Historia de La Semiótica
Historia de La Semiótica
Historia de La Semiótica
ANNE HÉNAULT
HISTORIA DE LA SEMIÓTICA
Indice
Introducción ………………………………………………………………………………………………………
PRIMERA PARTE
Saussure y la semiología
Bibliogra a ………………………………………………………………………………………………………..
SEGUNDA PARTE
De lo lingüís co a lo semiolingüís co
TERCERA PARTE
De lo semiolingüís co a lo semió co: la Escuela de París
Conclusión ………………………………………………………………………………………………………
Bibliogra a ……………………………………………………………………………………………………..
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Introducción
II. ¿Era prematuro soñar con una Historia conceptual de la teoría semió ca? Aun
suponiendo que las decisiones de Kazimierz en 1966 se hubiesen limitado a dar
mayor visibilidad internacional a una corriente de estudios que en realidad había
1 Esta revista fue publicada por el Consejo Internacional de las Ciencias Sociales con intervención de la UNESCO y la
sexta sección de la Ecole Pra que des Hautes Études.
2 A través de los breves desarrollos de algunos de sus temas por Umberto Eco, especialmente en El signo,
Barcelona, Labor, 1976, es posible obtener una idea de esa loso a semió ca.
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comenzado hacía varios decenios –aquí y allá, al mismo empo– y que por lo
tanto comenzaba ya a inscribirse en la duración histórica, esos pocos años de
inves gaciones dispersas, un saber frágil en sus comienzos, ¿merecían tanta
consideración?, ¿no era demasiado temprano para hacerse una opinión sobre el
valor real de esos di ciles enunciados concernientes a las formas de la
signi cación? El componente más desarrollado de esta teoría semió ca, los
trabajos de A. J. Greimas y de la Escuela de París, casi no mo vaba a bosquejar un
balance de aspecto histórico ya que esta teoría, en perpetuo devenir, mul plicaba
sus propias discusiones. Del sen do II, publicado en 19833, ¿no se presentaba
como la negación del otro Del sen do, publicado en 1970? De hecho aquel
concluía su introducción advir endo que: “Sucede como si habiéndose agotado el
valor heurís co de ciertos conceptos instrumentales, un nuevo proyecto, la
construcción de una sintaxis semió ca modal, capaz de crear sus propias
problemá cas y de de nir nuevos objetos semió cos, estuviese dispuesta a tomar
el relevo tras diez años de esfuerzos colec vos. Ya se trate de una crisis de
crecimiento o de un cambio decisivo, poco a poco se va esbozando un nuevo
rostro de la semió ca”.
La desaparición de A. J. Greimas en febrero de 1992 detuvo este esfuerzo teórico
en una fase de suspenso bastante enigmá ca, lo que en un sen do complica la
tarea del historiador eventual de la semió ca y, en otro sen do, invita desde
ahora a interrogar de nuevo el pasado de esa inves gación, sus antecedentes, sus
precursores, con el n de tratar de elaborar, si bien no una historia de la semió ca
en cuanto tal, en todo caso una periodización de sus bases teóricas. Puesta así en
perspec va, la obra de Greimas y sus alumnos se inscribe en una evolución de
más de cien años a par r de la Mémoire sur le système primi f des voyelles dans
les langues indo-européennes [Memoria sobre el sistema primi vo de las vocales
en las lenguas indoeuropeas], publicada por Saussure en 18794.
4 Leipsick, Teubner, 1879, reimpresa en París, F. Vieweg 1887 (= Colección 1-268). [T]
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III. Nos percatamos, entonces, que aunque sin esperar ir al fondo de esos
acontecimientos de pensamiento que enen la di cultad pero también la
imperiosa necesidad de las verdaderas aperturas intelectuales, podríamos al
menos tratar de contar (mezclando rasgos de biogra a individual y perspec vas
sobre la historia de las ideas y de los grupos) la manera cómo se forjaron y
encadenaron los pocos grandes conceptos operatorios que cambiaron todo lo que
se sabía de los fenómenos de la signi cación. En par cular, así se verá,
presentaremos de manera rela vamente extensa la biogra a intelectual de
Saussure, a sabiendas de que tal o cual rasgo de esta vida de docto no sea
inmediatamente percep ble en relación con la semió ca. ¿Por qué esos rodeos
adulterados fuera de la historia crí ca de la teorización semió ca?, ¿para qué
contar las angus as del genio no reconocido por sus pares o contrariado por la
historia? Nos parece que en el caso del surgimiento de ideas tan radicalmente
nuevas, había que procurar no separar las puras consideraciones conceptuales de
las anécdotas en que tentaba formularse la inspiración y las valorizaciones que
fueron el acompañamiento pasional de los descubrimientos racionales. Asimismo
hemos tratado casi simbólicamente, con ayuda de algunas precisiones
documentales, de decir algo de los rumores y controversias que fueron el
contexto social de esos descubrimientos, a n de que al menos por vía imaginaria
se pueda representar lo que fue la «Belle Époque» de las ideas sociolingüís cas en
los alrededores de la Sorbona, o la revolución de Octubre en la República de las
Letras, en Moscú y a las orillas del río Neva. No nos pareció inú l esta puesta en
escena, aunque solo sea para contrapesar la gran aridez de los movimientos de
abstracción y de formalización que debíamos comunicar.
IV. Las inves gaciones más recientes de la Escuela de París son, a la inversa,
expuestas brevemente en forma de una periodización sucinta, siguiendo la
secuencia que Greimas mismo propuso de su obra en varias ocasiones5. Hemos,
pues, decidido dis nguir el enfoque temporal y el debate teórico actual
consagrando, paralelamente a esta Historia de la semió ca, una obra colec va
5 Véase especialmente New Literary History, vol. 20, número 3, pp. 539-550, Bal more, Johns Hopkins University
Press, primavera de 1989.
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tulada Ques ons de sémio que6. En esta segunda obra son explicados más
ampliamente los resultados de los trabajos de A. J. Greimas y la Escuela de París.
También en este segundo volumen se plantea la cues ón del enfrentamiento de
la teoría semió ca europea con la inves gación estadounidense originada en la
semió ca de C. S. Peirce. Si juzgamos por la cronología, parece paradójico que
este gran precursor de las loso as del signo, habiendo sido contemporáneo de
Saussure, no aparezca en esta Historia de la semió ca. La razón de tal ausencia es
que hasta en empos recientes los trabajos de Peirce no han tenido ninguna
intervención7 en el desarrollo de la inves gación teórica que aquí nos ocupa; al
mismo empo, en Europa asis mos a un comienzo de lecturas muy detenidas que
bien podrían tener grandes repercusiones en toda la semio-esfera. A la inversa, la
semió ca europea comienza a suprimir los obstáculos crí cos que
espontáneamente la habían opuesto a los Estados Unidos; en efecto, ella se ve
re ejada por esta lectura trasatlán ca y encuentra un relance de inspiración en las
interpretaciones que le son así devueltas. Todo esto implica, no obstante, que un
planteamiento concerniente a la tradición norteamericana como al conjunto del
atlas semió co, encontraría hoy más naturalmente su lugar en una aproximación
de la semió ca focalizada desde un punto de vista teoremá co y sincrónico antes
que en ese rápido ensayo de enfoque temporal aplicado a un conjunto teórico
homogéneo, del cual se podrá seguir más adelante la secuencia con nua al menos
durante un siglo.
No nos hagamos ilusiones: una verdadera historia de la semió ca sería
actualmente inviable. Basta con pensar en la lista de tareas y encuestas que hace
empo se le asignó como requisito previo por los –tal vez temerarios– editores de
un libro de Historia de la semió ca8. Creemos sin embargo que el sumario según
el orden histórico que hemos logrado cons tuir, aporta perspec vas, un
6 AnneHénault (dir.), Ques ons de sémio que, París, Presses Universitaires de France (coll. Premier Cycle), 2002,
758 pgs.
7 Esta opinión es con rmada por todos los tes monies, en especial los de Jeanne Mar net (Conferencias en la
Universidad de St Andrews, Escocia, 1980) o de Sandor Harvey (Semio c perspec ves, Londres, 1982, p. 8).
8 Achim Esbach y Jürgent Trabant (eds.), History of Semio cs. Benjamins, 1983, p. 27. Ninguna de esas tareas se ha
realizado sa sfactoriamente hasta hoy.
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PRIMERA PARTE
Saussure y la semiología
Capítulo I
DIFICULTADES INEXTRICABLES
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13 “Mundos de ideas se quiebran de un lado y otro, asumiendo […] formas opuestas, inconciliables, que llegan a
toparse unas con otras en la barahúnda caracterís ca de una pesadilla […]”, F. de Saussure, Recueil des publica ons
scien ques, Ginebra, 1922, p. 393. Esta es la cita (1); así, las citas importantes de Saussure son numeradas de (1) a
(24).
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pero en la vida de Saussure, el Ruido y el Furor son some dos a los discretos
silencios de la burguesía. Antes de exponer su proyecto cien co, diremos algunas
palabras de esos dramas personales cuya resonancia sobre su obra fue inmensa y,
más adelante, la manera cómo esta inves gación pudo pretender haber fundado
la singularidad lingüís ca, es decir, la autonomía de la lingüís ca como dominio
cien co.
El espacio concedido a este texto no permite exponer una nueva introducción a
la lingüís ca de Saussure (las hay muchas pero no rivalizan entre ellas, ya que las
prolongaciones de su obra son numerosas). La exposición de los planteamientos
que haremos de algunas nociones centrales de la teoría saussureana se limitará a
remarcar que allí se encuentra la puerta, el portal obligado para quien quiere
tratar de comprender el vér ce original de un vasto conjunto de inves gaciones
muy nuevas que dependen de la semió ca.
En 1878, Ferdinand de Saussure defendió en Leipzig su Mémoire sur le système
primi f des voyelles dans les langues indo-européennes. Dos de los principales
representantes de la lingüís ca histórica y comparada de la época, Karl Brugmann
y Hemann Ostho , manifestaron respecto de ese trabajo de estudiante dotado
una viva oposición cien ca y personal, arrastrando en su incomprensión a gran
parte de la comunidad cien ca alemana. Vein cinco años más tarde, en 1903, en
un texto des nado a defender para la posteridad los aspectos cien camente
innovadores de ese trabajo, Saussure develó algunas de las decepciones (todavía
vivamente sen das) causadas por esos dos profesores. Concluyó ese breve texto,
enmendado y entrecortado, con una suerte de fulguración que es a la vez una
mordaz condena de sus adversarios de Leipzig: (2) “Hay que abordar la lingüís ca
sin la sombra de una observación o de un pensamiento para colocar al mismo
nivel, en primer lugar, un fenómeno como la ley foné ca –que es un efecto no
observable por la experiencia individual– y la acción analógica de la cual cada uno
ene consciencia desde su infancia y por sí mismo. Señal del espíritu borreguil de
los alemanes”. Estas son las úl mas palabras de esos “Souvernirs d’enfance et
d’études” [“Recuerdos de infancia y de estudios”]14.
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Las cartas y fragmentos de textos autobiográ cos dejados por Saussure15 –pero
sobre todo los tes monios de sus amigos y alumnos– construyen la imagen de un
sabio austero dedicado a la inves gación intelectual, cuya existencia se desarrolló
enteramente en algunos grandes templos europeos del saber: luego de los años
de formación (especialmente de sus estudios de sica y química, al mismo empo
que de lingüís ca en la Universidad de Ginebra), la vida ac va de Saussure tuvo
como escenarios la Universidad de Leipzig, la Sorbona en París y de nuevo la
Universidad de Ginebra. Sin embargo, Leipzig lo decepcionó; en octubre de 1881
llegó a París como estudiante y casi de inmediato aceptó sus primeros cargos para
enseñar en la Ecole des Hautes Études [Escuela de Altos Estudios], sin dejar de
asegurar su presencia ac va en la Sociedad de Lingüís ca a la que pertenecía
como miembro desde 1876. Pero en 1891 descartó la idea de suceder a Michel
Bréal en el Colegio de Francia y después de diez años de enseñanza retornó a
Ginebra “echado de menos por todos sus colegas” (nominación a tulo de
extranjero en la Legión de Honor). Ya en Ginebra ocupó una cátedra “creada
expresamente para él” (sánscrito y lenguas indoeuropeas) y durante vein ún
años, hasta su muerte en 1913, dictó un curso completo de sánscrito. A propósito
de estos años ginebrinos, Tullio de Mauro enfa za que “es solo a par r de 1897,
cuando en la misma Ginebra se comienza a formar un grupo de alumnos eles de
15 CFS, 17 y 21.
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alta calidad, que los cursos se hacen más especí cos, más variados y más
densos”16. Es de notar, empero, que después del Congreso de los Orientalistas de
1894, las relaciones de Saussure con el mundo exterior se volvieron raras, su
correspondencia se hizo lenta e irregular; Saussure se dijo aquejado de
“epistolofobia”. Y su ac vidad cien ca aparente, sus publicaciones, cesaron
también al menos en el dominio de la lingüís ca propiamente dicha. En ese
entonces se interesó apasionadamente por el poema épico de los Nibelungos y los
anagramas17 que rastreó en la poesía homérica; luego se dedicó, más
generalmente, al conjunto de la versi cación indoeuropea.
En 1905 se re ró de la enseñanza el tular de la cátedra de lingüís ca general y
de historia comparada de las lenguas europeas, Joseph Wertheimer, cuyos cursos
Saussure, estudiante de lingüís ca en Ginebra en 1876, había evitado
cuidadosamente. Entonces se le con ó sucederle. Es en ese momento que se
reac varon e hicieron públicas las intuiciones de teorización lingüís ca que había
comunicado a A. Meillet desde su carta de enero de 1894, como un libro a escribir
–comenzado, necesario pero inviable18– pero que efec vamente nunca sería
hecho por él: (3) “Eso terminará, a pesar de todo, en un libro en el que sin
entusiasmo ni pasión explicaré por qué no hay un solo término empleado en
lingüís ca al cual yo le otorgue un sen do cualquiera. Reconozco que es solo
después de ello que podré retomar mi trabajo en el punto en que lo había
dejado”. Estos pensamientos lingüís cos debían componer la materia de tres
cursos (1906-1907, 1908-1909, 1910-1911) que son las fuentes del Cours de
linguis que générale [Curso de lingüís ca general] publicado dos años después de
16 Sobre la biogra a de F. de Saussure, véase Tullio de Mauro, Cours de linguis que générale, Paris, Payot, 1972, p.
319-389; cit. p. 344.
17 Anagramas: los sonidos y las letras que componen un nombre propio críp co se encontrarían diseminados en la
super cie de los textos poé cos y el hecho de hacer aparecer ese nombre sería fundamentalmente necesario para
la inteligencia de los poemas. El mismo Auguste Comte (Synthèse subjec ve ou système universel des concep ons
propres à l’état normal de l’humanité, 1856) daba una gran importancia a los anagramas. Pero si bien es cierto que
se imponen numerosas aproximaciones entre Saussure y Comte debido a la enorme in uencia de este úl mo
pensador sobre toda la re exión cien ca del siglo XIX, nos equivocaríamos si subes másemos la manera cómo los
inves gadores en ciencias humanas de la generación de Saussure se liberaron y distanciaron del posi vismo.
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su muerte por dos de sus oyentes, Charles Bally y Albert Sechehaye (1915), a
par r de diversos cuadernos de estudiantes y de notas manuscritas del mismo
Saussure, algunas de las cuales remontaban a la época de la carta a Meillet.
Esta vida discreta de sabio austero aparenta, pues, haber sido resquebrajada,
atravesada por fracturas, escandida profundamente por violentos dramas secretos
que se insinúan en sus rupturas, sus par das bruscas y sus silencios. Gracias al
breve texto que hemos citado, algo se conoce de la intensa sensibilidad que se
mani esta en sus “Souvenirs d’enfance et d’études”19. A propósito de un acerado
recuerdo de infancia, que es también el de un verdadero descubrimiento
cien co por un jovencito de quince años, ese texto expresa un furor y una
decepción que, en 1903, más de vein cinco años después del acontecimiento (y
no obstante el distanciamiento indiciado: (4) “Tengo santo horror por ese género
de retornos personales sobre un logro cien co que no ene necesidad de ningún
nombre”) no se han borrado aún: en 1872, siendo alumno repitente por voluntad
de sus padres en el Colegio de Ginebra, Saussure se encontró frente a una de las
excepciones de la morfología verbal del griego an guo: (4’) “En cuanto vi la forma
τεταχαται…, mi atención, por lo general muy distraída como era natural en ese
año de repe ción, fue súbitamente despertada de manera notable, pues acababa
de hacer ese razonamiento que aún está presente en este momento: λεγομεθα :
λεγονται, por lo tanto τεταγμεθα : τεταχΝται y en consecuencia Ν = α”.
Saussure acababa de descubrir la nasalis sonans. Tres años más tarde, a su
llegada a Leipzig, debió enterarse con estupefacción (4’’) “que exis a una inmensa
agitación desde hacía algunas semanas en torno a la cues ón de saber si ciertas α
griegas no provenían de ν, o si ciertas ν no habían producido α. No dando crédito
a mis oídos, ya que en la primera entrevista que tuve con un docto alemán me
presentó como una conquista cien ca lo que había considerado desde hacía tres
años y medio como una especie de verdad elemental de la cual no osaba hablar
por ser probablemente muy conocida, le dije midamente a M. H. que eso no me
parecía tan extraordinario o nuevo […]. He hecho más en la Mémoire sur les
voyelles y recuerdo haberlo hecho con una especie de a icción que es el mejor
19 El professor Streitberg fue el depositario de este texto explícitamente designado por Saussure (CFS, 17, 1960).
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23 F. de Saussure. Recueil des publica ons scien ques, p. 3. Ver también p. 379.
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Las notas cien cas manuscritas que sirvieron para la redacción del Curso no
son menos con ic vas y dramá cas: (6’) “Podemos preguntarnos si hay alguna
razón su ciente para mantener bajo ese nombre de lingüís ca una unidad fac cia,
generadora de todos los errores, de todas las inextricables trampas contra las
cuales nos deba mos cada día con el sen miento […]24, o incluso: (6’’)
“Reconociendo que la pretensión de Schleicher de hacer de la lengua una cosa
orgánica independiente del espíritu humano era absurda, nosotros con nuamos,
sin dudar, queriendo hacer de ella una cosa orgánica en otro sen do, suponiendo
que el genio indoeuropeo o el genio semí co se preocupa sin cesar de llevar la
lengua hacia las mismas vías fatales. No hay una sola observación que conduzca a
compenetrarnos con la convicción contraria y a […]. El genio de la lengua pesa
cero frente a un hecho como la supresión de una o nal que es, en cada instante,
capaz de revolucionar de arriba abajo la relación del signo y de la idea en no
importa qué forma de lenguaje dada precedentemente”25. En ese es lo
discordante alejado de toda compostura académica, se puede percibir algunas
huellas del encanto que atraía a los raros auditores de Saussure y los
transformaba en sus fervientes discípulos que supieron preservar de modo tan
acusado ese pensamiento oralmente transmi do.
Esta pasión de pensamiento, que conllevaba un entusiasmo contagioso, era
inseparable de una total intransigencia en el aprendizaje del rigor que él in igía a
sus estudiantes. Duchosai, que siguió sus cursos entre 1896 y 1898, anota en
1950: “Nada menos banal que su manera de evaluar nuestros trabajos. Hacía
notar tal di cultad especialmente evitada, era generoso en sus elogios no
obstante una abundancia de faltas. Pero también ocurría lo inverso, pues ciertos
errores tenían el don de exasperarle. Un día después de haberme dicho –cosa
muy rara– que yo había come do solo una falta en una larga página, me anunció
con tono triste que sin embargo me había marcado cero porque, en un caso
inadmisible, había confundido una a breve con una a larga”26.
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A. Meillet insiste varias veces sobre la seducción intelectual que ejercían las
lecciones de Saussure, lecciones en las que se explayaban inmensos horizontes de
pensamiento mo vados por ciertas indicaciones de detalle: “Su pensamiento de
poeta daba constantemente a su exposición una forma imaginada que no se podía
olvidar. Detrás del detalle que él indicaba, se adivinaba todo un mundo de ideas
generales y de impresiones”27.
Después de Hjelmslev, Benvéniste, Jakobson, Lévi-Strauss y Greimas, para solo
citar algunos de sus grandes lectores, es siempre posible «ir a Saussure» y
recomenzar de nuevo una gran lectura. Las notas manuscritas de Saussure no han
envejecido y no cesan de ofrecer una lectura cau vante por esa combinación de
agudeza, vastas perspec vas, amables imágenes-metáforas de valor explica vo y
de paradojas insostenibles. Enseguida tomaremos como ejemplo esta idea
concerniente al área semán ca de las palabras de una lengua: (7) “Si aumentáis la
lengua con un signo, disminuís otro tanto la signi cación de los otros.
Recíprocamente, si por acaso se hubiera elegido al comienzo solo dos signos,
todas las signi caciones se hubieran repar do en esos dos signos. Uno abría
designado la mitad de los objetos [e ideas], el otro, la otra mitad”28. Detrás de esta
visión absurda para el sen do común, se per lan varias ideas concernientes al
dinamismo de la lengua, pero también aquella según la cual cada nueva
ar culación de la expresión puede conducir a una especie de olvido, de pérdida
de sen do (exactamente como si cada golpe del cincel de Praxíteles, suavizando y
ar culando el mármol, podría aparecer como una pérdida de sen do si se
compara su Hermes, precisamente muy ar culado en relación a la masiva
potencia simbólica del Auriga de Delfos).
Otro ejemplo de esos grandes horizontes de pensamiento, inseparables para
Saussure de la interrogación cien ca, se encuentra en la introducción del
segundo Curso con mo vo de la re exión sobre el valor: (8) “Esta dis nción
27 “Su persona hacía amar su ciencia; nos asombraba ver ese ojo azul pleno de misterio columbrar la realidad con
una rigurosidad tan exacta; su armoniosa y velada voz quitaba a los hechos grama cales su sequedad y su
aspereza; delante de su gracia aristocrá ca y juvenil no se podía imaginar que alguien reprochase a la lingüís ca de
falta de vida” (A. Meillet, apud Tullio de Mauro, op. cit. p. 336).
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32 R. Godel llega a reprochar a Saussure “haber cedido a su gusto por lo paradójico”, SM, p. 247.
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36 Ibíd. p. 12.
37 Ibíd. p. 8. “Ya se tome el signi cado o el signi cante, la lengua no comporta ni ideas ni sonidos que preexis rían
al sistema lingüís co sino solamente diferencias conceptuales y diferencias fónicas obtenidas de ese sistema” (CLG,
p. 166).
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an nomias linguales, que surgen para Saussure los puntos de vista más
paradójicos y más cien camente fecundos.
El fenómeno Saussure
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el que le había acarreado las crí cas más violentas y las más desalentadoras por
parte de su encarnizado contradictor, el profesor Ostho .
A. J. Greimas describió la situación de la lingüís ca en Francia después de la
muerte de A. Meillet como “un vacío teórico hasta 1945-1947” que dejaba la
tarea a aquellos que como él mismo y G. Matoré se pusieron a estudiar a Saussure
para fundar la lexicología41. Eso que era verdad respecto a los estudios de
lingüís ca francesa en la Sorbona, entonces ampliamente dominados por la
lología y el posi vismo de la gramá ca histórica, no era diferente de las
publicaciones consagradas por la loso a a la lingüís ca ya que, en la época, la
lingüís ca teórica era considerada como un componente de la psicología y,
consecuentemente, de la loso a. Así, entre 1930 y 1945 aparecieron en el
Journal de Psychologie cierto número de textos importantes que avalaban las
constantes preocupaciones saussureanas en los inves gadores franceses, suizos,
belgas, daneses y polacos.
Por otro lado, desde 1941 la Sociedad lingüís ca de Ginebra se había dedicado a
la publicación anual de los Cahiers Ferdinand de Saussure que no demoraron en
atraer una parte importante de las inves gaciones lingüís cas de Europa del
Oeste. La renovación del interés por el saussurismo se mostró entonces merced a
las nuevas indagaciones para el establecimiento del texto original del CLG42. Tanto
consecuencia como causa, esta atención a los manuscritos de Saussure debe ser
así añadida a la proyección de este pensamiento fuera de la lingüís ca,
especialmente en la antropología estructural. En 1945, C. Lévi-Strauss publicó
“L’analyse structurale en linguis que et en anthropologie”43. Y es entonces que el
pensamiento de Saussure, intempes vamente promovido al rango de teoría piloto
de todas las ciencias sociales, suscitó, por un efecto de moda que culminará a
comienzos de los años 70, una masa de ruidosas publicaciones y de controversias
par darias que a pesar de no preocuparse siempre por su coherencia cien ca,
43 Word, Journal of the Linguis c Circle of New York, vol. I, No. 2, Agosto de 1945, pgs. 1-21, republicado en C. Lévi-
Strauss, Antropologie structurale, París: Plon, 1958, pgs. 37-62. [T]
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Capítulo II
EL PROYECTO CIENTÍFICO
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24
y delimitado por el resultado deduc vo de las primeras ges ones autén camente
consagradas al único objeto «lengua», excluyendo los diferentes objetos de las
ciencias vecinas, psicología y sociología, e igualmente toda consideración de
loso a general. Como para no importa qué ciencia de la naturaleza, la decisión
fundadora está en la elección del (o de los) concepto(s) primero(s) que delimita(n)
dicho objeto. De estos conceptos fundadores se deducirán las condiciones
abstractas, universales y necesarias, que servirán para la de nición de los hechos
per nentes para esta nueva ciencia. Los conceptos primeros di eren
evidentemente, de modo radical, de una ciencia a otra.
La re exión cien ca así concebida es por cierto un conjunto de ideas generales
pero, puesto que ellas son rigurosamente adecuadas a un objeto especí co, esas
ideas no son inventadas sino descubiertas por una especie de sumisión al espíritu
de observación, y ello, al costo de un trabajo intelectual tan inimitable que
usualmente aludimos al genio. Solo hay «teoría» propiamente dicha cuando se
consagra un esfuerzo de re exión suplementario a la disposición coherente de los
diversos descubrimientos, a su sistema zación. El elogio sin límites de Baudouin
de Courtenay y de Kruszewski permite pensar que los dos inves gadores rusos
tenían ese prurito de sistema zación que da a la teoría una potencia su ciente
para predecir hechos nuevos no observados todavía, como Saussure mismo da el
ejemplo en su Mémoire. Al contrario, precisamente debido a la falta de este
esfuerzo hacia una reconstrucción del conjunto con valor modelador, el débil
ape to teórico del «estadounidense Whitney» condena a desaparecer toda su
recolección de anotaciones justas. Por otro lado, la áspera reprobación in igida a
Müller con rma que la preocupación de Saussure es sin duda la inscripción de la
lingüís ca entre las Ciencias de las Leyes, llamadas ciencias teoremá cas según la
clasi cación de Naville.
Esta aspiración a la cien cidad abstracta y deduc va es la que prevaleció en los
diversos fundadores de las ciencias humanas en torno a Saussure. Ello impone
pensar las aproximaciones a par r de esos parentescos de episteme y no, como
quería W. Doroszewski, en términos de préstamos directos de Saussure a
Durkheim. Dicha concepción de la cien cidad requerida por las ciencias
humanas se encuentra en el Essai sur la claissi ca on des sciences de E. Goblot en
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25
47 R. Engler, I, 1525.
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26
(teoremá ca); 2º ¡Las ‘leyes’ foné cas! Ningún derecho a ese nombre; 3º Las
leyes idiosincrónicas, no impera vas. Nosotros no hacemos, de ninguna manera,
alta loso a sobre el término ley; lo empleamos tal cual lo hace el uso común, el
sen do de todo el mundo”48.
Según ese mismo uso común, ¿qué relación debe establecerse entre leyes y
teorías? En sí misma, una teoría no es una ley. Ella puede ser rehusada como
representación explica va mientras que una ley no puede ser negada. Sin
embargo, el descubrimiento de nuevas leyes se debe a menudo a la formulación
de teorías para explicar las leyes ya conocidas. Las teorías son representaciones –
frecuentemente menos abstractas y más familiares– cuya función es sinte zar
virtualmente un gran número de datos englobándolos en un esquema de
conjunto.
Las fuentes manuscritas del CLG emplean constantemente la palabra “teoría”, lo
que permite valorar su importancia para Saussure. ¿Cuál es su frecuencia en el
Curso tal como lo conocemos? Cero, si creemos en el índice de la edición de T. de
Mauro, la misma que en cambio comprende varias referencias a “Ley”, “Sistema”
y otros términos del mismo campo49. No obstante, se precisa res tuir ese término
más o menos sistemá camente en cada ocurrencia de la palabra “lingüís ca”:
cuando Saussure elaboraba sus puntos de vista, en su criterio todavía no exis a la
teoría lingüís ca pero él entendía que la construía. Es, pues, indispensable
res tuir a los empleos de la palabra “lingüís ca” en el Curso, su valor dinámico:
ellos designan una ciencia todavía en construcción, una teoría en vías de
formularse. «La lingüís ca» en Saussure signi ca ora “la teoría lingüís ca” ora “lo
lingüís co”, vale decir el dominio que esta teoría se da por objeto.
(13) “Una ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social;
ella formaría parte de la psicología social: nosotros la llamaremos semiología”. La
aparición del término semiología en el CLG50 es muy enigmá ca por esa inclusión
50 P. 33.
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27
52 “Cuando decimos psicología tal cual, entendemos psicología individual y sería conveniente, para la claridad de
las discusiones, restringir así el sen do de la palabra. La psicología colec va, es la sociología entera. La palabra
psicología ha designado siempre la ciencia de la mentalidad en el individuo” (E. Durkheim, art. cit.).
53 En el ar culo “Représenta ons individuelles et représenta ons collec ves” de la Revue de Métaphysique et de
Morale, mayo de 1898, pgs. 273-302.
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58 Este tema de inves gación fue objeto de varios ar culos de Durkheim y Mauss en L’Année sociologique.
59 Clinamen, voz la na de origen griego (κλίσις) que signi ca la desviación de los átomos de la caída rec línea para
hacer posible el choque entre ellos, choque del cual se generan los cuerpos. [T]
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63 La imagen de la crea vidad de la sedimentación lingual se encuentra, pero en una perspec va muy diferente, en
M. Merleau-Ponty: “De todas las operaciones expresivas, solo el habla es capaz de sedimentar y cons tuir un logro
intersubje vo” (1945, 221).
64 CLG, 20.
65 Notemos el valor dinámico y eventualmente gura vo de ese término en lugar de la palabra relación, mucho
más abstracta.
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expresión del «espíritu colec vo». Es, pues, más bien del lado de la actualidad y
de la explotación de esos yacimientos de sen do no gura vos que buscaremos,
en úl ma instancia, la psicología social de Saussure. Bajo tales condiciones, una de
las tareas encargadas a esta «psicología social» que es la semiología, sería poner
al día las relaciones constantes y universales que sub enden las signi caciones,
sin desde luego tratar de tomar par do sobre el carácter innato o
inmemorialmente adquirido y jado.
La esquema zación de Saussure concerniente a la crea vidad semió ca del
cuerpo social es así mucho menos antropomór ca y menos psicologizante que la
de Durkheim. Ese movimiento de despsicologización de las explicaciones
consideradas procedentes se observa, muy par cularmente, a propósito de la
cues ón de las asociaciones por parecido o por con güidad66; dicha cues ón
conoció notable resonancia en su versión reactualizada por Roman Jakobson a
propósito de la afasia y de la poesía y reintroducida en psicoanálisis por Jacques
Lacan67. E. Durkheim presenta ampliamente tales asociaciones en el ar culo que
hemos citado. La comparación entre la formulación de Durkheim –todavía
prisionera de la vieja problemá ca de la psicología tradicional sobre las relaciones
recíprocas del pensamiento y del lenguaje– y la fraseología de Saussure en
términos estrictos de grupos asocia vos y de sintagmas (que son los primeros
elementos de un verdadero metalenguaje), permite medir el desplazamiento
teórico realizado por el fundador de la lingüís ca.
El conjunto de la obra de A. J. Greimas, que revela una acendrada lectura de
Saussure, plantea ya en “L’actualité du saussurisme” (1956) la cues ón de la
psicología social. El semió co reconoce a C. Lévi-Strauss y a M. Merleau-Ponty el
mérito de haber contribuido a la edi cación de ese nuevo y paradójico saber de
una psicología no psicológica, pero a la vez deplora68 que M. Merleau-Ponty
hubiese subes mado “el lado propiamente social de los problemas:
comportamientos medios y estructuras colec vas en provecho de lo individual, de
68 Cf. p. 200.
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Capítulo III
LA SINGULARIDAD LINGÜÍSTICA
F. de Saussure, N 1969
¿Ha llegado Saussure a fundar una nueva cien cidad cuyo objeto es «la
lengua» tal cual él la de ne como “orden interior del lenguaje”: (15) “La lengua es
un todo en sí que se puede clasi car. Se puede dar a esta unidad, la lengua, el
lugar preeminente entre los hechos del lenguaje; y así sin que el lenguaje sea
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clasi cable, se tendrá un orden interior en el lenguaje haciendo allí depender todo
de la lengua”?70, ¿puede decirse entonces que se ha realizado su proyecto
cien co de crear un cambio irreversible en la manera de tratar los hechos de
lengua?, ¿habrá sido Saussure el Ampère, el Newton o el Einstein de las ciencias
del lenguaje?, ¿ha habido una revolución saussureana?
La obra de Saussure, tal cual ella nos llega, advierte una vez más dar cualquier
respuesta tajante a esas preguntas: Saussure pre ere siempre la interrogación
compleja a la a rmación categórica, y así elige transmi r la masa de sus
descubrimientos en su estado –contradictorio en su criterio– antes que
arriesgarse a tomar la vía de una sistema zación prematura71.
Habrá que dis nguir, por otro lado, dos grandes categorías entre los
inves gadores que se han planteado la cues ón de la cien cidad del
saussurismo: tenemos tanto a los epistemólogos que sancionan el trabajo hecho
como a los productores que lo prolongan. Estos úl mos percibieron una
“potencialidad heurís ca”72 en los enunciados de Saussure y probaron esta
potencialidad haciéndola pasar del estado virtual al estado realizado. Cuando a
par r de los años 60 A. J. Greimas propuso las primeras notaciones de aspecto
algebraico así como el primer «modelo» semiológico autén co (el cuadro o
cuadrado semió co), se inscribió en la exacta prolongación del proyecto
saussureano. Aunque no se ha llegado a asegurar totalmente en Saussure el
encuentro de una Teoría o de Leyes en el sen do de la epistemología sica de su
empo, si no hay en esta obra tampoco «modelos» o aprehensión algebraica (con
formulaciones y ecuaciones) de los resultados, ahí se encuentra, empero, el
anuncio del momento en que todo eso exis rá: (16) “Llegará el día <y somos
absolutamente conscientes aquí del alcance de [esta a rmación], en que se
reconocerá que los <valores y [b.]> can dades del lenguaje y sus relaciones son
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73 R. Engler, IV, 3297 = N. 10, 52 Extracto 10, 642 [con nuación de 642] [9], p. 22.
74 Este ejercicio será forzosamente muy limitado debido a las modestas dimensiones de este libro y las
proposiciones que estaremos tentados hacer encontrarán en otro lugar sus verdaderos desarrollos.
76 Ver la carta a Meillet de 1894, aquí cita (2), y passim en el conjunto de sus notas manuscritas.
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78 R. Engler, 1968-1974. A ello se agrega la publicación de “Les manuscrits saussuriens de Harvard” por H. Parret en
CFS, 1993, y 1994, 47, pgs. 179-234; en 2002 de Écrits de linguis que générale de Saussure por S. Bouquet y R.
Engler (París, Edi ons Gallimard) y en 2011 de Science du langage. De la double essence du langage et autres
documents du ms BGE Arch. de Saussure 372. Édi on par elle mais raisonné et augmentée des Écrits de
linguis que générale, editado por R. Amacker, Ginebra, Droz, Publica ons du Cercle Ferdinand de Saussure VII. [T]
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37
mayoría de los conceptos fundamentales del CLG man enen varios aspectos
todavía indecisos.
Esos enunciados fundamentales pueden ser presentados como respuestas a una
batería de preguntas como las siguientes:
De donde derivan los siguientes cuatro enunciados que son indisociables y cuya
abstracción debemos remarcar, es decir, la ausencia total de consideraciones
psicológicas en ellos. Estos enunciados enumeran las propiedades primeras del
objeto-lengua del cual pretenden dar una primera de nición:
(1) “En la lengua solo hay diferencias sin términos posi vos”83
(2) “La lengua es un sistema”84
(3) “El signo lingüís co es arbitrario”85
(4) Cualquiera que sea el punto de vista adoptado, “el fenómeno lingüís co presenta
perpetuamente dos caras que se corresponden; cada una solo vale por la otra”86
83 CLG, p. 166.
84 CLG, p. 107.
85 CLG, p. 100.
86 CLG, p. 23. No trataremos de parafrasear el Curso que es bastante explícito sobre estas nociones y para el que un
aparato de notas como el de Tullio de Mauro provee un considerable complemento de informaciones. Por lo tanto,
para los desarrollos eruditos concernientes a estos cuatro enunciados, que supondremos conocidos según la
«exégesis» existente, nos remi mos a la edición publicada en París por Payot, en 1972.
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38
sen miento que lo arbitrario es menos veri cado en el caso de las imágenes,
sobre todo de las fotogra as: la primera semiología de la imagen87 hablaba de la
imagen como un analogon que se parece a lo que representa y, en consecuencia,
ligado a su signi cación por una relación no arbitraria.
En suma, todos esos enunciados enen por efecto el hecho de inscribir la
lingüís ca en un conjunto más o menos vasto (A) que reúne las en dades que
enen en común esas propiedades. De ello se desprende la posibilidad de
permi r aprehender entre otros, y por lo tanto como un todo, como una unidad,
el fenómeno «lengua», ese «orden interior del lenguaje» que toda otra
aproximación, en especial la de los gramá cos tradicionales, solo podía percibir
como una pluralidad, una colección no ordenable de datos heteróclitos. La lengua
deviene una semió ca par cular, al lado del lenguaje de las imágenes, del de los
sordomudos o de tantos otros sistemas de signi cación convencionales. Este
primer movimiento es una operación de generalización singular, generalización
porque sobrepasa la lengua para inscribirla en un conjunto mayor, más vasto, al
cual pertenece; singular, puesto que se trata de una lista de propiedades que
conciernen exclusivamente a los diversos lenguajes y que dan de ellos una
de nición abstracta cuya ecuación se veri ca o se invalida por las repercusiones
del trabajo.
La operación siguiente, complementaria e indisociable de la primera, consiste en
responder a una nueva pregunta: ¿cuáles son las propiedades especí cas de la
lengua como lenguaje?
Ello nos lleva a plantear los operadores de individualización (B) que en el seno
de ese conjunto diferencien, delimiten la lengua en tanto semió ca especí ca.
Acabamos de ver cómo una modulación sobre lo arbitrario podía hacerla
funcionar en cuanto variable individualizadora; supongamos, ahora, un sistema
pictórico en que las unidades son formas individualizadas, esto es, consideradas
reconocibles por el consenso sociocultural del público. Así, por ejemplo, la serie
de dibujos que sirven para dis nguir una de otra las mesitas escritorios de los
niños con un erizo, un cervato, una fresa… En el verde paraíso de las sensibilidades
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39
infan les, cada uno de los signos de dicha serie se halla provisto de un valor
posi vo, parcialmente independiente, que decide una elección casi totémica por
parte del niño ―y donde, desde luego, no hay tampoco mucho de arbitrariedad
(modulación sobre el enunciado (3): “El signo lingüís co es arbitrario”). Si se ene
ese sistema pictórico como objeto posible de la semiología en sen do
saussureano, será juzgado menos arbitrario que la lengua, la cual ene como
rasgo caracterís co ser un sistema totalmente arbitrario.
Sin embargo, nuevos criterios que no guran en ese primer conjunto de
enunciados intervienen para dis nguir la lengua de las otras semió cas
autén camente convencionales. Saussure menciona la linealidad de la lengua por
oposición al carácter planario de las semió cas visuales: imágenes, cuadros,
señales de trá co, mapas y planos. Este primer criterio es solamente un ejemplo
que hemos iden cado en Saussure y des nado a poner en marcha la máquina
lógica de /generalización singular vs singularizaciones en cadena/ que nos parece
caracterís ca del proceder de Saussure en ese punto, pero el Maestro de Ginebra
abre, aquí incluso, el campo de la inves gación futura, sin poder precisar más lo
que él columbra y especialmente sin poder enumerar a cabalidad esas
singularidades: (20) “El primer carácter <universal> del lenguaje es el de vivir en
medio de diferencias y solo de diferencias, sin ninguna concesión <como> la que
provendría (de la introducción) de un término posi vo cualquiera en un momento
cualquiera. (Sin embargo), el segundo carácter es que el juego de (esas)
diferencias es <en cada momento> excesivamente restringido en comparación a lo
que podría ser. Treinta o cuarenta elementos (1) – <(1). Con esto únicamente
queremos decir: ‘la suma de diferencias que se puede obtener por medio de 30 o
40 elementos’. Que esos elementos no puedan valer por ellos mismos, tal es el
axioma.> – [Treinta o cuarenta elementos] comprenden todo el costo, salvo gran
excepción. Ahora bien, nada de lo que excede las 30 o 40 <en dades ene interés
para la lengua>. Desde ese momento se [ ]”88. Con estas pocas palabras tan
intempes vamente interrumpidas, Saussure trazó los programas futuros de las
inves gaciones semió cas.
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40
91 Cf. A. Padoa, Essai d’une théorie algébrique des nombres en ers, precedido de una introducción lógica a una
teoría deduc va cualquiera, Biblioteca del Congreso internacional de Filoso a, 3, 1900.
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41
92 J. Leroux, ar culo ”Théoríe” del Dic onnaire des no ons philosophiques, París, Presses Universitaires de France,
1990.
93 Con la siguiente restricción: las teorías lógicas y matemá cas son conjuntos de enunciados que recaen sobre un
objeto determinado cuyos modelos son isomorfos (canónicos, al tener la propiedad de categorización) en su
totalidad, mientras que la teoría lingüís ca no se halla en este caso.
94 En cambio, Le langage et l’individuel no analiza el caso de la semió ca y se limita a tres o cuatro referencias a
Saussure.
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42
96 CLG, p. 163.
97 Su sen do es bien analizado en la edición del CLG por T. de Mauro. Se podrá consultar también O. Ducrot-T.
Todorov Dic onnaire encyclopédique des sciences du langage, París, Seuil, 1972.
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43
Ciertamente sería posible mostrar las incidencias de los otros tres principios
sobre esas dicotomías. Por ejemplo, la lengua como sistema puro es más jada y,
por lo tanto, menos arbitraria (es decir, menos «aleatoria» en un sen do de la
palabra «arbitrario» que se encuentra en el CLG, XXX) que el habla, ella misma
menos ligada al sistema.
La linealidad de la lengua pertenece a la diacronía; la lengua es lineal por que se
despliega como un ujo ininterrumpido en el empo del discurso, en el espacio
alineado de la gra a. No es seguro que esta linealidad se veri que lo mismo desde
un punto de vista sincrónico en que el nudo de proposiciones inseparables que
acabamos de tratar, o sea el número de operaciones mentales efectuadas
contemporáneamente por el menor acto de lenguaje, parece tener un aspecto
planario, esto es, que se presta más a una representación espacial en forma de
cuadro tal como lo ha intentado R. Amacker al nal de su obra98. Por la misma
razón, la inmanencia de la lengua es menos concernida por lo arbitrario del signo
que la manifestación y ello es verdad también para el punto de vista que hace de
la lengua una facultad, por oposición al que ve en la lengua sobretodo una
ins tución.
Más allá de estas pocas proposiciones que hemos enunciado de este modo para
tratar de recobrar en un nivel más profundo el tramado lógico de la lengua –su
carácter de sistema muy complejo, vale decir (22) “el lado por el cual ella no es
completamente arbitraria y donde reina una razón rela va”99–, y que cons tuyen
99 CLG, p. 107.
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45
de la lengua”102, pero desde un segundo punto de vista (b), aquí discon nuado
pero res tuible, él par cipa de la naturaleza posi va del signo103 y se intercambia,
–en un empo determinado, en un lugar determinado– contra una idea, como si
fuese una moneda, un efecto de sen do que es algo posi vo104.
Así sería sin duda posible mostrar que el marco teórico soberano y ordenador
que Saussure pudo elaborar desde sus primeros esfuerzos de sistema zación,
rápidamente tropezó con esas contrariedades inextricables de los puntos de vista
contradictorios que había que aplicar a los diversos componentes de los sistemas
de la lengua y de las lenguas: (23) “Lo que determina la di cultad del tema, es que
se le puede tomar por varios lados, como a ciertos teoremas de geometría: en
lingüís ca está ca todo es corolario lo uno de lo otro […]”105, o incluso: (23’) “Me
encuentro ante un dilema: o bien exponer el tema en toda su complejidad y
desahogar todas mis dudas […] o bien hacer algo simpli cado […]. Pero a cada
paso me detengo debido a los escrúpulos…”106.
La mayoría de las dis nciones mediante las cuales la teoría lingüís ca se
inaugura y debe orientarse se encuentran así como si fuesen literalmente
insostenibles, porque no pueden ser ar culadas según el modo de la disyunción
o/o (o mutabilidad o inmutabilidad del signo). Al contrario, ellas están regidas por
una complementación tensiva y/y107: la lengua será dicha some da tanto (y) a un
cambio perpetuo como (y) a una permanencia inmutable, lo que es su ciente
102 CLG, p. 163. Por ejemplo, “el francés mouton [carnero] puede tener la misma signi cación que el inglés sheep,
pero no el mismo valor y ello por varias razones, en par cular porque al hablar de un trozo de carne preparado y
servido en la mesa, el inglés dice mou on y no sheep. La diferencia de valor entre sheep y mouton se debe a que el
primero ene, a su lado, un segundo término, lo que no es el caso para la palabra francesa”, CLG, p. 160.
107 Se encontrará algunas re exiones sobre esta noción de complementación tensiva en Anne Hénault,
“Perplexités à propos du terme complexe”, en Exigences et perspec ves de la sémio que, mélanges o erts à A. J.
Greimas (1984, vol. I, pgs. 241-248), e igualmente en Anne Hénault, Narratologie, sémio que générale, París,
Presses Universitaires de France, 1983.
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46
para requerir dos lingüís cas completamente dis ntas. De modo semejante, el
valor aparecerá (y) como pura nega vidad por su inserción en el sistema de
oposiciones generalizadas y como única posi vidad de todo el funcionamiento
lingual por su nalidad en el intercambio del signo contra «una idea». Se exige,
pues, al lingüista un ejercicio mental intolerable: tener de un mismo fenómeno,
del que debe dar cuenta racional, dos representaciones incompa bles. Por
ejemplo, en el caso del cambio lingual, debe representárselo a la vez como
esporádico, desordenado y aleatorio y como normado, reglado, racionalizable.
En esas condiciones, antes de poder «decir algo» (en el sen do que lo en ende
Sócrates) de ese ver ginoso funcionamiento de la lengua en que (24) “<elementos
y caracteres son la misma cosa>. Es un <rasgo> de la lengua como de todo sistema
semiológico en general, el hecho de que no pueda haber en ella diferencia entre
lo que caracteriza una cosa y lo que la cons tuye”108 o incluso (24’) “como la
lengua no ofrece <bajo> ningún(a) de sus manifestaciones una <materia
[tachado], sustancia>, sino solamente acciones combinadas <o aisladas> de
fuerzas siológicas, sicas, mentales, y como no obstante todas nuestras
dis nciones, toda nuestra terminología, todas nuestras maneras de hablar son
moldeadas sobre <esta> suposición <involuntaria> de una <sustancia>, no se
puede rechazar, ante todo, reconocer que la teoría del lenguaje tendrá por faena
esencial desenredar lo que hay en nuestras primeras dis nciones”109, hay ante
todo que aceptar enfrentar esta complejidad sin suprimir nada por
simpli caciones abusivas, en el nivel exacto de abstracción en que ella se sitúa, el
de las relaciones lógicas especí cas de nidas ante todo por su capacidad de
diferenciarse. Es esta disciplina la que Saussure habría legado e impuesto a sus
sucesores.
Como un inves gador aislado no podía tener ni la fuerza ni el empo material
para desbrozar esta complejidad de lo semiológico, se ha requerido el trabajo de
varias generaciones de inves gadores para comenzar a abordarla. Una vida entera
no podía ser su ciente. Al faltar ese trabajo acumulado, del cual era sin embargo
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47
el iniciador, Saussure carecía de los medios para pasar de sus primeros enunciados
que suministraban efec vamente los “límites de la verdad, de donde se parta”
(cita 14) a esas leyes y teoremas que él proyectaba. Pero creó las condiciones
intelectuales para su localización. Es por eso que no dejaremos de convocar, a
medida de las necesidades de la exposición, las nociones saussureanas
par culares que no hayan sido presentadas en esta primera visión de conjunto.
Ahora intentaremos observar las prolongaciones de este pensamiento a lo largo
del siglo XX, ya que ellas dan forma a todo eso que se podrá llamar «semió ca»110.
BIBLIOGRAFÍA
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A. J. Greimas, “L’actualité du saussurisme”, en Le Français moderne 3, 1956, pgs. 191-203.
110 L. Hjelmslev escribió en 1943, al nal del primer capítulo de sus Prolégomènes à une théorie du langage: “Un
solo teórico merece ser citado como predecesor indiscu ble: el suizo Ferdinand de Saussure”.
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111 Versión española: Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, Estudios y ensayos, 155; en
adelante Prolegómenos y cuando se cita la versión francesa original Prolègomènes. [T]
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realizadas en colaboración con H.J. Uldall entre 1934 y 1939), muestra que el
Círculo Lingüís co de Copenhague había andado por sí mismo una gran parte del
camino recorrido por Saussure. Los Prolégomènes remiten con frecuencia a
Saussure pero sucede también que lo reinventan en pasajes muy personales que
ciertamente no podían sustentarse en pasajes precisos del Curso, sino que son
algo así como el eco de las notas manuscritas tal cual aparecieron publicadas
mucho más tarde por R. Engler. Ello consta, por ejemplo, entre las páginas 9 a 32 y
especialmente:
P. 15: (1) “Una teoría que trate de lograr la estructura especí ca del lenguaje con
ayuda de un sistema de premisas exclusivamente formales, debe necesariamente,
teniendo en cuenta las uctuaciones y los cambios del habla, resis rse a
otorgarles a estos úl mos un papel preponderante y buscar, en cambio, una
constancia que no eche raíces en una realidad extra-lingual: una constancia que
haga que toda lengua sea una lengua, cualquiera que sea la lengua que se trate, y
que una lengua se mantenga idén ca a ella misma a través de sus más diversas
manifestaciones; una constancia que, una vez encontrada y descrita, se deja
proyectar sobre la ‘realidad’ ambiente de cualquier naturaleza que sea ( sica,
siológica, psicológica, lógica, ontológica), de tal suerte que esta ‘realidad’ se
ordene en torno al centro de referencia que es el lenguaje, ya no más como un
conglomerado sino como un todo organizado cuya estructura lingual cons tuye el
principio dominante”112.
P. 28: (2) “Fundándose en ciertos hechos de experiencia –por fuerza limitados,
aunque sea aconsejable escogerlos lo más diversos que se pueda–, el teórico [del
lenguaje] emprende, en un dominio preciso, el cálculo de todas las posibilidades.
Él abaliza arbitrariamente ese dominio obteniendo las propiedades comunes de
todos objetos que se conviene llamar lenguas, para enseguida generalizar esas
propiedades y plantearlas por de nición. Desde ese momento ha decidido –de
manera arbitraria pero adecuada– cuáles son los objetos a los que la teoría puede
ser aplicada y aquellos a los que no puede serlo. Todos los objetos así de nidos
son, entonces, some dos a un cálculo general que prevé todos los casos
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113 Entrevista sobre la teoría del lenguaje (1941), en L. Hjelmslev, Nouveaux essais, Presses Universitaires de
France, 1985, pgs. 69-71.
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114 Este origen compuesto contribuye, en la prác ca, a mantener, en el mismo Hjelmslev, las ambigüedades que
conlleva ese término en sus empleos tradicionales (p. 50), tanto que esta noción hjelmsleviana se halla todavía en
terreno yermo. En nuestro conocimiento, solo A. J. Greimas ha tratado de aprovecharlo en su verdadera dimensión
lógica.
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tradicional115, tanto que esta teoría de las funciones se inviste, connota vamente,
con las mule llas de pensamiento de los pedagogos de la sintaxis que asaetean
metafóricamente las dependencias entre subordinadas y principales a modo de
las exigencias casuales de los gramá cos la nos o griegos. Asimismo la teoría de la
función propia de Copenhague no asume, en el espacio de ese texto, toda la
originalidad y toda la extensión de que ella es portadora.
Paso seguido los Prolégomènes abordan (pgs. 58-104) la cues ón de la función
semió ca mayor, la que existe entre las dos caras del acto cons tu vo del signo,
entre el signi cante y el signi cado (según Saussure), entre la expresión y el
contenido (según Hjelmslev)116. Volveremos aquí mismo, en § II.2, a tocar este
asunto después de terminar el rápido repaso de los principales temas de re exión
de los Prolégomènes.
Los capítulos 16 a 20 (pgs. 105 a 128) podrían tularse «Juegos de la relación y
del número». En efecto, esta parte de los Prolégomènes se interroga con una
libertad casi lúdica sobre la jerarquía de las relaciones estructurantes y su
recursividad. Ella comprende muchos neologismos (esbozando un verdadero
«metalenguaje») y a rma, con raro vigor, la primacía de la relación: imposible
imaginar un objeto de estudio cualquiera de otra manera que como un haz de
relaciones.
Las páginas 129 a 143, siempre de la versión francesa, tratan las siguientes
cues ones: ¿cuál es el verdadero objeto de una teoría del lenguaje?, ¿qué es un
lenguaje?, ¿cómo diferenciarlo de un no-lenguaje? Hjelmslev nota de paso (p.
138) que una lengua ene la propiedad de poder traducir todas las otras lenguas y
todas las otras semió cas no verbales. Esta representación de la lengua como
«interpretante universal» será recuperada extensamente por E. Benveniste
(Sémiologie de la langue). Tal vez ella contribuyó a sustentar las jus caciones de
115 Se en ende por rección la propiedad que ene un verbo de ser acompañado de un complemento cuyo modo
de introducción es determinado y para la preposición cuando se considera que ella rige el caso del sintagma
nominal que sigue. [T]
116 Es probablemente en esas re exiones que hay que buscar las miras más fecundas y más innovadoras del gran
lingüista danés. Muchas nieblas subsisten en su interpretación, a pesar de las numerosas tenta vas de elucidación
propuestas por el mismo Hjelmslev (ver especialmente “La stra ca on du langage” en sus Essais linguis ques,
pgs. 44-76).
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117 Cf. R. Barthes. Sistema de la moda. Colección Comunicación Visual. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, S. A.,
1978. [T].
118 R. Barthes. Mitologías, México, Siglo Vein uno Editores, 1980. [T]
119 Hjelmslev designa así a los lenguajes en general; allí las lenguas naturales son solo subespecies.
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― Por una parte, las semió cas denota vas que son aquellas en las cuales
ninguno de los planos es una semió ca entera (comprendiendo ella misma un
plano de la expresión y un plano del contenido).
― Por otra parte, las metasemió cas cuyo plano del contenido es una semió ca
completa. Tal es el caso de todos los metalenguajes cuyo objeto (el plano del
contenido) es un lenguaje que ellos se proponen describir.
― Por úl mo, las semió cas connota vas cuyo plano de la expresión es una
semió ca entera. Por ejemplo una novela, escrita en la época contemporánea
pero que supuestamente se desenvuelve en la an güedad griega, puede aparejar
connotaciones an guas mediante una escritura cuyo vocabulario, sintaxis y
cadencias son tomadas de las traducciones homéricas. La lengua de Homero (por
sus dos planos del contenido y de la expresión) connota, entonces, el contenido /
realidad an gua/. Una de las razones históricas de la buena fortuna de esta
oposición hjelmsleviana entre denotación y connotación fue, sin duda, el hecho
de que ella permi a «lingüis car» y, consiguientemente, engalanar con
cien cidad un tratamiento menos teórico que intui vo del nivel afec vo y
poé co (las resonancias individuales y sociolectales) de los textos120. Por lo
demás, desde un punto de vista estrictamente esté co, se puede considerar que
en esas superposiciones y encajamientos de lenguajes, que en Hjelmslev pueden
alcanzar una dimensión ver ginosa, se per la una sensibilidad de época que se
manifestó igualmente, en ese empo, por medio de juegos literarios o ar s cos
como Les exercices de style de R. Queneau (1947) o, en pintura, por las gamas
formales de Popova y de Klioune.
F. de Saussure nos legó el marco conceptual que permite cons tuir los hechos
de lenguaje como objeto de estudio; él hizo aparecer las leyes y constantes que
permi an describir (5) “la lengua como una forma especí ca organizada entre dos
sustancias, la del contenido y la de la expresión, por lo tanto como una forma
120 Cualquiera que ellos sean: conforme a la enseñanza de Hjelmslev, Barthes en sus Mitologías consideró como
un texto el comportamiento (y lo vivido) co diano de sus conciudadanos.
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en Saussure son dis ntas e independientes. Esta tendencia a ar cular entre ellas –
deduc vamente– las relaciones deduc vamente descubiertas de la forma-lengua,
parece caracterizar, además, el imaginario cien co de Hjelmslev por oposición al
de Saussure en quien domina lo separado, lo disperso, el aforismo123, la parataxis.
A n de cuentas, la indexación de expresión vs contenido sobre forma vs sustancia
no es en Hjelmslev una «amalgama» sino, sobre todo, un ordenamiento por
jerarquización, e incluye de vez en cuando, de manera poco explícita, una tercera
dis nción mayor de Saussure, la que opone lengua a habla.
Al considerar los cuatro términos de esas dos categorías momentáneamente
presentadas como independientes por el saussurismo, Hjelmelev fue
efec vamente atraído por la fuerza de la relación analógica que le parece exis r
entre las correspondencias engendradas por tales términos. Pero para ello debe
reconocerse ante todo que la dis nción expresión vs contenido es de un alcance
mayor que la dis nción forma vs sustancia124. En otras palabras, hay que dis nguir
primero el plano de la expresión y el plano del contenido y luego preguntarse si
cada uno de esos planos no sería concernido por la dis nción (en consecuencia
jerárquicamente inferior) entre forma y sustancia. Los cuatro términos de las dos
categorías pueden así escribirse como pares dotados de propiedades:
Entre esos tres pares de magnitudes que propone llamar también “estratos”,
Hjelmslev observa que se realiza tres veces la misma relación: (6) “Una de las tesis
que vamos a sostener implica, al respecto, una relación análoga entre la sustancia
del contenido y la sustancia de la expresión”. ¿De qué naturaleza es esta relación
123 De ahí el carácter imaginariamente insostenible del criterio de oposición que se considera ser el único para
de nir tanto las unidades de la lingüís ca saussureana (procedentes de las oposiciones disyun vas del po grande
vs pequeño) como sus famosas dicotomías (resultantes de complementaciones del po lengua vs habla). El análisis
así efectuado solo podía desembocar en una polvareda de hechos. En cuanto a Hjelmslev, él era un lógico muy
avisado para no juzgar indefendible semejante método.
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126 Este ejemplo lo hemos tomado prestado de F. Ras er, 1991, p. 202.
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129 Probablemente comparable a la exposición de las pruebas de la existencia de Dios en la Segunda Meditación
de Descartes, tal cual es analizada por J.-F. Bordron, París, Presses Universitaires de France, 1987.
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en driblar con la lengua está obligado a tener en cuenta esos rasgos del contenido,
dis n vos, y en consecuencia discon nuos, que se le imponen.
Así, por oposición a esos dos aspectos conocibles puesto que son ar culados,
dotados de formas según Hjelmslev, (8) “el sen do es, en sí mismo, inaccesible al
conocimiento […] porque él mismo es informe, es decir, no some do en cuanto tal
a una formación, […] no suscep ble de límites”133. El sen do134 percibido es, pues,
el dominio del con nuum inanalizable y se debe hablar indiferentemente de
sen do del contenido y de sen do de la expresión135.
La consecuencia mayor y paradójica de todo ello es autorizar e incluso prescribir
que el análisis de los signi cados sea efectuado sin ocuparse del sen do
percibido. Es precisamente ese punto de vista (muy nuevo y que requiere una
extensa prác ca para ser de ni vamente admi do) el que determina el punto de
par da de toda empresa semió ca: un análisis de los signi cados que no se
ocupará del sen do sino solamente de los diversos aspectos formales,
formalmente delimitables que se escalonan en la producción del sen do.
Subsiste una di cultad que podría parecer una contradicción en la demostración
tan concisa de Hjelmslev. Para iniciar toda esta re exión según un procedimiento
admirablemente progresivo y demostra vo, si se ene en cuenta la novedad y la
di cultad del tema136, el maestro danés plantea el problema en los siguientes
términos: (9) “Una experiencias jus cada consiste en comparar diferentes
lenguas y extraer enseguida lo que comparten entre ellas y lo que queda de
común a todas las lenguas cualquiera que sea el número de lenguas que se
considere […]. Se descubre que ese factor común es… el sen do, el pensamiento
134 La traducción del término danés al inglés purport (signi car) y al francés ora por ma ère (materia) ora por sens
(sen do), ha sido aprobada por Hjelmslev (EL, p. 58, n. 1). Nosotros hemos adoptado sens, sen do.
136 Prolégomènes, pgs. 87-97. Este pasaje que debe ser bien leído, propone una experiencia muy simple y muy
directa de los fenómenos de forma del contenido; lo hemos presentado en otro lugar (Les enjeux de la sémio que.
París, Presses Universitaires de France, 1993, pgs. 21 a 28; 2012, pgs. 13 a 19).
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mismo que se presenta como una masa amorfa”137. Y para ilustrar esta idea
Hjelmslev muestra cómo diferentes lenguas circunscriben muy diferentemente la
«zona de sen do» de la nesciencia, de la ignorancia. Si parafraseamos término a
término la manera cómo el inglés, el danés, el nés y el esquimal dicen “No sé”,
tendremos *no-sabiendo soy-yo-eso para el esquimal, *yo estoy seguro de no
saber en inglés, *yo sé-lo de ninguna manera para el danés y, por úl mo, *no-yo
sepa en nés. Este jueguito permite apreciar muy concretamente cómo el sen do
es ordenado, ar culado, formado de manera dis nta según las diferentes lenguas:
mientras que el sen do parece constante, la forma del contenido varía
enormemente138. La sustancia y la forma del contenido así convocadas para un
mismo resultado de pensamiento, para un mismo sen do, son pues
increíblemente imprevisibles de una a otra lengua.
Al contrario, cualquiera que sea la par cularidad y la rela vidad de la forma y de
la sustancia de los signi cados, el sen do permanecería el mismo, transmisible de
lengua a lengua, pese a los cambios de forma que le son in ictos como desde
fuera: (10) “Así como los mismos granos de arena pueden formar diferentes
diseños o la misma nube tomar constantemente nuevas formas, también el
mismo sen do se forma o se estructura diferentemente en dis ntas lenguas”139.
Un re ejo de lógica elemental sugeriría objetar aquí que solo cierta demarcación
lingual (y por lo tanto, una forma) permite decidir que efec vamente se trata del
mismo sen do e iden carlo por medio de una denominación, aunque esta fuese
muy general. Y la respuesta hjelmsleviana a tal objeción probablemente sería que
aquí se trata de una demarcación de otro po, no analí ca y cons tu va de
unidades fácilmente aislables como la circunscripción intelectual que preside a la
138 Este ejemplo muy limitado es menos adecuado para mostrar las variaciones de la sustancia del contenido, salvo
si se quiere suspender los automa smos de expresión para recordar, por ejemplo, que en la negación del francés
actual «ne pas» an guamente «pas» era efec vamente un ‘paso’, mientras que «mie» de «ne mie» era una
‘miga’ [la par cula nega va de refuerzo en francés medieval y del renacimiento «mie», por ejemplo en *je ne
saurois mie, equivale en español a la par cula de refuerzo «nada» en expresiones tales como *no sé nada. T] y que
el auxiliar inglés «do», que parece más o menos vacío de sen do, podría conservar una huella insistente sobre la
certeza.
139 P. 70.
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142 Sen do, según Hjelmslev, y en esta percepción hay que incluir naturalmente la mirada interior, la intuición.
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146 Véase aquí mismo la tercera parte De lo semiolingüís co a lo semió co: la Escuela de París e igualmente
Ques ons de sémio que, op. cit., pgs. 587 a 758.
147 Es fac ble encontrar en Stendhal, por ejemplo, una vívida ilustración de la distancia que puede haber entre el
sen do globalmente percibido y los cálculos su les de las disposiciones de la forma de la sustancia y del contenido;
¿no a rmaba que el conjunto de La Cartuja de Parma era, para él mismo, una tenta va de recrear un equivalente
del arrobamiento (plenitud y falta, a la vez) que le había suscitado cierta Madona pintada por Correggio?
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151 A condición de considerar hombre, buey, etc. como unidades de contenido genérico que sirven para iden car
como compuestos que derivan de ellos tanto el-hombre (vir, en la n) como ella-hombre (mujer), el-buey (toro) o
ella-buey (vaca) [todo de manera deduc va y en consecuencia independiente del vocabulario realmente existente
en una lengua dada].
N. B. En la lengua francesa, boeuf, el buey, masculino cambia a femenino pues signi ca también vaca, carne de vaca
(viande de boeuf) o estofado de vaca (boeuf mode) e incluso mana (boeuf marin); veau, en masculino ternero o
becerro (por ejemplo en adorer le veau d’or, adorar el becerro de oro) signi ca igualmente en femenino ternera en
asado de ternera (un rô de veau) y foca (veau marin); cheval, el caballo, signi ca también mujer grande (grande
femme) que equivale al español espingarda (mujer muy alta y delgada); garçon, el muchacho, pasa a femenino en
el derivado garçonnière que signi ca marimacho, echa, pieza o piso de soltero. En español ese po de contenido
genérico equivale, por ejemplo, a «el hombre» o «el tes go», masculino, para referirse tanto a hombres como
mujeres, niños, jóvenes; «ellos», masculino, para designar a hombres y mujeres agrupados indis ntamente;
«armazón», indiferentemente femenino o masculino, «el agua» o «el hacha» que siendo sustan vos femeninos
norma vamente solo admiten ar culos masculinos; «el arte» es masculino pero en plural es femenino: «las artes»,
etc. [T].
153 A de la Fuente, que traduce de A. J. Greimas Semán ca Estructural. Inves gación metodológica (Madrid,
Gredos, 1971), sus tuye para el español el ejemplo francés pas/bas por pala/bala, p. 30. [T]
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66
Semejante procedimiento que sin duda debió parecer más tarde rudimentario y
cri cable155, en su empo tuvo el mérito de resaltar dis n vamente esas
ar culaciones de la forma del contenido. Si bien era di cil de aplicarlo con el rigor
postulado por Hjelmslev, puesto que las ar culaciones del contenido no se
trans eren al plano de la expresión con el mismo automa smo que en el orden
inverso, en el que una variación fónica (plano de la expresión) que no presupone
una variación semán ca (plano del contenido) no es considerada como
conmutante, conoció un inmenso éxito mundial y suscitó innumerables
vocaciones de seman stas aparentemente entusiasmados por esas
manipulaciones tan materiales de realidades consideradas hasta ese entonces
como inmateriales.
Desde ese texto fundador elaborado entre 1934 y 1943, Hjelmslev mismo
comenzó a marcar los límites inevitables de este procedimiento156. En verdad, él
solo previó la posibilidad de establecer esos inventarios limitados de los signos
mínimos en la semán ca de los diversos instrumentos grama cales, tales como la
categoría /el-ella/ del ejemplo ternero-vaca-toro, cuyo catálogo es de todas
maneras limitado por la estructura misma de la lengua.
154 De la misma manera, las comparaciones fonológicas solo se hacen entre términos pertenecientes a la misma
clase foné ca ya que únicamente se puede comparar términos cotejables; es imperioso que cierta homogeneidad
sustancial sea la garan a para que puedan ser formalmente confrontadas.
155 Véase el ar culo «Commuta on» del Dic onnaire encyclopédique des sciences du langage por O. Ducrot y T.
Todorov. París : Édi ons du Seuil, 1972, p. 43 y sig.
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68
165 Sobre todas estas cues ones, véase de C. Zilberberg, Raison et poé que du sens, París, Presses Universitaires
de France, 1988, pgs. 3 a 40 y aquí mismo el capítulo siguiente.
166 Ver, por ejemplo, U. Eco, Le signe: histoire et analyse d’un concept, Bruselas, Labor, 1988, p. 90 y sig.
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69
Capítulo II
70
168 Traducida al español de la versión francesa (París, Seuil, 1970), Madrid, Fundamentos, 1971; véase infra la nota
173. La misma editorial publicó de V. Propp Las raíces históricas del cuento, 1982. [T]
169 Esta preocupación es recurrente allí, especialmente entre las pgs. 6 y 27 (de la edición francesa).
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170 Los desvelos de los formalistas por captar los procedimientos y técnicas del arte verbal, encontraron en su
propio terreno los debates sobre las «distorsiones crea vas» y las experimentaciones zaumnyi («más allá del
sen do») de los poetas futuristas y en par cular de Krucënikh, Kamenski y Bourliouk. Esos ensayos
experimentaban de manera vívida, la diversidad de las relaciones entre signi cantes y signi cados que L. Hjelmslev,
años más tarde, iba a nombrar función semió ca que para él fue el único objeto de la ciencia semió ca entendida
en sen do estricto.
171 Recordemos que por ese entonces San Petersburgo fue llamado Petrogrado (1914-1924) y en los años
posteriores Leningrado. [T]
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Verbo’, mas nosotros creemos que ‘al comienzo era la Acción’. El Verbo la siguió [a
la escuela formalista] como su sombra foné ca”172.
¿Par cipó Propp ac vamente en las apasionadas discusiones de los pensadores
formalistas que dieron cuerpo a su propia doctrina? Es di cil decidir este asunto
con los documentos que disponemos. En su vivaz respuesta a C. Lévi-Strauss,
Propp se de ende incluso de ser un formalista y aplica esta e queta, para él
peyora va, a los inves gadores esclero zados e incompetentes173. Él se
consideraba más bien como un estructuralista an cipado. Todo ello decide la
independencia personal de Propp en relación a los efectos del grupo de los
Formalistas, lo que no impide encontrar en él un método y principios de rigurosa
conformidad con las orientaciones intelectuales de los formalistas, los mismos
que, por lo demás, solo aceptaron a regañadientes ese apela vo que les habían
aplicado sus detractores.
En el espacio más académico y en esa época más tranquilo de la folclorís ca, V.
Propp llevó a cabo una inves gación de largo aliento que acabó en 1927 y obtuvo
su publicación por el Ins tuto de Historia del Arte de Petrogrado-Leningrado en
1928. La obra fue traducida al inglés en 1958. Es entonces que fue presentada en
inglés y francés por C. Lévi-Strauss: La structure et la forme. Ré exions sur une
oeuvre de Vladimir Ja. Propp174. Tal cual indica el tulo de este ar culo, Lévi-
Strauss la concebía como una puesta en perspec va del formalismo en relación al
estructuralismo praguense que lo había prolongado y rebasado. Tanto sus
traducciones como sus presentaciones tuvieron inmensa resonancia entre los
inves gadores en ciencias humanas en Estados Unidos y en Europa del Oeste,
otorgando entonces a la tan concisa Morfología del cuento una provechosa
posteridad de «análisis del relato».
172 León Trotski, Li érature et révolu on, París, Julliard, Dossier des « Le res Nouvelles », 1964, p. 159. [T]
173 Edición Einaudi de la Morfología del cuento, p. 211. Véase infra la nota 203.
174 Este texto publicado originalmente en Cahiers de l’Ins tut de science économique appliquée, No. 9, marzo de
1960 (Serie M, No. 7) pgs. 3 a 36 y con el tulo L’Analyse morphologique des contes russes en Interna onal Journal
of Slavic Linguis cs and Poe cs, 3, 1960, fue incluido en Anthropologie Structurale II, París, Plon, 1973, pgs. 139 a
173. Véase infra la nota 203. [T]
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¿Es Propp el inves gador más representa vo de ese movimiento?, ¿no habría
que pensar que las obras formalistas, de importancia igual o superior, están (tal
vez provisionalmente) ausentes del paisaje porque nunca fueron traducidas o
incluso no publicadas? Propp mismo tuvo que padecer a con nuación una estricta
vigilancia ideológica y fue obligado a desformalizar parcialmente su obra por una
nueva edición en 1969: la edición de 1970 que circula en Francia175 sigue esta
nueva versión normalizada, mientras que la versión italiana de 1966 (Einaudi)
reproducía todavía el texto de 1928.
Los trastornos de la historia afectaron, pues, cruelmente la difusión de esta
inspiración formalista y no sería raro que todavía hoy sea muy desconocida176.
I. ― Formalismo y estructuralismo
176 Hay que insis r, sin embargo, sobre el valor documental y conceptual de un gran libro, el Russian Formalism de
Víctor Erlich (Yale, 1955, 311 pgs. en la edición Mouton, La Haya, 1969), siempre actual a pesar de que fue
redactado y publicado antes de la difusión en occidente del texto de Propp.
La obra de Erlich ha sido traducida al español con el tulo El formalismo ruso, Barcelona, Seix Barral, 1974. [T]
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sen do perderse en las discusiones escolás cas sobre las llamadas formas
perennes y universales del pensamiento; por lo tanto, que las nociones lógicas
eran empíricas, rela vas, cambiantes. Husserl dio un puntapié en el hormiguero al
sostener de nuevo que la lógica es formal, no material, universal y necesaria, e
invitaba a buscar la gramá ca universal del lenguaje como tal en aquello que
subtendía los diversos datos empíricos de la lingüís ca compara va177. Esta
publicación produjo una divergencia en medio de los inves gadores alemanes
entre, de un lado, los «psicologistas» (empiristas) y, del otro, los «formalistas»
para quienes, como Leibniz, había que dis nguir verdades de hecho y verdades de
razón, verdades con ngentes y verdades necesarias178.
Bajo el impulso de Gustavo Spet, un discípulo ruso de Husserl, los jóvenes
lingüistas de Moscú se familiarizaron con las nociones de «forma» vs «contenido»
y «signo» vs «referente». Adoptaron igualmente las primeras opciones de la
fenomenología husserliana y, al contrario de Baudouin de Courtenay y sus
alumnos que en San Petersburgo no habían excluido de sus inves gaciones el
recurso a las explicaciones psicologizantes, se declararon decididamente an -
psicologistas.
Pero si es verdad que las re exiones y proclamas que se elaboraban en Rusia en
los años 20 no eran indiferentes al medio ambiente de la época y al estado de las
inves gaciones en el resto de Europa, no es menos cierto que esos fermentos de
abstracción encontraron, en ese lugar y en esos empos, un terreno diferente y
excepcional. No nos toca escribir aquí la historia de la revolución sovié ca ni de la
efervescencia cultural que la preparó y acompañó. Pero los tes monios de todo
po, en especial de ar stas y de escritores –comprendiendo ahí Miradas sobre el
pasado de Kandinsky y Soy yo quien enfa za de Berbérova–, abundan y permiten
sen r lo que entonces fue el fervor intelectual, la agitación conceptual, el cambio
radical de visión del mundo y la incandescencia imaginaria de las dos capitales
rusas. De allí la inspiración par cular que recorrió la empresa formalista en ese
177 Cf. Recherches logiques II, París, Presses Universitaires de France, 1962, pgs. 294 a 342.
178 Todo ello es reseñado en el ar culo de Ernest Cassirer “El estructuralismo en la lingüís ca moderna”, Word, I, 2,
1945.
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primer tercio del siglo XX, hasta que esos pensadores y esos creadores fueron
aplastados por una «Canosa ideológica» según la expresión de G. Gorbatchev, uno
de los actores de esta liquidación179. Los debates quedaron suprimidos en el
Primer Congreso de Escritores sovié cos de 1934: la condena del formalismo y del
modernismo (como también del freudismo) fue asunto concluido.
Cierto número de textos «teóricos» de los formalistas rusos fueron publicados
en Francia a par r de 1965180. Dos ar culos, “L’art comme procédé” (1917) de V.
Chklovski181 y “La théorie de la méthode formelle” (1925) de B. Eikhenbaum182
incluidos en Théorie de la li erature. Textes des formalistes ruses, así como “Les
formalistes en ques on” (1924) del mismo Eikhenbaum183, resumen y ubican esas
ideas.
Los usuarios de los manuales de textos literarios generales que por lo común son
los estudiantes de letras del primer año, quedarán decepcionados si leen esos
ar culos, ya que solo encontrarán ahí las interrogaciones tradicionales y muy
académicas sobre lo que dis ngue los lenguajes literarios y la lengua ordinaria. Sin
embargo, esos textos fueron históricamente muy innovadores. Tratemos de
destacar su dinámica mediante dos o tres fórmulas de Chklovski y Eikhenbaum
que desembocan en cinco o seis palabras claves y, ciertamente, en la polimorfa
«Forma».
Chklovski: el formalismo estudia “el arte como procedimiento”.
Eikhenbaum: “La escuela formalista estudia la literatura como una serie de
fenómenos especí cos y edi ca la historia de la literatura como una evolución
concreta y especí ca de formas y de tradiciones literarias”184; e igualmente: “El
180 Especialmente en las revistas Change, Poé que y en el compendio Théorie de la li erature – Textes des
formalistes ruses, París, Édi ons du Seuil, 1965.
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187 Cf. Chklovski, “Sur la théorie de la prose” (1925), “Matériaux et style dan Guerre et paix de Tolstoï” (1928).
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188 Russkaja Rec., 1923, citado por V. Erlich, op. cit. p. 60.
189 Recordemos la energía con la que R. Jakobson difundió sus ideas algunos años más tarde gracias a su estudio
“Linguis que et poé que”, en sus Essais de linguis que générale.
190 «I like Ike» («Me gusta Ike») fue el eslogan del candidato a la presidencia de Estados Unidos, el general Dwight
D. Eisenhower, apodado «Ike», durante su campaña electoral. [T]
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197 Troubetzkoy habla todavía, en ese entonces, de «oposición fonológica». He aquí sus propias de niciones: “Una
oposición fonológica es una diferencia fónica suscep ble de servir en una lengua dada a la diferenciación de las
signi caciones intelectuales… Cada término de una oposición fonológica cualquiera es una unidad fonológica”, p.
232.
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variaciones fónicas posibles, solo los rasgos per nentes enen valor de índices
sistemá cos; ellos serán los únicos que cons tuirán el objeto de los estudios
lingüís cos.
Esta idea de considerar entre las oposiciones fónicas solo aquellas que eran
efec vamente u lizadas para diferenciar la signi cación de las palabras, fue
concebida al menos desde 1876 por algunos lingüistas suizo-alemanes198 pero sin
haber sido aprovechadas en sus consecuencias lógicas. R. Jakobson la hizo
progresar considerablemente al estudiar “Le vers tchèque, principalement
comparé au vers russe” (Praga, 1923). Reac vada y elaborada por Troubetzkoy y
por el Círculo Lingüís co de Praga, alcanzó su forma operatoria.
Dicha «idea lingüís ca» permi a acometer concretamente la faena que consis a
en aislar y mostrar lo que son los elementos incorporales –puramente arbitrarios y
relacionales– de la lengua, ya que ella suministraba un criterio para elegir entre
los innumerables fenómenos fónicos del lenguaje humano aquellos que
dependían de la lengua en sen do saussureano, es decir, de la red de elementos
diferenciales, oposicionales y rela vos que componen el aspecto signi cante (la
forma de la expresión) de una lengua dada; así se podía comenzar a iden car los
sistemas que ellos forman concretamente tanto en el seno de una lengua dada
como en el conjunto de las lenguas del mundo. Se podía igualmente comenzar a
aislar las leyes universales de estructuración fonológica de todas las lenguas.
Troubetzkoy desarrolló en algunas páginas las vastas perspec vas de esta nueva
ciencia. He aquí una lista abreviada de algunas de sus tareas prioritarias tal cual
son enlistadas por el maestro ruso:
― Descripción del sistema en su conjunto: “La fonología, universalista por
naturaleza, parte del sistema como de un todo orgánico cuya estructura ella
estudia” (p. 233).
― Marcación de los diversos pos de oposiciones: disyunciones y correlaciones
(p. 236).
― Localización de los haces de correlaciones: algunas correlaciones se combinan
entre ellas, otras no. La observación de esos hechos permite una pología más
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Propp publicó en 1966 una respuesta a las crí cas formuladas por C. Lévi-Strauss
en 1960 respecto de la Morfología del cuento, obra que le había valido a su autor
una notoriedad notable en Rusia desde su aparición en 1928. En esta respuesta a
200 Sobre esta cues ón véanse los desarrollos de C. Zilberberg en Raison et poé que du sens, pgs. 19 a 39.
202 Les structures élémentaires de la parenté, París-La Haya, Mouton & Co., 1967. [T]
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203 Edición Einaudi, p. 207. En español el ar culo de Lévi-Strauss (“La estructura y la forma, re exiones sobre una
obra de Vladimir J. Propp”) acompañado de la respuesta de Propp (“Estructura e historia en el estudio de los
cuentos”) y el post-scriptum de Lévi-Strauss, fueron publicados en el libro tulado Polémica Lévi-Strauss – Propp
por la Editorial Fundamentos de Madrid, 1972. [T]
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206 P. 16.
208 Por razones de espacio no recordaremos toda la lista que se encuentra en Logique du récit de C. Brémond, pgs.
41-46.
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Engaño + Complicidad ingenua: otra actualización del peligro. El malhechor ende una trampa a
un ingenuo que se deja engañar.
Fechoría: cumplimiento del malhechor de un acto dañino.
Mediación: llamada o envío de auxilio, entrada en escena del héroe.
Comienzo de la acción contraria: el héroe consiente en realizar una misión de socorro.
Par da: los hechos notables de los cuentos maravillosos suceden siempre en lugares lejanos.
[…]
211 Este ejemplo se encuentra en “La linguis que synchronique de Saussure” de E. Buyssens, CFS 18, 1961, p. 25.
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misma lista en la cual los personajes aparecen como los principios de organización
de la lista extendida, la de las funciones.
En suma V. Propp elaboró una idea semió ca en el sen do que hablaríamos de
una idea matemá ca, pero parece no haberse percatado de todas las
consecuencias que tendría su descubrimiento concerniente al carácter automá co
de las esferas de acción de los principales protagonistas. Él es frecuentemente
reconocido por haber sabido obje var la estructura especí ca del cuento
maravilloso a par r del inventario inmutable de sus funciones y de haber así, a la
manera de Linneo, descubierto un principio de clasi cación. Sin embargo, tal vez
no captó que la audacia de su movimiento de abstracción –que llegó a considerar
la psicología de los personajes como un reves miento circunstancial, con el mismo
tratamiento que su rango en la sociedad o todo otro detalle de su aspecto sico–
cambiaría totalmente la percepción de las acciones y sus encadenamientos. En
ese carácter automá co de la asociación de los personajes y de su hacer, donde el
agresor perjudica y el héroe salva como el viento sopla, se leería pronto una cosa
muy dis nta a una perogrullada.
Por un lado, Propp ha «desrealizado» los acontecimientos del cuento, ha
demostrado sus eslabonamientos y ha puesto en evidencia un conjunto «de
órganos» de alguna manera aplanados. No hay que decir: un malvado espía y
engaña, he aquí un bueno que va a reparar los daños (relación puramente
sintagmá ca), sino que en el cuento maravilloso hay siempre un malvado que
perjudica y un bueno que se le opone (relación categórica). A. J. Greimas mostrará
que de este modo Propp inauguró la vía a una representación paradigmá ca de la
acción o, mejor, la posibilidad de paradigma zar los vínculos sintagmá cos212.
Por otro lado, hasta ese entonces todo enunciado parecía instalar dos
componentes radicalmente separados, de una parte aquello de lo que se habla
(según las terminologías, el sujeto o el tema) y del otro lo que allí se dice
(eventualmente la acción y la calidad que se le atribuye o rhema). En las
observaciones de Propp, el agente y la acción forman un todo indisociable en que
la acción es primordial y determina el agente. Es de esta manera que se pre gura
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Propp tomó así la delantera sobre las inves gaciones de los formalistas
«o ciales», liberándose de toda consideración esté ca y buscando los
«procedimientos» en el campo hasta entonces inexplorado de los automa smos
narra vos, en lugar de con nuar, como Chklovski mismo o como Eikhenbaum en
sus análisis prác cos, a plantearse las mismas rancias cues ones de intriga, de
es lo y de composición. Como los fonólogos o como Saussure, Propp se
desinteresó de los procedimientos requeridos para concentrarse en las leyes que
escapaban a la consciencia del sujeto hablante214. Lo mismo que Troubetzkoy
pudo aislar los rasgos constantes de la forma de la expresión, Propp lograba,
mediante la prác ca de un estudio sincrónico, sistemá co y universalista, a
con rmar concretamente algunos rasgos constantes de la forma del contenido.
213 ¿Es esta una jus cación del término «función» elegido por Propp para dis nguir dichas acciones en su
previsibilidad?
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TERCERA PARTE
215 Y la lengua española para leer el Quijote: el primer texto de A. J. Greimas publicado en lituano fue “Cervantes y
su Don Quijote”, en Varpai, Almanaque literario, 1943. [T]
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217 En Poi ers había, en ese entonces, pocos estudiantes interesados en un curso tan novedoso. Uno solo se
interesó por la semió ca: se trataba de François Ras er.
218 Centro de Lingüís ca Cuan ta va en que tanto los conferencistas como los oyentes eran jóvenes vanguardistas
de la renovación de los estudios lingüís cos en Francia, entre ellos Greimas, Po er, Dubois, Gross, Ruwet, B. N.
Gruning…
219 El tulo de este libro Séman que structurale (versión española, Semán ca estructural. Inves gación
metodológica, Madrid, Gredos, 1971) le fue impuesto por el editor Larousse. El tulo original de su autor fue
simplemente Séman que (Semán ca) [comunicación personal del profesor A. J. Greimas al T. en febrero de 1980].
220 Este ar culo fue publicado en New Literary History, XX, 3, p. 542 y sig.
En francés apareció con el tulo “La descrip on de la signi ca on et la mythologie comparée” en L’Homme 3,
1963, pgs. 51 a 63. [T]
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Capítulo I
SEMÁNTICA ESTRUCTURAL O LA PRIMERA SÍNTESIS (1966)
“La obra fundadora de lo que iba a conver rse en la semió ca”221 se presenta
como un libro prolijo, osado, “enorme” según G. Dumézil. A. J. Greimas había
elaborado una primera versión de su Semán ca cuando en 1958, estando en
Alejandría222, obtuvo la versión inglesa de los Prolegómenos de L. Hjelmslev. La
conmoción de esta lectura fue tal que de inmediato destruyó las casi 200 páginas
de su manuscrito.
“El rigor, la simplicidad del texto donde no hay una palabra inú l, la transparencia de los
conceptos… Como todos los conceptos son inter-de nidos, su yuxtaposición produce un efecto
singular… Ya que al leer todo era claro y nalmente el exceso de claridad deslumbraba, uno
estaba obligado a releer la frase tres veces… lo que me hacía pensar en esas casas de vidrio […]
y el todo con esta especie de economía de medios que hace una escritura cien ca”223.
Efec vamente, el texto de Semán ca estructural está dominado por referencias a Hjelmslev y
Bröndal. Luego del «bastonazo» intelectual que representa esta revelación de los
222 Para la «Bio-bibliogra a» de A. J. Greimas nos remi remos al texto de Jean-Claude Coquet en Exigences et
perspec ves de la sémio que, vol. I, pgs. LIII a LXXXV, Benjamins, 1985.
223 Entrevista con el autor (inédita).
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Prolegómenos, la lectura de Saussure pasó a un segundo plano; de algún modo era considerada
como asumida (recordemos “Actualité du saussurisme” publicado en 1956)224 y las ideas-fuerzas
desarrolladas en los Prolegómenos (especialmente las de forma del contenido y de análisis
«obje vo», en todo caso dis n vas del plano del contenido) fueron aprovechadas por un
trabajo extremadamente concreto ―pese a las apariencias.
Los primeros aportes de Semán ca estructural se deben a sus ejemplos de análisis sémicos225
que abrían amplias perspec vas, por una parte, para una renovación de los estudios literarios al
permi r obje var los ma ces o desambiguar las polisemias226 y, de otra parte, para las
inves gaciones sistemá cas en lexicología, con todas las aplicaciones previsibles en ese
momento en historia, en la enseñanza de lenguas o en los primeros análisis de los textos
publicitarios.
Pero esos logros, nalmente casi anecdó cos, corrieron a veces el riesgo de no
permi r hacer conocer la amplitud real de ese gran libro en que otras ideas-
fuerzas de la semió ca, propiamente pertenecientes a Greimas, tentaban su
suerte. A decir verdad, toda la base axiomá ca y el conjunto de las hipótesis que
debían ser aprovechadas por Greimas a lo largo de su existencia de inves gador,
enen de hecho su lugar marcado en esta obra que abraza la epistemología, la
teoría y la prác ca semió ca. Puesto que este conjunto es presentado en otro
lugar de manera sistemá ca227, nos limitaremos a enumerar sus grandes ejes,
teniendo siempre presente que la condensación de los trabajos de Greimas aquí
intentada solo será comprensible para aquellos que, de una u otra manera,
obtengan un conocimiento más amplio de esta obra.
225 Demostración de los rasgos semán cos dis n vos, gracias a la localización de las oposiciones, más o menos
latentes, privilegiadas por el texto.
226 El término polisemia fue forjado por M. Bréal (el maestro de Saussure en la Sorbona y en el Colegio de Francia)
para designar la extrema labilidad de las relaciones semán cas y el hecho de que cada palabra es suscep ble de
signi car, en un mismo contexto, en un momento dado, un vasto conjunto de sen dos eventualmente
contradictorios.
Cuando en una palabra se puede encontrar dos sen dos contradictorios, se le denomina enan osema (del gr.
εναντιος, oponer una fuerza a otra fuerza, enfrentar cara a cara, y σεμα, dis n vo, marca), por ejemplo, sacerdote
del lat. sacer que signi ca /bendito/ y/maldito/ a la vez. [T]
227 Anne Hénault (dir.) Ques ons de sémio que, op. cit., pgs. 103 a 119.
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228 Cf. La semió ca del texto: ejercicios prác cos. Análisis de un cuento de Maupassant, Barcelona, Ediciones
Paidós, 1983. Véase también “Descripción y narra vidad a propósito de La cuerda de Guy de Maupassant” en Del
sen do II. Ensayos semió cos, pgs. 155 a 177. [T]
230 Cf. supra, Société d’Étude de la Langue Française. Nos referimos a la ponencia de A. J. Greimas en la sesión del
19 de noviembre de 1966.
231 Frasal: análisis de los cons tuyentes de la frase y de los esquemas de frases. Interfrasal: estudio fundado en el
reconocimiento de hecho que el discurso está regido por todo po de reglas lógico-semán cas que escapan al
marco formal de la frase.
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233 Un texto anterior a Semán ca estructural, publicado en 1963, luego reproducido en Du sens de 1970, “La
mythologie comparée”, es más explícito sobre este punto. Ver especialmente Du sens, p. 130.
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Capítulo II
LOS RECORRIDOS DE TRANSPOSICIONES DE LOS CONTENIDOS O LA SEGUNDA
SÍNTESIS (1966-1979)
234 Los no-lingüistas que se preocupen por evaluar las cues ones de método implicadas detrás de esta dis nción,
tal vez para ellos bizan na, harían bien en consultar el Dic onnaire Ducrot-Todorov, pgs. 139 a 146.
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a) el recorrido de cali cación del sujeto llamado prueba cali cante en que a
menudo se ve al héroe conquistar con esforzada lucha la espada o el caballo
mágicos que le permi rán abordar la prueba principal;
b) la acción decisiva, llamada prueba principal, en que el héroe cumple su
mandato;
c) la prueba glori cante en que él recibe una recompensa.
237 Los actantes son los roles «grama cales» de nidos por su vinculación estricta con la acción, que permiten al
relato representar lo que pasa. Su número muy limitado, su inevitable presencia en todos los textos en que algo
sucede fueron el sorprendente descubrimiento de esos años. Los personajes de un relato (los actores)
«encarnaban» a los actantes añadiéndoles determinaciones gura vas. El gran progreso respecto a las intuiciones
de M. Bréal (Essai de séman que, 1897) radica en que se logró cons tuir el catálogo restringido de las relaciones
ac vas que con eren a la narración la posibilidad de representar la acción. Esas relaciones captadas por el catálogo
de los actantes son tomar (S-O), donar (Des nador-Des natario), dominar (Sujeto-Oponente). Cuando Bréal
enumera sus ejemplos al azar no se percata que, a su pesar, ilustra esta regla.
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238 Con E. Landowski, Analyse sémio que d’un discours juridique – La loi commercial sur les sociétés et les groupes
de sociétés (1971).
239 En Colloque sur la Sémio que de l’Espace, reproducido en Sémio que et sciences sociales, París, Seuil, 1976,
pgs. 129 a 157. [T]
240 En Del sen do II. Ensayos semió cos, pgs. 178 a 192 [T]. Los dos actantes aún gura vos que Semán ca
estructural nombraba Adyuvante y Oponente desaparecen y cuatro grandes posiciones sintác cas se instalan en
lugar de los personajes constantes de Propp: Sujeto-Objeto, Des nador-Des natario, cada uno de ellos siendo
capaz de desplegarse según la cuaterna de la nueva categoría sémica. Por ejemplo, el relato actualiza casi siempre
lo contrario del Sujeto, su an -sujeto que es la reescritura más formal del oponente.
241 El Centre d’Analyse du Discours Religieux de Lyon (CADIR) con F. Genuyt, J. Calloud, L. Panier, J. Delorme que
publica en par cular la revista Sémio que et Bible. El Groupe d’Entrevernes, algunos de cuyos miembros animan
también el CADIR, ha publicado varias obras importantes de análisis del texto bíblico como Signes et Paraboles con
colofón de Greimas (1979).
242 J. M. Floch.
243 E. Taras .
244 A. Rénier.
245 Y. Darrault.
246 A. Hénault.
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sémio ques cuando la publicación de Documents fue con ada a Eric Landowski
en 1979.
Durante este período, los grandes textos de Greimas tomaron el aspecto de
ar culos247 de una treintena de páginas que despejaban puntos par culares de la
gramá ca narra va o de la teoría de conjunto. Entre los más citados tenemos los
siguientes:
― “Les jeux des contraintes narra ves” (con F. Ras er en 1968) donde consta el primer
bosquejo de las estructuras narra vas en relación a las estructuras lógicas profundas, así como
la transformación de la categoría sémica en cuadro (o cuadrado) semió co248.
― “Condi ons d’une sémio que du monde natural” (1968), una re exión pan-semió ca sobre
la manera como el «mundo natural» se inscribe en forma de una semió ca recortada y
ar culada por la percepción, en un disposi vo complejo en que “las categorías del plano de la
expresión de la semió ca natural corresponden a las del plano del contenido de la semió ca
verbal” (Langages 10, p. 13) 249.
― “Eléments d’une grammaire narra ve” (1969) que desarrolla los componentes de una
gramá ca narra va más abstracta: en lugar de las grandes unidades que son las pruebas, se
estudia los enunciados narra vos y sus combinaciones, es decir, muy estrictamente, los
recorridos correlacionados de los sujetos y de los objetos250.
― “Un problème de sémio que narra ve: les objets de valeur” (1973): este ar culo mucho
más concreto y aplicable que los precedentes fue, junto con el otro gran ar culo publicado el
mismo año “Les actants, les acteurs et les gures”, la vía de acceso privilegiada de buen número
de aprendices de la semió ca. El primero propone una pología de las diversas formas de la
comunicación de valores, fundada en un examen ceñido de las situaciones respec vas de los
diversos sujetos con derecho a poseer esos bienes; él observa allí las variaciones del acto de
comunicación según ocurra o no con el consen miento del proveedor y según la naturaleza de
ese consen miento: si, por ejemplo, la reina de Inglaterra consiente en transmi r la soberanía
247 A excepción de Maupassant (1976) que es un libro seguido de ejercicios prác cos consagrado al muy breve
relato Deux amis; cf. supra nota 226.
248 Título original “The Interac ons of Semio c Constraints”, Yale French Studies 41, 1968, pgs. 86 a 105; versión
francesa en Du sens, Paris, Seuil, 1970, pgs. 135 a 155. [T]
249 Langages 10, 1968, pgs. 3 a 35, reproducido en Du sens, París, Seuil, 1970, pgs. 49-91. [T]
250L’Homme 9, 1969, pgs. 71 a 92, incluido en Du sens, París, Seuil, 1970, pgs. 157 a 183 y también en Diacri cs 7,
1977, pgs. 23 a 40. [T]
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al virrey de India, no queda menos soberana. Se trata de una comunicación par cipa va que no
acarrea la desposesión de aquel que dona, al contrario, por ejemplo, de la renuncia251.
― “Les actants, les acteurs et les gures” (1973) dis ngue con gran precisión el plano más
abstracto y más profundo de esas fuerzas obrantes que son los actantes, y el plano más cargado
de ver mientos semán cos que es el de los actores individualizados por sus determinaciones
gura vas. Este ar culo marca un hito ya que inaugura la inves gación sobre las modalidades
que fue el objeto del seminario de 1975. Las modalidades son esas determinaciones de cariz
verbal que enen por objeto otro verbo como, por ejemplo, querer hacer: las dos formas
verbales enen necesariamente el mismo sujeto, cosa que no sucede en ver hacer que no es
una estructura modal252.
La re exión sobre las modalidades fue la ocasión de una nueva uni cación teórica en la
medida en que el acto decisivo, aquel que cambia una situación y marca el resultado parcial o
de ni vo de un relato, es también representado como una estructura modal: el acto es lo que
hace ser o estar. Es así que la gramá ca narra va se revela, de un extremo al otro, como una
gramá ca modal.
― “Pour une théorie des modalités” (1976) se interesa sobre todo en las combinatorias de
estructuras modales que permiten cali car sintác camente los sujetos según las relaciones
recíprocas de su querer, de su deber o de su saber-hacer en relación a los Des nadores sociales
no gura vos (la ley, la regla, las conveniencias) o gura vos (el rey Arturo, las voces de Juana
de Arco, el Azur de Mallarmé o el Dios de los diversos libros sagrados)253.
251Con el tulo “Un problema de semió ca narra va: los objetos de valor” en Del sen do II. Ensayos semió cos,
pgs. 22 a 56. [T]
252 “Los actantes, los actores y las guras” en Del sen do II. Ensayos semió cos, pgs. 57 a 78. [T]
253 “Para una teoría de las modalidades” en Del sen do II. Ensayos semió cos, pgs. 79 a 118. [T]
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el esquema canónico de las tres pruebas (cali cante, principal y glori cante)
obtenidas de la Morfología de Propp era ciertamente considerado como un
esquema ideológico, la «puesta en memoria» por el lenguaje del sen do de la
vida, de una especie de saber global sobre los encadenamientos de las acciones
que enen sen do en la vida de un grupo o de un individuo. Era de una
generalidad menos grande que el nuevo esquema con Manipulación, Acción (ella
misma ar culada en adquisición de competencia, luego performance) y Sanción,
que se mostraba aplicable en todos los casos ( gura vos o no) donde se tenía que
ver con las representaciones de los cambios de estados.
Hemos visto cómo Semán ca estructural estaba jada entre, por una parte, la
categoría sémica que era una estructura oposi va simple del po posi vo vs
nega vo254 y, por otra parte, la estructura oposi va compleja que parecía resultar
de la lectura paradigmá ca del relato proppiano tal como podía prac carla Lévi-
Strauss y que permi a reunir y escribir las cuatro funciones mandato vs
aceptación y prohibición vs transgresión en forma de la siguiente proporción:
255 P. 299.
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dis nguidas por Propp dependen de la misma base lógica que la categoría sémica
dada como elemental. Simplemente la complejización que aporta lo narra vo
permite observar: 1o El hecho de que un solo y mismo término puede proyectar a
la vez oposiciones totalmente diferentes, mientras que el binarismo fonológico de
Praga proponía la alterna va o bien oposición de po priva vo sonoro vs no
sonoro o bien oposición de po cualita vo como agudo vs grave: los pares
fonológicos no manifestaban la misma complejidad que los pares semán cos por
los cuales semejante binarismo se mostraba insu ciente. 2o El hecho de que la
proporción citada ponía en prác ca muchas ar culaciones más, ya que para dar
verdaderamente cuenta de ello debía aceptarse que en el relato proppiano a y no-
a eran necesariamente el hecho de un primer par de actantes, los que resolvían
los problemas (Des nador, sujeto de hacer), mientras que prohibición vs
desobediencia era más bien el hecho de aquellos que creaban los problemas
(sujetos de estado). Esta desnivelación permi a ver claramente que si la oposición
A vs Ā a la cual se podía reducir esta parte del cuento tenía el mismo contenido, es
decir, era isótopa, los efectos de sen do que eran captados por la proporción de
cuatro términos era como una transposición más compleja (enriquecida por
ar culaciones suplementarias) del mismo espacio de sen do.
En los ar culos que hemos citado se puede seguir el camino que condujo a
Greimas –en forma paralela a ciertos trabajos como los de R. Blanché sobre las
estructuras intelectuales– a proponer representar mediante un esquema256,
llamado cuadro (o cuadrado) semió co257, el disposi vo de oposiciones, de
complementaridades y de implicaciones que podían generarse a par r de
cualquier posición sémica. Tal conjunto lógico aprehendido más allá de todo
dominio de sen do par cular y en apariencia universalmente válido, concretaba y
mostraba quizá por vez primera una autén ca estructura en el dominio de las
ciencias humanas.
256 R. Blanché, Structures intellectuelles. Essai sur l’organisa on systéma que des concepts. El proyecto de Banché
era “hacer explícito y estudiar un modo de estructuración esencial, directamente operada por operaciones
absolutamente elementales, sin las cuales el pensamiento más humilde no podría funcionar”.
257 Esta gura es presentada en Ques ons de sémio que, especialmente entre las pgs. 110 a 116 y aplicada en las
pgs. 148, 159 a 165; 230 a 235 y 251 a 276.
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258 En Analyse sémio que d’un discours juridique. Documents de travail 7, Urbino, con E. Landowski et alii. Ver
sobre este tema la entrevista con F. Nef en Structures élémentaires de la signi ca on. Bruselas, Édi ons Complexe,
1976, pgs. 18 a 26.
259 El pensamiento que conducía a esta nueva síntesis era, pues, análogo al que había producido la primera
síntesis. Simplemente, el campo conceptual había sido ampliado desde la coherencia propia de los relatos
gura vos a la coherencia global del discurso.
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260 “La generación de la signi cación no pasa primero por la producción de los enunciados y su combinación en
discurso; ella es sus tuida, en su recorrido, por las estructuras narra vas y son ellas las que producen el discurso
ar culado en enunciados”, Du Sens, p. 159.
261 Versión española: Semió ca. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje I y II, Madrid, Editorial Gredos,
1982.
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Capítulo III
HACIA UNA TERCERA SÍNTESIS (1980-1991)
262 Ver especialmente Le Bulle n, 17, 1981, “Le carré sémio que”.
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aprehender el verdadero devenir263, ese que no permite jar los momentos, los
puntos precisos en que se operan los cambios ya que estos son totalmente
graduales. Como suele ocurrir, el comienzo de los grandes cambios se hizo en
sordina con el texto “Pour une sémio que des passions” aparecido en Bulle n264 a
n de sentar las bases teóricas del primer seminario sobre ese tema que ocupó el
año académico 1978-1979.
No es absurdo tal vez sostener que por tercera vez el mismo proyecto cien co
volvía a la orden del día, ahora al tratar de reducir la distancia que exis a entre la
recons tución del movimiento y de la dinámica de los cambios por medio de una
teoría discon nua como la de la narra vidad, y la aprehensión percep va del
sen do vivido que generaba los fenómenos uidos y con nuos en el seno mismo
de la lengua. Signo de esos empos: un ar culo de 1983, “Le savoir et le croire: un
seul univers cogni f”, presentaba por primera vez una versión gradual del cuadro
(o cuadrado) semió co: el acto epistémico a rmar, rehusar, admi r, dudar no
pasa por las contradicciones, las etapas perentorias, dis n vas; él capta los
momentos metamorfoseándose por los más y los menos. Por lo tanto, ya no se
trata más una de esas guras discon nuadoras de las cuales tanto Saussure como
Hjelmslev y Troubetzkoy esperaban la puesta al día de objetos de saber claros y
dis ntos. Una re exión sobre la manera en que un ser, un objeto, un lugar o un
momento se engalanan con valor, en nuestra opinión iba a prolongar este
comienzo de renovación teórica265.
Los úl mos años del Seminario de la École des Hautes Études fueron
consagrados a lo Verdadero, al Bien y a lo Bello. Estos grandes temas no fueron
evidentemente tratados desde un punto de vista losó co: solo se buscaba
263 Sobre este tema, ver el texto de B. Po er: “Un mal-aimé de la sémio que: le devenir”, en Exigences et
perspec ves de la sémio que, vol. I, pgs. 499 a 502.
265 Sémio que. Dic onnaire raisonné de la théorie du langage II (1986), versión española Semió ca. Diccionario
razonado de la teoría del lenguaje II (Madrid, Editorial Gredos, 1991), elaborado en ese mismo estado de
consciencia, fue interpretado por algunos experimentados discípulos como una extraña Saturnal. Sin embargo,
todo prueba que Greimas mismo consideraba atentamente las pistas y aperturas que contenían esta obra,
totalmente redactadas por sus alumnos, miembros de la llamada École de Paris.
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observar la manera cómo «el sujeto en papel» elige sus valores y, más
generalmente, el funcionamiento de los valores en el discurso.
Uno de los resultados de los tres seminarios consagrados a las axiologías, fue
mostrar cuanto los tres sistemas de valorizaciones provenientes de la an güedad
clásica tenían comportamientos aspectuales diferentes. De este modo, el estudio
de las morales clásicas (morales del deber, del deseo o del placer centradas en el
Bien) conducían a otorgar una importancia par cular a las categorías aspectuales
del exceso y de la insu ciencia (potlatch amerindio266 bajo el signo del exceso
posi vo vs moral inglesa de la litote267, insu ciencia privilegiada) como a la de lo
moderado (el «nada demás» de los indoeuropeos). El año consagrado a lo Bello
probaba que la esté ca tenía algo que ver con los aspectos cumplido (el perfecto)
o incumplido (lo evanescente, lo incoa vo, etc.).
También se mostró que los aspectos casi no eran captables en términos
categóricos binarios. Ellos dependían de apreciaciones graduales como las que
trataba de poner en su lugar el famoso hexágono de Bröndal o, mejor, puesto que
eran di cilmente localizables y constantemente suscep bles de deslocalizarse,
escapaban aparentemente a la discon nuación en unidades discretas, como si
estuvieran siempre unos en relación a los otros en el orden de lo más o de lo
menos.
Ese momento de la inves gación discu ó todas las adquisiciones de la semió ca
desde Saussure y conducirá probablemente a un reajuste de la teoría dirigido a
responder una de las grandes preguntas dejadas en suspenso por el gestal smo
latente de L. Hjelmslev: ¿sería posible un con nuum analizable?
Los úl mos trabajos de Greimas se esforzaron por reinterpretar en términos
aspectuales (y no más modales) todo lo concerniente a la esfera del sen miento
(lo mico) y delimitar, al lado de las aspectualizaciones del nivel discursivo (las
diversas maneras de hacer exis r el espacio, el empo y la conducta de los
266 El potlatch amerindio denomina las tradicionales estas de invierno de las tribus indias norteamericanas con
intercambio de regalos. [T]
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CONCLUSIÓN
268 Véase, por ejemplo, la historia de la semió ca propuesta por J. Deely en Introducing semio c, Bloomington,
1982.
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Para la teoría semió ca que hemos presentado aquí según el orden histórico, no
era prudente lanzarse a una búsqueda de precursores en todos los horizontes. El
siglo que acaba de pasar ha visto el descubrimiento y la elaboración de ideas
semió cas que no tenían precursores. Saussure y Hjelmslev lo proclamaron con la
postrera energía. Ellos denunciaron por adelantado el «virus del precursor», el
prejuicio de la an cipación que desconocía la coherencia interna del saber de un
empo269.
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271 Por ejemplo N. Bourbaki sobre las matemá cas griegas, cf. Eléments d’histoire des mathéma ques, París,
Hermann p. 160 y sig.
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Hemos visto cómo estas palabras, vagas y huecas en apariencia, se han llenado
de sen do gracias al desarrollo mismo de la inves gación y de los
desplazamientos sucesivos de los conceptos: la de nición real de la teoría
semió ca, es su historia. Parafraseando a Jean Cavallés, ¿habremos de concluir
que ahí se podrá obtener una obje vidad semió camente fundada del devenir
semió co?
BIBLIOGRAFÍA
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