MANDATO

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 21

Capítulo 10

Mandato
I. Concepto

El nuevo ordenamiento, siguiendo los códigos modernos, separa adecuadamente


el instituto de la representación, del contrato de mandato. Así, la representación es
tratada dentro de las reglas generales de los actos jurídicos (arts. 358-381 del Código
Civil y Comercial).
En el Código Civil derogado, los conceptos de contrato de mandato se
confunden con el poder y la representación, lo que es superado por el Código Civil y
Comercial.
Dice el artículo 1319 del Código unificado que “Hay contrato de mandato
cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en interés de otra”.
Es decir, que lo que tipifica al contrato de mandato es que una parte, llamada
mandatario, se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en interés de otra, llamada
mandante.
El objeto sobre el que recae el contrato tiene que ser un acto jurídico (civil o
comercial) y no simples hechos, sino actos voluntarios lícitos que tengan por fin
inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas
(art. 259 del Código Civil y Comercial).
La definición mejora con creces a su antecesora, visto que distingue el contrato
de mandato, del poder y de la representación.
En efecto, el poder es un acto jurídico unilateral –autorización– que el
representado da a su representante para que en su nombre realice uno o más actos
jurídicos. Siempre es un acto unilateral y recepticio. Es el sustrato material, si se quiere,
donde se apoya el contrato de mandato representativo. Es lo que acredita la existencia
del mandato con representación frente a los terceros con quien contrata el mandatario.
En cambio, el mandato es un contrato y, por eso, es siempre bilateral. En principio,
regula las relaciones internas entre mandante y mandatario, y entre ellos y los terceros
con quienes se celebra el negocio jurídico. En cambio el poder, soporte material de la
representación, al igual que esta, se limitan a regular las relaciones externas entre el
representante y los terceros con los que contrata.
La definición vigente deja de lado la noción de representación como propia de la
figura del mandato, en tanto concibe que pueda haber mandato sin representación. En su
caso, dependerá de que quien realice los actos jurídicos en interés del mandante, lo haga
en nombre del mandante (teniendo su representación), o en nombre propio (sin
representación).
El contrato de mandato requiere de la conformidad de ambas partes. No
obstante, destaca el legislador que puede ser conferido y aceptado expresa o
tácitamente; “si una persona sabe que alguien está haciendo algo en su interés y no lo
impide, pudiendo hacerlo, se entiende que ha conferido tácitamente mandato. La
ejecución del mandato implica su aceptación aun sin mediar declaración expresa sobre
ella”.
El mandato tácito debe resultar de hechos o actos que lo presupongan, o
autoricen a presumirlo y, además, puede serlo en inacción o silencio del mandante, al no
impedir, pudiendo hacerlo, lo que sabe que otro está haciendo en su interés. 1

1
Junyent Bas, F. A. y Garzino, M. C. (2015). El contrato de mandato en el Código Civil y Comercial. En
R. S. Stiglitz. (dir.), Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos en particular. Suplemento
En cuanto al mandato tácito, la norma regula dos supuestos: a) su otorgamiento,
cuando el mandante no se opone, pudiendo hacerlo, a que otro realice algo en su interés;
b) su aceptación, cuando el mandatario ejecuta el mandato aun sin mediar declaración
expresa sobre ella.
Se dice que el otorgamiento tácito es una aplicación del silencio como
manifestación de la voluntad (art. 263 del Código Civil y Comercial), precepto en el que
excepcionalmente se atribuye efecto jurídico “en los casos en que haya un deber de
expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y
prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes”. En
este caso, el efecto del silencio se origina en la disposición de la ley. Por su parte, la
aceptación tácita es un caso de manifestación tácita de la voluntad regulada en el
artículo 264 del Código Civil y Comercial, que dispone que “la manifestación tácita de
la voluntad resulta de los actos por los cuales se la puede conocer por certidumbre”.2

II. Caracteres

Los caracteres del contrato de mandato son los siguientes:


1) Típico: se encuentra expresamente regulado en el Código Civil y
Comercial de la Nación.
2) Nominado: posee nomen iuris, es decir, denomación legal.
3) Consensual: se perfecciona con el acuerdo de las partes en los
elementos esenciales que hacen a la naturaleza y estructura del contrato
(ejecución de actos jurídicos y pago de precio).
4) Bilateral: implica obligaciones recíprocas para ambas partes. A la
obligación de ejecutar el acto jurídico le sigue el pago del precio.
5) Oneroso: porque es bilateral, y porque las ventajas que obtiene
una parte no es sino a cambio del sacrificio que se obliga a realizar.
6) Conmutativo: las partes conocen las ventajas y sacrificios, como
las ganancias y pérdidas que obtendrán del contrato, desde el momento de su
celebración.
7) No formal: en principio, la ley no sujeta al contrato de mandato a
ningún tipo de solemnidad determinada, por lo que se puede probar por
cualquier medio de prueba.
8) Función socio-económica: se trata de un contrato cuya finalidad
es de colaboración y cooperación.
9) Intuitu personae: en principio, las obligaciones del mandatario
serían no fungibles.

III. Comparación con otras figuras

1. Contrato de corretaje

El artículo 1345 del Código Civil y Comercial indica que hay corretaje cuando
una persona, denominada corredor, se obliga ante otra a mediar en la negociación de
uno o varios negocios, sin tener relación de dependencia o representación con ninguna
de las partes.
En el corretaje no hay representación. Es decir, el corredor no actúa en nombre

especial. Buenos Aires: La Ley, p. 129.


2
Alterini, J. H. (2015). Código Civil y Comercial comentado. Tratado exegético: Tomo VI. Buenos Aires:
La Ley, pp. 722-723.
ni por cuenta de otra persona. Tampoco realiza un acto jurídico en interés de otro. En el
corretaje el corredor es un intermediario, cuya función es acercar a las partes interesadas
en concertar un negocio jurídico.

2. Contrato de servicios y de obra

El contrato, al ser un contrato de colaboración y cooperación, donde se requiere


el servicio de otro para realizar un trabajo, puede presentar rasgos comunes y
similitudes con el contrato de obra y servicios. La diferencia radica en el objeto del
contrato de mandato que recae sobre actos jurídicos, en tanto que en el contrato de obra
y de servicios consisten en actos materiales.

3. Contrato de consignación

La comisión es una especie de mandato, pero se distingue de él, pues el


comisionista actúa en nombre propio y no como el mandatario que actúa a nombre de
mandante. La diferencia es externa, existe solo respecto al tercero con quien se celebra
el negocio. En el mandato hay representación. La relación de derecho se establece entre
el mandante y el tercero; el mandatario queda ajeno a la misma. En la comisión se crea
relación entre comisionista y tercero, no se crea relación de derecho entre el comitente y
el tercero. A su vez, la comisión solo puede referirse a negocios individualmente
determinados; en cambio, el mandato puede ser general o especial.

4. Gestión de negocios

En la gestión de negocios no hay contrato, por cuanto no existe acuerdo de


voluntades, sino un actuar espontáneo del gestor, aun cuando subsidiariamente se le
pueden aplicar sus reglas del mandato (art. 1790 del Código Civil y Comercial).

IV. Representación

Dice el artículo 1320 del Código Civil y Comercial que si el mandante confiere
poder para ser representado, le son aplicables las disposiciones de los artículos 362 y
siguientes del mismo cuerpo legal.
Aun cuando el mandato no confiera poder de representación, se aplican las
disposiciones citadas a las relaciones entre mandante y mandatario, en todo lo que no
resulten modificadas.
Hay representación cuando una persona, representante, sujeto de la declaración
de voluntad, ejecuta un acto jurídico en nombre de otra, de modo que el negocio se
considera celebrado por este último, y los derechos y las obligaciones emergentes del
acto celebrado por el representante pasan directamente al representado.3
En la representación, el representante actúa en nombre y por cuenta y orden del
representado, y lo hecho dentro de los límites de la representación, obligan al
representado como si él mismo hubiera celebrado el negocio (art. 359 del Código Civil
y Comercial).
La representación no consiste en un acto jurídico, sino en una situación jurídica.
El fenómeno que produce es que los actos celebrados por el representante en nombre
del representado, y en el marco de las facultades conferidas por la ley o por el acto de

3
Junyent Bas, F. A. y Garzino, M. C. (2015), op. cit., p. 130.
apoderamiento, se imputan directamente al representado y lo obligan con los terceros
con quien contrató el representante como si él mismo hubiera contratado.
La representación puede ser legal, voluntaria y orgánica (art. 358 del Código
Civil y Comercial). La que aquí interesa, y a la que hace referencia el artículo 1320 del
Código Civil y Comercial, es la representación voluntaria, aquella que tiene origen en
un acto jurídico, es decir, surge de la voluntad de las partes y no está impuesta por ley.
La representación es el producto de la cooperación humana. En ella se
evidencian dos elementos que forman parte de la noción de derecho subjetivo. La
voluntad y el interés. Cuando existe una separación entre ambos, la teoría de la
representación adquiere relevancia. Así, generalmente sucede que quien emite la
declaración de voluntad, es el sujeto del interés. No obstante, puede suceder que alguien
encargue a otro la realización de un acto. En este caso, quien declara la voluntad no es
el titular del interés. Se impone, entonces, la clásica distinción entre actuar en interés
propio, o por orden y cuenta ajena. Actuar por cuenta ajena significa satisfacer un
interés de otro. Ello puede suceder porque quien actúa en interés de otro contrata a su
nombre (hay representación), o porque quien actúa en interés de otro lo hace a nombre
propio (sin representación).
El contrato de mandato tiene que ver con satisfacer un interés de otro. Realizar
un acto jurídico para otro. Regula las relaciones entre el mandante (quien encarga la
realización del acto. Es el dueño del encargo) y el mandatario (quien obra en su interés).
Este actuar del mandatario puede ser hecho en nombre de su mandante, en cuyo caso
habrá representación y lo obligará directamente, toda vez que en razón de esta situación
jurídica los terceros entenderían contratar directamente con el dueño del encargo. O
podría contratar con los terceros en nombre propio pero en interés del mandante, en
cuyo caso no habrá representación, pero sí mandato. En este supuesto, los terceros
creerán contratar con el mandatario, pero en realidad el sujeto del interés seguiría siendo
el mandante.
En fin, en el mandato se puede actuar con o sin representación, invocando el
nombre del mandante o el suyo propio, pero siempre el acto jurídico que se realiza es en
interés del dominus. Si actúa en nombre e interés del mandante, será mandato con
representación, y el negocio obliga directamente al mandante frente a los terceros. Si
actúa en nombre propio pero en interés ajeno, habrá mandato sin representación, y el
negocio lo obliga directa y personalmente al mandatario frente a los terceros, que creen
contratar con él, permaneciendo el contrato de mandato oculto para estos, aunque válido
entre las partes (mandante y mandatario).
Es claro, entonces, que cuando el mandante encarga al mandatario realizar actos
jurídicos a su nombre, hay representación, por lo que corresponde aplicar las reglas
previstas en el Capítulo 8, Sección segunda y así también, aun cuando el mandato sea
sin representación, en todo lo que hace a las relaciones entre mandante y mandatario en
lo que no hayan sido modificadas por las partes.

V. Poder

El poder es una declaración unilateral de voluntad, de carácter abstracto y


recepticio, por el cual una persona capaz para otorgar un determinado acto jurídico
legitima a otra para que actúe por su cuenta y nombre. Se llama “poder” también al
instrumento que lo demuestra.4
El poder, o esta declaración unilateral de voluntad, se dirige a terceros para

4
Alterini, J. H. (2015), op. cit., p. 728.
notificarles que el representante actúa por su cuenta y orden; el efecto jurídico es la
eficacia directa, es decir, que los actos del representante se imputen al representado.5
El poder es unilateral, porque basta para su otorgamiento la voluntad de una sola
persona, el otorgante del poder, denominado poderdante. Es abstracto, en tanto admite
como causas posibles varias relaciones jurídicas diferentes, además del mandato. Es
recepticio, en tanto está dirigido al apoderado, para que este lo acepte y se disponga a
ejercerlo frente al tercero.
El apoderamiento debe otorgarse en la forma prescripta para el acto que el
representante debe realizar (art. 363 del Código Civil y Comercial). Así, si se trata de
constituir, transferir, extinguir o modificar derechos reales, deberá ser otorgado por
escritura pública (art. 1017 del Código Civil y Comercial). En cuanto a su extensión, el
poder puede ser otorgado en términos generales, y faculta al mandatario a realizar actos
propios de la administración ordinaria; o en forma expresa para los supuestos que
exceden los actos de administración (art. 375 del Código Civil y Comercial).

VI. Mandato sin representación

Dice el artículo 1321 del Código Civil y Comercial que si el mandante no otorga
poder de representación, el mandatario actúa en nombre propio pero en interés del
mandante, quien no queda obligado directamente respecto del tercero, ni este respecto
del mandante. El mandante puede subrogarse en las acciones que tiene el mandatario
contra el tercero, e igualmente el tercero en las acciones que puede ejercer el mandatario
contra el mandante.
Mandato sin representación, mandato oculto o mandato indirecto son formas de
referirse al mismo supuesto. Aquí, el mandatario sin poder –reflejo de la
representación– contrata con los terceros en su propio nombre, pero en interés del
mandante. En apariencia, los terceros creen estar contratando con el mandatario cuando,
en realidad, el sujeto del interés de ese negocio es el mandante.
El mandatario obra en nombre propio pero en interés ajeno, por ello las
relaciones internas generadas en el mandato no trascienden el plano externo, creyendo
los terceros contratar directamente con el mandatario.
Se dice que el mandatario que actúa en su propio nombre adquiere los derechos
y asume las obligaciones derivadas de los actos celebrados con los terceros, aunque
estos hayan tenido conocimiento del mandato. Estos terceros no tienen ninguna relación
con el mandante y viceversa, pero pueden, sustituyéndose al mandatario, ejercer los
derechos que este tiene contra el mandante, así como el mandante podría sustituirse en
los derechos que el mandatario tiene con los terceros.

VII. Objeto

El objeto debe recaer en uno o más actos jurídicos. Esto es, actos voluntarios
lícitos que tengan por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de
relaciones o situaciones jurídicas (art. 259 del Código Civil y Comercial).
La operación que se le encargue el mandatario debe estar determinada. Es decir,
la pluralidad de actos no debe afectar la determinación del objeto, ya que sin
determinación del encargo, el mandatario podría liberarse haciendo lo que quisiera,
desnaturalizándose la figura.
Según puede extraerse del artículo 358 del Código Civil y Comercial, en

5
Lorenzetti, R. L. (2007). Tratado de los Contratos: Tomo II. Santa Fe: Rubinzal Culzoni, p. 174.
principio, los actos jurídicos entre vivos pueden ser celebrados por medio de
representantes, excepto en los casos en que la ley exige que sean otorgados por el titular
del derecho. Es decir, aquellos considerados personalísimos, como contraer matrimonio,
ejercer la patria potestad, la tutela, ser designado apoyo de una persona con capacidad
restringida, etc.
Tampoco podría el mandatario otorgar disposiciones de última voluntad en
nombre del mandante, toda vez que también se trata de un acto personalísimo.
Es decir que, en principio, todos los actos entre vivos podrían ser realizados a
través de un mandatario, a excepción de aquellos que tengan carácter personalísimo.
Es claro que los actos imposibles, ilícitos, inmorales, o que se encuentran en
contra de las buenas costumbres, tampoco pueden ser objeto del contrato de mandato
por aplicación de las disposiciones generales al objeto de los actos jurídicos, y a los
contratos en general (arts. 279 y 1004 del Código Civil y Comercial).
En caso de que el contrato tenga por objeto un hecho ilícito, y ello es conocido y
querido por ambas partes, la sanción es la falta de acciones recíprocas. Así estaba
contemplado en el Código Civil derogado, y aunque hoy el legislador guarde silencio,
se entiende que es un mecanismo indirecto idóneo para incrementar el riesgo de la
operación y desalentarla. Por ejemplo, como sucede en la simulación (art. 335 del
Código Civil y Comercial).
La excepción estaría en el supuesto en que el mandatario no supiere o no tuviera
razón de saber que el mandato era ilícito (art. 365 del Código Civil y Comercial). En
igual sentido, el actuar en exceso o fuera de los límites del mandato no obliga al
mandante frente a los terceros con quien haya contratado el mandatario (arts. 366 y 376
de Código Civil y Comercial).

VIII. Capacidad

El artículo 1323 del Código Civil y Comercial establece que el mandato puede
ser conferido a una persona incapaz, pero esta puede oponer la nulidad del contrato si es
demandado por inejecución de las obligaciones o por rendición de cuentas, excepto la
acción de restitución de lo que se haya convertido en provecho suyo.
La nueva disposición recepta la gravitación que en el Código Civil derogado
tuvo la materia abordada. En fin, se prevé la posibilidad para el mandante de elegir
como mandatario a su sujeto incapaz de hecho o de ejercicio y, consecuentemente,
entablar una relación contractual anulable a pedido del incapaz, sus representantes o sus
sucesores.
El fundamento se encuentra en la representación. Es decir, que debe tratarse de
un mandato representativo, donde la persona del mandatario sea incapaz, en cuyo caso,
por aplicación de la figura de la representación, los actos realizados por el mandatario se
entienden realizados directamente por el mandante y lo obligan personalmente a él
frente a los terceros, por lo que la persona del mandatario es indiferente.
Ahora bien, como justamente el dueño del encargo es el sujeto capaz, quien
decide para realizarlo que lo represente una persona incapaz, la ley protege al
vulnerable y hace responsable al mandante por su elección al reconocerle la posibilidad
de repeler cualquier reclamo por inejecución de las obligaciones o rendición de cuentas.
No así, el enriquecimiento que haya obtenido el incapaz a partir del mandato. En este
punto, la ley le acuerda al mandante la posibilidad de pedir la restitución de lo que el
incapaz convirtió en su provecho.

IX. Forma y prueba del mandato y del poder


El artículo 1319 del Código Civil y Comercial señala que el mandato, como
contrato, puede celebrarse expresa o tácitamente. Así, cuando una persona sabe que
alguien está haciendo algo en su interés y no lo impide, pudiendo hacerlo, se entiende
que le ha conferido tácitamente un mandato. Asimismo, cuando se ejecuta el acto
jurídico encomendado, sin que medie aceptación expresa, se entiende que hubo
aceptación tácita.
En consecuencia, en cuanto a sus formas, puede decirse que, en principio, el
mandato no requiere formalidad alguna, pudiendo ser dado o aceptado de modo expreso
o tácito.
La representación aparente, regulada en el artículo 367 del Código Civil y
Comercial, es el principal campo de aplicación de la representación tácita.
No sucede lo mismo con el poder el que, en principio, deberá cumplir con la
formalidad necesaria para el acto que se quiera realizar (art. 363 del Código Civil y
Comercial). Por ejemplo, para aquellos actos que deben ser otorgados por escritura
pública (art. 1017 del Código Civil y Comercial), el poder debe seguir la misma
formalidad.
Asimismo, en atención a lo dispuesto por el artículo 374 del Código Civil y
Comercial, que habilita a los terceros para exigir que el representante suscriba y les
entregue copia firmada por él del instrumento del que resulta su representación,
pareciera que debe formalizarse por escrito.

IX. Pluralidad de mandantes y mandatarios

El artículo 1326 del Código Civil y Comercial dispone que “si el mandato se
confiere a varias personas sin estipular expresamente la forma o el orden de su
actuación, se entiende que pueden desempeñarse conjunta o separadamente”.
El legislador no previó una norma similar para el caso de que existan varios
mandantes, como establecía el derogado Código Civil.
Se regula la situación que se presenta con la existencia de pluralidad de
mandatarios. En caso de que en el contrato se haya previsto la forma y orden de
actuación, claramente se está a lo convenido. No obstante, ante el silencio o ausencia de
reglamentación, se establece que la actuación de los mandatarios puede ser conjunta o
separada, dejando de la lado la previsión contenida en el ordenamiento derogado, que
entendía que en caso de varios mandatarios, si nada se había dicho en el contrato, se
entendía que había sido hecho para ser aceptado por uno (art. 1899 del Código Civil
derogado).
Cuando el poder se otorga en forma conjunta, se entiende que los mandatarios
deben actuar en grupo, todos juntos y a la vez, es decir que, ante la ausencia de uno, el
poder resulta insuficiente. Si el poder se otorga en forma separada, se entiende que cada
mandatario puede actuar alternándose o no en representación del mandante.
El nuevo Código, en este punto, facilita y simplifica el cumplimiento del
encargo sin necesidad de fraccionar la gestoría, ni seguir un orden de prelación.6
En cuanto a la responsabilidad, toda vez que la solidaridad no se presume, se
entiende que son designados para actuar individualmente, salvo que expresamente se
haya establecido lo contrario (art. 828 del Código Civil y Comercial).
En caso de que existan varios mandantes para un único encargo, es decir, un
objeto indivisible por voluntad de las partes, es una obligación mancomunada

6
Alterini, J. H. (2015), op. cit., p. 757.
indivisible. Luego, es la naturaleza compacta del objeto la que provoca la concentración
y su asimilación a las obligaciones solidarias. En definitiva, lo que se persigue es darle
al mandatario mayor seguridad en el cobro del crédito imponiendo una solidaridad
legal. De allí los siguientes efectos:
a) los mandantes son solidariamente responsables frente al mandatario por el
pago del precio,
b) cada uno puede revocar el mandato en forma independiente,
c) la renuncia del mandatario debe ser comunicada a todos.7
La razón de ser se dijo que está en la naturaleza de la obligación mancomunada
indivisible, lo que habilita a cada mandante para actuar por sí mismo.
Ahora bien, frente a los terceros con quien contrata el mandatario, no
necesariamente este obliga solidariamente a los mandantes frente aquellos, sino cuando
el mandatario hubiese sido expresamente autorizado para obligarlos así.
En definitiva, frente a los terceros, la obligación que asumen los mandantes es
simplemente mancomunada, respondiendo cada uno separadamente, salvo:
a) autorización expresa dada al mandatario para obligarlos conjuntamente,
b) que el objeto de la obligación sea indivisible, lo que hace que funcione como
solidaria.8

X. Sustitución del mandato

Si bien el contrato de mandato es un negocio que se basa en la confianza, la ley


permite que el mandatario pueda sustituir en otra persona la ejecución del mandato,
siendo responsable de la elección del sustituto, excepto cuando lo haga por indicación
del mandante.
En caso de sustitución, el artículo 1327 del Código Civil y Comercial le
reconoce el mandante la acción directa contra el sustituto prevista en los artículos 736 y
siguientes del mismo cuerpo legal, pero no está obligado a pagarle la retribución si la
sustitución no era necesaria.
Se establece que el mandatario responde directamente por la actuación del
sustituto cuando no fue autorizado a sustituir, o cuando la sustitución fue innecesaria
para la ejecución de mandato.
Se entiende por sustitución el traspaso o delegación que un representante hace a
otra persona de su función.
El principio, como se dijo, es que el contrato de mandato se basa en la confianza,
y, al ser la persona del mandatario esencial para el mandante, la lógica sería que se
prohíba la sustitución. No obstante, el Código sienta el principio opuesto, y en los casos
en que no esté expresamente prohibido, se permite la sustitución. Y ello así, por cuanto
en definitiva el sustituto actúa bajo la responsabilidad del mandatario, por lo que este
sigue siendo la garantía del mandante, salvo que el sustituto haya sido elegido por el
propio mandante, en cuyo caso el mandatario no responde.
Sostiene Lorenzetti que aquí se armonizan dos principios de gran importancia.
El primero es el carácter intuitu personae del mandato y de la gestión representativa,
que opera restrictivamente respecto de la modificación subjetiva. No es habitual que
alguien que ha confiado en otro permita el cambio y, por ello, se mira habitualmente
con ojos desconfiados al mandatario que busca otro para que cumpla el cometido al que
él se ha obligado. El segundo principio, contrapuesto al primero, es la máxima
eficiencia de la representación. Ahora, dada la complejidad de las gestiones en el mundo
7
Lorenzetti, R. L. (2007), op. cit., p. 189.
8
Lorenzetti, R. L. (2007), op. cit., p. 190.
actual, es difícil que puedan cumplirse solitariamente. Luego, un excesivo apego al
carácter personalísimo del encargo traería consigo una disminución de la eficiencia de
la prestación.9
Sostienen Spota y Leiva Fernández que la materia puede aprehenderse desde tres
puntos de vista:
a) mediante la cesión de la posición contractual del mandatario al sustituto,
donde se le transmiten al cesionario-sustituto los derechos y obligaciones del cedente-
sustituido o parte sustituyente, con el consentimiento del mandante, que sería el cedido,
desapareciendo así de la escena jurídica el mandatario cedente,
b) en caso de novación subjetiva por delegación perfecta de las obligaciones del
mandatario sustituido al sustituto o delegado, con consentimiento del mandante
delegatario,
c) delegación imperfecta sin exonerarse al mandatario, perdurando en este
mandatario su posición jurídica como tal.10
Sea como fuere, el legislador autoriza a sustituir, y hace responsable
directamente al mandatario frente al mandante respecto de los actos realizados por el
sustituto, salvo que la elección haya recaído en el mandante.
Asimismo, reconoce acciones directas entre el mandante y el sustituto, y
viceversa (arts. 736-738 del Código Civil y Comercial), salvo en lo que hace a la
retribución, en cuyo caso solo responde el mandante frente al sustituto si la sustitución
fue necesaria.
El mandatario siempre responde frente al mandante y sustituto cuando delegó
sus encargos estando ello prohibido expresamente por contrato, o cuando fue
innecesario en atención a la naturaleza del acto.

XI. Extensión del mandato:

La noción de límite tiene una gran utilidad entre las partes y frente a terceros.
Entre las partes, está dada por las instrucciones que el mandante da al
mandatario. Son directivas que tienen operatividad entre las partes y resultan
inoponibles a los terceros, salvo que sean puestas en su conocimiento.
En este orden de ideas, señala el artículo 381 del Código Civil y Comercial que
las modificaciones, la renuncia y la revocación de los poderes, deben ser puestas en
conocimiento de los terceros por medios idóneos. En su defecto, no le son oponibles, a
menos que se pruebe que estos conocían las modificaciones o la revocación en el
momento de celebrar el acto jurídico.
Por otro lado, el artículo 359 del Código Civil y Comercial dispone que “los
actos celebrados por el representante en nombre del representado y dentro de los límites
de las facultades conferidas por la ley o por el acto de apoderamiento, producen efecto
directamente para el representado”.
De lo que se sigue, a contrario sensu, que quien obra fuera de los límites de la
representación, no obliga directamente al representado. Y es que fuera de los límites del
poder, no hay poder y, por ende, no hay representación.
En este sentido, el artículo 376 del Código Civil y Comercial dispone que

si alguien actúa como representante de otro sin serlo, o en exceso de las facultades

9
Bueres, A. y Highton, E. (año). Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y
jurisprudencial: tomo 4. Buenos Aires: Hammurabi, pp. 266-267.
10
Spota, A. G. y Leiva Fernández, L. F. P. (2009). Instituciones de Derecho Civil. Contratos: Tomo VII.
Buenos Aires: La Ley, p. 213.
conferidas por el representado, es responsable del daño que la otra parte sufra por haber
confiado, sin culpa suya en la validez del acto. Si hace saber al tercero la falta o
deficiencia de su poder, está exento de dicha responsabilidad.

Luego, si el representante actuó en exceso o sin poder de su representado, se


obliga personalmente frente a los terceros con quien contrató por los daños que dicha
actuación causó, salvo que tuvieran conocimiento de la falta o el defecto, en cuyo caso
el representante no responde, toda vez que si el tercero sabía que el representante no
tenía facultades o estas eran insuficientes e igualmente contrató, no cabe más que
entender que lo hizo asumiendo el riesgo de tal proceder.
Como se ve, frente a los terceros, el límite es un aspecto de la eficacia del poder.
La actuación dentro de ellos es eficaz, fuera de ellos no obliga al representado.

XII. Poder general o especial:

El poder puede ser general o especial.


El poder general no es el indeterminado, ya que no sería válido, conforme lo
dicho al hablar del objeto. Tampoco es el impreciso o concebidos en términos generales
que permitan cualquier actuación del mandatario, ya que en este caso se lo limita
mediante una presunción legal de que solo se refiere a actos de administración11. Así lo
plasma el artículo 375 del Código Civil y Comercial, luego de señalar que las facultades
contenidas en el poder son de interpretación restrictiva. Ello significa que no se aplica
por analogía y que las facultades no mencionadas no están incluidas. Su fundamento
radica, en que siempre el representante –actuando dentro de sus facultades– obliga a
otro, en cuyo nombre e interés negocia.
El poder conferido en términos generales solo incluye los actos propios de
administración ordinaria y los necesarios para su ejecución.
Se entiende por actos de administración, aquellos que buscan conservar el
patrimonio sin modificarlo, haciéndole producir a los bienes que lo integran los
beneficios propios acordes a su naturaleza y que normalmente producen. Por ejemplo, la
explotación de un campo.
Por el contrario, son actos de disposición aquellos que tienden a alterar el
patrimonio, a modificarlo aumentándolo, disminuyéndolo, afectando sustancialmente
los bienes que lo integran. Por ejemplo, arrendamientos por más de tres años (arts. 375,
inc. K, y 1191 del Código Civil y Comercial).
Se necesitan facultades especiales, expresas, para realizar actos de disposición y
los previstos en el artículo 375 del Código Civil y Comercial, aun cuando su
enumeración no sea taxativa, sino meramente enunciativa. Es que, si como se dijo, el
poder general solo comprende actos de administración, es claro que para todo acto que
excede la administración ordinaria y los necesarios para su ejecución, deber ser motivo
de un poder especial, con facultades expresas para realizar dicho encargo.

XIII. Obligaciones de las partes:

1. Obligaciones del mandatario

Señala el artículo 1324 del Código Civil y Comercial que son obligaciones del
mandatario:
a) Cumplir los actos comprendidos en el mandato, conforme a las

11
Lorenzetti, R. L. (2007), op. cit., p. 205.
instrucciones dadas por el mandante y a la naturaleza del negocio que constituye
su objeto, con el cuidado que pondría en los asuntos propios o, en su caso, el
exigido por las reglas de su profesión, o por los usos del lugar de ejecución.
Se dijo, que las instrucciones son las directivas que el dueño del negocio, el
mandante, confiere al mandatario a fin de que este desarrolle su trabajo, realice el acto
jurídico encargado. Importa señalar las obligaciones que el mandatario debe cumplir; su
falta de observación implica un incumplimiento frente al dominus.
Ahora bien, en cuanto al deber de conducta que debe desplegar el mandatario
frente al negocio, amén de tener siempre que actuar con arreglo al principio de buena fe
en el cumplimiento de sus obligaciones y en la ejecución del mandato, el legislador
prevé dos parámetros: i) subjetivo: poner al negocio el cuidado que le pondría a los
asuntos propios; ii) objetivo: poner el cuidado exigido por las reglas de su profesión o
según los usos del lugar.
b) Dar aviso al mandante de cualquier circunstancia sobreviniente
que razonablemente aconseje apartarse de las instrucciones recibidas,
requiriendo nuevas instrucciones o ratificación de las anteriores, y adoptar las
medidas indispensables y urgentes.
Se trata del deber de información que tiene el mandatario para con el mandante.
En este sentido, tiene la obligación de ponerlo al tanto de todo hecho sobreviniente al
mandato que justifique rever o modificar las directivas dadas originariamente. Interín
comunica al mandante dicha circunstancia y espera nuevas instrucciones o la
ratificación de las iniciales, debe adoptar todas aquellas medidas necesarias y urgentes
que aconseje la situación a fin de no perjudicar al dominus.
El deber de información es uno de los más importantes que tiene el mandatario,
a poco que se repare que el contrato de mandato es un contrato que se basa en la
confianza. Es la confianza la esencia del vínculo.
c) Informar sin demora al mandante de todo conflicto de intereses y
de toda otra circunstancia que pueda motivar la modificación o revocación del
mandato.
Este deber se relaciona indudablemente con el inciso anterior, en atención a que
se trata de la misma obligación de conducta que cabe esperar del mandatario. El deber
de información es una derivación del principio de buena fe que debe primar en toda la
relación contractual.
Entonces, en caso de que el mandatario sepa que existe alguna situación que
ponga en conflicto los intereses de su mandante con los suyos propios, se lo debe
comunicar. En caso de que el conflicto esté consumado, el artículo 1325 del Código
Civil y Comercial brinda la solución. Así, establece que en caso de conflicto de
intereses entre mandante y mandatario, este debe posponer los suyos en la ejecución del
mandato o renunciar. La obtención en el desempeño del cargo de un beneficio no
autorizado por el mandante hace perder al mandatario el derecho a la retribución.
La solución es lógica si se piensa que el dueño del encargo, el interés del
negocio está en el mandante para cuya satisfacción opera el mandatario. Luego, frente al
choque de intereses, la ley le da dos soluciones: a) pospone su interés, o b) renuncia al
mandato.
d) Mantener en reserva toda documentación que adquiera con
motivo del mandato que, por su naturaleza o circunstancia, no está destinada a
ser divulgada.
Es el deber de confidencialidad y discreción que pesa sobre el mandatario.
Nótese que se trata de un contrato que básicamente se sustenta en una relación de
confianza entre mandante y mandatario; por ello, el fallecimiento o la incapacidad de
las partes, en principio, extingue el contrato (art. 1329, inc. e del Código Civil y
Comercial).
En virtud de ello, el mandatario tiene el deber de guardar secreto respecto de
toda documentación que reciba a causa del mandato y que por su naturaleza, sus
características, o su carácter sensible, no puede ser divulgada.
Cabe aclarar que este deber de confidencialidad no se agota al finalizar el
contrato de mandato, por ejemplo, porque se cumplió el encargo o venció el plazo, sino
que subsiste después de concluido.
e) Dar aviso al mandante de todo valor que haya recibido en razón
del mandato y ponerlo a disposición de aquel.
Este es otro deber que pesa sobre el mandatario y que se relaciona con la
obligación de información, en este caso, respecto de dinero, efectos, títulos, etc. que
haya recibido en ejecución del mandato. Este deber de información completo, veraz y
suficiente, importa también la puesta a disposición del mandante de los valores
recibidos.
Nótese que en relación con esto, el artículo 1325 del Código Civil y Comercial
establece que “la obtención, en el desempeño del cargo, de un beneficio no autorizado
por el mandante, hace perder al mandatario su derecho a retribución”. Lo que significa
que cualquier “valor” o ventaja patrimonial que reciba en razón del mandato debe ser
comunicada al mandante. Si este autoriza que quede en beneficio del mandatario,
ningún inconveniente se genera. A contrario sensu, en el supuesto que sin autorización
el mandatario obtenga dinero o cualquier otra ventaja patrimonial del mandato, dice la
ley que pierde su derecho a la retribución.
Se entiende que lo que se quiere evitar es que esa “ventaja patrimonial” opere
como un “incentivo” para que el mandatario desvíe su conducta.
f) Rendir cuentas de su gestión en las oportunidades convenidas o a
la extinción del mandato.
La rendición de cuentas es un deber que pesa sobre todo aquel que administra
bienes ajenos. En este punto, el mandatario no podría estar exento. Para ver los alcances
de esta obligación, cabe remitirse a lo dispuesto en los artículos 858 y siguientes del
Código Civil y Comercial.
La rendición de cuentas es una consecuencia natural del desplazamiento de
interés que opera por la naturaleza y características del contrato y una aplicación
concreta del deber de información, por lo que se exige al concluir el contrato, lo que no
quita que las partes decidan establecer otras instancias de rendiciones periódicas que
deben surgir del negocio.12
Ahora, la rendición de cuentas para una vez extinguido el contrato, tiene fuente
legal, por lo que aun cuando las partes no lo hayan convenido expresamente, el
mandante lo puede exigir.
Este artículo cabe completarlo con lo dispuesto en el artículo 1334 del Código
Civil y Comercial, que específicamente se refiere al deber objeto de estudio. Así,
dispone que la rendición de cuentas del mandatario debe ser en las condiciones previstas
en el artículo 858 y siguientes del Código Civil y Comercial, acompañada de toda
documentación relativa a la gestión. Excepto estipulación en contrario, las cuentas se
rinden en el domicilio de mandatario, y los gastos que genere son a cargo del mandante.
g) Entregar al mandante las ganancias derivadas del negocio, con los
intereses moratorios de las sumas de dinero que haya utilizado en provecho
propio.
12
Lorenzetti, R. L. (2015). Código Civil y Comercial de la Nación comentado: Tomo VII. Santa Fe:
Rubinzal Culzoni, pp. 87-88.
Si del contrato de mandato se generan ganancias, no solo debe comunicarlo al
mandante, sino que debe poner esos valores a disposición. Si no lo hace y emplea las
sumas para provecho propio, dice el legislador que el mandatario debe intereses
moratorios. Se entiende que las debe desde que las empleó para una causa propia y
privó de ello al mandante.
No obstante que el inciso solo hace referencia a los intereses moratorios, es
obvio que si de dicho empleo que hace el mandatario se derivan daños al mandante, este
puede reclamarlos por las vías legales siempre que se configuren los presupuestos que
hacen a la responsabilidad civil.
h) Informar en cualquier momento, a requerimiento del mandate,
sobre la ejecución del mandato.
Otra forma en que el mandatario debe cumplir con el deber de información
frente al mandante. Debe comunicar, en cualquier momento que lo requiere el mandante
como dominus, de las vicisitudes y demás contingencias que se deriven en la ejecución
del mandato.
Se consagra el deber genérico de información, el que se delimita en los otros
incisos.
i) Exhibir al mandante toda la documentación relacionada con la
gestión encomendada y entregarle la que corresponda según las circunstancias.
Aquí, el deber de información y puesta a disposición del mandante se relaciona
con la documentación que se encuentre en poder del mandatario. Forma parte de su
obligación de rendir cuentas.
La entrega de la documentación puede ser hecha al finalizar el mandato o
durante la ejecución de las encomiendas, ya que ello cabe interpretar de la locución
“según las circunstancias”.
La parte final del artículo establece que si el negocio encargado al mandatario
fuese de los que por su oficio o modo de vivir acepta él regularmente, aun cuando se
excuse del encargo, debe tomar las providencias conservatorias urgentes que requiera el
negocio que se le encomienda.
Este último apartado exhibe la relación entre el contrato que se analiza y el
ejercicio habitual de la actividad que se encomienda a quien reviste la calidad de
mandatario. Según esta apariencia, se le impone al mandatario el deber de tomar las
providencias conservatorias urgentes, aun cuando se excuse del encargo.

2. Obligaciones del mandante

El artículo 1328 del Código Civil y Comercial dispone que el mandante está
obligado a:
a) Suministrar al mandatario los medios necesarios para la ejecución
del mandato y compensarle, en cualquier momento que le sea requerido, todo
gasto razonable que haya incurrido para ese fin.
Se trata del deber que tiene el mandate de suministrar los medios necesarios para
que el mandatorio cumpla con el encargo. Es una derivación del principio de buena fe y
del deber de colaboración que tiene para con el mandatario. Esta obligación no se
circunscribe en suministrar los anticipos necesarios, sino también en brindarle todos
aquellos documentos, títulos, planos, etc. que requiera el encargo.
Es una obligación que surge por ser el mandante el dueño del encargo, razón por
la cual sobre él pesa el deber de facilitarle al mandatario los medios para cumplir. Por lo
tanto, su incumplimiento libera al mandatario de las obligaciones asumidas.
Aun cuando la norma no lo diga expresamente, en virtud del principio de
igualdad, en caso de que el mandatario haya utilizado recursos propios para cumplir con
la encomienda, el mandante deberá reintegrarlos con intereses, desde que le fuera
requerido.
b) Indemnizar al mandatario de los daños que sufra como
consecuencia de al ejecución del mandato, no imputables al propio mandatario.
El mandante debe indemnizar al mandatario de todos los daños que sufra y que
tengan su razón de ser, su relación causal, en el mandato, estén originados en el actuar
del mandante o de terceros. La excepción se configura cuando los perjuicios derivan del
obrar del propio mandatario, en cuyo caso el mandante no responde.
c) Liberar al mandatario de las obligaciones asumidas con terceros,
proveyéndole de los medios necesarios para ello.
Este inciso hace referencia al supuesto de representación indirecta o mandato
oculto, es decir, mandato sin representación, en cuyo caso el mandatario queda obligado
directamente para con los terceros con quienes contrata, quienes desconocen que el
verdadero interesado en el negocio es el mandante. En este caso, dice la norma, que el
mandante, en razón del contrato de mandato que lo liga con el mandatario, tiene la
obligación de proporcionarle los medios o los fondos necesarios para liberar al
mandatario de las obligaciones asumidas frente a los terceros.
d) Abonar al mandatario la retribución convenida. Si el mandato se
extingue sin culpa del mandatario, debe la parte proporcional al servicio
cumplido; pero si el mandatario ha recibido un adelanto mayor de lo que le
corresponde, el mandante no puede exigir su restitución.
El mandante debe pagarle al mandatario la retribución convenida, según lo
previsto en el contrato por las partes, lo dispuesto en la ley o reglamentación que hace a
la profesión del mandatario, los usos o, en su defecto, lo que determine el juez (art.
1322 del Código Civil y Comercial).
El código dice que se “presume oneroso”, toda vez que a falta de previsión en
contrario, el mandante debe una retribución al mandatario.
El artículo 1322 del Código Civil y Comercial dispone que “el mandato se
presume oneroso y, a falta de acuerdo sobre la retribución, la remuneración es la que
establecen las disposiciones legales o reglamentarias aplicables, o el uso. A falta de
ambos, deber ser determinada por el juez”.
La unificación legislativa reunió normas que resultaban contradictorias y
opuestas, en tanto que en el Código Civil derogado, el mandato civil se presumía
gratuito, y en el Código de Comercio derogado, cuando el mandato era comercial,
resultaba oneroso. Cierto es que hoy en día la doctrina de la gratuidad resulta anacrónica
y no está conforme con la idiosincrasia de la sociedad actual, donde la idea que rige es
la del trabajo remunerado.
La nueva norma, además de presumir que el contrato de mandato es oneroso,
sienta las bases para establecer la remuneración. Así, en primer lugar: a) lo convenido
por las partes; b) lo establecido en las leyes o disposiciones reglamentarias pertinentes;
c) los usos; d) determinación judicial.
En caso de que el contrato se haya extinguido por culpa del mandatario, el
mandante nada debe. Ahora, si el contrato termina sin culpa del mandatario, el
mandante le debe la retribución proporcional al servicio efectivamente cumplido, pero
si el mandatario percibió anticipos superiores a lo que le correspondía, el mandante no
podrá exigirle su restitución.

XIV. Relaciones entre el mandante y los terceros


Se dijo que el mandato puede ser representativo o sin representación (arts. 1320
y 1321 del Código Civil y Comercial).
En el caso de que el mandante confiera poder al mandatario para que este lo
represente, le son aplicables las reglas de la representación (arts. 362 y ss. del Código
Civil y Comercial).
En este punto, y aun cuando para mayor precisión corresponde remitir a lo dicho
en la parte general, cabe señalar que cuando existe representación, el mandatario actúa
en nombre y por cuenta del mandante. Es decir, nomine alieno, cuyos efectos repercuten
directamente en el patrimonio del mandante.
En este sentido, el artículo 359 del Código Civil y Comercial dispone que “los
actos celebrados por el representante en nombre del representado y en los límites de las
facultades conferidas por la ley o por el acto de apoderamiento, producen efecto
directamente para el representado”.
Esto quiere decir, que obliga personalmente al mandante por lo actuado por su
mandatario frente a los terceros. Para estos, el mandatario es “transparente” y entienden
contratar directamente con el mandante, en razón de la representación.
La comunicación a los terceros de que se actúa nomine alieno es importante. El
poder es recepticio, por lo que se deduce que no hay representación si no se da a
conocer a los terceros que se actúa en nombre de otro. Para que produzca efectos esa
representación, los terceros deben saber el nombre de ese otro. Es decir, que deben
saber con quien contratan.
En el mandato existe un encargo dado a otro para la satisfacción de un interés
del titular. En el mandato, dice el artículo 1319 del Código Civil y Comercial, que hay
contrato cuando una parte se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en interés de
otra.
Lo importante es la encomienda, el encargo de hacer algo para satisfacer el
interés de otro.
El problema es, entonces, bilateral, entre mandante y mandatario. El contrato de
mandato regula las relaciones inter-partes y se despreocupa de las relaciones con los
terceros con quien contrata el mandatario. La representación, en cambio, no está
destinada regular las relaciones entre representante y representado, sino los vínculos
entre el representante y los terceros. El poder, fuente de la representación voluntaria, es
un acto unilateral del representante, destinado a los terceros, dirigido a ellos,
comunicándoles que el representado actúa por su nombre y cuenta. Son estas
precisiones, entonces, las que permiten distinguir el mandato con representación y otro
no representativo.13
Es el poder el que sienta los límites de la representación. Así, el artículo 359 del
Código Civil y Comercial dice expresamente que lo actuado a nombre del representante
lo obliga directamente, siempre y cuando el representado haya actuado en los límites del
las facultades conferidas por el acto de apoderamiento en el caso de la representación
convencional.
El artículo 366 del Código Civil y Comercial precisa el concepto al señalar que
cuando un representante actúa dentro del marco de su poder, sus actos obligan
directamente al representado y a los terceros. Es decir, obliga directamente al
representado con los terceros, como si el representante fuera “transparente” y no hubiera
existido.
En caso de duda, o cuando la voluntad de obrar en nombre de otro no aparece
claramente, la ley entiende que el representado ha procedido en nombre propio.

13
Lorenzetti, R. L. (año), op. cit., p. 182.
Se intenta cuidar al dominus, frente a actos realizados por otro en su nombre sin
la debida autorización.
Ahora bien, puede haber representación y efectos jurídicos directos en el
patrimonio de otro, no solo en caso de representación (cuando se actúa en nombre y por
cuenta ajena), sino también cuando, ante la falta o insuficiencia de poder, el
representado ratifica la actuación hecha por el representante, o bien cuando existe un
fenómeno de imputación legal basado en la apariencia (art. 367 del Código Civil y
Comercial).
En estos tres supuestos, la consecuencia va a ser que lo hecho por el
representante va a tener efectos jurídicos directos en el patrimonio del representado, sea
dentro de los límites del encargo, sea en ausencia o insuficiencia pero luego ratificado
por el representado o mediante representación aparente.
Se configura el supuesto de representación aparente cuando alguien ha obrado
de manera de inducir a un tercero a celebrar un acto jurídico, dejándolo creer
razonablemente que negoció con su representante, sin que haya representación expresa.
Aquí, es la ley la que imputa el actuar del representante directamente al patrimonio del
representado aun sin representación, entendiendo que medió frente a los terceros que
contrataron un mandato tácito, aun cuando en realidad no existió representación alguna.
La diferencia entre el mandato aparente y el mandato tácito es que en el aparente
no hay representación, ni expresa ni tácita. En cambio, en el mandato tácito, hay
representación, solo que se exterioriza a través de comportamientos a los que la ley le
asigna ese efecto declarativo.
En los tres incisos contemplados en el artículo 367 del Código Civil y Comercial
(a modo enunciativo), el legislador presume que hay representación aparente y, por
razones de seguridad jurídica y buena fe contractual, en el entendimiento de que el
comportamiento desplegado por el representante aparente, en el contexto en el que se
dio, pudo inducir al tercero a creer legítimamente que contrataba con el representado, es
que le aplica las reglas del mandato tácito, y obliga al representado directamente frente
a los terceros por lo obrado por el representante aparente.

XV. Exceso y abuso de poder

Hay exceso cuando se actúa fuera de los límites conferidos. En este caso, como
se dijo, no hay mandato porque no hay poder. Por ejemplo, cuando se dio poder para
vender una casa y el representado la hipoteca.
El abuso, en cambio, importa para el representado actuar dentro de los límites
del poder, pero usándolo en una forma contraria a su finalidad y a la buena fe. Por
ejemplo, si Juan da un poder a Pedro para que tome prestado $30.000, y Pedro con el
mismo poder, toma prestado $30.000 de Marcos, pero también de Santiago y de Martín.
Hay abuso de poder, porque si bien obró dentro del marco acordado, le dio una finalidad
distinta a la convenida por el mandante al tomar en préstamo $90.000 y no $30.000
como era la intención.
La distinción tiene importancia, toda vez que si el mandatario actúa en exceso
del poder otorgado, no obliga al mandante por lo hecho frente a terceros. Y es que
donde no hay poder, no hay mandato y, por ende, no puede obligar al mandante frente a
los terceros con los que actuó el mandatario en su nombre sin poder. Ahora, el exceso
de lo hecho debe tener relevancia respecto del negocio y no ser un apartamiento menor
que no tiene significación y no causa perjuicios o provoca una ventaja para el
representante. En caso de duda, y si la situación en la que se configuró el encargo pudo
hacer creer a los terceros que el mandatario obró dentro de sus facultades, se aplica la
doctrina de la apariencia, y lo hecho por el mandatario obliga al mandante frente a
terceros.
En estos supuestos, el mandatario debe responder por los daños y perjuicios que
con su actuar haya causado a los terceros, al haber actuado en ausencia o en exceso de
las facultades otorgadas (art. 376 del Código Civil y Comercial).
No obstante, el tercero tiene un deber de auto-información, razón por la cual no
podrá invocar ausencia de culpa si no exigió al mandatario que le exhiba el poder para
saber cuáles eran los límites de su actuación y si tenía facultades para realiza el acto
jurídico en cuestión. En este caso, el tercero que obró negligentemente no puede alegar
su propia torpeza para eximirse de la caga que sobre él pesaba, por lo que el mandatario
en este supuesto no respondería.
En efecto, nótese que el artículo 376 del Código Civil y Comercial dice que

si alguien actúa como representante de otro sin serlo, o en exceso de las facultades
conferidas por el representado, es responsable de los daños que la otra parte sufra por
haber confiado, sin su culpa, en la validez del acto; si hace saber al tercero la falta o la
deficiencia de su poder, está exento de dicha responsabilidad.

Es decir, que si el mandatario obra en ausencia de poder o con poder insuficiente


para obligar al mandante frente a terceros, responde por los daños que cause a estos en
la medida que no hayan conocido o debido conocer el exceso o defecto con el que
actuaba el mandatario.
En caso de que el mandatario actúe haciendo abuso del poder conferido, la
situación no es la misma, por cuanto el mandatario que así actúa lo hace dentro de los
límites del poder, pero dándole una finalidad que no es la querida por el mandante.
Luego, en la medida que los terceros no conocen el abuso, lo actuado por el mandatario
obliga al mandante, sin perjuicio de las acciones que tenga este último para con aquel en
razón del mandato por incumplimiento de sus obligaciones.

XVI. Ratificación

Es una declaración unilateral de voluntad del representado. Tiene lugar, cuando


se produce la actuación de un gestor que no tiene facultades representativas o resultan
insuficientes para obligar directamente al representado, y este mediante la ratificación
hace suyo lo obrado.
Importa una aprobación de lo actuado sin representación o con representación
insuficiente.
El artículo 369 del Código Civil y Comercial dispone que la ratificación suple el
defecto de la representación. Luego de la ratificación, la actuación se da por autorizada
con efecto retroactivo al día del acto, pero es inoponible a terceros que hayan adquirido
derechos con anterioridad.
En cuanto a las formas, destaca el artículo 371 del Código Civil y Comercial que
la ratificación resulta de cualquier manifestación expresa o de cualquier acto o
comportamiento concluyente que necesariamente importe una probación de lo que haya
hecho quien invoca la representación.
Es decir, que la ratificación puede ser expresa o tácita. La ratificación tácita, es
el comportamiento realizado por el principal llevado a cabo mediante actos
concluyentes que entrañan una inequívoca aceptación de lo hecho por el mandatario y
que es contradictorio con un posterior ejercicio por su parte de una acción de nulidad. 14

14
Lorenzetti, R. L. (año), op. cit., p. 182.
La ratificación, como bien señala el artículo 369 del Código Civil y Comercial,
equivale al mandato. Pero esto solo puede afirmarse luego de sucedida, pues antes ni el
representante tenía representación, ni el dueño del negocio hizo suyo lo actuado.
La ratificación tiene efectos para el pasado, así lo dispone el artículo 369 del
Código Civil y Comercial cuando dice tiene efectos retroactivos al día del acto. No
obstante, la norma deja a salvo los derechos que hayan adquirido los terceros con
anterioridad al acto de ratificación, efectuados por el mandante que desconocía lo
actuado por el gestor.
Puede efectuarse en cualquier tiempo, pero se les acuerda a los interesados la
posibilidad de requerirla fijando un plazo para ello que no puede exceder de quince días.
El silencio debe interpretarse como negativa. Dice el artículo 370 del Código Civil y
Comercial que si la ratificación depende de autoridad administrativa o judicial, el
término se puede extender a tres meses. Asimismo, el tercero que no haya requerido la
ratificación, puede revocar su consentimiento sin esperar el vencimiento de estos
términos.

XVII. Mandato oculto

Se trata del mandato sin representación, previsto en el artículo 1321 al que ya


hicimos referencia. Es el caso del prestanombre, “testaferro”, también conocido como
mandato oblicuo o indirecto.
Hay mandato oculto cuando una persona realiza actos jurídicos en interés de
otra, pero a nombre propio.
Así, se dice que cuando el mandante no otorga poder de representación, el
mandatario actúa a nombre propio pero en interés del mandante, quien no queda
obligado directamente respecto del tercero, ni este respecto del mandante. El mandante
puede subrogarse en las acciones que tiene el mandatario contra el tercero e igualmente
el tercero en las acciones que pueda ejercer el mandatario contra el mandante.
Entre mandante y mandatario tienen las acciones derivadas del contrato de
mandante, es decir, que se pueden exigir mutuamente el cumplimiento de las
obligaciones consagradas en los artículos 1324 y 1328 del Código Civil y Comercial.
Sin embargo, respecto de los terceros, estos al haber contratado con el mandatario a
nombre propio, tienen acciones directas entre ellos (mandatario-terceros/terceros-
mandatario), pero respecto del mandante únicamente mediante la acción subrogatoria.

XVIII. Extinción del mandato

Dice el artículo 1329 que el mandato se extingue por:


a) El transcurso del plazo por el que fue otorgado o por el
cumplimiento de la condición resolutoria pactada.
b) Por la ejecución del negocio por el cual fue dado.
c) Por revocación del mandante.
d) Por renuncia del mandatario,
e) Por muerte o incapacidad del mandante o mandatario.

Los incisos a) y b), puede decirse que son medios satisfactorios de extinción, en
tanto el mandante vería cumplida la finalidad perseguida, sea porque venció el plazo o
se cumplió la condición a la que estaba sometido el mandato, o por cuanto el
mandatario ejecutó el encargo encomendado.
1. Revocación

Es la facultad que tiene el mandante de extinguir el mandato por su sola


voluntad, comunicándolo a la otra parte. Es un acto jurídico unilateral recepticio, con
efectos extintivos. La revocabilidad es la regla en el mandato, por lo que la facultad del
mandante no podría ser limitada. No tiene efectos retroactivos, sino para el fututo.
No está sujeto a formalidad alguna, aunque el poder puede estarlo. Si el poder se
ha conferido en el solo interés del mandante, este puede revocarlo sin invocar justa
causa, mas si es para negocios especiales, por tiempo ilimitado y celebrado en interés de
los contratantes o de un tercero, se necesita justa causa para revocarlo. 15
Dice el artículo 1331 del Código Civil y Comercial que la revocación sin causa
del mandato otorgado por tiempo o asunto determinado, obliga al mandante a
indemnizar los daños causados; si el mandato fue otorgado por plazo indeterminado, el
mandante debe dar aviso adecuado a las circunstancias o, en su defecto, indemnizar los
daños que cause su omisión.
Aquí se equilibra la facultad del mandante de poder revocar el negocio, con los
derechos del mandatario de ser indemnizado cuando pudo tener expectativas respecto
del contrato al ser por tiempo determinado o por un asunto específico. Y es que la ley
no puede amparar el ejercicio abusivo de los derechos.
En consecuencia, cuando el mandato fue otorgado por un tiempo determinado o
por un asunto específico, la revocación sin causa obliga al mandante a indemnizar al
mandatario por los daños causados. La justa causa deber ser estudiada según las
circunstancias del caso.
Asimismo, cuando el mandato fue otorgado por un plazo indeterminado, el
mandante debe dar aviso adecuado a las circunstancias o, en su defecto, indemnizar los
daños que cause su omisión. Es decir, para liberarse de los daños y perjuicios que la
ruptura intempestiva cause al mandatario, deberá dar preaviso de su voluntad de revocar
el mandato con una anticipación suficiente y razonable, según las circunstancias del
caso. Ello así, puesto que se entiende que el plazo se presume en beneficio del obligado
a cumplir (art. 351 del Código Civil y Comercial).

2. Mandato irrevocable

Dice el artículo 1330 del Código Civil y Comercial que el mandato puede
convenirse expresamente como irrevocable en los casos de los incisos b y c del artículo
380 del mismo cuerpo legal.
Asimismo, que el mandato destinado a ejecutarse después de la muerte del
mandante es nulo si no puede valer como disposición de última voluntad.
El artículo 380 del Código Civil y Comercial dispone que el poder se extingue
por, entre otros supuestos:
i) la muerte del representante o del representado; sin embargo subsiste en caso
de muerte del representado siempre que haya sido conferido para actos especialmente
determinados y en razón de un interés legítimo que puede ser solamente del
representante, de un tercero, o común entre representante y representado, o
representante y un tercero, o representado y tercero;
ii) la revocación efectuada por el representado; sin embargo, un poder puede ser
conferido de modo irrevocable, siempre que lo sea para actos especialmente
determinados, limitado por un plazo cierto, y en razón de un interés legítimo que puede

15
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 100.
ser solamente del representante, de un tercero, o común entre representante y
representado, o representante y un tercero, o representado y tercero; se extingue llagado
el plazo establecido y puede revocarse si media justa causa.
Se ha dicho que el mandato irrevocable no se trata de un acto de confianza sino
de garantía, en el que el apoderado o un tercero se asegura realizar el acto previsto
aunque el poderdante, que es quien en principio debe realizarlo, no colabore en
otorgarlo.16
El mandato irrevocable no significa que no puede ser revocado, sino que para
serlo debe probarse que media justa causa.
En principio, la muerte extingue el contrato de mandato, salvo que se haya
previsto para que tenga efectos después de la muerte del poderdante (art. 380, inc. b del
Código Civil y Comercial).
Para que opere, deben darse estas circunstancias:
a) se haya otorgado para un acto específico,
b) debe señalarse expresamente que subsiste incluso después de la muerte del
representado, por ser una excepción a la regla,
c) debe haber sido otorgado en interés legítimo del representante, de un tercero,
o común entre representante y representado, o representante y un tercero, o representado
y tercero.
En caso de conferir un mandato irrevocable salvo justa causa, es necesario,
además de los requisitos mencionados, que sea otorgado por un plazo cierto (art. 380,
inc. c del Código Civil y Comercial).
Los presupuestos son lógicos y razonables si se piensa que no se encuentra en la
esencia del poder su vigencia perpetua, máxime que es una institución cimentada en la
confianza, que puede desaparecer por múltiples causas.
Para mayor profundidad, cabe remitirse a lo dicho en la parte teoría general del
contrato.
No obstante, cabe distinguir entre el mandato dado para ser cumplido en vida de
las partes, pero continuado luego de la muerte del poderdante, del supuesto mandato
“post mortem” previsto en el artículo 1330, último párrafo, del Código Civil y
Comercial, el que importa una disposición de última voluntad, razón por la cual es nulo
si no vale como testamento. Y es que el objeto del mandato, por ser un contrato, debe
ser la realización de actos entre vivos. Cuando se encarga a otro la realización de actos
para que tengan efectos para después de la muerte de la persona que lo otorgó, se está
en presencia de un testamento. En razón de ello, se exige que valga como tal, es decir,
que cumpla todas las formalidades que debe tener toda disposición de última voluntad.

3. Renuncia

La renuncia hecha por el mandatario pone fin al mandato.


Señala el artículo 1332 del Código Civil y Comercial, que la renuncia
intempestiva y sin causa justificada del mandatario obliga a indemnizar los daños que
cause al mandante.
La renuncia, al igual que la revocación, es un acto unilateral, recepticio y
extintivo.
Así como el mandante puede revocar el contrato de mandato, eventualmente
indemnizar en los supuestos previstos los daños que le cause al mandatario, así también
el mandatario tiene la facultad de renunciar al contrato. Ahora, cuando esa renuncia, en

16
Alterini, J. H. (2015), op. cit., p. 773.
atención a la naturaleza del mandato, es intempestiva, debe indemnizar los daños que tal
obrar le cause al mandante.
No requiere formalidad alguna.
En razón de la confianza que une a las partes, y el principio de buena fe que
debe estar presente en toda la relación contractual, la renuncia no debe considerarse
injustificada e intempestiva; debe dar aviso razonable al mandante a fin de que pueda
adoptar las providencias necesarias para la defensa de sus intereses.
Aquí también la ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos, entonces se
entiende que, pese a la renuncia, el mandatario continúa con tareas conservatorias a su
cargo y por un plazo prudencial, hasta que el mandante actúe personalmente o nombre
nuevo apoderado.

4. Muerte o incapacidad:

La muerte o incapacidad, señala el artículo 1329 del Código Civil y Comercial,


extingue el contrato.
Dice el artículo 1333 del Código Civil y Comercial que en caso de muerte o
incapacidad del mandatario, sus herederos, representantes o asistentes que tengan
conocimiento del mandato deben dar pronto aviso al mandante y tomar en interés de
este las medidas que sean requeridas por las circunstancias.
Si se produce la muerte o incapacidad del mandante, el mandatario debe ejecutar
los actos de conservación si hay peligro en la demora, excepto instrucciones expresas en
contrario de los herederos o representantes.
La muerte del mandatario obliga a sus herederos, representantes o asistentes,
quien tenga conocimiento de su muerte, a dar aviso al mandante y tomar las medidas
necesarias conservatorias a fin de que los actos jurídicos encomendados no se vean
frustrados.
En caso de muerte del mandante, se impone el deber al mandatario de ejecutar
los actos de conservación si hay peligro en la demora, con el fin de no causar perjuicios
al fallecido o incapaz, salvo que reciba instrucciones expresas de los herederos o del
representante en sentido contrario.

También podría gustarte