Comedias, Tomo 1 de 3 Los Acarnienses, Los Caballeros
Comedias, Tomo 1 de 3 Los Acarnienses, Los Caballeros
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Author: Aristófanes
Language: Spanish
Produced by: Ramón Pajares Box. (This file was produced from images
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Archive/Universidad de Sevilla.)
NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
BIBLIOTECA CLÁSICA
TOMO XXVII
COMEDIAS
DE
ARISTÓFANES
TOMO I.
MADRID
IMPRENTA CENTRAL A CARGO DE VÍCTOR SAIZ
CALLE DE LA COLEGIATA, NÚM. 6
--
1880
CUATRO PALABRAS
--«Las obras del Maestro Fernán Pérez de Oliva... Con otras cosas que
van añadidas. Córdova, Gabriel Ramos, Bejerano, 1586.»
2 tomos en 8.º, págs. 174 a 234 del 1.º se lee _La venganza de
Agamenón_.
Poseo otra edición sin año, aunque parece del mismo tiempo.
por Fr. Luis de León, publicados por primera vez en el tomo VI de sus
_Obras_ coleccionadas por el P. Merino (págs. 288 y 289) conforme a
un manuscrito del Colegio de San Ildefonso de Alcalá. Son como de tal
maestro.
a) «_Tragedia da vingança que foy feita sobre a morte del Rey Agamenón.
Agora novamente tirada de Grego em lingoagem: trovada por Anrrique
Ayres Victoria. Cujo argumento he de Sophocles poeta Grego. Agora
seguda vez impressa e emendada e anhadida pelo mesmo autor._»
No me toca juzgar aquí los estudios posteriores, que son todos harto
breves. Baste decir que en sus respectivos compendios y manuales de
literatura griega han dicho algo de estas cosas los señores D. Braulio
Foz[5], D. Raimundo González Andrés[6], D. Jacinto Díaz[7] y D.
Salvador Constanza[8].
Queda, pues, como única muestra del teatro griego entre nosotros, el
_Edipo_ de Martínez de la Rosa, ingenio elegante y tímido, que en esta
ocasión se levantó algo sobre su nivel ordinario. Desde luego deja
atrás a los demás _Edipos_ modernos, aunque este no es grande elogio.
Tuvo el buen gusto de no alterar con inoportunos episodios la imponente
unidad del asunto griego. El estilo es pulcro y terso, y la expresión
de los afectos sencilla; pero no faltan rasgos de sentimentalismo a
la moderna, y repugna sobremanera oír hablar a Edipo de su _sensible
pecho_. Los coros, escritos como están en metros cortos y reducidos
a un accesorio, parecen cantarcillos de zarzuela y desdicen de la
gravedad trágica. La versificación y el lenguaje no tienen tacha. Y
cuanto el buen juicio y el amor al arte pueden hacer, otro tanto logró
Martínez de la Rosa en esta composición, privilegiada entre las suyas.
Y logró más: hacer tolerable a un público como el nuestro la forma de
Sófocles, no muy adulterada, e interesarle y conmoverle hasta el punto
de que aún resuena en nuestros oídos _el eco de las tumbas de Tebas_.
Tales ventajas se logran del trato con los grandes modelos, aunque la
inspiración propia no sea muy enérgica ni robusta.
M. MENÉNDEZ PELAYO.
INTRODUCCIÓN.
Así es que de las once comedias que de él se han conservado, unas son
predominantemente políticas, como _Los Acarnienses_, _Los Caballeros_,
la _Lisístrata_ y _La Paz_, y se refieren a la guerra del Peloponeso,
aconsejan su terminación y atacan rudamente a los ambiciosos demagogos
que conseguían captarse el aura popular; otras, como _Las Avispas_,
_Las Junteras_ y el _Pluto_, van dirigidas con especialidad contra
abusos introducidos en la interna administración de la república por
la viciosa organización de los tribunales y las discusiones de la
ágora, y tratan de atajar el mal que la predicación de ciertas utopías
filosóficas podían llegar a producir; otras, como _Las Fiestas de
Ceres_ y _Las Ranas_, son verdaderas sátiras literarias en las cuales
el poeta trata de contener la decadencia del arte trágico, iniciada
en Eurípides y Agatón; otras, en fin, como _Las Nubes_ y _Las Aves_,
atacan la viciosa educación que a la juventud daban los sofistas, o
presentan, en el cuadro más animado y pintoresco que ha podido crear la
humana fantasía, una especie de resumen de cuantos vicios, abusos y
ridiculeces son objeto de especial censura en las demás.
Pues es de notar que entre los méritos que, aparte de los literarios,
hacen sobremanera interesante el teatro de Aristófanes, figura en
primera línea el de ser un verdadero retrato de la república ateniense
en el interesante período de la guerra del Peloponeso, así como el
más completo monumento que de las costumbres griegas nos ha legado la
antigüedad. Y tan exacto es esto, que se cuenta que deseando Dionisio
el Joven conocer a fondo la situación de Atenas, el divino Platón
le envió como el libro más adecuado las comedias de Aristófanes; y
en nuestros días, para citar un solo testimonio entre mil, el docto
Macaulay[29] las prefiere para igual objeto a las admirables historias
de Tucídides y Jenofonte.
LOS ACARNIENSES.
NOTICIA PRELIMINAR.
Los acarnienses, pues, habían sido los más castigados por la guerra:
seis años hacía que habían abandonado sus fértiles campos cubiertos de
viñedos y los frondosos bosques donde ejercían la industria carbonera.
No fue sin motivo, por consiguiente, el elegirlos para formar el coro
en una comedia cuyo fin era aconsejar la paz, y el sacar de entre ellos
el protagonista.
PERSONAJES.
DICEÓPOLIS.
UN HERALDO.
ANFITEO.
UN PRITÁNEO.
TEORO.
CORO DE ACARNIENSES.
UN CRIADO de Eurípides.
EURÍPIDES.
LÁMACO.
UN MEGARENSE.
UN DELATOR.
UN BEOCIO.
NICARCO.
UN CRIADO DE LÁMACO.
UN LABRADOR.
UN PARANINFO.
MENSAJEROS.[45]
LOS ACARNIENSES.
DICEÓPOLIS[46].
UN HERALDO.
Más adelante, más adelante, para que estéis dentro del recinto
purificado[63].
ANFITEO[64].
EL HERALDO.
ANFITEO.
Yo.
EL HERALDO.
¿Quién eres?
ANFITEO.
Anfiteo.
EL PRITÁNEO.
ANFITEO.
EL PRITÁNEO.
¡Hola, Arqueros!
ANFITEO.
DICEÓPOLIS.
EL PRITÁNEO.
Siéntate y calla.
DICEÓPOLIS.
No, por Apolo; no callaré hasta que propongáis que se trate de la paz.
EL HERALDO.
DICEÓPOLIS.
EL HERALDO.
¡Silencio!
DICEÓPOLIS.
UN EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
¿Y yo? ¿Lo pasaba muy bien durmiendo sobre paja para guardar las
murallas?
EL EMBAJADOR.
Adonde quiera que llegábamos nos obligaban a beber en copas de oro y
cristal un vino dulce y exquisito.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
También, os lo juro, hizo que nos sirviesen un ave tres veces mayor que
Cleónimo[74]; se llamaba el Engañador.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
¡Hércules poderoso! ¿Qué te pasa, buen hombre? ¿Ves una línea de navíos
dispuestos al ataque, o costeas un accidentado promontorio? Tu ojo está
guarnecido de cuero como los agujeros de los remos en las naves[76].
EL EMBAJADOR.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
PSEUDARTABAS.
DICEÓPOLIS.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
Nada: que son unos asnos los atenienses si cuentan con el oro de los
Persas.
EL EMBAJADOR.
DICEÓPOLIS.
EL HERALDO.
DICEÓPOLIS.
¡Hay para ahorcarse! ¿Qué hago aquí ya? Las puertas del Pritaneo
siempre están abiertas para tales huéspedes. Mas voy a llevar a cabo un
proyecto grande y asombroso. ¿Dónde está Anfiteo?
ANFITEO.
Heme aquí.
DICEÓPOLIS.
Toma estos ocho dracmas, y páctame con los lacedemonios una tregua para
mí solo, mi mujer y mis hijos. Vosotros, papanatas, continuad enviando
embajadores.
EL HERALDO.
TEORO.
Aquí estoy.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
EL HERALDO.
Presentaos, tracios de Teoro.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
TEORO.
DICEÓPOLIS.
EL HERALDO.
DICEÓPOLIS.
ANFITEO.
DICEÓPOLIS.
¿Qué sucede?
ANFITEO.
DICEÓPOLIS.
ANFITEO.
Los traigo de tres clases: a elección. Este es por cinco años. Toma y
gústale.
DICEÓPOLIS.
¡Puf!
ANFITEO.
¿Qué?
DICEÓPOLIS.
ANFITEO.
DICEÓPOLIS.
ANFITEO.
DICEÓPOLIS.
ANFITEO.
* * * * *
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
LA MUJER.
LA HIJA.
DICEÓPOLIS.
LA MUJER.
DICEÓPOLIS.
CORO.
Ese es, ese mismo. Tirad, tirad. Apedreemos todos a ese infame. ¿Por
qué no tiráis? ¿Por qué no tiráis?
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
Mis buenos convecinos, dejad en paz a los lacedemonios. Oíd las razones
que he tenido para pactar esta tregua.
CORO.
¿Qué razones puede haber para pactar con esos hombres sin fe, sin
religión, sin juramento?
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
No te escucharemos.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
Sabe que vas a morir ahora.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
¿Será posible qué mates a ese pobre carbonero, nuestro amigo e igual?
DICEÓPOLIS.
CORO.
Di, pues, lo que quieras de esos lacedemonios que te son tan queridos.
Jamás abandonaré a ese pobre cestillo.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
Las hemos tirado todas. Mira cómo sacudimos los mantos; pero no pongas
pretexto, deja la espada; ya ves cómo sacudo mi manto al pasar de un
lado a otro.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
Está bien, mirad. Este es el tajo, el orador este, es decir, yo, así,
pequeñito. No me cubriré con un escudo; pero diré de los lacedemonios
lo que me parezca conveniente. Y no es que no tenga por que temer:
conozco perfectamente el flaco de los labradores, y sé que, con tal que
un charlatán colme de elogios justos o injustos a ellos y a su ciudad,
ya no caben en sí de gozo, ni ven que les está vendiendo. También
conozco el carácter de los viejos: solo piensan en fulminar sentencias
condenatorias. Y sé por experiencia propia lo que me hizo sufrir
Cleón[115] por mi comedia del año pasado, haciéndome comparecer ante
el Senado, calumniándome, acumulándome supuestos crímenes, tratando de
confundirme con sus ultrajes y declamaciones, y poniéndome a pique de
morir, manchado por sus infames calumnias. Pero antes de principiar mi
discurso, permitidme que me vista los andrajos de un hombre miserable.
CORO.
DICEÓPOLIS.
EL CRIADO DE EURÍPIDES[118].
¿Quién?
DICEÓPOLIS.
EL CRIADO.
EL CRIADO.
DICEÓPOLIS.
EL CRIADO.
Es imposible.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
No tengo tiempo.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
Es imposible.
DICEÓPOLIS.
Sin embargo...
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
¡Eurípides!
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
¿Qué andrajos serán los que pide este hombre? ¿Quieres los del mendigo
Filoctetes?[127]
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
EL CRIADO.
Tómalos.
DICEÓPOLIS.
¡Oh Júpiter, que todo lo ves con perspicaz mirada, permíteme cubrirme
hoy con el vestido de la miseria![131] -- Eurípides, ya que me has
concedido este favor, no me niegues los accesorios correspondientes
a estos jirones; dame el gorrillo misio para la cabeza. «Pues hoy me
conviene, para fingirme mendigo, ser quien soy y no parecerlo[132].» Es
preciso que los espectadores sepan quién soy, y que yo hurle al coro
estúpido con mi palabrería.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
¿Ves, alma mía, cómo me despide, cuando aún me faltan tantas cosas
para completar mi atavío? No hay que desistir; pidamos, supliquemos,
porfiemos. Eurípides, dame un farolillo de mimbre ya medio quemado[134].
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
¡Ea, vete!
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
Me marcho; ¿mas qué hago? Aún me falta una cosa, de cuya adquisición
pende mi vida. Oye, dulcísimo Eurípides; si me das lo que te voy a
pedir, me marcho para no volver: por favor, unas hojitas de verdura
para la cesta.
EURÍPIDES.
¡Me asesinas! Ahí las tienes. Mis tragedias quedan reducidas a nada.
DICEÓPOLIS.
EURÍPIDES.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
SEMICORO.
SEMICORO.
SEMICORO.
SEMICORO.
SEMICORO.
¡Oh Lámaco de fulminante mirada, socórrenos: preséntate, amigo
Lámaco, ciudadano de mi tribu; preséntate y atérralos con tu terrible
penacho![151] Generales y capitanes, acudid todos en mi auxilio. Me
tienen agarrado por medio del cuerpo.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
¡Oh Lámaco, este hombre hace tiempo que está ultrajando a toda la
ciudad!
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
Sea.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
Ya está.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
Toma la pluma.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
¡Ah! ¿es una pluma? Y dime, ¿de qué pájaro? ¿Acaso del Fanfarrón?[153]
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
¡Yo mendigo!
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
Entonces, ¿por qué todas las recompensas son para vosotros y para estos
ninguna?[159] Di, Marílades, tú que tienes la cabeza encanecida por la
edad, ¿has ido alguna vez en embajada? Dice que no, y sin embargo es
prudente y laborioso. Y vosotros, Dracilo, Eufórides y Prínides[160],
¿conocéis a Ecbatana o la Caonia? Tampoco. Sin embargo, las han
visitado el hijo de Cesira[161] y Lámaco, de quienes, por no poder
pagar su escote, ni sus deudas, decían hace poco sus amigos: «¡Agua
va!» como los que al anochecer vierten por las ventanas el líquido con
que se han lavado los pies.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
Desde que nuestro poeta dirige los coros cómicos nunca se ha presentado
a hacer su propio panegírico[163]; pero hoy que ante los atenienses,
tan precipitados en sus decisiones, sus enemigos le acusan falsamente
de que se burla de la república e insulta al pueblo, preciso le es
justificarse con sus volubles conciudadanos. El poeta pretende
haberos hecho mucho bien, impidiendo que os dejéis sorprender por las
palabras de los extranjeros y que os hechicen los aduladores y seáis
unos chorlitos. Antes los diputados de las ciudades, cuando os querían
engañar, principiaban por llamaros: «Coronados de violetas»[164], y al
oír la palabra _coronas_, era de ver cómo no cabíais ya en vuestros
asientos[165]. Si otro adulándoos decía: «La espléndida Atenas»[166],
conseguía al punto cuanto deseaba, por haberos untado los labios con el
elogio, como si fueseis anchoas. Desengañándoos, pues, os ha prestado
el poeta eminentes servicios, y ha difundido por las ciudades aliadas
el régimen democrático. Por eso los pagadores de tributos de esas
mismas ciudades acudirán deseosos de conocer al excelente poeta que no
ha temido decir la verdad a los atenienses. La fama de su atrevimiento
ha llegado tan lejos, que el gran Rey, interrogando a la embajada de
los lacedemonios, preguntó primero cuál era la armada más poderosa, y
después cuáles eran los más atacados por nuestro vate, y les aseguró
que sería más feliz y conseguiría señaladísimas victorias la república
que siguiese sus consejos. Por eso los lacedemonios os brindan con
la paz, y reclaman a Egina[167]; no porque den gran importancia a
aquella isla, sino por despojar de sus bienes al poeta; pero vosotros
no le abandonéis jamás; en sus comedias brillará siempre la justicia,
y abogará siempre por vuestra felicidad, no con adulaciones ni vanas
promesas, fraudes, bajezas ni intrigas, sino dándoos buenos consejos y
proponiéndoos lo que sea mejor.
DICEÓPOLIS.
* * * * *
EL MEGARENSE[177].
LAS MUCHACHAS.
EL MEGARENSE.
También me parece lo mejor. ¿Mas habrá algún tonto que os compre siendo
una carga manifiesta? Pero se me ocurre un ardid digno de Megara. Os
voy a disfrazar de cerdos, y diré que os traigo al mercado. Poneos
estas pezuñas y procurad parecer de buena casta, pues si volvéis a
casa, ya sabéis, por el tonante Júpiter, que sufriréis los horrores
del hambre. Ea, colocaos estos hocicos de puerco y meteos en este
saco. Procurad gruñir bien y hacer _coi_, gritando como los cerdos que
van a ser sacrificados a Ceres[178]. Yo voy a llamar a Diceópolis:
¡Diceópolis! ¿Quieres comprar cerdos?
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
Venimos al mercado.
DICEÓPOLIS.
¿Cómo lo pasáis?
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
¿Traes sal?
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
¿Y ajos?[180]
EL MEGARENSE.
¿Qué ajos? Si siempre que invadís nuestras tierras arrancáis todas las
plantas como si fueseis ratones de campo.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
¡Mira qué hermosas! Tómalas a peso si quieres. ¿Qué gorda y qué hermosa
está esta?
DICEÓPOLIS.
¿Pero qué es esto?
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
A mí no me lo parece.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
Sí, por Diocles,[182] y mía, ¿qué crees tú que son? ¿Quieres oírlas
gruñir?
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
UNA MUCHACHA.
¡Coi! ¡Coi!
EL MEGARENSE.
¿Es o no puerca?
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
Aún es muy joven; cuando crezca tendrá una cola grande, gorda y
colorada. Si quieres alimentarla, será una puerca magnífica.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
Las dos son hijas del mismo padre y de la misma madre. Cuando se
engorde y se cubra de pelos será la mejor víctima que pueda ofrecerse a
Venus.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
¡Gorrín! ¡Gorrín!
LAS MUCHACHAS.
¡Coi! ¡Coi!
DICEÓPOLIS.
¿Comerás nabos?[186].
LAS MUCHACHAS.
DICEÓPOLIS.
¿Comerás higos?
LAS MUCHACHAS.
¡Coi! ¡Coi!
DICEÓPOLIS.
¡Con qué furia han pedido los higos! Traedles algunos a estas
puerquecillas. ¿Los comerán? ¡Sopla! ¡Con qué afán los devoran,
Hércules venerando! Parece que son de _Tragacia_[187]. Pero es
imposible que se hayan comido todos los higos.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
¡Bueno va! ¡Mercurio protector del comercio, concédeme que pueda vender
lo mismo a mi mujer y a mi madre![189].
UN DELATOR.
EL MEGARENSE.
EL DELATOR.
EL DELATOR.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL DELATOR.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
DICEÓPOLIS.
EL MEGARENSE.
* * * * *
CORO.
Este hombre[191] es muy feliz. ¿No has oído cuán provechosa le ha sido
su determinación? Se gana la vida sentado tranquilamente en la plaza;
y si se presenta Ctesias o algún otro delator, les obligará a tomar
asiento doloridos. Nadie te engañará en la compra de comestibles;
Prepis[192] no te manchará con su inmundo contacto; Cleónimo no te
dará empellones; cruzarás por entre la multitud vestido de fiesta sin
temor de que te salga al encuentro el pleitista Hipérbolo, ni de que,
al pasear por el mercado, se te acerque Cratino[193], pelado a la
manera de los libertinos, o aquel perversísimo Artemón[194], en cuyas
axilas se esconden chivos apestados[195]. Tampoco se burlarán de ti en
la plaza ni el perdido Pausón[196] ni Lisístrato[197], oprobio de los
colargienses; ese que impregnado de todos los vicios, como el paño en
la púrpura que le tiñe, padece hambre y frío más de treinta días al
mes.
UN BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
Por Iolao[201], ¡con qué placer les vería irse al infierno! Desde Tebas
vienen soplando detrás de mí, y me han arrancado todas las flores del
poleo. Extranjero, ¿quieres comprarme pollos o langostas?
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
De modo que entras en el mercado a manera de huracán que abate las aves
contra el suelo.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
¡Querida mía, por tanto tiempo deseada, al fin has venido a satisfacer
los deseos de los coros cómicos, y los del mismo Moricos![204]. --
Esclavos, traedme el fuego y el aventador. Mirad, muchachos, esta
hermosa anguila, que al fin viene a visitarnos después de seis años de
espera[205]. Saludadla, hijos míos. Llevadla adentro. -- Ni aun la
muerte podrá separarme de ti[206], como te cuezan con acelgas.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
DICEÓPOLIS.
Pero todo veneno.
* * * * *
NICARCO.
EL BEOCIO.
NICARCO.
EL BEOCIO.
NICARCO.
También a ti te denunciaré.
EL BEOCIO.
NICARCO.
EL BEOCIO.
NICARCO.
EL BEOCIO.
NICARCO.
DICEÓPOLIS.
NICARCO.
¡Sed testigos! ¡Favor!
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
EL BEOCIO.
CORO.
DICEÓPOLIS.
EL BEOCIO.
(_Vase el Beocio._)
UN CRIADO DE LÁMACO.
¡Diceópolis!
DICEÓPOLIS.
EL CRIADO.
DICEÓPOLIS.
EL CRIADO.
DICEÓPOLIS.
* * * * *
CORO.
* * * * *
UN HERALDO.
DICEÓPOLIS.
Muchachos, mujeres, ¿no habéis oído? ¿Qué hacéis? ¿No habéis oído el
pregón? Coced las viandas, asadlas; retirad pronto las liebres de los
asadores; tejed las coronas; dadme asadorcillos para los tordos[215].
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
Atizad el fuego.
CORO.
* * * * *
UN LABRADOR.
¡Infeliz de mí!
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
Un hombre desgraciado.
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
Queridísimo amigo, ya que las treguas se han pactado solo para ti,
cédeme un poco de tu paz, aunque no sea más que por cinco años.
DICEÓPOLIS.
¿Qué te aflige?
EL LABRADOR.
DICEÓPOLIS.
¿Cómo?
EL LABRADOR.
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
DICEÓPOLIS.
DICEÓPOLIS.
EL LABRADOR.
* * * * *
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
Nos vas a matar de hambre; y a tus vecinos con el humo y las voces.
DICEÓPOLIS.
* * * * *
UN PARANINFO[220].
¡Diceópolis! ¡Diceópolis!
DICEÓPOLIS.
¿Quién llama?
EL PARANINFO.
DICEÓPOLIS.
EL PARANINFO.
Te suplica que en cambio de estas viandas, le eches en este vaso de
alabastro una copita de paz, para que pueda eximirse de la milicia y
quedarse en casa disfrutando de los placeres del amor.
DICEÓPOLIS.
EL PARANINFO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
* * * * *
MENSAJERO 1.º
LÁMACO.
MENSAJERO 1.º
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
* * * * *
MENSAJERO 2.º
¡Diceópolis!
DICEÓPOLIS.
¿Qué hay?
MENSAJERO 2.º
LÁMACO.
¡Infeliz de mí!
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
Esclavo, tráeme la coraza de batalla.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
Toma el escudo y anda. -- ¡Oh Júpiter! ¡Está nevando! Tengo que hacer
una campaña de invierno.
DICEÓPOLIS.
(_Salen ambos._)
CORO.
* * * * *
UN CRIADO DE LÁMACO.
Dicho esto, cae en una zanja, levántase, se arroja sobre los fugitivos,
persigue a los bandoleros, los hostiliza con su lanza. Pero helo aquí;
abrid pronto la puerta.
LÁMACO.
¡Ay, ay, ay! ¡Qué agudos dolores! ¡Qué frío! ¡Yo muero, triste de mí,
herido por una lanza enemiga! Pero aun será mas terrible mi desgracia
si Diceópolis viéndome en este estado, se burla de mi infortunio.
¡Ay! ¡ay! ¡ay! ¡Vuestro turgente seno tiene la dureza del membrillo!
Dadme un beso, tesoro mío, un beso dulce y voluptuoso. Pues yo he sido
el que he bebido la primera copa.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
¡Infeliz de mí!
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
Llevadme ante los jueces. ¿Dónde está el rey? Dadme el odre señalado
como premio.
LÁMACO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
CORO.
DICEÓPOLIS.
Seguidme cantando: ¡Victoria! ¡Victoria!
CORO.
LOS CABALLEROS.
NOTICIA PRELIMINAR.
PERSONAJES.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
CLEÓN.
CORO DE CABALLEROS.
LOS CABALLEROS.
DEMÓSTENES.
¡Oh qué calamidad! ¡Ojalá confundan los dioses a ese recién venido
Paflagonio[250] y a sus malditos consejos! Desde que, en mal hora, se
introdujo en esta casa[251], no cesa de apalear a los esclavos.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Ven acá: mezclemos nuestros gemidos, imitando los cantos plañideros de
Olimpo.[252]
DEMÓSTENES Y NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
_A él_.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Sin duda; pero temo que este oráculo sea funesto a nuestra piel.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
Yo sí.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Me has convencido.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Pero si nada puede hacerse sin que lo vea ese maldito Paflagonio:
él mismo lo inspecciona todo. Tiene un pie en Pilos y el otro en la
asamblea. Esta inmensa separación de sus piernas hace que sus nalgas
caigan sobre Caonia, mientras sus dos manos están pidiendo en Etolia y
su imaginación robando en Clopidia.[265]
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
Lo mejor será beber sangre de toro. ¿Hay muerte más apetecible que la
de Temístocles?[266]
DEMÓSTENES.
Sangre no, por mi vida; mejor será vino del Buen Genio. Quizá se nos
ocurra alguna idea excelente.
NICIAS.
¡Ah! ¡Vino! Luego se trata de beber. ¿Pero qué idea buena puede
ocurrírsele a un hombre ebrio?
DEMÓSTENES.
Pues ya lo creo; bebes tanta agua que solo aciertas a decir necedades.
¿Te atreves a acusar al vino de que turba la razón? ¿Acaso hay nada de
más eficaces resultados? Escucha: los hombres cuando beben son ricos,
afortunados en sus negocios, ganan los pleitos y son felices y útiles
a sus amigos. Ea, tráeme pronto una copa de vino para que riegue mi
espíritu y diga alguna gracia.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Entonces escánciame vino con mano pródiga, como si fuera para una
libación.
NICIAS.
Toma y haz una libación en honor del Buen Genio;[267] bebe, bebe el
vino del Genio de Pramnio.[268]
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Entra en la casa mientras duerme, y escamotéale sus oráculos al
Paflagonio.
NICIAS.
Lo haré. Mas temo que esa idea te la haya inspirado un Mal Genio.
DEMÓSTENES.
Anda. En tanto llenaré yo mismo la copa. Tal vez este riego haga
germinar en mi cerebro alguna buena idea.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
¡Tu destreza no tiene rival! Dámelo para que lo lea. En tanto échame
vino a toda prisa. -- Veamos lo que dice. ¡Oh, qué precioso hallazgo!
Dame, dame pronto la copa.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Lléname otra.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
¡Oh Bacis![269]
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
¡Maldito Paflagonio! ¡Por eso guardabas hace tanto tiempo este oráculo
que se refiere a ti!
NICIAS.
¿Cómo?
DEMÓSTENES.
NICIAS.
Pero ¿cómo?
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Mandará hasta que aparezca otro hombre más perverso que él. Caerá
entonces, reemplazándole un Paflagonio, comerciante en pieles, ladrón,
alborotador y de voz ensordecedora como la del torrente Ciclóboro.[272]
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
¿Lo diré?
NICIAS.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
Busquémosle.
NICIAS.
* * * * *
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
NICIAS.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
Las veo.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
¿Yo?
DEMÓSTENES.
Sí, tú; y aún no lo ves todo. Súbete sobre ese tablero y mira todas las
islas del rededor.[275]
EL CHORICERO.
Las veo.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
También.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
Por eso mismo llegarás a ser un grande hombre; porque eres un canalla
audaz, salido de la hez del pueblo.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
¡Pobre de mí! ¿De qué te crees indigno? Parece que aún abrigas algún
buen sentimiento. ¿Acaso perteneces a una clase honrada?
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
Se expresa muy bien, por los dioses, y con una alegoría elegante y
no muy oscura. «Pero cuando el águila pelambrera, de ganchudas uñas,
por la cabeza sujete al estúpido dragón bebedor de sangre, entonces
la salmuera con ajos de los paflagonios perecerá, y el Numen a los
tripacalleros concederá insigne gloria; a no ser que prefieran
continuar vendiendo embutidos.»[278]
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
Eso quiere decir que con sus manos todo lo arrebata y se lo lleva.
EL CHORICERO.
¿Y lo del dragón?
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
* * * * *
(_Sale Cleón._)
EL CHORICERO.
CLEÓN.
DEMÓSTENES.
* * * * *
CORO DE CABALLEROS.
CLEÓN.
CORO.
CLEÓN.
CORO.
CLEÓN (_apaleado_).
CORO.
¿También tú gritas, destructor de la república?
EL CHORICERO.
CORO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Ya te atajaré el camino.
CLEÓN.
Mírame de frente.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Por Mercurio, dios del mercado, lo negaré con juramento aunque me cojan
infraganti.
CLEÓN.
CORO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
CORO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CORO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
No.
CLEÓN.
Sí.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
No te dejaré.
CORO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
En que sé hablar y hacer chorizos.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CORO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CORO.
¡Eh! por Neptuno, para que ese salga tienes que echarme a mí antes.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Te acusaré de cobardía.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Te clavaré en el suelo.
EL CHORICERO.
Te haré picadillo.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Te reventaré el buche.
DEMÓSTENES.
CORO.
EL CHORICERO.
Siempre lo ha sido, y sin embargo, ha pasado por valiente, sin más que
por haberse dado maña a recoger la cosecha ajena. Ahora deja que se
sequen en las prisiones aquellas espigas y pretende venderlas.[298]
CLEÓN.
CORO.
¡Qué desvergonzado es en todo! ¡Ni siquiera se le muda el color! Si no
te aborrezco, permita Júpiter que sirva a Cratino de colchón[299] y que
tenga que aprender a cantar toda una tragedia de Morsimo.[300]
¡Y tú, que como la abeja que vaga de flor en flor andas pidiendo
regalos a todos en todas partes, ojalá los devuelvas con la misma
facilidad que los adquieres! Entonces podremos cantar: «Brinda, brinda
a la buena fortuna.»[301] Entonces hasta el hijo de Julio,[302] ese
viejo acaparador de trigo, cantará alegremente al dios Peán y a Baco.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Y yo juro por los infinitos puñetazos que por mil tunantadas diversas
me han sacudido desde la niñez, y por mis cien cuchilladas, que espero
vencerte en esta contienda, o si no, me será inútil esta corpulencia
adquirida a fuerza de comer migajones destinados a limpiarse la grasa
de los dedos.[304]
CLEÓN.
EL CHORICERO.
¡Eh, por Júpiter! también yo cometía mis fraudes cuando chico. Engañaba
a los cocineros diciéndoles: «Mirad, muchachos, ¿no veis? Ya viene la
primavera, la golondrina.»[306] Ellos miraban, y mientras tanto yo les
atrapaba muy buenas tajadas.
CORO.
EL CHORICERO.
CORO.
CLEÓN.
Pero yo formaré con mis chorizos una balsa, y encomendándome sobre ella
a las olas propicias, te daré que sentir.
DEMÓSTENES.
CLEÓN.
CORO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
CORO.
EL CHORICERO.
El viento cede.
CLEÓN.
Voy a hacer que te formen cuatro causas de cien talentos cada una.[309]
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Eres un impostor.
EL CHORICERO.
Y tú un bandido.
CORO.
¡Dale duro!
CLEÓN.
CORO.
CLEÓN.
CORO.
EL CHORICERO.
CORO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
CLEÓN.
CORO.
EL CHORICERO.
Voy allá; pero antes permitidme que deje aquí estas tripas y cuchillos.
CORO.
EL CHORICERO.
CORO.
EL CHORICERO.
¿Para qué?
CORO.
Para que al combatir harto de ajos, tengas más fuerza, amigo mío. Pero
anda pronto.
EL CHORICERO.
Ya voy.
CORO.
* * * * *
(EL CHORICERO _sale_; EL CORO _queda solo por primera vez en la escena
y se vuelve a los espectadores para principiar la parábasis_.)
* * * * *
(_Vuelve_ EL CHORICERO.)
CORO.
EL CHORICERO.
CORO.
EL CHORICERO.
CORO.
EL CHORICERO.
* * * * *
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Me gusta oír tus amenazas y reírme de tus humos; de miedo que me das,
bailo y grito: ¡quiquiriquí!
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
¡Qué furioso estás! Vamos, ¿qué te daré de comer? ¿Qué es lo que más te
gusta? ¿Una bolsa?
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Ya te cortaré yo esas uñitas con que atrapas los víveres del Pritaneo.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Y le alimentas mal como las nodrizas; pues con el pretexto de
masticar antes la comida te tragas tres veces más de lo que a él le
presentas.[344]
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Pobre hombre, no pienses que me has de jugar otra pasada como la del
Senado: acudamos al pueblo.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¡Pueblecillo mío querido, sal para que veas cuán indignamente me tratan!
* * * * *
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
¿Por qué?
CLEÓN.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
Yo soy su rival; te amo ya hace tiempo, y con otros muchos buenos y
honrados ciudadanos solo anhelo serte útil. Pero este nos lo impide.
Pues tú te pareces a esos jóvenes rodeados de amantes; no quieres a los
buenos y honrados, y te entregas a los vendedores de lámparas,[347] y a
los zapateros, guarnicioneros y curtidores.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
También yo, estando paseando, robé de una tienda la olla con la comida
que otro había puesto a cocer.
CLEÓN.
Pueblo mío, convoca cuanto antes una asamblea para que sepas quién de
los dos te quiere más, y decidas quién merece tu amor.
EL CHORICERO.
Bueno, bueno, decide entre los dos, con tal que no sea en el Pnix.[348]
PUEBLO.
EL CHORICERO.
* * * * *
CORO.[350]
CLEÓN.
¡Oh poderosa Minerva, protectora de la ciudad! si después de
Lisicles,[352] Cinna y Salabaca[353] soy yo el que más amo al pueblo
ateniense, concédeme que, como hasta ahora, sea, por no hacer nada,
alimentado a costa del Estado. Mas si te aborrezco y no combato por ti,
aunque me vea aislado, que muera y me sierren vivo, y corten en correas
mi pellejo.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¡Oh Pueblo! ¿Cómo puede haber un ciudadano que te ame más que yo? Desde
que soy tu consejero, he enriquecido tu tesoro atormentando a estos,
apurando a aquellos y pidiendo a otros, sin atender a ningún particular
con tal de serte grato.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Apuesto la cabeza a que no habido nunca uno que combata más que yo por
ti, ¡oh Pueblo! ni que más te ame.
EL CHORICERO.
¿Cómo puedes amarle cuando le ves hace ocho años vivir en cuevas y
miserables chozas, y lejos de compadecerte de él lo dejas que se
muera ahumado,[356] y cuando Arqueptólemo vino a proponernos la paz,
la rechazaste y arrojaste de la ciudad a puntapiés a los embajadores
encargados de pactar las treguas?[357]
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¿No es insufrible, oh Pueblo, tener que oír estos dicterios solo porque
te amo?
PUEBLO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¡No te has de alegrar! Yo probaré que has robado tres mil dracmas.
EL CHORICERO.
¿Por qué te revuelves? ¿Por qué te alborotas siendo el hombre peor que
existe para el pueblo ateniense? También yo probaré, o si no que me
muera, que recibiste de Mitilene[362] más de cuarenta minas.
CORO.
CLEÓN.
Aún no, buena gente, aún no han llegado las cosas a ese extremo; me
queda todavía por decir una hazaña tan ilustre que puedo tapar con ella
la boca a todos mis adversarios, mientras se conserve un resto de los
escudos cogidos en Pilos[364].
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
Y bien, ¿vas conociendo a ese hombre? Yo te he comprado este par de
zapatos y te los doy para que los gastes.
PUEBLO.
Ningún hombre, que yo sepa, ha sido mejor que tú para el pueblo; ni más
celoso por el bien de la república y de los dedos de mis pies.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Nada de eso: hago lo que los convidados cuando se ven apretados por una
necesidad; así como ellos cogen los zapatos ajenos[372], yo me valgo de
tus añagazas.
CLEÓN.
Pues a zalamero no me has de ganar. Voy a cubrirle con este manto. Tú,
bribón, rabia ahora.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
Sí que me acuerdo.
EL CHORICERO.
Procuró que se vendiese tan barata para que la compraseis y comieseis,
y después en el tribunal os mataseis los jueces unos a otros con
vuestras ventosidades.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Y yo te doy esta cajita con ungüento para que te cures las úlceras de
las piernas.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
En la mía.
CLEÓN.
EL CORO.
El hombre entra en ebullición[377]; basta, basta. Mira que hierve
demasiado; quita un poco de fuego para disminuir sus espumarajos de
rabia.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CORO.
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
No es ese.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
¡Desdichado de mí!
EL CHORICERO.
¿Qué te pasa?
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Y los míos.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
Con gusto.
PUEBLO.
CLEÓN.
Voy.
EL CHORICERO.
Vamos, pues: nada nos lo impide.
CORO.
Felicísimo será este día para los presentes y los que han de
llegar[385] si en él acaece la pérdida de Cleón; aunque he oído en el
bazar de los pleitos sostener a ciertos viejos tardones que si este
hombre no hubiera alcanzado tanto poder, nos faltarían en la república
dos utilísimos enseres: el mortero y la espumadera[386].
* * * * *
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
¿Qué es eso?
CLEÓN.
Oráculos.
PUEBLO.
¿Todos?
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
¿Y los tuyos?
EL CHORICERO.
De Glanis[389], hermano mayor de Bacis.
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
CLEÓN.
Yo soy aquel perro que ladro por ti, y Apolo te dice que me guardes.
EL CHORICERO.
No dice semejante cosa; pero ese perro roe los oráculos lo mismo que tu
puerta: yo tengo uno que canta claro respecto a ese sagrado can.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
Escucha, amigo mío, y juzga después: «Hay una mujer que parirá en la
sagrada Atenas un león, que, como si defendiese sus cachorros, peleará
por el pueblo, contra una multitud de mosquitos; guárdalo y construye
murallas de madera y ferradas torres.»
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Pero fíjate bien en lo que dice de Pilos; escucha: «Pilos está delante
de Pilos...»
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
De modo que hoy no podré lavarme, puesto que nos roba todas las pilas.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
Filóstrato es el perro-zorro[397].
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
Porque el zorro se asemeja a los soldados en que roba las uvas de las
viñas.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
¿Qué Cilene?
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
Aún no; por favor, espera un instante; yo te daré todos los días trigo
y alimentos.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
Yo seré el primero.
EL CHORICERO.
(_Vanse corriendo._)
* * * * *
CORO.
PUEBLO.
CORO.
PUEBLO.
Considerad, pues, si veré claros los manejos de esos que se tienen por
muy listos y creen engañarme. Yo los observo cuando roban, y finjo
no ver nada, después les obligo a vomitar todo cuanto me han robado,
echando por su garganta a guisa de anzuelo una acusación pública.
* * * * *
CLEÓN.
EL CHORICERO.
¡Vete tú, so bribón!
CLEÓN.
¡Oh Pueblo! hace ya mucho tiempo que estoy aquí dispuesto a servirte.
EL CHORICERO.
Y yo hace diez veces más tiempo, y doce veces más tiempo, y mil veces
más tiempo, y mucho más tiempo, mucho más tiempo, mucho más tiempo.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
Si no lo sé, tu me lo dirás.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
Ya estamos.
PUEBLO.
Corred.
EL CHORICERO.
No me adelantarás.
PUEBLO.
Gracias a estos dos adoradores, voy a ser hoy el más feliz de los
mortales, a no ser que me las eche de interesante.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Mira; aquí tienes esta tortita hecha con aquella harina que traje de
Pilos.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
Toma estos puches de guisantes, cuyo hermoso color y buen gusto abre el
apetito: los ha colado la misma Palas, mi protectora en Pilos.
EL CHORICERO.
¡Oh Pueblo! No hay duda que la diosa te protege; ahora extiende sobre
tu cabeza esta olla llena de salsa.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
¡Oh Júpiter! ¡Qué vino tan grato! ¡Qué buen gusto le dan las tres
partes de agua![411]
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¿Quiénes son?
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¿Dónde? ¿dónde?
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
Y a mí el asarla.
PUEBLO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
CLEÓN.
PUEBLO.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
Examinaré antes si las palabras del dios pueden referirse a ti; dime en
primer lugar, ¿a qué escuela acudiste de niño?
EL CHORICERO.
CLEÓN.
EL CHORICERO.
CLEÓN.
¡Oh Febo! ¡Oh Apolo, dios de Licia![414] ¿Qué vas a hacer de mí? Y de
adulto, ¿a qué te has dedicado?
EL CHORICERO.
¡Oh desdicha! Soy perdido; una tenue esperanza me sustenta. Dime esto
no más: ¿vendías los chorizos en el mercado o en las puertas?
EL CHORICERO.
CLEÓN.
* * * * *
EL CHORICERO.
DEMÓSTENES.
EL CHORICERO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
Y yo, Pueblo, te cuidaré con tal solicitud que tendrás que confesar que
nunca has visto un hombre más adicto a la república de los papanatas.
(_Vanse._)
* * * * *
CORO.
· · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·
· · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·
Cuentan que el otro día se reunieron las naves para tratar de sus
asuntos, y que la más vieja de todas dijo: «¿Habéis oído, amigas mías,
lo que pasa en la ciudad? Un tal Hipérbolo[423], ciudadano perverso
e inútil como el vino picado, ha pedido cien de nosotras para una
expedición a Calcedonia»[424]. Dicen que esto pareció insoportable a
las trirremes, y que una de ellas, virgen todavía, exclamó: «Por todos
los dioses, antes consentirá Naufante, hija de Nausón, ser roída por
la carcoma y pudrirse de vieja en el puerto, que tener por dueño a un
hombre semejante. ¡Tan cierto como estoy hecha de tablas y de brea!
Si los atenienses aprueban esa proposición, no nos resta más recurso
que navegar con rumbo al templo de Teseo o al de las Euménides[425],
y detenernos allí. De este modo no le veremos insultar a la república
mandando la escuadra; váyase a los infiernos, botando al agua aquellos
cajones en que vendía lámparas.»
* * * * *
AGORÁCRITO.
CORO.
AGORÁCRITO.
AGORÁCRITO.
CORO.
AGORÁCRITO.
CORO.
AGORÁCRITO.
CORO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
¿Yo? Pero, buen hombre, aún no sabes lo que eras antes y lo que hacías;
de otra suerte me creerías un dios.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
¿Yo?
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
No, por cierto; a todos les obligaré a irse de caza, en vez de hacer
decretos.
AGORÁCRITO.
Con esa condición, toma esta silla, y este robusto muchacho para que la
lleve; si te agrada, puedes sentarte sobre él[439].
PUEBLO.
AGORÁCRITO.
Eso lo podrás decir cuando te entregue las treguas por treinta años.
¡Hola, Treguas[440], presentaos pronto!
PUEBLO.
¡Júpiter supremo! ¡Qué hermosas son! Dime, por los dioses: ¿puede
tratarse con ellas? ¿Dónde las encontraste?
AGORÁCRITO.
Pues qué, ¿no las tenía guardadas el Paflagonio para que tú no las
hallases? Yo te las doy; vete al campo y llévatelas.
PUEBLO.
¿Qué castigo vas a imponer a ese Paflagonio que ha hecho tanto mal?
AGORÁCRITO.
PUEBLO.
LAS NUBES.
NOTICIA PRELIMINAR.
«El año último dirigió el poeta sus ataques contra esos vampiros que,
pálidos abrasados por incesante fiebre, estrangulaban en las tinieblas
a vuestros padres y abuelos, y acostados en el lecho de los ciudadanos
pacíficos, enemigos de cuestiones, amontonaban sobre ellos procesos,
citaciones y testigos, hasta el punto de que muchos acudieron aterrados
al polemarca. Y esto no obstante, el año pasado abandonasteis al
intrépido defensor que puso todo su ahínco en purgar de tales monstruos
a la patria, precisamente cuando sembraba pensamientos de encantadora
novedad, cuyo crecimiento impedisteis por no haberlos comprendido
bien. Sin embargo, el autor jura a menudo, entre estas libaciones a
Baco, que jamás oísteis mejores versos cómicos. Vergonzoso es que no
comprendieseis de seguida su intención profunda; pero al poeta le
consuela el no haber desmerecido en la opinión de los doctos, aunque se
hayan estrellado sus esperanzas por vencer en audacia a sus rivales.»
Esta singular conducta, cuando sus altos fines no eran bien conocidos,
se prestaba indudablemente al ridículo; y por eso Sócrates, que
despreciaba las vulgares preocupaciones que acerca de él existían,
fue el blanco, como dice Séneca, de las envenenadas burlas de los
cómicos. Porque no fue solo Aristófanes quien le escarneció en el
teatro; Éupolis y Amipsias le llamaron vanidoso, mendigo y ladrón, y es
de creer que también otros, dada la declarada guerra que entre poetas
cómicos y filósofos y trágicos existía.
No pretendemos con esto, justificar a Aristófanes, sino hacer constar
que, al componer _Las Nubes_, aparte de lo indisculpable de la sátira
personal y calumniosa, procedió de buena fe, aunque con criminal
ligereza, por haber confundido a Sócrates con la turba de sofistas cuya
peligrosa enseñanza quería desterrar.
»Como se ve, la acción marcha por sí sola, sin que nada la detenga
ni precipite; y la moral, aunque un poco tergiversada, es clara y
provechosa, y pudiera condensarse en estas palabras: “del mal no
puede venir el bien”.
PERSONAJES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
UN ESCLAVO DE ESTREPSIADES.
DISCÍPULOS DE SÓCRATES.
SÓCRATES.
CORO DE NUBES.
EL RAZONAMIENTO JUSTO.
EL RAZONAMIENTO INJUSTO.
PASIAS, _acreedor_.
UN TESTIGO DE PASIAS.
AMINIAS, _acreedor_.
QUEREFONTE.
LAS NUBES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES (_soñando_).
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES (_soñando_).
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES (_soñando_).
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES (_despertando_).
Pero, padre, ¿qué te angustia que no haces más que dar vueltas toda la
noche?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Duerme en hora buena, pero sabe que todas estas deudas caerán sobre
tu cabeza... ¡Oh! ¡Así perezca miserablemente aquella casamentera que
me impulsó a contraer matrimonio con tu madre! Porque yo tenía una
vida dulcísima, sencilla, grosera, descuidada y abundante en panales,
ovejas y aceite. Después, aunque era hombre del campo, me casé con
la nieta de Megacles hijo de Megacles, ciudadana soberbia, amiga de
los placeres, con las mismas costumbres que Cesira[454]. Después del
matrimonio, cuando nos acostábamos, yo no olía más que a mosto, higos
y lana de mis ovejas; ella por el contrario, apestaba a pomadas y
esencias, y solo deseaba besos amorosos, lujo, comilonas y los placeres
de Venus[455]. No diré que fuese holgazana, sino que tejía; y muchas
veces, enseñándola esta capa, le decía con tal pretexto: «Esposa mía,
_aprietas_[456] demasiado los hilos.»
UN ESCLAVO.
ESTREPSIADES.
¡Ay de mí! ¿Por qué has encendido una lámpara tan bebedora? Acércate
para que te haga llorar.
EL ESCLAVO.
ESTREPSIADES.
Por haber puesto una mecha muy gorda... Después, cuando nos nació este
hijo, disputamos mi buena mujer y yo acerca del nombre que habríamos
de ponerle. Ella le posponía a todos los nombres el de caballo,
queriendo que se llamase Jantipo, Caripo o Calípides[457]. Yo le
llamaba Fidónides[458], como su abuelo. Tras largo debate, adoptamos,
por fin, un término medio y le llamamos Fidípides[459]. Su madre,
tomándole en brazos, solía decirle entre caricias: «¡Cuándo te veré,
hecho un hombre, venir a la ciudad, ricamente vestido y dirigiendo tu
carro, como tu abuelo Megacles...!» Y yo le decía: «¡Cuándo te veré,
vestido de pieles, traer las cabras del Feleo[460] como tu padre...!»
Pero nunca hizo caso de mis palabras. Y su afición a los caballos[461]
me ha perdido. Después de haber meditado toda la noche, he encontrado
un maravilloso expediente, que me salvará si consigo persuadir a
mi hijo. Mas, antes de todo, quiero despertarle. ¿Cómo haré para
despertarlo dulcemente? ¿Cómo? ¡Fidípides, querido Fidípides![462].
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Por favor, no me recuerdes nunca a ese domador de caballos; es la causa
de todos mis males. Si me amas de todo corazón, hijo mío, compláceme.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¿Y me obedecerás?
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
No lo haré, por Baco, aunque me dieses todos los faisanes que cría
Leógoras[466].
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Y ¿qué aprenderé?
ESTREPSIADES.
Dicen que enseñan dos clases de discursos: uno justo, cualquiera que
sea, y otro injusto[467]; con el segundo de estos afirman que pueden
ganar hasta las causas más inicuas. Por tanto, si aprendes el discurso
injusto, no pagaré ni un óbolo[468] de las deudas que tengo por tu
causa.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
* * * * *
ESTREPSIADES.
UN DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
¡Por Júpiter! Campesino habías de ser para golpear tan brutalmente la
puerta y hacerme abortar[473] un pensamiento que había concebido.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
Y ¿cómo ha podido?...
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
Investigan las cosas subterráneas.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
No, todavía no: que estén aquí; tengo que comunicarles un asuntillo mío.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
Esa es la astronomía.
ESTREPSIADES.
¿Y esta?
EL DISCÍPULO.
La geometría.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
Helos aquí; y mira también la Eubea, que, como ves, es muy larga.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
Él.
ESTREPSIADES.
¿Quién es él?
EL DISCÍPULO.
Sócrates.
ESTREPSIADES.
EL DISCÍPULO.
ESTREPSIADES.
¡Sócrates! ¡Sócrates!
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Me ha arruinado la enfermedad de los caballos, cuya voracidad es
espantosa. Mas enséñame uno de tus dos discursos, aquel que sirve para
no pagar. Sea cual fuere el salario que me pidas, juro por los dioses
que te lo he de satisfacer.
SÓCRATES.
¿Por qué dioses juras? En primer lugar, es preciso que sepas que los
dioses no son ya moneda corriente entre nosotros.
ESTREPSIADES.
¿Pues por quién juráis? Acaso por las monedas de hierro, como en
Bizancio.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Mucho más.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Ya estoy sentado.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Llegarás a ser un molino de palabras, un verdadero cascabel, fino como
la flor de la harina: pero no te muevas.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
No, todavía no, hasta que me cubra la cabeza con el manto doblado, no
sea que me moje. ¡Pobre de mí! haber salido de casa sin mi montera de
piel de perro.
SÓCRATES.
* * * * *
CORO DE NUBES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
CORO.
ESTREPSIADES.
¡Por Júpiter! Sócrates, dime: ¿Quiénes son aquellas mujeres que han
cantado con tanta majestad? ¿Son algunas heroínas?
SÓCRATES.
No; estas son las celestes Nubes, grandes diosas de los hombres
ociosos; que nos dan el pensamiento, la palabra y la inteligencia, el
charlatanismo, la locuacidad, la astucia y la comprensión.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Mira hacia aquel lado, hacia el monte Parneto. Yo las veo descender con
lentitud.
ESTREPSIADES.
¿Dónde? Enséñame.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Ahora las verás perfectamente si no tienes telarañas en los ojos[493].
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¿Por eso cantan en sus versos el ímpetu veloz de las húmedas Nubes que
lanzan deslumbradores relámpagos, los cabellos erizados de Tifón, el de
las cien cabezas, y las tempestades furiosas como aves de rapiña, que
vuelan por el éter, nadando por el aire y los torrentes de lluvia que
derraman las Nubes?[494] Y en premio de estos versos se comen los más
grandes peces y la carne delicada de los tordos.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Pero dime, si en realidad son Nubes, ¿en qué consiste que parecen
mujeres y sin embargo no lo son?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
¿No has visto alguna vez, mirando al cielo, una Nube parecida a un
centauro, a un leopardo, a un lobo o a un toro?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Por eso es que ayer al distinguir a Cleónimo, que arrojó su escudo para
huir, al verle tan cobarde se cambiaron en ciervos.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Es que ellas son las únicas diosas; todas las demás son pura ficción.
ESTREPSIADES.
ESTREPSIADES.
¿Qué estas diciendo? ¿Pues quién hace llover? Demuéstrame esto antes de
todo.
SÓCRATES.
Ellas: y voy a demostrarlo con grandes razones. ¿Has visto alguna vez
que Júpiter haga llover sin Nubes? Si fuese él, sería necesario que
lloviese estando el cielo sereno y después de haberlas disipado.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
¿No me has oído decir que cuando las Nubes llenas de agua caen unas
sobre otras producen ese fragor a causa de su densidad?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Observando lo que a ti mismo te sucede, como voy a demostrarte. Cuando
en las Panateneas[497] cenas tanto que se te desarregla el vientre, ¿no
has notado que este produce de repente algunos ruidos?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Considera el gran ruido que haces con tu pequeño vientre; ¿será, pues,
inverosímil el que el aire inmenso truene con estrepitoso fragor? Por
eso las palabras _trueno_ y _ventosidad_ son semejantes.
ESTREPSIADES.
Pero dime: ¿de dónde provendrá el rayo resplandeciente que a unos los
reduce a cenizas y a otros los toca sin matarlos? Evidentemente Júpiter
es quien lo lanza contra los perjuros.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
No lo sé, pero me parece que discurres bien. Mas dime: ¿qué es el rayo?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
¡Oh dioses! Lo que os pido es lo menos que puede pedirse; haced tan
solo que sea el más elocuente de los griegos.
CORO.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
CORO.
Este hombre tiene una voluntad pronta y valiente. Ten entendido que la
ciencia que te vamos a enseñar te hará conseguir tal gloria entre los
mortales que te levantará hasta el cielo.
ESTREPSIADES.
Y ¿qué me sucederá?
CORO.
ESTREPSIADES.
CORO.
SÓCRATES.
Ea, dime qué clase de carácter tienes, para que, una vez conocido,
pueda dirigir contra él nuevas máquinas.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Entonces, ¿cómo podrás aprender?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Dime solo una cosa. Si soy muy aplicado y estudio con grande afán, ¿a
cuál de tus discípulos me pareceré?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
ESTREPSIADES.
Dame antes una torta de miel, porque, al entrar ahí, siento tanto miedo
como si bajase a la cueva de Trofonio[500].
SÓCRATES.
CORO.
Marcha regocijado, sin que disminuya tu valor por eso. Ojalá tenga
feliz éxito la empresa de este hombre, que en edad provecta ilustra su
inteligencia con ideas nuevas y cultiva la sabiduría[501].
CORO.
SEMICORO.
CORO.
* * * * *
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Heme aquí.
SÓCRATES.
Ea, dime: ¿cuál de las cosas que ignoras quieres aprender primero: los
versos, la medida o el ritmo?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Pues dilo.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¿Cómo es eso?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Verdad es lo que dices, por Neptuno. Mas ¿de qué modo llamaré a la
hembra?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Faisana. Tienes razón, por el Aire. Solo por eso he de llenar de trigo
tu troj[525].
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¡_Troja_!
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Conozco perfectamente los que son femeninos.
SÓCRATES.
Di algunos.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¿Qué hago?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Eso es imposible.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
¿Tienes algo?
ESTREPSIADES.
Nada tengo.
SÓCRATES.
¿Nada absolutamente?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¿No lo has oído mil veces? Quisiera hallar el medio de no pagar los
intereses a ningún usurero.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¡Ay de mí!
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Manifiéstalo.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
¿Cómo?
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
¿Cuál?
ESTREPSIADES.
¿Has visto alguna vez en la tienda de los droguistas una piedra hermosa
y diáfana, que sirve para encender fuego?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Del mismo.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¿Qué?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Veamos.
ESTREPSIADES.
Cuando no quedase por sentenciar más que un pleito antes del mío,
correría a ahorcarme.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
Veamos: ¿qué era lo primero? ¿qué era lo primero?... ¿qué era aquello
en que guardábamos el trigo?... ¡Ay de mí! ¿qué era?
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
¡Ah desdichado! ¿Qué será de mí? Soy perdido, por no haber aprendido a
manejar bien la lengua. Vosotras, oh Nubes, dadme algún buen consejo.
CORO.
ESTREPSIADES.
Tengo un hijo bueno y hermoso; pero no quiere estudiar. ¿Qué haré?
CORO.
ESTREPSIADES.
CORO.
* * * * *
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Es cierto.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Pues quién?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Tan adelante has ido en tu locura que das crédito a esos atrabiliarios?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¡Ah! ¿Qué haré? Mi padre está loco. ¿Le argüiré de demencia en los
tribunales, o noticiaré su enfermedad a los confeccionadores de ataúdes?
ESTREPSIADES.
Faisán.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Faisán.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Faisana dices? ¿Esas son las grandes cosas que has aprendido de los
hijos de la Tierra?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
* * * * *
CORO.
* * * * *
EL RAZONAMIENTO JUSTO[536].
EL RAZONAMIENTO INJUSTO.
Sea como gustes; al fin te derrotaré con más facilidad hablando ante la
multitud.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
Un razonamiento.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
Yo te derrotaré vergonzosamente.
EL INJUSTO.
¿Cómo?
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
¡Cómo! ¿Hasta ese extremo llega el mal? ¡Qué asco! Traedme una jofaina.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
¡Payaso!...
EL INJUSTO.
Me coronas de lirios.
EL JUSTO.
Y parricida.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
¡Qué desvergonzado!
EL INJUSTO.
¡Qué estúpido!
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
Tu suciedad me repugna.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
Claro está que sí, a no ser que quiera perderse y ejercitarse solo en
la charlatanería.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
CORO.
EL JUSTO.
Me place.
EL INJUSTO.
A mí también.
CORO.
EL INJUSTO.
CORO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
Sin embargo, esta fue la educación que formó a los héroes que pelearon
en Maratón. Tú en cambio les enseñas a envolverse en seguida en sus
vestidos; así es que me indigno, cuando, si les es necesario bailar en
las Panateneas, veo a algunos cubriéndose con el escudo, sin cuidarse
de Minerva. Por lo tanto, joven, decídete por mí sin vacilar; y
aprenderás a aborrecer los pleitos, a no acudir a los baños públicos,
a avergonzarte de las cosas torpes, a indignarte cuando se burlen de
ti, a ceder tu asiento a los ancianos que se te acerquen, a conducirte
bien con tus padres, y a no hacer nada deshonesto, porque debes de ser
la imagen del pudor; a no extasiarte ante las bailarinas, no sea que
mientras las miras como un papanatas, alguna meretriz te arroje su
manzana[543], con detrimento de tu reputación; a no contradecir a tu
padre, ni, burlándote de su vejez, recordar los defectos del que te ha
educado.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
CORO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
Y ¿dónde has visto baños fríos bajo la advocación de Hércules?[546] Sin
embargo, ¿quién era el más esforzado?
EL JUSTO.
Esas son las razones que los jóvenes tienen siempre en la boca, y
gracias a ellas los baños están llenos y desiertas las palestras.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
Y aunque sea un bardaje, ¿qué mal hay en ello?
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
A la de los bardajes[550].
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
A la de los bardajes.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
A la de los bardajes.
EL INJUSTO.
EL JUSTO.
Ya miro.
EL INJUSTO.
¿Qué ves?
EL JUSTO.
Por los dioses, veo que los más son bardajes. Este que yo conozco, ese,
y aquel de los largos cabellos.
EL INJUSTO.
(_Se retiran._)
* * * * *
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
FIDÍPIDES.
CORO.
* * * * *
ESTREPSIADES.
Aún faltan cinco días; después cuatro, tres, dos, y por último viene
luego a toda prisa el que más temo, detesto y abomino, el día treinta
del mes[552]. Todos mis acreedores hacen el depósito necesario para
entablar un pleito y juran arruinarme y perderme: sin embargo, mis
proposiciones son moderadas y justas. «Amigo mío, digo a cada uno, no
me exijas por ahora esta cantidad; dame prórroga para pagarte esta
otra; perdóname aquella.» Pero ellos dicen que así no cobrarán nunca,
me insultan llamándome injusto, y dicen que van a procesarme. ¡Que me
procesen! Poco me importa si Fidípides aprende el arte de hablar bien.
Pronto lo sabré; llamemos a la puerta de la escuela. ¡Esclavo! ¡Hola,
esclavo!
* * * * *
SÓCRATES.
Salud a Estrepsiades.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Lo ha aprendido.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
De modo que podré gritar en alta voz: «¡Ay de vosotros, usureros! ahora
pereceréis con vuestro capital y los intereses de los intereses; no me
vejaréis más, porque en esa escuela se educa un hijo mío, armado de
una lengua de dos filos, que será mi defensor, el salvador de mi casa,
el azote de mis enemigos, el que libertará a su padre de infinitos
cuidados y molestias.» Llámale pronto afuera. ¡Hijo mío, hijo mío! ¡Sal
de la casa! ¡Atiende a tu padre!
SÓCRATES.
Helo aquí.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
Parte, y llévatelo.
(_Sócrates entra en su casa._)
* * * * *
ESTREPSIADES.
¡Oh, hijo mío! ¡Ah! ¡Ah! ¡Cuánto me alegro al ver tu color! Tu rostro
indica que estás dispuesto primero a negar, después a contradecir,
y que te es muy familiar esta frase: «¿Qué dices tú?» y el fingirte
injuriado, cuando injurias y maltratas a los demás. Hasta en tu
semblante brilla la mirada ática. Ahora date maña a salvarme, ya que me
has perdido.
FIDÍPIDES.
¿Qué te atemoriza?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Pues perderán los depositantes; porque un día no puede ser dos días.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Cómo? A menos que la misma mujer pueda ser a un tiempo vieja y joven.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¿Cuál es su espíritu?
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Eso no tiene nada que ver con el día nuevo y viejo.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Preguntas por qué, fatuo? Con objeto de que los que hayan sido citados
tengan un día para arreglar amigablemente el asunto; y de lo contrario,
para que pueda reclamárseles en la mañana misma del novilunio.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
«¡Feliz Estrepsiades, cuán sabio eres, y qué hijo has educado!» Tales
serán las palabras de mis amigos y conciudadanos cuando me feliciten
por haber ganado mis pleitos con tu elocuencia. Pero entra, que antes
quiero darte una buena comida.
(_Entran en la casa._)
* * * * *
(_Sale Estrepsiades._)
ESTREPSIADES.
¿Quién es este?
PASIAS.
ESTREPSIADES.
Sed testigos de que ha indicado dos días a la vez. ¿Por qué me citas?
PASIAS.
Por las doce minas que te presté cuando compraste el caballo tordo.
ESTREPSIADES.
¿Un caballo? ¿No le oís todos vosotros que sabéis cuánto aborrezco la
equitación?
PASIAS.
ESTREPSIADES.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
¿Qué dioses?
PASIAS.
ESTREPSIADES.
Sin duda; y aun añadiré tres óbolos por el gusto de que me hagas
prestar juramento.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
¡Ah, te burlas!
ESTREPSIADES.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
Me estás dando risa con tus dioses. Júpiter, por quien juras, excita la
hilaridad de las personas ilustradas.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
(_Entra en su casa._)
PASIAS.
EL TESTIGO.
ESTREPSIADES.
PASIAS.
ESTREPSIADES.
PASIAS.
¿Conque no me pagarás?
ESTREPSIADES.
Me voy. Mas ten presente que o me muero, o hago el depósito legal para
demandarte.
ESTREPSIADES.
Será una nueva pérdida que tendrás que añadir a la de las doce minas.
De todas maneras, siento que te suceda eso por haber llamado neciamente
_troj_ a la _troja_.
* * * * *
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
¡Oh, triste suerte mía! ¡Oh fortuna, que has roto las ruedas de mis
carros! ¡Oh Palas, tú me has perdido![559]
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
No te burles de mí, amigo mío; manda más bien a tu hijo que me devuelva
el dinero que me debe, hoy principalmente que estoy en la desgracia.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
¿Por qué?
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
Dime: cuando llueve ¿crees tú que Júpiter hace siempre caer agua nueva,
o bien que es la misma suspendida en el aire por el calor del sol?
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
Muy bien dicho. Pero contesta: ¿crees tú que el mar es ahora más grande
que antes?
AMINIAS.
No, por Júpiter, siempre es igual: porque el mar no puede aumentarse.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
AMINIAS.
ESTREPSIADES.
* * * * *
CORO.
¡Lo que es aficionarse a las malas obras! Este viejo, que las ama con
pasión, quiere defraudar a sus acreedores el dinero que le prestaron;
pero es imposible que hoy no le sobrevenga alguna desgracia, y que
este sofista, en castigo de sus tramas, no sea víctima de algún mal
imprevisto. Creo que muy pronto conseguirá lo que deseaba, y su hijo
sabrá oponer hábiles argumentos contra la justicia, y vencerá a todos
sus adversarios aun cuando defienda las peores causas. Pero quizá
llegue a desear que su hijo sea mudo.
* * * * *
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Sin duda.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Dime otra vez esas injurias, y añade otras; ¿sabes que tengo el mayor
gusto en escucharlas?
ESTREPSIADES.
¡Infame!
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Maltratas a tu padre.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¿Que me convencerás?
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¿Cuáles razonamientos?
FIDÍPIDES.
El fuerte o el débil.
ESTREPSIADES.
A la verdad, querido mío, daré por bien empleados mis afanes para
enseñarte a contradecir la justicia, si consigues persuadirme que es
bueno y justo que los hijos golpeen a sus padres.
FIDÍPIDES.
Pues creo que te persuadiré de tal manera, que en cuanto me hayas oído
no tendrás nada que replicarme.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
Os diré cómo comenzó nuestra reyerta. Después que hubimos comido, como
sabéis, le mandé en primer lugar tomar su lira y cantar la canción de
Simónides «Cuando el carnero fue trasquilado.» Y en seguida me replicó
que era una necedad cantar de sobremesa acompañado de la cítara, como
una mujer ocupada en moler trigo.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Ahora no hace más que repetir lo que me dijo en casa: también aseguró
que Simónides era un mal poeta. Me contuve al principio, aunque
con trabajo, y le mandé que, tomando la rama de mirto, me recitase
algún trozo de Esquilo. «¡Está muy bien! me contestó; precisamente
yo considero a Esquilo el primero de nuestros poetas, como que es
desordenado, enfático, estrepitoso y desigual.» Con estas palabras,
considerad como estaría mi corazón; pero reprimiendo la ira, le dije:
«Ea, recita si no, algunos pasajes de los poetas modernos que son los
más doctos.» Y en seguida cantó un fragmento de Eurípides, en el que un
hermano ¡justo cielo! viola a su hermana de madre[562]. Entonces yo no
pude contenerme y le dirigí los más terribles insultos, y después, como
suele suceder, acumulamos injurias sobre injurias; y por último, este
se lanza sobre mí, me golpea, me maltrata, me sofoca y me mata.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¡El doctísimo! ¡Ah!... ¿Cómo diré yo? Pero seré de nuevo maltratado.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
¡Justísimamente, desvergonzado! ¡A mí que te he educado con tanto
cariño, que adivinaba los deseos que manifestabas con voz todavía
balbuceante! Si decías «brin», te comprendía, y te daba al punto de
beber. Si decías «manman», en seguida te traía pan. Apenas habías
dicho «caccan», te sacaba fuera y te sostenía para que hicieras tus
necesidades[563]. Ahora, aunque yo clame y grite, es bien seguro,
bribón, que no me sacarás fuera, ni me sostendrás. Al contrario, me
sofocas y me obligas a desahogarme aquí mismo.
CORO.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
Dime, ¿no será justo que ahora mire yo igualmente por tu bien, y te
pegue, puesto que el pegar a uno es mirar por su bien? ¿Es razonable
que tu cuerpo esté exento de palos y el mío no? ¿No nací yo de tan
libre condición como tú? Lloran los hijos, y ¿no han de llorar los
padres? ¿Crees que los padres no deben llorar?
ESTREPSIADES.
¿Por qué?
FIDÍPIDES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
¿Por qué?
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
En verdad, amigos míos, voy creyendo que tiene razón, y que se les debe
conceder lo que es equitativo. Justo es que seamos castigados si no
andamos derechos.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
CORO.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
Sí.
FIDÍPIDES.
ESTREPSIADES.
FIDÍPIDES.
(_Se va._)
ESTREPSIADES.
¡Funesto delirio! ¡Qué necio fui al negar los dioses, persuadido por
Sócrates! Pero, queridísimo Mercurio, no te encolerices conmigo: no me
aniquiles; perdona a un pobre hombre fascinado por la charlatanería de
los sofistas; sé mi consejero: ¿qué te parece? ¿entablaré contra ellos
un proceso o adoptaré otra resolución?... ¡Excelente consejo![568]
Dices que no espere la tardía determinación de una sentencia e incendie
cuanto antes la casa de esos habladores. ¡Hola, Jantias! ven acá, trae
una escalera y un azadón, sube en seguida al tejado de la escuela; y si
amas a tu dueño, sacude de firme hasta que el techo se desplome sobre
los habitantes. Dadme también una antorcha encendida; quiero vengarme
de esos infames a pesar de toda su arrogancia.
DISCÍPULO PRIMERO.
¡Ay! ¡Ay!
ESTREPSIADES.
DISCÍPULO PRIMERO.
ESTREPSIADES.
DISCÍPULO SEGUNDO.
ESTREPSIADES.
DISCÍPULO SEGUNDO.
No quiero otra cosa, con tal que el azadón no defraude mis esperanzas o
que antes no me desnuque cayéndome de lo alto.
SÓCRATES.
ESTREPSIADES.
SÓCRATES.
QUEREFONTE.[569]
ESTREPSIADES.
CORO.
ÍNDICE
Págs.
Introducción. 1
Los Acarnienses. 21
NOTAS
[1] Está en prensa para esta biblioteca.
[10] POYARD. _Aristophane_, trad. nouvelle, 6.e éd. París, 1878, pág.
11.
[14] MÜLLER (obra citada, pág. 385) apoya esta noticia en el testimonio
de Aristófanes, _Los Acarnienses_, v. 652, y de Küster, _Aristoph._,
pág. 14, y Teágenes en los escolios a la _Apología_ de Platón, pág. 93,
8 (311, Becker).
[21] Otros creen que viene de κώμη, en cuyo caso _Comedia_ significaría
_canto de aldea_.
[23] Schlegel.
[24]
[56] Las asambleas ordinarias (κύριαι) tenían lugar los días once,
veinte y treinta de cada mes. A las extraordinarias (συγκλήτοι) se
convocaba cuando había asuntos urgentes e interesantes.
[60] Los asientos del Pnix eran de piedra (V. _Los Caballeros_, 734);
pero debía de haber algunos de madera, cuya posesión se disputaban los
pritáneos por ser sin duda más distinguidos y cómodos.
[67] Los pavos reales eran muy raros entonces en Atenas y se exponían
todos los meses a la curiosidad pública. Tal vez los embajadores se
presentarían en escena con plumas de pavo real, lo cual explica la
exclamación de Diceópolis.
[84] Rey de Tracia, aliado de Atenas y muy poderoso. Murió algunos años
después de la representación de _Los Acarnienses_ en una expedición
contra los Tríbalos. (Véase TUCID., II, 368, 369; IV, 101.)
[91] Los ajos les hacían más terribles en el combate, como a los
gallos, a quienes se obligaba a comerlos antes de entrar en riña.
[92] La Asamblea se disolvía cuando se manifestaba algún augurio
desfavorable.
[105] Sin duda se corría en escena peligro de ser robado. (V. _La Paz_,
734.)
[112] Cleón había sido curtidor. Los caballeros eran sus más acérrimos
enemigos.
[115] Alusión a _Los Babilonios_. Cleón, que era muy mal tratado en
esta comedia, acusó a Calístrato de haber injuriado en ella a los
principales magistrados de Atenas, con la circunstancia agravante
de haberlo hecho en presencia de los muchos extranjeros que, por
haberse puesto en escena durante las Dionisíacas, asistieron a la
representación.
[116] Poeta lírico y trágico que escogía para sus dramas los asuntos
más terribles, sin saber sacar partido de ellos; el éxito de sus piezas
lo fiaba mucho en las extrañas máscaras que daba a sus personajes.
Tal vez el erizado casco de Plutón, de que habla Aristófanes, es una
alusión a la crespa y abundante cabellera que cubría el ardiente cráneo
del melenudo poeta, o quizá a alguna de las piezas del mismo, en que
Perseo se presentaba cubierto del _casco infernal_, para cortar la
cabeza de Medusa. (V. SUIDAS, Αἴδος κυνῆ.)
[120] Estas palabras envuelven quizá una censura a Eurípides por haber
dado gran importancia en sus tragedias a los papeles de esclavo, lo
cual debió escandalizar a los clasicistas de su tiempo.
[122] Como los dioses y los héroes, que aparecían en escena por medio
de la máquina llamada _ekkyklema_, de donde vino el haberse hecho
proverbial el _Deus ex machina_. En _Las Fiestas de Ceres_, Agatón se
presenta con igual aparato.
[154] Lit.: _de tres cucos_. Alude quizá a alguna elección hecha por
sorpresa.
[172] Alcibíades.
[182] _Diocles_ era un héroe por el cual juraban los megarenses como en
otros pueblos por Hércules o los Dioscuros. En su honor se celebraban
juegos llamados _Dioclenses_.
[191] Diceópolis.
[195] Los poetas latinos usan también esta perífrasis para indicar el
mal olor vulgarmente llamado a sobaquina.
[199] _Osseis tibiis inflate canis culum_. Las flautas a que alude eran
parecidas a nuestras gaitas gallegas.
[208] Juramento muy usado por los espartanos, entre los cuales Cástor y
Pólux recibían culto especial. (V. _La Paz_, 214, 285; _Lisíst._, 81,
86.)
[217] Lit.: _alebant me fume bovino_; para significar que los abonos
constituyen una parte muy principal de la riqueza agrícola.
[220] Dábase este nombre al mozo que acompañaba al recién casado cuando
se dirigía a su casa con su esposa.
[221] Τὸ πέος.
[227] Que solía dar un gran festín para celebrar la fiesta del dios.
[249] _Le Théâtre des Grecs_. París, 1749. Tom. VI, p. 295.
[265] Lit. _Culus est Chaoniæ, manus utraque Ætoliæ, mens vero in tribu
Clopidum_.
[267] Se cree que era la copa que se bebía al fin de la comida. Otros
suponen que era la primera.
[268] Comarca del Asia menor, junto a Esmirna, célebre por sus vinos.
[319] Poeta cómico, al principio muy del gusto de los atenienses, que
premiaron sus piezas once veces. Aristófanes enumera algunas de sus
comedias. ATENEO (XV, 690, c.) cita _Los Citaristas_, _Los Cínifes_ y
_Los Lidios_.
[325] Poeta cómico. Principió por ser actor y representar las obras
de Cratino. El Escoliasta asegura que compraba los votos de los
espectadores.
[343] _Pepedit_.
[358] Salario de los jueces. Ya hemos visto que era uno de los medios
empleados por Cleón para sostener su influencia.
[361] Lit. «Comes las tortas de Aquiles», frase proverbial para indicar
una alimentación exquisita.
[366] Destierro por algunos años que se solía decretar contra los
ciudadanos cuyo poder e influencia inspiraba temor a la recelosa
democracia ateniense.
[368] Uno de los Escoliastas dice que este _Grito_ era un constante
parroquiano de los lupanares y burdeles, condenado a muerte por Cleón.
Sin embargo, lo probable es que no sea un personaje real. Quizá es un
nombre imaginario, formado de γρῦ, _porquería de las uñas_, inventado
por Aristófanes para hacer ridícula la importancia de la pretendida
corrección de costumbres que pondera Cleón.
[371] Las túnicas con mangas solo las usaban los _cinœdi_ y _pueri
meritorii_, y los actores: ¿habrá en la promesa de Cleón alguna alusión
satírica al pueblo ateniense? (Vid. WINCKELMANN, _obra citada_, tom. I,
pág. 546.)
[404] Cleón.
[407] Sobre la facilidad con que el pueblo ateniense era engañado por
los oradores, véase en Tucídides el discurso de Cleón (lib. III, 38).
[411] Los griegos no solían beber el vino puro, sino mezclado con agua.
[419] Los tres primeros versos de este coro están tomados literalmente
de Píndaro.
[421] Músico muy estimado por los atenienses. Sobre el modo Ortio,
véase la nota al v. 16 de _Los Acarnienses_.
[432] Los jueces emitían sus votos por medio de conchas. Esta es la
etimología de _ostracismo_.
[443] Véase sobre _Las Nubes_, y la multitud de trabajos a que han dado
lugar, MÜLLER, _Hist. de la litt. grecque_, t. II.
[444] Sin duda por el temor de que evitasen los malos tratamientos
pasando al campo enemigo. En _La Paz_ (verso 454) se indica esto
mismo con más claridad. La guerra a que alude Aristófanes es la del
Peloponeso.
[451] Se cree que bajo este nombre Aristófanes alude a Aminias, hijo
de Pronapos, autor de un decreto que prohibía a los poetas cómicos
burlarse de los magistrados.
[455] Nos valemos de este rodeo para traducir las palabras Κωλιάδος y
Γενετυλλίδος. Ambos son sobrenombres de Venus, tomados, el primero del
promontorio Colias, sobre el cual tenía un templo; y el segundo del
acto de la generación. Bajo el primero se oculta un equívoco obsceno
que autoriza más nuestra versión.
[479] Alude al mal aspecto que estos debieron presentar a causa del
hambre sufrida durante el sitio de aquella ciudad. Vid. _Caballeros_,
_passim._ TUCÍDIDES, IV, 15, 29-38.
[491] Empleamos este adjetivo, que tal vez parecerá demasiado poético,
porque ningún otro traduce con tanta exactitud el ὀμβροφόροι del
original.
[494] Parodia del estilo hinchado e incoherente que solían emplear los
malos poetas ditirámbicos.
[495] Sofista de grande ingenio muy elogiado por su alegoría del Vicio
y la Virtud disputándose el alma de Hércules. Jenofonte (_Memorias
de Sócrates_, lib. II) hace de ella una magnífica exposición, y San
Basilio habla de él con mucho aprecio recomendando a los jóvenes su
lectura.
[499] El que penetraba en una casa para buscar un objeto que le había
sido robado y que suponía se hallaba escondido, debía, para evitar
fraude, despojarse de sus vestidos.
[503] Uno de estos fue _Amipsias_, del cual nos ha conservado Diógenes
Laercio algunos versos (_Vida de Sóc._, 9).
[505] Era necesario tener treinta o cuarenta años de edad para poder
presentar comedias en el teatro. Los autores que no los tenían las
presentaban con el nombre de otro.
[539] Esta postura era muy indecente entre los griegos. Su prohibición
a los niños debía obedecer a motivos análogos al de la anterior.
[541] Alude a una moda antigua de Atenas, que consistía en sujetar los
cabellos con una cigarra de oro.
[544] Eran tres, tan notables por su estupidez, que fueron objeto de la
burla de los poetas cómicos.
[545] _Penem_.
[547] Peleo recibió una espada de los dioses cuando fue expuesto sin
armas al furor de las fieras, a causa de la calumnia de Hipólita.
[550] Ἐξ εὐρυπρώκτων.
[551] Para apagar las antorchas a cuya luz era conducida la novia a
casa de su marido.
[556] El congio (χοῦς) era una medida de capacidad que contenía doce
cótilas. La cótila equivale a 27 centilitros.
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