Manual Adoración - SCJ - 3 Reparación Mundial - 2023

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I.

INTRODUCCIÓN
A continuación, dará comienzo la Hora Santa de reparación.
En este día, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, celebramos el amor y
la misericordia que Dios Padre nos tiene en el Corazón de su Hijo Jesucristo.
Dispongamos el corazón ante el Señor presente en el Santísimo Sacramento,
y reparemos, unidos, por los pecados del mundo, tributando el amor, honor y
gloria que le son debidos.

II. EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO


En este día deseamos pedir perdón y reparar a los Sagrados Corazones de
Jesús y María por nuestros pecados y los del mundo entero, y en especial por
las siguientes intenciones:
1. Por la frialdad de tantos corazones en amar a los Sagrados Corazones,
especialmente los de las almas consagradas.
2. Por las blasfemias, ultrajes y sacrilegios recibidos por Jesús en el Santísimo
Sacramento del Altar, y por aquellos que lo reciben en la Sagrada Comunión
con frialdad o indignamente.
3. Por los bautizados, que permaneciendo alejados de los Mandamientos y los
Sacramentos, rechazan continuamente a Dios, exponiéndose a la condena-
ción; y por no agradecer el gran tesoro que es nuestra Santa Madre Iglesia.
4. Por los pecados de soberbia, impureza, egoísmo y envidia.
5. Por la herida que el Camino Sinodal Alemán ha abierto en la Santa Iglesia
Católica, dañando la doctrina y provocando confusión y división.
6. Por los ataques que se cometen contra el Sacramento del Matrimonio y
contra la vida, especialmente el aborto y la eutanasia.
7. Por el pecado de idolatría y ateísmo, y por las faltas de respeto e impiedad
en las iglesias y ante el Sagrario.
8. Por los que desesperan y rechazan la infinita Misericordia de Dios.

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9. Por las guerras, fruto del pecado de no amarnos como Jesús nos ha amado.
10. Por la tibieza en el conocimiento de la Fe Católica y los pecados de omi-
sión.
11. Por las ofensas y blasfemias dirigidas contra el Inmaculado Corazón de
María en su Inmaculada Concepción, Virginidad Perpetua y Maternidad Divina.
Por aquellos que la insultan en sus sagradas imágenes e infunden en los cora-
zones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia Ella.

III. ACTO DE REPARACIÓN DEL PAPA PÍO XI


(El día del Sagrado Corazón de Jesús, asistiendo a este acto de desagravio y
letanías del Sagrado Corazón, en una iglesia ante el Santísimo solemnemente
expuesto, se obtienen 7 años de indulgencia o indulgencia plenaria si se
confiesa, comulga y se reza por las intenciones del Papa)

¡Oh Dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en


pago de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos
postrados ante vuestro Altar, para reparar, con especiales homenajes de
honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que en todas
partes, hieren Vuestro Amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal
indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos ante todo,
obtener para nuestras almas vuestra Divina Misericordia, dispuestos a reparar
con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los
de aquellos que alejados del camino de la salvación y obstinados en su
infidelidad o no quieren seguiros como Pastor y Guía, o conculcando las
promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra Ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la
inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables
asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días
festivos, las execrables injurias proferidas contra Vos y contra vuestros
Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las
negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo
Sacramento del Amor y en fin, los públicos pecados de las naciones que
oponen resistencia a los derechos y al Magisterio de la Iglesia por Vos
fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre!

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Mas entretanto, como reparación del Honor Divino conculcado, uniéndola con
la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas,
os ofrecemos la satisfacción que Vos mismo ofrecisteis un día sobre la Cruz al
Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo
de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de
Vuestra Gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de
las almas hacia vuestro Amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la
vida y la observancia perfecta de la Ley Evangélica, sobre todo de la caridad,
mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer
a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh Benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María
Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación;
concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio
hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual
lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu
Santo, vivís y reináis, Dios por los siglos de los siglos. Amén.

IV. ORACIÓN DEL ÁNGEL DE LA PAZ

¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no
creen, no adoran, no esperan y no os aman. (3 veces)
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los
méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén.

V. MEDITACIÓN: CRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

De la carta a los Hebreos 5, 7-8.10


«Cristo en los días de su carne, con grande clamor y lágrimas, ofreció ruegos y
súplicas a Aquel que era poderoso para salvarle de la muerte; y (…) aunque
era Hijo, aprendió la paciencia por sus padecimientos, (…) siendo constituido
por Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.»

Meditación
«Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo...»
¡Oh Dios, Trino y Uno! Que habiéndote formado un pueblo para que te perte-
neciese por completo, de entre las doce tribus de Israel escogiste una, la de

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Leví, para que te sirvieran como sacerdotes. A éstos los pusiste como media-
dores, para ofrecerte sacrificios y ofrendas en expiación de los pecados, y
derramar sobre todos las bendiciones que de Ti manaban.
Les mandaste construir la Tienda del Encuentro, para Morada Tuya en medio
de ellos. En ella había una primera tienda, llamada El Santo, donde entraban
los sacerdotes para oficiar. Detrás de la segunda cortina estaba El Santo de
los santos, que contenía el Arca de la Alianza, donde entraba sólo el sumo
sacerdote una vez al año, con la sangre que ofrecía por sí y por los pecados
del pueblo.
Pero, ¡oh Padre Eterno! Estos dones y sacrificios eran sólo signos proféticos
del verdadero sacrificio… el que tu Unigénito habría de ofrecer en el Calvario.
Lo enviaste al mundo como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. No
llevó sangre de machos cabríos ni de becerros, porque es imposible que esta
borre los pecados, sino que ofreció la Suya Preciosísima, de Hombre y Dios, la
única que podía liberarnos de nuestra conducta inútil.

Breve pausa

Jesús, Verbo Encarnado, al encargarte de la obra de misericordia con que


enriqueciste al género humano con beneficios sobrenaturales, quisiste resta-
blecer entre los hombres y su Creador aquel orden que el pecado había per-
turbado, y volver a conducir al Padre, la descendencia manchada de Adán.
Y así, al hacerte Hombre y entrar en el orden de la Creación, fuiste constituido
Único y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, consagrándote a procurar la
salvación de las almas con el continuo ejercicio de la oración y del sacrificio,
hasta ofrecerte como Víctima de Expiación en la Cruz.
Asumiste un cuerpo con un corazón de carne para poder ofrecerlo, y ser así,
al mismo tiempo, Sacerdote, Víctima y Altar. Por eso, al entrar en el mundo
dices: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no
aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: “He aquí que
vengo para hacer ¡Oh Dios! Tu Voluntad”.»
Tu Sacerdocio es el Sacerdocio de tu Sagrado Corazón. Eres Maestro de la
Verdad, que alumbra a todo hombre. Pastor, que gobierna su grey, y como
anuncia el salmo: en verdes praderas nos hace recostar y nos conduce hacia
fuentes tranquilas… dándonos una Ley que observar, a fin de que ninguno se
separe de Ti.

Canto

Jesús… bien profetizó sobre Ti Zacarías: «nos visitará el Sol que nace de lo
alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte, para guiar

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nuestros pasos por el camino de la paz». Y así, nos iluminaste y guiaste con el
ejemplo de tu vida oculta, y con la gloria de tu predicación. Mas donde tu
Corazón se derramó en copioso Fuego de Caridad, fue en el momento en que
debías pasar de este mundo al Padre.
La víspera de tu Pasión, reunido en el Cenáculo con tus amados discípulos,
manifestó tu Corazón Sacerdotal el Amor que desde la Eternidad te consumía:
«Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de pade-
cer».
Sobre la mesa está el Cordero Pascual, figura Tuya; y así como en Él no queda
ningún humor vital por la acción del fuego, así Tú, Místico Cordero, consumido
en el ara de la Cruz por el incendio de tu Inmensa Caridad, no conservarás
para Ti una sola gota de tu Sangre.
Tanto fue el Amor por tu Amada Esposa, la Iglesia, que quisiste amarla hasta
el final, y no pudiendo soportar la separación, decidiste quedarte como Sa-
cramento. Y así, en esta Cena Pascual, estableces el Memorial perenne de tu
Sacrificio en el Calvario, y gustaste de esconderlo bajo el velo de un Pan
Celestial y una Bebida de Salvación. Aquí los sentidos se equivocan al juzgar,
mas el oído basta para creer con firmeza. Creemos lo que has dicho, que es
Tu Cuerpo y tu Sangre, Verdadero Alimento del alma. ¡Esta es la Pascua de la
Nueva Alianza, Redención del hombre consumada!

Breve pausa

Después de cenar, tomaste el pan, y pronunciando la bendición, lo partiste y


lo diste a tus discípulos diciendo: «Tomad, comed: Esto es mi Cuerpo». Des-
pués tomando el cáliz dijiste: «Bebed todos; porque Esta es mi Sangre de la
Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.»
Quisiste darte a Ti mismo, y, queriendo necesitar de tus ministros, instituiste
este otro Sacramento, por el que tus siervos, participando de tu Eterno Sa-
cerdocio, nos dieran este Alimento Celestial. Fue a tus discípulos, primeros
sacerdotes de tu Iglesia, a los que encomendaste que renovaran estos miste-
rios de Vida Eterna hasta tu glorioso retorno. Es este tu Sacerdocio visible,
que por todo el orbe ofrece la Oblación Pura, y nos da el Alimento que perdu-
ra para la Vida Eterna.

Breve pausa

¡Oh Cristo! Es el sacerdote don precioso Tuyo, elegido para extender por
todas partes la llama de Tu Caridad. ¡Cuánta admiración y gratitud brota de
nuestro corazón ante tan gran misterio! Como le sucedía al Santo Cura de Ars.
Él decía: “si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote moriría-

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mos de amor… Él tiene la llave de los tesoros del Cielo. Si desapareciese no
tendríamos al Señor.”
Te pedimos, Señor, que Tu Luz llegue a nosotros a través de ellos; y así como
de sus manos Te recibimos, así también recibamos de sus labios Tu Verdad.
Afiánzalos en la posesión de lo justo y verdadero para que, unidos íntimamen-
te a Ti, se configuren sus corazones al Tuyo y jamás se aparten de Tu Camino.

Canto

Terminada la cena, te encaminas con tus discípulos al huerto de Getsemaní.


Allí, entrando en agonía, suplicas al Padre: «si es posible, pase de Mí este cáliz;
pero no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú»; y por la violencia del
Corazón, sudas sangre que empapa la tierra. Sabiendo lo que venía sobre Ti,
bien pudiste escabullirte; pero ese cáliz que no dejó pasar el Padre… ¿no lo
ibas a beber? …Para esto habías venido al mundo, para dar testimonio de la
Verdad, del Amor hasta el extremo.
Era llegada la Hora: el beso del traidor y el arresto por los guardias; Caifás,
Herodes y Pilato en el cumplimiento de Tu Palabra: «Sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostum-
brado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros. Soportaste nues-
tros sufrimientos (...) pero nosotros te estimamos leproso, herido de Dios y
humillado. Maltratado, voluntariamente no abrías la boca: como cordero lleva-
do al matadero, como oveja ante el esquilador…»
¡Con cuánta mansedumbre padecías, cual Benditísimo Cordero entre aquellos
lobos! ¡Cómo permanecías amarrado en aquella durísima columna, desnudas
tus carnes y desmenuzado por los crueles azotes! ¡Cómo te coronaban de
espinas y corrían los arroyos de sangre!... y finalmente ¡Cómo fuiste crucifica-
do entre dos malhechores!...
Aquí se cumple Tu Palabra: «El buen pastor da la vida por las ovejas; Yo soy el
Buen Pastor. Yo entrego Mi Vida para poder recuperarla. Nadie me la quita,
sino que Yo la entrego libremente…» Sí, Tú eres el Buen Pastor, Príncipe desde
el día de Tu Nacimiento, y Sacerdote Eterno según el rito de Melquisedec.

Breve pausa

Oh Jesús, es Tu Puro Corazón la Víctima que ofreces en la Cruz, Sello Sacrifi-


cial de la Nueva Alianza. Te lo dejaste traspasar, y es desde entonces ese
Corazón la Fuente Abierta de donde mana la Sangre y el Agua que purifica y
libera nuestro corazón.
Sacerdote de tu propio Sacrificio, con la Oblación Única y perfecta de Ti
mismo, no entraste en un santuario construido por hombres, sino en el mismo

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Cielo, para ponerte ante Dios intercediendo por nosotros. Destruiste el peca-
do, y fueron derramados sobre el mundo los tesoros de la sabiduría y cono-
cimiento encerrados en Tu Humanidad.
Pero, así como Tu Amor es Eterno, lo que ofreciste una vez, lo renuevas cada
día. Este es el Misterio de Tu Eucaristía.
¡Oh Bocado Divino donde estás encerrado, convirtiéndonos en Ti y haciéndo-
nos uno Contigo! Porque «el que come Tu Carne y bebe Tu Sangre tiene Vida
Eterna, y Tú lo resucitarás en el último día».

Breve pausa

Teniendo, pues, libertad para entrar en el Santuario, contando con el Camino


Nuevo y Vivo que Él ha inaugurado para nosotros y teniendo un Gran Sacer-
dote al frente de la Casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos
de Fe.

Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien


hizo la promesa. Un poco de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso,
porque ya no yace en el Sepulcro. ¡Despertad, levantaos de entre los muertos!
Y os alumbrará Cristo, Luz del mundo. Quien lo sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la Luz de la Vida.

Silencio y canto

VI. LETANÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Dios, Padre Celestial, ten misericordia de nosotros


Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,

(A las siguientes invocaciones se responde: "TEN PIEDAD DE NOSOTROS")

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Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, de Majestad Infinita,
Corazón de Jesús, Templo Santo de Dios,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y Puerta del Cielo,
Corazón de Jesús, Horno ardiente de Caridad,
Corazón de Jesús, Receptáculo de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor,
Corazón de Jesús, Abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y Centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en el que están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en el que habita toda la plenitud de la Divinidad,
Corazón de Jesús, en el que el Padre halló sus complacencias,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia,
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, Fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saturado de oprobios,
Corazón de Jesús, triturado por nuestras maldades,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,
Corazón de Jesús, Fuente de toda consolación,
Corazón de Jesús, Vida y Resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, Paz y Reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, Víctima por los pecadores,
Corazón de Jesús, Salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, Esperanza de los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, Delicia de todos los santos,

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Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

Jesús, manso y humilde de Corazón, haz nuestro corazón semejante al Tuyo.

Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, mira el Corazón de tu amadísimo Hijo y las
alabanzas y satisfacciones que te ofrece en nombre de los pecadores, y
concede el perdón a los que imploran Tu Misericordia en nombre de tu mismo
Hijo, Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por
los siglos de los siglos. Amén.

VII. CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS DEL PAPA


LEÓN XIII
Amadísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente
postrados ante tu Altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de estar
más firmemente unidos a Ti, hoy cada uno de nosotros se consagra
voluntariamente a tu Sagrado Corazón.
Muchos, es verdad, nunca te han conocido. Muchos, despreciando tus
Mandamientos, te han rechazado. Compadécete de los unos y de los otros, oh
Benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu Sagrado Corazón.
Oh, Señor, sé Rey no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Ti,
sino también de los pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto
a la Casa Paterna para que no perezcan de miseria y de hambre.
Sé Rey de aquellos que por seducción del error o por espíritu de discordia
viven separados de Ti; devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la
fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sé Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la
idolatría o el islamismo; dígnate atraerlos a todos a la luz de Tu Reino.
Mira, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en
otro tiempo fue tu predilecto; descienda también sobre ellos, como Bautismo
de Redención y de Vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.
Concede, oh Señor, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos
los pueblos la tranquilidad en el orden; haz que del uno al otro confín de la
tierra no resuene sino esta única voz: "ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN
DE JESÚS, CAUSA DE NUESTRA SALVACIÓN; A ÉL GLORIA Y HONOR POR
LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS". Amén.

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VIII. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO

V/ Les diste el Pan del Cielo


R/ Que contiene en sí todo deleite

Oremos: Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial


de tu Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los Sagrados
Misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente
en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos. Amén

IX. ALABANZAS AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

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