El intérprete del dolor
En el puesto de té, el sefior y la sefiora Das discutfan sobre quién debia
acompajiar a Tina al servicio. Al final, la sefiora Das cedié después de que su
marido le recordara que la noche anterior habia sido él quien habia bafiado a
la niffa. Por el espejo retrovisor, el sefior Kapasi vio salir lentamente a la
sefiora Das de su gran Ambassador blanco, arrastrando las piernas casi
desnudas y depiladas por el asiento trasero. Camino del servicio, no le dio la
mano a la nifia.
Tban a visitar el Templo del Sol de Konark. Era un sébado luminoso y
despejado y la brisa marina mitigaba el calor de mediados de julio, un clima
estupendo para visitar monumentos. En otras circunstancias, el sefior Kapasi
no se habria detenido tan pronto en su ruta hacia el templo, pero aquella
majiana, cuando no hacia ni cinco minutos que habfa recogido a la familia
delante del Hotel Sandy Villa, la nifia habia empezado a quejarse. Lo primero
que habia llamado la atencién al sefior Kapasi al ver al sefior y la sefiora Das
con sus hijos bajo el porche del hotel era su juventud: tal vez no llegaran a los
treinta afios. Ademés de Tina, tenfan dos chicos, Ronny y Bobby, de edades
muy similares y con las respectivas dentaduras recubiertas por una red de
destellantes alambres plateados. La familia parecfa india, pero todos vestian
como los extranjeros; los nifios Ilevaban ropa muy nueva de colores
llamativos y gorras de viseras trasliicidas. El sefior Kapasi estaba
acostumbrado a los turistas; solian asignarselos a él porque sabia inglés. El
dia anterior habja levado a una pareja de ancianos escoceses, ambos con
manchas de edad en el rostro y un pelo blanco y muy fino, tan escaso que
dejaba entrever el cuero cabelludo quemado por el sol. Comparandolos con
ellos, los rostros juveniles y morenos del sefior y la sefiora Das resultaban atin
més sorprendentes. Al presentarse, el sefior Kapasi los habia saludado
juntando las palmas delante del pecho, pero el sefior Das le habia estrechado
la mano como hacfan los estadounidenses, con tanta firmeza que sintié una
punzada de dolor en el codo. La sefiora Das, sin embargo, se habia limitado a
Pagina 41curvar una comisura de la boca y a componer una especie de sonrisa, pero sin
mostrar el mas minimo interés por el sefior Kapasi.
Mientras esperaban en el puesto de té, Ronny, que parecia el mayor de los
dos chicos, se bajé con dificultad del asiento trasero, intrigado por una cabra
que habia visto atada a una estaca.
—No la toques —Io previno el sefior Das.
Levanté la mirada de la gufa turistica que estaba leyendo, con el titulo
«aNDIA» escrito con letras amarillas y aspecto de haber sido publicada en el
extranjero. Su voz, aguda y un tanto vacilante, sonaba como si todavia no
hubiera alcanzado la madurez.
—jQuiero darle un chicle! —grité el chico mientras echaba a correr hacia
el animal.
EI sefior Das salié del coche y, para desentumecer las piernas, las flexion
hasta ponerse casi en cuclillas. Iba bien afeitado, y parecia una versién
ampliada de su hijo Ronny. Llevaba una gorra de visera de color azul zafiro y
vestia pantalén corto, zapatillas de deporte y una camiseta. La cémara que le
colgaba del cuello, con un teleobjetivo enorme y numerosos botones e
indicadores, era el ‘inico elemento sofisticado de su atuendo. Fruncié el cefio
mientras observaba a Ronny, que seguia avanzando hacia la cabra, pero no
parecié que tuviera intencién alguna de intervenir.
—Bobby, asegiirate de que tu hermano no hace ninguna estupidez.
—No me apetece —contesté Bobby, que ni siquiera se movié
6
Iba sentado en el asiento delantero central, al lado del seiior Kapasi, y
examinaba una imagen del dios con cabeza de elefante que habia pegada con
cinta adhesiva en la guantera.
—No se preocupe —dijo el sefior Kapasi—. Son bastante déciles.
El sefior Kapasi tenfa cuarenta y seis aiios y el pelo completamente cano y
con grandes entradas, pero por su piel tostada y su frente sin arrugas, en la
que de vez en cuando se aplicaba unos toquecitos de balsamo de aceite de flor
de loto, era fécil imaginar cual habia sido su aspecto unos afios atras. Vestia
pantalén gris y una camisa a juego, més estrecha a la altura de la cintura, de
manga corta y cuello ancho y puntiagudo. Estaba confeccionada con un
material sintético fino pero duradero. Le habia especificado a su sastre tanto
el corte como la tela, y era su uniforme preferido para realizar las visitas
turfsticas, porque no se arrugaba a pesar de las largas horas que pasaba al
volante. Vio por el parabrisas que Ronny describia un circulo alrededor de la
cabra, le acariciaba el costado durante unos instantes y luego regresaba
corriendo al coche.
Pagina 42—Supongo que dejarfa la India cuando atin era pequeiio —comenté el
sefior Kapasi cuando el seftor Das volvié a sentarse en el asiento del pasajero.
—Ah, no, Mina y yo nacimos en Estados Unidos —contesté el sefior Das,
de repente muy seguro de si mismo—. Nacimos y crecimos alli. Ahora
nuestros padres viven aqui, en Assansol. Ya estan jubilados. Venimos a verlos
cada dos afios.
Se volvié hacia la ventanilla y vio que su hija volvia cortiendo hacia el
coche; los grandes lazos morados de su vestido de tirantes le bailaban sobre
los hombros estrechos y bronceados. Abrazaba contra el pecho una muiieca
con una melena rubia llena de trasquilones, como si se la hubieran recortado,
para castigarla, con unas tijeras poco afiladas.
—Esta es la primera vez que Tina viene a la India, zverdad, Tina?
—Ya no tengo que ir al servicio —anuncié Tina.
—D6nde esta Mina? —pregunté el sefior Das.
Al sefior Kapasi le extrafié que el sefior Das se refiriera a su mujer por su
nombre de pila al hablar con la niiia. Tina sefialé con el dedo a la seiiora Das,
que estaba comprandole algo a uno de los hombres con el torso desnudo que
atendian el puesto de té. El sefior Kapasi oy6 que otro de aquellos hombres
sin camisa entonaba una frase de una conocida cancién de amor hindi
mientras la sefiora Das caminaba de vuelta al coche, pero ella no debié de
entender la letra, porque no mostré enfado ni bochoro, ni reaccioné de
ninguna otra forma al halago del desconocido.
La observé. Vestia una falda a cuadros rojos y blancos que le dejaba las
rodillas al descubierto, sandalias con tacén cuadrado de madera y una
camiseta cefiida, no muy distinta de las que muchos hombres usaban como
ropa interior, que, a la altura del pecho, llevaba un aplique de perlé con forma
de fresa. Era una mujer de escasa estatura y un poco rellenita, con unas manos
pequefias que parecian zarpas y las ufias pintadas de rosa, a juego con el
carmin de los labios. Se peinaba el cabello, solo un poco més largo que el de
su marido, con una marcada raya al lado. Lucia unas grandes gafas de sol de
montura marrén y cristales rosados, y completaba su atuendo un gran bolso de
paja con forma de cuenco, casi tan grande como su torso, por el que asomaba
una botella de agua. Caminaba sin prisa, con un gran cucurucho de papel de
periddico leno de arroz inflado mezclado con cacahuetes y guindillas. El
sefior Kapasi se volvié hacia el sefior Das.
—En qué parte de Estados Unidos viven?
—En New Brunswick, Nueva Jersey.
—Cerca de Nueva York, gno?
Pagina 43—Exacto. Yo trabajo alli. Soy maestro de secundaria.
— Qué asignatura imparte?
—Ciencias naturales. De hecho, todos los afios llevo a mis alumnos de
excursién al museo de Historia Natural de Nueva York. Podriamos decir que,
en cierto modo, usted y yo tenemos mucho en comiin. ¢Cuanto tiempo hace
que trabaja de guia turistico, sefior Kapasi?
—Cinco afios.
La sefiora Das llegé al coche.
—,Cudnto dura el viaje? —pregunté al cerrar la puerta.
—Unas dos horas y media —contesté el sefior Kapasi.
Al oitlo, la sefiora Das solté un suspiro de impaciencia, como si Ilevara
toda la vida viajando sin pausa. Empez6 a abanicarse con una revista de cine
de Bombay, en inglés, que llevaba doblada.
—Tenja entendido que el Templo del Sol estaba a solo treinta kilémetros
al norte de Puri —dijo el sefior Das, dando unos golpecitos con el dedo en su
guia turistica.
—Las carreteras para ir a Konark son muy malas. En realidad, la distancia
es de ochenta kilémetros —explicé el sefior Kapasi.
EI sefior Das hizo un gesto afirmativo y se colocé bien la correa de la
cdmara fotografica, que estaba empezando a irritarle la nuca.
Antes de reiniciar la marcha, el sefior Kapasi alargé un brazo hacia atras y
comprobé que las puertas traseras tuvieran puesto el seguro, En cuanto
arrancaron, la nifia empezé a jugar con el que tenfa al lado, accionando la
pequefia manivela hacia delante y hacia atrés con cierto esfuerzo, pero la
sefiora Das no la reprendié. Iba sentada en un extremo del asiento trasero, un
poco repantigada, y no le habia ofrecido arroz inflado a nadie. Ronny y Tina,
sentados uno a cada lado de su madre, iban haciendo estallar verdes y
brillantes pompas de chicle.
—jMirad! —exclamé Bobby cuando el coche empezaba a ganar
velocidad. Sefialaba hacia los altos arboles que bordeaban la carretera—.
jMirad!
—jMonos! —grité Ronny—. ;Vaya!
Estaban sentados en grupos y repartidos por las ramas; tenian la cara
negra y resplandeciente, el pelaje plateado, unas cejas horizontales y una
cresta en la cabeza. Sus largas colas grises pendian entre el follaje como
lianas. Algunos se rascaban con las manos negras y correosas, o balanceaban
las patas traseras mientras vefan pasar el coche.
Pagina 44—Los lamamos hanuman —explicé el sefior Kapasi—. En esta zona hay
muchos.
En cuanto lo dijo, uno de los monos salté hacia el centro de la calzada y el
sefior Kapasi tuvo que frenar en seco. Otro salts sobre el techo del coche y
luego salié corriendo. El hombre tocé la bocina. Los nifios, alborotados,
daban gritos ahogados y se tapaban parcialmente la cara con las manos.
Nunca habfan visto monos fuera de un zoo, explicé el sefior Das, y pidié al
sefior Kapasi que parara el coche para hacer una foto.
Mientras el sefior Das ajustaba el teleobjetivo, la sefiora Das metié una
mano en el bolso de paja y sacé un tarro de esmalte de ufias incoloro que
procedié a aplicarse en la uiia del dedo indice.
—i¥o también, mami, yo también! —dijo la niifia, y le acerc6 una mano.
—Déjame en paz —le espeté la sefiora Das; se soplé la ufta y gird un poco
el torso—. Me vas a hacer un estropicio.
La nifia se puso a abrochar y desabrochar los botones del vestidito de la
mufieca de pléstico.
—Ya esté —dijo el sefior Das, y volvié a tapar el teleobjetivo.
La carretera tenfa muchos baches y el coche se sacudfa considerablemente
haciendo que todos botaran en sus asientos de vez en cuando; aun asi, la
sefiora Das siguié esmaltandose las ufias. El sefior Kapasi redujo un poco la
velocidad para intentar que sus clientes no se zarandearan tanto. Cuando Ievé
Ja mano hacia el cambio de marchas, el nifio que iba sentado delante aparté un
poco las rodillas lampifias y el sefior Kapasi se fij6 en que tenfa la piel un
poco més clara que los otros dos.
—Papé, zpor qué este conductor también va sentado en el lado contrario
del coche? —pregunté el nifio.
—Aqui todos los coches Hevan el volante a la derecha, tontorrén —
contesté Ronny.
—No Hames tontorrén a tu hermano —lo reprendié el sefior Das.
Luego, se volvié hacia el sefior Kapasi y afiadié:
—En Estados Unidos... Ya sabe. Eso los confunde.
—Si, ya lo sé —confirmé el sefior Kapasi
Volvié a cambiar de marcha con gran delicadeza y aceleré al acercarse a
una cuesta.
—Lo veo en «Dallas», el volante estd en el lado izquierdo.
—zQué es «Dallas»? —pregunté Tina mientras golpeaba con su mufieca,
que ahora estaba desnuda, en la parte trasera del asiento del sefior Kapasi.
—Ya no la emiten —explicé el sefior Das—. Es una serie de televisién.
Pagina 45Al pasar al lado de una hilera de palmeras datileras, el sefior Kapasi pensé
que todos eran como hermanos. El sefior y la sefiora Das no se comportaban
como padres, sino como hermanos mayores. Se dirfa que solo tenfan a los
pequefios a su cargo durante unas horas; costaba creer que, en el dia a dia,
fueran capaces de responsabilizarse de alguien que no fuera ellos mismos.
sefior Das tamborileaba con los dedos en la tapa del teleobjetivo y en su guia
turistica, y alguna que otra vez pasaba el pulgar por las paginas, que emitian
un sonido rasgado. La sefiora Das segufa aplicdndose brillo en las ufias. No se
habia quitado las gafas de sol. De vez en cuando, Tina volvia a suplicar que le
pintara las ufias también a ella, y en una de esas ocasiones la sefiora Das le dio
una pincelada de esmalte antes de guardar el botecito en el bolso.
—iEste coche no tiene aire acondicionado? —pregunté mientras se
soplaba la mano.
La ventanilla del lado donde iba sentada Tina estaba estropeada y el
cristal no podia bajarse.
—Deja de quejarte —dijo el sefior Das—. No hace tanto calor.
—Te dije que pidieras un coche con aire acondicionado —insistié la
sefiora Das—. {Por qué lo haces, Raj? Para ahorrarte unas miserables rupias?
gCudnto nos ahorramos, cincuenta centavos?
Hablaban con el mismo acento que el sefior Kapasi ofa en los programas
de televisién norteamericanos, pero no con el de los actores de «Dallas».
—iNo se cansa de ensefiar a la gente lo mismo todos los dias, sefior
Kapasi? —pregunté el sefior Das mientras bajaba del todo su ventanilla—.
jEh! ZLe importa parar el coche? Me gustaria fotografiar a ese tipo.
EI sefior Kapasi detuvo el vehiculo en la cuneta y el sefior Das fotografié
a un hombre descalzo con la cabeza envuelta en un turbante sucio, sentado en
lo alto de un carro de sacos de cereal tirado por un par de bueyes. Tanto el
hombre como los bueyes estaban escudlidos. Desde el asiento trasero, la
sefiora Das miraba por la otra ventanilla, hacia el cielo, donde unas nubes casi
transparentes pasaban unas detras de otras, veloces.
—La verdad es que me encanta —respondié el sefior Kapasi cuando
retomaron el camino—. El Templo del Sol es uno de mis monumentos
favoritos, Para mi es una especie de recompensa. Solo trabajo de guia los
viernes y los sébados. El resto de la semana tengo otro empleo.
—zAh, si? —pregunté el sefior Das—. :Dénde?
—Trabajo en una consulta médica.
—iEs usted médico?
—No, no soy médico, pero trabajo de intérprete para uno.
Pagina 46—2Y para qué necesita un médico a un intérprete?
—Tiene bastantes pacientes guyaraties. Mi padre era guyarati, pero en
esta regién no hay mucha gente que hable esa lengua, como es el caso del
doctor. Por eso me pidié que trabajara con él en su consulta, interpretando lo
que dicen los pacientes.
—Qué interesante, Nunca habia ofdo nada parecido —comenté el sefior
Das.
El conductor se encogié de hombro:
—Es un trabajo como otro cualquiera.
—Pero muy roméntico —tercié la sefiora Das con tono ensofiador e
interrumpiendo su prolongado silencio.
Se levant6 las gafas de sol y se las colocé en la cabeza como si fueran una
diadema. Sus ojos se encontraron por primera vez con los del sefior Kapasi en
el espejo retrovisor: claros, un poco pequeiios, de mirada fija pero
somnolienta.
El sefior Das se irguié un poco para mirarla.
—<éQué tiene de romantico?
—No lo sé, Algo. —Se encogié de hombros y fruncié brevemente el cefio
—. ¢Le apetece un chicle, sefior Kapasi? —pregunt6 con desparpajo.
Metié una mano en el bolso y le acercé un chicle envuelto en un papel a
rayas verdes y blancas. El guia se introdujo el chicle en la boca y, al instante,
un liquido dulce y espeso se derramé por su lengua.
—Hablenos més de su trabajo, sefior Kapasi —pidié la sefiora Das.
—2Qué le gustaria saber, sefiora?
—No lo sé. —Volvié a encogerse de hombros mientras mascaba un poco
de arroz inflado y se lamia el aceite de mostaza de las comisuras de los labios
—. Cuéntenos una situacién tipica. —Se recost6 en el asiento, con la cabeza
inclinada hacia la luz, y cerré los ojos—. Quiero imaginarme lo que pasa.
—Muy bien. El otro dia vino un hombre con dolor de garganta.
—iEra fumador?
—No. Fue algo muy curioso. Se quejaba de que notaba como si tuviera
unas largas briznas de paja clavadas en la garganta. Se lo expliqué al doctor y
él pudo recetarle el medicamento indicado.
—jEso es fabuloso!
—Si —concedis el sefior Kapasi tras vacilar un instante.
—O sea que esos pacientes dependen por completo de usted —continué la
sefiora Das. Hablaba despacio, como si pensara en voz alta—. En cierto
modo, dependen mas de usted que del doctor.
Pagina 47—zQué quiere decir? {Cémo van a depender més de mi?
—Bueno, por ejemplo, usted podria haberle dicho al doctor que lo que
notaba el paciente era una quemaz6n, y no como si tuviera briznas de paja
clavadas. El enfermo no se habria enterado de lo que le habia dicho usted al
doctor, y el doctor no sabria que le habia transmitido algo equivocado. Es una
gran responsabilidad.
—Si, tiene usted una gran responsabilidad, sefior Kapasi —coincidié el
sefior Das.
El conductor nunca habia pensado en su trabajo en términos tan elogiosos.
Para él se trataba de una ocupacién bastante ingrata. No veia nada noble en
interpretar el dolor de la gente, en traducir con diligencia los sintomas de
tantos huesos inflamados, de tantos calambres de estémago o intestinos, de
tantas manchas en las palmas de las manos que cambiaban de color, forma 0
tamaiio, El médico, mucho més joven que él, era aficionado a los pantalones
de pata de elefante y hacia chistes sin gracia sobre el Congreso Nacional
Indio. Trabajaban juntos en una consulta pequefia y mal aireada, donde hacia
tanto calor que la cuidadosamente confeccionada ropa del sefior Kapasi se le
pegaba a la piel pese a que las ennegrecidas aspas de un ventilador de techo
giraban sin cesar sobre sus cabezas.
Aquel empleo era un recordatorio de sus fracasos. De joven habia sido un
aplicado estudiante de lenguas extranjeras, propietario de una coleccién de
diccionarios impresionante. Sofiaba con llegar a ser intérprete de diplométicos
y dignatarios, con resolver conflictos entre personas y naciones, con
solucionar disputas en las que solo él pudiera entender ambas posturas. Era un
verdadero autodidacta. Por las noches, antes de que sus padres concertaran su
matrimonio, anotaba en una serie de libretas las etimologfas comunes de las
palabras, y legé un momento en que se sintié capaz de conversar —en caso
de que se presentara la ocasién— en inglés, francés, ruso, portugués e
italiano, por no mencionar el hindi, el bengali, el oriya y el guyarati. En su
memoria, sin embargo, ya solo quedaban unas pocas frases de las lenguas
europeas, palabras sueltas para designar objetos como platos o sillas. El unico
idioma extranjero que todavia hablaba con fluidez era el inglés. El sefior
Kapasi sabia que ese no era un talento excepcional. A veces incluso
sospechaba que sus hijos sabian mas inglés que él, y lo habfan aprendido
simplemente viendo la televisin. Aun asi, sus conocimientos atin resultaban
iitiles para su trabajo de guia turistico.
Habia empezado a trabajar de intérprete después de que su primer hijo
contrajera fiebre tifoidea a los siete aftos; asi habia conocido al doctor, En
Pagina 48aquella época, el sefior Kapasi daba clases de inglés en una escuela de
secundaria, asi que habia utilizado sus conocimientos de idiomas para pagar
Jas facturas médicas, cada vez mas astronémicas. Finalmente, el nifio murié
una noche en brazos de su madre, abrasado por la fiebre, pero entonces hubo
que pagar el funeral, y, al poco tiempo, nacieron sus otros hijos y se mudaron
a una casa mas grande, y habfa que pagar el material escolar y a los
profesores particulares, y los zapatos buenos y el televisor, y muchas cosas
més con las que el sefior Kapasi intentaba consolar a su mujer y evitar que
llorara mientras dormia. De modo que, cuando el doctor se ofrecié a pagarle
el doble de Jo que ganaba en la escuela, acepté. El sefior Kapasi sabia que su
mujer no tenia en mucha consideracién su trabajo de intérprete. Sabia que
aquello le recordaba al hijo que habia perdido, y que sentia celos de aquellas
otras vidas que él, a su modesta manera, ayudaba a salvar. En las escasas
ocasiones en que hablaba del empleo de su marido, solfa describirlo como
«ayudante del doctor», como si el proceso de la interpretacién fuera igual que
tomarle a alguien la temperatura o vaciar una cufia. Nunca le preguntaba por
los pacientes que acudian a la consulta, y jams habria dicho que su trabajo
conllevara una gran responsabilidad.
Por ese motivo se sintié halagado cuando la sefiora Das mostré tanto
interés por su trabajo. Al contrario que su mujer, habia reconocido sus
desafios intelectuales. Ademas, habia empleado la palabra «romantico». Ella
no tenfa una actitud romantica hacia su marido y, sin embargo, habia utilizado
ese adjetivo para describirlo a él. Se pregunté si el seffor y la sefiora Das
serian un matrimonio mal avenido, igual que su mujer y él. Tal vez ellos
también tuvieran muy poco en comiin, aparte de los hijos y una década de sus
vidas. Habja detectado algunas de las sefiales asimismo presentes en su
matrimonio: las discusiones, la indiferencia, los silencios prolongados. El
interés repentino que la sefiora Das habia mostrado por él, y que no sentia ni
por su marido ni por sus hijos, le resultaba un tanto embriagador. Cuando el
sefior Kapasi volvié a pensar en su uso de la palabra «roméntico», la
sensacién de embriaguez se intensificé.
Empez6 a mirarse en el espejo retrovisor mientras conducfa y se alegré de
haber elegido el traje gris aquella maiiana, y no el marrén, que tendia a
hacerle bolsas en las rodillas. De vez en cuando echaba una ojeada por el
retrovisor a la sefiora Das. Ademés de mirarle la cara, le miraba también la
fresa de los pechos y la hendidura bronceada que se le formaba entre las
claviculas. Se animé a hablarle de otro paciente, y luego de otro: la joven que
se quejaba de sentir gotas de Iluvia en la espalda; el caballero al que habia
Pagina 49empezado a crecerle pelo en una mancha de nacimiento. La sefiora Das
escuchaba con atencién mientras se atusaba el pelo con un cepillito de
plastico que semejaba un acerico ovalado, y siguié haciendo preguntas y
pidiendo més ejemplos. Los nifios estaban callados, concentrados en
encontrar mas monos en los Arboles, y el sefior Das seguia enfrascado en la
lectura de su guia, de modo que parecfa una conversacién privada entre el
sefior Kapasi y la seftora Das. Asi transcurrié la siguiente media hora y,
cuando pararon a comer en un restaurante de carretera en el que servian
bufiuelos y bocadillos de tortilla —momento que por lo general el sefior
Kapasi esperaba con impaciencia durante las visitas guiadas, porque entonces
podia sentarse tranquilamente y disfrutar de una taza de té—, sintié una
punzada de decepcién. La familia Das se sent6 bajo una sombrilla de color
magenta con flecos blancos y naranja y pidié su comida a uno de los
camareros que desfilaban por alli, tocados con gorros de los que sobresalian
tres puntas, mientras el sefior Kapasi se dirigia de mala gana hacia una mesa
cercana.
—Espere, sefior Kapasi. Aqui cabemos todos —le dijo la sefiora Das.
Se senté a Tina en el regazo e insistié en que el guia los acompafase.
Juntos tomaron zumo de mango embotellado, bocadillos y bandejas de
cebollas y patatas rebozadas con harina integral. Cuando se terminé sus dos
bocadillos de tortilla, el sefior Das empezé a tomar fotografias del grupo
mientras los demés comian.
—zCudnto falta? —pregunté al sefior Kapasi cuando hizo una pausa para
cargar otro carrete en su cdmara.
—Una media hora més.
Los nifios ya se habfan levantado de la mesa y habfan ido a ver los monos
encaramados en un arbol cercano, de modo que quedé un espacio
considerable entre la sefiora Das y el sefior Kapasi. El seiior Das se acercé la
cdmara a la cara y cerré un ojo; la punta de la lengua le asomaba por la
comisura de los labios.
—Queda raro. Mina, tienes que acercarte un poco hacia el sefior Kapasi.
Ella obedecis. Al seftor Kapasi le Ilegé el aroma de su piel, una mezcla de
whisky y agua de rosas. De pronto, le preocupé que ella pudiera percibir su
olor a sudor, pues sabia que la tela sintética de su camisa no transpiraba. Se
terminé el zumo de mango de un trago y se atus6 el pelo cano. Se le derramé
un poco de zumo por la barbilla, y se pregunté si la sefiora Das se habria
fijado.
Ella no habia visto nada.
Pagina 50—zCuél es su direccién, sefior Kapasi? —le pregunté la mujer al tiempo
que rebuscaba en su bolso.
—Quiere que le dé mi direccién?
—Asi podremos enviarle copias —dijo ella
. De las fotos.
Le tendié un trozo de papel que habia arrancado apresuradamente de una
pagina de la revista de cine. Habia poco espacio en blanco, pues el recorte
estaba leno con Ifneas de texto y una mintiscula ilustracién de un héroe y una
heroina abrazados bajo un eucalipto. El papel se enroscé un poco cuando el
sefior Kapasi anoté su direccién con una caligrafia muy pulcra. La sefiora Das
le escribiria para interesarse por su trabajo de intérprete en la consulta médica,
y él le contestaria con elocuencia, escogiendo las anécdotas més entretenidas,
y la haria reir a carcajadas cuando las leyera en su casa de Nueva Jersey. Con
el tiempo, ella le revelaria las insatisfacciones de su matrimonio, y él las del
suyo. De ese modo, su amistad creceria y se enriqueceria. El tendria una
fotografia de los dos comiendo cebolla frita bajo una sombrilla de color
magenta, y decidié que la guardaria celosamente entre las péginas de su
gramatica rusa. Mientras encadenaba aquellos pensamientos, el sefior Kapasi
experimenté una ligera y agradable turbacién. Era similar a la sensacién que
experimentaba tiempo atrds cuando, tras meses traduciendo con ayuda de un
diccionario, por fin leia un pasaje de una novela francesa o un soneto italiano
y entendia las palabras, una detras de otra, sin necesidad de hacer ningiin
esfuerzo, En aquellos momentos, el sefior Kapasi creia que todo era como
debia ser, que toda lucha tenia una recompensa, que al final todos los errores
cometidos en la vida adquirian sentido. La perspectiva de recibir noticias de la
sefiora Das mas adelante lo Hené de la misma confianza.
Terminé de anotar su direccién y le devolvié el papel, pero en cuanto lo
hizo, lo invadié la preocupacién: gy si habia escrito mal su nombre o
cambiado de orden los nimeros de su cédigo postal? Lo aterrorizé la
posibilidad de que la carta se perdiera o de que la fotografia nunca llegara a
sus manos y quedara atrapada en algin lugar de Orissa, cerca y, sin embargo,
inalcanzable. Estuvo a punto de pedirle que le devolviera el papel solo para
asegurarse de haber escrito correctamente su direccién, pero la sefiora Das ya
se lo habia guardado en el bolso.
Llegaron a Konark a las dos y media. El templo, de piedra arenisca, era
una gigantesca estructura piramidal con forma de carro de guerra. Estaba
consagrado al gran sefior de la vida, el sol, que todos los dias iluminaba tres
de los lados del edificio a medida que realizaba su recorrido por el cielo. En
los lados norte y sur de la base habia veinticuatro ruedas enormes labradas en
Pagina 51la piedra. Siete caballos tiraban de todo el conjunto, como si corrieran al
galope por los cielos. Mientras se acercaban, el sefior Kapasi explicé que el
templo lo habia construido el gran gobernante de la dinastia Ganga, el rey
Narasimhadeva I, entre los afios 1243 y 1255 d.C., y gracias a los esfuerzos
de mil doscientos artesanos, para conmemorar su victoria contra el ejército
musulman.
—Aqui dice que el templo ocupa unas setenta hectareas de terreno —
aporté el sefior Das, consultando su guia de viajes.
—Parece un desierto —observé Ronny mientras paseaba la mirada por la
arena que se extendia en todas direcciones més alld del templo.
—Antes, el rfo Chandrabhaga flufa a menos de dos kil6metros de aqui en
direccién norte. Ahora esté seco —comenté el sefior Kapasi, y apagé el
motor.
Salieron del coche y caminaron hacia el templo, no sin antes posar junto
al par de leones que flanqueaban la escalinata. A continuacién, el guia los
condujo hasta una de las ruedas de carro, de casi tres metros de didmetro.
—«Se supone que las ruedas simbolizan la rueda de la vida» —leyé el
sefior Das—. «Representan el ciclo de creacién, conservacién y plenitud».
Qué interesante. —Pas6 la pagina y continué—: «Cada rueda tiene ocho
radios gruesos y ocho més finos que dividen el dia en ocho partes iguales. Los
bordes estan decorados con relieves de pajaros y animales, y en los
medallones de los radios se representan figuras femeninas, muchas de ellas en
elaboradas posturas de cardcter eréticon.
Con esas palabras describian los numerosos frisos de cuerpos desnudos
entrelazados, haciendo el amor en diferentes posturas, con mujeres colgadas
del cuello de sus amantes, con las rodillas rodeando los muslos de ellos para
toda la eternidad. Ademés de esas escenas, habia otras de la vida cotidiana
inspiradas en la caza y el comercio: ciervos cazados con arcos y flechas,
guerreros que desfilaban blandiendo espadas.
Ya no se podia entrar en el templo, porque desde hacfa unos afios el
interior estaba en ruinas, pero si pudieron admirar el exterior del edificio,
como hacian todos los turistas a los que el sefior Kapasi llevaba alli, paseando
despacio a lo largo de cada una de sus fachadas. El sefior Das iba rezagado
tomando fotografias. Los nifios corrian delante, sefialando las figuras de
personas desnudas, especialmente intrigados por los Nagamithunas, las
parejas mitad humanos y mitad serpientes que, segiin la leyenda, tal como les
conté el sefior Kapasi, habitaban en las profundidades del mar. El guia se
alegré de que les gustara el templo, especialmente de que le gustara a la
Pagina 52sefiora Das. Ella se detenia cada tres 0 cuatro pasos y contemplaba en silencio
a las parejas de amantes labradas en la piedra, y las procesiones de elefantes,
ya las mujeres con los pechos al aire que tocaban tambores de dos caras.
Pese a haber visitado aquel templo infinidad de veces, fue entonces
cuando el sefior Kapasi cay6 en la cuenta, mientras contemplaba a aquellas
mujeres que mostraban los pechos, de que nunca habia visto a su propia
esposa completamente desnuda. Incluso cuando hacfan el amor, ella mantenia
unidas las dos partes de la blusa y la cinta de la enagua anudada a la cintura.
El munca habia contemplado las piernas de su mujer por detrés como estaba
haciendo en aquel momento con las de la sefiora Das, que caminaba delante
de él como si su tnica intencién fuera satisfacerlo. Habia visto muchas
piernas desnudas, por supuesto: las de las mujeres norteamericanas y europeas
a las que acompafiaba en sus visitas turisticas. Pero con la sefiora Das era
distinto, Las otras mujeres solo se interesaban por el templo y apenas
despegaban la nariz. de sus guias, o llevaban siempre la cémara delante de la
cara. La sefiora Das, en cambio, se habia fijado en él.
El sefior Kapasi estaba deseando quedarse a solas con ella para reanudar
su conversacién privada, pero aun asi lo inquietaba caminar a su lado. Ella iba
perdida detrés de sus gafas de sol, ignoraba a su marido cuando le pedia que
posara para otra fotografia y pasaba al lado de sus hijos como si no los
conociera. Temiendo molestarla, el sefior Kapasi siguié adelante y se puso a
contemplar, como siempre hacia, los tres avatares de bronce de Surya, el dios
sol, cada uno en su respectivo nicho de las fachadas del templo para saludar al
sol al amanecer, a mediodia y al atardecer. Habian sido esculpidos con
peinados muy elaborados, algunos tenian los ojos, languidos y alargados,
cerrados, y los torsos desnudos adornados con collares y amuletos labrados. A
sus pies, de un gris verdoso, se acumulaban los pétalos de hibisco, ofrendas
de visitantes anteriores. La tiltima estatua, en la pared norte del templo, era la
preferida del sefior Kapasi. Aquel Surya, sentado a horcajadas sobre su
caballo y con las piernas flexionadas, estaba representado con gesto de
cansancio, agotado tras una jornada de duro trabajo. Incluso los ojos del
animal transmitian somnolencia. A su alrededor, habia otras esculturas mas
pequefias de parejas de mujeres con las caderas curvadas hacia un lado,
—iQuién es? —pregunté la sefiora Das.
E] sefior Kapasi se sobresalté al ver que estaba a su lado.
—is el Astachala-Surya —contesté—. El sol poniente.
Significa eso que dentro de un par de horas el sol incidira justo aqui?
Pagina 53Sacé un pie de la sandalia y se froté los dedos en la pantorrilla de la otra
pierna.
—Exacto.
Ella se levanté un momento las gafas de sol y luego volvié a ponérselas.
—Tiene gracia.
EI sefior Kapasi no estaba seguro de qué habia querido decir con eso, pero
tuvo la sensacién de que se trataba de un comentario favorable. Esperaba que
la sefiora Das hubiera entendido la belleza del Surya, su poder. Quizd
hablaran de ello en las cartas. El le explicaria cosas, cosas sobre la India, y
ella le explicaria cosas sobre Estados Unidos. De alguna manera, aquella
correspondencia satisfaria su antiguo suefio de hacer de intérprete entre dos
naciones. Miré el bolso de la sefiora Das, feliz de que su direccién se
encontrara entre su contenido, Cuando se la imaginé a miles de kilémetros de
distancia se desanimé hasta tal punto que sintié un impulso arrollador de
rodearla con los brazos para retenerla un instante en un abrazo presenciado
solo por su Surya favorito, Pero la sefiora Das ya habia echado a andar de
nuevo.
—;Cudndo regresan a Estados Unidos? —le pregunté, tratando de
aparentar tranquilidad.
—Dentro de diez dias.
Hizo los célculos: una semana para readaptarse, una semana para revelar
las fotograffas, unos cuantos dias para redactar la carta, dos semanas para que
llegara a la India por via aérea. Segiin ese programa, y contando con que se
produjera algiin retraso, tardaria aproximadamente seis semanas en recibir
noticias de la sefiora Das.
En el coche, de regreso al Hotel Sandy Villa, poco después de las cuatro y
media, la familia guardaba silencio. En un puesto de souvenires, los nifios
habian comprado versiones en miniatura y hechas con granito de las ruedas de
carro e iban dandoles vueltas en las manos. El sefior Das seguia leyendo su
guia y la sefiora Das le desenredaba el pelo a Tina con su cepillito para
hacerle luego dos coletas.
EI sefior Kapasi empezaba a temer el momento de dejarlos en el hotel.
Aiin no estaba preparado para iniciar su espera de seis semanas hasta recibir
noticias de la sefiora Das. Mientras la miraba con disimulo por el espejo
retrovisor y vefa cémo le ponia las gomas en el pelo a Tina, se pregunté qué
podria hacer para que la visita durara un poco més. Normalmente volvia a
Puri tomando un atajo, impaciente por llegar a su casa, lavarse los pies y las
manos con jabén de séndalo y leer el periddico de la noche mientras se
Pagina 54tomaba la taza de té que su mujer le servia sin mediar palabra. De pronto, la
perspectiva de aquel silencio al que se habia resignado hacia tiempo le
parecié asfixiante. Fue entonces cuando propuso a los sefiores Das visitar las
colinas de Udayagiri y Khandagiri, donde habia unas moradas monésticas
talladas en la roca viva, unas frente a otras, a lo largo de un desfiladero.
Estaba a unos kilémetros de distancia, pero valia la pena verlas, les aseguré el
sefior Kapasi.
—A, si, las mencionan en mi guia —dijo el sefior Das—. Las construyé
un rey jainista, creo.
—Entonces, ¢vamos? —pregunté el sefior Kapasi, y se detuvo en un
desvio de la carretera—. Estan a la izquierda.
EI sefior Das se volvié y miré a la sefiora Das. Ambos se encogieron de
hombros.
—jIzquierda, izquierda! —corearon los nifios.
El sefior Kapasi, invadido de pronto por una alegria inmensa, gird el
volante. No sabja qué harfa ni qué le dirfa a la sefiora Das cuando Ilegaran a
Jas colinas. Tal vez le susurrarfa que tenia una sonrisa muy bonita o alabaria
la camiseta de la fresa, que encontraba sumamente favorecedora. Quizé la
tomaria de la mano cuando el sefior Das estuviera distrafdo con la camara.
Result que no habria hecho falta que se preocupara tanto, Cuando
llegaron a las colinas, entre las que ascendia un sendero empinado y muy
arbolado, la seiiora Das se negé a salir del coche. A lo largo de todo el
sendero habfa monos sentados en las rocas y en las ramas de los arboles, con
las patas traseras flexionadas delante del cuerpo y los brazos apoyados en las
rodillas.
—Me duelen las piernas —dijo la sefiora Das, y se arrellané atin mas en el
asiento—. Yo me quedo aqui.
—Cémo se te ha ocurrido ponerte esos zapatos? —le dijo el sefior Das
—. Sino vienes, no saldrés en las fotos.
—Haz como si hubiera ido.
—Pero podriamos usar una de estas fotos para la felicitacién de Navidad
de este afio. En el Templo del Sol no nos hemos hecho ninguna los cinco
juntos. El seiior Kapasi podria tomarnosla.
—No, me quedo. Ademés, esos monos me dan miedo.
—Pero si son inofensivos —le recordé el sefior Das. Se volvié hacia el
sefior Kapasi y afiadié—: ;Verdad?
—No son peligrosos. Lo que pasa es que estén hambrientos —replicé
sefior Kapasi—. Si no los provocan ofreciéndoles comida, no los molestaran.
Pagina 55EI sefior Das se encaminé hacia el desfiladero con sus hijos; los nifios iban
a su lado y Ilevaba a la nifia sentada sobre los hombros. El sefior Kapasi vio
que se cruzaban con una pareja de japoneses, los Gnicos turistas que quedaban
por alli ademés de ellos, que se detuvo para tomar una iiltima fotografia.
Luego subieron a un coche que estaba aparcado cerca y se marcharon.
Cuando el vehiculo se perdié de vista, algunos monos emitieron unos
chillidos débiles y empezaron a ascender por el sendero sirvigndose de las
manos y los pies negros, posdndolos por completo en el suelo. Unos cuantos
formaron un corro alrededor el sefior Das y los nifios. Tina grité emocionada.
Ronny empezé a correr en circulo alrededor de su padre y Bobby se agaché y
recogié un palo grueso del suelo. Cuando estiré el brazo, un mono se le
acercé y se lo arrebaté, y dio con él unos golpecitos en el suelo.
—Voy con ellos —dijo el sefior Kapasi al tiempo que quitaba el seguro de
Ja puerta de su lado—. Puedo explicarles muchas cosas sobre esas cuevas.
—No. Quédese un momento —pidié la sefiora Das, que salié del asiento
trasero y se senté al lado del sefior Kapasi—. Ademés, Raj ya lleva su
estiipida guia.
Desde el coche, la sefiora Das y el sefior Kapasi vefan, al otro lado del
parabrisas, a Bobby y al mono paséndose el palo una y otra vez.
—Un chico muy valiente —coments el sefior Kapasi.
—Si, no me sorprende mucho.
—Ah, eno?
—No es suyo.
—.Cémo dice?
—De Raj. No es hijo de Raj.
EI sefior Kapasi noté un hormigueo por todo el cuerpo. Se llevé una mano
al bolsillo de la camisa, sacé la latita de balsamo de aceite de flor de loto que
siempre Llevaba encima y se lo aplicé en tres puntos de la frente. Sabia que la
sefiora Das lo estaba observando, pero no se volvié hacia ella. Continué
mirando al sefior Das y a los nifios, cuyas figuras iban haciéndose més
pequefias a medida que ascendian por la pendiente, deteniéndose de vez. en
cuando para tomar una fotografia, rodeados de un niimero de monos cada vez
mayor.
—aLe sorprende?
La forma en que la mujer formulé la pregunta lo hizo escoger
cuidadosamente sus palabras:
—No es la clase de cosa que se da por hecha.
Volvié a guardarse la lata de balsamo en el bolsillo.
Pagina 56—No, claro que no. Y no lo sabe nadie, desde luego. Nadie. Lo he
mantenido en secreto durante ocho afios. —Miré al sefior Kapasi, inclinando
un poco la barbilla, como si quisiera conseguir otra perspectiva—. Pero ahora
se lo he contado a usted.
EI guia asintié en silencio, De pronto, notaba la boca seca y la frente
caliente y un tanto adormecida por efecto del balsamo. Se planteé pedirle un
poco de agua a la sefiora Das, pero al final decidié no hacerlo.
—Nos conocimos cuando éramos muy jévenes —prosiguié ella, que
rebuscé un momento en su bolso y sacé el paquete de arroz inflado—.
éQuiere un poco?
—No, gracias.
Ella se metié un pufiado en la boca, se recosté en el asiento y miré por la
ventanilla de su lado del coche.
—Nos casamos cuando todavia fbamos a la universidad. Me habia
propuesto matrimonio en el instituto y, por supuesto, estudiamos en la misma
universidad. En aquella época no concebiamos estar separados ni un solo dia,
ni un solo minuto. Nuestros padres eran amigos intimos y vivian en la misma
ciudad. Lo he visto todos los fines de semana de mi vida, en nuestra casa o en
la suya. Nuestros padres nos enviaban a jugar al piso de arriba mientras
bromeaban sobre nuestra boda. jImaginese! Nunca nos descubrieron haciendo
nada, aunque creo que, de un modo u otro, todo aquello era un montaje. {Lo
que haciamos aquellos viernes y sébados por la noche mientras nuestros
padres tomaban el té abajo....! Si yo le contara, sefior Kapasi...
En la universidad no hizo muchos amigos, continué, porque pasaba todo
el tiempo con Raj. No tenia a nadie con quien hablar de él al final de un dia
dificil, con quien compartir un pensamiento o una inquietud pasajera. Ahora
sus padres vivian en la otra punta del planeta, aunque de todas formas nunca
habia estado muy unida a ellos. Al casarse tan joven, la situacién la habia
desbordado: tener un hijo tan pronto, atenderlo, calentar biberones y
comprobar su temperatura echandose unas gotas en la mufieca mientras Raj
estaba en el trabajo, vistiendo sus jerséis de lana y sus pantalones de pana,
dando clases sobre rocas y dinosaurios. En aquella época, Raj nunca se
enfadaba ni se agobiaba, y ella no empez6 a engordar hasta después de tener
el primer hijo.
Como siempre estaba cansada, rechazaba una invitacién tras otra de las
pocas amigas que conservaba de la universidad, que le proponian ir de
compras 0 a comer a Manhattan. Aquellas chicas acabaron por dejar de
lamarla, asi que se quedaba todo el dia en casa con el bebé, rodeada de
Pagina 57juguetes que la hacian tropezar cuando iba de un lado a otro y clavandoselos
sin querer cuando se sentaba, Estaba siempre enojada y fatigada. Después de
nacer Ronny, practicamente habian dejado de salir, y atin eran més raras las
ocasiones en que recibian visitas en casa. A Raj no le importaba; él estaba
deseando que acabaran las clases para volver a su hogar, ver la televisién y
jugar con el nifio. Ella se enfadé mucho cuando su marido le anuncié que un
amigo punyabi a quien ella habia conocido un dia pero al que casi no
recordaba iba a quedarse una semana en su casa porque tenia varias
entrevistas de trabajo en la zona de New Brunswick.
Bobby fue concebido una tarde, en el sofa cubierto de juguetes de goma
para la denticién, después de que el amigo recibiera la noticia de que un
laboratorio farmacéutico londinense lo habia contratado, mientras Ronny,
hambriento, loraba en su parque para bebés. La sefiora Das no protesté
cuando el amigo le puso una mano en la parte baja de la espalda en el
momento en que se disponia a preparar una cafetera, ni cuando tiré de ella
hasta pegarla contra su elegante traje azul marino, Le hizo el amor en silencio,
con apremio, con una pericia nueva para ella, sin abrumarla con los
comentarios o las sonrisas que Raj siempre le prodigaba después. Al dia
siguiente, Raj Ievé a su amigo al aeropuerto. El se casé con una chica
punyabi con la que ahora vivia en Londres. Todos los afios intercambiaban
felicitaciones de Navidad con Raj y Mina, y metian una fotografia de sus
respectivas familias en el sobre. Pero él no sabia que era el padre de Bobby.
Nunca lo sabria.
—Disculpe mi atrevimiento, sefiora Das, pero zpor qué me ha contado
esto? —pregunté el sefior Kapasi cuando ella terminé de hablar y volvié a
mirarlo,
—Haga el favor, deje de llamarme sefiora Das. Tengo veintiocho afios.
Seguro que usted tiene hijos de mi edad.
—No precisamente.
El sefior Kapasi se molesté al darse cuenta de que ella lo veia como un
padre, Lo que habia sentido por la sefiora Das, lo que lo habia empujado a
mirarse en el espejo retrovisor mientras conducfa, se disipé un poco.
—Se lo he contado por ese talento suyo.
Volvié a guardar el paquete de arroz inflado en el bolso, sin cerrarlo.
—No lo entiendo —replicé el sefior Kapasi.
—iNo? En ocho afios no he sido capaz de explicarle esto a nadie, a
ninguna amiga, y mucho menos a Raj. Mi marido ni siquiera lo sospecha.
Cree que todavia estoy enamorada de él. Bueno, gno tiene nada que decir?
Pagina 58—éSobre qué?
—Sobre lo que acabo de contarle. Sobre mi secreto, y sobre el sufrimiento
que me causa. Me siento terriblemente mal cuando miro a mis hijos, o cuando
miro a Raj. Terriblemente mal. Me entran unas ganas tremendas de tirar
cosas. Un dia me dieron ganas de tirar todo lo que tengo por la ventana: el
televisor, a los nifios, todo. ¢No le parece enfermizo?
El no contest.
—{No tiene nada que decir, sefior Kapasi? Creia que en eso consistia su
trabajo.
—Mi trabajo consiste en realizar visitas guiadas, sefiora Das.
—Me referia a su otro empleo. El de intérprete.
—Pero nosotros no tenemos que superar ninguna barrera lingitistica. Qué
necesidad tenemos de un intérprete?
—No me refiero a eso. De otro modo, no se lo habria contado. {No se da
cuenta de lo que significa para mi habérselo contado?
—No. {Qué significa?
—Significa que estoy harta de sentirme tan mal todo el tiempo. Ocho
afios, sefior Kapasi, Ilevo ocho ajios sufriendo. Confiaba en que usted pudiera
hacer que me sintiera mejor, decirme algo que me aliviara, proponerme algtin
tipo de remedio.
El la miré, miré su falda de cuadros rojos y su camiseta con la fresa, y vio
a una mujer que atin no habia cumplido los treinta, que no amaba ni a su
marido ni a sus hijos, y que habia perdido la ilusin de vivir. Su confesién lo
entristeci6, sobre todo cuando se imaginé al sefior Das al final del sendero,
con la pequefia Tina aferrada a los hombros, fotografiando las antiguas celdas
mondsticas talladas en el desfiladero para mostrarselas a sus alumnos
norteamericanos, sin sospechar ni saber que uno de sus hijos no era suyo. Al
sefior Kapasi le ofendié que la sefiora Das le pidiera que interpretara aquel
pequefio secreto tan comin y trivial. Ella no se parecia a los pacientes de la
consulta médica, que llegaban desesperados y con los ojos Horosos, sin poder
dormir, respirar u orinar con normalidad, y, sobre todo, incapaces de expresar
con palabras sus padecimientos. Aun asi, a pesar de todo, el sefior Kapasi
consideré que era su deber ayudar a la sefiora Das. Tal vez deberia
aconsejarle que le confesara la verdad al sefior Das. Si, le explicaria que la
sinceridad era la mejor actitud. Sin duda alguna, la sinceridad la ayudaria a
sentirse mejor, que era a lo que ella aspiraba. Quizé se ofreceria a estar
presente durante la discusién, como mediador. Decidié empezar por la
pregunta més obvia, ir directamente al meollo del asunto:
Pagina 59—zSeguro que es suftimiento lo que siente, sefiora Das? iNo serd
culpabilidad?
Ella se volvié y lo fulminé con la mirada. Sus labios, pintados de un rosa
frio, estaban recubiertos de aceite de mostaza. Fue a decir algo, pero mientras
miraba al sefior Kapasi debié de ocurrirsele algo, porque se detuvo de pronto.
£1 se quedé profundamente abatido. En ese momento comprendié que era tan
insignificante para ella que ni siquiera merecia que lo insultara. La mujer
abrié la puerta del coche y eché a andar por el sendero, tambaledndose un
poco con sus tacones cuadrados de madera y metiendo la mano en el bolso
para Ilevarse a la boca pufiados de arroz inflado. El arroz se le iba escurriendo
entre los dedos y dejaba tras ella un rastro zigzagueante. Un mono salté de un
arbol y se puso a engullir aquellos granitos blancos. El mono decidié ir en pos
de la sefiora Das para conseguir mas arroz, y otros se unieron a él. Pronto la
seguian ya una media docena de ellos, con las aterciopeladas colas
arrastrando por el suelo.
El sefior Kapasi salié del coche. Queria gritar, avisarla de alguna forma,
pero temié que ella se asustara si se enteraba de que los monos la escoltaban.
Quiz perdiese el equilibrio. Quiz los monos le tiraran del bolso o del pelo.
Eché a correr por el sendero y recogié una rama del suelo para ahuyentar a los
animales. La sefiora Das continuaba andando, ajena a todo y dejando un rastro
de arroz inflado. Cerca del final de la cuesta, ante una serie de celdas con una
hilera de robustos pilares de piedra en la entrada, el sefior Das estaba
arrodillado en el suelo, enfocando con su cémara. Los nifios estaban bajo las
arcadas, y entraban y salfan del campo de visién del sefior Kapasi.
—jEsperadme! —grité la sefiora Das—. ;Voy con vosotros!
Tina se puso a saltar.
—iViene mamét
—Ah, estupendo —dijo el sefior Das sin levantar la vista—. Justo a
tiempo. Vamos a pedirle al sefior Kapasi que nos haga una foto a los cinco.
EI guia apret6 el paso mientras enarbolaba la rama con la intencién de
Hamar la atencién de los monos ¢ intentar que se dispersaran.
—{Dénde est Bobby? —pregunté la sefiora Das cuando llegé hasta ellos.
El sefior Das aparté la cdmara.
—No lo sé. Ronny, idénde esté Bobby?
—Crefa que estaba aqui —contest6 Ronny, encogigndose de hombros.
—Dénde est? —volvié a preguntar la sefiora Das—. ;Qué demonios os
pasa a todos?
Pagina 60Empezaron a Hamarlo mientras caminaban arriba y abajo por el sendero.
Durante un rato, sus propios gritos les impidieron oft los del nifio. Cuando lo
encontraron un poco mas alla, bajo un Arbol, estaba rodeado por un grupo de
monos, mas de una docena, que le tiraban de la camiseta con sus largos dedos
negros. Los granos de arroz inflado que la sefiora Das habia ido derramando
estaban esparcidos a sus pies, y los monos escarbaban en el suelo para
cogerlos. El nifio estaba callado, inmévil, con cara de espanto, y las lagrimas
Ie resbalaban por las mejillas. Tenia las piernas cubiertas de polvo y varias
contusiones y heridas alli donde uno de los monos le golpeaba una y otra vez
con el mismo palo que el nifio le habja dado un rato antes.
—Papé, el mono le hace pupa a Bobby —dijo Tina.
EI sefior Das se secé las palmas de las manos en los pantalones cortos.
Con los nervios, apreté sin querer el obturador de la cdmara y el zumbido del
carrete al avanzar excité mas atin a los animales; el que blandia el palo
empezé a golpear a Bobby con mayor determinacién.
—iQué se supone que debemos hacer? gY si empiezan a atacarnos?
—Sefior Kapasi! —grité la sefiora Das al verlo cerca de ellos—. jHaga
algo, por amor de Dios! ;Haga algo!
El guia blandié su rama y los ahuyenté, lanzando fuertes silbidos a los que
se resistian a marcharse y dando pisotones en el suelo para asustarlos. Los
animales empezaron a retirarse poco a poco con andares pausados, obedientes
pero sin dejarse intimidar. El sefior Kapasi cogié a Bobby en brazos y lo llevé
con sus padres y sus hermanos. Mientras caminaba hacia ellos, estuvo tentado
de susurrarle un secreto al oido. Pero Bobby estaba aturdido, temblaba de
miedo y tenia heridas en las piernas, donde habia recibido los golpes ms
fuertes. Cuando el sefior Kapasi se lo entregd a sus padres, el sefior Das
empezé a sacudirle el polvo de la camiseta y le colocé bien la gorra. La
sefiora Das metié una mano en el bolso y sacé una tirita que le puso en un
pequefio corte de la rodilla. Ronny le ofrecié un chicle a su hermano.
—No ha sido nada. Solo esté un poco asustado, gverdad, Bobby? —dijo el
sefior Das mientras le daba palmaditas en la coronilla.
—Por Dios, larguémonos de aqui —solté la sefiora Das, que se cruzé de
brazos tapando la fresa de su camiseta—. Este sitio me da escalofrios.
—Si. Volvamos al hotel, ser lo mejor —coincidié el sefior Das.
—Pobre Bobby —dijo la sefiora Das—. Ven un momento. Deja que mami
te arregle el pelo.
Volvié a meter la mano en el bolso, esta vez para coger el cepillito, y
empezé a pasarselo al nifio alrededor de la visera. Al sacarlo, el trozo de papel
Pagina 61con la direccién del sefior Kapasi salié volando arrastrado por el viento. Solo
41 se dio cuenta. Lo vio elevarse, cada vez mas alto, hasta las ramas de los
arboles en las que se habian sentado los monos, que observaban
solemnemente la escena que se desarrollaba abajo. El sefior Kapasi también la
observaba, consciente de que aquella seria la imagen de la familia Das que
guardaria para siempre en la memoria.
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