Identidades y Diversidades de Género en La Escuela
Identidades y Diversidades de Género en La Escuela
Identidades y Diversidades de Género en La Escuela
DESAFÍOS EN
POS DE LA IGUALDAD – Vásquez y Lajud.
Un modelo pedagógico que invisibiliza lo diferente.
Nos interpela a la construcción colectiva de instituciones que alojen la diversidad y que sean
capaces de dar la bienvenida a todxs. Una escuela dispuesta a incluir a todos los posibles. Una
escuela que asuma el desafío de reconocer a todxs.
Géneros y educación
De socializaciones diferenciales y construcción de desigualdades
Los sistemas educativos en la modernidad se configuraron sobre la idea de materializar la
igualdad, en tanto valor estructurante de las sociedades modernas, al mismo tiempo que tendieron
a ofrecer experiencias desiguales a niñas y niños y cumplieron un rol central en la formación y
fortalecimiento de estereotipos sexuales.
En Argentina, la Ley 1420 contenía elementos progresistas en sus definiciones sobre lo femenino
y lo masculino, aunque claramente delimitaba en el nivel primario espacios curriculares
específicos para la mujer, vinculados a lo doméstico, destinando para el varón el ámbito del
entrenamiento militar y lo público.
A lo largo del siglo XX, se fue incrementando el acceso igualitario entre mujeres y varones a los
distintos niveles del sistema educativo, y también las tasas de escolarización en todos los niveles.
Esta socialización diferencial se expresa en distintos ámbitos de la educación y modela
fuertemente el currículum formal. En la escuela se aprende a ser mujer y se aprende a ser varón.
De construcciones binarias y sexualidades en el closet
En el escenario educativo, el discurso pedagógico moderno realiza operaciones de clasificación,
ordenamiento, normalización, regulación, y produce un lenguaje escolar centrado en el
silenciamiento de algunas voces y la habilitación de otras, produciendo operaciones de inclusión/
exclusión desde el lenguaje escolar.
Se expresan en las aulas y el escenario escolar mecanismos sociales y de poder mediante los
cuales se construyen representaciones y prácticas de lo femenino y lo masculino ordenando a los
sujetos en estructuras dicotómicas con dos opciones posibles: nena/nene.
La escuela tendió a negar y expulsar todo lo que no se inscribiera en una manera dual de habitar el
mundo.
El perfil biomédico y centrado en la prevención, que atravesó los currículos e intervenciones
escolares a lo largo del siglo XX, tendió a articular las identidades de género a un único modelo
de identidad sexual: la heterosexual, y a pensar a todo lo que no encajara en este molde desde la
anormalidad.
Algunas autoras que abordaron el tema de las identidades sexuales observan que en las escuelas
pervive una pedagogía del closet, esto es, una pedagogía constituida sobre el ideal de pureza y
que impone modelos de identificación hegemónicos con un consecuente enclosetamiento de las
diferencias.
Una de las primeras indicaciones que suele dar la escuela ante el pedido de reconocimiento de la
identidad de género autopercibida y adoptada por las personas es la solicitud de estudios médicos,
psicológicos o psiquiátricos. También es habitual exigir una adecuación del DNI para llamar a la
persona por el nombre que ha elegido en virtud de su nueva identidad de género. Otro mecanismo
que las instituciones suelen adoptar es pedir el uso de ropa “neutra” y llamar a la niña/o o
adolescente por el apellido, generando un trato desigual con el resto de las/ os estudiantes; o
proponer como opción el uso de los baños de los profesores o de personas con discapacidades en
lugar de permitir acceder al baño del género autopercibido.
La sexualidad en la escuela
La educación sexual tendió a aparecer como un asunto privado que se delegó a las instituciones
educativas muy recientemente.
En el marco de una alianza entre la familia y la escuela que delimitaba claramente la educación
sexual bajo la órbita de la primera, recién apareció tibiamente en la segunda, de la mano del
modelo biologicista, y todas las temáticas vinculadas con la sexualidad estuvieron ausentes de la
formación docente por décadas.
Desde el paradigma biologicista se ancla la sexualidad a la genitalidad y a un abordaje
curricular centrado en la anatomía de la reproducción. Ocultando otras dimensiones que se
involucran en la sexualidad y poniendo énfasis en aquellos aspectos vincula- dos con las
amenazas, los riesgos y los efectos no deseados de la sexualidad.
Este modelo centrado en lo biológico se articula en algunos casos con un modelo moralizante.
Así este paradigma restringe la sexualidad a la dimensión biológica, lo que se traduce en un
tratamiento pedagógico dentro de áreas específicas, y que en la mayoría de los casos está
acompañada por una organización institucional y curricular sexista y la legitimación de un saber,
el saber médico-biológico.
Tanto el modelo moralizante, que pone énfasis en la sexualidad solamente vinculada con los fines
reproductivos a partir de los valores judeocristianos, como el modelo biologicista, que a través de
un discurso científico hace hincapié exclusivamente en la prevención de las consecuencias de las
relaciones sexuales, no nos permiten pensar en el desarrollo de una sexualidad plena como parte
de una vida saludable donde se enmarca el ejercicio de una sexualidad responsable.
La sexualidad se ha constituido históricamente como un tema tabú en nuestra sociedad, que
provoca silencio por parte de los adultos, favoreciendo la configuración de estereotipos,
representaciones y prejuicios sin poder ser revisados colectivamente. La educación que han
recibido los adultos cuando eran niños/as se orientó a ubicar la sexualidad como un tema privado,
que no debía ser abordado socialmente. Este hecho ha traído importantes consecuencias en la
formación de la sexualidad y en el modo de vinculación de las personas a lo largo de la historia.
Relegar la educación sexual al ámbito privado tiene una connotación ideológica. La omisión
también es una forma de educación.
El aporte de la perspectiva de género para escuelas más inclusivas y respetuosas de la
diversidad
La perspectiva de género se presenta en la actualidad como una herramienta indispensable de
abordaje complejo e integral de las problemáticas y los vínculos sociales. El género en tanto
categoría relacional nos invita a indagar en los determinantes sociales y culturales que habilitan la
producción y reproducción de las desigualdades en una sociedad patriarcal.
Se entiende la perspectiva de género como un enfoque que considera lo femenino y lo masculino
como construcciones socio-históricas, cuestionando la naturaleza biológica de las mismas. Es la
cultura la que asigna características de feminidad o masculinidad y construye “lo femenino” y lo
“masculino” más allá de los rasgos anatómicos y fisiológicos de las personas. Estos roles
adquiridos socialmente van variando de acuerdo a los momentos históricos.
La perspectiva de género, no se ocupa solo de las mujeres:
La misma nos aporta una mirada que colabora en la desnaturalización de nuestras prácticas y
concepciones.
Aprender a vivir con otros implica saber compartir a partir de un aprendizaje participativo,
que tiene el poder de regular socialmente la convivencia.
Las instituciones educativas, la perspectiva de género se convierte en una herramienta de análisis
crítico que nos permite:
• visualizar y analizar aquellos dispositivos pedagógicos de género.
• problematizar las realidades institucionales que sostienen el sistema de relaciones asimétricas
entre mujeres y varones y la desvalorización de modelos que se diferencian del mandato
dominante heterosexual, patriarcal y sexista;
• desnaturalizar las prácticas, histórica y socialmente establecidas que se vuelven naturales en
las interacciones sociales cotidianas a partir de instalar la pregunta ¿es posible volver
“extranjero” eso que hacemos todos los días y se nos volvió natural?, y
• visibilizar las desigualdades sociales y fomentar igualdad en el trato y oportunidades entre
varones y mujeres que nos permita avanzar hacia la construcción de identidades sexuales
diversas y a la equidad de género.
Género y sexualidad
La Organización Mundial de la Salud define actualmente a la sexualidad como
un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las
identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la
orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos,
creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La
sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian
o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos,
psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos,
religiosos y espirituales.
Cuando se aborda la sexualidad en la escuela desde la perspectiva de género se incorporan, no
solo aspectos del orden de lo biológico, sino también las dimensiones sociales y culturales
presentes en la construcción de la misma, lo que nos permite introducir la idea de desigualdad y
las relaciones de poder que están presentes en esa construcción. Nos permite pensar la sexualidad
desde la perspectiva del derecho, reconociendo los derechos de todas y todos en cuanto al
respeto por la diferencia, a la condenación de prácticas abusivas, a la igualdad y la no
discriminación. Estos cambios en la forma de pensar el género y la sexualidad se dan en un
contexto de ampliación de derechos y un nuevo marco normativo que lo legitima y profundiza.
En la medida en que estas desigualdades se visibilicen es que se puede pensar en revertir esta
configuración cultural.
La presunción de heterosexualidad, este es uno de los inconvenientes o barreras cotidianas con las
que debe enfrentarse un NNA. La presunción de heterosexualidad debe ser necesariamente
revisada por toda/os los actores de la institución educativa. Así se facilitará entablar relaciones
libres de prejuicios y estigmas, generando un clima de confianza institucional que seguramente
habilitará a niña/os, adolescentes a recurrir, de creerlo necesario, al adulto/a de la institución
educativa.
Este proceso implica acompañar a los sujetos en el camino de asumir la identidad autopercibida y
la construcción de escenarios institucionales que habiliten el ejercicio autónomo de la identidad de
género.
La institución escolar empieza a convivir con un marco legal que tensiona la heteronormatividad
predominante en la escuela, como por ejemplo las leyes de Matrimonio Igualitario (26618) y de
Identidad de Género.
En este sentido, una pedagogía que aborde y cuestione abiertamente el orden de género puede
provocar la reflexión de NNA acerca de los comportamientos relacionales para dar lugar a pensar
de manera diferente y en forma crítica las construcciones de género en el aula y en la sociedad en
general.
Todas y todos somos reproductores de desigualdades.
La Dirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social (DPCyPS) y la perspectiva de
género. Enfoque y principios orientadores de la acción educativa
La perspectiva de género atraviesa todas las acciones impulsadas desde la Dirección de Psicología
Comunitaria y Pedagogía Social y se convierte en una herramienta central para el reconocimiento
de la diversidad y la identidad de género en el campo educativo.
Dentro de los principios que guían esta tarea cabe destacar:
• El Principio de no discriminación, que se complementa con el principio de igualdad, se
constituye en un punto de partida para una escuela inclusiva y democrática.
• El principio de reconocimiento del carácter social, político y cultural en el proceso de
construcción de la identidad de género y sexual, sin dejar de considerar las relaciones de
poder que se establecen.
• El principio de la transversalización como estrategia para institucionalizar el enfoque de
género. Se desarrolla un trabajo específico sobre violencia de género, en el marco de la
prevención, teniendo como objetivo la reflexión y concientización, desde una perspectiva de
derecho y de género. Con la convicción de que la violencia de género debe ser instalada
como una fuerte preocupación v debe ser abordada de manera planificada y sistemática, en
todas las instituciones educativas.
Dentro de estas dimensiones es central reconocer:
• Una dimensión organizacional/administrativa/comunicacional que si no se revisa
contribuye a la desigualdad y a la opresión desde una educación sexista y heteronormativa.
E s fundamental propiciar la construcción de Acuerdos Institucionales de Convivencia (AIC)
que fortalezcan la igualdad de trato y oportunidades y promover instituciones libres de
estigma y discriminación.
• La dimensión curricular, se deben asegurar Diseños Curriculares, estrategias didácticas y
recursos educativos que sirvan para aumentar en los/as alumnos/as la comprensión y el
respeto por la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género. Todos los Diseños
Curriculares de los Niveles de Enseñanza consideran en sus contenidos y orientaciones
didácticas aspectos relativos a la Perspectiva de Género.
• La dimensión de la formación docente, es preciso diseñar estrategias de formación y
participación, para el desarrollo profesional y el desarrollo curricular, que les permita a los/as
docentes en servicio analizar la diversidad y asimetrías de género en los procesos educativos.
• La dimensión de las prácticas cotidianas involucra una relación dialéctica entre la teoría y
la práctica, e incluye la posibilidad de resignificar la práctica cotidiana desde el análisis crítico
en términos de relaciones de poder, de desigualdades instituidas socio-culturalmente y
reconocimiento de las diversidades.