01 Tema 5 El Cuerpo
01 Tema 5 El Cuerpo
01 Tema 5 El Cuerpo
Esta unidad pretende orientar, ser una reflexión sencilla y cercana sobre
aquellas categorías en las que debemos pensar para "situarnos" en el mundo
y ante los demás seres inteligentes.
Este es el Objetivo de esta unidad y por eso debemos asimilarlo con inte -
rés y con calor humano y personal, al mismo tiempo que con mirada antropo -
lógica y científica.
Tema 5.
LA EXISTENCIA CORPOREA DEL HOMBRE
La Antropología nos plantea y nos desafía en problemas tan acuciantes
como somos relacionados con nuestro cuerpo. Entre el materialismo y el espi-
ritualismo está el realismo.
"Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos en-
gañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los
sentidos, del devenir, de la historia (Histoire), de la mentira. Y, sobre todo, fue-
ra el cuerpo, ¡esa lamentable "Ideé fixe” (idea fija) de los sentidos! sujeto a to-
dos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuan-
do es lo ¡ bastante insolente para comportarse como si fuera real!
NIETZSCHE: "La razón en la filosofía" en Crepúsculo de los ídolos
A) EL DUALISMO PLATÓNICO
A) LA INTERPRETACION DUALISTA
Frente a estas teorías dualistas están los monistas, que pretenden reducir la
dualiidad de cuerpo y alma a un principio unitario.
Así, por ejemplo, Spinoza, para quien la dualidad cartesiana de “res extensa
y res cogitans” queda reducida a la unidad de la substancia divina. Extensión y
pensamiento son dos atributos más de la única e infinita substancia.
Concepciones similares reviven a lo largo del siglo XIX como la teoría del pa-
ralelismo psicofísico y la teoría de la identidad.
Durante más de veinte siglos la realidad corporal humana había sido ignorada,
incluso negada. El cuerpo, material y perecedero, carecía de importancia. El alma,
espiritual e inmortal era la parte sublime del hombre; en definitiva, el hombre era
alma.
En la segunda mitad del siglo XIX el filósofo alemán F. Nietzsche (1844- 1900) lanza
una crítica mordaz contra el desprecio de la filosofía occidental hacia la noción de
cuerpo. El siglo XIX y sobre todo el siglo XX han estado dominados por filosofías
ateístas y en consecuencia materialistas que han posibilitado la liberación de la no-
ción de cuerpo de la noción de alma.
No compartimos, no obstante, los reduccionismos materialistas que han visto la
luz a lo largo de estos últimos siglos. Para nosotros es innegable la dimensión espi-
ritual del hombre.
Dentro de este enfoque destaca Henri Wallon (1819-1962) quien se propuso de-
mostrar cómo el niño llega poco a poco a adquirir conciencia de su propio cuerpo
como realidad única y dinámica distinta de los objetos y demás seres que Ie ro -
dean.
Wallon insiste en el carácter esencialmente social del niño y sitúa el origen de ese
carácter en el período prenatal en el cual el feto está sujeto a esa simbiosis fisioló-
gica con el cuerpo materno, dependencia que se prolonga en los primeros años de
vida. Hay también, por tanto, una influencia psicosocial en la formación de la con-
ciencia del propio cuerpo.
Entre los distintos filósofos que dentro de la corriente fenomenológica han refle-
xionado sobre la corporalidad citaremos a Maurice MerIeauPonty (1908-1961).
Hay una unidad entre los cinco sentidos, el movimiento y la palabra. Hay un entre -
cruzamiento entre ver y tocar. La palabra asume el gesto y el gesto asume la pala -
bra.
Según Sigmund Freud (1856-1939), padre del psicoanálisis, vivimos nuestro cuer -
po desde nuestra más tierna infancia como pulsión sexual o Iibido diversificada, ya
por la fuente de excitaciones (boca, ano, órganos genitales), ya por su finalidad (ver
y dominar). El cuerpo no es para el niño más que un mosaico de zonas erógenas.
Cada niño vive su cuerpo según la singularidad de su propia historia, según las ex-
periencias personales de satisfacción o frustración de su Iibido. El placer del niño
es autoerótico y la Iibido se satisface en la división anárquica del cuerpo.
Sería erróneo creer que ese cuerpo hecho de zonas erógenas más o menos exa-
cerbadas o excitadas, tal como lo aprehende el niño en su goce, sea un calco de la
realidad objetiva, biológica y anatómica de los órganos que corresponden a las di-
ferentes zonas erógenas. Los deseos del niño al dar valor o predominio a tales zo-
nas, no sólo desarticula O desestructura el cuerpo objetivo descrito por el anato-
mista sino que también lo desrealiza entregándolo a las fantasías de Io imaginario.
El cuerpo debe ser concebido en su totalidad como erógeno. Todos los órganos
pueden estar caracterizados por la pulsión sexual y, en consecuencia, significar
algo que está más allá de su forma y su función y referirse a algo que los trascien-
de, a otro cuerpo, que es objeto y fin del deseo.
Resumiendo, podríamos decir que hay "una anatomía fantásmica" (cuerpo "fan-
tasmalizado") que no puede reducirse a la anatomía definida objetivamente por el
biólogo.
Dentro del enfoque psicoanalítico del cuerpo merecen también atención los traba-
jos de Melanie Klein (1892-1960). Klein observa s los niños durante sus tres primero
años de vida, sus juegos, sus conductas en general y concluye que éstos son presa
no sólo de instintos sexuales sino también de instintos agresivos.
Será Melanie Klein quien estudie el instinto agresivo sobre todo en los niños. Se -
gún Klein la agresividad innata en cada niño se dirige primero contra su propio
cuerpo. El niño la vive inconscientemente como amenaza a su propia vida, de don-
de surge la angustia y la agresividad del niño hacia el exterior, donde proyecta este
miedo.
Hay, además, un sadismo infantil real en lo tocante al cuerpo materno que se inten-
sifica y se diversifica en función de las frustraciones libidinales que la madre hace
sufrir a Su hijo.
Según Melanie Klein el niño descubre sus órganos y los de los demás, explora su
topografía somática y la delos demás únicamente a través de imágenes, más exac-
tamente, de "imagos" (imágenes) suscitadas por sus violentos deseos de satisfac-
ción y de destrucción.
En resumen, lo que nos importa de la teoría kleiniana es que el niño vive su cuer -
po como una potencia peligrosa, como una amenaza interna y subterránea; se ex-
perimenta originalmente en la división y la tensión de las frustraciones y de los mie-
dos, no en la unidad y plenitud de la satisfacción y de la seguridad. En síntesis, hay
una agresividad original que afecta la realidad fantásmica del cuerpo del niño y la
visión que éste tiene del cuerpo de los demás y del mundo.
Para finalizar el enfoque psicoanalítico del cuerpo hagamos una breve referencia
al estadio del espejo según Lacan (1901-1981).
Nuestro cuerpo no adquiere una realidad plena y completa para nosotros sino
cuando nuestra aceptación de la mirada y el juicio de los demás permite construir
una imagen de nuestro cuerpo de conformidad con la configuración fantásmica di-
señada por nuestro deseos. Podríamos preguntarnos si la mirada de los demás
enajena nuestro cuerpo. Aunque con el tiempo corrigió su concepción de las rela-
ciones intersubjetivas, ésta es la acusación de Sartre en su obra titulada ‛‛El ser y la
nada.
Recordemos su famosa frase "el infierno son los otros", dicha por uno de los
personajes de su obra teatral "La puerta cerrada". Enajenar significa en una primera
acepción objetivar. Cuerpo enajenado vendría, pues, a significar cuerpo objetivado
o, más propiamente, cuero objeto.
MerIeauPonty que analiza el cuerpo mirado dice: "La mirada de los demás trans-
forma mi cuerpo en objeto y viceversa sólo si nuestra mirada se hace inhumana, si
sentimos que nuestras acciones no Son retribuidas ni comprendidas, sino simple-
mente observadas como las de un insecto. Eso es lo que me ocurre, por ejemplo,
cuando soy objeto de la mirada de un desconocido... Pero aun en ese caso senti-
mos como algo penoso la objetivación de cada uno de nosotros por la mirada de la
otra persona Únicamente porque esa objetivación ocupa el lugar de una comunica -
ción posible. La mirada de un perro no me inquieta en modo alguno."
La mirada de los demás contiene, por ejemplo, la clave del comportamiento del
que se ruboriza. Esta fobia creada por la mirada de los demás puede asumir otras
formas y afectar no sólo al rubor sino a la totalidad de la forma misma del cuerpo.
Así ocurre, por ejemplo, con el adolescente que experimenta el despertar de la pu-
bertad. El adolescente detesta su cuerpo porque teme que los otros lo juzguen de-
forme.
La experiencia corporal de cada cual está penetrada de parte a parte por los de -
más y por la sociedad, que ha de entenderse como fuente, órgano y apoyo de toda
cultura. Toda nuestra educación tiende, en cierta medida, a dar a nuestro cuerpo
una determinada hechura de conformidad con las exigencias normativas de la so-
ciedad en que vivimos.
El cuerpo es, como ya hemos referido, el campo expresivo del hombre, el lugar pri-
mero donde el hombre tiene que realizar su existencia. .
Expresión de todo esto son los efectos de la apariencia física y la ropa y los
efectos del movimiento de cuerpo y la postura.
La apariencia física y la vestimenta son parte de los estímulos no verbales que in-
fluyen en las respuestas interpersonales y en ciertas condiciones son los determi-
nantes de tales respuestas.
Algunos autores como Mark L. Kanpp piensan que durante tanto tiempo se nos
ha enseñado a creer que los estereotipos son distorsiones perjudiciales de la ver-
dad que, con frecuencia, dejamos de considerar otra explicación igualmente plausi-
ble, esto es la que un estereotipo panicular puede ser el resultado de un decanta-
miento producido tras largos siglos de experiencia social.
Un estereotipo podría ser más exacto de lo que nos gustaría admitir. Si se puede
sostener, por tanto, que existen estereotipos físicotemperamentales claramente de-
finidos y generalmente aceptados, podemos argumentar que tendrán mucho que
ver con el modo en que uno es percibido por los demás y por la forma en que ellos
reaccionan ante uno, así como también con los rasgos de personalidad que los
otros esperan en uno mismo. En resumen, tenemos que reconocer estos estereoti-
pos como estímulos potenciadores de respuestas de comunicación.
- Emblemas. Son los actos no verbales que tienen una traducción verbal directa o
definición de diccionario. Son bien entendidos dentro de una cultura o grupo. Sue-
len ejecutarse conscientemente y con intención de comunicar un mensaje. Se ad-
quieren por aprendizaje. Los emblemas Se utilizan, sobre todo, cuando el ruido, las
circunstancias exteriores, la distancia o el defecto físico, impiden o dificultan exce-
sivamente una relación verbal adecuada.
También se utilizan en la comunicación verbal.
- Los ilustradores. Son movimientos que están directamente ligados al discurso y
sirven para visualizar lo que se está diciendo verbalmente. Los ilustradores pueden
repetir, sustituir, contradecir o aumentar la información proporcionada verbalmen-
te.