Poesía Completa
Poesía Completa
Poesía Completa
Completa
Por
James Joyce
MÚSICA DE CÁMARA
II
III
IV
Asómate a la ventana,
Cabellos de oro,
Te oí cantar
Una copla jovial.
Mi libro está cerrado;
Más ya no leo
Viendo danzar el fuego
Sobre el suelo.
He dejado mi libro,
He dejado mi alcoba
Pues te escuché cantar
Entre tinieblas.
Cantando y cantando
Una copla jovial.
Asómate a la ventana,
Cabellos de oro.
VI
VII
VIII
IX
X
Con luciente montera y gallardetes,
Él canta en la cañada:
Seguidme, seguidme,
Todos los que amáis.
Dejad los ensueños a los soñadores
Que no han de venir,
A los que la canción y el regocijo
A nada los incita.
Con cintas que flamean
Él canta con arrojo;
En bandada a su hombro
Las abejas silvestres zumban.
Y el tiempo de soñar
Fantasías ha concluido…
Como amante hacia amante,
Bien mío, así voy.
XI
XII
XIII
XIV
Mi paloma, mi primor,
¡Remonta el vuelo, remóntalo!
El rocío nocturno cubre
Mis labios y mis ojos.
Las brisas fragantes tejen
Melodías de suspiros:
¡Remonta el vuelo, remóntalo
Mi paloma, mi primor!
Te aguardo junto al cedro,
Hermana mía, mi amor.
Blanco seno de paloma,
Mi seno será tu lecho.
El pálido rocío cubre
Como un velo mi cabeza
Mi hermosa, mi bella paloma
¡Remonta el vuelo, remóntalo!
XV
De sueños aljofarados, alma mía, álzate,
Desde el profundo letargo del amor y desde la muerte,
¡Pues contempla! los árboles rebosan de suspiros
Cuyas hojas la mañana reprende.
Hacia el Oriente la aurora se destaca paulatina
Donde surgen tenues ascuas candentes,
Que hacen estremecerse todos esos velos
De gasa gris y oro.
Mientras con dulzura, con gentileza, con sigilo,
Las campanas en flor de la mañana se animan
Y los doctos coros de tierras encantadas
Comienzan (¡incontables!) a escucharse.
XVI
XVII
XVIII
Oh mi amor, escucha
La fábula de tu amante;
El hombre se afligirá
Cuando los amigos lo dejen.
Pues advertirá entonces
Que los amigos son falaces
Y que en unas cenizas
Sus palabras se deshacen.
Pero alguien hacia él
Levemente avanzará
Y con suavidad lo cortejará
Amorosamente.
Su mano está bajo
La suave redondez de su pecho
Y así quien tenga pesadumbre
Hallará sosiego.
XIX
XX
En la pinada umbría
Ojalá nos tendiéramos,
En la profunda sombra fresca
Al mediodía.
Qué dulce allí yacer,
Qué dulce besar,
Donde el vasto pinar
Forma pasillos.
Tu beso descendente
Más dulce fuera
Con un leve tumulto
En tu cabellera.
Oh a la pinada
Al mediodía
Ven conmigo ahora,
Mi dulce bien, ven.
XXI
XXII
XXIII
XXIV
En silencio se peina,
Se peina el largo pelo,
En silencio y con gracia,
Con muchos lindos gestos.
El sol está en las hojas de los sauces
Y sobre la hierba jaspeada,
Y aún está peinándose el largo pelo
Delante del espejo.
Te lo ruego, deja de peinarte,
De peinar tu largo pelo,
Pues conozco brujerías
Bajo tan lindos gestos.
Lo mismo le da al amante
El quedarse o el marcharse,
Toda hermosa, con tan lindos gestos
Y un gran abandono.
XXV
Ligera vengas o ligera marches:
Aunque tu corazón te augure pena,
Valles y muchos soles consumidos,
Oréade, deja que tu risa brote
Hasta que el atrevido aire alpino
Rice todo tu pelo flameante.
Ligera, ligera… Siempre así:
Las nubes que ciñen los valles profundos
A la hora del lucero vespertino
Son los siervos más sumisos:
Amor y risas la canción confiesa
Cuando está el corazón más abatido.
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
Allá en Donneycarney
Cuando el murciélago revoloteaba entre los árboles,
Mi amor y yo caminábamos juntos
Y dulces fueron las palabras que me dijo.
Con nosotros la brisa estival
Oreaba susurrante —oh cuán feliz—
Pero más tierno que el aliento del verano
Fue el beso que ella me dio.
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
POEMAS A PENIQUE
DE PROPINA
TUTTO È SCIOLTO
EN LA PLAYA DE FONTANA
HIERBAS
O bella bionda
Sei come l’onda!
Con fresco rocío dulce y con tenue esplendor
La luna teje una trama de silencio
En el plácido jardín donde una niña
Recoge simples hojas de verdura.
El rocío lunar tachona de estrellas su pelo descendente
Y la luz de la luna su joven frente besa
Y, al tiempo que recoge, entona este cantar:
¡Hermosa como la ola es, hermosa eres tú!
Oído mío, te lo ruego, sé indiferente
Y protégeme de su infantil canturreo
Y tú mi corazón, resguárdate de ella,
De quien recoge las hierbas de la luna.
RIADA
NOCTURNO
Desvaídas en la oscuridad
Las pálidas estrellas sus antorchas
Ondean embozadas.
Ascuas fantasmales desde los remotos confines celestiales iluminan
Arcos sobre arcos ascendentes,
La lóbrega bóveda de la noche, lóbrega como el pecado.
Los serafines,
Las extraviadas huestes despiertan
Para el culto, hasta que
En la oscuridad sin luna cada uno decae enmudecido, confuso,
Cuando ella ha alzado y agitado
Su incensario.
Y prolongada y ruidosamente,
A la bóveda nocturnal que se yergue,
Una campana de estrellas dobla a muerto
Mientras el sombrío incienso surge ondulándose de nube en nube
Hacia el vacío, desde el devoto
Yermo de las almas.
SEÑERO
BAHNHOFSTRASSE
ORACIÓN
¡Otra vez!
¡Ven, dame, ríndeme toda tu fortaleza!
Desde lejos una débil voz exhala, sobre el entendimiento que se quiebra,
Su cruel serenidad, la desgracia de la sumisión,
Mitigando su pavor como si fuera predestinada a un alma.
¡Desiste, sigiloso amor! ¡Mi sino!
Ciégame con tu oscura cercanía, ¡Oh ten compasión, amado enemigo de mi
voluntad!
No oso soportar el gélido contacto que me horroriza.
¡No ceses de arrebatarme
Mi lánguida existencia! Inclínate más sobre mí, cabeza amenazante,
Ufano de mi ruina, recordando, apiadándote
De quién es, de quién fue.
¡Otra vez!
Juntos, envueltos por la noche, yacían sobre la tierra.
Yo escucho en la distancia su débil voz exhalando sobre mi entendimiento que
se quiebra
¡Ven! Me doblego. Inclínate más sobre mí. Aquí estoy.
¡Subyugador, no me abandones! ¡Tan sólo júbilo, tan sólo angustia!
¡Tómame, sálvame, consuélame, oh perdóname!
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ECCE PUER