David, Absalón, Itai y Husai - 2 Samuel 15-17

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David, Absalón, Itai y Husai (2 Samuel 15-17)

El abandono de muchos y la fidelidad de unos pocos


Querida, no te imaginas qué bien me trató el príncipe. ¡Me besó la mano! Me trató como si
fuésemos amigos de toda la vida. Yo le hice una reverencia como hijo del rey que es, pero
me detuvo y me dio un beso en la mano. La misma historia se la cuenta a todos sus
amigos del pueblo.
Para Absalón todos los casos son fáciles. El primer litigante que llegue es quien siempre
tiene la razón. El besamanos también multiplica calurosos abrazos.
Miles de gentes de todos los ámbitos del país quedan muy contentos con el príncipe,
mientras que otros tantos que han sido perjudicados por el veredicto se preguntan cómo
es posible que se haya hecho tanta injusticia. Pero las cosas son así y ellos saben que no
se puede argumentar contra la voluntad de la “autoridad”.
Han pasado cuatro años desde que fue desterrado por matar a su medio hermano. El hijo
del rey ha expresado mil y una vez su deseo ferviente que esa pasión de “hacer justicia a
todos sea quien sea” se ha corrido por todo el país. Absalón no es más uno de los hijos
del rey; es el más famoso, el más admirado y el que se postula como sucesor.
Llegado el momento oportuno el príncipe invita a 200 hombres de jerarquía a Hebrón. Ha
obtenido permiso del rey para ir y hacer un sacrificio religioso. Entre esos doscientos hay
una mezcla de simpatizantes, probables seguidores y de “neutrales”. El tenerlos a todos
reunidos en Hebrón le permite estar seguro que allí no va a existir oposición. Las
trompetas han sonado en todo el territorio dando la señal de que Absalón ha dado el
golpe de estado. De los cuatro puntos cardinales tropas rebeldes salen para apoyar el
golpe.
Es una tarde gris, fría. La lluvia, como si el mismo cielo estuviera llorando, cae implacable
de ese cielo plomizo. Las puertas de Jerusalén presencian algo que parece una procesión
fúnebre. Cientos de hombres, mujeres y niños salen de la ciudad. En medio del grupo va
un individuo con su cabeza gacha. Tiene unos sesenta y pocos años. Sus ojos miran al
suelo mientras sus lágrimas se unen a la lluvia para enlodar más el sombrío derrotero del
éxodo.
Mientras esta extraña comitiva sale de la ciudad, hombres y mujeres al lado del camino
lloran de la misma manera que muchos cientos de años después lo volverán a hacer
cuando llevan al Mesías para ser crucificado. Pero esta vez no hay palabras de consuelo.
David, que hasta el día anterior era el rey, está otra vez huyendo; esta vez, de las huestes
insurrectas comandadas por su propio hijo. No hay duda en cuanto a sus planes. Todos
saben muy bien que Absalón, debajo de esa sonrisa fácil y bien estudiada, es un individuo
cruel y malvado.
Cruzan el torrente de Cedrón como antes tantas veces, con la admirada y majestuosa
comitiva real; ¡pero ahora es tan distinto! No es más el gran monarca envidiado y temido
de todos los países de alrededor. Ahora es un fugitivo más, un noble caído en desgracia.
― ¡Apurémonos, de prisa! ― grita el capitán ― las tropas de Absalón se acercan
rápidamente a Jerusalén.
La caravana, precedida por seiscientos guerreros, trata de avanzar hacia el desierto. De
pronto el ex rey divisa entre el grupo de los que le acompañan a un guerrero extranjero.

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Este es uno de los capitanes mercenarios que se había puesto a las órdenes de David. El
monarca al reconocerlo lo llama y le dice:
― ¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey: porque tú
eres extranjero y desterrado también de tu lugar (2 S 15:19). El rostro del monarca
muestra la tristeza de su corazón al decirle: “Tú eres también un desterrado como yo”.
El vencedor de Goliat continúa y mostrando su compasión genuina dice:
― Ayer viniste, ¿y he de hacer hoy que te muevas para ir con nosotros? Vuélvete y
quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar.
Y aquel que hasta el día de ayer era el gran rey de Israel prosigue su monólogo.
― En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir.
Las prolongadas huidas por el desierto, las largas y frías noches del invierno durmiendo
en las cuevas de la tierra, vuelven otra vez a su memoria como cuando decía “mis huidas
Tú las has contado, pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro” (Sal 56:8).
El Salmista de Israel se ha conformado completamente a la voluntad divina. El mismo se
refiere al usurpador y lo llama rey. No hay un clamor de queja contra Dios. Él lo acepta
todo con piedad.
El capitán forastero desenvaina su espada y la dirige al cielo y responde:
― Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey
estuviere, allí estará también tu siervo (2 S 15:21).
El corazón de David siente un calor que le estremece. Aquí hay un hombre que está
dispuesto a “jugársela” por él. Alguien quien firmemente cree que pese a todo lo que se ve
y a las circunstancias, David sigue siendo el soberano con quien identifica su fidelidad.
El espectáculo es conmovedor. El rey “subió la cuesta de los Olivos; y la subió llorando,
llevando la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía
consigo cubrió cada uno su cabeza e iban llorando mientras subían” (2 S 15:30).
Llega a la cumbre del monte y sucede algo increíble. David se arrodilla y hace una
oración. Las lágrimas corren profusamente por sus mejillas, no obstante su voz alaba al
Señor por su misericordia y su fidelidad. Algunos de sus amigos se preguntan: ¿Cómo
puede alabar a Dios si está huyendo para salvar su vida? ¿Cómo puede darle gracias a
Dios por ser su luz y su salvación si todo parece tan oscuro y su existencia está en gran
peligro?
Cientos de los que le acompañan se han arrodillado siguiendo el ejemplo del rey.
Entonces surge una adoración maravillosa. Es una combinación de llantos y alabanzas
que se mezclan de una manera admirable. Las palabras no las tenemos pero la Escritura
dice que allí “adoró a Dios”.
Mientras tanto, en Jerusalén el usurpador ha convocado a una reunión urgente de los
principales de Israel y sus consejeros. Comienza Ahitofel, que es reconocido por su
sabiduría y prudencia, aunque no por su bondad o santidad.
En primer lugar propone que hay que demostrar que este golpe es real y que ninguno va
a volver atrás. Absalón sigue el consejo inicuo y abominable de su asesor quien le sugiere
que en forma pública viole las mujeres del harén de su padre. El príncipe ejecuta esa
detestable e impía recomendación.
Luego de esto sigue una reunión de emergencia del consejo de los asesores y los
ancianos de Israel. Ahitofel toma la palabra:

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― Yo mismo voy a elegir doce mil hombres de los mejores y seguiré a David esta misma
noche y caeré sobre él mientras está cansado y débil de manos, lo atemorizaré y todo el
pueblo que está con él huirá, y mataré al rey sólo” (2 S 17:1-2).
Con una sonrisa burlona mira a los otros consejeros y termina diciendo:
― Como ven, mi proyecto tiene la virtud de evitar al máximo las bajas en el pueblo, o
como lo llamamos nosotros, disminuir al mínimo el “daño colateral”. Absalón parece que
está un poco nervioso. Decide entonces llamar al célebre y reconocido Husai.
El déspota se había sorprendido que el que consideraba un aliado de su progenitor se
haya plegado a su revolución. De todos modos piensa en su engreimiento: “Este se ha
dado cuenta de que yo soy mucho mejor que mi padre y quiere sacar alguna ganancia por
su adhesión”. Ignora que éste se ha colocado en esta posición de peligro extremo por su
fidelidad al legítimo rey de Israel.
La primera frase de Husai es una estocada al corazón del asesor principal: “El consejo
que ha dado Ahitofel no es bueno”. El mencionado se pone primero pálido y luego
enrojece de ira:
― ¿Con qué razón dice usted esto? ¿Quién se cree que es usted?
El impostor con una sonrisa burlona hace un gesto a Husai para que defienda su posición.
-Excelencia, nuestro amigo Ahitofel tiene mucha experiencia y sabiduría en algunos
aspectos de la vida y casi siempre está en lo cierto, pero esta vez se ha equivocado.
― ¡Explíquese! ― ruge el pérfido con una voz baja y enojada. El otro continúa:
― Tú sabes que tú padre y los suyos son hombres valientes, y que están con amargura
de ánimo como la osa cuando le han quitado los cachorros. Ahitofel te dice que está
cansado y débil de manos, pero esa amargura de ánimo le multiplica las fuerzas de una
manera tremenda. Las osas son malas, pero cuando les roban los cachorros son fieras
sanguinarias e imparables. No te hagas falsas ilusiones. No va a ser fácil capturar a tu
padre. El es hombre de guerra y no pasará la noche con el pueblo. Imagínate que pasaría
si al principio de la batalla pareciera que ellos vencen. Cundirá el pánico y todos saldrán
corriendo. Los que están con tu padre, en cambio, son guerreros veteranos que no se
asustarían si algunos de ellos cayeran.
― Acepto esa posibilidad ― interrumpe Ahitofel ― pero ellos tienen solamente seiscientos
soldados y nosotros saldremos con doce mil; es decir, habrá veinte de nosotros por cada
uno de ellos. No podemos perder.
― Estoy informado — prosigue Husai ― que ya se están formando escuadrones de
fuerzas leales a tu padre. Por lo tanto, tenemos que concentrar un ejército tan grande que
no haya duda de quién va ser el vencedor. Que cuando nos vean, todos corran de miedo.
Aconsejo que todo Israel se junte en multitud como la arena que está a la orilla del mar y
que tú en persona vayas a la batalla. Entonces le acometeremos en cualquier lugar donde
se hallare y caeremos sobre él como el rocío cae sobre la tierra, y si se refugiare en
alguna ciudad, todos los de Israel llevarán sogas a aquella ciudad y la arrastraremos
hasta el arroyo, hasta que no se encuentre allí ni una piedra (2 S 17:12-13).
Husai hace un gesto indicando que ha terminado su exposición. Los líderes se han puesto
muy serios. Esas palabras siguen retumbando como el redoblar de un tambor.
― ¡Tu padre y los suyos son hombres valientes! Son valientes...
― ¡Tu padre es hombre de guerra! Hombre de guerra...

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― ¡Los que están con él son hombres esforzados! Hombres esforzados...
― Como una osa que le han robado los cachorros... Una osa que le han robado...
Esa noche los ancianos no pueden dormir. Esas frases retumban una y otra vez en sus
oídos.

Comentario
Los planes malvados del hombre son desbaratados por Aquel que está sentado en el
trono eterno y que obra de manera muchas veces incomprensible para nosotros. La vida a
veces presenta cambios bruscos y violentos. Aquel que el día anterior era el gran
monarca de una nación, ahora tiene que confesar que va a tratar de ir a donde pueda, y
sin más alternativa que el exilio. Él había aprendido que es duro vivir en el destierro. Lo
había hecho por largo tiempo cuando Saúl lo perseguía de un lado a otro por el desierto.
Sin embargo, el Salmista acata el propósito de Dios. No siempre es fácil aceptarlo, pero
sabemos que el Señor todo lo sabe y Dios está siempre en el trono eterno.
La confianza y la resignación a los designios del Eterno se advierte al decirle al sacerdote
Sadoc: “Si yo hallare gracia ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva, y me dejará verla
(a Jerusalén) y a su Tabernáculo; y si dijere: No me complazco en ti, aquí estoy, haga de
mi lo que bien le pareciere” (2 S 15:25-26).
Aquel que escribió en ese hermoso Salmo: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en El
y El hará” (Sal 37:5), ahora lo está haciendo en el medio de la crisis.
David sube esa cuesta del monte de las Olivas llorando pero aceptando el propósito del
Omnipotente en su vida. Asciende el monte con su cabeza que, hasta hace poco lucía la
corona real, pero que ahora está cubierta con un manto en señal de duelo. Sus pies que
ayer tenían buenas sandalias que le permitían subir al estrado real, ahora van descalzos
por ese camino lleno de filosas piedrecillas. Pero David tiene la certeza de que si es la
voluntad del Altísimo, a su debido tiempo él será restaurado.
Es interesante ver que la contienda principal y decisiva entre los ejércitos de David y los
insurrectos comandados por Absalón no se libra en el campo de batalla sino en el arte de
la retórica. Realmente es entre Ahitofel y Husai que se dirime la polémica. Ahitofel había
sido consejero de David (1 Cr 27:33), pero Husai es llamado amigo de David. Un
consejero que traiciona no ayuda. Un buen amigo no nos va a fallar en el momento de la
necesidad.
Es evidente que el propósito de Absalón es matar a su padre como claramente lo expresa
al asentimiento del plan de Ahitofel: “Caeré sobre él mientras está cansado y débil de
manos, lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él huirá, y mataré al rey solo” (2 S
17:2).
No vamos a estudiar en este momento la responsabilidad que David tuvo como padre en
la crianza de sus hijos. Sin duda que sus muchas actividades le quitaron el tiempo para
instruir apropiadamente a su familia, pero esas obligaciones no le eximían de su
responsabilidad.
Lo más perjudicial fueron esas acciones que sus hijos vieron. Ese adulterio con Betsabé,
con el crimen alevoso y cobarde de Urías. Esos ejemplos han dejado en los hijos un daño
casi irreparable. Nos parece escuchar a algunos de ellos diciendo algo así como: “Si mi
padre que dice que es creyente pudo hacer eso, esto otro que yo hago no es nada en
comparación....”.

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Ser parricida es un crimen inicuo. Aprovechar el momento de debilidad física lo hace más
aborrecible. Absalón está de acuerdo con este plan de su famoso pero siniestro
consejero. En pocas palabras, el ataque debe ser de inmediato y tratar de atemorizar al
pueblo; esto le asegura al usurpador que el pueblo huirá y las bajas van a ser mínimas.
Observamos que Ahitofel presenta a David con una luz negativa. Dice que está cansado,
que es débil de manos y que va a ser atemorizado. Nos muestra así una imagen falsa de
David quien si bien es cierto que está cansado, sabe sacar fuerzas de la flaqueza.
No en vano David dijo: “contigo desbarataré ejércitos y con mi Dios asaltaré muros” (Sal
18:29).
El Rey, a pesar que no es joven, no es un hombre débil y miedoso, sino todo lo contrario,
como lo demostró muchas veces aún desde su temprana juventud. Muchos de ellos
consideran a David como un hombre común y se olvidan o ignoran que un hombre
espiritual caído en desgracia es fuerte por la divina gracia.
Husai es sin duda un maestro brillante del arte de la retórica. Notemos alguna de las
comparaciones que hace. Asimila a David y a sus hombres en un estado mental de
tremenda agresividad, y por lo tanto, sumamente peligroso como una osa a la que le han
robado los cachorros. Los soldados de Absalón son comparados como personas con
corazón como de león. Pero a diferencia del rey de la selva, que una vez que decide
atacar no retrocede, estos soldados pueden huir despavoridos cuando se den cuenta que
las cosas no son tan fáciles como suponían.
Se acepta el consejo de Husai quien propone una técnica completamente opuesta a la de
Ahitofel. Principalmente se basa en concentrar un gran ejército y entonces atacar. Por
supuesto, esto va a tomar mucho más tiempo y le va a permitir a David consolidar sus
fuerzas y obtener tropas leales de todo el país. Como resultado, lo que al principio parece
un ejército de pocos miles, llega a ser uno muy numeroso y bien entrenado, que en la
batalla decisiva ocasiona la muerte de veinte mil hombres de Absalón. Es interesante ver
los adjetivos positivos que usa Husai en cuanto a David. Si bien delante de Absalón se
presenta como a su favor, actúa en realidad en beneficio de David. Con maestría emplea
siempre términos muy favorables al hablar del “ex rey” sin despertar la sospecha de los
rebeldes.
1) Comienza con un ataque frontal diciendo que el consejo del respetable Ahitofel “no es
bueno”.
2) Utiliza la técnica del “tú sabes” en vez del “yo digo”, tratando que la decisión final sea
sentida como propia y no como insinuada por otro.
3) Específicamente dice: a) Son hombres valientes. b) Están con “amargura de ánimo”, lo
cual no es una debilidad, sino que los hace más peligrosos, “como la osa en el campo que
le han robado los cachorros”. c) Tu padre es hombre de guerra. No solamente es valiente
sino que es un experto en las cosas militares. Le muestra una vez más en forma irónica
que el enemigo es “su padre”. d) No va a pasar la noche con el pueblo. Obviamente se va
a esconder con un grupo muy reducido de gente de su entera confianza. No va a ser tan
fácil encontrarlo y matarlo.
4) Luego, con gran maestría plantea la posibilidad de que en la confrontación, al principio,
empiecen a perder los soldados de Absalón y cunda el pánico, posibilidad que Ahitofel no
había considerado, o a lo menos mencionado. Notemos la habilidad de Husai quien no
dice que el resultado de la batalla puede ser la derrota de Absalón. Esto heriría el amor
propio del usurpador. A pesar que usa el ejemplo de unos pocos, en un sentido está
considerando la posibilidad del fracaso.

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5) Agrega en su razonamiento: “todo Israel sabe que tu padre es hombre valiente, y que
los que están con él son esforzados”. Una vez más elogia al verdadero monarca de una
manera astuta y bien pensada.
6) Termina su argumento dando un ejemplo muy hábil, pero en el fondo ridículo, donde
plantea la posibilidad de que si David se refugia en una ciudad, “todos los de Israel
llevarán sogas a aquella ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, hasta que no se
encuentre allí ni una piedra”. Por lo tanto se necesita un ejército bien grande para poder
ser capaces de mover toda una ciudad con sogas. Por supuesto que esto es absurdo e
imposible de hacer desaparecer una ciudad entera en un pequeño arroyo, pero el efecto
es enfatizar el tremendo poder de tener a “todos los de Israel” de su lado.
La habilidad dialéctica de Husai estuvo en que encomiando la proverbial maestría de
David en estrategia y táctica militar, le escondió a Absalón el factor tiempo en la logística
necesaria para tan grande campaña. El factor sorpresa puede ser riesgoso, el exceso de
prudencia puede resultar fatal.
El plan de Husai es aceptado y el de Ahitofel rechazado. Siempre que hay la posibilidad
de postergar una decisión importante, la mayoría de las personas van a tratar de evitar el
hacer algo mismo ahora si es posible posponerlo.
Vemos como Dios obra de manera incomprensible para nosotros. La oración específica
de David: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel” se cumple al pie de la letra
(2 S 15:31).
El consejero se da cuenta de que ha perdido, y que Absalón también está acabado, por lo
que prefiere suicidarse a enfrentar la severidad de la justicia que recaería sobre él, o sea,
la pena capital. Ahitofel es el abuelo de Betsabé, siendo padre de Eliam (2 S 23:34) y (2 S
11:3) El odio de Ahitofel se explica por el hecho que David sedujo a su nieta y luego
asesinó a su nieto político.
Queremos señalar algunos aspectos sobre la persona de Husai:
• Siguió fiel a su amigo en un momento en el que todo indicaba que David estaba
perdido.
• Puso en peligro su propia vida al quedarse en Jerusalén y refutar a Ahitofel.

• Mostró suma valentía al oponerse al plan que hasta entonces gozaba de general
consenso (2 S 17:4).
• Utiliza en forma brillante la retórica para defender al ex monarca.

• Dios usa el razonamiento de Husai para cumplir su propósito y castigar a Absalón y


al pueblo de Israel que se levantó contra el rey que El eligió.
La temible profecía de Natán la cumple Absalón sin darse cuenta, al invadir y profanar el
harén de su padre (2 S 12:11-12).
Sin duda que esta experiencia ha sido transformadora en la vida espiritual de David.

El líder que hay en nosotros


Un líder, aun en los momentos de crisis, actúa con sabiduría y bondad. Obviamente le era
importante a David tener cuantos soldados pudiera en esta situación de guerra civil. ¡Qué
difícil es pensar en el bien del otro y no en el propio!

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Itai por la providencia divina, recientemente se ha unido a las fuerzas de David. Por lo
visto es un oficial de alta capacidad, pero que por causas que ignoramos, ha sido
desterrado de su patria natal.
El soberano, que conoce sin duda las razones, y dado que estas no son meritorias, no
tiene reparo en darle no solamente acogida sino también un puesto de importancia en sus
milicias. Durante la batalla final contra las tropas de Absalón, un tercio del ejército es
comandado por este militar.
Itai, hace un juramente invocando el hecho de que Dios vive. En un momento en que
todos consideran a David perdedor, él le reitera su fidelidad. Para Itai lo importante es
servir a su rey aunque esto ponga en gran peligro su vida. El rey lo había aceptado con
todo respeto cuando él estaba sin patria y quiere ahora mostrarle su gratitud. Es muy
probable que él esté acompañado por un grupo de sus soldados devotos y capaces (2 S
15:22).
Había prometido su fidelidad al monarca en desgracia diciendo: “Vive Dios, y vive mi
señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará
también su siervo” (2 S 15:21).
Estas palabras son casi idénticas a las pronunciadas por el Hijo de David mil años
después al decir: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi
servidor” (Jn 12:27).
Un concepto paralelo lo expresa el Señor Jesús: “no hay ninguno que haya dejado casa, o
hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos o tierras, por causa de mí y del
evangelio, que no reciba cien veces más” (Mr 10:29).
David tiene que dejar la ciudad con sus comodidades, y el militar no vacila por un
momento en hacer lo mismo. Es para nosotros un ejemplo de lo que debe ser nuestra
fidelidad al Señor Jesús.
Itai se presenta así como un hombre agradecido que no se olvida del bien que en un
momento de necesidad David le ha hecho. ¡Qué importante y necesario es ser
agradecidos especialmente a aquellos que nos han bendecido espiritualmente y que sin
duda nos han ayudado en nuestra formación cristiana e intercedido a través de los años
por nosotros.
Lo primordial en la vida para este guerrero consiste en estar cerca de su rey y servirle. El
prefiere estar con el David despreciado que con el Absalón inflado y adulado.
Se ha dado la situación paradójica de que algunos de aquellos que conocían a David por
largo tiempo como su propio hijo o su asesor Ahitofel, lo abandonan completamente y aun
se levantan contra él. Otros, por el contrario, como Itai, que al parecer lo conoce desde
hace relativamente poco tiempo, va a ser fiel a su benefactor.

Detalles técnicos
Sin duda que como cristianos nos preguntamos si la técnica que utilizó Husai para ayudar
al legítimo rey era correcta. Creemos que el término “mentira piadosa” se usa en forma
abusiva. Los creyentes tienen que ser reconocidos como hombres y mujeres que dicen la
verdad.
Dios usa el consejo de Husai para contrarrestar el de Ahitofel. Recordamos que David
había orando diciendo: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel” (2 S 15:31).

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Ronald E Youngblood nos dice: “En la Biblia la retórica no está necesariamente considera
algo malo, después de todo Absalón es un usurpador, y Husai, que valientemente es leal
a David, usa su habilidad para engañar con palabras para poder restaurar al rey legal a su
trono”.
Otros tales como Pink opinan distinto: “El hecho que su intención era buena y que sus
esfuerzos fueron exitosos no lo exoneran. Los resultados no debe ser el criterio por el cual
determinamos lo correcto o incorrecto de las cosas”.

Similitudes y diferencias entre David y el Señor Jesús


David fue rechazado por su hijo, mientras que Cristo lo fue por su pueblo.
David subió la cuesta llorando; Cristo lamentó sobre Jerusalén (Mt 23:37).
David tomó el camino del desierto; Cristo tomó el camino de la cruz.
David fue restaurado al trono; Cristo fue exaltado a lo sumo (Fil 2:9).
A David planearon matarlo, y a Cristo “procuraban matarle” (Jn 5:18).
Con David el pueblo lloró a alta voz, mientras que Cristo dijo: “no lloréis por por mi” (Lc
23:28).

Temas para discutir en grupo de estudio


1. ¿Por qué abandonó David a Jerusalén?
2. ¿Por qué Itai se unió con David en vez de plegarse a Absalón?
3. ¿Cómo reacciona David al subir al monte de los Olivos?
4. ¿Pecó Husai al fingirse ser amigo de Absalón?
5. Muestre ejemplos donde en esta historia se observa la soberanía de Dios.
6. ¿Recuerda algún antecedente de la historia de Israel cuando se creyó que atacando
con pocos bastaría y se sufrió vergonzosa derrota?

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