Poder Judicial de La Nación: Cámara Nacional de Apelaciones en Lo Criminal y Correccional

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A.

ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

Poder Judicial de la Nación


Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional

///nos Aires, 21 de diciembre de 2005.


Autos y Vistos: Y Considerando:
Ameritan la intervención de esta Sala los recursos de apelación
interpuestos contra el auto de fs. 2/282 bis (fs.18.675/18.815 y
22.694/22.975): por los Drs. Marcelo Fainberg y Jorge Anzorreguy,
defensores de Fabiana Fiszbin, fs.296/324 (23.551/79 y 19.230/244), en
orden a los puntos I y II, por los que decretó el auto de procesamiento de la
nombrada por estimársela coautora del delito de homicidio culposo
agravado y se dispuso la traba de embargo sobre sus bienes hasta cubrir la
suma de $20.000.000; por el Dr. Nicolás Roberto Cavalli, fs.372/379
(23.903/10 y 19.452/55), defensor de Ana María Fernández, por el punto
III, por el que se decretó el procesamiento de esta última por considerarla
coautora del delito de homicidio culposo agravado; por la Dra. Valeria
Thus, fs.327/361 (23.815/48 y 19.404/21), defensora de Gustavo Juan
Torres, respecto de los puntos V y VI, por los que se decretó el
procesamiento del nombrado Torres como coautor del delito de homicidio
culposo agravado y se mandó trabar embargo sobre sus bienes hasta cubrir
la suma de $20.000.000; por Rodrigo Mario Cozzani, fs.325/26 (23.813/14
y 19.403) contra los puntos VII y VIII, por el que se decretó su
procesamiento por considerarlo coautor del delito de homicidio culposo
agravado y se dispuso la traba de embargo sobre sus bienes por la suma de
$20.000.000; por el Dr. Mariano E. M. Pinciroli, fs.362/365 (23.861/64 y
19.429/30), defensor de Alfredo Eduardo Ucar, en cuanto a los puntos IX y
X, por los que se decretó su procesamiento por considerárselo coautor del
delito de homicidio culposo agravado y se decretó el embargo de sus bienes
hasta cubrir la suma de $20.000.000; por el Dr. Gustavo Alberto Fernández,
fs.366/371 (23.897/23.902 y 19.449/51), defensor de Víctor Daniel Telias,
en cuanto a los puntos XI y XII, por los que se decretó el procesamiento del
mencionado por el delito de omisión de los deberes de oficio y se dispuso la
traba de embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de $30.000 y por el
querellante José Antonio Iglesias, fs. 381/388 (23.984/91 y 19.504/07), en

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relación al punto XIV, por el que se decretó la falta de mérito para procesar
o sobreseer de Juan Carlos Loupias por el hecho por el que fuera indagado.
I- Las imputaciones y los cuestionamientos de la defensa y la
querella.
En las presentes actuaciones el a quo dictó el procesamiento de los
imputados Fabiana Gabriela Fiszbin, Ana María Fernández, Gustavo Juan
Torres, Rodrigo Mario Cozzani y Alfredo Eduardo Ucar, por haber
incumplido con los deberes que por su condición de funcionarios del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires estaban a su cargo y le imponían la
obligación de controlar el funcionamiento en regla del local “República
Cromañón”, sito en Bartolomé Mitre 3060 de esta ciudad.
Dicho incumplimiento versaría, según el a quo, en “no haber
seleccionado el local mencionado a fin de que fuera inspeccionado y/o
clausurado cuando era un establecimiento de conflicto y no podía
continuar en funcionamiento desde el 25 de noviembre de 2004, toda vez
que el día anterior había vencido el certificado habilitante de bomberos,
otorgado conforme a los arts. 10.2.3 y 10.2.20 del Código de
Habilitaciones y Verificaciones (Ordenanza 50.250), cuestión de la que
estaban al tanto. A ello se agregó, en el caso particular, el hecho de que -
conforme a lo difundido por diversas publicaciones- “República
Cromañón” realizaba una actividad diversa de aquélla para la cual se le
otorgara habilitación.
A raíz de esa conducta fue que este local pudo seguir en
funcionamiento y, finalmente, el 30 de diciembre de 2004, se produjo la
muerte de las 193 personas que surgen de los listados remitidos por la
morgue judicial y diversas lesiones a varios centenares más”.
En el resolutorio de mención también se resolvió la situación procesal
de Víctor Daniel Telias, a quien se imputó el haber omitido el cumplimiento
de un deber propio de su oficio y que le estaba reglamentariamente
impuesto, sin que se vinculara esa omisión al hecho ocurrido el 30 de
diciembre.

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Asimismo, se resolvió la situación procesal de Juan Carlos Loupias,


con respecto a quien se decretó la falta de mérito para procesarlo o
sobreseerlo en orden al delito por el que fuera indagado.
En el caso particular de los imputados Fabiana Gabriela Fiszbin (que
al momento de los hechos se desempeñaba como Subsecretaria de Control
Comunal), Ana María Fernández (quien se desempeñaba como Directora
Adjunta de la Dirección General de Fiscalización y Control), Gustavo
Torres (quien se desempeñaba como Director General de Fiscalización y
Control), Rodrigo Cozanni (quien al momento de los hechos se
desempeñaba como Jefe del Área Coordinación Operativa) y Alfredo Ucar
(quien se desempeñaba como asesor de la Subsecretaría de Control
Comunal) el a quo les imputó el haber causado, por inobservancia de los
deberes de cuidado a su cargo, la muerte de 193 personas, el 30 de
diciembre de 2004 en la sede del local “República de Cromañón”,
calificando su actuación como un supuesto de coautoría de homicidio
culposo agravado.
Puntualmente se les atribuyó:
1) La falta de control sobre el local bailable “República de
Cromañón” como causa de las muertes y lesiones en sentido natural.
Concretamente, se adujo que el local de referencia se encontraba en
funcionamiento pese a que no contaba con las medidas de seguridad
adecuadas, siendo la obligación de Fiszbin, Torres y Fernández el haber
dispuesto su inspección (habiendo tenido lugar la última de ellas el 29 de
marzo de 2003) y su clausura (habida cuenta de que el certificado de
bomberos había vencido el 24 de noviembre de 2004), sumándose a ello
que se trataba de un establecimiento con determinada habilitación (local de
baile clase C), pero que en la práctica funcionaba como un microestadio
(que tiene un régimen administrativo distinto).
2) La creación de un riesgo no permitido, a partir de haber infringido
el socialmente tolerable para la actividad que desempeñaban, por
incumplimiento de los deberes a su cargo, emanados expresamente de la
normativa del Código de Habilitaciones y Verificaciones (arts.10.2.3 y
10.2.20; Ordenanza 50.250 y modificatorias), y de los Decretos

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2720/GCBA/03 y 1563/GCBA/04, que regulan los objetivos de los
organismos a su cargo, referentes al ejercicio del poder de policía, contralor
de la correspondencia de las habilitaciones con el tipo de local al que están
afectadas, cumplimiento de los extremos para la pertinente habilitación, uso
efectivo dado a los locales en relación a la habilitación asignada,
periodicidad de las inspecciones, etc.
En el caso de la imputada Fabiana Fiszbin, sus abogados
interpusieron el recurso de apelación que motivó la intervención de este
Tribunal, argumentando que el auto impugnado contiene tanto una errónea
valoración de los hechos motivo de investigación cuanto una equivocada
calificación de la conducta atribuida a la nombrada, lo que lo torna injusto y
arbitrario; sostuvo asimismo la defensa que la línea de control sobre los
locales de baile estaba a cargo del titular de la Subsecretaría de Control
Comunal y que, dentro de esta área, era la Dirección General de
Fiscalización y Control la que debía verificar el cumplimiento de la
normativa vigente, tarea que antes recaía en la Unidad Polivalente de
Inspecciones. También se cuestionó por arbitrario el importe fijado a
embargo, por exceder las previsiones del art. 518 del CPPN.
En el caso de la imputada Ana María Fernández, la defensa sostuvo
contra el auto de procesamiento que se violan principios fundamentales al
someter a Fernández a las mismas circunstancias fácticas que involucran a
Fiszbin, Cozzani, Torres y Ucar, sin advertirse que, contrariamente a lo
afirmado por el a quo, al tiempo de la tragedia la nombrada carecía de
funciones ejecutivas por la disposición N°424/DGFyC/2004; sostuvo
además que se equivoca el a quo cuando afirma que Fernández fue la titular
del organismo que controlaba a los locales de baile durante el 2004, pues la
nombrada fue titular de la UPI hasta el mes de agosto de ese año, fecha en
que dejó de tener funciones de contralor.
En el caso del imputado Gustavo Juan Torres, la defensa sostuvo que
no se efectuó un correcto análisis de los elementos de prueba a efectos de
verificar la subsunción de los aspectos fácticos en los elementos objetivos
del tipo penal imputado, no habiéndose acreditado la participación efectiva
y concreta de Torres en los hechos investigados; cuestionó también que se

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haya afirmado que a Torres, en su condición de funcionario del Gobierno de


la ciudad, le competía controlar el funcionamiento en regla del local
“República de Cromañón” y/o que se le atribuyera responsabilidad por no
haberlo seleccionado para que fuera inspeccionado y/o clausurado, porque,
atento a la diversidad de la problemática y tareas a afrontar en la Dirección,
el imputado no pudo generar al inicio de su gestión cambios dentro del Área
Operativa, encargada específicamente de las inspecciones, motivo por el
cual el sistema de inspecciones continuó de la misma manera en que venía
desarrollándose desde la creación de la UPI, con la salvedad de que se
obvió la necesaria autorización del Director General; asimismo, la defensa
resaltó que el nombrado nunca tuvo participación en las reuniones de los
días lunes, atinentes al diagrama de inspecciones nocturnas, a las que sí se
vinculó a los otros procesados. La defensa también afirmó que las
deficiencias e irregularidades en la habilitación en el local era objeto de la
competencia de la DGH y P, según las previsiones del decreto 2115/03 y la
consideración del recital de Callejeros como, “evento masivo de índole
artística”, estaba sujeto al control del área de contralor de los espectáculos.
Con respecto a la calificación legal, la defensa del imputado Torres
puso en crisis la posibilidad de imputar objetivamente los hechos cuando
existió una intervención de un tercero respecto de la cual además, Torres no
tuvo conocimiento efectivo y concreto. Se indicó que en el caso no existió
previsibilidad por parte del nombrado y que, por tanto, no puede
imputársele infracción alguna al deber de cuidado. Finalmente, se cuestionó
el monto del embargo, que fue considerado excesivo y de cumplimiento
imposible.
En cuanto a la imputación de los hechos ocurridos el 30 de diciembre
se sostuvo que: 1.-) no son válidas las consideraciones efectuadas sobre el
alcance y entidad del certificado de bomberos vencido, en relación a la
tragedia ocurrida en República Cromañón. Ello así por cuanto, si bien está
en cabeza del Gobierno de la ciudad verificar que el establecimiento posea
el certificado de la OM 50.250, es al titular del local a quien le corresponde
la obligación de contar con ese instrumento tanto para lograr la habilitación
cuanto para funcionar. Al tiempo de los hechos, no existía para los locales

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bailables norma alguna que impusiera la periodicidad en que estos debían
ser verificados. No existía obligación por parte de la ciudad de constituirse
ante cada vencimiento de este tipo de documentación.
Por otra parte, para sostener que no existió relación necesaria
certificado vencido/tragedia se especularon tres hipótesis: que Bomberos
hubiese entregado el certificado en caso de inspección, aún con la media
sombra; que ésta se quitara para obtener la certificación y luego se la
recolocara; y que, aún clausurado por al Dirección por no contar con ese
instrumento, se lo obtuviera por cualquiera de las variantes anteriores.
Por su parte, la defensa del imputado Rodrigo Mario Cozzani fundó
su agravio en la incorrecta valoración de los elementos de prueba y
cuestionó el monto del embargo por excesivo y confiscatorio.
La defensa del imputado Alfredo Ucar indicó como fundamento de su
recurso que existió una valoración parcial y antojadiza del material
probatorio, a consecuencia de la cual se atribuyeron a Ucar
responsabilidades que nunca tuvo; con respecto al embargo se lo calificó de
arbitrario porque el importe designado excede con creces las previsiones del
art. 518 del CPPN, máxime si se suman los embargos decretados a todos los
procesados.
En oportunidad de presentarse el memorial respectivo, ampliando los
fundamentos de agravio expresados, la defensa de Ucar indicó que el fin de
protección de la norma no puede fundamentar por sí solo la imputación ni
ampliar el marco de atribución del resultado, señalándose que el a quo
utiliza ese correctivo que limita la imputación para evitar analizar
concretamente la vinculación entre la violación de la normas al deber de
cuidado y el resultado producido, es decir, que de ese modo elude acreditar
el nexo causal. Además, se señaló que el juez confunde arbitrariamente la
facultad de inspeccionar con el deber de hacerlo, afirmándose que sólo la
omisión de un deber incrementa el riesgo permitido y, por el contrario, si no
existe obligación, tampoco se viola el deber de cuidado previsto en la
norma.
Finalmente, en cuanto al imputado Victor Daniel Telias, a quien se
imputó el haber integrado la comisión de inspectores que desarrolló tareas

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en cinco locales de la zona de Once, a requerimiento de la Seccional 7ma,


oportunidad en la que habiéndosele comisionado verificar “República
Cromañón” lo encontró cerrado, obviando dejar asentada formalmente
dicha circunstancia, tal como se lo imponía el Manual de Inspecciones y la
propia planilla de inspección, que tenía asignado un espacio para consignar
ese hecho.
Recién el 2 de enero del 2005, ante un requerimiento expreso por
parte de Torres, es decir, nueve meses después de esa inspección y luego de
ocurrido el suceso investigado en autos, asentó por escrito aquél dato.
Contra dicha imputación, la defensa sostuvo que no le correspondía
al imputado “inspeccionar en dicho caso, sino en constatar si el local, que
no estaba identificado, estaba abierto o cerrado, y ello hizo e informó. Que
a tal fecha, como ha sido testimoniado, no era su tarea, no contaba con
elementos para confeccionar informe escrito alguno. Unicamente, y a
requerimiento de Torres, elevó un informe, en carácter de testigo de
aquella circunstancia... Jamás hubo omisión y toda la fundamentación en
cuanto a la normativa que cita V.S., no regía al momento del hecho
enrostrado...”.
En cuanto al embargo, también fue cuestionado, señalándose que no
correspondía su imposición porque la supuesta “omisión” no causó ningún
daño que motivara una cautelar real y, menos aún, por ese monto.
También interpuso un recurso de apelación el querellante José
Antonio Iglesias contra el punto XIV, que decretó la falta de mérito del
imputado Loupias, agraviándose porque el a quo sustentó la falta de mérito
en base a la pertenencia funcional de Loupias, cuando esa adscripción no
era una circunstancia definitoria en el funcionamiento del equipo que se
reunía los días lunes a fin de tomar decisiones de control. Asimismo,
cuestionó el hecho de que se haya obviado considerar que los participantes
de la reunión en la que se decidían los lugares a inspeccionar tenían en esa
reunión y en las decisiones que se tomaran una actuación calificada, por
tratarse de un grupo de coordinación. También se cuestionó que no se haya
tenido en cuenta que muchos de los operativos se frustraron por el modo de
desempeño de las fuerzas de seguridad, que en algunos casos retaceaban

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colaboración al serle comunicados los destinos, lo que resulta importante en
virtud de que precisamente Loupias era quien conocía íntimamente el
desempeño de las fuerzas de seguridad y el grado de peligrosidad de las
zonas de cada jurisdicción, no pudiendo por ende ignorar las características
del barrio de Once, ni las situaciones que se presentaban con la comisaría 7ª
y que dieron lugar a los procesamientos de cinco miembros de la Policía
Federal.
II- El sistema de control en la Ciudad de Buenos Aires.
En razón del constante cambio de estructuras que ha sufrido el
organigrama del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en lo que hace al
sistema de control de las actividades comerciales desarrolladas por los
particulares, es necesario efectuar una descripción de esas variaciones a
efectos de contextualizar la estructura existente al 30 de diciembre de 2004.
Se comenzará por la referencia a la Dirección General de
Verificaciones y Habilitaciones (en adelante DGVyH), en virtud de la
importancia que tuvo su funcionamiento y posterior disolución en medio de
escándalos de corrupción administrativa, para los posteriores cambios de
estructura que dificultaron y entorpecieron la actividad de control.
Esa dirección fue creada en 1999 por Decreto 18-GCBA-99, para
entender en lo relativo a la habilitación de actividades comerciales,
industria y servicios y para hacer tareas de verificación de la permanencia
en el tiempo de las condiciones de seguridad, salubridad e higiene que
permitieron que cada actividad fuera habilitada en su momento. Con la
creación de esa dirección se suprimieron las direcciones generales de
Registros y Certificaciones y de Policía Municipal.
En 2001 la DGVyH fue transferida con presupuesto, personal,
patrimonio y responsabilidades primarias en dos oportunidades. Hasta mayo
de dicho año se encontraba bajo dependencia directa de la Secretaría de
Gobierno, para ser luego transferida por decreto nro. 654/01 a la
Subsecretaría de Seguridad de la Secretaría de Justicia y Seguridad.
Casi siete meses después, mediante Decreto 2.011/01, la Dirección
fue nuevamente transferida y ubicada institucionalmente bajo dependencia

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directa de la Subsecretaría de Trabajo y Empleo de la Secretaría de


Desarrollo Económico.
Posteriormente, por Decreto 2012/01, se dispuso la intervención del
organismo y en mayo de 2002 fue transferido por Decreto 430/02 a la
Subsecretaría de Regulación y Fiscalización de la Secretaría de Gobierno y
Control Comunal.
En julio de 2002, mediante el Decreto 919/02, se dio por terminada la
intervención, y se suprimió la dirección, repartiéndose sus competencias
entre la Dirección General de Habilitaciones y Permisos (en adelante
DGHyP) y la Dirección General de Habilitaciones y Control (en adelante
DGHyC), ambas creadas mediante ese decreto y dependientes de la
Subsecretaría de Regulación y Fiscalización de la Secretaría de Gobierno y
Control Comunal.
La DGHyP fue, a su vez, suprimida por el Decreto 2116/03 y
reemplazada por un Organismo Fuera de Nivel, que dependía de la
Subsecretaría de Regulación y Fiscalización de la Secretaría de Gobierno y
Control Comunal, denominado Unidad Polivalente de Inspecciones (en
adelante UPI), la que a su vez reemplazaba a otra UPI creada por
Resolución 15/SGYCC/02 que dependía de la misma Subsecretaría pero no
era un organismo fuera de nivel.
Mediante Decreto 2696-GCBA-2003 se transfirió la DGHyC y la
UPI, dependientes de la Subsecretaría de Regulación y Fiscalización de la
Secretaría de Gobierno y Control Comunal, a la Subsecretaría de Control
Comunal dependiente de la Secretaría de Justicia y Seguridad Urbana.
La disolución de la DGHyC dio lugar al dictado del Decreto 345/04,
que creó la Unidad de Proyectos Especiales “Unidad de Evaluación y
Resolución de Actuaciones” (en adelante UERA), también dependiente de
la Subsecretaría de Control Comunal con la responsabilidad primaria de
analizar, organizar y resolver las actuaciones relevadas y pendientes de
resolución en la Dirección General disuelta.
Mediante Decreto 2115-GCBA-2003 se creó en el ámbito de la
DGHyP el servicio de contralor de locales por habilitar y habilitados en la
Ciudad, conformado por profesionales verificadores de habilitaciones.

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Mediante Decreto 1563-GCBA-2004 fueron suprimidas la UPI y la
UERA, creándose la Dirección General de Fiscalización y Control (en
adelante DGFyC).
Con respecto a las tareas de fiscalización realizadas en estadios, se
creó el Organismo F/N “Área Contralor de Espectáculos”, de la Secretaría
de Justicia y Seguridad Urbana, mediante Decreto 366/04, designándose por
la misma norma a su responsable. Este organismo fuera de nivel vino a
suplir a la suprimida UPI en lo que atañe a ese tipo de actividad, a fin de
preservar la seguridad y verificar las condiciones de funcionamiento en los
estadios de las entidades deportivas y civiles que sean abiertos o cubiertos.
En razón del tema que nos ocupa, cabe consignar aquí las
responsabilidades del Área Contralor de Espectáculos que, de acuerdo a lo
establecido por la norma que la creó debía: a) ejercer el poder de policía en
materia de cumplimiento de las normas de seguridad en los estadios donde
se desarrollen eventos deportivos, espectáculos artísticos y de cualquier
otra índole que concentren gran cantidad de público; b) intervenir en las
inspecciones integrales de los estadios en ocasión de la presentación del
pedido anual de aptitud técnica que deben hacer aquéllos, sin perjuicio de
las inspecciones periódicas que corresponda realizar con motivo de un
encuentro deportivo o de otra índole: c) labrar actas de comprobación,
disponer intimaciones y efectuar clausuras preventivas, las que serán
ratificadas por el órgano competente. Verificar el efectivo cumplimiento de
las intimaciones realizadas y de las clausuras impuestas, labrando las actas
de comprobación, llevando a cabo los procedimientos que correspondan en
caso de incumplimiento; d) intervenir en la autorización para que se
disponga el acceso al público en el estadio para la realización del
espectáculo programado, previa verificación de las condiciones y medidas
de seguridad adoptadas; e) disponer la realización de las adecuaciones
necesarias a cargo de los interesados para evitar riesgos, ordenando adoptar
las medidas preventivas y de toda otra índole para el emplazamiento de
venta de bebidas y/o comida; f) evaluar la capacidad de los estadios para la
realización de los espectáculos programados dentro de ellos; g)
implementar las medidas necesarias para el efectivo cumplimiento del

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relevamiento de la denominada “zona de seguridad” conforme la Ordenanza


52.290; h) comunicar a las autoridades competentes las irregularidades que
se detecten en las zonas de seguridad.
Conforme lo expuesto, al momento en que ocurrieron los hechos en
República Cromañón, la estructura de control del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires estaba conformada del siguiente modo:
dependiendo directamente del Jefe de Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Dr. Aníbal Ibarra, se encontraban la Secretaría de Justicia y
Seguridad Urbana (ex Secretaría de Gobierno y Control Comunal), a
cargo de Juan Carlos López, que tenía, entre otras tantas, la función de
planificar estrategias y políticas metropolitanas concernientes a un sistema
integral de seguridad de acuerdo a la Constitución y leyes concordantes de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en concordancia con las
establecidas en el ámbito nacional, y ejercer en forma integral el poder de
policía en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A su vez, de la Secretaría de Seguridad Urbana dependían la
Subsecretaría de Seguridad Urbana, la Subsecretaría de Control Comunal
(ex Subsecretaría de Regulación y Fiscalización) y la Subsecretaría de
Justicia y Trabajo.
Al momento de los hechos la Subsecretaría de Control Comunal
estaba a cargo de la imputada Fabiana Fiszbin, y tenía las siguientes
funciones:
a) ejercer y coordinar en forma integral el poder de policía en el ámbito
de la ciudad autónoma de Buenos Aires;
b) ejercer el contralor y el poder de policía mediante la aplicación de las
normas específicas en materia de habilitaciones, seguridad, calidad
ambiental, higiene y seguridad alimentaria y salubridad;
c) controlar la ejecución de las obras públicas y privadas en el ámbito
de la ciudad de Buenos Aires;
d) supervisar y coordinar acciones con la Dirección General de
Fiscalización y Control (que reemplazó a la Unidad Polivalente de
Inspecciones a la que se hace referencia en el texto que establece las
competencias de la subsecretaría);

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e) coordinar la Unidad de Proyectos Especiales Ferias de la Ciudad, y
en ese marco, coordinar las acciones tendientes al normal
funcionamiento de la misma.
Como asesor de esta Subsecretaría y persona de confianza de Fabiana
Fiszbin se desempeñaba el imputado Alfredo Eduardo Ucar.
De la Subsecretaría de Control Comunal dependían las direcciones
de Higiene y Seguridad Alimentaria; Habilitaciones y Permisos;
Fiscalización de Obras y Catastro; Control de la Calidad Ambiental; y la de
Fiscalización y Control.
La Dirección General de Fiscalización y Control estaba a cargo, al
momento de los hechos, del imputado Gustavo Torres, y tenía entre sus
funciones (según el Decreto 1563/04) las siguientes:
a) asistir al Subsecretario en los temas de su competencia;
b) ejercer el poder de policía en materia de habilitaciones y permisos
que se refieran a establecimientos, los anuncios publicitarios y las
actividades comerciales en la vía pública y las cuestiones atinentes
que hagan a la seguridad, salubridad e higiene de los establecimientos
de comercio, industria, depósito y servicios;
c) confeccionar órdenes de inspección e instrumentarlas en la órbita de
su competencia;
d) practicar intimaciones;
e) disponer las clausuras cuando las circunstancias así lo requieran y
ratificar las clausuras inmediatas y preventivas;
f) verificar el cumplimiento de las clausuras impuestas;
g) entender sobre las violaciones de clausuras y efectuar las denuncias
correspondientes; g) labrar actas de comprobación y realizar
decomisos de mercadería y otros elementos cuando correspondiere;
h) intervenir en la remoción de anuncios y/o elementos publicitarios que
no se ajusten a la normativa vigente;
i) coordinar operativos de verificación y control que requieran de un
abordaje integral de poder de policía que ejerce el Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires;

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j) tramitar las denuncias recibidas; k) analizar y resolver las actuaciones


relevadas y pendientes de tramitación por parte de la ex dirección
General de Verificaciones y Control; l) intervenir en la gestión
administrativa de bienes y servicios de la Dirección General.
También estableció el decreto n° 1563 una Dirección General
Adjunta, que al momento de los hechos estaba a cargo de la imputada Ana
María Fernández, y que tenía la función de asistir al Director General de
Fiscalización y Control en los temas de su competencia y reemplazarlo en
caso de ausencia.
Es importante recordar aquí que la Dirección General de
Fiscalización y Control absorbió las competencias de la ex Unidad
Polivalente de Inspecciones que había sido creada por el decreto
2116/GCBA/2003 que suprimió la Dirección General de Verificaciones y
Control dependiente de la entonces Subsecretaría de Regulación y
Fiscalización de la ex Secretaría de Gobierno y Control Comunal, que tenía
una coordinación operativa que estuvo a cargo del Dr. Adrian Rivero y una
coordinación administrativa que estuvo a cargo del Ing. Horacio Santinelli.
Luego, por decreto 37/GCBA/2004 dictado con fecha 13 de enero de 2004
se suprimieron las dos coordinaciones y se creó una coordinación general
que unificó las funciones de las otras dos coordinaciones y que estuvo a
cargo de Ana María Fernández.
Esta coordinación es la que finalmente se transformó en la Dirección
General de Fiscalización y Control, de la cual la nombrada fue directora
adjunta.
Dada la enorme competencia que dicha dirección tenía, y la
confusión que imperaba en lo referente a la función y deberes de cada uno
de los integrantes, que en su mayoría permanecieron pese al cambio de
estructuras, con fecha 17 de noviembre de 2004 el titular de la Dirección
General de Fiscalización y Control, Gustavo Torres, dictó la disposición
nro. 424/DGFYC-2004, que dispuso la creación de seis unidades de
coordinación: Operativa; Legal; Auditoría Interna; Mesa de Entradas;
Administrativa y Dirección General.

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La Coordinación Operativa estaba al momento de los hechos a cargo
del imputado Rodrigo Cozzani, y tenía las siguientes funciones:
a) Asistir al Director General de Fiscalización y Control y a su adjunto
en los temas de su competencia.
b) Organizar la actividad de la Coordinación.
c) Diagramar y proponer procedimientos de inspección.
d) Determinar y practicar inspecciones ante requerimientos de la
Dirección General, de la coordinación legal, de órganos judiciales, de
cualquier otro ente público y por denuncias que por cualquier medio
realicen particulares, labrando las actas de comprobación que por
irregularidades detectadas resulten pertinentes.
e) Coordinar y supervisar la actividad de los señores/señoras
inspectores/inspectoras.
f) Supervisar el contenido de las actas de comprobación labradas por el
cuerpo de inspectores y asegurar que éstas sean remitidas a la DGAI
en los plazos previstos por la ley 1217.
g) Verificar el cumplimiento de intimaciones cursadas por la Dirección
General.-
Dentro de la Coordinación Operativa, había una subcoordinación
operativa, a cargo del imputado Daniel Díaz, cuyas funciones eran: a)
Asistir al Coordinador y Director General en los temas de su competencia;
b) reemplazar al coordinador en caso de ausencia o impedimento; colaborar
con el coordinador en la coordinación y supervisión en la actividad de los
señores/señoras inspectores/inspectoras.
Había también un Área Vía Pública y Nocturno, a cargo del
imputado Víctor Daniel Telias, cuyas funciones eran: a) Asistir al
coordinador y subcoordinador en todos los temas de su competencia; b)
realizar las funciones previstas para la coordinación en lo que respecta a la
diagramación y propuesta de procedimientos de inspección; determinación
y práctica de inspecciones ante requerimientos de diferentes organismos;
coordinación y supervisión de las actividades de los inspectores y
verificación del cumplimiento de las intimaciones libradas por la Dirección
General, respecto de la Coordinación en lo que hace a las actividades

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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sujetas al poder de policía de la Dirección General que se lleve a cabo en


horario nocturno y/o en la vía pública y/o en días inhábiles y feriados.
III- Las pruebas obrantes en el expediente.
III.a: Motivos por los que se modificó la estructura del sistema de
control.
En primer término debe hacerse mención al cambio más importante
en la estructura que fue la creación de la UPI y la disolución de la DGVyC.
En ese sentido, la testigo Silvana Myriam Giudici (fs.15.235/240 y
13.338/340), actual diputada, sostuvo que en el año 2002 fue creada la
Secretaría de Gobierno y Control Comunal para centralizar el poder de
policía administrativo que antes estaba disperso en varios organismos.
Cuando asumió en esa Secretaría, uno de sus primeros objetivos fue dividir
en dos la Dirección General de Habilitaciones y Verificaciones, de manera
tal que un organismo se ocupara de las habilitaciones y otro de las
verificaciones y control, lo cual constituiría el inicio de una serie de
reformas, que comenzaron con una capacitación para los casi 800
inspectores que tenía el GCBA dispersos en diferentes áreas, oportunidad
en la que se introdujo el concepto de “polivalencia” que apunta a la
integración de todas las áreas en pos de un objetivo común, para que un
inspector cuando iba a controlar algo de su área también pudiera controlar
otro tipo de cuestiones, razón por la que, además, el organismo debía estar
fuera de nivel, creándose la UPI mediante decreto n° 15/02. Agregó que,
cuando a fines de 2003 finalizó su gestión, le sugirió a Ibarra la necesidad
de terminar con la DGHyV debido a la falta de eficiencia y a que había
sospechas de corrupción administrativa, las que en muchos casos eran
concretas y habían dado lugar a varios sumarios administrativos y
sanciones. El jefe de gobierno estuvo de acuerdo con la idea que se
materializó en lo que los medios de comunicación llamaron “el focazo de
corrupción”, porque el escribano de la Ciudad concurrió con el auxilio de
funcionarios policiales al edificio que ocupaba la DGVyC, selló las puertas
e hizo un relevamiento de los expedientes, porque había temores de que
estos desaparecieran o que el gremio tomara el edificio.

15
Horacio Mario Santinelli efectuó un relato más intenso sobre los
motivos y circunstancias de los cambios constantes de estructura y de
autoridades, brindando detalles que ayudan a entender el contexto político
de esos cambios, así como las cuestiones que nada tenían que ver con la
eficacia del sistema de control, sino estrictamente con intereses personales
de los funcionarios de turno.
El testigo declaró a fojas 12.706/716 (11.543/8) que ingresó a
Protección del Trabajo en 2001 siendo el director Marcelo Antuña y la
segunda Fabiana Fiszbin. En el año 2002 le asignaron la UPI durante un
tiempo y finalmente quedó a cargo de Antuña y de Carlos Sanchez. Al
respecto relató que la UPI no funcionaba bien y Silvana Giudice decidió
darle un mayor impulso sacando a Marcelo Antuña. Ello habría generado un
conflicto de intereses porque Antuña pertenecía al sector político de la
senadora Vilma Ibarra y Giudice era radical. En mayo de 2003 lo
nombraron para la UPI junto con Gustavo Daneri que hasta ese momento
estaba trabajando como coordinador general de la DGVyC. Contó que al
principio los ubicaron para trabajar en el mismo edificio en el que estaba
“Verificación y Control y Habilitaciones y Permisos, es decir los
organismos en los que estaba el focazo de corrupción, pero que no tenían
oficina propia, por lo que se reunían en un bar o a veces iban a la oficina
de la Secretaria (...) Finalmente consiguieron una oficina en el piso 11,
pese a que había muchas oficinas vacías, pero era difícil porque estaba
metido el gremio y las dos direcciones mencionadas que eran verdaderas
cajas de recaudación política. Que en ese tiempo convivían en el mismo
piso que Kampelmacher... Que era constante el cruce entre Giudice y
Kampelmacher porque la primera le encargaba determinadas inspecciones
pero Kampelmacher no cumplía con su trabajo, por ejemplo iba a controlar
en horas donde los lugares no funcionaban, o alegaba que no tenían el
personal suficiente, o ponía diversas excusas.”. Sostuvo asimismo el testigo
que Kampelmacher tenía unos 300 inspectores pero, como no eran
profesionales, cobraban sueldos desde los $ 600 en adelante, con lo cual,
teniendo en cuenta que los inspectores que se fueron incorporando al ser
profesionales cobraban $ 1.800, había muchos recelos y envidias. Que en

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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julio de 2003 renunció Daneri y lo nombraron a Rivero, siendo que el 10 de


noviembre del mismo año ocurrió lo que se llamó el “focazo de
corrupción”, a raíz de lo cual se desplazó a Kampelmacher y a todos sus
inspectores.
De esta manera, según lo declarado por el testigo, quedó la UPI sólo
con 45 inspectores ya con potestades de labrar actas y clausurar.
Comenzaron a trabajar pero hubo algunos problemas, por ejemplo, con las
estaciones de servicio porque Antuña estaba articulando reuniones con la
cámara de estaciones de servicio y les había dado un plazo para
regularizarse. Es decir, tenían el poder de policía, pero el subsecretario
conservaba los recursos. Que Giudice se fue en diciembre del 2003 y
Fiszbin fue nombrada por Ibarra. Ambos se conocen desde muy jóvenes y
su marido, Sklar, era compañero de colegio del ex marido de Vilma Ibarra.
Finalmente dijo que en un determinado momento lo llamó Fiszbin, que
estaba reunida con López, y le dijo que estaban cambiando la estructura y
que él no entraba en ella.
Si bien en líneas generales existe coincidencia acerca de que uno de
los principales motivos del cambio de estructura era el relacionado con un
proceder administrativamente corrupto de algunos funcionarios y
empleados del sistema de control, la declaración brindada por Santinelli da
cuenta también de la existencia de intereses personales que generaron
algunas de esas modificaciones y de la precariedad y nivel de improvisación
con las que se hicieron, debiendo destacarse el hecho de que las nuevas
autoridades ni siquiera tenían oficinas para reunirse y dependían en la
práctica de aquéllos a quienes vinieron a reemplazar, lo que generó en
definitiva conflictos totalmente previsibles.
Por lo demás, la cantidad de inspectores que se puso a disponibilidad,
a los que se le siguió pagando el sueldo con posterioridad al mes de
diciembre de 2003, nunca fue reemplazada por una cantidad idéntica, razón
por la cual lógicamente no era posible cumplir con el cronograma de
inspecciones del mismo modo en que se lo hacía con anterioridad a esa
decisión.

17
Otro dato de relevancia, es que la imputada Fabiana Fiszbin ya
integraba un organismo encargado del control de la situación laboral de los
empleados de comercios, y conocía la problemática de algunos sectores en
particular con respecto a los cuales ya había iniciado, junto con Marcelo
Antuña, la política de autorregulación que luego se aplicó a los locales de
baile (de ello da cuenta la causa 14.000/05, acumulada jurídicamente al
presente sumario, cuyo objeto procesal será detallado al final de la presente
resolución).
En ese aspecto, el video aportado a la instrucción que da cuenta de la
reunión que tuvo lugar en el Hotel Crowne Plaza Panamericano entre los
integrantes de CEDEBA (Cámara de Empresarios de Discotecas de Buenos
Aires) y funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires los días 9
y 10 de noviembre de 2004, ilustra esta posición de ambos funcionarios
frente a la política de autorregulación.
III.b: Forma de seleccionar los lugares a inspeccionar.
Amelia Lucía de Marco a fs. 11.276/11.278 (fs. 10.396/7), Inspectora
de la Dirección General de Fiscalización y Control desde junio del 2004 en
el “Área Especiales”, que incluye establecimientos de salud, hoteles y
geriátricos, precisó que en tres ocasiones participó en controles nocturnos.
Dijo ignorar cómo se seleccionaban o quién establecía qué locales se
inspeccionaban, pudiendo sólo indicar que cree que se tomaban como guía
las denuncias recibidas. Explicó que los inspectores se reunían con la lista
que les era enviada por el coordinador del área, siendo que también éste era
quien formaba los grupos de inspectores. Al ser preguntada sobre la
inspección que oportunamente se realizara sobre el hotel “El Porteño”,
precisó que dicho operativo no fue de rutina sino que fue de grandes
dimensiones, con la participación de distintas áreas. Cotejaron que tenía la
habilitación en trámite, constatando también que el hall de entrada y todos
los pisos habían sido adornados con cortinas y telas cuya condición ignífuga
no se pudo probar, procediéndose por ello a disponer la clausura hasta tanto
se obtuviera la habilitación correspondiente y se reuniera la documentación.
Al ser preguntada, señaló que participó de operativos nocturnos para
inspeccionar locales clase “C”; explicó que se pedían la habilitación y las

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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tarjetas de los matafuegos, se verificaba la carga de éstos últimos y siempre


se exigía el certificado expedido por la Superintendencia de Bomberos,
cuya ausencia motivaba la clausura inmediata porque era considerada falta
grave.
Por su parte, Marcela Beatriz Velazco (fs.16.131/5 y 14.000/2),
Inspectora del Área Especiales dependiente de la Dirección General de
Fiscalización y Control explicó que su función era inspeccionar locales o
inmuebles que requieren “inspección previa”, como los geriátricos, los
hoteles, las clínicas, etc. Los lugares a inspeccionar les eran detallados en
una orden de trabajo, aprobada por el coordinador de su área, a quien, a su
vez, le son indicados los lugares por los coordinadores operativos, y que las
inspecciones que se realizaban en su área eran dispuestas en base a las
solicitudes que podían iniciarse en la mesa de entradas, ya sea por
denuncias de particulares u otro organismo como la Defensoría del Pueblo.
Finalmente señaló que el criterio que ahora se adopta en las inspecciones
que se realizan, a su modo de ver, es el mismo que se tenía antes de la
tragedia de República Cromañón.
Héctor Oscar Soler a fs. 11.281/2 (fs. 10.401/2) precisó que ingresó
como Inspector de la entonces UPI en enero de 2004, siendo su coordinador
el Adrián Rivero, quien era una persona comprometida con el trabajo
participando activamente de las inspecciones. Al mes de su desempeño, la
licenciada Fiszbin le pidió a Rivero la renuncia siendo reemplazado por
Rodrigo Cozzani. Informó que el área de “Nocturnos” no tenía plantel de
inspectores para evitar que se establecieran contactos asiduos entre los
inspectores y los dueños de los comercios, porque ello podría despertar
ciertas suspicacias. En concreto, dijo haber hecho alrededor de cincuenta
inspecciones nocturnas, precisando que para los locales bailables clase “C”
se pedía el certificado expedido por la Superintendencia de Bomberos, cuya
ausencia era motivo taxativo de clausura. Asimismo, señaló que la
normativa no pauta una forma específica de selección de locales y siempre
se llevaba a cabo una reunión los días lunes en la oficina de la Subsecretaria
Fiszbin en la cual se definían qué locales serían inspeccionados los días
jueves, viernes y sábados venideros. De esa reunión participaban, además

19
de Fiszbin, su asesor Marcelo Ucar, Rodrigo Cozzani en su condición de
Coordinador Gral. y personal de la Subsecretraría. Sostuvo que a los
inspectores se les anoticiaba de los lugares a controlar o en la comisaría en
donde se reunían, o en la base o directamente en la puerta del lugar a
inspeccionar, lo que ocurría aproximadamente una hora antes de iniciarse el
operativo. Por ello, de 50 inspecciones, hubo al menos diez casos en que
cuando llegaron los locales ya estaban cerrados. Lo cual solía ocurrir por el
tiempo que debían esperar en la seccional policial para que arribara un
móvil para acompañarlos.
El testigo Horacio Mario Santinelli manifestó que cuando estaba a
cargo de la UPI las inspecciones se hacían, básicamente, a partir de las
denuncias de particulares o certezas (casos de vendedores ambulantes en
determinados lugares). También se programaban de acuerdo a lo que surgía
de los medios de comunicación. Al referirse a las inspecciones en locales
bailables dijo que hicieron varias; que en general las infracciones eran
porque “no tenían habilitación, o la tenían para otro rubro, también por
cuestiones de seguridad como falta de salidas de emergencia, cables
expuestos o falta de matafuegos. Igualmente, al faltar la habilitación ya se
clausuraba, no era necesario inspeccionar, lo cual inclusive se puede hacer
desde la oficina de control, es decir que no es necesario concurrir al lugar.
Lo mismo concurre con el certificado de bomberos o el plano conforme a
obra, es decir que la falta ya se puede constatar con la simple lectura de la
documentación, sin necesidad de inspeccionar el lugar”.
A fojas 12.721/4 (11.551/4) prestó declaración testimonial Adrián
Eusebio Rivero, quien se desempeñó como Coordinador General Operativo
de la UPI, desde noviembre de 2003 hasta enero de 2004. Manifestó que en
la primera etapa los objetivos a inspeccionar -cuando todavía tenían un
cuerpo de 25/30 inspectores- tenían fuente en las denuncias de la
Defensoría, CGP, Policía Federal, observación propia y así se diagramaban
las inspecciones. Agregó, asimismo, que con Santinelli habían establecido
un mapa de puntos conflictivos en la Ciudad, y en la zona de Once habían
ubicado con esta calificación a “Fantástico” que está cerca de Plaza Once.
Al ser preguntado acerca de cuántos lugares como Cromañón hay en la

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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Ciudad de Buenos Aires manifestó que no muchos, que habrá


aproximadamente unos cuarenta y cinco lugares de las mismas
dimensiones, cantidad de asistentes y disturbios posteriores. Dijo “...que si
bien es una ciudad compleja, con el poco tiempo que estuvo fue suficiente
para conocer los boliches bailables más conflictivos y que debían ser
controlados y cuya existencia no podía ser desconocida. No podía
desconocer lo que se llamaba la movida de Once (así como movidas de
otros barrios), referido al circuito de locales bailables que funcionaban. En
síntesis, no era difícil tener una radiografía de la ciudad”. Agregó que en
la estructura interna de la UPI él se encargaba de las clausuras y luego
Santinelli las ratificaba o no, para así evitar suspicacias. A fines de 2003
pudieron tomar más inspectores ascendiendo en total a 60 ó 70. A su vez,
cuando comenzó la campaña contra la venta de alcohol a menores en
quioscos y maxiquioscos -diciembre de 2003- Fiszbin le dijo que no se
hicieran más controles sobre locales bailables clase “C” y que se
concentraran en estos comercios.
Agregó que cuando se disolvió la UPI, el 15 de enero del 2004, él le
dijo a Fiszbin que la disolución era una decisión política equivocada y un
paso atrás en la lucha contra la corrupción administrativa en la Ciudad, pero
Fiszbin le contestó que habían tomado esa decisión porque había una
superposición de tareas con el área administrativa y, como él no era
profesional y Ana María Fernández sí, era conveniente que quedara ésta
última. Luego de ello, disuelta la UPI y creada la Dirección General de
Fiscalización y Control, se cambió la modalidad de selección de los lugares
a inspeccionar.

Sobre el cambio de la modalidad de selección de los lugares a


inspeccionar se pronunció Paula Verónica Trunzo a fojas 14.954/958
(13.147/149), quien ingresó al GCBA en noviembre del 2003 como
inspectora en la UPI. Según la testigo les asignaban listados de lugares a
inspeccionar y le decían que no podía incluir otros. Si veían alguna
irregularidad en uno que no estaba en la lista, sólo debían informarlo. Las
órdenes de trabajo se las repartía Aldo Carrara, que era una suerte de jefe de
inspectores y estaba por debajo de Rivero, hasta el 10 de diciembre del

21
2003. A partir de esa fecha se cambiaron las personas: Santinelli y Carrara
dejaron de trabajar y fueron reemplazados por Ana María Fernández y
Carlos López, pero la metodología seguía siendo la misma. Se volvió a
modificar en enero del 2004 cuando Rivero se fue y unificaron la
coordinación operativa y administrativa en una general a cargo de Ana
Fernández. Se creó la coordinación operativa a cargo de Rodrigo Cozzani y
subcoordinación a cargo de Daniel Díaz. La testigo dijo que López era el
jefe del Área Rutina que se encarga de las inspecciones que no eran
especiales (geriátricos, hoteles y establecimientos de salud). El Área
Nocturno estaba a cargo de Ignacio Penco, primero, y, luego, de Telias. En
enero y febrero, ella estuvo en legales y luego pasó al Área Residuales,
luego llamada Intimaciones y Oficios de Cozzani. La jefa del área era
Alicia Majlis que tenía un armario con las denuncias y, a partir de ellas,
decidía qué lugares ir a inspeccionar. Sólo se inspeccionaba a partir de
alguna denuncia, nunca de oficio. En el sector noche era distinto, ya que no
había inspectores fijos sino que los diurnos se juntaban y trabajaban los
fines de semana de noche. El Jefe del área sí podía allí disponer de oficio y
sin necesidad de que hubiera denuncia previa. La orden con el trabajo
designado se la daba el encargado de noche, Penco o Telias. A veces
avisaban por handy; la selección de lugares, decían ellos, venía de la
Subsecretaria de Control Comunal. Manifestó la testigo que siempre lo
arreglaban con Alfredo Ucar, asesor de Fiszbin. Hasta mayo, Cozzani y
Díaz participaban de los procedimientos, luego lo delegaron en Telias y
Penco. Al ser preguntada sobre qué rubros se controlaban generalmente
dentro del turno noche dijo que fue variando; al principio eran locales clase
A y C hasta que, a mediados de diciembre, Rivero les dijo que la
Subsecretaría a cargo de Fiszbin le había dicho que dejaran de hacer
bailables clase C y que hicieran control sobre la venta de alcohol en
kioscos. Fue así hasta que, a partir del requerimiento de la Defensoría, se
volvió a controlar los locales de baile clase C y le dijeron que hicieran
hincapié en el certificado de bomberos. Los inspectores no podían tener una
noción clara de qué lugares habían sido inspeccionados porque rotaban.
Cuando Rivero estaba a cargo llegaba un listado de bomberos que tenían

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certificado vencido y aquél les ordenaba ir a controlarlos. Iban y, si


efectivamente era así, directamente se clausuraba. Cuando cambió la
subsecretaria (se fue Giudici y llegó Fiszbin) les dejaron de enviar ese
listado y los remitían a Carelli, siendo que ahí se terminaba la línea de
información.

Por su parte, Gustavo Adrián Malventano, señaló que sus fuentes de


información para saber si había algún show o recital de importancia al cual
ir a controlar no eran sólo las denuncias de particulares o entes públicos
sino también de los diarios (ej. el suplemento “Sí” de Clarín) y de su propia
labor cuando caminaban la calle.

Agustín Angel Otero, quien fuera inspector de la Dirección Gral. de


Verificaciones y Habilitaciones hasta noviembre del 2003, señaló a fs.
13.196/8 (fs. 11.890/1) que para inspeccionar no utilizaba ningún criterio
para seleccionar el lugar sino que controlaba todos aquellos que estuviera
abiertos, aclarando que Once no era su zona y que la suya era tranquila por
lo que podía manejarse de esta manera. Por ello, también conocía qué
lugares eran conflictivos en su zona y entiende que si un lugar posee
grandes dimensiones no puede pasar de ninguna manera desapercibido.
Preguntado expresamente, dijo que no existía, a su criterio, una norma que
impusiera periodicidad con lo cual la cuestión quedaba sometida al sentido
común del Director General.

Silvana Myriam Giudici dio cuenta de que los objetivos a controlar se


decidían generalmente en base a denuncias vecinales que había en ambos
organismos –el Gobierno de la Ciudad y la Secretaría de Seguridad de la
Nación- y al llegar a la zona se controlaba todo, desde puestos de venta de
choripanes, hasta drogas o grandes establecimientos comerciales. Cuando
había recitales lo sabían porque requieren autorización previa al igual que
otros eventos donde había concurrencia masiva de personas, generalmente
se enteraba por la denuncia de los vecinos o porque la policía o los fiscales
contravencionales les avisaban. Agregó que si bien era un sistema de
comunicación bastante informal, en la práctica funcionaba.
A fojas 15.370/375 (13.448/450) Mario Esteban Mazzilli se refirió al
modo en que se seleccionaban los lugares y cómo se efectuaban las

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inspecciones nocturnas: en concreto, expuso que respecto del turno noche
había una reunión los días lunes, donde se establecían los objetivos del fin
de semana siguiente, pero dijo ignorar el parámetro de determinación;
durante la semana los inspectores ya sabían que serían convocados para
inspeccionar y se los citaba entre las 23:00 y 01:00 en Lavalle 1429 octavo
piso, lugar en el que se encontraban los choferes de las camionetas y partían
para los rubros indicados en las órdenes de trabajo, que podían ser verbales
o escritas. Luego de realizada la inspección, la orden de trabajo era devuelta
junto con el informe labrado por el inspector; el coordinador del operativo
nocturno lo enviaba a la mesa de entradas que luego lo distribuía entre las
áreas respectivas, aunque, según el testigo, nunca fue claro el recorrido que
hacían los informes, incluso a veces se habían encontrado varias
actuaciones iniciadas por la Defensoría o la policía vinculadas a un mismo
local, lo que demostraba que había gran desorganización. Cuando
funcionaba la UPI no había zonificación, por lo que cualquier inspector
podía trabajar en cualquier zona. Mazzilli manifestó que varios inspectores,
entre los que él se encontraba, hicieron numerosos planteos puesto que
querían saber el motivo por el que algunos lugares se inspeccionaban y
otros no, ya que lo de las reuniones de los lunes era poco claro, a lo que
recibieron respuestas evasivas tales como que la inspección se iba a hacer
en cualquier momento o que tenían una investigación preparada sobre el
lugar. Aclaró que lo que se cuestionaba no era que los objetivos se
mantuvieran en secreto hasta último momento, sino el criterio para elegir
los lugares a inspeccionar ya que “había algunos que curiosamente no se
inspeccionaban. Tal es el caso de ‘Mitos Argentinos’ en San Telmo, en el
que gran parte de su estructura es de madera y requiere un tratamiento
ignífugo especial que dura un año aproximadamente, o bien ‘Follia’ que
está en una zona no habilitada, o bien ‘Molliere’ (Chile y Defensa) que
fueron, pero antes de que empezara el baile, es decir, cuando todavía la
gente estaba comiendo. No afirmó que esos lugares estén en falta, sino que
al no haberse dispuesto nunca su inspección en los horarios pertinentes,
justamente eso es lo que no se puede saber”. Dijo haber escuchado el rumor
de que “Mitos Argentinos” era de un amigo de Díaz; que “Moliere”

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pertenecería a Ibarra y “Follia” a Telerman, a través de sendos testaferros.


También objetó que “Lackie O” no se inspeccionara en horario de baile y
que nunca se haya inspeccionado “Kilkenny”.

Por su parte, Alicia Majlis de Szurman indicó que en mayo de 2003


ingresó a lo que entonces era la UPI, que se estaba formando; que eran
alrededor de 30 personas y la idea era que efectuaran una especie de control
sobre los inspectores de la DGVyC y que pudieran trabajar en conjunto con
otras Direcciones Generales. Para entonces estaban como Coordinador
Operativo Gustavo Daneri y como Coordinador Administrativo Horacio
Santinelli. Refirió que luego del lapso de formación salían a efectuar
operativos con gente de planta; recibían una orden de trabajo por parte del
jefe operativo Aldo Carrara y tenían que atenerse a eso; inicialmente eran
verbales y luego fueron escritas, y en esos casos tenían la fecha del día de la
inspección. Dijo ignorar en base a qué criterios se seleccionaban los
lugares; de hecho les decían que era conforme a las denuncias recibidas,
aunque eso se aclaró posteriormente cuando fue el tema del llamado
“focazo de corrupción”, al desaparecer la DGVyC. A partir de ello, dijo,
quedaron ellos solos como inspectores, trabajaban en base a denuncias y en
algunos operativos grandes como, por ejemplo, para sacar a los vendedores
ambulantes en la zona de Retiro. Expuso, por otra parte, no saber si todo lo
que se denunciaba se inspeccionaba, porque ella sólo recibía la orden de
trabajo y la ejecutaba. Finalmente, indicó que en las inspecciones iban
siempre de a dos y luego se hacía un informe; si el lugar estaba cerrado, se
asentaba ello y a veces se volvía; a partir de marzo del 2004, cuando
aumentó el número de inspectores, Cozzani y Díaz (respectivamente
Coordinador Operativo y Subcoordinador Operativo) dieron la orden verbal
de ir por lo menos tres veces a los lugares que se encontraban cerrados.
En lo que respecta a las órdenes de trabajo de la noche,
“aparentemente” (pues no le consta), se formaban en la subsecretaría, ellos
las recibían y tenían prohibido ir a un lugar diferente al indicado. Afirmó
que sabía que todos los lunes había una reunión en la que se decidían los
objetivos y de la que participaban Cozzani, Díaz y Ucar, ignorando si

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Fiszbin concurría personalmente. En cuanto a los criterios de selección de
los objetivos, indicó ignorar los parámetros elegidos.

Marcela Beatriz Velazco refirió que ingresó a la UPI en diciembre de


2003 como inspectora; como hacía un mes que se había disuelto la DGVyC,
aquel organismo tomó a su cargo todo tipo de controles, diurnos y
nocturnos. Indicó que las inspecciones partían de órdenes de trabajo
elaboradas por los superiores jerárquicos que les indicaban dónde ir a
controlar, en base a denuncias previas o expedientes, nunca de oficio. A
diferencia de lo actuado durante el día, en la noche sólo les entregaban las
órdenes de trabajo, sin mencionar ningún expediente o denuncia vinculada
y sin adjuntarse la actuación administrativa de origen; actuaban con apoyo
policial y se reunían en al oficina de la calle Lavalle 1429, desde donde
partían a la comisaría respectiva. Esas órdenes de trabajo eran
confeccionadas por cada jefe de área y entregadas en forma directa al
inspector, pero cuando Lucangioli se hizo cargo de la DGFyC estableció
que las inspecciones sólo se podían hacer en base a una orden emanada de
él, donde se detallaban los objetivos, con lo cual centralizó la tarea.
En relación a los lugares que pudieran hallarse cerrados en ocasión de
una inspección, dijo que se dejaba constancia de ello en el informe que se
elevaba, pero no se podía volver sin una nueva orden de trabajo; si se sabía
que el lugar estaba por abrir, regresaban horas más tarde..
También se pronunció sobre el hecho de que la actuación de los
inspectores en ocasión del desarrollo de un operativo debía inexorablemente
ser consultada con los coordinadores, quienes en definitiva tomaban las
decisiones. Dio como ejemplo lo sucedido en el canal de cable “Política y
Economía”, inspeccionado a pedido de una fiscalía contravencional. En el
lugar se verificó la inexistencia de habilitación y el incumplimiento de las
condiciones de seguridad, por lo que se debía clausurar. Dijo que luego de
horas de espera porque no se ponían de acuerdo, llegó al lugar Díaz, quien
se pronunció por la clausura; sin embargo, en ese momento recibió un
llamado por handy desde la Subsecretaría de Control Comunal -ignorando
de quién en concreto- y entonces dijo que haría una clausura parcial (del
estudio en que estaba el material inflamable) y no de aquél en que se estaba

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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grabando, cuando a su criterio no se podía obrar así porque el local tenía


una sola habilitación por el mismo rubro.

Carlos Heraldo López (fs.17.011/015 y 14.576/578) dio cuenta de


haber ingresado como inspector de la UPI en mayo del 2003, siendo para
entonces los coordinadores Gustavo Daneri, Horacio Santinelli y Aldo
Carrara. Inicialmente no tenían poder de policía y en ocasiones salían con
los antiguos inspectores de la DGVyC a acompañarlos en sus tareas. Al
cierre de esa dirección (en noviembre de 2003) Rivero fue designado
coordinador operativo y le solicitó a él y a la arquitecta Brisuela que
colaboraran en la decisión de quiénes iban a hacer las inspecciones,
obrándose siempre en base a denuncias. En concreto, se juntaban varias
sobre la misma zona y se le entregaban a uno de los inspectores que iban
rotando. Indicó que los operativos de noche sólo se hacían los sábados y
domingos en base a una grilla donde se habían armado los grupos que
salían, pero los objetivos venían designados por los superiores (en este caso
Rivero, quien a su vez los recibía de Fiszbin), ignorándolos hasta último
momento y sin que se supiera en base a qué parámetros o antecedentes se
había hecho la selección. De hecho, se reunían en el edificio de Lavalle y
Cozzani o Díaz les daban las órdenes de trabajo.
Dio cuenta de haber sabido de las reuniones de los días lunes en el
despacho de Fiszbin, de las que participaban Loupias, Cozzani o Díaz y
luego el que traía la orden con los lugares a los que había que ir era Alfredo
Ucar, asesor de la primera de las nombradas.
Durante el desarrollo mismo de un operativo -dijo- cualquier decisión
de clausura, fuera diurno o nocturno, debía consultarse por handy con
Cozzani o Díaz, quienes tenían la última palabra.
Sobre el modo de obrar cuando un lugar se encontraba cerrado, dijo
que de ello se dejaba constancia, cuando no se recibían los formularios a
tiempo y sólo recibían una hoja con el mapa computarizado, allí mismo se
dejaba asentado el resultado de la inspección.
Expuso finalmente que, por junio/julio salían junto con bomberos a
controlar el certificado correspondiente y clausuraban en caso de que no
estuviera en regla, respondiendo a una premisa o instructivo de los

27
superiores transmitida en forma verbal por Cozzani y Díaz. Sin embargo, sí
recordó haber visto un instructivo escrito referente a la ley 118, emanado de
Rizzo, de la Dirección de Registros de Seguridad Privada.
Diego Gabriel Mayochi (fs.18.679/681 y 15.818/819), quien
ingresara al GCBA el 2 de mayo de 2004 como inspector de la UPI y luego
integrara la Dirección General de Fiscalización y Control, dio cuenta de que
la Directora de la UPI era Ana María Fernández; en sus tareas de inspector
le tocó hacer operativos nocturnos, los días viernes y sábados, para lo cual
se los citaba a la medianoche en Lavalle 1429 (sede de la UPI) o en
Corrientes y Acevedo (la guardia de auxilio del CEPIV), desde donde
partían. Inicialmente no hubo un coordinador responsable, pero a partir de
determinado momento se desempeñaron como tales Ignacio Penco y luego
Víctor Telias. A su entender no eran estos los que elegían los lugares a
inspeccionar, sino que a ellos les entregaban un listado con los sitios
designados, cuestión que considera que era fijada por la Coordinación
Operativa (Cozzani y Díaz), careciendo la Coordinación de Nocturnos de
autonomía para elegir los objetivos.
Si bien no supo indicar a ciencia cierta qué criterios se usaban para la
selección, señaló que teóricamente tenía que haber una denuncia previa, a
fin de que los inspectores no actuaran de oficio “...puesto que se prestaba a
sospecha...”, suponiendo que este criterio se aplicaba tanto de noche como
de día. Expuso que de noche siempre iban acompañados por la policía y en
algunas ocasiones los preventores les pedían ir a controlar otro lugar que no
estaba en la orden de trabajo –un club nocturno, un restaurante, etc.-
situaciones en que se consultaba por handy a Cozzani y Díaz y estos
decidían si se iba a no.
A través de los dichos de César Salvador Suárez Carpezano
(fs.20.176/20.182 y 16.88016.883) se incorporaron datos de las
modalidades bajo las cuales se hacían las inspecciones nocturnas a julio de
2004 y aquellas que se adoptaron desde agosto de ese año en adelante. El
nombrado ingresó a la UPI el 17 de mayo del 2004, siendo asignado al Área
Especiales. La primera vez que lo convocaron para un operativo nocturno
fue el 11 de julio de 2004, cuando se inspeccionó Cemento, siendo ésa su

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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primera experiencia en materia de locales de baile clase C. En la ocasión


fue convocado al edificio de la calle Lavalle 1429 a las 23 hs., donde
Horacio Penco, que era el Coordinador del Área Nocturno, formó los
grupos, al azar, que iban a realizar las inspecciones, teniendo en cuenta que
al menos una de las personas tuvieran credencial y actas, y después les
dieron las direcciones. Formó grupo con Marta Cali, Silvia Almeijeiras (las
dos con credenciales y actas) y Gilda López. Simplemente les dieron cinco
direcciones por escrito en una hoja de ruta, sin precisarles el tipo de
comercio ni el nombre; esperaron a la brigada Delitos contra Menores de la
PFA y salieron alrededor de las 00:00 hs. Inspeccionaron tres locales en San
Telmo, Cemento y un local de baile en la zona de Once que no fue
República Cromañón.
Respecto de Cemento, dio cuenta de que estaba en actividad, había un
recital y la gente estaba en el salón. Solicitaron a un empleado la
documentación, les entregó la plancheta de habilitación, que estaba en
regla; luego Chabán les allegó el resto que estaba desordenada, por lo que
tuvieron que insistir y pedir cada documento, ya que no todos ellos estaban
en una única carpeta. El propio Yamil Chabán aportó alguna otra, bajo una
actitud de constante hostigamiento porque afirmaba que el gobierno tenía
algo contra ellos, que los perseguían, llegando a obstaculizar físicamente a
Cali el asiento de las irregularidades en el talonario. Entre esa
documentación observaron una cédula de intimación de la UPI, recibida el
31 de mayo de 2004, y un “Formulario de Descargo”, presentado en la UPI
el 9 de junio de ese año, en el que los hermanos Chabán manifestaban que
los documentos faltantes en el momento ya habían sido entregados junto
con el descargo. Finalizado el relevamiento físico, hicieron saber las
falencias detectadas al coordinador Penco, vía handy, quien ordenó que
fueran asentadas y elevar un informe. Las faltas detectadas fueron: no
exhibir plano de habilitación, no exhibir planos de instalación contra
incendios ni de instalación termomecánica, el certificado de bomberos
vencido, al tiempo que se secuestraron tres tarjetas de matafuegos con
impresión de ser falsas.

29
Indicó expresamente que la forma de actuar y la decisión de clausurar
o no, aún cuando se constataran importantes irregularidades, siempre era
motivo de decisión del coordinador, “...ellos tienen que acatar la orden del
handy e inclusive ha habido casos de inspectores que quedaron cesantes
por no hacerlo. Ellos tenían la sensación de que si no informaban por
handy los podían echar y que sabe que Marta Cali conoce un caso.... Es
decir, jamás se podía clausurar sin autorización del coordinador. Que ello
no está escrito en ningún lugar, pero esa era la modalidad de trabajo desde
que ingresó....”.
En la oportunidad aportó copia de las actuaciones labradas en el caso
y, entre ellas, el informe del Área Legal donde se observa: 1) que fue
expedido con fecha 12 de noviembre de 2004; 2) que se consignó mal la
fecha de la inspección: 11 de junio por 11 de julio; 3) que se asentó
erróneamente que en el local funciona un comercio minorista de ropa de
confección y lencería cuando en realidad en el local no constataron nada de
eso; 4) que se asentó que se secuestraron las tarjetas de los matafuegos para
verificar su veracidad, pero se las dejó dentro del expediente sin realizarse
ningún estudio al respecto; 5) le llamó la atención que se cuestionara su
actuación por no haber clausurado, cuando la propia área de Legales –la
Dra. Lobo- que recibió toda la documentación y las infracciones del caso
tampoco lo hizo por sí, estando habilitada para ello, como así tampoco la
Coordinación Operativa, por la que pasaron esos antecedentes antes de
llegar a legales; y 6) que en el informe no se mencionara el resultado del
análisis de la documentación aportada por los responsables de Cemento en
la UPI.
Indicó que, a su criterio, Cemento estaba para ser clausurado atento a
las faltas verificadas, sin embargo, ello dependía del criterio del
coordinador.
Finalmente, indicó que las exigencias fueron cambiando a lo largo del
tiempo, pese a que las normas permanecieran iguales. Por ejemplo, para el
segundo operativo nocturno que participó, en agosto del 2004, se empezó a
clausurar con certificado de bomberos vencido, lo cual se debió a una orden

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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verbal del coordinador Penco antes de la salida, no obstante lo cual,


“...siempre había que consultar para ver si se efectivizaba la clausura...”.
Gilda María López Carnabucci (fs.20.183/188 y 16.884//886) se
pronunció en similares términos que el testigo precedente en cuanto al
desarrollo de la inspección en el local “Cemento” el 11 de julio de 2004.
Fundamentalmente, coincidió con él en varios puntos: en que los
inspectores nocturnos ignoraban los destinos y la clase de local a
inspeccionar hasta el momento en que se reunían el día mismo de los
procedimientos para los que habían sido citados; que las órdenes al respecto
eran impartidas por los coordinadores, primero Penco y luego Telias, en
horario nocturno; que no sabe quién, a su vez, les daba indicaciones sobre
los lugares a inspeccionar. En cuanto a los procedimientos en general,
aclaró que luego de efectuarse la inspección, se debían comunicar por
handy con el coordinador, quien indicaba si se labraba un acta de
comprobación, se clausuraba o se sugería una intimación; en suma, los
inspectores no tenían ningún poder de decisión, debían actuar según
indicaba el coordinador; que si bien no sabe quién era la persona que
disponía en concreto los objetivos, lo que sí se sabía era que los operativos
no se hacían de oficio, sino a raíz de una denuncia o requerimiento judicial,
al menos durante el día, no pudiendo precisar el mecanismo de noche
porque no disponía de los antecedentes. Finalmente, aclaró que como había
mucho trabajo, no se podía actuar de oficio, restringiéndose las
inspecciones a las iniciadas por denuncias.
También Silvia Irene Almeijeiras (fs.20.250/254 y 16.930/32)
participó de la inspección de Cemento. Dio los detalles de su desarrollo y
manifestó que en los operativos nocturnos no había gente específica, sino
que se convocaba a todos los inspectores de acuerdo a un cronograma
donde se establecía quién salía cada día, lo cual era generalmente para los
fines de semana aun cuando se hacían operativos durante la semana; los
encargados de coordinar tales actuaciones fueron indistintamente Cozzani y
Díaz, y posteriormente Penco; los destinos eran informados luego de
llegados los inspectores al lugar de reunión, el día y a la hora de la
convocatoria, ocasión en que eran indicados sólo con direcciones y no con

31
designación del nombre del local o su actividad; que ignora cómo se elegían
los objetivos nocturnos, porque nunca contaban con los antecedentes del
lugar; que para las inspecciones nocturnas la consulta por handy al
coordinador era la práctica habitual y obligatoria, incluso en los casos en
que todo estaba en regla. Según la testigo, a su entender, los parámetros que
se manejaban al 11 de julio de 2004, daban margen para que aún en las
condiciones detectadas no fuera el inspector quien clausurara en el
momento, sino que lo hiciera la UPI a posteriori con el resultado de la
inspección y la totalidad de los antecedentes a la vista. En el caso concreto
de Cemento, indicó que como les mostraron un “formulario de descargo” en
el que se asentaba que habían presentado en la UPI toda la documentación
correspondiente, era evidente que los inspectores no contaban con todos los
antecedentes del caso.
En idénticos términos sobre cada uno de los items mencionados en
párrafos anteriores se pronunció Marta Susana Cali (fs.20.255/261 y
16.933/936), habiendo agregado “...que nunca se dio un caso como estos ni
tampoco tuvo en un operativo en el cual considerase que correspondiera la
clausura y que el coordinador por handy dijera lo contrario o viceversa...”.
Pedro Leopoldo Roson (fs.21.154/156 y 17.583/584), quien ingresara
al GCBA como inspector en 2004, dijo que si bien fue asignado
sucesivamente a las áreas de “Especiales” y “Espectáculos”, participó de
inspecciones nocturnas para las que fue convocado, porque esa área es la
única que no cuenta con una plantilla de inspectores propia. Asimismo
informó sobre los siguientes extremos: que durante el transcurso del año,
previo al suceso Cromañón, “Nocturnos” estuvo a cargo de Ignacio Penco y
Víctor Telias, pero también tenían influencia como línea superior Rodrigo
Cozzani y Daniel Díaz; si bien no pudo dar datos sobre quién escogía los
objetivos nocturnos ni de qué criterio se usaba al respecto, indicó que los
destinos eran conocidos momentos antes de iniciarse los operativos,
proveniendo las órdenes indistintamente de los nombrados, quienes también
participaban activamente en tales tareas; que todas las decisiones a tomarse
en relación a una inspección -por ejemplo: una clausura- debían ser
previamente consultadas vía handy a quien esa noche estuviera cumpliendo

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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funciones; que respecto de los lugares que se encontraran cerrados, se debía


consignar ese dato en la orden de trabajo, a lo que agregó que, por su
experiencia como inspector, sabe que no existía ningún control o
seguimiento posterior. Referido en concreto a la inspección que llevó a cabo
en “Pizza Banana”, señaló que llegó al lugar a eso de la 01:30 cuando había
bastante gente; que el encargado no pudo hallar el certificado de bomberos
y, ante su duda sobre si debía o no tenerlo por la índole y ubicación del
comercio, se comunicó con Telias, quien le confirmó que sí le correspondía
y, ante la falta de ese documento, le dijo “Dale para adelante, clausurá”.
Para evitar complicaciones por la cantidad de gente, le informó al dueño
que pasaría luego a efectivizar la clausura y de inmediato le hizo saber a
Telias su decisión. En este segundo llamado, éste -contrariando su orden
anterior- le dijo que saludara y se fuera, que se fijara de salir de la manera
más airosa y que no hiciera informes ni actos ni nada, es decir, que actuara
como si no hubiera ido al local. De hecho actuó de ese modo y, luego,
cuando interrogó a Telias por esa contraorden, el nombrado le manifestó,
levantándole los hombros: “me llamaron y me dijeron que te vayas”,
sabiendo que fue con Cozzani con quien se comunicó telefónicamente esa
noche.
A fs. 26.691/26.695 (fs. 21.279/21.281) prestó declaración Adriana
Mabel Rudnitzky, de la Unidad de Auditoría Interna quien precisó que
ellos, en forma coordinada con la Sindicatura, estaban abocados al control
interno, tal como lo establece la ley 70. Que lo que hacen es un examen
integral e integrado de las actividades financieras, económicas y
administrativas de las distintas áreas de la secretaría de seguridad,
evaluándose los procedimientos de gestión operativa-administrativa para
determinar que las unidades cumplan razonablemente los objetivos para los
que fueron creados. Que tienen que trabajar en forma coordinada con la
Auditoría General, dependiendo técnicamente de ellos, tal como surgía de la
resolución nº 1641/04. Dijo que cuando ella asumió, la UPI ya existía
porque había sido creada en noviembre del 2003 y no tuvo auditorías
previas por ser un organismo fuera de nivel. En mayo del 2004 se terminó
de realizar el informe sobre la UPI que en ése momento estaba a cargo de la

33
Dra. Ana María Fernández. Las observaciones que se hicieron fueron
elevadas al responsable del área para que emitiera su opinión, siendo que en
el caso concreto la Dra. Fernández no realizó ningún informe. Las
verificaciones que elevaron llevaron el número 10/04, se señalaron falencias
importantes tales como: escaso personal administrativo e inspectivo; la
existencia de dos mesas de entrada; que no se cumplían con la totalidad de
las denuncias que ingresaban, con lo cual menos se podía trabajar de oficio;
que no tenían manual de procedimiento ni sistema informático; que se
demoraba en concluir los expedientes; que las fajas de clausuras y las actas
no estaban preenumeradas, etc. Como a su criterio las faltas eran graves,
habló en varias oportunidades con el secretario de seguridad porque la UPI,
en definitiva, no estaba cumpliendo con la misión para la cual había sido
creada. Como ese funcionario pretendía lograr un sistema integrado de
todas las áreas bajo su competencia, decidió planificarlo. Se hizo un
proyecto que incluía, además, el pedido de un préstamo al Banco
Interamericano de Desarrollo y la idea de llegar a tener un mapa de riesgo.
No llegó a auditar la Dirección General de Fiscalización y Control porque
se creó a fin de año y no figuraba en la planificación, siendo incluida por
ello para el 2005. Al ser preguntada, dijo que nunca le pidieron que
investigara temas relacionados con la corrupción administrativa porque
escapaba a su competencia, ya que sólo tiene incumbencia en el control
administrativo y financiero del área.
Luis Cevasco dio cuenta de haber participado de las mencionadas
reuniones de los lunes a los efectos de la planificación de los operativos de
la semana y aclaró que, sin perjuicio de ello, ante el requerimiento de los
fiscales contravencionales por denuncias, se realizaban otros más allá de la
programación. Indicó que la prevención se ejercía en base a dos vías de
información: las reuniones que los fiscales tenían con las organizaciones de
vecinos o las denuncias policiales; de hecho, aproximadamente en el mes de
noviembre de 2004 se llegaron a clausurar alrededor de 15 ó 20 locales
bailables en la zona de Flores.
Tal como puede se puede advertir, y como quedará todavía más claro
a la hora de mencionar el contenido de las auditorías efectuadas sobre los

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sistemas de control, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a partir de


2003 reemplazó el sistema de inspecciones rutinarias por otro en que los
inspectores conocían instantes antes de llevar a cabo las inspecciones, el
lugar al que debían dirigirse.
Este sistema, según los representantes del GCBA, tenía la ventaja de
evitar que los inspectores seleccionaran arbitrariamente los lugares a los que
concurrir, lo que generaba que en más de una oportunidad se aprovecharan
de esa posibilidad para pedir dinero a algunos comerciantes a cambio de no
controlarlos (esta práctica, por otra parte, pareció ser muy frecuente en el
caso de los locales de baile, según se desprende de las declaraciones de
Fiszbin y Antuña en el video del congreso de CEDEBA).
Sin embargo, esta forma de determinar los objetivos a inspeccionar
tuvo como desventaja el hecho de que los inspectores no conocieran las
zonas donde trabajaban –a diferencia de lo que ocurría cuando durante un
tiempo determinado trabajaban en un mismo sector de la ciudad-, lo que
implicaba un desconocimiento de los lugares conflictivos o de los
problemas. También significó que ante la verificación o sospecha de
irregularidades cuando se encontraban con un lugar determinado que no se
hallaba en la orden, debieran solicitar autorización para inspeccionarlo o
esperar a que el sitio fuera incorporado a una nueva orden de trabajo, lo que
a veces implicaba que locales con un posible funcionamiento irregular no
fueran inspeccionados.
En ese aspecto, si bien no se puede hacer un juicio de valor sobre lo
mejor o peor de cada sistema, sí puede sostenerse que en miras al análisis
de la efectividad del modo de seleccionar los objetivos, debió haberse
previsto algún mecanismo que supliera las falencias a las que se
enfrentaban al no contar más con el conocimiento específico sobre la zona
que implicaba el sistema de inspectores por zona.
Por su parte, tampoco se implementó un sistema a la hora de
seleccionar los objetivos, que básicamente se elegían a raíz de denuncias,
que permitiera a los inspectores proponer lugares a inspeccionar a raíz del
conocimiento especial que éstos pudieran tener, o no hubo encargados, por
ejemplo, de analizar el contenido de los medios de comunicación a los

35
efectos de determinar la actividad que hacían los locales y complementar la
información que pudieran dar los particulares al hacer la denuncia.
Concretamente, faltó una actuación de oficio por parte de los inspectores ya
ubicados en una determinada zona que reforzara la modalidad de selección
de objetivos y contemplara, a su vez, todos aquéllos sobre los que no
recaían denuncias.
III.c: Las auditorías efectuadas sobre el sistema de control del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Matías Barroetaveña, Presidente de la Auditoría General de la


Ciudad de Buenos Aires a fs. 7857/7861 (fs. 8006/8008), precisó que dicho
organismo depende de la legislatura y actúa como apoyo técnico de control.
Que comenzó a desempeñarse como presidente de la auditoría en julio del
2003 y que hasta la fecha de ocurrencia de los hechos sólo habían auditado
los locales clase “A”. Con fecha 29 de diciembre del 2004 les fue elevado
un informe por la Dirección de Asuntos Institucionales en donde se
manifestaban los impedimentos tales como negativas a concurrir a realizar
inspecciones in situ por parte del Área Espectáculos Deportivos, falta de
respuesta a notas requiriendo información por parte del director de
Fiscalización y Control y múltiples faltas de respuestas derivadas de
situaciones tales como mudanzas, intervenciones judiciales o dificultades de
los organismos auditados para encontrar los expedientes solicitados. De ese
informe surgen dos dictámenes del 30 de diciembre del 2004 en donde le
hace recomendaciones y solicitudes al Secretario de Justicia y Seguridad
Urbana, otorgándole un plazo de 20 días. Asimismo aportó actas y notas
que muestran casos en los cuales fueron a los organismos a auditar, por
ejemplo, los temas vinculados con geriátricos, hoteles y estadios, y no
pudieron acceder a la documentación por situaciones de mudanzas,
intervenciones judiciales o directamente falta de respuesta. Finalmente
aportó el informe del 29 y los dos dictámenes del 30 de diciembre del 2004.

Pedro Antonio Gómez de la Fuente a fs. 12.534/6 (fs. 11.450/1), de la


Auditoría Gral de la Ciudad y actualmente Coordinador Gral. de la
Dirección Gral. de Asuntos Institucionales y Partidos Políticos, señaló que
participó en los informes efectuados por la Auditoría; precisó que,

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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oportunamente, la ciudad le dio un listado de los locales clase “A”,


habiendo verificado que, en realidad, sólo estaban abiertos uno o dos de los
que figuraban, porque el resto o no funcionaban más o estaban habilitados
con otros rubros o funcionaba otro rubro. Afirmó que el padrón de la ciudad
no es confiable ni actualizado y cuando ellos pedían alguna documentación
a la DGVyH, que luego se dividió en DGVyH y DGVyC y, a su vez,
después se transformó en UPI, difícilmente les contestaban las notas. Al ser
preguntado, señaló que nunca se auditó la gestión del personal del
organismo, por lo que desconoce cómo se elegían los lugares ni cómo se
elegían a los inspectores. Preguntado sobre si existía alguna norma que
impusiera la periodicidad con la que se debían hacer las inspecciones,
respondió que recordaba que hubo una decisión que justamente estableció
lo contrario, es decir, que puso fin a los controles rutinarios.
Jorge Horacio Delord, Director Gral. de la Dirección de Partidos
Políticos y Asuntos Institucionales de la Auditoría Gral. de la Ciudad de
Buenos Aires desde julio del 2003, señaló a fs. 12.537/12.539 (fs. 11.452/3)
que intervino en los informes de auditoría relacionados con el tema
“Guarderías Infantiles”, en los informes en los que hizo saber a su superior
acerca de la reticencia de los órganos auditados para brindar información,
en los seguimientos del tema “Guarderías Infantiles”, “Uso del Espacio
Público”, “Estadios”, “Geriátricos Privados” y “Hoteles Contratados por el
G.C.B.A”. El organismo auditado fue cambiando su competencia, su
organización interna, su nombre y sus titulares, por lo que se hacía difícil el
seguimiento. Se comenzó auditando la Dirección Gral. de Verificaciones y
Habilitaciones y luego sus continuadoras jurídicas, la Dirección Gral. de
Habilitaciones y Permisos y la Dirección Gral. de Verificaciones y Control,
surgiendo de los informes correspondientes que tuvieron dificultades en
ésta última para obtener información. Preguntado específicamente, dijo
desconocer quién elegía los objetivos y cómo se seleccionaban los
inspectores.
A fs. 12.540 (fs. 11.454) Juan José Tufaro, Supervisor Coordinador
de la Auditoría Gral. de la Ciudad de Buenos Aires, fue conteste en sus
dichos con lo relatado anteriormente por Jorge Delord.

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Asimismo, Juan Ignacio Vazquez Pisano, auditor de la Auditoría
General de la Ciudad de Buenos Aires desde abril del 2002, manifestó a fs.
11.456/11.458 (fs. 10.710/10.711) que intervino en auditorías de legalidad
que consisten en verificar la adecuación a la normativa en materia de
habilitación de determinadas actividades como los geriátricos, hoteles,
guarderías y locales clase “A”. Sobre ello dijo que la Dirección General de
Verificaciones y Permisos sólo controlaba por requerimiento judicial,
denuncia en los 0-800 o en los C.G.P o por decisión de su interventor, en
ese entonces Martín Smuckler. A esta situación la auditoría recomendó que
debería existir una planificación adecuada si no podrían existir
arbitrariedades en los controles. Así constataron que se habían suprimido
las inspecciones rutinarias sin tener conocimiento del por qué. Finalmente
agregó, que hubo muchísimos cambios en la estructura del G.C.B.A. por lo
que era sumamente difícil hacer un control de auditoría ya que se iniciaba
un proyecto en base a un organismo que tiempo después cambiaba de
nombre, competencias y titular. Agregó que, en base a su experiencia, si no
hay una rutina eso puede dar lugar, por ejemplo, a que existan locales que
no hayan recibido ninguna denuncia y sin embargo estén en funcionamiento
aún sin contar con la habilitación.
María Estela Moreno, supervisora de la Auditoría General de la
Ciudad desde diciembre de 1999, señaló a fs. 11.459/11.461 (fs.
10.712/70.713) que participó del seguimiento de la implementación de las
recomendaciones a los organismos auditados referentes a las temáticas
geriátricos, hoteles y estadios. Al ser preguntada acerca de su conocimiento
sobre la dinámica de las inspecciones, es decir, sobre cómo se decidían los
lugares a inspeccionar, manifestó que lo desconocía. En todos los casos en
los que intervino se le preguntó a la Dirección General de Fiscalización y
Control si existía o no una planificación estratégica de las inspecciones pero
nunca hubo respuesta, con lo cual, en sus trabajos de seguimiento de las
recomendaciones de los informes originales llegó a la conclusión de que se
mantenían las observaciones hechas en su momento.
El 24 de enero de 2005 se presentó el informe de auditoría interna
nro. 002/AUDITORIA/DGFyC/2005 llevado a cabo por Hugo R. Fernández

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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que tiene por objeto el análisis y seguimiento del funcionamiento operativo


de la Dirección General de Fiscalización y Control y, en particular, de la
actividad llevada a cabo por esa Dirección en lo que respecta a los locales
bailables.

Conforme surge del expediente nro.63.514/04 que fuera enviado por


la DGHyP a los encargados de llevar adelante la tarea de auditoría, se
encuentran habilitados en la Ciudad de Buenos Aires un total de 117 locales
bailables clase A, B y C. Por su parte, conforme fuera informado por la
repartición auditada, se llevaron a cabo desde la creación de la UPI hasta el
30 de diciembre de 2004, un total de 230 inspecciones en distintos locales
bailables, de las cuales en 79 casos se clausuró y en otros casos se labraron
666 actas de comprobación.

Sobre esta base fáctica, el informe de auditoría determinó la


existencia de “71 locales bailables que estando habilitados no han sido
inspeccionados”, con respecto a lo cual sostuvo: “es opinión de esta
Auditoría que estos 71 locales deberían haber sido incluidos en las órdenes
de trabajo del área nocturno, con el fin de realizar la inspección
correspondiente y verificar las condiciones de seguridad e higiene de los
mismos”.

Esta observación efectuada por un órgano interno de la


administración es fundamental, ya que como se verá a la hora de analizar la
conducta que debieron llevar a cabo los funcionarios públicos, una de las
conclusiones a las que se arriba en el auto cuestionado es exactamente ésta:
se debieron haber inspeccionado la totalidad de los locales bailables que se
hallaban habilitados y cuya existencia conocía el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires; conducta ésta que parecía razonable para la propia
administración pública.

Por otra parte, según el mismo informe “se ha detectado que según la
información enviada por el Área de Despacho Operativo se realizaron
inspecciones en locales bailables que no cuentan con habilitación y éstos
no han sido clausurados, teniendo en cuenta que la actividad Local
Bailable es Inspección Previa, es decir que no puede funcionar sin su

39
correspondiente habilitación, debería de haberse procedido a la inmediata
Clausura”.

Asimismo, en un tercer ítem se da cuenta de que “del cruce de la


información enviada por el Área de Despacho Operativo a esta Auditoría y
de la información obtenida del acceso a la red sobre las inspecciones
realizadas por el Área Nocturno, se detecta que la misma no concuerda.
Existen 21 locales de baile inspeccionados por el Area Nocturno que no
figuran en el listado recepcionado del Área de Despacho Operativo”.

Finalmente, el informe de auditoría efectúa un entrecruzamiento de la


información suministrada por el Área Despacho Operativo con las
disposiciones emitidas por la actual DGFyC, del cual surgió que:

a) no figuran informes en despacho de locales que fueron


efectivamente clausurados;

b) existen locales que según despacho fueron inspeccionados pero no


fueron clausurados, existiendo disposiciones que fundamentan la clausura.

Como conclusión, se sostiene: “Asumiendo que los datos


proporcionados por la Dirección General de Habilitaciones y Permisos son
fehacientes pueden obtenerse las siguientes conclusiones: Por haberse
inspeccionado 230 locales de baile y teniendo en cuenta que solamente
existen habilitados 117, surge claramente que 113 locales debieron haberse
clausurado por falta de habilitación. Existen divergencias entre los
registros internos de inspección de Coordinación Operativa: teniendo
registradas el área Nocturno 21 inspecciones más que Despacho
Operativo. Los datos proporcionados por despacho no concuerdan con la
información que surge del análisis de las disposiciones”.

En definitiva, la situación de caos imperante en el área de control,


verificaciones y habilitaciones del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
se puede observar claramente con sólo leer el informe ejecutivo realizado
por la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires luego de la tragedia
y que relata las situaciones que ellos verificaron a los largo de los años
2001/2004, que fueron volcadas en los informes finales que realizaron y
presentaron.

40
c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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El informe titulado “Informe ejecutivo sobre la situación del


Gobierno de la Ciudad en lo referente a la política de habilitación y
verificaciones” que se encuentra reservado en el Sobre “J” resulta
sumamente claro en punto a reflejar la situación imperante en cuanto al total
desmanejo del área de contralor, con respecto a lo cual se sostiene:
“La auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires, órgano de
control externo del Gobierno de la Ciudad ha señalado y lo vuelve a
señalar en los informes en curso el total desmanejo que el área de
control, verificaciones y habilitaciones de la ciudad manifiesta en su
accionar. Esta situación es de extrema gravedad tratándose de
situaciones que, como preveíamos y lamentablemente ocurrió, ponen
en riesgo la vida de los vecinos de la ciudad. En síntesis hemos
señalado que:
- El Gobierno de la Ciudad no tiene una política adecuada en la
materia lo cual se manifiesta en los múltiples cambios de áreas,
organismos y responsables de estas tareas.
- Esta carencia de política trae como consecuencia que la
ciudad no dispone de información cierta sobre los comercios
habilitados ni sobre su situación de seguridad.
- Esta situación no sólo se da en los locales bailables sino
también en grandes establecimientos comerciales (shoppings),
hipermercados, guarderías infantiles, geriátricos, hoteles, estadios, etc.
- Hemos detectado situaciones tales como guarderías infantiles
habilitadas como cosmetóloga o herrería, carencia de normativa
aplicable a los shoppings (que son habilitados como galerías), falta de
elementos contra incendio en hoteles (mucho de los cuales son
contratados por el mismo gobierno de la ciudad en su programa
social)”.

Si bien es dable sostener que resulta fácil arribar a esas


conclusiones una vez ocurridos los hechos -ya que el informe tiene fecha
del 30 de diciembre pero fue entregado después de esa fecha- no se
puede desconocer que la Auditoría ya venía desarrollando una actividad
de control sobre lo actuado por la administración en lo que se conoce
como áreas sensibles y venía teniendo una actitud sumamente crítica al
respecto, poniendo de relieve no solamente el desmanejo referido
anteriormente, sino la ineficacia de los sistemas de inspección y la
responsabilidad de los funcionarios de la Subsecretaría de Control
Comunal al respecto.
De esta manera, en relevamientos anteriores sobre las
dependencias encargadas del control en la Ciudad de Buenos Aires se
había dicho que “el organismo carecía de una aplicación que
determinara con qué periodicidad debían llevarse a cabo las
inspecciones. El turno noche contaba con sólo 15 inspectores. El

41
organismo no conformó las unidades polivalentes encargadas de ejercer
el poder de policía local prevista en el decreto 1958/98 y 10015/05, ni
destacó en los C.G.P. el personal correspondiente para la evacuación
de consultas y la recepción de denuncias. Se recomendaba efectuar un
seguimiento de las intimaciones frutos de las inspecciones ya que no
siempre se realizaba.”
Por otro lado, si bien fueron objeto de sendos informes
actividades distintas a las de los locales de baile clase “C”, se puede
advertir que las falencias registradas en esas actividades, como se dijo
antes, consideradas sensibles por la gravedad que podría tener un hecho
trágico en ellas, se repiten también en los locales bailables.
Así, se refiere que en el informe sobre geriátricos privados,
efectuado en el año 2001 se dijo que:
“…el Gobierno de la Ciudad no cuenta con una planificación
que determine la periodicidad con que se deben realizar las
inspecciones. Esto puede generar arbitrariedad y falta de control. La
dotación del departamento `actividades especiales` era de sólo 15
inspectores y no sólo controlaban geriátricos. El Gobierno de la
Ciudad no cuenta con un padrón de geriátricos actualizado, ni con el
detalle de las plazas de cada uno. De un listado de 100 geriátricos, 30
ya habían dejado de existir.
Al verificar in situ se constató: más gente, más habitaciones y
más camas que las habilitadas, además de múltiples deficiencias
edilicias.
Se señalaron otros incumplimientos normativos como ser:
incumplimiento a las condiciones de seguridad de los internados, falta
de libros legalmente exigibles.
Al realizar el seguimiento de este informe en el año 2004 el
área de verificaciones se negó a contestar nuestros requerimientos de
información.”

Con respecto al informe sobre el funcionamiento de los hoteles del


año 2001, se sostuvo que:

“ ...el Gobierno de la Ciudad no cuenta con una planificación


que determine la periodicidad con que se deben realizar las
inspecciones. Esto puede generar arbitrariedad y falta de control.
No hay un registro adecuado de los hoteles clausurados ni
controles de la calidad de la atención.
En el listado brindado por la Dirección de Habilitaciones no
constan al menos cinco hoteles contratados por el área de Desarrollo
Social en el programa ´sin techo´.
Entre los hoteles habilitados hay casos que llevan años sin ser
inspeccionados, llegando en un caso a que la última inspección fue en
el año 1997. El informe concluye que prácticamente no se realizaron
inspecciones durante el período auditado.
Se verificaron falta de matafuegos, ventilación, botiquín de
primeros auxilios, pintura, higiene adecuada.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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La auditoría recomendó al organismo a que inspeccione el


100% de los hoteles.”

Por su parte, en el informe sobre el funcionamiento de las


guarderías infantiles durante el año 2004, se dijo que:
“...el Gobierno de la Ciudad no cuenta con una planificación
que determine la periodicidad con que se deben realizar las
inspecciones. Esto puede generar arbitrariedad y falta de control.
La falta de controles y verificaciones facilitó que se encuentren
en funcionamiento guarderías infantiles que no contarían con su
correspondiente habilitación. Se detectaron in situ más de 7 casos
sobre 22 controlados.
En los habilitados también se detectaron incumplimientos tales
como: falta de iluminación, anchos de los patios y otros.
Mientras que el organismo encargado de la habilitación nos
informa que existían 183 establecimientos habilitados la Dirección
Gral. de Educación de Gestión Privada informó que existen 522 (esta
dirección controla los aspectos curriculares y educativos).
La auditoría concluyó en su informe que el área auditada no
cumple con sus responsabilidades primarias.”

Asimismo, se llegaron a conclusiones prácticamente idénticas a la


hora de analizar la situación de los estadios durante el año 2001,
sosteniéndose en el informe que:
“Ninguno de los estadios relevados cuenta con habilitación
definitiva y sólo registran permisos de uso, muchos de ellos con más de
10 años de antigüedad.
Incumplimiento de normativa: detectores de metales, asientos.
El informe concluye que lo señalado, sumado a la falta de
personal idóneo y presupuesto obstan al cumplimiento eficiente y eficaz
de la gestión encomendada al organismo auditado.”

Por su parte, más allá de las situaciones verificadas en las


actividades auditadas, las conclusiones a las que arribó la auditoría en
cuanto a los problemas que suscitaba el permanente cambio de
estructura en la actividad de control, son también contundentes:
“…Este complejo y sinuoso camino lleva a que la AGCBA
[Auditoría del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires] que tiene
actualmente en curso cuatro proyectos de seguimiento de otros tanto
informes aprobados (Estados, Publicidad en Vía Pública, Geriátricos
Privados y Hoteles Contratados) se encuentra con el problema de cuál
es el organismo que debe hacerse cargo de dar cumplimiento a las
recomendaciones y/o observaciones.
Desde el punto de vista formal, parece claro que cumplir o no
las recomendaciones es responsabilidad del organismo en su momento
auditado –DGVH y DGVyC-. Pero los organismos auditados ya no
existen y las sucesivas modificaciones de estructura, cambios de
dependencia y –en uno de los casos- el pase a disponibilidad de todo su
personal han borrado su ´memoria histórica´, además del hecho de que
todos los expedientes relativos a eventuales controles y verificaciones
fueron depositados en cajas y precintadas por la Procuración General.

43
Dentro de ese marco el resultado de los proyectos de
seguimiento en marcha en lo que respecta a verificaciones parece
previsible, sobre todo porque en las entrevistas efectuadas los
responsables de la UPI y de la UERA –disueltas a su vez hace pocos
días- negaron todo conocimiento de los previos informes de auditoría y
por ende, de la existencia misma de las observaciones que contenían. Y
además dijeron que no se consideraban responsables del
funcionamiento del organismo al que reemplazaban.
Conviene considerar, por otra parte, que el objeto de las
auditorías es detectar cuáles son las falencias de un organismo para
que puedan ser subsanadas y que de ahí surja un mejoramiento
concreto en la gestión de la cosa pública.
Desde este punto de vista no parece tan útil saber si el
organismo disuelto corrigió las suyas mientras existía, como lo sería
saber si el organismo que lo reemplazó –con las mismas o parecidas
funciones- adopóo esas recomendaciones...
Las circunstancias se complican aún un poco más si tenemos en
cuenta que de los sucesivos cambios y mutaciones de lo que fue en su
momento la Dirección General de Verificaciones y Habilitaciones,
resulta que no siempre todas las funciones del organismo disuelto
fueron heredadas por sus directos reemplazantes dentro de la misma
secretaria. El Control de Estadios, por ejemplo, históricamente de su
competencia, ahora pasó a depender de la ´Unidad de Contralor de
Espectáculos´ organismo fuera de nivel que depende de la
Subsecretaria de Justicia y Trabajo de la Secretaria de Justicia y
Seguridad Urbana (Dec. 366/04).”

Sentado ello, la Auditoría arriba a una conclusión que resulta


atinente a los efectos de responder a los planteos de algunos de los
imputados en las presentes actuaciones, que en sus defensas sostienen
la irresponsabilidad por la falta de control en virtud de los cambios de
estructura. En tal sentido, se sostiene:
“Paralelamente a la discusión sobre si el seguimiento de las
recomendaciones debe hacerse sobre el organismo extinto o sobre su
reemplazante, o si alguna de sus competencias se perdió en sus
continuas mutaciones, hay que considerar el principio de la
Administración Pública. Independientemente de los cambios de
denominación del organismo que ejerza el poder de policía comunal,
siempre será la Administración –el gobierno de la ciudad- la
responsable última de su ejercicio.
Siguiendo este razonamiento se podría concluir que la DGVH y
sus sucesivos avatares no son sino los instrumentos en los que la
Administración delega el cumplimiento de sus funciones en orden de
policía.
Por lo tanto, si un organismo desaparece y es reemplazado por
otro, que al ser nuevo puede negar responsabilidad sobre las
observaciones hechas a su antecesor, hay que tener en cuenta que, en
definitiva, la responsabilidad de ejercer el contralor y el Poder de
Policía mediante la aplicación de las normas específicas en materia de
habilitaciones, seguridad, calidad ambiental, higiene y seguridad
alimentaria recaen en última instancia sobre la Subsecretaría de Control
Comunal, de acuerdo al Dec. 2696/03.

44
c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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Llegados a este punto del análisis, conviene tener en cuenta que


las observaciones y recomendaciones pueden dividirse en dos
categorías.
Unas están referidas a cosas puntuales, como ser si un
determinado geriátrico fue bien o mal habilitado o si un expediente
concreto fue bien o mal llevado. Otras apuntan al marco general del
funcionamiento del organismo, como ser la falta de planificación en las
inspecciones o el abandono de la política de inspecciones de rutina, y
hacen a la concepción global de lo que debe ser el ejercicio del poder
de Policía.
Si bien las recomendaciones de la primera clase, específicas y
particulares, sólo podrían ser seguidas por el –ya disuelto- organismo
auditado, las generales no son extrañas a la responsabilidad final del
organismo del cual depende.”

III.d: Actividad y responsabilidades de cada uno de los imputados.


Walter Daniel Marcos Entelman (fs.33.793bis/795 y 27.179/180),
quien ingresara a la UPI en enero del 2004, dio cuenta de que inicialmente
se incorporó al área técnica legal, donde en ese momento tuvo como jefa a
Paula Trunzo y como coordinadora de la unidad a Ana María Fernández.
Indicó que su trabajo consistía en distribuir las actuaciones que se recibían
en mesa de entradas. Si eran para inspeccionar, se giraba a la parte
“operativa”; devueltas con el informe de inspección, de acuerdo al
resultado, se las dirigía a “clausuras”, “intimaciones” o a su propia área para
contestar. En cuanto a Fernández, indicó que era quien, dentro del área,
firmaba las notas de respuesta que él y otros confeccionaban. En suma,
indicó que los lugares a inspeccionar venían predeterminados por el área
operativa.
El testigo pasó luego a integrar sucesivamente las áreas de
“intimaciones” y de “clausura”; en ese lapso, Fernández pasó de ser
coordinadora legal a coordinadora general. Al tiempo de disolución de la
UPI y al formarse la DGFyC, cuyo Director General fue Lucangioli,
Fernández fue designada Directora General adjunta, lapso durante el cual
todo lo que con anterioridad era firmado por Fernández pasó en forma
directa a la firma del Director General. Cuando renunció Lucangioli y hasta
la designación de Gustavo Torres como Director General, Fernández lo
sustituyó, pero como en ese período se decretó un asueto, para no perjudicar
a los contribuyentes sólo se firmaron por entonces los levantamientos de
clausura. A cargo de esta área estaba la nombrada Fernández quien, por

45
tanto, suscribía esos levantamientos y en la misma trabajaba además María
Angélica Lobo.
Reacondicionados los circuitos de trabajo con el arribo de Torres
como Director, dio cuenta de que el área de clausuras se puso a cargo de
Mónica Dárdano y la coordinación general de las distintas áreas en cabeza
de María Angélica Lobo. Dentro del circuito administrativo Ana Fernández
sólo tuvo a cargo cuestiones de personal (planillas de asistencia, trámite de
sellados para que los empleados cobraran sus facturas, pues como eran
contratados debían facturar). Esta última quedó fuera del circuito
administrativo de informes, inspecciones y clausuras; de hecho no tenía
intervención en las actuaciones. Si bien no pudo dar cuenta de quién en
concreto dio esa orden, dijo que “...cuando la explicaron la manera de
trabajar, le dijeron que ellos tenían que responder a Dárdano, Lobo y
Torres, siendo informado esto por la Dra. Lobo...”.
En similar sentido que el expuesto precedentemente con relación a las
funciones que Fernández desempeñó en el período de existencia de la UPI,
en el lapso de la dirección de Lucangioli, en el breve período en que
reemplazó a éste y luego bajo la Dirección de Gustavo Torres, se
pronunciaron Claudia Noemí Molina Capdevila (fs.33.796bis/799 y
27.181/182), quien ingresó a la UPI en enero del 2004 y trabajó
sucesivamente en las áreas “Legal y Técnica”, “clausuras” (desde el
1/9/2004 a marzo del 2005) y “geriátricos” desde entonces; y Viviana Busto
(fs.33.800 bis/803 bis y 27.183/84), quien desde enero de 2004 hasta agosto
del 2005 se ha desempeñado en el área de “clausuras”.
Héctor Oscar Soler quien durante el 2004 se desempeñara como
coordinador de Actividades Especiales y luego de Esparcimientos Masivos,
dio cuenta de que la resolución 424/04 dictada por el Director General
Gustavo Torres lo ratificó en esta última función, referida a la fiscalización
de geriátricos, centros de salud y hoteles. Recordó que en esa misma
decisión se contemplaba la situación de Ana María Fernández como
Directora General Adjunta, “...pero, dentro de la estructura, estaba
´colgada´, no tenía ninguna línea de mando hacia abajo. ´Había sido
excluida totalmente del sistema operativo, ella no estaba en la línea

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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operativa´”. En concreto, dijo que ella se ocupaba de conformar las facturas


de los inspectores y todo el personal contratado, surgiendo del anexo de la
disposición 424/04 las tareas específicas que debía realizar, en la línea de
las descriptas.
En idéntico sentido se pronunció Carlos Heraldo López, a cargo del
área “rutina” desde antes del dictado de la resolución 424/04, que lo
confirmó en tal función.
III.e: Actuación 631/04 y sus antecedentes.
Hasta ahora se han considerado los pormenores vinculados al sistema
de inspecciones del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y a las
observaciones efectuadas por los organismos de control interno y externo,
mas se lo hizo en lo que respecta al funcionamiento general de ese sistema,
y no, salvo consideraciones específicas, a lo que atañe en particular al
control sobre los locales bailables.
En lo que hace al control de esta actividad en particular, existió un
punto de inflexión para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cual fue
la resolución del expediente n° 631/04 de la Defensoría del Pueblo.
Estas actuaciones se iniciaron de oficio el 27 de enero de 2004, a
pedido del Defensor adjunto Arq. Atilio Alimena, a fin de comprobar el
cumplimiento de medidas de prevención de incendio en locales bailables de
la ciudad.
El 29 de enero de ese año, el nombrado solicitó a la Subsecretaría de
Control Comunal, a cargo de la Lic. Fabiana Fiszbin, que informara la
cantidad de locales bailables habilitados en la Ciudad y sobre la instalación
de medidas de prevención de incendios en éstos, nota que fue recibida por
la Mesa General de Entradas el 30 de enero de 2004.
El mismo 29, Alimena solicitó al jefe de la División Prevención de
Incendios de la Superintendencia Federal de Bomberos de la Policía Federal
Argentina, Comisario Alberto Corbellini, que informara la nómina de
locales de baile que pidieron la inspección y el certificado inicial, y el
listado de locales que a esa fecha cumplían con la ordenanza n° 50.250.
Este pedido fue contestado por Corbellini el 5 de febrero siguiente,

47
habiendo informado qué locales estaban al día, cuáles no habían renovado
el certificado y los que nunca fueron aprobados.
El pedido realizado por Alimena a Fiszbin, llega a ella el 13 de
febrero de 2004 (después de pasar por otras direcciones) y lo gira a la
Dirección General de Habilitaciones y Permisos, el 18 de ese mes.
Miguel Figueroa, Director Gral. de Habilitaciones y Permisos cumple
con la solicitud efectuada por la Defensoría del Pueblo el 20 de febrero y,
en esa fecha, remite lo actuado a la Subsecretaría de Control Comunal.
Fiszbin gira nuevamente las actuaciones a la Dirección General de
Coordinación de la Secretaría de Justicia y Seguridad Urbana, el 27 de
febrero. Con fecha 10 de marzo de 2004, esta última Dirección remite lo
actuado a la Dirección General de Coordinación y Seguimiento de la
Jefatura de Gabinete que es la que se encarga de efectuar la nota de pase a
la Defensoría del Pueblo con fecha 16 de marzo.
El 5 de mayo de 2004, el Defensor Adjunto Atilio Alimena, emitió un
dictamen en el que solicitó a la Subsecretaria de Control Comunal que
arbitre todos los medios necesarios para que se intimara a los locales de
baile clase “C”, al estricto cumplimiento de las normas vigentes,
especialmente la ordenanza n° 50.250. Asimismo, solicitó que en caso de
verificarse el incumplimiento de las normas vigentes, se aplicaran las
sanciones correspondientes y se informara respecto a las acciones previstas
y a ser implementadas.
Esta solicitud se fundamentaba en que, ya por resolución nro.
2022/03, la Defensoría había recomendado el seguimiento y control de las
habilitaciones, y el funcionamiento de los distintos locales de baile pero, no
obstante ello, de lo actuado en el expediente n° 631/04 surgía la existencia
de un alto incumplimiento a las normas vigentes por parte de los
responsables de estos lugares. Esos incumplimientos o violaciones a las
normas de seguridad ponían en peligro la vida de más de 400.000 personas
por fin de semana.
Posteriormente, en el marco del expediente n° 631 se elaboró un
informe en cuyas conclusiones se indicó que: “El objeto del primer informe
a partir de los datos suministrados por los distintos organismos, fue poner

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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de manifiesto la peligrosidad y vulnerabilidad que se genera en los jóvenes


cuando existe un elevado descuido por su seguridad e integridad física.
Hacer pública esta situación, ha producido un avance en cuanto a la
concientización de los responsables de los locales en lo referente al
cumplimiento de las normas de seguridad contra incendio y por el lado de
la subsecretaría de control comunal en lo referido al control.
Transcurridos 8 meses del informe mencionado, lamentablemente las
estadísticas indican que sobre un total de 200 locales que hoy se
encuentran habilitados y en funcionamiento el 70% no cumplen con lo
normado en la Ordenanza 50.250.”
Por su parte, Carmen Mirta Prusak -fs.21.140/3 y 17.575/76-, quien
fue sucesivamente instructora sumariante de la Dirección General de
Relaciones Laborales y Protección del Trabajo desde su ingreso al GCBA
en julio del 2001 y, asesora de la Subsecretaria de Control Comunal
Fabiana Fiszbin, desde diciembre del 2003, indicó que participó en dos
reuniones junto a ella en las que estuvieron presentes el Defensor Adjunto
Atilio Alimena y el ingeniero Fernández, ocurridas en mayo y junio del
2004.
En la primera, Alimena les llevó una actuación informal, que no
estaba firmada, referida a una evaluación que en la Defensoría se había
hecho sobre los locales bailables clase “C”, en base al padrón histórico de
habilitaciones y su confronte con el informe de la Superintendencia de
Bomberos. Como se había determinado que un importante número de esos
establecimientos no cumplían con la OM n° 50.250 se solicitó a la
Subsecretaria que se los intimara al respecto, acordándose la
correspondiente respuesta para cuando llegara la actuación formal. Fiszbin
le adelantó a Alimena que informaría a la UPI sobre el particular, al tiempo
que le dijo que ya se estaba trabajando sobre el tema. En la segunda reunión
se trató otro tema, la problemática de los “delivery”. La reunión tuvo lugar
cuando ya se había recibido en la Secretaría la actuación formal de
Alimena, sin que se hubiera adjuntado el listado de bomberos mencionado
inicialmente, habiendo sido girada a la UPI, entonces a cargo de Ana María
Fernández.

49
La testigo dijo no haber escuchado indicación alguna de Alimena
sobre que en el caso concreto debía procederse a la clausura de los locales y
negó que Fiszbin manifestara que no podía tomar ninguna medida respecto
de esos locales por necesitar una decisión política. Finalmente, dio cuenta
de que el aporte del mentado listado era importante y que Fiszbin tenía
como política inspeccionar todos los locales de baile, que era uno de sus
objetivos y que lo iba a llevar a cabo a través de la Dirección General.
En el careo Fiszbin/Alimena (fs.20.676/680 y 17.247/249), Alimena
reconoció que conforme la Resolución n° 52 de la Defensoría del Pueblo,
también este último tenía facultad de solicitar inspecciones y acompañar a
los inspectores; que Fiszbin se preocupó por el tema planteado en la
actuación n° 631/04, pero no lo resolvió.
Martín Gerardo Grynblat (fs. 10.696/99 y 10.031/32), asesor de
Alimena en la Defensoría, dio cuenta de que intervino en la Actuación N°
631/04, junto con el nombrado y con Fernández. Refirió que se la inició en
base a una nota que se cursó a la Subsecretaría de Control Comunal,
habiéndose usado el padrón que el GCBA suministró -correspondiente al
agregado en el legajo de Habilitaciones cuerpo I-, el que personalmente
entrecruzó con el informe de la Superintendencia de Bomberos, a partir de
lo cual se advirtió que el 86% de los locales no cumplían con las normas
contra incendio, procediéndose a su clasificación en tres grupos: a) los que
cumplían con la normativa, 2) los que tenían el certificado vencido y habían
solicitado su renovación y 3) los que lo tenían vencido y no solicitaron la
renovación o bien nunca la tuvieron. Indicó también que en el curso de ese
año, por pedido expreso de Alimena, Bomberos envió mensualmente -entre
julio y octubre- un informe sobre los certificados que se emitían para los
locales de baile, los que eran recibidos dos semanas después del mes
correspondiente, no habiéndose recepcionado el listado del mes de
noviembre, el que debió haber llegado alrededor del 15 de diciembre.
Como precedentes de la Actuación n° 631/2004, en lo referente a la
problemática de los locales bailables, cabe señalar:

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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*La resolución n° 1884/01, de fecha 10 de agosto de 2001, dirigida a


la Dirección General de Verificaciones y Habilitaciones, relacionada con las
actuaciones nros. 6736/01 y 7429/01, por la que se dispuso:
1) Recomendar a esa dirección que tome las medidas del caso a fin de
evitar al realización de “maratones” o modalidades similares, mediante las
cuales los menores de edad permanecen en los locales de baile en horarios
prohibidos, junto con los mayores.
2) Recomendar a esa dirección que efectúe los controles adecuados
para evitar el ingreso de menores de edad a los locales de baile en el turno
noche.
*La resolución n° 2130/02, de fecha 30 de abril de 2002, vinculada
con las actuaciones nros. 3826/00, 5269/00 y 3031/02, en relación a
irregularidades e incumplimientos de los locales de baile clase “C”
“Amerika” -en su versión nocturna- y “Abadía” –en su versión matinée-,
sito en Gascón 1032/36/40, dirigida también a la Dirección General de
Verificaciones y Habilitaciones, por la que se dispuso:
-Recomendar a esa dirección que realice inspecciones durante 30 días
a los efectos de controlar que no ingresen al local más de 850 personas, bajo
apercibimiento de clausura preventiva en caso de incumplimiento.
-Recomendar a esa dirección que cuando el local esté en pleno
funcionamiento en sus horarios de apertura al público, se cumpla con lo
establecido con la Superintendencia de Bomberos en cuanto a asegurar que
las puertas exigidas de salida hacia la vía pública posean apertura en el
sentido de la evacuación, y que los medios exigidos de salida (puertas,
corredores, pasillos y escaleras) se halle expeditos y libres de obstáculos
que reduzcan su ancho.
-Recomendar al Director General de Control de Calidad Ambiental la
realización de un estudio de ruidos y vibraciones ocasionados por la
actividad del local en los horarios de mayor intensidad y durante tiempo
suficiente que pueda determinar que el mencionado local no infringe la
condición sujeta para su habilitación -Ley n° 123-.
-Recomendar al Director General de Política y Evaluación Ambiental
que en el término de 10 días informe si los titulares de la habilitación del

51
local han dado cumplimiento a las condiciones para la habilitación en los
términos de la ley referida, debiendo informar de ello a la DGV y H en caso
negativo, para iniciar el procedimiento de clausura.
-Recomendar al Jefe de Seguridad Metropolitana de la PF que arbitre
los medios para intensificar el control del tránsito en la calle Gascón al
1036.
-Recomendar al Director General de Fiscalización de Obras y
Catastro que en el término de 10 días informe el procedimiento adoptado
respecto a los incumplimientos, dados los cambios de uso, aumento de
superficie cubierta no declarada en los planos Conforme a Obra registrados
el 15 de diciembre de 1999 y faltante de elementos resistentes al fuego para
la conformación de la circulación protegida de emergencia en planta baja,
de acuerdo a lo normado por el art. 4.7.3.1 del Código de Edificación y para
que se informara sobre si el local mencionado cumple con los requisitos
mínimos de seguridad para su funcionamiento y, en su caso, inicie el
procedimiento de clausura pertinente.
*La resolución n° 6320/02 de fecha 6 de diciembre de 2002, por la
que se elevó un proyecto de ley de reforma del Código de Planeamiento
Urbano y del Código de Habilitaciones y Verificaciones.
Fue dictada en base a sendas actuaciones relativas a los problemas
generados por el funcionamiento de locales de baile o violaciones a normas
producidos por ellos, y la necesidad de efectuar modificaciones en la
legislación vigente relativa a este tipo de actividad dentro del ámbito de la
Ciudad de Buenos Aires. En los considerandos se detallaron los
inconvenientes planteados en esa Defensoría, relacionados con esa
problemática:
-Molestias en la vía pública por la aglomeración de personas en los
alrededores del local de baile “El Sublime” (n° 2938/99).
-Verificación de oficio sobre el cumplimiento de la Ordenanza n°
50.250 (n° 3277/99), habiéndose recomendado que, en caso de
incumplimiento, se proceda a la inmediata clausura del establecimiento.
-Molestias derivadas del funcionamiento de gran cantidad de locales
de baile en el barrio de Constitución (n° 3104/99 y n° 2326/99).

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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-Denuncias sobre un conjunto de locales del barrio “Las Cañitas”,


que suelen violar las habilitaciones otorgadas al funcionar, en la práctica,
como locales de baile (n° 783/00, n° 4751/00 y n° 4471/00).
-Diversas irregularidades en diferentes discotecas: Almendra
Discoteque, Castel Bamba, Milenium, Chichiloca, El Divino Bs.As.,
Moliere Bar, Club del Golf, All Suprise, Coyote, Buenos Aires News, El
Santo, Rivera Este, El Chamaco, Pizza Banana, Puente Mitre, La Salsa,
Keeper, Guantanamera, Tocororo y Confitería La Ideal. (n° 904/00).
-Inconvenientes por el funcionamiento del local de baile “Tabaco”,
sito en Estados Unidos 265 (n° 1615/00 y n° 3749/00).
-Ruidos molestos e inconvenientes por el funcionamiento del local de
baile (tipo cabaret) sito en Defensa 754 (n° 2635/00).
-Molestias ocasionadas por el bar “Bardelico”, el cual durante los
fines de semana funcionaba como bailable, pese a carecer de habilitación
como tal, por lo que se procedió a la clausura inmediata y preventiva de la
actividad (n° 3405/00).
-Ruidos molestos, ingreso excesivo de personas, megadisco que
funciona -correctamente habilitada- en un lugar donde existe gran cantidad
de viviendas familiares, por lo que su emplazamiento resulta inconveniente,
Se trata del local Amerika/Abadía (n° 3826/00, n° 5269/00, n° 3032/02 y n°
5501/02).
-Ruidos molestos proveniente del local “La Preciosa”, sito en
Chacabuco 947, el cual había sido clausurado por ese motivo en el 2001 y
actualmente funciona como local para fiestas y suele ser alquilado por
colegios de la zona (n° 5503/00).
-Venta de bebidas alcohólicas a menores de edad en el local “Tiro
Loco” (n° 1029/01).
-Bailes durante los fines de semana en el Golf Club de Palermo (n°
4129/01).
-Investigación de las condiciones de funcionamiento de los locales de
baile existentes en el complejo “Los Arcos”, “Hanoi”, “Coyote” y
“Apocalipsis” (n° 4956/01).

53
-Obstrucción de la vía pública en ocasión del funcionamiento del
local de baile “El Teatro” (n° 5929/01).
-Ruidos molestos e incorrecta habilitación en el local “El Gran
Lebowsky” (n° 6634/01), porque se trata del emplazamiento de un
restaurante en una zonificación no admitida por la normativa vigente en la
época de su habilitación (n° 6634/01); igualmente respecto de “The Glamb”
(n° 7028/02).
-Determinación sobre si el bailable “Scape” se halla habilitado, si se
realizan “maratones” con concurrencia de menores de edad que permanecen
en el establecimiento y se unen a los mayores, y falta de control del
expendio de bebidas alcohólicas a los menores (n° 6736/01).
-Ruidos molestos e incorrecta habilitación del local -Falta de
información a la DGV y C sobre el local de baile “Arena”- (n° 8802/01).
-Falta de control sobre los locales “Follia”, “Km 20”, “Sacape”,
“Milenium, ubicados en los clubes Ciudad y Defensores de Belgrano (n°
8080/02).
-Falta de información a la DGVyC sobre la habilitación del local sito
en Boulogne Sur Mer 326 (n° 8859/02)
Luego de resaltarse en el caso los inconvenientes que conllevan los
locales de baile en zonas urbanas de mucha concentración, se señaló la
necesidad de desalentar la instalación de los salones en esas zonas,
debiéndose dar preferencia a aquellas de más fácil acceso y evacuación para
los concurrentes, y donde se minimicen las molestias a quienes viven en la
ciudad. Asimismo, advertido el hecho de que reiteradamente se verifica el
ingreso de personas más allá del número permitido, se destacó que ello
resulta un factor que afecta seriamente su seguridad, ya que el número de
concurrentes determina los anchos de salida de incendio y, además,
extremos de confort (cantidad de sanitarios).
*La nota del Comisario Alberto Corbellini de fecha 21 de abril de
2003, dirigida al Departamento de Actividades Nocturnas de la Dirección
General de Verificación y Control del GCBA, mediante la cual: a) se
remitió un listado de locales de baile que, acorde a los antecedentes de la
Superintendencia Federal de Bomberos, no habían cumplido los términos

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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establecidos en la OM 50.250; b) se indicó que “La actividad bailable


implica un riesgo mayor, acorde al desarrollo de la misma, material y
conductas humanas. Por lo tanto, consideramos de vital importancia el
accionar de ambos Organismos con el fin de hacer cumplimentar la
legislación vigente” y c) se solicitó un listado de los locales que debían
cumplir con dicha OM, para ser cotejados con los antecedentes de la
Superintendencia y luego poder informar a ese Departamento de gobierno
cuáles de ellos no efectuaron tramitación alguna al efecto ante dicha
División.
*Resolución n° 2022/03 de la Defensoría del Pueblo, dictada el 8 de
mayo del 2003, en virtud de varias actuaciones previas iniciadas en al
Defensoría del Pueblo en razón de distintas problemáticas que se planteaban
en los locales bailables. En ella se remarcó que:
“En varias de las actuaciones mencionadas se plantea que muchas
de las discotecas que funcionan en la Ciudad de Buenos Aires carecen de
habilitación para tal actividad. De la lectura de las actuaciones surge una
serie de datos donde constan locales con dirección y nombre de fantasía,
los cuales carecerían de la pertinente habilitación.”
“Corresponde señalar que en esta Defensoría se han recibido
numerosas denuncias puntuales contra diferentes locales de baile. A raíz de
las actuaciones iniciadas, se fue recabando información respecto del
funcionamiento de este tipo de locales.
A lo largo de varios años se fue construyendo una noción de lo que
sucede en la ciudad con este tipo de actividad. Los controles comunales
resultan inexistentes, o al menos, poco eficientes.
Resulta común encontrarse con locales que, en la práctica funcionan
como discotecas, pero cuentas con habilitación para restaurante o bar.
Cabe aclarar que en la mayor parte de la ciudad no resulta posible
habilitar locales de baile, por lo que este artilugio permite, de hecho, que
gran cantidad de locales funcionen como bailables en zonas prohibidas.
La legislación vigente establece una serie de requisitos importantes
para la habilitación de locales de baile. Evidentemente, construir un
establecimiento para esa actividad, cumpliendo con la totalidad de la

55
normativa, constituye una inversión importante. Obviamente resulta menos
oneroso construir (y habilitar) locales para otros usos (bares, restaurantes,
etc.) ya que demandan menores requisitos, especialmente en cuanto a
condiciones contra incendio, medios de salida de emergencia...etc.”
Luego de incluirse un listado de 35 locales que funcionan como
bailables (algunos como actividad principal y otros como complementaria)
sin la correspondiente habilitación (Stilo, New Star, Mambo, Voodoo, el
sito en Bonpland al 1400, ex Tramps, The Place Disco, La Preciosa,
Moliére, El Universo, Pachá, Buenos Aires News, Chamaco, Captiva,
Genoma Disco, Summun 2000, Mitos Argentinos, Jade, Follia, Pagana
Disco, Tiro Loco, Guarapo, Guantanamera, La Madelein, Tocororo, Speed
Café, Los Maizalez, Terrazas del Este, El Santo, La Diosa, Caix, All
Surprise, Milenium, Tabako, Club de Golf). se señaló que: “...De la lectura
del listado precedente se desprende que lo integran algunas de las discos
más grandes y concurridas de la Ciudad. Miles de jóvenes asisten todos los
fines de semana a locales que no cuentan con habilitación y, por ende, no
están debidamente controlados. De esta manera, se desconoce si esos
locales cuentan con la infraestructura adecuada para albergar a los
asistentes que, en algunos casos, llegan a miles, especialmente en lo
atinente a las normas de seguridad, prevención contra incendio, medios de
salida de emergencia, etc. El Gobierno de la Ciudad no puede alegar
desconocimiento ante el funcionamiento de estos locales, ya que no sólo
publicitan sus actividades, sino que fueron denunciados por esta
Defensoría en reiteradas oportunidades. La mayoría de estos locales no
sólo no cuentan con habilitación, sino que constituyen actividad no
permitida en la zona... Se observa que los locales no habilitados
desarrollan actividad en diferentes zonas de la ciudad y lo hacen con
inaudita prolongación en el tiempo. En este punto debe destacarse que
obran en esta Defensoría publicaciones donde diferentes locales dan a
conocer sus actividades. De lo expuesto se desprende que no se trata de
actividades desconocidas por el Gobierno de la Ciudad, ni que estamos
ante situaciones clandestinas ni furtivas, ya que son de público
conocimiento. También podemos recordar las investigaciones periodísticas

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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realizadas sobre el tema, tanto en medios gráficos como televisivos. Sin


embargo, y pese a la información brindada al Gobierno, la situación no
varió. ”
Bajo el acápite “Responsabilidades en el control” se indicó que:
“El funcionamiento de este tipo de locales no puede mantenerse en el
tiempo sin una connivencia por parte de sectores de la estructura
gubernamental.
En tal sentido, debe señalarse que el organismo que controla el
funcionamiento de este tipo de locales es la Dirección General de
Verificaciones y Control. También debe tenerse en cuenta que algunos de
estos locales se encuentran en sectores concesionados por el Gobierno
local (Punta Carrasco, Costa Salguero, Club de Golf), por lo que
corresponde el accionar de la Dirección general de Concesiones y
Privatizaciones, en cuanto a la verificación del cumplimiento de los
convenios oportunamente suscritos.”
“...el funcionamiento de estos locales se extiende en el tiempo, por lo
que han desarrollado tareas diferentes funcionarios a cargo de las
dependencias encargadas de su control. Sin embargo, las
responsabilidades por acción u omisión, recaen en estos.
Resulta obvio que existe en el estado comunal una estructura
informal que se mantiene a o largo de los años, que resulta imposible (por
ineficiencia, falta de decisión política o corrupción) de erradicar por los
funcionarios de turno. Esta estructura parece mantener un orden de cosas
ilegítimo o ilegal.
Haciendo un análisis general de la situación, vemos que el
funcionamiento de locales de baile sin habilitación se produce en toda la
ciudad, por lo que no puede sospecharse de una irregularidad puntual
vinculada a una zona de recorrido de inspecciones en particular. También
se observa que esta situación es de público conocimiento (muchos locales
no habilitados publicitan su actividad en diferentes medios) y se mantiene a
través del tiempo, por lo que no resulta un hecho relacionado con
ineficiencia o corrupción de un grupo de funcionarios de turno. Sin
embargo, los funcionarios encargados del control de este tipo de actividad

57
son responsables, por acción u omisión, de permitir que estos locales
funcionen.
La continuidad de esta situación, y su mantenimiento en el tiempo, no
resultaría posible sin la connivencia no sólo de inspectores del gobierno,
sino también de los funcionarios de los que dependen estos agentes.
De todo lo expuesto surge la posibilidad de estar frente a situaciones
que podrían encuadrarse en actos delictivos tipificados en los artículos 249
y 256 del Código Penal (incumplimiento de los deberes de funcionario
público y cohecho). Además, la aparente connivencia podría basarse en la
figura tipificada en el artículo 210 del mismo código (asociación ilícita), lo
cual agrava el hecho.
Mientras tanto, la evasión impositiva continúa, los asistentes a los
locales de baile siguen asistiendo en cantidad, sin conocer los peligros a
los que se exponen, y los responsables de los establecimientos consiguen
grandes ganancias a expensas de la seguridad y violando normas en
vigencia.”
La suscribiente de dicha resolución, la Defensora Alicia Oliveira
(fs.14.346/349 y 12.640/641), señaló que recomendó al entonces Director
General de Verificaciones y Control que, en base a esa resolución,
dispusiera la inmediata clausura de los locales de baile que no contaran con
la correspondiente habilitación, bajo apercibimiento de iniciar acciones
penales.
*La nota del Comisario Alberto Corbellini del 31 de octubre de 2003,
dirigida también al Departamento de Actividades Nocturnas, en idénticos
términos que la nota del 21 de abril anterior, dándose cuenta de que la
reiteración obedecía a “..no haberse recepcionado al día de la fecha
contestación...”.
*La nota del Comisario Corbellini de fecha 12/4/2004, enviada a la
Dirección General de Habilitación y Permisos, en la que: a) se remitió el
listado de locales de baile que, acorde los antecedentes obrantes en la
Supeintendencia Federal de Bomberos, no cumplieron los términos
establecidos en al OM n° 50.250; b) Se indicó que “...la actividad bailable
implica un riesgo mayor, acorde al desarrollo de la misma, material y

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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conductas humanas. Por lo tanto, consideramos de vital importancia el


accionar de ambos Organismos con el fin de hacer cumplimentar la
legislación vigente...” y c) se solicitó la remisión del padrón actualizado de
locales que deben cumplir la OM n° 50.250..
*La nota cursada por el Comisario Corbellini el 18 de junio de 2004
al Jefe de Gabinete de asesores de la Subsecretaría de Seguridad Urbana del
GCBA, mediante la cual se solicitó información sobre si a los locales
bailables ubicados en el complejo Costa Salguero -predio de costanera y
Rafael Obligado- correspondía aplicarles la OM n° 50.250, motivado ello
en la presentación del locatario del establecimiento “Caix” con tal
requisitoria ante la inspección realizada por una comisión integrada por
personal de la UPI y la Superintendencia el 12 de junio de ese año.
Asimismo se dio cuenta de que el local posee aprobación rubricada por el
Jefe de Averías e Incendio del servicio de Salvamento, Incendio y
Contaminación de la Prefectura Naval Argentina de fecha 18 de junio de
1996, siendo las prevenciones exigidas inferiores a las solicitadas por la
Superintendencia.
Con respecto al informe n° 631/04, Atilio Domingo Alimena,
Defensor Adjunto del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, a fs. 7938/7940
(fs. 8058/8060) señaló que cuando asumió en diciembre del 2003, por su
profesión de arquitecto, se le adjudicaron todas las cuestiones relacionadas
con espacio público, construcción, control, obras y servicios públicos. Con
ello advirtió que había problemas puntuales con parques y paseos, grandes
centros comerciales, villas y locales bailables. En enero del 2004 pidió
información a la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal sobre
la certificación de prevención contra incendio y seguridad dentro del marco
de la ordenanza n° 50.250 y, simultáneamente el 29 del mismo mes,
requirió el listado de habilitación de locales bailables clase “C” al Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, específicamente a la Subsecretaría de
Control Comunal a cargo de la licenciada Fabiana Fiszbin. Previamente a
solicitar la información a esta última, se había reunido con ella y le había
hecho saber que, en base a lo referido por la Superintendencia de Bomberos
sólo tenían registrados 38 locales aprobados con certificación de esa

59
dependencia y diez más en trámite, situación que le llamaba la atención.
Incluso había muchos que no habían renovado el certificado con la
superintendencia con lo cual, a su criterio, más del 80% estaba funcionando
sin la habilitación correspondiente. Agregó que en la reunión estuvo
también presente Ana Pruzac, funcionaria de la subsecretaría. Siguió
indicando que el 19 de marzo recibió la respuesta y comenzaron a realizar
el cruce de información y, en los últimos días de abril del 2004,
confeccionaron un informe interno el cual fue agregado en el expediente,
surgiendo efectivamente que el 80% de los locales de clase “C” habilitados
por el gobierno, no tenían el certificado de bomberos, situación que
implicaba la inmediata clausura. A fines de abril le expuso el problema a
Fiszbin y le adelantó que le iba a enviar una solicitud para que procediera
de inmediato a clausurar los locales, remitiéndole una intimación en ese
sentido el 5 de mayo. En agosto del 2004 desde el Área de Control de la
Defensoría del Pueblo, en cabeza del Dr. Fachal, se mandó un
requerimiento al Área Polivalente de Inspección del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, donde se le pidió el listado de locales inspeccionados, con
el detalle de cuáles habían sido clausurados y cuáles mantenían la clausura,
requerimiento que fue contestado el 15 de noviembre del mismo año. En él
se detallaron 95 locales sobre los cuales hubo distintas acciones, ya sea de
clausuras, intimaciones y posteriores levantamientos de clausura, pero
igualmente seguía habiendo locales que estaban habilitados sin el
certificado de bomberos. Agregó que mensualmente seguían recibiendo el
listado de bomberos en donde los locales que contaban con certificado
aumentaban en número pero que no llegaban a ser el total de los que
figuraban habilitados por el gobierno. Igualmente la Defensoría insistía con
el control que debía realizar el gobierno para clausurar a quienes no
cumplieran, contestándoles la subsecretaría que era necesaria una decisión
política ya que, sin ella, no se podían clausurar tantos locales. El 18 de
noviembre, indicó, se hizo un informe interno que arrojó como resultado
que sólo podían estar habilitados 63 locales y que el resto debían estar
clausurados.

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Previo a continuar, cabe aclarar con relación a la declaración del


testigo Alimena que de ninguna manera este tribunal ignora que existe
tramitando en forma paralela al presente expediente otro que lleva el
número 28.144/05, caratulado “Fernández Antonio y Alimena Atilio
Domingo s/falso testimonio y otros”, en el que se investigan las actividades
que Alimenta vendría desarrollando de manera privada vinculadas a los
requisitos de prevención de incendios exigidos para los locales comerciales
en la Ciudad de Buenos Aires.
Sin perjuicio de ello, los dichos del nombrado han sido valorados por
el tribunal en virtud de que, más allá de los intereses que haya tenido a la
hora de efectuar su actividad, los informes y su actuación en la Defensoría
del Pueblo, así como los términos de su declaración testimonial, no
solamente no se encontrarían teñidos por esos intereses sino que, además, se
encuentran respaldados por la actuación de otros funcionarios y testigos
que, en principio, serían ajenos a la actividad privada desarrollada por
Alimena.
Es así que Antonio Fernández, empleado de la defensoría del Pueblo,
a fs. 8969/8971 (fs. 8794/5) brindó la misma versión sobre los hechos que
el defensor adjunto Alimena, refiriendo que en la reunión que tuviera lugar
en enero del 2004 se hizo especial hincapié sobre el tema de la prevención
de incendios y medios de escape, con la idea de que no se repitiera el caso
“Keybis”. Luego de ello fue que comenzaron, de oficio, la actuación n°
631/04 referida a locales bailables. Cuando se finalizó el informe fue que se
envió la solicitud a la subsecretaría para que regularizara la situación y se
hizo una nueva reunión con Fiszbin. Incluso el diario “Clarín” le había
hecho una entrevista a Alimena por el tema de los locales bailables la cual
fue publicada como título de tapa a mediados de mayo del 2004. En la
segunda reunión que hubo con Fiszbin, ésta le recriminó a Alimena el
contenido de la nota del diario porque se estaba trabajando sobre el tema,
pero Alimena igualmente le dijo que estaba disconforme porque para él
había que actuar más directamente y realizar más clausuras, siendo entonces
que Fiszbin le dijo que para ello se necesitaba una decisión política en ese

61
sentido. Finalmente y, sobre el resto de las cuestiones, se expresó en igual
sentido que Alimena.
Martín Gerardo Grynblat a fs. 10.696/10.698 (fs. 10.031/2), asesor de
Alimena, se pronunció en forma coincidente con el nombrado y como lo
hizo Fernández, al tiempo que precisó que él personalmente elaboró las
conclusiones finales del informe n° 631/04.
III.f: Conocimiento sobre la actividad de “República Cromañón”.
Con respecto a la actividad que realizaba República Cromañón el
testigo Horacio Mario Santinelli manifestó que se debió haber pedido
permiso para la realización de recitales, pues el local estaba habilitado como
de baile clase “C”, y se le debió aplicar la normativa para los recitales en
canchas de fútbol. Dijo asimismo, al referirse al caso particular de
República Cromañón, que “hubo varios indicios que deberían a haber
llevado a inspeccionar Cromañón, tales como la revista ‘Llegás a Bs. As´
en donde se anunció el recital o los problemas que hubo en
‘Excursionistas’. Que era práctica habitual que la información la
recabaran de los medios de comunicación, de donde surgía que allí se
hacían recitales y que iba a tocar un grupo que tiraba bengalas.”.
Asimismo, Adrián Eusebio Rivero, señaló que tenía conocimiento de
la existencia de Cromañón y de que éste estaba habilitado como local de
baile clase “C”, pero que en la práctica se hacían recitales funcionando en
forma similar a Obras Sanitarias. Que era, en realidad, una suerte de
microestadio y el régimen aplicable, a su entender, era otro porque para
hacer recitales había que pedir autorización en cada caso.
Silvana Myriam Giudici manifestó que en la época de existencia de la
DGVyC las inspecciones se hacían en base a una hoja de ruta emanada de
un sistema informático interno de esa dirección, se hacía una especie de
sorteo, evitándose de tal modo la arbitrariedad en la elección de los
objetivos; cuando se disolvió, también se dejó de lado ese sistema.
Expuso que desde el momento en que planificaban operativos de
control nocturnos la prioridad estaba puesta en la seguridad e higiene, y que
como funcionaria sabía que en ese horario Constitución, Once y la zona de
La Rural eran zonas conflictivas porque concurría mucha gente; al final de

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su gestión los operativos se realizaban junto con la Secretaría de Seguridad


de la Nación y a los operativos importantes donde había riesgo, concurría
en forma personal con el Dr. Quantín. Agregó asimismo que en base a la
información que manejaba, la que tenía la Secretaría de Seguridad de la
Nación y las instrucciones del propio Jefe de Gobierno en reuniones de
gabinete, sabía cuál era el “mapa de riesgo” de la ciudad y que si bien ello
no estaba formalizado en ningún lado “en su cabeza tenía en claro qué
lugares eran problemáticos”.
Finalmente indicó: que al local “El Reventón” -anterior nombre de
fantasía de “República Cromañón”- fueron a inspeccionarlo dos veces
durante su gestión, por denuncias de vecinos y de la comisaría y, además,
porque estaba cerca de “Fantástico”, que es un lugar de conflicto; que la
única posibilidad de haber advertido que el lugar es un microestadio -en vez
de un local de baile- era que el inspector concurriera en el momento mismo
del show, lo cual tampoco es determinante porque un recital se podía
desarrollar bajo la normativa del local del baile clase “C”; señaló que en el
caso de un microestadio también le hubiera correspondido concurrir a los
fiscales contravencionales, ya que son quienes tienen facultades para
controlar el desarrollo del show, en ese caso, el gobierno sólo tiene
facultades para controlar que la estructura estuviera en orden (por ejemplo,
las butacas necesarias, etc.) y las condiciones de seguridad antes del
espectáculo.
Asimismo, Gustavo Adrián Malventano a fs. 12.787/12791 (fs.
11.593/11.595), quien ingresara a la Dirección Gral. de Verificación y
Control a fines de 1996 y que desde el 10 de noviembre del 2003 integró el
plantel de agentes en disponibilidad, señaló que, tal como surge del libro de
inspecciones del local de Bartolomé Mitre 3060 de esta ciudad, se
constituyó en el lugar cuando funcionaba como “El Reventón” en varias
oportunidades, levantando actas por distintos motivos. En ésa época
generalmente tocaba un grupo de cumbia dos o tres veces y luego seguía
como discoteca. Al ser preguntado, señaló que en su momento había sido
enviado a realizar en la zona una inspección puntual y como tenía que
completar el parte diario lo eligió porque estaba cerca. Asimismo, señaló

63
que los inspectores conocen cuáles son los lugares conflictivos porque es la
esencia del trabajo. Indicó que una cosa es que en un local bailable se haga
un show y otra cosa distinta es que se utilice el lugar como auditorio o que
se den recitales, como ocurre con el Luna Park u Obras Sanitarias y que, en
su opinión, cuando se quiere realizar un recital en un local bailable, se
necesita de un permiso especial. Agregó que “El Reventón” era un objetivo
importante en la zona y que, junto con “Fantástico” y “Latino Once” (justo
a la vuelta), entiende que deberían ser inspeccionados como mínimo cada 3
ó 4 meses.
Alicia Majlis de Szurman (15.376/380 y 13.451/453) dijo que habida
cuenta de su calidad de arquitecta y que había hecho un postgrado en
“Planificación Urbana” en algún momento le sugirió a Fernández que
después de un año de trabajo en la UPI se realizara un “mapa de riesgo”,
para asentar, por zona, el tipo de infracciones y su cantidad. Dio cuenta de
que Fernández le respondió que le parecía una buena idea, pero de hecho no
se concretó porque a posteriori la UPI se disolvió.
Marcelo Beatriz Velazco (fs.16.131/135 y 14.000/002) dijo que no
conocía “Cromañón” antes del hecho del 30 de diciembre de 2004 y que en
su trabajo no había un “mapa de riesgo”, a lo que agregó que, si bien no
puede decir qué lugares bailables son conflictivos, sí puede afirmar que hay
zonas que son problemáticas, como Constitución, Once o Liniers.
Por su parte, Luis Jorge Cevasco, Fiscal General Adjunto de la
Ciudad (fs.29.484/88 y 23.278/80), expuso que en el caso preciso de
“Cromañón” nunca se supo lo que pasaba porque no había denuncias
policiales ni reclamos de vecinos; no tenía conocimiento ni del local ni del
grupo Callejeros, enterándose de su existencia luego de la tragedia. Señaló
que en la zona “Once” el problema acuciante sobre el que se trabajaba era el
de la venta ambulante.
Respecto de Fiszbin señaló que, por contacto directo con ella y a
través de sus colaboradores, advirtió que la nombrada mostraba una
preocupación constante por el control de los locales bailables con presencia
de menores, la venta de alcohol en la vía pública e irregularidades con
cuestiones de seguridad de distinto tipo y diversa naturaleza, y que también

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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estaba preocupada por la limitación de los medios con que se contaba al


efecto. En concreto, dijo que tales circunstancias le constaban por haber
tomado conocimiento directo de la cantidad de operativos nocturnos que se
realizaban los días viernes y sábados.
IV- “República Cromañón”: la actividad de los funcionarios
municipales desde sus inicios en 1997 hasta la última inspección del 29
de marzo de 2003.
A efectos de analizar la conducta de los funcionarios del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires que se encuentran procesados, es necesario
remontarse a la historia del trámite de habilitación del predio donde
funcionaba el local que nos ocupa. Y ello es así, más allá de las
conclusiones a las que se arribe en esta resolución, porque no se puede
omitir en su consideración los antecedentes que determinaron el contexto
general en que las conductas y omisiones que se les reprochan fueron
llevadas a cabo, y las circunstancias en que se llegó al 30 de diciembre de
2004 con un local de las características de “República Cromañón” que, con
la mera lectura de los antecedentes de su habilitación nunca debió haber
funcionado de la forma en que lo hizo.
Dicho contexto no es otro que el de un sistema que pone en evidencia
la existencia de una regulación confusa, e incluso contradictoria, que impide
acceder al conocimiento de la norma de aplicación a un supuesto
determinado y obliga a efectuar una compleja reconstrucción a quien
pretenda aproximarse al conocimiento del marco legal regulatorio de una
actividad específica.
A su vez, y en forma complementaria, la constatación de un sistema
burocrático con circuitos administrativos confusos y rebuscados que van
acompañados de una suerte de “industria de la habilitación”, en la que
participan gestores o distintos profesionales especializados rentados, con un
acabado conocimiento de los vericuetos administrativos, cuya ocupación es
colaborar con el administrado en el intento de habilitar un comercio y
resolverle los problemas que se puedan presentar durante el trámite con
motivo del marco regulatori8o mencionado precedentemente.

65
Esta tarea, no solamente es desarrollada por personas ajenas a la
administración, sino que -tal como se está investigando actualmente en
diversos expedientes que corren por cuerda con el presente- cuenta muchas
veces con la colaboración de empleados o funcionarios pertenecientes a
ella, que indudablemente componen una suerte de red informal paralela al
funcionamiento de la administración que influye en los procesos no
solamente de habilitación sino también de control.
A tal punto esto es parte de la realidad que, como se advierte del
relato de varios de los testigos que dieron cuenta de los motivos de los
sucesivos cambios de estructura del organigrama de control del GCBA, una
de las principales causas fue la imposibilidad de erradicar la corrupción
interna de estos organismos, cuyos empleados muchas veces eran
sobornados por particulares a cambio de evitar los controles o de sortear
requisitos para obtener una habilitación. Todo ello motivó, incluso, que
directamente a fines de 2003 se eliminara lo que entonces era la Dirección
General de Habilitación y Control y se pasara a disponibilidad a todos sus
integrantes.
Este tipo de redes informales, también estaría compuesta por
empleados que nada tienen que ver con esa área, o por personas ajenas a la
administración, conectadas con otras que sí pertenecen a ella, y que también
participan de esta “industria de la habilitación”, realizando actividades tales
como la venta de “planchetas de habilitación” falsas.
Todo esto fue perfectamente resumido por la entonces Defensora de
Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Dra. Alicia Olivera, en la resolución
2022/03 de ese organismo, cuando sostenía que: “El funcionamiento de este
tipo de locales no puede mantenerse en el tiempo sin una connivencia por
parte de sectores de la estructura gubernamental”. Y agregó: ”Como ya se
ha dicho en la presente resolución, el funcionamiento de estos locales se
extiende en el tiempo, por lo que han desarrollado tareas diferentes
funcionarios a cargo de las dependencias encargadas de su control. Sin
embargo, las responsabilidades, por acción u omisión, recaen en éstos.
Resulta obvio que existe en el estado comunal una estructura informal que
se mantiene a lo largo de los años que resulta imposible (por ineficiencia,

66
c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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falta de decisión política o corrupción) de erradicar por los funcionarios de


turno. Esta estructura parece mantener un orden de cosas ilegítimo e
ilegal. Haciendo un análisis general de la situación, vemos que el
funcionamiento de locales de baile sin habilitación se produce en toda la
ciudad, por lo que no puede sospecharse de una irregularidad puntual
vinculada a una zona de recorrido de inspecciones en particular. También
se observa que esta situación es de público conocimiento (muchos locales
no habilitados publicitan su actividad en diferentes medios) y se mantiene a
través del tiempo, por lo que no resulta un hecho relacionado con
ineficiencia o corrupción de un grupo de funcionarios de turno. Sin
embargo, los funcionarios encargados del control de este tipo de actividad
son responsables, por acción u omisión, de permitir que estos locales
funcionen. La continuidad de esta situación, y su mantenimiento en el
tiempo, no resultaría posible sin la connivencia no sólo de inspectores del
gobierno, sino también de los funcionarios de los que dependen estos
agentes”.
En consecuencia, fue un sistema como éste el que permitió que en
1997 se habilitara un lugar, como local bailable clase “C” con las
características del ubicado en Bartolomé Mitre 3060, bajo la denominación
de “El Reventón” y, luego, bajo el nombre de fantasía “República
Cromañón”, hasta el 30 de diciembre de 2004, y fue el mismo sistema que
sumado a factores de desorden, desorganización e improvisación, permitió
que un lugar así siguiera funcionando hasta ese día.
Y ello, pese a las reiteradas advertencias y reclamos por parte de
organismos de control que anunciaban lo que podía suceder. La Defensoría
del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, en el informe efectuado a
comienzos de 2004, sobre locales bailables anunció, entre otras cosas, lo
siguiente: “…se calcula que unos 400.000 jóvenes por fin de semana
concurren a locales que no cuentan con la habilitación correspondiente.
Esto genera un grave peligro para las personas que asisten a los Locales
Bailables debido que las mismas no cuentan con adecuadas normas de
seguridad, prevención contra incendios, medios de salida de emergencia,
etc. (…) Si tenemos en cuenta que algunos locales albergan más gente de la

67
capacidad, esto demuestra que en caso de siniestro el agravamiento del
problema generaría una situación incontrolable, como resultado del estado
de pánico (caso Keybis)”.
Y agrega: “[m]ás allá que en los últimos tiempos no se han conocido
públicamente inconvenientes en establecimientos, la problemática actual
debe tener otra lectura, no esperar que suceda una catástrofe para después
reaccionar como lamentablemente suele suceder. Sólo falta un siniestro, el
resto serán explicaciones, procesos judiciales y muertos”1 (el resaltado nos
pertenece)
Efectivamente hizo falta que ocurriera lo que ocurrió el 30 de
diciembre de 2004 en “Cromañón” para que tanto los legisladores porteños
como otros funcionarios públicos de áreas ejecutivas advirtieran el hecho de
que una actividad de alto riesgo se encontraba regulada con normas que no
pueden leerse sin sorpresa por resultar, en algunos casos, tan contradictorias
que parecieran redactadas a propósito para beneficiar los objetivos
personales de los integrantes de una estructura burocrática que deja muchas
dudas sobre su funcionamiento real en pos del interés público; que resultan
tan abiertas en su contenido que permiten que quien las utiliza pueda
hacerlo fuera de contexto, cobijando bajo un mismo precepto actividades
diferentes, resultando inorgánicas a punto que, amparándose en una norma
se pueden burlar los mecanismos de control establecidos por otra, para
situaciones similares.
Los legisladores porteños, por inacción, dejaron que perdieran estado
parlamentario diversos proyectos de reforma del Código de Habilitaciones y
Verificaciones y advirtieron, después de lo acontecido en “República
Cromañón”, la imperiosa necesidad de actualizar la legislación limitando
las posibilidades de discrecionalidad del ejecutivo. Los funcionarios del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que, a los pocos días de ocurrido el
hecho que provocó la muerte de casi doscientas personas, dictaron decretos
como los n° 1 y 2 de 2005, en los que se regula, de manera expresa, la
equiparación de las exigencias y los controles exigidos para realizar
recitales en micro estadios y en locales de baile.

1
Informe sobre Locales Bailables efectuado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires a
comienzos del año 2004.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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En consecuencia, desde su apertura hasta el 30 de diciembre de 2004,


el local “República Cromañón” pudo funcionar solamente por darse esas
condiciones. Esta situación, más allá de los análisis que se puedan hacer
desde el plano normativo con respecto a la conducta de los funcionarios, no
puede ser dejada de lado porque responde a una realidad imposible de
ignorar a la hora de efectuar su análisis, porque también explica cómo y por
qué esa situación se extendió hasta la noche en que se produjo el siniestro.
IV.a: Los intentos de habilitación como local bailable clase “C” de
Bartolomé Mitre 3060 de esta Ciudad. Exedientes n° 10.294 y 46.309.
El primer intento por habilitar el local bailable se encuentra plasmado
en el expediente 10.294 del 13 de febrero de 1997, labrado a raíz del
pedido de habilitación efectuado por la sociedad “Once Central Park”,
constituida el 13 de noviembre de 1996, representada por Tito Maldonado
Mereles, quien acredita que la sociedad es locataria del local de negocio sito
en la calle Bartolomé Mitre número 3036/38/40/44/50/54/60/72/78 planta
baja, subsuelo, entrepiso, primer piso, segundo piso, tercer piso y cuarto
piso. La habilitación del lugar se solicitó en el carácter de hotel sin servicio
de comida; local de baile clase “C” y actividades complementarias, garaje
comercial, café bar, confitería, cancha de mini fútbol y/o fútbol cinco,
hockey, voleyball, handball, etc.
Mereles declaró ante escribano público, y bajo juramento, que el
local reunía los requisitos previstos en las ordenanzas municipales vigentes,
y acompañó los planos para la habilitación, lo que fue avalado por el
arquitecto Francisco Antonio Rizzo quien declaró haber visitado y revisado
el local, señalando que se cumplía con las exigencias municipales.
Sin embargo, a fojas 22 de ese expediente hay una nota del 14 de
abril de 1997, firmada por Eduardo Vitale y Roberto Calderini quienes
dejaron asentado que: “…los planos presentados no se ajustan a lo
observado en el terreno toda vez que se deberá graficar en forma
correcta medidas, destino de los locales y superficie de la actividad local
de baile y hay una comunicación entre los diferentes sectores”. En el
apartado dedicado a la actividad de local de baile como uso complementario
del hotel, los funcionarios dejaron constancia de que “…el local bailable

69
cuenta con dos medios de egreso: uno que comunica directamente con
la vía pública y el otro que comunica con el sector de acceso vehicular
al garaje comercial. Dejase expresa constancia que esta actividad ha
sido solicitada en el carácter de complementaria del uso hotel, con el
cual no posee comunicación, sino a través del garaje comercial,
contraviniendo por tal motivo el artículo 10.2.3 inc. c) y d)”.
En base a ello, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le envió al
representante de Once Central Park una nota en la que se le comunicaba que
no podían funcionar sin habilitación y que su otorgamiento dependía de que
se cumpliera con diferentes requisitos, entre los que estaban el de “excluir
del pedido de habilitación el del local bailable porque como actividad
complementaria contraviene lo normado en el artículo 10.2.3” De esto se
notificó al arquitecto Rizzo.
Contra esa decisión, el 6 de junio de 1997 se interpuso un recurso de
reconsideración consintiéndose, sin embargo, lo resuelto en cuanto a la
exclusión del local de baile del pedido de habilitación.
Finalmente, el 24 de julio de 1998 Once Central Park, todavía
representado por Tito Maldonado Mereles, solicitó, no obstante lo ya
requerido, que también se dejara sin efecto el pedido de habilitación para el
rubro hotel.
Para continuar con el relato de lo acontecido en torno a la habilitación
del local, se debe considerar el expediente nro. 46.309, iniciado por la
Dirección General de Policía Municipal del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, cuyo objeto estuvo constituido por el pedido de clausura del
local bailable clase “C” ubicado en la calle Bmé. Mitre 3060 de la
Ciudad de Buenos Aires, que tramitaba de manera paralela a los distintos
pedidos de habilitación y que evidencia los problemas, o la irregularidad,
que representaba el hecho de que el local bailable, por ese entonces “El
Reventón”, se encontrara en funcionamiento como tal pese a no tener
habilitación.
El expediente se había iniciado por disposición del Interventor de la
Dirección General de Policía Municipal del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, Norberto Varela, quien con fecha 25 de abril de 1997,

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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resolvió proceder a la clausura del local bailable, por carecer de la


correspondiente habilitación, efectivizándose la orden con fecha 30 de abril
de 1997.
El 4 de junio de 1997 el entonces jefe del Departamento de
Espectáculos, Recreación y Educación del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires realizó una inspección en el lugar y comprobó que funcionaba
un hotel, un estacionamiento y un local de baile clase C, hallándose todas
las actividades vinculadas entre sí desde el punto de vista edilicio. En esa
oportunidad comprobó también que el garaje no funcionaba en forma anexa
al hotel sino que era independiente, y que el local de baile que tenía entrada
por Mitre 3050/76 se comunicaba con el garaje a través de dos puertas.
Al día siguiente de esta constatación, el entonces titular de la
Comisaría 7°, Crio. Juan Damis, le envió una nota al interventor Norberto
Varela diciéndole que, conforme lo requerido por él por nota del 25 de abril
de 1997, referente a la clausura del local de baile “El Reventón” (Mitre
3050) “desde las 18.00 del día 4 de julio de 1997 hasta las 06.00 horas del
día siguiente se implantó consigna policial con un hombre, quien impidió el
ingreso del público por las puertas de ingreso del local que constan en la
disposición de clausura”. Empero, aclaró el Comisario que: “los
propietarios o encargados del local, utilizando un garaje con acceso a
Mitre 3046 hicieron ingresar público al comercio por una puerta que los
intercomunica desde el interior del garaje, violando la medida dispuesta”.
Debemos recordar que la entrada mencionada de Bartolomé Mitre n°
3046 no es otra que aquella por la que, luego de ingresar al sector del
garaje, permite acceder al local de baile a través de la puerta alternativa de
emergencia, de la que nos ocupamos en la resolución donde analizamos la
responsabilidad de los que organizaron el recital de “Callejeros” del 30 de
diciembre de 2004.
A raíz de esta burla a la orden impartida, ese mismo día personal de
la Dirección General de Policía Municipal del Departamento Sábados,
Domingos y Feriados, sección noche se constituyó en el lugar y determinó
que el garaje poseía un importante portón metálico que comunicaba con el
local de baile (la salida alternativa en los términos de la plancheta de

71
habilitación). También se verificó que había comunicación con el hotel por
el primer piso. A raíz de ello, los funcionarios labraron un acta de
infracción en la que detallaron varias irregularidades, entre las que se
encontraba la de utilizar la cochera como depósito de material altamente
combustible, dado que detectaron catorce rollos de guata, aparentemente de
propiedad de una fábrica de ropa que también funcionaba en una parte del
complejo. A raíz de ello, se procedió a la clausura del garaje.
Al otro día, se presentaron otros tres inspectores para evaluar las
instalaciones del Hotel Central Park Once, verificando que el hotel se
comunicaba con el garaje y con el bar, y que poseía una tarjeta de iniciación
de trámite de habilitación diferente a la del hotel, pese a que era ostensible,
y evidente, que tanto uno como otro estaban ediliciamente vinculados y
eran explotados por la misma persona o, por lo menos, por la misma razón
social. Todo ello, a su vez, sostenían los inspectores, se comunicaba con el
local de baile que estaba clausurado.
Se constató asimismo que no había habilitación, que no había planos
de obra ni de instalación eléctrica, gas, etc., que estuvieran aprobados para
una única y gran unidad de uso, por lo que sugirieron que se ordenara una
nueva clausura para el hotel y sus anexos desde Bartolomé Mitre 3036/86 y
Jean Jaures 51 inclusive “con lo que se evitaría el ingreso a todas las
actividades que claramente constituyen una unidad de uso y se está
tratando por parte de sus titulares de hacerlo pasar por distintas unidades
para evadir normas de seguridad y funcionamiento como uso común”,
firmando la nota el funcionario Saverio Nicolás Elía.
El 6 de julio de 1997 se clausuró el hotel. Cuatro días después, el 10
de julio de 1997, Aníbal Miguelez, entonces Director de Actividades
Especiales, le envió una nota al Director del Departamento de Clausuras en
la que le aclaraba, a efectos ilustrativos, que: “el establecimiento resulta
una unidad integral de uso, conformada por un hotel, un garaje, un local de
baile, canchas de fútbol y un café bar, encontrándose comunicados entre sí
y manteniendo independencia en el desarrollo comercial de sus
actividades”.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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Finalmente, el 11 de julio de 1997, el interventor Roberto Varela


ordenó, en base a los informes precedentes, clausurar la totalidad del
complejo.
Tres días después, la sociedad “Lagarto SA” (locador del local de
baile), por medio de Urbano Chávez, solicitó una suspensión de la clausura,
manifestando que le encargaron la gestión de los trámites de habilitación al
arquitecto Francisco Rizzo, a quien le habían abonado aproximadamente
$5000 para que se encargara de las gestiones necesarias, lo que no fue
concretado, motivando, según los presentantes, que los responsables de la
sociedad debieran efectuar el trámite personalmente. Aclararon en el pedido
que, al momento de la presentación, ya había culminado la realización de la
totalidad de los trámites correspondientes ante el GCBA y que estaban a la
espera de que la Superintendencia de Bomberos de la P.F.A. les expidiera el
certificado correspondiente para la habilitación del local bailable.
Mientras en un expediente se constataba la existencia de
irregularidades que motivaban la clausura no solamente por la falta de
habilitación, sino por las circunstancias que hacían imposible, e ilegal,
según la normativa vigente que fuera otorgada -en este caso una
comunicación prohibida entre distintas actividades que no funcionaban de
modo complementario-, en otro expediente, iniciado después de concluido
uno anterior donde se había denegado la habilitación por los mismos
motivos por los que se dictó la clausura, se resolvía, en éste, que el local
estaba en condiciones de ser habilitado como local de baile clase “C”.
El 18 de julio Varela ratificó la clausura y no hizo lugar al pedido de
suspensión efectuado.
Con fecha 4 de agosto de 1997, Chavez insiste presentando un nuevo
escrito en el que pidió que se levantara la clausura ordenada por Varela.
Acompañó a tal efecto un primer testimonio de habilitación municipal de
Bartolomé Mitre 3060/66/70/72, de fecha 20 de junio de 1997, otorgado en
un expediente que tramitaba de manera independiente al de las clausuras.
En esta oportunidad, Urbano Chavez, en su condición de presidente
de “Lagarto SA”, con domicilio en Bartolomé Mitre 3060, también con
domicilio en Bmé. Mitre 3070, constituida con fecha 28 de abril de 1997, se

73
presentaba y solicitaba, de acuerdo a lo que establecía el decreto municipal
2366/94, la habilitación automática del local con entrada en los números
3060/66/70/72 de la Calle Bmé. Mitre en el rubro “Local de Baile clase C”;
acompañándose, según lo manifestaba el escribano Roberto Luis Rosetti,
toda la documentación correspondiente en originales ante su vista.
Asimismo, habría estado en el acto el arquitecto Horacio Alberto Campesi
quien declaraba bajo juramento que el local había sido inspeccionado por él
y reunía los requisitos de la ordenanza 44.947 y el decreto 2013/91. Lo
mismo declaraba Chavez bajo juramento.
A fojas 109 obra el acta de constitución de “Lagarto S.A.”,
conformada en La Plata, el 25 de abril de 19972, interviniendo el escribano
Alberto David Hassan. Comparecieron al acto de constitución de la
sociedad Estefanía Duday, Gerardo Ariel Costabello, Germán Marcos
Vengrover y Urbano Chavez, quienes manifestaron que la sociedad se
dedicaría a la contratación de todo tipo de artistas, músicos, actores, etc., y,
asimismo, a la organización de conciertos, recitales, bailes, actuaciones,
ciclos, giras y otras muestras artísticas.
Antes de adoptar cualquier decisión respecto al levantamiento de
la clausura dispuesta, Roberto Varela remitió las actuaciones al jefe del
Departamento de Espectáculos, Recreación y Educación, Dirección
Actividades Especiales, a fin de que se expidiera sobre las
observaciones de condición emitida en la habilitación, y en particular,
sobre la puerta alternativa de emergencia.
En la parte de atrás de esa nota (fs. 96 vta.) aparecen varias
constancias de inventario del expediente cuyos autores no pueden ser
identificados porque no hay aclaración de firmas, salvo el caso de Calderini,
a quien se reconoce por su firma y su número de legajo municipal.
En consecuencia, el expediente quedó sin remitir a su lugar de
destino desde el 8 de agosto de 1997 hasta el 7 de octubre de 2002, por
lo cual también quedó sin modificarse la clausura que recaía sobre el
local y sin que ningún funcionario responsable respondiera o se hiciera
responsable de si podía, o no, habilitarse el lugar en los términos en que

2
Fecha ésta en la que casualmente se ordenó la primera clausura del local.

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se pretendía. Una vez recibido el expediente, cinco años y dos meses


después de su remisión, el entonces jefe del Departamento de
actividades nocturnas, para deslindar responsabilidades, firmó un
constancia en la que decía que el expediente había sido recibido en su
departamento por un remito manual en el estado en que estaba en la
última de las fechas mencionadas.
El expediente termina con una constancia de inspección del 29 de
marzo de 2003 en la que consta que todo está en regla. Esta fue la
última inspección que se hizo sobre el lugar donde funcionaba
“República Cromañón”, sin que existan constancias intermedias.
En consecuencia no se sabe qué pasó con el levantamiento de la
clausura ni con el pedido de informes de Varela. Sí se sabe, en cambio, la
forma en que, pese a los incumplimientos de la normativa vigente que se
desprendían de los dos expedientes hasta ahora analizados, el local de baile
fue habilitado, y de ello habla el expediente 42.855.
IV.b: El expediente 42.855.
Este expediente fue iniciado con fecha 23 de junio de 1997, es decir,
durante el período en que el local bailable estuvo clausurado por orden
del interventor Norberto Varela y se encontraba en trámite el
expediente n° 10.294/97 por el cual se promovía habilitar la totalidad
del complejo a nombre de la sociedad Central Park Once.
Lucen en primer lugar tres planos de habilitación firmados por el
arquitecto Horacio Campesi y un plano de prevención contra incendio
firmado por el Comisario Inspector Aldo Jorge Alaniz.
A fojas 16 y 17 obran dos planos firmados por el arquitecto Campesi,
con una leyenda, fechada el 28 de julio de 1997, firmada por Roberto
Calderini, que dice lo siguiente: “los planos se ajustan a lo observado en
el terreno”. Es importante destacar que Calderini, por su actividad en
el primer intento de habilitación sabía que, además de la puerta
alternativa de emergencia, había conexión con el hotel por el primer
piso, además de que en el mismo expediente obran a fojas 25 los planos
ya utilizados para el intento de habilitación del inmueble como un

75
complejo en el expediente n° 10.294/97, que están firmados por la
arquitecta Mabel Carnevale
A fojas 4 obra una declaración jurada de habilitación de usos y
certificación de uso, suscripta por el arquitecto Campesi, quien afirma que
el local reúne todos los requisitos para ser habilitado.
A fojas 25 hay un plano de condiciones contra incendio de todo el
complejo que para el plano aparece como propiedad de “Nacional Uranums
Corporation”, en el que figura como destino del establecimiento: “hotel sin
servicio de comida; espectáculos y diversiones públicas; local de baile clase
“C”; actividades complementarias (sin especificar respecto a qué es el
complemento); garaje comercial; café, bar, confitería; cancha de mini fútbol
o fútbol cinco.
Hay además un plano por cada planta del lugar, hallándose todo
integrado. Los arquitectos que intervinieron en la realización de esos planos
son Juan Mario Lerner y Mabel H. Carnevale, con domicilio en Avellaneda
4428. Hay que recordar aquí que, supuestamente, los representantes de
Lagarto SA le pagaron a Rizzo y Carnevale para que hagan habilitable el
lugar, y no queda claro si hay una relación entre estos arquitectos y
Lerner, que aparece como constructor del complejo y representante legal
de Uranums Corporations.
Hay un sello de la Dirección General de Obras y Catastro donde se
lee: “Registrado, condiciones contra incendio s/capítulo 4.12 del CE”.
Abajo, en el mismo sello dice: “no verifica el cumplimiento de las demás
disposiciones del CE y CPU; no autoriza el comienzo de obra civil. Fecha:
4 de junio de 1997. Arquitecto Walter Sergio Chiodini, División Seguridad
contra Incendio del GCBA”.
A fojas 26 obra un memo que tiene como indicación de asunto:
“condiciones contra incendio” y se lee que: “La Dirección General de
Fiscalización de Obras y Catastro del GCBA certifica que: a fojas 62 del
expediente nro. 40.511/97 (referido a las condiciones contra incendio del
predio) se halla la siguiente información: “Buenos Aires, 19/06/97”
“Señor Jefe Departamento de Administración:

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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1- Por estos actuados se gestionó y se obtuvo el registro de planos de


condiciones contra incendio de la finca sita en Bartolomé Mitre
3036/78.
2- Por antecedente nro. 1 a fojas 61 los interesados solicitan un
testimonio por las obras que se hallan ejecutadas y pendiente de
habilitación.
3- Al respecto se informa que se trata de un edificio destinado a hotel
con espectáculos y diversiones que consta de subsuelo con destino
estacionamiento, planta baja con entrada hall hotel, entradas
vehiculares –locales negocio y confitería bailable.1er. piso con un
local aún sin destino y entrepiso con gimnasio y vestuario con sus
servicios sanitarios, 2do. Piso habitaciones del hotel y canchas de
mini fútbol o fútbol de salón, 3ro y 4to habitaciones del hotel
4- Practicada una inspección se comprobó que la confitería bailable
ubicada en planta baja cumple con los requisitos exigidos por el
capítulo 4.12 del C. Edif. y que la instalación hídrica, resultante de
la aplicación de la condición específica de extinción E1, se halla en
buenas condiciones de funcionamiento por lo que puede extenderse
el testimonio correspondiente para su habilitación por cumplir los
requisitos reglamentarios correspondientes.
Firmado: Norberto A. Pessi, Jefe División contra Incendio.”
Abajo hay una leyenda que dice: “Hácese constar que el expediente
40.511/97 está caratulado Registro normas c/incendio Bmé. Mitre 3036/78
y que el testimonio al que se alude en el informe transcripto fue peticionado
por la sociedad ´National Uranums Corporation´ (propietaria) y la
Arquitecta Mabel H. Carnevale (profesional), extendiéndose el certificado a
los 30 días de junio de 1997.”
A fojas 29 obra el certificado de inspección final, firmado por el
Comisario Roberto Oscar Corsetti.
A fojas 30/1 hay copias certificadas de parte del expediente
40.511/97 donde obra una verificación firmada por Alaniz del
cumplimiento de las condiciones contra incendio, y se hace referencia a la

77
necesidad de ajustarse, en lo que a medios de egreso se refiere, a lo
establecido por el artículo 4.7.
A fojas 33 obra una resolución, firmada por Roberto Calderini, en
la que sostiene que el local está preparado para desarrollar varias
funciones y que no existe conexión entre ellas; además dice por primera
vez lo de la puerta alternativa, pero relativizando su función e
importancia de manera tal de evitar el impedimento representado por la
conexión con el resto del establecimiento.
Debe recordarse aquí que este es el mismo Calderini que había
sostenido, el 14 de abril de 1997, en el expediente 10.294/97 que el
complejo no podía ser habilitado porque existía una conexión entre los
diferentes lugares que violaría las normas vigentes.
A fojas 35 obran diversas impresiones pedidas con fecha 23 de julio
de 1997 por Roberto Calderini con respecto a los expedientes en trámite
relacionados con el local a habilitar. Entre estos expedientes está el de
clausura del local, que se supone habría sido consultado por el funcionario
entre el 23 y el 28 de julio de 1997 (fechas en que solicitó los informes y
efectuó el dictamen respectivamente).
A fojas 37 hay una nota dirigida al Director de Recepciones y
verificaciones, firmada por Margarita T. de Ramar, arquitecta de la
dirección de habilitaciones especiales, que le sugirió a aquél, en base a todo
lo dicho por Calderini, que habilite el local. La nota fue remitida con fecha
29-7-97 por Claudio Niño a la dirección de certificaciones.
Finalmente, conforme surge de fojas 41, el 1° de agosto de 1997 se
otorgó la habilitación mediante disposición nro.06060 DGRYC/97, firmada
por Jorge E. Gatucci (a/c de la dirección de certificaciones) y Enrique
Reinaldo López (interventor de la Dirección Gral. De Registros y
Certificaciones).
V- “República Cromañón”: la inactividad de los funcionarios
municipales desde el 29 de marzo de 2003 hasta el 30 de diciembre de
2004.
Conforme surge de la descripción llevada a cabo por el a quo la base
del reproche efectuado a los imputados consiste en:

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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a) que éstos habrían incumplido con sus deberes al “no haber


seleccionado al local ‘República Cromañón’ a fin de que fuera
inspeccionado y/o clausurado, cuando era un lugar de conflicto y no podía
continuar en funcionamiento desde el 25 de noviembre de 2004, toda vez
que el día anterior había vencido el certificado de bomberos habilitante”;
b) que a raíz de esa conducta fue que este local pudo seguir en
funcionamiento, y finalmente el 30 de diciembre de 2004, se produjo la
muerte de 193 personas y lesiones a varios centenares más todavía no
determinados con precisión.
Ahora bien, la primera pregunta que cabe efectuarse a los fines de
analizar la corrección de la imputación es si efectivamente existía para los
funcionarios procesados un deber de controlar el local mencionado.
Tal como quedó expuesto, la Subsecretaría de Control Comunal
tenía entre sus funciones la de ejercer y coordinar en forma integral el poder
de policía en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mediante
la aplicación de las normas específicas en materia de habilitaciones,
seguridad, calidad ambiental, higiene y seguridad alimentaria y salubridad;
supervisar y coordinar acciones con la Dirección General de Fiscalización
y Control. Por su parte, esta última dirección tenía entre sus funciones la de
ejercer el poder de policía en materia de habilitaciones y permisos que se
refieran a las cuestiones atinentes que hagan a la seguridad, salubridad e
higiene de los establecimientos de comercio, industria, depósito y servicios;
confeccionar órdenes de inspección e instrumentarlas en la órbita de su
competencia; practicar intimaciones; disponer las clausuras cuando las
circunstancias así lo requieran y ratificar las clausuras inmediatas y
preventivas; verificar el cumplimiento de las clausuras impuestas; entender
sobre las violaciones de clausuras y efectuar las denuncias
correspondientes; coordinar operativos de verificación y control que
requieran de un abordaje integral de poder de policía que ejerce el Gobierno
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; tramitar las denuncias
recibidas.
De lo expuesto se infiere que tanto la Subsecretaría de Control
Comunal como la Dirección General de Fiscalización y Control tenían

79
como función el ejercicio del poder de policía en lo que se refería a
cuestiones de seguridad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por su
parte, si bien la aplicación directa de las normas al caso concreto era una
función de la Dirección General de Fiscalización y Control, la Subsecretaría
de Control Comunal tenía la obligación de controlar la aplicación de las
normas específicas, entre otras formas, mediante la coordinación de
actividades con esa Dirección General y la supervisión de su
funcionamiento.
Así las cosas, puede sostenerse como punto de partida que la
responsabilidad sobre la aplicación de las normas de seguridad en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires estaba a cargo, al momento de los hechos, de la
Subsecretaría de Control Comunal y de la Dirección General de
Fiscalización y Control.
Ahora bien, para comprender el marco normativo que regía una
actividad como la desarrollada por “República Cromañón” antes del 30 de
diciembre de 2004, y a efectos de exponer más claramente cuál era la
conducta debida para la administración pública en materia de inspecciones,
resulta de utilidad comenzar la exposición con las normas vigentes con
posterioridad a esa fecha, que indudablemente constituyó un momento clave
para la producción normativa en esa materia.
Con fecha 8 de febrero de 2005 se dictó el Decreto de necesidad y
urgencia N°1/GCBA/05 que en su artículo 1° establece lo siguiente: “…en
los locales de baile, clase A, B o C; bares, restaurantes u otros rubros cuya
actividad complementaria sea local de baile Clase C; clubes, o sectores de
éstos u otros establecimientos donde la actividad de baile forme parte del
eje comercial del emprendimiento, se encuentra prohibida la realización de
espectáculos musicales en vivo”.
Entre los considerandos por los que se dictó dicha norma se sostiene
que “habiéndose efectuado una revisión de la normativa referida a la
actividad bailable, llevada a cabo en diversos tipos de establecimientos que
funcionan en el ejido de la Ciudad y que requieren de habilitación principal
o complementaria para realizarla, se hace necesario concentrar una serie de
requisitos esenciales en un solo cuerpo normativo, reforzando los

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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controles sobre la actividad en cuestión y los propios organismos de


contralor.” (el resaltado nos pertenece).
También se sostiene que: “de dicho estudio, realizado a partir del
análisis de las disposiciones existentes en todo el ámbito de la
Administración, surge la necesidad de generar una nueva norma que,
teniendo como eje la actividad independientemente del tipo de
establecimiento en el que ella se desarrolle, aporte efectividad y
transparencia en todo lo que se refiere a la habilitación, seguridad e higiene
de los establecimientos; tanto para los concurrentes, como así también para
los vecinos, empleados y comerciantes” (el resaltado nos pertenece).
Se agrega asimismo que: “con el fin de resguardar la seguridad y
dejar despejada toda duda sobre los alcances de la explotación
permitida en Locales de Baile Clase A, B, C, Clubes y/o sectores de éstos
u otros establecimientos donde la actividad de baile se desarrolle en forma
principal y/o accesoria, resulta necesario disponer expresamente la
prohibición referida a la realización de espectáculos musicales en vivo” (el
resaltado nos pertenece).
Con fecha 24 de febrero de 2005 se publicó el Decreto de Necesidad
y Urgencia nro.2, que estableció la posibilidad de efectuar recitales en vivo
en locales de baile con la tramitación de un permiso especial previo.
Posteriormente, el 21 de abril de 2005, se publicó la reglamentación de ese
Decreto y se determinaron los requisitos que debía cumplir un local bailable
para poder obtener la autorización para la realización de recitales en vivo.
Conforme dicha reglamentación el permiso especial previo para
poder realizar espectáculos musicales en vivo como actividad accesoria al
baile podrá ser solicitado por el titular de los locales de baile debidamente
registrados por el GCBA. Según la norma que nos ocupa, se entiende por
“espectáculo musical en vivo” a “todo evento en el que quien conoce el arte
de la música o lo ejerce incluyendo, entre otros, a artistas, cantantes,
músicos y/o bandas –ejecute sonidos de la voz humana y/o de uno o varios
instrumentos musicales y/o actúe en play back, en forma viva y directa.”
Para la iniciación del trámite el interesado deberá presentarse por lo
menos quince días antes del evento ante la Dirección General de

81
Habilitaciones y Permisos, con una declaración jurada indicando la fecha y
hora del espectáculo programado; datos de la banda y cantidad de personas
que la componen.
En el caso de presentarse estructuras transitorias que no estuvieran
contempladas en el plano de habilitación, se deberá presentar un plano
detallado del espacio de uso con emplazamiento de los lugares afectados al
espectáculo. Si esas estructuras así lo justifican, deberá presentarse un
nuevo plan de evacuación.
Con respecto a las estructuras transitorias, deberán estar terminadas
con 48 horas de anticipación a la realización del espectáculo, y deberá
presentarse en idéntico plazo certificación firmada por un profesional
responsable matriculado que se responsabilice de que las estructuras
presenten las condiciones de seguridad para su uso. También deberá
presentarse una certificación firmada por un profesional matriculado
mediante la cual se haga responsable de que las instalaciones eléctricas han
sido realizadas en forma reglamentaria conforme al Código de Edificación.
Se deberá presentar la siguiente documentación: constancia de seguro
de responsabilidad civil; constancia de la contratación de servicio de
bomberos; certificado de reválida trimestral expedido por la
Superintendencia de Bomberos; constancia de la contratación y presencia
de servicio médico permanente de emergencias; constancia de nota
presentada ante la Policía Federal Argentina comunicando la realización del
espectáculo.
Ante la solicitud de permiso previo la Dirección de Habilitaciones y
Permisos procederá a inspeccionar el lugar a los efectos de fijar la
capacidad autorizada para la noche del espectáculo, y en ningún caso esa
capacidad podrá superar la autorizada en el plano de habilitación aprobado
por la Dirección General de Habilitaciones y Permisos.
Otorgado el permiso especial previo, la Dirección General de
Habilitaciones y Permisos girará las actuaciones a la Dirección de
Fiscalización y Control para que dentro de las 24 horas anteriores al horario
programado de espectáculo se efectúe la inspección previa al libramiento al
uso del público de las instalaciones. La constatación del incumplimiento de

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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las condiciones del permiso especial previo impedirá que el establecimiento


sea librado al uso del público a los efectos del espectáculo.
Asimismo, se establece la posibilidad de que el interesado solicite en
una única presentación un permiso para un máximo de 48 espectáculos a
realizarse dentro de los cuatro meses siguientes a la fecha indicada para el
primer espectáculo siempre que las características de los eventos sean
similares a las del primero para el que se pide la autorización. De
corresponder se otorgará un único permiso especial previo, sin perjuicio de
que para cada espectáculo programado el local sólo podrá ser librado
al uso del público previa inspección de la Dirección de Fiscalización y
Control.
En el caso de comprobarse alteraciones en las capacidades
autorizadas durante el desarrollo del espectáculo o cualquier otro
incumplimiento a las condiciones tenidas en cuenta para otorgar el permiso,
podrá rechazarse toda nueva solicitud por un plazo de doce meses.
El local bailable donde funcionaba “República Cromañón” fue
habilitado en el año 1997, de acuerdo al Código de Habilitaciones y
Verificaciones del año 1976, como local de baile clase “C”. En estos
locales, de acuerdo a esa normativa: a) Se ejecuta música y/o canto hasta las
4 horas; b) se ofrecen bailes públicos; c) se expenden bebidas; d) se sirven o
no comidas; e) se realizan o no números de variedades con o sin
transformación. Se permite el ingreso de menores entre 15 y 18 años de
edad solamente hasta los sábados, domingos y feriados entre las 16:00 y
22:00 horas. Fuera de ese horario, entre las 23:00 y las 6:00 horas,
solamente se permite el ingreso de menores de 18 años acompañados por
sus padres. Por último, en los locales bailables clase “C” se permite la venta
de bebidas alcohólicas.
Con respecto a estos locales, nada dice la ordenanza acerca de la
posibilidad de realizar recitales en vivo; aunque la ambigüedad que genera
la expresión “ejecutar” música y/o canto, podría dar lugar a alguna duda al
igual que el hecho de que en estos locales puedan ejecutarse espectáculos de
variedades.

83
Ahora bien, en los considerandos del decreto 1/GCBA/05 se sostuvo
que era necesario dictar esa disposición, entre otras cosas, para despejar –en
miras a la seguridad de los concurrentes- cualquier duda que pueda surgir
acerca del alcance de la explotación de los locales de baile clase C, y en
particular, sobre la posibilidad de que éstos pudieran realizar recitales en
vivo.
Sin embargo, si se atiende al contenido de las normas que regulaban
la actividad de ese tipo de locales, y a otras que se hallaban vigentes al
momento del hecho y que regulaban específicamente el trámite que debía
hacerse para la realización de recitales en vivo en lugares no habilitados
expresamente para ello, esas dudas no tendrían razón de ser; o más
concretamente, no existía al momento del hecho ningún motivo para pensar
que en un lugar con la habilitación de “República Cromañón” se pudieran
hacer recitales en vivo.
Ello es así, en primer lugar, porque el espectáculo de variedades al
que se refiere el Código de Habilitaciones y Verificaciones, debería ser
siempre -del mismo modo en que fue recogido por el Decreto
2/GCBA/2005 al que luego nos referiremos- un complemento del baile, que
sería el objeto principal.
En segundo lugar, porque la concepción que se tiene sobre este tipo
de espectáculos, dista mucho del contenido de los recitales en vivo.
Pensados como complemento de la actividad de baile para la que estos
locales están específicamente habilitados, los espectáculos de variedades se
entienden como aquellos que permiten complementar esa actividad, tales
como una orquesta típica o un cantante sin grandes despliegues que la
desvirtúen. También como complemento, son espectáculos que están
destinados a durar poco tiempo, de manera tal de permitir el desarrollo de la
actividad bailable; tampoco son espectáculos en los que se cuente con una
participación activa del público, que se supone interesado básicamente en la
otra actividad.
En tercer lugar, porque ya con anterioridad al 30 de diciembre de
2004, la normativa específica que existía para la organización de recitales
de este tipo en lugares abiertos o cerrados no habilitados específicamente

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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para esa actividad contemplaba una serie de medidas de seguridad que no se


le exigían a los locales de baile clase “C”, siendo incoherente una
interpretación tal del alcance “espectáculo de variedades” que le permita al
dueño de este último tipo de comercio eximirse de las exigencias que otros
tenían para hacer recitales, si ellas no estaban contempladas en la normativa
para habilitarlos y tampoco se exigía en ella medidas de seguridad que
permitieran reemplazar a las requeridas para quienes pretendan organizar un
recital en vivo.
Si un lugar que no estaba al momento del hecho habilitado
específicamente para ello pretendiera llevar a cabo un recital como el que
motivó el hecho que nos ocupa, debería obtener, en primer lugar, lo que se
conoce como una “compatibilidad de uso y permiso especial previo” que
era otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a partir de una
solicitud del interesado presentada con treinta días de anticipación a la
realización del evento.
Para el otorgamiento de ese permiso, regulado por la Resolución
N°996/94 de la Subsecretaría de Inspección General, de la entonces
Dirección General de Habilitaciones y Permisos y luego por la Resolución
1010/GCABA/SSEGU/05 del 8 de noviembre de 2005 que lo repitió casi en
la totalidad de sus términos, debían cumplirse ya desde el año 1994
exactamente los mismos requisitos establecidos a partir del mes de febrero
de 2005 por el Decreto 2/GCABA/2005:
-una solicitud detallando el tipo de evento, la fecha y el horario
programado;
-seguro de responsabilidad civil que cubra todos los riesgos por
posibles siniestros;
-copia del contrato realizado con la empresa de asistencia médica
donde quede expresamente aclarado que el servicio será prestado en Grado
1;
-copia del servicio de seguridad y vigilancia contratado de acuerdo
con la ley 118;
-informe firmado por profesional responsable matriculado mediante
el cual se haga responsable de que la totalidad de las instalaciones eléctricas

85
fijas y transitorias han sido realizadas en forma reglamentaria conforme lo
establecido en el Código de la Edificación;
-informe técnico profesional firmado por profesional idóneo y
matriculado, donde se garantice que la totalidad de las estructuras realizadas
en forma transitoria y las fijas presentan condiciones de seguridad para su
uso;
-copia certificada de la contratación realizada ante la División
Reuniones Públicas de la Policía Federal Argentina u organismo con
jurisdicción en el lugar donde se desarrollará el evento, en la modalidad de
policía adicional;
-copia de la contratación de un servicio de bomberos, entendiéndose
por tal al prestado exclusivamente por la Superintendencia de Bomberos de
la Policía Federal Argentina o bomberos voluntarios con asiento en el éjido
de la Ciudad de Buenos Aires. El organismo encargado de brindar el
servicio de bomberos deberá acompañar un informe donde se garantice que
el servicio brindado cubre las condiciones de seguridad en caso de
producirse un siniestro y que se ha verificado el correcto funcionamiento de
las instalaciones de extinción con que cuenta el predio afectado al evento;
-plan de simulacro y evacuación para casos de incendio, explosión o
advertencia de explosión.
A los efectos de otorgar la autorización, se inicia un expediente en el
cual se piden informes del lugar, se verifican extremos tales como la
ubicación del escenario, de las salidas, de las butacas si las hay, etc. Se
determina la cantidad de personas que pueden ingresar, la disposición de los
medios de salida y de los pasillos que deben quedar libres para una rápida
evacuación.
El día del espectáculo, para el control durante su funcionamiento,
deben concurrir agentes del organismo de control competente, más allá de
las instrucciones que a las áreas intervinientes pudiera dar la Secretaría de
Seguridad a fin de llevar a cabo los distintos operativos dentro y fuera del
predio.
Ahora bien, tal como se vio, en los considerandos de los decretos
1/GCABA/05 y 2/GCABA/2005, que regulaban la posibilidad de efectuar

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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recitales en vivo en los locales de baile, para sostener la prohibición de


efectuar recitales de este tipo salvo que se cuente con una autorización
especial, se utilizaron argumentos tales como la “necesidad de redactar una
nueva norma que teniendo como eje la actividad independientemente del
tipo de establecimiento en el que ella se desarrolle”; o la necesidad de
“reforzar los controles sobre la actividad en cuestión y los propios
organismos de contralor”; o la necesidad de “resguardar la seguridad y
dejar despejada toda duda sobre los alcances de la explotación permitida
en los locales de baile clase A, B, C”.
Sin embargo, fácil es advertir que, pese a los intentos de justificación
que se desprenden del contenido de esos considerandos, esta regulación
que pretende ser nueva, lejos de serlo realmente, no sería más que la
reiteración en un texto diferente de todo lo que ya estaba regulado con
anterioridad. Ello es, que en los locales de baile está prohibido dar recitales
en vivo, salvo que se pida una autorización especial, que será otorgada si se
reúnen los requisitos establecidos por la Resolución 996/04.
Y de ello da cuenta en primer lugar, lo sostenido por la misma
administración del GCBA, que en el oficio enviado al juzgado de origen a
fs. 21.212/21.214 (fs. 17.625/17.627) por el Dr. Jorge Luis Pérez, Director
General Adjunto de la Dirección General de Habilitaciones y Permisos de la
Subsecretaría de Control Comunal de la Secretaría de Seguridad fechado el
26 de abril del 2005, que respondía al pedido de informes efectuado por el
Juez Lucini sostuvo, al referirse a la normativa aplicable tanto a los estadios
de fútbol que soliciten permiso especial para la realización de espectáculos
o eventos que por su naturaleza no se encuentran expresamente incluidos en
las actividades que pueden desarrollarse de acuerdo a los términos de la
habilitación, así como a la aplicable a aquellos lugares cerrados o al aire
libre en que se desarrollen espectáculos o diversiones no previstas en la
Ordenanza General de Teatros, lo siguiente:
“a) Estadios de fútbol: Se encuentran reglamentados en la
Sección 10 AD 700.48 capítulo, 10.1 del Código de Habilitaciones y
Verificaciones definiendo como tales a los lugares públicos cerrados,
cubiertos o descubiertos rodeados de tribunas, destinado al espectáculo
y a la práctica de fútbol.
Sin perjuicio de ello, el artículo 10.1.2 contempla que en los
referidos estadios no podrán realizarse sin permiso especial, otra clase
de espectáculos o actos que aquellos compatibles, a juicio de la

87
Dirección, con la naturaleza de la habilitación (se acompaña copia
certificada de la referida normativa).
En esa inteligencia, cuando en dichos estadios se solicita
autorización para la realización de espectáculos musicales o eventos
que no sean partidos de fútbol, resulta de aplicación lo normado en la
resolución 996/SSIG/1994 modificada por la disposición nº
2746/DGRYCE/1998. En dicha norma se reglamentó el trámite de las
solicitudes de permiso especial pertinente, como así también las
condiciones a cumplir para la realización de espectáculos que pudieran
inscribirse bajo los alcances del referido artículo 10.1.2 del C.H. y V. A
mayor abundamiento, se acompañan copias de los referidos actos
administrativos.
b) Espectáculos o diversiones no previstos en la Ordenanza
general de Teatros: Cabe reiterar que la normativa referenciada en
los párrafos anteriores resulta de aplicación en las circunstancias
señaladas para los estadios de fútbol que soliciten la realización de
espectáculos o actos que a criterio de la autoridad de aplicación resulten
compatibles con la naturaleza de la habilitación del referido estadio, en
tanto que para el supuesto de realización de cualquier otro genero de
espectáculos o diversiones no previstas en la Ordenanza General de
Teatros ya sea en lugares cerrados o al aire libre, resulta de aplicación
lo prescripto en el art. 176 de la Ordenanza 9-XII-910 AD 761.1 del
Código de Habilitaciones y Verificaciones ...
En dicha inteligencia resulta oportuno señalar que la norma
referida establece que el Departamento Ejecutivo (de acuerdo a la
estructura orgánico funcional del G.C.B.A., la autoridad de aplicación
actualmente resulta ser esta Dirección General de Habilitaciones y
Permisos) resolverá acerca de las condiciones que deberá reunir los
locales propuestos, exigiendo en los mismos las disposiciones de dicha
ordenanza que a su juicio resulten aplicables o aconsejando las medidas
que resulten menester adoptar para evitar peligros al público y/o
artistas, previendo el artículo 177 de la misma norma legal las
facultades del Ejecutivo para negar el permiso cuando las razones
pertinentes así lo aconsejen.
De lo anteriormente expuesto, se desprende que es facultad
discrecional de la autoridad de aplicación autorizar la realización de los
referidos espectáculos y/o diversiones, así como la normativa a aplicar
en la realización de los mismos, razón por la cual y a efectos de lograr
un ordenamiento adecuado al respecto que resulte previsible tanto para
los administrados como para la Administración misma, se emplean en
los mismos los principios básicos exigidos y aplicables a cada caso en
particular, previstos en la Resolución nº 996/SSIG/1994 y Disposición
nº 2749/DGRYCE/1998.
Por otra parte, cabe destacar que con el fin de adecuar dichas
reglamentaciones a normativas contemporáneas, también se requiere
para la autorización de la totalidad de los eventos referidos (tanto de los
descriptos en el apartado a), como en el b), el cumplimiento de la Ley
118 (B.O.C.B.A. Nº 607), relacionada con la regulación del servicio de
vigilancia, custodia y seguridad. También resulta de aplicación la
instalación obligatoria de baños públicos tipo químicos en los
alrededores de lugares donde se realizan espectáculos de asistencia
masiva con antelación de 24 hs. al inicio de los mismos, de acuerdo a lo
previsto en la Ordenanza nº 51.227 (B.O.C.B.A. Nº 298); así como
también se prevé la obligatoriedad de hacerse cargo, por parte del
responsable del evento, de la limpieza de los residuos acumulados en
los alrededores del predio, debiendo por otra parte el organizador de los
espectáculos efectuar contenidos de custodia adicional con la Policía
Federal Argentina con el propósito de garantizar la seguridad, todo ello

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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de acuerdo a las modificaciones introducidas a la Ordenanza “ut supra”


citada a través de la Ordenanza nº 51.586 de fecha 15 de mayo de
1997…
Asimismo, y siempre dentro de la órbita facultativa ya señalada,
también se requiere, para la realización y posterior autorización de
eventos de las características indicadas, la contratación como adicional
del servicio contra incendios prestado por la Superintendencia Federal
de Bomberos así como cualquier otro requisito que, teniendo en cuenta
la naturaleza o particularidades especiales que pudieran surgir del
evento a realizar, se considere ‘a priori’ esencial y necesario para
autorizar su ejecución”.

Empero, más allá de lo manifestado por el funcionario de la Ciudad


de Buenos Aires, el hecho de que los locales de baile no pueden dar
recitales en vivo se desprende de los propios términos de la norma que
regula la actividad de esos locales que, como ya se vio, permiten a lo sumo
efectuar números de “variedades” que distan mucho de ser un recital en
vivo de una banda de rock, y que, en todo caso, nunca pueden suplantar a la
actividad de baile, sino acompañarla.
Además de ello, interpretar que se pueden hacer recitales de este tipo
en locales de baile cuya habilitación no exige los requisitos de seguridad
establecidos en la resolución n° 996/04 para quienes pretendan efectuar
actividades de esta naturaleza en lugares no habilitados para ello, sería dejar
sin razón alguna desprovistos de esos requisitos a quienes asistan a los
locales de baile a presenciar esos recitales, lo que implicaría que esas
personas se encuentren injustificadamente sometidos a riesgos que excedan
lo permitido.
De esta manera, lo único nuevo que incorporarían los Decretos 1 y
2/GCABA/05, sería el cambio de postura del GCBA en cuanto aceptación
de que en los locales de baile Clase “C” bandas musicales den recitales en
vivo, y de que esta actividad supla a la de baile.
De esta situación da cuenta claramente el expediente labrado por las
infracciones del local bailable “Cemento”, también explotado por Omar
Chabán. En él se advierte que la autoridad administrativa que intervino
inició un expediente por las faltas de higiene que se detectaron en el lugar,
motivadas en la existencia de vasos de plástico tirados en el baño. La
respuesta de Chabán fue sencillamente manifestar que: exigir que, a altas
horas de la madrugada, no existan vasos tirados en un lugar que da recitales
de rock, es simplemente desconocer la idiosincrasia del tipo de público que

89
asiste a esos recitales. Esa respuesta fue perfectamente aceptada como
descargo, sin que nadie advirtiera que el problema no eran los vasos, sino
justamente que se hicieran recitales de rock en un lugar que no estaba
habilitado para ello (Cfr. Legajo n° 021063/000/04 de la Unidad
Administrativa de Control de Faltas).
Así las cosas, los encargados del control, en ejercicio del poder de
policía, previo al hecho del 30 de diciembre aceptaban en la práctica que los
locales de baile sortearan inexplicablemente los controles necesarios para
resguardar la seguridad del público asistente a los recitales en vivo,
situación ésta que cambió luego de lo ocurrido en “República Cromañón”,
que hizo que, conforme el propio Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
lo reconoció en los considerandos del decreto 1/GCABA/05, se advirtiera
la “necesidad de reforzar los controles sobre la actividad en cuestión y los
propios organismos de contralor” lo que no significa otra cosa que
reconocer la insuficiencia de los controles y la ineficacia de los organismos
encargados de llevarlos a cabo.
Siendo ello así, cualquier argumento que pretendiera sostener que no
existía regulación para la actividad llevada a cabo en “República
Cromañón” partiría, a nuestro criterio, de una falacia.
Tal defecto de razonamiento consistiría en “aplicar una regla general
a un caso particular cuyas circunstancias ‘accidentales’ hacen inaplicable
la regla (…) Lo que es verdad ‘en general’ puede no serlo universalmente y
sin reservas porque las circunstancias modifican los casos. Muchas
generalizaciones de las que se sabe o se sospecha que tienen excepciones
son formuladas sin reserva, o bien porque no se conocen las condiciones
exactas que restringen su aplicabilidad o bien porque las circunstancias
accidentales que las hacen inaplicables surgen tan raramente que son
prácticamente despreciables. Cuando se apela a tal generalización al
argüir acerca de un caso particular cuyas circunstancias accidentales
impiden la aplicación de la proposición general, se dice que el
razonamiento comete la falacia de accidente”3.
El razonamiento partiría de las siguientes premisas:

3
Copi, Irving M.: Introducción a la Lógica, Eudeba, Buenos Aires, 1999, pág.92.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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a) el local estaba sometido a las reglas del Código de


Habilitaciones y Verificaciones en la parte atinente a los locales de
baile clase “C”.
b) el local no era en los hechos un local de baile clase “C”
porque fue desvirtuado el objeto de la habilitación en razón de que no
se hacían allí bailes sino recitales.
c) para los recitales en vivo los funcionarios estaban obligados
a efectuar una inspección previa y durante el evento.
Y concluiría que:
d) No hubo incumplimiento de los deberes de funcionario
porque no había ninguna obligación de efectuar inspecciones en locales de
baile clase “C” con una periodicidad determinada.
Sin embargo, solamente podría arribarse a esta conclusión si se
ignoraran las premisas b y c que incorporan un dato de la realidad que
constituye una excepción al universo de los locales de baile clase “C”.
Un local de baile clase “C” no puede dar recitales en vivo, y el dar
ese tipo de recitales no le quita la condición de local de baile, sino que lo
transforma en uno de estos locales con una característica especial, cual es la
de hacer un tipo de actividad que por regla no se puede hacer en este tipo de
locales; es decir, lo transforma en una excepción a la regla.
Ahora bien, esa excepción se da, en primer lugar, por la conducta del
titular de la actividad, pero también por la de quienes deben controlar su
funcionamiento y permiten que ello suceda.
Puede suceder entonces, que el local no funcione como de baile clase
“C” porque los encargados de controlarlo no cumplan con su deber y
permitan que los explotadores estén en infracción. Si ello fuera así, seguir
diciendo que la regla es la determinada para la inspección de los locales de
baile clase “C” es lo mismo que sostener que es el incumplimiento en
cuanto al control de este tipo de actividades el que justifica la inexistencia
del deber de inspeccionar.
Si ello fuera así, la mejor forma para un funcionario de quedar
impune por el incumplimiento de un deber, sería buscar la manera para que
nunca haya un correlato entre lo que algo debería ser en teoría y lo que es

91
en la práctica, lo que es igual a decir que, en un contexto como el que nos
ocupa, muy pocas veces habría una situación de hecho que motive la
aplicación de una norma.
Empero, también puede suceder que dicho funcionamiento se deba a
la existencia de una autorización de la administración, que permita que en
locales no habilitados para ello se efectúen recitales en vivo. Dicha
autorización puede darse de manera formal -por ejemplo, porque se efectúe,
por parte de los propietarios o explotadores de un local de baile un pedido
especial de compatibilidad de uso de acuerdo a lo determinado por la
disposición 996/SSIG/94- o informal, con una actitud permisiva por parte
de la administración que, en los hechos, admita que este tipo de actividades
se lleve a cabo.
Esto último es lo que habría sucedido en la Ciudad de Buenos Aires
hasta el dictado del decreto 01/GCABA/05 que prohibió expresamente que
en los locales de baile clase “C” se efectúen recitales en vivo.
Previo al dictado de esa norma, se toleraba que bajo el término
“variedades” que obra en la ordenanza que rige la actividad de los locales
de baile, se incluyeran los recitales en vivo, lo cual además de ser frecuente
era conocido y aceptado por los funcionarios responsables del control de la
CBA.
Ahora bien, el primer deber que le corresponde al funcionario público
es indudablemente el de hacer cumplir la ley, motivo por el cual, si un local
de baile que está habilitado como local de clase “C” no cumple con las
exigencias legales, el funcionario debe encauzar la actividad llevándola a
los límites establecidos por la norma.
Sin embargo, si ello no se hace a sabiendas de que se acepta en la
práctica una situación irregular, la actividad del funcionario debe tender, al
menos, a neutralizar los efectos de su incumplimiento anterior, lo que en el
caso no significa otra cosa que llevar al mínimo los riesgos que se generan
con ello, lo cual no se puede lograr más que haciendo cumplir las
exigencias normativas que se encuentran establecidas para este tipo de
actividad y que, en el caso concreto, exigían además del cumplimiento de
todos los otros recaudos de la resolución n° 996/94, una inspección con

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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anterioridad a cada recital y durante su desarrollo, que aseguran los


recaudos de seguridad especiales para los recitales en vivo.
Empero, supongamos que no se estuviera de acuerdo con esta
interpretación, y se sostuviera que si el local estaba habilitado como de
baile clase “C”, debería tomarse en cuenta solamente la regulación
específica para este tipo de actividad.
Si ello fuera así, se debería reconocer en primer lugar que no hay
ninguna norma específica que determine la periodicidad en las inspecciones
de los locales de este tipo, lo que no equivale en modo alguno a decir que
no se puedan establecer criterios claros en ese sentido, derivados del resto
de la normativa vigente al momento del hecho y de las pautas que surgen de
los principios generales del derecho, tales como la razonabilidad, la
proporcionalidad o el interés público.
En efecto, en el caso de los locales de baile clase “C” no existía al
momento de los hechos una norma vigente que regulara la periodicidad en
las inspecciones, sino que había una norma que establecía la obligación para
la administración pública de realizar inspecciones sobre ese tipo de
actividades y otras que determinaban la competencia de áreas específicas
para llevar adelante dichas inspecciones. En ese sentido, podría decirse que
la obligación era indeterminada, porque dejaba al arbitrio de la
administración aspectos tales como la forma y frecuencia de los controles,
que podrían ser efectuados de manera discrecional por la sede aplicativa, en
función de sus objetivos, intereses, recursos, experiencia, etc.
Ahora bien, cuando una norma está estructurada de esa manera, cabe
preguntarse por la posibilidad que el Poder Judicial tiene, en un sistema en
el que rige la división de poderes, de analizar si lo hecho por la
administración pública en uso de la discrecionalidad que el propio
legislador le otorgó fue, o no, exigible a efectos de poder afirmar que el
funcionario cumplió, o no, con su deber.
En ese sentido, cabe consignar en primer lugar que el legislador
decidió incorporar entre los bienes jurídicos protegidos a la administración
pública. Lo que se pretende proteger mediante la sanción penal es el
correcto funcionamiento de la administración pública.

93
De esta manera, puede sostenerse que la propia legislación otorga un
permiso al Poder Judicial para analizar la actividad de los funcionarios
públicos, y que ese control, al igual que la propia división de poderes,
también es necesario para resguardar los principios de un sistema
democrático.
Sin embargo, si bien ese sistema de gobierno exige tanto la división
de poderes como la sujeción a derecho de la actividad de todos aquellos que
los integran, cuando se trata de analizar en casos como el que nos ocupa, en
los que el contenido de la obligación queda librado a la discrecionalidad de
la administración pública, si se cumplió, o no, con el deber para el cual el
funcionario fue designado, la interpretación que el Poder Judicial haga del
contenido de la norma, se deberá mantener dentro de límites tales que no
impliquen una forma tal de intromisión en la actividad del Poder Ejecutivo
que esté prohibida por el principio de división de poderes.
Un primer parámetro para justificar la intervención judicial puede
encontrarse en el perjuicio generado al administrado por la actividad de los
funcionarios. Se sostiene en ese sentido que “cuando más fundamental sea
el bien jurídico comprometido y mayor su afectación, mayores y más
intensos habrán de ser la predeterminación legal y el control judicial, es
decir, menor será el espacio admisible para el reconocimiento en favor de
la Administración de un margen de apreciación (…). [L]a restricción del
control judicial a través del reconocimiento en favor de la Administración
de un margen de apreciación está menos justificada cuanto mayor sea la
afectación de un derecho fundamental o la intensidad de su limitación”4 .
De ello se infiere que ya resulta dudoso que pueda quedar en manos
de la administración la intensidad de los controles de actividades que, como
la que llevaba a cabo “República Cromañón”, pueden poner en peligro la
vida y la integridad física de centenares de personas. En ese tipo de áreas,
resultaría exigible al legislador una mayor densidad normativa que obligue
a la administración a procurar los recursos para que haya un control efectivo
tendente a evitar los resultados perjudiciales que una aplicación incorrecta

4
Bacigalupo, Mariano: La discrecionalidad administrativa (estructura normativa, control judicial y límites
constitucionales de su atribución); Marcial Pons, Madrid, 1997, pág.249.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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de la norma, basada en la discrecionalidad de la administración, podría


generar.
Empero, cuando esa densidad normativa no existe, y en casos en los
que se encuentran involucrados bienes jurídicos fundamentales, se justifica
aún más la actividad de los jueces a la hora de llevar adelante el control de
la actuación de la administración pública.
Ahora bien, llegado el momento de analizar cuál era el deber de los
funcionarios en el caso concreto, cuando se trata de supuestos en los que
éste no está determinado normativamente, es necesario partir del siguiente
punto: “una cosa es que en sus respectivas zonas de incertidumbre los
conceptos indeterminados no indiquen (positivamente) si la decisión
aplicativa que haya de adoptarse respecto de uno de sus candidatos
neutrales es positiva o negativa, y otra muy distinta que el ordenamiento
jurídico admita y tolere que aquélla (sea positiva o negativa) pueda ser,
por ejemplo, arbitraria, irracional, irrazonable, desproporcionada,
discriminatoria o defraudadora de la confianza legítima. (…). ‘[L]a
indeterminación lógica del enunciado (de un concepto jurídico
indeterminado) no se traduce en una indeterminación absoluta de su
aplicación, que permita cualquier interpretación y la contraria, o una
invocación meramente caprichosa capaz de legitimar cualquier solución’.
Lo que ocurre es que, como se ha pretendido demostrar, ello no es fruto de
la potencialidad semántica del propio concepto (es decir, del ‘resplandor
de su núcleo’ de certeza) sino de la debida observancia del fin de la
potestad y, sobre todo, la observancia (¡negativa!) de otros principios
jurídicos (interdicción de la arbitrariedad, proporcionalidad, igualdad,
protección de la confianza legítima, etc,) a la hora de aplicar (o inaplicar)
el concepto en su zona de incertidumbre”5.
Sentados los criterios precedentes, lo que sigue es la determinación
de lo que, en caso de que se sostenga que deben regir las reglas de
inspección establecidas para los locales bailables y no para los recitales en
vivo, hubiera sido la actuación conforme a deber de los funcionarios
públicos procesados.

5
Bacigalupo, Mariano: ibídem, pág.210/1.

95
Ya se dijo que el local donde funcionaba “República Cromañón”
estaba habilitado bajo el régimen de los locales de baile, por una ordenanza
del año 1976 que no establecía ninguna periodicidad en las inspecciones.
Previo al dictado de esa norma que contemplaba específicamente los
locales de baile, lo más parecido que había en cuanto a regulación de ese
tipo de actividad era la ordenanza n° 24.654 del 22 de octubre de 1969
referida a locales de música, canto y variedades. En ella, se regula la
actividad de ese tipo de locales, a los cuales define como aquellos en los
que: a) se ejecuta música y/o canto en carácter de actividad principal, con o
sin intervención del público concurrente; b) se realizan o no números de
variedades, con o sin transformación; c) se expenden bebidas y, d) se sirven
o no comidas.
El 12 de diciembre de 1996 se modificó esa ordenanza con la n°
51.229 que incorporó a la n° 24.654 el art. 22 que dispone que: “El Poder
ejecutivo deberá verificar, con periodicidad no mayor de 120 días y en
horario de funcionamiento, el cumplimiento de las normas vigentes.
Elaborará un informe, que se incorporará al expediente de habilitación y
que contendrá necesariamente, con carácter no excluyente dictamen
sobre el estado de: los medios de egreso y salida de emergencia,
iluminación de emergencia, condiciones de prevención contra incendio,
ventilación mecánica y coeficiente de ruidos y vibraciones”.
Recordemos que los locales de baile clase “C” son definidos por el
Código de Habilitaciones y Verificaciones como aquellos lugares en los que
se ejecuta música y/o canto hasta las 4:00 horas; se ofrecen bailes públicos,
se expenden bebidas, se sirven o no comidas y se realizan o no números de
variedades con o sin transformación.
Así, de la comparación entre la definición de uno y otro tipo de local
se observa que la única diferencia entre ellos es que en los locales de baile
clase “C” se realizan bailes como actividad principal, mas cualquiera de las
otras actividades que están reguladas como principales en el caso de la
ordenanza n° 24.654 bien podrían ser secundarias o accesorias en este tipo
de locales.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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De esta forma, si bien existiría un vacío normativo en el caso


específico de los locales de baile en lo que hace al contenido del Código de
Habilitaciones y Verificaciones, principios básicos como los de
razonabilidad y proporcionalidad obligan a sostener que cualquier
periodicidad establecida por la administración nunca podría ser menor a
esos 120 días.
Ello es así en virtud de que, una primera forma de establecer límites
para la discrecionalidad de la sede aplicativa, es sin dudas acudir a las
pautas que el legislador dio para casos similares. En ese aspecto es válido
presumir que, a la hora de sancionar la norma –que por otra parte era mucho
más actual que la de 1976-, se tuvieron en cuenta factores relevantes que
arrojaron como conclusión que una periodicidad de 120 días era la que
permitía mantener la actividad dentro de los márgenes de riesgo aceptables
para resguardar la seguridad de los asistentes al lugar.
En consecuencia, a la hora de llenar un vacío normativo que recae
sobre una actividad similar a la que ya está regulada, y que en todo caso
lejos de presentar menores riesgos que aquélla presentaría riesgos mayores,
cualquier periodicidad inferior a la de 120 días no sería idónea para
asegurar todo aquello que el legislador contempló cuando estableció esa
periodicidad.
Resumiendo, por un lado no sería razonable desconocer las pautas
dadas por el legislador para casos prácticamente idénticos, y por el otro, si
esas pautas establecen una periodicidad de 120 días para una actividad que
conlleva determinado riesgo, para otra con un riesgo mayor, un control con
una periodicidad que supere ese lapso sería desproporcionado a la luz de los
bienes jurídicos protegidos.
Por su parte, como si ello no fuera suficiente, existen otras normas
vigentes al momento del hecho que ponen en evidencia que, ya no para el
legislador, sino para la propia administración del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, una actividad del tipo de la que se desarrollaba en
“República Cromañón” justificaba el tipo de periodicidad más corta dentro
de las posibles.

97
En efecto, mediante el decreto n° 2115 del 10 de noviembre de 2003,
se estableció un régimen de “verificaciones especiales” de los locales
habilitados y por habilitar, a fin de “verificar periódicamente el
cumplimiento de lo autorizado en las habilitaciones por parte de los
establecimientos comerciales, industriales, depósitos y de servicio referidos
básicamente a constatar que la actividad que se desarrolla es la
efectivamente habilitada, que la configuración física del establecimiento
mantenga las características de su habilitación y que cumpla con
condiciones de higiene y seguridad aceptables”.
Según se expresa en los considerandos del decreto, la
implementación de ese sistema que sería llevado a cabo por profesionales
que no pertenecen a la planta del GCBA, resultaba necesaria para “contar
con elementos de juicio adicionales para ejercer eficazmente el poder de
policía sobre los locales de comercios, industrias, depósitos y servicios en
general, instrumentando las políticas adecuadas que permitan verificar y
fiscalizar rutinariamente si los establecimientos ya habilitados siguen
manteniendo las condiciones exigidas por la normativa vigente en la
materia, derivada del Código de Planeamiento Urbano, del Código de la
Edificación y del Código de Habilitaciones y Verificaciones” (el resaltado
nos pertenece).
En el art. 7 del citado decreto se establece que, entre otras cosas, las
funciones del Profesional Verificador de Habilitaciones serán las de
verificar la correspondencia entre el rubro habilitado y el efectivamente
desarrollado, entre los planos de habilitación o la Declaración Jurada
efectuada al efecto y la realidad constructiva del local, y que éste reúna
condiciones de higiene y seguridad aceptables.
En cuanto al período en el que se llevarán a cabo las verificaciones se
establece (art. 9) que en aquellos casos en los que se requiera inspección
previa al funcionamiento (dentro de los que están los locales de baile), se
realizará la verificación en la oportunidad previa al otorgamiento de la
habilitación; en los casos en que no se requiera inspección previa, se
efectuará dentro de los treinta días posteriores al otorgamiento de la
habilitación o transferencia y luego se determina que la verificación

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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periódica se realizará cada doce meses (esto último se modificó


posteriormente y se dispuso un sistema de periodicidad acorde al tipo de
establecimiento o actividad desarrollada).
Sin embargo, según se expresa en el art. 10 del citado decreto, dado
que el sistema se aplicará a los locales habilitados y por habilitar, para el
caso de los primeros, el régimen de verificaciones entrará en vigencia al año
de que comience a funcionar el registro de verificadores y los locales serán
incorporados progresivamente, debiendo concluir indefectiblemente en un
plazo de 12 meses.
Por decreto n° 467/04, del 29 de marzo de 2004, se modificó el art. 9
del decreto n° 2115 en lo que respecta a la verificación periódica,
disponiéndose que se establecerá por reglamentación, teniendo en cuenta la
incorporación gradual de actividades de acuerdo con las características
particulares de éstas (art. 5). Asimismo, se estableció que la incorporación
progresiva de los establecimientos habilitados debería concluir en los treinta
y seis meses posteriores (art. 6).
El 22 de junio de 2004, por disposición n° 968 de la Dirección
General de Habilitaciones y Permisos, se dispuso que en esa fecha
comenzaría a funcionar el régimen de verificación de habilitaciones y se
aprueban los plazos de vigencia de las verificaciones periódicas a las que se
hace referencia en el art. 5 del decreto 467.
Si bien en esta disposición no se incluyen expresamente los locales de
baile, se habla de locales de representación o exhibición (cine, cine teatro,
auditorio y teatro), locales de fiesta y locales de diversión; en todos estos
casos se establece periodicidad 1 (en una tabla que va del 1 al 7).
En los considerandos de esta disposición se refiere que “es deber de
la administración velar por el cumplimiento de las obligaciones que nacen
del acto administrativo, pudiendo llegar en extremo a disponer
unilateralmente su eliminación en razón de no haber cumplido el particular
con las obligaciones que dimanan del mismo; (...) corresponde diferenciar
para la elaboración de un criterio único de clasificación desde el profuso y
atomizado universo de actividades comerciales, de servicios y de industria
que se desarrollan en la ciudad, y en la compresión de que sólo una porción

99
de ellas presentan características especiales que las hacen susceptibles de
una permanente actividad de control por parte del Servicio de Contralor
de Locales Habilitados y por Habilitar, conformar un parámetro válido
que haga discernir fácilmente cuáles son las que deberían someterse a
una verificación periódica de corto plazo y cuáles deberían someterse a
una verificación periódica de mediano o largo plazo, el establecer una
escala de actividades y su sometimiento bajo la periodicidad que se
establezca”.
Es importante destacar en este punto cuáles son los criterios que,
según esta regulación, justifican que una actividad tenga una periodicidad
de corto, mediano o largo plazo en las inspecciones.
Un primer punto considerado es el tipo de actividad, pudiéndose
advertir en la regulación que cuando se trata de una que puede tener, por
ejemplo, Incidencia s/ la población (por ejemplo fabricación de productos
alimenticios) es necesaria una periodicidad corta (1), al igual que en el caso
de actividades peligrosas (tales como la fabricación de sustancias químicas).
También resulta ser un criterio determinante el tamaño del predio, a
punto tal que una misma actividad (por ejemplo, fabricación de muebles y
colchones) varía entre los índices 5, 3 y 1 según los metros sean hasta 500
m2; más de 500 m2 o más de 1000 m2 respectivamente. Este punto resulta
también determinante para el caso de locales comerciales con afluencia de
público, en los que el índice variará de la misma manera que en el caso
dado anteriormente como ejemplo.
Finalmente, dentro de los casos con afluencia masiva de público se
distinguen los locales de cultura, culto y esparcimiento, hallándose entre los
supuestos de periodicidad 1 los cines, teatros, locales de diversión y salones
de fiesta (fs. 14.166)
No hace falta mucho análisis para advertir que una actividad como la
realizada en “República Cromañón” reunía prácticamente todos los factores
que justificaban una actividad de control más intensa: superaba los 1500
metros cuadrados de superficie habilitada; tenía una afluencia de público
superior a las mil personas; efectuaba una actividad de diversión o

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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esparcimiento con una participación activa del público; estaba recubierto de


materiales inflamables; etc.
En consecuencia, si bien no surge de la norma el caso de los locales
de baile en particular, sí existen otros similares regulados, de cuya
reglamentación surgen parámetros que determinan la exigencia de una
actividad permanente de control por parte de los organismos respectivos.
Debe repararse en ese sentido, que si bien no está determinado
claramente en el contenido del texto de la disposición n° 968 la forma en
que se traduce lo denominado como “periodicidad 1”, todo parece indicar
que se trataría de un período de un año (bastante amplio por cierto si se
considera que hay supuestos con “periodicidad 7”). Si ello es así, se estaría
a ese tiempo como el máximo posible para la realización de un control
adicional al que deben efectuar los organismos competentes encargados de
la fiscalización y control, razón por la cual, no parece aceptable sostener
que el órgano competente cuya actividad pretende ser complementada con
la actividad de los profesionales verificadores de habilitaciones, tenga
permitida una frecuencia menor de inspecciones que aquella a la que
estarían obligados estos últimos.
Del análisis precedente surgiría que un plazo de 120 días como
máximo entre una inspección y otra, pareciera ser el piso para la
periodicidad en las inspecciones a locales de baile, cuya actividad
contemplaría al menos el mismo riesgo que aquellos otros locales objeto de
lo regulado por la ordenanza n° 24.654; además, todo lo que exceda de ese
riesgo básico, como aquellos factores contemplados por la disposición n°
968 del GCBA que acortan el período de inspecciones, debería ser
considerado a los fines de un tratamiento especial que justifique un máximo
menor de tiempo entre una y otra inspección.
En este esquema, puede sostenerse que a partir del 29 de junio de
2003, es decir, tres meses después de que se realizara la última inspección
al local que nos ocupa, nació la obligación de volver a inspeccionarlo;
obligación ésta que no fue llevada a cabo en ningún momento hasta el 30 de
diciembre de 2004, superándose de esta forma cualquier plazo razonable,

101
incluso en el caso de que no se estuviera de acuerdo con lo sostenido hasta
aquí en cuanto a la obligación de inspeccionar cada tres meses.
Empero, el caso de los locales bailables presentaba una particularidad
que reforzaba cualquier criterio que pudiera adoptarse en abstracto a los
efectos de establecer una periodicidad en la inspecciones, y que obligaba a
fijar un régimen especial para controlar fehacientemente a la totalidad de
los locales de baile, dejando de lado cualquier sistema de selección de
lugares a inspeccionar que se pudiera estar aplicando hasta el momento, y
mucho más un sistema basado en las denuncias de los particulares, que
salvo casos excepcionales, desconocen las reglas de seguridad exigidas para
un local de baile, y tampoco deben encargarse de verificar su cumplimento
antes de entrar a uno.
Esta particularidad versaba, por un lado, en las advertencias que hizo
en reiteradas oportunidades la Defensoría del Pueblo sobre la posibilidad de
que un hecho como el que nos ocupa ocurriera y, por otro, en el
conocimiento efectivo que los funcionarios del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires tuvieron con las inspecciones que realizaron, acerca de que
aquello que era sindicado por la Defensoría como factores que podrían
llevar a una tragedia se hallaba presente en un alto porcentaje de los lugares
controlados.
En efecto, tal como vimos a la hora de detallar la prueba que obra en
este expediente, pocos meses después de llevarse a cabo la última
inspección del local sito en Bartolomé Mitre 3060, se dictó la Resolución n°
2022/03 de la Defensoría del Pueblo que advertía desde entonces que:
“Miles de jóvenes asisten todos los fines de semana a locales que no
cuentan con habilitación y, por ende, no están debidamente controlados.
De esta manera, se desconoce si estos locales cuentan con la
infraestructura adecuada para albergar a los asistentes que, en algunos
casos llegan a miles, especialmente en lo atinente a las normas de
seguridad, prevención contra incendio, medios de salida de emergencia,
etc. El Gobierno de la Ciudad no puede alegar desconocimiento ante el
funcionamiento de estos locales, ya que no sólo publicitan sus actividades,

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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sino que fueron denunciados por esta Defensoría en reiteradas


oportunidades”
También se dijo en esa oportunidad que “se generan molestias en los
asistentes a los locales derivados del ingreso de personas más allá del
número permitido por la habilitación. Esta falta en la que incurren
muchos locales, también es un factor que afecta seriamente la seguridad
de los mismos ya que el número de personas que pueden asistir determina
los anchos de salida de incendio y también el confort...”.
Sin que se hubiera modificado prácticamente nada, al año siguiente,
en la Actuación n° 631/04 de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad y en el
informe sobre locales bailables efectuado por esa repartición en el mes de
mayo de 20046, se sostuvo nuevamente que en la Ciudad de Buenos Aires
“se calcula que unos 400.000 jóvenes por fin de semana concurren a
locales que no cuentan con la habilitación correspondiente. Esto genera un
grave peligro para las personas que asisten a los Locales Bailables debido
que las mismas no cuentan con adecuadas normas de seguridad,
prevención contra incendios, medios de salida de emergencia, etc.”, lo que
llevó a que se recomendara la clausura de los locales que no se hallaban en
condiciones para seguir funcionando.
Ahora bien, tras esos informes el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires, durante el 2004 realizó 238 inspecciones a locales de baile. De esa
cantidad, 148 corresponden a lugares distintos, las restantes 90 inspecciones
fueron realizadas en locales ya inspeccionados en el período señalado (hay
locales que fueron inspeccionados tres o cuatro veces).
En el transcurso de esas inspecciones se dispusieron 93 clausuras; 87
de ellas corresponden a distintos locales.
De las 93 clausuras, 63 fueron realizadas en locales en los que, entre
otras infracciones, se constató la falta del certificado de bomberos. En otros
19 casos, las infracciones estaban referidas a la no exhibición del

6
Este informe se encuentra agregado al legajo de habilitación, precedido por un memorándum firmado por
Alimena en el que se solicita “adjuntar a la actuación de referencia (n° 631/04) el informe del mes de
mayo que sirviera para emitir la Solicitud enviada al Ejecutivo de la Ciudad y el correspondiente
análisis de situación al mes de octubre de 2004 con base a la información remitida por Superintendencia
de Bomberos de la Policía Federal.”. Este memorándum tiene fecha de enero de 2005 y en el informe al
que se refiere se hace mención a que “el Defensor Adjunto Atilio Alemana ha solicitado a la
Subsecretaría de Control Comunal Lic. Fabiana Fiszbin... Mayo de 2004”. En su declaración testimonial
Alimena dijo que el informe era de fines de abril de 2004.

103
certificado, problemas con las vías de salida, problemas con los matafuegos,
luces de emergencia, cables expuestos, etc.
Si bien se puede observar que todas estas cuestiones están vinculadas
a medidas que hacen a la seguridad del lugar para casos de siniestro, se
debe tener en cuenta que en otros lugares también se observaron
infracciones vinculadas con estas cuestiones y, sin embargo, no se dispuso
su clausura. Lo determinante en estos casos pareció ser la cantidad de este
tipo de infracciones que presentaba el local. También hay que señalar que,
si bien fue en pocos casos, algunos lugares no tenían el certificado de
bomberos y no fueron clausurados.
Se constataron 70 infracciones por falta de certificado de bomberos o
por no exhibirlo, 53 de las cuales correspondían a locales de baile clase C.
También se verificaron infracciones por:
a) problemas con los medios de salida: de un total de 35, 25 se
constataron en locales clase C;
b) problemas con los matafuegos: de un total de 29
infracciones, 23 correspondían a locales de baile clase C;
c) falta de tratamiento ignífugo: de un total de 38 infracciones,
27 fueron detectadas en locales clase C;
d) falta de señalización de medios de salida: de un total de 25
infracciones, 17 correspondían a locales clase C; y
e) problemas con las luces de emergencia: de un total de 21
infracciones, 12 fueron verificadas en locales de baile clase
C.
En definitiva, sólo de este simple análisis se puede concluir que los
locales de baile que funcionaban en la ciudad de Buenos Aires adolecían,
tal como lo advirtió la Defensoría del Pueblo, de serios problemas
vinculados con falta de medidas de seguridad contra incendios.
Si de 148 locales de baile distintos inspeccionados se clausuraron
82 por infracciones relacionadas con medidas de seguridad para casos de
siniestros, y se clausuraron por la gravedad de este tipo de falta, resultaba
previsible que del resto de los locales de ese tipo que funcionaban en la

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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Ciudad de Buenos Aires un porcentaje similar al que se dio en los lugares


inspeccionados, también estuviera en falta.
Esto sólo debió haber servido de alerta para obligar a los funcionarios
competentes a inspeccionar la totalidad de los locales bailables, bajo las
responsabilidades que, en caso de no hacerlo, podía generar el permitir que
los lugares no inspeccionados fueran una suerte de “bomba de tiempo” que
en cualquier momento podría explotar.
Indudablemente el informe de la Defensoría del Pueblo sirvió como
alerta para los funcionarios que, luego de él incrementaron en un principio
la actividad de control. Según se desprende del listado de inspecciones, en
el mes de enero de 2004 se realizaron 4; en febrero 9; en marzo 10; en abril
9; en mayo 13, en junio 29, en julio 40, en agosto 40, en septiembre 33, en
octubre 12, en noviembre 28 y en diciembre 9.
Sin embargo, esa actividad generada inmediatamente después del
informe fue decayendo hasta volver a fin del año 2004, momento en el que
ocurrió el hecho que nos ocupa, prácticamente a los mismos niveles de
inspección que había con anterioridad al informe.
Todo esto pone a las claras que el informe de la Defensoría del
Pueblo funcionó como alerta de lo que estaba ocurriendo con los locales de
baile en punto al cumplimiento de las condiciones de seguridad, pero
además, que el gobierno de la ciudad tenía posibilidad de realizar, al menos,
40 inspecciones por mes.
Siendo ello así, si se tiene en cuenta la cifra de 200 locales a los que
se refiere la Defensoría del Pueblo (que puede variar en más o menos de
acuerdo a quién da la información), en sólo cinco meses se hubieran
podido inspeccionar la totalidad de locales de baile de la ciudad.
Sin embargo, pese a lo sencillo que hubiera sido con un poco de
planificación y sistematización de la información, los funcionarios del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no parece que se haya confrontado
el listado de locales inspeccionados con el de locales registrados;
confrontación ésta que hubiera mostrado que sólo el 37% de los locales
inspeccionados estaban en ese registro y que, tal como lo adelantó la

105
Defensoría del Pueblo, sólo ese porcentaje contaba con la habilitación
correspondiente.
Hasta aquí se efectuó un análisis de lo que debió haber sido el deber
de los funcionarios públicos encargados del control de los locales bailables
en el ejido de la Ciudad de Buenos Aires. Una síntesis de esa evaluación
permite sostener que un análisis razonable de la normativa que regía la
actividad para la época en que ocurrió el hecho que nos ocupa, establece los
siguientes deberes para esos funcionarios:
a) Deber de garantizar la seguridad de los concurrentes, de acuerdo a
lo que surge de la Resolución n° 996/94, mediante la realización de
controles efectivos antes y durante el desarrollo del espectáculo en todos los
locales de baile clase “C” que se aparten de la actividad para la que están
autorizados y brinden recitales en vivo.
b) Deber de realizar un control periódico del funcionamiento de los
locales bailables en situaciones normales, en razón de que el tipo de
actividad y la cantidad de personas que involucra, era y es considerado por
la normativa vigente como merecedor de una atención especial en
comparación con otras actividades de menor riesgo.
c) Deber de realizar -una vez conocido el informe de la Defensoría
del Pueblo y constatada en la práctica la situación de inseguridad de gran
parte de los locales de baile inspeccionados a raíz de dicho informe-, una
inspección de la totalidad de los locales de baile de la Ciudad de Buenos
Aires.
Ahora bien, tal como se desprende de los elementos de prueba
obrantes en este expediente, ninguno de estos deberes fue cumplido por los
funcionarios públicos encargados de controlar el funcionamiento de los
locales de baile en la Ciudad de Buenos Aires y con competencia para la
determinación de los lugares a inspeccionar y la forma de llevar a cabo esas
inspecciones.
Este incumplimiento hallaría encuadre típico en lo establecido por el
artículo 248 del Código Penal, que describe la conducta del funcionario
público que “no ejecutare las leyes cuyo cumplimiento le incumbiere”.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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La figura mencionada se trata de un delito especial de autor, cuyo


sujeto activo solamente puede ser el funcionario público con competencia
para hacer cumplir las leyes no ejecutadas. En el caso que nos ocupa, los
funcionarios que tuvieron ese poder fueron Ana María Fernández y Gustavo
Juan Torres en su condición de titulares de la Dirección de Fiscalización y
Control, y Fabiana Fiszbin en su condición de Subsecretaria de Control
Comunal.
Tal como se vio en un comienzo, al momento de los hechos la
Subsecretaría de Control Comunal tenía, entre otras, las funciones de
ejercer y coordinar en forma integral el poder de policía en el ámbito de
la ciudad autónoma de Buenos Aires; ejercer el contralor y el poder de
policía mediante la aplicación de las normas específicas en materia de
habilitaciones, seguridad, calidad ambiental, higiene y seguridad
alimentaria y salubridad; supervisar y coordinar acciones con la
Dirección General de Fiscalización y Control.
La Dirección General de Fiscalización y Control estaba a cargo, al
momento de los hechos, del Dr. Gustavo Torres, y tenía entre sus funciones
(según el Decreto n° 1563/04) las siguientes: ejercer el poder de policía en
materia de habilitaciones y permisos que se refieran a establecimientos,
anuncios publicitarios y actividades comerciales en la vía pública y las
cuestiones atinentes que hagan a la seguridad, salubridad e higiene de los
establecimientos de comercio, industria, depósito y servicios; confeccionar
órdenes de inspección e instrumentarlas en la órbita de su competencia;
practicar intimaciones; disponer las clausuras cuando las circunstancias así
lo requieran y ratificar las clausuras inmediatas y preventivas; coordinar
operativos de verificación y control que requieran de un abordaje integral
de poder de policía que ejerce el Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
También estableció el decreto n° 1563 una Dirección General
Adjunta, que al momento de los hechos estaba a cargo de Ana María
Fernández (quien había estado previamente como Coordinadora General de
la UPI desde enero de 2004 hasta el 31 de agosto de ese año, y luego como
Directora de Fiscalización y Control interina -luego de la renuncia de

107
Lucangioli-, desde 20 de septiembre al 17 de octubre del citado año) y que
tenía la función de asistir al Director General de Fiscalización y Control en
los temas de su competencia y reemplazarlo en caso de ausencia, aunque
por resolución nro. 424/04 dictada por Torres no tenía al momento de los
hechos la función de decidir los lugares a inspeccionar.
Una vez sentada la existencia de los elementos objetivos del tipo
penal, se pasará a analizar el aspecto subjetivo, es decir, si en el caso existió
o no dolo por parte de los imputados.
A fin de determinar ese extremo, es necesario hacer una distinción
entre las distintas conductas a las que estaban obligados los funcionarios.
Con respecto al deber de controlar la realización de recitales en vivo
antes y durante el desarrollo del evento, es menester destacar que existía
una costumbre por la cual este tipo de recitales se hacía en los locales
bailables de manera habitual, sin que los explotadores de esos locales, a
diferencia de lo que ocurría en los casos de microestadios o estadios de
fútbol, se vieran obligados a solicitar un permiso especial.
La base para la instalación de esa práctica estuvo dada,
principalmente, por la posibilidad de interpretar a los recitales en vivo como
espectáculo de “variedades”, que los locales bailables podían brindar como
actividad accesoria.
Sin embargo, una interpretación de este tipo, si bien podría cumplir
con la finalidad de no impedir la realización de esos espectáculos –y ello,
incluso por motivos que podrían ser loables, tales como fomentar la
actividad de nuevos grupos musicales, incrementar el rendimiento
económico de una actividad que genera empleo y réditos para el Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, etc.- nunca podría tener un rendimiento tal,
que le permitiera al funcionario justificar la falta de controles, apartándose
de una ecuación razonable entre las ventajas de la admisión de la actividad
y la obligación de velar por la seguridad de los concurrentes a los locales de
baile que brindaban ese tipo de recitales.
Ningún funcionario a cargo del área de control del Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires puede desconocer la existencia de una norma
específica como la Resolución n° 996/94 que regula la autorización para

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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recitales en vivo en lugares no habilitados específicamente para ello. Por su


parte, del contenido de esa norma se desprende de manera palmaria la
exigencia para ese tipo de locales de adoptar medidas de seguridad
especiales para el desarrollo de una actividad que genera un riesgo especial.
Si se efectúa una comparación entre el Código de Habilitaciones y
Verificaciones que regula el funcionamiento de los locales de baile clase A,
B y C y la resolución n° 996/94, es fácil advertir, como ya se sostuvo, que
muchas de las medidas de seguridad exigidas para la realización de recitales
en vivo en lugares no habilitados para ello no son requeridas por la primera
de las normas. Una comparación de ese tipo, permite ver con claridad que el
riesgo que se pretende neutralizar con esas medidas de seguridad es el que
se genera con la actividad especial cuya autorización se solicita.
Así las cosas, una interpretación tal del término “variedades” que
incluya a los recitales en vivo, si bien puede ser funcional para los objetivos
buscados por la administración, implicaría a la vez, y casi necesariamente,
una decisión de no controlar esos riesgos especiales generados con la
actividad.
En ese sentido, lo establecido por los Decretos nros. 1 y 2 de 2005
lejos de poner en evidencia la existencia de un eventual error sobre el
contenido del deber por parte de la administración -error que, por otra parte,
en caso de ser alegado, no solamente sería evitable sino que prácticamente
sería inadmisible si se toma en cuenta de quien proviene-, ratificaría su
conocimiento por parte de los funcionarios.
Asimismo, a la vez que existía el deber de controlar especialmente a
aquéllos locales que dieran recitales en vivo, existía un deber general de
controlar con una periodicidad razonable los locales bailables. Ese deber
tampoco fue cumplido por ninguno de los funcionarios procesados que, si
bien podrían no conocer la inexistencia de inspecciones en el caso particular
de “República Cromañón” sabían perfectamente que no había ninguna
sistematización para determinar cuándo correspondía efectuar una nueva
inspección en un local bailable; cuándo fue la última inspección en un local
determinado; etc., y por lo tanto, sabían que los locales bailables no estaban
siendo inspeccionados de manera correcta.

109
En ese sentido, no solamente no se efectuó un control en un plazo
razonable (120 días según lo analizado precedentemente), sino que
directamente no se hizo prácticamente ningún control sobre lugares que se
sabía que funcionaban como locales de baile sin poseer habilitación; o,
en los casos de locales habilitados, no se hizo un control sistemático porque
ni siquiera se sabía cuales seguían funcionando o no en razón de la falta de
depuración del padrón.
Es decir, nunca se controló de manera efectiva y sistematizada a los
locales de baile. Como prueba de ello, resultan paradigmáticas las palabras
de la licenciada Fabiana Fiszbin en el encuentro llevado a cabo con los
integrantes de la Cámara de Empresarios de Discotecas de Buenos Aires
(CEDEBA), oportunidad en la que sostuvo la importancia de las
modificaciones estructurales que se hicieron al cerrar la Dirección de
Habilitaciones y Verificaciones y reemplazarla por la Unidad Polivalente de
Inspecciones y luego por la Dirección de Fiscalización y Control para evitar
la corrupción administrativa, resaltando en la oportunidad la necesidad de
concientizar a los empresarios para que no sobornen a los inspectores, tal
como venía ocurriendo históricamente. También la imputada hizo hincapié
en la nueva forma de inspecciones, que se basaba en rotar a los inspectores
y en que éstos no conocieran los lugares que irían a inspeccionar para evitar
que les avisaran.
Asimismo, Fiszbin destacó la importancia de la tarea conjunto con
CEDEBA, y lo fundamental que resultaba un trabajo de prevención
mediante la internalización por parte de los empresarios de la importancia
del respeto de las medidas de seguridad, apuntando a un concepto de
autocontrol. Luego de todo ello, la imputada dijo: “Esto es lo que venimos
desarrollando; ya llevo casi un año también en la Subsecretaría de Control
y creo que con la Cámara, que más hemos trabajado es con ésta, a pesar
de que la agrupación o concentración de locales que hoy representa la
Cámara no sea la totalidad de los que hoy están en la ciudad. Nosotros
tenemos un padrón que ya hemos pulido, en el cual tenemos
aproximadamente doscientos locales de baile clase ‘C’. Son los
denominados en el rubro habilitaciones, que hacen a la actividad de

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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ustedes, de los cuales habrá cincuenta que no estarán habilitados, muchos


porque están en lugares en los que la norma no permite y muchos o que no
han hecho la tramitación. Intentamos que estén todos, sería muy positivo,
de muchísima fortaleza que la Cámara por lo menos en el ámbito de la
ciudad y siendo sólo doscientos locales que hacen actividad de baile o
complementarios de baile, que son doscientos o doscientos veinte no más,
se puedan concentrar en esta Cámara porque nos permite a nosotros tener
un referente realmente válido o sólido con más fuerza para desarrollar
todo lo que nosotros les proponemos trabajar. Creo que todos los que están
dentro de la cámara tienen que ser el ejemplo para aquellos que no lo están
y creo que esta es la política que mas se ha impuesto a los que forman la
cámara. Todos los que forman la cámara deberán ser los primeros que
deberán cumplir con toda la normativa.”
De esta forma, en su exposición, la imputada Fabiana Fiszbin
sintetizó todos aquellos factores que explicaban el motivo por el cual los
controles a los locales bailables se efectuaron de manera tan deficiente.
Entre esos motivos, tal como se describió a la hora de detallar los elementos
de prueba obrantes en el expediente, se encuentra un cambio permanente de
estructura en el sistema de control, que impidió afianzar una política de
fiscalización y capitalizar la experiencia de los funcionarios de la
administración, que en su mayoría quedaron a disponibilidad luego de la
disolución a fines de 2003 de la Dirección de Habilitaciones y
Verificaciones.
A su vez, tal como se vio, la cantidad de inspectores y funcionarios
puestos a disponibilidad, no fue sustituida por una idéntica de funcionarios
nuevos, sino que fue reemplazada de manera paulatina por una cantidad
menor de funcionarios que fueron ocupando lugares en estructuras que, a su
vez, se fueron modificando en muy poco tiempo.
Por su parte, a fin de evitar la práctica originada en las inspecciones
rutinarias, que consistían en la asignación de una determinada zona a un
grupo determinado de inspectores, y la relación que ello generaba entre los
inspectores y los dueños de los locales, que pagaban sobornos para poder
trabajar sin ser molestados por los primeros, se reemplazó dicho sistema por

111
uno conforme al cual se asignaban a los inspectores los lugares a los que
debían dirigirse recién en el momento en que debían concurrir, más se lo
hizo sin ningún tipo de control que permitiera abarcar de manera
programada a la totalidad de los lugares en funcionamiento.
Lejos de ello, el eje de la elección de los lugares a inspeccionar lo
constituyeron las denuncias de los particulares, cuyo seguimiento es
solamente una de las obligaciones que se hallan en cabeza de las
autoridades de control, implicando ese sistema de fiscalización un
incumplimiento de los deberes de llevar a cabo operativos programados y
coordinados para inspeccionar también los lugares sobre los que no recaía
denuncia alguna.
Sin perjuicio de ello, y más allá de lo adecuado o no que este sistema
de selección de objetivos a inspeccionar pudiera resultar en miras al
cumplimiento del deber de los funcionarios, lo cierto es que, ante las alertas
dadas por la Defensoría del Pueblo en cuanto a la situación en que se
encontraban en materia de seguridad la mayoría de los locales bailables, y a
la experimentación a partir del resultado de las inspecciones que se hicieron
una vez conocido ese informe, se debió haber dejado de lado cualquier
sistema de inspecciones que no tuviera como finalidad verificar de
manera inmediata las condiciones de la totalidad de los locales bailables
habilitados, lo cual no solamente no fue llevado a cabo, sino que, por el
contrario, tras incrementar la cantidad de inspecciones luego de conocido el
informe, y de verificar la veracidad de su contenido, se tomó la decisión de
volver a la frecuencia de inspecciones existente con anterioridad al informe
sin haberse cerciorado ningún funcionario del control de, al menos, la
totalidad de los locales habilitados.
De lo expuesto se desprende entonces que los funcionarios aquí
imputados incumplieron con los deberes que les imponía su cargo, y lo
hicieron con conocimiento de ello, pese a la existencia de un sinfín de
circunstancias que, si bien podrían explicar ese incumplimiento, por lo
menos para esta etapa procesal, lejos estarían de hacerlo desaparecer, o de
justificarlo.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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La afirmación precedente es efectuada por este Tribunal con el grado


de provisoriedad propio de esta etapa del proceso, y partiendo de la base de
que será el juicio el momento en el que deberán tratarse y debatirse con
profundidad aspectos esenciales a los fines de una imputación final.
Si ello es así en cualquier caso, más lo es todavía en situaciones en
las que, como se vio, queda en manos del juzgador efectuar una
construcción de lo que hubiera sido la conducta debida de los funcionarios
en casos en los que, en principio, podría alegarse la existencia de una
discrecionalidad de la administración pública a los efectos de delinear el
contenido del deber de aquéllos.
En virtud de ello, si bien a criterio de este Tribunal la conducta de los
funcionarios estaba claramente establecida por el plexo normativo obrante
al momento de los hechos, no se puede desconocer que se trata de
cuestiones sumamente discutibles que ponen el caso de manera permanente
en el límite entre la existencia o inexistencia de una conducta típica y que
hacen replantear también de manera permanente los límites de la actividad
judicial a la hora de definir el deber de un integrante de la administración
pública de cara al respeto del principio constitucional de división de
poderes.
También se trata de un caso particular porque pone en tela de juicio la
distancia que existe en toda la administración pública entre lo que se
encuentra normativamente establecido como deber de los funcionarios y los
recursos con que en la práctica se cuenta para cumplir con ese deber.
Lógicamente que como jueces no podemos desconocer la situación de los
hospitales públicos, de las fuerzas de seguridad, de las escuelas públicas,
etc., pero tampoco podemos desconocer que en situaciones como las que
nos ocupa, donde impera un obrar notablemente inconducente por parte de
los funcionarios, una falta de razonabilidad a la hora de diferenciar deberes
relevantes de los que no lo son o una sorprendente improvisación a la hora
de llevar adelante su función, hacen falta explicaciones que vayan más allá
de la falta de recursos para exonerar de responsabilidad a aquellos en
quienes la ciudadanía confió para poner en sus manos su propia seguridad.

113
Por esta razón, entendemos que corresponde que todas esas
explicaciones sean brindadas en un juicio oral, y que los jueces competentes
para determinar de manera definitiva el alcance de la imputación a los aquí
procesados, deben tener la posibilidad de hacer ellos mismos las
valoraciones en cuanto a la definición de ese difuso límite entre meras
cuestiones de gestión o cuestiones propias del derecho penal; entre simples
excusas o situaciones que justifican, etc.
En fin, entendemos que corresponde que sea el tribunal oral al que le
corresponda entender en el caso el que defina todas las cuestiones que
podrían generar dudas, y es por eso que esas dudas no alcanzan para que la
conducta de los funcionarios no sea analizada en una próxima etapa del
proceso, sino que, por el contrario, justifican que se pase a ella.
Ahora bien, una vez sentada la existencia para este Tribunal de un
incumplimiento de los deberes de funcionario público que llevó, tal como lo
sostuvo el juez de primera instancia, a que no se inspeccionara el local
denominado “República Cromañón”, cabe ahora determinar la relación
entre ese incumplimiento y el resultado de muerte y lesiones del que fueron
víctimas algunos de los concurrentes al recital del 30 de diciembre de 2004.
De la imputación efectuada en primera instancia surge que para el a
quo existen razones para sostener que si “República Cromañón” hubiera
sido inspeccionada después del 24 de noviembre de 2004, oportunidad en
que venció el certificado de Bomberos que constata la existencia de los
requisitos de seguridad contra incendios exigidos por la Ordenanza n°
50.250, el lugar hubiera sido clausurado y el resultado no se hubiera
producido. Por su parte, las características de la imputación, bastante amplia
por cierto, permiten inferir también que además de la falta de inspección
después del 24 de noviembre, se reprocha el no haber inspeccionado el
lugar antes de esa fecha, teniendo en cuenta los diversos informes de la
Defensoría del Pueblo que ponían en alerta sobre las condiciones de
seguridad de los locales bailables en la Ciudad de Buenos Aires.
Ahora bien, si se parte de esa imputación, se debe pensar en el caso
qué es lo que hubiera ocurrido si se hubiera cumplido con el deber de
inspeccionar el local bailable antes o después del 24 de noviembre.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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Si se hubiera cumplido con la obligación antes de esa fecha, es muy


difícil sostener sin más que, incluso en el caso de haberse detectado
infracciones tales como la clausura de una puerta de emergencias o la
existencia de material inflamable en el techo, el lugar hubiera sido
clausurado. Ello así porque, del análisis de la actitud adoptada por los
inspectores cuando verificaban infracciones de esta naturaleza, surge que si
el lugar tenía vigente el certificado contra incendios, prácticamente no había
clausuras. Por su parte, siendo ante estas situaciones una facultad
discrecional de la administración tomar esa medida extrema, tampoco se
puede sostener que, en caso de haber sido otra la actitud de los inspectores
en situaciones como ésta, se pueda contar indefectiblemente con una
clausura del local.
Sí, en cambio, es muy probable que ante la detección de esas
irregularidades se hubiera intimado a los dueños del lugar a modificar una
situación generadora de riesgos, como lo era la inutilización de una puerta
de emergencia y la cobertura del techo con materiales como la media
sombra.
Empero, de haberse intimado a modificar esos obstáculos, o de
haberse incluso procedido a la clausura del local, nada permite afirmar que
las cosas no hubiesen vuelto a la situación anterior o que los responsables
del lugar inspeccionado no hubieran hecho caso a lo ordenado, especulando,
por ejemplo con prórrogas para regularizar la situación. En síntesis, nada
nos permite en el caso afirmar de manera determinante que en el supuesto
de haber existido un comportamiento conforme a Derecho por parte de los
imputados, el resultado se hubiera evitado.
Tampoco cambiaría esa situación el hecho de que la inspección se
hubiera efectuado al otro día de haber vencido el certificado, es decir, el 25
de noviembre. Ello así porque, en la lógica de lo expresado anteriormente,
se debe tener en cuenta que entre esa fecha y el momento de los hechos
transcurrió más de un mes, plazo razonable para que los explotadores del
local “República Cromañón” pudieran cumplir con las exigencias
normativas, lo que hubiera generado probablemente el levantamiento de una
eventual clausura.

115
Por lo demás, nuevamente, nada permite afirmar que de haberse
vuelto a la situación de riesgo permitido para lograr el levantamiento de una
hipotética clausura, no se hubiera contado el día del recital con las mismas
condiciones con que efectivamente se contó, ya que cerrar una puerta o
poner una media sombra no son actividades que requieran un gran tiempo
de preparación.
Asimismo, no se puede dejar de considerar, a los efectos de este
razonamiento hipotético que, tal como surge de la resolución dictada por
este Tribunal a la hora de analizar la situación procesal de los imputados
encargados de la organización del recital del 30 de diciembre de 2004, los
factores de riesgo que se concretaron en el resultado, fueron muchos más
que las condiciones de infraestructura del lugar, y tuvieron que ver con
circunstancias que solamente se podían controlar en al momento de los
hechos, tales como la cantidad de gente cuyo ingreso se permitió, la
existencia de pirotecnia y su uso durante el recital, el tipo de actividad
desarrollado la noche del hecho que excedía el objeto de la habilitación y
también el nivel de riesgo aceptado por la administración a la hora de
habilitar el lugar; etc.
Siendo ello así, es dable observar que sobre una importante cantidad
de factores de riesgo que estuvieron directamente vinculados a la
producción del resultado de muerte y lesiones, los inspectores no tuvieron,
en el marco de la imputación efectuada por el juez de primera instancia,
ninguna posibilidad de incidir, lo que, sumado a los demás extremos que se
vienen analizando, torna aún más difícil la realización de un juicio de
probabilidad de la evitación del resultado en caso de haberse contado con
una conducta conforme a derecho.
Por lo expuesto, no es posible afirmar que si se suprime mentalmente
la omisión, el resultado no se hubiera producido. Y si ya en términos de
causalidad natural es imposible afirmar la imputación del resultado a la
omisión, mucho más lo es en el marco de la teoría de la imputación
objetiva, que para llegar a imputar el resultado a la omisión, debería
sostener que fue ésta la que creó un riesgo jurídicamente desaprobado que

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luego se realizó en el resultado, lo cual ya presenta serios problemas de cara


a la intervención dolosa de terceros.
Por esta razón, asiste razón a la defensa cuando sostiene que la
evaluación sobre el alcance de la norma que efectúa el juez para relacionar
la omisión con el resultado, no alcanza en sí misma y constituye en todo
caso un segundo escalón en la teoría de la imputación objetiva, al que se
debe llegar luego de haber pasado el primero que afirma la existencia de la
creación de un riesgo que se realiza en el resultado, todo lo cual fue tratado
más que ligeramente en la resolución de primera instancia.
Ahora bien, lo hasta aquí expuesto permite afirmar la exclusión de la
imputación del resultado si se sostiene que el deber de los funcionarios era
haber inspeccionado antes o después del vencimiento del certificado de
Bomberos. Sin embargo, tal como quedó expuesto a la hora de analizar cuál
era la conducta debida de acuerdo al criterio de este Tribunal, los
funcionarios debieron haber inspeccionado “República Cromañón” el día de
los hechos, en razón de que el tipo de actividad que se realizó así lo
justificaba. Asimismo, la inspección debió haber sido llevada a cabo en los
términos de la Resolución n° 996/94, que establece un control durante el
desarrollo del evento cuyo objeto es, entre otros, constatar la cantidad de
gente cuyo ingreso se permite, las condiciones de las salidas de emergencia,
las condiciones de seguridad y el ingreso y uso de pirotecnia.
En consecuencia, y a diferencia de lo que ocurría en el caso de la
imputación efectuada por el a quo, a raíz de esta imputación sí es posible
afirmar que, de haberse cumplido con la obligación de los funcionarios, el
resultado, tal como se lo conoce, no se hubiera producido. Ello así porque,
como mínimo, no se hubieran dado dos factores determinantes como lo
fueron la cantidad de gente y el estado de las salidas.
Siendo ello así, corresponde efectuar un análisis particular de la
relación existente entre ese deber concreto y el resultado de lesiones y
muerte que el juez de instrucción imputó a los procesados.
El primer punto a destacar en ese sentido es que, conforme se
sostuviera en la resolución de fecha 27 de septiembre de 2005, los
responsables de la organización defectuosa del recital del 30 de diciembre

117
de 2004 fueron Omar Chabán y los integrantes del grupo musical
“Callejeros”, que violando sus deberes de cuidado permitieron que se
generaran los riesgos que luego se concretaron en el resultado, entre los que
se encuentran el haber organizado un recital de esa naturaleza en un lugar
como “República Cromañón”; haber permitido el ingreso de casi 3000
personas cuando el lugar estaba habilitado para 1030; haber permitido que
se ingresara con pirotecnia, lo cual resultaba extremadamente peligroso por
las características del lugar cuyo techo estaba revestido con material
inflamable, lo que era conocido por todos y motivó la producción de
incendios anteriores en idénticas circunstancias.
Los funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
procesados no tendrían, de acuerdo a los elementos de prueba que por ahora
obran en el expediente, ningún tipo de relación con los imputados o ningún
conocimiento especial de la situación, que permita sostener que la omisión
de control fue a modo de participación dolosa en el hecho doloso imputado
a Chabán.
Por el contrario, todo indica que, si algo significa con respecto al
hecho el incumplimiento de los deberes de control por parte de los
funcionarios, es un aporte culposo a un hecho doloso.
Este tipo de aporte, cuya relevancia causal no se puede discutir, fue
objeto de análisis por parte de varios autores y aparece generalmente
abordado bajo el instituto de la “prohibición de regreso”.
Según esta teoría, al momento de juzgar la responsabilidad de quien
actúa de manera imprudente, se debe renunciar a las condiciones impuestas
por él cuando luego de ellas, medió la actuación dolosa de un tercero que
con su acción produjo de manera directa el resultado.
Sin embargo, la propia aplicación de este principio es discutida, y
más lo es todavía la aplicación ilimitada de esta teoría en su formulación
originaria. Al respecto puede leerse que: “en los casos en los que concurre
un comportamiento que no es directamente lesivo, es necesario averiguar
cuándo hay razones para que el plan del otro ataña a quien causa de

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manera mediata.”7 y ello depende de que ese comportamiento pueda ser


interpretado como un “esbozo contrario a la norma”.
Un primer grupo de razones que podrían llevar a vincular el resultado
producido directamente por otro con el favorecimiento de ese resultado
efectuado de manera culposa por un tercero, sería aquel en que “la
inobservancia del cuidado encierra ya en sí misma el peligro de producción
del resultado típico”8, caso en el cual “el aprovechamiento de la situación
favorable para la comisión del hecho doloso se sitúa en el marco del riesgo
desaprobado jurídicamente, y la responsabilidad de quien actúa
descuidadamente en cuanto al resultado del hecho doloso se rige entonces
por las reglas generales”9.
Si se parte de este parámetro, no sería posible, en principio, afirmar
en el caso que el no cumplir con una inspección encierra ya el peligro de
producción del resultado típico, porque lo que encerraría verdaderamente
este incumplimiento sería la pérdida de una chance de que una situación que
sobrepasó el riesgo permitido por la acción de un tercero -y aquí no
importaría que fuera dolosa o culposa-, vuelva a estar dentro de los
parámetros aceptables de peligro; más ello no podría equipararse, en
principio, al encierro del peligro de la producción del resultado típico,
porque todavía se puede sostener la no responsabilidad a pesar de la
causalidad evitable, cuando el que favorece el hecho de manera culposa
podía confiar en la corrección del comportamiento ajeno, aún cuando lo
contrario sea previsible10.
En ese sentido, Roxin sostiene que habrá responsabilidad del autor
que causa de manera mediata cuando exista un caso de “favorecimiento de
una reconocible propensión al hecho”. Este criterio, “tiene en cuenta que
una primera acción no puede ser interpretada por sí misma como
intolerablemente peligrosa, sino sólo a partir del contexto reconocible de

7
Jakobs, Günther, “La prohibición de regreso en los delitos de resultado”, en La prohibición de regreso en
derecho penal, Colección de estudios, Nº 11, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia,
1998, pág. 125.
8
Jescheck, Hans Heinrich, “Tratado de Derecho Penal parte general”, Editores Comares, Granada,
España, 1993, 4ta. Edición, pág.521.
9
Jescheck, Hans Heinrich, op. cit. pág. 521.
10
Jakobs, Günther, Derecho Penal parte general, Marcial Pons, Madrid, España, 1995, pág.843.

119
las intenciones del potencial autor doloso.”11 “[L]a propensión al hecho
visible ya a partir de la situación, sí tiene que ser suficiente para que el
hombre de afuera se abstenga de acciones que pueden conducir a una
escalada que ponga en peligro la vida”12, y es suficiente en los casos en que
ésta “resultaba bastante evidente”, o cuando “confiar en que no hubiera
un hecho doloso ya no estaba justificado”, o cuando resultaba “tan poco
imprevisible”, etc.

Según este autor, aquél que “crea el riesgo no permitido de que se


cometa un hecho de modo imprudente, de ninguna manera tiene que haber
provocado con ello también el peligro intolerable de un hecho doloso. El
riesgo permitido y el principio de confianza están ´referidos al tipo´: quien
tiene que contar con un hecho imprudente, puede confiar, sin embargo (...),
en que no será cometido un delito doloso.”13
“[L]a infracción de determinadas disposiciones no fundamenta, ya eo
ipso, una responsabilidad por imprudencia respecto de las consecuencias
producidas, sino recién cuando ello se deriva de las reglas generales de la
imputación. Y esto sólo ocurre en casos en que sea reconocible la
propensión al hecho.”14
Sentado lo expuesto, y puestos a analizar la posibilidad de que los
funcionarios imputados reconocieran que en “República Cromañón” era
probable que sucediera un hecho como el que nos ocupa, la conclusión al
respecto es, en principio, negativa.
En efecto, tal como se ha visto a la hora de analizar el
incumplimiento de los deberes de los funcionarios en cuanto a la no
selección de “República Cromañón” como lugar a inspeccionar, uno de los
motivos por los que no se cumplió ese deber fue que para ningún
funcionario este lugar aparecía como un sitio que generara un riesgo por
encima de cualquier otro local de baile.
Si bien en ese sentido el testigo Rivero sostuvo que había un mapa de
riesgo cuando desempeñó funciones y que la “movida de Once” era

11
Roxin, Claus, “Observaciones sobre la prohibición de regreso”, en La prohibición de regreso..., pág.
174.
12
Ibídem.
13
Ibídem, págs. 180-181.
14
Ibídem, pág. 181.

120
c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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conocida por todos, no se aportaron al sumario mayores elementos de


prueba que permitan arribar a la conclusión de que los funcionarios
conocieran las particularidades de “República Cromañón”.
También habría favorecido esta circunstancia, el hecho de que gran
parte de los lugares a inspeccionar fueran seleccionados por denuncias de
los particulares, y que “República Cromañón” no tenía ninguna denuncia
que la diferenciara de otros locales de baile o que generara la atención de
los funcionarios por algún motivo especial.
Tampoco “República Cromañón” fue objeto del informe efectuado
por la Defensoría del Pueblo, lo cual también podría haber generado un
motivo especial para inspeccionarla o para pensar que los explotadores del
local violaban las medidas de seguridad exigidas.
En lo que hace al certificado de Bomberos que, según el a quo, debió
haber significado para los funcionarios un motivo para ir a inspeccionar,
cabe sostener que, incluso en el caso de que los imputados conocieran
efectivamente -lo cual de acuerdo a los elementos de prueba obrantes hasta
ahora en el expediente resulta dudoso- que el certificado estaba vencido,
esta circunstancia en sí misma no implica un aumento de peligro que
despierte una alerta para desconfiar en que se está cumpliendo con los
requisitos de seguridad. En ese sentido, se debe recordar que el tiempo que
pasó desde el vencimiento del certificado fue relativamente poco, y que la
inspección de los Bomberos, que había sido solicitada por Ripa, no se pudo
llevar a cabo por un malentendido entre personal de “República Cromañón”
y personal de la Superintendencia de Bomberos.
Sin embargo, hasta el 24 de noviembre “República Cromañón”
contaba con el certificado en orden y venía cumpliendo, al menos en los
papeles, con la normativa vigente.
En lo que hace a la actividad en particular, que significó una
desvirtuación del objeto de la habilitación, es cierto que existieron
elementos de prueba que pudieron haber llevado a los funcionarios a
conocer este extremo. Sin embargo, una cosa es que hayan podido conocer
mediante la lectura de periódicos de gran circulación que en “República

121
Cromañón” no se bailaba sino que se daban recitales, y otra es que lo hayan
conocido efectivamente.
Finalmente, no se puede dejar de lado que en la presente causa se
encuentran procesados integrantes de la Comisaría 7ma. por el delito de
cohecho, consistente en haber recibido dinero de parte del imputado Omar
Chabán para no controlar la cantidad de gente que entraba, el estado de las
salidas, el tipo de actividad que se hacía en “Cromañón”, etc. Siendo ello
así, tampoco se puede contar con la participación de la policía para formar
el conocimiento de los funcionarios de las particularidades del lugar.
En conclusión, pese a que la omisión de los funcionarios haya sido un
factor que concurrió causalmente a la producción de los resultados de
muerte y lesiones ocurridos el 30 de diciembre de 2004, ello no alcanza
para imputar ese resultado.
Y ello es así porque, si bien los controles sirven para evitar que se
rebasen niveles de riesgo permitido que son previsibles, en la medida en
que no existan elementos que permitan al funcionario reconocer en el caso
concreto una situación particular de peligro, pese a esa previsibilidad
objetiva, el principio sigue siendo la confianza en que el administrado se
comportará de acuerdo a la ley.
Por este motivo, no sería exigible a los funcionarios, a efectos de
evitar responsabilidades en el hecho, ninguna conducta especial si no
reconocen un riesgo igualmente especial, ni se ponen deliberadamente en
una situación de desconocimiento a fin de permitir la producción de un
resultado. Sostener lo contrario, significaría adoptar para el Derecho Penal
un sistema de responsabilidad objetiva contrario a sus principios.
Sin embargo, cabe aquí advertir nuevamente que lo que está haciendo
este Tribunal es analizar el alcance típico de los hechos probados, es decir,
está subsumiendo los hechos de manera distinta al a quo, del mismo modo
en que lo hizo cuando sostuvo que las muertes producidas el 30 de
diciembre no fueron un homicidio, sino un estrago seguido de muerte;
empero, la base fáctica sobre la que se hace dicha valoración es compartida
por los representantes de ambas instancias.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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Ahora bien, así como existe una diferencia entre la valoración típica
de los hechos efectuada en primera y segunda instancia, es factible también
que exista una divergencia de criterios entre los suscriptos y los integrantes
del tribunal oral al que le toque entender. Ello así en virtud de que, en caso
de que se considere que el incumplimiento de los deberes está probado, la
relación con el resultado sigue siendo una cuestión discutible, en la que
entrarán en juego consideraciones particulares de los jueces que integren
dicho tribunal con respecto a factores que llevaron a los suscriptos a
sostener la no imputación del estrago, motivo por el cual, los jueces que
resolverán definitivamente el caso, deben tener la mayor libertad para
aplicar sus propios criterios.
No se puede desconocer que detrás de esa decisión, hay factores tales
como la previsibilidad en los delitos culposos y si es necesario que el sujeto
a quien se le imputa el delito haya previsto concretamente la producción del
resultado o, por el contrario, alcanza para tal imputación con el juicio de
probabilidad hecho en abstracto por el legislador. O factores como la propia
relevancia de la intervención dolosa de un tercero (el uso de la pirotecnia en
el caso concreto), que para algunos podría ser un aspecto irrelevante si se
puede sostener una relación causal entre el incumplimiento de los deberes y
el resultado; y para otros, podría ser determinante en virtud de la posibilidad
de arribarse a la conclusión de que una intervención de este tipo tornaría
inútil cualquier cumplimiento del deber por parte de los funcionarios.
Empero, más allá de las cuestiones teóricas, no puede dejar de
remarcarse la provisoriedad de las conclusiones de este Tribunal, sobre todo
si se tiene en cuenta que, incluso en el caso de que el tribunal oral al que le
corresponda entender compartiera todos los puntos de partida teóricos
adoptados por los suscriptos, solamente el principio de inmediatez que rige
la producción de la prueba durante el juicio oral, permitirá ratificar o no la
conclusión a la que aquí se arribó.
De esta forma, de conformidad con lo hasta ahora expuesto, debe
afirmarse la autoría del delito de incumplimiento de los deberes de
funcionario público por parte de los imputados Fabiana Fiszbin, Ana María
Fernández y Gustavo Juan Torres. Por el contrario, debe descartarse su

123
responsabilidad por los resultados de muerte y lesiones producidos el 30 de
diciembre de 2004 en el local de baile “República Cromañón”.
Finalmente, en lo que respecta a los imputados Rodrigo Mario
Cozzani, Alfredo Eduardo Ucar y Juan Carlos Loupias, cabe consignar que
con respecto a ellos, conforme los elementos de prueba obrantes hasta el
momento, corresponde descartar, en principio, su responsabilidad tanto por
el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público como por
los hechos del 30 de diciembre. Ello así porque el solo hecho de haber
participado en las reuniones en las que se seleccionaban los lugares a
inspeccionar y de haber tenido la posibilidad de haber sido escuchados a la
hora de seleccionar esos objetivos, no modifica la circunstancia de que,
conforme las normas que establecían las funciones de los nombrados y sus
competencias, no hayan sido ellos los responsables de tomar la decisión
final sobre los lugares a inspeccionar. Y si ello hubiera ocurrido en los
hechos, al no haber sido los funcionarios con ese poder de decisión de
acuerdo a lo establecido normativamente, tampoco son los obligados a
cumplir el deber de conformidad con lo establecido por el tipo penal
descripto en el artículo 248 del CP.
Sin perjuicio de ello, y atento a que en el marco de la causa nro.
247/05, José Antonio Iglesias presentó un escrito solicitando la ampliación
del objeto de investigación de esas actuaciones en lo que respecta a los
funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que allí se
encuentran imputados, toda vez que la omisión que habría causado el hecho
del 30 de diciembre, sería consecuencia del actuar de una asociación ilícita
de la cual formarían parte, entre otros, Fabiana Fiszbin, Ana María
Fernández, Gustavo Torres y Rodrigo Cozzani, todos ellos, imputados en
estos actuados. Según lo denunciado, esta asociación tendría como finalidad
genérica la omisión de control de diversas actividades, entre ellas la de los
locales de baile, a cambio de beneficios personales.
Los hechos por los cuales se requirió la instrucción, tomando como
base la denuncia de Iglesias, versaban en general sobre la falta de control a
los locales de baile y el favorecimiento a los miembros de la Cámara
Empresarial de Discotecas y Entretenimientos de Buenos Aires (CEDEBA)

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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y del sindicato que agrupa a los empleados del Gobierno de la Ciudad, a


cambio de fondos y/o favores para la campaña política de determinado
partido.
Asimismo, al momento de ampliarse el requerimiento de instrucción
originario, se solicitó la investigación de una gran cantidad de hechos,
siendo que, en algunos de ellos, estarían involucrados, además de los
funcionarios ya citados, Víctor Telias y Daniel Díaz. Tales hechos, estarían
vinculados con irregularidades ocurridas durante la realización de
inspecciones a diversos comercios y de las cuales, tanto Cozzani como los
nombrados en último término, serían responsables dado que, por ejemplo,
habrían dado la orden de clausurar o no hacerlo cuando correspondía lo
contrario.
Por otra parte, el Ministerio Público solicitó que se investigara a
Fiszbin, Antuña, Fernández, Torres, Cozzani, Díaz, Penco, Telias, Corzo,
Kampelmacher y Malventano por el posible enriquecimiento ilícito en que
podrían haber incurrido a raíz de los hechos denunciados.
Los hechos reseñados constituyen el objeto procesal del expediente
n° 14.000/05 en el que se hallan involucrados algunos de los aquí
imputados; por ello, y teniendo en cuenta que la investigación de los hechos
allí denunciados se encuentra en plena etapa de investigación, se debe
recordar al Sr. Juez de Instrucción que antes de resolver la situación
procesal de los nombrados de manera definitiva evalúe las implicancias que
ello podría generar para la continuidad de esa otra investigación y la
posibilidad de adoptar medidas procesales para que la suerte de un
expediente no repercuta de manera directa sobre el otro, en virtud de lo
establecido por el principio del ne bis in idem.
VI- La situación de Víctor Telias
El a quo imputó a Victor Telias el haber incurrido en la omisión de
un acto propio de su función al no haber dejado asentado -
contemporáneamente a la respectiva verificación- la circunstancia de haber
encontrado el local de “República Cromañón” cerrado en ocasión de
realizarse un operativo en la zona de Once referido a cinco locales de
música clase C, en marzo del 2004.

125
En tal sentido se valoró especialmente la nota suscripta por el
nombrado el 2 de enero del 2005 en base a un pedido de informe cursado
por Gustavo Torres, la que reza:
“Por medio de la presente dejo constancia que el día 19 de marzo del 2004 el
suscripto y un grupo de inspectores nos constituimos, conforme requerimiento de la
dependencia, en la Comisaría 7ma de la Policía Federal a efectos de prestar
colaboración por un pedido de dicha Seccional a efectos de inspeccionar distintos
locales comerciales que funcionarían como locales de baile clase “C” con sede en
dicha jurisdicción. Con la colaboración directa del Sub-Comisario de la referida
Seccional (persona de aproximadamente 40 años de edad, de estatura mediana, con
anteojos), quien prestó la asistencia de 3 móviles de dicha Comisaría, uno de ellos no
identificado, procedimos a dirigirnos a la esquina de las calles Ecuador y Bartolomé
Mitre, donde estacionamos las dos camionetas nuestras y los móviles policiales. Es ahí
donde nos indica que una de las direcciones es el local que está sobre Ecuador 60 y es a
donde se dirige uno de nuestros grupos, el otro equipo (el cual integrábamos) teníamos
que dirigirnos al local de la calle Bartolomé Mitre 3060 (que en ese momento no se
llamaba República Cromagnon), pero de los dichos de la policía y de la constatación
ocular efectuada, se pudo comprobar que el mismo se encontraba cerrado, razón por la
cual se procedió al traslado del grupo al siguiente local bailable sito en al calle
Bartolomé Mitre 2737. Se deja constancia de que en la época referida no se elaboraban
informes de aquellos locales que se encontraban cerrados. Buenos Aires, 2 de enero de
2005.”
En fundamento del reproche dirigido, se sostuvo que lo afirmado en
esa pieza -en cuanto a que para esa época no se elaboraban informes de
aquellos locales que estaban cerrados- se contradice con el testimonio de los
inspectores que declararon en la causa, con las versiones dadas por el resto
de los imputados, con lo que se desprende del “Manual de Inspecciones” y
con el informe de inspecciones (check list), donde figura el rubro
“observaciones”, que, a criterio del juez, lógicamente se debía completar.
En cuando a la manda aplicable al caso del Manual de Inspecciones
(labrado por el Gobierno para la UPI en el año 2004) se aludió
específicamente al titulo “Funciones del Inspector” apartados g) y h), en
cuanto prevén:
“g) Confeccionar informes detallando las deficiencias a subsanar, en
los casos en que un local o instalación requiera mejoras o requisitos para
funcionar en condiciones reglamentarias.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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h) Confeccionar el parte diario de trabajo informando los locales


inspeccionados, consignando en el mismo: horario de visita al local,
dirección, rubro, actuación de habilitación, fecha de la última inspección,
novedades y estadística diaria”.
Obran en autos sendas declaraciones referidas al modo de obrar en
caso de que el local a inspeccionar estuviera cerrado. Con algunas
diferencias que se señalarán, resultan coincidentes en cuanto a que tal
circunstancia se debía dejar asentada de modo fehaciente.
Según Eduardo Antonio Fachal, en el libro de inspecciones del local
más cercano se debía dejar constancia de tal situación, aunque reconoció
que sabía que no se cumplía con esa obligación. Ante ello la Defensoría del
Pueblo informaba a la Procuración de la ciudad. En la práctica, dijo, era
habitual que en esos casos se volviera al mismo sitio, aún cuando no había
obligación legal para ello.
Según Marcela Beatriz Velazco, se confeccionaba un informe que se
elevaba, pero no se podía volver sin una nueva orden de trabajo; si se sabía
que el lugar estaba por abrir, se volvía horas más tarde.
Según Pedro Leopoldo Roson, el dato referente al hallazgo del
objetivo cerrado se debía consignar en la orden de trabajo. Agregó que por
su experiencia como inspector sabe que no existía ningún control o
seguimiento posterior.
Según Alicia Majlis de Szurman, se asentaba esa circunstancia y a
veces se volvía. Sin embargo, agregó que a partir de marzo del 2004 cuando
aumentó el número de inspectores, Cozzani y Díaz (respectivamente
coordinador y subcoordinador operativos) dieron la orden verbal de ir por lo
menos tres veces a los lugares que se encontraban cerrados.
Gustavo Adrián Malventano confirmó que se informaba al superior y
entendió que luego se regresaba para concretar la inspección.
Según Agustín Angel Otero se informaba efectivamente a la
superioridad para posibilitar la real inspección, pudiendo en esos casos
dejarse constancia de haber hallado el local cerrado en el libro de algún
local cercano.

127
Según Diego Gabriel Mayochi, frente a dicha situación se averiguaba
el horario de funcionamiento del local y se regresaba luego, a menos que
estuviera fuera de su jornada laboral, supuesto en el cual labraba un informe
dejando constancia de la situación.
Marta Susana Cali y Lucía de Marco también aseguraron que en ese
caso se confeccionaba un informe y se lo elevaba al coordinador de
nocturnos.
A partir de ello, sostuvo el juez que cuando un inspector concurría a
controlar un lugar y éste estaba cerrado, debía dejar constancia de ello, ya
que al informar a los superiores de la situación se posibilitaba de tal modo
que se ordenara una nueva visita a fin de hacer efectiva la inspección
dispuesta y que había fracasado inicialmente.
Víctor Daniel Telias se vinculó al Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires a través del contrato de locación de servicios de fecha 2 de abril de
2004, como inspector de la Unidad Polivalente de Inspecciones,
dependiente de la Subsecretaría de Control Comunal de la Secretaría de
Justicia y Seguridad Urbana; documento que en su cláusula segunda
establece como plazo de vigencia el comprendido entre el 1/3/2004 y el
31/12/2004 (ver fs.42/42 vta. del expediente n° 2/2005, sumario n° 01/05
de la PG del GCBA).
El operativo desarrollado en marzo de 2004 respondió a una solicitud
de fecha 20 de febrero de 2004 (fs.18.927 y 15.992), cursada por la
Comisaría 7ma. a la Unidad Polivalente de Inspecciones, para la realización
en forma conjunta de ”inspecciones sobre comercios del rubro confiterías
bailables, que funcionan en el éjido jurisdiccional de esta Seccional y que a
continuación se detallan:
Comercios bailables:
*Central Park, sito en Bartolomé Mitre 3060.
* Latino 11 sito en Ecuador y Bartolomé Mitre.
*Stadium sito en Ecuador 31.
*La Chevecha sito en Ecuador 46.
*Popularísimo sito Bartolomé Mitre 2737”

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De la lectura de la Actuación n° 3749/00 -recepción 27/9/2000,


“Ruidos y demás molestias producidas en el local bailable Tabaco, ubicado
en al calle Estados Unidos 265. Cabe aclarar que el local ha sido clausurado
en dos ocasiones, sin ninguna solución”, surge la realización de sendas
inspecciones con fechas 9/11/00 (fs. 27) y 6/1/2001 (fs.30) obran agregados
sendos informes de inspección realizados por un inspector del
Departamento de Servicios y Sanidad de la Dirección General de Policía
Municipal, Carlos Serano y por Gustavo Malventano, quienes indicaron que
el local se hallaba cerrado, recomendándose la reiteración de la diligencia
los días de funcionamiento del local, sábados y domingos.
Asimismo, de la lectura de la actuación n° 5929/01, “Denuncia a la
disco El Teatro que funciona en Federico Lacroze 3487, cierra la vereda,
obligando a los transeúntes a bajar a la acera para pasar, con los riesgos que
representa.”, surge que el 14/10/01 José A. Brahemcha, de la Dirección
General de Verificación y Habilitaciones y Pascual S. Noto, a cargo de la
División Noche del Departamento Espectáculos y Diversiones Públicas de
esa misma dirección, realizaron una inspección en el lugar, hallándolo
cerrado y sin actividad, procediendo al labrado de un informe de inspección
en esos términos (fs.26).
Del cotejo del sumario de la Procuración del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires precedentemente mencionado surge que ese operativo
“Once” se concretó el 20 de marzo del 2004, estuvo encabezado por María
Virginia Brizuela e integraron el grupo respectivo Víctor Telias, Roberto
Chiesa, María del Carmen de la Vega, Marta Cali y Carlos Herrera.
María Virginia Brizuela (quien primero declaró como testigo y luego
como imputada en tales actuaciones administrativas; ver fs.588/589 y
1930/33), refirió que ingresó al GCBA en mayo del 2003 como inspectora
de la UPI, otorgándosele poder de policía recién en octubre siguiente, por lo
que inicialmente colaboraba con los inspectores que sí lo tenían. A partir
del 15 de enero del 2004 pasó a depender del coordinador operativo
Cozzani en forma directa. Concretamente, al serle exhibida la constancia
que labrara Telias sobre el operativo de marzo del 2004, dijo haberla visto
con anterioridad en borrador y que, si bien el nombrado la invitó a

129
suscribirla, se negó debido a que no estaba de acuerdo con el contenido del
acta, específicamente en lo relativo a la falta de comunicación.
Explicó que en aquella época si bien no se elaboraba un informe, se
indicaba en la orden de trabajo que el local estaba cerrado.
Reconoció que estuvo presente en un requerimiento que se llevó a
cabo en los locales de Ecuador 60, Bartolomé Mitre 2737 y Bartolomé
Mitre 3060/78, pero que se llevó a cabo el 20 de marzo y no el 19 y que lo
recuerda porque fue sábado. Por ser la coordinadora del grupo, recibió
personalmente la orden de trabajo el 19 de marzo anterior en horas de la
tarde, de manos de Cozzani. Se trató de una orden escrita, en la que se
indicaban el lugar, la fecha y la hora en que se debía presentar al día
siguiente; además, se detallaban los locales a los que debían concurrir. Así,
dio cuenta que ella, Víctor Telias, Roberto Chiesa, María del Carmen de la
Vega, Marta Cali, Pablo Sánchez y Carlos Herrera, concurrieron a la
Comisaría 7ma., y luego se trasladaron a la esquina de Bmé. Mitre y
Ecuador junto con dos móviles, se distribuyeron las tareas y en esa ocasión
personal policial le informó que el local de Bartolomé Mitre 3060/78 estaba
cerrado. Para constatar lo manifestado envió a Telias hasta la puerta del
local; por tanto, el nombrado fue con personal policial hasta el lugar y, al
regresar al punto en que ella estaba, confirmó que estaba cerrado. Dio
cuenta de que no se labró ningún informe, sino que dejó constancia en la
orden de trabajo, con la inscripción “local cerrado”. Esa orden fue luego
entregada en la oficina 801 a la agente Virginia Lamberta o Ana Clara
Taboada, quienes se desempeñaban en ese lugar. Al serle preguntado si
como coordinadora del grupo no debió confeccionar un informe, contestó
que no, que sólo se entregaba la orden de trabajo con lo que había realizado.
Respecto de los otros dos locales que inspeccionaron en esa ocasión, dado
que estaban abiertos, se elaboró el correspondiente informe que fue
entregado del mismo modo y en la misma oficina administrativa de la UPI,
la que se encargaba, a su vez, de transmitir a las autoridades superiores los
resultados de las inspecciones.
A fs.1198/99 dijo que, como coordinadora, su función era distribuir
los trabajos y no hacerlos personalmente; la orden verbal de Cozzani era

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
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que en los locales cerrados no se hacían informes circunstanciados, sino que


se informaba por medio de la orden de trabajo que el coordinador le había
entregado.
En el caso concreto, en esa orden -que tenía fecha cierta- se dejó
constancia de lo realizado y allí figuraba que el local estaba cerrado,
informándose de ese modo al coordinador operativo. Expuso que la entregó
en la forma antedicha y que no dispone de una copia de ella ni de un libro
de remito.
Por otra parte, aclaró dos extremos: que no le correspondía proponer
volver al lugar y que no lo hizo porque había cumplido con la orden de
trabajo, a lo que agregó que trató -luego de los hechos- de ubicar ese
documento y los administrativos del sector le dijeron que esas órdenes se
tiraban.
Por su parte, Carlos Gustavo Herrera (fs.628/629 del expediente
2/2005) dio cuenta de que ingresó al GCBA en enero del 2004 para prestar
servicios en la UPI como inspector, función que desempeñó hasta el 9 de
diciembre de ese año, fecha en que entregó su credencial y quedó
desafectado. A partir de enero de este año pasó a prestar servicios en la
Dirección General Administrativa de Infracciones.
Dijo que no inspeccionó nunca Bartolomé Mitre 3060, pero sí los
locales de la calle Ecuador y de alrededor de la plaza Once, entre julio y
septiembre de 2004. Indicó que desde marzo de 2004 se comenzaron a
realizar inspecciones nocturnas más exhaustivas a locales bailables, con la
coordinadora Virginia Brizuela, no recordando los integrantes de los grupos
designados en cada caso; dejó en claro que los objetivos a inspeccionar
recién se conocían al llegar a la base -Lavalle 1429-, donde se repartían las
diferentes operaciones y se informaban las comisarías a las que debían
concurrir en busca de apoyo. Relató que, por lo general, no se actuaba de
oficio, sino por denuncia de vecinos, policía, Defensoría, etc. y se usaban
órdenes de trabajo que entregaban a los inspectores los coordinadores del
Área, las que venían por duplicado y sin firma. Concluido el operativo, se
efectuaba un informe local por local de lo ocurrido, adjuntando la
documentación, por ejemplo, actas de comprobación y clausuras.

131
En caso de locales cerrados, indicó, se hacía un informe sobre tal
circunstancia, con día, hora y participantes del operativo. Aclaró que en
varias ocasiones se hizo una segunda inspección de esos lugares, porque el
informe no se archivaba sino que quedaba en un circuito administrativo
para volver a inspeccionar. Recordando casos en que debieron volver a
concurrir tres o cuatro veces.
Agregó no saber quién controlaba los vencimientos de los
certificados de bomberos, pero dio cuenta de que los inspectores los
solicitaban cada vez que iban a un lugar.
Respecto de “El Reventón Bailable”, explicó que lo escuchó
mencionar entre los inspectores pero no recordó si era porque se decía que
había cerrado o porque había que ir a inspeccionarlo.
En respuesta a la nota N° 67-SSCC-2005, cursada por el Ing. Pedro
Fioretti -Subsecretario de Control Comunal- se adjuntaron copias de las
órdenes de trabajo de inspecciones del sector nocturno desde mediados de
junio a diciembre del 2004, con la aclaración de que, habida cuenta de que
ese sector recién se creó en la primera de las fechas mencionadas, no
resultaba factible el aporte de las órdenes del mes de marzo precedente (ver
documentación reservada, sobre Ñ).
Cotejados tales documentos, se verificó que en sendas ocasiones en
que se hallaron los locales designados como objetivos a inspeccionar
cerrados, se dejó constancia de tal circunstancia en las respectivas “órdenes
de trabajo” y no mediante informes autónomos. Ello se verificó en los
siguientes casos:
 Florida 151 -local Piazzola-, inspectores Sebio y D´Alessandro
(fs,21).
 Salguero 626 -16/07/04, inspector Sleiman (fs.44).
 *Gallo 300 -16/7/04, inspector Sleiman (fs.44).
 *Mario Bravo 21 -16/7/04, inspector Sleiman (firmante),
Plubacht y Greghi (fs.44).
 *Junín 1747 -local Henry Beans - 14/8/04, inspectores Marcela
Velazco y Ricardo Daniel Greghi (fs.92).

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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 *Pasaje Schiaffino 2183 -local Tono Rojo-, 14/8/04,


inspectores Marcela Velazco y Ricardo Daniel Gerghi (fs.92).
 *San Martín 6650 -local “La Roca”-, 22/8/04, inspectores H.
Herrera, Javier García y Laura Sansone (fs.105).
 *Fernández de Enciso 4646 -local Coyote-, 22/8/04,
inspectores H. Herrera, Javier García y Laura Sansone (fs.105).
 *Medrano 645, inspectores Cobo, D´Alessandro y Dabusti
(fs.152).
 *Montiel 142 (Ni ex Perú), inspectores Di Giovanni, Goufrier
(firmantes) y Goy (fs.177).
 *José león Suárez 150, inspectores Di Giovanni, Goufrier
(firmantes) y Goy (fs.177).
 *Besares 3599, inspectores Mayocchi,Gilda López (firmantes)
y Sánchez Ramallo (fs.199).
 *Cabildo 4912, inspectores Mayocchi, Gilda López (firmantes)
y Sánchez Ramallo (fs.199).
 *Zapiola 4206, inspectores Mayocchi, Gilda López (firmantes)
y Sánchez Ramallo (fs.199).
La imputación dirigida a Víctor Telias en los términos del art. 249 del
Código Penal en el caso concreto no puede ser encuadrada típicamente.
El juez construyó una forma específica de obrar frente a la situación
de hallarse un objetivo cerrado. Conjugó la obligación genérica del
“Manual” de confeccionar el parte diario de trabajo informando los locales
inspeccionados con la estructura del formulario “Informe de Inspección”
(check list), en particular en orden a los rubros a completar: “titular”,
“incidentes/obstrucción (detallar)” y “observaciones finales”. Trajo a
colación los dichos de sendos testigos -inspectores- que se pronunciaron
coincidentemente con dicha obligación de informar y mencionó además
como ejemplo lo obrado por Malventano en sendas inspecciones en el local
“Tabaco”, donde en los años 2000 y 2001 se labraron informes formales e
independientes, similares a los de una inspección positiva.
Sin embargo, conforme el detalle observado en las “Órdenes de
trabajo” de junio a diciembre de 2004, incorporadas como prueba, ha

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quedado en claro que durante el curso de este último lapso no se labraban
informes de inspección independientes, sino que tan solo se procedía al
asentamiento en la propia orden de la circunstancia de haberse hallado
cerrado el local designado para inspeccionar.
María Virginia Brizuela, coordinadora del operativo llevado a cabo
en la zona de Once el 20 de marzo del 2004, en horas de la noche, dio
cuenta en autos de haber sido quien delegó en Telias la verificación directa
del local de Bartolomé Mitre 3060 que estaba cerrado; recibió de propia
boca de éste la confirmación de esa circunstancia y dijo haber sido quien
procedió a consignar tal circunstancia en la propia orden de trabajo,
respondiendo a la modalidad autorizada al respecto por Cosan.
De lo expuesto hasta aquí se pueden obtener las siguientes
conclusiones:
En primer término, que no es posible afirmar que la conducta debida
en el caso fuera la confección de un informe autónomo a satisfacerse
inexorablemente mediante el llenado del formulario de referencia, pues
como ha quedado demostrado, durante el 2004 tal exigencia se satisfizo
reiteradamente, sin objeciones, mediante el correspondiente asiento en las
órdenes de trabajo.
En segundo lugar, tampoco es posible afirmar que la acción que es
objeto del deber fuera obligación de Telias. Esto porque, a cargo del
operativo estaba María Virginia Brizuela, quien dependía de Cozzani en
forma directa, y reconoció haber delegado en Telias la constatación sobre el
local en cuestión. Tarea que el nombrado realizó, informando
inmediatamente el resultado a quien fungía como su superior.
Finalmente, existe duda sobre la verificación de la omisión típica
misma, es decir, que en el caso no se haya informado sobre la circunstancia
de haberse hallado cerrado el local. La coordinadora del grupo Brizuela dijo
haber cumplido con ello en la propia orden de trabajo y la imposibilidad de
la incorporación de ese documento a la instrucción cercena la posibilidad de
poner en crisis su versión.
Por lo expuesto, y en relación a esta imputación en concreto, Víctor
Telias debe ser desvinculado del expediente.

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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VII- Los Embargos


1.-Respecto de las apelaciones formuladas por la defensa de Fabiana
Gabriela Fiszbin, Ana María Fernández y Gustavo Juan Torres en orden a
las disposiciones de embargo dictadas a los nombrado con acuse de
arbitrariedad, corresponde señalar que realizado el control de legalidad, los
criterios bajo los cuales se fundamentaron sus integraciones, se han
adherido estrictamente a la manda del 518 del C.P.P.N.
Sin embargo, a la luz de las consideraciones de los párrafos
precedentes sobre la conducta atribuible a los nombrados, corresponderá su
reducción.
Por lo expuesto, el tribunal Resuelve:
I. Confirmar el punto I de la resolución de fs. 2/282 bis de la
causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretó el procesamiento sin
prisión preventiva de Fabiana Gabriela Fiszbin, de las restantes
condiciones personales obrantes en autos, con la salvedad expresada en los
considerandos, que se refiere a la calificación legal del hecho que debe
reputarse, al menos en el presente estadio, como constitutiva del delito de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, por el que habrá de
responder como autora (arts. 45 y 248 del Código Penal).
II. Confirmar el punto II de la resolución de fs. 2/282 bis de la
causa nº 27.262 de esta alzada, que decretó el embargo sobre los bienes
personales o dinero de Fabiana Grabriela Fiszbin el que se reduce hasta
cubrir la suma de quince mil pesos ($ 15.000).
III. Confirmar el punto III de la resolución de fs. 2/282 bis de
la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretó el procesamiento sin
prisión preventiva de Ana María Fernández, de las restantes condiciones
personales obrantes en autos, con la salvedad expresada en los
considerandos, que se refiere a la calificación legal del hecho que debe
reputarse, al menos en el presente estadio, como constitutiva del delito de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, por el que habrá de
responder como autora (arts. 45 y 248 del Código Penal).
IV. Confirmar el punto IV de la resolución de fs. 2/282 bis de
la causa nº 27.262 de esta alzada, que decretó el embargo sobre los bienes

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personales o dinero de Ana María Fernández el que se reduce hasta cubrir
la suma de quince mil pesos ($ 15.000).
V. Confirmar el punto V de la resolución de fs. 2/282 bis de la
causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretó el procesamiento sin
prisión preventiva de Gustavo Juan Torres, de las restantes condiciones
personales obrantes en autos, con la salvedad expresada en los
considerandos, que se refiere a la calificación legal del hecho que debe
reputarse, al menos en el presente estadio, como constitutiva del delito de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, por el que habrá de
responder como autor (arts. 45 y 248 del Código Penal).
VI. Confirmar el punto VI de la resolución de fs. 2/282 bis de
la causa nº 27.262 de esta alzada, que decretó el embargo sobre los bienes
personales o dinero de Gustavo Juan Torres el que se reduce hasta cubrir la
suma de quince mil pesos ($ 15.000).
VII. Revocar los puntos VII y VIII de la resolución de fs.
2/282 bis de la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretaron el
procesamiento de Rodrigo Mario Cozzani, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, y el embargo de sus bienes y, por los
argumentos vertidos en los considerandos, disponer la falta de mérito
para procesar o sobreseer al nombrado en orden al delito por el que fuera
indagado (art. 309 del Código Procesal Penal de la Nación).
VIII. Revocar los puntos IX y X de la resolución de fs. 2/282
bis de la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretaron el
procesamiento de Alfredo Eduardo Ucar, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, y el embargo de sus bienes y, por los
argumentos vertidos en los considerandos, disponer la falta de mérito
para procesar o sobreseer al nombrado en orden al delito por el que fuera
indagado (art. 309 del Código Procesal Penal de la Nación).
IX. Revocar los puntos XI y XII de la resolución de fs. 2/282
bis de la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto decretaron el
procesamiento de Víctor Daniel Telias, de las demás condiciones personales
obrantes en autos, y el embargo de sus bienes y, por los argumentos
vertidos en los considerandos, sobreseer al nombrado en orden al delito por

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c. 27.262, “Testimonios de apelación por funcionarios del G.C.B.A. ordenados el 27/09/05,
punto dispositivo XXXII, en autos “Chaban, Omar E. y otros” - I. 1/105 - Sala V.

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el que fuera indagado, debiéndose dejar a salvo que la formación de la


presente causa en nada ha afectado el buen nombre y honor de los que
gozare (arts. 336 inc. 4° del Código Procesal Penal de la Nación).
X. Confirmar el punto XIV de la resolución de fs. 2/282 bis de
la causa nº 27.262 de esta alzada, en cuanto dispone la falta de mérito para
procesar o sobreseer a Juan Carlos Loupias, de las demás condiciones
personales obrantes en autos, en orden al delito por el que fuera indagado
(art. 309 del Código Procesal Penal de la Nación).
XI. Tener presentes las reservas de casación y caso federal
realizadas por las partes.
Devuélvase al juzgado de origen, quien deberá realizar las
notificaciones correspondientes y sirva la presente de muy atenta nota.

Rodolfo Pociello Argerich

Gustavo A. Bruzzone María Laura Garrigós de Rébori

Ante mí:

Fernando Collados Storni


Secretario de Cámara

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