Capitalismo Moderno

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CAPITALISMO

MODERNO
Y
REVOLUCION

Gabriel Robledo Esparza

Segunda Edición

Monterrey, N. L., México

2021

1
2
INDICE

Introducción
Primera parte
Capitalismo, socialismo y comunismo. El materialismo y la dialéctica hegeliana.
CAPITULO I
Estado actual del socialismo y de la revolución socialista internacional.
CAPITULO II
La Lógica de Hegel.
CAPITULO III
La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana.
CAPITULO IV
La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París.
CAPITULO V
Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista.
NOTA CRITICA
El estalinismo
SEGUNDA PARTE
El nacimiento de la teoría revolucionaria
CAPITULO I
Antecedentes de la teoría revolucionaria.
1. Antecedentes Filosóficos.
El materialismo.
El materialismo mecanicista.
El materialismo inglés.
El materialismo francés.
El socialismo crítico-utópico.
La historia política
El idealismo.
La filosofía hegeliana
Primera posición crítica
Segunda posición crítica
Tercera posición crítica
Cuarta posición crítica
Feuerbach.
2. La Economía Política.
CAPITULO II
Los primeros planteamientos.
1. “En torno a la crítica de la Filosofía del derecho”, (Introducción)
2. Sobre la Cuestión Judía.
3. La ideología alemana
4. Crítica de la economía política
5. La Sagrada Familia (Capítulo IV, apartado 4, Glosa Marginal Crítica No. 2)
CAPITULO III
Los primeros planteamientos (continuación)
Los manuscritos económico-filosóficos de 1844.
A. Introducción.
B. Primer manuscrito
C. Segundo Manuscrito
D. Tercer Manuscrito
E. Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844
CAPÍTULO IV
NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE ESENCIA NATURAL DEL SER HUMANO.
3
A. Base biológica del trabajo.
B. Base social del trabajo.
C. El proceso del trabajo
D. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia
E. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista
1. Base material
2. Base social
3. Proceso de trabajo
4. Base biológica del trabajo en la sociedad capitalista.
5. La industria moderna y la esencia natural humana
F. El comunismo y la esencia natural del ser humano
G. El socialismo y la esencia natural del ser humano
CAPITULO V
La anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos en el
régimen de producción capitalista.
Notas para una crítica de la teoría de Freud.
Esquema del psicoanálisis
Critica de la teoría de Freud
TERCERA PARTE
El desenvolvimiento del capitalismo internacional y la evolución
de la teoría y el movimiento revolucionarios
Sección Primera
Dialéctica del régimen de producción capitalista.
Capítulo I
Etapa de la constitución del ser del régimen capitalista.
Capítulo II
Etapa del desenvolvimiento de la primera fase del régimen capitalista
A) Época del capitalismo de libre cambio (1789-1872)
B) Época del capitalismo monopolista
1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista.
2. Desarrollo ascendente de los elementos negatorios del régimen capitalista que son ya elementos
formales de su esencia negativa.
3. Anulación de la teoría y el movimiento revolucionarios por la burguesía internacional. Surgimiento del
revisionismo y del oportunismo.
4. Fase de mutua complementación de los contrarios.
5. Resurgimiento de la teoría y el movimiento revolucionarios. Se produce la forma de la esencia negativa
del capitalismo.
Primera revolución socialista.
6. El sistema de países capitalistas y el sistema socialista
7. El derrumbe del “socialismo realmente existente”
Capítulo III
Etapa de desenvolvimiento de la segunda fase de la esencia positiva
del régimen de producción capitalista
Establecimiento de la “sociedad del bienestar”
Nacimiento del capitalismo de consumo
La sociedad de consumo y el individuo
El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada
El capitalismo de consumo y la explotación del trabajador
El capitalismo de consumo y la producción de mercancías
La “sociedad del bienestar” y la sociedad de consumo
La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo
La maquinización de la producción en la sociedad de consumo
La cibernética
La informática
La comunicación
Las redes como sistemas de maquinaria
La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología
La acumulación de capital en la sociedad de consumo
La nueva división internacional del trabajo.
Sección Segunda
Surgimiento del neo-revisionismo
4
Naturaleza del capitalismo contemporáneo según el neo-revisionismo
La coexistencia pacífica.
La emulación económica.
Acerca del colonialismo.
La revisión del concepto del socialismo.
El socialismo "humanista"
Otras versiones del revisionismo moderno.
a) El revisionismo Albanés.
b) El revisionismo chino.
c) El revisionismo cubano.
d) El revisionismo de derecha pequeño burgués.
Anexo 1 Naturaleza del capitalismo moderno
Anexo 2 La revolución proletaria en América y el mundo.
Bibliografía

5
INTRODUCCION
Los países de Europa oriental vivieron, a partir de 1989, una acelerada transformación:
los gobiernos llamados socialistas o comunistas que en ellos existían fueron derrocados y en su
lugar se establecieron regímenes que se dedicaron abiertamente a la conformación de una
estructura económica capitalista.
Aunque se presentaba como una floración intempestiva, la vuelta al modelo capitalista de
los países de Europa oriental era el resultado de un largo proceso histórico.
En la Rusia soviética, el socialismo ahí instaurado desde 1917 alcanzó el punto
superior de su existencia durante la década de los años cincuenta: la producción era casi en
su totalidad colectiva, la economía, sujeta a una dirección centralizada mediante un plan
único, crecía aceleradamente con base en una pujante industria pesada y el trabajo era un
deber moral que tenía por objeto la satisfacción de las necesidades de la colectividad.
El socialismo se extendió a todos los países que habían quedado bajo la tutela de
Rusia cuando ésta los liberó de las garras del fascismo. Se formó así un sistema de países
socialistas.
Desde esa alta cima, el socialismo (que correspondía a grandes rasgos al concepto
marxista de esta formación económico-social, aunque, como veremos después, sólo en su
aspecto formal) inicia su ineluctable declinación.
La economía y la sociedad soviéticas, ante el empuje de una fuerza incontenible que el
mismo socialismo había creado, empezaron a sufrir cambios significativos. El socialismo se
había instituido con el propósito de satisfacer las necesidades individuales de los trabajadores,
por lo que se mantuvo vivo en la sociedad socialista el interés individual como el fin último del
desarrollo; este interés fue el elemento disolvente del régimen socialista. Aunque en el socialismo
soviético se había abolido la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción,
sin embargo, quedó intangible la propiedad privada del obrero sobre sí mismo.
El propio desenvolvimiento venturoso del socialismo dio lugar al nacimiento de un grupo
social, procedente de la clase de los trabajadores y que incluía a los dirigentes del Partido y a los
técnicos y científicos, que era de hecho el conductor de la economía y de los procesos sociales;
por contrapartida, la gran masa de los obreros quedó confinada al trabajo físico y al trabajo
mental más simple y rutinario. Se conformaron de tal suerte dos grupos antagónicos: una
burocracia que comprendía a los cuadros superiores del Partido y los técnicos y científicos de
procedencia obrera y una numerosa clase trabajadora que estaba excluida de la dirección del
proceso productivo.
La burocracia naciente intentó de inmediato convertir la administración de la
economía en la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción; la cruenta lucha
de Stalin tuvo como razón última de ser la defensa de la propiedad colectiva de los primeros
embates de la burocracia obrera.
Para la década del 60, la burocracia soviética era ya de facto propietaria de los medios e
instrumentos de producción y había organizado la descentralización de las empresas, la
propiedad por grupos y la autogestión e introducido de una manera muy amplia las relaciones
mercantiles y el estímulo material. La propiedad colectiva y la planificación centralizada fueron
definitivamente sustituidas por nuevas formas de propiedad y dirección de la economía.
La clase obrera soviética, por su parte, quedó sujeta a la explotación de esa nueva
clase dominante surgida de su seno. La relación entre la burocracia y la clase obrera
soviética era simple y llanamente la del trabajo asalariado: aquella se nutría del trabajo
excedente extraído a ésta.
La nueva forma de organización económica que se implantó en la URSS tendía
ardorosamente hacia la restauración plena del capitalismo; sin embargo, como la base del poder
de la burocracia era precisamente esa forma específica de organización económico-política en la
que no había un retorno definitivo a la propiedad privada sino sólo un estado de transición hacia
ésta desde la propiedad colectiva, entonces la clase poseedora refrenaba por todos los medios a
su alcance la fuerza que movía al régimen soviético hacia el capitalismo pleno.
Dos tendencias contradictorias se instalaron dentro de la clase dominante soviética:
una, que cuidaba del mantenimiento del estado de cosas existente, si acaso introduciendo
en él modificaciones graduales, y otra que procuraba el apresuramiento de las medidas
liberalizadoras para llevar rápidamente el régimen soviético hacia el capitalismo, aunque
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esta última ocultaba sus verdaderas intenciones escudándose en un supuesto socialismo
democrático y humanista, en el que quería transformar al “socialismo estalinista gris y
opresor”. Estas dos fuerzas fueron las que, asentadas sobre los firmes cimientos de la
explotación de trabajo asalariado, determinaron por décadas la dialéctica del desarrollo del
régimen soviético.
Advirtamos que un sector de la clase gobernante soviética defendía algo que ni por asomo
era el socialismo; se trataba, como hemos visto, de una degeneración de ese régimen social que
había adquirido una forma sui géneris del capitalismo y que tenía un soporte en la explotación
de los obreros soviéticos y la acumulación de capital. El otro sector –que escondía sus apetitos
tras la propuesta de la humanización del socialismo mediante la exaltación del individuo, lo que
a fin de cuentas es el verdadero fundamento del régimen burgués- era el abanderado de la
rápida implantación del capitalismo del tipo existente en el mundo occidental.
Los demás países pertenecientes al campo soviético también vivieron el cambio del
socialismo a un capitalismo embozado. Las relaciones entre ellos y Moscú pasaron de la
cooperación y la ayuda mutua a la explotación y la dominación por el oso imperialista.
En los países que giraban en torno a la Unión Soviética se formaron igualmente dos
corrientes dentro de la clase imperante, pero aquí la disidencia tuvo manifestaciones más
radicales que la acercaron peligrosamente a la completa restauración capitalista y se
enriqueció con la inclusión en sus filas de artistas, escritores, filósofos, etcétera que dieron
a su lucha una aureola de poesía y romanticismo. En otros casos, la oposición incorporaba
a sí a la misma clase obrera.
Lo sucedido en Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia y Polonia fue ejemplo de la
potencialidad tan grande de esa tendencia y de la reacción airada del centro del imperio
para evitar su desmembramiento. Más de un intento de las fuerzas reclamantes de
enseñorearse de esos países, volverlos al capitalismo típico y desintegrar el sistema del que
eran parte fueron brutalmente reprimidos por el ejército ruso.
A mediados de los ochenta, Gorbachov se puso a la cabeza de los contestatarios al iniciar
desde el gobierno la fase de regreso definitivo de la economía y la sociedad soviéticas al
capitalismo.
Como era de esperarse, tal decisión dio un gran impulso a la corriente antagónica en
los otros países del sistema. Todo el año de 1989 está lleno de movimientos políticos en la
mayoría de los países del este europeo que confluyen en la deposición de los gobiernos
denominados comunistas y en el acceso al poder de los líderes discrepantes, quienes de
inmediato se dan a la tarea de poner en obra sus reivindicaciones más sentidas, cuyo eje
rector lo es la restauración de la propiedad privada capitalista. La insurrección de las
fuerzas contradictoras en las naciones sojuzgadas por Moscú, a su vez alentó a los
impugnadores del régimen en el interior de la propia Unión Soviética, quienes arrebataron el
poder a Gorbachov y se lo entregaron a Boris Yeltsin. La antigua URSS se desintegró y en su
lugar surgió una Mancomunidad de Naciones que, sin obstáculo al frente, entraron por una
ancha calzada al proceso de plena restauración capitalista.
Debemos dejar bien establecido que las transformaciones habidas en los países
nombrados socialistas no tienen como contenido la derrota del socialismo, porque éste
había dejado de existir en esas naciones desde finales de los años 50; se trataba únicamente
del hundimiento de una forma específica del capitalismo que se denominaba a sí mismo
socialismo y comunismo y como tal pasaba a los ojos del mundo. De igual manera, lo que
reemplazó al capitalismo especial existente en Europa oriental no fue ningún “socialismo
democrático” ni algún híbrido colocado entre los dos sistemas, sino el capitalismo típico del
mundo occidental.
Esta situación fue interpretada de varias maneras. La izquierda del mundo
occidental, poseída de una cándida estulticia, saludó entusiastamente estos
acontecimientos, pues los consideró como la entrada de lleno de esos países a lo que ella
llamaba “socialismo humanista”. Por fin, aquel socialismo triste y despótico iba a adquirir
un rostro humano.
Por una explicable inversión ideológica, la izquierda veía en el capitalismo específico
existente en los países de Europa oriental un régimen verdaderamente socialista, aunque
gravado con una herencia estalinista que no le permitía pasar a una forma superior, más
democrática; en la disidencia, avanzada del capitalismo occidental, encontraba los paladines
de la democracia socialista, del socialismo humanista (utopía ésta a la que aspiraban por
igual, en las décadas pasadas, la pequeña burguesía de los países capitalistas y la oposición
de las naciones antiguamente socialistas antes de volverse descaradamente pro-capitalista y
que excluía tanto a la gran burguesía como a la burocracia obrera y preconizaba el reinado
7
del individuo como tal).
Muy pronto, sin embargo, su voz tuvo que enmudecer ante una realidad abrumadora:
por lo que los sublevados bramaban como ciervos sedientos era por la propiedad privada
capitalista.
Otra corriente de pensamiento echó también las campanas al vuelo, aunque por un
motivo diferente. Partiendo del mismo supuesto que la izquierda, es decir, de la reputación del
capitalismo encubierto existente en Europa oriental como una forma determinada del
socialismo, pero a la vez comprendiendo exactamente la naturaleza pro-capitalista de los grupos
que encabezaron la rebelión, arribaron al convencimiento de que el derrumbe de los regímenes
“comunistas” o “socialistas” era la prueba palpable del fracaso del socialismo marxista y
estimaron confirmado su viejo prejuicio del carácter antihumano de este sistema social. La
naturaleza humana, vulnerada por la dictadura socialista, dijeron, se ha sublevado por fin
para demandar a la historia que corrija su terrible desviación y le reintegre los atributos que
le ha expoliado, sobre todo su valiosa libertad individual. El capitalismo clásico, sazonado
con algunos rasgos humanistas, es el que se acomoda perfectamente a la naturaleza del
hombre. Para ellos no quedaba duda alguna de la historia había decretado la muerte del
socialismo.
A pesar de todo, los principios del socialismo marxista tienen ahora mayor actualidad que
nunca. Lo que ha concluido su ciclo vital es esa grotesca deformación, a fin de cuentas, una
variedad de la ideología burguesa, que los teóricos de Europa oriental hicieron pasar
impunemente, por muchos años, como el socialismo marxista.
Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridiana la esencia
del régimen de producción capitalista.
En su trabajo En torno a la crítica de la filosofía del derecho 1, escrito en 1844, Marx
sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capitalista se da la pérdida total del
hombre, es decir, la negación absoluta de su naturaleza humana, y en ellos mismos debe
surgir la necesidad de su recuperación mediante la actividad práctica revolucionaria. En un
famoso texto posterior, en La Sagrada Familia2 , Marx determinó lo que es la esencia del
régimen de producción capitalista: la aniquilación de la naturaleza humana en el
proletariado moderno y lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado
del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha de los trabajadores, de
esa naturaleza perdida. En los Manuscritos económicos-filosóficos de 18443 , que constituyen
el guión de una obra que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en la
relación trabajo asalariado y capital el trabajador es un ser espiritual y físicamente
deshumanizado; el capital es la forma enajenada que adopta la naturaleza humana del
trabajador; el trabajo engendra al capital como su naturaleza enajenada y el capital produce
al trabajador como un ser despojado de su naturaleza humana. Esta mutua implicación
tiene un desenlace conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la naturaleza
humana llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y convertida
absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen acuciantemente y
no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx obtiene la conclusión de que la
contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, de acuerdo con las premisas
establecidas, mediante la superación de la enajenación del trabajo a través de la
reapropiación de su naturaleza humana por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo
es el contenido del socialismo y del comunismo.
En El Capital4 , su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas que adopta
el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la naturaleza del hombre. La
producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquinización e intensificación del trabajo,
etcétera conducen a la culminación de la deshumanización del trabajador iniciada desde la
época de la disolución de la comunidad primitiva. El capital desposee al obrero de todas sus
capacidades humanas y se las apropia para sí; el ser humano así disociado de su naturaleza
1
Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París. Contenido en: Carlos
Marx, Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época”, traducción del alemán
por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., pp. 3-15
2
Marx, Carlos, Federico, Engels, La sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción
del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S. A., 1967, México, D. F., pp.
100-102
3
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977, México,
D.F.
4
Marx, Carlos, El capital, Crítica de la Economía Política, 3 tomos, Versión del alemán por Wenceslao
Roces, Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México-Buenos Aires, 1964.
8
esencial queda sujeto a un movimiento en el cual todos sus procesos orgánicos, todos sus
órganos y funciones entran en una pendiente de desgaste, descomposición, atrofia y
degeneración que tiene como resultado la devastación de las características biológicas de la
especie.
En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en su etapa
superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prostituye a sí mismo y pone en
sobre tensión sus órganos y procesos orgánicos para desarrollar un cúmulo de necesidades
individuales exacerbadas y obtener una satisfacción magnificada de ellas bajo la égida del
principio del placer. Se completa así la deshumanización del trabajador.
Lo que existe actualmente en el mundo occidental y lo que se estableció en los países
de Europa oriental a la caída del “socialismo real”, es el capitalismo, que entró así en una
fase de desarrollo desbocado una vez que fue removido el obstáculo que representaba la
forma primitiva del capitalismo existente en las naciones del bloque soviético. De lo que se
sigue que el proceso de deshumanización de la especie, sufrido en primer lugar por su nervio
vital que es la clase de los trabajadores, continuará en ascenso de una manera acelerada.
La situación que está viviendo la clase obrera moderna corresponde fielmente a
aquella que Marx consideraba, desde sus primeros escritos, como la premisa de la
revolución.
La historia, esa vieja calladamente hacendosa, ha querido hacer las cosas
cuidadosamente; decidió llevar hasta sus últimas consecuencias la deshumanización de los
trabajadores para después colocarlos frente a esa caricatura de sí mismos en que han
quedado convertidos a través de la explotación directa del capital y de la exaltación de sus
necesidades individuales; reconociéndose como la encarnación de una monstruosa
degeneración de la especie humana, deberán tomar conciencia de la necesidad de subvertir
el orden actual y establecer, ahora sí definitivamente, el socialismo y el comunismo, en
donde primero se recuperará la naturaleza humana del hombre y luego se dará libre curso a
sus enormes potencialidades.
El destino de la revolución que el proletariado actual se verá obligado a realizar es el
establecimiento del socialismo y su posterior evolución hacia el comunismo, tal y como
Marx y Engels lo previeron en sus elaboraciones teóricas iniciales.
El comunismo es, para Marx, desde ese temprano esquema de 1844, la supresión de
la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y la del obrero sobre sí
mismo, la reapropiación de la naturaleza humana de la especie, la reivindicación de la
producción y el consumo colectivos y la abolición de las necesidades individuales como el
motor de la producción.
Así, nos dice en los “Manuscritos...”, en el comunismo, supresión positiva de la propiedad
privada,
- el hombre produce al hombre,
- el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez la
existencia de otro hombre, es decir, es un objeto social [colectivo]
- el carácter social [colectivo] es el carácter total del movimiento,
- el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre,
- la actividad y el consumo son sociales [colectivos],
- la apropiación de la naturaleza es social [colectiva],
- la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la
sociedad [colectividad],
- la naturaleza se convierte en hombre en la sociedad [colectividad],
- la existencia individual es directamente actividad social [colectividad],
- la conciencia individual es directamente conciencia social [colectiva],
- la conciencia social es la forma teórica de la comunidad real
- la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total
a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar, sentir,
pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son órganos directamente
sociales [colectivos] que se relacionan de una manera humana con el objeto,
- se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas,
- se realiza la conversión de todos los sentidos en subjetiva y objetivamente
humanos,
- se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre
objetivo al convertirse el objeto en objeto social [colectivo],
- el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad [colectividad],

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- todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierte en sus
objetos,
- las fuerzas esenciales del ser humano, que están constituidas por la estructura
industrial, se volverán humanas en sociedad [colectividad]. El desarrollo de la
industria -condicionado por el desarrollo de las ciencias naturales- ha
preparado la emancipación humana, aunque directamente y en forma
preponderante les ha correspondido consumar la deshumanización.
El socialismo y el comunismo, a donde la revolución proletaria que viene ha de
arribar, deberán tener, por una necesidad histórica, las características que Marx les asigna
en los Manuscritos...; su fundamento lo será la supresión implacable de la individualidad de
los integrantes de la sociedad y la implantación de una verdadera colectividad.
La teoría marxista, de acuerdo a lo que hemos visto, tiene plena vigencia en los días que
corren; la realidad del capitalismo coincide totalmente con el concepto que de ella se ha formado
la doctrina de la revolución. Sin embargo, esta teoría ha sido por completo desplazada, desde
hace muchos años, de la base social que la debe llevar a su materialización, es decir, de la
intelectualidad pequeño burguesa y de las capas superiores del proletariado, y ha quedado
reducida a una escondida existencia en los anaqueles de las bibliotecas.
En las circunstancias descritas, la labor de los revolucionarios consiste en tratar de
explicarse teóricamente, como premisa para su acción práctica, todo el proceso que aquí
hemos señalado esquemáticamente del nacimiento del socialismo, su declinación y la
necesidad de su reaparición en una forma superior y definitiva.

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PRIMERA PARTE

Capitalismo, socialismo y comunismo


El marxismo y la dialéctica hegeliana

11
CAPITULO I

Estado actual del socialismo y de la revolución socialista internacional.

La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una


organización burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las reivindicaciones
de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee una conciencia y una organización
revolucionarias ni despliega una lucha que tenga como finalidad el derrocamiento del
régimen burgués y la instauración del socialismo; ella se encuentra por completo sometida a
la dominación ideológica y organizativa de la burguesía.
En el mundo, en los días que corren, no hay un solo partido que sostenga los
principios del marxismo-leninismo, ni que tenga al proletariado moderno como su base
social.
La teoría revolucionaria –el marxismo-leninismo- fue derrotada y desalojada de sus
posiciones en el terreno de la lucha de clases.
En los países antiguamente socialistas el capitalismo fue restaurado plenamente.
El sistema de países socialistas se transformó en un grupo de naciones totalmente
integradas al sistema mundial del capitalismo.
La revolución socialista mundial fue vencida y regresada a su punto de partida y el
capitalismo, bajo una forma u otra, extendió de nuevo su dominación, con fuerza centuplicada,
sobre todo el planeta.
Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución mundial,
durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolucionarios del proletariado, que
desembocó en la revolución socialista internacional y en la formación de un sistema de
países socialistas, produjo necesariamente su propia negación.
La tarea de los revolucionarios es intentar comprender la naturaleza de la etapa
actual de la revolución, para lo cual deben aplicar a su estudio el instrumento cognoscitivo
por excelencia del marxismo-leninismo: la dialéctica materialista.
Con la sorpresiva eclosión del capitalismo en los países del este europeo, la
degradación de la teoría revolucionaria a una colección de ideas burguesas expresadas en
un desleído lenguaje marxista, que era la ideología oficial de esas naciones, fue expulsada
de sus antiguos dominios; los partidos comunistas occidentales primero se convirtieron en
partidos pequeño burgueses o burgueses de izquierda que se despojaron sin rubores de su
vestimenta revisionista y adoptaron una ideología abiertamente burguesa y, por último, se
extinguieron simple y llanamente. Esta degeneración de la ideología marxista quedó
reducida a una rareza ideológica que tiene su campo de acción en pocos y minúsculos
cenáculos de intelectuales de “izquierda”, mientras que la verdadera teoría revolucionaria
permanece en estado criogénico, detenido su desarrollo, en las bibliotecas y sitios web.
Sin embargo, el revisionismo ha dejado una herencia nefasta; en sus diversos tipos,
por decenios, pasó ante los ojos de todo el mundo como la verdadera teoría del marxismo-
leninismo y con ese carácter fue anatematizado por la nueva primavera del capitalismo en
Europa oriental. De tal suerte, el revisionismo ha seguido ganando batallas después de
muerto.
Utilizar los elementos de la teoría del marxismo-leninismo para dilucidar el
significado de la etapa actual de la revolución mundial, exige necesariamente la crítica
despiadada de ese pesado cuerpo muerto que es el revisionismo, la reivindicación de los
principios fundamentales del marxismo-leninismo y su desarrollo creador para aplicarlos a
la revelación de la naturaleza de la fase presente de la revolución.
La dialéctica materialista es la teoría del conocimiento del marxismo-leninismo, el
corazón de esta doctrina, por lo que es lo primero que debemos rescatar de la dominación
revisionista y devolverle su naturaleza original.
El contenido fundamental de la dialéctica materialista es el reflejo, en el pensamiento, de
las formas más generales de la estructura y del movimiento del mundo objetivo, de las leyes
generales de la objetividad, y el postulado del origen de ese reflejo en la actividad práctica
humana.
Las fuentes de la dialéctica materialista fueron: (1) las ciencias empíricas, que en la época
de Marx ya habían agotado las determinaciones del ser del mundo objetivo y estaban instaladas
en el interior del mismo, en su esencia, trabajando por develarla; (2) la dialéctica hegeliana, que
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era el reflejo más completo de la objetividad y que comprendía las leyes generales del ser y la
esencia; (3) el materialismo filosófico que con Feuerbach había llegado a definir la verdadera
relación entre el ser y el conocer.
Marx y Engels tomaron todos estos elementos y fundaron la dialéctica materialista; con
este instrumento cognoscitivo abordaron la determinación de la esencia del mundo natural y
humano.
Marx y Engels no elaboraron un tratado sistemático de dialéctica, sino que adoptaron
íntegra la dialéctica hegeliana, a la cual sólo “pusieron sobre los pies”, y así la emplearon como
el método científico del conocimiento.

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CAPITULO II

La Lógica de Hegel.

La Lógica5 de Hegel es el tratado de dialéctica más completo jamás escrito. Su


primera parte, la lógica objetiva, comprende las leyes más generales del mundo objetivo,
aunque presentadas como pensamientos sustantivados.
Para Hegel, el ser tiene tres niveles de existencia; el ser determinado inmediato, el ser
determinado infinito y la esencia.

Esquema de la Lógica de Hegel

I. Primer nivel de existencia del ser. El ser determinado finito.


En la Ciencia de la Lógica Hegel establece la naturaleza del ser determinado finito (un algo,
una cosa, un fenómeno, una formación económica, etcétera).
El “algo” es él mismo y su otro, tiene a su otro en sí mismo y en él se convierte
necesariamente.
El otro del algo es primeramente su destinación, lo que está destinado a ser. El ser rellena su
destinación y se convierte en el otro de sí mismo: otra forma de existencia como tal ser determinado,
como este régimen económico, por ejemplo.
El movimiento del ser determinado consiste en constituir el otro que tiene como su destino. El
ser determinado se supera y se conserva en ese pasar de lo que es a lo que está destinado a ser. El
resultado es una naturaleza superior del ser determinado, en el cual se establece una nueva
destinación que tiene que ser constituida; y así sucesivamente. Dice Hegel que de esta manera se
produce el rellenamiento del ser determinado. El resultado de esta evolución es la determinación del
deber ser del ser determinado. El deber ser es el otro en el cual el ser determinado se transformará
necesariamente cuando fenezca, cuando su existencia llegue a su término.
El ser determinado, el algo, en su evolución cultiva los elementos del otro en que forzosamente
debe convertirse. Pero aquí todo se escenifica en el terreno del ser. La necesidad tiene el carácter de
la regularidad reiterada del fenómeno; todo el proceso por el cual el algo se trueca fatalmente en otro
ser determinado cuando perece queda fuera de este conocimiento superficial.
El concepto del deber ser es la conquista máxima de la lógica formal. Aristóteles, en su
Metafísica, desarrolla por primera vez esta noción y en torno a ella los filósofos posteriores rondan sin
dar un paso adelante.

II. Segundo nivel de existencia del ser. El ser determinado infinito.


El algo es el ser-dentro-de-sí, la unidad de lo que es y lo que no es, pero debe llegar a ser; el
algo perece y da lugar a otro algo; el ser del algo se continúa en el ser del otro algo; el ser que se
continúa en los algos que nacen y perecen es el ser infinito —la materia con su estructura atómica
El algo es una reunión, más o menos agregada, de partículas (átomos, dice Hegel), las
cuales constituyen una sustancia infinita que es el sustrato de su existencia y transformación.
Los seres determinados son agrupaciones de la sustancia infinita que se forman por medio de la
actividad de las partículas elementales.
El ser se interna es sí mismo y produce su esencia
.
III. Tercer nivel de existencia del ser. La esencia positiva (contradicción solucionada).
El ser determinado tiene también en sí a su otro como su esencia. Al convertirse en su otro
que es su esencia, el algo cesa de ser y su otro (el deber ser de la esfera del ser) surge a la existencia
como un nuevo ser determinado.
La doctrina de la esencia de Hegel es la que acomete la tarea de desvelar la naturaleza más
profunda del ser.
El paso sucesivo de una destinación a otra eleva el ser determinado a una etapa superior de
su existencia. Esa evolución es al mismo tiempo la procreación de los elementos constitutivos de la
5
Hegel, G.W.F., Ciencia de la lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo Mondolfo, Solar,
S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2ª edición castellana, 1968
14
esencia, la cual saldrá a la existencia como un ser determinado distinto. El movimiento de la
destinación conduce necesariamente a la aparición de la esencia.
El ser determinado produce en primer lugar su esencia como su fundamento de existencia. Es
la esencia positiva.

La esencia positiva (contradicción solucionada)

La esencia positiva son los dos polos que contienen cada uno a su contrario en sí mismo,
lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo generan en el exterior como el otro polo y se
procrean a sí mismos en el otro polo a través de esa exclusión.

CUADRO NUMERO 1

LA ESENCIA POSITIVA

15
Esta esencia positiva es el basamento del ser determinado dentro de los límites de su
existencia, antes de su extinción.
La esencia positiva contiene en sí misma, en estado germinal, los elementos del otro en
que fatalmente el algo ha de convertirse.
Una vez que el algo está plenamente constituido con sus tres niveles de existencia, la
esencia despliega su carácter negativo y se inicia el desenvolvimiento de los elementos de su
otro.
La esencia es primeramente el tercer nivel de existencia del ser determinado, la
contradicción polar que determina la existencia del ser; esta esencia se niega a sí misma y es
entonces también aquella que desarrolla en sí los elementos del otro en que ha de transformarse
el algo, es la esencia negativa.
Hegel ha realizado una verdadera revolución en la teoría del conocimiento. Para la lógica y
la teoría del conocimiento anteriores a él la esencia es sólo el fundamento, la base de lo que el
ser determinado es. En lo que se transforma el algo una vez que fenece está sujeto a la
casualidad y a la arbitrariedad o a una necesidad basada en la simple regularidad de la
aparición de los fenómenos. Hegel descubre la naturaleza más profunda del cambio: el ser
determinado es él mismo y el otro que le ha de suceder; su esencia contiene en embrión los
elementos del otro en que se ha de transformar y es, con esta naturaleza dual, el fundamento de
aquel; el movimiento de la esencia consiste en el desarrollo de los componentes del otro del ser
determinado hasta concluir con su aparición en la existencia, mediante la negación de su
progenitor, como otro ser determinado específico; durante todo este período, la esencia negativa
es también fundamento del ser determinado actualmente existente. La necesidad del mundo
objetivo adquiere así un significado más hondo: el ser determinado es tal porque es en sí mismo
el otro en que ha de devenir, su ser es pasar a ser precisamente este otro ser determinado.
La relación entre el ser determinado y la esencia negativa es, antes que nada, la de forma
y esencia, en donde ésta es un mero sustrato indeterminado y extrínseco de aquel pero que está
destinado a producir el otro que ha de sustituir al ser que existe actualmente. Después, la
relación pasa a ser la que hay entre forma y materia; la materia es la esencia que no es aún
fundamento ni negación del ser determinado, sino su base indeterminada, pero que ha dejado de
ser extrínseca a él: la materia es tal por mediación de la forma, se niega a sí misma y se
convierte en su otro, en la forma; ésta es ella sólo por mediación con la materia: se niega y viene
a ser su otro, la materia. Forma y materia son el mismo ser determinado que aún no desarrolla su
esencia como fundamento y negación. Sin embargo, la materia del ser actual es la sustancia con
la que ha de constituirse el nuevo ser determinado.
La relación forma-materia pasa a la de forma-contenido. La materia deviene en contenido.
Este es la esencia positiva formada por los polos positivo y negativo, de los cuales el segundo es
el germen del otro del ser inmediato determinado. La esencia negativa está aquí sólo en estado
latente. El contenido del ser actual es el que ha de producir la forma y el contenido del nuevo
ser.
La relación entre el fundado y el fundamento, entre el ser puesto y el ser en sí y por sí es
de mutuo engendramiento y negación. El ser en sí y por sí es el otro de sí mismo del ser actual,
su destinación, lo que está destinado a ser, y su existencia es el paso constante de una a otra
forma de sí mismo. En este proceso, el ser actual cultiva los elementos de su deber ser, del otro
ser inmediato en el que debe convertirse a su perecimiento.
El paso sucesivo de una destinación a otra eleva el ser determinado a una etapa superior
de su existencia. Esa evolución es al mismo tiempo la procreación de los elementos constitutivos
de la esencia, la cual saldrá a la existencia como un ser determinado distinto. El movimiento de
la destinación conduce necesariamente a la aparición de la esencia.
El ser determinado produce en primer lugar su esencia como su fundamento de
existencia. Es la esencia positiva.
La dialéctica entre polo positivo y polo negativo de la esencia positiva (contenido del ser
determinado) da lugar a la reflexión del segundo de ellos, es decir, a la producción por el polo
negativo de la forma del otro que ha de sustituir al ser inmediato actual, pero sólo de la forma,
que en este estadio coexiste con el contenido de aquel. La esencia positiva ha dado a luz la
esencia negativa, esto es, los elementos del otro del ser determinado, pero únicamente como una
forma que conserva el mismo contenido del ser de donde proviene. La nueva forma adquirida por
el ser determinado elimina la forma precedente.

IV. Cuarto nivel de existencia del ser, la esencia negativa

16
a) La esencia positiva se niega a sí misma y produce la forma de la esencia negativa

CUADRO NUMERO 2

PRODUCCION DE LA FORMA DE LA ESENCIA NEGATIVA

Es desplazada por
FORMA
Polo Polo del ser inmediato la forma de la
Positivo Negativo actual. esencialidad
Esencia Fundado
CONTENIDO negativa.
Positiva
Determinaciones del
ser inmediato actual

Esencia La esencia positiva genera FORMA


Negativa primeramente, mediante la de la esencialidad negativa, de
(Sólo la reflexión de su polo negativo, las determinaciones del otro Fundamento
forma la forma del otro que ha de
hacia el que ha de evolucionar Formal
pero conservando aún el
del otro) sucederle. contenido del ser actual.

La relación forma-contenido evoluciona hacia la relación fundamento-fundando; el


fundamento son las determinaciones del ser inmediato existente, pero bajo la forma de la
esencialidad, esto es, del otro que le ha de seguir; lo fundado son las determinaciones del
ser inmediato presente; el fundamento se niega a sí mismo y engendra a lo fundado; éste a
su vez se niega a sí mismo y produce el fundamento.
El ser determinado inmediato se ha desdoblado en dos: el contenido del ser determinado
inmediato actual que es lo fundado y la forma del ser que ha de sustituirlo, del otro en que ha de
transformarse el ser existente, que es el fundamento.
La esencia ha adquirido así la forma del nuevo ser, pero conserva aún el contenido del
anterior; éste es el paso previo necesario para que ella se establezca como las determinaciones
específicas del próximo ser inmediato que son la negación del que hoy existe.
Las determinaciones del ser inmediato existente y su forma negativa se dan un
mutuo impulso que resulta en el paso de las primeras a una fase superior de su existencia;
ya investidas con su nueva naturaleza, su acción inicial consiste en la anulación de la forma
de la esencia negativa y la restitución de la forma primitiva.

b) Mutuo engendramiento de la forma de la esencia negativa y el contenido de las determinaciones


del ser actual.

CUADRO NUMERO 3

MUTUO ENGENDRAMIENTO Y NEGACION DE LA ESENCIA NEGATIVA Y LA ESENCIA POSITIVA

17
CUADRO NUMERO 3
b)

FORMA FUNDADO
Polo Polo del ser inmediato
(Fundamento
Esencia Positivo Negativo actual.
positivo del
Positiva CONTENIDO
CONTENIDO ser actual)
Determinacionesdeldelser
Determinaciones
ser inmediato
inmediato actual
actual como
generadoras de la forma Se engendran y se niegan
de la esencia negativa.
mutuamente.
Esencia FORMA
Negativa de la esencialidad negati-
(Sólo la va, de las determinacio-
FUNDAMENTO
forma del nes del otro hacia el que
FORMAL
ha de evolucionar pero
otro) (Fundamento ne-
conservando aún el con-
gativo del ser ac-
tenido del ser actual.
tual)

c)

FORMA
Adquieren una negativi-
Polo Polo del ser inmediato actual. Restaura la forma
dad extrema, anulan la
Esencia Positivo Negativo CONTENIDO anterior del ser
forma de la esencialidad
Positiva del ser inmediato actual inmediato actual. su
pero en una fase superior
negativa y recobran
de su existencia forma anterior.

Esencia FORMA
Negativa Anula la forma de la
(Sólo la
esencialidad negativa.
forma del
otro)

Las determinaciones del ser determinado actual en su nueva fase de existencia son otra
vez sólo la esencia positiva, el fundamento de lo que el ser es; se reanuda la relación primitiva
entre contenido y forma.

c) La esencia positiva es restaurada

CUADRO NUMERO 4
RESTAURACION DE LA ESENCIA POSITIVA
FORMA
del ser
Polo Positivo Polo Negativo
inmediato
Esencia actual.
Positiva CONTENIDO
Determinaciones del ser
inmediato en su nueva natu-
raleza; recobran su papel de
fundamento positivo de lo que el
ser es.

El movimiento de recíproca implicación entre forma y contenido de las determinaciones


del ser inmediato en su nueva naturaleza tiene como resultado la exacerbación de la negatividad
del contenido, lo que origina que las determinaciones del ser inmediato actualmente existente
den lugar a otras distintas que son ya elementos materiales del otro en que éste ha de
convertirse y que por el momento carecen de su naturaleza negativa; estas nuevas
determinaciones pasan a ser el fundamento real (negativo) y aquellas de donde provienen, lo
18
fundado.
El ser determinado existente llega a tener así, como fundamento de su existencia, su
propia negación, los elementos del otro en que fatalmente devendrá.

d) Producción por la esencia positiva del contenido de la esencia negativa

CUADRO NUMERO 5.

PRODUCCION DEL CONTENIDO DE LA ESENCIA NEGATIVA

FORMA
del ser inmediato
actual.
Polo
Esencia Positivo Polo
CONTENIDO
Positiva Negativo
Determinaciones del ser Fundado
inmediato actual en una
e) fase superior de su
existencia.

CONTENIDO
Esencia La esencia positiva Determinaciones del ser
Negativa produce posteriormente, a en sí y por sí, es decir,
(Contenido través de la reflexión de su del otro en el que el algo Fundamento
del otro) polo negativo, el contenido ha de transmutarse al Real
del otro que le seguirá. Es perecer.
el fundamento real.

19
El ser determinado inmediato tiene ahora la estructura siguiente: las determinaciones del
ser determinado actual que son el contenido de la forma correspondiente y las determinaciones
propias del ser determinado en que el existente ha de trocarse, que son un contenido distinto del
anterior y el cual se dará la nueva forma de la esencialidad negativa mediante la negación de la
anterior. Aquellas y su forma específica son lo fundado y éstas son el fundamento real que al
producir su forma característica será el fundamento integral (real y formal)
Las determinaciones del ser actual, que aquí tienen el carácter de un fundado,
comprenden desde luego las determinaciones de la esencia positiva y por lo tanto constituyen
una relación polar (polo positivo y polo negativo) que se rige por los principios señalados en la
parte correspondiente de este estudio; el resultado final de esa relación es la gestación de las
determinaciones del otro del ser actual.
Como al momento de su surgimiento las determinaciones del otro ser determinado
carecen de su carácter negativo, son idénticas a las determinaciones del ser inmediato que les
dieron vida, se continúan en ellas, y al hacerlo fijan una diferencia entre las mismas, lo que da a
lo fundado un doble contenido: unas determinaciones (polo negativo del ser actual) que son la
continuación del fundamento real y que por tanto son las determinaciones del otro en lo
fundado y otras determinaciones (polo positivo del ser presente) que son extrínsecas tanto a
aquellas como al fundamento.

e) La forma y el contenido de la esencia negativa son producidos por el polo negativo de la


esencia positiva

CUADRO NUMERO 6
EL POLO NEGATIVO DE LA ESENCIA POSITIVA PRODUCE LA FORMA Y EL CONTENIDO DE LA
ESENCIA NEGATIVA

FORMA DEL SER


Esencia
INMEDIATO ACTUAL
Positiva

Extrín-
Fundado
seco Polo Polo Doble contenido
tanto Positivo Negativo
al polo CONTE- CONTE-
negati- NIDO A NIDO B
vo como
al fundamento.
El polo
Esencia negativo se CONTENIDO El contenido
Negativa del otro en el que el algo
delha otro
de devenir..
en
determina
(Forma y que el algo
como el que
contenido del ha de devenir
nuevo ser engendra el se continúa
pero aún en el contenido de en las deter-
seno del la esencia minaciones
actual.) negativa. del ser inme-
diato; a cau- Fundamento
sa de ello, el Integral (Real y
NUEVA contenido de Formal) Un solo
FORMA la esencia contenido.
de la positiva se
esencialidad escinde en
negativa, de
dos conteni-
las
determinacio dos que co-
nes del otro. rresponden a
los polos po-
sitivo y ne-
gativo.
20
21

Las determinaciones del otro que se encuentran en el fundamento adquieren su carácter


negativo; su negatividad se manifiesta haciendo entrar las determinaciones positivas de lo
fundado, que aparecían como extrínsecas, en una relación positiva de recíproca implicación con
las determinaciones negativas de lo fundado y llevando aquellas al seno del fundamento, en
donde establecen una relación negativa con las determinaciones negativas del mismo; en el
fundamento surge una réplica de la relación polar existente en lo fundado pero de signo distinto
porque aquí el polo negativo ejerce una acción que pretende echar de la existencia al polo
positivo que representa al ser determinado existente en la actualidad para dar lugar al nuevo
ser representado aquí por el otro polo.

f) La esencia positiva, produce, a través del polo negativo, los polos positivo y negativo del
contenido de la esencia negativa

CUADRO NUMERO 7

PRODUCCION DE LOS POLOS POSITIVO Y NEGATIVO DEL CONTENIDO


DE LA ESENCIA NEGATIVA

FORMA DEL SER


Esencia INMEDIATO ACTUAL
Positiva
(Funda-
mento
positivo Fundado
del ser Polo Polo Doble contenido
determi- Positivo Negativo
CONTE- CONTE-
nado.)
NIDO A NIDO B

El contenido B (polo negativo) de la esencia positiva genera el contenido del otro;


este contenido adquiere su negatividad e incorpora a su campo el contenido A de
la esencia positiva con el que traba la lucha que tiene como finalidad aniquilarlo,
echarlo de la existencia para dejar subsistente sólo al nuevo ser inmediato.

Esencia Polo Polo


Negativa Positivo Negativo
CONTE- CONTE-
NIDO A NIDO B. Fundamento Integral
(Real y Formal)
Doble contenido.

FORMA DEL OTRO

El contenido de la esencia negativa se ha escindido así en dos: el contenido A que es el


polo positivo y que representa al ser determinado actual en la esencia negativa y el contenido B
21
22
que es el polo negativo de la misma que pretende anular al ser actualmente existente.
Al vincularse el polo negativo y el polo positivo de la esencia negativa en una relación
negativa, se unen también el polo positivo y el polo negativo de la esencia positiva en una
relación de engendramiento de B por A.
El polo negativo de la esencia negativa (contenido B) establece la lucha con propósitos
devastadores contra el polo positivo (contenido A) de la misma; este polo positivo de la esencia
negativa a su vez engendra el polo positivo de la esencia positiva, el cual produce el polo
negativo, que a su tiempo generará el polo negativo de la esencia negativa.

g) Los dos polos de la esencia positiva engendran a los dos polos del contenido de la
esencia negativa y viceversa.

CUADRO NUMERO 8

MUTUO ENGENDRAMIENTO DE LOS POLOS DE LAS DOS ESENCIAS

Al traer el contenido B (polo negativo) de la esencia negativa hacia ésta el contenido A


(polo positivo) de la esencia positiva y vincularse ahí ambos contenidos en una relación de
oposición, dan lugar a la unificación del contenido A (polo positivo) y el contenido B (polo
negativo) de la esencia positiva en una relación de procreación mutua.
El ser determinado inmediato queda así compuesto de la siguiente forma: una esencia
positiva con dos contenidos (polo positivo y polo negativo) que se generan recíprocamente y que
por la reflexión de su polo negativo da lugar al surgimiento del polo negativo de la esencia
negativa, el cual vincula a sí, trayéndolo a su dominio, al polo positivo de la esencia positiva, con
el cual establece una relación contenciosa; una esencia negativa integrada por dos contenidos, el
polo negativo que es producto de la reflexión del polo negativo de la esencia positiva y el polo
positivo que ha sido traído desde la esencia positiva al terreno de la esencia negativa, en donde
entra en franca lucha con el otro polo y de ahí es lanzado de nuevo al seno de la esencia
positiva.
La dialéctica total que de aquí brota es la siguiente: los polos positivo y negativo de la
esencia positiva se producen uno al otro; este movimiento se traduce en la reflexión del polo
negativo, es decir, en su conversión en el polo negativo de la esencia negativa; este último trae
hacia la esencia negativa al polo positivo de la esencia positiva y entra con él en una relación

22
23
conflictiva; este polo positivo de la esencia negativa se transmuta en el polo positivo de la
esencia positiva y ahí se reanuda de nuevo todo el proceso.
Las determinaciones que en el fundamento real constituyen los elementos del otro en que
el algo ha de transformarse y que son uno de sus contenidos (el polo negativo del mismo), tienen
que acreditar su ser negando, con la intención de desplazarlas de la existencia, las
determinaciones del ser inmediato, del algo existente que es otro de los contenidos del
fundamento (polo positivo).
Las determinaciones extrínsecas e inesenciales que eran uno de los contenidos de lo
fundado (su polo positivo) entran, por mediación de la relación fundamental (es decir, de la
vinculación negativa inmediata de los contenidos (polo positivo y polo negativo) en el
fundamento), en relación con el otro contenido de lo fundado (su polo negativo); esa conexión
es positiva, de creación de las determinaciones negativas de lo fundado.
Queda así perfectamente estructurado el fundamento negativo del ser determinado y bien
delimitados los elementos cuya dialéctica ha de llevar a la metamorfosis de éste en otro ser
determinado.
Cuando lo fundado está ya bien formado como el ser determinado inmediato existente
que tiene dos contenidos, los cuales se enlazan engendrando el contenido A (las determinaciones
positivas del ser determinado actual) al contenido B (sus determinaciones negativas) y el
fundamento tiene también sus dos contenidos, cuyo nexo consiste en la negación por el
contenido B (que son las determinaciones del nuevo ser inmediato en que se convertirá el que
existe) del contenido A ( que son las determinaciones del ser actual), entonces lo fundado se
vuelve condición que produce el fundamento y que a su vez es producida por éste. Lo fundado es
la generación de los elementos del otro en su interior (contenido B, polo negativo) por el
contenido A (determinaciones del ser inmediato, polo positivo); esta generación es a su vez la del
fundamento como negación en él de las determinaciones del ser inmediato (contenido A, polo
positivo) por las del otro ser (contenido B, polo negativo); el fundamento a su tiempo produce lo
fundado como condición.
La mutua procreación de la condición y el fundamento da como resultado que del
contenido B de aquella, es decir, de las determinaciones del otro que se encuentran bajo la
forma del ser actual, advenga el contenido B del fundamento, esto es, las determinaciones que
son ya un elemento del otro que ha de venir después del ser actual; de igual manera, las
determinaciones del ser inmediato que se encuentran en el fundamento se transforman en las
determinaciones positivas de la condición (contenido A de lo fundado).
La relación llega a su clímax cuando el polo negativo de la esencia positiva se ha vuelto en
su totalidad el polo negativo de la esencia negativa; por tanto, el polo positivo de la esencia
positiva ha desaparecido también, pues su razón de ser es el engendrar y ser engendrado por el
polo negativo; todo su contenido se ha incorporado al polo positivo de la esencia negativa. La
esencia positiva desaparece; quedan enfrentándose en lucha abierta, pretendiendo su mutua
desaparición, el polo negativo (que es el otro del ser inmediato actual) y el polo positivo (que es el
ser inmediato actual pero ya en su papel defensivo ante la acometida del otro polo) de la esencia
negativa.

h) La esencia positiva desaparece y en la esencia negativa se establece la contienda entre


el polo positivo y el polo negativo.
CUADRO NUMERO 9
CUADRO NUMERO 9 ENFRENTAMIENTO DEL POLO NEGATIVO
i) Y EL POLO POSITIVO EN LA ESENCIA
Esencia Este polo vuelca todo Polo Polo Este polo vacía todo su
Positiva su contenido en el polo Positivo Negativo contenido en el polo ne-
(desapa- positivo de la esencia CONTE- CONTE- gativo de la esencia ne-
rece) negativa. NIDO A NIDO B gativa.

Esencia .Polo .Polo Quedan enfrentados en lu-


Negativa Positivo Positivo cha decisiva el polo positi-
CONTE- CONTE- vo y el polo negativo de la
NIDO A NIDO B. esencia negativa.

23
24
La dialéctica de la relación lleva a que el total de las determinaciones negativas de la
condición (fundado) se transmuten en fundamento (en elementos del otro ser inmediato) y que
todas las determinaciones del ser inmediato anterior que estaban en el fundamento se
truequen en condición.
Quedan entonces enfrentándose sólo el fundamento que son las determinaciones
negativas como elementos del nuevo ser inmediato y la condición o fundado constituida
únicamente por las determinaciones del ser inmediato en vías de desaparecer. Se establece
la lucha decisiva entre ambos elementos.

V. El surgimiento del nuevo ser inmediato a la existencia

CUADRO NUMERO 10

En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas las
determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su acabamiento. La
condición son las determinaciones del ser inmediato anterior y el fundamento las del nuevo ser
determinado inmediato; éste se encuentra como cosa en sí, como contenido de los dos momentos
que son la condición y el fundamento, los que están en franca lucha. De la mutua negación de
condición y fundamento se produce el nuevo ser inmediato, la cosa inmediata esencial, que los
conserva todavía como sus momentos. A través de la negación de la condición por el
fundamento, aquella se hace fundamento y desaparece como condición; el ser inmediato
anterior perece cuando la condición se vuelve fundamento. En la negación de la condición
por el fundamento éste se transmuta en ser inmediato y desaparece como fundamento; el
nuevo ser inmediato nace al transformarse el fundamento en cosa inmediata esencial. El
nuevo ser inmediato es la cosa inmediata esencial que ha surgido a la existencia mediante la
eliminación tanto de sus condiciones como de su fundamento. El nuevo ser inmediato ha roto
el cordón umbilical que lo unía al anterior.
En este punto Hegel da cima a su tarea de reflejar en toda su complejidad el mundo
objetivo; ha develado los tres niveles de existencia del ser determinado (ser determinado
inmediato, ser determinado infinito y esencia como fundamento positivo de lo existente) y la
esencia del ser determinado como el desarrollo del otro en el que ha de transmudarse a su
perecimiento (esencia negativa).
24
25
En resumen, conforme a la Lógica de Hegel, el ser tiene 3 niveles de existencia; el ser
determinado finito, el ser determinado infinito y la esencia. El ser determinado finito, que es una
compleja combinación de la sustancia infinita, se interna en sí mismo y produce su esencia. A
ésta la constituyen dos polos contrarios que se encuentran en una relación de mutuo
engendramiento y negación y es el fundamento, la causa última del ser determinado. Este tiene
una forma y un contenido que se corresponden.
La esencia como fundamento y causa última del ser determinado, partiendo del
contenido que le es propio y conservándolo como su base, inicia el desarrollo de los
elementos del otro ser inmediato en que ha de convertirse a su extinción. Produce una
nueva relación entre los mismos polos de la esencia positiva; en ella el polo negativo actúa
como elemento negatorio del actual ser inmediato y constitutivo del nuevo ser que ha de
venir; el polo positivo se desempeña como elemento de la conservación del ser inmediato
existente. Esta relación contenciosa que se da entre los mismos polos que son el
fundamento del ser inmediato, da como resultado el surgimiento de la forma, pero sólo de la
forma del nuevo ser inmediato, la cual se alza sobre el mismo contenido del ser inmediato
anterior; lo que se ha generado, por tanto, es tan solo la forma del nuevo ser empalmada,
por así decirlo, al contenido del ser anterior. Esta forma del nuevo ser surgiendo del
contenido del ser anterior es la esencia negativa, por ahora sólo formal, de éste.
La aparición de la forma del nuevo ser hace madurar la esencia del ser inmediato actual
obligándola a pasar a una fase superior de su existencia. En esta nueva etapa de vida da otra
vez lugar al desarrollo de los elementos del nuevo ser que ha de sucederlo, pero ahora como un
par de polos, distintos de los de la esencia positiva, que pasan a constituir el contenido del
nuevo ser inmediato. La esencia negativa, que es la forma y la materia del nuevo ser inmediato
en el seno del que lo precede, queda constituida también por dos polos entre los que se establece
la lucha definitiva que tiene como resultado la eliminación del ser inmediato anterior y el
surgimiento a la existencia del nuevo ser inmediato.
La Lógica de Hegel nos brinda los elementos teóricos para la determinación de la
naturaleza del socialismo del siglo XX: un régimen formalmente socialista, pero con un contenido
capitalista que actúa sobre la forma, la desplaza y establece una forma capitalista más alta, y del
capitalismo moderno: un régimen capitalista superior, en el cual se desarrollan los componentes
del socialismo integral, que lo será tanto en la forma como en el contenido.

25
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CAPITULO III

La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana.

1. El régimen de producción capitalista


Según dejamos establecido, Marx y Engels hacen suya la dialéctica hegeliana. Utilizando este
instrumento teórico develan la naturaleza de ser determinado inmediato del régimen capitalista, ponen
de manifiesto la esencia que es su fundamento positivo y descubren la esencia que es el otro en que
indefectiblemente ha de transformarse, su fundamento negativo
Para Marx y Engels, el régimen de producción capitalista es un ser determinado finito, al que le
corresponden todas las determinaciones lógicas establecidas por Hegel en su Ciencia de la Lógica.
Su fundamento es la esencia positiva, los dos polos de una contradicción.
Los elementos polares del régimen capitalista son el capital y el trabajo asalariado.
El capital está formado por los medios e instrumentos de producción y los medios de vida, los
cuales son propiedad de los capitalistas, quienes constituyen la clase burguesa.
El trabajo asalariado es el trabajo vivo propiedad de la clase de los proletarios.
Los medios e instrumentos de producción y de vida y la fuerza de trabajo son mercancías.
El proceso productivo se realiza bajo la dirección del capitalista, quien adquiere y reúne medios
e instrumentos de producción y fuerza de trabajo vivo.
El capital está formado por capital constante, capital variable y plusvalía (c+v+p)
El capital constante son los medios e instrumentos de producción, y el capital variable, la
fuerza viva de trabajo, a los que el capitalista reúne en el proceso productivo.
La plusvalía es el valor nuevo que el trabajo vivo crea en el proceso productivo.
El trabajo vivo conserva, en el consumo productivo, el valor del capital constante, repone el
suyo propio y crea un plus valor, del cual se apropia el capitalista sin retribución.
La jornada de trabajo se divide en dos partes: el tiempo de trabajo necesario, durante el cual el
asalariado repone el valor de los medios de vida necesarios, y tiempo de trabajo excedente, lapso en el
que produce un valor excedente.
El capital se adueña del plus valor y lo acumula, incrementándose en la medida de esa
acumulación.
El capital, cuando el régimen capitalista se mueve sobre sus propios pies, es en su totalidad
trabajo excedente acumulado, trabajo no retribuido.
El capital es trabajo sustantivado en los medios e instrumentos de producción, trabajo
abstracto que ha salido del dominio de los trabajadores, se ha vuelto ajeno a ellos y toma cuerpo en los
productos.
El trabajo vivo es la fuente de trabajo abstracto que sale de su dominio y se sustantiva en el
capital, en los medios e instrumentos de producción y medios de vida.
Los medios e instrumentos de producción y de vida son una concentración de las capacidades
de los trabajadores, de las cuales han sido desposeídos, ahora propiedad del capital.
El trabajo asalariado es una fuerza de trabajo abstracta, a la que le han sustraído sus
capacidades concretas, las cuales han sido hecho suyas por el capital bajo la forma del instrumento
maquinizado.
El capital es trabajo enajenado. Se ha desprendido de la fuerza de trabajo como trabajo
abstracto y ha emigrado al capital-objeto.
El trabajo que sale del trabajador y se adhiere al capital es trabajo abstracto, desgaste de la
fuerza de trabajo (músculos, nervios, cerebro, etcétera) que se materializa en el capital.
Los medios e instrumentos de producción (tierras y máquinas) son las antiguas capacidades
individuales de los trabajadores, ahora socializadas (incorporadas a las máquinas).
Son elementos socializados de la naturaleza humana de la especie, pero separados y opuestos a
los individuos.
La fuerza de trabajo ha perdido sus capacidades individuales y éstas se han convertido en
capacidades socializadas detentadas por el capital.
Es la negación viviente de las capacidades individuales de los trabajadores, que eran factores
de la naturaleza humana de la especie, pero fraccionados entre los individuos.
La naturaleza humana de la especie se determina como la propiedad de los trabajadores, que
tienen una fisiología colectiva y están organizados colectivamente, sobre los medios e instrumentos de
producción y medios de vida.
26
27
Capital y trabajo asalariado, fundamento de la esencia positiva del régimen de producción
capitalista, son los dos polos de una contradicción.
Cada uno es él mismo y su otro; se produce a sí mismo y produce a su otro en sí mismo.
Capital y trabajo asalariado se excluyen mutuamente.
Cada uno de los polos se produce a sí mismo en su otro.
Capital y trabajo asalariado se engendran mutuamente.
Mediante la mutua exclusión y engendramiento de capital y trabajo asalariado el régimen
capitalista se desarrolla ascendentemente.
En este movimiento, el capital crece superlativamente.
Se incrementa como trabajo excedente acumulado, fuerza de trabajo sustantivada que se extrae
del trabajo asalariado por medio de los métodos de producción de plusvalía relativa y absoluta a costa
de vulnerar las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores (extensión e intensificación del
trabajo, reducción del salario, violencia física y moral, lugares de trabajo insalubres, instalaciones
fabriles peligrosas, hambre, insalubridad, enfermedades, falta de viviendas, muerte prematura,
etcétera).
Aumenta como acumulación socializada de las capacidades y facultades de los trabajadores.
El trabajo asalariado acrecienta su abstracción, se reduce a un trabajo cada vez más abstracto.
Marx y Engels descubren una doble naturaleza en las determinaciones de la esencia positiva
del régimen de producción capitalista. Son los elementos del sustento y desarrollo de su esencia
positiva, pero al mismo tiempo los de su negación y elevación a un régimen económico superior.
Los extremos de la contradicción han quedado completamente definidos: por un lado, los
medios e instrumentos de producción y de vida, que son el contenido de la esencia humana de la
especie, pero ajenos y antagónicos al trabajo vivo, y que forman una unidad cada vez más concentrada
y centralizada, y por otra, una masa de trabajadores a los que se ha despojado de todas sus
características humanas y se le niegan y restringen los elementos para su mera subsistencia,
llevándolos al extremo de su aniquilación física, un estado que linda con el genocidio.
Los medios de producción y de vida socializados y concentrados están en sazón para ser
apropiados en forma colectiva y la fuerza de trabajo está madura para constituirse en una colectividad
que posea las que fueron sus capacidades y facultades ahora incorporadas al capital.
La fuerza de trabajo y el instrumento colectivos reunidos constituyen el contenido de la forma
más alta de la naturaleza esencial de la especie, hacia la que el desenvolvimiento de la contradicción
capital―trabajo asalariado se dirige necesariamente.
El trabajo asalariado, bajo el impulso que le imprime la precaria y miserable situación a que lo
condena la explotación capitalista, se organiza en grupos, clubs, sindicatos y, en su forma superior, en
Partidos obreros, y enfila su acción en contra de los capitalistas con la finalidad de mejorar sus
condiciones de vida y de trabajo y reducir los excesos de la explotación a la que están sometidos. Su
actividad está enfilada también a influir sobre el Estado para que intervenga legislativa y
administrativamente y proteja los intereses de la clase trabajadora.
Se conforma un movimiento obrero que es la negación del régimen capitalista, pero dentro de
sus propios límites; tiene como finalidad conservar y desarrollar el trabajo asalariado como
complemento del capital. No sale del terreno del ser determinado del régimen capitalista, es una
condición de su existencia.
El fundamento positivo (la esencia positiva) del régimen capitalista está ahora plenamente
formado.
Tiene a su otro como su destinación, como lo que está destinado a ser, que es otra forma de sí
mismo. El otro se constituye y en él se conserva el régimen de producción capitalista, aunque en una
forma distinta de la anterior.
En esta evolución, los elementos del régimen capitalista se fortalecen y el polo negativo
robustece su negatividad.
La relación, plenamente desplegada, entre capital y trabajo asalariado es el contenido de la
esencia positiva del régimen de producción capitalista. Marx y Engels la han descrito minuciosamente
en el tomo I de El Capital, y con anterioridad a éste, de una manera más general y desde otros ángulos,
en Ideología Alemana y Manuscritos económico―filosóficos, entre otros escritos.
La mutua suposición y engendramiento de capital y trabajo deviene en una potenciación del
polo positivo en su acción sobre el polo negativo y en un fortalecimiento de la negatividad de éste.
El proletariado es el polo negativo del régimen capitalista generado por éste como la
encarnación de la desposesión de la naturaleza humana por el capital; en esta fase, tal despojo se
manifiesta bajo la forma de la vulneración inmediata de las condiciones de existencia de los
trabajadores (reducción del salario, extensión de la jornada, intensificación del trabajo, esclavitud
fabril, etcétera, lo que da por resultado el hambre, las enfermedades y la muerte prematura de los
obreros). La potencia negatoria del proletariado está encaminada fatalmente a lograr la satisfacción de
27
28
las necesidades individuales de sus integrantes en su calidad de elementos del régimen capitalista; su
lucha, por tanto, no trasciende los límites de ese régimen social. Los avances intelectuales, que
también son producidos por el régimen capitalista, dan lugar a las determinaciones de su negación,
que son igualmente la negación teórica del capitalismo; pero, tal como sucede con la lucha del
proletariado, su expresión teórica no trasciende los linderos del capitalismo.
La filosofía, como parte de la ideología del régimen de producción capitalista, tiene también una
evolución por medio de sus elementos polares, contradictorios: el materialismo y el idealismo.
El desarrollo de la ciencia moderna, impulsado por el del propio régimen capitalista, tiene como
resultado el advenimiento de la forma superior de la filosofía idealista, la doctrina filosófica de GWF
Hegel.
La filosofía hegeliana desarrolla la ciencia más completa, jamás antes elaborada, de las leyes
del pensamiento y el ser, la lógica dialéctica, que es una visión exacta e integral del mundo, pero
presentada de manera idealista, como pensamientos sustantivados.
En su relación dialéctica con el idealismo, el materialismo alcanza su forma superior con
Feuerbach.
La filosofía de Feuerbach conserva todo el contenido anterior del materialismo y lo supera.
La filosofía y la teología, el pensamiento y dios, son potencias humanas de la especie
sustantivadas, ajenas a los individuos, que se levantan enfrente y en contra de éstos.
En el terreno de la ideología, la negatividad del polo negativo da lugar a un florecimiento dentro
de la intelectualidad radical de un cúmulo de teorías que tratan de explicar la naturaleza de la
explotación capitalista y extraer de ahí el rumbo de la batalla del proletariado. Sin embargo, todas
estas doctrinas tienen su base en una concepción limitada y errónea de la esencia del régimen
capitalista, por lo que todas desembocan en posturas parlamentaristas, tradeunionistas y utópicas.
Marx y Engels, animados por el espíritu revolucionario de la época, acometen la misma tarea,
pero con las herramientas que la filosofía y la ciencia modernas les proporcionan.
Ponen sobre sus pies la filosofía hegeliana y la consideran como lo que es: el reflejo en la
conciencia de la especie del mundo exterior y sus leyes.
De acuerdo con la dialéctica materialista (la lógica hegeliana “enderezada”) el régimen
capitalista, tal y como lo hemos visto anteriormente, tiene como fundamento la contradicción polar
entre capital y trabajo asalariado, la cual en su evolución produce los elementos de su existencia como
tal, los que al mismo tiempo son los de su negación.
La negación es primeramente dentro de los límites del mismo régimen capitalista, al que hace
pasar a otra forma del mismo, a la que estaba destinado.
Posteriormente, la negación es más radical y conduce a la transformación del régimen
capitalista en un nuevo régimen económico.
Las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista pasan a una forma
superior y más intensa de la negatividad (la forma más elevada de la negación de la naturaleza
humana en el proletariado por el capital); a causa de ello se reflejan en sí mismas y producen las
determinaciones de la esencia que son los elementos del otro en que aquel ha de convertirse; ellos
constituyen la esencia como fundamento negativo del capitalismo.
Elementos constitutivos del régimen capitalista lo son las fuerzas y capacidades de la especie
desarrolladas hasta su forma más alta (polo positivo de la esencia positiva); estas fuerzas y
capacidades son también un elemento negatorio del régimen capitalista (polo negativo de la esencia
positiva): en su desenvolvimiento llevan a los individuos de la especie a un proceso de degeneración
física y mental que amenaza con aniquilar por completo su naturaleza humana; esta absoluta
deshumanización del hombre, que no tiene paliativo alguno, cuando es asimilada conscientemente por
los individuos de la especie es el acicate para la destrucción del régimen capitalista (acción del polo
negativo de la esencia negativa sobre el polo positivo de la misma) y la conversión de la riqueza
industrial en el medio para reconstituir la vida colectiva y la naturaleza biológica del hombre hasta el
punto en que vuelvan a encontrarse en una unidad indisoluble el ser humano plenamente regenerado
y sus capacidades y fuerzas sociales. La exaltación de la individualidad, que es necesaria para
reconocerse el hombre como una verdadera piltrafa e iniciar el camino de su regeneración, será el
punto en que aquella empiece su auto aniquilación y dilución en la colectividad.
Marx y Engels adquieren la conciencia científica de que el régimen de producción capitalista es
él mismo y su otro, que su evolución consiste en crear los elementos de su propia existencia y
desarrollarlos hasta convertirlos en los de su otro y llevar éste a la existencia. No hay otra forma de
que el capitalismo exista, sino caminando fatalmente a su conversión en el régimen económico cuyos
elementos él mismo ha creado en su evolución.
Elementos constitutivos del régimen capitalista son la ciencia y la ideología que él mismo
genera en su proceso de vida (polo positivo de la esencia positiva). La ciencia, como instrumento del
régimen capitalista para el sometimiento de las fuerzas de la naturaleza al dominio del capital, es un
28
29
factor primordial en la degeneración física y mental del hombre que aquel ineluctablemente produce
(polo negativo de la esencia positiva). En su insaciable hambre de riqueza, el capital exige a la ciencia
el penetrar cada vez más profundamente en el conocimiento de la naturaleza y de la sociedad; la hace
ir del ser a la esencia de la naturaleza y agotar las determinaciones del ser de la sociedad. Con estos
elementos, la ciencia devela la esencia de la naturaleza y la sociedad, descubre el otro del régimen ca-
pitalista, el socialismo y el comunismo que “en cuanto que naturalismo acabado se iguala al
humanismo y como humanismo acabado se iguala al naturalismo... es la solución genuina del
conflicto entre el hombre y la naturaleza...” (Manuscritos...). La ciencia, en cuanto conciencia de la
esencia del régimen capitalista, se convierte en un elemento negatorio de éste (en el polo negativo de la
esencia negativa) y como hondo conocimiento de la naturaleza deberá ser una parte de la conciencia
humana en el proceso de reapropiación de la naturaleza biológica y la vida colectiva del hombre en el
socialismo y, posteriormente, en el comunismo, ha de llegar a constituir parte de la conciencia
humana de la especie.
Los componentes del nuevo régimen de producción de que el capitalismo está grávido son los
medios e instrumentos de producción y de vida concentrados y socializados y la fuerza de trabajo en
un alto grado de abstracción.
Con Feuerbach, Marx y Engels llegan al convencimiento científico de que los medios e
instrumentos de producción y de vida son, bajo la forma del capital, una potencia de la esencia
humana de la especie que se ha enajenado de los trabajadores, quienes han sido desprovistos de las
características humanas, las cuales se acumulan en el otro polo.
Los dos polos, esencia humana enajenada y trabajadores deshumanizados, están en una
relación de mutua implicación y negación que lleva necesariamente a la exorbitación de la esencia
humana enajenada y al agravamiento del proceso de deshumanización de los trabajadores.
El proletariado (polo negativo de la esencia positiva) es la clase que produce la riqueza social
(fuerzas y capacidades de la especie, polo positivo de la esencia positiva) a costa de su creciente
degeneración física y mental; es por tanto la que, al adquirir plena conciencia de este hecho (cuando
deviene en el polo negativo de la esencia negativa), debe realizar la destrucción del régimen capitalista
y, por medio de la anulación de la individualidad de sus miembros (la propiedad privada del obrero
sobre sí mismo), restablecer la colectividad, que es la forma natural de organización de la especie.
El polo negativo exacerba su negatividad y pugna por terminar con esta situación.
El proletariado tiene una conciencia burguesa. Se concibe como el complemento necesario del
capital.
La lucha que emprende –económica y política- tiene como finalidad satisfacer sus necesidades
inmediatas con el propósito de conservarse y desarrollarse como fuente de trabajo excedente para el
capital.
Las teorías de la intelectualidad radical también se mueven dentro de estos linderos o en el
terreno de la utopía.
Marx y Engels extraen la conclusión científica de que la aparición a la existencia de la esencia
del régimen capitalista -del otro régimen que prohíja en su interior- consiste en la reapropiación de la
esencia humana de la especie por los trabajadores.
Esto implica que los capitalistas deben ser desposeídos de los medios e instrumentos de
producción y de vida y éstos ser reintegrados en esa su forma de unidad concentrada en propiedad a
los trabajadores organizados colectivamente.
Se requiere que la conciencia capitalista del proletariado sea sustituida por una conciencia
formada por las determinaciones científicas de la naturaleza de la explotación capitalista y de su papel
histórico en la recuperación de la esencia de la especie.
Es imprescindible la formación de un partido que se integre con elementos de la intelectualidad
radical y de la vanguardia del proletariado que hayan hecho suya la teoría científica del materialismo
histórico.
Se generará entonces un movimiento que tiene como finalidad que el proletariado, bajo la guía
de su partido, conquiste el poder, derroque el gobierno de la burguesía, establezca su dictadura,
desposea a la clase burguesa de los medios e instrumentos de producción y de vida e implante la
propiedad colectiva sobre los mismos.
Este movimiento de recuperación de la esencia humana de la especie se inicia en el régimen
socialista, que sucede inmediatamente al régimen capitalista tras la revolución proletaria, y culmina
con el advenimiento del comunismo, en el cual se producirá la plena restauración de la naturaleza
humana de la especie.
El desarrollo de la esencia es, por tanto, el proceso por el cual los elementos constitutivos del
régimen capitalista se truecan en elementos negatorios del mismo y posteriormente devienen en
elementos del otro que ineluctablemente lo ha de sustituir. Esta transformación es posible y necesaria
porque los elementos componentes del régimen capitalista son en sí mismos su otro.
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30
Los elementos de la esencia negativa del capitalismo que han de llevarlo a ser su otro son: un
proletariado consciente, organizado y activo que tiene pleno conocimiento de la verdadera naturaleza
de la explotación capitalista —la cual consiste en la aniquilación de todas las capacidades humanas en
los trabajadores— y de la necesidad histórica de la recuperación de la naturaleza humana a través de
la implantación de un régimen económico y político que reivindique, mediante la anulación implacable
de la individualidad, la vida colectiva como el núcleo fundamental de dicha naturaleza; y una teoría
que comprenda fielmente la esencia negativa del régimen capitalista y que sea el instrumento para dar
conciencia, organizar y conducir al proletariado a la actividad práctica revolucionaria.
Estos elementos entablan una lucha revolucionaria en contra del régimen capitalista, la cual
tiene por objeto la aniquilación de la burguesía como clase al despojarla del poder político, la conquista
del poder político por el proletariado y la instauración del socialismo.
En una primera fase, la lucha revolucionaria da como resultado el desarrollo en una forma más
alta del mismo régimen capitalista (del fundado que es el ser inmediato existente); pero ello a su vez
impulsa el desenvolvimiento de las determinaciones del otro que él contiene y su reflexión en
elementos de la esencia negativa.
Después de un período de mutuo engendramiento y negación del régimen capitalista y de su
otro, la burguesía y el proletariado quedan totalmente polarizados, en franca lucha decisiva: el
proletariado en su absoluta mayoría es ya un elemento activo del nuevo régimen y ha dejado de ser
elemento constitutivo del régimen capitalista; la burguesía, por su parte, ya no es la procreadora del
proletariado como complemento suyo, sino que se encuentra absolutamente enfrentada a él.
El desenlace histórico de esta lucha es la derrota de la burguesía, el establecimiento de la
dictadura del proletariado, la apropiación por esta clase de los medios e instrumentos de producción,
los que dejan de ser instrumentos de la deshumanización y son ahora medios de la recuperación de la
naturaleza humana a través de la reconstitución de la colectividad (propiedad colectiva sobre los
medios e instrumentos de producción, consumo colectivo y abolición definitiva del interés individual,
es decir, de la propiedad privada del individuo sobre sí mismo).
De esta manera, el otro del capitalismo, su esencia, el socialismo, surge a la existencia.
En esa parte de su teoría, que expone en varios textos, como el Manifiesto del Partido
Comunista, Del socialismo utópico al socialismo científico, el Antdhuring, etcétera, Marx y Engels han
aplicado meticulosamente las determinaciones de la Lógica de Hegel referentes a la esencia negativa
del ser determinado, esto es, a aquéllas que rigen la constitución de los elementos de su otro y su
surgimiento a la existencia como un nuevo ser determinado.
El régimen capitalista, mientras tanto, sigue en este período consolidando y ampliando su
esencia positiva, su base de existencia. La insurrección obrera en París en 1848 y la comuna en 1871
son transformaciones ocasionales de la negatividad de la esencia positiva, manifestaciones meramente
formales y aisladas de la esencia negativa; la insurrección armada del proletariado contra la burguesía,
la conquista del poder político, la formación de órganos de gobierno obrero, etcétera son episodios
meramente esporádicos que no representan el paso generalizado del régimen capitalista a su otro, sino
que constituyen un resultado marginal del proceso principal de desarrollo de la contradicción
burguesía-proletariado como parte constitutiva de dicho régimen.

2. La evolución de la especie humana


El régimen capitalista es el antecesor lógico-histórico del régimen feudal.
Es, también, el progenitor del régimen socialista.
Es la esencia surgida a la existencia y el ser que se interna en sí mismo para producir su
esencia.
Conforme a esta proposición de la Lógica de Hegel, los seres determinados constituyen una
sucesión en la cual cada uno de los términos es el resultado necesario de la evolución del anterior (la
esencia surgida a la existencia) y produce necesariamente a su sucesor (el ser que se interna en sí
mismo y produce su esencia).
Hegel, en su Filosofía de la Historia Universal6, utiliza esta determinación lógico-dialéctica, pero
en su carácter totalmente formal, idealista. El sujeto de la evolución es el espíritu, los estadios de la
misma, el espíritu de los distintos pueblos, y su motor, la conquista y el desarrollo de la libertad
individual.
Marx y Engels toman este principio de la lógica hegeliana y lo aplican a la historia humana.
La especie humana es ahora el ser determinado.
Las fases de la historia humana son los modos de producción.
Un modo de producción está formado por la base y la superestructura.

6
Hegel, Jorge Guillermo Federico, Filosofía de la Historia Universal, Traducción del alemán por J. Gaos, Ediciones
Anaconda, Buenos Aires, 1946.
30
31
Base y superestructura son los polos de una contradicción. Se engendran y niegan
mutuamente.
La base está integrada por las fuerzas productivas (medios e instrumentos de producción y de
vida y fuerza de trabajo en una fase determinada de su existencia) y por las relaciones de producción
(relaciones de propiedad).
Las fuerzas productivas son el polo activo de la contradicción.
Se producen a sí mismas y engendran las relaciones de propiedad y la superestructura
ideológica que les corresponden.
En su evolución, adquieren una nueva naturaleza, elemento germinal de un nuevo modo de
producción, que choca con las relaciones de producción y la superestructura ideológica existentes.
Se entabla una lucha entre los extremos de la contradicción, de la cual resulta triunfadora la
nueva naturaleza de las fuerzas productivas, la cual derruye las antiguas relaciones de producción y
establece unas nuevas dentro de las cuales ahora se desarrolla libremente.
De la transformación del anterior modo de producción surge uno nuevo en donde, por medio de
su mutuo engendramiento, se desarrollan las fuerzas productivas y las relaciones de producción sobre
una base más alta.
Los extremos de la evolución de los modos de producción son la comunidad primitiva y el
comunismo que habrá de instaurarse necesariamente. Estadios intermedios de la historia son, en un
orden lógico-histórico, la comunidad asiática, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo y el
socialismo.
La teoría de la evolución de los modos de producción es el alma del materialismo histórico y
éste el núcleo fundamental de la doctrina marxista. Marx y Engels la utilizan invariablemente en todos
sus trabajos teóricos y la explican en muchos de sus escritos, pero en donde ha quedado plasmada en
su expresión clásica es en la Introducción a la Crítica de la Economía Política.7

7
Marx, Carlos, Crítica de la economía política, versión al español de Javier Merino, Editora Nacional, 1973, México,
D.F.
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32

CAPITULO IV

La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París.

En los últimos treinta años del siglo diecinueve y los primeros decenios del siglo veinte, el
capitalismo desarrolla en una gran medida su esencia positiva. En la misma proporción,
intensifica la negatividad de sus determinaciones en su papel de elementos constitutivos del
régimen capitalista; es la negación de la naturaleza humana que se caracteriza por la
aniquilación física del sujeto humano a través de la reducción del salario, la extensión de la
jornada, la intensificación del trabajo, la esclavitud fabril, la insalubridad, las enfermedades y la
muerte prematura. La negatividad de las determinaciones es tan intensa que produce su
reflexión, es decir, su tránsito a elementos de la esencia negativa: el perfeccionamiento de la
teoría revolucionaria, la lucha revolucionaria del proletariado, la conquista del poder político por
los trabajadores y el establecimiento del socialismo en Rusia, pero todo ello sólo como una forma
(abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y
establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos) cuyo contenido lo son todavía las
determinaciones del ser, de la esencia positiva del régimen capitalista (la propiedad privada del
obrero sobre sí mismo); tan es así que el proletariado se ha levantado en armas con el fin de
satisfacer sus necesidades elementales y no, ni mucho menos, para reapropiarse
conscientemente su naturaleza humana.
En el período a que nos referimos, el régimen capitalista eleva el carácter negativo de sus
determinaciones de existencia, pero como elementos constitutivos de ese régimen; la negatividad
avanza de tal manera que produce la reflexión de esas determinaciones, lo que por ahora sólo se
traduce en el surgimiento de la forma del régimen socialista, la cual tiene como contenido las
mismas determinaciones de existencia del capitalismo; quiere esto decir que éstas no han
alcanzado la negatividad superior que lleva necesariamente al surgimiento de otra serie de
determinaciones negativas que son los elementos materiales del nuevo régimen (proletariado
consciente de ser la encarnación de la total anulación de la naturaleza humana y, por tanto,
sujeto de la revolución que debe conducir a la reconstitución de la naturaleza humana que el
capital le ha sustraído).
Después de la revolución rusa se da una relación de mutuo procreamiento y negación
entre el régimen capitalista internacional y la forma del régimen socialista establecida en aquel
país. El capitalismo internacional sigue acrecentando en una gran medida la negatividad de sus
determinaciones de existencia y su reflexión produce la implantación del régimen formalmente
socialista en un grupo de países de Europa oriental; se constituye así un sistema de países
formalmente socialistas.
El sistema de países capitalistas y el sistema de países formalmente socialistas entran en
una relación de gestación y negación recíprocas. Aquel da un paso adelante y se inicia la
transformación del capitalismo tradicional, primeramente en el capitalismo del bienestar y más
tarde en el capitalismo de consumo; éste tiene como fundamento una revolución en el proceso
de maquinización de la producción como método de producción de plusvalía relativa
(cibernética, computación, robótica, etcétera) y el establecimiento del consumo masivo que
presupone la exaltación del individuo propietario de sí mismo; en las modernas producción y
consumo capitalistas se da cima al proceso de anulación de la naturaleza humana en el
proletariado de esos países.
En el sistema de países formalmente socialistas, después de conquistar el punto más alto
de su desenvolvimiento, se produce el fortalecimiento de su contenido capitalista, lo que lleva a
la degeneración del socialismo formal, el cual primero evoluciona hacia una variedad híbrida –
socialismo en degeneración, capitalismo sui generis- que prevaleció en Europa del este por cerca
de 50 años y después se trueca en un régimen capitalista clásico que acaba con el último
vestigio de aquella forma. La esencia negativa meramente formal del régimen capitalista ha sido
destruida por su contenido capitalista, pero, como contrapartida, el capitalismo ha entrado a la
fase en que deberá llevar sus determinaciones negativas (explotación del proletariado) hasta sus
últimas consecuencias y en donde, por tanto, su negatividad será tal que dejarán de ser
elementos constitutivos del régimen capitalista, serán repelidas por éste y obligadas a
convertirse en las determinaciones del nuevo régimen que ahora sí tendrá una naturaleza
material y formalmente socialista al haber abolido definitivamente y de raíz el interés individual
(la propiedad privada del obrero sobre sí mismo) que es el contenido más recóndito del régimen
capitalista.

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La teoría revolucionaria quedó constituida en lo fundamental con los trabajos de
Marx y Engels; como ya vimos, ellos estructuran en una unidad armónica el conocimiento
del ser determinado, de la esencia positiva y de la esencia negativa del régimen capitalista y
descubren el otro que el capitalismo lleva en su interior y las fases del proceso de su
surgimiento a la existencia. Sin embargo, queda fuera de su horizonte teórico que el
socialismo tenga que ser por necesidad primeramente una forma que envuelve un contenido
capitalista.
Lenin y Stalin parten del punto en donde Marx y Engels habían dejado el progreso de la
teoría revolucionaria y lo continúan; la perfeccionan en lo que respecta a la conquista del poder
por el proletariado y a la construcción del socialismo, pero éstos conservan, sin embargo, el
carácter de una forma que mantiene un contenido capitalista.
De esta suerte, la revolución y el socialismo que estos dos pensadores llevan a la práctica
no son el vehículo para que el proletariado se reapropie la naturaleza humana, sino solamente
un medio a través del cual los trabajadores satisfacen sus necesidades elementales como
individuos, lo que a fin de cuentas es la meta confesada del régimen capitalista.
Puesto que el propósito fundamental del régimen socialista es la satisfacción de las
necesidades individuales de sus componentes (individuos propietarios privados de sí
mismos), se hace al individuo el fundamento de la organización social y esto lleva
necesariamente a la exaltación desmedida de la individualidad. Esta ineludible conservación
y luego inevitable enaltecimiento del individuo, que son el más caro principio del régimen
capitalista, constituyen el cáncer que corroe la forma del socialismo implantada en Europa
del este y que por último la llevan a su extinción.
Los revolucionarios de la época de Lenin y Stalin, al trabajar teóricamente en la
determinación de la forma del régimen socialista, firmemente asentada, según se ha visto, en un
contenido capitalista, dejaron de lado la parte de la teoría previamente desarrollada referente al
aspecto material de la esencia negativa del régimen capitalista, es decir, el concepto de la
explotación que es la absoluta deshumanización de la especie en el proletariado y del socialismo
que implica la reapropiación de la naturaleza humana perdida, principalmente del ser colectivo
del hombre.
El que Marx y Engels no hubieran podido determinar teóricamente la naturaleza de
simple forma con un contenido capitalista de la primera aparición del socialismo, el que Lenin y
Stalin tuvieran por fuerza que reputar al socialismo como un medio para satisfacer las
necesidades individuales de los trabajadores y dejar de lado el contenido material de la
revolución y del socialismo y, por último, el que el socialismo formal haya degenerado en una
variedad sui generis del capitalismo trajeron la consecuencia necesaria de la revisión de la teoría
revolucionaria.
Después de la muerte de Stalin se manifiesta plenamente la degeneración del socialismo
formal; en esta misma época se inicia el proceso de revisión de la teoría revolucionaria. Al final,
nos encontramos con que ésta ha sido sustituida totalmente por una variedad de la ideología
burguesa: la dialéctica, que era el método para lograr el conocimiento de la esencia negativa del
ser inmediato, ha quedado reducida a un instrumento para cuando mucho penetrar a la esencia
positiva del mismo, la explotación del proletariado no es ya la anulación en él de la naturaleza
humana del hombre sino solamente la vulneración de sus condiciones de vida y la negación de
su libertad individual, la consigna de la conquista del poder político por el proletariado es
reemplazada por la de la vía parlamentaria al socialismo y éste es caracterizado como un
régimen social en el que se da libre curso al desarrollo de los individuos, el socialismo
humanista.
Este revisionismo moderno al que nos referimos tuvo su época de oro durante el
predominio en Europa del este de la variedad degenerada del socialismo formal; fue, en realidad,
la ideología oficial de ese régimen social. Ya que esa ideología provenía de un régimen que había
sido formalmente socialista, se le identificaba inmediatamente como la versión más pura de la
teoría revolucionaria; con el respaldo del socialismo degenerado de Europa del este, el
revisionismo dio la lucha decisiva en contra de la verdadera teoría revolucionaria y la expulsó de
todos los reductos en los que se había hecho fuerte y finalmente la suplantó. De esta manera, el
revisionismo, una variedad determinada de la ideología burguesa adornada con un ligero barniz
de la teoría revolucionaria, quedó a los ojos del mundo como su formulación más depurada;
mientras tanto, la verdadera teoría de la revolución entró en un estado de animación suspendida
en los empolvados textos de Marx, Engels, Lenin y Stalin.
A causa de que el tipo degenerado del socialismo formal se puso de lleno en el camino
de la plena restauración capitalista, su ideología también fue desplazada y sustituida por
una variedad descaradamente burguesa; puesto que el revisionismo estaba considerado
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como la forma más desarrollada del marxismo-leninismo, su derrota fue conceptuada
también como la aniquilación total de la teoría revolucionaria.

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CAPITULO V

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista.

En forma esquemática, podemos decir que el régimen capitalista y su esencia han


pasado por las siguientes etapas:
a) Gestación del ser del capitalismo durante el régimen feudal. El capitalismo es la esencia
negativa del feudalismo.
b) Primer período de vida del ser del capitalismo. Comprende desde su nacimiento hasta la
terminación de la segunda guerra mundial.
(a) Época del capitalismo de libre cambio. El capitalismo se constituye como ser
determinado inmediato y produce su fundamento como su esencia positiva. La esencia
positiva del capitalismo está escindida en dos polos: el polo positivo integrado por la
burguesía y su complemento ideológico y el polo negativo formado por el proletariado y los
elementos intelectuales que le corresponden en el régimen burgués. La relación entre estos
dos polos es de unidad y lucha; la negatividad del segundo de ellos alcanza su máxima
intensidad en esta relación y da lugar al desarrollo de la lucha del proletariado, que llega
incluso a la insurrección armada y a la momentánea conquista del poder (París: 1848 y
1871), y al de los elementos intelectuales correspondientes a esa lucha, que están
englobados todos en las doctrinas del “socialismo utópico”; sin embargo, el contenido y la
forma del movimiento obrero son en esta época de carácter eminentemente burgués, no van
más allá de las determinaciones del ser del capitalismo y su resultado es el
perfeccionamiento del régimen burgués, su elevación a una fase superior de su existencia.
La agudización de la negatividad del polo negativo tiene también en este período otra
consecuencia: las determinaciones negativas del ser determinado se reflejan en sí mismas y
traen al mundo la teoría de lo que es el otro en el que el capitalismo ha de transformarse y de las
condiciones para que esto suceda. Nace así la teoría revolucionaria, que tiende desde el primer
momento a unirse al movimiento obrero con el fin de llevarlo a ser un movimiento revolucionario
que desemboque en la instauración del socialismo, es decir, en el surgimiento a la existencia de
la esencia negativa del capitalismo.
(b) Época del capitalismo monopolista. En esta etapa continúa en ascenso el
desenvolvimiento del ser determinado del régimen capitalista y de su esencia positiva. El
movimiento obrero crece y se organiza en torno a la lucha por las demandas inmediatas de los
trabajadores; la teoría revolucionaria empieza a fusionarse con el movimiento obrero organizado
y dirige a los proletarios en su lucha cotidiana, a la vez que prepara las condiciones para
conducirlos a la conquista del poder. La negatividad del polo negativo se exacerba, por un lado al
ser llevada la explotación de los trabajadores, bajo la forma de la vulneración de sus condiciones
de existencia, hasta los extremos de un exterminio físico masivo y, por el otro, al provocar con
esto la rebelión generalizada de la clase obrera en contra del orden burgués con la finalidad de
evitar esa exterminación; la negatividad exaltada da lugar a que las determinaciones del ser del
capitalismo se reflejen en sí mismas y se produzca entonces un avance en la teoría
revolucionaria, una fusión más íntima de ésta con el movimiento obrero, la conquista por éste
del poder político y la instauración de la forma, pero sólo de la forma, del otro del régimen
capitalista, del socialismo. Se establece así en Rusia el primer régimen del socialismo formal.
Esta forma del socialismo implantada en Rusia da impulso al desarrollo del ser
determinado y de la esencia positiva del capitalismo en los países del sistema capitalista,
con lo cual crece en ellos la negatividad de su polo negativo; el capitalismo, a su vez, reobra
sobre la forma que su otro ha adoptado, el socialismo formal. De esta dialéctica resulta la
transformación de todo un grupo de países del este en naciones en las que también impera
el socialismo formal; se estructura así un sistema de países formalmente socialistas.
c) Segundo período del ser del régimen capitalista. La relación entre el capitalismo y la
forma de su esencia negativa hace surgir un resultado doble: por una parte, en los países
capitalistas el polo negativo inicia el tránsito a un nivel superior de su existencia, en el cual
la explotación del proletariado se debe manifestar rotundamente como la anulación de la
naturaleza humana (descomposición y degeneración de todos sus órganos y procesos
orgánicos por medio del trabajo maquinizado y la satisfacción en un alto grado de las
necesidades individuales (no humanas) (consumo masivo) y por la otra, en el sistema del
socialismo formal la forma socialista empieza a ser reabsorbida por su contenido capitalista,
por lo que esos países entran en un proceso, primero de degeneración del socialismo formal

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y luego de restauración definitiva del capitalismo típico (formal y materialmente).
A partir de la caída de los regímenes degenerados del socialismo formal en Europa del
este se inicia una fase de desarrollo incontenible del ser determinado del capitalismo a todo lo
largo y lo ancho del planeta. Este nuevo y poderoso impulso a que se ve sometido el régimen
capitalista ha de derivar, por necesidad, en la culminación del proceso de anulación de la
naturaleza humana, de tal manera que el polo negativo adquiera su máxima negatividad y
procree los elementos materiales de su esencia negativa, del nuevo régimen social, del socialismo,
el cual tendrá ahora sí una existencia tanto formal como material.
La explotación capitalista tiene dos aspectos fundamentales: uno que se deriva de las
formas de producción de plusvalía absoluta y otro que tiene su origen en los métodos de
producción de plusvalía relativa. En una primera etapa de existencia del capitalismo predomina
el primer aspecto, el cual se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades individuales de
los obreros; esta situación genera, en contrapartida, la lucha por lograr la satisfacción de las
mismas; con base en este aspecto de la explotación se desarrolló la primera aparición del
socialismo, que se constituyó como la forma del nuevo régimen social pero que conservaba el
contenido del régimen anterior.
Este contenido estaba constituido precisamente por las necesidades individuales de los
trabajadores (último reducto de la propiedad privada), las cuales continuaron siendo el
fundamento del régimen formalmente socialista.
En su desenvolvimiento, el socialismo formal dio un fuerte impulso a su contenido
capitalista, el cual adquirió tal fuerza que rompió aquella envoltura socialista y se dio primero
una forma sui generis del capitalismo y posteriormente adquirió la forma clásica del capitalismo
occidental.
El propio desarrollo de la forma del socialismo hizo pasar la esencia del régimen
capitalista a una etapa superior. En ella se desenvuelve con mayor fuerza el segundo
aspecto de la explotación, pues se produce una verdadera revolución en los métodos de
producción de plusvalía relativa, esto es, en la maquinización de la producción, la cual
incorpora a sí la cibernética, la computación, la robótica, etcétera y se exalta el consumo
hasta niveles altísimos; con esto, el proceso de desgaste, descomposición y degeneración de
los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, la anulación de su naturaleza
humana, adquieren un poderoso impulso. Las formas que se derivan de la producción de
plusvalía absoluta siguen existiendo y sus efectos nocivos para la clase obrera son
potenciados por las modernas formas de producción de plusvalía relativa.
De esta naturaleza superior de la esencia del capitalismo brotan necesariamente los
elementos materiales del nuevo régimen social.
La esencia positiva del régimen capitalista produce la materia (el contenido) del polo
negativo de la esencia negativa.
En primer lugar, en su forma superior, la esencia del capitalismo lleva a la más
terrible degeneración y descomposición de la naturaleza humana en el proletariado: por otra
parte, conduce a una monstruosa exaltación de la individualidad, la cual es precisamente el
vehículo para la absoluta anulación de las capacidades naturales de la especie.
En segundo lugar, esa enorme depauperación a que se ve reducido el proletariado en la
etapa superior del desarrollo de la esencia del capitalismo habrá de obligar a la intelectualidad
pequeño burguesa (que también se ve sometida a la anulación de sus capacidades humanas por
medio de la exaltación desmesurada de su individualidad) a reconocerse como una grotesca
caricatura de ser humano y reivindicar y desarrollar la teoría revolucionaria con el fin de llevarla
hasta el interior de la clase obrera para darle conciencia de la forma superior que adopta la
explotación en esta última etapa del capitalismo y de la necesidad imperiosa de realizar la
revolución socialista.
Este proletariado consciente constituirá el contenido material del polo negativo de la
esencia negativa. Su característica fundamental será que habrá echado fuera de sí el
contenido que aún conserva durante la primera aparición del capitalismo: el agente de la
revolución, el proletariado, habrá anulado su individualidad y será, en la lucha, un ser
eminentemente colectivo.
Este polo negativo de la esencia negativa, plenamente constituido como un elemento
que material y formalmente pertenece a la nueva organización social, desarrolla la forma
más alta de su negatividad y plantea la lucha frontal y decisiva contra el polo positivo, es
decir, contra la burguesía, para expulsar de la existencia al régimen capitalista y hacer
surgir plenamente el socialismo.
El socialismo, en su segunda aparición histórica, tendrá así una naturaleza acabada,
completa, será lo que es tanto formal como materialmente. No habrá entonces ni la más remota
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posibilidad de regresar hacia el capitalismo: el socialismo se implantará en toda la faz de la
tierra y se abrirá entonces el anchuroso camino que lleve a la humanidad al comunismo.
A la par con la aniquilación de la forma del socialismo marxista ocurrida en los
últimos años de la década del cincuenta del siglo XX, se originó la moderna revisión de la
teoría del marxismo leninismo.
El revisionismo moderno fue la ideología del capitalismo sui generis que se estableció
en los países de Europa oriental después de la caída, sancionada oficialmente por el XX
Congreso del PCUS, en 1957, del socialismo formal.
Este revisionismo moderno continuó siendo la ideología del tipo de capitalismo
existente en los países que se llamaban a sí mismos socialistas, hasta que en el otoño de
1989 fueron derrocados los gobiernos de esas naciones.
Con el “socialismo real” (una forma específica del capitalismo) se derrumbó también
su complemento ideológico que era el revisionismo. Este había sido declarado oficialmente
como la forma superior del marxismo-leninismo, por lo que su derrota se consideraba
también como la de esta teoría.
Los revolucionarios modernos tienen la obligación de desligar absolutamente el
marxismo-leninismo de esa caricatura suya que fue el revisionismo soviético, el cual
paladinamente se hacía pasar por una forma superior de esa doctrina, y desarrollarlo
creadoramente con la finalidad de aplicarlo a las condiciones actualmente existentes.
La teoría marxista-leninista detuvo abruptamente su desenvolvimiento cuando el
socialismo marxista fue derrotado, inmediatamente después de la muerte de Stalin; de ahí
en adelante, hasta 1989, fue sometido a un proceso de metamorfosis por el cual, debajo de
la apariencia de la teoría revolucionaria, se fue deslizando un contenido capitalista que
desplazó finalmente la esencia de la teoría revolucionaria; en su última fase de existencia, el
revisionismo adquirió la forma que le correspondía, es decir, la de la ideología del sector II
de la burguesía y de la pequeña burguesía internacionales y sólo conservó el nombre
(usurpándolo, por tanto) de la teoría revolucionaria.
En vista de todo esto, para reivindicar el marxismo-leninismo es absolutamente
necesario hacer la crítica del revisionismo y llegar de esta manera a la esencia misma de las
tesis revolucionarias; con este instrumento teórico en las manos, será posible acometer la
tarea histórica de elucidar la naturaleza de la fase actual del desarrollo capitalista, en la
cual se produjo el nacimiento, la declinación y muerte del socialismo formal, y las
características de la nueva etapa de existencia de ese régimen social que se ha inaugurado
con el desmoronamiento del “socialismo real” en Europa del este, para, de esta manera,
determinar la labor que corresponde a los revolucionarios en el proceso de reinstauración
del socialismo, ahora también en su carácter material, en la sociedad humana.
Como un prerrequisito para este desenlace histórico es absolutamente necesario
reivindicar la teoría revolucionaria mediante su rescate de la asfixia por ese cuerpo muerto
que es el revisionismo, la vuelta a sus formulaciones originales y su desarrollo creador de
acuerdo con las nuevas condiciones de existencia del capitalismo.
Reivindicar la teoría revolucionaria requiere abordar el estudio de la constitución de sus
elementos fundamentales, clásicos.
En primer lugar, es necesario estudiar sus antecedentes en las explicaciones que los
mismos Marx y Engels hicieron en algunos de sus escritos y pasar más tarde al análisis de
las primeras formulaciones de esa teoría hechas por estos autores en sus trabajos iniciales.
Posteriormente, se debe acometer el examen, en los textos de los teóricos de la revolución,
del concepto de “naturaleza humana”, porque este es el punto de apoyo de la noción de la
esencia del régimen de producción capitalista como la anulación absoluta de la naturaleza
específica del ser humano, la degeneración y descomposición de los procesos y órganos de los
trabajadores.
El estudio concienzudo de la Lógica de Hegel, con un especial énfasis en la doctrina
de la esencia, ya que ahí se encuentra formulado de una manera precisa el proceso de
tránsito del ser determinado a su otro, del cual a fin de cuentas el paso del capitalismo al
socialismo no es sino un caso especial, es también una tarea inaplazable de los
revolucionarios.
En la segunda parte de este trabajo se intenta hacer una aportación a esa tarea al
abordarse el estudio de la constitución de los elementos fundamentales, clásicos, de la teoría
revolucionaria.
Primero se estudian sus antecedentes en las explicaciones que los mismos Marx y Engels
hicieron en La Sagrada Familia y en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844; después se
pasa al estudio de las primeras formulaciones hechas por Marx y Engels en: En torno a la crítica
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de la Filosofía del Derecho, La cuestión judía, La Ideología alemana, Crítica de la economía
política, La sagrada Familia y Manuscritos económico-filosóficos de 1844.
El cuerpo principal de esta primera parte del trabajo lo compone el estudio sobre los
Manuscritos económico-filosóficos...; de él se hace un resumen concentrado que sirve de base
para establecer una serie de hipótesis acerca del concepto marxista de “naturaleza humana”,
punto de apoyo éste, a su vez, del concepto de “esencia del régimen de producción capitalista”.
En los Manuscritos... da Marx la definición más completa y profunda de lo que es la
esencia del régimen de producción capitalista; de ahí entonces la importancia que tiene un
análisis detenido de los mismos.
La anulación absoluta de la naturaleza específica del ser humano, resultado necesario del
régimen de producción capitalista, queda suficientemente ilustrada en el análisis que en el
capítulo V de la segunda parte de este trabajo se hace de la degeneración y descomposición de
los procesos y órganos de los trabajadores.
En la parte segunda se reseña el proceso dialéctico del desarrollo del régimen capitalista y
de la teoría revolucionaria a través de las dos fases lógico-históricas del desenvolvimiento de la
esencia de esa formación económico-social.

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NOTA CRÍTICA
El estalinismo
La consideración del socialismo que existió en Europa del este a partir de 1917 como una
forma con un contenido capitalista, nos da la pauta para comprender con más exactitud la
naturaleza de ese período particularmente controvertido de la historia del régimen soviético que
fue la etapa de gobierno de José Stalin.
En el cuerpo principal de este trabajo hemos sostenido la tesis de que el socialismo
surgió inicialmente como una forma que conservaba un contenido capitalista; en efecto, de
un capitalismo que vivía los inicios de su existencia en donde la explotación se manifestaba
concentradamente en la no satisfacción de las necesidades individuales de los trabajadores
(la situación de los obreros y campesinos rusos sólo constituía una forma especialmente
agravada de las condiciones generales de existencia del proletariado internacional) brotó
una primitiva aparición del socialismo. El régimen soviético empezó así su camino
ascensional, en cada una de cuyas fases cumplió con los postulados de la teoría del
marxismo-leninismo, hasta llegar al punto superior de su existencia, en donde logró, a
través de la dictadura del proletariado, la aniquilación de la burguesía y la pequeña
burguesía, la conversión de una parte sustancial de los medios e instrumentos de
producción en propiedad colectiva, la colectivización casi total de la producción y del
consumo y la abolición del interés individual como el incentivo de la actividad de los
trabajadores. Estas características alcanzadas por el socialismo en la cumbre de su
primigenia aparición histórica –comprendida aproximadamente entre el fin de la segunda
guerra mundial y la realización del XX Congreso del PCUS correspondían por completo al
concepto que de ese régimen social había forjado el marxismo-leninismo en su proceso de
vida teórico-práctica.
Sin embargo, el socialismo marxista-leninista instaurado en Rusia recibió en herencia,
conservó y desarrolló un contenido capitalista. El proletariado ruso vivía, en el período previo
a la revolución, en un estado de insatisfacción creciente de sus necesidades elementales; la
clase obrera estaba formada por individuos, es decir personas que son propietarios privados
de su corporeidad y que, por tanto, tienden a llenar plenamente esa naturaleza suya –la
individuación de los seres humanos, tan cara a Hegel que la hace el fin último de la historia
humana, es un proceso que se inicia la disolverse la comunidad primitiva y que culmina en el
régimen de producción capitalista-. El empobrecimiento creciente de los trabajadores hace
surgir inexorablemente en ellos la exigencia de cubrir esas necesidades insatisfechas para así
realizarse como individuos. El marxismo-leninismo toma a ese individuo propietario de sí
mismo y lo enfrenta a un dilema: el capitalismo se basa íntegramente en la disminución
constante del nivel de vida de los obreros; por otro lado, es posible la conquista de un nuevo
orden social, el socialismo, en el cual el capital sea abolido y en consecuencia se garantice la
satisfacción plena de las necesidades individuales de los trabajadores.
El proletariado ruso fue puesto en pié de lucha por los revolucionarios precisamente
al proporcionarle una conciencia que comprendía la oposición entre el capitalismo y la
satisfacción de las necesidades de los obreros y la unidad entre ésta y el socialismo.
El socialismo marxista-leninista establecido en Rusia inició su existencia teniendo en
su interior, como su contenido, al individuo propietario de sí mismo que era el producto y
fundamento del régimen capitalista. En su primera aparición el socialismo era una forma con
contenido capitalista.
En la última parte de la época llamada estalinista han madurado suficientemente la
forma y el contenido del socialismo marxista-leninista implantado en Rusia, régimen social
que para entonces se había extendido ya a los países del este europeo y a China.
La forma del socialismo marxista-leninista tenía, a estas alturas, las características
que señalamos al iniciar esta nota; pero al mismo tiempo se había fortalecido su contenido
capitalista. Los trabajadores soviéticos, después de llenar sus necesidades elementales,
pugnaban por la satisfacción de otras más sofisticadas que correspondían a su
individualidad en plena eclosión; todo esto chocaba por fuerza con la forma dentro de la que
hasta ahí aquellas se habían desenvuelto. El advenimiento de nuevas necesidades
individuales y su satisfacción abundante ya no cabían en el marco de una economía
centralizada de propiedad colectiva que “despóticamente” exigía la anulación del interés
individual.

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En la sociedad soviética madura existían dos grupos sociales específicos: por un lado,
la burocracia obrera, formada por técnicos, científicos, administradores y cuadros
superiores del Partido Comunista y, por el otro, la gran masa de los trabajadores
industriales y agrícolas; sobre esta estratificación social ejerció su influencia la expansión
de las necesidades individuales de los trabajadores y la hizo evolucionar hacia una división de
clases en la que la burocracia se constituyó como la clase poseedora de los medios e
instrumentos de producción y la base obrera como la clase no-propietaria proveedora de trabajo
excedente; en esta situación, el proletariado soviético entró en una relación con la clase
poseedora como la que ya se perfilaba en el capitalismo del mundo occidental de explotación
basada en la constante elevación del nivel de vida de las capas altas del proletariado; al mismo
tiempo, se restituía, a pasos agigantados, en el resto de los trabajadores soviéticos, la forma de
explotación capitalista que se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades elementales
de los obreros.
Surgieron en la sociedad soviética de los últimos años del gobierno de Stalin dos
fuerzas sociales en conflicto: por un lado, los defensores de la forma del socialismo
marxista-leninista, con Stalin a la cabeza, y por el otro, quienes promovían el vigorizamiento
del contenido capitalista de ese régimen social. Una verdadera lucha de clases, violenta y
definitiva, se escenificó durante los últimos años del período estaliniano, de la cual salió
derrotado el socialismo marxista-leninista. La muerte de Stalin sólo vino a dar libre curso a
lo que ya existía firmemente asentado en el seno de la sociedad soviética.
A partir de aquí se inicia el desmantelamiento en la Unión Soviética y en los demás
países socialistas de la forma del socialismo marxista-leninista y su relevo por una forma
sui generis del capitalismo que corresponde plenamente al contenido capitalista previamente
fortalecido.
El XX Congreso del PCUS fue realizado por la fracción antiestalinista recientemente
instalada en el poder. Aunque ya totalmente identificada con el proceso de regresión hacia el
capitalismo, no pudo declararlo así abiertamente porque el socialismo marxista-leninista y
su dirigente, Stalin, gozaban todavía de un enorme prestigio entre las masas; fue por eso
que en lo referente a la política interna sólo se hicieron públicas dos cuestiones: una
condena al “culto a la personalidad”, sin nombrar explícitamente a su destinatario, y un
llamado al establecimiento del estímulo material como medio para incrementar la
productividad y el bienestar personal de los trabajadores. La denuncia de los llamados
“crímenes” de Stalin sólo pudo tener por el momento el carácter de un “informe secreto”.
En lo que el grupo Jruschovista se abrió de capa fue en lo referente a los problemas
de la revolución internacional; revisando de la a a la z las tesis del marxismo-leninismo,
formuló toda una “teoría” de la revolución proletaria que tenía como eje rector la
colaboración de clases: se dio vida al revisionismo más descarado que contenía aquellos
celebrados conceptos de “la crisis general del capitalismo”, “el papel determinante del
socialismo en la arena internacional”, “el tránsito pacífico y parlamentario al socialismo en
los países capitalistas”, “la coexistencia pacífica”, “la emulación económica entre los dos
sistemas sociales”, etcétera.
No fue sino hasta el XXIII Congreso del PCUS cuando se incorporaron a sus
documentos oficiales las reivindicaciones más sentidas del grupo que ahora estaba en el
poder de la Unión Soviética. Quedó así establecida plenamente en la realidad y en los
principios la nueva estructura económico-política de los países antiguamente socialistas,
eufemísticamente llamada por los intelectuales pequeño burgueses de occidente “socialismo
real”. En este régimen social existían dos clases sociales fundamentales, la burocracia,
nacida de la misma clase obrera, que detentaba la posesión de los medios e instrumentos de
producción y la clase de los trabajadores, excluida de la propiedad y usufructo de aquellos;
la relación entre ambas clases era la de explotación del trabajo asalariado en su versión
moderna, es decir, la exacción de plusvalía paralela a un incremento del nivel de vida
determinado por su productividad de las capas altas de los trabajadores y la explotación de
la gran masa de los trabajadores a través de las formas tradicionales, es decir, de aquellas
que implican la no satisfacción de sus necesidades elementales. La industria estaba
descentralizada en empresas semi-autónomas que se relacionaban a través del mercado y
en las cuales se buscaba primeramente la maximización de los beneficios; las relaciones
mercantiles habían ya tomado carta de naturaleza en el capitalismo característico de
Europa oriental.
El resto de la historia es de sobra conocido: el “socialismo real”, que era en verdad una
forma determinada del régimen capitalista, se derrumbó estrepitosamente y dio paso a la forma
clásica del capitalismo de occidente.
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Después del XX Congreso del PCUS, y al calor de la “desestalinización” que ahí se inició,
se desató entre la intelectualidad pequeño burguesa de occidente, presuntamente marxista, una
pasión desbordada por la crítica del régimen soviético; dilatadas controversias se suscitaron
entre los más conspicuos representantes de la intelligentiza y en ellas se obtuvieron conclusiones
que iban desde la determinación minuciosa del tipo y grado del socialismo que ahí había existido
–desde luego para reducirlo a su mínima expresión o hacerlo pasar como una grotesca
deformación de un “modelo” de socialismo por ellos preconizado- hasta la negación franca de su
existencia en cualquier época del régimen soviético.
En su labor de crítica del régimen soviético y particularmente del período estaliniano
del mismo, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente (un coro de “nulidades graves”)
mejor conocida como “la nueva izquierda” y que en forma arrogante se llamaba así misma
marxista, empezó a buscar afanosamente en los textos del joven Marx la justificación teórica
para una concepción del socialismo que ya tenía plenamente estructurada. Temblando de
pavor ante el espectáculo de la violencia revolucionaria que intentaba infructuosamente
suprimir el interés individual, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente
argumentaba que en el régimen soviético, cualquiera que fuese el tipo y el grado de
socialismo ahí existente, se negaba absolutamente la libertad individual, elemento esencial
ésta de la naturaleza humana; para el intelectual pequeño burgués, compendio y suma del
individuo de la sociedad capitalista, que se considera a sí mismo como el producto superior
de la “creación”, el ombligo del mundo, que ama desmesuradamente todo lo que constituye
su individualidad (su pervertida sensibilidad, su burda imaginación, su pretendida
inteligencia, su cierta estulticia) y cree firmemente que si esas facultades suyas son
vulneradas o abolidas se derrumbaría el universo, la conculcación de esa libertad era el más
nefando de los crímenes.
Por contrapartida, se postulaba que el socialismo –un socialismo “humanista y
democrático” debería tener como centro de gravitación precisamente el libre desarrollo del
individuo como tal.
Se buscaba en el joven Marx lo que era imposible de encontrar a menos que se
desvirtuara completamente su pensamiento: la idea de que la verdadera naturaleza humana,
reivindicada por el “socialismo humanista”, era la del individuo que, habiendo prescindido de la
propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, conservaba sin embargo la
propiedad privada sobre sí mismo, sobre sus facultades y capacidades personales, deseos,
apetitos, etcétera y, amo y señor de los mismos, los potenciaba hasta el infinito; este individuo
libre e hipertrofiado es precisamente el átomo constitutivo del régimen de producción capitalista.
La intelectualidad pequeño burguesa, ese Cuasimodo físico y espiritual, engendro del
régimen capitalista, pretende establecer un mundo a su imagen y semejanza. Todas sus
repugnantes deformaciones, sus insanos apetitos, sus aberrantes necesidades son
presentados como componentes de la naturaleza verdaderamente humana y, por tanto, el
desenfrenado florecimiento de los mismos como el contenido esencial del socialismo.
El desenvolvimiento sin sujeciones del individuo es la forma a través de la cual se realiza
en la fase superior del capitalismo, en la sociedad de consumo, la depauperación más profunda
del proletariado. A través de la potenciación de las formas clásicas de producción de plusvalía y
de intensificación del consumo, extremos que se dan un mutuo impulso, se completa el proceso
de anulación de la naturaleza humana de los trabajadores que se caracteriza por el desgaste,
descomposición y degeneración de todos sus órganos y procesos orgánicos; es precisamente por
medio de la exaltación de su individualidad como el trabajador es despojado por el capital de
todas sus características humanas.
La tesis de Marx, que ninguno de los integrantes de la “nueva izquierda” ni de sus
actuales seguidores supo ni ha sabido encontrar en ninguno de sus textos, es diametralmente
opuesta a la del socialismo humanista: la naturaleza humana es la que florece en el individuo
que ha recobrado su característica del ser social, que se ha subsumido por completo en la
colectividad; de ahí entonces que el contenido del socialismo debe ser precisamente la abolición
implacable del individuo “libre” e independiente de la colectividad y la restauración del hombre
colectivo.
Como vemos, la crítica del régimen soviético, y sobre todo del período estaliniano del
mismo, tenía como fundamento una posición eminentemente burguesa: lo que con tanta
vehemencia se cuestionaba era una política que, con indudables errores, defectos y excesos en
su aplicación, representaba la exigencia esencial del socialismo marxista: el sometimiento del
individuo a la colectividad a través de la dictadura del proletariado.
En la sociedad capitalista moderna, que comprende ahora también a los países de
Europa oriental, se producen ya las premisas de un resurgimiento del socialismo que lo será
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tanto en la forma como en el contenido. El reconocimiento de la terrible miseria física y
moral, la absoluta depauperación y la irreversible aniquilación de la naturaleza humana a
que son condenados los trabajadores y de que todo esto es producto exclusivamente de la
exacerbación de su individualidad, hará posible que los obreros nieguen esa conciencia
deformada suya desde el momento mismo de la lucha por el poder y que, al conquistarlo,
estén ya dotados de una conciencia colectiva que será el contenido del régimen socialista
por venir.
Una condición previa para la realización de la próxima revolución socialista es el
combate denodado en contra de todas las modernas desviaciones que ha sufrido el
marxismo-leninismo; un lugar muy especial en esta batalla lo tiene el enfrentamiento con
las doctrinas de la intelectualidad pequeño burguesa que, impulsada por un odio visceral a
Stalin, tiene ya casi cuatro décadas explorando los textos de Marx y de Hegel, dando vueltas
en torno al concepto del “socialismo democrático y humanista”, sin haber logrado hacer
aportación alguna a la teoría revolucionaria.
Marx y Engels, bien provistos con los instrumentos cognoscitivos que les brindaba la
filosofía hegeliana, principalmente la Lógica, develaron la naturaleza exacta del capitalismo y su
necesaria transformación en el socialismo. Aplicando la doctrina de la esencia determinaron que
el capitalismo tenía en sí mismo a su otro y que el desenvolvimiento de aquel era al mismo
tiempo el desarrollo de los elementos de éste; para los fundadores de la teoría revolucionaria la
esencia del capitalismo era el socialismo. La esencia tenía que aparecer, es decir, el socialismo
tenía que llegar a la existencia a través de la negación del régimen de donde provenía. Para
Marx, Engels e incluso Lenin, el socialismo, que se implantaría en la sociedad humana después
de terribles luchas de clases, guerras entre naciones, avances y retrocesos, guardaría en su
interior por mucho tiempo vestigios del régimen anterior, ya fuese como una pequeña propiedad
en proceso de extinción o una conciencia individualista de los trabajadores; pero el propio
desarrollo del socialismo crearía las condiciones para que todo eso fuera erradicado
definitivamente del nuevo régimen.
Quedaba por completo fuera de la visión de Marx, Engels, y Lenin que la primera
aparición histórica del socialismo tuviera que ser sólo una forma con un contenido capitalista y
que, por tanto, el perfeccionamiento de esta forma implicase ineluctablemente el fortalecimiento
de aquel contenido. No pasaba por sus mentes, ni podía hacerlo, que el ascenso progresivo del
socialismo en su primer surgimiento a la existencia tuviera como fundamento un elemento del
capitalismo en constante expansión.
La historia nos ha puesto ante el hecho puro y simple: el socialismo, después de llegar a
la cúspide (no en los años ochenta, desde luego, sino en la década del cincuenta) sucumbió y fue
reemplazado por una variedad específica del capitalismo. Esta situación es la que debemos
explicarnos teóricamente y a partir de ahí encontrar el camino hacia la nueva fase de la
revolución.
En esta tarea tenemos que volver necesariamente al instrumento cognoscitivo por
excelencia del marxismo que es la Lógica hegeliana puesta de pie. Marx y Engels, con esta
misma herramienta, habían determinado el movimiento general de la esencia del capitalismo
hacia la existencia, pero no tomaron en cuenta los detalles del mismo porque la realidad aún no
lo exigía. En su Lógica, Hegel establece como una ley general del movimiento de la materia que el
nuevo ser que se gesta en el interior del que existe actualmente viene a la existencia
primeramente como una forma que mantiene como su contenido y fundamento, vale decir, como
su razón suficiente de ser, al mismo ser de donde proviene; este contenido posteriormente rompe
la envoltura dentro de la que ha vivido, entra en una fase superior de su existencia y se da la
forma que le corresponde –su forma anterior conservada y superada-; el ser existente inicia un
nuevo período de vida en el cual produce en su interior los elementos tanto formales como
materiales de su otro que al surgir a la existencia lo hacen negando el ser de donde provienen y
separándose definitivamente de él.
Después de derrotar al socialismo marxista-leninista y a la forma primitiva del
capitalismo que existía en Europa oriental, el capitalismo ha entrado de lleno en un período
de dominación absoluta sobre el planeta; pero en esas mismas circunstancias germinarán
necesariamente las semillas de una nueva y definitiva, real y formal, instauración del
socialismo.

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SEGUNDA PARTE

El nacimiento de la teoría revolucionaria

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CAPITULO I
Antecedentes de la teoría revolucionaria.

En la introducción a este trabajo hemos expresado que el régimen


capitalista se interna en sí mismo y crea su esencia negativa, es decir, los
elementos materiales e intelectuales de su negación y de su conversión en otro
régimen social.
La negación especulativa del capitalismo es la teoría revolucionaria del
proletariado; ésta nace y se desarrolla con base en las mismas producciones teóricas
de la formación social capitalista. Dicho de otro modo, la ciencia y la ideología
burguesas son al mismo tiempo su otro, esto es, el germen de la doctrina de la
revolución.
Durante su gestación en el seno del feudalismo, el capitalismo procrea la
ciencia y la filosofía modernas, que son aquí tanto una condición y resultado
necesarios de la producción industrial como un arma poderosa en contra de la
ideología feudal.
En su proceso de vida posterior, el capitalismo da un impulso gigantesco a
la ciencia y a la filosofía, las cuales son ya una palanca imprescindible de su
existencia.
La ciencia y la filosofía modernas, hijas, como ya vimos, del capitalismo
naciente, tienen en sí el germen de su propia negación: están fatalmente
destinadas a producir la ciencia y la filosofía revolucionarias.
En la fase del capitalismo de libre cambio hay una primera negación del
régimen capitalista, pero dentro de sus propios límites. A ella corresponden las
primitivas luchas del proletariado moderno que desembocan en la insurrección
armada de la clase obrera francesa en 1848 –la cual, como dice Marx, es una
lucha por reivindicaciones burguesas- y 1871 y las producciones teóricas que son
la semilla de la teoría revolucionaria y que aún no trascienden los linderos de la
ideología burguesa.

1. Antecedentes Filosóficos.
En La Sagrada Familia (Capítulo VI, apartado 3, parágrafo d) Batalla crítica
contra el materialismo francés)8 Marx y Engels hacen un recuento de los antecedentes
de la filosofía revolucionaria que están desarrollando.
El materialismo y la metafísica son partes integrantes de la ideología del
régimen capitalista; son los extremos de una contradicción que se desenvuelve a través
de un proceso de mutua complementación y oposición hasta desembocar en la unión
de ambos polos.
El materialismo inglés y francés del siglo XVIII viene al mundo y adquiere su
madurez en lucha abierta y declarada contra la metafísica, principalmente la de
Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz, y la teología y la escolástica que formaban
la base de sustentación espiritual del régimen feudal y eran un arma poderosa en su
lucha contra el capitalismo naciente.
El materialismo inglés y francés del siglo XVIII es producto necesario del avance
del capitalismo; es una condición y resultado del progreso industrial, germen de la
negación de ese régimen social.
El materialismo inglés y francés evolucionan necesariamente hacia el
socialismo y comunismo crítico-utópicos; éstos representan la negación teórica del
régimen capitalista, pero que no lo trascienden; son a la vez una negación del

8
Marx, Carlos, y Federico Engels, La Sagrada Familia. y otros escritores filosóficos de la época, versión
al español de Wenceslao Roces, Segunda Edición, 1967, México, Editorial Grijalbo, pp. 191-200.

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4
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materialismo que es un componente del capitalismo.


El carácter limitado del materialismo y del socialismo y comunismo crítico-
utópicos que son su resultado necesario, es puesto de relieve suficientemente por
Marx y Engels en dos obras importantes: Tesis sobre Feuerbach y Del Socialismo
Utópico al Socialismo Científico. El materialismo y el socialismo y comunismo crítico-
utópicos no revelan, sino por el contrario ocultan con más fuerza la esencia del
régimen de producción capitalista; el resultado último de la acción práctica que de
ellos se deriva es el mantenimiento del capitalismo, cuando no su perfeccionamiento.
El carácter negatorio del materialismo inglés y francés del siglo XVIII no tiene
aún la suficiente fuerza y profundidad como para llegar a la esencia del régimen
capitalista; se mueve por completo en el terreno del ser del mismo. Sin embargo, es el
punto de partida para un salto cualitativo que ha de llevarlo a una fase superior de su
existencia, en donde su acción negatoria ahora sí incida sobre la esencia del régimen
capitalista.
La metafísica –idealismo del siglo XVIII-, que engendra y niega al
materialismo y a la vez es engendrada y negada por él, es también un producto
necesario de la existencia del régimen capitalista. El desarrollo de las formas de
pensamiento –reflejo de las formas del movimiento de la materia- provee a la
burguesía del instrumento indispensable para guiar su acción práctica sobre la
naturaleza; esta filosofía es igualmente un arma poderosa de la burguesía en contra
de la teología y la escolástica, pilares éstos del régimen feudal.
El materialismo inglés y francés niega la metafísica de Descartes y seguidores y
la obliga a dar un salto cualitativo. Surge así la metafísica de Kant, Fichte, Shelling y
Hegel, que alcanza su forma superior en el sistema de la Metafísica Universal
instaurado por Hegel. La filosofía idealista de Hegel representa la formulación más
completa de las leyes del pensamiento y de la evolución de la materia, de la naturaleza
orgánica y de la sociedad humana, pero consideradas como una sustancia con vida
propia, no como un reflejo de la realidad, sino como la única realidad. Es evidente que
este progreso de la filosofía idealista es un resultado necesario del desenvolvimiento
del régimen capitalista y que, a la vez, constituye un instrumento poderoso para la
acción práctica –desarrollo industrial- de la burguesía. El perfeccionamiento de la
filosofía idealista se realiza a costa de negar la filosofía materialista del siglo XVIII.
La filosofía hegeliana produce, al final de su proceso de vida, su propia
negación, la cual no va más allá de la filosofía burguesa; es Feuerbach quien, desde
este terreno, critica el idealismo de Hegel y reivindica el materialismo.
Esta negación de la filosofía idealista no incide, ni puede hacerlo, sobre la
esencia de la filosofía burguesa. No obstante, esta negación a la que nos referimos es
el punto de apoyo para un salto dialéctico hacia la negación esencial de la filosofía
burguesa.
Marx y Engels dicen, en La Sagrada Familia9, que la Metafísica Hegeliana,
enseñoreada entonces de la filosofía, debería de ser derrotada por el materialismo
perfeccionado por la especulación. Es decir, que la negación teórica del régimen
capitalista, aquella que debería llegar a su esencia, sólo podría ser realizada por una
teoría que fuera la superación dialéctica del materialismo y el idealismo, esto es, por el
materialismo dialéctico.
Marx y Engels toman los elementos del materialismo y el idealismo
desarrollados primero como elementos constitutivos del régimen capitalista y
después como los de su primitiva y limitada negación y hacen explícito y organizan
y sistematizan el carácter negatorio más profundo que ellos mismos contienen.
Esta negación teórica va ahora a la esencia del régimen de producción capitalista y
su finalidad última es la transformación revolucionaria del régimen existente.

El materialismo.
9
Marx, Carlos, y Federico Engels, op. cit., pp. 191-192

46
4
7

El materialismo mecanicista.
La física de Descartes sirve de base al materialismo cartesiano.

En su física, Descartes había conferido a la materia fuerza autocreadora y concebido


el movimiento mecánico como obra de su vida... Dentro de su física, la única
sustancia, el fundamento único del ser y del conocimiento es la materia.10

Es decir, que Descartes concebía en su física a la materia como lo primordial,


como el fundamento del ser y del conocer. El defecto principal de su materialismo se
encuentra en el reconocimiento del movimiento mecánico como la única forma del
movimiento de la materia. Este defecto es más notable en sus seguidores –Leroy,
Cabanis y Lemettrie- quienes explicaban

el alma como una modalidad del cuerpo y de las ideas como movimientos mecánicos.11

El materialismo cartesiano (mecanicista) sigue existiendo hasta el siglo XIX;


tiene la base de su vitalidad en el desarrollo de las ciencias naturales mecánicas y
desemboca en la verdadera ciencia de la naturaleza.
Vemos aquí cómo del seno de la metafísica es engendrado su contrario, el
materialismo.

El materialismo inglés.
La metafísica de Descartes, cuyo postulado fundamental era la existencia de
ideas innatas en la conciencia del hombre, genera como contrapartida otra forma de
materialismo representada por Gassendi y los ingleses Bacon, Hobbes y Locke. Este
materialismo pone el acento en el problema del origen de las ideas, de su proceso de
formación; frente a las ideas “innatas” de la metafísica cartesiana se desarrollan las
tesis de que las ideas que se forma el hombre acerca del mundo exterior son el
producto de un proceso que parte de las sensaciones (la relación directa del hombre
con la naturaleza a través de los sentidos) y se eleva hasta el pensamiento. Los
sentidos son los que para este materialismo suministran todos los conocimientos:
Nihil est in intellectum quod non fuerit in sensu.

El materialismo francés.
Los materialistas franceses (la “Ilustración francesa”, los llama Hegel) son
los continuadores directos de los ingleses y los que

“dotaron al materialismo inglés de espíritu, de carne y de sangre, de elocuencia. Le


infundieron el temperamento y la gracia que aún no tenía. Lo civilizaron... Helvétius
(Helvecio) concibe inmediatamente el materialismo con referencia a la vida social. 12

Los franceses consideraron, como los ingleses, que la totalidad de las ideas del
hombre eran sensaciones transformadas; pero no se quedaron en eso y, refiriendo esta
tesis a las relaciones sociales, sostuvieron que todas las concepciones y sentimientos
del hombre son el resultado de la influencia del medio ambiente social; a su vez, el
medio ambiente social dependía del tipo de legislación y de las formas de gobierno. El
Estado, cuyas leyes responden a las exigencias de la razón, puede crear las
condiciones necesarias para asegurar una vida moral y hacer que el hombre sea
ilustrado.
La ilustración francesa llevó el materialismo hacia un punto superior de su
desarrollo. El materialismo cartesiano había establecido el principio general de la
10
Ibíd., p. 192
11
Idem
12
Ibíd., p. 196

47
4
8

primacía de la materia, último fundamento del ser y del conocer; los ingleses,
partiendo de este principio, lo enriquecieron postulando que las ideas del hombre
tenían su origen en la experiencia sensible, en la relación directa del hombre con el
mundo exterior a través de sus sentidos y, por último, los franceses lo perfeccionaron
estableciendo la tesis de que es el ser social el que determina la conciencia social.
Los filósofos materialistas franceses pensaban que el medio ambiente social era
el que determinaba las opiniones de los individuos (es decir, sus ideas, sentimientos,
emociones, voluntad, acción, etcétera); por lo tanto, para que el individuo
experimentase verdaderos sentimientos humanos, para que su comportamiento fuese
verdaderamente humano había que organizar el “medio ambiente” en forma tal que
correspondiese a las exigencias de la naturaleza humana. Según los franceses, el
espíritu humano no es un don de la naturaleza, sino el fruto de la educación, por la
cual entendían el conjunto de influencias del medio sobre la personalidad. Pero el
medio social mismo sólo se halla determinado, según ellos, por el régimen político. Y
estos filósofos apelaban a la razón para que de la cabeza de sus más preclaros hijos
sacara, ya acabado, el sistema social que sería cabal expresión de las necesidades del
hombre.
Como vemos, los materialistas franceses dejaban entrar por la puerta de
atrás lo que habían expulsado por la de adelante: el idealismo; “el medio ambiente
es el que determina las opiniones” y “el medio ambiente social es determinado a su
vez por las leyes y las formas estatales”, habían dicho; entonces, para cambiar el
medio ambiente inhumano era necesario construir, en la mente de los filósofos,
una organización social (leyes y formas estatales) que correspondiese a la
naturaleza humana, y una vez terminada en sus detalles no había más que
aplicarla. No se buscaba la solución a los problemas sociales en la sociedad
misma, en los elementos que su desarrollo brindaba.
Esta etapa es pródiga en estudios acerca de la naturaleza humana
(recordemos la obra de Rousseau, sobre todo el Discurso acerca de las causas de la
desigualdad humana) y en teorías relativas a la reforma social; todos los
argumentos sobre estas materias son desarrollados por la propia ideología
burguesa como base de sustentación del régimen capitalista y armas para el
combate al feudalismo pero, al mismo tiempo, contienen en germen los elementos
de la negación del régimen burgués.
La revolución francesa de 1789, que fue un resultado directo de la labor
desarrollada por la ilustración francesa, echó abajo toda la organización feudal de
la sociedad al tiempo que instauró el reinado de la clase burguesa.

El socialismo crítico-utópico.
El propio capitalismo crea, en la época posterior a la revolución francesa, los
elementos de una primitiva negación de su naturaleza; la situación a que es llevado el
proletariado naciente a causa del crecimiento de la riqueza capitalista provoca el
surgimiento, a partir del materialismo francés, de una primigenia doctrina socialista y
comunista (Owen, Fourier, Cabet, Saint Simon, Dezamy, Gay, etcétera) que se propone
acabar con los males surgidos del desarrollo de la sociedad moderna estableciendo
una forma de organización social acorde con la naturaleza humana y cuyos
lineamientos generales son formulados sacándolos de las cabezas de sus epígonos por
medio de la razón pura; el socialismo crítico-utópico, como fue llamado por Marx y
Engels, constituye el germen de la negación teórica del régimen de producción
capitalista y es la base del movimiento práctico del proletariado de esa época. Los
razonamientos de los socialistas crítico-utópicos (la crítica de la sociedad burguesa y
los atisbos de la sociedad del futuro) tienen su punto de apoyo en los argumentos de
los materialistas franceses, a los cuales superan y perfeccionan, y constituyen el punto
de partida de las tesis de la teoría revolucionaria del proletariado.
El socialismo crítico-utópico es la negación del régimen de producción

48
4
9

capitalista sin traspasar sus confines. No aprehende la esencia del régimen ni


determina por tanto una acción práctica revolucionaria del proletariado; sus
postulados, sin embargo, son elementos que, en un salto cualitativo, pasarán a
formar parte del materialismo dialéctico.

La historia política.
Después de la revolución francesa, en plena época de la Restauración, un grupo
de escritores políticos (Guizot, Thierry y Mignet) sometieron a un concienzudo estudio
el movimiento que acababan de presenciar. De sus análisis extrajeron la conclusión de
que la sociedad se desarrolla regida por leyes intrínsecas y que sus cambios no
obedecen a la voluntad de tal o cual persona, a los efectos de la legislación, a las
determinaciones estatales o a los dictados de la “razón”, sino a las condiciones
materiales que forman la base de su desarrollo, a la organización de la sociedad civil, a
la lucha de clases; descubrieron que la “sociedad civil” es la que determina la
legislación y el Estado.

Ha sido por el estudio de las instituciones políticas, dice Guizot, que han procurado
conocer el estado de la sociedad, el grado o el género de su civilización. Habría sido
más atinado estudiar primeramente la sociedad misma para conocer y comprender
sus instituciones políticas. Antes de convertirse en una causa, las instituciones son
un efecto; la sociedad las produce antes de ser a su vez modificada por ellas; y en
vez de buscar en el sistema o en las formas de gobierno el estado del pueblo es
menester examinar ante todo el estado del pueblo para saber cuál ha sido y cual ha
podido ser el gobierno... la sociedad, su composición, el modo de ser de los
individuos de acuerdo a su situación social, las relaciones de las diversas clases de
individuos, el estado de las personas, en fin, esta es sin duda, la primera cuestión
que llama la atención del historiador que quiere observar la vida de los pueblos y del
publicista que quiere saber cómo han sido gobernados.”32 32. Ensayos sobre la
historia de Francia, 10º ed. pp. 73-74, París, 1860 (la primera edición de estos
Ensayos apareció en 1822).13

Las ideas críticas de los historiadores posteriores a la revolución francesa


son la continuación y superación de los materialistas franceses; establecen
teóricamente la relación exacta entre la “sociedad civil” y la legislación y el estado,
la cual había sido considerada inversamente por la Ilustración Francesa, y
descubren el motor de la historia moderna de los pueblos: la lucha de clases.
Estos avances teóricos se realizan bajo la influencia del régimen capitalista
y son elementos de su propio desarrollo; pero al mismo tiempo contienen en forma
embrionaria los de la teoría revolucionaria.

El idealismo.
En la comunidad primitiva se da el proceso de constitución y consolidación
de las características fundamentales de la naturaleza humana. El conocimiento
primitivo se encuentra en íntima y armónica unión con todos los elementos de la
naturaleza del hombre.
Al disolverse la comunidad primitiva, esta prístina unidad se rompe; el
conocimiento se desgaja del tronco común y se inicia su proceso de
sustantivación, por el cual se convertirá en una potencia ajena y negatoria de la
naturaleza humana.
La sustantivación del conocimiento consiste en que, separado de la unidad
primera con todas las fuerzas del hombre, cobra vida propia y se considera a sí
mismo como la única realidad.

13
Plejanov, Jorge, La concepción materialista de la historia de Carlos Marx, versión al español de
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, URSS, Ediciones Roca, S.A.., Primera Edición, 1974, pp.37
y 38

49
5
0

El conocimiento sustantivado empieza a existir al disolverse la comunidad


primitiva, se desarrolla a lo largo de la historia posterior de la sociedad humana y
alcanza su más alta expresión en la filosofía idealista alemana de Kant, Fichte y Hegel.
La moderna filosofía idealista parte de Descartes, quien en su Metafísica
sostuvo el principio de que el hombre poseía una serie de “ideas innatas”,
independientes de la experiencia. Esta tesis central, que considera al pensamiento
como una sustancia, como algo preexistente, es la que sirve de base a la moderna
filosofía idealista.
Para nuestros propósitos, sólo nos interesa aquí el remate de toda esta
corriente filosófica, es decir, el sistema de Hegel.

La filosofía hegeliana

La clave de la filosofía Hegeliana


En La Sagrada Familia (Capítulo VIII, apartado 4. El misterio revelado del “punto
de vista”)14 Marx y Engels hacen una caracterización de la Fenomenología de Hegel.
En ella –dicen Marx y Engels-

Hegel reemplaza… al hombre por el conocimiento, la realidad humana más variada


aparece simplemente como una forma determinada, como una característica del
conocimiento.15

En la Fenomenología, el conocimiento humano que tiene sus bases materiales,


sensibles, objetivas, es sustituido por el “saber absoluto”, por el conocimiento que
tiene su fundamento en sí mismo y es independiente de la realidad objetiva.

Toda la Fenomenología tiende a demostrar que el conocimiento es la única realidad. 16

El conocimiento (la conciencia, la idea) bajo la forma del “espíritu” es una


sustancia con vida propia que en su movimiento produce la materia, la naturaleza y la
sociedad humana.
El “espíritu” es el reflejo en la conciencia humana de la evolución de la materia,
la naturaleza y la sociedad; de ahí entonces que en él se comprendan, de una forma
invertida, las leyes generales de la estructura y el movimiento de la realidad objetiva.
La filosofía de Hegel llega, pues, al punto superior en que ha desarrollado las
leyes del movimiento de la materia como leyes del pensamiento (dialéctica) y las leyes
de la evolución de la naturaleza y la sociedad como las del “espíritu absoluto”.
En la “Crítica de la filosofía y dialéctica hegelianas en general”, último capítulo
de los Manuscritos económico-filosóficos de 184417 , Marx expresa los antecedentes que
su doctrina tiene en la filosofía y dialéctica hegelianas en lo que respecta al proceso de
desarrollo del mundo humano.
En la Enciclopedia, nos dice Marx, Hegel comienza

con la Lógica, con el pensamiento especulativo puro, y termina con el conocimiento


absoluto –con el espíritu abstracto autoconsciente, auto comprensivo, filosófico o
absoluto (es decir, sobrehumano)-.18

La “Enciclopedia” es la expresión del desarrollo del espíritu filosófico.

14
Marx, Carlos, y Federico Engels, op. cit., p. 257
15
Ídem
16
Ídem
17
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, 1977,
México, D.F., pp. 144-176
18
Ídem

50
5
1

La filosofía de Hegel es la representación de la evolución del espíritu filosófico y está


constituida por tres partes fundamentales: la lógica, la filosofía de la naturaleza y la
filosofía del espíritu. La evolución del espíritu filosófico se inicia con el espíritu en su forma
pura, con el pensamiento abstracto, continúa con el espíritu que sale de su abstracción y
se enajena en la naturaleza, y concluye con el espíritu que se ha hecho consciente de sí
mismo mediante la conformación de la conciencia y la autoconciencia.
Marx realiza un análisis crítico de los postulados que Hegel expresa en la
Enciclopedia

Primera posición crítica


La primera posición crítica que Marx toma frente a Hegel es respecto a la
naturaleza del espíritu filosófico, del cual dice que es el espíritu enajenado del mundo
que se considera a sí mismo en forma abstracta.

…el espíritu filosófico es el espíritu enajenado del mundo que piensa dentro de su
enajenación, es decir, comprendiéndose a sí mismo en forma abstracta. 19

Para Hegel, el conocimiento, la capacidad natural-humana integrante de la


esencia de la naturaleza del hombre y los conocimientos que por su intermedio
obtiene la especie, constituyen el contenido de una sustancia con vida propia. Esta
sustancia es el espíritu filosófico –saber absoluto-.
La filosofía de Hegel es la representación de la evolución del espíritu filosófico y
está constituida por tres partes fundamentales: la lógica, la filosofía de la naturaleza y
la filosofía del espíritu.
La evolución del espíritu filosófico se inicia con el espíritu en su forma pura,
con el pensamiento abstracto, continúa con el espíritu que sale de su abstracción y se
enajena en la naturaleza y concluye con el espíritu que se hace consciente de sí mismo
mediante la conformación de la conciencia y la autoconciencia. En el contexto de lo
que Marx analiza a lo largo de los Manuscritos...(Ver en este trabajo: Segunda
Parte, Capítulo III, Los primeros planteamientos (continuación), Los manuscritos
económico-filosóficos de 1844), el espíritu filosófico –saber absoluto- es el
conocimiento humano convertido en una sustancia independiente, una potencia
ajena y opuesta a la esencia natural del ser humano; es el resultado del proceso de
anulación y enajenación de la esencia natural humana que se inicia con la
disolución de la comunidad primitiva. El espíritu filosófico tiene una existencia
real como sustancia con vida propia; la causa de su sustantivación se encuentra,
como se ha dicho, en el proceso de enajenación de las potencias esenciales del ser
humano. Hegel lo que hace es expresar racionalmente este hecho –es decir, el
conocimiento sustantivado-, concebirlo como la única realidad y dotarlo de
conciencia –autoconciencia- en la persona de la filosofía del espíritu.
La facultad intelectual, el pensamiento, y todo aquello que se denomina
conciencia social, es decir, el conjunto de conocimientos que la colectividad genera,
organiza, conserva y emplea como elementos del proceso de trabajo, forman parte de
las facultades físicas y mentales que en unidad integran la primigenia esencia natural
humana; posteriormente, al disolverse la comunidad primitiva, tales facultades y
potencias se desgajan de su tronco original e inician un desarrollo propio, ajeno a la
esencia natural del ser humano e incluso negatorio de ella; se da el proceso de
anulación de la naturaleza humana. Esas facultades y potencias cobran vida propia y
se convierten en la esencia enajenada del ser humano; en el capitalismo, esta
enajenación alcanza su máximo desarrollo y se materializa en la ciencia y en la
filosofía. Tarea fundamental del socialismo y del comunismo es la reapropiación de
esas facultades y potencias con la finalidad de reconstituir la naturaleza esencial del

19
Ibíd., p. 151

51
5
2

hombre.
Al destruirse la colectividad, el conocimiento (la conciencia social), deja de
ser elemento del proceso de trabajo integrante de la esencia natural humana y se
convierte en algo ajeno y opuesto a ella, que incluso provoca su degeneración y
descomposición.
Adquiere así el carácter de una sustancia, aparentemente con vida propia,
compuesta por las siguientes partes: leyes del pensamiento, acervo de conocimientos
sobre los diversos campos de la realidad incorporados en unidades independientes y
leyes generales sobre la estructura, relaciones mutuas y evolución de los anteriores
elementos, etcétera. El conocimiento sustantivado se nutre, de una manera
inconsciente, de los productos mentales que surgen de la actividad práctica del
hombre; éstos se van filtrando espontáneamente y se elevan hasta llegar a formar
parte del conocimiento enajenado; una vez ahí, obran en el sentido de impulsar su
desarrollo interno, haciéndolo pasar a etapas superiores de su existencia.
El conocimiento, en virtud de su naturaleza enajenada, considera tener la
causa de su desarrollo en sí mismo. En el punto superior de su existencia, el
conocimiento enajenado cobra conciencia de sí y de toda la historia de su generación y
desenvolvimiento. Es precisamente lo que Marx llama el espíritu enajenado del mundo
que se considera a sí mismo en forma abstracta.
Según Marx, en la Enciclopedia Hegel describe el desenvolvimiento del espíritu
filosófico.
La evolución del espíritu filosófico comienza con la Lógica.

Segunda posición crítica


La segunda posición crítica de Marx en relación a Hegel consiste en la
determinación de lo que es la Lógica.
Para Marx, la Lógica es el pensamiento enajenado. Es decir, el reflejo abstracto
de la naturaleza y de la vida del hombre que se ha desgajado de la esencia natural
humana y se ha sustantivado.

La lógica… es el pensamiento enajenado, y por tanto pensamiento abstracto de la naturaleza y


del hombre20

El pensamiento es una potencia humana.


Es resultado de la actividad práctica de la especie e instrumento que ésta
utiliza para la realización del trabajo productivo.
Es el medio a través del cual la especie se representa el mundo exterior con
el propósito de apropiárselo para sus fines específicos.
El pensamiento produce (a) una imagen de la naturaleza, estructura y
evolución del mundo material y humano y (b) las leyes y formas más generales de
la naturaleza, que son al mismo tiempo las del propio pensamiento.
La lógica es la disciplina que reúne, sistematiza y organiza esas
abstracciones que el pensamiento ha generado.
En la comunidad primitiva todas las potencias y facultades de la especie
forman una unidad. Al establecerse la propiedad privada, esa unidad se rompe.
Las capacidades se vuelven ajenas a la especie y entre sí y se sustantivan
cobrando vida propia.
El pensamiento, facultad humana por excelencia, se hace ajeno a la esencia
de la especie; la lógica es, por tanto, el pensamiento enajenado, la máxima
abstracción de la naturaleza y el hombre.
La naturaleza y la vida del hombre son exteriores al pensamiento abstracto
enajenado; éste las aprehende como tal pensamiento abstracto enajenado. Esto es,
el pensamiento considera que su fundamento real, la naturaleza y la vida del
20
Idem

52
5
3

hombre, es algo ajeno a sí mismo, algo que no constituye su base de existencia: el


pensamiento se sustantiva, cobra vida propia.
Las leyes y formas del pensamiento forman parte del conocimiento humano,
son la conciencia que el pensamiento tiene de sí mismo como un momento del
proceso del conocimiento integrante de la esencia natural humana. Al
desintegrarse ésta, se producen la sustantivación y la enajenación ya estudiadas;
con ello, las leyes y formas del pensamiento (agrupadas en la disciplina llamada
"Lógica"), adquieren esa misma naturaleza, es decir, son la potencia humana del
pensamiento sustantivada, enajenada y negatoria de la esencia natural del
hombre. Hegel considera que el mundo existe realmente y su estructura y movimiento
son el presupuesto del conocimiento. Fuera de la lógica, pero como basamento de la
misma, Hegel postula la existencia real del mundo estructurado en niveles que van del
ser a la esencia y moviéndose en el sentido de convertir a la esencia en un existente,
en el ser.
La lógica no es sino la forma en que el pensamiento se apropia la realidad
siguiendo precisamente esa estructura y ese movimiento que empieza por el ser y
llega a la esencia que es la naturaleza más íntima de la realidad. En la fase más
alta, el pensamiento produce el concepto, que es la forma superior de apropiarse
mentalmente el mundo exterior.
El núcleo racional de la lógica de Hegel se encuentra en:
(a) Puesto que Hegel reconoce la existencia y cognoscibilidad del mundo
exterior, su ontología –Lógica objetiva es el compendio más completo, jamás
alcanzado por la filosofía, de la estructura de la materia y de las leyes de su
movimiento.
Para Hegel, la materia está estructurada en dos niveles fundamentales: ser y
esencia, y su movimiento es precisamente aquel por el cual despliega su esencia a
partir del ser hasta convertir la naturaleza esencial en un existente. El ser lleva en sí
su esencia como su otro; ésta, negando al ser, pasa desde un estado propiamente
germinal hasta su más completa madurez, en donde se hace explícita y alcanza la
naturaleza del ser.
Este ser, a su vez, tiene en sí mismo su otro, es decir, su esencia en estado

germinal que deberá recorrer el mismo camino señalado. Esta es la ley absoluta del

53
5
4

movimiento de la materia.
Si detenemos este movimiento en un momento determinado, encontraremos por
fuerza a la materia estructurada en dos niveles fundamentales, el ser y la esencia.
La esencia contiene en sí misma el motor de su movimiento: está integrada por
polos opuestos que en un proceso de mutua complementación y oposición la llevan
desde un estado germinal hasta su madurez. En la introducción adelantamos ya los
principios fundamentales de este movimiento, al que Hegel dio el nombre de dialéctica.
(b) Para Hegel, el pensamiento puede penetrar y penetra hasta la inasequible
“cosa en sí” de los kantianos. La realidad es cognoscible y lo es hasta su estructura
más íntima y sus movimientos más complicados. La lógica no es sino el compendio de
las leyes conforme a las cuales el pensamiento se apropia el objeto de la manera más
completa: aprehende primero lo superficial y accidental, es decir, la apariencia del
fenómeno, lo que Hegel llama las determinaciones del ser; después encuentra las
características del otro que existe germinalmente en el interior del ser, es decir, las
determinaciones de la esencia; con estos elementos construye el concepto subjetivo
que es la unidad en la oposición de las determinaciones del ser y la esencia; con el
concepto como hipótesis de la naturaleza del objeto, va hacia éste para su verificación,
resultando de ello la elaboración de la idea como la forma de pensamiento en la cual el
concepto, es decir, la hipótesis y el objeto coinciden plenamente. La “idea absoluta” es
el reflejo superior de la realidad en la conciencia, es la aprehensión nuevamente del
ser, pero con una riqueza de determinaciones formando su contenido como resultado
de todo el proceso.
El carácter místico de la metafísica de Hegel radica en:
(a) Cada forma del pensamiento: categoría, concepto e idea, son tomados por
Hegel no como medios específicos de reflejarse la realidad en la conciencia humana
sino como el fundamento último de la realidad, como la única y verdadera realidad.
Hegel encuentra que las cosas se desarrollan de acuerdo con el concepto y la
idea que son el reflejo de su movimiento; mediante una trasposición, considera que
son dichos reflejos mentales, la categoría, el concepto y la idea, los que forman la
esencia de las cosas y determinan su desenvolvimiento; de aquí entonces que, según
Hegel, la más íntima realidad de las cosas, su verdad, lo sea su concepto o idea, es
decir, el pensamiento.
(b) En virtud de la inversión realizada entre reflejo y cosa reflejada, las formas
del pensamiento se sustantivan y cobran vida propia; pasan a constituir una
sustancia -el pensamiento, el espíritu- que pretende existir desde el inicio de los
tiempos y que se erige en el fundamento último, en el demiurgo de todo lo existente.
En Hegel sólo encontramos la formulación más acabada de este proceso porque, como
ya lo habíamos señalado, el mismo se inicia desde los tiempos de la disolución de la
comunidad primitiva, cuando el conocimiento se desprende de la primigenia unidad
con los demás elementos integrantes de la esencia natural humana; desde entonces, el
pensamiento -el espíritu- tiene una existencia sustantivada, ajena y opuesta a aquella.
Habiendo perdido todo contacto con la realidad de la que procede, la
sustancia espiritual hegeliana pretende existir desde el principio de los tiempos,
dentro de sí misma, en un constante movimiento circular en el que sus partes se
encuentran al mismo tiempo en sucesión y simultaneidad; es decir, es el espíritu
en movimiento interno que al mismo tiempo es ser, esencia, concepto e idea que a
la vez se encuentra en tránsito de una a otra forma.
La lógica de Hegel es, aunque en una forma invertida, la formulación más
exacta, no superada hasta ahora, de las leyes del movimiento de la materia y del
pensamiento; puesta sobre los pies, como dice Marx, constituye una parte integrante de
la doctrina del marxismo con el mismo derecho que los propios textos de Marx, Engels y
Lenin y con mucho mayor razón porque los clásicos únicamente aplicaron
ampliamente el método hegeliano en todo su trabajo teórico, pero no desarrollaron algo
que pudiera considerarse como una “lógica marxista”. Marx y Engels utilizaron en
todos sus trabajos teóricos el método que se contiene en la lógica hegeliana, pero no

54
5
5

como algo externo y accidental, sino como aquello que permite penetrar a la esencia
del objeto y que por tanto se convierte en parte integrante de su reflejo mental: El
Capital, la obra cumbre de Marx, es, de la A a la Z, una aplicación de la Lógica de
Hegel al estudio de la economía política; de igual manera, las tesis clásicas de la
explotación y depauperación del proletariado y del establecimiento del socialismo
constituyen una versión de la doctrina hegeliana de la esencia en el terreno de la
historia de la sociedad humana.
Como dejamos dicho, el revisionismo, aunque virtualmente extinto, es lo que
pasa hoy en todas partes como la forma más refinada de la teoría marxista; de ahí
entonces que para la reivindicación de esta última, para dar de nuevo vigencia a las
tesis marxistas, para poner de relieve lo esencial de los planteamientos de Marx y de
Engels, sea legítimo y necesario apoyarse en lo que fue el método utilizado por ellos
para forjar la teoría de la revolución; y no sólo eso, sino que en virtud de que con la
derrota del socialismo y la anulación de la teoría marxista se presenta una situación
inédita para la que no hay respuesta en ninguno de los textos clásicos, sea igualmente
legítimo y necesario acudir al método en el que abrevaron Marx y Engels. El
revisionismo tuvo dos actitudes distintas frente a Hegel: un sector de esa corriente
ideológica experimentó un terror pánico, un miedo cerval ante la filosofía hegeliana; es
el mismo sentimiento que los invadía ante la obra fundamental del marxismo, El
Capital de Carlos Marx, que es para ellos terra ignota; acostumbrados a seguir la línea
de menor resistencia intelectual que significa el adoptar sin reservas los prejuicios
teóricos de la pequeña burguesía y darles una leve mano de barniz marxista, la sola
lectura, no se diga el estudio de la obra hegeliana, reclamaría un esfuerzo mental que
por definición no estaban capacitados para realizar; otro sector del revisionismo, por el
contrario, se acercaba a Hegel de la misma manera que a El Capital, es decir, con el
propósito de encontrar puntos de apoyo para el prejuicio teórico pequeño burgués que
era el fundamento de su doctrina económico-social: el socialismo humanista.
La dialéctica, como método del conocimiento, es una generalización de las leyes
del movimiento de la materia que nos auxilia a conocer en toda su extensión y
profundidad la totalidad del ser o una parcela determinada de la realidad; su
característica fundamental, que la distingue claramente de la lógica formal y de la
ontología anterior, es que considera que todos los fenómenos tienen tres niveles de
existencia: el del ser determinado, el de la esencia positiva y el de la esencia negativa y
que su movimiento consiste en internarse en sí mismo, producir su esencia y dar lugar
así al otro que tiene en su interior en estado germinal; el conocimiento del objeto, para
ser un fiel y completo reflejo suyo, debe también seguir ese camino: partir del ser
determinado, llegar a la esencia y descubrir el otro que aquel tiene en su interior y en
el que ha de transformarse ineluctablemente; es evidente que la necesidad de esa
transformación no se la da al objeto el método del conocimiento sino su propia
naturaleza y el pensamiento únicamente puede aprehenderla con mayor o menor
exactitud.
El método dialéctico es el alma del marxismo-leninismo; su divisa es
siempre calar hasta lo más hondo del objeto para encontrar la esencia del mismo,
esto es, el otro que existe en su interior y en el que ha de convertirse
indefectiblemente; es el método científico por excelencia y se alza sobre las ruinas
de la lógica formal y de la gnoseología a ella inherente, las cuales únicamente
aprehenden la superficie del objeto y su relación con una esencia interna, inmóvil
que es el fundamento, la causa última del ser encerrado en sí mismo; para ellas, el
objeto es una multitud de determinaciones superficiales inconexas que sólo
reconocen una relación lineal de causa a efecto con otra multitud de
determinaciones igualmente desvinculadas que son la razón suficiente de las
primeras. La lógica formal es el método del conocimiento característico de la
ideología burguesa; ésta se solaza muy especialmente en esa pretendida
cientificidad de considerar a esas determinaciones formales como variables que
pueden ser sometidas a un modelo matemático lo más complicado posible y de ahí

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6

extraer las hipótesis del movimiento del objeto teniendo como límite absoluto la
naturaleza actual del mismo. El revisionismo toma directamente este método
cognoscitivo del arsenal de la ideología burguesa y únicamente lo adereza con las
dos o tres simplificaciones que con fines didácticos hicieron Marx y Engels de la
dialéctica; así pertrechados, acometen la tarea de realizar un análisis
“revolucionario” de la realidad. El revisionismo tiene un cuidado muy especial en
desvirtuar la teoría marxista del conocimiento y es por eso que niega que la Lógica
de Hegel, puesta sobre sus pies, sea una parte integrante de aquella, el corazón
mismo de la dialéctica materialista; en lugar de ella introduce una variedad
cualquiera de la gnoseología burguesa. No sólo es una conclusión en nuestra
argumentación, sino una premisa suya, la consideración de la dialéctica hegeliana,
“puesta sobre los pies” por el marxismo, como el único método científico.
La teoría marxista fue sustituida, a la caída del socialismo que aquí hemos
denominado formal, por el revisionismo; un terreno especialmente afectado por esa
transformación lo fue el del método revolucionario del conocimiento, de donde, en
primer lugar, expulsó a la dialéctica hegeliana que era el núcleo del mismo y la
sustituyó por una vulgarización extrema de las famosas tres leyes enunciadas por
Engels en más de uno de sus trabajos; posteriormente, debajo de esta delgadísima y
frágil capa pseudo marxista, se introdujo toda una versión de la teoría burguesa del
conocimiento.
La lógica hegeliana tiene dos aspectos claramente diferenciados: su carácter
místico y su naturaleza racional.
En su cualidad sobrenatural es la descripción de las características y del
desarrollo del pensamiento puro, una sustancia supra humana que conforme a la
filosofía hegeliana es el fundamento de la naturaleza y del espíritu.
En su condición racional es el reflejo en la conciencia humana de las leyes
más generales de la estructura y del movimiento de la realidad objetiva. La lógica
formal también era el reflejo de la objetividad, pero únicamente de la superficie de
la misma, de tal manera que estaba constituida por abstracciones vacías,
categorías fijas y rígidas y superficiales representaciones del ser que tenían el sello
de la accidentalidad; la lógica de Hegel –la dialéctica- es el reflejo de los dos niveles
de existencia del mundo objetivo: el ser, que tiene en sí mismo a su otro que es la
esencia, y la esencia que es el otro del ser y que tiene en sí al ser como su otro, y
del movimiento que va del ser a la esencia y de ésta al ser; es la más completa y
profunda representación del ser y la esencia del mundo. En atención a esto, la
dialéctica hegeliana está integrada por un cuerpo de categorías y conceptos
fluidos, cuya naturaleza fundamental es la contradicción y la necesidad y que
producen abstracciones llenas de contenido (concretos del pensamiento) que
reflejan la riqueza de determinaciones del ser y de la esencia y de su paso de uno a
otro.
El concepto de la necesidad que desarrolla Hegel en su lógica es, desde
luego, una parte integrante de la teoría marxista del conocimiento; y aplicándolo a
la realidad del régimen capitalista es como los clásicos extraen la conclusión de la
inevitable, fatal, ineluctable transformación de esa forma de organización de la
sociedad en el socialismo.
La lógica objetiva de Hegel, que abarca las dos primeras partes de su lógica, el
ser y la esencia, contiene la descripción más detallada, minuciosa, exhaustiva e
integral que se haya hecho por filósofo alguno, anterior o posterior a aquel, de la
estructura fundamental y de las leyes más generales del movimiento de la materia;
esta lógica objetiva es, al mismo tiempo que el reflejo omnicomprensivo del mundo
objetivo, un método que puede y debe aplicarse en los más variados campos del
conocimiento para obtener el concepto exacto de su objeto, ya que éste, como parte de
la realidad, se rige también por aquellas leyes generales.
En el último capítulo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844
continúan Marx y Engels su labor de fijar su posición frente a la Filosofía de Hegel.

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La primera fase de existencia del espíritu filosófico, es decir, de la conciencia


que sobre sí mismo tiene el conocimiento sustantivado, es aquella en la que aparece y
tiene sus primeros desarrollos la ciencia de la Lógica, esto es, la conciencia del
pensamiento sobre sí mismo.
El espíritu es el resultado del desarrollo del pensamiento enajenado.
El movimiento del espíritu filosófico pasa de la Lógica a la Filosofía de la
naturaleza.

Tercera posición crítica


La tercera posición crítica de Marx en relación con la doctrina de Hegel la adopta
respecto de la filosofía de la naturaleza.
La naturaleza -dice Marx- es exterior al pensamiento abstracto enajenado; éste
aprehende la naturaleza como tal pensamiento abstracto enajenado.

Entonces: La exterioridad de este pensamiento abstracto… la naturaleza, como lo es para el


pensamiento abstracto; la naturaleza es exterior a él, la pérdida de sí mismo; y también
aprehende la naturaleza de manera externa, como pensamiento abstracto, pero como
pensamiento abstracto enajenado.21

En la comunidad primitiva, la naturaleza es la fuente de las facultades


naturales humanas y el campo en el cual se ejercitan y fortalecen; el pensamiento,
como facultad humana específica, está en íntima y armónica unión con la
naturaleza: produce, a través de la actividad práctico-humana, los reflejos
mentales del mundo exterior y los integra en un acervo de conocimientos del
mismo como instrumento para la realización de las potencias de la esencia natural
humana en su acción sobre la naturaleza. Al disolverse la comunidad primitiva, la
naturaleza se hace ajena a la esencia natural humana y se convierte en un
elemento de su negación; el pensamiento se disocia de todos los demás factores
constitutivos de la esencia natural humana, se hace ajena a ella y se transforma
en un vehículo para su anulación; el pensamiento y la naturaleza, enajenados de
la esencia natural humana, pierden su unidad primitiva y cada una de ellas se
desarrolla por su cuenta, relacionándose sólo extrínsecamente; el pensamiento
produce, en esa relación externa, los reflejos mentales correspondientes a la
naturaleza exterior y los integra en un cuerpo de conocimientos que forman parte
del conocimiento humano enajenado; el conocimiento de la naturaleza adquiere así
las características ya estudiadas que corresponden al conocimiento enajenado: es
una sustancia con vida propia, ajena y opuesta a la esencia natural humana, que
en apariencia tiene su causa en sí misma, con independencia de la actividad
práctica (producción).
En su segunda fase de existencia, el espíritu filosófico (autoconciencia) toma el
acervo de conocimientos sobre la naturaleza elaborados por el pensamiento enajenado,
los dota de orden y sistema y los integra en el cuerpo que forma el conocimiento
enajenado; dicho de otra manera, descubre las leyes generales que rigen los diversos
fenómenos y campos de la naturaleza, las concatenaciones existentes entre ellos y la
evolución de esa totalidad y las lleva a formar parte del conocimiento sustantivado y
ajeno a la naturaleza humana. Este conocimiento de la naturaleza, que desemboca
en la ciencia y la filosofía modernas, es un elemento más del proceso de anulación
de la esencia natural humana.
Esto es, el pensamiento enajenado aprehende a su fundamento real, la
naturaleza y la vida del hombre, como algo ajeno a sí mismo, como algo que no
constituye su base de existencia.
El pensamiento abstracto enajenado –el pensamiento puro- va incorporando a
su sustancia los distintos campos del conocimiento humano que también tienen el
21
Idem

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carácter de entes sustantivos desprendidos de la esencia natural del ser humano; al


final del proceso nos encontramos a la totalidad del conocimiento humano
estructurado como el conjunto de las potencias intelectuales del ser humano
desgajadas de su esencia natural, es decir, formando parte de la esencia enajenada de
la naturaleza humana (ciencia, filosofía, etcétera). El espíritu es el reflejo abstracto del
desarrollo de la naturaleza y de la sociedad humana que se ha separado de su unidad
originaria con los demás elementos de la esencia de la naturaleza humana y que
constituye ahora la esencia enajenada del ser humano; ese reflejo se ha sustantivado y
cobrado vida propia, en apariencia independiente de la base real que le dio vida.
El conocimiento de las leyes de la naturaleza (mecánica, física, química, vida
orgánica) y de la evolución y concatenación universales es también un conocimiento
enajenado.
En la unidad originaria, el conocimiento –mágico- de la naturaleza está íntima,
directa e indisolublemente ligado con la actividad práctica que es expresión de la
naturaleza de la especie. Al destruirse esta unión, el conocimiento de la naturaleza se
sustantiva, cobra vida propia y se considera a sí misma la única realidad.
Conforme a Hegel, el espíritu, en su proceso de vida interno, adopta la forma de
la idea absoluta. Esta contiene a su otro en su interior como su esencia germinal; su
otro es la naturaleza. La idea engendra la naturaleza como su otro y de esa manera se
exterioriza, es decir, sale de sí para desplegarse externamente, tomando la forma de la
materia en movimiento.
En esta existencia exterior, la idea recorre todas las fases que la constituyen
y que ya nos son conocidas: ser, esencia, concepto e idea en sus formas materiales
transfiguradas correspondientes que tienen como último resultado la aparición de
la vida orgánica pensante, es decir, de la especie humana. La naturaleza, postula
Hegel, se desenvuelve de una manera caótica, accidental; el espíritu tiene que
ejercer una enorme fuerza para introducir en ese caos el orden y la necesidad. La
idea vive, en la naturaleza, una vida degradada, pues aunque es la esencia última
de la misma no puede reconocerse conscientemente en ella; es decir, que ni el
concepto ni la idea pueden tener conciencia de sí en esta vida enajenada dentro de
la naturaleza. El espíritu no es libre en la naturaleza.
La labor de la filosofía es descubrir detrás de la caoticidad y accidentalidad de
la naturaleza la obra ordenadora y sistematizadora del espíritu; es decir, dotar al
conocimiento de la naturaleza de las características de necesidad y causalidad.
El nódulo racional de los postulados hegelianos lo hallamos en la presuposición
básica de la que parte. Para él, la naturaleza exterior existe y es cognoscible hasta en
sus más recónditos niveles; de esta manera, para desarrollar este supuesto y llevarlo
hasta sus últimas consecuencias, Hegel ha debido apropiarse, en una forma
enajenada, de los resultados de las ciencias positivas modernas, los cuales han sido
obtenidos en la actividad práctica, en la industria, y producir a partir de ahí la imagen
mental correspondiente. Las leyes de la evolución de la materia toman en Hegel, por
ello, su forma más acabada: encontramos en primer lugar la ley general de movimiento
de la materia, su tendencia intrínseca a evolucionar desde las formas primitivas de
movimiento (nebulosa indiferenciada) hasta alcanzar el estadio superior, es decir, la
materia pensante, pasando por una serie de grados intermedios, cada uno de los
cuales procede del anterior y engendra al que le sigue; esta ley intrínseca de la materia
corresponde por completo a la ley expuesta por Hegel de la evolución del ser hasta la
esencia que deviene en un nuevo ser.
En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, Hegel devela las
leyes de la estructura de la materia, la cual está formada por niveles que van del
ser a la esencia.
La inversión mística, la metafísica de Hegel, radica en lo siguiente:
(a) Es evidente que el pensamiento –el ser pensante es el resultado último
del desarrollo de la naturaleza; el pensamiento, por tanto, sólo puede ser el reflejo
–reflejo activo- de ese desarrollo anterior y de la estructura actual que es su

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consecuencia; en una grosera transustanciación Hegel toma ese reflejo y lo sitúa


como la esencia de lo reflejado, como la más íntima realidad de lo existente, como
lo existente de verdad.
(b) Dotado de vida propia, sustantivado, el reflejo de la naturaleza, es decir
su concepto y su idea, se transforman en manos de Hegel en el productor de lo
reflejado; la naturaleza es engendrada por el espíritu.
(c) La naturaleza es intrínsecamente una materia caótica en la que reinan el
azar y la accidentalidad; el espíritu, a través del concepto y de la idea, ejerce su acción
para conducir a la naturaleza por el camino de la necesidad y la causalidad. Hegel le
escamotea así a la naturaleza su característica esencial: el desarrollo a través de la
férrea necesidad que se impone por medio de la accidentalidad y se la atribuye al
espíritu, quien es el encargado de introducirla a una naturaleza reluctante. La
transposición que realiza Hegel es aquí también clara y evidente.
(d) La naturaleza es cognoscible sin límite alguno; esto es así, según Hegel,
porque el conocimiento y la naturaleza están formados por la misma sustancia
espiritual; de tal suerte, el espíritu, al aprehender la naturaleza, se descubre en ella a
sí mismo.
Ya hemos señalado cómo después de la disolución de la comunidad primitiva el
conocimiento se separa de los demás elementos de la naturaleza humana y se
sustantiva; igualmente, la actividad productiva se desgaja del tronco común y se
convierte en negatoria de aquella naturaleza; ambas, conocimiento y praxis, siguen
caminos separados.
El conocimiento se separa de la unidad originaria existente en el proceso de
trabajo colectivo-conciencia colectiva-proceso de trabajo colectivo; sigue un camino
propio, independiente y sólo mantiene relaciones extrínsecas con el proceso de trabajo.
La liga que anteriormente había entre el individuo y el proceso de trabajo y la
conciencia colectiva se ha roto; por lo tanto, para él la conciencia social (es decir, el
conjunto de conocimientos existentes en un momento dado) es algo ajeno, una
potencia exterior preexistente. El conocimiento es, en consecuencia, una potencia de la
naturaleza del hombre con vida y movimiento propios, independiente y ajena a los
individuos; la causa de esta sustantivación radica, como ya señalamos, en su
separación de todos los demás elementos de la naturaleza humana; su función
específica, el reflejo de la realidad, la hace ahora de una manera enajenada, a través
de una relación extrínseca con la actividad práctica; va, de este modo, de la actividad
práctica a la ciencia, de ésta a la filosofía y luego recorre inversamente este camino.
El conocimiento ya no es un elemento de la naturaleza humana; por el
contrario, se ha convertido en una potencia de su negación; su propiedad
característica cambia y se transforma en ideología. Ahora es realizado por un grupo de
personas pertenecientes a la clase dominante (o por ella asimiladas) y su finalidad es
mantener y desarrollar el régimen de explotación existente. La materia prima y el
producto de la actividad de los pensadores son las imágenes mentales. Todo esto no
tiene nada de místico, pero contiene en germen los elementos que después deben
evolucionar en ese sentido:
(a) El objeto mental y los métodos y reglas para su obtención se presentan
ante el individuo como teniendo una existencia en sí y por sí, con independencia
de la actividad práctica.
Este es el punto de partida para la posterior consideración del conocimiento
como un sujeto supra humano distinto de las potencias naturales humanas, con
vida propia, existente desde el principio de los tiempos.
(b) La actividad cognoscitiva se presenta para el individuo como la aplicación de
esos métodos y reglas del pensamiento, preexistentes y ajenos, a la develación de la
naturaleza del objeto, la construcción de la imagen mental correspondiente y su
incorporación al conocimiento sustantivado; aquí es el punto de apoyo para la
consideración del conocimiento como la facultad de un sujeto supra humano, distinto

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0

de las potencias naturales humanas, de poder penetrar por sí mismo en la naturaleza


del objeto y producir como objetos mentales la sustancia que lo constituye.
La conciencia está separada de la actividad práctica; al perder el individuo la
relación con la conciencia pierde también la conciencia de la relación entre el
conocimiento y la actividad práctica; para explicarse entonces el conocimiento del
objeto dando de lado a la actividad práctica, considera que el conocimiento
sustantivado es una sustancia espiritual supra humana, existente desde el principio de
los tiempos y que es el fundamento y demiurgo de la realidad; esa sustancia produce al
mundo y el conocimiento del mismo.

El concepto
En la actividad productiva enajenada y, por lo que hace al régimen
capitalista, en la industria, se establece la relación directa entre el hombre y su
objeto. Esta actividad productiva consiste en la aplicación de una serie de
conocimientos preexistentes, producto de la práctica humana anterior,
materializados en determinados instrumentos de producción, capacidades
humanas, procesos productivos y características del objeto; a su vez, la actividad
práctica humana es fuente de una serie de conocimientos acerca de las
características del objeto, los instrumentos de producción, las capacidades
humanas y los procesos productivos. Estos conocimientos se obtienen, en el
régimen capitalista, en el proceso de explotación y son literalmente arrancados por
el capital a los trabajadores; su naturaleza es la parcialidad y la inmediatez.
Los conocimientos generados en la práctica industrial (o en la producción en
general) son absorbidos por una instancia superior al servicio del capital atendida por
un grupo especial de trabajadores, independientes o asalariados; su labor consiste en
elaborar y perfeccionar constantemente una imagen mental de la actividad productiva
específica: los instrumentos, capacidades, procesos y objeto. Esta imagen es producto
de la actividad práctica y, a la vez, el instrumento a través del cual esta actividad
práctica se realiza.
Dicha imagen mental tiene las siguientes características:
(a) En virtud de la enajenación del conocimiento, pertenece al capital; es decir,
no tiene la característica de instrumento de la actividad práctica integrante de la
naturaleza humana. El capital es una potencia humana enajenada, negatoria de la
naturaleza humana; de ahí que uno de sus elementos, la imagen mental del proceso
industrial, sea también ajena y negatoria de dicha naturaleza.
(b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y
resultado de ese proceso explotador;
(c) está reducida a un solo aspecto de la realidad, por lo que es incompleta,
inconexa, casual, etcétera;
(d) tanto en ésta como en la anterior instancia la enajenación y
sustantivación son la base de su mistificación.
El mecanismo real es el siguiente: en la actividad práctica productiva el
hombre obtiene los elementos para forjar la imagen mental de la realidad; con ella
como instrumento proyecta en su cerebro la actividad práctica a realizar; de nueva
cuenta actúa sobre la realidad para llevar a cabo ese proyecto, obteniendo de ahí
nuevos elementos con los cuales enriquece la imagen mental preexistente; adscrito
a un grupo especial de trabajadores y separado del trabajo manual, el
pensamiento inicia aquí su proceso de mistificación: soslaya u oculta el proceso de
formación de los elementos de la imagen mental y la considera existente por sí
misma; luego se instala en ese terreno y, trabajando sólo con imágenes mentales,
proyecta la transformación de la realidad; es por eso que para el pensador
(trabajador intelectual, filósofo, etcétera) la imagen mental aparece como un sujeto
vivo supra humano, distinto de las facultades humanas, de cuya naturaleza
participa, que puede aprehender por sí mismo el mundo exterior y la actividad

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transformadora de la realidad como brotando directamente de la imagen mental y


realizándose a través del individuo. Aquí encontramos la base para la posterior
consideración del pensamiento como demiurgo de la realidad. Al quedar libres los
conocimientos de sus lazos con los demás elementos de la esencia natural
humana, tienen una enorme volatilidad que los impele hacia el cielo filosófico de
manos del capital.

La ciencia
Esta imagen mental, propiedad del capital, se eleva hacia una instancia
superior del conocimiento enajenado, la ciencia.
La labor científica es también una labor del capital; los científicos son
trabajadores independientes o, cada vez más, trabajadores asalariados al servicio del
capital.
La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un
sector de la realidad con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las
instancias anteriores, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, atómicos,
biológicos, etcétera.
Esa imagen mental tiene las siguientes características:
(a) pertenece al capital con todas las implicaciones que este hecho trae consigo;
(b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y
resultado de la misma;
(c) abarca todo un sector de la realidad;
(d) su alejamiento de la industria, que es el núcleo de la actividad práctica
humana, es mayor que el de los niveles cognoscitivos anteriormente considerados;
su mistificación es también de un grado mayor.
La ciencia recibe sólo imágenes mentales elaboradas que constituyen su
materia prima; con ellas trabaja tratando de integrarlas en una síntesis superior, en
una imagen mental más amplia, más completa y más sistematizada; el producto de su
función está constituido también por imágenes mentales como hipótesis, teorías,
etcétera con las que forma la imagen mental más adecuada del sector de la realidad
correspondiente. La materia prima de su actividad no le es proporcionada directa y
explícitamente por la industria ni sus productos van a ella en la misma forma; sólo por
un proceso indirecto de sublimación en un caso y decantación en el otro se establece
la comunicación entre la ciencia y la industria. La ciencia se satisface encerrada en sí
misma; produce pensamientos sin que su fin remoto ni próximo sea la acción sobre la
realidad en ningún sentido.
En suma, la ciencia utiliza como materia prima y produce imágenes mentales
que integra en un cuerpo de pensamientos sobre un sector de la realidad; para ella, lo
que realmente existe, puesto que es con lo que trabaja y el resultado de su trabajo,
es el pensamiento; de ahí que se refuerce la mistificación del pensamiento en esta
área específica de su acción: (1) se robustece su pretensión de ser la realidad más
íntima de los objetos, (2) igualmente se hace más fuerte la creencia de que es una
sustancia que puede conocer la realidad en virtud de una mística facultad que
posee, sin necesidad de pasar por el proceso productivo y (3) su resultado real es
producir y perfeccionar un cuerpo de pensamientos, una sustancia espiritual.
De la imagen mental desarrollada por la ciencia se desprenden hacia abajo
conocimientos que, al llegar a la actividad práctica industrial, comprueban o no su
validez y la de la hipótesis de donde parten; a su vez, de la prosaica realidad, de la
producción, brota una serie de conocimientos que se van elevando hasta llegar a la
ciencia en donde sirven de base a nuevas hipótesis, teorías, etcétera.

La filosofía
La ciencia evoluciona hacia una fase más alta del conocimiento enajenado, el
pensamiento filosófico.

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2

Este es, desde luego, también una función del capital realizada de una manera
indirecta a través de pequeños productores intelectuales.
La filosofía se nutre con los elementos que le proporcionan todas las
ciencias; su trabajo consiste en forjar una imagen mental de la realidad.
Esa imagen tiene las siguientes características:
(a) pertenece al capital;
(b) es el basamento último de la función explotadora del capital y a la vez
resultado de la misma;
(c) abarca la totalidad de la realidad, las leyes generales del conocimiento y
del ser; introduce en los elementos que le brindan las ciencias positivas las
características de esencialidad, necesidad y causalidad y las engarza en el
esquema de la concatenación universal;
(d) es el nivel del conocimiento más alejado de la actividad productiva cuya
mistificación alcanza el más alto grado. Su labor se desarrolla tomando como base
las imágenes mentales sectoriales que le proporcionan las ciencias y el resultado
de la misma es una imagen mental que comprende la totalidad del ser y del
conocer; una vez forjada, esa imagen se levanta en contra de su humilde y lejano
origen, es decir, de la actividad productiva, y se declara a sí misma como una
sustancia independiente que tiene una existencia desde el comienzo de los tiempos
y que es el fundamento y demiurgo de la realidad y del conocimiento. Se postula
como existiendo primero en sí misma, luego exteriorizándose en la naturaleza y,
por último, recobrándose a sí misma en el espíritu; es en esta fase en la que
alcanza la forma superior de manifestarse y en la que pretende poseer en sí y por
sí la capacidad de dotar a los conocimientos que le proporcionan las instancias
inferiores de las características de esencialidad, necesidad y causalidad mediante
su sometimiento a la forma del concepto y la idea, de la misma manera que su
forma enajenada se había impuesto sobre la caoticidad y accidentalidad de la
naturaleza, y le proporciona orden y concierto; al ejercer esa facultad intrínseca, el
espíritu filosófico recoge todos los conocimientos que le proporciona el saber de
nivel inferior y llega, a través de ellos, a reconocer en la realidad la obra del
concepto y de la idea, es decir, la obra de sí mismo bajo otra de sus formas. En
suma, el pensamiento filosófico, debido a la enajenación de la naturaleza respecto
del hombre, se convierte en una sustancia independiente de todos los demás
elementos de la naturaleza humana y se erige por sí mismo en el pretendido
creador de la realidad y fundamento último de la misma y en el depositario de la
facultad del conocimiento, con independencia absoluta de la actividad práctica; el
pensamiento filosófico ignora así todo el complicado proceso por el cual los
conocimientos se van formando lentamente en la misma actividad práctica
industrial, es decir, en la producción, suben luego trabajosamente por los demás
peldaños del saber y desembocan finalmente en el saber filosófico; de la misma
manera, da de lado al proceso inverso, es decir, aquel por el cual el conocimiento
adelantado por el pensamiento filosófico como hipótesis o teoría del mundo
desciende hasta la práctica para recibir ahí la sanción definitiva; la facultad que se
arroga el espíritu filosófico de poder dotar a los conocimientos inferiores de las
características que les permiten reflejar con exactitud creciente la realidad tiene su
origen en la práctica industrial, pues es la industria la que ha penetrado realmente
hasta los niveles más íntimos de la estructura de la materia y la que ha
reproducido los movimientos más complicados de la misma.
El conocimiento tiene su origen y su confirmación en la actividad práctica
industrial.
La filosofía de la naturaleza de Hegel participa también del doble carácter
que posee su lógica: una corteza mística y un contenido racional.
El aspecto misterioso radica en que Hegel considera la naturaleza como un
producto enajenado del pensamiento puro y, por tanto, la evolución de aquella
como el desarrollo no consciente de éste.

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Su racionalidad estriba en que es el reflejo en la conciencia humana de las


leyes de la evolución, en nuestra isla cósmica, desde la materia inorgánica hasta la
materia orgánica y de ésta desde sus formas inferiores hasta la materia pensante;
y se trata de las leyes dialécticas, no metafísicas, que tienen como fundamento la
contradicción y la necesidad. Es, por tanto, la más rica de las representaciones de
la evolución concreta de la materia que la muestra elevándose por diversos grados
de desarrollo, cada uno de los cuales está contenido en el anterior y contiene a su
vez al que le sigue.
De esta representación surgen las determinaciones más generales de la lógica
dialéctica y ésta, a su vez, es un instrumento para penetrar más profundamente en las
leyes de la evolución de la materia.
La filosofía de la naturaleza de Hegel es la representación, forjada con el
instrumento de la lógica, de la evolución de la naturaleza desde la materia inorgánica
hasta la materia orgánica y la materia pensante.
El cuadro evolutivo que presenta Hegel en esa parte de la Enciclopedia se atiene a
los adelantos científicos que se habían conquistado en su época, por lo que no incluye
muchos de los conocimientos que ahora poseen las diversas disciplinas científicas.
También, inexplicablemente, Hegel no expresa lo que estaba implícito en su Lógica: la
estructura de la materia como materia desagregada -en estado corpuscular- y materia
agregada -sistemas solares, seres vivos-, su existencia en cantidad infinita y en forma
simultánea en el espacio infinito y su paso incesante de una a la otra -de la nebulosa
indiferenciada a los sistemas planetarios y en éstos a la vida y los seres pensantes- y la
regresión de los cuerpos celestes al estado corpuscular.
El filósofo establece que el espíritu en su forma abstracta, como pensamiento puro,
sale de sí y se enajena en la naturaleza; esto significa que toma el material bruto que le
proporcionan las ciencias, que tiene el carácter de lo superficial, accidental e inconexo -las
notas distintivas del ser determinado finito-, y mediante la utilización de las categorías de
la lógica dialéctica, lo concibe como una sustancia dotada del orden y la necesidad, en la
que existen simultánea y sucesivamente el ser y la esencia y todas las fases de la
transformación alternada de uno en el otro.

La naturaleza ha sido determinada como la idea en la forma del ser-otro (Anderssein). Como
la idea es de este modo, la negación de sí misma y exterior a sí, la naturaleza no es exterior
sólo relativamente respecto a la idea (y respecto a la existencia subjetiva de la idea, el
espíritu), sino que la exterioridad constituye la determinación, en cual ella es como
naturaleza.

…En la naturaleza, no solamente el juego de las formas está sujeto a una accidentalidad
sin regla y sin freno, sino que toda forma carece por sí del concepto de sí misma. La cima a
la que se dirige la naturaleza al existir es la vida; pero siendo ésta solamente idea natural,
está sujeta a lo irracional de la exterioridad, y la vitalidad individual está, en todos los
momentos de su existencia, en pugna con una individualidad distinta de la suya, mientras
que en toda manifestación espiritual se da el momento de la relación libre y universal
consigo misma…

Hay que considerar a la naturaleza como un sistema de grados, cada uno de los cuales sale
del otro necesariamente y es la próxima verdad de aquel de que resulta, no ya en el sentido
de que el uno sea producido por el otro naturalmente, sino en el sentido de que es así
producido en la íntima idea que constituye la razón de la naturaleza. La metamorfosis
corresponde sólo al concepto como tal, puesto que sólo el cambio de éste constituye la
evolución. Pero el concepto en la naturaleza es, en parte, sólo algo de interno; en parte
existente, sí, pero sólo como individuo vivo. A éste último, solamente por eso, está limitada
la metamorfosis existente.

La contradicción de la idea que, como Naturaleza debe ser exterior a sí misma, es, más
precisamente, ésta: que por una parte hay la necesidad, operada por el concepto, de la
formación de la naturaleza y de su determinación orgánica; por otra parte, su

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accidentalidad indiferente e irregularidad y la determinación desde fuera, tienen su derecho


en la esfera de la naturaleza. Esta accidentalidad es máxima en el dominio de las
formaciones concretas que, sin embargo, como cosas de la Naturaleza, son concretas sólo
inmediatamente. Es decir, lo inmediatamente concreto es sólo una multitud de propiedades,
las unas fuera de las otras, y más o menos indiferentes las unas con respecto a las otras;
respecto de las cuales, precisamente por esto la simple subjetividad existente por sí, es,
además, indiferente, y las abandona a la determinación externa, y, por consiguiente,
accidental. La impotencia de la Naturaleza consiste en no poder apoderarse de las
determinaciones conceptuales más que abstractamente, y abandonar la ejecución de lo
particular a la determinación exterior.

La naturaleza es en sí un todo viviente y el movimiento a través de la serie de grados


consiste, más precisamente, en ponerse la idea como lo que ella es en sí o, lo que es lo
mismo: la idea de su inmediatividad y exterioridad, que es la muerte, vuelve a sí para ser
primeramente lo vivo, y luego supera también esta determinación, en la cual es solamente
vida y se produce en la existencia del espíritu, que es la verdad y el objeto final de la
Naturaleza, y es la verdadera realidad de la idea.22

La representación filosófica de la naturaleza anterior a Hegel tenía como límite el


punto a donde habían llegado las ciencias naturales, es decir, el conocimiento únicamente
del ser de la realidad, del que quedaba fuera el saber de la esencia. Hegel propone una
imagen de la evolución del mundo que se sustenta en las categorías de la lógica dialéctica:
ser y esencia, y en las relaciones sustanciales necesarias entre ambas. La visión de la
naturaleza que así se obtiene es más rica y exacta que la de la filosofía anterior, aunque
con las deficiencias y limitaciones que ya señalamos.
Hegel presenta la sustitución de la antigua concepción de la naturaleza por la que
él propugna como la actividad que el espíritu filosófico ejerce sobre el mundo para obligarlo
a conducirse dialécticamente.
La naturaleza se desenvuelve, de acuerdo con Hegel, hasta el punto en que aparece
la vida y surgen los seres pensantes. Aquí empieza el tránsito del espíritu filosófico hacia
su tercera forma de existencia, la filosofía del espíritu.

Cuarta posición crítica


La cuarta posición crítica de Marx frente a Hegel es la determinación de que el
espíritu filosófico o saber absoluto, que es el resultado superior de la evolución del
pensamiento abstracto enajenado, es la conciencia enajenada (abstracta) que de sí
mismo y de su evolución tiene el espíritu –autoconciencia-.
Finalmente, el espíritu, este pensamiento que retorna a su propio punto de partida, el
pensamiento que como espíritu antropológico, fenomenológico, ético, estético y religioso
no es válido por sí mismo, hasta que se encuentra a sí mismo, y se relaciona consigo
mismo como saber absoluto en el desde aquí absoluto, es decir, espíritu abstracto, y
recibe así su armazón consciente en un modo de ser que le corresponde. Porque su
modo real de ser es la abstracción.23

El desarrollo del pensamiento enajenado, que comprende las diferentes fases del
conocimiento humano, se da de una manera inconsciente, sin que la conciencia
enajenada sepa el porqué de su existencia; en la fase superior de su proceso de vida, la
conciencia enajenada adquiere conciencia de sí misma y de su proceso de surgimiento
–de su proceso abstracto enajenado de autogeneración-, es decir, se convierte en
autoconciencia desenajenada. [Marx hace una mordaz crítica a esta autoconciencia
omnisciente, absoluta y todopoderosa que realiza inconscientemente la mayoría de sus
funciones fundamentales y que sólo post festum viene a enterarse, es decir, a tener
22
Hegel, G. W. F., Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Estudio introductivo y análisis de la obra por
Francisco Larroyo, Cuarta Edición, Editorial Porrúa, S. A, México, 1980, “SEPAN CUANTOS Num.
187. Versión española de F. Ovejero y Maury, revisada, pp. 120-123
23
Idem

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5

conciencia, de lo que ha hecho].


Para Hegel, los únicos productos de la actividad humana son las entidades
espirituales –pensamientos- y la esencia natural del hombre es la autoconciencia, es
decir, el espíritu que se piensa a sí mismo y a su generación y evolución como tal
espíritu.
La conciencia produce estas entidades espirituales como reflejo directo de la
realidad.
La conciencia, ya hemos visto, son las potencias espirituales del ser humano
que han sido desprendidas del tronco de la esencia de la naturaleza humana, se han
sustantivado y han tenido un desarrollo autónomo; esta conciencia, así enajenada,
realiza su función de apropiación de la realidad objetiva creando las entidades
mentales correspondientes; éstas se van agregando al cuerpo de la sustancia
enajenada.
La autoconciencia, esencia natural del ser humano según Hegel, existe en
primera instancia como una conciencia abstracta, vacía de todo contenido, como
pensamiento abstracto, como potencia.
Al desarrollarse y ejercer sus facultades intrínsecas aprehende la realidad
objetiva y construye las entidades mentales correspondientes; pero al hacer esto ha
debido concentrarse en el objeto, perdiendo en ello su característica esencial, es decir, la
conciencia de sí misma, que es sustituida por la conciencia del objeto. Este es,
cabalmente, el contenido del proceso de enajenación de la autoconciencia (enajenación
del ser humano) tal y como la concibe Hegel. En esta enajenación se producen una serie
de elementos sustantivos, entidades espirituales, por el momento expresión de la auto
enajenación de la autoconciencia.
La enajenación de la autoconciencia llega al punto en el cual se exige
imperiosamente la revocación de la enajenación. Es decir, la autoconciencia enajenada,
la esencia natural humana perdida, reivindica la reapropiación de su facultad
fundamental, la conciencia de sí, y la incorporación como elementos suyos –de su
sustancia- de todas las entidades espirituales producidas durante el proceso.
La autoconciencia desenajenada no es, pues, sino el conjunto de las potencias y
productos intelectuales del ser humano sustantivados y desgajados de la unidad
primitiva de la esencia natural -de la verdadera esencia natural ya estudiada- que han
cobrado conciencia de sí en la cabeza del filósofo, el cual ha introducido en ellas orden
y concierto, las ha sistematizado de acuerdo con el principio de su evolución.

...Toda la historia del proceso de enajenación y todo el proceso de la revocación de


la enajenación no es, pues, otra cosa que la historia de la producción del pensamiento
abstracto (es decir, absoluto); del pensamiento lógico, especulativo. La enajenación, que
forma pues, el verdadero interés de la enajenación y de la eliminación de la enajenación,
la oposición de en sí y para sí, de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto; es decir,
la oposición, dentro del pensamiento mismo, entre el pensamiento abstracto y la realidad
sensorial o sensorialidad real. Toda otra oposición y movimiento de estas oposiciones no
es sino la forma exterior, la capa, la forma esotérica de estas oposiciones que son las que
importan, y que constituyen el significado de estas oposiciones profanas...” 24

La enajenación no es, para Hegel, el hecho real de que el hombre objetive sus
fuerzas esenciales en oposición a sí mismo, en forma no humana; es, por el contrario, el
hecho de que objetive las entidades espirituales, que son el reflejo de esas fuerzas
esenciales enajenadas, en oposición al pensamiento abstracto, a la autoconciencia.
Puesto que para Hegel todas las fuerzas esenciales enajenadas del ser humano
son sólo entidades espirituales y, puesto que también para él la naturaleza esencial del
hombre es el espíritu –la autoconciencia-, la revocación de la enajenación, la apropiación
de las fuerzas esenciales enajenadas del hombre, es una apropiación que se da en el
pensamiento puro –en la autoconciencia-, es la apropiación de esos objetos como

24
Marx, Carlos, op. cit., p. 152

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pensamientos –como entidades espirituales, como fases del espíritu y por la vía del
pensamiento –de la autoconciencia-.
Pese a su idealismo, la filosofía de Hegel tiene un núcleo racional que es el
punto de partida de la teoría marxista: la concepción de la constitución y de la
realización de la esencia natural humana como el proceso de autogeneración,
enajenación y revocación de esa enajenación de las potencias esenciales del hombre; si
bien Hegel considera la esencia natural humana como constituida por la
autoconciencia –la conciencia consciente de sí misma-, las potencias humanas como
las entidades espirituales que son su reflejo enajenado y el proceso de enajenación y
revocación de la enajenación como la enajenación y desenajenación del pensamiento
abstracto, del espíritu, de la autoconciencia.
Marx toma esta concepción de Hegel como su punto de arranque, la pone sobre
los pies y considera la historia del hombre como el proceso a través del cual, en
primera instancia, produce los elementos esenciales de su naturaleza: capacidades
físicas y mentales del individuo, fuerza colectiva de trabajo, conciencia social, etcétera,
todas como elementos objetivos, naturales –naturales humanos-; en su desarrollo,
esos elementos objetivos, producto de la acción práctico-consciente del hombre, se
separan de la esencia natural humana, entran en oposición objetiva, real con ella, la
aniquilan y se convierten en la esencia enajenada del ser humano, una esencia
enajenada real, objetiva; la separación entre el ser humano y su esencia llega a tal
punto de hostilidad que se hace imperiosa la reapropiación de esos elementos por el
hombre para reconstituir su esencia natural; esa reapropiación es una acción objetiva,
práctico-consciente, del hombre. El papel de la conciencia –del ser consciente- es
reflejar todo este proceso real, objetivo, como prerrequisito para la acción práctico-
consciente enfilada a recobrar la esencia natural del hombre.
En el capítulo final de la Fenomenología, “Saber Absoluto”, se hace una
condensación de la obra, se establece la relación de la Fenomenología con la dialéctica
especulativa y se expone la conciencia de Hegel en relación a ambas y su relación
recíproca.
Hegel parte del postulado de que la esencia natural del ser humano es la
autoconciencia.
La función esencial de la autoconciencia es apropiarse entidades mentales
(pensamientos, representaciones e imágenes mentales, etcétera), organizarlas,
sistematizarlas e incorporarlas a su sustancia.
Para realizar esta función esencial, la autoconciencia debe primero producir
esas entidades mentales.
En el proceso de engendrar las imágenes mentales, la autoconciencia las
elabora directamente a partir del objeto exterior; esta actividad no es su función
esencial, que como decimos, consiste en relacionarse con entidades mentales –
espirituales-, sino la negación de la misma. De ahí entonces que la autoconciencia
se enajene –es decir, realice una función que no es de su esencia- y produzca los
objetos mentales como corporización de esa esencia enajenada.
La autoconciencia restaura su naturaleza esencial perdida al apropiarse los
objetos mentales creados por ella en el proceso de su enajenación e incorporarlos a
su sustancia; reasume así su función esencial anteriormente señalada.
En la primera fase del proceso, la autoconciencia establece la objetividad, una
objetividad enajenada.
Como potencia separada de la primigenia esencia natural del ser humano,
la conciencia –el hombre consciente- elabora los pensamientos, las imágenes
mentales en relación directa con el objeto.
Al reapropiarse su naturaleza esencial, la autoconciencia supera –niega- la
objetividad y restaura la no objetividad del objeto, su naturaleza espiritual, o más bien
dicho, su verdadera objetividad que es el espíritu.
La conciencia, como potencia separada de la esencia natural del ser
humano, se apropia las entidades previamente elaboradas y las incorpora a su

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sustancia.
La objetividad no puede ser, para Hegel, otra cosa que la autoconciencia
enajenada.
El ser humano es un ser natural, objetivo; sus capacidades y potencias son
fuerzas naturales y objetivas que actúan sobre el mundo objetivo, natural; la
objetividad del mundo exterior es establecida a través de la acción teórico-práctico del
ser humano.
La autoconciencia, por el contrario, establece la objetividad cuando crea
entidades mentales; el objeto es para ella, precisamente, aquella entidad que sólo es la
imagen del objeto real.
El objeto –la imagen mental producida por la autoconciencia enajenada- es
negatividad pura; en su movimiento niega su objetividad -su carácter de imagen
mental del objeto real- porque esa objetividad no es sino la negación de la verdadera
esencia del ser humano, la autoconciencia, es decir, negación de la función de
apropiarse entidades espirituales e incorporarlas a su sustancia; es una objetividad
enajenada.
Al negarse el objeto, se supera su naturaleza objetiva –imagen mental- y se
reapropia su verdadera naturaleza, como parte integrante de la autoconciencia, como
entidad mental ya producida y que ahora se incorpora a la sustancia de la
autoconciencia. Se restaura la verdadera objetividad de la autoconciencia.
El proceso de apropiación del objeto por la conciencia mediante la creación de
imágenes mentales del mismo es, para Hegel, la negación de la naturaleza esencial de
la autoconciencia; todo el acervo de imágenes mentales creadas por la conciencia es la
objetivación de la esencia natural de la autoconciencia; la negación de la negación es
la recuperación por la autoconciencia de su esencia a través de la superación de la
enajenación; esta superación se realiza negando la objetividad enajenada del objeto y
restaurando su verdadera objetividad, es decir, transformando al objeto en parte de la
autoconciencia.

VIII. EL SABER ABSOLUTO


[1. El contenido simple del sí mismo que se demuestra como el ser]
EL ESPÍRITU de la religión revelada no ha sobrepasado todavía su conciencia como tal o, lo que
es lo mismo, su autoconciencia real no es el objeto de su conciencia; dicho espíritu en general y
los momentos que en él se diferencian caen en el representar y en la forma de la objetividad. El
contenido del representar es el espíritu absoluto; lo único que aun resta es la superación de esta
mera forma o, más bien, puesto que esta forma pertenece a la conciencia como tal, su verdad
debe haberse mostrado ya en las configuraciones de la conciencia. Este sobrepasar el objeto de la
conciencia no debe tomarse como lo unilateral, como aquel aspecto en que el objeto se mostraba
retornando al sí mismo, sino de un modo más determinado, mostrándose el objeto tanto como tal,
cuanto como lo que tiende a desaparecer, cuanto más bien como lo que es la enajenación de la
autoconciencia, que pone la coseidad, enajenación que tiene no sólo una significación negativa,
sino también una significación positiva, no sólo para nosotros o en sí, sino también para ella
misma. Para ella, tiene lo negativo del objeto o su superarse a sí mismo, de este modo, la
significación positiva; o, la autoconciencia sabe esta nulidad suya, de una parte, por el hecho de
enajenarse a sí misma, -pues en esta enajenación se pone como objeto o pone al objeto como sí
mismo por razón de la inseparable unidad del ser para sí, de otra parte, se halla implícito aquí, al
mismo tiempo, este otro momento de que esta enajenación y objetividad se ha superado también
y ha retornado a sí misma y, por consiguiente, se encuentra cerca de sí en su ser otro como tal.
Esto es el movimiento de la conciencia y esto es, en ello, la totalidad de sus momentos. La
conciencia tiene que comportarse también hacia el objeto en cuanto a la totalidad de sus
determinaciones y haberlo captado con arreglo a cada una de ellas. Esta totalidad de sus
determinaciones hace de él, en sí, una esencia espiritual, y para la conciencia llega a ser esto, en
verdad, mediante la aprehensión de cada una de sus determinaciones singulares por separado
como del sí mismo, o por medio de aquel comportamiento espiritual a que acabamos de
referirnos.25

25
G. W. F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, México, 1973, p. 461

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[3. El espíritu concebido, en su retorno a la inmediatez que es allí]


Así, pues, en el saber el espíritu ha cerrado el movimiento de configuración, al ser afectado e
mismo por la diferencia sobrepasada de la conciencia. El espíritu ha conquistado el puro
elemento de su ser allí, el concepto. El contenido es, según la libertad de su ser, el sí mismo que
se enajena o la unidad inmediata del saber de sí mismo. El puro movimiento de esta enajenación
constituye, considerado en cuanto al contenido, la necesidad de éste. El contenido diversificado
es como determinado en la relación, no en sí, y su inquietud consiste en superarse a sí mismo o
en la negatividad; es, por tanto, la necesidad o la diversidad, el ser libre e igualmente el sí mismo;
y, en esta forma de la mismeidad, en que el ser allí es pensamiento inmediato, el contenido es
concepto. Una vez que el espíritu ha alcanzado el concepto, despliega el ser allí y el movimiento
en este éter de su vida, y es ciencia. En ella, los momentos de su movimiento no se presentan ya
como determinadas figuras de la conciencia, sino, en cuanto que la diferencia de la conciencia ha
retornado al sí mismo, como conceptos determinados y como el movimiento orgánico, fundado en
sí mismo, de dichos conceptos. Si en la Fenomenología del Espíritu cada momento es la diferencia
entre el saber y la verdad y el movimiento en que esa diferencia se supera, la ciencia, por el
contrario, no entraña esta diferencia y su superación, sino que -por cuanto el momento tiene la
forma del concepto- conjuga en unidad inmediata la forma objetiva de la verdad y la del sí mismo
que sabe. El momento no aparece, pues, como el movimiento de ir y venir de la conciencia o la
representación a la autoconciencia y viceversa, sino que su figura pura, liberada de su
manifestación en la conciencia, el concepto puro y su movimiento hacia adelante, dependen
solamente de su pura determinabilidad. Y, a la inversa, a cada momento abstracto de la ciencia
corresponde, en general, una figura del espíritu que se manifiesta. El espíritu que es allí no es
más rico que ella, pero no es tampoco, en su contenido, más pobre. El conocer los conceptos
puros de la ciencia bajo esta forma de figuras de la conciencia constituye el lado de su realidad
[Realität], según la cual su esencia, el concepto, puesto en ella en su simple mediación como
pensamiento, escinde los momentos de esta mediación y se los presenta con arreglo a la oposición
interna.
La ciencia contiene en ella misma esta necesidad de enajenar de sí la forma del puro concepto y el
tránsito del concepto a la conciencia. Pues el espíritu que se sabe a sí mismo, precisamente
porque capta su concepto, es la inmediata igualdad consigo mismo, que en su diferencia es la
certeza de lo inmediato o la conciencia sensible, -el comienzo de que arrancábamos; este
despojarse de la forma de su sí mismo es la más alta libertad y seguridad de su saber de sí.
Sin embargo, esta enajenación es todavía imperfecta; expresa la relación entre la certeza de sí
mismo y el objeto, que no ha alcanzado su plena libertad, precisamente por el hecho de
mantenerse en esa relación. El saber no se conoce solamente a sí, sino que conoce también lo
negativo de sí mismo o su límite. Saber su límite quiere decir saber sacrificarse. Este sacrificio es
la enajenación en la que el espíritu presenta su devenir hacia el espíritu, bajo la forma del libre
acaecer contingente, intuyendo su sí mismo puro como el tiempo fuera de él y, asimismo, su ser
como espacio. Este último devenir del espíritu, la naturaleza, es su devenir vivo e inmediato; la
naturaleza, el espíritu enajenado, no es en su ser allí otra cosa que esta eterna enajenación de su
subsistencia y el movimiento que instaura al sujeto.
Pero el otro lado de su devenir, la historia, es el devenir que sabe, el devenir que se mediatiza a sí
mismo -el espíritu enajenado en el tiempo; pero esta enajenación es también la enajenación de
ella misma; lo negativo es lo negativo de sí mismo. Este devenir representa un movimiento lento y
una sucesión de espíritus, una galería de imágenes cada una de las cuales aparece dotada con la
riqueza total del espíritu, razón por la cual desfilan con tanta lentitud, pues el sí mismo tiene que
penetrar y digerir toda esta riqueza de su sustancia. Por cuanto que la perfección del espíritu
consiste en saber completamente lo que él es, su
sustancia, este saber es su ir dentro de sí, en el que abandona su ser allí y confía su figura al
recuerdo. En su ir dentro de sí, se hunde en la noche de su autoconciencia, pero su ser allí
desaparecido se mantiene en ella; y este ser allí superado -el anterior, pero renacido desde el
saber-, es el nuevo ser allí, un nuevo mundo y una nueva figura del espíritu. En él, el espíritu
tiene que comenzar de nuevo desde el principio, despreocupadamente y en su inmediatez y crecer
nuevamente desde ella, como si todo lo anterior se hubiese perdido para él y no hubiese
aprendido nada de la experiencia de los espíritus que le han precedido. Pero si ha conservado el
re-cuerdo, que es lo interior y de hecho la forma superior de la sustancia. Por tanto, si este
espíritu reinicia desde el comienzo su formación, pareciendo solamente partir de sí mismo,
comienza al mismo tiempo por una etapa más alta. El reino de los espíritus que de este modo
se forma en el ser allí constituye una sucesión en la que uno ocupa el lugar del otro y cada uno
de ellos asume del que le precede el reino del mundo. Su meta es la revelación de la profundidad
y ésta es el concepto absoluto; esta revelación es, así, la superación de su profundidad o su

68
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9

extensión, la negatividad de este yo que es dentro de sí, que es su enajenación o su sustancia, -y


su tiempo, en el cual esta enajenación se enajena en ella misma y es, así, el sí mismo tanto en su
extensión como en su profundidad.
La meta, el saber absoluto o el espíritu que se sabe a sí mismo como espíritu tiene como su
camino el recuerdo de los espíritus como son en ellos mismos y como llevan a cabo la
organización de su reino. Su conservación vista por el lado de su ser allí libre, que se manifiesta
en la forma de lo contingente, es la historia, pero vista por el lado de su organización conceptual
es la ciencia del saber que se manifiesta, uno y otro juntos, la historia concebida, forman el
recuerdo y el calvario del espíritu absoluto, la realidad, la verdad y la certeza de su trono, sin el
cual el espíritu absoluto sería la soledad sin vida; solamente
del cáliz de este reino de los espíritus
rebosa para él su infinitud.
* Cita un tanto modificada de dos versos del poema de Schiller titulado "La amistad”. 26

EL ESPIRITU ABSOLUTO
C
LA FILOSOFÍA
572
Esta ciencia es, por consiguiente, la unidad del arte y [la]- religión por cuanto el modo intuitivo,
exterior según la forma, del primero (cuyo producir exterior y dispersión del contenido sustancial
en muchas figuras autosuficientes) no sólo se ha conservado íntegramente en la totalidad de la
segunda (cuyo salir uno-fuera-de-otro desplegándolo en la representación y mediar lo desplegado)
haciéndolo un todo, sino que ha sido unido en la simple intuición espiritual, y en ésta entonces
ha sido elevado a pensar autoconsciente. Este saber es así el concepto pensante, [ahora]
conocido, del arte y la religión, en el cual lo diversificado en el contenido ha sido conocido como
necesario, y esto necesario [ha sido conocido] como libre.27

§
574
Este concepto de la filosofía es la idea que se piensa, la verdad que sabe (§ 236), lo lógico, con el
significado de que ello es la universalidad acreditada 918 en el contenido concreto como realidad
efectiva suya. La ciencia ha regresado de este modo a su comienzo, y lo lógico es así su resultado
como lo espiritual; lo espiritual, a saber, que desde el juzgar presuponente (en el cual el concepto
era sólo en sí y el comienzo era algo inmediato), o desde el [carácter de] fenómeno que tenía lo
espiritual en aquel comienzo se ha elevado a la vez a su puro principio como a su elemento.
§
575
Es este fenómeno lo que fundamenta primero el desarrollo ulterior. El primer fenómeno
constituye el silogismo que tiene por fundamento lo lógico como punto de partida y [tiene] la
naturaleza como término medio que concluye el espíritu con lo mismo. Lo lógico deviene
naturaleza, y la naturaleza, espíritu. La naturaleza que está entre el espíritu y su esencia no los
separa desde luego hasta [hacerlos] extremos de finita abstracción, ni se separa de ellos como
algo autosuficiente que como [un] otro concluyera [extremos que fueran] solamente otros; pues el
silogismo está [entero] en la idea y la naturaleza está esencialmente determinada sólo como punto
de paso y momento negativo, y es en sí la idea; pero la mediación del concepto tiene la forma
exterior del pasar y la ciencia [tiene] la forma del curso de la necesidad, de modo que sólo en uno
de los extremos está puesta la libertad del concepto como su concluirse consigo mismo.

§
576
Este fenómeno está superado en el segundo silogismo en tanto éste es ya el punto de vista del
espíritu mismo, el cual es el mediador del proceso, presupone la naturaleza y la concluye con lo
lógico. Es el silogismo de la reflexión espiritual en la idea; la ciencia aparece como un conocer
subjetivo cuyo fin es la libertad y el conocer mismo es el camino para producírsela.
§
577
26
Ibidem, p. 471-473
27
Hegel, G. W. F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio, Para uso de sus clases,
Edición, introducción y notas de Ramon Valls Plana, Filosofía y pensamiento, Alianza Editorial,
Segunda reimpresión, Madrid, 2005, p. 592.

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0

El tercer silogismo es la idea de la filosofía, la cual tiene como [término] medio suyo a la razón que
se sabe [a sí misma], (lo universal-absoluto), la cual se escinde [o desdobla] en espíritu y
naturaleza, hace de aquél lo presupuesto como proceso de la actividad subjetiva de la idea y
[hace] de ésta extremo universal como proceso que está-siendo en sí, objetivamente. El juzgarse [o
partirse originario] de la idea en los dos fenómenos (§ 575/6) determina a éstos como
manifestaciones suyas (de la razón que se sabe [a sí misma]) y en ella se junta que es la
naturaleza de la cosa, (el concepto), la que se mueve adelante y desarrolla, y este movimiento es
igualmente la actividad del conocer, la idea eterna que está-siendo en y para sí, [que] se actúa
eternamente como espíritu absoluto, [se] engendra y [se] goza.28

El proceso real es el siguiente: el ser humano ejercita sus capacidades objetivas


esenciales -físicas y mentales- en la creación de un mundo objetivo que es la negación
de su esencia natural humana; este es el proceso de enajenación de su naturaleza
esencial; tal mundo objetivo está constituido por sus propias capacidades físicas y
mentales ahora ajenas –negatorias, opuestas a su esencia natural-; la desenajenación
es la fase del proceso a través de la cual el ser humano recupera su esencia natural
cuando se reapropia de sus fuerzas esenciales materializadas en el mundo objetivo que
ha producido. Este proceso no tiene nada de misterioso y se realiza a través de
relaciones naturales, objetivas, entre el hombre –ser objetivo- y la naturaleza.
Hegel se establece de lleno dentro del proceso real de la enajenación, sin llegar
a aprehender su verdadera naturaleza:
a) En primer término, toma uno de los elementos que constituyen la
enajenación real del ser humano, la capacidad intelectiva sustantivada, como la
esencia natural del ser humano; es decir, uno de los elementos negatorios de la
esencia natural como la propia esencia.
b) En segundo lugar, concibe la actividad de esa potencia enajenada apenas sí
como el propio proceso de enajenación.
c) En tercer lugar, concibe el proceso de constitución y desarrollo de la
capacidad intelectiva sustantivada, es decir, de este elemento de la negación real de la
esencia natural humana, como el movimiento de reapropiación de la esencia natural
del ser humano. La desenajenación es, en Hegel, el proceso por el cual se constituye y
desarrolla uno de los elementos de la anulación real de la esencia natural humana; es
decir, por el cual se afirma y confirma la enajenación real del hombre.
El aspecto positivo de la filosofía de Hegel radica en que descubre el movimiento
formal de la historia del hombre: constitución de su esencia natural, enajenación y
reapropiación de la misma. No obstante, como hemos visto, lo que Hegel considera
como la esencia natural del hombre y su enajenación y desenajenación es
precisamente lo contrario de los que ellos son en la realidad.
Marx y Engels toman como punto de apoyo ese reflejo abstracto e invertido del
movimiento real, lo ponen sobre los pies y lo dotan de contenido, con lo cual
establecen el proceso real de la historia humana, la cual debe desembocar,
necesariamente, en el comunismo, que es la fase en la que el hombre se reapropia sus
fuerzas esenciales.
La dialéctica –la negación de la negación- adquiere también así su
significado real, revolucionario: es la negación de la naturaleza antihumana del
mundo del hombre y a la vez la restauración de su naturaleza esencial, la
reconstitución de la esencia natural humana, la reapropiación de las fuerzas
esenciales del hombre.
En resumen:
El espíritu es, para Hegel, el conocimiento enajenado del pensamiento, la
naturaleza y la historia humana.
El espíritu, que existía en sí mismo desde la eternidad, se exterioriza en la
naturaleza al final de cuyo desarrollo produce al ser pensante; en él empieza el espíritu
a cobrar conciencia de sí mismo.
28
Ibidem, pp. 602-604

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7
1

La especie humana posee, como característica esencial, la facultad del


pensamiento y la auto-conciencia; dicha facultad la ha desarrollado en primera
instancia como pensamiento del objeto en su inmediatez y superficialidad y como
conciencia de la conciencia que conoce lo inmediato y superficial –autoconciencia
en la fase de su constitución-; la autoconciencia engendra a su otro, es decir, a la
conciencia del objeto que ahora penetra a un nivel más profundo de la esencia del
mismo, la auto-conciencia, esto es, la certeza de sí mismo, se ha enajenado en su
otro, la conciencia del objeto, y a través de él construye una sustancia espiritual –
la esencia de las cosas- por el momento ajena y negatoria de aquella otra
sustancia original; por último, la autoconciencia recobra su naturaleza esencial, es
decir, la certeza de sí misma de la conciencia pero en una forma superior,
haciendo suya la sustancia espiritual – la esencia de las cosas- previamente
desarrollada.
La autoconciencia recobra su naturaleza esencial mediante la revocación de
la enajenación; concibe de nuevo al ser en su inmediación y simplicidad pero
conteniendo en su interior todo el desarrollo anterior.
Esta reapropiación por la autoconciencia de su naturaleza esencial es, al mismo
tiempo, el retorno del espíritu a sí mismo después de su enajenación a través de la
naturaleza; es la vuelta al comienzo de donde partirá de nuevo todo el mismo proceso.
El núcleo racional de las ideas de Hegel lo encontramos en lo que sigue:
(a) la tesis de que el desenvolvimiento de la naturaleza desemboca
necesariamente en la aparición del ser pensante, es decir, de la especie humana; para
Hegel, la existencia de la especie humana no es un hecho accidental, que podría haber
acontecido o no; por el contrario, es el resultado ineluctable del desarrollo de la
naturaleza; esta tesis es aún más profunda: en última instancia, significa que la
materia tiene como su esencia más íntima al pensamiento, es decir, al ser pensante y
que, por tanto, su movimiento lleva siempre por necesidad a la aparición, bajo
determinadas circunstancias, de la materia pensante;
(b) la idea de que la naturaleza del hombre ha tenido un proceso de vida que
pasa por las fases de: (1) su constitución, (2) su enajenación, 3) la revocación de la
enajenación y (4) la reapropiación de la esencia natural de la especie;
(c) el hecho de que el desarrollo del conocimiento humano históricamente ha
seguido la vía que va de la apariencia a la esencia de las cosas.
La metafísica de Hegel radica en los puntos siguientes:
(a) la pretensión de que la forma superior de existencia de la naturaleza, es
decir la naturaleza pensante, no es sino una fase del desenvolvimiento espiritual del
propio pensamiento enajenado y sustantivado; el resultado es puesto como su propio
generador;
(b) la consideración del pensamiento y la autoconciencia como lo
específicamente humano; la actividad enajenada, es decir, separada de los demás
elementos de la naturaleza del hombre, por la cual el ser humano produce e integra en
una sustancia espiritual las imágenes del mundo exterior con absoluta independencia
de la actividad practica que actúa sobre la realidad transformándola, es tomada como
la típica actividad humana, como la actividad distintiva de la especie;
(c) la idea de que la historia de la constitución, enajenación y revocación de la
autoconciencia es la historia real de la especie humana; la autoconciencia es, por un
lado, sólo una de las potencias humanas, y además en estado de enajenación (es decir,
separada del resto de facultades integrantes de la naturaleza humana); su actividad
consiste en producir e integrar en una sustancia las imágenes mentales de la esencia
de las cosas; encerrada en sí misma, su materia prima son los conceptos y las ideas y
el resultado de su trabajo son los conceptos y las ideas estructurados en una forma
sistemática; se alimenta de pensamientos y produce pensamientos; no tiene ninguna
relación directa y explicita con la actividad practica humana. Por otro lado, el producto
de la autoconciencia es sólo un reflejo de la realidad no obtenido directamente por ella
de la misma a través de la actividad práctica, ni destinada directamente a realizar

71
7
2

dicha actividad; esto quiere decir que, además de que la autoconciencia es una
potencia enajenada de la verdadera humanidad, es sólo una de dichas potencias.

III II LEYE
ESPIRITU EN SU LA MATERIA ESPIRITU COMO
VIDA ENAJENADA IDEA ABSOLUTA
EN LA La realidad absoluta es la Reflejo mental de la rea-
NATURALEZA totalidad, el universo, la mate- lidad absoluta Co
En su tránsito por la Lógica, el ria infinita.
espíritu, además de constituirse La materia es una sustan- LOGICA
como idea absoluta que es el reflejo cia que tiene una estructura DE HEGEL
mental de la realidad absoluta, al corpuscular (átomos, electro- Categ
final recobra su naturaleza de pen- nes, neutrones, etcétera) que turaleza y
Lógica objetiva
samiento puro que ahora se interio- existen, simultánea y sucesi- Reflejo
vamente, en estado de des- EL SER
riza en la naturaleza para realizar LA NADA diante la
agregación (nebulosa indife-
su imagen mental renciada) y como agregados EL DEVENIR estructur
que forman sustancias, com- LA CUALIDAD ria.
Mecánica puestos y cuerpos de distinta LA MEDIDA
Física naturaleza (estrellas, sistemas Forma
LA ESENCIA
Física Orgánica planetarios, seres vivos y seres pensamie
La reflexión
-organismo vegetal pensantes). dad. Sínt
La apariencia
-organismo animal Ley general del movimien- conocimie
to y estructura de la materia
La realidad
La realidad absoluta sis sobre
IV a) Estructura de la mate-
El ser
ESPIRITU QUE SE ria: la materia está estructu- La sustancia
rada en dos niveles funda- de la real
RECOBRA A SI la activid
Es Feuerbach
MISMO EN EL mentales:laSER
el que, mediante de la metafísicaLógica
y ESENCIA
crítica subjetiva
hegeliana, de la
corteza b) Forma fundamental de EL CONCEPTO este reflej
SER mística
PENSANTE de su filosofía, al restaurar el materialismo pone la base para que Marx
el ser hu
movimiento de la materia: de del la filosofía La subjetividad
El yespíritu
Engelsdesarrolla
se deshagan de aquella
las facul- ser
envoltura
a la esencia
idealista
y de la esencia
hegeliana, la
realidad
tades sustituyan
y capacidades porde el la
principio
concien-materialista de la primacía del ser sobre la -Elconciencia
concepto –la
al ser Relación
conciencia no es más
cia. Es primero la conciencia del que el ser consciente- y conserven el rico contenido -El juicio
racional de
SER tremos; d
aquella. Queda así
objeto y después la conciencia de estructurada la base fundamental
(Nebulosa indiferenciada) de la teoría -El
del silogismo
materialismo
dialéctico que es el núcleo de la doctrina marxista. La objetividad proceso e
sí mismo, la autoconciencia. En su Movimiento mecánico
munidad
En esta su forma
última fase, la autoconciencia es el primitiva, el materialismo dialéctico
Movimiento físico comprende -Mecanismo
lo siguiente:
el principio fundamental de la primacía del ser
Movimiento sobre
químico la conciencia, el -Quimismo
reconocimiento La vid
espíritu nuevamente como pensa- movimien
miento depuro.
la actividad práctica humana como el único ESENCIAcriterio de la verdad, la-Teleología exhaustiva y
pormenorizada recopilación de las leyes Vida orgánica
generales de la estructura y el LA IDEA de
movimiento sante, la f
-Conciencia del objeto en su La ma
la materia, la cual se contiene en laVida pensante
lógica (especie
hegeliana y es al mismo -La
tiempo vidael más
inmediatez. humana) esencia y
completo método
-Certeza de sí mismo como del conocimiento científico, la representación -La idea
abstracta del conocer
de la
-Constitución de la esen- hasta llev
evolución de la naturaleza
conciencia que conoce lo inmediato y el reflejo abstracto también, del -La idea
desenvolvimiento absoluta
de la
cia natural humana: el trabajo pensante.
especie
(autoconciencia).humana como actividad vital conscien-
Marx de y Engels, con base te. en aquel principio esencial, conservan Como reflejo mental
íntegra la Relaci
-Enajenación la autocon- realidad.
dialéctica
ciencia; desarrollohegeliana como método del-Desarrollo
de la conciencia conocimiento;
de la no realizanexhaustivo
esencia de la reali-
ninguna formulación
nueva de dad absoluta,
de Hegel. la Lógica concuerd
de la esencia della misma, sino que se atienen
objeto. que es al rigurosamente
mismo tiempo asu la versión Engels
de la cosa
efectúa un fallido
-Desenajenación de laintento
autocon- enajenación y anulación. de Hegel
de hacer una exposición de la dialéctica hegeliana en unvi- es la única
Reapropiación de la esen- sión científica del univer- una idea.
ciencia; conciencia de sí, pero aho- cia natural humana. so que han producido la
ra conteniendo en su interior la QUE ES SER QUE TRASPASA 72
riqueza de la esencia desarrollada filosofía y la ciencia en
A
por la conciencia, la idea absoluta. toda su historia.
LA ESENCIA
Al mismo tiempo, la
(nebulosa indiferenciada)
ESPIRITU QUE VUELVE A SI Lógica es el pensamiento
7
3

lenguaje materialista; el resultado fue ese esbozo de trabajo que se conoce como
“Dialéctica de la naturaleza”29, en el cual se contiene la famosa y excesivamente
simplificada explicación de las “tres leyes de la dialéctica” que es, para el revisionismo
de todas las épocas, la suma y compendio de la dialéctica materialista.
Armados con los principios materialistas y con la dialéctica hegeliana, Marx y
Engels acometen la tarea de llenar de contenido los dos esquemas hegelianos de la
evolución de la naturaleza y de la especie humana. En lo que se refiere al ámbito de la
historia natural, es realmente poco lo que investigan los dos teóricos revolucionarios;
de ellos, es Engels el que más atención pone a esta área del conocimiento y lo hace
únicamente para ordenar y sistematizar, con base en el principio materialista y de
acuerdo con el esquema hegeliano, el abundante acervo de conocimientos
proporcionado por las ciencias positivas, las cuales eran impulsadas en su desarrollo
por la producción capitalista.
En donde realizan el grueso de su labor teórico-revolucionaria es en el ámbito
de la historia humana y lo hacen aplicando a este sector del conocimiento la tesis
nodal del materialismo, la dialéctica hegeliana, y el esquema hegeliano de la evolución
de la humanidad. Desarrollan así las leyes fundamentales de la estructura y evolución
de las sociedades humanas, forjando los conceptos de formación económico-social,
base económica y superestructura política e ideológica, fuerzas productivas y
relaciones de producción, clases sociales, lucha de clases, revolución social, etcétera;
pasan después, equipados con los mismos instrumentos y con esas primeras leyes
fundamentales, al estudio del régimen de la propiedad privada para encontrar en él la
clave de la evolución de la especie humana, que consiste en la pérdida, en esa
formación económico-social, de las características esenciales de la especie pero, al
mismo tiempo, en la producción de los elementos para su restauración en una forma
más alta, en una formación económico-social que debe suceder a la de la propiedad
privada, en el comunismo; continúan, utilizando todo ese bagaje teórico acumulado,
con el análisis específico de la última fase de la propiedad privada, el régimen de
producción capitalista, al que dedican una parte sustancial de su labor teórica y por
medio del cual determinan al detalle cómo se da culminación en él al proceso de
anulación de la naturaleza humana de la especie y la manera en que se crean las
premisas para el cambio revolucionario hacia la sociedad comunista; se descubren las
leyes de la economía y de la lucha de clases de la sociedad capitalista.
Con fundamento en todo lo anterior, Marx y Engels adelantan las hipótesis
del proceso de cambio revolucionario del capitalismo al socialismo y de ahí al
comunismo.
En diversos pasajes de sus distintas obras reconocen Marx y Engels la
relación que guarda su doctrina con la filosofía hegeliana. Enseguida citaremos los
más representativos de ellos.

Pero de la descomposición de la escuela hegeliana brotó además otra corriente, la única


que ha dado verdaderos frutos, y esta corriente va asociada primordialmente al nombre
de Marx
También esta corriente se separó de la filosofía hegeliana replegándose sobre las
posiciones materialistas. Es decir, se decidió a considerar el mundo real –la naturaleza y
la historia tal como se presenta a cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas
preconcebidas; se decidió a sacrificar implacablemente todas las quimeras idealistas
que no concordasen con los hechos, enfocados en su propia concatenación y no en una
concatenación imaginaria. Y esto, sólo esto, es lo que se llama materialismo. Sólo que
aquí se tomaba realmente en serio, por vez primera, la concepción materialista del
mundo y se la aplicaba consecuentemente –a lo menos, en sus rasgos fundamentales a
todos los campos posibles del saber.
Esta corriente no se contentaba con dar de lado a Hegel: por el contrario, partía de
29
Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces,
Editorial Grijalbo, S.A., México, 1982

73
7
4

su lado revolucionario, del método dialéctico, descrito más arriba. Pero bajo su
forma hegeliana este método era inservible. En Hegel, la dialéctica es el
autodesarrollo del concepto. El concepto absoluto no sólo existe desde toda la
eternidad –sin que sepamos dónde-, sino que es, además, la verdadera alma viva de
todo el mundo existente. El concepto absoluto se desarrolla hasta llegar a ser lo que
es, a través de todas las etapas preliminares que se estudian por extenso en la
Lógica y que están contenidas todas en un dicho concepto; luego, se “enajena” al
convertirse en la naturaleza, donde, sin la conciencia de sí, disfrazado de necesidad
natural, atraviesa por un nuevo desarrollo hasta que, por último, recobra en el hombre
la conciencia de sí mismo; en la historia, esta conciencia vuelve a elaborarse a partir de
su estado tosco y primitivo, hasta que por fin el concepto absoluto se recobra de nuevo
por completo en la filosofía hegeliana. Como vemos en Hegel, el desarrollo dialéctico que
se revela en la naturaleza y en la historia, es decir, la concatenación casual del progreso
que va de lo inferior a lo superior, y que se impone a través de todos los zigzags y
retrocesos momentáneos, no es más que un clisé del auto movimiento del concepto; auto
movimiento que existe y se desarrolla desde toda una eternidad, no se sabe dónde, pero
desde luego con independencia de todo cerebro humano pensante. Esta inversión
ideológica era la que había que eliminar. Nosotros retornamos a las posiciones
materialistas y volvimos a considerar los conceptos de nuestro cerebro como las
imágenes de las cosas reales, en vez de reputar las cosas reales como imágenes de tal o
cual fase del concepto absoluto. Así, la dialéctica quedaba reducida a la ciencia de las
leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento
humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la esencia, pero distintas en cuanto a
la expresión, en el sentido de que la mente humana puede aplicarlas conscientemente,
mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también, en gran parte, en la historia
humana, estas leyes se imponen de un modo inconsciente, bajo la forma de una
necesidad exterior, en medio de una serie infinita de aparentes casualidades. Pero, con
esto, la propia dialéctica del concepto se convertía simplemente en el reflejo consciente
del movimiento dialéctico del mundo real, lo cual equivalía poner la dialéctica hegeliana
cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la dialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola
de pie. Y, cosa notable, esta dialéctica materialista, que era desde hacía varios años
nuestro mejor instrumento de trabajo y nuestra arma más afilada, no fue descubierta
solamente por nosotros, sino también, independientemente de nosotros y hasta
independientemente del propio Hegel, por un obrero alemán Joseph Dietzgen.
De tal manera volvía a ponerse de pie el lado revolucionario de la filosofía hegeliana y
se desprendía al mismo tiempo de la costra idealista que en Hegel impedía su
consecuente aplicación... ”30
“Entretanto, junto a la filosofía francesa del siglo XXIII, y tras ella, había surgido la
moderna filosofía alemana, que fue coronada por Hegel. El principal mérito de esta
filosofía es la restitución de la dialéctica como forma suprema del pensamiento...
...
...
...
...
La filosofía alemana moderna alcanzó la cumbre en el sistema de Hegel, en el que por vez
primera –y ese es su gran mérito- se concibe todo el mundo de la naturaleza, de la
historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio,
transformación y desarrollo, y se intenta además poner de relieve la íntima conexión
que preside este proceso de movimiento y desarrollo. Contemplada desde este punto
de vista, la historia de la humanidad no aparecía ya como un caos árido de
violencias absurdas, todas igualmente condenables ante la razón filosófica, hoy ya
madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de
desarrollo de la propia humanidad, que el pensamiento debía seguir ahora en sus
etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la existencia de las
leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del
azar.”31
Recuérdese que la crítica que las ciencias naturales oponen a Hegel, en aquello en
30
Engels, Federico, Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana. en: Carlos
Marx, Federico Engels, Obras Escogidas, T. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires,
Argentina, 1973, pp. 376-378

74
7
5

que está certeramente orientada, sólo versa sobre estos dos aspectos: el punto de
partida idealista y la construcción arbitraria de un sistema que se da bofetadas con
los hechos.
Pues bien, descontando todo esto, queda todavía en pie la dialéctica hegeliana.
Corresponde a Marx –frente a los “gruñones, petulantes y mediocres epígonos que
hoy ponen cátedra en Alemania culta” el mérito de haber destacado de nuevo,
adelantándose a todos los demás, el relegado método dialéctico, el entronque de su
pensamiento con la dialéctica hegeliana y las diferencias que la separan de ésta, a la
par que en El Capital aplicaba este método a los hechos de una ciencia empírica, la
economía política...”32
Las leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza y de la
historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra cosa que las leyes
más generales de estas dos fases del desarrollo histórico y del mismo pensamiento. Y se
reducen, en lo fundamental, a tres:
ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa;
ley de la penetración de los contrarios;
ley de la negación de la negación
Las tres leyes han sido desarrolladas por Hegel, en su manera idealista, como
simples leyes del pensamiento: la primera, en la primera parte de la Lógica, en la
teoría del Ser; la segunda ocupa toda la segunda parte, con mucho la más
importante de todas (NB) de su Lógica, la teoría de la Esencia; la tercera, finalmente,
figura como la ley fundamental que preside la estructura de todo el sistema. El error
reside en que estas leyes son impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a
la historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada y
que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéranlo o no, tiene que
organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez, producto de una
determinada fase de desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos los
términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista
parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas y
claras como la luz del sol.”33
Lo que hay de grande en la Fenomenología de Hegel y en su resultado final –la dialéctica
de la negatividad. Como el principio motor y engendradores, por tanto, de una parte, el
que Hegel conciba la auto génesis del hombre como un proceso, la objetivación como
desobjetivación, como enajenación y como superación de esa enajenación, el que capte,
por tanto, la esencia del trabajo y conciba al hombre objetivado y verdadero, por ser el
hombre real, como resultado de su propio trabajo; el comportamiento real, activo, del
hombre ante sí mismo como ser genérico o la manifestación de sí mismo como un ser
genérico real, es decir, como ser humano, sólo es posible por el hecho de que crea y
exterioriza realmente todas sus fuerzas genéricas –lo que, a su vez, sólo es posible
mediante la actuación conjunta de los hombres, solamente como resultado de la historia
y se comporta ante ellas como objetos, lo que, a su vez, hace posible, solamente y ante
todo, la forma de la enajenación.
...
Provisionalmente, anticiparemos tan sólo esto: Hegel adopta el punto de vista de la
economía política moderna. Concibe el trabajo como la esencia, como el ser del hombre
que se hace valer; sólo ve el lado positivo del trabajo, pero no su lado negativo. El trabajo
es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o en cuanto hombre enajenado.
El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstractamente intelectual. Por tanto,
lo que en general constituye la esencia de la filosofía, la enajenación del hombre que se
sabe, o la ciencia enajenada que se piensa, es lo que Hegel reconoce como esencia
suya... 34
Se trata, ahora, de resumir los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro de

31
Engels, Federico, Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, en Carlos Marx, Federico Engels,
Obras Escogidas, T. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 301-304
32
Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces,
Editorial Grijalbo, S.A., México, 1982, pp. 27-28
33
24 Ibíd., p. 41
34
Marx, Carlos, La dialéctica y la filosofía hegelianas, en La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos
de la primera época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo,
S.A., México, 1967, pp. 55-56

75
7
6

la determinación de la enajenación.
a) La superación como movimiento objetivo, que se hace retornar a sí la
exteriorización.<Es ésta la visión, expresada dentro de la enajenación, la visión
enajenada en la objetivación real del hombre, en la real apropiación de su esencia
objetiva por la negación de la determinación enajenada del mundo objetivo, por su
superación, en su existencia enajenada, como el ateísmo, en cuanto a superación de
Dios, es el devenir del humanismo teórico, y el comunismo, como superación de la
propiedad privada, la reivindicación de la vida humana real como su propiedad, es este
devenir del humanismo práctico, o el ateísmo es el humanismo conciliado consigo
mismo mediante la superación de la religión, y el comunismo mediante la superación de
la propiedad privada. Sólo con la superación de esta mediación –que es, sin embargo,
una premisa necesaria se llega al humanismo que comienza positivamente consigo
mismo, al humanismo positivo. >
Pero en ateísmo y el comunismo no son ninguna evasión, ninguna abstracción,
ninguna pérdida del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas
esenciales nacidas y manifestadas para la objetividad, ninguna pobreza que retorna
a la sencillez no natural, no desarrollada. Son, por el contrario, por vez primera, el
devenir real, la realización realmente devenida para el hombre de su esencia, y de su
esencia en cuanto real.
Por tanto, Hegel, al concebir el sentido positivo de la negación referida a sí misma –aún
cuando, una vez más, de modo enajenado-, concibe la auto enajenación, la
exteriorización de la esencia, la desobjetivación y desrealización del hombre como auto
adquisición, cambio de esencia, objetivación y realización.
<En una palabra, concibe el trabajo –dentro de la abstracción- como la conciencia
genérica y la vida genérica en gestación.>35

De lo expuesto se desprende claramente que la relación entre el marxismo y la


filosofía hegeliana es compleja y profunda.

El pseudomarxismo y la dialéctica

Una corriente de pensamiento supuestamente marxista pretende que hay


una dialéctica de Marx distinta de la dialéctica de Hegel y que toda la rica y
exhaustiva exposición de la ley general del movimiento que está comprendida en la
Lógica de Hegel (la dialéctica del ser y de la esencia) es sólo idealismo y misticismo.
Ya hemos visto que Marx y Engels reconocen explícitamente que es la dialéctica
hegeliana, despojada de su envoltura idealista, la que utilizan en sus trabajos teóricos
(ver las citas arriba transcritas); pero para ciertos “marxistas”, el contenido racional
que Marx dice conservar de la dialéctica hegeliana es el que expresa en una frase suya:
“en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia
de su negación, de su muerte forzosa; porque crítica y revolucionaria por esencia,
enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que
tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada.” Al interpretar oficiosamente a
Marx, el revisionismo castra la doctrina marxista: por un lado, propone que lo
verdaderamente revolucionario del marxismo, su principio fundamental, es el concepto
del devenir heraclitiano, con lo cual hace retroceder al marxismo, en filosofía, más de
20 siglos; por otro, desecha la dialéctica hegeliana con todas sus abundantes
determinaciones de la realidad al considerar que aplicarla al conocimiento del objeto
es misticismo y dogmatismo porque se lleva al proceso cognoscitivo un prejuicio que
impide que aquel sea visto en su estado puro, fáctico; de esta manera, hace regresar al
marxismo, en este aspecto, muy atrás de la filosofía hegeliana, para recaer en la
experiencia inmediata e ingenua, en la empiria, que son el fundamento de la antigua
metafísica. De acuerdo con esto, Marx y Engels eran, ni más ni menos, unos místicos
que, poseídos de una virtud sobrenatural, de una inteligencia sobrehumana, con la
sola creencia en el principio de que todas las cosas llevan el germen de su negación en
sí mismas, pudieron extraer de la materia bruta de los hechos, a fuerza de estrellar en

35
Ibídem, p. 64

76
7
7

ella sus cabezas, la teoría científica que explica al mundo y a la sociedad humana.
En suma, para estos autonombrados marxistas, el marxismo es una
doctrina que tiene sólo dos principios: el de la primacía del ser (del ser práctico, de
la “praxis”) sobre la conciencia y el del devenir, armado con los cuales se enfrenta
directamente a los objetos para reproducirlos en el pensamiento; por lo tanto,
desposeída de la dialéctica hegeliana, a la doctrina de la revolución sólo le quedan
como instrumentos del conocimiento la filosofía heraclitiana, la experiencia
inmediata e ingenua que es el fundamento de la metafísica, la metafísica misma
(principio de identidad, etcétera), el empirismo que busca la verdad en la
experiencia que está presente en la percepción externa e interna y que es la base
de la filosofía crítica (kantismo), la propia filosofía crítica (categorías fijas e
inmóviles que sólo pueden aprehender lo singular, casual, yuxtapuesto,
accidental, etcétera; la contradicción y la necesidad están en el pensamiento, no
en la realidad objetiva; la “cosa en sí”, la esencia, no es cognoscible), el saber
inmediato, sustentador del cartesianismo, que postula que únicamente lo
particular e inmediato es aprehensible a través de categorías y conceptos y que lo
general es cognoscible sólo por medio de un acto de fe, el cartesianismo para el
cual el conocer es también un acto de fe: cogito ergo sum y el supremo método de
la dialéctica que consiste en el arte de discutir posiciones opuestas hasta llegar a
encontrar la verdad.
Esta corriente teóricamente espuria pretende hacer retroceder el marxismo a
las posiciones filosóficas anteriores a la filosofía hegeliana, en alguna parte incluso
hasta la filosofía griega.
La revisión moderna de la teoría marxista se originó al mismo tiempo que el
socialismo soviético era sustituido por el llamado “socialismo real”; fue la fracción
radical de la intelectualidad pequeño burguesa la que, tratando de darle a sus
intereses de clase un sustento teórico que fuera distinto del que tenían los de la
burguesía y los de las otras capas de la pequeña burguesía, volvió los ojos a la teoría
marxista para tomar de ella aquello que a sus propósitos convenía.
La teoría marxista es la concepción científica de la evolución de la sociedad
humana; como tal, aprehende su objeto a partir de su ser y se interna, por pasos
sucesivos, hasta llegar a la esencia del mismo, pero considerada ésta en su
aspecto negativo, es decir, como el germen del otro en que aquel ha de
transformarse ineluctablemente. El marxismo trabaja primero sobre las
determinaciones del ser del régimen capitalista, después penetra a las de la
esencia positiva, es decir, a las que son el fundamento de su existencia y por
último se adentra en las de la esencia negativa. El conocimiento marxista es un
movimiento que sólo se detiene cuando llega al corazón mismo del objeto, a la
esencia negativa; en su camino va dotando de orden y concierto, para poner de
relieve al otro que contienen en su interior, primero a las determinaciones del ser y
luego a las de la esencia positiva que ya la ciencia social anterior, pertrechada con
las armas de la lógica formal, se había encargado de develar, aunque de una
manera incompleta y confusa y en un lenguaje disímil y contradictorio; sólo
después de todo esto, la ciencia marxista se introduce en la esencia negativa de su
objeto.
La intelectualidad pequeño burguesa posee una naturaleza de clase
típicamente burguesa y su instrumento del conocimiento es, por necesidad, la
lógica formal, que es el alma de la metafísica; conservando esa naturaleza y ese
bagaje gnoseológico, su fracción radical busca una afilada arma con que
enfrentarse a la burguesía, encontrándose en su indagación con la teoría marxista
plenamente desarrollada.
Sin abandonar sus intereses de clase ni el método del conocimiento que a ellos
corresponde, la intelectualidad pequeño burguesa radical toma la organización y
sistematización que el marxismo hace de las determinaciones del ser y de la esencia
positiva y la preparación que de ellas se realiza para que conduzcan el conocimiento

77
7
8

necesariamente hacia la esencia negativa y las somete a la camisa de fuerza de la


gnoseología burguesa, las reduce a la naturaleza de la lógica formal y la metafísica y
las despoja de esa inquietud que las llevaba fuera de sí mismas y las deja confinadas a
los límites del ser existente; de esta manera, castra el contenido revolucionario de la
doctrina marxista porque deja fuera del conocimiento la esencia negativa al detenerse
en las esferas del ser y de la esencia positiva. Ese trabajo, que consiste en reducir la
teoría marxista a las determinaciones de la lógica formal y de la metafísica y que es lo
único que ha realizado la intelectualidad pequeño burguesa radical en las últimas
décadas, es considerado por ellos como un desarrollo creador del marxismo.
El marxismo, en su análisis del régimen capitalista de producción, hace una
aplicación exhaustiva y detallada de la doctrina de la esencia contenida en la lógica
hegeliana, después, desde luego, de haber desembarazado a ésta de su “cáscara
idealista”; aprehende las determinaciones del ser y la esencia positiva, busca en ellas y
encuentra su carácter reflexivo, la dinámica de su movimiento que las lleva
necesariamente a transformarse en las determinaciones de la esencia negativa y llega
así al conocimiento pleno de su objeto: la esencia negativa del régimen capitalista
consiste en que en él se alcanza la fase superior de la anulación de la naturaleza
humana y al mismo tiempo en que ahí se fraguan los elementos de una forma más
alta, colectiva, de las capacidades de la especie, que son los gérmenes de un nuevo
régimen económico, el socialismo, el cual tiene las características que necesariamente
se gestan en el seno de su progenitor, el régimen capitalista, y no las que la
desenfrenada imaginación de la intelectualidad pequeño burguesa les atribuye.
En su nefasta labor, el revisionismo abjura de la exuberante dialéctica
hegeliana y la sustituye por una supuesta dialéctica marxista que está integrada por
unas cuantas fórmulas abstractas sacadas de la lógica hegeliana (como las famosas
tres leyes) y sometidas al proceso que ya conocemos de reducción a la lógica formal y
la metafísica, por las propias determinaciones de la lógica formal y la metafísica
traducidas a un lenguaje marxista, por el principio del devenir heraclitiano, por la
experiencia inmediata e ingenua, por el empirismo, por los postulados de la filosofía
crítica, por el saber inmediato basado en la fe, etcétera, es decir, por toda la enorme
variedad de posiciones gnoseológicas de la ideología burguesa que tienen como común
denominador el mantenerse empantanadas en el conocimiento del ser y de la esencia
positiva.
En el terreno de la teoría o-política del marxismo el revisionismo se caracteriza
entonces porque sustituye la teoría marxista, que cala hasta la esencia negativa del
régimen capitalista, por una variedad de la ideología burguesa que no transgrede los
límites del ser y la esencia positiva del mismo; pero este revisionismo encuentra su
punto de apoyo en el revisionismo a que se ha sometido a la teoría marxista del
conocimiento, la que tiene su fundamento sustancial en la dialéctica hegeliana, al
reemplazarla por una forma de la teoría del conocimiento desarrollada por la filosofía
burguesa que sólo puede aprehender, de una manera formal y metafísica, las
determinaciones del ser y la esencia positiva.
La revolución de que está grávido el capitalismo moderno sólo podrá realizarse
si los revolucionarios logran comprender teóricamente la esencia del régimen de
producción capitalista, y esto exige que previamente se reivindique la teoría marxista
en sus aspectos económico y político para que sea el instrumento de ese conocimiento
incisivo; tal reivindicación únicamente es posible a condición de que se rescate la parte
medular de la filosofía marxista, la dialéctica materialista que tiene como su centro a
la dialéctica hegeliana en toda su extensión y profundidad, tal y como está expuesta
por Hegel en su Lógica bajo los títulos de “Doctrina del ser”, “Doctrina de la esencia” y
“Doctrina del concepto” ya que nada más así podrá recobrar el marxismo su carácter
de ciencia revolucionaria que sabe llegar hasta las honduras de la esencia del mundo.
La filosofía de Hegel es un elemento constitutivo de la ideología del régimen de
producción capitalista; es, por un lado, una poderosa arma en contra de la escolástica
y la teología, bases de sustentación del régimen feudal y, por otro, un resultado y

78
7
9

punto de apoyo del desenvolvimiento de la ciencia burguesa y, con ello, del progreso de
la industria capitalista. Al mismo tiempo, la filosofía hegeliana contiene los elementos
de su negación, que a la vez son los de la negación del régimen de producción
capitalista; estos son los que pasarán a formar parte de la teoría revolucionaria del
proletariado.

Feuerbach.

En su historia, que comprende desde las ideas materialistas de los griegos


hasta los postulados de Feuerbach, el materialismo estableció una serie de
principios, de los cuales en seguida hacemos un breve resumen.
Todo lo que existe es materia en movimiento. Esta totalidad –el universo- es
infinita en el tiempo y en el espacio. La materia en movimiento se transforma
constantemente mediante procesos materiales (mecánicos, fiscos, químicos, biológicos,
etcétera) que son producidos por la fuerza y la energía propios de la materia. No existe
nada fuera de la materia en movimiento (no una sustancia espiritual, ni algo parecido)
ni fuerza ni energía exteriores a ella que la determinen. La materia es en sí misma la
realidad existente y la posibilidad y la necesidad de la transformación de esa realidad.
La materia es ser y deber ser. El movimiento de la materia está regido por leyes, por la
necesidad. La materia tiene una estructura corpuscular (átomos, etcétera) que existe
como tales partículas desagregadas (nebulosas indiferenciadas) y como agregados que
forman sustancias, compuestos y cuerpos de distinta naturaleza. La materia posee dos
fuerzas fundamentales que determinan su movimiento: la atracción y la repulsión. El
movimiento de la materia es evolutivo e involutivo: las nebulosas de materia
inorgánica difusa evolucionan hacia la materia inorgánica condensada, ésta hacia la
materia orgánica, la cual, a su vez, deviene materia pensante; desde este estado suyo,
la materia vuelve al punto de su existencia de corpúsculos dispersos. El universo
material, infinito y eterno, está formado por un infinito número de galaxias que
contienen un infinito número de sistemas planetarios, en muchos de los cuales, por
necesidad, la materia ha alcanzado la naturaleza de materia pensante. El pensamiento
es una forma específica de la estructura y movimiento de la materia. En la especie
humana la materia ha llegado al punto más alto de su organización. El pensamiento
es el reflejo de la materia en sí misma. Para el materialismo pre-marxista, el
pensamiento tiene un origen meramente sensorial; el hombre lo obtiene mediante su
relación con el mundo exterior a través de los sentidos.

Según Marx, el gran aporte de Feuerbach consiste en:

1) Dar la prueba de que la filosofía no es sino la religión expresada en pensamientos y


racionalmente expuesta, y que por tanto ha de ser igualmente condenada como otra
forma y manera de existencia de la enajenación del hombre.
2) Haber establecido el verdadero materialismo y la verdadera ciencia, ya que Feuerbach
también hace de la relación social del hombre al hombre el principio básico de la teoría.
3) Su oposición a la negación de la negación, que afirma ser lo positivo absoluto, lo
positivo que se afirma a sí mismo, lo positivo fundado en sí mismo36

Feuerbach demuestra que la filosofía es la enajenación de una facultad


humana, el conocimiento, y su sustantivación en un ente con vida propia que se
opone, domina. sujeta y disminuye a los seres humanos.
En oposición a esta enajenación, establece al hombre y su relación con los
demás hombres como la sustancia del proceso del conocimiento y a éste como un
predicado de la misma. Funda, como dice Marx, el verdadero materialismo y la
verdadera ciencia.
36
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, 1977, México,
D.F., p.148.

79
8
0

Critica, por tanto, la mistificación que Hegel hace de la dialéctica, oponiendo a


aquella el verdadero papel de la negación como un proceso que no sólo afirma la
naturaleza del fenómeno, sino que también y principalmente la niega y la supera,
transformándolo cualitativamente. Las tesis de Feuerbach constituyen una primera
negación de la filosofía burguesa, pero que no excede sus límites; al mismo tiempo, al
restaurar el materialismo, aunque en una forma incompleta, prepara el salto
cualitativo hacia la dialéctica materialista, que es el nódulo mismo de la teoría
revolucionaria.
El materialismo, avalado por la ciencia, llegó, antes de Feuerbach, al punto
superior en el que niega a Dios (el pensamiento, el espíritu) como sustancia absoluta y
deja con subsistencia únicamente la materia, de la cual el pensamiento es sólo un
estado o movimiento específico. Considera que con esta negación ha concluido su
labor histórica.
Sin embargo, para Feuerbach éste es sólo el punto de partida para una fase
más alta de existencia del materialismo.
Lo que Feuerbach se plantea no es si Dios existe físicamente o no, sino cuál
es la naturaleza del Dios que tiene una existencia real en la conciencia de la
especie.
El razonamiento de Feuerbach es el siguiente:
La religión es la esencia humana enajenada.
La esencia humana es:
Pensamiento. Reflejo de la realidad en la mente del hombre. Conocimiento.
Voluntad. Actividad práctica transformadora de la naturaleza.
Amor. Sentimiento que une a los hombres.
Por un proceso inconsciente, la humanidad separa de sí y dota de vida
propia a su esencia.
Los atributos de su esencia así separados y sustantivados se los concede
a un ser imaginario, a Dios.
Dios resulta así el pensamiento absoluto, la voluntad universal, el amor total.
La relación que Feuerbach encuentra entre la esencia humana y su forma
enajenada es la siguiente: en cuanto más desarrolla la especie sus atributos
característicos, más se empobrece y más enriquece a la potencia que ha creado, de tal
manera que en última instancia ella es la nada y su contraparte lo es todo.

La religión, por lo menos la cristiana, consiste en el comportamiento del hombre para consigo
mismo o, mejor dicho: para con su esencia, pero considerando a esa esencia como si fuera de
otro. La esencia divina no es otra cosa que la esencia humana o, mejor dicho: la esencia del
hombre sin límites individuales, es decir, sin los límites del hombre real y material, siendo esta
esencia objetivada, o sea, contemplada y venerada como si fuera otra esencia real y diferente
del hombre. Todas las determinaciones de la esencia divina son por ello determinaciones de la
esencia humana (3).
Es esencialmente necesario observar -y este fenómeno es sumamente notable porque
caracteriza la esencia más íntima de la religión- que cuanto más humana es la esencia de
Dios, tanto más grande es aparentemente la diferencia entre él y el hombre, quiere decir tanto
más es negada por la reflexión sobre la religión o sea por la teología la identidad, o sea la
unidad del ser humano y divino y tanto más es rebajado lo humano tal como es objeto de la
conciencia del hombre (7). La causa de ello es: porque lo que es positivo en la imaginación o
determinación de la esencia divina, es exclusivamente humano: por eso la imaginación del
hombre tal como es objeto de la conciencia, sólo puede ser negativa y adversa. Para enriquecer
a Dios el hombre debe empobrecerse: para que Dios sea todo, el hombre ha de ser una nada.
Pero por eso tampoco necesita ser algo para sí mismo porque todo lo que él se adjudica no va
perdido para Dios, sino que queda conservado en él. El hombre tiene su esencia en Dios ¿cómo
podría tenerla en sí y para sí mismo? ¿Por qué sería necesario poner o tener dos veces la
misma cosa? Lo que el hombre se quita, lo que él no tiene en sí, lo disfruta en un modo
incomparablemente más alto y más amplio en Dios.
Por eso donde de la negación de la sensualidad se construye un ser especial, un sacrificio
agradable para Dios, allí se da el valor más alto precisamente a la sensualidad y la sensualidad

80
8
1

renunciada es, sin quererlo, restablecida, por el hecho de que Dios se coloca en lugar del ser
sensual al cual se ha renunciado.
La religión prescinde del hombre y del mundo pero sólo puede prescindir de las verdaderas o
supuestas deficiencias y restricciones, o sea, de lo que son los defectos del mundo; pero no de
la esencia, o sea de la parte positiva del mundo, ni tampoco de la humanidad. Por eso la
religión debe nuevamente ocuparse en la abstracción y negación de lo que prescinde o por lo
menos cree prescindir. De este modo la religión en forma inconsciente pone todo en la idea de
Dios; lo que ella conscientemente niega -siempre que aquello que niega sea algo esencial, algo
verdadero, algo que no puede negarse-. De este modo el hombre niega en la religión su
inteligencia: él por sí mismo no sabe nada de Dios, sus ideas son solamente mundanas y
terrestres; sólo puede crear lo que Dios le revela. Pero en cambio, los pensamientos de Dios
son ideas humanas, ideas terrestres; él idea planes, al igual que un hombre se amolda a las
circunstancias y a las fuerzas intelectuales del hombre, al igual que un maestro se adapta a la
inteligencia de sus alumnos; él calcula exactamente el efecto de sus dones y revelaciones; él
observa al hombre en todo lo que hace, sabe todo, también lo más vil, lo más detestable y lo
más humano. En una palabra, el hombre, frente a Dios, niega su saber y su pensamiento,
para colocar éste su saber y su pensamiento en Dios. El hombre renuncia a su persona y, en
cambio, le es Dios el Ser omnipotente, ilimitado, un Ser personal. El niega el honor humano; el
yo humano, pero en cambio le es Dios un ser egoísta que sólo piensa en sí mismo, que sólo
busca su propio honor, su propio provecho, su propio bienestar. Dios es la satisfacción propia
del egoísmo que mira de soslayo a todas las demás cosas; Dios es la satisfacción suprema del
egoísmo (10), la religión niega además lo bueno como una cualidad del ser humano; pues para
ella el hombre es malo, corrompido, incapaz de hacer algo bueno; pero, en cambio, Dios es
exclusivamente bueno, Dios es el ser bueno37.

Feuerbach introduce aquí un concepto que será el pilar para que en el


materialismo se produzca, con Marx y Engels, un giro radical, por el que se
constituye como materialismo dialéctico.
Se trata del concepto de enajenación, conforme al cual la realización de las
facultades naturales humanas de la especie –es decir, de la forma más alta de la
naturaleza, la naturaleza pensante- es al mismo tiempo la enajenación de las mismas
respecto del sujeto original y su reunión para la constitución de un otro distinto. La
relación entre ambos extremos se caracteriza por la anulación en la especie de sus
facultades humanas -de su naturaleza humana- y la acumulación de sus
atributos, ahora desnaturalizados, en el otro que de ellos se nutre. La especie
engendra y fortalece la potencia que la domina y aniquila.
Aunque no lo reconocen así, Marx y Engels toman de Feuerbach el concepto de
enajenación y lo enriquecen mediante la aplicación de la doctrina hegeliana de la
esencia.
Feuerbach establece la relación entre el hombre y dios.
Dios es el conjunto de las facultades humanas enajenadas de la especie y atribuidas
a un ser distinto, imaginario. El pensamiento (la razón), la voluntad (la actividad práctica) y
el amor (la relación entre los hombres), atributos todos de la especie, son considerados, por
un proceso social inconsciente, como no originarios, sino derivados de un ser distinto que es
el pensamiento, la actividad y el amor totales; esas facultades omnímodas se materializan en
una religión, que es la que rige el pensamiento, la actividad y las relaciones de los hombres.
Por medio de un movimiento elemental, la especie produce a su otro que le es ajeno y
éste se convierte en una potencia que domina, nulifica y produce dolor y sufrimiento a los
hombres. Ambos extremos se implican mutuamente.
El pie adelante de Feuerbach respecto del materialismo anterior se encuentra en el
descubrimiento de que Dios, tanto el dios incorpóreo, espiritual, como el dios de carne y
hueso, son una enajenación de la esencia humana.
Su limitación radica en que retiene la forma ideológica de la relación y no se adentra
a la determinación de la base material de la misma.

37
Feuerbach, Ludwig, La esencia del cristianismo, Crítica filosófica de la religión. Traducción Franz Huber.

81
8
2

Marx toma el esquema feuerbachiano y lo utiliza para obtener el conocimiento último


de la especie humana.
Establece que la especie humana es la forma más alta que adquiere la naturaleza. El
hombre es naturaleza y su actividad se realiza sobre la naturaleza.
En el ejercicio de sus facultades características, esto es, del trabajo, la especie
produce la propiedad privada como su esencia enajenada.
La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es, el
trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana y la convierte en propiedad
privada, el trabajo que al engendrar a la propiedad privada produce su propio
empobrecimiento, depauperación que en última instancia se traduce en la constante y
creciente anulación de su naturaleza humana, y el crecimiento proporcional de la propiedad
privada, la cual existe sólo a condición de nutrirse del trabajo y provocar su aniquilación.
El trabajo produce la propiedad privada como su esencia alienada y la propiedad
privada produce el trabajo que hace ajena a si mismo su esencia.
La relación entre la especie y su forma enajenada evoluciona en tal forma que hace
imperiosa la reapropiación de su naturaleza esencial mediante la transformación práctica
que implica la abolición de la propiedad privada y la restauración de la propiedad colectiva,
es decir, la implantación del comunismo mediante un movimiento revolucionario
Para Marx, el comunismo, en cuanto que naturalismo acabado se iguala al
humanismo, y como humanismo acabado se iguala al naturalismo, es la solución genuina
del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre, la verdadera
resolución de la lucha entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la auto
confirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie
La naturaleza se convierte en hombre [re-unión del hombre y la naturaleza] en la
sociedad [colectividad],

De este modo, la sociedad [colectividad] es la unidad consumada en cualidad del hombre y


naturaleza –la verdadera resurrección de la naturaleza-, el naturalismo del hombre y el
humanismo de la naturaleza realizados a plenitud.38

El materialismo alcanza aquí su forma superior, el materialismo dialéctico. Su


contenido fundamental está constituido por: 1) la determinación de la base material de la
enajenación de la especie y b) el papel de la actividad práctica de la especie como elemento
esencial del conocimiento humano y del proceso de reapropiación de la naturaleza esencial
humana.
El pensamiento es, según Feuerbach, una de las determinaciones de la esencia
de la especie. La filosofía es la parte de la conciencia de la especie que considera el
pensamiento como tal.
En la filosofía absoluta, de la cual la filosofía especulativa de Hegel es el
producto más alto, el pensamiento absoluto, la abstracción total, es Dios.
La razón, facultad esencial de la especie, es convertida en la esencia de un
ser espiritual y abstracto, Dios, distinto de la humanidad.

Dios en tanto ser espiritual y abstracto es la esencia de la razón, a la cual la teología y el


teísmo representan como un ser independiente.
La esencia de la filosofía especulativa no es más que la esencia de Dios, racionalizada,
realizada y actualizada. La filosofía especulativa es la teología verdadera, consecuente y
racional. 39

Es decir, que la filosofía especulativa tiene como objetivo reconocer, realizar y


actualizar a Dios como la esencia de la razón

38
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977.
México, D.F., p. 103
39
Feuerbach Ludwig, La filosofía del porvenir. Crítica de la filosofía de Hegel, Versión al español de
Victoria Pujolar, Ediciones Roca, S,A,, México, D. F., 1976, p. 14.

82
8
3

La razón es la facultad esencial de la especie humana; constituye su esencia.


Dios es esa misma facultad humana, pero separada del hombre y
considerada como un ser independiente.
La razón humana transfigurada en atributo de un ser independiente es
considerada después como la esencia de la razón humana.
La labor de la filosofía especulativa consiste en reconocer, realizar y actualizar a
Dios (la razón humana transfigurada en un ser independiente) como la esencia de la
razón; esto es, de una sola de las facultades de la especie.
Es el retorno al hombre de su esencia bajo la forma de un ser
independiente, que ahora determina su esencia racional.

Dios es la esencia pensada y representada de la razón; la razón humana es la esencia


pensante. [NB].
Las propiedades o predicados esenciales del ser divino son las propiedades o predicados
esenciales de la filosofía especulativa.
Dios es espíritu puro, ser puro, actividad pura –actus purus [pensamiento puro, absoluto] sin
pasiones ni determinaciones de origen exterior, ni sensibilidad ni materia.
La filosofía especulativa es este espíritu puro, esta actividad pura, realizados bajo la forma del
acto de pensar; es el ser absoluto como pensamiento absoluto.40

El teísmo, por ejemplo el del cristianismo, postula que todas las determinaciones de
la especie se separan del sujeto original y se reúnen en un sujeto distinto, que es una
persona dotada de razón, voluntad y sensibilidad. Dios es un ser personal magnificado que
posee todos los atributos de la especie, pero con un carácter potenciado.
El panteísmo considera que Dios no es ni una persona sobrenatural ni una
sustancia sino el mismo mundo existente; Dios es todas las cosas (ser y pensamiento).
La filosofía especulativa toma uno sólo de los atributos de la especie, la razón, y la
convierte en una sustancia, en pensamiento puro, absoluto, despojado de toda
materialidad, la determina como Dios.
En el teísmo, Dios, como ser personal, crea el mundo real.
En la teología especulativa, se sustituye la creación material del mundo por un acto
especulativo, teórico que realiza el pensamiento absoluto, Dios.

La teología especulativa, por el contrario, transforma ese acto sensible, que contradice la
esencia del pensamiento, en un acto lógico o teórico: transforma la producción material del
objeto en creación especulativa, a partir del concepto.41

En la teología especulativa Dios contiene en sí mismo el mundo material bajo la


forma de conceptos, de categorías lógicas.

Como realización de Dios, la filosofía especulativa es al mismo tiempo la posición y la


supresión o negación de Dios; a la vez teísmo y ateísmo.
Ateísmo porque establece como el ser absoluto a un ser espiritual, completamente abstracto;
por tanto, niega al Dios personal, concreto.
Teísmo porque restablece a Dios bajo la forma de un ser impersonal, abstracto.
El Panteísmo niega al Dios personal y al Dios abstracto, pero lo afirma como el Dios existente
en todas las cosas.
El idealista se expresa en términos subjetivos; piensa su idealismo en el objeto (fuera de la
sustancia y de Dios, no hay nada, todas las cosas no son más que determinaciones de
Dios).42

En el teísmo, Dios y el mundo real son dos entidades distintas, separadas.


Mientras que en la filosofía especulativa Dios es una sustancia de la cual las cosas
no son más que determinaciones suyas; no existe un ser personal divino, como en el
40
Ibídem, p. 22
41
Ibídem, p. 26
42
Ibídem, pp. 31-34

83
8
4

teísmo, ni la realidad divinizada del panteísmo.

La filosofía moderna no ha probado más que la divinidad del entendimiento, no ha reconocido


el ser divino, absoluto, más que en el entendimiento abstracto.
La filosofía moderna ha surgido de la teología.
No es otra cosa que la resolución y transformación de la teología en filosofía.
La contradicción de la filosofía moderna, del panteísmo en particular, es que niega la teología
desde el punto de vista de la teología; transforma de nuevo en teología la negación de la
teología.43

La filosofía de Hegel es el último resultado de la filosofía moderna.


En su filosofía el único ser verdadero es el pensamiento absoluto, Dios.

Esta misma contradicción es particularmente característica de la filosofía hegeliana,


La filosofía hegeliana hace del ser inmaterial, del puro objeto, del puro ser del entendimiento,
el único ser verdadero y absoluto: Dios.
La materia es, para Hegel, una cosa metafísica, un puro ser del entendimiento. 44

Los filósofos anteriores a Hegel concebían a Dios como independiente de la


naturaleza.
Ellos mismos realizaban el trabajo abstractivo por el cual, a partir del mundo
material, llegaban a la abstracción máxima, el pensamiento absoluto, al cual determinaban
como Dios.
En Hegel, el ser absoluto, el pensamiento absoluto, coloca en sí mismo, por su
propia actividad abstractiva, la materia como pensamientos o categorías lógicas.
Dios existe como pensamiento absoluto, se enajena de sí mismo y produce la
materia como categorías lógicas que incorpora a su sustancia. Al final de este proceso, se
recobra a sí mismo como pensamiento absoluto que contiene la materia como parte
integrante suya bajo la forma de categorías lógicas.

La diferencia radica en la forma de determinación de la relación entre el ser material sensible


y el ser inmaterial.
Los filósofos y teólogos anteriores concebían el ser verdadero y divino como un ser desligado
y emancipado de la naturaleza y de lo sensible o materia.
El trabajo de abstracción de lo sensible para llegar al ser que en si mismo está liberado de lo
material, que es la abstracción absoluta, son ellos mismos quienes lo realizan.
En Hegel, por el contrario, esta actividad subjetiva es la auto actividad del ser divino.
De esta manera, la libertad del absoluto respecto a la materia, que sólo es presuposición y
representación, deviene realidad y verdad.
La única forma de situar a Dios en esta liberación de la materia es poniendo la materia en
Dios.
Y la única forma de colocar la materia en Dios es que éste mismo lo haga, que se sitúe él
mismo como materia, como no-Dios.
La materia no es un contrario que precede en forma inexplicable al yo y al espíritu; es la auto
alienación del espíritu, de Dios.
De esta forma se da a la materia misma espíritu y entendimiento.
Pero también se le sitúa como un ser nulo y sin verdad.
[El espíritu absoluto se enajena de sí mismo y produce el mundo, pero como pensamientos,
categorías lógicas; después, al final de su evolución material, se recobra a sí mismo en el saber
absoluto, que es otra de sus fases de existencia.]
La filosofía de Hegel sitúa la materia en Dios, lo que equivale a negar a Dios.
Es lo mismo que suprimir la teología y reconocer la verdad del materialismo. NB
El materialismo se encuentra implícito en la filosofía hegeliana, aunque en una forma
encubierta.
Pero al tiempo que niega la teología, la presupone, pues es Dios el mismo espíritu absoluto
que se enajena en la materia y se recobra en el saber absoluto, es decir, en el espíritu que se

43
Ibídem, pp. 43-45
44
Ibídem, pp. 45-46

84
8
5

conoce a sí mismo.
Es decir, es Dios que se niega a sí mismo y luego se establece de nuevo a sí mismo.
Al colocar la materia en sí mismo Dios se niega a sí mismo, es la primera negación. Al
establecerse de nuevo a sí mismo niega su anterior negación; es la negación de la negación.
Esa negación de la negación es la vuelta al punto de partida, en el seno de la religión
cristiana.
El secreto de la dialéctica hegeliana consiste en negar la teología en nombre de la filosofía para
después negar la filosofía en nombre de la teología.
Hegel no disimula ni oscurece esta contradicción, sino porque hace de la negación de Dios,
del ateísmo, una determinación objetiva de Dios, porque determina Dios como un proceso, y
el ateísmo como un momento de este proceso.45

El idealismo subjetivo, Kant y Fichte, colocan al mundo material fuera del sujeto
cognoscente, del yo, del espíritu, de Dios.
Por el contrario, el idealismo objetivo de Hegel lo pone en Dios.

La esencia divina es la esencia del hombre, pero liberada de los límites de la naturaleza.
De igual manera, la esencia del idealismo absoluto es la esencia del idealismo subjetivo
liberado de los límites, racionales esta vez, de la subjetividad, es decir, de lo sensible o del
orden de los objetos en general.
El idealismo subjetivo pone el mundo sensible, al cual se enfrenta en el proceso del
conocimiento, fuera del sujeto cognoscente, del yo, del espíritu, de Dios; el idealismo objetivo
(Hegel) lo coloca en Dios.
La filosofía hegeliana se puede deducir inmediatamente del idealismo kantiano y fichteano
[idealismo subjetivo].
Pero el sujeto que no tiene ya cosa que le sea ajena ni, en consecuencia, límites en sí mismo,
no es un sujeto “finito”, no es ya el yo enfrentado a un objeto; es el ser absoluto llamado Dios
en el lenguaje del pueblo o de la teología. Es el mismo sujeto, sin duda, el mismo yo que en el
idealismo subjetivo, pero sin limitaciones; es el yo, pero un yo que no tiene aspecto de serlo;
un ser subjetivo que como tal ya no se llama “yo”.
El pensamiento privado de la determinación que hace de él un acto de pensamiento, un acto de
la subjetividad [un pensamiento humano], tal es la esencia de la Lógica de Hegel.46

La Filosofía de Hegel despoja a la especie humana de su naturaleza esencial,


de su capacidad de producir conceptos, juicios, silogismos, etcétera, de la realidad
y se la atribuye al pensamiento absoluto, a Dios, en donde estas categorías son
formas existentes en sí y por sí, formas absolutas.

La determinación humana es el pensamiento humano, la conciencia de la especie.


Hegel despoja a esa determinación de su carácter específicamente humano, la deja en el sólo
pensamiento abstracto y le atribuye una personalidad propia: el espíritu absoluto, Dios,
distinta del hombre.
Las formas de la subjetividad estudiadas en la Lógica subjetiva: el concepto, el juicio, el
silogismo, etcétera, no son formas del pensamiento humano, sino formas objetivas,
existentes en sí y por sí, formas absolutas.
De ahí que la filosofía absoluta aliene y desposea al hombre de su propia esencia, de su propia
actividad.47
[NB El corazón de la teoría de la enajenación.]
La nueva filosofía piensa lo concreto no en abstracto, sino concretamente, tiene por verdad lo
real en su realidad.
La nueva filosofía es la verdad de la filosofía de Hegel, de la filosofía moderna en general.
Necesidad histórica y génesis de la nueva filosofía a partir de la antigua.
Según Hegel el concepto concreto, la idea es, primero, tan sólo una abstracción y no existe
más que en el elemento del pensamiento: es el Dios teológico de antes de la creación del
mundo, pero racionalizado.
La idea se realiza al igual que Dios se expresa: se hace mundo y realidad.
45
Ibídem, pp. 46-48
46
Ibídem, pp. 49-51
47
Ibídem, pp. 51-52

85
8
6

Hegel es la historia de la teología transformada en un proceso lógico.


La realización de la idea es ser real, existir; la existencia es el criterio de la verdad.
Tan solo es verdad lo que es real.
El pensamiento se realiza quiere decir, precisamente: se niega y cesa de ser puro
pensamiento.
El pensamiento se realiza; quiere decir: se hace objeto de los sentidos.
Lo sensible es, pues, la realidad de la idea.
Si se exige del pensamiento que se realice y devenga sensible es sólo porque se presupone
inconscientemente que la realidad y la cualidad sensible independiente del pensamiento son
la verdad del pensamiento.
Pero como, a pesar de todo, se parte conscientemente de la verdad del pensamiento, no se
expresa la verdad de lo sensible sino posteriormente, no se hace de la cualidad sensible más
que un atributo de la idea.48

Feuerbach concluye que la filosofía absoluta enajena al hombre de su propia


esencia.
La filosofía, incluida la de Hegel, es una forma de enajenación de la naturaleza
esencial de la especie.
La negación de la misma es el presupuesto para la instauración de la verdadera
naturaleza humana del pensamiento, labor que tiene que ser realizada sin duda por la
filosofía marxista.
El concepto de enajenación introducido por Feuerbach es la piedra de toque
para el inicio de la transformación del antiguo en el nuevo materialismo. Desplaza
la vetusta discusión filosófica relativa a la determinación de la supremacía ya sea
del ser o del pensamiento. Ahora se trata de conocer la naturaleza misma del
pensamiento, de la razón humana, en su proceso de realización y enajenación, su
condición de potencia que domina y rebaja a la especie.
Marx y Engels adoptan íntegra la crítica que hace Feuerbach de la “filosofía
absoluta” y suscriben en su totalidad la determinación materialista del pensamiento
que realiza el autor, pero igualmente señalan las limitaciones que tiene el materialismo
restaurado.
En las “Tesis sobre Feuerbach”49, Marx define el materialismo feuerbachiano
–y en general, todo el materialismo anterior- como un materialismo
“contemplativo”: su conocimiento se detiene en el objeto como tal, sin tomar en
cuenta su naturaleza de producto de la actividad sensorial humana.
Para Feuerbach, la actitud teórica es la única auténticamente humana (la
actividad esencial de la especie), y la práctica es concebida y plasmada en su forma
“suciamente judaica”, es decir, como la acción sobre la naturaleza y los otros
individuos presidida por un interés individual. El materialismo de Feuerbach “no
comprende la actividad revolucionaria práctico-crítica”.
Feuerbach no concibe el pensamiento como el producto de la praxis humana,
que la verdad y terrenalidad del pensamiento humano se obtienen en la actividad
práctica, en la producción, en la industria.
El materialismo feuerbachiano hace suya la teoría que postula que los
hombres son producto de las circunstancias y de la educación y que, por tanto,
para cambiar la condición de la humanidad son necesarias unas circunstancias y
una educación distintas, verdaderamente humanas, las cuales deben ser
establecidas por un visionario que saque de su cabeza el nuevo orden plenamente
estructurado. Este materialismo no entiende que la transformación de la sociedad
humana únicamente puede ser realizada como práctica revolucionaria.
Feuerbach determinó la religión y la filosofía como formas enajenadas de la
esencia humana. Descubrió el secreto de su verdadera naturaleza. Pero a pesar de
ello la religión y la filosofía siguen existiendo como tales; el sólo conocimiento de
48
Ibídem, pp. 67-69
49
Marx, Carlos, Tesis sobre Feuerbach, en: Carlos Marx, Federico Engels, Obras Escogidas, tomo IV,
Editorial Ciencia del Hombre, 1973, Buenos Aires, Argentina, pp. 9-11

86
8
7

sus características fundamentales no lleva a la revocación de la enajenación.


La enajenación y sustantivación de la esencia humana bajo la forma de la
religión y la filosofía tiene su base en una forma de organización social específica,
cuyo fundamento es la escisión de la propiedad y el trabajo, la cual se vuelve
concreta en la división de clases antagónicas.
Para eliminar la enajenación de la esencia de la especie es necesario acabar
con la contradicción social que es su fundamento. Y esto sólo se logra
comprendiendo la contradicción y revolucionándola prácticamente.
El materialismo de Feuerbach, al igual que el anterior, sólo llega al
conocimiento de los individuos en la sociedad civil; el nuevo materialismo (el
materialismo dialéctico) tiene como objeto la sociedad humana, o la humanidad
socializada.
Marx cierra sus tesis con esta sentencia: Los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Las “Tesis sobre Feuerbach” expresan de una manera concentrada los
principios fundamentales del materialismo dialéctico: el pensamiento es un
producto de la actividad práctica de la especie; la sociedad humana sólo puede ser
transformada por medio de la actividad revolucionaria práctico-crítica.
Estos principios ilustran plenamente sobre el carácter revolucionario del
materialismo dialéctico.
El conocimiento y desarrollo de los mismos, en unión con los demás elementos del
materialismo dialéctico, es el prerrequisito para que la especie, por medio de la acción
práctica revolucionaria, revoque la enajenación y reintegre su esencia a sí misma.
Este proceso es parte del movimiento por el cual la especie se constituye
plenamente como una organización de la materia orgánica pensante cuyo
contenido es la transformación constante de materia inorgánica en materia
orgánica.
Las críticas de Feuerbach a la filosofía hegeliana, la restauración del principio
fundamental del materialismo y la crítica a la mistificación hegeliana de la dialéctica
son prerrequisitos necesarios para el nacimiento de la teoría revolucionaria
La Lógica de Hegel es la formulación moderna, más desarrollada, del
pensamiento enajenado.
Pero además de esta naturaleza general, que es común a todas las versiones
anteriores de la lógica, la de Hegel tiene características específicas.
El mundo medieval dejó su inmovilidad, que parecía eterna, y desplegó el
otro que llevaba en su interior; se inauguró la época de la transformación
universal, de la movilidad absoluta.
El régimen feudal engendró el capitalismo, el artesanado dio lugar a la gran
industria maquinizada, la teología a la ciencia moderna, la oscuridad religiosa a la
Ilustración. El cosmos y el microcosmos fueron sacados de su estatismo: la
mecánica descubrió la ley de la gravitación universal, la cosmología estableció
teóricamente el proceso de nacimiento del sistema solar, la física, la química y la
biología le quitaron a la materia su dureza, solidez, estabilidad y firmeza y la
introdujeron al mundo de la divisibilidad incesante (cuerpos, masas, moléculas,
átomos, partículas), del cambio constante, de las acciones y reacciones, de la
variabilidad absoluta, de la evolución, etcétera.
Ante Hegel se presentó un mundo humano del que incontenible surgía su
otro a la existencia.

…El nuevo espíritu surgido en la ciencia no menos que en la realidad, no trasluce


todavía en ella. Pero es absolutamente imposible, cuando la forma sustancial del
espíritu se ha transformado, querer conservar las formas de la cultura anterior; son
hojas secas que caen empujadas por los nuevos brotes, que ya surgen sobre sus
raíces.
También en el campo científico se empieza, poco a poco, a salir de la ignorancia de

87
8
8

las transformaciones universales…50

La producción capitalista propició una revolución tecnológica que permitió


al hombre penetrar a los más recónditos lugares de la naturaleza y descubrir y
replicar los movimientos más complicados de la materia; proporcionó así un
poderoso impulso a la técnica y a la ciencia. Esta riqueza de determinaciones
produjo nuevos conceptos, categorías, formas e imágenes mentales que llevaron el
conocimiento a un nivel más profundo que el de la mera superficie de los
fenómenos.
Los nuevos productos mentales chocaron de inmediato con las osificadas
categorías de la Lógica tradicional y presionaron para su sustitución por un
sistema más acorde con los adelantos de la ciencia.
Hegel es el pensador que, conservando los progresos anteriores de la
filosofía, los supera con la formulación de una nueva lógica que incorpora todos los
avances en las formas de pensamiento que las ciencias empíricas, acuciadas por la
producción capitalista, han logrado.
La Lógica de Hegel consta de dos partes: la lógica objetiva y la lógica
subjetiva.
En la lógica objetiva Hegel desarrolla las nuevas formas de pensamiento.
Incorpora a la ciencia de la lógica los conceptos de ser otro, contradicción,
negatividad y dialéctica.
El espíritu, esto es, la conciencia del filósofo Hegel, es absolutamente
negativo. Toma las determinaciones del intelecto, las niega mediante la razón
dialéctica y establece la contradicción; niega las determinaciones de la razón
dialéctica y soluciona la contradicción; esta negación de la negación es positiva
porque su resultado es la de lo primero simple, pero en una forma superior en la
que contiene en unidad las determinaciones del intelecto y las de la razón
dialéctica, es decir, los dos términos de la contradicción.
Lo negativo es lo verdaderamente dialéctico.

El punto de vista esencial es que se trata sobre todo de un concepto nuevo del
procedimiento científico. La filosofía, si tiene que ser ciencia, no puede, como lo he
recordado en otro lugar [Fenomenología del espíritu], tomar en préstamo para este fin
sus métodos de otra ciencia subordinada, como sería la matemática, ni puede
tampoco contentarse con las aserciones categóricas de la intuición interior, ni puede
servirse del razonamiento fundado sobre la reflexión exterior. Solamente la
naturaleza del contenido puede ser la que se mueve en el conocimiento científico,
puesto que es al mismo la propia reflexión del contenido, la que funda y crea su
propia determinación.
El intelecto determina y mantiene firmes las determinaciones. La razón es negativa y
dialéctica, porque resuelve en la nada las determinaciones del intelecto; es positiva,
porque crea lo universal, y en él comprende lo particular. Así como el intelecto suele
considerarse en general algo del todo separado de la razón, así también la razón
dialéctica suele ser entendida como algo separado de la razón positiva. Pero en su
verdad, la razón es espíritu, que está por encima de los dos [de la razón positiva que
produce los universales y de la razón dialéctica que niega las determinaciones del
intelecto], como razón inteligente o intelecto razonante. El espíritu es lo negativo, es
lo que constituye las cualidades tanto de la razón dialéctica como del intelecto; niega
lo simple y fundamenta así la determinada diferencia del intelecto [la contradicción];
al mismo tiempo la resuelve, y por tanto es dialéctico. Pero no se detiene en la nada
de esos resultados, sino que en esto es igualmente positivo, y de esta manera ha
restaurado lo primero simple, pero como un universal, que es concreto en sí mismo;
bajo aquél no se subsume un particular, sino que en esa definición y en la solución
de la misma lo particular ya se ha determinado. Este movimiento espiritual, que en
su simplicidad se da su determinación y en ésta se da su igualdad consigo mismo, y
representa al mismo tiempo el desarrollo inmanente del concepto, es el método

50
Hegel, G. W. F., La Ciencia de la Lógica, Prólogo a la primera edición, p. 28

88
8
9

absoluto del conocimiento, y al mismo tiempo, el alma inmanente del contenido


mismo. Sólo sobre estos senderos que se construye por sí misma, creo yo, puede la
filosofía ser una ciencia objetiva y demostrativa.51

El basamento de la ciencia es la proposición lógica que afirma que lo negativo es a


la vez positivo; la negación niega una cosa determinada y en su resultado positivo surge
una nueva cosa y se conserva aquella de donde proviene, formando ambas una
contradicción, una unidad superior; la negación se resuelve en un concepto más alto que
niega el concepto del que procede, su contrario, pero lo hace conservándolo y estableciendo
con él una unidad. La nueva lógica ha de formarse, dice Hegel, por este procedimiento.

...En la Fenomenología del Espíritu he presentado un ejemplo de este método aplicado a un


objeto más concreto, esto es, a la conciencia. Hay aquí formas de la conciencia, cada una de
las cuales en su realización, se disuelve de una vez a sí misma y tiene por resultado su
propia negación, pasando de tal modo a una forma superior. La única manera de lograr el
progreso científico –cuya sencillísima inteligencia merece nuestra esencial preocupación- es el
reconocimiento de la proposición lógica, que afirma que lo negativo es a la vez positivo, o que
lo contradictorio no se resuelve en un cero, en una nada abstracta, sino sólo esencialmente
en la negación de su contenido particular, es decir, que tal negación no es cualquier
negación, sino la negación de aquella cosa determinada, que se resuelve, y por eso es una
negación determinada. Por consiguiente en el resultado está contenido esencialmente aquello
de lo cual resulta; lo que en realidad es una tautología, porque de otro modo sería un
inmediato, no un resultado. Al mismo tiempo que la resultante, es decir, la negación, es una
negación determinada, tiene un contenido. Es un nuevo concepto, pero un concepto superior,
más rico que el precedente; porque se ha enriquecido con la negación de dicho concepto
precedente o sea con su contrario; en consecuencia lo contiene, pero contiene algo más que
él, y es la unidad de sí mismo y de su contrario. Por este procedimiento ha de formarse, en
general, el sistema de los conceptos [la nueva lógica], y completarse por un curso incesante,
puro, sin introducir nada del exterior.
…Pero al mismo tiempo yo sé que este método es el único verdadero. Esto es ya evidente por
sí mismo, porque este método no es nada distinto de su objeto y contenido, pues es el
contenido en sí, la dialéctica que el contenido encierra en sí mismo, que lo impulsa hacia
adelante. Claro está, que ninguna exposición podría considerarse científica, si no siguiera el
curso de este método, y si no se adaptara a su ritmo sencillo, pues éste es el curso de la cosa
misma.52

La lógica es el pensamiento puro, el puro saber.


En ella se ha superado la oposición, propia de la conciencia, entre el sujeto
cognoscente y el objeto exterior.
Ahora se conoce el ser como puro concepto en sí mismo y el puro concepto como el
verdadero ser.
En la lógica realiza Hegel la total sustantivación del pensamiento.
El conocimiento intelectual que se produce cuando la conciencia se relaciona con el
objeto exterior, es llevado a una instancia superior, en la cual aquellas determinaciones
son tomadas por una sustancia preexistente, formada por los conceptos y las categorías
del pensamiento dialéctico e incorporadas al puro concepto, el pensamiento en su máxima
abstracción.
El resultado último de la evolución del pensamiento es el concepto puro, el puro
saber, que contiene como categorías, formas e imágenes mentales la estructura y las leyes
del ser y el pensamiento. Es el pensamiento enajenado.

Aquello por cuyo medio el concepto se impele hacia adelante por sí mismo es lo negativo, ya
mencionado, que contiene en sí; éste es el verdadero elemento dialéctico.
…la idea general, que él [Kant] puso en fundamento y valorizó, es la objetividad de la
apariencia, y la necesidad de la contradicción, que pertenece a la naturaleza de las
determinaciones del pensamiento. Primeramente esto acontece, es verdad, en cuanto estas
51
Ibidem, p. 29
52
Ibídem, Introducción, p.50

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9
0

determinaciones son aplicadas por la razón a las cosas en sí; pero justamente lo que ellas
son en la razón y con respecto a lo que existe en sí, constituye su naturaleza.
Este resultado, comprendido en su lado positivo, no es más que la negatividad interior de
aquellas determinaciones, representa su alma que se mueve por sí misma, y constituye en
general el principio de toda vitalidad natural y espiritual. Pero, al detenerse sólo en el lado
abstracto y negativo de lo dialéctico, el resultado es sencillamente la afirmación conocida de
que la razón es incapaz de reconocer el infinito; extraño resultado, en cuanto que, mientras
lo infinito es lo racional, se dice que la razón es incapaz de conocer lo racional.
Lo especulativo está en este momento dialéctico, tal como se admite aquí, y en la concepción,
que de él resulta, de los contrarios en su unidad, o sea de lo positivo en lo negativo… 53

…la lógica se determinó como la ciencia del pensamiento puro, cuyo principio está en el puro
saber, esto es, en la unidad no abstracta, sino concreta y vital, en cuanto que en ella se
conoce como superada la oposición, propia de la conciencia, entre un ser subjetivo, que
existe por sí, y un segundo ser semejante, pero objetivo; además se conoce el ser como puro
concepto en sí mismo, y el puro concepto como el verdadero ser. En consecuencia, éstos son
los dos momentos contenidos en el elemento lógico. Pero ahora son también conocidos como
inseparables y no como si cada uno existiera también por sí mismo, como acontece en la
conciencia; sin embargo, debido a que son conocidos al mismo tiempo como diferentes (pero
no existentes por sí mismos), su unidad no es abstracta, muerta, inmóvil, sino concreta… Así
las determinaciones, que existían anteriormente por sí mismas (en el camino hacia la verdad)
como lo subjetivo y lo objetivo, o bien como el pensamiento y el ser, o el concepto y la
realidad –de acuerdo con la consideración con la que pudiesen ser determinadas- se
encuentran ahora en su verdad, es decir, en su unidad, degradadas a la situación de formas.
Por lo tanto, pese a su diferencia, quedan siendo en sí mismas el concepto total, que es
colocado en la división sólo bajo sus propias determinaciones.
Tal es el concepto total, que una vez ha de ser considerado como concepto existente, y otra
como concepto; en el primer caso, sólo es concepto en sí, concepto de la realidad o del ser; en
el segundo es concepto como tal, concepto que existe por sí (como existe en general, para
mencionar formas concretas, en el hombre que piensa; y en general también en el animal
sensible y en la individualidad orgánica, aunque, sin duda, no como concepto consciente y
menos todavía como concepto conocido; pero sólo en la naturaleza inorgánica es concepto en
sí).54

La lógica de Hegel comprende el concepto como ser, como conciencia enfrentada al


objeto exterior, y el concepto como concepto, en su propio elemento, absoluta y totalmente
desvinculada del objeto.
Igualmente, incluye el concepto como su transición del ser al concepto absoluto, es
decir, el concepto como esencia. En esta parte de la lógica se realiza el internamiento en sí
mismo del concepto a partir del ser para llegar al concepto como tal.
Hegel divide la lógica en dos partes, como tradicionalmente se hace: la lógica
objetiva, que contiene la doctrina del ser y la doctrina de la esencia, y la lógica subjetiva que
corresponde a la doctrina del concepto.

En consecuencia, la lógica se dividiría primeramente en lógica del concepto como ser y del
concepto como concepto, o bien –para servirnos de las expresiones habituales… -en lógica
objetiva y subjetiva.
Sin embargo, debido a la existencia del elemento fundamental constituido por la unidad del
concepto en sí mismo, y a la consiguiente inseparabilidad de sus determinaciones, éstas –en
cuanto son diferentes, o sea en cuanto el concepto está fundado en su diferencia- deben
también estar por lo menos en relación entre ellas. Resulta así una esfera de la mediación, el
concepto como sistema de las determinaciones de la reflexión, es decir, del ser que se
convierte en el estar dentro de sí mismo del concepto, y que de esta manera no está todavía
afirmado por sí mismo como tal, sino que se halla al mismo tiempo vinculado con el ser
inmediato, como algo que le es también extrínseco. Esta es la doctrina de la esencia, que se
encuentran en un punto medio entre la doctrina del ser y la del concepto. En la división
general de esta obra, esta doctrina fue colocada todavía bajo el rubro de la lógica objetiva,

53
Ibídem, p. 52
54
Ibídem, pp. 55-56

90
9
1

porque, si bien la esencia representa ya lo interior, el carácter de sujeto debe reservarse


expresamente al concepto.55

De este modo la lógica objetiva toma más bien el lugar de la antigua metafísica, en cuanto
que ésta representaba el edificio científico acerca del universo, que debía ser construido sólo
mediante pensamientos. Si tomamos en consideración la forma última alcanzada por esta
ciencia en su perfeccionamiento, veremos en primer lugar que la lógica objetiva sustituyó
directamente a la ontología. La ontología era la parte de esa metafísica que debía investigar
sobre la naturaleza del ente en general; y el ente comprende en sí tanto el ser como la
esencia, para cuya diferencia nuestro idioma [alemán] afortunadamente ha conservado las
distintas expresiones (Sein y Wesen).
Pero en segundo lugar la lógica objetiva comprende en sí también el resto de la metafísica, en
cuanto que ésta intentaba comprender, junto con las formas puras del pensamiento, los
substratos particulares, tomados, al comienzo, de la representación; es decir el alma, el
universo, Dios; y las determinaciones del pensamiento constituían lo esencial del modo de
considerar las cosas. Pero la lógica, considera estas formas libres de aquellos substratos, es
decir, de los sujetos de la representación, y considera su naturaleza y su valor en sí y para sí
mismos.
Esto fue omitido por la antigua metafísica y se atrajo por consiguiente el bien merecido
reproche de haber utilizado aquellas formas sin crítica, sin indagar previamente, si eran
capaces de constituir las determinaciones de la cosa-en-sí, (según la expresión kantiana), o
mejor dicho de lo racional, ni cómo tenían tal capacidad.
Por consiguiente, la lógica objetiva es la verdadera crítica de aquellas formas, crítica que no
las considera según las formas abstractas de lo a priori en oposición a lo posteriori, sino que
los considera en ellas mismas, en su contenido particular.
La lógica subjetiva es la lógica del concepto, esto es, de la esencia, que se ha liberado de su
relación con un ser o de su apariencia, y que en sus determinaciones ya no es exterior, sino
que es lo subjetivo, libre e independiente, que se determina en sí mismo, o más bien que es
el sujeto mismo…
Así se divide la lógica esencialmente en lógica objetiva y subjetiva; pero con más exactitud, se
compone de tres partes: I. La lógica del Ser; II. La lógica de la Esencia; y III. La lógica del
Concepto.56

El pensamiento tiene, en la lógica de Hegel, el siguiente desenvolvimiento:

SER
El ser, el puro ser, inmediato e indeterminado, es lo mismo que la nada, el
vacío perfecto.
El ser y la nada son iguales y absolutamente diferentes.
El ser y la nada son inseparados e inseparables.
Cada uno desaparece en el otro.
Es el inmediato desaparecer de uno en el otro, el devenir.
El momento del ser en el devenir es el ser determinado.
El ser determinado es la unidad del ser y la nada (el no-ser).
El ser determinado que es la unidad del ser y el no ser es la cualidad.
La cualidad como determinación inmediata y existente es la realidad.
La cualidad como determinación en la forma de la nada es la negación.
El algo es el ser determinado existente que ha eliminado la diferencia entre la
realidad y la negación; es la vuelta del ser determinado existente a la forma del ser.
El algo tiene su negativo como un cualitativo, como otro en general.
El uno y el otro son extrínsecos.
El algo tiene a su otro en sí mismo
El otro del algo es primero su destinación, lo que el algo está destinado a
ser.
El ser rellena su destinación y se convierte en el otro de sí mismo: otra forma de
55
Idem.
56
Ibídem, pp. 58-59

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9
2

existencia como tal ser determinado. Es la variación del algo.


El movimiento del ser determinado consiste en constituir el otro que tiene como su
destino.
El ser determinado se supera y se conserva en ese pasar de lo que es a lo que está
destinado a ser.
El resultado es una naturaleza superior del ser determinado, en el cual se establece
una nueva destinación que tiene que ser constituida; y así sucesivamente.
El resultado de esta evolución es la determinación del deber ser del ser
determinado.
El deber ser es el otro en el cual el ser determinado se transformará necesariamente
cuando fenezca, cuando su existencia llegue a su término.
El algo tiene una destinación y un término: es un otro en sí mismo, integra al otro
en sí mismo y traspasa al otro que es él mismo; el algo se conserva en este cambiar y pasar
a otro.
El algo tiene un término, es decir, por un lado, una frontera dentro de la cual existe
y que lo separa del otro exterior, y por el otro un momento después del cual deja de existir,
perece; el algo es la unidad del ser y del no-ser considerado éste como el término de su
existencia.
El algo perece, pero de él surge otro algo; este nuevo algo está ligado con el
precedente por una relación de necesidad; el anterior algo es la unidad de lo que es y lo
que no es pero debe llegar a ser; aquello en lo que el algo va a transformarse, el otro algo,
está ya implícito en el ser del algo como su deber ser.
La sucesión de algos finitos que nacen y perecen tiene como fundamento un ser
determinado infinito que es la sustancia que se conserva a través de todos los cambios.
La sustancia infinita es al mismo tiempo el ser finito, se niega y se afirma a sí
misma en este existir en el ser finito y se sustantiva como ser infinito en oposición al ser
finito; todos estos son momentos del ser infinito que es así un devenir en el que ellos se
encuentran sucesiva y simultáneamente.
La sustancia infinita está formada por unos que son átomos (partículas).
La sustancia infinita está integrada por una multiplicidad de unos; éstos son una
unidad del uno como tal y del vacío. Los unos están separados entre sí y mantienen una
relación mutua. Los unos prolongan su existencia en los otros unos y al mismo tiempo son
una prolongación de la existencia de aquellos.
Al existir en conexión con los otros unos, al prolongar su ser en ellos, el uno se
conserva como tal en sí mismo; pero al mantenerse como uno en sí mismo se separa de los
otros unos, los repele de sí; ésta es la repulsión de los unos, la cual se produce a través de
la extensión del ser de los unos en los otros.
El uno existe en sí mismo, separado de los otros unos; pero al mismo tiempo es la
continuación del ser de los otros unos. Como extensión del ser de los otros unos en él, el
uno los atrae a sí; esta es la atracción de los unos que se realiza por medio de su
separación.
La repulsión es la exclusión de los unos que se da por medio de la continuación del
ser de los unos en los otros; este existir de los unos en los otros que se excluyen es la
atracción. Por tanto, la repulsión se trueca en atracción, ésta es un momento de aquella y
la repulsión es en sí misma atracción.
La atracción es la continuación del ser de los unos en los otros por medio de su
exclusión mutua; esta exclusión es la repulsión de los unos. En consecuencia, la atracción
se trueca en repulsión, ésta es un momento de la primera y la atracción es el otro de sí
mismo en sí mismo, es la repulsión.
Los unos son la unidad de la atracción y la repulsión.
La cantidad es la pluralidad de los unos.
De las relaciones del uno con el uno, del uno con la pluralidad, de la pluralidad con
el uno y de la pluralidad con la pluralidad surge el ser determinado finito.
La sustancia infinita en cuanto es un constante fluir de unos que se repelen de sí y
se engendran en los otros (materia en general) es la cantidad pura.

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9
3

Los unos de la sustancia infinita, en cuanto se repelen mutuamente, son la


magnitud discreta y en tanto se atraen son la magnitud continua.
Los unos de la sustancia infinita forman un continuum de unos que se repelen de sí
y se continúan en otros que son discretos y continuos al mismo tiempo
Los unos tienen una determinación, son algos (vgr. no son sólo átomos, sino que
también son átomos de Hidrógeno, son un elemento) y con tal carácter forman una
multiplicidad. Esta multiplicidad tiene a lo uno determinado por principio, elemento y
término.
El uno es término, es él y su negación; la multiplicidad está formada por unos que
son términos.
El uno como término es el cuanto.
El cuanto es una pluralidad con una cualidad determinada que es un monto
(cuanto) de unidades (cuantos) que tienen una cualidad específica. El cuanto es exponente
(cualidad de la pluralidad), unidad y monto.
La sustancia infinita está formada primeramente por átomos, después por átomos
con una cualidad específica, algos, seres determinados infinitos, más adelante por
concentraciones de átomos que tienen una cualidad propia y, por último, por
combinaciones de átomos de distintas cualidades en sustancias también con una cualidad.
El cuanto infinito es, en la última forma de relación entre los elementos,
directamente cualidad. La cantidad es cualidad.
El cuanto cualitativo, la cantidad que es una cualidad, es una medida.
Los cuantos que son exponentes se relacionan entre sí en una determinada
cantidad y dan lugar a una cualidad que es exponente de aquella relación en la cual los
cuantos son uno el monto y otro la unidad. La forma más alta de esta relación es aquella
en donde la cantidad de los cuantos es absolutamente variable, por lo que la cualidad
resultante también lo es. Aquí se pone de relieve que a cada cantidad corresponde una
cualidad.
La sustancia infinita ha pasado de la plena indeterminación (materia con estructura
atómica), de la cantidad pura, a la determinación de sus unidades elementales y de la
multiplicidad de ellas, esto es, a la cantidad que es cualidad. La sustancia infinita está
formada por cantidades que son cualidades de unidades elementales que también tienen
una cualidad determinada por la cantidad, en este caso interna. La sustancia infinita está
formada por una pluralidad de cuantos cualitativos (medidas).
El algo es una medida, un cuanto cualitativo; es, por un lado un cuanto que puede
aumentar y disminuir sin alterar la cualidad y por el otro un cuanto cualitativo específico
que pone un límite al aumento y disminución del cuanto.
La medida del algo es una regla, es decir, sirve para medir un cuanto extrínseco a
ella, para determinar en qué relación cuantitativa se encuentra la cualidad del cuanto
extrínseco con la del que es la regla.
La relación directa entre dos medidas es otro exponente; la medida real.
Las medidas de las cosas que entran en relación son cuantos cualitativos; por lo
tanto pueden aumentar y disminuir
La sustancia infinita está formada por cosas materiales independientes que son una
compleja combinación de cualidades a diversos niveles que da como resultado una medida
específica de aquellas; esas cosas materiales están sujetas al cambio cuantitativo que al
acumularse da lugar a un cambio cualitativo de su medida real compleja; a su vez este
cambio cualitativo es seguido de simples cambios cuantitativos que traspasan a cambios
cualitativos, y así hasta el infinito.
Las cosas materiales independientes, como medidas reales complejas, están sujetas
al cambio cuantitativo que traspasan al cambio cualitativo; su medida real cambia, son
otras cosas materiales que a su vez sufren la variación antedicha. De esta suerte, la
medida real, la cualidad de las cosas, es sólo un estado de un substrato material que es el
sujeto de todos los cambios; este substrato es la unidad de la cantidad y la cualidad, los
cuales son sólo momentos suyos.

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4

ESENCIA
La verdad del ser es la esencia.
El ser se interna en sí mismo y produce su esencia.
La esencia se desarrolla a partir del ser.
Las determinaciones del ser tienen todas la misma naturaleza; después se establece
una distinción entre ellas conservando aun su naturaleza semejante; unas de aquellas
determinaciones están destinadas a ser esencia y otras a conservarse como
determinaciones del ser, unas son lo esencial y otras lo inesencial del ser determinado;
ambas son extrínsecas entre sí.
Más adelante se produce una relación entre los dos tipos de determinaciones.
Las determinaciones destinadas a ser esencia se reflejan en sí mismas y niegan a
las determinaciones del ser; en virtud de esa negación, las determinaciones del ser pierden
su naturaleza de existentes inmediatos, son no-esencia, mera apariencia, sólo parecen ser.
Por esa misma negación, las determinaciones de la esencia adquieren la naturaleza
del ser, del verdadero ser inmediato que no es sólo apariencia.
La reflexión en sí de la esencia es el poner el ser en la esencia; es decir, el obtener
ésta la naturaleza de verdadero ser inmediato existente en contraposición a la apariencia.
Los dos tipos de determinaciones del ser determinado, lo esencial y lo no esencial,
se constituyen en dos polos.
Los dos polos son idénticos.
Por la reflexión se niega la identidad y se pone la diferencia.
Los dos polos son diferentes.
En un momento son idénticos y diferentes en el otro. Los polos son diversos.
La identidad y la diferencia entran en una relación en la que cada uno de los polos
es él y el otro, entran en oposición.
Los polos se determinan como positivo y negativo.
Lo positivo y lo negativo tienen la naturaleza del ser puesto, es decir, del ser
determinado. No son aún lo positivo en sí ni lo negativo en sí.
El ser determinado está integrado por dos polos que contienen cada uno a su
contrario en sí mismo, lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo engendran en el
exterior como el otro polo y se engendran a sí mismos en el otro polo a través de esa
exclusión; los polos están en contradicción.
En su relación mutua los polos engendran a su contrario en sí mismos. Se forma
así otro par de polos que son el fundamento, mientras que los progenitores son lo fundado.
El ser determinado tiene dos pares de polos, el fundamento, que es lo negativo de la
esencia, y lo fundado, que es lo positivo, los cuales se implican mutuamente.
La esencia como fundamento de la existencia del ser determinado evoluciona hacia
la esencia que es el fundamento negativo del ser determinado; la esencia es ahora el ser en
sí y por sí del ser determinado, el otro en que ha de convertirse, su negación, pero a la vez
su fundamento como existente.
En su nuevo papel, la esencia es primeramente la unidad del ser puesto y del ser en
sí y por sí; posteriormente se diferencia internamente y se escinde en forma y esencia: la
forma es el ser puesto, las determinaciones inmediatas y la esencia el ser en sí y por sí de
ellas, su naturaleza generadora del otro.
La relación forma-esencia evoluciona a la de forma-materia, en donde la forma es el
ser puesto y la materia el ser en sí de las determinaciones inmediatas, cuya naturaleza es
la absoluta indiferencia, son la materia de la cual se ha de formar el nuevo ser.
La relación forma-materia pasa a la de forma-contenido. La materia deviene en
contenido. Aquí la esencia está formada por los polos positivo y negativo, de los cuales el
segundo es el germen del otro del ser inmediato determinado. Lo negativo de la esencia
está aquí sólo en estado latente. El contenido del ser actual es el que ha de producir la
forma y el contenido del otro que ha de sucederlo.
La dialéctica entre el polo positivo y el polo negativo de la esencia (contenido del ser
determinado) da lugar a la reflexión del segundo de ellos, es decir, a la producción por el
polo negativo de la forma del otro que ha de sustituir al ser inmediato actual, pero solo de

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5

la forma, que en este estadio coexiste con el contenido de aquel.


La esencia ha dado a luz al otro del ser determinado, pero únicamente como una
forma que conserva el mismo contenido del ser de donde proviene. La nueva forma
adquirida por el ser determinado elimina la forma precedente.
La forma del otro y su contenido, que son las determinaciones del ser inmediato que
la producen, se engendran y niegan mutuamente.
Las determinaciones del ser inmediato pasan a una fase superior de su existencia y
niegan la forma del otro. Además, restauran la forma anterior del ser inmediato, la cual
ahora tiene características nuevas.
Las determinaciones del ser determinado actual en su nueva fase de existencia son
otra vez sólo la esencia (polo positivo y negativo), el fundamento de lo que el ser es; se
reanuda la relación primitiva entre contenido y forma.
La relación entre forma y contenido lleva a la exacerbación de la negatividad del
contenido (del polo negativo), lo que da lugar a que surjan otras determinaciones que son
las del ser en sí y por sí, esto es, del otro en que el algo ha de transformarse.
El contenido con estas características es el fundamento real y la forma y el
contenido del ser inmediato actual en la fase superior de su existencia son el fundado.
El contenido, mediante la reflexión del polo negativo de la esencia, produce también
la forma del nuevo ser.
Forma y contenido del nuevo ser son el fundamento integral.
El ser determinado inmediato está, en este punto, estructurado de la siguiente
manera:
El fundado de la esencia que tiene la forma del ser inmediato actual y dos polos,
positivo y negativo, con sus contenidos A, que son las determinaciones positivas del ser
actual, y B, que son también determinaciones del ser actual, pero en su carácter negativo,
como generadoras del nuevo ser determinado.
El fundamento integral (real y formal), constituido por la forma del nuevo ser y dos
polos, positivo y negativo, con su contenido correspondiente cada uno, A y B, siendo el
primero las determinaciones del ser actual pero en su carácter contencioso y el segundo
las determinaciones del nuevo ser que entran en oposición con el contenido A.
La dialéctica entre el fundado y el fundamento de la esencia es la siguiente: la
relación de mutuo engendramiento entre los polos A y B del fundado resulta en el
incremento de la negatividad del polo negativo B y, por consecuencia, en la transformación
de sus determinaciones en determinaciones del otro que se está formando, del polo
negativo B del fundamento integral. Estas entran en una relación de oposición con las
determinaciones del polo positivo A del fundamento integral, las cuales pasan a ser, con
una naturaleza superior, determinaciones del ser inmediato, del polo positivo A del
fundado. A partir de este punto se inicia de nuevo el ciclo descrito. En resumen, los dos
polos del fundado se implican mutuamente y su polo negativo produce las determinaciones
del nuevo ser en el polo B del fundamento integral; la oposición de éste con el polo A del
fundamento integral produce los elementos del polo positivo del fundado. Después de cada
ciclo, el fundado y el fundamento real e integral llegan a un punto superior, en el cual los
elementos del nuevo ser se fortalecen y pugnan por salir a la existencia.
Se establece así una relación entre el fundado y el fundamento, la relación
fundamental, en la cual el fundado es la condición del fundamento real e integral.
La mutua procreación de la condición y el fundamento da por resultado que del
contenido B de aquella, es decir, de las determinaciones del otro que se encuentran bajo la
forma del ser actual, advenga el contenido B del fundamento, esto es, las determinaciones
que son ya un elemento del otro que ha de venir después del ser actual; de igual manera,
las determinaciones del ser inmediato que se encuentran en el fundamento se transforman
en las determinaciones positivas de la condición (contenido A de lo fundado).
La relación llega a su clímax cuando el polo negativo del fundado se ha vuelto en su
totalidad el polo negativo de la esencia negativa; por tanto, el polo positivo de la esencia
positiva ha desaparecido también, pues su razón de ser es el engendrar y ser engendrado
por el polo negativo; todo su contenido se ha incorporado al polo positivo del fundamento

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6

integral. El fundado desaparece; quedan enfrentándose en lucha abierta, pretendiendo su


mutua desaparición, el polo negativo (que es el otro del ser inmediato actual) y el polo
positivo (que es el ser inmediato actual pero ya en su papel defensivo ante la acometida del
otro polo).
La condición y el fundamento son indiferentes e incondicionados.
La condición y fundamento están mediados uno por el otro, pero conservando
contenidos distintos.
El contenido del fundamento son las determinaciones en sí y por sí y el de lo
fundado las determinaciones del ser inmediato.
La mediación ha desembocado en la unificación de ambas determinaciones en un
sólo contenido: el ser en sí que contenía lo fundado se ha desplazado y convertido en un
momento del fundamento y el ser puesto del fundamento se ha convertido también en un
momento de lo fundado.
Condición y fundamento como ser determinado inmediato y ser en sí son dos
momentos de un todo que es la esencia, la cosa en sí misma
El ser en sí de la condición (las determinaciones B de lo fundado) se interna y se
convierte en un momento del fundamento, y el ser puesto del fundamento (las
determinaciones A del fundamento) en un momento de la condición. Condición y
fundamento son uno y lo mismo, son dos momentos de la cosa en sí. Condición y
fundamento tienen un mismo contenido que es la cosa en sí, el verdadero incondicionado.
En la cosa en sí, a través del movimiento entre sus momentos, la condición, el ser
inmediato determinado, se ha vuelto fundamento, ser en sí; por su parte, el fundamento, el
ser en sí, se ha transformado en condición, en ser inmediato determinado. La cosa en sí ha
surgido a la existencia, es la cosa esencial existente. Esta cosa esencial existente conserva
como sus momentos a la condición y el fundamento.
En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas
las determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su
perecimiento. La condición son las determinaciones del ser inmediato anterior y el
fundamento las determinaciones en sí y por sí, es decir, las del nuevo ser determinado
inmediato; éste se encontraba como cosa en sí, como contenido de los dos momentos que
son la condición y el fundamento que están en franca lucha. De la mutua negación de
condición y fundamento se produce el nuevo ser inmediato, la cosa inmediata esencial, que
los conserva todavía como sus momentos. A través de la negación de la condición por el
fundamento ella se convierte en fundamento y desaparece como condición; el ser inmediato
anterior perece al transformarse la condición en fundamento. En la negación de la
condición por el fundamento éste se convierte en ser inmediato y desaparece como
fundamento; el nuevo ser inmediato nace al convertirse el fundamento en cosa inmediata
esencial. El nuevo ser inmediato es la cosa inmediata esencial que ha surgido a la
existencia mediante la eliminación tanto de sus condiciones como de su fundamento. El
nuevo ser inmediato ha roto el cordón umbilical que lo unía al anterior.
Lo que aparece en la existencia es el ser inmediato esencial.
El ser existente es simultánea y sucesivamente ser y esencia; es ser esencial.
Este es de nuevo el ser en general, pero ahora con una gran riqueza de
determinaciones: es una totalidad de cosas en sí que forman dos mundos, el de lo
fenoménico y el del ser en sí, es decir, el del ser inmediato y el de la esencia, que están en
indisoluble unidad y que son cada uno él mismo y su otro.
La cualidad del algo que es se considera ahora como la propiedad de la cosa en sí.
La propiedad de la cosa en sí se continúa en las otras cosas en sí, es una materia.
La cosa en sí está constituida por materias.
La sustancia que es el sustrato de los algos son, bajo esta nueva perspectiva, las
materias que forman la cosa en sí.
Lo existente está integrado por cosas en sí que están compuestas por materias.
Las cosas en sí forman un mundo fenoménico.
El hecho de ser las cosas en sí algos esenciales, surgidos de la esencia, da una
nueva significación a la destinación y al deber ser del algo; de la misma manera que la

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cualidad de la cosa en sí es una propiedad intrínseca (esencial) de la materia, la


destinación y el deber ser son ahora momentos necesarios del algo cuya naturaleza
proviene de la esencia; el deber ser del algo es el nuevo algo que necesariamente surgirá a
la existencia a su perecimiento, es la esencia del mismo. La constitución del algo y el paso
a su otro es una ley.
La base del fenómeno es la ley.
Las cosas en sí forman un mundo en donde la destinación y el deber ser del algo, la
constitución y el paso de un algo a otro están regidos por leyes.
Las cosas en sí forman un mundo existente en sí y por sí, regido por leyes, un
mundo de leyes.
El mundo de las cosas en sí es, por tanto, un mundo fenoménico (en donde la
destinación y el deber ser del algo tienen un carácter accidental) y un mundo en sí y por sí
(en donde la destinación y el deber ser del algo tienen un carácter necesario que se deriva
de su naturaleza de existente esencial).
Hay una relación esencial entre los dos mundos que forman la totalidad. Esta
relación es primero la del todo y las partes, después la de la fuerza y su extrinsecación y
por último la de lo interior y lo exterior.
La relación de lo interior y lo exterior es la relación esencial entre ser y esencia. Es la
realidad.
El ser inmediato esencial es la realidad que es el ser absoluto (la absoluta unidad
(identidad) de ser y esencia, mundo fenoménico y mundo en sí, lo interior y lo exterior, la
forma y el contenido, etcétera) que al mismo tiempo es la necesidad absoluta (la unidad de
la necesidad formal (accidentalidad) y de la necesidad real) y el ser inmediato esencial que
contiene sus propias determinaciones (ser determinado inmediato) y las de la esencia en
sus fases de constitución (fundamento) y de surgimiento a la existencia (condiciones y ser
inmediato esencial) en forma simultánea, coexistiendo unas con las otras, y
sucesivamente, trastrocándose constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la
esencia en ser).
En la realidad, el mundo fenoménico y el mundo en sí aparecen como lo exterior que
tienen su base y subsistencia en la absoluta identidad indiferenciada del ser y de la esencia,
que es interior.
La realidad absoluta
El mundo fenoménico y el mundo en sí son formas que tienen su base y subsistir en
la absoluta identidad de los mismos, es decir, en lo absoluto.
Lo absoluto es la absoluta unidad del ser y de la esencia.
Es la identidad de lo exterior y lo exterior.
Es la forma y el contenido absolutos.
Las determinaciones del ser y de la esencia tienen a lo absoluto como algo extrínseco
que es su fundamento.
Estas determinaciones tienen, por tanto, a lo absoluto como un atributo suyo.
Pero este atributo de lo absoluto deviene en un simple modo, algo que desaparece
con la finitud de las determinaciones del ser y de la esencia.
Este resultado es así porque la determinación de lo absoluto ha sido extrínseca y no
el producto de su propio movimiento.
La realidad que es lo absoluto absoluto
Partiendo de la identidad absoluta, lo absoluto desarrolla su actividad reflexiva y se
manifiesta en las determinaciones del ser y de la esencia.
Ahora el ser absoluto, que es la absoluta identidad del ser y de la esencia en la
exterioridad, es la propia manifestación de la absoluta identidad del ser y de la esencia en la
interioridad, que es lo absoluto absoluto.
El ser existente esencial, que es la esencia surgida en la existencia, es el ser
absoluto, manifestación de lo absoluto absoluto
El ser absoluto, manifestación de lo absoluto absoluto, es la realidad.
El ser existente esencial es la realidad.
La realidad es la manifestación de lo absoluto.

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Es mediante su propia reflexión en sí que lo absoluto se manifiesta.


Lo absoluto se manifiesta en los inmediatos (el ser y la esencia, etcétera).
Los inmediatos son la apariencia que es negada por la apariencia.
Los inmediatos son la identidad absoluta, el ser absoluto.
Lo absoluto es el ser absoluto.
Lo absoluto es el ser.
La realidad absoluta que es la accidentalidad (realidad, posibilidad y necesidad
formales)

a) la posibilidad formal
El ser inmediato de la realidad es una existencia en general que contiene de modo
inmediato el ser en sí; lo contiene como simple posibilidad que apunta hacia la esencia, pero
que no es aún la esencia; es una mera posibilidad de convertirse en esencia.
Lo real es posible
La realidad es primero el ser que es la manifestación de lo absoluto.
Esta realidad es el ser inmediato.
El ser inmediato tiene en unidad al ser y el ser en sí (la esencia).
El ser en sí que está en la realidad es la posibilidad.
La realidad es posibilidad.
La posibilidad es la determinación del ser en-sí en la realidad.
Pero las determinaciones del ser-en-sí de la realidad tienen la forma del ser-puesto.
Por tanto, son también no-posibles, imposibles.
Por el mismo motivo, son posibles ellas y su contrario.
Así, la posibilidad (es decir, el que las determinaciones sean en sí y por sí, destinadas
a ser esencia) es en la realidad meramente accidental.
La unidad de la realidad y la posibilidad es la accidentalidad.
b) la necesidad formal
La realidad es la posibilidad.
La unidad de la realidad y la posibilidad es la accidentalidad.
La identidad de la realidad y la posibilidad es la necesidad. [La accidentalidad es la
necesidad.]
Ya que la posibilidad es idéntica a la realidad, entonces las determinaciones del en sí
de ésta son inmediatamente posibles y reales y por tanto necesarias.
Lo necesario es un real.
Es algo carente de fundamento.
Y al mismo tiempo tiene su realidad por medio de un otro, de su fundamento.
También es el ser puesto de este fundamento.
Y es igualmente la reflexión en sí de éste.
Lo accidental es necesario porque lo real está determinado como posible, con lo que
se elimina su inmediación y está mediado por su fundamento o ser en sí y lo fundado.
Lo necesario es tal porque su posibilidad, es decir, la relación fundamental está
eliminada y puesta como ser.
El en sí ha alcanzado la naturaleza del ser.
Lo necesario existe y este ser existente es la necesidad.
Existe como ser inmediato.
Al mismo tiempo lo necesario existe en sí; es un otro distinto del inmediato del ser; la
necesidad de lo existente es un otro.
Lo existente no es él mismo lo necesario, sino que este ser en sí de lo necesario es
sólo ser puesto.
La realidad en su diferente, la posibilidad, es idéntica consigo misma y por tanto
necesidad.
Y al mismo tiempo tiene su realidad por medio de un otro, de su fundamento.
También es el ser puesto de este fundamento.
Y es igualmente la reflexión en sí de éste.
“…Lo necesario existe, y este ser existente, es él mismo, lo necesario...”
La posibilidad se ha hecho realidad.
La realidad absoluta que es necesidad relativa, o bien realidad, posibilidad y
necesidad reales

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El ser inmediato esencial es también el ser que se está internando en sí mismo para
convertirse en esencia.
Bajo la forma del ser se desarrollan las determinaciones de la esencia: el
fundamento, las condiciones, etcétera.
La realidad no es ahora sólo formal sino real.
El en sí del ser inmediato esencial existe como su fundamento y sus condiciones; su
posibilidad es real.
El fundamento y las condiciones, que son el en sí del ser inmediato esencial,
apuntan ya hacia el surgimiento de la esencia a la existencia como una necesidad real.
La posibilidad real es la necesidad real.
La realidad real es la necesidad real.
La unidad de la accidentalidad, esto es, de la realidad en la que la posibilidad y la
necesidad son meramente formales y de la necesidad real, en la cual la posibilidad y la
necesidad son ya el fundamento y las condiciones del ser inmediato esencial, es la necesidad
absoluta.
La necesidad absoluta que es la unidad de la accidentalidad y de la necesidad real
La realidad formal es existencia inmediata, accidentalidad; ella transita hacia la
posibilidad formal, que es el en sí como pura posibilidad; ésta pasa a ser la necesidad
formal, es decir, el desarrollo del ser en sí como la relación fundamental (fundamento y
fundado); la realidad formal deviene realidad real, la múltiple existencia que contiene al ser
en sí como sus condiciones de existencia, por lo que el ser en sí es posibilidad real; esta
posibilidad real avanza hacia la necesidad real que es el surgimiento del en sí a la existencia
a través de la negación de sus condiciones. El punto de partida de todo este movimiento fue
la existencia inmediata, la accidentalidad; ahora el resultado del mismo, la necesidad,
vuelve a su origen, la accidentalidad, la existencia inmediata.
Esta necesidad es la necesidad absoluta, la unión de la accidentalidad (realidad,
posibilidad y necesidad formales) y la necesidad (realidad, posibilidad y necesidad reales) en
el ser inmediato. Así, la realidad absoluta es aquella que es necesidad absoluta, ser absoluto
inmediato que contiene la esencia como (1) pura posibilidad, (2) necesidad formal, -relación
entre el fundado y el fundamento-, (3) posibilidad real –conjunto de las condiciones de
existencia del ser en sí- y (3) necesidad real –negación de las condiciones del ser en sí y
surgimiento de éste a la existencia-. El ser existente absoluto es simultánea y sucesivamente
ser y esencia en las diversas fases de su desarrollo, es la necesidad absoluta.
La necesidad absoluta es la unión de la necesidad formal y de la necesidad real.
Es el ser inmediato esencial que contiene sus propias determinaciones (ser
determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de constitución (fundamento) y de
surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato esencial), todas en la forma del ser;
las contiene simultáneamente, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente,
transformándose constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser)
bajo el imperio de una férrea necesidad.
Todas las sucesivas determinaciones del ser que se interna en sí mismo y las de la
esencia que se constituye y sale a la existencia, son determinaciones del ser inmediato.
La necesidad absoluta es el ser absoluto que al mismo tiempo es reflexión en sí,
esencia.
Es puro ser y pura esencia.
Es simple inmediación que es absoluta negatividad.
Es ser absoluto que es absoluta reflexión (esencia).
El ser absoluto es esencia absoluta.
El ser absoluto es una multiplicidad de existentes, de algos.
Estos son cada uno lo necesario en sí mismos.
Al mismo tiempo su relación mutua es lo accidental.
Pero como lo inmediato es al mismo tiempo reflexión, esencia, la mutua relación de
los algos es también absolutamente necesaria.
Los algos de la multiplicidad son necesarios en sí mismos, esencia, pero al mismo
tiempo son inmediatos, existentes.

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Como inmediatos existentes, los algos perecen y dan lugar a un otro.


Son apariencia que es el devenir de la reflexión, el traspasar del ser en la nada.
Y son también apariencia que es el devenir del ser, el traspasar de la nada en el ser.
Esta multiplicidad de algos, el ser absoluto, es la absoluta identidad de la exterioridad
y de la interioridad, de la accidentalidad y la necesidad, de lo real y lo posible, del ser y la
nada.
La identidad, mediante su negación, del ser consigo mismo en el ser absoluto que es
la necesidad absoluta en la multiplicidad de los algos, es la sustancia.
El ser absoluto es también la accidentalidad absoluta; ésta es la negación del ser
absoluto que es necesidad absoluta.
La accidentalidad absoluta que es la negación del ser absoluto es también sustancia.
El ser es la relación de la sustancia consigo misma como necesidad y accidentalidad,
la relación de la sustancia con sus accidentes.
Este ser absoluto es lo absoluto absoluto; es la realidad.
La sustancia que es la realidad absoluta, la accidentalidad absoluta y la necesidad
absoluta
La realidad que es lo absoluto absoluto es en primer término la accidentalidad, la
realidad formal que contiene la esencia como posibilidad, también formal, y como la
necesidad que es la relación fundamental (fundamento fundado).
La realidad es en segundo lugar la necesidad, la realidad real que tiene en sí a la
esencia como posibilidad real (una multiplicidad de circunstancias y condiciones que son la
esencia en acto) y como necesidad real (fundamento y condiciones que son negadas por la
esencia que surge a la existencia).
La realidad que es lo absoluto absoluto es la unidad de la accidentalidad y la
necesidad, es la necesidad absoluta.
Es la realidad que comprende al ser existente que tiene la esencia como lo que está
destinado a ser, lo que ya es en acto y lo que está surgiendo a la existencia.
En la realidad absoluta el ser absoluto es la necesidad absoluta.
La realidad que es lo absoluto absoluto es la absoluta identidad de la exterioridad y
la interioridad, de lo real y lo posible, del ser y la nada, de la accidentalidad y la necesidad.
La realidad absoluta es la necesidad absoluta, el movimiento desde la posibilidad
formal hasta la necesidad real.
La realidad absoluta como necesidad absoluta es la sustancia.
La realidad absoluta como accidentalidad absoluta es la sustancia.
La realidad absoluta es la relación que tiene la sustancia consigo misma.
Es la relación de la sustancia con sus accidentes.
El ser inmediato existente es la sustancia.
La sustancia es la necesidad (esencia) absoluta.
El ser absoluto es la necesidad absoluta.
El ser absoluto es una multiplicidad de existentes, de algos, que son lo necesario en
sí mismos y se relacionan necesariamente entre sí.
Los algos de la multiplicidad del ser absoluto son esencia y al mismo tiempo
existentes inmediatos.
Como existentes, son finitos, tienen un devenir, perecen y dan lugar a otros. Son
apariencia.
Este devenir es la reflexión de los algos, el ir de su posibilidad a la realidad y de su
realidad a la posibilidad.
Como multiplicidad de existentes inmediatos, los algos son la absoluta
accidentalidad.
El ser absoluto es también la accidentalidad absoluta.
La necesidad absoluta es la accidentalidad absoluta.
El ser absoluto es la necesidad absoluta y la accidentalidad absoluta.
El ser absoluto que es la identidad consigo mismo en su negación es sustancia.
El ser absoluto como accidentalidad absoluta es igualmente sustancia.
La relación absoluta

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La relación de la sustancia consigo misma es la relación absoluta.


La relación absoluta es la última relación entre el ser y la esencia.
-La relación de sustancialidad.
La relación absoluta es primero la de sustancialidad.
La sustancia es la unidad del ser y la esencia.
La sustancia como unidad del ser y la esencia es el aparecer y el ser puesto de ellos.
El aparecer es la sustancia.
El aparecer son los accidentes.
El aparecer que es la accidentalidad es el devenir (el surgir y el perecer), de los
accidentes como el paso de la posibilidad a la realidad.
Es, por tanto, el aparecer, en el algo inmediato, de las categorías del ser y las
determinaciones reflexivas.
Este movimiento del aparecer de la sustancia en los accidentes es producido por la
potencia de la sustancia.
Es una potencia creadora que hace surgir los accidentes del ser en sí y de la
posibilidad de otros accidentes.
También es una potencia destructiva porque para hacer surgir los accidentes tiene
que destruir aquellos de los que proceden.
-La relación de causalidad.
La relación absoluta es, en segundo término, la relación de causalidad.
La sustancia, como potencia creadora, produce los accidentes, es la causa de los
mismos.
La sustancia, al producir los accidentes se pone a sí misma como efecto.
La sustancia que es potencia creadora es ella misma causa y efecto.
--La causalidad formal.
La causa es lo originario y el efecto lo derivado.
La sustancia como potencia absoluta expone al ser en sí en el accidente; por lo tanto,
es la causa del mismo.
El accidente en el que es expuesto el ser en sí de la sustancia es el efecto.
La sustancia como potencia es la necesidad; la causa es la necesidad.
El efecto es también necesario porque la causa lo es.
En consecuencia, el efecto no contiene nada que no se halle en la causa ni esta nada
que no esté en su efecto.
Esto constituye la identidad de la causa con el efecto.
En la identidad de la causa y el efecto la causa se apaga en el efecto y éste se apaga
con la causa.
Lo que queda es ser inmediato, al cual le es extrínseca la relación de causalidad.
--La relación de causalidad determinada.
En lo anterior, Hegel tomó en consideración la relación de causalidad entre la
sustancia y los accidentes, a la cual denominó causalidad formal.
En lo que sigue dirigirá su atención a la relación de causalidad en los accidentes
mismos.
En la causalidad formal se llegó al punto en el que causa y efecto son idénticos.
Pero al ser idénticos quedan extrínsecos al contenido que son los accidentes, en él se
agotan.
Sin embargo, la causalidad se reconstituye en los accidentes que ahora son
independientes y libres de la causalidad formal.
El accidente, que es sustancia finita, es causa porque es el en sí de otro accidente
que de él ha de surgir y es al mismo tiempo efecto porque ha surgido de otro accidente que
es su causa.
Pero la naturaleza de causa y efecto también puede repartirse entre los accidentes
que coexisten.
Así, de acuerdo a su forma, un accidente es causa y otro es efecto.
De esta manera, son dos accidentes distintos la causa y su efecto.
Los accidentes que son uno causa y otro efecto, son cosas con múltiples

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determinaciones.
Son la sustancia finita causal.
En los accidentes tienen por tanto, la causalidad extrínseca a sí mismos pero
también la tienen en sí mismos.
La primera es la causalidad de la sustancia infinita y la segunda la de la sustancia
finita.
La causalidad está también presupuesta en los accidentes.
Acción y reacción.
Frente a la causalidad de la sustancia infinita, los accidentes, que son la sustancia
finita, son una sustancia pasiva; son el efecto que tiene una causa extrínseca, en la potencia
de la sustancia infinita.
Pero al mismo tiempo, esa sustancia pasiva posee una potencia [violencia] propia por
la que ejerce una acción sobre otra sustancia finita; por tanto, la sustancia finita que es
pasiva frente a la sustancia infinita es activa frente a otra sustancia finita, que es pasiva. La
sustancia finita activa es la causa y la sustancia finita pasiva el efecto.
La sustancia finita que es pasiva es al mismo tiempo activa y como tal actúa sobre la
sustancia que actuó sobre ella, que ahora es sustancia finita pasiva.
Ante la acción de la sustancia finita activa, la sustancia finita pasiva ejerce una
reacción sobre aquella.
La acción recíproca.
Hay una relación de acción recíproca entre sustancias finitas que son cada una la
unidad de sustancia pasiva y sustancia actuante.
La acción de la sustancia finita activa es la causa; la sustancia finita pasiva recibe la
acción como un efecto; este efecto provoca la reacción de la sustancia pasiva que es una
acción sobre la sustancia finita primeramente actuante; la causa es así causa de sí misma y
el efecto, efecto de sí mismo.
Los accidentes son sustancias finitas que son pasivas y activas al mismo tiempo y
entre las que hay una relación de causalidad de acción recíproca.
Estas sustancias finitas que son los accidentes son independientes de la sustancia
infinita que es su causa formal; son libres porque han quedado desligadas de su causa
formal y de la necesidad de la causalidad formal; la necesidad se ha elevado a libertad.
El ser inmediato esencial existente se ha determinado, al final, como una sustancia
absoluta que es en sí misma sustancia infinita, activa, que es la causa formal y sustancias
finitas pasivas que son el efecto de aquella y entre las cuales hay una relación de causalidad
real por la que son activas y pasivas al mismo tiempo y existe entre ellas una relación de
acción recíproca.

Hegel postula su Lógica como el desarrollo del pensamiento puro, como una
sustancia con vida propia.
En la Prefacio a la primera edición de su Lógica, expresa cómo en la Fenomenología
del Espíritu ha realizado la sustantivación del pensamiento.

…La conciencia es el espíritu como conocimiento concreto y circunscrito en la exterioridad;


pero el movimiento progresivo de este objeto, tal como el desarrollo de toda la vida natural y
espiritual, sólo se funda en la naturaleza de las puras esencias, que constituyen el contenido
de la lógica. La conciencia como espíritu que se manifiesta, y que en su camino se libera de
su carácter inmediato y concreto, deviene puro conocimiento que se da por conocimiento a sí
mismo esas puras esencias, tales como están en sí y para sí. Son los pensamientos puros
[Subrayado por mí, GRE], o sea el espíritu que piensa su propia esencia. Su propio
movimiento representa su vida espiritual, y es aquél por cuyo medio se constituye la ciencia,
y del cual ésta es su exposición.57

El pensamiento es el reflejo activo de la realidad en el cerebro humano. Es un


producto y una condición de la acción práctica de la especie sobre la naturaleza. El sujeto

57
Hegel, G. W. F., Ciencia de la Lógica, Prefacio a la primera edición, p, 30

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0

no es el pensamiento, sino el ser pensante.


Para Hegel, el sujeto del conocimiento tiene una doble naturaleza: es el ser
pensante que a través de su relación con el mundo exterior forja las imágenes mentales de
la realidad y desarrolla las leyes dialécticas del ser y la esencia de las cosas, y es también
una sustancia supra humana, el espíritu, incorpóreo, preexistente al proceso mental
humano, que encarna [se enajena] en el ser pensante [la conciencia como espíritu que se
manifiesta[ y realiza la labor de producir los conceptos, las categorías lógicas; una vez
completado este trabajo, el espíritu los toma como puras esencias [es decir, como objetos
inmateriales] y las incorpora a sí mismo [se libera de su carácter inmediato y concreto,
deviene puro conocimiento que se da por conocimiento a sí mismo esas puras esencias].
Con la primera forma del conocimiento, Hegel realiza una portentosa obra que tiene
los siguientes componentes;
1. Una ciencia que considera las leyes del pensamiento humano en su forma más
completa, la cual comprende todos los conceptos y categorías que el trabajo de la especie
ha desarrollado y que, en su última fase, incluye aquello que la ciencia moderna, apoyada
en la técnica, ha aportado. La Lógica de Hegel es, en este aspecto, la presentación
organizada y sistematizada de las categorías lógicas, de los pensamientos, en el punto más
avanzado de su existencia, cuando abarcan tanto al ser como la esencia y el concepto.
2. Una ontología, la más completa jamás forjada por filósofo anterior alguno, una
visión objetiva y exhaustiva del universo.
La segunda forma del conocimiento es el fundamento de la Metafísica Universal de
Hegel.
El espíritu es una sustancia incorpórea, completamente abstracta, que ha
eliminado de sí cualquier rastro de materialidad.
Existe en sí misma, y de ahí, por un acto circense-intelectual, produce el mundo
material, el cual se estructura y mueve de acuerdo con las esencias que aquella posee.
La sustancia espiritual hegeliana llega al punto superior de su enajenación en la
naturaleza cuando produce el ser pensante, el cual genera las esencias puras [imágenes
mentales] a partir del objeto; el espíritu se apropia lo que su otro ha elaborado y lo
incorpora, como entes inmateriales, pensamientos puros, a sí mismo; el espíritu tiene a la
materia en sí mismo como esencias puras. Este espíritu que se reconoce en las esencias que
ella misma ha producido en la forma de su otro, es la autoconciencia, que vuelve a ser así
de nuevo el espíritu absoluto.
La Lógica de Hegel es el compendio de las esencias que son el contenido del
espíritu; el espíritu es el pensamiento sustantivado.
El pensamiento humano es convertido por la metafísica en una sustancia con vida
propia, distinta e independiente de la actividad humana. Este proceso se inicia con los
filósofos griegos y remata en la moderna formulación hegeliana (la filosofía tradicional no
ha avanzado nada en esta materia; la estafeta fue tomada por la filosofía marxista, la cual
cumplió con la exigencia de Marx de quitar la cáscara idealista a la filosofía hegeliana y
dejar al descubierto su núcleo racional, pero hoy vive una existencia de animación
suspendida), a la cual Marx denominó la Metafísica Universal.
La lógica es una potencia humana que le es sustraída a la especie por la propiedad
privada (el capital, en su forma moderna). La capacidad por la cual desarrolla el trabajo
productivo consciente no es ya suya, sino de la propiedad privada (del capital); no es una
manifestación positiva de la naturaleza humana de la especie, sino la negación absoluta de
la misma, es un elemento decisivo del desgaste, descomposición y degeneración
irreversibles dentro del capitalismo de los órganos y procesos orgánicos de los seres
humanos.

Concepción científica del universo

En las obras de Hegel: La ciencia de la Lógica y Enciclopedia de las ciencias


filosóficas, encontramos, una vez que se retira la corteza mística para dejar al descubierto
su contenido racional, una primera concepción científica del universo que comprende las

103
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leyes generales del movimiento de la materia y la estructura y evolución del mundo


material.
La tarea de la filosofía marxista en este tema consiste en formular, con base en la
filosofía hegeliana puesta sobre los pies, en las concepciones de los científicos anteriores y
en los adelantos de las ciencias modernas, una visión científica del universo.
La concepción científica, dialéctico-materialista, del universo está formada por los
siguientes elementos.
-La teoría de la mecánica del sistema solar desarrollada por Copérnico, Kepler y
Newton.
-La teoría del origen del sistema solar explicada por Kant-Laplace, la cual, con las
correcciones y agregados que se imponen en atención a los adelantos de la física atómica y
corpuscular, sigue teniendo vigencia en lo fundamental.
-La moderna teoría del nacimiento, evolución y extinción de las formaciones
galácticas, que tiene su base precisamente en los adelantos de la física racional moderna
(no, desde luego, en la anticientífica teoría de la relatividad).
-Los principios materialistas desarrollados por los filósofos griegos y posteriores,
hasta el remate de su evolución en el materialismo feuerbachiano.
-El materialismo dialéctico formulado por Marx y Engels.
-La Filosofía de Hegel, remate de la evolución histórica del conocimiento humano,
compendio de las leyes del ser y del conocer, puesta sobre los pies, como señalaron Marx y
Engels; es decir, tomando el contenido materialista una vez que se extrae de la capa
metafísica que lo cubre.
Hegel enuncia la visión objetiva del mundo que es el núcleo de su filosofía en La
ciencia de la Lógica, su obra cumbre, en la Segunda Sección, La apariencia (o sea: el
fenómeno) y en la Tercera sección, La realidad, del Libro II, La doctrina de la esencia, y en
el libro III, La doctrina del concepto y en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
La filosofía es la instancia superior del conocimiento humano; es una imagen
mental que comprende la totalidad del ser y del conocer y se forma con las imágenes
parciales que le proporcionan todas las ciencias; su función histórica es la estructuración
de la concepción científica del universo, considerado éste como una totalidad infinita.
La etapa superior de esta evolución del conocimiento es la filosofía de Hegel, en la
que el saber humano alcanza el punto más alto de su desarrollo, aunque bajo la forma
enajenada del “espíritu absoluto”.
Tomando en cuenta todos estos elementos, la concepción científica del universo se
expresa de la siguiente manera:
El universo es la realidad, la sustancia absoluta de la ontología hegeliana.
El universo es el ser existente, la realidad absoluta, una sustancia, la materia, de
extensión infinita.
El universo es el devenir de una multiplicidad de algos que nacen, perecen y se
transforman en otros; son seres determinados finitos.
Los algos tienen una cualidad; el algo tiene su otro, su negación, fuera de sí, en otro
algo que posee otra cualidad; la cualidad del ser determinado tiene su otro (negación) en sí
mismo, son dos momentos del algo (que permanece) y el paso de uno a otro es la variación
del algo; el otro de la cualidad del algo es su destinación; ésta es la cualidad a la que llega
el algo merced al rellenamiento de su cualidad originaria; la variación del algo tiene lugar
en su constitución; los cambios en la constitución del algo, llevados al límite, afectan la
destinación del algo y la convierten en el deber ser del algo, es decir, en lo que el algo
primigenio debe convertirse necesariamente.
El universo es una sustancia infinita formada por unos (átomos, partículas
subatómicas) y el vacío.
Los unos tienen el vacío en sí mismos y en su exterior, son unidades de atracción y
repulsión y se relacionan entre sí a través de la atracción y la repulsión.
El universo es el ser que se interna en sí mismo y produce su esencia.
El universo es esencia.
La esencia es la contradicción polar.

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Como contradicción polar es el fundamento positivo del ser que es el fundado.


La esencia es el fundamento negativo del ser; en este carácter produce los
elementos de la negación del ser y los de la constitución de su otro.
La esencia es la lucha entre los polos que la forman y la eliminación del polo
positivo.
La esencia es el surgimiento del nuevo ser a la existencia mediante la negación del
fundamento y las condiciones.
La esencia es el ser esencial que ha surgido a la existencia.
El universo, la sustancia, es la unidad, en el ser esencial, de existencia y esencia, el
incesante trastrocarse de una en la otra.
El universo existe simultanea y sucesivamente como ser y esencia, ser que se
interna en sí mismo para producir su esencia, esencia que surge a la existencia y adquiere
la categoría del ser, y en todas las fases de estos dos procesos.
El universo, la totalidad existente, se encuentra en un movimiento constante del ser
a la esencia y de la esencia al ser.
En el universo la materia en su máxima desagregación (la sustancia existiendo
como un conglomerado de partículas elementales separadas en grado extremo por la
repulsión –una nebulosa indiferenciada-), y la materia inorgánica, son el ser que deviene
materia condensada por la atracción y materia orgánica pensante, que son su esencia.
La materia altamente condensada y la materia orgánica pensante, que son la
esencia surgida a la existencia, el ser esencial, tienen en sí mismas la máxima separación y
la materia inorgánica como el otro en el que se han de transformar,
En sus distintas partes, el universo se encuentra, sucesiva y simultáneamente, en
todas las fases de ese movimiento, de tal suerte que hay infinitos lugares en los que la
materia sumamente fraccionada y la materia inorgánica existen en el punto de partida o en
alguna etapa del tránsito hacia la materia cohesionada y la materia orgánica pensante y
otros tantos en los que éstas existen como tales o en algún momento de su negación, del
despliegue de su esencia, que es la vuelta al punto de origen.
El universo es una totalidad infinita de materia inmersa en un espacio y un tiempo
infinitos.
El universo está formado por una infinitud de agrupaciones de materia llamadas
galaxias, las cuales se encuentran simultáneamente en alguna fase de su evolución.
Las galaxias tienen un proceso de vida que pasa por las siguientes etapas: la
materia que las forma se encuentra originariamente en un estado de gran desagregación de
sus partículas elementales; esa mutua repulsión de las partículas se trueca en atracción,
por cuya causa, a través de un largo proceso de condensación, se forman cuerpos estelares
que evolucionan conforme a un patrón definido de crecimiento y maduración que
eventualmente puede llevar a la formación de sistemas planetarios y en éstos a la aparición
de la materia viviente y, en última instancia, a la formación de materia pensante; las
estrellas de las galaxias declinan y se convierten en cuerpos sumamente masivos que
poseen una gran fuerza de atracción; todas o la mayoría de las estrellas que componen una
galaxia entran en decadencia y su mutua atracción las lleva a formar un solo cuerpo
masivo que tiene una fuerza atractiva centuplicada; esa enorme atracción es al mismo
tiempo una gigantesca repulsión, y en ella se trueca; el gran cuerpo en que se ha
transformado la galaxia, de enorme masa y poderosa fuerza atractiva, se convierte en una
nebulosa de partículas elementales separadas por una potente fuerza repulsiva; desde este
punto, mediante la conversión de la repulsión en atracción, se inicia de nuevo todo el
movimiento reseñado.
Las galaxias que en infinito número pueblan el universo se encuentran, simultánea
y sucesivamente, en alguna de las fases de la evolución que acabamos de reseñar.
Las transformaciones de cada una de las galaxias se producen en un espacio
específico, vecino de los espacios que ocupan las demás galaxias, y en un tiempo también
determinado, que es la continuación del tiempo sideral pasado y el antecedente del tiempo
sideral futuro, medido geocéntricamente, como hasta ahora lo han hecho la física y la
astronomía (en segundos, minutos, horas, días, años, etcétera), o con algún movimiento

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1
0

regular astronómico (por ejemplo el ciclo de vida de una galaxia en especial), el que a fin de
cuentas tendría que traducirse al tiempo geocéntrico.
El espacio que ocupan las galaxias es el continente de la materia de que están
formadas y de los procesos que en ésta se dan. El ser de la materia galáctica y sus
metamorfosis existen y se desenvuelven en ese ámbito, cuya única característica física es
la de ser el receptáculo de aquellos. Ese espacio galáctico no se crea, ni se expande, ni se
contrae, ni se curva, ni, desde luego, tampoco se destruye. Es una parte localizada del
espacio infinito que contiene al universo infinito.
El tiempo de existencia de las galaxias es el mismo que aquel en el cual discurren
todos los fenómenos del universo; objetivamente es el giro constante del globo terráqueo
sobre su propio eje que determina el hoy, el ayer y el mañana, o el ciclo de una galaxia
especial que fija la actualidad, el pasado y el futuro. El tiempo galáctico es el mismo tiempo
universal. Ese tiempo no se crea, ni se dilata, ni se contrae, ni mucho menos se destruye.
Es una manifestación local del tiempo universal.
El universo es el ser existente esencial, una multiplicidad de cosas en sí, de algos
que son esencia surgida a la existencia y esencia hacia la que apunta el ser.
Estos algos tienen en la sustancia una existencia esencial, poseen cualidades que
son propiedades específicas de las materias que los forman, cuyos destinación,
rellenamiento, constitución y deber ser están presididos por leyes.
Las cosas en sí integran dos mundos que son uno y el mismo, un mundo
fenoménico sujeto a la finitud y a la accidentalidad y un mundo en sí y por sí, regido por
leyes, entre los cuales existe una relación esencial que es primero la del todo y las partes:
las partes son el mundo fenoménico y el todo es el mundo en sí y por sí, pero el todo es a
su vez parte y la parte es también el todo, por lo que la sustancia es la unidad del mundo
fenoménico y del mundo en sí que es al mismo tiempo todo y parte.
La relación esencial entre los dos mundos es también la de la fuerza y su
exteriorización: la fuerza es la que el todo ejerce sobre las partes y éstas son las que
solicitan la fuerza al todo; pero como el todo es parte y la parte es el todo, la fuerza es tanto
ejercida como solicitada por el todo y las partes; la sustancia es el todo y las partes, parte y
todo y fuerza y exteriorización de la misma.
La relación esencial última es la de lo interior y lo exterior: el mundo fenoménico es
lo exterior y el mundo en sí y por sí es lo interior, pero lo en sí y por sí se convierte en
exterior como la esencia que surge a la existencia y lo fenoménico se transforma en interior
porque el ser inmediato se interna en sí y produce su esencia, por lo que lo exterior y
fenoménico es al mismo tiempo interior y en sí y por sí y viceversa; la sustancia es interior
y exterior.
El universo es el todo y las partes, fuerza y exteriorización de la misma y exterioridad
e interioridad.
La unidad del mundo fenoménico y del mundo en sí, de la existencia y la esencia es
la realidad.
El universo es la realidad.
La realidad es la absoluta identidad de la esencia y la existencia en la esencia y de
la esencia y la existencia en el ser.
La realidad es la absoluta realidad.
El universo es la absoluta realidad.
La absoluta realidad es la absoluta necesidad.
Es el ser existente esencial, el ser absoluto, dominado por la accidentalidad, que
tiene en sí su esencia como posibilidad, como realidad en acto y como necesidad real.
El universo es la absoluta necesidad.
El Universo es también la absoluta accidentalidad.
El universo es la absoluta necesidad y la absoluta accidentalidad
El universo es el ser existente.
En el universo, bajo la forma del ser existente, coexisten el ser que tiene la esencia
como posibilidad, el que tiene la esencia en acto, produciéndose, y el que tiene la esencia
como el otro que ha negado el fundamento y las condiciones.

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0

En el universo, bajo la forma del ser existente, hay un paso constante del ser que
tiene la esencia como posibilidad al que tiene la esencia en acto y al que ha surgido a la
existencia y, viceversa, un incesante trastrocarse de la esencia en ser.
La necesidad es la más importante determinación de la sustancia (materia): el
movimiento del ser a la esencia y de la esencia al ser se produce a través de la ineluctable
necesidad; la necesidad se manifiesta en la accidentalidad y ésta en la necesidad.
El universo que es el ser inmediato esencial quedó determinado en todo lo anterior
como la realidad que es el ser absoluto (la absoluta unidad (identidad) de ser y esencia, de
mundo fenoménico y mundo en sí, de lo interior y lo exterior, de la forma y el contenido,
etcétera) que al mismo tiempo es la necesidad absoluta (la unidad de la necesidad formal
(accidentalidad) y de la necesidad real) y el ser inmediato esencial que contiene sus propias
determinaciones (ser determinado inmediato) y las de la esencia en sus fases de constitución
(fundamento) y de surgimiento a la existencia (condiciones y ser inmediato esencial) en forma
simultánea, coexistiendo unas con las otras, y sucesivamente, trastrocándose
constantemente unas en las otras (el ser en esencia y la esencia en ser), la sustancia finita,
la accidentalidad absoluta, o sea, la multiplicidad de algos, cuyo existir es el devenir, el
surgir a la existencia, el perecer y el dar lugar a otros algos; y todo esto existiendo en una
materia universal con propiedades generales que se manifiesta en la sustancia finita de los
seres determinados que poseen cualidades específicas.
La materia infinita, la sustancia del universo, se encuentra simultánea y
sucesivamente en la forma física de partículas elementales separadas por la repulsión
(nebulosa indiferenciada de Kant-Laplace) y en la de agregados de las mismas unidas por
la atracción (cuerpos planetarios, como los del sistema solar) que eventualmente
evolucionan hasta la materia pensante, y en todas las fases del paso de una a la otra
forma.
En nuestro planeta la esencia de la sustancia infinita indiferenciada, la materia
pensante, ha surgido a la existencia.
La especie humana (materia pensante) es el otro, la esencia negativa de la materia
inorgánica; el desenvolvimiento de ésta lleva necesariamente a la aparición de su esencia, a
la conversión de la materia pensante (especie humana) en un existente.
.

La Economía Política.
En “La Sagrada Familia” (Capítulo IV, apartado 4, Glosa marginal No. 1)58 ,
Marx y Engels hacen un esbozo de la crítica de la economía política (llamada por
ellos en ese tiempo todavía “economía social”), labor que habrían de continuar
hasta rematar en “El Capital”. Sus tesis fundamentales son las siguientes:
La economía política clásica considera a la propiedad privada como el
fundamento inatacable de la sociedad moderna. Acepta las condiciones de la
propiedad privada como condiciones “humanas y sociales”. En realidad, esas
apariencias se contradicen con los hechos económicos. Entonces, la economía política
estima que esos hechos encuentran su explicación en una forma determinada de la
propiedad privada, a la que hay que suprimir o modificar. Dentro de esta
contradicción se mueven sin poder salir de ella.
La labor teórica de la economía política –Adam Smith y David Ricardo,
principalmente- produce los elementos necesarios para el conocimiento del régimen de
producción capitalista en función de su conservación y perfeccionamiento; aunque va
más lejos que la economía vulgar –la cual se detiene en la apariencia más superficial
del fenómeno- sin embargo, no puede ni quiere llegar a la esencia del mismo. Estos
elementos constitutivos del régimen de producción capitalista son germinalmente
elementos de su negación, es decir, elementos de la teoría económica marxista (tal es
el caso, principalmente, de la teoría del valor desarrollada por los economistas

58
Marx, Carlos, y Federico Engels, La Sagrada Familia. y otros escritores filosóficos de la época, versión
al español de Wenceslao Roces, Segunda Edición, 1967, México, Editorial Grijalbo, pp. 96-99

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1
0

clásicos).
Proudhon, en su obra ¿Qué es la propiedad?, inicia la crítica de la economía
política en el terreno mismo de la economía política. Opone la “apariencia humana” de
las relaciones económicas a su realidad y en ellas las disuelve; establece que los
supuestos falseamientos de la “apariencia humana” de las relaciones económicas son
el resultado necesario de la existencia de la propiedad privada, fundamento de la
sociedad burguesa y que, por tanto, la inhumanidad de las relaciones económicas
burguesas tiene su origen en la propiedad privada en general y no en una forma
determinada de la misma.
Las tesis de Proudhon son la negación teórica de la economía política burguesa
que no pasa de los linderos de ésta; al mismo tiempo, constituyen el punto de partida
para el desarrollo de la economía política marxista, la cual es la negación teórica de la
economía burguesa y, con ello, del régimen de producción capitalista.

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0

CAPITULO II

Los primeros planteamientos.

1. “En torno a la crítica de la Filosofía del derecho”, ( Introducción) 59

El primer trabajo teórico de Marx, realizado en 1843, fue una revisión crítica de la
filosofía del derecho. En él llega a la conclusión fundamental de que tanto las relaciones
jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la
llamada evolución general del espíritu humano sino por las condiciones materiales de vida,
la llamada sociedad civil, y la anatomía de la sociedad civil había que buscarla en la
economía política. Así lo dice Marx expresamente en el Prólogo a la Crítica de la Economía
Política60
En este primer planteamiento de Marx encontramos la herencia de Feuerbach,
quien había establecido que la filosofía, entre cuyas ramas se encuentra la filosofía del
Estado y del Derecho, no era otra cosa que el conocimiento enajenado. El espíritu,
conforme a Feuerbach, no tiene vida propia sino derivada de la base humana que es su
fundamento. En suma, aplicado por Marx a la crítica de la Filosofía del Derecho y del
Estado, el postulado de Feuerbach se transforma en el principio de que no es la evolución
del espíritu humano (espíritu absoluto de Hegel) lo que explica la naturaleza del derecho y
del Estado, sino que estos encuentran su explicación en la sociedad civil, la que a su vez la
tiene en la economía política.
También se manifiesta la influencia de los historiadores franceses, continuadores
de los materialistas de esa misma nacionalidad, quienes se explicaban la naturaleza del
Estado y del derecho en la sociedad civil y la de ésta en la lucha de clases.
Con base en este principio fundamental, Marx desarrolla posteriormente los
elementos esenciales del materialismo histórico.
A la par con el establecimiento de los principios fundamentales del materialismo
histórico, Marx hace, en el trabajo que comentamos, una aplicación de ellos al análisis del
régimen de producción capitalista.
Parte del punto al que ha llegado la filosofía. La filosofía alemana, heredera y
continuadora de la filosofía de Hegel, ha realizado la crítica de la religión, que es la premisa
de toda crítica. Una vez terminada la crítica del cielo, es necesario realizar la crítica de la
tierra, es decir, acabada la crítica de la religión es necesario realizar la crítica del derecho y
del estado.
La filosofía alemana del derecho y del estado había llegado, con la filosofía
hegeliana, al punto superior de su desarrollo; al contrario del régimen económico-político
de Alemania, que apenas si se encontraba en el punto focal de 1789.
La filosofía alemana era contemporánea de los pueblos más adelantados económica
y políticamente; no así la realidad económica alemana.
En los pueblos modernos, después de lograda la emancipación política, se
planteaba la emancipación humana como el siguiente paso de la revolución.
Expresa Marx que el papel que a Alemania correspondía en este proceso era el de
realizar la crítica de la filosofía del Estado y del Derecho modernos como prerrequisito para
obtener el conocimiento de la realidad económica y política que preparase la acción
revolucionaria; las armas de la crítica deberían preparar la crítica de las armas.
La sociedad moderna había engendrado una clase con cadenas radicales, una clase
de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa... una clase que es,
en una palabra, la pérdida total del hombre. Esta disolución de la sociedad como una clase
59
Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París, contenida en.
Carlos Marx, Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época”,
traducción del alemán por Wenceslao Roces, Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A., 1967, México,
D.F., pp.3-15
60
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, Editora Nacional, 1973, México, D. F., pp. 6-7

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1
1

especial es el proletariado.
La condición para la emancipación humana (la recuperación total del hombre) es
que la filosofía, en su labor crítica ya señalada, prenda en ese “candoroso suelo popular” y
se haga uno con el movimiento que desarrolla el proletariado moderno.
La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proletariado y el
proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía.
Marx capta aquí la esencia del régimen de producción capitalista: el
engendramiento de una clase social, el proletariado, que es la pérdida total del hombre y,
como consecuencia, la necesidad histórica de que esta clase realice la acción práctica
revolucionaria, iluminada por la filosofía crítica, mediante la cual se logre la recuperación
total del hombre.
Como prerrequisito para esta tarea debe hacerse una crítica de toda la ideología
existente, la que empieza con la crítica de la filosofía del derecho y del estado. Se forjará así
el arma de la crítica.
Basado en el principio materialista previamente desarrollado, Marx aplica
dialécticamente, es decir, negándolas y conservándolas al mismo tiempo, las ideas de Hegel
acerca de la naturaleza humana y de la historia de su desenvolvimiento.
Marx sostiene que en el régimen capitalista se da, en la clase de los proletarios, la
pérdida total del hombre, es decir, la anulación absoluta de su naturaleza y ahí mismo
surge, ineluctablemente, la necesidad de su recuperación mediante la acción práctica
revolucionaria; es, como vemos, un “enderezamiento” de la tesis hegeliana del desarrollo de
la autoconciencia como esencia natural del ser humano a través de su constitución,
enajenación (pérdida) y recuperación.
Para llegar a la esencia del régimen de producción capitalista, Marx ha empleado de
una manera rigurosa el método dialéctico de Hegel.
En resumen, en este trabajo Marx descubre, aunque de una manera incipiente aún:
1) Los principios fundamentales de la teoría crítica, es decir, del materialismo
histórico;
2) la esencia del régimen de producción capitalista;
3) el papel revolucionario del proletariado moderno;
4) el lugar de la teoría en todo este proceso y
5) la necesidad del desarrollo del arma crítica.
Este primitivo planteamiento de Marx constituye la primera negación teórica del
régimen de producción capitalista que llega a la esencia del mismo. Se basa, como ya vimos,
en todos los elementos negatorios desarrollados por el propio régimen capitalista, puestos
de pie y sistematizados por Marx.

2. Sobre la Cuestión Judía.61


En “Sobre la Cuestión Judía”, escrito en septiembre y octubre de 1843, Marx
establece la diferencia entre la mera emancipación política y la emancipación humana,
agregando al contenido ya señalado de ésta una connotación muy importante:

Toda emancipación es la reducción del mundo humano de las relaciones, al hombre mismo.
La emancipación política es la reducción del hombre, de una parte, a miembro de la sociedad
burguesa, al individuo egoísta, independiente y, de otra parte, al ciudadano del Estado, a la
persona moral.
Solo cuando el hombre individual real cobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte,
como hombre individual, en ser genérico en su trabajo individual y en sus relaciones
individuales; sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus “forces propres” como
fuerza social y, cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de
fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana.

61
Marx, Carlos, Sobre la Cuestión Judía, 1843, Zurich, contenida en: Carlos Marx, Federico Engels, “La
Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época”, traducción del alemán por Wenceslao
Roces, Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A... 1967, México, D.F., pp.16-44

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1
1

En este punto establece Marx cuál es el contenido fundamental de la tarea histórica


de “recuperación total del hombre”: cuando el hombre individual se convierte en ser
genérico, cuando en sus relaciones individuales ha reconocido y organizado sus fuerzas
individuales como fuerzas sociales.
Esto es, también, de una manera nebulosa e imprecisa todavía, el enunciado de la
naturaleza del régimen de producción socialista y del comunismo.

3. La ideología alemana62
En la primavera de 1845, cuando Engels se reunió con Marx en Bruselas, juntos
realizaron un trabajo teórico con la finalidad de

despejar el contraste de nuestra manera de ver con la ideología de la filosofía alemana,


respecto de ponernos en regla con nuestra conciencia de antaño...63

El resultado de la colaboración de Marx y Engels fue un manuscrito que no pudo


ser publicado en su época, al cual actualmente se conoce como La ideología alemana, en
donde exponen una primera versión de los principios fundamentales del materialismo
histórico y los aplican a la determinación de un primitivo esquema del desarrollo de la
sociedad humana y de su desenlace necesario, esto es, el establecimiento del comunismo.

Conclusiones:
1. En la primera parte de este trabajo, Marx y Engels establecen los conceptos
fundamentales del materialismo histórico:
Modo de producción: una forma de organización de los individuos humanos
provistos de una organización corpórea específica apta para la producción de sus medios
de vida.
Relaciones de producción: el intercambio que se establece entre los individuos, el
cual está determinado por la producción.
Fuerzas productivas, cuyo desarrollo está determinado por la división del trabajo
(separación del trabajo comercial e industrial del trabajo agrícola, esto es, del campo y la
ciudad, separación del trabajo industrial del comercial y separación en el interior de estas
ramas en diversos sectores).
El nivel de las fuerzas productivas determina la estructura interna de una nación.
A cada fase de la división del trabajo corresponde una fase determinada de la
propiedad.
La propiedad es la relación de los individuos con respecto al material, el
instrumento y el producto del trabajo.
Formas de propiedad: tribual, antigua comunal y estatal que tiene como centro a la
ciudad y la feudal o por estamentos.
Superestructura social y política. Relaciones sociales y políticas que contraen entre
sí los individuos.
Superestructura ideológica. Conciencia. Ideas, representaciones y pensamientos de
los individuos humanos que primero se presentan como emanaciones de su
comportamiento material y más tarde aparecen invertidos, es decir, como si los
pensamientos determinaran su actividad material.
2. En la parte siguiente, nuestros autores amplían los conceptos desarrollados
sobre el materialismo histórico y los aplican a un primer acercamiento a la historia
humana y a su necesario desenlace.
En la producción y reproducción de su vida los hombres contraen determinadas
relaciones.

62
Marx, Carlos, Federico Engels, La Ideología Alemana, Ediciones de Cultura Popular, S. A., México, D.
F., 1974 (Primera edición en español: Ediciones Pueblos Unidos, S. A., Montevideo, Uruguay, 1958.
Se utiliza, por autorización expresa, la traducción directa del alemán de Wenceslao Roces.)
63
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, edición citada, p. 9

111
1
1

A un determinado modo de producción corresponden determinadas relaciones de


producción. Las relaciones de producción son también una fuerza productiva.
La historia de la humanidad es la historia de la industria (de la producción) y del
intercambio (de las relaciones de producción).
La conciencia se manifiesta bajo la forma del lenguaje.
El aumento de la producción provoca la división del trabajo. La división del trabajo:
-se da ya en el acto sexual,
-después se produce una división “natural” en atención a las particulares dotes
físicas de cada individuo,
-la división social del trabajo se presenta con la separación del trabajo físico y
mental; ésta es la base de la sustantivación de la conciencia.
Con la división social del trabajo se distribuyen desigualmente el trabajo y sus
productos, esto es, la propiedad (privada).
La primera forma de propiedad es la esclavitud.
La división del trabajo implica la contradicción entre el interés individual y el
interés común.
Con la división del trabajo los actos y los productos del hombre se erigen en un poder
ajeno y hostil al individuo, que se sustraen a su control y lo sojuzgan.
La vida individual es precaria frente a la consolidación de los productos en un
poder material ajeno y hostil.
El interés común cobra vida propia e independiente en el Estado; este interés es
ajeno al interés de los individuos.
Las luchas en el Estado son luchas de clases.
La clase que quiere implantar su dominación debe conquistar el poder político.
El poder social, la fuerza de producción multiplicada que tiene su origen en la
cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, es un
poder ajeno a ellos, que no pueden dominar, independiente de los actos de los hombres y
que incluso dirige esta voluntad y estos actos.
Para acabar con esta “enajenación” es necesario:
-que este poder sea insoportable y
-que engendre una masa de la humanidad como desposeídos en contradicción con
un mundo de riqueza y cultura (que es aquella fuerza de producción multiplicada y sus
productos que existen como propiedad privada),
Esto presupone un alto desarrollo de las fuerzas productivas.
La masa desposeída debe conquistar el poder del Estado con el propósito de
reapropiarse el mundo de riqueza y cultura mediante el establecimiento del comunismo.
El comunismo no es un “ideal” ni un estado que deba implantarse, sino el
movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual.
El proletariado sólo puede existir en un plano histórico-universal.
El comunismo sólo puede llegar a ser realidad como existencia histórico-universal.
La revolución comunista implica la abolición de la propiedad privada.
En el comunismo, la dependencia total se convierte en el control y la dominación
consciente sobre los poderes.
3. En seguida, Marx y Engels acometen la tarea de determinar la relación entre la
base económica y la superestructura ideológica. A este punto le conceden una importancia
crucial porque es precisamente aquí en donde ponen de relieve la contraposición entre la
visión idealista de la historia y el método materialista que están forjando.
El principio fundamental de la concepción materialista de la historia es que con
base en la sociedad civil (modo de producción) se explican el nacimiento y la acción del
Estado y de los diferentes productos teóricos y formas de la conciencia como la religión, la
moral, la filosofía, etcétera.
Todas las concepciones históricas anteriores han hecho caso omiso de esta base
real de la historia o la han considerado como algo accesorio.
La filosofía hegeliana de la historia, que gira en torno a pensamientos puros, es la
última consecuencia, llevada a su expresión más pura, de esta historiografía alemana.

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1

Limitaciones de Feuerbach:
-sólo ve al hombre como “objeto sensible” y no como “actividad sensible”,
-no concibe a los hombres dentro de su trabazón social dada, bajo las condiciones
de vida existentes que han hecho de ellos lo que son,
-no llega, por tanto, hasta el hombre realmente existente, hasta el hombre activo,
sino que se detiene en el concepto abstracto “el hombre”,
-no reconoce más “relaciones humanas” “entre el hombre y el hombre” que las del
amor y la amistad, y además, idealizadas.
Por tanto, en la medida en que Feuerbach es materialista, no aparece en él la
historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista.
Las ideas dominantes son la expresión ideal de las relaciones materiales
dominantes. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de la época.
La división del trabajo se manifiesta en la clase dominante de tal suerte que una
parte de esta clase la forman sus pensadores (ideólogos) y otra parte adopta una actividad
pasiva y receptiva ante las ideas e ilusiones que la primera crea.
La existencia de ideas revolucionarias presupone la existencia de una clase
revolucionaria.
Proceso de sustantivación de los productos de la conciencia:
1) Separación de las ideas dominantes de su base material.
2) Introducir un orden en estas ideas demostrando que hay una trabazón mística
entre ellas.
3) Se les convierte en una persona (“autoconciencia”) o en una serie de personas
representantes “del concepto” en la historia: pensadores, filósofos e ideólogos, a los que se
les concibe como los fabricantes de la historia.
4. Más adelante, Marx y Engels utilizan todas las herramientas teóricas hasta aquí
desarrolladas para estudiar detalladamente el proceso de tránsito del régimen feudal al
régimen capitalista, mostrando la evolución histórica que va desde el régimen artesanal y
parcelario hasta la gran industria maquinizada.
La gran industria maquinizada engendra una masa de fuerzas productivas que
encuentra una traba insuperable en la propiedad privada.
Estas fuerzas productivas tienen, bajo la propiedad privada, para la mayoría, el
carácter de fuerzas destructivas.
La gran industria crea una clase con intereses comunes que ha perdido toda
nacionalidad y que se desentiende del viejo mundo y se enfrenta a él.
La gran industria hace insoportable para el obrero su relación con el capitalista y
con el propio trabajo.
Por ello, los proletarios desarrollan un movimiento de clase en contra de estas
condiciones en que viven.
La gran industria maquinizada es la forma superior de la propiedad privada.
La propiedad privada evoluciona desde la propiedad mobiliaria (esclavos, etcétera),
hasta la propiedad privada capitalista (propiedad privada pura).
El Estado sólo existe en función de la propiedad privada.
El Estado moderno pertenece a los propietarios privados, quienes lo han comprado
a través de la deuda pública.
Para ciertas fases industriales, la propiedad privada es necesaria (industria
extractiva y pequeña industria y agricultura anterior).
En la gran industria maquinizada, por el contrario, surge una contradicción entre el
instrumento y la propiedad privada, es decir, que la propiedad privada se convierte en una
traba para el desarrollo de la industria.
Esto hace que surja la posibilidad de la abolición de la propiedad privada.
La gran industria maquinizada reduce a todos los individuos a dos formas simples:
la propiedad privada y el trabajo.
El intercambio no es entre individuos como tales, es decir, individuos libremente
asociados, sino entre el trabajo asalariado y el capital (obreros y capitalistas).
En la gran industria maquinizada, las fuerzas productivas aparecen como

113
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1

totalmente independientes y separadas de los individuos.


Esto es así porque los individuos se encuentran diseminados y en contraposición
unos con los otros.
Las fuerzas productivas solamente pueden ser reales y verdaderas, esto es,
humanas, en la cohesión y el intercambio entre estos individuos, es decir, en la
colectividad.
Las fuerzas productivas son una totalidad que adopta una forma material. Los
individuos se relacionan con ellas de dos maneras:
-para unos de ellos no son sus propias fuerzas, sino de la propiedad privada; por
tanto, sólo pueden relacionarse con ellas como propietarios privados;
-para la mayoría de los individuos, aquellas se les han enajenado y los han
convertido en individuos abstractos, con lo que los han puesto en condiciones de
relacionarse entre sí como individuos humanos (reales, verdaderos, colectivos).
La única relación que esta mayoría de individuos tiene con las fuerzas productivas y
su propia existencia es el trabajo; en la industria maquinizada el trabajo ha perdido toda
apariencia de actividad propia y sólo conserva la vida de los trabajadores
empequeñeciéndola.
En el régimen capitalista:
-el individuo trabajador sólo puede crear su vida material a través del trabajo,
-su propia actividad (actividad como individuo colectivo) no se pone en
funcionamiento en el trabajo.
Por lo tanto, en el régimen capitalista la creación de la vida material del obrero se
realiza empequeñeciéndolo y por medio de una actividad que no es propia.
Los individuos trabajadores han llegado a tal punto, en el régimen capitalista, que
necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas para asegurar su propia
existencia y poder ejercer su propia actividad.
La apropiación de esa totalidad de fuerzas productivas es el desarrollo de una
totalidad de capacidades individuales.
Únicamente los actuales proletarios, completamente excluidos de su propia
actividad, son quienes pueden realizar esa apropiación.
La apropiación sólo puede realizarse:
-por una asociación universal de los proletarios y
-por una revolución que derroque el modo de producción e intercambio existente y
la organización social correspondiente, que desarrolle el carácter universal y la energía que
se necesita para esa revolución y despoje a los proletarios de todo cuanto pueda quedar de
su posición en la sociedad anterior [de la propiedad privada sobre sí mismos].
El comunismo es el movimiento real por medio del cual los proletarios se apropian
de la totalidad de las fuerzas productivas.
El comunismo derruye las relaciones de producción y de intercambio anteriores,
somete las fuerzas productivas a los hombres asociados y desarrolla las condiciones de
esta asociación.

4. Crítica de la economía política64


En el Prólogo a la Crítica de la Economía Política, Marx hace un resumen de los
puntos principales del materialismo histórico y declara que a ellos había llegado ya en los
años en que emprendió la revisión crítica de la filosofía del derecho hegeliana, es decir, en
esa época pródiga en profundos desarrollos teóricos comprendida entre 1843 y 1848, año
éste en el que culmina la primera fase de la formación de la teoría marxista con la
publicación del Manifiesto del Partido Comunista

...El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía para mis
estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción social de su
existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su

64
Marx, Carlos, Op. cit.

114
1
1

voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo


de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una
superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de
conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social,
política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la
realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el
curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con
las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con
las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas
evolutivas de las fuerzas productoras que eran, estas relaciones se convierten en trabas de
estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social. El cambio que se ha producido
en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal
superestructura. Al considerar tales trastornos importa siempre distinguir entre el trastorno
material de las condiciones económicas de producción –que se debe comprobar fielmente con
ayuda de las ciencias físicas y naturales- y las formas jurídicas, políticas, religiosas,
artísticas y filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres
adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como no se juzga a un individuo por
la idea que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la
conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario, explicar esta conciencia por las
contradicciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productoras
sociales y las relaciones de producción. Una sociedad no desaparece nunca antes de que
sean desarrolladas todas las fuerzas productoras que pueda contener, y las relaciones de
producción nuevas y superiores no se sustituyen jamás en ella antes de que las condiciones
materiales de existencia de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la
vieja sociedad. Por eso la humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede
resolver, pues, mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta
más que cuando las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado
de existir. Esbozados a grandes rasgos, los modos de producción asiáticos, antiguos, feudales
y burgueses modernos pueden ser designados como otras tantas épocas progresivas de la
formación social económica. Las relaciones de producción son la última forma antagónica del
proceso de producción social, no en el sentido de un antagonismo individual, sino en el de
un antagonismo que nace de las condiciones sociales de existencia de los individuos; las
fuerzas productoras que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo
tiempo las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con esta formación social
termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana.65

Los sujetos de la evolución histórica son, para Marx, los modos de producción.
Un modo de producción lo constituyen las fuerzas productivas, que son la fuerza
humana de trabajo y los medios e instrumentos de producción (una extensión de aquella),
las relaciones de producción, que son las que contraen los hombres en el proceso de
producción, es decir, las relaciones de propiedad y la conciencia social que sobre este
fundamento se levanta (superestructura ideológica en las sociedades en donde existe la
propiedad privada).
El modo de producción es la forma de organización social mediante la cual el
hombre desarrolla su esencia natural.
La esencia natural del ser humano es el trabajo.
El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través
de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la
naturaleza.
Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser
humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los
medios necesarios para reconstituirlas.
Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es
decir, representado en la conciencia del hombre todos los elementos y las fases de la
actividad productiva como prerrequisito para la acción.
El modo de producción tiene como fundamento las fuerzas productivas y las
65
Ibíd., pp. 7-8

115
1
1

relaciones de producción.
Ambas constituyen los dos polos de una contradicción.
Las fuerzas productivas –medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo
son la materialización de las facultades y las capacidades humanas. El proceso productivo
es el ejercicio de esas facultades.
Las relaciones de producción son las que contraen entre sí los hombres en el
proceso productivo, relaciones de propiedad.
Las fuerzas productivas, que expresan un cierto grado de desarrollo de las
facultades y capacidades humanas, engendran las relaciones de producción (de propiedad)
que les corresponden.
En su movimiento, las fuerzas productivas procrean en su seno los elementos de
una forma superior que, a su vez, produce los de unas nuevas y más altas relaciones de
producción (propiedad). Las viejas relaciones de producción, de ser el vehículo para el
desarrollo de las fuerzas productivas, se transforman en una traba para el mismo: se abre
una época de revolución social.
Se establece un nuevo modo de producción formado por las fuerzas productivas en
un punto superior de su desarrollo y unas más altas relaciones de producción que le
corresponden.
Los puntos extremos de este proceso son:
a) El período de constitución de las capacidades y facultades humanas de la
especie, es decir, del nacimiento de las fuerzas productivas; éstas crean las relaciones de
producción que les corresponden: propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de
producción, fuerza de trabajo y conciencia colectivas.
b) Las capacidades y facultades humanas constituidas en la fase anterior entran
de lleno en un desarrollo ascendente, aunque de una manera contradictoria: su
perfeccionamiento implica primero su materialización en un instrumento individual y
después una desposesión de aquellas a los individuos y su conversión en capacidades y
facultades colectivas, que en la fase superior del régimen capitalista se materializan en la
industria maquinizada, a la que se aplica una reunión de fuerzas individuales de trabajo
sustantivadas, sujetas a un proceso de degeneración y atrofia de sus características
humanas. Se crean las relaciones de producción que corresponden a esta etapa: propiedad
privada sobre los medios e instrumentos de producción, ausencia de propiedad o
propiedad precaria derivada de la gran propiedad, exacción de trabajo excedente de los
productores directos por los propietarios de los medios e instrumentos de producción,
sujeción de la mayoría de los integrantes de la sociedad a los propietarios privados,
etcétera.
c) Las capacidades y facultades humanas llegan al punto superior de su
desarrollo: se han convertido en una unidad mecanizada y socializada que es operada por
el obrero colectivo, a cuyos integrantes se ha suprimido la individualidad antinatural de
que todo el desarrollo anterior los había dotado. Se reivindican, aunque en una forma más
alta, las relaciones de propiedad, la fuerza de trabajo y la conciencia colectivas.
Los modos de producción sustentados en la propiedad privada están integrados por
una base y una superestructura.
La base está formada por las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
La superestructura está compuesta por el derecho, el Estado y la conciencia social
sustantivada (ideología)
Las relaciones entre base y superestructura son las siguientes:
Ambas constituyen los polos de una contradicción: la base es la estructura
económica de la sociedad, y la superestructura jurídica, política y las formas de conciencia
social se alzan sobre ella.
La estructura económica produce sus propios elementos: fuerzas productivas y
relaciones de producción, y a la vez, los de su opuesto, es decir, las formas jurídicas,
estatales e ideológicas correspondientes.
Se abre una fase de mutua complementación: la base produce la superestructura
que le corresponde y ésta a su vez influye sobre la base, propiciando su desarrollo.

116
1
1

La mutua complementación da paso a una fase de oposición y lucha: en la base se


gesta un cambio cualitativo (negación de su naturaleza anterior), es decir, una nueva base
económica que entra en lucha con la anterior. En la superestructura surgen también los
elementos que representan la forma social en germen, los cuales entran en oposición y
lucha contra los elementos de la superestructura generada por la anterior base económica.
Conforme avanza la gestación de la nueva base económica en el seno de la antigua,
en la misma medida arrecia la lucha entre ambas; igualmente, se desarrollan los elementos
negatorios de la antigua superestructura que son, a la vez, constitutivos de la que debe
sustituirla.
Los elementos de la nueva superestructura niegan a la vieja superestructura y
ejercen su influencia sobre la base para ayudar al parto de la nueva base económica.
Las etapas históricas de este proceso son las siguientes:
a) En la comunidad primitiva, la formación económica basada en la propiedad y
el trabajo colectivos no está escindida en los dos elementos considerados: base y
superestructura; todos sus elementos constitutivos forman una unidad indiferenciada; no
existen ni el derecho ni el Estado ni una conciencia social sustantivada.
b) Al disolverse la comunidad primitiva y aparecer la propiedad privada, las
formaciones económicas que en ella se asientan se dividen en dos polos, base y
superestructura, dando lugar al surgimiento del derecho y del Estado y de la ideología
como una conciencia social sustantivada; a lo largo de la existencia de la propiedad
privada (desde el esclavismo hasta el régimen capitalista), se da el proceso dialéctico de
unidad y lucha de contrarios entre base y superestructura.
c) En la sociedad comunista, al abolirse la propiedad privada, es anulada la
superestructura que a ésta le corresponde y desaparecen por tanto el Estado, el derecho y
la conciencia social sustantivada; la formación económico-social vuelve a su primitiva
unidad.
El motor último de la dinámica de los modos de producción se encuentra en las
fuerzas productivas.
Cada modo de producción surge a la existencia como la negación de un modo de
producción anterior y a su vez es negado por un nuevo modo de producción. Al
desarrollarse engendra primeramente su esencia positiva, la contradicción polar que es el
fundamento de su existencia y que contiene en germen su esencia negativa, el otro modo
de producción en que se ha de transformar fatalmente; después produce su esencia
negativa, esto es, los elementos del nuevo modo de producción; por último, estos elementos
llegan a la existencia estableciendo el ser del nuevo modo de producción. Y así
sucesivamente.
El fin último de la evolución de los modos de producción es el perfeccionamiento de
las capacidades y facultades humanas; en una primera fase se generan esas capacidades y
facultades como características fisiológicas del individuo humano directamente
socializadas que tienen como complemento instrumentos de producción rudimentarios;
posteriormente, se destruye la colectividad y los hombres inician un desarrollo individual y
autónomo de sus facultades y capacidades y de sus instrumentos de producción que
implica la anulación de sus características naturales-humanas adquiridas en el período
anterior y una forma de producción basada en la exacción de trabajo excedente y en la
sujeción de una parte de la sociedad a otra; en otra fase, los instrumentos de producción
adquieren un desarrollo independiente hasta convertirse en la moderna industria
maquinizada que constituye ahora el conjunto de las capacidades y facultades humanas,
pero enfrentadas a los individuos, que se ven inmersos en un proceso de atrofia,
degeneración y anulación de sus características naturales-humanas; finalmente, se realiza
la fusión entre las capacidades y facultades humanas materializadas en una unidad
industrial y la fuerza humana de trabajo, desindividualizada y socializada. Los modos de
producción que se suceden necesariamente en la historia humana, son los siguientes: la
comunidad primitiva, la comunidad asiática, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y
el socialismo.
Estas tesis, en cuyo desarrollo se ha hecho una rigurosa aplicación de la dialéctica

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1
1

hegeliana, constituyen lo que Marx llamó el “hilo conductor de sus estudios”, son el punto
de partida para la evolución posterior de su teoría.

5. La Sagrada Familia (Capítulo IV, apartado 4, Glosa Marginal Crítica No. 2)66
En este trabajo, Marx y Engels aplican las tesis desarrolladas en sus escritos
anteriores a la lucha teórica en contra de los seguidores de la filosofía hegeliana, quienes
continuaban sus campañas especulativas contra la filosofía de la religión de Hegel.
En esta polémica enriquecen y perfeccionan sus ideas expresadas en los trabajos
anteriores.
Marx y Engels parten de los resultados obtenidos por Proudhon: el reconocimiento
de que la miseria tiene su origen en la existencia y desenvolvimiento de la propiedad
privada. De ahí en adelante establecen las leyes que rigen el desarrollo de esta antinomia.
El proletariado y la propiedad privada son antinómicos y constituyen un todo; son
dos formas del mundo de la propiedad privada.
La esencia negativa de la propiedad privada radica en que en ella se hace ajena al
hombre su naturaleza específica.
La propiedad privada capitalista es la forma superior que adopta este tipo de
propiedad.
La clase burguesa y la clase proletaria están sujetas al mismo estado de
desposesión; es decir, que ambas han perdido las características naturales de la especie
humana.
Fase de mutua complementación.
La propiedad privada está obligada a mantenerse a sí misma y a su contrario. Es el
lado positivo del fenómeno.
La relación de mutuo engendramiento entre propiedad privada y proletariado
produce como resultado necesario el reforzamiento de la anulación de la naturaleza
humana, tanto en el proletariado como en la burguesía.
El propio movimiento de la propiedad privada crea los elementos de su negación:
a) En su punto superior, la enajenación se manifiesta en la miseria “en adelante
ineluctable, imposible de paliar, absolutamente imperiosa”.
b) La clase burguesa vive la apariencia de una existencia humana que es la base
de su poder; se afirma en el lado positivo del fenómeno.
c) El proletariado se ve ineluctablemente empujado entonces, por la contradicción
que existe entre su naturaleza humana (en potencia) y sus condiciones de vida, que son la
negación franca, neta y absoluta de esa naturaleza humana, a rebelarse contra ese estado
de cosas.
Cambio revolucionario
El proletariado está entonces obligado a trabajar por su supresión y por la de la
propiedad privada.
Condiciones para el cambio revolucionario.
La propiedad privada, en su movimiento, produce al proletariado en cuanto
proletariado, es decir, a la miseria consciente de su miseria física y moral.
Dicho de otro modo, produce el movimiento obrero, la teoría revolucionaria y la
fusión de ambos.
De esta manera, el proletariado consciente (armado de la teoría revolucionaria)
ejecuta la sentencia que el asalariado dicta contra sí mismo al producir la miseria propia y
la riqueza ajena. El proletariado desarrolla una lucha revolucionaria contra la propiedad
privada que desemboca en la supresión de ambos contrarios.
Y entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que lo
condiciona, la propiedad privada.

66
Marx, Carlos, Federico Engels, “La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época”,
traducción del alemán por Wenceslao Roces, Segunda Edición, Editorial Grijalbo, S.A... 1967, México,
D. F., pp. 99-103

118
1
1

En este trabajo, Marx y Engels, situados ya de plano en la esencia del régimen de


producción capitalista, profundizan el análisis de su naturaleza mostrando con más
claridad el movimiento implícito que debe llevar a la abolición de ese régimen social y a la
instauración de uno superior. Es notable la herencia de la economía política clásica y de su
crítico principal, Proudhon, pues la argumentación de Marx y Engels empieza
precisamente en el punto al que aquella había llegado en el análisis de la propiedad
privada.
También salta a la vista que Marx utiliza aquí, de una manera rigurosa, en la
consideración de los contrarios existentes en el régimen de producción capitalista y de sus
relaciones mutuas, el método dialéctico y la teoría de la esencia hegelianos.
Los elementos constitutivos de la teoría revolucionaria que Marx y Engels
desarrollan en este trabajo son los siguientes:
1) La determinación de la esencia (de las determinaciones negativas del ser
determinado del régimen capitalista cuando alcanzan su máxima negatividad y se ven
obligados a producir los elementos materiales del otro) del régimen de producción
capitalista como la negación de la naturaleza humana; esto sólo había sido expresado en el
trabajo anterior como la “pérdida total del hombre en el proletariado”.
2) La determinación del origen de la negación de la naturaleza humana en la
propiedad privada en general; la propiedad privada capitalista es la forma superior de la
propiedad privada, en consecuencia, la negación de la naturaleza humana alcanza su
punto superior en el régimen de producción capitalista.
3) La determinación de los contrarios existentes en el interior del régimen
capitalista y de la dialéctica de su desarrollo.
4) La determinación de las condiciones y fases que debe seguir la lucha
revolucionaria del proletariado y
5) La determinación del resultado final de esa lucha.
Aquí Marx y Engels llegan de primera intención a lo que es la esencia negativa del
régimen de producción capitalista: la anulación de la naturaleza humana en el proletariado
moderno y a lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del
movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha revolucionaria del
proletariado, de esa naturaleza perdida.
En un escrito posterior (Manuscritos económico-filosóficos) Marx y Engels
desarrollan el concepto de “naturaleza humana”, que ellos llaman “esencia natural
humana”, y lo que son los procesos de pérdida y recuperación de la misma.
Lo que importa subrayar es que en estos primeros trabajos Marx y Engels trazan los
rasgos esenciales de la teoría y el movimiento revolucionarios, los cuales serán
desarrollados al detalle más tarde.
La esencia de la explotación capitalista la asocian Marx y Engels
incondicionalmente a la forma en que se manifiesta primitivamente. En su desarrollo, la
esencia del capitalismo evoluciona en un sentido ascendente (perfeccionándose) y al mismo
tiempo cambia la forma en que se manifiesta.

119
1
2

CAPITULO III
Los primeros planteamientos (continuación)

Los manuscritos económico-filosóficos de 1844.67

A. Introducción.
El revisionismo moderno realizó cabalmente su labor de reexaminar la teoría
revolucionaria y sustituirla por una forma embozada de la ideología burguesa.
En esta tarea llegó hasta el núcleo mismo de las concepciones revolucionarias, la
noción de la esencia de la explotación capitalista, a la que reemplazó con las ideas que una
parte de la burguesía y la pequeña burguesía sostienen acerca de las formas primitivas o
imperfectas a través de las cuales dicha esencia se exterioriza.
En sus elaboraciones más acabadas, el revisionismo emplea un lenguaje y conceptos
típicamente marxistas cuando revisa las tesis revolucionarias sobre esta materia.
En sus manifestaciones más descaradas, el revisionismo hace suyos ciertos
conceptos burgueses referentes a la naturaleza del régimen capitalista que obtiene
directamente del arsenal de la ideología burguesa (de la parte de ella que corresponde al
sector “liberal” de la burguesía) y pequeño burguesa; tales conceptos reconocen su origen
en los economistas clásicos, quienes lograron determinar al detalle algunas formas de la
explotación capitalista, a las que confundieron por necesidad con su esencia, ante la cual
se detuvo impotente su análisis.
De igual manera, el revisionismo oculta y sustituye por su formulación burguesa
las tesis revolucionarias referentes al Partido y proceso necesarios para la conquista del
poder por el proletariado y a la naturaleza del socialismo y el comunismo.
Para el revisionismo, el socialismo es un régimen en el cual se anulan las formas
primitivas e imperfectas de la explotación capitalista, pero se mantienen vivas y en ascenso
su esencia y la forma perfecta que le corresponde. En efecto, el “socialismo humanista y
democrático”, cuya instauración ha sido el sueño dorado del revisionismo, estaría
constituido por una diluida base de organización colectiva de las funciones más generales
de la sociedad, un nivel superior de organización en grupos sociales (universidades,
“colectivos”, etcétera) en los que existiría la “propiedad por grupos” y la “autogestión”, un
último nivel de desarrollo de los individuos en cuanto tales y, aunado a esto, un proceso
incontenible de perfeccionamiento de la esencia de la explotación capitalista. El
revisionismo toma la forma superior, perfecta, en que se manifiesta la esencia de la
explotación capitalista (a través de la satisfacción y desarrollo de las necesidades
individuales) y la considera ¡como lo característico del régimen socialista, que por definición
supone la anulación de la explotación capitalista!
Los clásicos del marxismo-leninismo determinaron con exactitud cuál es la esencia
de la explotación capitalista; en justa correspondencia con ello, delinearon los procesos
necesarios (Partido, propaganda, agitación, conciencia revolucionaria, lucha teórica,
económica y política, conquista del poder por el proletariado, etcétera) para el
derrocamiento del régimen capitalista y la instauración del socialismo; igualmente,
estableció a grandes rasgos la naturaleza específica del régimen socialista y del
comunismo, meta última éste de la revolución proletaria.
Los primeros movimientos revolucionarios del proletariado guiados por el
marxismo-leninismo (en Rusia, principalmente) se realizaron en una fase de existencia del
capitalismo en la cual predominaban, con una fuerza enorme, las formas primitivas e
imperfectas de la explotación; en torno a ellas se estructuró todo el aparato revolucionario

67
Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977.
México, D.F.

120
1
2

atacando la fase de la esencia que correspondía a aquella forma; el propio proceso


revolucionario hizo pasar la esencia del régimen de producción capitalista a una fase
superior.
Al conquistar el proletariado ruso el poder instauró un régimen formalmente
socialista basado en su dictadura y en la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción. La conciencia del proletariado era también formalmente
colectiva, organizada en derredor de la necesidad de abolir aquellas formas mencionadas y
reforzada por factores externos que impusieron un “comunismo de guerra”; pero en su
núcleo esencial, la conciencia del proletariado ruso siguió presa de las determinaciones
que brotaban de su esencia capitalista (vida latente de las necesidades individuales) dado
que el movimiento revolucionario no había llegado al punto de transformar la conciencia
íntimamente capitalista del proletariado en una conciencia socialista, es decir, en una
conciencia que tuviera como finalidad específica la abolición de la individualidad
capitalista de los trabajadores.
Durante la 2ª. Guerra mundial, el socialismo así establecido se desarrolló
aceleradamente y se extendió a otros países a través de la guerra revolucionaria de
liberación; de esta manera quedó integrado formalmente el sistema de países socialistas.
Ese mismo proceso ascendente de vida del socialismo dio impulso al
desenvolvimiento de las necesidades individuales de los trabajadores; dotada de una fuerza
inconmensurable, la esencia capitalista en su nueva fase de existencia fue creciendo en el
seno de los países socialistas hasta lograr destruir la organización colectiva de la sociedad
y sustituirla por formas sui géneris de organización y producción capitalistas (propiedad
por grupos, autogestión, etcétera). Se produjeron entonces la degeneración del socialismo
existente en esos países y el restablecimiento más o menos profundo del capitalismo, hasta
llegar, en nuestros días, a la restauración plena del capitalismo típico.
Se cerró así toda una primera fase de existencia del socialismo.
Como vemos, la teoría y el movimiento revolucionarios habían abandonado, mucho
antes de que se produjera la vuelta al capitalismo en el mundo socialista, el análisis de la
esencia de la explotación capitalista y de la naturaleza exacta del socialismo y del
comunismo, el desarrollo de los conceptos de los clásicos en estas materias, la denuncia
entre el proletariado de dicha esencia y la formación de una conciencia revolucionaria que
contuviese todos estos elementos.
Sobre esta base, el revisionismo actuó contribuyendo por su cuenta a reforzar la
ocultación de la esencia de la explotación capitalista y su reemplazo por una forma
determinada de la misma.
En la actualidad se abre una nueva etapa del desarrollo del socialismo, ésta sí,
ahora, antesala directa del comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los métodos y
con los instrumentos preconizados por el marxismo-leninismo, deberán dirigir su acción
hacia la dotación al proletariado de una conciencia que comprenda, además de los
aspectos formales de la explotación capitalista, la esencia de ésta y, además de la
necesidad de la forma colectiva de la organización social, la de la anulación implacable de
la individualidad de sus miembros como una condición para la existencia de aquella. De
esta manera, la acción práctico-consciente de los trabajadores estará encaminada a la
formación de un régimen formal y materialmente socialista que no pueda ya por ningún
concepto recular hacia el capitalismo, sino que sea la base más firme para el advenimiento
del comunismo.
Para abrir el acceso a esa nueva fase del socialismo es necesario desplegar una
lucha inflexible contra el revisionismo –que revisó meticulosamente todas las partes
integrantes de la teoría revolucionaria- y reivindicar en todos los campos las tesis clásicas
del marxismo-leninismo; pero no sólo eso es necesario, sino también realizar una labor
creadora cuyo objetivo sea detallar aquellos aspectos de la teoría que los clásicos sólo
dejaron esbozados en sus aspectos generales
Esta parte de nuestro trabajo tiene precisamente ese doble propósito: restablecer
las formulaciones clásicas de la teoría de la esencia de la explotación capitalista y con ellas
las de la naturaleza característica del socialismo y el comunismo y trabajarlas más

121
1
2

detalladamente con la finalidad de preparar así la nueva etapa de la revolución mundial.


Consta de tres apartados: (a) un resumen de los Manuscritos económico filosóficos de Carlos
Marx con comentarios nuestros, (b) unas Notas sobre el concepto de esencia natural del ser
humano y (c) unas Notas para una crítica de la teoría de Freud, en las cuales se estudia la
anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos en el régimen de
producción capitalista.

B. Primer manuscrito
En este primer manuscrito hace Marx un resumen de los economistas clásicos
respecto del salario, la ganancia, la acumulación de capital y las relaciones entre todos
esos conceptos, mediante la organización, sistematización y la conducción hasta sus
últimas consecuencias de las proposiciones de los clásicos, pero sin transgredir los límites
del régimen capitalista.
SALARIO
El salario se determina por la lucha antagónica entre capitalista y obrero. El triunfo
corresponde necesariamente al capitalista.
Esto es así porque:
-El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero.
-El obrero no puede subsistir mucho tiempo sin el capitalista.
-Los capitalistas se agrupan en asociaciones para defender sus intereses.
-Las asociaciones de los obreros están prohibidas y cuando las forman les acarrean
graves consecuencias.
-Los capitalistas y los terratenientes tienen, además de sus rentas, ingresos por
ganancias industriales.
-Los obreros sólo tienen ingresos por sus salarios y no reciben ningún tipo de
ganancia industrial, ni renta de la tierra ni intereses sobre capitales.
-Esto es la base de la intensidad de la competencia entre los obreros.
La situación desventajosa del obrero se deriva de la separación necesaria entre el
capital, la propiedad de la tierra y el trabajo. Esa separación es fatal para el obrero.
El salario que pagan los capitalistas al obrero gira en torno al precio natural del
trabajo.
El precio natural del trabajo es aquel que provee para la subsistencia del obrero y de
su familia, para que no perezca la raza de los obreros.
El trabajo es una mercancía como cualquier otra y por lo tanto su demanda
gobierna necesariamente su producción.
Si la oferta sobrepasa a la demanda entonces una gran parte de la población no
tendrá trabajo y se hundirá en la pobreza y el hambre.
Si la oferta es mayor que la demanda se reducirá el precio comercial del salario por
debajo de su precio natural. Los demás factores de la producción, cuando su precio
comercial desciende por debajo de su precio natural, pueden emigrar a otras ramas
productivas con lo que al descender la oferta el precio comercial se acercará al precio
natural, restableciéndose el equilibrio entre la oferta y la demanda. En el caso del trabajo
esto es prácticamente imposible porque:

...1) donde existe una considerable división del trabajo es extremadamente difícil para el
obrero dirigir su trabajo hacia otras vías; 2) porque a causa de su relación de subordinación
al capitalista es el primero que sufre.68

Las fluctuaciones del mercado afectan menos a la renta del suelo y a la ganancia
industrial que al salario del obrero.
Si el capitalista mantiene el precio de sus mercancías por arriba de su precio
natural obtiene un provecho adicional, pero el obrero que trabaja en su fábrica no recibe
ninguna ventaja de ello.

68
Ibídem, p. 14

122
1
2

El precio del trabajo es mucho más constante que el precio de las subsistencias y
frecuentemente se encuentran en relación inversa.
En épocas de carestía el alza de precios provoca una contracción de la demanda de
mercancías; esto, a su vez, da como resultado que disminuya la demanda de trabajo con lo
que descienden los salarios. Por otro lado, debido a los altos precios de las subsistencias
los salarios suben por su tendencia a nivelarse con el precio natural del trabajo. Los
aumentos y las disminuciones se compensan, por lo cual los salarios se equilibran.
En épocas de abundancia el aumento de la producción genera un incremento en la
demanda de obreros; el salario sube. Por otro lado los precios de las subsistencias bajan y
con ellos el salario. Ambos movimientos se compensan.
El obrero no sólo tiene que obtener los medios necesarios para su subsistencia sino
que tiene también que buscar trabajo, es decir, la oportunidad de desplegar sus
capacidades físicas y mentales.
La sociedad se puede encontrar en tres situaciones fundamentales distintas, las
que se analizan en relación con la suerte que en ellas tienen las condiciones de vida de la
clase obrera:
(1) Disminución de la riqueza social. La clase que más cruelmente sufre con la
caída de la prosperidad social es la clase obrera.
(2) Riqueza social en aumento. Esta es la condición favorable al obrero.
Aumenta la producción; se incrementa la demanda de obreros; sube el salario. Al
subir el salario el obrero trata de obtener más ingresos trabajando tiempo extraordinario.
Trabaja en exceso y acorta su vida. De esta manera da paso a nuevos contingentes de
trabajadores. El sacrificio de una parte de sus miembros es la condición para el aumento
de la ocupación de la totalidad de la clase obrera.
El enriquecimiento progresivo de la sociedad se basa en el aumento de los capitales
y las rentas. Este aumento tiene las consecuencias siguientes:
El crecimiento de la riqueza supone el aumento de la acumulación; la acumulación
es concentración de trabajo de los obreros en manos de los capitalistas; por lo tanto el
crecimiento de la riqueza se basa en el despojo de lo que el obrero produce y en su
concentración en manos de otra persona; los medios de trabajo y de subsistencia del
obrero se concentran en manos de los capitalistas.
La acumulación del capital aumenta la división del trabajo:
-La división del trabajo aumenta el número de obreros.
-A su vez el número de obreros aumenta la división del trabajo.
-La división del trabajo incrementa la acumulación.
-Por la acumulación de capital y la división del trabajo el obrero llega a depender
más y más del trabajo para su subsistencia y de un trabajo cada vez más unilateral,
mecanizado.
-La dependencia del trabajo hace depender al obrero de las fluctuaciones del
mercado, de la aplicación del capital y del capricho del rico.
-El aumento de las personas que dependen únicamente del trabajo determina la
competencia entre ellos y hace disminuir su precio.
-Los dueños del dinero se ven forzados a hacer negocios con él. La competencia
entre los capitalistas arruina a los capitalistas medios y pequeños y los lanza a las filas del
proletariado aumentando la competencia entre ellos y haciendo descender su precio.
En consecuencia, las condiciones más favorables tienen los siguientes resultados
para los obreros:
-Trabajo extraordinario.
-Muerte prematura.
-Decadencia hasta convertirse en máquinas.
-Relación de servidumbre respecto del capital.
-Aumento de salarios que:
-Presupone y envuelve la acumulación de capital; enfrenta cada vez más al obrero el
afán de enriquecerse sacrificando su espíritu y su cuerpo.
-Aumento de la división del trabajo que acentúa más y más su unilateralidad y

123
1
2

dependencia.
-Incremento de la competencia entre los hombres y las máquinas.
-La máquina se enfrenta al obrero como competidora.
-Sobreviene la sobreproducción que lanza obreros al arroyo y hace descender sus
salarios.
(3) Riqueza social en su punto culminante.
-El salario y el interés del dinero serían muy bajos.
-La competencia entre los obreros sería tan grande que los salarios descenderían en
gran proporción, viéndose reducidos a lo necesario para mantener el mismo número de
obreros. El excedente de obreros tendría que morir.
-En resumen: en el estado decreciente de la sociedad, miseria progresiva; en el
estado progresivo, miseria compleja; en el estado culminante, miseria estacionaria.
Según Adam Smith, una sociedad no es dichosa si la mayor parte de sus miembros
padecen; el estado de mayor riqueza obliga a la mayoría a padecer; en consecuencia, la
economía política procura la desventura de la sociedad.
Comparación qua hace el economista entre lo que teóricamente es el obrero y lo que
es la práctica.

124
1
2

Teóricamente Prácticamente
El producto íntegro del trabajo El obrero sólo recibe la parte menor y
pertenece al obrero. estrictamente indispensable del producto; sólo lo
necesario para subsistir, no como hombre, sino
como esclavo y para perpetuar, no la especie
humana, sino la clase esclava de los obreros.

Todo se compra con trabajo. El capital El obrero, lejos de poder comprarlo todo
es trabajo acumulado se ve obligado a venderse él mismo, su propia
humanidad.
La renta del terrateniente es, en la El “algo más” que el obrero gana en los
mayor parte la 3ª. parte de la renta del suelo; la mejores tiempos alcanza a tan poco que de cada
ganancia del capitalista industrial es el doble cuatro de sus hijos, dos deben morir de hambre.
del interés del dinero

El trabajo es lo único que acrecienta el La propiedad privada activa, el


valor de los productos de la naturaleza. terrateniente y el capitalista, son seres ociosos
que sin trabajar se apropian de los productos del
trabajo
El trabajo es el único precio constante No hay nada tan fortuito y expuesto a
de las cosas. fluctuaciones extremas que el salario.
La división de trabajo aumenta el poder La división del trabajo empobrece al
productivo del trabajo, la riqueza y el obrero y lo reduce a la condición de máquina.
refinamiento sociales.
El trabajo se convierte en capital El capital acumulado hace al obrero aún
acumulado y con esto aumenta la creciente más dependiente del capitalista, lo lleva a
prosperidad social. competencias de nueva intensidad y lo acucia en
la carrera de sobreproducción, con la depresión
subsecuente correspondiente.
El interés del obrero nunca se opone al La sociedad siempre se opone al interés
de la sociedad. del obrero.
El salario es una deducción que la La renta y la ganancia son deducciones
tierra y el capital permiten que vaya a las sacadas de los salarios.
manos del obrero.
El trabajo, en cuanto que su propósito es
el puro aumento de riqueza, es dañino y
pernicioso.

Remontándose por arriba de la economía política, Marx propone responder a dos preguntas:
(1) ¿Qué significa en la evolución de la humanidad esta reducción de la mayor
parte del género humano al trabajo abstracto?
(2) ¿Cuáles son los errores que cometen los reformadores sociales que, o quieren
elevar los salarios y de este modo mejorar su situación de la clase obrera, o consideran la
igualdad de salarios (como Proudhon) como finalidad de la revolución social?
Conforme a la economía política el trabajo se presenta sólo como actividad para
obtener salarios.

Wilhelm Schulz:
Salario mayor para las ocupaciones que suponen talentos específicos o reparación
más prolongada; salario menor para las actividades mecánicas, monótonas en las que una
persona puede entrenarse fácil y rápidamente. Esta clase de trabajo es el que abunda en el
estado actual de organización del trabajo.
El promedio encubre las diferencias salariales.
El cálculo del monto del salario también debe de considerar la seguridad de su
permanencia.
Esta disminuye constantemente.
Igualmente el cálculo del salario debe tomar en cuenta las horas trabajadas antes y
ahora. En general, ha aumentado en los últimos 25 años.

125
1
2

Si aumentan el salario puede ser, sin embargo, que las necesidades sociales hayan
aumentado en mucho mayor proporción por lo que en realidad el salario habrá disminuido
relativamente.
Pero la economía política ve al obrero sólo como un animal de trabajo; como una
bestia estrictamente reducida a sus necesidades corporales.
La productividad del trabajo crece enormemente con las nuevas maquinarias más
modernas.
Sin embargo, esto ha traído consigo un aumento de la duración del trabajo esclavo.
La simplificación del trabajo sustituye el trabajo de los obreros adultos por el de las
mujeres y niños.
El trabajo asalariado es agotador y destroza el cuerpo y lisia moral e
intelectualmente.
Los hombres son condenados a ocupaciones tan bajas, a una degradación tan
devastadora y cruel que por comparación el estado de salvajismo parece una condición
regia.
London: (1842)
-Incremento de la prostitución.
-Incremento de la población. En cuanto mayor la pobreza, mayor la población.
-La teoría del trabajo como mercancía es la teoría de servidumbre disfrazada.
-El actual régimen económico rebaja simultáneamente el precio y la remuneración
del trabajo; perfecciona al obrero y degrada al hombre.
-Las máquinas lanzan al arroyo a los obreros. Etcétera.
LA GANANCIA DEL CAPITAL
El capital. Es el trabajo acumulado en reserva. Da al capitalista poder de dirección
sobre el trabajo y sus productos.
La ganancia del capital.
Es completamente diferente del salario.
La ganancia del capital es regulada por el valor del capital empleado, sin atender al
trabajo de inspección y dirección que, por otra parte, es realizado por funcionarios a sueldo
del capitalista. Es decir, que la ganancia del capitalista nada tiene que ver con su trabajo
personal sino que está en función del valor del capital invertido.
El capitalista emplea a los obreros para obtener de la venta del valor que produce
un exceden te sobre lo que les adelantó como salario.
El capitalista no tendría interés en invertir grandes capitales si su ganancia no
fuera proporcional al volumen del capitalista.
Los capitalistas obtienen una ganancia tanto de los salarios como de las materias
primas cuyo valor adelantan.
¿Cuál es el nivel normal de la ganancia? Existen múltiples dificultades para
determinarlo.
En general debe ser mayor que el interés del dinero. Cuanto mayor es la ganancia
que se puede obtener, más alta la tasa de interés y, al contrario.
La tasa de ganancia más baja es aquella que cubre un poco más de lo necesario
para compensar las pérdidas ocasionales del capital.
La tasa de ganancia superior es aquella en la cual el precio de la mayor parte de las
mercancías consume el total de la renta del suelo y reduce el salario.
La ganancia puede aumentar también cuando el capitalista mantiene el precio de
mercado por sobre el precio natural:
-A través del secreto industrial.
-Por medio de monopolios.
-Por circunstancias fortuitas.
-Por el mayor grado de elaboración de las mercancías, que reduce la parte de la
renta del suelo.
-Mientras mayor volumen del capital mayor es la masa de la ganancia.
-Mediante el abaratamiento de los medios de circulación.

126
1
2

-Por la división del trabajo.


El poder del capital sobre el trabajo y los móviles del capitalista.
El lucro es el único móvil del capitalista.

Los planes y proyectos de los poseedores de capital regulan y dirigen todas las operaciones
más importantes del trabajo, y el objeto que se proponen todos esos planes y proyectos es la
ganancia69

La acumulación de capitales y la competencia entre los capitalistas.


Marx establece, con citas de los economistas, los puntos principales acerca de la
acumulación de capital: acumulación, concentración y centralización de capital, baja de la
tasa de ganancia, ruina de los pequeños y medianos capitalistas, restauración del
monopolio.
LA RENTA DEL SUELO
La renta del suelo es una deducción que hace el propietario del suelo de la ganancia
del capitalista agrario (arrendatario capitalista). La sociedad queda reducida a dos clases
sociales fundamentales: capitalistas y obreros.
EL TRABAJO ENAJENADO
En esta parte de los Manuscritos Marx se da a la labor de descubrir la esencia de la
relación trabajo asalariado-capital.
Partiendo de las premisas de la economía política, con sus propias palabras, se ha
demostrado que:
(a) El obrero degenera en mercancía y se convierte en la más miserable de las
mercancías;
(b) la miseria y el envilecimiento del obrero están en razón inversa al poderío y
magnitud de su producción;
(c) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la
restauración del monopolio;
(d) la sociedad se divide en dos clases fundamentales; la de los propietarios y la de
los obreros no propietarios.
La economía política tiene como fundamento la propiedad privada, pero no la
explica.
No prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada: la codicia, la
separación del trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y
desvalorización del hombre, monopolio y competencia, etcétera.
Comprender esa conexión esencial es la tarea a realizar.
Argumentación:
Se parte de un hecho económico actual:
-El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más
mercancías produce.
-La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del
mundo de las cosas.
-El trabajo no sólo produce mercancías; se produce a sí mismo y al obrero como
mercancía y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.
-El objeto, el producto del trabajo es el propio trabajo que se ha fijado en un objeto,
que se ha hecho cosa.
-Su propio trabajo se enfrenta al obrero como un ser extraño, como un poder
independiente.
-La objetivación del trabajo es su realización.
-La realización del trabajo es la desrealización del trabajador. En la expresión más
rotunda de esta contradicción el obrero es desrealizado hasta llegar a la muerte por
inanición.
-La objetivación del trabajo es la pérdida del objeto y servidumbre a él. Hasta tal

69
Ibídem, p. 36

127
1
2

punto lo es que el obrero no solo es despojado de los objetos más necesarios para su vida
sino que su trabajo mismo se convierte en un objeto del que solo se apodera con grandes
esfuerzos.
-La apropiación es el extrañamiento, la enajenación. Esto se manifiesta en el hecho
de que mientras más objetos produce el obrero menos puede poseer y más cae bajo el
dominio de lo que produce: del capital.
-El mayor desgaste del obrero se traduce en un mundo objetivo extraño más
poderoso que él crea frente a sí; mientras más grande es ese mundo objetivo más pobre es
el obrero y menos le pertenece como suyo.
-El trabajador pone su vida en el objeto, pero desde ese momento su vida no le
pertenece sino al objeto.
Todo esto tiene su origen en el hecho de que el obrero está relacionado con el
producto de su trabajo como objeto extraño. El trabajo del obrero existe fuera de él como
algo extraño a él que se convierte en poder en sí mismo, que se le opone como algo hostil y
ajeno.
Se examinará ahora el proceso de objetivación del trabajo, es decir, la producción del
obrero.
-El trabajo, para objetivarse, necesita de la naturaleza; ella le provee medios de vida
en un doble sentido: (1) como material para realizar su trabajo (2) como medios de
subsistencia.
-En virtud de la relación del trabajo con su producto como un objeto extraño, la
naturaleza (el mundo sensorial externo) va dejando de ser un objeto que pertenece al
trabajo en los dos sentidos arriba expresados. La naturaleza se enajena del trabajo.
-Se establece una doble servidumbre del trabajo respecto del objeto: 1’ recibe un
objeto de trabajo, es decir, recibe trabajo.
2’ recibe medios de subsistencia. Esta servidumbre llega a su expresión superior: el
ser humano sólo como obrero puede mantenerse en calidad de sujeto físico, y sólo es obrero
en cuanto sujeto físico.
La economía política oculta la enajenación inherente a la naturaleza del trabajo no
considerando la relación directa entre el obrero (trabajo) y la producción. Es decir, que no
considera que la privación en que viven los obreros, los tugurios en que se ven obligados a
morar, la deformidad de sus cuerpos y sus espíritus, su calidad de accesorios de las
máquinas, su falta de trabajo, su estupidez y cretinismo, sean producidos directamente por
el trabajo.
Si el producto del trabajo del obrero es algo extraño a él, el trabajo, la actividad
productiva, debe ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad, la actividad de la
enajenación.
La enajenación del trabajo se manifiesta en:
-El trabajo es externo al trabajador porque:
No se afirma, sino que se niega en él.
No desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y
arruina su espíritu. [Anula sus facultades físicas y mentales]
Su trabajo no es voluntario sino forzado. (Es la condición para mantener su
existencia física]
No es la satisfacción de una necesidad sino solamente un medio para satisfacer las
más apremiantes necesidades fuera del trabajo.
El trabajo no es suyo, sino de otro. Es su autoenajenación. El trabajador se siente
libre sólo cuando realiza sus funciones animales: comer, beber, engendrar, habitación y
atavío; y en sus funciones humanas [la facultad de trabajar] se reduce a un animal. Lo
animal se convierte en humano y lo humano en animal.
Ya se analizó el producto como producto enajenado del obrero y la actividad
productiva como su autoenajenación; ahora se pasará a analizar una tercera característica
del trabajo enajenado.
-El hombre es un ser genérico porque: [o: La esencia del ser humano consiste en
que:]

128
1
2

La naturaleza exterior (orgánica e inorgánica) es el cuerpo de la especie humana. La


naturaleza exterior constituye una parte de la vida humana y de su actividad: 1) es un
medio directo de vida y 2) es el material, el objeto y el instrumento de su actividad
humana. La vida de especie, la esencia del ser humano, consiste físicamente en que el
hombre vive de la naturaleza y en que el ámbito del que vive es más universal que el de
cualquier otra especie. La naturaleza forma parte de la conciencia humana como objeto de
las ciencias naturales y como objeto de arte. La naturaleza pertenece al hombre en forma
colectiva.
La actividad vital del hombre es la transformación consciente de la naturaleza. El
hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia (a diferencia
del animal). La esencia del hombre consiste en que tiene una actividad vital consciente. Esta
actividad vital en su forma natural se realiza colectivamente.
La manifestación y afirmación del hombre es la producción práctica de un mundo
objetivo, la elaboración de la naturaleza exterior. Su producción es universal, reproduce a
toda la naturaleza y a la medida de cualquier especie.
El trabajo enajenado hace ajena al hombre su esencia humana porque:
(1) enajena la naturaleza del hombre al enajenar aquella del trabajo (ver páginas
anteriores) ya que el trabajo es la esencia de la especie humana y
(2) enajena del hombre la actividad vital consciente al hacer ajeno al hombre el
trabajo (ver páginas anteriores).
Al hacer ajena al hombre su esencia humana hace ajeno al hombre respecto del
hombre porque la esencia humana sólo se realiza en la comunidad; al enajenar aquella del
hombre disuelve la comunidad: hace ajeno al hombre del hombre mismo.
Si el producto y la actividad productiva son ajenos al hombre, ¿a quién pertenecen?
Desde luego, pertenecen a otros hombres.
Si el producto y la actividad productiva son ajenos al obrero pertenecen a otro
hombre que no es obrero.
Si la actividad del obrero constituye un tormento para él es fuente de placer para el
no obrero. Si el obrero se relaciona con el objeto de su trabajo como con un objeto
poderoso, independiente, hostil y extraño se está relacionando con él de forma que otro
hombre independiente de él, poderoso, hostil, extraño a él que es el dueño de este objeto.
Si el obrero se relaciona con su actividad como una actividad que lo sojuzga se está
relacionando con ella como la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes, la compulsión
y el yugo de otro.
Mediante el trabajo enajenado, el hombre:
-Produce su relación con el objeto como un objeto extraño y hostil.
-Produce su relación con el acto de la propia producción como un acto extraño y
hostil.
-Produce la relación en que los otros hombres se encuentran con su producto
(apropiación).
-Produce la relación en la que está con estos otros hombres y
-Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que no le
es propia.
-En suma: el trabajo enajenado crea la relación del trabajo con el patrono o
capitalista, un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño, produce la propiedad
privada.
Conforme a la Economía Política el análisis partió de la propiedad privada como
fuente del trabajo enajenado; ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce
la propiedad privada.
Sólo en la última fase de su desarrollo revela la propiedad privada el secreto de su
existencia:
Es el producto del trabajo enajenado y es el medio por el cual el trabajo se enajena.
Con estos elementos se resuelven varias antinomias:
La economía política parte del trabajo como de la verdadera sustancia de la
producción y no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Esta contradicción es

129
1
3

la contradicción del trabajo enajenado consigo mismo. Proudhon falla a favor del trabajo.
El salario y la propiedad privada son idénticos; en consecuencia, un aumento
forzado de los salarios no acabaría con la enajenación del trabajo; la igualdad de salarios
sólo transforma la relación actual del obrero con su trabajo en la de todos los hombres con
el trabajo. El salario es una consecuencia directa del trabajo enajenado y el trabajo
enajenado la causa directa de la propiedad privada.
De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se deriva que la
emancipación de la sociedad de la propiedad privada, de la servidumbre, etcétera, toma la
forma política de la emancipación de los trabajadores porque ella contiene la emancipación
universal del hombre y porque toda relación de servidumbre tiene como base la relación
del obrero con la producción.
Se plantean aquí dos problemas:
(1) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la
propiedad verdaderamente humana, social y
(2) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo?

C. Segundo Manuscrito
Con base en el concepto de “esencia natural humana” Marx analiza ahora la
relación trabajo asalariado-capital.
La relación de la propiedad privada.
En el trabajador se da el hecho subjetivo de que el capital es el hombre que se ha
perdido totalmente a sí mismo.
En el capital se da el hecho objetivo de que el trabajador es el hombre que se ha
perdido totalmente a sí mismo.
El trabajador produce el capital; el capital le produce a él; se produce, pues, a sí
mismo y el hombre, en cuanto trabajador, en cuanto a mercancía, es el resultado de todo el
movimiento.
El hombre sólo existe en esta relación como trabajador. Su esencia humana
[propiedades humanas] existe enajenada bajo la forma de capital.
La producción no produce solamente al hombre como mercancía, la mercancía-
hombre, el hombre en función de mercancía; lo produce en esta calidad como un ser
espiritual y físicamente deshumanizado.

La relación de la propiedad privada contiene latentes la relación de la propiedad privada en


cuanto a trabajo, la misma relación como capital y las relaciones mutuas de ambos. Existe la
producción de la actividad humana en cuanto a trabajo, esto es, una actividad extraña a sí
misma, al hombre y a la naturaleza y, por tanto, a la conciencia y al flujo de la vida: la
existencia abstracta del hombre como simple trabajador que, por consiguiente, puede caer
todos los días de su vacío pleno al vacío absoluto, en la no-existencia social y por
consiguiente real. Por otra parte, está la producción del objeto de la actividad humana como
capital, en el que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido
la propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y
social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece
él mismo en los más diversos modos de existencia natural y social y es indiferente respecto de
su contenido real. Esta oposición lleva a su culminación, y necesariamente la culminación, la
cúspide y la decadencia de toda la relación.70
La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos. El
movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente: Primeramente: Unidad
inmediata y mediata de ambos.
Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados y extrañados, pero exigiéndose y
aumentándose recíprocamente como condiciones positivas.
Oposición de ambos. Se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista es la
negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su existencia al
otro.
Oposición de cada uno de ellos consigo mismo. Capital igual trabajo acumulado igual trabajo.

70
Ibídem, pp. 8687

130
1
3

Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su vez se
descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la clase obrera
así como el obrero -aunque sólo excepcionalmente se hace capitalista.
Trabajo como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital.
Trabajo se descompone en sí mismo y en salario. El trabajador mismo, un capital, una
mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas.71

D. Tercer Manuscrito
Marx desarrolla aquí la idea de que el comunismo es el desenlace necesario del
desenvolvimiento de la contradicción; propiedad privada-trabajo.
La propiedad privada y el trabajo.

La naturaleza subjetiva de la propiedad privada –propiedad privada dinámica para sí, como
sujeto, como personaes el trabajo...72

La esencia subjetiva de la propiedad privada es el trabajo. En las fases anteriores


del desarrollo de la propiedad privada este hecho permanece oculto y se considera a la
propiedad privada como una cosa, como algo exterior al hombre. En el régimen capitalista
se dan las premisas para que la economía clásica descubra, tras la apariencia material de
la propiedad privada, su esencia subjetiva. Es así como una de las principales aportaciones
de la economía clásica es el reconocimiento del trabajo como esencia de la propiedad
privada.
La economía clásica empieza con la apariencia de reconocer al hombre; en su
desarrollo, al reconocer al trabajo como la única fuente de riqueza, niega al hombre y se
convierte en una teoría de carácter antihumano. Su cinismo aumenta conforme se
desarrolla la industria.

Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, la riqueza del trabajo; y la industria es


trabajo concluido, tal como el sistema industrial es la cualidad de la manufactura –del
trabajo en su madurez, y tal como el capital industrial es la forma objetiva concluida de la
propiedad privada.
Vemos cómo sólo ahora puede la propiedad privada consumar su dominio sobre el hombre y
convertirse en su forma más general en un poder histórico-mundial .73

La propiedad privada y el comunismo.


La oposición no propiedad-propiedad sólo puede ser aprehendida en su conexión
activa, en su relación interna, cuando se entiende como la antinomia de capital y trabajo.
Por tanto, aunque existente desde la disolución de la comunidad primitiva, la
esencia de la propiedad privada sólo puede ser captada en la fase superior de su
desarrollo, en el régimen de producción capitalista.
Es también en esta fase durante la cual dicha contradicción avanza
inexorablemente hacia su resolución.
La superación de la enajenación sigue el mismo camino que la auto enajenación:
1) Se considera a la propiedad en su aspecto objetivo, pero teniendo como su
fuente el trabajo; por lo tanto, la superación de la enajenación debe ser la superación del
capital en cuanto tal (Proudhon). Esta consideración sirve de base a la primera forma que
adopta el comunismo, movimiento éste de superación de la enajenación.
Esta primera forma del comunismo es sólo una generalización y consumación (no-
superación) de la relación trabajo asalariado-capital. Pregona la conversión de todos los
hombres en trabajadores asalariados y del capital en propiedad privada de la comunidad y
la igualdad de los salarios. La abolición del capital en cuanto tal significa literalmente la
destrucción de aquello que no sea posible poseer por todos como propiedad privada;
significa, por tanto, la destrucción de todas las fuerzas esenciales del ser humano
71
Ibídem, p. 92
72
Ibídem, p. 93
73
Ibídem, p. 98

131
1
3

desarrolladas durante el capitalismo y la reducción de todos los hombres al mínimo nivel


de vida; es una regresión a la simplicidad antinatural del hombre pobre y sin necesidades
que no sólo no ha superado la propiedad privada, sino que ni siquiera la ha podido
alcanzar.

La comunidad es sólo una comunidad de trabajo, y una igualdad de salarios que paga el
capital comunal: la comunidad como fuente universal. Los dos lados de la relación son
elevados a una universalidad imaginaria: el trabajo como un ámbito en el que se coloca todo
el mundo, y el capital como la universalidad reconocida y el poder de la comunidad.74

2) El comunismo a) todavía de naturaleza política: democrático o despótico b) con la


superación del Estado, aún incompleto y todavía afectado por la propiedad privada (es decir,
por la enajenación del hombre). En ambas formas el comunismo es la reintegración del
hombre a sí mismo, la superación de la autoenajenación humana; pero puesto que aún no
ha aprehendido la cualidad positiva de la propiedad privada al igual que la naturaleza
humana de la necesidad, permanece esclavo de ella y corrompido por ella. Ha aprehendido el
concepto, pero no su concretidad.75

3) El comunismo como la superación positiva de la propiedad privada.


El desarrollo de la contradicción trabajo asalariado-capital desemboca
necesariamente en su superación, en el comunismo.
El comunismo es, por tanto:
La superación positiva de la propiedad privada como autoenajenación humana [El
restablecimiento de la propiedad común],
a) la auténtica apropiación de la concretidad humana por y para el hombre,
b) un retorno completo del hombre hacia el hombre como ser social (es decir,
humano): retorno pleno y realizado dentro de todo el desarrollo previo,
c) en cuanto que naturalismo acabado se iguala al humanismo y como
humanismo acabado se iguala al naturalismo,
d) es la solución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el
hombre y el hombre, la verdadera resolución de la lucha entre la existencia y la esencia,
entre la objetivación y la autoconfirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el
individuo y la especie;
e) es el enigma resuelto de la historia y sabe que él es la solución;
f) es la anulación de la autoenajenación humana.
g)
Toda la historia es, por tanto, el hecho real de su génesis (el del origen de su existencia
empírica) como su conciencia racional: es el proceso aprehendido y conocido de su devenir...76

El movimiento revolucionario [el proceso por el cual la relación trabajo asalariado-


capital desemboca en el comunismo] encuentra su base empírica y científica en el
desarrollo de la propiedad privada, más exactamente en la de la economía.
La propiedad privada material es el reflejo sensorial de la vida humana enajenada
[Es la propia esencia humana enajenada]. El desarrollo de la propiedad privada
(producción y consumo) es el reflejo sensorial del proceso de enajenación del hombre. La
religión, la familia, el Estado, la ley, la moralidad, el arte, la ciencia, etcétera, son modos
particulares de producción y, por tanto, formas particulares de la enajenación humana. La
supresión positiva de la propiedad privada como la apropiación de la vida humana es la
supresión positiva de toda enajenación; la supresión positiva de la propiedad privada es la
supresión de la enajenación económica en primer lugar, y como consecuencia, de todas las
demás formas de enajenación humana.
En el comunismo, supresión positiva de la propiedad privada:

74
Ibídem, p. 100
75
Ibídem, p. 102
76
Ídem.

132
1
3

-el hombre produce al hombre


-el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez de la
existencia del otro hombre,
-el carácter social [colectivo] es el carácter total del movimiento,
-el hombre crea a la sociedad [colectividad] y la sociedad [colectividad] crea al
hombre,
-la actividad y el consumo son sociales [colectivos],
-la apropiación de la naturaleza es socia [colectiva],
-la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la
sociedad [colectividad],
-la naturaleza se convierte en hombre [re-unión del hombre y la naturaleza] en la
sociedad
[colectividad],
De este modo la sociedad [colectividad] es la unidad consumada en cualidad del
hombre y naturaleza –la verdadera resurrección de la naturaleza-, el naturalismo del
hombre y el humanismo de la naturaleza realizados a plenitud.77
-la existencia individual es directamente actividad social [colectiva],
-la conciencia individual es directamente conciencia social [colectiva],
-la conciencia social es la forma teórica de la comunidad [colectividad] real,
-la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total a
través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar, sentir, pensar,
juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son órganos directamente sociales
[colectivos] que se relacionan de una manera humana con el objeto,
-se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas,
-se realiza la conversión (o restauración) de todos los sentidos en subjetiva y
objetivamente humanos,
-se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre
objetivo al convertirse el objeto en objeto social [colectivo],
-el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad
[colectividad],
-todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierten en sus
objetos,
-las fuerzas esenciales del ser humano [sus capacidades productivas], que están
constituidas por la estructura industrial, se volverán humanas (serán reapropiadas por el
hombre) en sociedad [colectividad]. El desarrollo de la industria –condicionado por el
desarrollo de las ciencias naturales ha preparado la emancipación humana aunque
directamente y en forma preponderante les ha correspondido consumar la
deshumanización,
-las ciencias naturales se convertirán en la base de la ciencia humana,
-las ciencias de la naturaleza incluirán a la ciencia del hombre lo mismo que la
ciencia del hombre incluirá a las ciencias de la naturaleza: habrá una sola ciencia,
-el hombre es el objeto inmediato de la ciencia de la naturaleza,
-la naturaleza es el objeto inmediato de la ciencia del hombre.
El socialismo es la autoconciencia positiva del hombre, ya no mediatizada a través de
la anulación religiosa, así como la vida real es la realidad positiva del hombre, ya no
mediatizada a través de la propiedad privada, a través del comunismo.
El comunismo es la posición en cuanto negación de la negación, y es entonces la
fase de hecho necesaria para la próxima etapa del desarrollo histórico en el proceso de
emancipación y recuperación humanas. El comunismo es la forma necesaria y el principio
dinámico del futuro inmediato, pero tal comunismo no es objetivo del desarrollo humano,
la estructura de la sociedad humana.
Las facultades físicas y mentales individuales del ser humano se fraguaron en un
largo período de tiempo –el cual se mide por millones de años- y alcanzaron su

77
Ibídem, p. 104

133
1
3

perfeccionamiento en la que podemos llamar la última fase de su desarrollo biológico y la


primera de su desarrollo social que es la comunidad primitiva, forma de organización que
se prolongó por miles de años; a la comunidad primitiva la sucede el régimen de la
propiedad privada que culmina con la formación económico-social capitalista; en relación
con todo el período de constitución y perfeccionamiento de la naturaleza biológica del
hombre, el régimen de la propiedad privada es tan sólo un instante que tiene como sujetos
a los seres humanos ya plenamente formados biológicamente, y si acaso hay alguna
evolución en sus capacidades individuales naturales humanas es sólo como el último
resultado de un impulso proveniente de aquel largo movimiento anterior que se pierde en
la noche de los tiempos.
Lo característicamente humano en la comunidad primitiva lo constituyen las
facultades biológicas de los individuos y la naturaleza colectiva de las mismas. La
propiedad privada desgaja al individuo de la colectividad. Inmediatamente se inicia una
existencia más o menos autónoma de los individuos que tiene como resultado el desarrollo
antinatural de las facultades biológicas del hombre (ya sea mediante su exaltación o por su
represión) que conquista su punto culminante en el régimen capitalista en donde todas
esas facultades se encuentran en un estado de descomposición y degeneración; lo
típicamente humano del individuo, que maduró y se consolidó plenamente durante la
comunidad primitiva, se ha perdido en el reinado de la propiedad privada.
En una evolución paralela, y precisamente por medio del desarrollo antinatural de
las capacidades individuales de los seres humanos, la especie va creando nuevas
capacidades cuya peculiaridad radica en que ahora tienen un carácter colectivo, no
individual y que van incorporando las distintas fuerzas de la naturaleza al ser de aquella
hasta conquistar la totalidad de la naturaleza exterior e interiorizársela en la forma de la
estructura industrial capitalista.
No tiene nada de místico ni de misterioso este despliegue dual de la especie:
creación de sus capacidades sociales a costa de la aniquilación de las capacidades de sus
individuos. Pero tampoco es difícil de comprender el desenlace que está implícito en todo
ese movimiento: para que la especie pueda subsistir y desarrollar en toda su extensión sus
nuevas capacidades adquiridas es necesario que se restauren las facultades biológicas
humanas de los individuos, es decir, ni más ni menos que aquellas que poseían en el
régimen de la comunidad primitiva; y para que esto sea posible es imprescindible que se
nieguen y se destruyan todas aquellas facultades antihumanas que tomaron el lugar de las
verdaderamente humanas. Esto quiere decir que la propiedad privada, habiendo preparado
todos los elementos para el ingreso de la especie en la etapa superior de su existencia, no
ha aportado nada a la naturaleza humana de los individuos, sino que, por el contrario, se
las ha sustraído de una manera escandalosa.

NECESIDAD, PRODUCCION Y DIVISION DEL TRABAJO.


...Bajo la propiedad privada... cada cual especula para crear en otro una nueva necesidad, de
manera de conducirlo a un nuevo sacrificio, a colocarlo en una nueva dependencia, seducirlo
con un nuevo modo de deleite y con ello con la ruina económica... El aumento en la cantidad
de objetos es acompañado de la extensión del dominio de los poderes alienados a los cuales
está sujeto el hombre, y cada producto nuevo representa una nueva potencialidad de mutuo
engaño y saqueo. El hombre se hace cada vez más pobre en cuanto tal; su necesidad de
dinero es mayor si quiere vencer los poderes hostiles...
Por tanto la necesidad de dinero es la necesidad que produce el moderno sistema económico
y la única que produce. La cantidad de dinero en grado creciente es su único atributo
efectivo; así como reduce todo a su forma abstracta, del mismo modo reduce a sí mismo en el
curso de su propio desarrollo a algo puramente cuantitativo. El exceso y la intemperancia se
convierten en su verdadera medida. Se refleja esto subjetivamente en que la extensión de los
productos y necesidades se reduce a un esclavismo ingenioso y siempre calculador de
caprichos inhumanos, refinados, antinaturales e imaginarios...
Esta enajenación se refleja en que produce refinamiento de las necesidades y de sus medios;
y un embrutecimiento bestial, una simplificación completa, grosera, abstracta de la

134
1
3

necesidad; o mejor, en que simplemente se renace en su opuesto...78

El desarrollo de las necesidades de la burguesía, que son lo contrario de las


necesidades humanas (caprichos inhumanos, refinados etcétera), se basa en la anulación
de toda necesidad de los trabajadores.

De este modo la multiplicación de las necesidades y de los medios para satisfacerlas


engendra la ausencia de las necesidades y de medios, demuestra la economía política... Esto
lo prueba:
1) Al reducir las necesidades del obrero al nivel más simple y miserable de subsistencia
física y la reducir su actividad al más mecánico movimiento abstracto. Dice entonces: El
hombre no tiene necesidad, ni de actividad, ni de goce. Porque aún a esto lo llama vida
humana y existencia humana.
2) Al contar con el más bajo nivel de vida (existencia) como norma general –porque es
aplicable a la mayoría de los hombres-, convierte al obrero en un ser insensible que carece de
toda necesidad, así como al hacer de su actividad una pura abstracción de toda actividad.
Por tanto, para él todo lujo del obrero le parece censurable y todo aquello que vaya más allá
de la necesidad más abstracta – sea en el ámbito del goce pasivo o en una manifestación de
la actividad-, le parece un lujo. La economía política, esa ciencia de la riqueza es por tanto la
ciencia de la negación, de la privación, de la economía, del ahorro: y alcanza al punto de
privar al hombre hasta la necesidad de aire puro o del ejercicio físico. Esta ciencia de la
industria ampulosa es simultáneamente la ciencia del ascetismo, y su auténtico ideal es el
avaro ascético, parásito y extorsionador, y el esclavo ascético pero productivo...79

Controversia entre los economistas: una escuela recomienda el lujo y execra del
ahorro; otra recomienda el ahorro y execra del lujo. La primera admite que es necesario el
lujo para producir trabajo (es decir, ahorro absoluto); el segundo recomienda el ahorro para
producir riqueza (es decir, lujo).
La falta de necesidad [su anulación] como fundamento de la economía política se refleja
contundentemente en su teoría de la población. Hay demasiada gente. Aún la existencia de
los obreros es puro lujo...80

La economía política tiene como fundamentos:


(a) La prostitución de las necesidades (mediante su desarrollo desorbitado) en las
clases poseedoras y
(b) La anulación de toda necesidad en la clase de los trabajadores] La producción
para el rico es refinada, velada, ambigua, apariencia.
La producción para los trabajadores es tosca, directa, franca, la cosa auténtica.
La industria especula tanto sobre el refinamiento como sobre la grosería de las
necesidades. La riqueza bajo la forma de despilfarro, etcétera., es decir, bajo la forma de la
renta de la tierra, evoluciona hacia la riqueza y su disfrute como una función del capital.

...El capitalista industrial también goza. Por ningún motivo retorna a la sencillez antinatural
de la necesidad; pero su placer es sólo secundario –recuperación-, que se subordina a la
producción; al mismo tiempo es un placer calculado y económico. Porque lo carga a los costos
del capital y lo que se despilfarra en su placer no debe exceder a lo que será reemplazado por
beneficio a través de la reproducción del capital. El placer está pues subordinado al capital, y
el individuo que goza, subordinado al individuo que acumula capital…81

El fundamento de la sociedad es la sociedad civil, la que está formada por


individuos, cada uno de los cuales es una totalidad de necesidades que se relacionan con
los otros como medios para satisfacerlas.
La división del trabajo es la forma social que adquiere el trabajo enajenado, es

78
Ibídem, pp. 116-118
79
Ibídem, pp. 119
80
Ibídem, pp. 122
81
Ibídem, p. 129

135
1
3

decir, el trabajo que se desarrolla con la finalidad de satisfacer las necesidades de los
individuos. La división del trabajo es la forma enajenada que adquiere la esencia natural de
la especie humana.
Diversas tesis de los economistas clásicos acerca de la división del trabajo:
Adam Smith: La división del trabajo es la consecuencia necesaria, lenta y gradual de
la propensión al cambio de los productos. [Esta propensión es una característica natural-
humana]
La diferencia de los talentos naturales no es tanto la causa como el efecto de la
división del trabajo.
El motivo del intercambio es el egoísmo.
Skarbek: El derecho de propiedad exclusiva es indispensable para el
establecimiento del intercambio entre los hombres.
Mill: el intercambio desarrollado, el comercio, es una consecuencia de la división del
trabajo.

La economía política concuerda en su totalidad, no obstante, en que la división del trabajo y


la riqueza de producción, división del trabajo y acumulación de capital, se interrelacionan
mutuamente; así como concuerda en que solamente la propiedad privada liberada –liberada
a sí misma pueda producir la más útil y completa división del trabajo 8251.

El examen de la división del trabajo y del intercambio es de sumo interés, porque se trata de
pautas perceptibles de la actividad humana y de potencialidad humana esencial, como
actividad y fuerza de la especie.
Afirmar que la división del trabajo y el intercambio se originan en la propiedad privada
equivale a afirmar que el trabajo es la causa de la propiedad privada... Precisamente en el
hecho de que la división del trabajo y el intercambio son corporizaciones de la propiedad
privada, reside la doble prueba, por una parte de que la vida humana necesita de la
propiedad privada para su realización y por otra que es necesaria la supresión de la
propiedad privada.
La división del trabajo y el intercambio son dos características relacionadas con las que la
economía política presume del carácter social de su ciencia y en el mismo sentido dan
vigencia a la contradicción en ella: el establecimiento de la sociedad a través de intereses
antisociales, particulares.83

EL DINERO Y SUS CONSECUENCIAS SOCIALES.


El dinero es el lazo de la unión entre el hombre y su esencia enajenada.
Ya hemos señalado que la parte de los Manuscritos en donde Marx desarrolló el
concepto de “esencia” natural humana, base de su argumentación en ese trabajo y nódulo
de toda su obra posterior, se perdió para siempre. Dicho concepto sirvió a Marx como
punto de partida e hilo conductor para la redacción del segundo y tercer manuscritos; las
características que en ellos adjudica al comunismo como “superación positiva de la
propiedad privada” son, de acuerdo a sus tesis, la reivindicación de la naturaleza esencial
del hombre perdida durante la existencia de la propiedad privada; de ellas, mediante un
trabajo de reconstrucción, es posible extraer el concepto de esencia natural humana
desarrollado por Marx en los manuscritos y utilizado como base de sustentación de sus
siguientes trabajos.
En el capítulo que sigue realizamos un intento de reconstrucción de este
insustituible elemento teórico.

E. Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844


Marx hace un resumen de las formulaciones de los economistas clásicos respecto
del salario, capital y renta del suelo.
Encuentra que la economía política ya había llegado a establecer muchas
determinaciones de lo que son el salario y el capital y las relaciones mutuas entre ambos.
82
Ibídem, p. 135
83
Ibídem, p. 137

136
1
3

Conforme a la economía clásica:


(a) la esencia subjetiva del capital es el trabajo (el capital es trabajo acumulado);
(b) las relaciones entre trabajo y capital son contradictorias; se oponen y se
complementan, engendrándose mutuamente;
(c) la miseria y degeneración física y espiritual de los trabajadores están en
relación inversa al poderío y magnitud de su producción, de la acumulación de capital;
(d) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la
restauración del monopolio;
(e) la sociedad se divide en dos clases fundamentales: la de los capitalistas y la de
los obreros, cuyos intereses son opuestos;
(f) el basamento de la sociedad actual es la propiedad privada: propiedad privada
del obrero sobre su fuerza de trabajo y propiedad privada del capitalista sobre los medios
de trabajo y de vida.
La economía clásica no llegó a tener una gran claridad en sus concepciones y se
debatía en contradicciones para ella insolubles; sus conclusiones apenas si lograban
insinuarse a través de las brumas teóricas en que estaban envueltas. Marx tomó este
material y lo dotó de orden y claridad, lo sistematizó; en este sentido –y sólo en este- Marx
es el último y más brillante de los economistas clásicos.
Con base en las ideas de los clásicos se habían desarrollado también los gérmenes
de la doctrina del socialismo y el comunismo; en efecto, se consideraba que, si el trabajo
era la fuente de toda la riqueza, el obrero debería recibir el producto íntegro de su trabajo –
Proudhon-, un incremento sustancial en sus salarios. Surgen el socialismo y el comunismo
primitivos.
Marx, con base en su doctrina del materialismo dialéctico e histórico, emprende la
tarea de desentrañar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital.
Establece que la “economía política” (economía clásica) tiene como fundamento la
propiedad privada, pero no la explica, es decir, no aprehende la esencia de la misma ni
puede, por tanto, comprender la conexión esencial entre la propiedad privada y la relación
trabajo-capital.
Marx considera que para develar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital
es necesario llegar a la esencia de la propiedad privada.
Para penetrar en la esencia de la propiedad privada analiza la forma que éste tiene
de manifestarse en la fase específica de su desarrollo que es la propiedad privada
capitalista.
En el régimen de la propiedad privada capitalista, dentro de la relación trabajo-
capital, el trabajador se convierte en mercancía; la desvalorización del mundo humano
crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas; el trabajador no sólo
produce mercancías, sino que se produce a sí mismo como mercancía.
Penetrando en este hecho, Marx encuentra la esencia del mismo:
(a) El producto es ajeno al trabajador,
(b) el producto es su propio trabajo que se ha hecho cosa y que se le enfrenta
como un ser extraño e independiente, como una potencia hostil,
(c) la objetivación del trabajo es la pérdida del objeto,
(d) la cosificación del trabajo es la realización del trabajo,
(e) la realización del trabajo es la desrealización del trabajador,
(f) el trabajo se convierte en objeto,
(g) en virtud de la pérdida del objeto la naturaleza se enajena del trabajo,
(h) todo esto tiene su causa en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no
pertenece a su ser.
(i) El trabajo es externo al trabajador porque:
-no se afirma, sino que se niega en él,
-no desarrolla su libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y
arruina su espíritu,
-su trabajo no es voluntario sino forzado,
-no es la satisfacción de una necesidad sino sólo un medio para satisfacer las más

137
1
3

apremiantes necesidades,
-el trabajo no es suyo, sino de otro.
(j) El producto y el trabajo son ajenos al trabajador porque el trabajo hace ajeno al
hombre de su esencia humana.
La esencia de la propiedad privada capitalista es el trabajo enajenado, es decir, el
trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana.
La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es, el
trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana.
En este contexto, aunque Marx no lo dice explícitamente, es evidente que la relación
entre trabajo asalariado y capital queda reducida a un caso particular de la relación entre
trabajo y propiedad privada y que aquella es la última y más aguda forma que adopta la
enajenación del trabajo.
Para establecer la esencia de cada etapa del desarrollo de la propiedad privada
(esclavismo, feudalismo y capitalismo) es necesario descubrir la forma específica que
adopta en cada una de ellas el trabajo enajenado en relación con la esencia humana.
El análisis partió de la propiedad privada como fuente del trabajo enajenado: ahora
nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la propiedad privada.
En el plan de Marx estaba considerado el entrar luego a estudiar lo que es la
esencia humana y las causas por las cuales ésta se vuelve ajena al hombre; estos
problemas están planteados de la siguiente manera en los manuscritos:
(a) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la
propiedad verdaderamente humana, social y
(b) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo?
La parte del manuscrito en donde Marx desarrolla detalladamente la solución a
estos problemas se perdió y nunca ha sido encontrada.
Existen, sin embargo, elementos suficientes para reconstruir el pensamiento de
Marx. En el texto se da una amplia explicación de lo que, conforme al espíritu del
marxismo, es el concepto de esencia humana.
De una manera sintética podemos decir que para Marx la esencia natural humana
está constituida por las características biológicas de la especie adquiridas a través del
trabajo y por la propiedad, la producción y el consumo colectivos.
El hombre llega a extrañar su trabajo cuando en la sociedad humana se disuelve la
comunidad primitiva y se establece la propiedad privada, primero como propiedad familiar
(en la comunidad asiática) y luego individual. El trabajo colectivo, fundamento de la
esencia natural de la especie, es sustituido por el trabajo privado, el cual es el elemento
decisivo de la negación de la humanidad de la especie. El hombre enajena su trabajo
cuando éste se transforma de colectivo en privado.
Una vez establecido lo que es la esencia humana, Marx pasa a analizar lo que en
este texto enriquecido (analíticamente) es la relación trabajo asalariado-capital y encuentra
que:
(a) El trabajador es un ser despojado de todas sus características humanas, es un
ser espiritual y físicamente deshumanizado.
[La deshumanización llega al punto en que todos los procesos orgánicos, todos los
órganos y funciones de los trabajadores entran en un proceso de desgaste, atrofia y
degeneración que lleva a la aniquilación de las características naturales de la especie
humana. Este proceso es causado por las formas específicas que adopta el trabajo en la
sociedad capitalista: producción de plusvalía absoluta y relativa, maquinización e
intensificación del trabajo, etcétera, y por la forma específica que en ella adopta el
consumo (consumo masivo, sociedad del bienestar).]
(b) El capital es la forma enajenada que adopta la esencia humana del trabajador.
(c) El trabajo engendra al capital como su esencia humana enajenada y el capital
engendra al trabajador como un ser despojado de su esencia humana.
Este mutuo engendramiento debe llevar a un desenlace conforme a lo siguiente:
(a) La separación entre el trabajo y su esencia humana llegan al punto en que la
naturaleza esencial del hombre se ha anulado por completo y convertido absolutamente en

138
1
3

su contrario.
(b) Dicha separación debe llegar hasta donde ambos polos se exijan
acuciantemente y no puedan continuar existiendo sin lograr su unión.
Marx llega a la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe
resolverse, conforme a las premisas establecidas, superando la enajenación del trabajo a
través de la reapropiación de su esencia natural (humana) por el trabajador.
Esta desenajenación del trabajo a través de la reapropiación de la esencia natural
(humana) por el trabajo es el contenido del comunismo.
El comunismo es la abolición (o superación positiva) de la propiedad privada.
Marx hace una descripción más o menos detallada de lo esencial del comunismo
(Ver texto).
Marx termina con un análisis de lo que son las necesidades en la sociedad
capitalista por oposición a las necesidades en el comunismo, de la división del trabajo
como fundamento de aquellas necesidades y del dinero como lazo de unión entre el hombre
y su esencia enajenada.
Este trabajo de Marx es el antecedente necesario de su labor teórica posterior. En él
descubre la esencia del régimen capitalista de producción: su ineluctable transformación
en el socialismo y el comunismo. En El Capital desarrolla al detalle la naturaleza del
régimen capitalista para extraer de ahí, también minuciosamente, la táctica y la estrategia
del cambio revolucionario, conservando siempre como su base los descubrimientos teóricos
hechos en aquel primitivo estudio. Es evidente que la más profunda y cabal comprensión
de El Capital, sobre todo en estos tiempos de dominio absoluto del revisionismo moderno,
sólo puede obtenerse teniendo como punto de partida las tesis desarrolladas por Marx en
esta su obra de juventud.
El revisionismo, que requiere por un lado una base en la teoría burguesa para
fundamentar todas sus concepciones económicas, puesto que éstas son burguesas en el
fondo, y por otro mantener la apariencia de que esa base es la teoría económica marxista,
toma de ésta la parte en que Marx organiza y sistematiza las tesis de los clásicos y la hace
pasar como la esencia del régimen capitalista. El revisionismo, igual que la economía
clásica, no comprendió la esencia de la propiedad privada, ni la conexión esencial entre la
propiedad privada y la relación trabajo asalariado-capital; es decir, no entendió que la
esencia de la propiedad privada es la anulación de la esencia natural del hombre, ni
mucho menos lo que ésta sea.
Igualmente, el revisionismo no alcanzó a saber cuál es la forma que adopta en la
actualidad la ley de la depauperación creciente en relación con la anulación de la esencia
natural del hombre ni, por supuesto, lo que es el comunismo como reapropiación de la
esencia natural del hombre.
Para el revisionismo, la depauperación se manifiesta, en las sociedades de bajo
desarrollo capitalista, como hambre, desnutrición, insalubridad, violencia, antidemocracia,
dominio del gran capital sobre el mediano y el pequeño, etcétera y en las sociedades
desarrolladas como la sumisión del proletariado (y de la pequeña burguesía) al “aparato de
dominación total” que arruina la preciosa individualidad de las personas.
Para el revisionismo, en consecuencia, el socialismo y el comunismo tienen el
significado, ya sea de una elevación general de las condiciones de vida, ya de la abolición
del gran capital dejando subsistente la propiedad de la pequeña burguesía (socialismo
“humanista”), ya del establecimiento de la propiedad por grupos (autogestión o “socialismo
realmente existente”), etcétera.
No cabe duda de que el revisionismo, que se llama heredero del marxismo-
leninismo, no sólo no lo es, sino que no pudiendo siquiera ser el continuador de la
economía clásica, ha caído al miserable nivel de la economía vulgar.
La táctica y la estrategia que los revisionistas proponían para establecer en los
diversos países las caricaturas de socialismo y comunismo que pregonaban son también
meras caricaturas de los métodos clásicos preconizados por Marx, Engels, Lenin y Stalin
para la realización de la revolución proletaria, métodos que los clásicos habían derivado de
la esencia misma del régimen capitalista de producción y que rigen por tanto en donde

139
1
4

quiera que exista esta formación económico-social. En realidad, el revisionismo sólo fue la
avanzada teórica y práctica de un sector determinado de la burguesía (la llamada
burguesía media, burguesía no-monopolista, burguesía liberal, burguesía nacionalista,
etcétera) y de la pequeña burguesía, cuyos intereses formulaba teóricamente e impulsaba
prácticamente; el revisionismo devino necesariamente en oportunismo.

140
1
4

CAPÍTULO IV

NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE ESENCIA NATURAL DEL SER HUMANO.

En este capítulo nos proponemos desarrollar el concepto de la esencia natural


humana, el cual, aun siendo el eje central en la argumentación de Marx en los
Manuscritos…, no aparece en ellos explícitamente porque probablemente su exposición se
hacía en la parte extraviada de este documento. Sin embargo, lo que conocemos de los
Manuscritos… nos permite hacer un intento de reconstrucción de lo esencial del
pensamiento de Marx.
La esencia natural del ser humano, su característica esencial como especie, es el
trabajo.
El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través
de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la
naturaleza.
Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser
humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los
medios necesarios para reconstituirlas.
Las necesidades del ser humano están integradas tanto por el ejercicio de sus
facultades físicas y mentales como por la reconstitución de las mismas.
Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es
decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y fases de la
actividad productiva como prerrequisito para la acción.

A. Base biológica del trabajo.


La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos,
sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología, sus propias necesidades
están en relación directa y necesaria con su esencia natural que es el trabajo; son producto
del trabajo y los medios a través de los cuales se realiza la actividad vital humana. Las
características biológicas de la especie son, por tanto, parte integrante de la esencia natural
humana.
La medida de todas las características biológicas y de las necesidades naturales de
la especie humana es una premisa y resultado del trabajo; es, por tanto, un elemento más
de la esencia humana. Esto quiere decir que las funciones naturales tienen límites bien
determinados, más allá de los cuales se convierten en lo contrario de lo que por su
naturaleza son.
Las características biológicas de la especie y su medida han sido dadas por un largo
proceso – el de la constitución de la esencia natural del hombre- que abarca un enorme
período de tiempo (para algunos cuando menos once millones de años).
En sus obras “El origen del hombre”84 y “El papel del trabajo en la transformación del
mono en hombre85”, Darwin y Engels describen minuciosamente las distintas
características físicas y mentales que en su evolución adquieren las especies progenitoras
del ser humano y son otros tantos avances en la constitución de las capacidades de la
especie humana. Este proceso desemboca en la formación biológica del ser humano como
tal, cuyas características específicas (es decir, las que lo distinguen como especie) son: (1)
una constitución física, una disposición corpórea apta para la producción de sus medios
de vida, esto es, para hacer producir a la naturaleza conforme a sus fines (lo que es
diametralmente opuesto a la actividad meramente apropiatoria, recolectora, de las especies

84
Darwin, Charles, El origen del hombre y la selección en relación al sexo, Editorial Diana, S. A.,
México, 1971
85
Engels, Federico, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, en Carlos
Marx/Federico Engels, Obras escogidas, tomo VII, editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires,
Argentina, 1973

141
1
4

inferiores) y
(2) el pensamiento, o sea la facultad de representación del objeto y de las
capacidades físicas del sujeto en el interior del mismo como medio para dirigir su actividad
hacia la transformación y la apropiación de la naturaleza, lo cual es lo contrario de la vida
fundamentalmente instintiva de las especies inferiores.
Las características físicas específicas del ser humano según Engels y Darwin, son:
-Posición erecta, por la cual las extremidades inferiores se especializan en la
locomoción y las superiores quedan libres, en posibilidad de adquirir otras funciones.
-Las manos como instrumento por excelencia para la transformación y apropiación
del objeto.
-Los sentidos altamente desarrollados para captar con mayor precisión los objetos
exteriores.
-El cerebro, como centro rector de los procesos anímicos, plenamente desarrollado,
con una enorme capacidad de energía nerviosa para sus funciones específicas.
-Todos los cambios (fisiológicos, funcionales, orgánicos, etcétera) que en el
organismo traen consigo los cuatro anteriores en virtud de las leyes de la correlación del
crecimiento.
La especialización de las manos del mono en ciertas funciones distintas de la
locomoción (al trepar a los árboles, al recoger y comer sus alimentos, etcétera) crea y
fomenta la tendencia a la adopción de la posición erecta; la consecución de esta, a su vez,
deja las manos libres para adquirir mayor destreza y habilidad en sus funciones
tradicionales y para desarrollar nuevas funciones; la postura erecta se convierte en una
necesidad del mono antropoide. La mayor habilidad y destreza de las manos, así como las
nuevas funciones que ellas adquieren al penetrar más profundamente en la naturaleza del
objeto, determinan un gran progreso de los sentidos (vista y tacto, fundamentalmente); el
mono antropoide adquiere un conocimiento más completo de las características del objeto
exterior que se apropia y de las capacidades físicas de su organismo que puede poner en
obra para esa apropiación. Todas estas transformaciones redundan en cambios de la
estructura de la mano que la hacen más apta para sus nuevas funciones. El cerebro del
mono recibe, a través de los sentidos, una mayor cantidad de datos acerca de un mayor
número de objetos y fenómenos exteriores, los cuáles debe clasificar, organizar y
almacenar para su utilización futura; además, debe coordinar y dirigir todas las nuevas
funciones orgánicas destinadas a la apropiación de los objetos; es evidente que en estas
circunstancias las funciones del cerebro se amplían y perfeccionan. Todo este proceso, por
el cual se constituyen las características específicas del ser humano, es el resultado de la
actividad del mono para satisfacer sus necesidades elementales.
El desarrollo de las características específicamente humanas y del objeto son los
dos extremos de una contradicción que se engendran mutuamente y cuyas relaciones son
de unidad y lucha; el perfeccionamiento de las capacidades del mono antropoide hace más
extenso y profundo el campo de la naturaleza que es objeto de su actividad, es decir,
provoca la ampliación del objeto; por su parte, el crecimiento del campo de acción de su
actividad impulsa hacia un punto más alto las capacidades del mono.
Son características mentales específicas del ser humano, de acuerdo con Engels y
Darwin:
-la memoria de acontecimientos pasados,
-previsión,
-razón e
-imaginación,
las que se traducen en la capacidad de hacer abstracciones, formar conceptos
generales, tener conciencia, etcétera.
El mejoramiento de estas capacidades, al llegar a un punto determinado, hace
necesario el establecimiento del lenguaje, el cual a su vez se convierte en un potente
acelerador del proceso de perfeccionamiento de las capacidades mentales.
El desenvolvimiento de las capacidades mentales del ser humano tiene su origen en
la actividad práctica cotidiana realizada sobre la naturaleza con el fin de satisfacer sus

142
1
4

necesidades y es, al mismo tiempo, el medio para que el ser humano perfeccione, amplíe y
profundice su actividad práctica.
Esta es la característica especial que lo distingue de las restantes especies animales
superiores, las que, en lo fundamental, aunque habiendo llevado más o menos a un alto
nivel las características mencionadas, regían su actividad por los instintos, no producían
sus medios de vida ni instrumentos, ni habían estructurado el lenguaje.
El paso del mono al hombre se caracteriza porque las facultades mentales, que ya
existían en germen, toman un gran impulso que las hace elevarse hasta niveles altísimos,
siempre en torno a la actividad práctica tendiente a obtener los medios de vida. Al final de
este proceso quedan constituidos los elementos mentales de la naturaleza biológica del
hombre.

B. Base social del trabajo.


La forma de organización social colectiva es la que sirve de base al trabajo. Esta se
integra por una fuerza colectiva de trabajo, la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción, una actividad productiva y una de consumo colectivas, una
organización y dirección colectivas del trabajo colectivo y una conciencia colectiva. El
trabajo y la naturaleza biológica, elementos constitutivos de la esencia natural del ser
humano, tienen como condición imprescindible de su existencia la forma de organización
colectiva; ésta es también integrante de la esencia natural del ser humano. La vida colectiva
es premisa y resultado de la esencia natural del ser humano.
La constitución de las características fundamentales de la esencia humana se dio
dentro de los marcos de una forma de organización colectiva; en una relación de mutuo
impulso, se perfeccionaron tanto la esencia humana como la vida colectiva de la especie.
La forma de organización social colectiva tiene como fundamento la subsunción del
individuo en la colectividad; la conciencia y la actividad individuales pertenecen a y están
determinados plenamente por una conciencia y una actividad colectivas.
La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos,
sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología tienen una naturaleza
directamente colectiva porque la colectividad fue el elemento primordial para su
constitución y su desarrollo primigenio en la comunidad primitiva.

C. El proceso del trabajo


El proceso del trabajo se compone de las siguientes instancias:
(a) Representación, en la conciencia de la comunidad, de sus necesidades vitales,
sus fuerzas y capacidades, las fuerzas totales de la naturaleza y los objetos, medios y
procesos que se requieren para satisfacer aquellas necesidades.
(b) Organización y dirección colectivas de la acción práctica de la comunidad, que
son la expresión de una voluntad colectiva cuya motivación proviene de la fase a).
(c) Actividad práctica colectiva sobre la naturaleza (realizada a través de la fuerza
colectiva de trabajo): producción (apropiación) y consumo comunes, mediada por y a su vez
mediadora de a) y b).
(d) Representación mental, en la conciencia individual-social, de la necesidad vital
del individuo, de las necesidades vitales de la comunidad, de su fuerza individual de
trabajo, de la fuerza colectiva de trabajo, de la subsunción de aquella en ésta, de las
fuerzas totales de la naturaleza y del plan de organización y dirección colectivas. Esta
representación en el individuo está plenamente determinada por la representación en la
conciencia colectiva. La conciencia individual está subsumida en e indiferenciada de la
conciencia colectiva.
(e) Impulso psíquico a la acción que se manifiesta como un deber incuestionable
derivado de la voluntad superior de la colectividad; la voluntad individual se encuentra
subsumida en e indiferenciada de la voluntad colectiva.
(f) Actividad práctica individual encaminada a la apropiación del mundo exterior
(producción y consumo) en colectividad con los demás individuos de la comunidad; la
acción individual está subsumida en la actividad colectiva. La fuerza de trabajo individual

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1
4

subsumida en e indiferenciada de la fuerza colectiva de trabajo. Esta actividad individual


es mediada por y a su vez mediadora del movimiento de a) a e).
El sujeto del proceso de trabajo es la colectividad. La conciencia, impulso a la
acción y actividad individuales son directamente sociales; no tienen autonomía, pues son
sólo la encarnación o manifestación de la conciencia, voluntad y acción colectivas. El
individuo no tiene por tanto existencia propia sino una existencia derivada de la
colectividad, quien es el verdadero sujeto del proceso.
El resultado del paso a) a b) es el desarrollo del sujeto –de su capacidad de
transformación consciente de la naturaleza y el del objeto –que significa la conversión de
áreas más extensas y profundas de la naturaleza en campos del dominio humano-.
El proceso del trabajo, tal y como ha sido descrito, es también un elemento
constituyente de la esencia natural del ser humano.
La esencia de la naturaleza humana está compuesta, según ha quedado
establecido, por la naturaleza biológica, la base social y el proceso de trabajo. Estos tres
elementos se condicionan mutuamente, de tal manera que no pueda existir ninguno de
ellos sin los otros ni la esencia natural humana sin la concurrencia de los tres.
Todos los elementos que forman la esencia natural del ser humano se constituyeron
y perfeccionaron en un largo período de tiempo (once millones de años según algunos) y se
consolidaron en la época de los albores de la historia humana, durante la comunidad
primitiva.

D. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia.


Las características esenciales de la naturaleza humana se consolidaron dentro de la
comunidad primitiva.
En ella cada individuo actúa como órgano de una entidad superior, la colectividad;
su fuerza de trabajo está subsumida en una fuerza de trabajo colectiva; la producción y
reproducción de su vida son funciones sociales.
1.El individuo actúa conforme a su esencia natural y desarrolla sus fuerzas y
capacidades individuales:
a) Produce, usa y perfecciona sus instrumentos (que pueden ser de producción o
de consumo) a través del proceso de trabajo reseñado anteriormente; el instrumento es
una extensión de su corporeidad física y al mismo tiempo un órgano de la fuerza colectiva
de trabajo. Por tanto, su actividad individual es un componente de la actividad social.
A través de esta actividad:
-Perfecciona sus capacidades físicas y mentales y con ello la esencia biológica del
individuo y la base de las mismas.
-Generaliza la producción y uso del instrumento perfeccionado, desarrollando así
las capacidades físicas y mentales, la esencia biológica de la especie; las capacidades del
individuo se convierten en características de la especie.
-Crea un acervo de conocimientos relativos a la producción y uso de instrumentos
y, en consecuencia, sobre sus fuerzas naturales y las fuerzas de la naturaleza, el que se
convierte en patrimonio común de la especie.
b) Elabora, usa y perfecciona el instrumento colectivo (redes, vgr.)
c) Produce directamente su vida mediante la asimilación (consumo) de los objetos
que le son proporcionados por la comunidad; lo hace por medio de una acción como la
descrita en el análisis del proceso del trabajo; produce y reproduce por tanto su esencia
orgánica (biológica, fisiológica, etcétera) ya descrita y con ello las bases de su actividad
esencial y de su vida colectiva. La medida fisiológica del consumo está dada por la
estructura biológica y la de ésta por el proceso de trabajo y la organización social.
d) Actúa, mediante la fusión con las de los otros individuos de su fuerza de trabajo
y su instrumento, para apropiarse los productos de la naturaleza (recolección) e incluso
hacerla producir (formas primitivas de agricultura y ganadería). Igualmente, con el
propósito de producir otras condiciones de existencia: vivienda, vgr. En fases superiores,
también la confección de sus instrumentos llega a ser social pues se establece para ello
una primitiva división del trabajo entre los miembros de la tribu. Da así a su fuerza de

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trabajo individual el carácter de una fuerza de trabajo directamente social, colectiva. Pone
en obra en forma armónica, y promueve de esta manera el perfeccionamiento de todos
estos aspectos de la esencia natural humana, el proceso de trabajo, su base biológica y su
cimiento social colectivo.
La fuerza productiva es en esta época aún muy pequeña: las fuerzas y capacidades
físicas del individuo, su mezquino instrumento que representa el dominio apenas sí de la
epidermis de la naturaleza y las fuerzas y capacidades de la cooperación. Las fuerzas y
procesos naturales que el hombre aprovecha o pone en marcha para producir son también
las más sencillas y superficiales.
e) El individuo obra colectivamente de acuerdo con lo establecido en la
descripción del proceso del trabajo. Fomenta así las condiciones de la vida colectiva
(organización social colectiva) que son el fundamento del trabajo humano y de la
naturaleza biológica del hombre.
2. La colectividad actúa de acuerdo con la esencia natural de la especie: organiza y
dirige conscientemente la producción y el consumo sociales conforme a las instancias del
proceso del trabajo ya reseñadas. Organiza y dirige la vida colectiva como un todo, con lo
que garantiza las bases del proceso de trabajo y de la estructura biológica del individuo.
La esencia natural de la especie humana se forjó, como vemos, a través de la
organización colectiva de la sociedad; es por eso que la vida colectiva constituye también
una característica imprescindible de la esencia natural del hombre.
En todo el período señalado la esencia natural del individuo y de la especie se
desenvuelven y perfeccionan en un movimiento armónico de mutuo engendramiento.
La evolución ascendente de la esencia natural del individuo y de la especie llega a
un punto en el que da como resultado (en virtud del incremento de la productividad) la
disolución de la tribu en familias (gens):
-se inicia así la anulación de las condiciones colectivas de vida, elementos
integrantes de la esencia natural del ser humano;
-igualmente comienza el desarrollo autónomo de las capacidades y de los
instrumentos individuales, desgajados éstos de su base social colectiva e incluso opuestos
a ella;
-empieza, como consecuencia de lo anterior, un proceso de anulación y
degeneración de todos los elementos y condiciones de la esencia natural humana.
Este movimiento remata en la constitución de una sociedad de pequeños
productores, antecedente inmediato de la sociedad capitalista.
En la sociedad capitalista las capacidades e instrumentos individuales, producto de
toda la época anterior, se incorporan a la máquina; se multiplican y profundizan las
fuerzas naturales que forman el campo de acción de la fuerza de trabajo (Ver El Capital, t.
I, Capítulo XIII, Maquinaria y gran industria).

E. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista.


1. Base material.
El régimen de producción capitalista está constituido por una masa de medios e
instrumentos de producción y bienes de consumo cuya propiedad está fraccionada entre
cierto número de individuos que forman una exigua minoría de la sociedad, por una
multitud de individuos que carecen de propiedad sobre los medios e instrumentos de
producción y únicamente la tienen sobre su fuerza de trabajo, por la relación que entre
ambos grupos sociales se establece en la esfera de la producción, es decir, la exacción a los
trabajadores de trabajo excedente y su acumulación creciente como capital en manos de
los capitalistas, por la determinación de los productos como mercancías, por la naturaleza
de los instrumentos de producción como máquinas complejas que realizan funciones
físicas y mentales y por el carácter del trabajo de los obreros que es totalmente abstracto,
sin contenido alguno.

2. Base social.
La organización social capitalista está integrada por una clase de propietarios

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privados independientes que detentan individualmente fracciones de los medios e


instrumentos de producción, por una masa de fuerzas individuales de trabajo autónomas e
independientes entre sí y por una multitud de conciencias y voluntades individuales
también independientes, autónomas y sustantivadas.
Existe en el capitalismo una comunidad formada por la asociación de los
capitalistas privados. Esta comunidad tiene, como tal, la propiedad sobre las condiciones
generales de la existencia y reproducción del régimen de producción capitalista. También
existen una conciencia y una voluntad de esa comunidad que son la representación de las
condiciones generales de existencia del régimen de producción capitalista y la
determinación de mantenerlas y desarrollarlas. En una palabra, esa comunidad es el
Estado capitalista.
Esta forma de organización social es la antítesis de la forma colectiva, base y
fundamento de la esencia natural del ser humano, tal y como ya lo explicamos
anteriormente. Es, en sí, la negación de uno de los elementos de la naturaleza esencial del
hombre y, por tanto, de ésta en su totalidad. En efecto, genera, desarrolla e impulsa
necesariamente la anulación del trabajo humano y la descomposición y degeneración de las
características biológicas del hombre, es decir, provoca la anulación de la esencia natural
del ser humano.

3. Proceso de trabajo
El proceso de trabajo tiene, en el régimen de producción capitalista, las siguientes
instancias:
-El obrero es un ser apremiado por sus necesidades vitales individuales, autónomas
y sustantivadas. El motor de su actividad es la satisfacción individual de esas necesidades.
La fuerza individual de trabajo es sustantivada, tiene vida propia, es decir, no es parte
indiferenciada de una fuerza colectiva de trabajo que satisface las necesidades sociales de
la especie. La conciencia del individuo, igualmente, no es una parte indiferenciada de la
conciencia colectiva que se representa las necesidades sociales, sino una conciencia
individual que se representa las necesidades individuales como punto de partida y
finalidad de su actividad.
-Las fuerzas y capacidades individuales del trabajador son un medio para satisfacer
sus necesidades individuales sustantivadas. No constituyen una porción indiferenciada de
las fuerzas y capacidades sociales de la especie que actúa orgánicamente fundida con los
demás trabajadores para la realización del trabajo colectivo y la satisfacción de las
necesidades sociales. La conciencia individual del obrero se representa esas fuerzas y
capacidades individuales como de su propiedad y al servicio de sus necesidades
individuales.
-Los medios e instrumentos de producción fraccionados entre los propietarios
privados son una propiedad ajena al obrero con la que tiene que relacionarse diariamente
para obtener los medios de subsistencia necesarios. No son un todo único propiedad de la
colectividad que satisface precondicionadamente las necesidades de sus integrantes. El
trabajador se representa en su conciencia a sí mismo y a los medios de producción como
entes separados y ajenos.
-La actividad por la cual se relacionan las capacidades del obrero con la parte de la
máquina o proceso a la que está adscrita es la manifestación de su fuerza individual de
trabajo. No es la actividad individual fundida indisolublemente con las demás fuerzas de
trabajo formando una fuerza colectiva que actúa como un todo sobre la totalidad de los
medios e instrumentos de producción.
-La cooperación forzada por el capital entre varios obreros individuales para actuar
sobre los medios e instrumentos de producción detentados por un propietario privado no
es la unión natural humana que brota directa y espontáneamente de la vida colectiva y que
al mismo tiempo es su presupuesto.
-La fuerza de trabajo del obrero es una mercancía enajenable que se intercambia
por el equivalente de sus medios de subsistencia. No se trata de la fuerza individual de
trabajo diluida en la fuerza colectiva (inalienable, por tanto) que recibe los medios de vida a

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través de la colectividad.
-El resultado del trabajo del obrero es un objeto que pertenece al propietario de los
medios e instrumentos de producción. No es el producto indiferenciado de una fuerza
colectiva de trabajo que entra al fondo colectivo, ya sea como medio de producción o medio
de consumo.
-El capitalista, por su parte, es poseedor de sus necesidades vitales individuales
sustantivadas, entre las que sobresale la necesidad imperiosa de acumular.
-La forma de satisfacerlas es a través de la exacción de trabajo excedente, es decir,
de la explotación de los trabajadores.
-Para él las necesidades vitales del obrero individual son el medio para establecer la
unión entre la fuerza individual de trabajo y la parcela de los medios e instrumentos de
producción que le pertenecen.
-Las fuerzas y capacidades individuales de los obreros son los instrumentos
mediante los cuales se valoriza el capital.
-Su capital (medios e instrumentos de producción) es una propiedad cuya finalidad
es incrementarse incesantemente a través del intercambio con el trabajo vivo.
-La actividad productiva del obrero es para el capitalista el uso de uno de los
elementos del capital productivo de su propiedad.
-Su actividad principal es como organizador y director del proceso productivo, en la
cual emplea necesariamente la violencia física y moral para reunir las fuerzas de trabajo
individuales de los obreros y obligarlos a realizar las funciones productivas que les asigna.
-La fuerza de trabajo de los obreros es, para el capitalista, una mercancía que existe
en el mercado junto a las demás mercancías.
-Otra instancia más del proceso capitalista de trabajo es la organización y dirección
del trabajo privado como una función del capitalista individual o de sus empleados a
sueldo. Esta función se basa, por necesidad, en la violencia física y moral que se ejerce
sobre el obrero individual quien, precisamente en virtud de su autonomía e independencia,
tiende a sustraerse a la voluntad del capitalista. La violencia moral consiste también en el
halago a los placeres de los obreros como un medio de someterlos a la disciplina del
trabajo asalariado.
-El obrero y el capitalista se representan en su conciencia individual todas estas
instancias y desarrollan la actividad práctica individual a que aquella los impulsa.
-El obrero la realiza para, en cooperación forzada por el capital con otros obreros,
relacionarse con la fracción de medios e instrumentos de producción que pertenecen al
capitalista privado que los contrata y efectuar la función cuyo resultado es producir bienes
en los que se materializa un valor valorizado (proceso de valorización del capital). Se trata
de una fuerza de trabajo individual, sustantivada y autónoma, que es puesta a funcionar
por el capital (por un propietario privado) reuniéndola con las otras fuerzas individuales de
trabajo y con la parte de los medios de producción de su propiedad para producir bienes
que le son ajenos. No es la fuerza individual fundida en una fuerza colectiva que actúa
sobre medios e instrumentos de producción colectivos.
-En esta actividad el obrero produce trabajo excedente que se apropia el capitalista,
quien lo convierte en trabajo acumulado y lo emplea como medio para extraer más trabajo
excedente. No es la actividad individual indiferenciada de la actividad colectiva a través de
la cual el individuo produce y reproduce en colectividad los medios e instrumentos
colectivos de trabajo y el fondo colectivo de consumo.
-Esta actividad se basa en la maquinización de la producción. La maquinización
capitalista de la producción genera directamente la anulación, atrofia y descomposición de
los procesos y la estructura orgánica de los individuos. No es la actividad en colectividad a
través de la cual se manifiestan y reproducen las características biológicas de la especie.
El capitalista organiza y dirige el proceso de trabajo que se realiza con los elementos
productivos de su propiedad. La base de esta actividad del capitalista es, por necesidad, la
férrea violencia física y moral ejercida sobre los obreros individuales.
-Otros elementos más del proceso capitalista del trabajo son:
La organización y dirección de la actividad práctica de la comunidad de los

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capitalistas privados y la acción práctica de la comunidad, a través del Estado, para


mantener y desarrollar las condiciones generales de existencia del régimen de producción
capitalista.

4. Base biológica del trabajo en la sociedad capitalista.


Ya vimos que la naturaleza biológica del hombre se constituyó y perfeccionó en
interacción con la forma de organización social colectiva y el proceso colectivo de trabajo; la
comunidad primitiva fue el estadio social en el que todos estos factores se consolidaron
como integrantes de la esencia natural humana.
Al disolverse la comunidad se desintegraron la organización colectiva de la sociedad
y el proceso colectivo del trabajo; se instauraron en su lugar el régimen de la propiedad
privada, la organización social con base en el propietario privado y el proceso privado de
trabajo.
Este movimiento culmina con el establecimiento del individuo (pequeño productor
agrícola, industrial, intelectual y artístico) como el basamento de la sociedad; remata, por
tanto, en la época de la disolución del régimen feudal.
A lo largo de este desarrollo, la naturaleza biológica del hombre, privada de sus
pilares de sustentación (organización social colectiva y trabajo colectivo), se ve sometida a
un proceso de degeneración conforme a lo siguiente:

a) Capacidades físicas y mentales.


Al desintegrarse la colectividad, las capacidades físicas y mentales del ser humano
quedan libres y se desarrollan autónoma e independientemente con cada individuo.
Su destino cambia radicalmente: ya no están enlazadas directamente a la
comunidad, sino que ahora sirven sólo al individuo, quien ya no existe en la colectividad.
Por lo tanto, no son ya el resultado ni la premisa de la esencia natural humana, sino el
efecto de la descomposición de la misma y elementos para su anulación. Es decir, cambia
su destino del natural-humano al antinatural-no humano.
Como el lazo de unión entre las distintas capacidades del individuo es también la
colectividad (organización social y proceso de trabajo), al disolverse ésta se rompe la
unidad armónica entre aquellas, las cuales se desarrollan autónoma e
independientemente.
El destino de cada una de las capacidades ya no está ligado armónicamente al de
las demás ni, por tanto, a través de esa unidad, con la colectividad y la esencia natural del
ser humano. Su destino es ahora antinatural y no humano.

b) Procesos y funciones orgánicas y fisiológicas.


Son la otra cara de las facultades físicas y mentales del ser humano. Experimentan,
por tanto, el mismo proceso que aquellas:
-se desarrollan autónomamente con cada individuo,
-cambia su destino del natural-humano al antinatural-no humano y
-se desintegra la unidad armónica entre ellas existente y se trastoca su destino.

c) Órganos y estructura orgánica.


Los órganos y la estructura orgánica son el basamento de los procesos y funciones
orgánicas y fisiológicas y, por tanto, de las capacidades físicas y mentales del ser humano.
Al producirse el proceso de individualización, sustantivación, disgregación y
funcionamiento antinatural y no-humano de las capacidades físicas y mentales se quita la
base para el funcionamiento normal, humano de los órganos principales. Puesto que la
naturaleza de estos órganos y sus relaciones recíprocas determinan toda la estructura del
cuerpo humano, su funcionamiento anti-natural provoca, por una especie de ley invertida
de la correlación, la descomposición de dicha estructura y su conversión en antinatural y
no-humana.
Al iniciarse el proceso de disolución de la esencia natural del ser humano se sientan
las premisas para el desarrollo autónomo de los individuos, la atrofia o hipertrofia, de

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acuerdo con el desarrollo individual, de las capacidades físicas y mentales del ser humano
individual, la adscripción de cada una de las facultades físicas y mentales a individuos
distintos con la consiguiente anulación de todas las demás, la atrofia e hipertrofia de los
procesos orgánicos y fisiológicos, la descomposición de la unidad armónica entre los
distintos procesos y funciones, la degeneración de los órganos fundamentales, la
descomposición de toda la estructura orgánica del ser humano individual y, en suma, la
degeneración y descomposición de la naturaleza biológica del ser humano.
El régimen de pequeños productores dueños de sus propios medios e instrumentos
de producción constituye, tal y como lo llevamos explicado, el remate de la primera fase de
un proceso de degeneración y descomposición de la esencia natural humana que tiene su
culminación en la sociedad capitalista; es, por tanto, un régimen antinatural y no-humano.
En él se lleva hasta sus últimas consecuencias el desarrollo de las capacidades
individuales y, por tanto, de los instrumentos individuales. Se produce en él el proceso que
hemos expuesto de degeneración y descomposición de la naturaleza biológica del hombre.
A partir de la pequeña producción de mercancías se engendra el régimen de
producción capitalista.
Los métodos de producción de plusvalía relativa son el medio para realizar la
supeditación re-al del obrero al capital. La supeditación real del obrero se lleva a cabo por
el paso de sus capacidades físicas y mentales individuales (altamente perfeccionadas en la
etapa anterior) de su corporeidad física hacia el capital. El método superior de producción
de plusvalía relativa es la producción maquinizada; en la máquina se concentran todas las
capacidades físicas y mentales que le han sido sustraídas al obrero. Los elementos de su
antigua esencia se han materializado en la máquina; la industria es la suma total de los
elementos de la esencia natural de la especie humana, por ahora ajenos a ella.
A través de la maquinización de la producción se consuma el proceso de anulación
de la naturaleza biológica del ser humano, integrante de su esencia natural:
-las capacidades físicas y mentales, que sufrieron un proceso de degeneración
durante todo el período de la propiedad privada anterior al capitalismo, pasan del obrero a
la máquina, subsistiendo en el individuo una capacidad abstracta, sin contenido, que se
reduce a cuidar, alimentar, etcétera a la máquina que ahora reúne todas aquellas
capacidades concretas. Se arruinan definitivamente, en el individuo, todas las capacidades
físicas y mentales antiguas integrantes de la esencia natural-humana;
-los procesos orgánicos fisiológicos, que se encuentran ya en una fase adelantada
de su degeneración, son privados también de contenido y orientados hacia el servicio de la
máquinas quedan sujetos al funcionamiento de la misma y convertidos en sus apéndices;
con esto se da cima al proceso de desintegración de la primitiva unidad de los mecanismos
biológicos del trabajador y se provoca la anulación de unos y la exaltación desmedida de
otros, de acuerdo con las necesidades de la máquina correspondiente; se pierde por
completo la medida original de los procesos orgánicos;
-como consecuencia de lo anterior, se llega al punto superior en el proceso de
degeneración y descomposición de los órganos y de la estructura orgánica de los
trabajadores.
La actividad realizada por el obrero se materializa en trabajo abstracto que,
cobrando vida propia, se acumula como capital que incrementa el cuerpo vivo que ahora
son las antiguas capacidades del obrero. El capital sólo vive a costa de absorber el trabajo
abstracto del obrero; de ahí entonces que esta actividad, antinatural en esencia, engendre
los elementos y las condiciones para su mantenimiento y desarrollo como tal actividad
anulatoria de la esencia natural humana; hay una relación de generación recíproca entre
ambos extremos de la contradicción cuyo resultado es un ahondamiento de la
degeneración y descomposición de la naturaleza esencial del hombre.
El capital, en virtud del hambre insaciable de trabajo obrero que posee, absorbe
cantidades cada vez mayores de trabajo abstracto. El resultado de esto es el refuerzo
inconmensurable de la relación estudiada y una intensificación y aceleración del proceso
degenerativo que ya hemos apuntado.
El obrero asimila los objetos y las condiciones que garantizan su reproducción como

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ser vivo (alimentos, salud, habitación, etcétera). Esta acción tiene como resultado la
conservación del obrero en aptitud para continuar realizando la actividad productiva
antinatural que hemos descrito; por tanto, tal asimilación es la condición para mantener y
ahondar la descomposición de la estructura y las funciones orgánicas del individuo, es
decir, la anulación de su esencia natural humana.
En el caso de que el obrero no reciba los objetos ni las condiciones necesarias para
la reposición diaria de su naturaleza degenerada y en degeneración, habrá un desgaste
mayor de la fuerza de trabajo, lo que se traducirá en hambre, enfermedades, etcétera,
fenómenos que, además de sus efectos directos sobre la salud inmediata de los
trabajadores, proporcionan un fuerte impulso a la degeneración y descomposición del
organismo humano.
Cuando, en las sociedades industriales avanzadas, el consumo masivo toma carta
de naturaleza, los órganos, funciones y procesos orgánicos de la asimilación trabajan
mucho más allá de los límites fisiológicos que les impone la naturaleza biológica esencial
del hombre. Se refuerzan la degeneración y descomposición del organismo humano.
La unión del individuo con los medios de producción a través de la colectividad y el
trabajo colectivo, es un elemento fundamental de la esencia natural del hombre. El obrero
está separado de los medios de producción y de vida y de los demás trabajadores. Esta
separación es el resultado de toda una evolución histórica que se inicia en la época de la
disolución de la comunidad primitiva y remata en el régimen de producción capitalista;
representa la anulación de una condición fundamental para la reproducción y
desenvolvimiento de la esencia natural del hombre, por lo que trae consigo la conversión
del trabajo en la actividad antinatural ya estudiada y la degeneración biológica del
individuo y de la especie.
Dada esa separación, el trabajador, para poder conservar su existencia física, es
decir, la vida antinatural a que es condenado por el capital, se ve obligado a buscar, lograr
y mantener cotidianamente, en forma individual, la reunión con los elementos que se le
han hecho ajenos mediante la realización para el capital, en cooperación forzada con otros
trabajadores, la actividad antinatural que es la negación del trabajo humano.
Genera, de este modo, una enorme tensión psíquico-física encaminada hacia la
obtención de los capitalistas, bajo esta base antinatural, de los elementos para la
reconstitución de su naturaleza biológica en degeneración (alimentos, salud, habitación,
etcétera). La satisfacción de las necesidades elementales no es ya una función social,
colectiva. Los capitalistas ejercen, a su vez, una presión (violencia) psíquico-física
desmesurada sobre el trabajador individual para obligarlo a realizar la actividad
antinatural del trabajo enajenado en cooperación con otros trabajadores.
Esta sobre tensión y presión psíquico-física a que se ve sometido el trabajador
individual colabora también, en virtud de que hace funcionar todos los procesos orgánicos
más allá de sus límites naturales y fuera de su destino natural, a la descomposición de la
estructura y las funciones orgánicas de los individuos y de la especie; se anula también
desde este frente la esencia natural del hombre.
El individuo es separado también de las condiciones de su reproducción biológica;
la sexualidad se convierte de una manifestación de su naturaleza humana en un poderoso
medio para su anulación. La conversión de la necesidad sexual humana al principio del
placer trastoca todos los mecanismos sexuales de la reproducción y los transforma en
vehículos de la degeneración de la esencia biológica del hombre.
Los trabajadores son determinados como individuos por el régimen de producción
capitalista; cada uno de ellos es un centro de multitud de intereses concretos cuya
satisfacción exige un impulso a la acción que choca con obstáculos internos y externos.
Todo el proceso psíquico-físico de la vida individual tiene como base una relación
desnaturalizada (no colectiva) del individuo con los demás individuos y con los medios e
instrumentos de producción e implica, por tanto, un desgaste desmedido de los órganos y
procesos vitales que se traducen en la descomposición acelerada de sus cuerpos y sus
mentes. Pero, además, es opuesta a la forma de trabajo abstracto que es inherente al
régimen capitalista, por la cual el obrero se limita a vigilar el funcionamiento de la

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máquina que es la que realiza el trabajo concreto de que se trata. Por tanto, existe una
absoluta contraposición entre la constitución psíquico-física individual de que ha dotado al
obrero el régimen capitalista y la forma de trabajo abstracto que este mismo le exige, de tal
manera que se requiere de una enorme violencia física y moral para unir la individualidad
concreta del obrero a la abstracción de la forma de trabajo capitalista, las cuales se repelen
drásticamente; esa contraposición lleva a los mismos resultados que ya hemos señalado:
desgaste y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores.
Esta oposición que señalamos nos muestra dos cosas: a) en el régimen capitalista
se ha alcanzado la absoluta contradicción de la propiedad privada, esto es, el obrero como
el propietario de sí mismo (individuo, persona) y la completa desindividualización y
despersonalización del trabajo capitalista; el revisionismo saca de aquí la peregrina
conclusión de que, por un lado es necesario reducir al individuo a límites “normales”,
“racionales” y, por el otro, ajustar los medios e instrumentos de producción, altamente
socializado, a ese individuo “normal” y “racional” mediante la “autogestión”, la “propiedad
por grupos” y la dotación de un contenido individual para el trabajo capitalista; b) la
maquinización y la socialización de la producción han puesto la base para la constitución
de un instrumento colectivo que es la forma más alta que adoptan las capacidades de la
especie; esta forma excluye drásticamente al individuo y la vida individual determinados
por la propiedad privada en su fase superior de existencia que es el régimen capitalista y
presupone precisamente la previa anulación de la individualidad.
La individuación y desindividualización que el régimen capitalista produce
necesariamente en el trabajador lo somete a un estrujamiento entre ambos extremos que
se traduce en la aceleración del proceso de aniquilación de sus características naturales-
humanas.
La maquinización y socialización de la producción y la desindividualización del
trabajo que ellas implican, son los gérmenes, aún gravados de su contrario –la
parcelización de las fuerzas productivas en propiedades privadas independientes y la
individualización de los trabajadores- de la forma superior que en el comunismo adquieren
ambas: una colectivización total de los medios e instrumentos de producción y del
individuo trabajador.
El régimen capitalista supone y engendra una pequeña producción complementaria
de la gran producción; su fundamento lo es el pequeño productor, categoría en la que
englobamos tanto a los pequeños productores de mercancías propiamente dichos como a
los intelectuales, artistas, etcétera, quienes son poseedores de medios de producción tales
como su “inteligencia”, su “sensibilidad”, etcétera.
La actividad que realiza el pequeño productor es antinatural (la negación del trabajo
humano constituyente de la esencia natural del hombre): 1º. porque está desgajada de la
vida y de la organización colectivas de la comunidad, soporte del trabajo humano y de la
esencia biológica del individuo y 2º., porque las antiguas capacidades físicas y psíquicas
tienen ahora un desarrollo autónomo, individual, desmesurado, es decir que sale de los
límites estrictos fijados por las bases biológica y social del trabajo. En vista de tales
circunstancias, la actividad productiva del pequeño productor provoca directamente la
degeneración y descomposición del organismo del individuo.
El capitalista, a través de la absorción de fuerza de trabajo de la clase obrera, su
acumulación como capital y su empleo como medio para absorber trabajo vivo produce
directamente la anulación del trabajo humano y la degeneración y descomposición de las
características biológicas de la especie y conserva y refuerza la forma de vida y
organización social privada, capitalista, que es el fundamento de aquellas anulación,
degeneración y descomposición mencionadas.

5. La industria moderna y la esencia natural humana.


La industria moderna está formada por las antiguas capacidades físicas y mentales
del ser humano que, en un movimiento histórico, han llegado a independizarse del
individuo, a concentrarse y a materializarse en un cuerpo vivo propiedad de los capitalistas
el cual se nutre con el trabajo absorbido a la clase de los trabajadores. El aparato

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industrial es el vehículo para la deshumanización del hombre moderno, es decir, que su


existencia y expansión tienen como fundamento y resultado la consumación del proceso de
anulación de la naturaleza esencial del ser humano. Pero al mismo tiempo, puesto que son
sus propias capacidades naturales, sólo que transfiguradas y ahora ajenas a él, la industria
moderna representa las fuerzas esenciales del hombre, las cuales debe reapropiarse para
poder así restaurar, sobre una base más alta, su esencia natural humana.
El engendramiento recíproco entre los dos procesos señalados (el desarrollo de la
industria y la deshumanización del hombre) llega al punto en el cual la tensión entre
ambos extremos es tal que sólo puede resolverse con la restauración de la unidad
primitiva.
La depauperación creciente se acerca con peligro a una degeneración total e
irreversible de la especie humana y esa situación amenazante tiene su origen en el
desarrollo incesante y autónomo, bajo la forma de capital, de sus antiguas capacidades
naturales, es decir, de su esencia natural ahora enajenada y existente bajo la forma del
complejo industrial.
En estas mismas condiciones se crean ineluctablemente las premisas para la
reapropiación de su esencia natural por el ser humano:
1º. La maquinización y la socialización crecientes de la producción constituyen el
germen de la forma superior de la naturaleza humana, es decir, de las capacidades
humanas como un instrumento colectivo, como una unidad productiva no parcelada,
sujeta a la dirección de la colectividad.
2º. La desindividualización del trabajo capitalista (trabajo abstracto) es el germen de
la forma superior del trabajo humano como trabajo social directamente aplicado a un
instrumento colectivo. Es también, por tanto, el germen de la anulación del individuo y de
la vida individual de los trabajadores y de la reconstitución de las características biológicas
de la especie.
3º. La negación de la naturaleza humana de los trabajadores adquiere en la última
fase del capitalismo un carácter agudo; su descomposición física y mental entra en un
pendiente descendente.
4º. La polaridad entre la naturaleza y la vida individual de los trabajadores y las
exigencias de la producción socializada de un trabajo abstracto y colectivo se magnifica,
por lo que se vuelve más acuciante la pretensión del aparato industrial de desembarazarse
de aquellas.
5º. La degeneración de la esencia humana se manifiesta en la última fase del
régimen capitalista de una manera aguda, directa y explícita, sin la mediación de las
formas primitivas de la explotación capitalista que ocultaban la raíz del fenómeno.
6º. El socialismo ha recorrido una fase de su existencia durante la cual, en virtud
de haberse dado en una etapa muy primitiva del capitalismo, colectivizó el régimen social
con la finalidad de garantizar e impulsar la satisfacción de las necesidades individuales de
los trabajadores, con lo cual generó al individuo como tal; en su evolución posterior, el
crecimiento desorbitado de las necesidades individuales rompió en pedazos la antigua
organización social colectiva y obligó a la restauración de formas capitalistas como la
propiedad por grupos, la autogestión, etcétera, lo que resultó por necesidad en un
sustancial avance en la degeneración de la naturaleza esencial del hombre en esos países;
más tarde, ese proceso de exaltación del individuo llevó al pleno restablecimiento del
capitalismo, lo cual habrá de ocasionar una más profunda vulneración de las
características fundamentales de la especie humana.
7º. En las sociedades industriales modernas, las tradicionalmente capitalistas y las
que antaño fueron “socialistas”, se ha aportado la prueba práctica de que el desarrollo del
individuo como tal – sueño dorado del oportunismo moderno-, aún cuando sus condiciones
generales de existencia sean colectivas, deviene necesariamente en la degeneración de las
características naturales de la especie y en la destrucción de la colectividad.
8º. La exaltación de las necesidades individuales genera, como contrapartida
necesaria, el placer antinatural, un malestar y una inquietud crecientes, una
inconmensurable insatisfacción que es el elemento psíquico constituyente de la energía

152
1
5

revolucionaria.
9º. Al establecer prácticamente, en la realidad, la relación directa entre el desarrollo
del individuo y la anulación de la esencia natural del hombre, se hace posible contar con
los elementos para dar conciencia a los trabajadores de la esencia de la explotación
capitalista, la cual se realiza, en su forma superior, precisamente a través de la satisfacción
y exaltación de las necesidades individuales. Es decir, que se crean las premisas que
permiten dar conciencia de la verdadera naturaleza de las necesidades individuales.

F. El comunismo y la esencia natural del ser humano.


El comunismo es el estadio social que resulta de la reapropiación de su naturaleza
esencial por el ser humano. En el comunismo:
-El proceso de trabajo tiene, en lo formal, la misma naturaleza que posee en el
régimen de la comunidad primitiva: el sujeto del mismo es la colectividad, lo cual significa
que la fuerza productiva y la conciencia individuales están subsumidas y disueltas en la
fuerza de trabajo y en la conciencia colectivas. La producción y el consumo son sociales.
Esto quiere decir que se ha terminado con la situación existente en el régimen capitalista,
conforme a la cual el obrero individual era sometido a la exacción de su fuerza de trabajo
por el capital y al consumo antinatural, con lo que se provocaba su extenuación y la
degeneración y descomposición de sus funciones y órganos fundamentales; los órganos y
procesos orgánicos (físicos y psíquicos) sustentadores del trabajo y del consumo tienen en
el comunismo sus funciones y dimensiones naturales en virtud de la subsunción del
individuo en la colectividad. Por su contenido, el proceso de trabajo es radicalmente
distinto del que se da en la comunidad primitiva; en ésta, la actividad productiva, que es
una manifestación directa de sus capacidades naturales realizada a través de instrumentos
individuales que son una extensión de la corporeidad del individuo o por medio de
instrumentos colectivos poco desarrollados, es al mismo tiempo la actividad que
reconstituye las características biológicas de la esencia natural humana; en el comunismo,
en virtud de que ha habido un movimiento previo de concentración de las capacidades e
instrumentos individuales en la máquina, se disocian en el tiempo las dos partes de la
actividad productiva antes unidas; por un lado, en el manejo del instrumento colectivo
realiza la actividad productiva que es el ejercicio de las capacidades físico psíquicas y, por
el otro, se despliega la actividad, realizada también a través del instrumento colectivo, que
tiene como finalidad directa la reconstitución cotidiana de las características biológicas
naturales del individuo. Dicho de otro modo, en la comunidad primitiva la producción es,
en una unidad, el ejercicio de las características biológicas humanas del individuo y la
reconstitución de las mismas y tiene como finalidad producir los bienes que mediante la
asimilación permitan aquella reconstitución; en el comunismo, la actividad productiva
tiene dos fases claramente diferenciadas: una, a través de la cual se producen los bienes
necesarios, y otra, por cuyo intermedio se reconstituye la propia naturaleza biológica del
individuo.
-La constitución biológica de los individuos corresponde por completo a la que es
componente de la esencia natural del ser humano y que se estableció durante el largo
período de existencia de la comunidad primitiva; está en relación directa con (es el
presupuesto de) el proceso de trabajo y la base social colectiva del mismo.
-La base social del trabajo es la organización social colectiva de la producción y el
consumo. El fundamento de esta organización es la propiedad colectiva, cuyas
características esenciales son las siguientes:
a) Estructura industrial basada en el trabajo maquinizado, consolidada en una
unidad sujeta a un plan central establecido y dirigido colectivamente.
b) Actividades productiva y de consumo colectivas por medio de la estructura
industrial consolidada.
c) Planificación colectiva, central y unitaria de la producción y el consumo
colectivos.
Las fuerzas individuales disueltas en la fuerza colectiva de trabajo han perdido las
características de “individualidad” con las que las había dotado el régimen capitalista; en

153
1
5

este sentido, la vida y la organización colectivas características del comunismo tienen su


base en la previa anulación de la individualidad como tal. Esto es posible en virtud de que
en este régimen social las necesidades individuales son satisfechas precondicionadamente
por la sociedad, evitándose así su desarrollo antinatural.
Esta forma de organización colectiva es el presupuesto y el resultado del trabajo y
de la constitución biológica del ser humano en el comunismo y, por tanto, elemento
integrante inseparable de la esencia natural humana que en este régimen se manifiesta
plenamente.

G. El socialismo y la esencia natural del ser humano.


El socialismo es la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo; es la
etapa del desarrollo social en la que se realiza la reapropiación de la esencia natural del ser
humano.
En esta fase son aplicables todas las prescripciones del marxismo-leninismo
respecto de la revolución socialista y la construcción del socialismo.
El socialismo ha completado toda una etapa de su desarrollo, la cual se inició con
la revolución de octubre de 1917 y terminó con la restauración plena del capitalismo que
se produjo en los países antiguamente socialistas.
En este período, el socialismo se estableció en Rusia mediante un movimiento
revolucionario guiado por la teoría del marxismo-leninismo; a través de la guerra
revolucionaria de liberación se extendió a un grupo de países hasta consolidar un sistema
de países capitalistas.
El socialismo fue instaurado en una fase primitiva del régimen capitalista; en ella
predominaban formas también primitivas de manifestarse la explotación de los
trabajadores que correspondían a las primeras fases de desarrollo de su esencia. El
movimiento revolucionario dirigido por los Partidos Comunistas de aquella época se basó
fundamentalmente en la dotación al proletariado de una conciencia sobre las formas
primitivas de manifestarse la explotación capitalista, las cuales por el momento
correspondían a la fase de desarrollo de la esencia; la acción práctica del proletariado tuvo
como resultado fundamental el hacer pasar al régimen capitalista a una etapa superior de
su existencia, en la cual llegaron a una fase más elevada su esencia y la forma a través de
la cual ésta se manifiesta. El régimen económico-político que en esos países se instauró fue
formalmente socialista: propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción,
dictadura del proletariado, etcétera; pero ya que el movimiento revolucionario no había
estado conscientemente dirigido a la anulación de la esencia misma de la explotación
capitalista tal y como se manifiesta en su fase superior, esto es, la propiedad privada del
obrero sobre sí mismo, ella se mantuvo latente en la conciencia de los trabajadores a
través del desarrollo del interés individual; posteriormente, estas circunstancias
evolucionaron hasta romper la forma colectiva de organización y, primero, establecer
formas capitalistas como la propiedad por grupos, la autogestión, etcétera y, después,
llegar a la total restauración capitalista en el sistema socialista.
Hoy se abre una nueva etapa del socialismo, está sí, ahora, precursora directa del
comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los métodos y con los instrumentos
preconizados por el marxismo-leninismo (Partido, lucha teórica, propaganda, organización,
agitación, lucha económica, lucha política y conquista del poder), deberán llevar su acción
hacia la dotación al proletariado de una conciencia que comprenda, además de los
aspectos formales de la explotación capitalista, la fase actual de su esencia y, además de la
necesidad de la forma colectiva de la organización social, la de la anulación implacable de
la individualidad de sus miembros (de la propiedad privada sobre sí mismos) como una
condición para la existencia de aquella. De esta manera, la acción práctico-consciente de
los trabajadores estará encaminada a la formación de un régimen formal y materialmente
socialista que no pueda ya por ningún concepto volver hacia el capitalismo sino que sea la
base más firme para el advenimiento del comunismo.
En la segunda fase del socialismo se produce la restauración de las características
fundamentales de la esencia del ser humano a través de la reapropiación de su esencia

154
1
5

natural enajenada que es la industria:


a) La base social colectiva es restablecida tanto formalmente, merced a la
instauración de la dictadura del proletariado, la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción y el consumo colectivos, como materialmente en virtud de la
abolición de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo y el establecimiento de la
propiedad colectiva sobre el individuo, esto es, la anulación de la conciencia individual
capitalista y el establecimiento de la conciencia individual social.
b) La naturaleza biológica es restaurada en su totalidad: la estructura orgánica, las
funciones y procesos orgánicos, la medida de esas funciones y procesos son restablecidos
en sus características naturales. Todas las fuerzas industriales se vuelcan ahora a ese fin
exclusivo: regenerar las capacidades físicas y mentales humanas llevadas por el
capitalismo al borde de su aniquilación irreversible. Pero para poder cumplir con esa
función, la estructura industrial debe sufrir una profunda transformación que vaya mucho
más allá de la forma que adoptó en la primera etapa del socialismo, pues ahí se encontraba
gravada por la no-anulación de la esencia de la explotación capitalista y, por tanto,
impregnada de muchas características de la estructura industrial capitalista.
c) El proceso de trabajo es devuelto a sus cauces naturales al restaurar la base
biológica y social de la esencia natural-humana.

155
1
5

CAPITULO V

La anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos en el


régimen de producción capitalista.
86
Notas para una crítica de la teoría de Freud.

Para el marxismo clásico, la característica fundamental del régimen capitalista es que en


él se da cima al proceso inherente a la propiedad privada de anulación, degeneración y
descomposición de la naturaleza esencial del hombre.
La reivindicación revolucionaria que de aquí se desprende es el establecimiento del
socialismo y del comunismo como las formas de organización social en las que ha de
restaurarse la naturaleza esencial de la especie humana.
El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su otro; esto quiere decir que el
capitalismo es tal porque lleva en su entraña los gérmenes del socialismo y su evolución
histórica consiste precisamente en el desarrollo de los mismos hasta llegar a la aparición del
nuevo régimen social.
En una primera fase de existencia del capitalismo, el socialismo ha aparecido pero como
una forma solamente que mantiene en su interior un contenido capitalista. Tal ha sido el caso
del socialismo que se implantó en Rusia en 1917, el cual después se extendió a diversos países
y por último se extinguió a lo largo de un proceso que se inicia con la muerte de Stalin.
El contenido capitalista que se conservó y desarrolló durante la primera aparición del
socialismo fue el individuo capitalista, propietario privado de sí mismo.
Esta pervivencia del capitalismo en el socialismo fue la causa de la disolución del nuevo
régimen; a la vez, fue el punto de apoyo para un desarrollo más profundo del régimen
capitalista internacional, que ha entrado así a una fase superior de su existencia, en la cual se
producen, en una forma más alta, los gérmenes de una nueva aparición del socialismo.
La condición inexcusable para la reinstauración del socialismo es la anulación de ese
individuo capitalista, propietario privado de sí mismo y el establecimiento del hombre colectivo.
La forma y el contenido del régimen socialista tendrán así la misma naturaleza.
Freud estudia, en su teoría psicoanalítica, precisamente a este individuo capitalista del
que hacemos mérito y reputa sus procesos psíquicos como los característicos de la especie;
esos procesos mentales pueden exceder los límites de lo “normal” y entonces entra en función
el psicoanálisis para desentrañar las causas de su carácter morboso y, en lo posible,
reintegrarlos a los confines de la normalidad.
Para Freud, los procesos psíquicos normales del individuo capitalista son una
manifestación de la verdadera naturaleza humana del hombre y no, como es la realidad, una
expresión de la anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos de la
especie causadas directamente por la propiedad privada, de la cual es la más alta forma de
existencia el régimen de producción capitalista.
Es, entonces, una exigencia teórica para el desarrollo de la lucha revolucionaria en esta
etapa superior de vida del régimen capitalista, la crítica marxista de la teoría psicoanalista de
Freud, porque ello nos permitirá conocer en su forma pura el prejuicio burgués sobre la
naturaleza humana, que es el que sostiene Freud y el mismo que se mantuvo intocado, sin
crítica alguna, durante la primera fase de existencia del socialismo, y determinar el concepto
marxista de la naturaleza humana, el cual tiene su centro de gravedad en el carácter
absolutamente colectivo del individuo humano.
En nuestro trabajo de crítica de la teoría de Sigmund Freud utilizaremos el brillante
resumen de sus tesis que él mismo ha hecho en “Esquema del Psicoanálisis”, (escrito en 1910),
86
Sigmund Freud, “Esquema del Psicoanálisis”, (escrito en 1910), en: Obras Completas,
volumen II, traducción directa del alemán, Editorial Biblioteca nueva, Madrid, 1986, pp. 101-123,

156
1
5

que se encuentra en el volumen II de sus Obras Completas.

ESQUEMA DEL PSICOANALISIS

Historia.

El psicoanálisis nació en 1900 con la publicación de la obra de Freud: Interpretación de


los sueños.

Antecedentes del psicoanálisis:


Nació con la finalidad de comprender algo de la naturaleza de las enfermedades
nerviosas llamadas “funcionales” (Neurosis, Histeria).

...Los neurólogos de aquella época habían sido formados en la sobreestimación de los hechos
químico-físicos y patológico anatómicos, y a lo último se hallaban bajo la influencia de los
descubrimientos de Titzig y Ferrier, Goltz y otros, que parecían demostrar una íntima vinculación,
quizá exclusiva de ciertas funciones a determinadas partes del cerebro. Con el factor psíquico no
sabía qué hacerse: no podían aprehenderlo; lo abandonaban a los filósofos, a los místicos y a los
curanderos; y en consecuencia, no se abría acceso ninguno a los secretos de la neurosis, sobre
todo a los de la enigmática “histeria”, la cual constituía el prototipo de la especie toda... 87

Se consideraba que las enfermedades nerviosas “funcionales” obedecían a trastornos


químico-físicos y patológico-anatómicos.
En el caso de la parálisis histérica

...se consideraba suficiente la fórmula de que dependían de ligeros trastornos funcionales de las
mismas partes del cerebro, cuya grave lesión provocaba la parálisis orgánica correspondiente. 88

No se pensaba que las enfermedades nerviosas funcionales pudieran tener un origen


meramente psíquico.
La terapia que se empleaba para esas enfermedades era: medidas de carácter general:
prescripción de medicamentos, tentativas, -inadecuadas- de influenciación psíquica, etc.;
específicas: electricidad. Todo esto era, sin embargo, infructuoso.
En 1880-90 se dio un gran viraje en este campo, cuando los fenómenos del hipnotismo
se situaron en el primer plano de la atención de los científicos. Se reconoció la autenticidad de
estos fenómenos y de su estudio se derivaron dos enseñanzas fundamentales:
a) Que ciertas alteraciones somáticas eran producto de determinados procesos psíquicos y
que
b) Existían procesos anímicos inconscientes.

“... Lo “inconsciente” era ya tiempo atrás, como concepto teórico, objeto de discusión entre los
filósofos; pero en los fenómenos del hipnotismo se hizo por vez primera corpóreo, tangible y objeto
de la experimentación”89

Los fenómenos hipnóticos presentaban una gran similitud con las manifestaciones de
algunas neurosis.
El hipnotismo sirvió para penetrar más profundamente en el estudio de las neurosis y
principalmente en las histerias.
Charcot supuso que ciertas parálisis surgidas después de un trauma (accidente), eran
de carácter histérico; por medio del hipnotismo produjo en sus pacientes este tipo de traumas,
provocando directamente los síntomas histéricos correspondientes.
Janet demostró por medio del hipnotismo que las manifestaciones patológicas de la
87
Ibídem, p. 101
88
Idem.
89
Idem

157
1
5

histeria dependían estrictamente de ciertas ideas inconscientes (ideas fijas).

“...Janet caracterizó la histeria por una supuesta incapacidad constitucional de mantener en


conexión los procesos psíquicos, de la cual resultaba una disociación de la vida anímica...” 90

El psicoanálisis no surge, sin embargo, de los estudios de Charcot y Janet, sino de los
trabajos del médico vienés José Breuer, quien en 1881 logró estudiar y restablecer con ayuda
del hipnotismo a una muchacha enferma de histeria.

Descubrimientos de Breuer (en el estudio de una muchacha enferma de histeria):


1) Logró relacionar perfectamente los síntomas histéricos con una determinada
situación en la que se había encontrado la paciente. En esa situación descubrió Breuer la
causa de todos los fenómenos patológicos de la paciente.
2) Los síntomas habían nacido cuando un impulso a la acción no había sido llevado a
cabo, sino omitido por causas distintas a las de su origen.
En lugar de las acciones omitidas habían surgido los síntomas.
Breuer equiparó los motivos de la génesis de los síntomas (las acciones omitidas) con
los traumas de Charcot.
3) Descubrió que esos motivos, al igual que los traumas, habían quedado perdidos para la
memoria del paciente, mientras que los síntomas permanecían inmodificables.
Se aportó así una prueba más de la existencia de procesos anímicos inconscientes.
4) Terapéutica empleada por Breuer: por medio de la hipnosis, llevar al paciente al
recuerdo de los traumas olvidados y hacerlo reaccionar ante ellos con intensas manifestaciones
de afecto. De esta manera desaparecía el síntoma que había nacido precisamente por no
realizarse el acto omitido (como sustituto del mismo).
Colaboración de Breuer y Freud.
Publicaron juntos, en 1895, Estudios sobre la histeria, obra en la cual esbozan una
teoría cuya síntesis expresa Freud a continuación:

...el síntoma histérico nacía cuando el afecto de un proceso anímico intensamente afectivo era
desviado de la elaboración consciente normal y encaminado así por una ruta indebida. En el caso
de la histeria, dicho afecto se resolvía en inervaciones somáticas inhabituales (conversión), pero
podía ser dirigido en otro sentido y descargado por medio de la reviviscencia del suceso
correspondiente durante la hipnosis (derivación por reacción). A este procedimiento le dimos el
nombre de catarsis (limpieza, liberación del afecto represado).
El método catártico es el antecedente inmediato del psicoanálisis, y a pesar de todas las
ampliaciones de la experiencia y de todas las modificaciones de la teoría, continúa hallándose
contenido en ella como nódulo central. Pero no era más que un nuevo camino para la
influenciación médica de ciertas enfermedades nerviosas, y nada hacía sospechar que pudiera
llegar a ser objeto del interés general y de violenta oposición91

En este punto termina la colaboración de Breuer y Freud y éste sigue adelante por su
cuenta.

Aportaciones de Freud a la teoría del psicoanálisis


Conversión de la catarsis en psicoanálisis.
1) Freud abandonó el hipnotismo como medio auxiliar para el análisis de los procesos
psíquicos y para la terapia de los síntomas patológicos. Lo hizo así porque era muy bajo el
índice de los pacientes a quienes podía hipnotizar satisfactoriamente y los resultados
terapéuticos de la catarsis no eran definitivos y dependían en mucho de la relación personal
entre el paciente y el médico.
2) Adoptó el método de asociación libre.

90
Ibídem, p. 102
91
Ibídem, p. 102-103

158
1
5

...consistente en comprometer al sujeto a prescindir de toda reflexión consciente y abandonarse


en un estado de serena concentración, al curso de sus ocurrencias espontáneas (involuntarias).
Tales ocurrencias las debía comunicar al médico, aún cuando en su fuero interno surgieran
objeciones de peso contra tal comunicación; por ejemplo las de tratarse de algo desagradable,
nimio o impertinente...92

Freud eligió el método de asociación libre porque:


a) Consideró que en realidad todas las “ocurrencias espontáneas” del paciente deberían
estar determinadas por el material inconsciente.
b) Estimó que a través de esas “ocurrencias espontáneas”, interpretándolas, podría
llegarse hasta los traumas y motivos olvidados por el sujeto.

...Dicho material no aportaba los elementos olvidados mismos, pero sí tan claras y abundantes
alusiones a ellos, que el médico podía ya adivinarlas (reconstruirlas) con el auxilio de ciertos
complementos y determinadas interpretaciones... 93

La libre asociación y el arte interpretativo lograban el mismo resultado que antes el


hipnotismo.
El método de la asociación libre aparentemente tenía la desventaja, frente al hipnotismo,
de que no llevaba directa e inmediatamente hasta los motivos olvidados de los síntomas; pero
en contraposición, brindaba una ventaja que lo hacía superior al hipnotismo:
Se descubrió que la labor de traer a flote los motivos olvidados de los síntomas chocaba
con una resistencia muy intensa.
Esto se reflejaba claramente en las objeciones que tenía el paciente para revelar las
“ocurrencias” que surgían en su mente cuando se abandonaba libremente a sus pensamientos.
Freud dedujo que existía un proceso anímico (ciertas fuerzas anímicas) que pugnaban por
mantener aquellos elementos patógenos en el olvido (inconscientes) y que ese mismo proceso
anímico había obrado a su tiempo poderosamente para reprimir los impulsos anímicos originales
–cuyos sustitutos eran los síntomas y llevarlos al inconsciente.
Se estableció así la teoría de la represión.

Síntesis de la “teoría de la represión”:

“...Las impresiones y los impulsos anímicos, de los que ahora eran sustitución los síntomas, no
habían sido olvidados sin fundamento alguno o, según la tesis de Janet, a consecuencia de una
incapacidad constitucional para la síntesis, sino que habían sufrido, por la influencia de otras
fuerzas anímicas, una represión, cuyo resultado y cuya señal eran precisamente su apartamiento
y su exclusión de la memoria. Sólo a consecuencia de esta represión se habían hecho patógenos;
esto es, se habían creado, por caminos inhabituales, una expresión como síntoma.” 94

Freud encontró que había un proceso dialéctico de lucha de contrarios psíquicos en los
estados patológicos.
Dos impulsos anímicos (o fuerzas anímicas) contrarios, uno que impele a la realización
del acto y otro a su represión, eran los factores fundamentales que entraban en juego en los
estados patológicos objeto de estudio.

Como motivo de la represión, y con ellos como causa de toda enfermedad neurótica, habíamos de
considerar el conflicto entre dos grupos de tendencias anímicas.95

Naturaleza de las fuerzas anímicas en conflicto:


a) Los impulsos anímicos que impelen a la acción son impulsos de egoísmo y de
crueldad, que en general pueden ser considerados malos; pero, sobre todo, impulsos optativos

92
Ibídem, p. 103
93
Idem.
94
Ibídem, p. 104
95
Idem

159
1
6

sexuales, muchas veces de naturaleza repulsiva o ilícita.


b) Los impulsos represivos provienen de motivos éticos y estéticos y parten regularmente
de la personalidad consciente (del yo) del paciente.
Cuando la represión no actúa en el sentido correcto o no es lo suficientemente poderosa,
surgen los síntomas patológicos como sustituto de la actividad prohibida.

Así, pues, los síntomas patológicos eran un sustitutivo de satisfacciones prohibidas, y la


enfermedad parecía corresponder a una doma incompleta de lo inmoral que el hombre integra. 96

Freud descubrió el magno papel que desempeñan en la vida anímica los impulsos
optativos sexuales.
Estudió la evolución del instinto sexual, llegando a formular una teoría sexual.
Puntos fundamentales de dicha teoría:
a) La teoría partió de la observación de que

...las vivencias y los conflictos de los primeros años infantiles desempeñan un papel
insospechadamente importante en la evolución del individuo y dejan tras de sí disposiciones
imborrables para la edad adulta…97

b) Encontró después que esas vivencias y conflictos estaban relacionadas en gran parte
con una vida sexual infantil (la que hasta entonces había sido pasada por alto por todos los
investigadores)
c) Freud llegó a la conclusión de que el nódulo de toda la vida sexual infantil se
encontraba en la complicada relación afectiva del sujeto con sus padres, el llamado complejo de
Edipo; por tanto, también la raíz de toda neurosis se encontraba en dicha relación.
d) De acuerdo con estos descubrimientos se amplió el concepto de lo sexual para poder
integrar en un todo los fenómenos de la vida sexual normal de los adultos y las desviaciones de
los perversos.
Así fue como nació el psicoanálisis a partir del estudio de las neurosis, principalmente de
la histeria.
Síntesis que hace Freud acerca del psicoanálisis de las neurosis:

...El psicoanálisis fue adueñándose paulatinamente, en este intervalo, de una teoría que parecía
procurar información suficiente sobre la génesis, el sentido y la intención de los síntomas
neuróticos y un fundamento racional para el esfuerzo médico encaminado a la supresión de la
enfermedad. Reuniré de nuevo los factores que constituyen el contenido de tal teoría. Tales
factores son: la acentuación de la vida instintiva (afectividad), del dinamismo anímico y de la
plenitud de sentido y determinación incluso de los fenómenos psíquicos aparentemente más
oscuros y arbitrarios, la doctrina de conflicto psíquico y de la naturaleza patógena de la represión,
la concepción de los síntomas patológicos como satisfacciones sustitutivas y el descubrimiento de
la significación etiológica de la vida sexual, y muy especialmente de los brotes infantiles de la
misma. En sentido filosófico, esta teoría tuvo que adoptar el punto de vista de que lo psíquico no
coincide con lo consciente, y que los procesos psíquicos son, en sí, inconscientes y sólo por la
función de ciertos órganos (instancias, sistemas) son hechos conscientes. Como complemento de
esta enumeración, añadiré que entre las actitudes afectivas de la infancia resaltaba la complicada
relación afectiva del sujeto infantil con sus padres, el llamado complejo de Edipo, en el cuál se
descubría, cada vez más patentemente el nódulo de todo caso de neurosis... 98

La aplicación del psicoanálisis a los procesos anímicos normales.


a) En la búsqueda de las causas de los síntomas patógenos se descubrieron procesos
anímicos fundamentales que no solo explicaban la vida anímica patológica, sino que deberían
encontrarse también en la base de la vida humana anímica normal.

96
Idem
97
Idem
98
Ibídem, pp. 104-105

160
1
6

...Sus resultados – del psicoanálisis- no atañían ya tan solo al sector de la vida anímica
patológica, sino también al de la función normal, para cuya comprensión habían de ser
imprescindibles.99

1) Los resultados del estudio de los procesos anímicos patológicos (el psicoanálisis)
fueron aplicados a una serie de fenómenos anímicos de las personas normales como los actos
fallidos (olvidos y equivocaciones orales y escritas, etcétera) y los sueños.
Actos fallidos:
2) Se encontró que los actos fallidos tenían un sentido y nacían a consecuencia de la
perturbación de una intención consciente por otra, retenida y a veces directamente inconsciente.
Se comprobó una vez más la existencia de procesos anímicos que, no siendo conscientes,
son sin embargo, eficaces y se procuran una exteriorización por lo menos como inhibiciones y
modificaciones de otros actos intencionales.
Sueños:
3) En el análisis de los sueños, Freud llegó a la conclusión de que detrás del contenido
manifiesto de los mismos se escondía una idea latente.
4) La idea latente del sueño es siempre un impulso optativo (deseo), que es representado
como cumplido en el presente.
5) La realización del deseo no adquiere en el sueño una expresión reconocible, salvo en
los casos de los niños pequeños y cuando surge bajo la presión de necesidades somáticas
imperativas.
6) Esto es así porque la idea latente del sueño es sometida a un proceso de deformación
por las fuerzas represivas del yo, las que en el sueño funcionan como censura onírica actuando
aquí más débilmente que durante la vigilia.
7) La mejor fórmula del sueño: el sueño es una satisfacción (disfrazada) de un deseo
(reprimido).

... De este modo nace el sueño manifiesto, tal como es recordado al despertar, deformado, hasta
resultar irreconocible, por las conversiones de la censura onírica; pero que el análisis puede
desenmascarar y revelar como expresión de una satisfacción o del cumplimiento de un deseo,
como una transacción entre dos grupos de tendencias anímicas en pugna, idénticamente a como
descubrimos que sucedía en el síntoma histérico... El estudio de aquel proceso que transforma el
deseo onírico latente en el contenido manifiesto del sueño (la elaboración onírica) nos ha
procurado lo mejor que sobre la vida anímica inconsciente sabemos.
Ahora bien: el sueño no es un síntoma patológico, sino una función de la vida psíquica normal.
Los deseos cuyo cumplimiento presenta son los mismos que en la neurosis sucumben frente a la
represión. El sueño debe la posibilidad de su génesis simplemente a la circunstancia favorable de
que durante el estado de reposo, que paraliza la motilidad del hombre, la represión se debilita,
convirtiéndose en la censura onírica. Pero cuando la formación del sueño traspasa ciertas
fronteras, el sujeto le pone fin y despierta sobresaltado. Se demuestra, pues, que en la vida
psíquica normal existen las mismas fuerzas, y las mismas relaciones entre ellas, que en la
patología. A partir de la interpretación de los sueños, reunió el psicoanálisis una doble
significación: no era ya sólo una nueva terapia de las neurosis, sino también una nueva
psicología; aspiraba a ser tenida en cuenta, no sólo por los neurólogos, sino por todos los
hombres consagrados a las ciencias del espíritu.100

Conceptos auxiliares del psicoanálisis


A. Concepto de la libido
1’ Libido del objeto: La energía (concebida como cuantitativamente variable y mensurable)
de los instintos sexuales orientados hacia el objeto (en el sentido ampliado por la teoría analítica).
2’ Libido del yo: energía de los instintos sexuales orientados hacia el propio sujeto (libido
Narcisista).
El estudio de las acciones recíprocas entre estas dos fuerzas ha podido explicar una
gran cantidad de procesos anímicos normales y patológicos.

99
Ibídem, p. 105
100
Ibídem, p. 106

161
1
6

Se estableció, con base en el concepto de la libido, la diferencia entre las “neurosis de


transferencia” y las afecciones narcisistas.

Es cierto que la teoría psicoanalítica de la libido no está aún acabada ni aclarada aún en relación
con una teoría de los instintos...101

El principal campo de acción del psicoanálisis es la psiquiatría.

Otros campos de aplicación del psicoanálisis:


1. Las funciones psíquicas de comunidades humanas y pueblos: psicología colectiva.
2. Las religiones: son neurosis obsesivas mitigadas por su generalidad.
3. En la “justificación” de las ideas “filosóficas” de Freud:

Si prescindimos de los impulsos internos poco conocidos, podemos decir que el motor capital de
la evolución cultural del hombre ha sido la necesidad real exterior, que le negaba la satisfacción
cómoda de sus necesidades naturales y le abandonaba a magnos peligros. Esta negación exterior
le obligó a la lucha con la realidad, lucha cuyo desenlace fue en parte una adaptación y en parte
un dominio de la misma, pero también la colaboración y la convivencia con sus semejantes, a lo
cual se enlazó ya una renuncia a varios impulsos instintivos que no podían ser satisfechos
socialmente. Con los progresos siguientes de la cultura crecieron también las exigencias de la
represión. La civilización se basa, en general, en la renuncia de los instintos, y cada individuo
tiene que repetir personalmente en su camino, desde la infancia a la madurez, esta evolución de
la Humanidad hasta la resignación razonable. El psicoanálisis ha mostrado que son,
predominante, si no exclusivamente, impulsos instintivos sexuales los que sucumben a esta
represión cultural. Parte de ellos integra la valiosa cualidad de poder ser desviados de sus fines
más próximos y ofrece así su energía, como tendencias “sublimadas”, a la evolución cultural. Pero
otra parte pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos insatisfechos y tiende a
lograr una satisfacción cualquiera, aunque deformada.102

4. En la explicación de los mitos, la literatura y la psicología del artista.

Hemos visto que en una parte de la actividad mental humana está dedicada al dominio del
mundo exterior real. A esto añade el psicoanálisis que otra parte, singularmente estimada, de la
creación psíquica se halla consagrada al cumplimiento de deseos, a la satisfacción sustitutiva de
aquellos deseos reprimidos que desde los años infantiles viven insatisfechos en el alma de cada
cual...”
...A estas creaciones, cuya conexión con un inconsciente inaprensible fue siempre sospechada,
pertenecen los mitos, la poesía y el arte; la labor de los psicoanalistas ha arrojado realmente viva
luz sobre los dominios de la mitología, la literatura y la psicología del artista.
Tal ha sido principalmente la obra meritoria de Otto Rank. Se ha demostrado que los mitos y
fábulas son, como los sueños, susceptibles de interpretación: se han seguido los intrincados
caminos que conducen desde el impulso del deseo inconsciente hasta la realización de la obra de
arte; se ha aprendido a comprender la acción efectiva de la obra de arte sobre el sujeto receptor; se
ha explicado la afinidad interior del artista con el neurótico y sus diferencias y se ha indicado la
relación entre su disposición, sus vivencias casuales y su obra. La valoración de las dotes artísticas
de la obra de arte y la explicación de las dotes artísticas son problemas ajenos al psicoanálisis.
Más parece que el psicoanálisis está en situación de decir la palabra decisiva en todos los
problemas relativos a la vida imaginativa del hombre.103

5. En la explicación del papel del complejo de Edipo como generador de las instituciones
de la religión, el derecho, la ética y todas las formas estatales.

Pero, además, el psicoanálisis no ha descubierto, para nuestro asombro, cuán ingente papel
desempeña en la vida anímica del hombre el llamado Complejo de Edipo; esto es, la relación
afectiva del niño con sus padres. Tal asombro se mitiga cuando averiguamos que el complejo de

101
Ibídem, p. 108
102
Ibídem, p. 110
103
Idem.

162
1
6

Edipo es la correlación psíquica de dos hechos biológicos fundamentales: de la prolongada


dependencia infantil de los hombres y de la forma singular en que su vida sexual alcanza, entre
los tres y los cinco años, una primera culminación, pasando luego por el período de latencia y
renovándose al iniciarse la pubertad. Ulteriormente se nos reveló que en un tercer trozo,
altamente serio, de la actividad mental humana, aquel que ha creado las magnas instituciones de
la religión, del derecho, la ética y todas las formas estatales, apunta en el fondo a facilitar al
individuo el vencimiento de su complejo de Edipo y a derivar su libido, desde sus vinculaciones
infantiles a las vinculaciones sociales definitivamente deseables. Las aplicaciones del
psicoanálisis a la ciencia de las religiones y a la sociología (Freud, Th. Reik y Opfister) que han
conducido a este resultado, se hallan aún en sus comienzos y son insuficientemente estimadas,
pero es indudable que estudios ulteriores ratificarán la exactitud de sus conclusiones. 104

EL PSICOANALISIS ES UNA PSICOLOGIA DEL “ELLO”

...Si se acepta la diferenciación por mí propuesta poco ha, que divide el aparato anímico en un yo
vuelto hacia el exterior y dotado de conciencia y una ello inconsciente dominado por sus
necesidades instintivas, el psicoanálisis deberá ser considerado como una psicología del ello (y de
su acción sobre el yo). Puede, pues, procurar en todo sector científico aportaciones
complementarias de los de la psicología del yo. Si estas aportaciones contienen con frecuencia
precisamente lo más importante de un estado de hechos, ello corresponde tan sólo a la
importancia que para nuestra vida integra el inconsciente psíquico, que tanto ha permanecido
ignorado.105

2) SISTEMATICA
I.DEFINICION DEL PSICOANALISIS.

Psicoanálisis es el nombre: 1º. De un método para la investigación de procesos anímicos capaces


inaccesibles de otro modo. 2º. De un método terapéutico de perturbaciones neuróticas basado en
tal investigación; 3º. De una serie de conocimientos psicológicos así adquiridos, que van
constituyendo una nueva disciplina científica.106

II. CUADRO PATOLÓGICO DE LA ENFERMA ATENDIDA POR BREUER Y TERAPÉUTICA


EMPLEADA.

El cuadro patológico se componía de parálisis motoras, inhibiciones y trastornos de conciencia...


empleó con ella el hipnotismo, y comprobó que una vez que la sujeto comunicaba durante la
hipnosis los afectos y las ideas que la dominaban volvía al estado psíquico normal. Por medio de
la repetición consecuente del mismo trabajoso procedimiento, consiguió libertarla de todas sus
inhibiciones y parálisis...107

III. RESULTADOS DE LAS INVESTIGACIONES DE BREUER Y FREUD.


...En aquellas nuestras hipótesis apareció desde un principio, en primer término, el factor
afectivo: los síntomas histéricos deberían su génesis al hecho de que un proceso psíquico cargado
de intenso afecto viera impedida en algún modo su descarga por el camino normal conducente a
la conciencia y hasta la motilidad, a consecuencia de lo cual el afecto así represado tomaba
caminos indebidos y hallaba una derivación en la innervación somática (conversión). A las
ocasiones en las que nacían tales representaciones patógenas les dimos Breuer y yo el nombre de
traumas psíquicos, y como pertenecían muchas veces a tiempos muy pretéritos, pudimos decir
que los histéricos sufrían predominantemente reminiscencias. La catarsis era entonces llevada a
cabo en el tratamiento por medio de la apertura del camino conducente a la conciencia y a la
descarga normal del afecto. La hipótesis de la existencia de procesos psíquicos inconscientes era,
como se ve, parte imprescindible de nuestra teoría...108

104
Idem.
105
Ibídem, p. 111
106
Idem.
107
Idem.

108
Ibídem, p. 112

163
1
6

IV. DIFERENCIAS ENTRE BREUER, FREUD Y JANET.

Breuer suponía que las representaciones patógenas ejercían acción traumática porque habían
nacido en estados hipnoides, en los cuales la función anímica sucumbe a ciertas restricciones. En
cambio, yo rechazaba tal explicación, y creía reconocer que una representación se hace patógena
cuando su contenido repugna a las tendencias dominantes, provocando así la defensa del
individuo (Janet había atribuido a los histéricos una incapacidad constitucional para la síntesis
de sus contenidos psíquicos)...109

V. RENUNCIA A LA HIPNOSIS. LA ASOCIACION LIBRE. LA REGLA TECNICA


FUNDAMENTAL. EL PSICOANALISIS COMO ARTE DE INTERPRETACION. (Ver páginas
anteriores)
VI. LA INTERPRETACION DE LOS ACTOS FALLIDOS Y CASUALES.
1) A través del psicoanálisis se demostró que

...ciertos actos psíquicos muy frecuentes de los hombres normales, actos para los cuales no se
había hallado aún explicación psíquica ninguna, debían equipararse a los síntomas de los
neuróticos, entrañando, como ellos, un sentido ignorado por el sujeto mismo, pero que podía ser
descubierto sin gran trabajo por la labor analítica...110

2) diversas especies de dichos actos:

...el olvido temporal de palabras y nombres perfectamente conocidos; el olvido de propósitos; las
equivocaciones, tan frecuentes, en el discurso, la lectura y la escritura; la pérdida y el extravío
temporal de objetos; ciertos errores; los accidentes aparentemente casuales, y, por último, ciertos
tics o movimientos habituales hechos como sin intención y por juego, y las melodías que se
tararean sin pensar, etcétera...111

3) El psicoanálisis mostró todo esto

...como rigurosamente determinado y reconocido como manifestación de intenciones retenidas de


la persona o como consecuencia de la interferencia de dos intenciones, una de las cuales era
permanente o momentáneamente inconsciente...112

4) resultados de esta ampliación del campo de acción del psicoanálisis:

“...El perímetro de la determinación psíquica quedó así insospechadamente ampliado y


disminuido el abismo supuesto sobre el suceder psíquico normal y el patológico... En muchos
casos se logró fácil atisbo en el dinamismo de las fuerzas psíquicas que habíamos de suponer
detrás de tales fenómenos. Por último, logramos así un material apropiado como ninguno otro
para aceptar la existencia de actos psíquicos inconscientes, incluso aquellos para quienes la
hipótesis de un sistema psíquico inconsciente resultaba algo inaceptable y absurdo... 113

VII. LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS.


La aplicación de la técnica de la asociación libre a los sueños abrió un nuevo acceso a
los abismos de la vida psíquica.
Lo más y mejor que de los procesos desarrollados en los estratos psíquicos sabemos nos
ha sido descubierto por la interpretación de los sueños.
Análisis de los sueños:
1) Elementos de los sueños:
a) El sueño recordado o contenido onírico manifiesto.
109
Idem.
110
Ibídem, p. 114
111
Idem
112
Idem
113
Idem

164
1
6

b) Las ideas oníricas latentes que son descubiertas por medio de la interpretación y
c) El proceso por el cual estas últimas se transforman en el primero se llama
elaboración del sueño.
2) Su elaboración: las ideas latentes (que son llamadas también restos diurnos por su
relación con la vida despierta) son condensadas de un modo singular, deformadas por medio
del desplazamiento de intensidades psíquicas y dispuestas para su representación en imágenes
visuales; por último, son sometidas a una elaboración secundaria que intenta dar al producto
algo como sentido y coherencia.
3) Teoría dinámica de la producción de los sueños.
a) Fuerza motriz del sueño: no son las ideas latentes o restos diurnos, sino una
tendencia inconsciente, reprimida durante el día, con la que pudieron enlazarse los restos
diurnos y que se procura, con el material de las ideas latentes, el cumplimiento de un deseo.
b) Por lo tanto, el sueño es cumplimiento de un deseo.
c) La deformación de las ideas latentes en la elaboración del sueño nos demuestra que
existe una censura onírica y que esta es una manifestación de las mismas fuerzas psíquicas
que durante el día había reprimido el impulso optativo consciente.
4) Fondo común de los fenómenos psíquicos normales y de los anormales.

..La labor analítica ha mostrado que el dinamismo de la producción onírica es el mismo que actúa
en la producción de síntomas, aquí como allí descubrimos una pugna entre dos tendencias, una
inconsciente, reprimida por lo demás, que tiende a lograr satisfacción –cumplimiento de deseos-,
y otra repelente y represora, perteneciente probablemente al yo; y como resultado de este conflicto
hallamos un producto transaccional –el sueño-, el síntoma en el cual han encontrado ambas
tendencias una expresión incompleta. La importancia teórica de esta coincidencia es evidente.
Como el sueño no es un fenómeno patológico, tal coincidencia nos prueba que los mecanismos
psíquicos que generan los síntomas patológicos están ya dados en la vida psíquica normal, que la
misma normatividad abarca lo normal y lo anormal y que los resultados de la investigación de los
neuróticos y de los dementes no pueden ser indiferentes para la comprensión de la psique
normal.114

VIII.-LA SIGNIFICACION ETIOLOGICA DE LA VIDA SEXUAL.


1) Al continuar la investigación de los sucesos traumáticos de los que parecían
derivarse los síntomas histéricos, aplicando el método de asociación libre, se descubrió que en
la raíz de toda producción de síntomas existían impresiones traumáticas procedentes de la vida
sexual más temprana.
El trauma sexual sustituyó al trauma trivial, y éste último debía su significación
etiológica a su relación simbólica o asociativa con el primero y precedente.
Se dedujo entonces que las neurosis eran, en general, manifestaciones de
perturbaciones de la vida sexual: las llamadas neurosis actuales (neurastenia y neurosis de
angustia, las que eran causadas por abusos actuales en la vida sexual y curadas con sólo la
evitación de los mismos), la manifestación (químicamente facilitada) de daños presentes, y las
psiconeurosis, la manifestación (psíquicamente elaborada) de daños muy pretéritos de la
función sexual.
2) La sexualidad infantil. El psicoanálisis descubrió la existencia de la sexualidad
infantil encontrando que la función sexual del niño coincidía casi con el principio de su vida
extrauterina. Hasta entonces esto había pasado desapercibido.

La sexualidad infantil mostraba en algunos aspectos un cuadro distinto al de los adultos y


sorprendía por integrar numerosos rasgos de aquello que en los adultos es calificado de
perversión. Hubo necesidad de ampliar el concepto de lo sexual hasta hacerle abarcar más que la
tendencia a la unión de los dos sexos en el acto sexual o a la provocación de determinadas
sensaciones de placer en los genitales. Pero esta ampliación quedaba recompensada por la
posibilidad de comprender unitariamente la sexualidad infantil, la normal y la perversa. 115

114
Ibídem, pp. 114-115
115
Ibídem, p. 116

165
1
6

3) La evolución de la libido. Al descubrir la existencia de la sexualidad infantil, el


psicoanálisis pudo integrar toda una teoría de la evolución de la libido, cuyos puntos
fundamentales son los siguientes:
a) El instinto sexual –la libido-, está integrado por una serie de instintos parciales.
b) Esos instintos parciales tienen primero una existencia independiente y sólo
posteriormente, de una forma paulatina, van uniéndose para formar determinadas
organizaciones.
c) El instinto sexual ya integrado puede a su vez descomponerse en los instintos
parciales que lo forman.
d) Las fuentes de los instintos parciales son los órganos somáticos, especialmente los de
las zonas erógenas.
e) Pero no sólo esos órganos y zonas, sino todos los procesos funcionales importantes
del soma procuran también aportaciones a la libido.
f) Los instintos parciales se procuran primeramente una satisfacción independiente.
Sólo después se sintetizan y se centran.
g) Fases de desarrollo de la libido a través del desarrollo de los instintos parciales:
a’ Fase oral. En ella el interés primordial del niño de pecho es la zona bucal.
b' Fase sádico-anal. En ella resaltan especialmente el instinto parcial del sadismo y la
zona anal.
c' Última fase: la genital. En ella se realiza la síntesis de la mayoría de los instintos
parciales bajo la primacía de las zonas genitales.
h) Cuando la evolución de alguno de los instintos se detiene en una de sus fases
primitivas, entonces se produce una fijación de la libido, que da una materia prima
inapreciable como disposiciones a ulteriores transgresiones de las tendencias reprimidas y que
integran una determinada relación con el desarrollo ulterior de las neurosis y perversiones.
i) Todos los instintos pasan por una fase de intensa satisfacción auto erótica.
j) No todos los instintos parciales son igualmente utilizables para la organización
genital; algunos de ellos (por ejemplo, los anales), son dados de lado, reprimidos o sufren
complicadas transformaciones.
k) Entre los 2 y los 5 años, los instintos parciales del niño se unen en una síntesis
superior, en torno a tendencias claramente sexuales cuyo objeto es, en el varón, la madre.
Surge así el complejo de Edipo.
l) El complejo de Edipo está constituido además de la elección de objeto que recae en la
madre, por una actitud de rivalidad y hostilidad hacia el padre.
m) El complejo de Edipo entraña una gran importancia para la estructuración definitiva
de la vida erótica. El hombre normal vence el complejo de Edipo; el neurótico permanece
constantemente vinculado a él.
n) Después del período de sexualidad infantil sobreviene un período de latencia durante
la cual son establecidas las restricciones éticas como dispositivos protectores contra los
impulsos optativos del complejo de Edipo.
ñ) Después del período de latencia, en el período de la pubertad se desarrollan los
instintos sexuales hasta su plena intensidad.

...Pero tanto la dirección de esta evolución como todas las disposiciones a ella inherentes están ya
determinadas por la anterior floración temprana infantil de la sexualidad. Esta evolución en dos
fases, interrumpida por el período de latencia de la función sexual, parece ser una peculiaridad
biológica de la especie humana y contener la condición de la génesis de la neurosis...” 116

IX. LA TEORIA DE LA REPRESION.

...La reunión de estos conocimientos teóricos con las impresiones inmediatas de la labor analítica
conduce a la concepción de las neurosis que, expuesta a grandes rasgos, sería la siguiente: las
neurosis son la expresión de conflictos entre el yo y aquellas tendencia sexuales que el yo

116
Ibídem, p. 117

166
1
6

encuentra incompatibles con su integridad o con sus exigencias éticas. El yo ha reprimido tales
tendencias; esto es, les ha retirado su interés y les ha cerrado el acceso a la conciencia y la
descarga motora conducente a la satisfacción. Cuando en la labor analítica intentamos hacer
conscientes estos impulsos inconscientes, se nos hacen sentir las fuerzas represoras en calidad
de resistencia. Pero la función de la represión falla con singular facilidad en cuanto a los instintos
sexuales. Cuya libido represada se crea, partiendo de lo inconsciente, otros exutorios,
retrocediendo a fases evolutivas y objetos anteriores y aprovechando las fijaciones infantiles, o sea
los puntos débiles de la evolución de la libido, para lograr acceso a la conciencia y conseguir
derivación. Lo que así nace es un síntoma, y, por tanto, en el fondo, una satisfacción sustitutiva
sexual; pero tampoco el síntoma puede sustraerse por completo a las fuerzas represoras del yo y,
en consecuencia, tiene que cometerse –lo mismo que el sueño- a modificaciones y
desplazamientos que hacen irreconocible su carácter de satisfacción sexual. El síntoma recibe así
el carácter de un producto transaccional entre los instintos sexuales reprimidos y los instintos del
yo represores de un cumplimiento de deseos simultáneo para ambas partes, pero también para
ambas igualmente incompleto. Tal sucede estrictamente con los síntomas de la histeria, mientras
que en los de la neurosis obsesiva la parte de la instancia represora logra más intensa expresión
por medio de la formación de productos de reacción (garantías contra la satisfacción sexual). 117

X. LOS PILARES MAESTROS DE LA TEORIA PSICOANALITICA.


...La hipótesis de la existencia de procesos psíquicos inconscientes, el reconocimiento de la teoría
de la resistencia y de la represión, la valoración de la sexualidad y del complejo de Edipo, son los
contenidos capitales del psicoanálisis y los fundamentos de su teoría...” 118

XI.-NUEVOS PROGRESOS DEL PSICOANALISIS.


El narcisismo.
...Su progreso técnico más importante ha sido la aplicación de la teoría de la libido al yo represor.
Se llegó a representar el mismo yo como un depósito de libido –denominado narcisista-, del cual
parten las cargas de libido de los objetos y al cual pueden las mismas retornar. Con ayuda de
esta representación se hizo posible llegar al análisis del yo y llevar a cabo la diferenciación clínica
de las psiconeurosis en neurosis de transferencia y afecciones narcisistas. En las primeras
(histeria y neurosis obsesiva) hay disponible una medida de libido tendente a su transferencia a
otros objetos, la cual libido es utilizada para la práctica del tratamiento analítico. Las
perturbaciones narcisistas (dementia praecox, paranoia y melancolía) se caracterizan, en cambio,
por la retractación de la libido de los objetos y son, por tanto, apenas accesibles a la terapia
analítica...119

XII. LIBIDO DEL OBJETO Y LIBIDO DEL YO.


...Un progreso decisivo resultó cuando nos arriesgamos al análisis de la demencia praecox y otras
afecciones psicóticas y empezamos con ello a estudiar el yo, al cual hasta entonces sólo
conocíamos como instancia represora y resistente. Descubrimos que el proceso patógeno de la
dementia praecox consistía en que la libido era retirada de los objetos y retraída al yo, siendo los
ruidosos fenómenos correspondientes la consecuencia de los vanos esfuerzos de la libido por
hallar el camino de retornos a los objetos. Es pues, posible que la libido de los objetos se
transformara en carga del yo, e inversamente. Otras reflexiones mostraron que el yo podía ser
considerado como un gran depósito de libido, del que afluía la libido a los objetos y que se hallaba
siempre dispuesto a acoger la libido retornada de los objetos. Así, pues, los instintos de
conservación eran también de naturaleza libidinosa, eran instintos sexuales que en vez de los
objetos exteriores habían tomado por objeto al propio yo. Por nuestra experiencia clínica
conocíamos personas que se conducían singularmente, como si estuvieran enamoradas de sí
mismas, y habíamos dado a esta perversión el nombre de narcisismo. Denominamos, pues, a la
libido de los instintos de auto conservación libido narcisista y reconocimos una amplia medida de
tal amor propio como el estado primario normal. La fórmula primera de las neurosis de
transferencia precisaba, pues, ahora, no de una rectificación, pero sí de una modificación; en
lugar de un conflicto entre instintos sexuales e instintos del yo hablamos mejor de un conflicto

117
Ibídem, pp. 117-118
118
Ibídem, p. 118
119
Ibídem, p. 119

167
1
6

entre la libido del objeto y la libido del yo, o puesto que la naturaleza de los instintos era la
misma, entre las cargas del objeto y el yo.120

XIII. RECONOCIMIENTO DE DOS CLASES DE INSTINTOS EN LA VIDA ANIMICA.


...Amplias reflexiones sobre los procesos que constituyen la vida y conducen a la muerte
muestran probable la existencia de dos clases de instintos, correlativamente a los procesos
opuestos de construcción y destrucción en el organismo. Unos de estos instintos, que laboran
silenciosamente en el fondo, perseguirían el fin de conducir a la muerte el ser vivo; merecerían,
por tanto, el nombre de instintos de muerte y emergerían, vueltos hacia el exterior por la acción
conjunta de los muchos organismos elementales celulares, como tendencias de destrucción o de
agresión. Los otros serían los instintos sexuales o instintos de vida, libidinosos (el Eros), mejor
conocidos analíticamente, cuya intención sería formar con la sustancia viva unidades cada vez
más amplias, conservar así la perduración de la vida y llevarla a evoluciones superiores. En el ser
animado, los instintos eróticos y los de muerte habrían constituido regularmente mezclas y
aleaciones, pero también serían posibles disociaciones del conflicto o de la interferencia de ambas
clases de instintos, venciendo los de destrucción con la muerte y los de la vida (el Eros) con la
reproducción.121

CRITICA DE LA TEORIA DE FREUD

Las ideas centrales de la teoría de Freud

Freud considera que el hombre de la sociedad capitalista es el hombre superior,


resultado de toda la evolución anterior de la humanidad. La naturaleza físico-psíquica del
mismo es, para Freud, la verdadera naturaleza del hombre y sus procesos psíquicos los
procesos psíquicos normales, los que forman parte de sus características típicamente
humanas.
El hombre por excelencia de Freud es, desde luego, el individuo de la sociedad
capitalista, sujeto único de sus estudios psicoanalíticos; el mecanismo psíquico de los
integrantes de la sociedad capitalista es fundamentalmente igual, cualquiera sea la clase a la
que pertenecen (burguesía, pequeña burguesía o proletariado) por lo que en la crítica de Freud
seguiremos considerando como sujeto, lo mismo que él, al hombre medio de la sociedad
capitalista; sólo al final haremos algunas precisiones acerca del funcionamiento de dicho
mecanismo respecto del proletariado como clase explotada.
El nódulo de la teoría de Freud radica en la tesis de que en el hombre de la sociedad
capitalista perviven una serie de instintos animales, principalmente de naturaleza sexual.
Los instintos son tendencias internas del organismo animal surgidas en interacción con
el mundo exterior para obligar al individuo a realizar las funciones de su conservación y
reproducción. Dichas tendencias están en íntima e indisoluble conexión con los diversos
sentidos y con el mecanismo insatisfacción-satisfacción a través de los cuales se asimilan los
objetos que sirven a esas funciones naturales.
La necesidad natural se manifiesta a través de los sentidos internos y externos como
una sensación de insatisfacción que es elevada hasta el punto en que obliga a la realización de
una conducta determinada; una vez realizada ésta se produce en el organismo una sensación
opuesta, de satisfacción, que aplaca la excitación previa de las sensaciones.
Los sentidos, procesos orgánicos, etcétera están en relación directa con ese movimiento;
por él están determinadas y a él sirven.
En las fases más primitivas del desarrollo biológico del hombre (cuando se inicia la
constitución de su morfología como ser humano), el individuo lleva una existencia puramente
120
Ibídem, p. 122-123
121
Ibídem, p. 123

168
1
6

instintiva, es decir, realiza sus funciones naturales (buscar comida, techo y pareja) bajo el
impulso acuciante de la necesidad inmediata. El resorte para la acción es la exaltación de esa
necesidad hasta el punto en que obliga a la búsqueda del satisfactor (ejemplo típico es la época
del celo en los animales). La transformación del mono en hombre implica necesariamente el
nacimiento y desarrollo del pensamiento. Ahora el individuo reconoce el nexo existente entre el
mundo y sus necesidades elementales y actúa conscientemente para proveer a la satisfacción
de las mismas. Es evidente que en estas circunstancias los instintos sufren una
transformación radical, pues el reconocimiento consciente de las necesidades determina que
aquellos dejen de ser palanca para la acción, con lo que se anula el enardecimiento de las
necesidades respectivas; también es evidente que los procesos especiales mediante los cuales el
individuo se apropia del objeto (por el hambre la comida y por la libido el sexo) siguen
existiendo, pero despojados de su carácter exacerbado, precisamente porque ahora se provee
conscientemente a la satisfacción de sus necesidades respectivas. Precisamente las primeras
formas humanas de organización tienen como objetivo fundamental garantizar al individuo, a
través de la comunidad, la satisfacción de sus necesidades elementales. La producción, la
reproducción humana y la defensa de los individuos frente a los ataques de otras comunidades
se tornan actividades conscientes rígidamente reglamentadas y organizadas. Como vemos, las
primeras formas de organización humana se alzan sobre las ruinas de los instintos como tales y
se basan en la actividad consciente de sus integrantes. En estas sociedades encontramos que el
individuo mantiene un perfecto equilibrio entre sus sentidos, su actividad mental y su
actividad productiva y reproductiva como medios para la satisfacción de sus necesidades
naturales.
El movimiento ascensional de las fuerzas productivas lleva necesariamente a la
disolución de la comunidad primitiva y al establecimiento de las sociedades clasistas. En ellas
la fuerza colectiva de trabajo se fracciona en una multitud de fuerzas parciales de trabajo
sustantivadas hasta llegar a una completa atomización. De la misma manera se inicia un
movimiento por el cual van cobrando sustantividad, independencia y autonomía las
necesidades individuales, los procesos orgánicos correspondientes y los órganos y estructuras
orgánicas que les sirven de base.
El régimen capitalista es la etapa superior de desarrollo de las sociedades clasistas y en
donde todos estos procesos alcanzan su culminación.
El individuo queda aquí por completo separado de los medios e instrumentos de
producción y de vida; el lazo de unión entre sus necesidades naturales y su satisfacción, es
decir, la colectividad, ha sido totalmente destruido. En consecuencia, para el individuo
aparecen por un lado sus necesidades (las que anteriormente eran sociales y por tanto asunto
de la colectividad) y por el otro, completamente ajenos a ellas, los medios para satisfacerlas. Se
produce la más radical sustantivación, independencia y autonomía de las necesidades.
Esta separación determina en primer lugar que ahora el individuo tome a su cargo lo
que anteriormente correspondía a la colectividad: debe representar en su conciencia la
necesidad individual, absolutizándola, y los medios para satisfacerla; luego, efectuar la acción
práctica correspondiente en oposición a las necesidades de los demás individuos y sobre un
objeto ajeno y hostil.
La necesidad se convierte en un estado sin solución de continuidad, puesto que la
separación del individuo respecto de su objeto es constante.
Las sensaciones y procesos orgánicos, que en la comunidad primitiva se activaban en
relación con una necesidad inmediata y luego retornaban a su estado de potencia, adquieren
también la característica de trabajar sin solución de continuidad, en ininterrumpida tensión
provocada por la separación entre las necesidades y su objeto.
El pensamiento del individuo asume ahora las tareas que anteriormente realizaba la
colectividad a través de la conciencia colectiva.
El primer resultado de este proceso es el funcionamiento antinatural y antihumano de
las sensaciones y procesos orgánicos y psíquicos, lo que ocasiona la degeneración de la esencia
biológica del hombre.
Las necesidades individuales sustantivadas adquieren una enorme potencia de
desarrollo cuantitativo y cualitativo; su número y variedad crecen ilimitadamente.

169
1
7

En virtud de la separación entre la necesidad y el objeto, que se hace más decisiva


conforme progresa el régimen capitalista, y del aumento ilimitado en cantidad y calidad de las
necesidades, se restaura la exacerbación de las sensaciones y procesos orgánicos, la que,
conforme anotábamos, es la forma instintiva en que el animal es impelido a realizar la acción
vital. Vemos aquí que: (1) el régimen capitalista revive un proceso puramente animal -lo
humano lo trueca en animal- y (2) al hacerlo resurgir lo rebaja más allá de los límites del reino
animal, pues la fiera sólo exaspera sus sentidos ante una necesidad inmediata y los pacifica al
satisfacerla, mientras que el individuo del régimen capitalista vive en un estado constante de
excitación psíquico-sensorial, la cual no es calmada sino acicateada por la satisfacción de las
necesidades inmediatas; lo animal es también desvirtuado y anulado por el régimen capitalista.
El capital hace salir al hombre de la escala zoológica.
La relación insatisfacción-satisfacción se sustantiva, transformándose, de un medio
para lograr la conservación y reproducción de los individuos, en un fin en sí mismo que requiere
de nuevas y más sofisticadas necesidades para su funcionamiento: evoluciona hacia el
mecanismo displacer-placer; éste se basa en la estimulación de las sensaciones de
insatisfacción y satisfacción: el displacer es una sensación sumamente avivada de
insatisfacción que requiere de una satisfacción magna de la misma; la necesidad concreta es
sólo un medio para satisfacer la necesidad abstracta de obtener placer.
En la oposición polar displacer-placer se da la inversión completa de la relación entre
las sensaciones y las necesidades humanas y la apropiación del objeto. La actividad vital del
individuo se convierte en un medio para satisfacer la necesidad absoluta de obtener placer, es
decir, una sensación agrandada proveniente de todos los órganos y procesos orgánicos.
Resumiendo: (a) en el régimen capitalista se da cima al proceso de sustantivación y
autonomización de las necesidades individuales; (b) en virtud de ello las necesidades
individuales cobran una fuerza inconmensurable de desarrollo; (c) este estado de necesidad sin
solución de continuidad genera una multitud de impulsos psíquicos a la acción; (d) la antítesis
psicofísica insatisfacción-satisfacción evoluciona hacia la forma displacer-placer; se da la
completa inversión de la relación entre las necesidades individuales y los procesos orgánicos
que son el vehículo para satisfacerlas: de medios se convierten en fines; (e) ese estado de
necesidad mantiene todos los procesos orgánicos de la apropiación del objeto en interminable
tensión, pues funciona más allá de cualquier límite natural; la hipertrofia de las sensaciones,
característica del mecanismo displacer-placer, también mantiene todos los procesos orgánicos
correspondientes en sobre tensión y provoca su desgaste y descomposición; (g) los impulsos a
la acción del hombre capitalista medio no son apetitos provenientes de una naturaleza animal
que perviven en el hombre; por el contrario, son el resultado necesario del régimen de
producción capitalista que: (1) restaura un proceso puramente animal, (2) lo hace salir de los
límites del reino animal y (3) vulnera la estructura biológica del individuo retrotrayéndola a un
nivel inferior al más bajo de la escala zoológica.
En la sociedad capitalista todo es enajenable y el hombre individual aspira a apropiarse
de todo lo que existe. Pero al mismo tiempo el orden económico sólo permite que esa
apropiación se realice dentro de ciertos límites y conforme a ciertas reglas. Este tipo de
organización social, por un lado exalta sin límite alguno los apetitos de sus integrantes y por
otro pone barreras muy concretas a la realización de los mismos.
Este movimiento contradictorio dentro de la sociedad capitalista es la causa del
desarrollo ilimitado de los instintos y de su represión hasta el punto en que así conviene al
capital. Ambos factores, los instintos y su represión, se suponen y se engendran
recíprocamente, dándose un mutuo impulso ascendente.
El pensamiento, reflejo activo de la realidad, recoge en su seno esta contradicción y a la
vez reobra sobre ella.
La mente humana elabora las representaciones de todos los apetitos que brotan en el
individuo del régimen capitalista y dicta la orden para su satisfacción; pero al mismo tiempo
forja los “principios éticos y estéticos” (reflejo de los límites que impone el régimen económico a
los apetitos que él mismo impulsa) y ordena la represión de esos apetitos permitiendo su
satisfacción sólo en un grado muy reducido.

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7

La represión de las “necesidades instintivas” provoca una exaltación de las mismas, su


reelaboración más exacerbada por el cerebro y una presión centuplicada sobre éste para que
ordene de nuevo se provea a su satisfacción. Pero, paralelamente, el cerebro debe reelaborar,
dándoles una potencia mayor, los “principios éticos y estéticos” y debe ejercer un esfuerzo
gigantesco para imponerlos sobre los “instintos” previamente exaltados.
El desarrollo de los apetitos, determinado por el del régimen capitalista, suscita la
represión de los mismos, la que a su vez da lugar a un desarrollo mayor de aquellos, los cuales
ahora requieren una represión más grande, y así sucesivamente.
Este movimiento, generado y potenciado por el desenvolvimiento del régimen capitalista,
tiene las siguientes consecuencias para el organismo de las personas:
(1) La sobrexcitación de las necesidades elementales pone en sobre tensión los órganos
en donde residen y los sistemas a través de los cuales se satisfacen, con lo que provoca su
desgaste acelerado y su descomposición respecto de sus funciones naturales. Esta
sobreexcitación, a su vez, presiona antinaturalmente sobre el cerebro para que asimile las
percepciones correspondientes, las prepare, proporcione teóricamente los medios para
satisfacer las necesidades y ordene la acción correspondiente, con lo que este órgano también
sufre un proceso de desgaste y descomposición.
(2) El enconamiento de las necesidades supone una satisfacción enardecida de las
mismas; la relación insatisfacción-satisfacción es sustituida por la de displacer-placer. Este
tipo de satisfacción tiene los mismos efectos que la necesidad respectiva sobre los órganos y los
sistemas correspondientes, al igual que sobre el cerebro.
(3) El acrecentamiento ilimitado de las necesidades individuales se realiza con base en
el funcionamiento del proceso descrito en los apartados 1 y 2, por lo que se refuerzan así los
efectos nocivos sobre el organismo humano. Pero aquí hay que agregar algo: la creación de
nuevas necesidades se basa en la conversión de todos los órganos, las funciones, los sentidos y
las sensaciones del organismo humano en fuentes de las mismas, con lo que éste se pone en
sobre tensión, potenciándose así el proceso de su desgaste y descomposición.
(4) La lucha entre las dos tendencias contradictorias (los “instintos” y su represión), que
se realiza de una manera cada vez más violenta en el cerebro, origina necesariamente su
desgaste acelerado, su degeneración y la descomposición de sus mecanismos fundamentales.
(5) El resultado de esa lucha puede ser el desplazamiento del “deseo instintivo” hacia el
inconsciente y su mantenimiento en esa órbita, lo que requiere el despliegue de una gran
energía mental puesto que aquel propende a procrear una fuerza interna cada vez mayor; esta
función antinatural que realiza el cerebro deviene en su descomposición acelerada.
(6) Puede ser que la fuerza represiva no sea lo suficientemente vigorosa y que entonces
el “deseo instintivo” se busque una forma sustitutiva de realizarse:
a) provocando un estado patológico en cualquier otra parte del organismo, o
b) repercutiendo directamente sobre el cerebro, en donde produce la descomposición de
todos los procesos anímicos (neurosis, psicosis, etcétera).
(7) Puede ser también que la lucha se siga escenificando sin solución de continuidad,
tanto en el inconsciente como en el consciente del individuo, alternativa o simultáneamente, lo
que, como es obvio, agrega a los efectos tradicionales la agravante de ser un proceso constante,
cotidiano, que se traduce en una vulneración más decisiva del cerebro humano.
(8) Entre más “necesidades individuales” desarrolle el individuo, más sobrecargado
estará el cerebro de “contiendas anímicas”.
(9) Por su parte, el pensamiento se convierte también en un instrumento del proceso al
especular sobre nuevas necesidades, con lo que da un nuevo impulso al movimiento para
llevarlo a una fase superior, cuyo resultado es la aceleración de la descomposición del cerebro.
(10) Si el resultado de la lucha entre las tendencias anímicas encontradas es la
represión, entonces los “instintos” cobrarán un gran impulso en su vida “subterránea”, con los
resultados consabidos para el organismo humano.
(11) Si lo es la derrota definitiva de los “principios éticos y estéticos”, entonces la
necesidad individual encuentra en su propia satisfacción el impulso hacia una necesidad y una
satisfacción mayores, con las consecuencias conocidas para el organismo humano.

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Como vemos, el régimen capitalista determina necesariamente, a través de los procesos


psíquicos, un proceso acelerado de desgaste, degeneración y descomposición de todos los
órganos, funciones, sentidos, sensaciones, etcétera del organismo humano.
Freud considera que el “hombre normal” no es aquél que no tiene “apetitos”, sino el que
teniéndolos, y en proporción creciente, sabe dominarlos y los reduce a las proporciones prescritas
por la ética y la estética.

Los deseos reprimidos durante la infancia


Freud señala una característica fundamental de los deseos reprimidos durante la
infancia: siguen viviendo dentro del sujeto adulto, aunque en una forma inconsciente, exigiendo
su satisfacción. La energía mental que consumen las dos tendencias contradictorias (deseo y
represión) se siguen gastando continuamente, aunque ahora la lucha entre ellos se produce en
el inconsciente de las personas. Es evidente que el cerebro del hombre capitalista “normal” está
sobrecargado, en su subconsciente, de una gran cantidad de “pares de contrarios” que
consumen un enorme volumen de energía mental, con resultados desastrosos para la
estructura y funcionamiento del sistema nervioso. La regeneración del cerebro humano –
órgano que bajo el régimen capitalista de producción sufre una acelerada degeneración
progresiva- requiere de la abolición de esa lucha enconada entre los “pares de contrarios”
anímicos, lo cual, a su vez, supone la abolición de esos mismos “contrarios”; la “reivindicación”
revolucionaria en esta materia es: abolición de las necesidades individuales como el
fundamento de la vida social a través de su satisfacción consciente precondicionada por la
colectividad.

El complejo de Edipo como generador de las instituciones de la religión, el derecho, la ética y


todas las formas estatales.
El Doctor Freud resbala aquí por una pendiente peligrosa. Nuestro psicólogo es un
Júpiter Tonante en cuando se reduce a analizar los fenómenos psíquicos del hombre de la
sociedad burguesa, pero desbarra y desciende a la categoría de un simple aficionado cuando
pretende extenderse hasta el estudio de las formas de pensamiento en las sociedades
primitivas, de las formas ideológicas como el derecho y la religión y de las instituciones sociales
como el Estado. La causa fundamental de ello es evidente: Freud no tenía una concepción
científica (materialista-dialéctica) del mundo; por el contrario, todas sus ideas están
impregnadas de un materialismo vulgar de la peor especie que frecuentemente se convierte en
idealismo repulsivo. Freud toma como objeto de su estudio al hecho psíquico en sí mismo, tal
como éste se da en la sociedad burguesa; no analiza para nada la estructura económica de esa
sociedad: el estado de las fuerzas productivas que en ella se desenvuelven, las relaciones de
producción (relaciones de propiedad y formas de producción y de distribución) que le son
inherentes ni las relaciones de clase que con base en ellas se establecen; tampoco examina la
superestructura política, jurídica e ideológica que de ahí brota, ni estudia, por tanto, la
determinación específica que ejercen esa estructura y superestructura de la sociedad sobre el
contenido, la forma y el desarrollo del hecho psíquico. De ahí entonces las flagrantes inversiones
en las que incurre Freud: (1) considera al mecanismo psíquico del hombre de la sociedad
burguesa, que está fijado absolutamente por la estructura económica de la misma, como el
mecanismo psíquico del “hombre en general”, del hombre de todas las épocas; por eso sólo sabe
decir barbaridades cuando aplica el “método psicoanalítico” al estudio del fenómeno psíquico
en las formaciones sociales primitivas; (2) Freud reputa a la sociedad burguesa como la forma
superior de organización social, en donde florece en todo su esplendor la naturaleza humana
del hombre; de ahí que tenga al mecanismo psíquico del hombre de la sociedad burguesa como
la forma superior de la actividad mental del ser humano; encubre así el carácter específico del
fenómeno psíquico dentro de la sociedad capitalista, que consiste en que por su contenido, su
forma y su desarrollo es directamente un menoscabo del sistema nervioso que se manifiesta en
el desgaste acelerado, la degeneración y la descomposición del cerebro y de los demás órganos
nerviosos y en el trastrocamiento de todos los procesos psíquicos; (3) de acuerdo con Freud, la
naturaleza biológica (y en consecuencia los instintos y las necesidades) del hombre de la
sociedad burguesa) es la naturaleza biológica del hombre en general, igual para los hombres de

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7

cualquier época; el único cambio que reconoce es la represión de los instintos animales (que
pasan a tener una vida latente) por las necesidades que impone la exigencia de la vida en
sociedad; la medida del progreso social es para Freud el grado en que se han reprimido esos
instintos animales y la energía así liberada se ha desviado hacia actividades superiores
(culturales, intelectuales, etcétera); con ello da de lado a la influencia decisiva que la estructura
económica capitalista ejerce sobre la constitución biológica del hombre, la cual es tan profunda
que provoca la restauración de los instintos animales, los cuales adquieren así una forma más
aguda aún que en la etapa del desarrollo biológico del hombre, la represión de esos instintos
animales por ella misma exaltados, la alteración de todos los procesos del organismo y la
degeneración y descomposición de los órganos fundamentales del ser humano, entre ellos,
naturalmente, aquel en el cual reside la capacidad intelectiva del hombre; (4) por último, y ya
de plano poseído de una euforia intelectual incontrolable, Freud se pasa abiertamente al
idealismo: considera que las formas ideológicas como el derecho y la religión y las instituciones
del Estado son producto del desarrollo de los fenómenos psíquicos, específicamente del
complejo de Edipo. Freud fue, ni que dudarlo, un titán del pensamiento y sus grandes
descubrimientos hicieron época: provocaron una verdadera revolución en la ciencia de la
Psicología; sus finos análisis nos han permitido llegar a la esencia misma del funcionamiento
de la psique del hombre de la sociedad burguesa y, debidamente integrados a la visión
marxista del mundo, nos dan la clave para comprender la forma en que el régimen capitalista
de producción vulnera progresivamente el sistema nervioso del ser humano. Es el de Freud el
caso típico del hombre de ciencia que es un genio en la rama de su especialidad, pero que más
allá de ella, por falta de una concepción científica del mundo, es un simple aficionado que cae
en los absurdos más disparatados. Pero quizá haya sido necesario que así sucediera para que
la ciencia de la Psicología tomara ese impulso grandioso que le conquistó un lugar dentro del
conjunto de las demás ciencias. Por lo demás, no debemos olvidar nunca que las posiciones
filosóficas de Freud eran franca y abiertamente burguesas; en todos sus trabajos justifica y
defiende el régimen capitalista de producción, al declarar paladinamente que la finalidad del
psicoanálisis es la adaptación del individuo a ese sistema de producción.

Los actos fallidos y casuales


Esto nos revela de qué manera los “pares de contrarios” psíquicos se encuentran en un
estado de constante tensión, en lucha continua, consumiendo cantidades gigantescas de
energía psíquica mientras permanecen en el inconsciente del individuo; la fuerza de los deseos
reprimidos se manifiesta en la vida cotidiana como la tendencia hacia su exteriorización;
irrumpen en la vida consciente bajo la forma de equivocaciones, olvidos, errores, tics, etcétera,
aparentemente casuales. En el inconsciente del hombre normal se produce una lucha
tremenda, destructora del sistema nervioso en general, entre cada uno de una multitud de
pares de contrarios psíquicos, cuya cantidad aumenta conforme es más rica la vida anímica del
individuo, vale decir, en tanto más desarrollada se encuentra la sociedad burguesa. No sólo se
trata aquí de los deseos reprimidos desde las épocas de la infancia y la pubertad, sino de todos
y cada uno de la enorme multitud de “deseos insatisfechos” (reprimidos) que la propia sociedad
burguesa genera durante la vida diaria del individuo “normal”; como el ser humano es en la
sociedad burguesa un ser individualizado al máximo, entonces toda su actividad debe darse a
través de la concepción de propósitos (deseos) que chocan con la actividad de los demás
individuos, por lo que son necesariamente moderados hasta el punto en que las relaciones de
poder existentes lo imponen. Esta cotidiana contienda de opuestos, como de suyo se
comprende, recarga de trabajo al sistema nervioso del individuo y da lugar a su degeneración
progresiva. Es propio de la estulticia burguesa considerar esta actividad psíquica característica
del hombre de la sociedad burguesa como la actividad psíquica típicamente humana,
precisamente porque considera al hombre burgués como el tipo humano por excelencia. Es
evidente que el prejuicio burgués confunde aquí la forma con el contenido: en cualquier tipo de
sociedad el hombre habrá de representar sus necesidades como propósito de su actividad, pero
sólo en la sociedad burguesa esos propósitos chocarán con la realidad provocando la represión.
Y esto es así necesariamente ahí en donde las necesidades son llevadas más allá de sus límites
naturales y en donde la satisfacción incluso de las necesidades elementales es dejada a cargo

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del individuo como tal, quien debe entrar en competencia con los demás individuos para
lograrlo. En la sociedad comunista debe desaparecer esta cotidiana “lucha de contrarios” al ser
reducidas las necesidades a sus límites naturales (humanos) y al organizar su satisfacción
precondicionada por la sociedad, al contrario de la reivindicación pequeño burguesa que exige
la estimulación de las necesidades individuales. Como una acotación marginal, diremos aquí lo
siguiente: el propósito declarado del psicoanálisis es mantener los “deseos reprimidos” dentro
de los límites de lo “normal”, es decir, sin que se manifiesten en neurosis, psicosis, etcétera;
esto quiere decir que para ello los principios “éticos y estéticos” introyectados al individuo por
la sociedad burguesa deben adquirir una fuerza enorme, lo que supone el empleo de
cantidades gigantescas de energía psíquica, con el desgaste y degeneración correspondientes
del sistema nervioso. O sea, que la situación que el psicoanálisis considera “normal” es aquella
en la cual se vulnera más decisivamente el aparato anímico del hombre. Por otro lado, no
olvidemos que a cada refrenamiento de los deseos corresponde, necesariamente, una
exasperación de los mismos con una mayor intensidad.
Una nueva teoría –proveniente de los intelectuales de la pequeña burguesía urbana-
postula un tipo de sociedad –no comunista en donde se deje libre el campo a las necesidades
instintivas de los individuos. Esa teoría es el marcusianismo. Aparte de que una situación tal
generaría por sí sola su contrario, o sea, la represión, sus efectos sobre el sistema nervioso del
ser humano serían idénticos, cuando no superiores a los mecanismos anteriormente descritos.
El principio del placer sería la base inexcusable de una tal sociedad: el hombre tendría que
especular constantemente acerca de nuevas necesidades y nuevos satisfactores cada vez más
refinados para halagar aquel principio que se desarrollaría desmesuradamente; el placer es
representado necesariamente en el cerebro, por lo cual, al convertirse en una situación sin
solución de continuidad de intensidad creciente, presionaría grandemente sobre este órgano; la
exigencia de un placer de intensidad cada vez mayor obligaría al cerebro a accionar
enérgicamente sobre los demás componentes del sistema nervioso para que extremaran su
funcionamiento; por último, cada nivel de satisfacción placentera alcanzado embotaría a fin de
cuentas la capacidad receptiva del cerebro, por lo que sería necesario iniciar de nuevo el ciclo
con un impulso a las necesidades, un aumento de la intensidad del placer, etcétera; el
resultado de todo esto sería, evidentemente, un desgaste y degeneración progresivos del
sistema nervioso humano. Desde luego que una situación permanente de este tipo no sería
posible de ningún modo, pues estructurada necesariamente en torno a una forma cualquiera
de producción capitalista (y no es otra cosa lo que proponen los marcusianos en su fórmula del
“socialismo humanista”) provocaría ineluctablemente la correspondiente limitación necesaria
para evitar el caos del sistema. Esto no excluye que una situación de esta naturaleza tenga una
vigencia transitoria, más o menos larga, dentro de los límites mismos de la sociedad burguesa;
o que, como en las modernas “sociedades de consumo”, se “liberen” algunas formas de
manifestación del instinto sexual, con lo cual se descarga al inconsciente de la tarea de su
represión mientras se transfiere a la vida consciente del individuo –dominada por todos los
mecanismos represores directos del sistema el trabajo agotador de realizarlas prácticamente.
Estas manifestaciones del instinto sexual, que son liberadas de su cautividad en el
inconsciente y postuladas como legítimas y que pasan a ocupar el proscenio de la vida anímica,
son aquellas referentes a la promiscuidad sexual, al homosexualismo, a la realización pública y
masiva de la actividad sexual, etcétera; esa liberación fue necesaria para el desarrollo
venturoso de la “sociedad de consumo”, pues ella requería, para promover el consumo masivo,
de la liberación de una enorme energía libidinal que hasta entonces había permanecido
reprimida en el inconsciente y que a lo sumo se manifestaba en las formas subterráneas de la
prostitución, etcétera. Una vez logrado su objetivo, vuelven a funcionar los elementos
restrictores de la sociedad para encaminar esa energía libidinal liberada del inconsciente hacia
los propósitos del régimen burgués (integración al aparato productivo y de consumo masivo),
conteniendo de nuevo, en aras de la familia y la propiedad privada burguesas, aquellas
manifestaciones del instinto sexual previamente liberadas que adquieren otra vez su carácter
inconsciente y buscan un desarrollo subterráneo.

La interpretación de los sueños.

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El psicoanálisis nos aporta una prueba más de cómo el régimen capitalista de


producción vulnera decisivamente el sistema nervioso de los individuos. El período de sueño es
la parte de la vida diaria del hombre durante la cual, teóricamente (es decir, de acuerdo con su
conformación biológica), debe poner en reposo todos sus órganos y procesos fundamentales
con el fin de recobrar la energía gastada durante el resto del día. Pero resulta que el cerebro del
hombre continúa, aún en ese estado, trabajando a marchas forzadas en la elaboración de
sueños que sirvan, como los síntomas en los estados psíquicos patológicos, de satisfacciones
sustitutivas de los deseos reprimidos. El aparato psíquico del hombre se encuentra, durante el
período del sueño, sobrecargado por el trabajo que supone mantener en estado latente los
pares de contrarios que de otra manera asaltarían la conciencia del individuo interrumpiendo
su reposo, por la energía que requiere el mantener en equilibrio las fuerzas de esos opuestos y
por la que se emplea en la preparación de los sueños cuando la potencia de aquellos es tal que
debe buscarse una transacción entre sus tendencias opuestas a través de la satisfacción ideal
del deseo reprimido. Como vemos, el estado de “reposo” es el que representa una mayor
actividad para el cerebro, con lo que el desgaste y la degeneración del sistema nervioso se
extienden a todos los momentos de la vida del hombre, se convierte en un proceso perenne. El
exceso de trabajo con que se recarga el cerebro durante la producción de los sueños lo
comprenderemos mejor si tomamos en cuenta que éste debe: (a) condensar las ideas latentes,
(b) deformarlas, (c) darles la forma de imágenes visuales y (d) infundir una cierta coherencia a
este resultado. Los sueños nos demuestran una vez más la existencia de una borrascosa vida
inconsciente en la que se escenifican luchas violentas entre poderosas fuerzas contrapuestas
que no dejan de actuar, sino que más bien adquieren un nuevo impulso, durante el período del
descanso nocturno (sueño). Para el apologista del régimen burgués, el estado del sueño con las
características aquí descritas es un estado “normal” del ser humano. Y así lo es en realidad,
pero sólo en relación con las necesidades de explotación del régimen capitalista de producción.
La estulticia del psicoanalista burgués lo hace ver en los sueños una sabia previsión de la
naturaleza que así permite que el cerebro se descargue de las tensiones acumuladas durante el
día. En relación con la constitución física y psíquica del hombre tal y como ésta se presenta
como resultado de su desarrollo biológico, el sueño es, en la sociedad burguesa, un estado
patológico que se caracteriza por el funcionamiento excesivo del sistema nervioso y que se
traduce en un desgaste y descomposición acelerada del mismo, todo lo cual tiene su causa en
el régimen capitalista de producción, que sólo sabe existir mediante la devastación de todos los
órganos y procesos fundamentales del organismo humano; lleva así a la ruina, en unas
cuantas decenas de años, lo que es el resultado de millones de años de labor paciente de la
naturaleza. En la sociedad comunista deberá desaparecer toda esa actividad psíquica
desplegada durante el período del sueño (deberán desaparecer también, desde luego, los
sueños) y recobrar este estado su verdadero papel de restaurador de las energías gastadas
durante la vigilia.

La teoría sexual de Freud.


Lo que Freud llama instintos parciales de la sexualidad, que nacen y se forman durante
la niñez del individuo, no son, en esencia, sino los mecanismos fisiológicos y psíquicos a través
de los cuales maduran y se hacen conscientes las necesidades fisiológicas fundamentales y su
satisfacción. Pero el funcionamiento de este mecanismo adquiere formas específicas, derivadas
de la organización del régimen económico, que actúan sobre la naturaleza biológica de ese
mecanismo, modificándola.
Como ya lo hemos señalado repetidamente, la base fundamental del régimen capitalista
es el ser humano individualizado. El individuo actúa sobre el mundo exterior tomándolo como
objeto de sus necesidades y se representa éstas como el motor de su actividad. Con ello, da
lugar al crecimiento hipertrofiado de las necesidades individuales, a la desmedida exasperación
de las sensaciones y procesos psíquicos a ellas y a su satisfacción asociadas y a su represión
hasta los niveles prescritos por el régimen capitalista. Toda esta situación se traduce
necesariamente en el desgaste, degeneración y descomposición de los órganos y funciones
orgánicas, esto es, en la anulación de la naturaleza biológica del hombre.
Este proceso de individualización principia desde que el ser humano viene al mundo; la

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familia es el lugar en donde comienza.


En el seno de la familia, por tanto;
a) se inicia la “educación” del niño que tiene como finalidad llevarlo a ser un individuo
en toda la extensión de la palabra; los padres, y en general la familia, se convierten en los
agentes más poderosos para, desde esta temprana edad, matar en germen la naturaleza
esencial del ser humano y conducirlo de la mano por el camino de su degeneración y
deshumanización;
b) las necesidades fisiológicas fundamentales se ven sujetas de inmediato a lo siguiente:
la educación para su satisfacción (1) está a cargo de individuos y (2) tiene como
propósito establecer la individualización del ser humano;
de ahí que deban ser sometidas al movimiento ya estudiado: (1) exacerbación de las
necesidades y de su satisfacción, (2) establecimiento del mecanismo displacer-placer y (3)
represión;
la sensualidad del infante se desgaja de su función natural (o sea, de su papel de
medios para lograr la satisfacción consciente de las necesidades fisiológicas) y se convierte en
un fin en sí misma.
Para que la familia burguesa pueda realizar cabalmente la tarea que la sociedad le ha
encomendado, los hijos les son entregados en propiedad privada.
Nos encontramos aquí con que el ser humano, en cuanto viene al mundo, se ve
sometido a la acción destructiva que el régimen capitalista ejerce a través de la familia al
subvertir necesariamente las funciones fundamentales del organismo del infante ya que las
convierte de funciones naturales en fuentes de placer, por lo que se inicia desde esa temprana
época el proceso de desgaste antinatural, degeneración y descomposición de los órganos y
procesos fundamentales del ser humano.
En una sociedad humanizada, en el comunismo, la propiedad privada sobre los medios
e instrumentos de producción y sobre los hijos habrá sido abolida. La educación para la
satisfacción de las necesidades fisiológicas fundamentales estará en manos de la sociedad, la
cual dará la justa medida a la sensualidad del individuo como medio para la satisfacción
natural-humana de aquellos; los hijos habrán sido rescatados de la tiranía, el capricho, la
ignorancia, los prejuicios y la pretendida “cientificidad” de los padres y de esos antros
repugnantes, en donde toda inmoralidad tiene su asiento, que son los hogares.
El infante aprende pronto a manejar sus sensaciones independientemente de su función
natural, al organizarlas en torno a la excitación de los genitales; se abre una etapa, entre los 3
y los 5 años, de intensa autosatisfacción a través de la masturbación. Inmediatamente entra en
funciones la represión por los padres de esta actividad infantil hasta lograr reducir la
sensibilidad del niño a los límites naturales. Durante esa fase de exaltación desorbitada de su
sensibilidad, el niño empieza a relacionar su placer con la fuente de la cual provienen la
estimulación y la satisfacción de sus necesidades, es decir, con sus padres, estableciéndolos
como objeto de su actividad libidinal, fenómeno que impone su impronta a toda la vida emotiva
del niño. Se desarrolla así lo que Freud llama complejo de Edipo, el cual se rige por leyes
distintas, derivadas de las relaciones que se establecen dentro del matrimonio entre los dos
sexos, según que el niño sea varón o hembra. Se produce lo que se denomina “enamoramiento”
del niño respecto del padre del cual proviene, presuntamente, la satisfacción de las
necesidades y las sensaciones placenteras correspondientes y en contrapartida se genera una
animadversión en contra de aquel a quien se considera el obstáculo a aquella satisfacción.
Debemos dejar suficientemente claro que ese “enamoramiento” del infante, que tiene como
núcleo la obtención de placer a través de la manipulación de sus genitales y la representación
de la figura de la persona amada, no está relacionada en forma alguna con la actividad
reproductiva; es decir, que el infante no concibe al objeto de su amor en relación con el acto
sexual. Esto no excluye, desde luego, lo que es un elemento importantísimo e inseparable del
complejo de Edipo; cierto tipo de escarceos entre padres e hijos que se encubren tras el manto
de un casto amor filial, pero que son en esencia un avivamiento de las sensaciones de los
infantes buscada conscientemente por ellos mismos. Ya veíamos cómo la transposición de los
mecanismos a través de los cuáles se desenvuelven las funciones fisiológicas de los niños y la
sensibilidad infantil tenían su origen en la estructura de la familia y ésta a su vez en la forma

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de organización social, es decir, en el capitalismo. Sobre esta base, es absolutamente necesario


que surja el complejo de Edipo como resultado del desenvolvimiento del infante dentro de los
marcos de la familia de la sociedad capitalista. En la sociedad comunista, en donde la
educación infantil será una función colectiva que se sustentará en firmes bases científicas y en
la cual habrá desaparecido el hogar de la familia individual típica del capitalismo, no existirá la
más mínima posibilidad de que se den situaciones tan escandalosas y bochornosas como el
complejo de Edipo. Sólo quienes, como Freud, conciben la forma de organización social
existente como la fase superior y perfecta de la sociedad y, en consecuencia, a la familia
individual como la forma superior de convivencia de los seres humanos, sólo ellos pueden
considerar, contra todo sentido común, a este primitivo desarrollo de la sensualidad humana y
al complejo de Edipo como características biológicas de la especie y no, como lo que son,
manifestaciones de las modificaciones a que son sometidas las características biológicas de la
especie por el régimen de explotación capitalista. Hemos dicho que al llegar la sensualidad
infantil a su fase superior, es decir, al punto en el cual se establece la autosatisfacción a través
de la manipulación de los genitales, esta actividad es refrenada por los padres; de igual manera
se ejerce una represión de ambas hacia una zona especial de la psiquis del niño que queda
fuera de la conciencia del sujeto. Se estructura así, de una manera firme y definitiva, el
inconsciente, que había empezado a formarse ya en la fase anterior. Ya tuvimos oportunidad de
investigar a qué resultados conduce esta disociación de la vida psíquica del hombre y aquí solo
diremos que la vulneración del cerebro y del sistema nervioso que se deriva del apaciguamiento
de los “instintos” previamente exaltados por el propio régimen de producción empieza en una
época muy temprana de la vida del hombre y se prolonga hasta el fin de la misma, con lo que
se comprueba que el capitalismo condena a los individuos a vivir postrados en una situación
interminable de enfermedad. Agreguemos también que desde esta época se va modelando al
niño como un ser individual, por lo que su vida anímica cotidiana se desenvuelve a través de la
lucha devastadora de contrarios psíquicos, muchos de los cuales van pasando al inconsciente,
en donde se mantienen por toda la vida merced a un proceso de sedimentación; desde este otro
punto se dañan también el cerebro y el sistema nervioso en la forma en que vimos en páginas
anteriores.
En resumen, en el régimen capitalista de producción, durante la infancia de los
individuos, se da un proceso por el cual se desarrollan sus sensaciones mucho más allá de las
funciones naturales que les corresponden, las que se convierten en fines en sí mismos, se
estructura una primitiva relación entre esas sensaciones excitadas y un objeto exterior, en este
caso uno de los progenitores, y se genera una primitiva tendencia a la conversión de todos los
órganos y procesos funcionales en fuentes de sensaciones placenteras, con independencia e
incluso en oposición a sus funciones naturales. Estos procesos no son, como asegura Freud,
una primitiva manifestación del instinto de reproducción, sino una degeneración de las
funciones del ser humano impuesta por el régimen de explotación capitalista.
Reprimidas estas manifestaciones, pasan al inconsciente, en donde se mantienen en un
estado de latencia por varios años, hasta que son reavivados en la forma que pasamos a
exponer.
La necesidad sexual –es decir, la verdadera función reproductiva del ser humano
empieza a manifestarse en el individuo entre los 12 y 14 años. La naturaleza de esta necesidad
es, en lo fundamental, idéntica a la de las necesidades fisiológicas de la época infantil; se
exterioriza como un tipo determinado de sensaciones procedentes de la zona genital que exigen
la realización de un acto que proporciona otro tipo de sensaciones con las que se anuncia que
la función sexual ha quedado concluida. Este sencillo mecanismo biológico, producto de toda
la evolución anterior de la especie humana y que aparece ya plenamente organizado durante la
comunidad primitiva, sufre importantes transformaciones provocadas por la sociedad
capitalista, conforme a las cuales se intensifican las sensaciones genitales de insatisfacción y
satisfacción, las cuales se convierten en sensaciones de displacer y placer que se sustantivan
de su función natural y adquieren el carácter de fines en sí mismas, con lo que se recarga el
trabajo de los centros nerviosos respectivos y del cerebro y se integran a la satisfacción sexual
una amplia gama de sensaciones placenteras procedentes de otros órganos y funciones
distintas de los de la reproducción, los cuales también se ven abrumados de trabajo mucho

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más allá de sus límites naturales.


En la sociedad capitalista el ser humano se encuentra separado de los medios e
instrumentos de producción y de sus condiciones de trabajo y de vida. La necesidad sexual
también tiene su objeto artificialmente separado de sí.
Esto trae como consecuencia que el individuo adolescente, cuando maduran sus
órganos sexuales, se encuentre en un estado constante de insatisfacción sexual, lo que se
traduce en la irritación de las sensaciones correspondientes hasta hacerlas desembocar en un
estado constante de displacer.
La sociedad pone límites muy rígidos a través de la familia, etcétera, a la satisfacción,
por medio del acto sexual, de esa necesidad aguda del adolescente.
La vehemente necesidad sexual encuentra una satisfacción sustitutiva en el
autoerotismo. La satisfacción es plenamente una sensación regida por el principio del placer.
La vigorosa necesidad sexual del adolescente revive e incorpora todos los procesos
placenteros desarrollados durante la niñez.
Esta eclosión de la sensualidad del adolescente gira totalmente en torno al principio del
placer; la necesidad sexual nace directamente como un placer; las sensaciones adscritas a la
sexualidad se sustantivan y cobran vida propia, desvinculadas por completo de su función
natural de reproducción humana, y ya sustantivadas integran en su torno a casi la totalidad
de las sensaciones orgánicas; se convierte de hecho todo el organismo en un órgano sexual.
La agudización de las sensaciones originalmente vinculadas a la función reproductiva,
su conversión al principio del placer y la sustantivación de éste al transformarlo en un sujeto
con vida propia, ajeno por completo a la función de la que proviene y que incluso somete a su
dominio a todos los demás procesos orgánicos, trae consigo necesariamente una absoluta
indeterminación del órgano y del objeto sexual.
Ese monstruoso órgano sexual que es el organismo del adolescente exige
imperiosamente satisfacciones placenteras; y tiende, por tanto, a conseguirlo en la forma que
sea.
En esta etapa de la vida del individuo de la sociedad capitalista se fomentan, junto con
la tendencia a la satisfacción de la necesidad sexual a través de la cópula “normal”, todas las
poderosas tendencias hacia el incesto, la homosexualidad y todo tipo de desviaciones sexuales.
La represión social-familiar actúa de nuevo con mayor fuerza para encauzar la actividad
del adolescente por el camino “correcto”. De pasada diremos que la restricción actúa, tal y
como ya lo sabemos, enviando hacia el inconsciente todo lo que considera anormal (incesto,
homosexualidad, desviaciones, etcétera); desde aquí, todas estas fuerzas, que tienen su fuente
de vida en el mismo régimen capitalista, actúan ejerciendo presión sobre la conciencia para
obtener su realización.
La represión logra desterrar de la conciencia al inconsciente las fuerzas que impelen
hacia la actividad sexual indiscriminada en todos los sentidos; enfila por tanto la actividad del
individuo a la satisfacción de la necesidad sexual a través de la cópula con un individuo del
sexo opuesto que no pertenece al primer círculo de la familia consanguínea y después de
cumplir con los requisitos, sobre todo económicos, que el régimen exige, o sea, a través del
matrimonio, que es un acto de cambio que fundamentalmente tiene como finalidad la
satisfacción de la necesidad sexual previamente avivada en extremo y la procreación de
acuerdo con las necesidades del capital.
En el lapso que hay entre la represión de la sexualidad indiscriminada y la práctica
“normal” de la sexualidad, las fuerzas aquellas siguen obrando activa y poderosamente en el
inconsciente y acumulan una enorme energía potencial.
La actividad sexual “normal” hacia la que es encaminado el adolescente tiene las
siguientes características:
a) Se basa en una necesidad sexual sin solución de continuidad y en excitación
creciente.
b) Esto implica la exasperación de las sensaciones displacenteras de los órganos
genitales.
c) Por lo tanto, la satisfacción es también una satisfacción exacerbada, placentera.
d) Se asienta firmemente en el mecanismo displacer-placer.

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7

e) Está completamente separada de la función reproductiva; ésta es sólo un resultado


residual.
f) Su finalidad es obtener la mayor cantidad de placer en sus órganos sexuales a través
de la utilización de los órganos correspondientes del sexo opuesto.
g) En virtud de estar fincada en el principio del placer, tiende necesariamente a
incorporar una serie de procesos orgánicos, distintos de los específicamente sexuales,
productores de placer. Al mismo tiempo, la tendencia a la sexualidad indiferenciada ejerce
presión desde el inconsciente y el freno represor actúa con una fuerza mayor para contener el
proceso dentro de los límites normales.
h) Establece al individuo del sexo opuesto como instrumento para obtener placer, es
decir, como objeto de excitación de sus procesos orgánicos placenteros, como una fuente de
sensaciones placenteras para la vista, el tacto, el oído, el gusto, el olfato, etcétera, y los
genitales, todo el organismo del sexo opuesto se convierte en fuente de excitación para obtener
placer.
i) Especula con los procesos orgánicos placenteros del individuo del sexo opuesto;
obtiene placer de la producción de placer.
j) La necesidad de obtener placer se convierte, por la relación dialéctica entre la
estimulación y la represión, en una situación sin solución de continuidad.
k) Revive, pero ahora centrada en el sexo opuesto y en individuos ajenos al núcleo
familiar, la indeterminación del objeto; se desarrolla una fuerte tendencia a satisfacer la
virulenta necesidad sexual con todas las personas del sexo opuesto: a esta tendencia se opone
la represión que debe multiplicar su fuerza para mantener los apetitos dentro de límites
“normales”.
l) La sujeción de esta tendencia origina que esa satisfacción indeterminada tenga vida
sólo en el consciente del individuo en donde choca antes de su realización con los obstáculos
puestos por la represión.
m) Se escenifica en el individuo una lucha constante entre dicha tendencia y su
aplacamiento.
n) A esto se aúna la presión que la primitiva tendencia indiferenciada de la adolescencia
sigue ejerciendo sobre el individuo, exigiendo su realización.
o) De ahí que con férrea necesidad deban presentarse, como producto necesario del
matrimonio la infidelidad, el incesto, las “perversiones sexuales”, etcétera que son
manifestaciones de las dos tendencias indiferenciadas que ya se estudiaron.
Como vemos, la necesidad sexual adopta, a causa de la estructura económica del
régimen de producción capitalista, características específicas que obran sobre su naturaleza
biológica, modificándola: (a) revive y se incorpora procesos de producción de placer procedentes
de otros órganos y funciones del organismo; por lo tanto, determina que las sensaciones que
brotan de todos los órganos y procesos del organismo readquieran su forma exacerbada de
manifestarse y reafirma el carácter antinatural de dichas sensaciones, las cuales no sólo se
independizan de sus funciones específicas sino que pasan a servir a órganos y procesos
completamente ajenos a los de su origen, en donde son exaltados desmesuradamente; (b) las
sensaciones provenientes de la excitación de los genitales, características de la función
reproductiva del hombre, son convertidas al principio del placer, con lo que se independizan de
su función natural; (c) establece al complemento sexual como un objeto de placer, con lo que se
ponen las bases para la indeterminación absoluta de ese objeto; (d) hace inevitable la represión
de los procesos (a), (b) y (c), con lo cual proporciona un mayor impulso al desenvolvimiento de
los mismos.
Freud concibe ese desarrollo de los que él llama “instintos sexuales parciales”, del
“instinto sexual genital” y de la apropiación indeterminada del objeto, como manifestaciones
biológicas de la función reproductiva humana que deben ser contenidas dentro de ciertos
límites en aras de la “civilización” (eufemismo empleado para designar a la sociedad burguesa),
cuando no son sino degeneraciones de las funciones naturales del ser humano impuestas por
el régimen capitalista de producción.
Las consecuencias en relación con la constitución orgánica del ser humano de los
procesos descritos, son las siguientes: (a) en primer término, sobreviene un desgaste acelerado

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8

de los órganos en los que radican las sensaciones, los cuales funcionan mucho más allá de sus
límites naturales bajo la égida del principio del placer; (b) los mecanismos nerviosos a través de
los cuales se producen las sensaciones placenteras con una intensidad creciente, sufren
también un proceso de desgaste; (c) el cerebro, centro nervioso en donde se reflejan con
potencia creciente los procesos de producción de placer, se desgasta igualmente a una
velocidad vertiginosa; todos los órganos, mecanismos, funciones y procesos del ser humano se
ven sometidos a una degeneración absoluta en relación con su naturaleza biológica, la cual ha
sido lograda a través de millones de años de labor paciente de la naturaleza y que se ve en
peligro de ser destruida en unos cuantos decenios; (e) esos órganos, mecanismos y funciones
del ser humano son sometidos a un proceso de descomposición irreversible dentro del régimen
capitalista de producción; (f) la represión de la sexualidad, inherente a la esencia del régimen
de producción capitalista, da origen a una exaltación de la sexualidad que tiene los resultados
consabidos para la estructura orgánica del ser humano; (g) en el inconsciente, el preconsciente
y el consciente del ser humano se escenifica una lucha devastadora, cada vez más violenta,
entre las tendencias contradictorias del enconamiento y apaciguamiento de la sexualidad que
desemboca en el desgaste acelerado, la degeneración y descomposición del cerebro.
En las primeras fases del régimen capitalista, el mecanismo represor funciona en toda
su extensión, y provoca como contrapartida el florecimiento de la prostitución pública y
privada; esta situación es altamente perniciosa para la sociedad burguesa porque amenaza con
acabar con uno de sus pilares más sólidos, la familia, en el seno de la cual el amor conyugal se
ha visto reducido a la expresión mínima del placer, en tanto que éste se eleva hasta alturas
insospechadas en los prostíbulos, en las alcobas de los amantes y en las otras mil formas de la
prostitución privada. Por otro lado, la sociedad burguesa, al convertirse en “sociedad de
consumo”, requiere la liberación de todos los mecanismos productores de placer para obligar a
los individuos a consumir sin descanso y a proporcionar más trabajo excedente mediante la
conversión del trabajo en un placer. Surge entonces, en la fase superior de la sociedad
burguesa, una tendencia al relajamiento de las restricciones sexuales con la finalidad de
liberar la energía libidinal y (1) encauzarla hacia las relaciones conyugales haciéndolas más
liberales, o lo que no es sino lo mismo, llevando la prostitución al seno del hogar, (2) emplearla
como medio para que el hombre trabaje y consuma más. Como se ve claramente, los
mecanismos represores, relajados de una parte, tienen sin embargo que actuar más
rígidamente en otros aspectos en los que se ven presionados por aquel crecimiento irrestricto
del principio del placer: siguen funcionando las limitaciones al comercio sexual incestuoso y al
comercio sexual extraconyugal que se derivan del derecho de propiedad proveniente del
matrimonio y, sobre todo, continúa en pie el hecho de que el ejercicio de la función sexual en
su nueva forma ampliada sólo puede realizarse mediante actos de cambio que se rigen en
absoluto por las leyes económicas de la sociedad capitalista.
La necesaria liberación de la sexualidad en la “sociedad de consumo” cristaliza en el
establecimiento franco y abierto, dentro de un sector de la sociedad (pequeña burguesía
urbana), de la prostitución, la degeneración, el vicio, es decir, de las peores manifestaciones del
principio del placer, como actividades legítimas, como las únicas actividades legítimamente
humanas. El desarrollo desmesurado del principio del placer dentro de esta clase social tiene
por objeto servir de polo de atracción para acelerar la liberación de la sexualidad de todos los
miembros de la sociedad.
El desbocamiento del principio del placer y su establecimiento como fin legítimo de la
existencia humana, tienen sobre el organismo de los individuos los efectos devastadores que ya
señalamos anteriormente; aquí sólo aludiremos a aspectos específicos que habían quedado sin
analizar. Al convertir el trabajo en una actividad libidinal (placentera), el régimen capitalista
cierra más constrictivamente las cadenas sobre la clase obrera, pues aumenta la intensidad y
la extensión del trabajo, con lo que provoca una aceleración en el ya de por sí veloz proceso de
desgaste, degeneración y descomposición del organismo de los trabajadores. Al propiciar el
consumo incesante de cantidades crecientes de bienes, el régimen capitalista obliga a los
obreros a desplegar más trabajo (intensiva y extensivamente) para poder adquirir la masa de
mercancías existentes en el mercado; el propio consumo, que no es sino la apropiación de
objetos a través del mecanismo del placer, provoca necesariamente el desgaste, degeneración y

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8

descomposición del organismo de los trabajadores a causa del funcionamiento antinatural de


todos los procesos orgánicos; por último, la especulación sobre nuevas necesidades y
satisfactores, que se realiza a través del mecanismo psíquico de lucha violenta entre pares de
contrarios, determina el desgaste, degeneración y descomposición del cerebro humano.
En la sociedad comunista deberá abolirse la familia individual y la educación infantil se
organizará sobre base científicas, proporcionándole un carácter social, colectivo y
estableciéndose formas de convivencia colectivas; además, la necesidad sexual deberá
satisfacerse precondicionadamente por la sociedad. De esta manera se quitarán las bases para
el nacimiento y desarrollo de la función sexual como un proceso que incorpora en sí a todos los
órganos y funciones del organismo como fuente de placer. Volverá entonces a reobrar la función
sexual sus características biológicas originales.

Adenda sobre la teoría sexual.


En el régimen de la propiedad privada la colectividad ha sido abolida y en su lugar
queda el individuo puro y simple. En este contexto, la necesidad sexual es una necesidad
individual que se rige por el principio del placer: es una necesidad exacerbada que requiere
una satisfacción también exacerbada.
La necesidad sexual tiene primero un desarrollo interno que comprende la exacerbación
de la necesidad y la autosatisfacción placentera.
El individuo dota a sus órganos y procesos orgánicos de la facultad de desarrollar una
necesidad sumamente avivada y una satisfacción magnificada, placentera de la misma. Esta
substantivación de la corporeidad y la sensoreidad de los individuos, producida directamente
por la propiedad privada, es antinatural y antihumana; es una verdadera prostitución de la
naturaleza humana del hombre. El individuo se hace a sí mismo objeto de sus apetitos,
especula con sus órganos y procesos orgánicos para obtener de ellos una sensación placentera.
En este sentido, la sexualidad se manifiesta primeramente como homosexualidad,
porque el objeto de la sexualidad es el propio organismo del sujeto, es decir, alguien de su
mismo sexo.
El individuo establece las características físicas del individuo del sexo opuesto como un
objeto para la satisfacción placentera de su necesidad exacerbada. Al mismo tiempo, da a sus
atributos físicos el carácter de objeto para la satisfacción sexual del otro individuo.
La heterosexualidad es el goce de los propios procesos orgánicos mediante la utilización
de otra corporeidad; tiene por tanto, como su fundamento más íntimo la homosexualidad en su
expresión más degradante, es decir, aquella que toma a su propio organismo como objeto; la
homosexualidad clásica no es sino una variante de la homosexualidad implícita en la relación
heterosexual; la heterosexualidad tienen en sí mismo a su otro que es la homosexualidad.
Esta doble objetivación de la corporeidad y la fisiología del individuo es también
antinatural y antihumana, es una prostitución, elevada a la segunda potencia, de la naturaleza
humana.
La relación sexual tiene como propósito la apropiación del objeto, la cual es
primeramente mental y la satisfacción del apremio sexual, que es autista. Posteriormente, la
apropiación es real; la satisfacción se obtiene por medio de la utilización de los órganos,
procesos orgánicos y fisiológicos del objeto sexual.
Cuando está plenamente constituido, el mecanismo sexual implica a ambos: una
apropiación mental que es el antecedente de una apropiación real; ésta, a su vez, avanza a
través de excitaciones parciales hasta llegar al clímax erótico.
La relación sexual es un acto de cambio privado, un do ut des. Te proporciono mi
corporeidad y mi sensoreidad para que satisfagas tu exacerbada necesidad sexual y tú haces lo
mismo para mí.
El presupuesto y el resultado de la relación sexual es un estado de constante
insatisfacción exacerbada interrumpido por breves puntos climáticos de placer.
Las características físicas del objeto sexual poseen una gradación de menos a más de
acuerdo con la intensidad del placer que proporcionen. El summum de esta gradación es la
belleza física. La forma superior de la relación sexual es la que se establece entre dos personas

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8

con atributos físicos superiores. Tal es el caso de los amantes de Verona, Romeo y Julieta,
quienes son jóvenes y hermosos.
Los atributos físicos sustantivados como objeto para satisfacer la necesidad sexual
exaltada tienen un determinado valor de cambio. Mientras mayor sea el placer que
proporcionen y, por tanto su belleza, mayor será su valor de cambio. Así sucede con la argiva
Helena, prototipo universal de la belleza femenina.
El valor de cambio de los atributos físicos está en principio dirigido a obtener un
equivalente en los atributos físicos del complemento sexual; pero, inmerso en el mundo infinito
de las mercancías, también se puede cambiar adicionalmente por una variedad inmensa de las
mismas: bienes, riquezas, posición social, etcétera.
Igualmente, el poseedor de bienes, riquezas, posición social, etcétera, puede sumar ese
valor al de sus atributos físicos y obtener en el intercambio un objeto sexual de características
extraordinarias.
La persona que intercambia su corporeidad por la corporeidad del otro más un
determinado volumen de objetos o relaciones valiosos, concede a éstos un carácter libidinal;
quien adiciona a sus características físicas una cierta cantidad de bienes considera a éstos
como una extensión de su sexualidad.
Las mercancías, además de ser materializaciones sustantivadas de fuerza humana de
trabajo, incorporan en sí mismas funciones fisiológicas de los individuos, poseen una
naturaleza libidinal.
La relación sexual tiene como núcleo el intercambio de corporeidades; para ello, las
características físicas del individuo deben sustantivarse, convertirse en algo enajenable, en un
valor de cambio para su poseedor originario que en su destinatario se transformará en un valor
de uso erótico; este otro individuo, a su vez, dará el mismo carácter a sus atributos físicos. A
ese nódulo del intercambio sexual se suman todas las relaciones libidinales que están
mediadas por los bienes o las posiciones sociales. Las diversas mezclas y las distintas
proporciones en que todos estos elementos entran en la conformación de la relación sexual dan
lugar a una infinita variedad de situaciones en que los individuos se pueden encontrar. De ahí
las incontables posibilidades de la temática que aborda la literatura romántica y erótica.
Se pueden, por tanto, intercambiar, en una relación que tiene como núcleo la relación
sexual, atributos físicos, bienes, posiciones sociales, servicios personales, protección
económica, virtudes morales, cualidades intelectuales y espirituales, etcétera, en variadísimas
mezclas en las que puede incluso llegar a quedar oculta la relación fundamental.
Una enumeración que no agota la totalidad de esas posibilidades, es la siguiente:
-Un intercambio de características físicas superiores (belleza) entre individuos de las
clases poseedoras, como en el romance de Romeo y Julieta.
-Un intercambio entre una belleza femenina excepcional y un individuo físicamente
insignificante pero poseedor de una riqueza o una posición social relevantes, que es la
situación que se presenta en el matrimonio de Carlos y Diana.
-Un intercambio entre una mujer sin prendas físicas notables pero poseedora de bienes
o posición social privilegiada y un varón únicamente dotado de belleza física.
-Un intercambio entre dos poseedores de fortuna y relaciones en el cual la presencia o
ausencia de cualidades físicas introduce variantes a la dialéctica fundamental que es la que
existe entre las cosas.
-Un intercambio entre dos desposeídos en el que entran en juego la existencia o no de
cualidades físicas y al cual se añaden relaciones de servidumbre y de potestad de pater
familias.
Todos los enumerados son casos extremos; entre ellos existe un infinito número de
variaciones posibles.
La familia es la célula de la sociedad; en ella se producen y reproducen los elementos
personales del régimen de producción, que en los polos de la estratificación social son los
obreros y los propietarios de los medios e instrumentos de producción. La familia se integra por
una pareja y sus hijos; las parejas se forman con base en la atracción sexual y se establece
como relación fundamental el intercambio sexual entre sus componentes. A la par que esta
relación se dan otras que se refieren específicamente a la función económica de los individuos:

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1
8

en la pareja proletaria se intercambia la protección económica del varón por los servicios
personales de la mujer, los cuales comprenden también la procreación de los hijos, futuros
proletarios; en la pareja de propietarios se intercambian la manutención de la mujer por la
dirección de los trabajos del hogar, la procreación de los herederos y la representación social.
La relación con los hijos es también un intercambio de prestaciones de diversa índole:
manutención actual por apoyo económico posterior y sostenimiento en la vejez, el sustento por
la obligación de preservar la propiedad, etcétera. La familia es, por tanto, el lugar en donde se
realizan todas aquellas transacciones de intercambio que implican prestaciones sexuales,
económicas, de servicios personales, etcétera, que tienen valores muy diversos y que coexisten
en su interior en una abigarrada combinación.
En la familia se inicia el desarrollo de la sexualidad de los individuos; es por ello que los
primeros objetos teóricos de la necesidad sexual lo son ineluctablemente los integrantes de ese
núcleo parental y esto inevitablemente da lugar a que se presenten los llamados complejos de
Edipo, de Electra y toda clase de tendencias incestuosas. A esto debemos agregar el hecho de
que en los integrantes de la familia cuya sexualidad ya ha madurado pervive la
indeterminación objetual, lo que los impele también a tener idealmente como objetos a los
demás miembros de la familia. Estos deseos incestuosos son mantenidos a raya por una
poderosa represión familiar, social y religiosa y enviados al subconsciente, dejando en la
conciencia únicamente los objetos sexuales que están fuera del grupo familiar.
Las cualidades físicas del individuo transfiguradas como medios para satisfacer una
necesidad sexual exacerbada producen una sustancia con movimiento propio que baña a todo
lo que existe en el mundo de la propiedad privada, las personas, las cosas y las relaciones; la
sociedad en la que reina la propiedad privada llevada hasta su extremo, la sociedad capitalista,
es una sociedad totalmente libidinal, una sociedad en la que la relación del individuo con los
otros individuos y con los medios de producción y de vida es absoluta y totalmente libidinal,
gratificante en grado extremo para su sensoreidad.
La notable economía de la naturaleza impuso a los mismos órganos dos o más
funciones distintas; así, aquel en el cual radica la sexualidad humana es también el que realiza
la función excretora. La sustantivación de las cualidades físicas para realizar el intercambio
sexual implica por tanto la transfiguración de lo sucio y repulsivo en lo excelso y placentero.
Inter faeces amamos. O, más propiamente dicho, amamos las heces; el sexo es escatológico por
definición.

El hombre le acarició las nalgas con la mano, percibiendo lenta y sutilmente las curvas y la
plenitud de la redondez. Con la caricia del gutural acento dialectal, el hombre dijo:
“-“Tienes un trasero muy bonito. Tienes el culo más bonito del mundo ¡Es el culo de mujer
más hermoso que existe! ¡Y es todo él mujer, no cabe la menor duda! ¡No, no eres una de
esas chicas con el culo como dos botones, que parecen más chicos que chicas! ¡Tienes un
trasero realmente suave y redondeado, como los que gustan a los hombres en el fondo de sus
tripas! ¡Es un trasero como para levantar en vilo al mundo!
Y mientras hablaba, él estuvo acariciando en exquisito movimiento el culo redondeado, como
si un fuego sutil y resbaladizo pasara de las nalgas de Connie a las manos del hombre. Y las
puntas de los dedos del hombre tocaron las dos entradas secretas del cuerpo de Connie, una
y otra vez, con su suave y menudo cepillo de fuego.
-Y me gusta que esto cague y que esto mee. ¡No quiero a una mujer que no cague ni meee!
Connie no pudo evitar un brusco estallido de pasmada risa, pero el hombre siguió,
impertérrito:
-¡Esto es de verdad, esto es verdad! ¡Eres de verdad, e incluso un poco puta! Esto caga y esto
mea. Y he puesto la mano en las dos cosas, y me gustas por tener eso. Me gustas por eso.
Esto es un culo de mujer tal como debe ser, orgulloso de sí mismo. ¡No, no está avergonzado
de sí mismo, no!
Puso con firmeza y presión la mano en los lugares secretos de Connie de una manera que
parecía un íntimo saludo. Dijo:
-Me gusta... ¡Me gusta! Y si sólo viviera diez minutos, y tocara tu culo y llegara a conocerlo,
me parecería que hubiera vivido toda una vida ¡Con sistema industrial o sin él! Este es uno

183
1
8

de los momentos más grandes de mi vida.122

La relación sexual tiene como eje absoluto la necesidad exacerbada del individuo; la
satisfacción placentera es lo primordial y el objeto con que esto se logra es secundario. De ahí
que la necesidad sexual sea en principio indeterminada y que, por tanto, admita teóricamente
como objeto al mismo cuerpo del individuo, al de un individuo del sexo opuesto, al de un
individuo del mismo sexo, al de un pariente consanguíneo, al de un niño, al de un adolescente,
al de un adulto, al de un anciano, etcétera, aunque la realidad le imponga límites a esos deseos
acuciantes y solo permita que se realicen de acuerdo con ciertas reglas, la violación de las
cuales constituye toda la gama de las llamadas conductas sexuales desviadas; igualmente, la
necesidad sexual es insaciable por definición, por lo que, por un lado incorpora cada vez a más
órganos y procesos orgánicos al binomio displacer-placer y por el otro pronto agota el objeto
sobre el que actúa y tiende inmediatamente a desplazarse a otro objeto, primero mentalmente y
luego de facto.
El individuo de la sociedad en donde impera la propiedad privada se apropia realmente
de su objeto sexual y al mismo tiempo se encuentra haciendo una evaluación, una apropiación
teórica de otros objetos, hacia los que eventualmente puede dirigir su acción, abandonando
momentánea o definitivamente al objeto primitivo. La infidelidad teórica o real es una
consecuencia necesaria de la forma que adquiere la sexualidad en el régimen de la propiedad
privada. La fidelidad tiene a su otro, a la infidelidad, en sí mismo; cuando las relaciones
económicas y sociales hacen imposible la trasmigración real del individuo de un objeto a otro,
entonces, mientras realmente se efectúa la apropiación sexual del objeto primitivo, idealmente
se está tomando a otro objeto distinto.
En las sociedades en donde impera la propiedad privada -el régimen capitalista tiene
como fundamento la propiedad privada llevada hasta sus últimas consecuencias- la necesidad
sexual y su satisfacción tienen la característica fundamental de ser antinaturales y no-
humanas; lo que ahora se nos impone como necesario es determinar cuáles deberían ser los
atributos de la necesidad sexual para que ésta tuviera la cualidad de lo natural-humano.
En primer lugar, presupone la desindividualización del ser humano; establecido esto, la
necesidad sexual debe ser reducida a su mínima expresión, desexacerbada, devuelta a sus
límites naturales, biológicos; la satisfacción es despojada del carácter de una búsqueda del
individuo para darse una gratificación placentera y se le dota de la naturaleza de una función
social determinada externamente al individuo por reglas que fija la colectividad; con ello, se
elimina el proceso de objetivación de la corporeidad y la sensoreidad de los individuos que era
indispensable para la realización de la función sexual en el régimen de la propiedad privada.

Los dos instintos de la vida anímica


Encontramos de nuevo aquí otra forma en que se manifiesta el error fundamental de
Freud: considerar como manifestaciones de la naturaleza biológica del hombre las tendencias a
la violencia, la destrucción y la agresión (englobando todo esto en lo que absurdamente llama
“instintos de muerte”), cuando no son sino el producto de la estructura económica de la
sociedad capitalista. En este punto valen todas las consideraciones que hemos hecho al
estudiar los “instintos de vida” en páginas anteriores. Solo señalaremos que la exaltación y
represión de las necesidades individuales, la reviviscencia de la forma instintiva de
satisfacerlas, la exaltación del mecanismo del placer como forma de llenar esas necesidades y
la concurrencia entre los individuos para satisfacerlas generan necesariamente el odio y la
violencia, no como instintos biológicos, sino como resultado ineluctable de las contradicciones
económicas existentes en la sociedad capitalista.
Calcúlese la enorme estulticia de personas como Marcuse, quienes desean el
establecimiento de una sociedad en donde sólo exista un placer lúdico, sensual, sereno como
único sentimiento del hombre, sin que existan los polos contrarios a los que va íntima y

122
Lawrence, D. H., El amante de lady Chatterley, Seix Barral, Colección Summa Literaria, Barcelona,
1986, p. 208

184
1
8

necesariamente unido, es decir, sin que existan el displacer, el odio, la violencia, la agresión,
etcétera.

La naturaleza de los instintos.

Sobre el terreno de esta teoría puede decirse que los instintos son tendencias intrínsecas de la
sustancia viva a la reconstitución de un estado anterior, o sea históricamente condicionados, de
naturaleza conservadora, y como manifestación de una inercia o una elasticidad de lo orgánico.
Ambas clases de instintos, el Eros y el instinto de muerte, actuarían y pugnarían entre sí desde la
primera génesis de la vida.123

La crítica de Freud y la revolución proletaria.


Ya dejamos establecido que Freud toma como sujeto de estudio al hombre medio
capitalista, sea cual fuere la clase social a la que pertenece; partiendo de ese mismo punto
hemos demostrado que el régimen capitalista produce necesariamente la degeneración y
descomposición de los órganos y procesos psíquicos de todos los individuos y que lo hace
precisamente a través de lo que Freud considera la estructura psíquica del “hombre normal”.
La vulneración del mecanismo psíquico humano tiene sus comienzos en la época de la
disolución de la comunidad primitiva. Al desintegrarse la colectividad, las necesidades
individuales se desprenden del tronco común originario (necesidades colectivas), se
sustantivan y adquieren independencia y autonomía. Como resultado de todo esto se originan
los procesos ya estudiados de establecimiento de la necesidad como un estado sin solución de
continuidad, de su exacerbación y represión y de la formación de la vida psíquica
correspondiente que se caracteriza por la existencia de multitud de pares de contrarios
anímicos en constante lucha.
El régimen de producción capitalista tiene como su premisa y resultado una
individualización cada vez más decisiva de sus integrantes la que se traduce en la
intensificación y profundización del proceso psíquico descrito; en consecuencia, la ruina de los
órganos y procesos psíquicos adquiere en este régimen su forma más acusada.
Burguesía y proletariado están integrados por individuos; por lo tanto, toda su actividad
se realiza a través del mecanismo psíquico que ya hemos estudiado. Esto quiere decir que su
acción práctica tiene como resultado necesario la devastación de la estructura psíquica de sus
componentes.
Siendo idéntico el funcionamiento de la psique tanto en los individuos que forman la
clase burguesa como en el proletariado, adquiere, sin embargo, un contenido diferente en
ambos dado el distinto papel que desempeñan en el régimen capitalista.
La primera diferencia que anotamos radica en que la organización psíquica descrita
tiene en la burguesía como contenido fundamental la necesidad absoluta de acumular, en tanto
que en el proletariado, la satisfacción de sus necesidades elementales; esto no quiere decir,
desde luego, que las necesidades elementales de la burguesía no sean satisfechas en la misma
forma que su necesidad principal, ni que el proletariado no sienta surgir en su pecho el “noble
impulso” a la acumulación.
Ajenos a la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción,
burguesía y proletariado se relacionan con ellos de manera opuesta.
La burguesía posee en propiedad privada los medios e instrumentos de producción;
éstos no son otra cosa sino, por un lado fuerza de trabajo de los proletarios materializada y,
por el otro, las capacidades esenciales de la especie que le han sido sustraídas por el capital. El
capitalista despliega la actividad necesaria para absorber del proletariado lo que es la
sustancia de la propiedad privada (trabajo obrero) y conservarla e incrementarla en
competencia violenta con los demás capitalistas; dicha función explotadora la realiza a través
del mecanismo psíquico que ha sido objeto de nuestro estudio.
El proletariado sólo tiene en propiedad privada su fuerza de trabajo, la cual únicamente
en estado de potencia permanece bajo la propiedad del obrero, pues para ponerla en ejercicio
debe venderla al capitalista; el producto, que es una materialización de su fuerza de trabajo,
123
Sigmund Freud, op. cit, p. 123

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1
8

pertenece al capitalista, es decir, que los medios de producción y de vida que el obrero produce
le son ajenos; el producto es, también, la materialización de las facultades esenciales de la
especie que el obrero enajena de sí en el proceso productivo y que se convierten en propiedad
del capitalista; el trabajo produce directamente en el obrero la destrucción de su naturaleza
biológica humana, la degeneración y descomposición de su cuerpo y de su mente. Esta
actividad del proletariado, por la cual enajena su fuerza de trabajo, el producto de su trabajo y
sus capacidades esenciales y aniquila su naturaleza biológica, la realiza a través del
mecanismo psíquico ya analizado.
La relación que se establece entre burguesía y proletariado se caracteriza porque en ella
los capitalistas sólo viven para extraer a los obreros cantidades crecientes de trabajo excedente
(materia prima del capital) para lo cual los mantienen bajo la esclavitud del trabajo asalariado;
con ello producen la anulación de la esencia humana en el proletariado, al tiempo que
acumulan los elementos materiales de la misma bajo la forma enajenada del capital. Por su
parte, el obrero vive aherrojado al capital produciendo trabajo excedente que se apropia el
capitalista; al hacer esto origina la negación de su esencia natural y su objetivación como
potencia ajena. Burguesía y proletariado realizan sus funciones específicas a través del
movimiento psíquico ya descrito.
En suma, la explotación capitalista se lleva a cabo a través de la dinámica psíquica
cuyo resultado es el menoscabo creciente de los órganos y procesos anímicos de los individuos.
A la degeneración y descomposición de la estructura psíquica de los trabajadores que
proviene de la forma característica de su funcionamiento en la sociedad capitalista se suma la
que es ocasionada directamente por el capital en la órbita productiva cuando, por un lado
anula las capacidades intelectuales de los trabajadores y convierte a sus despojos en apéndices
de las máquinas y, por otro, se las sustrae y las materializa en el capital. La atrofia de sus
capacidades mentales, determinada ineluctablemente por el capitalismo, da lugar
necesariamente a la degeneración de los órganos y procesos orgánicos en donde aquellos
radican. Sobre este terreno preparado por el capitalismo en el seno de la producción misma
obra la primera tendencia mencionada. Desde estos dos frentes actúan, dándose un mutuo
impulso ascendente, las fuerzas que generan la acelerada ruina de la naturaleza biológica de
los trabajadores.
En su actividad práctica, la burguesía genera la individualización creciente de los
componentes de la sociedad capitalista y con ello fomenta la base para el desarrollo del proceso
psíquico que se caracteriza por provocar la anulación y descomposición de sus órganos y
funciones psíquicas; realiza la explotación de los trabajadores a través de ese proceso por el
cual refuerza los efectos anteriormente producidos; y directamente, en la órbita productiva,
ocasiona la anulación y descomposición de los órganos y facultades mentales de los
trabajadores.
La burguesía está irremisiblemente obligada a mantener y perfeccionar el régimen
capitalista y la relación de explotación a él inherente y en ella “se siente bien y tiene la
apariencia de una existencia humana”; es el polo positivo del fenómeno.
El proletariado es el nervio vital de la sociedad, la inmensa mayoría de sus
componentes; la burguesía, al actuar conforme a su naturaleza produce en él, a través del
movimiento anímico que nos ocupa y directamente al anular y sustraer sus capacidades físicas
y mentales, la degeneración y descomposición de su naturaleza biológica; con ello destruye uno
de los elementos fundamentales de la esencia natural de la especie humana.
El proletariado está irrevocablemente destinado a terminar con esa relación porque,
entre otras cosas, en él se materializa, producida por la burguesía, la aniquilación, que
amenaza ser irreversible, de la especie humana.
En la órbita de la producción, el capital ha desposeído al trabajador de sus capacidades
mentales; de la misma manera que ahora realiza un trabajo abstracto, sin contenido, la
actividad mental que lo acompaña es también abstracta y sin contenido; se da entonces
necesariamente en estas circunstancias la atrofia de los órganos y procesos mentales de los
trabajadores. Como contrapartida a este embotamiento de sus facultades mentales, el obrero
desarrolla durante sus horas de trabajo una intensa vida anímica en la que se produce una
incesante contienda entre los clásicos pares de contrarios que ya definimos y que tienen en

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1
8

este caso como contenido todos los deseos, los anhelos, los problemas, las necesidades, las
insatisfacciones del individuo que se refieren a sus condiciones de vida y de trabajo; esta vida
anímica en que necesariamente cae el obrero en su tiempo de trabajo, tiene la naturaleza de un
estado de ensoñación, de semiinconsciencia durante el cual, como en el sueño, hay un proceso
sin solución de continuidad de enfrentamiento de deseo y represión y de forjamiento de
satisfactores sustitutivos; el inmoderado desgaste y la degeneración acelerada a que con esto
se ven sometidos los órganos del entendimiento y los procesos mentales de los obreros se
suman a los que provienen de las otras fuentes ya estudiadas.
La evasión que la vida anímica aneja al trabajo produce en el obrero tiene un límite muy
concreto en la prosaica realidad; el estado de ensoñación en que se encuentra el obrero es roto
bruscamente por las exigencias del trabajo forzado capitalista; este despertar produce en el
obrero una repulsión y un odio profundo contra el trabajo que lo ha sacado intempestivamente
de sus quimeras, los cuales sólo supera con una nueva inmersión en el mundo de la fantasía.
Atento como siempre a lo que puede elevar sus ganancias, de la observación de este
hecho el capital extrae la conclusión de que si hace placentero el trabajo al obrero éste
abandonará su reluctancia para trabajar y será más productivo. En este punto empiezan a
regir las leyes ya estudiadas del principio del placer: el trabajo placentero por un lado provoca el
desgaste y degeneración de la fisiología de los procesos mentales de los trabajadores y, por el
otro, da lugar a una exigencia de un placer cada vez mayor, lo que a fin de cuentas hace
renacer, de una manera magnificada su odio y repulsión al trabajo, con lo que se reinicia el
ciclo descrito.

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8

TERCERA PARTE

El desenvolvimiento del capitalismo internacional y la evolución

de la teoría y el movimiento revolucionarios

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8

Sección Primera

Dialéctica del régimen de producción capitalista.

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Capítulo I

Etapa de la constitución del ser del régimen capitalista.

En el seno del régimen feudal se gestan los elementos de su negación (esencia) que
a la vez lo son de la constitución del régimen económico-político que habrá de sucederlo.
La burguesía y el proletariado nacen y se desarrollan en la entraña misma del feudalismo;
como esencia negativa de este régimen económico-social, bajo la conducción de una de
ellas, de la burguesía, lo niegan y llevan el nuevo modo de producción, el capitalismo, a
hacer su aparición en la existencia. Surge así el ser del régimen capitalista.
El capitalismo aparece primero como una mera forma que tiene como contenido a
los mismos elementos materiales constitutivos del feudalismo. Se trata de una fase en la
cual se generalizan e intensifican las relaciones mercantiles, cuando surge y se desarrolla
ampliamente el capital mercantil, pero sin alterar la estructura interna del régimen feudal.
Esta primitiva forma del capitalismo se interna en sí misma y produce los
elementos de su esencia positiva: burguesía y proletariado, que son al mismo tiempo los de
la esencia negativa del feudalismo; éstos se enfrentan abiertamente a los elementos
positivos del régimen feudal, los derrotan y devienen a la existencia como la forma y el
contenido del régimen capitalista, el ser del mismo.
El ser del régimen capitalista es en sí mismo su otro, incorpora al otro a sí mismo y
pasa a ser otro sin dejar de ser él mismo.
El régimen capitalista está constituido por dos elementos fundamentales: burguesía
y proletariado. La primera es el elemento positivo del fenómeno y el segundo el negativo.
La burguesía, al desarrollarse, engendra a su otro, al proletariado y lo incorpora al
régimen de producción capitalista. El proletariado, a su vez, niega a la burguesía y la hace
pasar a una etapa superior de su existencia: la lleva a ser lo que no es pero está destinada
a ser de acuerdo con su naturaleza. El ser del régimen capitalista se convierte en otra
forma de sí mismo.
Estas transformaciones progresivas del ser del capitalismo sin dejar de ser él mismo
se producen a partir de su nacimiento del seno del régimen feudal, hasta llegar a su plena
maduración en la época del capitalismo monopolista.
En El Capital, Marx describe el proceso de nacimiento del capitalismo del interior
del régimen feudal. El hecho que expresa la disolución del régimen feudal y al mismo
tiempo la transformación de sus elementos en los elementos constitutivos del régimen
capitalista, lo es la proliferación de los pequeños productores de mercancías y la formación
con ello de un amplio mercado interno.
Conforme crece el mercado, de entre la masa de los campesinos se empiezan a
destacar los comerciantes y los campesinos ricos que amplían sus posesiones mediante el
arriendo de tierras y el empleo de trabajo asalariado para aumentar la producción que
destinan al mercado. La relación fundamental del régimen capitalista, trabajo asalariado-
capital, se generaliza en el campo al formarse una clase social capitalista que vive de
extraer trabajo excedente a un proletariado agrícola que crece explosivamente; la demanda
de tierras para arriendos se incrementa y el terrateniente, que ahora tiene que comprar
fuerza de trabajo para el cultivo de las tierras señoriales y los bienes de consumo que
anteriormente le proporcionaban gratuitamente los siervos, ve en ella la posibilidad de
obtener ingresos mayores: expulsa de sus tierras a los campesinos-siervos y la ofrece a los
comerciantes y pequeños productores capitalistas de mercancías agrícolas; de esta
manera, además, crece inconmensurablemente el mercado de trabajo.
El movimiento económico producido por la proliferación de la pequeña producción
de mercancías agrícolas, por un lado ha hecho surgir a la pequeña burguesía agraria y por
otro ha obligado a los terratenientes a comercializar sus tierras; éstos se han convertido en
hijos de los tiempos no sin antes ver rota por la violencia (ejercida por la pequeña

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9

burguesía) su resistencia al cambio.


La mercantilización de la producción agrícola ejerce su influencia sobre la
producción artesanal; obliga a su incremento y con ello provoca la proliferación de los
pequeños productores de mercancías industriales. Se inicia la formación de los pequeños
comerciantes en estos efectos y de los pequeños productores capitalistas (es decir, que
emplean trabajo asalariado); se disuelven los gremios y se generaliza la relación típica del
capitalismo: trabajo asalariado-capital. Se constituye una burguesía industrial que vive de
extraer trabajo excedente a la clase de los proletarios que se integra con los antiguos
oficiales de los gremios, los siervos que el capitalismo agrícola ha lanzado a las ciudades y
los campesinos pobres que el campo expulsa sin contemplaciones.
La pequeña producción capitalista de mercancías agrícolas e industriales
evoluciona hacia la manufactura y luego a la gran industria maquinizada.
Mientras tanto, los terratenientes se han enriquecido en el arriendo de tierras, la
intermediación comercial y financiera, etcétera.
Los terratenientes se convierten en productores capitalistas y arremeten contra los
productores capitalistas provenientes de los pequeños productores de mercancías.
Se entabla una lucha entre estos dos sectores del régimen capitalista, cuyos
resultados pueden ser cualquiera de los siguientes:
a) Triunfo de los terratenientes y, como consecuencia, establecimiento de la vía
Junker del desarrollo capitalista; es decir, que los terratenientes se convierten
definitivamente en productores capitalistas que arrasan a los capitalistas provenientes de
la pequeña burguesía.
b) Triunfo de los capitalistas provenientes de los pequeños productores;
sometimiento de los terratenientes y disminución de su poder económico y político.
c) Compromiso entre ambos sectores.

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Capítulo II

Etapa del desenvolvimiento de la primera fase del régimen capitalista

A partir de la revolución francesa se desarrolla impetuosamente el ser del régimen


capitalista. Al mismo tiempo, éste produce su esencia positiva (los dos polos que lo
constituyen), la cual madura a pasos agigantados. La esencia positiva tiene dos aspectos.
En uno de ellos el capital anula al proletario como su complemento, como su fuente de
plusvalía, a través de las formas clásicas de producción de plusvalía absoluta: reducción
del salario, extensión de la jornada, intensificación del ritmo de trabajo, despotismo fabril,
etcétera, todo lo que trae consigo el desgaste inmoderado de la fuerza de trabajo, la miseria
física y moral, el hambre, las enfermedades y la muerte prematura de los trabajadores. En
el otro, el capital destruye la naturaleza humana del proletariado por medio de los métodos
característicos de producción de plusvalía relativa que desembocan en la maquinización de
la producción: produce así la degeneración y descomposición de todos los órganos,
sistemas y procesos orgánicos de los trabajadores convirtiéndolos en la encarnación de lo
no-humano.
En la etapa inicial de existencia del capitalismo predomina el primero de los
aspectos mencionados y el segundo permanece en un plano secundario, oculto por la
preeminencia de aquel. En este período, el polo negativo de la esencia positiva se exacerba
y genera la lucha contra el polo positivo con la finalidad de satisfacer las necesidades
individuales de los trabajadores, de reconstituir su ser como complemento del capital;
incluso, cuando el enardecimiento del polo negativo es más intenso, provoca la aparición
de los primeros elementos formales de la esencia negativa, como la teoría de la revolución,
las primeras insurrecciones del proletariado, etcétera y, en última instancia, el surgimiento
de la forma del otro del capitalismo, el socialismo; pero todo esto teniendo como núcleo el
imperativo de llenar las necesidades individuales de los obreros, por lo cual se conserva
intacta su naturaleza de elementos del régimen capitalista.
En una etapa posterior, el primero de los aspectos señalados reduce sensiblemente
sus efectos e incluso empieza a ser sustituido por la tendencia a satisfacer en una cierta
medida las necesidades individuales (desde luego no-humanas) de los trabajadores, lo cual
constituye directamente una anulación de su naturaleza humana; el segundo aspecto
enunciado cobra en este período una intensidad creciente que determina la acelerada y
completa degeneración y descomposición del organismo de los trabajadores.
Dentro de la primera etapa se comprende el desarrollo del capitalismo desde la
revolución francesa de 1789 hasta la segunda guerra mundial; la otra ha empezado su
existencia precisamente a partir de este punto.

A) Época del capitalismo de libre cambio (1789-1872).

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista.


Como fenómeno histórico-universal, el capitalismo inicia su existencia con la
revolución francesa de 1789; surge a la luz en el continente europeo, después de una larga
vida intrauterina, en franca lucha contra el régimen feudal existente.
Los resultados fundamentales de esta contienda son los siguientes:
-la burguesía logra la abolición de la servidumbre y de los gremios y obtiene así un
impulso poderoso para el desarrollo industrial capitalista;
-derrota a la reacción feudal y convierte a los terratenientes en hijos de los tiempos:
primero como intermediarios de la producción capitalista y luego como verdaderos
productores capitalistas.
Quedan así, al final del período, formados los dos sectores fundamentales del
régimen capitalista recién nacido:
-el sector integrado por los capitalistas provenientes de los pequeños productores

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de mercancías y
-el que forman aquellos que tienen su origen en los terratenientes feudales (o, en
general, en la aristocracia feudal).
En este período se destruyen las formas económicas precapitalistas y se establece el
reinado del capitalismo industrial y de la libre competencia; el capitalismo se extiende a los
principales países de Europa y a los Estados Unidos de Norteamérica.
La dialéctica de la lucha de clases a través de la cual se da este proceso que hemos
reseñado, la estudia detalladamente Marx en sus escritos políticos Las luchas de clases en
Francia de 1848 a 1852124, El 18 Brumario de Luis Bonaparte125 y La Guerra Civil en
Francia.126 La aristocracia y la plutocracia de los países capitalistas, iniciados ya en ese
torturador principio del "auri sacra fames", extienden sus tentáculos hacia las regiones
atrasadas del planeta para saquearlas literalmente a través del robo descarado, de la
imposición de tributos y secundariamente por medio del comercio. Para ello, esos países
son conquistados militar y políticamente y se establece ahí un gobierno colonial
dependiente directa o indirectamente de la metrópoli. El efecto de esta primera acometida
es doble: por un lado, tiene que apoyarse necesariamente en las clases dominantes del país
colonizado (terratenientes feudales y grandes comerciantes), con lo que afianza al más
poderoso bastión del régimen feudal existente; pero por otro, a través del comercio, inicia la
disolución de la economía campesina autoconsuntiva y de la producción artesanal (otros
de los pilares del régimen feudal) y provoca el desarrollo de una pequeña producción de
mercancías que sienta las bases del capitalismo colonial.

A la sombra de la aristocracia, la burguesía industrial de las metrópolis empieza a introducir


sus manufacturas en las colonias; lleva así a la ruina a la industria doméstico rural y a la
industria artesanal urbana, a la vez que promueve un crecimiento más rápido de la
producción mercantil. La burguesía industrial se da cuenta de que no se puede seguir
inundando un país de productos manufacturados a menos de ponerlo en condiciones de que
venda a cambio algunas mercancías127

Junto con este interés de mantener e incrementar la venta de sus manufacturas,


existe la necesidad de crear nuevas fuentes de materias primas para alimentar el
crecimiento de sus industrias; de esta suerte, la burguesía industrial de las metrópolis
impulsa la producción capitalista en las colonias con el fin de asegurar un mercado
creciente para sus productos y materias primas para sus industrias, lo que a su vez genera
un desarrollo más vasto del capitalismo colonial en general.
La burguesía metropolitana inicia así el establecimiento del mecanismo
fundamental del antiguo imperialismo: intercambio de materias primas coloniales por
manufacturas metropolitanas; en esta labor entra en conflicto con la aristocracia
metropolitana que pretende mantener la vieja forma del imperialismo. El régimen
capitalista que surge en las colonias va recorriendo las mismas fases que el capitalismo
típico y, al igual que en los países europeos, choca con las relaciones feudales que en este
caso son apuntaladas por la metrópoli, creándose así las bases para una revolución
democrático burguesa.
Es precisamente esta pequeña y mediana burguesía agraria e industrial, producida
por la misma intervención imperialista, la que encabeza la lucha en contra de los
terratenientes feudales y sus aliados extranjeros; en cierta medida, y con determinadas
condiciones, esta burguesía nativa encuentra un punto de apoyo en la burguesía industrial
124
Marx, Carlos, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1852, en Carlos Marx, Federico Engels, “Obras
Escogidas”, t. IV, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 164-266.
125
Marx, Carlos, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, en Carlos Marx, Federico Engels, “Obras Escogidas”,
en dos tomos, t. I, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú..
126
Marx, Carlos, La guerra civil en Francia, en Carlos Marx, Federico Engels, “Obras Escogidas” en dos tomos, t.
I, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú
127
Marx, Carlos, La Compañía de las Indias Orientales, su historia y resultados, en Carlos Marx y
Federico Engels, “Acerca del Colonialismo”, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 52

193
1
9

metropolitana.
La finalidad última del movimiento es la expulsión de los imperialistas del territorio
nacional, el fraccionamiento de la propiedad territorial para así contar con la materia
prima indispensable para su desarrollo, el rescate del mercado exterior para la propia
burguesía nativa y la reivindicación del mercado interno para ella misma. En esta lucha
arrastra detrás de sí a las demás clases sociales, entre ellas al proletariado urbano y rural
y al campesinado pobre, presentando su interés como el interés general.
Es a finales del período que estudiamos cuando han madurado los elementos para
el desarrollo de la revolución democrático burguesa y antiimperialista en las colonias, la
cual brotará incontenible en el período siguiente.

2. Negación del régimen capitalista dentro de los límites de su ser.


La incorporación del proletariado al ser del régimen capitalista se realiza en las
primeras etapas de esa formación económica a través de las formas de producción de
plusvalía absoluta que comprenden la sumisión de los obreros al capital, la extensión de la
jornada, la intensificación del trabajo, la reducción del salario, la destrucción del hogar
obrero con el ingreso de las mujeres y los niños a la explotación asalariada, la violencia, el
despotismo y la esclavitud ilimitada en las fábricas, el predominio de la producción de
bienes de capital y de consumo de lujo, la restricción del consumo obrero, la abstención
del gobierno para realizar gastos sociales en vivienda, salud, educación, etcétera, la
violencia y represión políticas, todo lo cual se traduce en una situación de desgaste
excesivo, hambre, insalubridad, enfermedades y muerte prematura de los trabajadores;
igualmente, se inicia el desarrollo de las formas de producción de plusvalía relativa
(división del trabajo y maquinización de la producción) que es la forma superior de
anulación de la naturaleza humana de los trabajadores.
A la par con el desarrollo ascendente del capitalismo se producen necesariamente
los primeros elementos de su negación, aunque ésta esté contenida dentro de los límites de
su esencia positiva:

a) Lucha económico-política de los trabajadores:


-Organización obrera en sindicatos para luchar por reivindicaciones inmediatas,
como reducción de la jornada, aumento del salario, prohibición del trabajo femenil e
infantil, etcétera.
-Actividad política de los obreros en el campo de la vida estatal para de esta forma
sacar adelante de una manera más efectiva sus reivindicaciones. Constituye la base de
sustentación de los partidos burgueses liberales.
Estas reivindicaciones son burguesas en el fondo y su realización plena se traduce,
necesariamente, en el perfeccionamiento del régimen de producción capitalista.

b) Lucha político-insurreccional.
-La burguesía desarrolla la lucha armada en contra del régimen feudal. Detrás de sí
lleva a todas las demás clases sociales (proletariado, pequeña burguesía, campesinado,
etcétera) al presentar su interés como el interés general del "pueblo".
-Arrastrado a la vorágine de la lucha insurreccional armada, el proletariado se
educa rápidamente en esa escuela y a la vez empieza a diferenciar sus intereses de los de
la burguesía; primero los coloca al lado de los de aquella pero como distintos y después los
contrapone a ellos.
-El proletariado presenta a la burguesía sus intereses diferenciados como
reivindicaciones que son exigidas en un tono cada vez más airado.
-Por último, la clase obrera echa mano del mismo expediente que la burguesía
utilizó contra la aristocracia feudal: la rebelión armada, para obligarla a satisfacer sus
intereses.
-Este es el primer enfrentamiento violento entre las dos clases modernas. El
proletariado es sometido a sangre y fuego por la burguesía.
Las reivindicaciones que el proletariado hace valer frente a la burguesía son, como

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1
9

dice Marx, burguesas en el fondo.


La primera lucha insurreccional del proletariado es la negación del régimen
capitalista dentro de sus límites y por ello da un gran impulso al ser del capitalismo.

c) Lucha teórica.
-El materialismo inglés y francés desemboca en el socialismo inglés y francés
(socialismo utópico). Esta es la negación teórica del régimen capitalista en su propio
campo. Proporciona apoyo a la lucha obrera del mismo período.
-La filosofía alemana alcanza su punto culminante con Feuerbach.
Su crítica a la filosofía constituye la negación de la filosofía burguesa en su mismo
terreno.
-La economía política inglesa llega a su nivel superior con Proudhon. Su crítica es la
negación de la economía burguesa en el interior de sí misma y sirve de base a teorías
socialistas de diversa índole.
Esta etapa se cierra en 1852 y se caracteriza porque en ella el capitalismo ha dado
la primera gran batalla, a escala internacional, contra el régimen feudal, provocando con
sus conquistas la reacción furibunda de las clases feudales y, al mismo tiempo, una
primera incorporación de las mismas a la maquinaria de explotación capitalista.
A la par con ello se produce la primera negación del régimen capitalista por parte
del proletariado naciente y sus aliados.
Esa negación primitiva del capitalismo no tiene la finalidad expresa de trascenderlo
y se hace dentro de sus propios límites. El resultado es, por tanto, el perfeccionamiento del
régimen capitalista y la consolidación de su ser en su primera fase.

3. Desarrollo más alto de los elementos constitutivos del régimen capitalista.


Después de la derrota de los obreros insurrectos de París en 1848, el capitalismo
entra en una etapa de expansión acelerada a lo largo y lo ancho del planeta. A la vez que el
ser de este régimen se perfecciona, se inicia el proceso de producción de su esencia
negativa.

4. Negación del régimen capitalista por los primeros elementos formales del otro que
ha de sucederlo.
La esencia del régimen capitalista es la negación de su ser y el desarrollo del otro
que ha de surgir de su interior a la existencia.
La negación esencial del capitalismo es aquella que lleva a su transformación en
otro régimen económico-social a través de la conversión de sus elementos constitutivos en
elementos aniquilatorios suyos y formativos del otro que lo sustituirá en la existencia.
La esencia positiva del régimen capitalista se ha consolidado en su primera fase de
existencia como resultado de la primitiva negación ejercida por el polo negativo. Su
desarrollo ascendente produce de nuevo, en una forma más alta, los elementos de su
negación, que son ya los elementos formales del otro en que ha de devenir:
a) Lucha económico-política en torno a las reivindicaciones económicas y políticas
de los obreros, desarrollada en una forma superior; fortalecimiento de la organización
sindical y nacimiento de la Internacional.
b) Lucha político-insurreccional. Después de un período recesivo comprendido
entre 1852 y 1871, en este último año se produce en París la primera insurrección armada
del proletariado que logra arrebatarle el poder a la burguesía e instaurar el poder obrero.
La Comuna es la primera negación que constituye ya un germen formal del otro del
régimen de producción capitalista, del socialismo.
c) Lucha teórica. Nacimiento de la teoría revolucionaria del proletariado.
- 1a. Fase. Los primeros planteamientos: labor teórica de Marx y Engels entre
1844 y 1852.
- 2a. Fase. Maduración teórica: trabajos de Marx y Engels entre 1852 y 1880
aproximadamente. Esta teoría aprehende, en un proceso dialéctico, la esencia del régimen
de producción capitalista.

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9

En esta etapa, el movimiento y la teoría revolucionarios, que han iniciado el proceso


de su fusión, constituyen gérmenes formales del socialismo, pero asentados en un firme
contenido capitalista.
Esta negación no tiene aún ni la fuerza, ni la extensión, ni la profundidad
necesarias para destruir al régimen capitalista e instaurar el socialismo. El resultado de su
acción es, por tanto, impulsar al capitalismo hacia un punto superior de su existencia.

B) Época del capitalismo monopolista.


Con la derrota de la Comuna de París se cierra la época del capitalismo de libre
cambio; al mismo tiempo termina también la época de las revoluciones democrático
burguesas en Europa occidental; la burguesía ha logrado derrotar en lo fundamental al
régimen feudal y los terratenientes feudales han conquistado su derecho a participar en el
régimen de producción capitalista, convirtiéndose en uno de sus elementos componentes.

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista.


El capitalismo da un paso adelante y se convierte en capitalismo monopolista; el
sistema imperialista consolida su primera fase de existencia. Lenin ha descrito
magistralmente en "El imperialismo, fase superior del capitalismo" la transformación del
capitalismo de libre cambio en capitalismo monopolista y la maduración del imperialismo
sobre la base del capital industrial y financiero.
Por un proceso económico-natural, la concentración y centralización del capital
desembocan necesariamente en la constitución de monopolios y de asociaciones
monopolísticas. La productividad del trabajo se centuplica creciendo desmesuradamente,
con la infinitamente potenciada producción de mercancías, la demanda de materias
primas, de productos alimenticios y de mercados.
Los dos sectores de la economía capitalista (el que forman los capitalistas
provenientes de la pequeña producción y el que integran aquellos que tienen su origen en
los terratenientes feudales), en un proceso de mutua complementación y oposición
desarrollan esta forma superior del capitalismo basada en los monopolios.
En cada país capitalista, y de acuerdo con los antecedentes históricos y otras
circunstancias, el resultado de esta lucha puede ser:
-el triunfo de la burguesía industrial y el sometimiento de la antigua aristocracia
feudal, convirtiéndose aquella en la conductora del proceso de monopolización de la
producción;
-un compromiso entre ambas clases, las que se reparten en alguna forma las
funciones económicas necesarias para dar el impulso a la producción monopólica y
-el entronizamiento de la antigua aristocracia feudal con el correspondiente
aplastamiento de la burguesía industrial; la producción monopólica se realiza por la vía
Junker.
La burguesía industrial y la aristocracia capitalista metropolitana invierten sus
capitales excedentes en las colonias. Establecen directamente y en gran escala
plantaciones y explotaciones de materias primas, ferrocarriles, telégrafos, plantas de
energía eléctrica, etcétera y al mismo tiempo apoyan a los terratenientes, a los
comerciantes (intermediarios comerciales del capital extranjero) y a la capa superior de la
burguesía nativa, quienes instalan también plantaciones, explotaciones e industrias de
diversos tipos que atienden en parte al mercado exterior y en parte al mercado interno. El
capitalismo nativo es elevado así a una etapa superior de su desarrollo. En el período
anterior de la existencia del capitalismo colonial, la metrópoli había mantenido intangible
el statu quo de la clase dominante, y sólo indirectamente había propiciado el desarrollo
capitalista de los pequeños productores agrícolas y urbanos, los que evolucionaron hasta
integrar una verdadera burguesía nativa poseedora de empresas capitalistas agrícolas e
industriales; su desenvolvimiento se realizó, como ya anotamos, en lucha abierta contra los
terratenientes feudales, defensores del antiguo régimen. En la fase que ahora estudiamos,
las clases feudales dominantes fueron convertidas, en cierta medida, en productores
capitalistas; pero algunas formas feudales de explotación siguen en pié y son fortalecidas

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por la explotación ejercida por el capital imperialista a través de sus agentes nativos. El
desarrollo del capitalismo nacional promovido por la burguesía autóctona es dañado por el
desarrollo capitalista de los grandes hacendados, comerciantes y usureros, el cual
conserva y centuplica los efectos de las formas de explotación feudal. Las colonias están
grávidas de una revolución democrático burguesa, de una revolución campesina y
antiimperialista.
Al final del período queda estructurado definitivamente el sistema colonial del
imperialismo. Las colonias son convertidas en fuentes de materias primas y productos
alimenticios para las metrópolis y en campos de inversión y mercados para el capital y las
mercancías metropolitanas. La explotación colonial por las metrópolis tiene los siguientes
rasgos característicos: (a) se ejerce a través del robo descarado y de los tributos
confiscatorios; (b) se explota directamente a los proletarios agrícolas e industriales de la
colonia en las empresas establecidas por los extranjeros; (c) se establece una relación de
comercio desigual por la que los productos manufacturados de la metrópoli se venden a un
precio exorbitante a la colonia en tanto que los productos coloniales son comprados a
precios excesivamente bajos; (d) los capitales extranjeros prestados al aparato
administrativo de la colonia o a los terratenientes y sus asociados reciben volúmenes
enormes de intereses, regalías y beneficios; (e) las empresas extranjeras de electricidad,
telégrafos, ferrocarriles, etcétera, cobran cuotas excesivas por los servicios que prestan.
Con la ganancia de la explotación colonial, la burguesía metropolitana crea un cuantioso
fondo para sobornar a las capas altas del proletariado de las metrópolis. Las masas
populares de las colonias están sujetas a una doble explotación. Por un lado, el propio
desarrollo capitalista generado por la intervención imperialista provoca la creciente
miseria, degradación y explotación de los trabajadores coloniales. Por otro, la explotación
colonial por las metrópolis repercute sobre las masas trabajadoras acentuando aún más el
deterioro de sus condiciones de vida, ya sea directamente en las empresas que establece el
capital extranjero o indirectamente por medio de todos aquellos mecanismos a través de
los cuales la metrópoli impone una exacción a sus aliados coloniales, pues éstos se
resarcen reforzando la explotación capitalista y feudal de sus propios trabajadores y de la
burguesía nativa, la cual a su vez traslada las cargas a sus trabajadores; en última
instancia, el capitalismo colonial y la explotación imperialista de las colonias determinan,
con su acción conjunta, la creciente miseria, esclavizamiento y degradación de los obreros
y campesinos coloniales; debido a las características especiales del desarrollo del
capitalismo en las colonias, en ellas la explotación capitalista llega a escandalosos
extremos jamás vividos anteriormente por el régimen capitalista. De estas circunstancias
surge incontenible un movimiento revolucionario democrático-burgués y antiimperialista
que tiene como objeto derrocar al régimen feudal-colonial y expulsar al imperialismo para
despejar el camino del desarrollo capitalista de la burguesía nativa.
Esta época que hemos descrito del desarrollo del capitalismo a escala universal se
caracteriza por el predominio absoluto del capital financiero, el crecimiento impetuoso de
la producción basada en monopolios, una reacción política extrema, una relativa
organización interna de la producción capitalista, la agudización de la anarquía en el
exterior, la exportación de capitales y el establecimiento de las bases fundamentales de un
sistema colonial capitalista.

2. Desarrollo ascendente de los elementos negatorios del régimen capitalista que


son ya elementos formales de su esencia negativa.
Después de la Comuna de París se abre, como ya dijimos, una época de crecimiento
vertiginoso del régimen capitalista sobre la base de la monopolización de la producción; la
burguesía industrial y la aristocracia de origen feudal son las clases conductoras de este
proceso, en el desenvolvimiento del cual someten a una dominación oprobiosa a la
mediana y la pequeña burguesía e intensifican la explotación del proletariado
internacional. En este período aumenta sustancialmente el número de trabajadores
asalariados y su organización y la dirección de su lucha contra la acometida del capital, así
como la formación de los Partidos Obreros que conduzcan su acción política, son las tareas

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9

fundamentales de la teoría y el movimiento revolucionarios, dejando de lado, por lo pronto,


la preparación de la insurrección armada.
a) Lucha teórica. Últimos desarrollos de Marx y Engels al cuerpo de su doctrina;
aparición de sus primeros continuadores que inician el proceso de enriquecimiento de ese
cuerpo principal. En lo fundamental, la doctrina de la revolución ha quedado
definitivamente establecida.
b) Lucha económico-política. Organización de los obreros; dirección de su lucha
por reivindicaciones inmediatas; conducción de su acción política para obtener del Estado
burgués la satisfacción de esas reivindicaciones inmediatas; formación de Partidos obreros
independientes de los Partidos burgueses; participación de los representantes obreros en
los parlamentos burgueses, educación del proletariado en los principios fundamentales de
la revolución; dotación al proletariado de una conciencia revolucionaria. La fusión entre la
teoría revolucionaria y el movimiento obrero se hace más íntima. El fin último de todo el
proceso es la conquista del poder político por el proletariado para establecer el socialismo.

3. Anulación de la teoría y el movimiento revolucionarios por la burguesía


internacional. Surgimiento del revisionismo y del oportunismo.
Durante el período que nos ocupa, la mediana y la pequeña burguesía son llevadas
a la ruina económica por la burguesía monopolista; en las condiciones miserables de vida
del proletariado (bajos salarios, jornadas extenuantes, despotismo fabril, muerte
prematura, ausencia de derechos civiles y políticos, etcétera) descubren estos grupos
burgueses elementos de su propia ruina; es por ello que desarrollan una lucha económico-
política en contra de la burguesía monopolista a la que integran las reivindicaciones
obreras señaladas, formando al mismo tiempo una ideología que comprende dentro de sus
postulados el del mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores; la mediana
y la pequeña burguesía despliegan una gran actividad teórico-práctica con el fin de
someter a su dominación ideológica y política al movimiento proletario bajo la égida de sus
"principios obreros". Al mismo tiempo, y como resultado de la acción del capital
monopólico que centuplica la explotación de los trabajadores, se impone la tarea
inexcusable de la defensa de sus intereses inmediatos; se produce entonces,
necesariamente, la transformación de la organización, la conciencia y la política
proletarias, de elementos negatorios del régimen burgués que impulsan la lucha por
reivindicaciones inmediatas como un medio para preparar la conquista del poder político y
la abolición del capitalismo, en elementos que, dejando de lado este objetivo final, centran
toda su acción en la lucha por esas reivindicaciones inmediatas, por lo que adquieren así
la naturaleza de elementos constitutivos del régimen capitalista, coincidiendo plenamente
con lo que la mediana y la pequeña burguesía son.
La acción que sobre ellas ejerce la mediana y la pequeña burguesía, y su propia
dialéctica interna, producen necesariamente la anulación de la teoría y el movimiento
revolucionarios y dan lugar al nacimiento del revisionismo y el oportunismo.
El revisionismo tiene una de sus fuentes en la ideología desarrollada por la mediana
y la pequeña burguesía en torno a las reivindicaciones inmediatas de los obreros, las
cuales son al mismo tiempo condiciones para la satisfacción de las reivindicaciones de
estos sectores burgueses en contra de la burguesía monopolista.
Otra de las fuentes del revisionismo se encuentra en la transformación de las
reivindicaciones inmediatas, que forman parte constitutiva de la ideología revolucionaria
como medio para la consecución del objetivo final, en el mismo objetivo final del
movimiento.
El revisionismo es, en esencia, la sustitución de la ideología revolucionaria por la
ideología burguesa proveniente de la mediana y pequeña burguesía que integra las
reivindicaciones inmediatas de los trabajadores como parte de las suyas.
El núcleo del revisionismo se encuentra en la sustitución del concepto de la esencia
del régimen capitalista por las determinaciones de la apariencia del mismo:
a) La esencia del régimen capitalista radica, como ya hemos visto al detalle, en el
hecho de que en él se da el proceso de anulación en el proletariado de la esencia natural

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del género humano; para el revisionismo, la esencia del capitalismo consiste en que este
régimen vulnera las condiciones de vida de los obreros considerados como la parte variable
del capital global de la sociedad, es decir, como la propiedad de los capitalistas que
produce valor, en que no satisface las necesidades individuales de los trabajadores en su
carácter de elementos del capital.
b) Igualmente, la esencia del capitalismo se finca en el hecho de que en su
desarrollo crea ineluctablemente la necesidad y los elementos de la recuperación de la
naturaleza humana por el proletariado; para el revisionismo, la finalidad del movimiento
obrero es tan sólo la satisfacción de las necesidades inmediatas de los trabajadores, la
restauración de su capacidad de producir valor, lo que implica la agudización del proceso
de desnaturalización al que se encuentran sometidos.
c) En resumen, el revisionismo sustituye el concepto de la esencia del régimen
capitalista por las determinaciones de la apariencia del mismo.
d) Como resultado de ello se anula la teoría revolucionaria:
-se le destierra de su antiguo campo de acción, es decir, de los Partidos obreros y de
amplios sectores del proletariado internacional y
-se le sustituye con la forma de la ideología burguesa proveniente de la mediana y
la pequeña burguesía desarrollada en la lucha de éstas en contra de la burguesía y la
aristocracia monopolistas.
El oportunismo reconoce las mismas fuentes que el revisionismo; es la política
realizada por los Partidos Obreros y el movimiento obrero internacional para sacar
adelante los intereses inmediatos de los trabajadores como parte integrante de las
reivindicaciones de la mediana y pequeña burguesía; los Partidos obreros y el movimiento
obrero se convierten así en apéndices políticos de determinadas fracciones de la burguesía,
colaborando de esta manera al perfeccionamiento del régimen burgués.
El enorme desarrollo de la producción monopólica acentúa la opresión de la gran
burguesía y de la antigua aristocracia terrateniente sobre el proletariado, clase ésta a la
que somete a un proceso despiadado de sobreexplotación.

4. Fase de mutua complementación de los contrarios.


Anulada la teoría y el movimiento revolucionarios, puestas en pié de lucha la
mediana y la pequeña burguesía que tienen como brazo ejecutor a un movimiento obrero
"burgués" y recibiendo las metrópolis los chorros llenos de la riqueza producida por la
explotación colonial, se inicia una etapa en la cual se obtienen de la gran burguesía y de la
aristocracia terrateniente algunas concesiones para la clase obrera y los sectores
burgueses mencionados; este relativo mejoramiento de las condiciones de vida de los
trabajadores (que llega incluso a traducirse en la formación de lo que Lenin llamó una
"aristocracia obrera") y de la situación de la mediana y pequeña burguesía es un nuevo
punto de apoyo para el crecimiento acelerado de la producción monopolística bajo sus dos
formas: la que es impulsada por la gran burguesía industrial y aquella que promueve la
antigua aristocracia terrateniente.
La división interna entre los dos sectores monopolísticos brota al exterior y produce
dos grupos entre los países capitalistas desarrollados: uno, en el que se integran todos
aquellos en donde la directora del proceso de monopolización de la producción lo es la gran
burguesía industrial y otro, formado por los que tienen como clase dirigente de la
producción monopolística a la antigua burguesía terrateniente.
Con el incremento de la producción basada en monopolios crecen las necesidades
de mercados, campos de inversión y fuentes de materias primas para ambos grupos
burgueses; se agudiza por tanto su apetito imperialista, lo que produce por un lado el
acentuamiento de la opresión sobre las colonias y semi-colonias que ya poseen, por otro, la
búsqueda de nuevas colonias y, por último, el despojo a sus adversarios de los territorios
de ultramar.
Como resultado de la oposición entre ambos sectores del capitalismo internacional,
la producción monopolista se orienta en su mayor parte hacia la producción de los
artículos bélicos necesarios para la defensa de sus posesiones y la conquista de nuevos

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territorios; la militarización de la economía es la expresión más alta del predominio de la


producción monopólica y de la política imperialista que de ella brota; de nuevo se estrecha
el cerco que la gran burguesía industrial y la antigua aristocracia terrateniente han
tendido sobre la mediana y la pequeña burguesía y se intensifica la explotación del
proletariado, la que ahora se manifiesta de una manera más aguda por los efectos de la
militarización de la economía, la que trae consigo inflación, déficit de alimentos, trabajo
forzado, opresión política, ausencia de democracia, etcétera. La producción monopólica
militarizada lleva a la ruina a la industria ligera que produce bienes de consumo,
alimentos, etcétera.
La producción monopólica militarizada tiene un desarrollo más rápido y profundo
en los países dominados por la antigua aristocracia terrateniente (vía Junker), los cuales,
encabezados por Alemania, inician una lucha frontal en contra de los países en los que la
clase preponderante es la burguesía industrial monopolista.

5. Resurgimiento de la teoría y el movimiento revolucionarios. Se produce la forma


de la esencia negativa del capitalismo. Primera revolución socialista.
El empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera durante la fase
superior del imperialismo y el estado de pre-guerra existente llevan, necesariamente, por
un lado a la radicalización de la intelectualidad pequeño burguesa que inicia la
reivindicación de los principios fundamentales de la teoría revolucionaria y su desarrollo
creador para aplicarla a las condiciones existentes y, por el otro, a la rebelión abierta del
proletariado internacional que tiende a convertir la guerra imperialista en guerra civil
contra los explotadores.
La reivindicación de la teoría revolucionaria, encabezada por Lenin, da como
resultados: (a) su perfeccionamiento, pues se desarrollan sistemáticamente las teorías del
Partido, de las formas de lucha económica y política, de la insurrección armada y de la
conquista del poder político; (b) como consecuencia de lo anterior se gesta la formación de
nuevos Partidos políticos del proletariado opuestos y en franca lucha contra los Partidos
Socialdemócratas de la IIa. Internacional, los cuales habían pasado ya al campo enemigo a
través del revisionismo y el oportunismo.
La guerra mundial de 1914-1917 fue el resultado necesario de la contradicción
existente entre los dos grupos de países en los que se había escindido el capitalismo
internacional: aquellos que caminaban por la vía de la producción monopólica de mano de
la burguesía industrial y los que habían seguido la vía "Junker" de la monopolización de la
producción. En síntesis, la guerra mundial de 1914-17 fue una lucha entre ladrones
imperialistas que tuvo por objeto repartirse el mundo (mercados, fuentes de materias
primas, campos de inversiones, etcétera) en proporción a su poderío económico y militar.
La guerra imperialista de 1914-17 dio un empuje poderoso a los dos procesos
anteriormente señalados: por un lado aceleró el perfeccionamiento de la teoría
revolucionaria, por otro fortaleció la tendencia del proletariado internacional a convertir la
guerra imperialista en guerra civil y por último impulsó la fusión de ambos.
La guerra imperialista de 1914-17 ocasionó un deterioro absoluto de las
condiciones de vida de los trabajadores y de las capas medias de los países capitalistas y
de las colonias; la miseria física, el hambre, las enfermedades y la esclavitud de amplias
capas de obreros, exacerbadas por la guerra, el empleo de los trabajadores como carne de
cañón en el conflicto interimperialista, todo esto, obliga a la rebelión de los proletarios en
contra de los gobiernos burgueses. La guerra imperialista se convierte en guerra civil;
aquel mecanismo que según explicábamos mantenía en estado de sumisión al proletariado
y que consistía en la aplicación de las super ganancias de la explotación colonial para el
soborno de las capas altas de la clase obrera, deja de funcionar al suspenderse
temporalmente la propia explotación colonial mientras no se decide quién será el nuevo
propietario de las colonias y al tener que emplearse los fondos acumulados, provenientes
de esa misma fuente, para cubrir las necesidades de la contienda militar. La guerra civil
que se gesta en las metrópolis no puede, en esta etapa, convertirse en una revolución
socialista por las razones que pasamos a enumerar: en los países capitalistas la teoría de

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la revolución apenas acababa de ser desarrollada por Lenin; el proletariado europeo, a


excepción del ruso, estaba completamente dominado por el revisionismo de la IIa.
Internacional, y por eso, aunque estuviera en contra de la burguesía, su movimiento no iba
encaminado a la instauración del socialismo sino a llevar adelante los intereses de las
fracciones liberales de aquella clase social; el capitalismo tenía aún un campo de acción
vastísimo para acabar de perfeccionarse; en las metrópolis apenas sí se habían dado los
primeros pasos en la producción monopolista y faltaba desarrollarla hasta sus últimas
consecuencias; tampoco se había integrado a la pequeña burguesía al aparato de
explotación capitalista; en las colonias sólo se habían puesto los cimientos del capitalismo;
por último, en síntesis, el movimiento existente no era promovido ni planteado por la clase
obrera, sino que era un proceso de ajuste entre las diversas clases explotadoras para
perfeccionar la explotación sobre la clase de los trabajadores. La revolución socialista no
era posible en las metrópolis por las causas expuestas; en las colonias tampoco debido a
que éstas aún no se desarrollaban suficientemente por la vía capitalista. En Rusia, país
capitalista que no era colonia ni metrópoli, en el cual convergían todas las contradicciones
del capitalismo agudizadas por la persistencia de fuertes supervivencias feudales y por la
guerra, en donde se había llevado a la práctica la recién elaborada teoría de la revolución
en los países capitalistas y el revisionismo de la IIa. Internacional no había hecho aún
presa del proletariado porque no había tenido tiempo de llegar, ahí se produjo
necesariamente la primera revolución socialista de la historia.
La revolución rusa es la negación más decisiva del régimen capitalista, la que da a
luz a la forma, pero solo a ella, de su otro, el socialismo formal.
La revolución socialista rusa desempeñó el papel de catalizador del desarrollo del
capitalismo mundial hacia una etapa superior. El primer resultado de la revolución
socialista rusa fue la fusión definitiva, a escala internacional, de la aristocracia capitalista
y de la burguesía industrial en una sola clase social burguesa con intereses comunes que
se dedicó sin cortapisas al desarrollo de la producción monopolista; el segundo fue el
incremento de la lucha democrático burguesa en las colonias, la cual barrió con el
feudalismo y paradójicamente desembocó en la conversión completa y definitiva de toda la
clase terrateniente de las colonias, de señores feudales en grandes productores
capitalistas.
Como vemos, todo esto no es otra cosa que el ascenso progresivo del régimen
capitalista en el ámbito internacional. Del lado de la revolución, los bolcheviques lograron
lo siguiente: al obligar al régimen capitalista a reconcentrarse en sí mismo y acelerar su
perfeccionamiento apresuraron el proceso por el cual se creaban las premisas para la
revolución socialista internacional; difundieron metódicamente la teoría de la revolución
socialista y los resultados prácticos obtenidos por ella, preparando así a la clase obrera de
Europa Oriental para la conquista del poder; iniciaron la primera experiencia en el mundo
para construir el socialismo.
Después de la primera guerra mundial, la producción monopolista llega a una
nueva fase de existencia. En los países dominados por la burguesía industrial, la
producción monopolista entra en una gran crisis interna producida por la ruina a la que
ha reducido a la mediana y la pequeña burguesía (sector II de la economía) y la
sobreexplotación que ha ejercido sobre los trabajadores en el período anterior; se hace
entonces necesario que el Estado intervenga para restablecer la base de sustentación de la
gran burguesía monopolista (sector I) imponiendo una serie de políticas tendientes a
restituir la capacidad de crecimiento del sector II y reconstituir la fuerza de trabajo de los
obreros; el Estado se convierte también en un instrumento de coordinación entre los dos
sectores fundamentales de la economía capitalista. El desarrollo del sector II y la
reconstitución de la fuerza de trabajo sirven de punto de apoyo a un nuevo crecimiento
acelerado de la producción monopolista de la gran burguesía industrial (sector I).
En los países donde domina la antigua aristocracia terrateniente, ahora convertida
en burguesía industrial, la reconstrucción de su economía destruida por la guerra se basa
en una nueva forma de producción monopolista que tiene como punto central la fusión
entre la antigua aristocracia terrateniente (sector I) y el Estado y el aplastamiento

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despiadado de la mediana y la pequeña industria (sector II); esto es, en la implantación del
fascismo. Bajo esta forma, la producción monopolista se desarrolla en estos países de una
manera mucho más rápida y más profunda que en el otro grupo de países.
En el sistema colonial, la revolución democrático-burguesa sigue, en este período,
completando su obra. En un proceso contradictorio y de acuerdo con la dialéctica del
mismo y con las características específicas de los países coloniales, la revolución
democrático burguesa colonial se resuelve en tres resultados: (a) se mantienen en el poder
los terratenientes, ahora convertidos en productores capitalistas; obviamente, este sector
del capitalismo nacional recibe un poderoso impulso en su desarrollo, mientras que el otro
sector capitalista (comandado por la burguesía nacional) es mantenido en un lugar
secundario; (b) conquista el poder la burguesía nacional, con lo que se da la situación
inversa a la del punto anterior y (c) la pequeña burguesía, aliada con el proletariado,
conquista el poder y da a su régimen una "forma socialista", aunque en esencia lo que bajo
ella se desarrolla es el régimen capitalista puro y simple (China). El capitalismo colonial da
un gran paso adelante y elimina definitivamente al feudalismo, agotándose ahí las
posibilidades de la revolución democrático-burguesa por el simple hecho de que su objeto
ya ha sido alcanzado: el régimen feudal ha sido destruido. Se inaugura una nueva época
en la que, suprimidas las reminiscencias feudales, los terratenientes y la burguesía
nacional integran una sola clase capitalista cuyas partes componentes son antagónicas
entre sí en virtud de que los intereses capitalistas de ambos son también contradictorios.
Cumplidos los objetivos de la revolución democrático burguesa colonial, sólo queda a estos
pueblos la perspectiva de la revolución socialista. El desarrollo de la revolución
democrático burguesa en las colonias obliga al imperialismo a iniciar su retiro físico de
esos territorios, concederles su independencia política y evacuar de ellos a sus tropas. El
viejo colonialismo ha muerto y en su lugar surge el neocolonialismo. Este proceso que
hemos descrito se extiende más allá del período capitalista que nos ocupa y culmina en la
siguiente fase.
Como en el período anterior a la primera guerra mundial, estas contradicciones del
régimen cristalizan en dos grupos de países; por un lado, unas naciones llevan hasta sus
últimas consecuencias el desarrollo desorbitado de la industria pesada y establecen así el
régimen de dominación del trinomio: burguesía monopolista-burguesía financiera-Estado,
es decir, el fascismo, excluyendo definitivamente del mismo a la burguesía de la industria
ligera; por el otro, y a causa de la acción absorbente del fascismo que pretende conquistar
a todo el mundo, los demás países imperialistas se ven obligados a establecer una forma de
coordinación entre las dos ramas fundamentales de la producción que les permita
desarrollarse progresivamente y competir con éxito con el fascismo (se desarrollan así las
primicias de las "políticas económicas", que no son otra cosa sino la actividad del Estado
encaminada a coordinar las dos ramas de la producción).
Bajo estas dos formas cobra un gran impulso la demanda de materias primas,
etcétera y se incrementa el hambre de colonias. Se plantea una nueva redistribución de las
mismas por medio de otra conflagración mundial; la contradicción internacional entre
burguesía integrada y burguesía monopolista-financiera que detenta la industria pesada
apunta también a resolverse en un conflicto armado universal.
La guerra mundial de 1940 tiene, todas las proporciones guardadas, las mismas
consecuencias que la de 1914-17; las condiciones de vida de los trabajadores se deterioran
hasta niveles increíblemente bajos; los mecanismos establecidos a cuenta de las super
ganancias coloniales para sobornar a la clase obrera suspenden su acción a causa de la
guerra; en consecuencia, de nuevo la guerra imperialista se transforma en guerra civil. La
labor revolucionaria de la IIIa. Internacional, que rescató al proletariado del revisionismo y
del oportunismo de la IIa., preparó las bases para que en esta ocasión la guerra civil se
convirtiera a su vez en revolución socialista en los países capitalistas de Europa Oriental.
Se constituyó así, junto con la URSS, todo un sistema de países formalmente socialistas.
La negación del régimen capitalista es ahora más profunda y extensa.
El papel de este sistema en la arena internacional fue el mismo que el desempeñado
por la revolución rusa de 1917; su aparición y desarrollo sólo podía influir como

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catalizador del régimen capitalista, obligándolo a perfeccionarse y desenvolverse conforme


a sus leyes consustanciales hacia una etapa superior de su existencia.
Aquí, en este punto, al final de la segunda guerra mundial, se agota la primera fase
de la esencia positiva del régimen de producción capitalista, la cual ha producido la forma,
pero sólo la forma de la esencia negativa, es decir, del otro del capitalismo. Las potencias
internas de su desenvolvimiento, así como la acción de su contrario, han llevado al
capitalismo a pasar a la segunda etapa del desarrollo de su esencia positiva. Termina
también la primera época del sistema imperialista.

6. El sistema de países capitalistas y el sistema socialista


El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su esencia negativa; la
aparición del nuevo régimen social, puesto que no es una transformación total del
capitalismo (de todos los países del mundo) en su otro, sino solamente parcial, da lugar a
que el socialismo que ha salido al exterior se constituya como un sistema aparte, que
coexiste con el grupo de países capitalistas en una contradicción dialéctica.
El polo del sistema de países capitalistas tiene a su otro en sí mismo como la acción
teórico práctica del proletariado encaminada a la realización de la revolución proletaria y la
instauración del socialismo; al mismo tiempo, niega a su otro externo en que se ha
convertido el régimen socialista. El otro polo, el sistema de países socialistas, niega al
sistema capitalista mediante el impulso que proporciona a la actividad revolucionaria del
proletariado en esos países; de igual manera, tiene a su otro en sí mismo como el
contenido capitalista que existe bajo la forma socialista.
Las relaciones entre los dos sistemas obedecen a la dialéctica que existe entre ellos
considerados como los polos de una contradicción.
El socialismo formal emergió de la segunda guerra mundial enormemente
fortalecido en los aspectos militar, económico y tecnológico y tuvo una notable expansión
en su territorio; la reconstrucción fue el gran impulsor de un crecimiento económico sin
precedentes.
Frente a frente quedaron, en la arena internacional, dos gigantes: el grupo de países
capitalistas, liderado por los Estados Unidos, y el sistema de países socialistas, con Rusia
a la cabeza.
La primera relación que entre ambos grupos se establece es la de independencia.
Uno al lado del otro inician esta primera fase de su desenvolvimiento. Hay, sin embargo,
una enorme hostilidad entre ellos: el capitalismo y el socialismo formal son enemigos
naturales.
Esta tensión entre las partes obliga a que en ambas, a la par con la reconstrucción
económica, se de un impulso formidable a la industria militar, la cual entra así en una
nueva etapa de existencia, sobre una base tecnológica mil veces superior, conquistada
durante la guerra.
En un primer momento, la industria militar y la reconstrucción económica se dan
un mutuo impulso ascendente; pronto, sin embargo, los enormes gastos militares
empiezan a constituir un freno para el resto de la economía y ponen en peligro la
reconstitución de la fuerza de trabajo, o dicho de otro modo, la existencia venturosa de la
“sociedad del bienestar”, el establecimiento pleno de la cual es la meta declarada de los dos
sistemas.
La relación de independencia avanza hacia otra de mutua negación de los polos.
El sistema socialista ejerce una acción negativa en contra del capitalismo
internacional por medio de su enorme capacidad militar, la que tiene el efecto de un
disuasor de las agresiones imperialistas, y a través del apoyo que proporciona al
movimiento obrero revolucionario de los países capitalistas; por su parte, el sistema
capitalista niega a su otro cuando fortalece su industria militar, lo que le da una gran
capacidad de agresión que sólo espera un pretexto para materializarse en un ataque
aniquilador hacia su oponente, y al desplegar un arsenal de elementos propagandísticos,
organizativos, etcétera que utiliza para subvertir desde dentro el régimen socialista.
En los primeros años de la posguerra, bajo la dirección de Stalin, el bloque

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socialista aplicó rigurosamente los principios del marxismo-leninismo en el tratamiento de


las relaciones entre los dos sistemas: fortaleció la capacidad militar de la URSS con fines
exclusivamente defensivos ante la amenaza del imperialismo norteamericano; vigorizó la
propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción; robusteció el proceso
de industrialización socialista con el fin de producir los bienes necesarios para incrementar
el bienestar personal de los trabajadores; consolidó la dictadura del proletariado y reforzó
el papel dirigente del Partido Comunista; asistió a los partidos comunistas y movimientos
revolucionarios del mundo occidental proporcionándoles los elementos ideológicos, teóricos
y organizativos necesarios para el despliegue de la lucha por la revolución socialista en
unos casos y la revolución democrático burguesa bajo la dirección del proletariado y como
fase preparatoria de la revolución socialista en otros, etcétera.
En los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra, este proceso de
fortalecimiento del régimen socialista hizo madurar, al mismo tiempo, su contenido
capitalista, el cual adquirió una gran potencia.
A la muerte de Stalin, la degeneración del socialismo formal había alcanzado ya
dimensiones mayúsculas; en el XX congreso del PCUS sólo se legitimó lo que ya existía en
la realidad: un régimen político regresivo que escamoteó el poder a los obreros y lo entregó,
junto con el Partido de los trabajadores, a la nueva clase explotadora proveniente de las
capas superiores del proletariado soviético, un régimen económico que desmanteló la
propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y la fraccionó en una
propiedad por grupos, y una pequeña producción capitalista que se había fraguado a lo
largo de este proceso de deterioro del socialismo formal.
En la medida en que el socialismo formal era socavado y sustituido por el régimen
de regresión capitalista del “socialismo pequeño burgués”, la política marxista-leninista en
lo referente a las relaciones con el capitalismo internacional fue reemplazada por una serie
de acciones que respondían completamente a los intereses del nuevo régimen económico y
la nueva clase social gobernante.
En los países del imperialismo burgués, la aristocracia capitalista o plutocracia es
la generadora del desbocado crecimiento de la industria militar y de las empresas
monopólicas a ella asociadas; la burguesía se opone a ese aumento desmedido y clama por
recursos para su propio desarrollo.
Los países del socialismo formal, ya en plena fase de degeneración, por su parte,
están también interesados en contener el crecimiento desbordado de la industria militar,
tanto en su propia economía como en la economía capitalista, pues de esa manera, por un
lado se reduciría sensiblemente la amenaza que sobre ellos pesa de un ataque del
imperialismo norteamericano y, por otro, internamente liberaría recursos para ser
invertidos en la industria civil.
El sistema capitalista organiza las relaciones con los países neocoloniales de la
manera que ya se señaló en párrafos anteriores; también se colocan los cimientos de una
división del trabajo específica entre los países capitalistas desarrollados, en la cual los
Estados Unidos se alzan como la economía líder que establece con sus socios una relación
de mutuo engendramiento y negación.
El sistema de la versión desnaturalizada del socialismo formal también arregla, de
acuerdo con el papel dirigente de la URSS, los vínculos entre todos sus integrantes.
Como parte de su estrategia defensiva, la Unión Soviética busca la inteligencia con
la burguesía norteamericana (que está enfrentada a la plutocracia capitalista) y de la
burguesía (por ella denominada burguesía nacional o nacionalista) y pequeña burguesía
neocoloniales para lograr sus propósitos de distensión de la situación de amenaza de
guerra devastadora entre los dos sistemas; promete y solicita apoyo a y de la burguesía
norteamericana con el propósito de eliminar juntos el amago de guerra que la plutocracia
norteamericana y sus adláteres mantienen sobre el mundo y, también, obligarla a que
reduzca el crecimiento desbocado de la industria militar y de los monopolios e invierta los
excedentes económicos así obtenidos en elevar el nivel de vida de su población y en
industrializar las neocolonias.
De este modo intenta conquistar un clima de paz en el que pueda desarrollarse

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venturosamente por el camino de vuelta hacia el capitalismo que ha emprendido.


El poderío económico y político de la URSS y la naturaleza semi-capitalista que en
ese país se está estableciendo la conducen necesariamente a forjar una relación de
dominación sobre el resto de países que están en su esfera de influencia, los cuales
también han entrado de lleno en el tobogán de la restauración capitalista. Igualmente,
pretende disputar al imperialismo capitalista, en el terreno económico, sus neocolonias y
los países capitalistas independientes de menor desarrollo económico; con ese propósito
despliega una estrategia de apoyo a las burguesías nacionales de esos países para que
aquellos que aún las conservan acaben con supuestas reminiscencias feudales en sus
regímenes económicos (lo que implica la lucha en contra de la plutocracia nativa) y
construyan entonces su propia industria (capitalista) apalancados por el capital soviético.
Frente al imperialismo capitalista, la URSS organiza un remedo de imperialismo, un
imperialismo “pequeño burgués”.
La transformación de la URSS en un régimen semi-capitalista provoca
necesariamente el paso de los recién formados estados socialistas a esa misma forma de
organización social, aunque con el agravante de que en estos últimos el proceso es más
rápido y profundo que en el centro del imperio. Dos fuerzas contrarias se ejercen sobre los
países socialistas: una, centrípeta, por la cual la URSS atrae férreamente a los demás
países de su órbita y otra, centrífuga, de acuerdo con la cual la mayoría de los restantes
países socialistas tienden a sustraerse del dominio soviético y se acercan al mundo
capitalista. Uno sólo de los países socialistas, Albania, se mantiene firme en las posiciones
del marxismo-leninismo clásico e intenta continuar construyendo el socialismo de acuerdo
con los principios revolucionarios (recordemos que, sin embargo, ese socialismo lo es
necesariamente sólo por la forma, pues contiene en su interior elementos del capitalismo).
La tendencia dispersante se manifiesta palmariamente en la separación de
Yugoeslavia del sistema de países socialistas (ahí fue en donde se estableció la forma más
perfecta de la propiedad por grupos y la autogestión y en donde la Liga de los Comunistas,
bajo la dirección de Tito, formuló de una manera más completa la teoría correspondiente) y
en las rebeliones de los sectores de la pequeña burguesía socialista que deseaban imprimir
una velocidad mayor al proceso de liberalización en Hungría y Checoslovaquia.
La recién adquirida naturaleza de los países antiguamente socialistas les ha
impuesto nuevas necesidades e intereses y los obliga por tanto a desarrollar una política
completamente antagónica a la acción revolucionaria que habían ejercido en el período
inmediato anterior, previo a la muerte de Stalin, actividad que fue presidida por el
marxismo-leninismo.
Las nuevas circunstancias exigían a los países antiguamente socialistas la
formulación de un cuerpo teórico e ideológico justificante de su actividad práctica, la cual,
como hemos visto, era una rotunda negación de la praxis revolucionaria; fue Jruschov
quien, además del libelo difamatorio conocido como Informe Secreto, en el cual torpemente
denostaba a Stalin, presentó en el XX Congreso del PCUS un Informe público que contenía
los “principios doctrinarios” de la “teoría” que debía avalar sus descarríos políticos.

8. El derrumbe del “socialismo realmente existente”


La caída del “socialismo real” fue el último resultado de un largo proceso
histórico.
Al finalizar la segunda guerra mundial, con la liberación de varios países de
Europa oriental por el ejército rojo y la conjunción de insurrecciones proletarias en
esos países, se formó el sistema de países socialistas.
El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo
marxista, cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia
Soviética al término de la Primera Guerra Mundial.
De este socialismo ya hemos adelantado sus características fundamentales:
tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura, por medio de la
cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción

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y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida


al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase
social. La transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e
instrumentos de producción en propiedad colectiva y la formación del estado
proletario, fueron los ejes fundamentales del socialismo soviético.
Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una forma
que conservaba un contenido capitalista. (Para la comprensión lógica de este concepto
(“una forma socialista con un contenido capitalista”), ver: Robledo Esparza Gabriel, La
Lógica de Hegel y el marxismo, Libro segundo, La doctrina de la Esencia, Biblioteca
Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, y para su comprensión lógico-histórica, ver:
Robledo Esparza Gabriel, Capitalismo moderno y revolución, 3 tomos, Biblioteca
Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008.)
El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera fase
del régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo de las
capacidades y facultades (que se manifestaban como necesidades) individuales de los
trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado dramáticamente.
Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes
quinquenales y éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del
sistema socialista soviético. En ellos, el sujeto final de todo el sistema económico,
de la grandiosa colectivización de los medios e instrumentos de producción, es el
individuo trabajador, al que se le debía proporcionar el mayor “bienestar” posible,
satisfacer abundantemente sus necesidades individuales; este es el mismo
ofrecimiento que hacía la “sociedad del bienestar” a sus trabajadores. (Ver: Stalin,
J. V., Obras, t. 13, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1955, pp. 56-85,
180-226 y 295-397)
Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva (la industria
soviética y la de los demás países socialistas presentaban, en el punto superior de su
desenvolvimiento, casi el mismo grado de desarrollo que la industria de los países
capitalistas) que al desplegar toda su potencia la pone al servicio del individuo. El
contenido capitalista, que subsiste y se perfecciona en interacción con el instrumento
colectivo, está compuesto por lo siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la
existencia del mercado de bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento del
consumo privado, la conservación y desarrollo de la familia y del hogar individuales, el
impulso al transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la personalidad de
los trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro de capacidades y
necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o dicho de otro modo, la
declaración de la propiedad privada del trabajador sobre sí mismo, sobre su conciencia
y su corporeidad, la educación individualizada y como individuos y el arte y la cultura
como manifestación y goce de la individualidad.
El desenvolvimiento de la forma socialista genera el de su contenido capitalista
y viceversa. Su mutuo engendramiento se trueca en su recíproca negación.
Se inicia así, en la década de los años 50 del siglo pasado, la degeneración del
régimen socialista.
En el seno de la clase obrera, con la materia prima de los técnicos, científicos y
obreros alta-mente calificados que el propio régimen socialista ha creado, se forma
una clase social específica; ésta da impulso al contenido capitalista que ahí existe
y se erige en su legítima representante. Al avanzar la descomposición del régimen
socialista, la acción de su contenido capitalista rompe la unidad del instrumento
colectivo y las partes en que se disgrega son tomadas en propiedad por los
integrantes de la nueva clase; los medios e instrumentos de producción se
fraccionan en una multitud de empresas, entre las que se forma un mercado cada
vez más amplio.
En lugar del socialismo formal se establece un régimen que es una
degeneración suya y al mismo tiempo un régimen de transición hacia la
restauración plena del capitalismo.

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Los medios e instrumentos de producción son ahora propiedad de esta


nueva clase, la cual la ejerce a través de la propiedad de los técnicos, científicos y
burócratas de alto nivel sobre la empresa en que trabajan. Se trata de una
propiedad por grupos.
Por un proceso económico-natural, la dirección de la empresa se concentra en
un número cada vez menor de personas que adquieren la calidad de empresarios y el
resto de los trabajadores se convierten en asalariados al servicio de aquellos.
El crecimiento del mercado promueve el surgimiento y desarrollo de una
pequeña producción de mercancías que pronto da el paso necesario y se
transmuta en mediana y gran producción de mercancías, ya de sello típicamente
capitalista.
Los productores capitalistas y los empresarios que poseen en grupos las
empresas antigua mente socialistas se levantan en contra de la burocracia obrera que
todavía defiende el modelo de la propiedad por grupos; después de un largo período de
lucha, en 1989 logran derrotarla y establecen su dominio indiscutible en todos los
países antiguamente socialistas, los que ingresan en tropel al ancho mundo del
régimen de producción capitalista.
Un enorme mercado de bienes, capitales y mano de obra se abrió entonces para
el capitalismo internacional.
El movimiento revolucionario y su resultado inexcusable, la instauración del
socialismo y la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por
la teoría marxista, la cual fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los
partidos revolucionarios.
La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régimen de
producción capitalista.
El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y
de la esencia de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo los
elementos de su otro como integrantes de su propia naturaleza y de que el ineluctable
surgir de éste a la existencia es el resultado del desenvolvimiento de aquellos.
De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el régimen
de producción capitalista:
-El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento en la
propiedad privada;
-se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las cuales son
única y exclusivamente materializaciones de fuerza de trabajo de los obreros;
-éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización constante de la
producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socialización, la cual está gravada
por su contrario, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción,
que impone un freno a la socialización total de la producción (la constitución de un
instrumento de producción colectivo de la especie);
-el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción
capitalista se realiza a costa de generar la absoluta depauperación de los
productores directos, los trabajadores asalariados, la cual consiste en la abolición
total de su naturaleza humana en las condiciones de trabajo y de vida
características de este tipo de sociedad;
-esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento científico de
la misma y la poderosa tendencia a la socialización de la producción constituyen el
motor del cambio revolucionario por el cual el proletariado se ve imperiosamente
obligado a abolir la propiedad privada, establecer la propiedad colectiva sobre los
medios e instrumentos de producción y restaurar la naturaleza humana de la especie,
es decir, a instaurar el socialismo;
-la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras etapas
de existencia del capitalismo, como la aniquilación física y moral del individuo
trabajador;
-por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de producción tiene

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como finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y posteriormente desarrollar al


individuo trabajador.
La teoría marxista tiene, en esta etapa, como núcleo, una concepción dual de
la naturaleza humana.
Por una parte se encuentra el trabajador socializado por la producción, que
ha perdido su individualidad en el trabajo capitalista y que está apto por tanto
para la propiedad y el trabajo colectivos que son el contenido del socialismo
marxista que se propugna. La revolución socialista debería entonces llevar hasta
sus últimas consecuencias la formación de un verdadero obrero colectivo en la
órbita de la producción.
Fuera de ésta, el trabajador tiene, como individuo, una vida familiar, social,
etcétera, que el capitalismo vulnera sistemáticamente. La teoría marxista reivindica
entonces la reconstitución, defensa y enriquecimiento de la vida familiar e individual
de los trabajadores. Su bienestar es el propósito fundamental del régimen socialista.
La naturaleza humana que el socialismo marxista pretende recobrar con la
revolución proletaria es, en consecuencia, la siguiente: una naturaleza
completamente colectiva de los trabajadores en el ámbito de la producción, lo que
implica su absoluta desindividuación, la total anulación de su individualidad, y
una naturaleza individual fuera de la órbita de la producción, en los lugares que
realiza las restantes actividades vitales, lo que se traduce en el impulso al
individuo como tal.
El propio desarrollo del socialismo y la evolución del capitalismo posterior a
la segunda guerra mundial desacreditaron completamente esta concepción de la
naturaleza humana.
En el régimen socialista, el estímulo al individuo en el entorno familiar y
social condujo necesariamente a su exaltación; monstruosamente engrandecido,
minó la organización colectiva de la producción, la sustituyó posteriormente con
una forma más acorde consigo, la autogestión y la propiedad por grupos, y por último
restauró el capitalismo típico en los países antiguamente socialistas.
En el capitalismo, en la sociedad de consumo, se aportó la prueba práctica
de que la glorificación del individuo y la familia desemboca necesariamente en la
descomposición y anulación, en el individuo, de todas las características biológicas
de la especie, a la cual se desposee así de su naturaleza humana.
En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”,
también alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo marxista.
Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias imponen
es un estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgimiento,
apogeo y caída del socialismo.
Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Lenin
y Stalin) y retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la Lógica de
Hegel, en la que se contiene el método científico por excelencia, el que permitió a
los revolucionarios anteriores desentrañar la naturaleza del capitalismo en la
etapa en la que ellos actuaban y conducir a los trabajadores a la conquista del
poder y a la construcción de la primera fase del socialismo.
Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto más alto
de lo que es la naturaleza humana.
El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los
elementos para realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo que es
inherente a la sociedad de consumo provoca una degeneración y anulación
mayúsculas de la naturaleza biológica humana de los trabajadores; ello significa que el
mismo régimen económico está destruyendo, más allá de la órbita de la producción,
las bases biológicas del individuo y preparando y exigiendo así su naturaleza
colectiva.
La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será, por
tanto, la colectivización de todas las funciones vitales del trabajador, lo que

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presupondrá la anulación sin concesiones del individuo como tal, la abolición de la


propiedad privada del individuo trabajador sobre sí mismo.
La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucionario
será totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo; será anulada
esa dicotomía establecida en la fase anterior del socialismo, por la que la especie
humana tenía una naturaleza colectiva en la producción e individual en el consumo.
La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existencia será
la colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en la comunidad
primitiva, en donde la propiedad, la producción y el consumo eran de naturaleza
colectiva; su divisa será: la recuperación de la naturaleza verdaderamente humana de
la especie. (Para la discusión de los conceptos de “individuación”, “desindividuación” y
“naturaleza verdaderamente humana” ver: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de
individuación en el régimen de propiedad privada, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones,
México, 2009)

9. Naturaleza del régimen económico-político establecido en Rusia por la revolución


de 1917 y en los países de Europa oriental a través de la guerra de liberación de la década
de los años 40.
Mucha tinta ha corrido, sobre todo en los medios Académicos, a propósito de la
naturaleza del régimen económico que se estableció en Rusia en 1917 y en los países de
Europa oriental en la década de los años 40; desde luego, en la mayoría de los casos, por
no decir que en todos, de lo que se ha tratado es de desvirtuar las verdaderas
características del régimen ahí instaurado para llegar a una serie de conclusiones que van
desde la negativa de que en esos países hubiera habido algún tipo de socialismo en todo el
período que se extiende desde 1917 hasta 1989, año este último en que el sistema formado
por esas naciones se desintegró, hasta la aseveración de que lo que hubo en esos lugares
fue un socialismo deformado, el "socialismo realmente existente", al que faltaba el toque
"humanista" y "democrático" para alcanzar la perfección, pasando por la tesis de que lo que
en realidad había existido en los países de Europa oriental durante ese largo período era
un capitalismo de estado típico. Muchas extensas disquisiciones hubo, también
principalmente en la Academia, acerca de las causas y circunstancias que habían
ocasionado el aborto del socialismo en una determinada fase del proceso (casi siempre
ligada con la muerte de Lenin), o producido una malformación congénita de ese régimen
que nunca pudo remediar, o, por último, dado a luz un engendro que nada tenía de
socialista, un régimen de capitalismo de estado.

Enseguida abordaremos más detenidamente los temas que aquí hemos enunciado.

a) La teoría del aborto del socialismo.


De acuerdo con esta visión de las cosas, después de la muerte de Lenin, y debido a
las circunstancias en que había venido al mundo la primera dictadura del proletariado, se
canceló la posibilidad de que en la URSS se construyera el socialismo y en lugar de ello se
estableció una mera caricatura de ese régimen social que se basaba en la colectivización
forzosa y en la dictadura del Partido sobre las masas y de un atrabiliario e ignorante
campesino georgiano sobre el Partido. Pero esta teoría se descalifica a sí misma: en efecto,
lo que ella determina como verdadero socialismo por oposición a lo que se edificó en la
URSS a partir de 1930 no es sino la concepción pequeño burguesa de un "socialismo
humanista" basado en la "propiedad por grupos" y en la "autogestión", en el que se
garantice el libre desenvolvimiento de las capacidades individuales de sus integrantes y los
trabajadores dediquen sus ocios a las edificantes tareas de pensar, filosofar, soñar, pintar,
versificar y hacerse el amor; y es precisamente en nombre de esta aberración pequeño
burguesa y poseídos de un verdadero pavor ante el fallido intento estalinista de erradicar
de las masas y del Partido ese repulsivo espíritu individualista pequeño burgués, que el
revisionismo hace el balance de lo que sucedió en la Unión Soviética y llega a la conclusión

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de que ahí nunca hubo socialismo. Y, efectivamente, así es. En la Unión Soviética, en el
período de su existencia que se ha dado en llamar estalinista, no se estableció ese
decantado socialismo pequeño burgués, sino una primera aproximación, deficiente y todo,
al socialismo proletario.
Nosotros no defendemos de ninguna manera a Stalin. Nuestro interés principal
radica en determinar científicamente la naturaleza del régimen económico que se estableció
en Rusia en 1917 y las líneas de su desarrollo hasta llegar al derrumbe de lo que se
denominó "socialismo real". Por tanto, nuestro "modelo" de comparación no es aquel que
fue construido por los intereses y apetitos de la pequeña burguesía, el "socialismo
humanista", sino el que delinearon Marx, Engels y Lenin, los clásicos de la teoría
revolucionaria. De acuerdo con esto, lo que erigió el Partido Bolchevique bajo la dirección
de Stalin no fue el socialismo en toda su extensión (formal y materialmente), sino sólo su
forma no "una" forma, sino "su" forma- dentro de la cual ese régimen conservó un
contenido capitalista: el régimen soviético de la época estaliniana continuó y concluyó la
colectivización de la producción iniciada desde los tiempos leninistas, es decir, la tarea que
constituye la exigencia principal de la teoría marxista-leninista para la construcción del
socialismo; además, elevó constantemente el nivel de vida de los trabajadores para
reconstituir sus capacidades físicas y mentales arruinadas durante el régimen capitalista;
por último, desarrolló la conciencia y la moral colectivas de las masas reprimiendo en ellas
la conciencia y la moral individualistas heredadas del capitalismo. Pero el socialismo
bolchevique conservó como su elemento constitutivo al individuo capitalista, al trabajador
que tiene una íntima constitución fisiológica y psicológica y una recóndita conciencia de
propietario privado que no fue puesta en evidencia y denunciada ante los obreros por los
revolucionarios, sino, por el contrario, utilizada como punto de partida y base de su acción
radical. En los tiempos de la lucha en contra de la burguesía, de la conquista del poder y
de la consolidación de la dictadura del proletariado, todas las condiciones de existencia de
la clase obrera rusa generaban espontáneamente entre ellos una solidaridad y una
conciencia y moral colectivas que se levantaba sobre su naturaleza íntimamente
capitalista, la cual, sin embargo, seguía existiendo en estado de animación suspendida; los
revolucionarios, a través de su Partido, en una relación dialéctica y "democrática",
estimulaban en la base obrera la libre emisión de iniciativas que en lo general, por fuerza,
coincidían con las necesidades del proceso revolucionario; el Partido las hacía suyas, las
elaboraba teóricamente y las devolvía a la base para ampliarlas y consolidarlas; masas y
Partido marchaban, no sin contratiempos y contradicciones, unidos por el camino de la
revolución. Después de 1930, fortalecida la dictadura del proletariado en Rusia, se pone a
la orden del día la construcción del socialismo. La fuerza que alcanzaron en el período
previo la conciencia y la moral colectivas son el punto de apoyo para esa nueva tarea de la
revolución; en la medida que la colectivización avanza se produce un mejoramiento de las
condiciones de vida de los trabajadores que, por necesidad, reanima e impulsa su
naturaleza capitalista que hasta ahí había permanecido reprimida por sus intereses
colectivos; en el seno de las masas proletarias se gesta una primitiva división entre
aquellos que desean llevar hasta sus últimas consecuencias la colectivización de la
producción y los que quieren detenerla en un cierto punto e incluso convertirla en una
forma de producción autogestionaria; esa escisión da lugar a una lucha dentro de la clase
de los trabajadores que es más aguda en cuanto más avanza la colectivización, más se
incrementan los niveles de vida de los trabajadores, más ímpetu adquiere su naturaleza
capitalista y, por tanto, más numeroso es el sector obrero contrario a la colectivización; en
el Partido Bolchevique se refleja la lucha de clases que existe en el interior de las masas
trabajadoras y también se fracciona en dos grupos que corresponden a los que hay en la
base obrera. En atención a todo lo anterior, las relaciones entre el Partido y las masas
obreras sufren un cambio en la forma en que se desenvolvieron anteriormente; lo que
espontáneamente brota ahora de la clase obrera, en mayor medida conforme más avanza la
colectivización, es una conciencia y una moral del individuo capitalista que exige una
crecientemente poderosa, violenta y dictatorial acción contraria del otro sector obrero y del
Partido Bolchevique para hacer ir adelante a la organización colectiva de la producción; en

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el mismo Partido Bolchevique se establece una dictadura del grupo que preconiza la
colectivización sobre aquellos que se oponen a ella en nombre del individuo capitalista, la
que, a fin de cuentas, deviene en una dictadura personal. Lo que tenemos aquí, es, ni más
ni menos, una verdadera lucha de clases dentro de la clase de los trabajadores y al interior
de su Partido; la democracia leninista de la etapa inmediata anterior, tan cara a los
revisionistas, ha cedido su lugar a la dictadura revolucionaria del proletariado que produce
en ellos una repulsión instintiva. Todas estas líneas de desarrollo del socialismo soviético
llegan a su punto culminante en la década de los años 50; la colectivización de la
producción es prácticamente total, el nivel de vida de los trabajadores es alto y se eleva
constantemente y la conciencia y la moral colectivas se vigorizan enormemente; pero, en
virtud de la necesaria estimulación del individuo capitalista que cada trabajador tiene
dentro de sí, que es inherente al régimen del socialismo formal, la colectivización y la
conciencia y la moral colectivas son mantenidas en el estadio alcanzado únicamente por
medio de la dictadura violenta de una fracción del partido y del proletariado sobre el total
del partido y de la clase, tanto más virulenta aquella cuanto lo que espontáneamente surge
de la gran masa de los obreros es la reivindicación de un régimen económico basado en la
descentralización, la autogestión y la propiedad por grupos, que es la antítesis del
socialismo marxista.
La continuación de esta historia es conocida de todos: los elementos germinales del
otro del socialismo formal maduran y dan origen al capitalismo específico que se conoció
como "socialismo real" y se derrumbó en 1989.
Entonces, para nosotros, el régimen económico que construyó el proletariado ruso
bajo la dirigencia del partido bolchevique no es el socialismo en toda su extensión, tal y
como lo habían columbrado Marx y Engels, sino sólo su forma que está gravada por un
contenido capitalista; era forzoso, entonces, que aún la forma del socialismo que se
estableció en la URSS adoleciera de imperfecciones y defectos, de estigmas del régimen
capitalista, etcétera, como por ejemplo sucedió con la estructura industrial que,
colectivizada y todo, mantenía unas características que sólo la hacían apta para restaurar
la naturaleza capitalista de los trabajadores y no para reconstituir sus capacidades
naturales humanas; era inevitable que la forma del socialismo tuviera a su otro en sí
mismo, es decir, un contenido capitalista. De igual manera, la estructura y acción del
Partido Bolchevique y su relación con las masas no fueron, durante el período de la
construcción del socialismo, las que teóricamente había definido Lenin porque, debido al
fortalecimiento del contenido capitalista que el progreso de aquel implicaba, las masas
obreras se inclinaban espontáneamente hacia una forma de organización económica
contraria a la colectivización que no era otra cosa sino un régimen capitalista sui generis y,
por tanto, en una medida cada vez mayor debió prevalecer necesariamente la dictadura
sobre la democracia; la verdadera naturaleza de los intereses de los revisionistas se
comprende ahora más claramente, pues la democracia que post festum exigen al partido
bolchevique de la época de Stalin sólo habría ocasionado la acelerada reversión del
socialismo formal hacia el capitalismo sui generis, como efectivamente sucedió después de
la muerte de aquel. En la cima del socialismo bolchevique, la mayoría de la clase obrera y
del Partido ha sido ganada por las ideas contrarias al régimen, por lo que la dictadura de
los elementos socialistas encabezados por Stalin adquiere por fuerza una violencia enorme,
desproporcionada y completamente inútil, que además se han encargado de magnificar,
unidos amigablemente también en esta tarea, la burguesía internacional y el revisionismo
y oportunismo modernos.
Para nosotros, en suma, el socialismo formal es el resultado necesario de una fase
específica del desarrollo del régimen capitalista y no una deformación de un modelo teórico
determinado que no se aplicó correctamente por circunstancias coyunturales y/o por las
deformaciones de un dirigente y un Partido que traicionaron los principios de la revolución;
haciendo una reducción al absurdo, podemos decir que, aunque en esta etapa el
socialismo se hubiera establecido en los países más desarrollados, el resultado final habría
sido el mismo, pues la naturaleza del capitalismo ahí existente no su grado de desarrollo
era igual que la del de la Rusia prerrevolucionaria; también entonces habríamos visto el

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nacimiento, evolución y extinción de un socialismo formal y, por último, una restauración


plena del capitalismo para dar lugar a la fase superior de este régimen social en donde
serían llevadas hasta sus últimas consecuencias sus características esenciales,
preparándose así el paso al socialismo formal y real que es el que el marxismo
revolucionario descubrió desde hace mucho tiempo como la esencia negativa del
capitalismo.
La revolución rusa de 1917 y el régimen económico-social que se empezó a forjar en
Rusia a partir de 1930 fueron, la primera una revolución proletaria típicamente marxista y
el segundo un régimen de socialismo marxista que se produjeron en circunstancias
históricas específicas y por tanto tienen características también peculiares. La revolución
bolchevique cumplió con todas las prescripciones de los clásicos del marxismo: un partido
revolucionario, que era el resultado superior del movimiento revolucionario marxista
internacional, armado con una teoría revolucionaria que es el marxismo enriquecido por el
leninismo, se fusiona con la clase obrera y la dirige a la conquista del poder político para
fraguar así un régimen de dictadura proletaria; éste, después de consolidarse firmemente,
inicia la construcción del socialismo preconizado por los clásicos, es decir,
fundamentalmente la colectivización de la producción, la planificación y dirección
centralizada de la economía y la elevación del nivel material y cultural del proletariado. Lo
característico del socialismo construido en la URSS radica en que ha conservado sin
alterar la íntima naturaleza capitalista de los trabajadores y esto encuentra su explicación
en la fase histórica de existencia del capitalismo a escala internacional y no, como se
pretende, en lo coyuntural del desarrollo del capitalismo ruso.
Para el revisionismo de todo tipo -recordemos que el trotskismo es también una
forma del revisionismo-, la revolución rusa no fue una revolución típicamente marxista ni
el régimen que se implantó en la URSS fue socialista. Pero a estas declaraciones
pretendidamente anonadantes ya tenemos algo que oponer: sus propias concepciones que
ya hemos conocido. Partamos de lo que ellos consideran que es el socialismo, el modelo
"marxistamente puro" que enfrentan al socialismo estaliniano: se trata, ni más ni menos,
de lo que ellos mismos han dado en llamar "socialismo humanista y democrático" y cuyos
pintorescos rasgos ya apreciamos suficientemente en párrafos anteriores, es decir, del
sistema económico-político que la pequeña burguesía ha construido con su portentosa
imaginación; de ahí entonces que la menor dosis de colectivización, de sometimiento del
individuo a la colectividad, encienda en ellos una santa indignación contra quienes se
atreven a desafiar a la sagrada naturaleza humana del individuo. Sigamos con lo que
conceptúan como la relación perfecta entre el Partido y las Masas y que oponen a la brutal
dictadura estaliniana: la labor del Partido es, según esto, estimular entre las masas la
máxima libertad para que de sus necesidades instintivas, desde luego individuales, surjan
las reivindicaciones que se materialicen en la acción práctica del proletariado, la cual,
evidentemente, debe desembocar en el establecimiento del glamoroso régimen soñado por
la pequeña burguesía; es por eso que toda la labor partidaria encaminada a reprimir la
desbocada actividad de las masas en pos de sus intereses individuales, a inculcarles la
moral del colectivismo proletario y a defender la dictadura del proletariado y la producción
colectivizada, es satanizada como una monstruosa imposición que ahoga al individuo.
Terminemos con lo que entienden por verdadera revolución y que oponen al "engendro"
leninista de la revolución bolchevique; la revolución socialista -se designa con este nombre
al movimiento que se supone da acceso a la utopía pequeño burguesa del "socialismo
humanista"- debió haberse realizado primeramente en los países capitalistas más
desarrollados pues esto habría garantizado que inmediatamente podría ponerse toda la
estructura industrial al servicio de la satisfacción de las necesidades elementales de los
trabajadores para seguir, sin solución de continuidad, con la tarea superior de implantar el
reino milenario del amor, la belleza, la sensualidad, etcétera, en donde el individuo, una
vez llenadas sus necesidades físicas más imperiosas, deje volar su loca fantasía y forje su
reino personal, en el que es amo y señor y pueda libremente desenvolver sus potencias
espirituales; a eso se debe que el revisionismo, que es pequeño burgués por definición, vea
con horror una revolución realizada por el proletariado inculto de un país en donde existe

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un capitalismo bárbaro, asiático, infra desarrollado y en el que, por tanto, en lugar de


establecer el socialismo -esto es, la risible caricatura que de ese régimen ha inventado la
pequeña burguesía- tiene que empeñarse en un trabajo inferior, es decir, en industrializar
al país mediante una colectivización forzada, violenta, antihumana, postergando hasta las
calendas griegas la edificación del "verdadero socialismo".
Como ya lo expresamos, no es nuestra intención defender a Stalin o hacer un
panegírico de su papel como dirigente del Partido Bolchevique y del Estado Soviético; pero
no podemos menos que señalar lo que se ha puesto de relieve en toda la argumentación
anterior: la enorme diferencia, la distancia insalvable que hay entre el partido bolchevique,
el gobierno soviético, el dirigente máximo de ambos aparatos después de la muerte de
Lenin, la revolución proletaria y el socialismo rusos, que representan la continuación de la
teoría y la práctica revolucionarias marxistas, respecto de la miseria teórica y práctica de la
pequeña burguesía que nada ha dado al mundo salvo el lamentable espectáculo de su
incurable estulticia crónica.

b) La teoría de la malformación congénita del socialismo ruso.


Esta teoría concede el lugar principal a la coyuntura en la valoración de la
revolución rusa y de los sucesos posteriores que tienen su desenlace con el derrumbe del
llamado "socialismo real"; su sostenedor más renombrado es Charles Bettelheim.
De entrada, debemos decir que la posición que privilegia la coyuntura como lo
decisivo en el acontecer histórico es anticientífica y antimarxista por definición. Y de esta
contextura es la concepción de Bettelheim. No se necesita de un gran esfuerzo teórico para
reconocer como trasfondo de las elucubraciones de este autor todos los postulados de la
pequeña burguesía que ya tuvimos oportunidad de analizar con mayor o menor detalle en
el punto anterior.
Lo primero que llama poderosamente la atención es que Bettelheim 128, quien había
vivido en la URSS por muchos años y que incluso había aprendido ruso para poder
comprender mejor la economía de esa nación, sólo hasta 1968, y esto a raíz de la invasión
rusa a Checoslovaquia, se apercibió de que lo que existía en ese país no era el socialismo,
sino una forma sui generis del capitalismo. Esto nos revela dos cosas: primero, que
Bettelheim reconoció el no-socialismo de la URSS únicamente hasta que tuvo ante sus ojos
el modelo teórico del socialismo -socialismo humanista- que propugnaba la pequeña
burguesía internacional y al que, según el consenso de toda la intelectualidad pequeño
burguesa de izquierda de aquella época, se dirigía el movimiento democratizador de
Dubceck; segundo, que el autor que ocupa nuestra atención había reputado como un
régimen socialista -aun reconociendo en él algunas imperfecciones- al que existía en la
Unión Soviética en los años 60, cuando ya era una organización económico-social franca y
abiertamente capitalista. En ambas situaciones de su evolución intelectual Bettelheim no
tiene como modelo de comparación al socialismo marxista-leninista, bolchevique, sino dos
versiones del socialismo pequeño burgués, el "socialismo humanista" y el llamado
"socialismo realmente existente".
La revelación intelectual que propicia en Bettelheim la invasión rusa a
Checoslovaquia lo conduce a indagar, con el instrumental de la teoría del "socialismo
humanista" que recién ha adquirido, acerca del pasado del régimen soviético hasta llegar al
punto mismo de la revolución bolchevique de 1917. Encuentra que la revolución rusa fue,
sin lugar a dudas, una revolución proletaria, es decir, realizada por el proletariado ruso
dirigido por su partido de clase, el partido bolchevique; sin embargo, desde la época de la
insurrección armada y durante los primeros años de la dictadura del proletariado -que
también admite se estableció en Rusia como coronamiento de la revolución proletaria- se
gestó y desarrolló un vicio en la ideología, en la estructura y en la relación del partido con
las masas que se prolongó inclusive a la época posterior de la colectivización estalinista;
hay que hacer notar que para Bettelheim ese vicio era algo que podía haberse evitado, es

128
Bettelheim, Charles, Las luchas de clases en la URSS, primer período (1917-1923), Siglo XXI Editores,
México, 1977.

213
2
1

decir, que no estaba inscrito como una necesidad ineluctable en el desarrollo de la


revolución rusa, sino como una mera circunstancia, algo coyuntural que por diversas y
múltiples razones concretas que él se propone descifrar no pudo ser superado por los
revolucionarios rusos y los llevó a cometer graves errores, sobre todo en la construcción del
socialismo que, debido a todo eso, nunca se pudo concretar realmente y, por último,
condujo a la sociedad rusa a la restauración del capitalismo.
El defecto ideológico a que hace referencia Bettelheim es lo que él llama
economismo, al cual le da diferentes connotaciones según la etapa de la revolución de que
se trate. Así, en el período de la formación del partido y del inicio de la fusión de éste con el
proletariado, denomina de esta manera a la tendencia que circunscribe la lucha a las solas
reivindicaciones económicas; la corriente más fuerte dentro del partido es la que se inclina
hacia ese tipo de enfrentamiento con la burguesía y únicamente la táctica característica de
Lenin de apoyarse en las libres iniciativas de las masas es lo que hace posible que el
partido bolchevique adopte una línea revolucionaria que conduce a la conquista del poder
por los obreros y al establecimiento de su dictadura.
También dentro del período del desarrollo y consolidación del poder obrero, que
abarca aproximadamente desde la toma del poder hasta la muerte de Lenin, Bettelheim
encuentra la misma naturaleza economista del partido, aunque ahora referida a otro tipo
de problemas; esto por lo pronto no será objeto de nuestra atención.
Más adelante, cuando el partido bolchevique se echa a cuestas la tarea de la
construcción del socialismo, lo cual era perfectamente posible porque en la fase anterior se
habían creado las más firmes premisas para ello, Bettelheim encuentra de nuevo los
elementos de su esquema favorito: el grueso del partido, liderado por Stalin e
imponiéndose dictatorialmente a las masas obreras, opta por la tendencia economista y en
lugar del socialismo desarrolla solamente las fuerzas productivas mediante una
colectivización forzada y violenta. Aquí, Bettelheim se saca de la chistera una peregrina
teoría de las formaciones económico-sociales y la atribuye sin más a la doctrina marxista:
su tesis la expresa diciendo que los bolcheviques, con los planes quinquenales, lo que
habían hecho era únicamente impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas y no
habían revolucionarizado las relaciones de producción transformándolas de capitalistas en
socialistas, que las relaciones socialistas las habían establecido jurídicamente pero no en
la realidad. Según esto, las relaciones de propiedad y las formas de producción capitalistas
que la revolución bolchevique y el gobierno soviético transformaron en su opuesto no
formaban parte de las relaciones de producción y éstas estaban constituidas únicamente
por la división entre trabajo físico y trabajo mental, la separación entre el campo y la
ciudad y la supervivencia del pago en salario a los obreros; tales divisiones y esa
pervivencia eran el contenido fundamental de las relaciones de producción, según
Bettelheim.
Marx expresa tajantemente, en el Prólogo de su obra Crítica de la Economía
Política, la que es su definición clásica de las relaciones de producción:

...Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en


contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su
expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta
entonces...129
.
Marx identifica totalmente las relaciones de producción con las relaciones de
propiedad.
La relación de propiedad característica del socialismo es la propiedad colectiva, es
decir, la concentración de la propiedad de los medios e instrumentos de producción en
manos del Estado proletario; desde los primero años del régimen soviético se inició y
desarrolló un proceso, perfectamente contabilizado y registrado por los organismos
correspondientes, de desposesión de la propiedad privada de la burguesía y de
constitución, con los bienes así confiscados, de la propiedad colectiva de los trabajadores
129
Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, Editora Nacional, México, p. 7

214
2
1

soviéticos; durante la larga época de funcionamiento de los planes quinquenales, el


régimen soviético va avanzando aceleradamente en ese proceso de conversión de la
propiedad privada capitalista en propiedad socialista, de tal suerte que para la década de
los años 50 prácticamente en la industria ya sólo existe la propiedad colectiva y en el
campo ésta coexiste con una propiedad cooperativa en trance de colectivización. En la
misma medida en que la propiedad privada se transforma en colectiva, va disminuyendo,
hasta prácticamente desaparecer, la relación trabajo asalariado-capital, puesto que ésta y
la propiedad privada capitalista están íntima e indisolublemente ligadas. El paso de la
propiedad privada a la propiedad socialista es la base para la colectivización de la
producción, la unificación de la estructura industrial y la planificación del proceso
productivo. Con fundamento en todo esto, se desarrolla la industrialización del régimen
soviético. Como se ve, es precisamente la transformación radical de las relaciones de
producción capitalistas el punto de apoyo para la industrialización socialista de la
economía soviética. En el proceso descrito van de la mano, implicándose uno al otro, la
conversión de la propiedad privada capitalista en propiedad colectiva, la abolición de la
relación trabajo asalariado-capital, la colectivización de la producción, la unificación de la
estructura industrial, la planificación de la producción y la industrialización socialista.
Si hay alguien que alguna vez haya seguido al pié de la letra las prescripciones
marxistas leninistas para la construcción del socialismo lo fue el partido bolchevique
durante la vigencia de los planes quinquenales. La aplicación escrupulosa de las tesis del
marxismo-leninismo se manifiesta en que el partido bolchevique reconoce, además de todo
lo anterior, la fórmula clásica que Marx consignó en su "Crítica del Programa de Gotha"
conforme a la cual en el socialismo los obreros recibirán del fondo común los satisfactores
de sus necesidades de acuerdo con la cantidad del trabajo aportado a la producción, es
decir, que recibirán un estipendio o salario, lo cual no debe confundirse con la
subsistencia de la relación trabajo asalariado-capital por que ya no existe el segundo de
estos términos, y también en que tiene en cuenta la previsión marxista de que en el
socialismo pervivirán la división entre trabajo físico y trabajo mental y entre el campo y la
ciudad mientras se crean los elementos materiales e intelectuales para su abolición y que
es sólo hasta en el régimen comunista en donde, dice Marx, se inscribirá en las banderas
de la sociedad el principio "de cada quién según sus capacidades, a cada quién según sus
necesidades" y se suprimirán las divisiones mencionadas.
El partido bolchevique se negó rotundamente a las exigencias izquierdistas de
intentar sustituir -porque evidentemente eso no se hubiera logrado nunca- en esta fase del
desarrollo del régimen soviético el trabajo remunerado por el trabajo voluntario
independiente de cualquier pago -los fracasados sábados comunistas por los que tanto
lloran los revisionistas-. Sin embargo, cuando ya se había avanzado un buen tramo en la
construcción del socialismo, los bolcheviques empezaron a impulsar el trabajo voluntario
bajo las formas de la emulación socialista y del trabajo de choque, lo cual representaba el
germen de la forma superior de trabajo que debería establecerse en el comunismo.
De la misma manera, las contradicciones entre el trabajo físico y mental y entre el
campo y la ciudad empezaron a ser tratados convenientemente con el fin de preparar las
condiciones para su anulación durante el comunismo.
Y precisamente de eso acusa Bettelheim a los revolucionarios rusos, esto es, de
cumplir cabalmente con los postulados del marxismo-leninismo al no pretender abolir lo
que necesariamente tenía que seguir existiendo en el régimen socialista y sólo podía
desaparecer en la sociedad comunista.
Hay, entonces, en Bettelheim, una terrible incomprensión de una idea elemental del
marxismo-leninismo, del concepto de relaciones de producción; pero es una incomprensión
interesada, porque así puede introducir de contrabando la concepción del "socialismo
humanista", contrahecho vástago de la intelectualidad pequeño burguesa moderna, y
confrontar con ella el socialismo estaliniano para descalificarlo sin apelación.
En efecto, Bettelheim condena como no-socialista la confiscación creciente que hace
el gobierno bolchevique de la propiedad privada capitalista y su concentración en manos
del estado proletario porque se ha realizado desde arriba, antidemocráticamente, sin la

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2
1

participación libre y voluntaria de las masas; para Bettelheim y para todos los revisionistas
modernos, la apropiación por el proletariado de los medios e instrumentos de producción
debe ser un acto que surja espontáneamente de las masas, una manifestación libre de la
personalidad e individualidad de los proletarios que tenga en cuenta sus capacidades y
necesidades específicas, una realización de aquellas para que de esa manera la porción de
los medios de producción en los que despliega su fuerza de trabajo, la fábrica, sea su
propiedad, su fábrica; esta es, ni más ni menos, la tesis de la autogestión obrera llevada a
la práctica por los revisionistas yugoslavos y reivindicada por la intelectualidad pequeño
burguesa durante su levantamiento internacional iniciado en París en 1968.
Bettelheim fustiga la forma de trabajo asalariado que necesariamente conserva el
régimen soviético, con lo cual se adhiere a la propuesta del "socialismo humanista" de
establecer una forma de trabajo voluntario y libre que sea la expresión y realización de las
capacidades individuales de los trabajadores; en lugar de la actitud racional, sencilla y
natural del hombre de la sociedad comunista que despliega sus capacidades directamente
en forma social, colectiva, tenemos una actitud mística, irracional, en la que la pequeña
burguesía pretende que el obrero cultive y desarrolle lo que la historia ya se encargó de
eliminar totalmente con la socialización de la producción, es decir, sus capacidades
particulares, personales, individuales y, además, que lo haga en una forma sensual,
placentera, libidinal, lúdica -el trabajo como juego-; como vemos, la en apariencia
terriblemente izquierdista proposición de abolir, como condición para la existencia del
socialismo, la remuneración de los obreros conforme a la cantidad del trabajo
proporcionado a la sociedad, resulta ser en realidad el vehículo para introducir una
reivindicación clásica de la pequeña burguesía; esta clase social lo único que logra, en
realidad, es preparar el terreno, aquí, en esta sociedad burguesa existente, para las
tendencias capitalistas que, con el fin de incrementar la masa de plusvalía que arrancan al
proletariado, intentan también convertir el trabajo asalariado en algo placentero, libidinal y
lúdico para el obrero individual.
Nuestro autor reprocha al régimen soviético el no haber suprimido, como condición
para la construcción del socialismo, la división entre el trabajo físico y mental; esta
exigencia tiene también la apariencia de una propuesta archi revolucionaria. Sin embargo,
en el fondo se trata de lo mismo: lo que la pequeña burguesía pretende es convertir a todos
los trabajadores en intelectuales pequeño burgueses, es decir, dotar a los obreros de una
facultad intelectiva individual -la inteligencia personal, tan cara a los profesores
universitarios- que les permita conocer sus capacidades y necesidades individuales
verdaderamente humanas, su sensibilidad humana y dirigir su actividad práctica al
ejercicio y la satisfacción de aquellas. La pequeña burguesía sueña con un proletariado que
sea un vasto semillero de pensadores, filósofos, poetas, pintores, escritores, actores,
artistas en toda la extensión de la palabra.
La cruda realidad se encargó de echar por tierra todo el andamiaje teórico de
Bettelheim; al mismo tiempo que encontró en la invasión rusa a Checoslovaquia la piedra
de toque para la comprensión de la naturaleza del régimen soviético, vio en la "revolución
cultural" china el método revolucionario por excelencia para evitar que los partidos
comunistas sufrieran las desviaciones que según el prejuicio teórico de la pequeña
burguesía había padecido el partido bolchevique. En lugar de la acción revolucionaria de
las masas para encauzar la revolución por el camino correcto, lo que obtuvo la dirigencia
del partido comunista chino fue la formación de grupos de choque integrados por
delincuentes juveniles que, desplegando una violencia inaudita contra la masa de los
trabajadores, aceleraron en lugar de detener el proceso de descomposición del socialismo
en China, que a partir de ahí se enfiló directamente hacia un régimen de capitalismo sui
generis, como el que existió en la URSS hasta 1989.
Bettelheim descarta como factores determinantes de la evolución del régimen
soviético al grado de desarrollo alcanzado por el capitalismo en Rusia en el período anterior
a la revolución y al supuesto cerco económico, político y militar que los países capitalistas
tendieron en su derredor a partir del triunfo de la revolución proletaria; de esta manera,
deja como único elemento significativo a la actuación del partido bolchevique, la cual pudo

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2
1

haber sido de un tal modo -para Bettelheim, el modo revolucionario- y fue de otro debido a
las múltiples circunstancias que concurrieron en el proceso revolucionario y a las que hay
que estudiar concienzudamente para obtener las conclusiones correspondientes y evitar
los mismos errores en la revolución futura.
El revisionismo moderno hace una crítica del concepto clásico de socialismo y en su
lugar propone una definición que considera ser la acertada. Para él, el socialismo no es el
otro del capitalismo, es decir, no es el proceso de socialización de la producción, de
integración del proletariado como fuerza abstracta de trabajo, de explotación y
depauperación de los obreros como aniquilación de su naturaleza humana, de desarrollo
de la teoría y el movimiento revolucionarios, etcétera, que se da en el régimen capitalista y
que lleva necesariamente, porque ya lo es por su destino, hacia el socialismo, es decir, a la
conquista del poder por el proletariado, a la dictadura de esa misma clase, a la
expropiación de la propiedad privada de la burguesía, a la instauración de la propiedad
colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, a la colectivización de la
producción, etcétera; para nuestros revisionistas, puede la historia empeñarse en realizar
esas tareas una y mil veces, pero si no hay "democracia" en el partido que dirija ese
movimiento, no habrá socialismo a despecho de lo que aquella diga. Ya sabemos lo que
para el revisionismo pequeño burgués significa esa "democracia" que con tanto denuedo
defiende: consiste en dejar actuar libremente a las masas obreras para que ellas impongan
soberanamente al régimen económico y político las características que corresponden a sus
verdaderas necesidades "humanas", esto es, organizarlas bajo la dirección de la
intelectualidad pequeño burguesa con el fin de establecer el "socialismo humanista", que
es el régimen en el cual deben florecer sin restricciones sus capacidades individuales.
El socialismo no es, entonces, para los revisionistas, el movimiento real de la
historia, sino lo que ese movimiento debería haber sido de acuerdo con el modelo que la
intelectualidad pequeño burguesa, desde sus cubículos en la Universidad, ha forjado a
través de la crítica dentro de los límites de la razón pura y que constituye un verdadero
"ideal", en el sentido ético de la palabra.
Un examen superficial de las tesis revisionistas nos haría creer falsamente que a su
juicio las características del régimen soviético no son socialistas sólo porque no hubo
"democracia" en el proceso, ya sea dentro del partido o en las relaciones entre el partido y
las masas trabajadoras, y que en el caso de que se hubiese corregido esta "desviación",
aquellos rasgos distintivos, y no otros, habrían adquirido entonces el rango de
verdaderamente socialistas; pero no hay nada más lejos de la verdad. Para el revisionismo,
precisamente la falta de "democracia" hizo abortar el proceso desde el principio, dando
lugar a un régimen que no tenía ningún carácter socialista; esto quiere decir que para ellos
la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, la colectivización de
la producción, la dirección colectiva de la economía, la formación del hombre colectivo,
etcétera, en ninguna forma y en ninguna circunstancia tienen naturaleza socialista. ¿Qué
es, entonces, el socialismo para los revisionistas? Es el régimen del "socialismo
democrático y humanista", retoño teórico mimado de la intelectualidad pequeño burguesa,
que tiene su fundamento en la llamada propiedad por grupos, en la autogestión obrera y
en el desarrollo multifacético de la individualidad de los trabajadores, y que ya tuvo
oportunidad de mostrarse a la faz del mundo en la antigua república Yugoslava; es
evidente que esta forma de organización social únicamente puede implantarse ahí en
donde se deje en entera libertad a las masas obreras para que establezcan un régimen
acorde con sus necesidades individuales, las cuales en el capitalismo brotan directamente
de su situación económica y son capitalistas por definición y en el socialismo formal
surgen a la luz cuando su contenido capitalista se impone sobre la conciencia colectiva de
los trabajadores.

c) La teoría del capitalismo de estado en Rusia.


Para quienes sostienen esta teoría, lo que se estableció en Rusia después de la
revolución de 1917 no fue un régimen socialista, sino sólo una forma determinada del

217
2
1

régimen capitalista, un capitalismo de estado típico. El argumento en el que se finca esta


aseveración es irreprochable desde el punto de vista de la ideología de la pequeña
burguesía: para ella, el socialismo es la descentralización de una industria altamente
desarrollada (ésta es la condición indispensable para que sus partes puedan subsistir
independientemente en la propiedad por grupos) y la autogestión de la producción
aunadas al libre desenvolvimiento de las capacidades individuales (pequeño burguesas por
definición) de los trabajadores, mientras que el socialismo soviético se estableció en un
país de bajo desarrollo económico y por esa razón tuvo como eje rector, a lo largo de los
planes quinquenales, a la propiedad colectiva, la férrea centralización de la producción, la
dirección también centralizada y colectiva, basada en planes, de la economía, la anulación
drástica de la individualidad capitalista de los trabajadores, el impulso decidido a la vida
colectiva y el sometimiento de la intelectualidad proletaria a las necesidades de la
colectividad, todas ellas precisamente características distintivas del socialismo marxista,
proletario; lo que la intelectualidad pequeño burguesa le reprocha a la revolución rusa es
que, debido al bajo desarrollo alcanzado por el capitalismo en ese país y por el fracaso de la
revolución en los países capitalistas más desarrollados, ¡los revolucionarios rusos hayan
tenido que implantar ahí el socialismo marxista y no el monstruo deforme que con su
prodigiosa imaginación han forjado, el socialismo humanista, catálogo de todos los
intereses y prejuicios de la pequeña burguesía!.
El capitalismo de estado no puede ser sino una forma que adopta el mismo régimen
de producción capitalista; en ella, el Estado capitalista adquiere una gran cantidad de
funciones de producción y distribución, pero todas dirigidas hacia el apoyo y
complementación de la producción privada capitalista, la cual se desarrolla precisamente
con base en ese apoyo y complementación que le brinda el capital público, aunque en
ciertos momentos parezca que éste suplanta totalmente a aquel; el capitalismo de estado
supone y engendra necesariamente al capitalismo privado; no es posible que exista un
capitalismo en el cual el único capitalista sea un ente político y no haya capitalistas
privados. Esta es, sin embargo, la peregrina teoría de los revisionistas modernos, los cuales
sostienen que el estado soviético era un monstruoso capitalista que al mismo tiempo que
excluía a los capitalistas privados mantenía bajo su dominación a las masas trabajadoras.
El Estado bolchevique desarrolló un proceso de absorción de actividades
productivas y distributivas que estaba directamente relacionado con la desposesión de los
productores capitalistas privados; cada paso que daba en la colectivización de la
producción se basaba en la aniquilación del sector capitalista correspondiente, hasta llegar
al punto en el cual el grueso de los medios e instrumentos de producción se encontraban
en manos del gobierno proletario y la clase capitalista había sido despojada de ellos y de su
poder político; esto quiere decir que en la Unión Soviética la concentración en el estado
proletario de los medios e instrumentos de producción no tenía como finalidad el apoyo y
complementación del capitalismo privado, sino que se basaba en y tenía como resultado la
abolición implacable de la propiedad privada capitalista; lo que existía en la Rusia soviética
no era, por tanto, un capitalismo de estado, sino un socialismo de corte clásico.
En un golpe de audacia, el revisionismo intenta enmendarle la plana a Lenin y hace
una crítica a la teoría expuesta por éste en su libro "El imperialismo fase superior del
capitalismo".
Conforme a las especulaciones del revisionismo, la tesis clásica del marxismo nos
enseña que el capitalismo crea las premisas para la revolución socialista a través de la
acumulación de capital y del desarrollo de las fuerzas productivas; existe, según esto, un
cierto nivel de la acumulación y de las fuerzas productivas antes del cual es imposible que
el socialismo se produzca en un país; a contrario sensu, cuando el capitalismo alcanza un
determinado grado de madurez, es posible entonces que el socialismo se instaure en ese
lugar. En la época inmediata anterior a la primera guerra mundial, el capitalismo se había
desarrollado hasta un punto muy alto en un grupo de países imperialistas, y junto a éstos
existía una gran cantidad de naciones que eran colonias, semi colonias o países
independientes, pero todos con un ínfimo grado de evolución capitalista. Era obvio,
entonces, expresan los revisionistas, que la revolución socialista sólo podría haberse

218
2
1

establecido en los países de más alto desarrollo capitalista, en los cuales las condiciones
materiales estaban ya lo suficientemente maduras para ello. Posteriormente, una vez
fortalecido el socialismo en los países más ricos, la revolución se extendería hasta las
colonias, neocolonias y países independientes en donde, con el apoyo de aquellos, se
podría establecer el socialismo mediante la acumulación acelerada dirigida por el gobierno
de los trabajadores.
Lenin, argumentan los revisionistas, forzando la teoría marxista e intentando
imponer un curso determinado a la historia, se propuso hacer lo que era imposible, es
decir, construir el socialismo en un país sumamente atrasado, en el cual la acumulación y
las fuerzas productivas estaban muy por debajo del punto crítico y que además se
encontraba completamente cercado por países en donde el capitalismo se había vigorizado
enormemente por medio de la derrota de la revolución que en ellos se gestaba.
Lenin se encuentra en Rusia con un movimiento revolucionario que se palpa con las
manos; pero éste no tenía, explican los revisionistas, un carácter socialista, sino
capitalista. Imbuido de sus prejuicios, Lenin trata entonces de fundamentar teóricamente
la acción del partido bolchevique en la revolución que se avecina. Desarrolla así la teoría
del imperialismo, de la cual hace el sujeto principal al capital financiero que, avasallándolo
todo, crea las premisas de la revolución socialista en una buena parte del sistema
capitalista, y no sólo en los países más desarrollados, sino también en aquellos de menor
desarrollo pero en los cuales se ha asentado firme y profundamente el capitalismo; el
sistema capitalista está formado por un conjunto de países de disímil desarrollo, en todos
los cuales maduran las premisas de la revolución, por lo cual ésta puede surgir tanto en
alguno o algunos de los países imperialistas o en alguno de sus eslabones más débiles, es
decir, en alguno de los países de menor desarrollo capitalista. Si la revolución estalla en
una de las metrópolis, entonces ella se convertirá en la base de sustentación de la
revolución en los demás países capitalistas; si, por el contrario, aquella se presenta en el
eslabón más débil de todo el sistema, entonces será el motor para encender la revolución
en los países desarrollados en donde se constituirá la base de apoyo para el primer país
revolucionario. De acuerdo con esto, Lenin considera erróneamente que la revolución que
se avecina en Rusia tiene un carácter socialista y que su realización traerá consigo
necesariamente un gran impulso a la revolución en los países desarrollados, los cuales
posteriormente serán el soporte de la construcción del socialismo en la vieja Rusia.
Sin embargo, continúan expresando los revisionistas, la realidad se impuso
implacablemente a las mistificaciones teóricas de Lenin: en efecto, la revolución rusa no
sólo no produjo la revolución en las metrópolis capitalistas, sino que, por el contrario, dio
lugar a un avasallador proceso contrarrevolucionario; la revolución rusa quedó
abandonada a sus propias fuerzas y entonces Lenin tuvo que echar mano de otro
subterfugio más: la tesis de la construcción del socialismo en un sólo país que por
añadidura se encontraba en el punto más bajo del desarrollo capitalista.
Es por eso que la cruda realidad se impuso definitivamente; a despecho del
discurso leninista, lo que verdaderamente se estableció en Rusia fue un régimen de
capitalismo de estado que tenía como contenido una acumulación acelerada de capital y
un desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas basados en una colectivización forzosa
bajo la dirección dictatorial de un pequeño grupo que se constituyó en el único capitalista;
ningún tipo de socialismo pudo haberse instituido ahí porque el previo desarrollo
capitalista (acumulación de capital y volumen de las fuerzas productivas) no había
alcanzado el mínimo nivel requerido para ello.
En El imperialismo, fase superior del capitalismo 130, Lenin, haciendo una aplicación
impecable del marxismo, parte del estudio de las leyes que rigen la producción industrial
en la fase que vive el capitalismo en los primeros años de este siglo; así, encuentra que la
concentración y la centralización del capital han dado lugar, en los países capitalistas más

130
Lenin, Vladimir Ilich, El imperialismo, fase superior del capitalismo (esbozo popular), en Lenin,
Vladimir Ilich, “Obras Escogidas” en tres tomos. T. I, Instituto de marxismo-leninismo del CC. Del
PCUS, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, s/f, pp. 719-834

219
2
2

desarrollados, a la proliferación de los monopolios y los cárteles los cuales controlan la


mayor parte de la producción interna y extienden sus tentáculos hacia los países de menor
desarrollo para convertirlos en sus proveedores de materias primas, mercados para sus
manufacturas y campos de inversión para su capital excedente. Esta monopolización de la
producción se acompaña necesariamente por un crecimiento acelerado del capital dinero
que funciona como capital bancario y por un entrelazamiento entre la industria cartelizada
y la banca a cuyo producto designa Lenin con el nombre de capital financiero. Como
remate de todo esto, el Estado se convierte en el instrumento para la realización de la
política interna y externa del complejo industrial-bancario monopolista. En el interior de
cada país capitalista desarrollado, la monopolización de la producción lleva a la ruina a la
agricultura y a la mediana y pequeña industria, provoca la elevación escandalosa de los
precios de los bienes de consumo necesario, incrementando así la miseria en que ya se
debaten las grandes masas de obreros y origina una reacción extrema que endurece las
condiciones de trabajo y de vida de los proletarios y de las capas medias.
En el exterior, cada estado capitalista entra en una competencia feroz con los
demás estados capitalistas desarrollados a los que disputa los territorios coloniales para
establecer en ellos sus esferas de influencia; esa competencia se realiza alternativamente
por medios pacíficos y violentos, hasta que se producen confrontaciones armadas que
desembocan necesariamente en una conflagración general en la que participan todos los
estados capitalistas más poderosos.
La economía de los países capitalistas desarrollados se orienta en una gran parte
hacia la producción bélica, agravando así aún más las condiciones de vida de la población.
La guerra interimperialista trae consigo obligadamente la aniquilación masiva de los
proletarios ya que éstos forman el grueso de los ejércitos beligerantes; igualmente, en el
interior de cada país intensifica la explotación a que están sujetos los trabajadores.
La evolución de la producción monopolizada da lugar, necesariamente, en el clímax
de su desarrollo, a los elementos de la transformación del capitalismo en socialismo: una
gigantesca socialización de la producción, una insoportable y creciente explotación y
depauperación de los trabajadores, una masiva aniquilación física de la clase proletaria,
una oposición radical, irreducible, entre la existencia del capitalismo y la supervivencia de
la clase obrera; paralelamente a todo esto, la teoría revolucionaria se perfecciona dando
lugar a un movimiento proletario de nuevo tipo que asume inmediatamente la tarea de la
conquista del poder y la instauración del socialismo.
Estas son las grandes líneas de las tesis leninistas acerca del imperialismo
expuestas en la obra mencionada, a las que sólo hemos agregado en el párrafo anterior las
consecuencias necesarias para la lucha revolucionaria que de ellas se desprenden, las
cuales fueron llevadas a la práctica por el partido comunista ruso y que Lenin únicamente
enuncia de una manera muy velada en su trabajo debido a que, como él aclara en el
prólogo,

...[El folleto] está escrito con vistas a la censura zarista. Por esto, no sólo me vi precisado a
limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico -sobre todo económico-, sino
que también hube de formular las indispensables y poco numerosas observaciones políticas
con la mayor prudencia, valiéndome de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, ese maldito
lenguaje a que el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la
pluma para escribir algo con destino a publicaciones de tipo 'legal'... Resulta doloroso releer
ahora, en los días de libertad, los pasajes del folleto desnaturalizados, comprimidos,
apretados en un anillo de hierro por la preocupación de la censura zarista. Para decir que el
imperialismo es la antesala de la revolución socialista, que el socialchovinismo (socialismo de
palabra y chovinismo de hecho) es una traición completa al socialismo, el paso completo al
lado de la burguesía, que esa escisión del movimiento obrero está relacionada con las
condiciones objetivas del imperialismo, etc., me vi obligado a recurrir a un lenguaje
'servil'131...

131
Idem

220
2
2

En suma, la teoría leninista del imperialismo es el resultado de la más ortodoxa de


las aplicaciones del marxismo al estudio del capitalismo tal y como existía en la época
cercana a la primera guerra mundial: Lenin, a partir de la esfera de acción del capital
industrial y siguiendo las leyes de su evolución, describe las transformaciones que sufre el
régimen económico hasta llegar a la hipertrofia de una de sus partes, la producción
monopolista entrelazada con la banca, el capital financiero, que se alza contra sus propias
bases de existencia y las socava al causar la ruina de su complemento necesario, la
pequeña y la mediana industria, y, fundamentalmente, al provocar la super explotación del
proletariado y su extinción física masiva en el conflicto bélico interimperialista. El otro del
capitalismo, el socialismo, madura a ojos vistas en la fase monopolista del desarrollo
capitalista.
En este contexto, encontramos que es en Rusia donde aquellas condiciones
revolucionarias se materializan plenamente y dan lugar a la primera revolución proletaria
en la historia, la cual, en su evolución, establece un verdadero régimen de producción
socialista. Esto encuentra su explicación en que: (1) Rusia era un país capitalista que, sin
tener un alto desarrollo, había sin embargo alcanzado el punto de madurez necesario para
que germinasen en él los elementos materiales e intelectuales del socialismo (ver al
respecto ese intencionalmente olvidado libro de Lenin El desarrollo del capitalismo en
Rusia, en el cual se establece, sin lugar a dudas, y de acuerdo con los cánones clásicos del
marxismo, la indudable naturaleza capitalista de la economía rusa y el exacto nivel de
desarrollo que en ella habían alcanzado la acumulación de capital y las fuerzas
productivas, todo lo cual hacía apto al capitalismo ruso para transformarse en su
contrario, el socialismo ruso; el revisionismo tiene una especial predilección por la tesis de
que el socialismo sólo puede construirse en un país en donde previamente el capitalismo
haya desarrollado hasta un nivel altísimo la acumulación de capital y las fuerzas
productivas; esto es así porque el socialismo que ellos pregonan, el "socialismo
humanista", se basa precisamente en la parcelización de una estructura industrial
mayúscula entre grupos autogestionarios y en una superabundancia de bienes de
consumo para la satisfacción de necesidades e intereses individuales de los integrantes de
la sociedad exaltados hasta el paroxismo); (2) su participación en el conflicto bélico había
llevado al proletariado ruso a su empobrecimiento acelerado y a su aniquilación masiva,
por lo que existía en él un vivo sentimiento de repudio hacia el régimen que era el causante
directo de sus desgracias y (3) en el partido bolchevique habían llegado a su más alto grado
de desarrollo la teoría y la organización revolucionarias, las cuales constituyen un
elemento decisivo para la realización de la revolución y la posterior construcción del
socialismo.
La revolución rusa fue, por tanto, una revolución proletaria que llevó a la clase
obrera rusa al poder y que culminó con el establecimiento en Rusia de un régimen
socialista clásico.
En su vociferante crítica del socialismo soviético -un odio visceral chorrea por todos
los poros de su discurso-, el revisionismo moderno nos da una muestra más del carácter
pequeño burgués de su ideología al denunciar como crímenes nefandos la represión
revolucionaria por el estado proletario de todas las manifestaciones de típicos intereses
pequeño burgueses en el seno de la intelectualidad obrera: en efecto, nada indigna más al
intelectual pequeño burgués que el saber que sus colegas rusos fueron reprimidos
implacablemente cuando quisieron ejercitar libremente sus preciosas capacidades
intelectuales para impulsar la revolución sexual (una reivindicación pequeño burguesa por
excelencia), la cultura humana (en donde el hombre es el pequeño burgués poseedor de
una "rica sensibilidad"), la ciencia (que es la indagación del sabio pequeño burgués, quien
desde la soledad del claustro universitario inquiere al mundo sobre sus insondables
misterios) y la teoría marxista (una revisión impúdica de las tesis revolucionarias para
introducir en ellas las formulaciones teóricas de los intereses de la pequeña burguesía).
La ceguera que causa al revisionismo su irrefrenable furia antibolchevique lo lleva a
considerar como marxistas a connotados revisionistas o a enemigos abiertos del marxismo.
En efecto, decreta sin más que Whilhelm Reich es marxista y que su propuesta de la

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2
2

liberación sexual es una reivindicación proletaria; nada más alejado de la verdad: la teoría
de Reich no es sino una variedad del psicoanálisis freudiano que no contiene ni un átomo
de crítica marxista y su eje central, la revolución sexual, es una reivindicación peculiar de
la pequeña burguesía que, por ejemplo en la década del 60, convirtió en su grito de guerra
en su enfrentamiento contra la gran burguesía. La revolución sexual sólo es la cretina
proposición de la intelectualidad pequeño burguesa de que se eliminen todas las
represiones sociales para que la energía libidinal pueda desarrollarse libremente bajo la
égida del principio del placer, es decir, pretende que se convierta la vida de los individuos
en un orgasmo ininterrumpido.
De la misma manera, concede el "status" de marxistas a verdaderos renegados o
enemigos de la teoría revolucionaria como Jean Paul Sartre, paradigma de los ideólogos de
la pequeña burguesía, André Gorz y, por supuesto, Herbert Marcuse, entre otros. Todos
ellos fueron integrantes de la llamada "nueva izquierda", fracción de la intelectualidad
pequeño burguesa internacional que tras de la abierta liberalización del régimen soviético
registrada a partir del XX Congreso del PCUS se dedicó en cuerpo y alma a revisar el
marxismo y a denostar al socialismo bolchevique.

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2

Capítulo III

Etapa del desenvolvimiento de la segunda fase de la esencia positiva


del régimen de producción capitalista

El capitalismo se perfecciona y fortalece, tanto económica como política e


ideológicamente, y llega, primero, al establecimiento de lo que sus apologistas han
denominado la “sociedad del bienestar” y, después, a lo que es llamado el “capitalismo de
consumo”. La característica fundamental de esta forma superior que adopta el régimen
capitalista es que en ella surge una tendencia poderosa al incremento del consumo, la cual
culmina con el advenimiento del consumo masivo. El consumo adquiere así un lugar
preponderante en el régimen de producción capitalista. La explotación de significativos
grupos de los trabajadores se realiza ahora a través de una constante elevación de su "nivel
de vida", de una satisfacción mayor de sus necesidades.
Al mismo tiempo, se abre una nueva etapa de existencia del sistema imperialista, la
del neoimperialismo y del neocolonialismo.
En la primera fase de su existencia el capitalismo niega, restringe y cuestiona las
necesidades individuales de los trabajadores; en la segunda, las justifica y las desarrolla,
primero incidental y luego sistemáticamente, como un instrumento de dominación,
explotación y exacción de plusvalía.
La primera etapa del socialismo se sustenta precisamente en las características de
esta fase de la esencia: deja vivo, en germen, el más íntimo reducto del capitalismo, o sea el
interés, la necesidad individual.
En virtud de que la negación del régimen capitalista, que había llegado incluso a la
constitución de un sistema de países socialistas, se hizo con relación a una fase primitiva
de su esencia, ella fue una negación incompleta, meramente formal, que dejó vivos en el
régimen socialista los gérmenes de la segunda fase de la esencia del régimen capitalista.
Tanto la fuerza centuplicada del capitalismo adquirida bajo su nueva forma de
existencia, como los gérmenes de su negación que en sí mismo contenía, llevaron al
socialismo a su anulación abierta y decisiva:
a) El desarrollo del contenido capitalista que el socialismo formal guardaba en su
interior produjo la restauración del capitalismo en los países hasta ese momento
socialistas.
b) Como resultado necesario, se disolvió el sistema de países socialistas y tomó su
lugar un grupo de naciones del capitalismo restaurado que inició un proceso de
integración con el sistema de países capitalistas tradicionales.
c) La teoría y el movimiento revolucionarios fueron derrotados por la burguesía y
sustituidos por el revisionismo y el oportunismo en su segunda versión histórica.
De esta manera se cerró una primera etapa de existencia del régimen socialista que
era, también, la primera negación profunda, esencial, del régimen de producción
capitalista.

1. Desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista en la segunda


fase del desenvolvimiento de su esencia positiva.
Después de la segunda guerra mundial, el capitalismo pasa a una forma superior
de su existencia en la que su esencia inicia otra fase de su desarrollo que se caracteriza
por la aparición de la tendencia al crecimiento cada vez mayor de las ramas que producen
bienes de consumo, la cual desembocará al fin de cuentas en el establecimiento del
consumo masivo; la explotación y depauperación del proletariado inician el tránsito hacia
las formas más altas de manifestarse, en las que se incluyen las formas superiores de la
maquinización de la producción basadas en la cibernética, la informática, la computación,
la robótica, etcétera y la depauperación específica a causa del trabajo "agradable" o
"placentero" y del consumo compulsivo que constituyen los últimos momentos del largo

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2

proceso de anulación de la naturaleza humana de los trabajadores que es característico de


la propiedad privada y que el capitalismo lleva hasta sus últimas consecuencias.
Durante la primera parte de esta segunda posguerra, la cual se extiende desde la
conclusión del conflicto hasta la octava década del siglo pasado, se establece la que se dio
en llamar la “sociedad del bienestar”.
El capitalismo de los países capitalistas ricos llega a una etapa superior, en la cual
surge y se desarrolla una tendencia a la elevación del nivel de vida de grupos significativos
de los trabajadores que tiene su base en un consumo en expansión, el cual empieza a ser
una condición primordial para el desarrollo del capitalismo moderno. Sigue obrando ahí la
ley de la depauperación progresiva del proletariado, pero bajo una nueva forma en la que
se acelera vertiginosamente el proceso de degeneración y descomposición del organismo
humano y de sus funciones esenciales. Esta tendencia general alterna con períodos en los
que, debido a procesos de ajuste entre las partes integrantes del capitalismo internacional,
el nivel de vida de los obreros en los países adelantados desciende en una proporción más
o menos grande, al tiempo que una gran parte de ellos es lanzada a los receptáculos de la
población sobrante; pero este descenso es, al mismo tiempo, la palanca más poderosa para
llevar la tendencia general a un punto más alto de su desarrollo. La reducción del nivel de
vida de los trabajadores y su paso al ejército industrial de reserva, dentro de las
circunstancias descritas, acelera también el proceso de degeneración y descomposición de
sus organismos, pues éstos se ven sujetos a los destructivos efectos que provoca la acción
alternada de períodos de consumo excesivo y de abstención forzada. El movimiento entre
las dos fases del ciclo descrito imprime una velocidad geométrica al proceso de
depauperación progresiva del proletariado.
La tendencia señalada a la elevación del nivel vida tiene una limitación en las
cantidades geométricamente crecientes de proletarios que forman la población sobrante
(sobrepoblación latente, sobrepoblación intermitente, etcétera; ver: Marx, Carlos, El
Capital, t. I), quienes viven en condiciones de enorme pobreza; igualmente, la miseria
clásica, aquella que se caracteriza por la penuria extrema de los trabajadores, sigue
existiendo y reproduciéndose en la “sociedad del bienestar” en las personas de los
trabajadores inmigrantes de los países pobres que atienden las labores más agotadoras e
inmundas de la economía metropolitana. El pauperismo clásico es el supuesto y el
resultado necesario de la forma superior de la explotación del proletariado en la “sociedad
del bienestar”.
En los países de menor desarrollo económico capitalista (Asia, Latinoamérica,
África, Europa Oriental), por un lado empiezan a descollar ya las modernas formas de
depauperación de los trabajadores, al tiempo que se mantienen en pleno desarrollo,
produciendo sus catastróficos efectos, las formas clásicas.
Por otro lado, en algunos países se conservan millones de personas que
permanecen en un estadio anterior del desarrollo social y que no tienen ya lugar alguno en
la estructura económica capitalista (esto es, ni siquiera como población sobrante); tal es el
caso de los indios americanos (por ejemplo, en México, cerca de 10 millones de indígenas
se encuentran completamente al margen del régimen económico, convertidos en un peso
muerto que se incrementa constantemente), de las tribus africanas, etcétera.
Con todos estos cambios, el capitalismo da un salto poderosísimo en su desarrollo
ascendente.
En la “sociedad del bienestar” se crean las premisas para el establecimiento del
capitalismo de consumo.

Establecimiento de la “sociedad del bienestar” y del “estado benefactor”


Al término de la segunda guerra mundial conquistó el poder el sector II del
capitalismo internacional, cuyo núcleo esencial estaba formado por la burguesía
industrial, principalmente la productora de bienes de consumo.
Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un

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2

proceso de encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma


preponderante hacia las que producen bienes de consumo; se origina, por tanto,
un crecimiento acelerado de las mismas.
El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben ser
vendidas.
Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el capital
variable (salarios) que las industrias que los producen lanzan a la circulación; otra
más la constituye el incremento en el salario y otras prestaciones que los obreros
obtienen como resultado de su lucha económico-política que ha sido promovida y
apoyada por el sector II de la economía internacional; una última es aquella que nutre
la plusvalía que se gasta como renta de los mismos capitalistas del sector II.
El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se
origina en el incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabajadores;
cuando se rebasa la simple restitución de su capacidad productiva, los obreros son
cebados como los animales para que rindan un trabajo de mayor extensión e
intensidad. De esta manera, aumenta el volumen de la plusvalía que se apropian
los capitalistas.
Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los
trabajadores; los órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los
bienes son puestos a funcionar mucho más allá de sus límites naturales-
humanos, con lo que se acelera el proceso preexistente de su descomposición y
desgaste excesivo.
Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los trabajadores y el
mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el incremento del consumo
son punto de apoyo para un avance mayúsculo de la extensión e intensificación del
trabajo en el proceso productivo capitalista, lo que a fin de cuentas resulta en un
incremento sustancial del desgaste, descomposición y degeneración de los órganos y
procesos orgánicos de los trabajadores, en un poderoso impulso a la anulación de su
naturaleza humana.
La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de la
economía internacional nutrida por el aumento del monto de la plusvalía que en
esas industrias se produce y la realización de la misma a través del crecimiento del
consumo. Se establece así, en los países capitalistas desarrollados, la llamada
“sociedad del bienestar”. La constitución y consolidación de la denominada por sus
apologistas “sociedad del bienestar” se produce en el período comprendido entre la
terminación de la segunda guerra mundial y la década de los ochenta del siglo XX.

Nacimiento del capitalismo de consumo


A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una
transformación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado.
El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida,
aumenta exponencialmente y aún así le queda una gran capacidad financiera que
pugna por aplicarse a la ampliación de sus instalaciones o al desarrollo de nuevas
ramas productivas.
Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo y la
apertura del mercado para su capacidad productiva potencial, primero tiene que
desarrollar algunos sectores estratégicos.
Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias del
desarrollo de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad, cuya
finalidad es ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de consumo,
presentarlos persuasivamente a los consumidores y establecer los canales para su
venta.
Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la fase
anterior vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal es el caso de las
industrias del entretenimiento, arte, cultura, alcohol, drogas, turismo, belleza, sexo,

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2

pornografía, prostitución, moda, deporte, salud, educación, comunicación,


información, etcétera, las cuales proporcionan una amplísima variedad y una enorme
cantidad de bienes y servicios de consumo.
Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de
bienes duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos,
electrodomésticos, artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera.
También se forma una rama específica de la banca que se dedica al
financiamiento del consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial
incursiona en el terreno del crédito al consumo de sus mercancías.
Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y de
tecnología se imponen una profunda transformación para adaptarlas a las
necesidades imperiosas de las industrias productoras de bienes de consumo y la
conversión de la investigación tecnológica y científica en toda una industria, la
industria del conocimiento.

La sociedad de consumo y el individuo


El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes
de consumo es el individuo consumidor.
En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de
constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo, del individuo que es la
negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural del
hombre. (Ver: Robledo Esparza, Gabriel, Proceso de individuación en el régimen de
propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2009.)
En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la
propiedad privada plena sobre sí mismo.
Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios
que el moderno capitalismo de consumo le pone delante.
En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo
de satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que
en su fisiología y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador,
excitado por esa monstruosa acumulación de cosas, procede, bajo su propia
dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar nuevos procesos orgánico-
fisiológicos y psíquicos (necesidades y su satisfacción) que correspondan a la plétora
de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le presenta.
Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas:
-En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacción-
satisfacción, que primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad
del individuo mediante la satisfacción de sus necesidades, por el de displacer-
placer. La necesidad no tiene ya ningún nexo con la constitución, conservación o
reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un medio para desarrollar una
sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser apaciguada con una
sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto.
-Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el
funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por
tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen.
-Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y
los órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición
irreversible.
-La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el
descoyuntamiento de los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo
autónomo de sus elementos.
-La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de
satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de

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2
2

situaciones de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una


sola sensación magnificada de insatisfacción (displacer) que crece
desmesuradamente, tanto con su parcial aplacamiento por la satisfacción de una
necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad mayor,
como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las
necesidades.
-La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de
las mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce, por
tanto, una infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales asimila
los objetos exteriores. Las acciones mencionadas se consolidan en una sola
situación interminable de satisfacción exaltada, de goce placentero.
-Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad
del individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de
insatisfacción y una satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así
sucesivamente.
-El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de
insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer) que
proporciona un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo.
-El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente
libidinal, lo mismo que los individuos que los consumen.
-El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de
orgasmo colectivo sin solución de continuidad, que es el clímax de una excitación
displacentera igualmente permanente.
-El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos
orgánicos y órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea
la sociedad de consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad
privada por el que se produce la anulación de las características biológicas de la
especie y con ello la de la esencia natural del hombre.
-Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del
cual se satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad
capitalista moderna, incluidas las necesidades elementales por medio de las que se
conserva y reconstituye la corporeidad de los trabajadores. Esto quiere decir que
los obreros que se encuentran en los niveles salariales más bajos y los que forman
el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales marginales –los
migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios
americanos, las tribus africanas, etcétera-, están sujetos, aún en la satisfacción de
sus reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese dispositivo destructor
de la naturaleza humana que es la forma específica desarrollada por la sociedad de
consumo de determinación y satisfacción de las necesidades individuales.
En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo
de bienes de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de
colmar la necesidad inducida, el cual se basa en la exacerbación de las
sensaciones correspondientes de satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar
las funciones que desempeñan la burguesía y el proletariado: aquella aguijonea
el apetito de los trabajadores y éstos especulan con sus procesos orgánicos para
excitar su sensoreidad. Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que
tiene un contenido más radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de
consumo y los individuos trabajadores las asimilan como tales, sustancias que
producen directamente, en el sistema nervioso, mediante reacciones bioquímicas,
las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo característico es
que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína, opio, anfetamina o speed,
seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y hachís), inhalantes, etcétera) no
impresionan primero, como los otros bienes de consumo, ni los sentidos ni la
psique de los sujetos, sino que actúan inmediatamente, como tales sustancias,
en los centros nerviosos, en donde provocan la excitación de las sensaciones.

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2

Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce


necesariamente en un mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos
orgánicos de los trabajadores, en una aniquilación más contundente de su
naturaleza humana.
Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas
del consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al
consumo masivo de narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del
consumo masivo de mercancías.
La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una rama
necesaria y legítima del régimen capitalista moderno.

El capitalismo de consumo y la esclavitud asalariada


El capitalismo de consumo somete a los trabajadores a una forma de
esclavitud que se añade a la esclavitud originaria por la cual los obreros están
sujetos con cadenas indestructibles al capital porque para poder vivir tienen
forzosamente que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas.
La sujeción a que somete el capitalismo de consumo a los trabajadores tiene
dos aspectos.
En el primero de ellos se trata de la acción por la cual los capitalistas y su
cohorte de ideólogos, artistas, propagandistas, publicistas, diseñadores, etcétera,
presentan a los trabajadores las mercancías de consumo con una carga
abrumadoramente libidinal (no necesariamente erótica), que suscita en ellos un
deseo enardecido de consumirlas, una compulsión absolutamente incontrolable.
Para satisfacer esa exaltada necesidad deben vender su fuerza de trabajo a los
capitalistas, pues sólo así obtendrán los medios necesarios para adquirir los
bienes que apaciguarán su excitada sensoreidad.
En el segundo aspecto, el capital bancario y el capital comercial crean una
nueva rama de negocios que tiene por objeto financiar el consumo de los trabajadores,
el crédito al consumo.
El adelanto de medios de pago a los obreros para que se procuren un sinfín
de satisfactores, por un lado constituye una atadura de por vida del trabajador al
capital bancario y comercial (en la reciente crisis financiera internacional se puso
al desnudo que, por ejemplo en Estados Unidos, los bancos concedieron créditos
hipotecarios a pagar hasta en 40 años, con lo cual del inmueble únicamente se
transmite en realidad un usufructo precario y la propiedad sólo excepcionalmente,
cuando el trabajador, ya en edad provecta, termina de hacer sus pagos) y por otro,
representa un reforzamiento de la sumisión originaria que ejerce el capital en el
proceso productivo, pues el trabajador, para cumplir con los inagotables
compromisos que asume con la banca y el comercio, no tiene más opciones que
trabajar continuamente para los capitalistas y obtener más ingresos mediante la
extensión y la intensificación del trabajo, lo que a su vez hace aumentar la plusvalía
que los obreros producen y que el capital se apropia sin retribución; igualmente, la
extensión e intensificación del trabajo que esta situación trae consigo tiene como
efecto un incremento en gran medida de la depauperación de los trabajadores.
El capital bancario y el capital comercial, en esta su nueva faceta, perfeccionan
hasta el virtuosismo una doble actitud: por un lado, halagan persuasivamente al
individuo trabajador para lograr que se incorpore a la “modernidad” mediante la
adquisición indiscriminada de múltiples créditos al consumo, y por el otro, lo someten
a vejaciones, abusos, hostigamiento, molestias, violencia moral, cargos por moratoria y
por gastos de cobranza, etcétera, con el fin de obligarlo a hacer sus pagos
oportunamente y, por último, cuando, lo que es muy común, no puede seguir
cubriéndolos, lo despojan sin contemplaciones del bien objeto del crédito y de la parte
de su patrimonio que sea suficiente para saldar una deuda que para entonces ya ha
alcanzado montos colosales.
Los trabajadores se ven entonces sujetos a los efectos devastadores en sus

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2

cuerpos y sus mentes de dos sentimientos contradictorios: por un lado, la euforia que
el consumo facilitado por el crédito les provoca, y por el otro, la angustia que los aflige
ante el peligro que sobre ellos se cierne de ser despojados de su patrimonio si no se
realizan los pagos pactados y la severa depresión en que se hunden cuando esa
amenaza se cumple.

El capitalismo de consumo y la explotación del trabajador


La explotación del trabajador completa, en la sociedad capitalista de consumo,
la totalidad de su naturaleza.
Es, en primera instancia, la explotación que realiza el capital productivo en el
proceso capitalista de producción y que se caracteriza por la absorción de trabajo
excedente de los obreros por el capital; es, en segundo término, la que efectúan el
capital comercial y el capital bancario a través de la realización masiva de los bienes
de consumo y que en los parágrafos anteriores acabamos de detallar.
El consumo es, en la moderna sociedad capitalista, el eslabón que cierra
constrictivamente la cadena de la explotación de los trabajadores por el capital.
En el proceso productivo, a través de las formas de producción de plusvalía
(absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo masivo, por
medio de la exacerbación de las necesidades individuales, la depauperación de los
trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en el desgaste desmedido y la
descomposición absoluta de todos sus órganos y procesos orgánicos, la disolución
definitiva de la colectividad y el establecimiento categórico del individuo como
propietario privado de sí mismo; esto es, la miseria que se caracteriza por la absoluta
anulación de la naturaleza esencial de la especie humana.
La producción y el consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca
procreación dan lugar a un progresivo y acelerado agravamiento de la
depauperación de los trabajadores.

El capitalismo de consumo y la producción de mercancías


Los bienes y servicios de consumo que se producen en la sociedad
capitalista moderna son mercancías; con ese carácter, poseen todas las
características generales que Marx descubrió mediante el análisis que de ellas hizo
en el primer tomo de El Capital. (Ver: Robledo Esparza, Gabriel, Capitalismo
moderno y revolución, tomo II, segunda parte, “La esencia de la teoría marxista del
valor”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008)
En su inmensa mayoría son producto de la actividad desarrollada por
trabajadores asalariados al servicio de empresarios capitalistas, es decir, el
resultado de procesos de producción capitalistas.
Son, por tanto, sustantivaciones de fuerza de trabajo extraída a los obreros
en la actividad productiva que tiene como núcleo fundamental la anulación de las
características humanas de los trabajadores; esa sustantivación de valor que les es
ajena y causa de su deshumanización, al ser empleada como medio de consumo
es, también, con ese carácter, agente de la anulación de la esencia natural-
humana de los obreros.
Por lo que hace al consumo, no hay una diferencia fundamental entre
bienes y servicios; ambas formas que adoptan las mercancías en el régimen
capitalista tienen las características esenciales que ya hemos puesto de relieve en
todo lo anterior.

La “sociedad del bienestar” y la sociedad de consumo


En las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX, la intelectualidad
pequeño burguesa abordó teóricamente la naturaleza de la “sociedad del
bienestar”.
Herbert Marcuse fue quien llevó hasta sus últimas consecuencias, desde el

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punto de vista de la pequeña burguesía, la crítica de la “sociedad industrial”.


Marcuse reivindica, frente a la vulneración de la individualidad que la
“sociedad industrial” perpetra (la “administración total” del individuo por el
“aparato de dominación”), la irrestricta libertad del individuo para determinar sus
necesidades y los satisfactores de las mismas.
La pequeña burguesía, cuyo teórico por excelencia es Marcuse, inicia una
batalla en contra de la burguesía con el propósito de derribar los diques que la moral
burguesa impone a la erección definitiva del principio del placer como el contenido
fundamental del mecanismo de determinación y satisfacción de las necesidades del
individuo.
No es una mera coincidencia que la insurrección pequeño burguesa tenga como
su núcleo fundamental la “liberación sexual”, es decir, el dar libre curso a los apetitos
sexuales, aun los más perversos y repulsivos, a los cuales se dota de absoluta
legitimidad. La liberalización de la sexualidad es el punto de partida para que la
fisiología y la sensoreidad de los individuos se desinhiban totalmente y puedan
desarrollar una capacidad prácticamente ilimitada de generar procesos psíquico
sensoriales de necesidad exacerbada y satisfacción placentera, que es precisamente lo
que la “sociedad de consumo” requiere.
Como vemos, la pequeña burguesía, con su propuesta de la “nueva
sensibilidad”, lo que realmente está haciendo es abonar el terreno para el
establecimiento de la “sociedad de consumo”, el sucesor lógico-histórico de la
“sociedad del bienestar”. La psique, la fisiología y la sensoreidad de los individuos han
sido dotadas, por la acción de la pequeña burguesía, de un carácter eminentemente
libidinal, conforme al cual funcionan desmesurada y desarticuladamente en atención
al exclusivo propósito de producir placer, y no uno cualquiera, sino un magno placer
exacerbado, en la asimilación de las mercancías que produce la sociedad de consumo.
Lo que la pequeña burguesía propone como una “sociedad humana”, el
desarrollo desenfrenado del individuo, no es otra cosa que la forma superior que
adopta el régimen de producción capitalista, en donde el individuo conquista el
estatus superior de propietario privado de su corporeidad, a la que somete a la
tortura de la producción y el consumo capitalistas, con lo que da cima al proceso
de desgaste, descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos y
a la anulación de su naturaleza humana (colectiva).
La pequeña burguesía desplegó su actividad contestataria en varios aspectos.
La “nueva izquierda” fue una corriente filosófica que, tras la muerte de
Stalin se propuso, además de desacreditar el marxismo-leninismo, hacer la crítica
de la “sociedad industrial” y proponer la alternativa a la misma que, como ya
vimos en lo que antecede, es una sociedad en donde se forja una “nueva
sensibilidad” cuyo centro es el individuo como tal. Esta corriente amplió, desde el
punto de vista “filosófico”, el cuerpo de la ideología burguesa, a la que incorporó la
noción de la excelsitud del individuo como consumidor.
También a los terrenos del arte y la cultura extendió la pequeña burguesía
su labor impugnatoria de la “sociedad industrial”. La literatura, el teatro, el cine, la
música, etcétera, adquirieron un carácter de reclamo y protesta que al mismo
tiempo era una exaltación de la “nueva sensibilidad” del “hombre nuevo” y, desde
luego, de la “nueva sociedad”.
A la par que a su ideología y a la “contestation” artística y cultural, la
pequeña burguesía dio vida a sus propias formas de lucha: por la libertad sexual,
el amor y la paz, la igualdad de género, contra la discriminación sexual, racial o
económica, por la defensa del ambiente, etcétera.
La ideología de la pequeña burguesía se extendió hacia todas las capas de la
población. El proletariado recibió también esta influencia e hizo suyos los postulados y
las formas de lucha de esa clase social.
En la “sociedad del bienestar”, la burguesía industrial, o burguesía liberal, o
burguesía “no monopolista”, había logrado que la clase obrera asumiera su

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ideología y se organizase con la finalidad de luchar, dentro de los marcos de la


sociedad burguesa, por el mejoramiento de sus condiciones laborales y de vida; es
decir, que había proporcionado al proletariado una ideología y una organización
burguesas.
Al mismo tiempo, los partidos obreros de masas, alejados ya definitivamente
del marxismo-leninismo aquellos que lo profesaban casi sólo de nombre,
evolucionaron hacia la derecha en el espectro político, adoptaron todos posiciones
cada vez más burguesas y vaciaron su contenido proletario para convertirse en
partidos de la pequeña burguesía.
Al inaugurarse la “sociedad de consumo”, en la década de los años 80 del
siglo pasado, el movimiento obrero ha desaparecido literalmente y los antiguos
partidos obreros han dejado de serlo y son ahora partidos pequeño burgueses
diluidos en la oposición legal; para efectos prácticos, al inicio del siglo XXI ni el
movimiento obrero ni los partidos obreros de masas tienen ya existencia.
La clase obrera moderna, privada de su ideología (la que naturalmente le
pertenece: el marxismo-leninismo), de sus partidos y de su organización, dotada
con una ideología y una organización burguesas, recibe el embate de la pequeña
burguesía; ésta inyecta su ideología y sus formas de lucha específicas a la clase de
los trabajadores, las que se sobreponen a las que antes había introducido la
burguesía y las refuerza. Los trabajadores tienen en la actualidad una conciencia
burguesa perfeccionada por las contribuciones de la ideología de la pequeña
burguesía, las cuales poseen una base firmemente asentada en la fisiología y en la
psicología de los individuos, están organizados de acuerdo con los patrones
determinados por la burguesía y la pequeña burguesía y desarrollan una lucha
fundamentalmente por reivindicaciones burguesas y pequeño burguesas y con los
métodos característicos de la burguesía y la pequeña burguesía.

La revolución tecnológica en el capitalismo de consumo

La maquinización de la producción en la sociedad de consumo


La producción de las mercancías de consumo se realiza en su totalidad con
métodos capitalistas
Las formas capitalistas de producción, dentro de las cuales se producen
también los bienes y servicios de consumo, han tenido en la sociedad de consumo,
en general, un desarrollo ascendente, tanto en su carácter de formas de
aniquilación de la naturaleza humana de los trabajadores como en el de
progenitoras de los elementos de la reapropiación de esa naturaleza sobre la alta
base de la socialización de la producción.
La racionalización y maquinización de la producción han ido en aumento.

La cibernética
La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un
impresionante desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo
de los sistemas y los mecanismos productivos, en el que ha obtenido los siguientes
resultados:
a) En primer lugar, ha permitido que la vigilancia, el control, la
comunicación y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos que todavía se
realizan manualmente por los trabajadores se puedan ejecutar con una mayor
racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que, por ende, tengan una
productividad más alta;
b) en segundo término, ha sido la base para un perfeccionamiento de los
sistemas y los mecanismos existentes, con lo cual dota a sus procesos de una
productividad más elevada;
c) en tercer lugar, ha sido el punto de apoyo para el desarrollo de nuevos

231
2
3

sistemas y mecanismos que incorporan los principios cibernéticos más adelantados de


control, retroalimentación, racionalidad, comunicación, coordinación y organización y
que son por tanto mucho más productivos;
d) y en último lugar, pero de la mayor importancia, ha sido el acicate
fundamental para la maquinización de las funciones de racionalización, coordinación,
comunicación, organización, vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y
mecanismos, es decir, para la invención y desarrollo de la máquina de máquinas, la
computadora;
e) la máquina cibernética por excelencia, la computadora, ha hecho posible
la automatización más decisiva de los sistemas, procesos y máquinas.
La computación es la disciplina que estudia y desarrolla los programas y las
funciones que por medio de ellos realiza la computadora, el mecanismo específico que
tiene como objeto la racionalización, coordinación, comunicación, organización,
vigilancia, control y retroalimentación de los sistemas y mecanismos productivos. Su
desenvolvimiento, impulsado por el de la cibernética, induce a su vez el de ésta; ambas
se dan un mutuo empuje ascendente. A su vez, las dos estimulan la construcción de
máquinas cibernéticas cada vez más poderosas, las cuales son un gran incentivo para
un desarrollo más vasto de la cibernética y la computación.
Pero la cibernética no reduce su campo de acción a los sistemas y mecanismos
productivos, sino que lo extiende hasta los sistemas, procesos y mecanismos de la
circulación de las mercancías, de la circulación del capital, del consumo, etcétera, a
los cuales somete a sus principios, que cada vez más son funciones de máquinas
(computadoras) que se perfeccionan aceleradamente.
En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en
toda su extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistralmente
en el tomo primero de El Capital. (Ver: Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía
Política, Tomo I, Capítulo XIII, “Maquinaria y gran industria”, Versión del alemán por
Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México Buenos Aires, 1964 y,
también: Robledo Esparza, Gabriel, El desarrollo del capitalismo mexicano, Capítulo IV,
“La producción de plusvalía relativa”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, 2007)
Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son
obreros asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y
necesariamente deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los
medios e instrumentos de producción (en este caso de los métodos y las máquinas
cibernéticas) para obtener un salario que les permita adquirir los medios de
subsistencia. Es decir, que se mantiene y se fortifica la relación de esclavizamiento del
trabajo asalariado por el capital.
Los productos del trabajo cibernético son mercancías; son materializaciones de
la fuerza de trabajo de los obreros cuyo valor se mide, como el de cualquier otra
mercancía, por la cantidad de fuerza de trabajo empleada en su producción y ésta, a
su vez, por el gasto de músculos, nervios, cerebro, etcétera, de los trabajadores.
Las mercancías producidas con los métodos cibernéticos son bienes o
servicios materiales que han resultado de una relación material (física y/o mental) de
los proletarios (individuos materiales) con los medios e instrumentos de producción
(objetos materiales).
(El “trabajo inmaterial” es una estulta invención de la intelectualidad
pequeño burguesa; si seguimos su absurda línea de argumentación, tenemos que
el “trabajo inmaterial”, cuando actúa sobre medios e instrumentos de producción
también “inmateriales”, produce bienes “inmateriales”, es decir, la nada, que al
actuar sobre la nada genera la nada. ¡No cabe duda que la intelectualidad pequeño
burguesa ha conquistado el puesto más alto de la indigencia mental, de la cual,
por otro lado, ya habían dado un revelador adelanto, en la segunda mitad del siglo
pasado, la “nueva izquierda” y el marcusianismo!)
Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamiento
de los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de las

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2
3

mercancías y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción de


plusvalía relativa empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por medio
de ellas, al hacer crecer la productividad, se reduce el tiempo de trabajo necesario de
los trabajadores y se amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el
volumen del plusvalor que se apropian los capitalistas sin retribución. También, son
medios de elevar la productividad en aquellos sectores en los que no se produce
plusvalía, como el comercio y la banca, y en los que, por tanto, cualquier aumento del
rendimiento del trabajo se traduce en costos menores que en la misma medida hacen
mayor la masa de la plusvalía producida por el capital productivo que los capitalistas
de las ramas económicas improductivas se apropian. Igualmente, son métodos para
acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar el volumen de la plusvalía que los
capitalistas de este sector obtienen con la realización de sus mercancías.
Las funciones cibernéticas que se perfeccionan y se incorporan a una máquina
fueron originariamente capacidades de los trabajadores; posteriormente, el capital se
las sustrajo y las convirtió en atributos de la máquina y con ello de sí mismo; con esto
el trabajo del obrero ha alcanzado un grado mayor de abstracción y sus capacidades
individuales se han acumulado en el instrumento socializado que es ahora propiedad
del capital.
El perfeccionamiento constante de los métodos y las máquina cibernéticas hace
obligatoria la adaptación de la fisiología de los trabajadores (esto incluye la
capacitación que debe dárseles sobre las modernas tecnologías) a los sistemas,
procesos y máquinas, que son los que tienen ahora a los obreros como una extensión
suya y los someten a las exigencias imperiosas (funcionamiento constantemente
acelerado) que les impone la necesidad del capital de producir y acumular plusvalía en
volúmenes cada vez mayores.
El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las
máquinas cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo
capitalista: se realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas,
tiene como base la separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción,
con los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades
incesantemente incrementadas de plusvalía, de trabajo obrero no remunerado; “todos
los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se
realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarrollo
de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del
productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la
categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el
contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la
medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen
las condiciones en las cuales trabajan; los someten, durante la ejecución de su trabajo
al despotismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en
horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del
capital… Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, es
decir, en la clase que crea su propio producto como capital, es acumulación de
miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y
degradación moral.”132
La plusvalía que los capitalistas obtienen del trabajo asalariado que utiliza los
métodos y las máquinas cibernéticas, en la parte que no es gastado como renta, se
acumula y es utilizado para ampliar la producción, es decir, contratar más obreros y
comprar tecnología y máquinas o para, sin aumentar el número de trabajadores,
adquirir medios e instrumentos de producción más modernos; la masa de plusvalía
que se produce y que hacen suya los capitalistas agranda su monto en una medida

132
Marx, Carlos, El Capital, t. I, Versión del alemán de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica,
México-Buenos Aires, Tercera Edición, 1964, pp. 546-547

233
2
3

enorme.
Los gigantescos volúmenes de plusvalía que se producen mediante el trabajo
que utiliza los métodos y las máquinas cibernéticas se acumulan y se reinicia el ciclo
en una escala ampliada; con esto se fortalecen la violencia del capital sobre el trabajo
y el esclavizamiento de éste a aquel, se ahonda la separación de ambos, se
incrementan la explotación y la mutilación del obrero, se ratifica su condición de
apéndice de la máquina y se priva de una manera más decisiva de contenido al
trabajo, que así adelanta un paso más en su proceso de abstracción.
Los obreros de estos sectores productivos se ven sujetos también a los procesos
cíclicos del capital, por los cuales éste atrae y repele alternativamente obreros en
cantidades masivas, de acuerdo con sus necesidades de acumulación y las
condiciones impredecibles del mercado; de esta manera, tan pronto los llama a la
órbita de la producción, en donde sufren por fuerza todas los males del trabajo
capitalista, como los rechaza de la misma y los lanza a una situación de espantosa
miseria, de hambre, enfermedades y muerte.
Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético
producen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los
órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen
férreamente su individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la
naturaleza humana de los trabajadores, se anula su esencia natural humana.
Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural
humana de los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la
reconstitución de la misma sobre una base más alta.
En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido
absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee
ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada,
únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un
simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la
fuerza de trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo
cooperativo, cada vez más socializado
En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo se
separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los
capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se
constituye como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible
utilizar mediante el trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha
transformado en un instrumento colectivo.
Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la socialización
que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los
trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de
la acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo
de la especie para la transformación de la naturaleza, que detentan en propiedad
privada los capitalistas.
El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores
atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las
capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana,
pero al mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el
socialismo, en el cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de
reivindicar la propiedad del instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la
naturaleza humana de los trabajadores.

La informática
A la par con la cibernética, e íntimamente ligada con ella, en los últimos
tiempos ha tenido un desarrollo mayúsculo la disciplina denominada Informática.
El perfeccionamiento de los sistemas, procesos y máquinas productivas, así
como el establecimiento y mejoramiento constante de métodos y máquinas de control,

234
2
3

comunicación, coordinación, retroalimentación, etcétera, han requerido la utilización


de cantidades muy voluminosas de datos referentes a los elementos con que cada uno
de ellos está constituido.
Lo primero con lo que nos encontramos es con la generación masiva de datos
acerca de la naturaleza, comportamiento, relación mutua, etcétera de cada uno de
esos elementos. Estos datos deben ser tomados de su fuente, concentrados,
almacenados, clasificados, organizados, etcétera.
Posteriormente, estos datos tienen que ser gestionados, es decir, solicitados y
enviados al solicitante, en donde serán utilizados para el funcionamiento, control,
coordinación, retroalimentación, etcétera de sistemas, procesos y máquinas; por
último, son remitidos, con la connotación que el proceso les haya dado, de nuevo al
punto de almacenamiento.
Todas las funciones informáticas, que aquí hemos apenas sí delineado, se
realizan primeramente por medios manuales y mecánicos. Más tarde, se convierten en
tareas que realizan máquinas y sistemas de maquinaria muy complejos que tienen
como base las máquinas de cómputo. La capacidad de almacenamiento y de gestión
de la información es en la actualidad realmente gigantesca.
El trabajo informático, al igual que el cibernético, es trabajo típicamente
capitalista y tiene, por lo tanto, las características que en éste descubrieron Marx y
sus continuadores y las cuales acabamos de desarrollar en párrafos anteriores.

La comunicación
De la mano con la cibernética y la informática cobró un impulso superlativo la
llamada “ciencia de la comunicación”.
En todos los sistemas, procesos y máquinas productivas y en todos los
sistemas, procesos y máquinas de control, coordinación, comunicación,
retroalimentación, etcétera, se dan relaciones de acción y reacción recíprocas entre
ellos, entre los elementos que los componen, entre todos los anteriores y los elementos
subjetivos (propietarios capitalistas, trabajadores productivos y consumidores) y entre
éstos últimos mismos.
Esas relaciones se establecen a través de la comunicación, es decir, del proceso
en el cual un emisor envía por un medio específico y utilizando un código determinado
un mensaje al receptor y éste lo recibe y tiene una reacción que puede ser una acción
determinada que contenga también una comunicación de respuesta, con lo que se
origina el mismo movimiento en sentido inverso, es decir, partiendo del receptor que
ahora es emisor, y así sucesivamente.
La creciente complejidad que los sistemas, procesos y máquinas adquieren en
la fase superior del capitalismo genera una gran cantidad de datos que deben fluir en
el interior de cada uno y entre ellos mismos, en ambos sentidos a la vez, y a una
vertiginosa velocidad; se imponen entonces el análisis exhaustivo de los procesos de
comunicación, su desarrollo y perfeccionamiento y la maquinización de los mismos.
Aquí también la máquina por excelencia es la computadora.
El trabajo de comunicación, lo mismo que el cibernético y el de informática, es
trabajo capitalista y posee las mismas características que ya pusimos de relieve
anteriormente.

Las redes como sistemas de maquinaria


En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la
cibernética, la informática y la comunicación, da origen a las redes compuestas por
servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que
son verdaderos sistemas de maquinaria.
Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo que es el primer sistema
de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos los sistemas de
maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales, estaciones de trabajo,
computadoras personales, etcétera, del mundo y que es operada por un obrero

235
2
3

colectivo de naturaleza global.


La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio de comunicación
global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las telecomunicaciones.
Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por una
red global de medios de comunicación cuyas funciones son en su totalidad
maquinizadas. Este sistema de telecomunicaciones es un sistema global de
maquinaria cuyo objeto es, entre otros, la comunicación entre los sistemas de
maquinaria que integran la Web y que también es manejada por un obrero
colectivo de carácter global.
Con la “red de redes” y la infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado la
consolidación mundial de un instrumento como un sistema global de maquinaria; en
la fase superior del régimen capitalista se producen ya, de manera palpable, los
elementos del régimen que ha de sucederlo, del socialismo: enormes sistemas de
maquinaria, en el caso de la Web y de la infraestructura de comunicación ya de
naturaleza global, y los obreros colectivos, también de naturaleza global, que son el
germen de la unidad productiva global, esto es, de un sistema de maquinaria único a
nivel mundial que debe constituir el instrumento colectivo del obrero colectivo que
será la especie humana. (Ver: 1) Robledo Esparza Gabriel, Proceso de individuación en
el régimen de propiedad privada, Cuadernos de Materialismo Histórico, Biblioteca
Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2009, pp. 149-153, 2) Autor citado, Capitalismo
moderno y revolución, tomo I, Cap. II, parágrafo E) “Estructura de los Manuscritos
económico-filosóficos de 1844” y Capítulo III, parágrafo 5, “La industria moderna y la
esencia natural humana”, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, México, 2008, pp.
157-163 y180-185, 3) Ibídem, tomo III, Capítulo II, “Fases de la Evolución de la especie
humana”, pp. 162-165).

La sociedad de consumo y la ciencia y la tecnología


El frenético desarrollo que la racionalización y maquinización de la producción
y del consumo tienen en la sociedad de consumo trae consigo un portentoso
desenvolvimiento de la ciencia y la tecnología.
Las disciplinas científicas tradicionales se enriquecen con avances impulsados
por la cibernética, la informática, la comunicación, la computación, la automatización,
la robótica, etcétera. Notables progresos se dan en ramas como la lógica, las
matemáticas, la estadística, la electrónica, la nanotecnología, la biotecnología,
etcétera.
Lo que caracteriza a la ciencia en esta fase del régimen capitalista es que ha
dejado atrás todos sus prejuicios y se presenta como una actividad industrial más.
De esta manera, sus productos son mercancías y el proceso de producción es
típicamente capitalista, es decir, se basa en la relación del trabajo asalariado y el
capital y su fundamento es la producción maquinizada con las implicaciones que
este hecho tiene y que en las páginas anteriores hemos mostrado.
El trabajo científico, al igual que el cibernético, informático, etcétera, posee
todas las particularidades que Marx y los marxistas le atribuyen al trabajo capitalista.
La ciencia goza de un halo de neutralidad. No importa cómo se obtengan los
conocimientos científicos, el prejuicio al uso los considera como “benéficos para la
humanidad” y, a pesar de sus aplicaciones perniciosas que pueden llegar incluso
al genocidio, las coloca al parejo que e incluso sobre los grandes descubrimientos
científicos de los siglos anteriores al siglo XX.
La labor científica es también una labor del capital; los científicos son, en la
actualidad en su gran mayoría, trabajadores asalariados al servicio del capital.
La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un
sector de la realidad, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, biológicos,
etcétera, con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las instancias
inferiores.

236
2
3

Esa imagen mental pertenece al capital y es instrumento de explotación del


trabajo asalariado, pues, como ya veíamos, todos los adelantos de la ciencia moderna
sirven para el perfeccionamiento de los métodos y las máquinas cibernéticas, de los
procesos y mecanismos de la información, la comunicación, la automatización,
etcétera, y todos ellos son empleados por los capitalistas para extraer mayores
cantidades de plusvalía a los trabajadores y de esa manera someterlos al proceso de
degeneración y anulación de las características de su esencia natural.
La ciencia es, por tanto, un elemento decisivo de la anulación de la naturaleza
esencial de los trabajadores que el régimen de producción capitalista origina
necesariamente.
El trabajo científico, conforme se consolida su carácter de trabajo asalariado y
se realiza en mayor medida por medio de máquinas de investigación, experimentación,
etcétera, se convierte en trabajo de una abstracción creciente, que sólo puede ser
ejecutado por el obrero colectivo, es decir, por los obreros individuales que trabajan en
cooperación.
Al mismo tiempo, al evolucionar la maquinización del trabajo científico y
materializarse en sistemas cada vez más grandes de maquinaria, tiende a convertirse
también en un sistema global de maquinaria (como la Web y las telecomunicaciones)
que es puesto en funcionamiento por un obrero colectivo que tiene cada vez más un
carácter global; instrumento maquinizado global y obrero colectivo global, son
elementos germinales del régimen socialista en que fatalmente se ha de transformar el
régimen capitalista moderno.133

La acumulación de capital en la sociedad de consumo


Exultante, la burguesía internacional decretó, al derrumbe del “socialismo real”,
el “fin de la historia” y procedió a inaugurar el reinado eterno del capital.
Dentro de este marco, con una demanda que aumenta vertiginosamente, unos
precios en rápido ascenso y una tasa de ganancia cada vez más alta, se inició, bajo el
nuevo patrón industrial, un florecimiento acelerado de todas las industrias y del
consumo masivo.
En la economía de todos los países las empresas existentes registran un
crecimiento impetuoso y se forman una cantidad astronómica de grandes,
medianas y pequeñas empresas nuevas, que explotan las jóvenes ramas que la
sociedad de consumo ha establecido.
La producción y el consumo a ella agregado se acrecientan en una medida
colosal y los mercados se expanden velozmente: las empresas forman, entre ellas
mismas, un mercado que se dilata ininterrumpidamente y la masa salarial (no
necesariamente el nivel de los salarios) y la de la plusvalía que los capitalistas de
todos los tamaños gastan como renta, en ampliación constante, inducen el
agrandamiento sin medida del mercado de bienes de consumo.
Se instaura una feroz competencia entre todos los elementos de la moderna
sociedad de consumo, presidida por los dos “valores” cardinales del capitalismo
contemporáneo: la obtención a toda costa, en el menor tiempo posible, de la más alta
tasa de ganancia y el logro del placer más extremado en el consumo de bienes y
servicios. Lo que estos móviles tienen de característico es la potencia inconmensurable
que adquieren en la sociedad de consumo, pues en ella se sacralizan literalmente la
actividad empresarial, la ganancia irrestricta y el consumo placentero; en la “sociedad
del bienestar” la actividad empresarial privada y el lucro inmoderado se detenían ante
el dique que formaban las esferas productivas que pertenecían al capital estatal, la
misma competencia estatal y la abrumadora regulación que el Estado ejercía en el
terreno económico, y el consumo masivo encontraba un obstáculo insalvable en la

133
Ver: National Science Board. 2004. Science and Engineering Indicators 2004. Two volumes. Arlington,
VA: National Science Foundation (volume 1, NSB 04-1; volume 2, NSB 04-1A).
http://www.nsf.gov/statistics/seind04/c6/c6s5.htm

237
2
3

férrea oposición que amplios sectores dominantes de la burguesía enfrentaban a la


extensión ilimitada del principio del placer. Rotos los diques, superados los obstáculos
y vencidas las oposiciones en una verdadera “guerra santa”, se asientan en la sociedad
de consumo, con una fuerza avasalladora, poseídos de una violencia inaudita que
ejercen en todos los frentes (económicos, políticos, militares, etcétera), los principios
de la ganancia irrestricta y del placer exaltado.
Este acrecentamiento de la producción y del consumo exige volúmenes
mayúsculos de recursos para acumular.
En las empresas industriales y de servicios la acumulación se realiza en un
principio con sus propios medios.
Ante el crecimiento inmoderado de la demanda y, por tanto, de los precios y las
ganancias, las empresas, puestas ante el dilema de entrar a la vorágine de la
búsqueda de ganancias sin límite o ser desplazadas por la competencia, tienen que
recurrir, para ampliar su producción, a otras fuentes de capital.
El paso obligado siguiente es la salida a Bolsa de las empresas. En los
últimos 30 años, en todos los países del mundo, una enorme cantidad de
empresas llevó a la Bolsa de Valores sus acciones y otros valores; en concordancia
con ello, las Bolsas de Valores tuvieron en este lapso un desarrollo colosal:
crecieron exponencialmente, diversificaron sus servicios, digitalizaron y
mecanizaron sus funciones, etcétera; al parejo con ellas se hizo mayor el número
de las Casas de Bolsa y, por lo mismo, el volumen del capital global destinado a la
emisión, colocación y compra y venta de valores. El monto y la velocidad de
circulación del capital se elevaron hasta altísimos niveles.
En último término, pero de la mayor importancia, las empresas solicitan
préstamos bancarios con la finalidad de ampliar su producción. En el período que
consideramos, esta actividad del capital bancario se expandió de una manera
portentosa: la cantidad y la rapidez de circulación del capital bancario de
préstamo, así como la digitalización y la maquinización de las funciones de la
banca registraron un aumento imponente.
Los recursos para la realización de la superabundante cantidad de bienes
de consumo provienen en primer lugar de las acrecidas masas de salarios y de
plusvalía que se gasta como renta que ha generado la floreciente actividad
económica.
También tienen su origen en el trabajo extraordinario y más intenso que la
sociedad de consumo obliga a realizar a los trabajadores con la finalidad de que
obtengan mayores ingresos para adquirir bienes de consumo.
Pero lo verdaderamente característico de la sociedad de consumo es el crédito al
consumo.
Las empresas comerciales y los bancos abren crédito a los trabajadores para
que adquieran bienes de consumo de la más diversa índole (casa, automóvil, menaje
de casa, electrodomésticos, electrónicos, vestido, viajes, diversión, alimentos,
educación, belleza, salud, etcétera), los cuales pagarán, junto con altísimos intereses,
a lo largo de su vida productiva e incluso más allá de la misma. Los obreros
permanecen esclavizados de por vida a las exigencias del capital mercantil y bancario y
a través de éstos al régimen capitalista en general. Los obreros hipotecan toda su vida
al capital.
El crédito al consumo, que prácticamente se extendió hacia todas las clases
trabajadoras, se convirtió en una próspera rama de negocios del capital mercantil y del
capital bancario.
Otra fuente de recursos para la acumulación en la sociedad de consumo se
encuentra en los fondos de seguridad social, de retiro y de jubilación de los
trabajadores, los cuales fueron privatizados y utilizados para financiar a las empresas
a través del mercado de valores.

La nueva división internacional del trabajo.

238
2
3

El superlativo desarrollo de la industria productora de bienes y servicios de


consumo que se registró a partir de la década de los 80 del siglo pasado fomentó el
establecimiento de una nueva división internacional del trabajo.
En los países altamente desarrollados se produjo un cambio radical en su
estructura industrial; su antigua planta productiva se transformó para adaptarse
a las exigencias de la sociedad de consumo: con base en una modernísima
tecnología, cuyo núcleo son, como hemos visto, los adelantos de la cibernética y
otras ramas afines, la producción de medios de producción destinados a la
industria de bienes de consumo y a la misma industria productora de bienes de
producción recibió un impulso poderosísimo; la ciencia y la tecnología tuvieron un
imponente adelanto que las condujo hasta niveles sorprendentes; la producción de
bienes de consumo extremadamente sofisticados recibió un fortísimo empuje.
Las empresas comerciales tuvieron también un cambio sustancial con el fin
de adecuarse a las nuevas circunstancias del consumo masivo y en una
significativa metamorfosis las empresas bancarias y financieras crearon nuevos y
más complejos mecanismos crediticios, como los créditos al consumo masivo, para
financiar la transformación industrial, comercial y de consumo emprendida.
Los países altamente desarrollados se especializaron en todas las nuevas
funciones que hemos reseñado y al mismo tiempo promovieron en los países
menos desarrollados la producción para la exportación de todas aquellas
manufacturas, principalmente las de consumo, que antiguamente producía la
industria metropolitana.
La industria de los países de menor desarrollo experimentó también un cambio
significativo: se convirtió en productora de manufacturas, una gran parte de las cuales
son bienes de consumo, destinadas al mercado metropolitano, para lo cual realizó una
conversión industrial que anulaba el anterior modelo de sustitución de importaciones.
También estos países se especializan en estas nuevas tareas y se establece una
nueva relación entre metrópolis y neocolonias.
En esta nueva relación, los países desarrollados proporcionan a los de
menor desarrollo bienes de producción, alta tecnología, recursos financieros,
bienes de consumo sofisticados, etcétera y éstos a su vez proveen a las metrópolis
de los productos tradicionales (alimentos, materias primas y energéticos) pero
también, en un volumen creciente, de manufacturas de diversa índole, entre las
que destacan los bienes y servicios de consumo. Los extremos de esta relación se
dan un mutuo impulso ascendente.
La constitución de la nueva estructura industrial, comercial y de servicios,
tanto en metrópolis como en neocolonias, exigía el desmantelamiento total del modelo
que había implantado la “sociedad del bienestar”, el cual tenía su base en un
crecimiento modesto del consumo, siempre supeditado al de las ramas productoras de
bienes de producción y bienes de consumo de lujo, descansaba en la amplia
intervención del Estado en la economía, como regulador e incluso como productor, y
mantenía el proteccionismo en las relaciones externas.
Surgió entonces lo que se ha denominado el “neoliberalismo”, es decir, la
doctrina económico-política que intentaba aniquilar el antiguo orden de cosas, para lo
cual proponía la drástica reducción de la intervención del Estado en la economía, la
desregulación y el libre comercio.
Pertrechada con estas armas teórico-políticas, la oligarquía burguesa de todos
los países, comandada por la de Estados Unidos, se lanzó de lleno al establecimiento
de la nueva forma de organización económica.
Como primer paso para lograrlo, conquistó el poder o se hizo de los
representantes políticos de la burguesía media o nacionalista (vgr., en México, el
Partido de la burguesía media o nacionalista, el PRI, fue secuestrado por su ala
derecha y entregado a la oligarquía burguesa mexicana; tal es la significación que
tiene el ascenso de Salinas de Gortari al poder y la salida del PRI de la corriente
encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas) y desde ahí impuso sus directrices

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2
4

económico-políticas.
En Metrópolis y neocolonias transformó radicalmente la antigua estructura
industrial: obligó a los empresarios a convertir sus industrias para adecuarlas al
nuevo modelo industrial (desde luego, aquellos que no lo hicieron, la gran mayoría,
fueron sacados del mercado) y proporcionó un gran impulso a las nuevas ramas
productivas que la sociedad de consumo había generado. Esta acción fue un golpe
mortal para la fracción burguesa propietaria del sector industrial desplazado, pues
significó su ruina económica; igualmente, tuvo como efecto inmediato el despido de
cantidades masivas de trabajadores, que pasaron a engrosar el ejército industrial de
reserva.
Entregó a los empresarios privados las industrias estatales y los fondos de
salud, de jubilación y retiro de los trabajadores.
Restringió a su mínima expresión los derechos laborales de los trabajadores.
Formó asociaciones regionales de países entre los cuales se redujeron y en
última instancia se eliminaron las protecciones arancelarias y de otros tipos y en
general se negociaron acuerdos de libre comercio de la más diversa índole. Se
empezó a formar un mercado global dentro del cual circulaban capitales y
mercancías con una libertad casi absoluta.
En último lugar en la enumeración, pero no en importancia, el año de 1989
se derrumbó el sistema de países del capitalismo sui generis en el que se habían
convertido las naciones antiguamente socialistas; cierto es que como una de las
vertientes de la llamada “guerra fría” la plutocracia burguesa internacional realizó
una sistemática labor de socavamiento de la economía de esos países, pero el
impulso principal de su derruimiento venía del interior mismo del sistema, por lo
que su estrepitoso desplome fue una grata sorpresa, algo no esperado pero que la
burguesía internacional recibió con gran beneplácito.

La sociedad de consumo y la revolución


En este punto de nuestro estudio, el “capitalismo de consumo” se encuentra en la
cima de la fase de mutua complementación de todos los contrarios que lo forman; su
estatus es el de la contradicción solucionada, en los términos hegelianos. Hay una extrema
fluidez entre los polos de todas las contradicciones, entre la producción y el consumo,
entre las distintas funciones del capital industrial, entre las distintas formas del capital
(capital industrial, capital comercial y capital bancario), entre los dos sectores de las
economías nacionales (sector I y sector II), entre los dos sectores de la economía
internacional (sector I y sector II internacionales), etcétera. Todos los elementos del
régimen capitalista se engendran mutuamente y dan lugar a una sobre acumulación de
capital. Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una forma más
alta, los elementos de la negación del régimen capitalista. En efecto, el proceso de
maquinización y socialización de la producción avanza sustancialmente en el camino de su
conversión en una unidad productiva global y la fuerza de trabajo se aproxima en una gran
medida a su máxima abstracción y a su concentración total en un obrero colectivo,
también de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo colectivos de la especie
se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el momento permanecen ajenos
uno del otro. La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema: las
formas clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la intensificación y
extensión del trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo vigoroso del que resultan el
desgaste y la descomposición total de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores,
la definitiva anulación de su constitución biológica, la negación radical de su esencia
natural humana. La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión
definitiva de los obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos. Como tales,
a través de la exaltación desmedida de sus necesidades y su satisfacción, ellos participan
activamente en la labor del capital de reforzar sus grilletes, endurecer su explotación y
acelerar el proceso de su depauperación. En el capitalismo de consumo se presenta la fase
más alta de la formación del instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del

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4

obrero colectivo. La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la


especie humana: un obrero colectivo total que posee un instrumento colectivo total, que es
su misma fuerza de trabajo materializada, por medio del cual actúa sobre la totalidad de la
naturaleza con la finalidad de satisfacer colectivamente sus necesidades. El instrumento
colectivo encuentra un obstáculo para su constitución definitiva en su fraccionamiento en
parcelas de propiedad privada de los capitalistas. El obrero colectivo, por su parte, se ve
impedido de realizar su conformación final a causa, primero, de la segmentación a que lo
somete la misma parcelación del instrumento en propiedades privadas y, segundo, de la
naturaleza de propietario privado de sí mismo con que lo ha dotado el régimen capitalista,
fortalecida en grado superlativo por la sociedad de consumo, que erige una traba
insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición de la individualidad capitalista
de los trabajadores, al tiempo que agrava la depauperación de los mismos. El instrumento
y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectivización; también se exigen
acuciantemente uno al otro. El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo
que se apropie del mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva se
desarrolle libremente; el obrero en vías de colectivización reivindica la propiedad del
instrumento colectivo para detener y revertir el proceso de depauperación, colectivizar el
consumo y abolir la individualidad capitalista de los trabajadores. La separación entre el
instrumento y el obrero se trueca en su reunión. La especie humana habrá reivindicado,
como elementos de su naturaleza esencial, un instrumento colectivo maquinizado y una
fuerza de trabajo colectiva totalmente desindividualizada. Este resultado aparece como la
reapropiación por la especie humana de su naturaleza esencial, la cual le había sido
despojada por el régimen capitalista. Es la restauración de la naturaleza humana de los
trabajadores. En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a su
otro, al socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abiertamente hacia su
surgimiento a la existencia. La aparición del otro del capitalismo de consumo a la
existencia, el establecimiento del socialismo integral, debe producirse con una necesidad
ineluctable. La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional lo
acerca peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza humana, por lo
que es imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la reapropiación por ésta de su
esencia natural. Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la
descomposición y degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los
trabajadores un malestar profundo, una grave desestabilización psíquica y un odio sordo y
potente que integran la energía que aquellos despliegan en el trabajo y en el consumo
capitalistas, pero que es también la que debe dirigir hacia la anulación de los mismos. La
clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, dividida de acuerdo con
la partición del instrumento de producción en propiedades privadas; está fragmentada,
además, en sectores radicalmente opuestos entre sí en virtud de sus intereses
encontrados: trabajadores agrícolas, mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes,
aquellos que forman el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo,
completamente atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos
con que la sociedad de consumo los dota. Los obreros se encuentran en principio
separados entre sí, por grupos y como individuos. La burguesía media ha logrado en
muchos casos organizar a los obreros en sindicatos, los que, bajo su dirección, sostienen
las tradicionales reivindicaciones de defensa del salario, del empleo, de la jornada de
trabajo, etcétera y las exigencias económicas y políticas que este sector de la burguesía
hace a la plutocracia. En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza
a los obreros en sindicatos “blancos”, a través de los cuales administra las mezquinas
prestaciones laborales que concede a sus trabajadores. Muy excepcionalmente son los
mismos obreros los que se organizan sindicalmente, pero las reivindicaciones que
sostienen son las mismas que las de los sindicatos burgueses, a las que se agregan las de
la pequeña burguesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase social. Hay una
colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la pequeña
burguesía. No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido creada
por los propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolucionarias. Por el

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4

contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados en organismos de la


pequeña burguesía radical que mantienen un enfrentamiento con la burguesía en general y
desarrollan una lucha contra el neoliberalismo, el calentamiento global del planeta, la
autonomía de los pueblos autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera.

El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral


Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al socialismo
integral. El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva sobre los medios
e instrumentos de producción y además el consumo colectivo y la abolición de la propiedad
privada de los individuos sobre sí mismos; sus elementos han madurado en el interior del
capitalismo de consumo. La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado,
la clase de los trabajadores asalariados. Para adquirir esta naturaleza tiene que estar
organizada con absoluta independencia de la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía.
Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus integrantes, impuestos
por el régimen burgués, hayan sido superados y se constituya en una fuerza colectiva
cohesionada, cuyos elementos carecen ya de la individualidad capitalista. Con el fin de
alcanzar la organización colectiva y la desindividualización de sus miembros, es preciso que la
conciencia burguesa y pequeña burguesa que la clase obrera posee se transforme en una
conciencia proletaria. Esto quiere decir que la conciencia de individuos y la fisiología que le
sirve de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y cuyas raíces son muy fuertes y
profundas, deben ser arrancadas desde su cimiento y sustituidas por una conciencia colectiva.
Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí misma
desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burguesía, tampoco organizarse
colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiología de individuos capitalistas de sus
componentes. En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por la
mutua complementación de todos los contrarios que lo forman (contradicción “solucionada”),
los obreros no pueden hacerlo porque precisamente las condiciones que ahí prevalecen son las
que directamente producen, con implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la
conciencia y la fisiología capitalistas. En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que,
como veremos más adelante, lleva a los trabajadores a las simas de la explotación y
depauperación, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del hambre, las enfermedades,
la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la extensión y la intensificación del trabajo,
etcétera, los obreros tampoco pueden realizar las tareas históricas que les corresponden
porque esa situación de extrema necesidad a que son condenados por la violenta crisis
capitalista obra inevitablemente en el sentido de dar mayor fuerza a su naturaleza de
individuos propietarios privados de sí mismos, por lo que cualquier confrontación que tengan
con la burguesía es únicamente porque ahora ésta les niega tajantemente la satisfacción de
sus necesidades individuales. La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad
pequeño burguesa radical y por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por las
condiciones de vida a que la somete el régimen burgués, se ve obligada a inquirir teóricamente
acerca de la situación propia y de la clase obrera en el régimen del capitalismo de consumo y
sobre la naturaleza esencial de éste. Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer
reiteradamente en las formulaciones revisionistas de la teoría de la revolución. Para dar el salto
hacia una concepción científica del régimen de producción capitalista en su fase actual de
capitalismo de consumo es necesario que la intelectualidad radical realice una inmensa labor
teórica, de igual envergadura cuando menos que las producciones de los clásicos. Esa tarea
debe comprender lo siguiente:
-Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) exclusión de las tesis
revisionistas del cuerpo de la teoría revolucionaria, b) delimitación de aquello de la doctrina
marxista así depurada que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teoría
económica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postulados fundamentales
de la conquista del poder por el proletariado, la abolición de la propiedad privada sobre los
medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los
mismos, etcétera), c) determinación más precisa de lo que en la primera fase se adelantó sólo
como una mera indicación y que en la etapa actual adquiere una relevancia fundamental

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(conceptos de: naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su esencia
natural humana, comunismo como la absoluta colectivización del ser humano, etcétera) y d)
reconocimiento de la Lógica de Hegel como el método científico del marxismo.
-Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los siguientes aspectos:
a) análisis del proceso histórico del paso de la primera a la segunda fase del capitalismo, b)
estudio del nacimiento y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del
capitalismo, c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método científico del
conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia) y, desde luego, de aquellos principios
del marxismo que tienen vigencia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las
características específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo, individuación de los
trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las formas particulares de explotación y
depauperación de los trabajadores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de
los elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérmenes de la segunda etapa del
socialismo, g) explicación de los rasgos esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de
consumo (colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los
trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales, etcétera). Una vez conseguido este
objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado aclarar para sí misma todas esas cuestiones
teóricas y estará en posibilidad de pasar a la etapa siguiente, en la cual: -procederá a remover
la conciencia burguesa y pequeño burguesa que posee la clase de los trabajadores y a
sustituirla por una conciencia proletaria, lo cual significa que debe llevar a la clase de los
trabajadores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen capitalista de
consumo, del carácter de propietarios privados de sí mismos que éste les ha conferido, de las
formas extremas que en él adquieren su explotación y depauperación y de la necesidad de que
unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los métodos revolucionarios clásicos,
al socialismo integral, el que además de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos
de producción incluye la colectivización del consumo y la supresión de la individualidad
capitalista de los obreros;
-al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeño burguesa de los obreros
y los organizará en torno al denominador común de su naturaleza de trabajadores asalariados
y al proceso de dotación de la conciencia proletaria;
-en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelectualidad radical y
la clase de los trabajadores; la primera integrará a su ser las capas superiores de la clase
obrera y se convertirá en un partido revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor
organizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revolucionaria; partido y clase
formarán una unidad indisoluble. Partido y clase desarrollarán entonces la lucha por la
instauración del socialismo integral. Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido
revolucionario, haya conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias
en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instrumentos de
producción, colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los
trabajadores, etcétera.
Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la sociedad de consumo,
han intentado infructuosamente convertirse en Partidos revolucionarios y organizar a los
trabajadores en una clase revolucionaria. El esquema de su acción es siempre el siguiente: se
reúne un grupo de intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismo-leninismo, al
cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan su repudio al
revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las directrices de la IIIa. Internacional y
toman como modelo al Partido Bolchevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera,
entre los que reparten, conforme a una meditada división del trabajo, todas las tareas
imaginarias que algún día van a llevar al cabo; fundan su órgano informativo, al que
denominan “Iskra”, o algo así; otean el horizonte político y siempre descubren que ahora sí el
proletariado, obligado por la superexplotación capitalista, ha iniciado una lucha contra el
régimen burgués; trazan una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados
con las cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera. Invariablemente, una clase obrera
sometida organizativa e ideológicamente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera
podido hacer contacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización

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4

“revolucionaria”, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán el
mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente. Las organizaciones que después de varios intentos
de penetrar en la clase obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten,
conservando su estructura de Partidos “revolucionarios”, en aliados de la pequeña burguesía
en las luchas “populares” que sus diversos sectores despliegan contra la burguesía y hacen de
esa lucha pequeño burguesa el único contenido de su acción política. Esto es así porque estos
grupos nunca realizan las tareas necesarias, que acabamos de describir, para tener un
carácter verdaderamente revolucionario. Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en
su fase de consumo habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el
cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria.

La depauperación de los trabajadores en el capitalismo clásico y en el capitalismo de


consumo

La explotación capitalista tiene dos aspectos fundamentales.


1. Primera forma de la depauperación de los trabajadores en el capitalismo
En esta vertiente, se trata de la vulneración de las condiciones de vida y de trabajo
de los obreros como la parte variable del capital. Es el resultado de la acción del capital que,
después de despojar a los pequeños productores, convertirlos en personas que solo tienen
en propiedad su fuerza de trabajo y someterlos, mediante la violencia física y moral, al
trabajo asalariado, reduce el salario, extiende la jornada, intensifica el trabajo, destruye la
familia de los proletarios, etcétera, con lo cual produce una grave situación de miseria,
hambre, enfermedades y muerte prematura.
La clase obrera es el nervio vital de la especie humana. Los trabajadores, antes de
ser despojados y sometidos por el capital, tenían ciertas facultades y capacidades, una
determinada constitución biológica. Cuando el capital les sustrae sus condiciones de
existencia, los trabajadores pierden las bases para la reconstitución de su conformación
específica.
El capital toma estos trabajadores que han perdido el fundamento de su especial
naturaleza y los somete a la relación trabajo asalariado-capital.
El capitalista compra medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo
(capital constante + capital variable, c+v) y los reúne en el proceso productivo. El resultado
de la producción es un valor incrementado con una plusvalía (p). El valor total del producto
es C = c+v+p (capital constante + capital variable + plusvalía).
La jornada de trabajo del obrero se divide en dos partes: tiempo de trabajo necesario,
en el cual el trabajador reproduce su propio valor, es decir, el de los medios de vida
necesarios, y tiempo de trabajo excedente, durante el cual produce un plus valor que se
apropia el capitalista sin retribución.
El funcionamiento venturoso de la producción capitalista, es decir, la producción y
acumulación constantes de trabajo obrero excedente, requiere que la reproducción de la
fuerza de trabajo se realice de una manera incesante en el nivel requerido según la tasa de
explotación que históricamente se haya determinado para cierto período, es decir, que el
monto del capital variable, el salario que se paga al trabajador, sea suficiente para que la
fuerza de trabajo, dotada con una productividad específica, esté siempre a disposición del
capitalista para realizar el proceso productivo una y otra vez, sin solución de continuidad.
La primera acometida del capital consiste en establecer una división originaria entre
el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente a partir de las condiciones en
que se encuentran los trabajadores cuando han sido despojados de su naturaleza de
pequeños productores.
El capital instaura primero la esclavitud asalariada y luego ejerce una potente acción
para reducir el tiempo de trabajo necesario y extender el tiempo de trabajo excedente con la
finalidad de obtener cantidades crecientes de plusvalía. Esto lo consigue mediante la
drástica reducción del salario, la desmedida intensificación del trabajo, la radical extensión
de la jornada y el incremento de la fuerza productiva del trabajo por medio de la cooperación

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2
4

simple, la manufactura y la gran industria maquinizada.


La época del nacimiento del capitalismo se caracteriza por la enorme violencia física,
moral, económica y social que ejercen los capitalistas sobre la masa del pueblo cuando
realizan el despojo de los productores directos y luego al someterlos a la relación capital-
trabajo asalariado.
Cientos de miles de personas son despojados de sus medios de vida por métodos
sanguinarios, sus hogares destruidos y sus familias desintegradas; se ven sometidos a la
tortura del trabajo capitalista y al abrumador exceso de trabajo que produce un pernicioso
desfalco de la fuerza de trabajo en relación con los medios necesarios para su conservación
y desarrollo, todo lo cual se traduce necesariamente en la más espantosa miseria de los
trabajadores, en el desgaste excesivo de sus organismos, en la degeneración de sus órganos
y sistemas en comparación con las características que tenían en el período inmediato
anterior, en hambre, enfermedades y muerte prematura, etcétera.
Esta que hemos reseñado es la depauperación de los trabajadores tal y como se
produce cuando el capital surge a la existencia y durante el primer período de su vida.
Cuando el capitalismo se mueve ya sobre sus propios pies se presenta la primera
forma de depauperación específica de este régimen económico.
Para un período determinado existe un valor específico de la fuerza de trabajo: es la
cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir los bienes que requiere el obrero
para su subsistencia y reproducción. El concepto de valor de la fuerza de trabajo implica un
conjunto de necesidades de los trabajadores que deben ser satisfechas para que ellos se
encuentren en condiciones de proporcionar una determinada cantidad de trabajo a los
capitalistas, día a día, sin solución de continuidad. Estas necesidades de los trabajadores
son una función del capital; su satisfacción es la condición indispensable para la
producción de plusvalía y la acumulación de capital.
Existe una tendencia poderosa, que actúa persistentemente en el régimen capitalista,
a la reducción del salario, la intensificación del trabajo y la extensión de la jornada.
Esta acción permanente del capital se traduce, necesariamente, en un déficit de los
medios de vida de los trabajadores en relación con el valor de su fuerza de trabajo.
De estas circunstancias se generan dos resultados: un descenso de la capacidad
productiva de los trabajadores y un desgaste desmesurado de su fuerza de trabajo que se
traduce necesariamente en trastornos orgánicos, hambre, enfermedades y muerte
prematura.
El capital no se compadece para nada de la situación a la que condena a los
trabajadores; al contrario, para resarcirse del descenso de la cantidad de trabajo extraído,
refuerza los métodos de producción de plusvalía, los cuales producen ineluctablemente un
mayor daño a los obreros y provocan un nuevo descenso de la capacidad productiva y, por
tanto, de la cantidad de plusvalía.
La acción depredadora sin límites del capital da lugar a una reacción de los
trabajadores dirigida en sentido contrario. Esta oposición evoluciona hasta la constitución
de un movimiento obrero que comprende la formación de sindicatos y partidos de los
trabajadores que luchan por mejorar las condiciones de trabajo y de vida; los excesos más
notorios del capital en las condiciones laborales empiezan a ser mitigados, los salarios
ligeramente incrementados, etcétera.
En cada fase de su existencia, el capitalismo se mueve entre esos dos extremos: (1)
se desarrolla desmesuradamente y ocasiona un mayúsculo desfase entre el desgaste y el
valor de la fuerza de trabajo y (2) genera la contestación correspondiente de la clase obrera
que pretende detener ese proceso y revertirlo.
Desde el punto en donde coinciden el valor social medio de la fuerza de trabajo y su
desgaste medio se inicia una nueva etapa de la relación trabajo asalariado-capital, la que
necesariamente evolucionará hacia la disyunción de los extremos, y así sucesivamente.
El resultado es el paso del capitalismo a una etapa superior de su existencia, en la
cual prevalecerán nuevos niveles del valor de la fuerza de trabajo y de su desgaste en el
proceso productivo. El capitalismo se conserva y se supera en este movimiento
contradictorio.

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En el capítulo XV del primer tomo de El Capital, denominado “Cambio de magnitudes


del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía” 134, establece Marx las leyes que rigen las
relaciones entre el valor de la fuerza de trabajo, su precio y la plusvalía, un resumen de las
cuales presentamos enseguida.
En todas estas relaciones entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía encontramos como
común denominador lo siguiente: el aumento o disminución del precio de la fuerza de trabajo
están determinados absolutamente por las necesidades imperiosas del capital; las fluctuaciones
de aquél por las alternaciones del desarrollo de éste. Esto ratifica plenamente lo que hemos
venido sosteniendo en este trabajo: las necesidades de los obreros sólo existen como medio para
satisfacer las necesidades prepotentes del capital. Derivadas de este principio fundamental
extraemos las siguientes leyes que determinan las relaciones entre el precio de la fuerza de
trabajo y la plusvalía:
1. Todo aumento en la productividad del trabajo sirve de acicate para la reducción del salario del
obrero hasta el nuevo valor de la fuerza de trabajo. Esto significa que la productividad del trabajo
se desarrolla, en el régimen capitalista, con la finalidad de aumentar las ganancias de los
empresarios y no para elevar el nivel de vida de los trabajadores.
2. Con los aumentos en la productividad del trabajo es posible, dentro de ciertos límites, que el
precio de la fuerza de trabajo suba sin que llegue al punto en el que anularía todo incremento de
los productos que se apropia el capitalista, permanezca estable o descienda sin llegar al límite en
el cual se iguala de nuevo con el valor de la fuerza de trabajo. En estas circunstancias aumentará
necesariamente la cantidad de medios de vida y de productos que se apropian el obrero y el
capitalista. Aún en este caso, que es aparentemente el más favorable para el obrero, el incremento
de los bienes de vida que consume sirve para propiciar el desarrollo de la industria ligera y así el
desenvolvimiento armónico de todo el sistema de explotación capitalista; la cantidad mayor de
bienes que se apropia el capitalista servirá en parte para funcionar como un capital adicional o
para ampliar el existente, con lo que la potencia que explota al obrero crecerá de todas maneras;
por otro lado, la burguesía no da nada de una manera graciosa: a cada incremento en el consumo
individual corresponde un aumento exorbitante de la intensificación y extensión del trabajo y, por
tanto, de la plusvalía (el incremento del consumo tiene como objetivo confesado cebar al obrero
para que produzca más plusvalía); la exaltación hasta el infinito de las necesidades individuales
sirve de acicate poderoso para incrementar el consumo y éste es el vehículo más eficaz para
intensificar y extender el trabajo.
3. La intensificación del trabajo presiona para el descenso del precio de la fuerza de trabajo hasta
el nivel en que se iguale con el nuevo límite del tiempo de trabajo necesario a que se ha reducido
el valor de aquélla. Al igual que en el caso anterior (aumento de la productividad) se demuestra
palmariamente que los progresos en la intensidad del trabajo no sirven al obrero sino al capital
(no sólo no sirven al obrero, sino que son empleados para abrumarlo con más trabajo).
4. La intensificación del trabajo crea la posibilidad de que, dentro de una jornada fija e incluso
reducida, aumente el salario a la vez que se incrementa la plusvalía; los bienes de que se
apropian el obrero y el capitalista aumentan necesariamente bajo estas condiciones. Hay un
punto después del cual, debido a la intensificación del trabajo, la fuerza de trabajo entra en una
pendiente de desgaste geométricamente acelerado que determina que el precio de la misma deje
de tener relación con su valor; por más que, dentro de la jornada fija e incluso reducida, aumente
el precio de la fuerza de trabajo, no alcanzará nunca a reponer el desgaste inmoderado de ésta. Al
igual que en el caso anterior (2), la aparentemente mejor situación para el obrero es y se trueca
constantemente en lo contrario.
5. La extensión de la jornada también crea la posibilidad de que aumente el salario a la par que
se incrementa la plusvalía; las condiciones y las consecuencias de ese aumento son las mismas
en este caso que en la intensificación del trabajo.
6. Cuando, por cualquier circunstancia, se reduce la plusvalía de los capitalistas, éstos no vacilan
un instante en resarcirse rebajando el salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo,
aumentando la jornada por sobre sus límites anteriores si las circunstancias lo permiten, o
ambas cosas a la vez. De esta manera, se acelera el desgaste de la fuerza de trabajo y se alcanzan
los mismos resultados que anotábamos en el punto 2.135

134
Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, t. I, versión del alemán por Wenceslao Roces,
Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1964 pp. 434-443

135
Robledo Esparza, Gabriel, El Desarrollo del Capitalismo Mexicano, Biblioteca Marxista, Sísifo
Ediciones, México, 2007, pp. 181-182

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4

Marx ha establecido las leyes generales que rigen la relación entre el precio de la
fuerza de trabajo, el valor de la misma y la extensión, intensidad y productividad del trabajo.
Es a través de las mismas que se realiza el movimiento contradictorio de vulneración
y reconstitución de la fuerza de trabajo que hemos delineado en párrafos anteriores.
En un extremo, la potencia enemiga del trabajo, el capital, pasa por fases bien
definidas: capitalismo de libre cambio, capitalismo de monopolios, capitalismo del bienestar
y capitalismo de consumo; en el otro, en cada una de ellas se produce una reacción peculiar
de la clase de los trabajadores.
En el capitalismo de libre cambio tienen su primera aparición, plena de violencia,
brutalidad y atrocidades en contra de los trabajadores, las formas clásicas de producción de
plusvalía, cuyos efectos inmediatos son: extensión e intensidad desmedidas del trabajo,
reducción sistemática del salario, utilización masiva de trabajo infantil, violencia física y
moral dentro y fuera de los lugares de trabajo, todo lo cual se traduce, como ya lo hemos
señalado, en una situación interminable de desgaste excesivo de la fuerza de trabajo,
hambre, enfermedades, muerte prematura, etcétera.
La reacción de los obreros es el despliegue de una lucha en contra de la burguesía
para detener y después revertir todas estas circunstancias adversas.
Desarrolla, entonces, un movimiento que tiene como objetivos reducir la jornada de
trabajo, elevar el salario obrero, regular el trabajo infantil y femenil, etcétera y lo hace
mediante su organización en sindicatos, la realización de huelgas y, en estadios superiores,
participando políticamente e incluso fundando partidos obreros. Es en esta época en la que
surge, como resultado necesario de la anterior evolución de la ciencia y la filosofía, el
marxismo, que es la doctrina revolucionaria del proletariado, científicamente exacta.
La propia lucha obrera obliga al capitalismo a dar un salto adelante. Ahora la
producción se realiza fundamentalmente en empresas monopólicas. El desarrollo
desmesurado de los monopolios tiene como resultado necesario la ruina de la pequeña
industria y de la industria no monopólica, las cuales compensan sus pérdidas ejerciendo
una gran presión sobre sus trabajadores mediante los métodos clásicos de producción de
plusvalía, con los resultados consabidos en la situación de los obreros. En esta época, el
ejército industrial de reserva se incrementa sustancialmente y se consolida como una
cuantiosa población desempleada que presiona sobre los trabajadores ocupados y aumenta
en gran medida las condiciones de miseria de la situación en que viven los trabajadores.
La competencia entre los países capitalistas desemboca necesariamente en la guerra
interimperialista.
El conflicto mundial entre las potencias ocasiona la incapacidad física y mental y la
muerte de una gran parte de los trabajadores reclutados como militares por los ejércitos
contendientes, severos daños y numerosas muertes en la población civil, centuplicación de
la explotación de los trabajadores en general que incrementa ampliamente la miseria
preexistente, la cual toma ahora el carácter de un genocidio contra los trabajadores, a los
que lleva, literalmente, a su extinción física masiva.
La primera forma de la depauperación de los trabajadores en el régimen capitalista ha
llegado a su punto superior. Se ha producido una absoluta disyunción entre el desarrollo del
capital y la reproducción del trabajo como su base de existencia. De tal magnitud es esa
separación que el capital ha conducido a los trabajadores a un proceso de aniquilación que
amenaza ser irreversible.
El movimiento obrero ha madurado. Se han conformado partidos obreros
socialdemócratas que inscriben en sus banderas la abolición de la propiedad privada y el
establecimiento de la propiedad colectiva, del socialismo.
La teoría revolucionaria se enriquece con los desarrollos de Lenin y Stalin, quienes
fundamentan científicamente la naturaleza del capitalismo ruso: en ese régimen se ha
producido la total desposesión de los trabajadores y sus antiguas facultades y capacidades
se han concentrado en los medios e instrumentos de producción, que se acumulan en
montos crecientes bajo la propiedad de los capitalistas; por un lado, los medios e
instrumentos de producción, concentrados y socializados, cuyo manejo es cada vez más un
asunto de un obrero colectivo y, por el otro, los obreros que realizan un trabajo en conjunto,

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2
4

colectivo, son el prerrequisito para la apropiación de los primeros por los segundos
organizados colectivamente para la lucha política.
La consigna revolucionaria es: conquista del poder por el proletariado, derrocamiento
de la burguesía, establecimiento de la dictadura de los trabajadores, desposesión de la
propiedad privada de los capitalistas, constitución de la propiedad colectiva del proletariado
sobre los medios e instrumentos de producción.
El impulso para la acción de la clase obrera se encuentra en la absoluta
contradicción entre el capital y los trabajadores, los cuales no tienen otra opción, frente a su
inminente desaparición, que recobrar los elementos que el capital les ha sustraído y con ello
garantizar la continuación de su existencia.
Como resultado de las características específicas que en esta época tienen la
explotación capitalista y la respuesta a ella de la clase obrera se produce la revolución
socialista rusa en octubre de 1917.
En el período posterior a la revolución rusa continúan prevaleciendo las mismas
condiciones, por lo que después de un segundo conflicto bélico mundial el socialismo se
instaura en varios países de Europa oriental y en China.
El capitalismo y el socialismo establecen una relación de mutuo engendramiento y
negación.
El capitalismo, en un espacio sensiblemente reducido, se eleva a un plano superior.
La monopolización de la producción es disminuida sensiblemente y se da un gran
impulso a la industria no monopólica, entre ellas a la que produce bienes de consumo.
La fuerza productiva del trabajo (la maquinización de la producción) tiene un
desarrollo portentoso, tan grande que crea la posibilidad de que la jornada de trabajo se
reduzca sensiblemente, los salarios crezcan en alguna medida, las condiciones laborales
mejoren en cierta magnitud, etcétera.
El movimiento obrero pugna ahora por consolidar y ampliar esas tendencias que
surgen en el capitalismo y, además, por incluir entre sus demandas una serie de
reivindicaciones nuevas, como pensiones para adultos, seguro contra accidentes laborales,
servicios médicos universales, educación elemental gratuita, seguro contra el desempleo,
salarios mínimos remuneradores, viviendas para los trabajadores, etcétera.
El Estado per se y presionado por el movimiento obrero, es el garante de su
suministro en unos casos y el proveedor directo en otros, de los satisfactores que la clase
obrera requiere y reclama.
Son el Estado benefactor y el capitalismo del bienestar, los que toman cuerpo en los
países capitalistas más adelantados después de la segunda guerra mundial.
Las características de este capitalismo concuerdan exactamente con una de las
posibles combinaciones de las relaciones determinantes entre fuerza productiva, extensión,
intensidad, valor y precio del trabajo enumeradas por Marx en el capítulo XV del primer
tomo de El Capital. La explotación y depauperación de los trabajadores se produce, de
acuerdo con los mismos razonamientos de Marx, no obstante y por medio de la elevación del
salario, la reducción de la jornada, la maquinización de la producción, el mejoramiento de
las condiciones de trabajo y de vida de los obreros, etcétera.
La teoría de la revolución había establecido una relación inextricable entre la primera
forma de la depauperación del proletariado y la necesidad de la revolución.
La revolución era inminente a causa de la extrema miseria, la cual atentaba contra la
mera existencia física del proletariado
Cuando el capitalismo se eleva a un nivel superior de su existencia y aquella forma
deja de tener una vigencia general ya que es sustituida por otra que implica un
mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores que los aleja de la catástrofe,
entonces la teoría se extravía.
Se considera que el capitalismo ha cambiado sustancialmente. Ya no es aquel que
fatalmente generaba la miseria exterminadora del proletariado; ahora tiene la capacidad, y
la ejerce, de satisfacer en cierta medida las necesidades de los trabajadores.
La explotación y depauperación del proletariado tienen otro contenido: se trata del
sometimiento del trabajador a las exigencias de un régimen de dominación total que anula el

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2
4

libre desarrollo de los individuos, determina unilateral y dictatorialmente los derroteros de


su vida laboral y social.
La impugnación de la sociedad industrial discurre entonces por dos vías
fundamentales: (1) el proletariado puede encaminar su acción al ahondamiento de las
tendencias preexistentes para lograr así el establecimiento de un capitalismo “más humano”
o (2) pugnar por la instauración de un socialismo “humanista”, en el que, desplazando a la
burguesía, se establezca un régimen de economía descentralizada, en donde los medios e
instrumentos de producción pertenezcan al grupo de trabajadores de la unidad productiva.
El socialismo clásico, preconizado por Marx y Engels, quedó por completo fuera de la
perspectiva de la teoría.
Los partidos comunistas de occidente se convirtieron en partidos con una ideología
burguesa y una política oportunista. El movimiento obrero se transformó en un apéndice de
un sector de la burguesía.
Al final del período el socialismo internacional hace explícita la negación que lleva en
su interior y se derrumba el régimen del socialismo realmente existente, dando paso al
capitalismo típico, el cual se instaura en todos los países antiguamente socialistas.
Después del capitalismo del bienestar viene el llamado capitalismo de consumo.
En éste se produce una mayúscula revolución tecnológica (ver páginas anteriores).
La fuerza productiva del trabajo aumenta inconmensurablemente y las tendencias que
nacen en el capitalismo del bienestar se hacen más potentes: incremento de los ingresos y
desarrollo de las industrias que producen bienes de consumo, principalmente.
En una primera etapa, llamada neoliberalismo, se eliminan algunos de los progresos
en los elementos de la seguridad de los trabajadores proporcionados por el Estado. La tutela
del Estado benefactor es sustituida por la acción del mercado.
El individuo trabajador se ve acosado por un mundo de mercancías, ampliamente
diversificadas y sofisticadas, que incitan a su consumo.
La obtención de los bienes de consumo evanescente sólo se puede lograr si el
trabajador tiene más ingresos, para lo cual no hay otra opción que el incremento de la
fuerza productiva (producción de plusvalía relativa, maquinización de la producción
(cibernética, robótica, etcétera)), la intensificación del trabajo y el trabajo extraordinario.
Desde luego esto implica una supeditación más férrea a la esclavitud asalariada.
En un estadio posterior toman cuerpo las reivindicaciones de los trabajadores
relativas a la restauración de las conquistas obtenidas por los obreros y la burguesía media
durante la sociedad del bienestar.
En el capitalismo de consumo se manifiesta la situación descrita por Marx en el
capítulo del tomo I de El Capital relativo al cambio de magnitudes entre el precio y el valor
de la fuerza de trabajo y la plusvalía. Aquí se da la circunstancia ahí especificada de
aumento de la cantidad de bienes que adquiere el obrero a cambio de su trabajo; no tiene
lugar aquella condición según la cual se produce una enorme desproporción entre el precio
y el valor de la fuerza de trabajo que se traduce en la miseria más atenazante, característica
ésta de la primera forma de la depauperación de los trabajadores.
El valor de la fuerza de trabajo incluye ahora un conjunto de necesidades
perniciosas, morbosas, que deben ser satisfechas por el consumo evanescente de bienes
sofisticados de vida efímera.
La explotación y depauperación de los trabajadores continúa y se fortalece en este
escenario, aunque aparezca oculta a la mirada confundida de la teoría.

2. La depauperación de los trabajadores en el capitalismo moderno


En un segundo plano, semi oculta, en el capitalismo se desenvuelve la segunda
forma de la depauperación de los trabajadores, la cual se caracteriza por la completa
anulación en ellos de la naturaleza humana, proceso que se inicia al tiempo de la disolución
de la comunidad primitiva, se continúa a lo largo del régimen de la propiedad privada y tiene
su manifestación más drástica en la última fase de éste, en el capitalismo moderno.
La naturaleza humana de la especie se consolidó dentro del régimen de la comunidad
primitiva.

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2
5

Esta forma de organización social se caracteriza por la propiedad, el trabajo y el


consumo colectivos. El sujeto es la colectividad.
El individuo es una extensión de la colectividad. Sus órganos, procesos orgánicos,
fisiología y psicología se formaron y robustecieron como elementos de la colectividad; la
medida y el funcionamiento de estas características de la especie son determinadas por su
origen y destino colectivos. Las particularidades biológico-colectivas de los individuos de la
especie son las que determinan su humanidad.
A la comunidad primitiva suceden los regímenes de la propiedad privada. En ellos la
colectividad se disuelve y se establece el individuo como sujeto autónomo. Toda la evolución
histórica de la propiedad privada es el proceso de demolición de la colectividad, lo que
implica la anulación de la naturaleza colectiva de las características biológicas humanas de
los individuos, su conversión en elementos que sirven al individuo autónomo, y con ello la
aniquilación de la naturaleza humana de la especie.
Los órganos, procesos orgánicos, fisiología y psicología de los individuos, sus
características biológico-colectivas, son sometidas a un proceso, cuyos efectos son más
perniciosos conforme avanza la propiedad privada, de desgaste inmoderado, descomposición
aguda y degeneración absoluta.
El núcleo esencial de la naturaleza humana de la especie, su naturaleza biológica, es
socavado sistemáticamente en los regímenes de la propiedad privada, hasta rematar en su
completa aniquilación en el capitalismo moderno.
El régimen superior de la propiedad privada es el capitalismo denominado de
consumo.
En éste el proceso productivo, a través de las formas de producción de plusvalía
(absoluta y relativa) y de la acumulación de capital, y en el consumo masivo, por medio de la
exacerbación de las necesidades individuales y la asimilación acelerada y constante de los
bienes, la depauperación de los trabajadores se sitúa en su nivel más alto que consiste en el
desgaste desmedido y la descomposición absoluta de todos sus órganos y procesos
orgánicos, la disolución definitiva de la colectividad y el establecimiento categórico del
individuo como propietario privado de sí mismo; esto es, la miseria que se caracteriza por la
absoluta anulación de la naturaleza esencial de la especie humana. La producción y el
consumo se engendran mutuamente; en esta recíproca procreación dan lugar a un
progresivo y acelerado agravamiento de la depauperación de los trabajadores.
Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético y en el consumo
masivo producen necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los
órganos y funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su
individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los
trabajadores, se anula su esencia natural humana.
Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural humana de
los trabajadores, el trabajo cibernético y el consumo masivo producen los elementos de la
reconstitución de la misma sobre una base más alta. En primer lugar, el individuo
trabajador se encuentra aquí convertido absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin
ningún contenido (no posee ningún instrumento propio ni tiene una capacidad concreta
determinada, únicamente la capacidad abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un
simple apéndice del instrumento maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de
trabajo cobra mayor abstracción sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez
más socializado En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo
se separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los
capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se constituye
como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible utilizar mediante el
trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha transformado en un
instrumento colectivo. Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la
socialización que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los
trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la
acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la
especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada los

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2
5

capitalistas.
El consumo masivo tiene como premisa y resultado necesarios la prostitución del
individuo, la especulación que el trabajador realiza sobre sus necesidades y satisfactores,
exaltándolos desmedidamente para obtener una satisfacción magna, inacabable. Es la
negación absoluta de las necesidades individuales humanas.
De aquí surge, necesariamente, la reivindicación de la restitución de la naturaleza
humana de las necesidades individuales, de la reapropiación de su naturaleza individual
colectiva, lo que implica la abolición implacable de la individualidad capitalista de los
trabajadores
El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores
atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las
capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana, pero al
mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el socialismo, en el
cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del
instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los
trabajadores.
El socialismo y el comunismo son, entonces, la reapropiación de la naturaleza humana
de la especie.
La primera forma de la depauperación de los trabajadores sigue existiendo, y con
una gran fuerza, en el capitalismo moderno.
En los países menos desarrollados el capitalismo atraviesa fases que se asemejan a
las del capitalismo de libre cambio. En ellos tiene un amplio campo de acción la primera
forma de la explotación y depauperación de los trabajadores.
Los países desarrollados, al transitar a la nueva división internacional del trabajo
desplazan su fuerza de trabajo hacia industrias de alta tecnología y requieren de mano de
obra barata para sus ocupaciones inferiores (agricultura, construcción); recurren entonces a
los desocupados que sus homólogos han creado en el tercer mundo e importan fuerza de
trabajo en cantidades crecientes.
En los países metropolitanos se forma, con los inmigrantes, una copiosa población
que está sujeta, en su totalidad, a las formas de explotación y depauperación clásicas, con
la esclavitud sans phrase incluida.
En los países capitalistas desarrollados se presentan cíclicamente crisis
catastróficas, como la de 2008-2012. Durante estos cataclísmicos acontecimientos
económicos se desarrolla nuevamente y cobra bríos, entre los mismos obreros
metropolitanos, la primera forma de la explotación y depauperación.

Estructura del capitalismo internacional en la época del capitalismo de consumo

Entre los países capitalistas desarrollados se establece una división del trabajo por
la cual uno de ellos se convierte en el productor de bienes de capital de una tecnología
cada vez más poderosa que cubre las necesidades del mercado mundial y los demás se
transforman en los proveedores internacionales de bienes de consumo sofisticados y bienes
de capital de una tecnología inferior. Esta división genera, desde luego, relaciones de
complementación y oposición entre los países ricos que puede desembocar en crisis como
la monetaria que sacudió al mundo en la década de los años setenta del siglo XX. La
acción mutua entre estas dos partes integrantes del sistema eleva el capitalismo a etapas
superiores de su existencia.
En las colonias concluye en lo fundamental la revolución democrático-burguesa
antiimperialista. Al término de la misma queda establecido en ellas plenamente el régimen
capitalista de producción, al que integran dos sectores fundamentales: (a) uno formado por
los grandes terratenientes, comerciantes e industriales capitalistas provenientes de las
clases feudales dominantes (pero que, merced al proceso reseñado, han dejado de ser
feudales) que poseen plantaciones, explotaciones y fábricas en las que producen materias
primas y alimentos para el mercado metropolitano y bienes de producción y de consumo
para el mercado interno; el capital de este sector crece con base en el capital extranjero, al

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2
5

que está íntimamente unido; en este proceso de capitalización, este sector negocia con el
capital extranjero para que primero le permita asociarse con él y por último deje
definitivamente a su cargo algunas ramas productivas; el capital imperialista, por su parte,
se desplaza a otras ramas en las que provoca también un proceso de capitalización del
sector aludido y determina su modernización, vale decir que el capital extranjero acrecienta
y moderniza el capital nacional del sector en estudio; (b) un segundo sector formado por
capitalistas agrícolas, comerciales e industriales provenientes de los pequeños productores
de mercancías de la época de la dominación feudal imperialista y que producen
principalmente bienes de consumo para el mercado interno; este sector, que también ha
nacido al calor de la penetración imperialista y que crece conforme lo hace el otro sector
mencionado, aunque en mucho menor medida, encuentra un obstáculo en el crecimiento
desorbitado del capitalismo nacional que es apoyado por el capital extranjero; estas
condiciones de existencia obligan al sector que nos ocupa a realizar una acción económica
y política en contra de la gran burguesía para detener su crecimiento exorbitante y forzarla
a derivar recursos hacia él con la finalidad de propiciar un desarrollo armónico de los dos
sectores del capitalismo colonial; todas las reivindicaciones de este sector capitalista
nacional giran precisamente en torno a sus intereses económicos, que son contrarios a los
del otro sector; de ahí entonces que entre sus banderas se encuentre la del
antiimperialismo que significa, simple y llanamente, la exigencia de que el capital nacional
desplace aceleradamente al capital extranjero y lo sustituya en sus funciones; el programa
de este sector burgués incluye, por tanto, la nacionalización de las empresas extranjeras
que explotan recursos naturales, producen bienes y servicios, etcétera, la protección
arancelaria, la sustitución de importaciones, el empleo de materias primas y energéticos
nacionales para el capitalismo nacional, exportación de bienes manufacturados mediante
la complementación de las economías desarrolladas, transmisión libre y barata de la
tecnología de los países adelantados a los "subdesarrollados", reglamentación de las
inversiones extranjeras para excluirlas legalmente de ciertos sectores económicos a la vez
que se les dirige hacia otros campos para que impulsen en ellos el crecimiento del
capitalismo nacional, etcétera. En torno a estas reivindicaciones se genera una lucha
interburguesa entre la gran burguesía proveniente de los terratenientes y la burguesía que
desciende de los pequeños productores de mercancías, a la que arrastran a las demás
clases sociales de la colonia; con alternativas que llevan al poder a una o a otra fracción
burguesa, se va conformando una tendencia hacia la constitución de una nueva forma del
capitalismo colonial y de una nueva relación entre las metrópolis y las colonias, a la que
aquí denominaremos neocolonialismo; en esencia, el proceso tiende a que el capital
nacional vaya desplazando al capital extranjero de las esferas y funciones tradicionales y
de esta manera lo obliga a que se reconcentre en nuevas funciones cada vez más
complejas, lo que da al mismo tiempo un gran impulso ascendente al capitalismo nacional
y al de la metrópoli; en la forma "pura" del neocolonialismo, los países desarrollados se
dedicarían a la tarea de proporcionar a los países neocoloniales modernos bienes de
capital, complicada tecnología, alto financiamiento y bienes de consumo sofisticados,
mientras que éstos, por su parte, proporcionarían a las metrópolis, producidos con su
propio capital, materias primas, energéticos y manufacturas cuya producción es
incosteable para ellas y también controlarían la mayor parte del mercado interno de bienes
de consumo y de capital; cada nueva esfera de acción que reivindicase para sí el capital
nacional neocolonial sería una carga menos para el capital metropolitano, el cual podría
así reconcentrarse en el desarrollo más amplio de la tecnología moderna, de igual modo
que todo progreso de ésta se traduciría en un adelanto del capitalismo neocolonial. Como
se ve, en su fase superior el capitalismo internacional está estructurado por dos partes
interdependientes, las cuales se suponen y se engendran mutuamente. Las relaciones
entre estos dos elementos son de unidad y lucha, por lo que deben necesariamente
presentarse crisis (como las del petróleo, vgr.) de las que el capitalismo internacional sale
más fortalecido. De suyo se comprende cuál es la verdadera naturaleza del
antiimperialismo ayer todavía en boga: se trata, simple y sencillamente, de la lucha de una
fracción de la burguesía nacional de las neocolonias en contra de otro sector burgués de

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5

las mismas y del imperialismo ¡para hacer pasar a éste a una fase superior de su
existencia!
Esta relación entre el capitalismo metropolitano y neocolonial, basada en el
proteccionismo, evoluciona, a partir de la octava década del siglo XX, hacia otra que tiene
su fundamento en el libre comercio, a la que se denomina neoliberalismo.
El grupo de países formado por las grandes potencias capitalistas que habían
participado en el conflicto armado constituyó un primer sector del régimen capitalista
resultante de la segunda guerra mundial; a este grupo pertenecían los Estados Unidos,
país que salió súper fortalecido de la contienda y que era ahora la mayor potencia
económica capitalista, y otros países, como Alemania, Francia, Japón, etcétera, cuyas
economías habían sido devastadas por la guerra. Entre ellos se estableció una relación por
la cual los Estados Unidos primero desarrollaron una acción para impulsar la
reconstrucción de los otros países del sector, luego apoyaron su desarrollo económico y por
último los integraron al grupo de las economías capitalistas más desarrolladas, que tiene
por extremos, por un lado a Norteamérica, cuya economía se especializa en la producción
de medios de producción, alta tecnología, la ciencia moderna, bienes de consumo
sofisticados, productos financieros, capital, etcétera, y por el otro a Francia, Alemania,
Japón, etcétera, que proporcionan al mercado norteamericano bienes de consumo
duradero y, también, bienes de producción de una tecnología inferior e incluso la misma
tecnología de segundo orden. Las dos partes de este sector se establecieron como los
extremos de una contradicción, los cuales se engendran y se niegan mutuamente.
Para finales de la década de 1970 esta relación había alcanzado su madurez.
En un mutuo impulso, la economía norteamericana creció por medio del apoyo a la
reconstrucción y el desarrollo de las economías de los otros países del sector. Sin embargo,
esta relación empezaba ya a convertirse en su contrario: las economías de los países
europeos y del Japón crecían a un ritmo vertiginoso, desbordando el mecanismo de mutua
complementación con la economía norteamericana, y se había generado ya una drástica
oposición en la cual el desarrollo de los países europeos y del Japón tenía su base en la
vulneración del desenvolvimiento de la economía norteamericana.
La metamorfosis radical de la economía norteamericana, el paso de la “sociedad del
bienestar” a la “sociedad de consumo”, que implicaba un cambio sustancial en el modelo
industrial, comercial y financiero del capitalismo norteamericano hacia lo que se ha dado
en llamar la “nueva economía”, se realizó, sin embargo, bajo la égida del sector I de la
economía norteamericana (la plutocracia norteamericana), que fue el que estuvo en el
poder durante los gobierno de Reagan y Bush padre, esto es, en el período comprendido
entre 1981 y 1993.
La misma plutocracia norteamericana fue la que condujo el proceso señalado, que
en esencia se centraba en la estructuración de una industria productora de medios de
producción, tecnología y bienes de consumo sofisticados que tuviera su base en los
adelantos tecnológicos alcanzados por las industrias militar y espacial en la etapa anterior
(cibernética, informática, etcétera). Recordemos que el galardón más alto de la “nueva
economía”, la red global, la web, es un instrumento originalmente concebido y desarrollado
con fines militares.
Al mismo tiempo, la plutocracia impulsó la transformación de las economías de los
demás países capitalistas con el fin de hacerlos ingresar a la nueva relación internacional.
La revolución pequeño burguesa China fue el último resultado de la revolución
democrático burguesa antiimperialista internacional y a la vez el motor del
neocolonialismo, nueva fase del colonialismo.
Después de llegar a la cima de su desarrollo, los países del socialismo formal de
Europa oriental sufrieron el fortalecimiento del contenido capitalista que mantenían en su
interior, por lo cual, a partir de la década del 60, iniciaron un proceso de regresión hacia el
capitalismo que primeramente dio como resultado el establecimiento de un capitalismo sui
generis que tenía como elementos constitutivos a una pequeña burguesía surgida del
propio proletariado y una clase obrera que soportaba la explotación de que la primera la
hacía objeto y después, a partir de 1989, los hizo entrar en la vía del capitalismo clásico,

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5

por la que hoy en día mal que bien transitan.


Durante la época de existencia del socialismo "pequeño burgués" (del capitalismo
sui generis existente en Europa oriental), es decir, entre 1960 y 1989, hay una relación
dialéctica entre las dos partes principales del sistema capitalista, es decir, entre los países
capitalistas desarrollados y los países del socialismo "pequeño burgués" que anteriormente,
bajo el régimen del socialismo formal, habían alcanzado un enorme desarrollo económico
del cual después se volvió usufructuaria la burocracia obrera; esa relación fue de mutua
oposición y complementación y devino, a fin de cuentas, en la transformación del
capitalismo incompleto, deforme de Europa del este, en el capitalismo típico del mundo
occidental. Más tarde, a partir de 1989, esta estructura del socialismo degenerado -
capitalismo sui generis- fue definitivamente destruida y en su lugar se estableció el
capitalismo puro y simple.
En síntesis, el capitalismo, que había ganado en profundidad a costa de perder
terreno, crece tan prodigiosamente dentro de su campo de acción reducido que pronto
recobra sus antiguas posiciones; hasta aquí, como vemos, el capitalismo se ha desarrollado
de una manera constantemente ascendente, se ha perfeccionado en cada una de sus
etapas de vida.
En esta misma fase, el capitalismo intensifica su tendencia natural a la
socialización de la producción; irrumpe en lo que hasta entonces había sido un terreno
vedado: la intelectualidad pequeño burguesa; socializa la producción intelectual a través de
las computadoras y otras máquinas que realizan trabajo mental y pretende socializar las
condiciones exteriores de la producción de un grupo especial de esa fracción de la pequeña
burguesía: los artistas y los escritores. La respuesta no se hace esperar: la pequeña
burguesía de las metrópolis se pone en pie de lucha para defender sus intereses frente a
esta acometida burguesa, en lo cual coincide con la rebelión de la pequeña burguesía de
las colonias.
Los frutos de esa lucha de la pequeña burguesía internacional (neocolonial y
metropolitana) no pueden ser sino la expresión de la vulgaridad y la miseria moral de esa
clase social; da a luz tres monstruosos engendros: el socialismo pequeño burgués de Rusia
y sus satélites, la "revolución" de mayo en Francia (o "revolución de las flores") y la
"revolución" cubana. Como en las anteriores etapas del capitalismo, la contradicción entre
la burguesía y la pequeña burguesía cristaliza al exterior como la contradicción entre dos
grupos distintos de países: las "democracias occidentales" por un lado y las "democracias
socialistas" por el otro. Después de una lucha más o menos enconada, pero que presenta
las características esenciales de la clase social atacante, o sea de la pequeña burguesía
(amenazas pueriles y constantes retiradas vergonzosas), la pequeña burguesía socialista
hace las paces con la gran burguesía internacional y se dedica a formar su propio imperio
ya integrado al aparato del imperialismo burgués -no era otro el contenido de la doctrina
de la coexistencia pacífica promovida por Jruschov a la muerte de Stalin-; las
contradicciones entre estos dos grupos de naciones no se acaban, pero tienden a resolverse
por la vía pacífica. La "rebelión" de la pequeña burguesía continúa en las colonias y en los
países capitalistas hasta agotar todo su ímpetu en la "revolución" cubana, en la
"revolución" nicaragüense y en la "revolución" de mayo; después de este tragicómico clímax
se inicia el proceso por el cual la pequeña burguesía colonial y metropolitana se integra
definitivamente al aparato de explotación capitalista; este movimiento pequeño burgués,
ridículo e impotente, se agota aún antes de haber podido tener alguna utilidad para la
revolución proletaria.
En el proceso descrito hemos encontrado que el régimen capitalista de producción
se ha desarrollado intensiva y extensivamente a través de sus dos fases de existencia,
perfeccionándose como tal régimen de explotación y, por tanto, llevando sus
contradicciones esenciales hasta sus últimas consecuencias.

En resumen:
En los países metropolitanos y en los capitalistas que no son neocolonias, el
capitalismo ha pasado por las siguientes fases:

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a) destruyó el régimen económico anterior;


b) orientó hacia la producción capitalista a las clases poseedoras del régimen
preexistente;
c) se convirtió de capitalismo de libre cambio en capitalismo monopolista;
d) alcanzó la forma superior de capitalismo de consumo;
e) integró a todas las clases sociales explotadoras en función del desarrollo
armónico del capitalismo; fundió en una sola clase a la aristocracia capitalista y a la
burguesía; lo mismo hizo con las dos fracciones en que se dividió posteriormente la
burguesía (burguesía del Sector I de la economía capitalista, que produce bienes de capital
modernos y una complicada tecnología y posee un poderoso aparato bancario y comercial y
burguesía del sector II que produce bienes de capital más modestos y bienes de consumo
sofisticados y posee un aparato bancario y comercial de proporciones más reducidas); y,
por último, le dio un lugar decoroso en el festín a su lacayo preferido, la pequeña
burguesía;
f) le dio al Estado nuevas funciones acordes con las modernas necesidades de la
explotación capitalista;
g) ha quedado establecido en su forma perfecta, en donde su apariencia coincide
por completo con su esencia.
Al extenderse geográficamente, el capitalismo anidó en los países atrasados, en
donde formó el sistema colonial del imperialismo, el cual evolucionó hasta su forma
moderna del neocolonialismo; su acción en esos lugares ha seguido las etapas progresivas
siguientes:
a) desarrolló las relaciones capitalistas en las colonias;
b) destruyó el régimen económico preexistente;
c) orientó hacia la producción capitalista de las colonias a las clases poseedoras
del régimen anterior;
d) estableció en las colonias un régimen típicamente capitalista;
e) integró a todas las clases sociales de las colonias en el aparato de explotación
capitalista, perfeccionándolo;
f) convirtió a las colonias en parte integrante del régimen internacional del
capitalismo y en complemento necesario de los países imperialistas; perfeccionó así el
capitalismo internacional.
Después de resentir una pérdida geográfica con la instauración del socialismo en
una serie de países como secuela necesaria de cada una de las dos guerras mundiales, el
capitalismo recobró el terreno perdido al establecer en ellos en primer lugar lo que nosotros
llamamos el "socialismo pequeño burgués, que en realidad no es sino una especie de
capitalismo embozado, y después un régimen capitalista clásico. Este proceso de regresión
del socialismo ha seguido los pasos que a continuación se enumeran:
a) del propio proletariado surgió un grupo social, la pequeña burguesía
intelectual, que se apropió de los medios e instrumentos de producción y se convirtió en
explotadora de la clase obrera;
b) se creó un régimen de producción capitalista sui generis cuya característica
fundamental es la propiedad por grupos (de explotadores, naturalmente) de los medios e
instrumentos de producción;
c) ese capitalismo sui generis se desarrolló hasta constituir un imperio;
d) que también se convirtió en colonialista;
e) el "socialismo pequeño burgués" se integró al régimen internacional del
capitalismo y se volvió una de sus partes esenciales a través de la coexistencia pacífica;
f) por último, esta forma degenerada del socialismo formal inició su
transformación en un régimen capitalista típico.
En todas estas etapas y fases del desarrollo ascendente del capitalismo, éste, como
lo hemos subrayado anteriormente, se ha perfeccionado como el régimen de explotación
que es en su esencia; al alcanzar su forma más perfeccionada fortaleció también la
explotación y depauperación del proletariado hasta sus últimas consecuencias en las
formas que Marx delineaba ya en la época infantil de este régimen de opresión. Se ha

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perfeccionado, centuplicándose, la explotación y depauperación del proletariado.


Este desarrollo del capitalismo ha creado y perfeccionado en todas partes (es decir,
en metrópolis y neocolonias), las premisas objetivas, materiales, de la revolución socialista.
Al lado de este proceso de vida del régimen capitalista han evolucionado el
movimiento y la teoría revolucionarios, pasando por una serie de fases ascendentes que
van desde la revolución en 1848 en Francia y la aparición del Manifiesto Comunista, hasta
la revolución socialista rusa, la constitución del sistema socialista y los aportes teóricos de
Lenin, Stalin y la IIIa. Internacional; de tal manera, al final de todo este movimiento
histórico el proletariado internacional ha formado la mayor parte de los instrumentos
teóricos y prácticos necesarios para realizar la revolución socialista a escala internacional.
Para que la teoría revolucionaria esté completa, sólo falta reivindicar el núcleo fundamental
de la misma, hoy desvirtuado por el revisionismo, e integrar a ella los nuevos aspectos que
ha adquirido el capitalismo internacional en su nueva época (capitalismo de consumo y
neocolonialismo).
Así, al final del proceso las premisas intelectuales de la revolución proletaria
(entendidas éstas como la existencia de la teoría revolucionaria debidamente estructurada
en todos sus aspectos fundamentales) se habrán perfeccionado, quedando listas para
entrar en acción en todo el sistema capitalista.
El régimen capitalista, en su camino ascendente, habrá forjado definitivamente los
elementos que deben derrocarlo. ¡La hora de la liberación sonará entonces!
Frecuentemente hablan los revisionistas de todo tipo acerca de la "nueva etapa" del
régimen capitalista o del “viraje” que éste ha dado después de la segunda guerra mundial,
argumentos con los que tratan de justificar su traición al marxismo-leninismo. Cierto es
que el capitalismo ha entrado, en la época a que se refieren los revisionistas y
oportunistas, a una nueva fase de su desarrollo; pero esta etapa superior de su existencia
es aquella en la que sus leyes fundamentales, con las que vino al mundo hace ya mucho
tiempo, han cobrado su forma más acabada y, en consecuencia, en donde las tesis
fundamentales del marxismo-leninismo sobre la revolución proletaria alcanzan una validez
universal.
La etapa que vive el capitalismo mundial después de la segunda guerra mundial es,
en resumen, la siguiente:
a) el capitalismo internacional se ha desarrollado en una forma ascendente, en la
cual conserva y perfecciona en todas y cada una de sus partes integrantes (metrópolis,
neocolonias y países capitalistas que no son ni lo uno ni lo otro) sus fundamentos
esenciales que lo caracterizan como un régimen de explotación voraz;
b) la producción de mercancías se ha elevado a la enésima potencia y la
mercantilización se ha extendido hasta los bienes intangibles como la ciencia, la tecnología
y la información;
e) ha crecido, se ha fortalecido y dinamizado el mercado mundial que se había
formado en las fases previas del capitalismo; este mercado comprende el de mercancías
propiamente dicho, el de capitales, el de servicios tradicionales, el de conocimientos
científicos, el de tecnología, el de telecomunicaciones e informática, etcétera;
f) todos los países concurren a este mercado mundial de una forma cada vez más
fluida, ya sea como oferentes o como compradores y participan en los diferentes segmentos
de acuerdo con la naturaleza especial de su aparato productivo y del lugar que ocupan en
la estructura internacional del capitalismo.
g) la separación entre los medios e instrumentos de producción y los productores
directos se ha reforzado al formarse una clase poseedora internacional que es una
reducida minoría y una clase de desposeídos, los trabajadores del mundo, que suman
cientos de millones; la relación entre los pocos propietarios privados y la multitud de los
trabajadores es la del trabajo asalariado;
h) la maquinización de la producción ha alcanzado su punto superior con la
computarización, la automatización, la robotización, la cibernética y la informática;
i) a la par que el mercado mundial se ha dinamizado, se ha constituido la fábrica
mundial; las trasnacionales extienden sus territorios productivos a todos los países del

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planeta;
j) la concentración y centralización del capital, su socialización e
internacionalización han ido en aumento;
k) en consecuencia, la explotación y depauperación de la clase obrera
internacional se han agudizado en una escala grandísima;
l) el capitalismo se ha estructurado en todo un sistema mundial compuesto por
las partes que a continuación se detallan:
a' Sistema de países capitalistas altamente desarrollados (imperialistas), en cuyo
interior se da una división entre un país que se especializa en la producción, para el
mercado internacional, de bienes de capital modernos, una ciencia omnicomprensiva y una
moderna y compleja tecnología, y las restantes naciones, que producen preferentemente
bienes de capital más modestos y bienes de consumo sofisticados para ese mercado. Las
relaciones que se establecen entre ambas partes del sistema son de unidad
(complementación) y lucha: la economía de estas dos partes del sistema se complementan
porque una de ellas proporciona a la otra los medios de producción modernos y ésta a su
vez provee a la primera de otros bienes de capital más sencillos y bienes de consumo; de
esta suerte, al especializarse en la producción de cada uno de los tipos de bienes
mencionados, los dos sectores del sistema se engendran mutuamente y acceden a una fase
superior; la lucha se entabla porque la acción del país de la industria pesada sobre los
demás países produce en éstos un progreso de sus industrias productoras de bienes de
capital y de bienes de consumo, las que entran en competencia con las de aquel, tanto en
los mercados internos del sistema como en todo el mercado internacional; para poder
enfrentarse a sus competidores, el país líder del sistema se ve obligado a dar un poderoso
empuje a sus industrias mediante un desarrollo más intenso de la ciencia y la tecnología;
los países del polo opuesto, ante esta acometida, tienen que asimilar la nueva tecnología e
impulsar sobre esa base superior sus industrias productoras de bienes de consumo y de
capital, con lo que se reinicia el ciclo descrito; la lucha entre las dos partes del sistema es,
también, como se ve, un mutuo engendramiento (que discurre a través de crisis) cuyo
resultado es el desenvolvimiento sobre una base científica y tecnológica cada vez más alta
de la industria pesada y la industria productora de bienes de consumo a escala
internacional y, por ende, el perfeccionamiento constante del régimen capitalista de
producción.
b' Sistema neocolonial del imperialismo, integrado por un grupo de países
capitalistas que forman mercado y campos de inversión para los productos y los capitales
excedentes del sistema de países desarrollados y que son fuentes de materias primas,
energéticos, productos alimenticios y, de una manera cada vez más intensa, de
manufacturas para esas mismas naciones.
Las dos partes integrantes del sistema general del capitalismo (imperialismo), es
decir, los países desarrollados y los países neocoloniales, tienen entre sí relaciones de
unidad y lucha, a través de las cuales se engendran mutuamente. El capitalismo, al
extenderse geográficamente más allá de los límites de Europa occidental y Estados Unidos,
generó el capitalismo en los países de la periferia, a los cuales convirtió en sus colonias;
establecida esta estructura fundamental (las metrópolis proveedoras de capital y productos
manufacturados para las colonias y éstas a su vez de materias primas, energéticos y
alimentos para las metrópolis), ambas partes se especializaron en sus funciones
respectivas, con lo que se dieron un poderoso impulso ascendente; la intrusión del
capitalismo en las colonias da lugar al nacimiento de un capitalismo nacional que tiene su
base en el capital extranjero; el capital nacional se enfrenta de inmediato a su progenitor,
al que le disputa sus campos de acción, y logra primero la abolición del régimen feudal en
las colonias, la salida de las tropas de ocupación y la nacionalización de la administración
pública; posteriormente reivindica para sí la producción de las materias primas,
energéticos y alimentos para el mercado metropolitano y la producción para el mercado
interno de algunos bienes manufacturados; y, por último, demanda la utilización de esas
materias primas, energéticos y alimentos para su propio desarrollo capitalista. En cada
una de estas fases, el capitalismo de la metrópoli se ve obligado a reconcentrarse sobre sí

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mismo y pasa a una etapa superior de su existencia que se caracteriza por un gran
desarrollo de la tecnología moderna (por ejemplo, si el petróleo y el carbón son empleados
definitivamente en la industria de las neocolonias, entonces las metrópolis se verán
obligadas a desarrollar la tecnología para el aprovechamiento de la energía atómica y solar,
acelerando así el perfeccionamiento del capitalismo metropolitano) y alto financiamiento y
complicada tecnología para las colonias; éstas, por su parte, tienden a convertirse en
proveedoras de ciertos bienes manufacturados -cuya producción es incosteable para los
países desarrollados- para surtir el mercado metropolitano. Estas dos partes del sistema
general del capitalismo, al engendrarse mutuamente (a través de crisis), se dan un impulso
que las lleva a etapas cada vez más altas del capitalismo.
c' Sistema de países del "socialismo pequeño burgués". Estuvo originalmente
formado por un grupo de naciones en las que se estableció el socialismo pero que
posteriormente degeneraron en una restauración sui generis del capitalismo. En su interior
se dio una división que, guardadas todas las proporciones, tenía la misma naturaleza que
la establecida entre los integrantes del sistema de países capitalistas desarrollados; es
decir, que Rusia Soviética era, dentro del sistema del "socialismo pequeño burgués", un
país imperialista. Las relaciones de este sistema con el sistema general del capitalismo, que
se hicieron más amplias conforme se realizaba la política de "coexistencia pacífica", eran de
unidad y lucha, por las que se engendraban mutuamente ambos sistemas para formar el
sistema mundial del capitalismo. Hubo un proceso de creciente complementación en el que
el sistema de países capitalistas desarrollados transmitía tecnología moderna a los países
del "socialismo pequeño burgués" y alentaba así en ellos la forma sui generis del
capitalismo que ahí existía; por su parte, estos países exportaban al "mundo occidental"
materias primas y bienes manufacturados. La lucha frontal entre estos dos sistemas se
entablaba en torno al sistema neocolonial; conforme más se desarrollaba el capitalismo
restaurado en los países "socialistas pequeño burgueses", más apremiante era su
necesidad de contar también con neocolonias y más virulento era su ataque para
arrebatárselas a los países capitalistas desarrollados. Las relaciones contradictorias entre
estas dos partes integrantes del sistema mundial del capitalismo se resolvieron en el
perfeccionamiento de ambos, lo que dio lugar el paso del socialismo en degeneración que
ahí existía a un capitalismo al estilo de occidente. Se produjo así la fusión de ambos
sistemas en un gran sistema mundial del capitalismo.
m) Las relaciones entre las distintas partes del sistema mundial del capitalismo
son, como ya vimos, de complementación y oposición. La lucha que entre ellas se entable
puede llevar hasta la paralización ya de uno ya de otro de los sistemas enunciados y son
desde simples guerras comerciales que desembocan en crisis como la monetaria y la del
petróleo hasta verdaderas guerras militares localizadas preferentemente en los países
periféricos. Estos conflictos son enfrentamientos de las burguesías de los distintos
sistemas capitalistas, es decir, luchas interburguesas en el ámbito internacional y tienen
como resultado final el adecuamiento mutuo de esos sistemas mencionados para el mejor
logro de su común propósito fundamental: la explotación del proletariado internacional y,
desde luego, la exaltación del capitalismo mundial a un estadio más alto. Existen conflictos
entre las dos partes fundamentales del sistema de países desarrollados, entre este sistema
y el sistema neocolonial y anteriormente entre todos éstos y el sistema del "socialismo
pequeño burgués", el que también tenía contradicciones en su interior. A su vez, es ocioso
decirlo, hay una lucha encarnizada entre los países componentes de cada uno de los
sistemas y partes del sistema considerados. El sistema neocolonial era apoyado por los
países del "socialismo pequeño burgués" en su contienda en contra del imperialismo
burgués.
La economía de los países imperialistas crece desorbitadamente, con lo que provoca
la declinación de las demás partes del sistema y las lleva a la ruina; la respuesta de éstas
es la lucha económica y política que tiene como finalidad detener el crecimiento
desorbitado de aquellas y derivar recursos para su propio desarrollo como partes
integrantes del sistema mundial del capitalismo, con lo cual proveen así a su
perfeccionamiento; esta lucha adopta distintas formas, según la parte del sistema

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capitalista de que se trate, llegando hasta el que fue el "antiimperialismo" burgués de la


URSS y sus satélites, de los países del "tercer mundo" (neocolonias), de la pequeña
burguesía internacional y de todos los partidos comunistas del mundo, el cual únicamente
fue el medio para lograr un venturoso desenvolvimiento del capitalismo neocolonial y
perfeccionar así el sistema internacional del capitalismo.
n) El crecimiento y perfeccionamiento incesantes del capitalismo en todo el
planeta se han basado en la elevación a la enésima potencia de la explotación de la clase
obrera internacional; esa creciente explotación adopta dos formas distintas, entre las que
hay una sucesión lógico-histórica, ya que corresponden a dos etapas sucesivas del régimen
capitalista. En los países capitalistas desarrollados y en los que antiguamente existía el
"socialismo formal", en distintos grados y con características específicas en cada uno de los
sistemas, la expansión de la producción y el consumo capitalistas se basa en un cierto
incremento del nivel de vida de ciertos sectores de la clase de los trabajadores, lo que es
posible gracias al aumento fabuloso de la acumulación de capital, al gran incremento de la
"productividad" de los obreros a través de la creciente maquinización, intensificación y
extensión del trabajo físico y mental y a las superganancias provenientes de la explotación
neocolonial; de esta manera se ha llevado también la explotación a un nivel superior, en
donde desaparecen -muy relativamente, desde luego- las formas primitivas que adoptaba la
explotación capitalista en las fases iniciales del régimen burgués, lo que deja al descubierto
su verdadera esencia inhumana y degradante; es obvio que en los mismos países
capitalistas desarrollados, junto a esta forma superior de explotación subsisten en amplias
capas de la clase obrera las formas primitivas que se manifiestan en una situación de
verdadera miseria física apremiante. Las alternaciones del ciclo económico capitalista en el
ámbito internacional (auge y crisis como la monetaria, la del petróleo y la financiera)
repercuten sobre las condiciones de vida de los trabajadores metropolitanos a quienes
lanzan desde las cimas de la prosperidad y la abundancia hasta el abismo de la
desocupación masiva, del paro, de la reducción del salario y de las prestaciones sociales,
etcétera; este estrujamiento de los trabajadores entre dos fuerzas contradictorias se
traduce, necesariamente, en la aceleración del proceso de depauperación a que están
sujetos, lo que en estos niveles significa simple y llanamente la descomposición y
degeneración geométricamente creciente de todos los procesos orgánicos del individuo. Es
evidente, por otra parte, que lo mismo sucede debido a los pequeños ciclos que se
producen en la economía de cada país de estos sistemas, provocados por la encarnizada
competencia que entre ellos existe.
En las neocolonias, debido a su ingreso tardío a la vía capitalista y a la presión que
ejerce la metrópoli con la exacción de tributos por diversos medios, la explotación
capitalista adopta fundamentalmente las formas primitivas más repugnantes; en las
neocolonias, por su especial situación dentro del capitalismo mundial, el capitalismo debe
desarrollarse y lo hace, pero aquí, al contrario que en las metrópolis, ello no lleva al rápido
tránsito hacia las formas superiores de explotación, sino al mantenimiento y expansión de
las demasiado obvias formas primitivas. Es evidente que conforme el capitalismo avance en
estos lugares hasta convertirlos en países "industriales", en la misma medida irá
cambiando la forma de explotación del proletariado neocolonial para igualarse a la
existente en las metrópolis, con lo que allá también coincidirá por fin la forma de la
explotación capitalista con la esencia de la misma.
Estos tres grupos de naciones forman lo que podría llamarse el sistema mundial del
capitalismo; en los últimos años se ha ido fraguando una asociación regional de esos
países en unidades mayores que comprenden a uno o varios países altamente
desarrollados y a una cauda de países de menor desarrollo económico que derriban las
barreras que existen entre sí para integrarse más íntimamente, sin que desaparezca, desde
luego, la diferencia fundamental entre ellos. Esta integración permite que sean más fluidas
las relaciones de mutuo engendramiento y negación existentes entre las partes
componentes del sistema mundial del capitalismo y que el resultado final de ese
movimiento entre ellas sea la conquista de fases superiores del régimen capitalista. Esos
grupos regionales más o menos definidos que existen en la actualidad son el de la

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Comunidad Económica Europea, la Cuenca del Pacífico y América del Norte, entre los que
ha de suscitarse una competencia feroz en los próximos años.
ñ) Las premisas materiales para la revolución socialista mundial están dadas
íntegramente y se perfeccionan conforme avanza el capitalismo, que ha llevado la
proletarización de las masas y la explotación y depauperación de la clase obrera
internacional hasta sus fases más altas.
o) La ideología burguesa se ha perfeccionado con cada adelanto del capitalismo y
alcanzó su sueño más preciado: que el propio obrero coopere conscientemente a dorar sus
cadenas.
p) La ideología pequeño burguesa ha progresado gigantescamente al convertirse
en una forma más sutil de mantener al obrero sujeto a la ideología capitalista en general;
en suma, la ideología burguesa, directamente o a través de su engendro más querido, la
ideología pequeño burguesa, ha echado profundas y fuertes raíces dentro del proletariado
(más profundas y más fuertes que en épocas anteriores).
q) Las premisas teóricas de la revolución existen casi en su totalidad; la mayoría
de las partes de la teoría revolucionaria están ya elaboradas y avaladas prácticamente por
toda la historia del movimiento comunista internacional; la labor que resta hacer en este
sentido es rescatar del revisionismo las partes ya desarrolladas de la doctrina
revolucionaria, unir esas partes que permanecen dispersas en un todo armónico que actúe
concentradamente y elaborar los principios teóricos correspondientes a la nueva fase del
capitalismo internacional.
r) Los conflictos interburgueses en el ámbito internacional se convierten
necesariamente, como ya lo hemos explicado, en crisis y guerras localizadas. La etapa del
reparto del mundo entre los imperialistas burgueses mediante guerras que
ineluctablemente desembocan en conflictos armados mundiales ha sido superada y ahora
las contradicciones entre los países capitalistas desarrollados, por agudas que sean, se
resuelven pacíficamente; por otro lado, la lucha que por una nueva división del mundo se
estableció entre el imperialismo burgués y el imperialismo "socialista pequeño burgués"
que adoptó la forma de guerras locales en las que no participaban directamente ambos
imperialismos, sino que empleaban como peones de brega a los propios pueblos
neocoloniales (Medio Oriente, África, etcétera) tampoco se convirtieron en un conflicto total
entre los dos grupos. La capacidad del capitalismo moderno para asimilar las crisis es tan
grande en los tiempos que corren que, existiendo un estado de guerra sin solución de
continuidad, éste no ha desembocado en una guerra mundial. Las crisis y guerras
localizadas, que son movimientos de ajuste entre los sistemas del capitalismo mundial y
entre las partes de cada sistema, no pueden llevar espontáneamente, por sí mismas, por
grande que sea su extensión y violencia, a la revolución proletaria; mucho menos, desde
luego, al "desplome" catastrófico de todo el sistema. La revolución proletaria se gesta en el
seno de una crisis mayor, de la cual las perturbaciones señaladas anteriormente son sólo
sus manifestaciones superficiales; el enorme crecimiento progresivo del capitalismo
mundial provoca ineluctablemente la acelerada depauperación absoluta y relativa de la
clase obrera mundial y la lleva a extremos pavorosos, desconocidos anteriormente, en los
que se da un proceso, irreversible dentro del régimen capitalista, de degeneración y
descomposición del organismo humano, de aniquilación de la esencia natural humana de
los trabajadores. Esta profunda y terrible crisis es el verdadero motor interno de la
revolución proletaria. Las otras crisis y guerras limitadas pueden ser aprovechadas como
punto de partida para la revolución socialista, convirtiéndolas en verdaderas guerras
civiles, solamente cuando se hayan formado verdaderos partidos revolucionarios que
realicen las labores teóricas y organizativas necesarias para derrotar al revisionismo y
conducir a los obreros a la conquista del poder; mientras esto no suceda, aquellas
perturbaciones seguirán existiendo sin que alteren para nada la dominación política de la
burguesía.
Una vez que la nueva fase de la revolución mundial se haya iniciado, la propia
lucha revolucionaria de los trabajadores engendrará la crisis general del capitalismo que
los llevará a la conquista del poder. Esta que hemos descrito es una situación distinta en

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relación con las etapas anteriores de la revolución, en las que los comunistas supeditaban
su acción a una crisis mundial del capitalismo, que era ineluctable, pero que no dependía
de la actividad de aquellos, sino que la determinaba; en la actualidad, sólo la propia acción
de los revolucionarios originará la crisis general que abrirá el camino al poder.

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Sección Segunda

Surgimiento del neo-revisionismo

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Surgimiento del neo-revisionismo

El desarrollo ascendente del capitalismo moderno ha fortalecido la dominación de la


burguesía e incrementado proporcionalmente la influencia de la ideología burguesa sobre
el proletariado. Tal influencia, que había sido erradicada de los partidos comunistas
durante la existencia de la IIIa. Internacional, volvió a ellos después de la segunda guerra
mundial, apuntalada por el poderoso desarrollo del capitalismo que adquiere en esta época
un nuevo ímpetu vital y se extiende hasta los mismos países del socialismo formal, en
donde, aunada a la transformación de la intelectualidad proletaria en propietaria de los
medios e instrumentos de producción, y por tanto a su conversión en una clase social
pequeño burguesa que explotaba al proletariado, y a los restos de ideología burguesa que
pervivían en las diferentes esferas de la vida, ocasionaron una degeneración del régimen
socialista en un "socialismo pequeño burgués".
Este socialismo en estado de degeneración o capitalismo sui generis, dio a luz, como
justificación de su existencia, la forma más perfecta del revisionismo. Utilizando el mismo
lenguaje de los clásicos, e incluso sus mismos conceptos, los revisionistas hicieron pasar
por la esencia del régimen capitalista lo que en aquellos es tan sólo el camino hacia la
misma; a partir de ahí estructuraron una teoría -una versión transfigurada de la ideología
burguesa- que revisa todas las tesis del marxismo-leninismo.
Esto fue posible porque la teoría revolucionaria, en su camino hacia la esencia
negativa del régimen capitalista, hubo de tomar las producciones teóricas anteriores acerca
de la esencia positiva del mismo, dotarlas de orden y concierto, ya que constituían el
embrollo y la oscuridad mismas, y develar su aspecto negativo para así llegar a la
comprensión del otro que aquel guarda en su interior. Es por eso que las determinaciones
del ser y la esencia positiva del capitalismo adquirieron una denominación específica de la
teoría marxista que las diferenciaba tajantemente de la que anteriormente habían recibido
de manos de la intelectualidad burguesa.
La "pequeña burguesía socialista" y su aliada incondicional, la pequeña burguesía
internacional, representaban, la primera a un régimen capitalista sui generis que era el
resultado de la degeneración de un régimen verdaderamente socialista y la segunda a una
hipotética forma del régimen capitalista que excluía el dominio de la gran burguesía y los
aspectos malos que su preeminencia generaba; para sacar adelante sus intereses
específicos era necesario desarrollar una ideología que cumpliera con dos exigencias: una,
la radical diferenciación respecto de la ideología burguesa y, otra, su identificación con la
teoría que había llevado al poder a una buena parte del proletariado internacional y que
por eso gozaba de una especial consideración entre los trabajadores del mundo. En un
caso esa necesidad se imponía para poder desarrollar y mantener la dominación de la
"pequeña burguesía socialista" sobre los trabajadores de los países en los que ella
gobernaba, y en el otro, para que la pequeña burguesía de los países capitalistas atrajera
hacia sí a la clase trabajadora como aliada en su lucha contra la gran burguesía.
De esta manera, la intelectualidad pequeño burguesa despojó de su nombre a la
teoría revolucionaria y lo adoptó para su ideología; igualmente, tomó los conceptos
marxistas de las determinaciones del ser y la esencia positiva para denominar sus
intereses y apetitos capitalistas; al mismo tiempo, denostó, vituperó y por último lanzó al
lugar de los trastos viejos el contenido revolucionario de la teoría marxista, el que incide en
la esencia negativa del régimen capitalista de producción. Fue así como el revisionismo
tomó el lugar de la teoría revolucionaria.
De la misma manera que el régimen soviético había dejado de ser mucho tiempo
atrás socialista incluso en la forma, pero seguía denominándose a sí mismo como tal, la
ideología que se levantó sobre su base económica, que era un tipo de ideología burguesa,
se llamaba a sí misma marxismo-leninismo.
Como es sabido, el socialismo en degeneración de Europa del este fue sustituido, a

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partir de 1989, por regímenes capitalistas típicos. La caída de los gobiernos que se
autonombraban socialistas trajo consigo necesariamente el derrumbe de la ideología que
era su complemento obligado; como ésta pasaba por ser la más pura expresión de la teoría
de la revolución, entonces en su caída arrastró también a la doctrina de los clásicos, la
cual fue declarada oficialmente muerta.
Es entonces necesario rescatar la teoría revolucionaria de entre las ruinas del
revisionismo ; se impone discriminar en esa masa informe lo que corresponde a la revisión
de la doctrina marxista y aquello que constituye la expresión clásica del pensamiento
revolucionario. Para ello es preciso remontarnos a las manifestaciones más acabadas del
moderno revisionismo y con base en ellas realizar la labor implacable de análisis y crítica
que nos permita restituir en su forma primigenia a la teoría revolucionaria.
Analizaremos a grandes rasgos las principales formas de manifestarse estas
desviaciones tomando como base los documentos oficiales de aquellos partidos comunistas
que fueron los representantes de la corriente revisionista y oportunista moderna,
especialmente del Partido Comunista de la Unión Soviética. Estos documentos tienen ya
una cierta antigüedad, pero sus postulados rigieron la actividad teórico-práctica de los
revisionistas hasta la virtual extinción de esa ideología.

Naturaleza del capitalismo contemporáneo.


En el Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el
XX Congreso,136 Jruschov lanzó al mundo su teoría del capitalismo moderno, al cual
caracterizó como un régimen en descomposición, sometido a crisis recurrentes cada vez
más violentas, incapaz de aumentar la producción a un ritmo sostenido y asediado por el
sistema socialista, que se había convertido, según el dirigente ruso, en la fuerza
determinante en las relaciones internacionales, y por un movimiento comunista y obrero
interior altamente combativo que socavaba sus bases de sustentación; habiendo dotado al
capitalismo moderno de unos atributos novedosos, el revisionismo soviético entró de lleno
a la construcción de una doctrina armónica y totalizadora sobre el capitalismo, el
movimiento obrero y el socialismo en la época moderna. Esta “teoría” que no tenía nada
original, pues era una mala reedición del revisionismo y oportunismo de la IIa
Internacional y, a fin de cuentas, una variedad de la ideología burguesa, fue completada
con los conceptos vertidos en el Informe del Comité Central del Partido de la Unión Soviética
ante el XXII Congreso137 y en el Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética
aprobado por el XXII Congreso.138
En los documentos de los Congresos XX y XXII se llegó también a la conclusión de
que, dado el cambio en la naturaleza del capitalismo, ya no era necesario desplegar una
lucha revolucionaria en los términos clásicos para que el proletariado accediera al poder;
en lugar de eso, gracias al debilitamiento del capitalismo producido por sus
contradicciones insolubles y la presión del campo socialista, la lucha de los trabajadores
podía y debía conducirse por la vía de las reformas económicas graduales y la contienda
parlamentaria, con el fin de conquistar el poder a través de métodos legales. Los partidos
comunistas y obreros del mundo occidental tendrían entonces que ajustar sus postulados
ideológicos y sus estrategias de lucha a estas directrices trazadas por el PCUS.
En los partidos comunistas de los países capitalistas se fue gestando una visión
ideológica que justificaba su acción reformista y que incluso la consideraba como un
vehículo para acercarse gradualmente al socialismo. El revisionismo apareció en estos
organismos políticos y por fin Togliatti, del partido comunista italiano, llevó hasta sus
últimas consecuencias las tesis sostenidas por el PCUSy les dio forma plena en el llamado
136
Jruschov, N. S., Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX
Congreso del Partido, Ediciones en Lenguas Extranjeras, México, 1956, pp. 12-26.
137
Khrushchev, N. S., Report of the central committee of the communist party of the Soviet Union to the
22nd party congress
138
Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética, aprobado por el XXII Congreso del PCUS el 31
de octubre de 1961. Oficina de prensa de la Embajada de la URSS. Impreso en México, Librería
Madero, S.A. pp. 31-34

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“camino italiano al socialismo”.


Las tesis de Togliatti constituyen una flagrante revisión del marxismo-leninismo, de
los principios revolucionarios; éstos son: el proletariado, bajo la guía de su Partido, debe
conquistar el poder político, establecer su dictadura, aniquilar a la burguesía como clase,
abolir la propiedad privada, instaurar la propiedad, el trabajo y el consumo colectivos y
convertir a la estructura industrial en una sola unidad productiva bajo el dominio de la
colectividad.
Estas revisiones del marxismo son francas reivindicaciones de la burguesía
industrial, a las que se les atribuye la naturaleza de desarrollos modernos de la teoría
original del marxismo-leninismo. Ellas pronto se diseminaron por toda Europa y
contaminaron a los partidos comunistas de los distintos países.
En los partidos comunistas de Europa, la teoría revolucionaria del proletariado, el
marxismo-leninismo, fue suplantado por una forma específica de la ideología burguesa,
aunque a ésta se le atribuyó el nombre de aquélla. La teoría revolucionaria fue desterrada
de la escena pública y condenada a una existencia en animación suspendida.
La nueva forma de organización a la que había llegado el régimen soviético exigía
una formulación teórica que la explicara y justificara.
En el XX Congreso del PCUS, realizado en 1957 sobre la tierra aún suelta de la
tumba de Stalin, Jruschov proporcionó los elementos principales de la nueva ideología
requerida, los cuales fueron confirmados y ampliados en el XXII Congreso; ellos pueden
sintetizarse de la siguiente manera:
La sociedad socialista había entrado en la fase de la creación de la base material del
comunismo. Esto significaba que la producción material debía elevarse hasta el máximo,
para que “corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva”, pues sólo así
podría hacerse realidad el principio fundamental del comunismo: ¡de cada cual según su
capacidad, a cada cual según sus necesidades!; para incrementar la producción dentro de
la sociedad socialista era necesario retornar al sistema de estímulo material de los
trabajadores, es decir, al principio de que a mayor productividad del trabajo mayor salario
debería percibir el obrero. El interés material fue proclamado como el único factor por el
cual los trabajadores de una empresa socialista debían trabajar y sobre la cual se
efectuaría la remuneración de su trabajo. (Esto significaba que se establecía como base de
la sociedad “socialista” el desarrollo y la exaltación de las “necesidades” individuales, de la
“sensibilidad” y de los instintos de los obreros.)
A la empresa se le reconocía el derecho de crear, de las ganancias obtenidas, el
fondo de remuneraciones. Los trabajadores serían pagados según el sistema de la
participación del obrero en las ganancias y las pérdidas de la empresa.
Para llevar adelante estos propósitos era necesario realizar reformas al antiguo
sistema económico de los países socialistas.
La primera medida prevista por estas reformas era la ampliación de la libre
actividad de las empresas económicas, la liberación de las mismas de la dirección y la
planificación centralizadas, la concesión de plena libertad para que se orientaran y
actuasen de acuerdo con las exigencias del mercado, con la única mira de asegurar las
mayores ganancias posibles.
Para lograr todo esto, la empresa tendría el derecho de determinar ella misma,
libremente, el volumen de la producción, la rentabilidad del trabajo, la cantidad de la mano
de obra, el fondo de pago, el costo de los productos, las inversiones de capital, etcétera. La
empresa tenía que concentrar toda su atención únicamente en dos índices: la ganancia y la
venta de los productos. La ganancia debía representar el fin principal de la actividad
económica de la empresa, mientras que la venta (el mercado) serviría como medio a través
del cual la empresa orientase su actividad para alcanzar ese fin. La empresa debía producir
para vender en el mercado con el propósito de obtener las mayores ganancias.
La reforma económica preveía una amplia descentralización en la política de
acumulación e inversión de capital. Reconocía a las empresas el derecho de emplear de
manera independiente gran parte de sus ganancias para la ampliación de la producción,
determinando ellas mismas sus inversiones de capital. Las inversiones descentralizadas

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2
6

aumentarían en gran proporción.


En lo que respecta a la dictadura del proletariado, se argumentaba lo siguiente:
En los países “socialistas” el régimen socialista está ya perfectamente consolidado;
no existe el peligro de la restauración del capitalismo; los pocos enemigos que tiene
carecen de una base social que les permita realizar sus deseos de volver hacia atrás la
rueda de la historia. Por eso, la dictadura del proletariado ya no es necesaria y el régimen
socialista debe “liberalizarse”, hacerse “más humano”, menos “sectario” y más
“democrático”.
El partido no debe estar reservado sólo a los comunistas, debe englobar a todo el
pueblo. Las libertades de discusión y de prensa deben ser concedidas a todo el mundo sin
cortapisas, etcétera.
Todas estas tesis, que en su tiempo sostuvo el Partido Comunista de la URSS, son
la expresión ideológica de un hecho esencial: el contenido capitalista del socialismo formal,
que éste conservaba necesariamente en su interior como parte de su naturaleza, había
empezado a desenvolverse con una fuerza arrolladora. Su primer impacto fue asestado al
fundamento mismo del régimen del socialismo formal, la propiedad colectiva sobre los
medios e instrumentos de producción, reivindicación que en El Manifiesto del Partido
Comunista se expresaba de la siguiente manera: “El proletariado se valdrá de su
dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para
centralizar todos (resaltados nuestros) los instrumentos de producción en manos del
Estado…” y cuya constitución se había logrado en la primera fase de su existencia. La
proposición de que era necesario descentralizar la producción y establecer la propiedad por
grupos y la autogestión constituía, por una parte, el reconocimiento de un proceso
necesario que ya se había iniciado en el régimen del socialismo soviético y, por el otro, la
revisión de un principio esencial del marxismo-leninismo, a la cual se reputaba como una
continuación revitalizadora del mismo. De esta manera, la tesis fundamental del
marxismo-leninismo era desplazada por una revisión flagrante suya que, sin embargo,
conservaba su denominación.
También se sostuvo en esos documentos que, en lugar de las prescripciones
clásicas sobre la materia, se debería establecer una relación de coexistencia pacífica entre
el sistema socialista y el grupo de países capitalistas, la cual tendría su fundamento en la
emulación económica entre los dos sistemas.
Las tareas principales de los países socialistas y la línea fundamental del
movimiento comunista internacional debían ser: 1) la lucha por la paz, por el alivio de la
tirantez mundial y por la conjuración de la guerra a través de la política de la coexistencia
pacífica, 2) la emulación económica pacífica.

La coexistencia pacífica.
Los países del socialismo pequeño burgués, al trazar la línea táctica del movimiento
comunista internacional, pretendían encaminar la lucha del proletariado internacional
hacia la tarea de crear una situación pacífica en la que se perfeccionase el régimen
capitalista en ambos sistemas y se acelerase en consecuencia el proceso de depauperación
de la clase obrera.
La causa última de la posición soviética se encuentra precisamente en la naturaleza
del régimen económico que ahí existía y en sus intereses de nación imperialista; para el
oso ruso era de vital importancia, en el logro de sus fines de expansión imperialista, poner
un freno al crecimiento del poder militar de occidente a la vez que fortalecía su propio
aparato de guerra; es por ello que estimulaba a la oposición legal existente dentro del
sistema del capitalismo desarrollado, la que tenía su base social en un sector de la
burguesía imperialista cuyos intereses económicos y políticos eran contrapuestos a los del
sector burgués propietario del complejo monopólico industrial-militar y que veía en la
guerra, llevada por su hermana mayor más allá de sus límites “racionales”, una grave
amenaza para su propio desarrollo, la estimulaba, decimos, para que exigiera que se
pusiera fin a la carrera armamentista y se evitasen las aventuras bélicas. Los soviéticos
empleaban como instrumento para poner en marcha ese proceso anti-militarista —que era,

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6

al fin de cuentas, una necesidad de una fracción de la burguesía imperialista, y a través de


ella del régimen capitalista como un todo, para poder conservarse y ascender a una escala
superior— a la clase de los trabajadores. Como se ve, el imperialismo ruso, además de
explotar a sus propios obreros y a los de sus “satélites”, también empleaba a los obreros
del mundo occidental (en la pequeña medida en que ejercía una real influencia sobre ellos)
como instrumento para conseguir sus fines imperialistas.

La emulación económica.
Según los neorevisionistas, la tarea principal de los países socialistas consistía en
vencer al capitalismo en el terreno económico mediante la elevación de la producción hasta
alcanzar y sobrepasar la de los países capitalistas; la emulación debía también extenderse
hacia el terreno de los países “subdesarrollados”, en donde, en competencia pacífica con el
imperialismo burgués, mediante la ayuda económica, técnica y científica, habrían de
llevarlos hacia mejores condiciones de vida, auxiliándolos en la construcción de su
industria moderna.
La “emulación económica pacífica” era la fórmula de que se valía el imperialismo
ruso para justificar su propósito de mantener e incrementar la explotación de los obreros
soviéticos y formar su propio sistema de explotación colonial.

Acerca del colonialismo.


En lo referente a las características económicas y la evolución política de los países
coloniales y de menor desarrollo económico, los jruschovistas se pronunciaron de la
siguiente manera en los Congresos XX y XXII.
Aseveraron que el sistema colonial estaba en descomposición y que al empuje de la
revolución socialista de octubre habían nacido, en donde antes había colonias, un grupo
de naciones soberanas que iniciaban una vida independiente.
Como ya lo hemos visto, la revolución colonial, democrático burguesa y
antiimperialista, que en cierta manera fue impulsada por la revolución rusa, tuvo como
resultado fundamental el perfeccionamiento del régimen colonial del imperialismo, al que
hizo pasar a una etapa superior que nosotros hemos llamado neocolonial y
neoimperialista. En ella, los países neocoloniales entran de lleno al desarrollo y
fortalecimiento del capitalismo complementario del capitalismo metropolitano y quedan así
definitiva e íntimamente integrados al sistema general del capitalismo; se establecen entre
ellos y los países capitalistas desarrollados las relaciones que ya estudiamos en páginas
anteriores.
Los revisionistas consideraban que los nuevos estados soberanos, para completar
su independencia política, deberían labrar su independencia económica mediante la
construcción de su propia industria.
Los comunistas de esos países y su base social proletaria debían apoyar en esta
tarea histórica a la burguesía nacional, impulsándola en su lucha contra la aristocracia
feudal, clase que constituía la traba principal para el progreso nacional.
Después de esto, y habiendo conquistado la simpatía de todas las clases sociales
oprimidas, los comunistas podrían iniciar el trabajo de preparación de la revolución
socialista.
Ya expusimos en la parte correspondiente cómo el establecimiento del sistema
colonial y luego su transformación en neocolonialismo se basan en un constante ascenso
del capitalismo y de la industria en esos países; existen, sin embargo, dos formas clásicas
de desarrollo capitalista en las neocolonias, la que es dirigida por la aristocracia
capitalista, heredera directa de los terratenientes feudales, y la que prohija la burguesía,
descendiente de la pequeña burguesía agraria; ambas son formas específicas del
capitalismo, es decir, del régimen que tiene su fundamento en la relación de explotación
del trabajo por el capital y que produce necesariamente la depauperación acelerada de los
trabajadores.
De todo esto se deduce que la táctica impuesta por la URSS a los partidos

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comunistas y obreros de las neocolonias y países de menor desarrollo económico debería


tener como resultado necesario el apuntalamiento de una forma de evolución capitalista en
detrimento de la otra.
La causa de esta política internacional de la Unión Soviética se encontraba en el
hecho de que, habiendo ingresado en la senda del desarrollo capitalista (semicapitalismo),
la “pequeña burguesía” socialista tenía que buscar necesariamente campos de inversión
para los excedentes de capital que provenían de la explotación del proletariado soviético; la
industrialización de los países neocoloniales y subdesarrollados era un terreno promisorio
para la valorización del capital soviético, el cual ingresaría a esos territorios en la forma de
préstamos, créditos, asistencia técnica, venta de maquinaria y equipo, etcétera.

Revisionismo en los principios relativos a la construcción del socialismo.


Si la política exterior de la URSS y sus satélites y sus planteamientos teóricos con
respecto a la revolución mundial eran revisionistas, es congruente con ello que su política
interna en lo que se refiere a la construcción del socialismo y la creación de las premisas
para el comunismo fuera también una política revisionista. Las tesis en que se fundaba tal
política interna las hemos expuesto detalladamente en el apartado que denominamos
Naturaleza del capitalismo contemporáneo.
Esta política de la URSS era pura y simplemente revisionismo. Al plantear que para
crear las bases del comunismo se imponía restaurar el estímulo material en la producción
se revisaba el principio del marxismo-leninismo, fundamentado científicamente, según el
cual el socialismo es la etapa en la cual se debe acabar progresivamente con el estímulo
material para el trabajo y sustituirlo por el deber incuestionable de trabajar en
colectividad.
Al considerar como un paso necesario en el proceso de construcción del socialismo
la reforma del sistema económico con el fin de conceder autonomía y libertad de acción a
las empresas, esto es, para establecer su descentralización, se revisa la tesis de los viejos
revolucionarios, por la que se explicaba que el socialismo era la etapa en que se debería
terminar el proceso iniciado bajo el capitalismo de socialización y centralización de la
producción que culmina con la constitución de una sola unidad productiva que se
desarrolla bajo la égida de un plan central. Cuando los revisionistas modernos hablaban de
la necesidad de restablecer el mercado para llevar adelante el régimen socialista y preparar
el advenimiento del comunismo, revisaban las tesis del marxismo-leninismo, de acuerdo
con las cuales en el socialismo debería acabarse progresivamente con el mercado y
sustituir sus leyes ciegas, que gobiernan la producción en el capitalismo, por la
planificación técnica de la misma.
Además, se estableció la prostitución de las necesidades elementales, de la
sensibilidad y de los instintos de los trabajadores pues se les exaltaba y se especulaba con
ellos para ampliar constantemente el mercado de bienes de consumo; se revisaba así la
tesis del marxismo-leninismo conforme a la cual en el socialismo se debe extirpar
totalmente el "interés individual" como motor de la actividad humana.
Las clases sociales no habían dejado de existir en los países socialistas, pues
además de los restos de pequeña burguesía que perduraban en las diversas esferas de la
sociedad, existía aún la división entre el trabajo físico e intelectual y, por tanto, la división
del mismo proletariado en una pequeña capa intelectual que tendía hacia la ideología
burguesa y, en consecuencia, a convertir en "su" propiedad los medios e instrumentos de
producción, y la gran mayoría de los obreros que estaban asignados al trabajo físico; por
estas circunstancias, era necesaria aún la existencia de la dictadura del proletariado, que
no significaba otra cosa que la dominación política de la gran masa de los obreros sobre los
intelectuales proletarios y sobre los restos de la pequeña burguesía. Es falsa por tanto la
tesis de que en un régimen socialista establecido ya no es necesaria la dictadura del
proletariado ni el partido proletario y que éstos deben convertirse en el gobierno y el
partido del 'pueblo".
La realización práctica de estos "principios' llevó a la conversión del régimen
económico y político de los países en donde fue instaurado el socialismo (formal) en un

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6

régimen de socialismo pequeño burgués, en el cual la intelectualidad proletaria se


transformó en una clase que de hecho usufructuaba como de su propiedad los medios e
instrumentos de producción y se veía obligada, para consolidar esa propiedad, a instaurar
ciertas formas, remozadas y ajustadas a las nuevas circunstancias, de instituciones
capitalistas como el estímulo material, la autonomía y descentralización de las empresas,
el restablecimiento del mercado, etcétera. Así, aquellos intelectuales proletarios los
encontramos ahora convertidos en pequeños burgueses que, para asegurar su dominio,
debían necesariamente organizar el Estado y el Partido como sus aparatos de ejercicio del
poder y abrirlos a "todo el pueblo", es decir, a todos los intelectuales convertidos en
propietarios. El proletariado, esto es, los obreros que eran confinados al trabajo físico, se
convirtieron de nuevo en explotados, en la misma medida en que los intelectuales se
transformaban en pequeños burgueses.

La revisión del concepto del socialismo.


En un clima de completo dominio del oportunismo, del revisionismo y del
dogmatismo en todas sus diferentes facetas, el concepto del socialismo se vio reducido a
una miserable caricatura. Para la gran mayoría de lo que se autonombraban "comunistas",
el socialismo era simple y llanamente "una mejora de las condiciones de vida del
proletariado"; los elementos esenciales de esa organización social, que hacen de ella el
vehículo para la completa liberación de la clase obrera, fueron soslayados porque así
convenía a los intereses de la clase que detentaba el poder en los países del socialismo
pequeño burgués, puesto que proclamarlos habría equivalido a divulgar a los cuatro
vientos que la esencia de ese régimen radicaba en la dominación de la pequeña burguesía
sobre el proletariado. La pequeña burguesía mantenía engañada a la clase obrera, pues
sustituía su verdadera liberación por un miserable aumento en las prestaciones
económicas en los centros de trabajo y por una supuesta emancipación que se basaba en
la "autogestión" y en la propiedad por grupos, los cuales no eran sino formas disfrazadas
de relaciones capitalistas.
Por todas esas razones es necesario hacer una definición lo más clara posible del
régimen socialista y poner el acento en aquellos aspectos que se empeñaban en tergiversar
o encubrir los traidores de la revolución.
Según los fundadores de la teoría revolucionaria, el régimen capitalista debe
transformarse ineluctablemente en un régimen económico-social socialista. Esto se deriva
de la naturaleza de las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad.
El socialismo es el período histórico en el cual el proletariado debe realizar las
siguientes tareas:
a) Conquistar el poder político del Estado;
b) abolir la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción y
convertirlos en propiedad colectiva;
c) centralizar y colectivizar la producción en su totalidad;
d) acabar con la división entre trabajo físico y trabajo intelectual mediante la
promoción de la totalidad de la clase obrera hacia la educación técnica y científica y de la
intelectualidad pequeño burguesa hacia el trabajo físico;
e) convertir a la clase obrera en directora del proceso de producción en las
unidades económicas;
f) mientras exista el Estado, la totalidad de los obreros deben ser incorporados a
las actividades estatales;
g) cuando el Estado se convierta en un aparato meramente administrativo,
deberá regir el mismo principio que señalamos en el párrafo anterior;
h) la distribución de los bienes debe ser realizada por los propios obreros a través
de los órganos administrativos correspondientes;
i) la totalidad de los trabajadores deben ser educados para el trabajo y el
consumo colectivos; la sustantivación de las fuerzas individuales de trabajo debe ser
abolida implacablemente mediante su subsunción en una fuerza colectiva de trabajo;
j) debe erradicarse la forma de emplear las necesidades individuales como motor

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de la actividad de los individuos; las necesidades individuales deben ser desexacerbadas y


se ha de proveer su satisfacción por la sociedad de una manera precondicionada;
k) terminar con la división de la sociedad en clases.
En los países que se autonombraban "socialistas" no existía ya, desde la década del
sesenta, ninguna de las condiciones que hemos enumerado:
a) En ellos, aunque el proletariado conquistó el poder, sin embargo con el
transcurso del tiempo éste fue usurpado por la pequeña burguesía que con el paso del
tiempo se formó con las capas superiores del proletariado, la que en realidad ejercía el
dominio del Estado y había establecido una dictadura sobre el proletariado.
b) Los medios e instrumentos de producción, que en la primera etapa de
desarrollo de esos países, cuando existía una verdadera dictadura del proletariado, eran de
propiedad colectiva, en los últimos tiempos (para ser precisos, desde la muerte de Stalin
hasta nuestros días), pasaron a ser propiedad de la clase que ahora gobernaba en esos
países. La propiedad de los grandes capitalistas efectivamente había sido abolida, pero la
pequeña burguesía (encabezada por los intelectuales y técnicos) pasó a ser, a través de la
llamada "propiedad por grupos" y por medio de la autonomía de las empresas, la verdadera
detentadora de la riqueza social. Como veíamos, la propiedad significa la facultad de dirigir
el proceso productivo y de distribuir los bienes resultantes de ese proceso; pues bien,
quien dirigía y distribuía en los países "socialistas" era esa casta de intelectuales y técnicos
a que hemos hecho mención, representativos de la pequeña burguesía y no la clase obrera;
por tanto, la propiedad real de la riqueza social pertenecía a la pequeña burguesía, la cual,
como clase poseedora, vivía a costa del trabajo de los obreros.
c) La producción, después de un período de franca centralización y
colectivización, fue fraccionada a través de la descentralización y autonomía de las
empresas, lo que no significaba otra cosa sino que habían pasado a ser propiedad del
grupo que las dirigía (intelectuales pequeño burgueses), el cual determinaba cuánto y cómo
se debía producir. Esta autonomía trajo como consecuencia que se restableciera el
mercado, pues no hay otra forma de relacionar entre sí las diversas empresas y ramas de
la producción fraccionada; la competencia, ley absoluta del régimen capitalista de
producción, sentó entonces sus reales en los regímenes "socialistas". Igualmente, la
producción no obedecía a un plan centralizado, sino a los apetitos de la camarilla dirigente:
en consecuencia, se producía con miras a obtener los máximos beneficios para ese grupo y
no para armonizar las distintas unidades productivas con la finalidad de satisfacer las
necesidades de toda la sociedad.
d) La división entre el trabajo físico e intelectual quedó subsistente y a causa de
ello se formó una casta de técnicos y científicos que detentaban el poder. La educación
técnica y científica continuó siendo patrimonio de una minoría que no participaba en el
trabajo físico. El proletariado cargó sobre sus espaldas todo el trabajo material de la
sociedad y no tuvo acceso a tal educación ni al trabajo intelectual.
e) La clase obrera no participaba en la dirección del proceso de producción, ya
sea en el interior de una empresa o en el complejo económico de la nación. La
"autogestión" obrera, íntimamente ligada a la "descentralización" y "autonomía" de las
empresas "socialistas', no era sino un mal sucedáneo de la verdadera dirección del proceso
productivo por el proletariado. En efecto, en primer lugar, la "autogestión" no podía ser
otra cosa que la dirección de los técnicos y de los intelectuales; el proletariado tenía tan
sólo una participación nominal en dicha "gestión", ya que quienes decidían de hecho eran
aquellos que poseían los elementos necesarios para hacerlo; en segundo lugar, esa
pretendida "gestión" de los obreros en las empresas servía para alejarlos de la gestión
económica en el plano nacional, que quedaba a cargo de los cuadros de la pequeña
burguesía.
f) El Estado en los países llamados socialistas era dirigido por una fracción de la
pequeña burguesía (clase dominante): se formó así una casta de burócratas que
manejaban el aparato estatal en función de los intereses de la clase que representaban. El
proletariado no tenía acceso al gobierno del Estado.
g) La distribución de los bienes producidos era hecha por la clase que poseía los

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medios e instrumentos de producción, esto es, por la pequeña burguesía; en consecuencia,


ella disfrutaba de toda la riqueza social, como anteriormente lo había hecho la gran
burguesía. El proletariado siguió en la condición de fuerza de trabajo destinada a
incrementar la riqueza ajena y por eso sólo recibía lo necesario para reproducirse como
trabajador.
h) Los trabajadores fueron educados en el espíritu de la propiedad privada, del
trabajo para obtener más ganancias, etcétera por lo que se restablecieron completamente
el individualismo y el egoísmo burgueses y se crearon las premisas para el enriquecimiento
de unas personas a costa de otras.
i) Las necesidades individuales fueron creadas, mantenidas y exaltadas como
móvil de la actividad de los miembros de la sociedad.
Esta que hemos esbozado aquí fue la situación que realmente existió en los países
llamados "socialistas", el socialismo real, en los 30 años posteriores a la muerte de Stalin.
Nosotros no hemos inventado nada; todas y cada una de las características que les hemos
atribuido no eran sino la realización de principios que lanzaban a los cuatro vientos como
la concepción de un "socialismo más humano, más democrático".
Para nosotros, que sabemos qué se oculta tras esa frase hueca del "socialismo
humanista y democrático", es evidente que el régimen económico-político existente en los
países de Europa oriental -llamados países socialistas- era una degeneración del régimen
socialista de producción en un socialismo pequeño burgués. La clase social dirigente era la
pequeña burguesía, la cual ejercía el poder a través de sus representantes más conspicuos:
los intelectuales, los técnicos, etcétera. El proletariado era una clase explotada que no
participaba en el poder y si lo hacía era en función de los intereses de la pequeña
burguesía y no de los propios trabajadores. Las características principales de ese régimen
social son: la vuelta hacia instituciones y formas económicas del capitalismo -aunque sin
llegar a la restauración de la propiedad de la burguesía sobre los medios e instrumentos de
producción- como el estímulo material, la producción para el mercado, la descentralización
de las empresas, la propiedad por grupos, la autogestión, etcétera y una política
contrarrevolucionaria (apoyo velado o abierto al imperialismo y sabotaje a la revolución
mundial).
Para quienes el desarrollo de la sociedad corresponde a un esquema fijo de etapas
sucesivas sin errores o retrocesos posibles resultará difícil comprender por qué el
proletariado pasó, en los países del socialismo pequeño burgués, a ser, de una clase
dominante, una clase explotada y sojuzgada. De la misma manera, quienes conciben el
proceso revolucionario como un acto de voluntad independiente de las condiciones
económicas y políticas, nunca podrán entender la complejidad del fenómeno enunciado.
Trataremos de desentrañar las causas del mismo partiendo del hecho
incontrovertible de que el régimen económico-político que existió en esos países durante
sus últimos 30 años de vida fue el socialismo pequeño burgués puro y simple, y no alguna
variedad "creadora" del viejo socialismo, como lo pretendían los revisionistas modernos.
La dirección del proceso por el cual el proletariado conquista el poder y comienza la
construcción del socialismo no puede recaer sino en la fracción de la intelectualidad
pequeño burguesa que se radicaliza -es decir, se proletariza- hasta el punto de hacer suyos
los intereses y objetivos de la clase obrera. Esta fracción, después de la conquista del
poder, debe guiar al proletariado hacia dos objetivos fundamentales: a) la incorporación de
la clase obrera a la dirección de la actividad del Estado y de la producción, promoviendo
para ello la educación técnica y científica de las capas de vanguardia de la clase obrera y b)
la sujeción de las restantes capas de la pequeña burguesía (pequeños comerciantes,
pequeños productores e intelectualidad pequeño burguesa) a la dictadura del proletariado,
de quienes debe obtener no sólo su simpatía y cooperación para la construcción del
socialismo, sino lograr su transformación en verdaderos proletarios. La necesidad principal
del régimen revolucionario es crear una gran cantidad de científicos y técnicos proletarios,
promovidos de las capas de vanguardia de la clase obrera, que asuman la dirección del
Estado y de la producción. De esta suerte, aquella fracción dirigente se niega a sí misma
como intelectualidad pequeño burguesa y se transforma en intelectualidad proletaria. La

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división entre el trabajo físico y el intelectual no puede ser en esta etapa todavía
erradicada; por el contrario, toma un gran incremento con la particularidad de que la
ciencia y la técnica están ahora en manos de las capas superiores del proletariado; éste,
dirigido por su Partido Comunista, debe pasar a la tarea de acabar con esa división.
La formación de una intelectualidad proletaria se realiza en medio de una enconada
lucha de clases, pues en el interior del país que construye el socialismo quedan capas
sociales burguesas y pequeño burguesas que tratan no sólo de reconquistar el poder sino
de atraer bajo su influencia a ese estrato del proletariado que ahora dirige el Estado y la
producción; esa misma capa dirigente, aunque extraída del proletariado, conserva todavía
rasgos muy acusados de la ideología burguesa, los que se acentúan por el hecho de que
ahora ella tiene en sus manos los medios e instrumentos de producción y es de hecho
quien determina todo el desarrollo del proceso productivo y de distribución. Aunada a todo
esto encontramos la influencia del capitalismo internacional que no cede un ápice en su
intento de destruir al régimen socialista que nace y emplea para ello todos sus
instrumentos propagandísticos y la infiltración misma de sus agentes.
Se origina así, en la intelectualidad proletaria, una tendencia a convertirse en una
clase social separada y opuesta a las capas restantes del proletariado; dicha
intelectualidad trata de mantener el desarrollo socialista en la etapa en que ella es amo y
señor del proceso y se niega a pasar adelante hacia el comunismo, e incluso, en el caso de
que esa tendencia triunfe, se llega a la restauración de diversas formas de organización
económica capitalista. La propia intelectualidad proletaria se convierte en una clase
burguesa que nosotros hemos caracterizado como pequeña burguesía socialista.
La intelectualidad obrera de Rusia se convirtió en una clase dominante que
lentamente escamoteó al proletariado la propiedad de los medios e instrumentos de
producción; llegó así a ser una clase poseedora, es decir, una clase burguesa que, como
tal, vivía del trabajo de quienes eran los productores directos, los proletarios. Esa fracción
extraída del proletariado y convertida posteriormente en clase dominante fue tomando
posiciones en todo el aparato estatal bolchevique y en el mismo Partido comunista, de tal
forma que cuando Stalin quiso pasar adelante hacia una etapa superior de la construcción
del socialismo se encontró con la tenaz y decidida oposición de la mayoría de esos
intelectuales; no otro es el significado de esa época que se conoce vulgarmente como
"dictadura estalinista", durante la cual Stalin y una verdadera minoría trató de llevar a
Rusia adelante por la senda del socialismo, hacia el establecimiento de las premisas del
comunismo, lo cual era ya imposible debido a que la corriente contrarrevolucionaria había
organizado su dominio a todo lo ancho y lo largo de la Rusia soviética. Los desesperados
intentos de Stalin por volver al país al cauce correcto se materializan en una abierta lucha
de clases en la que la minoría revolucionaria ejerce el derecho irrenunciable del
proletariado de reprimir violentamente a sus enemigos de clase; pero la relación de fuerzas
era absolutamente desfavorable a Stalin y sus seguidores, por lo que, aún sin que hubiera
sobrevenido su muerte, habría sido a fin de cuentas derrotado y la reacción se habría
entronizado en Rusia, tal y como sucedió efectivamente. A la luz de los acontecimientos
modernos, cuando es evidente la traición del socialismo de parte de los países que
usufructuaron el honroso título de socialistas, emerge más gigantesca que nunca la figura
del verdadero revolucionario sin tacha que fue José Stalin. Ahora se comprende
perfectamente contra quién se ejercía en aquella época la violencia revolucionaria y a
nombre de quién se hacía: en contra de los intelectuales que trataban de socavar las bases
del socialismo y en nombre del proletariado revolucionario que luchaba por conservar las
conquistas del nuevo régimen y seguir adelante hacia el comunismo.
La causa fundamental de la regresión hacia el capitalismo en la Unión Soviética
radica en que el socialismo se instauró durante la primera etapa de existencia del
capitalismo internacional, en la cual éste produjo necesariamente los elementos de su
negación, pero sólo en su aspecto formal, por lo que el socialismo que ahí se estableció fue
únicamente una forma que mantenía un contenido capitalista; este contenido fue
vigorizado por el propio desarrollo ascendente de la forma socialista, hasta llegar al punto
en que la rompe en pedazos y se da la nueva forma capitalista que le corresponde y que es

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con la que entra a la segunda fase de su existencia. Por esta razón, el movimiento
revolucionario ruso estuvo dirigido en contra de la forma que el contenido capitalista
adoptaba en esa primera fase -una restricción drástica de la satisfacción de las
necesidades capitalistas de los obreros y el proletariado ruso- no tuvo la oportunidad de
desentrañar -por más que los revolucionarios se empeñasen en denunciárselo- el núcleo
esencial de la explotación del capital. La exaltación de sus necesidades individuales, que
como expediente de lucha brotaba ineluctablemente por oposición a la vulneración
constante que de las mismas hacía el capital, constituía un dique infranqueable a la
comprensión de la esencia de la explotación capitalista; en efecto, después de la conquista
del poder quedó latente en el subconsciente de la clase obrera el imperativo de desarrollar
y satisfacer sus necesidades individuales. Esto sólo podía ser erradicado a través de la
acción consciente del partido proletario encaminada a realizar una profunda educación
ideológica de los trabajadores, el cual debería poner en obra todos los dispositivos
necesarios que evitasen el entronizamiento de la intelectualidad nacida del seno de la clase
obrera, la cual hallaba en aquella herencia burguesa su más firme apoyo; pero esto no fue
hecho por el PCUS debido a que aún la historia no ponía de relieve, sin embozos, la esencia
del régimen capitalista, lo que tendría que ser la labor de una nueva y ahora sí última
etapa de su existencia. De ahí entonces que el proletariado ruso haya tenido que vivir todo
ese proceso (regresión al capitalismo) en el que se lleva al régimen burgués hasta sus
últimas consecuencias y en el que la clase obrera experimenta en carne propia la
explotación capitalista en su forma superior y más inhumana de manifestarse, es decir, la
explotación que realiza a través del desarrollo y satisfacción en una gran medida de las
"necesidades individuales"; este ascenso del capitalismo hacia sus fases superiores provee
por sí mismo los elementos necesarios para evitar en el futuro una regresión del
socialismo.
La intelectualidad extraída de las capas avanzadas del proletariado en los países del
socialismo pequeño burgués, para convertirse en una verdadera clase poseedora, es decir,
en pequeña burguesía, debió necesariamente organizar la producción en tal forma que
quedase garantizado el usufructo privilegiado de los medios e instrumentos de producción
y de los medios de vida; para ello, actualizó y transformó conforme a sus necesidades
algunas de las instituciones del capitalismo, como la descentralización de las empresas, la
propiedad por grupos, el estímulo material, etcétera, instituciones éstas que le permitieron
elevarse a la categoría de clase poseedora, detentadora de una propiedad que excluía la
propiedad personal, la cual indefectiblemente la habría llevado hacia la completa
restauración del capitalismo. Esta caricatura del socialismo se movía pues dentro de los
dos extremos de la contradicción: no podía dejar de incorporar a la economía algunos
rasgos del capitalismo y, a la vez, estos rasgos la llevaban de la mano hacia el capitalismo.
Como clase dominante consciente de que su poder radicaba precisamente en la exclusión
de la gran propiedad capitalista, debía frenar constantemente aquella tendencia de que
hablamos, tratando de mantenerse en el justo término medio. En sus momentos de gloria,
la "pequeña burguesía socialista", aunque no pudo suprimir esa tendencia que nacía
espontáneamente de su propia organización económico-política, si logró dominarla
perfectamente, como lo demostró en los casos de Hungría y Checoslovaquia.
Anotemos que, además, el régimen del socialismo pequeño burgués llevó al poder a
la "intelectualidad tecnocrática", dejando fuera de él a capas de la pequeña burguesía como
los intelectuales y los escritores, los poetas, los pintores y toda esa excrecencia social;
estas capas pugnaban por incorporarse al régimen de explotación pequeño burgués y
servían de base firme a la tendencia pro-capitalista que existía en el seno de los países
"socialistas".

El socialismo "humanista"
Esta teoría de los intelectuales pequeños burgueses no es nada nuevo; ya los
yugoslavos se habían encargado, con mucha antelación, de perfeccionarla y llevarla a la
práctica. Estudiaremos a grandes rasgos los principios fundamentales del socialismo
“humanista” que fueron expuestos detalladamente en ese monumento al revisionismo

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moderno que es el Programa de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia adoptado por el


VII Congreso de la Liga de los Comunistas Yugoslavos que se celebró del 22 al 26 de abril
de 1958, en Lubljana; el revisionismo moderno no es sino el ejecutor de las disposiciones
emanadas de ese congreso.

Primera etapa del desarrollo socialista de Yugoslavia.139

Era necesario, pues, mediante medidas políticas y mediante la presión revolucionaria,


recurrir a intervenciones enérgicas del Estado en el campo de las relaciones económicas...
Esta situación no podía ser sino una fase transitoria... El uso excesivo de los medios
administrativos revolucionarios, a la larga habría exasperado fatalmente las relaciones
internas, desnaturalizando la acción de las fuerzas socialistas permitiendo el afianzamiento
de la burocracia. Por consiguiente, apenas desaparecida la necesidad social objetiva de
semejante papel del Estado, los comunistas y todos los elementos socialistas conscientes,
que son los iniciadores y los promotores del progreso, tienen el deber de intensificar su
acción política con el objeto de crear y desarrollar formas democrática s que permitan a la
clase obrera y a los trabajadores en general tomar directamente en sus manos la gestión de
sectores cada vez más vastos de las cuestiones sociales en la economía y demás campos."
Los comunistas de Yugoslavia comprendieron a tiempo la necesidad histórica de efectuar
nuevos cambios... impidieron que el Estado se desarrollara, que robusteciera y extendiera
sus funciones...
El Estado se transformará en una forma de organización social encargada de diversas
funciones de interés común... se transformará en el instrumento de la autogestión social. El
Estado socialista es de nuevo tipo. Debe permitir que un debilitamiento se produzca con la
mayor independencia posible de los promotores del papel del Estado.
...Los progresos del sistema democrático socialista restringen el papel de la administración
del Estado en la gestión de la economía, en los campos culturales y educativo, en el de la
salud, de la política social, etcétera. La dirección de estas actividades se transfiere cada día
más a diversos órganos sociales de gestión, autónomos y coordinador merced a una
organización democrática apropiada. Los órganos del Estado siguen ejerciendo toda una serie
de funciones referentes a la planificación de la economía, a la gestión de ciertos fondos
sociales, a la fijación de las proporciones y de las relaciones generales de la distribución de
los recursos. Sin embargo, en el ejercicio de tales funciones, intervienen cada vez menos
como órganos sociales comunes de los colectivos de trabajo de las empresas y de las
comunidades territoriales de los trabajadores, productores y consumidores a la vez.

Le quedan al Estado algunas funciones políticas que van cambiando de forma:


organización del sistema político, reglamentación general de la economía, mantenimiento
del orden, inspección, seguridad, justicia, defensa nacional, etcétera.

La sustancia social de este proceso (socialización de los medios de producción) es el


desarrollo de la autogestión del pueblo trabajador en la comuna, el distrito, de la república
federal y la Federación, con una nítida delimitación de derechos y deberes entre todos estos
órganos...
La propiedad social de los medios de producción permite impedir que el propietario privado y,
en último análisis, el Estado se interponga entre el productor y los medios de producción. El
productor asume la función social de gestor de la producción y participa activamente en la
distribución del producto social. El Estado como poder político interviene cada vez menos en
la producción directa.
...Esta situación del productor en las actuales condiciones de la edificación del socialismo -
139
Esta síntesis de los puntos fundamentales del "camino italiano " hacia el socialismo ha sido tomada
de: Chung-Kuo Kung Ch'an Tang, Una vez más sobre las discrepancias entre el camarada Togliatti y
nosotros. Algunos problemas importantes del leninismo en el mundo contemporáneo. Por la Redacción
de la revista Hangqi. Publicado en el número 3-4, 1963. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekin,
1963, pp. 66-100 En esta obra se hace extracto de los siguientes documentos fundamentales sobre la
vía italiana: Informe de Togliatti ante la Sesión Plenaria del CC, "El camino Italiano al Socialismo", junio
de 1956; Informe de Togliatti ante el X Congreso, "Elementos para una declaración programática del
PCI", aprobado por el VIII Congreso, diciembre de 1956; Tesis para el X Congreso del PCI; Artículos de
A. Pesanti en Rinascita del 19 de mayo y del 9 de junio de 1962, etcétera

274
2
7

como, por lo demás, la nueva relación en que se encuentra con respecto a la producción
deriva del hecho de que el obrero, de asalariado que era se ha transformado en gestor directo
de la producción y de la distribución, y que al cumplir esta función, satisface diariamente
sus intereses personales: mayor utilidad, elevación del nivel de vida individual y general.
Como quiera que la producción tiene carácter mercantil, los productores asociados en los
colectivos de trabajo constituyen necesariamente organizaciones económicas, ejercen sus
derechos sociales y cumple sus obligaciones referentes a la gestión de la producción,
estableciendo entre ellos relaciones comerciales. Así, el interés personal de los productores
no está condicionado únicamente por los resultados obtenidos en cada puesto de trabajo,
sino también por la actividad de todo el colectivo de trabajo, por la actividad de la empresa,
por la importancia de sus fondos, por el desarrollo económico de la comuna, por las
condiciones económicas generales, por la situación del mercado, por la comunidad social en
su conjunto y su política económica, etc. El interés individual estimula sin cesar el trabajo
individual e incita a los productores a participar activamente en los consejos obreros, en los
órganos de la comuna y en los consejos de los productores y, por su intermedio, en todo el
mecanismo del poder y de la autogestión social.
Partiendo desde este punto de vista la Liga de los Comunista de Yugoslavia estima que el
productor y el colectivo obrero deben tener el máximo de autonomía en su actividad, es decir,
en la producción y en la utilización de ciertos fondos de las empresas, dentro de los límites
de los intereses generales expresados en el plan social que orienta el desarrollo económico, y
en las demás decisiones de los órganos sociales. Esto significa que los productores y los
colectivos de trabajo pueden, dentro de los límites fijados por el plan y por la ley dirigir
personal y libremente la producción, que pueden asociarse, unirse y cooperar con otras
organizaciones según las necesidades de la producción y que pueden dar libre curso a su
iniciativa creadora con miras a aumentar la productividad del trabajo y de la producción
general. En el sistema de autogestión socialista, deben estar en condiciones de poder decidir
realmente la creación y distribución global del producto social. Solo así podrían adquirir
plena conciencia de los inevitables procesos materiales, de liberarse a sí mismos y de
transformarse en los dueños de su destino, adoptando su actividad profesional y social de los
medios de producción, de una orientación consciente y planificada del desarrollo económico y
del carácter mercantil de la producción que caracteriza la actual base del desarrollo de las
fuerzas productivas."
La nueva organización social del trabajo elabórase sobre la base de ese sistema de
planificación y distribución económicas, aún la orientación social planificada y la libre
iniciativa socialista del productor. El interés social se garantiza mediante un mínimo de
medidas de planificación y de reglamentación, al paso que el interés individual exige que el
productor participe según su aporte al ingreso obtenido y que disponga de un campo de
acción suficiente para desplegar su iniciativa personal en materia económica."
...En sus planes, las empresas deciden libremente las principales cuestiones referentes a la
producción, los intercambios, los diferentes fondos, las inversiones, la utilización del
potencial, su renovación y su reemplazo regular, los ingresos individuales de los obreros, la
asociación con otras empresas...

Libertad de asociación de las empresas (dentro de las normas del plan), en cámaras
y asociaciones económicas.

...Liberado el trabajador se transforma, en efecto, en un creador y gestor independiente, lo


que se aviene con su interés material y político, y con el interés de la sociedad...

El carácter y el papel del mercado:

Este mercado, relativamente libre a la par que controlado, debe ser uno de los instrumentos
del plan social y de la política económica.
Estimulando la iniciativa de todos los promotores de la actividad económica, este mercado
influye en la producción, en su estructura y, sobre todo, favorece el desarrollo de las fuerzas
productivas...

Los obreros solo pueden ser libres cuando controlen directamente la gestión de la
producción y de la distribución. En esta tarea, la clase obrera no puede ser reemplazada
por ningún régimen de control del estado.

275
2
7

La base de la democracia socialista es la autogestión social.140


Lo que hemos transcrito "in extenso" concuerda fielmente con los puntos de vista de
la intelectualidad pequeño burguesa moderna (para corroborarlo véanse los escritos de
Mallet, Gorz, Marcuse, Sartre, Fuentes, etcétera). Al analizar la relación fundamental sobre
la que descansaba esta forma de organización social establecida en Yugoslavia, la
copropiedad y la autogestión en las fábricas, encontramos:
(a) Los "colectivos" o fábricas tenían en esencia las mismas características que la
empresa privada del régimen capitalista; eran unidades independientes de medios e
instrumentos de producción que se valorizaban a través del intercambio con el trabajo
vivo; su objetivo fundamental era incrementarse como tales unidades independientes a
través de la acumulación privada de la plusvalía de los obreros que en ellas trabajaban; la
apropiación de la ganancia (es decir, la plusvalía que pasaba a ser propiedad exclusiva del
colectivo) era el motor de su funcionamiento; los productores directos se relacionaban con
los colectivos a través del salario pues recibían lo necesario para subsistir a cambio de la
fuerza de trabajo; el plustrabajo que les era arrancado servía para incrementar el capital de
la fábrica, la cual empleaba la plusvalía así obtenida para sus fines privados (ampliar la
producción, capitalizar, etcétera); el mercado era el lugar en donde necesariamente esas
unidades independientes se relacionaban entre sí.
(b) Existían en los "colectivos" dos grupos distintos de personas: los trabajadores,
ya sean manuales o intelectuales, y los dirigentes técnicos altamente calificados; todas las
funciones de dirección de cada colectivo, tanto en su actividad interna como en su relación
con las demás factorías, requerían conocimientos grandemente especializados y complejos
que, obviamente, sólo podía poseer ese segundo grupo de dirigentes técnicos; ellos eran los
que en realidad usufructuaban la propiedad del colectivo, pues determinaban todo lo
relativo a su marcha, se apropiaban de la plusvalía y la capitalizaban, ordenaban, según
estudios sobre el mercado, qué, cuánto y cómo se debía producir, establecían la relación
entre los salarios y la ganancia de acuerdo con procedimientos técnicos especiales, eran
quienes, de acuerdo con reglas técnicas complicadas, determinaban cuándo, cómo y dónde
se debía invertir la plusvalía capitalizada (obtenida de los obreros de su "colectivo"),
etcétera. El que los obreros participasen en la autogestión de las empresas "socialistas"
significaba que el trabajador, al igual que en el régimen capitalista, estaba interesado en el
desarrollo venturoso de la fábrica, pues mientras más ganancias obtuviera ésta, más alto
sería su salario y que estaba también interesado en perfeccionar su actividad individual
porque, al igual que en las empresas capitalistas, a mayor trabajo mayor salario; es decir,
que la autogestión es el sueño dorado de la burguesía que en realidad en gran parte ya ha
llevado a la práctica: que el proletariado coopere motu proprio y gustosamente a dorar y
apretar sus propias cadenas; los obreros de cada colectivo cumplían la tarea de "vigilar", a
través de la "autogestión", que la tecnocracia no se durmiera en sus laureles frente a la
competencia de las demás empresas y que sus intereses como obreros no fueran
vulnerados por la codicia excesiva de aquella.
Conforme a la relación fundamental, base de la forma de organización económica de
Yugoslavia, que es la misma a la que aspiran los intelectuales pequeño burgueses para sus
respectivos países, deducimos que en esencia es igual a la que existe en el capitalismo,
aunque con la particularidad de que la propiedad de los medios e instrumentos de
producción no es individual en este caso, sino por grupos de técnicos e intelectuales; todo
lo demás es idéntico, pues permite la explotación de la clase obrera, la relación capital-
trabajo asalariado, etcétera.
El verdadero socialismo consiste en la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción como un todo, lo cual se ilustra mejor al considerar que los
comunistas plantean que la producción de cada fábrica debe pasar a formar un fondo
social, el cual se manejará conforme a un plan central de acuerdo con las necesidades de

140
El camino Yugoslavo; Programa de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia adoptado por el III
Congreso, celebrado del 22 al 26 de abril de 1958 en Lubljana. Prensa Latinoamericana, S.A.,
Santiago, Chile, pp. 137-193.

276
2
7

toda la sociedad y no de una sola fábrica; de la misma manera, la distribución de los


bienes de consumo se hará partiendo de ese fondo social teniendo como medida la
cantidad de trabajo aportado por cada trabajador, pero no lo que cada empresa haya
producido en particular.
Otra característica del socialismo es que los obreros, a través del Partido y del
Gobierno de la dictadura proletaria, mantienen sometida a la tecnocracia para evitar que
se erija en la clase dominante.
En síntesis, en Yugoslavia teníamos el siguiente panorama: los obreros (manuales e
intelectuales) formaban la base de toda la organización social; su fuerza de trabajo servía
para incrementar la propiedad de los técnicos y científicos (tecnocracia) que integraban la
fracción que ejercía el poder en nombre de toda la pequeña burguesía; la fracción de la
pequeña burguesía formada por los pequeños productores, comerciantes, etcétera, se
encontraba en segundo término, apenas sí un poco arriba del proletariado y decisivamente
debajo de todas las demás capas de su clase; los intelectuales y artistas estaban colocados
entre la capa anteriormente mencionada y la superior. Cada fracción de la pequeña
burguesía encontraba en tal forma de organización el terreno para su libre desarrollo: la
tecnocracia satisfacía su necesidad de dirigir la producción en su propio provecho, para lo
cual sustituía a la burguesía en la propiedad sobre la riqueza social y en su papel de
explotador de la clase obrera; los pequeños productores, como complemento necesario de
la gran producción, recibían de sus compadres un tratamiento especial, que aunque no era
todo lo bueno que ellos quisieran, representaba de igual manera una mejoría respecto al
terrible despotismo al que se encontraban sujetos en el régimen de la burguesía; los
artistas e intelectuales podían echar a volar libremente su imaginación para llevar a los
consumidores (entre los que se contaba a los proletarios) mercancías (de cualquier clase
que éstas fueren, materiales o espirituales) cada vez más sofisticadas, rebuscadas, etcétera
para crear nuevas necesidades o diversificar las ya existentes, además de cumplir con su
misión ideológica tradicional de justificar el régimen existente y de halagar al poeta e
intelectual que cada pequeño burgués lleva siempre dentro de sí y lograr por fin hacer
asimilar a toda la sociedad la basura de arte que producían, el cual no era sino la
expresión de todo ese mundo subterráneo de la sociedad burguesa que en el socialismo
pequeño burgués cobraba perfecta expresión, franca y abierta. Esta forma de organización,
al potenciar hasta el infinito el interés individual de cada uno de sus miembros, creaba las
premisas de su propia negación: en cuanto se establecía en un país del sistema socialista
surgía inevitablemente la tendencia para restaurarla forma capitalista de producción bajo
la dirección de la burguesía, es decir, para restituir la propiedad privada individual sobre
los medios e instrumentos de producción; la pequeña burguesía se movía entre los dos
extremos de la contradicción: debía exaltar el espíritu individualista de los miembros de la
sociedad y reprimirlo cuando amenazase una restauración de la burguesía; aquí,
precisamente en este equilibrio inestable, es en donde radicaba el cáncer que más tarde
socavaría al régimen del socialismo pequeño burgués; el germen del descontento se
encontraba en la fracción de artistas e intelectuales que, aunque integrados al régimen
"socialista", estaban en un lugar secundario en relación con la tecnocracia y eran los
primeros que sufrían en sus intereses pues eran quienes en primer lugar se inclinaban
hacia la restauración; como se ve, esto no significaba en forma alguna que esta fracción de
la pequeña burguesía fuese revolucionaria; en realidad, su papel en el tipo de sociedad que
estudiamos consistía en ir acuciando a la tecnocracia, verdadera directora de la misma,
para que no racionalizase demasiado las cosas y dejase un campo libre a la imaginación y
a la sensibilidad, pues su existencia y desarrollo son una condición inexcusable para el
mantenimiento del régimen de la pequeña burguesía; cuando en esta tarea iba más allá de
los límites que garantizaban su seguridad frente al acoso de la restauración burguesa, la
tecnocracia tensaba las riendas para poner las cosas en su lugar; cuando, posteriormente,
la sociedad sufría de un estancamiento por la falta de su complemento espiritual, los
artistas e intelectuales volvían a sacar la cabeza y comenzaba de nuevo el ciclo descrito.
Los países de Europa oriental, con Rusia a la cabeza y a excepción de Yugoslavia,
instauraron un régimen verdaderamente socialista en el cual el proletariado era la clase

277
2
7

dirigente; por un proceso que ya hemos explicado anteriormente, la misma tecnocracia


proletaria le arrebató el poder a toda la clase obrera y estableció un régimen en el que ella
era el grupo dominante; todo el movimiento de desestalinización, liberación y
democratización que se realizó desde la muerte de Stalin comprendía, en parte, la
culminación del proceso -iniciado desde la época de Stalin- de estructuración de la base
económica y política de la dominación de la tecnocracia y, en parte, la integración de los
pequeños productores y de los artistas e intelectuales para formar junto con aquella la
clase social que ejerciese la dominación sobre el proletariado: la pequeña burguesía
"socialista".

Otras versiones del revisionismo moderno.

e) El revisionismo Albanés.
En la década de los ochenta apareció, con la pretensión de ser la reivindicación de
la teoría revolucionaria, una nueva versión del revisionismo. Nos referimos a los postulados
del Partido Comunista Albanés y de su dirigente, Enver Hoxha.
Albania fue uno de los países en donde se estableció el socialismo al término de la
segunda guerra mundial; cuando en el sistema de países socialistas se produjo la
restauración capitalista, sólo Albania continuó sosteniendo la forma de organización
socialista.
Ya hemos visto que el socialismo implantado en Europa oriental correspondía a una
primera fase del desarrollo de ese régimen económico-social a escala universal y que por
tanto era imperfecto y llevaba su negación en sí mismo; es por eso que si bien en Albania
no se produjo la regresión hacia el capitalismo, sí se mantuvo en ese país la forma
primitiva del socialismo que ya había agotado todas sus posibilidades de desarrollo
histórico-universal; convertida en un verdadero anacronismo, aferrada a un socialismo ya
superado por la historia, no podía ser ni el abanderado teórico ni el promotor práctico de la
nueva fase de existencia de la teoría y el movimiento revolucionarios que debe llevar a la
implantación universal del socialismo en su forma superior; por el contrario, intentó
encabezar a escala mundial un proceso de restauración de aquella forma primitiva del
socialismo, empeño en el que obtuvo el más estrepitoso fracaso y en el que por necesidad
hizo suyos los postulados del revisionismo, al que supuestamente combatía.
En su obra principal, El imperialismo y la revolución 141, Enver Hoxha sigue al pie de
la letra las tesis del revisionismo soviético que en páginas anteriores hemos transcrito y
comentado:

El triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre dio el primer golpe demoledor al


imperialismo, a todo el sistema capitalista mundial. Marcó el comienzo de la crisis general
del capitalismo, que fue profundizándose constantemente...
...
...
El sistema capitalista fue profundamente estremecido por la Segunda Guerra Mundial, que
rompió por completo su equilibrio. Alemania, Japón e Italia, como potencias vencidas,
salieron de la guerra con una economía arruinada. Perdieron las posiciones políticas y
militares que antes ocupaban. Otros Estados imperialistas, como Gran Bretaña y Francia, no
obstante salir victoriosos de la guerra, se habían debilitado económica y militarmente tanto,
que su papel de gran potencia estaba por los suelos.
Con el desmoronamiento del sistema colonial se profundizó aún más la crisis general del
capitalismo. Debido a este desmoronamiento surgieron una serie de nuevos Estados
nacionales, mientras que en los países que permanecieron en su situación de colonias o
semicolonias, creció el movimiento libertador contra el yugo imperialistas. 142
Como conclusión, podemos afirmar que en la situación actual del imperialismo en general,
del imperialismo norteamericano, del social-imperialismo soviético y de los otros
imperialismos, el imperialismo, cualquiera que sea su matiz, se encuentra en la fase de su

141
Hoxha, Enver, El imperialismo y la revolución, Casa Editora "8 Nentori", Tirana, 1979.
142
Ibídem, pp. 12-14

278
2
7

debilitamiento y putrefacción, y que la vieja sociedad, a través de la revolución, será


destruida desde sus cimientos y reemplazada por una sociedad nueva, por la sociedad
socialista...
...todo el imperialismo mundial como sistema social, a causa de las contradicciones internas
que lo corroen y de las luchas de liberación y revolucionarias de los pueblos, ya no tiene ese
poder de dominación exclusiva de antes. Esta es la dialéctica de la historia y confirma la tesis
marxista-leninista de que el imperialismo está en descenso, en decadencia, en
descomposición...
La tendencia del capitalismo y del imperialismo a debilitarse, es hoy la tendencia principal en
la historia universal.143
...El capitalismo ha entrado en la fase de su putrefacción. Esta situación suscita la revuelta
de los pueblos y los empuja a la revolución. La lucha de los pueblos contra el imperialismo y
contra las camarillas capitalistas burguesas crece de diferentes formas, con diversa
intensidad. Esto se verificará antes en los países que constituyen el eslabón más débil de la
cadena capitalista y donde la conciencia y la organización de la clase obrera han alcanzado
un alto nivel, donde el problema es tratado con una profunda comprensión política e
ideológica.
El imperialismo ha intensificado la opresión y la bárbara explotación de los pueblos. Pero al
mismo tiempo también los pueblos del mundo se hacen cada vez más conscientes de que ya
no se puede vivir en la sociedad capitalista, donde las masas trabajadoras son oprimidas y
explotadas con una intensidad no menor a la de antes de la guerra.
El imperialismo, a pesar de sus esfuerzos y de los de sus adeptos, ni ahora ni tampoco más
tarde puede encontrar estabilidad en la lucha que lleva a cabo por sentar su hegemonía
sobre los pueblos. No pude encontrarla porque se ha despertado la conciencia de la clase
obrera y de las masa trabajadoras oprimidas que quieren liberarse, y además a causa de las
inevitables contradicciones interimperialistas.
Los pueblos ven, y más tarde lo verán mejor, que el imperialismo y el capitalismo mundial no
se apoyan sólo en la fuerza económica, militar, política e ideológica de las dos
superpotencias, sino también en las clases ricas que mantienen sojuzgados a los pueblos de
sus países, que los explotan y los aterrorizan a fin de que no se levanten para conquistar la
verdadera libertad e independencia.
Las amplias masas de los diversos países del mundo han comenzado asimismo a comprender
que la actual sociedad burgués-capitalista, el sistema explotador del imperialismo mundial,
deben ser derrocados. Para los pueblos esto no es sólo una aspiración, en muchos países
también han empuñado las armas.144
¿Qué demuestra el análisis de la situación actual del mundo? El Partido del Trabajo de
Albania, partiendo de la teoría leninista de la revolución, concluye que hoy la situación en el
mundo es en general revolucionaria, que en muchos países esta situación ha madurado o
está madurando rápidamente, mientras que en otros este proceso está en desarrollo.
Cuando decimos que hoy la situación es revolucionaria tenemos en cuenta que el mundo de
nuestros días está en movimiento hacia grandes estallidos. En general, la situación
actualmente semeja un volcán en erupción, un fuego abrasador, cuyas llamas devorarán
precisamente a las clases dominantes, opresoras y explotadoras.
El mundo capitalista y revisionista está sumergido en una grave crisis económica y política,
financiera y militar, ideológica y moral. La presente crisis, que ha sacudido todas las
estructuras y superestructuras del régimen burgués y revisionista, ha recrudecido y
profundizado aún más la crisis general del sistema capitalista.
Las consecuencias de la crisis se presentan muy serias y desastrosas sobre todo en el terreno
de la economía. A partir de 1974 ha comenzado la profundización de la crisis económica más
grave de las aparecidas en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto ha
ocasionado una disminución en proporciones considerables de la producción industrial: en el
Japón 20 %, Gran Bretaña 15%, Estados Unidos de América 14%, Francia e Italia 13%,
República Federal Alemana 10%, etc. La crisis ha dado lugar a una depresión muy profunda.
En muchos países capitalistas las capacidades productivas no aprovechadas en algunas
ramas clave de la economía oscilan entre un 25 y 40 por ciento, y esta situación se viene
prolongando desde hace años. Por esta razón ha quedado estancada la producción industrial.
Los stocks de “excedentes” de mercancías que no encuentran salida alcanzan cantidades

143
Ibídem, pp. 135-136
144
Ibídem, pp. 146-148

279
2
8

extraordinarias.”145
Es precisamente esta situación actual de crisis general del capitalismo, que tiende a
profundizarse de continuo, la que nos lleva a sacar la conclusión de que la situación
revolucionaria se ha dado o se está dando en la mayoría de los países capitalistas y
revisionistas y que esta situación, por consiguiente, ha puesto la revolución a la orden del
día.146
El desarrollo capitalista en América Latina se ha quedado en general atrasado, también por
el hecho de que aún subsisten bastantes residuos de los latifundios, que no se han
despojado por completo de su carácter feudal, y por eso algunos de los países
latinoamericanos tienen un atraso tan acentuado como lo de Asia y África...147
En un momento en que los capitalistas y los terratenientes nativos no pueden vivir a no ser
que lo hagan bajo la tutela y con el apoyo del imperialismo norteamericano, la idea de la
revolución como el único medio indispensable para asegurar la liberación nacional y social,
penetra cada vez más profunda y ampliamente en la conciencia del proletariado, del
campesinado trabajador, de la intelectualidad progresista y de las masas de la juventud de
estos países.148
En lo que atañe a la tradición combativa de los pueblos de América Latina, en ella predomina
el aspecto positivo, revolucionario, que constituye un factor muy importante y que hace falta
utilizar lo mejor y más ampliamente posible en la preparación y el desarrollo de la
revolución...
Para realizar estas grandes tareas, los partidos marxista-leninistas de la clase obrera
desempeñarán un papel decisivo. Estos partidos no sólo han sido creados ya en casi todos
los países de América Latina, sino que la mayoría de ellos han dado importantes pasos hacia
delante en el trabajo por preparar al proletariado y a las masas populares para la
revolución... han elaborado una línea política correcta y acumulado una experiencia de lucha
bastante grande para materializar esta línea, convirtiéndose en portadores de toda la
tradición revolucionaria del pasado, para utilizarla y desarrollarla en adelante a favor del
movimiento obrero y de liberación, con el fin de preparar a las masas y lanzarlas a la
revolución.
...
Ahora que los pueblos han despertado y ya no aceptan vivir bajo el yugo imperialista y
colonial, que exigen la libertad, la independencia, el desarrollo y el progreso; ahora que crece
el odio popular contra los opresores extranjeros e internos, ahora que África, América Latina
y Asia se han transformado en una caldera en ebullición...149
La crisis general del capitalismo, como hemos explicado anteriormente, va profundizándose
cada vez más. Esto hace que el proletariado, las clases y los pueblos oprimidos ya no
soporten la explotación, exijan que cambie su vida, que sea derrocado el sistema burgués y
suprimido el neocolonialismo, el imperialismo...150
En los países de África, América Latina, Asia, etc., con escaso desarrollo económico-social y
más dependientes del capital extranjero y donde las tareas democráticas y antiimperialistas
de la revolución revisten particular importancia, el proletariado puede tener como aliados al
campesinado medio y al sector de la burguesía que no está ligado al capital extranjero y que
aspira a un desarrollo independiente del país. La vinculación de esta parte de la burguesía
con la revolución democrática y antiimperialista depende de la estrategia y de una táctica
justa del proletariado, y de si el partido revolucionario de la clase obrera maniobra ágil y
prudentemente. El proletariado con su partido puede convencer, de esta forma, no sólo a la
pequeña burguesía, sino también a ese sector de la burguesía del que hablamos para que se
ponga bajo su dirección y se levante para suprimir la dominación extranjera y a la grande y
feroz burguesía capitalista, instrumento del imperialismo, que oprime y explota, que
desmoraliza al pueblo y adultera sus sentimientos puros, su cultura secular. 151

f) El revisionismo chino.

145
Ibídem, pp. 157-158
146
Ibídem, p. 164
147
Ibídem, p. 208
148
Ibídem, p. 212
149
Ibídem, pp. 214-215
150
Ibídem, p. 223
151
Ibídem, p. 233

280
2
8

El último resultado de la segunda guerra mundial fue la revolución agraria en los


países de Asia: China, Vietnam y Corea.
Como una consecuencia necesaria de la dominación imperialista, en esos países se
formó una numerosa y potente pequeña burguesía agraria que inmediatamente entró en
conflicto con los gobernantes imperialistas y sus aliados, los terratenientes feudales.
China vivía bajo un régimen económico y social que se encontraba en las primeras
fases del feudalismo, apenas sí un poco más adelante del modo de producción asiático, en
el que había vivido por cerca de 20 siglos; la irrupción imperialista rompió en pedazos
aquella sociedad y liberó una fuerza social portentosa, la pequeña burguesía agraria; ésta
clase social inició un desarrollo impetuoso que la enfrentó a los terratenientes feudales y a
sus amos imperialistas.
La conjunción de todos estos factores: la radicalización de la pequeña burguesía
agraria china, proporcional a la opresión imperialista y a la violencia de la explotación de
los terratenientes feudales, la derrota del imperialismo japonés, el avance gigantesco de la
Unión Soviética, la vecindad con esta potencia, la existencia de una teoría y una práctica
acabadas que habían sido perfeccionadas previamente por la Unión Soviética y abarcaban
los temas de la formación del partido, la conducción de un movimiento revolucionario, la
insurrección armada, la conquista del poder, la colectivización de los medios e
instrumentos de producción, etcétera, dieron lugar a la revolución pequeño burguesa
china y a un régimen económico-político específico, cuya característica esencial era la
dictadura de la pequeña burguesía agraria ejercida mediante la dirección de un partido
comunista; bajo la dominación de esta clase social se formó la gran industria nacional de
propiedad colectiva.
El partido comunista chino dio vida a una concepción ideológica en la que se
reflejaban las características específicas del nacimiento y desarrollo de la revolución y el
régimen económico chinos. La lucha de la pequeña burguesía agraria, realizada bajo la
dirección del partido comunista, en alianza con los recién nacidos grupos sociales del
proletariado industrial y de la pequeña burguesía urbana, cuya estrategia fundamental es
la insurrección armada campesina que avanza desde el campo hacia la ciudad, fue
calificada como una variante de la revolución socialista típica, tal como se había
presentado en Rusia; la industrialización que el régimen chino emprendió dentro de un
marco de propiedad colectiva fue reputada también como una aplicación de los principios
del socialismo marxista-leninista.
Con estos elementos se lanzó al mundo una nueva teoría “revolucionaria”, el
maoísmo, la cual tenía dos vertientes.
Por una de ellas hacía suyas las tesis del marxismo-leninismo referentes al carácter
de la revolución como un movimiento armado, dirigido por un partido comunista, cuyas
metas eran la conquista del poder político, la instauración de la dominación de la clase
beligerante y sus aliados y la constitución de la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción industriales.
Por la otra, introducía revisiones y correcciones a los principios del marxismo-
leninismo, pero los presentaba como su continuación, como una evolución necesaria
dentro de su naturaleza revolucionaria para adaptarlos a las condiciones económico-
políticas de las colonias: la insurrección armada debería ser de los campesinos y avanzar
del campo a la ciudad, el partido se formaría con elementos de la intelectualidad pequeño
burguesa y su base social sería la pequeña burguesía agraria (campesinado) y los
trabajadores agrícolas, y la colectivización se aplicaría sobre la industria que el estado de
la pequeña burguesía construyese, pues nada había preexistente que pudiera calificarse
como una gran industria y ser materia de esa acción.
El primer grupo de proposiciones maoístas identificaba formalmente esta teoría con
las correspondientes prescripciones del marxismo-leninismo; es por eso que el régimen
chino adoptó la denominación de “socialista” y al proceso por el cual se constituyó le dio el
nombre de “revolución socialista”.
Pero el segundo conjunto de tesis maoístas, las que daban contenido a su postura,
eran la negación rotunda del pretendido carácter marxista-leninista de las mismas: en la

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2
8

formulación clásica, la clase que es el sujeto del movimiento revolucionario es el


proletariado industrial, la clase obrera, el partido que dirige ese proceso está formado por
cuadros de la intelectualidad pequeño burguesa y también en gran medida por
trabajadores, la lucha revolucionaria tiene como culminación la insurrección armada de
los proletarios en las ciudades, la toma del poder por esta misma clase y sus aliados y el
establecimiento de su dictadura, y la acción económica tiene su eje en la desposesión de la
propiedad privada de los capitalistas industriales y la formación con ella de una industria
estatal de propiedad colectiva.
La concordancia formal de las tesis maoístas con los postulados del marxismo-
leninismo establecía una relación de supuesta continuidad de aquellas con los principios
aplicados por el partido bolchevique en el desarrollo de la revolución rusa, la construcción
del socialismo y la formación del sistema de países socialistas, preceptos que fueron
negados y sustituidos por su contrario a la muerte de Stalin. El maoísmo tenía la
apariencia de una doctrina revolucionaria. Esta exterioridad lo colocó en oposición abierta
con las teorías revisionistas que Jruschov y sus seguidores propugnaban y por ello se
adjudicó el lugar de abanderado legítimo del marxismo-leninismo.
Por su contenido, el maoísmo era, sin embargo, al igual que el jruschovismo, una
negación y revisión francas del marxismo-leninismo.
Al tiempo que la Unión Soviética diseminaba por el mundo las revisiones del
marxismo-leninismo que había fraguado en los Congresos XX y XXII del PCUS, también la
República Socialista China inundaba el planeta con su teoría igualmente revisionista,
pretendiendo que el camino de la revolución en las colonias y en general en todos los países
capitalistas, debería ser el mismo que ella había recorrido.
La revolución china fue un movimiento de la pequeña burguesía agraria, clase
social mayoritaria que había surgido de un sistema económico claramente pre-capitalista;
en China no se habían formado aún las relaciones de producción capitalistas, las cuales
todavía se encontraban en un estado meramente germinal, ni tampoco, en consecuencia,
existían ahí una burguesía y un proletariado modernos.
En la mayoría de los demás países coloniales la situación era muy distinta: el
capitalismo se había desarrollado en ellos hasta niveles muy considerables y la revolución
democrático burguesa ya había concluido o estaba a punto de terminar. La pequeña
burguesía agraria estaba colocada en un segundo plano, detrás de la burguesía agraria, y
su peso político ya no era determinante. Lo que aquí se dirimía no era la vía del paso del
feudalismo al capitalismo, sino la forma que debería adoptar el desenvolvimiento de un
régimen capitalista preexistente.
Por todo ello, además de Vietnam y Corea, en donde las condiciones económicas
eran similares a las existentes en China, ningún otro país colonial pudo seguir la senda
propuesta por el maoísmo.
Como lo expresamos en puntos anteriores, las clases contendientes en la sociedad
neocolonial eran la aristocracia capitalista, la burguesía industrial, la burguesía agraria, la
pequeña burguesía agraria, la pequeña burguesía urbana, el proletariado industrial y los
jornaleros agrícolas.
La pequeña burguesía agraria agotó su papel revolucionario en las revoluciones
china, vietnamita y coreana; en los demás países neocoloniales esta clase social pasó a un
segundo término y la iniciativa quedó a cargo de la burguesía. Esta última, después de
enfrentarse agresivamente a la plutocracia nativa, llega con ella a un acuerdo de
convivencia por el cual, una vez que mezquinamente han sido satisfechas algunas de sus
reivindicaciones más importantes, abandona la lucha radical y deja a sus aliados, la
pequeña burguesía agraria y rural, el proletariado y los jornaleros agrícolas, abandonados
a su suerte.
La pequeña burguesía urbana de los países neocoloniales y de menor desarrollo
económico toma entonces la dirección del movimiento, al que llaman “revolucionario”, el
cual tiene por objeto lograr la satisfacción de las necesidades, como elementos capitalistas,
de la pequeña burguesía urbana y agrícola y, en último lugar, si es posible, dar algunas
migajas del festín al proletariado y a los jornaleros.

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8

Los resultados de esta lucha internacional son la revolución cubana y el


movimiento guerrillero, ya sea de inspiración cubana o china, de los años sesenta y setenta
del siglo pasado, que se extiende desde Latinoamérica hasta África y pasa por los mismos
países capitalistas desarrollados.
La revolución china fue, como ya lo hemos señalado, la culminación de la
revolución democrático burguesa colonial; la pequeña burguesía urbana y rural, que
arrastraba detrás de sí a un proletariado poco numeroso, fue, bajo la dirección del Partido
Comunista Chino, la clase social que realizó la revolución china y la que, por tanto,
conquistó el poder una vez que este movimiento llegó a su punto superior; la revolución
china no tenía por objeto instaurar el socialismo sino dar libre curso a las relaciones
capitalistas oprimidas doblemente por el feudalismo y el imperialismo; el Partido
Comunista Chino apoyó este movimiento y logró llegar a la conducción del mismo
siguiendo dos líneas estratégicas: (1) dar impulso a la revolución democrático burguesa
colonial con el fin de convertirla en una aliada de la revolución socialista metropolitana y
(2) preparar el terreno para la fase socialista de la revolución colonial; para lograr ambos
propósitos contaba con el apoyo del sistema de países socialistas, por lo que esperaba dar
el paso hacia el socialismo desde arriba, es decir, desde el poder, transformando el régimen
pequeño burgués ahí instaurado en un régimen socialista.
Esta pretensión entrañaba necesariamente una modificación de los principios
fundamentales del marxismo-leninismo: en primer lugar, no era el proletariado dirigido por
su partido el que encabezaría la revolución socialista, sino la pequeña burguesía urbana y
rural, que arrastraba tras de sí al proletariado, y bajo el mando de un partido sólo
formalmente comunista; en segundo lugar, la revolución socialista no consistía en la
conquista del poder político por el proletariado y la destrucción del aparato político de la
burguesía, sino en la transformación del propio régimen pequeño burgués en el poder, bajo
la tutela del partido, en un régimen socialista.
La justificación de estas revisiones al marxismo leninismo se hacía descansar en lo
siguiente:
(1) el capitalismo estaba en descomposición, (2) la fuerza determinante en la arena
internacional era el socialismo; (3) la revolución socialista en los países desarrollados
continuaba en ascenso por la vía clásica; de ahí entonces que, debilitado el imperialismo y
fortalecido el socialismo, era posible que los partidos comunistas de las colonias pudieran,
con el apoyo del sistema de países socialistas, dirigir la lucha antiimperialista y antifeudal
de la pequeña burguesía colonial, alinearla en el plano internacional con el socialismo,
llevarla al poder e instaurar el capitalismo colonial y, por último, conducirla de la mano
hacia el socialismo.
La propia dialéctica de la revolución democrático burguesa llevaba necesariamente
a la radicalización de la pequeña burguesía y al paso de la dirección de ese movimiento
antiimperialista a esa clase social.
Por fuerza deberían coincidir entonces la pequeña burguesía radical y los países
socialistas en su lucha contra la burguesía internacional; necesariamente tendrían que
convertirse en aliados.
Por otro lado, los países socialistas no veían ni podían ver los elementos de la
negación de la primera fase de existencia del socialismo y por lo tanto creían firmemente
que ellos y la revolución socialista en los países metropolitanos eran la fuerza decisiva en
la arena internacional, mientras que el capitalismo entraba en franca descomposición; es
por eso que se desarrolló una teoría de la revolución colonial que era una revisión del
marxismo, basada en la creación de agencias del Partido Comunista en los países
coloniales para que asumieran la dirección del movimiento de la pequeña burguesía, la
llevaran al poder y, después, la convirtieran en socialista.
Esta revisión, que no era considerada tal por sus promotores, tenía como base de
sustentación los argumentos señalados: el papel decisivo del socialismo a escala
internacional y la descomposición y debilitamiento del capitalismo; además, se consideraba
aplicable sólo a una parte secundaria del capitalismo internacional, a las colonias, y no, ni
mucho menos, a su núcleo fundamental, es decir, a los países metropolitanos y altamente

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desarrollados, en donde seguían vivas las tesis clásicas del marxismo-leninismo.


En la revolución china confluyen todos estos elementos y dan como resultado la
conquista del poder político por la pequeña burguesía china guiada por su partido
comunista; de inmediato se da libre curso al desarrollo del capitalismo en China. Cuando
el Partido Comunista y la fracción más radical de la pequeña burguesía intentan realizar la
segunda fase de la revolución, es decir, el paso al socialismo, ya han aflorado a la
superficie, en Europa oriental, los elementos negatorios del régimen socialista y la URSS y
los demás países socialistas se encaminan firmemente por el camino de la regresión hacia
el capitalismo y de la revisión descarada del marxismo-leninismo. Uno de los pilares de la
revolución socialista internacional en la forma como la habían intentado los chinos se
derrumbaba estrepitosamente; la condición fundamental para que la revisión del
marxismo-leninismo que constituía la teoría de la revolución colonial elaborada por la 3a.
Internacional y por los chinos se materializara había dejado de tener existencia; amén de
que, aunque esa condición hubiese seguido vigente, la dialéctica más elemental nos indica
que el capitalismo tendría por fuerza que haberse reconcentrado en sí mismo, fortalecerse
y dar una lucha sin cuartel antes de ser definitivamente derrotado, por lo que las tesis
clásicas acerca de la revolución tendrían en esta situación el mismo valor que
antiguamente.
La fracción radical de la pequeña burguesía china inició entonces una cruzada en
contra del revisionismo y oportunismo soviéticos, a los cuales opuso las tesis revisionistas
y oportunistas que ellos habían llevado a la práctica, tarea en la cual se les unieron en esta
época los albaneses.
Los chinos trataron de impulsar en las colonias el tipo de revolución que ellos
habían realizado presentándola como el nuevo tipo de revolución socialista, adecuado a las
condiciones entonces existentes, conforme a las cuales, decían, el foco de la revolución
había pasado de las metrópolis a las colonias. Además de que en la práctica obtuvieron un
estrepitoso fracaso pues sólo pudieron poner en pie de lucha a unos cuantos puñados de
"locos sueltos", intelectuales pequeño burgueses, su "teoría" constituía una revisión
flagrante del marxismo-leninismo, como ya tuvimos oportunidad de explicarlo.
En lo interno, la pequeña burguesía china y el Partido Comunista se dividieron en
dos sectores: uno que representaba la tendencia hacia el desarrollo abierto del capitalismo
y otro que propugnaba por el paso hacia el socialismo por la vía de la imposición desde
arriba al proletariado de formas colectivas de producción.
La historia moderna de China se cifra por entero en la lucha entre estos dos
sectores de la pequeña burguesía. En la etapa inmediata posterior a la conquista del poder,
la fracción radical de la pequeña burguesía impuso al proletariado chino un "comunismo
de guerra" a la vez que contuvo dentro de ciertos límites el desarrollo del capitalismo;
posteriormente, el sector capitalista adquiere un poderoso impulso que lo sitúa en el
primer plano, por lo que desplaza hacia un segundo lugar a la pequeña burguesía radical y
su proyecto "socialista"; ésta, reaccionando violentamente, recobra el poder a través de
aquel movimiento conocido como "revolución cultural". Más tarde, a la muerte de Mao, el
sector conservador de la pequeña burguesía retoma las riendas del poder.
En esta lucha, ambos sectores se transforman y adecúan entre sí hasta devenir en
una pequeña burguesía socialista, al estilo de la que existía en los países antiguamente
socialistas; se estableció entonces la forma de organización económico política del
socialismo pequeño burgués, que ya hemos analizado anteriormente, la cual evolucionó
necesariamente hacia el capitalismo típico, que es el cual existe en la actualidad. Nos
encontramos así con la grotesca paradoja que significa un régimen económico-político
capitalista dirigido por un “Partido Comunista”. Bajo la égida de esta organización, China
ha llegado a convertirse en una super potencia capitalista. La pequeña burguesía agraria
terminó convertida en una gran burguesía.

g) El revisionismo cubano.
La revolución cubana fue un movimiento de la pequeña burguesía urbana, dirigida,
como decía Marx a propósito de un acontecimiento similar, por unos cuantos “locos

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sueltos”; esta clase se fabrica una base social en la exigua pequeña burguesía agraria y
tiene como meta la realización de todas las aspiraciones de las diversas clases opuestas a
la débil plutocracia nativa.
La pequeña burguesía cubana da forma a una teoría acorde con la naturaleza de su
movimiento.
En primer lugar, hace suyos, aplicándolos extralógicamente, principios tomados del
arsenal de la teoría del marxismo-leninismo: la lucha armada como medio de acceder al
poder, la dictadura de la clase insurrecta para conservarlo, la desposesión de los medios e
instrumentos de producción a los propietarios privados y su concentración bajo la potestad
del estado (en este caso se trata de una agroindustria) y la creación (pues no existía) por el
estado de una industria que es de propiedad colectiva.
Después, tras esa apariencia revolucionaria, introduce las revisiones al marxismo-
leninismo que la caracterizan: no es necesario un partido que organice y guíe al
movimiento revolucionario, pues éste puede ser planeado, dirigido y ejecutado por un
puñado de héroes, míticos superhombres, que con base en su voluntad indoblegable y su
intelecto poderoso inciten, con el ejemplo, a las masas a la lucha; la clase destinada a
realizar la revolución no es el proletariado, sino una pequeña burguesía (urbana y rural)
sin formación teórica ni experiencia política previa (las cuales, se pretende, las adquirirán
durante el desarrollo de la lucha armada); el proletariado urbano y los jornaleros agrícolas
son clases minoritarias que no pueden darle contenido al proceso revolucionario y, por
tanto, son pequeños grupos sociales que la pequeña burguesía incorpora como sus aliados
y actúan bajo su dirección; la nacionalización y concentración en manos del estado de una
agroindustria y la creación de una industria típica son el contenido de la colectivización
socialista de los medios e instrumentos de producción, etcétera.
El régimen cubano, después de más de 50 años de existencia, sólo puede
contabilizar como sus logros la estatización y desarrollo de la rama agroindustrial
preponderante, el establecimiento, también por el estado “socialista”, de la industria
turística, íntimamente ligada con la prostitución y otras actividades ilegales, y un notable
impulso a la educación y la salud de los trabajadores. Nada que tenga siquiera un átomo
de socialismo existe, ha existido ni existirá en la isla caribeña.
Nos encontramos ante un caso típico de capitalismo de estado, regido por la
pequeña burguesía urbana, el cual ni siquiera ha podido avanzar al punto que alcanzó la
revolución china: la construcción de una poderosa industria estatal de propiedad colectiva
que, ya sabemos, después se convirtió en patrimonio grupal y por último fue de dominio
individual, típicamente capitalista, igual como sucedió en la URSS.
El régimen económico-político cubano es un verdadero anacronismo. No es, como
hemos visto, ni por asomo socialista; pero tampoco es un capitalismo típico, sino una
forma primitiva suya, por la cual ya pasaron hace muchos años otros países mal llamados
socialistas, como China, aunque con resultados más brillantes; el sistema cubano está
postrado en una situación de estancamiento crónico, sin posibilidad de evolución alguna.
La revolución y el régimen cubanos han producido un material inagotable que a
nivel internacional nutre la chabacana sensiblería de la pequeña burguesía y de los
sectores radicales de la burguesía. El apoyo a la revolución cubana, la solidaridad con el
pueblo y los dirigentes cubanos, el culto a Fidel y al Ché, la lucha egregia del pueblo
cubano contra el imperialismo norteamericano, los míticos adelantos médicos y en las
disciplinas deportivas, el paisaje isleño y las épicas aventuras eróticas de los turistas, son
el alimento (melcocha) espiritual que, por ejemplo, sustenta moralmente a la pequeña
burguesía y a la burguesía latinoamericanas en su lucha contra el imperialismo,
proporcionándoles la fortaleza de ánimo necesaria para enfrentarlo.
En todo este proceso reseñado hemos visto cómo los regímenes soviético, yugoslavo,
albanés, chino y cubano y los partidos comunistas de todo el orbe, en correspondencia con
las condiciones económicas y políticas que se vivían después de la segunda guerra
mundial: la degeneración o el estancamiento del socialismo formal, la revolución de la
pequeña burguesía agraria y urbana, el movimiento de las burguesías nacionales de los
países neocoloniales y de menor desarrollo económico, la nueva etapa del capitalismo en

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los países desarrollados denominada “sociedad del bienestar”, etcétera, negaron


rotundamente los principios del marxismo-leninismo que hasta entonces habían tenido
vigencia plena y los suplantaron con un conjunto de tesis que en última instancia
constituían una forma determinada de la ideología burguesa; lo característico es que a este
cuerpo de ideas espurias continuaron dándole el nombre de marxismo-leninismo y lo
declararon como un perfeccionamiento de su carácter revolucionario.
Esta adulteración del marxismo-leninismo continuó existiendo hasta que se
produjo, en 1989, el derrumbe del “socialismo real”; junto con el certificado de defunción
de la forma degenerada del socialismo formal fue extendida, por una burguesía alborozada,
la constancia de la muerte de la versión revisionista del marxismo-leninismo y, por
extensión, de los principios verdaderamente revolucionarios, que para entonces habían
sido completamente desplazados de la escena pública y mantenidos, por el revisionismo,
en un estado de vida latente.
La burguesía dio cristiana sepultura tanto a la adulteración del marxismo-
leninismo como a su núcleo verdaderamente revolucionario, y en ese sepulcro olvidado
yacen, conjuntamente, hasta nuestros días.
La historia se repite; la primera vez se presenta como epopeya o tragedia, la
segunda como comedia, como caricatura de aquella. Así sucedió en la historia moderna del
socialismo: a finales de la década del 50 se produjo en latinoamérica, concretamente en
Cuba, una rebelión de la pequeña burguesía que fue una caricatura de la revolución china;
como sucede en estos casos, aquellos rasgos que en el modelo tienen la justa medida, en la
caricatura adquieren las dimensiones de lo grotesco y de lo estulto; mientras que la
revolución china fue un grandioso movimiento histórico dirigido por una vigorosa pequeña
burguesía que constituía la avanzada del capitalismo en las regiones coloniales, la cubana
fue una caricatura de revolución encabezada por la pequeña burguesía que es un sub-
producto, el detritus del régimen capitalista ya firmemente establecido.
Una vez que el régimen capitalista se asienta sobre sus propios pies, engendra una
pequeña burguesía (urbana y rural) tributaria del gran capital; esta clase social entra en
contradicción con su progenitor, la gran burguesía, y emprende contra ella una lucha que
tiene como finalidad última obtener un lugar decoroso en el festín de la explotación del
proletariado internacional; si no nos dejamos deslumbrar por las "frases revolucionarias",
encontraremos tras de ellas la verdadera naturaleza explotadora de esta clase social. Fue
precisamente esta pequeña burguesía, clase explotadora por excelencia, la que con Fidel
Castro y Ché Guevara, comandando a un puñado de locos sueltos, recibió el poder que les
cayó del cielo en una Cuba en estado de descomposición económica y social. Una vez con
el poder en sus manos, la pequeña burguesía cubana inició el proceso de difusión de su
ideología y métodos presuntamente revolucionarios, con lo que puso en pie de guerra a la
pequeña burguesía latinoamericana en especial e internacional en general.
En lo interno, la "revolución" cubana llevó al poder a la pequeña burguesía, clase
que estableció su dominación sobre el proletariado cubano; en una primera fase de su
existencia, el régimen cubano impuso al proletariado una especie de comunismo de guerra,
el cual se diluyó gradualmente hasta llegar a la consolidación, como en Europa oriental y
en china, de un régimen de socialismo pequeño burgués.
En lo exterior, provocó la cómica revuelta (caricatura de revolución) de la pequeña
burguesía internacional que desembocó en todos los casos en su integración absoluta al
régimen de producción capitalista.
Su resultado último fueron las "revoluciones" nicaragüense, salvadoreña y
colombiana, que tuvieron, todas las proporciones guardadas, la misma naturaleza que la
cubana.

El dogmatismo cubano.
En seguida pasamos analizar de una manera más sistemática el revisionismo
(dogmatismo) cubano.
Ya hemos establecido cómo el desarrollo ascendente del capitalismo moderno
genera la super explotación intensiva del proletariado neocolonial. Esa explotación es la

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causa del deterioro de las condiciones de vida de los obreros y campesinos de esos lugares,
de su depauperación creciente, lo que crea una situación potencialmente revolucionaria.
En tales condiciones, la táctica correcta de los revolucionarios consiste en desarrollar la
lucha del proletariado para la conquista del poder político y la instauración del socialismo.
Como en las décadas de los años 60-70 los llamados partidos comunistas eran
oportunistas y no impulsaban la lucha revolucionaria del proletariado, sino que apoyaban
a la burguesía neocolonial, era necesario entonces crear nuevos partidos comunistas que
organizasen la lucha teórica y práctica de los obreros por la implantación del socialismo.
Junto a esta tesis, que es la única correcta conforme a los principios del marxismo-
leninismo, surgió la doctrina izquierdista que sostenía que no era necesaria la creación de
un partido y que un puñado de audaces guerrilleros podía catalizar a las masas de tal
modo que las condujera a la victoria y a la conquista del poder. Esto no es otra cosa que
blanquismo, pues se suplanta la lucha de las masas dirigidas por su partido político, con
la conjuración de unos cuantos intelectuales pequeño burgueses sin partido. Quienes
propugnaban estas tesis pretendieron haber hecho una "revolución en la revolución", pero
en realidad habían roto con los principios clásicos del marxismo-leninismo, que según ellos
eran sólo dogmas con los que había que terminar.
La "revolución en la revolución" no se circunscribía, según sus promotores, a la
subversión de las tácticas comunistas en los países neocoloniales. Abarcaba también a los
países imperialistas, a las metrópolis; como aquí también los partidos comunistas
existentes eran oportunistas y las formas de lucha tradicionales no prosperaban debido a
la represión del gobierno burgués y además las condiciones de vida de amplias capas de
obreros eran tan miserables como las de los trabajadores coloniales y era igualmente
imperiosa su liberación, los comunistas debían lanzarse de inmediato a la lucha, sin
pararse a pensar en sutilezas teóricas o a formar partidos; las guerrillas urbanas eran la
forma en que esa lucha debía desarrollarse. Bastaba solamente que un pequeño grupo
bien organizado empezara la lucha armada y todo el pueblo, incluido el proletariado, se
uniría a ellos para llevar adelante la revolución. Esta teoría era evidentemente una
restauración del blanquismo en una forma nueva.

...Educados en la escuela de la conspiración y mantenidos en cohesión por la rígida


disciplina que esta escuela supone, los blanquistas partían de la idea de que un grupo
relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados estaría en condiciones, no
sólo de adueñarse en un momento favorable del timón del Estado sino que, desplegando una
acción enérgica e incansable, sería capaz de sostenerse hasta lograr arrastrar a la revolución
a las masas del pueblo y congregarlas en torno al puñado de caudillos...152

La actitud de quienes sostenían tales principios era dogmática, pues apoyándose en


la tesis cierta del marxismo-leninismo de que sólo por medio de la fuerza puede el
proletariado conquistar el poder, pretendían ejercerlaen cualquier lugar, bajo cualquier
circunstancia y en el momento presente.
Este dogmatismo encontraba su razón de ser en la ideología de la pequeña
burguesía, la cual se deriva a su vez de la posición que esta clase ocupa en el mundo
capitalista actual. Al incrementar se el capitalismo moderno y con él la miseria en las
neocolonias, la situación de la pequeña burguesía empeora vertiginosamente, se torna
cada vez más insegura y produce en ella un clima de desesperación. Esto empuja a los
pequeños burgueses a rebelarse contra el sistema, pero sin apoyarse en las masas y en
una teoría y un partido revolucionarios, sino solamente en la acción de unos cuantos
"héroes legendarios".
Como se demuestra con lo expuesto sobre el neocolonialismo, en esta etapa del
imperialismo las condiciones esenciales de la explotación colonial, que son las que
determinan la necesidad de la formación del partido, de su fusión con la clase obrera, la
152
Engels, Federico, en la Introducción a la obra de Carlos Marx, "La Guerra Civil en Francia",
contenidos en: Marx, Carlos y Federico Engels, Obras Escogidas en dos tomos, T. I, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Moscú, p. 501.

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fase previa de propaganda y organización, la alianza proletariado urbano-proletariado


rural, etcétera, no han cambiado, sino, al contrario, han sido llevados hasta sus últimas
consecuencias; de ahí entonces que esa posición dogmática que examinamos haya sido
esencialmente reaccionaria, pues siguen siendo necesarios todos aquellos pasos
enumerados y se impone su realización de una manera más metódica, compleja y
profunda.
Los neoblanquistas consideraban que se habían producido cambios que llevaban al
régimen capitalista y al colonialismo precisamente hasta sus últimas consecuencias y
extraían de ahí la peregrina conclusión de que los medios que en la etapa anterior del
imperialismo se requerían para hacer la revolución socialista eran ya obsoletos y debían
ser sustituidos por nuevos instrumentos. De esta suerte, como los partidos comunistas
habían sido convertidos en apéndices de la burguesía internacional, ya no era necesario un
partido para hacer la revolución; como el imperialismo y las burguesías habían aumentado
su poder militar hasta el infinito, un puñado de locos sueltos podía desquiciar al ejército
profesional y conquistar el poder; como la burguesía internacional había llevado hasta la
más alta perfección su dominación organizativa e ideológica sobre el proletariado, no era
necesario rescatar a éste y llevarlo bajo el ala de la ideología y la organización obreras (ni
eran necesarias una organización y una ideología proletarias), sino esperar que esa férrea
dominación se desplomase como un castillo de naipes al influjo de los conjuros de los
Mesías. Es cierto que tales planteamientos son absurdos, pero sin embargo expresan los
intereses de una clase social específica: la pequeña burguesía, que había vuelto por sus
fueros (convertida por el momento en enemiga del proletariado) sobre una base superior.
La tesis que late bajo las argumentaciones de los neoblanquistas es la siguiente: cuando el
proletariado se ponía en pie de lucha instintivamente, cuando la burguesía no había
establecido todavía tan abrumadoramente su dominación y apenas se estaba enseñando a
gobernar, entonces, Marx, Engels y Lenin idearon aquel aparato complicado de Partido,
propaganda, agitación y organización de la clase obrera y postularon que la revolución
debería ser la obra de las masas conscientes; cuando se ha perfeccionado hasta el infinito
la dominación burguesa, ese aparato es inservible y debe ser sustituido por un grupo de
"locos sueltos"; ¡si Fidel Castro y Ché Guevara hubiesen vivido un siglo antes, cuántos
problemas se habría ahorrado la humanidad!; ¡a qué pequeña estatura quedan reducidos,
frente a estos "gigantes de la revolución", las pobres figuras de Marx, Engels, Lenin y
Stalin!. Pero no nos engañemos; como lo demostraremos algunas páginas más adelante, el
pesado "aparato" de: Partido, propaganda, agitación, organización, ideología proletaria,
etcétera, es necesario en atención a la esencia misma del régimen burgués que se pretende
subvertir y no al capricho o a la "luminosa" idea repentina de algún pequeño burgués
despistado; por eso mismo, como la esencia del régimen capitalista moderno se ha
perfeccionado, es igualmente necesario ese "aparato" tan odiado por los neoblanquistas y
más ardua y complicada su estructuración. Agreguemos que nadie más que Fidel Castro y
Ché Guevara podían haber llevado con tal propiedad el papel de representantes de la
pequeña burguesía internacional: la locura de esta clase encarnó a las mil maravillas en
esos dos personajes mesiánicos.
En seguida analizaremos al detalle la teoría neoblanquista de los cubanos y
determinaremos en qué consisten las revisiones que desde esta posición se hacen a los
principios del marxismo-leninismo.

Las tesis neoblanquistas de los cubanos.


La formulación más acabada de esta doctrina la encontramos en el folleto de Regis
Debray, "Revolución en la Revolución", cuyo contenido coincide perfectamente con las
ideas que presidieron la actividad práctica del Partido Comunista Cubano en materia de
revolución internacional. Lo primero que salta a la vista es la terrible desproporción
existente entre el grandioso trabajo teórico y la riquísima experiencia (Marx, Engels, Lenin,
Stalin y la Ia. y IIa. Internacionales, la Comuna de París, los Partidos Socialdemócratas, la
revolución bolchevique, la IIIa. Internacional y los Partidos Comunistas) que habían servido
de base a la estructuración de la teoría de la revolución proletaria y la miseria teórica y

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práctica (Debray, Che y Fidel y la revolución cubana) que se pretendía fuese el fundamento
de una nueva doctrina de la revolución.
Movería a risa, si no fuera en realidad una trágica traición al proletariado
internacional y un obstáculo a su desarrollo, esta pretensión descabellada. Descubrir el
camino de la revolución socialista y guiar a la clase obrera por esa vía, es decir, fundar y
desarrollar la ciencia de la revolución, ha costado al proletariado mundial años y años de
paciente labor teórica y práctica; ha requerido la entrega absoluta de titanes del
pensamiento y la acción revolucionaria como los ya mencionados y, sobre todo, ha costado
sangre, sudor y lágrimas a millones y millones de obreros de varias generaciones; y cuando
esa ciencia está ya estructurada en lo fundamental, sus principios comprobados y
enriquecidos en la práctica viva de más de una centuria, cuando ya es posible hablar de
una verdadera revolución porque el instrumento teórico está por fin casi perfeccionado y
las condiciones materiales en su punto óptimo, es cuando un puñado de conjurados, que
conquistan el poder por un golpe de suerte, y un profesorcito de última categoría, educado
éste en esa basura que hacen pasar por marxismo en las Universidades y escuelas
burguesas "marxistas" de la talla de Louis Althausser, pretenden haber descubierto unos
nuevos principios revolucionarios. La novedad de esa teoría, por cierto, se reduce a dar
una formulación moderna, acorde con las circunstancias actuales, a la vieja doctrina del
blanquismo. Una revolución pequeño burguesa por su forma y su esencia, que ha podido
presentarse a sí misma como socialista gracias a una serie de circunstancias,
principalmente a que llevó al poder a la fracción más radical de la pequeña burguesía
cubana y puso en pie de guerra a la pequeña burguesía internacional -en especial a la
latinoamericana-, y que necesariamente se ha desarrollado hasta convertir a Cuba en un
país socialista pequeño burgués, al estilo de los de Europa oriental; una revolución
pequeño burguesa, decíamos, y un intelectual pequeño burgués empapado de prejuicios
marxistas vertidos en 50 páginas de tonterías escritas con un espíritu de autosuficiencia
(desprecio absoluto a la ciencia) muy típico de esa clase de "sabios", eran los que
pretendían echar abajo el edificio centenario del marxismo-leninismo. El neoblanquismo
presupone, como su piedra angular, la tesis de que la revolución mundial no se ha llevado
a cabo por errores teóricos y prácticos de los dirigentes, quienes se han pasado años y
años empleando fórmulas equivocadas sin descubrir, por su negligencia, el "ábrete
sésamo" que a los cubanos les cayó del cielo; esta forma de concebir las cosas excluye de
por sí cualquier clase de ciencia y permite entronizar en su lugar el prejuicio y la
superstición políticas de la peor especie, puesto que son los prejuicios y la superstición de
la clase que es el detritus de la sociedad moderna, la pequeña burguesía.
La revolución proletaria es un proceso en el que se conjugan dos fenómenos que
antes habían transcurrido separados: el desarrollo de la ciencia del marxismo-leninismo y
el movimiento obrero; el neoblanquismo es la negación de toda ciencia, como sus propios
promotores lo han aceptado, y por lo mismo no puede llevar por ningún concepto hacia la
revolución proletaria.
Los principales puntos de la doctrina que criticamos los transcribimos literalmente
del libro de Debray:

LA ENSEÑANZA ESENCIAL DEL PRESENTE.


I. ¿Qué hay que fortalecer hoy, el Partido o la Guerrilla, germen del ejército popular?
¿Cuál es el eslabón decisivo? ¿Dónde poner el esfuerzo principal?
Tal es, hoy, la cuestión sobre la cual se dividen los militantes en los países, vanguardia de la
América Latina, donde operan las guerrillas".
Mañana se planteará entre los militantes de otros países.
Fidel Castro dice simplemente que no hay revolución sin vanguardia; que esa vanguardia no
es, necesariamente, el Partido marxista-leninista; y que los que quieren hacer la revolución
tienen el derecho y el deber de constituirse en vanguardia, independientemente de esos
partidos."
"Los primeros dirigentes del partido vieron la luz el 26 de julio de 1953, en el Moncada. El
partido tiene la misma edad que la revolución. Va a cumplir 14 años. Moncada, núcleo del
ejército rebelde, núcleo del partido; en torno de ese núcleo y solamente porque existía ya ese

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9

núcleo con su dirección político-militar propia".


II. ¿Cómo se forma el Partido de vanguardia? ¿Puede el Partido, en las condiciones
existentes en la América Latina, crear el ejército popular o es el ejército popular el que debe
crear el Partido de vanguardia?
¿Quién es el núcleo de quién?.
Muchos Partidos Comunistas tuvieron, pues, en la América Latina, un falso arranque hace
30 ó 40 años, por razones incontrolables, creando así una situación compleja. Ahora bien,
los Partidos son instrumentos de la lucha de clases. Ahí donde el instrumento no sirve ya,
¿debe detenerse la lucha de clases o deben forjarse nuevos instrumentos? Cuestión imbécil;
ésta decisión no pertenece a nadie. La lucha de clases -sobre todo en la América Latina
actual- bien puede ser frenada, limitada, desviada, pero no se detendrá. Entonces las clases
populares se inventan sus vanguardias, se las arreglan con lo que encuentran, y el deber de
los revolucionarios es precipitar esta formación. ¿Pero la formación de qué exactamente?
La revolución latinoamericana y su vanguardia, la revolución cubana, hace así un aporte
decisivo a la experiencia revolucionaria internacional y al marxismo-leninismo:
En ciertas condiciones, la instancia política no se separa de la instancia militar: ambas
forman un todo orgánico. Esta organización es la del ejército Popular cuyo núcleo es el
ejército guerrillero. El partido de vanguardia puede existir bajo la forma propia del foco
guerrillero. La guerrilla es el Partido en gestación. Esta es la desconcertante novedad
inaugurada por la Revolución Cubana.
"Se trata sin duda de un aporte. Se podría juzgar esta situación excepcional como fruto de
una coyuntura única y sin alcance. Al contrario: la evolución reciente de los países que se
hallan en la vanguardia de la lucha armada en el continente la confirma y la refuerza"...
Así, para que el pequeño motor ponga realmente en marcha al gran motor de las masas, sin
lo cual su acción es limitada, es necesario, primero, que sea reconocido por las masas como
su único intérprete y su único guía, so pena de dividir y debilitar las fuerzas del pueblo. Para
que se opere ese reconocimiento es preciso que la guerrilla asuma todas las funciones del
mando, políticas y militares. Todo movimiento guerrillero que quiera llevar al fin la guerra del
pueblo, convertirse, si es necesario, en ejército regular y comenzar una guerra de
movimientos y posiciones deberá, en la América Latina, llegar a ser la vanguardia política
indiscutida, con lo esencial de su dirección incorporada a su mando militar.
¿Cómo se justifica esta herejía? ¿Con qué título puede el movimiento guerrillero reivindicar
para sí, vertebralmente, esa responsabilidad?".
A título de la alianza de clases que sólo él puede sellar, la misma que tomará el poder y lo
administrará, la misma cuyos intereses son los del socialismo; la alianza obrero-campesina.
El ejército guerrillero sella esta alianza en la acción, él mismo lo es en persona. Cuando se
arroga las prerrogativas de dirigente político, ese ejército no hace sino ser consecuente con
su contenido de clase, previendo los peligros de mañana. Sólo él puede garantizar después de
la victoria que el poder popular no será desnaturalizado. Si en el curso mismo de la guerra
emancipadora no asume las funciones de dirección política mucho menos podrá asumirlas al
final de la guerra, y la burguesía, de seguro, con todo el apoyo imperialista necesario, sabrá
aprovechar la situación".
La alianza obrero-campesina halla a menudo su punto de unión en un grupo de
revolucionarios de extracción burguesa, en el que se recluta una buena parte de la
comandancia guerrillera. Aún si esa posibilidad es hoy reducida por la polarización extrema
de las clases sociales en presencia, está lejos de haber sido abolida.
Tal es la ley de las "equivalencias-sustituciones" en países de alguna manera colonizados:
una clase obrera demasiado poco numerosa o ganada por la influencia de su aristocracia
sindical reformista, un campesinado aislado y humillado, aceptan a ese grupo de origen
burgués como su Dirección Política. En el curso de la lucha armada que los despierta y
moviliza, se produce una especie de delegación provisional de poderes".
A la inversa, para asumir esa misión, ese vicariato histórico, y no usurpar una función que
no es sino consentida, esa pequeña burguesía debe, según la expresión de Cabral,
"suicidarse como clase para resucitar como trabajador revolucionario, enteramente
identificado con las aspiraciones más profundas de su pueblo". El lugar y el momento más
favorables para ese suicidio es la acción guerrillera. Aquí, el pequeño grupo de iniciadores,
venidos de la ciudad, hace la experiencia cotidiana de una realidad agraria encontrada por
primera vez, se incorpora poco a poco a sus necesidades, comprende desde el interior
sus aspiraciones, su programa de acción. ¿Dónde mejor que en el ejército guerrillero en
formación podría operarse esa muda de piel y esa resurrección?
¿Se ha observado que casi todos esos movimientos guerrilleros no tienen comisarios políticos

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ni los reclaman? la mayor parte de los combatientes proceden de las filas comunistas. Son
las primeras guerrillas socialistas que no han adoptado el sistema de comisarios políticos.
Ese sistema no parece corresponder a la realidad latinoamericana.
Si lo que hemos dicho no está desprovisto de sentido, esa ausencia de técnicos en asuntos
políticos viene a sancionar la ausencia de técnicos en asuntos militares: los guerrilleros son
unos y los otros, indisolublemente...
Resumamos. No comprender a cabalidad la novedad teórica e histórica de esta situación
puede llevar a equivocaciones peligrosas, en el seno mismo de la lucha armada. Considerar al
Partido existente como distinto y superior al Partido de nuevo tipo que crece con la guerrilla,
conduce lógicamente a dos actitudes.
Una: subordinar la guerrilla al Partido. El sistema de los comisarios políticos es un efecto de
esta subordinación. Supone que el ejército guerrillero es incapaz de dirigirse a sí mismo y
que debe ser orientado desde fuera; es decir, supone la existencia de un dirigente y un
orientador revolucionario en una vanguardia previa a la guerrilla. Este supuesto,
desgraciadamente, no responde a la realidad.
Otra: calcar el Partido sobre la guerrilla, o sea construir el ejército popular sobre el modelo
tradicional del Partido. Hemos visto un efecto de este sistema en la preferencia dada a las
organizativas sobre las tareas operativas, en la creencia de que el órgano puede crear la
función"...
A situación nueva, métodos nuevos. Es decir, cuidarse de no adoptar, por equivocación o
tradición, for mas de acción que no son las propias de este contenido nuevo.
Cualquiera puede ahora responder al dilema inicial.
En algunos lugares de América, dialécticamente, a largo plazo, no habrá que escoger entre
partido de vanguardia y ejército popular. Pero en lo inmediato hay un orden de tareas
históricamente fundamentado. El ejército popular será el núcleo del partido y no a la inversa.
La guerrilla es la vanguardia política "in nuce" y sólo de su desarrollo puede nacer el
verdadero Partido.
Por ello hay que desarrollar la guerrilla para desarrollar la vanguardia política.
Por ello en la coyuntura actual el acento principal debe ponerse en el desarrollo de la guerra
de guerrillas y no en el fortalecimiento de los partidos existentes o en la creación de nuevos
partidos.
Por ello, en estos mismos lugares, el trabajo insurreccional es hoy el trabajo político número
uno. ALGUNAS CONSECUENCIAS PARA EL FUTURO
Ahora bien, cualquiera puede hoy esbozar las consecuencias generales de ese aporte de Cuba
a América Latina.
I. Lo decisivo para el futuro es la apertura de focos militares y no de "focos" políticos.
II. Sin lucha armada no hay vanguardia definida. Donde quiera que no hay lucha armada,
existiendo condiciones para ello, es que aún no existe vanguardia política...
III. No escapa a nadie que hoy, en la América Latina, la lucha contra el imperialismo es
decisiva. Si es decisiva, todo lo demás es secundario...
En torno de esta línea de acción se reúnen hoy los que en América Latina tienen las armas
en la mano. Hacia ellos convergen todas las formaciones a medida que se acercan a la lucha
armada. Este encuentro no debe nada al azar. Debe menos todavía al complot. No se han
dado el santo y seña, como afectan creerlo las oligarquías. Este encuentro es simplemente
racional. En una situación histórica dada puede haber mil maneras de hablar de la
Revolución, pero hay una concordancia necesaria entre todos los que se han decidido a
hacerla.153

Hasta aquí Debray.


Antes de proceder al análisis de estos conceptos haremos dos consideraciones
importantes:1o., como la teoría "neoblanquista" dejó el ámbito local latinoamericano y se
elevó a la categoría de forma general de la revolución socialista en el mundo, es decir, como
la vía propuesta por la pequeña burguesía para la revolución proletaria internacional,
tanto en las metrópolis como en las neocolonias, al estudiar sus puntos fundamentales nos
referimos a esa misma forma general; 2o., partimos del supuesto, empíricamente
demostrable, de que lo que existe actualmente en todo el mundo es el capitalismo en
cualquiera de sus formas de manifestarse y que por tanto las leyes básicas de ese sistema
continúan vigentes en toda su extensión. Como hemos demostrado en la parte general, el
153
Debray, Regis, ¿Revolución en la Revolución?, Política, año VII, No. 163, 1-14 de febrero de 1997.

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capitalismo moderno se caracteriza precisamente porque ha llevado hasta sus últimas


consecuencias el desarrollo de su esencia.
El capitalismo en general y el capitalismo contemporáneo.
Los clásicos de la teoría revolucionaria demostraron que el régimen capitalista crea
la necesidad histórica de su subversión por la clase obrera para ser transformado en un
régimen superior, el socialismo; en la actualidad, al haber pasado el capitalismo a una
etapa más alta, esa necesidad sigue vigente y las condiciones que acercan la necesidad al
terreno de la posibilidad se han desarrollado de tal manera que para todos los pueblos del
mundo no existe ya otra alternativa que la revolución socialista realizada por el
proletariado; los neoblanquistas, haciendo abstracción de estas consideraciones científicas
que deben presidir la actividad de los verdaderos revolucionarios, propugnaban por una
revolución socialista que no es dirigida ni realizada por la clase obrera, con lo que de hecho
estaban negando -coincidiendo en esto con el marcusianismo- el papel del proletariado
como la clase revolucionaria que debe subvertir la sociedad moderna. Claro es que esta
posición corresponde por completo a los intereses de la pequeña burguesía, la cual no
puede establecer en ninguna parte el socialismo, sino un régimen que garantice sus
propias reivindicaciones de clase frente a la gran burguesía, para lo cual necesita
mantener bajo su férula, como clase explotada, al proletariado; esta es la razón por la que
los grupos castristas y marcusianos de todo el orbe, como representantes natos de la
pequeña burguesía, eludieron sistemáticamente la tarea de organizar al proletariado para
asumir la dirección de la lucha; además, el carácter no proletario (anti-proletario sería más
correcto) del movimiento de la pequeña burguesía, era confesado abiertamente por ésta al
propugnar por una revolución socialista distinta de la que tradicionalmente habían
promovido los comunistas; la diferencia esencial salta a la vista: los castristas
(neoblanquistas) pretendían llevar al poder a la pequeña burguesía, los comunistas a la
clase obrera.
Como pasamos a demostrarlo en seguida, la necesidad histórica de la subversión de
la sociedad burguesa por el proletariado se deriva directamente de la esencia misma del
régimen capitalista; dado que ésta subsiste en la actualidad y de una manera más
perfeccionada, es evidente que esa necesidad histórica existe todavía y la revolución
proletaria sigue siendo la única forma de llegar al socialismo.
Fases de la evolución de la especie humana.
Según dejamos establecido, el capitalismo crea las premisas para su subversión por
el proletariado.
El capitalismo constituye la etapa superior del régimen de la propiedad privada y
éste es una fase determinada del desarrollo de la especie humana. La especie humana
(materia pensante) es el otro, la esencia negativa de la materia inorgánica; el
desenvolvimiento de ésta lleva necesariamente a la aparición de su esencia, a la conversión
de la materia pensante (especie humana) en un existente.
La materia pensante (especie humana) tiene como características específicas la
realización de su actividad vital en forma consciente y la incorporación a su ser de todas
las fuerzas de la naturaleza exterior.
El desarrollo de la especie humana pasa por las siguientes fases bien delimitadas:
a) Fase de su constitución, que es al mismo tiempo la de la negación más alta de
la materia inorgánica. En este período se constituyen las características fundamentales de
la naturaleza humana: (a) capacidades físicas y mentales específicas (naturaleza biológica
del hombre) destinadas a la realización de la actividad vital consciente y a la incorporación
de la naturaleza exterior; (b) fuerza colectiva de trabajo y (c) proceso de trabajo que es al
mismo tiempo la producción y el ejercicio de las facultades humanas de los individuos de
la especie, pero engarzadas en la fuerza colectiva de trabajo. El ser de la especie lo
constituyen en esta época la comunidad de seres vivos, su fuerza colectiva de trabajo, sus
instrumentos individuales, sus precarios instrumentos colectivos y apenas sí la superficie
de las fuerzas de la naturaleza.
Esta fase de constitución de la naturaleza característica de la especie humana lleva
dentro de sí los elementos de su negación, que a la vez son los de una fase superior de su

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existencia.
b) Primera fase del desarrollo de la naturaleza esencial de la especie. Dentro de la
comunidad primitiva se produce un perfeccionamiento de las capacidades individuales de
los integrantes de la especie humana que al final lleva necesariamente a los siguientes
resultados: (a) destrucción de la fuerza colectiva de trabajo, (b) inicio del proceso de
anulación y degeneración de la naturaleza biológica del hombre, (c) transformación del
proceso colectivo de trabajo en un proceso familiar e individual y (d) destrucción del ser
primigenio de la especie y establecimiento en su lugar de otra forma distinta, compuesta
por las familias o los individuos, sus fuerzas individuales de trabajo, sus instrumentos
individuales, una parcela de las fuerzas de la naturaleza y la comunidad de las familias y
los individuos con sus condiciones generales de existencia y reproducción; en pocas
palabras, surge y se desarrolla la propiedad privada. Se incorpora al individuo y a la
comunidad de individuos, y a través de ellos a la nueva forma alcanzada por el ser de la
especie, una porción más grande de las fuerzas de la naturaleza, aunque parceladas y
ajenas entre sí sus partes integrantes.
En este período, las características de la especie (actividad vital consciente y
asimilación de la naturaleza exterior) se siguen desarrollando ascendentemente, aunque en
una forma distinta que en la fase anterior, es decir, ahora a través de las familias o los
individuos opuestos entre sí y desgajados de la colectividad y teniendo como antecedente y
resultado necesarios la anulación creciente de aquellos elementos de la naturaleza humana
dentro de los cuales se formaron las características de la especie: fuerza colectiva de
trabajo, conformación biológica del ser humano y proceso humano de trabajo.
Durante el período de la propiedad privada, al tiempo que se producen los
elementos de esta etapa de la existencia de la especie humana se crean los elementos de su
negación que simultáneamente son el germen de una forma superior suya. En la primera
parte del régimen de la propiedad privada, las capacidades de la especie se desarrollan
hasta el virtuosismo en los individuos que la componen; el punto más alto de este proceso
se alcanza con el establecimiento de un régimen basado en la existencia de una multitud
de productores privados independientes, dueños de sus propios instrumentos de
producción. A partir de aquí se inicia la última etapa de existencia de la propiedad privada,
el régimen de producción capitalista. En ésta se consuma el proceso de anulación de la
naturaleza esencial del hombre y las capacidades de la especie son quitadas al individuo e
incorporadas al capital como capacidades sociales. En este momento el ser de la especie
está compuesto de la siguiente manera: una clase de propietarios privados de los medios e
instrumentos de producción, una multitud de fuerzas individuales de trabajo
sustantivadas, desposeídas de toda capacidad y violentamente reunidas para trabajar
sobre las parcelas de medios e instrumentos de producción (capacidades de la especie)
propiedad de los capitalistas, los medios e instrumentos de producción parcela dos entre
los propietarios privados, relacionadas entre sí de una manera extrínseca y constituyendo
cada una de ellas una concentración de medios e instrumentos de producción que sólo
pueden ser empleados por el trabajo colectivo.
c) Fase superior del desarrollo de la especie humana. El capitalismo deviene
necesariamente en su otro, el socialismo, dando paso así a la forma superior de existencia
de la especie humana. En este período son reivindicados todos aquellos elementos de la
naturaleza humana perdidos en la época de la propiedad privada: (a) una fuerza colectiva
de trabajo formada por las fuerzas individuales despojadas de su sustantividad, que
indiferenciadas se han fundido en una unidad, (b) la naturaleza biológica humana, (c) el
proceso humano de trabajo que adquiere ahora una forma más elevada de existencia, en la
cual las capacidades de la especie tienen una naturaleza social y el sujeto de la misma lo
es la fuerza colectiva de trabajo. El ser de la especie lo componen: la fuerza colectiva de
trabajo, las capacidades sociales de esa fuerza colectiva y la totalidad de las fuerzas de la
naturaleza que se han hecho interiores a la especie.
La materia pensante (especie humana) ha llegado a la fase superior de su
existencia; en su interior, en forma germinal, contiene a su esencia como a su otro, como a
la materia inorgánica; es decir que, fatalmente, tras un reinado más o menos largo de la

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especie humana sobre la faz de la tierra, deberá venir una fase descendente que culmine
con su extinción, lo que sólo anunciará la reversión de la materia viviente hacia la materia
inorgánica.
El capitalismo tiene en su interior a su esencia como su otro; el desarrollo de este
régimen social lleva necesariamente a la aparición de su esencia, es decir, a la conversión
de su otro, el socialismo, en un existente.
En su proceso de vida, el capitalismo engendra sus elementos constitutivos, los
cuales son al mismo tiempo elementos de su negación; conforme esta formación económica
llega a estadios superiores, en la misma medida se perfeccionan y fortalecen sus elementos
negatorios.
Cuando el capitalismo alcanza el punto más alto de su existencia, sus elementos
negatorios, que son a la vez elementos de la aparición del otro existente en su interior, han
madurado lo suficiente para exigir el cambio cualitativo.
La esencia del régimen capitalista consiste, por un lado en la anulación de la
esencia natural humana y, por el otro, en el desarrollo de los elementos para su
reapropiación por la especie humana.
El proceso de anulación de la naturaleza humana de la especie llega, en la fase
superior del régimen capitalista, a lo siguiente:
-destrucción completa de la comunidad (colectividad) y establecimiento de la forma
más exacerbada de la individualidad;
-descomposición y degeneración de todos los procesos orgánicos y de los órganos de
los trabajadores;
-anulación, irreversible dentro del régimen capitalista, de la esencia biológica de la
especie;
-despojo al trabajador de todas sus capacidades físicas y mentales, las que se
incorporan a la maquinaria y a través de ella al capital.
Los elementos de la naturaleza humana que le son sustraídos al trabajador se
acumulan en el polo opuesto, bajo la forma del capital. Este sólo puede existir y
desarrollarse produciendo la anulación acelerada de la naturaleza humana en el
proletariado. La clase obrera es el sujeto pasivo de esta relación en tanto que la burguesía
es el sujeto activo.
Esta relación de mutuo engendramiento entre el proletariado y el capital que es esa
misma esencia natural pero ajena y opuesta a él se produce a través del sistema de trabajo
asalariado, es decir, de la producción y acumulación de plusvalía.
El proceso de anulación de la naturaleza humana en el capitalismo es al mismo
tiempo el de la creación de los elementos para su reapropiación por la especie en una
forma superior:
en primer lugar, reduce al individuo a simple fuerza abstracta de trabajo, sin
ninguna capacidad específica; esto constituye la base para: (a) la formación de una fuerza
colectiva de trabajo en la que las fuerzas individuales no tengan sustantividad alguna y (b)
la conversión de esa fuerza colectiva de trabajo en el sujeto de las capacidades esenciales
de la especie;
en segundo lugar, transforma las capacidades esenciales de la especie en
capacidades colectivas, sociales (sistema industrial basado en la producción maquinizada);
por último, hace imperiosa esa reapropiación porque de no realizarse se llegaría al
punto en que la anulación biológica fuese absolutamente irreversible, lo que provocaría la
aniquilación definitiva de la especie humana.

El proletariado, fuerza activa de la revolución socialista.


El agente de la transformación revolucionaria aquí delineada es el proletariado. En
esta clase social se materializa la deshumanización de la especie, se manifiesta plenamente
la aniquilación de su naturaleza humana. Es por ello que está irrevocablemente destinada
a realizar la tarea histórica de la recuperación de la humanidad de la especie sobre la alta
base que ha dejado el desarrollo anterior de la sociedad.
Las tareas del proletariado son las siguientes: (a) unificación de las capacidades de

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la especie que en el capitalismo se encuentran bajo la forma de la estructura industrial


parcelada en propiedades privadas, (b) restablecimiento de la colectividad, lo que requiere:
la desustantivación de las fuerzas individuales de trabajo, la recuperación de la naturaleza
biológica-humana de los individuos y la formación de una naturaleza colectiva de los
individuos, (c) reapropiación por la colectividad así restaurada de las capacidades de la
especie humana.
Para la realización plena de sus tareas revolucionarias, el proletariado debe adquirir
una profunda conciencia de las características esenciales de la especie humana, de las
fases de su evolución, de la cualidad específica de la propiedad privada, de la naturaleza
del capitalismo como régimen depredador de las características humanas de la especie,
pero también como la formación económico-social en donde se crean las premisas para el
establecimiento de la forma superior de existencia de la especie (la socialización de sus
capacidades y la fuerza abstracta de trabajo), de que como clase social específica
constituye una materialización de esa deshumanización que se produce tanto cuando no
se satisfacen como cuando se llenan más o menos abundantemente sus necesidades
individuales, de que el capitalismo hace del obrero individual el último reducto de la
propiedad privada y que lo exalta como propietario privado de su corporeidad, igualmente
cuando le niega los satisfactores más elementales como en aquellas situaciones en las
cuales se los proporciona en un volumen mayor o menor, de que por todas esas
circunstancias está obligado a efectuar la transformación revolucionaria de la sociedad
capitalista, de que como prerrequisito para la realización de la revolución socialista debe
negar en sí mismo al individuo capitalista y forjar la conciencia y la moral del hombre
colectivo, de que la revolución proletaria es la puerta de entrada a la primera fase del
proceso de rehumanización de la especie, la cual constituye la meta no sólo de toda la
historia humana, sino de la evolución de la materia orgánica, de que el socialismo se
caracteriza porque en él se organizan las capacidades de la especie como una unidad, se
estructura la colectividad por medio de la restauración de la naturaleza biológico-humana
de los trabajadores y de la transformación del individuo trabajador en un ser colectivo
(despojado por completo de su individualidad capitalista) y se realiza la fusión del hombre
colectivo con sus capacidades esenciales, de que el comunismo es el período de la
evolución en el cual la especie humana existe en su forma superior, en donde el sujeto lo
es la colectividad que tiene en sí a todas las fuerzas de la naturaleza como sus capacidades
esenciales, de que la única vía hacia el socialismo es la revolución proletaria, es decir: la
conquista del poder político por el proletariado consciente, el establecimiento de su
dictadura, la abolición de la propiedad privada, la aniquilación de la individualidad
capitalista de los trabajadores, la instauración de la propiedad colectiva, etcétera.
Sin una conciencia tal y como la que hemos descrito, es imposible que el
proletariado realice su labor histórica.
Como ya habíamos explicado, el capitalismo internacional tiene dos fases de
desarrollo lógico-históricas. En la primera de ellas predomina la forma de la explotación del
proletariado por la burguesía que se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades
de los trabajadores como productores de plusvalía y por la negativa violenta y aniquiladora
de ciertos sectores de la burguesía a satisfacerlas. Es en esta época cuando nace el
marxismo, que es el reflejo teórico de la evolución de la especie humana; esta doctrina
comprende el conocimiento de: (a) la naturaleza del capitalismo como la última fase de la
existencia de la propiedad privada y de ésta como el régimen en el cual se realiza la
deshumanización de la especie a la vez que se crean las premisas para la plena y más alta
humanización de la misma, (b) la revolución proletaria como el medio necesario para lograr
el paso de la deshumanización aguda a la rehumanización de la especie, (c) el socialismo
como el régimen social en donde se produce la rehumanización de la especie que
comprende la constitución del individuo como un ser social y, por lo mismo, la
aniquilación de la individualidad capitalista de los trabajadores y (d) el comunismo como la
existencia llena de la forma superior de la humanidad de la especie. El marxismo se
despliega hacia su destinatario natural, el proletariado, con el cual intenta fundirse para
realizar la labor histórica que teóricamente ha aprehendido; la clase de los trabajadores se

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encuentra, a lo largo de toda esta etapa, enfrascada en una disputa a muerte con la
burguesía en torno a su mera supervivencia física como clase productora de plusvalía; es a
este proletariado al que se une la teoría revolucionaria para conducirlo por el camino del
socialismo. El marxismo, una vez que ha establecido sus fundamentos teórico-filosóficos,
se lanza de lleno a la tarea de dirigir al proletariado hacia la revolución socialista:
desarrolla entonces todos los problemas teóricos de la táctica y la estrategia para la
conquista del poder, pero deja en el mismo punto aquel fundamento del que había partido,
sin continuar con su profundización, ampliación y perfeccionamiento. El leninismo toma
esta situación tal cual, eleva al virtuosismo la teoría de la conquista del poder por el
proletariado y la lleva a su materialización en la revolución de 1917; esta revolución se ha
realizado dando conciencia a los trabajadores únicamente de la oposición irreconciliable
entre su individualidad capitalista y el régimen capitalista y del carácter del socialismo
como el régimen que satisface las exigencias de aquella individualidad. La revolución de
octubre la hizo un proletariado que no tenía conciencia de la esencia de la explotación y
depauperación capitalista ni por tanto de la del socialismo y a quien, por el contrario, los
mismos revolucionarios le habían inyectado una conciencia de la explotación y miseria
capitalistas que se definían como la no-satisfacción de sus necesidades individuales, como
el hambre, las enfermedades, la muerte prematura, el desempleo, la falta de viviendas, la
violencia física y moral en las fábricas, etcétera y del socialismo como una colectivización
que tiene como finalidad cubrir aquellas necesidades. El proletariado desarrolla en la lucha
y después de ella una conciencia, una moral y una acción colectivas que niegan, pero que
sin embargo conservan como su base, a la individualidad capitalista que es su naturaleza
esencial; el ser colectivo de los trabajadores existe pero teniendo como su fundamento al
individuo capitalista. El leninismo también forja y aplica la teoría de la construcción del
socialismo; se trata de la colectivización de la producción que está gravada por su
contrario, por el individuo capitalista que no ha sido destruido en el proletariado; la
colectividad existe en función del individuo, aunque en algunos momentos parezca negarlo
radicalmente. Es por eso que, aunque al revisionismo moderno le parezca paradójico, la
colectivización leninista, que aparentemente niega al individuo capitalista, al contrario, no
únicamente lo mantiene como su base, sino que lo engendra con una potencia
inconmensurable. Stalin es el que da el impulso final a la teoría y a la práctica de la
colectivización socialista con las características aquí descritas; al final de su dictadura, el
contenido capitalista del régimen socialista ha madurado lo suficiente como para romper la
envoltura colectiva que le había sido impuesta: toda la violencia revolucionaria ejercida por
Stalin no es sino un trágico intento de conservar algo (la colectivización socialista) que ya
había sido destruido desde sus cimientos.
Después de la caída del que aquí hemos denominado socialismo formal el
capitalismo internacional ingresa a una nueva fase de su desenvolvimiento cuyas
características ya hemos enumerado en páginas anteriores y de las cuales sólo nos
interesa aquí señalar algunos aspectos fundamentales:
(a) el franco desarrollo de la segunda forma de existencia del capitalismo da la
base para que se pueda conceptuar la satisfacción de las necesidades individuales
capitalistas de los trabajadores como otra manifestación de la esencia de la explotación
capitalista y, por tanto, brinda así los elementos para la plena comprensión de ésta; (b) con
el incremento del consumo se presentan las condiciones para llegar a aprehenderlo como
una forma específica de la explotación capitalista y (c) en el consumo masivo se hace el
obrero a sí mismo lo que el capital le causa en la órbita de la producción, con lo cual se
pone de manifiesto que el trabajador es el último reducto de la propiedad privada
capitalista y que como tal se provoca su propia deshumanización acelerada. Con la
conciencia de todo esto, que la teoría revolucionaria se encargará de llevarles, los
trabajadores, que se ven a sí mismos como unas verdaderas piltrafas, como una trágica
caricatura de seres humanos, deberán abjurar de su individualidad capitalista y desplegar
la lucha en contra del régimen burgués para la instauración de la forma superior del
socialismo.

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La energía revolucionaria del proletariado.


La relación existente entre el proletariado y su esencia natural-humana enajenada
en el capi tal produce en los trabajadores una sensación exacerbada de insatisfacción, un
malestar creciente y una enorme tensión psíquico-física que sólo son paliados
momentáneamente por la satisfacción antinatural y antihumana de necesidades de la
misma índole para ser de nuevo potenciadas en una forma exorbitante.
Todo esto se traduce en el desarrollo, dentro del proletariado, de un sistema polar
de sentimientos: por un lado, uno de frustración y odio reconcentrado contra sí mismo,
sus semejantes y las condiciones de su existencia; por otro, uno de "satisfacción
instintiva", crecientemente placentera, inhumana y antinatural de las necesidades de ese
mismo tipo. Estos dos sentimientos se engendran mutuamente y crecen desorbitadamente.
Esta progresiva tensión psíquico-física, esta energía potencial del proletariado que
se incrementa inconmensurablemente con la acumulación de capital, es un elemento
imprescindible de la negación del régimen de producción capitalista y de la aparición de su
otro, el socialismo.
El capitalismo engendra igualmente todos los demás elementos de su negación y de
la aparición del socialismo: una teoría revolucionaria, un grupo social que es el portador
natural de la misma y el movimiento de fusión de ambos entre sí y con la clase obrera. La
necesidad del Partido y de la organización, propaganda y agitación dentro de la clase
obrera está implícita en la dialéctica del proceso de negación del régimen capitalista y de
conversión de su otro en un existente.
El capitalismo es el régimen económico en el cual los medios e instrumentos de
producción y los medios de vida pertenecen en propiedad a una clase que constituye una
minoría de los miembros de la sociedad, la burguesía; dichos medios e instrumentos de
producción y de vida son producto del trabajo de la gran mayoría de la población, los
proletarios, que no tienen en propiedad nada más que su fuerza de trabajo y deben
venderla a la clase dueña de la riqueza social con el fin de obtener a cambio los bienes para
subvenir a sus necesidades. La creación, conservación e incremento de la riqueza social se
basan, en la sociedad capitalista, en la explotación del trabajo de la clase obrera. Los
obreros trabajan sobre los instrumentos de producción que son propiedad del capitalista y
éste se apropia todo lo producido; reintegra después al obrero lo necesario para que
continúe vivo, en aptitud de trabajar, y se reproduzca engendrando más trabajadores. El
aumento de la riqueza social se basa en la extracción de cantidades cada vez mayores de
plusvalía (trabajo excedente) a los obreros y, en consecuencia, en el aumento de la
depauperación y esclavización del proletariado. La esencia del régimen capitalista
determina que cada progreso del capital se derive directamente de una vulneración de las
condiciones de vida de los trabajadores y que a su vez prepare una acometida mucho más
poderosa contra éstas; el capital sólo puede desarrollarse -tanto en el capitalismo de tipo
"manchesteriano" como en las modernas sociedades de consumo, igual cuando no satisface
las necesidades elementales de los trabajadores como cuando las colma en un elevado
nivel- a costa de un desgaste cada vez mayor de la fuerza de trabajo y de una anulación
más decisiva de las facultades físicas y mentales de los obreros, con lo que provoca la
descomposición y degeneración, irreversibles dentro del capitalismo, de sus organismos y
sus mentes; el capital crece a costa de devastar aceleradamente la fuerza de trabajo,
arruinando las funciones fisiológicas fundamentales de los trabajadores, a los que
convierte en la negación viviente de la naturaleza humana. El aumento del capital trae
como consecuencia el incremento del proletariado y, por lo tanto, el crecimiento extensivo
de la depauperación. El avance del capital lleva a la reducción de los obreros necesarios
para producir la misma cantidad de mercancías, por lo que de este modo crea una
sobrepoblación relativa de obreros desocupados que viven en condiciones infrahumanas; el
capitalismo establece una jerarquización de los diversos trabajos, de los cuales los más
bajos en esa escala son los remunerados con salarios muy por debajo del mínimo para
subsistir; los obreros que se ocupan de estos trabajos forman, con mucho, una gran parte
de la clase obrera de un país determinado y el capitalismo reduce constantemente el
trabajo a los niveles mínimos de que hablamos al convertir el trabajo complejo en trabajo

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2
9

simple por medio del empleo cada vez más generalizado de las máquinas y de la división
del trabajo. En conclusión, la depauperación de la totalidad de la clase obrera se
incrementa con el desarrollo del capital y el aumento de la riqueza social.
Pero el capitalismo no trae sólo la depauperación de los trabajadores, sino también
su sojuzgamiento, su esclavización al despotismo del capital; igualmente acarrea la miseria
moral de la clase obrera.
La riqueza social monopolizada por una minoría no es otra cosa que el trabajo,
convertido en medios e instrumentos de producción y medios de vida, de la inmensa
mayoría de la sociedad, de los proletarios, que no poseen en propiedad sino su fuerza de
trabajo, la cual tienen que vender para poder obtener lo necesario para vivir y
reproducirse. Todo el mundo de riqueza que existe en la sociedad burguesa, que ha sido
creado solamente por la actividad productiva de la clase obrera y que es su propia sangre,
sus músculos, su cerebro, carne de su carne, no le pertenece. Se encuentra así, en la
sociedad capitalista, separada de sus propios productos, desgajada de lo que no es sino
otra forma de manifestar su propia naturaleza, separada del mundo que le pertenece
porque lo ha hecho con sus manos. La burguesía, por el contrario, sin haber creado un
solo átomo de la riqueza social, disfruta de ella, se la apropia en su totalidad y se adueña
del trabajo acumulado de millones de trabajadores.
El capitalismo, al incrementar las fuerzas productivas, socializa el proceso de
producción. Los instrumentos, que en la edad media existían diseminados por toda la
sociedad, son concentrados y convertidos de instrumentos individuales en instrumentos
sociales. La producción, que anteriormente era la actividad que realizaba cada pequeño
propietario con sus miserables instrumentos individuales, se transforma en una actividad
en la que por fuerza tiene que participar toda la colectividad conjuntamente, pues los
instrumentos han cobrado una forma y proporciones tales que ya no es posible que los
manejen individuos aislados. La dirección de la producción social está a cargo de
empleados a sueldo del capital; los propietarios de los medios e instrumentos de
producción no tienen ningún papel productivo; aquí se manifiesta claramente lo irracional
de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción en la sociedad
capitalista.
Una de las leyes de la producción capitalista es su reproducción sobre una base
cada vez más amplia. Primero invade todas las ramas de producción de un país y luego el
mundo entero. Así, aumenta el número de proletarios y los concentra en núcleos cada vez
más grandes y mejor organiza dos. La depauperación aumenta necesariamente con el
número de esclavos del capital.
Todas las circunstancias en que se manifiestan la depauperación, la esclavización y
lo inhumano de las condiciones de vida de la clase obrera, la llevan necesariamente a
indignarse y rebelarse contra ese estado de cosas. Y como el régimen capitalista en su
desarrollo los reproduce en forma ampliada, siempre hay, para la clase obrera, motivos
para su indignación y rebeldía.
Conforme a los principios clásicos de la teoría, de estas características esenciales se
deriva el papel revolucionario de la clase obrera. El capitalismo se basa en la separación
absoluta entre el productor directo y los medios de producción y de vida propiedad de la
clase burguesa; a causa de esta situación, la necesidad de mantener la existencia física
obliga al proletariado a obtener los medios de vida a través del intercambio, con el burgués,
de fuerza de trabajo por salario. La actividad productiva del obrero no se realiza
espontáneamente, sino impuesta por la necesidad física de mantenerse con vida; el trabajo
es ajeno al proletario, es decir, no es parte de su propia naturaleza, sino algo exterior a
ella; en consecuencia, para realizar la actividad productiva, el proletario debe ser acuciado
por la necesidad, la cual se manifiesta en una insatisfacción e inquietud constantes ("su
inquietud en sí, la propiedad privada disuelta y que se disuelve"), en una falta, que
significa para el obrero un malestar ininterrumpido, sensación que se renueva cada día,
puesto que su base material, es decir, la separación del trabajador respecto del mundo
objetivo, es permanente. Este malestar, siempre renovado y ampliado conforme se
acumula, se expresa en una constante tensión psíquica, en una especie de energía

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potencial que presiona desde dentro al obrero: es el motor de su actividad; tal sensación de
malestar, tal tensión psíquica, son una consecuencia y condición indispensables de la
existencia del capitalismo; éste la reproduce y amplía durante su desarrollo porque
reproduce y amplía la separación del obrero respecto de su trabajo. Esta situación en que
el obrero vive separado de sus condiciones de existencia trae consustancialmente una
inseguridad absoluta respecto a la forma y momento en que se relacionará con ellas, es
decir, respecto a si tendrá en un momento determinado trabajo y por tanto comida, techo,
etcétera, inseguridad que es fuente también de una sensación de malestar en el obrero. La
misma actividad productiva, el trabajo, como algo ajeno al productor, que no es parte de su
naturaleza, es fuente también de una sensación de malestar, de incomodidad. El trabajo
implica sacrificio y mortificación. Esta sensación, que se agrega a la anterior, es también
reproducida y ampliada con el desarrollo del capitalismo.
Desde las dos fuentes enumeradas la organización capitalista engendra dentro de la
clase obrera un odio sordo y potente, una frustración siempre renovada, informe en su
esencia, pero que se expresa perfectamente en el estado constante de "zafarrancho de
combate" en que se encuentra el obrero contra todo y contra todos, incluso contra sí
mismo.
Cuando los clásicos de la teoría revolucionaria expresan que la clase obrera es
revolucionaria por naturaleza se refieren a que, entre otras razones, a causa de la situación
en que se encuentra dentro de la sociedad burguesa genera en su seno una energía
potencial que es el presupuesto indispensable para un movimiento radical, y no han
querido decir que la clase obrera desarrollará automáticamente (espontáneamente) un
movimiento revolucionario. Esa "energía potencial" es la base de cualquier actividad
política de la clase obrera; por consiguiente, la energía motriz de un movimiento
revolucionario está en germen en esa "inquietud en sí" que hemos explicado y que es
inherente al régimen capitalista.
Hemos supuesto que el proletario encuentra siempre la posibilidad de intercambiar
su fuerza de trabajo por un salario y que éste es suficiente para reproducir aquella día tras
día; pero en la sociedad burguesa (en la actualidad incluso en los países altamente
desarrollados, como EE.UU.) existe una cantidad gigantesca de proletarios que no tienen
trabajo o que no ganan lo suficiente para reproducirse diariamente; en estas
circunstancias tienen que aumentar la inconformidad, el odio, la frustración y la
"inquietud' de la clase obrera y es obvio que esa energía latente que hemos analizado aflora
a la superficie en formas violentas, de una manera generalizada en los días de entusiasmo
juvenil de la clase obrera, esporádica pero seguramente en la sociedad moderna.
También hemos partido del supuesto de que el nivel de necesidades de los obreros
es inmutable; pero las mismas exigencias del desarrollo capitalista prohijan en el
proletariado nuevas necesidades y una subvariedad de satisfactores altamente
especializados para cualquier necesidad individual (las simples necesidades de comer,
vestir, etcétera, se convierten en fuentes de mil formas, cada una más sutil que la otra, y
en una serie infinita de satisfactores de las mismas); cada nueva necesidad, como acicate
de la voluntad del proletariado, es fuente de esa situación que explicábamos arriba, por lo
que contribuye así a aumentar y a afianzar el malestar, la inconformidad, la frustración, el
odio reprimido, en una palabra, la energía latente de la clase obrera.
La sociedad burguesa no sólo confirma las necesidades esenciales y no esenciales
de bienes de consumo y las desarrolla hasta el infinito, sino que también hace nacer en el
proletario la necesidad acuciante de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos
de producción; pero la esencia misma del capitalismo determina que esa necesidad,
promovida y exaltada constantemente como requisito de la existencia de la sociedad
burguesa, sea también constantemente reprimida porque una consecuencia ineluctable del
capitalismo es el aumento del proletariado y su mantenimiento en la situación de clase
desposeída; es decir, que la esencia del capitalismo es el monopolio de la burguesía sobre
la riqueza social. En esta situación, a la que es conducido necesariamente el proletariado
por el régimen capitalista, la inconformidad, la frustración, el malestar y el odio reprimido
son elevados a su más alta expresión creando así la base material para el desarrollo del

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movimiento obrero hacia la revolución socialista.


El desarrollo del capital se basa en el creciente despojo del productor directo
(obrero), de tal manera que éste se va viendo reducido en la misma medida en que
aumenta el capital; pierde primero sus medios e instrumentos de producción y de vida,
después sus facultades físicas y mentales y, por último, como remate de todo esto, la
marcha normal de los procesos internos fundamentales de su organismo es trastocada y
arruinada irreversiblemente. Cada pérdida genera en el obrero, como contrapartida, la
necesidad imperiosa de recobrar lo que le ha sido arrebatado por el capital. Esa constante
desvalorización del obrero, que es fuente de la supervalorización del capital, se traduce
para él, por fuerza, en un abrumador malestar físico y psíquico derivado de la
descomposición y degeneración de su organismo y produce, necesariamente, inquietud,
frustración, odio reconcentrado, etcétera, es decir, una energía latente que es la premisa
imprescindible de la energía revolucionaria del proletariado. Cierto es que esa energía
latente se encuentra en la actualidad canalizada hacia la preservación y desarrollo del
sistema capitalista, pero eso es así por la ausencia de una ideología revolucionaria que dé
conciencia al obrero de que el capital, ya sea que no le permita satisfacer sus necesidades
más elementales o que se las llene en cierta medida, produce necesariamente la
depauperación progresiva de la clase de los trabajadores. En las llamadas "sociedades de
consumo" (aquellas que se encuentran en la fase superior del capitalismo), esa energía
latente de la clase obrera es dirigida hacia el desarrollo exorbitante de sus "instintos" y de
su "sensibilidad" y a la satisfacción de las necesidades que de aquí brotan, provocándose
así un incremento gigantesco de su explotación; de esta manera, el malestar de los
trabajadores es paliado momentáneamente a costa de desarrollar los elementos que
después deben potenciarlo inconmensurablemente.
En el régimen capitalista se da cima al proceso de individuación de los trabajadores
que se ha iniciado al momento de la disolución de la comunidad primitiva y de la aparición
de la propiedad privada. El resultado último de este movimiento es la constitución del
trabajador como una persona con un destino propio, es decir, como un centro autónomo e
independiente de necesidades físicas y espirituales que exigen ser satisfechas para la
realización del individuo y que pretende como objeto a todas las fuerzas de la sociedad y la
naturaleza; el individuo tiene que postular sus necesidades y capacidades e intentar
satisfacerlas y ponerlas en obra frente a un objeto que le es ajeno porque pertenece a la
clase de los capitalistas y en oposición a una multitud de individuos que también
ambicionan lo mismo; las necesidades y capacidades chocan con un muro infranqueable y
son enviadas de nuevo al núcleo de la persona, en donde son magnificadas y desde donde
son lanzadas a una nueva aventura, y así sucesivamente hasta que eventualmente logran
su satisfacción; a cada nuevo avivamiento de la necesidad se produce el mismo proceso
para intentar su satisfacción; si las necesidades primeras son satisfechas, este sólo hecho
impulsa al individuo hacia el desarrollo de otras nuevas y más sofisticadas que serán
sometidas a la misma dialéctica. Estas características distintivas de la individuación
capitalista de los trabajadores producen la depauperación más profunda de los mismos:
invierten la relación natural entre la estructura psicofisiológica del individuo y la
colectividad al convertir lo que por su naturaleza es una extensión de ésta en algo que se
sustantiva de la misma y que provoca por tanto la degeneración y descomposición de los
procesos físicos y mentales de los trabajadores y de los órganos en donde ellos radican. La
constitución, exaltación y anulación de la personalidad de los trabajadores, características
de la fase superior del régimen capitalista, producen en ellos un estado constante de
inquietud, ansiedad, insatisfacción, frustración, odio, etcétera que constituye el contenido
de la energía potencial del proletariado que debe guiarlo hacia la destrucción del régimen
capitalista.
El capitalismo se caracteriza porque es una ley ineluctable de su desarrollo el
incremento de la riqueza social en manos de la burguesía con base en el aumento de la
explotación, esclavización, depauperación y degradación de la clase obrera (afianzamiento y
desarrollo de la ausencia de propiedad); es una condición indispensable de la existencia del
régimen capitalista el que la propiedad se incremente a base de fortalecer y aumentar la

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no-propiedad del proletariado, con la consiguiente reproducción y aumento de la miseria,


odio, esclavización, depauperación, degradación, etcétera. Al establecer la propiedad
privada como causa directa de la miseria del proletariado y al condenar a la clase obrera a
la ausencia definitiva de propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción,
el capitalismo crea las premisas objetivas necesarias para que la clase de los trabajadores
sea la destinada a terminar con la propiedad privada y establecer la propiedad colectiva
sobre los medios e instrumentos de producción; aquí radica otra de las razones por las
cuales la clase obrera es considerada como la clase revolucionaria de la sociedad burguesa,
pues la esencia de su naturaleza la hace apta para abolir la propiedad privada y adoptar la
propiedad colectiva, pero esto es sólo una posibilidad que, como en el caso anterior, no se
hace efectiva automáticamente, como lo demuestra palpablemente la vuelta de los países
de Europa oriental a la propiedad privada capitalista; el proletariado es la única clase
social que posee, en la sociedad burguesa, la característica de clase completamente
desposeída; no así la pequeña burguesía rural y urbana, que es una clase esencialmente
propietaria y cuya oposición al régimen burgués, por radical que sea, sólo tiene como
objetivo la preservación y el desarrollo de su propiedad. En resumen, como el capitalismo
se basa en la ausencia de propiedad privada del proletariado y esta circunstancia la
reproduce constantemente como su pro ducto más peculiar, la clase obrera está en
condiciones de tomar en sus manos, en una forma colectiva, la riqueza social; pero no sólo
la ausencia de propiedad es razón para fundamentar esa posibilidad, sino también el
hecho de que los trabajadores son quienes están en constante contacto con los medios e
instrumentos de producción.
El régimen capitalista se basa en la separación del trabajador directo de sus
condiciones de vida, las que se convierten en propiedad privada de la burguesía; esta
separación no es una característica accidental del régimen capitalista, sino precisamente la
relación fundamental que lo define, sin la cual dejaría de ser capitalismo para convertirse
en cualquier otra cosa; en esta relación esencial descubrimos nosotros los elementos
materiales necesarios para la subversión de la sociedad burguesa: una clase social
desposeída, el proletariado, cuyas condiciones de vida son la fuente constante de una
energía latente que es la materia prima indispensable para la subversión; el hecho de que
esa clase es la mayoría absoluta de la sociedad, sobre la que descansa la totalidad de la
producción y que por esa razón "su brazo poderoso puede detenerlo todo"; la relación
inextricable entre la propiedad privada y esa energía latente del proletariado, puesto que la
existencia de aquella es la condición del desarrollo de ésta; la socialización de la
producción, que prepara a los medios e instrumentos de producción para ser apropiados
colectivamente; y, por último, el mecanismo formal por el cual esa clase se convierte en la
única apta para apropiarse colectivamente la riqueza, debido a su naturaleza de clase
completa y definitivamente privada de propiedad sobre los medios e instrumentos de
producción. Es claro, entonces, que los comunistas no dicen que el proletariado es la clase
revolucionaria de la sociedad burguesa "porque consideren a los proletarios como dioses",
sino porque las condiciones de vida a que los condena sin apelación el régimen capitalista
son el caldo de cultivo de los elementos base material de la subversión de la sociedad
burguesa. Estas características que hemos analizado son las condiciones materiales
indispensables de la revolución proletaria, pero no crean directamente la necesidad de la
misma por la sencilla razón de que no llevan por sí mismas al proletariado a reconocer la
causa de su situación en la existencia de la propiedad privada; esta necesidad sólo puede
venir de fuera, como conciencia y organización que canalicen la energía latente de la clase
obrera en contra de la propiedad privada, es decir, de la sociedad burguesa.
El papel del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria en la
sociedad capitalista deriva, como hemos visto, de la misma esencia de ésta; el capitalismo
moderno no sólo no es distinto del analizado por Marx, Engels, Lenin y Stalin, sino que
además ha llevado hasta las últimas consecuencias sus leyes fundamentales: la separación
entre el productor directo y los medios e instrumentos de producción ha llegado en la
actualidad a su máxima expresión, la concentración de la riqueza social bajo la propiedad
privada de la burguesía ha rematado en todo un grandioso sistema internacional de

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monopolios, el proceso de proletarización ha avanzado hasta convertir a la mayoría de la


población en obreros, tal como lo había previsto Marx, la depauperación física y mental de
los trabajadores ha avanzado hasta el punto en que se ha socavado radicalmente,
acercándose peligrosamente a su destrucción, el precioso equilibrio interno de todos los
procesos fundamentales del organismo humano y la estructura y funcionamiento de los
órganos esenciales del cuerpo humano, la depauperación moral ha llegado hasta el
entronizamiento definitivo del interés individual en su forma más repugnante (exaltación
de todos los sentidos y las sensaciones humanas mucho más allá de sus funciones
naturales, a los que se convierte en fines en sí mismos que contribuyen, también desde es
te frente, a la degeneración física y mental de los individuos) y la socialización de la
producción ha culminado con esa nueva revolución industrial cuyo centro de gravedad lo
son la computación, la informática, la cibernética y la robótica que han maquinizado
también el trabajo intelectual; esto significa que el papel del proletariado como clase
potencialmente revolucionaria no sólo no se ha extinguido, sino que se ha confirmado y
delineado definitivamente en el moderno capitalismo. En la época del nacimiento del
capitalismo el proletariado debía compartir con la burguesía el carácter de clase
revolucionaria, pues la existencia de un régimen anterior, el feudalismo, le daba a ésta ese
carácter; pero conforme el capitalismo se establecía como el régimen dominante y
eliminaba de la escena al feudalismo, en la misma medida la burguesía perdía su carácter
revolucionario, hasta llegar a la situación actual, en donde, borrado de la faz de la tierra al
viejo régimen al haberlo obligado a fundirse con el capitalismo (es decir, al convertir sus
elementos integrantes en elementos capitalistas) la burguesía ha perdido definitivamente
su relativo carácter revolucionario, por lo que el proletariado ha quedado como única clase
revolucionaria dentro de la sociedad burguesa moderna. El capitalismo, en su nueva etapa,
confirma el papel del proletariado como la única clase potencialmente revolucionaria. La
negación de esta verdad evidente sirve de base a dos doctrinas distintas, pero unidas en lo
fundamental: el castrismo y el marcusianismo.

La energía del proletariado y la conciencia y la organización revolucionarias.


La energía latente de la clase obrera, siempre desbordante, se funde
inmediatamente después de nacer con la ideología burguesa y, sobre esta base, la clase
capitalista encauza la potencia revolucionaria del proletariado hacia la lucha anti-feudal;
esta ideología, que sólo es una forma nueva de la vieja y bien cimentada ideología de las
clases explotadoras y tiene por tanto tras de sí el apoyo de una experiencia varias veces
milenaria, hace presa fácil de la clase obrera y la somete a los designios de la clase
burguesa.
El capitalismo no sólo da a luz las premisas materiales indispensables para su
subversión, sino que crea también los elementos teóricos de ese cambio radical. Como lo
hemos asentado repetidamente, las premisas materiales no llevan por sí mismas a la
revolución proletaria; ellas podrían existir hasta la consumación de los siglos sin que nada
sucediera. Para que la revolución del régimen burgués se convierta en una necesidad
histórica es indispensable que el proletariado adquiera conciencia de la necesidad
imperiosa del cambio y se organice para realizarlo. El propio capitalismo desarrolla las
condiciones que hacen ineluctable el que esa conciencia y esa organización, con las que no
nace el proletariado, surjan en la sociedad burguesa y con él se fusionen.
Las premisas teóricas y el impulso para su unión con la clase obrera son fruto del
desenvolvimiento del capitalismo:
En primer lugar, lleva la ciencia hasta alturas insospechadas y con ello se producen
los elementos intelectuales necesarios para desentrañar las leyes que rigen a la sociedad
moderna.
Por otro lado, engendra dentro de la pequeña burguesía un estrato social dedicado
al trabajo intelectual que se mueve entre los polos de una contradicción insalvable:
conforme se desarrollan las fuerzas productivas, en la misma medida se proletarizan los
componentes de esa capa (por el empleo generalizado de computadoras, etcétera), y a la
vez, siguen siendo indispensables para el capital los intelectuales que trabajan

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individualmente, con sus propios "instrumentos de producción", a la manera de los


artesanos, como los pintores, poetas, escritores, técnicos altamente calificados, científicos,
etcétera. Esta capa social, en proceso constante de proletarización, participa de la misma
naturaleza esencial de la clase obrera, pues también es un grupo social explotado,
degradado y envilecido por el capital (de una parte, la fracción que se proletariza lo es por
las amplias razones que ya hemos expuesto anteriormente, y de otra, los pequeños
productores intelectuales lo son porque su propiedad sufre ataques constantes y se reduce
en la misma proporción en que crece el gran capital; la situación de estos últimos es
similar a la del proletariado: a) su pequeña propiedad (y ellos mismos como pequeños
propietarios) está separada de la gran propiedad capitalista, de la que recibe una existencia
derivada y precaria; el intelectual debe establecer cada día la relación que lo mantiene con
vida como pequeño propietario, en lucha contra la tendencia avasallante del gran capital y
contra los demás pequeños propietarios; esta situación de inseguridad es la fuente
principal de un malestar creciente; b) sus capacidades individuales, es decir, su pequeña
propiedad, son exaltadas y reprimidas alternativamente por el régimen burgués, lo que,
obviamente, origina en los intelectuales pequeño burgueses una incomodidad y un
malestar exasperantes; c) la especialización en el trabajo intelectual trae consigo, por un
lado, al exaltar una sola capacidad mental, el desgaste del cerebro y la anulación de la rica
gama de las restantes facultades intelectuales, y por el otro, al excluir el trabajo físico, la
degeneración física de los pequeños productores intelectuales; d) todo lo anterior origina,
como en el proletariado, la degeneración acelerada, física y mental, de sus organismos, con
el consiguiente aumento del malestar y de la "inquietud" de los trabajadores intelectuales;
e) en el ámbito del consumo son sujetos a la tiranía de nuevas y cada vez más sofisticadas
necesidades individuales, y f) se exalta su necesidad de propiedad sobre los medios e
instrumentos de producción, quedando sujeta por tanto a la misma tensión que origina el
malestar, el odio, la frustración, etcétera que se canalizan en una energía latente similar a
la del proletariado). El hecho mismo de que ese estrato social se caracteriza porque vende a
la burguesía su fuerza de trabajo o su trabajo intelectual, nos da ya la pauta para
comprender las diferencias fundamentales que guarda con la clase obrera: a) en primer
lugar, aunque una gran parte de este estrato se proletariza rápidamente, en la misma
medida siguen siendo necesarios y se multiplican aquellos que trabajan con sus propios
instrumentos de producción, por lo que, como pequeños propietarios privados, pertenecen
por derecho propio a la pequeña burguesía, b) en segundo lugar, aquellos intelectuales que
se proletarizan forman el estrato más alto de la jerarquización de la fuerza de trabajo, por
lo que, de hecho, están íntimamente ligados con la pequeña burguesía; y c) por último, su
naturaleza de trabajadores intelectuales determina que su energía latente se canalice
directamente hacia la indagación de las causas de su situación dentro de la sociedad
capitalista. Cierto es que, a causa de su composición, este estrato se orienta primero hacia
la estructuración de la teoría que se deriva directamente de su carácter pequeño burgués,
es decir, a la creación de la ideología que expresa la necesidad de proteger y desarrollar su
pequeña propiedad; pero como la conservación y desarrollo de esa pequeña propiedad es
precisamente la causa de su situación como clase oprimida y de su malestar constante,
cada conquista suya sólo puede conducir a la agudización de la opresión y el malestar; una
pequeña parte de este sector de la pequeña burguesía, después de una serie de
"conquistas' de su clase que empeoran sus condiciones de vida, llega necesariamente a la
conclusión de que la solución a sus problemas no se encuentra en la pequeña propiedad y
es obligado por estas circunstancias a buscar cuáles son el verdadero problema y la
verdadera solución. De esta capa social surgen necesariamente las personas que,
asimilando los progresos de la ciencia en todos los campos, forjan los instrumentos para
descubrir la ley interna de la sociedad capitalista y llegan a la conclusión de que su
posición en este régimen reconoce su causa, lo mismo que la del proletariado, en la
propiedad privada capitalista. Estos intelectuales pequeño burgueses descubren la
situación especial que guarda la clase obrera en la sociedad capitalista, su potencial
revolucionario y, mediante el análisis de sus propias inhumanas condiciones de vida,
encuentran que tienen la misma causa y la misma solución que las del proletariado,

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llegando así a concebirse como los portadores de la conciencia de la necesidad de la


revolución proletaria.
El capitalismo, entonces, no sólo engendra al proletariado como clase
potencialmente revolucionaria, sino que crea también la doctrina de la revolución y los
elementos humanos que deben transmitirla a sus ejecutores materiales.
Cuando los comunistas hablan de la necesidad histórica de la revolución proletaria
se refieren a que el capitalismo, por un lado genera fatalmente en su seno a una clase que
es, en potencia, la negación de ese régimen y, por otro, obliga ineluctablemente a una parte
de los intelectuales pequeño burgueses a estructurar la teoría de esa revolución y llevarla
al proletariado para despertarlo a la vi da revolucionaria. La "inquietud en sí" de la
intelectualidad pequeño burguesa, a la que la condena irremisiblemente la sociedad
burguesa y que es su condición de existencia como tal intelectualidad, determina la
necesidad histórica de la estructuración de la doctrina revolucionaria y de su introyección
al proletariado; este proceso lo explicamos en un punto posterior.

Dialéctica entre la energía revolucionaria del proletariado y la conciencia y la


organización revolucionarias.
Los elementos objetivos y subjetivos de la revolución tienen todo un proceso de
desarrollo:
La energía latente del proletariado se desborda desde el momento de su nacimiento;
en una primera etapa de su existencia es despertada y dirigida políticamente por la
burguesía para encauzar a la clase obrera a la lucha antifeudal; posteriormente se
independiza y se enfrenta abiertamente a su antigua aliada, ya sea en la forma de un
tradeunionismo instintivo o de un levantamiento espontáneo; es precisamente aquí donde
la intelectualidad pequeño burguesa es obligada, por el mismo proceso que pone en pie de
lucha al proletariado, a estructurar los fundamentos esenciales de la doctrina
revolucionaria y cuando ésta se funde rápidamente con el movimiento preexistente; el éxito
que el marxismo tiene en esta etapa se debe no tanto a que sea una doctrina
científicamente exacta y la ideología que expresa las verdaderas necesidades históricas del
proletariado, sino a que, siendo todo esto, además encuentra ya en pie a un potente
movimiento instintivamente revolucionario. La ideología burguesa, con una experiencia
varias veces milenaria, sólo tiene que desplegar todos los recursos acumulados y
acomodarlos a la nueva situación para someter al proletariado a su dominación, apagando
así los primeros brotes revolucionarios; esta misma sublevación de la clase obrera obliga a
la burguesía a perfeccionar sus instrumentos de dominación, tanto ideológicos como
organizativos; en cambio, la ideología revolucionaria nace sin tener tras de sí ninguna clase
de experiencia, a causa de lo cual debe desarrollar desde un punto muerto, en un
movimiento ascendente, todos los elementos que le permitan disputar a la burguesía la
influencia sobre la clase obrera, lo cual es un proceso largo y complicado. Es esta una
verdadera lucha en la cual la teoría revolucionaria tiene la peor posición, pues la clase
explotadora, como clase dominante, emplea su poder tanto para difundir masivamente sus
ideas y organizar al proletariado como para impedir que los revolucionarios hagan lo
mismo. A cada paso adelante que da la revolución, la burguesía responde con una
centuplicación de los mecanismos de dominio sobre la clase obrera; además, en cada etapa
del capitalismo surgen nuevos problemas que deben ser integrados a la teoría
revolucionaria y que, mientras no lo son, dan lugar al desarrollo sin trabas de la ideología
burguesa.

Las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en
éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por
fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta
vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de
haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su períodos impetuoso y
agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican
constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven

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sobre lo que parecía terminado para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan
concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus
primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra
nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden
constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea
una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:
¡Hic Rhodus, hic salta!154

Al final del proceso nos encontramos con que al desarrollarse el capitalismo


conforme a sus propias leyes, al ahondar sus contradicciones fundamentales y convertirse
en un sistema mundial debe necesariamente elevar a la enésima potencia la energía latente
del proletariado, llevar hasta sus últimas consecuencias la dominación ideológica, política
y organizativa de la burguesía sobre el proletariado, perfeccionar en todos sus aspectos la
teoría revolucionaria y preparar dentro de la intelectualidad pequeño burguesa el clima
necesario para que una gran parte de sus miembros se vea fatalmente impelida a fundirse
con la clase obrera, llevándole la teoría y la organización revolucionarias.
Inmediatamente después del primer brote revolucionario del proletariado la
burguesía dedica toda su atención al perfeccionamiento de su aparato de dominación;
durante la fase de lucha radical, la clase obrera se ha puesto en pie, no inconscientemente,
sino promoviendo reivindicaciones que la burguesía misma se había encargado de
infundirle para conducirla contra el régimen feudal y que por radicales que pareciesen no
podían ser sino burguesas en el fondo; el proletariado quería hacer valer, contra la
burguesía, el perfeccionamiento del régimen burgués. Esto significa que la energía latente
del proletariado sólo puede manifestarse políticamente cuando éste cobra conciencia de la
necesidad de hacerlo; es decir, que la voluntad de la clase obrera tiene que ser
determinada necesariamente por su conciencia. Cuando el movimiento obrero radical es
ahogado en sangre, la burguesía se da de lleno a la tarea de continuar la obra comenzada:
dotar a la clase obrera de una ideología y una organización burguesas para garantizar
definitivamente que la acción de esta clase se desarrolle pacíficamente por la vía del
perfeccionamiento del régimen burgués. El cometido principal de la burguesía es hacer
asimilar a la clase obrera la idea de la necesidad de la existencia del régimen capitalista, de
la posibilidad de su perfeccionamiento y del carácter de forma de organización natural de
la sociedad que posee; es hacer consciente al obrero de que su interés individual es el
mismo que el interés general del régimen capitalista y que, por tanto, su conservación y
perfeccionamiento son su labor indeclinable; es educar a los trabajadores en el espíritu del
interés individual y de la propiedad privada, convirtiendo el afán de lucro y la repugnante
exaltación de sus sentidos, de su sensibilidad y de sus instintos en el único motor de su
existencia; es, por último, organizar a la clase obrera en instituciones que tengan como
finalidad canalizar su acción hacia el perfeccionamiento del capitalismo. El objetivo
fundamental de la burguesía es lograr que la clase obrera asimile de tal forma la ideología
burguesa que la haga carne de su carne y sangre de su sangre, que su conciencia
burguesa esté plenamente garantizada por un "subconsciente burgués", por así decirlo.
Para lograrlo, la burguesía des pliega un aparato poderosísimo que en su actividad abarca
todos los niveles de la clase obrera y que tiene por objeto realizar una sistemática
propaganda durante todos los momentos de la vida de los trabajadores, sobre todos los
puntos de vista que aquella quiere imponerle y organizarla en torno a los principios de la
ideología burguesa.
En resumen, la burguesía asume la tarea de estructurar una conciencia y una
organización burguesas del proletariado. Ya hemos visto cómo el éxito de esta labor está
asegurado de antemano (aunque desde luego no sin una lucha encarnizada con la
ideología proletaria) por la experiencia histórica que tiene tras de sí la burguesía (su
ideología no es sino la continuación y remate de la ideología de la propiedad privada, la
cual tiene más de cuarenta siglos de existencia) y el punto muerto desde el que debe partir
154
Marx, Carlos, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte en: Carlos Marx, Federico Engels, Obras
escogidas en dos tomos, tomo I, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, pp. 253-54.

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0

la ideología revolucionaria, lo cual da a ésta una debilidad intrínseca que sólo puede ser
eliminada en su propio desarrollo. La clase obrera no puede actuar sino en el sentido que
la impela su conciencia; para lograr que guíe su actividad hacia otro distinto que el que le
indica su conciencia burguesa es necesario que ésta sea sustituida por una conciencia
proletaria, revolucionaria.
Después de un necesario extravío juvenil (primitiva posición de Marx y Engels
frente a la revolución del 48 en Francia) la ideología revolucionaria llegó a la conclusión de
que para lograr la conquista del poder político por el proletariado era indispensable que su
voluntad estuviera determinada por la conciencia de la necesidad de esa reivindicación,
para lo cual, a su vez, era necesario desalojar a la ideología burguesa de la conciencia
proletaria, bastión tras bastión, en una lucha encarnizada que removiese sus profundas
raíces; era necesario, además, sustituir la conciencia burguesa de la clase obrera por una
conciencia proletaria, prerrequisito indispensable de la acción revolucionaria; era
indispensable, en fin, romper las organizaciones burguesas del proletariado y cambiarlas
por organizaciones proletarias. Para realizar esta tarea, los portadores de la ideología
revolucionaria deberían llevar a todas las capas de la clase obrera las ideas sobre la
revolución, hacer propaganda acerca de ellas y agitar y organizar en su torno hasta
convertirlas en carne de su carne y sangre de su sangre; sólo después de esto podría el
proletariado conquistar el poder. En resumen, los clásicos de la teoría revolucionaria
descubrieron que el proletariado sólo puede actuar movido por las determinaciones de su
conciencia, que ésta es en la sociedad capitalista burguesa por definición, que para llevar
al proletariado hacia la subversión del régimen del capital es necesario erradicar la
ideología burguesa del seno de la clase obrera y sustituirla por la conciencia proletaria y
que todo esto sólo puede realizarse a través de una enorme tarea que requiere un trabajo
lento y sistemático de propaganda, agitación y organización. Esto era perfectamente cierto
para la época propiamente infantil del capitalismo; en la actualidad, cuando la dominación
ideológica y organizativa de la burguesía ha llegado a su máxima perfección (precisamente
porque el régimen capitalista ha llegado a su estado superior, "perfecto", de existencia, en
donde, por ejemplo en las "sociedades de consumo", declara y cumple que es su misión
desarrollar, exaltar y satisfacer las "necesidades individuales" de los proletarios y en donde,
por tanto, coincide el "interés individual" de los trabajadores con el interés general del
capital), es más válida que nunca la necesidad de transformar la conciencia y la
organización de la clase obrera como requisito indispensable para que ésta produzca un
movimiento revolucionario. Lo único que cambia es que ahora la ideología revolucionaria
no se encuentra con un movimiento obrero ya desarrollado, sino que tiene que crearlo
desde sus propias bases. ¡Hic Rhodus, hic salta!.
La esencia de las tesis castristas se comprende ahora fácilmente: su planteamiento
fundamental en esta materia lo expresan diciendo que la teoría no es necesaria para hacer
una revolución y que las masas se harán conscientes durante la lucha armada, y
posteriormente, cuando los "revolucionarios" estén ya en el poder; esto precisamente
cuando la dominación ideológica y organizativa de la burguesía ha llegado a su más alta
perfección y cuando la ideología revolucionaria está completa en lo esencial, a punto para
ser empleada en dar conciencia a la clase obrera y conducirla al poder.

Las condiciones en las que la subversión proletaria debe producirse.


Hemos expuesto las razones por las cuales la subversión de la sociedad burguesa
por el proletariado es una necesidad histórica ineluctable.
Las condiciones bajo las cuales tal subversión debe producirse son las siguientes:
a) Dominación ideológica y organizativa (además de económica, evidentemente) de
la burguesía sobre el proletariado;
b) aparato policiaco-militar para mantener la dominación de la burguesía;
c) esta dominación, que se perfecciona constantemente, hace imposible que el
proletariado por sí mismo llegue a la conciencia de su papel histórico y emprenda un
movimiento revolucionario;
d) esa conciencia debe ser introducida desde fuera, desde el campo de la

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intelectualidad pequeño burguesa, pues ésta es la que por su contacto con la ciencia
moderna está en posibilidad de explicarse el papel histórico del proletariado y los medios
necesarios para realizarlo y la que debe transmitir sus conocimientos a la clase obrera.
La meta fundamental de la revolución es la conquista del poder político por el
proletariado. Condición indispensable para ello es la destrucción del aparato estatal
burgués y el establecimiento de la dictadura del proletariado. Para esto es absolutamente
necesaria la derrota del ejército burgués por el proletariado en armas (ejército proletario).
Para lograr la meta trazada y partiendo del supuesto de la absoluta dominación
ideológica y organizativa de la burguesía sobre el proletariado, es necesario dar
previamente conciencia a la clase obrera de la naturaleza del régimen capitalista de
producción, de su situación dentro de él, de su misión histórica y de las formas y etapas
necesarias para llevarla al cabo; además, se impone organizarlo para la realización de esas
tareas. Es obvio que esto implica que antes de la conquista del poder, y como premisa
necesaria para ello, la dominación ideológica y organizativa de la burguesía sobre el
proletariado debe ser desplazada y sustituida por la ideología y la organización proletarias.
La conquista del poder sin realizar estas tareas sólo puede ser producto de un golpe
de suerte y excluye de por sí, desde luego, cualquier clase de ciencia. Un movimiento de
este tipo no puede ser una revolución socialista ni llevar a la clase obrera al poder; tal es el
caso de la revolución cubana, la cual fue realizada por la pequeña burguesía con la
finalidad de instaurar su dominación de clase; en Cuba, la clase obrera sólo ha cambiado
de amo y continúa siendo explotada, ahora por la pequeña burguesía cubana, adquiriendo
esa explotación un carácter tanto más escandaloso cuanto que se realiza en nombre del
socialismo.

Conversión de la conciencia burguesa del proletariado en una conciencia


revolucionaria.
Es pues tarea de los comunistas transformar la conciencia del proletariado de una
conciencia burguesa en una conciencia revolucionaria, es decir, proletaria; además,
promover ahí donde no exista la lucha de la clase obrera dándole un contenido
revolucionario y convertir la lucha reformista y tradeunionista que ya da el proletariado en
algunos casos en una lucha revolucionaria que lleve a la conquista del poder.
Los comunistas deben de dar conciencia al proletariado de la naturaleza
aniquiladora de las características humanas de la especie del régimen económico-político
existente en sus países, de su carácter de semillero de la formación económico-social en
donde se establezca la forma superior de existencia de la especie, el socialismo y el
comunismo, de su pasado, de su presente y de las perspectivas de su desarrollo, deben
darle conciencia de su situación como clase explotada dentro de la organización social
actual, en la que es el sujeto de la deshumanización (depauperación) más aguda que tiene
el fundamento en su individualidad hipertrofiada y que existe igualmente cuando se
restringe la satisfacción de sus necesidades que cuando se le llenan copiosamente, de su
papel revolucionario como fuerza que necesariamente debe derrocar al gobierno burgués y
construir el socialismo que es el primer paso para la rehumanización de la especie, de las
condiciones inevitables para realizar esta tarea histórica, la cual tiene como prerrequisito
la anulación de su propia individualidad capitalista y que comprende ineludiblemente el
derrocamiento del régimen existente, la conquista del poder político, el establecimiento de
su dictadura, la abolición de la propiedad privada, la instauración de la propiedad colectiva
y la restauración de la naturaleza colectiva del individuo.
Los comunistas deben hacer comprender al proletariado la naturaleza exacta de la
lucha que actualmente libran bajo la dirección de la propia burguesía y de los partidos
oportunistas, mostrándoles su esencia reformista y tradeunionista; deberán hacer
conciencia en los obreros de la necesidad de ejercer formas de lucha verdaderamente
revolucionarias, explicándoles exhaustivamente cuáles son ellas y las condiciones
indispensables para llevarlas a la práctica; tienen la obligación de hacer plenamente
consciente a la clase obrera de la irreducible oposición existente entre la teoría
revolucionaria y las desviaciones de derecha (revisionismo y oportunismo) y de izquierda

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(castrismo), así como de las teorías desviacionistas, presuntamente marxistas, de la


pequeña burguesía (marcusianismo); de que la lucha armada inmediata (Debrayismo, que
ha renacido treinta años después con las guerrillas mexicanas) es una teoría esencialmente
reaccionaria y que la forma más radical de lucha se produce en la etapa superior del
movimiento revolucionario y es el resultado de la toma de conciencia de las masas, a través
de un largo proceso de educación política, de la necesidad ineluctable de este tipo de
lucha.

Cambio de la lucha reformista de la clase obrera en lucha revolucionaria.


Los comunistas deben promover la lucha de la clase obrera y transformarla de
tradeunionista y reformista en revolucionaria; deben despertar el espíritu combativo de la
clase obrera promoviendo, organizando y dirigiendo el movimiento de los trabajadores en
todos sus aspectos; deben, en contraposición a la ideología burguesa que mantiene
subordinado al movimiento obrero por medio de la teoría de la identidad de intereses entre
el capital y el trabajo, organizar todas las manifestaciones de la lucha de clases del
proletariado, en todos los niveles, en torno a la idea de la necesidad del derrocamiento del
orden burgués, de la conquista del poder político por el proletariado, de la abolición de la
propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y de la instauración del
socialismo. La conquista del poder como finalidad última debe estar presente en todos los
momentos del combate de la clase obrera y ésta debe desarrollarlo, desde sus más
modestas expresiones hasta sus formas más altas y radicales, precisamente con el fin de
preparar las condiciones necesarias para lograr el objetivo final. Es decir, que el fin
consciente de la lucha del proletariado debe ser la conquista del poder y que es tarea de los
comunistas organizar y dirigir a la clase obrera en esta labor.
Los comunistas deben organizar y dirigir al proletariado en su lucha cotidiana; pero
para que esta batalla no sea del tipo reformista y tradeunionista, sino revolucionaria,
deben reunirse las siguientes condiciones:
a) Debe estar encaminada a despertar, desarrollar y fortalecer el espíritu
de combate del proletariado;
b) a dar conciencia al proletariado de su situación de clase explotada, de
la naturaleza exacta del régimen burgués y de la necesidad de trabajar
incansablemente, en todas las formas, para derrocar al capitalismo;
c) a unir al proletariado en torno a las ideas del socialismo científico;
d) a anular la individualidad capitalista de los obreros y desarrollar su
naturaleza colectiva;
e) a organizar de una manera más amplia (masiva) a la clase obrera para
la lucha contra la burguesía, bajo la dirección de los comunistas y de los principios
de la ideología proletaria;
f) a satisfacer las necesidades e intereses inmediatos del proletariado,
pero no aquellos que consisten en "elevar su nivel de vida", satisfacer sus
necesidades individuales capitalistas, sino los que constituyen ya una
reapropiación parcial de su naturaleza humana colectiva y que son exigidos
acuciantemente por la monstruosa y creciente deshumanización a que los somete el
capitalismo moderno;
g) la lucha debe tener como resultado una organización más amplia del
proletariado en torno a la dirección de los comunistas, una clarificación de su
conciencia del objetivo final y de los medios necesarios para alcanzarla, un aumento
de su combatividad y la preparación de todas las condiciones para el paso a una
forma superior de lucha;
h) en síntesis, para que la lucha del proletariado sea revolucionaria debe
llevarle en cada una de sus etapas al desarrollo y profundización de la conciencia
de la necesidad de la subversión de la sociedad burguesa, de su papel como fuerza
motriz dirigente de ese movimiento y de las condiciones indispensables para
lograrlo; debe conducirlo también a un nivel de organización cada vez más elevado,
hasta llegar al punto en que esté preparado para la conquista del poder.

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Los comunistas deben guiar al proletariado, según las circunstancias del caso,
desde las formas más modestas de lucha hasta las más radicales, desde las etapas
inferiores del movimiento hasta la cúspide del mismo.
Para realizar las tareas planteadas, los comunistas deben aplicar creadoramente las
tesis leninistas sobre la materia, las cuales, como hemos visto, tienen plena vigencia en la
fase actual del capitalismo internacional.

La necesidad del Partido proletario.


Para dar conciencia y organizar al proletariado bajo las condiciones anteriormente
consignadas, es absolutamente necesario que exista un grupo de personas dedicadas
exclusivamente a esa tarea, formado por los intelectuales pequeño burgueses
proletarizados, los obreros intelectualizados y los obreros avanzados; este grupo debe
proceder de y penetrar a todas las capas de la clase obrera con el fin de hacer propaganda,
agitar y organizar al proletariado para la conquista del poder. Este grupo es el Partido
Político del proletariado y tiene como objetivo fundamental llevar a la clase obrera al poder;
por eso, su aspiración principal es la de formar el núcleo de su organización con la mayor
cantidad posible de obreros revolucionarios.
Marx y Engels determinaron que para cumplir con su objetivo histórico de crear
una nueva sociedad en la que termine la explotación del hombre por el hombre, una
sociedad socialista en la que los medios e instrumentos de producción pertenezcan a la
colectividad y la producción sea también para ella, el proletariado debe conquistar el poder
político, destruir el aparato estatal de la burguesía, instaurar la dictadura sobre la
burguesía y las demás clases sociales, proscribir la propiedad privada sobre los medios e
instrumentos de producción e instaurar la propiedad social sobre los mismos. Tiene que
hacer una revolución.
La doctrina del marxismo, enriquecida posteriormente por pensadores como Lenin y
Stalin, establece que, para lograr esos objetivos, el proletariado debe constituirse en un
partido político independiente, integrado por los obreros más conscientes y los
intelectuales que abracen la causa de los trabajadores. Ese partido debe estar organizado
de tal manera que pueda dirigir sistemáticamente la lucha de la clase obrera hasta llevarla
a la conquista del poder. Para ello debe, de una manera científica, hacer propaganda y
agitación entre los obreros y organizarlos con el objetivo de darles conciencia de la
naturaleza del régimen de explotación capitalista, de su situación dentro de este régimen y
de la misión histórica que les corresponde; la finalidad de la propaganda y de la agitación
es convertir a los obreros en luchadores conscientes por el socialismo, por eso, no sólo la
denuncia del régimen es tarea del partido proletario, sino también la dirección de la lucha
en todos sus niveles, económica y política, legal e ilegal, etcétera, y en todos los momentos
de su desarrollo. El partido debe centrar sus mejores esfuerzos en la lucha contra los
partidos y corrientes burgueses que mantienen al proletariado bajo la hegemonía de la
ideología burguesa, con el fin de rescatar a los obreros de sus garras y llevarlos hacia el
comunismo.
El partido debe ser la vanguardia de la clase trabajadora y estar integrado por los
obreros más activos y conscientes. Ellos encarnan las experiencias esenciales de la lucha
de todo el proletariado. Basado en la teoría revolucionaria del marxismo y representando
día a día los interese generales y permanentes de toda la clase, el Partido personifica la
unidad de los principios, de los deseos y de la acción revolucionaria del proletariado. Es
una organización revolucionaria que se mantiene unida por una disciplina de hierro y las
más estrictas reglas revolucionarias del centralismo democrático; alcanza esta posición por
ser la conciencia de clase de la vanguardia del proletariado, por su devoción a la
revolución, por su capacidad de mantener íntimo contacto con las masas proletarias y por
lo correcto de su dirección política, la cual es delimitada y clarificada constantemente por
la experiencia de las masas mismas.
En la fase actual del capitalismo se alcanza el grado supremo de la anulación de la
naturaleza humana de los trabajadores; en ella encontramos la suma y compendio de la
negación de las características naturales humanas que se ha desarrollado a lo largo de la

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existencia histórica de la propiedad privada: devastación de la estructura biológica de la


especie humana, aniquilación de sus facultades físicas y mentales, desgaste y
degeneración de sus órganos fundamentales, trastrocamiento de todos sus procesos
orgánicos, etcétera, y la demolición de la naturaleza y la vida colectivas del hombre, las
cuales constituyen el elemento primordial de su cualidad humana y ahora son
reemplazadas por su individuación absoluta. Las exacerbadas naturaleza y vida
individuales de los seres humanos en la fase superior del capitalismo constituyen el remate
del proceso de aniquilación por la propiedad privada de su naturaleza esencial y, al mismo
tiempo, una poderosa palanca para impulsar ese pro ceso hasta niveles inconcebibles.
Son precisamente todas estas características, potenciadas hasta el infinito, las que
reúne en sí el individuo del régimen capitalista, quien se erige así en el último reducto de la
propiedad privada: es un propietario privado de su corporeidad, de su conciencia y de su
voluntad, elementos que constituyen el contenido de su personalidad como sujeto
absoluto. Como propietario privado de sí mismo, es el resultado último de la evolución del
régimen de la propiedad privada, manifestación superior de la negación de la naturaleza
humana y, al mismo tiempo, el motor de una mayor aniquilación de las características
humanas de la especie. Es la joya que corona a la propiedad privada.
La revolución proletaria, como el movimiento de reapropiación de la naturaleza
humana de la especie, tiene entre sus tareas principales la anulación total de la
individualidad y la restauración de la naturaleza colectiva de los seres humanos.
Por lo tanto, los revolucionarios modernos deben sumar a las reivindicaciones
tradicionales del movimiento comunista, es decir, a la abolición de la propiedad privada
sobre los medios e instrumentos de producción y al establecimiento de la producción y el
consumo totalmente colectivos, la de la supresión drástica de la propiedad privada sobre sí
mismo del individuo capitalista, es decir, la anulación plena de su individualidad. Esto
requiere ineluctablemente de la disolución de la familia individual, lo cual a su vez implica
la abolición de la paternidad y la filiación individuales y su reemplazo por la paternidad y
la filiación colectivas. Una condición indispensable para que todo esto se produzca es el
derruímiento del hogar privado capitalista y su sustitución por la edificación colectiva que
integra en sí el lugar de producción, de consumo y de reproducción del ser humano. La
actual estructura urbana deberá ser demolida desde sus cimientos para construir el
albergue del ser humano socializado; el transporte individual tendrá que ser
completamente eliminado y el transporte colectivo reducido a los límites de las necesidades
de la sociedad rehumanizada.
En atención a todo lo anterior, los revolucionarios deben incluir entre sus tareas la
realización de una enorme labor teórica que tenga por objeto desarrollar todos los puntos
relativos a la individuación capitalista de los trabajadores, que es la manifestación última
de la esencia de la propiedad privada y el resultado y la causa de la pérdida total de las
características naturales de la especie en la clase obrera, y las cuestiones referentes a la
necesaria eliminación de la individualidad de los trabajadores y la imprescindible
restauración de su naturaleza y vida colectivas. Los revolucionarios deberán de hacer la
crítica teórica de todas las manifestaciones en que ha cristalizado, durante el largo período
de existencia de la propiedad privada –de cuarenta a cincuenta siglos como mínimo-, la
actividad de los individuos sustantivados, tales como las producciones culturales,
artísticas, arquitectónicas, urbanísticas, etcétera, develando su verdadera naturaleza de
expresiones de la esencia inhumana de la propiedad privada que, a su vez, sirven de
instrumentos para una mayor deshumanización de la especie; además, están obligados a
esclarecer ante los obreros cuáles son las actividades y producciones verdaderamente
humanas que en la sociedad comunista habrán de establecerse. De la misma manera,
deben hacer la crítica demoledora de la sensibilidad y de los sentimientos de los individuos
que el prejuicio pequeño burgués deja como un residuo “humano” después de descontar lo
que reputa como las deformaciones que impone el capital a su “verdadera naturaleza
humana”, determinándolos como manifestaciones inequívocas de la degeneración y
desnaturalización de sus características humanas; en contrapartida, es su obligación
esclarecer teóricamente cuál es la sensibilidad verdaderamente humana que los individuos

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1

deberán adquirir en la sociedad comunista.


Con base en esa intensa actividad teórica, los revolucionarios estarán obligados a
realizar entre la clase obrera una vigorosa y penetrante propaganda de los postulados
desarrollados acerca de la naturaleza de la antihumana individuación del ser humano por
la propiedad privada y del carácter antinatural y negatorio de la cualidad humana de la
sustantivación que de la individualidad de los trabajadores efectúa el régimen capitalista
en la fase superior de su existencia.
A la par que se dota a la clase obrera de la conciencia de esta extensión de las
formas de la depauperación a que está sujeta en el régimen capitalista y de las
reivindicaciones adicionales que a ellas corresponden, los revolucionarios deben organizar
a los trabajadores para que luchen también por las demandas que se refieren al
establecimiento de las condiciones que permitan la abolición definitiva del individuo en los
trabajadores, la anulación de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo y la
reasunción de las características colectivas de la especie.
La clase obrera, provista de una conciencia revolucionaria que ahora comprende el
conocimiento de la forma más elevada de la explotación capitalista que consiste en el
mantenimiento y exacerbación de la inhumana individualidad que les confiere la propiedad
privada, y pertrechada con una determinación indoblegable de realizar todas las acciones
necesarias, incluida la supresión total de la individualidad de los trabajadores, guiada por
su partido político desarrollará la lucha decisiva para conquistar el poder, establecer su
dictadura e implantar el socialismo.
El partido político del proletariado deberá estar formado por intelectuales
radicalizados y obreros elevados a la condición de teóricos del socialismo que hayan
erradicado definitivamente de sí mismos la individualización característica del régimen
capitalista y cuya única ocupación sea la realización de la revolución proletaria.
¿De dónde se deriva la necesidad histórica de la formación de un Partido de la clase
obrera como condición inexcusable para que ésta pueda conquistar el poder e instaurar el
socialismo?
Evidentemente de las mismas condiciones generales que en el capitalismo crean las
premisas objetivas y subjetivas de la revolución proletaria; dejamos establecido que como
requisito indispensable para la realización de la revolución proletaria es necesario sustituir
la ideología y organización burguesas de la clase obrera por la ideología y organización
revolucionarias; esto implica que la mayoría de la clase obrera tome conciencia de la
naturaleza exacta del régimen capitalista, de la necesidad de su derrocamiento y de su
papel como clase que debe subvertirlo y establecer su dictadura sobre las demás clases,
instaurando el socialismo; significa también que el proletariado debe organizar se para
llevar al cabo esas reivindicaciones. Para realizar todas estas tareas indispensables se
requiere la elaboración de una teoría que desentrañe las particularidades del capitalismo y
de la ideología burguesa en un determinado país, la estructuración de un programa de
acción del proletariado que exprese sus reivindicaciones esenciales y trace la táctica y la
estrategia para la conquista del poder y, por último, la actividad práctica que lleve esa
teoría y ese programa a la clase obrera. Sólo un grupo de intelectuales y obreros, que
actúen coordinadamente bajo una misma dirección, penetrando en todas las capas de la
clase obrera y fundiéndose con ella por medio de células de proletarios que realicen
sistemáticamente una propaganda, agitación y organización masivas, es el que puede
cumplir con los requisitos enumerados -tomando en cuenta que la ideología burguesa se
posesiona hasta de las fibras más íntimas de la conciencia del proletariado- y el que por
tanto, a través de este proceso, debe llevar a la clase obrera la conciencia de la necesidad
de la destrucción violenta del régimen burgués. Este grupo es lo que en el lenguaje técnico
de la revolución se llama "Partido". Desde otro punto de vista, la necesidad de la
estructuración del Partido se deriva del imperativo de la lucha radical de la clase obrera
como único medio para conquistar el poder: el proletariado, hemos dicho, sólo puede
actuar por las determinaciones de su conciencia; la conciencia de la necesidad de la
subversión específica, que tiene como finalidad la destrucción del régimen capitalista, la
conquista del poder por el proletariado y la instauración del socialismo; obviamente, para

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que la conciencia de la necesidad de la acción extrema esté dirigida a esos tres objetivos
fundamentales es preciso que previamente el proletariado adquiera la conciencia de los
mismos y se organice en torno a ellos, lo cual sólo es posible, como lo hemos demostrado, a
través de un Partido Revolucionario.
Esta que hemos expuesto es la esencia de la teoría marxista-leninista sobre el
partido proletario; las desviaciones de izquierda (castrismo), las sintetizamos en seguida:
a) Es posible que la clase obrera conquiste el poder sin necesidad de que exista
un partido que dirija la lucha ni, evidentemente, el proceso de desplazamiento de la
ideología y organización burguesas del seno del proletariado.
b) La conquista del poder se puede lograr por medio de un grupo armado
(guerrilla rural o urbana) que destruya desde fuera, por medio de la acción militar
inmediata y directa la dominación burguesa sobre las clases explotadas, debilitando el
aparato militar burgués e incitando a las masas a la lucha exclusivamente a través del
ejemplo. Así se creará un ejército popular que conquiste el poder. Durante el mismo
proceso, antes o después de la conquista del poder, eventualmente se formará el partido.
c) La posibilidad se presenta no como una alternativa entre la forma antigua y la
nueva, sino como la única posibilidad en las condiciones actuales.
Las bases sobre las que hacen descansar esas desviaciones, son las siguientes:
La necesidad de la existencia del Partido y del desarrollo de la lucha ideológica y
organizativa previamente a la conquista del poderno responde a la esencia del régimen
capitalista, sino a características accidentales de Asia o Europa; en América hay
condiciones distintas (geográficas, económicas y políticas) que hacen posible y necesaria la
vía distinta propugnada.
Existen los prerrequisitos de la revolución de tal suerte que se da la condición
indispensable para que funcione el fenómeno de la catálisis, es decir, que es posible crear
las condiciones subjetivas por medios del ejemplo (focos).
En relación con lo anterior, se parte del supuesto de que la dominación de la
burguesía sobre el proletariado es puramente económica y policiaco-militar y no ideológica
y organizativa.
Cuando se acepta que existe este último tipo de dominación se dice que la misma es
sólo una capa delgada que no ha llegado a penetrar profundamente en las clases
explotadas y que por tanto puede ser rota fácilmente por la energía revolucionaria latente
de las masas. El papel de la guerrilla es presentar a los explotados una alternativa para
dar curso a su energía revolucionaria latente.
El proletariado tiene por sí –se dice- una energía revolucionaria que se manifiesta
automáticamente, en cuanto se presenta la alternativa mencionada.
Se sostiene que el proletariado se alzará en armas sin saber por qué ni para qué, en
cuanto exista la alternativa de la lucha armada.
Otra de las bases de la que parten es la consideración de que las clases explotadas
están por completo bajo la dominación (ideológica organizativa) de la burguesía y que es
imposible por tanto penetrar en ellas para crear su partido, darles conciencia y
organizarlas; por eso, sólo es posible seguir la vía de la lucha armada.
Se pretende que hay superioridad táctica de la guerrilla frente al ejército regular de
la burguesía.
Toda una forma de fundamentar el problema es la siguiente: es cierto que el
proletariado se encuentra completamente sujeto a la burguesía y que la revolución sólo
puede ser obra de la propia lucha de la clase obrera, que es necesario el Partido, etcétera,
pero en las condiciones actuales, para romper más fácilmente el asfixiante cerco ideológico
y organizativo tendido por la burguesía en torno al proletariado, y tomando en cuenta la
alta centralización de la industria, es posible desquiciar la economía burguesa a través de
las acciones terroristas que paralicen los nervios vitales de la producción (comunicaciones,
etcétera), debilitando el cerco mencionado, lo que permitirá una más cómoda y rápida
introducción de la ideología y organización revolucionarias al proletariado y un desarrollo
más acelerado de la lucha de clases. La actividad de los "revolucionarios" debe dirigirse
paralelamente en los dos sentidos.

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Los errores teóricos de los fundamentos de las tesis revisionistas de izquierda, son
evidentes: El primero y fundamental: la necesidad del Partido y de todo el proceso previo a
la fase final de la revolución no se deriva, como ya vimos, de un carácter accidental del
capitalismo, sino de su esencia misma, de la tendencia del capitalismo a penetrar
fuertemente (ideológica y organizativamente) en lo más recóndito de las clases explotadas y
de la facilidad con que ellas mismas asimilan y hacen suyos los principios ideológicos
burgueses (línea de menor resistencia). En la actualidad, en todo el mundo, y en especial
en Latinoamérica, esa tendencia se ha hecho más fuerte, infinitamente más fuerte, y ha
creado lo que Marcuse llamó la sociedad de la "Administración total", en donde las clases
explotadoras han logrado por fin que los explotados acepten gustosos y cooperen
"voluntariamente" a perfeccionar el régimen capitalista de producción. Es lógico entonces
que con mayor razón sea necesario el mismo proceso propugnado por los clásicos: Partido,
toma de conciencia y organización y que el mismo tenga que ser más profundo y complejo.
Las características que por ejemplo Debray señalaba como típicas de Latinoamérica (baja
densidad de población en el campo, ausencia de intervención militar directa, etcétera) y
sus opuestos, que los consideraba como la causa de la necesidad de la formación del
Partido y del proceso político previo a la fase radical de la revolución, no son
circunstancias esenciales de la explotación colonial, sino formas secundarias que adopta
ésta en sus distintas etapas y que sólo nos hacen saber que el proceso de creación del
Partido, etcétera, deberá ahora ser más arduo, complejo y profundo que antes, pero que no
nos autoriza a extraer de ahí nuevas consecuencias tácticas puesto que lo esencial no ha
cambiado y al contrario, ha llevado a su máxima expresión su naturaleza.
Es cierto que existen los prerrequisitos para la revolución en todo el mundo
capitalista, pero aquí hay que hacer una clara distinción entre las precondiciones objetivas
y subjetivas de la revolución. Es evidente que existen las primeras y que se agudizan o
"perfeccionan" conforme pasa el tiempo, pero no podemos decir lo mismo de las segundas;
y en estas últimas no podemos incluir el descontento de la clase obrera, que existe
siempre, aunque canalizado incluso hacia el perfeccionamiento del capitalismo; tal
descontento así considerado pertenece a las condiciones objetivas. Las condiciones
subjetivas, o sea la conciencia y organización de la clase obrera para la conquista del
poder, no existen en ninguna parte espontáneamente, sino que su creación es
precisamente la tarea principal de un Partido proletario. La teoría según la cual es posible
crear la condiciones subjetivas por medio de la acción militar se basa en la tesis falsa de
que la conciencia y la organización pueden brotar espontáneamente de la misma clase
obrera; además, descansa también en el error de que al destruir o debilitar el aparato
militar de la burguesía, automáticamente se destruye o debilita la sujeción ideológica y
organizativa.
La dominación de la burguesía sobre el proletariado no es puramente económica y
policiaco-militar, sino eminentemente ideológica y organizativa; la máxima aspiración de la
burguesía, que se convierte en una tendencia del régimen capitalista, es lograr que la
explotación se base exclusivamente en resortes ideológicos y organizativos y sólo
excepcional y suplementariamente en la fuerza policiaco-militar. Este es un hecho
inobjetable que nos lo demuestra el constante perfeccionamiento de la ideología burguesa.
Como hemos insistido, la dominación de la burguesía sobre el proletariado penetra
firmemente hasta alcanzar todas las fibras de la conciencia y de la acción del proletariado
a través de una educación que viene de muchas generaciones atrás. Como es obvio, para
dar conciencia al proletariado de la necesidad de conquistar el poder mediante el
derrocamiento de la burguesía y la subversión de toda la sociedad burguesa y organizarlo
en torno a esos objetivos, es necesario derrotar previamente, en el seno de la clase obrera,
a la ideología y organización burguesas y sustituirlas con las que corresponden al
proletariado.
El argumento según el cual a causa de la completa dominación burguesa es
imposible penetrar en las clases explotadas y que por tanto se impone la lucha armada
inmediata, demuestra palpablemente la estulticia de quienes la sostienen: precisamente
cuando se agudizan las condiciones que hacen necesario el partido y el proceso previo a la

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1

conquista del poder es cuando se abandona esa tarea.


Las consecuencias de la realización práctica de las tesis "neoblanquistas" son:
En primer lugar, el grupo "revolucionario" se integra con el "detritus" de la pequeña
burguesía, es decir, con toda esa cauda de fracasados, desesperados, frustrados, etcétera,
que ven en la lucha guerrillera o en el terrorismo no otra cosa que la salida para su
situación personal; su espíritu individualista los lleva a despreciar su fusión con las
masas, lo cual sería la única forma en que realmente lograrían transformarse en
revolucionarios; bajo estas circunstancias, los guerrilleros tienen que ser necesariamente
un grupo de vedetes que hacen declaraciones a diestra y siniestra, participan en congresos
internacionales aparatosos e ineficaces, aparecen entrevistados en las revistas de moda y
decretan, desde sus "refugios de caza", la desaparición del capitalismo. En síntesis, los
guerrilleros no pueden ser, por ningún concepto, revolucionarios. Como veremos más
adelante, en realidad son contrarrevolucionarios; se consideran a sí mismos una élite que
está sobre las masas.
La acción militar genera como una consecuencia necesaria el fortalecimiento del
aparato ideológico y organizativo de la burguesía sobre el proletariado, pues ese campo lo
dejan libre los "revolucionarios" y, a la vez, previene a la burguesía acerca de donde debe
apretar el cerco; hace caer al proletariado en un "compás de espera" mientras se dilucida la
lucha entre guerrilleros y ejército; deja a los trabajadores absolutamente en manos de la
burguesía y aplaza el movimiento revolucionario de la clase obrera, convirtiéndose así en
contrarrevolucionaria.
El interés de clase que se encuentra detrás de la teoría que hemos estudiado es el
de la pequeña burguesía urbana.
Las causas de su éxito aparente en la década 60-70 se pueden sintetizar
rápidamente en los siguientes términos: el empobrecimiento de sus condiciones de vida
bajo el ascenso del capitalismo, que la obligó a rebelarse contra la burguesía y el
predominio de la corriente oportunista en el movimiento comunista internacional que trajo
necesariamente una recesión en la lucha del proletariado y la abjuración de la necesidad
de la forma superior de lucha, lo que llevó a la pequeña burguesía al primer plano y
determinó que reivindicara, para su propio interés, ese principio revolucionario.
La verdadera naturaleza de la revolución cubana.
Hasta aquí estudiamos la teoría neo-blanquista de la revolución en su aspecto
formal; no hemos entrado para nada al análisis del contenido de esa revolución que
propugnaban los cubanos y que es el que desarrollaron en su país; en la parte que sigue
nos detendremos en ese tema.
La clase que postula la revolución-conjura es, como lo hemos dejado establecido a
lo largo de este trabajo, la pequeña burguesía urbana de las colonias; vimos, cuando
analizamos la teoría de los revisionistas burgueses (PCUS y Cía.), que el capitalismo
neocolonial llevaba a la constitución de la pequeña burguesía urbana, la cual tenía como
núcleo fundamental a los intelectuales y los técnicos, cuyo número aumentaba con el
crecimiento de la industria colonial; además, decíamos que surgía en el mismo régimen
una clase de pequeños productores agrícolas capitalistas necesarios para la marcha
ascendente de todo el sistema; expresamos también que la satisfacción de los intereses de
estos dos grupos de la pequeña burguesía llevaba al perfeccionamiento del capitalismo
neocolonial y de todo el régimen neocolonial del imperialismo; estos dos grupos de la
pequeña burguesía (urbana y rural) entran inmediatamente en conflicto con las clases
explotadoras principales de las colonias y oponen a ellas sus intereses particulares; sus
reivindicaciones son, fundamentalmente, por lo que se refiere a la pequeña burguesía, las
mismas de la burguesía liberal nacional (reforma agraria, industrialización y
nacionalización de industrias extranjeras) las que, como sabemos, se traducen
necesariamente en el perfeccionamiento del régimen capitalista neocolonial y del sistema
neocolonial imperialista; por parte de la pequeña burguesía agraria, su reivindicación
parcial es la reforma agraria, cuyo desenlace ya conocemos; en su movimiento, la pequeña
burguesía presiona a la burguesía liberal para que cumpla con su cometido histórico; ésta,
después de tímidas reclamaciones, termina echándose en brazos de la oligarquía

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(hacendados y gran burguesía comercial e industrial); convencida la pequeña burguesía de


que la burguesía liberal no realizará las reivindicaciones comunes, se lanza a la lucha
decisiva, tratando de conquistar el poder para realizar aquellos postulados que, lo
repetimos por enésima vez, llevan al perfeccionamiento del capitalismo colonial y del
imperialismo. En Cuba, este proceso alcanzó su forma más acabada al conquistar el poder
la pequeña burguesía urbana que de inmediato convirtió al proletariado urbano y rural en
su base de sustentación; se sustituyó así como clase explotadora a la burguesía nacional y
a los hacendados capitalistas; perfeccionó hasta sus últimas consecuencias el capitalismo
neocolonial e hizo cambiar de amo a la isla del Caribe, transformándola en una neocolonia
del imperialismo ruso; no podía haber sido de otro modo porque la cubana no fue una
revolución proletaria, sino pequeño burguesa; de ahí que la clase obrera siga siendo en
Cuba una clase explotada. Después de la revolución pequeño burguesa cubana se dio en
Latinoamérica una doble situación: por un lado, la pequeña burguesía de todo el
continente se puso en pie de lucha; por el otro, la reacción imperialista tensó todas sus
fuerzas para contener la avalancha "revolucionaria"; triunfó, obviamente, quien debería
triunfar, es decir, el imperialismo y las burguesías nacionales; después de esto, la propia
burguesía liberal latinoamericana realizó, por diferentes vías y a distintos ritmos, aquellas
reivindicaciones que la pequeña burguesía y los "heroicos guerrilleros" habían puesto en el
tapete; se abrió así una nueva etapa de lucha "antiimperialista" encabezada por la
burguesía liberal latinoamericana y dirigida por algunos países del continente; la pequeña
burguesía en su gran mayoría adoptó la línea de la reforma, aceptando el papel de lacayo
preferido del capitalismo neocolonial e integrándose a éste en toda su extensión; los "locos
sueltos" se convirtieron al terrorismo, última fase anterior a su total extinción. Al final de
este ciclo y a causa de la acción "revolucionaria' de la pequeña burguesía y de la burguesía
latinoamericanas, el movimiento volvió a su punto de partida: la dominación económica y
política de las oligarquías latinoamericanas (caso Chile, Uruguay, Argentina, etcétera);
después de ello se presentó un nuevo ascenso de la pequeña burguesía que alcanzó su
punto culminante con la revolución nicaragüense, caricatura ésta de la revolución cubana,
el cual a su vez despertó a las burguesías nacionales de Argentina, Chile, Brasil, etcétera.
La conclusión fundamental que extraemos de todo esto es la siguiente: las
reivindicaciones de la pequeña burguesía, como lo demuestra su realización por la
revolución cubana, son en esencia los mismos postulados de la burguesía nacional y se
traducen, a su cumplimiento, en el perfeccionamiento del régimen del capitalismo
neocolonial y del sistema neocolonial del imperialismo.

d) El revisionismo de derecha pequeño burgués.


La intelectualidad pequeño burguesa radical ha sido siempre el semillero de
militantes de los partidos comunistas; así sucedió desde la fundación del partido
bolchevique hasta la formación de los partidos comunistas al cobijo de la IIIa.
Internacional.
Al iniciarse el proceso de mistificación del marxismo-leninismo, muchos
intelectuales pequeño burgueses advirtieron la verdadera naturaleza revisionista de los
partidos comunistas y empezaron a buscar el camino de la reivindicación de los principios
revolucionarios. Renegaron primeramente del revisionismo soviético y se refugiaron en el
maoísmo; una vez que comprobaron la cualidad también revisionista de las teorías de Mao,
se convirtieron al castrismo; cuando se hizo evidente la burda alteración del marxismo-
leninismo que la teoría cubana de la revolución representaba, volvieron los ojos a quienes
se decían los genuinos continuadores de Marx, Engels, Lenin y Stalin y promotores del
más puro modelo del socialismo formal, el partido comunista albanés.
Moviéndose en un círculo perverso, la intelectualidad pequeño burguesa recorría
constantemente el siguiente movimiento: negaba su posición anterior por revisionista y
anunciaba la formación ahora sí del verdadero partido o grupo revolucionario bajo los
auspicios de la auténtica teoría revolucionaria; repudiaba ésta versión también por
revisionista y proclamaba su adhesión a los genuinos principios de la revolución,
encarnados por tal o cual corriente, y así sin solución de continuidad. Mientras tanto, la

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realidad permanecía intangible ante estas embestidas etéreas de la “razón pura”.


En este juego execrable ha gastado su tiempo la intelectualidad pequeño burguesa
desde la época de la consolidación del revisionismo moderno hasta los días que corren.
Cuando a sus espaldas se gesta y materializa un poderoso movimiento social
popular (pequeño burgués por definición), o un régimen de la pequeña burguesía radical
que proclama la instauración del “socialismo”, etcétera, la intelectualidad pequeño
burguesa se prosterna ante estas manifestaciones informes y contrahechas de los intereses
y apetitos de la pequeña burguesía, a las que saluda como un prolegómeno de la
revolución, y se adhiere a ellas incondicionalmente.
En el momento histórico en que se produce el entronizamiento del socialismo real
(décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado), la situación del movimiento y la teoría
revolucionarios es la siguiente.
El socialismo formal está en proceso de extinción y es rápidamente sustituido por
un régimen semi-capitalista al que se denomina “socialismo real”; el sistema de países
socialistas, apenas iniciada su existencia como naciones en las que se ha implantado el
socialismo formal, entran en un rápido proceso de degeneración que lleva a la restauración
capitalista; los partidos comunistas de los países antiguamente socialistas se transforman,
de directores del proceso de construcción del socialismo, en promotores de la aniquilación
de la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y su
transformación en propiedad grupal e individual; los partidos comunistas del mundo
capitalista dejan de ser los abanderados de la revolución socialista en esos países y son
ahora organizaciones políticas representativas de la pequeña y mediana burguesía; el
movimiento obrero es sometido al control organizativo de la burguesía; los trabajadores son
dotados de una ideología típicamente burguesa, basada íntegramente en el individualismo
capitalista; la teoría revolucionaria ha sido desterrada por completo del ámbito social y en
su lugar se ha formado una ideología específica, una variación de la ideología burguesa
que sin embargo es llamada marxismo-leninismo; la intelectualidad pequeño burguesa no
tiene ya la calidad de depositaria de la teoría revolucionaria y se halla sujeta a un
movimiento de vaivén infecundo entre las diversas revisiones del marxismo-leninismo; los
países distintos de la Unión Soviética y de los de Europa oriental, que también se
autonombraron socialistas, como China, Vietnam y Corea, son regímenes de la pequeña
burguesía agraria que han colectivizado su agricultura y con base en ella han iniciado la
creación de una industria nacional; la pequeña burguesía urbana no ha querido quedarse
atrás en este devenir histórico y ha fundado también su propio reino, esa excrecencia
ridícula y pretenciosa que fue llamado el “socialismo cubano”, cuya única base y contenido
único es la colectivización de una agroindustria; por último, todos los nominados
“movimientos populares” son acciones políticas de la pequeña burguesía.
Por otra parte, el capitalismo ingresó en una etapa superior de su existencia en la
que su dominio económico, político e ideológico adquiere una fuerza centuplicada.
En los años sesenta del siglo XX surgió en el panorama de la lucha de clases de los
países altamente desarrollados un fenómeno que es necesario tomar en cuenta para la
cabal comprensión de las perspectivas de la revolución proletaria mundial. En la segunda
mitad de la década del 60 se inició un poderoso movimiento encabezado por los
intelectuales y los estudiantes en el que se hermanaron las más disímiles corrientes
políticas, que iban desde la democracia cristiana hasta el castrismo y el maoísmo. Lo
característico de este movimiento al que aludimos era que el propósito expreso de los
distintos grupos sociales que lo integraban lo constituía la instauración del "socialismo" en
esos países. Sin embargo, el socialismo que pretendían y los medios que preconizaban para
establecerlo no eran, ni mucho menos, los estipulados por la teoría del marxismo-
leninismo.
Ellos querían la transformación del régimen capitalista en un "socialismo
democrático y humanista"; los medios que proponían para alcanzar ese objetivo eran
diametralmente opuestos a la lucha revolucionaria del proletariado prescrita por los
principios clásicos de la revolución; según esto, la clase obrera había dejado de ser
revolucionaria y en contrapartida se habían radicalizado las capas marginadas de la

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"sociedad de consumo", como eran los intelectuales y los estudiantes; en consecuencia, la


acción revolucionaria debía partir de estos "neo-proletarios", cuyo movimiento sería el
"detonador" para arrastrar a la lucha a la clase obrera, contienda que desde luego no tenía
como finalidad la conquista del poder político por el proletariado sino la toma de los
centros de trabajo, en donde los propios obreros organizarían la producción, dejando en
manos de la burguesía toda la maquinaria estatal mientras se creaban en la base los
órganos del nuevo gobierno que lentamente desalojasen de sus posiciones a la clase
dominante; claro es que el papel de dirigentes de este proceso se lo adjudicaban
graciosamente a sí mismos los intelectuales. Junto a esta corriente, que era la dominante
en el movimiento al que hacemos mención, actuaron pequeños grupos radicales inspirados
principalmente en la doctrina de la revolución cubana; estos grupúsculos aprovecharon la
situación creada por aquella corriente para tratar de trasplantar a las sociedades
capitalistas altamente desarrolladas la táctica que había puesto de moda la revolución
cubana. La intención última de estos grupos era la conquista del poder para implantar el
socialismo; a la represión violenta de la burguesía proponían enfrentar la lucha armada de
un puñado de locos sueltos que lograse catalizar a todas las clases sociales opuestas a la
que detentaba el poder y encauzarlas a esa forma superior de lucha.
Desde luego que el movimiento que analizamos no era, ni mucho menos, una
acción revolucionaria del proletariado. Constituía la lucha independiente de una clase
social que por primera vez había salido a la palestra con sus propias reivindicaciones y que
intentaba llevar tras de sí a la clase obrera; nos referimos a la pequeña burguesía, que
estaba encabezada por sus representantes más conspicuos, los intelectuales y los
estudiantes. La causa de su acción independiente la encontramos en el propio desarrollo
del capitalismo que en su fase moderna de existencia había deteriorado las condiciones de
vida de esa clase social, convirtiendo a los antiguos profesionistas liberales en asalariados
del gran capital. El papel cada vez más importante que la ciencia y la técnica tienen en la
producción ha obligado al régimen capitalista a aumentar la cantidad de técnicos y
científicos, a quienes ha sometido a los dictados de esa organización económica; tal
sujeción genera en la pequeña burguesía la necesidad de liberarse de ella, por lo que
forzosamente se opone a la gran burguesía; dicho antagonismo toma las formas más
variadas, según la capa de esa clase social que la enarbole; así, fue característica de una
parte de esa clase social la "filosofía hippie" que reivindicaba el "amor libre" (lo que no
significa otra cosa que propugnar por la promiscuidad sexual y el homosexualismo), la vida
sin sujeción a norma alguna en contraposición al constreñimiento a patrones de vida
predeterminados a los que somete al hombre la sociedad burguesa, el repudio al trabajo
porque en las sociedades de consumo es algo contrario a la naturaleza del hombre que
aniquila su libertad de creación; su forma de "lucha" era la "canción protesta" y su objetivo
último un mundo en donde sólo existiesen "el amor, el LSD y las flores"; eran el "lumpen"
de la pequeña burguesía. Pero hay otra capa de esta clase social (íntimamente ligada con la
anterior) más seria en sus reivindicaciones y que expresa su protesta políticamente; es ésta
la que dirigió los movimiento que "convulsionaron" al mundo capitalista en aquellos años y
cuyo programa ya hemos esbozado líneas arriba.
Las diferencias de esta clase social con la burguesía llegan a ser tan grandes que,
incluso, en nombre de un socialismo caricaturesco, le disputan muy seriamente el poder;
debido a su esencia de clase pretenden conquistar el poder político por medio de una
"revolución dentro de los límites de la razón pura"; la "imaginación" es el arma terrible que
esgrimen contra el orden establecido. La burguesía hace acopio de los más variados
expedientes, principalmente "del látigo y del azúcar", es decir, de la represión y de las
reformas para someter a la pequeña burguesía en rebelión. Esta clase, que por la
interrelación que existe entre sus diversos sectores (pequeños productores, pequeños
comerciantes, intelectuales y estudiantes) es una clase poseedora en su conjunto y por
tanto una clase esencialmente burguesa, se integra al aparato de explotación capitalista y
renuncia a sus veleidades "socialistas” difiriendo hasta las calendas griegas "la lucha final
contra este régimen de opresión". Una mínima parte de la pequeña burguesía no claudica
ante la gran burguesía y sigue adelante hasta desembocar en la formación de guerrillas

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urbanas, las que, indefectiblemente, se convierten en grupos de terroristas sin base social
alguna, sin partido y sin programa político definido que son fácilmente aniquilados o
neutralizados.
Cuando la pequeña burguesía, en el proceso que hemos esbozado, toma conciencia
de que es impotente en su lucha contra la burguesía, vuelve angustiada los ojos a la clase
obrera, de la que trata de obtener ayuda. Pero sus principios son tan grotescos y traídos de
los pelos y su acción política se mueve de tal forma dentro de los límites de la "razón pura",
alejada por completo de las necesidades prácticas e inmediatas del proletariado, que
realmente no logra atraer sino a una fracción harto reducida de la clase obrera. Así, por
ejemplo, la celebrada unión entre obreros e intelectuales practicada en Francia durante la
"revolución de mayo" de 1968 no era otra cosa que la conversión de los lugares de trabajo y
reunión de los obreros en aulas universitarias y seminarios públicos y, por tanto, no
significaban sino el trasplante al movimiento obrero de todo el cretinismo y la estupidez de
los profesores universitarios y de los intelectuales pequeño burgueses, quienes llamaban a
la clase obrera a la discusión y al diálogo para construir en la imaginación la sociedad del
futuro, con todos sus detalles, mientras que la sociedad real, a la que en todo caso había
que destruir para dar nacimiento a un nuevo orden de cosas, seguía existiendo firmemente
enraizada, poniendo en acción los dispositivos necesarios para garantizar esa existencia.
"La imaginación ha tomado el poder"; esta frase apareció constantemente en los muros de
París y nada podía haber pintado mejor de una pieza a la "revolución de las flores" que este
epigrama que ella se hizo a sí misma. Mientras más la imaginación se enseñoreaba de la
pequeña burguesía y de reducidos grupos de obreros, en tanto con más insistencia se
decretaba la abolición del régimen existente, más seguía la sociedad real apuntalando los
pilares en los que se sostenía y haciendo más fuerte la influencia que sobre la aplastante
mayoría de la clase obrera tenía a través del Partido comunista francés, modelo típico éste
de partido oportunista y, por tanto, colaborador hasta la ignominia de la burguesía
francesa.

La "nueva izquierda", soporte teórico-político del revisionismo pequeño burgués.


La década del 60 fue testigo de la entrada al ámbito internacional de una nueva
fuerza política. Su denominación genérica -Nueva Izquierda-, así como sus orígenes se
remontan a la época "gloriosa" de la lucha álgida en contra del "estalinismo" o "culto a la
personalidad" en los países socialistas y en los partidos comunistas, es decir, al período en
el que empezaron a florecer todas las corrientes revisionistas que después cobraron sus
formas definitivas. Los frutos más representativos de esta "Nueva Izquierda" fueron: las
teorías deslumbradoras sobre el Poder Estudiantil y el Poder Negro y los mismos
movimientos estudiantiles que convulsionaron al mundo en aquellos días.
La "Nueva Izquierda" sometió a revisión todas las tesis de la revolución y estructuró
una teoría propia -que cambiaba en algunos aspectos secundarios según las diversas
fracciones que la integraban, pero que en el fondo tenía los mismos rasgos esenciales-. Lo
fundamental de los nuevos principios descubiertos era lo siguiente: en los países altamente
desarrollados (sociedades de consumo) el proletariado había perdido su carácter
revolucionario al ser "integrado" al "régimen de dominación total" y aceptar sin discusión el
régimen existente, por lo que realizaba sólo una lucha por reivindicaciones económicas; los
partidos llamados revolucionarios y las teorías en que se basaban eran prácticamente
inoperantes para hacer la revolución y formaban parte de la "oposición legal" al régimen y
en esa clase de oposición tenían su modus vivendi: por otro lado, los intelectuales (la
"intelligentzia"), es decir, los profesores universitarios, los profesionistas liberales, los malos
escritores, etcétera y los estudiantes eran quienes por su contacto con la ciencia y los
instrumentos del conocimiento se daban perfecta cuenta del estado real de la sociedad, en
donde las formas primitivas de la explotación del proletariado habían dejado de existir
tomando su lugar formas nuevas que se centraban todas en la anulación de la preciosa
individualidad de los trabajadores; por todas esas circunstancias, el proletariado no podía
por sí solo realizar la transformación revolucionaria de la sociedad y era necesario entonces
que esa "intelligentzia" que había llegado a la cumbre de la sabiduría descendiese hacia él y

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le alumbrase el camino hacia la liberación; la táctica consistía en que esa "intelligentzia",


con su brazo material que eran los estudiantes, actuase de "detonador" para que el
proletariado despertase de su ya largo sopor, se pusiese en pie y, hombro con hombro con
quienes lo habían sacado de su letargo, realizase la revolución, dirigida, claro es, por la
intelectualidad pequeño burguesa y sus retoños queridos, los estudiantes; para esto no era
necesario un partido revolucionario ni una teoría científica coherente y armónica basada
en la realidad, sino sólo la actividad espontánea individual que excluía la sujeción a
direcciones dogmáticas y fosilizadas; el objeto no era la toma del poder, sino la
"autogestión" obrera (huelga más autogestión), pues las fábricas son el lugar en donde se
centra la esencia del régimen capitalista de producción y, ganadas éstas, la burguesía
habría sido derrotada; lo importante es que los obreros se conviertan en dueños de los
medios e instrumentos de producción y los "autogestionen" en su propio beneficio; así, la
descentralización y la autonomía son condiciones indispensables tanto de la lucha para
conquistar las fábricas como para construir la sociedad revolucionaria del futuro. Claro es
que para estos sapientísimos señores el problema del poder efectivo del Estado (el ejército,
la policía, la administración pública, los jueces y magistrados, etcétera, que son los
puntales sobre los que descansa el poder de la burguesía) no entra aquí para nada, pues al
hacer sus elucubraciones ellos partían del supuesto de que triunfando los obreros en la
fábrica todo lo demás se derrumbaría como un castillo de naipes; de aquí también que no
se encontrase entre los elementos del problema la cuestión relativa a la lucha armada que,
por definición, no era el medio por el cual se llevaría a efecto la "revolución" que proponían.
Es evidente que esta teoría de la "Nueva Izquierda" no era otra cosa que
revisionismo puro y simple y que, presentándose a sí misma como revolucionaria, era en
realidad contrarrevolucionaria. En efecto, en primer lugar, se consideraba al proletariado
como un sujeto incapaz que requería la tutela de esos escritorzuelos e intelectualoides
frustrados; esa capitis deminutio en que se pretendía mantener a la clase obrera es
absolutamente contraria a la tesis revolucionaria que prescriben que deben ser los propios
obreros quienes conscientemente realicen la transformación radical de la sociedad
capitalista; esto quiere decir que no es ningún detonador, sino el trabajo cotidiano y gris
dentro de la clase obrera el que prepara las condiciones para su toma de conciencia (la
cual es un proceso lento que no se puede dar en un solo movimiento), la realización de la
lucha radical y la conquista del poder. En segundo lugar, se sustituye esa forma más alta
de confrontación para derrocar a la burguesía y su aparato estatal-militar con la conquista
de las fábricas y la implantación de la "autogestión" obrera. Estas tesis no eran nada
nuevo; constituían, en esencia, los principios doctrinarios que sostenían los Partidos
Comunistas colaboradores hasta la ignominia de sus burguesías; lo nuevo era la clase
social que ahora las sostenía y la forma elaborada con que pretendían pasar por
ultrarevolucionarias. Esa clase a que nos referimos es la pequeña burguesía.
¿Por qué esta clase pasó en aquellos tiempos a ocupar la palestra en la lucha
contra la burguesía y el régimen capitalista? Porque en la etapa actual del imperialismo, en
la que todas las contradicciones del sistema se han agudizado enormemente, la explotación
de la pequeña burguesía por el gran capital se ha elevado hasta el infinito. Esto la obliga a
rebelarse. Pero al fin de cuentas la pequeña burguesía es también clase poseedora o, al
menos, como en el caso de los intelectuales y los artistas, un grupo que tiene una posición
social muy por encima del proletariado y que se la debe a la actual forma de organización
de la sociedad; por eso no puede, aunque aparentemente así suceda, querer un verdadero
cambio revolucionario de la sociedad; de ahí que los medios que se proponen para hacer la
revolución sean en esencia recursos para conservar el régimen existente en sus rasgos
fundamentales y que la imagen que se forja del mundo del futuro coincida en todo y por
todo con el modelo del "socialismo humanista". En fin, que la pequeña burguesía quiere
conquistar el poder para, por un lado, liberarse de la opresión del gran capital y, por el
otro, mantener al proletariado sujeto a interdicción (como sucedía en todos los países en
donde existía el socialismo pequeño burgués) y explotarlo también al igual que lo hace la
burguesía, aunque de una manera "más humana".
Esta clase social, con sus "nulidades graves", sus escritores y sus intelectuales de

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"vanguardia", es decir, con sus "Mafias", se mueve dentro de una contradicción insoluble:
para instaurar su dominación debe derrocar a la burguesía y esto no puede hacerse, en las
condiciones actuales, sin que sea el proletariado quien dirija y realice la revolución; pero al
ser el proletariado la fuerza motriz de un movimiento radical, la pequeña burguesía tiene
que someterse a su dominio y quedar bajo su dictadura. Esta es la razón por la que los
teóricos de la pequeña burguesía eluden las condiciones verdaderamente necesarias para
instaurar el socialismo y llevar al proletariado al poder. Quieren una revolución dentro de
los "límites de la razón pura" con el fin de crear un reino a su imagen y semejanza, donde
toda vulgaridad tenga su asiento.

La rebelión de la pequeña burguesía internacional.


Al término de la segunda guerra mundial el capitalismo entró en una etapa de
crecimiento acelerado sin paralelo alguno en su historia; de tal magnitud fue este impulso
ascendente que se ganó sin discusión el título de "segunda revolución industrial" pues
realmente fueron prodigiosos los adelantos que en la técnica de la producción se lograron.
Esto, desde luego, no significa que lo que existía entonces en los países altamente
desarrollados no fuera el capitalismo; por el contrario, es el propio capitalismo el que ahí
encontramos, elevado a una etapa superior de su existencia; por consecuencia, también
las contradicciones fundamentales de este sistema de producción, ya estudiadas al detalle
por los teóricos del marxismo-leninismo, seguían siendo las mismas, con la peculiaridad de
que habían llegado a agudizarse de una manera antes jamás conocida.
La composición de la pequeña burguesía y su situación en las relaciones de
producción habían cambiado también radicalmente a causa del salto dado por el régimen
capitalista. La ciencia y la técnica alcanzaron un lugar primordial en la producción pues
pasaron a ser, de meros auxiliares secundarios, el verdadero motor del funcionamiento y
desarrollo de la industria. Aumentó, en consecuencia, la cantidad de técnicos, científicos e
intelectuales requeridos por la economía capitalista moderna. También la estética, como
exaltación de los sentidos humanos con el fin de incrementar el consumo masivo base de
la actual etapa del capitalismo, alcanzó un lugar preponderante. Por ello creció la cantidad
de artistas, poetas, escritores, etcétera, encargados de embellecer el proceso productivo
capitalista y el resultado de éste, el producto-mercancía. Estos grupos han sufrido un
proceso singular con el progreso del capitalismo; empezaron siendo integrados por los
productores intelectuales, artistas, escritores, etcétera independientes; luego éstos fueron
sometidos al capital como asalariados suyos que conservaban sus instrumentos de
producción (su inteligencia, su imaginación, etcétera) y, por último, los proletarizó
definitivamente al introducir máquinas que realizan trabajo mental (computadoras, por
ejemplo); paralelamente a este proceso, y en parte provocado por él mismo, se registra
dentro de la sociedad capitalista moderna un gran incremento de la pequeña producción
intelectual realizada por productores intelectuales independientes. Muchos de estos
productores intelectuales independientes y asalariados que realizan trabajo mental son, al
mismo tiempo, pequeños productores de mercancías o pequeños comerciantes.
Quienes son productores independientes o han perdido esa calidad y pugnan por
recobrarla, pertenecen por pleno derecho a la pequeña burguesía; los que han sido
definitivamente proletarizados, puesto que sus servicios son recompensados con altísimos
salarios, muy por encima del nivel medio, no se identifican con el proletariado, sino con la
clase que está más cercana a ellos, la pequeña burguesía, cuya ideología adoptan; y, por
último, aquellos que reúnen dos naturalezas en una, productores o trabajadores
intelectuales por un lado y pequeños productores de mercancías o pequeños comerciantes
por el otro, son también, por necesidad, integrantes de la pequeña burguesía.
Encontramos, entonces, que la estructura de esta clase social ha variado en
relación con la etapa anterior del capitalismo pues ha sido enriquecida ahora por la sangre
nueva de los intelectuales y los artistas, quienes les proporcionan los elementos teóricos,
políticos y estéticos necesarios para su acción independiente en la sociedad
contemporánea.
La pequeña burguesía moderna aparece integrada por tres sectores fundamentales:

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3
2

el que encabezan los intelectuales y del que forman parte también los artistas, los
escritores, los poetas, los técnicos, los científicos, los profesionistas y la burocracia estatal
y de las empresas privadas; el de los pequeños productores y comerciantes; y aquel que es
el desecho natural de aquellos dos y que se encuentra en transición de la pequeña
burguesía hacia el proletariado.
No podemos considerar a los estudiantes como formando un sector especial dentro
de la pequeña burguesía, sino, más bien, como pequeños burgueses in nuce, en período de
gestación.
En estas condiciones empezaron a crearse las premisas para la rebelión de la
pequeña burguesía:
- la intelectualidad, los científicos y los técnicos, que son quienes en gran
medida dirigen en nombre y a cuenta de la burguesía el proceso productivo, político y
social, por un lado vieron reducidos sus ingresos en relación con el enorme crecimiento de
la riqueza de la burguesía y por otro, en la misma proporción que aumentó su papel
dirigente en la economía nacional, sintieron cada vez más opresiva la tutela despótica de la
burguesía;
- la principal "capacidad natural" de los artistas, poetas y escritores, es decir, su
imaginación, fue exaltada hasta niveles muy altos pero dentro de los límites estrechos que
dictatorialmente le impuso la burguesía; aunado a esto, también sus ingresos fueron
relativamente menores que los de la burguesía;
- las condiciones de vida de los técnicos medios, los profesionistas y la
burocracia estatal y privada descendieron relativamente y se acentuó la opresión de que
eran objeto por la burguesía;
- los ingresos de los pequeños productores y comerciantes se redujeron
relativamente respecto del aumento desmesurado de la riqueza social en las décadas
anteriores y su sujeción a la burguesía se hizo más constrictiva;
- el sector más bajo de la pequeña burguesía, que tiende a proletarizarse, es
obvio que también se vio afectado por el recrudecimiento de sus condiciones de vida.
La rebelión de la pequeña burguesía germinaba en el caldo de cultivo de la
prosperidad económica.

La impugnación de la sociedad industrial


La revolución humanista y el socialismo humanista
¿Cuáles eran las reivindicaciones de la pequeña burguesía internacional?
a) La intelligentzia
La élite intelectual y artística de los países capitalistas desarrollados aspiraba al
derrocamiento de la gran burguesía y a la instauración del "socialismo humanista".
Este grupo superior de la intelectualidad empezó a formular de una manera
sistemática los principios teóricos de su doctrina a partir del XX Congreso del Partido
Comunista de la URSS, el cual dio el espaldarazo y reconocimiento legal al revisionismo
que anteriormente sólo existía como una corriente subversiva en el campo socialista;
sentada oficialmente la tesis de que el marxismo-leninismo debería ser revisado en sus
aspectos fundamentales, los prohombres de la intelectualidad pequeño burguesa de todo el
orbe se dieron a la tarea de derribar piedra por piedra el edificio centenario de la ideología
revolucionaria y empezaron a levantar sobre sus ruinas las concepciones de una "nueva
teoría" de la revolución.
Las proposiciones fundamentales de esta "nueva teoría" eran dos: (1) las sociedades
industriales o de consumo tienen una naturaleza distinta a la del clásico régimen
capitalista de producción, por lo que son obsoletos los análisis de Marx, Engels y Lenin que
fueron realizados sólo en relación con éste; los nuevos problemas que plantea la moderna
sociedad industrial requieren de nuevas soluciones distintas de la clásica revolución
proletaria estipulada por el marxismo-leninismo; (2) la forma de organización social en que
debe desembocar el movimiento actual no es el socialismo que vislumbraron Marx, Engels
y Lenin sino una especie híbrida entre el capitalismo y el socialismo: el socialismo
humanista.

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2

La primera parte de la "nueva teoría", es decir, la crítica que de la sociedad


burguesa hace la pequeña burguesía, se desarrolló dentro de los marcos de esa misma
sociedad; los "impugnadores" del régimen capitalista fueron Mallet, Gorz, Marcuse,
etcétera, pero sin discusión quien la llevó hasta sus últimas consecuencias fue Herbert
Marcuse. La "intelligentzia" de todo el mundo occidental encontró en los países "socialistas"
de Europa oriental la teoría y la práctica del "socialismo humanista" ya acabados en sus
rasgos fundamentales y en proceso de perfeccionamiento, por una parte como régimen
realmente existente en Yugoslavia y por otra como oposición al "socialismo real" de los
demás países de Europa oriental.
La crítica de la sociedad burguesa por la pequeña burguesía no es sino la expresión
teórica de sus intereses de clase; su impugnación se expresa en los términos siguientes:
Las modernas sociedades industriales (sociedades de consumo) han logrado
erradicar de su seno, en gran medida, la miseria característica de las sociedades
preindustriales y de las primeras etapas de la misma sociedad industrial; actualmente se
observa en los países desarrollados un aumento fabuloso de la productividad que se
traduce en la extensión del bienestar hacia capas cada vez más amplias de la población;
las fuerzas que en las primeras etapas de la sociedad industrial, impulsadas por la miseria
más imperiosa, luchaban por la transformación radical de la organización social, en el
momento presente han abandonado las barricadas de la oposición para integrarse a las
fuerzas que antes y ahora han formado el elemento conservador del régimen existente,
unidas en el común propósito de incrementar la prosperidad. Aparentemente esta sociedad
es absolutamente racional, pero de hecho es completamente irracional. En efecto, la
creciente productividad está gravada por su contrario (y tiene su base en él): un creciente
perfeccionamiento y empleo de los medios de destrucción y la institucionalización del
desperdicio; la amenaza de una devastadora guerra en que se empleasen las armas de
destrucción masiva actúa como una fuerza de cohesión que une a todas las clases sociales
en el propósito de proteger a la sociedad del enemigo exterior. Paradójicamente, la
preparación para la guerra es la condición indispensable para el aumento de la
productividad y por tanto de la prosperidad nacional. La sociedad industrial ha extendido
el bienestar a todos sus miembros pero, a cambio de eso, por medio de un aparato
tecnológico de producción y distribución, los poderes existentes determinan en qué forma
los hombres deben satisfacer sus necesidades vitales y les crean una seria infinita de
necesidades superfluas, "no humanas", convirtiéndolos en objeto de manipulación a través
de la propaganda y de los medios de comunicación masivos; el hombre moderno come, se
viste, se divierte, ama, piensa, etcétera, conforme lo determina el aparato tecnológico de
dominación que lo convierte en un ser atormentado por nuevas necesidades y nueva
formas -constantemente cambiantes- de satisfacer las viejas necesidades; es, en realidad,
un objeto manipulado (administrado) convenientemente a través de los medios más
modernos de propaganda para hacerlo consumir irrefrenablemente. Toda su vida, hasta los
más mínimos detalles, incluyendo su ocupación, le viene dada por ese monstruo sagrado
que es el aparato productivo moderno altamente tecnificado, sin que tenga la más mínima
oportunidad de participar en las decisiones sobre su propio destino. La creciente
productividad y la extensión del bienestar en la sociedad de consumo descansan en la
represión de las verdaderas necesidades y facultades humanas individuales de sus
miembros.
Esta fue, en esencia la contestation de la pequeña burguesía.
El interés de clase que representa esta doctrina salta a la vista: la moderna
sociedad burguesa, al igual que sus viejos modelos clásicos, se basa fundamentalmente en
las relaciones que existen entre dos clases sociales antagónicas: burguesía y proletariado;
la esencia del régimen capitalista radica en el hecho de que los medios e instrumentos de
producción pertenecen en propiedad privada a la clase burguesa, mientras que la clase
obrera sólo posee en propiedad su fuerza de trabajo; el capital -medios e instrumentos de
producción propiedad de la burguesía que son fuerza de trabajo obrero materializada- se
mantiene e incrementa a través de la explotación del trabajo asalariado; el resulta do de
este proceso es la acumulación inmensa de capital y la depauperación acelerada de los

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2

trabajadores que en su última fase se traduce en la aniquilación total de su naturaleza


humana; ésta es la contradicción fundamental del régimen capitalista. Existen otras clases
sociales que también son oprimidas por la burguesía, entre las que consideramos
principalmente a la pequeña burguesía.
Como queda dicho, la forma principal de explotación existente en la sociedad
burguesa es la extracción que de su fuerza de trabajo hace al proletariado la burguesía y la
anulación por ésta de la esencia natural humana de los trabajadores; en las sociedades
industriales modernas, la explotación de la clase obrera se extiende hasta la órbita del
consumo, terreno en el que coinciden las demás clases oprimidas de la población; este
segundo momento de la explotación capitalista se caracteriza por lo siguiente: la
especulación que hace la burguesía con las necesidades más imperiosas de los seres
humanos y la creación de nuevas necesidades para absorber hasta el máximo su
capacidad de con sumo convirtiéndolos en seres sujetos a los dictados del gran capital en
la adquisición de sus medios de vida, ya sean esenciales o superfluos, todo con el fin de
obtener las máximas ganancias de la realización del capital (venta de los productos); la
imposición por la burguesía de formas de vida, pensamiento y acción que tienden a
mantener vivo y a incrementar el interés egoísta e individual de la ganancia y el lucro en
todos los miembros de la sociedad; es decir, en pocas palabras, que el régimen capitalista
crea, desarrolla y satisface las necesidades individuales de sus miembros con la finalidad
de conservar e incrementar el régimen de producción que se basa en la explotación del
trabajo asalariado.
El proletariado ve así incrementada en dos sentidos su explotación: (1) por una
parte, la compulsión al consumo que en esta fase de su desarrollo genera el régimen
capitalista lo obliga a desplegar un volumen mayor de trabajo de una intensidad creciente
para obtener ingresos más altos con los cuales sufragar sus abrumadores gastos en bienes
de consumo, lo cual, desde luego, acelera el proceso de anulación de su naturaleza
humana que constituye la esencia de la explotación capitalista, (2) por otra, el consumo
mismo es una vulneración de la estructura fisiológica de los trabajadores que deviene a fin
de cuentas en una anulación más profunda de sus características naturales humanas.
La crítica marxista de la sociedad burguesa se centra en las relaciones de
producción capitalistas, principalmente en las relaciones de propiedad y de clase que
forman su núcleo fundamental; denuncia el hecho de que en este régimen los medios e
instrumentos de producción y los medios de vida (la riqueza social), que son el producto
del trabajo de la clase obrera -que forma la mayor parte de la población-, pertenecen en
propiedad a una insignificante minoría, es decir, a la burguesía y que el incremento de la
riqueza social inherente al desarrollo del capitalismo trae consigno un aumento absoluto y
relativo de la miseria de la clase productora; la tesis central del marxismo-leninismo se
expresa diciendo que la propiedad privada capitalista es el resultado y la causa de la
explotación y de la miseria de la clase obrera. Además, la crítica marxista se enfoca en
contra de la subsistencia misma de las necesidades y capacidades individuales como el
motor del desarrollo social, pues la satisfacción en mayor o menor medida de aquellas y el
desarrollo desmedido de éstas son el medio a través del cual modernamente se realiza la
explotación del proletariado y se consuma el proceso de degeneración física y mental de la
especie humana.
La crítica pequeño burguesa, por el contrario, desplaza el centro de la impugnación
hacia otro aspecto del régimen capitalista; de la relación esencial de explotación, es decir,
de la exacción de la fuerza de trabajo de la clase productora, de una desposesión cada vez
más amplia de sus capacidades humanas por la burguesía y del consumo aniquilador de la
naturaleza humana, lo traslada hacia las formas que el consumo adopta a los ojos de otras
clases sociales, la pequeña burguesía principalmente; desplaza la impugnación desde la
órbita de la producción a la del consumo, de la explotación a la enajenación. La pequeña
burguesía no impreca a la sociedad burguesa por el hecho de que la riqueza que
usufructúa la burguesía se mantenga e incremente a base de la explotación de la clase
trabajadores, porque exista la propiedad privada capitalista, sino porque en la sociedad
industrial el hombre (pequeño burgués) se ha convertido en un objeto de manipulación del

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2

aparato tecnológico de dominación (administración total) que predetermina a aquel sus


necesidades y los satisfactores correspondientes, reprimiendo así sus necesidades y
facultades individuales "verdaderamente humanas". Los mismos términos usados revelan
la transformación efectuada: "sociedad industrial o de consumo" por "régimen capitalista
de producción", "aparato tecnológico de dominación" por "régimen de explotación
capitalista", "enajenación" por "explotación", "hombre" donde debe decir "pequeño
burgués", "poderes existentes" en sustitución de "clase poseedora", etcétera. En síntesis, la
crítica de la pequeña burguesía se enfila hacia la forma en que las necesidades
individuales son impuestas y manipuladas por el "aparato de dominación" pero no, ni
mucho menos, contra la esencia misma de esas necesidades (motor de la actividad del
hombre) la cual es la base de la explotación de la clase obrera.
La causa de este desplazamiento radica en el hecho de que la pequeña burguesía
ocupa un lugar distinto que el proletariado en el régimen capitalista de producción y por lo
tanto tiene intereses y problemas distintos a los de éste; la pequeña burguesía es una clase
esencialmente poseedora, íntimamente unida por lazos muy poderosos con la gran
burguesía; participa, por lo mismo, en la explotación de la clase obrera y no puede
impugnar la esencia misma del sistema; su crítica se centra en aquellos problemas propios
que representan un punto de disputa con la gran burguesía. La pequeña burguesía no
"siente' tanto la extracción que de su fuerza de trabajo o de sus beneficios hace la
burguesía, más bien la atormenta el hecho de haber sido transformada en un grupo de
seres manipulados (administrados) por el aparato productivo para extraerles hasta la
última gota de su capacidad de consumo, es decir, que centra su atención en aquellas
formas de opresión derivadas de la forma fundamental de explotación que son comunes a
todos los miembros de la sociedad distintos de la burguesía.
Como las formas derivadas de opresión que representan el problema fundamental
de la pequeña burguesía son, con las variantes naturales, formas de explotación sufridas
por todas las clases de la sociedad capitalista distintas de la burguesía, entonces aquella
puede presentar su interés particular, de clase, como el interés general de la sociedad.
La crítica proletaria propone como solución a la situación que impugna -solución
que se desprende como una necesidad ineluctable del propio desarrollo de la sociedad- la
conquista del poder político por el proletariado, la instauración de la propiedad colectiva
sobre los medios e instrumentos de producción (considerados como un todo) mediante su
expropiación a la burguesía y la construcción de las premisas para el comunismo. Esto
implica, necesariamente, la anulación de las necesidades y capacidades individuales como
motor de la actividad humana y su sustitución por necesidades sociales, de la especie.
Por el contrario, la contestation pequeño burguesa sirve de base a la solución que
prescribe la "revolución humanista" que lleve al poder a la pequeña burguesía; contra la
administración y la dominación total del aparato técnico de producción, los teóricos de la
pequeña burguesía proponen: la desespecialización, la generalización y la autogestión de la
enseñanza superior, la descomercialización de la información y la cultura, la
descentralización y la multiplicación de los centros democráticos de decisión; la ampliación
de las autonomías locales, provinciales y regionales; la multiplicación de los centros y de
los equipos autodirigidos, todo esto producto de un movimiento dirigido por grupos
autónomos de revolucionarios que conquisten el poder bajo la fórmula: huelga más
autogestión.
Todo esto significa que la pequeña burguesía propone la sustitución de un régimen
en el cual las necesidades y capacidades individuales son impuestas y manipuladas por un
aparato coercitivo de dominación, por una sociedad en donde esas necesidades
individuales florezcan espontánea y libremente; es decir, se niega la forma de la sociedad
capitalista para restaurar su esencia de régimen inhumano de explotación. Pero como
hemos visto, la finalidad de la sociedad socialista no es el entronizamiento de las
necesidades individuales sino, precisamente, la liberación y desarrollo de las necesidades y
capacidades sociales de la especie.
Veamos cuál es el mar de fondo de estos "novísimos" conceptos.
La autogestión, que es propuesta como sustituto de la conquista del poder político

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2

por el proletariado, no significa otra cosa que la consideración de las diferentes esferas de
la producción, del consumo y de las superestructuras ideológicas, políticas y culturales
como campos de acción privativos de las personas directamente interesadas en ellas; es
decir, que los asuntos de la fábrica deben ser decididos por los propios obreros, técnicos y
burócratas que en ellas trabajan, los de los distintos grupos de consumidores por sus
propios integrantes, los de los diversos grupos culturales autónomamente por sus
miembros, los de una circunscripción territorial por los habitantes de la misma y, lo que es
más importante, los que se refieren a la dirección de la economía nacional como un todo
por los directamente interesados, es decir, por los técnicos, científicos e intelectuales que
en la situación actual dirigen no en nombre propio sino en el de la burguesía; es evidente
que en la "autogestión" dirigiría (a nivel de las empresas individuales y de la economía
nacional) quien tiene capacidad de hacerlo, es decir, los técnicos y burócratas de las
empresas y el proletariado quedaría en una situación igual a aquella en que se encuentra
dentro de la sociedad capitalista; una vez eliminada la propiedad de la burguesía -lo que
constituye el sueño dorado de nuestros intelectuales- la reivindicación de la dirección del
proceso productivo trae consigo necesariamente la propiedad de la pequeña burguesía
sobre los medios e instrumentos de producción y el mantenimiento de la explotación de la
clase obrera; en realidad, en esto sólo hay una sustitución de explotadores y un terrible
engaño a la clase obrera.
Tales son los términos en que se conciben, por la pequeña burguesía, la
impugnación al régimen capitalista y la "nueva sociedad" que ha de brotar de la acción
"revolucionaria" de los elementos integrantes de las sociedades de consumo. Como vemos,
no es difícil encontrar bajo la piel de oveja al lobo pequeño burgués.
El "socialismo humanista", que es la "alternativa" que "trasciende" a la sociedad
industrial o de consumo no fue, ni mucho menos, una invención de la pequeña burguesía
del mundo occidental; la pequeña burguesía que en los países socialistas despojó del poder
al proletariado la dio a luz y la puso en práctica en Yugoslavia, desde donde fue importada
por la oposición que surgió en los antiguos países socialistas cuando el "socialismo
realmente existente" -una forma sui generis del capitalismo- sustituyó al socialismo
soviético.
Al desentrañar la forma especial en que es oprimida la pequeña burguesía en la
sociedad capitalista y al agudizarse dicha opresión a causa del incremento fabuloso de la
propiedad de la burguesía, la élite intelectual cohesiona en su torno a todos los demás
sectores de aquella con los que forma un frente unido de lucha que la reconoce como su
más fiel representante.
b) Los pequeños productores y comerciantes
El sector de la pequeña burguesía integrado por los pequeños productores y
comerciantes no participó en la misma medida que la burguesía en la apropiación de la
riqueza social. La ideología natural de este sector, por la propia posición que guarda en el
régimen capitalista de producción, es el reformismo; no importa que por un momento haya
sido arrastrado por la intelectualidad al apoyo de sus quimeras descabelladas, pues el
núcleo de sus posiciones ideológicas siguió siendo siempre, como se manifestó en la
contraofensiva de la burguesía francesa en la revolución de mayo, la simple reforma de la
sociedad capitalista.
c) Las capas inferiores de la pequeña burguesía
Por último, las capas más bajas de la pequeña burguesía, íntimamente entrelazadas
con los estratos superiores del proletariado, sirvieron de base material a la ideología
ultraizquierdista de los grupos pro-chinos y pro-cubanos; hay que hacer notar cómo la
ideología de esos grupos, que en su forma original preconizaban la lucha armada para la
conquista del poder, se vieron obligados a adoptar las mismas posiciones de la pequeña
burguesía tanto en su crítica a la sociedad capitalista como en las formas de lucha que
desarrollaron, yendo siempre a su zaga.
La posición de los grupos pro-cubanos se explica perfectamente si partimos de sus
principios acerca de la revolución conjura; la situación estaba hecha como por encargo;
sólo restaba impulsar el movimiento de las masas y, por sorpresa, unos cuantos locos

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2

sueltos podrían tomar el poder; para ello no era necesario, desde luego, un programa y un
partido verdaderamente revolucionarios sino la existencia de un pequeño grupo que, con
base en las masas, llevara adelante el movimiento hasta la conquista del poder. Cayeron
presos por completo de la trampa que les tendió la pequeña burguesía y, de paso,
demostraron la inoperancia de las tesis cubanas respecto de la revolución.
La rebelión de la pequeña burguesía internacional se materializó en varios
movimientos que se realizaron en los últimos años de la década del 60 y en los primeros de
la del 70 del siglo XX en varios países del mundo; se cuentan entre ellos la "revolución" de
mayo de 1968 en Francia, que es el modelo clásico, la revuelta estudiantil de México,
también en 1968, la revolución de los claveles en Portugal y una gran cantidad de
movilizaciones estudiantiles en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, etcétera.

La fundamentación "filosófica" del revisionismo de la pequeña burguesía: el


marcusianismo.
Ya habíamos señalado que la rebelión internacional de la pequeña burguesía en los
años 60 70 del siglo XX tuvo como antecedente a un movimiento intelectual desarrollado
por el grupo social que se denominó a sí mismo con el apelativo de "nueva izquierda".
Varios autores pertenecientes a esta corriente de pensamiento abordaron distintos
aspectos de la novedosa teoría que habían traído al mundo, pero sólo uno de ellos le dio
fundamento y sistema y la convirtió en toda una "filosofía"; Herbert Marcuse se dedicó en
cuerpo y alma a desarrollar la "filosofía" de la pequeña burguesía moderna.
Marcuse define el capitalismo moderno que existe en las sociedades altamente
desarrolladas como el régimen de la administración total. De acuerdo a sus puntos de
vista, se trata de una forma de organización social en la cual las características
fundamentales del capitalismo empiezan a llegar al punto superior de su desarrollo. La
maquinización de la producción avanza a pasos agigantados por el camino de la
automatización, la productividad del trabajo se incrementa en una escala gigantesca, la
monopolización de la producción deviene en el capitalista global (público o privado) que
administra tanto el proceso productivo (al instrumento y al obrero totales) como las demás
funciones económicas de la sociedad y las órbitas política, cultural, etcétera, la miseria
puede y empieza a ser erradicada de capas cada vez más amplias de la población pues se
proporcionan niveles de vida más altos incluso para la clase obrera, el beneficio privado es,
en forma cada vez más abierta, el móvil único de la producción, la dominación capitalista
se consolida como una dominación total en la cual el individuo se encuentra sujeto a la
opinión pública controlada, a la propaganda y a la administración en cualquier parte o
momento de su existencia.
En este tipo de sociedades, al mismo tiempo se produce un derroche demencial de
fuerzas productivas, una obsolescencia planificada y una movilización permanente de los
hombres y las fuerzas productivas para la eventualidad de una guerra de aniquilación
total; además, existe un consenso entre todas las clases y grupos sociales que la forman
para llevar hasta sus últimas consecuencias estas tendencias que en ella empiezan a
aparecer.
En el interior de la misma sociedad capitalista desarrollada y en los países de
menor desarrollo capitalista prevalecen aún la pobreza y la indigencia.
Marcuse afirma que la abundante productividad del capitalismo ha hecho posible la
elevación del nivel de vida de amplias capas del proletariado en los países industriales
desarrollados. Eso ha permitido que la clase obrera se integre al sistema de explotación
capitalista; esa integración no es un fenómeno meramente superficial, ideológico, sino que
se ha convertido en una "segunda naturaleza" del hombre; tiene un fundamento
esencialmente biológico.
El sistema, a través de la manipulación de las necesidades individuales y de la
conversión del trabajo en un falso placer, por medios tecnológicos principalmente, ha
desarrollado en la clase obrera el instinto de conservación del régimen capitalista.
En consecuencia, como su instinto, su naturaleza biológica ya no lo obliga a
rebelarse contra el sistema, el proletariado ha perdido su carácter de clase revolucionaria.

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2

Junto al proletariado integrado al sistema capitalista se encuentran los marginados


como las minorías raciales y nacionales y el neo-proletariado, es decir, los intelectuales,
técnicos, artistas, etcétera.
En las minorías raciales y nacionales y en los explotados de las colonias, que viven
en situaciones infrahumanas en las cuales sus necesidades elementales, vitales, no son
satisfechas, es en donde renace el instinto de sublevación que ha perdido la clase obrera.
El neo-proletariado (intelectuales, técnicos, artistas, etcétera), si bien no se
encuentra en las condiciones miserables de los grupos mencionados en el párrafo anterior,
sí puede, por ser quien maneja los instrumentos del conocimiento en la sociedad burguesa,
tomar conciencia de la situación existente, investigar cuáles son sus verdaderas
necesidades y rebelarse contra el sistema.
Todas estas circunstancias obligan -expresa Marcuse- a poner al día las tesis del
marxismo respecto de la revolución socialista y del régimen socialista; deben redefinirse
todos los conceptos que contienen esas tesis.
En primer lugar, el proletariado ya no es la clase naturalmente revolucionaria; en la
oposición al sistema han surgido otras fuerzas distintas (minorías raciales y nacionales y
neo-proletariado) que si bien no representan ya una fuerza revolucionaria, pueden llegar a
serlo.
Estos grupos marginados, en su oposición al sistema generan una "sensibilidad" y
unas necesidades que son la negación de la "sensibilidad" y las necesidades que impone el
capitalismo y representan el germen de una "nueva sensibilidad" y "nuevas necesidades"
que tendrán pleno desarrollo en la "sociedad libre".
Puesto que el aparato de dominación total ha logrado crear en la clase obrera un
instinto de conservación del régimen capitalista y como ninguna revolución triunfaría sin
su participación es necesario, con el fin de prepararla para la lucha, darle una "nueva
sensibilidad" (amor, paz, erotismo, sensualidad, placer lúdico, sereno, etcétera) ya
desarrollada por los marginados y que, al convertirse en instintiva, constituyese la base
para la determinación de nuevas necesidades, éstas sí verdaderamente humanas, que
vendrían a sustituir a las necesidades impuestas por el capitalismo. Para llegar a ello, los
intelectuales deben ir hacia los obreros con el fin de, por medio de seminarios públicos y
otros instrumentos afines, darles conciencia de la necesidad de cambiar sus instintos, su
sensibilidad. No hay, pontifica Marcuse, necesidad de un partido revolucionario, pues los
agentes del cambio deben ser pequeños grupos autónomos con un alto grado de movilidad
y flexibilidad. La actividad de estos grupos autónomos sólo puede tener una base firme
cuando el sistema empiece a desintegrarse por sí mismo. Mientras esto no suceda, la lucha
de los grupos oposicionistas no puede desembocar en el socialismo (el socialismo
marcusiano, según veremos); la lucha de clases se mantendría dentro del marco
capitalista.
El papel de los grupos autónomos de revolucionarios consiste en desarrollar
primero su "nueva sensibilidad" en oposición a la impuesta por el capitalismo, estructurar
una escala de "nuevas necesidades" (individuales, desde luego) por oposición a las
necesidades determinadas por el capitalismo; después, trasladar esa nueva sensibilidad a
la clase obrera y ayudarla a investigar sus "verdaderas necesidades humanas"; esta
actividad no puede por sí sola llevar al "socialismo"; únicamente la desintegración
espontánea del sistema creará las premisas para que, a través de acciones anárquicas de
los obreros, se produzca el cambio revolucionario.
El régimen que debe instaurar la revolución ya no es el sombrío socialismo de Marx,
que con la colectivización de la producción y el consumo anulaba el libre desenvolvimiento
de los individuos (cercenaba su imaginación, les negaba un placer lúdico, sensual, sereno
como motor de su actividad, etcétera); la "sociedad libre" es el tipo de organización social
en donde, bajo una forma de colectivización sui generis (socialización de las funciones más
generales de la producción, propiedad por grupos de los medios e instrumentos de
producción, autogestión, etcétera) el hombre pueda hacer valer su individualidad y alcance
el goce supremo de un placer lúdico, sereno y sensual que presida sus necesidades
instintivas de paz, amor, erotismo, belleza, etcétera.

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2

Marcuse parte de la tesis según la cual en la sociedad de consumo las necesidades


de los hombres se han convertido en un medio empleado por el aparato de dominación
total para absorber hasta su última gota de capacidad de consumo; de este modo, se crea
una serie infinita de necesidades superfluas que atormentan al hombre en la búsqueda de
su satisfacción y que de hecho hacen centrar toda su actividad en el logro de la misma;
además, las simples necesidades biológicas, aquellas cuya satisfacción es la condición
indispensable para seguir viviendo, se vuelven un objeto de especulación de parte del
"aparato tecnológico de dominio", creando satisfactores cada vez más elaborados, etcétera.
Estas necesidades, que son creadas y administradas por el "aparato tecnológico de
dominación", no son, dice Marcuse, necesidades verdaderamente humanas; en
consecuencia, en aquellos sectores que no han sido integrados al aparato de dominación
(estudiantes, artistas, intelectuales) surge una nueva sensibilidad en directa oposición a
aquella otra administrada, distorsionada, deshumanizada de la sociedad de consumo,
sensibilidad que hace brotar nuevas necesidades, éstas sí verdaderamente humanas. El
autor considera que esa nueva sensibilidad se gesta en los grupos hippies, beatniks,
etcétera, cuya "cultura" es la negación franca de la cultura de la sociedad de consumo.
Para desarrollar convenientemente la crítica a estas posiciones de Marcuse daremos
un vistazo a ojo de pájaro a la "nueva sensibilidad" que en aquella época se gestaba en la
pequeña burguesía. Esa "nueva sensibilidad" no podía salir de los marcos de la sociedad
burguesa; por lo tanto, debía negar sus necesidades materiales, morales y culturales sólo
para restaurarlas en una forma más aguda (descarada). Así, las restricciones que
hipócritamente imponía la "sociedad de consumo" a la actividad sexual que ella misma
estimulaba hasta el infinito y que tenía su válvula de escape en toda esa vida subterránea
de la degeneración sexual que es su complemento necesario, era negada en esta su forma
"inmoral" y restaurada en la práctica del amor libre, del homosexualismo, de las
desviaciones y el desenfreno sexuales, de la drogadicción, etcétera; la cultura burguesa,
que era impuesta por el aparato de dominación convertida en un prejuicio popular, fue
repudiada en esa forma y restaurada en su esencia de cultura de clase en dos sentidos:
por un lado, con la vuelta de la poesía, la lírica, etcétera a aquellas formas rotundas,
simples y esquemáticas en donde se expresaban sin ambages ni mistificaciones las
"necesidades" del hombre individualista que nacía a la vida; por otro lado, con las
manifestaciones culturales un tanto más elaboradas como la novela, el teatro y el cine "de
vanguardia" en sus diversas subvariedades que constituían también una negación del
prejuicio popular de la cultura y restauraban el carácter de "privilegio" de minorías que
ésta había perdido: además de su íntima esencia de apologista de las "necesidades"
pequeño burguesas, establecía un puente de comunicación con la cultura burguesa que
negaba.
La meta, el objetivo último de toda esta corriente ideológica que se desarrolló dentro
de la pequeña burguesía era la consecución del "reino milenario del amor, la felicidad y las
flores"; pero tal es, también, la finalidad última del régimen de producción capitalista; la
única diferencia es que el capitalismo adula el egoísmo burgués de cada uno de sus
miembros prometiéndoles todo dentro de la sociedad de consumo; por el contrario, los
representantes de la "nueva sensibilidad" adulan su propio homúnculo egoísta interior
prometiéndose a sí mismos que esas mismas necesidades serán cubiertas fuera del orden
establecido; es decir, que negaban las necesidades del hombre burgués para restaurarlas
inmediatamente bajo otra forma.
Como vemos, Marcuse considera que esas "nuevas necesidades" y esa "nueva
sensibilidad" que empezaban a gestarse en la sociedad burguesa y que eran la expresión de
las necesidades y la sensibilidad desarrolladas por una clase social específica, la pequeña
burguesía, en contra de las necesidades y la sensibilidad impuestas por el aparato de
dominación total, y que a fin de cuentas constituían la restauración de esas mismas
necesidades y sensibilidad antinaturales y deshumanizadas bajo una nueva forma,
Marcuse considera, decíamos, que son la expresión in nuce de las necesidades y la
sensibilidad verdaderamente humanas.
Las consecuencias políticas de esta proposición de Marcuse eran, en verdad, muy

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reveladoras. El proletariado y toda la sociedad en general (dirigidos, obviamente, por la


pequeña burguesía) debían luchar contra la administración total para que esas tendencias
que en aquel entonces se encontraban reprimidas salieran a luz y florecieran en cada una
de las esferas de la vida social, lo que permitiría que se materializaran las necesidades y la
sensibilidad verdaderamente humanas (autogestión en la clase obrera, propiedad por
grupos de la pequeña burguesía, etcétera.). Es verdaderamente ilustrativo el que en aquella
célebremente famosa "revolución de mayo" de 1968 en Francia toda la "actividad
revolucionaria" de los parisinos consistiera precisamente en esa tarea pedante y académica
de buscar a toda costa cuáles eran las "necesidades" que brotaban de la "sociedad
liberada"; lo que en realidad sucedía era que la pequeña burguesía trataba de inyectar a
toda la sociedad su cretinismo, sus propias necesidades y su sensibilidad.
El fin último de las tesis de Marcuse en esta materia, que se desprende de la forma
que tiene de enfocar el problema: ocultamiento de la esencia de la explotación capitalista y
focalización de la atención en las formas accesorias y secundarias en que coinciden todas
las clases oprimidas de la sociedad burguesa, es desviar la atención del proletariado de sus
necesidades políticas y económicas (la conquista del poder y el sometimiento de la
producción a su dirección) hacia un supuesto renacimiento de las verdaderas necesidades
humanas; tienden, por tanto, a sustituir la lucha revolucionaria con la actividad
académica consistente en la búsqueda de sus verdaderas necesidades, las cuales, por otro
lado, la pequeña burguesía ya tiene preparadas en un modelo a su imagen y semejanza.
En la sociedad capitalista desarrollada, el aparato burgués de dominación utiliza
las necesidades individuales (vitales o no) de todos los demás miembros de la sociedad
como medio para mantenerlos sojuzgados; en el proletariado, inerme a causa de la
ausencia de una ideología revolucionaria, esa actividad de la burguesía sirve para
aherrojarlo más fuertemente al capital y mantener oculta la necesidad vital que se deriva
de sus condiciones de existencia: la conquista del poder político y la reivindicación de la
propiedad sobre toda la riqueza social. La pequeña burguesía, clase poseedora en su
totalidad -las capas que se asemejan al proletariado por la forma en que sirven al capital
(trabajo asalariado)- se identifican material y espiritualmente con la pequeña burguesía a
causa de los altos salarios que perciben y por la propiedad real que detentan sobre algunos
elementos técnicos, científicos y culturales necesarios para la producción burguesa-,
también es sojuzgada por la burguesía; es tos pequeños propietarios de algunos de los
elementos intelectuales, culturales y materiales de la sociedad burguesa son sometidos al
dominio del capital que los convierte así en sus servidores; pero el pequeño burgués se
mueve dentro de una contradicción insalvable: su pequeña propiedad origina en él un
exaltado espíritu individualista, mucho más exaltado conforme más en peligro se halla su
propiedad frente a los ataques del gran capital y, por otro lado, la sociedad burguesa anula
esa individualidad al someter al pequeño burgués a las necesidades prepotentes de la
sociedad burguesa. Esta contradicción no puede desembocar sino en una hostilidad
abierta de la pequeña burguesía contra la gran burguesía y tiene como finalidad restaurar
esa individualidad que ha perdido con el desarrollo del capitalismo. Eso por un lado; por el
otro, y dentro de los marcos mismos de la sociedad burguesa, la pequeña burguesía,
perdida su individualidad en el ámbito de la producción material y espiritual burguesa,
tiene por fuerza que hacerla valer fuera y al lado de ella, en un submundo que crea, igual a
sí misma, submundo que no podemos analizar aquí detenidamente pero del que son sus
pilares más sólidos las drogas, la degeneración sexual, la basura artística de las "mafias" y
de las vanguardias, los hippies, la mediocridad, el cretinismo y la vulgaridad. Como vemos,
ese es el grito de la pequeña burguesía: recuperación de la individualidad perdida; pero
¿qué es, sino el culto al hombre individual y la fe en la capacidad creadora del hombre
individual el fundamento "moral" de la misma sociedad burguesa? La pequeña burguesía
pretende hacer valer su individualidad excluyendo la individualidad de la burguesía.
Mientras el proletariado puede y debe luchar -su posición en la sociedad burguesa
lo hace posible y lo obliga a ello- por acabar con ese "sucio e indecente" estado de cosas
donde el interés priva do, las necesidades individuales, el hombre egoísta siguen siendo el
motor de todo el desarrollo, la pequeña burguesía, también a causa de su posición en la

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sociedad actual, lucha activamente por hacer valer precisamente esa individualidad en
contra de la individualidad de la burguesía. Aquí, el filósofo, el teórico de esta clase social y
de su movimiento solamente debe traducir estas necesidades y requerimientos a un
lenguaje tan pedante e intrincado que obligue a dar inmediatamente por cierto lo que ahí
se dice, antes que sufrir el suplicio de tratar de comprenderlo.
La pequeña burguesía aspira a una forma de organización social en donde por
principio de cuentas sea abolida la dominación de la gran burguesía; una vez logrado esto,
las capacidades naturales (instintivas, dice Marcuse) de todos los miembros de la sociedad
deberán florecer libremente y harán brotar la verdadera individualidad del ser humano;
así, si mi capacidad natural e instintiva es ser mal poeta o mal filósofo, o técnico en
cualquier rama de la producción, u obrero, etcétera, esa mi capacidad natural e instintiva
se desarrollará libremente cuando yo deje de hacer malos versos para mi amo burgués y
los haga para fastidiarme a mí mismo, para mi éxtasis personal, cuando deje de realizar
actividades tecnológicas para el explotador capitalista y trabaje sólo para la fábrica que
poseo en unión de mis colegas técnicos, cuando deje de trabajar para enriquecer al
burgués y lo haga para labrar yo mismo las cadenas que me aten a la nueva clase
explotadora; además, una vez libre del poder de dominación, yo, mal poeta, mal filósofo,
técnico u obrero podré hacer valer mi individualidad también dejando volar mi imaginación
e inventando mil y una necesidades y formas de satisfacerlas en lugar de que me las
imponga el aparato de dominación; ahora seré yo mismo quien determine qué ropa debo
usar, qué habré de comer, qué programas de televisión veré, etcétera. En lo económico, la
descentralización, la propiedad por grupos, las asociaciones de consumidores, etcétera; en
lo político, la comunidad democrática cerrada, autónoma (descentralización municipal,
etcétera); en lo cultural, el grupo pequeño de seres de "sensibilidad afín", etcétera; esto es,
qué duda cabe, la vuelta, bajo una forma nueva, de la sociedad medieval dividida en sus
gremios y sus corporaciones y basada en sus artesanos que en ese régimen encontraban el
campo propicio para hacer florecer "sus capacidades naturales e instintivas". Esto es
perfectamente explicable: la sociedad burguesa socializa en alto grado la producción y
desde luego también las capacidades humanas, a las que convierte de individuales en
sociales, y despoja al proletariado de cualquier capacidad natural e instintiva individual
que no sea su fuerza de trabajo (automatización de que habla Marcuse); pero, sin embargo,
a la vez es incapaz de llevar hasta sus últimas consecuencias ese proceso y deja un campo
muy grande para la acción de la "capacidad individual" de personas como los científicos,
los técnicos, los intelectuales, los pequeños productores, quienes, por tanto, representan
dentro de la sociedad burguesa un "anacronismo", pero sin duda un anacronismo
absolutamente indispensable. La ideología del pequeño artesano de la edad media renace
en esta clase producto de la más alta etapa del desarrollo capitalista. La sociedad con que
sueña la pequeña burguesía tiene el mismo fundamento que la sociedad capitalista: la
teoría burguesa de la necesidad eterna de la división de la sociedad en clases a causa de la
existencia de capacidades naturales e instintivas que hacen naturalmente distintos a los
individuos; por eso, para la pequeña burguesía lo único que no es una capacidad natural
del hombre es ser gran burgués; de ahí en adelante todas las demás clases y grupos
sociales son una necesidad natural y eterna de la sociedad: obreros, campesinos, técnicos,
intelectuales, poetas, filósofos, etcétera son categorías que no pueden dejar de existir so
pena de que se acabe la sociedad; obvio es, entonces, que si en la sociedad que propone la
pequeña burguesía existen las clases sociales deba existir también la explotación, la
exacción de plusvalía al proletariado por la pequeña burguesía y esto es lo que hubo
realmente ahí donde, como en los países antiguamente socialistas, la pequeña burguesía
nacida de la propia clase obrera llegó al poder.
La lucha de la pequeña burguesía contra la gran burguesía puede ser meramente
reformista y pretender sólo que se suavice el yugo del gran capital y acaso también obtener
algunas reformas económicas que le den cierta autonomía y descentralización a los
diferentes grupos de pequeños burgueses o pretender de plano el derrocamiento del
aparato burgués de dominación y su sustitución por el gobierno de la pequeña burguesía;
lo que esta clase social se planteé como objetivo depende de una serie de circunstancias,

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pero lo único que realmente puede alcanzar es lo primero, porque para hacer lo segundo es
necesaria una revolución socialista y esa sólo la puede llevar a cabo la clase obrera. Las
causas de la lucha independiente de la pequeña burguesía y del perfeccionamiento de sus
armas teóricas durante la década del 60 del siglo XX fueron: a) reflujo de la lucha
revolucionaria del proletariado, b) incremento de la explotación burguesa sobre la pequeña
burguesía y c) cambio de la estructura de la clase de la pequeña burguesía: los técnicos e
intelectuales pasan a formar una parte sustancial de la misma llevando los elementos
teóricos necesarios para su rebelión independiente.

El núcleo de la Filosofía marcusiana.

El problema cardinal de la "filosofía" Marcusiana es el que se refiere a la


"sensibilidad" del "hombre nuevo" en la "sociedad libre"; en todos sus escritos machaca
constantemente sobre este tema, y llega, a fuerza de repetirlo, a formular algunas tesis que
tienen una cierta lógica interna y que, por tanto, nos dan un rayo de luz para tratar de
escrutar las nebulosas concepciones del "filósofo". La sensibilidad del ser humano no
puede ser otra cosa que la forma que tiene de relacionarse con el mundo objetivo, con las
fuerzas productivas, con la realidad exterior; dicho de otro modo, es la forma como recibe
las excitaciones del exterior, las elabora y las transforma en actividad hacia el mundo. En
las sociedades clasistas, la forma específica de organización social existente genera una
"sensibilidad" específica del ser humano, a la cual ya se ha encargado de poner de relieve
en toda su extensión la ciencia de la Psicología. Esta forma de "ver el mundo", o sea, de
transformar en el cerebro del hombre las "excitaciones" que recibe del exterior, está por
completo impregnada del espíritu de esa sociedad: la propiedad privada y el interés
individual. El comunismo, como etapa superior del desarrollo social, se basará en una
nueva "sensibilidad" del ser humano, en una nueva forma de concebirse el hombre a sí
mismo y al mundo exterior. Ni qué decir se tiene que esa "nueva sensibilidad" deberá ser
diametralmente opuesta a la que ha llegado a su clímax en la sociedad burguesa. La base
de la nueva sensibilidad será la propiedad colectiva de los medios e instrumentos de
producción, la sustitución de las necesidades individuales por las necesidades sociales
como motor de la actividad humana y la abolición implacable de la individualidad, es decir,
de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo. El odio y el amor, la "necesidad" de
libertad, la moralidad, la belleza, el virtuosismo individual, los complejos (de culpa, de
Edipo, etcétera), las perversiones sexuales (reales o soñadas), los "sentimientos", toda esa
basura que mueve al hombre en la sociedad burguesa deberán desaparecer ante formas
completamente nuevas, sociales, de motivar la actividad de los individuos.
Y ¿cuál es para Marcuse la "nueva sensibilidad"?. Es, en esencia, el sueño del
pequeño burgués de todas las épocas: la subsistencia de las condiciones que hacen posible
el predominio de las necesidades y las capacidades individuales de los seres humanos, el
reino del homúnculo atomizado que es el más alto galardón de la sociedad burguesa; pero
como todo pequeño burgués (y Marcuse no es otra cosa que el embrollador teórico de todas
las necesidades, perversiones y aberraciones de la pequeña burguesía), el sueño dorado de
nuestro filósofo es el mantenimiento de esa situación sin que subsistan los efectos malos,
repulsivos, que necesariamente trae un orden de cosas semejante; es, en esencia, la
aspiración más querida del pequeño burgués oprimido a lo largo de mucho tiempo por la
gran burguesía. Así, el amor, que es un sentimiento degradante y antihumano que se
genera precisamente en la sociedad clasista y que tiene como su contrapartida al odio, es
proclamado como el principio supremo de la "nueva sensibilidad"; la "libertad", que es el
polo opuesto de la sujeción y que sólo tiene razón de ser en una sociedad clasista, es
concebida como uno de los más caros sentimientos del "hombre nuevo"; la paz, inseparable
de la guerra, pasará, según Marcuse, a ser el más fuerte sentimiento íntimo del hombre; en
suma, ninguno de esos sentimientos y necesidades "eternos" del hombre puede existir sin
su contrario, se suponen mutuamente. Todos estos sentimientos del hombre actual
dejarán de tener su base y por tanto deberán desaparecer en la sociedad comunista.
Queremos con esto decir que una sociedad en donde los sentimientos individuales

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de amor, paz, erotismo, etcétera, son su base de sustentación, es, por más que se diga otra
cosa, una sociedad en donde existe cada uno de los contrarios de los polos mencionados.
Y así es, en realidad, la forma de organización social que Marcuse imagina como
"sociedad libre": la parcelación de las fuerzas productivas en esferas privadas de acción
(propiedad por grupos o autogestión de los Yugoslavos), exaltación hasta el infinito de las
capacidades individuales (desde luego de los intelectuales, artistas y técnicos
principalmente) con la formación de gremios de las más diferentes especialidades de estos
artesanos del absurdo, con la adoración metafísica, religiosa de sus mezquinos
instrumentos de producción (su sensibilidad artística, su imaginación, su inteligencia o su
cretinismo), con la fetichización de las fábricas como propiedad privada de un grupo de
personas, etcétera. Claro es que esta "sociedad" así concebida tiene que generar como su
producto más peculiar una "sensibilidad" como la que Marcuse delinea para su "sociedad
libre" y que, a fin de cuentas, no es sino la misma "sensibilidad" que existe en la sociedad
burguesa.
La "nueva sensibilidad" de Marcuse no es, bien mirado, sino la conservación, en un
régimen de dominación de la pequeña burguesía, del hombre separado de sí mismo y de
sus fuerzas esenciales, es la reposición, en una forma distinta, de la forma degradante en
que el hombre de la sociedad capitalista se relaciona con sus semejantes y con la
naturaleza; es concebir a los otros como objeto de su amor, es decir, de su interés privado,
como objeto de su erotismo, es decir, de su placer individual, etcétera.
Para Marcuse, en esencia, el sentimiento que debe presidir la actividad del hombre
"nuevo" es un placer sensual, lúdico, sereno (en suma, un orgasmo ininterrumpido); y ¿qué
es el placer sino el fundamento último del régimen capitalista, la esencia misma del
hombre egoísta base de la sociedad burguesa? La estulticia de Marcuse se expresa
claramente en el hecho de pretender que exista el placer sin su correlato necesario, el
displacer.
El placer (base fundamental del interés individual), es decir, el halago y exaltación
de los sentidos como mecanismo para relacionar al hombre con sus objetos y los demás
hombres, ha sido hasta hace poco una necesidad imprescindible del desarrollo social, el
motor del mismo; pero hoy día ha llegado a convertirse en una traba insuperable y en el
punto de apoyo más firma del régimen capitalista; dos conquistas del progreso económico,
la constante mecanización de las funciones que anteriormente requerían la intervención
directa de los sentidos humanos, y la posibilidad de la satisfacción precondicionada de las
necesidades biológicas elementales, hacen perfectamente prescindible el mecanismo del
placer para el desarrollo de la existencia del hombre; en el socialismo, a través de la
socialización de la producción y del consumo se irá acabando paulatinamente con esa
"sensibilidad" hasta que, en el comunismo, haya desaparecido por completo. ¡Y
precisamente Marcuse erige al placer en el fundamento último de la sociedad libre que
propone!
El régimen capitalista de producción genera, como su producto más peculiar, los
"instintos" de belleza, amor, paz, erotismo, etcétera; son, en realidad, el producto necesario
de las contradicciones existentes en la sociedad burguesa; son manifestaciones del
mecanismo, ya enunciado, del placer como forma de relacionarse el hombre con la
naturaleza que es elevado a su máxima expresión por el régimen de explotación capitalista.
Marcuse considera a esos "instintos" como el fundamento de la "sociedad libre", con lo que
declara abiertamente que ésta no es sino el régimen en el que se alcanza la forma más alta
de la esencia del capitalismo. En el comunismo (verdadera "sociedad libre"), estos
"instintos" tan queridos de Marcuse deben desaparecer, pues sólo tienen lugar ahí donde el
hombre está separado de su objeto y no puede, por tanto, relacionarse con él sino a través
del placer, es decir, del interés individual.
En síntesis, lo que Marcuse propone es una sociedad en donde, eliminados los
"aspectos malos" del régimen actual, persista sola, y elevada a la enésima potencia, una
sensibilidad libidinal que convierta toda la actividad del hombre en un acto sexual único,
en un orgasmo ininterrumpido.

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El método de Marx y el método de Marcuse


El método de Marx es el que está contenido en la Lógica de Hegel. Marx parte del
ser determinado del régimen capitalista y, siguiendo la dialéctica de esta formación
económico-social, se interna en la misma, descubre su esencia positiva y luego su esencia
negativa, esto es, el otro que se gesta en su interior y que ha de aparecer en la existencia,
el socialismo.
Este devenir del capitalismo en su otro está completamente determinado por la
necesidad. Esto quiere decir que el capitalismo es tal sólo porque tiene en su interior, como
su fundamento, los elementos del otro en que se ha de convertir y su movimiento es el
desarrollo ineluctable de esos elementos hasta la constitución del nuevo ser determinado,
del socialismo.
Marx descubre, en el estudio del capitalismo, los elementos que lo constituyen y el
otro que tienen en sí mismos; vislumbra los grandes hitos del proceso de su conversión en
su otro y las características esenciales que el nuevo régimen habrá de tener.
A partir del momento de su constitución, los elementos del régimen capitalista
pasan por varias etapas, en cada una de las cuales van acentuando su negatividad, es
decir, su otra naturaleza; al final, la negatividad exacerbada de los mismos lleva a la
destrucción del antiguo régimen y al nacimiento del nuevo.
La genialidad de Marx, apoyada en la genialidad de Hegel, lo llevan a descubrir la
naturaleza negativa de los elementos constituyentes del régimen capitalista y el proceso de
su conversión en elementos constitutivos del socialismo desde las primeras etapas del
desarrollo de los mismos.
Marcuse, que desconoce absolutamente lo que son la dialéctica hegeliana y el
materialismo dialéctico, considera que la naturaleza negativa de los elementos del
capitalismo y su tránsito hacia el socialismo están asociados únicamente a las primeras
etapas de su evolución. Cuando en su desarrollo ascendente el capitalismo hace pasar sus
elementos formativos a nuevas etapas de su existencia, en las cuales exacerban en un
grado más alto su negatividad, lo que los acerca a su conversión en el otro que son en sí
mismos, al socialismo, Marcuse, esa rotunda nulidad filosófica, expresa que, puesto que
los elemento del capitalismo tienen una naturaleza distinta de la que ostentaban en sus
etapas primigenias, carecen ya de su negatividad característica y que, por lo tanto, no
pueden transformarse en el socialismo que preconizaban Marx y sus seguidores.
Poniendo en extrema tensión sus innegables dotes intelectuales, Marcuse se da
entonces a la tarea de determinar cuáles son las características de los elementos del
capitalismo en esta su nueva etapa de existencia y cuál la naturaleza del régimen social
que de aquí puede brotar.
Desde luego que no tuvo que ir muy lejos, como ya lo vimos en toda nuestra
anterior argumentación, para encontrar la respuesta a sus interrogantes; únicamente tuvo
que volver la vista a la ideología pequeño burguesa que ya tenía preparados los conceptos
de “sociedad de la administración total” y de “socialismo humanista” para caracterizar a la
moderna sociedad capitalista y al eventual resultado de su evolución.
El método de Marcuse no se dirige hacia el conocimiento de la negatividad de los
elementos del capitalismo, sino que se enfoca al aspecto positivo de los mismos, en donde
el “filósofo” descubre los rasgos que niegan los intereses de la pequeña producción
capitalista; en concordancia con esto, el régimen que de aquí debe brotar no es otra cosa
que una forma del régimen capitalista en la que se le de el lugar adecuado a la pequeña
burguesía o, en los sueños de opio de esta clase, conquiste el poder y someta a su dominio
a la burguesía.

e) Las formulaciones modernas del revisionismo de la pequeña burguesía


El “neo marcusianismo”
En los últimos años ha sido forjada, por la intelectualidad pequeño burguesa, una
teoría que pretende haber descubierto una nueva naturaleza del capitalismo moderno,
nuevas fuerzas sociales en el interior del mismo y un nuevo destino de la sociedad
humana, distinto del que previeron Marx y Engels.

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Varios han sido los “pensadores” que han derrochado su inteligencia en esta tarea,
pero destacan entre ellos Michael Hardt y Antonio Negri, quienes han expresado sus ideas
detalladamente en su obra Imperio.
La novedad de sus tesis se cae al primer análisis: todos sus conceptos tienen una
correspondencia exacta con los de la teoría marcusiana. La posmoderna “sociedad de la
información” es la “sociedad de la administración total” marcusiana, los “trabajadores del
sector de servicios” son los “neoproletarios” de la era moderna, el “trabajo inmaterial” es el
“trabajo mental”, etcétera.
La crítica al marcusianismo posmoderno es la misma que se ha hecho al
marcusianismo clásico y la explicación metodológica que hemos desarrollado a propósito
de aquel tiene aplicación en el caso de éste.
Hardt y Neri consideran, al igual que Marcuse, que el capitalismo ha entrado en
una nueva etapa en la que sus elementos han adquirido una naturaleza distinta de la que
le asignaban los clásicos del marxismo; a causa de ello, todo lo que éstos preveían como el
destino del régimen capitalista, es decir, la revolución proletaria y el establecimiento del
socialismo, no tiene ya validez.
Como en el caso de Marcuse, la posición de Hardt y Neri expresa los intereses de la
moderna pequeña burguesía.

Etapa de la negación definitiva de la esencia del régimen de producción capitalista.


Segunda etapa del régimen socialista.
(Perspectivas de la Revolución Mundial)
El capitalismo internacional ha devenido en su otro; su esencia, es decir, el
desarrollo de sus elementos constitutivos como elementos negatorios que son al mismo
tiempo integrantes de su naturaleza, ha completado toda una fase de su existencia.
La esencia ha aparecido. El capitalismo se ha transformado en su otro, en el
socialismo, pero solamente en la forma; conserva, por tanto, un contenido capitalista. Sin
embargo, la esencia apenas sí ha agotado una etapa de su desenvolvimiento; su misma
negación la ha obligado a pasar a una fase superior que ya se contenía en estado germinal
en la anterior y que era aquel contenido capitalista que se conservaba bajo la forma
socialista. La esencia despliega de nuevo ahora sus elementos constitutivos, anula los
antiguos elementos negatorios (teoría y movimiento revolucionarios) y convierte a su otro,
el socialismo, también en elemento constitutivo de su naturaleza. La esencia desaparece.
Estos elementos constitutivos de la forma superior del régimen capitalista deberán
engendrar ineluctablemente su carácter negatorio para dar lugar así a la definitiva
aparición de la esencia, es decir, a la transformación definitiva del capitalismo
internacional en el socialismo.
En la segunda fase de su esencia, que es la que actualmente vive el capitalismo
internacional, todos los elementos constitutivos de este régimen -a la vez germen de su
negación y transformación en su otro- llegan al punto superior de su existencia.
Al mismo tiempo, desarrollan en una forma más alta su carácter negatorio.
El perfeccionamiento del mecanismo de producción de plusvalía y acumulación de
capital se traduce necesariamente en la depauperación más profunda del proletariado
internacional, la cual se caracteriza porque llegan a su punto superior los procesos de
degeneración y descomposición de los órganos y estructura orgánica de los trabajadores y
la anulación de su naturaleza colectiva, es decir, la negación de la esencia natural humana
en el proletariado.
El desarrollo de los elementos constitutivos del régimen capitalista internacional
produce necesariamente la forma superior de anulación de la esencia natural-humana del
proletariado, la cual constituye la base de sustentación de la negación, más alta y por
tanto definitiva, de ese régimen económico-social.
De esta misma situación surge centuplicada la energía potencial del proletariado
insatisfacción constante, etcétera-, que por el momento es un elemento constitutivo del
régimen capitalista, ya que éste la canaliza hacia la intensificación y extensión del trabajo y
el consumo masivo.

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Como un producto necesario de esta fase de existencia de la esencia del capitalismo


internacional, la teoría y el movimiento revolucionarios han sido anulados completamente
e incluso convertidos, a través del revisionismo y el oportunismo, en elementos integrantes
de ese régimen económico-social.
Pero, en igual forma, al poner ante los ojos de la intelectualidad pequeño burguesa,
sin velo alguno, la esencia más íntima del régimen capitalista, se ha creado la necesidad y
la posibilidad de la reivindicación de la teoría revolucionaria, de su desarrollo creador y del
renacimiento del movimiento obrero para así dar libre curso a la energía negatoria del
régimen capitalista, hasta ahora represada, y dirigirla hacia la destrucción definitiva del
capitalismo internacional y la instauración de la forma superior del socialismo.
Encontramos cómo, al final del proceso, todos los elementos, tanto objetivos como
teóricos, están dados: el capitalismo extendió sus tentáculos a todos los rincones del globo
y estableció un sistema imperialista de explotación colonial que ha creado las premisas de
la revolución socialista, no sólo en las metrópolis, sino también en las colonias;
parejamente con esto, la ideología proletaria ha desarrollado todos los aspectos teóricos de
la revolución mundial (teoría de la revolución y de la edificación del socialismo); de tal
suerte que los comunistas tienen ya a la mano los instrumentos necesarios para empezar
la tarea de realizar la revolución mundial, tantas veces augurada y solamente ahora a
punto de convertirse en realidad.
La nueva etapa del imperialismo ha traído consigo una situación potencialmente
revolucionaria en las metrópolis y neocolonias; la condición indispensable para que la
revolución salga adelante es la formación de nuevos Partidos Comunistas en los países
desarrollados y en las colonias y neocolonias que deben basarse en la doctrina del
marxismo-leninismo y en los aportes a esta doctrina de la IIIa. Internacional y de José
Stalin y ser completamente independientes de las fracciones pequeño burguesas
izquierdistas. Estos nuevos Partidos deben dedicarse a la tarea de guiar a la clase obrera
hacia los principios del marxismo-leninismo revolucionario como un preparativo para la
lucha por la conquista del poder.
La situación revolucionaria que se ha generado en el mundo al entrar de lleno el
imperialismo a su nueva etapa no ha traído consigo, ni podía hacerlo, la lucha
revolucionaria del proletariado. Muy por el contrario, puso en pie a la pequeña burguesía,
tanto de las metrópolis como de las colonias, la cual, por medio de sus formas de lucha
consustanciales -oportunismo de la peor especie en las metrópolis y neoblanquismo en las
colonias-, trató de sacar adelante, en contra de la burguesía, sus propios intereses de clase
que no son desde luego los mismos que los del proletariado. Mientras tanto, la clase obrera
ha seguido sometida a la burguesía internacional y solamente una fracción realmente
ridícula de ella atendió al canto de sirena de la pequeña burguesía, pero sólo por un
tiempo reducido, para volver después al redil de donde había salido.
A causa de su enfrentamiento con la gran burguesía, la lucha de la pequeña
burguesía a escala internacional sometió a engaño a quienes, habiendo echado por la
borda las concepciones oportunistas de los Partidos Comunistas de la época, la
concibieron como la primera fase de un proceso que debía llevar a la instauración del
socialismo y a la que, por tanto, había que apoyar para conducirla hasta sus últimas
consecuencias.
Nada más lejos de la verdad; la rebelión pequeño burguesa tuvo límites muy
precisos que le marcaba su propia naturaleza de clase, límites que no iban más allá, a fin
de cuentas, de las reformas que le permitiesen incorporarse al régimen de explotación
imperialista. Por eso, las organizaciones que habiéndose estructurado en torno al repudio
de las posiciones revisionistas buscaban la vía verdadera de la revolución, al querer
transformar los movimientos de la pequeña burguesía en movimientos proletarios
cometieron, quisiéranlo o no, un crimen en contra del proletariado, al que dejaron
abandonado a su suerte, entre las garras de la burguesía internacional. No podía ser de
otra manera por dos razones fundamentales: en primer lugar, apoyar y llevar adelante el
movimiento de la pequeña burguesía en nombre del proletariado no significaba otra cosa
que pretender que la clase obrera hiciese suyos, dejando de lado sus propios intereses, los

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de la pequeña burguesía, y para la organización que planteaba cuestiones semejantes


significaba abdicar de su tarea fundamental de organizar y dirigir la lucha del proletariado
por sus reivindicaciones y en cambio promover la lucha de una clase social que, bajo las
condiciones actuales, sólo persigue sus propios intereses de clase explotadora; al actuar
así -en el caso de que las teorías disparatadas de la pequeña burguesía hubieran atraído a
unos cuantos obreros- se organizaba a los trabajadores para que sirvieran a esa clase
social como carne de cañón; en segundo lugar, se dejaba libre el campo a la burguesía, la
que aprovechaba estas circunstancias para perfeccionar su dominación sobre el
proletariado.
Sólo la propia lucha de la clase obrera-independiente de los movimientos pequeño
burgueses- puede llevarla a la conquista del poder.
Otro de los fenómenos que debemos tomar en cuenta es el referente a la lucha que
la pequeña burguesía dio en las neocolonias. El blanquismo, o sea la insurrección armada
inmediata de un puñado de intelectuales sin la formación del partido revolucionario y su
fusión con las masas, es su postulado fundamental.
Para el desarrollo venturoso de la revolución es necesario organizar la lucha de la
clase obrera en un movimiento independiente de la pequeña burguesía.
La revolución mundial inicia una nueva etapa. La importancia de la misma salta a
la vista si nos fijamos en sus objetivos: la implantación del socialismo a escala mundial, y
si atendemos a las fuerzas que deben ser derrotadas para lograr esos fines: el sistema
mundial del capitalismo, el imperialismo. Tales tareas teóricas y prácticas, desmesuradas
para unos pocos individuos o para un solo Partido, únicamente pueden ser obra de la
concentración de los esfuerzos de todos los marxistas leninistas del mundo en un
organismo internacional, en una nueva Internacional Comunista. Evidentemente, las
condiciones no están aún maduras para su establecimiento, pero todo se encamina hacia
ello y tarde o temprano las necesidades de la revolución mundial lo harán posible e
indispensable. Cuando este suceda, habrá llegado la hora final de todos los explotadores
del mundo.

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3

Anexo 1

Ponencia presentada en el
XII Coloquio Nacional Internacional (Virtual)
Carlos Marx: Problemas y desafíos del siglo XXI
organizado por
Cátedra Internacional Carlos Marx de la Universidad Autónoma de Guerrero
3, 4 y 5 de diciembre de 2020

Gabriel Robledo Esparza

Presentación
El propósito de la ponencia es hacer algunas reflexiones sobre la naturaleza del
capitalismo moderno y su necesaria evolución.
Por “capitalismo moderno” entendemos el régimen económico que es el sucesor
lógico-histórico del capitalismo clásico en los países del llamado mundo occidental, en
donde adquirió una forma superior, y el que se estableció en los países llamados socialistas
a la caída del denominado socialismo real.
Nuestro instrumento cognoscitivo es la teoría marxista-leninista, esto es,
exclusivamente los textos de Marx, Engels y Lenin.
Las producciones teóricas contemporáneas que se autonombran marxista-
leninistas, en su generalidad tienen como finalidad demostrar que el capitalismo no tiene
ya las características esenciales que en él descubrieron los clásicos y, por tanto, los
derroteros de su evolución son otros distintos de la revolución proletaria y el
establecimiento del socialismo.
En otros casos, se postula que nada ha cambiado sustancialmente y únicamente
hay que desempolvar las viejas armas y, superando los errores personales que llevaron a la
derrota del socialismo en 1989 y cultivando una mística como la de los viejos
revolucionarios, desarrollar el movimiento que lleve a la instauración del socialismo, cuyo
concepto es, sin ninguna evolución, el mismo que el de los fundadores de la teoría
revolucionaria.
En primer lugar haremos una revisión de los conceptos de ser determinado y
esencia desarrollados por Hegel en su Lógica, pues ellos nos permitirán guiar nuestra
argumentación en lo relativo a la naturaleza del capitalismo moderno.

El ser y la esencia en la Lógica de Hegel

El ser determinado
El ser determinado (un algo, una cosa, un fenómeno, un régimen
económico) tiene a su otro en sí mismo
El otro del ser determinado es primero su destinación, lo que está destinado
a ser.
El ser rellena su destinación y se convierte en el otro de sí mismo: otra forma de
existencia como tal ser determinado. Es la variación del algo.
El movimiento del ser determinado consiste en constituir el otro que tiene como su
destino.
El ser determinado se supera y se conserva en ese pasar de lo que es a lo que está
destinado a ser.
El resultado es una naturaleza superior del ser determinado, en el cual se establece
una nueva destinación que tiene que ser constituida; y así sucesivamente.

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El resultado de esta evolución es la determinación del deber ser del ser


determinado.
El deber ser es el otro en el cual el ser determinado se transformará necesariamente
cuando fenezca, cuando su existencia llegue a su término.
El ser determinado tiene una destinación y un término: es un otro en sí mismo,
integra al otro en sí mismo y traspasa al otro que es él mismo; el algo se conserva en este
cambiar y pasar a otro.
El ser determinado tiene un término, es decir, por un lado una frontera dentro de la
cual existe y que lo separa del otro exterior, y por el otro un momento después del cual
deja de existir, perece; el algo es la unidad del ser y del no-ser considerado éste como el
término de su existencia.
El ser determinado perece pero de él surge otro ser determinado; este nuevo ser
determinado está ligado con el precedente por una relación de necesidad; el anterior ser
determinado es la unidad de lo que es y lo que no es pero debe llegar a ser; aquello en lo
que va a transformarse está ya implícito en el ser determinado como su deber ser.

La esencia
El deber ser es la esencia del algo (ser determinado)
El ser se interna en sí mismo y produce su esencia.
La esencia se desarrolla a partir del ser.
El ser determinado está integrado por dos polos que contienen cada uno a su
contrario en sí mismo, lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo engendran en el
exterior como el otro polo y se engendran a sí mismos en el otro polo a través de esa
exclusión; los polos están en contradicción.
La dialéctica entre el polo positivo y el polo negativo de la esencia da lugar a la
reflexión del segundo de ellos, es decir, a la producción por el polo negativo de la forma del
otro que ha de sustituir al ser inmediato actual, pero solo de la forma, que en este estadio
coexiste con el contenido de aquel.
La esencia ha dado a luz al otro del ser determinado, pero únicamente como una
forma que conserva el mismo contenido del ser de donde proviene. La nueva forma
adquirida por el ser determinado elimina la forma precedente.
La forma del otro y su contenido, que son las determinaciones del ser inmediato que
la producen, se engendran y niegan mutuamente.
Las determinaciones del ser inmediato pasan a una fase superior de su existencia y
niegan la forma del otro.
Además, restauran la forma anterior del ser inmediato, la cual ahora tiene
características nuevas.
Las determinaciones del ser determinado actual en su nueva fase de existencia son
otra vez sólo la esencia (polo positivo y negativo), el fundamento de lo que el ser es; se
reanuda la relación primitiva entre contenido y forma.
La relación entre forma y contenido lleva a la exacerbación de la negatividad del
contenido (del polo negativo), lo que da lugar a que surjan otras determinaciones que son las
del ser en sí y por sí, esto es, del otro en que el algo ha de transformarse.
El contenido, mediante la reflexión del polo negativo de la esencia, produce también
la forma del nuevo ser.
Forma y contenido del nuevo ser son el fundamento integral.
En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas
las determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su
perecimiento.
Se entabla la lucha frontal entre los dos tipos de determinaciones y al final de la
misma las determinaciones del nuevo ser eliminan a las del ser originario.
El nuevo ser inmediato surge a la existencia. Lo que aparece en la existencia es el
ser inmediato esencial.
El ser existente es simultánea y sucesivamente ser y esencia; es ser esencial.

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Aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana


Marx y Engels hacen suya la dialéctica hegeliana. Mediante la utilización de este
instrumento teórico develan la naturaleza de ser determinado inmediato del régimen
capitalista, ponen de manifiesto el carácter positivo de la esencia y descubren su
naturaleza negativa que es el otro en que indefectiblemente ha de transformarse.
El régimen capitalista tiene como fundamento positivo la contradicción polar entre
capital y trabajo o. expresado en sus elementos personales, entre burguesía y proletariado.
El desarrollo del régimen capitalista se efectúa a través de la mutua
complementación y negación de los contrarios que lo forman.
Para Marx y Engels, quienes en esto siguen rigurosamente a Hegel, el régimen
capitalista procrea los elementos de su negación.
La mutua implicación de los contrarios deviene necesariamente en su oposición
recíproca.
La oposición se agudiza llevando al polo negativo, el proletariado, a desarrollar una
lucha cada vez más intensa que pronto se enfila en contra del polo positivo, la burguesía.
El proletariado es el polo negativo del régimen capitalista generado por éste como la
encarnación de la desposesión de la naturaleza humana por el capital; en esta fase dicho
despojo se manifiesta bajo la forma de la vulneración inmediata de las condiciones de
existencia de los trabajadores (reducción del salario, extensión de la jornada,
intensificación del trabajo, esclavitud fabril, etcétera, lo que da por resultado el hambre,
las enfermedades y la muerte prematura de los obreros). La potencia negatoria del
proletariado está encaminada fatalmente a lograr la satisfacción de las necesidades
individuales de sus integrantes en su calidad de elementos del régimen capitalista; su
lucha, por tanto, no trasciende los límites de ese régimen social. Los avances intelectuales,
que también son producidos por el régimen capitalista, dan lugar a las determinaciones de
su negación, que son igualmente la negación teórica del capitalismo; pero, tal como sucede
con la lucha del proletariado, su expresión teórica no trasciende los linderos del
capitalismo.
Las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista pasan a
una forma superior y más intensa de la negatividad.
Los elementos de la negatividad del capitalismo que han de llevarlo a ser su otro son:
un proletariado consciente, organizado y activo, que tiene pleno conocimiento de la verdadera
naturaleza de la explotación capitalista y de la necesidad histórica de la recuperación de la
naturaleza humana a través de la implantación de un régimen económico y político que
reivindique la vida colectiva como el núcleo fundamental de dicha naturaleza; y una teoría
que comprenda fielmente la esencia negativa del régimen capitalista y que sea el instrumento
para dar conciencia, organizar y conducir al proletariado a la actividad práctica
revolucionaria.
Estos elementos entablan una lucha revolucionaria en contra del régimen
capitalista, la cual tiene por objeto la aniquilación de la burguesía como clase al despojarla
del poder político, la conquista del poder político por el proletariado y la instauración del
socialismo.
En una primera fase, la lucha revolucionaria da como resultado el desarrollo en
una forma más alta del mismo régimen capitalista; pero ello a su vez impulsa el
desenvolvimiento de las determinaciones del otro que él contiene y su reflexión en
elementos de la esencia negativa.
Después de un período de mutuo engendramiento y negación del régimen
capitalista y de su otro, la burguesía y el proletariado quedan totalmente polarizados, en
franca lucha decisiva: el proletariado en su absoluta mayoría es ya un elemento activo del
nuevo régimen y ha dejado de ser elemento constitutivo del régimen capitalista; la
burguesía, por su parte, ya no es la procreadora del proletariado como complemento suyo
sino que se encuentra absolutamente enfrentada a él.
El desenlace histórico de esta lucha es la derrota de la burguesía, el establecimiento
de la dictadura del proletariado, la apropiación por esta clase de los medios e instrumentos
de producción, los que dejan de ser instrumentos de la deshumanización y son ahora medios

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de la recuperación de la naturaleza humana a través de la reconstitución de la colectividad


(propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción).
De esta manera, el otro del capitalismo, su esencia, el socialismo, surge a la
existencia.
Marx y Engels, una vez que han develado teóricamente la esencia del régimen
capitalista, emprenden la labor de transformar el polo negativo de esa formación social en
el otro de aquel, en el socialismo. De esta manera, dedican todos sus esfuerzos al
desarrollo multifacético y profundo de la teoría revolucionaria y a su difusión entre los
obreros y a la organización de la lucha del proletariado con la finalidad de convertirla en
una lucha revolucionaria por la conquista del poder político y la implantación del
socialismo.
Los revolucionarios continuadores de Marx y Engels desarrollan la teoría tomando
en cuenta las nuevas condiciones del régimen capitalista. Se fundan partidos
revolucionarios marxista-leninistas que dan conciencia y organizan al proletariado en torno
a la doctrina revolucionaria. Se gesta un poderoso movimiento que tiene a la clase obrera
como su núcleo y al partido como su guía.
La meta de la revolución es la conquista del poder y la toma en propiedad de los
medios e instrumentos de producción por el proletariado, es decir, la instauración de la forma
del socialismo, con la finalidad de rescatar a los trabajadores del genocidio a que el capital
los ha sometido y satisfacer sus necesidades como individuos, las cuales habían sido
negada en un grado extremo por el capital.
Se establece el socialismo formal: una forma socialista (asunción al poder del
proletariado, propiedad colectiva de los medios de producción) y un contenido capitalista (la
conservación y el desarrollo del individuo como tal).
La evolución posterior es en el sentido de la formación de un sistema de países
socialistas que entra en relación de oposición y engendramiento con el grupo de países
capitalistas.
Bajo esas dos formas, el contenido capitalista se fortalece y lleva, en el mundo
capitalista a un modo superior del capitalismo, y en el mundo socialista a la ruptura de la
forma socialista y la restauración de la forma capitalista clásica (propiedad privada de los
medios de producción).
De esta manera se establece en todo el planeta una forma más alta, con su
contenido correspondiente, del régimen de producción capitalista.
El régimen capitalista actual es, por tanto, un estadio superior del desarrollo del
capitalismo clásico, cuyas determinaciones esenciales han sido llevadas hasta la forma
más completa de su naturaleza.

La producción de plusvalía relativa en el capitalismo moderno


Las formas de producción de plusvalía relativa han tenido en el capitalismo
moderno un desarrollo ascendente.
La racionalización y maquinización, formas características de la producción de
plusvalía relativa en el régimen capitalista, han ido en aumento.
La cibernética, disciplina que en los últimos 20 años ha tenido un impresionante
desarrollo, reconoce como su núcleo esencial el análisis exhaustivo de los sistemas y los
mecanismos productivos para lograr que el funcionamiento, la ejecución, la dirección, la
vigilancia, el control, la comunicación y la retroalimentación de los sistemas y mecanismos se
puedan ejecutar con una mayor racionalidad, coordinación, organización y velocidad y que,
por ende, tengan una productividad más alta; este proceso ha desembocado en la invención
y desarrollo de la máquina de máquinas, la computadora, la cual ha permitido mecanizar
todas las tareas cibernéticas.
En la fase superior del capitalismo que es la sociedad de consumo obran en toda su
extensión las leyes descubiertas por Carlos Marx y expresadas magistralmente en el tomo
primero de El Capital.
Los trabajadores que utilizan los métodos y las máquinas cibernéticas son obreros
asalariados que no poseen otra propiedad sino su fuerza de trabajo y necesariamente

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deben venderla al capitalista, quien es el propietario privado de los medios e instrumentos


de producción (en este caso de los métodos y las máquinas cibernéticas) para obtener un
salario que les permita adquirir los medios de subsistencia. Es decir, que se mantiene y se
fortifica la relación de esclavizamiento del trabajo asalariado por el capital.
Las funciones cibernéticas (cada vez más maquinizadas) de perfeccionamiento de
los sistemas, procesos y mecanismos de la producción, de la circulación de las mercancías
y del capital y del consumo son, en principio, formas de producción de plusvalía relativa
empleadas por el capital para incrementar sus ganancias. Por medio de ellas, al hacer
crecer la productividad se reduce el tiempo de trabajo necesario de los trabajadores y se
amplía el tiempo de trabajo excedente; por lo mismo, se dilata el volumen del plus valor
que se apropian los capitalistas sin retribución.
Igualmente, son métodos para acelerar el consumo y, en consecuencia, de engrosar
el volumen de la plusvalía que los capitalistas de este sector obtienen con la realización de
sus mercancías.
El trabajo que los obreros desarrollan cuando utilizan los métodos y las máquinas
cibernéticas tiene todas las características que Marx atribuye al trabajo capitalista: se
realiza forzadamente, bajo la violencia física y moral de los capitalistas, tiene como base la
separación absoluta entre trabajo y capital, implica la producción, con los métodos de
producción de plusvalía absoluta y relativa, de cantidades incesantemente incrementadas de
plusvalía, de trabajo obrero no remunerado.
Todas estas circunstancias que concurren en el trabajo cibernético producen
necesariamente el desgaste, descomposición y degeneración de todos los órganos y
funciones orgánicas de los trabajadores, al tiempo que fortalecen férreamente su
individualidad; de esta manera, se niega radicalmente la naturaleza humana de los
trabajadores, se anula su esencia natural humana.
Pero al mismo tiempo que esa monstruosa negación de la esencia natural humana de
los trabajadores, el trabajo cibernético produce los elementos de la reconstitución de la
misma sobre una base más alta.
En primer lugar, el individuo trabajador se encuentra aquí convertido
absolutamente en fuerza abstracta de trabajo, sin ningún contenido (no posee ningún
instrumento propio ni tiene una capacidad concreta determinada, únicamente la capacidad
abstracta de servir al sistema de maquinaria), es un simple apéndice del instrumento
maquinizado capitalista. En la medida en que la fuerza de trabajo cobra mayor abstracción
sólo puede funcionar como trabajo cooperativo, cada vez más socializado
En segundo término, las capacidades y facultades concretas del individuo se
separan del mismo y se incorporan a un sistema de maquinaria, propiedad de los
capitalistas, el cual adquiere una dinámica propia de movimiento por la cual se constituye
como una masa de sistemas de maquinaria a la que ya sólo es posible utilizar mediante el
trabajo abstracto socializado. El instrumento individual se ha transformado en un
instrumento colectivo. Este grado supremo de abstracción de la fuerza de trabajo y la
socialización que necesariamente la acompañan, son la forma adecuada bajo la cual los
trabajadores pueden reivindicar la propiedad del sistema global de maquinaria, de la
acumulación de fuerza de trabajo de los obreros que es el instrumento colectivo de la
especie para la transformación de la naturaleza que detentan en propiedad privada los
capitalistas. El trabajo cibernético tiene todas la características que Marx y sus seguidores
atribuyeron al trabajo capitalista: en él se produce necesariamente el despojo de las
capacidades de los trabajadores y la anulación creciente de su naturaleza humana, pero al
mismo tiempo se crean los elementos de un régimen económico superior, el socialismo, en
el cual el proletariado, como fuerza de trabajo colectiva, ha de reivindicar la propiedad del
instrumento colectivo y proceder a la reconstitución de la naturaleza humana de los
trabajadores.

Las redes como sistemas de maquinaria


En este punto, el elevado desarrollo, íntimamente interrelacionado, de la
cibernética, la informática y la comunicación, da origen a las redes compuestas por

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servidores, terminales, estaciones de trabajo, computadoras personales, etcétera que son


verdaderos sistemas de maquinaria. Este desenvolvimiento remata en la constitución de lo
que es el primer sistema de maquinaria global, la Web, que virtualmente comprende todos
los sistemas de maquinaria parciales, o sea, todos los servidores, terminales, estaciones de
trabajo, computadoras personales, etcétera, del mundo y que es operada por un obrero
colectivo de naturaleza global. La Web necesita para su cabal funcionamiento de un medio
de comunicación global, lo que a su vez entraña el desarrollo de la industria de las
telecomunicaciones.
Como sustento de la Web se establece una infraestructura formada por una red
global de medios de comunicación cuyas funciones son en su totalidad maquinizadas. Este
sistema de telecomunicaciones es un sistema global de maquinaria cuyo objeto es, entre
otros, la comunicación entre los sistemas de maquinaria que integran la Web y que
también es manejada por un obrero colectivo de carácter global. Con la “red de redes” y la
infraestructura que la sostiene, se ha alcanzado la consolidación mundial de un
instrumento como un sistema global de maquinaria; en la fase superior del régimen
capitalista se producen ya, de manera palpable, los elementos del régimen que ha de
sucederlo, del socialismo: enormes sistemas de maquinaria, en el caso de la Web y de la
infraestructura de comunicación ya de naturaleza global, y los obreros colectivos, también de
naturaleza global, que son el germen de la unidad productiva global, esto es, de un sistema
de maquinaria único a nivel mundial que debe constituir el instrumento colectivo del obrero
colectivo que será la especie humana.

El capitalismo de consumo
El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de
consumo es el individuo consumidor. En el régimen de la propiedad privada se da
necesariamente el proceso de constitución, desenvolvimiento y apoteosis, en el capitalismo,
del individuo que es la negación de la naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la
esencia natural del hombre.
En la fase superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la propiedad
privada plena sobre sí mismo. Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de
bienes y servicios que el moderno capitalismo de consumo le pone delante. En primera
instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de satisfactores, llevan hasta
sus últimas consecuencias las transformaciones que en su fisiología y en su psique
produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por esa monstruosa acumulación de
cosas, procede, bajo su propia dirección, a manipular su sensoreidad para desarrollar
nuevos procesos orgánicos –fisiológicos y psíquicos– (necesidades y su satisfacción) que
correspondan a la plétora de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le
presenta.
Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el
funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por
tanto, el desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen.
Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y los
órganos involucrados se traducen necesariamente en su descomposición irreversible.
La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyuntamiento de
los mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo de sus elementos.
La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de
satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de situaciones
de insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una sola sensación
magnificada de insatisfacción (displacer) que crece desmesuradamente, tanto con su
parcial aplacamiento por la satisfacción de una necesidad aislada, lo que sólo es el punto
de apoyo para una necesidad mayor, como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o
gran parte de las necesidades.
Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad del
individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de insatisfacción y una
satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así sucesivamente.

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El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de


insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer) que proporciona
un gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo.
El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos y
órganos que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la sociedad de
consumo llevan a su culminación el movimiento de la propiedad privada por el que se
produce la anulación de las características biológicas de la especie y con ello la de la esencia
natural del hombre. En la fase superior del capitalismo, en el capitalismo moderno, la
explotación de los trabajadores llega al punto más alto.
El proceso de desgaste, descomposición y degeneración de los órganos, sistemas y
procesos orgánicos de los trabajadores, de aniquilación de sus características biológicas
que se había iniciado al disolverse la comunidad primitiva alcanza su nivel más elevado en
el capitalismo contemporáneo. En los trabajadores, nervio vital de la especie se consuma la
negación absoluta de la esencia natural humana.

La esencia del régimen capitalista: la anulación en los trabajadores de la naturaleza


esencial de la especie.
Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridiana la
esencia del régimen de producción capitalista.
En su trabajo En torno a la crítica de la filosofía del derecho, escrito en 1844, Marx
sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capitalista se da la pérdida total
del hombre, es decir, la negación absoluta de su naturaleza humana, y en ellos mismos
debe surgir la necesidad de su recuperación mediante la actividad práctica revolucionaria.
En un famoso texto posterior, en La Sagrada Familia, Marx determinó lo que es la esencia
del régimen de producción capitalista: la aniquilación de la naturaleza humana en el
proletariado moderno y lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado
del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha de los trabajadores, de
esa naturaleza perdida. En los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, que constituyen
el guión de una obra que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en la
relación trabajo asalariado y capital el trabajador es un ser espiritual y físicamente
deshumanizado; el capital es la forma enajenada que adopta la naturaleza humana del
trabajador; el trabajo engendra al capital como su naturaleza enajenada y el capital
produce al trabajador como un ser despojado de su naturaleza humana. Esta mutua
implicación tiene un desenlace conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la
naturaleza humana llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y convertida
absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen acuciantemente y
no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx obtiene la conclusión de que la
contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, de acuerdo con las premisas
establecidas, mediante la superación de la enajenación del trabajo a través de la
reapropiación de su naturaleza humana por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo
es el contenido del socialismo y del comunismo.
En El Capital, su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas que adopta
el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la naturaleza del hombre. La
producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquinización e intensificación del trabajo,
la acumulación de capital, etcétera conducen a la culminación de la deshumanización del
trabajador iniciada desde la época de la disolución de la comunidad primitiva. El capital
desposee al obrero de todas sus capacidades humanas y se las apropia para sí; el ser
humano así disociado de su naturaleza esencial queda sujeto a un movimiento en el cual
todos sus procesos orgánicos, todos sus órganos y funciones entran en una pendiente de
desgaste, descomposición, atrofia y degeneración que tiene como resultado la devastación
de las características biológicas de la especie.
En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en su etapa
superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prostituye a sí mismo y pone
en sobre tensión sus órganos y procesos orgánicos para desarrollar un cúmulo de
necesidades individuales exacerbadas y obtener una satisfacción magnificada de ellas bajo

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la égida del principio del placer. Se completa así la deshumanización del trabajador.

La esencia natural del ser humano: el trabajo.


La esencia natural del ser humano, su característica esencial como especie, es el
trabajo.
El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través
de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la
naturaleza.
Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser
humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los
medios necesarios para reconstituirlas.
Las necesidades del ser humano están integradas tanto por el ejercicio de sus
facultades físicas y mentales como por la reconstitución de las mismas.
Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es
decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y fases de la
actividad productiva como prerrequisito para la acción.

A. Base biológica del trabajo.


La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos,
sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología, sus propias necesidades
están en relación directa y necesaria con su esencia natural que es el trabajo; son producto
del trabajo y los medios a través de los cuales se realiza la actividad vital humana. Las
características biológicas de la especie son, por tanto, parte integrante de la esencia natural
humana.
La medida de todas las características biológicas y de las necesidades naturales de
la especie humana es una premisa y resultado del trabajo; es, por tanto, un elemento más
de la esencia humana. Esto quiere decir que las funciones naturales tienen límites bien
determinados, más allá de los cuales se convierten en lo contrario de lo que por su
naturaleza son.
Las características biológicas de la especie y su medida han sido dadas por un largo
proceso – el de la constitución de la esencia natural del hombre que abarca un enorme
período de tiempo (para algunos cuando menos once millones de años).

H. Base social del trabajo.


La forma de organización social colectiva es la que sirve de base al trabajo. Esta se
integra por una fuerza colectiva de trabajo, la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción, una actividad productiva y una de consumo colectivas, una
organización y dirección colectivas del trabajo colectivo y una conciencia colectiva. El
trabajo y la naturaleza biológica, elementos constitutivos de la esencia natural del ser
humano, tienen como condición imprescindible de su existencia la forma de organización
colectiva; ésta es también integrante de la esencia natural del ser humano. La vida colectiva
es premisa y resultado de la esencia natural del ser humano.
La constitución de las características fundamentales de la esencia humana se dio
dentro de los marcos de una forma de organización colectiva; en una relación de mutuo
impulso se perfeccionaron tanto la esencia humana como la vida colectiva de la especie.
La forma de organización social colectiva tiene como fundamento la subsunción del
individuo en la colectividad; la conciencia y la actividad individuales pertenecen a y están
determinados plenamente por una conciencia y una actividad colectivas.
La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos,
sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología tienen una naturaleza
directamente colectiva porque la colectividad fue el elemento primordial para su constitución
y su desarrollo primigenio en la comunidad primitiva.

I. El proceso del trabajo


El proceso del trabajo se compone de las siguientes instancias:

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(a) Organización y dirección colectivas de la acción práctica de la comunidad, que


son la expresión de una voluntad colectiva cuya motivación proviene de la fase a).
(b) Actividad práctica colectiva sobre la naturaleza (realizada a través de la fuerza
colectiva de trabajo): producción (apropiación) y consumo comunes, mediada por y a su vez
mediadora de a) y b).
(c) Representación mental, en la conciencia individual-social, de la necesidad vital
del individuo, de las necesidades vitales de la comunidad, de su fuerza individual de
trabajo, de la fuerza colectiva de trabajo, de la subsunción de aquella en ésta, de las
fuerzas totales de la naturaleza y del plan de organización y dirección colectivas. Esta
representación en el individuo está plenamente determinada por la representación en la
conciencia colectiva. La conciencia individual está subsumida en e indiferenciada de la
conciencia colectiva.
(d) Impulso psíquico a la acción que se manifiesta como un deber incuestionable
derivado de la voluntad superior de la colectividad; la voluntad individual se encuentra
subsumida en e indiferenciada de la voluntad colectiva.
(e) Actividad práctica individual encaminada a la apropiación del mundo exterior
(producción y consumo) en colectividad con los demás individuos de la comunidad; la
acción individual está subsumida en la actividad colectiva. La fuerza de trabajo individual
subsumida en e indiferenciada de la fuerza colectiva de trabajo. Esta actividad individual
es mediada por y a su vez mediadora del movimiento de a) a e).
El sujeto del proceso de trabajo es la colectividad. La conciencia, impulso a la acción
y actividad individuales son directamente sociales; no tienen autonomía, pues son sólo la
encarnación o manifestación de la conciencia, voluntad y acción colectivas. El individuo no
tiene por tanto existencia propia sino una existencia derivada de la colectividad, quien es el
verdadero sujeto del proceso.
El resultado del paso a) a b) es el desarrollo del sujeto –de su capacidad de
transformación consciente de la naturaleza y el del objeto –que significa la conversión de
áreas más extensas y profundas de la naturaleza en campos del dominio humano-.
El proceso del trabajo, tal y como ha sido descrito, es también un elemento
constituyente de la esencia natural del ser humano.
La esencia de la naturaleza humana está compuesta, según ha quedado establecido,
por la naturaleza biológica, la base social y el proceso de trabajo. Estos tres elementos se
condicionan mutuamente, de tal manera que no pueda existir ninguno de ellos sin los otros ni
la esencia natural humana sin la concurrencia de los tres.
Todos los elementos que forman la esencia natural del ser humano se constituyeron
y perfeccionaron en un largo período de tiempo (once millones de años según algunos) y se
consolidaron en la época de los albores de la historia humana, durante la comunidad
primitiva.

J. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia.


En todo el período señalado la esencia natural del individuo y de la especie se
desenvuelven y perfeccionan en un movimiento armónico de mutuo engendramiento.
La evolución ascendente de la esencia natural del individuo y de la especie llega a
un punto en el que da como resultado (en virtud del incremento de la productividad) la
disolución de la tribu en familias (gens):
-se inicia así la anulación de las condiciones colectivas de vida, elementos
integrantes de la esencia natural del ser humano;
-igualmente comienza el desarrollo autónomo de las capacidades y de los
instrumentos individuales, desgajados éstos de su base social colectiva e incluso opuestos
a ella;
-empieza, como consecuencia de lo anterior, un proceso de anulación y
degeneración de todos los elementos y condiciones de la esencia natural humana.
Este movimiento remata en la constitución de una sociedad de pequeños
productores, antecedente inmediato de la sociedad capitalista.
En la sociedad capitalista las capacidades e instrumentos individuales, producto de

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toda la época anterior, se incorporan a la máquina; se multiplican y profundizan las


fuerzas naturales que forman el campo de acción de la fuerza de trabajo (Ver El Capital, t.
I, Capítulo XIII, Maquinaria y gran industria).

K. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista.

6. Proceso de trabajo
El proceso de trabajo tiene, en el régimen de producción capitalista, las siguientes
instancias:
-El obrero es un ser apremiado por sus necesidades vitales individuales, autónomas
y sustantivadas. El motor de su actividad es la satisfacción individual de esas necesidades.
La fuerza individual de trabajo es sustantivada, tiene vida propia, es decir, no es parte
indiferenciada de una fuerza colectiva de trabajo que satisface las necesidades sociales de
la especie. La conciencia del individuo, igualmente, no es una parte indiferenciada de la
conciencia colectiva que se representa las necesidades sociales, sino una conciencia
individual que se representa las necesidades individuales como punto de partida y
finalidad de su actividad.
-Las fuerzas y capacidades individuales del trabajador son un medio para satisfacer
sus necesidades individuales sustantivadas. La conciencia individual del obrero se
representa esas fuerzas y capacidades individuales como de su propiedad y al servicio de
sus necesidades individuales.
-Los medios e instrumentos de producción fraccionados entre los propietarios
privados son una propiedad ajena al obrero con la que tiene que relacionarse diariamente
para obtener los medios de subsistencia necesarios.
-La actividad por la cual se relacionan las capacidades del obrero con la parte de la
máquina o proceso a la que está adscrita es la manifestación de su fuerza individual de
trabajo.
-Los obreros individuales son sometidos a una cooperación forzada para actuar
sobre los medios e instrumentos de producción.
-La fuerza de trabajo del obrero es una mercancía enajenable que se intercambia
por el equivalente de sus medios de subsistencia. -El capitalista, por su parte, es poseedor
de sus necesidades vitales individuales sustantivadas, entre las que sobresale la necesidad
imperiosa de acumular.
-La forma de satisfacerlas es a través de la exacción de trabajo excedente, es decir,
de la explotación de los trabajadores.
-Para él las necesidades vitales del obrero individual son el medio para establecer la
unión entre la fuerza individual de trabajo y la parcela de los medios e instrumentos de
producción que le pertenecen.
-Las fuerzas y capacidades individuales de los obreros son los instrumentos
mediante los cuales se valoriza el capital.
-Su capital (medios e instrumentos de producción) es una propiedad cuya finalidad
es incrementarse incesantemente a través del intercambio con el trabajo vivo.
-La actividad productiva del obrero es para el capitalista el uso de uno de los
elementos del capital productivo de su propiedad.
-Su actividad principal es como organizador y director del proceso productivo, en la
cual emplea necesariamente la violencia física y moral para reunir las fuerzas de trabajo
individuales de los obreros y obligarlos a realizar las funciones productivas que les asigna.
-El obrero y el capitalista se representan en su conciencia individual todas estas
instancias y desarrollan la actividad práctica individual a que aquella los impulsa.
-El obrero la realiza para, en cooperación forzada por el capital con otros obreros,
relacionarse con la fracción de medios e instrumentos de producción que pertenecen al
capitalista privado que los contrata y efectuar la función cuyo resultado es producir bienes
en los que se materializa un valor valorizado (proceso de valorización del capital). Se trata de
una fuerza de trabajo individual, sustantivada y autónoma, que es puesta a funcionar por el
capital (por un propietario privado) reuniéndola con las otras fuerzas individuales de trabajo

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4

y con la parte de los medios de producción de su propiedad para producir bienes que le son
ajenos. No es la fuerza individual fundida en una fuerza colectiva que actúa sobre medios e
instrumentos de producción colectivos.
-En esta actividad el obrero produce trabajo excedente que se apropia el capitalista,
quien lo convierte en trabajo acumulado y lo emplea como medio para extraer más trabajo
excedente.
-Esta actividad se basa en la maquinización de la producción. La maquinización
capitalista de la producción genera directamente la anulación, atrofia y descomposición de
los procesos y la estructura orgánica de los individuos.
El capitalista organiza y dirige el proceso de trabajo que se realiza con los elementos
productivos de su propiedad. La base de esta actividad del capitalista es, por necesidad, la
férrea violencia física y moral ejercida sobre los obreros individuales.

a) Capacidades físicas y mentales.


Al desintegrarse la colectividad, las capacidades físicas y mentales del ser humano
quedan libres y se desarrollan autónoma e independientemente con cada individuo.
Su destino cambia radicalmente: ya no están enlazadas directamente a la
comunidad, sino que ahora sirven sólo al individuo, quien ya no existe en la colectividad.
Por lo tanto, no son ya el resultado ni la premisa de la esencia natural humana, sino el
efecto de la descomposición de la misma y elementos para su anulación. Es decir, cambia
su destino del natural-humano al antinatural-no humano.
Como el lazo de unión entre las distintas capacidades del individuo es también la
colectividad (organización social y proceso de trabajo), al disolverse ésta se rompe la
unidad armónica entre aquellas, las cuales se desarrollan autónoma e
independientemente.
El destino de cada una de las capacidades ya no está ligado armónicamente al de
las demás ni, por tanto, a través de esa unidad, con la colectividad y la esencia natural del
ser humano. Su destino es ahora antinatural y no humano.

b) Procesos y funciones orgánicas y fisiológicas.


Son la otra cara de las facultades físicas y mentales del ser humano. Experimentan,
por tanto, el mismo proceso que aquellas:
-se desarrollan autónomamente con cada individuo,
-cambia su destino del natural-humano al antinatural-no humano y
-se desintegra la unidad armónica entre ellas existente y se trastoca su destino.

c) Órganos y estructura orgánica.


Los órganos y la estructura orgánica son el basamento de los procesos y funciones
orgánicas y fisiológicas y, por tanto, de las capacidades físicas y mentales del ser humano.
Al producirse el proceso de individualización, sustantivación, disgregación y
funcionamiento antinatural y no-humano de las capacidades físicas y mentales se quita la
base para el funcionamiento normal, humano de los órganos principales. Puesto que la
naturaleza de estos órganos y sus relaciones recíprocas determinan toda la estructura del
cuerpo humano, su funcionamiento anti-natural provoca, por una especie de ley invertida
de la correlación, la descomposición de dicha estructura y su conversión en antinatural y
no-humana.
Al iniciarse el proceso de disolución de la esencia natural del ser humano se sientan
las premisas para el desarrollo autónomo de los individuos, la atrofia o hipertrofia, de
acuerdo con el desarrollo individual, de las capacidades físicas y mentales del ser humano
individual, la adscripción de cada una de las facultades físicas y mentales a individuos
distintos con la consiguiente anulación de todas las demás, la atrofia e hipertrofia de los
procesos orgánicos y fisiológicos, la descomposición de la unidad armónica entre los distintos
procesos y funciones, la degeneración de los órganos fundamentales, la descomposición de
toda la estructura orgánica del ser humano individual y, en suma, la degeneración y
descomposición de la naturaleza biológica del ser humano.

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4

El régimen de pequeños productores dueños de sus propios medios e instrumentos


de producción constituye, tal y como lo llevamos explicado, el remate de la primera fase de
un proceso de degeneración y descomposición de la esencia natural humana que tiene su
culminación en la sociedad capitalista; es, por tanto, un régimen antinatural y no-humano.
En él se lleva hasta sus últimas consecuencias el desarrollo de las capacidades
individuales y, por tanto, de los instrumentos individuales. Se produce en él el proceso que
hemos expuesto de degeneración y descomposición de la naturaleza biológica del hombre.
A partir de la pequeña producción de mercancías se engendra el régimen de
producción capitalista.
Los métodos de producción de plusvalía relativa son el medio para realizar la
supeditación real del obrero al capital. La supeditación real del obrero se lleva a cabo por el
paso de sus capacidades físicas y mentales individuales (altamente perfeccionadas en la
etapa anterior) de su corporeidad física hacia el capital. El método superior de producción
de plusvalía relativa es la producción maquinizada; en la máquina se concentran todas las
capacidades físicas y mentales que le han sido sustraídas al obrero. Los elementos de su
antigua esencia se han materializado en la máquina; la industria es la suma total de los
elementos de la esencia natural de la especie humana, por ahora ajenos a ella.
A través de la maquinización de la producción se consuma el proceso de anulación de
la naturaleza biológica del ser humano, integrante de su esencia natural:
-las capacidades físicas y mentales, que sufrieron un proceso de degeneración
durante todo el período de la propiedad privada anterior al capitalismo, pasan del obrero a la
máquina, subsistiendo en el individuo una capacidad abstracta, sin contenido, que se reduce
a cuidar, alimentar, etcétera a la máquina, que ahora reúne todas aquellas capacidades
concretas. Se arruinan definitivamente, en el individuo, todas las capacidades físicas y
mentales antiguas integrantes de la esencia natural-humana;
-los procesos orgánicos fisiológicos, que se encuentran ya en una fase adelantada de
su degeneración, son privados también de contenido y orientados hacia el servicio de la
máquina; quedan sujetos al funcionamiento de la misma y convertidos en sus apéndices; con
esto se da cima al proceso de desintegración de la primitiva unidad de los mecanismos
biológicos del trabajador y se provoca la anulación de unos y la exaltación desmedida de
otros, de acuerdo con las necesidades de la máquina correspondiente; se pierde por completo
la medida original de los procesos orgánicos;
-como consecuencia de lo anterior, se llega al punto superior en el proceso de
degeneración y descomposición de los órganos y de la estructura orgánica de los
trabajadores.
La actividad realizada por el obrero se materializa en trabajo abstracto que,
cobrando vida propia, se acumula como capital que incrementa el cuerpo vivo que ahora
son las antiguas capacidades del obrero. El capital sólo vive a costa de absorber el trabajo
abstracto del obrero; de ahí entonces que esta actividad, antinatural en esencia, engendre
los elementos y las condiciones para su mantenimiento y desarrollo como tal actividad
anulatoria de la esencia natural humana; hay una relación de generación recíproca entre
ambos extremos de la contradicción cuyo resultado es un ahondamiento de la
degeneración y descomposición de la naturaleza esencial del hombre.
El capital, en virtud del hambre insaciable de trabajo obrero que posee, absorbe
cantidades cada vez mayores de trabajo abstracto. El resultado de esto es el refuerzo
inconmensurable de la relación estudiada y una intensificación y aceleración del proceso
degenerativo que ya hemos apuntado.
Cuando, en las sociedades industriales avanzadas, el consumo masivo toma carta
de naturaleza, los órganos, funciones y procesos orgánicos de la asimilación trabajan
mucho más allá de los límites fisiológicos que les impone la naturaleza biológica esencial
del hombre. Se refuerzan la degeneración y descomposición del organismo humano.
La unión del individuo con los medios de producción a través de la colectividad y el
trabajo colectivo, es un elemento fundamental de la esencia natural del hombre. El obrero
está separado de los medios de producción y de vida y de los demás trabajadores. Esta
separación es el resultado de toda una evolución histórica que se inicia en la época de la

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4

disolución de la comunidad primitiva y remata en el régimen de producción capitalista;


representa la anulación de una condición fundamental para la reproducción y
desenvolvimiento de la esencia natural del hombre, por lo que trae consigo la conversión
del trabajo en la actividad antinatural ya estudiada y la degeneración biológica del
individuo y de la especie.
Dada esa separación, el trabajador, para poder conservar su existencia física, es
decir, la vida antinatural a que es condenado por el capital, se ve obligado a buscar, lograr
y mantener cotidianamente, en forma individual, la reunión con los elementos que se le
han hecho ajenos mediante la realización para el capital, en cooperación forzada con otros
trabajadores, la actividad antinatural que es la negación del trabajo humano.
Genera, de este modo, una enorme tensión psíquico-física encaminada hacia la
obtención de los capitalistas, bajo esta base antinatural, de los elementos para la
reconstitución de su naturaleza biológica en degeneración (alimentos, salud, habitación,
etcétera). La satisfacción de las necesidades elementales no es ya una función social,
colectiva. Los capitalistas ejercen, a su vez, una presión (violencia) psíquico-física
desmesurada sobre el trabajador individual para obligarlo a realizar la actividad
antinatural del trabajo enajenado en cooperación con otros trabajadores.
Esta sobre tensión y presión psíquico-física a que se ve sometido el trabajador
individual colabora también, en virtud de que hace funcionar todos los procesos orgánicos
más allá de sus límites naturales y fuera de su destino natural, a la descomposición de la
estructura y las funciones orgánicas de los individuos y de la especie; se anula también
desde este frente la esencia natural del hombre.
El individuo es separado también de las condiciones de su reproducción biológica;
la sexualidad se convierte de una manifestación de su naturaleza humana en un poderoso
medio para su anulación. La conversión de la necesidad sexual humana al principio del
placer trastoca todos los mecanismos sexuales de la reproducción y los transforma en
vehículos de la degeneración de la esencia biológica del hombre.
Los trabajadores son determinados como individuos por el régimen de producción
capitalista; cada uno de ellos es un centro de multitud de intereses concretos cuya
satisfacción exige un impulso a la acción que choca con obstáculos internos y externos. Todo
el proceso psíquico-físico de la vida individual tiene como base una relación desnaturalizada
(no colectiva) del individuo con los demás individuos y con los medios e instrumentos de
producción e implica, por tanto, un desgaste desmedido de los órganos y procesos vitales que
se traducen en la descomposición acelerada de sus cuerpos y sus mentes. Pero, además, es
opuesta a la forma de trabajo abstracto que es inherente al régimen capitalista, por la cual el
obrero se limita a vigilar el funcionamiento de la máquina que es la que realiza el trabajo
concreto de que se trata. Por tanto, existe una absoluta contraposición entre la constitución
psíquico-física individual de que ha dotado al obrero el régimen capitalista y la forma de
trabajo abstracto que este mismo le exige, de tal manera que se requiere de una enorme
violencia física y moral para unir la individualidad concreta del obrero a la abstracción de la
forma de trabajo capitalista, las cuales se repelen drásticamente; esa contraposición lleva a
los mismos resultados que ya hemos señalado: desgaste y descomposición de los órganos y
procesos orgánicos de los trabajadores.
Esta oposición que señalamos nos muestra dos cosas: a) en el régimen capitalista se
ha alcanzado la absoluta contradicción de la propiedad privada, esto es, el obrero como el
propietario de sí mismo (individuo, persona) y la completa desindividualización y
despersonalización del trabajo capitalista; el revisionismo saca de aquí la peregrina
conclusión de que, por un lado es necesario reducir al individuo a límites “normales”,
“racionales” y, por el otro, ajustar los medios e instrumentos de producción, altamente
socializado, a ese individuo “normal” y “racional” mediante la “autogestión”, la “propiedad
por grupos” y la dotación de un contenido individual para el trabajo capitalista; b) la
maquinización y la socialización de la producción han puesto la base para la constitución
de un instrumento colectivo que es la forma más alta que adoptan las capacidades de la
especie; esta forma excluye drásticamente al individuo y la vida individual determinados
por la propiedad privada en su fase superior de existencia que es el régimen capitalista y

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3
5

presupone precisamente la previa anulación de la individualidad.


La individuación y desindividualización que el régimen capitalista produce
necesariamente en el trabajador lo somete a un estrujamiento entre ambos extremos que se
traduce en la aceleración del proceso de aniquilación de sus características naturales-
humanas.
La maquinización y socialización de la producción y la desindividualización del
trabajo que ellas implican, son los gérmenes, aún gravados de su contrario –la
parcelización de las fuerzas productivas en propiedades privadas independientes y la
individualización de los trabajadores- de la forma superior que en el comunismo adquieren
ambas: una colectivización total de los medios e instrumentos de producción y del
individuo trabajador.
El capitalista, a través de la absorción de fuerza de trabajo de la clase obrera, su
acumulación como capital y su empleo como medio para absorber trabajo vivo produce
directamente la anulación del trabajo humano y la degeneración y descomposición de las
características biológicas de la especie y conserva y refuerza la forma de vida y
organización social privada, capitalista, que es el fundamento de aquellas anulación,
degeneración y descomposición mencionadas.

7. La industria moderna y la esencia natural humana.


La industria moderna está formada por las antiguas capacidades físicas y mentales
del ser humano que, en un movimiento histórico, han llegado a independizarse del
individuo, a concentrarse y a materializarse en un cuerpo vivo propiedad de los capitalistas
el cual se nutre con el trabajo absorbido a la clase de los trabajadores. El aparato
industrial es el vehículo para la deshumanización del hombre moderno, es decir, que su
existencia y expansión tienen como fundamento y resultado la consumación del proceso de
anulación de la naturaleza esencial del ser humano. Pero al mismo tiempo, puesto que son
sus propias capacidades naturales, sólo que transfiguradas y ahora ajenas a él, la industria
moderna representa las fuerzas esenciales del hombre, las cuales debe reapropiarse para
poder así restaurar, sobre una base más alta, su esencia natural humana.
El engendramiento recíproco entre los dos procesos señalados (el desarrollo de la
industria y la deshumanización del hombre) llega al punto en el cual la tensión entre
ambos extremos es tal que sólo puede resolverse con la restauración de la unidad
primitiva.
La depauperación creciente se acerca con peligro a una degeneración total e
irreversible de la especie humana y esa situación amenazante tiene su origen en el
desarrollo incesante y autónomo, bajo la forma de capital, de sus antiguas capacidades
naturales, es decir, de su esencia natural ahora enajenada y existente bajo la forma del
complejo industrial.
En estas mismas condiciones se crean ineluctablemente las premisas para la
reapropiación de su esencia natural por el ser humano:
1º. La maquinización y la socialización crecientes de la producción constituyen el
germen de la forma superior de la naturaleza humana, es decir, de las capacidades
humanas como un instrumento colectivo, como una unidad productiva no parcelada,
sujeta a la dirección de la colectividad.
2º. La desindividualización del trabajo capitalista (trabajo abstracto) es el germen de
la forma superior del trabajo humano como trabajo social directamente aplicado a un
instrumento colectivo. Es también, por tanto, el germen de la anulación del individuo y de
la vida individual de los trabajadores y de la reconstitución de las características biológicas
de la especie.
3º. La negación de la naturaleza humana de los trabajadores adquiere en la última
fase del capitalismo un carácter agudo; su descomposición física y mental entra en un
pendiente descendente.
4º. La polaridad entre la naturaleza y la vida individual de los trabajadores y las
exigencias de la producción socializada de un trabajo abstracto y colectivo se magnifica,
por lo que se vuelve más acuciante la pretensión del aparato industrial de desembarazarse

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3
5

de aquellas.
5º. La degeneración de la esencia humana se manifiesta en la última fase del
régimen capitalista de una manera aguda, directa y explícita, sin la mediación de las
formas primitivas de la explotación capitalista que ocultaban la raíz del fenómeno.
6º. El socialismo ha recorrido una fase de su existencia durante la cual, en virtud
de haberse dado en una etapa muy primitiva del capitalismo, colectivizó el régimen social
con la finalidad de garantizar e impulsar la satisfacción de las necesidades individuales de
los trabajadores, con lo cual generó al individuo como tal; en su evolución posterior, el
crecimiento desorbitado de las necesidades individuales rompió en pedazos la antigua
organización social colectiva y obligó a la restauración de formas capitalistas como la
propiedad por grupos, la autogestión, etcétera, lo que resultó por necesidad en un
sustancial avance en la degeneración de la naturaleza esencial del hombre en esos países;
más tarde, ese proceso de exaltación del individuo llevó al pleno restablecimiento del
capitalismo, lo cual habrá de ocasionar una más profunda vulneración de las
características fundamentales de la especie humana.
7º. En las sociedades industriales modernas, las tradicionalmente capitalistas y las
que antaño fueron “socialistas”, se ha aportado la prueba práctica de que el desarrollo del
individuo como tal – sueño dorado del oportunismo moderno-, aún cuando sus condiciones
generales de existencia sean colectivas, deviene necesariamente en la degeneración de las
características naturales de la especie y en la destrucción de la colectividad.
8º. La exaltación de las necesidades individuales genera, como contrapartida
necesaria, el placer antinatural, un malestar y una inquietud crecientes, una
inconmensurable insatisfacción que es el elemento psíquico constituyente de la energía
revolucionaria.
9º. Al establecer prácticamente, en la realidad, la relación directa entre el desarrollo
del individuo y la anulación de la esencia natural del hombre, se hace posible contar con
los elementos para dar conciencia a los trabajadores de la esencia de la explotación
capitalista, la cual se realiza, en su forma superior, precisamente a través de la satisfacción
y exaltación de las necesidades individuales. Es decir, que se crean las premisas que
permiten dar conciencia de la verdadera naturaleza de las necesidades individuales.

El estado actual del movimiento revolucionario


La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una
organización burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las
reivindicaciones de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee una conciencia y
una organización revolucionarias ni despliega una lucha que tenga como finalidad el
derrocamiento del régimen burgués y la instauración del socialismo; ella se encuentra por
completo sometida a la dominación ideológica y organizativa de la burguesía.
En el mundo, en los días que corren, no hay un solo partido que sostenga los
principios del marxismo-leninismo, ni que tenga al proletariado moderno como su base
social.
La teoría revolucionaria –el marxismo-leninismo- fue derrotada y desalojada de sus
posiciones en el terreno de la lucha de clases.
En los países antiguamente socialistas el capitalismo fue restaurado plenamente.
El sistema de países socialistas se transformó en un grupo de naciones totalmente
integradas al sistema mundial del capitalismo.
La revolución socialista mundial fue vencida y regresada a su punto de partida y el
capitalismo, bajo una forma u otra, extendió de nuevo su dominación, con fuerza
centuplicada, sobre todo el planeta.
Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución mundial,
durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolucionarios del proletariado,
que desembocó en la revolución socialista internacional y en la formación de un sistema de
países socialistas, produjo necesariamente su propia negación.

Tareas actuales de los revolucionarios

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3
5

La nueva fase del régimen capitalista hace imperioso el desarrollo de la doctrina de


la revolución con la finalidad de asimilar teóricamente su naturaleza y realizar
consecuentemente la acción práctica para su subversión.
Reivindicar la teoría revolucionaria requiere abordar el estudio de la constitución de
sus elementos fundamentales, clásicos.
En primer lugar, es necesario estudiar sus antecedentes en las explicaciones que
los mismos Marx y Engels hicieron en algunos de sus escritos y pasar más tarde al análisis
de las primeras formulaciones de esa teoría hechas por estos autores en sus trabajos
iniciales.
Posteriormente, se debe acometer el examen, en los textos de los teóricos de la
revolución, del concepto de “naturaleza humana”, porque este es el punto de apoyo de la
noción de la esencia del régimen de producción capitalista como la anulación absoluta de
la naturaleza específica del ser humano, la degeneración y descomposición de los procesos
y órganos de los trabajadores.
El estudio concienzudo de la Lógica de Hegel, con un especial énfasis en la doctrina
de la esencia, ya que ahí se encuentra formulado de una manera precisa el proceso de
tránsito del ser determinado a su otro, del cual a fin de cuentas el paso del capitalismo al
socialismo no es sino un caso especial, es también una tarea inaplazable de los
revolucionarios.
Primero se deben estudiar los antecedentes en las explicaciones que los mismos
Marx y Engels hicieron en La Sagrada Familia y en los Manuscritos económico-filosóficos de
1844; después se tiene que pasar al estudio de las primeras formulaciones hechas por
Marx y Engels en: En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho, La cuestión judía, La
Ideología alemana, Crítica de la economía política, La sagrada Familia, etcétera.
Después, se impone abordar el estudio de los Manuscritos económico-filosóficos...;
con base en ellos se han de establecer una serie de hipótesis acerca del concepto marxista
de “naturaleza humana”, punto de apoyo éste, a su vez, del concepto de “esencia del
régimen de producción capitalista”.
En los Manuscritos... da Marx la definición más completa y profunda de lo que es la
esencia del régimen de producción capitalista; de ahí entonces la importancia que tiene un
análisis detenido de los mismos.
La anulación absoluta de la naturaleza específica del ser humano, resultado
necesario del régimen de producción capitalista, ha de comprenderse como el desgaste,
degeneración y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores.
Es imprescindible, también, estudiar el texto clásico de madurez de Carlos Marx, El
Capital, con la mira puesta en el rescate de su contenido fundamental, cuya naturaleza ha
sido desvirtuada por toda esa cauda de “marxistas” modernos, aquellos que ven en
cualquier movimiento pequeño burgués la alborada del socialismo y desde caricaturescas
organizaciones partidarias lanzan a las masas –que por definición les son ajenas-
incendiarias proclamas de reivindicaciones inanes y siempre, en el fondo, burguesas o
pequeño burguesas, los que realizan la nada edificante labor teórica de acomodar las tesis
de la economía marxista a las concepciones de un sector de la burguesía.
De la mayor importancia es la revivificación del leninismo, el cual ha sido
desposeído de su carácter revolucionario, entre otros por el maoísmo, el castrismo, el
guevarismo, el marcusianismo, etcétera.
También es imperativo investigar el proceso dialéctico del desarrollo del régimen
capitalista y de la teoría revolucionaria a través de las dos fases lógico-históricas del
desenvolvimiento de la esencia de esa formación económico-social.
La intelectualidad revolucionaria debe realizar estas tareas y fundar un partido que
proclame y cumpla la unión de la teoría y la clase revolucionarias con el fin de fundar e
impulsar un movimiento que remate en la conquista del poder y la instauración del
socialismo integral, que lo sea tanto por la forma como por el contenido.
En el leninismo clásico la lucha revolucionaria por el socialismo estaba unida
necesariamente a la reivindicación de la satisfacción de las necesidades individuales de los
trabajadores.

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3
5

La organización de los trabajadores y la propaganda y agitación que realizaban los


revolucionarios tenían como eje rector el postulado de que el capitalismo había llegado al
punto en que hacía absolutamente imposible la satisfacción de las necesidades
individuales de los trabajadores, a quienes llevaba directamente al exterminio físico, y que
era imperativo que se estableciera el socialismo, para lo cual ya se había alcanzado la
madurez, con la finalidad de regenerar y desarrollar la individualidad de los proletarios. La
colectivización de los medios e instrumentos de producción y la dictadura del proletariado
fueron puestos al servicio del individuo tal y como éste había sido conformado por el
capitalismo. El socialismo soviético tenía un contenido capitalista.
Los revolucionarios modernos tienen ante sí, además de las tareas que ya hemos
señalado, el cometido de indagar qué reivindicaciones se desprenden de la actual situación
de los trabajadores, en donde el desarrollo del individuo ha llevado a la completa
aniquilación de la naturaleza humana de la especie; se trata de saber cuáles son las
demandas relativas a la colectivización del individuo –la anulación de la individualidad
capitalista- que deben ser utilizadas como medios de agitación y propaganda y que unidas
a la exigencia fundamental de la colectivización de los medios e instrumentos de
producción sirvan para organizar y movilizar a los trabajadores en su lucha por la
implantación del socialismo.

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3
5

Anexo 2

XIII Coloquio Internacional


“Carlos Marx: Problemas y desafíos del siglo XXI”
A 203 años del nacimiento de Karl Marx
Problemática central
“La Revolución Proletaria de Carlos Marx, en Nuestra América y en el Mundo del Siglo XXI
ante la Crisis Civilizatoria del Capital”

La Revolución Proletaria en América y el Mundo

Gabriel Robledo Esparza

En este XIII Coloquio se propone como tema el análisis, de acuerdo con el concepto de
revolución proletaria de Carlos Marx, del proceso de cambio, en nuestra América y en el siglo
XXI, del régimen capitalista al socialismo,
Esto es, se trata de la determinación de la medida en que se ha realizado la previsión
teórica de Marx de la necesaria transformación, mediante una revolución proletaria, del
capitalismo al socialismo en América y el mundo.
Para cumplir con ese objetivo, en primer lugar haremos un recuento de los elementos
fundamentales del concepto marxista de revolución proletaria; después, seguiremos el camino
de su realización en la historia a partir de la revolución rusa de 1917 que dio a luz el
socialismo en Rusia, continuando con el socialismo implantado en los países de Europa
oriental, y por último daremos vista a los pseudo socialismos del siglo XX establecidos en
China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba y a los del siglo XXI, como el “socialismo venezolano”.

La revolución proletaria de Carlos Marx


La ciencia y la filosofía tuvieron en los siglos XVIII y XIX un desarrollo portentoso bajo el
impulso de un capitalismo en pleno desenvolvimiento.
Notables avances hubo en las ciencias de la naturaleza, en las ciencias sociales y en la
filosofía; esta última llegó a su punto superior con las filosofías de Feuerbach y Hegel.
El socialismo inglés y francés y la economía clásica inglesa (Adam Smith y David
Ricardo) son también producto de esta eclosión del conocimiento.
Marx y Engels toman todos los elementos que la ciencia y la filosofía habían producido
en esa fase de su existencia y fundan, con base en el método científico por excelencia, la lógica
dialéctica, que es la misma dialéctica hegeliana pero puesta sobre sus pies, la ciencia social por
antonomasia, el materialismo histórico,
El materialismo histórico de Carlos Marx y Federico Engels postula que la historia
humana es una sucesión de modos de producción, cada uno de los cuales es el resultado
necesario del que le precede y tiene en sí mismo, en forma germinal, el otro que ha de
sucederlo fatalmente.
Los modos de producción son las formaciones en las que se organiza la sociedad
humana para la producción de sus elementos de vida y reproducción.

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3
5

Los modos de producción están formados por una base económica y una
superestructura.
La base económica tiene dos elementos: las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. Las fuerzas productivas son los medios e instrumentos de producción y las
relaciones de producción fundamentalmente las relaciones de propiedad.
El capitalismo es un modo de producción que tiene las siguientes características:
•Sus fuerzas productivas son los medios e instrumentos de producción y la fuerza viva
de trabajo.
•Los medios de producción son todos los elementos naturales que participan en la
producción y los instrumentos una estructura industrial mecanizada y socializada.
•La fuerza de trabajo la constituyen trabajadores que realizan de manera coordinada
sus funciones productivas, formando así una fuerza colectiva de trabajo.
•Los medios e instrumentos de producción, denominados capital, son propiedad de los
capitalistas, un grupo social específico que constituye una minoría de la sociedad; los
trabajadores, la inmensa mayoría de la sociedad, no participan en la propiedad de los medios e
instrumentos de producción, solo son propietarios de su fuerza de trabajo.
•La totalidad de los productos son, en el modo de producción capitalista, mercancías,
ya sea bienes de producción, ya bienes de consumo. La fuerza de trabajo es también una
mercancía que se ofrece y se adquiere en el mercado de trabajo.
•La relación fundamental entre los capitalistas y los trabajadores es la del trabajo
asalariado.
•Los capitalistas compran la mercancía fuerza de trabajo y la utilizan para producir
bienes que venden en el mercado, con lo que su capital adquiere la forma de dinero que
utilizan para comprar bienes de producción y fuerza de trabajo para repetir el ciclo productivo.
•En el proceso productivo el trabajador individual crea un valor que excede el de sus
medios de vida representados por el salario.
•La jornada individual de trabajo se divide en dos partes, una, el tiempo de trabajo
necesario, en la cual el trabajador repone el valor del salario y otra, el tiempo de trabajo
excedente, durante la cual el trabajador produce un valor excedente, del cual se apropia el
capitalista sin retribución.
•El proceso productivo capitalista es un mecanismo por el cual los capitalistas se
apropian de cantidades ingentes de trabajo excedente de millones de obreros, con el cual
engruesan de una manera superlativa su capital.
•La repetición constante de este proceso da lugar a que el total del capital de la
sociedad sea trabajo obrero no retribuido.
•En el modo de producción capitalista existen dos formas características de producción
de trabajo excedente o plusvalía: los métodos de producción de plusvalía absoluta y los
métodos de producción de plusvalía relativa.
•La plusvalía absoluta se obtiene mediante la extensión de la jornada y la reducción del
salario. Por ambas vías aumenta la cantidad de trabajo excedente que se apropian los
capitalistas. En un caso alargando la jornada inmoderadamente y en el otro reduciendo
drásticamente el volumen de medios de vida necesarios para la reproducción diaria del
trabajador, todo lo que se traduce en el desgaste excesivo de la fuerza de trabajo, hambre,
enfermedades, muerte prematura, etcétera.
•Las formas de plusvalía absoluta tienen su papel más relevante en las primeras etapas
de existencia del capitalismo, pero cobran fuerza nuevamente en las sociedades capitalistas
avanzadas, en donde recurrentemente se presentan.
•La plusvalía relativa se produce mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario
y esto se logra con el aumento de productividad en las ramas que producen bienes de consumo
necesarios, lo cual hace bajar en el mercado el valor de los mismos y por tanto el de la fuerza
de trabajo. En la medida en que desciende el tiempo de trabajo necesario el tiempo de trabajo
excedente se extiende, y en la misma medida aumenta la plusvalía que se apropian los
capitalistas.
•El aumento constante y en grandes cantidades de plusvalía relativa es el resultado del
mejoramiento incesante de los métodos de producción.

355
3
5

•Lo métodos de producción de que se vale el capital para incrementar la productividad


del trabajo son, históricamente, la cooperación simple, la manufactura y la gran industria
maquinizada.
•La primera se caracteriza por la reunión de los productores directos que realizan su
trabajo artesanal manualmente, la segunda por la división del trabajo manual entre los
distintos productores reunidos y la tercera por la incorporación del instrumento manual a la
máquina. Al final las facultades productivas concretas se integran a un mecanismo movido por
una fuente de poder que es el que ahora realiza las funciones que antes ejecutaba el
trabajador. Este queda reducido a simple fuerza de trabajo que se limita a alimentar y vigilar el
mecanismo.
•Las máquinas se agrupan en sistemas de maquinaria y éstos en grandes unidades
productivas de enorme calado que están conectadas y coordinadas entre sí.
•La relación trabajo asalariado-capital es una relación de esclavitud instaurada y
conservada por la violencia económica, física y moral más terrible que haya existido en la
historia.
•Esta esclavitud violenta tiene su base indestructible en la ausencia de propiedad de los
trabajadores, lo que fatalmente los obliga a someterse a las exigencias del capital para poder
subsistir.
•La naturaleza de los capitalistas es necesariamente violenta en contra de los
trabajadores en una mayor o menor medida y tiene como finalidad someterlos al capital y
mantenerlos férreamente sujetos a él para extraerles la mayor cantidad de trabajo excedente.
•El modo de producción capitalista está formado por una acumulación monstruosa de
capital -trabajo obrero excedente-, una multitud de trabajadores sometidos a la esclavitud
asalariada y una violencia magnificada contra los trabajadores en el interior y el exterior de los
lugares de trabajo.
•En relación con la estructura económica del régimen de producción capitalista se
forman dos grupos sociales específicos: la clase capitalista y la clase de los trabajadores; se
establece una contradicción entre esos extremos. Estas clases son las fundamentales del modo
de producción capitalista.
•Sobre la base económica se levanta la superestructura jurídica, política e ideológica
que le corresponde.
•Las clases sociales se organizan en Asociaciones Patronales y Sindicatos Obreros. Se
forman concepciones ideológicas y políticas que corresponden a cada uno de esos grupos y se
produce una lucha, determinada por su diferente lugar en la organización económica, entre
ambos sectores en el terreno económico y político.,
•El régimen capitalista da lugar necesariamente a un gran desarrollo del conocimiento
científico. Este hace avanzar a las ciencias y la filosofía hasta el punto en que generan el
conocimiento exacto de la realidad.
La teoría de la revolución proletaria de Carlos Marx es la concepción científica del
proceso de cambio del régimen capitalista al socialismo.
Marx y Engels encuentran en su análisis que el capitalismo tiene en su interior su
esencia como su otro; el desarrollo de este régimen lleva necesariamente a la aparición de su
esencia, es decir, a la conversión de su otro, el socialismo, en un existente.
En su proceso de vida, el capitalismo engendra sus elementos constitutivos, los cuales
son al mismo tiempo los de su negación.
El capital es una acumulación de fuerza humana de trabajo que se forma con el trabajo
excedente extraído a los trabajadores en el proceso productivo capitalista.
Este proceso tiene como fundamento la explotación del trabajador.
La explotación del trabajador se realiza a través de las dos formas de producción de
plusvalía.
Por medio de la producción de plusvalía absoluta (reducción del salario y extensión de la
jornada que son llevados hasta niveles altísimos) se provoca un desgaste excesivo de la fuerza
de trabajo, un desfalco creciente de los medios necesarios para su reconstitución diaria, lo cual
se traduce necesariamente en hambre, enfermedades y muerte prematura de los trabajadores y
en la conversión de su tiempo de vida en tiempo al servicio del capital.

356
3
5

En las primeras etapas de su existencia el capital se nutre del trabajo infantil y femenil.
Se destruye así el hogar obrero, lugar en donde se produce y reproduce la fuerza de trabajo.
Los métodos de producción de plusvalía relativa se basan en el incremento de la
productividad del trabajo. Esto se logra mediante la abolición de la independencia del
trabajador y su reunión en el establecimiento en el que es sometido a la esclavitud del trabajo
asalariado y la desposesión de sus instrumentos de producción y capacidades productivas, los
cuales se incorporan a las máquinas. El trabajador pierde sus capacidades productivas,
subsistiendo sólo la capacidad abstracta de trabajar. Los procesos orgánicos de los
trabajadores se convierten en una extensión de las partes y movimientos de la máquina, el
obrero es un apéndice de la máquina.
Mediante las formas de producción de plusvalía relativa los trabajadores pierden sus
facultades y capacidades productivas específicas, lo que provoca necesariamente la
degeneración y descomposición de todos sus órganos y funciones orgánicas, físicas y
mentales, proceso que se hace más intenso por la necesaria adecuación que el capital realiza
de la fisiología de los trabajadores a la estructura y funcionamiento de la máquina y por la
intensificación desmedida del trabajo inherente al hambre insaciable de trabajo excedente de
los capitalistas.
El resultado de la acción conjunta de las formas de producción de plusvalía
características del modo de producción capitalista es, para los trabajadores, una situación
interminable de exceso de trabajo, desgaste inmoderado de sus cuerpos y de sus mentes,
hambre, insalubridad, enfermedades y muerte prematura, violencia física y moral de parte de
los capitalistas, destrucción del hogar obrero, desposesión, degeneración y descomposición de
sus facultades físicas y mentales, esto es, de todos sus órganos y funciones orgánicas, de la
anulación constante y creciente de su naturaleza humana.
El capital es trabajo excedente acumulado. La función del capital consiste en extraer a
los trabajadores cantidades crecientes de trabajo excedente y acumularlas bajo su propiedad.
Lo que significa que, con su propio trabajo, convertido en riqueza capitalista, los
trabajadores son sometidos, en el modo de producción capitalista, a una condición progresiva
de esclavitud, explotación y miseria interminables.
El modo de producción capitalista no se arredra ante la posibilidad de que su acción
lleve a la extinción de la clase de los trabajadores, fuente de la riqueza capitalista; de hecho, su
actuar se asemeja al de las líneas asintóticas: se acerca peligrosamente al exterminio de la
clase de los trabajadores, el cual nunca se produce porque la acción de otras fuerzas sociales lo
evitan, entre ellas la propia actividad de los trabajadores.
La relación trabajo asalariado-capital desemboca necesariamente en la constitución de
una estructura productiva cada vez más grande, unificada y centralizada, en un verdadero
instrumento colectivo que solamente una masa de fuerzas de trabajo puede poner en
funcionamiento, un obrero colectivo que únicamente por medio de esa unión puede ejercer su
actividad productiva.
El capitalismo ha producido los elementos de una forma superior de la naturaleza
humana en donde el instrumento y el obrero colectivos son la esencia surgida a la existencia
de la especie humana.
La relación de explotación existente en el régimen de producción capitalista, que
amenaza seriamente con el aniquilamiento de la clase de los trabajadores, obliga a éstos a
desarrollar una lucha defensiva en contra de las depredaciones del capital.
La acción de los trabajadores discurre por varias fases hasta que alcanza su plenitud en
un poderoso movimiento, integrado por diversas asociaciones de obreros (uniones, sindicatos,
etcétera) que reclaman a los capitalistas la satisfacción de sus intereses vitales formulados
como reivindicaciones económicas y políticas de su clase a los capitalistas y su estado.
Las exigencias de los obreros tienen como finalidad poner un dique al proceso de
extinción física que les provoca el capital y a reconstituir y desarrollar su capacidad productiva
como la parte variable del mismo.
Al lado del movimiento obrero tiene lugar la formación de grupos de la intelectualidad
pequeño burguesa, la cual se encuentra también sujeta a muchas formas de explotación por el
capital, con el cual entra en franca lucha.

357
3
5

La intelectualidad se radicaliza y emprende la búsqueda del camino de la revolución.


En toda esta situación que Marx y Engels develan mediante el instrumento teórico del
materialismo histórico se encuentran los elementos, las condiciones, la dinámica y la
necesidad del tránsito del capitalismo al socialismo.
Los medios e instrumentos de producción forman una estructura industrial mecanizada
cuyas partes tienden a formar una sola unidad, altamente centralizada y socializada, y los
trabajadores están integrados en unidades cada vez mayores que propenden a constituir una
fuerza colectiva de trabajo cuyos miembros no tienen sustantividad alguna: instrumento
colectivo y fuerza colectiva de trabajo son elementos constitutivos del régimen capitalista que al
mismo tiempo son factores de un régimen superior cuyo contenido deben ser los mismos
instrumento y obrero colectivos, pero en una relación diametralmente opuesta a la actual.
La relación fundamental del régimen capitalista, la que existe entre trabajo asalariado y
capital, se basa necesariamente en la explotación del trabajo (reducción del salario, extensión e
intensificación del trabajo, hambre, enfermedades y muerte prematura, etcétera) y en la
anulación drástica e irreversible de la naturaleza humana de los trabajadores, nervio vital de la
especie humana.
La actividad del capital, en la cual, como dice Marx, la burguesía se siente bien y se
afirma y se confirma, amenaza, por un lado, en forma inmediata, con la aniquilación física del
trabajador, con su extinción, y por el otro, a la larga, con la anulación completa de la
naturaleza biológica de la especie.
De aquí brota la necesidad imperiosa de que los trabajadores, como esa colectividad que
ahora son, para evitar su extinción y la deshumanización de la especie se reapropien de las
fuerzas productivas socializadas, su propia fuerza de trabajo materializada que les fue
enajenada por el capital, y las pongan bajo su dominio.
Los medios e instrumentos del modo de producción capitalista son, bajo una óptica,
fuerza de trabajo de los obreros, a ellos sustraída y materializada en el capital, es su
corporeidad robada y detentada por el capítal y, desde otro punto de vista, son las fuerzas
esenciales de la especie que, bajo el dominio del capital, atentan contra el nervio vital de lo
característicamente humano de la especie.
Los trabajadores se ven por tanto obligados a rescatar sus propias fuerzas esenciales y
restituir a la especie sus capacidades, las que ahora tienen la forma colectiva. El proletariado
será entonces la fuerza que lleve a la especie humana a la forma superior de su existencia, una
organización social dotada con un instrumento y una fuerza de trabajo colectivos
Para que los trabajadores realicen el cambio que está implícito en el régimen de
producción capitalista es necesario que adquieran conciencia de la naturaleza exacta de esta
formación social y de su papel en la transformación revolucionaria, que se organicen y actúen
para recuperar sus fuerzas productivas, sustraídas y detentadas por la burguesía (propiedad
colectiva de la los medios e instrumentos de producción), que las sometan a su poder y las
utilicen para restituir las capacidades de la especie y desarrollarlas plenamente.
Con la finalidad de cubrir todos esos requerimientos se impone que los trabajadores
despojen del poder político a los capitalistas y lo ejerzan ellos mismos bajo la forma de una
dictadura de clase (dictadura del proletariado); con base en esto, deben desposeer a los
capitalistas de la propiedad de los medios e instrumentos de producción y asumirla ellos
mismos colectivamente.
Todo lo aquí planteado sólo es posible si, con base en los grupos radicales de la
intelectualidad, que hagan propia la teoría del materialismo dialéctico, y grupos de las capas
más avanzadas del proletariado, se forme un partido que sea la conciencia y el nervio vital del
proletariado y lo guíe hasta la conquista del poder, el establecimiento de su dictadura y la
construcción del socialismo.
Esta que hemos expuesto aquí es la teoría marxista de la revolución proletaria tal y como
la formularon Marx y Engels.
Esa doctrina se fue fortaleciendo, clarificando y perfeccionando a lo largo de la labor
teórica y práctica de los fundadores del marxismo.
Esa evolución la podemos seguir partiendo desde los primeros escritos de Marx, pasando
por El Capital, hasta los trabajos de divulgación de Engels.

358
3
5

Fundamentalmente, los trabajos en los que podemos encontrar las diversas


formulaciones progresivas de la teoría de la revolución proletaria, son:
En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel,
Crítica de la Economía Política,
Sobre la Cuestión Judía,
La Ideología Alemana,
La Sagrada Familia,
Manuscritos económico-filosóficos de 1844,
Manifiesto del Partido Comunista,
El Capital,
Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico,
Antidhüring,
Crítica del Programa de Gotha,
etcétera.

La evolución histórica de la teoría de la revolución proletaria.

La primera revolución proletaria de la historia


La que acabamos de exponer es la primigenia teoría de la revolución proletaria, producto
del trabajo intelectual de Marx y Engels.
Esta doctrina es la que alumbra el camino del movimiento del proletariado durante la
segunda mitad del siglo XIX.
En este período el capitalismo internacional continúa desarrollándose ascendentemente;
fortalece el carácter positivo de sus elementos constitutivos a la vez que en la misma medida
vigoriza su negatividad, su cualidad de disolventes del régimen capitalista y sustancia del
nuevo régimen.
En los primeros años del siglo XX la negatividad interna del régimen capitalista llega a
un altísimo nivel, al tiempo que la teoría de la revolución proletaria se amplía y perfecciona con
los aportes de Lenin y Stalin contenidos en la que se denomina teoría leninista del partido, de
la revolución proletaria, de la dictadura del proletariado y de la construcción del socialismo, los
cuales confirman, perfeccionan y amplían la formulación original.
Se produce entonces, bajo la égida del proletariado ruso y del partido bolchevique
comunista, la primera revolución proletaria de la historia.
La revolución rusa de 1917 y el régimen económico-social que se empezó a forjar en
Rusia a partir de 1930 fueron, la primera una revolución proletaria típicamente marxista y el
segundo un régimen de socialismo marxista que se produjeron en circunstancias históricas
específicas y por tanto tienen características también peculiares. La revolución bolchevique
cumplió con todas las prescripciones de los clásicos del marxismo: un partido revolucionario,
que era el resultado superior del movimiento revolucionario marxista internacional, armado
con una teoría revolucionaria que es el marxismo enriquecido por el leninismo, se fusiona con
la clase obrera y la dirige a la conquista del poder político para fraguar así un régimen de
dictadura proletaria; éste, después de consolidarse firmemente, inicia la construcción del
socialismo preconizado por los clásicos, es decir, fundamentalmente la colectivización de la
producción, la planificación y dirección centralizada de la economía y la elevación del nivel
material y cultural del proletariado.
En este contexto, encontramos que es en Rusia donde aquellas condiciones
revolucionarias se materializan plenamente y dan lugar a la primera revolución proletaria en la
historia, la cual, en su evolución, establece un verdadero régimen de producción socialista.
Esto encuentra su explicación en que: (1) Rusia era un país capitalista que, sin tener un alto
desarrollo, había sin embargo alcanzado el punto de madurez necesario para que germinasen
en él los elementos materiales e intelectuales del socialismo (ver al respecto ese
intencionalmente olvidado libro de Lenin El desarrollo del capitalismo en Rusia, en el cual se
establece, sin lugar a dudas, y de acuerdo con los cánones clásicos del marxismo, la naturaleza
capitalista de la economía rusa y el exacto nivel de desarrollo que en ella habían alcanzado la

359
3
6

acumulación de capital y las fuerzas productivas, todo lo cual hacía apto al capitalismo ruso
para transformarse en su contrario, el socialismo ruso; (2) su participación en el conflicto
bélico había llevado al proletariado ruso a su empobrecimiento acelerado y a su aniquilación
masiva, por lo que existía en él un vivo sentimiento de repudio hacia el régimen que era el
causante directo de sus desgracias y (3) en el partido bolchevique habían llegado a su más alto
grado de desarrollo la teoría y la organización revolucionarias, las cuales constituyen un
elemento decisivo para la realización de la revolución y la posterior construcción del socialismo.
La revolución rusa fue, por tanto, una revolución proletaria que llevó a la clase obrera
rusa al poder y que culminó con el establecimiento en Rusia de un régimen socialista clásico.

El socialismo posterior a la segunda guerra mundial


Después de la segunda guerra mundial, el socialismo ingresó a una nueva fase de su
existencia.
En su naturaleza de socialismo formal se extendió más allá de Rusia, a una serie de
países de Europa oriental, en los cuales se estableció a través de insurrecciones internas
dirigidas por sus partidos comunistas y mediante el apoyo del ejército de liberación soviético.
Se formó así el sistema de países socialistas,
El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo marxista,
cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia Soviética al término de la
Primera Guerra Mundial.
En este socialismo, tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura,
por medio de la cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de
producción y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida
al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase social. La
transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e instrumentos de
producción en propiedad colectiva y la formación del estado proletario, fueron los ejes
fundamentales del socialismo soviético.

La revolución china

La dinámica propia del capitalismo y la influencia del sistema de países socialistas


proporcionan un gran impulso a la lucha antiimperialista en los países coloniales.
China es una nación en la que existen unas relaciones de producción pre-capitalistas.
La principal rama de producción es la agricultura y la gran masa del pueblo está constituida
por los campesinos, de entre los cuales se ha formado una pequeña burguesía agraria. La
industria tiene un desarrollo apenas si incipiente, por lo que no hay una burguesía y un
proletariado propiamente dichos. En las ciudades existe una pequeña burguesía urbana que
destaca de su seno a una intelectualidad radical. La clase dominante es la de los terratenientes
que viven a la sombra ya de una ya de otra fuerza de ocupación. China está grávida de una
revolución pequeño burguesa antiimperialista.
La intelectualidad pequeño burguesa toma el mando de ese movimiento revolucionario
al que incorpora a la pequeña burguesía urbana y rural. La gran masa campesina forma la
base social de la revolución china.
La intelectualidad radical forma un partido que es el que dirige todo el proceso.
El triunfo de la revolución es la conquista del poder por la pequeña burguesía urbana
en alianza con la pequeña burguesía rural.
Se establece así la dictadura de la pequeña burguesía sobre todas las demás clases
sociales.
Esta pequeña burguesía empoderada nacionaliza los medios e instrumentos de
producción pertenecientes a los terratenientes nativos y a los extranjeros y forma así una
propiedad estatal que es su base de sustentación.
Así asentada, la pequeña burguesía inicia el desarrollo de una industria nacional (que
no existía) y da vida, bajo su dominio, a una clase obrera que tampoco se había formado en
China.

360
3
6

El régimen económico se caracteriza entonces por la explotación por la pequeña


burguesía, clase ahora dominante, del proletariado que está formándose.
En la medida en que este régimen se desarrolla se consolida la relación de explotación
de los trabajadores por la pequeña burguesía.
Como vemos, la revolución china no corresponde en nada al concepto clásico de
revolución proletaria de Carlos Marx, ni el régimen económico ahí instaurado tiene nada que
ver con el socialismo clásico preconizado por el marxismo-leninismo.
Después de la euforia socialista de los primeros años China ha entrado de lleno al
mundo capitalista como uno de sus miembros más conspicuos.
De acuerdo con los parámetros que hemos establecido, la revolución china no fue una
revolución proletaria ni el régimen que ahí se estableció fue el socialismo. Lo que ahí existe es
un régimen capitalista típico dirigido por… ¡un partido comunista!

El “socialismo” cubano

El propio desarrollo del capitalismo, así como la influencia ideológica y política del
sistema de países socialistas y de la revolución china determinaron que en la segunda mitad
del siglo pasado la pequeña burguesía latinoamericana saltara a la palestra política.
Surgieron entonces en América latina una serie de movimientos guerrilleros, dirigidos
por grupúsculos de la pequeña burguesía, que intentaron establecer en el continente
regímenes socialistas en diversos países.
El caso más conspicuo fue el de la revolución cubana.
Cuba, un país formalmente independiente, era en realidad un apéndice económico del
capitalismo norteamericano.
Su economía se basaba en una agroindustria y en el turismo. La industria era
prácticamente inexistente
La clase mayoritaria era el campesinado.
Había también una pequeña burguesía agraria y una pequeña burguesía urbana de la
que se destacaba una reducida intelectualidad radical.
Este pequeño grupo se erige en el líder de una oposición inexistente que ella misma
fabrica.
Organiza al campesinado, a la pequeña burguesía urbana y rural y declara la guerra al
gobierno cubano.
En un rápido ascenso insurreccional, para el que el gobierno no estaba preparado, los
revolucionarios toman el poder y erigen la dictadura de la pequeña burguesía.
De ahí en adelante siguen el mismo camino que la revolución china.
Nacionalizan la agroindustria fundamental e inician la constitución de una industria
nacional, en la que destaca el turismo.
De esta manera la pequeña burguesía se apropia de los medios e instrumentos de
producción fundamentales, y al desarrollarlos como industrias estatales crea una clase obrera
cada vez más numerosa.
La pequeña burguesía basa su existencia en la explotación de los trabajadores cubanos.
Como en el caso de China, la cubana no fue una revolución proletaria en su acepción
clásica sino una insurrección de la pequeña burguesía agraria Inducida y dirigida por el
minúsculo sector radical de la intelectualidad pequeño burguesa que accedió al poder y
estableció su dictadura sobre todas las clases sociales, ni el régimen que ahí se instauró fue el
socialismo sino una dictadura de la pequeña burguesía que se propuso desarrollar una
industria estatal.
Este régimen se basa, al igual que el chino, en la explotación por la pequeña burguesía
cubana del proletariado que ahí se ha formado en torno a la industria nacional.

El “socialismo venezloano”
Después del fracaso en América latina del movimiento guerrillero de los años 70 del siglo
pasado, la pequeña burguesía latinoamericana perdió su ímpetu revolucionario.

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3
6

Su última acometida, antes de que la burguesía le arrebatara el liderazgo político de la


oposición mediante el surgimiento y desarrollo del populismo, fue el acceso al poder, a través
de un golpe militar incruento, de la pequeña burguesía venezolana, la cual estableció una
dictadura sobre las demás clases sociales.
Esta clase social estableció un régimen económico basado en la propiedad estatal de la
industria petrolera; con ella como fundamento y conservando un amplio grupo de empresas
privadas, planteó la creación de un sector “socialista” de la economía formado por empresas
estatales y por empresas individuales, cooperativas, comunales, etcétera, éstas casi todas de
ínfimo tamaño, reducidas a un espacio geográfico muy pequeño y que atienden
preferentemente las necesidades de pequeños grupos sociales o comunidades.
En el sector estatal la pequeña burguesía ejerce la explotación sobre los obreros de esas
empresas.
El régimen venezolano no tiene, como se ve, ni la más mínima traza del socialismo
marxista clásico. No lo estableció la clase obrera venezolana dirigida por un partido proletario
que mediante la instauración de una dictadura convirtiese en propiedad colectiva los medios e
instrumentos de producción previamente concentrados como una gran unidad socializada, sino
que lo instauró la pequeña burguesía venezolana mediante el ejercicio de su dictadura militar.
En resumen, en América Latina no ha habido, ni en el siglo pasado, ni en lo que va del
presente, ninguna revolución proletaria marxista. Los regímenes que usurpan este nombre son
insurrecciones o golpes de mano de la pequeña burguesía urbana que lleva en algunos casos
como sus peones de brega a los campesinos y que construye una economía que es una
mescolanza de empresas estatales, privadas, individuales, cooperativas y comunales, la cual se
basa en la explotación de los trabajadores por la clase dominante, la pequeña burguesía.

La revolución proletaria en el mundo moderno


La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una
organización burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las
reivindicaciones de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee una
conciencia ni una organización revolucionarias ni despliega una lucha que tenga como
finalidad el derrocamiento del régimen burgués y la instauración del socialismo; ella se
encuentra por completo sometida a la dominación ideológica y organizativa de la
burguesía.
En el mundo, en los días que corren, no hay un solo partido que sostenga los
principios del marxismo-leninismo, ni que tenga al proletariado moderno como su
base social.
La teoría revolucionaria –el marxismo-leninismo- fue derrotada y desalojada de
sus posiciones en el terreno de la lucha de clases.
En los países antiguamente socialistas el capitalismo fue restaurado plenamente.
El sistema de países socialistas se transformó en un grupo de naciones
totalmente integradas al sistema mundial del capitalismo.
La revolución socialista mundial fue vencida y regresada a su punto de partida y el
capitalismo, bajo una forma u otra, extendió de nuevo su dominación, con fuerza
centuplicada, sobre todo el planeta.
Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución
mundial, durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolucionarios del
proletariado, que desembocó en la revolución socialista internacional y en la formación
de un sistema de países socialistas, produjo necesariamente su propia negación.

El capitalismo de la posguerra
La segunda guerra mundial fue la culminación necesaria de una fase de existencia del
capitalismo internacional y la partera de una nueva época.
Se establece en los países capitalistas altamente desarrollados lo que se ha dado en
llamar la “sociedad del bienestar”. Se trata de una organización económico-política que se basa
en un Estado con múltiples funciones y los correspondientes órganos y organismos
imprescindibles para ejercerlas, todo ello dirigido a impulsar el crecimiento de la clase

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3
6

dominante, esto es, la burguesía industrial, que por el momento se encuentra en la fase de
reconstrucción de sus condiciones de existencia, y mantener en funciones todos los elementos
generales de este régimen económico, de entre ellos un proletariado bien cebado y altamente
productivo.
Al término de la segunda guerra mundial, en los principales países europeos existían
potentes movimientos obreros y poderosos partidos comunistas, estos últimos descendientes
directos de la IIIa. Internacional; su filiación inmediata era el marxismo-leninismo clásico, el
mismo que había llevado a la instauración del socialismo en Rusia. Las exigencias económicas
que la reconstrucción puso a la orden del día, y en las que se unían inextricablemente la
necesidad de la burguesía industrial de promover la industrialización reconstructiva con el
imperativo de reconstituir la fuerza de trabajo de los obreros, ocasionaron que el movimiento
obrero y los partidos comunistas centraran su lucha en la satisfacción de las necesidades
inmediatas de los trabajadores, lo cual, aunque de una manera contradictoria, constituía
también un interés primordial de la burguesía industrial; el movimiento obrero y los partidos
comunistas se convirtieron a pasos agigantados en la oposición legal, en el ala radical del
movimiento de la burguesía industrial.

El socialismo posterior a la segunda guerra mundial.


Después de la segunda guerra mundial, el socialismo ingresó a una nueva fase de su
existencia.
En su naturaleza de socialismo formal se extendió más allá de Rusia, a una serie de
países de Europa oriental, en los cuales se estableció a través de insurrecciones internas
dirigidas por sus partidos comunistas y mediante el apoyo del ejército de liberación soviético.
El régimen económico social que en ese sistema prevaleció fue el socialismo marxista,
cuyo modelo era el socialismo que se había instaurado en la Rusia Soviética al término de la
Primera Guerra Mundial.
En este socialismo, tras la conquista del poder, el proletariado estableció su dictadura,
por medio de la cual se abolió la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de
producción y se constituyó la propiedad colectiva sobre los mismos; la burguesía fue sometida
al poder del estado proletario y por último definitivamente eliminada como clase social. La
transformación revolucionaria de la propiedad privada de los medios e instrumentos de
producción en propiedad colectiva y la formación del estado proletario, fueron los ejes
fundamentales del socialismo soviético.
Sin embargo, el socialismo soviético se implantó únicamente como una forma que
conservaba un contenido capitalista155.

El móvil último de la revolución proletaria y del socialismo de la primera fase del


régimen capitalista era la reconstitución, conservación y desarrollo de las capacidades y
facultades individuales de los trabajadores, que el régimen capitalista había vulnerado
dramáticamente.
Sólo hay que ver, por ejemplo, los informes de Stalin sobre los planes quinquenales y
éstos mismos, para comprender los verdaderos alcances del sistema socialista soviético. En
ellos, el sujeto final de la grandiosa colectivización de los medios e instrumentos de producción
es el individuo trabajador, al que se le debía proporcionar el mayor “bienestar” posible,
satisfacer abundantemente sus necesidades individuales; este es el mismo ofrecimiento que
hacía la “sociedad del bienestar” a sus trabajadores.156
Tenemos así un portentoso instrumento de propiedad colectiva que al desplegar
toda su potencia la pone al servicio del individuo. El contenido capitalista, que
subsiste y se perfecciona en interacción con el instrumento colectivo, está compuesto
por lo siguiente: la permanencia del trabajo asalariado, la existencia del mercado de
bienes de consumo, el mantenimiento y fortalecimiento del consumo privado, la

155
156

363
3
6

conservación y desarrollo de la familia y del hogar individuales, el impulso al


transporte individual (automóviles), el reconocimiento de la personalidad de los
trabajadores, es decir, de su individualidad como el centro de capacidades y
necesidades específicas, que los hace distintos y únicos, o dicho de otro modo, la
declaración de la propiedad privada del trabajador sobre sí mismo, sobre su
conciencia y su corporeidad, la educación individualizada y como individuos y el arte y
la cultura como manifestación y goce de la individualidad.
En el capitalismo de posguerra, el proceso de reconstitución de la fuerza de
trabajo, gravemente vulnerada durante el conflicto bélico, hizo necesario el
enaltecimiento de las necesidades individuales de los trabajadores y se declaró su
satisfacción como el fin último de la “sociedad del bienestar”; en la medida mezquina
en que esta quimera de la burguesía industrial cobraba vida, los trabajadores eran
sometidos a una esclavitud más férrea por medio del “trabajo placentero” y cebados
para obtener mayor plusvalía de su trabajo, el cual pudo extenderse y hacerse más
intenso en un monto colosal; todo esto se tradujo en una super explotación de la
fuerza de trabajo y en la degeneración biológica de las mentes y los cuerpos de los
obreros, en un largo avance en el proceso de su deshumanización; a esto hay que
agregar los millones de trabajadores que se encontraban fuera de esta relación del
“bienestar”, desempleados o empleados en ramas deprimidas de la economía, quienes
se debatían en la miseria física clásica. Este reconocimiento y exaltación interesados
de las necesidades individuales de los trabajadores por la “sociedad del bienestar”,
avara y condicionadamente satisfechas para sólo una porción del proletariado,
desembocó, al transformarse la “sociedad del bienestar” en la “sociedad de consumo”,
en el entronizamiento del individuo, propietario de sí mismo, como el fin último de la
historia.

La degeneración del socialismo formal


El movimiento revolucionario y su resultado inexcusable, la instauración del socialismo
y la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por la teoría marxista, la
cual fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los partidos revolucionarios.
De inmediato se desplegó la naturaleza formal del socialismo, es decir, de un régimen
socialista en la forma pero que conserva un contenido capitalista.
En el socialismo soviético el desenvolvimiento de la forma socialista genera el de su
contenido capitalista y viceversa.
Su mutuo engendramiento se trueca en su recíproca negación.
Se inicia así, en la década de los años 50 del siglo pasado, la degeneración del régimen
socialista.
En parte porque sus propiedades intrínsecas lo empujaban a ello y en parte porque la
guerra había vulnerado en forma extrema las condiciones de vida de los obreros soviéticos y
era imperioso restituirlas, el régimen económico puso al servicio del individuo el enorme
aparato de la industria colectivizada, proporcionando así un empuje poderoso al individuo
como tal, aquel que es propietario privado de su corporeidad.
Todo esto se manifestó en el desarrollo de la producción para el consumo individual y el
establecimiento del estímulo material en el ámbito de la producción
En el seno de la clase obrera, con la materia prima de los técnicos, científicos y obreros
altamente calificados que el propio régimen socialista ha creado, se forma una clase social
específica, distinta del grueso del proletariado ruso que da impulso al contenido capitalista ahí
existente y se erige en su legítima representante. Al avanzar la descomposición del régimen
socialista, la acción de su contenido capitalista rompe la unidad del instrumento colectivo y las
partes en que se disgrega son tomadas en propiedad por los integrantes de la nueva clase; los
medios e instrumentos de producción se fraccionan en una multitud de empresas, entre las
que se forma un mercado cada vez más amplio.
Se postula el principio de la descentralización de la producción y se instaura la
autogestión de las unidades productivas. Toma forma así un régimen económico específico, ya
no socialista, pero tampoco aún capitalista, que tiene su fundamento en la propiedad por

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grupos de una clase social proveniente del mismo proletariado, a la que quizá podríamos
denominar “pequeña burguesía socialista”; esa nueva clase basaba su existencia en la
explotación del trabajo de la masa de los obreros soviéticos, a los cuales extraía cantidades
crecientes de plusvalía; una primitiva relación se estableció entre el capital (la propiedad de los
grupos formados en la capa superior del proletariado) y el trabajo asalariado (el que
proporcionaba la enorme multitud de obreros soviéticos).
Al calor de las medidas liberalizadoras de la economía, junto al macizo central de la
propiedad por grupos y la autogestión, pero íntimamente ligada a él, se formó una pequeña
producción de mercancías, ya de tinte francamente capitalista, que rápidamente evolucionó
hacia la mediana producción capitalista. Más tarde este tipo de organización desemboca en un
régimen capitalista clásico, en el que se ha consolidado la propiedad privada plena (capitalista)
sobre los medios e instrumentos de producción y se ha generalizado la relación trabajo
asalariado-capital.
En el sistema de países formalmente socialistas, después de conquistar el punto
más alto de su desenvolvimiento, se produce el fortalecimiento de su contenido capitalista,
lo que lleva a la degeneración del socialismo formal, el cual primero evoluciona hacia una
variedad híbrida –socialismo en degeneración, capitalismo sui generis- que prevaleció en
Europa del este por cerca de 50 años y después se trueca en un régimen capitalista clásico
que acaba con el último vestigio de aquella forma
La degeneración franca del régimen del socialismo formal se inicia a partir de la
abjuración que del marxismo-leninismo se hace en los congresos XX y XXII del Partido
Comunista de la Unión Soviética y culmina con la defenestración, en 1989, de todos
los gobiernos llamados socialistas y la instauración de regímenes ya francamente
capitalistas.

Establecimiento de la “sociedad del bienestar”


Hemos adelantado la conclusión de que al término de la segunda guerra mundial
conquistó el poder el sector II del capitalismo internacional, cuyo núcleo esencial estaba
formado por la burguesía industrial, principalmente la productora de bienes de consumo.
Desde el puesto de mando logrado, la burguesía del sector II inicia un proceso de
encauzamiento de recursos hacia sus industrias, en forma preponderante hacia las que
producen bienes de consumo; se origina, por tanto, un crecimiento acelerado de las mismas.
El mercado de bienes de consumo se abarrota de mercancías que deben ser vendidas.
Una primera vía de desfogue de esa plétora de bienes de consumo es el capital variable
(salarios) que las industrias que los producen lanzan a la circulación; otra más la constituye el
incremento en el salario y otras prestaciones que los obreros obtienen como resultado de su
lucha económico-política que ha sido promovida y apoyada por el sector II de la economía
internacional; una última es aquella que nutre la plusvalía que se gasta como renta de los
mismos capitalistas del sector II.
El único consumo que tiene aquí una connotación especial es el que se origina en el
incremento del nivel salarial y de prestaciones de los trabajadores; cuando se rebasa la simple
restitución de su capacidad productiva, entonces los obreros son cebados como los animales
para que rindan un trabajo de mayor extensión e intensidad. De esta manera, aumenta el
volumen de la plusvalía que se apropian los capitalistas.
Este consumo tiene un efecto profundo sobre la fisiología de los trabajadores; los
órganos y procesos orgánicos por los cuales se asimilan los bienes son puestos a funcionar
mucho más allá de sus límites naturales-humanos, con lo que se acelera el proceso
preexistente de su descomposición y desgaste excesivo.
Por otro lado, el fortalecimiento de la constitución física de los trabajadores y el
mejoramiento en sus condiciones de vida que trae consigo el incremento del consumo son
punto de apoyo para un avance mayúsculo de la extensión e intensificación del trabajo en el
proceso productivo capitalista, lo que a fin de cuentas resulta en un incremento sustancial del
desgaste, descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los
trabajadores, en un poderoso impulso a la anulación de su naturaleza humana.

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La acumulación continúa creciendo a pasos agigantados en el sector II de la economía


internacional nutrida por el aumento del monto de la plusvalía que en esas industrias se
produce y la realización de la misma a través del crecimiento del consumo. Se establece así, en
los países capitalistas desarrollados, la llamada “sociedad del bienestar”. La constitución y
consolidación de la denominada por sus apologistas “sociedad del bienestar” se produce en el
período comprendido entre la terminación de la segunda guerra mundial y la década de los
ochenta del siglo XX.

Nacimiento del capitalismo de consumo


A partir de aquí, la industria productora de bienes de consumo tiene una
transformación radical. Empieza su desarrollo desenfrenado.
El volumen de mercancías que produce, y a las cuales debe darles salida, aumenta
exponencialmente y aun así le queda una gran capacidad financiera que pugna por aplicarse a
la ampliación de sus instalaciones o al desarrollo de nuevas ramas productivas.
Para lograr la realización de esa ingente cantidad de bienes de consumo y la apertura
del mercado para su capacidad productiva potencial, primero tiene que desarrollar algunos
sectores estratégicos.
Constituye, como ramas específicas de su sector, las industrias de investigación y
desarrollo de productos, del mercadeo (mercadotecnia) y de la publicidad, cuya finalidad es
ampliar en una gran medida la diversidad de los bienes de consumo, presentarlos
persuasivamente a los consumidores y establecer los canales para su venta.
Igualmente, crea nuevas ramas productivas o desarrolla otras que en la fase anterior
vegetaban perdidas en el interior del aparato productivo. Tal es el caso de las industrias del
entretenimiento, arte, cultura, alcohol, drogas, turismo, belleza, sexo, pornografía,
prostitución, moda, deporte, salud, educación, comunicación, información, etcétera, las cuales
proporcionan una amplísima variedad y una enorme cantidad de bienes y servicios de
consumo.
Da un gran impulso a las ramas tradicionales de la industria productora de bienes
duraderos y no duraderos de consumo, tales como las de alimentos, electrodomésticos,
artículos electrónicos, automóviles, viviendas, etcétera.
También se forma una rama específica de la banca que se dedica al financiamiento del
consumo masivo, a la par que el mismo capital comercial incursiona en el terreno del crédito al
consumo de sus mercancías.
Por otra parte, en las industrias productoras de medios de producción y de tecnología
se imponen una profunda transformación para adaptarlas a las necesidades imperiosas de las
industrias productoras de bienes de consumo y la conversión de la investigación tecnológica y
científica en toda una industria, la industria del conocimiento.

La sociedad de consumo y el individuo trabajador


El destinatario de esta gran evolución de la industria productora de bienes de consumo
es el individuo trabajador-consumidor.
En el régimen de la propiedad privada se da necesariamente el proceso de constitución,
desenvolvimiento y apoteosis en el capitalismo, del individuo que es la negación de la
naturaleza colectiva de la especie y, por tanto, de la esencia natural del hombre. 157 En la fase
superior del régimen capitalista el trabajador ha adquirido la propiedad privada plena sobre sí
mismo.
Con este carácter se enfrenta al voluminoso mundo de bienes y servicios que el
moderno capitalismo de consumo le pone delante.
En primera instancia, los trabajadores, acuciados por ese enorme cúmulo de
satisfactores, llevan hasta sus últimas consecuencias las transformaciones que en su fisiología
y en su psique produce la propiedad privada; el trabajador, excitado por esa monstruosa
acumulación de cosas, procede, bajo su propia dirección, a manipular su sensoreidad para
desarrollar nuevos procesos orgánicos -fisiológicos y psíquicos- (necesidades y su satisfacción)

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que correspondan a la plétora de bienes que la sociedad de consumo seductoramente le


presenta.
Estas nuevas necesidades tienen las siguientes características específicas:
-En ellas se ha sustituido definitivamente el mecanismo insatisfacción-satisfacción, que
primitivamente funcionaba para la integración de la corporeidad del individuo mediante la
satisfacción de sus necesidades, por el de displacer-placer. La necesidad no tiene ya ningún
nexo con la constitución, conservación o reconstitución biológica del individuo, pues sólo es un
medio para desarrollar una sensación exacerbada de insatisfacción que debe ser aplacada con
una sensación exacerbada de placer que se obtiene con la asimilación del objeto.
-Las sensaciones exacerbadas de insatisfacción y satisfacción traen consigo el
funcionamiento desmandado de los procesos sensoriales y psíquicos implicados y, por tanto, el
desgaste acelerado de los mismos y de los órganos en los que residen.
-Esa actividad desbordada y el rápido deterioro de los procesos orgánicos y los órganos
involucrados se traducen necesariamente en su descomposición irreversible.
-La integración armónica de órganos y procesos se trueca en el descoyuntamiento de los
mismos, lo que resulta en un monstruoso desarrollo autónomo de sus elementos.
-La sociedad de consumo ofrece una variedad y una cantidad inagotables de
satisfactores, por lo que en el individuo consumidor se genera una multitud de situaciones de
insatisfacción exasperada, las que a fin de cuentas integran una sola sensación magnificada de
insatisfacción (displacer) que crece desmesuradamente, tanto con su parcial aplacamiento por
la satisfacción de una necesidad aislada, lo que sólo es el punto de apoyo para una necesidad
mayor, como por la imposibilidad de satisfacer una, varias, o una gran parte de las
necesidades.
-La sociedad de consumo ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de las
mercancías que produce sean consumidas por el individuo; éste ejerce, por tanto, una
infinidad de acciones de satisfacción enardecida por las cuales asimila los objetos exteriores.
Las acciones mencionadas se consolidan en una sola situación interminable de satisfacción
exaltada, de goce placentero.
-Cada satisfacción placentera trae consigo un embotamiento de la sensoreidad del
individuo, por lo que exige una exacerbación mayor de la sensación de insatisfacción y una
satisfacción que proporcione un placer redoblado. Y así sucesivamente.
-El individuo de la sociedad capitalista vive en una situación permanente de
insatisfacción y satisfacción crecientemente exacerbadas (displacer-placer) que proporciona un
gigantesco impulso al desgaste y descomposición de su organismo.
-El mundo de los bienes de consumo tiene una naturaleza francamente libidinal, lo
mismo que los individuos que los consumen.
-El consumo es, en la fase superior de la sociedad capitalista, un tipo de orgasmo
colectivo sin solución de continuidad, el clímax de una excitación displacentera igualmente
permanente.
-El desgaste, deterioro, alteración y descomposición de los procesos orgánicos y órganos
que intervienen en la satisfacción de las necesidades que crea la sociedad de consumo llevan a
su culminación el movimiento de la propiedad privada por el que se produce la anulación de
las características biológicas de la especie y con ello la de la esencia natural del hombre.
-Este mecanismo descrito se establece como el modo general a través del cual se
satisfacen todas las necesidades de los individuos en la sociedad capitalista moderna, incluidas
las necesidades elementales por medio de las que se conserva y reconstituye la corporeidad de
los trabajadores. Esto quiere decir que los obreros que se encuentran en los niveles salariales
más bajos y los que forman el ejército industrial de reserva, así como los grupos sociales
marginales –los migrantes y las minorías étnicas en los países desarrollados, los indios
americanos, las tribus africanas, etcétera-, están sujetos, aún en la satisfacción de sus
reducidísimas y toscas necesidades, al engranaje de ese dispositivo destructor de la naturaleza
humana que es la forma específica desarrollada por la sociedad de consumo de determinación
y satisfacción de las necesidades individuales.
En lo que antecede hemos considerado la relación existente entre el mundo de bienes
de consumo que incita el deseo de los trabajadores y el mecanismo de colmar la necesidad

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inducida, el cual se basa en la exacerbación de las sensaciones correspondientes de


satisfacción e insatisfacción. Pudimos apreciar las funciones que desempeñan la burguesía y el
proletariado: aquella aguijonea el apetito de los trabajadores y éstos especulan con sus
procesos orgánicos para excitar su sensoreidad.
Cuando esta relación llega a su apogeo, engendra otra que tiene un contenido más
radical. El régimen capitalista ofrece como bienes de consumo y los individuos trabajadores las
asimilan como tales, sustancias que producen directamente, en el sistema nervioso, mediante
reacciones bioquímicas, las exacerbadas sensaciones de satisfacción e insatisfacción. Lo
característico es que esas sustancias (alcohol, nicotina, morfina, cocaína, opio, anfetamina o
speed, seudoefedrina, éxtasis, cánnabis (marihuana y hashish), inhalantes, etcétera) no
impresionan primero, como los otros bienes de consumo, ni los sentidos ni la psique de los
sujetos, sino que actúan inmediatamente, como tales sustancias, en los centros nerviosos, en
donde provocan la excitación de las sensaciones.
Es evidente que esta forma superior del consumo se traduce necesariamente en un
mayor y más decisivo desgaste de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, en una
aniquilación más contundente de su naturaleza humana.
Existe una relación necesaria de mutuo engendramiento entre ambas formas del
consumo. El consumo masivo de bienes y servicios lleva necesariamente al consumo masivo de
narcóticos, y éste es, por su parte, soporte, apoyo y generador del consumo masivo de
mercancías.
La producción y comercialización de los narcóticos, el narcotráfico, es una rama
necesaria y legítima del régimen capitalista moderno

La sociedad de consumo y la revolución


El movimiento revolucionario y su resultado obligatorio, la instauración del socialismo y
la formación de un grupo de países socialistas, fueron presididos por la teoría marxista, la cual
fue llevada al seno de la clase de los trabajadores por los partidos revolucionarios.
La teoría marxista es la concepción científica de la naturaleza del régimen de
producción capitalista.
El núcleo de la misma es la proposición, basada en las doctrinas del ser y de la esencia
de la Lógica de Hegel, de que el capitalismo tiene en sí mismo los elementos de su otro como
integrantes de su propia naturaleza y que el ineluctable surgir de éste a la existencia es el
resultado del desenvolvimiento de aquellos.
De conformidad con esto, Marx y Engels encuentran lo siguiente en el régimen de
producción capitalista:
-El capitalismo es un modo de producción que tiene su fundamento en la propiedad
privada;
-se da en él un desarrollo portentoso de las fuerzas productivas, las cuales son única y
exclusivamente materializaciones de fuerza de trabajo de los obreros;
-éste movimiento se desenvuelve a través de la maquinización constante de la
producción, o lo que es lo mismo, de su creciente socialización, la cual está gravada por su
contrario, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, que impone un
freno a la socialización total de la producción (la constitución de un instrumento de producción
colectivo de la especie);
-el incremento de las fuerzas productivas en el régimen de producción capitalista se
realiza a costa de generar la absoluta depauperación de los productores directos, los
trabajadores asalariados, la cual consiste en la abolición total de su naturaleza humana en las
condiciones de trabajo y de vida características de este tipo de sociedad;
-esa completa depauperación de los trabajadores, el conocimiento científico de la misma
y la poderosa tendencia a la socialización de la producción constituyen el motor del cambio
revolucionario por el cual el proletariado se ve imperiosamente obligado a abolir la propiedad
privada, establecer la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y
restaurar la naturaleza humana de la especie, es decir, a instaurar el socialismo;
-la depauperación de los trabajadores se manifiesta, en las primeras etapas de
existencia del capitalismo, como la aniquilación física y moral del individuo trabajador;

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-por tanto, la colectivización de los medios e instrumentos de producción tiene como


finalidad expresa reconstituir, salvaguardar y posteriormente desarrollar al individuo
trabajador.
Tal y como en puntos anteriores lo dejamos consignado, en esta fase del capitalismo la
teoría revolucionaria se basa necesariamente en una concepción incompleta de la naturaleza
humana: por un lado, reconoce como elemento fundamental de la misma la propiedad y la
producción colectivas, pero por el otro le atribuye un papel igual a la individualidad de los
trabajadores en las actividades vitales exteriores al proceso productivo.
En 1989, al mismo tiempo que se festejaba la caída del “socialismo real”, también
alborozadamente se decretó la muerte de la teoría del socialismo marxista.
Sin embargo, para los revolucionarios, lo que estas circunstancias imponen es un
estudio concienzudo, científico, del proceso necesario del surgimiento, apogeo y caída del
socialismo.
Para ello es ineludible volver al estudio de los clásicos (Marx, Engels, Lenin y Stalin) y
retrotraerse a las fuentes en que abrevaron, especialmente la Lógica de Hegel, en la que se
contiene el método científico por excelencia, el que permitió a los revolucionarios anteriores
desentrañar la naturaleza del capitalismo en la etapa en la que ellos actuaban y conducir a los
trabajadores a la conquista del poder y la construcción de la primera fase del socialismo.
Como punto nodular se debe tomar la determinación de un concepto integral de lo que
es la naturaleza humana.
El régimen capitalista, en su forma superior de manifestarse, provee los elementos para
realizar esa tarea: la exorbitante exaltación del individuo que es inherente a la sociedad de
consumo provoca una degeneración y anulación mayúsculas de la naturaleza biológica
humana de los trabajadores; ello significa que el mismo régimen económico está destruyendo,
más allá de la órbita de la producción, las bases biológicas del individuo y preparando y
exigiendo así su naturaleza colectiva.
La reivindicación del marxismo en su próxima etapa de existencia será, por tanto, la
colectivización de todas las funciones vitales del trabajador, lo que presupondrá la anulación
sin concesiones del individuo como tal, la abolición de la propiedad privada del individuo
trabajador sobre sí mismo.
La naturaleza humana que se formará por medio del proceso revolucionario será
totalmente colectiva, tanto en la producción como en el consumo; será anulada esa dicotomía
establecida en la fase anterior del socialismo, por la que la especie humana tenía una
naturaleza colectiva en la producción e individual en el consumo.
La reivindicación que planteará el marxismo en su nueva fase de existencia será la
colectivización total de la actividad humana, tal y como existió en la comunidad primitiva, en
donde la propiedad, la producción y el consumo eran de naturaleza colectiva; su divisa será: la
recuperación de la naturaleza verdaderamente humana de la especie.158.
La rehabilitación y actualización del marxismo-leninismo, propuesta por nosotros como
una tarea ineludible para la realización de la próxima fase de la revolución socialista, implica
necesariamente el rescate de El Manifiesto… de su destierro forzoso y su reincorporación a la
teoría revolucionaria en el lugar que le corresponde, como el basamento de la actividad de
propaganda, agitación y organización entre la clase obrera moderna y la intelectualidad
pequeño burguesa radical de nuestros días, fundamento sobre el cual debe asentarse la nueva
etapa de la revolución socialista internacional que comprende la titánica labor de
reivindicación y desarrollo creador de la doctrina revolucionaria, la formación de partidos
obreros y la liberación del movimiento obrero de la total sujeción a la burguesía en que ahora
se encuentra, con la finalidad de dotarlo de una conciencia y una organización revolucionarias.
En este punto de nuestro estudio (antes de la crisis financiera internacional), el
“capitalismo de consumo” se encuentra en la cima de la fase de mutua complementación de
todos los contrarios que lo forman; su status es el de la contradicción solucionada, en los
términos hegelianos.

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Hay una extrema fluidez entre los polos de todas las contradicciones: la producción y el
consumo, las distintas funciones del capital industrial, las diversas formas del capital (capital
industrial, capital comercial y capital bancario), los dos sectores de las economías nacionales
(sector I y sector II), los dos sectores de la economía internacional (sector I y sector II
internacionales), etcétera. Todos los elementos del régimen capitalista se engendran
mutuamente y dan lugar a una sobre acumulación de capital.
Esta suprema acumulación de capital produce necesariamente, en una forma más alta,
los elementos de la negación del régimen capitalista.
En efecto, el proceso de maquinización y socialización de la producción avanza
sustancialmente en el camino de su conversión en una unidad productiva global y la fuerza de
trabajo se aproxima en una gran medida a su máxima abstracción y a su concentración total
en un obrero colectivo, también de extensión global. El instrumento y la fuerza de trabajo
colectivos de la especie se forjan en el paroxismo del movimiento económico y por el momento
permanecen ajenos uno del otro.
La explotación y depauperación de los trabajadores se hace más extrema: las formas
clásicas de producción de plusvalía (absoluta y relativa), la intensificación y extensión del
trabajo y el consumo masivo tienen un desarrollo vigoroso del que resultan el desgaste y la
descomposición total de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, la definitiva
anulación de su constitución biológica, la negación radical de su esencia natural humana.
La sociedad de consumo tiene como último fundamento la conversión definitiva de los
obreros en propietarios privados de sí mismos, en individuos. Como tales, a través de la
exaltación desmedida de sus necesidades y su satisfacción, ellos participan activamente en la
labor del capital de reforzar sus grilletes, endurecer su explotación y acelerar el proceso de su
depauperación.
En el capitalismo de consumo se presenta la fase más alta de la formación del
instrumento colectivo y del sujeto colectivo, es decir, del obrero colectivo.
La reunión de estos dos elementos integra la naturaleza superior de la especie humana:
un obrero colectivo total que posee un instrumento colectivo total, su misma fuerza de trabajo
materializada, por medio del cual actúa sobre la totalidad de la naturaleza con la finalidad de
satisfacer colectivamente sus necesidades.
El instrumento colectivo encuentra un obstáculo para su constitución definitiva en su
fraccionamiento en parcelas de propiedad privada de los capitalistas.
El obrero colectivo, por su parte, se ve impedido de realizar su conformación final a
causa, primero, de la segmentación a que lo somete la misma parcelación del instrumento en
propiedades privadas y, segundo, de la naturaleza de propietario privado de sí mismo con que
lo ha dotado el régimen capitalista, fortalecida en grado superlativo por la sociedad de
consumo, que erige una traba insuperable a la colectivización del consumo y a la abolición de
la individualidad capitalista de los trabajadores, al tiempo que agrava la depauperación de los
mismos.
El instrumento y el obrero tienden ardorosamente hacia la colectivización; también se
exigen acuciantemente uno al otro.
El instrumento que se colectiviza demanda un obrero colectivo que se apropie del
mismo como un todo y permita así que esa fuerza productiva se desarrolle libremente; el obrero
en vías de colectivización reivindica la propiedad del instrumento colectivo para detener y
revertir el proceso de depauperación, colectivizar el consumo y abolir la individualidad
capitalista de los trabajadores.
La separación entre el instrumento y el obrero se trueca en su reunión. La especie
humana habrá reivindicado, como elementos de su naturaleza esencial, un instrumento
colectivo maquinizado y una fuerza de trabajo colectiva totalmente desindividualizada.
Este resultado aparece como la reapropiación por la especie humana de su naturaleza
esencial, la cual le había sido despojada por el régimen capitalista. Es la restauración de la
naturaleza humana de los trabajadores.
En su fase de consumo masivo, el régimen capitalista tiene en sí mismo a su otro, al
socialismo, en un grado de maduración tal que ya apunta abiertamente hacia su surgimiento a
la existencia.

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La aparición del otro del capitalismo de consumo a la existencia, el establecimiento del


socialismo integral, debe producirse con una necesidad ineluctable.
La terrible depauperación a que es sometido el proletariado internacional lo acerca
peligrosamente a una degeneración irreversible de su naturaleza humana, por lo que es
imperioso, para la sobrevivencia de la especie, la reapropiación por ésta de su esencia natural.
Al mismo tiempo, la producción y el consumo, el desgaste, la descomposición y
degeneración de sus órganos y procesos orgánicos generan en los trabajadores un malestar
profundo, una grave desestabilización psíquica y un odio sordo y potente que integran la
energía que aquellos despliegan en el trabajo y en el consumo capitalistas, pero que es también
la que debe dirigir hacia la anulación de los mismos.
La clase obrera se encuentra, a pesar de su creciente colectivización, dividida de
acuerdo con la partición del instrumento de producción en propiedades privadas; está
fragmentada, además, en sectores radicalmente opuestos entre sí en virtud de sus intereses
encontrados: trabajadores agrícolas, mineros, industriales, de los servicios, inmigrantes,
aquellos que forman el ejército industrial de reserva, etcétera; está, así mismo, completamente
atomizada por el carácter de individuos propietarios privados de sí mismos con que la sociedad
de consumo los dota. Los obreros se encuentran en principio separados entre sí, por grupos y
como individuos.
La burguesía media ha logrado en muchos casos organizar a los obreros en sindicatos,
los que, bajo su dirección, sostienen las tradicionales reivindicaciones de defensa del salario,
del empleo, de la jornada de trabajo, etcétera y las exigencias económicas y políticas que este
sector de la burguesía hace a la plutocracia.
En otras ocasiones es la misma oligarquía capitalista la que organiza a los obreros en
sindicatos “blancos”, a través de los cuales administra las mezquinas prestaciones laborales
que concede a sus trabajadores.
Muy excepcionalmente son los mismos obreros los que se organizan sindicalmente, pero
las reivindicaciones que sostienen son las mismas que las de los sindicatos burgueses, a las
que se agregan las de la pequeña burguesía, y sus formas de lucha son las típicas de esta clase
social. Hay una colaboración muy estrecha entre estos sindicatos y las organizaciones de la
pequeña burguesía.
No existe en la actualidad ninguna organización obrera que haya sido creada por los
propios trabajadores y que sostenga sus demandas revolucionarias.
Por el contrario, amplios sectores del proletariado han sido englobados en organismos
de la pequeña burguesía radical que mantienen un enfrentamiento con la burguesía en general
y desarrollan una lucha contra el neoliberalismo, el calentamiento global del planeta, la
autonomía de los pueblos autóctonos, la libertad sexual, la igualdad de género, etcétera.
La ideología de la pequeña burguesía se extendió hacia todas las capas de la población.
El proletariado recibió también esta influencia e hizo suyos los postulados y las formas de
lucha de esa clase social.
En la “sociedad del bienestar”, la burguesía industrial, o burguesía liberal, o burguesía
“no monopolista”, había logrado que la clase obrera asumiera su ideología y se organizase con
la finalidad de luchar, dentro de los marcos de la sociedad burguesa, por el mejoramiento de
sus condiciones laborales y de vida; es decir, que había proporcionado al proletariado una
ideología y una organización burguesas.
Al mismo tiempo, los partidos obreros de masas, alejados ya definitivamente del
marxismo-leninismo aquellos que lo profesaban casi sólo de nombre, evolucionaron hacia la
derecha en el espectro político, adoptaron todos posiciones cada vez más burguesas y vaciaron
su contenido proletario para convertirse en partidos de la pequeña burguesía.
Al inaugurarse la “sociedad de consumo”, en la década de los años 80 del siglo pasado,
el movimiento obrero ha desaparecido literalmente y los antiguos partidos obreros han dejado
de serlo y son ahora partidos pequeño burgueses diluidos en la oposición legal; para efectos
prácticos, al inicio del siglo XXI ni el movimiento obrero ni los partidos obreros de masas tienen
ya existencia.
La clase obrera moderna, privada de su ideología (la que naturalmente le pertenece: el
marxismo-leninismo), de sus partidos y de su organización, dotada con una ideología y una

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organización burguesas, recibe el embate de la pequeña burguesía; ésta inyecta su ideología y


sus formas de lucha específicas a la clase de los trabajadores, las que se sobreponen a las que
antes había introducido la burguesía y las refuerza. Los trabajadores tienen en la actualidad
una conciencia burguesa perfeccionada por las contribuciones de la ideología de la pequeña
burguesía, las cuales poseen una base firmemente asentada en la fisiología y en la psicología
de los individuos, están organizados de acuerdo con los patrones determinados por la
burguesía y la pequeña burguesía y desarrollan una lucha fundamentalmente por
reivindicaciones burguesas y pequeño burguesas y con los métodos característicos de la
burguesía y la pequeña burguesía.

El otro del capitalismo de consumo es el socialismo integral


Queda ahora claro cómo debe darse el paso de la sociedad de consumo al socialismo
integral.
El socialismo integral es aquel que comprende la propiedad colectiva sobre los medios e
instrumentos de producción y además el consumo colectivo y la abolición de la propiedad
privada de los individuos sobre sí mismos; sus elementos han madurado en el interior del
capitalismo de consumo.
La fuerza motriz de este movimiento revolucionario es el proletariado, la clase de los
trabajadores asalariados.
Para adquirir esta naturaleza tiene que estar organizada con absoluta independencia de
la oligarquía, la burguesía y la pequeña burguesía.
Es necesario también que el fraccionamiento y la individuación de sus integrantes,
impuestos por el régimen burgués, hayan sido superados y se constituya en una fuerza
colectiva cohesionada, cuyos elementos carecen ya de la individualidad capitalista.
Con el fin de alcanzar la organización colectiva y la desindividualización de sus
miembros, es preciso que la conciencia burguesa y pequeña burguesa que la clase obrera
posee se transforme en una conciencia proletaria. Esto quiere decir que la conciencia de
individuos y la fisiología que le sirve de base, las cuales la pequeña burguesía les ha dado y
cuyas raíces son muy fuertes y profundas, deben ser arrancadas desde su cimiento y
sustituidas por una conciencia colectiva.
Es evidente que la clase de los trabajadores asalariados no puede por sí misma
desembarazarse de la tutela de la burguesía y de la pequeña burguesía, tampoco organizarse
colectivamente ni abolir la conciencia y la fisiología de individuos capitalistas de sus
componentes.
En la fase de existencia del capitalismo de consumo que se caracteriza por la mutua
complementación de todos los contrarios que lo forman (contradicción “solucionada”), los
obreros no pueden hacerlo porque precisamente las condiciones que ahí prevalecen son las que
directamente producen, con implacable necesidad, en los trabajadores, la organización, la
conciencia y la fisiología capitalistas
En la crisis que fatalmente sigue a la etapa de auge y que, como ha sucedido en
la crisis financiera internacional de 2009, lleva a los trabajadores a las simas de la
explotación y depauperación, en donde se manifiestan plenamente los flagelos del
hambre, las enfermedades, la muerte, el paro forzoso, la reducción del salario, la
extensión y la intensificación del trabajo, etcétera, los obreros tampoco pueden realizar
las tareas históricas que les corresponden porque esa situación de extrema necesidad
a que son condenados por la violenta crisis capitalista obra inevitablemente en el
sentido de dar mayor fuerza a su naturaleza de individuos propietarios privados de sí
mismos, por lo que cualquier confrontación que tengan con la burguesía es
únicamente porque ahora ésta les niega tajantemente la satisfacción de sus
necesidades individuales.
La intelectualidad radical (integrada por la intelectualidad pequeño burguesa radical y
por trabajadores intelectuales radicalizados), estimulada por las condiciones de vida a que la
somete el régimen burgués, se ve obligada a inquirir teóricamente acerca de la situación propia
y de la clase obrera en el régimen del capitalismo de consumo y sobre la naturaleza esencial de
éste. Hasta hoy, este impulso la ha llevado a recaer reiteradamente en las formulaciones

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revisionistas de la teoría de la revolución. Para dar el salto hacia una concepción científica del
régimen de producción capitalista en su fase actual de capitalismo de consumo es necesario
que la intelectualidad radical realice una inmensa labor teórica, de igual envergadura cuando
menos que las producciones de los clásicos. Esa tarea debe comprender lo siguiente:
-Reivindicación del marxismo leninismo, empresa que abarca: a) exclusión de las tesis
revisionistas del cuerpo de la teoría revolucionaria, b) delimitación de aquello de la doctrina
marxista así depurada que es aplicable a ambas fases del régimen capitalista (teorías
económica, de la lucha de clases, de la revolución socialista con sus postulados fundamentales
de la conquista del poder por el proletariado, la abolición de la propiedad privada sobre los
medios e instrumentos de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los
mismos, etcétera), c) determinación más precisa de lo que en la primera fase se adelantó sólo
como una mera indicación y que en la etapa actual adquiere una relevancia fundamental
(conceptos de: naturaleza esencial del ser humano, anulación y reapropiación de su esencia
natural humana, comunismo como la absoluta colectivización del ser humano, etcétera) y d)
reconocimiento de la Lógica de Hegel como el método científico del marxismo.
-Desarrollo creador del marxismo leninismo, cuando menos en los siguientes aspectos:
a) análisis del proceso histórico del paso de la primera a la segunda fase del capitalismo, b)
estudio del nacimiento y extinción del socialismo que se instauró en la primera fase del
capitalismo, c) utilización, en a) y b), de la Lógica de Hegel como método científico del
conocimiento (doctrina del ser y doctrina de la esencia) y, desde luego, de aquellos principios
del marxismo que tienen vigencia para ambas fases del capitalismo, d) determinación de las
características específicas del capitalismo de consumo (consumo masivo, individuación de los
trabajadores, etcétera), e) discernimiento de las formas particulares de explotación y
depauperación de los trabajadores que se dan en la sociedad de consumo, f) identificación de
los elementos que en la sociedad de consumo constituyen los gérmenes de la segunda etapa del
socialismo, g) explicación de los rasgos esenciales del socialismo que surgen de la sociedad de
consumo (colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los
trabajadores, abolición de la familia y el hogar individuales, etcétera). Una vez conseguido este
objetivo, la intelectualidad radical habrá logrado aclarar para sí misma todas esas cuestiones
teóricas y estará en posibilidad de pasar a la etapa siguiente, en la cual:
-procederá a remover la conciencia burguesa y pequeño burguesa que posee la clase de
los trabajadores y a sustituirla por una conciencia proletaria, lo cual significa que debe llevar a
la clase de los trabajadores a la comprensión plena de la naturaleza que tiene el régimen
capitalista de consumo, del carácter de propietarios privados de sí mismos que éste les ha
conferido, de las formas extremas que en él adquieren su explotación y depauperación y de la
necesidad de que unidos, organizados y conscientes den vida, por medio de los métodos
revolucionarios clásicos, al socialismo integral, el que además de la propiedad colectiva sobre
los medios e instrumentos de producción incluye la colectivización del consumo y la supresión
de la individualidad capitalista de los obreros;
-al mismo tiempo, deshará la organización burguesa y pequeña burguesa de los obreros
y los organizará en torno al denominador común de su naturaleza de trabajadores asalariados
y al proceso de dotación de la conciencia proletaria;
-en esta evolución se irán transformando cualitativamente la intelectualidad radical y
la clase de los trabajadores; la primera integrará a su ser las capas superiores de la clase
obrera y se convertirá en un partido revolucionario; la segunda estará cada vez más y mejor
organizada en torno a sus intereses de clase, será una clase revolucionaria; partido y clase
formarán una unidad indisoluble. Partido y clase desarrollarán entonces la lucha por la
instauración del socialismo integral. Una vez que la clase obrera, guiada por su Partido
revolucionario, haya conquistado el poder, deberá realizar las transformaciones revolucionarias
en el régimen de producción: apropiación colectiva de los medios e instrumentos de
producción, colectivización del consumo, abolición de la individualidad capitalista de los
trabajadores, etcétera.
Multitud de grupos y grupúsculos, en el tramo de existencia de la sociedad de consumo,
han intentado infructuosamente convertirse en Partidos revolucionarios y organizar a los
trabajadores en una clase revolucionaria. El esquema de su acción es siempre el siguiente: se

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reúne un grupo de intelectuales radicales que declaran su adhesión al marxismo-leninismo, al


cual consideran una doctrina completa y lista para aplicarse, y manifiestan su repudio al
revisionismo de todo tipo; se organizan de acuerdo con las directrices de la IIIa. Internacional y
toman como modelo al Partido Bolchevique: establecen Comités, Burós, Conferencias, etcétera,
entre los que reparten, conforme a una meditada división del trabajo, todas las tareas
imaginarias que algún día van a llevar al cabo; fundan su órgano informativo, al que
denominan “Iskra”, o algo así; otean el horizonte político y siempre descubren que ahora sí el
proletariado, obligado por la super explotación capitalista, ha iniciado una lucha contra el
régimen burgués; trazan una estrategia y una táctica para la lucha revolucionaria, armados
con las cuales se lanzan a la conquista de la clase obrera. Invariablemente, una clase obrera
sometida organizativa e ideológicamente a la burguesía los repele sin que hayan siquiera
podido hacer contacto con su epidermis; sobreviene la crisis en la organización
“revolucionaria”, se produce sin falta la escisión y ya tenemos dos grupos que seguirán el
mismo ciclo descrito. Y así sucesivamente. Las organizaciones que después de varios intentos
de penetrar en la clase obrera, por alguna causa sobreviven a esta fatalidad, se convierten,
conservando su estructura de Partidos “revolucionarios”, en aliados de la pequeña burguesía
en las luchas “populares” que sus diversos sectores despliegan contra la burguesía y hacen de
esa lucha pequeño burguesa el único contenido de su acción política. Esto es así porque estos
grupos nunca realizan las tareas necesarias, que acabamos de describir, para tener un
carácter verdaderamente revolucionario. Sin embargo, el propio desarrollo del capitalismo en
su fase de consumo habrá de obligar a la intelectualidad radical a dar el salto cualitativo por el
cual debe convertirse en una organización verdaderamente revolucionaria

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BIBLIOGRAFIA

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