Ca 326-2022
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Caratulado: Rol:
Fecha de
07-12-2022
sentencia:
Sala: Primera
Materia: I03A
Tipo
Civil-apelacion sentencia definitiva
Recurso:
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Corte de
C.A. de Arica
origen:
Ir a Sentencia
GUILLEN/ HIDALGO: 07-12-2022 (-), Rol N° 326-
Cita 2022. En Buscador Corte de Apelaciones
bibliográfica: (https://juris.pjud.cl/busqueda/u?bs2pu). Fecha de
consulta: 28-06-2023
Arica, siete de diciembre de dos mil veintidós.
VISTO:
Se reproduce la sentencia en alzada y se suprimen los considerandos quincuagésimo segundo, sólo en
su párrafo segundo, y quincuagésimo séptimo.
Por su parte, la actora, doña Gladys Berta Guillén Quintero, se adhirió a la apelación, en contra de la
misma sentencia definitiva, y solicita que se revoque, y se declare que: 1.- Se desestiman las tachas
deducidas en contra de los testigos Javier Carrero y Solange Allende, declarando que ambos son
testigos hábiles y su testimonio será valorado para determinar la cuantía del daño moral; 2.- Se declare
el aumento en la condena al Servicio de Salud de Arica por daño moral, a $200.000.000.- o a la suma
menor que en prudencia se determine; y 3.- Se declare que el Servicio de Salud de Arica es
causalmente responsable, de forma directa, del fallecimiento de la menor.
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SEGUNDO: Que, en su recurso de apelación, el Servicio de Salud de Arica, explica que la sentencia le
causa agravio, que se manifiesta en: 1.- El error incurrido al rechazarse la excepción de falta de
legitimidad pasiva; 2.- La inexistencia de relación de causalidad entre los hechos y los daños; 3.- La
errónea aplicación de la teoría de la pérdida de la chance como sustituto de la falta del elemento nexo
causal; y 4.- La errónea condena en costa a su representada, aun cuando goza de privilegio de
pobreza.
Refiere que el juez recurrido hace suyo el fallo de la Excma. Corte Suprema dictado en causa rol N°
56.531-2021, y que yerra en su conclusión ya que su postura pretende asentar el régimen de
responsabilidades que concurre, pues no es lo mismo actuar como agente del estado, y determinar la
concurrencia del ente gubernamental que debe responder por la falta de servicio, que utilizar las
dependencias del establecimiento asistencial público al brindar una atención de carácter privada, por la
que se recibió honorarios distintos a la remuneración de la institución, ya que, pese a que la Dra.
Acuña se encontraba de turno como único médico de la Urgencia Ginecológica del Hospital de Arica, la
atención puntual de la paciente estaba desligada de una atención de urgencia o de carácter
institucional. Que prueba de ello son los documentos no valorados por el Tribunal, que corresponden al
informe estadístico de egreso hospitalario, firmado por la Dra. Acuña y que da cuenta que por su
atención percibió una retribución de carácter pecuniario extra, asociada al pago del bono PAD Fonasa;
a la Epicrisis de Matronería del CR Pensionado de 01 de abril de 2017, donde se indica que los
controles posteriores al alta deben realizarse en “Consulta de la Dra. Acuña”, y al informe de Biopsia
que fue solicitada por la médico tratante la Dra. María Jesús Acuña.
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hacerse cargo de su paciente privada; que la demandante pagó los servicios particulares o MLE
(modalidad libre elección) y que fueron percibidos por la Dra. Acuña Martínez, lo que no fue aceptado
por la actora, quien decide permanecer en el lugar incluso cuando el parto se produjo 9 horas después
de su ingreso al recinto asistencial.
Por otra parte, sostiene, en ninguna parte consta que hubiere sido el Hospital quien destinó a la médico
Acuña al parto, pues, de ser efectivo, habría sido el médico jefe del CR Gestión Clínica de la Mujer,
Miguel Cornejo Espinoza, quien debió ordenar la atención en modalidad institucional. Agrega que la
propia Dra. Acuña en su demanda expresa que el llamado para atender el parto de la Sra. Guillén
provino del médico Carlos Contreras Moreno, quien la llamó directamente y en un contexto privado. Por
su parte, Paola Hidalgo se encontraba fuera de su horario funcionario a raíz del acuerdo privado que
tiene con el establecimiento asistencial que le permite atender a sus pacientes no institucionales en sus
dependencias.
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la sensación de pujo de la paciente aumentó en su intensidad, por lo que es asistida por la matrona
Paola Hidalgo para su instalación en la camilla de parto. Se realiza control de latidos fetales con
ultrasonido y se informa a la Dra. Acuña, que debía prepararse para la atención del parto, todo lo cual
evidencia que si bien no se continuó con el monitoreo, la paciente si se encontró con vigilancia y
auscultación, procedimiento que realizó el personal de Pensionado desde el ingreso de la paciente, y
luego desde su llegada hasta el momento del parto la matrona Hidalgo, de allí las anotaciones
contenidas en el mencionado partograma, donde mediante una gráfica de color rojo se evidencia y
acredita (de forma contraria a lo sostenido por el tribunal) la frecuencia de los latidos cardiofetales de la
niña, siendo absolutamente innecesario que algún testigo depusiera al respecto, si la información obra
en la misma ficha clínica y en el partograma, instrumento en el que el Tribunal se apoya para descartar
la teoría del abandono de la paciente promovido por la contraria.
Continúa indicando que la anotación respecto de la “maniobra de kristeller” fue realizada por una
matrona que atiende a la paciente en etapa de post parto, quien no se encontraba presente en el parto,
por lo que resulta imposible que quien no presenció ni participó en el acto clínico pueda aseverar la
ejecución de la referida maniobra.
Con relación a la falta de comprobación de que la hija de la demandante respirara, reitera que es clave
no separar madre e hijo en la primera hora de vida, salvo necesidades de reanimación, así como
ofrecer condiciones ambientales adecuadas de temperatura, silencio, intimidad y apoyo. Afirma que el
Tribunal no da cuenta de cómo logra el convencimiento, más allá de mencionar que se trata de una
presunción judicial y del hecho que se apoya, de que lo anterior corresponde a una infracción a la lex
artis, toda vez que es de lógica y público conocimiento, que la primera constatación que debe
realizarse ante un alumbramiento vaginal es el estado de salud del recién nacido. Añade que el Informe
de Auditoría de la muerte de la recién nacida, no distingue a qué tipo de monitoreo se refiere, pues
existen otros tipos de monitoreo aparte del electrónico.
Indica que la imputación acerca de la falta de personal calificado en el Hospital Regional, pese al nivel
de complejidad del establecimiento y la conclusión respecto de la cobertura del cargo bajo la presencia
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de otro médico no especialista, parece ser una conclusión que carece de sentido, pues desestima la
habilitación legal que el Código Sanitario entrega a las matronas para la atención de partos vaginales
pretendiendo entregar más importancia a médicos generales y no especialistas.
Agrega que del articulado que le otorga las facultades legales para la atención de un parto natural, en
ninguna parte se advierte la presencia de la prevención que el juez realiza al señalar que aquello
podría ejecutarse sólo ante la ausencia de un médico que pudiera atender el parto, pretendiendo dar
una interpretación que por cierto es distinta y equivoca a lo que la misma ley prescribe y que además,
implicaría la modificación o derogación del artículo 117, que transcribe al efecto.
Afirma que no existe informe pericial, ni declaración de testigo abonado, que permita concluir que hubo
falta a la lex artis por parte del personal clínico, o descuido o negligencia de parte del establecimiento
asistencial, pues el contexto de la atención corresponde a un contrato de prestación de servicios
médicos, donde sólo el Hospital de Arica facilita su infraestructura a los facultativos y demás
profesionales que cuentan con los convenios de atención de pacientes particulares vigentes con la
institución.
Agrega que su parte ha sido categórica en negar la relación de causalidad entre la conducta que se
imputa al Servicio y los daños, y el Tribunal, en los considerandos 43° a 47° reconoce la dificultad e
incerteza para vincular los hechos con el resultado de muerte, no pudiendo arribar, según los grados
de certidumbre que se precisan, a la conclusión de que las faltas imputadas sean las determinantes del
fallecimiento.
Refiere que el juez tuvo por demostrada la efectividad del perjuicio, sin embargo, no como
consecuencia del vínculo causal que une el supuesto proceder negligente con el daño, y por lo tanto,
deja abierta la posibilidad de que la causa de muerte puede ser otra, y que no puede determinarse por
el hecho de no conocerse la causa real del fallecimiento sin la necropsia.
En subsidio, y para el evento que se desestime lo anterior, indica que de condenarse, debiera serlo en
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base a sumas razonables, considerando los montos normales para estos casos, que –señala- son
inferiores.
Argumenta que en materia de responsabilidad sanitaria existen parámetros ilustrativos de los montos
de las indemnizaciones, según la gravedad de las lesiones, en los términos del artículo 41 de la Ley N°
19.966, y que el inciso final del artículo 36 de dicha ley, señala que una Resolución Administrativa
establecerá los montos máximos que, en virtud del procedimiento de mediación, podrán pagar los
prestadores institucionales públicos. Además, por Resolución N° 142, del Ministerio de Hacienda y de
Salud, Subsecretaría de Salud, de 8 de abril de 2005, se establecieron los montos máximos que, en
virtud del procedimiento de mediación regulado en la Ley N° 19.966, podrán pagar los prestadores
institucionales, en caso de acuerdo que signifique el pago de una suma de dinero, y que por ello, en el
evento que se confirme la sentencia, deberán rebajarse considerablemente los montos conforme a los
parámetros expuestos.
Indica que la jurisprudencia y doctrina nacional son contestes en que la indemnización de perjuicios
tiene un sentido reparatorio, de tal manera que lo que debe repararse es nada más que el daño que
pueda atribuirse causalmente al demandado, y si por el contrario, esta atribución no puede efectuarse,
y la parte demandada resultare condenada a pago de una indemnización, no podría afirmarse que esta
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sea otorgada en virtud del fin reparatorio.
Añade que si la razón por la que se le condena es exclusivamente porque realizó una conducta
reprochable y en razón de ello se elevan los montos indemnizatorios, entonces se está utilizando la
condena indemnizatoria con lógica punitiva. Por ello, en los casos en que no exista certeza que la
acción medica negligente guarde relación con el daño, o se entienda que la entidad de la oportunidad
no es suficientemente seria, la función reparatoria que se atribuye a la responsabilidad civil requiere
necesariamente que la demanda sea rechazada.
Señala que fue errónea la condena en costas, pues se ha vulnerado el artículo 130 inciso 1° del Código
de Procedimiento Civil, en cuanto las personas que gozan de privilegio de pobreza no serán
condenadas en costas, como es el caso, y que el artículo 600 inciso 3° del Código Orgánico de
Tribunales señala una excepción, que es el caso en que el tribunal, mediante resolución fundada,
declare que se ha obrado como litigante temerario o malicioso, lo que no ha ocurrido en la resolución
apelada.
Menciona que el Servicio goza de privilegio de pobreza conforme al D.F.L. N° 1, de 2006, del Ministerio
de Salud, que dispone que los Servicios de Salud son continuadores legales del Servicio Nacional de
Salud, con los mismos derechos y obligaciones que a éstos les corresponden para cumplir con las
funciones que les competen, de manera que les resulta aplicable el artículo 81 de la Ley N° 10.383, en
cuanto a que el Servicio Nacional de Salud gozaba de privilegio de pobreza en los juicios en que sea
parte, sin que fuere necesario exigir la exhibición de documento que lo compruebe.
TERCERO: Que, por su parte, en la adhesión a la apelación, la demandante solicita que la sentencia
definitiva sea enmendada, con costas, y: (i) se desestimen las tachas deducidas en contra de los
testigos Javier Carrero y Solange Allende, se declare que ambos son testigos hábiles y que su
testimonio será valorado para determinar la cuantía del daño moral; (ii) se aumente la condena al
Servicio de Salud de Arica por daño moral, a $200.000.000.- o en su defecto, a la suma menor que se
determine; y (iii) se declare que el Servicio de Salud es causalmente responsable del fallecimiento.
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Expresa que el juez acierta en condenar al Servicio de Salud por falta de servicio, y rechazar la tesis de
que la modalidad de libre elección la eximiría de responsabilidad. Que, además, acierta al concluir que
el equipo médico infringió la lex artis debido a que, según señala la sentencia: (1) dejó de monitorear el
estado de salud del feto, al menos desde las 15:46 horas hasta la hora del alumbramiento, a las 16:48
horas (como se señala en el informe de auditoría); (2) se le practicó a la demandante la maniobra de
Kristeller por el equipo médico, pese a que se encontraba prohibida y no existió motivo que la
justificara; y (3) no se comprobó al momento del nacimiento el estado de salud de la hija de la
demandante, iniciando el proceso de apego sin establecer que la niña respiraba o se encontraba en
buen estado. Añade que igualmente constituye falta de servicio, que el Hospital Juan Noé Crevani de
Arica contara el día de los hechos con tan solo un médico ginecólogo residente de turno.
Repara que los aciertos de la sentencia se ven morigerados por yerros que dicen relación con que el
juez a quo: (i) acogió las tachas respecto de dos testigos importantes y que (ii) fijó el monto del daño
moral en $100.000.000.-
En lo tocante a las tachas que el juez acogió respecto de los testigos Solange Allende y Javier Carrero,
por la causal del artículo 358 N° 7 del Código de Procedimiento Civil, indica que al ser las tachas
normas de derecho estricto, su interpretación debe ser restrictiva y no aplicarse por analogía a otras
situaciones distintas.
Indica que respecto de Javier Carrero, quien actualmente es conviviente de doña Gladys Guillén, no es
posible configurar la tacha de amistad íntima, ya que es necesariamente excluyente una relación de la
otra, y en cuanto a la testigo doña Solange Allende, ésta señaló que no mantiene un contacto fluido
con la actora, sino más bien esporádico.
Aduce que si se decide mantener el criterio de la sentencia, es necesario tener presente la teoría del
testigo para que sean consideradas sus declaraciones, ya que, en atención a los ítems del daño moral
solicitados, sólo en virtud de la relación que tienen los testigos con la demandante se podría dar cuenta
de ello, y que al tratarse de testigos de daño, es la relación que los une lo que permite que puedan
declarar sobre éste.
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Respecto al monto de daño moral, menciona que en la demanda se solicitaron $200.000.000.- a título
de daño moral ($100.000.000 por pretium doloris y $100.000.000 por pérdida de proyectos de vida, que
fueron abruptamente destruidos por la muerte de Daniela) y que sólo se otorgó una indemnización de
$100.000.000.- por pretium doloris, es decir, sólo la mitad del total solicitado, lo que le ocasiona agravio
pues no permite resarcir íntegramente el daño moral.
Alega no haber sido concedida una indemnización por pérdida de proyectos de vida, el cual fue
fundamentado en normales constitucionales y en la doctrina del autor Pablo Rodríguez Grez,
solicitando su incremento prudencial.
Señala que la negligencia sufrida transformó la vida de la demandante, quién pasó de ser una persona
que tenía proyecto y expectativa de formar y ver crecer a su única hija mujer, ya que sus primeros dos
hijos fueron varones, a ser una mujer que hasta hoy padece consecuencias emocionales de haber visto
frustrado su deseo.
Hace presente algunos fallos con ocasión de violencia obstétrica, en que se fijaron condenas mayores.
Luego, alude a las fotografías que formaron parte del proceso, en que se muestra –según indica- cómo
la actora había realizado los preparativos para el nacimiento, y cómo recibió a su hija, en su pecho, en
un intento de apego.
Señala que el fallo da por acreditada dicha circunstancia en el considerando 38°, que es el trauma de
hacer apego con un hijo sin vida, y que en los hechos fue la paciente y no el personal de salud quien
se dio cuenta que algo andaba mal. Agrega que ello fue un hecho especialmente considerado por el
Tribunal, que, junto con la muerte de la menor, debieron importar una condena más cuantiosa.
Añade que, como criterios de aumento de condena, la propia Ley 19.966 que sirve de base primaria
para las acciones por falta de servicio en materia sanitaria, señala en su artículo 42 inciso 1° que “La
indemnización por el daño moral será fijada por el juez considerando la gravedad del daño y la
modificación de las condiciones de existencia del afectado con el daño producido, atendiendo su edad
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y condiciones físicas”
Luego obre la valoración del daño moral, desarrolla lo escrito por el autor don Pablo Rodríguez Grez.
Señala que para valorar el daño moral el sentenciador omitió ciertos medios de prueba relevantes,
como son el audio y transcripción de la entrevista realizada el 7 de noviembre de 2019 por Ana Karina
Sepúlveda Acevedo, presidenta de la ONG madre nativa, a la demandante; el informe psicológico
elaborado por la psicóloga clínica perinatal, doña Yasna Cuadros Sosa; el documento titulada “Impacto
psicológico de la violencia obstétrica” y la investigación titulada duelo perinatal elaborada por la
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, instrumentos que permiten de forma directa concluir
que el daño psicológico sufrido amerita una condena más cuantiosa.
Al respecto menciona que en el considerando 46°, se señala expresamente que existe causalidad
directa entre el apego realizado con la bebé fallecida y parte de los daños psicológicos que se invocan,
y que sin embargo, en el considerando 47° se indica que a pesar de haberse acreditado diversas
negligencias es muy difícil determinar a ciencia cierta que la muerte de la menor se produjo por las
faltas denunciadas, y por ello, da aplicación a la teoría de la pérdida de chance. Es decir, el tribunal
tuvo por acreditada el vínculo de causalidad en relación con el apego y los daños psicológicos, más,
respecto de la muerte de la menor y los daños de que de ello se derivaron, el juez a quo, fundamenta
de una manera distinta.
Afirma que la prueba rendida permite acceder a una causalidad directa y total entre las negligencias
denunciadas y todos los daños, toda vez que, por los medios de prueba, y sobre todo, por el uso de
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una presunción judicial se pudo dar por establecido que sin la participación de los involucrados Daniela
hoy día estaría viva, de manera que no es necesario acudir a la pérdida de chance para tener por
acreditada la causalidad.
Añade que el tribunal a quo tuvo por acreditados todos los antecedentes que precedieron la muerte de
Daniela, que la paciente había tenido otros dos hijos (sin complicaciones y daños), que la paciente
tenía controladas sus prexistencias (hipotiroidismo y condilomatosis) y, en consecuencia, el resultado
anómalo solo permite concluir que todas las denuncias le produjeron directamente la muerte a la
menor.
Luego de hacer referencia a diversas opiniones de autores de la doctrina nacional, expresa que la
prueba científica de la muerte vinculada a las acciones demandadas no es un imperativo en materia
civil, y que bastaba hacer uso de una presunción judicial para concluir que la menor estaría viva de no
mediar las negligencias denunciadas.
Indica que si se aplica la teoría de la pérdida de chance, se le debe otorgar una indemnización a la
paciente por la pérdida de la oportunidad de tener a su hija con vida, y si, en cambio, no se aplica dicha
teoría, entonces se deberá tener por acreditado directamente el vínculo de causalidad entre las
negligencias y la muerte de la menor, y que al respecto se podrá tener en consideración la culpa
virtual, res ipsa loquitur, o cualquier otro mecanismo formal de imputación de causalidad distintos a la
tradicional equivalencia de las condiciones, por ejemplo, la causalidad adecuada.
Expresa que cualquier modelo de causalidad (causa próxima, causa eficiente, teoría de la
preponderancia, etc.) llevan igualmente a la conclusión de que existe responsabilidad directa en el
fallecimiento de la menor, y que no solo privaron de una chance de vivir, sino que directamente, las
negligencias provocaron la muerte de Daniela.
Afirma que comprende que a falta de una autopsia se haga más difícil para el tribunal valorar la prueba,
sin embargo, que todo apunta que el embarazo de término de la actora debió resultar de forma exitosa,
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y que acudir a la pérdida de oportunidad no era necesario, máxime si parte de las negligencias
invocadas dicen relación con conductas omisivas.
b) Una vez ingresada en el recinto, ese mismo día, fue atendida por funcionarios y la ginecóloga de
turno del Hospital Juan Noé Crevani de Arica, doña María Jesús Acuña, única especialista que se
encontraba prestando servicios en el turno, quien se hizo cargo del parto de la señora Guillén.
d) Siendo las 15:30 horas de ese mismo día, en el contexto de la atención que se estaba prestando a
la demandante en el proceso previo al parto, la doctora de turno, señora Acuña, se retiró de la sala de
partos en que se encontraba doña Gladys Guillén Quintero, y a esa misma hora consta que se realizó
el último registro de frecuencia cardiaca fetal en la paciente, que marcó 148 PPM, no existiendo otros
monitoreos posteriores hasta el momento del parto.
e) A las 16:48 horas del mismo día, se produjo el término del parto natural de la demandante, siendo
extraída su hija por vía vaginal, sin vida.
f) Que, el personal médico no advirtió el deceso de la criatura, y la posicionó sin vida en el pecho de su
madre con el objeto de efectuar el primer apego entre ambas.
g) En un instante, al apreciarse que la lactante no presentó indicios de encontrarse con vida, fue
retirada desde el pecho de su madre por personal de salud, trasladándose a otra sala, lugar en el que
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se intentó su reanimación por 30 minutos aproximadamente sin éxito, por lo que fue declarada como
mortinata, con causa de muerte de asfixia intrauterina.
h) La atención médica prestada a la demandante se llevó a efecto en dependencias del Hospital Juan
Noé Crevani de Arica, dependiente del Servicio de Salud de la Región de Arica y Parinacota.
En el caso del primer deponente, la causal se configura dada su relación de pareja y la calidad de
conviviente con ésta, desde hace 4 años, lo que necesariamente involucra una relación de confianza,
complicidad y lealtad que trastocan la objetividad necesaria para diferenciar dichos sentimientos de la
obligación de ser veraz a la hora de relatar hechos en el proceso, lo que, por lo demás, se advierte de
sus expresiones, al indicar que siente “rabia y otras cosas más” respecto del Servicio demandado.
Respecto de la testigo Solange Allende, los antecedentes vertidos al momento de responder las
preguntas de tacha, consistentes, en general, en la compañía prestada a la demandante durante el
embarazo y el día del parto, así como el apoyo emocional y orientación brindado durante el proceso,
redundan -pese a la apreciación de la deponente en torno a que su amistad no tiene el carácter de
íntima- en una relacionamiento de estrecha confianza y solidaridad entre ambas, que sólo se produce
en un ambiente de afecto de carácter estrecho entre dos personas, y que necesariamente denotan un
nivel de confianza superior al de una mera relación de cercanía o amistad, y que por ende, deviene en
la configuración de la causal en análisis.
Debe advertirse que al haberse acogido las tachas no es posible considerar las declaraciones de los
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mencionados testigos, para tópico alguno de los debatidos en la causa, en oposición a lo postulado por
la demandada.
SEXTO: Que, en primer término, es necesario consignar que la modalidad de libre elección, es una de
las formas de atención que establece el régimen de prestaciones de salud, bajo la fiscalización del
Fondo Nacional de Salud, en la cual el beneficiario elige libremente al profesional y/o entidad, del
sector público o privado, que se encuentre inscrito en FONASA y que haya celebrado convenio con
éste, y que otorgue las prestaciones que se requieran. Por su parte, en la otra modalidad, la
institucional, las prestaciones médicas se otorgarán a los beneficiarios por los organismos que integran
el Sistema Nacional de Servicios de Salud, sean dependientes del Ministerio de Salud o entidades
públicas o privadas con las cuales los Servicios de Salud o el Fondo hayan celebrado convenios para
estos efectos.
Que, conforme a las normas del Decreto con Fuerza de Ley 1, de 24 de abril de 2006, que fija el texto
refundido, coordinado y sistematizado del Decreto Ley N° 2.763, de 1979 y de las leyes N° 18.933 y N°
18.469, en particular, los artículos 141 a 144, las prestaciones médicas a los beneficiarios del sistema
público de salud, pueden ser requeridas y ejecutadas bajo estas dos modalidades, la institucional, a
través y en forma directa por el sistema público de salud, o la de libre elección, caso en el cual “(…) los
beneficiarios gozarán de libertad para elegir al profesional o el establecimiento e institución asistencial
de salud que, conforme a dicha modalidad, otorgue la prestación requerida”.
De esta forma, aquellos beneficiarios del sistema de salud que opten por la modalidad de atención de
libre elección, podrán acordar con un profesional de la salud, a quien ellos mismos elijan, la ejecución
de una determinada prestación médica, la que puede ser ejecutada en forma directa por dicho
profesional, o bien, a través de la infraestructura pública, remunerada conforme a un arancel,
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correspondiendo la fiscalización de dicho procedimiento al Fondo Nacional de Salud.
SEPTIMO: Que, pues bien, la excepción de falta de legitimación pasiva alegada por el Servicio de
Salud, y que fue rechazada en primera instancia, está centrada en que, en el entendido que las
atenciones reclamadas corresponden a prestaciones realizadas por la doctora María Jesús Acuña y la
matrona Paola Hidalgo bajo el mecanismo de libre elección, y que sólo fueron otorgadas utilizando las
instalaciones del Hospital Juan Noé Crevani de Arica, ninguna responsabilidad le correspondería al
Servicio de Salud.
Al respecto, esta Corte estima que el Juez recurrido lleva razón al estimar que, correspondiéndole a la
demandada la carga de probar que los servicios prestados por la doctora Acuña se hayan efectuado
bajo la modalidad de libre elección o atención particular, la prueba que se rindió sobre este aspecto
encaminan a arrimarse más bien a la tesis contraria, y concretamente, a que, en primer lugar, la
paciente no acordó con la doctora Acuña una forma de atención con modalidad libre elección –sin
perjuicio que dicha especialista posee un convenio con el Hospital de Arica para efectuar este tipo de
atenciones en sus dependencias-; en segundo término, que el traslado intempestivo al establecimiento
de salud por la demandante se produjo en el contexto de verse inmersa en una emergencia, que
requería de cuidados médicos inmediatos, al estar en la etapa de embarazo de término, sentir
contracciones y otros indicadores de un próximo alumbramiento que la llevaron a afirmar que “había
roto membrana”; y finalmente, que si bien la demandante compró un bono PAD en FONASA para la
atención de su parto y había acordado una atención con modalidad libre elección con su médico
tratante, el doctor Carlos Contreras, éste no se encontraba disponible para atenderla el día en cuestión,
debiendo acudir entonces, a otro facultativo de emergencia.
Sobre esto último, tal como quedó de manifiesto en el fallo impugnado, ante la ausencia del médico
tratante de la actora el día 30 de marzo de 2017 -con quien ésta había acordado la atención particular-,
y al haber ésta ingresado al recinto asistencial con signos claros de encontrarse cercana a dar a luz,
fue la ginecóloga de turno en dicho establecimiento, la doctora Acuña, quien se hizo cargo del parto,
actuando en tal calidad, y no en la de médico particular de la paciente.
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Las razones que llevan a adoptar dicha conclusión son variadas:
1°.- Es un hecho acreditado que durante el período que media entre el ingreso de la paciente al
Hospital de Arica hasta el parto, la doctora señora Acuña sólo se mantuvo en contacto con la
demandante en dos oportunidades para evaluarla (a las 14:00 y a las 15:10 horas), ausentándose
durante el periodo restante para efectuar labores propias del turno que estaba cumpliendo, como su
participación en una cirugía de emergencia con riesgo vital materno y una cesárea, en que otro médico
le solicitó asistencia, volviendo nuevamente a contactarse con la paciente sólo en el momento en que
ésta se encontraba en la fase expulsiva del feto, todo lo cual, dista bastante a una atención que pudiera
haberse pactado bajo la fórmula de libre elección.
2°.- Es un hecho pacifico que no existió, durante el período de embarazo y hasta el día del parto, una
consulta de la demandante con la ginecóloga María Jesús Acuña, ni menos un acuerdo entre ambas
relativo a que ésta participara o se hiciera cargo del parto, a través de la modalidad de libre elección, ni
siquiera por conducto del médico tratante de la paciente, el señor Carlos Contreras. Es más, al
contestar la acción, la facultativa enfatizó que el médico tratante de la actora en ningún momento le
informó los antecedentes de la paciente ni el motivo por el que no podría asistir al parto, y que ella
asumió la responsabilidad de atención de la paciente “como parte de su función como ginecólogo
residente de turno único del hospital”.
3°.- Por otra parte, no es óbice para razonar en el sentido que se viene exponiendo, el hecho de que la
facultativa Acuña haya recibido honorarios distintos a la remuneración de su institución –como arguye
la recurrente-, ya que dicha circunstancia es justamente consecuencia de que el Servicio atribuyó
erróneamente a la demandante haber acordado ser atendida en la modalidad libre elección, eligiendo
para ello a la doctora Acuña, lo que, en la práctica, nunca sucedió. Coincidente con este yerro, se
advierte que el Programa del Servicio de Salud (P.S.S.) N°1134957, Programa PAD 99545, incluye en
calidad de médico tratante de la paciente a don Carlos Contreras Moreno.
En otra arista, la participación de la matrona señora Paola Hidalgo en el parto, y su presencia en el
hospital a partir de las 13:00 horas aproximadamente de ese mismo día, sin que se encontrara en
funciones en ese momento, se explica por el hecho de intentar materializar el acuerdo -del cual
formaba parte- que existió entre el señor Contreras y la paciente, de atender el parto bajo la modalidad
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libre elección, sin embargo -como se ha afirmado- ello no fue posible de concretar por impedimento del
médico tratante, comunicado ese mismo día a la señora Paola Hidalgo.
De esta manera, al no ser posible llevar a cabo la atención bajo la modalidad antedicha con el
verdadero médico tratante de la actora, y encontrándose la grávida en el recinto hospitalario con
señales de dar a luz, fue la ginecóloga de turno en ese lugar quien asumió su atención.
Asimismo, según la cláusula quinta del convenio en comento, en el evento que la paciente haya
elegido ser atendido en calidad de paciente particular en el Hospital por un profesional con convenio,
deberá dejar consignada su voluntad y decisión por escrito en el formulario destinado al efecto, el cual
deberá entregar al momento de efectuar el trámite de registro de pre-ingreso; todo lo cual,
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nuevamente, no fluye de antecedente alguno.
5°.- Por otra parte, acerca de los documentos que la recurrente sostiene que no fueron valorados por el
Tribunal, y que, si se hubiera hecho, debieron conducirlo a decidir que la atención prestada por la
ginecóloga Acuña fue particular; esta Corte, al contrario de la apreciación del Servicio, estima que ellos
no representan un obstáculo para decidir en el sentido que se viene refiriendo. Al respecto, del informe
estadístico de egreso hospitalario de la demandante sólo se desprende el día y horario de ingreso de la
paciente (09:39 horas del 30 de marzo de 2017) y que la condición del recién nacido fue “fallecido”,
apreciándose una anotación manuscrita que indica “PAD”; por su parte, de la epicrisis de matronería
del centro de responsabilidad sólo se aprecia como indicaciones de alta “consulta doctora Acuña”,
también en forma manuscrita; y por último, del Informe de biopsia de la demandante respecto del
cordón umbilical y placenta, únicamente consta que corresponde a una paciente de pensionado, y que
fue solicitado por su “médico tratante”, la Dra. María Jesús Acuña; de manera que, de lo anterior, se
denota que el contenido de los instrumentos corresponden a meras anotaciones o referencias, que no
necesariamente otorgan certeza que la modalidad de atención fue particular, pues, además de tratarse
de instrumentos confeccionados y emitidos por la propia demandada, se estrellan frente al hecho -ya
acreditado- de que la paciente no tuvo contacto previo alguno con dicha profesional, lo que deviene en
que no era posible considerarla como su médico tratante.
6°.- Finalmente, en este punto, tampoco es obstáculo para el rechazo de la excepción en comento, el
hecho de que no exista una orden del médico jefe del CR Gestión Clínica de la Mujer que autorice la
atención en forma institucional, como adujo la recurrente, pues, la Ley N° 20.584 que regula los
derechos y deberes que tienen las personas en relación con las acciones vinculadas a su atención en
salud, en el inciso 1° de su artículo 2º, establece que “toda persona tiene derecho, cualquiera que sea
el prestador que ejecute las acciones de promoción, protección y recuperación de su salud y de su
rehabilitación, a que ellas sean dadas oportunamente y sin discriminación arbitraria, en las formas y
condiciones que determinan la Constitución y las leyes”, de manera que es posible entender bajo ese
marco, que los establecimientos de salud deben instar por la protección de la vida e integridad de los
pacientes que acuden a sus dependencias, de manera oportuna e igualitaria, por sobre lineamientos
administrativos que, si bien resultan de importancia, se ven mermados frente al mandato antes
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reseñado.
A mayor abundamiento, sobre este tópico la Excma. Corte Suprema ha razonado que “la modalidad de
libre elección, no libera al recinto hospitalario de su responsabilidad en la atención de salud pues, si
bien, constituye un valor que puede ser considerado beneficiente en la relación médico paciente,
igualmente, debe subordinarse al bien común que establece el derecho a una atención equitativa y
universal de los usuarios independiente del contrato en virtud del cual ingresan al recinto hospitalario”
(sentencia de 31 de mayo de 2022, de la Excma. Corte Suprema, dictada en la causa Rol Nº 56.351-
2021-Civil).
Que, de suyo, todo lo antes reflexionado conlleva al rechazo de las alegaciones sobre el punto
planteadas por el Servicio demandado, y a confirmar la decisión apelada en este aspecto.
NOVENO: Que, por su parte, frente a lo anterior, la demandada argumenta que la actora fue
debidamente atendida en el recinto de salud, que se monitoreó continuamente el estado de salud del
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feto, que no se efectuó la maniobra de kristeller en la embarazada, que la facultativa que atendió el
parto actuó conforme al protocolo médico, y que el fallecimiento intrauterino del feto se produjo por una
causa que se desconoce, atendida la ausencia de necropsia debido a la negativa de la madre a que se
realice, no siéndole además la muerte imputable a su actuar.
DECIMO: Que, la Ley N° 19.966 que establece un Régimen de Garantías en Salud, introduce en el
artículo 38 la responsabilidad de los órganos de la administración en materia sanitaria, la cual incorpora
–al igual que la Ley N° 18.575- la falta de servicio como factor de imputación que genera la obligación
de indemnizar a los particulares por los daños que éstos sufran a consecuencia de la actuación de los
Servicios de Salud del Estado.
Como lo ha señalado la Excma. Corte Suprema, “La responsabilidad del Estado en materia sanitaria se
genera por la existencia de falta de servicio, factor de imputación que se presenta como una deficiencia
o mal funcionamiento del servicio en relación a la conducta normal que se espera de él, estimándose
que ello concurre cuando el servicio no funciona debiendo hacerlo y cuando funciona irregular o
tardíamente” (sentencia de 28 de noviembre de 2022, de la Excma. Corte Suprema, dictada en la
causa Rol Nº 85.608-2021-Civil).
De esta forma, la responsabilidad por falta de servicio “supone un juicio de valor acerca del nivel y
calidad de servicio que era exigible del municipio o del órgano de administración” (Barros Bourie,
Enrique. “Tratado de Responsabilidad Extracontractual”. Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2008,
págs. 485-486), y conlleva un elemento de imputabilidad subjetivo, alejándose de una eventual
equivalencia con la responsabilidad objetiva.
Ahora, si bien los perjudicados no requieren individualizar ni perseguir al funcionario cuya acción u
omisión personal origina la falta, en cambio, si se debe invocar y acreditar, conforme al artículo 1698
del Código Civil, la existencia de esta falla en la actividad del órgano administrativo, ya sea acción u
omisión, y que ella es la causa del daño experimentado. Es decir, no basta la sola producción de daño
para encontrarse ante la responsabilidad del Estado, sino que es fundamental acreditar la acción u
omisión generadora del mismo, descartándose por completo la idea de responsabilidad objetiva, por
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cuanto no es posible indemnizar todo daño que se produce como consecuencia del actuar de la
administración, como al efecto lo señala el artículo 41 de la Ley N° 19.966.
UNDECIMO: Que, ahora bien, resultaron acreditados en autos, según lo razonado en los motivos
trigésimo primero a cuadragésimo tercero de la sentencia apelada, aquellos hechos que consisten en
la no adopción, por parte del equipo médico, de las medidas necesarias tendientes a asegurar el
nacimiento con vida de la hija de la actora, y en particular, el no haber monitoreado en forma constante
y adecuada los latidos del feto, al menos desde las 15:46 horas hasta las 16:48 horas del día en
cuestión, horario éste último en que concluye el parto; haberse ejecutado en la embarazada, por parte
del equipo médico, la maniobra de Kristeller para inducir el parto, sin indicación de médico a cargo de
la atención; no haber realizado acciones destinadas a verificar el estado de la hija de la demandante
durante el parto, y a partir de allí haber procedido a efectuar el primer apego, y posicionar a la hija en el
pecho de su madre, encontrándose ésta sin vida.
En efecto, la falta de servicio del Servicio de Salud acreditada en autos, tiene como fundamento las
falencias en que incurrió el Hospital de Arica, al no haber accionado vivaz y oportunamente frente a las
condiciones del embarazo de la actora, conducta que aparecen más patentes en este escenario
posterior al deceso de la víctima, pues se consigue analizar detenidamente las diversas decisiones
adoptadas y acciones desplegadas por los funcionarios hospitalarios en la atención prestada, y con
ello, la oportunidad, adecuación y efectividad de la misma, tanto en términos técnicos como
administrativos.
Es así como se aprecia que el sentenciador de la instancia realiza un análisis correcto de los medios
de prueba rendidos, arribando a partir de allí a conclusiones adecuadas, que además corrobora con los
planteamientos de las partes en la fase de discusión, y concluye estableciendo la falta de servicio en el
actuar de la demandada.
Desde ya es prudente adelantar que dicha decisión es compartida por esta Corte, al advertirse un
comportamiento del equipo médico ajeno a lo adecuado y a la esperable atención de salud que debe
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brindar un órgano público, pues éste actuó en forma deficiente en relación a la conducta normal que se
espera de él, y funcionó de modo irregular, desorganizado y tardío, según se indicará más adelante.
DUODECIMO: Que en relación a la atención médica otorgada a la señora Guillén, cabe tener presente
que, al igual que se consigna en el considerando vigésimo quinto del fallo impugnado, la ficha clínica
resultó fundamental para tener por acreditado que la doctora Acuña, única ginecóloga de turno el día
de los hechos, debió ausentarse del parto de la actora a partir de las 15:30 horas aproximadamente,
por verse obligada a atender una urgencia ginecológica. Quedó refrendado, por otra parte, con el
mérito de la demás prueba, que regresó a atender a la demandante cuando ésta ya había comenzado
la fase expulsiva del feto, que culminó con el parto a las 16:48 horas.
De la ficha clínica fluyó además que el último monitoreo de los latidos fetales se realizó a las 15:30
horas por parte del equipo médico, de manera que dicha inactividad en el monitoreo coincidió con el
periodo que la médico de turno se encontraba ausente en otras intervenciones y duró hasta producido
el parto a las 16:48 horas, es decir durante aproximadamente una hora.
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monitoreo y se produjo el parto (…)”.
Lo fundamental es que frente a las probanzas antes destacadas, y la demás analizada en profundidad
por el a quo, no existieron antecedentes de la demandada, a quien correspondía por cierto la carga de
la prueba en este punto, que contrarrestaran o permitieran justificar suficientemente la suspensión del
monitoreo de frecuencia cardiaca fetal durante un espacio aproximado de una hora previo al parto, la
ausencia de un médico en reemplazo de la única especialista de turno en el hospital, la ejecución de la
maniobra de Kristeller en la embarazada estando proscrita, y la no constatación por el equipo médico
de que la recién nacida se encontraba o no con vida tras haber salido del vientre materno. La tesis
propuesta en el recurso por la apelante no encuentra correlato en el contenido de la prueba que obra
en la causa.
No se comparte la aseveración planteada en el recurso en orden a que existiría una pugna entre lo
decidido, por una parte, acerca de que la paciente no habría sido monitoreada sino hasta sólo las 15:30
horas, y lo resuelto en el considerando 31°, al sostener que la paciente fue controlada y monitorizada
cada hora como figura en el partograma, pues el juez razona en torno a las razones que lo llevan a
considerar la información plasmada en cada documento en relación a horarios distintos dentro del día
30 de marzo de 2017, ya que en el libelo se planteó que el periodo de suspensión de monitoreo fetal
habría sido superior al que a la postre se acreditó.
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nacido se encuentra efectivamente con vida. Las argumentaciones del fallo impugnado al efecto son
claras y adecuadas.
DECIMO TERCERO: Que, en esta dirección de ideas, la falta de servicio demandada ha logrado ser
acreditada, al constatarse, a través de las probanzas analizadas, que los funcionarios dependientes del
Servicio de Salud demandado, ejecutaron una atención inadecuada e insuficiente frente a las
condiciones y etapa del embarazo de la demandante, y los signos mostrados por la evolución del
mismo el día de los hechos, equivocando la apreciación de gravedad en relación a la propia lex artis, y
con ello desatendiendo una vigilancia necesaria para el caso, que involucraba una actuación de mayor
diligencia a la que se ha venido analizando.
Como corolario de lo expuesto, es necesario destacar que resultó acreditado además, que la atención
entregada fue deficiente y desorganizada al existir sólo una facultativa de turno atendiendo a diversos
pacientes y no extremar las medidas de diligencia para palear la ausencia momentánea de dicha
persona en los cuidados brindados a la demandante; y como contrapartida, el servicio demandado no
consiguió probar un actuar organizado, sistemático y con respuestas oportunas a las condiciones
surgidas en el momento de ser requeridos por la demandante.
Así, la situación fáctica referida en los considerandos anteriores permite tener por justificados una serie
de hechos, los que analizados en su conjunto, configuran la falta de servicio demandada.
DECIMO CUARTO: Que, como se indicó, para la generación de la responsabilidad que se pretende
resulta fundamental que exista una relación de causalidad entre la conducta del demandado y las
consecuencias lesivas o dañosas, de modo que, de no haber existido tal vínculo, el resultado no se
habría provocado.
En la especie, ha sido fehacientemente acreditado que el cese de los signos vitales del mortinato se
produjo durante los 52 minutos aproximadamente que medió entre la suspensión del monitoreo y el
parto, período que coincide con la ausencia de la doctora de turno, por encontrarse participando en
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otras intervenciones quirúrgicas de emergencia ya referidas.
Sin embargo, y tal como se decidió por el juez a quo, principalmente debido a la ausencia de una
necropsia a la hija de la demandante, por la negativa de ésta a su realización, no es posible establecer
la causa de la asfixia intrauterina, de manera tal que, es un hecho cierto que no es posible establecer
un vínculo causal entre la falta de servicio acreditada y el deceso de la hija que estaba por nacer de la
actora.
Igualmente lleva razón la decisión recurrida en cuanto a que si bien no fue posible advertir un nexo
causal entre la inactividad u omisión de la demandada o la práctica de la técnica de kristeller en la
paciente y el deceso, si resulta posible advertir que, de no mediar la conducta descuidada y
desorganizada en que obró el equipo médico, necesariamente, la fallecida y su madre habrían contado
con la posibilidad de que hayan adoptado decisiones de emergencia para intentar revertir la asfixia que
afectó intrauterinamente a la hija de la actora y que le produjo el deceso en los momentos previos al
nacimiento.
En efecto, como se asentó en la decisión impugnada, los hechos reseñados denotan que la atención
brindada a Gladys Guillén no lo fue en los términos debidos, al no haber considerado los signos
mostrados por la paciente en las horas previas al parto y haber incurrido en una desatención o falta de
vigilancia necesaria, que se concretizó principalmente en detener el monitoreo fetal, incurriendo en una
atención irregular, deficiente y desorganizada, que, de no mediar, hubiere otorgado una oportuna
detección y atención de la hija de la denunciante, con la consecuente posibilidad de evitar la asfixia
intrauterina que le ocasionó la muerte.
De esta manera, se verifica un vínculo causal entre la falta de servicio y, no respecto de la muerte, sino
de la posibilidad -cierta o incierta- de lograr impedirla, a través de una atención oportuna y adecuada, lo
que en doctrina se conoce como “pérdida de una chance”.
DECIMO QUINTO: Que, si bien resulta imposible determinar el procedimiento médico idóneo para
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evitar la asfixia intrauterina que ocasionó la muerte del nonato, por el contrario, si es factible establecer
que, de haberse detectado a tiempo algún indicio de deterioro de la salud del feto a través del
monitoreo de la frecuencia cardiaca, el personal médico hubiera emprendido acciones o técnicas de
emergencia idóneas, tendientes a conseguir la recuperación o mantención de la vida del nonato,
además de alertar a la médico a cargo del parto, que en ese instante se encontraba incorporada a
otras labores urgentes, a objeto de otorgar una atención más especializada o de emergencia, con todo
lo cual el resultado dañoso bien se pudo impedir o, a lo menos, proporcionar una chance de vida al
nonato
La interrogante en este asunto, en palabras de don Enrique Barros “no se refiere a si el daño corporal
fue un resultado cierto e inequívoco de la negligencia médica, sino a si en razón de esa negligencia el
paciente perdió una oportunidad de sanarse” (Barros Bourie, Enrique. 2006. Tratado de
responsabilidad extracontractual. Santiago, Editorial Jurídica de Chile. págs. 686-687).
DÉCIMO SEXTO: Que, por otra parte, habrá de ser considerado que la pérdida de la chance, en la
especie, está relacionada con el detrimento moral o extra patrimonial de no haber tenido la posibilidad
de mantener con vida a una hija, ad portas de nacer, acontecimiento que produce no solamente un
grave impacto en la emocionalidad, sino frustración, impotencia, dolor y tristeza, circunstancias que por
lo demás, fluyeron de la prueba instrumental y testimonial rendidas, que corroboran el padecimiento
sufrido por la víctima y sus efectos colaterales.
DECIMO SEPTIMO: Que, de esta manera, habiéndose verificado la concurrencia de todos y cada uno
de los requisitos necesarios para la determinación de la responsabilidad fiscal, corresponde avocarse a
la cuantificación de los perjuicios sufridos por la demandante, objetivo para el que resulta indispensable
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considerar que el monto de la indemnización debe ceñirse a la chance u oportunidad perdida por la
demandante de haber podido mantener con vida a su hija, más, ella no apunta a la muerte de la niña
propiamente tal, pues, como se refirió, no fue posible establecer un nexo directo entre la falta de
servicio y el deceso, pero sí, entre la falta de servicio y la pérdida de la oportunidad.
En efecto, el profesor Hernán Corral postula que “lo que debe indemnizarse es sencillamente la
frustración de la oportunidad de postular a la obtención del beneficio; este es el daño cierto que se
ocasiona en estos casos (…)” (Corral Talciani, Hernán. 2003. Lecciones de responsabilidad civil.
Santiago, Editorial Jurídica de Chile. pág. 142).
En este sentido, se ha escrito además que “en ciertas situaciones, respecto de las cuales la
indemnización es elevada hasta la altura de la ventaja esperada, es posible confundir la pérdida de una
chance con la causa de pedir del litigio en cuestión. En estos eventos no es la destrucción culpable de
la oportunidad lo que motiva el contencioso, sino la pérdida de la ventaja misma que aparece como
suficientemente cierta” (Munita Marambio, Renzo. “La pérdida de una chance. Notas desde una
perspectiva comparada”, en Revista Actualidad Jurídica, N° 28. Universidad del Desarrollo, Julio de
2013, p. 438).
En este orden de ideas, el monto a indemnizar no puede ser de la misma entidad que el daño
producido por el fallecimiento, pues, lo que se indemniza es la posibilidad incierta de haberla evitado, lo
que de suyo resulta de una entidad dañosa significativamente menor en relación a la muerte como tal.
Por otra parte, entre la falta de servicio acreditada, consistente en no advertir la muerte de la criatura
que se encontraba por nacer, al momento de ser separada del cuerpo de su madre, y el hecho de
haberla posicionado en el pecho de ésta para realizar el primer apego, encontrándose sin vida, de lo
cual la madre se percató de forma inmediata, resulta que existe un vínculo causal directo que debe
igualmente ser resarcido.
Así, se avalúa el perjuicio sufrido por la demandante, por la pérdida de la chance de mantener con vida
a su hija, y habérsele intentado efectuar el primer apego con su hija fallecida, en la suma total de
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$50.000.000.-
DÉCIMO OCTAVO: Que, lo antes razonado influye necesariamente en el rubro de daño emergente
demandado, pues, al no resultar acreditado el nexo causal entre la falta de servicio y la muerte de la
hija de la demandante, sino la oportunidad de mantenerla con vida, no corresponde se indemnicen los
gastos funerarios de ésta, como se ordenó en el motivo quincuagésimo segundo de la decisión de la
instancia.
Respecto a los gastos médicos en que incurrió la demandante, que se acreditaron con el bono de
atención de fecha 6 de marzo de 2017, por la suma de $263.290, dadas las omisiones y actuaciones
negligentes en la atención brindada, de acuerdo a lo ya analizado a lo largo de esta sentencia, resulta
acertada la decisión de acceder a la acción de perjuicios por dicho rubro, por la vía del daño
emergente, como al efecto se decidió.
DÉCIMO NOVENO: Que, conforme a lo dispuesto en el artículo 16 del DL N° 2763, el servicio de salud
demandado goza de privilegio de pobreza por lo que no será condenado en costas.
En relación al establecimiento del vínculo causal entre la falta de servicio y la muerte, según se ha
venido reflexionando a lo largo de la presente sentencia, ello ha resultado descartado.
Y por su parte, lo relacionado con el aumento del monto del daño moral fue tratado y resuelto en los
motivos décimo quinto a decimo séptimo, por lo que igualmente se estará a lo allí reflexionado.
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y siguientes, 253 y siguientes, 341 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, y demás
disposiciones citadas y pertinentes; se declara:
I.- Que, SE CONFIRMA la sentencia definitiva de trece de junio del año dos mil veintidós, con
declaración de que la demandada deberá pagar a la actora la suma de $50.000.000.- (cincuenta
millones de pesos) por concepto de daño moral y $263.290.- (doscientos sesenta y tres mil doscientos
noventa pesos) por concepto de daño emergente, con los reajustes e intereses indicados en ésta, sin
costas.
Regístrese y devuélvase.
Se deja constancia que no firma el Ministro señor Flores, no obstante haber concurrido al acuerdo y a
la decisión, por encontrase haciendo uso de feriado legal. Además, firma el Fiscal Judicial Subrogante
señor Rodolfo Maldonado Mansilla, no obstante no servir dicho cargo con esta fecha, en atención a lo
dispuesto en el artículo 79 inciso primero del Código Orgánico de Tribunales
Rol Corte N° 326-2022 Civil.
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