Capítulo 6 B - 2023 - Excurso La Pragmática 23-05-2023

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1

EXCURSO

1. La pragmática universal

Para poder reconocer el campo de la pragmática universal que plantea la teoría de la acción
comunicativa vamos a sintetizar el significado de lingüística en contraposición a la semiótica y
teoría del discurso.
La lingüística parte de la materialidad del lenguaje mientras que el campo de la pragmática
universal que propone Habermas en la teoría de la acción comunicativa deriva de una revalorización
de la pragmática trascendental de Apel, pero así también, del hegemónico contexto de problemas
del lenguaje en la filosofía y ciencias sociales. Tanto el giro lingüístico, como así mismo, el
desarrollo de la lingüística; ambos procesos transcurren en simultáneo 1, pero, con trayectorias
diferentes: el giro lingüístico de la filosofía postmetafísica de la segunda mitad del siglo veinte
(Wittgenstein, Searle, Austin) y, por otra parte, del impulso de la filología del romanticismo, hasta
la postulación de una ciencia madre que, como tal, la identificará Saussure. Por ambas vías se
desemboca en una teoría del discurso, como medio de interacción dialógica. Pero el discurso, tal
como lo enfatiza Habermas, alude a la argumentación puesta en acción en los intercambios
dialógicos. Mientras que el discurso, enraizado en la tradición lingüística, extiende la comunicación
dialógica hacia un plexo social donde quedan comprendidos y trascendidos los individuos. Estos, ya
sean en sus textos explícitos como en los determinantes subjuntivos. Aquí, el discurso se explica
mediante la discursividad; es decir, con un plexo social que impregna de sentido a una determinada
cultura, es la cosmovisión que enmarca la mentalidad normativa de una época y región. Desde tal
discursividad emergen los elementos de juicio que formatean el sentido común y, por ende,
fortalecerán la consistencia de las argumentaciones.
La lingüística parte de la materialidad del lenguaje, despliega reflexiones teóricas y empíricas
para describir y explicar el lenguaje, sus relaciones internas y función expresiva. Como así también,
y fundamentalmente: comunicativa. Esto último, como el sentido primario del lenguaje. Indaga
sobre el carácter sígnico con el cual se vincula la semiótica; toma en cuenta su función
comunicativa, por lo dicho, lo emparenta con las teorías de la información y de la comunicación. Se

1
Las razones que llevan a esta simultaneidad, tanto en la filosofía del lenguaje, como así también, en el
desarrollo de la filología, desde fines del siglo XVII, no son coincidencias accidentales. En este tiene que ver el
historicismo (al que ya nos referimos anteriormente), al intento por asimilar la comprensión de los fenómenos sociales con
recursos observables, influenciados por el positivismo y cierto afán, por tomar distancia de las especulaciones metafísicas
que debían enfrentarse al auge del desarrollo de nuevas ciencias sociales que difuminan los bordes entre filosofía,
metafísica y ciencias de la mente o sociales. Al respecto, cabe tomar en cuenta, el desarrollo de la filosofía en los
contextos del Iluminismo británico, el Siglo de las Luces francés y los desafíos a los que tenía que enfrentarse la
Ilustración alemana, que bien Marx los describe en Ideología alemana.
2

aprehende al lenguaje como un sistema en el que hay que develar la estructura pragmático formal.
La lingüística delimita un campo de problemas referidos a las variaciones empíricas de todos sus
aspectos sintácticos, semánticos y de uso: lo que conduce a un punto de vista pragmático, a la
posible inquisición de problemas psicolingüísticos, sociolingüísticos y de la evolución diacrónica y
sincrónica2. Todo esto, con una clara diferencia respecto a la filología. Para la lingüística importan
los aspectos relativos a la fonética, fonología, morfología, sintaxis gramatical, lexicografía y
pragmática. Sus unidades de análisis atienden a las locuciones, expresiones o manifestaciones
lingüísticas (Ausdruck) inscriptas y representadas en oraciones que deben traducir la subjetividad
según los requisitos propios de una lengua para su adecuada aceptación.
Por su parte, la semiótica alude a las propiedades generales de los sistemas de signos. Así,
Peirce la definirá como las indagaciones relativas a la semiosis y dirá que: “por semiosis entiendo
una acción, una influencia que sea, o suponga, una cooperación de tres sujetos, como, por ejemplo,
un signo, su objeto y su interpretante, influencia tri-relativa que en ningún caso puede acabar en una
acción entre parejas”3. Es preocupación de la semiótica desarrollar una teoría del signo a través de
la cual se quiera describir el proceso de constitución de la significación; en consecuencia, deberá
tomar en cuenta a los sujetos hablantes y los contextos que inciden, innegablemente, en la
producción del sentido.
La semiótica no se confunde con una semántica que atiende con puntualidad las condiciones de
correlación entre la marca material del signo y el significado. Ésta será formal cuando elabora una
teoría de la significación en función de las relaciones de los enunciados bien formados y de la
interpretación que les corresponda. Una semántica formal desemboca en una semántica lógica o
semántica filosófica que indaga sobre las condiciones formales de la significación en función de una
sintaxis lógica. Un ejemplo de fundamentación semántica en términos lógicos lo constituye el
aporte de Tarski4. Para éste, la semántica se entiende como una indagación que hace abstracción del
hablante y se restringe a las relaciones entre signos de un sistema de lenguaje y a los modos de
representar los significados y conceptos. Como nos dice Sacristán 5“el concepto semántico es
siempre estudio de un sistema de símbolos: un lenguaje o un cálculo” y es de su interés la
denotación o significación de un símbolo, el sentido o el modo como ese término significa y la
interpretación como atribución de una significación.
El problema que atraviesa a todas las teorías de lenguaje emparentadas con la filosofía o la
lingüística ha sido trascender la preocupación por la marca material del lenguaje para internarse en
2
Th. Lewandowski (1995), Diccionario de Lingüística, ed. cit.
3
Ch. Peirce: 5484, citado en U. Eco, ob. cit. (1991), 32.
4
A. Tarski: “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica” en L. M. Valdez
Villanueva (1991), 275 – 313, ed. cit.
5
M. Sacristán (1973), 50.
3

niveles de análisis que se han descrito como niveles de estructuras profundas y superficiales;
ámbitos inmanentes y trascendentes o bien, registros locutivos en términos de lenguaje objeto y
metalenguaje. A través de todos estos deslindes se ha tratado de reconocer las reglas que rigen el
funcionamiento de los lenguajes. Cuando se aprehende el significado de una expresión
independiente del contexto de uso y aplicación nos encontramos con que se reconocen de un modo
intuitivo el sentido, entonces cabe preguntarnos cuáles son las condiciones de posibilidad que
constituyen nuestras competencias ilocutivas. Es aquí donde, por ejemplo, Chomsky trata de poner
en evidencia que hay un proceso inmanente a los sujetos y que se desarrolla en la ontogénesis del
niño. El problema en este ámbito lingüístico es el de la relación entre significado y significante que
puede plantearse como arbitraria (Saussure 6) o necesaria (Benveniste7). La significación lingüística
representa el problema de la naturaleza de estas reglas que pueden esbozarse como arbitrarias o
convencionales o estrechamente ligadas a la intencionalidad. Un ejemplo de esto es el planteo de
Strawson: “la significación particular de las palabras y frases depende sin duda alguna, en buena
medida, de reglas y de convenciones; pero la naturaleza general de tales reglas y convenciones, sólo
pueden finalmente ser comprendidas en referencia al concepto de intención de la comunicación” 8
Esta idea que enlaza lenguaje y comunicación fue desarrollada con restricciones semánticas por la
escuela fonológica de Praga y, algo más cercano, por la semiología de Prieto 9. Reconocer el rasgo
funcional comunicativo del lenguaje lo ubica al sistema de lenguaje en una estrecha relación con las
acciones y el sistema social, perspectiva ésta, que en la teoría de la acción comunicativa se
relacionará con la teoría de la acción social de Weber y de Parsons.

2. La pragmática universal en la teoría de la acción comunicativa

Para la teoría de la acción comunicativa uno de sus principios que fundamenta la posibilidad de
una acción orientada al entendimiento es la emergencia de reconocer el carácter universal de la
pragmática del lenguaje. Ésta está tomada como presupuesto universal de la comunicación 10. A
través de ella, observamos que se pretende reconstruir las condiciones universales del
entendimiento y demostrar cómo estos requisitos formales se desarrollan a través de la evolución
del lenguaje, en sentido performativo y, en consecuencia, por su uso. En otras palabras: tomando en
cuenta el nivel sociocultural, la pragmática universal pondrá en evidencia los presupuestos

6
F. Saussure (1978), ed. cit.
7
E. Benveniste, (1970), “El aparato formal de la enunciación”, en Problemas de lingüística general, II, Siglo
XXI, México, 1979, pp.82-91
8
P. Strawson citado en E. Verón (1987), 162, ed. cit.
9
E. Verón (1987), 159 – 235.
10
J. Habermas (1984), 353.
4

universales de los actos de habla cuya orientación básica es el entendimiento. Si partimos de que la
acción humana puede adoptar, de acuerdo con las circunstancias, la forma de una acción social
orientada hacia la lucha, la competencia o la manipulación estratégica. Desde la perspectiva de la
teoría de la acción comunicativa, las formas de poder y dominio aparecen como contenidos de
acciones estratégicas y, a la vez, como derivaciones posibles de una acción básica que se propone
conquistar el entendimiento. Los presupuestos universales de los actos de habla son, en sí mismos,
formales. Ambas particularidades que en ellos destacamos: formalidad y universalidad, indican que
su despliegue es necesario, como condición normativa del entendimiento y que, al mismo tiempo,
tiene cierto carácter apriorístico que les da permanente presencia. El carácter normativo de estos
presupuestos son la pauta que orienta a las acciones y otorga validez a los actos de habla.
Una tesis de la teoría de la acción comunicativa, formulada por Habermas, afirma que: “todo
agente que actúe comunicativamente tiene que entablar en la ejecución de cualquier acto de habla
pretensiones universales de validez y suponer que tales presunciones pueden desempeñarse
(Einlösung)11. Desde esta noción, el entendimiento reconoce como un hallazgo que éste se realiza
efectivizando las pretensiones de validez que los actores, participantes en la interacción dialógica,
se han planteado. Tales presunciones de validez algún tipo de fundamentación deberán tener. El
entendimiento (Verständigung), de suyo, implica el reconocimiento intersubjetivo contando con un
trasfondo normativo por medio del cual es posible desembocar en un “acuerdo o consenso”
(Einverständnisses). El concepto “entendimiento” podemos relacionarlo con la expresión latina
consiliis explicatis que sugiere la idea de un proceso capaz de gestarse por medio de la deliberación
y desembocar, por consiguiente, en una situación intersubjetiva de muto consentimiento, o sea, el
acuerdo. Este acuerdo o consenso, que está en el ápice de la teoría de la acción comunicativa,
incluye el reconocimiento que debe darse entre los participantes; las pretensiones recíprocas de
validez que se sostienen, implícitamente, a través de sus actos de hablas ilocutivos y en situación de
diálogo. El complejo conceptual que el análisis devela en la situación fáctica de la comunicación se
representa en un escenario según el cual hay pretensiones de provecho cooperativo entre los actores
por alcanzar una verdad. La primera condición para que esta intención se cumpla, debe aludir a un
hecho que nos emparenta con el mismo objetivo del diálogo comunicativo: la comprensibilidad,
inteligibilidad o entendimiento (Verständlichkeit) de los actos de habla. Éste será el aspecto que
tomamos como soporte material del acto lingüístico comunicativo. Dicho de otra manera, y
ubicándonos en los aportes de la lingüística, se hace necesario que la emisión tenga carácter
significante12, que sea inteligible. Junto con esto, y no como una sucesión temporal, sino, más bien,
11
J. Habermas (1984), 354.
12
Nuestra expresión “significante”, ajena a la exposición de Habermas, no pretende comprometernos y asimilar
esta perspectiva pragmática del lenguaje con una teoría del signo lingüístico de raigambre saussureana. Según F. Saussure
(1978),129, el significante debe entenderse como “imagen acústica” desprovisto de “significado”. A distancia de esa
5

en simultáneo, se suscitan las pretensiones de verdad, veracidad y rectitud. En la comunicación, el


entendimiento que da sentido y sostiene la intención del acto, se origina como objetivación de algo
en el mundo e implica la correlación de intenciones compresibles por parte de los participantes. Sin
el presupuesto de las pretensiones de validez mutuamente reconocidas, el entendimiento no se
concreta en el consenso. Cuando la tendencia natural al entendimiento se ve interrumpida, las
alternativas, por cierto, pueden ser las de orientar la acción con fines estratégicos, de manipulación
o bien, como plantea la teoría de la acción comunicativa, reconstruir la comunicación espontánea y
perturbada, a través de una autorreflexión que posibilite la sustitución de la acción (interrumpida)
por el habla argumentativo. Esta alternativa configura el eventual sometimiento a examen de las
pretensiones de validez. Es decir, es en el habla argumentativo donde la comunicación se restaura,
porque hacen desempeñable en el discurso las pretensiones de validez (diskursive einlösungbar
Geltungsansprüchen). La acción comunicativa, por consiguiente, se define, y sólo con todas estas
condiciones, como acción orientada al entendimiento que alcanza como producto el consenso. Este
es el logro, la realización, el desempeño de las pretensiones de validez implícitas y supuestas en las
articulaciones intersubjetivas. Por su parte, los discursos, como vimos 13, son reflexiones
argumentativas que exponen los fundamentos racionales que sustentan las pretensiones de validez.
La teoría de la acción comunicativa se ve urgida en la precisión de estas condiciones formales de
validez de las acciones comunicativas consensuadas, formulando los principios de la pragmática
universal. Para no ser una teoría que describe las reglas que subyacen a las fluctuaciones
comunicativas a partir de supuestos sobrentendidos, tales como la dependencia semántica respecto
al contexto de producción de significación o particularismos de sentido ligados a las intenciones de
los actores y a los fenómenos mentales. Más allá de estos componentes reconocibles en las acciones
comunicativas, el rasgo definitorio que pretende desentrañar la teoría de la acción comunicativa
alude a las condiciones normativas, necesarias y cuasi permanentes que estructuran de modo
restrictivo las acciones comunicativas como acciones orientadas al entendimiento 14. Porque se
cumplen esas condiciones formales de adecuación de carácter casi trascendental es que queda
garantizado el mutuo consentimiento. Estos rasgos no son otros, sino los que otorgan la validez
simbólica que enhebra las condiciones de adecuación e implican, también, condiciones formales de
validez de las enunciaciones, condiciones formales que alientan la pretensión de correcta formación
proposicional y condiciones de validez formal que garantizan el desempeño discursivo. El concepto

perspectiva diádica del lenguaje, aquí, el verboide “significante” alude a la materialidad del acto lingüístico que está
asociada a las otras condiciones pragmáticas que describimos y que conforman una unidad indisoluble en el proceso de
interpretación, comprensión y entendimiento. Véase sobre las variaciones del sentido de “significante” en N. Rosa (1978),
87 – ss.
13
Véase el capítulo anterior.
14
J. Habermas (1984), n.1,354.
6

de validez, para la teoría de la acción comunicativa, se refiere al reconocimiento de un valor


imponible porque se suscita de modo inevitable 15. Es decir, que lo que se evalúa como válido,
merece ser reconocido así, por alguna razón y en algún aspecto, de un modo que se impone sin
fisuras ni objeción. Este reconocimiento de la validez de la adecuación se da pragmáticamente
porque se alcanza en la praxis vital del reconocimiento intersubjetivo y en situación de diálogo. Las
condiciones formales que trascienden la facticidad de las comunicaciones orientan a toda acción
comunicativa independiente de los contenidos simbólicos, las situaciones particulares que las
constriñen y los objetos sobre los cuales desarrollan la acción. Para dar cuenta de ellas, la
pragmática universal reconstruye la base universal de validez del habla. El ámbito objetual queda
descrito, por esta pragmática, como la reconstrucción de las condiciones de posibilidad de todo
entendimiento; un análisis formal que atiende a la pragmática del lenguaje; más aún, de los actos de
habla. Para comprender el sentido de estas propuestas debemos diferenciarla de toda posible
confusión con, por ejemplo, la idea de la pragmática que ha incidido en los análisis lógicos de la
filosofía analítica y el neopositivismo. Nos referimos a la distinción que plantea Charles Morris
desde su interpretación conductista del signo que ha heredado de Peirce y, para quien, la dimensión
pragmática del lenguaje, a diferencia de la dimensión sintáctica y semántica, “el objeto de estudio
puede ser, también, la relación del signo con los intérpretes” 16. El enfoque pragmático al que alude
la teoría de la acción comunicativa y que se relaciona estrechamente con la de la comunicación y
entendimiento, nos ubica en otra perspectiva de la teoría del lenguaje. Desde este enfoque que
enlaza acción, lenguaje y entendimiento, podemos señalar que la comunicación se entiende no
como un intercambio informativo mediatizado por mensajes codificados que implican, por parte de
cada participante, habilidades heredadas desde contextos particulares para poder decodificar. El
logro de la información–comunicación fluyente entre estos actores no puede tomarse como un
equivalente al entendimiento (Verständlichkeit) que la teoría de la acción comunicativa sostiene.

3. Las particularidades de la idea habermasiana de “pragmática”

La idea de pragmática que subyace en este programo no es otra, sino, la que vincula
conocimiento y acción en Peirce y, tomada a través de K-O Apel 17, se anexa a la teoría de la acción
comunicativa. Peirce establece como máxima del pragmatismo que “para desentrañar el sentido de
un pensamiento, es menester simplemente determinar que hábitos producen, ya que el sentido de

15
J. Habermas (1984), n.2,357.
16
Ch. Morris (1958), “Fundamentos de la teoría de los signos” en Suplemento del Seminario de Problemas
Científicos y Filosóficos, n°12, S12, 36, UNAM, México.
17
J. Habermas (1984), n.1,354.
7

una cosa consiste simplemente en los hábitos que implica. El carácter de un hábito depende de la
manera en que nos puede hacer actuar, no solo en tal circunstancia probable, sino en toda
circunstancia posible por improbable que pueda ser” 18. Esta perspectiva de la pragmática inaugurada
por Peirce en 1878 indica “que nuestras creencias son realmente reglas para la acción [y], dice que
para desarrollar el significado de un pensamiento necesitamos determinar qué conducta es adecuada
para producirlo: tal conducta es para nosotros toda su significación” 19. El sentido de la pragmática
filosófica es el de alcanzar cánones o patrones para la determinación de la verdad de la corrección o
de los valores. Desde la perspectiva de Peirce, se ha centralizado una teoría del significado según la
cual ésta se deriva de las relaciones de la experiencia a partir de las condiciones que la hacen
posible. Para ello se debe determinar las reglas disposicionales de la acción que posibilitan la
significación.
Otros antecedentes de indagaciones que nos acercan a una problemática como es el de las
condiciones de posibilidad del entendimiento lingüístico provienen de la lógica deóntica, la filosofía
y la teoría analíticas de la acción. Pero así también, se encuentra la distinción estructuralista iniciada
por Saussure20 entre lenguaje y habla que convergen en la psicolingüística y sociolingüística, y
aprehende el lenguaje desde una perspectiva empírica, pero sin poder establecer las condiciones
universales de posibilidad del entendimiento mediado.
El programa del pragmatismo que sustenta la teoría de la acción comunicativa es el de una
perspectiva del lenguaje que se aleja de la preocupación por la construcción de lenguajes ideales
como reproducción de estructuras lógicas de la realidad 21 (Tractatus Logico-Philosophicus). Pero
centra su atención en las condiciones de interpretación de los lenguajes cotidianos que describen
complejos de sentido aplicados con reglas configuradas por la praxis del habla, perspectiva que ha
pasado por Wittgenstein (philosophische Forschungen), Peirce y Austin. Lenguaje cotidiano,
acción, actos de habla, interpretación hermenéutica y búsqueda de presupuesto formales que
configuran el entendimiento son, a nuestro entender, los antecedentes que ordenan el programa de la
pragmática universal. Estos son, para la teoría de la acción comunicativa, los antecedentes que
abren la puerta a la reconstrucción racional del entendimiento. El ámbito objetual que describe no es
el presupuesto de condiciones sociales de producción y reproducción del entendimiento, como en la
sociosemiótica. Esta preocupación de raigambre estructuralista derivará, necesariamente, en una
sociología y economía de los actos lingüísticos. Tampoco es preocupación de esta pragmática
universal describir las condiciones contextuales de los discursos en tanto unidades semánticas de

18
Ch. Peirce (1978), 66 [tr. Esp. n. 2, 261].
19
W. James (1984), 61.
20
F. De Saussure (1978), Curso de lingüística general, Bs. As., Losada.
21
L. Wittgenstein (1984), Tractatus logico-philosphicus, 4.023, 28.
8

una semiosis social22. La pragmática universal atraviesa la dimensión contextual empírico social y
sintáctica gramatical para describir un ámbito de presuposiciones universales e inevitables. Para ello
no se parte de un actor individual, sino reconociendo que las posibilidades de entendimiento de los
actos de habla son necesarias para la comprensión del sentido en contextos intersubjetivos. El
carácter triádico del lenguaje de Peirce, entonces, se combina con los actos de habla de Austin
pasando por Searle y la concepción pragmática del lenguaje de Wittgenstein, en su análisis de los
lenguajes ordinarios.
La pragmática universal es una reconstrucción del marco categorial de los supuestos
formalizados que atraviesan el lenguaje ordinario. Este procedimiento es coincidente con una
perspectiva empírica, pero característico de aquello que se identificará en el proceso constitutivo de
la teoría de la acción comunicativa como “ciencias reconstructivas” o sea, las que van a tomar el
sistema del saber pre-teórico. Esta dimensión se recorta sobre el horizonte de la estructura
categorial que organiza las experiencias y permite constituir la observación. Pero también, se
reconstruye la red categorial que subyace a toda comunicación posible. Es decir, un plexo de
sentido socialmente constituido que atraviesa las interpretaciones individuales. Interpretación y
observación son actos de experiencia que se vinculan con aspectos de la realidad, pero que difieren,
respectivamente, en cuanto al tipo de relación que establecen. Los enunciados interpretativos están
contenidos en los actos de comprensión que lleva adelante un intérprete. Esa interpretación
reproduce el contenido semántico de un enunciado de observación mientras que éste, el enunciado
observacional, reproduce un fragmento de la realidad. La expresión simbólica del acto de habla,
como acto de experiencia, implica experiencia de observación y experiencia comunicativa. Cada
uno de estos actos de experiencia establecen relaciones epistémicas (actos de experiencia y objeto),
relaciones de expresión del acto intencional (comprensión y observación) y relaciones de
exposición de un fragmento de la realidad en una expresión (directa o mediatizada). El acceso a la
realidad, en un caso, en la observación, se da de modo perceptible, directo y, en el otro polo, el
acceso a la realidad es a partir de la interpretación que alude a la realidad simbólicamente
reestructurada23. Esa realidad que se comprende y se nos presenta desde un marco reestructurado de
construcciones simbólicas, para entenderse, exige la explicación de significados, es decir, que la
interpretación acceda al sentido que le da razón al simbolismo. Mientras la observación de la
percepción sensible describe y explica en términos causales la explicación del significado, la
comprensión reconstructiva, que procede interpretativamente, accede a una dimensión subyacente

22
M.A.K. Halliday (1998), El lenguaje como semiótica social. La interpretación social del lenguaje y del
significado, Bogotá FCE; U. Eco (1998), Los límites de la interpretación, 283 – 301, Barcelona, Lumen; E. Verón (1987),
La semiosis social, cap. II, Bs. As, Gedisa; M. Meyer (1987), Lógica, lenguaje y argumentación, 2a parte, Bs. As,
Hachette; P. Fabbri (1995), Tácticas de los signos, cap. 19, Barcelona, Gedisa.
23
J. Habermas (1984), 365.
9

de los productos simbólicos: las reglas semánticas. Es así como esta tarea interpretativa permite la
comprensión de los significados de las expresiones a través del esclarecimiento de tales reglas que
causan el contenido semántico, significativo. Por su parte, la explicación, que procede
empíricamente, hace un recorrido distinto, en tanto tiende a dar cuenta de la percepción. El sistema
de una lengua proporciona el marco de posibilidad de la comprensión semántica del contenido de
un hecho simbólico que expresa un mundo estructurado por pautas universales conforme a las
cuales un actor enerva un acto de experiencia comunicativa. En la situación dialógica, ellos se valen
de un saber compartido de competencias inherentes al sistema común de la lengua. Es que, en la
comunicación, este intercambio de competencias y de saberse implícitos, se da en forma intuitiva,
pero cuando la comunicación se interrumpe los intérpretes tiene la posibilidad de reconstruir el
proceso alterado a partir de las reglas que habían garantizado el entendimiento lingüístico y la
comprensión del significado. Entonces, es cuando la comprensión se desplaza del contenido
semántico a la intuición de las reglas de conciencia que todo actor hablante posee.
Las razones que explican el carácter reconstructivo de la pragmática universal involucran la
diferenciación analítica y metodológica de la explicación de significados. Cuando tenemos un
objeto significante, la aprehensión del contenido semántico pretendemos alcanzarlo por referencia
al contexto de producción del sentido que el objeto interpreta. Para ello, nos valemos de
correlaciones de sentido que se establecen entre productos significantes conocidos con los
desconocidos. Aquí se procede según la interpretación hermenéutica que ha descrito Gadamer: es el
horizonte de significaciones actuales y presentes el que permite aprehender lo nuevo como un
proceso de asimilación. Este es, al mismo tiempo, la reestructuración del plexo significativo que
sirvió de base para el acto de interpretación. Aprehender un objeto significante implica actualizar el
horizonte de sentido en una nueva situación desconocida. El proceso de interpretación y
comprensión que envuelve los diálogos comunicativos cotidianos representan una situación
hermenéutica análoga a la que sucede en la interpretación histórica como aprehensión de textos: “si
intentamos considerar el fenómeno hermenéutico según el modelo de la conversación que tiene
lugar entre dos personas, entre esta dos situaciones en apariencia tan distintas como son la
comprensión de un texto y el ponerse de acuerdo en una conversación, hay un aspecto común
fundamental: que toda comprensión y todo acuerdo tiene presente alguna cosa que uno tiene ante
sí”24. El acuerdo hermenéutico entre interlocutores que se interpretan mutuamente es tan equivalente
como el acuerdo hipotetizado, como hallazgo del contenido semántico que encerraría un objeto
simbólico “cristalizado”, “autónomo” del espectador frente a una obra de arte o un texto.

24
H.-G. Gadamer (1993), 457.
10

4. Las condiciones pre-teóricas para la comprensión

Otra forma de explicar los significados es atender las estructuras generativas de la producción
de sentido. En este caso es a lo que se alude cuando se pretende delimitar las reglas de la
significación que subyacen a la producción simbólica; para esto se debe acceder a un plano de la
interpretación que no atiende el horizonte de sentido que se despliega como contenido semántico
sino que se necesita, a nuestro entender, una interpretación reconstructiva. Poner al descubierto el
sistema de reglas que intuitivamente han orientado la producción de sentido, sistema de reglas que
están aparejadas al medio lingüístico del cual se ha valido la producción “sígnica”. Estas reglas de
la conciencia y que tiene un carácter intuitivo (Regelbewußtsein), trascienden las circunstancias
particulares de producción y, más bien, son estructuras formales que establecen la competencia del
sujeto que hace uso de una lengua25. En otros términos, aluden a la capacidad de producción como
saber pre-teórico que orienta el saber aplicado a la práctica y le permite a un sujeto saber o entender
algo. Este sistema de reglas pre-teórico describe un ámbito de posibilidades o de competencias para
la emisión del conocimiento y la práctica. En esta conjunción es cuando la teoría de la acción
comunicativa combina la filosofía de la mente de Ryle 26 y la teoría lingüística de Chomsky 27 y, así,
va delineando la interpretación comprensiva (rekonstruktiven Verstehens) como reconstrucción
racional de las estructuras que intervienen en la formación simbólica. Esto es, en definitiva, el
sistema de reglas que intervienen en la construcción de los significados.
La pragmática universal, en esta teoría de la acción, se ubica, entonces, como ciencia
reconstructiva del lenguaje; en contraposición a una ciencia empírico-analítica que procede de
modo descriptivo o explicativo. Esta diferencia, desde el punto de vista de los datos 28, cuando toma
en cuenta el observador, el lenguaje se dispone como comportamiento verbal, pero si la perspectiva
alude a la reconstrucción, o sea, a la interpretación constructiva, los datos deben ser elocuentes de
las reglas que establecen la competencia de los hablantes. El problema de estas reglas es reconocer
su origen y realidad. En tanto dispositivos de generación de los productos simbólicos, preservan un
carácter formal que trasciende las particularidades y se constituyen en un saber categorial. Desde el
ámbito de los objetos hay una clara distinción entre un saber pre-teórico reconstruible y la
aprehensión de los lenguajes naturales. También, entre una teoría lingüística que sostiene su campo
de objetos como descripciones de lenguajes con la ayuda de leyes causales y una teoría lingüística
que reconstruye los saberes pre-teórico atendiendo el campo de objetos como explicación de

25
J. Habermas (1984), 368.
26
G. Ryle (1967), 26 – 55.
27
N. Chomsky (1999), Aspectos de la teoría de sintaxis, (ed. cit.).
28
J. Habermas (1984), 371.
11

significados de sus explicandum29. Es decir, que tal tarea reconstructiva que representa en la teoría
de la acción comunicativa la explicación del explicandum, lo entendemos como un nivel de análisis
que se encuentra en el mismo, que el del lenguaje-objeto; sin necesidad de constituirse en un
metalenguaje. Por otra parte, desde el saber cotidiano la perspectiva descriptiva empírico analítica
tiene una pretensión de ser visión corregida del mundo cotidiano, es decir, el conjunto de teorías
que se puedan estructurar puede plantear el problema de la verdad o la falsedad de las imágenes del
mundo. En la ciencia reconstructiva se abstraen las formas del saber pre-teórico, pero estas formas
no pueden evaluarse como correctas ni verdaderas y, con esto, no nos referimos a la evaluación de
la metodología que sustrae las reglas del saber pre-teórico, sino a las reglas que han sido abstraídas
y objetivadas. Esta reconstrucción “plantea en cierto modo una pretensión esencialista” 30 que se
transcribe como adecuación entre las estructuras profundas y el ámbito objetual que las reglas han
generado.
En el planteo de Habermas, se trata de obtener del hablante la comprensión intuitiva que tiene
de su propio lenguaje, las que descubren el carácter de las pretensiones universales de validez
relativas en la gramaticalidad de las oraciones. Estas se explican a partir de una de una teoría de la
sintaxis; la consistencia de proposiciones, por una lógica de los enunciados; la verdad de las
hipótesis, por la teoría de las ciencias y la validez de la rectitud de normas de acción, explicadas por
una ética31. Estas pretensiones que aluden a una competencia universal se formulan en el lenguaje
natural y, desde este mismo nivel de lenguaje, puede evaluarse la competencia universal de las
expresiones lingüísticas. La vía de acceso a dichas reglas es el saber intuitivo susceptible de
justificación discursiva. No son obtenidos a partir de un tipo de intuición que rehúse la búsqueda
intrincada por la confirmación y, así, poder precisar el ámbito objetual. Búsqueda que se puede
traducir en análisis comparativos y de observaciones empíricas que ayuden a alcanzar algún tipo de
fiabilidad.
En la formulación de la reconstrucción racional se plantean algunos problemas derivados de los
enfoques de los que ha partido la teoría de la acción comunicativa. Así es como el planteo
sustancialista de Chomsky suscita dos objeciones. A) La dificultad de poder determinar la
competencia lingüística desde la reconstrucción racional de la gramática de lenguaje. Al partir de
las intuiciones del hablante parece ser que sería objetivable la posibilidad de delimitar la gramática
mental. Las intuiciones del hablante lo que demostraría sería más bien una reflexión que toma al
lenguaje natural como objeto. B) Desde otro registro lingüístico podría generarse delimitaciones de
la competencia lingüística y no abordaría la competencia subyacente al hablar mismo y a la

29
J. Habermas (1984), 372.
30
J. Habermas (1984), 373.
31
J. Habermas (1984), 370.
12

comprensión que en ella se da. El problema que se plantea aquí es hasta qué punto la auto
comprensión del lenguaje es posible en un mismo registro lingüístico, es decir, en el ámbito del
lenguaje natural, y no es necesario tomar distancia de este para reconocer en un metalenguaje tales
competencias. Si bien, este problema se plantea en las críticas a la gramática generativa de
Chomsky32, para la teoría de la acción comunicativa el saber pre-teórico, que hace a la competencia
del hablante, se refiere al lenguaje natural; a un reconocimiento implícito por parte de los actores
hablantes de condiciones de la gramaticalidad, de la consistencia lógica, del potencial de verdad, y
de la adecuación normativa. La auto comprensión espontánea de esas pretensiones que configuran
las competencias lingüísticas del hablante se da en el proceso mismo del entendimiento
intersubjetivo. No necesitamos ubicarnos en otro registro, o sea, en un nivel metalingüístico que
objetive al lenguaje natural como lenguaje objeto. El reconocimiento del saber hacer (know- how)
lingüístico aplicado al saber sobre esto (know that)33delimita, por el procedimiento reconstructivo,
un ámbito de objetos que se precisa en la medida en que son sometidos a prueba en función de
situaciones y casos para alcanzar cierta fiabilidad. Poder delimitar la gramática mental del
hablante34 nos acerca a problemas relativos a la correlación entre teoría gramática de la lingüística y
teoría gramática del hablante, describiendo una región de problemas que nos acerca, a nuestro
entender, a la psicología cognitivista. Reconocer tales estructuras mentales nos conduce al problema
del origen y la dinámica, o sea, de la constitución de tales estructuras y del carácter dinámico que
presentan las mismas y esto, en función de una lógica. Si bien la teoría esencialista de Chomsky
desemboca en problemas empíricos analíticos del orden de la psicolingüística, la teoría de la acción
comunicativa toma distancia, a nuestro entender, de tales indagaciones, y desde un prudente punto
de vista orientado hacia preocupaciones relativas a la distinción entre competencia y performancia.
Por otra parte, el problema de la génesis y conformación de la gramática mental lo transfiere a la
resolución que postula la psicología constructivista de Piaget 35 en lo relativo al desarrollo de la
inteligencia y, análogo a tal planteo, a la ética evolutiva de Kohlberg 36.
En el planteo de la pragmática universal podemos reconocer que los aportes constitutivos para
el programa de la teoría de la acción comunicativa han intervenido las preocupaciones de la
dialéctica trascendental de Kant, la versión más débil del trascendentalismo de Strawson, el
pragmatismo de Peirce y la reconstrucción de la preocupación hermenéutica de Dilthey. Pero, por
cierto, que este planteo que describe un ámbito “trascendental” comparte con Apel una

32
J. Habermas (1984), 374.
33
G. Ryle (1967), 26 – 55.
34
J. Habermas (1984), 377.
35
J. Piaget (1977), 183 – 229.
36
L. Kohlberg, F. Power y A. Higgins, La educación moral según Lawrence Kohlberg, ed. Cit.
13

preocupación común, con consecuencias divergentes, las que conducirán a la diferencia entre una
pragmática universal y una pragmática hermenéutica trascendental.
Para Kant lo trascendental va más allá de los límites de la experiencia, pero detrás describe
principios trascendentes, o sea, principios que suprima esos mismos límites. Es así como la
dialéctica trascendental permite reconocer: “el entendimiento puede ser una facultad de la unidad de
los fenómenos por medio de las reglas, y entonces la razón es la facultad de la unidad de las reglas
del entendimiento según principios” 37. El propósito de la deducción trascendental es justificar los
conceptos a priori del entendimiento a los objetos reales, pero, el problema que se suscita es el de la
justificación de la validez objetiva de los conceptos a priori. Cuanto interviene la impresión sensible
en la configuración de los objetos queda supeditada a una actividad que, como dice Torretti 38,
enlaza conforme a ciertas reglas los datos de los sentidos y los refiere a la unidad de un objeto y es
tarea de la deducción metafísica la de descubrir los conceptos a priori objetivamente válidos.
La fundamentación trascendental de raigambre kantiana es una reflexión tanto de las
condiciones de posibilidad que se traduce en competencias como así también, la auto reflexión. Esa
fundamentación trascendental se prefigura como auto comprensión que permite reconstruir las
reglas generativas del lenguaje o los esquemas categoriales del conocimiento. Pero, para la teoría de
la acción comunicativa, la “detrascendentalización” de estos esquemas cognitivos o estructuras
performativas del lenguaje son logradas por referencia a la reconstrucción racional de las
condiciones de posibilidad de lenguaje y que en conjunto para la teoría de la acción comunicativa se
extienden como condiciones de posibilidad del conocimiento y de la acción. “La
detrascendentalización conduce, por un lado, a la inserción del sujeto socializado en los contextos
de los mundos de la vida y, por otro, al ensamblaje de la cognición con el hablar y el actuar” 39. Es
decir, se han trastocado la configuración de un ámbito trascendental por un ámbito reconstructivo
alentado por la lógica y la lingüística en tanto sostengan un estatuto análogo al programa de la
pragmática universal40.
Otro componente teórico que confluye en la teoría de la pragmática universal viene de la
perspectiva de Strawson. Si bien se mantiene en el orden del planteo trascendental kantiano su
propuesta, más débil, alude a un apriorismo según el cual las experiencias coherentes organizan una
red de categorías reconocibles en experiencias análogas

5. Sobre el carácter trascendental de las estructuras cognoscitivas


37
I. Kant (1960), T.2, 51.
38
R. Torretti (1980), 240 – 247.
39
J. Habermas (2002, b), 23.
40
J. Habermas (1973), 411 – 412; J. Habermas (2002, b), Acción comunicativa y razón sin transcendencia, ed.
cit.
14

El ámbito objetual que describe este planteo trascendental corresponde “a la competencia de


sujetos cognoscentes que juzgan qué experiencias pueden ser llamadas «coherentes»” 41. De este
modo, el concepto de trascendental para la teoría de la acción comunicativa se perfila como la
estructura conceptual que se repite en todas las experiencias coherentes y que se reconocen a partir
de procesos reconstructivos. Tales estructuras están sometidas a la evaluación permanente que
definirá o decidirá sobre su carácter necesario y universal. Estas estructuras son tan definitorias de
los objetos de la experiencia posible como así también son estructuras categoriales de posibilidad
del entendimiento. Por otra parte, junto con las preocupaciones pragmatistas de Peirce que han
influido de modo considerable en la formulación de la pragmática trascendental de Apel 42,
encontramos cómo la hermenéutica de Dilthey alude a la priori que legitima la posibilidad de la
interpretación y de la comprensión. Esto es así porque Dilthey ha estructurado una identificación
entre vivencia, expresión y comprensión que se amalgama en la vida del espíritu que se objetiva en
las experiencias pero que mediante la reflexión retorna al espíritu. Es así como la comprensión se
sustenta en una estructura previa de una universalidad a priori a la práctica cotidiana de la vida 43.
La teoría de la acción comunicativa sustituye la idea del sujeto trascendental por un ámbito que
reconozca los presupuestos universales como infraestructura pragmática del lenguaje, tales
presupuestos universales e imprescindibles son también de la comunicación y constituyen los
presupuestos del habla argumentativo. Aquí se ha sustituido el ámbito de lo trascendental a priori
por el del lenguaje. Lo que intenta la pragmática universal es aprehender las condiciones de
posibilidad que hacen al entendimiento y a la experiencia, y lo que evidencia las estructuras
universales del habla son las condiciones del entendimiento posible. Este marco categorial tiene un
carácter apriorístico, pero determinado por la praxis del lenguaje y, así también, como estructura
conceptual que posibilita la corrección de la gramaticalidad.
El campo objetual que delimita la pragmática universal corresponde a las estructuras generales
de habla que asegura el entendimiento viable, pero no las estructuras que subyacen a la experiencia
posible. Este ámbito trascendental describe los presupuestos universales de la comunicación y que
debe poner en evidencia a partir del reconocimiento de niveles de estructuras de lenguaje: profundas
y superficiales. Estos niveles permiten diferenciar una indagación empírico-analítica de un
procedimiento reconstructivo. Lo que proporciona el proceso reconstructivo son las reglas de
competencia que utilizan los hablantes y, para esto, hay que partir de situaciones empíricas, que se

41
J. Habermas (1984), 380.
42
K-O. Apel (1997), El camino del pensamiento de Charles S. Peirce, ed. cit.
43
J. Habermas (1973), 178 – 203; W. Dilthey (1980), Introducción a las ciencias del espíritu, ed. cit.
15

despliegan en un nivel de superficie que es abordado por la lingüística. Con esto lo que se quiere
decir, es que la lingüística no obstante su búsqueda de reglas se mantiene en el ámbito de las
ciencias empíricas. El problema que se plantea en este tipo de indagación; delimitación de
estructuras profundas que pongan de manifiesto las reglas que orientan una determinada
competencia, es poder relacionar el análisis formal con el análisis empírico. Mientras en la tradición
filosófica trascendental clásica se ha manejado una separación entre ambos análisis, otras
perspectivas, como la epistemología constructivista de Piaget, o bien, como la gramática
transformacional de Chomsky, han intentado establecer conexiones entre estos ámbitos formales de
competencia del pensamiento inteligente y del lenguaje con las acciones de los sujetos
operacionales con el medio o el intercambio lingüístico. En el planteo de la teoría de la acción
comunicativa las preocupaciones hermenéuticas por el entendimiento, en tanto indagación por
desestructurar sus convicciones de posibilidad, se revelan en una relación funcional que es la del
entendimiento inscripto en los procesos comunicativos y de relaciones intersubjetivas. La
comunicación mediada y conformada lingüísticamente tiene como unidades de análisis actos de
habla. De este modo, el lenguaje tiene sentido en función de enlazar las subjetividades que
interactúan en una situación de diálogo. La búsqueda de las condiciones formales que posibilitan
que la comunicación lingüística cumpla el primero y fundamental objetivo: que sean expresiones
claras, precisas, correctamente formuladas de acuerdo con los parámetros de la sintaxis de la lengua
que se usa, es la indagación de estructuras superficiales empíricas que atiende la gramaticalidad de
los lenguajes. Pero cuando nos planteamos cuáles son las condiciones formales de posibilidad de
entendimiento, no atendemos a las expresiones de habla sino a los actos de habla, es decir, estas
unidades de comunicación. Entonces, es allí en donde tenemos que tratar de desentrañar estructuras
profundas universales porque sobre ellas están los lenguajes particulares e inevitables que logran el
cometido de que los actos de habla sean acciones relacionadas con la función comunicativa y del
entendimiento.
En la teoría de la acción comunicativa observamos que se trata de desentrañar un ámbito de
objetos pre-teórico o previos a los usos particulares del lenguaje, es decir, lo que la teoría de la
acción comunicativa formula son condiciones formales de posibilidad del entendimiento y de la
acción. En uno, la pragmática universal será la encargada del deslinde de las circunstancias del
entendimiento. Pero en el campo de la acción, esas circunstancias implican, también, otros
contextos formales para la praxis. Condiciones dadas por las formas de mundo que se objetivan en
cada acción y, junto a estas, el mundo de la vida (Lebenswelt) como ámbito pre-teórico que permite
a través de evolución de la sociedad delimitar la calidad de esas formas de mundo: objetivo,
subjetivo y social.
16

La teoría de la acción comunicativa señala una clara distinción entre un programa de la


pragmática particular y otro de la pragmática universal, para ello será necesario distinguir tres
aspectos.
Mientras la lingüística tiene como unidad de análisis las oraciones, los actos de habla
corresponden a la pragmática universal. La preocupación de la pragmática universal es reconstruir
los contextos que garantizan el entendimiento y estos radican en la corrección gramatical que
permite que sean inteligibles, pero lo que garantiza la comunicabilidad son las pretensiones que
hacen de ellas aceptables, es decir, que junto con la corrección lingüística asociada a la competencia
enunciativa se encuentra un núcleo universal de competencia comunicativa. De este modo, la
pretensión de “inteligibilidad” se asocia a las pretensiones de validez y es tarea de la pragmática
universal delimitar las circunstancias que conducen a la posibilidad de un uso adecuado de
oraciones que, a través de los actos de habla, permiten la comunicación y el entendimiento.
Mientras a la lingüística le corresponde poner a través de las oraciones (Sätze), en evidencia las
propiedades performativas, a la pragmática universal le preocupa las declaraciones o enunciaciones
(Äußerungen) para poder delimitar las reglas de una estructura profunda. Para que un actor realice
un acto de habla orientado al entendimiento lo que hace es “actualizar lo que ya está implícito en las
estructuras de la oración”44. Las estructuras universales que se pueden reconocer son tanto las
pertinentes al correcto uso de las oraciones como a la función comunicativa. Un ejemplo que nos
parece elocuente de esta búsqueda de universales lingüísticos es el planteo sistemático de Hockett
quién señala que en toda lengua hay elementos de denotación subordinados a los contextos
extralingüísticos. Vale decir, que, en toda lengua, hay un denotativo egocéntrico y otro denotativo
referido a un interlocutor; también, en toda lengua hay elementos no denotativos que cumplen
funciones solamente de articulación y estructuración del lenguaje. Toda lengua tiene nombres
propios, elementos gramaticales sin funciones significativas, posee vocabularios no homogéneos,
reconoce predicaciones monádicas y poliádicas. En toda lengua encontramos un dispositivo o
cláusula que permite pasar de un nivel de uso del lenguaje a otro de explicación; en suma, toda
lengua reconoce patrones gramaticales 45. Pero, por cierto, el paradigma de estructuras pragmáticas
oracionales que aluden no a las constantes de la lengua, sino a las condiciones intuitivas que
inducen a un hablante a hacer uso de una lengua natural, para la teoría de la acción comunicativa lo
es la gramática transformacional de Chomsky. Su concepción mentalista del lenguaje concluye en la
postulación de universales formales y sustantivos que es una suerte de conjuntos de elementos al
cual pertenecen otros tantos, que aparecen en todas las lenguas. Estos conjuntos tienen que ver con
recursos fonológicos, o bien, nominativos y verbales. Los universales formales, por su parte, serían
44
J. Habermas (1984), 388.
45
J. Hierro S. Pescador (1980), T.2, 74 – 76.
17

características más abstractas de la gramática de cualquier lengua. Estos universales corresponden a


elementos generativos a través de reglas de transformación que van de las estructuras profundas a
las estructuras superficiales46.
Para la teoría de la acción comunicativa, cuando la oración se sitúa en ámbito objetual
extralingüístico y relaciona la subjetividad conformada en la intencionalidad con el mundo social y
cultural estructurado normativamente, la oración se transforma en un acto de habla con pretensiones
de comprensibilidad y de validez.

6. Los ámbitos de la lingüística y de la teoría de los actos de habla

Entre la lingüística y la teoría de los actos de habla nos encontramos con un ámbito de
preocupaciones comunes referidas a un saber implícito susceptible de reconstrucción; en un caso, en
la lingüística, la competencia lingüística como saber implícito alude a la capacidad de utilizar reglas
para generar oraciones mientras que la otra perspectiva alude a la competencia para usar oraciones
en situaciones de habla. La teoría de los actos de habla, entonces, debe referirse a la habilidad que
tiene los sujetos para proferir o usar adecuadamente oraciones correctas, esto, en sentido gramatical.
Una de las preguntas que podría plantearse es respecto a la posibilidad de que la reconstrucción de
las reglas gramaticales exprese las condiciones de comunicabilidad de los actos de habla. Como
respuesta a este interrogante tenemos que tomar en cuenta la distinción entre un análisis pragmático
de emisiones, o sea, las condiciones situacionales que delimitan el uso de las oraciones y, por otra
parte, el análisis de las oraciones que requiere un enfoque metodológico fundamentalmente
empírico. Es un actor hablante el que a través de los actos de habla inserta oraciones y hace uso de
ellas en situaciones de entendimiento posible. La gramaticalidad asegura la comprensibilidad, pero
la validez de lo que se dice del enunciado como expresión de una intención depende de la
adecuación del acto de habla con el trasfondo normativo reconocido. Por ejemplo, si decimos:
“¡cierra la puerta!”, gramaticalmente es una oración correctamente estructurada con un sujeto
implícito y representa una orden o mandato. Pero la evaluación de la oración como enunciado en
función de su adecuación a la situación implica que la validez del acto de habla pone en cuestión el
carácter performativo del enunciado, es decir, la posibilidad de que su realización se cumpla bajo la
condición de que sea una expresión sincera, adecuada a la subjetividad, correcta en función de las
normas sociales que legitima la posibilidad de que un actor emita esta orden para ser cumplida por
otro interlocutor. En consecuencia, los actos de habla representan algo del mundo y al inscribirse en
las relaciones interpersonales tiene un contenido proposicional que las hace verdaderas o falsas o

46
N. Chomsky (1999), 27 – 36.
18

bien, un carácter intencional que representa la intención del hablante o performativo que establece
relaciones entre los interlocutores. La capacidad comunicativa del acto de habla radica entonces en
que represente estados de cosas a través de experiencias o hechos susceptibles de ser verdaderas.
Que las expresiones (Äußerung) representen de modo confiable lo que el sujeto pretende y por
último que estos actos de habla sean adecuados a las normas que median en el intercambio social.
Independiente de los saberes particulares y de contextos cambiantes se encuentran “Estas funciones
pragmáticas universales de exposición (Darstellung), autorrepresentación (Selbstdarstellung) y de
sostén de las relaciones personales (interpersonale Beziehungen)47. Como habíamos afirmado al
principio, la semántica formal prescinde de estas condiciones de uso y más bien atiende a la lógica
de los enunciados en función de la capacidad de representar las experiencias y los hechos. La
universalidad de la pragmática revela lo que se ha identificado como pretensiones de validez:
verdad, veracidad y rectitud. Son estas tres pretensiones las que se conectan con tres funciones
pragmáticas universales: representar – darstellen – algo; expresar – aussagen – la intención del
hablante e instaurar – herzustellen – relaciones entre actores hablantes y oyentes.48
7. El lenguaje en función expresiva y comunicativa

Una de las particularidades que hemos señalado del giro lingüístico operado en la filosofía y en
las ciencias sociales es, entre otros, las consideraciones respecto a que la verdad o falsedad de las
oraciones no son propiedades decididas a partir de abstracciones que se desprendan de los usos
cotidianos. El lenguaje como sistema expresivo, pero al mismo tiempo, comunicativo, cuenta con el
hecho de que las oraciones manifiestan de algún modo y en una circunstancia todo lo que está
implicado en la intencionalidad de un actor hablante. Cuando subrayamos esta idea “actor” nos
ubicamos en contextos de acción que implican intencionalidad, finalidad, motivación. Es en este
sentido que el interés por el lenguaje se ha centrado en aspectos contextuales, vale decir, en el
lenguaje ordinario. La identificación de estas unidades semánticas del lenguaje como sistema y
acción con Austin se sintetizan en la expresión “actos de habla”. Las palabras son herramientas que
pueden engañarnos como así también, representar la totalidad de relaciones que conectan en el
sentido de lo dicho. Las palabras no son las cosas, pero con las palabras se construye una realidad
que nos presenta como sujetos atravesados por intrincados medios que entreteje la intersubjetividad
y la comunicación. Cada expresión transcripta como acto de habla contiene los significados que
derivan de las necesidades prácticas de la vida. Estamos inmersos en el lenguaje común pero no
condenados a sus limitaciones; así, para Austin existe también la posibilidad de una reflexión
rectificatoria del lenguaje común. En Austin el uso de lenguaje es para hacer algo con él. Todos los
47
J. Habermas (1984), 390.
48
J. Habermas (1984), 395.
19

enunciados veritativos son constatativos49, pero al mismo tiempo, reconoce enunciados con un
carácter performativo o realizativo, es decir, el enunciado realiza una situación de acción. Emitir la
expresión no es solamente decir, sino, también, realizar la acción. Las posibilidades que garantizan
la realización de lo dicho por el actor requieren que las circunstancias sean apropiadas a lo emitido.
Para poder explicar en qué consiste la capacidad performativa o realizativa Austin va a hacer una
distinción entre acto locucionario 50 y perlocucionario. El primero es el acto de decir algo,
corresponde a unidades completas del discurso, pero al mismo tiempo decir algo es también realizar
y se denomina esto actos ilocucionarios 51. Los actos ilocucionarios aluden a los modos según los
cuales se usa un lenguaje. Realizar un acto locucionario y por medio de este dar cumplimiento al
modo ilocutivo implica generar consecuencias en los interlocutores y a esta dimensión del acto de
habla, Austin, denominará acto perlocucionario 52. Esta realización del acto de habla como
cumplimiento de su pretensión significa la comprensión del significado y el cumplimiento de la
fuerza locutiva: “así, realizar un acto ilocucionario supone asegurar la aprehensión de este”53.
La fuerza ilocucionaria es el sentido que orienta y convierte una oración en acto de habla toda
expresión, situada como media entre sujetos cuyos rasgos distintivos estructurantes son el habla y la
acción para la teoría de la acción comunicativa el valor fundamental de esta exposición de Austin se
encuentra en “ver con interés la fuerza generativa de los actos de habla” 54. Austin identificaba como
carácter perlocutivo la consecuencia que alcance el acto de habla y como respuesta a la fuerza
ilocucionaria, es decir, detrás de las enunciaciones está la intención de generar una consecuencia
que se alcanza cuando entre los interlocutores se instaura una relación interpersonal. Que el efecto
se concrete va a depender del entendimiento y aceptación, es decir, del consentimiento que se
alcance en la situación de diálogo. Esta condición, entendimiento y aceptación es la condición
necesaria para que se dé una acción orientada al entendimiento. Tales acciones adopten o no formas
explícitamente lingüísticas y en última instancia que sean formas simbólicas tiene un anclaje con la
realidad que las determina a través de las normas de acciones y valores. Aún la acción irreverente
frente a las normas sociales debe mirar a ellas para poder engarzar en la realidad con una función
comunicativa. Entre todas las relaciones interpersonales posibles es la orientada al entendimiento
mediada lingüísticamente el caso paradigmático para la teoría de la acción comunicativa 55. Para esto
se presta atención a los componentes de la teoría de los actos de habla rescatando que son las
oraciones performativas las que posibilitan la realización del acto ilocucionario. Las oraciones
49
J. L. Austin (1990), 43.
50
J. L. Austin (1990)138.
51
J. L. Austin (1990)143.
52
J. L. Austin (1990),145.
53
J. L. Austin (1990), 162.
54
J. Habermas (1984), 397.
55
J. Habermas (1984), 398.
20

realizativas o performativas tales como por ejemplo “te apuesto cien pesos a que mañana va a llover
“necesita de un componente proposicional que toma la forma de oración enunciativa. Estas se
expresan en actos de habla constatativos y se puede reconocer una descripción referida a un objeto y
un predicado de atribución o de negación al objeto. En los actos de habla no constatativos el
contenido proposicional se menciona, es decir, podemos tener una oración que expresa un estado de
cosas y la oración que refleja un hecho insertas en una situación de habla mientras que en la lógica
formal se han abstraído las circunstancias. En síntesis, la función expresiva del habla implica que se
pueda enunciar algo sobre el mundo como enunciado o como mención de un contenido
proposicional,” el señor equis cerró la puerta” es una oración enunciativa pero cuando digo “cierro
la puerta” el contenido proposicional se menciona. Las experiencias en el mundo o los estados de
cosas se representan en el contenido proposicional que hace explícito un acto de habla, pero que
queda implícito en otros actos simbólicos, y para su comprensión, en este último caso se requiere
que haya una precomprensión de las expectativas normativas y de las reglas de significación para
que pueda tener sentido la expresión simbólica. Así, por ejemplo, no es lo mismo hacer las señas
para que se detenga un taxi que pedir que el taxi se detenga, en otras palabras, un acto de habla
proposicionalmente diferenciado explicita el contenido proposicional, posee una función expositiva
que gana en claridad que un acto de habla no verbal. Los actos de habla proposicionalmente
diferenciados serían un subconjunto de acciones comunicativas que concluyen en el consenso.
Algunos de estos actos tienen lo que se identifica como “ligazón institucional”, es decir, hay una
estrecha relación con pautas culturales institucionalizadas, por ejemplo, “si, acepto” expresión
emitida en una boda, este enunciado nos conecta con normas precomprensivas de la institución
matrimonio, pero si decimos “esto no se hace”, su sentido se acomoda a la circunstancia, estos son
actos de habla institucionalmente no ligados a instituciones determinadas, pero si vinculado a
aspectos generales de las normas de acción. Es así como el planteo de la teoría de la acción
comunicativa esquematiza entre acción social estratégicas, comunicativas y simbólicas, y va a
atender en el contexto de las comunicativas las proposicionalmente diferenciadas lingüísticamente,
mediadas, no ligadas a los sistemas normativas institucionales, explicitas y no dependientes del
contexto, ejemplo, “te ruego que fumes en pipa”, “te pregunto, Pedro, si fumas en pipa” “afirmo
que Pedro fuma en pipa”.

El carácter performativo del lenguaje en función comunicativa


21

El carácter performativo de las expresiones lingüísticas es el rasgo distintivo de la teoría de los


actos de habla el sentido de una oración tomado como acto de habla. Austin lo ha caracterizado
como fuerza ilocucionaria56 es decir, cuando se dice algo ese acto de habla es comprensible porque
emite el contenido de un sentido por el cual se hace algo. O sea, expresar una afirmación es hacer
una afirmación, en otras palabras, se hacen cosas cuando se dice algo. Como emisión o expresión
tiene sentido pragmático: se comprende en una situación dada y, al mismo tiempo, instituye una
relación entre hablante y oyente. De este modo, la distinción entre oración (Satz) y acto de habla es
que este último es una emisión (Aussagen), es decir, se usa una oración con carácter performativo,
realizativo, en función de una situación que implica una interacción. De este modo, el rasgo de los
actos de habla que nos conduce a una teoría de la comunicación tiene que ver con la explicitación y
el desempeño de la fuerza ilocutiva como fuerza generadora de acción. Ésta, se objetiva en una
interacción donde solo los actos de habla, cuando se refieren a contextos de normas y de valores,
adopten una forma lingüística o no son acciones comunicativas. El carácter determinado de las
acciones comunicativas deviene de su inserción en un contexto normativo, ahora bien, la teoría de
la acción comunicativa encuentra el material de análisis para la formulación de la pragmática
universal en una acción tipo que es la acción comunicativa orientada al entendimiento
explícitamente lingüístico57. Para poder desentrañar los elementos que ayuden a exponer las razones
que conduzcan a la formación de la pragmática universal, Habermas apela a una distinción
formulada en la lingüística y que se refiere a la distinción entre estructura superficial y estructura
profunda. Una distinción que supone que hay cierto tipo de desplazamiento o no correspondencia
entre las forma manifiesta y observable de los enunciados y su función real, comunicativa. Razón
por la cual la estructura profunda como función fundamental del lenguaje y contenida detrás de las
enunciaciones, solo puede reconocerse desde principios que establezcan algún sistema u
organización subyacente58. Así, por ejemplo, la expresión: Ich kann dir versichern, daß ich es nicht
gewesen bin (“puedo asegurarte de que yo no he sido”) 59. En su aspecto superficial el acto de habla
posee una parte ilocucionaria y otra proposicional. El componente ilocucionario está representado
por la oración realizativa (“puedo asegurarte” / ich kann dir versichern), que señala un sujeto lógico
(ich / en español está tácito), y un objeto lógico (dir / en español está implícito). Este componente
realizativo se completa con una oración de contenido proposicional, o sea, un componente
proposicional y que es la oración enunciativa: “yo no he sido” / “ich bin nicht gewesen”. Esta
oración contiene un nombre o descripción y una expresión por la cual el hablante modula el carácter

56
Austin, (1990), ed. cit
57
J. Habermas (1984), 398.
58
O. Ducrot y T. Todorov (2003), 274.
59
J. Habermas (1984), 398.
22

de la atribución. En una oración no constatativa el contenido proposicional se menciona, ejemplo:


“se ruega que dejen de fumar”. Para que un acto de habla cumpla la función expositiva, o sea, decir
algo de algo, el habla debe poder diferenciar estos niveles. A diferencia de los actos no
diferenciados como por ejemplo acciones no lingüísticas tales como gestos, la dificultad está en
que, al carecer de un contenido proposicional reconocido por los participantes, disminuye su fuerza
ilocutoria. La opacidad de actos de habla no diferenciados está en que se esfuma el sustrato
normativo sobre el cual puedan asentarse el mutuo reconocimiento entre hablante y oyente.
También podemos distinguir aquellos actos de habla donde el trasfondo normativo reconocido está
ligado institucionalmente, y requieren por consiguiente el previo conocimiento de la institución
normativa que legitima la fuerza ilocucionaria, por ejemplo, “sí, acepto”, expresión que es
reconocible a partir de la preexistencia de la institución matrimonio. Por el contrario, los actos de
habla proposicionalmente diferenciados e institucionalmente no ligados y acompañados de una
forma verbal explícita 60
son las unidades pragmáticas que rebelan la pragmática universal que
postula la teoría de la acción comunicativa. Los actos de habla, por consiguiente, representan una
doble estructura: el aspecto ilocucionario y el proposicional. Son dos niveles de comunicación en
los cuales hablante y oyente se deben entender (ilocucionario: “yo afirmo”, “yo te ruego”, “yo te
pregunto”, “yo te advierto”; proposicional: “Pedro fuma en pipa”, “que tú fumes en pipa”, “si tú
fumas en pipa”). Esto indica un acto ilocucionario donde se construye un modo de relación
intersubjetiva: “Yo afirmo a alguien”, “yo ruego a alguien”, etc.; y un plano relativo al mundo que
lo representamos como experiencia o estado de cosas y que será el referente común sobre el cual
tratan de entenderse: “fumar en pipa”. El sentido en que se emplea la oración proposicional “fumar
en pipa” está marcado por el acto ilocucionario “te ruego”, “te pregunto”, etc. El acto de habla
describe en consecuencia la posibilidad de una comprensión ilocucionaria y una comprensión
predicativa, ambos aspectos, son la condición de posibilidad para que el oyente entienda algo y este
entender acerca de algo es de algo en el mundo para la comprensión predicativa, mientras que la
comprensión ilocucionaria es un entenderse de un modo sobre algo. Otro rasgo que este análisis
pone en evidencia es la reflexividad, es decir, que a través de la doble estructura hay una mención
directa y otra indirecta, o sea, en el acto de habla hay una referencia a un tercero y a sí mismo.
Sucede lo que Habermas identifica como metacomunicación: “unir la comunicación de un
contenido con la comunicación acerca del sentido en que se emplea el contenido comunicado 61. Un
concepto que no debe ser confundido con el de metalenguaje, pues, la metacomunicación alude al
carácter performativo que tiene el acto de habla y por el cual le da sentido al contenido
proposicional. Un enfoque relevante para una teoría general de la comunicación, en nuestra opinión,
60
J. Habermas (1984), 403.
61
J. Habermas (1984), 407.
23

radica en la distinción entre ejecutar un acto de habla y objetivar el acto de habla. Cuando se
objetiva un acto de habla para analizarse, la fuerza ilocucionaria no logra asirse como un objeto con
toda la fuerza que posee en la situación en acto. Así, objetivar el contenido proposicional es
objetivar la información más el carácter comunicativo de la acción dado por la fuerza ilocucionaria
fuera del contexto de uso. En tales circunstancias, éstas se diluyen. En consecuencia, para la teoría
de la acción comunicativa la posibilidad de alcanzar una reconstrucción racional de la doble
estructura del habla conduce a la formulación de una pragmática universal que establecerá las
condiciones de posibilidad del desempeño del significado, el sentido, la verdad y la validez de las
expresiones comunicativas.

El significado para la pragmática universal

La teoría del significado para la pragmática universal toma en cuenta la distinción entre acto
locucionario y acto ilocucionario que ha establecido Austin. Para la teoría de los actos de habla, lo
mentado, o sea, lo significado, es el contenido de la oración proposicional, mientras que el carácter
implicativo de una acción, o sea, la fuerza performativa está en el acto ilocucionario que sale del
campo de la significación. Pero para Habermas 62 el significado (Bedeutung) del acto de habla no se
disocia en estos dos niveles, sino que el significado es correlativo del sentido completo del acto de
habla, es decir, el significado (Bedeutung) no es otro, sino aquello que le da fuerza a la expresión y
conduce a la aceptación del enunciado; es el hecho semántico de significar y de hacer valer el acto
de habla. De este modo, el significado desde la perspectiva lingüística que le atribuyen valor
significativo al verbo performativo y la oración que, con idéntico carácter performativo, se ha
constituido tienen significado. En la teoría de la acción comunicativa y la teoría pragmática
universal la idea de “Bedeutung” implica tanto la oración proposicional, como también, el
reconocimiento de la fuerza ilocutiva que expresa el termino modal de la emisión. Así, por ejemplo:
“Pedro, te advierto que no fumes”. El significado (Bedeutung) se refiere tanto al hecho de que
“Pedro no debe fumar”, como también, al hecho de que el dicente advierte al destinatario. Aquí, la
fuerza ilocutiva se objetiva a partir de quedar insertada en la estructura del habla, entonces,
podemos distinguir el significado (Bedeutung) que deviene a través del uso expresivo de una
oración en una situación, del fenómeno de la significación oracional. Es decir, el significado
oracional se constituye a partir del significado de las palabras como funciones que hacen posible el
significado oracional. Desde este punto de vista, el significado de una emisión, en sentido
pragmático, es equivalente al significado de una oración, en el sentido de la lingüística. Para poder

62
J. Habermas (1984), 410.
24

aprehender el significado de las oraciones, el análisis lingüístico pone entre paréntesis la calidad
referencial de la oración con respecto a la realidad y las pretensiones de validez que son
naturalmente concomitantes a una emisión. En un enunciado que tiene el carácter de expresión
performativa, el significado lo confiere el uso del acto ilocutivo. Lo que el análisis lingüístico va a
revelar son posibilidades universales de empleo, o de uso de las expresiones, como así el análisis
del significado pragmático nos revelará las pretensiones de validez. Una oración descriptiva o
denotativo expresa una experiencia cuyas condiciones de entendimiento suponen la existencia de un
objeto referido en una oración, la posibilidad de que sea identificado el objeto por parte de un
oyente y, también, que el objeto designado pueda ser pasible de un atributo: “el nuevo coche de
[mi] padre es amarillo”63. Para que el significado de este contenido proposicional sea comprendido
por un oyente los requisitos son: que comparta con el hablante la referencia común a un objeto que
ha sido presupuesto en la oración proposicional; que el hablante también pueda identificar el objeto
representado denotativamente en la oración antes mencionada y por, último, el hablante pueda
realizar el acto de predicación de la propiedad atribuible al objeto denotado o referido por el
hablante. En el ejemplo “Te digo que el auto nuevo de mi padre es amarillo” 64, el prefijo que alude
al acto ilocucionario - “Te digo” - requiere como condición de posibilidad para que sea
comprendido por el oyente, que este haya participado en la experiencia de situaciones que le
permitan reconocer la connotación de “Te digo”. En otras palabras, el prefijo que representa la
fuerza ilocutiva presupone una experiencia comunicativa porque ella induce a establecer una
relación interpersonal entre oyente y hablante. Por eso, podemos afirmar: que la comprensión del
contenido proposicional representa al mismo tiempo una experiencia comunicativa. “La
comprensión ilocutiva es una experiencia comunicativa hecho posible” 65. En nuestra opinión, el
proceso de aprendizaje de la fuerza ilocutiva como significado que articula la comunicación se da
ontogenéticamente antes que el aprendizaje que permite reconocer el significado de los contenidos
proposicionales. Los actos ilocucionarios nos enseñan, en el plano de la intersubjetividad, cómo
establecer relaciones interpersonales, mientras que el significado proposicional cobra sentido
cuando somos capaces de reproducir las experiencias en el mundo. En los mismos estudios de la
psicología evolutiva, como así también, en la teoría epistemológica genética de Jean Piaget,
podemos observar cómo en el desarrollo de la inteligencia, a través de distintas etapas, nos muestra
el aprendizaje de la afectividad que es la base del reconocimiento del vínculo intersubjetivo. Las
observaciones sobre los juegos de niños correlativos a los primeros estadios de la evolución de la

63
J: Habermas (1984), 413.
64
J. Habermas (1984): „Ich sage Dir, daß Vaters neues Auto ist gelb“, 413.
65
J. Habermas (1984), 414.
25

inteligencia evidencian esta afirmación66. “En realidad, existen esquemas de comportamiento con
respecto a las personas, así como existen con respecto a los objetos, y estos esquemas son
cognitivos y afectivos a la vez en ambos casos [...]. La reacción del niño hacia sus padres constituye
el punto de partida de dicha esquematización, y el esquematismo de las reacciones afectivas y
cognitivas del individuo constituye su carácter. Este esquematismo es naturalmente susceptible de
una dinámica análoga a la que hemos estudiado en el plano de la inteligencia” 67. Como se observa el
planteo evolutivo de la inteligencia y la afectividad coinciden con la teoría de evolución y el
aprendizaje de la moralidad. Es posiblemente este potencial de relaciones entre la psicología la
teoría evolutiva y la teoría del acto de habla la que Habermas sugiere, sin mayor explicitación en
una sutil referencia bibliográfica68. El punto de vista por el cual subrayábamos cómo en las actitudes
performativas (órdenes, mandatos, preguntas, etc.) se aprende el significado del acto ilocutivo y que
la primacía comunicativa está sobre la comprensión del significado proposicional, pero no
disociada, tiene singular importancia para el reconocimiento de las funciones pragmáticas
universales de la comunicación.
La reconstrucción oracional de una emisión, el componente ilocutivo no puede entenderse como
una proposición y tampoco representa un contenido proposicional 69. Así también, la fuerza ilocutiva
no es equivalente a la descripción del carácter connotativo de la enunciación. Más bien, esta fuerza
es la que dispone a la expresión en una situación de habla y en una relación de posibilidad para su
realización a través de un vínculo intersubjetivo. Dicho de otra manera, la fuerza ilocutiva expresa
la intencionalidad comunicativa del acto y su fuerza solamente puede desempeñarse (Einlösung) a
través de las relaciones interpersonales. Por esto, se puede afirmar, de acuerdo con la pragmática
universal, que toda expresión o acto de habla expresa a través de su doble estructura funciones
pragmáticos universales. Induce una relación en el plano intersubjetivo y representa un estado de
cosas que suscita dos funciones: una expositiva y otra intencional expresiva (Sprachintentionale
Äußerung)70.
Estos minuciosos análisis desarrollados por Austin y complementados por Habermas nos
conducen a unidades conceptúales básicas para la teoría pragmática universal. En ella vamos a
encontrar la distinción de actos de habla constatativos y regulativos, como así también, dos planos
de uso del lenguaje en función comunicativa: uso interactivo y uso cognitivo. El punto de partida se
encuentra en la teoría de los actos de habla de Austin, pero si bien este había hecho una distinción
entre actos constatativos y performativos como correlativos a enunciados de los cuales se podría
66
J. Piaget (1977), Seis estudios de psicología, ed. cit.
67
J. Piaget (2001), 77.
68
J. Habermas (1984), n. 74, 414 – 415.
69
J. Habermas (1984), 416.
70
J. Habermas (1984): ”der Äußerung von Sprecherintentionen dienen können“, 417.
26

deducir, en los primeros, la verdad, y en los segundos, la adecuación acertada. La dificultad en


Austin, para sostener esta distinción entre tipos de enunciados se encuentra en que prioriza la
validez veritativa como pretensión universal, como así también, subsumió en la verdad
proposicional la validez de otros actos de habla no constatativos. Detrás de la aceptación de un
enunciado se encuentra una razón que justifica la validez del acto de habla. Un acto de habla más
allá de las connotaciones de sentido que le dan el contexto, la validez como pretensión que esgrime
el hablante en el acto ilocucionario y en función del oyente, alude a una dimensión que legitima esa
validez y que subyace a todo acto de habla71. Los actos de habla constatativos poseen una doble
estructura, performativa y proposicional; su contenido proposicional se adecua al contexto, pero el
rasgo pragmático universal distintivo que lo sostiene es su pretensión de validez como enunciado
verdadero. Por su parte, toda comunicación lingüística tiene una doble direccionalidad: construye
un vínculo intersubjetivo y enlaza las relaciones personales en torno a un contenido proposicional
que representa objetos del mundo. Es así como la comunicación se expresa en un uso interactivo del
lenguaje cuando señalamos actos de habla con prefijos modales como: “te advierto”, “te aconsejo”,
“escucha lo que diré”, “te ordeno”, etc. que mencionan una oración proposicional: “..., no fumes”,
“..., sé aplicado”, “..., mañana nos encontraremos”, “..., debes limpiar el vidrio”, etc. El lenguaje
cumple una función cognitiva cuando el enunciado representa un hecho de un estado de cosas. En
síntesis, en el uso cognitivo del lenguaje entablamos actos de habla constatativos, en el uso
interactivo de lenguaje los actos de habla transcriben un plexo normativo. Es decir, el mundo social
estructurado normativamente a través de roles, funciones, instituciones, en suma, por formas
socioculturales de vida determina las pretensiones de validez de estos actos de habla en función
interactiva. Estos actos de habla reciben el nombre de “regulativos” (regulative Sprachhandlungen)
cuya pretensión universal de validez normativa es la rectitud y la adecuación razonable72. Estos
actos regulativos no excluyen el contenido proposicional sino más bien lo suponen en forma
implícita. Mientras que en los actos de habla constatativos el plexo normativo está implícito. En
otras palabras, en una relación dialógica interpersonal la modalidad ilocutiva: orden, mandato,
ruego, etc.; solo puede ser reconocida y aceptada por un oyente si ambos interlocutores están
comprendidos en un mismo sustrato normativo, es decir, hay vínculos que relacionan y constituyen
un ámbito sociocultural común. Mientras la verdad o falsedad de una emisión se dirime a través de
la experiencia con los objetos del mundo, la justicia o el bien dependerán de condiciones del orden
normativo que enlace de un modo en un tiempo y en espacio a los interlocutores. Pero la validez del
habla, como ya lo habíamos afirmado en nuestra exposición de la teoría de la verdad, se amplían a
otros requisitos necesarios e implicados en los actos de habla; estos son, la inteligibilidad de la
71
J. Habermas (1984), 419.
72
J. Habermas (1984), 422.
27

enunciación, como así también, la veracidad de la expresión. En consecuencia, la comunicación se


modula no solamente con un uso cognitivo o interactivo, sino también, expresivo. Usos estos del
lenguaje que en situación y contexto se definen como acciones locutivas o actos de habla
constatativos, regulativos y representativos. A través de cada uno de estos actos de habla la
comunicación orientada hacia un oyente tematiza las experiencias con los objetos del mundo como
contenido proposicional, las normas y los valores que legitima las relaciones interpersonales. O bien
la comunicación cuando es expresiva representa la subjetividad como horizonte constitutivo de la
intencionalidad. Cada emisión en función comunicativa conlleva una fuerza ilocutiva como
pretensión de validez de los contenidos tematizados por cada tipo de acto de habla: verdad; rectitud,
adecuación; veracidad, sinceridad73.
Una detenida observación sobre la fuerza ilocucionaria de los actos de habla, por parte de la
pragmática universal, nos reubica en consideraciones que vinculan esta teoría del lenguaje con la
teoría de la verdad. Así también, señala el paso intermedio hacia una teoría analítica y descriptiva
de las formas de mundo que aparecen referidos y simbolizadas en las enunciaciones.
La fuerza ilocucionaria, como hemos visto, crea las condiciones de posibilidad para estructurar
vínculos intersubjetivos a través de relaciones interpersonales. Esta fuerza que orienta el carácter
performativo o realizativo de la intencionalidad del acto de habla dirigido a un oyente en un
contexto determinado puede tener como consecuencia la realización o no de esa intencionalidad.
Esta fuerza ilocutiva estructurante del vínculo hablante oyente no es otra sino una función
comunicativa, y que requiere como condiciones para su “performance” que la intencionalidad del
hablante pueda ser reconocida y aceptada por el oyente. Prescindiendo de las circunstancias de
contexto que puedan perturbar el carácter comunicativo del acto de habla las propiedades inherentes
del lenguaje para que realice el acto ilocutivo, deben ser la inteligibilidad del acto de habla. La
dificultad de esta inteligibilidad se traduce en inaceptabilidad 74. Que el acto ilocucionario sea
aceptado significa que sea comprensible para el entendimiento del oyente a través de propiedades
que generan la relación que dispone la intencionalidad del hablante. Así, para el oyente, será
reconocible una situación de veracidad y, o sinceridad.
Esta disposición del acto ilocutorio que crea las condiciones de posibilidad para el
entendimiento son propiedades no exclusivas de actos de habla comunicativos, sino propiedades
sustantivas de los usos del lenguaje. No obstante, esta orientación natural de todo lenguaje hacia el
entendimiento, podemos establecer una distinción que permite reconocer entre uno y otro uso del
lenguaje en función de formas de coordinación de la acción, según los cuales, se podrán establecer
diferencias entre una acción orientada al entendimiento y otra orientada al éxito. En cuanto la
73
J. Habermas (1984), 427.
74
J. Habermas (1984), 428.
28

acción sea comunicativa y se dé prioridad en el uso del lenguaje a su orientación hacia el


entendimiento, la acción estructurará un acuerdo racionalmente motivado que representa la
situación en la cual el “contenido de la emisión y las garantías inmanentes al acto de habla
estructuran vínculos relevantes para la interacción subsiguiente” 75. Es decir, se endereza las
acciones en función de un reconocimiento intersubjetivo que remite a un potencial de razones que
se expresa como pretensiones de validez de los actos de habla y, consecuentemente, de las
acciones76. Tal reconocimiento no es otra sino la condición de aceptabilidad de los actos de habla.
Las condiciones para que esto suceda, en primer lugar, es que se reconozca normas de acción
presupuestas. Esto en el caso de que el acto ilocutorio este engarzado a un sistema normativo
institucionalizado. Pero tomando en cuenta otras formas de acto de habla que en la línea de Austin
ha sido desarrolladas por Searle 77, es de interés para la teoría de la acción comunicativa actos de
habla institucionalmente no ligados, es decir, actos de habla cuyo componente normativo debe ser
objetivado. La realización del acto ilocucionario implica el establecimiento de un compromiso con
lo dicho por el hablante, que permite prever consecuencias que sean verificadas. Así mismo, como
dice Searle, que el contenido del acto sea sincero de modo que posibilite el compromiso 78. Pero el
problema que se nos plantea es poder trascender, en nuestra opinión, los aspectos formales del
lenguaje que nos aclaren en qué condiciones se establece la fuerza del compromiso. Y esta fuerza
del compromiso como vínculo interpersonal no deviene del contexto sino de las condiciones
estructurales del mismo acto de habla. Por esto “la fuerza ilocutiva de un acto de habla aceptado
consiste en que puede mover a un oyente a confiar en las obligaciones típicas para cada clase de
actos de habla contraídos con el hablante” 79. Cuando los actos de habla se fundamentan en sistemas
normativos preexistentes e institucionalizados, este vínculo directo con tales normas es la dínamo
que otorga fuerza al acto ilocutivo. Esta común referencia al sistema normativo permite en
consecuencia que se puedan establecer condiciones propicias para el entendimiento. Pero cuando
los actos de habla no están ligados directamente a un trasfondo normativo la posibilidad del
entendimiento está en el reconocimiento por parte de los interlocutores de las normas susceptibles
de crítica. Es decir, hablante y oyente deberán exponer las razones cuya pretensión de validez se
quiere justificar. En consecuencia, el compromiso entre hablante y oyente es una relación
interpersonal con pretensiones universales de validez donde los vínculos tiene carácter racional
porque se apoyan en la verdad del conocimiento proposicional, porque los mandatos u órdenes, es
decir, todas las indicaciones ilocutivas performativas se justifican por la rectitud o la adecuación
75
J. Habermas (1984), 595 – 599.
76
Una correlación que es expuesta en torno a la teoría de la racionalidad de las acciones.
77
J. Searle (1994), Actos de habla, ed. cit.
78
J. Searle (1994), 65 – 79.
79
J. Habermas (1984), 432.
29

con las normas. En síntesis, el lenguaje cuando da prioridad al uso cognitivo el acto de habla
constatativo asienta su verdad en un tipo de certeza que lo relaciona con las experiencias en el
mundo. Cuando el lenguaje da prioridad a su función interactiva hay una oferta de obligación que
caracteriza al acto de habla regulativo, donde la rectitud se asienta en la convicción de la corrección
de la norma. Pero, cuando en los actos de habla constatativos espontáneamente insertos en
situaciones de diálogo son interrumpidos por una puesta en duda de su verdad, entonces, sobreviene
la necesidad de la fundamentación racional que tomará la forma argumentativa del discurso teórico;
cuando el acto de habla regulativo espontáneo en la praxis vital se interrumpe por una duda sobre la
rectitud o adecuación, entonces, se despliega la argumentación que sostiene a los discursos
prácticos. Lo que se analiza en el discurso teórico no será la calidad de la certeza ni la objetividad
de la experiencia sino la pretensión de verdad de los enunciados constatativos, como así también, en
el discurso práctico lo que se somete a examen no es la relación entre acto y norma, sino la
pretensión de validez de la norma. Pero el compromiso entre hablante y oyente requiere de una
tercera pretensión: la de sinceridad, es decir, la veracidad de los actos ilocutivos. Someter a examen
la veracidad implica evaluar la coherencia de las acciones del hablante en función de lo que expresa
su subjetividad.

Resumiendo80 los actos de habla son unidades pragmáticas que establecen relaciones
interpersonales cuyo desempeño son la inteligibilidad o comprensibilidad, y el reconocimiento o
aceptación de la intencionalidad del hablante. Para que un acto de habla alcance su “performance”,
o sea, su realización, sus condiciones pragmáticas son la existencia de contextos restringidos que
regularán las conductas81 y la posibilidad de reconocer y contraer el compromiso inducido en el acto
de habla82. Por otra parte, la intencionalidad de la acción del habla se personifica a través de la
fuerza ilocutiva que se desempeña a través de las pretensiones de validez; pretensiones que articulan
la comunicación entre hablante y oyente.
La comunicación como acción orientada al entendimiento contempla que los actos de habla se
transcriban en la emisión como enunciados inteligibles en los cuales puedan ser reconocibles las
pretensiones de validez. La pretensión de verdad será reconocible en los contenidos proposicionales
mientras que en la pretensión de rectitud justificará la calidad de las relaciones interpersonales.
Todas bajo una condición primaria que es el de la corrección gramatical que favorezca la

80
J. Habermas (1984), 435.
81
J. Searle (1994), 42 – 51.
82
J. Searle (1994), 65 – 72.
30

inteligibilidad, como así también, la pretensión de veracidad que garantiza la condición de


confiabilidad al estructurarse las relaciones interpersonales. Estas pretensiones son
pragmáticamente universales inherentes al lenguaje por medio del cual los actores intermedian
como así también estructuran diferenciaciones. Así como “se hacen cosas con palabras” y “la
totalidad de lo pensable está en el lenguaje”, por este medio y en cada uno de los actos de habla se
configura un entorno que se objetiva desde el punto de vista de un observador que lo enuncia y lo
constata a partir de la experiencia sensible. El lenguaje deslinda así un fragmento de la realidad
como naturaleza externa. Pero al mismo tiempo el lenguaje posibilita desde la auto referencia, la
auto reflexión y con ello, el deslinde de un sincretismo sujeto-naturaleza para reconocer una
naturaleza interna, la de la subjetividad, como espacio de acceso privado relativo a las intenciones y
a las vivencias. Donde el “yo” se reconoce así mismo frente a la alteridad, es decir, se reconoce
capaz de trascender por medio del lenguaje a su propia subjetividad. Pero también el lenguaje
permite reconocer y dar forma a una exterioridad como fragmento simbólico de la realidad que se le
manifiesta de modo prerreflexivo, pre-teórico. Este es el mundo de la sociedad y la cultura donde se
encuentra los valores, las tradiciones, las instituciones, etc., y que el lenguaje los objetiva como
entidades semánticas que se engarzan en las estructuras del lenguaje del entendimiento y de la
acción. El lenguaje en sí mismo se presenta entonces como un sistema simbólico con una doble
estructura y función que es el de la comunicación y el de la expresión. Un lenguaje que lo podemos
asir como realidad material o como acción performativa. En consecuencia, los parámetros de esta
pragmática universal nos permiten reconocer las formas simbólicas del mundo que aparecen como
referencia en los actos de habla: mundo objetivo, naturaleza externa; mundo social, realidad social;
mundo subjetivo, naturaleza interna. Para cada uno de estos actos las pretensiones de validez que
coexisten simultáneamente van a aludir a la objetividad como la manera a través de la cual se
representa la realidad aprehendida, y la pretensión de verdad será la propiedad desempeñable de
tales enunciados. La pretensión de rectitud, por su parte, pondrá al descubierto la validez racional
que justifica las normas sociales; la veracidad pondrá en condiciones de susceptibilidad crítica a sus
pretensiones en tanto se pueda reconocer la sinceridad del mundo subjetivo representado por la
intencionalidad. En síntesis, la inteligibilidad necesaria para la realización de los vínculos
intersubjetivos será la pretensión de validez de todo lenguaje y condición primaria para que los
distintos ámbitos de diferenciación de la realidad posibiliten objetivaciones de cada uno de estos
ámbitos (objetividad, normatividad subjetividad) donde los actos de habla representen intenciones
(expositivas, relacionantes expresivas) con pretensiones de validez implícitas (verdad, rectitud,
veracidad)83. -

83
J. Habermas (1984), 440.
31

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