Vivir en El Espíritu

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Vivir en el espíritu
CONTENIDO
1. Expresar a Dios y vivir en el espíritu
2.El Señor es el Espíritu que está en nuestro
espíritu
3.El vivir de Dios y el hombre en unidad, y vivir en
el espíritu
4.Producir el nuevo hombre y vivir en el espíritu
5.Guardarnos de los ídolos y vivir en el espíritu

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PREFACIO
Este libro se compone de mensajes dados en chino por
el hermano Witness Lee en un entrenamiento
intensificado con respecto a la vida divina, llevado a
cabo en Taipei del 19 al 23 de agosto de 1975. Estos
mensajes no fueron revisados por el orador.

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CAPÍTULO UNO
EXPRESAR A DIOS Y VIVIR EN EL ESPÍRITU
Lectura bíblica: Gn. 1:26-27; Ef. 4:24; Ap. 4:3a; 21:11,
18a; Gn. 2:7; Zac. 12:1b; Job 32:8a; Pr. 20:27a; Jn.
3:6b; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22; Ro. 1:9
EL PENSAMIENTO QUE APARECE
CONSTANTEMENTE EN LAS ESCRITURAS

Todos sabemos que la Biblia es coherente, pero, ¿qué


la hace así? ¿Cómo comienza la Biblia, cómo se
desarrolla y cómo concluye? Algunos dirán que Cristo
hace que la Biblia sea coherente o uniforme; sin
embargo, esta clase de razonamiento es demasiado
superficial. En este mensaje abriremos la “mina de
oro” que se encuentra en la Biblia y excavaremos el oro
que se halla enterrado en lo más profundo de ella. La
Biblia, como todas las cosas, tiene dos lados: el
interior y el exterior. Por ejemplo, la superficie de este
podio es de color marrón oscuro; no obstante, su
interior es del color de la madera. Para ver el color por
dentro, tenemos que mirar debajo de la superficie.
Al comienzo de las Escrituras

La primera mención del hombre en la Biblia relaciona


al hombre con la imagen de Dios. En Génesis 1:26,
Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen,

5
conforme a nuestra semejanza”. Génesis 1 declara que
en la creación, Dios creó muchas cosas en un periodo
de cinco días. Durante esos cinco días, Él creó todo
mediante Su hablar. Dios dijo: “Sea la luz”, y fue la luz
(v. 3). Luego dijo: “Haya expansión”, e hizo la
expansión (vs. 6-7). El salmo 33:9 dice: “Porque El
dijo, y fue hecho; El mandó, y existió”. Sin embargo,
en el sexto día Dios llevó a cabo una conferencia de la
Deidad. Él dijo: “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza”. Antes de
crear al hombre, Él creó los cielos, la tierra y una
miríada de cosas; sin embargo, estas cosas no eran Su
propósito central. Su propósito central está fijado en
el hombre. Dios deseaba que el hombre fuera Su
expresión, así que lo creó a Su imagen; por
consiguiente, el hombre es como una fotografía de
Dios. Esta fotografía es el retrato de Dios, Su réplica y
Su expresión.
Algunos de nosotros quizás hayamos escuchado y
leído muchos mensajes sobre esto; sin embargo, no
importa cuántas veces lo hayamos escuchado, es
posible que todavía no lo entendamos, pues este
asunto no forma parte de nuestros conceptos
naturales. En las Escrituras, existe el principio
gobernante de la primera mención. Según este
principio, la primera mención de un asunto en las
Escrituras establece los principios aplicables a ese
tema en toda la Biblia. La primera mención que se
hace del hombre en la Biblia, dice que éste fue creado
a la imagen de Dios, es decir, que el hombre es la
expresión misma de Dios, Su réplica y Su
manifestación. Este es el principio establecido con
respecto al hombre. Si usted me preguntara por qué
6
fue creado el hombre, le respondería: “El hombre fue
creado para ser la expresión de Dios”. Por esta razón,
el hombre es como una fotografía de Dios y una réplica
de Dios. Obviamente, los que no creen en Dios ni en
las Escrituras no pueden hacer tal declaración; incluso
creo que muchos de los que han estado en el
cristianismo por años tampoco pueden proclamar
esto. Debemos ver lo siguiente: la Biblia revela que
Dios desea que el hombre sea Su réplica. Si
novecientos de nosotros estuviéramos reunidos
juntos, todos nos pareceríamos los unos a los otros.
Esto se debe a que todos somos réplicas de la única
copia original. Cada uno de nosotros se parece a Dios.
Ninguno de nosotros se parece a una vaca. Cada uno
de nosotros es una réplica de Dios con el fin de
expresarle. Esto es lo que nos dice el comienzo de la
Biblia.
La Biblia nos muestra que en el principio Dios creó los
cielos y la tierra, y que en el primer día Él creó una
cosa, en el segundo día creó otra, y así sucesivamente.
Después de crear los cielos, la tierra, el sol, la luna, la
hierba, los árboles y las diferentes criaturas, Dios dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Este es el
propósito central de Dios, y este es el pensamiento
central que podemos ver constantemente a lo largo de
las Escrituras. El propósito de Dios es que el hombre
sea como Él y que lo exprese.
Al final de las Escrituras

Al final de las Escrituras, en Apocalipsis 21 y 22,


aparece una ciudad. Ésta no es una ciudad física,
edificada con piedras materiales; más bien, es un
símbolo espiritual que describe una entidad
7
compuesta de personas redimidas, regeneradas y
transformadas. Es una ciudad llena de personas vivas;
una ciudad viva que está edificada con personas vivas,
quienes son piedras vivas. Cada piedra tiene el
nombre de una persona escrita sobre ella; una piedra
tiene el nombre de Pedro, otra tiene el nombre de
Juan, y así sucesivamente. ¡Aleluya! Todos nosotros
somos piedras.
¿Cuál es el propósito de esta ciudad? El muro de la
ciudad mide ciento cuarenta y cuatro codos de altura,
y cada piedra en este muro es de jaspe (Ap. 21:17-18a).
Además, la ciudad está llena de la gloria de Dios (v.
11). ¿Qué representan estas piedras de jaspe? El
capítulo cuatro de Apocalipsis revela que Dios, quien
está sentado en el trono, es semejante en aspecto a
piedra de jaspe (v. 3). Juan vio a Dios sentado en el
trono, y Su aspecto era semejante a piedra de jaspe.
Por tanto, el hecho de que el muro de la ciudad
resplandezca como una piedra de jaspe, significa que
la ciudad es la expresión de Dios. Dios primero es
manifestado en el trono, y finalmente será
manifestado en toda la ciudad.
Este es el principio que aparece constantemente a lo
largo de las Escrituras. Al comienzo, la Biblia dice que
Dios creó al hombre a fin de que éste fuera como Él; al
final, la Biblia dice que los creyentes redimidos,
regenerados y transformados han llegado a ser como
Dios de una manera corporativa.
A lo largo de las Escrituras

¿Qué se halla a lo largo de las Escrituras? En la Biblia


hay algo llamado el viejo hombre, y también existe
8
algo llamado el nuevo hombre. El capítulo uno de
Génesis tiene que ver con el viejo hombre creado por
Dios, y el capítulo cuatro de Efesios, con el nuevo
hombre. Efesios 4 nos muestra que el nuevo hombre,
el cual es la iglesia, fue creado según Dios (v. 24). El
viejo hombre fue creado conforme a la imagen de
Dios; asimismo, el nuevo hombre también fue creado
conforme a la imagen de Dios (Col. 3:10). La
manifestación máxima del nuevo hombre
mencionado en Efesios 4 es la ciudad, a saber, la
Nueva Jerusalén, que se encuentra al final de
Apocalipsis. La Nueva Jerusalén es la totalidad del
nuevo hombre y también su máxima manifestación.
Por tanto, al comienzo de la Biblia vemos que el
hombre es la expresión de Dios; a lo largo de la Biblia
vemos que el hombre es la expresión de Dios; y
también al final de la Biblia vemos que el hombre es la
expresión de Dios. Las Escrituras muestran
constantemente que Dios desea ser expresado, y que
Él no desea simplemente expresarse por Sí mismo,
sino que desea expresarse por medio del hombre.
EL NUEVO HOMBRE CORPORATIVO
COMO EXPRESIÓN DE DIOS

Esta expresión no es individual, sino corporativa. En


el principio, cuando Dios creó a Adán, Él no creó a una
sola persona, sino que creó a la humanidad. Adán no
era un hombre individual, sino un hombre
corporativo, es decir, la humanidad; millones de
descendientes estaban incluidos en Adán. Así que,
Dios no creó meramente a un hombre individual, sino
a un hombre corporativo. Dios no desea ser expresado

9
simplemente por un solo individuo; Su deseo es
obtener una expresión corporativa de Sí mismo.
Frecuentemente hablamos del terreno de la iglesia.
Para ver el asunto del terreno de la iglesia, no tenemos
que esperar hasta llegar al primer capítulo de
Apocalipsis. El terreno de la iglesia ya está implícito
en Génesis 1:26. ¿Cómo podemos decir esto? Podemos
decirlo porque en el principio, cuando Dios creó al
hombre, Él no creó a dos individuos. Si hubiera creado
a dos individuos, habría habido dos terrenos sobre los
cuales estar firmes. En el principio, Dios creó a un solo
hombre. Génesis 5:2 dice: “Varón y hembra los creó ...
y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron
creados”. El varón se llamaba Adán, y la mujer
también se llamaba Adán. Dios no creó a dos
personas, sino que Él creó a un solo hombre. Tal vez
usted argumente y diga que Dios creó a un varón y a
una mujer. Esto es correcto, pero el varón y la mujer
eran una sola persona. A los ojos de Dios, Él creó
solamente a un hombre.
Quizás hayamos nacido en el siglo veinte, ¿pero
cuando fuimos creados? ¿Fuimos creados o nacimos?
Primero fuimos creados y luego nacimos, pues cuando
Adán fue creado, nosotros también fuimos creados.
Adán, Abel, Pablo y el resto de la humanidad, todos
fuimos creados al mismo tiempo. La única diferencia
es que Abel y Pablo nacieron antes que nosotros.
Fuimos creados al mismo tiempo, pero nacimos en
diferentes épocas. Esto muestra que todos estamos
sobre el mismo terreno.
En Génesis 9, debido a la infiltración de Satanás y a la
caída del hombre, vemos que se formaron las
10
naciones. Estas naciones tipifican a las
denominaciones de hoy en día. Sin embargo, en
Hechos, en el día de Pentecostés, las personas que
habían venido a Jerusalén de diferentes naciones y
que hablaban diferentes dialectos, se congregaron
juntos. Allí en Jerusalén, muchos de ellos obtuvieron
gracia y recibieron la vida divina y, por tanto, fueron
edificados juntamente para llegar a ser un solo y
nuevo hombre. Este nuevo hombre es la iglesia, la cual
tiene como fin expresar a Dios.
EL PROPÓSITO ÚNICO DE DIOS
ES QUE EL HOMBRE LE EXPRESE

Las Escrituras nos muestran constantemente que el


pensamiento central revelado en la Biblia es que Dios
desea que el hombre le exprese. Quizás usted diga que
lo que la Biblia nos muestra es que Dios desea que le
adoremos, le sirvamos y trabajemos para Él. Aunque
la Biblia ciertamente menciona estas cosas, no las
encontramos en los primeros dos capítulos de
Génesis. Allí no hallamos la idea de adorar a Dios, de
servirle o de trabajar para Él. La única idea que se ve
en estos dos capítulos es que el hombre fue creado a la
imagen de Dios con el fin de que Dios sea expresado.
Supongamos que yo soy una fotografía de usted, y
como tal, comienzo a adorarle, a servirle y a trabajar
para usted. Usted pensaría: “¡Qué fotografía tan
absurda! Todo lo que hace es absurdo. Yo no quiero
que mi fotografía me adore, que me sirva ni que
trabaje para mí. Lo único que quiero es que ella me
exprese claramente”.
Debemos ver que el propósito que aparece
constantemente en las Escrituras, el propósito central
11
de Dios, no es que le adoremos, le sirvamos o
trabajemos para Él, sino que lo expresemos. Lo que
Dios requiere de la iglesia en Taipei no es nuestro celo,
adoración devota o servicio exitoso; más bien, Dios
desea que cuando las personas vengan a Taipei, vean
a Dios. Cada una de las iglesias debe darse cuenta de
esto. Esto no tiene que ver con nuestro celo, diligencia
ni adoración devota, sino con el hecho de que
expresemos a Dios. Cuando las personas vengan a
nuestras reuniones, deben poder declarar que Dios
verdaderamente está en medio nuestro.
El cristianismo degradado se ha desviado de la elevada
meta y propósito eterno de Dios, en el sentido de que
solamente se preocupan por adorar a Dios, servirle y
trabajar para Él. Quizás algunos argumenten
diciendo: “¿Acaso Pablo no dijo que adoráramos a
Dios? ¿No dijo él que sirviéramos a Dios?”. En efecto,
él lo dijo, pero debemos darnos cuenta de que la
adoración, el servicio y el trabajo del que habla Pablo
tienen como fin expresar a Cristo. Quizás usemos los
mismos términos que utilizó Pablo, pero es posible
que nuestro entendimiento de dichos términos sea
diferente. La adoración, el servicio y el trabajo para
Dios que Pablo presentó, quizás no sean iguales a lo
que nosotros tengamos en mente. Si leemos las
epístolas de Pablo veremos que, cuando Pablo hablaba
acerca de adorar a Dios, servirle y trabajar para Él, él
se refería a expresar y vivir a Cristo ante los hombres.
La iglesia es el nuevo hombre, el cual es una fotografía
de Dios. Dios desea obtener una fotografía o réplica de
Sí mismo en este universo. Cuando Dios mismo se
reimprime, esa réplica es la iglesia. Existen muchos

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aspectos diferentes de la iglesia, y uno de ellos es la
iglesia como réplica de Dios. La iglesia es una
fotografía corporativa de Dios; es como una fotografía
que Dios ha tomado de Sí mismo. Él no busca que esa
fotografía le adore, le sirva ni trabaje para Él. Su única
intención es que dicha fotografía lo manifieste de una
manera clara y definida, para que cuando las personas
vean la iglesia, lo vean a Él. Si las personas nos
preguntan: “¿Dónde está Dios?”, podríamos decir:
“Vengan a verlo: Dios está en la iglesia”. Si nos
preguntan: “¿Qué aspecto tiene Dios?”, podríamos
responder: “Cuando ustedes ven la iglesia, ven a Dios”.
Pienso que en los primeros días, los que estaban en la
iglesia en Jerusalén decían: “¡Oh judíos! ¿Quieren
conocer a Dios? Entonces vengan a ver la iglesia. Lo
que sus padres les han dado y lo que ustedes han
aprendido de ellos, sólo ha sido la ley en doctrinas. Sin
embargo, hoy lo que la iglesia en Jerusalén expresa es
al Señor mismo. La iglesia en Jerusalén es una réplica
de Dios”. ¿Podemos nosotros decir lo mismo hoy? Si
no podemos proclamar esto, nos hemos desviado.
Las Escrituras nos muestran que cuando Dios
reprendía y juzgaba a Su pueblo, frecuentemente los
reprendía no tanto por sus pecados y cosas malignas,
sino por el hecho de que, si bien eran celosos para
servirle, no le expresaban. Consideren las siete
epístolas en Apocalipsis. En la primera epístola,
escrita al mensajero de la iglesia en Éfeso, el Señor
dijo: “Yo conozco tus obras, y tus trabajos y
perseverancia; ... y has sufrido por amor de Mi
nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti que
has dejado tu primer amor ... Vendré a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te has arrepentido” (2:2-
13
5). ¿Qué quiso decir el Señor? El Señor parecía estar
diciendo: “Ustedes no me expresan; se preocupan por
las obras, por la perseverancia y por otras cosas
buenas, pero no por Mí. Puesto que no se interesan
por Mí, Yo tampoco me preocuparé por ustedes”. A
menudo esta es nuestra situación.
Frecuentemente nuestra situación es la misma. Por
cincuenta años no pude cambiar mis conceptos.
Constantemente tenía el deseo de trabajar para Dios.
Ya que había sido llamado por Dios, me preocupaba
por servirle, laborar para Él y adorarle. Todos tenemos
el mismo concepto. Quizás nos digamos a nosotros
mismos: “Mis oraciones no han sido lo
suficientemente devotas, así que hoy intentaré ser más
devoto”. Sin embargo, no importa cuán devotos
seamos ni cuán devotas sean nuestras oraciones, a
Dios no le interesa nuestra devoción. ¿Qué es entonces
lo que Dios desea? Él desea que le expresemos. Si
tenemos un semblante afligido, estaremos expresando
a un mendigo y no a Dios. Quizás usted se diga a sí
mismo: “Todas las personas a mi alrededor son muy
descuidadas. Yo soy la única persona cuidadosa. No
me atrevo a decir nada ni a hacer nada, no sea que
peque contra Dios”. A los ojos de Dios no tiene ningún
valor el que otros sean descuidados, pero tampoco
tiene algún valor el que usted sea cuidadoso. Las
personas no pueden ver a Dios en los que son
descuidados ni tampoco en usted que es tan
cuidadoso; Dios no se expresa por medio de ninguno
de los dos, porque a ambos los cubre un velo. El velo
que cubre a los demás es como un fino velo nupcial,
pero el velo que lo cubre a usted es como una gruesa
piel de vaca. La devoción suya no tiene valor, porque
14
cuando las personas lo ven a usted, lo que contemplan
es un semblante afligido. Esto no es lo que Dios desea;
Él desea ser expresado por medio de nosotros.
Nuestro semblante afligido no conducirá a las
personas a la salvación. Sólo la luz de la expresión de
Dios, que resplandece por medio de nosotros, hará
que las personas toquen a Dios.
EXPRESAR A DIOS AL USAR NUESTRO ESPÍRITU

Para expresar a Dios debemos ejercitar nuestro


espíritu. Ya que somos seres humanos, tenemos un
espíritu. En el principio Dios creó al hombre de una
manera particular. Dios primero usó el polvo de la
tierra para hacer un cuerpo como estructura, y luego
sopló Su aliento en el hombre (Gn. 2:7). La palabra
hebrea que se traduce aliento aquí, también se traduce
comoespíritu en Proverbios 20:27. Este versículo dice:
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. La
misma palabra hebrea se traduce espíritu en un lugar,
y aliento en otro. Esto muestra que el aliento que Dios
sopló en el hombre está relacionado con el espíritu del
hombre. El hombre fue formado de una manera
especial, a saber, tiene un espíritu dentro de él.
Como ejemplo de esto consideremos un radio. Un
radio se compone de una caja por fuera y de un
aparato o dispositivo por dentro capaz de captar las
ondas radiales. Si se elimina este dispositivo, no
habría manera de que el radio reciba las ondas
radiales que están en el aire. Dicho dispositivo interno
es algo construido de una manera especial. Del mismo
modo, cada uno de nosotros tiene un espíritu invisible
e intangible, que está dentro de nuestro cuerpo visible
y tangible. Tal vez ya sepamos esto, pero quizás no lo
15
sepamos cabalmente. Por muchos años no pude ver
que el espíritu del hombre es tan importante como los
cielos y la tierra. Zacarías 12:1 dice que Jehová
extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu
dentro del hombre. Los cielos, la tierra y el hombre se
mencionan juntos. Los cielos fueron creados para la
tierra; la tierra, para el hombre; y el hombre, para
Dios. Puesto que Dios es Espíritu, es menester que el
hombre tenga un espíritu dentro de él. Dios, como
Espíritu, es semejante a las ondas de radio en el aire:
difícil de describir o notar, pero muy real. El hombre
fue creado para Dios; por tanto, el hombre debía tener
un espíritu a fin de contactar a Dios, quien es Espíritu.
Esta es la razón por la cual Zacarías dice que Dios creó
los cielos, la tierra y un espíritu dentro del hombre.
¿Cuál era el propósito de esto? El propósito es que
Dios obtuviera un vaso en el universo que lo
contuviera y lo expresara. El espíritu del hombre no
sólo es un órgano con el cual contactamos a Dios, sino
también un vaso en el cual contenemos a Dios.
Podemos usar nuestro estómago como ejemplo.
Nuestro estómago es un vaso hecho para contener
alimentos; además, puede digerir el alimento que
comemos así como absorber y transportar los
nutrientes a todas las partes de nuestro cuerpo. Tal
como tenemos un estómago físico, también tenemos
un estómago espiritual, a saber, nuestro espíritu
humano. Nuestro espíritu no sólo puede contactar a
Dios, sino que también puede almacenar y contener a
Dios. Además, este espíritu puede asimilar y
transmitir a Dios a todas las partes de nuestro ser.

16
NO SER RELIGIOSOS,
SINO VIVIR EN EL ESPÍRITU

Lamentablemente, muchos cristianos simplemente


no entienden el tema del espíritu. Con respecto a
nuestra vida familiar, la mayor parte del tiempo no
vivimos en el espíritu. Incluso en las reuniones es
posible que no sepamos cómo usar nuestro espíritu.
Quizás en las reuniones sepamos cómo usar diferentes
métodos, pero tal vez no sepamos cómo usar nuestro
espíritu. Muchos de nosotros tal vez pensemos que
gritar en las reuniones equivale a liberar el espíritu,
pero quizás no nos demos cuenta de que gritar puede
llegar a ser una ordenanza o un método. Si gritamos y
clamamos en voz alta pero no conocemos nuestro
espíritu, entonces todo lo que hagamos seguirá siendo
un método. Anteriormente teníamos reuniones en una
manera vieja, que no procedía del espíritu. Es posible
que ahora tengamos una nueva manera; sin embargo,
esta manera tampoco procede del espíritu. De hecho,
no es difícil tener una reunión apropiada. La dificultad
yace en que no tenemos el entendimiento correcto y
en que no practicamos ejercitar nuestro espíritu.
Cuando asistimos a las reuniones, quizás tengamos
una serie de rutinas: orar, cantar, leer las Escrituras,
dar un mensaje, testificar, compartir y tener
comunión. Sin embargo, es posible que no
preparemos nuestro espíritu antes de venir a la
reunión. De hecho, a veces hasta actuamos como si no
tuviéramos un espíritu. Sabemos cómo usar nuestros
ojos para mirar las cosas alrededor de nosotros y
también sabemos cómo usar nuestra mente para
pensar acerca de ciertos asuntos; no obstante, es
posible que no sepamos cómo ejercitar nuestro
17
espíritu. Anteriormente, nos manteníamos callados
en las reuniones, y ahora gritamos en las reuniones.
Sin embargo, si no ejercitamos nuestro espíritu, no
hay diferencia entre estas dos maneras. Si ustedes
gritan sin usar su espíritu, entonces yo no podré decir
amén a sus gritos; y si no ejercitan su espíritu mientras
se mantienen callados, tampoco podré decir amén a su
silencio. El problema es que frecuentemente en las
reuniones gritamos y lloramos sin ejercitar nuestro
espíritu. Exteriormente tal vez gritemos y lloremos,
pero interiormente nuestro espíritu no es afectado.
Por tanto, Dios no se expresa en nuestras reuniones.
Nuestra práctica normal debería ser la de preparar y
ejercitar nuestro espíritu antes de llegar a la reunión.
Una vez que ejercitemos nuestro espíritu, nos
olvidaremos de nuestros pensamientos; una vez que
ejercitemos nuestro espíritu, nos olvidaremos de
nuestros sentimientos. De hecho, una vez que
ejercitemos nuestro espíritu, nos olvidaremos de todo,
incluso de quiénes somos. Si nos olvidamos de todo a
ese grado, estaremos casi por completo en el espíritu.
Nuestro espíritu será despertado, y una vez que
lleguemos a la reunión y nos sentemos, el espíritu de
todos los demás presentes también será despertado
sin que tengamos que gritar ni llorar.
Tenemos que orar pidiendo misericordia del Señor.
Casi todo lo que practicamos actualmente ha llegado a
ser un rito religioso. El cristianismo ha logrado
convertir las verdades de las Escrituras en algo
religioso. Por ejemplo, la Biblia nos dice que debemos
llevar la cruz. Pero, según la Biblia, llevar la cruz es
algo que sólo se puede realizar en el espíritu. Cuando

18
realmente vivimos en el espíritu, entonces
espontáneamente llevamos la cruz. Si tratamos de
llevar la cruz sin vivir en el espíritu, estaremos
practicando una forma de ascetismo, lo cual en
principio es casi igual que el hinduismo. Un marido
podría decir: “Sé que mi esposa es una cruz que me ha
sido dada por el Señor, así que tengo que llevar esta
cruz”. Y la esposa podría decir: “El Señor me dio este
marido y no puedo divorciarme. Esto debe ser una
cruz de parte del Señor, así que la llevaré. El Señor
también me dio varios hijos, así que tengo una cruz
grande y varias cruces pequeñas”. Esto no es lo que
dice la Biblia acerca de llevar la cruz. Más bien, la
Biblia afirma que debemos vivir en el espíritu. Si
tenemos hijos, tenemos que vivir en el espíritu, y si no
los tenemos, también tenemos que vivir en el espíritu.
Si nuestros hijos son obedientes, tenemos que vivir en
el espíritu, y si no lo son, aún tenemos que vivir en el
espíritu. Mientras vivamos en el espíritu,
espontáneamente llevaremos la cruz. Llevar la cruz
equivale a negar nuestro yo y a renunciar a nuestras
preferencias. ¿Cómo podemos negarnos a nuestro yo?
¿Cómo podemos permitir que el Señor decida por
nosotros? La única manera de hacer esto es vivir en el
espíritu.
Si leemos nuevamente el Nuevo Testamento, nos
daremos cuenta de que en esencia éste nos enseña
simplemente a vivir en el espíritu y a andar conforme
al espíritu. La Biblia nunca nos exige que llevemos la
cruz a la vez que crujimos los dientes. Incluso quizás
malentendamos lo mencionado en Romanos 6:11 con
respecto a considerarnos muertos al pecado. Según
este versículo, es apropiado el que nos consideremos
19
muertos al pecado; sin embargo, en nuestra
experiencia, cuanto más nos consideramos muertos,
más difícil nos es morir. Esto se debe a que estamos
tratando de experimentar Romanos 6 sin tener la
realidad de Romanos 8. Romanos 8 dice que debemos
andar conforme al espíritu y vivir en el espíritu (v. 4).
Si no vivimos en el espíritu, aunque tengamos la
práctica de orar más, todavía estaremos practicando
cierta clase de mortificación propia o ascetismo, lo
cuál sólo podremos hacer por un determinado tiempo.
El vivir cristiano es un vivir en el espíritu. Solamente
cuando vivimos en el espíritu podemos orar sin cesar.
El secreto de la vida cristiana es vivir en el espíritu.
LA REALIDAD DE LA IGLESIA ESTÁ PRESENTE
CUANDO VIVIMOS EN EL ESPÍRITU

Vivir en el espíritu no consiste en tomar parte en cierta


clase de adoración religiosa, servicio religioso ni obras
religiosas, sino en permitir que Cristo nos llene y nos
sature hasta impregnar todo nuestro ser, de tal modo
que Él se exprese por medio de nosotros. No se trata
de que los maridos puedan amar a sus esposas ni de
que las esposas puedan amar a sus maridos; más bien,
es un asunto de vivir en el espíritu y permitir que
Cristo como Espíritu vivificante impregne todo
nuestro ser y exprese a Dios por medio de nosotros.
Esta es la vida vencedora, la vida familiar y la vida de
iglesia del cristiano. Esta es la realidad de la iglesia. La
realidad de la iglesia es vivir en el espíritu. El espíritu
al que nos estamos refiriendo no es simplemente el
Espíritu Santo, sino nuestro espíritu creado y
regenerado. Tenemos que olvidarnos de nuestros
pensamientos, de nuestros sentimientos y de todo lo

20
demás. Tenemos que volvernos a nuestro espíritu y
estar atentos a fin de permanecer en nuestro espíritu.
La mayoría de las personas prestan atención a su
mente y a sus sentimientos, pero muy pocas prestan
atención al hecho de estar en el espíritu. Tenemos que
dedicarnos absolutamente a estar en el espíritu.
Quizás no sepamos en qué consiste llevar la cruz, pero
sí debemos saber qué es seguir el espíritu. Tal vez no
sepamos lo que significa orar y ayunar, o quizás no
sepamos lo que significa ser humildes y pacientes; sin
embargo, debemos saber en qué consiste seguir el
espíritu. Cuando seguimos el espíritu, tenemos
humildad y paciencia, y espontáneamente llevamos la
cruz. Una vez que seguimos el espíritu, todo es
nuestro.
Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos la
verdad que aparece constantemente en la Biblia, y
veamos que la manera de vivir en esta verdad es vivir
en el espíritu. Fue en nuestro espíritu que fuimos
regenerados y es en nuestro espíritu que el Espíritu de
Dios está con nosotros. Es en nuestro espíritu donde
mora el Cristo todo-inclusivo, y es en nuestro espíritu
donde disfrutamos Su gracia. Es en nuestro espíritu
donde tenemos Su presencia, y es en nuestro espíritu
donde tenemos luz, vida y verdad. Todo está en
nuestro espíritu.
CAPÍTULO DOS
EL SEÑOR ES EL ESPÍRITU
QUE ESTÁ EN NUESTRO ESPÍRITU

21
Lectura bíblica: Is. 9:6; 2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45; Ro.
8:15; Gá. 4:6; Ro. 8:10; 2 Ti. 4:22; Ro. 8:4; Gá. 5:16,
25
EL DIOS TRIUNO:
EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU

Muchos de los santos que están hoy en el recobro del


Señor todavía no han abandonado sus conceptos
humanos, influencias culturales y pensamientos
religiosos, sin mencionar las enseñanzas tradicionales
del cristianismo. Esta es la razón por la cual no ha
habido mucho resultado, a pesar de que hemos
presentado muchas cosas que Dios nos ha mostrado.
Los santos han oído lo que hemos presentado y
pareciera que lo han recibido, pero no ha habido
mucha respuesta en la vida de iglesia de manera
práctica.
Supongamos que dijéramos a la gente que éramos
personas que habíamos caído, pero que Dios, quien
amó tanto al mundo, vino a ser nuestro Salvador, y
como tal, murió en la cruz y derramó Su sangre
preciosa para redimirnos de nuestros pecados. Si les
habláramos de esta manera a las personas, sería fácil
que ellas entendieran, puesto que estas palabras no
sólo concuerdan con las Escrituras, sino que también
corresponden con sus conceptos naturales. Esta clase
de pensamiento es muy similar a los conceptos
hallados en la mente del hombre. Por consiguiente,
cuando hablamos de esta manera, es fácil que las
personas entiendan, reciban y respondan a nuestro
hablar. Supongamos que también les dijéramos:
“Puesto que ustedes han sido salvos, tienen que
cambiar su comportamiento. Antes que fueran salvos,
22
la conducta de ustedes era mala y no glorificaba a
Dios. Sin embargo, ahora han sido salvos y han llegado
a ser hijos de Dios; por tanto, deben comportarse de
una manera apropiada. Si no lo pueden lograr,
necesitan orar. Entonces Dios les ayudará y los
capacitará para que sean buenas personas”. Esta clase
de enseñanza también corresponde a la manera de
pensar del hombre natural, así que éste la recibe
fácilmente y es animado por ella. Esta clase de
enseñanza también se encuentra en la Biblia.
Sin embargo, todo tiene dos lados —el externo y el
interno— y lo que está en la superficie es
frecuentemente diferente de lo que está en el interior.
Los conceptos descritos en el párrafo anterior se
hallan en la superficie de lo que se revela en la Biblia,
es decir, no están en el “interior”. Entonces, ¿qué está
en el interior? Intrínsecamente, la Biblia nos muestra
que Dios es Espíritu. Él no sólo es Espíritu en cuanto
a Su esencia, sino que también es el Padre, el Hijo y el
Espíritu en cuanto a Su economía. El hecho de que
Dios sea el Padre, el Hijo y el Espíritu no es
simplemente con miras a que tengamos la doctrina
acerca de la Trinidad, sino para que se cumpla la
economía de Dios. ¿Qué es la economía de Dios? La
economía de Dios consiste en que Dios se forje a Sí
mismo en el hombre. Para que Dios pueda impartirse
a Sí mismo en el hombre, Él tiene que ser el Padre, el
Hijo y el Espíritu.
EL HIJO ES EL PADRE Y TAMBIÉN ES EL
ESPÍRITU

El cristianismo tradicional enseña respecto a la


Trinidad diciendo que Dios es uno, pero que hay tres
23
Personas. Esta enseñanza no es incorrecta, pero puede
ser entendida de manera errónea. En el cristianismo
degradado, muchas de las personas que enseñan esta
doctrina tienen el concepto oculto de que el Padre, el
Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Es un error muy
grave tener esta clase de concepto. Aparentemente
estas personas creen que hay un solo Dios, pero si
conversamos con ellos extensamente, al final
divulgarán lo que realmente creen: ellos creen que el
Padre es un Dios, que el Hijo es un Dios y que el
Espíritu es un Dios, o sea, creen que hay tres Dioses.
Por supuesto, la mayoría no dice esto explícitamente,
pero cuando hablamos con algunos creyentes,
descubrimos que interiormente no creen que el Hijo
sea el Padre ni que el Hijo sea el Espíritu. Si les
preguntáramos en cuántos Dioses creen, finalmente
tendrían que confesar que creen en tres Dioses.
A lo largo de los siglos, este ha sido un asunto muy
controversial en la teología. Sin embargo, debemos
darnos cuenta de que Dios en Su Trinidad —el Padre,
el Hijo y el Espíritu— no se revela para que lo
estudiemos doctrinalmente, sino para impartirse en
nosotros. Debemos ser muy cuidadosos y no pensar
que hay tres Dioses: que el Padre es un Dios, que el
Hijo es otro Dios, y que el Espíritu es aun otro Dios.
Este es un concepto tradicional que debemos echar al
océano Pacífico. Este concepto tradicional no
solamente prevalece en China, sino también en los
Estados Unidos. De hecho, la mayoría de los
conceptos cristianos tradicionales vinieron a China
provenientes del mundo occidental. Hoy todavía
estamos luchando esta batalla en los Estados Unidos.
He desafiado al cristianismo, tanto en privado como
24
en público, con respecto a los conceptos cristianos
tradicionales. Por ejemplo, he desafiado a muchos de
los cristianos en los Estados Unidos a que expliquen
cómo entienden Isaías 9:6. Este versículo dice:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado ... Y
se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios
fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. La mayoría de
los cristianos no tienen problema con los nombres
“Admirable Consejero”, “Príncipe de paz” ni “Dios
fuerte”. Solamente tienen problema con el nombre
“Padre eterno”. Isaías 9:6 habla de Aquel que es tan
maravilloso, que Su nombre es “Admirable”. Además,
Él es tan maravilloso, que aunque es un niño, Su
nombre es “Dios fuerte”. Los cristianos
fundamentalistas creen que el niño que nació en el
pesebre en Belén era el Dios fuerte. Ese niño se
llamaba Jesús, y era Dios. Si alguien no cree esto, no
podemos reconocerlo como nuestro hermano; en
cambio, tendríamos que considerarlo como un
anticristo. El judaísmo cree en Dios, pero no cree que
ese niño era el Dios fuerte. Sin embargo, nosotros sí lo
creemos.
En Isaías 9:6 vemos dos líneas: una es la línea del
niño, y la otra es la del hijo. Un niño nos es nacido, y
Su nombre es Dios fuerte; y un hijo nos es dado, y Su
nombre es Padre eterno. Sin embargo, hoy en día
algunos en el cristianismo creen en la primera línea,
pero no en la segunda. Si les preguntáramos si el niño
que nació en el pesebre es el Dios fuerte, responderían
contundentemente que sí lo es. Pero si les
preguntáramos si el hijo dado a nosotros es el Padre
eterno, no se atreverían a responder afirmativamente.
Incluso muchos pastores no se atreverían a responder
25
afirmativamente, pues muchos de ellos están bajo la
influencia de las enseñanzas tradicionales. Por tanto,
cuando visité los Estados Unidos, pregunté
firmemente: “¿Acaso debemos creer sólo la mitad de
Isaías 9:6, o debemos creer todo el versículo?”. Si
creemos que el niño es el Dios fuerte, también
debemos creer que el hijo es el Padre eterno.
Si alguien nos condena de ser herejes porque decimos
que el Hijo es el Padre, debemos mostrarles Isaías 9:6
y leérselos. Cuando estuve en los Estados Unidos, les
enseñé a los hermanos y hermanas allí una estrategia
muy simple para tratar con esta clase de personas.
Primero debemos preguntarles si creen que la Biblia
es la verdad. Si dicen que sí, debemos preguntarles si
creen que el libro de Isaías es la verdad. Si dicen que
sí a esto, entonces debemos preguntarles si creen que
Isaías 9:6 es la verdad. Si dicen que sí, debemos
preguntarles si creen que el hijo es el Dios fuerte. Si
dicen que sí, debemos preguntarles también si creen
que el hijo es el Padre eterno. De esta manera
detendremos todos sus argumentos. No debemos
discutir con tales personas, porque cuanto más
discutimos con ellas, más se confundirán, y más
discutirán con nosotros. No debemos decir nada
excepto hacerles estas preguntas. Entonces no podrán
hacer otra cosa sino reconocer que el hijo es el Padre
eterno. Hay muchas cosas profundas en cuanto a Dios
que van más allá de nuestro entendimiento. Sin
embargo, todo cristiano debe aceptar las claras
palabras de la Biblia. Este es el primer paso.
El segundo paso es mostrarles 2 Corintios 3:17, que
dice: “El Señor es el Espíritu”. Debemos preguntarles

26
si el Señor mencionado en este versículo se refiere al
Señor Jesús. Seguramente dirán que sí. Nadie diría
que el Señor en este versículo no es el Señor Jesús. El
Señor mencionado aquí ciertamente es el Señor Jesús
(cfr. 4:5). Entonces debemos preguntarles a quién se
refiere el Espíritu en este versículo. Tendrán que
admitir que el Espíritu mencionado aquí es el Espíritu
Santo. De esta manera, no habrá necesidad de discutir
más. También podremos mostrarles 1 Corintios 15:45,
que dice: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu
vivificante”. Esto también es irrefutable.
Los que critican ciertamente harán muchas otras
preguntas. Es posible que pregunten: “Si ustedes
dicen que el Hijo es el Padre, entonces ¿cómo es que
el Hijo le ora al Padre? Y ¿cómo es que el Padre oye la
oración del Hijo?”. Podemos decirles que no sabemos,
y que tampoco queremos discutir. Sin embargo,
podríamos pedirles que nos expongan Juan 14, dónde
el Señor le dice a Felipe: “¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El
que me ha visto a Mí, ha visto al Padre ... Yo estoy en
el Padre, y el Padre está en Mí” (vs. 9-10). No debemos
tratar de explicar, porque podríamos confundirnos y
así no podremos ganar la batalla. Con todo, Isaías 9:6
es muy claro, al igual que 2 Corintios 3:17. Un
versículo dice que el hijo será llamado el Padre, y el
otro versículo dice que el Señor es el Espíritu.
En uno de sus himnos, el hermano Nee dice: “Padre
una vez se te llamó, Ahora el Santo Espíritu” (Himnos,
#204, estrofa 5). Esto muestra que el hermano Nee vio
este asunto hace mucho tiempo.

27
No estoy aquí para discutir sobre doctrinas, sino para
que reciban una impresión. Tenemos que ver que
nuestro Dios es uno, y que este único Dios, quien es un
misterio, es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Hay una
razón por la cual Él es el Padre, existe una intención
por la cual es el Hijo, y hay un propósito por el cual Él
es el Espíritu. La razón, la intención y el propósito
consisten en que Él se forje plenamente en nosotros.
EL DIOS TRIUNO, COMO ESPÍRITU,
MORA EN NUESTRO ESPÍRITU

Debemos buscar al Señor a fin de que Él nos capacite


para ver claramente que hoy nuestro Dios, nuestro
Redentor, es el Espíritu. En Su esencia, Él es Espíritu;
en Su economía Él es, finalmente, el Espíritu; y en Su
resurrección, Él se hizo verdaderamente el Espíritu. Él
no sólo se hizo carne para efectuar la redención por
nosotros, sino que también fue hecho el Espíritu a fin
de entrar en nosotros y ser nuestra vida. Tenemos que
ver que hoy nuestro Dios, nuestro Redentor, es el
Espíritu maravilloso y todo-inclusivo. Este Espíritu
maravilloso no sólo está en el tercer cielo, sino que
también mora específicamente en nuestro espíritu.
Romanos 8 dice que Cristo está en nosotros, y como
resultado de esto, nuestro espíritu es vida (v. 10). Hoy
Cristo, en calidad de Espíritu, está en nuestro espíritu,
así que nuestro espíritu, el cual le contiene como vida,
es vida. Podemos usar como ejemplo la electricidad.
Cuando la electricidad entra en el foco o la bombilla,
la bombilla llega a ser luz. La revelación respecto al
hecho de que nuestro espíritu es vida, se presenta muy
claramente en el Nuevo Testamento. El Señor —quien
se hizo carne, murió y derramó Su sangre para el
28
perdón de los pecados y fue resucitado— ahora es el
Espíritu. Él no sólo está con nosotros en nuestro
espíritu, sino que también está mezclado con nuestro
espíritu como un solo espíritu. Esta verdad ha sido
enseñada entre nosotros por muchos años, y este
mensaje ha sido liberado muchas veces; sin embargo,
no ha habido mucha respuesta de parte nuestra ni
tampoco lo hemos llevado a la práctica, debido a que
seguimos limitados por nuestros conceptos viejos, por
nuestras viejas experiencias y por otras enseñanzas.
Recientemente asistí a una reunión el día del Señor en
la cual se dio un mensaje sobre el tema de “proseguir”,
conforme a Filipenses 3:13-14. El tema del mensaje
era el de proseguir, los santos cantaron himnos
respecto a proseguir, y muchos de ellos gritaban:
“¡Proseguid!”. Sin embargo, muchos gritaban de
manera natural y sin ninguna revelación; por tanto,
los hermanos y hermanas que asistieron a esa reunión
salieron de allí sin recibir ninguna ayuda. En esa
reunión se habló mucho acerca de proseguir, pero
nadie explicó cómo debíamos proseguir, dónde
debíamos comenzar y hacia dónde debíamos
proseguir. Se gritaba mucho, pero no había revelación.
Mientras yo estaba escuchando, consideraba:
“¿Adónde van a guiar a la iglesia los que están
compartiendo estas cosas? ¿Podrán guiar a la iglesia a
la experiencia de proseguir?”. Es cierto que el pasaje
de Filipenses 3:13-14 contiene la idea de proseguir. Sin
embargo, hay que leer todo el capítulo tres de
Filipenses para poder entender lo que significa
proseguir. El proseguir consiste en desechar la
religión. Pablo dijo: “Guardaos de los perros ...
guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque
29
nosotros somos la circuncisión, los que servimos por
el Espíritu de Dios ... no teniendo confianza en la
carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la
carne, yo más: circuncidado al octavo día ... hebreo,
hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto
a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia
que es en la ley, llegué a ser irreprensible. Pero cuantas
cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo ... Lo he perdido todo, y lo
tengo por basura, para ganar a Cristo” (vs. 2-8). En vez
de simplemente gritar acerca de olvidar lo que queda
atrás, tenemos que darnos cuenta de cuáles son las
cosas que quedan atrás y cuáles son las cosas que
tenemos que olvidar. Si tuviéramos revelación, nos
daríamos cuenta de que las cosas que quedan atrás
son nuestros conceptos religiosos, el guardar la ley y
nuestro celo. Tenemos que olvidarnos de nuestro
servicio como personas responsables en un grupo
pequeño, en una reunión de hogar o en un salón de
reunión. Tenemos que olvidarnos de estar tan
ocupados y de laborar tanto para llevar a cabo esas
responsabilidades. ¿Desde dónde comenzamos a
proseguir? Debemos comenzar olvidándonos de
nuestras responsabilidades en cuanto a las reuniones
de hogar y olvidándonos de todo lo que nos mantiene
ocupados. No debemos hacer un lema de Filipenses
3:13-14, y gritar cosas como: “Olvidemos lo que queda
atrás”, “Extendámonos a lo que está delante” y
“Prosigamos a la meta”. ¿Cuál es nuestra meta?
Nuestra meta es Cristo, quien está en nuestro espíritu.
¿Por qué en esa reunión de la mesa del Señor nadie
declaró: “¡Prosigamos al espíritu! ¡Nuestra meta es el
espíritu!”? La meta no radica en nuestra
responsabilidad ni en nuestro servicio. La meta es
30
Cristo, quien está en nuestro espíritu. Quizás hayamos
oído este mensaje muchas veces; sin embargo, hemos
fracasado al no ponerlo en práctica. Hemos oído la
verdad, pero no hemos recibido revelación.
Si verdaderamente hemos recibido revelación,
seríamos capaces de dar diez mil mensajes, cada uno
con un tema diferente pero todos con el mismo
principio subyacente. Sin embargo, si hablamos
acerca de proseguir pero no hemos recibido revelación
al respecto, entonces la iglesia no será edificada, ya
que nuestro liderazgo en la iglesia no tendrá ninguna
dirección ni meta. ¿Cuál debe ser nuestra dirección?
Nuestra dirección y nuestra meta deben ser el Cristo
que vive en nuestro espíritu. Podemos hablar este
mensaje y aplicarlo a miles de asuntos, incluso
podemos aplicarlo a la manera en que nos cortamos el
pelo. El hecho de tener el pelo largo o corto no tiene
que ver con reglas. No es necesario preguntarle a los
ancianos ni escudriñar las Escrituras acerca de tal
asunto; en lugar de ello, simplemente debemos
preguntarle a nuestro espíritu y volvernos a él. No
debemos promover el que tengamos el pelo corto ni el
pelo largo. En cambio, ¡debemos volvernos a nuestro
espíritu! No importa cuál sea el mensaje que demos,
este debe ser el principio subyacente.
Aquellos que no tienen esta visión andan a tientas, en
oscuridad, y hablan cosas absurdas. Es posible que
hablemos acerca de la oración, respecto a cómo orar y
qué orar, pero, a menos que hayamos recibido esta
visión, nuestras oraciones serán oraciones absurdas.
Antes de ser salvo, Saulo de Tarso probablemente oró
más que ninguno de nosotros. Después de recibir las

31
cartas del sumo sacerdote y mientras iba camino a
Damasco para arrestar a los santos, Saulo
seguramente intensificó sus oraciones y oró
detalladamente. Sin embargo, sus oraciones sólo
cooperaban con Satanás. Saulo oraba a Dios, pero
Satanás lo estaba usando. Todo aquel que no haya
recibido esta visión es propenso a caer en la trampa de
Satanás, no importa lo que haga.
EL MARAVILLOSO ESPÍRITU ES LA CLAVE DE
TODO

Tenemos que recibir esta visión. Tenemos que ver que


el Dios Triuno, el Dios todopoderoso, quien es Jehová
—el Padre, el Hijo y el Espíritu—, ha llegado a ser
nuestro todo y se ha forjado en nuestro ser.
Actualmente, Él está en nuestro espíritu. La clave de
todo se encuentra en este maravilloso Espíritu, quien
está en nuestro espíritu creado y regenerado y quien
ha llegado a ser un solo espíritu con nuestro espíritu.
Esta es la llave y el punto de partida. Si no nos
volvemos a nuestro espíritu y oramos a partir de
nuestro espíritu, nuestras oraciones serán
inapropiadas. Si no entramos en el espíritu mezclado
ni amamos a los demás con el espíritu mezclado,
nuestro amor no tendrá valor alguno. Todo lo que no
procede del espíritu es de la carne y no producirá el
fruto del Espíritu Santo. El Espíritu de vida no
confirmará nada que proceda de la carne.
Debemos olvidarnos de la vieja religión. Tener
avivamiento matutino y orar no tienen valor alguno si
no estamos en el espíritu. Es posible que nuestras
oraciones hayan estado en cooperación con Satanás,
que nuestro avivamiento matutino haya sido
32
infiltrado por él, y que incluso nuestro servicio como
ancianos haya sido en beneficio de Satanás. Esto no
quiere decir que hayamos introducido ídolos en la
iglesia o que hayamos conducido a los hermanos al
pecado. Al contrario, quizás seamos muy piadosos y
diligentes en guiar a los santos a tener su avivamiento
matutino, en guiarlos a que se esfuercen en realizar tal
práctica y a que perseveren en la lectura de la Palabra.
Sin embargo, no nos damos cuenta de que Satanás se
ha infiltrado en todas estas cosas. Existe sólo un lugar
que Satanás no puede invadir, a saber, nuestro
espíritu.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos
conceda la visión celestial. No consideren que es
suficiente ser celosos y servir a Dios. Saulo de Tarso
también era celoso y servía a Dios; sin embargo, él
estaba bajo la autoridad de Satanás. Su servicio a Dios,
su celo y el que guardara la ley, todo estaba bajo la
autoridad de Satanás. ¿Podemos afirmar que nuestro
celo, nuestro avivamiento matutino y nuestro esfuerzo
por hacer tantas cosas no están bajo la autoridad de
Satanás? El hecho de estar bajo la autoridad de
Satanás no es determinado por las cosas que hacemos;
más bien, se determina por si estamos en el espíritu o
en la carne. ¿Tenemos el avivamiento matutino en
nuestro ser natural o en nuestro espíritu? Si tenemos
el avivamiento matutino en nuestro ser natural,
entonces, aunque nos levantemos a las 5:30 a.m.,
nuestro avivamiento matutino puede ser usado por
Satanás. Sin embargo, si tenemos nuestro
avivamiento matutino en el espíritu, habrá un sabor
diferente.

33
Tenemos que volvernos a nuestro espíritu. Ser santos,
victoriosos o libres de pecado, no es lo que importa. Lo
único que importa es que vivamos en el espíritu,
donde mora el Señor.
PREOCUPARNOS ÚNICAMENTE
POR VIVIR EN EL ESPÍRITU

En la historia del cristianismo han habido muchas


enseñanzas doctrinales sobre asuntos tales como
llevar la cruz, dar fin a la carne, buscar la santidad,
llevar una vida victoriosa y ser llenos del Espíritu
Santo. Sin embargo, si leemos el Nuevo Testamento
con calma y desde un punto de vista objetivo,
descubriremos que el punto crucial y sobresaliente del
Nuevo Testamento es que estemos en el espíritu. El
libro de Romanos presenta un esquema general de la
vida cristiana y de la vida de iglesia. Aunque el
capítulo seis menciona la cruz, este capítulo no es el
final del libro. El capítulo ocho menciona el espíritu
numerosas veces. El capítulo seis solamente menciona
la cruz directamente una vez (v. 6), pero el capítulo
ocho menciona el espíritu más de veinte veces. Gálatas
también menciona la cruz; sin embargo, Gálatas
también dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás
satisfaréis los deseos de la carne” (5:16). Si intentamos
dar fin a la carne y crucificarla pero descuidamos el
hecho de estar en el espíritu, entonces cuanto más
intentemos crucificar la carne, más viva estará.
Podemos ver claramente en Gálatas que si andamos
en el Espíritu, jamás satisfaremos los deseos de la
carne. Si andamos por el Espíritu, seremos
crucificados sin intentar serlo, y seremos santos sin
esforzarnos por serlo; seremos victoriosos sin tratar

34
de ser victoriosos, amaremos a otros sin esforzarnos
por amarlos y tendremos luz sin tratar de buscarla.
Esto es posible debido a que el Espíritu todo-inclusivo
mora en nuestro espíritu y ha llegado a ser un solo
espíritu con nuestro espíritu.
Actualmente todos tenemos que recibir esta visión
celestial. Si vemos esto, ya no nos preocuparemos por
ser santos, por ser victoriosos, por llevar la cruz ni por
tantos otros asuntos, sino que sólo nos
preocuparemos por vivir en el espíritu. Además, si
vivimos por el espíritu, también debemos andar por el
espíritu. Mientras andemos en el espíritu, nada es
imposible. Pero, si no andamos en el espíritu e
intentamos crucificarnos ejercitando nuestra
voluntad, entonces, cuanto más intentemos
crucificarnos, más vivos estaremos. Si nos esforzamos
por abandonar el mundo valiéndonos de nuestros
propios esfuerzos, cuanto más lo intentemos, más
amaremos al mundo.
Debemos ir al Señor buscando Su misericordia y
pidiéndole que abra nuestros ojos para que podamos
recibir la visión celestial. Tenemos que ver que el gran
Dios —Jehová, quién es el Padre, el Hijo y el Espíritu,
y quién es también el Señor Jesús, el Redentor, el
Creador y el Espíritu Santo— es el Espíritu todo-
inclusivo que mora en nuestro espíritu y que se ha
mezclado con nuestro espíritu como un solo espíritu.
Debemos vivir y andar en tal espíritu. Esto no debe ser
una actuación, sino nuestro diario vivir. Debemos
llevar nuestra vida diaria en el espíritu. No tenemos
que preocuparnos por saber lo que es la humildad o el
amor. Tampoco debemos preocuparnos por conocer

35
qué es la paciencia, la sumisión, el celo, la adoración
ni la oración. Debemos preocuparnos únicamente por
vivir en el espíritu. Debemos andar en el espíritu día
tras día, simplemente estando en armonía con nuestro
Señor y siendo uno con Él en el espíritu. Nuestra vida,
naturaleza, vivir y andar deben ser uno con nuestro
Señor. No es necesario saber qué es la oración ni sobre
qué debemos orar; no tenemos necesidad de saber qué
es predicar el evangelio o qué clase de evangelio
debemos predicar; ni siquiera requerimos saber lo que
significa amar a nuestra esposa o someternos a
nuestro marido; tampoco tenemos que saber lo que
significa ser humildes o pacientes. Todas estas
palabras y frases son expresiones que usan los
moralistas. Lo único que debemos saber es que
nuestro Dios y Salvador, a quien amamos, es el
Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora en
nuestro espíritu y que ha llegado a ser un solo espíritu
con nuestro espíritu. Estamos unidos a Él, y Él es
nuestra vida, nuestro vivir y nuestro andar. Él y
nosotros somos uno.
LO TENEMOS TODO AL VIVIR EN EL ESPÍRITU

Si el Señor es misericordioso y nos abre los ojos a fin


de mostrarnos este asunto, nuestra vida cristiana dará
un gran giro. Todos deberíamos leer la Biblia otra vez.
Finalmente, toda la Biblia requiere una sola cosa de
nosotros, a saber, que andemos conforme al espíritu
mezclado, que es el Espíritu todo-inclusivo mezclado
con nuestro espíritu regenerado. En 1 Corintios 6:17
dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu
con El”. Si se pone de manifiesto nuestra propia
manera de ser, esto demuestra que no estamos en el

36
espíritu. Si criticamos y juzgamos a los demás sin
cuidado alguno, esto también pone en evidencia que
no estamos en el espíritu. Si chismeamos de manera
suelta, aferrándonos siempre a nuestras opiniones, o
insistimos en nuestros puntos de vista, entonces no
estamos en el espíritu. Si insistimos en tener
avivamiento matutino cuando los demás no lo tienen,
no estamos en el espíritu. Entonces, ¿qué es lo que
significa estar en el espíritu? Estar en el espíritu es
simplemente estar en el espíritu, y no estar en el
espíritu es simplemente no estarlo. Necesitamos ver
que la realidad de todas las cosas espirituales se halla
en el espíritu. La iglesia está en el espíritu, la
edificación de la iglesia está en el espíritu, y el
testimonio eterno de la iglesia también está en el
espíritu. Este es el gozne, el secreto y la clave de
nuestra vida cristiana y de la vida de iglesia.
En el Nuevo Testamento casi ningún otro asunto se
menciona tantas veces como el espíritu. El Nuevo
Testamento habla del Espíritu y del Espíritu de vida.
También menciona nuestro espíritu regenerado, y aún
más, habla del espíritu que es la mezcla del Espíritu
con nuestro espíritu. El Nuevo Testamento se refiere
en varias ocasiones a este espíritu. Casi todos los libros
hablan sobre dicho espíritu. Apocalipsis, el último
libro de la Biblia, muestra especialmente que debemos
estar en este espíritu (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Hoy en la
iglesia también tenemos que recalcar el espíritu.
Mientras más hablemos de otras cosas, más muertos
y vacíos nos sentiremos, y más perderán el interés los
demás. La era en la cual nos encontramos hoy es la era
del espíritu, una era en la que existe el fluir del
espíritu.
37
Que el Señor tenga misericordia de nosotros y abra
nuestros ojos para que veamos el espíritu. He visto
muchas cosas diferentes en el cristianismo. Estuve
con la Asamblea de los Hermanos por siete años y
medio, he estado con el movimiento pentecostal y
también he participado en la línea de la vida interior.
Sé con certeza que no hay otro camino aparte de éste.
Actualmente, éste es el camino del Señor. Únicamente
al estar en el espíritu podemos disfrutar las riquezas
del Señor, y solamente en el espíritu podemos ser
liberados de todo lo que no es del Señor. Que el Señor
tenga misericordia de nosotros, a fin de que todos
veamos tal espíritu.
CAPÍTULO TRES
EL VIVIR DE DIOS Y EL HOMBRE EN
UNIDAD,
Y VIVIR EN EL ESPÍRITU
Lectura bíblica: Jn. 1:14, 18; 6:57; 14:7-9, 16a, 17, 19-
20, 23; 15:5; 17:21a, 23a; 20:22; 3:6b; 4:24
Ahora consideremos el Evangelio de Juan. Aunque
este libro nos es familiar, la mayoría de los cristianos,
incluyendo a muchos de nosotros, no nos percatamos
de cuál es el espíritu, la realidad o la esencia del
Evangelio de Juan. Aunque hemos dado muchos
mensajes basados en este libro y hemos dedicado
mucho esfuerzo para estudiarlo, la mayoría de los que
estamos en las iglesias no nos hemos dado cuenta de
cuál es la esencia de este evangelio.
Lo que la mayoría de los cristianos conoce acerca del
Evangelio de Juan se limita a los siguientes asuntos:

38
en primer lugar: “He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (1:29); en segundo lugar:
“De tal manera amó Dios al mundo” (3:16); y en tercer
lugar: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su
vida por las ovejas” (10:11). Algunos también han visto
que hemos recibido un mandamiento nuevo, a saber,
que nos amemos unos a otros (13:34). Otros han visto
que, puesto que nos amamos unos a otros, debemos
lavarnos los pies los unos a los otros (v. 14). Otros han
visto aún más, y entienden que el Señor es la vid, que
nosotros somos los pámpanos, y que permanecemos
en Él y Él en nosotros (15:1, 4-5). Sin embargo, la
mayoría no entiende cómo podemos permanecer en Él
ni cómo Él puede permanecer en nosotros. Tienen
algún conocimiento, pero muy poca experiencia.
Además, otros han visto la oración que el Señor hizo
en Juan 17 con respecto a la unidad. Por lo general, en
conjunto, éste es el grado de conocimiento que la
mayoría de los cristianos tienen acerca del Evangelio
de Juan. Si éste es nuestro caso, entonces no sabemos
cuál es la esencia de este evangelio.
El Evangelio de Juan habla principalmente acerca de
Dios. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el
Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Por tanto,
el Evangelio de Juan es un libro que habla acerca de
Dios, y no sobre el hombre. Su propósito al hablar
acerca de Dios es mostrarnos el deseo del corazón de
Dios, el cual es forjarse a Sí mismo en el hombre. La
intención de este evangelio no es enseñarnos cómo
adorar y servir a Dios, cómo laborar para Dios ni cómo
mejorarnos para que seamos personas nobles; no
existe tal enseñanza en el Evangelio de Juan. De entre
los sesenta y seis libros de la Biblia, el Evangelio de
39
Juan habla exclusivamente de una cosa: Dios desea
forjarse en el hombre a fin de ser su vida y suministro
de vida. Dios también anhela ser absolutamente uno
con el hombre. Puesto que Dios desea entrar en
nosotros e introducirnos en Sí mismo, debemos
permanecer en Él, y así Él también permanecerá en
nosotros. Además, Él y nosotros, nosotros y Él,
viviremos juntos. Él entra en nosotros a fin de
permanecer con nosotros. Ahora, Él desea que
vivamos por Él y con Él.
El evangelio más elevado no trata simplemente con el
perdón de pecados y con el hecho de ser librados del
infierno a fin de que recibamos la bendición eterna;
más bien, consiste en que seamos salvos hasta el grado
en que Dios y nosotros, nosotros y Dios, lleguemos a
mezclarnos por completo como una sola entidad,
teniendo una sola vida y un mismo vivir.
Anteriormente, nosotros éramos pecadores caídos —
malignos, degradados y desolados—, sin embargo,
ahora podemos llevar una sola vida con Dios y un solo
vivir con Él. Dios puede permanecer en nosotros y
vivir con nosotros. ¿Creemos esto? Si lo creemos,
quizás ésta sea nuestra creencia en teoría, pero no lo
que experimentamos en nuestro diario vivir. Tal vez
hayamos sido cristianos por décadas; no obstante,
quizás nunca hayamos recibido la impresión profunda
de que el evangelio de Dios nos salva e introduce en
Dios para que vivamos con Él, de modo que Él y
nosotros llevemos una sola vida y un mismo vivir. Es
posible que hayamos leído la Biblia diariamente y que
hayamos leído el Evangelio de Juan varias veces, pero
quizás nunca hayamos tenido este concepto. ¿Qué
hemos visto en el Evangelio de Juan? Tal vez hayamos
40
visto la dulzura del Señor Jesús expresada en Sus
palabras, hechos y conducta. No obstante, sin
importar cuán dulce sea Él, Él sigue siendo Él, y
nosotros seguimos siendo nosotros. Debemos leer
Juan 15:4, que dice: “Permaneced en Mí, y Yo en
vosotros”. Debemos leer también Juan 6:57, que dice:
“Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa
del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá
por causa de Mí”. Estas palabras son mucho más
profundas, y nos muestran que el Señor no solamente
está cerca de nosotros sino que también se ha
mezclado con nosotros.
DIOS ENTRA EN EL HOMBRE A FIN DE LLEVAR
UNA SOLA VIDA Y UN SOLO VIVIR CON ÉL

No debemos tratar este asunto como si fuera una


doctrina; más bien, debemos recibir una verdadera
impresión de ello. Queremos recibir la visión
misteriosa revelada en el Evangelio de Juan. ¿Qué es
una visión y qué es una revelación? Si cubriera mi cara
con un velo, ustedes no podrían ver mi rostro; así que,
no habría revelación. La revelación es semejante a
quitarme el velo para mostrarles mi cara. Sin
embargo, si existiera tal revelación pero ustedes
fueran ciegos o no hubiera luz, aún no podrían ver mi
cara. Sabrían que algo había sido revelado, pero no
sabrían qué. Sin embargo, si hubiera luz y ustedes
también tuvieran la facultad de la vista, entonces al ser
quitado el velo, inmediatamente me verían. Mi cara
sería una visión para todos ustedes. Una visión es una
escena poco común, una escena extraordinaria.
El Evangelio de Juan es un libro lleno de revelación.
Sin embargo, para que recibamos revelación, es
41
necesario que la luz resplandezca y que tengamos la
facultad espiritual de la vista. Por consiguiente,
necesitamos buscar al Señor. La revelación contenida
en el Evangelio de Juan ha sido presentada; no
obstante, aún necesitamos el resplandor del Señor y
que el Señor nos dé ojos espirituales a fin de que
veamos la escena en este libro y recibamos una visión.
El Evangelio de Juan habla acerca de Dios, quien es el
Creador de todas las cosas. El propósito de este libro
es mostrarnos cómo este Dios se forja a Sí mismo en
el hombre. ¿Cómo logra Dios esto? La mejor manera
de ingerir algo es comiéndolo. ¿Es necesario,
entonces, que Dios se divida en pequeños pedazos?
Inicialmente, no había manera de que pudiéramos
comer a Dios, porque en calidad de Creador, Dios es
misterioso, incomprensible, grande y glorioso. Si Él se
acercara a nosotros en calidad de Creador, nos
tendríamos que postrar ante Él llenos de temor y
temblor. Por tanto, el Evangelio de Juan revela
primero que el Verbo era Dios: “En el principio era el
Verbo ... y el Verbo era Dios” (1:1). ¿Para qué sirven las
palabras? Para expresar y explicar. En el libro de Juan,
el Dios misterioso y oculto se expresó como el Verbo.
Cristo, en calidad de Verbo, habla y expresa al Dios
misterioso y oculto. Si alguien no conoce a Dios,
simplemente debe venir a Cristo, ya que Él es la
explicación de Dios. En segundo lugar, Dios se hizo
carne, un hombre (v. 14). El Dios grande y glorioso se
hizo hombre a fin de que los hombres pudieran
acercarse a Él sin temor. En tercer lugar, este Dios
encarnado era el Cordero. El hombre es pecaminoso
pero Dios es santo, y Dios no puede tener contacto con
nada que tenga pecado. Por tanto, el Cordero de Dios
42
llevó nuestros pecados a la cruz y los eliminó. En la
cruz, Él efectuó la redención al derramar Su sangre, y
después fue sepultado. Luego, algo maravilloso
aconteció, algo que nunca había ocurrido en la historia
humana. Después de ser sepultado Él resucitó, y en Su
resurrección todavía tenía un cuerpo humano, pero
además, fue hecho el Espíritu. Posteriormente vino
adonde estaban los discípulos, y aunque las puertas
estaban cerradas, Él entró, sin llamar a la puerta y sin
que nadie le abriera. De hecho, ni siquiera entró en el
cuarto; simplemente apareció de pie en medio de ellos
(20:19). Su cuerpo misterioso sencillamente va más
allá de nuestro entendimiento. Mientras Él estaba de
pie en medio de los discípulos, no les predicó ni les dio
alguna enseñanza. En vez de eso, sopló en ellos y les
dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). De esta
manera, Él entró en ellos. Dios entró en los discípulos
para ser uno con ellos. Ambos —Dios y el hombre, el
hombre y Dios— llegaron a ser uno, teniendo una
misma vida y un solo vivir. Por medio del Espíritu,
Dios puede vivir en el hombre, y el hombre puede vivir
por Dios.
El Evangelio de Juan dice claramente que Dios es
Espíritu (4:24). Puesto que Dios es Espíritu, Él puede
entrar en el hombre. Mucho antes de que Dios entrara
en el hombre, Él preparó un espíritu en el hombre. El
hombre tiene un espíritu dentro de él. Este libro dice
que es necesario que el espíritu dentro del hombre sea
regenerado (3:6). El espíritu humano necesita ser
regenerado por Dios, quien es el Espíritu divino. De
esta manera, el Espíritu divino puede ser engendrado
en el espíritu del hombre. Además, este libro dice que
este Dios misterioso no sólo es nuestra vida, sino
43
también nuestro pan de vida (6:35). Por tanto,
podemos comerle e ingerirle. Sin embargo, no le
comemos de la misma manera en que comemos pan.
El Señor dijo: “El Espíritu es el que da vida; ... las
palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”
(v. 63). Esto significa que debemos recibir las palabras
del Señor con nuestro espíritu. Entonces, lo
obtendremos a Él, y Él será la vida dentro de nosotros.
Finalmente, Él dijo que los que le comieran vivirían
por causa de Él (v. 57). No vivimos por nosotros
mismos, sino por el Espíritu que hemos recibido.
Debemos descubrir qué clase de libro es el Evangelio
de Juan. Este libro nos muestra que Dios, después de
pasar por el proceso de encarnación, muerte y
resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-
inclusivo. Ahora lo único que tenemos que hacer es
ejercitar nuestro espíritu a fin de recibirle. De esta
manera, Él entra en nuestro espíritu y se mezcla con
nosotros como un solo espíritu. Él llega a ser nuestra
vida y suministro de vida, y vivimos por Él. Ambos —
Él y nosotros, nosotros y Él— tenemos una sola vida,
un mismo vivir y un solo andar.
EL QUE DIOS Y EL HOMBRE VIVAN JUNTOS
ESTÁ ESTRECHAMENTE RELACIONADO
CON EL ESPÍRITU

En Juan 15, el Señor dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en


vosotros” (v. 4). ¿Cómo podemos permanecer en Él, y
Él en nosotros? Dicha experiencia está estrechamente
relacionada con el espíritu. Puesto que Él es el
Espíritu, podemos permanecer en Él, y Él también
puede permanecer en nosotros. Hoy, todos

44
permanecemos en la esfera del aire, y el aire
permanece en nosotros. Según las Escrituras, el aire
es un tipo del espíritu. Además, en el Antiguo
Testamento los términos aire y espíritu proceden de
la misma palabra hebrea, y en el Nuevo Testamento,
proceden de la misma palabra griega. El Señor Jesús
sopló en Sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu
Santo” (20:22). Sería muy apropiado traducir las
palabras del Señor: “Recibid el Aliento Santo”. El
Espíritu es el aliento. Nuestro Señor hoy es el aliento
santo. Esta es la razón por la que hoy podemos
permanecer en el Señor, y el Señor también puede
permanecer en nosotros.
Si leyéramos el Evangelio de Juan como alguien que
nunca antes haya escuchado el evangelio ni leído la
Biblia, veríamos algo maravilloso. Veríamos que
después de hacer tantas cosas, Dios llegó a ser un
Espíritu maravilloso, y que Él se ha infundido en
nosotros mediante Su soplo. También veríamos que
tenemos un espíritu para poder recibirlo en nosotros.
En nuestro espíritu hemos sido regenerados; en
nuestro espíritu podemos tener contacto con Él; en
nuestro espíritu podemos vivir por Él; en nuestro
espíritu podemos permanecer en Él; y en nuestro
espíritu, Él puede permanecer en nosotros.
SOLAMENTE NECESITAMOS
VIVIR EN EL ESPÍRITU Y POR EL SEÑOR
La mayoría de nosotros entendemos este asunto
claramente. Lamentablemente, cuando se trata de
nuestro vivir diario, la mayor parte del tiempo no
tomamos en cuenta el Evangelio de Juan. Por ejemplo,
supongamos que me despierte una mañana y recuerde
45
las palabras en Efesios que dicen que los maridos
deben amar a sus esposas. Luego, comienzo a orar:
“Señor, estoy de acuerdo en que los maridos deben
amar a sus esposas; pero, Señor, Tú sabes que soy
débil y que no puedo amarla. Ayúdame por favor y,
como el Espíritu Santo, impúlsame”. Supongamos que
tengo un buen avivamiento matutino aquella mañana,
pero como resultado de ello, me retraso y llego diez
minutos tarde al desayuno. Tan pronto como me ve mi
esposa, me dice: “¿Qué te pasó? ¿Dónde estabas? ¿No
sabes qué hora es?”. Entonces, inmediatamente
respondo y digo: “Esto es una cruz de parte del Señor.
¡Debo llevar la cruz!”. Al oír estas palabras, mi esposa
se enfada tanto que discute conmigo e incluso me tira
unos palillos chinos. “¿Qué quieres decir con llevar la
cruz?”, me pregunta ella. Entonces me digo para mí
mismo: “Oh, tengo que recibir la disciplina del
Espíritu Santo. Necesito aceptar este ‘cuchillo’. Tengo
muchas cosas afiladas en mi ser. Mis padres no me
corrigieron cabalmente, así que ahora necesito que mi
esposa lo haga. ¡Oh, debo tomar la cruz! ¡Debo recibir
la disciplina del Espíritu Santo!”. Luego, no tomo el
desayuno y me voy apresuradamente al trabajo,
mientras que en mi corazón sólo pienso en llevar la
cruz y en recibir la disciplina del Espíritu Santo. Sin
embargo, al mediodía, cuanto más considero la
situación, más me enfado y pienso: “¡Ella no debió
tirarme esos palillos chinos!”. Pero entonces me digo
a mí mismo: “No es correcto pensar así. ¡Debo orar!
Debo orar y velar para no caer en tentación”. Por
tanto, oro: “¡Oh Señor, líbrame de caer en tentación!”.
Cuando vuelvo a casa después del trabajo, mi esposa
aún está enojada conmigo. Cuando me ve, las
primeras palabras que dice son: “¿Ya has llevado la
46
cruz lo suficiente? ¿Has aprendido la lección de ser
disciplinado por el Espíritu Santo?”. A veces el Señor
permite que Satanás nos moleste de esta manera.
Hay diferentes maneras de ver nuestras
circunstancias. Quizás pensemos que todas las cosas
que nos suceden son lecciones de parte de Dios. Sin
embargo, si tuviéramos la luz del Evangelio de Juan,
veríamos las cosas desde otro ángulo y nos daríamos
cuenta de que no se trata simplemente de “aprender
lecciones”. Veríamos que todas las cosas que nos
suceden son pruebas para comprobar si vivimos en el
espíritu o en nuestro yo. Cuando verdaderamente
vivimos en el espíritu, no hay necesidad de llevar la
cruz, ser quebrantados ni ser disciplinados por el
Espíritu Santo. Incluso si nuestra esposa hiciera un
gran alboroto, no nos sentiríamos molestos, sino que
simplemente viviríamos en el espíritu. Si su esposa le
diera sopa de pollo, usted diría: “Aleluya”. Si ella sólo
le diera agua, usted también diría: “Aleluya”. Usted
simplemente viviría en el espíritu. Si usted trata de
llevar la cruz y recibir la disciplina del Espíritu Santo
sin vivir en el espíritu, sólo provocará que su esposa le
discipline más. El diablo sabe cómo tratar con
nosotros. Cuando procuramos no enojarnos, el diablo
nos molesta una y otra vez hasta que nos enfademos.
Al estar bajo la irritación constante del diablo, un día
le tiraremos los palillos chinos a nuestra esposa.
Entonces ella se pondrá feliz y dirá: “¡Así que tú
también tiras los palillos! ¡Ahora somos iguales!”. La
mejor manera de silenciar a Satanás no es fingir, ni ser
pacientes, ni “aprender lecciones” ni ser
quebrantados, sino vivir en el espíritu. No debemos
saber nada sino vivir en el espíritu. Hoy el Señor vive
47
en nuestro espíritu, y debemos vivir por Él. Cuando
nos reprendan debemos vivir por Él; cuando nos
abracen y nos besen, debemos vivir por Él; y cuando
nos abofeteen, también debemos vivir por Él.
No piensen que éstas son sólo mis palabras. El propio
Señor dijo en el Evangelio de Juan: “El que me come,
él también vivirá por causa de Mí” (6:57). Debemos
vivir por Él, no solamente veinte minutos al día, sino
las veinticuatro horas del día. No sólo debemos vivir
por Él cuando nuestra esposa nos bese, sino que
también debemos soportar y llevar la cruz cuando ella
nos reprenda. No se trata de orar y velar para no caer
en tentación solamente cuando vamos de compras;
más bien, debemos vivir por Él cuando entramos en el
salón de reunión así como cuando entramos en un
almacén. Ya sea que esté delante de nosotros el
capítulo tres de Juan o que estén delante de nosotros
otras cosas, de cualquier forma debemos vivir por Él.
Nuestra situación quizás cambie exteriormente, pero
interiormente siempre debemos estar en una
condición en la que vivimos por Él.
VIVIR EN EL ESPÍRITU
ES LA ENSEÑANZA MÁS ELEVADA

La enseñanza más elevada que se halla en las


Escrituras es la de vivir en el espíritu. En los últimos
siglos, este asunto nunca ha sido presentado de una
manera tan clara como ahora. Buscar la santidad, ir en
pos de la victoria, llevar la cruz y recibir la disciplina
del Espíritu Santo, todos estos son temas que se
encuentran en las Escrituras. Sin embargo, todos
estos asuntos son simplemente ramas; el tronco, el
fundamento, es vivir en el espíritu. La razón por la que
48
buscamos la santidad es que no vivimos en el espíritu;
si viviéramos en el espíritu, no sería necesario buscar
la santidad. La razón por la que procuramos ser
pacientes y victoriosos es que no vivimos en el
espíritu; si viviéramos en el espíritu, no sería
necesario ir en pos de la paciencia y de la victoria. La
razón por la que requerimos ser disciplinados por la
cruz es que vivimos en el yo; sin embargo, si
viviéramos en el espíritu no habría necesidad de ser
disciplinados por la cruz. La disciplina de la cruz tiene
como fin llevarnos a vivir en el espíritu. Si nos
esforzamos para ser disciplinados por la cruz, pero
procuramos obtener esto aparte del espíritu, lo que
ocurre simplemente es que estamos cambiando
nuestro entendimiento acerca de la situación. Por
ejemplo, quizás un hermano nos haya agraviado, haya
mentido acerca de nosotros o nos haya ofendido. Al
principio, es posible que no podamos olvidar la
ofensa, pero más tarde pensamos: “Ahora me doy
cuenta de que el Señor me está tratando de esta
manera a fin de quebrantarme. Soy un viejo testarudo,
y nadie me puede ayudar. Por tanto, Dios me ha dado
a tal hermano. Gracias al Señor, mi entendimiento ha
cambiado. Ya no culpo a ese hermano. Ahora entiendo
que Dios está usando a ese hermano como un hacha
para quebrantarme. Por tanto, Padre, te doy gracias;
ahora me gustaría besar el hacha”. Podemos tener un
cambio de entendimiento, pero aún así no vivir en el
espíritu. Podemos esforzarnos por llevar la cruz tres
veces al día, pero todavía no vivimos en el espíritu ni
siquiera por cinco minutos.
Dios no requiere que busquemos la santidad, la
victoria, la cruz o el quebrantamiento; al contrario,
49
Dios desea ser nuestra vida a fin de que vivamos por
Él. Espero que una gran luz resplandezca sobre
nosotros y derribe cualquier otra enseñanza. No
necesitamos aprender esta o aquella lección; antes
bien, necesitamos el espíritu y tenemos que vivir en el
espíritu. En cierto sentido, Dios no necesita que una
persona sea quebrantada o pulida, sino que viva por
Él. Dios no necesita personas que vivan por Él sólo por
cinco minutos y luego dejen de hacerlo. Él necesita
personas que, día y noche, las veinticuatro horas del
día, vivan en el espíritu, vivan por Él, y vivan con Él
tomándolo como su vida.
¿Por qué entonces la Biblia contiene tantas otras
enseñanzas? Las otras enseñanzas son pruebas que
determinan si vivimos en el espíritu o no. No debemos
confundirnos y pensar que tales enseñanzas están en
la Biblia para que las practiquemos. Más bien, están
allí para comprobar si vivimos en el espíritu o no. El
Evangelio de Juan no nos enseña que seamos
humildes o pacientes, que llevemos la cruz ni que
aprendamos esta o aquella lección. El énfasis principal
del Evangelio de Juan se halla en tres versículos: “El
que me come, él también vivirá por causa de Mí”
(6:57); “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (15:4); y
“El que me ama, ... vendremos a él y haremos morada
con él” (14:23). ¿Cómo podemos vivir en Él, y cómo
puede Él vivir en nosotros? La única manera de
cumplir esto fue que Él llegara a ser el Espíritu. Juan
15 necesita Romanos 8 como su continuación. Sin
Romanos 8, no sabríamos claramente cómo
permanecer en el Señor. Permanecer en el Señor es
permanecer en el espíritu, poner nuestra mente en el
espíritu y andar siguiéndole de cerca, es decir, andar
50
conforme al espíritu. Cuando andamos conforme al
espíritu al poner nuestra mente en el espíritu,
permanecemos en el espíritu y también permitimos
que el Señor permanezca en nosotros. No debemos
esperar hasta que lleguen las pruebas para comenzar
a orar, pidiéndole al Señor que nos dé resistencia y
fuerzas a fin de poder experimentar el
quebrantamiento. En ese momento ya es demasiado
tarde para pedir auxilio, y la oración no nos será de
ayuda. El hecho de que nos volvamos al Señor
solamente cuando enfrentemos pruebas, nos muestra
que no vivimos en el espíritu. Si viviéramos en el
espíritu, no importaría si experimentamos pruebas o
tentaciones, o si somos objeto del favor y compasión
de Dios, ni tampoco importaría ninguna otra cosa.
Todo eso no importaría, porque simplemente
viviríamos en el espíritu. No importa hacia dónde
sople el viento —ya sea que nuestra esposa se enfade
con nosotros o que un hermano discuta con nosotros—
nada de ello nos afectará. Simplemente viviremos por
nuestro Señor y viviremos en el espíritu.
NECESITAMOS EJERCITARNOS
Y PONER EN PRÁCTICA VIVIR CON EL SEÑOR

Este camino es sumamente simple. El Señor se hizo


carne y efectuó la redención por nuestros pecados;
luego, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante a fin
de que lo recibiéramos. Cuando usamos nuestro
espíritu para recibirle, inmediatamente Él entra en
nuestro espíritu y nos regenera. Además, en nuestro
espíritu Él llega a ser nuestra vida, nuestro suministro
de vida e incluso nuestra persona. Él y nosotros
tenemos una sola vida, un mismo vivir, un solo mover

51
y un solo actuar. Simplemente vivimos por Él.
Nosotros no sabemos lo que significa amar al mundo
o no amarlo; tampoco sabemos qué es aborrecer a
otros o amarlos; ni siquiera sabemos qué es ser
orgullosos o humildes. Simplemente vivimos por Él.
Esto es lo que Dios se ha propuesto recobrar en esta
era. Por muchos siglos esto es lo que Él ha buscado,
pero no lo ha podido obtener. Si les hablamos a las
personas sobre la redención, la victoria, la santidad, la
cruz y el quebrantamiento, ellas entienden. Sin
embargo, si les hablamos acerca de vivir en el espíritu,
acerca de llevar una sola vida y un solo vivir con el
Señor las veinticuatro horas del día, tal pareciera que
entienden pero no muestran interés en ello. Después
de entender este asunto, nadie se ejercita para ponerlo
en práctica. Incluso después de leer este mensaje,
¿cuántos de nosotros nos ejercitaremos para poner en
práctica este asunto? Mañana por la mañana, cuando
se presente una situación, quizás nos olvidaremos de
este mensaje y de nuevo procuraremos resistir
pacientemente, intentaremos amar a nuestra esposa o
trataremos de someternos a nuestro marido. Debido a
que no tenemos la realidad de este asunto en nuestro
ser, no se produce ningún efecto en nosotros ni
ninguna respuesta.
Existe un libro en la Biblia, el Evangelio de Juan, que
específicamente nos muestra este asunto. Dios se hizo
carne a fin de ser el Cordero de Dios, quien efectuó la
redención. Además, después de Su muerte y
resurrección, Él llegó a ser el aliento de vida y se
infundió en nosotros por medio de Su soplo. Cuando
Él entra en el hombre, el Padre también entra. Cuando
Él entra en el hombre, el Hijo también entra. Él está
52
dentro del hombre como vida, pan, agua de vida, aire
espiritual y como una persona. El hombre lleva una
sola vida y un mismo vivir con Él, de tal modo que
puede expresarlo en su vivir. Esta es la historia de la
relación de Dios con el hombre. Se ha hablado acerca
de este asunto cientos de veces, incluso miles de veces;
sin embargo, en nuestro vivir diario, la mayoría de
nosotros no lo pone en práctica. Hemos oído muchas
enseñanzas en el pasado, y hemos estado dispuestos a
ejercitarnos y ponerlas en práctica; la única excepción
es la visión que se encuentra en el Evangelio de Juan.
Se ha hablado de este asunto, y lo hemos oído, pero no
ha producido ningún efecto en nosotros.
Todos los que estamos en la iglesia necesitamos
recibir una visión. Tenemos que ver que no se trata de
ser santos o victoriosos, ni de esto ni lo otro.
Actualmente todo recae en el hecho de que el Dios
Triuno como Espíritu todo-inclusivo está en nuestro
espíritu para ser nuestra vida y nuestro todo. Vivimos
por Él, y Él y nosotros somos uno: somos uno en vida
y en nuestro vivir. Él es nosotros, y nosotros somos Él.
La vid no es sólo Él, sino también nosotros, ya que
nosotros somos los pámpanos de la vid. Si pudiéramos
preguntarle a un pámpano: “¿Qué haces?”, nos
respondería: “No sé nada. Lo único que sé es vivir y
permanecer en la vid; produzco hojas cuando es el
tiempo de hacerlo, florezco cuando es el tiempo de
hacerlo, y llevo fruto cuando es el tiempo de hacerlo.
Todo depende de la ley natural de vida. Como
pámpano que soy, simplemente permanezco en la vid.
Esto es así de simple”.

53
Sin embargo, nosotros hemos estado confundidos
debido a que hemos acumulado muchas cosas
interiormente, tales como la cultura humana, los
conceptos religiosos, los pensamientos éticos y las
doctrinas cristianas. Algunos proponen una cosa,
mientras que otros proponen otra. Algunos desean
predicar el evangelio extensamente; otros desean
tener más tiempo para orar; y aun otros desean hablar
en lenguas. Necesitamos leer nuevamente el Nuevo
Testamento. Si lo leyéramos de manera imparcial,
inclinaríamos la cabeza y diríamos: “El pensamiento
fundamental, el punto central y el énfasis de la Biblia,
es que Dios se hizo el Espíritu vivificante, el Espíritu
todo-inclusivo”. Él lo ha realizado todo. Ahora Él está
esperando que lo recibamos en nosotros. Todos
tenemos un espíritu para recibirle, y podemos vivir
por Él. Esto no es una doctrina, una exhortación ni un
reglamento religioso; más bien, es el Espíritu viviente,
una Persona viviente, quien mora en nosotros, y ahora
nosotros vivimos por Él. Todo está aquí. Si tenemos
esto, lo tenemos todo.
VIVIR EN EL ESPÍRITU ES EL CAMINO
MÁS SIMPLE, CONVENIENTE Y EXCELENTE

Algunos santos me han dicho: “Hermano Lee, hace


más de veinte años, cuando nos entrenaba aquí en
Taipei, usted habló de algo diferente”. Les respondí:
“¡Tienen razón; eso fue en 1953, y hoy estamos en
1975!”. Reconozco que he cambiado. En 1953 había
aprendido algo, pero hoy he aprendido más. La
primera vez que fui a los Estados Unidos, volé en el
avión más rápido de aquel tiempo. Volé a no más de
trescientas millas por hora; me tomó veintiséis o

54
veintisiete horas llegar a los Estados Unidos, y pensé
que eso era muy rápido. Sin embargo, hoy los jets
pueden volar a más de quinientas millas por hora, y
solamente tarda unas diez horas volar desde los
Estados Unidos hasta aquí. Cuando estaba a bordo de
un jumbo 747, me sentía como en casa. El vuelo fue
muy cómodo, calmado y tranquilo. ¿Preferirían
ustedes tomar el 747, o un avión construido en 1946?
Si prefieren el avión anticuado, serían insensatos. Esto
no significa que esa clase de avión no sirva para nada;
todavía tiene cierta utilidad, pero no es tan útil como
el 747. En el pasado hablé acerca de buscar la santidad
e ir en pos de la victoria. Por ejemplo, un tiempo atrás
compartí diecinueve mensajes sobre la experiencia de
vida, y cada uno de esos mensajes siguen siendo útiles
hoy. Sin embargo, si hablara otra vez sobre el tema, no
necesitaría dar diecinueve mensajes; sólo tendría que
hablar cuatro palabras: “Vivir en el espíritu”. Vivir en
el espíritu es suficiente. Si vivimos en el espíritu,
jamás satisfaremos los deseos de la carne. Si vivimos
en el espíritu, espontáneamente desecharemos el
mundo.
El camino más simple, conveniente y excelente es vivir
en el espíritu. El Evangelio de Juan no hace énfasis en
ninguna otra cosa. Dicho evangelio presenta
versículos tales como: “Vivirá por causa de Mí”,
“Permaneced en Mí”, “Porque Yo vivo, vosotros
también viviréis”, y “En aquel día vosotros conoceréis
que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en
vosotros” (6:57; 15:4; 14:19, 20). Luego, en Romanos
8 dice: “Andamos ... conforme al espíritu” (v. 4). Es
suficiente vivir y andar conforme al espíritu. Debemos
ejercitar el espíritu. El mejor camino a seguir es vivir
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en el espíritu las veinticuatro horas del día. Entonces,
cuando asistamos a una reunión, podremos expresar
algo en el espíritu. Habremos ejercitado nuestro
espíritu hasta el grado en que éste sea viviente y
fresco, y tendrá un rico depósito que nos permitirá
ejercer nuestra función en la reunión del modo que
deseemos. Si deseamos alabar, habrá alabanza; si
deseamos orar, habrá oración; si deseamos ministrar
la palabra, tendremos palabras; si deseamos testificar,
habrá testimonios. No seremos como somos hoy, a
saber, la mayor parte del tiempo no vivimos en el
espíritu y sólo vivimos en el espíritu cuando
empezamos a prepararnos para ir a la reunión. Por eso
difícilmente podemos hablar algo en las reuniones.
Si hemos recibido la visión, veremos que lo que el
Señor quiere hacer hoy es forjarse a Sí mismo en
nosotros para que podamos vivir por Él. No se trata de
vivir por Él en la mente, sino de vivir por Él en el
espíritu. Si diariamente viviéramos por Él de esta
manera, nuestro espíritu fluiría y sería viviente y
eficiente; además, seríamos ricos en experiencias y
podríamos expresar tales riquezas cabalmente. De
este modo, las reuniones de la iglesia serían liberadas
de las ordenanzas. Esto es lo que debemos ver hoy.
Este es el camino del Señor, el camino apropiado, que
debemos tomar a fin de preparar Su novia para que Él
pueda regresar.
CAPÍTULO CUATRO
PRODUCIR EL NUEVO HOMBRE
Y VIVIR EN EL ESPÍRITU

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Lectura bíblica: Ef. 2:15; 3:8, 16-17a, 19b; 4:23-24; 2
Co. 3:18
MANTENERNOS ACTUALIZADOS
CON RESPECTO AL FLUIR DE LA ERA

Durante la guerra china de resistencia contra los


japoneses, viajé a las provincias del noroeste de China
para visitar a las iglesias. En algunos lugares tuve que
viajar en una carreta que sólo podía recorrer cerca de
cincuenta kilómetros en un día, y eso después de viajar
desde el amanecer hasta el anochecer. En la noche,
cuando llegaba a un mesón, sentía que todos mis
huesos se habían separado. Lo único que podía hacer
era acostarme a dormir. Era muy difícil viajar en esos
días. Hoy, sin embargo, tanto Taiwan como los
Estados Unidos tienen muy buenas carreteras y
excelentes sistemas de transporte. Por tanto, viajar en
estos países es muy eficiente y cómodo. Este es un
ejemplo práctico de cómo cambian las eras. He sido
cristiano ya por cincuenta años. En los primeros años
parecía como si viajara en carreta; me esforcé mucho
en proseguir, pero no avancé mucho, no aprendí
muchas lecciones ni crecí mucho en la vida divina.
Luego, gradualmente, el Señor nos guió a
experimentar muchos cambios, y hoy podemos ver
que hemos avanzado una gran distancia. Por ejemplo,
nuestros mensajes e himnos son mucho más
avanzados que los que teníamos antes. Realmente
estamos en una era diferente. Lamentablemente, las
iglesias en el Lejano Oriente no están actualizadas con
respecto al fluir de la era. Me preocupa
profundamente que los mensajes dados en muchas

57
localidades carezcan de revelación, no sean lo
suficientemente ricos y no estén actualizados.
Algunos santos rehúsan seguir el fluir de la era. Ellos
dicen que prefieren recibir todo directamente, en
lugar de aprender de otros. Estas palabras son
engañosas. Solamente pocas personas, tal como
Pablo, recibieron todo directamente. Por tanto, lo que
nosotros hayamos recibido de las Escrituras ya no es
algo que hayamos obtenido de manera directa.
Francamente, no me importa si recibo algo
directamente o no. Lo único que me importa es el
objeto mismo. Si el objeto es un diamante, no me
importa por cuántas manos haya pasado; en tanto que
lo posea en mis manos, será de mucho valor para mí.
Sin embargo, si el objeto es estiércol, no desearía
poseerlo, aun si yo fuera el primero en haberlo
recibido. Todos debemos ser humildes, en el sentido
de no considerar que hemos visto algo por cuenta
propia. Aunque ciertamente hayamos visto algunas
cosas, quizás lo que hemos visto no tenga valor.
Tenemos que ver la visión central, la cual consiste en
que el Dios Triuno se hizo carne, murió para efectuar
la redención y, en la resurrección, se hizo el Espíritu
vivificante y todo-inclusivo. Hoy Él ha entrado en
nuestro espíritu y vive en nosotros; y no sólo nos da Su
vida, sino que se imparte a Sí mismo en nosotros para
ser nuestra persona. Él y nosotros estamos unidos,
tenemos una sola vida, un mismo vivir, un solo andar
y un solo mover, y sencillamente vivimos por Él. Este
es el asunto más importante.
Algunos podrían decir que han aprendido una lección
particular, por ejemplo, cómo ser santos. Sin

58
embargo, esta clase de lecciones son secundarias. No
hace mucha diferencia si las aprendemos o no. Hoy
Dios tiene un propósito central, una visión central, la
cual tenemos que ver. Esto es lo que carecen los hijos
de Dios actualmente. Esta es una carencia no
solamente en el cristianismo, sino aun entre nosotros.
Todos tenemos que ver esto.
LA IGLESIA ES EL NUEVO HOMBRE,
EL CUAL FUE CREADO CON LA VIDA DE CRISTO

Efesios es un libro que trata específicamente de la


iglesia. Muchas personas saben que Efesios 1 dice que
la iglesia es el Cuerpo de Cristo (v. 23). Sin embargo,
¿cuántos saben que la iglesia es el nuevo hombre?
Efesios 2:15 dice que Cristo, después de resolver todos
los problemas en la cruz, creó en Sí mismo —de todos
los creyentes judíos y gentiles— un solo y nuevo
hombre. Este nuevo hombre debe ser una entidad
corporativa, pues solamente hay un nuevo hombre y
no muchos nuevos hombres. Este nuevo hombre fue
creado por Cristo en Sí mismo. ¿Qué material usó
Cristo para crear al nuevo hombre? Él se usó a Sí
mismo como material. El Señor Jesús creó de todos
nosotros un solo y nuevo hombre, usándose a Sí
mismo como material. La palabra griega
para crear denota la creación de algo nuevo.
Anteriormente, en el universo no existía tal cosa como
el nuevo hombre. Sin embargo, ahora Cristo ha creado
al nuevo hombre en Sí mismo y con Su vida de
resurrección. Antes de Su muerte y resurrección,
nuestro Señor ya poseía la vida eterna de Dios, pero
no tenía la vida que había pasado por la muerte y la
resurrección. El Señor Jesús creó al nuevo hombre, no

59
con la vida eterna que no había pasado por la muerte,
sino con la vida eterna que había pasado por la muerte
y la resurrección. Existe una gran diferencia entre la
vida que ha pasado por la muerte y la vida que no ha
pasado por ella. Antes de Su crucifixión, Él ya tenía la
vida eterna, pero esa vida no había entrado en la
muerte, ni había pasado por ella ni tampoco había
salido de ella. Pero después de Su resurrección, Él
poseía la vida eterna que ya había pasado por la
muerte y que había entrado en la resurrección. Fue
con tal vida eterna que el Señor Jesús creó al nuevo
hombre. Por tanto, cualquier persona que pertenece al
nuevo hombre ciertamente ha pasado por la muerte y
está en resurrección.
ES NECESARIO VER Y DISFRUTAR
LAS INESCRUTABLES RIQUEZAS DE CRISTO

Después, Efesios 3 dice que Pablo fue enviado para


anunciarnos las inescrutables riquezas de Cristo (v.
8). Las inescrutables riquezas de Cristo se hallan en Su
vida eterna, la cual es una vida que ha pasado por la
muerte y la resurrección. Todas Sus riquezas están en
esta vida eterna. Necesitamos que alguien nos ayude,
a fin de que nuestros ojos sean abiertos para ver esto.
Necesitamos que alguien nos revele el contenido de
esta vida y nos muestre la visión de las riquezas de
Cristo, escena tras escena. ¡Los elementos del nuevo
hombre dentro de nosotros son muy ricos! ¡Las
inescrutables riquezas de Cristo están dentro de
nosotros hoy!
¿Cómo podemos disfrutar estas riquezas? En la última
parte del capítulo tres, Pablo oró por nosotros
pidiéndole al Padre que nos diera, conforme a las
60
riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en
el hombre interior por Su Espíritu (v. 16). Dios posee
gloria, y Su gloria es sumamente rica. Las riquezas de
Su gloria son las inescrutables riquezas de Cristo.
Debemos notar que Efesios 3 menciona las riquezas
dos veces: primero habla de las inescrutables riquezas
de Cristo, y luego de las riquezas de la gloria de Dios.
Las riquezas que se mencionan en estos dos pasajes
son una sola. Pablo oró para que el Padre nos diera,
conforme a tales riquezas, el ser fortalecidos con
poder en el hombre interior por Su Espíritu, el
Espíritu todo-inclusivo. Esto significa que dentro de
nosotros hay algo viviente, vital y orgánico que
continuamente nos energiza por dentro, no en nuestra
mente sino en nuestro nuevo hombre regenerado.
Como resultado, Cristo puede hacer Su hogar en
nuestros corazones (v. 17a).
CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS
CORAZONES

El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros


corazones no es algo insignificante. No se trata
simplemente de una parábola o de una historia, sino
de una realidad. Cristo hace Su hogar en nuestro
corazón, no sólo en nuestro espíritu sino también en
nuestro corazón, el cual rodea nuestro espíritu. Al leer
las Escrituras podemos ver que nuestro espíritu está
rodeado por nuestro corazón. En 1 Pedro 3 dice que
hay un hombre interior escondido en el corazón (v. 4).
Ese hombre interior es nuestro espíritu. Nuestro
espíritu se halla en la parte interior de nuestro
corazón, y nuestro corazón rodea nuestro espíritu. Si
nuestro espíritu es fortalecido, entonces Cristo puede

61
hacer Su hogar no sólo en nuestro espíritu, sino
también en nuestro corazón. Es decir, cada parte de
nuestro ser puede ser ocupada por Cristo. Esta no es
una enseñanza ética ni una enseñanza religiosa ni
filosófica; más bien, es una visión celestial.
Temo que aunque muchos hermanos y hermanas
hayan leído Efesios una y otra vez, todavía no hayan
visto tal visión. Quizás no hayan visto que Cristo está
esperando en nuestro espíritu para tomar cualquier
oportunidad y saturar cada parte de nuestro ser
consigo mismo, a fin de hacer Su hogar en nuestro
corazón. Efesios 3:19b dice: “Para que seáis llenos
hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. ¿Qué
clase de filosofía o doctrina es ésta? ¡Esto es más
elevado que cualquier filosofía o doctrina! Los
confucionistas chinos dicen que el principio más
elevado del aprendizaje es desarrollar la virtud
brillante. Lo más que puede hacer este principio es
ayudarnos a desarrollar la virtud brillante, la cual es
nuestra capacidad y conocimiento innatos. Hoy no
sólo tenemos la virtud brillante, la cual es nuestra
capacidad y conocimiento innatos, sino que en
nuestro espíritu tenemos al Cristo todo-inclusivo, al
Espíritu todo-inclusivo y al Dios Triuno como las
inescrutables riquezas en nosotros. Wang Yang-ming,
un filósofo chino, dijo que si una persona sólo se
mejora exteriormente pero no desarrolla su capacidad
y conocimiento innatos, esa persona es como un árbol
sin raíces y una corriente sin fuente. Si los filósofos
prestan tanta atención al tema de la fuente interior,
¡cuánto más nosotros! Ellos sólo prestan atención a la
capacidad y al conocimiento innatos, a saber, la virtud
brillante dentro del hombre; sin embargo, nosotros
62
debemos centrarnos en el gran Dios Triuno, en el
Cristo todo-inclusivo y en el Espíritu todo-inclusivo,
que mora en nuestro espíritu y se ha mezclado con
nosotros como un solo espíritu.
Si usted realmente ve esta visión, estará fuera de sí por
tres días, debido a que éste es un asunto muy
importante. El Dios Triuno está dentro de nosotros. El
Espíritu todo-inclusivo está dentro de nosotros y ha
llegado a ser un solo espíritu con nosotros. Él ha
llegado a ser yo, a fin de que yo llegue a ser Él. ¡Él y yo,
yo y Él, tenemos una sola vida, un mismo vivir, un solo
andar y un solo mover! Todo aquel que vea esto dará
saltos. Con el tiempo, seremos llenos hasta la medida
de toda la plenitud de Dios. No seremos llenos sólo
con un poco de amor o con un poco de humildad; más
bien, seremos llenos hasta la medida de toda la
plenitud de Dios. Este es el vivir del nuevo hombre, y
ésta es la vida de iglesia.
OCUPARSE SOLAMENTE DE LIBERAR EL
ESPÍRITU
Y NO TENER REGLAS EN LAS REUNIONES

Si todos lleváramos un vivir conforme a esta visión, no


habría reglas en nuestras reuniones. Es posible que en
una reunión nadie pida un himno, sino que todos
oren. Además, no tenemos que orar según un modelo
establecido. Es apropiado orar solamente dos o tres
frases. Los patrones o modelos establecidos se
originan en la mente. Simplemente debemos orar lo
que sintamos. Estamos muy acostumbrados a ser
religiosos, y no nos damos cuenta de que un patrón
establecido es como una cuerda con la que nos

63
ahorcamos. ¿Por qué hemos de necesitar un modelo
establecido? Porque nuestro espíritu no está avivado.
Nosotros mismos matamos las reuniones y, sin
embargo, no sabemos por qué las reuniones están
muertas. No quiero decir que sea incorrecto orar
después de cantar un himno; no obstante, no es
apropiado hacerlo si esto llega a ser un patrón
establecido.
El Señor que mora en nosotros es viviente. Cada uno
de nosotros tiene por dentro al Señor viviente. Si esto
es así, ¿por qué cuando venimos a las reuniones no
permitimos que actúe este Señor viviente? Si
esperamos que cierto hermano pida un himno y que
otro hermano dirija la oración, nos estaremos
reuniendo según un patrón establecido y no según el
espíritu. Frecuentemente criticamos a las
denominaciones, pero hoy lo que practicamos ha
llegado a ser igual que las denominaciones. Los
hermanos y hermanas en nuestras reuniones son
como miembros inactivos sentados en un banco.
Cuando venimos a las reuniones, debemos liberar
nuestro espíritu y adorar a Dios. Si todos viviéramos
en el espíritu, entonces al venir a las reuniones, por
una parte estaríamos callados en la presencia de Señor
y, por otra, liberaríamos nuestro espíritu. Entonces,
en nuestras reuniones no habría ninguna regla
establecida. En lugar de ello, las riquezas fluirían
espontáneamente de cada uno de nosotros. La
totalidad de este fluir sería nuestra adoración. Esta
clase de reunión estaría llena de la expresión de Dios,
llena de la presencia de Cristo y llena del mover del
Espíritu Santo. Además, todos los santos serían
alimentados. Esta es la reunión de la iglesia. Si
64
nuestras reuniones fueran así, entonces al visitarnos
las personas proclamarían que Dios está entre
nosotros (1 Co. 14:25).
MIRAR AL SEÑOR A CARA DESCUBIERTA

Por lo general, tenemos la tendencia de aferrarnos a


nuestras viejas reglas, las cuales siempre nos matan.
En 2 Corintios 3:18 dice que la condición normal del
creyente es que éste tenga la cara descubierta. Sin
embargo, muchas personas actualmente tienen velos.
¿Qué es un velo? Un velo es algo que nos impide ver.
Nuestros viejos hábitos, antiguas reglas, viejos
conceptos y experiencias pasadas, todos son velos.
Necesitamos tener la cara descubierta. Todos los velos
que nos cubren, desde nuestro espíritu interiormente
hasta nuestro ser exterior, deben ser quitados. En 2
Corintios 3, el velo se refiere a la ley, al conocimiento
y a las enseñanzas del Antiguo Testamento. Lo mismo
ocurre hoy. Nuestros velos son nuestro conocimiento
bíblico, nuestras doctrinas bíblicas y nuestras viejas
experiencias. Todos necesitamos recibir misericordia
a fin de que Dios pueda quitarnos los velos de nuestra
cara, capa tras capa, de modo que tengamos una cara
descubierta. Nuestra cara debe ser como un espejo
descubierto. Si usted fuera un espejo, cuando me
mirara, reflejaría mi imagen. Sin embargo, si usted
fuera un espejo cubierto con un velo, entonces
perdería su función. Frecuentemente declaramos que
debemos levantar nuestra cabeza y mirar al Señor.
Pero si nuestra cara tiene sobre ella capas y capas de
velos, no podremos ver al Señor. Necesitamos mirar a
cara descubierta. Todo nuestro ser, desde nuestro
espíritu hasta nuestro ser exterior, debe estar libre de

65
velos, de modo que sea como un espejo descubierto,
mirando y reflejando a nuestro Señor. Así, Su imagen
será impresa en nosotros como un espejo, y
reflejaremos esta imagen y seremos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Señor Espíritu.
Es bueno que las iglesias en Taiwan sean todas muy
estables. Sin embargo, aunque es necesario que
nuestros pies sean estables, nuestro espíritu debe ser
flexible. Debemos cambiar nuestra oración, nuestra
manera de vivir y nuestra manera de reunirnos para
tener comunión. Todos debemos cambiar. ¡Si no
cambiamos, no habrá manera de ir adelante! Si
permanecemos en nuestra vejez, no habrá diferencia
entre nuestras prácticas y los ritos de las
denominaciones. Conoceremos todo lo demás menos
el espíritu, y tendremos todo lo demás excepto el
espíritu. ¡Oh Señor, quita nuestros velos!
CAPÍTULO CINCO
GUARDARNOS DE LOS ÍDOLOS
Y VIVIR EN EL ESPÍRITU
Lectura bíblica: 1 Jn. 2:24, 27-28; 4:13; 5:4, 18-21;
He. 4:12; 6:18-20
PERMANECER EN EL SEÑOR HASTA QUE ÉL
REGRESE

El Dios Triuno llegó a ser el Espíritu vivificante a fin


de morar en nuestro espíritu y llegar a ser uno con
nosotros (1 Co. 15:45; 6:17). Ahora, Él quiere que
vivamos por Él, y que llevemos una sola vida y un

66
mismo vivir con Él. Creo que ya hemos visto y oído
esto. Lo que necesitamos es buscar al Señor para que
nos siga concediendo misericordia y gracia a fin de
que vivamos según lo que hemos visto. No es
necesario que veamos esto otra vez ni que busquemos
otro método. Simplemente debemos vivir conforme a
la visión que hemos visto.
En 1 Juan 2:24 dice: “En cuanto a vosotros, lo que
habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio
permanece en vosotros, también vosotros
permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Debemos
valorar las palabras permanezca y permanece. Si
permitimos que permanezca en nosotros lo que hemos
oído desde el principio, nosotros también
permaneceremos en el Hijo y en el Padre. Estas
palabras no son terrenales sino celestiales. Uno no
escucha que estas palabras sean habladas entre los
hombres sobre la tierra; más bien, estas palabras
proceden de los cielos. Es algo maravilloso que
podamos permanecer en el Hijo y en el Padre. El
apóstol Juan dijo: “Hijitos, permaneced en El” (v. 28).
Esto no significa que debemos permanecer en Él sólo
por uno o tres días, sino hasta que Él regrese.
Permanecer en el Señor no significa solamente estar
en Él, sino vivir y movernos en Él. Ya que hemos oído
este misterio eterno, de ahora en adelante debemos
simplemente permanecer en el Señor, viviendo y
andando en Él. No pregunten cómo permanecer en el
Señor; simplemente permanezcan en Él. Si ya han
sido salvos, entonces tienen al Señor dentro de
ustedes, y ciertamente sabrán cómo permanecer en Él.

67
Por tanto, no necesitan estudiar este asunto.
Simplemente deben permanecer en el Señor. Es
necesario que permanezcamos en Él hasta que Él
regrese.
UN HECHO MISTERIOSO: EL SEÑOR ESTÁ EN
NOSOTROS

En la economía de Dios existe un hecho grandioso, un


hecho del que muchas veces no estamos conscientes y
al cual no le prestamos mucha atención. Este hecho
consiste en que, cuando nos arrepentimos y creímos
en el Señor, Él como Espíritu viviente entró en
nosotros de manera imperceptible. Si no creen esto,
pueden hacer un experimento. Procuren decir: “No
siento que el Señor more en mí. No deseo que esté en
mí, y ya no creo en Él”. Si tratan de hacer tal
experimento, descubrirán que el Señor sí está en
ustedes, pues cuanto más digan: “Ya no creo”, más el
Señor dirá: “No puedes hacer eso. Yo permaneceré
aquí”. Quizás usted dirá: “Ya no quiero a Jesús”, pero
Él dirá: “Yo sí te quiero”. Si tratan de hacer esto, se
darán cuenta de que hay tal Persona en ustedes. Los
incrédulos no tienen a tal Persona en ellos. ¿Cómo
podemos distinguir entre los creyentes de Cristo y los
que no lo son? No podemos juzgar simplemente por
las apariencias. Los creyentes tienen a una Persona
misteriosa que mora en ellos. Esto verdaderamente es
un asunto muy misterioso.
Hay millones de personas en todo el mundo que han
creído en Jesús, pero ninguna de ellas ha visto al Señor
Jesús con sus propios ojos. En cierto sentido, le hemos
visto en espíritu. Sin embargo, externamente ninguno
de nosotros lo ha visto. No obstante, dentro de
68
nosotros hay algo que hace imposible alejarnos de Él.
Incluso si cayéramos y nos degradáramos hasta el
punto en que nuestra conducta sería inapropiada ante
los demás, esta Persona misteriosa aún estaría en
nosotros. Cuanto más digamos: “Yo no creo en Él, no
lo quiero, no me interesa ni me importa”, más
firmemente Él nos sostendrá interiormente. Esto
comprueba que algo misterioso ha sucedido en
nosotros: esta Persona maravillosa, el Señor Espíritu
todo-inclusivo, ha entrado en nosotros.
EL SEÑOR DESEA QUE VIVAMOS POR ÉL

Lo que el Señor desea no es que le sirvamos


celosamente ni que hagamos esto o aquello para Él;
más bien, Él desea que seamos uno con Él y que
vivamos por Él. Él es nuestra vida y nuestra persona.
Finalmente, Él desea llegar a ser nosotros, y desea que
nosotros lleguemos a ser Él. Este es un asunto muy
simple, pero a menudo no estamos dispuestos a
cooperar.
Ser salvos es muy simple. No se requiere que hagamos
muchas cosas. Lo único que se requiere de nosotros
para ser salvos es creer. Una vez creemos, somos
salvos. El pecado único de los gentiles incrédulos ante
el Señor, es su incredulidad. Los pecadores irán al
infierno no porque hayan robado, sino porque no
creyeron en el Señor. Los pecadores perecerán
principalmente por un solo pecado: la incredulidad.
Nosotros los creyentes también tenemos un pecado:
no vivir por el Señor. En el caso de los incrédulos, su
pecado principal es la incredulidad. Pero en cuanto a
nosotros los creyentes, nuestro principal pecado es

69
que no vivimos por el Señor. Dicho de una manera
simple, no vivimos en el espíritu.
Quizás oremos, leamos la Palabra, asistamos a las
reuniones, laboremos para el Señor, le sirvamos y le
adoremos; sin embargo, la mayor parte del tiempo no
permanecemos en el espíritu ni vivimos por el Señor
Jesús. Debemos abandonar nuestras opiniones
religiosas. No debemos considerar que sea suficiente
orar, leer la Palabra, asistir a las reuniones, servir y
adorar. No debemos pensar así; esa es nuestra opinión
religiosa. Es muy posible que aun mientras oremos,
leamos la Palabra, nos reunamos y adoremos, al
mismo tiempo estemos fuera del espíritu y aparte del
Señor. Es posible hacer todas estas cosas y aún así no
estar en el espíritu. Entonces nuestra adoración
llegará a ser algo religioso, algo hecho para Dios pero
sin que Dios sea el contenido, y nuestro servicio se
volverá religioso, un servicio para el Señor pero que
carece de Él mismo. Es posible tener una religión, y a
la vez, no tener al Señor ni tampoco estar en el
espíritu.
EL TEMPLO Y EL PESEBRE

Antes que el Señor Jesús viniera a la tierra, ya existía


un templo en la ciudad de Jerusalén, el cual fue
edificado según el mandato de Dios. Este templo fue
construido exclusivamente para que allí se adorara a
Dios. Delante del templo había un altar. Los
sacerdotes, quienes habían sido entrenados para
servir, servían diariamente en el atrio, usando sus
vestiduras sacerdotales y ofreciendo sacrificios según
el turno que les correspondía. Además, entraban en el
Lugar Santo para quemar incienso, encender las
70
lámparas y poner en orden la mesa de los panes de la
proposición, a fin de llevar a cabo la adoración de
Dios. Sin duda, allí había un modelo establecido de
adoración ortodoxa. No obstante, un día Dios vino, en
la persona del Señor Jesús. Cuando Él vino, no fue al
templo, sino a un pesebre, el cual estaba en una
pequeña ciudad llamada Belén. En aquel momento,
¿dónde estaba Dios? ¿Estaba Dios en el templo o en el
pesebre? ¿La adoración que se hacía en el templo: era
verdadera o falsa? Es difícil saberlo. Aparentemente,
la adoración que se realizaba en el templo era una
adoración genuina, pero intrínsecamente la gente no
podía tocar a Dios, porque Él no estaba allí. En lugar
de ello, Él estaba en el pesebre. Él se crió en Nazaret y
después salió a predicar la palabra. Un día, fue a
Betania a visitar a un hermano y a sus dos hermanas
en una pequeña casa. Él entró en esa casa y tuvo
comunión con ellos. Al mismo tiempo, los sacerdotes
en el templo estaban ocupados ofreciendo sacrificios y
quemando incienso. Pero, ¿dónde estaba Dios en
aquel momento? Dios no estaba en el templo, sino en
Betania, en aquella pequeña casa. ¿Dónde se realizaba
la verdadera adoración? No se realizaba en el templo,
sino en Betania. La adoración realizada en el templo
era fundamental, según las Escrituras, era ordenada,
apropiada, imponente e impresionante; todos
reconocían esto como la verdadera adoración. Nadie
habría aceptado que lo que ocurría en aquella pequeña
casa en Betania —tres jóvenes sentados
informalmente delante del Señor Jesús, hablando con
Él de una manera natural— era una clase de
adoración. La gente diría que ellos estaban
desorganizados, que no se habían puesto las
vestiduras sacerdotales ni habían ofrecido los
71
sacrificios indicados, o que eran demasiado
informales. Todos debemos ver este cuadro
claramente. La verdadera adoración no depende de
ceremonias externas, sino de la realidad interior. Si el
Señor se encuentra en algo, es verdadera adoración; si
Él no está presente, es una simple ceremonia religiosa.
TODO LO QUE ES NACIDO DE DIOS
SE GUARDA A SÍ MISMO DEL PECADO

La primera Epístola de Juan podría parecernos un


libro superficial, un libro que no es muy profundo; no
obstante, dicha epístola es uno de los libros más
misteriosos de la Biblia. La primera Epístola de Juan
dice que podemos permanecer en el Señor, lo cual es
algo realmente misterioso; también dice que hay algo
dentro de nosotros que “ha nacido de Dios” (5:4a). El
Evangelio de Juan nos muestra lo que esto significa.
Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es;
y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. ¿Qué es lo
que ha nacido de Dios? Es el espíritu regenerado
dentro de nosotros. Nuestro espíritu es lo que ha
nacido de Dios. Hay una sola cosa en todo el universo
que ha nacido de Dios, y está en usted, en mí y en todo
aquel que cree en el Señor. La palabra
traducida todo en 1 Juan 5:4 fue escogida muy
cuidadosamente; es muy importante traducir
correctamente esta palabra griega. Sin este versículo,
simplemente no podríamos entender la primera
Epístola de Juan. Leí 1 Juan 3:9 durante décadas sin
saber por qué dice que “todo aquel que es nacido de
Dios, no practica el pecado”. No entendía esto, porque
aunque hemos nacido de Dios, conforme a nuestra
experiencia aún cometemos pecados.

72
En el cristianismo moderno hay una escuela de
pensamiento que enseña la erradicación del pecado.
Los que enseñan esto dicen que cuando una persona
cree en el Señor, el pecado es erradicado en ella. Ellos
basan su enseñanza en 1 Juan 3:9, que dice: “Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado ... y
no puede pecar”. Por tanto, ellos afirman que una vez
nacemos de Dios, el pecado es erradicado en nosotros,
de modo que ya no podemos pecar. Hace cuarenta
años, en Shangai, había un hombre de mayor edad que
se aferraba a esta escuela de pensamiento. Él hablaba
sobre la regeneración de una manera muy firme,
diciéndole a las personas que tenían que nacer de
nuevo; pero también le decía a la gente que cuando
fueran regenerados, el pecado sería erradicado en
ellos y ya no pecarían. Un día, él llevó a cuatro jóvenes
a un parque. Todos necesitaban pagar la entrada al
parque, pero él compró solamente dos entradas. Dos
de los jóvenes entraron al parque usando los dos
boletos. Después, uno de ellos salió con los boletos y
entró de nuevo al parque con otro joven. Repitieron
esto hasta que los cinco hubieron entrado, usando una
y otra vez los dos boletos. Uno de los jóvenes me contó
este incidente. Cuando él vio lo que ocurrió, se quedó
perplejo, preguntándose si era correcto comprar
solamente dos entradas e introducir a cinco personas
en el parque. Se preguntó a sí mismo: “¿Qué es esto?”.
Cuando regresaron, le preguntó al hombre mayor de
edad: “¿Acaso el pecado no ha sido erradicado de
nosotros? Entonces, ¿cómo es que usamos solamente
dos entradas para introducir a cinco personas en el
parque?”. El hombre respondió: “Eso no es pecado,
sino que simplemente es una debilidad”.

73
Sea pecado o sea debilidad, ni lo uno ni lo otro es
bueno. Una vez que una persona haya sido salva
mediante la regeneración, aún puede pecar, según lo
confirma nuestra experiencia. De hecho, en 1 Juan
dice que hoy en día todavía están en nosotros los
deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida (2:16). ¿Por qué entonces dice en
el capítulo tres: “Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado” (v. 9)? Por muchos años no
entendíamos este asunto con claridad.
Un día, mientras leía 1 Juan y estudiaba el texto
griego, vi el versículo 4 del capítulo cinco, que dice:
“Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”.
Entonces vino la luz, y de repente pude entender lo
que antes no me era claro. La palabra todo se refiere a
toda persona que ha nacido de Dios. Tal expresión, sin
embargo, se refiere especialmente a la parte interior
de una persona que ha sido regenerada con la vida
divina, es decir, se refiere al espíritu de una persona
regenerada. El espíritu regenerado de un creyente no
practica el pecado (3:9), y ha vencido al mundo. Lo
único en el universo que ha nacido de Dios es nuestro
espíritu. Nuestra carne y nuestra alma, incluyendo
nuestra mente, parte emotiva y voluntad, no nacieron
de Dios. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo
que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6). Nadie
puede negar que el espíritu que hay en nosotros, ha
nacido de Dios. Finalmente, al corroborar esto con
nuestra experiencia, tenemos que decir amén a dichas
palabras. Nuestra carne todavía puede pecar, así como
también nuestra mente, pero nuestro espíritu
regenerado no puede practicar el pecado. De hecho,
mientras nuestra carne está pecando, nuestro espíritu
74
regenerado nos advierte continuamente, diciendo:
“¡No peques! ¡No peques!”. El espíritu siempre nos
amonesta. Si obedecemos nuestros deseos carnales y
vamos a ver una película, el espíritu dentro de
nosotros nos dice: “¡Vete a casa! ¡No veas más!”.
Después de ser salvos, descubrimos que ahora hay
algo en nosotros que nos molesta y que no nos deja
tranquilos; se trata del espíritu regenerado en
nosotros. Nuestro espíritu regenerado
constantemente nos redarguye. Sólo existe un lugar en
este universo que aún está limpio, que ha sido
reservado por Dios y que no tiene las huellas de
Satanás; ese lugar es nuestro espíritu regenerado.
No importa cuánto gusten las hermanas del mundo y
de la moda, y no importa cuánto les guste
embellecerse, su espíritu frecuentemente les hablará
desde su interior, diciendo: “¡Olvídate de todas estas
cosas! ¡No hagas estas cosas que no tienen sentido!
¿Por qué le dedicas tanto tiempo a estas cosas?”.
Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Quizás
una hermana fuerte caiga en gran tentación, y como
resultado, simplemente no le haga caso al sentir en su
espíritu. Es posible que diga: “No me importa. De
todos modos, un día iré al cielo. No pienso que vaya al
infierno sólo por tratar de embellecerme. Soy una
joven. No debo parecerme a una mujer vieja”. Sin
embargo, su espíritu le seguirá diciendo: “Es inútil
discutir. ¡Ya no hagas eso! Vas a entristecer al Señor”.
Ella sentirá que algo dentro de ella no la deja en paz.
En un sentido, no me preocupa si hemos vencido o si
hemos fracasado. Espero que nos demos cuenta de
que hay algo en nosotros que ha nacido de Dios:

75
nuestro espíritu. Quizás estemos en el peor lugar del
mundo, pero nuestro espíritu aún nos dirá: “¡Sal de
aquí! ¡Deja de hacer tonterías! ¡Lo que haces no tiene
sentido!”. Quizás digamos que es el Señor Jesús el que
nos habla; sin embargo, ¿dónde está Él cuando nos
habla? Él no nos habla desde nuestra mente ni desde
nuestra parte emotiva, sino desde nuestro espíritu
regenerado. Todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo.
Además, en 1 Juan 5:18 dice: “El que es nacido de Dios
se guarda a sí mismo”. Somos creyentes regenerados,
y como tales, hemos nacido de Dios específicamente
en nuestro espíritu. Así que, nuestro espíritu
regenerado, es decir, lo que ha nacido de Dios, nos
guarda de pecar. Podemos testificar que este espíritu
que ha nacido de Dios, nos ha guardado. Muchos
cristianos han tenido esta experiencia. Quizás
mientras iba camino al cine, algo dentro de usted le
dijo: “¡Vete a casa! ¿Para qué vienes aquí?”. Después
de entrar al cine, algo por dentro le dijo otra vez:
“¡Vete a casa!”. Finalmente, usted tuvo que decir:
“¡Mejor me olvido de esto!”. Así que, se fue a casa.
¿Quién le guardó? ¿Quién le envió de regreso a casa?
Fue el espíritu regenerado dentro de usted quien le
guardó. Todos somos viles pecadores y somos capaces
de cometer pecados graves; sin embargo, hemos sido
guardados por todos estos años. La razón es que
nuestro espíritu regenerado nos ha guardado. Dentro
de nosotros tenemos algo que ha sido regenerado, algo
que ha nacido de Dios; ese algo es nuestro espíritu.
¿Qué hay en nuestro espíritu? Dios mismo está en él.
En 1 Juan 3:9 dice que en nuestro espíritu está la

76
simiente de Dios, es decir, Dios mismo y Cristo
mismo. Este es un asunto muy misterioso. En nuestro
espíritu regenerado está Dios mismo y Cristo mismo
como nuestra simiente. Todo lo que tenemos que
hacer es permanecer en nuestro espíritu regenerado,
y vivir y andar en nuestro espíritu. En 1 Juan se nos
dice que tenemos algo que ha sido regenerado;
tenemos la simiente de Dios en nuestro espíritu
regenerado. Así que, debemos permanecer en nuestro
espíritu regenerado. Si lo hacemos, entonces somos de
Dios.
EL MUNDO ENTERO, EXCEPTO NUESTRO
ESPÍRITU,
ESTÁ EN EL MALIGNO

En 1 Juan también se afirma que el mundo entero está


en el maligno (5:19). El mundo incluye los
acontecimientos, las cosas y la gente del mundo. A los
ojos de Dios el mundo entero, es decir, todos los seres
humanos, todas las sociedades humanas y todas las
cosas, está en las manos de Satanás; la única
excepción es nuestro espíritu regenerado. No
debemos pensar que los incrédulos están bajo la
autoridad de Satanás y que nosotros no. No podemos
generalizar. Es posible que nuestra mente aún esté
bajo la autoridad de Satanás y que sólo nuestro
espíritu regenerado no lo esté. De hecho, es muy
posible que incluso nuestra lectura de la Palabra y
nuestra oración estén bajo la autoridad de Satanás,
puesto que proceden de nuestra mente, parte emotiva
y preferencias, y no de nuestro espíritu regenerado.
Espero que estemos bajo una luz más fina y profunda.
Sólo existe una cosa en el universo entero y en toda la
77
tierra que no tiene las huellas de Satanás: nuestro
espíritu regenerado. Aparte de nuestro espíritu
regenerado, todas las demás partes de nuestro ser
están en las manos de Satanás.
Consideremos otra vez los ejemplos anteriores. Por
ejemplo, consideremos el día en que el Señor Jesús fue
a la pequeña casa en Betania y se sentó a tener
comunión con Sus discípulos. En aquel mismo
instante, el sumo sacerdote en Jerusalén ofrecía
sacrificios y quemaba incienso. ¿Dónde estaba Dios en
aquel momento? Él estaba en la casa en Betania, y no
en el templo en Jerusalén. Entonces, ¿qué podemos
decir sobre la adoración en el templo? ¿Era
simplemente algo religioso? De hecho, el servicio del
sumo sacerdote, el quemar incienso y la adoración en
el templo, todo estaba en las manos del maligno. Por
tanto, aunque los judíos adoraban a Dios y aprendían
las Escrituras en sus sinagogas, en Apocalipsis
capítulos dos y tres el Señor Jesús llamó a los judíos
una “sinagoga de Satanás” (2:9; 3:9). Las sinagogas
judías se convirtieron en sinagogas de Satanás. La
sinagoga no sólo se convirtió en algo religioso, sino
que incluso se convirtió en la sinagoga de Satanás,
porque a pesar de que allí los judíos adoraban a Dios,
estudiaban las Escrituras y servían a Dios, el hecho era
que Dios mismo no estaba presente. Dios estaba en
otro lugar: en Betania. ¿Dónde está la Betania actual?
La Betania actual está dentro de nuestro espíritu. Si
consideramos este asunto desde tal perspectiva y
ángulo, nos daríamos cuenta de que cualquier
adoración o servicio que se realice sin el Señor
Espíritu, es del diablo. ¡Este es un asunto muy serio!

78
Debemos preguntarnos si el Señor está presente en
nuestra oración, en nuestra lectura de la Biblia y en
nuestra reunión para partir el pan. Si no estamos en el
espíritu y nadie más está en el espíritu, entonces el
Señor no está presente, y todas estas prácticas siguen
en las manos de Satanás. No sólo los bailes, las
discotecas y el juego de mah-jong están en las manos
de Satanás, sino que incluso nuestra lectura de la
Palabra, nuestra oración y nuestra práctica de ir a las
reuniones pueden estar en las manos de Satanás, a
menos que éstas se hagan en el espíritu. Esto se debe
a que la única cosa en el universo que no tiene a
Satanás, es nuestro espíritu regenerado. A menos que
estemos en nuestro espíritu, cualquier cosa que
hagamos estará en las manos de Satanás.
¿Dónde está Dios hoy? Él está justamente en nuestro
espíritu. Tenemos que ver que nuestro espíritu es el
Lugar Santísimo de Dios. Las tres partes de nuestro
ser —nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro
cuerpo— corresponden a las tres partes del
tabernáculo. Nuestro espíritu es el Lugar Santísimo, y
la morada de Dios en los cielos también es el Lugar
Santísimo. Según Hebreos, estas dos esferas están
conectadas. La morada de Dios, el lugar donde Dios
mora, es el Lugar Santísimo. Hoy nuestro espíritu
también es el Lugar Santísimo. Nuestro espíritu, en
calidad de Lugar Santísimo, está conectado y unido
con el Lugar Santísimo que está en los cielos. Si esto
no fuera así, no podríamos entrar en el Lugar
Santísimo ni tocar el trono de la gracia para hallar el
oportuno socorro, como se menciona en Hebreos 4:16.
Si el Lugar Santísimo de Dios sólo estuviera en los
cielos y no en nuestro espíritu, no tendríamos ninguna
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manera de mirar al Señor cada día. Sin embargo,
nuestro espíritu hoy es el Lugar Santísimo.
Además, la totalidad de los espíritus de los creyentes
es la iglesia. La iglesia no se encuentra en un edificio
físico; la iglesia está en nuestro espíritu. La iglesia es
el Lugar Santísimo de Dios, pues la iglesia es el
agregado o totalidad de los espíritus regenerados de
todos los santos.
Por tanto, cuando oramos, leemos la Palabra,
adoramos y servimos, debemos estar en nuestro
espíritu y en la iglesia, puesto que la iglesia es la
totalidad de nuestros espíritus. A veces no estamos en
el espíritu, pero aún así nos reunimos para adorar. En
esos momentos, debemos darnos cuenta de que
nuestra adoración no es la adoración que se realiza en
la iglesia. Si estamos en tal situación, ya no estamos en
el Lugar Santísimo, sino afuera. Sólo nuestro espíritu
regenerado, que es el Lugar Santísimo, no está bajo la
autoridad de Satanás. Aparte de nuestro espíritu
regenerado, todo lo demás en el universo y sobre esta
tierra ha sido contaminado por Satanás.
ESTE ES EL VERDADERO DIOS Y LA VIDA
ETERNA

Si leemos de nuevo la última sección del capítulo cinco


de 1 Juan, entenderíamos su verdadero significado. El
versículo 18 dice: “Sabemos que todo aquel que ha
nacido de Dios, no practica el pecado, pues el que es
nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no
le toca”. La expresión todo aquel que ha nacido de
Dios no se refiere al ser completo de un creyente
regenerado, sino a su espíritu regenerado. En el
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universo entero Dios ha trazado una línea alrededor
de nuestro espíritu. Estoy convencido de que Dios ha
hecho tal cosa. Dios le ha fijado un límite a Satanás,
diciendo: “¡Satanás, ésta es una zona prohibida para
ti! ¡No traspases este límite!”.
Podemos ver este principio en el libro de Job. Dios
permitió que Satanás hiciera esto y lo otro; sin
embargo, también trazó un límite y le prohibió a
Satanás ir más allá de dicho límite. Si leyéramos
cuidadosamente el Nuevo Testamento, y además
comprobáramos con nuestra experiencia, veríamos
que Dios en efecto ha trazado un límite. El maligno no
puede tocar el espíritu regenerado del hombre. Se
afirma muy claramente en 1 Juan que “el que es nacido
de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”.
Mientras estemos en nuestro espíritu regenerado,
seremos guardados, y Satanás no tendrá ningún
terreno en nosotros. Esto no significa que Satanás no
intentará usar alguna de sus artimañas. Al contrario,
él usará toda manera posible, pero al final no lo
conseguirá. Por tanto, cuando estamos en nuestro
espíritu, podemos decir: “¡Satanás, intenta de otra
manera! ¿Tienes algún otro método?”. Entonces
Satanás dirá: “He perdido. He agotado todos mis
métodos. Tendría la manera de ganar si estuvieras en
el alma o si estuvieras en la mente; también tendría
muchas maneras para derrotarte si estuvieras en la
carne. Pero una vez que te vuelves al espíritu, no tengo
ninguna manera de triunfar. No puedo dañarte. No
puedo tocarte”.
El versículo 19 dice: “Sabemos que somos de Dios, y el
mundo entero está en el maligno”. El mundo entero es

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como un pescado que está sobre una tabla, a punto de
ser cortado por el chef a su gusto. Sólo nuestro espíritu
regenerado no está en las manos de Satanás. Aparte
de esto, todo lo demás, incluyendo nuestra carne,
nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra
voluntad, está en las manos de Satanás.
El versículo 20 dice: “Pero sabemos que el Hijo de
Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para
conocer a Aquel que es verdadero”. La
expresión Aquel que es verdadero se refiere al Dios
Triuno, al Cristo todo-inclusivo y al Espíritu todo-
inclusivo. Conocer a esta Persona es tener un
entendimiento verdadero. Aunque los profesores y la
gente con doctorado tienen el conocimiento del
mundo, muchos no reciben al Señor Jesús. Por tanto,
ellos no tienen el verdadero entendimiento. Sin
embargo, nosotros sí tenemos el entendimiento
verdadero. El versículo 20 continúa diciendo: “Y
estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este
es el verdadero Dios, y la vida eterna”. Observen que
este versículo no dice: “Él es”; más bien dice: “Este es”.
La palabra este se refiere a este asunto, circunstancia
o situación en particular, a saber, el Dios verdadero y
la vida eterna. Sólo hay una cosa en el universo entero
que es verdadera y real: el Dios verdadero y la vida
eterna.
GUARDARNOS DE LOS ÍDOLOS

Al final, tenemos una advertencia: “Hijitos, guardaos


de los ídolos” (1 Jn. 5:21). Esto significa que todo lo
que no proceda del verdadero Dios ni de la vida eterna
y que no esté en el espíritu regenerado, es un ídolo. Es
posible que nuestra lectura de la Biblia sea un ídolo,
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que nuestra oración sea un ídolo y que incluso nuestra
práctica de partir el pan sea un ídolo, ¡debido a que
quizás leamos la Palabra, oremos, adoremos,
sirvamos e incluso partamos el pan fuera de nuestro
espíritu regenerado! Mientras no estemos en el
espíritu, estamos en el maligno.
En la séptima epístola, en Apocalipsis 3, el Señor
parece decirle a la iglesia en Laodicea: “¡Oh Laodicea!
Estoy por vomitarte de Mi boca. Ya que no eres fría ni
caliente, te vomitaré. ¿Sabes que estoy a la puerta y
llamo? No estoy adentro de ti sino afuera, y tú no estás
en Mí”. En tales circunstancias, la iglesia en Laodicea
estaba en el maligno. En un sentido práctico, los
laodicenses no estaban en el Señor, ni el Señor estaba
en ellos. Me preocupa que muchas veces las iglesias no
estén en el Señor, incluso mientras partan el pan, y
que el Señor no esté en las iglesias cuando se parte el
pan. El resultado de esto es Laodicea. Ciertamente
tienen las enseñanzas, el conocimiento y los ritos de
adoración, pero no están en el espíritu, y el Señor no
está en ellos. ¡Este es un asunto serio!
En 1 Juan 5:21 dice: “Hijitos, guardaos de los ídolos”.
Ustedes podrán decir que no hay ídolos en su salón de
reunión. Sin embargo, tal vez no se den cuenta de que
los ídolos son ustedes mismos, junto con sus
maquinaciones y su actitud dominante. Quizás no se
den cuenta de que el deseo que tienen por convencer
a otros, es un ídolo. Es posible que tampoco se den
cuenta de que su ídolo consiste en instruir a otros
respecto a la experiencia espiritual que ustedes
tuvieron hace tres años. Tal vez ustedes amen la Biblia
e insistan en que otros la lean de la misma manera en

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que ustedes lo hacen; eso también es un ídolo. Todo lo
que no está en el espíritu, es un ídolo. Todo lo que no
procede del espíritu, es un ídolo. Si los ancianos y los
colaboradores en una iglesia local se aferran a sus
propias opiniones, ellos tienen ídolos. Si estamos en el
espíritu, no tendremos opiniones. El Señor Jesús es
uno solo, y Él también es un solo espíritu con
nosotros, así que no puede haber ninguna opinión
disidente si estamos en nuestro espíritu. Toda iglesia
en la que haya disensión entre los ancianos y los
diáconos, entre los ancianos mismos o entre los
ancianos y los colaboradores, tiene ídolos.
¿Qué son los ídolos? Todo lo que no es el verdadero
Dios, es un ídolo. Hoy el verdadero Dios está en
nuestro espíritu regenerado. Nosotros permanecemos
en Él, y Él permanece en nosotros. Este es el
verdadero Dios y la vida eterna. Si algunos hermanos
que llevan la responsabilidad no son unánimes y están
en un “impasse” o punto muerto, eso es un ídolo. Si
algunos hermanos que sirven juntos no abren su ser el
uno al otro, eso también es un ídolo. Es terrible
promocionar el nombre del Señor Jesús, pero a la vez,
hacer lo que desea nuestra carne.
Por muchos años no entendía por qué estas palabras
aparecían repentinamente al final de 1 Juan: “Hijitos,
guardaos de los ídolos”. No obstante, un día el Señor
me mostró este misterio, y entonces me di cuenta de
que todo lo que no sea hecho en el espíritu regenerado
y todo lo que no exprese al Señor Espíritu, es un ídolo.
Sólo existe un Dios verdadero, y este Dios verdadero
está solamente en un lugar, a saber, en nuestro
espíritu. Todo lo que esté fuera de este espíritu, es un

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ídolo. Si nuestra práctica de partir el pan y nuestras
alabanzas no están en el espíritu, éstas son falsas. El
cumplimiento de nuestras responsabilidades y de
nuestra obra también pueden ser falsos si no están en
el espíritu. Si insistimos en nuestra opinión al servir
con otros, eso también es un ídolo.
HUIR Y CRUZAR EL RÍO

Hebreos 4 dice que la palabra de Dios es viva y capaz


de penetrar y dividir nuestro espíritu, que es el Lugar
Santísimo, del alma, que es la parte que lo rodea (v.
12). Hebreos 6 dice que todos nosotros huimos (v. 18).
¿De qué estamos huyendo? Huimos de nuestros
ídolos, de nuestra carne, de nuestras ideas, de
nuestras opiniones, de nuestros pensamientos
disidentes y de nuestras viejas experiencias. En el
texto griego la palabra huir se usa sólo dos veces en el
Nuevo Testamento. Una vez en Hechos 14:6, donde
vemos que el apóstol Pablo huyó de Iconio a Listra y
Derbe, y también se usa en Hebreos 6:18. La palabra
griega traducida huir implica “huir de manera intensa,
seria y rápida”, tal como Lot y su esposa huyeron de
Sodoma. Esto es lo que quería decir el escritor del libro
de Hebreos. Pareciera decir: “¡Oh hermanos hebreos,
tienen que huir! Huyan del judaísmo y de todas las
viejas doctrinas”.
¿Adónde debemos huir? Al Lugar Santísimo.
Debemos huir de nuestra manera de ser, de las
opiniones que tenemos entre los colaboradores y de
nuestros pensamientos disidentes. Si no huimos,
estaremos en las manos de Satanás. Nuestro
Precursor ya ha entrado en el espíritu, en el Lugar
Santísimo. Hoy en día no debemos permanecer en el
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atrio ni en el Lugar Santo. Tenemos que huir y entrar
al Lugar Santísimo, a la presencia de Dios. Tenemos
que huir hasta que no quede nada de lo cual tengamos
que huir, hasta que toquemos directamente a Dios y
estemos cara a cara con Dios. De esta manera,
estaremos con Dios en el Lugar Santísimo, y no habrá
necesidad de huir más. Sin embargo, hoy todos
tenemos que huir.
La palabra hebreo significa “cruzador de ríos”.
Abraham cruzó ríos; por tanto, era un cruzador de
ríos. Todos tenemos que cruzar ríos, cruzar de un lado
del río al otro. Tenemos que cruzar el río de la carne,
el río del conocimiento, el río de la vieja religión y el
río de nuestra vieja manera de conducirnos. Que el
Señor tenga misericordia de nosotros para que
podamos ser cruzadores de ríos. Tenemos que cruzar
e ir a la tierra de Canaán, para entrar en el reposo
donde está el templo de Dios, Su santuario. Las
iglesias en el recobro han tenido una larga historia.
Hoy han llegado a la orilla del río. Por tanto, debemos
decir: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros para
que podamos huir y entrar al Lugar Santísimo”.

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