Purgatorio
Purgatorio
Purgatorio
Referente al Purgatorio:
"En el Purgatorio hay diferentes niveles; el más bajo está cerca del infierno y
el más alto, gradualmente, se acerca al Cielo. Es en el día de Navidad y no en
el de Todos los Santos, cuando un gran número de almas abandona el
Purgatorio. En el Purgatorio, hay almas que rezan ardientemente a Dios y por
las que ningún pariente o amigo reza en la Tierra. Dios hace que ellas se
beneficien de las oraciones de otras personas. Dios permite que ellas mismas
se manifiesten en diferentes formas, cerca de sus parientes en la Tierra, para
recordar a los hombres de la existencia del Purgatorio y para solicitar sus
oraciones para acercarse a Dios que es justo y bueno. La mayoría de la gente
va al Purgatorio. Muchos van al Infierno. Un pequeño grupo va directamente
al cielo".
17 de octubre de 1943
Dice Jesús:
Ellas no son indignas de poseer la Luz, pero tampoco son dignas de entrar
inmediatamente en el Reino de la Luz; son investidas por la Luz, al
presentarse ante Dios. Es una breve, anticipada beatitud, que les asegura su
salvación y les hace conocedoras de lo que será su eternidad y expertas de
cuanto cometieron contra su alma, defraudándola de años de bienaventurada
posesión de Dios. Después, sumergidas en el lugar de purgación, son
investidas por las llamas expiadoras.
¿Qué es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El
Bien.
Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene hacia la
criatura? Sentimientos de amor.
¿A qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían
cometido pocos y leves pecados, unidos a vuestra debilidad e imperfección
pero nunca habrían alcanzado la persistencia consciente en la culpa, ni
siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su Amor y el Amor
viendo su buena voluntad, les habría absuelto incluso de los pecados veniales
cometidos.
Este Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere
unirse con sus criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí mismo.
Todo gira en torno al Amor, María, excepto para los verdaderos “muertos”;
los condenados. Para estos “muertos” también ha muerto el Amor. Pero para
los tres reinos –el que tiene el peso de la gravedad: la Tierra; aquél en el que
está abolido el peso de la materia pero no el del alma cargada por el pecado: el
Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos habitantes comparten con el Padre su
naturaleza espiritual que les libera de todo peso- el motor es el Amor. Amando
sobre la Tierra es como trabajáis para el Cielo. Amando en el Purgatorio es
como conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando
en el Paraíso es como gozáis el Cielo.
Hay que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la Alegría,
sean rápidas en alcanzar el amor perfecto que les absuelve y les une conmigo.
Vuestras oraciones, vuestros sufragios, son nuevos aumentos de fuego de
amor. Aumentan el ardor. Pero -¡oh! ¡bienaventurado tormento!- también
aumentan la capacidad de amar. Aceleran el proceso de purgación. Alzan las
almas sumergidas en ese fuego a grados cada vez más altos. Las llevan a los
umbrales de la Luz. Abren las puertas de la Luz, en fin, e introducen el alma
en el Cielo.
A cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia quien
os precedió en la segunda vida, corresponde la sorpresa de caridad hacia
vosotros. Caridad de Dios que os agradece el que proveáis por sus hijos
penantes, caridad de los penantes que os agradecen el que os afanéis por
introducirles en el gozo de Dios.
Ya no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las
dicen a Mí para vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros Difuntos que
ahora os saben ver y amar como se debe. Os las traigo junto con su petición de
amor y su bendición, que ya es válida desde el Purgatorio porque ya está
animada por la inflamada Caridad que les quema y purifica. Perfectamente
válida, además, desde el momento en que, liberados, salgan a vuestro
encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan con vosotros en ella, si les
hubierais precedido en el Reino del Amor.
Fíate de Mí, María. Yo trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu
espíritu. Vengo para darte la alegría. Confía en Mí”.
21 de octubre de 1943
Dice Jesús:
Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a
la espalda la idea de Él, habéis vivido amando a todos y amándole poco a Él.
Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y no habiendo merecido el
Paraíso, os lo merezcáis ahora, encendiéndoos de caridad, ardiendo por cuanto
habéis sido tibios en la tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de
horas de expiación de amor lo que no habéis suspirado miles y miles de veces
en la tierra: por Dios, finalidad suprema de las inteligencias creadas. A cada
vez que habéis vuelto la espalda al amor corresponden años y siglos de
nostalgia amorosa. Años o siglos según la gravedad de vuestra culpa.
Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo
son lanzados como esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la
incandescencia de amor os penetra más fuerte y más adentro, y entre el
resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo
de Dios visto en aquel instante.
Así como en la vida de la tierra cuando más crece el amor más sutil se hace el
velo que cela al viviente la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino
cuanto más crece la purificación, y por ello el amor, más cercano y visible se
hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo fuego.
Es como un Sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez
más la luz y el calor del fuego purificante, hasta que, pasando del merecido y
bendito tormento del fuego al conquistado y bienaventurado alivio de la
posesión, pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en
Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como candelero
arrojado en un incendio.
24 de octubre de 1944.
¡Oh Jesús!, que con tu gloriosa Resurrección nos has mostrado cómo serán
eternamente los ‘hijos de Dios’, concede la santa resurrección a nuestros seres
queridos, fallecidos en tu Gracia, y a nosotros, en nuestra hora. Por el sacrificio de tu
Sangre, por las lágrimas de María, por los méritos de todos los Santos, abre tu Reino
a sus espíritus.
¡Oh Madre!, cuya aflicción finalizó con la alborada pascual ante el Resucitado y
cuya espera de reunirte con tu Hijo cesó en el gozo de tu gloriosa Asunción,
consuela nuestro dolor librando de las penas a quienes amamos hasta más allá de la
muerte, y ruega por nosotros que esperamos la hora de volver a encontrar el abrazo
de quienes perdimos.
Mártires y Santos que estáis jubilosos en el Cielo, dirigid una mirada suplicante a
Dios, y una fraterna a los difuntos que expían, para rogar al Eterno por ellos y para
decirles a ellos: ‘He aquí que la paz se abre para vosotros’.
Amados, tan queridos, no perdidos sino separados, que vuestras oraciones sean para
nosotros el beso que añoramos, y cuando por nuestros sufragios estaréis libres en el
beato Paraíso con los Santos, protegednos amándonos en la Perfección, unidos a
nosotros por la invisible, activa, amorosa Comunión de los Santos, anticipo de la
perfecta reunión de los ‘benditos’ que nos concederá, además de gozarnos con la
visión de Dios, el encontraros como os tuvimos, pero sublimados por la gloria del
Cielo".
19 de julio de 1976
EL ÚNICO DESEO
Si una imagen pudiera servir para daros una idea de ello, entonces os decimos:
intentad imaginar a un hombre que arde entre las llamas y el deseo que tiene de salir
para sumergirse en aguas frescas y limpias.
Es una pálida idea que puede haceros comprender el deseo ardiente de poner fin a la
atormentada espera que nos impide unirnos al solo, único Bien por quien hemos sido
creados.
En la tierra, distraídos como estáis continuamente por mil intereses, influidos por los
sentidos y distraídos en tantas exigencias de la vida material, vosotros no podéis
comprendernos a nosotros, almas purgantes. Estamos abrasadas por la única
necesidad, por la única aspiración, por el único e inmutable deseo: reunirnos con
Aquel, que es Causa y Fin de nuestra existencia. No podéis comprendernos, porque
vemos de manera diferente a vosotros. Hermano sacerdote, Don O., tú sabes que no
podemos hacer nada por nosotras mismas; pero sabes bien que podemos rezar y
obtener para vosotros, todavía militantes en la tierra.
Esto sucede por un admirable designio de la Providencia que ha querido que circule
en toda la Iglesia, como Cuerpo Místico, el amor que transcurre entre Jesús y los
miembros entre ellos.
Llama vivísima
Nosotras nos sentiremos obligadas con relación a ti, intercederemos sin descanso,
ofreceremos continuamente nuestro sufrimiento (podríamos llamarlo martirio) por ti
y por tus necesidades espirituales, para estar a tu lado en la dura lucha contra las
fuerzas del Infierno.
Habrá un aumento de calor, de dolor y de amor que nos unirá a Él y entre nosotros;
"Caritas Christi urget nos” (El amor de Cristo nos apremia).
Hermano sacerdote y ministro de Dios: ¿Por qué no hacemos nunca operantes estos
misterios de gracia y de amor latentes en nosotros y en vosotros? ¿Por qué no
hacemos saltar el resorte por ambas partes para abreviar en nosotros la pena debida a
nuestras culpas, y en vosotros hacer brotar una fuente de tantas gracias
insospechadas pero reales?
Hermano Don O., esperamos con ansia que, llevados a término tus compromisos, tu
propósito se haga realidad concreta para todo Cuerpo Místico.
Te damos las gracias por el recuerdo cotidiano en espera de unas relaciones más
eficaces entre nosotras y tú, que consigan hacer más fecundo el Dogma de la
Comunión de los Santos.
9 de Junio de 1978
Cuántos tesoros aún por descubrir y valorar
Vosotros deberíais saber muy bien que vuestras posibilidades de bien con relación a
nosotras constituyen una reserva potencial casi inagotable, cualquier cosa que hagáis
bastaría transportarla del plano natural al plano sobrenatural de la gracia
añadiéndole la intención: "por las almas Santas del Purgatorio", y si son ya cosas de
orden sobrenatural, como la Santa Misa celebrada o escuchada, basta sólo con añadir
la intención dicha; si salís para un paseo, para una compra o cualquier otra cosa que
hagáis o penséis, hacedlo por amor al Señor y en sufragio de nuestras almas.
Tú sabes, hermano, que por parte nuestra la respuesta sería, es inmediata, para
nosotras no podemos hacer "nada", pero para vosotros podemos hacer "mucho",
pero sois vos otros, quienes vivís en la fe y en la prueba, quienes debéis, por así
decirlo, dar el "ya" para volver operante este Dogma de la Comunión de los Santos.
Don Octavio, es cierto que las necesidades materiales y sobre todo espirituales son
para vosotros muchas, pero ¿por qué no tener en cuenta que también nosotras,
Almas Purgantes, podemos ayudaros mucho para resolver todos vuestros problemas
personales y sociales? ¡Si supieras lo que quiere decir Purgatorio!!! ¡Si lo supieran
los cristianos, que tan rápidamente se olvidan de nosotras, que tan fácilmente se
olvidan de sus promesas, que tan mal viven su fe, que más que en nosotras, piensan
en la podredumbre y cenizas de nuestros cuerpos!!!
Hermano nuestro Don Octavio, cuánto se podría y se debería hacer por Caridad y
por Justicia con respecto a nosotras… intensifiquemos en mucho nuestra comunión
y los benéficos efectos y las bendiciones de Dios serán abundantes.