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La inmanencia en cuestión...

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La inmanencia en cuestión III.


Tópicos del Seminario, 33.
Enero-junio 2015, pp. 131-161.

La inmanencia en cuestión:
¿una condición de la interdisciplinariedad?

Ivan Darrault-Harris
Universidad de Limoges

Traducción de María Luisa Solís Zepeda

En el presente, preguntarse sobre la inmanencia o, de manera


más ruda, someterla a cuestión,* es un tema actual en semiótica.
Ya a nadie le molestará este hecho, por el contrario, la puesta
en cuestión de este principio no es en absoluto nueva, pues tiene
más de medio siglo1 de historia en nuestra disciplina; y desde
su surgimiento, en el entrecruce de flujos interdisciplinarios, se
advertía ya que la sociología, la antropología y la fenomenolo-
gía, como sabemos, son poco inmanentistas. Esta historia, que
debería ser el objeto de un estudio sistemático, serio y profundo,2
muestra que en el seno mismo de la Semiótica de la Escuela de
París se han entrelazado y cohabitado, más o menos pacífica-

*
Esta expresión es, en francés, ciertamente antigua, sinónimo de torturar.
1
Si admitimos que el inicio de la Semiótica de la Escuela de París se sitúa
en 1956, con la aparición del artículo de Greimas « L’Actualité du saussurisme »,
Le Français moderne, núm. 24, pp. 191-203.
2
Se consultará, de Anne Hénault, su Histoire de la sémiotique, París, puf,
coll. « Que sais-je? » (2691) y François Dosse, Histoire du structuralisme, t.
1 : « Le champ du signe, 1945-1966 » ; t. 2 : « Le chant de cygne, 1967 à nos
jours », París, La Decouverte, coll. « La Decouverte/Poche », 2012 (aparecido
inicialmente en 1991 y 1992).
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mente, al menos tres genealogías de corrientes epistemológicas


bien distintas.
Quisiéramos, en un primer momento, esbozar a grandes
rasgos esta triple genealogía, insistiendo de manera especial
sobre dos de ellas, que son menos evocadas por estar menos
íntimamente ligadas a los discípulos más cercanos a Greimas.
Una primera genealogía dominante se origina en Saussure,
quien “dio a luz” a Hjelmslev (aunque el hijo releyó e interpretó
al padre), el cual tuvo, como se sabe, una influencia decisiva
sobre Greimas (lo que lo liga en Egipto a Barthes, en los años
1950) y la primera elaboración de su semiótica. Pero una segunda
genealogía (encontrada por Greimas en Merleau Ponty, citado
desde La actualité du saussurisme) se desarrolla de manera
casi contemporánea; la que parte de Husserl, se continúa con
Merleau- Ponty y sobre todo con Benveniste, genealogía bien
representada por Jean-Claude Coquet, que siguió sus cursos en
el Colegio de Francia. Y es esta corriente que incluye a Paul Ri-
cœur la que responde opuestamente al principio de inmanencia,
en un movimiento considerado como responsable del fin del
estructuralismo puro y duro de los años 1960.
Hay, finalmente, una tercera genealogía contestataria del
principio de inmanencia que se encarna en Claude Lévi-Strauss
(pero que nos recuerda el diálogo polémico entre él y Ricœur),3
en la que se ha entrevisto tardíamente la identidad,4 gracias a
los trabajos de Jean Petitot,5 y la revelación de que desciende
intelectualmente no de los formalistas y logicistas, sino de la
tradición morfológica.

3
Cfr. Paul Ricœur, « Structure et hérmeneutique » y la discusión con Claude
Lévi-Strauss, Esprit, 1963, 11, pp. 596-653.
4
Cfr. la conversación con Didier Eribon. En Claude Lévi-Strauss, De prés
et de loin, París, Édition Odile Jacob, 1988.
5
Cfr. Jean Petitot, 1999, « La généalogie morphologique du structuralisme »,
número especial en homenaje a Lévi-Strauss ». En M. Augé (ed.), Critique, pp.
620-621 y pp. 97-122; también, del mismo autor, Morphologie et esthétique, G.
P. Maissoneuve et Larose, París, 2004, Anexo 1, « La génealogie morphologique
du structuralisme », pp. 69 y ss.
La inmanencia en cuestión... 133

Y es, desde nuestro punto de vista, esta identidad original,


distinta, la que desemboca en una definición diferente de la
noción de estructura, que originó a nuestro modo de ver el dis-
tanciamiento progresivo entre Lévi-Strauss y Greimas,6 desde
1970 (fecha de aparición de En torno al sentido).
Se considerará, en primer lugar, esta genealogía que in-
cluye a Jean Petitot, para regresar después a la encarnada por
Jean-Claude Coquet y finalizar situando epistemológicamente
nuestras propias investigaciones y trabajos que han desembo-
cado en la proposición de una psicosemiótica y además de una
ethosemiótica en el dinamismo de una necesaria y posible inter-
disciplinariedad. Porque es el autor de la teoría de las instancias
(que él prefiere llamar semiótica subjetal) quien me ha permitido
sostener epistemológica y teóricamente mis investigaciones.

1. Una triada genealógica

1.1. La verdadera genealogía de Claude Lévi-Strauss


Es, por lo tanto, a Jean Petitot a quien debemos haber puesto
en evidencia de manera sorprendente la genealogía morfológica
del estructuralismo, a partir de la revelación tardía que le confía
Claude Lévi-Strauss a Didier Eribon, quien lo interrogaba sobre
el origen de la noción, capital, de transformación, sobre la iden-
tidad de los autores de esta herencia:

[Yo no la he pedido prestada] ni a los logicistas ni a los lingüistas.


Me viene de una obra que ha jugado para mí un rol decisivo y que
leí en los Estados Unidos durante la guerra: On Growth and Form,
en dos volúmenes, de D’Arcy Wentworth Thompson, aparecido por
primera vez en 1917. El autor naturalista escocés […] interpretaba
como transformaciones las diferencias visibles entre las especies u

6
Cfr. nuestro artículo en línea: « La rencontré Greimas/Lévi-Strauss: une
convergence éphémère? », Actes Sémiotiques, núm. 112, 2009. Disponible en:
http://epublications.unilim.fr/revues/as/1693.
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órganos animales o vegetales en el seno de un mismo género. Eso fue


una iluminación, sobre todo porque yo me había dado cuenta rápida-
mente de que esta manera de ver se inscribía en una larga tradición:
detrás de Thompson, estaba la botánica de Goethe, y antes de Goethe,
Alberto Durero con su Traité de la proportion du corps humaine.7

Se comprende desde entonces las protestas recurrentes de


Lévi-Strauss, cuando él se veía indebidamente amalgamado al
grupo formado por Foucault, Lacan y Barthes a pesar de que él
reivindicaba, además de la genealogía morfológica, su pertenen-
cia a la familia de Dumézil y Benveniste.
Podremos constatar que el descubrimiento de Thompson es
contemporáneo de los trabajos de Jakobson (conocido en los
Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial). Y Lévi-
Strauss recuerda muy claramente su apego desde la infancia a
las ciencias de la naturaleza: zoología, botánica, geología, y a la
referencia naturalista. Y lo que él retomó está en una lingüísti-
ca compatible con su propia concepción de la estructura (muy
alejada de la definición hjelmsleviana tan conocida):

Yo diría incluso que todos los errores, todos los abusos cometidos
sobre o con la noción de estructura provienen del hecho de que sus
autores no han comprendido que es imposible concebirla separada de
la noción de transformación. La estructura no se reduce al sistema:
conjunto formado de elementos y de relaciones que los unifican. Para
que se pueda hablar de estructura, debe ser entre los elementos y las
relaciones de muchos conjuntos que aparezcan en relaciones invarian-
tes, de tal modo que podamos pasar de un conjunto al otro por medio
de una transformación.8

7
Claude Lévi-Strauss, De prés et de loin, op. cit., pp. 158-159, apud Jean
Petitot, op. cit., p. 69.
8
Ibid., p. 159, p. 71. Podemos comprender hasta qué punto el análisis, por
Greimas, de un mito aislado ha sido provocador para Lévi-Strauss, más aún que
su selección del eje sintagmático. Se trata de « Pour une théorie de l’interpretation
du récit mythique », publicado en Communications, núm. 8, 1966 e inserto en
homenaje a Lévi-Strauss como capítulo en En torno al sentido. Ensayos semió-
ticos, Madrid, Fragua, 1973.
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Se constata, por lo tanto, en Lévi-Strauss un doble cuestio­


namiento del principio de inmanencia hjelmsleviano: por una
parte, la imposibilidad de acceder a la comprensión de un sistema
aislado y la necesidad de investigar, gracias a las transformacio-
nes, unas propiedades idénticas dentro del sistema aparentemen-
te diferentes, y por otra parte, la permanencia de un cierto tipo
de naturalismo, es decir, su gusto permanente, recordémoslo,
desde la infancia y a lo largo de toda su vida, por las ciencias
naturales, lo que lo llevó a relacionar muy estrechamente los
conceptos de estructura y forma natural.
Jean Petitot insiste entonces y con razón sobre el rescate por
Lévi-Strauss de la tesis central de Goethe que identificaba
la teoría de las formas con la teoría de las transformaciones. Y la
“ciencia de lo concreto” que él investiga consiste precisamente
en rehabilitar lo sensible poniéndolo en el mismo nivel que lo
inteligible. Y Lévi-Strauss valoriza estéticamente las formas
naturales:

Como yo lo veo, el hombre debe persuadirse de que ocupa un lugar


ínfimo dentro de la creación, que la riqueza de ella lo desborda, y que
ninguna de sus invenciones estéticas rivalizará jamás con aquellas
que ofrece un mineral, un insecto o una flor.9

1.2. De Lévi-Strauss a Jean Petitot

Los trabajos de Jean Petitot10 se inscriben en esta genealogía


morfológica, de toma de distancia con el principio estricto de
inmanencia, pero con especificaciones de los rasgos de identidad
propios, debido a su formación en matemáticas y en ciencias
9
Ibid., p. 241.
10
Para los pasajes que siguen, enviamos al lector al debate Coquet-Petitot
que tuvo lugar en el seno del Seminario de Semiótica de la ehess de París, y
publicado en línea en el número 114 de las nas, Phénoménologie et sémiotique,
2011. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/1126. La fuente de
este debate fue la aparición, en 2007 en las Presses Universitaires de Vincennes,
de la obra de Coquet titulada Phusis et Logos.
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de la naturaleza, lo que lo lleva a criticar el formalismo de tipo


logicista que se impuso en los modelos estructuralistas que
desem­bocaron, por ejemplo, en un rechazo a la física. Regresare-
mos también sobre la introducción, necesaria para él, del estrato
fenomenológico de la naturaleza, lo que se aleja radicalmente de
la posición inmanentista.
En su discusión con Jean-Claude Coquet, de la que se desa-
rrollarán más tarde las tesis anti-inmanentistas, y de acuerdo con
él, Jean Petitot desea, pues, reintroducir en un buen lugar la na-
turaleza (la physis), y la fenomenología del aparecer sensible: el
lenguaje está, por lo tanto, para él, anclado en la naturaleza, en lo
viviente (el cuerpo fenomenológico). El principio de inmanencia
desembocaba en una reducción drástica del espesor del lenguaje.
Una vez dicho esto, históricamente, este principio tuvo en esen-
cia un valor metodológico, que permite un aislamiento positivo
para la construcción de una semiótica autónoma, independiente
de las fuerzas trascendentales que obran en biología, psicología
y en la sociología, por nombrar sólo algunas disciplinas. Pero es
en el momento en el que la metodología se ontologiza cuando
surge el dogma de los límites.
De este lado de la fenomenología de la percepción, un punto
capital es, para Jean Petitot, que existe un nivel morfológico,
macroorganizacional de la naturaleza, nivel en el que emergen
formas naturales (he aquí el objeto de la corriente que va de
Goethe a Thom). La existencia de esas formas permite eso que
Jean Petitot llama la fenomenalización de la naturaleza para su-
jetos percibientes: es, por lo tanto, lo morfológico lo que permite
la fenomenología de la percepción, la cual toma a su cargo ese
nivel morfológico que, por vía de la actividad enunciativa del
sujeto hablante, va a ser traducida a un nivel más abstracto y
conceptual (el logos).
Y Jean Petitot señala, a la vez en Husserl y Merleau-Ponty,
las relaciones que ellos hacen aparecer entre fenomenología de la
percepción y la problemática morfológica. Es en este último, en
que se puede notar muy particularmente, en sus últimos cursos
La inmanencia en cuestión... 137

en el Colegio de Francia, un pasaje de la fenomenología de la


percepción a una verdadera filosofía de la naturaleza.
Por lo tanto, Jean Petitot coincide bastante con Coquet en su
crítica del estructuralismo formal, que engendra una separación
radical del logos y de la physis, y, al eliminar la dimensión de
la physis, excluye la historicidad, sustancialidad del sentido, y
del cuerpo, sin olvidar toda la problemática de la enunciación
desarrollada por Benveniste.
Es necesario volver a tejer el vínculo entre logos y physis, lo
cual pasa por una resurrección del cuerpo propio, el Leibkörper
de Husserl, cuya concepción de que el estrato del sentido surge
del cuerpo propio se resume en la siguiente observación: “La
aprehensión del cuerpo (Leibkörper) como corporeidad carnal
fundadora (el Leib) sirve de cimiento constitutivo para la apre-
hensión comprensiva del sentido”.11
Compartiendo los puntos comunes esenciales en la crítica del
principio de inmanencia que excluye la physis, Jean-Claude Co-
quet (a quien volveremos) se dirige hacia una subjetivización de
la physis, mientras que Jean Petitot apunta a su naturalización. Y
su búsqueda es la de comprender cómo las ciencias de la natura-
leza pueden articularse con la fenomenología. Sobre este asunto
Jean Petitot es llevado a responder a la crítica formulada por
Coquet según la cual “la naturalización del espíritu y del sentido
subordina la physis al logos”.12 Su justificación amerita que nos
detengamos, ya que Petitot defiende de manera muy convincente
un indispensable recurso al logos, en cuanto iniciamos un trabajo
de modelización (que presupone simulaciones informáticas y
formalizaciones matemáticas). Pero hoy ya no estamos bajo las
consecuencias mutilantes de la ciencia moderna post-galileana,
es decir la supresión de lo morfológico que desemboca en una
imposibilidad de capturar la fenomenologización de la natu-

11
Citado en la intervención de Jean Petitot en el curso del debate con Jean-
Claude Coquet. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/as/2730.
12
Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos. Une phénoménologie du langage,
Presses Universitaires de Vincennes, 2007, p. 80, nota 29.
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raleza. No es por ello que las nuevas ciencias de la naturaleza


no otorguen el monopolio al logos, que sin duda sí le dan a las
matemáticas, pero no tienen la intención de reducir el objeto al
logos: las ciencias de la naturaleza siguen siendo empíricas. Al
retomar a Roger Cambon, Petitot concluye este punto capital:

El problema es saber qué concepto de naturaleza necesitamos para


comprender la fenomenalización de la naturaleza, es decir una natu-
raleza que debe llevar en ella misma la posibilidad de su fenomena-
lización. Si se quiere evitar un idealismo proyectivo según el cual lo
mental construiría por sí solo la fenomenalidad, hay que comprender
cómo la naturaleza es capaz de producir ese nivel de fenomenalidad
organizada.13

Si, por lo tanto, para resumir, Jean Petitot comparte amplia-


mente la crítica del estructuralismo formal impugnando la
sumisión al principio de inmanencia, sostiene así el anclaje
del logos en la physis, él define su posición como defendiendo
una naturalización de la physis a través de la morfodinámica
thomiana.

1.3. Merleau-Ponty, Benveniste, Coquet

Si Jean Petitot, como lo hemos visto más arriba, participa a la


vez de la genealogía morfológica y de la fenomenológica, por
su parte Jean-Claude Coquet, nuestro iniciador en semiótica,
desde 1965 en la universidad de Poitiers (Greimas venía de ser
elegido director de estudios en la ephe, sección sexta, de París),
ubica su trabajo en la línea iniciada por Merleau-Ponty y en
especial en Benveniste, del que siguió los cursos en el Colegio
de Francia. Su última obra titulada Phusis et Logos,14 cuya pu-
blicación dio lugar al debate con Petitot, reafirma con fuerza la

13
Debate Petitot-Coquet. Disponible en: http://epublications.unilim.fr/revues/
as/2730.
14
Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos…, op. cit., 2007, p. 283.
La inmanencia en cuestión... 139

defensa del principio de realidad en oposición al de inmanencia:


“¿El lenguaje puede abrirse a la realidad en la que habitamos?”15
Dos universos aparecen: uno, el del pensamiento y su soporte,
el logos; el otro, el de la physis, de la naturaleza. No podemos,
pues, desde la perspectiva de la fenomenología del lenguaje,
eliminar este último para no retener más que el primero: la cues-
tión central es la de la articulación entre los dos universos, de la
traducción, dicho también por Coquet, de la physis en el logos.
La distinción de estos dos universos es la que necesariamente
tiene que poner en relación naturalmente las instancias que per-
tenecen propiamente a estos territorios distintos: hay que

[…] disociar la instancia que percibe de la que piensa. Una corporal,


muda por la pasión […] establece su relación con el mundo, es el
tiempo de la captura sobre el universo sensible; la otra, judicativa
(ella hace conocer su juicio), establece la rendición de cuentas de su
experiencia, es el tiempo del retorno.16

Retomando la distinción entre la lengua (cuyo examen de


estructuras puede depender del principio de inmanencia) y el
lenguaje (en el que el análisis exige el recurso al principio de
realidad), Coquet, que al alejarse de la pregunta: ¿cómo se dice
el ser?, hace la pregunta filosófica para él de mayor importancia:
¿cómo el ser se dice?
La respuesta, una vez más (cfr. la instancia corporal), está
provista por el estatuto del cuerpo, que es capaz de enunciar su
relación con el mundo: aquí se esboza la noción central de ins-
tancia enunciante. Del lado de la instancia judicativa que retoma
así la primera captura del mundo, encontramos una “persona”
que se enuncia como yo, convocando ahí el plano de la lengua.
Aquí se constata que la actividad lingüística, el logos, tra­
duce de hecho la realidad, o, para retomar la feliz formulación
de Benveniste, la re-produce. Lejos de aislar como único objeto de

15
Contraportada de la obra.
16
Jean-Claude Coquet, op. cit., p. 5.
140 Ivan Darrault-Harris

investigación posible el logos, el lingüista que adopta el punto


de vista fenomenológico relacionará continuamente lenguaje
(con la condición de que se le considere constituido por physis
y logos), mundo y ser.
Así, la concepción misma de ese continuum llevará a pri-
vilegiar, en el examen de la lengua, eso que Coquet llama los
predicados de realidad o más aún, los predicados somáticos
(que expresan la primera relación cuerpo/mundo, lo sensible):
“[…] que señalan la percepción, la duración de un fenómeno,
su aparición y su desaparición, o el contacto, en particular la
posición en el espacio, la proximidad o la lejanía, o el grado de
un afecto, etc.”.17
Y la conclusión del prólogo insiste con justa razón sobre el
proceso de proyección: “[…] una de las piezas esenciales de la
semiótica de las instancias.”18 La proyección implica en efecto
la articulación entre physis y logos y, sobre todo, “[…] la cola-
boración entre autonomía y heteronimia”.19
Haciendo referencia al análisis que Merleau-Ponty ha podido
hacer de una novela de Claude Simon, Coquet recuerda que el
autor de una obra literaria no es más que el resultado de una pro-
yección que, enunciándose, da expresión o no al universo de la
physis. Entonces un narrador puede ser él mismo proyectado en-
gendrando a su vez personajes, etc. Se entiende aquí la puesta en
marcha del proceso de objetivación que, recibido por el auditor
o el lector, debe activar a su vez un proceso de re-constitución,
para remontar al origen del proceso generativo. Ahora bien, hay
que notar que “[…] los procesos objetivantes conducen poco a
poco, irreversiblemente, al rechazo de la experiencia sensible por
no retener más que la experiencia de pensamiento en el que el
tercero trascendente es el amo en el régimen de heteronimia”.20
No es, por lo tanto, excluido de tal régimen del discurso (de

17
Ibid., p. 8.
18
Ibid., p. 11.
19
Loc. cit.
20
Ibid., p. 12.
La inmanencia en cuestión... 141

ambición objetal); no le da finalmente lugar más que al logos,


sustituyendo a la pareja enunciar/enunciarse (que articulaba, lo
hemos visto, physis y logos) la pareja contar/contarse.
Por primera vez, al menos de manera tan exigente como mi-
nuciosa, Coquet, de Aristóteles a Merleau-Ponty y Benveniste,
encuentra y subraya el hilo conductor de una reflexión que asocia
filósofos, logicistas y lingüistas en la tentativa de aproximar la
problemática de la interfaz physis/logos. Se señalará, entre otros
descubrimientos, la importancia confirmada de un participante
del Círculo Lingüístico de Praga, Hendrik J. Pos, el cual hace
eco de los aportes del “segundo” Husserl al renunciar al for-
malismo. Y Coquet cita a Merleau-Ponty, quien reconoce los
méritos de Pos

[…] al definir la fenomenología del lenguaje, no como un esfuerzo por


recolocar las lenguas existentes dentro del cuadro de una eidética de
todo lenguaje posible, es decir para objetivarlas ante una conciencia
constituyente universal e intemporal, sino como un retorno al sujeto
hablante, a mi contacto con la lengua que yo hablo.21

Esta genealogía firmemente diseñada lleva a nuestro autor a


volver sobre una distinción (central desde Le discours et son su-
jet, 1984) que fundará su tipología de las instancias enunciantes,
la que discrimina las operaciones de aserción y de asunción.
Es por lo tanto la oposición predicación/aserción la que apa-
rece como fundadora de la tipología del actante sujeto. Coquet
parte aquí de Benveniste, que reconoce la sobredimensión del
acto de enunciación, pero, como se verá inmediatamente, la
sobrepasa. Mas él encuentra en Aristóteles, mucho antes de las
proposiciones de Port-Royal, una notable y profética cita: “no
es necesario que eso que alguien dice, él lo sostenga también”.22
Coquet disocia, en efecto, las dos operaciones al hacer de la

21
Maurice Merleau-Ponty, Signes, Gallimard, 1960, p. 106, apud Coquet,
Phusis et Logos, p. 22.
22
Aristóteles, Metafísica 1005b, apud Coquet, op. cit., p. 33.
142 Ivan Darrault-Harris

sola predicación la característica del no-sujeto (noción que


Benveniste no ha osado hacer) y, por el contrario, de la pareja
predicación/aserción (que dice ego y que se dice ego) el trazo
definitorio del sujeto. Retomando la terminología del gramá-
tico Lucien Tesnière, Coquet distingue por lo tanto el primer
actante (sujeto y no sujeto), el segundo actante (objeto) y el
tercer actante (Destinador).
Nosotros no tenemos oportunidad de utilizar el comox 23 o
el toba,24 lenguas amerindias en las que en la morfología se nota el
grado de asunción, de responsabilidad del agente en cuanto a su
acto. Y el índice formal yo, en francés es temiblemente polisémi-
co dentro de su capacidad de reenviar a instancias enunciantes
sin embargo bien distintas.
Deseoso de descubrir « Le jeu des instances et des pronoms
personnels dans l’analyse du discours » (título del tercer texto
de la segunda parte de la obra), el lector, gracias a los numero-
sos ejemplos literarios, será convencido de la “plasticidad de
los indicadores formales” 25 y, por lo tanto, de la necesidad
de sobrepasar los efectos de homonimia superficial: el yo de
“Yo veo el cielo” no es el yo de “Yo comprendo el libro”, por
ejemplo. De ahí la desambiguación que pueden aportar los
nombres metalingüísticos propuestos: el primer yo recibirá el nom-
bre metalingüístico de Se; el segundo, de Yo. En cuanto a las
instancias manifiestas en esos dos casos, es el no-sujeto de lo
que se trata en la percepción del cielo, y del sujeto en el acto
de comprensión del libro.
La historia que cuenta Freud de la baronesa parturienta (« Du
role des instances »)26 permitirá añadir las piezas faltantes en el
23
El comox, citado por Claude Hagège, se habla en la Columbia británica y
posee un juego de sufijos del radical verbal que indica el grado de responsabilidad
del agente.
24
El toba, hablado sobre todo en los suburbios de Rosario, Argentina, posee
un paradigma de pronombres sujetos que corresponden, mutatis mutandis, a las
instancias enunciantes de Coquet.
25
Jean-Claude Coquet, Phusis et Logos, p. 145.
26
Ibid., p. 220.
La inmanencia en cuestión... 143

sistema de las instancias y de los actantes en juego en la produc-


ción del discurso. Ese pequeño capítulo tiene además el mérito
de abordar claramente las relaciones entre la semiótica de las
instancias y el psicoanálisis.
Resumamos ese breve relato: el médico obstetra juega a las
cartas con el marido de la parturienta baronesa esperando que
llegue el momento de intervenir; ésta exclama en francés: “¡Ay,
Dios mío, cómo sufro!” El médico permanece en calma, expre-
sando al marido que el momento aún no ha llegado. La baronesa
se expresa un poco más tarde en alemán: “Was für Schmerzen!”
(¡Dios, qué sufrimiento!”). El médico no pierde aún la calma,
siguiendo con la partida de cartas con el marido. Se escucha
entonces un grito inarticulado en yiddish: “Ai, ai, waih!”. El
médico tira las cartas y dice: “¡Es el momento!”.
Coquet comenta: “la llamada en francés es el hecho de que
alguien conserva aún el control de la situación; el gemido en
alemán manifiesta un debilitamiento del control y el grito, de su
pérdida”.27 En otras palabras, la enunciación en francés se refiere
a la instancia del sujeto, el grito a la instancia del no-sujeto, y
la enunciación en alemán a una instancia intermedia, “en vía de
despersonalización, un cuasi-sujeto”.28
Falta interrogarse sobre el estatus autónomo o heterónomo
de esos actantes en el origen del discurso. Expresándose en un
primer tiempo en francés, lengua cultural que le impone un “ter-
cero institucional y trascendente” —la Sociedad— encontramos
un sujeto heterónomo. Es en contraste un tercero inmanente,
productor de un sentido de sufrimiento, que transforma al sujeto
en no-sujeto heterónomo. Coquet concluye: “Gracias al alumbra-
miento, a esa fuerza biológica que actúa en ella, en su carne, la
mujer conserva ese privilegio de no romper el contacto con el
mundo ‘primitivo’”.29

27
Ibid., p. 221.
28
Loc. cit.
29
Loc. cit.
144 Ivan Darrault-Harris

1.4. Las condiciones de la interdisciplinariedad

He planteado30 recientemente, claro que breve y muy sucinta-


mente, el problema de la relación de la semiótica con las ciencias
humanas, el problema, más allá de la pluridisciplinariedad, el de
la interdisciplinariedad.
Si la pluridisciplinariedad supone una convergencia de dis-
ciplinas muy distintas, y que permanecen enfocadas hacia un
solo objeto, la interdisciplinariedad, además de esta convergen-
cia, provoca una modificación significativa de cada una de las
disciplinas comprometidas en este proceso, modificación que se
puede captar en los niveles epistemológico, teórico o metodoló-
gico: el cuestionamiento del principio de inmanencia nos coloca
en ese primer y fundamental nivel.
Nuestra tesis: si la pluridisciplinariedad no presupone un
tal cuestionamiento epistemológico, incluso en el nivel que sea,
sin embargo, la interdisciplinariedad, me parece, lo presupone
necesariamente.
Es conocido mi compromiso31 en la investigación de una tal
interdisciplinariedad al conjugar por un lado el psicoanálisis,

30
Durante la segunda sesión del Seminario de Semiótica de París, el 20 de
noviembre de 2013, Coquet declaró: “Yo quisiera, primero, recordar el problema
que ha sido para nosotros un motivante durante algunos decenios, a saber el pro-
blema de la pluridisciplinariedad […]. Todos ustedes saben, incluso si ustedes son
muy jóvenes, que la lingüística y sus problemas descansan sobre el vínculo que
hemos hecho con dominios diversos como la antropología, la historia cultural, la
sociología, la psicología, la filosofía y, añade Sapir (antropólogo estadounidense),
la física y la fisiología, aún si los vínculos entre ellos no son evidentes. Esto es lo
que ya decía Sapir en el periodo de finales del siglo xix y principios del xx. Esta
referencia a Sapir, es Jakobson quien nos ha provisto de ella y yo puedo decir que
Jean Petitot ha continuado manteniendo ese papel de mediador entre los dominios
científicos mencionados por Sapir y las ciencias del lenguaje. Por tal motivo, el
trabajo de Jean Petitot es para todo el mundo, para mí en particular, una fuente
constante de reflexión, que me permite renovar mi propia búsqueda”.
31
Entre las numerosas publicaciones que trazan las etapas de la creación de
nuestra psico- y después ethosemiótica, citaremos la presentación general que
constituye el capítulo « La sémiotique du compartement ». En Anne Héneault
(ed.), Questions de sémiotique, puf, coll. « Premier Cycle », 758, pp. 389-425.
La inmanencia en cuestión... 145

y por el otro, la psiquiatría (del infante e incluso del neonato)


con nuestra semiótica.32
Denis Bertrand nos hizo recordar, durante una sesión de
apertura del Seminario (el 6 de noviembre del 2013), la vivaz
actualidad de este tema, como podemos constatarlo en la orga-
nización de imponentes congresos, de la narratividad, del relato,
pero en su total ignorancia, por no decir más, en nuestros propios
trabajos.
Si, como se analizará más adelante, las investigaciones de
Golse —dentro de la genealogía de Fred, Bowlby, Stern, Haag—
nos son infinitamente más abiertas, no es por eso menos cierto
que las referencias a la narratividad que nos afectan más de
cerca se limitan a Paul Ricœur. Y que una gran falta de esas
investigaciones es evidente, lo cual hace, como veremos, que
los proyectos interdisciplinarios sean al mismo tiempo tanto
prometedores como paradójicos. Pero es a la luz de estos pro-
yectos, en la tensión interdisciplinaria, que yo quisiera replantear
el principio de inmanencia. Y no solamente dentro del campo
cerrado de nuestro dominio reservado.
Se puede ver fácilmente que este cuestionamiento es un reto
difícil, porque el principio del que hablamos nos ha marcado
profundamente, en la construcción conjunta de la Semiótica de
la Escuela de París. Es, de alguna manera, constitutiva de nuestra
identidad científica.
Pero los discípulos de Greimas, conscientes de este efecto ce-
rrado que se debió al cumplimiento tan estricto de este principio,
han intentado con todas las artimañas de su inteligencia, aflojar
la presión de los grilletes. Denis Bertrand ha traído a colación la
propuesta de Jacques Fontanille, de llevar a cabo una dilatación
del principio de inmanencia y establecer múltiples niveles. Él
mismo ha propuesto, también, a partir de su estudio del Quijote,

32
Es esta preocupación interdisciplinaria perseverante la que ha motivado
la invitación, el año pasado, de Bernard Golse y mi preparación, actualmente,
de una monografía en las Actes Sémiotiques sobre el tema de la clínica de la
narratividad.
146 Ivan Darrault-Harris

la noción de régimen de inmanencia que nos permite escapar de la


terrible deóntica del principio que, al declinarse en regímenes,
sería regido por el juego de la veridicción. Las dos propuestas,
que debemos continuar poniendo a prueba, tienen en común que
ambas defienden una pluralización del principio de inmanencia,
poniendo una vez más en duda una peligrosa singularidad.

2. Aperturas interdisciplinarias

Si la larga colaboración con Jean Petitot y la responsabilidad


común del Seminario de Semiótica de la ehess de París han
permitido, entre otras cosas, una investigación compartida
sobre la percepción de las obras de arte pictóricas a través del
concepto heurístico de no-genericidad,33 son mis trabajos de
psico- y ethosemiótica los que quisiera evocar en este segundo
apartado, para mostrar, por ejemplo, en qué medida la teoría
de las instancias de Coquet, el compartir la puesta en cuestión del
principio de inmanencia,34 ha constituido una base sólida de
mis trabajos y han abierto verdaderamente las relaciones in-
terdisciplinarias.
La teoría de las instancias de Coquet, como hemos visto, toma
posición en el marco de la inmensa problemática que constituye
la correlación Sujeto/Mundo, al poner el acento más bien del lado
del sujeto (la subjetivización de la physis) mientras que Petitot
elige el lado del Mundo.
Y es el enriquecimiento instancial que recubre la noción de
sujeto el que abre un campo interdisciplinario considerable, y

33
Cfr. nuestro estudio de un díptico de Cranach el Viejo: « Non-generacity
as anInvariant of Readability of Pictures », Cognitive Semiotics, núm. 5, otoño
2009, pp. 93-102.
34
Hemos descubierto con placer que la crítica del principio de inmanencia
estaba ligado estrechamente al de los principios duros que rigen la constitución
del marco psicoanalítico tradicional. Sobre ese punto se puede consultar nuestro
artículo “La estratificación del espacio psicoterapéutico”, en Tópicos del Semi-
nario, núm. 24, Puebla, México, buap, 2010, pp. 55-70.
La inmanencia en cuestión... 147

muy actual, con el psicoanálisis del infante. Los paidopsiquiatras


están comprometidos en las investigaciones de la comprensión
de la constitución primera del proceso de subjetivización en los
más pequeños infantes, sin olvidar los problemas y patologías
que afectan ese proceso, como en el autismo.
La movilización de la teoría de las instancias nos ha permitido
calcular las posiciones subjetales adoptadas por el paciente, para
los propósitos de diagnóstico de sus padecimientos y patologías,
pero también de elaboración de estrategias terapéuticas adapta-
das. Por otra parte, la consideración del cuerpo como instancia de
base de la producción de las significaciones no verbales y verba-
les ha esclarecido el análisis de compartimientos que surgen en
el periodo de profunda mutación corporal que es la adolescencia.
Finalmente, es el trabajo común entablado con los especialistas
de la primera infancia el que abre una investigación estimulante
sobre la génesis precoz de la instancia sujeto durante el primer
año de vida del bebé.

2.1. El cálculo de las posiciones subjetales

Este cálculo nos ha permitido elaborar una definición semiótica


de una entidad nosológica bastante indeterminada, la de sujeto
estado-límite o mejor borderline, sujeto no integrable ni a la
estructura psicótica ni a la estructura neurótica. A tal punto que
un psiquiatra, Bergeret, propone una estructura específica para
rendir cuenta de la economía psíquica y de comportamientos de
ese tipo de sujeto, cada vez más frecuente hoy en día.
Partiendo a la vez de significaciones no verbales (gestualidad,
postura, mímica, etc.) y de los discursos verbales, hemos podido
mostrar que el sujeto en cuestión es un sujeto encrucijada que
asume, a veces muy brevemente, múltiples posiciones subjeta-
les. Oscilando entre la del sujeto y la del no-sujeto, como para
experimentarlas y captar también las reacciones y proposiciones
del terapeuta confrontado a esos ensayos subjetales.
148 Ivan Darrault-Harris

Nos referiremos, para ilustrar el análisis, a un caso clínico


por otro lado largamente desarrollado en nuestra obra: Pour une
psychiatrie de l’ellipse.35 Se trata de un adolescente —Yann—
que manifiesta al principio de la terapia (conducida por J. P.
Klein) un cierto número de rasgos psicóticos clásicos: estereo-
tipias gestuales (movimientos repetitivos de la cabeza, gestos
masturbatorios), estereotipias verbales,** y problemas masivos
de contacto.
Partamos, para fundamentar el análisis, de una sesión muy
corta que se presenta bajo la forma de un diálogo entre nuestro
paciente y su terapeuta:
Yann (reprimiendo su estereotipia): “¡Oh!... ¡Dormir!”
Terapeuta: “¿Se puede uno quedar todo el tiempo bajo las
sábanas?
Y: “Ya dejo de trabajar”
T: “Idealmente, ¿qué harías?”
Y: “No haría nada, ah, dormir”
T: “Calientito, con mi lechita, en la camita, como un pequeño
bebé”
Yann se voltea entonces, de repente y por primera vez, hacia
el terapeuta y afirma: “Tengo más de dos años, increíble lo que
uno crece, soy más grande que mi perro”
T: “Eh, ¡sí!, incluso si no lo queremos, crecemos”
Y: “¿Es una amenaza? (él suspira y murmura como si hablara
a una sombra)”
Y: “Mañana, me repongo: tengo frías las manos, renuncio”.
Si la estereotipia verbal que abre esta corta sesión (“¡Ah!...
¡Dormir!”) remite a la instancia del no-sujeto (ausencia de meta-
querer [anotado como no q], de distancia entre el acto y su “au-
tor”), no pasa lo mismo con lo que sigue que muestra el acceso

35
Con J. P. Klein, Limoges, pulim, 2010.
**
“¡Ah! ¡Dormir!”, “¡Qué! ¡Qué! ¡Pierdo la cabeza!”: he aquí los dos únicos
estereotipos que constituían su lenguaje antes de iniciar la terapia.
La inmanencia en cuestión... 149

al estatuto del sujeto (inicio del diálogo: “No haría nada, ah,
dormir”: inserción de la estereotipia en una cadena discursiva).
Esta nueva declaración corresponde a la secuencia modal q-ps
que manifiesta la ausencia de tensión hacia un objeto de valor, el
no-poder y el no-saber: esta nueva posición es la más próxima
de la del no-sujeto.
Después de la provocación del terapeuta, en forma de can-
taleta, la fórmula de identidad (“Tengo más de dos años…”)
corresponde ahora a la secuencia sp-q, signo de una identidad
fragmentada, pero positiva.
Y al final de la sesión introduce el pasaje, por primera vez,
de la mira paradigmática a la mira sintagmática, con la apari-
ción de la relación presente-futuro: “Mañana, me repongo…”
La fórmula es qps: el sujeto se muestra como sujeto de bús-
queda, en una mira de apropiación de todo objeto de valor.
Entonces hemos ya encontrado, a través del diálogo, la casi
totalidad de las posiciones posibles del sujeto (no-sujeto, sujeto;
mira paradigmática y sintagmática), la inestabilidad es tal que al
final del “diálogo” se manifiesta un retorno a la posición negati-
va qps que indica sobre la dimensión sintagmática, esta vez, la
ausencia de mira de apropiación de un objeto de valor.

qps

El sujeto parece, por lo tanto, recorrer las etapas de un ciclo,


incluso si el punto de llegada, al final de la sesión, no es idéntico
al punto de partida: en efecto, el sujeto no regresa a la posición
de no-sujeto, en la cual él había comenzado la sesión.
Un fenómeno físico (debemos la idea de esta aproximación a
Jean Petitot) el de histéresis (del griego husterein: ‘estar retrasa-
do’) merece ser evocado aquí, una vez que se habla comúnmente
de ciclo de histéresis: “retraso del efecto sobre la causa en el
comportamiento del cuerpo sometido a una acción (elástica o
magnética) creciente, después decreciente” (Le Petit Robert).
150 Ivan Darrault-Harris

Un primer interés del ciclo de histéresis reside entonces, pri-


mero en su pertinencia muy general, este hecho que da cuenta
del resultado del encuentro entre un cuerpo y una fuerza, sea
ella magnética o, simplemente, mecánica: la imantación o la
deformación parecen regidas por las mismas leyes.
Es a priori seductor considerar que el encuentro terapéutico
entre dos cuerpos podría participar también, mutatis mutandis,
de una gran ley del universo físico.
Es, como señalábamos, más bien el magnetismo que estare-
mos tentados en pensar inmediatamente, en la medida en que
el terapeuta, dentro de los principios que rigen para nosotros el
tratamiento, se esfuerza (lo hemos visto en el ejemplo anterior)
por enviar al paciente una interpretación parcial —neurótica—
de su discurso, de su gestualidad que sin embargo presenta
características de la psicosis. Se trata entonces para el terapeuta
de crear un campo capaz de atraer al otro sujeto hacia otro es-
tado más próximo del suyo propio (evitando, por supuesto, que
el cuerpo imantado se pegue al que imanta, en una proximidad
cuasi-fusional). Pero, tanto en la experiencia descrita arriba
(imantación de un cuerpo ferromagnético jamás imantado),
hay inevitablemente, en la relación terapéutica, variaciones
del campo, premeditadas o no, que corresponden por ejemplo
a momentos intensos (la provocación por desafío contenido en
la parodia de cantaleta: “calientito, con mi lechita, en la camita,
como un pequeño bebé”) o por el contrario más “neutros” (“en
el mejor de los casos, ¿qué harías?”).
Siguiendo la comparación, señalemos que bajo la influencia
del “campo” creado por las interpretaciones terapéuticas, el su-
jeto se transforma y, mientras esta influencia se atenúa o cesa,
queda un remanente: el sujeto no vuelve a la posición inicial de
no-sujeto.
La inmanencia en cuestión... 151

2.2. La junción cuerpo/psique en la adolescencia

Sin exhumar aquí los viejos problemas filosóficos de la rela-


ción del cuerpo y del alma, una semiótica preocupada, como
la nuestra, de estudiar de manera original el comportamiento
humano (ethosemiótica) debe, en efecto, apoyarse sobre una
semiótica del cuerpo, pero exige también hacer aparecer el lugar
de articulación del cuerpo y de la psique: semiotización de la
glándula pineal cartesiana, porque es el lugar de constitución
de una semiosis.
Debo la resolución de ese problema (cómo hacer entrar en una
modelización semiótica cuerpo y psique, articulados) al psicoa-
nalista Paul–Laurent Assoun, que invitamos, Jean Petitot y yo, al
Seminario de Semiótica de la ehess que relaciona un importante
descubrimiento de Freud en su notable obra Corps et symptôme.
En la lección iii titulada « Du corps à la névrose: le fantasme
en action », Paul Laurent Assoun cita a Freud:

Sucede muy frecuentemente que, en las personas que están predis-


puestas a la neurosis, sin sufrir precisamente de una neurosis declara-
da [literalmente: floreciendo ( floriden Neurose)], una transformación
corporal (Körperveränderung) —por inflamación o lesión—despierta
el trabajo del síntoma, de tal suerte que ese síntoma dado por la rea-
lidad se hace el representante de todos esos fantasmas inconscientes
que acechan la ocasión de apropiarse de un medio de expresión.36

Una lectura semiótica de esta cita hace ver en esta conjunción


del fantasma y de una transformación corporal, designada como
síntoma, una verdadera operación de semiosis que hace pasar
una neurosis en potencia, virtual por lo tanto, a una neurosis
en acto (recordemos que para Freud la neurosis es más que una
patología, es más bien una forma de existencia psíquica). La
transformación corporal forma así con el fantasma una entidad
36
Sigmund Freud, Leçons d’introduction à la psychanalyse, 1917, xxivème
leçon, «  La nervosité commune  », G. W., xi, 406, apud Paul-Laurent Assoun,
Corps et symptome, t. 1. Clinique du corps, Anthropos, 1997, p. 35.
152 Ivan Darrault-Harris

semiótica que queda virtual, en espera de su convocación: “el


evento del cuerpo orgánico produce así el despertar del síntoma
que ‘estaba adormecido’” (recordemos que Freud compara los
fantasmas con los perros que duermen con un ojo abierto). “Los fan­
tasmas inconscientes pasan a la acción: ‘me toca’, tal es la palabra
del orden del fantasma, en la coyuntura que le ofrece el cuerpo
complaciente”.37 “Sin el detonador central, el ‘problema de salud’,
los fantasmas, hubieran permanecido inactivos, se contentarían
con mirar de reojo su posible realización”. “El fantasma toma
cuerpo, bajo el efecto de la modificación corporal”.38
Por lo tanto, ¿cómo relacionar este bello análisis con la pre-
gunta que nos preocupa actualmente, si la comprensión de un
fracaso de la transmisión*** en el adolescente está ligada a la
cuestión de la mutación corporal de la pubertad?
Antes que nada una aclaración: la adolescencia no es una en-
fermedad, un periodo en que sobreviene una patología orgánica,
sino que es un periodo de transformación corporal profunda, y
hemos visto que Freud insiste sobre este término de Verände-
rung, de transformación de la forma corporal, que llama irresis-
tiblemente la junción semiótica con el fantasma.
Si el cuerpo adolescente no sufre una enfermedad orgánica,
inflamación o lesión, no es menos vulnerable (cfr. la comparación
de Dolto con la langosta que, cambiando de caparazón, es tran-
sitoriamente muy vulnerable), víctima de un efecto de castración
real: la pérdida del cuerpo infantil, tan cómodo y no sometido
a transformaciones incontrolables. A este duelo hay sin duda
que añadir otros dos, el de los genitores del cuerpo infantil, de
los padres, y el del cuerpo soñado hacia el cual no convergen,
lamentablemente, las transformaciones constatadas.
Si es fácil localizar en el adolescente la espectacular trans-
formación corporal, queda evidentemente por descubrir el —o

37
Paul-Laurent Assoun, op. cit., pp. 36-37.
38
Loc. cit.
***
La temática de la transmisión es esa, actualmente, la del Seminario de
Semiótica de París, que nosotros co-organizamos.
La inmanencia en cuestión... 153

los— fantasmas “vigilantes” que constituyen la entidad semió-


tica completa de la que nosotros queremos hacer una —o la—
causa del fracaso constatado de la transmisión.
No es inútil recordar la definición de fantasma (Phantasie)
que está en el origen mismo del psicoanálisis. Muestra su cualidad
de noción particularmente integrable en un modelo semiótico del
comportamiento, desde ahora y ya, entidad narrativa:

Escenario imaginario donde el sujeto es presente y figura, de manera


más o menos deformada por los procesos defensivos, el cumplimiento
de un deseo y, en última instancia, de un deseo inconsciente. El fan-
tasma se presenta bajo modalidades diversas: fantasmas conscientes
o sueños diurnos, fantasmas inconscientes tales que el análisis los
descubre como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto,
fantasmas originarios.39

Es nuestra experiencia clínica del adolescente la que nos ha


permitido descubrir la existencia de un tal escenario fantasmá-
tico, cuya manifestación, según la definición de Laplanche y
Pontalis, puede ser percibido en todos los lugares de la tópica
freudiana, conscientes e inconscientes.
Para hacer comprender mejor la originalidad, evoquemos un
fantasma infantil muy difundido, en el que el sujeto imagina que
sus genitores no son en absoluto sus padres, sino que ha sido
adoptado e incluso comprado a sus verdaderos padres (un amigo,
escritor conocido, imaginaba haber sido vendido por bohemios y
buscaba, con los ojos húmedos, a su verdadera familia desde que
las caravanas se instalaban en su ciudad: encontramos ahí una
coincidencia en particular con la novela del siglo xviii, expansión
literaria del fantasma).
El fantasma adolescente despierto por la mutación de la pu-
bertad es otra: el adolescente imagina la posibilidad de ocupar su
lugar y el de sus genitores, realizando eso que hemos llamado un

39
Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de psicoanálisis,
Buenos Aires, Paidós, 2004.
154 Ivan Darrault-Harris

acto de autoengendramiento. Es por lo tanto una puesta en cues-


tión de las más radicales de la pura transmisión no recusable, el
de un genoma que produce un cuerpo sexuado, sin olvidar que
la psique por sí misma es el resultado de la historia generacional
y de las interacciones familiares.
Ese fantasma activado en la adolescencia, al ligarse con el
cuerpo en mutación, permite comprender el engendramiento
de comportamientos, de conductas típicamente adolescentes, de
conductas riesgosas o aún de producciones simbólicas que
emergen en este periodo, cuyas prácticas de escritura surgen en
la adolescencia

2.3. La génesis precoz del futuro sujeto

Nuestro aporte, que ilustra esta apertura interdisciplinar, se


apoyará sobre el examen de las proposiciones de investigación
común avanzadas en el curso de una sesión memorable del Semi-
nario, en marzo de 2013, por Bernard Golse,**** que nos presentó
su clínica de la narratividad del bebé.
Las investigaciones de Golse se apoyan esencialmente en los
trabajos de Daniel Stern, paidopsiquiatra y psicoanalista ame-
ricano (fallecido en 2012), que hace un elogio a Paul Ricœur y
su noción de identidad narrativa. De manera más precisa, va-
yamos a eso que, en Ricœur, provoca este entusiasmo por parte
de Stern y de Golse, pero también de Sylvain Missonnier:40 ¿No
sería, entre otras cosas, la ausencia de restricciones el principio
de inmanencia?

****
Bernard Golse es psicoanalista y paidopsiquiatra, jefe del servicio en el
hospital Necker de París y profesor de psiquiatría del infante en la Universidad
de París v.
40
Colega de París x, Nanterre, psicoanalista psicoterapeuta especializado en el
cuidado de jóvenes madres en dificultad. Al respecto véase su muy esclarecedor
capítulo « Paul Ricœur, Daniel Stern et Rosemary’s baby: de « l´identité narrative » à
« l´enveloppe prénarrative ». En Golse, B. et Missonnier, S. (eds.), Récit, attachement
et psychanalyse, pour une clinique de la narrativité, Toulouse, Érès, p. 2011.
La inmanencia en cuestión... 155

Paradójicamente, quisiera tratar de mostrar a continuación


que eso puede ser también el lado más bien inmanentista, grama-
tical, de la semiótica que podría constituir un aporte pertinente a
esas investigaciones que están siendo desarrolladas, hasta ahora,
fuera de nuestros propios trabajos.
Lo que justifica, ante todo, para los psicoanalistas y pai-
dopsiquiatras de ese grupo de investigación, el atractivo de
las proposiciones de Ricœur, es la selección de la dimensión
temporal.41 Y la identidad narrativa, huella de la domestica-
ción del tiempo por el ser humano. Ricœur hace del relato
el único medio de expresión y de comunicación de lo vivido
subjetivo del tiempo. Por otra parte, y complementariamente, él
plantea que por el relato, por medio de la puesta en intriga,
permite sobrepasar y sintetizar la heterogeneidad. Citémoslo,
siguiendo a Missonier: “(el relato) es fuente de discordancia
en tanto que emerge, y fuente de concordancia, en tanto
que hace avanzar la historia” (Ricœur, “El sí y la identi-
dad narrativa”, en Sí mismo como Otro, 1990). Sometido a la
puesta en intriga, el Sí como personaje del relato es construido
interiormente y comunicado al Otro gracias a su naturaleza na-
rrativa. La identidad narrativa es, consecuentemente, elaborada
en el f lujo temporal, manifestación de nuestra continuidad
de existencia y también de nuestra pertenencia a nuestra
comunidad.
Un segundo aspecto amerita ser señalado, el hecho de que
Ricœur se interesa en las manifestaciones, síntomas de una psi-
copatología de lo narrativo: la impotencia de decir, los desastres
del relatar y, en fin, la impotencia de estimarse a sí mismo que
envían todos a una identidad narrativa sufriente incluso destrui-
da (merece ser leído el análisis que hace Missonier del caso del

41
La Semiótica de la Escuela de París ha trabajado notablemente la cues-
tión de la temporalidad. Cfr. el excelente capítulo de Coquet « Temporalité et
phénoménologie du langage ». La quête du sens, puf, 1997; y la imponente obra
colectiva dirigida por Denis Bertrand y Jaques Fontanille, Régimes sémiotiques
de la temporalité, puf, 2006.
156 Ivan Darrault-Harris

personaje de Rosemary, en el film de Polanski, buen ejemplo de


este sufrimiento de no poder relatar).42
La investigación esencial de Stern consiste justamente en
focalizar la comprehensión de las etapas primeras de la génesis
de esta identidad narrativa en el bebé, con la propuesta central de
la envoltura pre-narrativa. Ricœur y Stern coinciden, por lo
tanto, en la importancia acordada en la experiencia subjetiva e
intersubjetiva del tiempo.
En efecto, Missonnier hace de este encuentro la fuente de la
elaboración de la noción de envoltura narrativa: “la envoltura
pre-narrativa del neonato es una unidad de base (hipotética) de la
realidad psíquica infantil,43 en la que la estructura temporal es su
mayor característica”. La envoltura pre-narrativa corresponde, en
efecto, antes que nada al “cambio de configuración en el tiempo,
que describe una trayectoria de tensión dramática”.44 Esta unidad
surge mucho antes del lenguaje y tiene su raíz en los “factores
innatos”, más aún, Stern afirma radicalmente: “la construcción
del relato parece ser un fenómeno humano universal, que traduce
la estructura innata del espíritu humano”.45 Intentemos aproxi-
marnos más a la noción de envoltura narrativa, punto capital, a
nuestros ojos, del futuro trabajo interdisciplinario.
Stern propone identificar una trama temporal de afecciones
que aportan representaciones de motivación y de afecto y que
estructuran globalmente la experiencia.
La envoltura proto- o pre- narrativa es “la forma repre-
sentacional fundamental que coordina los esquemas de base
separados en una experiencia global única emergente y sub-
jetiva”. La hipótesis de base es aquí que la puesta en juego de
una motivación se encuentra, durante un momento, analizada
42
Cfr. nota 8.
43
Daniel Stern, « L’enveloppe prénarrative ». En A. Konicheckis et J. Forest
(eds.), Narration et psychanalyse. Psychopathologie du récit, París, L’Harmattan,
1999, pp. 101-119.
44
Loc. cit.
45
Daniel Stern, Le monde interpersonel du nourrisson, París, puf, apud Syl-
vain Missonnier, op. cit., p. 60.
La inmanencia en cuestión... 157

como una estructura casi narrativa. Como consecuencia, todos


los momentos “de estar-con-Otro-de una-cierta-manera” son
igualmente representados como envolturas pre-narrativas”.46 Una
proto-intriga sostiene, por lo tanto, todo el proceso de represen-
tación de la globalidad de la experiencia vivida desde la edad
de tres o cuatro meses.
Pero no podemos más que señalar que en contraste con la
finura y la sofisticación del análisis de la construcción precoz
del proto-sujeto, la referencia a la gramática narrativa es de lo
más elemental, ¡puesto que es reducida a la co-presencia de un
agente, una acción, una meta, un objeto y un contexto!
Es en este punto, sin lugar a dudas, de los más débiles, en
que el aporte semiótico podría ser de los más pertinentes. ¡De
ahí esa paradoja de una contribución útil aunque inmanentista!
Dicho esto, surge también el problema que Jean–Claude
Coquet nos ha enseñado, del pasaje de la captura experiencial
sobre el mundo a la segunda recaptura capaz de volver a dar,
imperfectamente en efecto, la captura inicial. Porque es justo ahí
que se constituye el proto-sujeto. Stern, para teorizar ese pasaje,
convoca a Ricœur y su noción de refiguración.
La refiguración es “el proceso del paso de la historia a la
narración, de un orden serial fijo a los reordenamientos prede-
terminados, de un patrón de énfasis y de angustia (estrés) a un
nuevo patrón (más elaborado), de un evento objetivo en tiempo
real a eventos imaginarios en tiempo virtual”.47
Esta refiguración efectuada en el seno de la envoltura pre-
narrativa realiza una “integración de la experiencia […] un
movimiento hacia la coherencia en fases sucesivas (muchas
veces pasajeras) de múltiples esbozos […], una sincronicidad de
elementos invariantes ligados entre ellos en el tiempo”.48 Esas
son las condiciones de la aparición de un escenario.

46
Idem, « L’enveloppe pré-narrative », Journal de la psychanalyse de l’enfant,
núm. 14, pp. 13-65.
47
Ibid., p. 64.
48
Ibid., p. 65.
158 Ivan Darrault-Harris

Se reconocerá en ese término el núcleo freudiano del fantas-


ma, el cual, originalidad esencial, es secundario a la experiencia
y no el primero.
El primer anclaje en el cuerpo del futuro lenguaje, del futuro
relato, en el bebé más allá de los seis o siete meses, aparece
espectacularmente en un descubrimiento del psicoanalista Gene-
vieve Haag49 que demuestra que el bebé normal, dividido en dos
hemi-cuerpos distintos “cuenta” no verbalmente el intercambio
que él acaba de tener al desplegar un “gesto en bucle”, y se ha
observado que, lo más frecuente, es poner en escena el encuentro
entre el brazo y la mano izquierdos, que simboliza a la madre; y
el brazo y la mano derecha que simbolizan:

Cuando éste y la madre acaban de vivir una interacción muy armo-


niosa, feliz, intensa, emocionalmente exitosa, justo después, con un
desajuste temporal pero no espacial (él está aún en los brazos de su
madre), se observa al bebé iniciar un gesto (después perfeccionado)
con su mano que parte de su cabeza, que va hacia el otro, como
para tocarle, y que vuelve. Un bucle que vuelve así después de
haber encontrado un punto de rebote en el otro. Este gesto parte
de la cabeza como si el bebé sintiera que es una parte del cuerpo
no exactamente como las otras. Ese gesto, lo conservaremos toda
nuestra vida, por ejemplo cuando hablamos, incluso si esto depende
de las culturas y de las personas. La interpretación profesional de Gene-
vieve Haag es de decir que justo después de un momento interactivo
muy logrado, el bebé nos quiere contar algo: él lo figura en su pe-
queño teatro corporal, nos cuenta eso que acaba de pasar. G. Haag
añade incluso que él nos quiere demostrar algo, que él comienza a
comprender el circuito del intercambio. Algo partió de él, tocó
al otro y volvió. Y eso que circula primero entre la madre y el bebé
son las emociones. Y en esa palabra misma, está el sentido de un
movimiento que enviamos, que toca el psiquismo del otro y que
vuelve útil y modificable para el bebé (circuito que probablemente
escapa al autista). Y la cuestión es saber cuál es aquí el grado de
simbolización: cuando el bebé hace eso, en efecto él “cuenta” pero
él prolonga en identidad de percepción, continuando viviendo sen-
49
Haag, G., « La mère et le bebé dans le deux moitiés du corps », Neuropsy-
chiatrie de l´enfant, 1985, 33 (2-3), pp. 107-114.
La inmanencia en cuestión... 159

sorialmente eso que él ha vivido precedentemente. Él muestra pero


sigue viviendo. He aquí un ejemplo de narratividad casi inmediata
sin desajuste espacial y un ligero desajuste temporal.50

A manera de conclusión, provisional —de este examen del


principio de inmanencia puesto en cuestión en las corrientes
genealógicas que atraviesan la semiótica, pero además en
disputa muy activa, lo hemos visto, en la tensión interdiscipli-
naria con el psicoanálisis, la psicoterapia y la psiquiatría de los
niños pequeños—, hemos visto aparecer espacios de intercambio
y de colaboración, suficientemente paradójicos, que se definen
a la vez, efectivamente, en la puesta en cuestión compartida
del principio de inmanencia pero también, no lo olvidemos, en
la comunicación y aplicación de la herencia inmanentista, así
como todo el edificio de la gramática narrativa que permite,
en el ejemplo precedente de la envoltura pre-narrativa, aportar
una teorización indispensable de las condiciones mismas y los
resultados de la recuperación de la experiencia, de la puesta en
intriga de las experiencias arcaicas.
Nuestra confrontación, en ethosemiótica, a objetos de una
indudable complejidad, exige la movilización de aproximacio-
nes complementarias resultantes, es verdad, de genealogías y
de epistemologías distintas. La interdisciplinariedad, sobre este
punto, está por construirse, paradójicamente, primero en el seno
de nuestra propia semiótica.

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Extracto de la transcripción de la exposición de B. Golse en el Seminario
de Semiótica de París, sesión del 20 de marzo de 2013, por aparecer en línea en
el Dossier consagrado a la clínica narrativa, Actes Sémiotiques, 2015.
160 Ivan Darrault-Harris

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