Domingo de Pascua A
Domingo de Pascua A
Domingo de Pascua A
A. Lectio y Meditatio
1. Celebramos hoy la Fiesta más solemne del Calendario Litúrgico de la Iglesia: La
Pascua del Señor. La Liturgia de Hoy tiene cuatro partes: a) La Liturgia del Fuego; b) la
Liturgia de la Palabra; c) la Liturgia de la Iniciación Cristiana; y d) la Liturgia
Eucarística.
2. La Pascua de Cristo nos ayuda a comprender que nuestras vidas no son
simplemente una sucesión de eventos. A la Luz del Resucitado, logramos comprender
que somos parte de una historia de salvación; de un designio o plan divino, según el
cual todos estamos llamados a la vivir unidos a Cristo en su Muerte y en su
Resurrección. En medio de este mundo lleno de esclavitudes y servidumbres Cristo nos
hace libres del pecado y de la muerte. La luz el Cirio Pascual que nos acompaña en este
día de Pascua grita al mundo entero que ha llegado el tiempo de nuestra liberación,
porque Cristo ha disipado las tinieblas del error con la fuerza de su Resurrección. ¡Oh,
feliz Culpa que mereció tal Redentor! Así se canta en el Pregón Pascual que Cristo ha
cambiado nuestra suerte de pecadora e injusta en una vida amorosa y llena de sentido.
3. La Liturgia de la Palabra en la Vigilia Pascual quiere poner de relieve una visión
de conjunto de la historia de la salvación para que los cristianos podamos hacer un
verdadero memorial del Misterio Pascual.
a) Creación: Dios creó el universo y la humanidad y estableció que el hombre
dominara la creación, pero que sirviera a Dios como su Señor: “Y vio Dios que todo era
bueno.” A pesar de esto, en el primer Adán todos escogimos servir a otros dioses; por
eso, el Modelo de la Creación, el Nuevo Adán, es decir, el Hijo de Dios recreó todas las
cosas para librarnos de esa primera transgresión que está a la base de todo pecado.
Cristo nos redimió a todos en el Árbol de la Vida que es la Cruz y nos abrió el camino
hacia la nueva vida, por eso la Iglesia entera reza con el salmista “Oh, Señor, envía tu
Espíritu que renueve la faz de la tierra.”
b) Prueba de fe de Abrahán: Que Dios le pida a Abraham sacrificar a su hijo Isaac
nos toma a todos por sorpresa. Pues la promesa de bendecir al mundo en la
descendencia de Abraham apenas comenzaba a concretizarse: “Yo multiplicaré tu
descendencia como estrellas del cielo.” Y el mandato de Dios de sacrificar a Isaac pone a
prueba la fe de Abraham hasta las últimas consecuencias. Pero, Dios cuyos planes son
insondables no permite que el sacrificio se realice, porque el hombre no es capaz de
sufrir aquello que está por encima de sus fuerzas. Isaac se convierte, entonces en tipo
Jesucristo, que por ser el Hijo del Dios Todopoderoso, es ofrecido en sacrificio para
redimir a la Humanidad. La promesa hecha a Abraham alcanza su cumplimiento de
Cristo y por eso con el salmista proclamamos nuestra confianza en al amor y la
providencia de Dios: “Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne
descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.”
c) La Liberación de Israel: El Pueblo Santo de Dios fue liberado de la esclavitud de
Egipto con brazo extendido y mano poderosa. Los grandes portentos manifestados
buscaban reafirmar la fe del pueblo en Dios y así: “Y los hijos de Israel atravesaron por en
medio del mar hacia la tierra de promisión.” De la misma manera, nosotros el Nuevo Pueblo
de Dios hemos sido liberados de la esclavitud del pecado al sumergirnos en las aguas
del Bautismo. El Cántico de Moisés es una canto de alabanza y acción de gracias por la
liberación recibida y por el don de la Tierra Prometida. La Iglesia entona este mismo
canto para celebrar nuestra propia liberación en el Misterio Pascual y para dar gracias
anticipadamente por nuestra entrada en la Jerusalén Celestial: “Los introduces y los
plantas en el monte de tu heredad, lugar que hiciste tu trono Señor; santuario, Señor, que
fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.”
d) La Reconstrucción de Israel: Después del Exilio de Babilonia Dios nuevamente
ejerce su providencia para que Israel pueda reconstruir la ciudad y el Templo Santo de
Jerusalén: “Mi amor misericordioso no será apartado de vosotros.” Del mismo modo, Dios no
deja de asistirnos para que construyamos el Reino de Dios en la tierra y logremos de
esta manera, entrar en el Templo Santo de la Jerusalén Celestial. La Iglesia entera se une
en una sola alabanza para confesar el poder redentor de Jesucristo que viene para
llevarnos a su morada celestial: “Te ensalzaré, Señor porque me has librado […] Tañed para
el Señor, fieles suyos, dad gracias a su Nombre Santo.”
e) La Promesa de la Nueva Alianza: Por medio del profeta Isaías, Dios promete a
Israel pactar una nueva alianza en la cual el poder de Dios hará que los seres humanos
recibamos una gracia especial para permanecer siempre fieles a esa alianza: “Haré con
vosotros una Alianza Eterna […] Así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a Mí vacía,
sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.” En la Nueva Economía de la Salvación
los signos sacramentales de esta Nueva Alianza son el Bautismo y la Eucaristía. Por
medio del agua viva del Espíritu Santo los bautizados son transformados en nuevas
creaturas, cuyos corazones revestidos de Cristo son capaces de decirle sí al Señor y de
responder a la Alianza con fidelidad. Y porque, todos necesitamos alimentarnos de la
gracia de Dios, la Iglesia nos invita a pedirle a Jesucristo que nos dé de su Cuerpo y de
su Sangre, para que, teniéndolo a Él dentro de nosotros: “podamos sacar agua alegremente
de las fuentes de la salvación.”
f) Nuevos Caminos de la Nueva Alianza: El profeta Baruc nos enseña que la Nueva
Alianza prometida por Dios requiere un cambio de actitud por parte de los que desean
seguir al Señor: “Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia: así
aprenderás dónde se encuentra la larga vida, la luz de los ojos y la paz […] Vuélvete, Jacob, a
recibir la Ley de validez eterna, camina a la claridad de su resplandor.” El Bautismo y la
Confirmación nos comprometen a vivir la vocación cristiana como auténticos servidores
de Cristo y los hermanos. Cristo nos invita en la Iglesia a escuchar su Palabra para
cambiar de actitud, para convertirnos. Así escuchando su Palabra y poniéndola por
obra nos convertimos en verdaderos discípulos que con Pedro confiesan: “Señor, Tú
tienes palabras de Vida Eterna.”
g) Nuevos corazones para la Nueva Alianza: El profeta Ezequiel nos recuerda para
cambiar de actitud, hay que cambiar el corazón (sede del pensamiento para los semitas).
Este cambio de corazón sólo es posible gracias a la acción del Espíritu Santo que Dios
vierte generosamente sobre todos. Así como cae la lluvia, Dios derramará sobre
nosotros un agua pura que purifica: “Os daré un nuevo corazón e infundiré dentro de
vosotros un nuevo espíritu.” Cristo nos enseñó que se marchaba a la morada celestial,
precisamente, para enviarnos a su Espíritu Santo y en varias ocasiones nos invitó a
beber del torrente de agua viva que nos quiere dar a borbollones. Esa agua viva es el
don del Espíritu Santo. La Iglesia es consciente de esta oferta gratuita de Jesús y por eso
implora incesantemente con el salmista: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi
alma te busca a Ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo.”
h) Una vez terminadas las lecturas veterotestamentarias, leemos de Pablo un trozo
de la carta a los Romanos que nos introduce en el misterio bautismal de la vida en
Cristo: “De hecho hemos sido sepultados con Crispo por el Bautismo, de manera que, así como
Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, nosotros también vivamos una
nueva vida.” El salmo 117 es un cántico de júbilo que canta la Salvación de nuestro Dios
y la Iglesia nos invita a exultar de gozo ante la alegría del anuncio de la Resurrección:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, Aleluya.”
i) Terminado el salmo la comunidad de pie entona el Triple Hallel de la Pascua, es
decir la triple alabanza al Dios Vivo por el don de la Salvación manifestado en la Carne
Resucitada del Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
j) El Evangelio de Mateo nos ayuda a contemplar con grande alegría el Misterio de
la Resurrección. Muy temprano en la mañana del primer día de la Semana aconteció el
evento de la Resurrección de Cristo. Mateo nos narra los eventos cósmicos que
acompañaron esta acción divina: “tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor
bajando del cielo corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido
blanco como la nieve.” Pero también la reacción de los que estaban junto al sepulcro: “los
centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos […] la mujeres se marcharon a toda
prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.” Al
igual que ellas, La Iglesia contempla con estupor y admiración la tumba vacía y se
alegra de saber que el Señor está vivo.
k) En la mañana de Pascua, leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles el
testimonio de San Pedro, con el cual se reafirma nuestra fe en el Resucitado: “ellos le
mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y permitió que se hiciera
visible no para todos los pueblos, sino a nosotros, escogidos por Dios desde antiguo.”
l) El Salmo 117 continúa proclamándose durante toda la Octava de pascua para
alabar a Dios por el maravilloso don de la Salvación manifestado en la Carne
Resucitada y Glorificada de Nuestro Señor Jesucristo.
m) En la Segunda Lectura Pablo recuerda a los hermanos de Colosas que celebrar la
Pascua es tener conciencia no sólo de dónde venimos, sino también, hacia dónde vamos;
es tener conciencia de que todos correremos la misma suerte que Jesucristo y que
nuestra resurrección seguirá sus pasos: “Cuando se manifieste de nuevo, Cristo Vida
Nuestra, entonces vosotros os manifestaréis con él en gloria.”
n) En el Evangelio San Juan nos presenta al Primer Papa, San Pedro y al Discípulo
amado, San Juan, corriendo hacia el sepulcro. Entre muchas cosas, el texto nos enseña
que la prueba de la Resurrección de Cristo no es el Sepulcro vacío: “vieron y no
creyeron.” Tampoco lo son las bandas por el suelo o el sudario doblado aparte. Ni
siquiera, las mismísimas apariciones a los discípulos son una prueba fehaciente de la
Resurrección del Señor. Y aunque se trate de un evento histórico, la prueba del mismo
no se encuentra en el orden de lo natural porque la Resurrección es un acontecimiento
Sobrenatural, por eso hay que recurrir a la Escritura, para dejar que la misma
Revelación Sobrenatural de Dios nos dé la prueba de que Jesús ha resucitado: “porque
ellos todavía no habían entendido la escritura que él tenía que resucitar de entre los
muertos.”
n) En la Misa vespertina, leemos en Lucas el pasaje de la aparición a los discípulos
de Emaús. Cristo se les hace el encontradizo y les explica las escrituras para que
comprendan en la Fracción del Pan quién es el que les está hablando. Este texto lucano
refleja claramente la Tradición Apostólica de reunirse para celebrar el Día del Señor con
la Mesa del Pan de la Palabra y la Mesa del Pan Eucarístico.
B. Oratio
Todos los textos eucológicos tanto de la Vigilia Pascual como de la Misa Solemne de
Pascua, giran en torno a la idea de celebrar con alegría el triunfo del Cristo sobre la
muerte y el pecado. La Iglesia contempla y da gracias a Dios porque Dios ha sido fiel a
sus promesas y nos bendice con la Luz del Resucitado: “¡Oh, Noche Santa en la cual
expoliaste a los egipcios y enriqueciste a los hebreos, Oh noche en que se ha unido el cielo con la
tierra y Dios con el hombre!”
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua. »
D. Actio
Hemos peregrinado con la Iglesia estos Cuarenta días de Cuaresma. Hemos sido
testigos de la Entrada Triunfal de Cristo en Jerusalén. Hemos celebrado la Pascual con
Él, le hemos visto morir en la Cruz y hemos contemplado con estupor y alegría las
albricias de su Resurrección. En esta semana saludemos a todos felicitándolos con el
¡Felices Pascuas! o bien con el saludo de los cristianos de la Iglesia Apostólica: Christós
Anesti!, Alethós Anésti = ¡Cristo Resucitó, Verdaderamente ha Resucitado! Es importante
recordar que quizás muchos se han ido de vacaciones esta semana y no han vivido con
la comunidad el Misterio de la Pascua, por eso nos toca llevar la antorcha y flamearla
para que todos puedan ver la Luz del Resucitado y contagiarse de la alegría de su
Resurrección.