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Se llama olfato o sentido del olfato a uno de los cinco sentidos con los que los seres humanos y muchos animales
podemos percibir la realidad circundante. En este caso, se trata de la capacidad de detectar partículas y trazos
de sustancias químicas en el aire, utilizando los receptores de la cavidad nasal (o sea, la nariz).
El olfato es una capacidad muy común en la naturaleza, tanto así que es el sentido primordial de muchas especies
animales. Sin embargo, en el caso de los invertebrados y anfibios es más difuso y menos reconocible, ya que estos
animales poseen la capacidad de percibir los químicos del ambiente a través de la piel y de otros órganos muy
distintos a la nariz de los vertebrados superiores.
En todo caso, a través del olfato percibimos los olores: partículas que se desprenden de la materia y que
permanecen en el aire, de donde son tomadas durante la respiración por los receptores nerviosos especializados de
la nariz.
En el caso de los seres humanos, se trata de un sentido poco cultivado, en relación con la vista y el oído, pero no por
ello menos importante, ya que se conecta mucho más velozmente con nuestra memoria. Se estima que podemos
reconocer alrededor de 10.000 olores distintos en promedio a lo largo de nuestras vidas, distinguiendo entre los
agradables y los desagradables, los placenteros y los estimulantes.
Al ser un sentido pasivo, que requiere poca concentración, es una fuente de información continua respecto del
entorno, revelando la presencia de humo u olores extraños que puedan alertar sobre una amenaza. Además, el
olfato permite identificar entornos familiares (justo por eso los animales “marcan” con su olor) y advertir el estado y
la composición de la comida antes de ingerirla.
Para que ello ocurra, el aire cargado de las partículas odoríferas debe ser inspirado, y entrar en contacto con la
mucosa olfativa que recubre la parte interna de la nariz. Allí, las células olfativas sensoriales (alrededor de 20 o 30
millones en promedio) captan estas trazas químicas y las transportan mediante sus cilios (filamentos)
y proteínas fijadoras presentes en el moco, para que puedan encontrarse con los neuroreceptores especializados.
La información nerviosa de estas neuronas penetra el cráneo mediante microorificios en la lámina cribosa del hueso
etmoides, y en la región anterior del cerebro alcanzan el bulbo olfativo u olfatorio, una estructura neural del
prosencéfalo que reconoce la información y la transmite a las áreas superiores del cerebro, en donde ingresa al
pensamiento consciente.
El olfato es un sentido muy similar al gusto, ya que ambos consisten en la quimiorecepción, pero mientras el primero
es a distancia, el segundo es a través del contacto directo con la materia. Ambos estímulos, de hecho, son
procesados en el centro del sabor y el gusto en la parte media del lóbulo frontal, o sea, en la misma región del
cerebro.
Receptores olfativos
Los receptores olfativos son los encargados de convertir la información química del olor en información nerviosa. Se
hallan en la mucosa de la cavidad nasal, distribuidos en dos regiones claramente diferenciadas:
La pituitaria roja, con gran presencia de vasos sanguíneos pero sin funciones olfativas, que calienta el
aire aspirado y lo filtra de impurezas y partículas.
La pituitaria amarilla, en donde se hallan las células olfatorias que contienen los receptores del olfato.
Los receptores del olfato son muchos y muy especializados, sobre todo en los mamíferos. Se piensa que puede llegar
a haber hasta 1000 receptores diferentes, por lo que las proteínas encargadas del procesamiento del olor ocupan
una buena porción del genoma.
Cada uno de los receptores especializados reconoce un tipo de olor diferente, por lo que los llamados “olores
primarios” (que componen otros aromas más complejos) son muchísimos y difíciles de definir.
Aun así, se calcula que los olores disponibles para el ser humano pueden clasificarse en 10 renglones distintos:
fragantes o florales, leñosos o resinosos, químicos, cítricos, frutales no cítricos, mentolados, dulces, ahumados o
quemados, podridos y acres o rancios.
Mantener las fosas nasales regularmente limpias, mediante el soplado pero sin presionar excesivamente
la nariz.
No introducir objetos en la cavidad nasal, mucho menos aquellos que puedan herirla, cambiar su
constitución química o que puedan alojarse dentro.
Evitar el consumo de cigarrillos y sustancias similares, así como de aerosoles de olor muy intenso.
No exponerse a grandes concentraciones de humedad, polvo o sustancias de olor intenso durante
mucho tiempo.
Estructura del olfato
Constituido por las siguientes partes:
Nariz: ubicada en el medio de la cara, de forma más o menos piramidal. Dividida interiormente por un
tabique vertical y dos cavidades llamadas fosas nasales.
Fosas nasales: en la parte de arriba contiene una lámina cribosa del etmoides y una parte del esfenoides, a
los lados se ubican las masas laterales del etmoides que forman los cornetes superior, medio e inferior.
Cornetes: encargados de humidificar y calentar el aire que llega a los pulmones y filtrar el aire que respira el
individuo.
Vellosidades: su función es limpiar el aire que entra por las fosas nasales.
Bulbo olfatorio: región del sistema nervioso central que procesa la información procedente del epitelio
olfatorio, capaz de detectar los olores, y a su vez la dirige a estructuras superiores del cerebro.
Nervio olfativo: encargado de transmitir el impulso nervioso hacia el cerebro para elaborar una respuesta al
estímulo olfativo.
Pituitaria: membrana mucosa que se divide en dos parte:
1. Pituitaria amarilla: localizada en el alto de la cavidad nasal, es rica en terminaciones nerviosas y sus células
olfativas envían al cerebro impulsos, que luego de ser interpretados producen sensaciones que permiten que
los olores sean sentidos.
2. Pituitaria roja: se ubica en la parte inferior de la cavidad nasal, está compuesta por diversos vasos
sanguíneos y por glándulas secretoras, responsables por mantener la región humedad para calentar el aire
que lleguen a los pulmones y evitar que las vías respiratorias se resequen.
Ramificaciones nerviosas: también conocidas como receptores olfatorios. Se encargan de transmitir impulsos
de las células olfatorias al bulbo olfatorio.
Olfato de los animales
El olfato de los individuos es mucho menos desarrollado que el de los animales. Esto es, en los seres humanos, las
células olfativas cubren 10 cm2 de la nariz, en los cachorros 25 cm2 y en los tiburones 60 cm2. Asimismo, una
persona posee cerca de 20 millones de células sensoriales, y los caninos gozan de 100 millones de células
sensoriales.
Un animal puede sentir un determinado olor con 200 mil moléculas de una sustancia por metro cúbico de aire, en
cambio, un ser humano necesita de 500 millones de moléculas de la sustancia por metro cúbico de aire para
conseguir percibir el olor. Es por ello, que los animales poseen la capacidad de sentir olores imperceptibles por los
seres humanos, por lo que son usados por el ser humano para obtener beneficios, como detectar materias ilegales
y/o peligrosas, escapes de gas y fallos eléctricos, encontrar personas desaparecidas por desastres naturales u otra
causa.