veces más ligero que la
tortuga y le da una ventaja de diez metros. Aquiles corre esos diez metros, la tortuga corre
uno; Aquiles corre ese metro, la tortuga corre un centímetro; Aquiles corre ese centímetro,
la tortuga un milímetro; Aquiles Piesligeros el milímetro, la tortuga un décimo de milímetro
y así infinitamente, sin alcanzarla...”. La idea de que un ilimitado número de subdivisiones,
cada vez más minúsculas le interesa como disolución metódica. Borges elogia el infinito
como concepto corruptor, inquietante, desatinador.
Lo mínimo guarda el secreto de lo extensivo: en lo mínimo se refugia el instante, es decir
la intensidad.
la Representación dice: ¡Transformo el infinito en algo!
En Vindicación de Bouvard et Pécuchet, Borges (1932) anota: “La ciencia es una esfera
finita que crece en el espacio infinito, cada nueva expansión le hace comprender una zona
mayor de lo desconocido, pero lo desconocido es inagotable”. En una conferencia sobre
Spinoza, Borges explica que, para él, infinito no quiere decir indefinido ni innumerable, sino
flujo que no tiene principio ni fin.
dice la Probabilidad: ¡Volveré y seré cuántica!
Pero ¿qué dice este infinito de azar? ¿Tiempo sin límites? ¿Golpeteo del reloj eterno?
¿Signo matemático que tiene la forma de un ocho acostado? Infinito, también, como dominio
de lo infinitivo. Potencia impersonal que expresa todas las acciones. El presente, instante
ilimitado, por venir que no cesa, pasado que retorna. La muerte no como meta que se alcanza
sino como borde que nos arroja a las suertes del tiempo.
La idea de Borges hace recordar la proposición 6.4311 de Wittgenstein dice: “La muerte
no es un acontecimiento de la vida. No se vive la muerte. Si por eternidad se entiende, no
una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive
en el presente...”.
Muerte como acontecimiento que funda temporalidad. El morir como límite de la
representación que vuelve infinito el instante. Tiempo, signo desencadenado, trama de un
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lenguaje consistente. Azar como eternidad conjugada en el presente. La suerte echada es
suerte arrojada, lanzada, en espera decidida de lo venidero. Pero también es suerte que
retorna tras la expulsión de las capturas causales. Incluso suerte en posición horizontal
tumbada en condiciones de soñarse como línea infinita xiv.
En vilo ante lo inconcebible de cada sorteo, los babilónicos viven insomnes en el
presente. No persiguen la inmortalidad: están embriagados de Azar, no embargados por el
temor a morir.
no se posee, el instante
El Azar comprende que su encanto reside en la soberanía del instante. Sólo así el deseo
vive eso que, a veces, el goce le da: la vivencia de lo eterno.
Tal vez el error consista en pensar la eternidad como futuro interminable, como promesa
de un porvenir perpetuo. El secreto de lo eterno está en el instante. No conviene pensar
eternidad como posesión de tiempo. El precio del mañana (2011) de Andrew Niccol (una
película olvidable) presenta la idea del tiempo acumulado como especie de inmortalidad. En
el año 2161, la humanidad se encuentra genéticamente programada para detener el
envejecimiento a los veinticinco años, a partir de ese momento todos tienen sólo un año más
de vida. Inscripciones en el antebrazo (como los condenados de los campos) marcan, como
en un reloj digital fosforescente los años, los meses, los días, los minutos, los segundos que
le restan de vida. Así, se trabaja para ganar tiempo o se paga lo que se consume con tiempo.
Pueden acumular o gastar tiempo como si fuera dinero. Un poderoso personaje guarda en el
tesoro de un banco un millón de años.
“una cosa bella es una alegría para siempre”xv
El maravilloso poder del Azar no se explica por la creciente complejidad de los sorteos,
sino por su inventiva para resguardar la magia del instante: la perplejidad de su inminencia
sin fin. La Compañía comprende que no se debe ultrajar ese misterio: no hay otra eternidad
para la forma humana.
los dados todavía en el aire
“También hay sorteos impersonales, de propósito indefinido: uno decreta que se arroje a
las aguas del Eufrates un zafiro de Taprobana; otro que desde el techo de una torre se suelte
un pájaro; otro que cada siglo se retire (o se añada) un grano de arena de los innumerables
que hay en la playa. Las consecuencias son, a veces, terribles”.
Introducción de lo aleatorio, suertes diseminadas para nadie: acciones arrojadas sin
destino. Disponibilidad de una causa, un efecto no evocado, una potencia sin meta.
Aspiraciones que vagan indeterminadas: cristal de color azul, gorrión que se suelta, partícula
que no puede ser mirada. El Azar tiende amarras en los aires del sentido. Tibieza y espanto
de una erótica de lo inútil, innecesario, prescindible. Las potencias existen sin necesidad. La
Compañía acentúa lo que acontece porque sí como afirmación incausada del Azar
la Compañía dice al Azar: Sin mí te volverías previsible
“Bajo el influjo bienhechor de la Compañía, nuestras costumbres están saturadas de
azar. El comprador de una docena de ánforas de vino damasceno no se maravillará si una
de ellas encierra un talismán o una víbora; el escribano que redacta un contrato no deja
casi nunca de introducir algún dato erróneo; yo mismo, en esta apresurada declaración, he
falseado algún esplendor, alguna atrocidad. Quizá, también, alguna misteriosa
monotonía...”.
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La Compañía actúa como Estado Benefactor para los babilonios. Introduce en la historia
el fluido bondadoso de la suerte. El movimiento de su marea protectora atiende todos los
detalles: la segregación del bien como abrigo, amparo, condena, el llenado azaroso como
establecido triunfante, la plena incertidumbre como rutina automática, el prodigio del
asombro absorbido por los arraigos de la costumbre, la extrañeza aquerenciada como
tradición viciosa. Hasta los notarios introducen datos adulterados.
La paradoja de esa vida completada por el Azar es que también incluye secretas zonas de
monotonía causal, insondables dominios de la necesidad, primitivas suspensiones de lo
aleatorio, místicos desprecios de la variación. La Compañía introduce incluso bromas del
Azar, no trampas maliciosas, sino signos que simulan recuperar eso que enseña la vida: la
sorpresa y perplejidad de lo que acontece sin ser visto. Lo que pasa fuera de toda conciencia,
erra y perdona, La Compañía
“Por lo demás, nada tan contaminado de ficción como la historia de la Compañía...Un
documento paleográfico, exhumado en un templo, puede ser obra del sorteo de ayer o de un
sorteo secular. No se publica un libro sin alguna divergencia entre cada uno de los
ejemplares. Los escribas prestan juramento secreto de omitir, de interponer, de variar.
También se ejerce la mentira indirecta. La Compañía, con modestia divina elude toda
publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos; las órdenes que imparte
continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores.
Además ¿quién podrá jactarse de ser un mero impostor? El ebrio que improvisa un mandato
absurdo, el soñador que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme
a su lado ¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de la Compañía?”.
Pasaje de la lotería como un mínimo juego de azar localizado, confinado a una estrecha
zona de la esperanza, a la vida como juego metafísico de combinaciones infinitas: el juego
como metástasis ficcionalxvi.
El conjunto de los actos atribuidos a la Compañía infectados de versiones fantasiosas, los
testimonios de su existencia certificados por fuentes arbitrarias, volúmenes sagrados
adulterados. Una gramática histórica de mentiras, omisiones, intercalaciones absurdas,
variaciones molestas, imposturas indemostrables. El engaño como secreto público.
Una existencia precipitada en el Azar vive indecisa. No puede concluir razones sobre la
consistencia, la voluntad, la responsabilidad de cada conducta babilónica. El hombre que
ahoga con sus manos a la mujer que duerme a su lado ¿ejecuta infinitos mandatos? ¿Ese acto
personal es consecuencia de indeterminaciones y determinaciones tan propias como ajenas?
Sus manos estrechan el paso del aire en otro cuerpo dormido. El que ahoga a la mujer q ue
duerme a su lado no gobierna del todo en el conglomerado de su libertad. El asunto del
sentido irrumpe cuando cunde la fatiga causal.
Fatiga que no evita la pregunta por la responsabilidad: la vida como utopía de una
decisión. Decimos la decisión de mi vida fue irme o quedarme, decir no, decir sí o no decir
nada. Decisiones de una vida son decisiones que cambian esa vida. Momentos únicos en los
que la vida arrastra con sus potencias y nos hacemos responsables de estar o no estar. Las
decisiones son de la vida antes que personales: estamos o no en la cita.
Se toma la decisión en medio de un griterío, se la toma entre muchas, sin saber del todo
qué gobierna en ese acto: la decisión se decide sin ese saber.
Vivir, entre muchas otras cosas, supone que, llegado el momento, es necesario estar en la
cita. Lo singular se podría pensar como esa citación con la vida: posibilidad que no demanda
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nada. Hay que hacer algo, sin embargo, para estar (a tiempo) en donde se está: ese algo que
se hace o no se hace es la decisión.
la decisión inconsciente, ¿es esa decisión?
“Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de
conjeturas. Alguna abominablemente insinúa que hace ya siglos que no existe la Compañía y
que el sacro desorden de nuestras vidas es puramente hereditario, tradicional; otra la juzga
eterna y enseña que perdurará hasta la última noche, cuando el último dios anonade el
mundo. Otra, declara que la Compañía es omnipotente, pero que sólo influye en cosas
minúsculas: en el grito de un pájaro, en los matices de la herrumbre y del polvo, en los
entresueños del alba. Otra, por boca de heresiarcas enmascarados, que no ha existido nunca
y que no existirá. Otra, menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de
la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares”.
Al final, lo de siempre: no es el Azar lo que gobierna la civilización, sino la Compañía
que goza a la civilización porque gobierna el Azar.
En La lotería en Babilonia asistimos al relato de muchas astucias humanas: el juego
infinito del Azar como astucia humana para habitar una multiplicidad sin la garantía de Dios,
perseverar en la intensidad del instante como astucia para escapar del espanto de la muerte,
todas las vidas en cada vida como astucia para vivir sin la fatalidad de la posesión, la
imperfecta justicia de la suerte que iguala a todos como astucia de la revolución social, la
Compañía ficcional como astucia que vuelve tolerable el desamparo.
Entre otras muchas astucias presentes en el relato, sin embargo, falta la astucia política:
deseo de una potencia no doblegada al goce del poder.
dice el Verbo: ¡Conjuga potencias!
La lotería, no se presenta como cualidad o complemento congelado de un juego, sino
como acción que conjuga modos de existencia. Se podría, tras el relato de Borges, formar el
verbo babiloniar, convirtiendo la idea misma de Babilonia en una acción. Babiloniar como
infinitivo receptivo de multiplicidad. Babiloniar como movimiento ensamblador de
sorpresas. Babiloniar como modo de descomprimir la diversidad de lo posible.
Las conjeturas borgeanas son formas de su ensayismo. Escritura hospitalaria con
argumentos probables, horrorosos, audaces; irreverencia con lo que se considera sagrado:
risa insinuada como asilo de la razón perpleja. La contextura conjetural no presenta sólo una
opción por la literatura, sino, también, una forma de ficción metafísica, un combate contra la
tentación dogmática. La lotería en Babilonia no invoca, otra vez, el pesimismo oscuro de un
perverso poder como se narra en otras literaturas xvii.
dice la Injusticia: Soy el mal menor
La lotería en Babilonia es una utopía lograda porque no esconde su máscara argumental.
No se priva de decir que su relato no alcanza a capturar potencias que lo exceden. No
presenta un proyecto institucional, pero no carece de la convicción aguerrida de argumentos
que luchan. El cuento de Borges es, también, un relato sobre las políticas de poder.
La paradoja de una Corporación del Azar transporta un potencial crítico que se derrama
fuera de toda premura conclusiva. La utopía de las suertes sugiere la idea de poder como
aparato dudoso, irresuelto, tal vez inexistente. Poder como memoria de conflictividad,
tensión, misterio.
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El relato sugiere que si no fuéramos esclavos de mandatos morales, sirvientes de la
posesión, criaturas insatisfechas adheridas a un goce, si una sociedad cuidara de que todos
los cuerpos estuvieran por igual disponibles para las potencias del vivir, entonces las
personas que hablan podrían apostar a la belleza de un instante.
Los explotados en sus trabajos, los expulsados de la potencias de la vida, los que no saben
cómo defenderse, dicen: ¡No podemos más! Repite el Azar: ¡Mi mundo sería el mejor mundo
posible! Dice el Goce: ¡No se librarán de mí! Agrega el Capitalismo: ¡De ninguno de los
dos!
dice La lucha de Clases: ¡No te dejarán tomar la palabra!
La pregunta por la existencia de la Compañía, precipita una ficción que se anima a
imaginar cómo sería el mundo sin un lenguaje que lo piense, cómo sería un colectivo sin ese
infinitivo decir que provoca vidas innumerables. Especula con una omnipotencia que no se
ejerce, confinada en lo mínimo, insignificante, inexpresable.
En La Lotería de Babilonia se omite la política porque la Compañía no cree en formas de
representación posible para todos y cada uno de los vivientes. Piensa que las masas sin voz o
las mayorías son abstracciones abusivas e inútiles a la hora de las suertes.
En El Congreso (1975) se cuenta la historia de un hombre de mucha riqueza que se
propone organizar un Congreso del Mundo que represente a todos los hombres de todas las
naciones, escribe Borges: “Planear una asamblea que representara a todos los hombres era
como fijar el número exacto de los arquetipos platónicos, enigma que ha ataread o durante
siglos la perplejidad de los pensadores”. En El otro (1975) se relata un encuentro entre
Borges y él mismo; el otro, que no llega a los veinte años, prepara un libro de versos que
titulará ‘Los himnos rojos’, poemas que cantarán a la fraternidad de todos los hombres. El
Borges mayor pregunta si es verdad que se siente hermano de todos los seres vivos, dice
“Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos
los buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos,
etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias”.
Borges emplea una ocurrente enumeración (arte que dice aprendió de Whitman) para
narrar lo irrepresentable. Como no considera relevante los intereses de clase, prefiere
mencionar individuos que considera reales, uno por uno.
Conviene deslizar una intención: sujetados a la lengua que nos habla, a veces pensamos o
nos fugamos de la nada a través de las palabras (las pocas o únicas que alguna vez
decidimos). Un sentido ético de la política es crear condiciones para el encuentro entre los
cuerpos y las palabras que liberanxviii.
dice la Política: ¡Soy la palabra todavía sin decir!
De todos los Amos concebidos por la imaginación del hombre, tal vez sea el Azar el más
razonable: sólo la muerte y el azar son creíbles cuando dicen que no actúan por algo
personal. Incluso el Azar suaviza la muerte: introduce la única vacilación posible en lo
definitivamente cierto. Antes de nacer está decidido que habremos de morir, pero ¿cuándo?,
esa precisión es accidental (el azar interviene hasta en los secretos cosmológicos y
genéticos).
Borges parece pensar que estar a merced de la ficción de La Compañía es menos dañino
que esperar algo del Estado Moderno, de las democracias burguesas o de las proletarias.
Sospecha por igual de Dios, del Rey, del Patrón, de la Ley: sólo el Azar puede concentrar
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una vocación benefactora confiable, sólo el Azar esparce lo bueno y lo malo, la sumisión y la
libertad, la dicha y la desdicha, sin otra condición que la de la suerte.
Dice el Azar al Deseo: ¡Cásate conmigo, seré tu mejor consorte, gozaré de ti sólo cada
sesenta días!
“Eppur si muove”
El caminante que recorre arrogante extensiones terrestres, prefiere creer que deja sus
huellas sobre una superficie quieta, sin embargo anda sobre un movimiento que sus sentidos
no comprenden.
Resumen: Abstract:
Este artículo duplica un relato de Borges que se This article duplicates a story written by Borges
cita casi completo. No es una glosa que supone which is quoted almost in its entirety. It is not a
que todo lo que se debería pensar ya está dicho en summary which infers that everything that should be
esa narración maravillosa. Ni pretende la thought has already been said in this wonderful story.
intercalación de explicaciones que hagan Nor does it pretend to intersperse explanations in
inteligible esa escritura. La lotería en Babilonia no order to make the writing intelligible. The Lottery in
interesa como asunto que transporta oscuridades, Babylon is not interesting because it conveys
secretos o claves a interpretar, aunque obscurities, secrets or clues to be interpreted,
intertextualidades, sugerencias, ambigüedades, son although inter-textualities, suggestions and
pulsos de su arquitectura. La pasión y el gusto por ambiguities are its structural pulse. Passion and
el lugar del comentador forman parte de un enjoyment of his position as commentator are part of
ejercicio de espera: la obstinada demora en una an exercise in waiting: the obstinate delay in a distant
voz ajena como ocasión para el desliz de una idea. voice as an opening for the slip of an idea.
A veces, pensamientos se emancipan por Sometimes, thought emancipates due to sudden
fricciones repentinas que se producen al pasar de frictions which are produced on passing from one text
un texto a otro. to another.
Palabras clave: Borges – Azar – Deseo - Spinoza Keywords: Borges – Hazard – Desire - Spinoza
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i
En las proposiciones “la vida, una posibilidad en espera; deseo, potencia de esa espera”, la coma
está en lugar del verbo copulativo que exigiría el cumplimiento de lo predicado o demandaría una
obligación argumental (lo copulativo -no podría ser de otro modo- está destinado a ligar, atar,
juntar, adherir, fusionar). En lugar del verbo ser, que tendería a clausurar, la coma (pausa,
suspensión de la conclusión, separación de lo que puja por unirse) indica una mera posibilidad.
Mera no por insignificante, sino como una posibilidad más, entre otras.
ii
Si ironía es la figura retórica que da a entender lo contrario de lo que dice, en Borges expresa
también la frontera artificial que separa ensayo de ficción. “La ironía no es gesto de superioridad,
sino una forma de lucha”, gustaba decir a Musil.
iii
No se trata de una estricta prosopopeya, no está en juego tanto el empleo de una figura retórica
como la puesta en escena de figuras que hablan aposentándose en lugar de sujeto. La diferencia se
acentúa con otra figura a la que suele referirse Borges (1982), la hipálage (“el oro ávido”,
“estudiosas lámparas”, “árido camello”, “biblioteca ciega”).
iv
En el prólogo para la edición de Ficciones, Borges describe este relato como una pieza fantástica
no del todo inocente de simbolismo. ¿Alude a la sociedad argentina? Se podrá decir que Borges
exagera la circunstancia de la suerte para expresar su admiración por el cosmos europeo o que
participa de la serie discepoliana que se dice en Cambalache (“Que el mundo fue y será una
porquería (lotería)...”): esa protesta moral contra las mezclas, el desorden, las presencias irrespetuo-
sas de las vidrieras. Puede leerse el texto como ficción utópica que vuelve risible el ideal de orden
omnipotente, perfecto, completo; a la vez que evita el regodeo quejoso de la razón que se siente
atropellada.
v
Escribe Borges (1951): “El mundo, según Mallarmé existe para un libro; según Bloy, somos
versículos o palabras o letras de un libro mágico; y ese libro incesante es la única cosa que hay en
el mundo: es, mejor dicho, el mundo”.
vi
Utilizo la palabra potencias en plural, podría emplear energías, fuerzas, vibraciones, intensidades,
movimientos, soplidos, ansias, deseos, inminencias, burbujeos, tensiones, inquietudes, corridas.
Todos términos que sugieren algo que nunca se captura.
vii
En Del culto de los libros (1951), en Otras Inquisiciones, Borges escribe que para los cabalistas
Dios creó el universo mediante los números cardinales que van del uno al diez y las veintidós letras
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del alfabeto, escribe “Que los números sean instrumentos o elementos de la Creación es dogma de
Pitágoras y de Jámblico; que las letras lo sean es claro indicio del nuevo culto de la escritura. (…)
‘Veintidós letras fundamentales: Dios las dibujó, las grabó, las combinó, las pesó, las permutó, y
con ellas produjo todo lo que es y todo lo que será.’ (…) Luego se revela qué letra tiene poder
sobre el aire, y cuál sobre el agua, y cuál sobre el fuego, y cuál sobre la sabiduría, y cuál sobre la
paz y cuál sobre la gracia, y cual sobre el sueño, y cuál sobre la cólera, y cómo (por ejemplo) la
letra kaf, que tiene poder sobre la vida, sirvió para formar el sol en el mundo, el miércoles en el
año y la oreja izquierda en el cuerpo”.
viii
En la historia de la palabra lotería laten en una misma voz herencia (lotes que les tocaban como
legado a los familiares del muerto) y suerte.
ix
Versión libre de uno de los fragmentos de Heráclito.
x
La idea de cambio desespera al poder. Alcanza con pensar las aprobaciones y sospechas que recibe
la idea de metamorfosis que expande sentidos próximos de transformación, revolución, emancipa-
ción, corrupción, descomposición, perversión, mutación, deformidad.
xi
Las derivas que llevan a la creación de La Compañía en la Lotería en Babilonia se encuentra en
otros relatos de Borges. En Tlon, Uqbar, Orbis, Tertius se conjetura la existencia de una sociedad
secreta de artistas, científicos y notables. Supone un planeta no creado por Dios, sino inventado y
diseñado por personas geniales (“una sociedad secreta y benévola”). Se trata de demostrar que los
mortales son capaces de concebir un mundo como obra mayor: “Tlon será un laberinto, pero un
laberinto urdido por hombres, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres”. Borges
explica que el orden de Tlon, su exquisita lógica, su pleno rigor “es un rigor de ajedrecistas, no de
ángeles”. Borges suaviza, así, la misma idea de una sociedad secreta que Arlt, en Los siete locos,
emplea para denunciar manipulaciones que minorías poderosas hacen de las ilusiones de pobres y
condenados.
xii
El relato presenta una de las invenciones utópicas más logradas del pensamiento. Borges más
inclinado por las perspectivas irónicas de Macedonio Fernández (El zapallo que se hizo cosmos) y
de Xul Solar (el panjuego), proyecta un mundo que recuerda ideas de Fourier, Blanqui, Swift, Marx.
xiii
Dos relatos de Borges (1949) hacen referencia a la cuestión de la mónada de Leibniz sin
mencionarla: uno, es El Zahir en el que atribuye a Tennyson la idea de que “si pudiéramos
comprender una sola flor sabríamos quiénes somos y qué es el mundo”: la otra, en El Aleph “uno de
los puntos del espacio que contiene todos los puntos”.
xiv
Borges, en Avatares de la tortuga (1932) apunta que Nicolás de Cusa en “la circunferencia vio un
polígono de un número infinito de ángulos y dejó escrito que una línea infinita sería una recta,
sería un triángulo, sería un círculo, sería una esfera...”.
xv
Así comienza el poema de Keats, Endymion.
xvi
Baudrillard (1982) encuentra en el relato de Borges lo que llama “la más formidable ironía del
simulacro social”.
xvii
Pienso en 1984 de Orwell o en la novela del ruso Evgenij Zamyatin, Nosotros, escrita en 1920.
En esta última, hombres y mujeres son identificados con números. El libro de las horas prescribe
qué debe hacerse en cada circunstancia. Viven en casas de vidrio, se levantan simultáneamente, se
lavan los dientes y comienzan a tomar el desayuno en el mismo momento. Hacen el amor cuando
está indicado. La sociedad, por fin, alcanza un Estado Unificado. Un Benefactor protege a todos por
igual. Los Guardianes se encargan de resolver cualquier problema. Un mundo casi perfecto.
xviii
Tal vez la idea de libertad sea una reserva de lo humano o de lo que queda tras el fracaso de los
humanismos. Dicen los Dioses: ¡No somos libres, estamos atrapados en la inmortalidad!
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