Manual Corti Capítulo 5
Manual Corti Capítulo 5
Manual Corti Capítulo 5
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______DALLA VIA, Alberto, “El régimen constitucional de la moneda”, LL 2001-A-910.
otros singulares a la decisión financiera examinada.
Aquello que ciertamente revela una visión parcial y reduccionista es sólo considerar como
principio autónomo una de las especificaciones de la reserva de ley, como si, por ejemplo,
pudiera expresarse un principio de reserva de ley en materia tributaria que fuese ajeno, o
sólo afín, al principio de reserva de ley en materia presupuestaria. El tributo es una de las
tantas instituciones financieras que se encuentran sujetas al principio. No hay duda de que
su regulación constitucional puede tener singularidades, pero lo serán en el marco general
de un principio unificado: la reserva de ley en materia financiera. Más aún, cabe
preguntarse qué sentido tendría adjudicarle al Congreso la potestad tributaria pero no la
presupuestaria, de forma que la renta recaudada pudiera ser dispuesta libremente por el
Ejecutivo.
El sentido político de la reserva de ley consiste en atribuirle al Congreso, por sus cualidades
institucionales, lo esencial del poder estatal sobre la totalidad del Tesoro: cómo generarlo y
también cómo disponerlo.
Según destacara con claridad Grecco: “La legislación tributaria y la aprobación del
presupuesto, constituyen, tanto respecto de su origen histórico como en razón de su
moderna relevancia jurídica y su íntima relación en cuanto al contenido, dos caras de la
potestad financiera del Parlamento. Ambas caras son, además, los fundamentos históricos
del parlamentarismo moderno y con ello de la moderna actividad legiferante” 11.
Desde sus inicios la Corte puso de relieve la importancia de la reserva de ley
presupuestaria. Así, al resolver en 1871 un conflicto de competencia entre un obispo y un
juez por un eventual delito ocurrido en el ámbito eclesiástico pero que involucraba dineros
públicos, la Corte Suprema señaló “que las rentas que forman el Tesoro de la Nación, no
pueden ser invertidas sino con arreglo a la Ley de Presupuesto de Gastos Nacionales” y
“que la ley del presupuesto determina expresamente la inversión que debe darse a los
fondos votados por el Congreso para el sostenimiento del culto” 12.
En 1926, por su parte, al discutirse la ejecución de unos pagarés emitidos por el Poder
Ejecutivo de la provincia de Tucumán, la Corte Suprema dejó sentado que “es de la esencia
misma del sistema económico institucional que rige en la Nación y en todas las provincias
que la forman y se halla consignado en disposiciones expresas de sus respectivas cartas
fundamentales que el poder de disponer los fondos públicos reside en el departamento
legislativo, aun cuando corresponda al Ejecutivo, por la naturaleza de sus funciones, hacer
efectivas las disposiciones de aquel poder” 13.
También es interesante recordar otro fallo de la Corte Suprema, “La Martona”, éste ya de
1938, donde se vincula la reserva de ley tributaria y presupuestaria. Luego de recordarse lo
11
______MUÑOZ, Guillermo - GRECCO, Carlos, “Principio de legalidad, modelo económico,
desorden jurídico”, en Fragmentos y testimonios del derecho administrativo, Ad-Hoc,
Buenos Aires, 1999, p. 543.
12
______Corte Sup., 1871, “Contienda de competencia entre el obispo de San Juan de Cuyo
y el juez de la Sección de San Juan, en la causa contra el Provisor del Obispado, Dr.
Braulio Laspiur, por defraudación de rentas fiscales”, Fallos 10:282.
13
______Corte Sup., 1926, “Don Héctor Dellepiane v. Provincia de Tucumán, por cobro de
pesos”, Fallos 148:81.
dispuesto por el art. 17, en el sentido de que sólo el Congreso está autorizado a imponer
contribuciones, la Corte señala “que dichos preceptos cuya antigua filiación se encuentra en
los Estatutos Ingleses de Tallagro non Concedendo, año 34 del reinado de Eduardo I
—1306 (art. 1º); de derechos concedidos por Carlos I —año 1628 y Bill de derechos de
Guillermo y María, año 1688, art. 4º; asimismo, pueden referirse a las costumbres,
pragmáticas y códigos españoles de los siglos XIV y XV (conf. Martínez Marina, Teoría de
las cortes, t. II y caps. XXX, XXXI, XXXII y XXXIII). En Estados Unidos y entre
nosotros se considera de la esencia del gobierno representativo la exclusiva facultad
legislativa para levantar impuestos y fijar los gastos del Estado” 14.
Enfatizar el carácter unificado de la reserva de ley financiera lleva a resaltar la conjunción
empleada por la Corte, en la medida en que le corresponde al Congreso levantar los
impuestos (reserva de ley tributaria) “y” fijar los gastos (reserva de ley erogatoria o
presupuestaria).
En suma, la reserva de ley en materia financiera y, en particular, presupuestaria, que es la
que aquí estudiaremos en detalle, es un elemento central del poder del Congreso y, por ello,
central en el diseño de la división de poderes, tal como la plasma nuestra Constitución.
III. LA EXTENSIÓN DE LA RESERVA LEGAL: LA CERTEZA O TIPICIDAD
DE LA LEY. LAS CUATRO DERIVACIONES DE LA TIPICIDAD: LA UNICIDAD,
LA UNIVERSALIDAD, LA GENERALIDAD Y LA ESPECIFICACIÓN
Uno de las claves para detectar la importancia que se le otorga al principio de reserva de ley
consiste en dilucidar cuál es su extensión. Hay que precisar qué es lo que debe decidir el
Congreso para decir que genuinamente ha tomado una decisión presupuestaria.
En otros términos, hay que determinar qué elementos de la norma presupuestaria deben ser
creados por ley, para así dejar en claro qué ámbito de regulación le queda luego al Poder
Ejecutivo en ocasión de ejercer su potestad reglamentaria.
No basta para satisfacer la reserva de ley que el Congreso autorice a gastar una suma
global, sino que se requiere, a fin de que cumpla con su doble sentido político de vehículo
del plan de gobierno y de mecanismo republicano de control, que la ley establezca una
mayor cantidad de elementos.
Se trata, así, de una exigencia de tipicidad, que complementa y especifica el sentido de la
reserva de ley.
No es casual que aquí se utilice el término “tipicidad”. La reserva de ley financiera se ha
ido configurando históricamente a la par que el principio de legalidad en materia penal. En
la lenta, variada y compleja historia de la formación del Estado y del derecho modernos,
ocupan sendos lugares de importancia las experiencias teóricas y prácticas relativas a la
regulación de los poderes punitivos y financieros. Más allá de todas las diferencias
conceptuales que hay entre estos dos poderes del Estado, ambos definitorios de su
soberanía, lo cierto es que las precauciones y exigencias que ellos suscitaron condujeron a
buscar soluciones jurídicas a través de la técnica de la reserva de ley o, de acuerdo con el
léxico penal, de la legalidad. Esta forma de encarar las cuestiones no debe sin embargo
extrañar, pues el uso de la fuerza física, la represión y la coacción por un lado, y la
formación y asignación del Tesoro, por otro, son rasgos que hacen a la definición misma de
una organización como un Estado nacional y que, a la vez, movilizan dos medios o recursos
14
______Corte Sup., 1938, “La Martona SA v. Provincia de Buenos Aires”, Fallos 182:411.
sociales de enorme envergadura: la violencia y el dinero 15.
Del principio constitucional penal nullum crimen, nulla poena sine lege, cuya enunciación
latina se debe a Feuerbach, se destacan habitualmente cuatro aspectos:
a) La ley debe ser escrita (prohibición de fundamentar la responsabilidad penal en el
derecho consuetudinario) o lex scripta;
b) La ley debe ser anterior al hecho declarado punible (prohibición de la retroactividad) o
lex praevia;
c) La ley no debe interpretarse de forma analógica en tanto ello redunde en perjuicio del reo
o lex stricta, y
d) La ley debe ser cierta y precisa, o lex certa, punto que en el ámbito financiero
analizaremos a continuación 16.
El examen del principio de legalidad penal permite ver no sólo la existencia de una
atribución de competencia a un órgano (los poderes legislativos) para establecer los delitos
y las penas, sino también la exigencia de ciertas características que debe reunir la ley para
ser considerada válida. La reserva de ley dispone que sólo el Legislativo crea el derecho
penal, pero además impone deberes que la autoridad tiene que respetar a fin de que la ley
creada sea considerada válida 17.
Es decir, a un órgano se le otorga una potestad de forma exclusiva, de manera que los otros
órganos y poderes públicos tienen prohibido dictar ese tipo de decisiones, pero también se
le imponen exigencias a fin de considerar válida la ley.
Estas especificaciones de la ley también pueden verse, con los matices del caso, en el
ámbito financiero.
La tipicidad a la que nos referimos en un comienzo es la exigencia jurídica recién señalada
en términos de ley cierta. Esto significa que la ley debe ser precisa en la descripción del
hecho punible. Tal como señala Roxin, “el principio de legalidad no sólo exige que la
sanción se apoye en una norma jurídica escrita, sino que también impone que la pena se
determine con certeza por la ley. Un precepto cuyo contenido es indeterminado, que no
permite conocer qué comportamientos quedan abarcados por él infringe el art. 103.2 de la
Ley Fundamental y es, por lo tanto, nulo” 18.
La reducción de la indeterminación se logra mediante la exigencia de que la ley especifique
15
______Sobre la formación de los Estados nacionales remito al sugerente texto de Tilly,
que considera la relación entre “acumulación de coerción” y “acumulación de capital” a lo
largo de un período de mil años, ver: TILLY, Charles, Coacción, capital y los Estados
europeos, 990-1990, Alianza, Buenos Aires, 1993.
16
______ROXIN, Claus, Iniciación al derecho penal de hoy, Universidad de Sevilla, Sevilla,
1981, p. 96. Carl Schmitt remite la formulación del principio a Hobbes en su texto El
Leviatán en la teoría del Estado de Thomas Hobbes, Struhart & Cía., Buenos Aires, 1990.
17
______Por cierto, cabe aclarar que una situación especial se plantea con la prohibición de
la analogía (ítem c), ya que se trata de una regla que no está referida a cómo debe ser creada
la ley, sino a cómo se la debe interpretar en el momento de su aplicación.
18
______El citado art. 103.2 de la Ley Fundamental de Alemania dice: “Un acto sólo podrá
ser penado si su punibilidad estaba establecida por ley anterior a la comisión del acto”.
todos los elementos de la norma penal. Según expone esta cuestión Bacigalupo, “la ley
dictada por el Parlamento sólo cumplirá con el principio de legalidad si contiene una
descripción de las prohibiciones y de las sanciones previstas para su violación que pueda
considerarse exhaustiva. En principio, serán exhaustivas aquellas disposiciones que
contengan todos los presupuestos que condicionan la pena y determinen la consecuencia
jurídica” 19.
Dentro del ámbito financiero, la tipicidad ha sido considerada de forma singular respecto de
cada uno de sus institutos 20. Así, en materia tributaria, es habitual expresar que la ley, para
respetar genuinamente el principio de reserva, debe contener todos los elementos
estructurales del tributo. Puede verse, como ejemplo, la clásica enumeración que hace
Luqui de dichos elementos (y que también menciona la certeza), habitualmente citada por
la doctrina y la jurisprudencia: “Para que el principio de legalidad quede satisfecho, es
necesario que la ley contenga los elementos esenciales para crear de manera cierta la
obligación, es decir: a) el hecho imponible, definido de manera cierta; b) los presupuestos
de hecho a los que se atribuirá la producción del hecho imponible; c) los sujetos obligados
al pago; d) el método o sistema para determinar la base imponible en sus lineamientos
esenciales; e) las alícuotas que se aplicarán para fijar el monto del tributo; f) los casos de
exenciones; g) los supuestos de infracciones; h) las sanciones correspondientes; i) el órgano
administrativo con competencia para recibir el pago; j) el tiempo por el que se paga el
tributo. Se trata, en suma, de la vieja regla de la ‘certeza’ que Adam Smith propusiera hace
dos siglos” 21.
Esta visión, que es la compartida por la mayoría de la doctrina argentina, revela una
interpretación fuerte o máxima de la tipicidad, en la medida en que exige que todos los
elementos estructurales (o también llamados sustanciales) de la norma tributaria (hecho
imponible y obligación) deben ser establecidos por medio de la ley 22.
En igual sentido puede verse el dictamen del Ministerio Público en la causa “Famyl”,
donde se vierten los mismos conceptos, con remisión a lo expuesto por Jarach, al decir que
“resulta pacífica la doctrina en cuanto a que el principio constitucional de legalidad en
materia tributaria rige plenamente y que ‘decir que no debe existir tributo sin ley, significa
que sólo la ley puede establecer la obligación tributaria y los elementos de la relación
tributaria’ (conf. Jarach, Dino, Curso de derecho tributario, Cima, Buenos Aires, 1980, p.
80), y que ‘es la ley la que debe definir los hechos imponibles en su acepción objetiva y
19
______BACIGALUPO, Enrique, Derecho penal. Parte general, Hammurabi, Buenos Aires,
1999, p. 126.
20
______En el ámbito tributario, la visión de la reserva de ley en términos de tipicidad ha
sido expresada por XAVIER, Alberto, Os principios da legalidade e da tipicidade da
tributação, Revista dos Tribunais, São Paulo, 1978.
21
______LUQUI, Juan C., “Las garantías constitucionales de los derechos de los
contribuyentes”, LL 142-891.
22
______CASÁS, José O., Derechos y garantías constitucionales del contribuyente. A partir
del principio de reserva de ley tributaria, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002, p. 575, cap. VII
“El principio de reserva de ley y los elementos constitutivos del tributo”.
también en la esfera subjetiva, o sea, cuáles son los sujetos pasivos de la obligación que va
a nacer’” 23.
La decisión presupuestaria es susceptible de un análisis conceptual semejante, a fin de
precisar la extensión que corresponde asignarle a la reserva legal. Sin embargo, la
dogmática presupuestaria, en vez de analizar jurídicamente la extensión de la reserva de ley
o, según se vio, el alcance de su certeza o tipicidad, tiende a expresar dichos aspectos por
medio de la enunciación de una serie de principios presupuestarios. La cuestión no
ofrecería tantas objeciones si dichos principios se entendieran como normas jurídicas de
rango constitucional, esto es, como genuinos principios constitucionales. Si así fuera, la
discusión se centraría en debatir sobre la ventaja de considerar diversos principios
constitucionales autónomos o, como se propone en este libro, de considerar de forma
vigorosa al principio de reserva de ley en materia presupuestaria, bajo el ángulo de la
certeza o tipicidad. Sin embargo, en los textos usuales de derecho financiero, aquellos
principios son entendidos como reglas técnicas (no jurídicas) elaboradas por la ciencia
financiera a los fines de elaborar un buen presupuesto. Como resulta evidente, no se trata
aquí de reglas técnicas, de consejos sobre el buen presupuesto, sino de la caracterización
constitucional de una ley. Ésta es la diferencia entre estudiar al presupuesto desde algún
punto de vista técnico o verlo como una institución jurídica objeto de una detallada
regulación constitucional.
El sentido de la certeza o tipicidad se deriva, en este aspecto de la actividad financiera
pública, de la función política que tiene la Ley de Presupuesto en la estructuración
constitucional de la división de poderes, pues el análisis del programa de gobierno y la tarea
parlamentaria de control sólo pueden realizarse si la ley expresa con nitidez diversos
aspectos.
Si la Ley de Presupuesto autorizara a gastar por ejemplo una suma global, no habría forma
de vincularla a un plan de gobierno y la tarea de control a cargo del Congreso devendría
irrisoria.
Esto es, la extensión que debe tener la Ley de Presupuesto para respetar genuinamente el
principio de reserva legal (la tipicidad) deriva de sus propios fundamentos políticos y es
esencial para su realidad práctica.
De esta manera, la Ley de Presupuesto también debe ser cierta o típica, y por ello debe
contener todos los elementos estructurales o sustanciales de la decisión, tal como sucede en
materia tributaria, más allá de las singularidades de cada materia.
A fin de variar lo mínimo posible el léxico usual de la doctrina financiera, aquí se mantiene
la designación más común de los llamados principios presupuestarios, pero reinterpretados
como aspectos jurídicos de la reserva legal, lectura que enfatiza la centralidad de la ley y
una visión unificada, sistemática y constitucional del asunto.
En concreto: la certeza exige que la Ley de Presupuesto sea:
a) Única;
b) Universal;
c) General, y
d) Específica.
Según la lectura de la Constitución que aquí se propone, una única ley (unicidad) debe
contener, de forma separada (universalidad), un cálculo de todos los recursos y la
23
______Corte Sup., 2000, “Famyl SA v. Nación Argentina”, Fallos 323:2256.
autorización de todos los gastos de todos los poderes y órganos públicos (generalidad),
especificando las cantidades y finalidades de aquellos gastos (especificación cuantitativa y
cualitativa).
A continuación analizaremos cada uno de dichos aspectos, según una interpretación
racional de la reserva de ley en la Constitución y, a la vez, de acuerdo con lo concretamente
regulado por la legislación general presupuestaria, no siempre acorde con los términos
constitucionales.
IV. LA UNICIDAD Y LA UNIVERSALIDAD DE LA LEY
El propio texto constitucional establece estos aspectos de la ley en su art. 75, inc. 8º.
En primer lugar y en lo que se refiere a la unicidad, la Constitución se refiere con claridad a
“el” presupuesto. Si el presupuesto, tal como señala Rodríguez Bereijo, es el lugar donde se
expresa la unidad misma de la actividad financiera y se aprehende la relación entre los
ingresos y los gastos y si, además, él revela el plan de gobierno por un período de tiempo,
necesariamente debe ser único.
Sólo una ley que agrupe el conjunto de las autorizaciones para gastar puede cumplir esas
funciones.
Si la decisión presupuestaria se fragmentara en una pluralidad de leyes de presupuesto, la
visualización completa, ya no de la actividad financiera, sino de su aspecto erogatorio, sería
casi imposible.
Paralelamente, sólo la reunión ordenada de todas las autorizaciones en una decisión única,
acompañada de una única estimación de los recursos financieros totales, es la que permite
comparar las situaciones, analizar las prioridades y decidir racionalmente sobre la renta
pública, sobre la forma de obtenerla y sobre el conjunto de los gastos públicos. De lo
contrario, el Congreso estaría forzado a un análisis sucesivo de las decisiones para gastar,
mecanismo que llevaría a un progresivo condicionamiento de la potestad legislativa.
Es decir, si el presupuesto es un vehículo de la política del gobierno y una técnica de
planificación, él debe ser único.
Por cierto, durante el transcurso del año financiero pueden ocurrir diversas contingencias
que conduzcan al dictado de leyes particulares con contenido o efectos presupuestarios.
Así, por ejemplo, el Congreso puede crear organismos cuya existencia y actividad requiera
de gastos públicos. La unicidad exige que, en tales casos, el Congreso, en vez de efectuar
una medida presupuestaria ad hoc, modifique la Ley de Presupuesto en ese momento
vigente, a fin de mantener el carácter único de la decisión.
Tal como dispone el art. 4º, LSF: “No podrán crearse fondos u organismos que impliquen
gastos extrapresupuestarios”, con lo que viene a decirse que si se crea un organismo y se
generan nuevos gastos, ellos deben incorporarse a la Ley de Presupuesto en ese momento
vigente.
Una regla semejante, y más severa, es la contenida en el art. 14, LFRF, que hoy en día ha
reemplazado a la antes citada de la Ley de Solvencia Fiscal. La nueva ley dice que “no
podrán crearse fondos u organismos que impliquen gastos que no consoliden en el
presupuesto general o no estén sometidos a las reglas generales de ejecución
presupuestaria”.
Sin embargo, la cuestión no es sencilla, y tampoco lo es su régimen legal orgánico. Dado
que el tema está estrechamente ligado, por un lado, a la cuestión del vínculo entre el cálculo
de los recursos y la autorización para gastar (constructividad de la ley) y, por otro, a la
problemática de la modificación de la Ley de Presupuesto durante su ejecución, remitimos
a los capítulos que tratan dichos temas.
En segundo lugar y respecto de la universalidad, también la propia Constitución deja en
claro que la decisión presupuestaria debe estar compuesta por dos elementos jurídicos
separados, aunque vinculados: el cálculo de los recursos y la autorización para gastar. Tal
como lo expresa con claridad el inc. 8º del art. 75 le corresponde al Congreso fijar “el
presupuesto general de gastos” y el “cálculo de recursos”.
La universalidad impone la nítida separación entre dos elementos, que deben estar
claramente deslindados en la ley en su aspecto cuantitativo, a fin de poder visualizar con
facilidad la totalidad desagregada de los gastos que se autorizan y la totalidad desagregada
de los recursos que se estima recaudar.
Esto significa, en términos negativos, que se encuentra prohibido compensar gastos y
recursos o, dicho de otra forma, sólo presentar los saldos o resultados financieros.
Tal como lo expresa Martínez Lago, la universalidad “significa que todos los ingresos y
todos los gastos deben figurar explícita o expresamente en el presupuesto, sin
compensaciones o minoraciones entre ambos, es decir: en el presupuesto no debe figurar el
neto entre dichos estados de ingresos y gastos (por deducir unos de otros), pues ello hurtaría
determinadas partidas del conocimiento del Parlamento (lo que no está en el presupuesto no
está en el mundo)” 24.
El régimen orgánico de la LAF también recepta este aspecto, al decir, en su art. 12, que
“Los presupuestos comprenderán todos los recursos y gastos previstos para el ejercicio, los
cuales figurarán por separado y por sus montos íntegros, sin compensaciones entre sí”,
donde cabe destacar el impropio uso del plural pues debió decir, en virtud de la exigencia
de unicidad, que “la Ley de Presupuesto comprenderá” de forma separada la totalidad de
los gastos y recursos.
La universalidad no parecía, en su momento, estrictamente respetada en lo relativo a los
llamados Fondos Fiduciarios, pues de acuerdo con el art. 2º, inc. a) de la LSF, la Ley de
Presupuesto sólo debía incluir “los flujos financieros que se originen por la constitución y
uso de los fondos públicos”. Así se hizo, por ejemplo, en el art. 14, Ley de Presupuesto
para 2005, que aprobó, en su párr. 1º, los flujos financieros y el uso de los fondos
fiduciarios para dicho ejercicio y que, en su párr. 2º, estableció que “el Jefe de Gabinete
deberá presentar informes cuatrimestrales a ambas Cámaras del Honorable Congreso de la
Nación sobre el flujo y uso de los fondos fiduciarios, detallando en su caso las
transferencias realizadas y las obras ejecutadas y/o programadas”.
Sin embargo, luego se dictó el régimen federal de responsabilidad fiscal (LFRF) cuyo art.
3º restablece de forma enfática la universalidad, incluso en lo referido a los fondos
fiduciarios: “Las Leyes de Presupuesto General de las Administraciones Provinciales, de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Administración Nacional contendrán la
autorización de la totalidad de los gastos y la previsión de la totalidad de los recursos, de
carácter ordinario y extraordinario, afectados o no, de todos los organismos centralizados,
descentralizados y fondos fiduciarios. Asimismo, informarán sobre las previsiones
correspondientes a todos los entes autárquicos, los institutos, las empresas y sociedades del
Estado del sector público no financiero. Los recursos y gastos figurarán por sus montos
íntegros, sin compensaciones entre sí. Se realizarán las adecuaciones necesarias para
incorporar al presupuesto los fondos u organismos ya existentes que no consoliden en el
24
______MARTÍNEZ LAGO, Miguel Á., Manual de derecho presupuestario, Colex, Madrid,
1992, p. 115.
presupuesto general o no estén sometidos a las reglas generales de ejecución
presupuestaria, en el plazo máximo de dos (2) ejercicios fiscales siguientes, contados a
partir de la vigencia de la presente ley. Lo dispuesto en el presente artículo no implica
alterar las leyes especiales en cuanto a sus mecanismos de distribución o intangibilidad, en
cuyo caso no estarán sometidas a las reglas generales de ejecución presupuestaria”.
Dado que el régimen entró en vigencia a partir del período financiero 2005 (ver art. 35,
LFRF), es recién para el ejercicio 2007 que deberá realizarse la “adecuación” a fin de
cumplir con la universalidad en lo relativo a los Fondos Fiduciarios.
V. LA GENERALIDAD DE LA LEY. DIVERSOS ASPECTOS
SUBJETIVOS FINANCIEROS
La generalidad exige que la ley contenga la totalidad de las autorizaciones para gastar de
todos los poderes y órganos públicos.
Ésta es una extensión natural de la reserva de ley, pues si la autorización para gastar de un
órgano público no está establecida por ley, ello significa que se está violando de forma
directa la propia reserva. Si hay una autorización para gastar y ella no es de origen legal,
entonces hubo algún otro órgano que la dispuso de manera ilegítima.
La misma consideración es aplicable al cálculo de los recursos, de forma que todos ellos
deben estar previstos en la ley.
La propia ley orgánica, como vimos en el recién citado art. 12, LAF, dispone que la ley
debe comprender todos los recursos y todos los gastos.
Con posterioridad y de forma redundante, el art. 2º, inc. a) de la LSF reiteró la misma
exigencia, innovando en lo relativo a los fondos fiduciarios, donde sólo se incluyó la
obligación de incluir su resultado. Según la LSF, la Ley de Presupuesto debe contener
“todos los gastos corrientes financiados mediante impuestos, tasas y otras contribuciones
obligatorias establecidas por legislación específica, endeudamiento público y tarifas por
prestación de servicios fijadas por autoridades gubernamentales. Asimismo, incluirán los
flujos financieros que se originen en la constitución y uso de los fondos fiduciarios”.
Y como vimos en el punto anterior, estas exigencias fueron luego otra vez redactadas en la
LFRF, art. 3º, texto que ha venido a reiterar, con matices, las expresiones contenidas en la
LAF y en la LSF.
La conjunción de la unicidad, la universalidad y la generalidad conduce a afirmar que una
única ley (unicidad) debe contener por separado (universalidad) la totalidad de los gastos y
recursos públicos, es decir, por un lado, un cálculo de todos los recursos públicos que
obtendrán todos los órganos públicos (generalidad recaudatoria) y, por otro, la
autorización de todos los gastos públicos de todos los órganos públicos (generalidad
erogatoria).
La sencillez de esta forma de entender la certeza de la Ley de Presupuesto contrasta con la
complejidad del régimen legal orgánico, donde abunda la dificultad terminológica y
prosperan excepciones, a pesar de los términos tan claros de la propia LAF, tal como surge
de su art. 12, y del art. 3º, LFRF, ya citados.
A fin de apreciar dicha complejidad y de contrastarla con la sencilla prescripción
constitucional, a continuación se efectúa un examen de la regulación legal, contenido en la
LAF y en otros textos legales.
Dado que la forma de excluir un gasto de la ley consiste en excluir una autoridad jurídica
de su ámbito subjetivo de validez, las excepciones legales a la generalidad discurren a
través de los vericuetos referidos al aspecto subjetivo de la Ley de Presupuesto.
Para analizar la cuestión consideraremos, en primer lugar, las designaciones de las
autoridades públicas, según la legislación financiera vigente de carácter orgánico. En
segundo lugar, y de forma colateral, nos referimos brevemente al ámbito de validez
subjetivo de la propia LAF. Y, finalmente, abordamos la cuestión central de este punto: el
ámbito subjetivo de validez de la Ley de Presupuesto, como manera de aprehender en
concreto la real generalidad que hoy en día tiene la ley.
1. Las designaciones de las autoridades públicas
Es un problema tradicional en el derecho argentino la dificultad para establecer una
designación racional y homogénea de los órganos públicos. El Estado actúa de diferentes
maneras orgánicas, o a través de diferentes técnicas organizativas y “personificaciones”,
que no reciben designaciones unívocas y que se encuentran sujetas a regímenes jurídicos de
diversa índole.
La LAF se refiere al sector público nacional, que comprende cuatro supuestos, enumerados
en su art. 8º:
“a) Administración Nacional, conformada por la Administración Central y los organismos
descentralizados, comprendiendo en estos últimos a las instituciones de seguridad social.
”b) Empresas y Sociedades del Estado que abarca a las Empresas del Estado, las
Sociedades del Estado, las Sociedades Anónimas con Participación Estatal Mayoritaria, las
Sociedades de Economía Mixta y todas aquellas otras organizaciones empresariales donde
el Estado nacional tenga participación mayoritaria en el capital o en la formación de las
decisiones societarias.
”c) Entes públicos excluidos expresamente de la Administración Nacional, que abarca a
cualquier organización estatal no empresarial, con autarquía financiera, personalidad
jurídica y patrimonio propio, donde el Estado nacional tenga el control mayoritario del
patrimonio o de la formación de las decisiones, incluyendo aquellas entidades públicas no
estatales donde el Estado nacional tenga el control de las decisiones.
”d) Fondos Fiduciarios integrados total o mayoritariamente con bienes y/o fondos del
Estado nacional”.
Paralelamente, el art. 9º de la LAF añade una clasificación terminológica al distinguir entre
“entidades” y “jurisdicciones”.
Entidad, en primer lugar, es “toda organización pública con personalidad jurídica y
patrimonio propio”.
Las jurisdicciones, por su parte, se clasifican en institucionales y
administrativo-financieras. Según el art. 9º, LAF, redacción de la ley 26.078, de
presupuesto para 2006, se entiende por jurisdicción “a cada una de las siguientes unidades:
a) Institucionales: Poder Legislativo; Poder Judicial; Ministerio Público; Presidencia de la
Nación, Jefatura de Gabinete de Ministros, los ministerios y secretarías del Poder Ejecutivo
nacional; b) Administrativo-financieras: Servicio de la Deuda Pública; Obligaciones a
cargo del Tesoro”.
La LAF se encuentra por su parte reglamentada por la res. 71/2003 SH, que contiene las
Clasificaciones Presupuestarias donde se agrupan los gastos y recursos públicos de acuerdo
con diversos criterios, entre ellos el institucional. Aquí se clasifican en concreto los órganos
públicos y se individualizan nuevas figuras.
Dice esta resolución que “El clasificador institucional abarca todo el ámbito del sector
público nacional no financiero; no obstante, las características de su diseño hacen posible
extender su cobertura a las administraciones provinciales, municipales y a las instituciones
públicas financieras. Con estos niveles institucionales se completa el sector público
argentino”.
El detalle luego efectuado es el siguiente:
“En el diseño del clasificador institucional se considera la organización del sector público
definida en la ley 24.156 de Administración Financiera y de los Sistemas de Control del
Sector Público Nacional. De acuerdo con dicha norma el sector público nacional está
integrado por la Administración Nacional, que a su vez comprende a la Administración
Central, los organismos descentralizados y las instituciones de seguridad social; las
empresas y sociedades del Estado; los entes interestaduales; las universidades nacionales,
los fondos fiduciarios; otros entes que si bien pertenecen al sector público nacional no
financiero no revisten el carácter de empresa o sociedad del Estado y no consolidan en el
presupuesto de la Administración Nacional; y por el sector público nacional financiero,
integrado por el sistema bancario oficial y otras instituciones públicas financieras.
”Se define a las jurisdicciones como organizaciones públicas sin personalidad jurídica, que
integran la Administración Central y que representan a cada uno de los poderes
establecidos por la Constitución Nacional. En tanto que los organismos descentralizados,
las instituciones de seguridad social, las universidades nacionales y las empresas y
sociedades del Estado, son entidades que tienen personalidad jurídica y patrimonio propio.
”Los fondos fiduciarios detallados en el presente clasificador son aquellos constituidos por
el sector público nacional no financiero. No se incluyen los fondos fiduciarios constituidos
por los bancos oficiales, las empresas públicas financieras u otras instituciones públicas
financieras”.
Como tercer cuerpo jurídico, junto al art. 8º de la LAF, y la res. 71/2003, hay que
mencionar la reglamentación de la LFRF, que también incluye un sistema de designación y
clasificación de figuras públicas.
Así, el art. 2º del dec. 1731/2004, que aprueba en anexo la reglamentación de la LFRF,
contiene las siguientes estipulaciones:
“Administración Pública no financiera: incluye todos los organismos y entidades
centralizados y descentralizados que no tengan carácter empresarial; las cuentas especiales
y fondos afectados, los fondos fiduciarios y las instituciones de la seguridad social.
”Organismo descentralizado: entidad con personalidad jurídica, patrimonio propio,
autarquía y/o autonomía administrativa y financiera, incluyendo a los entes públicos no
estatales donde el Estado tenga la propiedad del patrimonio y/o preponderancia en el
control de la toma de decisiones.
”Sector público no financiero: comprende la Administración Pública No Financiera, las
obras sociales estatales, las empresas y sociedades del Estado que abarca a las empresas del
Estado, las sociedades del Estado, las sociedades anónimas con participación estatal
mayoritaria, las sociedades de economía mixta, empresas interestaduales, todas aquellas
organizaciones empresariales donde el Estado tenga participación mayoritaria en el capital
o en la formación de las decisiones societarias, y todo ente, instituto u organismo que tenga
carácter empresarial”.
A fin de evitar equívocos y redundancias, parece lógico que la legislación orgánica
financiera se unifique y que por esa vía se estipule un sistema homogéneo de designaciones
y clasificaciones de las autoridades públicas.
Si lograr al menos la claridad terminológica era uno de los objetivos de la LAF, según su
exposición de motivos, resulta evidente que luego más de una década de vigencia, ella no
ha logrado concretarla.
2. El ámbito subjetivo de validez de la LAF
Delineado este complejo sistema de designaciones, resulta conveniente distinguir con
claridad entre el ámbito subjetivo de validez de la propia LAF y el ámbito subjetivo de
validez de cada Ley de Presupuesto, que es en definitiva el que permite entender la
generalidad de la ley.
Veamos ahora el primero. Él se refiere a los sujetos públicos que se encuentran alcanzados
por las disposiciones de la LAF en lo relativo a la administración financiera propiamente
dicha. Dicho ámbito es justamente el especificado en el ya mencionado art. 8º, según el
cual las disposiciones de la LAF se aplican a todo el sector público nacional (no
financiero).
Esta cláusula se encuentra complementada por el también ya citado art. 14, LFRF, según el
cual “no podrán crearse fondos u organismos que impliquen gastos que no consoliden en el
presupuesto general o no estén sometidos a las reglas generales de ejecución
presupuestaria”.
Esto significa que todo fondo u organismo debe sujetarse a las reglas de la LAF y de las
restantes leyes financieras orgánicas, al menos en lo que hace a la ejecución presupuestaria.
Esta amplia extensión de la validez subjetiva de la LAF debe ser objeto de al menos dos
precisiones, referidas al Poder Judicial y a las universidades.
En cuanto al primero, tal como surge del art. 10 de la ley 23.853 de Autarquía Judicial, “el
Poder Ejecutivo nacional juntamente con la Corte Suprema de Justicia de la Nación
reglamentarán la presente ley en los aspectos concernientes a la administración
financiero-presupuestaria”.
En lo relativo a las universidades, el art. 8º del dec. 2666/1992, que reglamenta la LAF,
disponía: “Para el funcionamiento de sus sistemas de administración financiera y de
control, las universidades nacionales, en virtud de su carácter de organismos
descentralizados, están encuadradas en las disposiciones de la ley y de este reglamento, in-
dependientemente del tratamiento presupuestario que reciban los aportes que les otorgue el
Tesoro Nacional, y sin perjuicio de lo dispuesto por el dec. 1215/1992 que mantiene su
vigencia” 25.
Esta calificación como organismo descentralizado ha quedado sin validez luego de la
reforma constitucional de 1994, que ha consagrado, en su art. 75, inc. 19, la “autonomía y
autarquía de las universidades nacionales”. Es por esa razón que la referida res. 71 de la
Secretaría de Hacienda considera a las universidades dentro de la categoría c) del art. 8º,
LAF, es decir, dentro de los “entes públicos excluidos expresamente de la Administración
Nacional”.
Por su parte, el art. 59 de la ley 24.521 de Educación Superior, establece que “Las
instituciones universitarias nacionales tienen autarquía económico-financiera que ejercerán
dentro de la ley 24.156 de Administración Financiera y Sistemas de Control del Sector
Público Nacional”.
La aplicación de las reglas administrativas de la LAF a las universidades ocasionó debates
judiciales y la intervención final de la Corte Suprema en la causa “Ministerio de Cultura y
Educación s/observación estatuto de la UNS (art. 34, ley 24.521)” 26.
25
______Sobre los diferentes aspectos financieros de las universidades, ver: BARRERE, Carlos
M., “Autonomía universitaria y decisiones de administración financiera del Poder Ejecutivo
nacional”, RAP 291-25.
26
______Corte Sup., 1999, Fallos 322:910.
Según el Estatuto de la Universidad Nacional del Sur, el control estatal sólo consiste en la
verificación posterior de la realidad del gasto, en tanto que su procedencia y el modo de
llevarlo a cabo son atribuciones exclusivas de la Universidad. Según el Ministerio de
Educación, dicha disposición resultaba contraria al art. 59 de la ley 24.521, criterio
aceptado por la Cámara y luego confirmado por la Corte.
En lo esencial de la cuestión financiera tratada, la Corte destacó lo siguiente:
“19) Que la ley 24.156, a la que remite el art. 59 de la Ley de Educación Superior, establece
un sistema de control interno y un sistema de control externo —cuyos órganos rectores son
la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y la Auditoría General de la Nación (AGN),
respectivamente—, como así también un régimen de responsabilidad patrimonial (arts. 3º,
4º y 7º). Por mandato legal, el modelo de control que aplican tales órganos debe ser
‘integral e integrado’ e implica una compleja estructura normativa aplicable al sector
público nacional, incluyendo a las universidades (conf. art. 8º, ley 24.156, y dec. reg.
2666/1992).
”20) Que la Ley de Administración Financiera y Control del Sector Público Nacional
establece, entre sus objetivos básicos, garantizar la aplicación de los principios de
regularidad financiera, legalidad, economicidad, eficiencia y eficacia en la obtención y
aplicación de los recursos públicos (art. 4º, inc. a]), así como estatuir, como responsabilidad
propia de la administración superior de cada jurisdicción o entidad del sector público
nacional, la implantación y mantenimiento de un eficiente y eficaz sistema de control
interno normativo, financiero, económico y de gestión sobre sus propias operaciones
comprendiendo la práctica del control previo y posterior y de la auditoría interna (art. 4º,
inc. d], i], ii], de modo concordante con el art. 103) y los procedimientos adecuados que
aseguren la conducción económica y eficiente de las actividades institucionales y la
evaluación de los resultados de los programas, proyectos y operaciones de los que es
responsable la jurisdicción o entidad (art. 4º, inc. d], iii]). Asimismo, tiene por objeto
estructurar el sistema de control externo del sector público nacional (inc. e]).
”21) Que, por ello, resulta ilegítimo que la universidad pretenda, a través de la norma
estatutaria, sustraerse a la aplicación del régimen legal descripto —al que obligatoriamente
debe someterse— limitando su sujeción a un aspecto parcial de aquél como es la
verificación posterior de la realidad del gasto. Máxime si se tiene en cuenta que la Ley de
Educación Superior le impone no sólo prever explícitamente en sus estatutos ‘pautas de
administración económico-financiera’ (art. 34), sino también conformarse a lo claramente
establecido en el art. 59, que además de lo dispuesto en su párr. 1º, prescribe la aplicación
del régimen general de contrataciones, de responsabilidad patrimonial y de gestión de
bienes, así como los alcances de las responsabilidades de los rectores y miembros del
consejo superior de las instituciones —respecto de su administración— en los términos de
los arts. 130 y 131, ley 24.156”.
En resumen, sin perjuicio de lo dicho respecto del Poder Judicial en virtud de la Ley de
Autarquía, las reglas de la LAF se aplican a la totalidad del sector público nacional no
financiero, incluidas las universidades.
3. El ámbito de validez subjetiva de las leyes de presupuesto
El ámbito subjetivo de validez de la Ley de Presupuesto se refiere, por su parte, a qué
sujetos ella abarca. Es el dato subjetivo que permite decir a quién la ley le autoriza los
gastos.
Dicho ámbito subjetivo de validez es, por ende, el que se encuentra sujeto a la exigencia de
generalidad, en cuanto aspecto de la reserva de ley. Esta última impone, de acuerdo con
este vocabulario normativo, que el ámbito subjetivo de validez de la Ley de Presupuesto
incluya la totalidad de los órganos y poderes públicos del gobierno federal, más allá de
cómo ellos se designen y clasifiquen. Es decir, es el Congreso el órgano que debe autorizar
los gastos de todas las figuras públicas.
La realidad infraconstitucional sobre este punto, pero también la realidad del Estado, es sin
embargo más compleja.
Para determinar cuál es el régimen de la legislación orgánica hay que acudir a la sección de
la LAF referida a la “formulación del presupuesto” y, en particular, a los artículos referidos
al proyecto de Ley de Presupuesto que deberá presentarse al Congreso por parte del
Ejecutivo.
De acuerdo con el art. 25 de la LAF, dicho proyecto debe contener el presupuesto de gastos
de las jurisdicciones y de los organismos descentralizados. Tal es el punto clave. Es decir,
el ámbito subjetivo de la Ley de Presupuesto, en vez de ser general, se limita a una parte de
los sujetos enumerados en el inc. a) del art. 8º, LAF.
La situación de los restantes sujetos se encuentra regulada en el cap. III de la LAF “Del
régimen presupuestario de empresas públicas, fondos fiduciarios y entes públicos no
comprendidos en la Administración Nacional”.
La LAF diseña un régimen según el cual, en primer término, las máximas autoridades de
estas figuras aprueban su proyecto de presupuesto. Tal como dispone el art. 46, LAF: “Los
directorios o máxima autoridad ejecutiva de las empresas públicas y entes públicos no
comprendidos en Administración Nacional, aprobarán el proyecto de presupuesto anual de
su gestión y lo remitirán a la Oficina Nacional de Presupuesto, antes del 30 de septiembre
del año anterior al que regirá. Los proyectos de presupuesto deberán expresar las políticas
generales y los lineamientos específicos que, en materia presupuestaria, establezca el
órgano coordinador de los sistemas de administración financiera y la autoridad de la
jurisdicción correspondiente; contendrán los planes de acción, las estimaciones de gastos y
su financiamiento, el presupuesto de caja y los recursos humanos a utilizar y permitirán
establecer los resultados operativo, económico y financiero previstos para la gestión
respectiva”.
En segundo lugar, la Oficina Nacional de Presupuesto analiza los proyectos de presupuesto
(art. 48) y luego los remite al Poder Ejecutivo (donde hoy habría que entender el Jefe de
Gabinete). Según lo dispuesto por el art. 49, LAF: “Los proyectos de presupuesto,
acompañados del informe mencionado en el artículo anterior, serán sometidos a la
aprobación del Poder Ejecutivo nacional de acuerdo con las modalidades y los plazos que
establezca la reglamentación. El Poder Ejecutivo nacional aprobará, en su caso con los
ajustes que considere convenientes, antes del 31 de diciembre de cada año, los presupuestos
de las empresas públicas y entes públicos no comprendidos en Administración Nacional,
elevados en el plazo previsto en el art. 46 de la presente ley, pudiendo delegar esta
atribución en el ministro de Economía y Obras y Servicios Públicos. Si las empresas
públicas y entes públicos no comprendidos en Administración Nacional no presentaren sus
proyectos de presupuesto en el plazo previsto, la Oficina Nacional de Presupuesto elaborará
de oficio los respectivos presupuestos y los someterá a consideración del Poder Ejecutivo
nacional”.
Esto significa que la función del Congreso es cumplida, en estos casos, por el Poder
Ejecutivo.
Sólo el art. 55, LAF que regula el presupuesto consolidado del sector público nacional
dispone que él debe contener “los aspectos básicos de los presupuestos de cada una de las
empresas y sociedades del Estado”.
El presupuesto consolidado debe ser preparado por la Oficina Nacional de Presupuesto, y
su aprobación está en manos del Poder Ejecutivo, quien lo debe remitir al Congreso para su
conocimiento.
Es decir, la LAF delega en el Poder Ejecutivo la potestad presupuestaria respecto de las
empresas públicas, fondos fiduciarios y entes públicos no comprendidos en la
Administración Nacional (es decir los incs. b], c] y d] del art. 8º, LAF), decisión que
implica excluir a dichos sujetos de la Ley de Presupuesto, creando una excepción, por lo
demás amplia, a la exigencia de generalidad. Para el análisis de la validez constitucional de
esta delegación remitimos al capítulo referido a la relatividad de la reserva de ley. Aquí
basta señalar que las dos condiciones que fija el art. 76, CN, para regular la delegación
legislativa (fijación de un límite temporal y de bases) no parecen estar cumplidas por la
LAF.
Este análisis permite apreciar que el ámbito subjetivo de aplicación de la LAF (todos los
supuestos indicados en su art. 8º) es mayor que el de cada Ley de Presupuesto (sólo se
incluye el supuesto indicado en el inc. a] del art. 8º).
Para completar este panorama sobre la situación legal real de la generalidad es preciso
considerar la situación de las universidades, las entidades públicas financieras, las
instituciones de la seguridad social, el Poder Judicial y los fondos fiduciarios, que merecen
un análisis un poco más detallado.
En cuanto a las universidades, de acuerdo con el art. 59 de la ya mencionada ley 24.521, de
Educación Superior, las instituciones universitarias nacionales tienen la facultad de
“administrar su patrimonio y aprobar su presupuesto”. Es decir, en virtud de su autonomía
se encuentran excluidas de la generalidad presupuestaria.
Complementariamente, el art. 120 de la LCPP dispone que las universidades deben cumplir
con el art. 46 de la LAF, ya citado, que es justamente el art. 1º del capítulo referido al
régimen presupuestario de las empresas públicas.
A las entidades financieras, en segundo lugar, se refiere el art. 6º de la LCPP, que dispone
que “Las instituciones pertenecientes al sistema bancario oficial, cuya nómina se detalla a
continuación, someterán anualmente a aprobación del Poder Ejecutivo nacional su
presupuesto y plan de acción, en el tiempo, forma y condiciones que a tal efecto el mismo
establezca: Banco Central de la República Argentina, Banco de la Nación Argentina, Banco
de Inversión y Comercio Exterior SA, Banco Hipotecario SA. El Poder Ejecutivo nacional
deberá dar cuenta al Honorable Congreso de la Nación del cumplimiento de lo establecido
en el presente artículo dentro de los 30 días corridos contados a partir de la fecha de
sanción de cada uno de los decretos que aprueben los planes de acción y presupuesto de las
instituciones pertenecientes al sistema bancario oficial a las que se refiere este artículo”.
Es decir, hay aquí también una delegación estructural al Poder Ejecutivo para ejercer la
potestad presupuestaria respecto del sector público nacional financiero.
En tercer lugar, la ley 25.656, de presupuesto para 2004, dispone que el Instituto de
Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados queda comprendido en las disposiciones
del cap. III de la LAF, es decir, las que establecen el régimen presupuestario de todos los
sujetos excluidos de la generalidad.
Una situación especial también se presenta, en cuarto lugar, respecto del Poder Judicial, que
si bien sus gastos se encuentran incluidos en la generalidad, pues se trata de una
jurisdicción, en los términos del art. 8º de la LAF, hay una peculiaridad en lo relativo al
trámite del proyecto.
De acuerdo con el párr. 3º del art. 5º de la LCPP: “El Jefe de Gabinete de Ministros, junto
con el proyecto de presupuesto de la Administración Nacional enviará al Honorable
Congreso de la Nación el anteproyecto preparado por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, acompañando los antecedentes respectivos cuando las estimaciones efectuadas por
dicha Corte no coincidan con las del proyecto general”.
Por dicha razón, cuando la Corte Suprema, por medio de acordada, aprueba su proyecto de
presupuesto, efectúa consideraciones para justificar las sumas fijadas. Así, para dar un
ejemplo ilustrativo, la acordada 17/2005, que aprueba el presupuesto de gastos para 2006,
destaca en sus fundamentos lo siguiente:
“Que se han conocido los denominados ‘techos presupuestarios’ comunicados por la
Jefatura de Gabinete de Ministros, los que resultan insuficientes para el nivel de
necesidades mínimas de esta jurisdicción.
”Una inadecuada asignación de créditos para el Poder Judicial de la Nación, afecta el
principio de separación de poderes consagrado en la Constitución Nacional, al no dotársele
de los recursos indispensables para el cumplimiento de la indelegable e independiente
misión de administrar justicia, que exige el respeto y la consolidación del sistema
republicano de gobierno”.
Es decir: inclusión en la generalidad, pero con un trámite y situación singular.
En cuanto a los fondos fiduciarios, por último, ellos merecen una consideración particular,
que se hace en el punto siguiente.
La síntesis de este análisis nos muestra que la Ley de Presupuesto se acota a las
jurisdicciones y entidades mencionadas en el inc. a) del art. 8º, LAF, salvo las instituciones
de la seguridad social que ahora son mencionadas en este inciso. En todos los restantes
casos de figuras organizativas estatales el “presupuesto” es “aprobado” por el Poder
Ejecutivo e informado posteriormente al Congreso.
La eventual justificación de esta erosión, significativa, de la generalidad, habría que
buscarla en la separación, al menos relativa, de los patrimonios y, por ende, también de su
Tesoro. En el caso de las figuras incorporadas a la Ley de Presupuesto se presenta, más allá
de las variedades organizativas, una unidad patrimonial estatal. Mientras que, en las
restantes figuras, así las diversas formas empresariales, hay una relativa separación respecto
del Estado como tal, que se proyecta al ámbito patrimonial y, luego, a la constitución de su
Tesoro.
Esta relativa separación entre patrimonios y tesoros es la que podría justificar, en principio,
una regulación financiera, luego presupuestaria, parcialmente diferenciada.
Hay que notar que las diferencias no se acotan al ámbito de la aprobación de la Ley de
Presupuesto y a la excepción de la generalidad. Así, por ejemplo, hay que destacar la
limitación de la responsabilidad que ha dispuesto el Estado respecto de varias de estas
figuras. De acuerdo con el art. 133 de la LCPP: “Las sentencias judiciales no alcanzadas
por la ley 23.982, en razón de la fecha de la causa o título de la obligación o por cualquier
otra circunstancia, que se dicten contra las Sociedades del Estado, Sociedades Anónimas
con Participación Estatal Mayoritaria, Sociedades de Economía Mixta, Empresas del
Estado y todo otro ente u organización empresaria o societaria donde el Estado nacional o
sus entes de cualquier naturaleza tengan participación total o parcial, en ningún caso podrán
ejecutarse contra el Tesoro Nacional, ya que la responsabilidad del Estado se limita a su
aporte o participación en el capital de dichas organizaciones empresariales”.
Esto significa que la unidad patrimonial del Estado, que “comunica” incluso diversos
patrimonios particularizados, no se extiende hasta estas figuras y, por lo tanto, sus recursos
no forman parte de la masa patrimonial sobre las cuales puede actuar judicialmente un
acreedor.
La relevancia de estas figuras empresariales, que pareció declinar en los años noventa como
consecuencia de la reforma del Estado, que implicó un extenso proceso de transferencia de
actividades y cometidos al sector privado, hoy en día se encuentra en cambio en declive, al
retomar el Estado su iniciativa en la materia, con la asunción, por ejemplo, de aquellas
actividades donde se rescindió una concesión.
Por cierto, hay diversas situaciones de más compleja dilucidación, así lo relativo a los
recursos que están dotados de una afectación específica, donde resulta claro, por un lado,
que forman parte del patrimonio rentístico estatal, como un “fondo particular del Tesoro”,
pero, por otro lado, no se saca de ahí la conclusión mecánica de que ellos pueden ser
utilizados para cumplir con una sentencia que condene al Estado y que debe ejecutarse
sobre los “fondos del Tesoro Nacional”. En rigor, si el Congreso, al decidir la Ley de
Presupuesto y considerar dichas sentencias, las cubre con recursos que detrae de aquellos
que tienen una afectación específica, lo que está haciendo, en rigor, es modificar aquella
afectación y, por eso, reincorporar los recursos a la masa general.
En segundo lugar, hay que considerar, como se hará más adelante, los complejos regímenes
de consolidación, por los cuales el Estado asumió expresamente deudas de aquellas figuras,
dejando de lado, para esa situación, la separación patrimonial y la limitación de
responsabilidad.
Ahora bien, todas estas consideraciones que podrían justificar regímenes presupuestarios
específicos no conducen, sin embargo, a que sus gastos no sean aprobados por el Congreso.
Dicho de otra forma, en dichos regímenes especiales no hay ninguna razón para incluir
una excepción a la generalidad de la reserva de ley.
4. Los fondos fiduciarios
A partir de los años noventa, y con continuidad luego de la crisis de 2001, adquirió
relevancia la formación de fondos fiduciarios.
Si bien estos fondos son difíciles de encuadrar jurídicamente, circunstancia que impide
considerarlos regidos por un régimen jurídico único, resulta claro que importan una figura
diferenciada y a la cual la legislación orgánica ha dotado de un significativo grado de
personificación.
También hay que reconocer que a su respecto incide, en mayor o menor medida, la figura
del fideicomiso, expresamente consagrada por la ley 24.441 en el ámbito del derecho
privado.
De acuerdo con el art. 1º de dicha ley, “habrá fideicomiso cuando una persona (fiduciante)
transmita la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otra (fiduciario), quien se obliga
a ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato (beneficiario), y a transmitirlo al
cumplimiento de un plazo o condición al fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario”
(art. 1º) 27.
27
______PÉREZ HUALDE, Alejandro, “Fideicomiso público”, Revista Actualidad en Derecho
Público, nro. 12, 2002, p. 141; SCOCCO, Mónica, “Cuando la extrapresupuestariedad y la
defensa del federalismo van de la mano. El fondo fiduciario federal de infraestructura
regional (la importancia de que el Estado nacional se mantenga en pie de igualdad con las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)”, LL 2004-D-1417; GUIRIDLIAN LAROSA,
Javier D., “El fideicomiso público como técnica de financiación contractual
administrativa”, EDA, 2003-546; MERTEHIKIAN, Eduardo, “Acerca de la utilización de
El punto central para señalar radica en los efectos del fideicomiso respecto de los bienes
afectados, pues ello se separan tanto de los del fiduciante (en general el propio Estado
nacional) como de los del fiduciario (en general un agente financiero público). Aquí hay
que destacar los arts. 14 y 15 de la ley. Según el primero “los bienes fideicomitidos
constituyen un patrimonio separado del patrimonio del fiduciario y del fiduciante. La
responsabilidad objetiva del fiduciario emergente del art. 1113 del Código Civil, se limita
al valor de la cosa fideicomitida cuyo riesgo o vicio fuese causa del daño si el fiduciario no
pudo razonablemente haberse asegurado”, mientras que de acuerdo con el segundo “los
bienes fideicomitidos quedarán exentos de la acción singular o colectiva de los acreedores
del fiduciario. Tampoco podrán agredir los bienes fideicomitidos los acreedores del
fiduciante, quedando a salvo la acción de fraude. Los acreedores del beneficiario podrán
ejercer sus derechos sobre los frutos de los bienes fideicomitidos y subrogarse en sus
derechos”.
Al constituirse un fondo fiduciario se forma, entonces, un patrimonio público de carácter
separado, sobre el cual no puede ir un acreedor, sea del fiduciante (el propio Estado), sea
del fiduciario (el agente financiero público).
De esta manera, el beneficiario del fondo sabe que tiene una masa de recursos aislada de las
contingencias estatales.
La variedad de fondos impide sin embargo sacar conclusiones unilaterales, pues, por
ejemplo, hay beneficiarios tanto públicos, así provincias y municipios, como privados. Esto
significa que la aplicación, siempre supletoria, de la ley 24.441 no puede ser en principio
idéntica si se está ante un caso donde todos los sujetos son públicos (y donde habría
eventualmente un convenio interadministrativo) o donde hay, en cambio, algún sujeto
privado. Por otra parte, hay diferencias notorias respecto del claro fideicomiso privado, así
por ejemplo en lo relativo a la propia constitución, en la medida en que en general se trata
de decisiones unilaterales del Estado, donde se designa, también de forma unilateral, el
fiduciario con el cual, luego, se “suscribirá un contrato”.
Aun cuando su estudio pormenorizado exceda este texto, indico a continuación las reglas
principales referidas a la cuestión presupuestaria, que se encuentran dispersas en el
ordenamiento financiero y que muestran las vacilaciones a la hora de su regulación.
En primer lugar, se dictó la LSF, cuyo art. 2º, inc. a), dispone que la Ley de Presupuesto
“Contendrá todos los gastos corrientes y de capital a ser financiados mediante impuestos,
tasas y otras contribuciones obligatorias establecidas por legislación específica,
endeudamiento público y tarifas por prestación de servicios fijadas por autoridades
gubernamentales. Asimismo, incluirán los flujos financieros que se originen por la
constitución y uso de los fondos fiduciarios”.
Asimismo, el art. 5º, inc. a) de la LSF, según la redacción de la ley 25.565, de presupuesto
para 2002, también establece que “Toda creación de organismo descentralizado, empresa
pública de cualquier naturaleza y Fondo Fiduciario integrado total o parcialmente con
bienes y/o fondos del Estado nacional requerirá del dictado de una ley”.
En segundo lugar, de acuerdo con su actual redacción, el cap. III de la LAF incluye a los
fondos fiduciarios, ya que ahora se refiere al régimen presupuestario de las empresas
públicas, fondos fiduciarios y entes públicos no comprendidos en la Administración