Clase N 7 Golpe de Estado 1943

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Golpe de Estado 1943.

Fin Década Infame

Golpe de 1943

Con el golpe de Estado, que lleva a cabo el G.O.U, grupos de jóvenes militares nacionalista,
se pone un final a la Década Infame.

Comienza un proceso, donde uno de los miembros del grupo, va a tener una participación
preponderante, y no menos conflictiva. Es una etapa de grandes movimientos sociales, por
ello algunos historiadores la denomina: "la democracia de masas", otros con una perspectiva
más liberal y anti popular la van a caracterizar como la etapa del "aluvión zoológico" .

Los elementos característicos de este proceso son sin duda, el avance en los derechos,
sociales, civiles, etc. Como también el impulso a la industrialización, y la intervención
estatal, en la esfera económica como, también en muchos aspectos de la vida social. Periodo
donde no van a faltar los conflictos sociales.

Actividades

 Realizar una breve reflexión sobre el Golpe de Estado de 1943.

dejo link de videos para complementar el acontecimiento, no son obligatorios

https://www.youtube.com/watch?v=N_Pq6bRts-Y

https://www.youtube.com/watch?v=L83FmCQy70w

Golpe del 43

Alguna vez, Perón explicó que toda revolución tiene cuatro etapas: la filosófico-doctrinaria, la toma

del poder, la dogmática y la institucional. Durante los años de la Década Infame, no fueron pocos los

grupos de militares y civiles que iban preparando las bases programáticas que después se reflejarían

con toda fuerza durante el peronismo. Entre estos, el grupo de ex yrigoyenistas reunidos en FORJA;
pero también los oficiales que pronto formarían el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una sociedad

militar secreta constituida el 10 de marzo de 1943.

Estando más o menos perfiladas las bases programáticas, la toma del poder no tardó en venir.

Aunque no había pasado mucho tiempo del golpe militar de 1930 contra Hipólito Yrigoyen, el nuevo

cambio de comando en el país tenía nuevos elementos. El 4 de junio de 1943, aprovechando la

apatía del pueblo hacia un gobierno corrupto, conservador y fraudulento, los militares, encabezados

por los generales Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro J. Farrell (que fueron reemplazándose

uno a otro) asumieron el poder. La Segunda Guerra Mundial y una clase obrera largamente

postergada en sus demandas formaron parte del trasfondo de los reacomodos.

En medio de la inicial confusión, sólo el GOU tenía un plan para llevar adelante. Con algunas de las

principales secretarías en sus manos, fue Juan Domingo Perón el que ganó un extraordinario

protagonismo, al hacerse cargo de un relegado pero potencialmente muy aprovechable

Departamento de Trabajo.

Por entonces, el nuevo gobierno, influido por ideas nacionalistas de derecha, ultracatólico, antiliberal

y autoritario, dio elementos a la oposición que se conformó de inmediato para que pudiera acusarlo

de fascismo. Sin embargo, ante el mismo proceso, grupos como FORJA y numerosos fragmentos

de la población, mayormente postergados, apoyaron el golpe o, cuanto menos, se llamaron a cautela.

Creían entonces que podía iniciarse un proceso de recuperación de soberanía nacional, de

industrialización y empleo y de conquista de derechos laborales y sociales.

Para recordar sin homenaje este nuevo quiebre de la constitucionalidad en el país, reproducimos un

fragmento del diario La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista en la Argentina,

publicadas tras el golpe, donde se critica duramente al gobierno de Ramón S. Castillo, a un día de

su derrocamiento.

Fuente: Diario La Vanguardia, 5 de junio de 1943, en Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina
3, Buenos Aires, Planeta, 2006, págs. 305-306.
«El gobierno del doctor Castillo fue el gobierno de la burla y el sarcasmo. Su gestión administrativa

se desenvolvió en el fango de la arbitrariedad, el privilegio, la coima y el peculado. Toleró ministros

y funcionarios ladrones y firmó, displicentemente, medidas que importaban negociados. (…) Eligió

su sucesor a pesar del clamor de la opinión pública y de la repugnancia de algunos miembros del

partido oficial. La fórmula de los grandes deudores de los bancos oficiales contaba con la impunidad

oficial.»

La Vanguardia, 5 de junio de 1943

El golpe de 1943 y el surgimiento de Perón


 20 MARZO, 2015 Por Ezequiel Adamovsky.

En esta nueva entrega de los Fragmentos de historia popular argentina que publicamos

mensualmente, nos dedicamos a los primeros pasos políticos de Juan Domingo Perón en la

Secretaría de trabajo y Previsión luego del golpe de 1943 hasta el histórico 17 de octubre de 1945.

Para el movimiento obrero, el golpe de Estado que en 1943 puso fin al régimen fraudulento de los

conservadores no pareció traer en un principio demasiadas novedades. El nuevo gobierno fue

encabezado por un grupo de militares de ideas nacionalistas que veían con preocupación la

posibilidad de que, luego de que concluyera la Segunda Guerra Mundial, el comunismo hiciera

grandes avances en todo el mundo, incluyendo la Argentina.

En su opinión, el carácter marcadamente antipopular de los conservadores no hacía sino llevar agua

al molino comunista. Había que preparar al país para resistir ese avance –pensaban- y para ello era

necesario un Estado que se ocupara mucho más de las demandas populares.


Por otro lado, también les preocupaba la debilidad militar de la Argentina frente a su mayor rival en

la región, Brasil. Para estar en condiciones de defenderse si había una guerra con el vecino país,

además de la unidad nacional, era preciso un desarrollo económico mucho mayor que el que había

hasta entonces, particularmente en la industria pesada. Las políticas que los conservadores venían

implementando no eran suficientes: era necesario un papel más activo del Estado en la economía.

Con esas preocupaciones en mente fue que se produjo el golpe de 1943. Su programa de gobierno

era industrializar el país y restaurar la unidad nacional mediante políticas sociales más inclusivas

dirigidas hacia los trabajadores. Con el mismo fin también otorgaron a la Iglesia un lugar central en

la educación y en la vida pública, con la esperanza de que contrarrestara la influencia izquierdista.

Entre las primeras medidas de gobierno estuvo el incremento en la persecución de los referentes

comunistas en los sindicatos, pero incluso los sindicalistas moderados sufrieron acosos.

Mientras todo esto sucedía, el Departamento Nacional del Trabajo, ahora redenominado Secretaría

de Trabajo y Previsión (STP), recibió mayores atribuciones y comenzó a tomar numerosas iniciativas

a favor de los peones rurales, obreros, empleados, técnicos y profesionales asalariados. Al frente de

la repartición se designó al coronel Juan Domingo Perón, por entonces un desconocido. En su paso

por la STP, Perón promovió varias medidas que superaban las conquistas que el movimiento obrero

había obtenido hasta entonces.

Los hostigamientos iniciales para con los sindicatos pronto terminaron (excepto para los comunistas,

a quienes se siguió persiguiendo sin tregua). Se invitó a cada uno a enviar asesores que trabajaran

de manera permanente en la STP, colaborando en la confección de las nuevas medidas y

presentando denuncias de abusos patronales. La secretaría también benefició a algunos sindicatos

con subsidios para la ampliación de sus programas de salud y sociales.


La acción decidida de Perón se tradujo asimismo en la expansión de beneficios jubilatorios, mejores

indemnizaciones por accidentes de trabajo, aguinaldos, más cantidad de días de vacaciones pagas

y nuevas cláusulas de defensa de la estabilidad para varios gremios. Por otra parte, se dispuso la

creación de un nuevo fuero judicial, con tribunales del trabajo a cargo de jueces especialmente

dedicados a proteger los derechos de los trabajadores.

Pero acaso la medida más importante fue el decreto que reglamentaba y extendía las negociaciones

de convenios colectivos por rama de actividad. Este tipo de convenios había beneficiado hasta

entonces a pocos gremios y tenía alcances limitados. La nueva disposición hizo obligatoria la

mediación del Estado en caso de conflictos; los convenios firmados serían en adelante de

cumplimiento forzoso y se dotó a la STP poderes de policía para garantizarlo. La Ley de Asociaciones

Profesionales de octubre de 1945, que convirtió ese decreto en norma firme, otorgó también a los

trabajadores amplios derechos de sindicalización, incluyendo la protección de los delegados y

afiliados contra cualquier represalia de la patronal. Para los trabajadores rurales las novedades

fueron incluso más importantes. El Estatuto del Peón promulgado por la STP extendía derechos

básicos para un sector que había estado tradicionalmente desprotegido. El congelamiento de los

arrendamientos dispuesto por Perón benefició también a los chacareros sin tierra.

Hoy recordamos un Perón fuertemente identificado con los trabajadores y enfrentado con las clases

altas. Sin embargo, nada de eso caracterizó sus primeros meses en la función pública. La “justicia

social” y la simpatía por los obreros eran motivaciones poco visibles entre quienes dieron el golpe

de 1943. Las ideas iniciales del propio Perón comenzaron siendo poco más que las de una

cooperación pacífica de los diferentes sectores sociales, sin que se percibiera una clara preferencia

por las clases más bajas, ni un antagonismo respecto de las más altas. Todavía en agosto de 1944

se identificó como el mejor amigo de los empresarios en su famoso discurso en la Bolsa de Comercio.
No tenía en ese entonces una formación política muy definida: su pensamiento tomaba elementos

de su propia educación como militar, del catolicismo social y del nacionalismo.

La febril actividad que Perón desarrolló desde la STP fue inicialmente recibida por el movimiento

obrero con desconfianza y frialdad. Los hombres de experiencia sindical ya conocían las prácticas

divisorias que otros nacionalistas, como Manuel Fresco, venían explorando desde hacía algunos

años. Sabían que muchos de ellos habían aprendido del fascismo italiano la estrategia de conceder

algunas mejoras y presentarse como si fueran adalides de las clases bajas, con el único fin de aislar

y desactivar las demandas más radicalizadas del movimiento trabajador. Aunque con el correr de los

meses Perón conseguiría hacer pie en varios sindicatos, todavía en 1945 estaba lejos de haberse

ganado el apoyo de la mayoría del movimiento obrero, muchos de cuyos dirigentes seguían

observándolo con desconfianza.

De hecho, para fines de septiembre de ese año la carrera política de Perón y su paso por la STP

parecían haber llegado a su fin. En su afán por congraciarse con los trabajadores, el coronel había

cosechado un furioso desprecio entre las clases altas y buena parte de los sectores medios. Había

fracasado en su intento de conseguir una alianza con los radicales y, aunque apreciara las mejoras

obtenidas, la CGT no se decidía a apoyarlo activamente.

A instancias de las entidades patronales y con la ayuda de la embajada norteamericana y de los

principales diarios y partidos políticos, durante ese mes la oposición a Perón ganó las calles en

manifestaciones multitudinarias. La situación finalmente llevó al presidente de facto, el general

Edelmiro Farrell, a prescindir de sus servicios. El 9 de octubre de 1945 Perón fue forzado a renunciar

a todos sus cargos y a recluirse en la isla Martín García. Nadie previó entonces (ni siquiera él mismo)

que un nuevo actor político irrumpiría en la escena nacional pocos días después para traerlo de
vuelta a Buenos Aires, abriendo un curso histórico inesperado que transformaría hondamente la

sociedad argentina.

El 17 de octubre de 1945, detenido en la isla Martín García, Perón estaba convencido de que su

carrera política había terminado y se preparaba para volver a dedicarse a sus asuntos privados. En

Buenos Aires avanzaba la formación de un nuevo gabinete con la tarea de organizar una rápida

retirada para los militares que dos años antes habían ocupado el gobierno. Todo parecía indicar que

muy pronto se celebrarían elecciones democráticas, que seguramente darían la victoria a la UCR o

a alguna coalición de partidos que la incluyera. Sin embargo, ese día la multitud actuó por cuenta

propia y cambió el curso “normal” y esperable de la historia.

Fragmento del libro Historia de las clases populares en la Argentina: desde 1880 hasta 2003,

Buenos Aires, Sudamericana, 2012.

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