Documento de Justo Rivas H.

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PARROQUIA CRISTO LUZ DEL MUNDO

Guía para el sacramento de la reconciliación


PREPARACIÓN PREVIA

1.
¿Qué es el sacramento de la Penitencia o reconciliación?

La Penitencia o reconciliación, que se llama también Confesión, es el


sacramento instituido por Jesucristo para perdonar los pecados cometidos
después del Bautismo.

Jesús perdonó los pecados (Marcos 2, 5), pero una vez resucitó, sabiendo que iba
a ascender al cielo, quiso seguir perdonando pecados por medio de sus
apóstoles, por eso los delegó en esa misión, Juan 20, 19-23 nos lo recuerda:

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por


miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también
yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos."

2.
¿Quién perdona los pecados en el Sacramento de la reconciliación?
Es Jesucristo quien perdona usando como instrumento visible de ese perdón al
ministros ordenado. El ministro del sacramento de la reconciliación es el
sacerdote aprobado por el Obispo para oír confesiones.

3.
¿Por qué confesar los pecados?
El pecado es una ofensa a la bondad de Dios que atenta contra su autoridad,
contra la dignidad del prójimo y la propia dignidad. Esto mancha el alma y pone
en riesgo nuestra salvación. Por eso Jesucristo dejó la confesión como medio
para limpiar el alma y volver a la amistad con Dios.

4.
¿Cuántas cosas son necesarias para hacer una buena confesión?
Para hacer una buena confesión, cinco cosas son necesarias:
1ª Examen de conciencia.
2ª Dolor de haber ofendido a Dios (pesar por ofender a Dios y detestar
esa ofensa hecha a Dios. Que es tan bueno.

3ª Propósito de no pecar en adelante (querer luchar contra el pecado).


4ª Acusación de los propios pecados (confesión hablada con el sacerdote).

5ª Satisfacción o penitencia (cumplir la penitencia impuesta por el sacerdote)


5.
¿Cómo puedo hacer un buen examen de conciencia?
Aquí te dejamos una guía. Te recomendamos tomar papel y bolígrafo e ir
anotando los pecados en los que sales positivo de acuerdo al cuestionario de
examen de conciencia.

EXAMEN DE CONCIENCIA

AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS...

¿Creo todo lo que Dios ha revelado y nos enseña

1. la Iglesia Católica? ¿He dudado o negado las


verdades de la fe católica? ¿Doy testimonio de
mi fe entre mis amigos?

¿Hago con desgana las cosas que se refieren a Dios? ¿Rezo con frecuencia y

2. atención? ¿Agradezco a Dios tantas cosas buenas que me ha dado? ¿Rezo en


algún momento de la jornada?

¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento? ¿He callado

3. por vergüenza algún pecado mortal en confesiones anteriores? ¿He recibido


al Señor en la Sagrada Comunión teniendo algún pecado grave en mi
conciencia?

4.
¿He dicho palabras irreverentes? ¿He jurado sin verdad o sin necesidad, sin
prudencia o por cosas de poca importancia?

¿He blasfemado? ¿He jurado sin necesidad o sin verdad? ¿He practicado la

5. superstición, el horoscopo o el espiritismo, el yoga, la santería, ¿He invocado el


nombre del demonio o participado de algún juego en que se invoquen
espíritus?

6.
¿He faltado a Misa, o la he vivido mal, los domingos o festivos, por mi culpa y
sin una razón grave? ¿Vivo los días de fiesta y fines de semana como cristiano?

… Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO.

Manifiesto respeto y cariño a mis padres? ¿Les


1. obedezco con prontitud y alegría? ¿Colaboro en las
tareas de la casa? ¿Doy buen ejemplo a mis
hermanos y les ayudo en sus necesidades? ¿Riño con
ellos o los insulto?
2. ¿Respeto a los profesores y autoridades?

¿Respeto mi vida y la de los demás? ¿He agredido a personas o participado en


3. peleas? ¿Difundo el cuidado de la vida, también de la de los no nacidos?

¿He dañado o puesto en peligro mi vida o mi salud: incumpliendo las normas de


4. tráfico, o con desorden en el horario de descanso nocturno?

5. ¿He bebido o comido en exceso, me he emborrachado o tomado drogas?

¿Deseo el bien a los demás? ¿Los he perjudicado con engaños, trampas o


6. amenazas? ¿Tengo envidia, y me molesto cuando a otros les salen las cosas bien
o me alegro cuando les salen mal?

¿Me tomo en serio la amistad, o por el contrario me conformo con un trato


7. superficial y frívolo? ¿Soy leal y sincero con mis amigos? ¿Rezo por ellos y
perdono sus defectos?

¿Vivo la castidad? ¿He realizado actos impuros? ¿Solo o con otras personas? ¿He
8. consentido pensamientos, deseos o sensaciones impuras?

¿He visto vídeos, programas, revistas o imágenes indecentes? ¿He asistido a


9. fiestas, diversiones o espectáculos que fácilmente me incitaban a pecar? ¿He
incitado a otros a hacer el mal?

10. ¿He tomado cosas que no son mías? ¿Las he devuelto?

¿Soy generoso, y pongo mis cosas al servicio de los demás, o estoy


11. excesivamente apegado a ellas? ¿Me quejo cuando no tengo lo que quiero o me
falta alguna comodidad? ¿He malgastado el dinero por capricho, vanidad o
envidia?

¿Colaboro de algún modo con las necesidades de la Iglesia y de la sociedad?


12. ¿Pienso en tantas personas que padecen hambre, enfermedad o soledad y
procuro ayudarles en la medida de mis posibilidades?

¿Estudio con orden e intensidad y cumplo con mis deberes de estudiante?


13. ¿Procuro acabar bien el trabajo? ¿He estorbado el estudio de los demás,
interrumpiéndoles, dificultando que cumplan su horario o dando mal ejemplo?

¿Estudio con orden e intensidad y cumplo con mis deberes de estudiante?


14. ¿Procuro acabar bien el trabajo? ¿He estorbado el estudio de los demás,
interrumpiéndoles, dificultando que cumplan su horario o dando mal ejemplo?

¿He dicho mentiras? ¿Pienso mal del prójimo y juzgo sin fundamento o sin
15. necesidad? ¿Hablo mal de los demás: inventando falsedades sobre su
comportamiento, revelando sin necesidad sus defectos graves o haciendo eco a
chismes? ¿He reparado el daño que he causado con esas conversaciones?
CONSEJOS PARA EL MOMENTO DE LA CONFESIÓN

1. Si tienes vergüenza de mirar al sacerdote inclina tu mirada, la vergüenza es


signo de dolor por el pecado cometido.

2. Inicia por los pecados más difíciles de confesar, así evitarás el riesgo de
omitirlos y acarrear con el pecado de mentira dentro de la confesión.

3. Puedes llevar los pecados escritos en papel para no olvidar ninguno.

No justifiques los pecados sólo dilos, es decir no culpes a nadie (no cuentes los
4. pecados de otro), ni a la vida, ni a las circunstancias.

5. Escucha los consejos del sacerdote con humildad y sencillez.

DURANTE EL SACRAMENTO

1. ¿Cuántas son las partes del sacramento de la Penitencia?

Las partes del sacramento de la Penitencia son la contrición, confesión y satisfacción


del penitente (penitencia) y la absolución del sacerdote.

2. ¿Qué debo hacer cuándo me voy a confesar?

Aquí te ayudamos a seguir los pasos de la confesión.

PASO 1: Recepción del penitente e invitación a confiar.

El sacerdote te saludará, si no es así tu le saludarás con palabras


sencillas. Luego te signarás con la señal de la cruz diciendo:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Luego el sacerdote puede llegar a exhortarte con algunas palabras,


si llega hacerlo responderás diciendo: “Amén”.

PASO 2: Confesión de los pecados y aceptación de la penitencia

Si el sacerdote te lo indica recitarás primero el “Yo confieso”.


Inmediatamente confesarás tus pecados de acuerdo a lo que has
reflexionado en tu examen de conciencia, puedes pedir ayuda al
sacer-dote para realizar una confesión integra.
PASO 3: Acto de contrición y absolución de los pecados

A continuación te lo pida o no el sacerdote recitarás el acto de contrición ya sea en


voz alta (si te lo pide así el sacerdote) o en voz baja o mentalmente (si no te lo
pide):

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los


pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo
corazón, porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno.

Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu


infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis
culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén

El sacerdote procederá a darte la absolución en nombre de Jesucristo, recuerda


que el Jesús quien te perdona, acoge y disfruta ese momento de amor y
misericordia divina. Inclina tu rostro con reverencia, incluso puedes cerrar tus
ojos para no desconcentrarte en el momento.

PASO 4: Acción de gracias y despedida

El sacerdote te enviará quizá con algunas palabras específicas


como: “Vete en paz” a lo que responderás diciendo “Amén”.

El sacerdote también puede decir “Demos gracias al Señor porque


es bueno”. Tu responderás “Porque es eterna su misericordia”.

PASO 5: Cumplimiento de la Penitencia

Para que tu confesión esté completa es necesario que no dudes en realizarla


pronto, por eso trata cuanto antes de cumplirla fielmente.

Un relato de la vida de Don Bosco que puede ayudarte a


valorar el sacramento de la confesión.

LOS TRES LAZOS Y LA CONFESIÓN, año 1869 (MB. 9,534)


El día cuatro de abril [San] Juan Don Bosco contó el siguiente
sueño a todos los jóvenes reunidos en el estudio después de las
oraciones de la noche:

Me encontraba cerca de la puerta de mi habitación, y al salir miro


a mi alrededor y me veo en la iglesia en medio de una
muchedumbre tal de jóvenes que el templo aparecía
completamente abarrotado.

Estaban allí los alumnos del Oratorio de Turín, los de Lanzo, los de
Miraballo y otros muchos a los cuales no conocía. No rezaban,
sino que parecía que se estaban preparando para confesar.

Una cantidad inmensa de ellos asediaba mi confesionario


esperándome debajo del pulpito.

Yo, después de haber observado un poco, me puse a considerar


cómo conseguiría confesar a tantos muchachos.
Pero después temí estar dormido, soñando, y para cerciorarme de que no lo estaba
comencé a palmotear y sentía el ruido, y para asegu-rarme aún más alargué el brazo y
toqué la pared, que está detrás de mi pequeño confesionario. Seguro ya de que estaba
despierto, me dije:

—Ya que estoy aquí, confesemos— y comencé a confesar.

Pero pronto, al ver a tantos jóvenes, me levanté para ver si había otros confesores que
me ayudasen; y no encontrando a ninguno, me dirigí a la sacristía en busca de algún
sacerdote que quisiese escuchar confesiones.

Y he aquí que vi por una parte y por otra a algunos jóvenes que te-nían una cuerda al
cuello que les apretaba la garganta.

—¿Por qué tienen esa cuerda al cuello? Quítensela —les dije—. Pero sin responderme
se quedaban mirándome con fijeza.

—Vamos —repetí a alguno—, quítate esa cuerda.

El joven al cual yo había dado esta orden obedeció, pero después me dijo:

—No me la puedo quitar; hay uno detrás que la sujeta.


Venga a ver.

Volví entonces la mirada con mayor atención hacia aquella multitud de muchachos y
me pareció ver sobresalir por detrás de las espaldas de muchos de ellos dos
larguísimos cuernos.

Me acerqué un poco más para ver mejor y dando la vuelta por detrás del que tenía
más cerca, vi un horrible animal de hocico monstruoso, forma de gatazo y largos
cuernos, que apretaba aquel lazo.

La bestia aquella bajaba el hocico y lo escondía entre las patas delan-teras, y se


encogía como para que no le viesen. Yo me dirigí a aquel joven víctima del monstruo
y a algunos otros preguntándoles sus nombres, pero no me quisieron responder; al
preguntarle a aquel feo ani-mal se encogió aún más. Entonces dije a un joven:

—Mira, ve a la sacristía y dile a Don Merlone que te dé el acetre del agua bendita.

El muchacho volvió pronto con lo que yo le había pedido, pero entre-tanto yo había
descubierto que cada uno de los jóvenes tenía a sus espaldas un servidor tan poco
agraciado cómo el primero y que, éste, también procuraba pasar desapercibido. Yo
temía aún estar dormido. Tomé entonces el hisopo y pregunté a uno de aquellos
gatazos:

—Dime: ¿quién eres?

El animal, que no dejaba de mirarme, alargó el hocico, sacó la lengua y después se


puso a rechinar los dientes como en actitud de arrojarse sobre mí.

—Dime inmediatamente qué es lo que haces aquí ¡bestia horrible! Ya puedes


enfurecerte todo lo que quieras, que no te temo. ¿Ves? Con este agua te voy a dar un
buen baño.

El monstruo me miraba como agazapado; después comenzó a hacer contorsiones con


el cuerpo de tal forma, que las patas de atrás le llegaban a tocar los hombros por
delante. Y nuevamente quiso arrojarse sobre mí. Al mirarlo detenidamente vi que
tenía en la mano varios lazos.
—¡Vamos! Dime qué es lo que haces aquí.

Y al decir esto, levanté el hisopo.

El bicho entonces pareció resuelto a emprender la huida.

—No te escaparás —continué diciendo—, yo te ordeno que te quedes aquí.

Lanzó una especie de gruñido y después me dijo:

—¡Mira!—, y me enseñó los lazos.

—Dime qué son esos tres lazos —añadí—, ¿qué significan?

—¿No lo sabes? Desde aquí —me dijo— con estos tres lazos obligo a los jóvenes a que
se confiesen mal; de esta manera llevo conmigo a la perdición a la décima parte del
género humano.

—¿Cómo? ¿De qué manera?

—¡Oh! No te lo diré porque tú lo descubrirás a ellos.

—¡Vamos! Quiero saber qué significan estos tres lazos.

¡Habla! De lo contrario te echaré encima el agua bendita.

—Por piedad, envíame al infierno pero no me eches ese agua.

—En nombre de Jesucristo, habla pues.

El monstruo, contorsionándose espantosamente, respondió:

—El primer modo con que aprieto este lazo es, haciendo callar a los jóvenes los
pecados en la confesión.

—¿Y el segundo?

—El segundo, incitándoles a que se confiesen sin dolor.

—¿Y el tercero?

—El tercero no te lo quiero decir.

—¿Cómo? ¿No me lo quieres decir? Entonces te rociaré con agua bendita.

—No, no; hablaré —y comenzó a gritar desaforadamente—.

¿Cómo? ¿No te basta? ¡Ya te he dicho demasiado!, —y tomó a enfurecerse—.

—Quiero que me lo digas para comunicárselo a los Directores.

Y repitiendo la amenaza levanté el brazo. Entonces comenzó a despedir llamas por sus
ojos y algunas gotas de sangre y dijo:

—El tercero es no hacer propósito firme y no seguir los avisos del confesor.
—¡Vamos! Dime qué es lo que haces aquí.

Y al decir esto, levanté el hisopo.

El bicho entonces pareció resuelto a emprender la huida.

—No te escaparás —continué diciendo—, yo te ordeno que te quedes aquí.

Lanzó una especie de gruñido y después me dijo:

—¡Mira!—, y me enseñó los lazos.

—Dime qué son esos tres lazos —añadí—, ¿qué significan?

—¿No lo sabes? Desde aquí —me dijo— con estos tres lazos obligo a los jóvenes a que
se confiesen mal; de esta manera llevo conmigo a la perdición a la décima parte del
género humano.

—¿Cómo? ¿De qué manera?

—¡Oh! No te lo diré porque tú lo descubrirás a ellos.

—¡Vamos! Quiero saber qué significan estos tres lazos.

¡Habla! De lo contrario te echaré encima el agua bendita.

—Por piedad, envíame al infierno pero no me eches ese agua.

—En nombre de Jesucristo, habla pues.

El monstruo, contorsionándose espantosamente, respondió:

—El primer modo con que aprieto este lazo es, haciendo callar a los jóvenes los
pecados en la confesión.

—¿Y el segundo?

—El segundo, incitándoles a que se confiesen sin dolor.

—¿Y el tercero?

—El tercero no te lo quiero decir.

—¿Cómo? ¿No me lo quieres decir? Entonces te rociaré con agua bendita.

—No, no; hablaré —y comenzó a gritar desaforadamente—.

¿Cómo? ¿No te basta? ¡Ya te he dicho demasiado!, —y tomó a enfurecerse—.

—Quiero que me lo digas para comunicárselo a los Directores.

Y repitiendo la amenaza levanté el brazo. Entonces comenzó a des-pedir llamas por


sus ojos y algunas gotas de sangre y dijo:

—El tercero es no hacer propósito firme y no seguir los avisos del confesor.
—¡Bestia horrible!—, le grité por segunda vez, y mientras quise preguntarle otras cosas
e intimarle a que me descubriera la manera de remediar un tan gran mal y hacer
vanas todas sus artimañas, todos los demás horribles gatazos que hasta entonces
habían procurado pasar desapercibidos, comenzaron a producir un sordo mur-mullo,
después prorrumpieron en lamentos y gritos contra aquel que había hablado
provocando una sublevación general.

Yo, al contemplar aquella revuelta y convencido de que no sacaría ya ventaja alguna


de aquellos animales, levanté el hisopo y arrojando el agua bendita sobre el gatazo
que había hablado:

—¡Ahora, vete!—, le dije. Y desapareció.

Después eché agua bendita por todas partes. Entonces, haciendo un grandísimo
estrépito todos aquellos monstruos se dieron a una preci-pitada fuga, unos por una
parte, otros por otra. Y al producirse aquel ruido me desperté y me encontré en mi
lecho. ¡Oh, queridos jóvenes, cuántos de los que yo jamás había sospechado, tenían el
lazo y el gatazo en las espaldas! Ya saben qué simbolizan esos tres lazos.

El primero, que sujeta a los jóvenes por el cuello, simboliza el callar pecados en la
confesión. El lazo les obliga a cerrar la boca para que no se confiesen del todo: o bien
para que digan de ciertos pecados que cometieron cuatro veces que solamente
incurrieron en ellos tres.

El que tal hace, falta contra la sinceridad de la misma manera que el que calla
pecados. El segundo lazo es la falta de dolor; y el tercero la falta de propósito.
Por tanto, si queremos romper estos lazos y arrebatarlos de las ma-nos del demonio,
confesemos todos nuestros pecados y procuremos sentir un verdadero dolor de ellos
y hagamos un firme propósito de obedecer al confesor.

Aquel monstruo, poco antes de montar en cólera, me dijo también.

—Observa el fruto que los jóvenes sacan de las confesiones. El fruto principal de ellas
debe ser la enmienda; si quieres conocer si yo tengo a los jóvenes sujetos con los lazos,
ob-serva si se enmiendan o no.

Debo añadir que quise también que el demonio me dijera por qué se ponía detrás,
sobre las espaldas de los jóvenes, y me respondió:

—Para que no me vean y poderlos arrastrar más fácilmente a mi reino.

Pude comprobar que los que tenían detrás aquellos monstruos eran muchísimos, más
de los que yo hubiera sospechado.

Den a este sueño el alcance que quieran, lo cierto es que he querido observar y
comprobar si era cierto cuanto he soñado y he sacado co-mo consecuencia que todo
era una verdadera realidad.

Aprovechemos, pues, la ocasión que se nos ofrece de ganar la indul-gencia plenaria


haciendo una buena Confesión y una santa Comunión. Hagamos lo posible por vernos
libres de estos lazos del demonio.

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