Entrega Final - Seminario Magister
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Resumen
Chile se suscribió a la Convención de los Derechos del Niño en el año 1990, sin
embargo, en la actualidad los niños, niñas y jóvenes se han visto imposibilitados de ejercer
correctamente sus derechos civiles y humanos a causa de la inevitable intervención del
adultocentrismo en espacios creados por y para la cultura infanto-juvenil, reprimiento y
censurando sus formas de comunicación, de relación y de afectividad, obstaculizando además,
una construcción plena de sí mismo, camino hacia la adultez.
1. INTRODUCCIÓN
“Muchas de las cosas que nosotros necesitamos
pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el
momento, sus huesos están en formación, su
sangre también lo está y sus sentidos se están
desarrollando, a él nosotros no podemos
contestarle mañana, su nombre es hoy.”
Gabriela Mistral.-
Durante el mes de noviembre, del año 2019, se realizó un proyecto llamado “Asamblea
de los Jóvenes”, el cual tenía por objetivo principal generar un ambiente contenedor para que
los niños, niñas y jóvenes pudieran expresar abiertamente su sentir, pensar, necesidades y
propuestas, en el contexto de la crisis y movilización social actual en nuestro país, ésta instancia
fue puesta en marcha en el Programas de Protección Especializada para el tratamiento de
Consumo Problemático de Alcohol y/o Droga (PDC), parte de los Programas 24 Horas del
Servicio Nacional de Menores (Sename), ubicado en la comuna de Pedro Aguirre Cerda (PAC)
de la Región Metropolitana, a cargo de la ONG “La Casona de los Jóvenes”, la cual se centra
en la promoción de derechos, prevención de situaciones de vulneración, organización y
participación comunitaria, para mejorar las condiciones de vida de niños/as, jóvenes,
fundándose en la dignificación y participación ciudadana, promoviendo el desarrollo
sustentable local, el respeto, la responsabilidad, la autonomía en el marco de la protección de
derechos humanos.
Es a raíz de la realización de este proyecto, que se da cuenta de la inevitable
intervención por parte del adultocentrismo, desde una visión de dominio, en espacios pensados
por y para la cultura infanto-juvenil. De esta forma se transgreden los acuerdos firmados por
Chile, país que se suscribió a la Convención de los Derechos del Niño en el año 1990, y se
comprometió a proteger y garantizar aquellos derechos que hoy en día son reprimidos,
impidiendo el correcto ejercicio de una participación protagónica, una libertad de expresión, un
espacio especializado para que todos los niños, niñas y jóvenes sean escuchados y considerados
a la hora de tomar decisiones que los involucre.
Es por esto que se vuelve necesario conocer y explicar desde dónde se está mirando la
cultura infanto-juvenil, y corregir, por medio de una exposición y educación, aquellas fallas que
obstaculizan un buen desempeño de los derechos civiles y humanos de aquellos que no
califican como adultos, y a su vez dificultan una construcción sana del sujeto, tanto desde en lo
personal y psíquico, como en su rol social, ya que el respeto a los espacios, ritmos y códigos de
una cultura infanto-juvenil en su desarrollo hacia la adultez, significa un bienestar social y
mental.
Para lograr demostrar lo anteriormente mencionado, se realizarán una serie de
entrevistas a participantes desde los 2 años de edad en adelante, con el objetivo de conocer sus
percepciones en la actualidad, acerca de cómo el adultocentrismo estaría censurando a la
cultura infanto-juvenil, y cómo consideran que les afecta en su camino hacia la adultez.
2. ANTECEDENTES
Lo anterior refiere que la salud mental como tal, se ve reflejada en el bienestar social, es
decir en las relaciones y vínculos que la persona mantienen con los otros, así como también es
importante considerar el bienestar psicológico del individuo, como su estado anímico, sus
capacidad de responsabilidad, de enfrentar al mundo tal y como es, con sus pros y contras. Es
por esto que la actividad propuesta presta el espacio para que los jóvenes desarrollen sus
capacidades para relacionarse mejor con el mundo y los otros, un mundo que ha sido hostil con
ellos, el cual no quieren afrontar, pero que con un acompañamiento y una escucha activa desde
sus pares, el proceso podría ser más ameno.
Pese a que la intervención fue bien recibida por los NNJ, y confiando en que es
importante volver a realizarla e incluso considerarla como un espacio permanente debido a que
permitió que los participantes expresaran sus opiniones e intercambiaran experiencias, no se
puede dejar de lado la idea de que aquella actividad fue creada y producida por adultos, y no
niños, niñas y/o jóvenes. Por lo tanto, la libertad de expresión y la participación que se esperaba
conseguir, siempre se vió empañada por la intervención de adultos, aún cuando éstos no fueron
indiferentes a las necesidades de los NNJ, siguen siendo personas ajenas a las experiencias
actuales de la infancia y la juventud, y es probable que este actuar se deba a la visión
adultocentrista con la que se suele definir a la cultura infanto-juvenil.
Entonces, si se considera que entre los objetivos del adultocentrismo está la dominación
sobre aquellos que no pertenecen al mundo adulto -infancia y juventud-, se puede comprender
el desinterés por legitimar los derechos de los niños, niñas y jóvenes, quitándoles la capacidad
de decidir, de participar, y de expresar sus opiniones en ámbitos y situaciones que les compete
como ciudadanos de derechos e incluso en aspectos claves de desarrollo personal e identidad.
3. JUSTIFICACIÓN
Lo anterior pone en alerta el correcto ejercicio de los derechos de los niños, niñas y
jóvenes, sometidos a un mundo creado por y para adultos. Y no refiere a que esté mal tener en
cuenta, con tiempo previo, ciertas estrategias que puedan favorecen el crecimiento y desarrollo
de los NNJ, sino que la crítica es que a medida que se cruzan aquellas etapas, no se les consulta
en absoluto acerca de lo que sienten y/u opinan al respecto, ni cómo les gustaría proceder a la
hora de resolver una situación. Y sumado a esto, es preciso mencionar que cuando existen las
oportunidades y espacios en que se han podido expresar, no se les escuchan sus demandas de
forma auténtica, desde su posicionamiento en la sociedad, porque la manera que tienen para
darse a entender ha sido invisibilizada por las normas adultocentristas, olvidando por completo
la valía que necesitan como personas y sujetos de derechos a la hora de construir su identidad,
según sus propios códigos culturales.
Es por esto que se vuelve necesario, conocer y demostrar cómo el adultocentrismo a
conseguido censurar la cultura infanto-juvenil, para así derribar aquellos sesgos y visibilizar la
autonomía y la participación protagónica que los niños, niñas y jóvenes son capaces de poner
en práctica si se les sabe escuchar desde su propio lenguaje.
Un estudio y análisis sobre los procesos judiciales al que son sometidos los menores de
edad, demostró que estas situaciones:
En efecto, esta temática se aborda más bien desde la evaluación de la capacidad del niño
de participar en el sistema judicial y no tanto desde la evaluación de las capacidades de
los operadores y de las condiciones existentes en el sistema para recoger la voz de los
niños y hacerlos participar. (Vargas y Correa, 2011, p.200)
Cuando se habla de los derechos de los niños, niñas y jóvenes, siempre se comienza
desde lo decretado por la “Convención sobre los Derechos del Niño” (CDN), adoptada por la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 20 de Noviembre de
1989, y de la cual Chile es partícipe desde el 26 de enero de 1990.
La CDN plantea como eje principal para la comprensión y el cumplimiento de los
derechos del niño, su Art. 3° Interés superior del niño, el cual refiere que “todas las medidas
respecto del niño deben estar basadas en la consideración del interés superior del mismo”. Este
sería considerado en todos y cada uno de los artículos declarados por la Convención, como es el
caso del Art. 12° Libertad de expresión. “El niño tiene derecho a expresar su opinión y a que
ésta se tenga en cuenta en todos los asuntos que le afectan”. Lo que también significa que los
niños, niñas y jóvenes ya no deberían ser considerados como una propiedad de sus padres ni
beneficiarios del Estado, incapaces de reclamar sus deberes y derechos, sino que debieran ser
vistos como seres humanos, titulares y sujetos de derecho.
Sin embargo, en la práctica, se puede apreciar como el adultocentrismo, desde las leyes,
las instituciones estatales y privadas, a definido el camino y límites de lo que un niño, niña o
joven debe cumplir como sujeto, dejando de lado la importancia de la escucha, de la libertad de
expresión, autonomía e ignorando su participación como actor principal en el ámbito social,
censurando la cultura infanto-juvenil, la cual mantiene su propio ritmo, lenguaje y manera de
relacionarse, forzandolos a comunicarse bajo un código que no le es propio, trayendo como
consecuencia que no les sea fácil expresarse, y siendo vistos como pequeños seres incompletos,
carentes de entendimiento político, económico e institucional. Estas consecuencias a largo
plazo podrían, incluso, estar influyendo en la sana construcción psíquica y rol social del sujeto,
quien está camino hacia su adultez.
5. HIPÓTESIS
6. OBJETIVOS
7. MARCO TEÓRICO
Entonces, estaríamos hablando de que el grupo social en el que figuran los niños, niñas
y jóvenes, sería una cultura independiente de la adulta, ya que éstos, en la actualidad, manejan
un lenguaje distinto, con ritmos diferentes, incluso en una plataforma distinta, como en el
Internet, ya que con las facilidades de hoy en día (dadas por los smartphones y el acceso a red
que estos otorgan), se han generado verdaderos “Nativos Digitales”, jóvenes caracterizados por
hacer de sus celulares una verdadera prolongación de sí mismo y su principal medio de
comunicación e interacción con los otros, volviendo este mundo virtual un mundo tan real e
importante como el otro (Lerner, 2014).
Tal ha sido el impacto de estos cambios que se han formulado nuevas teorizaciones
sobre estos fenómenos, como el de “Virtualescencia”, acuñado por Angélique Gozlan (2016),
donde se plasma las ideas expuestas sobre la prolongación de la cultura infanto-juvenil hacia la
virtualidad otorgada por este mundo cibernético que los acoge de mejor manera que el ofrecido
por los adultos.
El espacio construido por la cultura infanto-juvenil les da oportunidades de crear,
participar, debatir temas, que frente a la mirada adulta, suelen ser vistos como asuntos de poca
importancia, o incluso de exageración.
Así también, las creencias que los NNJ han adoptado, en la actualidad, son muy
diferentes a la de los adultos, en su mayoría son sujetos con menos prejuicios que sus padres
y/o madres, creencias que van más allá de las que puede otorgar la crianza, opiniones
adquiridas con la experiencia, y producto del intercambio de pensamientos con sus pares.
Quizás, debiesen permanecer más presentes los prejuicios y creencias familiares que los
sociales, ya que como bien dice Lacan “el sujeto, sí puede parecer siervo del lenguaje, lo es más
aún de un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el momento
de su nacimiento” (1957, p.475), sin embargo, aquel discurso pronunciado desde los orígenes
del sujeto, no cobran un real sentido de importancia a la hora de inscribirse en la identidad del
individuo, ya que no es transmitido con los códigos adecuados. Cuando Lacan menciona que
“ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje” (Idem), tienen el “efecto
significante de lo que llamamos aquí la letra, en la creación de la significación” (Idem), refiere
a que la construcción de las ideas, pese a estar influidas por el discurso familiar, siguen estando
fuertemente sujetas a la identificación que el sujeto adopta con sus pares, quienes sí transmiten
sus creencias y experiencias bajo la misma letra que manipula el sujeto en cuestión.
Es decir, ejerce su poder a través de reglas que predisponen al ser humano no calificado
como adulto, en un subordinado, planteando la represión como principal arma para su dominio.
Desde la mirada social, la represión consistiría en “la acción de gobierno que discrimina
brutalmente a personas o a organizaciones que se considera que presentan un desafío
fundamental a las relaciones de poder existentes o las políticas clave del gobierno” (González,
2006, p.5).
Es notable la incomprensión que tienen los adultos frente a las conductas propias de
una nueva generación, como en el caso de la virtuadolescencia, donde son criticados o
castigados porque el individuo infanto-juvenil permanece más tiempo de lo “normal” frente a
un celular o computadora. Pretender que ésta manera de construir relaciones, en el mundo
cibernético, puedan ser un trastorno mental (OMS, 2019), es prueba del control que el mundo
adulto desea tener sobre aquellos que no conoce y que no acepta. Esto también es prueba de que
los adultos responsables del cuidado del mundo infanto-juvenil -profesionales de la salud
mental-, aún no son capaces de moldear la escucha, ni la comprensión, para hacer valer el justo
derecho de libertad de expresión de los niños, niñas y jóvenes.
Así también, es posible apreciar este nivel de represión, en las manifestaciones sociales,
en las cuales se les culpa a los jóvenes de ser quienes generan los destrozos de la infraestructura
urbana, la persecución que el gobierno y las fuerzas policiales han tenido contra los NNJ a lo
largo del desarrollo desde estallido social ha traspasado todas las barrera, violando todos los
derechos del niño, prueba de esto es el trato que se intentó concretar entre el Servicio Nacional
de Menores (Sename) y la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) (Ciper Chile, 2020), un
acuerdo que criminaliza el acto de rebeldía y descontento que los NNJ tienen frente a la
sociedad, un espacio que no los entiende, y que los suele patologizar a menudo, censurando la
capacidad de participación social que desean tener, y tienen a costa de las prohibiciones
estatales, clínicas y familiares que se les imponen.
Lo anterior, se podría comparar con lo que plantea Foucault, en relación al poder
psiquiátrico, “es el efecto de poder complementario dado, no por el contenido de un saber sino
por la marca del saber, aplicada con fuerza de ley” (1974, p.216), es decir, el adultocentrismo
estaría reprimiendo a los NNJ desde un saber impuesto, un saber que se caracteriza conservar la
letra de los adultos, compuesta por significados que no representan un conocimiento pleno de la
verdad, ni la realidad de los otros -NNJ-, sino que mantiene el objetivo de manipular según su
conveniencia y su propia verdad.
8. MARCO METODOLÓGICO
8.1 Método
8.2 Muestra
La muestra estará conformada por dos grupos, uno compuesto por niños, niñas y
jóvenes que estén dentro del rango de edad de 2 y 24 años, y otro grupo compuesto por adultos
desde los 25 años de edad en adelante. Sin excluir ninguna identidad de género existente, y sin
importar la comuna de la Región Metropolitana en la que residen.
Para el primer grupo se consideró este rango de edad, ya que, según la Teoría del
desarrollo de Piaget, a partir de los 2 años el niño o niña ya “puede servirse de las palabras para
comunicarse, utilizar números para contar objetos, participar en juegos de fingimiento y
expresar sus ideas sobre el mundo por medio de dibujos” (Linares, 2007, p.9).
De ésta forma el sujeto daría a conocer su opinión en cuanto el mundo adulto. Así
también, se escogió como cierre del rango la edad de 24 años, la cual se considera por
diferentes autores -algunos mencionados anteriormente a lo largo del trabajo- como el término
de la etapa juvenil. Y de la misma manera es que se considera como comienzo de la adultez los
25 años de edad.
9. CONCLUSIONES
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