Reyes Biblicos

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República Bolivariana de Venezuela

Instituto Bíblico de Teología Evangélica


“Rvdo.- Celestino Rodríguez Quero”
Catedra: Panorama del Antiguo Testamento
Cabimas- Edo- Zulia

Reyes de Israel y Judá


(Reino Unido y Reino
Dividido)

Realizado por: Andrea Medina


C. I: 17.586.608
Modalidad: Sabatino
Esquema
Introducción
La historia de la Nación de Israel es una muestra del amor de Dios hacia
nosotros, después de la caída del hombre Dios siempre ha buscado
reconciliarnos con él. El estableció un gobierno teocrático, nos entregó a través
del pueblo de Israel instrucciones para la convivencia, la adoración, la
alimentación, vestimenta; todo como guía para vivir con calidad de vida e
integración social, sin embargo muchos en este pueblo han sido de dura cerviz,
ha tenido tendencias idolatras e inclinación hacia el mal por lo que la justicia de
Dios estableció su sentencia, con todo esto Jehová Dios continua hasta hoy en
día buscando reconciliar al hombre con El mostrándonos su amor, misericordia
y fidelidad a pesar de nuestras fallas.
Aunque Dios ha mostrado su amor hacia Israel estos se quejaron deseando
tener un hombre como rey que los gobernara, haciendo que Dios comenzara a
establecer reyes hablando a través de Samuel, el primero de ellos fue Saúl, el
cual al principio hizo la agradable a Dios pero más adelante contaminó su
corazón. En un inicio habían jueces establecidos y dirigidos por Dios pero a
Israel no le basto esto, querían ser gobernados por un rey.
Al transcurrir de los tiempos pasaron varios reyes, unos para honra y gloria de
Dios, tenían fuertes lazos y adoración a Él, por ejemplo el rey David, el cual nos
muestra que al igual que nosotros tuvo sus fallas y cometió errores graves, sin
embargo su corazón estaba con Dios y todo lo hacía consultando a Él y
entregando todas sus batallas. Tambien gobernaron otros reyes causaron
caos, abominaciones e idolatrías que hacían que Dios se alejara de ellos y el
pueblo, por lo que se volvían esclavo de naciones, hambres, desolaciones y
destrucción, un ejemplo de ellos fue el rey Acab, quien se dejaba manipular por
su esposa Jezabel rindiendo cultos y homenajes a Baal, otro de esos ejemplos
es Manases, el que ofreció sacrificio humano quemando a su hijo a un ídolo.
Asi vivieron años y años el pueblo de Israel en un círculo repetitivo, unas veces
en comunión con Jehová Dios viviendo en prosperidad, otras veces alejados de
Él haciendo lo malo viviendo en crisis.
A continuación se presentan algunos datos de estos reyes.
Rey Saúl
Saúl fue el primer rey de Israel, hijo de Cis y miembro de la tribu de Benjamín.
Según 1 Samuel 9:2 era de elevada estatura: "de hombros arriba sobrepasaba
a cualquiera del pueblo". Desde hacía tiempo Israel quería tener rey; finalmente
lo exigió. Pidieron a Samuel que nombrara rey. Dios reveló a Samuel que un
hombre llamado Saúl llegaría a buscarlo, y que ese era el elegido por Dios para
rey. Todo marchó bien hasta que la obstinación de Saúl lo llevó al pecado (1
Samuel 15). Dios ordenó a Saúl invadir a Amalec y destruir "todo lo que tiene".
Pero Saúl no destruyó del todo el país. En efecto, su ejército se trajo consigo
ganado y al rey; pretextaban que el ganado era para sacrificios y para el rey
exhibirlo (esto demuestra que Saúl era orgulloso). Es posible que un hombre
cuente con la bendición de Dios y camine con Dios, y no llegue sin embargo a
la meta señalada. Aunque elegido por Dios, Saúl cayó por su terquedad y
pecado. Se suicidó después de consultar a la bruja de Endor. Al fin de sus días
Saúl reconoció: "He hecho neciamente".

Rey Isboset

Hijo de Saúl, a la muerte de éste disputó el trono a David; reinó durante siete
años sobre once tribus de Israel, mientras que David reinaba sobre la de Judá.
Al cabo de este tiempo fue abandonado por Abner, el mejor de sus generales, y
murió asesinado por los benjamitas, los cuales, suponiendo que se les
recompensaría tan horrendo crimen, presentaron a David la cabeza de aquel
príncipe; pero éste, horrorizado, lloró la muerte de su competidor y mandó
quitar la vida a sus asesinos.

Rey David
El más grande y el más amado rey de Israel. Es el octavo y último hijo de Jesé
o Isaí. Nació en el 1040 a.C. (2 S. 5:4). Se le menciona unas 800 veces en el
Antiguo Testamento y 60 en el Nuevo Testamento; y así como Salomón, fue
uno de sus monarcas más famosos. Era el menor de ocho hermanos y tenía
dones musicales y poéticos notables, que cultivaba mientras pastoreaba
ovejas. Ya ungido (probablemente en secreto) como nuevo rey, por Samuel,
entró al servicio del rey Saúl. Este, celoso de la fama que David iba
adquiriendo, especialmente tras matar a Goliat, trató de quitarle la vida (1 S.
18:13 - 19:1); ante las amenazas que le presentaba Saúl, el joven David se
convirtió en proscrito (1 S. 19:11; 21:10); huyó a Gat, ciudad filistea (1 S. 21), y
luego se refugió en la apartada cueva de Adulam (1 S. 22). Abiatar y un buen
grupo de descontentos se le unieron (1 S. 22:2). Saúl salió a perseguirlo (1 S.
23; Sal. 7:4; 1 S. 26); cuando Saúl murió en el monte Gilboa en 1010 a.C., lo
coronaron rey de Judá (2 S. 2:4). En 1003 a.C. Israel entero lo aclamó rey (2 S.
5:1-5; 1 Cr. 11:10; 12:38). Tras derrotar a los filisteos (2 S. 5:18-25) capturó
Jerusalén, baluarte de los jebusitas, y la convirtió en capital religiosa cuando
llevó a ella el arca (2 S. 6; 1 Cr. 13; 15:1-3); organizó la adoración (1 Cr. 15,
16); amplió el reino por los cuatro costados (2 S. 8; 10; 12); dio gran impulso al
culto de Jehová y ensanchó su reino por sucesivas y extensas conquistas.
Durante la guerra con los amonitas, cometió su gran pecado, por el cual recibió
castigo y del que se arrepintió sinceramente. Conforme a las costumbres de su
tiempo, tuvo varias esposas, una de ellas hija de Saúl.
La figura de David, como hombre y como rey, tiene un relieve tal en la historia
del pueblo de Israel que no deja de ser el tipo del Mesías, que debe nacer de
su raza. A partir de David, la alianza con el pueblo se hace a través del rey; así,
el trono de Israel es el trono de David (Is. 9:6; Lc. 1:32); sus victorias anuncian
las del Mesías, lleno del Espíritu, que reposa sobre el hijo de Isaí (1 S. 16:13;
Is. 11:1-9); reportará sobre la injusticia. Por la victoria de su resurrección
cumplirá Jesús las promesas hechas a David (Hch. 13:32-37) y dará a la
historia su sentido (Ap. 5:5).
David, llamado por Dios y consagrado por la unción (1 S. 16:1-13), es
constantemente el «bendito» de Dios, al que Dios asiste con su presencia;
porque Dios está con él, prospera en todas sus empresas (1 S. 16:18), en su
lucha con Goliat (1 S. 17:45 y ss.), en sus guerras al servicio de Saúl (1 S.
18:14 y ss.) y en las que él mismo emprenderá como rey liberador de Israel:
«Por doquiera que se iba le daba Dios la victoria» (2 S. 8:14).
David, encargado como Moisés de ser el pastor de Israel (2 S. 5:2), hereda las
promesas hechas a los patriarcas, y en primer lugar la de poseer la tierra de
Canaán. Es el artífice de esa obra de posesión por la lucha contra los filisteos
inaugurada en tiempos de Saúl y proseguida durante su propio reinado (2 S.
5:17-25). La conquista decisiva es coronada por la toma de Jerusalén (2 S. 5:6-
10), a la que se llamará «Ciudad de David». Se convierte en la capital de todo
Israel, en torno a la cual se efectúa la unidad de las tribus, que con el arca
introducida por David ha hecho de Jerusalén una ciudad santa (2 S. 6:1-9), y
David desempeña en ella las funciones sacerdotales (2 5. 6:17). Así, «David y
toda la casa de Israel» no forman sino un solo pueblo en torno a Dios.
David responde al llamado de Dios con una profunda adhesión a la causa del
pueblo de Dios. Su convicción se caracteriza por el imperativo de servir a la
obra de Dios; así se guarda de atentar contra la vida de Saúl, incluso cuando
tiene ocasión de deshacerse de su perseguidor (1 S. 24:6). Perfectamente
abandonado a la voluntad de Dios, está pronto a aceptarlo todo de El (2 S.
11:25 y ss.) y espera que el Señor transforme en bendiciones todas las
desgracias que tiene que sufrir (1 S. 16:17). Es el humilde servidor, confuso por
los privilegios que Dios le otorga (2 S. 7:18-29), y por esto es el modelo de los
«pobres» que, imitando su abandono a Dios y su esperanza llena de
mansedumbre, prolongan su oración en las alabanzas y en las súplicas del
Salterio.
Al «cantor de los cánticos de Israel» (2 S. 23:1) debemos hoy los cristianos
numerosos salmos, el plano del Templo (1 Cr. 22:2-8), así como la
organización del culto en el Templo de Jerusalén (1 Cr 23-25) y numerosos
cantos (Neh. 12:24-36), e incluso ya en tiempos de Amós se decía que la
invención de los instrumentos músicos muchos de ellos venían del mismo
David (Am. 6:5).
La gloria de David no debe hacer olvidar al hombre: tuvo sus debilidades y sus
grandezas; rudo guerrero, astuto también (1 S. 27:10 y ss.); cometió graves
faltas entre ellas su amor por Betsabe con el homicidio de Urías (2S 11) y se
mostró débil con sus hijos ya antes de su vejez. Su moral es todavía burda:
durante su permanencia con los filisteos se comporta como jefe de salteadores
contra los enemigos de Israel (1 S. 27:8-12), y es lo bastante listo para que al
cabo de más de un año Aquis no se dé cuenta de ello (1 S. 29:6 y ss.). No se
pueden pasar en silencio sus despiadadas reacciones después del incendio de
Siclag (1 S. 30:17) y en su lucha contra Moab (2 S. 8:2). Finalmente muestra su
condición humana conservando su odio contra todos los que han hecho daño, y
confía sus venganzas póstumas a Salomón. Pero qué magnanimidad revela en
su fiel amistad con Jonatán, en el respeto que muestra siempre a Saúl, así
como también al arca (2 S. 15:24-29), a la vida de sus soldados (2 S. 23:13-
17), y con su generosidad (1 S. 30:21-25) y perdón (2 S. 19:16-24).
Por lo demás, se muestra político avisado, que se granjea la simpatía en la
corte de Saúl y cerca de los ancianos de Judá (1 S. 30: 26-31), desaprobando
el asesinato de Avenir (2 S. 3:37, 38) y vengando el homicidio de Cibal (2 S.
4:9-12). David es uno de los grandes hombres del Antiguo Testamento, uno de
los precursores de Cristo, uno de los tipos de Jesús el Mesías.
El Mesías desciende de David; el éxito de David hubiera podido hacer creer
que se habían realizado ya en él todas las promesas de Dios a Israel. Pero una
nueva y solemne profecía da nuevo impulso a la esperanza mesiánica (2 S.
7:12-16). A David, que proyecta construir un templo, le responde Dios que
quiere construirle una descendencia eterna: «Yo te edificaré una casa» (2 S.
7:27). Así orienta Dios hacia el prevenir la mirada de Israel. Promesa
incondicionada que no destruye la alianza del Sinaí, sino que la confirma
concentrándola en el rey (2 S. 7: 24). En adelante, Dios ofrece guiar a Israel y
mantener su unidad por la dinastía de David. El Salmo 132 canta el vínculo
establecido entre el área “símbolo de la presencia divina” y el descendiente de
David.
Así se comprende la importancia del problema de la sucesión al trono davídico
y las intrigas a que da lugar (2 S. 9:20; 1 R. 1). Y todavía se comprende mejor
el puesto que ocupa David en los oráculos proféticos (Os. 3:5; Jer. 30:9; Ez.
34:23 y ss.). Para ellos evocar a David es afirmar el amor celoso de Dios a su
pueblo (Is. 9:6) y la fidelidad a su alianza (Jer. 32:20 y ss.). De esta fidelidad no
se puede dudar aun en lo más duro de la prueba (Sal. 89:4 y ss.; 20-46).
Cuando Cristo vino a la tierra se cumplen los tiempos; se llama, pues, a Cristo
«Hijo de David» (Mt. 1:1); este título mesiánico no había sido nunca rehusado
por Jesús, pero no expresaba plenamente el imperio de su persona; por eso
Jesús, viniendo a cumplir las promesas hechas a David, proclama que es más
grande que él: es su Señor (Mt. 22:42-45). No es solamente «el siervo de
David», pastor del pueblo de Dios (Ez. 34:23 y ss.), sino que es Dios mismo
que viene a apacentar y a salvar a su pueblo (Ez. 34:15 y ss.); Jesús es
humanamente el «retoño de la raza de David», cuyo retorno aguardan e
invocan el espíritu y la esposa (Ap. 22:16 y ss.).
Rey Adonías
Cuarto hijo del rey David de Israel y de su esposa Haguit, nacido en Hebrón. Al
ser designado su hermano menor, Salomón, como sucesor al trono, Adonías se
creyó con mayor derecho y no dudó en enfrentarse a su hermano. Ante la
intentona de Adonías de proclamarse soberano en Israel mato animales cerca
de la Fuente de Rogel. Con el visto bueno del Sumo sacerdote Abiatar y la
ayuda del general Joab, los partidarios de Salomón (entre ellos, el
profeta Natán, el Sumo sacerdote Sadoc y el Jefe de la Guardia real Benaia)
lograron el consentimiento de David, ya anciano, de que lo entronizara
rápidamente. Mientras se celebraba la elección, Adonías no dudó en huir y
refugiarse en el Tabernáculo. Su hermano lo perdonó y exigió su sometimiento,
pero ante una nueva intentona de apoderarse del trono, para lo cual había
exigido casarse con Abisag, la última de las esposas de su padre David,
Salomón dio orden a Benaia de que le diera muerte.
Rey Salomón
"Pacífico"
Fue el hijo menor del rey David y Betsabé. Entronizado muy joven, Salomón
acudió a Dios, no en busca de vida, riqueza o victoria, sino de sabiduría. Dios
se la concedió, y así alcanzó la fama. La primera esposa de Salomón fue una
princesa egipcia, pero se dice que tuvo 700 esposas y princesas, asi como
tambien 300 concubinas. Famoso por su sabiduría y por sus mujeres, se
recuerda también a Salomón por sus escritos (que incluyen poesías y
proverbios), su riqueza, su próspero comercio, sus magníficos edificios (que
incluyen el templo, palacios y otras construcciones) y por su fortificación de
Jerusalén y otras ciudades. Durante su reinado de 40 años (961-922 A.C.),
Salomón hizo mucho en pro de su patria mediante el comercio y la riqueza,
pero también permitió que se arruinara. Se construyeron templos paganos y se
dejó al ejército sin preparación. Tras una   vida de riqueza y lujo, Salomón dejó
a Roboam su heredero sólo el cascarón de lo que había sido un gran imperio.
La historia de Salomón se narra en 1 Reyes 1:14 y 2 Crónicas 1:13. 
Rey Absalón
"Padre de la paz".
Absalón fue el tercer hijo de David. Llamaba la atención por su hermosura y por
la abundancia de su cabello (2 Samuel 1:25, 26).
Cuando Amnón, otro hijo de David, en un acto vil, violó a su hermanastra
Tamar, hermana de Absalón por parte de su padre y de su madre Maaca, hija
de Talmai (2 S. 3:3). Éste, en venganza, lo mató (2 S. 13:1-29). Luego huyó a
Gesur, donde su abuelo por parte de madre era rey (2 S. 13:37-39).
Después de tres años de destierro Absalón regresó a Jerusalén por la
intercesión de Joab, pero David no lo recibió sino hasta dos años después (2 S.
14:28), cuando se reconcilió con éste.
Al no existir por entonces en Israel leyes fijas sobre la sucesión del trono,
Absalón quería ser el heredero al trono a toda costa. Absalón hacía todo
cuanto le era posible para que  el pueblo conociese sus derechos de
primogénito después de la muerte de Amnón. Ganaba partido no solamente
entre los poderosos y ricos, sino especialmente entre los pobres, por su
carácter sencillo y su fama de hombre amigo, supuestamente, de la justicia.
Absalón sabía, como lo sabían todos en Israel, que Salomón sería el sucesor
de David en el trono y tramó varias veces contra la vida de su propio padre
David, se hizo proclamar rey en Jerusalén en ausencia de David, y finalmente,
habiendo querido darle batalla de una manera traidora al otro lado del Jordán,
al verse perdido, mientras huía, su cabellera se enredó en un árbol y fue
muerto por Joab, uno de los hombres de David (2 S. 18:17, 18; Jos. 7:26), y
enterrado con deshonra. David su padre sintió tanto su muerte que entró
silencioso en Jerusalén como si hubiese perdido la batalla. En Jerusalén existe
una "tumba de Absalón" construida en los tiempos de Herodes.
Rey Roboam
«El pueblo se ha engrandecido» o «el que ha hecho engrandecer al pueblo».
Hijo del rey Salomón y de Naama, mujer amonita, una de sus esposas (1 R.
14:31). Roboam, hijo de un padre sabio, era poco sagaz. A la muerte de
Salomón, en el año 931 a.C., los representantes de las doce tribus se reunieron
en Siquem, en el centro del país, para proclamar rey a Roboam, el legítimo
heredero del trono. La rivalidad, debida a causas más o menos antiguas, tendía
a alejar a Judá de las tribus del norte y del este. El pueblo, que sufría los
excesivos impuestos exigidos por Salomón, solicitó un alivio con ocasión de la
accesión del nuevo monarca. Jeroboam, el portavoz del pueblo, había tenido
un importante cargo en el reinado anterior, y el profeta Ahías le había
anunciado que él reinaría sobre diez tribus (1 R. 11:28-40). Roboam hizo que el
pueblo esperara durante tres días para conocer su respuesta, y pidió consejo
de los ancianos consejeros de Salomón. Ellos le recomendaron que accediera
a la demanda del pueblo, que no dejaría de mostrarle su gratitud. Pero Roboam
siguió los consejos de los de su propia generación, sus amigos de la infancia, y
dio una dura respuesta al pueblo: «Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo
añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, más yo os castigará
con escorpiones» (látigos armados con puntas metálicas). Estas palabras
revelan la presunción e insensatez de Roboam. Al separarse entonces del
joven rey, diez de las doce tribus renunciaron desde aquel momento a sostener
la casa de David. El pueblo lapidó a Adoram, que había sido encargado de
recaudar los tributos. Roboam, temiendo sufrir la misma suerte, se volvió
apresuradamente a Jerusalén (1 R. 12:1-20; 2 Cr. 10:1-19).
Judá, una gran parte de Benjamín, y los de Simeón, permanecieron fieles al
soberano. Reunió entonces Roboam a sus tropas escogidas para combatir
contra las tribus rebeldes, pero el profeta Semaías consiguió disuadirlo de ello
(1 R. 12:21-24; 2 Cr. 11:1-4). Roboam se dedicó entonces a fortificar las
ciudades de Judá y de Benjamín, y a proveerlas de víveres (2 Cr. 11:5-12). Al
erigir su rival becerros de oro en Bet-el y en Dan, los sacerdotes y levitas se
refugiaron, casi en su totalidad, en Judá, y contribuyeron a afirmar el trono de
Roboam; sin embargo, tres años después el mismo Roboam se entregó a la
idolatría (1 R. 14:21-24; 2 Cr. 11:13-17; 12:1).
En el quinto año del reinado de Roboam, Sisac invadió Judá, tomó ciudades
fortificadas, se apoderó de Jerusalén y saqueó el Templo y el palacio real (1 R.
14:25-28; 2 Cr. 12:2-12). Roboam tuvo dieciocho esposas, sesenta concubinas,
veintiocho hijos y sesenta hijas (2 Cr. 11:21). Abías, su hijo, pretendía que el
fallo inicial de Roboam había residido en su juventud y falta de experiencia (2
Cr. 13:1-12). Sin embargo, Roboam tenía 41 años cuando empezó a reinar.
Ocupó el trono durante 17 años, y murió alrededor del año 915 a.C.,
sucediéndole su hijo Abiam o Abías (1 R. 14:21, 31; 2 Cr. 12:13, 16).
Rey Jeroboam I
«El pueblo se hace numeroso».
Fue hijo de Nabat, de la tribu de Efraín, y primer rey del reino del norte. Reinó
veintidós años (931-910 a.C.). Había sido funcionario de Salomón, pero el
profeta Ahías, encontrándole, rompió su capa nueva en doce pedazos, y
guardando dos para sí, le dio a él los otros diez, anunciándole que sería rey
sobre diez de las tribus (1 R. 11:29-39). Por esta causa, Salomón procuró darle
muerte, pero él huyó a Egipto, quedándose allí bajo la protección de Sisac
hasta la muerte de Salomón (1 R. 11:40). Al reclamar los israelitas a Roboam
que les aliviara las cargas de los impuestos y levas que les habían sido
impuestas por su padre, éste replicó con dura altanería, lo que dio lugar a la
división nacional (1 R. 12:1-17; 2 Cr. 10:1-17). Jeroboam fue hecho rey sobre
las diez tribus (1 R. 12:20). Temiendo que sus súbditos le fueran desleales si
iban a Jerusalén a adorar, erigió dos becerros de oro, uno en Dan, el extremo
norte de sus dominios, y el otro en Bet-el, el extremo sur, propiciando la
adoración de Jehová bajo el simbolismo de estos dos becerros (1 R. 12:25-33).
Expulsó a los levitas del sacerdocio (1 R. 12:31-33; 2 Cr. 11:13-15). Pero su
pretendido culto nacional a Jehová, bajo la forma de idolatría y división religiosa
con respecto al templo de Jerusalén, fue considerado por Dios como culto a los
demonios e ídolos (2 Cr. 11:16). Tal proceder provocó la emigración de muchos
israelitas fieles a Dios, levitas y de las otras tribus, al reino de Judá (2 Cr.
11:16-17). De esta manera se debilitó el reino de Jeroboam, y cayó en una
burda idolatría.
Un varón de Dios acudió desde Judá para clamar en contra del altar de Bet-el,
y al extenderse contra él la mano del rey, ésta se secó inmediatamente. Al
rogar por él el profeta, le fue restaurada la mano, pero no se arrepintió de su
idolatría (1 R. 13:1-6 y ss.). Le había sido anunciado que si seguía al Señor
como David lo había hecho, su casa sería afirmada, pero por su rebelión contra
el orden divino su dinastía se extinguió en su hijo Nadab (1 R. 14:7-11 y ss.).
«El pecado de Jeroboam hijo de Nabat» vino a ser proverbio en boca de los
israelitas (1 R. 16:31; 2 R. 3:3; 10:29, 31; 13:11; 14:24; 15:9, 18, 24, 28; 13:2,
6; 17:22).
Durante su reinado fueron constantes las guerras con Roboam (1 Cr. 12:15).
Jeroboam es un ejemplo claro de manipulador de la religión con fines políticos,
y constituye una advertencia universal contra ello, contra la idolatría y contra la
intromisión humana en las formas del culto, en lugar de una sencilla sumisión a
las formas que Dios nos ha dado en Su palabra (cf. 1 R. 12:28-33).
Rey Abiam
«Jehová es Padre o Jehová es cuidadoso».
Uno de los hijos de Jeroboam, el primer rey de Israel. Era un joven apreciado y
popular que fue llorado por el pueblo cuando murió siendo aún joven (1 R.
14:1-18).
Reina Macá
La esposa favorita de Roboam, y madre de Abiam (2Ch 11:20-22). Ella vivió
más tiempo que su hijo Abiam y fue la reina durante el reinado de su nieto Asa
hasta que éste la depuso por haber edificado un ídolo (1R 15:10, 1R 15:13; 2C
15:16).

Rey Asa
Asa tercer rey de Judá y reformador de las costumbres del pueblo. Reinó 41
años (911-870). Eliminó los ídolos que habían introducido sus antepasados y
favoreció el retorno del pueblo a la adoración del verdadero Dios (1 R. 15:12,
13; 2 Cr. 15:8, 17; 1 R. 15:15). Hizo un censo de la población, fortificó las
fronteras, rechazó victoriosamente a los invasores. Le sucedió su hijo Josafat.
Mateo lo incluye entre los antepasados de Cristo (1 R. 15:17-22, 23; 1 Cr. 14:5,
6; 14:9-15; 16:7-20; Mt. 1:7).
Rey Nadab
«Generoso»
Hijo de Jeroboam I y su sucesor en el trono de Israel. Nadab comenzó a reinar
alrededor del año 910 a.C. y, al igual que su padre, practicó el culto al becerro
de oro. Durante el asedio que Nadab hizo a Gibetón, Baasa le dio muerte,
apoderándose después de la corona, y haciendo dar muerte a toda la
descendencia de Jeroboam. Baasa fue el instrumento de juicio que Jehová
había pasado sobre Jeroboam y su casa. El reinado de Nadab no llegó a durar
dos años enteros (1 R. 14:10, 11, 20; 15:25, 30).
Rey Baasa
«Temeridad».
Hijo de Ahías, de la casa de Isacar. Conspiró contra Nadab rey de Israel, le dio
muerte a él y a toda la familia real, y reinó en su lugar, 953-930 a.C. Fue según
la palabra del Señor por el profeta Ahías, que toda la descendencia de
Jeroboam sería destruida, debido a su maldad. Pero Baasa no fue mejor, y su
posteridad cayó bajo un juicio similar (1 R. 15:16-33; 16:1-13; 21:22; 2 R. 9:9; 2
Cr. 16:1-6; Jer. 41:9).
Rey Ela
«Grande y frondoso árbol».
Cuarto rey de Israel, hijo y sucesor de Baasa, contemporáneo de Asá, rey de
Judá. Situó la capital de su Estado en Tirsa. Mientras sus soldados, al mando
de Omrí, sitiaban la plaza de Gibbetón (hoy Tell Melat), en manos filisteas, Elá
fue asesinado por uno de sus oficiales, llamado Zimrí, quien ocupó el trono, si
bien tan sólo durante siete días.
Rey Zimri
Quinto rey de Israel. Antes de ocupar el trono, Zimri había sido oficial militar del
rey Ela, a quien asesinó en el transcurso de una borrachera en Tirsa junto con
toda la familia real. Eliminado Ela, Zimrí se apoderó del trono, pero a los siete
días de gobierno fue reemplazado por Omrí, jefe del ejército de palacio.
Refugiado Zimri en el palacio real, le prendió fuego y murió en el siniestro (1R
16:8-20).
Rey Omri
Rey de Israel. Antes de llegar al trono fue general de los ejércitos de Israel
durante el reinado de Ela y, bajo el anterior reinado de Baasa. Omri dirigía el
asedio de Gibetón, que los filisteos habían tomado, cuando supo que Zimri
había dado muerte a Ela y usurpado el trono. El ejército proclamó a Omri rey
de Israel. Marchó contra Tirsa, la capital entonces del reino de Israel, ocupada
por Zimri, que se suicidó (1 Reyes 16:15 20). El pueblo se dividió entonces: una
mitad apoyaba a Omri, en tanto que la otra mitad quería dar la corona a Tibni.
Omri no llegó a ser el soberano indiscutido sobre todo Israel hasta la muerte de
Tibni, después de cinco años de luchas (1 Reyes 16:21 23). Cambió la
capitalidad de Tirsa a Samaria, que construyó con este mismo objeto (1 Reyes
16:24). Omri se entregó a la idolatría, como Jeroboam, y actuó aún peor, en
ciertos respectos, que todos los reyes que le habían precedido sobre el trono
de Israel (1 Reyes 16:26; Miqueas 6:16). Murió hacia el año 874 a.C. Fue
sepultado en Samaria. Acab, su hijo, le sucedió en el trono (1 Reyes 16:28).
Rey Acab
"Hermano del padre."
Fue el séptimo rey de Israel, sucesor de su padre Omri en el año 918 a.C. Su
reinado tuvo una extensión de veintidós años. Estuvo en muchas guerras con
los sirios consiguiendo defender el territorio hasta el final de sus días. Se
considera su período, junto con el de su padre, el más próspero de Israel. Sin
embargo, se dice en la Biblia que hizo más para provocar la ira de Dios que
todos los reyes anteriores a él.
Tomó por esposa a Jezabel, hija de Ed-Baal, rey de Tiro, la cual era una mujer
ambiciosa e idólatra que debido a su influencia el culto de Baal fue introducido
en Israel y Astoret. Acab hizo en Samaria un templo para Baal y persiguió a los
profetas de Dios. A causa de estos actos Dios castigó a Israel con tres años de
sequía y hambre, hasta que el profeta Elías desafió y eliminó a los profetas de
Baal en el monte Carmelo.
Luchó contra Benadad, rey de Siria, al que venció dos veces. Al humillarse
éste, Acab hizo alianza con ello cual confirma una inscripción monolítica de
Salmanasar III, rey de Asiria, donde demuestra que, haciendo honor a esta
alianza, peleó contra los asirios en la batalla de Karcar en el año 853 a.C.
Finalmente, Acab, aprovechándose de una visita de Josafat, rey de Judá, le
propuso una expedición común para recobrar Ramot de Galaad al otro lado del
Jordán.
Miqueas (profeta de Jehová) predijo la muerte de Acab. Éste se disfrazó para
evitar que la trágica profecía se cumpliera; pero un soldado del ejército
enemigo, tirando al azar, hirió mortalmente a Acab y, como había profetizado
Elías años antes, su sangre fue lavada sobre su carro en el estanque de
Samaria, y los perros la lamieron. Fue sucedido por Ococías, su hijo.
Rey Josafat
«Jehová ha juzgado».
Rey de Judá, hijo y sucesor de Asa. Parece que estuvo asociado en el trono
con su padre en el año 37 de su reinado, el año 11 de Omri (1 R. 16:28, 29,
LXX), reinando en solitario cinco años más tarde, alrededor del año 871 a.C. (1
R. 22:41, 42; 2 Cr. 17:1). Reinó veinticinco años, si se incluye el período de
corregencia con Asa. Tenía 35 años al iniciar su reinado. Su madre se llamaba
Azuba hija de Silhi (1 R. 22:42). Fue un rey piadoso, adorando a Jehová, no
buscando los baales (1 R. 22:43; 2 Cr. 17:3), aunque el pueblo seguía
sacrificando en los lugares altos (1 R. 22:44). Por ello, Dios otorgó una gran
prosperidad al rey. Josafat tomó medidas para instruir al pueblo en la Ley de
Jehová por las ciudades de Judá (2 Cr. 17:7-9). El terror del Señor cayó sobre
los reinos vecinos, y los árabes y filisteos se hicieron tributarios de Josafat (2
Cr. 17:10, 11). Puso guarniciones en las ciudades fuertes de su reino (2 Cr.
17:12-19), e hizo la paz entre Israel y Judá, que desde la época de Roboam
habían estado en guerra entre sí, casando a su hijo Joram con Atalía, la hija de
Acab y Jezabel. Ésta fue una unión imprudente que traería funestas
consecuencias (1 R. 22:45; 2 R. 8:18, 26 y 2 R. 11). Sin embargo, hizo
finalmente desaparecer de Judá los lugares altos, y centralizó la adoración de
Dios en Jerusalén, conforme a la Ley (2 Cr. 17:5, 6), destruyendo también a los
sodomitas (1 R. 22:47).
Aliado con Acab, combatió contra los sirios para reconquistar para Israel la
ciudad de Ramot de Galaad. Acab murió en aquella batalla. Josafat fue
reprendido por sus impías alianzas por un profeta llamado Jehú (2 Cr. 19:1).
Más tarde, Dios intervino en su favor destruyendo providencialmente la liga de
moabitas, amonitas y edomitas que se había formado contra él (2 Cr. 20).
Después, mostrando su propensión a la alianza con la casa de Israel,
emprendió una empresa comercial junto con Ocozías; Dios desbarató sus
planes destruyendo los navíos que habían preparado en Ezión-geber (2 Cr.
20:35-37). Murió a los 60 años, hacia el año 850 a.C., y fue sepultado en la
ciudad de David, sucediéndole Joram su hijo.
Rey Ocozías
Hijo de Acab y Jezabel; Ocozías fue rey de Israel por dos años. Siguió el
proceder de sus padres idólatras y participó en el culto a Baal. (1Re 22:51-53.)
Cuando murió el padre de Ocozías, Moab aprovechó la oportunidad para
rebelarse y así liberarse del pesado tributo que se les había impuesto (2Re 1:1;
3:4, 5). Ocozías no hizo ningún esfuerzo por subyugar a los moabitas, quizás
debido al accidente que sufrió poco después de dicha sublevación y a su
muerte prematura. Concertó una alianza marítima con Josafat de Judá con el
propósito de iniciar una empresa para la construcción de naves. Dios no aprobó
ese proyecto debido a la iniquidad de Ocozías, por lo que las naves se
destrozaron (2Cr 20:35-37). Ocozías quería la autorización de Josafat para que
marineros israelitas tripularan las naves junto con los judaítas, pero Josafat no
consintió (1 Reyes 22:48, 49).
El rey sufrió un accidente en su casa cuando cayó por un enrejado de su
cámara del techo, que lo dejó postrado en cama y gravemente enfermo (2Re
1:2.) Como si el Dios verdadero ya no existiera, Ocozías envió mensajeros para
inquirir del dios filisteo Baal-zebub en cuanto a las posibilidades que tenía de
recuperarse. El profeta Elías salió a su encuentro y les dijo que el lecho de
enfermo de Ocozías se transformaría en su lecho de muerte, de modo que los
mensajeros se volvieron y le entregaron al rey el mensaje de Elías. En vez de
humillarse, Ocozías envió una fuerza de 50 hombres con un capitán para que
le llevasen a Elías. Tanto esa fuerza como una segunda fueron destruidas por
fuego tan pronto como se acercaron a la montaña donde estaba Elías y le
dieron la orden del rey: “Dígnate bajar”. El obstinado rey envió una tercera
fuerza, que se salvó debido únicamente a que el capitán suplicó de manera
respetuosa que su vida y la de sus hombres ‘fueran preciosas a los ojos’ de
Elías. Después de esto, Elías bajó y transmitió el mensaje de muerte
directamente a Ocozías. Este murió sin descendencia, y le sucedió su hermano
Joram. (2Re 1:2-17.)
Rey Joram (Israel)
Noveno rey de Israel, hijo de Acab y de Jezabel y hermano de Ocozías, a quien
sucedió en el trono. Al comienzo de su reinado hubo paz entre Israel y Judá -
gobernada también por otro rey de idéntico nombre, Joram , participando
ambos reinos y el de Edom en una campaña conjunta, que resultó fallida,
contra Mesa, rey de Moab, que se había rebelado contra Israel. Esta campaña
es conocida por la Biblia y por la llamada Estela de Mesa, localizada en Diban.
Joram, asimismo, hubo de soportar el ataque de Ben Hadad II, rey arameo de
Damasco, quien asedió Samaría. Herido en tal campaña, el rey israelita hubo
de retirarse en unión de Ocozías a Israel, para recuperarse de sus heridas. En
tal enclave fue, sin embargo, asesinado por Jehú, ungido rey de Israel por el
profeta Eliseo.
Rey Joram (Judá)
«Jehová es ensalzado».
Hijo y sucesor de Josafat rey de Judá (853-841 a.C.). Los primeros cuatro años
reinó en corregencia con su padre. Se casó con Atalía, hija de Acab y Jezabel.
Dio muerte a sus seis hermanos y estableció la adoración a Baal en Jerusalén.
Fue atacado por los filisteos y árabes, que se apoderaron de sus mujeres e
hijos. Fue advertido acerca de sus acciones por un escrito del profeta Elías
(escrito indudablemente con antelación, 2 Cr. 21:12), en el que le anunciaba
que Dios azotaría a su pueblo con una plaga gravosa. La enfermedad del rey
sería tal que sus entrañas se desparramarían. Fue de esta manera que
penosamente murió (1 R. 22:50; 2 R. 1:17; 8:16-29; 11:2; 12:18; 1 Cr. 3:11; 2
Cr. 21:1-20; 22:1, 11; Mt. 1:8).
Rey Jehú
El décimo rey de Israel (842-814 a.C) y fundador de la cuarta dinastía. Jehú fue
comisionado por Eliseo para que conquistara la casa de Acab. El denunció a
Joram, lo mató e hizo que su cuerpo fuera tirado en el campo de Nabot (2R
9:24-26); después hizo que Ocozías, rey de Judá, fuera asesinado y de igual
manera Jezabel. Jehú ejecutó el juicio de Dios sobre la casa de Acab y
exterminó por completo la adoración a Baal. A causa de su celo por el Señor en
relación con el asunto de la casa de Acab, Dios le permitió que estableciera
una dinastía que duró un poco más de 100 años (Jehú, Joacaz, Joram y
Jeroboam II).
Reina Atalía
«Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo era muerto, se levantó y
destruyó toda la descendencia real.» (2a. Reyes 11:1)
Hay un paralelo sorprendente entre la relación de Israel con Judá y la de los
descendientes de Caín, y los de Set. Caín se apartó, él y su familia, de todas
las personas temerosas de Dios en su día. Años más tarde las hijas de los
camitas tentaron a los hijos de Set, y acabaron preparando la escena para el
diluvio. De la misma manera el idólatra Israel se separó primero de Judá.
Luego por medio de una mujer licenciosa, trató de entrampar a Judá, y con ello
lo preparó para la cautividad babilónica.
La licenciosa mujer que de esta manera preparó la caída moral de Judá fue
Atalía, la hija de Acab y de Jezabel. Era la verdadera personificación de toda la
maldad de sus padres. Jezabel había traído el veneno de Sidón y lo había
inyectado en las venas de Israel. Y ahora Atalía iba a trasvasarlo a las venas
de Jerusalén. Notamos en este relato que un rey de la casa de David, en vez
de aliarse con el profeta de Dios en el conflicto entre Acab y Elías, se decidió
en cambio a favor de la dinastía de Acab. Incluso permitió a Joram, príncipe
heredero que se casara con la hija de Jezabel.
Si Jerusalén no se hubiera ya apartado mucho del servicio de Jehová, la
llegada de Atalía y sus sacerdotes de Baal habría incitado una reacción
violenta en contra por parte del pueblo de Jerusalén. Pero no ocurrió tal cosa.
Al contrario, Atalía pasó a regir Israel en el momento que fue hecha reina.
En bastantes aspectos Atalía se parece a su propia madre Jezabel, y lo que
hizo Atalía en Jerusalén es similar a lo que había hecho Jezabel en Jezreel, en
Samaria. Aparecieron en Jerusalén templos a Baal por todas partes. El tenor
de vida de Jerusalén cambió completamente. La mundanalidad prevalecía y los
que temían a Jehová tuvieron que partir de Jerusalén.
Pero Jehová llamó a Jehú, el cual eliminó a la dinastía de Acab en Israel y dio
muerte al hijo de Atalía, Ocozías. En vista de ello Atalía decidió exterminar a
todos los otros hijos de Joram, su esposo, posibles herederos del trono, y se
puso ella misma al frente.
Milagrosamente se salvó un hijo de Ocozías, Joás, que fue escondido en casa
de Josafat, una hija del rey Joram, mujer del sacerdote Joiada. Esta mujer era
hermana de Ocozías. Atalía reinó seis años. Después de este tiempo Joiada
proclamó rey a Joás. Atalía fue ejecutada y todos los altares de Baal
derribados.
Parece no haber límites a la capacidad para el mal en una mujer con las
entrañas de Jezabel o de Atalías cuando no reconoce los límites de su propia
naturaleza humana, o rehúsa aceptar las limitaciones que Dios ha establecido.
Rey Joás
«Jehová ha dado».
Hijo de Ocozías, rey de Judá. Al saber Atalía, madre de Ocozías, que su hijo
había sido muerto, hizo dar muerte a todos los que quedaban de la sangre real,
y se apoderó del trono. Sólo Joás pudo escapar a la muerte gracias a su tía
Josaba, hermana del rey Ocozías y esposa del sumo sacerdote Joiada (2 R.
11:1-3). Joás, de un año de edad, fue escondido en el Templo, donde quedó
durante seis años. Al séptimo año, Joiada preparó una conspiración para
expulsar a la usurpadora Atalía del trono (2 R. 11:4-12). Atalía fue hecha
prisionera y ejecutada inmediatamente fuera de la puerta de los Caballos (2 R.
11:13-16). Empezó a reinar en el año 842 a.C., a los siete años de edad,
reinando cuarenta años. Joás, aconsejado por Joiada, destruyó el culto a Baal
y ordenó la restauración del Templo, aunque el pueblo seguía celebrando un
culto sobre los lugares altos (2 R. 12:1-16). Al morir Joiada, el rey y su pueblo
se apartaron de Jehová, erigiendo aseras y otros ídolos. Al profetizar Zacarías
hijo de Joiada contra tales prácticas, Joás ordenó su muerte (2 Cr. 24:15-22;
Mt. 23:35). Poco después Hazael, rey de Siria, se apoderó de la ciudad filistea
de Gat, y amenazó Jerusalén; Joás se vio obligado a entregarle los tesoros del
Templo. Después, Joás cayó gravemente enfermo, y Amasa asumió la
regencia. Unos siervos del rey Joás le dieron muerte en la cama en venganza
de Zacarías hijo de Joiada (2 Cr. 24:25). Le sucedió Amasías su hijo (2 Cr.
24:27; 2 R. 12:21).
Rey Joacaz
«Jehová posee».
Hijo y sucesor de Jehú sobre el trono de Israel. Comenzó a reinar en el año
817 a.C., primeramente asociado con su padre, y reinó 17 años (2 R. 10:35;
13:1). Perpetuó el culto al becerro de oro instaurado por Jeroboam. El Señor
castigó esta apostasía permitiendo a los sirios, bajo Hazael primero y después
bajo Ben-hadad, derrotar a Joacaz. Al final, Joacaz se quedó limitado a tener
una guardia de cincuenta jinetes, diez carros y diez mil soldados de a pie. En
su angustia, invocó a Jehová, que libró a Israel, después de la muerte de
Joacaz sin embargo, mediante sus dos sucesores: Joás y Jeroboam II. Joás
volvió a tomar las ciudades que los sirios habían arrebatado a su padre;
Jeroboam II restableció las antiguas fronteras de Israel. Es indudable que Joás
tuvo una ayuda inesperada. Al atacar a los sirios por su retaguardia, el rey de
Asiria los obligó a abandonar el reino de Israel y a acudir a su propio país para
defenderlo.
Rey Joas
Hijo de Joacaz, rey de Israel. Accedió al trono alrededor del año 800 a.C., y
reinó 16 años. Este rey siguió adorando los becerros de oro de Bet-el y de Dan.
Sin embargo, testimonió afecto al profeta Eliseo y se afligió por su enfermedad.
Eliseo le hizo abrir la ventana que daba al oriente y que disparara una flecha,
cosa que hizo. A continuación, el profeta le ordenó que golpeara con sus
saetas en el suelo. El rey lo hizo sólo tres veces. Las flechas simbolizaban las
victorias que Joás debía conseguir sobre los sirios. Si hubiera golpeado cinco o
seis veces, hubiera llegado a destruir totalmente su poder (2 R. 13:14-25).
Después de la muerte de Eliseo, Joás proveyó cien mil soldados mercenarios a
Amasa, rey de Judá, que quería llevar a cabo una expedición contra los
edomitas. Convencido por un profeta, Amasías los devolvió. Sin embargo,
aunque estos mercenarios habían sido pagados por adelantado, irritados, se
lanzaron a saquear el territorio de Judá al dirigirse hacia el norte (2 Cr. 25:6-10,
13). Es posible que esto influyera en Amasa para declarar la guerra a Joás. En
la batalla de Bet-semes Amasías fue derrotado, y Joás destruyó parte de los
muros de Jerusalén, se llevó los tesoros del Templo y del palacio, y rehenes
con los que asegurar la paz. A la muerte de Joás, su hijo Jeroboam II accedió
al trono (2 R. 14:8-16; 2 Cr. 25:17-24).

Rey Amasías
«Jehová tiene poder».
Hijo de Joás, rey de Judá, le sucedió en el trono; reinó 29 años, desde el año
796 hasta el 767 a.C. Actuó bien al principio de su reinado. Hizo guerra contra
los edomitas; 10.000 de ellos fueron muertos a cuchillo, y 10.000 más arrojados
desde una roca. Pero se trajo consigo los dioses de los hijos de Seir, y se
postró ante ellos, por lo que cayó bajo el desagrado de Dios. Provocó una
guerra contra el rey de Israel, pero fue derrotado, siendo Jerusalén saqueada, y
parte de la ciudad destruida. Murió en Laquis, a donde había huido para
protegerse de una conspiración (2 R. 14:1-23; 2 Cr. 25:1-28).
Jeroboam II.
Hijo de Joás y sucesor suyo sobre el trono de Israel. Fue hecho corregente el
año 793 y reinó en solitario durante treinta años (782-752). Consiguió extender
sus territorios derrotando a los sirios, y recobró Hamat y Damasco. De él se
usa el refrán «no se apartó de todos los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat,
el que hizo pecar a Israel».
Amós profetizó que moriría a espada (2 R. 13:13; 14:16-29; 15:1, 8; 1 Cr. 5:17;
Os. 1:1; Am. 1:1; 7:9-11).
Rey Azarías
«El Señor es mi ayuda».
Rey de Judá (2 R. 15:13, 30-34; 2 Cr. 26; 27:2; Is. 1:1; 6:1; 7:1; Os. 1:1; Am.
1:1; Zac. 14:5; Mt. 1:9). El rey Uzías es llamado Azarías en 2 R. 14:21; 15:1-8,
17-27; 1 Cr. 3:12.
Sucedió a su padre Amasías hacia el año 785, unos años después de la gran
derrota que sufriera a manos del rey de Israel. Uzías reinó ya en vida de su
padre, y reconstruyó Elat (2 R. 14:22). Accedió al trono a la edad de 16 años (2
R. 14:21). Reforzó la potencia y la independencia del reino de Judá; reorganizó
el ejército, restauró las fortificaciones de Jerusalén, venció a filisteos y árabes,
destruyó los muros de Gat, de Jabnia, de Asdod, sometió a los amonitas y
otras naciones (2 Cr. 26:6-8). Uzías desarrolló la agricultura, edificó torres en el
desierto, excavó pozos. Dio su adoración a Jehová, pero dejó subsistir los
lugares altos donde el pueblo ofrecía sacrificios a los ídolos. Los éxitos lo
ensoberbecieron. Habiendo intentado usurpar las funciones sacerdotales, fue
inmediatamente atacado de lepra, de la que no sanó nunca. Jotam, su hijo,
vino a ser el regente. En esta época tuvo lugar un gran terremoto (Am. 1:1;
Zac. 14:5). El pueblo relacionó este cataclismo con el gesto sacrílego de Uzías
Am. 9:10, 4). Su reinado duró 52 años, y murió alrededor del año 734 a.C. (2 R.
15:1-7; 2 Cr. 26). Los profetas Isaías, Oseas y Amós comenzaron sus
ministerios antes de su muerte (Is. 1:1; 6:1; Os. 1:1; Am. 1:1).
Rey Zacarías
Hijo de Jeroboam II y decimocuarto rey de Israel. Reinó seis meses como el
cuarto y último rey de la dinastía de Jehú. Tenía una posición de riqueza y
poder no solamente entre las diez tribus, sino también sobre Damasco, que su
padre había dominado. Sin embargo, hizo lo malo antes los ojos de Dios, y por
otro lado vivió bajo la sombra de la profecía de que la casa de Jehú duraría
hasta la cuarta generación (2 R 10:30; Am 7:8, 9).
Rey Salum
«Recompensa».
Decimosexto rey de Israel, hijo de Jabes. Dio muerte al rey Zacarías para
reinar en su lugar sobre las diez tribus, pero sólo reinó un mes, muriendo a
manos de Manahem (2 R. 15:8-15).
Rey Manahem
Hijo de Gadi y gobernador militar de Tirsa, la primitiva capital de Israel. (2 R.
15.14–22).
Cuando *Salum usurpó el trono durante una época de anarquía, Manahem
resistió a Salum en Samaria, capturó la ciudad, mandó matar al usurpador, y se
proclamó rey (752 a.C.). Continuó cierta oposición contra él, y en la ciudad de
Tifsa Manahem sofocó una seria rebelión, evidentemente con innecesaria
crueldad. A fin de afirmar su posición se convirtió en vasallo de Pul, rey de
Asiria (TIGLAT-PILESER III). Este privilegio costó a Manahem 1.000 talentos,
que exigió a los ricos de su reino. Finalmente, la alianza resultó desastrosa
para Israel, porque llevó a los asirios a anexar la nación. Un partido antiasirio
resistió su política en Israel, pero el rey mantuvo su posición hasta su muerte
(742/1a.C), y fue sucedido por su hijo Pekaía. Manahem fue el último rey de
Israel cuyo hijo lo sucedió en el trono.
Rey Pekaía
«Jehová ha abierto (los ojos)».
Hijo de Manahem, lo sucedió sobre el trono de Israel hacia el año 737 a.C.,
reinando dos años, y adoptando el culto del becerro de oro que Jeroboam I
había instituido.
Pekaía fue asesinado en su palacio de Samaria por Peka, uno de los capitanes
de su ejército, que usurpó el trono (2 R. 15:23-26).

Rey Peka
«(Dios) ha abierto (los ojos)». Hijo de Remalías y capitán de Pekaía, rey de
Israel, a quien asesinó para apoderarse de su trono. Se entregó al culto del
becerro de oro tal como lo había hecho Jeroboam I (2 R. 15:25-28). Al final del
reinado de Jotam, rey de Judá, Peka se alió con Rezín, rey de Siria, para
atacar Judá e imponer otro rey. Los aliados invadieron Judá en la época en que
Acaz había sucedido a Jotam. Los sirios, con la intención de unirse con Peka
en Jerusalén, avanzaron al este del Jordán. Incendiando y saqueándolo todo,
el ejército de Peka se dirigió hacia Jerusalén, cuyos habitantes estaban
aterrorizados. El profeta Isaías aseguró al rey y al pueblo que el Señor los
libraría si se confiaban plenamente a Él. Menospreciando este consejo, Acaz
prefirió comprar la ayuda de Tiglat-pileser III, rey de Asiria. El ejército asirio
atravesó Galilea (2 R. 15:29), llegando a Filistea en el año 734 a.C., maniobra
que obligó a Peka y a Rezín a retirar sus tropas del país de Judá, a fin de
proteger sus propios estados. Al retirarse, Peka deportó a gran número de
habitantes de Judá, pero ciertos príncipes de Israel los vistieron, alimentaron y
dejaron en libertad, gracias a la exhortación del profeta Obed (2 R. 16:5-9; 2 Cr.
28:5-15; Is. 7:1-13). En el año 730 a.C., Oseas, hijo de Ela, dio muerte a Peka,
usurpando a su vez el trono de Israel (2 R. 15:30), actuando en complicidad
con Tiglat-pileser III.
Rey Jotam
“Jehová es eterno, sincero”
Rey de Judá, compartió el trono con Uzías su padre, llamado también Azarías
(750-739 a.C.), el cual había caído víctima de la lepra (2 R. 15:5) Jotam
obedeció a Jehová, aunque dejó subsistir la adoración en los lugares altos
donde el pueblo se daba a la idolatría. Efectuó obras en el Templo, amplió las
fortificaciones, y edificó ciudades de Judá, y una red de castillos y torres,
aplastando a los amonitas y haciéndolos tributarios. Durante los dieciséis años
de su reinado, Isaías y Oseas siguieron ejerciendo su ministerio (Is. 1:1). Hacia
el final de su reinado los israelitas del norte y los sirios invadieron Judá. Murió a
los cuarenta y un años de edad, siendo sucedido por su hijo Acaz.
Rey Acaz
«Sostenido».
Hijo de Jotam, que reinó dieciséis años, desde el año 734 a.C. (2 R. 16:1). Se
distinguió por su idolatría y desprecio del verdadero Dios, y contra él se dirigen
muchas profecías de Isaías (Is. 7, 8 y 9). Quemó a sus propios hijos
consagrándolos a los ídolos. Levantó un altar en el templo de Jerusalén según
el modelo sirio, y aun lo cerró enteramente, por lo cual perdió el favor de
Jehová y sufrió varias derrotas en la guerra con Peka y Rezín.
Peka, rey de Israel, le tomó varios cautivos que fueron liberados por
intervención del profeta Obed (2 Cr. 28:5-15), y sufrió otros reveses a manos
de los edomitas y los filisteos (2 Cr. 28:16-20). Desoyendo los consejos de
Isaías, solicitó auxilio de Tiglat-pileser, rey de Asiria, lo que éste lo aprovechó
para hacerle tributario suyo.
Su nombre aparece en una inscripción de Tiglat-pileser como uno de sus
vasallos, y ello es una prueba de la historicidad del relato bíblico, en contra de
los racionalistas de hace un par de siglos, que lo negaban.
Fue tan aborrecido por sus propios súbditos que le negaron sepultura entre los
reyes de Israel.
Rey Oseas
Del heb. «Hoshea»: «salvado, salvación».
Último rey de Israel, hijo de Ela. En conspiración junto con Tiglat-pileser rey de
Asiria, Oseas dio muerte a Peka, rey de Israel, y usurpó el trono (2 R. 15:30).
Reinó durante nueve años, entre 730 y 722 a.C. Oseas, como rey de Israel,
hizo lo malo a los ojos de Jehová, aunque no en la magnitud de los que habían
sido reyes antes que él. Salmansar, rey de Asiria, subió contra él. Oseas, no
pudiendo defenderse, se sometió como tributario (2 R. 17:3); después solicitó
auxilio a Faraón, creyendo que Egipto le ayudaría con el fin también de
mantener a los asirios alejados de sus propias fronteras. Así, rehusó seguir
pagando el tributo anual a Asiria (2 R. 17:4). Salmansar volvió a invadir los
territorios de Israel, haciendo encarcelar a Oseas, y asedió Samaria. La ciudad
de Samaria se vio sometida a una gran estrechez, pero resistió tres años, al
final de los cuales murió Salmansar. Le sucedió Sargón, quien tuvo la gloria de
tomar Samaria. Deportó a los nobles a Asiria, y los hizo residir en Cala y en
Habor, junto al río Gozán, y en ciudades de Media (2 R. 17:5, 6). Este hecho
recibe el nombre del Cautiverio de las Diez Tribus. Oseas no fue más
responsable que los otros reyes del hundimiento del reino del norte;
simplemente, con él rebosó la copa de las iniquidades que Israel habla ido
llenando en el curso de los siglos (2 R. 17:7-23).
Rey Ezequías
«Jehová fortalece»
Hijo de Acaz, rey de Judá (719-691 a.C.). Estuvo asociado con su padre en el
gobierno desde el año 728 a.C. Era un siervo devoto de Jehová; comenzó su
reinado reparando y limpiando el Templo, reorganizando los servicios religiosos
con sus funcionarios y celebrando una gran pascua a la cual invitó solamente a
las tribus de Judá y Benjamín (2 Cr. 29:1-30:13). Quitó los lugares altos, derribó
las imágenes e hizo pedazos la serpiente de metal que Moisés había hecho,
pero que se había convertido en objeto de adoración.
En el cuarto año de su reinado (724 a.C.), Salmanasar comenzó, y en el año
722 a.C. Sargón completó, el sitio de Samaria, llevando a las diez tribus en
cautividad (2 Cr. 18:9, 10).
En el año 714 a.C. comenzó la serie de invasiones asirias que distinguieron el
reino de Ezequías y que terminaron desastrosamente para Asiria. Parece que
fue inmediatamente después de comenzar estas invasiones, en el año 714
a.C., cuando Ezequías estuvo enfermo, casi a la muerte, pero le fueron
concedidos 15 años más de vida en respuesta a su oración a Dios (2 R. 20:1-
11; Is. 38).
Ezequías murió en el año 691, y ascendió al trono su hijo Manasés (2 R. 20:21;
2 Cr. 32:33).
Rey Manasés
Decimotercer rey de Judá. Hijo y sucesor de Ezequías y de Hafsi-bah, subió al
trono a los doce años. Al tolerar por influencia de sus consejeros el culto
idolátrico (Baal, Ashtarté, Shamash), se pasó del más puro yahvismo a un
absoluto sincretismo religioso y formas paganas, en las que la magia y otras
prácticas adivinatorias tomaron carta de naturaleza. Incluso en una ocasión el
propio Manasés inmoló a su hijo en honor de Molok. Políticamente hubo de
tributar a los reyes asirios, gobernados entonces por Assarhaddón, potencia a
la que incluso fue deportado al participar el rey en una gran rebelión que
apoyaba a Shamash-shum-ukin de Babilonia en contra de su hermano
Assurbanipal de Asiria. Liberado finalmente de su cautiverio en Babilonia -pues
había sido conducido allí y no a Nínive- por Assurbanipal, a cambio de
suministrarle refuerzos y ayuda en caso de un ataque egipcio, pasó sus últimos
años convertido al yahvismo. A su muerte fue enterrado en el sepulcro del rey
Azarías; el trono pasó a su hijo Amón. Entre los Apócrifos del Antiguo
Testamento se halla una Oración de Manasés, relativa a la historia de tal rey.
Rey Amón
(Heb. = trabajador).
Hijo y sucesor de Manasés, rey de Judá. Reinó solamente dos años, entre el
642 y 640 a.C. Hizo lo malo ante el Señor, y sirvió a los ídolos que su padre
había erigido. Sus siervos conspiraron en contra de él, matándolo en su propia
casa (2 R. 21:18-25; 1 Cr. 3:14; 2 Cr. 33:20-25; Jer. 1:2; 25:3; Sof. 1:1; Mt.
1:10).
Rey Josías
«Jehová sana».
Hijo y sucesor de Amón rey de Judá. Entronizado a los ocho años de edad
hacia el año 638 a.C., tuvo como consejero durante su juventud, según parece,
al sumo sacerdote Hilcías. Al año octavo de su reinado, se propuso actuar
conforme a las leyes de Dios, y reformar según su voluntad la vida de la corte,
con lo que comenzó a extirpar la idolatría y todo lo contrario a la Ley de Dios.
Siguió en este esfuerzo a lo largo de los años, no sólo en Jerusalén y Judá,
sino también en lo tocante al reino del norte (2 R. 22:1, 2; 2 Cr. 34:1-7, 33). En
el año decimoctavo de su reinado, tomó enérgicas medidas para restaurar y
embellecer el Templo. En el curso de las obras, el sumo sacerdote Hilcías
encontró en el santuario el libro de la Ley, y lo entregó a Safán, el escriba, que
lo leyó ante el rey. Josías quedó profundamente tocado por la profecía que
anunciaba las terribles consecuencias de abandonar a Jehová. Rasgó sus
vestiduras y se humilló ante Dios que, en su misericordia, le dio la certidumbre
de que el juicio inminente no caería durante su vida (2 R. 22:8-20; 2 Cr. 34:15-
28).
La profecía que tanto afectó al rey se halla en los capítulos 28 a 30 de
Deuteronomio, especialmente en Dt. 29:25-28. El libro hallado por Hilcías, por
lo tanto, contenía al menos el quinto libro de Moisés, o quizás el Pentateuco
entero. En la época de la apostasía y de las persecuciones, bajo el dilatado
reinado de Manasés, la consigna había sido indudablemente la de hacer
desaparecer y destruir los libros sagrados (2 R. 21:16; 2 Cr. 33:9).
Hilcías descubrió probablemente la copia de la Ley que era asignada al
Templo. El rollo habría sido escondido o tirado durante la profanación del
santuario (Dt. 31:9, 26), o quizás, siguiendo una antigua tradición, hubiera sido
emparedado durante la construcción del primer templo. Los críticos pretenden
que este «descubrimiento del libro de la Ley de Moisés» bajo Josías fue tan
sólo una piadosa superchería. Los sacerdotes, según los críticos, habrían
redactado el Deuteronomio para presentarlo falsamente como un escrito de
Moisés, con el objetivo de atribuirse mayor importancia. Sin embargo, esta
teoría carece de todo fundamento, y se enfrenta directamente con la evidencia
interna e histórica.
Rey Joacaz
Uno de los hijos menores de Josías; a la muerte de este rey, el pueblo de Judá
entronizó a Joacaz. El faraón Necao, al volver de la batalla contra Josías, pasó
por Jerusalén, destituyendo a Joacaz, y poniendo en su lugar a Joacim su
hermano mayor; Joacaz fue llevado cautivo a Ribla, y después a Egipto, donde
murió (2 R. 23:30-34; 2 Cr. 36:1-4).
Rey Joacim
«Jehová suscita».
Hijo del rey Josías (2 R. 23:34, 36). Se llamaba Eliaquim (Dios suscita). A la
muerte de Josías, el pueblo entronizó a Joacaz, tercer hijo de Josías. Tres
meses más tarde, el faraón Necao lo encadenó y llevó cautivo, poniendo en su
lugar a su hermano mayor Eliaquim, cuyo nombre cambió por el de Joacim.
Empezó a reinar alrededor del año 608 a.C., a los veinticinco años de edad.
Joacim obligó a su pueblo a pagar onerosos tributos, que enviaba al faraón.
Este hijo de Josías fue infiel a Jehová, y se lanzó a la idolatría.
Jeremías escribió un rollo en el que daba las advertencias y amenazas de Dios,
pero el rey, al leerlo, lo menospreció y desgarró con un cortaplumas,
arrojándolo al fuego (Jer. 36). En el cuarto año de Joacim, Nabucodonosor
venció a Necao en la batalla de Carquemis en el año 605 a.C., marchando a
continuación contra Jerusalén. Joacim fue sometido a un tributo (2 R. 24:1; Jer.
46:2; Dn. 1:1, 2). Tres años más tarde, Joacim se rebeló imprudentemente
contra Nabucodonosor. Otros graves problemas abrumaban también el reino,
por cuanto bandas armadas de moabitas, sirios y amonitas se dedicaban al
pillaje de la tierra, lo mismo que bandas de caldeos, enviadas probablemente
por el rey de Babilonia al llegar a conocer la rebelión (2 R. 24:2). Al final,
Nabucodonosor acudió personalmente a Jerusalén, para llevarlo encadenado
hacia Babilonia (2 Cr. 36:6). Pero este proyecto debió quedar frustrado, bien
por muerte natural de Joacim, bien por ser asesinado. Su cadáver fue arrojado
fuera de las puertas de Jerusalén, y fue enterrado como si se tratara del
cadáver de un asno (Jer. 22:19; 36:30; Am. 10:6, 3). Joacim había reinado
once años, y le sucedió su hijo Joaquín, impuesto por Nabucodonosor (2 R.
23:36; 24:6).
Rey Joaquín
«Dios establecerá».
Hijo y sucesor de Joacim sobre el trono de Judá; empezó a reinar en el año
597 a.C. Según 2 R. 24:8 tenía entonces 18 años, en tanto que 2 Cr. 36:9
indica 8 años. Esta divergencia se encuentra en la LXX y en el texto
masorético. Ello se explica asumiendo que Joaquín estuvo asociado diez años
con su padre en el reino, y que reinó en solitario a partir de los 18 años. Su
reinado duró tres meses y diez días, haciendo lo malo a los ojos del Señor.
Durante este breve espacio de tiempo, los generales del rey de Babilonia
asediaron Jerusalén, y la ciudad se rindió (cfr. 2 R. 24:12; cfr. Jer. 52:28).
Joaquín fue deportado con sus mujeres, su madre, los criados del rey, todos
los dignatarios del país y todos los artesanos (2 R. 24:8-16; 2 Cr. 36:9, 10).
Joaquín fue encarcelado en Babilonia, pero en el año 37 de su exilio Evil-
merodac accedió al trono de Babilonia y liberó a Joaquín, asignándole una
pensión vitalicia (2 R. 25:27-30; Jer. 52:31-34). Es llamado Conías y Jeconías
en los escritos de Jeremías.
Rey Sedequías
"E hizo lo malo ante los ojos de Jehová". Así podría resumirse la vida y el
reinado de Sedequías, el último rey de Judá (reinó del 597 al 587 A.C.). Tenía
veintiún años de edad cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo puso en
el trono. La ira de Jehová se encendió contra Sedequías por cuanto éste hizo
caso omiso del profeta jeremías. Se rebeló contra Nabucodonosor, y éste más
adelante puso sitio a Jerusalén. En el undécimo año del reinado de Sedequías,
cuando el hambre consumía la ciudad, Sedequías y su ejército desampararon
al pueblo y huyeron a las llanuras de Jericó. Posteriormente, él y su ejército
cayeron prisioneros. Sus hijos fueron ejecutados en presencia suya, y luego a
él le arrancaron los ojos y lo encerraron en una prisión de Babilonia. (2 Reyes
24:17-25:7.)
Conclusión
A través de la investigación se llegó a la siguiente conclusión:
Desde los inicios Dios ha buscado que el hombre pueda tener una gran
calidad de vida y sana convivencia enseñándonos como alimentarnos,
resolver conflictos, vestirnos, adorarle correctamente, asi como tambien
ha establecido un gobierno teocrático donde bajo su dirección no habría
margen de error en nuestra vivencia diaria.
Asi como han habido personas conforme al corazón de Dios, han habido
otras de dura cerviz que han ocasionado catástrofes en naciones.
El pueblo Israel estuvo sumergido en un círculo vicioso de pecado,
esclavitud, arrepentimiento y libertad donde su nación ha vivido grandes
victorias pero tambien crisis destructivas.
Todos los reyes que permitieron que Dios fuera su guía a través de sus
profetas lograron grandes victorias, pero aquellos que se llenaron de
orgullo, vanidad y autosuficiencia solo obtuvieron fracasos, muertes y
ruina.
Bibliografía
- DOUGLAS, J. (2000). Nuevo diccionario Bíblico: Primera Edición. Sociedades
Bíblicas Unidas en América Latina.
- R. DÍAZ CARBONELL, M. Grau, La historia de Israel, 1966.
- DICCIONARIO BÍBLICO DIGITAL, Grupo C Service & Design Ltda.,
Colombia, 2003.
- REINA-VALERA’60. Santa Biblia. Libros de 1 y de Reyes – 2 y 2 de Crónicas.
Edición Sociedad Bíblica, Madrid España. 1.960- Revisión 2.011 Sociedad
Bíblicas Unidas 2.000.

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