CAIN Y ABEL LA ENVIDIA Cain y Abel
CAIN Y ABEL LA ENVIDIA Cain y Abel
CAIN Y ABEL LA ENVIDIA Cain y Abel
El origen del pecado social proviene de un mundo lleno de la maldad, que a su vez lo
recibió de Satanás cuando engañó a Eva, con ella a Adán, y con él a toda la raza
humana.
Desde la perspectiva bíblica tenemos que afirmar que la violencia no forma parte de la
creación original de Dios. Es un mal que se introdujo con la entrada del pecado a toda
la raza humana y afectó toda la creación. NO MATARÁS…
Como podemos ver estos actos de violencia y de maldad no son propios de este
mundo actual, pero lo que sí nos debe preocupar es que muchos de ellos se siguen
generando en el seno de muchas familias, cuando para todos, la familia debería ser el
lugar más seguro para vivir y para desarrollarnos como personas sanas en todas las
esferas de nuestra personalidad.
Podemos decir entonces que ninguna familia está exenta de violencia. La formación
religiosa no garantiza la ausencia de violencia. ¿Por qué hacemos esta afirmación?
Porque tanto Caín como Abel nacieron en un hogar donde padre y madre tenían
conocimiento y temor de Dios. Sin embargo, fueron afectados por la violencia.
Lo evidente es que toda familia por ser parte de la raza humana caída, no está exenta
de violencia, y que toda familia por ser religiosa no garantiza que la violencia no
aparezca como ocurrió en el hogar de nuestros primeros padres.
En la mayoría de las familias, La rivalidad entre hermanos tiene su raíz en que los
hermanos y hermanas se celan, porque piensan que sus padres prestan poca atención
a ellos y demasiada atención a su hermano o hermana. Surgen riñas, peleas, celos y
malos entendidos que roban la paz y la armonía de la familia. En muchos casos estos
problemas pueden pasar desapercibidos, sin embargo en casos más graves, pudiera
resultar que alguno de sus integrantes lleguen a cometer el mismo pecado de Caín.
1. La manera de actuar como hermanos, donde uno hace mejor las cosas que el
otro, cosa que Dios tomó muy en cuenta a la hora de recibir la ofrenda de cada
quien. Tal vez el problema con Caín no fue en sí la ofrenda, sino la actitud con la
que la ofreció a Dios con la cual no rendía una verdadera adoración a Dios.,
mientras que la ofrenda de Abel fue aceptada y recibida por Dios con agrado.
Así como Dios, también nosotros como padres podemos ver y sentir cuándo
nuestros hijos nos honran con sus acciones y cuándo no, cuándo lo hacen de
corazón y cuándo no, o que simplemente no lo hacen por desobedientes. Por lo
mismo ellos se dan cuenta de como reaccionamos frente a cada uno de ellos.
3. Los celos y la envidia: Caín tuvo celos y enojo de que Abel y su ofrenda fueran
aceptadas y sintió envidia hacia su hermano
Esta historia nos lleva también a profundizar y descubrir las fases del proceso que
llevó a Caín a quitarle la vida a su hermano:
Al ser descubierto Dios castiga a Caín, además de una conciencia que lo acusaba, Caín
enfrentó otras consecuencias como: ser maldecido por Dios y declarar que su esfuerzo
al trabajar la tierra no daría buenos resultados, andaría errante y viviría siempre con el
temor de ser asesinado también. (Génesis 4:11-14)
Esta historia tan triste y tan trágica nos debe recordar el Gran Mandamiento que Dios
ha dado: El Gran Mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como
a uno mismo. Mateo 22:37-39
Mateo 7:12 nos dice que tratemos a los demás como queremos ser tratados. “Así
que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también
haced vosotros con ellos;…”
Cualquiera que atente contra la vida de su hermano o de alguien más, enfrentará las
consecuencias tarde o temprano.
Debemos quitar de nuestra mente y de nuestro corazón todo mal pensamiento y todo
mal sentimiento contra nuestro prójimo, sobre todo si es nuestro hermano o hermana.
La clave para tener una sociedad con valores, virtudes y moralmente activos está en el
núcleo familiar. La buena educación inicia en la relación con los padres, desde el
nacimiento hasta la adolescencia.
Sin lugar a dudas, los padres juegan un valioso papel y de gran influencia en la
formación social de sus hijos.
La Palabra de Dios prominente 11:18 Por tanto, pondréis estas mis palabras en
vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán
por frontales entre vuestros ojos.
11:19 Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa,
cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes,
11:20 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas;
11:21 para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la
tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los
cielos sobre la tierra.
En Deuteronomio 11: 18.21 Dios nos da una bella descripción de lo que El desea ver en
cada hogar. El desea que Su palabra sea puesta en el corazón de los padres y atada
como señal sobre sus manos. Ellos han de enseñar esa palabra a sus hijos
continuamente y escribirla sobre los postes de su casa y en sus puertas.
La promesa es dada entonces de que sus días sedan multiplicados, y de que serían
"como los días de los cielos sobre la tierra". Tal es la bendición de un verdadero hogar
cristiano, donde la palabra de Dios es amada, obedecida y a la cual es dado su
verdadero lugar. Tal hogar, donde todos están viviendo de acuerdo con la palabra de
Dios y para Su gloria, es un pedacito del cielo en la tierra.
Pero esto sólo puede ser cuando la preciosa palabra de Dios es atesorada por encima
de todo lo demás por los padres, y la familia gobernada de acuerdo con sus preceptos.
Entonces la palabra de Dios será prácticamente vista sobre los postes y las portadas, y
los hijos nutridos en sus instrucciones y andando en el camino de la verdad. Si los
padres no aman la palabra de Dios y andan de acuerdo con ella, ¿cómo puede
esperarse de sus hijos que la amen y la obedezcan?
Este refugio de dulces vínculos familiares es el refugio misericordioso de Dios para las
tormentas y rudezas de la vida y el poder directo de Satanás en un mundo malo.
En un mundo semejante es una gran bendición tener en el seno de la familia, el
corazón adiestrado en los tiernos afectos naturales los cuales son implantados por Dios
en el corazón del hombre. Así en el mutuo cuidado de los miembros de la familia el
uno por el otro y en el ejercicio diario de auto-negación práctica, el detestable
egoísmo del corazón natural puede ser reprimido y frustrado. Entonces las relaciones
familiares de obediencia y amor, y la práctica diaria de someterse el uno al otro, que
estas relaciones necesitan, saludablemente contrabalancean aquella raíz de todo
pecado humano—la auto-voluntariedad y la desobediencia.
La Familia Cristiana
Pero la familia cristiana, donde uno o ambos padres pertenecen al Señor, es
infinitamente más que solo un bendito refugio contra el mal. Es un santuario en medio
de un mundo sin Dios y sin Cristo, donde las preciosas almas de los hijos son
guardadas de su contaminadora influencia. El hogar cristiano es un sagrado refugio
donde Dios y Su Cristo son reconocidos, y donde Su Espíritu mora, donde Su palabra
brilla, como la lámpara y lumbre de la casa, y donde el evangelio es continuamente
relatado, señalando el camino al cielo a todos los que allí moran.
¡CAIN Y ABEL!
Para ti, que estas constantemente pendiente: de lo que digan los demás, que críticas a
los demás, que te comparas con los demás, que discutes por cada cosa que ves, te
digo:
– Valora tu vida
– Ama tus limitaciones
– Aprende a ayudar a otros
– Pide ayuda cuando la necesites
– Plantéate objetivos a corto y largo plazo
– Compárate contigo mismo
– Sincérate ante Dios en cada adversidad
– Perdónate y date otra oportunidad
Este sentido nace, en aceptarnos tal cual somos, y ser fieles al Amor de Dios, de nuestra
persona y de nuestros límites, subsanando así todo lo malo. Recordando que ante cada
mal realizado, caemos en el pecado de dicho mal. Reconcíliate con el Señor y con
quienes has obrado mal, pide perdón y serás perdonado.
«El que es malo consigo mismo ¿con quién será bueno? Ni él mismo disfruta de su
fortuna. No hay nadie peor que el avaro consigo mismo,y ese es el justo pago de su
maldad. Si hace algún bien, lo hace por descuido,y termina por revelar su malicia. Es un
malvado el que mira con envidia,el que da vuelta la cara y menosprecia a los demás. El
ojo del ambicioso no está satisfecho con su parte y la ruindad reseca el alma. El
miserable mezquina el pan y tiene su mesa siempre vacía.» (Eclesiástico 14:5-10)
Para ti, que vives con una persona que padece este mal: te culpa de todos sus
problemas, tiene doble discurso, habla a tus espaldas y escuchas de otros sus
comentarios sobre ti, se alegra de los problemas que atraviesas, tiene días que está
bien y días que está mal, te digo:
. La obra del Espíritu Santo convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio, Juan 16:8,9 [1].
“Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de
toda maldad” 1Juan 1:9
1 Juan 1: 8 al 10 Génesis 4 Mateo 4:1 al 10 Hebreos 4:15 Santiago 1:13 al 15
De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, Mar. 7:20–
23.
Dios vio que los pensamientos del corazón de los hombres eran continuamente
perversos, Moisés 8:22. 1 JUAN 3:15
“Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de
hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced
justicia al huérfano, amparad a la viuda.” Se trata de luchar por la justicia social y no ignorar los
problemas de nuestra sociedad, y de hacerlo en Su nombre, para Su gloria.
Un ejemplo relevante en la Biblia, sobre el pecado social lo hallamos cuando Pablo escribe a los
Efesios, en el capítulo 2:2: “muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en
otro tiempo siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del
aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.
Luego podemos aplicar la lista de Pablo en Efesios 6 cuando habla de la armadura de Dios, y añadir
a nuestro caminar la escalera de 2Pedro 2 para culminar con el amor de Dios en Cristo de 1Juan
4:7-21. Si nuestra fe es grande, ella vence al mundo porque se alimenta en el corazón y la mente de
Cristo por el Espíritu Santo como leemos en 1Juan 5.