La Revelacion

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 39

La FACULTAD DE TEOLOGÍA

“REDEMPTORIS MATER”

LA REVELACIÓN
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN

1.1. Naturaleza de la revelación

2. DIOS SE REVELA EN LA CREACIÓN

2.1. La revelación

2.2. La creación en el Antiguo Testamento


2.2.1. La creación y la idolatría
2.2.2. Primer Relato (Gn 1-2, 4a)
2.2.3. Segundo relato (Gn 2, 4b-3,24)
2.2.4. Referencias hímnico – sapienciales a la creación

2.3. La creación en el Nuevo Testamento


2.3.1. Evangelios
2.3.2. San Pablo
2.3.3. Apocalipsis

2.4. La Providencia de Dios

. 2.4.1. Providencia en la Biblia
a. Antiguo Testamento
b. Nuevo Testamento

. 2.4.2.  Providencia sobre los otros pueblos

2.4.3. Providencia de Dios de forma individual.

2.4.4. Providencia exige fidelidad.

3. EL DIOS QUE ELIGE

3.1. La revelación en la Historia de la salvación

3.2. Revelación de Dios a los Patriarcas

2
3.3. Revelación Mosaica

3.4. Revelación del nombre de Yahvéh

4. LA PALABRA REVELADORA

4.1. La revelación en los profetas en el Antiguo Testamento

4.2. Profetismo en el Nuevo Testamento

4.3. La Palabra se hizo carne


4.3.1. La revelación en el Nuevo Testamento: Evangelios Sinópticos
4.3.2. Revelación en la Carta a los Hebreos

5. FRUTOS DE LA REVELACIÓN

5.1. Promesas

5.2. Salida de Egipto

5.3 Monoteísmo

5.4. El fin del hombre


5.4.1. Las criaturas han sido hechas para la gloria de Dios
5.4.2. Gloria de Dios y felicidad del hombre

6. CONCLUSIONES

3
1. INTRODUCCIÓN
El concepto de revelación no está terminológicamente fijado en la Biblia. No
hay, pues, un vocabulario fijo al que atenerse, aunque no faltan expresiones
privilegiadas; la primera de todas es Palabra de Dios. Lo segundo es que la revelación
es un concepto bíblicamente complejo, que abarca acciones y realidades diversas entre
sí, aunque, obviamente, todas dentro de un cuadro común, a saber: la convicción de un
mensaje que proviene, de un modo u otro, de la libre iniciativa de Dios, que manifiesta
su voluntad y, por tanto, se presenta al hombre con valor obligatorio. El Concilio
Vaticano II ha entendido la revelación sobre todo desde el punto de vista de la
“autocomunicación de Dios como verdad y vida”.
Esta revelación divina se transmite de dos maneras: por tradición oral y por
escrito. Así sucedió, tanto en el AT como en el NT; siendo primero oralmente luego de
forma escrita.
Revelación es la denominación global con que se designa a la acción salvífica de
Dios en la historia, testificada en el Antiguo y el Nuevo Testamento y que alcanza su
punto culminante en el acontecimiento de Cristo1. La revelación en Jesucristo abre al
creyente el conocimiento de la realidad de Dios como el misterio del amor, un amor que
se identifica con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios se revela al hombre para salvarlo en la historia, en un primer lugar, y luego
en la creación, aunque cronológicamente fue al revés.
“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio
de su voluntad (Ef 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo
encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina2. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible 3 habla a los
hombres como amigos, movido por su gran amor (Ex 33, 11; Jn 15, 14-15) y mora con
ellos (Bar 3, 38), para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su
compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente
conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la
salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las
palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación
humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y
plenitud de toda la revelación”4.

1
Hb 1, 1-2.
2
Ef 2, 18; 2Pe 1, 4.
3
Col 1, 15; 1Tim 1, 17.
4
CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum n° 2.
4
1.1. Naturaleza de la revelación

Tomando la expresión en un sentido muy general, puede decirse que Dios habla
a todos los hombres por medio de su creación. Pero, por una parte, este lenguaje natural
tiene un límite; se para en el umbral del misterio íntimo de Dios, sin permitir a nuestra
inteligencia penetrar en él. Por otra, su percepción misma resulta difícil al hombre en la
condición de “caído” en la que actualmente se encuentra a consecuencia del pecado. Por
esta doble razón, Dios nos ha hablado en otro lenguaje, ligado a la realización del
designio de redención cuyo centro es Cristo.
La concepción bíblica de la Palabra de Dios es notablemente rica, esta palabra es
una realidad dinámica y activa, una fuerza que realiza ad extra los designios secretos de
Dios (Is 55, 11), tanto en el orden de la creación 5 como en el de la salvación. Ella, pues,
gobierna la historia, valiéndose de las libertades humanas para hacer que lleguen los
acontecimientos que realizan la salvación de los hombres.

El Dios de la Biblia es un Dios que entra en comunicación con los hombres y les
habla. El actor del primer acto, es Él. Dios quiso manifestar su gloria y darse a conocer
al hombre. Para ello creó el mundo perfecto, modelo de grandeza y hermosura, dotado
de esplendor, fuerza y eficacia, armónicamente ordenado. Sus atributos invisibles, su
poder eterno y su divinidad se hacen visibles desde la creación del mundo, a través de
sus obras, a la mirada de la razón (Rm 1, 19-20).

El Dios invisible se ha hecho visible mediante las cosas creadas, a partir de la


creación del mundo. La creación, la criatura, no es la naturaleza que se ha hace por sí
misma o existe desde la eternidad. En esta revelación también el hombre se entiende
como criatura que conoce y reconoce al Creador. El hombre recibe su ser de aquél de
quien proviene. Conociéndose a sí mismo y conociendo al mundo como una cosa
creada, el hombre conoce a Dios. Dios puede ser reconocido, es reconocido, porque se
descubre y se hace cognoscible.

Bajo modalidades diversas, Dios invisible6 movido por el amor habla a los
hombres como a amigos (Ex 33,11; Jn 15, 14-15). El plan de la revelación se realiza por
obras y palabras intrínsecamente ligadas; por lo tanto el concepto central de toda la
revelación de Dios a su pueblo se encierra en “la Palabra”, la gloria de Yahveh,
concepto que perdura también en el Nuevo Testamento.7

Las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y


confirman la doctrina y claman las obras y explican su misterio. Dios revela a su pueblo
el sentido de los acontecimientos que le es dado vivir.

5
Sal 33, 6.9; Gn 1, 3-31.
6
Col 1,15; 1Tm 1,17
7
J.R. GEISELMANN, “Revelación”. www.mercaba.org. Pág. 573.
5
1. DIOS SE REVELA EN LA CREACIÓN

Dios se ha revelado a los hombres de muchas maneras y de muchos modos, pero


siempre a través de los hombres. La Sagrada Escritura ha sido elaborada materialmente
por hombres, ella nos describe cómo Dios se ha revelado en la historia, nunca en forma
directa sino siempre en forma humana y con un lenguaje humano.

“La palabra creación expresa el modo como según la revelación bíblica el


mundo y todas sus realidades tienen en Dios su origen, su fundamento originario y su
meta definitiva. Por consiguiente, puede designar, en sentido activo, la acción creadora
de Dios y, en sentido pasivo, la totalidad del mundo” (sacramentum mundi,
Enciclopedia Teológica, editorial Herder, Barcelona, 1982. Tomo 2. Pag. 4.)

La creación de todo lo que existe es un acto de bondad y de amor por parte de


Dios8. El mundo aparece como “fundado y conservado por el amor del Creador,
esclavizado bajo la servidumbre del pecado y liberado por Cristo” 9. El centro de la
creación es el hombre, obra de un Dios bondadoso, tal como lo expresa el Midrash:
“Soy bondadoso y perseverante y estoy dispuesto a crear al hombre a pesar de sus
fallas”10. Dios no necesitaba crear porque en sí mismo contiene todas las perfecciones,
pero crea al hombre porque lo ama a pesar de sus limitaciones.

A lo largo del Antiguo Testamento se narra la antigua creación que, por el


pecado, se vio corrompida. Y será en Cristo donde se dé la nueva y definitiva creación.

La Revelación es el diálogo entre Dios y la humanidad orientado siempre a


establecer una comunión de amor entre Dios y el hombre que en la Biblia recibe el
nombre de Alianza. La Escritura sitúa al “tú” del hombre frente al “Yo” de Dios. Ya
desde el primer momento Dios se dirige a Adán con la pregunta primordial: ¿Dónde
estás?11 Esta pregunta sitúa a todo hombre frente a Dios como una llamada divina a fin
de llevar a la humanidad caída a la felicidad que se anuncia para las generaciones
futuras12.
A medida que se desarrolla la historia de la salvación, la Alianza de Dios con el
hombre toma como símbolo el amor conyugal. A la confesión del amor de Dios al
hombre13, el hombre responde confesando su amor a Dios14. El dinamismo de la
Alianza, a través de la Sagrada Escritura, se establece como un diálogo de amor primero
entre Dios e Israel y más tarde, entre Dios y la humanidad. La Revelación es la Palabra
personal de Dios dirigida a un interlocutor, al hombre. Por lo tanto, no consiste en una
comunicación de una verdad o conjunto de verdades de tipo intelectual sino en el hecho
mismo del diálogo estableciéndose una real comunicación entre Dios que habla y el
hombre que escucha. La espiritualidad bíblica es ante todo el hecho de alguien presente

8
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis,
Librería Editrice Vaticana 1997 n° 16.
9
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, n° 2.
10
R. M. WEISSMAN, El Midrash dice: el libro del Bereshit. Editorial Bnei
Sholem. Buenos Aires 1994. Pág. 44.
11
Gn 3, 9.
12
Gn 3, 14-15.
13
Jr 31, 3.
14
Ct 16.
6
que habla, Dios, y alguien presente que escucha, el hombre.15

2.1. La Revelación

“Muchas veces y de varios modos habló Dios por boca de sus santos
profetas, pero al fin de estos días nos ha hablado por medio de su Hijo” (Hb 1,1-2).
Estas palabras determinan la diferencia esencial entre la revelación del AT y del NT.,
pues la cualidad esencial de toda revelación bíblica es que por ella nos habla Dios y, a la
vez, se reveló por medio de sus profetas, ya que estos eran en efecto eran la boca de
Dios; y se les estaba confiada la palabra de Yahvéh. La revelación es la palabra de Dios
definida a la historia, y como palabra fiel, historia de la palabra de Dios en el hombre.

La escritura del Antiguo Testamento no piensa en Dios mediante categorías


abstractas. Dios solo es conocido si él se da a conocer, si quiere revelarse (Dt 4, 32ss),
porque se ha manifestado a Israel (Sal 147, 19s). (sacramentum mundi, Enciclopedia
Teológica, editorial Herder, Barcelona, 1982. Tomo 6. Pag.80)

Dios revela su voluntad en la Ley. Se ve claro que esta forma de revelar se


extiende como algo permanente y continuo a lo largo del tiempo. El Antiguo
Testamento considera la historia como una firme y constante manifestación de Dios,
pues Él se revela como Señor justo y clemente en la elección, gobierno y protección de
su pueblo, en el gobierno del mundo y su soberanía sobre todos los pueblos. Como
promesa para todos los hombres de Israel y para todos los pueblos.

Dentro del Nuevo Testamento la revelación se da a través del Hijo de Dios y por
Él es única, tanto en el sentido de que Jesús es el único mediador de la revelación como
en el que Él, en su persona, su doctrina y su obra redentora forman un objeto único de la
revelación. “Jesús es la revelación de Dios porque trae el cumplimiento de todas las
promesas; pero lo trae en una historia de salvación cuyas obras, como obras de Dios, se
extienden desde el Antiguo Testamento hasta la acción decisiva de la reacción de Jesús,
en la que a su vez se anticipa la resurrección –todavia venidera- de los creyentes en la
revelación.” (sacramentum mundi, enciclopedia teológica, editorial Herder, Barcelona,
1982. Tomo 6. Pag. 85.)

Las expresiones paulinas para significar la revelación, son sobre todo


apocalípticas (apocaliptein, propiamente revelador, y faneroin (poner de manifiesto, dar
a conocer, mostrar). Pues la terminología paulina sobre este tema “misterio”- que estuvo
“oculto” y ahora se ha “revelado” y por ende da “sabiduría” espiritual- no fue tomada
de las religiones helenísticas de misterios, sino que pueden explicarse perfectamente
por el lenguaje del judaísmo posterior sobre la sabiduría y el género apocalíptico16.

2.2. La creación en el Antiguo Testamento


Los diferentes relatos sobre la creación no pretenden hacer una narración
cronológica, sino mostrar a Dios como creador del mundo y del hombre17.

15
Dt 6, 4-5.
16 16
S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia. Ed. Herder, Barcelona 1981. pp. 1708-
1709
17
G. MÜLLER, Dogmática, Teoría y práctica de la Teología; Ed. Herder. 1998.
Pág. 173.
7
La tesis que domina todo el libro del Génesis y toda la Sagrada Escritura es Gn
1, 1 que relata el acto de creación divina: “En el principio Dios creó el cielo y la tierra”.
La bondad de la creación es tan grande que se repite siete veces, constituyendo uno de
los estribillos (Gn 1, 4-31). Pero la afirmación de Dios creador recorre toda la Sagrada
Escritura, como en (Ex 14, 21), donde Dios tiene poder sobre el viento y el mar.
Además se confiesa a Dios como aquel que ha hecho el cielo y la tierra 18. La acción
creadora funda y asegura la salvación esperada, expresada en la oración y los oráculos
proféticos19.
El Dios que crea el mundo y también crea al hombre (Gn 2, 7) y le da un
dominio sobre la creación, además de mostrar su solicitud por él.
Importante es también la afirmación de 2 Mac 7, 28, en la que madre de los siete
hermanos exhorta al último: “Yo te conjuro, hijo mío, mira el cielo y la tierra,
contempla todo lo que hay en ellos y reconoce que Dios no los ha creado a partir de las
cosas existentes” cuya traducción en latín es “peto nate aspicias in caelum et terram et
ad omnia quae in eis sunt et intellegas quia ex nihilo fecit illa Deus et hominum genus”.
De hecho se deduce que Dios ha creado todo, ex nihilo, es decir de la nada. Asimismo,
la fe en un Dios creador, victorioso de las fuerzas del cosmos pasó a ser inseparable en
un Dios salvador del Pueblo de Israel y de cada individuo.

2.2.1. La creación y la idolatría


“Los pueblos semíticos veneraban a dioses de la naturaleza, y en consecuencia
los mitos acerca de la naturaleza fueron también el fundamento de su doctrina sobre los
dioses.” (sacramentum mundi, Enciclopedia Teológica, editorial Herder, Barcelona,
1982. Tomo 2. Pag. 4.) Sin embargo para Von Rad, la fe en la creación del mundo tuvo
sus dificultades. Los griegos entienden el mundo como un organismo ordenado que
descansa en sí mismo, mientras que para Israel la unidad de mundo está en su propiedad
de creatura y de su pertenencia a Dios (Sab 24, 1).
El Antiguo Testamento habla del mundo como creación porque lo ve como algo
al frente de Dios. Israel combatió tenazmente la mundanidad frente a las religiones que
entendían al mundo como automanifestación de Dios. Por ello, hubo polémicas en la
concepción del mundo respecto a las imágenes. El mundo no es lugar de múltiples e
inmediatas revelaciones de Dios. Negó todo culto idolátrico (lo divino se revela en toda
clase de figuras terrenas, comunicando su fuerza a través de ellas). La fe en la creación
no es que estuviera admitida en todos los testimonios. Era necesario mantener la imagen
de Dios creador contra toda contaminación idolátrica. La promulgación del Primer y
Segundo mandamiento son la clave para la concepción del mundo de Israel. Para
preservarse de un mundo mítico combatió la divinización de la fuerza de la generación
sexual y la figura del toro, para evitar poner las confianzas en las nadas (Lv 19, 4; 26, 1;
Is 2, 8.18.20)20.
El año 950 a. C., el yahvista recupera el tema de Yahvéh creador porque llegan a
formar parte del reino elementos de población cananea con su propia religión. Su punto
de partida es una tierra seca, necesitada de agua (Gn 2, 5). Para esta tradición, creación

18
Sal 115,15; 121,2; 124,8; 134,3; 146,6.
19
Jr 5,22 y 14, 22; Is 40, 55.
20
GERHARD VON RAD, Teología del AT. Teologías de las Tradiciones Proféticas
de Israel, Tomo II. 7ª Edición. Ed Sígueme. Salamanca 2000. pp. 433-459.
8
del mundo y la conservación de lo creado. El ritmo de lo creado lo marca Yahvéh 21 y no
Baal, Él es quien administra la lluvia y la humedad 22. La conservación del mundo
implica también tener puestas compuertas a las aguas (Jr 5,22; Sal 104, 5-9),
proporciona alimentos (Dt 7, 13; Sal 104, 14ss), bendición de los hijos (Gn 21, 1ss; 29,
31) y el que cada hombre pueda considerarse criatura de Dios23.
Con todo lo dicho el eloísta renuncia a una protohistoria, inicia con Abraham y
los patriarcas. La primera confesión de Dios creador es Jon 1, 9: “soy hebreo y temo a
Yahvéh, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra”, frente a gentiles que nada saben de
la historia de Israel.
En conclusión, la creación da impulsos a la fe de Israel y hace cimentar la fe en
la salvación. Sirve para ensanchar la fe y su horizonte más allá del propio pueblo y la
propia patria. Pues “el Dios de Israel se revela primero como Dios racial de este pueblo
y más tarde como Señor de toda la humanidad” (sacramentum mundi, Enciclopedia
Teológica, editorial Herder, Barcelona, 1982. Tomo 2. Pag. 5)
El relato de la creación, que nos muestra el libro del Génesis, no pretende
responder a la pregunta de dónde viene el mundo diciendo que Dios lo creó - no tiene la
intención de ofrecer una descripción de cómo nació el mundo-; sino que, preguntándose
dónde tiene su sentido la historia del pueblo de Dios, responde diciendo que Dios ha
dado sentido a la historia de su pueblo mediante la creación.

Sobre la creación existen dos relatos:


2.2.2. Primer Relato (Gn 1-2, 4a)
Redactado en la época del destierro. El hombre habita en toda la creación
realizada en 7 días. Hay un orden, un mundo bueno, un conjunto de relaciones queridas
por Dios. Dios ha creado sin ninguna necesidad, con una sobreabundancia de su ser. El
mundo y la humanidad están bañados por una luz y hechos para la armonía, esta es la
verdad última y futura24. Sólo Dios puede crear25.

Corresponde al relato sacerdotal, junto con el estribillo “vio Dios que era bueno”
(Gn 1, 4.12.18.21.25.31) que en la creación se ha manifestado el poder, la grandeza y
bondad de Dios26. Dios actúa a través de su palabra poderosa, instaura el sábado en la
historia de la salvación como don de Dios y fin de la creación.
El primero pertenece a un desarrollo avanzado de redacción y ambos están
llenos de agudeza y riquezas. No teniendo intención realista, sino que es necesario una
mirada teológica que busca discernir las intenciones de Dios que sirven de base al
mundo y que iluminan los misterios de la condición humana27.

21
Gn 8,21; Sal 74, 16.
22
Gn 2,5ss; 1S12, 17.
23
Sal 22,10;139, 13-15.
24
M. QUESNEL Y P. GRUSON, La Biblia y su cultura. Antiguo Testamento.
Editorial Sal Terrae. España 2002. pp. 40-47.
25
MÜLLER, o. c. n° 17. Pág. 175.
26
KARL HERMANN SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento II, Dios estaba
con Cristo. Ed.Herder. Barcelona 1977. Pág. 32.
27
QUESNEL Y GRUSON, o. c. n° 25. Pág. 39.
9
2.2.3. Segundo relato (Gn 2, 4b-3,24)
Aborda de forma distinta la creación, el texto es anterior al destierro (s. VIII). El
horizonte no es el cosmos, sino el mundo humano cotidiano. El relato está centrado en
la creación del hombre y de la mujer. La confección en el último relato de una túnica de
piel es prueba de que Dios sigue mostrándose providente, es decir, solícito a la pareja
que ha creado28.
Según el relato del AT, Yahvéh no solo es el Señor de la historia de Israel y de
las naciones, sino el creador del mundo.

2.2.4. Referencias hímnico – sapienciales a la creación


Un himno antiguo Sal 19 A: los cielos relatan la gloria de Dios, es una manera
de narrar un hecho sin palabras y de forma inaudita para el hombre. Israel añadió el Sal
19 B donde se presentan unidas creación y Torá para mostrar donde se debe de captar a
Yahvéh: en la Torá (Dt 28, 28).
El Sal 104 muestra a Yahvéh superior al Leviatán y su sabiduría al crear. El Sal
8 es el salmo de la creación, no se remonta a la creación como acto inicial del universo,
sino que ensalzan al Dios creador como señor de la creación presente. La alabanza al
Dios creador es más antigua que la doctrina sobre la creación. Sal 148 se componen
con la tonada fundamental “Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos
anuncia el firmamento”29.
Jb 38, 1-42,6 es el testimonio más completo del AT sobre el creador y su
creación. Yahvéh es el conservador de este mundo. A Job sufriente se le aparece
simplemente como el superior e incomparable. La finalidad es destacar la distancia
entre Dios creador y el hombre creatura.
Qo 3, 11 afirma que Dios ha creado el mundo bello y es la única cosa positiva
que conoce, de ello nace el disfrute de la vida como alegría.
El Deuteroisaías (Is 40 -50) presenta una fe en la creación que está abierta al
futuro mesiánico escatológico. Sólo Yahvéh es el creador y redentor, es el principio y el
fin, el alfa y el omega. El Tritoisaías presenta la expectativa de una creación nueva, una
refundación nueva del mundo, un cielo nuevo y una tierra nueva.

2.3. La creación en el Nuevo Testamento


En el Nuevo Testamento se da la nueva creación, pues el que está en Cristo, es
una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo30.
La creación del hombre, según el Génesis, fue realizada después de la creación
del mundo. Pero la revelación en Cristo nos trae un nuevo dato expresado en el himno a
Dios creador de Ef. 3,10 donde se afirma: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes
de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables por él en el
amor… éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el
momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del

28
QUESNEL Y GRUSON, o. c. n° 25. Pág. 347.
29
SCHELKLE, o. c. N° 27. Pág. 32.
30
2 Co 5,16 – 17.
10
cielo y las de la tierra”. El hombre ha sido creado desde antes del mundo y ha sido
creado y destinado a participar en Cristo de la divinidad, participación que se realiza en
la Iglesia. El himno a Cristo de San Pablo a los Col 1, 12- 20 lo expresa de forma
maravillosa: “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda creatura; pues por
medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles,
anterior a todo, y todo se mantiene en Él. Él es también la cabeza del cuerpo de la
Iglesia”
Ese encuentro con Cristo lo transformó hasta tal punto que dice al respecto: “He
muerto” (Ga 2, 19; Rm 6). Ha llegado a ser nuevo, otro, porque ya no vive para sí
mismo y en virtud de sí mismo, sino para Cristo y en él. Sin embargo, con el paso de los
años, vio que también este proceso de renovación y transformación continúa durante
toda la vida. Llegamos a ser nuevos si nos dejamos modelar por el Hombre nuevo:
Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia. En él se ha hecho realidad la nueva
existencia humana, y nosotros de verdad podemos llegar a ser nuevos si nos ponemos en
sus manos y nos dejamos modelar por él.31
2.3.1. Evangelios
En la predicación sinóptica se alude muy poco a la doctrina de la creación. Está
en primer plano la salvación presente, y la creación solo aparece algunas veces como
trasfondo. (sacramentum mundi, Enciclopedia Teológica, editorial Herder, Barcelona,
1982. Tomo 2. Pag. 9). La afirmación de un Dios creador parece tan clara que no
merece demostración, por ello, en los Evangelios no se hace mucha referencia. Mt 19,4
“¿No habéis leído que aquel que al principio creó al linaje humano, creó un solo
hombre y una sola mujer?” Haciendo referencia a Gn 1, 27, respecto a la creación del
hombre y de la mujer. Mc 13, 19 “el principio de la creación por obra de Dios” y Mt
13, 35 “de cosas escondidas desde la fundación del mundo”. Asimismo, la predicación
de Jesús está impregnada de una preocupación de Dios por los hombres, desde su
alimentación y vestir32, que hace salir el sol sobre buenos y malos 33. La providencia de
Dios se ejerce sobre todos, lo cual hace buscar en sus discípulos el Reino de Dios 34. El
mundo es el lugar donde el hombre espera su salvación.
El cuarto evangelista hace una afirmación contundente, haciendo referencia al
Génesis donde se afirma que Dios creo todo con su Palabra, con su Verbo, “En el
principio era el Verbo… el Verbo era Dios” (Jn 1, 1-3), Cristo también es partícipe de
la creación – como lo diremos posteriormente hablando de los escritos paulino – aunque
los hombres no lo recibieron, esto no impide que se realice el plan de salvación de Dios:
“tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna”35. Asimismo, después de la resurrección, Cristo
sopló sobre los discípulos el Espíritu Santo, renovando el acto de la creación del
hombre. Con lo que se afirma que la nueva creación será obra del Espíritu Santo.
2.3.2 San Pablo
En las cartas paulinas el lugar de la creación es muy importante. El apóstol
afirma que “desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, su eterno

31
Benedicto XVI, Homilía de clausura del año Paulino, 28 de junio de 2009.
32
Mt 6, 25-26.
33
Mt 5, 45.
34
Mt 6, 33.
35
Jn 13, 1.
11
poder y su divinidad, son visibles a la inteligencia por sus obras” 36. Por ello, los paganos
no están justificados de negar a Dios. Luego en Rm 8, 20-21 afirmará que la criatura ha
sido entregada a la servidumbre de la corrupción.
En el AT el acto de creación era atribuido a la sabiduría, en el NT es atribuido a
la persona de Cristo, el Hijo de Dios porque “todo se hizo por ella y sin ella nada se
hizo” (Jn 1,3) y “Jesucristo por quien todo proviene” (1 Cor 8, 6). El Himno a los
Colosenses expresa “todo fue creado en él… todo ha sido creado por él y para él, él es
antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en él”37 .
Pablo llamó a Cristo el nuevo Adan, el nuevo comienzo de la creación (Rm 5,
12- 21; 1 Cor 5,17). Quien está en Cristo es una nueva criatura, los hombres se hacen
cristianos mediante un nuevo nacimiento38. Esta transformación no es sólo del hombre
sino también del mundo.
2.3.3 Apocalipsis
En el Apocalipsis el final de la historia, la victoria sobre las fuerzas del mal irá
acompañada por la aparición de una nueva creación (22,5). Asimismo, la resurrección
de Cristo es entendida como la inauguración de una nueva creación, más fuerte que el
pecado. La resurrección demostró en realidad, que el amor divino había logrado la
victoria y obteniendo para todos el perdón de los pecados y una vida nueva.
El hombre es transformado por la redención en Cristo resucitado y en la
consumación escatológica, cuyo centro es el discurso de los “cielos nuevos y la tierra
nueva” (Ap21, 1). Cristo hace todo nuevo “He aquí que yo hago nuevo todas las cosas”
(Ap21, 5) relacionado a Gn1, 1. Dicho cambio no es la aniquilación de la vieja tierra,
sino su transformación.
El Cántico a Dios de Ap19, 1 – 10 que rezamos en cada una de las cuatro
semanas en la que se articula la liturgia de las Vísperas es llamado “las bodas del
Cordero”, donde la meta definitiva – afirma Juan Pablo II – a la que nos conduce el
último libro de la Biblia es el encuentro nupcial entre el Ángel, que es Cristo, y la
esposa purificada y transfigurada, que es la humanidad redimida. La expresión “la boda
del Cordero” se refiere al momento supremo de la intimidad entre la criatura y el
Creador, en la alegría y en la paz de la salvación39
El himno celestial tiene una parte negativa y otra positiva. La negativa se refiere
a la ruina de la “gran prostituta”, de cuyo interior asolado sube “una humareda por los
siglos de los siglos”, como un tiempo subió también de Sodoma y Gomorra (Gn19,
28).40
La segunda parte se refiere a “las bodas de Cordero”. Los cánticos expresan el
ambiente gozoso de una boda; el triunfo final reviste el aspecto íntimo de la unión total
de Cristo y de su Iglesia. A pesar de todas sus debilidades la Iglesia “se ha Preparado.
Se ha mantenido a pesar de todos aquellos que la declararon liquidada. No ha aceptado
los partidos ventajosos que se le ofrecían. Ha rehusado obstinadamente ser la amante del
César. Ha guardado fidelidad a pesar de la tardanza del novio.
36
Rm 1, 20-21.
37
1, 15-20.
38
Rm8, 14; Jn 3,6; 1P 1, 3-23.
39
JUAN PABLO II, Audiencia General de la Biblia. Herder. Barcelona, 1963.
40
J. M. GONZÁLES RUIZ, Apocalipsis de Juan. Ed. Cristiandad. Madrid 1987.
Pág. 178
12
Todo el Apocalipsis deja para el marco celestial el resplandor de la Iglesia y el
lujo de la liturgia. Mientras se va por el desierto, camino de la tierra prometida, se lleva
el hábito ceñido y el bastón en la mano, para estar dispuestos a la lucha por la
supervivencia (cf. Ex12, 11).se trata, en efecto, del “paso”, de la Pascua del Señor. Es
una situación transitoria. Por eso la Iglesia no debe nunca instalarse ni en el tiempo ni
en el espacio. Debe estar siempre en vela y aguardando el día de su boda, al final de la
Historia.

2.4. La Providencia de Dios


2.4.1. Providencia en la Biblia
La perspectiva filosófica que explica la existencia de una causa primera como
origen de otras segundas, a manera de un engranaje perfecto en la que la primera mueve
a las otras, no sirve para dar una explicación de Dios según la perspectiva bíblica. En
ella, la intervención de Dios es directa, hasta en los mínimos detalles. Todo depende de
Él, de tal manera que, si retirase su intervención, las cosas desaparecerían y morirían.
Como lo que mueve al Creador es el amor, es decir, todo lo que existe es fruto de su
amor, no puede existir algo que no sea querido por Él, todo tiene un motivo y por ende
no podría permitir que desaparezcan. La idea de Dios providente nace espontáneamente
del concepto de Dios salvador que se manifestó en la historia, con gestos salvadores y es
así como lo reconoce el pueblo hebreo. 41
Desde el punto de vista bíblico, con la creación del mundo y del hombre,
comienza una aventura histórica en donde la acción del hombre está en íntima relación
con las manifestaciones cósmicas y de la naturaleza, tanto es así que toda la acción del
hombre tiene sus consecuencias en la naturaleza y el cosmos. Por ejemplo, por el
pecado del hombre comenzó a dar la tierra espinas y abrojos (Gn 3, 18). Es decir todo
está fuera de su sitio por el pecado del hombre y solo encontrará su sitio en la medida
que el hombre encuentre su centro.42
Dios al crear al hombre, ha puesto una finalidad concreta a cada creatura, pero
sobre todo ha dado un sentido al hombre, rey de la creación hecho a imagen y
semejanza de Dios, con una finalidad, la de desarrollar la virtualidad de las creaturas:
“Creced y multiplicaos”43. Al imponerle esta finalidad Dios no se desentiende del
hombre sino que lo hace partícipe de la creación.44
El autor “Yahvista”, explica que Dios al crear al hombre de arcilla -símbolo de
la fragilidad- no lo deja indefenso, al contrario, le prepara un ambiente de vida, un
jardín con una ayuda adecuada, etc., le concede la libertad. Cuando el hombre peca,
Dios tampoco lo abandona, sino que comienza una historia de redención y salvación a
través de la historia del pueblo de la alianza, y refleja su providencia particularísima
sobre la raza humana. En resumen todos los planes divinos tienen una dirección
salvífica y a partir de hechos que aparentemente son intrascendentes, se perfila la

41
S. AUSEJO, o.c. n° 16. pp. 1598-1600.
42
M. GARCÍA CORDERO, Teología de la Biblia A.T, La Editorial Católica. BAC.
Madrid 1970. pp. 359-360.
43
Gn 1, 28.
44
M. GARCÍA CORDERO, o. c. n° 42. Pág. 364.
13
maduración de los designios salvadores de Dios hasta llegar a la plenitud de los
tiempos.45

a. Antiguo Testamento
Si observamos en el Antiguo Testamento, el término “providencia”, la lengua
hebrea no tiene una palabra que la traduzca como tal, pero Sb 14, 4 y 17, 2 usa la
palabra griega pronoia. Es decir, no solo creo el cielo y la tierra sino que dirige todo en
la naturaleza Gn 8, 22, y esta acción de Dios en la Sagrada Escritura es designado con la
palabra bar.
La providencia de Dios reconocida por los israelitas en la historia: primero la
creación y elección de Israel, la salida de Egipto, conducción por el desierto, conquista
de la tierra prometida y la alianza del Sinaí, pruebas de la providencia de Dios46.
La concepción deuteronomista considera la historia de Israel a la luz de la
providencia divina que, por los sucesos históricos, premia o castiga al pueblo de Dios
según este siga o no las leyes de la alianza (Dt 4,8; Jc 2, 11 – 15; 1Sm 4, 1)47.
Dios vela sobre los patriarcas48, se subraya sobre todo la historia de José en
quien hace que el mal sirva a su designio de salvación.
Los profetas proclaman el dominio de Dios, sabe eternamente todo lo que ha de
suceder, además enseñaron que Yahvéh no solo cuidaba de Israel sino también de los
demás pueblos extranjeros49; Isaías habla sobre el “plan del Santo de Israel” (Is 5, 19)
para los sabios todo viene del Señor que gobierna el mundo. Jesús renovará esta
enseñanza, ya que revela a Dios como su Padre50.

b. Nuevo Testamento
Dominan las ideas del Antiguo Testamento, pero Jesús resalta más fuertemente
la paternal providencia de Dios para con todos los hombres sin distinción51.
Dios muestra una providencia (Mt 6, 26-28). Pero sólo los que buscan el Reino
de Dios experimentan a este Dios, que se preocupa de los suyos, así como de toda la
creación. Para Pablo el mundo se caracteriza por ser creación y, a través de ésta, el
hombre puede conocer al Creador, sólo con que quiera realmente hacerlo (Rm 1, 18-21).
Pero esta posibilidad de conocer a Dios no es solo algo teórico, sino una obligación, no
realizarla es ser culpable. Y los hombres han aniquilado esta posibilidad por el pecado52.

45
X. L. DUFOUR, Providencia. Vocabulario de teología bíblica. Ed. Herder.
Barcelona 1982. Págs. 736-737.
46
Sal 78, 105; Js 24; Nh 9.
47
AUSEJO,o. c. n° 42, pp. 1598-1600.
48
Gn 20, 6s; 28, 15.
49
Am 9,7.
50
Mt 6, 11. 15-34.
51
Mt 5, 45: Lc 6, 35.
52
SCHELKLE, o.c. N° 27. pp. 34-35.
14
Pablo, en los Hechos de los Apóstoles, por medio de Lucas, habla del Dios
revelado en la naturaleza. En Listra exhorta a los gentiles a convertirse al Dios creador y
viviente (14, 15-17). Se anuncia al Dios bíblico que lo ha creado todo y lo conserva
todo53.
La salud anunciada y ofrecida por Jesús realiza los planes salvíficos de Dios; la
idea de providencia toma una connotación peculiar en el Nuevo Testamento y se
convierte en realización y manifestación constante del amor y de la voluntad salvífica
de Dios.

2.4.2. Providencia sobre los otros pueblos


A pesar de la solicitud y providencia especial sobre Israel, Dios no se
desentiende de los otros pueblos, sino que, como Señor del cosmos y de la Historia,
dirige los acontecimientos de todos los pueblos hacia sus fines concretos de salvación y
utilizará a muchos de los grandes imperios para corregir a su pueblo, así lo expresa
Isaías: “¡Ay, Asur, bastón de mi ira, vara que mi furor maneja!” (Is 10, 5), llama a Ciro
como su ungido Is 45, 1; en cuanto que cumple una misión concreta54.

2.4.3. Providencia de Dios de forma individual.


Ahora bien la providencia de Dios no se muestra solo de forma general, sino que
también tiene su designio sobre cada individuo en su dimensión puramente personal.
Se ve en efecto, a través de la historia bíblica, la elección de Dios sobre Noé,
Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, también los profetas con una especial vocación
divina; todo en función de la salvación del pueblo de la Alianza. En el fondo la vida
privada de cada uno está dirigida por la mano de Dios, incluso sus pensamientos y los
deseos de su corazón. Por eso el salmista expresa que Dios conoce al hombre incluso
antes de su concepción: “Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos
de mi madre” (Sal 21, 10), y así mismo el salmista manifiesta la confianza que ha
puesto en Dios que es quien le guía: “Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia
las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia,
en gracia de su nombre.”55.
Pero esta confianza en la providencia nos es una resignación, sino una fe en un
Dios personal que actúa en la historia y que puede cambiar los acontecimientos incluso
con intervenciones milagrosas. Dios actúa directamente en la Historia: “Entonces
Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahveh.” (Gn
19, 24) 56.
2.4.4. Providencia exige fidelidad.
Ahora bien Dios no invita al hombre a la pasividad, sino que quiere educarlo y el
modo de hacerlo es mediante las pruebas en donde le invita a colaborar y a través de sus
promesas suscita su confianza.

53
SCHELKLE, o.c. N° 27. pp. 37-38.
54
GARCÍA CORDERO, o. c. n° 42. pp. 367-368.
55
Sal 23, 1-2.
56
GARCÍA CORDERO, o. c. n° 42. Pág. 368.
15
Pero Junto a esta idea de providencia, destaca la idea de la paternidad de Dios
sobre Israel que llegará a su plenitud con Jesucristo porque él será el único fiel.

2. EL DIOS QUE ELIGE

En el cristianismo, las experiencias fundamentales de revelación se realizan a


partir de la religión de Israel.
Una pequeña selección de testimonios pone ya en claro que la experiencia de
revelación, en Israel, se mueve en el marco de su entorno religioso, por lo que respecta a
la variedad de los fenómenos de revelación.
Para los autores sagrados, Israel es, ante todo, el pueblo “elegido” de Dios (Dt
7,6), y aunque sigue el hecho de la “elección” haya tenido menos resonancia en los
escritos bíblicos que la “alianza” sin embargo, es la base histórica de ésta, en cuanto que
la “elección” es el acto inicial por el que Dios entra en determinados momentos de la
historia en relación con el que va a ser su pueblo, y es la realidad permanente que
asegura la mutua vinculación. Como dice E. Jacob, “cada intervención de Dios en la
historia es una elección, ya sea que busque un lugar para manifestarse, o un pueblo
para expresar sus intenciones, o un hombre como mensajero suyo”.
Pero nunca se dice en los textos bíblicos que Israel fuera elegido porque era
mejor que otros pueblos, sino que siempre se atribuye a la iniciativa de la gracia divina,
que lo escogió a pesar de su debilidad, de “su dura cerviz” y aun de su indignidad: (Dt
7, 6-7s). Nos encontramos con la teología de la “elección” dentro del esquema de
salvación trazado por Dios y puesto en marcha en su “alianza” con los padres. Y en Dt
9,5s se declara que no mereció ser objeto de esta elección por sus obras.
Si el vocabulario clásico de la elección (heb. bahar y sus derivados) es
relativamente preciso y particular, la conciencia de este comportamiento divino es tan
antigua como la existencia misma de Israel como pueblo de Dios; la elección es
inseparable de la alianza y expresa a la vez el carácter único (solo entre tantos otros) de
ésta y el secreto interior (escogido por Dios). Las primeras confesiones de la elección
divina se remontan a las expresiones más antiguas de la fe de Israel. El ritual de las
primicias re-cogido por Dt 26,1-11 comporta un credo muy antiguo, cuya sustancia es la
iniciativa divina que sacó a los hebreos de Egipto para conducirlos a una tierra de
bendición.

3.1. La revelación en la Historia de la salvación

La revelación divina comienza con la creación y tiene su término en el


acontecimiento Cristo. “Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación
humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y
plenitud de toda la revelación.” (DV2).
Estos acontecimientos constituyen la materia visible del designio de salvación;
preparan su realización final y son ya su prefiguración. Pero Dios “no hace nada sin

16
descubrir su secreto a sus servidores los profetas” (Am 3,7). Los hechos acreditan la
palabra y conducen a los hombres a la fe, pues tienen valor de signos 57. Por tanto, Dios
revela progresivamente el secreto de los últimos tiempos. Su palabra es promesa.
A este título enfoca, más allá del presente y hasta del futuro próximo, el término
de su designio de salvación. Revela el futuro del linaje de David (2Sm 7,4-16), la gloria
final de Jerusalén y del templo58, el increíble papel del siervo doliente (Is 52,13-53, 12),
etc. Este aspecto de la revelación profética da a los hombres un conocimiento anticipado
del NT, revestido todavía de figuras por una parte, pero esbozando ya los rasgos de la
alianza escatológica.
Un ser inteligente es capaz de comprender el sentido de esta creación que está en
proceso de realizarse, capaz de hacerse preguntas sobre el significado y la orientación
de esta historia de la creación. Le indica el sentido, el proyecto de esta creación. Le hace
conocer el pasado y el porvenir. El papel del profeta consiste en recibir y comunicar a
sus compañeros de existencia el conocimiento del sentido de la creación.
La Biblia describe la iniciativa tomada por Dios de comunicarse con la
humanidad. Dios hace oír su Palabra, sea directamente, sea sirviéndose de un porta
voz59. Dios se ha manifestado en la historia con una sabia “pedagogía”,
condescendiendo con ideas ambientales antes de llegar a la plena revelación. A esta
iniciativa divina de comunicarse, el hombre debe responder después de haber
escuchado: “La revelación bíblica no es recibida en una contemplación de la divinidad,
como en los misterios griegos y las gnosis orientales, sino por la atención de la palabra”;
(1Sm 3,10). El hombre debe aceptarla con docilidad y con disposición de abrazar sus
consecuencias60.
Esta mirada retrospectiva es muy importante, porque con la mirada a Dios
aparece a la vez la creación y también el hombre como la criatura que peca y que con la
caída en el pecado ha hecho la experiencia de estar atrapado por la culpa, el sufrimiento,
la tristeza y la muerte. La pérdida, dolorosamente sentida, del Paraíso, aparece sobre
este fondo oscuro, como acto del hombre; se profundiza la concepción de revelación. La
sola creación, no es total revelación de Dios. La revelación es siempre acción de Dios a
favor del hombre, e incluye su elección.
Con el peso de la historia de la perdición, ha de reflexionar también Israel sobre
la experiencia de la salvación, no ha de olvidar, con la mirada en el tiempo primitivo, ni
a Abel ni a Henóc ni a Noé. La conclusión de la Alianza de Dios con los justos, que han
escapado de la inundación que castigó el pecado, anima a Israel a aceptar de nuevo el
Pacto del Sinaí, que la acción de elección de Dios realiza en la proclamación del
Decálogo y así “de la ley”.

57
Ex 14,30.
58
Is 2,1-4; 60; Ez 40-48.
59
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas
en la Biblia cristiana.
60
Mi 6,8; Os 6,6; Jr 5,1-9; 9, 2-5.
17
La historia primitiva, que sirve de introducción en la Sagrada Escritura, ha sido
compuesta en una fecha relativamente tardía. Es una mirada de Israel al pasado. Los
onces capítulos del génesis son un documento profético y cultual, compuesto
literariamente por diversas tradiciones acerca de cómo concebía Israel el origen del
mundo y del hombre sobre la base de su experiencia concreta, histórica y especifica de
Dios. El comienzo del génesis demuestra que desde la creación, y a través de ella, se da
una revelación de Dios a los hombres que los hombres perciben y comprenden, que
pueden ver y oír.
El Génesis conoce- (2,4b-25; 3)- otra constitución del hombre. El hombre es
juzgado digno de una especial y graciosa manifestación de Dios. Participa de la íntima
proximidad, de la amistad y del amor de Dios.
La alianza con Noé (Gen 6), es una confirmación y una renovación de la
posibilidad que todavía le resta a la humanidad de reconocer a Dios por la creación.
Puede entender la creación, sobre todo la vida, la fecundidad, el ritmo de los años y de
las estaciones, como una dádiva y un regalo. Puede conocerla como revelación, como
hierofanía, y expresar este conocimiento reconocido en forma de religión.

3.2. Revelación de Dios a los Patriarcas

Dios se da a conocer en la revelación sobrenatural por su intervención y sus


manifestaciones en la historia del pueblo elegido.
En la Biblia, la revelación es un hecho perceptible: sus intermediarios son
conocidos, sus palabras se han conservado.61
La revelación recibe sus primeros contornos con Abraham y los patriarcas. Sin
embargo los relatos patriarcales no son “históricos” en el sentido moderno de la palabra,
no son ni biografías, ni mitos, ni cuentos populares, ni leyendas, sino relatos populares
religiosos: que quieren hacer compartir la experiencia de un Dios de tipo particular, ya
que ello fundamenta la experiencia de Israel como pueblo creyente. La vida de Abraham
es una serie de acontecimientos y de decisiones provocadas por Dios y por su llamado:
“la palabra del señor fue dirigida a Abraham…” (Gn 15, 1). Ese Dios es un Dios
desconcertante. “que pone en camino”: “sal de tu tierra y vete al país que yo te
indicaré”62. Abraham vive la experiencia de una partida hacia lo desconocido, con una
sola garantía, la promesa de Dios. Él sabe que Dios lo guía, pero en una dirección
insospechada63 . En lo más profundo de esta noche de fe surge una promesa gratuita,
unilateral, incondicionada: la de una descendencia innumerable (Gn 17), seguida de un
cambio de nombre: Abran se convierte en Abraham “padre de multitud”.
Esta promesa parece, incluso, estar en contradicción con los hechos, ya que
Abraham y Sara no tienen descendencia. Pero Dios es fiel más allá de lo improbable y

61
X. L. DUFOUR, o. c. n° 45. pp 784-788
62
Gn 12,1; 22,1-2.
63
Gn15, 5,6, 12,17.
18
hasta de lo imposible. Sara engendra un hijo, mas apenas a poco de nacido, Dios lo pide
en sacrificio (Gn 21, 1,19). En medio de las tinieblas Abraham se pone en manos de
Dios “que ve” (Gn 22, 1-14). Al Dios que se le había manifestado como Señor de la
historia y de la vida y como el Dios de la promesa, Abraham responde con una
disponibilidad total. Su reacción es el de la fe y la obediencia. Por eso Abraham es
padre de los creyentes (Rm 4, 16).
En esta primera etapa, prototipo de la revelación venidera, Dios se manifiesta
por su obrar en la historia: un obrar que es promesa y cumplimiento, palabra eficaz que
realiza la salvación que promete. Consiguientemente, a la promesa responde no una
gnosis sobre Dios, sino una fe obediente.64
Revelación a Isaac
Isaac conoce al Dios de su padre Abraham y lo invoca al ver que su mujer
Rebeca es estéril y Dios lo hace fecunda
En Berseba Yahvéhh se le apareció en una noche y le dijo: “Yo soy el Dios de tu
Padre Abraham. No temas porque yo estoy contigo. Te bendeciré y multiplicaré tu
descendencia” (Gn 26,23).
Revelación a Jacob
Jacob en viaje a Jarán a su tío Labán se duerme en Betel y pone por cabezal una
piedra mientras dormía tiene un sueño en el que Yahvéhh se le revela y le dice: “yo soy
Yahvéhh el Dios de tu padre Abraham y de Isaac, la tierra en la que estás acostado te la
doy a ti y a tu descendencia” Jacob hace un voto si vuelvo sano y salvo a la casa de mi
padre entonces Yahvéhh será mi Dios (Gn 28, 21).
Estando Jacob en casa de Labán y después de haberse casado con sus dos hijas,
se le aparece Dios y le dice: “yo soy el Dios que se te apareció en Betel…ahora salde tu
tierra y vuelve a tu país natal” (Gn 31, 13).
Jacob en su regreso, al pasar el Yaboc, se quedó solo y alguien lucha con él y
Jacob ve que no lo puede vencer. El que lucha contra Jacob, que es el mismo Dios, le
pregunta cuál es su nombre, este responde Jacob, y después le dice: no te llamarás más
Jacob sino Israel; y cuando Jacob le pregunta cuál es su nombre no le responde y solo
termina bendiciéndole (Gn 32,30).
La promesa hecha a los patriarcas posee un doble contenido: la posesión del país
de Canaán y la descendencia innumerable, es frecuente hallarlas juntas; pero esta nunca
se realizó para los patriarcas que solo fue suya el sepulcro en Makpelá en Hebrón (Gn
23) y solo se realizará cuando sean un pueblo, ahora bien Israel se convirtió en Pueblo
de Yahvéhh mediante la revelación de sus mandamientos y la institución del único culto
legítimo65.
3.3. Revelación Mosaica

64
R. LATOURELLE, S. P. NINOT, R. FISICHELLA, Diccionario de teología fundamental. Ed. Paulinas. España
1992. Pág. 1236.
65
G. VON RAD, o. c. n°20. Pág. 223.
19
La segunda etapa decisiva de la revelación se cumplió en el acontecimiento
vivido en el éxodo. Un acontecimiento de salvación que libera a Israel de la esclavitud
de los egipcios y que va acompañado de la auto-presentación de su autor. Al revelar su
nombre a Israel por mediación de Moisés, Dios revela no sólo que existe, sino que es el
único Dios y el único salvador.

3.4. Revelación del nombre de Yahvéhh


Dios se revela desde antiguo a sus elegidos. Pero no se revela como Yahvéhh,
pues la revelación de su nombre tuvo lugar en tiempos de Moisés 66. La conexión de las
dos épocas de la historia salvífica: el periodo del dios de los padres y el de la revelación
plena de Yahvéhh. En efecto, la unidad narrativa de Ex 3 tan complicado en el aspecto
histórico y literario de sus materiales, quiere por un lado comunicar el elemento nuevo
de la revelación de Yahvéhh, es decir, la manifestación del nombre divino, y por otro
lado desea mostrar cuan estrechamente se enlaza esta nueva revelación con la historia
patriarcal.
Ex 3 se esfuerza por demostrar la continuidad entre ambas: la revelación del
nombre de Yahvéhh fue un acontecimiento de importancia incalculable para Israel, pero
no fue el comienzo de la revelación de Dios, Yahvéhh se identifica con el Dios de los
Padres (Ex 3,6-13). Ahora bien, para comprender Ex 3,14 debemos tener presente una
cosa. Yahvéhh revela su nombre después que Moisés le había preguntado
explícitamente: “si voy a los hijos de Israel y les digo que el Dios de sus padres me
envía a ellos, si me preguntan: ¿Cuál es su nombre? Yo qué les voy a responder. Dios le
dice: Yo soy el que soy. Así dirás al pueblo de Israel: Yo soy me ha enviado a ustedes.”
Para la mentalidad antigua el nombre no era puro sonido; entre él y quien lo llevaba
existía una relación esencial. El individuo existe en el nombre y, por consiguiente, el
nombre contiene una afirmación sobre la naturaleza o la potencia de quien la lleva. Esta
concepción tenía una importancia constitutiva para la vida cultual del antiguo oriente.
Para los antiguos era un hecho indiscutible que las potencias divinas radiaban y
determinaban misteriosamente la vida de los hombres; pero esta certeza no consolaba en
modo alguno al hombre, mientras no supiera que divinidad era aquella con la que debía
entendérselas, es decir, mientras no conociera su nombre y no le fuera posible invocarla
a su favor de sus necesidades. La divinidad debe primero levantar un memorial a su
nombre en el ámbito de la existencia humana (Ex 20,24) sino el hombre no podrá jamás
invocarlo. Por lo tanto, el culto, la relación comunitaria entre la divinidad y el hombre,
era imposible sin el nombre divino, pues le faltaba un medio de influenciar la divinidad.
En efecto no se trata sólo de entregarse voluntariamente a ello por motivos de
gratitud, el hombre tenía también el deseo egoísta de ponerlo al servicio de sus intereses
terrenos, y en los extremos de llegar a practicar la magia. Así Manóaj muestra un interés
y le pregunta su nombre al ángel de Yahvéhh (Jc 13, 11-17). También Jacob tiene la
misma intensión de apoderarse de Dios, pero también Dios en esta ocasión se

66
G. VON RAD, o. c. n° 20. Pág. 224.
20
desembaraza de esta impertinencia y se niega a responder cuando Jacob le pregunta su
nombre. “¿porque me preguntas mi nombre? Y lo bendijo” (Gn 32, 30).
En Ex 3,14 Yahvéhh da a conocer su nombre y de esta manera se confió a las
manos de Israel el nombre de Yahvéh. Él solo era la garantía de la proximidad y la
benevolencia de Yahvéh. Este nombre participa inmediatamente de la santidad del
mismo Yahvéh, pues era en cierto modo un duplicado de la esencia divina y si era santo,
quiere decir que con pleno derecho, que él fue el corazón del culto del antiguo pueblo
de Israel. La entrega de una realidad tan sagrada colocó a Israel en una tarea inmensa,
una de cuyas preocupaciones consistía en evitar las tentaciones que derivaban de ella.
En términos generales significa que el nombre de Yahvéh debe ser santificado. En todas
las circunstancias debe protegerse este santo nombre contra su empleo abusivo no
cultual67.
Dios promete a Moisés a asistirle, pero no es una asistencia ocasional, sino su
continua presencia en el hombre, porque “bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en
Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus
sufrimientos comprendidos” (Ex 3, 7). Dios conoce al hombre y por ternura y
misericordia le revela quien es.
Moisés vio un zarzal y una llama, la llama ardía, el zarzal no y dentro de este
zarzal, la presencia de Dios se le apareció. Rabí Eliezer que Dios se le aparece en el
zarzal porque es el más humilde de los árboles, e Israel es el más humilde de los
pueblos. Mientras que Rabí Sose afirma porque es el árbol doloroso y Dios sufre cuando
sufren los hebreos. Dios llamó a Moisés y tomó la voz de su padre Amram: “Moisés,
Moisés”, respondió “¿qué quiere mi padre?” “Heme aquí soy el Dios de tu padre, el
Dios de Abrahán, Isaac y Jacob” dijo Dios y Moisés se regocijó en su corazón porque
había puesto en su padre entre los patriarcas, antes que ellos. Además Moisés se cubrió
el rostro y por ello Dios le prometió que toda su existencia le hablará cara a cara, y así
lo hizo. Moisés le pidió a Dios que le dé una señal para que le sigan; le pide su nombre,
para que le crean. El Señor le respondió: “Mis nombres son sin número, igual que mis
poderes: cuando yo doy mi fuerza, me llamo Sabaoth; cuando doy mi paciencia, me
llamo Schaddai, cuando doy mi justicia, me llamo Eloim; cuando doy mi perdón, me
llamo Adoni; pero mira los signos impronunciables que he grabado en tu cayado de
zofiro: contiene el nombre que contiene todos mis nombres y todos mis poderes, que
significan: yo soy el que soy, ve y di a los hebreos: Aquel está conmigo”68

3. LA PALABRA REVELADORA
El Dios de Israel es sin duda el Dios de la historia, pero también es verdad que
Él mismo ha querido hablar a los hombres y por tanto su palabra se ha convertido
también en vehículo de su revelación. De modo que Dios en la escritura habla y trasmite

67
VON RAD, o. c. n° 20. Pág. 224.
68
E. FLEG, Moisés contado por los sabios. Colección Hagada. Mercabá. Bilbao 1992. pp 36-40.
21
su revelación directamente (C.f. Gn 12,1-3) o a través de sus profetas que son
instrumento suyo de revelación69 (C.f. Ez 1,3).
Si bien es cierto que en los pueblos mesopotámicos primitivos la palabra reviste
un halo de misterio mágico que puede encadenar en algunos casos la voluntad de los
dioses70; en todo caso, en Israel, esta palabra jamás aparece como vehículo de lo mágico
sino que es siempre la clara voluntad del Dios soberano 71. La palabra que Dios revela es
una realidad operante que ya muestra su poder en el relato de la creación del génesis
(Gn 1). La palabra de Dios y sus obras son una misma cosa, o mejor, la palabra de Dios
obra. No es de extrañar que el vocablo usado por los hebreos para designar la “palabra”
signifique a la vez “palabra” y “cosa”72
La especial relación de Israel con su Dios se basa en la palabra revelada. En
efecto, la ley fundamental de la alianza sinaítica, el decálogo, se denomina en hebreo
“las diez palabras” y es la proclamación vigorosa de la voluntad divina que determina la
vida del pueblo y coloca las bases de la legislación ulterior 73. Esta palabra de Dios en el
Sinaí es válida para todos los tiempos.
Pero tenemos también palabras de YHWH en tiempos concretos de la historia
del pueblo y dirigidas a este a través de sus profetas 74. En efecto esta palabra no se
opone a la ley sino que se basa en esta y pretende hacer valer su verdadero propósito
frente a falsas interpretaciones o abusos. En último término estas palabras que Dios
dirige por sus profetas a todo el pueblo muestran la relación viva y personal que YHWH
tiene con Israel y que, en esta relación, es Dios quien lleva la iniciativa y las voluntades
y poderes humanos deben someterse por tanto al poder de esta palabra; el profeta, en
virtud de la palabra que YHWH le dirige, tiene un poder que se revela superior a todos
los poderes políticos y militares en toda la orientación y desarrollo de la historia de su
propia nación y de los demás pueblos75.

4.1. La revelación en los profetas del Antiguo Testamento

“Por medio de hombres y al modo humano Dios nos habla, porque hablando así
nos busca”76( san Agustín).
En todos los siglos habla Dios a hombres escogidos por él, con la misión de
trasmitir su palabra. Estos hombres son los Profetas.

69
C.f. M. GARCIA CORDERO. Teología de la biblia: antiguo testamento. Biblioteca
de autores cristianos.Madrid. 1970. Pág. 411.
70
C.f. Ibid. Pág. 412.
71
C.f. W. EICHRODT teología del antiguo testamento II. Ediciones cristiandad.
Madrid 1975. Pág. 79.
72
C.f. M. GARCIA CORDERO. Teología de la biblia: antiguo testamento. Biblioteca
de autores cristianos.Madrid. 1970. Pág. 411.
73
C.f. W. EICHRODT teología del antiguo testamento II. Ediciones cristiandad.
Madrid 1975. Pág. 79.
74
C.f. M. GARCIA CORDERO. Teología de la biblia: antiguo testamento. Biblioteca
de autores cristianos.Madrid. 1970. Pág. 413
75
C.f. W. EICHRODT teología del antiguo testamento II. Ediciones cristiandad.
Madrid 1975. Pág. 80.
76
L. ALONSO SCHOKEL y J. L. SICRE DIAZ, Profetas; Ediciones Cristiandad. Madrid 1980. Pág. 17.
22
Puede variar el modo como Dios se dirige a ellos: autocomunicación o
automanifestación. A unos habla en visiones y en sueños 77, a otros con una inspiración
interior más indefinible78; pero solo a uno habló cara a cara, a Moisés79.
Su mensaje es mensaje de Dios, por ello acoger el mensaje es acoger a Dios;
esto es lo que constituye su originalidad. Él es objeto de una experiencia privilegiada,
conoce a Dios porque le ha hablado y le ha confiado su palabra, ha sido llamado a
conocer sus secretos80, y sus designios81.
La palabra de Dios ha sido puesta en él 82, en esto radicará la diferencia entre
el verdadero y falso profeta, en la posesión de la palabra83. 84Él es consciente de no
haber creado esta palabra, pero está en él. Y muchas veces ésta contradice sus instintos
naturales, por la libertad que tiene para responder a ella85, por eso la adhesión será
desde la fe. Ellos ponen el cuerpo y la sangre a la palabra, le dan su cuerpo y su ser 86,
en ellos se encarna la palabra de Dios.
Él se convierte en el intérprete al momento de proclamar, así de la palabra
(dabar) como de la historia87; percibe el sentido divino de los acontecimientos,
interpreta la historia desde el punto de vista de Dios (el presente o el venidero), cabe
subrayar que es en el corazón de la historia en donde actúa la palabra.
La palabra tiene una realidad dinámica al ser de Dios 88, por lo cual es eficaz;
porta una fuerza que primero actúa en el profeta luego en la historia llevándola a su
plenitud, por su valor sacramental; busca la salvación del hombre, y la realización de
su salvación, que es ya palabra de Dios al ser acontecimiento.
Los profetas son mediadores y garantes de la acción de Dios89, su predicación
(oral o escrita) va dirigida al pueblo como una llamada a la justicia y a la fidelidad de la
alianza90 (la que a veces inculca o actualiza), alianza que se realizará en la observancia
de la ley. Para ello actualiza las bendiciones de la alianza, pero sabiendo que la
anterior no será ya posible91 y manifiesta que se realizará en una alianza nueva92.
La revelación del AT tiene su inicio en la promesa hecha a Abraham93 y tiende a
su cumplimiento con la llegada del Mesías94.

77
Nm 12, 6; 1Re 22, 13-17.
78
2Re 3-15; Jr 1, 4.
79
Nm 12, 8.
80
Nm 24, 16.
81
Am 3, 7.
82
Jr 5, 13; Ez 3, 1-3.
83
Jr 23, 16-31.
84
R. LATOURELLE, Teología de la Revelación, Ediciones Sígueme, Ed. 11. Salamanca 2005. Pág. 34.
85
Is 6, 8.
86
Os 1, 2.
87
Ez 35, 1.
88
Ez 37, 11.
89
Os 2, 16
90
Am 3, 1-7.
91
Mi 2, 12.
92
Jr 31, 31; Mi 7, 11.
93
Gn 12, 1.
94
Mt 1, 1.
23
Cada revelación marca el cumplimiento de la Palabra, pero hace esperar un
cumplimiento más decisivo todavía95, la historia tiende hacia la plenitud de los tiempos
que será el cumplimiento de los designios de salvación por Cristo y en Cristo96.

4.2. Profetismo del Nuevo Testamento

Según esta tradición los profetas son pregoneros de Dios e intérpretes de su


voluntad; en el NT hay nuevas figuras como: Juan Bautista 97, profeta del Altísimo, es la
voz que clama en el desierto predicando el bautismo de penitencia. Él es el cierre y la
apertura de la manifestación de Dios, une ambos testamentos y anuncia el tiempo
escatológico.
En el NT la revelación presenta una riqueza y una complejidad superiores al AT,
pero se encuentra resumida en “muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro
tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos
habló por su Hijo98, quien no solo revelará sino que dará cumplimiento a todas las
profecías en su persona: Esta palabra se ha cumplido hoy99.
Jesucristo es la palabra interior de Dios100 en la que Dios se expresa totalmente
y conoce todo101; se hace hombre y evangelio102, palabra de salvación para llamar al
hombre; Él atestigua lo que ha viso en el seno paterno, en palabras humanas que
nosotros podemos comprender, pero sobre todo revela a Dios como Padre103, y como
quien quiere ejercer su paternidad104, por ello Cristo es la plenitud de la revelación
porque en Él no sólo conocemos a Dios como Padre sino que somos hijos en el Hijo105.
Las palabras de Jesús, profeta de los tiempos escatológicos, se encuentran
remarcadas por el profetismo apocalíptico. Jesús tiene conciencia de ser el Mesías
esperado, el que revela los misterios del Reino106, es visto además como doctor y
predicador, pero Él es más que todo ello. Por su predicación aparece en continuidad
con la tradición profética, inaugura su ministerio a modo de los profetas predicando la
conversión107; y el pueblo lo reconoce como uno de los grandes profetas108.
El título de profeta o enviado de Dios es una designación que Jesús se aplica a sí
mismo, pero que los fariseos niegan, sin embargo él es reconocido como profeta, como
lo declara la mujer samaritana109 al descubrir su idolatría. Pero no solo es el Profeta,
sino también el Mesías, el Salvador que Dios envía a los hombres, a quienes llama a

95
Ba 4-5, 1-9.
96
Ga 4, 4.
97
Lc 3, 1.
98
Hb 1, 1.
99
Lc 4, 21.
100
JN 1, 1.
101
Col 1,15; 2Cor 4,4; Jn 1,18.
102
1Tm 1,17.
103
Jn 14,7.
104
Jn 20, 17.
105
Ef 1,3-6.15-18.
106
Mt 12, 28.
107
Mt 4, 10.
108
Mt 16, 14.
109
Jn 4, 19.
24
participar de su misión, enviándoles a predicar el reino de Dios y a curar a los
enfermos110.
Asimismo se le da el titulo de rabí111, propio de Lucas que lo emplea siete veces.
Cristo no es un simple rabí, es el Maestro, los doctores de Israel se limitan a comentar
la ley, pero Cristo la interpreta, corrige y profundiza. Sustituye las prescripciones de
una moral imperfecta con exigencias que llegan a lo íntimo del corazón; él habla con
autoridad: pero yo os digo112.
Pero esta autoridad es porque es el hijo único, el heredero 113, es la palabra del
Padre, por lo cual no revela al Padre desde una experiencia de conocimiento filosófico,
sino desde la íntima relación filial entre Él y su Padre, así mismo el Padre revela al
Hijo, y ambos se revelan a quienes ellos quieren114.

4.3. La Palabra se hizo carne

El objeto de la revelación es, pues al mismo tiempo la verdad de Dios y la


verdad del hombre: la unidad entre el Padre y el Hijo y nuestra participación en su
diálogo de conocimiento115. Por eso, el Verbo, que desde el principio está junto a Dios y
es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos
invita a participar en él.
El logos se hizo carne116. Tenemos una primera afirmación, Jesús es el revelador
porque es la palabra hecha carne, en Él el mundo de Dios se ha hecho humano, visible,
accesible. La palabra de Dios se ha hecho presente en la fragilidad, en el devenir y en la
historicidad. Jesús es la revelación que ocurre en la debilidad y fragilidad de la
naturaleza humana, Dios no ha elegido una manifestación gloriosa en el sentido de una
transparencia, a través de la cual sería posible contemplar lo divino; al contrario, es una
gloria oculta que hay que captar a través de los signos y las palabras 117, que hay que
alcanzar penetrando dentro de la historia.
«Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros»118. Esta expresión no se
refiere a una figura retórica sino a una experiencia viva. La narra san Juan, testigo
ocular: «Y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno
de gracia y de verdad»119. La fe apostólica testifica que la Palabra eterna se hizo Uno de
nosotros. La Palabra divina se expresa verdaderamente con palabras humanas.
Tres son los elementos que hacen de Cristo el perfecto revelador del Padre: su
preexistencia como Logos de Dios120, Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado 121;
la encarnación del Logos122, la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como
110
Lc 9, 2.
111
Mc 9, 5.
112
Mt 5, 28.
113
Mc 12, 6.
114
Lc 10, 21; Mt 11, 27.
115
H. KOSTER, Introducción al Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1988. pp. 582-583.
116
Jn 1, 14.
117
Jn 16, 29.
118
Jn1,14a
119
Jn1,14b
120
Jn 1, 1-2.
121
Is 10,23; Rm 9,28.
122
Jn 1, 14.
25
para estar en un pesebre, se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance; la
intimidad de vida permanente del Hijo con el Padre, tanto antes como después de la
encarnación, ahora, la Palabra no solo se puede oír, no solo tiene una voz, sino que
tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret. Cristo está acreditado
ontológicamente como el revelador. Esta misión se enraíza en su vida misma en el seno
de la Trinidad, en el que es la palabra y la sabiduría de Dios.
Dios se revela en Jesús, y solamente en Jesús. La ley fue dada por Moisés, pero
la gracia y la verdad vinieron por Cristo Jesús 123: es una afirmación polémica frente a
los judíos y a su absolutización de la ley; no la ley, sino Jesús es la revelación última y
definitiva de Dios. La afirmación sucesiva prolonga la polémica, excluyendo toda
pretensión de revelación. A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el
Padre, nos lo ha dado a conocer124. Es una afirmación muy densa; ante todo dice que el
hombre por sí, en su estado de confusión, no sabe quién es Dios; luego, la revelación
mantiene el misterio sobre Dios; finalmente, que en Cristo Dios se ha dado a conocer
plenamente.
El esfuerzo del hombre, sus investigaciones filosóficas y religiosas no son
capaces de arrancar a Dios de su invisibilidad. Solo el Hijo de Dios, justamente porque
viene de Dios (vive en su seno) puede levantar el velo 125. La legitimación de la misión
reveladora de Jesús radica en su vida en el seno de la Trinidad. Él es la Palabra junto a
Dios y dirigida al Padre en actitud de escucha. La escucha y la obediencia son la
estructura íntima del Hijo126. Por eso en su aventura humana no hará otra cosa que
obedecer a la voluntad del Padre. En el seno de la Trinidad, lo mismo que en su
existencia humana, el Hijo es la transparencia del Padre127.

4.3.1. La revelación en el NT: Evangelios Sinópticos

La intuición básica del Nuevo Testamento, que le confiere unidad dentro de la


misma variedad de las voces, es que en Cristo se ha manifestado la verdad de Dios, la
verdad del hombre y el sentido de la historia 128. En Cristo se ha revelado quién es Dios
para nosotros y quiénes somos nosotros para él. Al decir “en Cristo” se deben entender
no solamente sus palabras, sino también en la historia que él vivió y la estructura de su
persona. Jesús de Nazaret es la transcripción humana e histórica de Dios. Jesús,
verdadero hombre en medio de la historia de los hombres, es la Palabra de Dios. El
himno de Colosenses (un antiguo himno litúrgico) define a Cristo imagen del Dios
invisible. Jesús es el icono visible de Dios invisible. La invisibilidad de Dios se ha
mostrado en la aparición histórica de Jesús de Nazaret129.
La revelación de Dios a los hombres alcanza su plenitud sólo al fin de la obra
redentora de Cristo, ya que sólo con su muerte y glorificación se hace posible la misión
de su espíritu, que inaugura el comienzo de su segunda venida, la permanencia de Cristo

123
Jn 1, 17-18.
124
Jn 1, 18.
125
Jn 17, 25-26; 14, 6-9.
126
Jn 14, 9-12.
127
Jn 10, 30.
128
H. HAAG Y OTROS, Diccionario de la Biblia, Herder 1981. Págs. 1708-1709.
129
Col 1, 15-20.
26
en su Iglesia130, el pleno conocimiento de las enseñanzas de Jesús, que sus discípulos,
hombres de poca fe, no llegaron a comprender durante la vida terrena del Maestro131.
El objeto de esa predicación se centra en la muerte y glorificación de Jesús, hijo
de Dios, muerto por nuestros pecados y en quien se han cumplido las profecías. En
Jesús se ha alcanzado la revelación la plena consumación del designio de Dios. En los
evangelios se muestra también, la revelación del misterio de Dios en el Hijo, tanto en el
sentido que Jesús es el único mediador de la revelación, de que Él en su persona y en su
obra redentora forman un objeto único de la revelación y plenitud de la historia.
Al contar la historia de Jesús, los sinópticos están persuadidos de que narran la
historia de la manifestación de Dios. Jesús es el revelador. Él ha hablado de Dios, y sus
palabras son una explicación o comentario de la vida que ha vivido. Este es realmente el
lugar más denso (y polémico) de la epifanía de Dios132, y los evangelistas la cuentan con
rasgos muy precisos.
Los sinópticos evidencian con fuerza un segundo rasgo de la historia de Jesús: él
busca perennemente a los pobres y a los pecadores 133, no establece diferencias entre los
hombres, distribuye a manos llenas el perdón. Para los fariseos es una praxis
escandalosa e irritante: trastorna los criterios pastorales más obvios y está en contraste
con la concepción más común de Dios. En cambio, para Jesús es una praxis que revela
el verdadero rostro de Dios. Esto aparece con claridad, por ejemplo, en las tres
parábolas del capítulo 15 de Lucas: en la praxis de misericordia de Jesús se revela y se
hace presente la misericordia del Padre134. La revelación pasa, pues, a través de las
modalidades históricas precisas de la vida de Jesús. Si el Hijo de Dios hubiera vivido
una vida diversa, hubiese sido diversa la revelación de Dios. Como también sería
diversa la lectura de la epifanía de Dios ocurrida en Jesús, si tomáramos como centro
hermenéutico de su historia los milagros en lugar de la cruz - resurrección.
Para los sinópticos también, Jesús es el único revelador de Dios, y ello porque él
solo es el Hijo unigénito del Padre que da conocer a todos, es una relación vital y
circular entre personas de la Santísima Trinidad. El conocimiento entre el Padre y el
Hijo es recíproco y exclusivo135; pero no es un círculo cerrado, sino abierto: El Padre
misericordioso se quiere revelar. El hombre puede ser admitido en el diálogo entre el
Padre y el Hijo136, pero como puro don. Y sólo Jesús puede ser admitido, por el poder
que ha recibido de parte de Dios y por el conocimiento del Padre que posee: “Nadie
conoce al Padre sino el Hijo”, Jesús es el revelador único, verdadero, diverso de todos
los maestros. Habla de un misterio de Dios que conoce profundamente; diversamente
del modo de transmitir de los rabinos de hombre a hombre, Jesús recibe el conocimiento
directamente del Padre.
El objeto directo de la revelación de Jesús es el Padre; pero el logos que
estamos examinando afirma que también el Hijo es un misterio que el hombre por sí
solo no es capaz de conocer: “Nadie conoce al Hijo sino a través del Padre” 137. Esto nos
lleva a otra convicción sinóptica: Jesús no es sólo el revelador, sino el revelado 138. El

130
Hch 2, 1-11.
131
Lc 24, 13-35.
132
Mt 2, 10.
133
Mc 2, 17.
134
Mt 16, 17.
135
Mt 3, 17.
136
Mt 28, 10; Jn 20, 17
137
Mt 11, 27.
138
Mt 2, 1-12.
27
misterio de su persona es inaccesible a la carne y a la sangre 139; imposible percibirlo sin
una revelación del Padre. El objeto de la revelación es la persona de Jesús, su filiación
divina, su misión de salvación, su destino de muerte y resurrección.
Según los sinópticos, también Jesús predica y enseña. Estos dos términos
insinúan aspectos distintos: significa la proximidad del Mesías y la cercanía del Reino
de Dios,140 es la presencia misma del Mesías, y el carácter doctrinal que se encuentra en
el acontecimiento de la llegada del reino mesiánico inaugurado con el advenimiento de
Cristo. En los sinópticos es Jesús de Nazaret el que anuncia el cumplimiento de la ley y
los profetas141.
Mas ¿cuál es el contenido del misterio? Diversas expresiones lo indican como el
proyecto divino de salvación, un proyecto sobre el hombre y sobre el mundo; no un
proyecto parcial sobre esto o sobre lo otro, sino el proyecto global, el sentido último de
toda la creación.
San Pablo lo dirá en la carta a los Colosenses: el proyecto es Cristo entre
vosotros, la esperanza de la gloria 142; en los Efesios, el misterio es un proyecto de
comunión, la reunificación de la humanidad en Cristo y en la Iglesia; no ya los judíos
por una parte y los gentiles por otra, sino un cuerpo único: Los paganos comparten la
misma herencia con los judíos, son miembros del mismo cuerpo y, en virtud del
evangelio, participan de la misma promesa en Jesucristo143.
Finalmente, no faltan en los evangelios sinópticos algunos indicios de gran
interés respecto al lenguaje de la revelación. Para hablar de Dios, del reino y de sí
mismo, Jesús se ha servido ampliamente de las parábolas. Mateo incluso generaliza: Les
hablaba sólo en parábolas144. Y Marcos insinúa que la historia de Jesús es una parábola,
y no sólo sus enseñanzas: Todo ocurre en parábolas145. No se trata, pues, solamente de
las parábolas en sentido específico, sino de toda la revelación de Jesús. El lenguaje de la
revelación es necesariamente parabólico. No podemos hablar del misterio de Dios y de
su reino directamente, sino sólo parabólicamente, indirectamente, mediante realidades
tomadas de nuestra experiencia. La parábola es un discurso global que deja intacto el
misterio de Dios, pero que muestra con fuerza su impacto en nuestra existencia. De ahí
la ambigüedad del lenguaje parabólico: es luminoso y oscuro, descubre y oculta;
lenguaje que requiere interpretación y decisión146.

4.3.2 Revelación en la carta a los Hebreos

“Muchas veces y de varios modos habló Dios por boca de sus santos profetas,
pero al fin de estos días nos ha hablado por medio de su Hijo”147 . Estas palabras
determinan junto con la diferencia esencial entre la revelación del Antiguo Testamento

139
Mt 16, 17.
140
Mc 1, 15.
141
Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10.
142
Col 1, 27.
143
Mt 3, 6.
144
Mt 13, 34.
145
Mt 4, 11b.
146
Mt 13, 1-15,18-23; Mc 4, 1-20; Lc 8, 4-15
147
Hb 1, 1-2.
28
y del Nuevo Testamento, la cualidad esencial de toda revelación bíblica: se reveló
antiguamente por medio de sus profetas pero ahora por Cristo148.
Dios revela su voluntad en la ley 149, se ve claro que esta forma de revelar se
extiende como algo permanente y continuo a lo largo del tiempo. El Antiguo
Testamento, considera la historia como una firme y constante manifestación de Dios,
pues se revela como Señor justo y clemente en la elección, gobierno y protección de su
pueblo, en el gobierno del mundo y su soberanía sobre todos los pueblos.
Las expresiones paulinas para significar la revelación, son sobre todo
apocalípticas (apocaliptein: propiamente revelador), y manifestación (faneroin: poner
de manifiesto, dar a conocer, mostrar). La terminología paulina sobre el misterio que
estuvo oculto y ahora se ha revelado, no está tomada de las religión helenística, sino
que puede explicarse perfectamente por el lenguaje del judaísmo posterior sobre la
sabiduría y el género apocalíptico150.
Por lo tanto, quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a
conocer el misterio de su voluntad151 , mediante el cual los hombres por medio de
Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen
partícipes de su naturaleza. En consecuencia por esta revelación Dios invisible habla a
los hombres como amigos, quienes movidos por su gran amor, responden a la llamada
que Dios les hace para comunicarles una nueva vida y recibirlos en su compañía152.
Este plan de revelación se realiza con palabras y gestos intrínsecamente conexos
entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios 153 en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las
palabras por su parte proclaman sus obras y esclarecen el misterio contenido en ellos.
Pero la verdad profunda acerca de Dios y de la salvación humana se nos manifiesta por
la revelación de Cristo, que es a su tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.
El designio comporta una pedagogía divina particular: Dios se comunica
gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la revelación sobrenatural
que hace de sí mismo y que culminará en la Persona del Verbo Encarnado, Jesucristo.
También Dios, creándolo todo y conservándolo todo con su Palabra da a los hombres el
testimonio de sí en las cosas creadas y, queriendo abrir el camino de la salvación
sobrenatural, se manifestó además a nuestros primeros padres ya desde el principio154.
Les habló y después de la caída les prometió la salvación, y les ofreció su alianza. Dios
se ha revelado plenamente en su propio Hijo en quien ha establecido su alianza para
siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre de manera que ya no habrá otra
Revelación después de Él.
Pues envió a su Hijo es decir la Palabra155 eterna que ilumina a todos los
hombres, para que manifieste a los hombres los secretos de Dios. Jesucristo, pues, la
Palabra hecha carne, enviado a los hombres habla palabras de Dios 156 y lleva a cabo la

148
La revelación nueva, por el contrario, nos viene del cielo (12, 22-24) y por un mediador celeste, Jesús (12,
24), que inaugura «el camino nuevo y vivo», a través del velo de su carne (10, 20).
149
Hb 3, 3.
150
S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia, Volumen 27, Herder, Barcelona 1981. pp 1708-1709.
151
Ef 1, 9.
152
Ex 33, 11; Jn 15, 14-15.
153
Hb 2, 5-18.
154
Rm 1, 19-20.
155
Es una palabra de autoridad, hecha para ser escuchada con atención (2,1; 12, 25), para ser creída (3,12-
19; 4,2-3; 10,22. 38-39; 11; 13,7-9), para ser obedecida (10,36; 11,8; 12,9).
156
Jn 3,34.
29
obra de la salvación que el Padre le confió157. Por tanto, ver a Jesucristo es ver al
Padre158, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales
y milagros, y sobre todo con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos;
finalmente con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con
el testimonio divino que vive Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del
pecado y de la muerte, y resucitar con Él.
La revelación en la Iglesia, los actos y las palabras de Jesús159 no fueron
conocidos directamente, sino fueron trasmitidos por un pequeño número de personas.
Ahora bien, la revelación que aportaban estaba destinada al mundo entero. Por esto la
confió Jesús a sus apóstoles con la misión de comunicarla a los otros hombres 160. Irán
por el mundo entero a llevar el Evangelio a todas las naciones. Después de la
resurrección hace de ellos sus testigos.
En Jesucristo vemos como se difunde la Palabra desde Jerusalén hasta los
confines de la tierra. El esbozo concreto que anunciaba la acción de la Iglesia, la
prolongación de los apóstoles desde Pentecostés hasta el fin de los tiempos. La Iglesia
es la acogedora de esta revelación de Dios.

1. FRUTOS DE LA REVELACIÓN
5.1. Promesas
La historia primitiva y la revelación que se da en ella (Gn1-11) son marco y
presupuesto de la revelación histórica especial que comienza con Abraham. De la
universalidad de la historia primitiva, se pasa a la particularidad y singularidad de un
pueblo y de su destino histórico. Los primeros capítulos del Génesis, constituyen una
profecía del pasado que intenta, con las categorías propias del tiempo, hacer una
explicación teológica de la realidad del hombre y manifestar las causas que lo han
conducido a su situación actual (etiología). Son al mismo tiempo un esbozo de
antropología teológica en la que se demuestra que ya desde la creación, y a través de
ella, se da una revelación de Dios a los hombres, que pueden a su vez percibirla y
comprenderla.
La revelación que comienza con Abraham es llamada, conforme a su sentido
“revelación como promesa”. Con ello se determina lo que es nuevo en la forma de esta
revelación, porque a la promesa responde el hombre no con conocimientos, sino con la
fe.
Abran vive en Ur de Caldea podría pensarse que Dios llamo a Abran a la
soledad, le llevó a una íntima liberación e iluminación y le dio conocimientos religiosos:
conocimientos de lo que Dios es y cómo el camino y el paso hacia Dios es posible. Pero
no ha ocurrido así. En ella (en la revelación a Abran), encontramos los hechos
siguientes: Abran abandona su país, su patria, su ambiente actual y marcha a un país
extraño y desconocido para él.

157
Jn 5, 36.
158
Jn 14, 9.
159
Esta palabra es a la vez conocimiento de la verdad (10,26), enseñanza o mensaje (2,1-2), promesa (4,1),
ley (2,2). Esta palabra pide ser escuchada con atención (2,1), creída (3,12), obedecida (10, 36). Gustosa para los que
la aceptan (6,5), es terrible para los que la rechazan (2,3). Promesa de descanso (4,1; 4,5), puede transformarse en
amenaza (3,8; 4,7) y en juicio (4,13). Activa (4,12), eficaz (4,13), siempre actual (3,7; 3,15; 4,7), resuena en el oído de
los cristianos e invita a todos, en el hoy permanente, a entrar en el descanso de Dios (3,7; 3,15; 4,11).
160
Ef 1, 19-22; Mt 10, 26.
30
Este acontecimiento, esta decisión y determinación de un hombre, es algo
provocado y causado por Dios, por su voluntad, su orientación, su llamada y su palabra
(“Dios habló”) y por tanto no puede entenderse de modo «natural». Vida y hechos,
rumbo y destino de Abran se presentan como señal de una obediencia a una orden y una
orientación que no salen de él mismo. Se presentan como señal de un poder que actúa
en él, que él reconoce en los destino de su vida, que no son meros hechos, sino datos en
los que Dios quiere decir algo, en los que Dios obra, en los que Dios se manifiesta, se
revela, y en los que Abran realiza su fe y su obediencia como confianza y abandono.
Esta situación es descrita en la Biblia en (Gen 12, 1. 3-4) «Aquel día habló Yahveh a
Abram: deja tu casa...».
El camino, la historia y el destino de Abran deben ser interpretados según el
testimonio de la Escritura, teológicamente, es decir, como revelación. Esta revelación
debe ser considerada como acción y dirección histórica de Dios. A la actividad
reveladora de Dios responden la obediencia y la fe, en las que se consuma y que son un
elemento de esta misma consumación. La cualidad de la revelación y de la fe en la
historia de Abraham pone completamente en claro que revelación y fe se presentan bajo
el signo de promesa. Están, en consecuencia, bajo el signo de un futuro, incalculable
para el hombre, y vinculadas no sólo a lo desconocido, sino a lo inverosímil, a lo
paradójico incluso. Así, la fe se presenta como exclusiva dependencia, como un
absoluto apoyarse en Dios.
La actividad revelador de Dios con Abran viene sellada por la alianza (entre
partes desiguales), que una vez más, nace de la libre iniciativa de Dios y es donada al
hombre. Esta alianza incluye en sí gracias y obligaciones y se coloca bajo el signo del
futuro y la promesa: «Yahvéh dijo a Abran: ‘Yo soy El- Sadday’ (el Dios poderoso).
Camina en mi presencia y sé perfecto. Yo haré una alianza entre tú y yo y te haré
inmensamente rico» (Gen 17,1-2; 15, 18). Como señal de la novedad sucedida en la
conclusión de la alianza, Abran recibe un nombre nuevo: “desde ahora, no te llamarás
ya Abran, sino que tu nombre será Abraham, porque te he destinado a ser padre de
muchos pueblos” (17, 5). Que en la concepción del antiguo Oriente significa un cambio
de destino.
La otra confirmación y garantía de la alianza de Dios con Abraham y con sus
descendientes seria la circuncisión (Gen 17, 9ss). La circuncisión es la señal de la
alianza y, al mismo tiempo, la señal de que aquel que la lleva es propiedad de Dios.
A través de los acontecimientos abrahánicos puede conocerse que es la
revelación especial histórica: una vida, un destino, todos los caminos y decisiones son
aquí palabra, voluntad y acción de un Dios que se dirige a un individuo particular y se
descube de este modo a sí mismo y los decretos eterno de su voluntad salvífica.
La historia de Abraham es el paradigma de las restantes historias patriarcales y
del pueblo de Israel. En ella se presenta la estructura fundamental de la acción divina,
de la conducta divina y de la respuesta humana. La historia de fundación de Israel
presenta los mismos rasgos, pero en ella todo alcanza mayor amplitud.

5.2. Salida de Egipto


El segundo grande y decisivo avance en la revelación histórica acontece con la
llamada de Moisés en Egipto.
La vocación de Moisés aconteció en la teofanía descrita en Ex 3. El punto
culminante es la revelación del nombre de Dios (v. 14). La revelación del nombre de

31
Dios que es identificado con el “Dios de los padres” (El, El- Sadday) (cf. Ex 6, 2), dice:
«Yo soy el que soy»; «El que soy» «así seré invocado de generación en generación» (Ex
3,14s). Este «el que soy», esta explicación el nuevo y especial nombre de Yahveh, es un
mensaje. Significa que ningún lugar sagrado, ninguna montaña, ningún templo, es el
lugar de residencia de Dios que envía a Moisés. No tiene morada; Él está en el aquí y el
ahora de la historia de Israel. ‘Yo soy’ no significa solamente ‘Yo existo’, ni tan sólo
‘estoy en todas partes del espacio’; Dios no habla de su esencia o de su existencia
cuando se revela a Moisés como ‘Yo soy’. Habla de su asistencia: Israel, esclavizado
condenado a morir, lo experimentará, verá en acción a su libertador y salvador. El
invisible se hace así visible en hechos históricos.
La promesa hecha a Moisés se cumple en la subsiguiente liberación efectiva del
pueblo de la esclavitud de Egipto y en la cadena de hechos portentosos relacionados con
ella: Las plagas de Egipto, el paso milagroso del mar rojo y la travesía del desierto, el
encuentro con Dios, la conclusión de la alianza y la conquista del país.
Estos acontecimientos de la historia de Israel, no son resultado de situaciones
políticas naturales (tal es lo que quiere indicar el testimonio bíblico) sino
exclusivamente hechos de la actividad de Dios conducidos y dispuestos por Dios,
elección y segregación, fuerza y poder y gloria de Dios. La revelación de Dios se realiza
en esta historia, en sus acontecimientos y en sus logros como acción y actuación. Por lo
tanto, esta historia se entiende y se interpreta, como revelación de Dios, como lugar y
sitio en el que se cumplen las afirmaciones y las promesas de Dios.
Dios conoce la aflicción de su pueblo en Egipto, y ha llegado la hora de liberarle
y cumplir sus promesas, la palabra divina toma la forma de promesa hecha a Moisés de
hacer salir de Egipto al pueblo de Israel (Ex 3,7-17). La afirmación “Dios sacó a Israel
de Egipto” tiene el carácter de una profesión de fe, dondequiera se la pronuncie. La
encontramos en todos los estratos de la tradición hasta Dn 9,15 y en los textos más
diversos; es tan frecuente que será designada la profesión primitiva de Israel 161. Israel
vio en la liberación de Egipto la garantía de su futuro, la certeza absoluta en la voluntad
salvífica de Dios, algo así como la fianza a la que podía recurrir Israel en tiempos de
prueba (Sal 74, 2). En su forma primitiva, esta profesión de fe celebra una acción
silenciosa de Dios, en la que Israel es también el objeto mudo de la intervención divina.
La salida de Egipto ocupa ya en el antiguo credo de Dt 26,5ss, el centro
dramático en torno al cual se agrupan los restantes hechos históricos. Lo mismo ocurre
en Jos 24,2ss con una sola diferencia: este texto explica lo que Dt 26 había apenas
insinuado con la frase “signos y prodigios”, es decir, la intervención divina consistió en
rechazar el ejército egipcio, que había puesto a Israel en una situación desesperada. Este
recuerdo de una acción militar de Dios –el rechazo y la aniquilación de los egipcios en
el mar Rojo –forma el contenido específico y, en todo caso, es el objeto más antiguo de
la profesión de fe en la liberación de Egipto.
El éxodo fue el acontecimiento que puso las bases de la relación de Israel con
Dios y de su conocimiento de Dios 162. Y además la acción salvífica de Dios en el éxodo
fundamenta las exigencias que él plantea a su pueblo 163. En la salida de Egipto por obra

161
H. DIETRICH PREUSS, Teología del Antiguo Testamento Yahvé elige y obliga, Tomo I. Stuttgart 1991. pp 67-68.
162
Dt 6, 12; 7, 6s.; 8,14; Os 2, 10. 22; 11, 3; 12, 10; 12, 4; Mi 6, 6-8; 7, 8-30; Am 3, 1s.; Sal 105, 37-41; 114, 1-8; 136,
10-16.
163
Am 3, 1.
32
de Dios, que tenía por meta la entrada en la tierra prometida, encuentra su fundamento
la donación de la tierra a Israel164.
Este pueblo de Israel, se hace ahora portador de una alianza mayor y nueva,
concluida por el Dios de los padres y el Dios que libero al pueblo de Egipto. Con ellos
se articulan expresamente la elección y la peculiaridad de este pueblo con su cometido
de revelación.
En la ley real de Dios en el Sinaí, “en el decálogo” o “diez palabras”, se
establece el estatuto fundamental del pueblo de Israel y la ordenación básica de su hacer
y su vivir. De este modo, la ley, la Torah es una manera especial de revelación de Dios a
Israel.
En la ley veterotestamentaria, como el Código de la alianza (Ex 20, 22- 23, 19),
el llamado Privilegio de Dios165 , el Deuteronomio, los Decálogos (Ex 20, 1-17; Dt 5, 6-
21) y la ley de santidad (Lv 17-26), el Yo divino o un portavoz humano autorizado se
dirige a los israelitas y les señala cómo ha de ser su conducta responsable y cuáles son
sus obligaciones éticas. Historia y ley van juntas; y además la responsabilidad que de
ahí se deriva sólo puede vivirse en la tierra, ya que el AT ignora cualquier tipo de
reparación en el más allá. Hoy estamos muy lejos de poseer una idea, admitida por
todos, de lo que es la “ley” en el AT. Nos pasa con éste lo que con tantos otros
conceptos de importancia capital: debemos comenzar por escuchar el AT para saber qué
era la “ley” en Israel y qué relación existía entre la voluntad de Dios que exigía y
acusaba a Israel, y la actuación de su gracia.
“La ley del AT tiene su fundamento en la relación de Dios con Israel basada en
la elección llevada a cabo por Dios mismo, y por tanto es considerada como una ley de
Dios”166. Los preámbulos del Decálogo en Ex 20 y Dt 5 lo dejan bien claro, y la frase
“obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Dios” (Ex 24,7), con su original y
típicamente veterotestamentaria secuencia de verbos, subraya la importancia de las
obras. Se trata de una aceptación voluntaria de la elección divina, de elegir la vida a
través de la ley de Dios (Dt 30, 19) y de cumplir su voluntad (Js 24, 14), de seguir el
camino que Dios indica y que Él define también en lo ético167.
Mediante el procedimiento de situar ahora en el Sinaí todas esas colecciones de
leyes (como el Decálogo, el Código de la alianza y la ley de santidad) o de considerarlas
interpretaciones del Decálogo (Deuteronomio), todas ellas se convierten en
determinaciones de la ley divina, ya que Dios es el guardián del derecho y de la
costumbre. No hay cortes todavía entre moral, derecho y religión. Lo que sigue ahora
es muy importante: las leyes del AT tienen como presupuesto ese ordenamiento sacro,
es decir, la alianza de Dios con Israel; no hay ninguna ley, mejor dicho, algo así como
una “ley fundamental”, que empiece por constituir ese ordenamiento168.

5.3. Monoteísmo
El decálogo comienza con el hecho que fundamenta la existencia de Israel: “Yo
soy Yahvéh, tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto y de la casa de la
servidumbre” (Ex 20, 2). Aquí se apoya la reclamación total de Yahvéh sobre y en
Israel. Por eso Israel tiene un solo Dios: “no tendrás ningún Dios fuera de mí” (Ex 20,
164
Os 12, 10; Am 2, 10; Dt 6, 10- 12. 15; 8, 6-10; Ex3, 8; 34,10; Ex 13, 17.
165
Ex 34, 10-27.
166
H. DIETRICH PREUSS, o. c. n° 154. Pág. 68.
167
Sal 119, 30. 173
168
H. DIETRICH PREUSS, o. c. n° 154. Pág. 69.
33
3). Esta afirmación encierra en sí a la vez un encargo y una promesa: es la grande y
especial revelación de Dios a su pueblo (es lo que hace que Israel se destaque en su
peculiaridad frente a los demás pueblos). El fin y la consumación de las acciones
reveladoras y liberadoras del pueblo de Israel aparecen en la llamada conquista del país
de Canaán. Aquí debe mencionarse la alianza de Siquén, concluida por Josué, sucesor
de Moisés.
También en esta alianza se recuerda el gran hecho de Dios con su pueblo: la
liberación de la servidumbre de Egipto, la salvación en el desierto, la entrada en
Canaán, como cumplimiento de la promesa Abrahán, Isaac y Jacob. A la vista de ello,
presenta Josué al pueblo la alternativa de decidirse por o contra este Dios. El pueblo
responde: “A Yahvéh, nuestro Dios, queremos servir” (Jc 24, 24). La historia de Israel
como pueblo elegido está determinada por el modo como Israel asumió ser
simultáneamente ser excepción entre los pueblos y fermento de todo el mundo. Las
tentaciones que esta situación encerraba eran: por un lado asimilación, acomodación,
dispersión entre los demás pueblos. Por el lado opuesto, amenazaba todo lo contrario:
hacer prevalecer la elección, cerrarse e incrustarse en sí mismo a costa de la
universalidad. En Canaán se vería si Israel sería fiel a su vocación o si fallaría. El relato
bíblico manifiesta que Israel ha sucumbido a la tentación de ser como los demás
pueblos. Ha olvidado profundamente su vocación y elección; en Canaán, Israel se ha
convertido en un “pueblo de la tierra”, según el lenguaje bíblico: se ha “apartado” de
Yahvéh, ha “abandonado” a su Dios, ha “olvidado la alianza de Yahvéh”. Surgió una
generación nueva que no conocía a Yahvéh, ni los hechos que hizo por Israel:
“Abandonaron a Yahvéh y sirvieron a Baal y a las Astartés” (Jc 2 10.13).
Las oscilaciones entre asimilación y distanciamiento, la lucha entre Dios y la
idolatría, entre Yahvéh y Baal, alcanza su punto culminante en el desafío de Elías a los
sacerdotes y profetas de Baal: “Si Yahvéh es Dios, seguidle; si lo es Baal, seguid a éste”
(1Re 18 21)
La segunda asimilación del pueblo elegido acontece en el terreno político. La
realeza de Yahvéh sobre su pueblo fue ejercida al principio de una manera inmediata.
Dios, el espíritu de Dios, suscita hombres que socorren al pueblo en su tribulación, le
guían y le juzgan como caudillos, jueces y capitanes que, así se dice, combaten “las
batallas de Yahvéh”. Es la época de los jueces: Débora, Gedeón, Sansón, Samuel, que
fueron llamados y llevados por el espíritu de Dios.
Esta libertad de gobierno hacía que se destacara de una manera especial la
soberanía de Dios, que es el rey de Israel. La fuerza y el poder de este rey deben ser el
poder y la fuerza del pueblo. Es un carisma teocrático y una teocracia carismática.
Pero las cosas no se mantuvieron así. La peculiaridad del pueblo de Dios no se
sostuvo históricamente. Desde el seno de Israel brota, la petición de una institución
sólida de poder y de una representación visible del pueblo. Estos deseos arrancaron la
decisión de Samuel, el último de los jueces: “Que haya un rey sobre nosotros, para que
seamos como los otros pueblos; que nos juzgue nuestro rey, que vaya delante de
nosotros y pelee nuestras batallas” (1Sam 8 19s).
Visto desde la fe, es un apartamiento del pueblo del dominio de Dios. Es
rechazar el domino de Dios, es dudar de la fidelidad y de las promesas de Dios, dudar
de la posibilidad de Dios en el mundo y en la historia.
Con todo, esta eclosión de la institución de la monarquía tan porfiadamente
conseguida es aceptada en la ley del pueblo de Dios y queda ordenada dentro de ella. De

34
este modo se sigue manteniendo la característica fundamental de la alianza y la
promesa: “vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.” Este cometido puede
realizarse también dentro de la monarquía: la monarquía debe convertirse en órgano e
instrumento del dominio de Dios como rey. Lo que ahora se inicia parece alcanzarse
felizmente en la figura y en la monarquía de David. El guía a todas las tribus de Israel y,
crea un reino poderoso. La unidad del pueblo se funda en Yahvéh, que es el Dios único
y común. David dio expresión a esta vinculación al trasladar a Jerusalén, al monte Sión,
la tienda de la alianza, con las tablas de la ley, el documento de la alianza de Yahvéh.
Allí junto al palacio del rey, debía alzarse el templo, en sustitución de la antigua tienda:
el Dios único como rey del rey del pueblo.
El punto culminante de la vida de David marca también un viraje en la historia
de la monarquía de Israel. Dos líneas parten de este punto: la línea horizontal de
asimilación al mundo ambiente y la línea vertical que inserta en los planes de Dios el
devenir histórico, la edificación del templo y la dinastía. Ambas cosas encierran
peligros: El templo entraña el riesgo de una divinidad domiciliada, aposentada al igual
que los dioses (será al principio rechazado aunque es concedido a Salomón). La dinastía
también encierra otro peligro de asimilación. En Saúl y en David, “el espíritu de
Yahvéh” fue elemento determinante de su elección como reyes. Ahora en lugar de
carisma, aparece la «casa», la dinastía, tal como se encontraba en los países
circunvecinos a Israel, la sucesión hereditaria. Esto último aparece en virtud de una
disposición divina.
Visto en conjunto se puede afirmar que esta nueva etapa de la revelación (la
monarquía) no alcanzó su objetivo. El juego de Israel con el poder mundano y el intento
de conservar dentro de él su situación especial, su condición de elegido, y hacerla
presente al mundo fracasó. El dominio de Dios se convirtió en dominio humano. El
fracaso del intento apareció visiblemente después de la muerte de David, con la división
del imperio en dos reinos, el del Norte y el del Sur, con el hundimiento de ambos y con
la deportación del pueblo al cautiverio de Babilonia, precisamente al mismo país de
donde en otro tiempo había salido Abrahán (Por su propia culpa Israel desanda el
camino). Poder y monarquía terrenales eran un mal instrumento, un órgano inútil en
orden al dominio y reinado de Dios.
Para que la existencia entera de Israel repose sobre la fe precisa que todas sus
instituciones no hallen solidez sino en la palabra de Dios. La institución monárquica,
fundamento normal de la comunidad nacional y expresión de su voluntad de vivir, tiene
en Israel un aspecto paradójico. Es a la vez meramente tolerada por Dios, casi de mala
gana, por el peligro de atentar contra la confianza exclusiva que Dios reivindica de su
pueblo (l Sam 8,7ss) y promovida a una grandeza y a un porvenir supraterrenos (2 Sam
7). Un muchacho “tomado de entre los pastos” conocerá “un nombre igual a los más
grandes”, es también la promesa que recibe David en 2 Sam 7,1-17 sobre un
descendiente que le sucederá en el trono (2 Sam 7,9); su descendencia, sentada “a la
diestra de Dios” (Sal 110,1), heredará de las naciones (Sal 2,8). En las horas del mayor
abatimiento y hasta en los días de Cristo, estas promesas seguirán alimentando todavía
la fe de Israel169.
También en la bendición de Judá entre las bendiciones de Jacob (Gn 49, 8-12) y
en los oráculos yahvistas de Balaam de Nm 24, 5-9. 17, que en conjunto son vaticinia ex
evento y describen un “presente claramente feliz” y no el futuro, se encuentra una
valoración positiva de la monarquía y del reinado de David. Estos textos se acercan ya
169
Is 11, 1; Jer 23, 5; Zac 6, 12; Lc 1, 32.69.
35
bastante al “mesianismo del presente” de los Salmos del rey. Aparte de incluir a
Jerusalén en el mundo religioso de Israel y de la fundación de la dinastía davídica, la
importancia de David para la ulterior fe israelita consiste, por último, también en que su
gran reino fue recordado como reino ideal (2 Sam 8-10), frecuentemente invocado en
las manifestaciones de esperanza del AT.
En el Nuevo Testamento, Jesús habla en los evangelios del Dios de vivos:
Abraham, Isaac y Jacob a quien hay que escuchar y amar (Mc 12, 26-29). También
ataca la idolatría diciendo que “nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a
uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a
Dios y al Dinero” (Mt 6, 24). Asegura que él y el Padre son uno (Jn l0, 30; 17, l1) y
“que es el Hijo único lleno de gracia y verdad” (Jn l, 14).

San Pablo dirá que “para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del
cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo,
imagen de Dios invisible. Primogénito de toda la creación, por quien son todas las
cosas y por el cual somos nosotros un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es
la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos"170.

5.4. El fin del hombre

5.4.1. Las criaturas han sido hechas para la gloria de Dios


Nos planteamos aquí  sobre el sentido último del universo ¿para qué ha sido
creado? La doctrina cristiana  enseña que el mundo ha sido creado para gloria de
Dios171, y que Dios creó “no para aumentar su dicha ni para obtenerlo, sino para
manifestar su perfección por medio de los bienes que dispensa a sus criaturas”172.
“Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus
manos” (Sal 18,2). Cuando la Sagrada Escritura habla de Gloria de Dios suele referirse
a la manifestación de la presencia divina. La gloria divina es entonces lo que Dios posee
en sí mismo y la alabanza que  las criaturas deben tributar a Dios, al adorarle
activamente y al manifestar en ellos sus perfecciones, Dios quiere ser glorificado y
ordenarlos a su propia gloria. Decir que el mundo existe por participar de la bondad de
divina es lo mismo que afirmar  su creación para gloria de Dios.
La gloria de Dios es en la sagrada Escritura  una realidad absoluta y un centro
que atrae hacia sí todo lo demás. “traeré a mis hijos de lejos a los que he creado ,
plasmado y hecho para mi gloria” (Is 43,7); “puso  Yahvéh  su ojo en sus corazones,
para mostrarles la grandeza de sus obras. Por eso alabarán su santo nombre,
narrando, semejante grandeza” (Eclo 17,17).Todas las criaturas inanimadas y no
racionales manifiestan en su gran diversidad, las perfecciones divinas e invitan al
hombre a alabar a Dios porque ellas lo hacen a su modo. “bendito eres tú en el
firmamento del cielo y digno de loor  y gloria  por todos los siglos…” (Dn 3,52s).
El hombre debe tributar consciente y voluntariamente a Dios la gloria que le
rinden de modo objetivo e inconsciente el resto de las criaturas visibles. Adorar es por
tanto la misión principal de las creaturas. No hay tiempo  ni situación alguna en la que

170
1Cor 8, 6-8; Col 1, 15; Ef 4, 4-5.
171
Dz 1805.
172
Dz 1883.
36
la adoración no sea la misión principal del hombre. Así  el hombre reconoce que Dios es
el señor incondicional de la vida y de la historia.

5.4.2. Gloria de Dios y felicidad del hombre


La gloria de Dios  y el bien de las criaturas libres no deben ser nunca
consideradas como dos efectos diferentes. Dios parece rechazar a veces una
glorificación y un culto que no redunde en beneficio del hombre “al extender vuestras
palmas, me cubro los ojos para no veros, aunque abunde vuestra plegaria, yo no oigo”
(Is 1,15).  La adoración de Dios no puede separarse del bien del hombre, lo mismo que
el primer  mandamiento de la ley de Dios no es separable del segundo “amaras al Señor
tu Dios… y al prójimo como a ti mismo”.
La  redención operada por Cristo incluye un momento teológico porque Jesús se
encarna por amor al Padre y para corresponder al amor paterno, que ha sido despreciado
por los hombres, incluye un momento antropológico porque se encarna  por amor a los 
hombres. De modo que entre ambos impulsos de amor no hay oposición. Al dar gloria a
Dios  realiza la salvación humana. En fin la creación es gloria de Dios y gloria del
hombre.
4. CONCLUSIONES

En la Sagrada Escritura encontramos una realidad que describe con diversas


palabras y designaciones: la revelación. Dios se autocomunica al hombre, siempre a su
favor y comunicándole su amor. Dios se revela primero salvando al hombre y luego le
muestra que lo ha creado, de manera que se presenta con palabras y hechos la iniciativa
divina.
La Escritura habla y da testimonio, no se agota con la revelación natural, sino
que sobre todo se revela, en el espíritu, en el corazón, en la conciencia del hombre. Y
esta revelación histórica especial que comienza con Abrahán, llamada “revelación como
promesa”, viene sellada con la alianza, la otra confirmación sería la circuncisión. La
segunda grande y decisivo avance en la revelación histórica acontece con la llamada de
Moisés en Egipto; el punto culminante es la revelación del nombre de Dios: “Yo Soy el
que Soy” El pueblo de Israel recibe la ley real de Dios en el Sinaí, “en el decálogo” y
este decálogo comienza con el hecho que fundamenta la existencia de Israel: “Yo soy
Yahvéh, tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto...” (Ex 20,2). Dios se revela en
la historia como el único Dios.
La revelación en el AT es esencialmente interpersonal.  Dios que se revela a
otro.   Dios que revela y el Dios revelado (procede de la iniciativa de Dios y la finalidad
es la vida y salvación del hombre). Además, se presenta como la intervención gratuita y
libre por la que Dios se va dando a conocer a sí mismo y el designio de salvación
primero con los patriarcas, siguiendo con el pueblo de Israel y luego con los profetas
para así llegar al Mesías prometido. Es concebida como una palabra de Dios que invita
al hombre a la fe y a la obediencia. Y confiere así a la revelación histórica una
dimensión universal.
El elemento nuevo de la revelación es Cristo, culmen de la revelación. Él es el
mediador de la revelación por quien conocemos al Padre. Con sus hechos y palabras el
misterio de la salvación para todos los hombres. Cristo es la última Palabra del Padre.
La revelación es progresiva, va de menor a mayor grado de conocimiento y apunta a una
presencia cada vez mayor de Dios.

37
El Dios que salva al hombre es el mismo Dios que lo ha creado todo de la nada.
Dios crea por amor. Sin embargo, la Creación (mundo y hombre) se encuentran bajo el
dominio del pecado. En Cristo se dará la nueva creación: en Él todo es nuevo. Dicha
misión continuará en la Iglesia.
La idea de un Dios Providente nace del concepto de Dios salvador, que actúa en
la historia. Esta confianza en la providencia no es una resignación, sino una fe en un
Dios personal que está pendiente de su creación, ya que todo es fruto de su amor; por
ello llevará todo cuanto ha creado a su plenitud y esto lo realizará en Cristo, en quien
Dios ha provisto todo.
Finalmente, en la revelación, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento, encontramos una continuidad y un progreso.
Continuidad: el Nuevo Testamento asume plenamente todos los grandes temas
de la Teología de Israel en su triple referencia al pasado, presente y futuro. En primer
lugar, aparece una perspectiva universal y siempre presente: Dios es uno; él es quien por
su palabra y su aliento ha creado y sostiene todo el universo, incluyendo al ser humano,
grande y noble a pesar de sus miserias. Los demás temas se han desarrollado dentro de
una historia singular: Dios ha hablado, se ha escogido a un pueblo, lo ha liberado y
salvado muchas veces, ha realizado una alianza, le ha dado su gracia y le ha ofrecido un
camino, su ley. La persona y la obra de Cristo y de la Iglesia se sitúan en la
prolongación de esta historia personal.
Progreso: ninguno de los grandes temas se escapa de la irradiación de la luz de
Cristo. El NT mantiene firmemente la fe monoteísta de Israel: Dios sigue siendo único,
sin embargo, el Hijo participa de este Misterio. Dios crea por su palabra (Gn 1), pero
esta Palabra preexiste “junto a Dios” y “es Dios” (Jn 1, 1-5); después de haberse
expresado, a lo largo de toda la historia, a través de toda una serie de portavoces
auténticos (Moisés y los profetas), terminó por encarnarse en Jesús de Nazaret 173.
Asimismo, Dios crea al mismo tiempo “por el aliento de su boca” (Sal 33,6). Este
aliento es el Espíritu Santo, enviado desde el Padre por Jesús resucitado (Hch 2, 33).
Para nosotros los cristianos con la venida de Cristo y de la Iglesia, el Dios de la
revelación pronuncia su última palabra. “Después de haber hablado muchas veces y de
muchos modos en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, Dios, en el
periodo final en que estamos, nos ha hablado a través de su Hijo” (Hb 1, 1-2).
Finalmente, el NT es la proclamación del cumplimiento del designio de Dios en
Jesucristo y por eso se encuentra en grave desacuerdo con la mayoría del pueblo judío,
que no cree en este cumplimiento. Pero expresa su fidelidad a la revelación del AT y su
desacuerdo con la Sinagoga, desacuerdo que no es antijudaísmo, sino de diálogo ya que
poseemos un rico patrimonio común que nos une.

BIBLIOGRAFÍA

1. Concilio Vaticano II
2. J.R. GEISELMANN, “Revelación”. www.mercaba.org. Pág. 573
3. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis,
Librería Editrice Vaticana 1997 n° 16.
4. R. M. WEISSMAN, El Midrash dice: el libro del Bereshit. Editorial Bnei
Sholem. Buenos Aires 1994.
173
Jn 1, 14-18; Hb 1, 1-4.
38
5. S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia. Ed. Herder, Barcelona 1981.
6. G. MÜLLER, Dogmática, Teoría y práctica de la Teología; Ed. Herder. 1998.
7. GERHARD VON RAD, Teología del AT. Teologías de las Tradiciones
Proféticas de Israel, Tomo II. 7ª Edición. Ed. Sígueme. Salamanca 2000.
8. M. QUESNEL Y P. GRUSON, La Biblia y su cultura. Antiguo Testamento.
Editorial Sal Terrae. España 2002
9. KARL HERMANN SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento II, Dios
estaba con Cristo. Ed. Herder. Barcelona 1977
10. Benedicto XVI, Homilía de clausura del año Paulino, 28 de junio de 2009.
11. JUAN PABLO II, Audiencia General de la Biblia. Herder. Barcelona, 1963.
12. J. M.GONZÁLES RUIZ, Apocalipsis de Juan. Ed. Cristiandad. Madrid 1987.
13. X. L. DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica. Ed. Herder. Barcelona 1982
14. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas
en la Biblia cristiana.
15. R. LATOURELLE, S. P. NINOT, R. FISICHELLA, Diccionario de teología
fundamental. Ed. Paulinas. España 1992.
16. E. FLEG, Moisés contado por los sabios. Colección Hagada. Mercabá. Bilbao
1992.
17. L. ALONSO SCHOKEL y J. L. SICRE DIAZ, Profetas; Ediciones Cristiandad.
Madrid 1980.
18. R. LATOURELLE, Teología de la Revelación, Ediciones Sígueme, Ed. 11.
Salamanca 2005.
19. H. KOSTER, Introducción al Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1988.
20. H. HAAG Y OTROS, Diccionario de la Biblia, Herder 1981.
21. H. DIETRICH PREUSS, Teología del Antiguo Testamento Yahvéh elige y
obliga, Tomo I. Stuttgart 1991.

39

También podría gustarte